Jueves, 08 de octubre de 2009

Homilía de monseñor Luis H. Villalba, arzobispo de Tucumán, en la XIII Asamblea Arquidiocesana de Pastoral. (AICA)
(26 de septiembre de 2009)

 XIII ASAMBLEA ARQUIDIOCESANA DE PASTORAL

Queridos hermanos:

1. Saludo a todos los sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, seminaristas, laicos y laicas que participan de esta XIII Asamblea Arquidiocesana de Pastoral.

Ustedes representan a nuestros decanatos, parroquias, escuelas, instituciones, movimientos y a las distintas áreas y servicios pastorales. Con esta Asamblea concluye la primera etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral que comenzó en el año 2004 y se desarrolló a lo largo de seis años. Este Plan, recordarán, se desplegó en tres períodos de dos años cada uno, siguiendo el relato de los discípulos de Emaús.

En esta Asamblea queremos preparar el año próximo, que será un año bisagra entre esta etapa del Plan de Pastoral, que concluimos hoy, y la próxima etapa que abarcará el sexenio 2010-2016.

En este año bisagra nos proponemos evaluar el camino pastoral recorrido en los años anteriores y relanzar una nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.

La pastoral es un proceso que tiene fases y etapas, con un desarrollo. Es que la evangelización es una realidad que se va dando progresivamente. Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente. (cf. Libro azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega Mar Adentro y Echen las Redes”).

Este año bisagra de evaluación y programación lo queremos vivir en el marco de un Año Eucarístico. El Año Eucarístico debe proporcionarnos un movimiento espiritual de renovación espiritual y pastoral.

La Eucaristía nos permitirá vivir una fuerte experiencia de comunión eclesial en la oración, en la convivencia fraterna, en el diálogo y en la comunión de todo lo que somos y tenemos, para contribuir a que nuestra Iglesia en Tucumán tome resueltamente el camino misionero de la evangelización, respondiendo, siempre contando con la gracia de Dios, a las necesidades pastorales en las presentes circunstancias de nuestro pueblo.

2. En el tiempo que va desde esta Asamblea Pastoral hasta la Asamblea Pastoral del 2010 nosotros queremos, en primer lugar, evaluar, es decir, apreciar, estimar, valorar, el camino pastoral recorrido en los últimos seis años.

Para ello es necesario recordar los hechos. Recordar lo que ha surgido de allí: una etapa de la pastoral arquidiocesana.

Pero queremos recordarlo con sentido laudatorio. Queremos celebrar la importancia que han tenido esos años para nuestra Iglesia Arquidiocesana de Tucumán.

Un recordar agradecido, es dar gracias. Es celebrar con una mirada de gratitud a Dios.

Tenemos que aprender de San Pablo.

Con frecuencia nos lamentamos de las cosas que no van. San Pablo, en cambio, comienza siempre dando gracias y reconociendo los dones de Dios:

“Yo doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo. Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús” (Fil. 1,3-6).

Se podría creer que no se es realista al alabar y dar gracias a Dios, cuando hay, también, deficiencias. Pero no se trata de ponernos una venda en los ojos: la alabanza es el primer realismo, es la contemplación de la realidad como el lugar de la bondad, de la misericordia, del amor de Dios.

La alabanza debe comenzar por reconocer la obra de Dios en nuestra vida. Pero además debe reconocer la obra de Dios en nuestra Iglesia particular y en nuestras comunidades.

Este recordar agradecido es bueno expresarlo con gestos y palabras. Recordar es un acto del corazón que expresa sentimientos y no sólo pensamientos.

En este sentido, la Eucaristía es la gran Acción de Gracias al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo.

Por eso, el próximo año, con este marco de la Eucaristía, queremos vivir el valor de la gratitud, la acción de gracias.

3. Además, en este año bisagra queremos preparar el futuro. Se trata de consolidar lo hecho y, programar la nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral que se extenderá desde el año 2010 al 2016.

Para ello debemos revivir Pentecostés. Revivir lo que significó Pentecostés: el comienzo de la evangelización, impulsada por la fuerza del Espíritu Santo.

Para revivir Pentecostés debemos ponernos de rodillas e implorar la venida del Espíritu sobre nuestra Iglesia arquidiocesana. No es por nosotros mismos que vamos a recobrar el ardor misionero, sino que es un don de Dios, que debemos pedirlo. Por eso es imprescindible ponernos en estado de oración.

Debemos organizar un estado de oración, convocando, suscitando comunidades orantes. Pensar como van a rezar los laicos, los contemplativos, las parroquias, los seminarios.

Por eso la Eucaristía es imprescindible.

En la Pascua de Cristo, celebrada y revivida en la Eucaristía, está toda la fuerza que atrae al mundo.

La Eucaristía es la que plasma toda comunidad cristiana.

La Eucaristía es la fuerza para la misión.

