Lunes, 14 de diciembre de 2009

 Lectio Divina para el domingo tercero de Adviento - C 2009, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Tenerife.

 

TEXTO:           “Lucas 3, 10‑18”

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido.»

Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

MEDITACIÓN:         “¿Qué hacemos nosotros?”

¿Qué hacemos nosotros? ¿Qué debo hacer yo? Es una pregunta que sería bueno que fuésemos capaces de hacérnosla de vez en cuando. Nuestra capacidad de despiste, de ir perdiendo fuerza e ilusión, de dejarnos llevar por lo fácil y cómodo,…, es bastante habitual. Sin darnos cuenta nos vamos deslizando y, si no nos paramos un poco, tenemos el riesgo de acabar muy lejos de donde iniciamos.

Las respuestas que da Juan a cada uno de sus interlocutores parecen cargadas de lógica, sin más, y sin embargo, casi sonaban a novedad. Y puede ser que a mí me resuene también a nuevo que me recuerden que tengo que ser coherente con mi vocación y vivirla con ilusión y entrega, como una donación generosa que es como la inicié. Y nos puede resultar novedoso a cada uno que nos recuerden, sin más, que tenemos que ser buenos profesionales y responsables, entregados de lleno a lo que tenemos entre manos, buenos padres y madres e hijos, trabajando el crecimiento y el fortalecimiento del amor, con lo que supone de gozo y de sacrificio; ser hombres y mujeres de bien, solidarios en todo lo que podamos con los dolores y alegrías de nuestro mundo y de los “otros concretos”.

Sí, son muchas las preguntas que nos podemos ir haciendo y que es importante que las integremos en la cotidianidad de nuestra vida, porque no estamos solos, porque hemos sido puestos en un mundo cuyo bien depende de todos y cada uno de nuestros gestos, de nuestras actitudes, de nuestros deseos.

Y en nuestro caso con más razón, porque estamos inmersos en la corriente de una buena noticia, de tu buena noticia, Señor. Hemos sido bautizados con Espíritu y fuego. Es decir, con tu misma fuerza, con la fuerza del amor. Ciertamente que la podemos ahogar, que podemos taparla y hasta negarla, pero tenemos que dar lugar a esos espacios, en los que nos dejemos preguntar qué hacemos con ellos, qué he hecho y qué hago con esos dones que he recibido y que poseo. Porque, no lo puedo olvidar, no son sólo para mí, aunque sean en primer lugar a mí a quien me afectan y me llenan de sentido, sino para que todos se puedan beneficiar de ellos.

Y tú, Señor, de nuevo me recuerdas que vienes, que estás, que me llamas y me interpelas. Y yo ¿qué puedo responderte?

ORACIÓN:          “Responder con ilusión”

Señor, soy consciente de que en muchos momentos no estoy a la altura de la tarea y la responsabilidad que he asumido. Muchas veces ni yo mismo sé por qué. Ayúdame a ilusionar constantemente mi caminar, mis opciones, que sepa responder con ilusión y fidelidad a lo que conforma el núcleo de mi vida.

Gracias por la fuerza de tu palabra que me acompaña y me interpela, me exige y me ilusiona. Gracias porque te empeñas en mantener vivo lo mejor de mí, y me permites hacer consciente mi camino. Gracias por recordarme que no estoy condenado a llevarme ni por mis sentimientos internos ni por las corrientes, porque tu presencia, que me acompaña siempre, aunque no la haga consciente, es la mayor fuerza.

Que no me falte nunca tu palabra, Señor. Que tenga el coraje y la valentía de no apartarme de ella, aunque a veces sienta que me molesta, que me incordia, que me interpela, porque sé que siempre en ella, sólo late la fuerza auténtica del amor.

CONTEMPLACIÓN:          “Tu llama”

Te empeñaste en prender
mi leño verde
y me ilusioné al ver las llamas,
y sentir su calor profundo.

Tardé en descubrir
que eran tuyas,
hasta que se apagaron
dejando paso a mi humo,
denso y negro,
que apretaba mi corazón
y enrojecía mis ojos abatidos.

Ahora mi tronco está seco
y carcomido,
dispuesto como nunca
a recibir tu llama,
que ahora  tú,
solo tú,
puedes volver a prender,
con el fuego de tu amor,
con tu Espíritu de vida.


Publicado por verdenaranja @ 16:04  | Liturgia
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