Domingo, 14 de marzo de 2010

Lectio divina para el lunes de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


Lectio lunes 4º

 

LECTURA:          “Juan 4, 43‑54”

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo habla hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.»

Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque hablan visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos hablan ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Cana de Galilea, donde habla convertido el agua en vino. Habla un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis.»

El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño.» Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado.»

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado.» Y creyó él con toda su familia.

Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

MEDITACIÓN:           “Creyó”

            Es fácil pensar que mucha gente acudía a ti porque querían arrancarte un milagro, un signo, tal vez era lo único que les interesaba de ti, incluso hay reproche en tus palabras. Pero lo cierto es que se acercaban a ti porque sabían que de ti brotaba vida. Que no eras portador de intereses, sino de vida. Allí donde estabas aportabas un destello de luz, de esperanza, contigo algo podía empezar a ser diferente.

            No se le puede reprochar nada a aquellas personas. Yo también busco muchas veces no a ti, sino que busco tus signos. De alguna forma, tal vez muy sutil, trato de utilizarte para mis intereses, para que no se me tuerzan las cosas, para que todo vaya bien: la salud, los problemas, que todo se solucione fácil, y por eso me cuesta poco quejarme de todo, incluso me atrevo a decir que no te importo si la cosas no van bien, si las dificultades y las contrariedades y el dolor se cruzan en el camino de mi existencia.

            Y así, al final, tengo que reconocer con tristeza que no te quiero a ti, si no tus productos, te quiero para utilizarte como pocíón mágica de mi caminar y, claro, tú no quieres eso. Tú te empeñas en mostrarme toda la dimensión profunda de mi vida llamada a abrirse a ti, a mis hermanos, a mí mismo, a potenciar mi humanidad, a ser capaz de moverme y de pasar por encima y más allá de los contratiempos dolorosos de esta vida, pero yo sigo aferrado a la espera del milagro.

            Y tú, con voz un tanto lastimera, me sigues invitando a abrirme al abismo profundo de la fe, que me llama a introducirme en tu misterio de amor, en mi propio misterio, en el misterio del corazón humano, para descubrir su fuerza de vida, y poner mi vida, como tú, al servicio de potenciar junto a ti cualquier signo de vida.

ORACIÓN:            “Caminas conmigo”

            Me pongo de nuevo ante ti, Señor, necesitado de tu fuerza. Te necesito, pero no te pido ningún signo, te tengo a ti y eso me vale. Sólo quiero pedirte que no me falte tu fuerza para seguir aferrado a ti, para que nunca deje de buscarte a ti, para que sepa descubrir que en todas las circunstancias de mi vida no dejas de estar a mi lado.

            Por eso te pido, Señor, que especialmente, en los momentos de mayor dificultad, de mayor oscuridad, no pierda nunca la certeza de que me sostienes, de que caminas conmigo, de que me sigues ofreciendo tu vida, para que no deje nunca de ser, como tú, generador de vida.

CONTEMPLACIÓN:          “Cada día”

Cada día
salgo en tu busca, Señor,
pero antes de que te encuentre
ya me has encontrado tú.

Y sé que en las continuas noches
que se ciernen sobre mí,
Tú caminas conmigo,
me sostienes con tu amor callado,
me acaricias,
y me llevas de la mano.


Publicado por verdenaranja @ 20:59  | Liturgia
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