Mi?rcoles, 31 de marzo de 2010

 Homilía de monseñor Antonio Mario, obispo auxiliar de La Plata en la misa de ingreso de los nuevos seminaristas al seminario "San José" (La Plata, 22 de febrero de 2010). (AICA)

“SÍGANME” (Mt 4,19)  

En esta Santa Misa damos nuestra cordial bienvenida a veintiún jóvenes que proceden de distintas diócesis y hoy ingresan a nuestro Seminario San José de La Plata.

Siete de ellos ingresan por esta arquidiócesis de La Plata. Ocho por la diócesis de Gregorio de Laferrere, acompañados por su obispo, mi querido hermano en el episcopado, Juan Suárez, quien es exalumno de este Seminario, y nos trae además otros nueve seminaristas que se integrarán en cursos superiores. Cuatro por la diócesis de Puerto Iguazú, que se suman a un grupo importante de la misma procedencia ubicados en distintos años. Uno por la diócesis de Mar del Plata, que también cuenta con un número importante de seminaristas en años superiores. Uno por la Eparquía Ucraniana, con lo cual ya son tres los seminaristas de esta Eparquía que se forman en esta casa.

A los obispos que nos confían sus seminaristas, así como a los sacerdotes que han trabajado para guiarlos, algunos de los cuales concelebran esta Eucaristía; a las familias que entregan a sus hijos a la Iglesia para el servicio de Dios… a todos decimos ¡muchas gracias!

Este Seminario se siente honrado de recibirlos y, a través del arzobispo, de los superiores presididos por el Rector, de los distintos formadores del fuero externo e interno se dispone a brindar lo mejor de sí, a fin de que entre formadores y seminaristas constituyamos el Seminario que Cristo y la Iglesia esperan de nosotros. En esta casa represento al arzobispo, en mi carácter de obispo auxiliar de esta arquidiócesis y delegado para la formación del clero. Junto con el P. Rector y los sacerdotes formadores tenemos un anhelo común: formar sacerdotes según el corazón de Cristo y según las necesidades actuales de la Iglesia.

Desde hoy adquieren su condición de seminaristas. Desde hoy se intensifica un proceso de formación que, en muchos casos, se ha iniciado en el seno de la propia familia, justamente considerada como el primer Seminario. También ha jugado un papel importante la parroquia, en contacto con un sacerdote que les ha servido de guía espiritual; o un colegio católico, donde junto con el conocimiento doctrinal, sintieron el atractivo de un seguimiento más estrecho y radical de Jesucristo, que los llamaba al estado de vida sacerdotal.

Como enseña Santo Tomás de Aquino, “Dios llama interior y exteriormente” (). Interiormente, a través de la gracia y la iluminación del Espíritu Santo, quien pone el gusto y da la fuerza para seguir a Cristo en este género de vida célibe y totalmente dedicada a la causa del Reino de Cristo en las almas y en el mundo. Exteriormente, a través de la Iglesia, representada por el obispo y por los sacerdotes que, en comunión con él, deben discernir la autenticidad de los signos de una verdadera vocación.

Dios es el que llama, pero se vale de mediaciones, de instrumentos humanos, a través de los cuales la llamada interior alcanza su confirmación. Corresponde a la Iglesia como Madre, educar, y no pocas veces corregir; alentar y también advertir sobre la sublimidad de la vocación recibida y los peligros que la acechan, así como las graves obligaciones que se adquieren.

No se ingresa en un Seminario para una vida fácil o cómoda y sin esfuerzo. Para llegar a ser un buen sacerdote, un sacerdote santo, se debe comenzar siendo una buena persona, un buen hombre, un buen cristiano. El seminarista sabe desde el primer día que vale para él, como para todo cristiano bautizado, aquella lección fundamental: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, cargue cada día con su cruz y sígame” (Lc 9,23).

Jesús a nadie obliga. Nada impone, sino que propone. Invita y espera una respuesta de generosidad. Debemos elegir, lo cual implica una capacidad para adquirir compromisos estables y definitivos. No se ingresa ni huyendo de alguna situación, ni por un entusiasmo pasajero o antojadizo, superficial; ni por presión del ambiente, ni por presión indebida de algún sacerdote. Cristo es el que llama. Nosotros no podríamos elegir si no fuésemos previamente elegidos por Él: “No son ustedes quienes me eligieron a mí sino yo quien los elegí a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto y ese fruto sea duradero” (Jn 15,16).

Hemos sido elegidos por Cristo para que nosotros lo elijamos a Él con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón. Esta elección divina no guarda proporción con nuestras buenas condiciones ni con nuestros méritos previos. El puro beneplácito divino preside nuestra vocación. Como dice el Evangelio de San Marcos: “Después [Jesús] subió a la montaña y llamó a su lado a los que él quiso” (Mc 3,13). Santa Teresa del Niño Jesús, comenta este pasaje con palabras magistrales: “He aquí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma... Él no llama a los que son dignos, sino a los que él quiere (...)” (A 2rº).

Ante esta vocación divina, la única respuesta posible es la prontitud incondicional y la totalidad. Como cuando el Maestro llamaba a Andrés y a Pedro, a Santiago y a Juan, a Leví y a Natanael.

Jesús nos pide prontitud en la respuesta. Leemos en el Evangelio de San Mateo: “Mientras caminaban a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron” (Mt 4,18-22).

También nos pide no presentar excusas ni otras prioridades, ni poner condiciones para seguirlo. Nada puede estar antes ni ser más importante: “Mientras iban caminando, –leemos en el Evangelio de San Lucas– alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde quiera que vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vé a anunciar el Reino de Dios. Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió. «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios»” (Lc 9, 57-62).

Jesús reclama igualmente un gran desprendimiento, pues para seguirlo a Él es preciso dejarlo todo. Como leemos en el Evangelio de San Lucas: “Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo lo siguieron” (Lc 5,11).

Este día de ingreso, que quedará en el recuerdo, coincide con la fiesta de la Cátedra de San Pedro, en la cual celebramos la pervivencia del carisma de este apóstol en sus sucesores, que son los romanos pontífices. A Pedro se le confió la misión de confirmar a sus hermanos en la fe recibida, de ser garante de la unidad eclesial, en la verdad y en el amor. Es, pues, la oportunidad para manifestar nuestra adhesión irrestricta a esta cátedra de la verdad, y a la persona del Santo Padre Benedicto XVI. Esto mismo nos lleva a meditar en el aspecto necesariamente eclesial, jerárquico y comunitario de la vocación al ministerio sacerdotal. No podemos servir a Cristo sino viviendo en la comunión y en la obediencia a la verdad enseñada por los pastores legítimos con quienes el mismo Señor se identifica: “Quien a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16).

En la lectura de la Primera Carta de San Pedro (1Ped 5,1-4), hemos escuchado la exhortación del apóstol dirigida a los presbíteros: “Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño”. Para los jóvenes que ingresan esta es una clara advertencia acerca del carácter servicial de esta vocación. No se trata de una carrera mundana, donde se compite en búsqueda de fama, de dinero, de honores, de poder. Aquí se habla de amor espontáneo y desinteresado, de abnegación y de servicio que edifica con el ejemplo. “Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria”.

En el curso de este año sacerdotal, instituido por el Papa Benedicto, en conmemoración de los ciento cincuenta años de la muerte del Cura de Ars, San Juan María Vianney, resplandece un modelo magnífico de presbítero lleno de Cristo y de amor y celo por la salvación del rebaño que Dios le confió. Su vida será seguramente objeto de lectura y meditación.

No me resta sino encomendar a la Virgen Santísima, madre de Cristo Sacerdote, la semilla de la vocación que Dios puso en ustedes. Aquella en cuyo seno se gestó la hostia del sacrificio redentor, por obra del Espíritu Santo, custodiará también con su intercesión la obra que ese mismo Espíritu ha iniciado en ustedes. 

Mons. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata 


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Mensaje de Mons. Martín de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio, en la apertura del año escolar 2010 - Bicentenario de la Patria. (AICA)
(1 de marzo de 2010)
 

APERTURA DEL AÑO ESCOLAR 2010

Queridos amigos:

Con mucho afecto me dirijo en estas fechas del inicio del año lectivo a todos los que conforman este vastísimo mundo de la educación: a los docentes y a los alumnos, a los que trabajan en las escuelas y son colaboradores apreciadísimos de la tarea educativa, a los niños y jóvenes y a sus familiares, para trasmitirles mi saludo cordial y desearles un año escolar provechoso y sereno, en el camino de la formación de los corazones y de las inteligencias jóvenes. Se trata de una circunstancia particular, pues entramos en la celebración del Bicentenario de la Patria, que el 25 de mayo de 1810 comenzó un camino de libertad e independencia. A la luz de estos acontecimientos históricos quiero hacerles llegar algunas reflexiones, para vincular la importante misión educativa de las familias y de la escuela con la responsabilidad de la Nación que nos alberga y que hemos recibido en herencia de nuestros padres.

Tradicionalmente, la educación argentina tenía entre sus funciones, la de alentar los sentimientos patrióticos y el amor por el propio país, de nacimiento o de elección, objetivo evidentemente necesario para afianzar un espíritu común y fortalecer los lazos culturales y de afinidad social. Lo hacía proponiendo a los próceres como modelos de vida y de entrega por el bien común, y señalando con afecto y orgullo los elementos de nuestra geografía, las tradiciones y el folklore, la identidad de los pobladores originarios y el aporte variado y tan enriquecedor de los inmigrantes. La gesta de la Independencia, extendida con generosidad histórica hasta los países hermanos, que alcanzaron así también ellos la libertad; los esfuerzos para consolidar la Organización nacional; el desarrollo de la producción, de la industria y del comercio, que hicieron de nuestro país uno de los más ricos del mundo, se ensamblaba y conjugaba, con cierta ingenuidad tal vez, pero de manera pedagógicamente eficaz, para orientar a las generaciones de ciudadanos. Los programas escolares tenían su expresión actualizada en los actos patrióticos, en los cuales la sociedad entera se conmovía con los símbolos nacionales y el recuerdo del pasado glorioso.

Este año 2010 recurre el segundo centenario de la Revolución de Mayo, y comenzamos a rememorar el tramo de la historia que nos conduce al 9 de julio de 2016, segundo centenario de la Independencia. Como argentinos debemos preguntarnos qué vamos a celebrar, y cómo y con qué contenidos, cómo acompañaremos con la adhesión personal a los actos oficiales que recordarán las fechas. No podemos conformarnos con lecturas sesgadas, que solo proyectan en el tiempo modos de comprensión actuales, que no sirven para juzgar y evaluar las situaciones del pasado, de un pasado que sigue definiéndonos dos siglos después. La responsabilidad de los argentinos debe ir aún más allá: estudiar el pasado, sacar de él las lecciones que precisamos, para confirmar los aciertos y no repetir los errores, pero sobre todo para conocer y valorar la esencia de la vida argentina, lo que nos hizo crecer y subsistir, lo que nos une y nos convoca a seguir esforzándonos para alcanzar el destino de grandeza que creemos es el nuestro. Este destino solamente llegará si nos proponemos siempre la felicidad integral y el bien común de los que habitan en la Argentina y extender sus beneficios a todos los pueblos de la tierra.

La educación, que fue un instrumento importantísimo de cohesión entre edades y procedencias diversas, que consolidó política y culturalmente a nuestro pueblo, tiene aquí una misión irremplazable. La Iglesia Católica, difundiendo el mensaje del Evangelio, ha acompañado durante estos siglos el camino de los hombres y mujeres que construyeron la Patria. Ellos la hicieron, aunque joven y nueva todavía, gloriosa y consciente de su responsabilidad universal, abierta a los hombres que desearan habitar su suelo, aplicando generosamente la hospitalidad que inculca el Evangelio, promoviendo el bien y la justicia, intentando alcanzar la paz, la igualdad y la libertad, y ofreciendo a todos las mismas oportunidades. En el campo de la educación es donde se trasmitieron esos valores, tan vinculados en su origen y difusión a la prédica de pastores y de misioneros.

Los establecimientos educativos católicos quieren seguir siendo fieles a este legado, y por eso deseamos que en ellos se trabaje con especial dedicación para seguir arraigándolo y difundiéndolo, sobre los fundamentos que siguen tan vigentes hoy como lo fueron entonces, para asegurar el bien de todos sobre el cimiento inconmovible que es Dios, fuente de toda razón y justicia.

Al saludar a quienes, en estos días de marzo, retoman la actividad en las escuelas, directivos y docentes, alumnos y padres y madres de familia, todos los colaboradores en las instituciones, en los organismos y en los hogares, renovamos nuestro compromiso cristiano de servir en la verdad a las nuevas generaciones y les aseguramos nuestro apoyo y simpatía a quienes ejercen esa noble tarea. Les enviamos una afectuosa bendición, encomendando a todos a la protección de María Santísima, que porque era discípula fiel pudo ser maestra de su Hijo, la misma Sabiduría eterna.

Nueve de Julio, 1 de marzo de 2010 

Mons. Martín de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio  


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Primer Domingo de mes      
04 de Abril de 2010

                                                                                       

 Hoy es día de fiesta,  Cristo ha resucitado, también Cáritas celebra su fiesta como primer Domingo de mes.

 Un sepulcro vacío es la prueba que se nos ofrece para que comprendamos que la muerte no ha podido contener la fuerza del amor, para con estos hermanos nuestros.

Siempre ha habido gente buena, que han seguido a Jesús poniendo sus vidas y bienes al servicio de los desfavorecidos.

¿Estaremos nosotros entre esa buena gente?

¿No me reservo lo mejor para mí y solo pongo las migajas de nuestra vida al servicio de nuestros hermanos hundidos en la pobreza y en la miseria?

 

           INFORMACION

 

16/17-4-10   VIII  Asamblea de Cáritas Diocesana de Tenerife.

                      Seminario Diocesano 18.00 horas.

 

21/22-4-10    IV Curso de Manipulación de Alimentos.

                      Sede Arciprestal 17.00 horas.

 

27/4/10         Visita a las Cáritas parroquiales de Garachico.

                      Equipo arciprestal 20.00 horas.

 

27/4/10          IV Encuentro de la permanente de Cáritas Arciprestal.

 

                NUESTRO AGRADECIMIENTO POR SU APOYO Y COLABORACIÓN


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JUEVES SANTO
1 de Abril de 2010
 

 

Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resur­rección; él nos ha salvado y liberado. Que su gracia, su amor, su paz estén con todos vosotros.

Hoy entramos en la celebración de los días santos de la muerte y resurrección del Señor: el Triduo Pascual. Después de toda la preparación de la Cuaresma, esta tarde estamos aquí, como los apóstoles, dispuestos a acompañar a Jesús en este momento intenso, en esta cena de despedida. Él nos deja en el pan y el vino de la Eucaristía el signo y la presencia de su entrega por nosotros. Abramos nuestro corazón a su amor, para revivir con él los días centrales de nuestra fe.

A. penitencial: En silencio, reconozcamos que él es nuestro Señor, que nos ha liberado del pecado, y pidámosle que tenga piedad de nosotros (Silencio).

Tú, pan vivo bajado del cielo. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, alimento de vida eterna. CRISTO,TEN PIEDAD.
Tú, camino, verdad y vida. SEÑOR,TEN PIEDAD.

1.  lectura (Éxodo 12,1-8.11-14): La cena de Jesús con los discípulos evoca la cena de la Pascua de los judíos, la celebración que cada año recordaba la liberación de Egipto. Escuchemos en esta lectura, del libro del Éxodo, cómo era esa cena pascual.

2. lectura (1 Corintios 11,23-26): La cena de Jesús es el signo de la nueva Pascua que nos libera. Escuchemos esta tradición que viene desde el principio, como nos dirá ahora san Pablo.

Hoy no se dice la profesión de fe. Después de la homilía tiene lugar el lavatorio de los pies, que se puede introducir con la monición siguiente.

Lavatorio: Hemos escuchado en el evangelio cómo Jesús, aquella tarde de la última cena, hizo ese gesto sor­prendente y significativo: se puso a lavar los pies a los discípulos. Un signo de su amor y de su entrega. Al repetir ahora aquel gesto el que preside la celebración, recordamos que eso es lo que tenemos que hacer cada día también nosotros si de verdad queremos seguir el camino de Jesús.

Oración universal: Antes de compartir la mesa de Jesús, oremos ahora al Padre del cielo para que su amor llegue a todos. Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que con nuestra vida sepamos expresar y transmitir el amor y la entrega de Jesús. OREMOS:

Por los pastores de la Iglesia. Que con su ministerio de servicio hagan expresiva la presencia del Señor en medio de la comunidad. OREMOS:

Por los pobres y necesitados. Que el ejemplo de Jesús nos estimule a ser de verdad generosos y solidarios con ellos. OREMOS:

Por nosotros, reunidos esta tarde alrededor de la mesa de Jesús. Que la Eucaristía sea siempre alimento para nuestra vida cristiana. OREMOS:

Escucha, Padre, la oración confiada que te dirigimos como discípulos de Jesús, tu Hijo, que vive ...

Padrenuestro: Antes de participar de la mesa del Señor, y como él mismo nos enseñó, nos dirigimos al Dios del cielo diciendo:

Antes de la reserva: Acabamos nuestra celebración con un gesto de reconocimiemto solemne de Jesús presente en la Eucaristía. La reserva del Cuerpo de Cristo para la comunión de mañana nos da ocasión de hacer este acto de fe y de adoración. Si podemos, hagamos tam­bién esta noche un rato de oración ante el Santísimo Sacramento. Mañana nos volveremos a reunir [se puede decir la hora) para celebrar la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, en espera de la gran cele­bración de la resurrección la noche de Pascua.

CPL


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Oraci?n por los sacerdotes distribuida entre los sacerdotes asistentes a la Bendici?n de los ?leos en la di?cesis de Tenerife en el A?o Sacerdotal.


ORACI?N POR LOS SACERDOTES

Se?or Jes?s, presente en el Sant?simo Sacramento,

que quisiste perpetuarte entre nosotros

por medio de tus Sacerdotes,

haz que sus palabras sean s?lo las tuyas,

que sus gestos sean los tuyos,

que su vida sea fiel reflejo de la tuya.

Que sean los hombres que hablen a Dios de los hombres

y hablen a los hombres de Dios. Que non tengan miedo al servicio,

sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.

Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,

caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso

y haciendo el bien a todos.

Que sean fieles a sus compromisos, celosos de su vocaci?n y de su entrega,

claros espejos de la propia identidad

y que vivan con la alegr?a del don recibido.

Te lo pido por tu Madre Santa Mar?a:

Ella que estuvo presente en tu vida

estar? siempre presente en la vida de tus sacerdotes.

Amen


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Recursos para la celebración del Viernes Santo, ofrecidos por el Área de Pastoral Social de la Diócesis de Tenerife.


VIERNES SANTO EN LA PASIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR JESÚS

  I.- ENTRADA-FORMACION DE LA ASAMBLEA

1.-  Monición de entrada. 

          Hermanos: Comenzamos la Celebración de la Pasión y Muerte del Señor que tiene tres momentos claves: la liturgia de la palabra, la adoración de la Cruz y la comunión. Hoy no se celebra la Eucaristía por la muerte del Señor. 
         La muerte es una realidad de la que no podemos prescindir; está presente en cada momento de nuestra vida.
        El dolor, el fracaso, la incomprensión, la soledad y el desamparo; la enfermedad  y la vejez, no son sólo palabras que nos impresionan. Son, además, realidades amargas; y cada uno de los que estamos aquí podría hablar desde su propia y dolorosa experiencia. 
         Veinte siglos después de que un tal Caifás profetizara: “Conviene que muera un hombre por el pueblo”... Hoy, otros Caifás, siguen sentenciando: 
         “Conviene mantener en la ignorancia, en la miseria y en la guerra a pueblos enteros para salvar nuestra economía, nuestro nivel de vida o nuestro prestigio”. 
         Este es el gran escándalo: Que la muerte de millones de personas sea decretada por unos pocos; y que la mayoría asistamos impasibles a esta ejecución. Todos debemos aprender a aceptar nuestra propia muerte.  Pero nadie, nunca, tiene derecho a imponer la muerte a los demás.    
         La Pasión y la Muerte del Señor Jesús que celebramos los cristianos en esta tarde es, para  desgracia de toda la humanidad, un acontecimiento presente y actual. 
         Lo que hicieron con nuestro Señor en aquella tarde, lo siguen haciendo, lo seguimos haciendo cada día. Con otras espinas, con otras cruces, con otros clavos... pero hoy Cristo sigue siendo también crucificado. 
         Hermanos: Al celebrar hoy la Pasión y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, no podemos cerrar los ojos a esta realidad. Y siendo sinceros, mientras escuchamos la Palabra de Dios, debiéramos preguntarnos:
¿Qué papel represento yo en este drama?

Puestos en pie, recibimos al Sacerdote. 

2.- Monición antes de la postración.                                    DE PIE

Cristo cargó con nuestros pecados. Y el peso del mal lo aplastó en la cruz. 
 Hermanos: Todos somos responsables y solidarios del mal de este mundo. Por eso, nos arrodillamos en silencio.   

Los sacerdotes se arrodillan en el suelo delante del Altar. 
El resto de los fieles se ponen de rodillas.
Cuando el celebrante lo considere oportuno, se pondrá de pie.
 Y desde la sede hace la siguiente oración: 

OREMOS.

Recuerda, Señor, que tu ternura  y tu misericordia son eternas; santifica a tus hijos y protégelos siempre, pues Jesucristo, tu Hijo, a favor nuestro instituyó por medio de su muerte y resurrección el misterio pascual. Por los siglos de los siglos.

Todos se sientan. Hecho el silencio, el monitor introduce la liturgia de la Palabra.  

 II.-  LITURGIA DE LA PALABRA

 1.- Monición a la primera lectura

         La Palabra de Dios que escuchamos ahora ilumina el sentido de la Pasión y de la Muerte de Cristo. Jesús el Siervo de Dios, profetizado por Isaías, abandonado, soportó la injusticia. Su amor a todos y su compromiso con los pobres le acarreó la persecución y la muerte. Pero en su muerte hemos sido salvados todos. 
         El gran ser humano es el que vive la realidad cruda y cruel del mundo sin dejarse aniquilar por la desesperanza ni atrapar por el odio.

2.- Proclamación de la primera Lectura     Isaías 52, 13-53, 12

3.- Salmo: PADRE, a tus manos encomiendo mi espíritu

4.-  Monición a la segunda lectura

         La carta a los hebreos nos dice ahora, que la muerte de Cristo es la confirmación de su condición humana, de su  “Ser hombre”.  
         Jesús rechazó la tentación del poder, del privilegio, de la huida. Sin embargo, a pesar del fracaso, la soledad y el abandono, no desesperó de Dios, su Padre. Escuchemos. 

5.- Proclamación de la segunda Lectura      Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9.

6.-  Canto:              

7.- Monición a la lectura de la Pasión

          Vamos a escuchar el relato de la Pasión y Muerte de Jesús. Le vemos vencido, desautorizado, abatido. Pero Cristo vencerá a la muerte y nos abrirá a todos a la esperanza, de una vida humana plena hasta el encuentro con Dios. Para mejor interiorizar la lectura de la Pasión, la escuchamos sentados, salvo en el momento que se indique.

8.- Proclamación de la Pasión y Muerte de Jesús       S. Juan 18,1- 19,42  

ORACION UNIVERSAL

1.- Monición a la Oración Universal

         Desde un mundo lleno de situaciones problemáticas y muchas necesidades. Con los pies muy en el suelo a la vez que abiertos al mundo entero, nos dirigimos a Dios enumerando los grandes problemas de la sociedad actual que nos sirven de recordatorio y de despertar a una realidad que, a veces, tenemos olvidada.

2.- Oración del Sacerdote

 OREMOS. Señor, Dios nuestro, en el grito de tu Hijo oímos tu protesta contra todas las violencias que se ejercen sobre tus hijos más pequeños.

Te pedimos, descubrir tu presencia silenciosa en Cristo y en todos los que sufren con sus cruces. Ten misericordia de nosotros y convierte nuestro violento corazón.

Te lo pedimos desde todas las cruces levantadas en el mundo. Te lo pedimos desde Jesús crucificado.   

Monitor 1:  

Oremos por todos los niños del mundo: por los niños disminuidos. Por los que pasan hambre y sufren la violencia de una sociedad consumista. Por los niños a los que se les impide nacer.  

 Sacerdote: 

Dios y Señor nuestro, Tú que tuviste palabras de ternura y cercanía para con los niños, ayuda a tu Iglesia a difundir el amor y la protección para los más indefensos. Por JNS. Amén.    

Monitor 2:  

Oremos por los jóvenes y también por nosotros, las personas adultas, para que sepamos comprendernos, aceptarnos y decidamos estar al lado del que lo necesita.  

 Sacerdote:

Dios y Señor nuestro, fortalece los lazos familiares y haznos sentir la alegría de la convivencia pacífica. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Monitor 3:  

 Oremos por los enfermos de sida y los toxicómanos, para que Dios Padre los mire con ternura, a ellos, que sufren la llamada plaga del siglo XXI. Dios sabe de sus sufrimientos y del dolor de sus familias.  

Sacerdote:

 Dios y Señor nuestro, compadécete de tus hijos que sufren en su propia vida el rechazo y el abandono de sus iguales. Y a nosotros ayúdanos a progresar en la comprensión, en la acogida y en el amor hacia nuestros hermanos enfermos. Por JNS... Amén.  

Monitor 1:

 Oremos por los ancianos, para que no pierdan las ganas de vivir. Oremos por nosotros, para que seamos capaces de ayudarles a asumir el desgaste de los años y la soledad en la que tantas veces se encuentran.  

 Sacerdote:                

Dios y Señor nuestro, consuelo de los que lloran y fuerza de los que sufren. Lleguen hasta ti las súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que sientan el consuelo de tu misericordia. Por JNS. Amén.  

Monitor 2:

Oremos por las personas que sufren las guerras. Por todos los que las provocan para su propio beneficio y las contemplan como un video-juego, mientras el pueblo sufre y pierde todo, hasta la vida.  

Sacerdote:

Dios y Señor nuestro, que tienes en tu corazón de Padre, los nombres de todos y cada uno de nosotros y los destinos de todos los pueblos, enseñamos a buscar la paz por caminos de justicia, del dialogo y la verdad. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.    

6.   Monitor 3:

Oremos por los pueblos víctimas del terrorismo. Por todos los que en el mundo sufren sus consecuencias. Por las familias rotas, por las mujeres y los hijos desgarrados por el dolor, por la violencia que anida en nuestro corazón, por los odios entre hermanos.   

 Sacerdote:

Dios y Señor nuestro, consuelo de los que lloran y fuerza de los que sufren, escucha amorosamente las súplicas de los que te invocan en su dolor, transforma nuestros sentimientos y siembra en nosotros la concordia, la ternura y la compasión ante todo ser humano. Por JNS. Amén.  

7.  Monitor 1:               

Oremos por los que no tienen fe. Por todos los que sin ella no encuentran sentido a la vida, ni sentido a la muerte; para que en el testimonio esperanzado de los creyentes en Jesucristo, descubran razones para vivir y esperanza para morir.  

 Sacerdote:

 Dios y Señor nuestro, concede a quienes no creen en Cristo, que viviendo con sinceridad ante ti, lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.  

8. Monitor 2:               

Oremos hermanos por los gobernantes de todas las naciones y pueblos, por los políticos por los jueces, por los funcionarios, por quienes ejercen cualquier tipo de poder o responsabilidad sobre los demás.

Sacerdote

Dios de la Libertad, te pedimos que el destino de todos los seres humanos esté en manos de personas responsables, elegidas libremente, que pongan los intereses de sus pueblos, por encima de intereses políticos o económicos, y que desarrollen políticas que busquen la paz, la cultura y la libertad.  Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

9. Monitor 3

Oremos hermanos por todas las personas que creen en Dios y se dirigen a Él llamándole Yahvé, Dios, Alá o por cualquier otro nombre, para que sean fieles a sus creencias y éstas les hagan crecer como personas justas y responsables. 

Sacerdote

Dios que estás por encima de todos los nombres y de todas las creencias, que has escuchado y escuchas a quien se te dirige, atiende su oración y vela por quienes confían en Ti para que cada uno, a través de sus creencias, llegue a descubrir la verdadera y eterna plenitud. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

10.    Monitor 1:

Oremos por los que en la tierra formamos la Iglesia de Dios, para que el Señor nos mantenga en la unidad y no nos cansemos de comunicar con gozo la Buena Noticia del Evangelio que nos hace sentirnos amados.  

 Sacerdote: 

Dios y Señor nuestro, haz que tu Iglesia extendida por todo el mundo dé testimonio con fe inquebrantable del amor que Tú nos tienes. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.  

 11. Monitor 2:

Oremos por el Papa, por los Obispos, por los sacerdotes y por todos los agentes de pastoral laicos, para que animen la vida de la comunidad, favorezcan el encuentro ecuménico entre todos los que creemos en Jesucristo  y sean apoyo y ejemplo para todos.  

Sacerdote:                   

Dios y Señor nuestro, atiende nuestras súplicas y protege al Papa, a los Obispos, a los presbíteros  y a los laicos agentes de pastoral,  para que nos ayuden a progresar en la fe y juntos demos testimonio de esperanza y de buenas obras. Por JNS. Amén.   

Terminada la Oración Universal, se procede a la segunda parte de la celebración: La Adoración de la Cruz. Esperad un par de segundos antes de hacer la Monición que introduzca a dicha Adoración.  

III.- ADORACION DE LA SANTA CRUZ

1.-  Monición a la Adoración de la Cruz                                   

Hermanos: La señal del cristiano es la Santa Cruz, porque en ella fue crucificado nuestro Señor Jesucristo y, fue vencido el pecado.
Todos sabemos que “Dios amó tanto al mundo que entregó a su propio Hijo a la muerte y a una muerte de Cruz”. Desde entonces, nadie puede dudar de que Dios nos ama.  

Los sacerdotes o el celebrante acompañado por dos seglares, se dirigen al fondo de la iglesia para recoger la Cruz. En el trayecto, se entona por tres veces la aclamación del ritual.  MIRAD EL ARBOL DE LA CRUZ.

Ahora, al hacer presente entre nosotros la cruz, sabiduría de Dios y locura para los hombres; esta cruz que preside nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras casas: Adorémosla con agradecimiento.    

ADORACIÓN DE LA CRUZ (monición) 

                 Ahora pasaremos a adorar la Cruz individualmente. Se acercarán primero los sacerdotes y,  luego nos acercaremos con mucho silencio, todos los que formamos esta Asamblea a adorar la Cruz. Podemos hacerlo con cualquier gesto: tocarla, besarla,  inclinarnos ante ella, etc. 
             Al acercarnos a la Cruz, depositaremos nuestro dinero para la Colecta Pontificia que se realiza esta tarde, a nivel mundial en favor de Tierra Santa. Ésta es la colecta más antigua de la Iglesia. 
            Miren lo que les decía S. Pablo a los primeros cristianos: “Ahora salgo para Jerusalén, para servir a los santos, pues Macedonia y Acaya han decidido una colecta para los santos de Jerusalén que viven en la pobreza”      
             Hoy también nos hacen esta llamada.
Ahora cantamos: “Pueblo mío, que te he hecho…”  

IV.- COMUNION        

1.-   Monición a la Comunión 

         Ahora tenemos sobre el Altar el Pan de la Eucaristía. Al recibir la Comunión en este Viernes Santo, afirmamos nuestro propósito de unirnos a Cristo, a su vida de entrega y obediencia al Padre, a su vida de servicio y de amor, a su muerte como donación plena.

Y afirmamos también nuestro propósito de seguir su camino: “Si alguno quiere venir en pos de mí -ha dicho el Señor-, que tome su cruz y que me siga”.                          

2.- Padre nuestro y demás oraciones        (Misal Romano, pag. 272 y ss)

                   Música de fondo durante la Comunión.   

Terminada la Comunión, sigue la oración de post-comunión.
El celebrante, tras dicha oración, de modo solemne, pronuncia la Oración sobre el pueblo.
Terminada esta oración, el monitor hace la Monición de despedida.  

ORACIÓN 

Para despedir al pueblo, el sacerdote, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas hacia él, dice la oración sobre el pueblo  

  4.- Monición de despedida 

Hermanos:

La terminación de esta celebración nos deja en la perplejidad que siempre suscita la muerte. ¿Hay algo más allá de su sombrío rostro? ¿Representaba Jesús un horizonte de esperanza real o solo era la expresión de una ingenua ilusión? ¿Muere Dios arrollado por quienes tienen el poder y la influencia o le queda la última palabra por pronunciar? ¿Qué sería de la humanidad sin Dios y sin esperanza y sin perdón y sin compasión? ¿Morirá el ser humano con Dios o tienen futuro ambos?
Es tiempo de pensar y es tiempo de esperar. El sábado nos espera con su liturgia llena de símbolos y de historias que nuestros antepasados vivieron y contaron.
Volvemos a nuestros hogares, a nuestra vida.
Antes, queremos recordarles que Mañana, Sábado Santo, a las… horas, celebraremos la Vigilia Pascual. Asistan todos los que puedan. La Noche de Pascua es para los cristianos el momento culminante del año. Porque Jesús, el crucificado, vive para siempre y nos da a nosotros su misma vida.  

MUSICA DE FONDO


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Martes, 30 de marzo de 2010

Recursos litúrgicos para la  celebración de la Cena del Señor, jueves santo 2010, ofrecidos por el Área de Pastoral Social de la dióceis de Tenerife.


CELEBRACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR   JUEVES SANTO 2010 
1 de abril

MONICIÓN DE ENTRADA:

El Jueves Santo no fue el día de la muerte de Jesús, sino el día de su amor hasta la muerte. No fue el día en el que el Cuerpo de Cristo fue destrozado, pero Él entregó su Cuerpo roto para alimento de los suyos. No fue el día en que derramó su sangre, pero Él la dio a beber para alegrar el corazón de sus discípulos.
         En este día del Amor Fraterno, queremos celebrar con intensidad  la Cena del Señor. Nos sentimos de verdad discípulos suyos que se sientan a su mesa, escuchan su Palabra. Él renovará, entre nosotros, sus gestos y sus enseñanzas, todas las grandes pruebas de su amor incondicional para con  los hombres y mujeres de todos los tiempos.
         La Eucaristía es signo y fuente de ese amor, Signo del amor entregado de Cristo, signo del amor entre los hermanos y alimento para poder vivir ese amor. Nos abrimos al amor de Cristo para poder amar como Él.

ACTO PENITENCIAL

         En el tema del amor siempre estamos en deuda, siempre llegamos con retraso, siempre podíamos amar más y mejor. Reconozcamos nuestros pecados contra el amor a Dios y a los hermanos. Es el único  pecado verdadero.

Porque no amamos a Dios con todo nuestro corazón. Señor, ten piedad...
Porque no amamos a nuestros hermanos como Cristo nos ha amado. Cristo, ten piedad...
Porque nos creemos superiores a los demás y no vivimos en actitud de servicio y de misericordia. Señor, ten piedad... 

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA: Ex 12,1-8; 11-14

          Jesús, en la última Cena con sus discípulos, celebra la Pascua judía, anticipando otra Pascua. La Pascua era la gran fiesta del pueblo hebreo, porque celebraba “el paso del Señor”, cuando Dios se hizo presente  en el pueblo, cuando lo liberó de la esclavitud, cuando lo hizo ser como pueblo, consiguiendo su libertad y su identidad, el pueblo de Dios.
           Cristo fue el verdadero paso del Señor, nuestra Pascua. En la  Eucaristía sigue pasando entre nosotros para salvarnos, para llenarnos de libertad, de la vida y de auténtica felicidad. Escuchemos con atención.

SALM O 115: El cáliz que bendecimos es la comunión de la Sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? 
 Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Mucho le cuesta la Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de la esclava; rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo. 

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 11,23-26 

 Cada vez que celebramos la Eucaristía  podemos decir con San Pablo “Yo he recibido una tradición”.
 La Eucaristía es  la más hermosa tradición que tiene la Iglesia, la más importante, la más viva, la mejor conservada.
En esta Cena se celebró anticipadamente la Pascua o el paso del Señor. Cuando Jesús vino a nosotros, “pasó haciendo el bien”, se entregó por nosotros y nos dejó la Eucaristía como signo y memorial de su entrega.
En la Cena nos sentimos pueblo de Dios, liberados por Cristo y unidos en su gran amor. 

EVANGELIO de Juan, 13,1-15 

         El lavatorio de los pies es una preparación y un complemento de la Eucaristía. Si queremos compartir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, tenemos que empezar por lavar los pies a los hermanos Esto quiere decir,  por vivir en actitud de humilde servicio los unos para con los otros. El amor de comunión y el amor de servicio se complementan.  El que lava los pies se capacita para comulgar del Cuerpo de Cristo y el que comulga se capacita para  lavar los pies en actitud de servicio. En ambos casos celebramos el inmenso amor de Cristo, capaz de hacerse pan y capaz de ponerse a nuestros pies. Escuchemos la proclamación del Santo Evangelio.

LAVATORIO DE LOS PIES:

“Si yo, que soy su Maestro y Señor les he lavado los pies, cuanto más ustedes deben lavarse los pies unos a otros”, dice el Señor. (Jn 13,14). 

Queremos que el signo de lavar los pies  a los demás sea un signo de servicio, de reconciliación, del  perdón que pedimos y del perdón que nos otorgan 

¿A quiénes y cómo debemos lavar los pies?

Lavemos los pies a nuestros mayores, solos y abandonados. Nos lo han dado todo y ahora los arrinconamos porque son una carga y ya no nos valen. Les pedimos perdón por nuestra ingratitud.

Nos acercamos a los jóvenes sin ilusión y futuro y les lavamos los pies con mucho cariño. Ellos muchas veces son los incomprendidos y descalificados. Les pedimos perdón por nuestra injusticia.

Lavamos los pies a los niños de la calle, sin familia, aprendices delincuencia. Les pedimos perdón por nuestra indiferencia y dureza de corazón.

Lavemos los pies de los alcohólicos y drogadictos. Busquemos conocer y comprender las presiones y fracasos que les han llevado a esta situación. Les pedimos perdón por haberlos juzgado y condenado.

Lavemos los pies a los enfermos crónicos, a los  “sin techo”. Queremos dar un paso adelante para no rechazarlos por sus limitaciones y su forma de vida. Les pedimos perdón por nuestra falta de acompañamiento y de acogida.

Lavemos los pies a los delincuentes que tanto miedo y tensión nos producen, pero a quienes somos incapaces de ofrecer soluciones de reinserción y perdón... Les pedimos perdón por todos los males que les hemos deseado.

Lavemos los pies a los inmigrantes  que han llegado a nuestra Islas buscando un futuro mejor y se encuentran con nuestro rechazo, porque son pobres y diferentes. Les pedimos perdón por no haberlos aceptado y querido como hermanos.

Lavemos los pies a nuestros familiares. Tan cercanos a nosotros y, a veces, con nuestro egoísmo e indiferencia, les hacemos sufrir.

Lavemos los pies a las mujeres maltratadas que sufren en silencio la angustia del desprecio y la violencia machista.

Lavemos los pies a nuestros enemigos y a los que nos caen mal

Lavemos los pies a los que no piensan como nosotros

Lavemos los pies a familiares y amigos enfermos que a veces los olvidamos 

IGLESIA EN ORACIÓN

         En este día del Amor Fraterno, traduzcamos nuestro amor en oración y hagamos de la oración un ejercicio de amor, respondamos a cada petición: Bendícelos, Padre

Pidamos por nuestro mundo, al que Dios  tanto ama. Pidamos especialmente por los pueblos que más sufren y están más necesitados de ayuda, que reciban la solidaridad necesaria para superar su situación. Oremos…

Bendícelos, Padre

Pedimos por toda la Iglesia, nacida del amor de Cristo,   por nuestra Iglesia  Diocesana y por nuestra Comunidad Parroquial, por los que trabajan en Cáritas y otras instituciones al servicio de los empobrecidos. Para que se mantenga unida en el amor para que el mundo crea. Oremos…

Pedimos por todas las personas que no se sienten amadas; por aquellas que se encuentran solas;  por las que viven en desamor, por las que no saben amar. Hazles sentir la gracia de tu amor. Oremos...

Pedimos por las familias y las personas que conocemos  y que están pasando dificultades, tanto materiales como espirituales… Que sientan la fuerza y el apoyo necesario para superar sus problemas. Oremos…

Pedimos por las familias que están divididas o en crisis, por los que mantienen sentimientos de rencor o de venganza, por cuantos no se quieren como hermanos. Oremos…

Pedimos por los niños y niñas y por los jóvenes de nuestras Islas que, por no haber tenido unas condiciones familiares, ambientales y educativas adecuadas,  han cometido delitos; que la sociedad les propicie las condiciones necesarias para su reeducación. Oremos...

Pedimos por todos los sacerdotes, de modo especial por los sacerdotes de nuestra Diócesis y de nuestra Parroquia; que vivan su ministerio con esperanza y en actitud constante de servicio...

Pedimos por todos nosotros, para  que nos sintamos más unidos, nos alimentemos de tu amor y nos comprometamos en el servicio. Oremos...  

    Jesús enseñó varias veces a sus discípulos las actitudes de servicio: “El que quiera llegar a ser grande entre nosotros, será vuestro servidor...que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido sino a servir” (Mat 10, 43-44).Pero ellos no acababan de entender. En la misma Cena discutían quien sería el mayor. Y Jesús insiste: ¿Quién es el mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa?  Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (Lc 22,27)

  La  Cena compartida de Jesús, que fue condenado  a muerte


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Hora Santa para la noche del jueves Santo, ofrecidapor el Área de Pastoral Social de la diócesis de Tenerife.


EN LA NOCHE DEL JUEVES SANTO – HORA SANTA

ORAMOS CON LOS SENTIMIENTOS DE JESUS (Jn 17,1-26)

INTRODUCCIÓN

En esta noche Jesús nos pide que oremos con él. Nos necesita. Quiere compartir con nosotros su amor hasta el extremo, pero también quiere hacernos partícipes de su dolor y tristeza. No es noche de muchas palabras, es más bien una noche de silencio y de adoración.

Canto: EL SEÑOR DIOS NOS AMÓ COMO NADIE AMÓ JAMÁS.

Vamos a estar con Él, despacio, una hora, pero no cronometrada. Él es quien nos ha atraído. Por eso, comenzamos dándole  las gracias. Todos decimos:
¡Gracias, Señor, por este rato que nos regalas!
El Señor quiso hacerse débil, necesitado de compañía. Él nos dice: ¿Ustedes no han podido velar siquiera una hora conmigo? Todos repetimos:
¡Gracias, Señor, por darnos la oportunidad de estar contigo!
Más que regalar nosotros una hora a Jesús, es Él quien nos regala su tiempo y su amistad, la posibilidad de estar más cerca de su corazón. ¡Gracias, Señor, por el regalo de tu tiempo y de tu amistad!

ORACIÓN

No soy digno, Señor, de estar contigo. No soy digno de que me llames por mi nombre. No soy digno de que me permitas estar cerca de ti en estos momentos tan intensos de tu vida.

No soy digno, Señor, Tendría que descalzarme. Pero tu Palabra puede limpiarme. Hace apenas unas horas me lavaste los pies, límpiame ahora el alma con tu palabra.

Oigo tu respuesta: “Ustedes ya están limpios por la Palabra que les he anunciado” (Jn 15,3)

Nos abrimos a escuchar la Palabra del Señor, y CANTAMOS: 

Tu Palabra me da vida, confío en ti, Señor…

1. JESÚS PONE SU VIDA EN LAS MANOS DEL PADRE

La hora esperada tan ardientemente durante toda su vida ya ha llegado para Jesús. La tiene delante y está decidido a vivirla con toda intensidad. Pero no la vive solo. La vive abierto confiadamente al Padre, poniendo en sus manos toda su vida. A nosotros, sus amigos, nos pide que entremos también en su oración. El odio va a ser vencido por el amor fiel. De su entrega crucificada va a surgir una nueva humanidad.

Lectura: Jn 17,1-5

Momento de silencio

Oración:

En tus manos de Padre ponemos la vida. Queremos alumbrar el mundo con la fuerza de la ternura. Vivir tu proyecto de amor fiel con gestos de servicio gratuito. 

