S?bado, 20 de marzo de 2010

Lectio divina paraq el domingo quinto de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

5º domingo

 

LECTURA:             “Juan 8, 1‑11”

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.  Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno,  empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

MEDITACIÓN:             “Tampoco yo te condeno”

            Sí, puede ser que haya muchas normas, buenas, santas y necesarias normas, que traten de dar respuesta a los desmanes que los hombres hacemos de mil maneras, y especialmente aquellos que inciden de forma fuertemente negativa en los demás. Hay muchas actitudes, también, que no tienen una condena legal, pero que suponen un desprecio o una crítica que nos etiqueta y hace que provoquemos rechazos, vacíos y dolor.

            Ante todos ellos tu actitud no es de justificación ni de condena, sino de aviso y de misericordia para todos. Tu actitud no es la de eliminar al hombre, sino la de ayudarle a sanar su corazón. En aquel acontecimiento turbio en el que te intentaron inmiscuir para hacerte caer, todos tuvieron algo que aprender más allá de las leyes. Y es que antes que ver en el otro a un enemigo, hay que ver a un hombre, a una mujer, a un ser humano sufriente, y no para aplastarlo, sino para perdonarlo y dignificarlo.

            Todavía nos cuesta aprender esta lección, todavía parece que necesitamos más años o siglos de historia para humanizarnos. En el mejor de los cosas todavía existe un tira y afloja en nuestro corazón que se mueve entre tus sentimientos y los nuestros, y un deseo sincero de aprender humanidad de ti.

ORACIÓN:           “Limpiar mi mente y mi corazón”

            Gracias, Señor, porque si ésta no fuera tu actitud, no podría ponerme frente a ti. Gracias porque me permites ser consciente de mis errores y de mis limitaciones. Y, gracias, sobre todo, porque a pesar de ellos, me sigues mirando con amor, esperando siempre mi respuesta a la altura de tu confianza, de tu apuesta por mí.

            Perdóname, una vez más, como tantas veces me tienen que perdonar los que están a mi lado, a los que hiero queriendo o sin querer. Y dame ilusión y fuerza para limpiar mi mente y mi corazón.

CONTEMPLACIÓN:              “Un tiempo nuevo”

Podrías lanzar
no una piedra,
sino una losa sobre mí,
si tuvieses que aplastar
lo que hay de oscuro
en mi corazón.

Pero vuelcas,
una y otra vez,
una mirada de ternura
y de compasión,
y con ellas una palabra
que quiere levantarme
de mi postración,
que quiere devolverme
mi dignidad difuminada,
no sólo por los otros,
sino por mí.

Y así despiertas mi esperanza
que se abre como un arco iris
anunciando un pacto de amor:
la posible llegada
de un tiempo nuevo,
de la salida de un nuevo sol
en mi propio interior,
que ilumine mi camino
con una nueva luz.


Publicado por verdenaranja @ 23:03  | Liturgia
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios