Lectio divina para el martes de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
Lectio martes 4º
LECTURA: “Juan 5, 1‑3. 5‑16”
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:«¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»
Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»
Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que habla quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacia tales cosas en sábado.
MEDITACIÓN: “Levántate”
Tengo la experiencia suficiente para reconocer que mis parálisis son más duraderas de lo que yo mismo quisiera, y también para saber que soy yo o los otros quienes las facilitan. Tú sigues empeñado, como una obsesión, en sacarme de ellas, en invitarme y ayudarme a andar. Continuamente me estimulas para que no me deje aplastar por ningún peso o frenar por la dificultad o por la comodidad de las circunstancias. No quieres verme postrado en mi humanidad.
Sé que no haces alusión a nada físico. Se puede estar paralítico y ser un gran caminante de humanidad; y se puede ser un gran corredor y estar cómodamente tumbado en la indiferencia de lo que ocurre dentro de uno mismo o en el mundo que me rodea.
Tú quieres que camine, que crezca, que nada paralice el camino hacia mi plenitud y la de mis hermanos. Por eso no me aplastas bajo el peso abrumador de mis pobrezas, y podrías hacerlo. Tú me quieres siempre levantado, en marcha, no idílicamente, sino desde la realidad dura e incómoda. Capaz de llevar sobre mis hombros el peso de mis limitaciones, el peso de la vida. Ahí late la esperanza de mi milagro de cada día. Porque tú vuelves a salir a mi encuentro, a mi realidad herida, para decirme: “Levántate, coge tu camilla, y echa a andar.
ORACIÓN: “El sentido de lo que somos”
Encontrarme contigo cada día es lo mejor que me puede pasar. Escuchar tu palabra que me invita a seguir adelante, es lo que pone en marcha lo mejor que hay en mí. Sigue habiendo, y sé que seguirá habiéndolas, muchas limitaciones e infidelidades en este camino, muchos tropiezos y caídas, por eso te pido que no me falte nunca la cercanía de tu palabra.
Gracias, porque sigues saliendo a mi encuentro, porque sigues empeñado en acercarte a mí y deseando que me acerque a ti. No por el bien que te beneficie sino porque deseas mi felicidad. Sigue empeñado en que encuentre en ti el sentido de lo que mueve mi existencia. Para que esa alegría profunda estimule mi camino y ayude a estimular a los que están conmigo. Que todos puedan experimentar que el único que posibilita el sentido de lo que somos y hacemos brota de ti.
CONTEMPLACIÓN: “Te amo”
Necesito tu palabra cercana,
para no pararme, Señor.
Necesito tu confianza
que me levante cada mañana.
Necesito tu fuerza
para llevar adelante mi historia
Te necesito, Dios mío,
porque me amas;
te necesito,
porque,
a pesar de mis bloqueos,
te amo.