2. JESÚS ORA POR LA COMUNIDAD  

Jesús reza por los discípulos que van a vivir el proyecto nuevo del reino en medio de un mundo hostil y contrario a su mensaje de luz y de vida.

Jesús pide al Padre que les comunique el Espíritu de la verdad para que su testimonio de vida y alegría ilumine y contagie a cuantos quieran seguir sus huellas.

A nosotros sus amigos nos abren su intimidad y nos dice que nos lleva en su corazón, y quiere que habitemos el hogar de la comunión donde él vive con el Padre y el Espíritu.  

Lectura: Jn 17, 6-19

Momento de silencio

Canto: DONDE HAY CARIDAD Y AMOR, AHÍ ESTÁ EL SEÑOR

Oración:

Señor Jesús, tu amor nos ha convocado esta noche. Derrama sobre nosotros el Espíritu de la Verdad para que nos enseñe a vivir la comunión y  para ser testigos de la vida en el mundo.

Que tu amor esté siempre en nuestro corazón para contagiar a todos la alegría de sabernos hermanos. 

3. JESÚS ENTREGA LA HUMANIDAD AL PADRE 

Jesús confía en el Padre y en el Espíritu; está seguro de que su obra continuará; siempre habrá hombres y mujeres que respondan a la llamada de la vida.

Jesús desea que todos/as gocemos viviendo en su amistad y siguiendo sus huellas de amor que se hace servicio. 

           Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

 Lectura: 17, 20-23

Momentos de silencio

Oración:

          Espíritu divino.

         ¡Ven sobre el mundo!   Queremos vivir el proyecto de Jesús.

         Entregar la vida amando sin medida.  Ser los servidores de la fe y de la ternura. 

4.  JESÚS NOS ENVÍA A VIVIR EL AMOR 

En la cruz, Jesús nos revela el amor incondicional y gratuito del Padre. Su costado abierto es signo del derroche de su amor a la humanidad.

El fruto de su muerte es el Espíritu, que inunda la vida de la Iglesia y nos envía a ser testigos de su amor en el mundo.

Lectura: 17, 24-26

Momento de silencio

Aclamamos y alabamos a Dios que nos ama en Jesucristo 

Te glorificamos, Padre, por el amor que nos regalas en tu Hijo, Jesucristo.

Te alabamos, Dios de Amor, por tu ternura entrañable.

Te glorificamos, Señor de la historia, por la vida que brota de tu amor en la cruz.

Te alabamos, Cristo, por el pan partido y repartido de tu cuerpo hecho Eucaristía.

Te bendecimos, Dios de la vida, por hacernos hijos y hermanos. 

Oración

Padre,  que manifiestas tu ternura a todos tus hijos e hijas.

Enséñanos a acoger a todos los que están en las orillas de la vida, y a dejarnos evangelizar por ellos.

Envíanos a anunciar la buena noticia del Reino. Llévanos donde los hombres y mujeres necesiten la esperanza, la alegría, la ternura, el consuelo. Despierta nuestra creatividad para inventar gestos solidarios, y sentarnos todos en la mesa de la fraternidad que tú nos has preparado.

 Canto.

ID AMIGOS POR EL MUNDO ANUNCIANDO EL AMOR
MENSAJEROS DE LA VIDA DE LA PAZ Y EL PERDON
SED AMIGOS LOS TESTIGOS DE MI RESURRECCIÓN
ID LLEVANDO MI PRESENCIA CON VOSOTROS ESTOY 

5.  JESÚS ESPERA DE NOSOTROS QUE SEAMOS FECUNDOS

         La razón de los sarmientos es ofrecer muchos y dulces frutos. Para ello es necesario el cuidado, el cultivo y la poda. Pero si el sarmiento no da fruto, sólo sirve para el fuego.

Los frutos que el dueño de la viña espera son “derecho y justicia” (Is 5,7); son los frutos del Espíritu (Gal 5,22-23), los frutos del amor y la verdad, los frutos de la misericordia y  la libertad. 

Lectura de Gal 5,22-23

Momentos de silencio

Cuestiones:

¿Qué frutos espera Jesús esta noche de mí?

¿Por dónde voy a empezar ya desde mañana a responder a esto que el Señor espera de mi?

ORACIÓN RECITADA POR TODOS

Señor, pódame para que dé más fruto.

Señor, vacíame, para que corra en mí toda la savia.

Quiero ser como la caña qué Tú vacías para convertirse en flauta.

Señor, libérame del follaje de mis vanidades.

Señor, corta mis ataduras y mis apegos.

Señor, riégame con el agua de tu Costado.

Señor, aliménteme con tu Palabra.

Señor, sáciame con tu Cuerpo y Sangre.

Señor, airéame con el Viento de tu Espíritu.

Señor, caliéntame con el sol de tu presencia y de tu amor.


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Viacrucis para el Viernes Santo 2010 ofrecido por el Área de Pastoral Social de la dióceis de Tenerife.


Vía Crucis: El camino de Jesús,  
VIERNES SANTO, 2010

AMBIENTACIÓN: (En la Iglesia)                                                               

Monitor 1:

Vamos a comenzar este rato de oración siguiendo el Vía Crucis. Acompañamos a Jesús, en el camino que recorrió hasta llegar al Calvario. Queremos seguir los pasos del Hijo de Dios que, con su muerte, y su resurrección nos obtuvo la Vida para siempre.

Monitor 2:

Y queremos acompañar, junto con Jesucristo, a todos los hombres y mujeres que en este momento histórico han sido llevados a la muerte por el sin sentido de acciones terroristas y bélicas: los palestinos e israelitas que siguen siendo acribillados en Tierra Santa, los  misioneros que murieron durante el pasado año, por ser fieles a los valores del Evangelio y defender los derechos humanos, a las mujeres que han fallecido durante este año víctimas de la violencia de género, a los niños soldados en tantos países, las personas que fallecen en las guerras de las que ya casi no se habla, a los fallecidos últimamente en atentados terroristas, …

Monitor 3:

Esta mañana queremos descubrir, también,  que el camino de la cruz es nuestro propio camino para seguir con fidelidad la voluntad de Dios. Por eso va más allá de unas reflexiones para este Viernes Santo: es una invitación a la oración personal y comunitaria en todo momento del año.

CANTO:       Caminaré en presencia del Señor (2 veces)   
porque inclina su oído 
hacia mí el día que lo invoco.

Monitor 1:

         Jesús pasó por el mundo haciendo el bien. Mostró el rostro del amor de Dios a todos los hombres y mujeres. Toda su vida fue de entrega amorosa, pero quiso rubricarlo de tal forma que no dejara lugar a dudas, y así lo manifestó en los últimos momentos de su vida: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), hasta no poder más. Si no hay mayor prueba de amor que "el dar la vida por los amigos" (Jn 15, 13), El nos ha demostrado que es el mejor amigo: padeció y se entregó por nosotros, por ti y por mí.  

 Monitor 2:

Nos disponemos a acompañar a Jesús en su camino hacia el Calvario. Estamos llenos de agradecimiento por su amor a nosotros, y al mismo tiempo nos duele haberle hecho sufrir tanto y sentimos miedo, como Él, al dolor, a la cruz que implica seguir la voluntad del Padre. Con estos sentimientos comenzamos el camino,  cantando de nuevo: Caminaré en presencia del Señor:

Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y en angustia,                                                                                                                                                                                     Invoqué el nombre del Señor: “Señor, salva mi vida”. 

ESTACIÓN PREVIA:   JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS 

                            (Junto a la Capilla del Monumento vacío)

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

   Lector 1º: Lectura de la Palabra de Dios Lc 22, 39-46

 “Salió entonces y se dirigió, como de costumbre, al monte de los olivos. Los discípulos lo siguieron. Al llegar al sitio, les dijo: -Pidan para no ceder en la prueba. El se separó de ellos, alejándose como un tiro de piedra. Y se puso a orar de rodillas diciendo: -Padre, si quieres, aparta de mí este trago. Sin embargo, que no se realice mi voluntad, sino la tuya. Entonces, se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. Al entrarle la angustia, se puso a orar con más insistencia. Le chorreaba hasta el suelo un sudor parecido a goterones de sangre. Levantándose de la oración fue a donde estaban los discípulos. Los encontró dormidos por la pena, y les dijo: -¡Conque durmiendo! Levántense y pidan para no ceder en la prueba”

Lector 2º: Reflexión:

A la hora de la prueba tú también tendrás que retirarte a tu Getsemaní, para encontrarte con Dios en el trato íntimo de la oración. Comprobarás cómo aún en los momentos difíciles, de dolor y sufrimiento puedes seguir confiando en El. Y si te resta aún coraje puedes animar a los que te acompañan a superar su propia prueba..., mejor. Recuerda siempre lo que nos escribió Pablo: “Como hijos queridos de Dios, procuren  parecerse a Él y vivir en amor mutuo”.

CANTO: Pueblo mío: ¿qué te he hecho en qué te he ofendido? Respóndeme. (Bis) 

1ª  ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

TODOS: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque...

Lector   3º: Hch. 3,13 b-15b

Dice la Palabra de Dios, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles: "El Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús a quién ustedes entregaron, renegando de El delante de Pilato cuando éste habla resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida". Palabra de Dios.

Lector 4º:   Reflexión

Pilato es un buen ejemplo del hombre que vive en el pecado. Para él, lo más grande que hay es el emperador de Roma, porque el que es amigo del emperador consigue lo que quiere. Por otro lado, los demás no le interesan. Si hay que matar para seguir teniendo el poder, se mata sin dudar mucho. 

¿Cómo pedirle justicia a un hombre que tiene a otro hombre por Dios y que además, sólo se quiere a sí mismo? Los enemigos de Jesús le conocen el lado flaco y amenazan con desprestigiarlo ante su jefe.

Y entonces Pilato se lava las manos como quien no tiene nada que ver en el asunto.  Jesús, en cambio, vino a decirnos que lo más grande es Dios, y que para Dios, lo más querido es nuestro hermano.

Lector 3º

¿En qué lugar nos ponemos nosotros? ¿Del lado de Jesús o del lado de Pilato? 

¿Nos lavamos las manos ante la llamada de nuestros hermanos? ¿O somos rápidos para condenarlos?         

¿Cuál es nuestro verdadero Dios?.... ¿En qué gastamos la vida?

¿Qué es para nosotros lo más grande que hay, lo más importante?... ¿A quién servimos?

Canto: No adoréis a nadie, no adoréis a nadie, no adoréis a nadie, más que a Él.

Padre Nuestro

2º   ESTACIÓN JESÚS CARGA CON SU CRUZ

Todos:   Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 4º: (Is 53, 4-5)

Dice la Palabra de Dios: "El soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos trae la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados". Palabra de Dios.                                                                             

Lector 5º

Morir en la cruz era morir de mala muerte. Había muertes "mejores" y "peores". La peor era la cruz, que se reservaba para los hombres más despreciables.

Jesús nació sobre el pasto destinado a los animales y va a morir en la cruz reservada a los que eran considerados como bestias. Se hizo el más pobre entre los pobres.

Nosotros, en cambio, hasta a la muerte la dividimos en categorías. Está la gente respetable y la gente que nos hace sentirnos superiores.

Lector 6º

¿No nos hemos convencido que basta con ser hombre o mujer para ser dignos y respetables? ¿Estamos convencidos de que el que ofende a un hermano ofende a Dios?

¿Nos damos cuenta de que la envidia, la soberbia, la superioridad que creemos tener son causa de injusticia?

Canto: Perdón Señor, hemos pecado.

Padre Nuestro 

3ª ESTACIÓN: LA PRIMERA CAÍDA DE JESÚS

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 1º: Lucas 9,23-24

En su Evangelio, nos dice Jesús: "El que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará".  Palabra de Dios.

Lector 2º

Jesús caído muestra hasta qué punto se parece a nosotros. Él conoce bien nuestra debilidad, y nos invita a seguirlo asumiendo nuestras propias cruces. Jesús sufrió la venganza de sus enemigos por decir lo que dijo, por hacer lo que hizo. El precio que pagó por amarnos fue altísimo. Tenemos que darnos cuenta que ser cristiano es un trabajo largo y amplio, abarca toda nuestra vida y todo lo que hacemos. Cada persona con la que nos encontramos es una invitación a cumplir con la palabra de Jesús.

Lector 3º: Durante unos instantes, en silencio, pensamos en las personas que necesitan de nuestra entrega y de nuestro servicio; en aquellas que suponen para nosotros dedicación y esfuerzo, y pedimos por ellas.

Canto:   Danos un corazón grande para amar, danos un corazón fuerte para luchar...

Rezamos el ave María. Ella fue un ejemplo de servicio y de entrega.

4ª  ESTACIÓN:   JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE y OTRAS MUJERES

TODOS: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 4º: Lc 23, 27-31

“Lo seguía un gran gentío del pueblo y muchas mujeres que se golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: -Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren mejor por ustedes y por sus hijos, porque, miren que van a llegar días en que digan: “Dichosas las estériles, los vientres que no han parido y los pechos que no han criado”. Entonces pedirán a los montes: “Desplómense sobre nosotros” y a las colinas: “Sepúltense”. Porque si con el leño verde hacen esto, con el seco, ¿qué irá a pasar?”.

Lector 5º

Hoy nosotros y, de modo especial, los  pueblos y las personas más empobrecidas, tenemos que soportar el sufrimiento y las cruces impuestas por una sociedad organizada injustamente.  Como cristianos, seguidores de  Jesús, hemos de asumir estas cruces, comprometiéndonos, a poner lo que esté de nuestra parte. Para que esas situaciones cambien. 

María entendió a Jesús mejor que nadie. Nosotros vamos a encontrar el mismo consuelo que encontró Jesús de la compañía de su Madre. 

Ella  puede ayudarnos mejor que nadie a entender a Jesús, y a seguirlo en ese camino hacia el Calvario que terminará en Resurrección.  Ahora, le  pedimos  que  nos ayude a mejorar las relaciones entre los pueblos, a crecer en tolerancia, a acoger lo diferente y a trabajar positivamente para que desaparezca la violencia, el terror, las guerras,...

Momentos de silencio para el encuentro con María

Rezamos, todos juntos,  el Ave María

Canto: Madre de todos los hombres, enséñanos a decir AMÉN   

Cuando se acerca la noche y se oscurece la fe / 

Cuando el dolor nos oprime  y la ilusión ya no brilla


5ª  ESTACIÓN EL CIRENEO AYUDA A JESÚS

TODOS: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu...

Lector 6º: Gal 6, 2-4

Dice San Pablo: “Ayúdense mutuamente a llevar las cargas y así cumplirán la Ley de Cristo. Si alguien se imagina ser algo, se engaña, porque en realidad no es nada. Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá encontrar en sí mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción".   Palabra de Dios.

Lector 1º

Simón era un forastero que venía de Cirene. Vio gente reunida y se juntó con los curiosos. Por supuesto, no tenía nada que ver con los romanos, ni con los condenados, ni con los judíos. De repente, un soldado obligó a Simón a tomar la cruz de Jesús, para evitar que muriera antes de llegar al final.

Lector 2º                                                                                                                        

Quien escucha la Palabra de Jesús, ya no puede hacerse el desentendido frente al dolor de los demás.  Esa es la conversión que Jesús quiere: que dejemos de estar parados curioseando,  para participar en la vida con todos. Que dejemos de mirar para actuar.

Jesús demostró que hasta Él necesitaba ayuda. Todos la necesitamos y todos debemos darla. A eso se llama solidaridad. Y es un valor cristiano.                                         

Lector 3º:

¿Sabemos ayudar?

¿Sabemos y estamos dispuestos a reunirnos para, juntos, ayudarnos entre todos unos a otros y ayudar a los demás?...

Canto: Juntos como hermanos. Miembros de una Iglesia, / vamos caminando al encuentro del Señor

Rezamos juntos el Padre Nuestro, 

6ª ESTACIÓN: UNA BUENA MUJER LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

Todos: -Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 3º: (Mt. 5, 43-45).

Nos dice Jesús en su Evangelio: "Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos".  Palabra de Dios.

Lector 4º

Todos hemos tenido ganas, alguna vez, de conocer la cara de Jesús. Esa cara que la Verónica limpió de tanta sangre y sudor.

No conocemos la cara, pero conocemos sus sentimientos y hemos oído sus palabras. Y sabemos cómo actuaba. Era el hermano de todos, y nada había para El tan importante como la gente. Y hasta murió pidiendo perdón para los que lo mataban.

El rostro de Jesús es también el rostro de nuestros enemigos. Es la cara de quien nos traicionó, del que habla mal de nosotros; del que no nos deja en paz, del que es injusto con nosotros. Necesitamos superar las diferencias y las enemistades. Es preciso que nos reconciliemos.

Lector 5º:

¿Somos capaces de aclarar las cosas, sin recurrir a ningún tipo de violencia?

¿Somos capaces de reconciliarnos con nuestros adversarios, para trabajar junto con ellos?

Solamente Jesús puede darnos esa capacidad.

Canto: Perdona a tu pueblo, Señor, perdónale, Señor

Rezamos juntos: Padre Nuestro

7ª ESTACIÓN JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 6º.  (Rom. 8,18-19)

Dice la Palabra de Dios: "Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.” Palabra de Dios.

Lector 1º:

La noche pasó entre caminatas, insultos y acusaciones. La mañana trajo azotes, corona de espinas, burlas salvajes. Ahora, cuando más aprieta el sol, Jesús está sin fuerzas.

Toda persona humana es débil de nacimiento, y para sostenerse, ha de buscar la ayuda de los demás. Nadie debe pensar que puede llegar hasta Dios por su cuenta. 

Jesús, para llevarnos hasta el Padre, nos quiere reunidos. Para eso funda la Iglesia. Para eso insiste en que seamos uno. Para eso se junta El mismo con todos nosotros.  

Lector 2º: PARA NUESTRA REVISIÓN PERSONAL:

¿Entendemos que nuestra fuerza está en vivir juntos?

¿Aprovechamos para reunirnos en todas las circunstancias de la vida?

¿Somos solidarios para conseguir los bienes de todos?

Cuando buscamos juntos el alimento, el vestido, la salud, el deporte, la educación, el trabajo, estamos encontrando a Jesús que dijo: "Donde hay gente reunida en mi nombre, yo estoy con ellos".

Canto: Un mandamiento nuevo nos dio el Señor, que nos amáramos todos, como Él nos amó.

- La señal de los cristianos es amarse como hermanos.                                                                                                                                                        - El que al prójimo no ama de Dios hijo no se llama.                                                                       

REZAMOS JUNTOS: Padre Nuestro.


8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A UNAS MUJERES QUE LLORAN POR ÉL

Todos:   Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 3º: Lectura del Evangelio Criollo del Padre Amando Anzi

Al verlas tan compasivas entre tanto odio y desdén,  les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí - les dijo- lloren por sus propios hijos y por ustedes, más bien" "Si esto se hace en palo verde en el seco se hará peor". Esto lo dijo el Señor, refiriéndose al pecado, que, si esto hacía al honrado, qué no haría al pecador.

Lector 4º:

¡Cuántos motivos tenemos para ponernos a llorar! Personas sin posibilidad de trabajo, los inmigrantes sin posibilidad de residencia y legalización, familias desestructuradas, violencia contra mujeres, hombres y mujeres en la calle, chicos con medidas judiciales sin centros adecuados que los ayuden a reeducarse debidamente, talleres de formación para excluidos cerrados, violencia, terrorismo, etc...

A Jesús no hay que tenerle lástima. Más vale abrir los ojos y los oídos para ver y escuchar lo que nos dice. Espera de nosotros que le ayudemos en su tarea: El vino a librarnos del pecado. Todos los males que sufrimos tienen nido en el corazón de la gente, y allí hay que poner el remedio.

Andar desunidos cuando necesitamos solidaridad... ¿No es como para llorar? Y más que llanto, se necesita el trabajo de todos.

Canto: Salmo 129

Desde lo más hondo a ti grito, Señor. Señor, escucha mi voz.

Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Mi alma espera en el Señor, mi alma espera en su palabra;

Mi alma aguarda al Señor, porque en Él está la salvación. 


9ª   NOVENA ESTACIÓN JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

TODOS:   Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 5º: Jn 10,14-15 

Dice Jesús en su Evangelio: "Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, -como el Padre me conoce a ml y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas". Palabra de Dios.

Lector 6º

Este Jesús cuyo cuerpo se ha golpeado nuevamente contra las piedras del camino es el mismo que nos contaba la historia del hijo derrochón  y vicioso que, un día, quiso levantarse y buscar el perdón de su padre. Y también nos contó la historia de la oveja que se extravió. Y la de la señora que tuvo que revolver toda la casa para encontrar una perla que se le perdió.

Este Jesús caído es el mismo al que algunos que se creían sabios miraban con desconfianza, porque era amigo de los pecadores y aceptaba la charla con los recaudadores de impuestos, gente odiada como ninguna, y no rechazaba a las prostitutas ni a la gente más despreciada. El mismo que quería a los caídos porque para ellos había venido.

Lector 1º: Todos juntos oramos:

Jesús: Ya que tú mismo conociste la debilidad, ayúdanos a levantarnos de cada tropiezo. Y haz que cada una de esas caídas nos vaya enseñando a conocer el amor y a practicarlo.

Canto:   

 Libertador de Nazaret, ven junto a mí, ven junto a mí. Libertador de Nazaret  ¿Qué puedo hacer sin ti?

Yo sé que eres camino, que eres la vida y la verdad,

Yo sé que el que te sigue, sabe a dónde va.

Quiero vivir tu vida, seguir tus huellas, tener  tu luz;

Quiero beber tu cáliz, quiero llevar tu cruz. 

10ª ESTACIÓN: SE REPARTEN LOS VESTIDOS DE JESÚS

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 2º: Jn. 19, 23-24.

Dice la Palabra de Dios: “Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura porque estaba hecha de una sola pieza de arriba a abajo, se dijeron entre sí: 'No la rompamos. Vamos a sortearla para ver a quién le toca'. Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mí túnica". Palabra de Dios.

Lector 3º:

Jesús ha perdido todo. Hasta la ropa. Lo único que tiene ahora es un cuerpo que duele por todas partes. Mientras los tres crucificados braman de dolor, los soldados están muy ocupados en el reparto de la ropa. Eso es todo lo que les interesa. Vale más una túnica que un hombre que agoniza.

En nuestra historia, la de todos los días, la de todos los años, se mata a hombres y mujeres por una idea, por un pedazo de tierra, por droga, por celos  o por petróleo. Una persona vale menos que los beneficios de una empresa, menos que un aplauso, menos que el euro, una finca o un rato de diversión.

Lector 4º. Reflexionemos sobre nuestros valores:

En nuestra vida, ¿A qué le damos más valor?:                                

¿A la comodidad o al vecino que me necesita? … ¿Al ascenso en el puesto de trabajo o el compañerismo?,… ¿a la persona que sufre o está empobrecida o al dinero?

Jesús desnudo predica desde el Calvario la suprema dignidad de la persona por encima de cualquier otro valor.

Canto: Danos un corazón grande para amar, danos un corazón fuerte para luchar.

Hombres nuevos amando sin fronteras, por encima de razas y lugar.

Hombres nuevos al lado de los pobres compartiendo con ellos techo y pan.

11ª  ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.  

Lector 5º: (Mc 15, 22-28)

“Condujeron a Jesús al Gólgota (que significa “La Calavera”) y le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo tomó. Lo crucificaron y se repartieron su ropa, echándola a suertes para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero estaba escrita la causa de su condena: el Rey de los Judíos. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y el otro a la izquierda”.

 Lector 6º:

El dolor, la enfermedad, el fracaso, la muerte... Realidades por las que tarde o temprano todos tendremos que pasar, porque forman parte de la vida. Cristo en la cruz nos invita a no amarrarnos a nada ni a nadie, Cristo en la cruz nos invita a entregarlo todo, sin quedarnos nada, porque en eso consiste la vida, la verdadera vida, en darnos. Y así, cuando nuestra hora llegue, podremos depositar lo que nos quede de vida en las manos del Padre, sin desesperación, con confianza.

Ojalá nos alumbre la luz que alumbró a ese ladrón. Él supo reconocer a Jesús, en ese cuerpo sangriento que colgaba junto al suyo.

Mientras todos lo despreciaban, lo torturaban y se le burlaban, él demostró lo que valía. Sus ojos vieron más que los de Pilato, y más que los de la gente que se creía buena,  pero que envidiaba a Jesús y lo odiaba porque quería a los pecadores.

En medio del dolor que estamos viviendo en el mundo, ¡qué falta nos hace ver a Jesús en ese que sufre a nuestro lado! ¡Qué necesidad tenemos de reconciliarnos, de perdonamos unos a otros, de decidirnos a trabajar juntos!

Canto: Victoria, tú reinarás, Oh Cruz, tú nos salvarás

Padre Nuestro

12ª ESTACIÓN JESÚS NOS ENTREGA SU VIDA POR AMOR

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 1º: Del Evangelio Criollo

Al filo del mediodía el crimen quedó acabado, dos ladrones de ambos lados y en el medio el redentor: era el drama del pecado vencido por el amor. Y mientras Jesús llegaba al natural desenlace, como si nada pasase, clamó mirando al gentío y dijo: "Perdónalos, Padre mío, porque no saben lo que hacen".

Lector 2º:                                                                                                                Frente a la muerte, solemos decir: 'no somos nada'. Lo que pasa es que nos jugamos la vida por cosas de tan poco valor que la muerte, como un viento enfurecido, nos quita todo. Gracias a la muerte de Jesús, vivimos la vida del amor, la vida de Dios que es inmortal. Desde esta experiencia ya  no podemos decir: 'no somos nada'.  Somos todo para Dios, tan queridos por Él, que muere su Hijo por nosotros.

La muerte es lo peor que tenemos que enfrentar, lo que nos da más miedo. También Jesús tuvo que enfrentarla. Porque quería estar con nosotros y ser como nosotros en todo, menos en el pecado. Contemplando a Jesús muerto, pidamos entenderlo, practicar su Palabra, tener la vida nueva.

Canto: Entre tus manos, Señor Jesús, encomiendo mi espíritu.

Padre Nuestro

13ª  ESTACIÓN: LA VIRGEN VELA EN SUS BRAZOS EL CUERPO DE JESÚS

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 3º: Lc. 11, 27-28

Nos dice la Palabra de Dios: "Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: ¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron! Jesús le respondió: 'Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".  Palabra de Dios.

Lector 4º:

Querida Virgen María: Nos recuerdas a todas las madres doloridas: ojos colorados, pálida la cara. Con tu Hijo en los brazos te acuerdas cuando era chico, cuando trabajaba con José, cuando comía en la mesa que servías. Después se despidió y ya andaba por ahí, hablando de su Padre con el mismo lenguaje de los pobres, comiendo lo que hubiera y durmiendo bajo las estrellas junto con el grupito de sus seguidores.

Oración a María

¡Qué parecido a nosotros resultó ser el Hijo de Dios, tu Hijo! Tú lo entendiste mejor que nadie. ¡Ninguna fe corno la tuya, nadie con tanto amor! Por eso, no somos nosotros quienes te hemos de consolar. Más bien queremos agradecerte, por habernos traído este hermano que nos dio la vida de Dios. Y agradecerte porque tu Hijo te dejó como Madre nuestra.  Tú entendiste  que en esta muerte nos llega la vida grande. Ayúdanos a entenderlo. Y reza por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Canto: SANTA MARÍA DE LA ESPERANZA

Santa María de la esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera,

mantén el ritmo de nuestra espera.

Esperaste cuando todos vacilaban, el triunfo de Jesús sobre la muerte.

Y nosotros esperamos que su vida anime nuestro mundo para siempre.

Rezamos juntos el Ave María.  

 14ª ESTACIÓN: ENTIERRAN A JESÚS

Todos: Te adoramos Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste a mundo.

Lector 5º: Mc 15, 42-47

Nos dice la Palabra de Dios: "Era Día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea, miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios, tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que habla muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José miraban donde lo hablan puesto.".  Palabra de Dios.

Lector 6º:

También para Jesús hay una tumba, una mortaja y el velorio sencillo de los que lo quisieron y se animaron a ir. En los velorios solemos recordar la vida del que ha muerto. Ahora nos acordamos del Evangelio, de toda la vida de Jesús, dedicada a enseñarnos que Dios nos ama y nos quiere en su familia.

¡Qué suerte que esté aquí, con nosotros, el apóstol Juan! Por su boca, Jesús nos sigue hablando. Dice san Juan: "Dios nos ha dado la vida eterna, y esa vida está en el Hijo". "El que ama conoce a Dios, porque Dios es Amor". "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en la muerte".

Canto: El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación. (2 veces)

Yo confío el destino de mi vida al Dios de mi salud. A los pobres enseñas el camino, su escudo eres tú.

El Señor es la fuerza de su pueblo, su gran libertador. Tú le haces vivir en confianza, seguro en tu poder.  

 


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Lectio divina para el Jueves Santo, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


JUEVES SANTO

 

LECTURA:         “Juan 13, 1‑15”

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le replicó: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»)

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «El Maestro» y «El Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

MEDITACIÓN:           “Vosotros también”

         Siempre me estremezco al pensar qué grande tiene que ser el misterio profundo del hombre, que no somos capaces de intuir, que provocó el que tú, el Hijo de Dios,  vieses que tenías que llegar hasta la muerte. Dios muere de amor por el hombre. Por el hombre que sigue sin necesitar aparentemente de Él, que le sigue rechazando, que trata de juguetear a serle fiel, por mí. Tú, Dios, me amas hasta el extremo, y das tu vida para decirme lo importante, lo vital, que es la necesidad del amor para dar un nuevo rostro a la humanidad sufriente, al hombre y a la mujer de todos los siglos.

            Y no puedo menos, que mirar a mi alrededor, y mirarme a mí, que me llamo tu discípulo, que me atrevo a llevar tu nombre de seguidor, y sentir dolor y tristeza. Al matarte a ti, descubrimos que se puede matar al amor, y porque se sigue matando al amor allí donde se manifiesta, sigue habiendo sufrimiento y dolor, y la humanidad se sigue desangrando por demasiados costados.

            Hoy, en ese gesto con tus discípulos, además de dejarnos lo que ha sido la actitud de tu vida, nos dejas la tarea de continuarla en cada uno de nosotros, de continuarla en mí. Me llamas a amar. A amar no en la teoría, sino manifestado en mi actitud de servicio, es decir, de ser para los otros, de disponibilidad, de apertura, de donación. Son palabras fuertes, lo sé, pero no indican imposibles, sino actitudes que cada uno estamos llamados a realizar desde la realidad concreta, sencilla o importante, desde la forma de seguimiento que hemos adoptado o queremos adoptar en nuestra vida. No me pides imposibles, me pides que, allí donde esté, simplemente ame, sea bendición para todos y no una maldición, sea sonrisa, mano tendida, corazón abierto, como el tuyo.      

ORACIÓN:             “Instrumento de amor”

Señor, enséñame y ayúdame a lavar los pies a mis hermanos los hombres, es decir, a amar. A amar a todos, como tú, hasta el extremo de mi capacidad. Me lo recuerdas y me lo pides el día en que tú lo consumaste con tu vida, y dentro de mí late la semilla de ese amor que tú has colocado y que lucha por romper sus barreras.

En este día previo a tu muerte por amor, que seguirá siendo indiferente para muchos, para otros, incluso, desconocida, deseo, Señor, que me hagas vibrar con más fuerza en mi deseo de ser instrumento de amor. Sé a qué me expongo, sé que es incómodo, sé que me expongo a seguir siendo incomprendido y ridiculizado. Pero quiero aprender a amar y a hacerlo cada día con más fuerza, con más ilusión, con más alegría, porque yo lo necesito y el mundo, el mundo que ríe insolidariamente,  y el mundo que sufre en su vacío profundo y en su dolor injusto, lo necesita

CONTEMPLACIÓN:           “Me amas”

Sí, sé que me amas.

siento que me amas,
como amas al mundo,
y a cada hombre,
en su dolor,
especialmente en su dolor,
y en su alegría.

Por eso te acercas a cada uno,
te acercas a mí.

Te abajas a nuestra miseria,
a mi pequeñez,
para gritarnos con tu entrega,
nuestra grandeza,
nuestra dignidad,
nuestra realidad de hijos tuyos.

Por eso nos llamas a amarnos
y a servirnos.

Nos quieres hacer sentir
que al toque de tu amor,
con tu vida y con tu muerte,
todo nuestro ser
se vuelve limpio,
transparente,
y que la vida,
además de ser hermosa,
sigue siendo posible.


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Rito de presentación y recepción de los óleos, ofrecido por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

PRESENTACIÓN DE LOS ÓLEOS

(En las celebraciones las Eucaristías parroquiales del Martes y Miércoles Santo)

Monición

En la celebración de los sacramentos, que son acciones de Jesucristo en nosotros, el aceite tiene un lugar importante. El aceíte es signo de fuerza y bienestar. En los tiempos antiguos, para señalar el inicio de su misión, los reyes y los profetas eran ungidos con aceite perfumado. Y Jesús es llamado Mesías y Cristo, que significa "Ungido".

Cada año, el Jueves Santo en la Misa Crisma!, el Obispo, junto con los sacerdotes de la Diócesis que renuevan también en esta Misa sus promesas sacerdotales, consagra el Crisma -que se utiliza en el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal- y bendice el óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos.

Así ha acontecido esta mañana en la Catedral, y ahora nosotros recibimos estos óleos con los que en nuestra comunidad celebraremos, a lo largo del año, los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y la Unción de los Enfermos

Se traen los óleos mientras se canta: "Pueblo de reyes". Primero se entrega el óleo de los enfermos y el sacerdote, dice:

S/      Te bendecimos, Señor, por el óleo de los enfermos y te pedimos que proteja a nuestros hermanos y hermanas que sufren.

R/      Bendito seas por siempre, Señor. Se entrega el óleo de los catecúmenos.

SI Te bendecimos, Señor, por el óleo de los catecúmenos, y te pedimos que quienes serán ungidos con él en el bautismo crezcan en el conocimiento del Evangelio y emprendan la lucha de la vida cristiana.

R/      Bendito seas por siempre, Señor. Se entrega el santo crisma.

S/ Te bendecimos, Señor, por el santo crisma, y te pedimos que quienes sean marcados con su signo en el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal, reciban la abundancia de los dones del Espíritu y así la Iglesia crezca y llegue a la plenitud de tu Hijo Jesucristo.

R/      Bendito seas por siempre, Señor.

Los óleos se dejan en un lugar visible y, al finalizar la celebración, se trasladan al bautisterio u otro lugar digno para su reserva.

Se puede traer la ofrenda del pan, el vino y la colecta..


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Lunes, 29 de marzo de 2010

Mensaje para Cuaresma 2010 de  Mons. Mario Espinosa Contreras, Obispo de Mazatlán en México, del que recibió copia la Agencia Fides. 

Conversión personal y pastoral en Aparecida 

Escrito por Mons. Mario Espinosa Contreras    Jueves, 25 de Febrero de 2010 

El hombre y la mujer, creados y redimidos, llevamos siempre la secuelas de la fragilidad, ocasionalmente somos tentados e incluso somos vulnerables de caer en el mal,  en el pecado, así como en actitudes distantes del plan de Dios, por ello requerimos vivir siempre la conversión personal y como servidores del Evangelio necesitamos aplicarnos en la conversión pastoral, a fin de ser hombres y mujeres nuevos y agentes de evangelización más adecuados. 

En el documento  de Aparecida, se nos habla de conversión personal  y de conversión pastoral, y la ubicación de ello nos  es ya reveladora. En el Cap. 6  “El itinerario formativo de los discípulos  misioneros”  al tratar del proceso de formación de los discípulos misioneros, nos presenta después del Encuentro con Jesucristo donde se tiene la vivencia del Kerigma,  la conversión personal, que “es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en El por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras El, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida” (DA 278). El Kerigna como lo sabemos no es sólo un momento evangelizador, sino una vertiente pastoral constante, y tengamos en cuenta que el primer kerigma es la vivencia samaritana, realizar obras de misericordia que suscitan la simpatía por la Iglesia y la admiración por Cristo.  

El creer en Cristo, es “estar convencido del Señor”, “fiarse de Cristo”. La conversión es adherirse no a algo sino a Alguien, a Jesucristo, a su  Evangelio, estar  vinculado   a los valores del Reino de Dios y percibir desde la óptica del evangelio la realidad, las situaciones y una manera nueva de enfrentar la vida y sus desafíos. Es estar asumiendo los “sentimientos” de Cristo, sentir como Cristo, resonar como Cristo, relacionarse con los demás como Cristo, vivir y proceder con el estilo de Cristo. Por esta tarea empeñativa,  la conversión personal es una dinámica y una  labor  de toda la vida. 

Texto Bíblico: “Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea, proclamando la Buena Noticia de Dios. Decía: el plazo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc. 1, 14-15).  

En la expresión Reino de Dios se resumía todo lo que Israel esperaba de los tiempos mesiánicos,  y Nuestro Señor  nos lo presenta como soberanía universal de Dios, como Padre compasivo y salvador, una soberanía de amor, no de dominio o sujeción,  es donación, entrega.  Este don salvífico  de Dios es para todos, y requiere nuestra respuesta en la conversión y adhesión al Evangelio.  

La Conversión Pastoral.  

En el Cap. 7: “La Misión de los discípulos al servicio de la vida plena” se ubica la conversión pastoral, que hace relación a la misión.  

Nos dice el documento de Aparecida en referencia a la conversión pastoral: “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales,  todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la trasmisión de la fe”. Debe haber continuidad no continuismo. Debemos evitar el anquilosamiento. De hecho la conversión pastoral la vino a impulsar el Concilio Vaticano II, aún cuando no usaba ese término, la llamaba como “aggiornamento” “puesta al día”, y dicho Concilio sigue siendo para nosotros muy iluminador  y fuente de inspiración, máxime que su espíritu y letra no lo hemos vivido a plenitud. Recientemente Aparecida nos hace presente la intención  renovadora del Vaticano II, con la expresión Conversión Pastoral.  

En la conversión pastoral la referencia principal es el Reino de Dios, la realidad absoluta que Jesucristo proclamó y vivió. S.S. Benedicto XVI nos ha dicho “convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida, no con un pequeño arreglo, sino con un verdadero cambio de rumbo” El Reino de Dios debe ser  el nuevo rumbo o perspectiva que debemos vivir en la misión.  

La  conversión pastoral nos implica a todos: obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados, consagradas, laicos y laicas que  “estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral” (DA 366)  

La conversión pastoral se realiza en las actitudes pastorales de los Agentes ordenados y no ordenados, en el estilo de vida, en las estructuras e instituciones de la Iglesia, en las Parroquias, en los movimientos, en los Seminarios, en la administración de los Sacramentos, etc. Todo lo que va en el orden de la misión es objeto  de la conversión pastoral.  

Además de la referencia al Reino de Dios, para la conversión pastoral  se requiere:  

-          Leer con atención y discernimiento “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta. Hay que leer y escuchar los signos de los tiempos, escrutar esos fenómenos que se presentan en el mundo, en la sociedad, en la cultura.  

-          Se requiere captar el contexto histórico donde vivimos, el aspecto socio-cultural y sus transformaciones que presentan nuevos desafíos para la Iglesia y su misión de construir el Reino de Dios y en coherencia a ello, hacer las reformas espirituales pastorales e institucionales que se requieran, para responder mejor con la evangelización a los nuevos retos que se presentan. (cfr. DA 367)  

-          La Conversión de los Pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación. Irradiados por  los modelos ejemplares de  las primitivas comunidades cristianas (cfr.  Hech. 2, 42-47) que supieron  buscar y encontrar  maneras  nuevas de evangelizar, respondiendo  a las diversas culturas y a las peculiares circunstancias. Iluminados y motivados también en la eclesiología de comunión, del Vaticano II, que nos presentó en la Lumen  Gentium un giro copérnico de trescientos ochenta grados al hablarnos no ya de la Iglesia como “sociedad perfecta”,   sino como Pueblo de Dios, donde todos los bautizados compartimos el don maravilloso de ser Hijos del Padre, incorporados a Jesucristo y animados por el Espíritu consolador  (cfr. DA 368-369).  

-          La Conversión Pastoral nos pide pasar de una pastoral de “mera conservación a una pastoral decididamente misionera”, donde salimos al encuentro de los hermanos. Y donde los laicos participan en el discernimiento, en la toma de decisiones, la planificación y la ejecución  (cfr. DA 370-371)  

-          Dadas las dimensiones de nuestras parroquias, es aconsejable la sectorización en unidades territoriales mas pequeñas con equipos propios de animación y coordinación (DA 372)  

Así pues la Conversión Pastoral, no es auto perfección, sino la cualificación y la vivencia del Reino para ir al encuentro de los hermanos y hermanas, especialmente de los alejados, hay que evitar el estar más preocupados por el éxito personal que por la fidelidad al Evangelio. Que Dios nuestro Padre nos conceda la luz y la decisión necesaria par vivir la conversión personal y la conversión pastoral, para que entre nosotros sea una realidad el designio salvífico, de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.  

+ Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán


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ZENIT publica las palabras que Benedicto XVI dirigió el sábado 28 de Febrero de 2010 a los presentes en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano en la conclusión de los Ejercicios Espirituales predicados al Papa y a la Curia Romana por el salesiano Enrico Dal Covolo.

Queridos Hermanos,
Querido Don Enrico,

En nombre de todos los aquí presentes querría de todo corazón decirle gracias a Usted, Don Enrico, por estos ejercicios, por el modo apasionado y muy personal con el que nos ha guiado en el camino hacia Cristo, en el camino de renovación de nuestro sacerdocio.

Usted ha escogido como punto de partida, como trasfondo siempre presente, como punto de llegada -lo hemos visto ahora- la oración de Salomón a “un corazón que escucha”. En realidad me parece que aquí se resume toda la visión cristiana del hombre. El hombre no es perfecto en sí mismo, el hombre necesita relación, es un ser en relación. Su cogito no puede cogitare toda la realidad. Necesita de la escucha, de la escucha del otro, sobre todo del Otro con mayúscula, de Dios. Sólo así se conoce a sí mismo, sólo así se convierte en sí mismo.

Por mi parte siempre he visto aquí a la Madre del Redentor, la Sedes Sapientiae, el trono viviente de la sabiduría encarnada en su seno. Y como hemos visto, san Lucas presenta a María precisamente como mujer del corazón a la escucha, que está inmersa en la Palabra de Dios, que escucha la Palabra, la medita (synballein) la compone y la conserva, la custodia en su corazón. Los padres de la Iglesia dicen que en el momento de la concepción del Verbo eterno en el seno de la Virgen el Espíritu Santo entró en María a través del oído. En la escucha concibió la Palabra eterna, dio su carne a esta Palabra. Y así nos dice lo que es tener un corazón a la escucha.

María está aquí rodeada de los padres y las madres de la Iglesia, de la comunión de los santos. Y así vemos y entendemos propiamente en estos días que en el yo aislado no podemos escuchar realmente la Palabra: sólo en el nosotros de la Iglesia, en el nosotros de la comunión de los santos.

Y Usted, querido Don Enrico, nos ha mostrado, ha dado voz a cinco figuras ejemplares del sacerdocio, comenzando por Ignacio de Antioquía hasta el querido y venerable Papa Juan Pablo II. Así hemos realmente percibido de nuevo lo que quiere decir ser sacerdote, convertirse cada vez más en sacerdotes.

Usted también ha destacado que la consagración va hacia la misión, está destinada a convertirse en misión. En estos días hemos profundizado con la ayuda de Dios nuestra consagración. Así, con nuevo coraje, queremos ahora afrontar nuestra misión. El Señor nos ayude. Gracias a Usted por su ayuda, Don Enrico. 

[Traducción del original italiano realizada por Patricia Navas
© Libreria Editrice Vaticana]


Publicado por verdenaranja @ 22:39  | Habla el Papa
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ZENIT publica la intervención de Benedicto XVI durante la oración mariana del Ángelus en el segundo domingo de Cuaresma, 28 de Febreo de 2010, desde la ventana de su estudio del Palacio Apostólico Vaticano ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro.

Concluyeron ayer, aquí en el Palacio Apostólico, los Ejercicios Espirituales que, como de costumbre tienen lugar al inicio de la Cuaresma en el Vaticano. Con mis colaboradores de la Curia Romana hemos pasado días de recogimiento y de intensa oración, reflexionando sobre la vocación sacerdotal, en sintonía con el Año que la Iglesia está celebrando. Agradezco a todos los que han estado cerca de nosotros espiritualmente.

