Viernes, 18 de diciembre de 2009

Carta pastoral de monseñor Adolfo Armando Uriona FDP, obispo de Añatuya, para el Adviento 2009. (AICA)


ADVIENTO 2009 

A los sacerdotes, religiosos/as, consagrados
y a todo el pueblo fiel de Dios
Queridos hermanos: 

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14) 

El próximo domingo 29 de noviembre comenzamos el tiempo fuerte de Adviento que nos preparar a celebrar la Navidad.

El Adviento es un tiempo de gracia y esperanza dado que en él los cristianos nos disponemos a la venida del Niño Dios. Así, escuchando su Palabra y celebrando la Eucaristía, nos vamos introduciendo en el Misterio del Dios que “se hace carne y habita entre nosotros”.

En nuestra diócesis queremos celebrar este “tiempo fuerte” en el espíritu del Documento de Aparecida (2007) y en el contexto del triduo de años que nos vienen preparando para el Gran Jubileo diocesano del 2011.

Este año hemos caminado bajo el lema: 

“Acompañemos a nuestras familias
hacia el pleno encuentro con Jesucristo” 

La propuesta consistía en que nuestras familias, tan vulnerables a los ataques de esta cultura actual que no reconoce sus valores fundamentales, pudieran encontrar en Jesús el sentido para la vivencia de los mismos.

Siguiendo al Papa Benedicto XVI expresábamos:

“La respuesta cristiana ante los desafíos que debe afrontar la familia y la vida humana en general consiste en reforzar la confianza en el Señor y el vigor que brota de la propia fe, la cual se nutre de la escucha atenta de la Palabra de Dios.

La familia es un fundamento indispensable para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos. Es una verdadera escuela de humanidad y de valores perennes.

La familia “está llamada a ser evangelizada y evangelizadora, humana y humanizadora"...(1)

A través de distintos medios, particularmente el de las visitas casa por casa, buscamos llegar a la mayor cantidad de familias posibles. Teníamos un instrumento que era el tríptico el cual nos facilitaba llegar de una manera concreta a nuestra gente.

En este sentido fue muy interesante la experiencia, al principio con bastante temor, que realizaran la mayor parte de nuestras escuelas y colegios durante la semana de aniversario de la creación de la diócesis (1º de octubre) de “salir como misioneros” a los barrios.

Estoy convencido que el compartir la fe y la vida hizo mucho bien a todos. Primeramente a los maestros, profesores y alumnos que salieron a misionar y luego a la gente que los recibió. Este “compartir” enriquece, revitaliza y hace más fuerte el compromiso cristiano.

Hoy más que nunca, debido al individualismo que se vive en nuestra sociedad, los cristianos necesitamos de este intercambio de “las cosas del Señor”, que alimenta nuestra vida de fe, siempre amenazada.

Nos dice el documento Navega Mar Adentro: “…por los peligros a los que está expuesta la fe sencilla de nuestra gente, es necesario orientar los esfuerzos pastorales para que cada bautizado pueda vivir plenamente su dignidad de hijo de Dios y, aun en medio de una existencia muy dura, experimente la alegría de pertenecer a la Iglesia”(2).

Esto nos desafía a ser muy creativos en nuestra tarea evangelizadora a la hora de ayudar a nuestro pueblo a superar los peligros que amenazan su fe tales como: la indiferencia del medio ambiente, la influencia negativa de los medios de comunicación, la prédica insidiosa de los nuevos movimientos religiosos, la falta de una catequesis adecuada, la ignorancia y/o superstición que atemoriza, etc.

Por eso les propongo a todos los agentes pastorales reiterar esta experiencia aprovechando el adviento. 

LA MISIÓN DE ADVIENTO 

Ya se está haciendo tradicional, al menos en la ciudad de Añatuya, “la misión durante el Adviento” llevando la imagen del Niño Dios casa por casa y haciendo en familia una sencilla celebración.

