Homilía de monseñor Baldomero Carlos Martini, obispo de San Justo en la Peregrinación a Luján 2009. (AICA)
“Y el Discípulo la recibió como suya”
Queridos Hermanos y hermanas:
1. Llegamos como peregrinos, concientes de nuestra pobreza y por gracia de Dios de nuestra dignidad de cristianos, cargados con el peso de nuestra vida y de nuestro andar, con angustias y esperanzas, con tristezas y alegrías, con muchos sufrimientos pero con una gran confianza. Estamos juntos como hermanos y tocados por la mirada llena de amor, de Jesús y de María.
El Evangelio, que es Jesús vivo, nos lo ha revelado, ella es nuestra Madre, amorosa Madre.
¿Cómo nos ve ella, a cada uno de nosotros?... Estamos aquí, como Iglesia que peregrina en La Matanza. Pastores y fieles. Queremos presentarnos ante ella y con ella a Jesús, realmente, transparentes y sinceros, pobres de corazón y disponibles, para dejarnos tocar por su ternura y por sus benditas Palabras que tienen que ver con este Evangelio del amor hasta el extremo: “Hagan todo lo que Él les diga” después de contarle a Él todo lo que falta.
Ella se llenaría de pena si nos viera llevando una doble vida, heridos por la incoherencia entre la fe y la vida o por hacer poco o nada para cambiar. Pero al vernos aquí, se alegra con todo lo que hemos dejado hacer al Señor en nuestra existencia, que nos hace cantar convencidos: ¡El Señor hizo en mí maravillas, Gloria al Señor!
Como es Madre, le duele nuestra realidad social de pobreza y de indigencia. Nos sentimos heridos y agobiados, precisamos tu alivio y fortaleza, como le decimos a su Hijo querido, en la oración por la Patria, queremos ser nación, ciudadanos íntegros y responsables.
Mis queridos Sacerdotes y hermanos y hermanas: aquí estamos como Pueblo sacerdotal y me siento muy feliz de estar con ustedes y como el más necesitado de que María, de pie junto a la Cruz de su Hijo, me eduque en el camino de la santidad pues con ustedes soy cristianos y con ustedes soy sacerdote, pero para todos ustedes soy obispo , el que carga con el cuidado de la santidad de cada uno y como Pueblo de Dios que peregrina, como familia, queriendo servir proféticamente, para que haya mas amor y mayor comunión.
2. Estamos celebrando esta Peregrinación, en el Año Sacerdotal. Por eso todos, Pastores y fieles somos urgidos para que como dice el Cardenal Martini y hago mias, “Contemplemos a María, que permanece en silencio, a los pies de la Cruz con el inmenso dolor de la muerte del Hijo amado y sin perder la fe en el Dios de la vida, espera la aurora luminosa del día de la Pascua. En esa espera revive toda su vida y su compromiso con los misterios de la Salvación y así habla a nuestros corazones de peregrinos, que estamos en el Sábado santo de la Historia, con todos los ruidos, cansancios, infidelidades y fracasos, necesitados de ser consolados.
Por eso le decimos: “Tú que en el sábado santo del silencio de Dios eres y permaneces Virgen Fiel, nos obtengas para nuestro camino, la consolación de la mente” y así discernir el paso del Señor en nuestras vidas y hacer el ejercicio del recuerdo meditativo de los hechos salvadores, que tu María has practicado: “Guardabas todo cuidadosamente meditándolo en tu corazón” y le diste solidez a tu vida y a tu misión, bellamente expresado en tu Magnificat. Necesitamos esta consolación, para que nuestra inteligencia iluminada por la fe superemos el relativismo que nos hace poner a Dios entre paréntesis o muchas veces, vivir como sino Él no existiera.
“Tú que en la espera del sábado de la desilusión eres la Madre de la Esperanza, nos obtengas la consolación del corazón” Esta consolación afectiva es una gracia que toca la sensibilidad y los afectos profundos, muchas veces heridos, inclinándonos a aceptar la Promesa de Dios, venciendo la impaciencia y la desilusión .
Madre de la esperanza, enséñanos a esperar con paciencia la victoria del Resucitado, que nos llama a la eternidad y a sentir en la fe, la presencia de Dios en la realidad de cada uno que hoy nos toca vivir como cristianos, como sacerdotes y como ciudadanos. Nos sabemos llamados a construir una patria de hermanos, donde todos tengamos pasión sana por el bien común y por todos los valores que brotan de la dignidad humana de todos, especialmente el derecho a nacer y a vivir con sentido y que nadie sobra.
“Tú que en el sábado de la ausencia y de la soledad eres y permaneces como la Madre del amor , nos obtengas la consolación de la vida” .
Necesitamos vivir en nosotros los mismos sentimientos de la Madre de la Vida, que afrontó el sufrimiento más profundo, como una espada que le atravesó el corazón. Así la vemos compartiendo los padecimiento de su amado Hijo en la Cruz y comparte también los nuestros, para que permanezcamos de pié en los momentos más duros que nos tocan vivir. y como imagen o icono de la Iglesia del amor, nos educa como Discípulos misioneros de su Hijo, y que a pesar de la creciente cultura de la muerte que nos envuelve , su resurrección proclama que la última palabra no la tiene la muerte, sino la vida.
3. Dejémonos abrazar por esta escena evangélica, cargada de amor y de vida y entremos en ella como María, que nos consuela desde lo más profundo, y como el Discípulo amado que dice: “el que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y el sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean”
Y que vio? Contempló a Jesús en la Cruz , como Buen Pastor que murió de amor y nos revela el Amor del Padre que lo resucita y como manso cordero, llevado al matadero paga el rescate por nosotros pecadores y necesitados de misericordia y de perdón.
El registra, las benditas palabras del Señor que asocia a su Madre en la obra redentora: Mujer aquí tienes a tu hijo y a nosotros: aquí tienes a tu madre. La une a la Redención para que cuide como Madre, de la santidad de cada uno de nosotros.
“Tengo Sed” nos dice Jesús desde la Cruz. Él tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor.
Frente a nuestros cansancios apostólicos y luchas sicológicas, las palabras que consuelan sintetizan todo su Sacerdocio único y eterno se revelan en el “Todo está cumplido” haciéndonos vivir en la comunión, porque “inclinando la cabeza entregó el Espíritu” quien hace crecer la Iglesia desde cada corazón que se abre como el de María de la Anunciación.
Aquí los sacerdotes como pastores del pueblo encontramos la alegría y la generosidad de nuestra caridad pastoral como fuente de espiritualidad y el llamado a hacer el camino pastoral con un solo corazón y una sola alma.
Desde esta escena Evangélica que se hace actual en la Eucaristía les ruego a todos a que reavivemos el carisma de Dios, recibido por la imposición de las manos en los sacerdotes y todos por la unción bautismal, para recorrer juntos un camino jubilar hacia los 50 años de la Diócesis, comprometiéndonos a vivir desde este año sacerdotal alentando y acompañando a los sacerdotes y a tener como prioridad pastoral y apostólica las vocaciones sacerdotales y como el Discípulo amado llevemos a María a nuestra casa como madre para que nos cuide la fe y su vivencia y no deje que nos roben la esperanza , porque siempre DIOS ES AMOR.
Los quiero mucho AMEN
Mons. Baldomero Carlos Martini, obispo de San Justo