En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia está dominada por el episodio de la Transfiguración que en Evangelio de san Lucas sigue inmediatamente a la invitación del Maestro: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9,23). Este evento extraordinario, es un impulso en el seguimiento de Jesús.

Lucas no habla de Transfiguración, pero describe todo lo que pasó a través de dos elementos: el rostro de Jesús que cambia y su vestimenta que se vuelve blanca y deslumbrante, en presencia de Moisés y de Elías, símbolo de la Ley y de los Profetas. Los tres discípulos que asisten a la escena tienen sueño: es la actitud del que, aun siendo espectador de los prodigios divinos, no comprende. Sólo la lucha contra el sopor que les asalta permite a Pedro, a Jaime y a Juan “ver” la gloria de Jesús. Entonces el ritmo se acelera: mientras Moisés y Elías se separan del Maestro, Pedro habla y, mientras está hablando, una nube lo cubre a él y a los otros discípulos con su sombra; es una nube, que, mientras cubre, revela la gloria de Dios, como sucedió para el pueblo que peregrinaba en el desierto. Los ojos no pueden ver más, pero los oídos pueden oír la voz que sale de la nube: “Éste es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (v.35).

Los discípulos ya no están frente a un rostro transfigurado, ni frente a una vestimenta blanca, ni frente a una nube que revela la presencia divina. Ante sus ojos, está “Jesús solo” (v.36). Jesús está solo ante su Padre, mientras reza, pero, al mismo tiempo, “Jesús solo” es todo lo que se les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos: esto debe bastar en el camino. Él es la única voz a escuchar, el único a seguir, él que saliendo hacia Jerusalén dará la vida y un día “transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo” (Fil 3,21).

“Maestro, bueno es estarnos aquí” (Lc 9,33): es la expresión de éxtasis de Pedro, que se parece a menudo a nuestro deseo ante los consuelos del Señor. Pero la Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son puntos de llegada, sino luces que Él nos da en la peregrinación terrena, para que “sólo Jesús” sea nuestra Ley y su Palabra sea el criterio que guíe nuestra existencia”.

En este periodo cuaresmal invito a todos a meditar de manera asidua el Evangelio. Auspicio, además, que en este Año Sacerdotal los Pastores estén realmente llenos de la Palabra de Dios, la conozcan de verdad y la amen hasta el punto de que ésta realmente dé su vida y su forma a su pensamiento (Homilía de la Misa crismal, 9 de abril de 2009). Que la Virgen María nos ayude a vivir intensamente nuestros momentos de encuentro con el Señor para que podamos seguirlo cada día con alegría. A Ella dirigimos nuestra mirada invocándola con la oración del Ángelus.

[Tras rezar el Ángelus, el Papa dijo:]

He tenido conocimiento con profunda tristeza de las trágicas noticias de los recientes asesinatos de algunos Cristianos en la ciudad de Mosul y he seguido con gran preocupación los demás episodios de violencia, perpetrados en la martirizada tierra iraquí contra personas indefensas de diversa afiliación religiosa. En estos días de intenso recogimiento he rezado a menudo por todas las víctimas de esos atentados y hoy deseo unirme espiritualmente a la oración por la paz y por el restablecimiento de la seguridad, promovida por el Consejo de los Obispos de Nínive. Estoy afectuosamente cerca de las comunidades cristianas de todo el País. ¡No os canséis de ser fermento de bien para la patria a la que, desde hace siglos, pertenecéis con pleno derecho!

En la delicada fase política que está atravesando Irak insto a las Autoridades civiles a que dediquen todos los esfuerzos para devolver la seguridad a la población y, en particular, a las minorías religiosas más vulnerables. Espero que no se ceda a la tentación de hacer prevalecer los intereses temporales y particulares sobre la seguridad y sobre derechos fundamentales de todo ciudadano. Finalmente, mientras saludo a los iraquíes presentes aquí en la Plaza, exhorto a la comunidad internacional a prodigarse para dar a los Iraquíes un futuro de reconciliación y de justicia, mientras invoco con confianza de Dios omnipotente el don precioso de la paz.

Mi pensamiento se dirige también a Chile y a las poblaciones afectadas por el terremoto, que ha causado numerosas pérdidas en vidas humanas e ingentes daños. Rezo por las víctimas y estoy espiritualmente cerca de las personas probadas por esa calamidad tan grave; para ellas imploro de Dios alivio en el sufrimiento y coraje en esta adversidad. Estoy seguro de que no va a faltar la solidaridad de muchos, en particular de las organizaciones eclesiales.

[Después, saludó a los peregrinos en varios idiomas. En francés, dijo:]

Queridos peregrinos francófonos, el tiempo de cuaresma es un tiempo ideal para volver a Dios y para escucharle hablarnos. Queridos jóvenes, me dirijo especialmente a vosotros. Vosotros no sólo sois el futuro de la Iglesia sino que ya estáis en el presente. Por eso, yo os invito, durante esta cuaresma, a alimentaros de las Sagradas Escrituras y a dejar resonar en vosotros y en vuestros corazones la Palabra de Cristo. Él es el camino, la verdad y la vida. Él quiere ser vuestro presente y vuestro futuro. Dejadle transformar vuestra vida y orientarla. Aprended a reconocer su rostro en el rostro de todos nuestros hermanos y hermanas en humanidad. ¡Que la Virgen María os lleve al seguimiento de su Hijo! ¡A todos, feliz domingo y feliz hacia la Pascua!

[En español, dijo:]

Como ya he dicho en italiano, me siento particularmente cercano a la querida población chilena afectada por un gran terremoto en su País. En un momento como éste, brota espontáneamente una plegaria al Señor por las víctimas y un mensaje de aliento a todos para superar esta gran prueba.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos de Ibiza y Formentera, acompañados por su Obispo diocesano, y a los de las Parroquias de Cañete de las Torres y de la Trinidad, así como a los participantes en la pastoral Universitaria de ETEA, de la diócesis de Córdoba. Que la Transfiguración del Señor, que nos relata el Evangelio de hoy, avive nuestra esperanza e ilumine el camino cuaresmal hacia la Pascua del Señor. Feliz domingo 

[Traducción del original italiano realizada por Patricia Navas
© Libreria Editrice Vaticana]


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Lectio divina para el Miércoles santo, ofrecida por la Delegación Diocesana de liturgia de la diócesis de Tenerife.


MIERCOLES SANTO

 

LECTURA:          “Mateo 26, 14‑25”

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió: «Tú lo has dicho.»

MEDITACIÓN:            “¿Soy yo, acaso”

            Da mucha tristeza y dolor ver cómo alguien que se ha llamado amigo comete una traición así. Pero, al mismo tiempo, el pensamiento se vuelve sobre mí. Yo me considero de tu grupo, te llamo amigo, Señor. He optado claramente por ti, pero en muchos momentos actúo como un desconocido, como un pequeño traidor. Digo acoger tu mensaje, pero lo llevo más colgado de los labios o metido en el bolsillo, que en el corazón.

Te llevo tan adentro que te tengo para mí y no te saco, puedo compartir la comida contigo, pero no te vivo sinceramente, no manifiesto tu imagen como se supone de un  amigo. Tu amor, y el amor que me llamas a manifestar, me cae grande y se me escurre entre mis palabras vacías.

Sí, también hay parte de traición, de abandono, de dejación, y también siempre hay algún tipo de “monedas” por medio. Mis intereses, mi comodidad, mis justificaciones, seguir la corriente fácil, ser apreciado y tenido en cuenta, y un etcétera que puedo ir añadiendo. Y así trato de compaginar algo que no es compaginable y que termina creando desencanto, cansancio y tristeza en mi interior, aunque a veces no sepa darle nombre y decir por qué.

Pero ante esta experiencia remueves mi interior con una gran fuerza, me llevas a mirarme en lo más íntimo de mí, descubrir la verdad que escondo y me invitas a darme y darte mi respuesta.

 ORACIÓN:           “Poner vida”

Te pido, Señor, que me ayudes a transformar mi corazón mediocre. Condúceme como tú sabes hacia ti. Aprovecha mis pequeños esfuerzos y multiplícalos, para que siempre, Señor, siempre, sea fiel a mis deseos, a mis anhelos, de Ti.

Señor, sigue habiendo muchas traiciones a ti y entre los hombres. El corazón humano sigue manifestándose duro, cerrado en sus intereses. Tú viniste a abrirlo diciéndonos cómo con tus palabras y, sobre todo, con tu propia vida. Me cuesta aprender y, sobre todo, desprenderme de mi caparazón que me “defiende”. Ayúdame a hacerme vulnerable al amor. Que no entre en el campo de la traición sino de la fidelidad. Que sepa poner vida siempre en mis palabras y en mis acciones.

CONTEMPLACIÓN:            “Siempre”

A veces me cuesta
levantar la mirada,
porque no está limpia, Señor.

Me avergüenza encontrarme
con la tuya,
y cuando tímidamente lo hago
descubro que es de ternura,
de perdón y de acogida.

,que sin palabras me habla,
y siempre, siempre,
me atrae y me sana.


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Lectio divina para el Martes Santo, ofrecida por la Delegación diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


MARTES SANTO

 

LECTURA:           “Juan 13, 21‑33. 36‑38”

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?»

Le contestó Jesús: «Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado.»

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.»

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir."»

Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»

Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.»

Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres voces.»

MEDITACIÓN:           “Dios es glorificado”

            Es una escena intensa, cargada de sentimientos encontrados, de incertidumbre, de misterio. Misterio ante la actitud de Jesús, de sus palabras, de la respuesta de Judas. Sólo él y Jesús saben lo que se está fraguando. En Judas una traición. En Jesús el momento cumbre de su vida, de su entrega, y aunque parezca curioso, de su glorificación y de la de Dios. Porque en ese momento, en Jesús, Dios va a poner de manifiesto todo el poder de su gloria, su capacidad de donación total. Dios que muere para manifestar la totalidad de su amor, pero que resucitará para poner de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte. Que la última palabra de Dios sobre la humanidad es de plenitud en el amor.

            Tú, Señor, nos has presentado la imagen de un Dios que rompe todos los esquemas. Por eso, tal vez, no hay muchos que quieren seguirle. Parece que nos gustaría un Dios imponiendo su poder, para ser creíble, pero no sería un Dios amor, un Dios que respetase la dignidad y libertad humana. Y el rostro de Dios que nos muestras lo hace aún al precio de ser rechazado, de ser eliminado, con todas las consecuencias dolorosas que se proyectan sobre nosotros.

            Así nos enseñas que ni siquiera el bien se puede imponer. El bien, la bondad, el amor, sólo se pueden ofrecer, regalar. Sólo pueden ser acogidos libremente, con el gozo de asumir sus exigencias y de convertirlas día tras día en actitudes de bien. Todavía parece que no lo llegamos a descubrir. Cuando lo empecemos a aprender descubriremos sus consecuencias: la gloria, la paz, el gozo y la plenitud que conlleva.

ORACIÓN:             “Caminar a la luz”

            Me brota, Señor, una petición de perdón porque sigo descubriendo muchas traiciones, a ti, entre los hombres, mías. Seguimos aprovechando la oscuridad para hacer el mal, o con el mal hacemos y construimos noches, demasiadas noches de tristeza, de dolor. Seguimos dando palabras que no cumplimos, y apartando de nuestra vida a todo aquel que nos molesta de cualquier manera.

            Señor, que aprenda fidelidad. Que aprenda perdón y amor como tú. Que aprenda a potenciar un corazón limpio, noble, que pueda caminar a la luz, sin nada que ocultar, predispuesto siempre a la  bondad, al bien. Que en medio de nuestra oscuridad sepa aportar contigo y desde ti, un punto de luz.

CONTEMPLACIÓN:             “Te miro”

Cuántas noches oscuras
se ciernen sobre mí.

Cuántas noches
que yo mismo he creado,
por interés,
por superficialidad,
por miedo.

Cuántas noches
en el interior de tantos
corazones,
envueltos en el celofán
de sus propios engaños.

Y tú,
víctima de la noche
y de la turbidez humana,
sigues ofreciendo tu pecho
para traspasarlo
o para dejar
que me apoye en él.

Y en mi desconcierto
te miro,
y me deseo en ti
y para ti.


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Domingo, 28 de marzo de 2010

Lectio divina para el Lunas Santo 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Litugia de la diócesis de Tenerife.


LUNES SANTO

 

LECTURA:            “Juan 12,1‑11”

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servia, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se lleno de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?»

Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando.

Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.»

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

MEDITACIÓN:             “Se llenó de la fragancia”

            Sí, cuántas veces me sorprendo a mí mismo, metido en las actitudes y en los gestos más ennoblecedores, y cuando precisamente parece que me puedo alegrar de ello, se produce en mí el gesto que lo trastoca todo; unas veces, porque he actuado sin pensarlo demasiado; otras, porque sorprendido yo mismo, exploto en la actitud aparente más distante de mí, pero que aflora desde algo muy profundo de mi interior, y que pone al descubierto las zonas más oscuras que se esconden en los pliegues de mi corazón.

            Por eso, si me repele la actitud de Judas, es porque hay algo de él dentro de mí, y me asusta. Y también algo de esos sacerdotes que se mueven únicamente en defensa de sus intereses, por encima del bien y de la verdad. Pero siento que en mí, de igual modo, hay algo de María y, desde ella, quisiera que lo mejor de mí, lo más valioso de mi existencia, no se quedase en mi bolsa sino que fuese capaz de convertirlo cada día en don, cuya fragancia haga bien a muchos.

            En este preámbulo de tu muerte, Señor, todo sale a flote y me interpela. Tu donación desde la inocencia más absoluta; desde la opción más transparente por todo lo que le dignifica al hombre y le muestra su grandeza; por todo lo que me descubre mis potencialidades para el bien, me invita y me hace sentir el deseo de que mi respuesta sea más radical, más ilusionada, más sincera, más auténtica. Y ese perfume embriaga mis deseos.   

ORACIÓN:             “Ser don”

Nunca mi acción de gracias será suficiente para expresar todo lo que en lo más íntimo de mí se despierta al recordar tu opción de amor hasta las últimas consecuencias, por mí y por toda la humanidad. Podías haber cortado el límite de ese sufrimiento. Habías demostrado ya suficiente con tu palabra, con tus gestos, hasta qué punto eras para los otros. Tu entrega total fue la rúbrica de la verdad, de la totalidad de tu amor, sin concesiones. Y es que el amor auténtico sólo puede ser así, entrega, donación, perdón.

            Quiero ser don, Señor, quiero ser fragancia que haga bien, quiero ser perfume derramado, frasco abierto, y no bolsa cerrada en mi egoísmo, aunque tenga mucho peso y valor. Si tú quieres, Señor, ayúdame a conseguirlo cada día un poco más y mejor.       

CONTEMPLACIÓN:            “Exhalar tu olor”

Tu amor es perfume
que penetra,
que inunda,
que me embarga,
y quiere envolverme
en Ti.

Y, así, impregnado
de Ti,
déjame exhalar tu olor.

Que mis gestos de amor
sean aroma y fragancia
de tu cercanía,
de tu presencia,
de tu bondad y tu fuerza,
que se extiendan
y hagan sentir
a mi alrededor
que tú estás.


Publicado por verdenaranja @ 17:50  | Liturgia
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Lectio divina para el Domingo de Ramos  - c 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


DOMINGO DE RAMOS

 

LECTURA:          “Lucas 19, 28-40”

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita".» 

Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: «¿Por qué desatáis el borrico?»  Ellos contestaron: «El Señor lo necesita.» 

Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar. Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos.  Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.» 

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Él replicó: «Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.» 

MEDITACIÓN:             “Gritarán las piedras”            

            En medio de ese entusiasmo de unos, y del odio de otros, resuena tu voz, con una fuerza interior tremenda: “si estos callan gritarán las piedras”. Y aunque parezca una desmesura y una arrogancia, es verdad. Primero, porque aquellos callaron por poco tiempo, porque la fuerza de tu entrega terminaría haciendo reaccionar sus corazones hasta convertirse en testigos que gritaron tu verdad, aún a costa de su vida. Y esa voz sigue sin acallarse hoy, a pesar de tantos intentos.

            Y, segundo, porque, aunque no las oigamos, las piedras, la tierra, la realidad más básica de la existencia sigue gritando en lo más profundo del cosmos y del corazón humano, que somos portadores de una grandeza, de una dignidad, de unos anhelos de bondad, de bien y de amor, que sigue constituyendo la búsqueda, de mil maneras, del sentido de nuestra vida, aunque haya momentos que no sepamos dónde ni cómo buscar, o hasta nos neguemos a hacerlo.

            Sí, las piedras que parece que constituyen el material de nuestro corazón, por su dureza e insensibilidad, tarde o temprano tendrán que convertirse en corazones de carne, porque lo llevamos inscrito en nuestros genes más existenciales y auténticos de nuestra realidad humana. Tú nos lo sigues recordando, junto a muchos hombres y mujeres que tratan de hacerlo realidad. Y en estos momentos dramáticos, pero esperanzadores, me sigues invitando a unirme a ellos con toda la fuerza e ilusión de la que sea capaz.

ORACIÓN:            “Testigo de tu presencia”

            Me atrevo a pedirte, una vez más, en estos momentos tan especiales, que fortalezcas mi corazón y mi ánimo. Que me deje entrar de lleno en la corriente de todo lo que hace bien, a mi propio corazón y al de los otros. Que me ilusione hasta el límite de seguir siendo, en medio de tanta confusión, en portador de vida y de esperanza, de apertura y de acogida. Que deje, Señor, que el sueño de tu Reino se aposente en mi corazón y se desborde a todos.

            Transforma mis prejuicios y mis prudencias, en valentía, en sencillez, para vivir con alegría mi seguimiento de ti, mi ser testigo de tu presencia humanizadora.

CONTEMPLAR:            “Contigo”        

Que griten mis palabras
o que bulle en mi corazón.

Que mi vida sea voz
expresión de tu presencia
que lo llena todo,
lo impregna todo,
y lo transforma todo.

Que se hagan carne y ternura
las piedras de mis deseos
y de mis entrañas,
tan indiferentes a veces.

Que ondeen como un estandarte
la paz y la bondad
de tu reino de amor.

Y contigo,
me una al séquito
de los que ponen el manto
de su vida
al servicio de tu causa.


Publicado por verdenaranja @ 17:45  | Liturgia
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Comentario al Evangelio del Domingo de Ramos – c publicado en el Diario de Avisos el domingo 28 de Marzo de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO.

¿Repican o doblan las campanas?

Daniel Padilla

 

Sí, este es un día en que uno no sabe exactamente a qué carta quedarse. La liturgia del día, en un revuelo de palmas y hosannas, ves­tida de fiesta, rememora aquella entrada triunfal de Jesús en la ciudad santa de Jerusalén. Y hoy como ayer, hasta por las calles aclamamos "al que viene en el nombre del Señor". Sabemos, por tanto, por quién repican las campanas. Pero, unos minutos después, bruscamente y sin paños calientes, la misma liturgia nos narra la Pasión del Señor y nos dice: "Miren cómo muere el Justo". Tampoco preguntamos nada, porque sabemos muy bien por quién doblan las campanas. Pero uno no puede quedarse ahí, en la mera contemplación de este cara y cruz, en esa externa contemplación -¿únicamente folclórica?- de este ambi­valente Domingo de Ramos. Tienen que calarnos varias ideas. La primera es: ¡cuán presto se va el placer!. El mundo en el que vivimos, y de una acusada manera nuestra época, busca frenética­mente un objetivo: la consecución y el disfrute del placer. Hacia eso van nues­tros afanes, luchas y quebraderos de cabeza. Paradójicamente, mientras bus­camos ese placer, la verdad es que nos desgastamos, nos peleamos y sufrimos, a veces hasta enfermamos. La segunda es: este paradójico Jesús que, mientras es aclamado, piensa: "he aquí que subo a Jerusalén, donde se cumplirán las cosas dichas por los profetas"; esta liturgia que, al instante de recordarnos el triunfo de Jesús, nos lee su fracaso y su Pasión, nos está ofreciendo muy a las claras otro enfoque muy distinto de la dicha, otra manera de caminar hacia la verdadera felicidad. Y es éste: que el Jesús acla­mado y triunfal del día de Ramos es, en realidad, el "siervo doliente de Yavéh", el que "cargó sobre sí nuestras dolencias y borró nuestros pecados", el que, en una palabra, concibió su aventura humana en la tierra como una entrega y un servi­do. Consciente de que, por ahí, se llega a la verdadera glorificación. La tercera es: Domingo y viernes, retrato del hombre. Los hombres somos así: una rara mezcla de Domingo de Ramos y Viernes Santo. Un extraño brebaje de palmas y pitos. Un constante emparedado de estas dos fra­ses: "No puedo vivir sin ti" y "No puedo vivir contigo". Somos el tiovivo incesante del amor y el olvido, el amor y el odio. Somos monedas de cara y cruz, moneda de curso muy corriente. Nuestro patrono es Pedro. El mismo día que decía: "Aun­que sea necesario morir contigo, yo no te abandonaré", ese mismo día negaba a Jesús tres veces, tres. Dime, Pedro, ¿por quién doblaba el gallo aquella noche su kikirikí? Y Pedro nos contesta: "Atención, hermanos, porque nuestro enemigo el diablo anda alrededor de nosotros bus­cando a quien devorar". Sí, amigos, aten­ción. Porque las campanas, ya se sabe, unas veces repican y otras doblan. A nos­otros nos toca luchar para evitar que, de nosotros se pregunte: ¿por quién doblan las campanas?


Publicado por verdenaranja @ 9:37  | Espiritualidad
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S?bado, 27 de marzo de 2010

Mensaje que ha dirigido la Conferencia del Episcopado Dominicano con el título "Desde la proximidad a nuestra gente". Febrero 2010.


DESDE LA PROXIMIDAD A NUESTRA GENTE 

Introducción

1. Como todos los años, con ocasión de la fiesta de la Independencia Nacional, cumpliendo nuestra misión de guías espirituales, queremos dirigir un mensaje a nuestros fieles y a todos los dominicanos y dominicanas de buena voluntad sobre la situación nacional.

2. Una vez más proclamamos que no nos mueve a ello interés alguno temporal ni partidista sino exclusivamente el amor a la verdad y la voluntad inquebrantable de contribuir a una patria mejor y a una perfección progresiva, de acuerdo al designio divino, de esta tierra que nos vio nacer y a la que Dios nuestro Padre nos llama a servirla y no a servirnos de ella. Lo proclamamos una vez más, no es competencia de la Iglesia presentar soluciones técnicas y científicas a los problemas económicos y sociales que nos agobian, sino, ante todo, recordar los grandes principios morales indispensables en la construcción de una sociedad sana y digna.

3. Nosotros, sin embargo, lo hacemos desde el conocimiento objetivo de la realidad nacional dada nuestra proximidad a nuestra gente. Eclesiásticamente dividido nuestro territorio en 11 Diócesis y un Ordinariato Castrense, nuestra encarnación en la realidad la hacemos, en este momento, a través de 584 parroquias en las cuales nuestros heroicos párrocos son confidentes de los gozos y angustias de sus fieles, de sus esperanzas y trabas, e instrumentos de soluciones precarias pero eficaces para suplir la deficiencia de los poderes públicos. Nuestra gratitud a ellos, que no se contentan con ser testigos de lo Trascendente y proclamadores de la buena noticia de la salvación de Cristo, sino que, desde esta visión, son eficaces agentes sociales con la creación de escuelas parroquiales, consultorios médicos, farmacias populares y diversas iniciativas sociales.

A. Un mensaje que no debemos olvidar

4. El año 2009, que acabamos de concluir, nos ha dejado un provocativo mensaje que ninguna nación debe olvidar. Nos lo ha dado a propósito del terremoto económico-financiero que ha sacudido ferozmente al mundo. El mensaje es que, cuando las cosas no se hacen bien y no se ponen remedios a tiempo, el mal se agrava y llegado un momento revienta causando males insospechados. Respecto a lo sucedido con el mundo económico-financiero, Su Santidad Benedicto XVI, en su última Encíclica Social "Caritas in veritate", ha hecho incisivos pronunciamientos que merecen ser reflexionados por nosotros los dominicanos. El Papa nos ha recordado que la atención a la vida del ser humano debe estar en el centro de todo verdadero progreso, y que para que éste se produzca, no basta el solo progreso económico y técnico; en un verdadero desarrollo integral del ser humano y de todos los seres humanos deben ser resaltados dos importantes aspectos o elementos: el respeto a la vida y el derecho a la libertad religiosa; la correlación entre múltiples elementos del desarrollo exige un esfuerzo de interacción con vistas a la promoción de un auténtico progreso de los pueblos.

5. La globalización no es a priori ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, comúnmente llamada globalización. Nos indica el Papa, que la solidaridad universal, siendo un beneficio para todos, es un deber; el principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de solidaridad y viceversa; el desarrollo humano es imposible sin seres humanos rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común; sin justicia distributiva y justicia social nunca será correcta la economía de mercado; el sector económico no puede ni debe ser éticamente neutro ni inhumano ni antisocial. Es una actividad del ser humano y precisamente porque es humana debe ser articulada e institucionalizada éticamente.

6. La iniciativa empresarial tiene y debe asumir cada vez más un significado polivalente. La actividad económica debe estar ordenada a la consecución del bien común que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Hoy en día, en que tantas voces se alzan a favor de una intervención fuerte del Estado, es necesario tener en cuenta que el binomio exclusivo corroe la sociabilidad, mientras las formas de economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil, aunque no se reducen a ella, crean sociabilidad. Se requiere que las finanzas mismas, las cuales han de renovar necesariamente las estructuras y modos de financiación, tras su mala utilización en  la economía real, vuelvan a ser un instrumento encaminado a producir mayor riqueza y desarrollo integral.

7. En otro orden de ideas, el Santo Padre,  en su Encíclica "Caritas in veritate", advertía: la caridad en la verdad (el amor fundamentado en la verdad y la verdad alentada por el amor) es la principal fuerza impulsadora del auténtico desarrollo de la persona y de toda la familia humana; el amor es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas en el campo de la justicia y de la paz y que su origen está en Dios, amor eterno y verdad absoluta; defender la verdad es proponerla con humildad y convicción y testimoniarla con la vida y estas dos formas son normas exigentes e insustituibles de amor; el amor y la verdad nunca abandonan a los seres humanos porque son la vocación profunda que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada persona; la caridad es la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos, arrojados por esta doctrina provienen de la caridad que, según Jesucristo, es la síntesis de toda la ley; el amor da verdadera consistencia a la relación personal con Dios y con el prójimo y es el principio, no sólo de las microrelaciones (amistad, familia y pequeños grupos), sino también de las macrorelaciones, como son las relaciones sociales, económicas y políticas; el amor es el don más grande de Dios, su promesa y nuestra esperanza; es necesario unir, no sólo la caridad con la verdad, sino también la verdad con la caridad, con el amor; la verdad libera al amor de la estrechez de la emotividad y de una simple creencia que mutila su horizonte humano y universal.

B. No nos dejemos tentar por el pesimismo. Hay razones para la esperanza

8. Como nos dice Benedicto XVI, Dios ha puesto en lo hondo del ser humano el amor y la verdad. En este doble impulso está la posibilidad de un mundo y de una humanidad mejor. Leyendo la crónica diaria de nuestras veleidades, desvaríos y delitos, corremos el peligro de creer que todo está perdido. A una minoría insensata y desalmada no hay que confundirla con la totalidad.

9. Al dar paso al pesimismo, olvidamos las grandes virtudes de las mayorías, de tantas madres heroicas que con generosidad y sabiduría inefable han logrado hacer de sus hogares familias ejemplares; de tantos jóvenes que en medio de enormes dificultades, hacen esfuerzos increíbles por prepararse excelentemente en las distintas universidades y sueñan con contribuir a una patria mejor a impulso de nobles ideales; de muchos empresarios que se afanan con alto espíritu social en crear nuevos empleos como el medio más eficaz de combatir la pobreza; de abnegados maestros que sacrifican sus vidas con el deseo de educar a nuestra juventud; de tantas iniciativas a favor de nuestras clases pobres y marginadas; de médicos, olvidados de sí mismos, que atienden gratuitamente a los más menesterosos con la misma solicitud que a los más poderosos, sin buscar beneficios económicos en el ejercicio de su competencia; de tantos dominicanos íntegros e insobornables que no demandan por sus servicios comisiones ni admiten gratificaciones. Nunca olvidemos que tristemente en nuestra cultura de la información la virtud no tiene prensa; morbosamente el delito y la infamia son noticia con alta acogida.

C. Falta de jerarquización

10. No es poco tener visualizados los grandes problemas nacionales. Pero tan importante, como esto, es a la hora de resolverlos, tenerlos jerarquizados por su relevancia, urgencia o repercusión. Esto supuesto, la falta de jerarquización es notable en el Presupuesto Nacional, en la distribución del capital disponible en relación con las necesidades nacionales.

D. La educación

11. Una vez más tenemos que decir que la educación tiene prioridad absoluta. Una nación será siempre lo que sean sus ciudadanos y estos serán siempre lo que sea su sistema educativo: su cobertura, sus objetivos, su programación y sus maestros y educadores. Los maestros y educadores son punto clave. Urge atender a este aspecto. Es función esencial del mundo político resolver los problemas que surjan en la sociedad civil, pero la sociedad civil debe también contribuir con el Estado a esas soluciones. Hoy son bastante las Empresas que cooperan con la educación y a su ejemplo animamos a que todas las imiten. Todo será poco para la meta que nos debemos proponer.

E. La energía eléctrica

12. Es uno de nuestros mayores fracasos. Promesas sucesivas han terminado siempre en total frustración. Es claro que la solución no es fácil, sobre todo hoy que debe tomarse en cuenta las energías alternativas si queremos apuntarnos al futuro. Exhortamos al Gobierno y a los sectores empresariales involucrados en esta área de la economía nacional, a no escatimar esfuerzos en buscarle una solución definitiva a tan grave problema, ya que el desarrollo económico de la Nación y muy en particular de las microempresas (talleres, ebanisterías, salones de belleza, etc.) depende mucho de la energía. También invitamos a todos los consumidores de electricidad a tener sentido del ahorro usando la energía de manera racional según el espacio y el momento en que sea necesaria, y a realizar honradamente el pago que corresponda.

F. La vida

13. La verdad es que la vida ha perdido entre nosotros su grandeza e inviolabilidad. Estremece el número creciente de personas muertas violentamente por ajustes de cuentas, por violencia de género, por problemas internos en el mundo de la droga, por imprudencias en las carreteras o avenidas y por la presencia entre nosotros de sicarios asalariados y hasta por suicidios.

14. Dada su escalada, lo de las muertes en carreteras y accidentes en ciudades hay que detenerlo drásticamente con un estudio e implementación de un tráfico más racional y con castigos más severos y reales a tanta transgresión a las leyes de tránsito. Los accidentes no pueden ser la fuente principal de muertes violentas e inesperadas. Urge una sensibilización más sabia y eficaz y un control mayor de los irresponsables. Además, es sumamente conveniente que se siga invirtiendo en la formación de los agentes reguladores del tránsito, ya que mucho entorpecimiento vehicular en las ciudades se debe a torpezas de agentes mal entrenados o con ausencia del sentido común.

15. En el enfrentamiento de la policía con presuntos o reales delincuentes no es admisible el expeditivo y fácil recurso de su liquidación. Sabemos y alabamos las sucesivas depuraciones de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, pero hay que reflexionar y terminar con este método. No es función de la policía matar al delincuente sino apresarlo y entregarlo al Poder Judicial.

G. La droga

16. Es un monstruo que con su poderío económico y con sus métodos está invadiendo todo, no excluida la policía, las fuerzas armadas, las autoridades y jueces. La droga corroe, degenera, envilece, destruye, mata y descompone la sociedad. Es un enemigo de la persona y de la sociedad que debe ser enfrentado por todos con severidad y eficacia. No es posible desligar de ella a los adictos sin su voluntad decidida. Hay que ser conscientes de los ingentes caudales de dinero que en ella se mueven. Nuestro agradecimiento a todos los envueltos en el combate contra esta plaga moderna. Es de suma importancia el fortalecimiento de las instituciones que trabajan en el tema de la prevención y la educación a la juventud para que no sea víctima de este mal, así como también el apoyo a aquellas instituciones dedicadas al tratamiento y a la cura de la adicción.

H. Una extendida sensación

17. Son muchos los que perciben una cierta dejadez y parsimonia en el Poder Público y que echan de menos más dinamismo y acciones rápidas y eficaces ante los problemas que nos acosan. Estos, creados por nosotros, no se resuelven por sí mismos. Exigen para su remedio de la acción de todos.

I. La pobreza

18. Es un reto que arrastramos. La pobreza tiene dos expresiones: sus condiciones de vida y el estado de pobreza y sus causas. Es obligación del Poder Público y de la sociedad civil mejorar sus condiciones de vida. Los servicios básicos deben llegar a sus barrios y regiones apartadas al igual que a otras circunscripciones. Lo principal, sin embargo, es sacarlos de su estado y el medio más eficaz es el empleo. Dado el alto índice de desempleo y subempleo, a una, el Gobierno y la sociedad civil deben hacer un sabio y concertado esfuerzo para crear empleos en todos los sectores productivos.

J. El campo

19. Hemos sido tenaces en defender una y otra vez el futuro económico del campo para bien de nuestros campesinos y de la Nación. En tiempo de precariedad alimentaria, el campo y la agricultura adquieren una importancia especial. El desarrollo del campo, sin embargo, exige modernización, tecnificación, nuevos modos gerenciales y la ayuda estatal y social con miras al consumo nacional y a la exportación. Se requiere una mejor planificación y una mayor inversión por parte del Gobierno, no sólo en la producción agrícola, sino también en el mejoramiento de la calidad de vida del hombre que trabaja la tierra. Además, es demandable una mayor participación empresarial en este sector de la economía.

K. Recuperación de la dignidad de la democracia

20. A nivel mundial y entre nosotros los partidos políticos y los políticos han sufrido una notable disminución de estima y confianza. Esto amenaza nuestra democracia y asoman intentos de retornar a tristes sistemas del pasado. Es necesario que los Partidos y los políticos recuperen y vivan la dignidad de su quehacer. Para bien de ellos y de los pueblos.

L. La nueva Constitución

21. Saludamos el hecho de que el País cuenta ahora con una nueva Constitución, fruto de varios años de reflexión y de la participación de los principales agentes sociales y políticos. De igual modo, albergamos la esperanza de que el texto constitucional sea ampliamente difundido y estudiado, para que cada dominicano y dominicana adquiera clara conciencia  de sus derechos y deberes y actúe conforme a éstos. De nada vale contar con nuevas y modernas leyes, si éstas no se respetan ni se aplican.

M. Nuestras próximas elecciones

22. Es el momento de enderezar nuestras campañas electorales. En medio de la crisis económica, que envuelve a la humanidad, es una insensatez hacer una campaña costosa, dispendiosa. Debe ser austera. Hacerla gravosa y a expensas de los candidatos es un incentivo a un futuro actuar corrupto para resarcir pérdidas absurdas. Una de las funciones de los Partidos debiera ser purificar la lista de los candidatos cerrando el paso a los incompetentes, ambiciosos y corruptos. Y no olvidar que a los ciudadanos les repugnan las promesas y las descalificaciones de unos con respecto a otros. La sociedad reclama una campaña serena, respetuosa, digna y breve. Sería reconfortante y promisorio constatar en las próximas elecciones el inicio de esa deseada recuperación de la dignidad de los Partidos y de los políticos.

23. A los electores, al momento de emitir el voto, les recordamos actuar conforme a la conciencia recta, escogiendo a los candidatos más idóneos y a los que consideren que puedan servir mejor al bien común y a la Patria, y sobre todo, valorar a aquellos que en el transcurso de su vida pública hayan demostrado una mayor coherencia con los principios éticos y los valores morales.

N. Que el tiempo no nos haga olvidar la solidaridad con el pueblo haitiano

24. Es reconocido por todos el espíritu de solidaridad con que nuestra gente se ha manifestado frente a la catástrofe sufrida por el vecino país de Haïtí, como consecuencia del terremoto acontecido el pasado 12 de enero de este año. Nos sentimos contentos y agradecidos por los múltiples aportes materiales (alimentos, medicinas, asistencia de salud, agua, ropa, aportes en dinero, etc.) y por las misas y oraciones ofrecidas en todas nuestras Iglesias en sufragios por los miles de hermanos fallecidos. Felicitamos a nuestras autoridades y a todas las organizaciones involucradas en estas acciones de apoyo y acompañamiento a nuestros vecinos damnificados de Haïtí.

25. No obstante, dada la magnitud del desastre y habiéndose avanzado en la etapa de la emergencia, queda por delante la reconstrucción de la hermana Nación, por lo que seguimos haciendo un llamado a mantener el sentido de colaboración y de solidaridad con nuestros vecinos. Ahora es cuando se requiere de grandes aportes y una mayor inversión por parte de la comunidad internacional.

Conclusión

26. Con nuestros mejores deseos de paz, bienestar y felicidad y de dones y gracias de Dios Nuestro Señor para todos los dominicanos y dominicanas en este año que vamos cursando, les impartimos nuestra bendición.
En Santo Domingo, a los  27 días de febrero del año 2010.
Les bendicen,


+ Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez,
 Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Primado de América, Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano

+ Ramón Benito De La Rosa y Carpio,
 Arzobispo  Metropolitano de Santiago de los Caballeros

+ Juan Antonio Flores Santana,
 Arzobispo Emérito

+ Fabio Mamerto Rivas, SDB,
 Obispo Emérito

+ Jesús María de Jesús Moya,
 Obispo de San Francisco de Macorís

+  Jerónimo Tomás Abreu Herrera,
 Obispo Emérito

+ Francisco José Arnaiz, S.J.,
  Obispo Auxiliar Emérito

+ José Dolores Grullón Estrella,
 Obispo de San Juan de la Maguana

+ Antonio Camilo González,
 Obispo de La Vega

+  Amancio Escapa Aparicio, OCD,
  Obispo Auxiliar del Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

+  Pablo Cedano Cedano,
 Obispo Auxiliar del Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

+  Gregorio Nicanor Peña Rodríguez,
  Obispo de la Altagracia, Higüey

+  Francisco Ozoria Acosta,
  Obispo de San Pedro de Macorís

+  Freddy Antonio Bretón Martínez,
  Obispo de Baní

+  Rafael Leonidas Felipe Núñez,
 Obispo de Barahona

+  Diómedes Espinal de León,
 Obispo de Mao-Montecristi

+  Julio César Corniel Amaro,
 Obispo de Puerto Plata

+ Valentín Reynoso Hidalgo, MSC,
 Obispo Auxiliar del Arzobispo Metropolitano de Santiago de los Caballeros


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9. (AICA)
(20 de febrero de 2010)



CUARESMA Y CONVERSIÓN

La Cuaresma es tiempo de preparación, tiempo de conversión. Podemos comenzar preguntándonos si sentimos necesidad de convertirnos. Convertirnos para qué? Siempre pensé que el espíritu de conversión se da en quién tiene metas o ideales hacia los cuales se siente en camino y busca identificarse con ellos. Esto significa que no es posible la conversión para aquel que no considera su vida en la dinámica de un proyecto del cual participa como protagonista. El que sólo vive el hoy como un absoluto, no abierto a un mañana, creo que no puede comprender el sentido y el alcance de la conversión.

La conversión nos define como peregrinos, como quienes estamos en camino hacia una meta y guiados por un ideal. Por ello es tan importante en la educación presentar, junto a valores e ideales, testimonios que descubran el sentido y la belleza de una vida realizada en ellos. La ejemplaridad juega aquí un papel decisivo. La vida de un joven, sin el horizonte de un proyecto o un ideal, lo convierte en frágil cliente de una sociedad de consumo. Nuestra capacidad crítica y madurez crecen cuando nos descubrimos, como personas libres, desde la grandeza de un ideal.

El espíritu de conversión implica un mirar al pasado ciertamente, pero desde el futuro, es decir, desde ese ideal o meta que nos proponemos. Por ello, la presencia de este espíritu es el que mantiene el nivel de vida y crecimiento que impide que nos instalemos y seamos conformistas. Este espíritu nos permite reconocer errores y tibiezas desde un ideal de vida y, al mismo tiempo, es fortaleza y esperanza para cambiar. En una palabra, él nos lleva a vivir con gozo esa tensión de crecimiento que es propio de la dimensión espiritual del ser humano. El nivel de los ideales que asumimos es, por otra parte, el que marca el nivel de nuestra conversión.

Para el cristiano la conversión dice referencia a una Persona y a un proyecto de vida que tiene, en esa misma Persona, su fundamento y posibilidad. La conversión cristiana es un camino de encuentro con Jesucristo, pero que sólo es posible recorrerlo con El. Aquí llegamos a lo propio del cristianismo que es reconocer la presencia de Jesucristo no sólo como doctrina, sino como una gracia que nos eleva y transforma. Esto no niega el esfuerzo humano ni el valor de la voluntad en el camino de la conversión, pero nos habla de la necesidad de esa presencia. San Agustín decía: “Señor, dame como gracia lo que me pides, y después pídeme lo quieras”. No negaba lo humano, pero había descubierto en Jesucristo como Vida el secreto y la posibilidad del hombre nuevo.

Deseándoles que vivamos este tiempo de Cuaresma como tiempo fuerte de conversión en preparación a la Pascua, fuente de gracia y sentido del hombre nuevo, les hago llegar junto a mis oraciones y afecto, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Carta pastoral de monseñor Adolfo Armando Uriona FDP, obispo de Añatuya, para la Cuaresma 2010. (AICA)

CARTA PASTORAL DE CUARESMA - 2010
 

INTRODUCCIÓN 

Queridos hermanos:

Si Dios quiere el próximo 17 febrero celebraremos el Miércoles de Ceniza con el que se inicia el tiempo  de CUARESMA.

Este “tiempo fuerte y de Gracia” ha de preparar nuestro interior para la celebración de la fiesta mayor de los cristianos: LA PASCUA, es decir la “pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo”.

Desde hace un tiempo, esta carta pastoral que les envío en la cuaresma, se ha convertido en una “carta programática” cuya finalidad es orientar el rumbo pastoral que queremos recorrer a lo largo del año.

Además, todos sabemos que estamos en el triduo de años que nos preparan al JUBILEO DIOCESANO DE 2001, en el que celebraremos con alegría y fervor los 50 años de la creación e inicio de la diócesis de Añatuya. En este tiempo hemos reflexionado y tratado de llevar a la práctica lemas que nos guíen en nuestro caminar como Iglesia particular.

En el 2008 reflexionamos acerca de “la Iglesia como nuestra casa”. Un lugar de “encuentro y de comunión de los hermanos” que profesamos la misma fe y un ámbito que nos prepara para “salir a anunciar a Jesucristo”, Camino, Verdad y Vida.

En el 2009, quisimos poner el acento en “la familia”, institución básica de la sociedad a fin de que, “encontrándose plenamente con Jesucristo”, pueda recobrar su identidad original y su rol en la sociedad, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.

En este tercer año de preparación (2010) y en coincidencia con la celebración del Bicentenario de nuestra patria (2010-2016) queremos reflexionar acerca del compromiso de los cristianos como ciudadanos responsables en la construcción de una sociedad más “justa y solidaria”.

También buscamos disponernos, con todas nuestras fuerzas, a la celebración del AÑO JUBILAR, que iniciaremos el 1º de octubre de 2010 hasta el 1º de octubre de 2011.

El punto central de este Año Jubilar será una Gran Misión Diocesana que mueva a todos los bautizados a un nuevo encuentro con Jesucristo; encuentro que comprometa a anunciar su mensaje de salvación a todos los hombres.

En el Consejo presbiteral de noviembre de 2009 se decidió constituir un Equipo de Animación Diocesana (EDAP) y se le encargó al P. Fidel Ruiz la formación del mismo.

Su objetivo, en lo inmediato, es la preparación del Encuentro de pastoral (8-11 de marzo de 2010), luego la organización de la Misión diocesana (2010-2011) y, finalmente, ir haciendo un itinerario para concretar un Proyecto Diocesano de Pastoral.

