Martes, 02 de febrero de 2010

Mensaje de fin de año de monseñor Luis Guillermo Eichhorn, obispo de Morón (diciembre de 2009). (AICA)


UN AÑO TERMINA... UN AÑO COMIENZA... 

Terminando este año 2009, vienen a mí aquellas palabras que Pablo dirigía a los filipenses, que creo pueden aplicarse con propiedad a la Diócesis de Nuestra Señora del Buen Viaje:

“Yo doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo.

Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora.

Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra, la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús.

Y es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido.

Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor.

Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios”. (Filip 1, 3-11).

Finalizar el año es mirar todo lo que vivimos y ver la presencia de Dios Padre, de corazón tierno y lleno de misericordia, que con su Gracia nos ha acompañado y ha llevado adelante su obra; me siento identificado con lo que dice Pablo: “Yo doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo...” (v. 3).

Cada uno de los acontecimientos eclesiales y pastorales que vivimos en este año son manifestación de Vida, de una comunidad de Fe que se siente motivada para asumir la misión que el Señor nos confió: “Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio” (v. 5); ¡Cómo no dar gracias al Señor por todo el amor que derrama entre nosotros!

Es ahora tiempo de mirar con esperanza hacia el año que comienza. Nos aguarda un gran acontecimiento: La celebración del 1º Congreso Misionero Diocesano.

Este será una ocasión, un momento de reflexión, estudio, diálogo; ¿Qué nos dice la realidad que vivimos? ¿Qué nos piden Dios y la Iglesia hoy? ¿Cómo vamos a asumir de forma ordinaria y permanente el ser discípulos misioneros en una Iglesia que es comunión misionera? Estas y muchas otras preguntas afloran ya desde ahora:

La respuesta tenemos que escucharla en el mismo corazón de Jesús, el Buen Pastor, que conduce a su Iglesia. El documento de Aparecida nos habla de una necesaria conversión, personal y pastoral (366. 370), para “asumir una firme decisión misionera” (365).

El COMIDI deberá ser el acontecimiento, el Pentecostés de nuestra Iglesia diocesana, que dé comienzo a una profunda renovación espiritual y pastoral, personal y comunitaria. Será el tiempo del lanzamiento de la renovación misionera, litúrgica, catequística, del compromiso solidario con los más pobres -asumiendo el desafío de las “nuevas formas de pobreza que afloran hoy”-, del repensar nuestra pastoral en el ámbito cultural que nos plantea el mundo urbano donde vivimos, de replantear el compromiso y la corresponsabilidad de todos en la misión y construcción de la Iglesia, en especial de nuestros fieles laicos. Será el tiempo de asumir la necesaria renovación de la misma vida de nuestras comunidades y del estilo pastoral y el ejercicio mismo del ministerio ordenado.

Dentro de este panorama, quisiera compartir con todos ustedes algunos problemas que, creo, son urgentes preocupaciones:

La primera, es la crisis vocacional: Necesitamos un profundo replanteo de la pastoral de las vocaciones.

La segunda, es la familia: La célula básica de la comunidad eclesial, terreno donde florecen la vida cristiana y las mismas vocaciones; la pastoral familiar deberá ocupar un lugar importante en nuestras comunidades.

La tercera, la catequesis -en general- especialmente la catequesis de iniciación cristiana: Nos debemos una profunda reflexión y esfuerzo renovador en esta actividad primordial para la Iglesia, de la cual depende la vida cristiana de todos los fieles.

Como vemos, al año 2010 será un año en el que debemos elevar, llenos de confianza, nuestra oración al Señor, sabiendo que Él, como Señor de la historia, nunca nos abandona, y siempre nos dice: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?” (cf. Mc 4,40).

Mirar el año que viene nos hace renovar la esperanza: “Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús” (v 6).

Entreguemos al Señor nuestros anhelos y esfuerzos, y Él obrará: “Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios” (v 11).

Que el Señor nos dé un año lleno de Gracia y de Amor. María Santísima, la Purísima Concepción del Buen Viaje, nos acompañe e interceda por nosotros, que nos confiamos a su amor de Madre. 

Luis Guillermo Eichhorn, obispo de Morón.
Diciembre de 2009


Publicado por verdenaranja @ 23:13  | Hablan los obispos
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