S?bado, 10 de octubre de 2009

Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para el vigésimo sexto domingo durante el año. (AICA)
(27 de septiembre 2009)

“El que no está contra nosotros,
está con nosotros”
 

1. El Evangelio de este domingo contiene tres enseñanzas de Jesús: 1ª) no excluir a los que trabajan por el Evangelio fuera del propio círculo: vv. 39-40; 2ª) la recompensa a los realizan un trabajo a favor del Evangelio, por pequeño que fuere: v. 41; 3ª) no escandalizar a los menos cultos que creen en el Evangelio: vv. 42-50.
 

I. “No es de los nuestros”: tendencia a la exclusión

2. En todo ser humano hay dos tendencias: una sana, al propio perfeccionamiento, y otra, malsana, a encerrarse en sí mismo y a erigirse como la norma que todos deben acatar. De allí, la tentación a excluir al que no es del propio círculo, por la razón que fuere: temor a lo desconocido, a entablar un verdadero diálogo, a compartir lo que se tiene, a recibir los dones del otro, a desear su bien, a gozar con el triunfo ajeno, etc. De allí, el egoísmo, que puede alcanzar innumerables grados patológicos: desde el matoncito de la barra de la esquina, hasta el dictador de una nación.
 

II. El espíritu excluyente en la Iglesia

3. La tendencia a la exclusión se da en todos los ámbitos de la vida: desde el familiar hasta el internacional. Las lecturas bíblicas nos dicen que esta tentación se da también en el ámbito religioso. Josué, el lugarteniente de Moisés, no quiere que profeticen los que han recibido el espíritu de profecía fuera del lugar donde estaban los setenta ancianos. Y Juan, el discípulo de Jesús, no quiere que actúe en su Nombre uno que “no es de los nuestros” (Mc 9,38).

4. Y como nada de lo está en el Evangelio es una simple anécdota de ayer, sino “Evangelio” o anuncio de salvación para nosotros hoy: conviene que examinemos cómo son las relaciones en nuestra “iglesia doméstica”, en la familia. Allí es fácil observar si son relaciones de aceptación y de servicio al otro, o de exclusión del otro. Y encaminarlas correctamente mediante una adecuada educación.

5. La misma observación hemos de hacer en nuestra comunidad parroquial. Yo no convivo con Uds., pero es una pregunta que no pueden omitir. De la mutua aceptación de las personas y grupos que integran una comunidad parroquial depende su espíritu misionero y su capacidad de acoger a los demás como a hermanos. ¿Cómo podría ser misionero un espíritu excluyente? La enseñanza de Jesús es clara: “No se lo impidan… El que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc 9,40).
 

II. El espíritu excluyente en la sociedad argentina

6. En vísperas del Bicentenario, no está demás hacernos la pregunta también en el ámbito civil. Mi impresión sobre la Argentina es que hoy somos la sombra de lo que pudimos haber sido. Muchas son las razones. No descartemos la religiosa. Si decimos que la religión cristiana ha plasmado el alma de nuestro pueblo, hemos de preguntarnos si, junto con el Evangelio de Jesús, no le habremos dado elementos espurios que minaron su salud. En nuestra idiosincrasia aflora, con frecuencia, un espíritu excluyente, prepotente, intolerante, altisonante, que se percibe sobre todo en el mundo del deporte y de la política, expresiones por antonomasia del alma de un pueblo. Es como si una parte del alma argentina no hubiese sido evangelizada, o hubiese sido mal catequizada. Y va de suyo que el espíritu excluyente empequeñece a quien sufre esa patología.

7. ¿Tendrá algo que ver con este aspecto negativo de nuestra idiosincrasia el hecho que los cristianos hayamos subrayado en otro tiempo la verdad en desmedro de la bondad? La verdad sola tiende a excluir. La bondad tiende a incluir. Según el Evangelio, verdad y bondad van juntas. La verdad nos es dada por la bondad de Dios para que la realicemos bondadosamente entre los hombres, incluso con los que nos persiguen. El verdadero error a desterrar está en el corazón. Y sólo en orden a ello vale la pena subrayar evangélicamente el error de la mente.
 

III. “Si alguien llegara a escandalizar…”

8. Ligada con la tentación a excluir, está el peligro de escandalizar o poner tropiezos a los cristianos menos cultos, que siempre son la mayoría del pueblo: “Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe”… (v. 42). No por ser religiosamente incultos son “menos cristianos”. Yo soy infinitamente más culto que mis padres, pero dudo que llegue a sus tobillos en el amor cristiano.

9. Habiendo planteado Aparecida el fenómeno de los católicos que dejan la Iglesia, ¿no deberíamos examinar si una de las causas de ello no estaría en los obstáculos que los agentes pastorales ponemos a veces a los fieles menos cultos a través de exigencias subjetivas, que nada tienen que ver con las normas de comunión de la Iglesia? Ser atendido personalmente: es lo que reclama todo fiel cristiano. Lo cual no implica invertir un tiempo especial en cada uno, sino dispensar afecto y atenerse a las normas de comunión de la Iglesia. Y no que se lo perturbe con ocurrencias, que sólo sirven de tropiezo y excluyen.

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

 


Publicado por verdenaranja @ 0:02  | Homil?as
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