De acuerdo a estos dos grandes temas –Bicentenario y Misión diocesana-, el lema que nos acompañará a lo largo del 2010 será entonces: 

“De habitantes a ciudadanos y de bautizados a discípulos-misioneros” 

“DE HABITANTES A CIUDADANOS”

En esta Carta Pastoral desarrollaré únicamente esta primer parte del lema, dejando para otro momento la segunda parte del mismo. 

A) “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”: un documento que orienta nuestro compromiso ciudadano

Se acerca la celebración del Bicentenario de la Argentina (2010-2016) y los obispos hemos elaborado un documento cuya finalidad es iluminar a todos los cristianos y hombres de buena voluntad a la hora de celebrar este acontecimiento.

Se titula: “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”.[1] En el mismo lanzamos la propuesta de construir un “nuevo proyecto de país”.

Nos damos cuenta que nuestra historia nacional tiene sus luces y sombras. Hemos de rescatar lo positivo y buscar caminos para luchar contra los males que nos afligen en el presente.

Yo les ofrezco algunos puntos del documento que deseo destacar. Este acento tiene la finalidad pedagógica de ayudarnos a tomar conciencia de nuestra realidad y buscar de comprometernos para mejorarla. 

1) Las Luces o elementos positivos de nuestra historia nacional:

Es importante reconocer que, “desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia”

¿Qué valores?: “En nuestra cultura prevalecen valores fundamentales como la fe, la amistad, el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana. Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina. [2] 

2) “Las Sombras o las nuevas angustian que nos desafían hoy:

“Forma inéditas de pobreza y exclusión”: En el actual cambio de época, emerge una nueva cuestión social. Aunque siempre tuvimos dificultades, hoy han surgido formas inéditas de pobreza y exclusión. Se trata de esclavitudes modernas que desafían de un modo nuevo a la creatividad, la participación y la organización del compromiso cristiano y ciudadano. Como señala el Documento de Aparecida, hoy los excluidos no son solamente «explotados» sino que han llegado a ser «sobrantes y desechables». La persona humana nunca puede ser instrumento de proyectos de carácter económico, social o político…”

“…Contemplamos un gran anhelo de encontrar razones para la existencia. Los nuevos fenómenos «a menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido de la vida, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social». Ello se manifiesta, por ejemplo, en el crecimiento del individualismo y en el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios. Nos preocupan especialmente las graves carencias afectivas y emocionales… 

Desigualdad escandalosa: “Reconocemos una recuperación en la reducción de los niveles de pobreza e indigencia después de la crisis de 2001-2002. Pero también es verdad que no se ha logrado reducir sustancialmente el grado de la inequidad social. Junto a una mejora en los índices de desempleo, el flagelo del trabajo informal sigue siendo un escollo agobiante para la real promoción de millones de argentinos”.

“Es grave la situación de la educación en nuestra patria. Constituye un bien público prioritario muy deteriorado, tanto por los magros resultados en el aspecto instructivo como en la ausencia de un horizonte trascendente de la misma. Nos hallamos ante una profunda emergencia educativa que, en caso de no revertirse con inteligencia y celeridad, gravitará negativamente en el porvenir de las jóvenes generaciones”

Otros males que nos aquejan: “Lamentablemente no se ha podido erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del clientelismo político, alimentado por la distribución de subsidios que no siempre llegan a los que menos tienen. En muchos casos continúa la margi­nación de los aborígenes y de los inmigrantes pobres. Es particularmente preocupante la situación de los adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que la pobreza les dificulta el desarrollo integral de sus capacidades, quedando a merced de propuestas fáciles o escapistas. Es escandaloso el creciente consumo de drogas que hace estragos cada vez a más temprana edad. En todo el país se ha multiplicado la oferta del juego. La población se ve afectada por la violencia y la inseguridad que se manifiestan de variadas maneras…” [3] 

3) Algunas propuestas:

“Recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas: Todo lo dicho será siempre provisorio y frágil, sin una educación y una legislación que transmitan una profunda convicción moral sobre el valor de cada vida humana. Nos referimos a la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural… Alentamos a las familias a participar y organizarse como protagonistas de la vida social, política y económica”.

“Avanzar en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo…” 

Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables. El habitante hace uso de la Nación, busca beneficios y sólo exige derechos. El ciudadano construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus deberes. Hay una carencia importante de participación de la ciudadanía como agente de transformación de la vida social, económica y política. Los argentinos hemos perdido el miedo a la defensa de nuestros derechos, pero la participación ciudadana es mucho más que eso. El verdadero ciudadano intenta cumplir todos los deberes derivados de la vida en sociedad.

“Fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad… y mejorar el sistema político y la calidad de la democracia…” 

“Afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes. Urge otorgar capital importancia a la educación como bien público prioritario, que genere inclusión social y promueva el cuidado de la vida, el amor, la solidaridad, la participación, la convivencia, el desarrollo integral y la paz. Una tenaz educación en valores y una formación para el trabajo, unidas a claras políticas activas, generadoras de trabajos dignos, será capaz de superar el asistencialismo desordenado, que termina generando dependencias dañinas y desigualdad…” [4]

Hasta aquí el documento de los Obispos… 

B) “La necesidad de formarnos para ser buenos ciudadanos”

“Participar activamente en la construcción del bien común en nuestra patria es hoy una necesidad impostergable…” [5]

Así como el año pasado veíamos, en la diócesis, la necesidad de trabajar por fortalecer la familia, considero importante que en el 2010, mientras nos abocamos a celebrar el Bicentenario de nuestra patria, hemos de fortalecer la educación en el compromiso social, a fin de que tengamos la capacidad de dar el paso “de habitantes a ciudadanos” que nos pide el documento que hemos analizado.

¿Qué comprende este paso?

Ante todo, hacer tomar conciencia de nuestro rol de ciudadanos, es decir de alguien que “construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus deberes”; alguien que, superando la actitud egoísta de indiferencia se compromete activamente en la vida ciudadana buscando transformar los aspectos negativos de nuestra sociedad que nos afectan y mucho.

El camino metodológico será el de incorporar en nuestra catequesis parroquial, escolar, y la que se brinda a través de las diferentes actividades diocesanas (pienso en Caritas, los Medios de comunicación social, los Cursillos de Cristiandad, las jornadas, los temas de formación en los grupos juveniles, retiros varios, encuentros de formación de animadores pastorales, etc...) la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia.

Si, en general, nuestra formación cristiana presenta muchos baches debemos reconocer que, en este campo de la Doctrina Social, la carencia es mucho mayor.

“Esta formación no se orienta sólo al conocimiento de valores y principios sociales, sino también a la transformación de la sociedad mediante el testimonio de un trabajo honesto, eficiente y responsable. El itinerario catequístico ha de impulsar la presencia de los laicos en la acción política y en las diversas estructuras de la vida social” [6]

Desde esta sede buscaremos de enviar subsidios que nos ayuden a formarnos en este campo que nos motive e impulse luego al compromiso concreto con nuestros hermanos.

Qué María Santísima, Ntra. Sra. del Valle, nos bendiga y nos ilumine en nuestro caminar hacia el Jubileo Diocesano. 

Notas:

[1] “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad” (2010-2016). C.E.A., Pilar 14-XI-2008,
[2] C.E.A., o. c, Cfr. Nos 9-10.
[3] C.E.A., o. c., Cfr. Nos. 24-29
[4] C.E.A., o. c., Cfr. Nos. 32-40
[5] C.E.A., Navega Mar Adentro, 97c
[6] C.E.A., o. c., 97c   

Mons. Adolfo A. Uriona fdp, obispo de Añatuya


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Escrito de sensibilización con Tierra Santa publicado en el Boletín 2010, editado por los PP. Comisarios de Tierra Santa y recibido en la parroquia con  los materiales para la celebración de la jornada de Viernes Santo.


Toda la Iglesia con Tierra Santa

El Papa Benedicto XVI visitó Tierra Santa del 8 al 15 de mayo pasado. Y con él ha peregrinado toda la Iglesia.
Para conocer a la Iglesia Madre de Jerusalén, darle aliento en su abatimiento y mostrarle la fuer­za de la solidaridad. Lo reconocía el patriarca de Jerusalén, "Con su visita nos trae la solicitud y la so­lidaridad de toda la Iglesia".

Con el Papa en Tierra Santa hemos conocido:

Su papel en la Historia:

"Vosotros, queridos hermanos y hermanas, os remon­táis, en una sucesión ininterrumpida, a los primeros dis­cípulos que reconocieron al Señor resucitado al partir el pan, que experimentaron la efusión del Espíritu Santo en la Sala superior del Cenáculo, y que fueron converti­dos por la predicación de San Pedro y de los demás após­toles".

Su situación actual:

"Hoy, aquí ante vosotros, deseo reconocer las dificul­tades, la frustración, el dolor y el sufrimiento que tantos habéis padecido como consecuencia de los conflictos que han afligido a estas tierras, así como las amargas expe­riencias del desplazamiento que muchas de vuestras fami­lias han vivido y -no lo permita Dios- aún pueden vivir".

Las consecuencias de esa situación: la tentación de escapar.

"Quiero aludir aquí directamente al trágico fenóme­no-fuente de preocupación para cuantos amamos a esta ciudad y a esta tierra- de la partida de tan numerosos miembros de la comunidad cristiana durante los últimos arios".

"Aunque razones comprensibles inducen a muchos -particularmente a los jóvenes- a emigrar, se trata de una decisión que tiene como consecuencia una gran depaupe­ración cultural y espiritual de la comunidad".

La responsabilidad por vivir en Tierra Santa:

"Precisamente debido a la profundidad de vuestro arraigo en estos lugares, a vuestra antigua cultura cris­tiana y a vuestra inquebrantable confianza en las prome­sas, vosotros, los cristianos de Tierra Santa, estáis llama­dos a servir no sólo como un faro de fe para la Iglesia uni­versal, sino también como fermento de armonía, sabidu­ría y equilibrio en la vida de una sociedad que ha sido tra­dicionalmente pluralista y multirreligiosa".

"...Porque la paz sigue estando amenazada por el egoís­mo, por el conflicto, por la división... la comunidad cris­tiana debe hacer todo lo que esté a su alcance para aferrar­se a la esperanza que ofrece el Evangelio..."

Conocida la realidad del Iglesia en Tierra Santa toca dirigirle "una palabra de aliento al abatido", mos­trar la cercanía a los cristianos en el momento tan difícil que les toca vivir y testimoniarles lo sincero de la caridad que les ayude a llevar una vida sere­na y pacífica, evitando la tentación de la huída y el sobresalto para todos si un día pudieran desa­parecer:

"Espero que mi presencia aquí sea una señal de que no se os olvida, de que vuestra presencia y vuestro tes­timonio perseverantes son realmente valiosos a los ojos de Dios y forman parte integral del porvenir de estas tierras".

"Deseo también aseguraros la solidaridad, el amor y el apoyo de toda la Iglesia y de la Santa Sede".

A esa solidaridad nos invita la Jornada por Tierra Santa el día de Viernes Santo.

¡SEAMOS GENEROSOS CON NUESTROS
HERMANOS DE TIERRA SANTA!

El resultado de la Colecta del Viernes Santo del año 2009 en las diócesis espa­ñolas fue de aprox.: 1.900.000 Euros.

Boletín editado por los PP. Comisarios de Tierra Santa.


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El Comisario de Tierra Santa en España envía junto a materiales carta de sensibilización ante la Jornada de Viernes Santo 2010 pidiendo solidaridad y comprensión con las nacesidades de los Santos Lugares. 

COMISARÍA DE TIERRA SANTA

Guadalupe, 8. II I. 2010

A los Sres. Párrocos, Rectores de Iglesias y Superiores de Casas Religiosas

Mi querido Hermano en Cristo: ¡El Señor le dé su Paz!

Es para este Comisario motivo de gozo y al, al mismo tiempo, de honda preocupación tener que dirigirme, un año más, a Usted y a los fieles de su comunidad cristiana, para solicitar ayuda en la Colecta del Viernes Santo por la digna conservación de los Santos Lugares y de los hermanos en la fe que, desde hace tiempo, esperan la paz y libertad, que están permanentemente amenazadas.

El Papa Benedicto XVI, peregrinó a Tierra Santa en el mes de Mayo de 2009, con su presencia, gestos y palabras de extraordinaria solicitud confortó personalmente a aquellos cristianos y expresó una profunda inquietud ante los problemas de inseguridad e inmigración que inexorablemente privan a la minoría cristiana de sus mejores recursos para el futuro.

Hemos de ayudar a los cristianos de Jerusalén por el Amor a Dios que entregó a su propio Hijo para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Ju. 10,10) y por amor a los hermanos de Jerusalén que nos han dado en abundancia Bienes Espirituales. Nosotros, hemos de corresponder con bienes materiales. Todos somos uno e iguales en Cristo.

Me permito recordarle que pueden entregar la Colecta y otras limosnas para Tierra Santa en:

-Curia Diocesana.
-Convento de San Buenaventura. C/Carlos Cañal, 15. 41001 SEVILLA.
-Real Monasterio de Guadalupe. 10140 GUADALUPE. (Cáceres). Sede del Comisario.
-Banco Andalucía: Cuenta: 0004. 3010. 71. 0700864992
-Caja de Extremadura. Cuenta: 2099. 0023. 91. 0070009982

En nombre de la Iglesia en Tierra Santa quiero agradecer a Usted y Comunidad la preocupación por los Santos Lugares que guardan la memoria más sagrada del paso de Nuestro Señor y de su Santísima Madre por este mundo y por la generosa ayuda a los hermanos que en ellos viven, trabajan y luchan en medio de graves dificultades. 

Con mi estima fraterna y afecto sincero

Fray Luis Blanco Arias, O.F.M.,
Comisario de Tierra Santa.

Carlos Cañal, 15 - Teléfono       90 - 41001 SEVILLA
Residencia del Comisario: Real Monasterio de Santa María de Guadalupe - 10140 Guadalupe (Cáceres) - Telf. 927 36 70 00 - Fax 927 36 71 77


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Viernes, 26 de marzo de 2010

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 2° domingo de Cuaresma (28 de febrero de 2010). (AICA)


“El camino y la Meta” 

Continuando con la reflexión de la carta cuaresmal sobre la esperanza, este domingo tomaremos el tema del “Camino y la Meta”: “Una espiritualidad cristiana, que internalice el misterio pascual requiere la vivencia de la virtud teologal de la esperanza, y necesita ahondar en su profundo contenido teológico, que necesariamente tiene implicancias en la cotidianidad de nuestra vida. Es cierto que a la palabra esperanza la podemos usar habitualmente, y darle “solo” un significado temporal, reducido a expectativas inmediatas, que aunque puedan ser válidas no son suficientes para captar la esperanza cristiana. Si bien la misma nos compromete en el presente, no puede desligarse del futuro.

Creo conveniente recordar el texto escrito por la C.E.A., con motivo de los 2000 años del nacimiento del Señor: “Jesucristo, Señor de la Historia”, en donde desarrolla el tema de la esperanza. El mismo señala: “El camino de la vida es muy diferente de acuerdo al final que uno presiente o imagine. ¿Es acaso lo mismo si al final del camino no hay nada ni nadie, o si en la meta de la existencia hay una Presencia y un abrazo? Peregrinar la vida, engendrar y educar hijos, construir historia, apostar al amor y forjar futuro no tienen los mismos motivos si el vacío lo ha devorado todo o si al final nos espera alguien. La situación cultural actual, crecientemente plural, nos invita a redescubrir la originalidad del mensaje judeo cristiano sobre la historia: un camino personal y comunitario con origen, sentido y plenitud final en Dios” (15).

Los cristianos debemos reconocer que en general reflexionamos poco sobre la esperanza, el futuro y nuestra meta, y esto lleva a que muchos por la falta de formación en su fe mezclen e incorporen predicciones, supuestos códigos que dan fechas del fin del mundo, o bien relacionen el futuro con una continuidad dadas en reencarnaciones. Todo esto sin discernir que ninguna de estas propuestas en general tienen que ver con nuestra esperanza cristiana. El texto “Jesucristo, Señor de la Historia” sigue diciendo: “Para algunos, el mundo está cerca de su final catastrófico, la destrucción estaría a las puertas y hasta tendría fecha precisa. Extrañas predicciones, antiguas y nuevas, asegurarían que el final está cerca. Para otros, el universo está en su infancia, recién ha concluido la primera etapa de vida, ha comenzado una nueva era. Hay quienes piensan que simplemente no hay futuro, el porvenir posee tan poco significado como lo tiene el presente y tuvo el pasado. Otros viven como si todo se redujera al instante, al hoy y aquí, para alcanzar el mayor bienestar posible… el futuro sería una ilusión que distrae del presente e impide vivirlo a fondo. La falsa idea de la reencarnación, la afirmación de que tenemos varias vidas sucesivas, lamentablemente gana hoy adeptos, incluso entre los cristianos” (15).

Para los cristianos la esperanza implica el camino y la Meta. El tener deseos de llegar a la Meta, al encuentro con nuestro Padre Dios, no implica que no nos comprometamos con el presente. La esperanza es activa, se compromete con las situaciones difíciles que nos toca afrontar… “La esperanza en un futuro más allá de la historia nos compromete mucho más con la suerte de esta historia. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos! Pero estas mismas convicciones que reflejan el significado profundo del esfuerzo cotidiano y del trabajo, también revelan con mayor hondura la gravedad de algunas situaciones, como por ejemplo, la problemática del desempleo y de la precariedad laboral, una verdadera enfermedad social muy extendida entre nosotros. Muchos que quisieran colaborar para construir esta historia común están privados de la posibilidad de trabajar, y ni siquiera pueden encaminar su propia familia hacia un futuro mejor” (J.S.H. 16).

Es cierto que uno de los males de la época caracterizado fundamentalmente por la fragmentación y el individualismo, lleva a perder el sentido del futuro, la Meta y la eternidad. Sin la vida de la gracia nos quedamos a lo sumo en metas inmediatas, que a veces las endiosamos y necesariamente nos llevan a la insatisfacción, a la pérdida del sentido de la vida y de nuestra propia existencia. Son fenómenos propios de nuestro tiempo, el pesimismo, “el esto no cambia más”, o bien la tristeza”.

¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


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Carta pastoral de monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidro y de monseñor Oscar Ojea, obispo coadjutor, para la Cuaresma 2010. (AICA)

EN CAMINO HACIA LA PASCUA
 

Queridos Amigos:

Esta carta pastoral de Cuaresma es una carta especial: es la primera que escribimos juntos, Mons. Oscar Ojea y yo, Jorge Casaretto. Marca el inicio de una nueva etapa en el peregrinar de nuestra Iglesia diocesana, etapa que iniciamos con mucha alegría y esperanza, porque estamos seguros que la presencia de Mons. Ojea  entre nosotros es un don de Dios para todos.

Por medio de la liturgia, la Iglesia nos vuelve a proponer la celebración de la Pascua del Señor y con ella, el camino que hacia allí nos conduce, la Cuaresma. Este camino nos hace pensar que nuestra vida, es un itinerario hacia el encuentro con el Señor resucitado. Encuentro que se da, ya ahora y que culminará con nuestra propia resurrección.

Nuestra existencia, como la cuaresma, es un camino en el que no faltan las dificultades, pero donde abunda la esperanza, alimentada por la fe, en la definitiva manifestación del amor de Dios en nosotros y en toda la humanidad.

La Cuaresma es un itinerario, un viaje y como tal, tiene etapas. Queremos proponerles aquí cuatro etapas, que, como se dan cuenta, son también  cuatro momentos que tienen mucho que ver con nosotros. 

1. Jesús es tentado y nosotros también

Los evangelios sinópticos, después del bautismo de Jesús nos hablan de las tentaciones del Señor (este año tomamos el Evangelio de Lucas 4, 1-12). Son relatos que nos quieren enseñar acerca de la humanidad de Jesús y de qué manera Él estuvo sujeto a las mismas alternativas que cualquier otro ser humano.

Este es el evangelio que se nos propone meditar en el primer domingo de cuaresma. Las tentaciones a las que el demonio somete a Jesús, nos muestran las actitudes que pueden hacer fracasar el proyecto del Reino de Dios que el Señor vino a anunciar.

Jesús no cederá ante ninguna, pero se vio sometido a ellas, por lo tanto nosotros también estamos sometidos a muchas tentaciones a lo largo de nuestras vidas.

En la primera tentación, el demonio le propone a Jesús: “Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”.

Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”.
(Lc 4, 3-4)

¿En qué consiste esta tentación?: en hacer uso de cualidades y poderes en beneficio propio, olvidando el plan de Dios. Es una forma de ateísmo, que consiste en negar en la práctica a Dios. Es un camino que parece directo para resolver un problema concreto, pero no es lo que está en la voluntad del Señor.

La segunda tentación que trae el evangelio de Lucas, apunta al tema del poder:

“Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".” (Lc 4, 5-8)

¿Cuál es la propuesta? : Darle toda la gloria, o lo que es lo mismo, la riqueza y el poder religioso, político y económico, etc. Todos se postrarán ante él, se asegurará el triunfo, el dinero y el esplendor humano; será aceptado por todos y sólo con una condición: “que me rindas homenaje”.

Es otro tipo de tentación, muy difícil de combatir, consiste en el dominio universal en todos los aspectos. Es atrayente; el hombre se deja arrastrar por el esplendor del poder. Quien tiene poder tiene el éxito asegurado. Esta tentación representa de algún modo todas las veces en las que se nos ofrece el resultado fácil por el camino indebido, frente a la dificultad de hacer las cosas bien. Por ejemplo: una persona trabaja mucho, en un empleo sacrificado. Le cuesta llegar a fin de mes, hay dificultades económicas y le gustaría darle cosas buenas a su familia, a las que sabe que no tendrá acceso. Entonces viene alguien y le ofrece por ejemplo, tener droga en su casa y ganar por día lo que esa persona gana en un mes… Es sólo un ejemplo, seguramente alguna vez (o varias) nos hemos enfrentado a situaciones similares, en la que una solución “mágica” pero mentirosa, nos induce a tomar un camino fácil pero equivocado, que finalmente nos perjudica a nosotros y a nuestros seres queridos. 

En la tercera tentación tal como la trae Lucas, se pone a prueba, algo muy humano, el deseo de “demostrar” quiénes somos y lo que podemos:

“Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.

Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

(Lc 4, 9-12)

Ni Jesús ni el demonio necesitan ninguna demostración acerca de la identidad del Hijo de Dios. El demonio le pide a Jesús que manifieste públicamente su poder y prestigio, que todos vean lo que es capaz de hacer; es la tentación del “figurar”, de la “apariencia”. Por otro lado, el malo muestra una imagen de Dios que infantiliza al hombre. Invita esta tentación a renunciar a la reflexión y a la propia responsabilidad. Esa actitud lo que intenta es poner a prueba al Señor (por eso Jesús recuerda el mandamiento: “no tentarás al Señor tu Dios”) exigiéndole que intervenga en situaciones comprometidas que han sido creadas por la irresponsabilidad del hombre. Pero para Jesús el hombre es siempre el responsable tanto de su historia personal como de la historia del mundo. El Señor siempre rechazará esta tentación de dar señales prodigiosas (Mc 8,11-13). Nos dice Jesús, con ese “No tentarás...”, que el plan de Dios para el hombre sigue siendo el mismo: Dios no trabaja sin el hombre, y el hombre no puede construir sin Dios.

Por otra parte, a esta tentación la podemos relacionar con la desesperación, fijémonos lo que hace y dice el demonio: “lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo”, es el abismo del sinsentido, son los momentos de la vida en los que nos vemos sin salida… ¡Cuántos son los jóvenes que al inicio de su existencia ya ven cerradas las posibilidades de realización! Muchos, convencidos de que la vida no vale nada, se entregan a la droga o al delito… Son los nuevos abismos que nos tientan a la desesperación. Si no hay otra perspectiva, es grande la tentación de dejarse caer. Por eso hoy es tan importante redescubrir el sentido de la vida. Así lo recordábamos los obispos en el documento del bicentenario: “La nueva cuestión social, abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia…”[1] El evangelio es un camino para descubrir esa belleza y la felicidad que puede dar a una persona el hecho de tener una misión o propósito para su vida.

Las respuestas de Jesús a las tentaciones muestran los rasgos de los que siguen a Jesús:

La fidelidad a Dios, la entrega a los hermanos, la reflexión y la responsabilidad personales en el servicio a los demás y la ausencia de todo afán de dominio. Así pues, el reinado de Dios, se funda sobre la solidaridad y en la justicia, y no se va a implantar mediante la violencia o la manipulación.  

2. Dios quiere transformar nuestro corazón

“Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.

Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.

Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo".

Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.” (Lc 9, 28-36)

El segundo domingo de cuaresma nos trae para nuestra meditación, el misterio de la transfiguración. El texto comienza hablando de “ocho días más tarde”, son ocho días después del primer anuncio de la pasión. Entre ese anuncio y la pasión, en camino a Jerusalén, tiene lugar la Transfiguración. Se trata de una manifestación de la identidad de Jesús como Hijo de Dios y su revelación como plenitud de la “Ley y los Profetas”, representados por Moisés y Elías. La nube y el monte, signos de la manifestación de Dios en el Antiguo Testamento, nos hablan claramente de la gloria de Dios, revelada en Jesús, Hijo de Dios.

¿Cuál es el propósito de este episodio? Confortar a los discípulos ante el anuncio de la Pasión y frente a la Pasión misma. Como sucederá en el monte de los Olivos, los discípulos se duermen, y no acaban de entender el sentido de lo que sucede, ni cómo tienen que reaccionar…

Aquí también nosotros entendemos nuestra Cuaresma 2010 y nuestra vida, como un camino hacia la pascua, y para recordarnos la Gloria de la resurrección, recibimos la Palabra de la transfiguración. Tal vez la estemos necesitando en este momento de nuestra vida, oprimidos por algún dolor o dificultad. Ciertamente la precisamos hoy en nuestro país y  en el mundo, mientras contemplamos las guerras y el terremoto de Haití.

La transfiguración nos recuerda y nos anuncia nuestro destino eterno junto a Dios, y cómo Él puede transformar totalmente nuestra vida y nuestra historia. La cuaresma nos pone en ese camino, el camino de la transformación del corazón. En este viaje hacia la pascua hay algún paso concreto que podemos dar, para iniciar o continuar nuestra conversión personal o comunitaria. La gracia de Dios puede obrar cambios impensados en nuestro corazón, pero necesita de nuestra apertura y disponibilidad. Este es el tiempo propicio para abrirnos a la acción del Espíritu Santo.  

3. “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” (Lc 23, 46)

Seguramente todos ustedes se pueden dar una idea de lo que significa la muerte en Cruz. La cruz la tomaron los romanos de alguno de los pueblos dominados, quizás de los fenicios. Pero el que inventó la cruz, inventó un modo de morir horrible, porque hasta ese momento, no se había logrado una manera de morir lentamente y hacer sufrir a la víctima  mientras se va muriendo. La tortura de la muerte en cruz es algo terrible.

Una de las grandes razones que tuvo Jesús para morir en la cruz fue la de hacer posible que todos, absolutamente todos, pudiéramos sentirnos acompañados por Él en nuestros dolores y en nuestra propia muerte. El hombre que haya llevado la peor vida y que muere en la más terrible soledad si tiene un crucifijo adelante en un momento de lucidez puede decir: "Este sufrió más que yo".

A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, en la palabra; para quien no sabe, en la respuesta; para el ciego, en la luz; para el sordo, en la voz; para el cansado, en el descanso; para el desesperado, en la esperanza; para el inquieto, en la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.

El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma en amor.

El tema del sufrimiento nos dice algo a todos: a los mayores porque la vida nos ha dado la oportunidad de pasar por circunstancias difíciles y sentimos en nuestro cuerpo el paso del tiempo y con él, la proximidad del fin de nuestra vida aquí. Los jóvenes ven siempre lejana la muerte pero eso no quiere decir que no tengan sufrimientos. Todos los jóvenes saben lo que significa el dolor de un amor no correspondido, las cruces que hay que sobrellevar para abrirse camino en la vida, el sufrimiento de una timidez que no se supera, de una humillación que se recibe, de alguien que nos pisó la cabeza y consiguió el trabajo al que nosotros aspirábamos, el dolor de la fealdad física o el de la incomunicación en la familia, o el de la soledad que es uno de los más terribles dolores que se puede padecer.

En Jesús tenemos a alguien que es capaz de conocer todos los dolores y compadecerse de cada uno de nosotros, sea cual sea nuestro dolor. Este que muere en la cruz fue humillado, fue degradado moralmente, tratado como loco, castigado físicamente y sobre todo padeció el desprecio de todos los que lo rodeaban, el desprecio de los que fueron sus enemigos y la soledad y el abandono de sus amigos.

La muerte de Jesús sigue siendo hoy el único consuelo para tantos hombres y mujeres excluidos de la sociedad. A pesar de los avances científicos y tecnológicos, los hombres no hemos podido encontrar los caminos para lograr sociedades más justas. Todas esas masas pueden ver en la Cruz de Jesús la expresión de sus propios dolores. Sus palabras en la cruz adquieren hoy la dimensión profética de interpretar el grito de tantos excluidos que claman por mayor amor y justicia.

La cruz  de Jesús es consuelo para los afligidos, pero también sigue siendo un grito de advertencia para llamar la atención de las sociedades opulentas e injustas. El clamor del Jesús doliente es hoy representativo del clamor de los pobres y marginados que nos interpelan.

La cruz del Señor nos ayuda a sobrellevar nuestras propias cruces. Nos recuerda que siempre el dolor aparecerá en nuestras vidas y necesitamos integrarlo como un aspecto fundamental de nuestra existencia. Nos da también lucidez y fortaleza para acompañar a quienes llevan cruces mayores que las nuestras. 

4. “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!” Lc 24, 34.

Los Evangelios dicen con toda claridad que Jesucristo una vez muerto en la cruz y sepultado, al tercer día resucitó. Durante su vida Jesús había resucitado a algunas personas; y algún tiempo antes de su muerte resucitó a su gran amigo Lázaro, pero a todas estas personas no las resucitó definitivamente. Todos ellos volvieron a la vida pero después murieron.

Cuando hablamos de la resurrección de Jesucristo estamos hablando de un hecho absolutamente singular. La resurrección de Lázaro significó para él volver a esta vida, la de Jesucristo tiene un sentido completamente distinto: vuelve a una vida nueva, los Evangelios nos muestran que tiene un cuerpo espiritualizado. Transfigurado, pero cuerpo verdadero en el cual están marcadas las cicatrices de los clavos y de la lanza que impactó en su costado. Un cuerpo capaz de atravesar paredes y entrar en lugares cerrados. Es cuerpo verdadero, pero cuerpo espiritual.

¿Qué hace Jesucristo después de resucitar? Se apareció a sus discípulos. Esas apariciones tuvieron un doble objetivo. Por un lado reconfortar, y despertar la fe en Él: al aparecer resucitado les muestra que no los había engañado y que el Reino que había predicado no era una mentira.

Por otro lado, también se presentó a sus apóstoles para confirmarlos en la misión que Él ya les había predicho antes de morir. Los envía por todo el mundo para que prediquen el Reino de Dios, para que vayan por toda la tierra y testimonien que él ha resucitado y que lo que ha dicho es verdad, para que anuncien a todos los hombres de todas las generaciones que la vida tiene un sentido, que Dios nos ha regalado este don de la vida y que no estamos en la tierra porque sí, sino para cumplir una misión. Que terminado el curso de nuestra vida, habiendo cumplido esa misión, Jesucristo resucitado está junto a su Padre en el cielo esperándonos para resucitarnos también a nosotros.

Esta es la fuerza de la resurrección. Como Dios es amor no pudo haber pensado nuestra vida para que terminara en un abismo o en la nada; por el contrario, nos invita a adherirnos a ese amor suyo de modo tal que nuestra vida crezca día a día y vayamos adquiriendo mayor dignidad como personas. Nuestra resurrección final no será sino la consecuencia de vivir intensamente en el amor aquí en la tierra para que Dios nos dé la plenitud de la vida en la eternidad.

La resurrección de Jesucristo es lo que funda nuestra esperanza. Todos en la vida queremos crecer y ser más. El materialismo consumista que nos rodea nos quiere hacer pensar que para ser más, tenemos que tener muchas cosas. Los santos, nos dan un ejemplo completamente distinto, más bien se desprendieron de sus bienes materiales y crecieron en los bienes espirituales. Y ese camino de crecimiento personal se ha plenificado en la vida eterna que ellos han conseguido: ese es nuestro destino, para eso nos creó Dios, para eso resucitó Jesucristo: Para que tengamos plenitud y una plenitud que no termina nunca (Cfr. Jn. 10, 10).

Queridos Amigos, esta pascua 2010, es la que marca el comienzo de la celebración del Bicentenario de la Patria. Seguramente, habrá muchos festejos y conmemoraciones. Como cristianos, nuestro modo de agradecer por nuestra Patria debe ser profundizar en el diálogo, en la justicia y en la solidaridad, impregnando nuestros ámbitos de los valores del Evangelio. Nuestra Argentina, que conoce el anuncio de la Buena Noticia de Jesús desde sus orígenes nacionales, en estos tiempos no logra encarnar estos valores que están, sin embargo, en nuestras raíces culturales. Apelemos a esos valores dormidos y retomemos el sentido profundo de nuestra vocación. Éste será nuestro aporte a la vida concreta de nuestra sociedad.

Que María de Luján, Madre de los Argentinos, nos enseñe a vivir y a compartir como hermanos, en camino al bicentenario de la Patria,

¡Muy feliz pascua de Resurrección! 

Mons. Jorge Casaretto, obispo de San Isidro 
Mons. Oscar Ojea, obispo coadjutor de San Isidro 

 
Nota:

[1] HB n°25. 

GUÍA DE TRABAJO

Aquí dejamos  una serie de preguntas que nos ayudarán a interiorizar los contenidos de la CARTA PASTORAL. No se trata de encontrar la "respuesta correcta", sino de preguntarnos acerca de lo que estamos reflexionando, para ver qué repercusión tienen estas realidades en la vida de cada uno de nosotros. Sería bueno que escribamos las respuestas, ya que el ejercicio de escribir nos ayuda a concentrarnos y a ponernos en contacto con nuestro interior. Si queremos, después podemos compartir lo que hemos reflexionado, con nuestra familia o comunidad.

Aquí van las preguntas: 

¿Cómo me encuentro al comenzar esta cuaresma? ¿Me siento con deseos de iniciar un camino de conversión?

Jesús es tentado y nosotros también. ¿Cuál es la tentación más fuerte que tengo en este momento de mi vida?

Respecto de las tentaciones que relata el Evangelio de San Lucas:
- ¿Sé poner mis dones al servicio de los demás? ¿En qué situaciones o momentos podría hacerlo?
- ¿Cómo vivo las situaciones en las que tengo algún poder sobre otros? (en mi familia, en el trabajo, en alguna actividad en el club, el barrio, la parroquia, etc.) ¿Vivo el poder como servicio?
- Frente a situaciones realmente difíciles ¿Me he sentido tentado/a de desesperanza? ¿Cuándo?

La Transfiguración del Señor me recuerda que Dios puede transformar mi corazón ¿Qué le pediría a Jesús que me ayude a cambiar en esta cuaresma?

La cruz de Jesús ilumina la nuestra ¿Qué situación de mi vida en este momento es una “cruz” para mí?

¿Creo en la resurrección del Señor? ¿De qué modo afecta mi vida el hecho de creer o no en la resurrección?

Hago una oración al Señor, pidiéndole por alguna persona, familia o grupo que esté sufriendo mucho en este momento. Le pido al Señor que se manifiesta a ellos con la fuerza de su resurrección. Si es posible, le/les manifiesto mi cercanía y solidaridad.


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ZENIT nos ofrece el texto íntegro de la Lectio divina sobre el sacerdocio, que el Papa celebró el  18 de febrero con los presbíteros de la diócesis de Roma. El texto bíblico fue tomado de la Carta a los Hebreos.de 2010

Eminencia,
queridos hermanos en el Episcopado
y en el Sacerdocio,

es una tradición muy gozosa y también importante para mí poder iniciar la Cuaresma siempre con mi Presbiterio, los Presbíteros de Roma. Así, como Iglesia local de Roma, pero también como Iglesia universal, podemos emprender este camino esencial con el Señor hacia la Pasión, hacia la Cruz, el camino pascual.

Este año queremos meditar sobre los pasajes de la Carta a los Hebreos ahora leídos. El autor de esta Carta ha abierto un nuevo camino para entender el Antiguo testamento como libro que habla sobre Cristo. La tradición precedente había visto a Cristo sobre todo, esencialmente, en la clave de la promesa davídica, del verdadero David, del verdadero Salomón, del verdadero Rey de Israel, verdadero Rey porque es hombre y Dios. Y la inscripción sobre la Cruz había realmente anunciado al mundo esta realidad: ahora está el verdadero Rey de Israel, que es el Rey del mundo. El Rey de los Judíos está en la Cruz. Es una proclamación de la realeza de Jesús, del cumplimiento de la espera mesiánica del Antiguo Testamento, la cual, en el fondo del corazón, es una esperanza de todos los hombres que esperan al verdadero Rey, que da justicia, amor y fraternidad.

Pero el Autor de la Carta a los Hebreos ha descubierto una cita que hasta aquel momento no había sido observada: Salmo 110, 4 — “tu eres sacerdote según el rito de Melquisedec”. Esto significa que Jesús no solo cumple la promesa davídica, las expectativas del verdadero Rey de Israel y del mundo, sino que realiza también la promesa del verdadero Sacerdote. En parte del Antiguo Testamento, sobre todo también en Qumran, hay dos líneas separadas de espera: el Rey y el Sacerdote. El Autor de la Carta a los Hebreos, descubriendo este versículo, ha comprendido que en Cristo se unen las dos promesas: Cristo es el verdadero Rey, el Hijo de Dios – según el Salmo 2, 7 que él cita – pero es también el verdadero Sacerdote.

Así todo el mundo cultual, toda la realidad de los sacrificios, del sacerdocio, que está en búsqueda del verdadero sacerdocio, del verdadero sacrificio, encuentra en Cristo su clave, su cumplimiento y, con esta clave, puede releer el Antiguo Testamento y mostrar como precisamente también la ley cultual, que tras la destrucción del Templo fue abolida, en realidad iba hacia Cristo; por tanto, no fue simplemente abolida, sino renovada, transformada, porque en Cristo todo encuentra su sentido. El sacerdocio aparece entonces en su pureza y en su verdad profunda.

De este modo, la Carta a los Hebreos presenta el tema del sacerdocio de Cristo, Cristo sacerdote, en tres niveles: el sacerdocio de Aarón, el del Templo; Melquisedec; y el mismo Cristo, como el verdadero sacerdocio. También el sacerdocio de Aarón, aún siendo diferente del de Cristo, aún siendo, por así decirlo, sólo una búsqueda, un caminar en dirección a Cristo, con todo es “camino” hacia Cristo, y ya en este sacerdocio se delinean los elementos esenciales. Después está Melquisedec – volveremos sobre este punto – que es un pagano. El mundo pagano entra en el Antiguo Testamento, entra en una figura misteriosa, sin padre, sin madre – dice la Carta a los Hebreos –, sencillamente aparece, y en él aparece la verdadera veneración del Dios Altísimo, del Creador del cielo y de la tierra. Así también desde el mundo pagano viene la esperanza y la prefiguración profunda del misterio de Cristo. En Cristo mismo todo está sintetizado, purificado y guiado hacia su fin, a su verdadera esencia.

Veamos ahora cada uno de los elementos, en cuanto sea posible, sobre el sacerdocio. De la Ley, del sacerdocio de Aarón, aprendemos dos cosas, nos dice el autor de la Carta a los Hebreos: un sacerdote, para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, tiene que ser hombre. Esto es fundamental, y el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote, para poder realizar la misión del sacerdote. Debe ser hombre – volveremos sobre este punto –, pero no puede por sí mismo hacerse mediador hacia Dios. El sacerdote necesita una autorización, de una institución divina y sólo perteneciendo a las dos esferas – la de Dios y la del hombre –, puede ser mediador, puede ser “puente”. Esta es la misión del sacerdote: combinar, unir estas dos realidades aparentemente tan separadas, es decir, el mundo de Dios – lejano a nosotros, a menudo desconocido para el hombre – y nuestro mundo humano. La misión del sacerdocio es la de ser mediador, puente que une, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su luz verdadera, a su vida verdadera.

Como primer punto, por tanto, el sacerdote debe estar de la parte de Dios, y solamente en Cristo esta necesidad, esta condición de la mediación se realiza plenamente. Por eso era necesario este Misterio: el Hijo de Dios se hace hombre para que se dé el verdadero puente, se dé la verdadera mediación. Los demás deben tener al menos una autorización de Dios, o, en el caso de la Iglesia, el Sacramento, es decir, introducir nuestro ser en el ser de Cristo, en el ser divino. Sólo con el Sacramento, este acto divino que nos crea sacerdotes en comunión con Cristo, podemos realizar nuestra misión. Y esto me parece un primer punto de meditación para nosotros: la importancia del Sacramento. Nadie se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede atraerme, puede autorizarme, puede introducirme en la participación en el misterio de Cristo; solo Dios puede entrar en mi vida y tomarme de la mano. Este aspecto del don, de la precedencia divina, de la acción divina, que nosotros no podemos realizar, esta pasividad nuestra – ser elegidos y tomados de la mano por Dios – es un punto fundamental en el que entrar. Debemos volver siempre al Sacramento, volver a este don en el que Dios me da lo que yo no podría nunca dar: la participación, la comunión con el ser divino, con el sacerdocio de Cristo.

Hagamos esta realidad también un factor práctico en nuestra vida: si es así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe conocer a Dios de cerca, y lo conoce en comunión con Cristo. Debemos por tanto vivir esta comunión y la celebración de la Santa Misa, la oración del Breviario, toda la oración personal,son elementos del estar con Dios, del ser hombres de Dios. Nuestro ser, nuestra vida, nuestro corazón deben estar fijados en Dios, en este punto del que no debemos salir, y esto se realiza, se refuerza día tras día, también con breves oraciones en las que nos volvemos a conectar con Dios y nos convertimos cada vez más en hombres de Dios, que viven en su comunión y que pueden así hablar de Dios y guiar a Dios.

El otro elemento es que el sacerdote tiene que ser hombre. Hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión de “qué es el hombre” está oscurecida por el hecho del pecado, que ha lesionado la naturaleza humana hasta en lo profundo. Así se dice: “ha mentido”, “es humano”; “ha robado”, “es humano”; pero esto no es el verdadero ser humano. Lo humano es ser generoso, ser bueno, ser hombre de la justicia, de la verdadera prudencia, de la sabiduría. Por tanto salir, con la ayuda de Cristo, de este oscurecimiento de nuestra naturaleza para llegar al verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que debe realizarse también y continuar en toda nuestra existencia. Pienso que las dos cosas van fundamentalmente juntas: estar en Dios y con Dios y ser realmente hombre, en el verdadero sentido que quiso el Creador, al plasmar esta criatura que somos nosotros.

Ser hombre: la Carta a los Hebreos hace un subrayado de nuestra humanidad que nos sorprende, porque dice: debe ser uno con “compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza” (5, 2) y después – mucho más fuerte aún - “habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente” (5, 7). Para la Carta a los Hebreos el elemento esencial de nuestro ser hombre es la compasión, es el sufrir con los demás: esta es la verdadera humanidad. No es el pecado, porque el pecado no es nunca solidaridad, sino siempre desolidarización, es un tomar mi vida para mí mismo, en lugar de entregarla. La verdadera humanidad es participar realmente en el sufrimiento del ser humano, quiere decir ser hombre de compasión – metriopathèin, dice el texto griego – es decir, estar en el centro de la pasión humana, llevar realmente con los demás sus sufrimientos, las tentaciones de este tiempo: “Dios, ¿dónde estás tú en este mundo?”.

