Subsidio litúrgico para la celebración del día de la Iglesia Diocesana 2009, que se celebrará 15 de Noviembre en nuestra diócesis de Tenerife.
DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO / B
Día de la Iglesia Diocesana 2009
Entrada: Hermanas y hermanos: Hoy celebramos la Eucaristía del penúltimo domingo del Año litúrgico.
La Palabra de Dios nos invita a mirar hacia el objetivo final para el que hemos nacido, la vida eterna. Nuestra reunión señala y adelanta aquella otra reunión, la última y definitiva, que congregará desde todos los rincones de la tierra a los elegidos del Señor.
Hoy celebramos también el día de la Iglesia Diocesana con el lema: SOMOS PARTE DE UNA IGLESIA QUE ACOMPAÑA Y AYUDA. PARTICIPA. En ella, a través de la Parroquia, hemos nacido a la vida de Dios. Debemos quererla, como nos queremos a nosotros mismos, ya que somos miembros suyos como Cuerpo de Cristo. Y el haber sido injertados en Cristo desde el bautismo, es un gran regalo, totalmente inmerecido, del Señor, que hace que tengamos parte en los bienes espirituales que hemos recibido y estamos recibiendo en el seno de la Iglesia.
Esto nos recuerda que nuestra participación, según la llamada de cada uno, en las actividades apostólicas de la Iglesia: en la catequesis, en la liturgia, en cáritas, en la visita a enfermos, es una consecuencia natural de nuestra pertenencia a Ella. Lo mismo hay que decir de la necesidad de colaborar en el sostenimiento y mejora de la economía de la Iglesia Diocesana. Los que formamos la Iglesia, como en una familia bien avenida, debemos contribuir con nuestras aportaciones para que, entre todos, la Iglesia Diocesana pueda desarrollar su tarea. Sin olvidar que, por mucho que demos, es muchísimo más lo que recibimos. Por eso, merece la pena escuchar esta llamada.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura: Dispongámonos a escuchar la gran promesa de vida eterna después de la resurrección. Los que tenemos fe sabemos que, en medio de las dificultades, Dios no nos abandona. La última palabra sobre nuestras vidas no la tiene ni el dolor ni la muerte, sino Dios, el Padre que nos ama y nos salva.
Salmo: Convencidos de que Dios no nos abandona nunca, alegres y confiados, oremos con las palabras del Salmo.
Segunda lectura: La segunda lectura nos recuerda que, gracias a Jesucristo, que entregó su vida para salvarnos, se nos perdonan los pecados y podemos acercarnos a Dios con toda confianza. La Eucaristía renueva para nosotros el sacrificio único de Jesús.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.- Por la Iglesia, en marcha hacia el encuentro definitivo con Cristo; para que testifique ante la humanidad entera la fe en la vida futura. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2.-Por todos los que en la Iglesia prestan el servicio de anunciar el Evangelio; para que acierten a presentar la totalidad del misterio de Cristo, incluidas las verdades eternas, que dan sentido a nuestra existencia. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3.-Por nuestra Iglesia Diocesana; para que con el esfuerzo y la colaboración personal y económica de todos pueda llevar adelante su misión evangelizadora. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4.-Por todos los cristianos; para que trabajemos unidos por un mundo mejor, más fraterno, más justo, convencidos de que de esta manera estamos construyendo ya nuestra morada definitiva en el cielo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5.-Por todos los que nos hemos reunido para celebrar el Banquete de la Eucaristía, como anticipo del banquete eterno del Reino de Dios; para que realicemos el gran proyecto cristiano que nos enseña el Evangelio de Jesucristo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
LA IGLESIA MERECE SER AYUDADA
La Iglesia hace el bien de muchas maneras que sería prolijo enumerar y merece ser ayudada por los católicos -para quienes colaborar con ella es un deber de corresponsabilidad- y por aquellas otras personas que lo deseen.
Y es que, al menos, son ocho las grandes aportaciones que la Iglesia presta a la sociedad. La primera de ella es la constatación de que la Iglesia está presente en los acontecimientos más importantes y más cotidianos de millones de ciudadanos. La Iglesia -en segundo lugar- brinda a la sociedad valores permanentes que nos ayuden a crecer como personas y mejorar la convivencia entre las personas. La Iglesia es la gran abanderada de la causa del ser humana y de sus verdaderos derechos.
La Iglesia ayuda a los más necesitados de la sociedad y lo hace con la entrega generosa de la vida de sus agentes de pastoral y de tantos y tantos colaboradores, benefactores y voluntarios con que cuenta.
Asimismo, la Iglesia contribuye al desarrollo cultural y educativo de sus miembros y de todas aquellas personas que participan en sus iniciativas de esta naturaleza. La Iglesia a lo largo de la historia y también en la hora presente ha creado, conserva y fomenta un impresionante patrimonio cultural y artístico, que configura la imagen de nuestras ciudades y pueblos y que es expresión de su fe.
Finalmente, la vida de la Iglesia como comunidad cristiana da lugar a múltiples asociaciones y a un amplio voluntariado que promueven actividades sociales, religiosas, recreativas y culturales, como acontece con cofradías, movimientos laicales e iniciativas de ocio, tiempo libre y promoción humana emanadas desde la Iglesia.
La Iglesia no busca privilegios, ni vive de las arcas públicas. Vive de la libre voluntad de sus miembros y el Estado es únicamente el gestor, el cursor de esta voluntad de los contribuyentes en lo relativo al 0,7% del IRPF, que, en cualquier caso, le será deducido al ciudadano. La financiación de la Iglesia a través de la asignación tributaria abarca sólo un cuarto de los recursos que precisa para poder realizar su misión. Los otros tres cuartos llegan de donativos, suscripciones periódicas, cuotas, aranceles, colectas, rendimientos financieros y buena y austera administración.
Así, pues, desde 2008 el sostenimiento económico de la Iglesia católica en España depende exclusivamente de la voluntad de sus fieles y simpatizantes, a través de la declaración de la renta y de los donativos y aportaciones en sus parroquias y diócesis. Es necesaria una nueva mentalidad, acorde a la realidad de la nueva regulación y acorde al bien que la Iglesia hace a tantas personas y a la entera sociedad. Porque la Iglesia no busca privilegios y porque la Iglesia es una institución que merece ser ayudada.