Martes, 05 de enero de 2010

Carta a Mi querido Teófilo del Padre Antonio María Hernández del Hogar Santa Rita del Puerto de la Cruz, publicado en la revista "Como las Abejas", número 48, Noviembre - Diciembre de 2009.

Carta a mi amigo Teófilo

Mi buen amigo Teófilo, paz y bien. Como siempre, he leído muy despacio tu carta tratando de ponerme en tu lugar, para así, poder comprenderte un poco más.

Es tu vida actual muy compleja y sólo Dios, puede poner solución a tantos problemas como se acumulan en tu vida. Claro que, para tener una idea más clara aún de lo que te pasa y ser más imparcial, a la hora de comentar o aconsejarte algo, tendría que escuchar a tu mujer y ver su versión y su situación personal y por qué le está pasando todo esto. Me consta que tu mujer estuvo muy enamorada de ti y casi veía por tus ojos y te amaba tanto que te aceptó en unos momentos muy duros de tu vida, en que nadie daba nada por ti. En las condiciones en las que te encontrabas, metido en la droga, y en la bebida. Tuvo que aguantarte un montón de mentiras y ciertamente, ella jugó un papel muy grande para que hayas dejado el mundo de la droga y llegues a ser una persona de bien y aunque tu estuviste en algún movimiento religioso, como "la Legión", "los Carismáticos" o en "los cursillos de Cristiandad", cuando tu mujer te conoció tú estabas alejado de la Iglesia, y casi llevando una vida atea. No sé que encontró en ti que, a pesar de todo, te quería y logró hacerte volver a la Iglesia y que dejaras esa basura de la droga. Yo los veía muy felices. ¿Qué habrá pasado para que todo se venga abajo? ¿Qué estará pasando por el interior de tu mujer? El problema no es tan simple y tampoco, puedo yo hacerme el encontradizo con tu mujer. Al contrario, tengo que hacerme el tonto, porque lo que me has contado, no existe. El secreto de tu vida es para mí algo muy sagrado y además un secreto profesional y aún dándome tu permiso para que utilizase tu historia y pueda darle a entender a tu mujer que conozco el problema que existe entre ustedes, tengo que tener mucha prudencia, porque es un problema muy interno y personal. A no ser, que tu mujer, espontáneamente, venga a contármelo; pero eso ya no depende ni de ti, ni de mí. Ahora vamos a ver, qué podemos hacer, independientemente de lo que pueda pensar tu mujer. No quiero darte directamente ningún consejo. Eres tú mismo el que tiene que razonarlo y mandarte a ti mismo lo que debes hacer.

Creo que no debes tirar por la borda, el sufrimiento y la lucha de tantos años. Jamás puedes perder la esperanza y creer, sin más, que tu problema no tiene solución. No te olvides que aunque tú estés alejado de Dios y hayas perdido la fe, independientemente de ti, Dios es todopoderoso, y aunque tú no lo creas, ahora mismo está, preocupadísimo por lo que te está pasando; pero, está clarísimo que tu problema no es algo aislado y no tiene solución, si le damos una respuesta unilateral. Hay que contar con tu señora. Es la ficha más importante que ahora toca mover. Tú conoces a tu mujer, y sabes que es una muy buena mujer, y creo que razonará, poniendo las cartas sobre la mesa. No te importe humillarte, y que seas tú el primero en dar un paso al frente. Yo creo que tu problema tiene solución y confío que se arreglará todo y que después de esta prueba, por la que estás pasando, vuelvan las aguas a su cauce. Renacerá en ustedes una nueva etapa más sólida y más duradera. Los dos tienen fe, los dos tienen buenos principios y no pueden poner en duda, ni en tela de juicio, de que, los dos se quieren, aunque se hayan ido enfriando sus relaciones.

Creo, por otra parte, que vale la pena luchar por buscar una solución duradera, ya que en el fondo, los dos quieren que esto ocurra. Yo te comprendo, mi buen Teófilo, en que es humillante el que te recuerden que la casa es de ella y no tuya. Es muy fuerte, que te estén echando en cara, el que tú no tengas nada en la casa en la que vives, y que te echen "literalmente" de ella y te manden a la casa de tu madre.