Esta humanidad del sacerdote no responde al ideal platónico y aristotélico, según el cual el verdadero hombre sería aquel que vive solo en la contemplación de la verdad, y así es beato, feliz, porque tiene amistad solo con las cosas hermosas, con la belleza divina, mientras que “los trabajos” los hacen otros. Esta es una suposición, mientras que aquí se supone que el sacerdote entra como Cristo en la miseria humana, la toma consigo, va a las personas sufrientes, se ocupa de ellas, y no sólo exteriormente, sino que las tome sobre sí interiormente, recoja en sí mismo la “pasión” de su tiempo, de su parroquia, de las personas a él confiadas. Así Cristo mostró su verdadero humanismo. Ciertamente su corazón está siempre fijo en Dios, ve siempre a Dios, íntimamente está siempre en diálogo con Él, pero Él lleva, al mismo tiempo, todo el ser, todo el sufrimiento humano entra en la pasión. Hablando, viendo a los hombres que son pequeños, sin pastor, Él sufre con ellos, y nosotros sacerdotes no podemos retirarnos a un Elysium, sino que estamos inmersos en la pasión de este mundo y debemos, con la ayuda de Cristo y en comunión con Él, intentar transformarlo, de llevarlo hacia Dios.

Precisamente esto se dice, con el siguiente texto realmente estimulante: «habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas” (Hb 5, 7). Esto no es solo una indicación de la hora de angustia en el Monte de los Olivos, sino que es un resumen de toda la historia de la pasión, que abraza toda la vida de Jesús. Lágrimas: Jesús lloraba ante la tumba de Lázaro, estaba realmente tocado interiormente por el misterio de la muerte, por el terror de la muerte. Personas que pierden al hermano, como en este caso, a la madre y al hijo, al amigo: toda la terribilidad de la muerte, que destruye el amor, que destruye las relaciones, que es un signo de nuestra finitud, de nuestra pobreza. Jesús es puesto a prueba y se confronta hasta lo profundo de su alma con este misterio, con esta tristeza que es la muerte, y llora. Llora ante Jerusalén, viendo la destrucción de la bella ciudad a causa de la desobediencia; llora viendo todas las destrucciones de la historia del mundo; llora viendo cómo los hombres se destruyen a sí mismos y sus ciudades en la violencia, en la desobediencia.

Jesús llora, con fuertes gritos. Sabemos por los Evangelios que Jesús gritó desde la Cruz, gritó: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34; cfr. Mt 27, 46), y que gritó una vez más al final. Y este grito responde a una dimensión fundamental de los Salmos: en los momentos terribles de la vida humana, muchos salmos son un fuerte grito a Dios: “¡Ayúdanos, escúchanos!”. Precisamente hoy, en el Breviario, hemos rezado en este sentido: ¿Donde estás, Dios? “Como ovejas de matadero nos entregan” (Sal 44, 12). ¡Un grito de la humanidad sufriente! Y Jesús, que es el verdadero sujeto de los Salmos, lleva realmente este grito de la humanidad a Dios, a los oídos de Dios: “¡Ayúdanos y escúchanos!”. Él transforma todo el sufrimiento humano, tomándolo en sí mismo en un grito a los oídos de Dios.

Y así vemos que precisamente de este modo se realiza el sacerdocio, la función del mediador, transportando en sí, asumiendo en sí el sufrimiento y la pasión del mundo, transformándola en grito hacia Dios, llevándola ante los ojos y en las manos de Dios, y así llevándola realmente al momento de la Redención.

En realidad la Carta a los Hebreos dice que “ofreció oraciones y súplicas”, “gritos y lágrimas” (5, 7). Es una traducción correcta del verbo prosphèrein, que es una palabra cultual y expresa el acto de la ofrenda de los dones humanos a Dios, expresa precisamente el acto del ofertorio, del sacrificio. Así, con este término cultual aplicado a las oraciones y lágrimas de Cristo, demuestra que las lágrimas de Cristo, la angustia del Monte de los Olivos, el grito de la Cruz, todo el sufrimiento no son algo al lado de su gran misión. Precisamente de esta forma Él ofrece el sacrificio, hace de sacerdote. La Carta a los Hebreos, con este “ofreció”, prosphèrein, nos dice: esta es la realización de su sacerdocio, así lleva la humanidad a Dios, así se hace mediador, así se hace sacerdote.

Digamos, justamente, que Jesús no ofreció algo a Dios, sino que se ofreció a sí mismo, y este ofrecerse a sí mismo se realiza precisamente en esta compasión, que transforma en oración y en grito al Padre el sufrimiento del mundo. En este sentido, tampoco nuestro sacerdocio se limita al acto cultual de la Santa Misa, en el que todo es puesto en las manos de Cristo, sino que toda nuestra compasión hacia el sufrimiento de este mundo tan alejado de Dios, es acto sacerdotal, es prosphèrein, es ofrecer. En este sentido, me parece que debemos entender y aprender a aceptar más profundamente los sufrimientos de la vida pastoral, porque precisamente esto es acción sacerdotal, es mediación, es entrar en el misterio de Cristo, es comunicación con el misterio de Cristo, muy real y esencial, existencial y también sacramental.

Una segunda palabra en este contexto es importante. Se dice que Cristo así – a través de esta obediencia – se hizo perfecto, en griego teleiothèis (cfr. Hb 5, 8-9). Sabemos que en toda la Torá, es decir, en toda la legislación cultual, la palabra tèleion, aquí utilizada, indica la ordenación sacerdotal. Es decir, la Carta a los Hebreos nos dice que precisamente haciendo esto Jesús se hizo sacerdote, se realizó en su sacerdocio. Nuestra ordenación sacerdotal sacramental debe realizarse y concretarse existencialmente, pero también de modo cristológico, precisamente en este llevar al mundo con Cristo y a Cristo y, con Cristo, a Dios: así nos convertimos realmente en sacerdotes, teleiothèis. Por tanto, el sacerdocio no es una cosa para algunas horas, sino que se realiza precisamente en la vida pastoral, en sus sufrimientos y en sus debilidades, en sus tristezas y también en sus alegrías, naturalmente. Así nos convertimos cada vez más en sacerdotes en comunión con Cristo.

La Carta a los Hebreos resume, finalmente, toda esta compasión en la palabra hypakoèn, obediencia: todo esto es obediencia. Es una palabra que no nos gusta, en nuestra época. La obediencia aparece como una alienación, como una actitud servil. Uno no usa su libertad, su libertad se somete a la voluntad de otro, por tanto uno ya no es libre, sino que está determinado por otro, mientras que la autodeterminación, la emancipación sería la verdadera existencia humano. En lugar de la palabra “obediencia”, nosotros queremos como palabra clave antropológica la de “libertad”. Pero considerando desde cerca este problema, vemos que las dos cosas van juntas: la obediencia de Cristo es conformidad de su voluntad con la voluntad del Padre; es un llevar la voluntad humana a la voluntad divina, a la conformación de nuestra voluntad a la voluntad de Dios.

San Máximo Confesor, en su interpretación del Monte de los Olivos, de la angustia expresada precisamente en la oración de Jesús, “no mi voluntad, sino la tuya”, describió este proceso, que Cristo lleva en sí como verdadero hombre, con la naturaleza, la voluntad humana; en este acto – “no mi voluntad, sino la tuya” – Jesús resume todo el proceso de su vida, es decir, del llevar la vida humana natural a la vida divina, y de esta forma transformar al hombre: divinización del hombre, y así redención del hombre, porque la voluntad de Dios no es una voluntad tiránica, no es una voluntad que esté fuera de nuestro ser, sino que es precisamente la voluntad creadora, es precisamente el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad.

Dios nos ha creado y somos nosotros mismos conformes con su voluntad: sólo así entramos en la verdad de nuestro ser y no estamos alienados. Al contrario, la alienación se realiza precisamente saliendo de la voluntad de Dios, porque de este modo salimos del diseño de nuestro ser, ya no somos nosotros mismos y caemos en el vacío. En verdad, la obediencia a Dios, es decir, la conformidad, la verdad de nuestro ser, es la verdadera libertad, porque es la divinización. Jesús, llevando al hombre, el ser hombre, en sí y consigo, en la conformidad con Dios, en la perfecta obediencia, es decir, en la conformación perfecta entre las dos voluntades, nos ha redimido y la redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la comunión con la voluntad divina. Es un proceso por el que rezamos cada día: “hágase tu voluntad”. Y queremos rezar realmente al Señor, para que nos ayude a ver íntimamente que esta es la libertad, y a entrar, así, con gozo en esta obediencia y a “recoger” al ser humano para llevarlo – con nuestro ejemplo, con nuestra humildad, con nuestra oración, con nuestra acción pastoral – a la comunión con Dios. 

Continuando la lectura, sigue una frase difícil de interpretar. El Autor de la Carta a los Hebreos dice que Jesús oró fuertemente, con gritos y con lágrimas, a Dios que podía salvarlo de la muerte, y por su pleno abandono, fue escuchado (cfr. 5, 7). Aquí quisiéramos decir: “No, no fue escuchado de verdad, pues murió”. Jesús rezó para ser liberado de la muerte, pero no fue liberado, murió de una forma muy cruel. Por eso el gran teólogo liberal Harnack dijo: “Aquí falta un no”, debía estar escrito: “No fue escuchado”, y Bultmann aceptó esta interpretación. Pero esta es una solución que no es exegesis, sino que es una violencia al texto. En ninguno de los manuscritos aparece “no”, sino “fue escuchado”; por tanto, debemos aprender a entender qué significa este “ser escuchado”, a pesar de la Cruz.

Yo veo tres niveles para entender esta expresión. En un primer nivel, se puede traducir el texto griego así: “fue redimido de su angustia”, y en este sentido, Jesús fue escuchado. Sería, por tanto, una indicación a cuanto nos relata san Lucas de que “un ángel venido del cielo que le confortaba” (cfr. Lc 22, 43), de modo que, tras el momento de la angustia, pudiese andar derecho y sin temor hacia su hora, como nos describen los Evangelios, sobre todo el de san Juan. Sería la escucha en el sentido de que Dios le dio la fuerza para llevar todo este peso, y así fue escuchado. Pero a mí me parece que esta respuesta no es del todo suficiente. Escuchado en el sentido más profundo – lo subrayó el padre Vanhoye – quiere decir que “fue redimido de la muerte”, pero no en aquel momento, para aquel momento, sino para siempre, en la Resurrección: la verdadera respuesta de Dios a la oración de ser redimido de la muerte es la Resurrección, y la humanidad es redimida de la muerte precisamente en la Resurrección, que es la verdadera curación de nuestros sufrimientos, del misterio terrible de la muerte.

Aquí ya está presente un tercer nivel de comprensión: la Resurrección de Jesús no es sólo un acontecimiento personal. Me parece que sea de ayuda tener presente en este breve texto en el que san Juan, en el capítulo 12 de su Evangelio, presenta y narra, de modo muy resumido, el hecho del Monte de los Olivos. Jesús dice: “Mi alma está turbada” (Jn 12, 27), y, en toda la angustia del Monte de los Olivos, qué diré: “O sálvame de esta hora, o glorifica tu nombre” (cfr Jn 12, 27-28). Es la misma oración que encontramos en los Sinópticos: “Si es posible sálvame, pero hágase tu voluntad” (cfr. Mt 26, 42; Mc 14, 36; Lc 22, 42), que en el lenguaje joánico aparece: “O sálvame, o glorifica». Y Dios responde: “Le he glorificado y de nuevo le glorificaré" (cfr. Jn 12, 28). Esta es la respuesta, la escucha divina: glorificaré la Cruz; es la presencia de la gloria divina, porque es el acto supremo del amor. En la Cruz, Jesús fue elevado sobre toda la tierra y atrae a la tierra hacia sí; en la Cruz aparece ahora el “Kabod”, la verdadera gloria divina del Dios que ama hasta la Cruz y así transforma la muerte y crea la Resurrección.

La oración de Jesús fue escuchada, en el sentido de que realmente su muerte se convierte en vida, se convierte en el lugar desde donde redime al hombre, desde donde atrae al hombre hacia sí. Si la respuesta divina en Juan dice “te glorificaré”, significa que esta gloria trasciende y atraviesa toda la historia siempre y de nuevo: desde tu Cruz, presente en la Eucaristía, transforma la muerte en gloria. Esta es la gran promesa que se realiza en la Santa Eucaristía, que abre siempre de nuevo el cielo. Ser servidor de la Eucaristía es, por tanto, la profundidad del misterio sacerdotal.

Aún unas breves palabras, al menos sobre Melquisedec. Es una figura misteriosa que entra en Génesis 14 en la historia sagrada: tras la victoria de Abraham sobre algunos reyes, aparece el Rey de Salem, de Jerusalén, Melquisedec, y trae pan y vino. Una historia no comentada y un poco incomprensible, que aparece nuevamente solo en el salmo 110, como ya se ha dicho, pero se entiende que después el Judaísmo, el Gnosticismo y el Cristianismo hayan querido reflexionar profundamente sobre esta palabra y hayan creado sus interpretaciones. La Carta a los Hebreos no hace especulaciones, sino que trae solamente lo que dice la Escritura, y son diversos elementos: es rey de justicia, habita en la paz, es Rey allí donde hay paz, venera y adora al Dios Altísimo, el Creador del cielo y de la tierra, y trae pan y vino (cfr. Hb 7, 1-3; Gen 14, 18-20). No se comenta que aquí aparece el Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, Rey de la paz, que adora con pan y vino al Dios Creador del cielo y de la tierra. Los padres han subrayado que es uno de los santos paganos del Antiguo Testamento y esto muestra que también del paganismo hay un camino hacia Cristo y los criterios son: adorar al Dios Altísimo, al Creador, cultivar justicia y paz, y venerar a Dios de modo puro. Así, con estos elementos fundamentales, también el paganismo está en camino hacia Cristo, hace, de cierta forma, presente la luz de Cristo.

En el canon romano, tras la Consagración, tenemos la oración supra quae, que menciona algunas prefiguraciones de Cristo, de su sacerdocio y de su sacrificio: Abel, el primer mártir, con su cordero; Abraham, que sacrifica en intención a su hijo Isaac, sustituido por el cordero dado por Dios; y Melquisedec, Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, que trae pan y vino. Esto quiere decir que Cristo es la novedad absoluta de Dios y, al mismo tiempo, está presente en toda la historia, a través de a historia, y la historia va hacia Cristo. Y no solo la historia del pueblo elegido, que es la verdadera preparación querida por Dios, en la que se revela el misterio de Cristo, sino que también desde el paganismo se prepara el misterio de Cristo, hay caminos hacia Cristo, el cual lleva todo en sí.

Esto me parece importante en la celebración de la Eucaristía: aquí está recogida toda la oración humana, todo el deseo humano, toda la verdadera devoción humana, la verdadera búsqueda de Dios, que se encuentra finalmente realizada en Cristo. Finalmente hay que decir que ahora se abre el cielo, el culto ya no es enigmático, en signos relativos, sino verdadero, porque el cielo se ha abierto y no se ofrece algo, sino que el hombre se convierte en uno con Dios y este es el verdadero culto. Así dice la Carta a los Hebreos: “tenemos un Sumo Sacerdote sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, al servicio del santuario y de la Tienda verdadera, erigida por el Señor” (cfr. 8, 1-2).

Volvamos al punto en que Melquisedec es Rey de Salem. Toda la tradición davídica se refiere a esto, diciendo: “éste es el lugar, Jerusalén es el lugar del culto verdadero, la concentración del culto en Jerusalén viene ya de los tiempos de Abraham. Jerusalén es el verdadero lugar de la justa veneración de Dios”.

Demos un nuevo paso: la verdadera Jerusalén, el Salem de Dios, es el Cuerpo de Cristo, la Eucaristía es la paz de Dios con el hombre. Sabemos que san Juan, en el Prólogo, llama a la humanidad de Jesús “la tienda de Dios”, eskènosen en hemìn (Jn 1, 14). Aquí Dios mismo ha creado su tienda en el mundo y esta tienda, esta nueva, verdadera Jerusalén, está al mismo tiempo en la tierra y en el celo, porque este Sacramento, este sacrificio se realiza siempre entre nosotros y llega siempre hasta el trono de la Gracia, a la presencia de Dios. Aquí está la verdadera Jerusalén, al mismo tiempo celeste y terrestre, la tienda, que es el Cuerpo de Dios, que como Cuerpo resucitado es siempre cuerpo y abraza a la humanidad, y al mismo tiempo, siendo Cuerpo resucitado, nos un e con Dios. Todo esto se realiza siempre de nuevo en la Eucaristía. Y nosotros como sacerdotes estamos llamados a ser ministros de este gran Misterio, en el Sacramento y en la vida. Oremos al Señor para que nos haga entender cada vez mejor este Misterio, vivir cada vez mejor este Misterio y ofrecer así nuestra ayuda para que el mundo se abra a Dios, para que el mundo sea redimido. Gracias.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]


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Mensaje de monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo auxiliar de Mendoza, para la Cuaresma. (AICA)
(febrero de 2010)


Cuaresma 2010: Dios, amigo del hombre 

La Cuaresma cristiana comienza con el gran ayuno del miércoles de ceniza. ¿Por qué ayunar? Se pueden anotar muchas razones legítimas, con fundamento en la tradición bíblica. El ayuno es una práctica religiosa presente en la piedad judía como en otras tradiciones religiosas.

Sin embargo, los cristianos practicamos el ayuno por una razón más sencilla: Jesús mismo ayunó. Porque él lo hizo, y por sus mismas razones, es que nosotros practicamos el ayuno.

“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, fue la respuesta de Jesús al tentador que le proponía convertir las piedras en pan para saciar su hambre, al cabo de cuarenta días de oración y ayuno en el desierto.

Nosotros ya hemos creado amplios espacios en nuestra sociedad que funcionan como si Dios no existiera. Ya sabemos lo que significa vivir sin Dios, y organizar el mundo sin Él. Ya no necesitamos que nos lo prometan o nos lo cuenten. Lo vamos sabiendo por experiencia propia.

Jesús se fue al desierto, ayunó y oró, porque la tarea que tenía por delante era precisamente traer Dios al corazón de los hombres y del mundo. El ayuno acompañado de la oración es un modo muy concreto de abrir el mundo a Dios. “No solo de pan vive el hombre”. La privación voluntaria de alimentos puede ser algo costoso para quien lo practica. Sin embargo, es una práctica humanizadora. Nos enseña que, para vivir con autenticidad, es bueno contar con Dios como amigo y compañero. Ese es el sentido del ayuno cristiano.

En Jesús, especialmente en la cruz que lo pone del lado de todos los crucificados, Dios se ha manifestado como el gran Prójimo del hombre. Él mismo se ha comportado como Aquel que carga sobre sí la suerte de su creatura y, así, la redime. Por eso, la oración y el ayuno reclaman también la práctica de la generosidad en el compartir con nuestros prójimos.

“¿Quién es mi prójimo?”, le preguntó una vez a Jesús un maestro de la ley. Jesús le dio una respuesta cambiando la perspectiva: “Convertite vos en prójimo de tus hermanos”, como Dios se ha hecho prójimo de todos los hombres.

Esta es la palabra que sale de la boca de Dios, y la que procura una vida auténticamente humana al hombre: la palabra que testimonia el amor de Dios y el amor al prójimo como ley fundamental de la vida humana. Como dirá San Juan en su primera carta: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.” (1 Jn 4,16)

Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo auxiliar de Mendoza


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Mensaje de monseñor Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján para la Cuaresma (17 de febrero de 2010). (AICA)


CUARESMA 2010

Queridos hermanos:

El miércoles 17 de febrero, con la celebración en la que se imponen las  cenizas iniciamos el tiempo de Cuaresma. Tiempo  que privilegia algunos elementos de la Tradición cristiana que nos ayudan a ir al encuentro del Señor que nos llama a seguirlo cada vez más de cerca, como discípulos misioneros. Estos elementos son:

1. La lectura de la Sagrada Escritura. Allí conocemos el modo de ser y de obrar de Dios. Los textos de este tiempo favorecen nuestras actitudes para conocer y amar a este Dios que viene a nuestro encuentro. En la lectura atenta y meditada, es decir en la lectura orante de cada día, descubrimos cuanto somos amados por Él.

2. La oración. En especial la participación en la Sagrada Eucaristía donde la gracia de Dios produce en nosotros la divinización. Mediante la oración entramos en dialogo amoroso con Aquel que nos amó y se entregó por nosotros (cfr. Gal. 2,20).

3. La limosna. Dios nos colma de bienes: todo lo hemos recibido y, por lo tanto, renunciando a cosas nuestras, salimos al encuentro de Jesús en los pobres. En el que sufre, en el necesitado, nos encontramos con El y nos  identificamos con Él (Mt 25,40).

4. La mortificación. El amor de Jesús ilumina nuestros corazones y descubrimos allí sombras, infidelidades, vicios. Para responder a quien nos amó primero (1Jn. 4,10) y ser fieles, emprendemos un camino de renuncias a todos nuestros apegos y mezquindades. Es un camino de conversión y penitencia como lo señala el Santo Padre en su mensaje cuaresmal, significa "salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia”. Esta conversión nos hace pasar de las tinieblas a la luz, del egoísmo a la caridad, de la tristeza a la alegría, de la soberbia a la humildad y se realiza así el sueño que el Señor tiene para nuestras vidas.

Es todo un tiempo de preparación. Son cuarenta días, como los de Jesús en el desierto (Mt 4,2), para llegar con el corazón transformado por el amor del Maestro, a la Pascua. Es el triunfo de la Vida sobre la muerte, para vivir como resucitados, dado que en el bautismo hemos recibido la Vida Nueva de Cristo. De esta identificación con Él nace nuestro ser misioneros. No es por la insistencia de los sacerdotes o del obispo que somos misioneros, sino por necesidad, por convicción de no poder callar lo que hemos visto y oído (cfr. 1Jn. 1,1) o bien por la conciencia apostólica, como dice San Pablo: “¡Pobre de mí si no predico el Evangelio!” (1Cor. 9, 16).

La Pascua de Cristo en nosotros nos transforma de tristes en alegres, de apagados y tibios, en gozosos y valientes testigos, mensajeros del gran amor que nos hace hijos en el Hijo. En la medida en que conocemos y amamos a Jesús, experimentamos la necesidad de compartir con otros la alegría de la fe, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. (Cf. Aparecida 278)

En este año tan importante para nuestra Iglesia particular en el que damos gracias a Dios por los 75 años de la creación de nuestra diócesis y miramos con esperanza hacia delante para ser más fieles al Evangelio, dirijamos nuestro corazón al amor de Dios; es de aquí, del amor que el Padre tiene por cada uno de nosotros, desde donde se gesta la identificación con Cristo y sus consecuencias. Que el Señor nos conceda en esta Cuaresma que cada una de nuestras Comunidades, al mismo tiempo que se preparan para el Jubileo Arquidiocesano, crezcan en la conversión pastoral que nos pide Aparecida, que exige pasar de una de mera conversión individual a una pastoral eclesial decididamente misionera (Cf. Aparecida 370).

Con afecto fraterno en Jesús y María.
Mons. Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján


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Domingo de Ramos
28 Marzo 2010

"Agradece"

¡Gracias Señor por tanto amor!
Por entregarnos a tu Hijo
sin ahorrarle ningún dolor.

Él ha llegado hasta la cruz
para redimir todos
nuestros sufrimientos.
Su cruz hunde las raíces
en la tierra,
en el corazón de la humanidad,
pues Él ha bajado
hasta mis abismos
curando mis heridas,
rompiendo mis cadenas;

En ella extiende los brazos
en abrazo eterno
a todos los hombres,
reconciliándonos
unos con otros en Él
que es la paz verdadera.

Por mí has hecho esto,
porque me amas.
Éste es el verdadero camino
de la felicidad.
¡Haz Señor
que no me aparte nunca más de él!

Texto: Hermanas clarisas de Huesca
17, me de l´Hôpital - B - 6060 Gilly


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ZENIT   publica la meditación que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, OFM, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y Jaca, sobre el Evangelio de el Domingo de Ramos, 28 de marzo de 2010 (Lucas 22, 14-23, 56).

Hemos llegado al umbral de la Santa Semana. Tramo a tramo, nos hemos ido aproximando al escenario en donde Otro pagó nuestra cuenta debitada. Nos ponemos también nosotros en esa muchedumbre agolpada en aquel día en torno a la fiesta judía. Ellos y nosotros tenemos, siempre, unas oscuridades que piden ser iluminadas, unas muertes que esperan ser resucitadas. Nosotros estábamos allí. Y lo que allí sucedió entonces, para nosotros sucede hoy. En Jerusalén había la costumbre de dar la bienvenida a los peregrinos que llegaban para celebrar la Pascua con las palabras del salmo 118: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Jesús no fue la excepción. El envió previamente a dos discípulos para que trajeran un borrico y a quien extrañado preguntase por qué, debían responder: el Señor lo necesita. Un humilde portador de quien viene como rey en nombre de Dios. La tradición iconográfica muestra más veces a un asno junto a Jesús: en el viaje de Nazaret a Belén cuando María llevaba en su seno al que nacería sin cobijo de posada, en la cueva del nacimiento, y en la huida a Egipto.

El Señor necesitaba ¡un borrico! Detalle cargado de humanidad y sencillez, contrapuesto a la cabalgadura del poderío. Son las necesidades de un Dios que elige siempre lo débil y lo que no cuenta para confundir a los prepotentes (1 Cor 1,26-28), y así se reconocerá en la imagen del Siervo tomando la condición de esclavo, sin hacer alarde de su categoría de Dios (Filp 2,6-11), para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra abatimiento (Is 50,4-7).

Es el estremecedor relato de lo que ha costado nuestra redención. En ese drama está la respuesta de amor extremo de parte de Dios. Nuestra felicidad, el acceso a la gracia, ha tenido un precio: Él ha pagado por nosotros. Debemos situarnos en ese escenario, pues es el nuestro propio en donde Dios, en su Hijo, nos obtendrá la condición de hijos ante Él y de hermanos entre nosotros. Es el estupor que experimentaba la mística franciscana Angela de Foligno al contemplar la Pasión: “Tú no me has amado en broma”; o el realismo con el que Pablo agradecerá la donación de su Señor: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2,20). Sin este realismo que personaliza estaríamos como espectadores ausentes, que a lo sumo siguen el desarrollo del proceso de Dios desde la butaca de la lástima o de la indiferencia. Por eso puedo decir en verdad que yo estaba allí, todo fue por mí. Sólo quien reconoce ese por mí adorará al Señor con un corazón agradecido.


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Jueves, 25 de marzo de 2010

ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el  sábado 20 de febrero de 2010 a los dirigentes y personal de la Aviación Civil y de la Asistencia en Vuelo italiana, al recibirles en audiencia en el Aula Pablo VI.

Queridos hermanos y hermanas,

estoy contento de acogeros y de dirigiros mi bienvenida cordial a todos vosotros, que representáis al variado mundo de la aviación civil italiana. Saludo con deferencia a las autoridades civiles y militares, con un pensamiento especial para el señor Ministro de Infraestructuras y Transportes, el senador Altero Matteoli, y al profesor Vito Riggio, presidente del ENAC (Ente Nazionale per l’Aviazione Civile), a quien agradezco por las corteses palabras que me ha dirigido. Saludo al doctor Gianni Letta, Subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, que ha querido presenciar este importante encuentro. Dirijo finalmente mi pensamiento a los dirigentes y a todos los operadores del ENAC, del ENAV (Società Nazionale per l’Assistenza al Volo) y de las demás realidades que componen el sistema de la aviación civil.

Durante el último siglo, las fronteras de la movilidad se han ampliado enormemente con el uso cada vez más frecuente del avión. Los cielos representan hoy de manera creciente las que podríamos llamar las “autopistas” de la viabilidad moderna y, en consecuencia, los aeropuertos se han convertido en encrucijadas privilegiadas de la aldea global; en ellos, cada día, como se ha recordado, transitan millones de personas. A vosotros y a la realidad que representáis se confía la gestión y la organización, cada vez más compleja, de este punto de encuentro de la vida contemporánea y de la comunicación entre personas y pueblos. Se trata de un trabajo a menudo discreto y poco conocido, que no siempre viene observado por los usuarios, pero que no escapa a los ojos de Dios, que ve el trabajo del hombre, aunque esté escondido (cfr Mt 6,6).

¡Las tareas a vosotros confiadas son verdaderamente notables! Estáis llamados a regular y controlar el tráfico aéreo y a proveer a la eficiencia del sistema nacional de transportes, en el respeto de los compromisos internacionales del país; a garantizar a los usuarios y a las empresas la seguridad de los vuelos, la tutela de los derechos, la calidad de los servicios en las escalas y la misma competitividad en el respeto del medio ambiente. En tantas múltiples tareas, es importante recordar que, en cada proyecto y actividad, el primer capital que hay que salvaguardar y valorar es la persona, en su integridad (cfr C. enc. Caritas in veritate, n. 25). Ésta, de hecho, debe constituir el fin y no el medio, al que tender incesantemente. San Ambrosio nos recuerda que “el hombre es el culmen y casi el compendio del universo, y la suprema belleza de la creación” (Exameron IX, 75). El respeto de estos principios puede parecer particularmente complejo y difícil en el contexto actual, con motivo de la crisis económica, que provoca efectos problemáticos en el sector de la aviación civil, y por la amenaza del terrorismo internacional, que tiene en el punto de mira también a los aeropuertos y los aviones para llevar a cabo sus propias tramas subversivas. También en esta situación, es oportuno no perder nunca de vista que el respeto de la primacía de la persona y la atención a sus necesidades no solo no hacen menos eficaz el servicio y no penalizan la gestión económica, sino que al contrario, representan importantes garantías de verdadera eficiencia y de auténtica calidad.

El aeropuerto de hoy parece cada vez más un espejo del mundo y un “lugar” de humanidad, donde se encuentran personas de diversas nacionalidades, culturas y religiones. Por las aeroestaciones pasan cada año millones de pasajeros para dirigirse a sus lugares de vacaciones o de trabajo, para ver a sus familiares con los que compartir momentos difíciles y dolorosos. Muchos utilizan el avión para realizar una peregrinación en búsqueda de momentos de espiritualidad y de encuentro con Dios. En estos años, el aeropuerto se ha convertido en un lugar donde emigrantes y prófugos viven situaciones de espera, de esperanza y de temores por su futuro. Además, se revela cada vez más consistente la presencia de niños y ancianos, minusválidos y enfermos, necesitados de cuidados y atenciones especiales. En las últimas décadas, también para el Sucesor de Pedro, el avión se ha convertido en un instrumento insustituible de evangelización. ¿Cómo no recordar aquí el espacio que han tenido los aeropuertos y los aviones en los Viajes apostólicos realizados por mí y por mis venerados Predecesores? ¡No puedo sino agradeceros a todos por este precioso servicio!

La Iglesia, además, reserva para el mundo de la Aviación civil un particular cuidado pastoral. De hecho, como recordaba el Venerable papa Juan Pablo II pensando precisamente en vuestro ambiente tan variado y complejo: “cuánto se desea ... encontrar un rostro amigo, escuchar una palabra serena, recibir un gesto de cortesía y de comprensión concreta" (Homilía en el Aeropuerto de Fiumicinio, 10 de diciembre de 1991). A tales exigencias la Comunidad cristiana responde con el servicio de las Capillas y de los Capellanes de los Aeropuertos, dirigido principalmente al personal de vuelo y de tierra, al de policía, aduanas y seguridad, y al personal médico y paramédico, pero también a todos aquellos que pasan por os aeropuertos. Esta presencia recuerda que cada persona tiene una dimensión trascendente, espiritual, y ayuda a reconocerse como una sola familia, compuesta por sujetos que no están sencillamente uno junto a otro, sino que, poniéndose en relación con los demás y con Dios, llevan a cabo una solidaridad fraterna fundada en la justicia y en la paz (cfr C. enc. Caritas in veritate, nn. 53-54).

Queridos amigos, el 24 de marzo de 1920 mi predecesor Benedicto XV, de venerada memoria, coronando el deseo de algunos pioneros de la aviación, proclamaba a la Beata Virgen de Loreto Patrona de todos los aeronautas, con referencia al arcángel Gabriel, que bajó del cielo para llevar a María el “alegre anuncio” de la “Divina Maternidad” (Lc 1,26-38) y a la devota tradición ligada a la Santa Casa. A la Virgen Lauretana confío vuestro trabajo y cada una de vuestras iniciativas. Que ella os ayude a buscar siempre en cada cosa “el reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33). Que os acompañe la Bendición Apostólica, que imparto de corazón a cada uno de vosotros y a vuestros seres queridos.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Lectio divina para el sábado de la quinta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


Lectio sábado 5º

LECTURA:         “Juan 11, 45‑57”

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.»

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?»

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisaran para prenderlo.

MEDITACIÓN:            “Conviene que uno muera”

Intereses. Cuantos intereses nos llevan a actuar injustamente a los hombres y cuantas actuaciones negativas justificamos para salvar nuestros proyectos. Es la misma historia de siempre. Recibimos el poder para servir y terminamos sirviéndonos del poder. Y esto a gran escala y a pequeña escala; en los importantes foros de decisión o en los sencillos ámbitos de nuestra vida.

Hay en todo hombre un afán de dominar, de acaparar. Terminamos convirtiendo nuestros espacios en pequeños reinos donde somos dueños y señores, donde no permitimos que nadie entre, donde tratamos de dejar claro quien manda. Tú liberando, nosotros atando. Tú abriendo, nosotros cerrando. Tú aclarando, nosotros difuminando, ocultando.

Y así me das tu lección: hay que trabajar por la vida aunque cueste la vida. Muchos que lo han entendido así han pagado igual que tú. Han perdido su vida, sus puestos, su imagen. A veces siento miedo, pero los hombres necesitamos de otros hombres que den la vida para dar vida. Y lo vamos a vivir con toda su fuerza, su tragedia y su gloria, a lo largo de la semana que se nos abre. Quisiera aprender.

ORACIÓN:            “Levantar los ojos y el corazón”

Te pido que me des la valentía necesaria para aprender de ti, para imitarte, como otros muchos. Hay demasiada muerte en el mundo, demasiados intereses oscuros, y yo amo la vida. Ayúdame a tener la fuerza necesaria para que mi vida contribuya a la vida, no solamente en su aspecto material sino en su dignidad.

Gracias por tu lección. Gracias porque nunca una muerte ha sido un grito tan fuerte de vida. Gracias porque tu vida fue un grito de paz, de amor, de verdad, de nobleza. Un grito que nos manifestó la dignidad humana y divina de todo hombre.

Gracias, porque en estos momentos de oscuridad, de confusión sobre el sentido del hombre, del mundo, de la historia,  tu vida y tu palabra siguen siendo una llamada a levantar los ojos y el corazón para descubrir la grandeza de la dignidad humana, y a poner la vida en juego, como tú.

CONTEMPLACIÓN:            “Tu vida”

En mi oscuridad
brilla tu luz.

En mi silencio
tu palabra.

En mi vida
tu Vida
que lo llena todo,
lo invade todo,
lo dignifica todo,
lo plenifica todo.

En ella me llamas
a ser contigo,
portador
de gestos de vida,
hacedor
de un mundo mejor.


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REDACCIÓN DE "IGLESIA NIVARIENSE"
C. San Agustín, nº 28
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 379 

El obispo, Bernardo Álvarez, presidirá las principales celebraciones de Semana Santa, en la Sede Catedralicia de La Laguna. Los horarios quedan de la siguiente forma: Domingo de Ramos, a las 10:00 horas; Martes Santo (Misa Crismal), a las 11:00; Jueves Santo, a las 18:00 horas; Viernes Santo, a las 12:30 de mediodía; Sábado Santo (Vigilia Pascual), a las 10:00 horas y Domingo de Resurrección, a las 12. 

Por cierto, que como viene siendo habitual, la Misa Crismal será retransmitida por COPE Tenerife y COPE La Palma desde la Sede Catedralicia. Esta Eucaristía, que celebra el obispo con todos los presbíteros de la diócesis, es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del Obispo y signo de la unión estrecha de los presbíteros con él. En ella, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. 

Jesús Daniel González Acosta, capellán del hospital de La Gomera será el encargado este año de guiar las charlas, especialmente dirigidas a enfermos, dentro del espacio que brinda COPE Tenerife durante el lunes, martes y miércoles Santo. Dichas charlas, están organizadas por la delegación de pastoral sanitaria y se emiten de 18:00 a 19:00 horas, en el programa “Palabra para la vida”. 

Por su parte, PopularTV-Canarias, emitirá durante esta Semana Grande, distintos reportajes sobre la Semana Santa en distintos puntos del Archipiélago.  

“Jesucristo. Su historia cambió el mundo”, es el título de la representación teatral que se llevará a cabo en la parroquia de Valle San Lorenzo, en Arona, el próximo día 27 de marzo. Ese día, también otros puntos de nuestra diócesis contarán con iniciativas similares. Es el caso de la Cruz Santa, en Los Realejos que llevará a cabo su auto sacramental de la Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo, a las 21:00 horas, en la plaza del pueblo. Asimismo, en San Pedro, en Güímar, a las 21:00 horas, se escenificará la Pasión bajo el lema: “Jerusalén. Año 33. El mundo cambió para siempre”. Ese mismo sábado, catequistas, catequizandos y padres representarán en el barranco del barrio de S. Juan en Tacoronte, la vida, pasión y muerte de Jesucristo. Un día más tarde, el 28 de marzo, a las 20:30 horas el municipio de Candelaria se sumará a estas representaciones. Por su parte, el Viernes Santo, a las 12:00 horas, la avenida principal de Adeje acogerá su también tradicional escenificación de la Pasión. 

El Cabildo de La Palma y la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto, adscrita a la Parroquia de San Francisco de Asís de Santa Cruz de La Palma, han organizado la celebración del III Concurso Insular de Fotografía sobre la Semana Santa 'FotoCofrade 2010'.Podrá participar cualquier persona que envíe hasta tres fotografías por procesión de cualquiera de las parroquias de la isla, en sus diversas facetas, bien sean desfiles, imágenes, detalles de las mismas, curiosidades, hábitos, reposteros, estandartes, celebraciones, etcétera. 

Durante esta semana, el Instituto Superior de Teología de Canarias y la Universidad Menéndez Pelayo, vienen desarrollando un nuevo curso bajo el título: “La Cosmología moderna y el problema de la inteligibilidad del Universo”. En el mismo participa el Dr. Heller, profesor en Filosofía de la Universidad Pontificia de Cracovia. Los contenidos de estas jornadas abordan cuestiones fundamentales como: ¿Necesita el universo tener una causa?, ¿Cuáles son las causas de las leyes matemáticas? etc. 

El pasado 23 de marzo falleció el sacerdote Lucas García Losada, a los 76 años de edad. Losada, era natural de Valladolid y estuvo en Tenerife ejerciendo su ministerio en el Puerto de la Cruz. En este municipio fue párroco de La Peña y, en estos últimos quince años, de La Peñita. El lunes, 29 de marzo, a las 19:00 horas, se llevará a cabo una Eucaristía por el alma del Padre Lucas, en el templo de La Peñita. 

El movimiento Familias Cristianas ha organizado un encuentro para jóvenes entre 13 y 16 años, en la Casa de la Iglesia, para los días 27 y 28 de marzo. 

El miércoles siete de abril tendrá lugar en Madrid la esperada reunión entre la Directora General de Bellas Artes y los representantes del  Obispado de Tenerife, Ayuntamiento de La Laguna, Gobierno de Canarias, Cabildo Insular para tratar de salvar la financiación de los trabajos de restauración de la Catedral. En esta próxima reunión, los representantes de La Laguna confía en reconducir la situación y se cumplan los compromisos adquiridos. Ya que si bien la línea presupuestaria contempla la financiación de las obras en 2010, desde el gobierno central no está contemplada la financiación ni para 2011 ni para los años posteriores. 

La Conferencia Episcopal ha puesto en marcha una campaña de comunicación a favor del derecho a la vida de los que va a nacer, con motivo de la Jornada por la Vida que se celebrará el 25 de marzo. La campaña, que este año lleva por lema: ¡Es mi vida!... Está en tus manos, tiene como objetivos principales seguir dando voz a los que van a nacer para defender su derecho a la vida y ofrecer apoyo real a las mujeres gestantes que se encuentran en dificultades. 

En este sentido, la parroquia de El Cardonal organizó una eucaristía especial para este jueves. Además, a las 8:00 de la tarde, en la Centro Ciudadano “Pérez Soto” de El Cardonal (frente a la Parroquia) se realizará una  Conferencia:  “El Misterio del Inicio de la Vida Humana”, por el Doctor D. Justo Pedro Hernández González, Profesor de Historia de la Medicina de la Universidad de La Laguna 

El próximo viernes, 9 de abril, a las 1900 horas, tendrá lugar el acto de bendición del templo parroquial de Puntagorda. La eucaristía estará presidida por el obispo, Bernardo Álvarez y concelebrada por todos los sacerdotes que han presidido esta comunidad durante los últimos 50 años. 

Distintas obras y acuerdos han salido de la reunión entre el ayuntamiento de S/C de Tenerife y el Obispado. De esta manera se valoró la situación del templo matriz de la Concepción, así como las obras necesarias en el de Sto. Domingo, la ermita de Regla y S. Andrés. Igualmente ambas partes acordaron algunas permutas. 

Por otro lado, la financiación de las obras de restauración del templo de S. José, en S. Juan de la Rambla, que lleva dos años cerrado, condiciona la reapertura del mismo. Este hecho se puso de relieve durante la reunión de representantes municipales y de la iglesia.  A pesar de este hecho, se espera que la siguiente fase de las obras se pueda emprender. 

Cientos de personas se congregaron un año más en el templo lagunero de Santo Domingo, para recibir la bendición e iniciar una nueva peregrinación de oración por la paz hasta la basílica de Candelaria. El Obispo presidió la Eucaristía a los pies de la Patrona y recordó el lema de la jornada: Si quieres la paz, defiende la creación. Álvarez hizo mención  del mensaje papal del primero de año para alertar de la necesidad de replantearse los criterios en el uso de los bienes de la tierra, creados por Dios para todos, y no sólo para la generación presente. La tierra, la creación entera, es regalo de Dios para el disfrute del ser humano -dijo el Obispo.  Dios nos la ha entregado para que usemos, no para que abusemos de ella. 

Cáritas Diocesana ha informado que la Campaña “Terremoto de Haití”, se cerró con una recaudación total de 521.000 euros. El director de esta organización, Leonardo Ruiz del Castillo, agradeció a todas las personas que han puesto su granito de arena para ayudar a tantas familias afectadas por el fuerte terremoto que asoló Haití, el pasado 12 de enero. 

El periódico La Opinión, en su edición del 21 de marzo ha publicado un especial Semana Santa titulado “Ruta de la evangelización”, en el cual se encuentran los actos religiosos más relevantes de diversos municipios de Tenerife. 

Canarias ya cuenta con una delegación de la Banca Ética, la cooperativa para financiar proyectos sociales, denominada oficialmente Fiare, que surgió en 2001 para plantear un sistema financiero que fuera a contracorriente del capitalismo salvaje. 

La delegación de jóvenes celebró una reunión para seguir perfilando los actos de la acogida de la Cruz de los Jóvenes que tendrá lugar del 2 al 8 mayo. Igualmente, responsables de este departamento están coordinando con las distintas islas y zonas, la presencia de la Cruz y del Icono de la Virgen.  

El próximo 4 de abril, a las 17:00 horas, tendrá lugar la Profesión Perpetua de Ana María de Jesucristo, en el monasterio de las Carmelitas, en El Sauzal. 

Durante estos días, se ha celebrado en la parroquia de El Rosario, en El Tablero, la IV Semana Socio-Religiosa en honor de San José. En la misma participaron, llevando a cabo diversas mesas redondas, responsables políticos, del mundo de la cultura y de los deportes. 

El centro icodense de Icod de los Vinos acoge desde el pasado una muestra sobre las advocaciones de la Virgen María, bajo el título “Siete islas, siete amores”, en alusión a las patronas isleñas, según iniciativa del artesano tinerfeño Santiago González. En la serie se incluye un homenaje a la patrona de Tenerife, que es la Virgen de los Remedios, así como a la de Canarias, la de Candelaria.  


Rato de oaración para la tarde del Domingo de Ramos de 2010, ofrecido desde el Área de Pastoral Social de la Diócesis de Tenerife.


ORACIÓN EN LA TARDE DEL DOMINGO DE RAMOS

28 de marzo de 2010 

INTRODUCCIÓN GENERAL 

Nos hemos reunido esta tarde, para dedicar un rato a prepararnos comunitariamente a celebrar el Misterio Pascual, para prepararnos a vivir intensamente la Muerte y Resurrección del Señor. Nos pondremos en su presencia y reflexionaremos, oraremos y contemplaremos el dolor y el sufrimiento humano  y la RESPUESTA que Jesús da a  estas experiencias, desde su Pasión y su Cruz.