Creo que, en el contexto del camino diocesano hacia el Jubileo y la Gran Misión continental, es una propuesta concreta y en un tiempo propicio a fin de que nuestra gente pueda ir disponiendo su corazón al maravilloso Acontecimiento de la Encarnación y el Nacimiento del “que debía venir a este mundo”. 

a. La misión nos da la oportunidad de llegar a los bautizados que no practican:

Decíamos en la Carta de Cuaresma respecto al Sacramento del Bautismo:

“La iniciativa del Bautismo proviene de Dios. Él por una libre y amorosa elección no deja de inspirar a las familias, especialmente a las más humildes, a pedirlo con gozo a la Iglesia para sus hijos recién nacidos… La Nueva Evangelización se dirige, primaria y principalmente, a los bautizados no practicantes que todavía no se sienten Iglesia, pero tienen derecho a recibir de ella la plenitud del Evangelio y de la gracia de Jesucristo”(3)

Lamentablemente nos encontramos con la realidad de que la mayor parte de los bautizados no practican… Eso debería despertar el deseo y el compromiso concreto de llevarle al Jesús que nosotros conocemos y vivimos.

“No podemos contentarnos con esperar a los que vienen: Dios tomó la iniciativa de nuestra salvación, amándonos primero. Por tanto, imitando al Buen Pastor que fue a buscar a la oveja perdida, una comunidad evangelizadora se siente movida continuamente a expandir su presencia misionera en todo el territorio confiado a su cuidado pastoral y también en la misión orientada hacia otros pueblos. Para ello, cabe destacar la importancia de las misiones populares y de los misioneros de manzana; la creación de comunidades de base y de grupos de oración en las casas; la multiplicación de capillas, centros de culto y de catequesis; los movimientos eclesiales…”(4)

“Acoger cordialmente a los que vienen y salir a buscar a los que no practican” ha de ser el objetivo de nuestros desvelos misioneros. ¡No podemos quedarnos ni tranquilos ni pasivos! ¡Sería contrariar al Espíritu que habita en nosotros y nos capacita para la misión!!! 

b. Aprovechando los hermosos medios de Gracia que tenemos en nuestra Iglesia Católica, y que muchas veces descuidamos, tales como:

La “lectura orante” de la Palabra de Dios, en forma personal y grupal, que nos conduce al conocimiento y al encuentro real con Aquel que habla en ella.

La participación en la Misa, especialmente el Domingo que es el día del Señor y de la comunidad. La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida de la Iglesia; alimento de la fe en nuestro peregrinar hacia la Casa del Padre.

La celebración más asidua del Sacramento de la Reconciliación, que purifica nuestras conciencias del pecado, dándonos la nueva vida de la gracia santificante. Noto con preocupación qué poco se acercan los fieles cristianos, en muchas partes de nuestra dilatada diócesis, a este sacramento que lleva a la conversión.

Los momentos de oración personal y comunitaria frente al Santísimo Sacramento (la Adoración Eucarística) o también en nuestra habitación donde podemos “orar al Padre que ve en los secreto”.

El rezo del Santo Rosario que nos une a María Santísima contemplando los misterios de la vida de su Hijo.

¡Cuántos medios que nos motivan y nos alientan para el encuentro comunitario y el servicio misionero!

Ojalá qué podamos redescubrir “la alegría de la misión”, particularmente con los que están más alejados.

Qué María Santísima, la Virgen del Sí y de la Espera, nos acompañe siempre y que su presencia nos sirva de estímulo a la misión. 

CUESTIONARIO PARA UN TRABAJO PERSONAL O GRUPAL: 

1. ¿Tomo conciencia de lo que significa la Navidad para mí?

2. ¿Cómo me dispongo a vivir este Adviento? ¿Busco los medios concretos para prepararme?

3. ¿Dispongo de tiempo para visitar a mis vecinos, particularmente los más alejados o indiferentes, recordándoles que Jesús vino para salvarlos? 

Notas:

(1) Discurso enviado para la clausura del  VI Encuentro Mundial de las Familias celebrado en México del 14 al 18 de enero de 2009 bajo el tema: “La familia formadora de los valores humanos y cristianos” (2) Navega Mar Adentro, 91
(3) N. M. A., N° 90
(4) N. M. A., N° 94 

Mons. Adolfo A. Uriona fdp, obispo de Añatuya


Publicado por verdenaranja @ 23:15  | Hablan los obispos
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