Bendito sea Dios, que aún tienes a tu madre viva. ¡Cuánto debe de estar sufriendo tu pobre madre, con este problema tuyo! Aunque tú no la quieras hacer sufrir, no le puedes impedir, que repercuta hasta en su salud. Pero, pienso yo, que no es cuestión de darte por perdido y creer que esto no tiene solución. Comprendo también que estás muy mal anímicamente, y esto está repercutiendo en tu vida espiritual. Es lo peor que has podido hacer. Ahora más que nunca tienes que agarrarte a Dios. No importa que te salten las lágrimas de impotencia. Pienso que vale la pena seguir luchando, sin sentirte humillado por tu mujer. Levanta la cabeza. Tú eres un hombre de valor, aunque ahora te estés desvaneciendo, sintiéndote como una basura. Busca el momento de dialogar sosegadamente con tu mujer ya que, entre otras cosas, en la vida de tu mujer no hay otro hombre, ni tampoco tú estas pensando en otra mujer. Los dos han estado muy enamorados y esto no se puede negar.

Por otra parte, tu mujer tiene muy buenos principios, quizá por razón de su trabajo en el que tiene que encontrarse con muchos hombres y en su afán de darse a respetar, es un tanto dura y arisca. Quizá ha estado muchas veces sola. Quizá tenga algún problema que por su actitud un tanto introvertida no quiera decirte. Mientras haya un poco de amor estamos a tiempo de prender de nuevo la llama. El Señor dice que no acabará de romper la caña que está debilitada, ni apagará la vela que está casi en la penumbra. Mientras haya un hilito de amor, hay la esperanza de que todo comience de nuevo.

Creo que en la realidad, ni tú puedes ya vivir sin ella, ni ella puede prescindir de ti, aunque, por amor propio, no te lo diga. Ahora que ya los hijos han crecido y ustedes están solos. es cuando más tienen que quererse. El amor de ustedes entre sí, fue anterior a la llegada de sus hijos y nunca se debe dar por muerto este amor, que un día les llevó a los altares a prometerse mutua fidelidad "todos los días de la vida".

Sin arrastrarte a pedir una "limosna de amor", tienes que rehacer tu vida. Dentro de poco cumplen años de casados. Es un buen tiempo para recordar aquel día, en que los dos pisaban fuerte entrando en la Iglesia, enamorados de verdad, contemplándose el uno al otro y cruzándose unas miradas de amor antes de decir "Sí" ante el mismo Dios. Yo recuerdo ese día, fue un día precioso lleno de ilusión. En esos momentos, no podría pensarse ni por un momento que el amor de ustedes iba a flaquear a lo largo del tiempo. Quizá se han desenamorado un poco y se han olvidado, de que el amor hay que seguirlo conquistando y que debe crecer con el tiempo, haciéndose cada vez más maduro.

En aquellos momentos primeros, estaba todo mezclado, pero con el paso del tiempo, el amor debe irse fortificando. Quizá se olvidaron de rezar los dos y han querido sostener el matrimonio como si sólo dependiera de ustedes todo. Se han olvidado, que el matrimonio es un contrato bilateral, formado por una parte por un hombre y una mujer y por otra parte, por el mismo Dios, que es ciertamente parte integrante del matrimonio. Es uno de los tres socios de que está formada esa pequeña sociedad llamada matrimonio.

Por olvidarse de Dios y del papel de Dios en el matrimonio, cuántos matrimonios se han venido abajo. Aquí conviene recordar aquellas famosas palabras del Padre Peiton: "familia que reza unida, familia que permanecerá unida", y al contrario, es muy difícil mantener la unidad indivisible del matrimonio, sin esa fidelidad a Dios, que no es un añadido Dios es parte del matrimonio. Por eso hay que revisar en qué han fallado para llegar a esta situación desagradable, por la que están pasando, a punto de una separación o de un divorcio, que no lo quiere Dios.

Todavía te quedan por jugar algunas cartas y tienes, en reserva, cartas que no has jugado y que pueden llegar a ser determinantes, para que no se deterioren más sus relaciones. Tú, mi amigo Teófilo, estás hecho para cosas grandes, y no puedes acoquinarte, ni darte por perdido definitivamente. Sigue rezando, aunque, como tú dices, hayas perdido la fe. Él esta ahí, aunque estés pasando por unos momentos en que una nube espesa te impide ver el Sol. Adelante, no dudes, por favor, ni de rezar, ni de contarme con toda transparencia, el proceso de tu conversión. Dios no se muda, dice Santa Teresa, con la paciencia todo se alcanza. Quien a Dios tiene, todo lo tiene. Nada le falta. Sólo Dios basta.

Hasta un próximo encuentro, mi buen amigo Teófilo. Yo también seguiré orando e insistiendo ante el Padre Dios, para que este asunto tan serio tuyo, deje de ser un problema y renazca, desde los escombros, una nueva vida, una nueva relación y un matrimonio más maduro, golpeado, por las mil pruebas de la vida.

Antonio María Hernández Hernández


Publicado por verdenaranja @ 17:46  | Cartas a Te?filo
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