En primer lugar, vamos a intentar hacer silencio dentro de nosotros, acallando los ruidos que día a día nos impiden escucharle a Él, su Mensaje y el proyecto personal que tienen para cada uno de nosotros.

Él vive nuestros propios sufrimientos y sentimientos de soledad, de abandono, de limitación, de dolor, de…

CANTAMOS: la antífona y recitamos todo el Salmo 129

                Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
                estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Lector 1          

El Señor no está al margen sino que asume totalmente en la Cruz el sufrimiento y las muertes de todos los hombres y mujeres del mundo que experimentan en su propia carne, en su propia vida, la pobreza, la enfermedad, la soledad, el rechazo, la violencia, la muerte, las consecuencias de sus limitaciones personales y las consecuencias  de una sociedad organizada injustamente.

CANTAMOS la antífona: “Desde lo hondo a ti grito, Señor…”

Lector 2 

Él, desde la Cruz y con la luz de su Resurrección, ilumina los caminos torcidos de todos los pueblos de la tierra, que quieren quitarle de en medio, hacerle ausente, ignorarle, porque su Vida y su Mensaje ponen en cuestión, una organización mundial que hace que unos pueblos dominen sobre otros, que la economía de las naciones del  Norte creen pobreza, hambre, Sida, explotación de recursos de los países del Sur,

CANTAMOS: Pueblo mío. ¿Qué te he hecho, en qué te ofendido?, Respóndeme.

Monitor:

En este primer momento, después de escuchar un texto del Evangelio de Mateo, imaginaremos los sentimientos de Jesús al experimentar la cercanía de su Pasión y Muerte. 

LECTOR: Lectura del Evangelio según San Mateo  (Mt 26, 17-19).   

El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: - ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Él contestó: - Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca el momento y quiero celebrar la cena de pascua en tu casa con mis discípulos”.    Ellos hicieron lo que Jesús les había mandado y prepararon la cena de Pascua.  

Monitor: Mientras los discípulos hacían su encargo, Jesús pensaba y oraba:

Jesús:

- He ido de pueblo en pueblo, curando enfermedades, diciendo mi Buena Noticia de salvación...
Inútil trabajo. En las gentes y en las calles parece que todo sigue igual.
El Reino, que ha llenado mi vida plenamente, día a día, no ha sido entendido ni acogido por los hombres y mujeres.
¡He deseado tanto que las gentes comenzasen a vivir y a caminar sobre la tierra
con la misericordia en las entrañas, la paz en las manos y la justicia en el corazón!

Pero aún sigo creyendo que el Reino será posible para los hombres y mujeres de todos los tiempos, aunque sé que me espera la cruz, y con ella la muerte más vergonzosa.

Tú, Padre Dios, lo harás posible, aunque sea a través de mi muerte, a través de la cruz.

Y yo, Padre, una vez más te digo sí, acepto tu voluntad, aunque me cueste tanto llevarla adelante.

Una vez, al principio de mi misión, y en atención a mi madre María,
quise alegrar el corazón del hombre convirtiendo el agua en vino.
Pero parece que nadie entendió aquel signo.

Nadie recordó la profecía del banquete de bodas, a pesar de que leen todos los días la Escritura.
He vivido minuto a minuto, procurando que esta tierra sea el lugar
donde Dios -que es Padre- y el hombre se encuentren y se quieran.

Algunas pocas veces ese encuentro se ha producido y ha brotado con fuerza la vida.
Pero la mayoría de las veces las personas no acuden a su cita.

Sé que voy a morir dentro de poco. Los que mandan y deciden en esta tierra están ya muy nerviosos y quieren acabar pronto con esto.  

Quizá ya lo han previsto todo. Pero antes de que ocurra nada, yo quiero partir y entregar el pan para que las personas tengan vida, para que puedan sentarse en la mesa de mi Reino;  

Quiero ofrecerles la copa del vino nuevo para que sepan que mi entrega por ellos siempre ha sido auténtica y que voy a llegar hasta el extremo.

Hoy mismo quiero hacer un cielo nuevo y una tierra nueva, donde no haya dolor, o al menos que el dolor quede transformado en esperanza.

Qué distinto sería todo si las personas descubrieran en su pequeñez, su grandeza y en su libertad su fuerza creadora... Entonces, también ellos vivirían transformados y serían capaces de soñar estas cosas.

Quiero hacer nuevas todas las cosas. Quiero que mi padre Dios diga al hombre definitivamente:
“tú eres mi hijo”, y el hombre se alegre; quiero que el hombre diga a Dios todos los días:
“Tú eres mi Padre”, y Dios se emocione.
Voy a hacerme yo mismo Pan y Vino.

No puedo más, ni alcanzo como humano a llegar a todas partes.
Quiero, sin embargo, que mi entrega, mi muerte, sea por todos
y que mi salvación abrace a cada uno de los hombres y mujeres y a la creación toda.

Monitor:

¿Qué sentimientos producen en mí estas palabras que pudieran ser expresiones y  sentimientos de Jesús en la Oración del Huerto?   

¿Que llamadas hacen a ni forma de comportamiento?

                                            (Silencio meditativo) 

Monitor: Ahora vamos a escuchar cuatro respuestas de Jesús ante el sufrimiento el dolor y la muerte 

PRIMERA RESPUESTA: LA COMPASIÓN  

Lector 3: 

En la cruz Dios  vence el mal  que es el dolor y el pecado,  pero no aplastándolo, sino asumiéndolo. Él asume todo dolor y carga con todo pecado. Cristo se acerca a todo el que padece, com-padeciéndolo, haciendo suyo el dolor de toda persona que padece. Esa es ya una primera respuesta al porqué del dolor. Ya el que sufre nunca estará sólo, siempre habrá alguien que lo comprenda desde dentro, no sólo desde fuera. No tiene que decírtelo ninguna persona. Tú lo sabes como nadie. Dios te quiere como nadie.  ¿Qué sería de ti sin su misericordia? Esto es lo mejor que tienes.

(Momentos de silencio)

SALMO 77 - Rezado a dos coros 

En la experiencia que me duele y deprime clamo a ti, Señor,
Única luz que puede rasgar el velo de mis profundas tristezas:
Nada me proporciona paz y alegría en este mundo;
Ni mi ser ni mi hacer, llenan las horas vacías de mi existencia en fuga. 

Soy como una embarcación juguete de las olas, que carece de puerto al que orientar su rumbo.
Soy pozo ciego para los demás, incapaz de dar y recibir ternura.
Me acuerdo de que Tú todo lo hiciste bueno. 

Señor, grité tu nombre, pedí tu auxilio, en el momento mismo en que me hundía.
Sabía que no podías dejarme sólo, por eso acudía ti en los momentos dolor,
en tu cruz asumes todas  nuestras cruces. 

SEGUNDA RESPUESTA:    Jesús asume el dolor humano 

Lector 4

Al asumir Dios el sufrimiento humano, éste queda contagiado de su gracia, queda redimido. Esta es la segunda respuesta al porqué del dolor humano. Ya no será inútil, enteramente negativo. Ya el dolor produce vida, es sacramento.

Sabemos por experiencia que el sufrimiento puede madurarnos, pero cuesta aceptar que puede ser salvación y darnos vida sin fin.

.......  (Momentos de silencio) 

CANTO: El Señor es mi fuerza, mi roca y salvación..... 

EXPRESIONES ESPONTANEAS DE ACCIÓN DE GRACIAS por la respuesta de Jesús, asumiendo el dolor y el  sufrimiento humano.

                                            (Expresiones espontáneas) 

TERCERA RESPUESTA: La victoria final no será el dolor y la muerte  

Lector 1. 

La tercera respuesta es que el sufrimiento no es el final, que lo último no será el horror, el vacío, la nada, sino la admiración, la riqueza y la plenitud y esto nos cuesta aún más aceptarlo. Pero sabemos que la victoria final no será de la muerte, sino de la vida. La muerte, convertida en “paso” hacia la vida. Porque Dios Padre Resucitó a su Hijo, lo último será el amor. La presencia de Dios en el dolor humano no es sólo fruto de la solidaridad de Dios sino que es salvadora. Su  presencia engendra mayor esperanza.

......... silencio 

Canto: ¡Oh Dios!, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.» 

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

EXPRESAMOS NUESTRA ORACIÓN DE SÚPLICA AL SEÑOR 

-  por las realidades violentas y dolorosas que existen en el mundo,

-  para que cesen los conflictos bélicos existentes en este tiempo en cualquier parte de la        

   Tierra Santa y todas las guerras en nuestro  mundo,

-  por... 

CUARTA RESPUESTA: El amor. El mal que existe, en nosotros, entre nosotros y en el mundo entero, está para vencerlo 

Otra respuesta, la cuarta, brota de la misma fuerza del amor. El mal está ahí no sólo para sufrirlo sino para vencerlo. La creación no es perfecta, pero tiene posibilidad de ser perfeccionada. Nosotros, los hombres y mujeres de todos los tiempos, debemos mejorarla. Cuando el sufrimiento viene del corazón  humano, hay que dar respuesta desde el corazón humano.

.....(silencio)..... 

Canto: Hombres Nuevos  

MONITOR: 

El que ama  va dando su vida hasta gastarla. Por eso: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida”... Ese fue el amor y esa fue la vida de nuestro Señor Jesucristo. Así lo vemos y lo contemplamos en la cruz. Cristo lo dio todo por amor, se despojó de su divinidad y ahora se despoja de su humanidad. Nos da hasta su cuerpo y su sangre, para alimentarnos y salvarnos. Nos da su vida para que tengamos vida. Él ha venido para que tengamos vida  que no se consume, es abundante y se convierte en semilla de otra vida. 

En  Cristo crucificado se manifiesta la solidaridad de Dios con todas las víctimas humanas. Cristo prolonga todos los pasos de su Pasión. Sigue sufriendo hoy la angustia y la muerte de todos los crucificados. 

CANTO:   Libertador de Nazaret          

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN 

¿Qué podemos y debemos hacer nosotros, como comunidad humana y cristiana?
¿Qué puedo hacer yo?.... ¿Qué debo hacer yo?.... 

De todo lo anterior se deduce que: 

Tenemos que acercarnos con piedad y devoción a cualquiera de las víctimas que sufren entre nosotros como si estuviéramos en la presencia de Cristo. Es una presencia segura.                                      

La mejor manera de entender el misterio de la cruz y del sufrimiento humano es sufrir con los que sufren, hacernos solidarios con el misterio del dolor. 

Colaborar para que los crucificados se liberen de la cruz, no basta con compadecer a  los que sufren, si es posible liberarlos. 

SILENCIO ORACIONAL CON MÚSICA DE FONDO 

CADA UNO EXPRESA, SI QUIERE UN MOTIVO DE ACCION DE GRACIAS POR LAS LLAMADAS RECIBIDAS, POR EL FRUTO DE LA ORACIÓN. 

REZAMOS EL PADRE NUESTRO, COGIDOS DE LAS MANOS 


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Moniciones para la celebración del domingo de ramos 2010 - c, ofrecida desde el Área de Pastoral Social de la diócesis de Tenerife.

MONICIÓN DE ENTRADA A LA CELEBRACIÓN:


Llegamos a la recta final de nuestra marcha cuaresmal. A la Semana que hoy comenzamos la llamamos GRANDE, la llamamos Santa. En ella celebramos los acontecimientos que dan plenitud a la vida cristiana.
Hoy, Domingo de Ramos, celebramos el primer acto claro oscuro de la Pascua Salvadora: La entrada triunfal de de Jesucristo en Jerusalén. Nosotros lo queremos acompañar en este triunfo. Pero enseguida, lo acompañaremos también en el camino al Calvario.
Para tomar conciencia del sentido de esta Semana, es bueno que nos preguntemos sobre algunos aspectos, que deberían estar flotando en la conciencia de todo cristiano que quiere seguir el ejemplo de Jesucristo durante toda esta Semana Santa del 2010:
¿Qué encuentra Jesucristo cuando entra a Jerusalén? y ¿qué encuentra ahora aquí, en nuestra comunidad Parroquial, en Canarias, en nuestro mundo?
¿Quién es el que entra hoy a Jerusalén,  el que va a cargar con esa cruz y el que va a morir entre ignominias tan espantosas? ...
¿Qué compromiso supone para nosotros, su pueblo, esa fe en Jesucristo que vive redimiendo todavía a nuestra Tierra y a todo el mundo?
¿Qué significa para mí y para ti hoy: dar la vida, perder la vida como Cristo?  

Monición a la PRIMERA LECTURA: Isaías 50,4-7

         El siervo se presenta a sí mismo como totalmente dependiente de su Señor, que lo enseña, conforta y ayuda. La misión que recibe es difícil, "pero no me he rebelado ni me he echado atrás". Su oído está a la escucha "para poder transmitir palabras de aliento al abatido". Se ofrece como víctima para salvar al mundo.

Monición a la SEGUNDA LECTURA: Filipenses 2, 6-11

El Siervo, según la lectura cristiana fue el mismo Cristo, que despojándose de su condición divina, tomó la condición de esclavo.  Recibió todos los golpes del mundo, todos los insultos y salivazos. Pero el Padre lo acogió y acompañó, por eso no quedó avergonzado, sino que fue exaltado y convertido en Señor y Salvador.

Monición PASIÓN DEL SEÑOR, SEGÚN SAN LUCAS

         La profecía del Siervo y la teología del anonadamiento y exaltación del Mesías se convierte en historia real, la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Escuchemos con atención y en silencio la narración de este Acontecimiento.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Te bendecimos, Cristo, Salvador nuestro, que has venido a nosotros para ofrecernos tu paz y tu gracia y salvación. A cada petición, respondemos: BENDITO SEAS, SEÑOR

Ven, Señor, a nuestros países y pueblos. Que todos te reconozcan como  su Salvador. Oremos

Ven, Señor, con la paz en tus manos. Para que las guerras y el terror sean superados. Oremos.

Ven, Señor, humilde y paciente. Para que la rivalidad y la prepotencia den paso al respeto y la colaboración. Oremos.

Ven, Señor, desprendido y generoso. Para que las injusticias y desigualdades sean superadas por la solidaridad y ayuda de todos. Oremos.

Ven, Señor, a tu Iglesia. Para que ella se convierta en sacramento de tu presencia en el mundo, en nuestros ambientes. Oremos.

Ven, Señor, a nosotros en esta Celebración de la Eucaristía. Haz que sepamos agradecer tu entrega y que aprendamos de ella. Oremos.

OREMOS:

Bendito sean, señor, por venir a nuestra casa y llénanos de tu gracia y salvación.

 

LENGUAJE DE LOS SIGNOS (ofrendas)

Llevamos junto a la Cruz estos ramos de olivo como signo de paz ganada con la victoria del amor.

Programa de Semana Santa, con nuestro compromiso de vivirla responsable y provechosamente.

El pan y el vino, signo de tu generosidad y entrega hasta hacerte comida.


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Reflexión de José Antonio Pagola para el Domingo de Ramos - C, ofrecida por la Delegación de Enseñanza de la diócesis de Tenerife.

¿QUÉ HACE DIOS EN UNA CRUZ? 

         Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.

         Las preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

         Un "Dios crucificado" constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

         El "Dios crucificado" no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

         Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.

         Este "Dios crucificado" no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

         Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el "Dios crucificado". Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el "Dios crucificado" y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.  

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
28 de marzo de 2010
Domingo de Ramos (C)
Lucas 22, 14-23, 56


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Mi?rcoles, 24 de marzo de 2010

Homilía de monseñor Antonio Mario, obispo auxiliar de La Plata para el miércoles de ceniza. (AICA)
(Catedral de La Plata, 17 de febrero de 2010)
 

“Vuelvan a mí de todo corazón”
(Joel 2,12) 

I. LA CUARESMA EN LA HISTORIA 

Con esta celebración eucarística, durante la cual asistimos a la imposición de las cenizas, damos comienzo al tiempo sagrado de Cuaresma, que la Iglesia ha instituido desde los primeros siglos como pedagogía hacia la celebración digna y fructuosa de la Pascua.

Una breve reseña histórica sobre este período litúrgico, junto con algunos elementos de doctrina y catequesis, pueden ayudarnos a entender mejor su riqueza y prepararnos a llevar a la práctica la fuerte exhortación que la Iglesia nos dirige para vivir bien este tiempo.

Ya en la segunda mitad del siglo II, existía en la Iglesia la costumbre de preparar la Pascua con unos días de ayuno. Así nos lo atestigua Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica (24,12-13). Progresivamente se irá pasando, sobre todo en Roma, de una semana de ayuno a tres semanas, hasta alcanzar más tarde la extensión de cuarenta días, que traían a la mente de los fieles, el recuerdo de los cuarenta días de ayuno y oración de Jesús en el desierto. El número cuarenta suscitaba, además, otras resonancias bíblicas, entre las cuales mencionamos: los cuarenta días del diluvio; los cuarenta años de Israel en el desierto, camino hacia la tierra prometida; los cuarenta días en que Moisés ayunó por las culpas de su pueblo, antes del don de la Ley; los cuarenta días del viaje de Elías hacia el Horeb, el monte de la Alianza; los cuarenta días de penitencia pregonados por Jonás a los habitantes de Nínive.

La institución cuaresmal estaba ya claramente extendida en toda la Iglesia en el siglo IV, tanto en oriente como en occidente,  y a ella alude, en el año 325, el canon 5º del Concilio de Nicea. Se trataba de un tiempo preparatorio a la Pascua que comprometía a todo tipo de fieles. Ante todo a los catecúmenos, que luego de tres años de preparación y tras el debido reconocimiento de sus aptitudes morales y espirituales, debían prepararse con ayunos durante estos cuarenta días para recibir solemnemente los tres sacramentos de la iniciación cristiana, la noche del sábado santo. También implicaba a los pecadores que después del Bautismo habían incurrido en pecados graves y públicos. Luego de confesar sus pecados al sacerdote, éste les daba un hábito con cilicio, espolvoreado con ceniza, tras lo cual se retiraban a un monasterio cercano para hacer penitencia. La Iglesia les imponía cuarenta días de ayuno y oración, antes de reconciliarlos en la mañana del jueves santo.

Para todos los fieles, sin excepción, la cuaresma era un tiempo de oración y de purificación que con ocasión de la celebración de la Pascua, brindaba a la Iglesia la oportunidad de una intensa misión popular, que concluiría otorgando a los catecúmenos la gracia del Bautismo, a los pecadores la alegría de la reconciliación, y a todos los fieles el gozo de volver a cantar el “alleluya”.

En el siglo XI desaparece la práctica de la penitencia pública, y el Papa Urbano II extiende la imposición de las cenizas a todo el pueblo. Desde entonces la cuaresma se inicia con este rito y con la observancia del ayuno y la abstinencia.

 II. LA CUARESMA Y LA SANTIDAD BAUTISMAL 

Con la decadencia del catecumenado de adultos, en el medioevo se irá diluyendo el significado bautismal de la cuaresma, prevaleciendo el carácter penitencial. En realidad, ambos significados, bautismal y penitencial, son constitutivos de la espiritualidad de este tiempo. El aspecto penitencial se deriva de nuestra vocación bautismal a la santidad. El Bautismo, que nos hace morir al pecado y renacer a la vida en Cristo, está íntimamente vinculado con el misterio pascual de Cristo. Por él hemos sido sacados de las tinieblas y trasladados al reino de la luz. Allí hemos sido sellados por el Espíritu Santo y hemos adquirido un compromiso de alianza que exige de nosotros fidelidad y renovación permanente en la santidad.

La cuaresma viene a recordarnos este compromiso y a facilitarnos los medios para un combate cotidiano contra el pecado. Nos recuerda nuestra fragilidad y nos ayuda a interpretar nuestra vida como éxodo del pecado y de la mentalidad del mundo, como marcha por el desierto de la vida, hacia la tierra prometida, que es nuestra patria definitiva del cielo.

Uno de los temas más salientes en la Palabra de Dios que escucharemos durante estos días será la dura marcha de Israel por el desierto hacia la tierra prometida por Dios, con sus luchas y tentaciones, sus fatigas y sufrimientos; el tormento de la sed y del hambre; las murmuraciones y rebeldías; la infidelidad y la idolatría; las serpientes abrasadoras y la amenaza de pueblos hostiles. Pero en el mismo período, también habrá consuelos y regocijo, oasis reparadores y agua surgida de la peña; las codornices y el maná que los alimentaba en la áspera geografía; el don de la Ley y de la Alianza, junto con las manifestaciones de la gloria divina, que nunca los dejó solos, sino que los ponía a prueba, mostrándoles que el alto precio pagado por la libertad bien valía la pena.

Al término de aquel largo camino, antes de entrar en la tierra de la promesa, Moisés instruía al pueblo con estas palabras: “Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor” (Dt 8, 2-3).

Siglos más tarde, San Pablo recordaba a los cristianos de Corinto la actualidad permanente de esa historia sagrada: “Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirviera de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se crea muy seguro, ¡cuídese de no caer! Hasta ahora, ustedes no tuvieron tentaciones que superen sus fuerzas humanas. Dios es fiel, y él no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla” (1Cor 10,11-13). 

III. LOS EJERCICIOS DE CUARESMA 

Si peregrinar por el desierto es la condición de nuestra vida, y en él sufrimos las tentaciones de la carne, del mundo y del demonio, no debe extrañarnos la exhortación de la Iglesia a recordar nuestro Bautismo y a purificarnos por la penitencia para mantenernos fieles.

Características infaltables de este tiempo deben ser la lectura, meditación y recuerdo de la Palabra de Dios; el sacramento de la Reconciliación recibido con un corazón contrito y bien dispuesto; la frecuentación de la Eucaristía que es nuestro maná, de donde sacamos fuerzas. Decía al respecto el Papa Benedicto en su reciente mensaje de Cuaresma: “hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo «mío», para darme gratuitamente lo «suyo». Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia «más grande», que es la del amor (cf. Rom 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar”.

El ayuno, hoy tan mitigado y reducido a este día miércoles de ceniza y al viernes santo, debe ayudarnos a entender “que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor” (Dt 8,3). Las privaciones voluntarias en gustos legítimos, entrenan nuestra fuerza de voluntad y nos vuelven más libres y ágiles en la pronta respuesta a la voluntad divina ante las circunstancias difíciles y amargas de la vida, que no faltan. La oración incesante, debería llegar a ser para nosotros tan indispensable como el aire que respiramos. También las obras de caridad para con el prójimo, que deben caracterizarnos como cristianos en el mundo y como comunidad de creyentes. Todo cristiano debe prestar oído atento para secundar iniciativas de socorro a los hermanos necesitados o postergados, que las distintas comunidades parroquiales toman especialmente en este tiempo.

Las lecturas de la Palabra de Dios nos han brindado un resumen del programa espiritual que debemos cumplir en estos días que ahora iniciamos. Fuimos exhortados, en primer lugar, con palabras del profeta Joel: “Vuelvan a mí de todo corazón… vuelvan al Señor, su Dios, porque Él es bondadoso y compasivo” (Jl 2,12-13). También hemos escuchado al Apóstol San Pablo: “Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación” (2Cor 6,2). Por último, llegó a nosotros la enseñanza del mismo Jesús acerca de las prácticas de la limosna, de la oración y del ayuno, que deben ser realizadas “en secreto”, para merecer la “recompensa” del “Padre que ve en lo secreto” (Mt 6,1-8.16-18).

¡Qué contraste total entre el Evangelio y la mentalidad que nos invade por la televisión, la radio, la prensa escrita, y hasta por las decisiones de los poderes del Estado! La ansiada renovación de nuestra sociedad y la superación del fuerte oleaje de paganismo decadente que pretende anegarnos, sólo podrán venir como resultado de una fe cristiana encarnada en individuos y comunidades que viven con plena autenticidad sus convicciones, y que aprendieron a ir contra la corriente del mundo, sin ignorar ni desvirtuar las exigencias evangélicas. Toca a nosotros fortalecernos para la lucha y sembrar en la esperanza. 

Mons. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata 


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Apertura y Primera Exposición Monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en el Curso de la Junta de Educación Católica de Rosario 2010 (17, 18 y 19 de febrero de 2010). (AICA)


LA EDUCACIÓN CATÓLICA Y LOS DESAFÍOS DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS.
FAMILIA Y ESCUELA 

La educación católica y los desafíos de los signos de los tiempos nos hacen pensar en el llamado que tenemos como educadores, de discernir los signos de los tiempos, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y “para que la tengan en plenitud” (Juan 10,10). Así nos dice Aparecida, al hablar de la realidad que hoy nos interpela (cap.2, 1). 

El fenómeno de la globalización

Entre estos signos propios de la época en que vivimos no cabe duda la influencia que tiene la tecnología, la red de comunicaciones de alcance mundial, la ciencia, los medios de comunicación masiva; y una de las novedades más sobresaliente de estos cambios, que es el alcance global y casi inmediato por el que cualquier suceso, o cualquier hecho llega en instantes prácticamente al mundo entero.

Esta forma de transmisión inmediata que interesa a todos podemos encuadrarla en el llamado fenómeno de la globalización, que facilita esta comunicación a gran velocidad y en forma vertiginosa. Estos cambios tocan la vida social, impactando la cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes, y también la educación (ib. n º35).

Como docentes y comunidad educativa, al querer tener una visión de la realidad, nos encontramos con una situación compleja, y a la vez fragmentada, que solemos aceptar tal cual se presenta; aún cuando al querer comprenderla integralmente percibimos que hace tambalear nuestras propias convicciones.

Desde el punto de vista de la fe, percibimos que en las personas que tratamos y conocemos hay un trasfondo religioso, de convicciones de fe arraigadas, en las que se manifiesta una conciencia de la condición de hijos de Dios, de la vida moral, de su participación en la sociedad, etc., a pesar de muchos aspectos negativos. Pero, también advertimos que si no procuramos ofrecer como cristianos en la escuela una transmisión más profunda de la fe y de los valores que la acompañan, así como una mayor estima publica por los valores culturales y religiosos que heredamos, y una formación mas amplia, este transfondo positivo del que hablamos es insuficiente y llega a erosionarse (cfr. Aparecida, n º 39).

Sobre todo porque percibimos una falta de coherencia que unifique la vida; no solo horizontalmente, sino inclusive en su dimensión trascendente; y una crisis de falta de sentido, en la que nos encontramos en pugna con las tradiciones culturales y religiosas, la vida social, y la propia autoestima.  

La familia y la educación .

Es imposible hablar de la educación, de nuestras escuelas, de la formación y su relación con la cultura actual, si no pensamos también en la familia. Los niños y los jóvenes que recibimos en nuestras escuelas son parte de una familia, y están íntimamente vinculados a ellas. Basta visitar un colegio, y hablar con los chicos y chicas, o encontrar a sus padres, para comprender justamente que los cambios más tangibles de nuestra cultura aparecen reflejados en la familia, y por tanto también en los chicos y en los jóvenes. A su vez entre las familias y la escuela hay una interrelación, que tiene profundamente que ver con la educación que brindamos.

Percibimos positivamente que la familia continúa siendo apreciada por nuestra gente. Hay una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a la paternidad responsable, a la educación de los hijos, a su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa (cfr. Aparecida, ib., “Familiaris Consortio”, nº 6). El hogar se valora como el lugar al que pertenecemos, y es por ello es un lugar de encuentro entre las personas donde se percibe que hay identidad propia, sentido de paternidad y maternidad, de filiación y fraternidad.

Sin embargo muchas familias están “inmersas en la crisis de la ruptura entre Evangelio y cultura, y constatamos que las persona y la familia, no encuentran nuevos cauces para sostenerse y crecer” (CEA, La familia: imagen del amor de Dios, 15.V.2004. n º 2).

Más aún, la fragmentación presente en nuestra cultura, marcada por el individualismo y la crisis de valores, llega también a erosionar, como señalamos, a las familias, enfrentadas además por legislaciones que alientan su disolución; por modelos ideológicos que relativizan los conceptos de persona, matrimonio, y familia; por la situación socioeconómica que viven, por la falta de comunicación, superficialidad e intolerancia, e incluso por la agresión y violencia en el trato entre las personas (cfr. ibídem).

Hay signos preocupantes por la pérdida de algunos valores fundamentales: a veces una concepción equivocada de la independencia de los cónyuges entre sí; las ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades que frecuentemente experimenta la familia en la transmisión de los valores; la instauración de una mentalidad anticoncepcional y la amenaza del aborto (cfr. Familiaris consortio, ibídem).

También han surgido propuestas de nuevas formas de matrimonio, que quieren prescindir de la identidad más específica de sus componentes, y de su fin; y por tanto de la misma institución matrimonial; tergiversando la naturaleza y el ideal de familia. 

Un empeño pastoral, generoso, inteligente y prudente

Ante esta situación, muchas familias viven permaneciendo fieles a los valores que constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia se ven impedidas para contar son sus derechos fundamentales (cfr. “Familiaris consortio”, nº1). Pero en el debate actual, la familia no puede estar en discusión.

Con sus luces y sus sombras, la Iglesia ha sido siempre defensora de la familia fundada en el matrimonio. Inclusive exhorta a tener un empeño pastoral, generoso, inteligente y prudente hacia aquellas familias que pasan situaciones difíciles, a menudo e independientemente de la propia voluntad, o apremiados por otras exigencias de distinta naturaleza; hacia las cuales se debe manifestar comprensión, respeto, y consideración (cfr.“Familiaris consortio”, nº 77). 

Por esto, la familia, que es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal una institución fundamental para la vida de toda la sociedad, nos lleva a la propuesta de tenerla muy en cuenta en la vida de la escuela, su misión y su rol con los hijos, - es decir los alumnos-, pero también en relación a la vida social y eclesial.

En esta sociedad dónde existen fracturas y sombras, como las que mencionamos, la escuela debe ayudar adecuadamente dentro de sus posibilidades a que las familias sean un núcleo de vida, esperanza y amor.  

La relación de la escuela con las familias

Hay una clave para hacer posible este desafío: es la relación de la escuela con las familia, en particular brindándole una nueva catequesis matrimonial y familiar, ya sea a través de encuentros con los padres, como a través de los mismos hijos; ya sea por medio de una formación adecuada teniendo en cuenta su papel en la educación y en la misión de la escuela. 

Es importante partir de Dios y de su anuncio salvador: es decir transmitir que en Él encontramos el llamado a una vida nueva en Cristo; y que debemos valorarlo como el fundamento de nuestra fe y el que garantiza la dignidad de ser personas y también nuestra vida de comunión fraterna. En este sentido, el amor no lo encontramos como una realidad abstracta, sino en el amor concreto de cada persona y como don de Dios. Por ello podemos decir que por amor es la familia la que alimenta, la que ofrece afecto, la que protege y da ternura, la que escucha, la que brinda su tiempo, la que acompaña, la que quiere el bien y el progreso de sus miembros, la que tienen a Cristo como el centro de su vida y de su felicidad. También la familia, de este modo, aprende de Él a darse con generosidad a los demás.

De este modo, la familia está llamada a expresar y hacer vivo el amor de Dios en los gestos de todos los días; que se expresa en todas sus dimensiones y desafíos; como comunidad de personas, con una identidad propia y con la naturaleza de ser también un sujeto social.  

El niño en la escuela

Sabemos que en el desarrollo del niño, aparece otra institución social con posterioridad, que supone la primera: es la escuela. Esta escuela le brinda una visión de fe, que enriquece el mundo personal del niño, y donde va a encontrar una nueva referencia, y confrontará las certezas familiares que recibió.

Podemos decir, por una parte, que el niño y el joven en la escuela deben ser ayudados a perfeccionar el sentido de responsabilidad, a aprender el recto uso de la libertad, y a participar activamente en la vida social. (cfr. Congregación para la educación católica, carta n º 520, 2009, 1), continuando lo recibido en la vida familiar.

Al mismo tiempo, debemos saber que “una enseñanza que desconozca o que ponga al margen la dimensión moral y religiosa de la persona sería un obstáculo para una educación completa, porque los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y también a que se les enseñe a conocer y amar más a Dios” (ibídem).

La complejidad actual corre el riesgo de hacer perder lo esencial, es decir la formación de la persona humana en su integridad, en particular por cuanto concierne a la educación religiosa y espiritual. Esta tarea educativa, volvemos a lo primero, incluso cuando es realizada en conjunto, tiene en los padres, los primeros responsables de la educación.

La escuela católica debe evangelizar, y de este modo también también humanizar y formar al niño y al joven, colaborando con la familia y llevando a la familia lo que no tiene. En una cultura despersonalizada, ayudar a descubrir su misión es también ofrecerle razones de confianza y alentarla a amar.

Tenemos que volver a redimensionar el vínculo pedagógico y pastoral entre la escuela y la familia. Por ello, no es que la familia está llamada a participar ocasionalmente en la vida de la escuela, ya que es la escuela la que recibe la delegación de la responsabilidad educativa que le compete - de forma natural y primera - de la familia. Pero sí, cuando no asume este rol, o carece de todos los elementos para hacerlo; la escuela esta llamada a recrear los vínculos de esa relación y de su misión desde Cristo.  

La escuela católica defiende la vida

Junto a este desafío de trabajar desde Cristo con la familia; aparece otro desafío que el niño percibe, es la valoración de la propia vida. Imaginemos la conciencia que el niño tiene de la vida, cuando descubre lo cerca suyo que está la muerte; y la muerte caprichosa ya sea por el menosprecio de la vida en el seno materno y en la niñez, por accidentes y por la inseguridad.

La escuela católica defiende la vida, pero en este sentido necesita ayuda, para que podamos hablar a un niño confiado, a un niño que crece en la seguridad consigo mismo; y que tanto la escuela como la familia necesitan.

Por eso es necesario que la vida humana se considere como un bien primordial que nos da Dios, y que a su vez es el fundamento de otros bienes, de su adquisición y desarrollo; por lo cual ha de ser respetada en todos los momentos de su desarrollo, desde su concepción hasta la muerte natural.

Se la debe resguardar de toda forma de violencia en el seno materno, como es el caso del aborto; debe ser protegida de todo mal y enfermedad en la niñez, debe ser preservada de todos los peligros que la amenazan posteriormente: sobre todo de la pobreza y de la miseria, del alcoholismo, y de la drogadicción, así como del fomento del juego compulsivo.

Asimismo debe ser respetada de tal manera, que sea preservada y cuidada, de modo que todos puedan tener alimento, vestido, vivienda, educación, trabajo, tiempo libre, y asistencia sanitaria, y como decía la seguridad adecuada.

No solo pienso en la pobreza en el hogar, sino también la pobreza que a veces se sobrelleva en algunas escuelas, donde faltan elementos primordiales para los niños y para los docentes. Pienso en primer lugar, por ejemplo, en las aulas, en los lugares comunes de recreación, en los baños; en la necesidad de recursos básicos, que de lo contrario hacen que el panorama sea tan difícil para la educación.

Quiero especialmente felicitar a los maestros, a las religiosas y religiosos, a los sacerdotes que trabajan en la Arquidiócesis en las comunidades educativas, sobre todo sobrellevando necesidades en los barrios más pobres y carenciados, y también reconocer a tantas familias carenciadas; a quienes se les agravan las dificultades y cada día experimentan tantas pruebas para llevar adelante la educación de sus hijos, pero que sin embargo perseveran en su ideal y confían en la providencia de Dios.

La Iglesia es misterio de comunión, la familia y la escuela tienen que encontrar vínculos de comunión para la formación integral del niño y del joven, con familias unidas, estables, que se amen, sean fecundas y evangelizadoras. Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a su riqueza más honda, y sigan a Cristo.

Por ello, también podemos referir a la escuela, la enseñanza del Papa Benedicto XVI en Aparecida: “Es necesaria, pues, una pastoral familiar intensa y vigorosa” (13.V.2007). 

La educación y La Palabra de Dios

Para terminar, quisiera que lo que hemos reflexionado, lo comprendamos mejor a la luz de la Palabra de Dios. Nos va a ayudar su conocimiento y su lectura orante: “acojamos también nosotros esta invitación; acerquémonos a la mesa de la Palabra de Dios, para alimentarnos y vivir «no sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor» (Dt 8, 3; Mt 4, 4). La Sagrada Escritura - como afirmaba una gran figura de la cultura cristiana - «tiene pasajes adecuados para consolar todas las condiciones humanas y pasajes adecuados para atemorizar en todas las condiciones» (B. Pascal, Pensieri, n. 532 ed. Brunschvicg). ( Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia, Concl.).

Hagámosla resonar al principio de nuestro día, para que sea Dios quien nos ilumine y permanezca en nosotros a lo largo de la jornada, hasta que la última palabra del día sea de Dios.

El Salmo 78 nos ofrece una orientación para nuestra misión en la escuela. ¿Cuál es esta misión? Es un continuo comunicar, de padre a hijo, de generación en generación, las grandes obras de Dios, la gran línea dinámica de salvación en la que estamos inmersos (cfr. Gianfranco Ravassi, El maestro en la Biblia, nº 2).

Confiemos que en nuestra misión, con los niños, los jóvenes y las familias, Jesús, es el maestro, el que nos enseña con palabras y hechos, que no vino a ser servido sino a servir; y que en la culminación de su amor da la vida por nosotros.

Esta Palabra va a preparar nuestro corazón y nuestra vida, para que Jesús en la Eucaristía sea el pan de vida, el alimento primordial en quien centremos nuestra mirada y nuestro anhelo de recibirlo.

Pidamos a Nuestra Señora del Rosario que nos acompañe en estos desafíos, y que bendiga nuestras escuelas, a los docentes, a los niños y jóvenes, y a sus familias.  

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario


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Lectio divina para el vienes de la quinta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


Lectio viernes 5º
 

LECTURA:          “Juan 10, 31‑42”

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»

Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»

Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios?

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de

nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.»

Y muchos creyeron en él allí.

MEDITACIÓN:            “Obras buenas”

Yo tal vez no tergiverso tu palabra, no me atrevo a ello; primero, porque creo en ella. Pero tampoco basta con creer, hay que acoger, asumir, integrar en la propia vida, y ahí sí, ahí sé que oculto tapo o me hago el despistado, o simplemente soy víctima de mis limitaciones, que tal vez también son en muchos momentos excusa.

Tus actos hablan de la cercanía, de la presencia del Dios amor en tu vida, hablan de identificación con él, y es que vives desde la intimidad profunda. Y ése es mi reto. Todavía vivo muy desde fuera, aunque piense lo contrario. Todavía vivo desde la norma, el mandato, no desde la identificación, desde la intimidad que me puede hacer uno contigo. Por eso tu palabra no es carne de mi carne, por eso no me brota, ni termina de transformarme.

Todavía acumulo miedos. Si, muchos miedos. No los llamo así ante los demás, por supuesto. Eso nunca se dice. Aunque todos arrastremos muchos miedos. Miedos al qué dirán, miedo a no ser como todos. Miedo a que me llamen tonto cuando digo lo que siento porque no comparto en el fondo lo que parece ser la norma. Miedo a decir que creo, que tengo fe, que en mí hay unos valores que he descubierto y que trato de convertirlos en referencia, porque siento y sé que me humanizan. Porque está casi mejor visto hacer mal que bien. Y por eso claudico y me meto en la rueda, en la corriente, es más fácil. Para qué complicarme la vida. Pero, Señor, te aseguro que lo deseo, lo anhelo, deseo y anhelo saltar esas barreras de mi miedo, tú lo sabes, y entre miles de justificaciones y de limitaciones, lo busco.

ORACIÓN:             “Más cerca de ti”

            Estoy muy lejos de conseguir que mis obras te reflejen, Señor. Me gustaría que en mi te pudiesen ver a ti. Tal vez es una pretensión, pero me llamas, nos llamas a todos, a eso, a ser presencia del Dios amor. Necesito, Dios mío, que me atraigas hacía ti con tu fuerza, la mía puede poco; pero sé que, con mi querer frágil y tu querer fuerte podré. Hazlo, Señor, lo quiero.

            Perdona mis cobardías, mis miedos, mi búsqueda de seguridades. Y gracias, gracias porque sé que de tu parte no queda. Que sigues empeñado en salir a mi paso continuamente, que sigues llamando a mi puerta. Ahora que estamos llegando al final de esta cuaresma, que me vas a abrir al culmen de tu respuesta, de tu compromiso de amor, de tu opción por la verdad y el bien, permíteme sentirme más cerca de ti. Que tu opción por el hombre impulse mi opción, me abra al sentido profundo y auténtico de mi vida, de mi ser y de mi hacer.

CONTEMPLACIÓN:            “Rendirme”

Te acercas a mí,
Dios mío,
como para fundirme en ti.

Mantienes vivo tu deseo
de entrar en mí
para hacernos los dos
uno.

Y te siento cercano,
profundo,
despertando tus ansias
de ti en mí,
y quiero rendirme
a tu búsqueda
y dejarme sorprender,
contagiar y aprender
de ti y en ti.


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Nota de los Obispos de la Subcomisión Episcopal de la CEE para la familia y defensa de la vida con motiva de la Jornada por la Vida que se celebra el 25 de Marzo de 201o, fiesta de la Anunciación del Señor, recibida con los materiales para su celebración.


¡ES MI VIDA! ESTÁ EN TUS MANOS

Nota de los Obispos de la Subcomisión Episcopal
para la Familia y Defensa de la Vida
25 de marzo de 2010 
 

1. ¡Es mi vida! Está en tus manos.

La Jornada por la Vida del 25 de marzo viene revestida este año de una peculiar significación ya que coincide con la aprobación de la nueva ley del aborto. Las gravísimas implicaciones morales negativas de la nueva ley han sido claramente denunciadas en la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal titulada: “Atentar contra la vida de los que van a nacer convertido en derecho”[01], que la Asamblea Plenaria ha hecho expresamente propia en su reunión de noviembre de 2009. Recomendamos encarecidamente su lectura.

El triste retroceso que la  nueva legislación supone en la tutela del derecho a la vida no debe llevarnos al desánimo. El debate público que se ha suscitado en los últimos meses; los testimonios a favor de la vida en diversos ámbitos científicos, culturales, jurídicos, religiosos y sociales; las múltiples iniciativas por parte de diversas instituciones que se han movilizado masivamente en defensa de la vida del niño que va a nacer, las propuestas cada vez más numerosas de apoyo a la mujer embarazada y, sobre todo, la confianza en Dios, Señor y dador de Vida, nos hacen afrontar el futuro con una gran esperanza. Por ello, invitamos a todos los miembros de la Iglesia a intensificar su testimonio a favor del Evangelio de la vida y a trabajar en la formación de las conciencias.

Con el lema ¡Es mi vida! Está en tus manos, y en continuación con la campaña del año anterior se quiere dar voz a los que no tienen voz reclamando el derecho de los que van a nacer a que su vida sea protegida. Pretendemos resaltar también la responsabilidad que está en las manos de todos, y no solo de los padres, de asegurar el derecho primero y más fundamental que es el del ser humano concebido. En esta responsabilidad compartida, la Iglesia siente la necesidad de ayudar y acompañar a los padres que experimentan angustia ante la noticia de un embarazo. Por eso invitamos a todos los fieles católicos a transmitir una clara esperanza a los padres con dificultades para que sepan que no están solos y que en la Iglesia siempre encontrarán un hogar que les acoge.

2. La Iglesia, hogar que acoge y acompaña.

“Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él”, 1Co 12,26. Con estas palabras, san Pablo nos muestra la fuerza del vínculo que une a los miembros de la Iglesia en el único cuerpo de Cristo. El amor de Dios, manifestado en la entrega esponsal de Cristo en la cruz y donado por medio del Espíritu Santo, ha fundado una nueva comunión que es la Iglesia, familia de hijos de Dios. El dinamismo de la caridad construye la unidad entre los miembros de la Iglesia, es impulso para que todos podamos vivir entregando la propia vida a imagen de Cristo y es fuente de luz para reconocer en el otro a «alguien que me pertenece». Por ello, el sufrimiento de los padres que padecen dificultades para tener a sus hijos es un compartido por toda la Iglesia.

Como se lee en la Declaración citada, las dificultades que empujan a algunas mujeres a plantearse el aborto lo que reclama no son «sobres cerrados», como ofrece la nueva ley, sino “corazones abiertos que les presten el apoyo humano que necesiten para no equivocarse quitando la vida a un hijo y destrozando la propia”[02]. Las madres requieren, por lo tanto, un hogar que les acompañe en el amor y les ayude para recibir el don más precioso y sagrado: la vida de sus hijos. Y este hogar lo pueden encontrar en la Iglesia.