4. La Iglesia nos está pidiendo un nuevo impulso misionero.

Aparecida nos dice:

“Desde el cenáculo de Aparecida nos disponemos a emprender una nueva etapa de nuestro camino pastoral declarándonos en misión permanente” (Mensaje de la V Conferencia General a los Pueblos de América Latina y El Caribe, 4).

“Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia” (DA 365).

Es interesante meditar el texto evangélico que hemos escuchado.

Jesús estaba en “su ciudad” (Cafarnaún) y en “su casa”: un lugar familiar, tranquilo, seguro, conocido y decide “cruzar a la otra orilla”.

“Cruzar a la otra orilla” es dejar la seguridad. Es subirse a la barca que siempre es insegura. Es enfrentarse con el peligro y las amenazas del mar.

“Cruzar a la otra orilla” es ir a otro territorio: a la región de Gerasa, que pertenece a la Decápolis, a otra cultura, a gente pagana.

La razón de esta travesía es la salvación de todos los hombres: “Vayan y hagan que todos los pueblo sean mis discípulos” (Mt. 28,19); “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16,15).

También a nosotros se nos está pidiendo “cruzar a la otra orilla”. Esto cuesta, provoca resistencias. Es poner en práctica el estilo pastoral que acabamos de ver en Jesús.

El documento de Aparecida nos habla de “conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades” (cf. DA 365).

Conversión pastoral es dejar nuestra casa, nuestro grupo, lo conocido, nuestra seguridad, y decidirnos a subir a la barca, que es siempre insegura. Es decidirnos a “cruzar a la otra orilla”. Conversión pastoral es enfrentaros a las amenazas del mar y es adentrarnos en otro territorio en búsqueda de otra gente. Ciertamente, no se trata de paganos, pero sí de cristianos alejados de la Iglesia, que no se sienten Iglesia y a los que necesitamos salir a buscar y proponerles a Jesús.

“Cruzar a la otra orilla” es salir a las periferias territoriales y existenciales donde habitualmente no llegamos.

No podemos contentarnos haciendo lo que siempre hicimos. Debemos preguntarnos si Dios no nos está pidiendo abrir nuevos caminos pastorales. En este sentido, una simple “pastoral de conservación” no alcanza.

La comunidad parroquial y todas las comunidades y grupos deben no sólo realizar encuentros con los "propios": deben abrirse a todos. Realizar encuentros con la gente alejada de la vida de la Iglesia. Deben mantener un diálogo con las diversas realidades sociales y culturales.

Se trata de que la parroquia y las otras comunidades además de alimentar la vida cristiana de los fieles, cosa que ciertamente deben hacer, evangelicen también a las personas y a los sectores alejados de la fe y de la práctica cristiana.

Esto significa que la comunidad cristiana no puede permanecer replegada sobre sí misma, sino que debe abrirse a todos y salir a buscar a sus hermanos que se han alejado.

Pero esta acción no se puede considerar como una “parte” de la pastoral, una de las muchas cosas que hay que hacer; se trata, más bien, de un objetivo que afecta y condiciona la vida entera de la comunidad en todas sus tareas. Dicho de otro modo: la pastoral debe enfocarse en todos los sectores y en todas las acciones desde la perspectiva de la evangelización misionera.

Se necesita el coraje de Cristo para “cruzar a la otra orilla”. ¿Cómo no pensar en tantas personas que habiendo recibido el Bautismo no comparten con nosotros el compromiso y la alegría de la vida eclesial y de la “practica de la fe”?

La Iglesia nos está llamando a que asumamos con “un dinamismo nuevo” nuestra responsabilidad con el Evangelio y con la humanidad. Se nos está pidiendo que nos dispongamos a la evangelización y no nos encerremos en nuestras comunidades. Se nos está pidiendo echar una mirada sobre el vasto mar del mundo a fin de que todo hombre encuentre a Jesucristo, como el sanado de Gerasa.

Hoy la Iglesia necesita hacer un esfuerzo importante para presentar la fe cristiana de un modo atrayente. Para ello, hay que revitalizar la propia comunidad cristiana renovando actitudes, y purificando las estructuras caducas. Y, además, hay que descubrir los caminos más aptos para comunicar la Buena Noticia.

Renovarse para evangelizar mejor: esto es lo que hoy dice el Espíritu a la Iglesia.

Queridos hermanos: Estamos celebrando la Misa del Espíritu Santo, porque queremos vivir esta Asamblea Pastoral con la gracia del Espíritu Santo.

Oremos al Espíritu por la intercesión de la Virgen María:

“Santísima Virgen María,

tú que siempre te has dejado mover por el Espíritu Santo,

tú que siempre has sido dócil al Espíritu Santo,

concédenos en esta Eucarístía quedar llenos del Espíritu Santo”.

Amén.

Mons. Luis Héctor Villalba, arzobispo Tucumán

 


Publicado por verdenaranja @ 22:55  | Movimientos
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios