Jueves, 08 de octubre de 2009

Homilía monseñor Héctor Sabatino Cardelli, obispo de San Nicolás de los Arroyos en la misa por el vigésimo sexto aniversario del acontecimiento mariano. (AICA)
(25 de septiembre de 2009)


VIGÉSIMO SEXTO ANIVERSARIO DEL ACONTECIMIENTO MARIANO DE SAN NICOLÁS 

Jesús está cercano al final de su ministerio en Galilea y es obvio que su fama se haya extendido por toda la región . Jesús se interroga si la gente habrá comprendido lo que vio y oyó, si habrá captado en definitiva quién es Él. ¿Dónde están, a qué se dedican tantos que lo han escuchado?. ¿Qué influencia tuvo el mensaje proclamado y los milagros realizados?

¿Quién dice la multitud que soy Yo?. Pedro dice “Tú eres el Mesías de Dios”.

Esta pregunta directa de Jesús, es también interpelación para nosotros. A veintiún siglos de historia de Jesús y del Cristianismo, frecuentemente aún se confunde su figura, su mensaje, su obra.

El documento de Aparecida habla hoy a nuestras generaciones de iniciación a la Vida Cristiana, de discipulado y de misión.

Pareciera un lenguaje dirigido a principiantes, a quienes deben aún aprender el A.B.C. para poder comenzar a responder a aquel imperativo con el que Jesús culmina su obra: ¡Vayan por el mundo y anuncien el Evangelio!

El 40% de las manifestaciones marianas en la historia de la Iglesia, entre las que se encuentra la de San Nicolás que ya lleva 26 años, se han producido en este último siglo como un signo reiterado de María de que nos planteemos la figura de Jesús, su mensaje, su obra, ¿Quién es Él?.

Hoy, debemos renovar nuestra adhesión a Jesús y volver a retomar la fuerza de su levadura, de su sal y de su luz, para que el mundo retome el cause que lleva a la vida eterna.

Decimos levadura, pues deben ser revitalizadas las células base de nuestra sociedad con el fermento cristiano. El principal ámbito que debemos leudar de evangelio es el matrimonio y la familia, que son el patrimonio de la humanidad y que constituyen el tesoro más importante de nuestro pueblo. Bendigamos a Dios, de corazón, por haber creado al ser humano varón y mujer, porque hoy se quiere confundir esta verdad: “Creó, Dios, a los seres humanos, a su Imagen, a imagen de Dios los creó varón y mujer los creó” (Gn. 1,27) “Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad” (D.A. 116).

Decimos sal, para preservar la corrupción que nos avanza impune y como si fuere un maremoto nos inunda con su avasallante permisividad en los ámbitos de los adultos, mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, de las mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, exclusión por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle y los campesinos que se quedan sin la tierra. Esta es la mayor pobreza de nuestro tiempo, pues no reconoce la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre.

Decimos luz , para oír la voz del Señor que nos llama a ser discípulos y misioneros y nos interpele a orientar toda la vida, desde la realidad transformadora del Reino de Dios que hace de nuestra comunidad fraternidades, de nuestra filantropía, amor de caridad; de nuestro servicio, ofrenda de amor; de nuestra sociedad, comunidades solidarias. Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor.

Él nos dice que seamos levadura, sal y luz; aquí se nos presenta la propuesta entre el ser y el hacer. Nuestras conductas son la expresión de nuestro compromiso personal y eclesial ante el desafío que el mundo nos hace.

¿Habremos captado hoy, en definitiva, quién es Él?

¿Qué influencia tiene en nosotros lo que Él nos dice?

¿A qué nos dedicamos después de haberlo escuchado?

Como respuesta a la exigencia del mundo de hoy, es necesario sacudir nuestra indiferencia, revisar nuestros valores y ver qué es lo importante para nosotros en nuestra vida, aunar los esfuerzos y convertirnos en redes solidarias para dar respuestas a tanto clamor, despertar de un letargo paralizante que bloquea el decolaje para apuntar a las alturas que nos despegan de las somnolencias culpables y cómodas.

Es necesario que respondamos cada uno a esta pregunta del Señor ¿Y tú, qué dices quién soy Yo para ti?

San Pablo ya nos lo dijo: lo puedes todo en quien te da la fuerza, no seas tú el que vive, sino Él quien viva en vos y así con Él, reproduciendo su imagen en vos, pensando y sintiendo como Él, habrás dado a tu vida el grado supremo de perfección. Hasta entonces no podemos descansar!

La entrega y el amor de cada uno unido al del otro como un vaso comunicante crea la comunión de los Santos capaz de dar la Vida en abundancia.

Peregrinos, no sólo estamos aquí para recibir lo que humildemente entendemos necesitar, estamos aquí para recibir nuevamente el envío de volver a nuestros lugares para testimoniar que Él sigue confiando en nosotros, y para darnos la misión de anunciar su verdad y su amor y provocar la apropiación progresiva de su mensaje y actitudes.

Hace 26 años que Ella nos expresa con su intervención materna y magistral que sólo volviendo a Jesús será posible un mundo mejor.

Son incontables las comunidades que han encontrado en Ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Así como Ella dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra tierra: en Guadalupe, presidió el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu y en los santuarios esparcidos a lo largo de nuestro continente, percibimos la presencia cercana de María a la gente; Ella nos pertenece y nosotros la sentimos como Madre y Hermana.

Ella, al conservar y meditar en su corazón lo que le acontecía con Jesús, nos enseña la importancia prioritaria a la escucha de la Palabra en la vida del discípulo y misionero.

¡Queridos peregrinos, llevemos de aquí el eco vibrante de este día de gozo y gratitud, Ella se va con ustedes, porque quiere llegar a todos los rincones desde donde vinieron; así, como visitó a Santa Isabel, hoy quiere partir sin demora a visitar a los que sin poder venir hasta aquí, la encuentran en la alegría y el testimonio de ustedes!

Mons. Héctor Cardelli, obispo de San Nicolás de los Arroyos


Publicado por verdenaranja @ 22:46  | Homil?as
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