“Agradecemos la dedicación de tantas personas que, en un número cada vez mayor de instituciones eclesiales o civiles, se dedican a prestar su apoyo personal a las mujeres gestantes. Es una alegría el testimonio de tantas madres y padres, que gracias a la ayuda recibida, han decidido por fin a acoger a sus hijos, reconociendo en ellos un don inestimable que trae luz y sentido a sus vidas”[03].

En la Jornada por la Vida, queremos invitar a todos los miembros de la Iglesia a unirse a este agradecimiento, a orar y apoyar a tantos hermanos nuestros que trabajan para defender la vida humana y ayudar a los padres con dificultades. En este sentido, pedimos a los católicos que den a conocer las instituciones que ofrecen apoyo integral a las mujeres gestantes. Como ayuda para ello, presentamos un lugar específico en la página web de la Conferencia Episcopal Española: www.conferenciaepiscopal.es/apoyoalavida, con una amplia relación de instituciones donde pueden acudir los padres y las mujeres que se sienten solas ante la grave decisión de abortar.

Confiamos los frutos de esta Jornada a la intercesión poderosa de santa María. Ella es la mujer que mejor ha comprendido la belleza de la maternidad y ha mantenido la esperanza en los momentos de sufrimiento apoyada en el Amor fiel de Dios que guiaba su vida. Que Nuestra Señora acompañe los trabajos en defensa de la vida de tantas personas e ilumine a todas las madres para que reconozcan en sus hijos que van a nacer el bien que puede llenar de alegría y plenitud sus vidas.

Los Obispos de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida 

NOTAS

[01] Cf. Conferencia Episcopal Española, CCXIII Comisión Permanente, Declaración sobre el Anteproyecto de «Ley del aborto»: atentar contra la vida de los que van a nacer, convertido en «derecho». (17 de Junio de 2009)

[02] Ibíd, n.16

[03] Ibíd, n.19


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Guión para la Eucaristía de la "Jornada por la Vida", 25 de Marzo de 2010, fiesta de la Anunciación de Señor, ofrecida por la CEE y recibido entre los materiales para su celebarción.


RITOS INICIALES

Monición de entrada

En nuestro camino espiritual de la Cuaresma, la Iglesia celebra hoy la solemnidad de la Anunciación del Señor cuando, llegada la plenitud de los tiempos, el que desde antes de los siglos era el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, por obra del Espíritu Santo se encarnó en María, la Virgen, y se hizo hombre.

La Iglesia no podría encontrar mejor fecha en el año para celebrar una jornada por la vida que este día, nueve meses antes del día de Navidad. Celebrar con gozo que la Palabra se hizo carne en el seno de María nos mueve a ofrecer nuestra voz a aquellos que, en el seno de sus madres, aún no tienen voz.

Con el lema «¡Es mi vida! Está en tus manos» los cristianos somos invitados este año a intensificar nuestro testimonio a favor de la vida y a trabajar en la formación de las conciencias, así como a transmitir una clara esperanza a los padres con dificultades para que sepan que no están solos.

¡Es mi vida!... Está en tus manos

Acto penitencial

El Señor Jesús, que por nosotros y por nuestra salvación se hizo hombre, intercede ahora por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento, para acercarnos a la mesa del Señor.

— Tú, que te hiciste hombre en las entrañas de la Virgen. Señor, ten piedad.
— Tú, que has compartido en todo nuestra condición humana menos en el pecado. Cristo, ten piedad.
— Tú, que fuiste fiel hasta la muerte para que nosotros tengamos vida. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta

Señor, tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María; concédenos, en tu bondad, que cuantos confesamos a nuestro Redentor, como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina.

Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a la profesión de fe

Como hacemos cada domingo y en todas las solemnidades del año litúrgico, ahora profesaremos la fe de la Iglesia. Hoy, como volveremos a hacer dentro de nueve meses cuando celebremos el nacimiento de nuestro Salvador, después de las palabras «Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre», nos arrodillaremos y estaremos en silencio durante un instante.

Aprovechemos este momento para contemplar y adorar el misterio de su Encarnación, aquel momento cumbre de la historia en el que Cristo Jesús inició su vida humana.

Se dice Credo.

Oración de los fieles

Para Dios nada hay imposible. Haciendo nuestros los sufrimientos y angustias de toda la humanidad, especialmente los de los niños no nacidos que sufren la amenaza del aborto, dirijamos a Él nuestras súplicas con la firme esperanza de que sean escuchadas.

— Oremos, en primer lugar, por la Iglesia extendida de oriente a occidente. Para que, a ejemplo de la Virgen María, acoja, celebre y anuncie el Evangelio de la vida.  Roguemos al Señor.

— Oremos por los gobiernos y los legisladores de las naciones. Para que, iluminados por el Espíritu Santo, protejan eficazmente el derecho de la vida desde su inicio hasta su fin natural. Roguemos al Señor.

— Oremos, de un modo especial en esta jornada por la vida, por los niños no nacidos amenazados por el aborto. Para que nadie cuestione ni atente contra su derecho a nacer. Roguemos al Señor.
 
— Oremos también por los padres con dificultades ante el próximo nacimiento de su hijo. Para que descubran que no están solos y que en la Iglesia siempre encontrarán un hogar que les acoge. Roguemos al Señor.

— Oremos agradecidos por las instituciones eclesiales y civiles que ofrecen un apoyo integral a las mujeres gestantes. Para que no les falte nunca nuestra oración y apoyo. Roguemos al Señor.

— Oremos, como hacemos siempre, por todos aquellos que sufren en su cuerpo o en su espíritu. Para que reciban la ayuda que viene de lo alto y no les falte la ayuda fraternal de los cristianos. Roguemos al Señor.

— Y oremos por nosotros, que nos preparamos para renovar en la noche santa de la Pascua el Bautismo por el que fuimos incorporados a la vida nueva de la gracia. Para que, animados por esta jornada y alimentados con el pan vivo bajado del cielo, estemos siempre dispuestos a defender el gran don de la vida humana. Roguemos al Señor.

Oh Dios, Creador nuestro, escucha nuestras súplicas confiadas: que la Virgen María, Madre de tu Hijo, acompañe los trabajos en defensa de la vida e ilumine a todas las madres para que reconozcan en sus hijos que van a nacer el bien que puede llenar de alegría y plenitud sus vidas; y a nosotros, creados a tu imagen y semejanza, concédenos anunciar con fidelidad el Evangelio de la vida.

Por Jesucristo nuestro Señor.

RITO DE CONCLUSIÓN

Oración después de la comunión

Confirma, Señor, en nosotros la verdadera fe, mediante los sacramentos que hemos recibido; para que cuantos confesamos al Hijo de la Virgen, como Dios y como hombre verdadero, podamos llegar a las alegrías del reino por el poder de su santa resurrección.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Bendición solemne

El Dios, que en su providencia amorosa quiso salvar al género humano por el fruto bendito del seno de la Virgen María, os colme de sus bendiciones.

R. Amén.

Que os acompañe siempre la protección de la Virgen, por quien habéis recibido al Autor de la vida.

R. Amén.

Y a todos vosotros os conceda el Señor de la vida la alegría del Espíritu y los bienes de su reino.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.


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Reflexión para la primera semana de Cuaresma, de Mons. Zacchaeus Okoth, Arzobispo de Kisumu y Presidente de la Comisión Episcopal “Justicia y Paz” en Kenia.

Hacia la curación y  transformación



El ministerio de Jesús estaba centrado en la curación y la transformación de las personas. Sabía muy bien que las personas estaban destinadas a ser tentadas y persuadidas a llevar una vida que no era digna de su vocación como hijos de Dios. Todo su ministerio era entonces transformarlos en su propia imagen y semejanza. "Tened los mismos sentimientos de Cristo..." (Filipenses 2, 6) fue la exhortación de Pablo a los Filipenses. Hoy, más que nunca, estamos llamados a volver a examinar nuestra vocación cristiana en relación a lo que está ocurriendo actualmente  en África. Si nos llamamos "cristianos" debemos dar testimonio de ese nombre de palabra y obra.

Para transformar a las personas, tenemos que ayudarles a recuperar sus esperanzas en Dios. Muchas personas parecen haberse convertido en egoístas y codiciosas y ya no están interesadas en la verdad. Parece que hemos olvidado que somos hermanos y hermanas, que tenemos un padre en el cielo, que tenemos una vida después precedida de nuestro juicio final ante Dios. De ahí la necesidad de que renovemos nuestra fe en Cristo para que pueda reinar en nuestras vidas. 

La Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos

La Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, que se reunió en el Vaticano del 4-25 octubre 2009, centró sus debates en temas variados que afectan a la Iglesia en África. Los temas de la Campaña de Cuaresma 2010 se han vinculado a las deliberaciones del Sínodo.
El Sínodo insistió en la necesidad de que en el continente respetemos nuestra diversidad. Tenemos que reemplazar todo el odio a nuestros hermanos y hermanas con amor. Debemos animarnos unos a otros para ser veraces y objetivos, cuando nos relacionamos con las personas, especialmente de otras comunidades. Los acontecimientos de finales de 2007 y principios de 2008 nos enseñaron que si no hacemos esto, todos nos sentiremos desorientados. En la Propositio 6 del Sínodo, así quedó expresado: "Los padres sinodales lanzan un llamamiento sincero a todos los que están en guerra en África, que causa tanto sufrimiento para su pueblo:"¡Detened las hostilidades y reconciliaos!”

 "Instan a todos los ciudadanos africanos y gobiernos a reconocer su hermandad y promover las buenas iniciativas, que fomenten la reconciliación y la fortalezcan de manera permanente a todos los niveles de la sociedad. Invitan a la comunidad internacional a dar fuerte apoyo a la lucha contra todas las maniobras, que desestabilizan el continente y dan lugar persistentemente a conflictos".

En la Propositio 32, los Padres sinodales tuvieron que decir esto: "La Iglesia, como agente de reconciliación, tiene la misión de reconciliar todas las cosas en Cristo (Cf. 2 Corintios 5, 19). Para llevar a cabo esta misión, la Iglesia reconoce y respeta la rica diversidad étnica, cultural, política y religiosa de los pueblos africanos buscando la unidad en la diversidad, antes que la uniformidad, haciendo hincapié en lo que une y no en lo que divide y aprovechando los valores positivos de esta diversidad como una fuente de fuerza para forjar la armonía social, la paz y progreso".

Si somos capaces de seguir el consejo de los Padres sinodales, entonces curaremos y transformaremos nuestro país.
La Comisión de Verdad, Justicia y Reconciliación ha comenzado su labor. Si queremos hacer frente a las injusticias históricas en Kenya, entonces este es el momento. A medida que las atrocidades de violencia del post elecciones de 2007-2008 se están dirigiendo, tenemos todavía la obligación de examinar todas las injusticias de una manera constructiva y productiva. Este es el tiempo de que uno evidencie de cómo la comunidad ha sido privada de sus derechos y dé prueba. De esta manera, las comunidades se verán a sí mismas con mayor objetividad y, a su vez, resolverán todos los problemas subyacentes de una manera sincera y comprometida. 

Los temas de esta Campaña cuaresmal están diseñados para ayudarles a reflexionar más sobre los problemas que traerá consigo una comunidad justa y pacífica y para tratar de abordar la cuestión del conflicto entre muchas comunidades en Kenia.

En la primera semana, nos centramos en la Seguridad Alimentaria y la Pobreza. Es muy preocupante que más de 10 millones de kenianos se están enfrentando a la inanición desde la hambruna prolongada.

Tenemos que empezar a pensar en cómo podemos utilizar nuestra tierra dada por Dios para alimentarnos a nosotros mismos. Muchas personas creen que la violencia en nuestro país tiene sus raíces en la pobreza. Sin embargo, la experiencia nos enseña que la violencia y las actividades criminales afectan a todos los niveles socio-económicos de nuestra sociedad. Conscientes de que todas las personas necesitan condiciones seguras para vivir con dignidad y esperanza, vamos a buscar maneras durante este tiempo de Cuaresma para reducir la pobreza en nuestras comunidades y también para dejar de culpar a los pobres de todas las actividades delictivas.

Durante la segunda semana, vamos a discutir Constitución y Gobierno y a reflexionar sobre cómo están relacionados los dos. Una Constitución deficiente ha abierto las puertas a los conflictos y el abuso de poder a nivel local y nacional. Las cuestiones polémicas en el proyecto de Constitución  Draft no debe frustrar el deseo de la gente para obtener un documento que refleje sus aspiraciones y los deseos de todas las comunidades.

Estamos invitados en la tercera semana para reflexionar sobre Cuidado del Medio Ambiente. Nuestro frágil planeta está en peligro y nuestro compromiso con nuestro medio ambiente nos debe llevar a ser más responsables administradores de la tierra y sus recursos en beneficio de todos nosotros y las generaciones venideras.

La cuarta semana se dedica a la Sanación y la Reconciliación. Todos hemos experimentado el conflicto y lesiones y estamos en necesidad de sanación y reconciliación. Pero para que éstas  sucedan, debemos admitir nuestra culpa y pedir perdón.

La seguridad es de gran preocupación para todos y en la quinta semana, examinamos el tema de la Inseguridad. Todos necesitamos un país en el que nuestras vidas y la propiedad estén seguras y la seguridad debe comenzar en nuestros hogares y aldeas.
Le deseo una cuaresma bendita y rezo por nuestro país.

Reverendísimo Zacchaeus Okoth
Arzobispo de Kisumu
Presidente de la Comisión Católica  Justicia y Paz 

Ver


Alimentando la Nación

Los aldeanos de Baraka en el Distrito de Mchungani  siempre han tenido suficientes alimentos y ganado para su sustento y para la venta. Tenían suficiente dinero para gastos escolares de sus hijos, gastos médicos y del hogar, y el excedente para el ahorro y la inversión.

El distrito también ganó el intercambio extranjero del país de los turistas y los inversionistas internacionales. Sin embargo, con la irregularidad de las lluvias y sequías prolongadas por culpa del cambio climático, los cultivos se están secando y no hay nada que vender o almacenar para uso futuro. Los animales están muriendo y apenas hay para vender a la Comisión Nacional de Carnes. El resultado ha aumentado los niveles de pobreza en el pueblo de Baraka y en el gran distrito de Mchungani.
Sr. Matawi, un campesino bien conocido de Mchungani, organizó un taller de seguridad alimentaria de un día para los residentes. Uno de los vecinos se quejó de que no podían regar sus shambas utilizando agua de una presa cercana, que, lamentó, estaba beneficiando sólo a unas cuantas personas y sus animales.
Sr. Matawi les aconsejó recurrir a la agricultura ecológica y el riego por goteo, y también cultivar y tener cultivos y animales resistentes a la sequía. También les aconsejó pedir al  gobierno para facilitar la introducción de métodos de captación de agua y la repoblación de animales.
La Sra. Mgogo, miembro del  Fondo de desarrollo de las circunscripciones (CDF), aconsejó a los residentes solicitar fondos para  agricultura y  proyectos de recolección de agua de la FCD.
Los pobladores de Baraka formaron un comité, que recibió el mandato de reunirse mensualmente.

Juzgar

Análisis de la situación

Más de 10 millones de kenianos se enfrentan al hambre. La falta de alimentos se atribuye a métodos agrícolas deficientes, falta de planificación adecuada, violencia y desplazamiento. Kenya ha pasado por momentos difíciles y ahora es tiempo para sanar y transformar nuestra tierra y a nuestra gente. Comunidades tradicionales de África alentaron un espíritu común de trabajar juntos y de ayudarse  unos a otros en granjas, en construcción, durante las temporadas de cosecha y en otras actividades. Harambee permitió a las comunidades disponer de alimentos suficientes para todos y seguridad social garantizada.
Todos los kenianos deben esforzarse por restaurar la gloria perdida del país. Este tiempo de Cuaresma debe ser un momento de reflexión. Todas nuestras actividades y esfuerzos deben orientarse hacia la sanación y la transformación de nuestra nación

Deuteronomio 26, 4-10
Romanos 10, 8-13
Lucas 4, 1-13

Todos nosotros estamos tentados a desviarnos de nuestra llamada. Jesús se mantuvo fiel a su Padre. Nosotros también debemos saber que somos un pueblo elegido y debemos reclamar nuestra identidad obedeciendo a Dios antes que seguir a dirigentes de la oscuridad. Dios nos ama y nos quiere llevar por el camino de la vida. Debemos profesar nuestra confianza en Dios con nuestra vida y proclamarla de boca en boca. El hambre y la pobreza son el resultado de la codicia. Si seguimos el ejemplo de Jesús, podemos cambiar para lo mejor.

Actuar

1. ¿Ha tenido Usted, o su pequeña comunidad cristiana, experiencias similares como la gente de la aldea de Baraka? Si es así, ¿qué hizo?
2. Junto a la lluvia, ¿qué otras fuentes de agua puede usted y su pequeña comunidad cristiana usar? ¿Qué es el riego por goteo y cuáles son sus ventajas?
3. ¿Cuáles son las otras fuentes de fondos transferidos? ¿Cómo está ud involucrado como individuo y como una pequeña comunidad cristiana?
4. La violencia postelectoral de 2007-2008 afectó desfavorablemente a la producción agrícola y alimentaria. Junto con la sequía, Kenya está por recuperarse. ¿Qué puede hacer usted y su pequeña comunidad cristiana para promover la curación y la transformación al mismo tiempo que mejorar la producción de alimentos?
5. Discutir el espíritu de "Harambee" en la pequeña comunidad cristiana y sugerir cómo puede revitalizarlo. ¿Cuáles son las ventajas?



Visión de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos


Seguridad de alimentos,  tierra y agua. 

Grandes extensiones de tierras fértiles y recursos hídricos son explotados sin escrúpulos por los inversores extranjeros y locales en muchos países africanos. Esto está causando el desplazamiento y el despojo de las personas pobres y sus comunidades, que están muchas veces impotentes para oponerse a este "asalto". El Sínodo pide encarecidamente a todos los gobiernos garantizar que sus ciudadanos estén protegidos de la enajenación injusta de sus tierras y recursos, y del acceso dado al agua, las necesidades básicas de todas las personas. Los Padres sinodales instamos a que:

• Nuestros líderes de la Iglesia sean informados sobre la tierra y cuestiones básicas del agua para que puedan pasar esta información a la población local, que estará en una buena posición para impugnar las decisiones injustas en estos asuntos;
• Todas las negociaciones sobre acuerdos de tierras sean llevadas a cabo de forma transparente y con la participación de las comunidades locales que puedan resultar afectados;
• ofertas de enajenación de la tierra no debe ser contratadas ni firmadas sin el consentimiento libre, previo e informado de las comunidades locales afectadas, ni tampoco las personas deberían perder sus tierras sin una indemnización adecuada;
• A los trabajadores agrícolas se les debe garantizar un salario justo a la luz del hecho de que las inversiones promuevan la creación de empleo;
• La formación profesional de los jóvenes en la agricultura y la cría de animales sea promovida como una manera de detener la fuga no controlada de la aldea a las ciudades;
• Los modelos de producción agrícola respeten el medio ambiente y no contribuyan al cambio climático, al agotamiento del suelo y al agotamiento de las reservas de agua potable;
• La producción de alimentos para la exportación no debería poner en peligro la seguridad alimentaria, la soberanía y las necesidades de las generaciones futuras;
• Los derechos tradicionales de la tierra sean respetados y reconocidos por la ley;
• El agua no sea explotada como un bien económico privado, sin la debida atención a los intereses del pueblo, y
• Los gobiernos africanos sean más prudentes en el acceso a subvenciones y préstamos para que no empujen a su pueblo a más deuda. Los pobres y marginados estén facultados a través de iniciativas tales como  micro-finanzas, programas agrarios y similares, como signo concreto de la Iglesia de  solidaridad con los pobres y marginados.

. Tenemos que continuar abordando la pobreza, que es un gran obstáculo para la paz y la reconciliación. He aquí que las sugerencias para los planes de microfinanciación merecen una atención cuidadosa.
Por último, como jefe de su iglesia local, el obispo tiene el deber de movilizar a todos sus fieles, a participar mediante el papel adecuado en la planificación, formulación, ejecución y evaluación de las políticas y los programas diocesanos para la reconciliación, la justicia y la paz.
Un compromiso con el desarrollo viene de un cambio de corazón, y un cambio de corazón viene de la conversión al Evangelio. En este sentido, todos los miembros de la Iglesia, sacerdotes, religiosos y fieles laicos, deben movilizarse para trabajar juntos en una unidad que hace la fuerza. Se nos desafía y alienta por el proverbio africano: "Un ejército de hormigas bien organizadas puede derribar a un elefante". No debemos tener miedo, menos aún ser desanimados, por la enormidad de los problemas de nuestro continente.

(Traducción particular no oficial desde el inglés)

Texto original:  Towards Healing and Transformation (en ingles)


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Martes, 23 de marzo de 2010

VATICANO - Anuario Pontificio 2010: leve aumento de católicos, sacerdotes y seminaristas, las religiosas en disminución  

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El Anuario Pontificio 2010 ha sido presentado al Santo Padre Benedicto XVI esta mañana, 20 de febrero. En la lectura del volumen se evidencian algunas novedades relativas a la vida de la Iglesia católica en el mundo, a partir del 2009. En el período que va del 2007 al 2008 los fieles bautizados en el mundo han pasado en conjunto de casi 1.147 a 1.166 millones, con un incremento absoluto de 19 millones de fieles y en porcentaje de 1,7%. Confrontando estos datos con la evolución de la población mundial en el mismo período, que ha pasado de 6,62 a 6,70 miles de millones, se observa que la incidencia de los católicos a nivel planetaria ha crecido levemente, del 17,33 al 17,40%.

Entre el 2007 y el 2008 el número de Obispos creció globalmente de 1,13%, pasando de 4.946 a 5.002. El crecimiento fue significativo en África (+ 1,83%) y en las Américas (+1,57%), mientras en Asia (+1,09%) y en Europa (+0,70%) los valores se colocan por debajo de la media total. En Oceanía se ve en el mismo período una tasa de variación de -3%.

La situación de los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, sigue mostrando, a nivel agregado, una evolución positiva, pero moderada y siempre alrededor del 1% en el período 2000/2008. Los sacerdotes, diocesanos y religiosos, en efecto, han aumentado a lo largo de los últimos nueve años, pasando de 405.178 en el 2000 a 408.024 en el 2007 y a 409.166 en el 2008. La distribución del clero entre los continentes, en el 2008, se caracteriza por una fuerte prevalencia de sacerdotes europeos (47,1%), los americanos son el 30%; el clero asiático incide en un 13,2%, el africano en un 8,7% y el de Oceanía en un 1,2%.

Entre el 2000 y el 2008 no ha cambiado la incidencia relativa de los sacerdotes en Oceanía; ha crecido sin embargo el peso tanto del clero africano, como del asiático y de los sacerdotes americanos, mientras el clero europeo ha bajado notablemente del 51,5 al 47,1%.

Las religiosas, que en el mundo eran 801.185 en el año 2000, disminuyen progresivamente, tanto que en el 2008 se contaban 739.067 (con una disminución relativa del 7,8% en ese período). Debe mencionarse que los grupos más numerosos de religiosas profesas se encuentran en Europa (40,9%) y en América (27,5%) y que las contracciones de mayor relevancia se han manifestado igualmente en Europa (- 17,6%) y América (-12,9%), además de Oceanía (-14,9%), mientras en África y en Asia se han dado aumentos notables (+21,2% para África y +16,4 para Asia), que contrabalancean la disminución mencionada, pero no hasta el punto de anularla.

A nivel global, el número de los candidatos al sacerdocio ha crecido, pasando de 115.919 en el 2007 a 117.024 en el 2008. En conjunto en el bienio se ha dado una tasa de aumento de cerca 1%. Dicha variación relativa ha sido positiva en África (3,6%), Asia (4,4%) y Oceanía (6,5%), mientras Europa ha hecho registrar una disminución de 4,3%. América presenta en cambio una situación prácticamente estacionaria. (SL) (Agencia Fides 20/02/2010; líneas 34 palabras 515)


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ZENIT  publica la intervención de Benedicto XVI durante la oración mariana del Ángelus en el primer domingo de Cuaresma 2010.

¡Queridos hermanos y hermanas!

El miércoles pasado, con el rito penitencial de las cenizas, hemos comenzado la Cuaresma, tiempo de renovación espiritual que prepara para la celebración anual de la Pascua. Pero, ¿qué significa entrar en el camino cuaresmal? Nos lo ilustra el Evangelio de este primer domingo, con la narración de las tentaciones de Jesús en el desierto. El evangelista san Lucas cuenta que Jesús, tras haber recibido el bautismo de Juan, "lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días" (Lucas 4,1-2). Es evidente la insistencia en que las tentaciones no fueron un accidente de camino, sino la consecuencia de la opción de Jesús de seguir la misión confiada por el Padre de vivir plenamente su realidad de Hijo amado, que confía plenamente en Él. Jesús vino al mundo para liberarnos del pecado y de la fascinación ambigua de programar nuestra vida prescindiendo de Dios. Él no lo hizo con proclamaciones altisonantes, sino luchando en primera persona contra el Tentador, hasta la Cruz. Este ejemplo es válido para todos: podemos mejorar el mundo comenzando por nosotros mismos, cambiando, con la gracia de Dios, lo que no está bien en nuestra vida.

De las tres tentaciones de Satanás a Jesús, la primera tiene su origen en el hambre, es decir, en la necesidad material: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús responde con la Sagrada Escritura: "El hombre no vive solamente de pan" (Lucas 4,3-4; cfr Deuteronomio 8,3). Después, el diablo muestra a Jesús todos los reinos de la tierra y dice: todo será tuyo si, postrándote me adoras. Es el engaño del poder, y Jesús desenmascara esta tentación y la rechaza: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto" (Cf. Lucas 4,5-8; Deuteronomio 6,13). No adorar al poder, sino sólo a Dios, a la verdad, al amor. Por último, el Tentador propone a Jesús hacer un milagro espectacular: tirarse desde los altos muros del Templo y dejar que le salven los ángeles para que todos creyeran en Él. Pero Jesús responde que no hay que poner a Dios a prueba (Cf. Deuteronomio 6,16). No podemos "hacer experimentos" con la respuesta y la manifestación de Dios: ¡tenemos que creer en Él! ¡No tenemos que hacer de Dios "materia" de "nuestro experimento"! Haciendo referencia nuevamente a la Sagrada Escritura, Jesús antepone a los criterios humanos el único criterio auténtico: la obediencia, la conformidad con la voluntad de Dios, que es el fundamento de nuestro ser. También se trata de una enseñanza fundamental para nosotros: si llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si entra en nuestra vida, si tenemos confianza en Dios, podemos rechazar todo tipo de engaños del Tentador. Además, de toda la narración surge claramente la imagen de Cristo como nuevo Adán, Hijo de Dios, humilde y obediente al Padre, a diferencia de Adán y Eva, que en el jardín del Edén cedieron a las seducciones del espíritu del mal para ser inmortales, sin Dios.

La Cuaresma es como un largo "retiro" durante el que debemos volver a entrar en nosotros mismos y escuchar la voz de Dios para vencer las tentaciones del Maligno y encontrar la verdad de nuestro ser. Podríamos decir que es un tiempo de "competición" espiritual que hay que vivir con Jesús, sin orgullo ni autosuficencia, más bien utilizando las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos celebrar verdaderamente la Pascua, dispuestos a renovar las promesas de nuestro Bautismo. Que nos ayude la Virgen María para que, guiados por el Espíritu Santo, vivamos con alegría y con fecundidad este tiempo de gracia. Que interceda en particular por mí y por mis colaboradores de la Curia Romana, que en esta noche comenzaremos los ejercicios espirituales.

[Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. En este inicio del itinerario cuaresmal, la liturgia nos va introduciendo poco a poco en un clima de mayor austeridad y recogimiento para propiciar en los fieles una reflexión profunda sobre el fin último de nuestra existencia y su dimensión eminentemente sobrenatural. Es Cristo el que se nos ofrece como única riqueza que perdura, como el verdadero alimento de vida eterna y la plenitud para nuestras almas. Confiemos a las manos maternas de María Santísima la vivencia humilde y fructífera de este tiempo de preparación para la Pascua. Muchas gracias y feliz domingo.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina© Libreria Editrice Vaticana]


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Lectio divina para el jueves de la quinta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio jueves 5ª

 

LECTURA:          “Juan 8, 51‑59”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.»

Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices:"Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?»

Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" seria, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.»

Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»

Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.»

            Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

MEDITACIÓN:            “Guarda mi palabra”

Nos acercamos a la semana santa y voy sintiendo con más fuerza los motivos que llevaron a aquellos hombres a llevarte a la muerte. Eres atrevido, molesto, arrogante, Te arrogas la autoridad de Dios para desacreditar a los especialistas en religión, a quienes te atreves a decir que no conocen a Dios. Me gustaría tener el mismo valor para decir las cosas como tú, pero sobre todo, me gustaría vivirlas.

Yo soy de los que digo que te creo y te sigo. Creo conocer tus palabras pero tengo que reconocer que muchas veces mi vida no se mueve desde ellas. Pero, al menos reconozco que sí, que es verdad. Tus palabras saben a vida. Tus palabras expanden el corazón, Desatan los deseos más ricos y nobles que laten en mí. Mi pobreza humana, mis incoherencias, las difuminan, pero cuando te escucho tengo la convicción de que si yo y todos los hombres te acogiésemos, el mundo sería otro, el hombre sería otro, el dolor inútil, la miseria, la violencia, las injusticias no tendrían cabida.

La fuerza y el dramatismo que tienen tus afirmaciones en este momento hacen prender como una llama nueva en mi interior. Me urgen a una especie de renovación, de reformulación de mis actitudes. El mundo necesita vida, no tanta muerte. Yo necesito vida, y deseo aportarla en la medida de mis fuerzas. Creo en la vida de ahora, y en la de luego a la que tú me asomas, y eso me impulsa porque despierta mi esperanza.

ORACIÓN:              “Descubrir la vida”

Gracias, Señor, porque me haces sentirme abierto y con capacidad para descubrir siempre un más adentro y un más allá de lo que creo saber o de lo que creen saber los que dicen que saben. Gracias porque tu Espíritu sigue siendo libre y se empeña en dirigirnos a ti y sale a mi encuentro como fuerza para hacer frente a los obstáculos de mi interior y del exterior.

Y perdona, Señor, perdona mis miedos, mis comodidades, mis gestos que no generan vida, que ofrecen tristeza, dolor, indiferencia, negación, rechazo, muerte. Ayúdame a descubrir la vida que has puesto en mí. Ayúdame a descubrir todos los signos de vida que puedo aportar, y que ningún miedo me frene para realizarlos.

CONTEMPLAR:              “Pensar en ti”

Pensar en ti
acelera mi pulso,
descubre mis sombras,
y despierta mis ansias
de vida.

Renuevas así
lo más íntimo
de mi intimidad,
y una fuerza,
intensa y misteriosa
me atraviesa,
y me impulsa
a romper mis nudos
y salir a tu paso,
a nuestro encuentro.


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Desde Cueva Manresa de San Ignacio en Barcelona nos informan de propuestas de Ejercicios para el verano y actividades para después de Pascua. 


"Querida/o amiga/o: 
Le informamos de las propuestas de Ejercicios de este verano y de las actividades de fines de semana después de Pascua. De nuevo le agradecemos si puede informar de ellas a personas a quienes puedan interesar.
Con todo el afecto"

Francesc Riera i Figueras, sj
Director
Cueva de S. Ignacio - Manresa
www.covamanresa.cat

MES DE EJERCICIOS  

01-30 agosto.- Carlos Marcet, sj.

01-30 septiembre.- Francesc Riera y Josep Sugrañes, sj.

01-30 noviembre.- Josep Sugrañes, sj.  


 Ocho días de Ejercicios  

ABRIL                    23-01.- José Luis Corrons, sj (castellano) 
MAYO                   24-31.- Francesc Roma, sj. (catalán)

JULIO  

01-10.- Carlos Domínguez, sj. (castellano)  

11-20.- Josep Rambla, S. Torres, P. Vidal (jesuitas), A. Pitarch (seglar), J. Rodado (sacerdote), J. M. Vallejo (capuchino) (personalizados)

■ HAY LA POSIBILIDAD DE HACERLOS DEL 11 AL 17.  

21-30.- David Guindulain, sj. (catalán, ofrecimiento especial de personalización)  

AGOSTO  

11-20.- Jordi Font, Álvaro Sánchez, sj. y M. Valls, RJM. (personalizados)  

21-30.- Dario Mollà, sj. (castellano)  

SEPTIEMB    21-30.- Avelino Fernández, sj. (castellano)

 

                                                                  ■ NO ESTÁN ANUNCIADOS LOS GRUPOS QUE YA ESTÁN COMPLETOS  


RETIRO MULTIGENERACIONAL.- Jaume Casasas, Gloria Andrés, Rafael Abós (Eides-CiJ)  

Propuesta de un Retiro en clave ignaciana en el que las parejas pueden traer a sus hijos, para los que también habrá actividades (solicitar información).- Sábado 24 abril a las 10h hasta el domingo 25 a las 16h. 

EL SUEÑO COMO LIBRO Y MAESTRO.- María Generosa Quintas (psicóloga)  

La naturaleza no nos hubiera dotado de la capacidad de soñar si no tuviera utilidad. Estos mensajes extraños son el libro donde podemos descubrir quiénes somos y en qué punto de nuestra evolución individual nos encontramos.- 23-25 abril  

Y con las pérdidas, ¿qué hacer?- Eduard Fonts (psicólogo)  

Cuando hablamos de pérdidas no sólo nos referimos a personas sino también al trabajo, relaciones, esperanzas etc. Trabajaremos la manera de superarlas pero también de integrarlas para que puedan ser oportunidades.- 23-25 abril  

DANZA CONTEMPLATIVA.- Victoria Hernández (Casal Lluís Espinal)  

Vivenciar, orar desde el corazón, encontrarnos con la Fuente. Tiempo para el encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios. Danzas sencillas y desarrollo de la propia danza-oración.- 7-9 mayo  

ENEAGRAMA Y SUBTIPOS.- Josep Lluís Iriberri, sj. y Francesc Vilahur  

Reflexión de la teoría del Enneagrama a partir de la interacción entre los instintos básicos en el ser humano y los enneatipos. Para poder participar es necesario tener un conocimiento previo del Enneagrama.- 7-9 mayo. 

RETIRO DE PENTECOSTÉS.- Francesc Roma, sj.  

A lo largo del año convienen momentos de "stop", tomarse un tiempo de retiro. Lo haremos acompañados de Bach, Händel, Berlioz, etc. La música y la letra nos ayudará a orar.- 21-23 mayo  

UN TIEMPO PARA EL SILENCIO Y LA INTERIORIDAD.- Carmen Jalón (Casal Lluís Espinal)  

Las pedagogías que el Casal Lluís Espinal ofrece a adolescentes y jóvenes serán propuestas a los adultos por una de las pedagogas. Dirigido a todos y especialmente a los docentes de escuelas.- 25-27 junio. 


 Información y matrículas:

93 872 04 22 / [email protected]


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DOMINGO DE RAMOS / C
28 de Marzo de 2010



El Señor Jesús, que se entregó hasta la muerte para darnos vida, esté con todos vosotros.


Sed bienvenidos, hermanas y hermanos. Nos reunimos, en este domingo de Ramos, para comenzar las celebraciones de la Semana Santa. Y hoy, con nuestros ramos, recordamos el momento en que Jesús entró en Jerusalén montado en un asno, mientras todos le aclamaban con entusiasmo. También nosotros le aclamamos, porque creemos en él, porque queremos seguirle en su camino en estos días santos, porque estamos convencidos de que su pasión, muerte y resurrección nos abre también a nosotros las puertas de la vida.

(A continuación, el celebrante bendice los ramos, lee el evangelio y lo comenta brevemente. Después, se dirige al presbiterio mientras se can tan cantos de aclamación, y se pasa directamente a la oración colecta).

(Si no hay procesión ni entrada solemne, se hace la entrada sencilla. Después del canto ola antífona, el celebrante saluda al pueblo con las mismas palabras antes propuestas. También se puede hacer, en este caso, desde el mismo presbiterio, la bendición de los ramos, pero sin leer el evangelio. Después, se puede repetir el mismo canto de aclamación, y se pasa directamente a la oración colecta).


Antes de la aclamación de la Pasión (ev: Lucas 22,14 — 23,56): Dispongámonos ahora a escuchar, en el centro de nuestra celebración de hoy, el relato de la pasión del Señor. Contemplemos el camino de Jesús hacia la muerte, por amor y fidelidad a Dios y a nosotros. Y agradezcamos ese sacrificio, con fe y con esperanza, porque sabemos que de la cruz de Jesús brota nuestra vida.


Oración universal: Oremos ahora con fe y con con-fianza, pidamos que la vida nueva que nace de cruz de Jesús llegue a todos. Oremos cantando: KYRIE, ELEISON.

1. Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que aprenda¬mos a vivir con espíritu de amor y de entrega, como Jesús. KYRIE, ELEISON. R/ KYRIE, ELEISON.

2. Por los que no conocen a Jesús. Que puedan llegar a sentir el gozo y la vida que él nos da. KYRIE, ELEISON.

3. Por todos los que sufren. Que, identificados con la cruz de Jesús, puedan también gozar de la alegría de la resurrección. KYRIE, ELEISON.

4. Por todos nosotros, reunidos en este domingo de Ramos. Que esta Semana Santa que iniciamos nos haga crecer en la fe, la esperanza y el amor. KYRIE, ELEISON.

Escucha, Señor Jesús, la oración confiada que te dirigimos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Padrenuestro: Unidos a Jesucristo, movidos por si amor, nos atrevemos a decir:

Gesto de la paz: En Cristo, que nos ha reconciliado con su cruz, daos fraternalmente la paz.

Despedida: Hemos comenzado la Semana Santa Dispongámonos a vivir estos días con intensidad. Sintámonos convocados a participar de las celebraciones, allí donde estemos. Especialmente el jueves y el viernes, para seguir paso a pase el camino de la cruz de Jesús; y el sábado por la noche, en la Vigilia Pascual, para celebrar con toda la alegría la resurrección.


CPL


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Oración
OFRECIMIENTO
 

Oh Jesús, mi Señor, Cabeza de la Santa Iglesia, fuente de vida, paz y reconciliación  nuestra: en tu presencia hago oblación de mi mismo al Padre, por el Espíritu Santo; y ofrezco mi vida en holocausto por la unidad, paz y concordia en la Iglesia y en el mundo, unido a tu sacrificio en la Cruz. 

No quiero ser obstáculo, ni en la cosa más mínima, a la unidad de tu Iglesia Santa. Quiero vivir una vida escondida contigo. Quiero y elijo ser “el último de todos y el servidor de todos”. Acrecienta en í este sentido profundo de ultimidad. Renuncio a mi mismo. Ven Tú a mí. Vive en mí. Reina en mí por tu Santo Espíritu, para la mayor gloria del Padre. Trasfórmame en Ti. 

Identificado contigo y con tu Iglesia, desasido completamente de mí mismo, que ya sólo viva en Ti y para Ti, sirviendo incondicionalmente a tu Iglesia Santa, sacramento universal de salvación. Acoge, oh Jesús, mi Señor, este humilde servicio de incondicional que te presento por manos de los  ángeles y de los santos, tus fieles e incondicionales servidores. 

Desde el corazón de María, la mejor incondicional Madre tuya y Madre mía, por ella y con ella, te digo una vez más: Sí, aquí estoy, amén, aleluya.


Monseñor Damián Iguacen
obispo emérito de Tenerife










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Lunes, 22 de marzo de 2010

Declaración del Departamento Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano  "Crisis económica, opción por los pobres y cuidado de la creación - Por un desarrollo humano, integral y solidario" emitida por miembros del Departamento Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

Del 7 al 10 de febrero de 2010 nos hemos reunidos obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos y laicas, asesores y miembros de los equipos de apoyo del Departamento Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano con motivo de la reunión anual de evaluación y planificación, evento en el cual hemos constatado la problemática que viven los pueblos de América Latina y el Caribe por la crisis económica y el cambio climático, y deseamos dirigirnos a nuestras poblaciones y líderes para manifestarles lo siguiente:

Introducción

1. La vida y la misión de los discípulos de Jesucristo se desarrollan en un contexto socio-cultural muy complejo, debido en buena medida a las profundas mutaciones en todos los órdenes, promovidas por fenómenos mutuamente interrelacionados, entre ellos, la globalización, el avance de la ciencia y la tecnología, el secularismo y el pluralismo religioso.

2. El aceleramiento de la globalización en las últimas décadas ha tenido un impacto muy grande en la sociedad, lo cual se ha reflejado, en medio de la crisis financiera, en la búsqueda de caminos conjuntos para el desarrollo de la economía mundial y en las nuevas oportunidades que tienen los países para un crecimiento económico sostenido; en la expansión de la democracia y la promoción y defensa de los derechos humanos; en los avances científicos y tecnológicos, generadores de cambios radicales en todos los campos de la actividad humana; y en la simultaneidad de las comunicaciones que han hecho realidad aquello de la ‘aldea global'.

3. Al mismo tiempo, es necesario constatar que el tipo de globalización promovido por el mundo de hoy, está animado por la ideología neoliberal y por un ‘fundamentalismo del mercado' que ha derivado en un aumento de la pobreza, en una exclusión en todos los órdenes, en el debilitamiento del papel del Estado en la búsqueda del bien común, en una búsqueda de homogeneización cultural expresada en una "cultura de masas"; pero también ha despertado la conciencia de los valores locales y la expansión de procesos culturales de los excluidos desde lo que se ha llamado la "globalización desde abajo".

La exclusión social

4. En efecto, en el campo social, la población de América Latina inicia el año 2010 con 9 millones más de pobres respecto de la cifra de inicios de 2009 que ya era muy elevada. La población en pobreza pasó de 180 a 189 millones. Ha crecido la pobreza en la peor de sus formas: la indigencia. "Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente "explotados" sino "sobrantes" y "desechables"." (DA 65), Las situaciones de pobreza e indigencia son factores que pueden contribuir a la generación de mayores índices de criminalidad lo que conduce entre otros al incremento de la problemática penitenciaria.

5. Como de costumbre, los pobres están sufriendo mucho más la crisis. Ella afecta más duramente a los más vulnerables. Entre los más afectados están los niños, las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y afrodescendientes. Cerca de uno de cada cuatro jóvenes esta fuera del sistema educativo, y del mercado de trabajo. El porcentaje de pobres de la región, según la CEPAL, ascendió al 34.1%, y la indigencia al 13.7%. Más de una de cada tres personas, son pobres, en uno de los Continentes potencialmente más ricos del planeta, bendecido por Dios, con reservas enormes de materias primas estratégicas, gran biodiversidad, posibilidades excepcionales de producción de alimentos, un tercio de las aguas limpias de todo el orbe, múltiples fuentes de energía barata, una excelente ubicación geo - económica, y un gran potencial turístico.

6. Las paradojas son tan fuertes, como el hecho de que produciendo América Latina alimentos para tres veces su población actual, el 16% de los niños sufre de desnutrición crónica. El problema de la alimentación en América Latina es principalmente un problema de acceso a  la tierra y a los alimentos producidos.

7. Todo esto se agrava con el avance de la corrupción generalizada tanto en el ámbito público como privado (Cf SD 233, DA 70), que corroe amplios estratos de la sociedad y que tiene dimensiones transnacionales. Uno de los retos para este nuevo siglo es la consolidación de una fuerza ética, moralmente vinculante, acogida por todos los sectores de la sociedad y por todos los pueblos, que nos conduzca a la construcción de una sociedad justa, transparente, solidaria y participativa.

