Newsletter, Missione Redemptor hominis nos participa del artículo SOBRAN LAS SILLAS Y DESAPARECE
LA RESPONSABILIDAD PERSONAL
SOBRAN LAS SILLAS Y DESAPARECE
LA RESPONSABILIDAD PERSONAL
He considerado muy atinado el artículo "Reunionitis e ineficacia", publicado en "Cristo hoy" n.º 170 (2009), pág. 11.
Escribe el autor del artículo: "Una de las enfermedades que padece la Iglesia es la 'reunionitis'. Nos entusiasma rellenar la agenda con citas, reuniones, encuentros... para hablar, debatir, proponer, discutir, proyectar, organizar y definir. Pero, lo importante es poner manos a la obra, porque hablar y discutir nos gusta a todos. Podríamos preguntarnos si tanta 'reunionitis' se traduce después en una acción eficaz, en una práctica. La vida no se construye con sueños, aunque se nutra de ellos, sino con actos concretos. La reunión, qué duda cabe, es un buen instrumento de trabajo. Su objetivo es programar y organizar, pero no debe convertirse en una obsesión, en un ídolo, en el puro placer de reunirse. Hay quien piensa que el objetivo de la reunión es la misma reunión. En el ámbito eclesial sucede que las reuniones proliferan: congresos, comités, seminarios de estudio, encuentros. Estamos en la era de los encuentros, nos sobran sillas y nos faltan diligencia y construcción".
Cuando no se sabe qué rumbo seguir
En la edición on line del diario líder de Costa Rica, "La República", del 9 de mayo de 2009, el columnista Leopoldo Barrionuevo escribe a propósito: "Reunionitis es, como su nombre lo indica, la enfermedad que aqueja a la gerencia toda vez que no se sabe qué rumbo seguir o qué medidas tomar, o bien, no se quiere asumir la responsabilidad que es propia de la Dirección. Debido a ello, toda vez que no se sabe qué hacer con una decisión, se forma un comité. ¿Por qué la gente se reúne más de la cuenta? Peter Drucker - el teórico del management por excelencia - decía que la única explicación posible es que los jefes no saben qué es lo que hay que hacer y esperan que los subordinados los ayuden; lamentablemente, en la reunión suelen hablar los que menos saben, aprovechando a esgrimir su mediocridad, y puesto que en su actividad habitual no se destacan, quieren suponer que los demás aguardan su participación ansiosamente para aprender, cuando lo más probable es que lo que intentan es divertirse. Sin embargo, nadie ignora que muchas de las reuniones se celebran no para compartir el éxito de una gestión, sino para dispersar la culpabilidad de las malas resoluciones que de ese modo resultan compartidas, y en otros sirven para hacer creer que uno participa en las decisiones, cuando en realidad, esas mismas decisiones llegan ‘cocinadas' a las salas de reuniones".
Todas las reuniones eclesiales deberían tener siempre como punto de partida la memoria Dei, atestiguada en la palabra de Dios, que la sagrada Tradición nos entrega y el Magisterio de la Iglesia interpreta.
A la inteligencia de la memoria le debe seguir el adecuado coraje de la voluntad, sin el cual la inteligencia de la memoria permanecería un simple ejercicio intelectual, confinado en los espacios angostos de las contorsiones verbales y las producciones de repeticiones, tan características de nuestros tiempos, en los que se buscan ocultar - multiplicando congresos y mesas redondas, documentos conclusivos (que jamás llegan a una conclusión) y comisiones interpretativas - el vacío y la falsedad de una palabra que ya no se relaciona con la realidad.
El ciclo infinito de la irresponsabilidad
Este vacío depende - como irónicamente hacía notar el padre Radcliffe, antiguo Maestro de la Orden de los Predicadores - de la falta del sentido de la responsabilidad personal.
"Algo tan misterioso - escribe el padre Radcliffe - como una novela de Sherlock Holmes. El Capítulo provincial detecta un problema y comisiona al provincial para enfrentarlo y resolverlo. Es necesario tomar una decisión clara. El provincial pide al consejo de provincia que considere el asunto. El consejo forma una comisión que estudiará lo que se debe hacer. La comisión estudia el asunto por dos o tres años definiendo exactamente el problema, y concluye que debe ser presentado al próximo Capítulo provincial, y así - concluye el padre Radcliffe - continúa el ciclo de la irresponsabilidad".
¿Por qué existe, en el fondo, esta irresponsabilidad? Puede ser que la respuesta se encuentre en el hecho de que nosotros, en vez de ir a beber de nuestro propio pozo, sacando con inteligencia lo que está en nuestra propia memoria, estemos buscando en otros pozos lo que no se puede encontrar.
De esta manera, se crea una esquizofrenia entre memoria-inteligencia-voluntad. En este proceso de disociación, se hace imposible incluso un auténtico diálogo y una colaboración entre personas diferentes.
El sentido de la responsabilidad personal requiere que se tomen las más apropiadas medidas contra esta terrible enfermedad, que reduce a la Iglesia y su trabajo pastoral a una interminable agenda de reuniones, donde cada uno llena el vacío de su irresponsabilidad personal con la nada de otros participantes.
Para salir de este vacío, debemos hacer una sola cosa muy sencilla: Caminar desde Cristo.
Un documento del Magisterio que lleva este título recuerda que es necesario poner especial acento en la importancia de esta regla de la cotidianidad: cada día debemos hacer nuestro trabajo; cada día debemos dar nuestra respuesta, ejercitando la fidelidad, proclamando nuestra fe y esperanza, viviendo la obediencia a la palabra de Dios. La fe es la obediencia a esta Palabra que se dirige a mí hoy, y pide hoy mi respuesta. Para ir a remar mar adentro, duc in altum (cf. Novo millennio ineunte, 1), se necesita hacer el trabajo duro y fiel de cada día. Nosotros no somos los dueños del tiempo: este no es propiedad nuestra. Si rechazamos o diferimos lo que debemos hacer hoy, no sabemos si podremos hacerlo mañana. A nosotros se nos concede el tiempo de hoy, en el cual estamos llamados a madurar para ser testigos de una manera diferente de vivir, que anticipa el Reino de Dios ya ahora en nuestro tiempo. La posibilidad de remar mar adentro se encuentra en esta actitud cotidiana de disponibilidad a progresar en nuestra fe, permaneciendo fieles a nuestros compromisos. La respuesta cotidiana que damos a Dios abre nuevos horizontes, hace fecundo nuestro trabajo, prepara nuestro futuro y nos hace ir hacia adelante.
"Lo cierto - decía Drucker - es que nos reunimos o trabajamos. No podemos hacer las dos cosas a la vez".
Si queremos encontrar una respuesta auténtica a los agobiantes problemas de nuestro tiempo, debemos reducir tantas reuniones inútiles; vivir tiempos más largos de soledad y estudio personal, y pasar de la rueda del tereré a una teología arrodillada, donde menos trabaja la lengua y más se utilizan las rodillas, que se doblan en el silencio adorante frente a la Palabra hecha Carne.
E. G.