La crisis económica y el impacto en los pobres

8. En el campo económico, la crisis económica mundial, la mayor en 80 años - cuyo origen no es sólo la aplicación del modelo economicista neoliberal, sino que es el propio modelo como tal el que está cuestionado - ha tenido fuertes impactos en los altos niveles de pobreza y desigualdad de América Latina. Estos impactos humanos y ecológicos de la crisis, con frecuencia han sido dejados de lado en su tratamiento en los medios de comunicación, y en el discurso político usual. La atención se ha enfocado en las consecuencias financieras y macroeconómicas de la crisis, sin considerar, sus efectos sobre las personas y los bienes de la creación, los cuales en definitiva son objetivo fundamental de la economía. Una expresión frecuente en voces de economistas de prestigio e influyentes en la región y a nivel internacional es: "ya salimos de la crisis, todo anda mejor, menos la desocupación"; esto retrata todo un modo de interpretar la realidad.

9. La crisis económica global acentuó las agudas desigualdades latinoamericanas, las mayores comparativamente de cualquier región del mundo. Es una de las causas de por qué un Continente tan rico, tiene tanta gente pobre. Según los últimos datos del Informe de Desarrollo Humano 2009 del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), mientras que la brecha entre el 10% más rico, y el 10% más pobre, es en Noruega de 6.1 veces, en Japón de 4.5, en España de 10.3, en América Latina esas cifras se multiplican de 5 a 10 veces. El Papa Benedicto señalaba en su última  Encíclica Social: "La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo "el escándalo de las disparidades hirientes" ". (CIV 22).

10. Hay una profunda concentración del poder económico en el mundo, contraria a los principios de la DSI del destino universal de los bienes y la justa distribución de la riqueza. Pocas corporaciones trasnacionales gobiernan el mercado global. Podríamos decir que las grandes corporaciones influyen poderosamente en el gobierno mundial a todo nivel. La soberanía de los Estados ha ido pasando de los niveles de la política a los de la economía.

Un trabajo digno para todos

11. En el campo laboral, según se estima en las estadísticas disponibles, la crisis destruyó en el 2009, no menos de 2.5 millones de empleos en América Latina. La tasa de desempleo abierto pasó de 7.5% a 8.5% en promedio. El total de desocupados llega a 18.400.000 personas. Pero además aumentaron todo tipo de formas de trabajo que violan la idea de trabajo digno, entre ellas el trabajo informal, el trabajo precario, los empleos clandestinos, los trabajos sin protección social alguna, y se contrajeron los empleos a tiempo completo. Una meta básica de la economía es generar trabajos dignos para todos y todas. Si esto no se cumple,  en realidad lo que no funciona es uno de los motores para generar condiciones de vida digna.  Hacemos un llamado a los gobernantes y a los empresarios para que asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de las nuevas pobrezas que están surgiendo en la región. (Cf DA 62)

12. La crisis está teniendo un impacto de alta regresividad en los diversos países de la región que tenían elevadas remesas migratorias. Dichas remesas, son los ahorros que los inmigrantes pobres latinoamericanos que se fueron en las últimas dos décadas envían a sus familias en sus países de origen. Las remesas daban ayuda a 20 millones de familias latinoamericanas pobres. Muchos de los que las enviaban han perdido total o parcialmente sus empleos en Estados Unidos, España, Italia y otros países. Las remesas de los migrantes han disminuido en el 2009, según cálculos iniciales en no menos de un 11%, agravando la situación de las familias pobres de la región que las recibían.

Alianza entre el ser humano y el medio ambiente

13. En la región el incremento de las actividades extractivas sigue siendo muy significativo, en medio de conflictos socioambientales latentes o declarados. El Papa Benedicto XVI nos dice "¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven -y con frecuencia también sus bienes- a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? (...). Todas éstas son cuestiones que tienen una repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo". (Cfr. S.S. Benedicto XVI, Mensaje Jornada Mundial por la Paz, 2010). Las consecuencias negativas de ello las sufren las poblaciones con mayor precariedad económica.

14. Hoy es más que nunca necesaria la promoción de una verdadera responsabilidad ecológica. La defensa de lo ecológico debe incluirse dentro de los intereses sociales que exigen protección jurídica plena y que rebasa los límites del derecho de una nación determinada porque afecta a la comunidad internacional. En este sentido, Aparecida nos exhorta a "empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración de la naturaleza; y a determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los países de los estándares ambientales internacionales" (DA 474 d, e).

15. De otra parte, los Obispos urgen una educación ecológica que ayude a "descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias" (DA 474 a). Benedicto XVI lo dijo en forma muy concreta: hay que "fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente..." (CIV 50).

Hacia una educación democrática

16. La crisis también ha impactado en el congelamiento o reducción de los presupuestos educativos, agravando los fuertes déficits que tiene la región en educación. En un mundo donde es imprescindible terminar el nivel secundario para tener acceso al trabajo, no lo termina un gran número de jóvenes. Cerca de 6 millones de jóvenes entre 15 y 19 años de edad no han terminado la primaria. "La pobreza es hoy pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías" (DA 62).

17. De otra parte, las reformas educacionales, están "centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación preponderantemente en función de la producción, la competitividad y el mercado" (DA 328). Es importante destacar como componente prioritario el fomento de una educación democrática, al menos en tres sentidos: a) que sea una educación para todos, como lo decían los Obispos latinoamericanos cuando se reunieron en Medellín, "de tal manera que todos los sectores sociales, sin discriminación alguna, tengan acceso a ella y adquieran en la misma una auténtica conciencia social que informe su vida" ; b) que sea una educación donde la comunidad se convierta progresivamente en gestora de su propia formación y de su propio desarrollo; c) que sea una educación que forme en la teoría, pero sobre todo en la práctica, en el respeto y promoción de la dignidad humana, en un estilo sobrio de vida y en la construcción de una ciudadanía que abra las puertas a la participación de todos en la democratización política, económica, social y cultural de la sociedad.

Por una cultura de paz

18. Es escandaloso que, ante el incremento de la pobreza y la reducción de fondos dedicados a educación y salud, crezca la carrera armamentista en la región que genera la enemistad entre nuestras naciones hermanas. La paz es un derecho fundamental de nuestros pueblos, condición necesaria para disfrutar de los demás derechos. Por eso, un reto para la democracia es, por una parte, propugnar por un acuerdo mundial para la reducción del armamentismo y apoyar a los organismos nacionales e internacionales que promuevan iniciativas concretas para el desarme; y, por otra, educar para la paz, formando a las personas en los principios y valores básicos de la convivencia como son el respeto, la tolerancia, la justicia y la solidaridad; y exigir a los gobernantes el diseño de políticas de paz entre nuestros pueblos.

Credibilidad política y Neopopulismos

19. La escasa participación de los ciudadanos en la política, entendida en su aspecto más amplio, y no solamente en el ámbito electoral, se ha incrementado en nuestros países debido especialmente a la falta de credibilidad en los líderes políticos, a la desesperanza y a la pérdida de ilusiones en un futuro mejor.

20. Los neopopulismos autoritarios que se están apoderando de nuestra región, debido en buena medida a la corrupción de la clase política y a la búsqueda de soluciones mesiánicas a los grandes problemas de nuestros pueblos, se han convertido en un verdadero peligro en la región. Estos neopopulistas acceden al poder por el voto popular, ejerciendo un liderazgo de tipo carismático personalista fuerte. Una vez estando en el poder, golpean, de manera sistemática, todas las instituciones que no se pliegan a su voluntad: los medios de comunicación, los sindicatos, el sector empresarial, la Iglesia...; y tratan de someter a su arbitrio a los demás poderes del Estado: la Corte Suprema de Justicia, la Corte Electoral, el Congreso... Aunque mantienen posiciones aparentemente nacionalistas y antiimperialistas, crean paradójicamente, al interior de su propio país, un régimen autocrático; y manejan a su antojo los fondos del Estado con una actitud paternalista, controlando toda la actividad económica del país y pauperizando cada vez más a la población. Tanto estos neo-socialismos populistas como las corrientes neoliberales se fundamentan en una antropología reduccionista, que no responde a las inquietudes más profundas del ser humano de una vida en comunión, participativa, igualitaria, libre y abierta a la trascendencia.

21. El desafío que se presenta en este campo es el fortalecimiento de la sociedad civil, de tal manera que podamos pasar de una democracia representativa a una democracia participativa. La sociedad civil debe hacerse corresponsable tanto en los diagnósticos como en la búsqueda de soluciones y en la ejecución de planes de acción. "El surgimiento real de la sociedad civil redefinirá y animará de nuevo la tarea de la política en términos de convivencia y de democracia en participación en los términos comprensibles de lo local y lo municipal" .

Nuevas formas de compromiso

22. El Papa Benedicto nos advierte que "La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada". (CIV 21)

23. La reciente catástrofe en Haití demostró una vez más que los desastres son problemas no resueltos del desarrollo. Los  desastres se producen en todos lados, pero impactan de manera particular en los países pobres a través de una serie de mecanismos creadores de vulnerabilidad (Cfr TMA 51). Alentamos todas las iniciativas de solidaridad efectiva, organizada y transparente, entre ellas la condonación de la deuda externa, que permitan la reconstrucción de Haití. También ratificamos la exigencia del Papa Juan Pablo II de condonación de la deuda externa a los países hundidos en la necesidad imperiosa a causa de la pobreza y la exclusión, que son permanentes desastres. Esto siempre que ese alivio vaya vinculado a la inversión social efectiva para los pobres. 

24. Como discípulos misioneros de Jesucristo en este continente deseamos renovar y reafirmar la opción preferencial por los pobres que "está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano" (DA 392). "Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral, y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo" (DA 393).  Reafirmamos el respeto a la vida frente a una cultura de muerte que amenaza a América Latina y El Caribe. Decimos con toda claridad que los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del pueblo son los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (Cfr GS 1).

25. El presente 2010 encuentra a ocho países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Venezuela) celebrando sus 200 años de independencia. Deseamos que ésta pueda ser una ocasión propicia para restaurar los elementos fundantes de nuestros pueblos, abiertos a un futuro humanista, cimentado en una auténtica libertad, en una igualdad de oportunidades para todos y en una fraternidad que consolide los vínculos de comunión con los desheredados y excluidos. Es necesario reconocernos como una familia de latinoamericanos y caribeños, sin discriminaciones ni exclusiones por motivos de sexo, raza, condición social y pertenencia nacional, generando condiciones de vida dignas para los más pobres en el marco de un desarrollo humano, integral y solidario (Cfr DA 474-c; 524-525).

26. Por ello reafirmamos nuestro compromiso en la búsqueda del desarrollo humano integral solidario, que sea realmente, para toda la persona y para todas las personas, "el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas" (PP 20). Un desarrollo que integre todas las dimensiones de la vida tales como la económica, la social, la política, la ecológica, la cultural y muy especialmente la ética y religiosa, un desarrollo solidario en la medida que implica el compromiso de todos los sectores y actores en la búsqueda del bien común, de modo  que los pueblos sean los protagonistas de su construcción, pues son los primeros responsables de él (Cfr PP 77).

27. Debemos reafirmar que "una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos" (DA 525), donde todos podemos convivir con dignidad. En nuestros pueblos tenemos grandes reservas espirituales y morales.  Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, nos invita a la reconciliación y a la amistad social, a la cooperación y a la integración. María de Guadalupe, discípula y misionera, nos enseña a salir de nosotros mismos en camino de sacrificio, amor y servicio, y nos acompaña en forma cercana, llena de comprensión y ternura (Cf DA 553). Sólo así seremos los cristianos, no profetas de desventuras, sino portadores de Buenas Noticias para nuestros pueblos.

Bogotá, febrero de 2010

Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CssR.
Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra
Bolivia
Presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad

Mons. Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualguaychú
Argentina
Sección de Pastoral Social

Mons. José Luis Azuaje Ayala
Obispo de El Vigía-San Carlos del Zulia
Venezuela
Sección Laicos Constructores de la
Sociedad
  
Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de Valle del Chalco
México
Sección Pastoral Social   

Mons. José Domingo Ulloa Mendieta
Obispo Auxiliar de Panamá
Panamá
Sección Movilidad Humana


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ZENIT  Palabras  que pronunció Benedicto XVI el 12 de febrero por la tarde, en su "lectio divina" ante dos centenares de jóvenes en la capilla de la Virgen de la Confianza del Pontificio Seminario Romano Mayor. Por primera vez, aspirantes al sacerdocio de los cinco seminarios de la diócesis han acogido juntos al Pontífice:  además de los alumnos de los seminarios mayor y menor de Roma, se hallaban los seminaristas del colegio diocesano "Redemptoris Mater", del "Almo Colegio Capranica" y del Seminario de Nuestra Señora del Amor Divino.

Eminencia, excelencias, queridos amigos: 
Cada año es para mí una gran alegría estar con los seminaristas de la diócesis de Roma, con los jóvenes que se preparan para responder a la llamada del Señor y ser trabajadores en su viña, sacerdotes de su misterio. Esta es la alegría de ver que la Iglesia vive, que el futuro de la Iglesia está presente también en nuestras tierras, también en Roma.

En este Año sacerdotal, queremos estar especialmente atentos a las palabras del Señor concernientes a nuestro servicio. El pasaje del Evangelio que acabamos de leer habla indirecta, pero profundamente, de nuestro Sacramento, de nuestra llamada a estar en la viña del Señor, a ser servidores de su misterio.

En este breve pasaje, encontramos algunas palabras clave que dan la indicación del anuncio que el Señor quiere hacer con este texto. "Permanecer":  en este breve pasaje, encontramos diez veces la palabra "permanecer"; luego, el mandamiento nuevo:  "Que os améis los unos a los otros como yo os he amado", "no os llamo ya siervos, a vosotros os he llamado amigos", "para que vayáis y deis fruto"; y, por último:  "Pedid lo que queráis y lo conseguiréis, se os concederá el gozo". Oremos al Señor para que nos ayude a entrar en el sentido de sus palabras, para que estas palabras penetren en nuestro corazón y, así, sean camino y vida en nosotros, con nosotros y a través nuestro.

La primera palabra es:  "Permaneced en mí, en mi amor". Permanecer en el Señor es fundamental como primer tema de este pasaje. Permanecer:  ¿dónde? En el amor, en el amor de Cristo, en el ser amados y en el amar al Señor. Todo el capítulo 15 concreta el lugar donde permanecer, porque los primeros ocho versículos exponen y presentan la parábola de la vid:  "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos". La vid es una imagen veterotestamentaria que encontramos tanto en los profetas como en los salmos, y tiene dos significados:  es una parábola para el pueblo de Dios, que es su viña. ¿Con qué intención ha plantado una vid en este mundo, ha cultivado esta vid, ha cultivado su viña, ha protegido su viña? Naturalmente con la intención de encontrar fruto, de encontrar el don precioso de la uva, del buen vino.

Así aparece el segundo significado:  el vino es símbolo, es expresión de la alegría del amor. El Señor ha creado su pueblo para encontrar la respuesta de su amor y así esta imagen de la vid, de la viña, tiene un significado esponsal, es expresión del hecho de que Dios busca el amor de su criatura, quiere entrar en una relación de amor, en una relación esponsal con el mundo mediante el pueblo que él ha elegido.

Pero luego la historia concreta es una historia de infidelidad:  en lugar de uva preciosa, se producen sólo pequeñas "cosas incomestibles", no llega la respuesta de este gran amor, no nace esta unidad, esta unión sin condiciones entre el hombre y Dios, en la comunión del amor. El hombre se retira en sí mismo, se quiere tener a sí mismo sólo para sí, quiere tener a Dios para sí, quiere tener el mundo para sí. Y así, la viña es devastada, vienen el jabalí del bosque y todos los enemigos, y la viña se convierte en un desierto.

Pero Dios no se rinde:  Dios encuentra un modo nuevo para llegar a un amor libre, irrevocable, al fruto de ese amor, a la uva verdadera. Dios se hace hombre y así él mismo se convierte en la raíz de la vid, se convierte él mismo en vid, y así la vid llega a ser indestructible. Este pueblo de Dios no puede ser destruido, porque Dios mismo ha entrado en él, se ha implantado en esta tierra. El nuevo pueblo de Dios está realmente fundado en Dios mismo, que se hace hombre y así nos llama a ser en él la nueva vid y nos llama a estar, a permanecer en él.

Además, tengamos presente que en el capítulo 6 del Evangelio de san Juan, encontramos el discurso sobre el pan, que es el gran discurso sobre el misterio eucarístico. En este capítulo 15 tenemos el discurso sobre el vino:  el Señor no habla explícitamente de la Eucaristía, pero naturalmente tras el misterio del vino está la realidad de que él se ha hecho fruto y vino por nosotros, de que su sangre es el fruto del amor que nace de la tierra para siempre y, en la Eucaristía, su sangre se convierte en nuestra sangre, nos renueva, recibimos una nueva identidad, porque la sangre de Cristo se convierte en nuestra sangre. Así estamos emparentados con Dios en el Hijo y en la Eucaristía se hace realidad esta gran realidad de la vid en la cual nosotros somos los sarmientos unidos con el Hijo y así unidos con el amor eterno.

"Permaneced":  permanecer en este gran misterio, permanecer en este don nuevo del Señor, que nos ha hecho pueblo en sí mismo, en su cuerpo y con su sangre. Creo que debemos meditar mucho este misterio, es decir, que Dios mismo se hace cuerpo, se hace uno con nosotros; sangre, uno con nosotros; que podemos permanecer -permaneciendo en este misterio- en comunión con Dios mismo, en esta gran historia de amor, que es la historia de la verdadera felicidad. Meditando este don -Dios se ha hecho uno con todos nosotros y, al mismo tiempo, nos hace uno a todos, una vid- también debemos comenzar a rezar a fin de que este misterio penetre cada vez más en nuestra mente, en nuestro corazón, y seamos cada vez más capaces de ver y de vivir la grandeza del misterio, y comenzar así a realizar este imperativo:  "Permaneced".

Si seguimos leyendo atentamente este pasaje del Evangelio de san Juan, encontramos también otro imperativo:  "Permaneced" y "guardad mis mandamientos". "Guardad" es sólo el segundo nivel; el primero es el de "permanecer", el nivel ontológico, es decir, que estamos unidos a él, que nos ha dado su persona anticipadamente, ya nos ha dado su amor, el fruto. No somos nosotros quienes debemos producir el gran fruto; el cristianismo no es un moralismo, no somos nosotros quienes debemos hacer todo lo que Dios se espera del mundo, sino que ante todo debemos entrar en este misterio ontológico:  Dios se da a sí mismo. Su ser, su amor, precede a nuestro actuar y, en el contexto de su cuerpo, en el contexto del estar en él, identificados con él, ennoblecidos con su sangre, también nosotros podemos actuar con Cristo.

La ética es consecuencia del ser:  primero el Señor nos da un nuevo ser, este es el gran don; el ser precede al actuar y a este ser sigue luego el actuar, como una realidad orgánica, para que lo que somos podamos serlo también en nuestra actividad. Por lo tanto, demos gracias al Señor porque nos ha sacado del puro moralismo; no podemos obedecer a una ley que está frente a nosotros, pero debemos sólo actuar según nuestra nueva identidad. Por consiguiente, ya no es una obediencia, algo exterior, sino una realización del don del nuevo ser.
Lo digo una vez más:  demos gracias al Señor porque él nos precede, nos da todo lo que debemos darle nosotros, y nosotros podemos ser después, en la verdad y en la fuerza de nuestro nuevo ser, agentes de su realidad. Permanecer y guardar:  guardar es el signo del permanecer y el permanecer es el don que él nos da, pero que debe ser renovado cada día en nuestra vida.

Sigue luego este mandamiento nuevo:  "Amaos como yo os he amado". Ningún amor es más grande que "dar la vida por los amigos". ¿Qué significa? Tampoco aquí se trata de un moralismo. Se podría decir:  "No es un mandamiento nuevo; el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo ya existe en el Antiguo Testamento". Algunos afirman:  "Es preciso radicalizar todavía más este amor; este amor al otro debe imitar a Cristo, que se ha entregado por nosotros; debe ser un amor heroico, hasta el don de sí mismos". Pero en este caso el cristianismo sería un moralismo heroico. Es verdad que debemos alcanzar esta radicalidad del amor, que Cristo nos ha mostrado y donado, pero también aquí la verdadera novedad no es lo que hacemos nosotros, la verdadera novedad es lo que hace él:  el Señor nos ha donado su persona, y el Señor nos ha dado la verdadera novedad de ser miembros suyos en su cuerpo, de ser sarmientos de la vid que es él. Por lo tanto, la novedad es el don, el gran don, y al don, a la novedad del don, sigue también, como he dicho, el actuar nuevo.
Santo Tomás de Aquino lo dice de modo  muy preciso cuando escribe:  "La nueva ley es la gracia del Espíritu Santo" (Summa theologiae, i-ii, q. 106, a. 1). La nueva ley no es otro mandamiento más difícil que los demás:  la nueva ley es un don, la nueva ley es la presencia del Espíritu Santo que se nos da en el sacramento del Bautismo, en la Confirmación, y cada día en la santísima Eucaristía. Aquí los Padres han distinguido "sacramentum" y "exemplum". "Sacramentum" es el don del nuevo ser, y este don también se convierte en ejemplo para nuestro actuar, pero el "sacramentum" precede, y nosotros vivimos del sacramento. Aquí vemos la centralidad del sacramento, que es centralidad del don.

Procedamos en nuestra reflexión. El Señor dice:  "No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer". Ya no siervos, que obedecen al mandamiento, sino amigos que conocen, que están unidos en la misma voluntad, en el mismo amor. La novedad, por lo tanto, es que Dios se ha dado a conocer, que Dios se ha mostrado, que Dios ya no es el Dios ignoto, buscado pero no encontrado o sólo adivinado de lejos. Dios se ha dejado ver:  en el rostro de Cristo vemos a Dios, Dios se ha hecho "conocido", y así nos ha hecho amigos. Pensemos como en la historia de la humanidad, en todas las religiones arcaicas, se sabe que existe un Dios. Este es un conocimiento inmerso en el corazón del hombre, que Dios es uno, los dioses no son "el" Dios. Pero este Dios queda muy lejos, parece que no se da a conocer, no se hace amar, no es amigo, sino que está lejos. Por eso, las religiones se ocupan poco de este Dios; la vida concreta se ocupa de los espíritus, de las realidades concretas que encontramos cada día y con las cuales debemos echar cuentas diariamente. Dios permanece lejano.
Después vemos el gran movimiento de la filosofía:  pensemos en Platón, Aristóteles, que comienzan a intuir que este Dios es el Çgaqn, la bondad misma, es el eros que mueve el mundo y, sin embargo, este sigue siendo un pensamiento humano, es una idea de Dios que se acerca a la verdad, pero es una idea nuestra y Dios sigue siendo el Dios escondido.

Hace poco me escribió un profesor de Ratisbona, un profesor de física, que había leído con gran retraso mi discurso en la Universidad de Ratisbona, para decirme que no podía estar de acuerdo con mi lógica o podía estarlo sólo en parte. Dijo:  "Ciertamente me convence la idea de que la estructura racional del mundo exija una razón creadora, la cual ha hecho esta racionalidad que no se explica por sí misma". Y proseguía:  "Pero si bien existe un demiurgo -se expresa así-, un demiurgo me parece seguro por lo que usted dice, no veo que exista un Dios amor, bueno, justo y misericordioso. Puedo ver que existe una razón que precede a la racionalidad del cosmos, pero lo demás no". Y de este modo Dios permanece escondido. Es una razón que precede a nuestras razones, nuestra racionalidad, la racionalidad del ser, pero no existe un amor eterno, no existe la gran misericordia que nos da para vivir.

Y en Cristo, Dios se ha mostrado en su verdad total, ha mostrado que es razón y amor, que la razón eterna es amor y así crea. Lamentablemente, también hoy muchos viven alejados de Cristo, no conocen su rostro y, así, la eterna tentación del dualismo, que se esconde también en la carta de este profesor, se renueva siempre, es decir, que quizá no existe sólo un principio bueno, sino también un principio malo, un principio del mal; que el mundo está dividido y son dos realidades igualmente fuertes:  el Dios bueno es sólo una parte de la realidad. También en la teología, incluida la católica, se difunde actualmente esta tesis:  Dios no sería omnipotente. De este modo se busca una apología de Dios, que así no sería responsable del mal que encontramos ampliamente en el mundo. Pero ¡qué apología tan pobre! ¡Un Dios no omnipotente! ¡El mal no está en sus manos! ¿Cómo podríamos encomendarnos a este Dios? ¿Cómo podríamos estar seguros de su amor si este amor acaba donde comienza el poder del mal?

Pero Dios ya no es desconocido:  en el rostro de Cristo crucificado vemos a Dios y vemos la verdadera omnipotencia, no el mito de la omnipotencia. Para nosotros, los hombres, la potencia, el poder siempre se identifica con la capacidad de destruir, de hacer el mal. Pero el verdadero concepto de omnipotencia que se manifiesta en Cristo es precisamente lo contrario:  en él la verdadera omnipotencia es amar hasta tal punto que Dios puede sufrir:  aquí se muestra su verdadera omnipotencia, que puede llegar hasta el punto de un amor que sufre por nosotros. Y así vemos que él es el verdadero Dios y el verdadero Dios, que es amor, es poder:  el poder del amor. Y nosotros podemos encomendarnos a su amor omnipotente y vivir en él, con este amor omnipotente.

Pienso que debemos meditar de nuevo esta realidad, siempre, agradecer a Dios que se haya manifestado, porque conocemos su rostro, le conocemos cara a cara; ya no es como Moisés que podía ver sólo la espalda del Señor. También esta es una idea bonita, de la cual san Gregorio de Niza dice:  "Ver sólo la espalda significa que debemos ir siempre detrás de Cristo". Pero, al mismo tiempo, con Cristo Dios ha mostrado su cara, su rostro. El velo del templo está rasgado, está abierto, el misterio de Dios es visible. El primer mandamiento, que excluye imágenes de Dios, porque sólo disminuirían la realidad, ha cambiado, se ha renovado, tiene otra forma. Ahora podemos, en el hombre Cristo, ver el rostro de Dios, podemos tener iconos de Cristo y ver así quién es Dios.
Pienso que quien ha entendido esto, quien se ha dejado tocar por este misterio, que Dios se ha desvelado, ha rasgado el velo del templo, mostrado su rostro, encuentra una fuente de alegría permanente. Sólo podemos decir:  "Gracias. Sí, ahora sabemos quién eres, quién es Dios y cómo responder a él". Y pienso que esta alegría de conocer a Dios que se ha manifestado, revelado hasta lo íntimo de su ser, implica también la alegría del comunicar:  quien ha entendido esto, vive tocado por esta realidad, tiene que hacer como hicieron los primeros discípulos que fueron a decir a sus amigos y hermanos:  "Hemos encontrado a aquel de quien hablan los profetas. Ahora está presente". La misión no es algo añadido exteriormente a la fe, sino la dinámica misma de la fe. Quien ha visto, quien ha encontrado a Jesús, tiene que ir a decir a sus amigos:  "Lo hemos encontrado, es Jesús, crucificado por nosotros".

Prosiguiendo, el texto dice:  "Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca". Con esto volvemos al inicio, a la imagen, a la parábola de la vid:  ha sido creada para dar fruto. ¿Y cuál es el fruto? Como hemos dicho, el fruto es el amor. En el Antiguo Testamento, con la Torá como primera etapa de la autorrevelación de Dios, el fruto se comprendía como justicia, es decir, vivir según la Palabra de Dios, vivir en la voluntad de Dios, y así vivir bien.

Esto queda, pero al mismo tiempo se ve excedido:  la verdadera justicia no consiste en una obediencia a algunas normas, sino que es amor, amor creativo, que encuentra por sí solo la riqueza, la abundancia del bien. Abundancia es una de las palabras clave del Nuevo Testamento, Dios mismo da siempre con abundancia. Para crear al hombre, crea esta abundancia de un cosmos inmenso; para redimir al hombre se da a sí mismo, en la Eucaristía se da a sí mismo. Y quien está unido a Cristo, quien es sarmiento en la vid, vive de esta ley, no pregunta:  "¿Todavía puedo o no puedo hacer esto?", "¿debo o no debo hacer esto?", sino que vive en el entusiasmo del amor que no pregunta:  "esto todavía es necesario o está prohibido", sino que, simplemente, en la creatividad del amor, quiere vivir con Cristo y para Cristo y entregarse totalmente a sí mismo por él y así entrar en la alegría del dar fruto. Recordemos también que el Señor dice:  "Os he destinado para que vayáis":  es el dinamismo que vive en el amor de Cristo; ir, es decir, no quedarme sólo para mí, ver mi perfección, garantizarme la felicidad eterna, sino olvidarme de mí mismo, ir como Cristo fue, ir como Dios fue desde su inmensa majestad hasta nuestra pobreza, para encontrar fruto, para ayudarnos, para darnos la posibilidad de llevar el verdadero fruto del amor. Cuanto más llenos estemos de esta alegría de haber descubierto el rostro de Dios, tanto más el entusiasmo del amor será real en nosotros y dará fruto.

Y, para concluir, llegamos a la última palabra de este pasaje:  "Os digo:  "todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá"". Una breve catequesis sobre la oración, que siempre nos sorprende de nuevo. Dos veces en este capítulo 15 el Señor dice "lo que pidáis os doy" y otra vez en el capítulo 16. Y nosotros querríamos decir:  "No, Señor, no es verdad". Cuántas oraciones buenas y profundas de madres que rezan por el hijo que está muriendo y no son escuchadas, cuántas oraciones para que suceda alguna cosa buena y el Señor no escucha. ¿Qué significa esta promesa? En el capítulo 16 el Señor nos da la clave para comprender:  nos dice cuánto nos da, qué es este todo, la xarÆ, la alegría:  si uno ha encontrado la alegría ha encontrado todo y ve todo en la luz del amor divino. Como san Francisco, que compuso la gran poesía sobre la creación en una situación desolada y, sin embargo, precisamente allí, cerca del Señor sufriente, redescubrió la belleza del ser, la bondad de Dios, y compuso esta gran poesía.

Es útil recordar, al mismo tiempo, algunos versículos del Evangelio de san Lucas, donde el Señor, en una parábola, habla de la oración diciendo:  "Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan". El Espíritu Santo -en el Evangelio de san Lucas- es alegría, en el Evangelio de san Juan es la misma realidad:  la alegría es el Espíritu Santo y el Espíritu Santo es la alegría, o, en otras palabras, de Dios no pedimos algo pequeño o grande, de Dios invocamos el don divino, Dios mismo; este es el gran don que Dios nos da:  Dios mismo. En este sentido debemos aprender a rezar, rezar por la gran realidad, por la realidad divina, para que él nos dé su persona, nos dé su Espíritu y de este modo podamos responder a las exigencias de la vida y ayudar a los demás en sus sufrimientos. Naturalmente, el Padre Nuestro nos lo enseña. Podemos rezar por muchas cosas, en todas nuestras necesidades podemos pedir:  "¡Ayúdame!". Esto es muy humano y Dios es humano, como hemos visto; por lo tanto, es justo pedir a Dios también por las pequeñas cosas de nuestra vida de todos los días.

Pero, al mismo tiempo, rezar es un camino, diría una escalera:  debemos aprender cada vez más por qué podemos rezar y por qué no podemos rezar, porque son expresiones de mi egoísmo. No puedo rezar por cosas que son dañinas para los demás, no puedo rezar por cosas que favorecen mi egoísmo, mi soberbia. Así rezar, ante los ojos de Dios, se convierte en un proceso de purificación de nuestros pensamientos, de nuestros deseos. Como dice el Señor en la parábola de la vid:  debemos ser podados, purificados, cada día; vivir con Cristo, en Cristo, permanecer en Cristo, es un proceso de purificación, y sólo en este proceso de lenta purificación, de liberación de nosotros mismos y de la voluntad de tener sólo nosotros, está el camino verdadero de la vida, se abre el camino de la alegría.

Como ya hemos apuntado, todas estas palabras del Señor tienen un fondo sacramental. El fondo fundamental de la parábola de la vid es el Bautismo:  estamos implantados en Cristo; y la Eucaristía:  somos un pan, un cuerpo, una sangre, una vida con Cristo. Y así también este proceso de purificación tiene un fondo sacramental:  el sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación en el cual aceptamos esta pedagogía divina que día a día, a lo largo de toda la vida, nos purifica y nos hace miembros cada vez más verdaderos de su cuerpo. De este modo podemos aprender que Dios responde a nuestras oraciones, a menudo con su bondad responde también a las oraciones pequeñas, pero con frecuencia también las corrige, las transforma y las guía para que seamos finalmente y realmente sarmientos de su Hijo, de la vid verdadera, miembros de su cuerpo.

Agradezcamos a Dios la grandeza de su amor, recemos para que nos ayude a crecer en su amor, a permanecer realmente en su amor.

[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Libreria Editrice Vaticana


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Carta Pastoral de monseñor Marcelo Daniel Colombo, obispo de Orán para la Cuaresma 2010. (AICA)


CARTA PASTORAL DE CUARESMA
 

Mis queridas y queridos hermanos,

Con alegría les escribo estas líneas, en la inminencia de la Cuaresma, para convocarlos a vivir este tiempo de gracia del Señor, como una oportunidad de crecimiento en la fe y en el compromiso con nuestra condición de bautizados. Somos Pueblo de Dios en camino y nos reconocemos necesitados de su ayuda para ir dando nuestros pasos en su seguimiento.

El Papa Benedicto nos invita en su Mensaje anual, a vivir la Cuaresma como una verdadera liberación del corazón, un éxodo que nos lleve a dejar la tentación de sentirnos autosuficientes para llegar a la tierra prometida de la Justicia de Dios, obrada en Jesús, nuestro Salvador, que se entregó por amor a nosotros. No podemos solos, necesitamos de Dios que con su amor nos libera de nuestras omnipotencias y falsas seguridades, y también  necesitamos de los demás, nuestros hermanos y compañeros de camino, para ayudarnos y sostenernos.

Esta Cuaresma, el Señor nos invita, con nuestras opciones de vida, a hacer de la historia humana, no una tragedia donde no cuenta nuestra libertad, sino verdadera historia de salvación, donde Él actúa llamándonos a madurar, a crecer, a decidir, a compartir, a servir…

Hace algunas semanas, un nutrido grupo de jóvenes y adultos de la parroquia de Colonia Santa Rosa afrontaron la inundación de unos de sus barrios. La dolorosa tragedia de Tartagal, a un año de acaecida, sigue presente entre nosotros, en este caso como experiencia de trabajo, de solidaridad, de presencia inmediata para que varias decenas de familias tuvieran alimento, techo, ropa seca. Cáritas diocesana y parroquial se hicieron presentes en medio del desconcierto y la crecida del agua. En estos días, no son pocos los jóvenes en nuestra diócesis que en distintas comunidades, están acompañando espacios de recreación y ayuda escolar en barrios y asentamientos, o formando parte de grupos misioneros.

La entrega de nuestros hermanos en Colonia Santa Rosa, los barrios y asentamientos, la misión, el servicio silencioso en la pastoral carcelaria u hospitalaria, entre otros, nos hacen descubrir que nuestra Cuaresma es más que nunca tiempo de servir y vivir fraternal y conscientemente nuestra condición de discípulos de Aquél que se hizo servidor de todos y todas.

El tercer objetivo específico de nuestro Plan de Pastoral, promover el diálogo y el respeto mutuo asumiendo la diversidad de los pueblos y culturas de nuestra comunidad diocesana, que nos acompañará en nuestra reflexión y acción de todo este año, constituye un valioso indicador del horizonte de nuestra Cuaresma. La conversión del corazón nos exige una nueva capacidad de diálogo fundada en el amor con que nos amó Cristo, un amor creativo y generoso que busca el bien del otro, su realización plena. En nuestro caso, estamos llamados a reconocer y celebrar las diferencias culturales que, en vez de alejarnos, constituyen la oportunidad de ser el único Pueblo de Dios, peregrino en la Nueva Orán.

El marco más amplio de la celebración del Bicentenario, no debería hacernos olvidar de todo lo que en nuestra corta historia nacional, atentó contra la vida y la supervivencia de los Pueblos Originarios presentes en nuestra Patria desde hace muchos siglos. Quedarse en ese reconocimiento, lamentarnos amargamente sin dar pasos de diálogo y conocimiento mutuo y sin profundizar en nuestras opciones evangélicas de servicio, podrían desorientar nuestra Cuaresma. Nuestra Diócesis, más acentuadamente que otras en el país, tiene esta riqueza de la multiculturalidad, y afrontarla como tal, vivirla evangélicamente, puede constituir para nosotros un verdadero desafío cuaresmal. Las culturas originarias nos ofrecen una pedagogía sapiencial que podemos discernir e integrar a nuestro camino cristiano de conversión y construcción de una Patria más justa y más fraterna, donde todos sean parte y nadie quede excluido.

Finalmente, los invito en esta Cuaresma a retomar la invitación que les propuse en mi Carta pastoral de Navidad: descubrir y profundizar la dimensión vocacional de nuestra vida. Este tiempo de preparación para celebrar la Pascua del Señor nos da la posibilidad de visualizar que con nuestra vida respondemos a una invitación que nos viene de Dios. En el caso de nosotros, los adultos, la existencia recibida, la fe del bautismo, nuestra elección de estado de vida, la familia que formamos, la consagración religiosa o la ordenación diaconal o sacerdotal, y aún las opciones laborales y profesionales concretas que podemos hacer, son todos dones del Señor, a los que hemos querido responder, pero que nos piden permanentemente una revisión sobre el modo en que los vivimos, las motivaciones que los sostienen y su significación para los demás. Este Año Vocacional diocesano es para nosotros adultos la oportunidad de revivir nuestro amor primero, nuestro fervor original, nuestra entrega inicial, y de rejuvenecer nuestra respuesta al servicio del Reino de Dios.

A los jóvenes los aliento a considerar con generosidad lo que Dios, en su propio corazón, a través de su Palabra y de los signos de la vida, los llama a ser y a hacer. Están transitando una etapa muy particular de sus vidas, y el embate de ofertas, propuestas y criterios, no deben hacerles perder el rumbo. No se puede ser auténticamente feliz sin Dios, sin los hermanos, sin decir que sí a lo verdaderamente bueno y noble que el Señor ha hecho habitar en nuestros corazones, su aliento de Vida. En este Año Vocacional la Iglesia diocesana los invita a vivir el vértigo de decidir, apostando fuertemente al Amor de Dios: La familia cristiana, la comunidad eclesial, necesitan protagonistas conscientes y libres, deseosos de ofrecer su don como esposos y padres, consagrados, consagradas, diáconos, sacerdotes, misioneros, ministros de la Palabra y de la Comunión, Catequistas, Servidores de Cáritas… Pero también en aquellos otros ámbitos que no son ajenos a la Iglesia porque constituyen espacios de la comunidad humana, a los que la Iglesia quiere servir como experta en  humanidad, como son la vida social y política. Necesitamos de jóvenes decididos a estudiar y formarse para trabajar en estos sectores de la comunidad, y queremos acompañarlos para que no estén solos ni solas en ello.

En la Misa Crismal de este Año, mi primera Misa Crismal junto a Uds., celebraremos el restablecimiento de la formación para el diaconado permanente en nuestra diócesis. Mi recordado predecesor Mons. Manuel Guirao, el segundo Obispo de la Nueva Orán, fue un entusiasta propulsor de este ministerio en la diócesis y se constituyó en un signo elocuente de esta novedad conciliar para toda la Iglesia en Argentina. “Con la audacia de los que tienen puesta su confianza en Dios, abrió a las Iglesias que presidió y sirvió, a las novedades del Espíritu que soplaba en la Iglesia; confianza que para algunos podría saberles a ingenuidad, pero era fruto de la reciedumbre de aquel que vive postrado ante Dios” se dijo de él en sus exequias.

Con este paso, madurado en la oración, a partir de la observación atenta de nuestra realidad y del pedido motivado de numerosos sacerdotes y fieles de nuestra Diócesis, deseo como pastor de la Nueva Orán, crecer en fidelidad al espíritu del Concilio, fuente de sabiduría eclesial para responder a las crecientes exigencias de nuestras comunidades y de los tiempos, en el marco de una Iglesia Misterio de Comunión.

Emprender el éxodo desde nuestra autosuficiencia egoísta y alienante hacia el encuentro con el amor de Cristo, entregarnos en el servicio a los demás, reconocernos hermanos en las diferencias culturales, dialogar y responder generosamente a nuestra propia vocación, son los grandes desafíos de esta Cuaresma. Les deseo una buena preparación para la Pascua. Es un regalo grande de Dios que queremos recibir con un corazón renovado en Cristo, el Testigo fiel.

Los abrazo y bendigo afectuosamente,  

Mons. Marcelo Daniel Colombo, obispo de Orán


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 Carta de monseñor Aurelio José Kühn Ofm, obispo prelado de Deán Funes para la Cuaresma 2010. (AICA)

CARTA PASTORAL DE CUARESMA 2010 

A los hermanos Sacerdotes y fieles de la Prelatura, PAZ Y BIEN. 

1. Hermanos, otra vez iniciamos el camino de preparación a la Pascua, con el tiempo cuaresmal.

Es un tiempo de gracia, que si lo aprovechamos, podrá marcar un profundo cambio en nuestra vida cristiana y eclesial.. Nos recuerda el paso por el desierto del pueblo de Israel y los cuarenta días que Jesús pasó por el desierto, en la oración y el ayuno, y donde también soportó, victoriosamente, las tentaciones del demonio.  

2. En este tiempo, la Palabra nos invitará a no endurecer el corazón, sino escuchar la voz del Señor (Sal 94,8). Por el Profeta Joel, nos anuncia: “Pero aún ahora –oráculo del Señor- vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque es bondadoso y compasivo” (Joel 2, 10-13).

Tenemos muchos signos a través de los cuales Dios nos esta llamando, y con fuerza. Nos habla a través de la Iglesia y sus Pastores, con sabios y oportunos mensajes. Nos habla a través de las situaciones y acontecimientos dolorosos, que nos tocan de cerca, y nos revelan nuestras irresponsabilidades, nuestros descuidos, debilidades y pecados, nuestra falta de fe.

¡Y sobre todo nos habla con su Palabra! Pero estamos muy acelerados y ocupados de nosotros mismos. No nos ocupamos o muy poco de las cosas del Señor. “Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer. ¡Ojalá mi pueblo me escuchara, e Israel siguiera mis caminos!... Yo alimentaría a mi Pueblo con lo mejor del trigo, y lo saciaría con miel silvestre” (Sal 80, 12-17). 

3. Los invito, pues, a iniciar un camino cuaresmal, atentos a la Palabra y dispuesto a darle al Señor una respuesta concreta, a ejemplo de María, que le dijo Sí y le fue fiel hasta el final.

Tengo muchas inquietudes y propuestas.

Primero, necesitamos tomar conciencia de la necesidad de la oración. Sin la ayuda del Señor nada podemos (Jn 15,5). Sobre todo les pido a los sacerdotes, a los movimientos eclesiales y fieles, que en las parroquias y capillas donde esté el Santísimo, organicen y hagan la adoración eucarística. Que sea un fruto del Año Sacerdotal, porque de allí florecerá la vida cristiana en las familias y en las mismas comunidades eclesiales. Y surgirán también vocaciones, firmes y santas, para la Iglesia. Jesús exclamó: “Quien tenga sed venga a mí; y beba quien crea en mí” (Jn 7,37-38). Acercarnos a Jesús, en la Eucaristía, abrirle el corazón en ardientes súplicas y alabanzas, y acoger lo que nos ofrece, el Espíritu Santo. 

4. A partir del encuentro con el Señor, esperamos también hacer un camino de renovación y reconciliación, y asumir con mayor entusiasmo la misión diocesana. En el nombre del Señor, fiados de su palabra, queremos lanzar las redes, como Simón Pedro, que al mandato de Jesús de “navega mar adentro y echen las redes”, obedeció y obtuvieron una pesca milagrosa (Lc 5,5).

Tenemos dos celebraciones con un fuerte mensaje cada una, que pueden y deben impulsar la renovación de nuestra vida eclesial:

1ª. Los 150 años de la piadosa muerte de San Juan María Vianey y el Año Sacerdotal. Una oportunidad providencial para intensificar la oración por las vocaciones, actualizar la Obra de las Vocaciones sacerdotales y religiosas, y para nosotros sacerdotes, renovar y vivir más plenamente nuestra consagración sacerdotal: “Esfuércense los sacerdotes, con oraciones y obras buenas, por obtener de Cristo, sumo y eterno Sacerdote, la gracia de brillar por la fe, la esperanza y la caridad, y otras virtudes, y muestren con su estilo de vida, pero también con su aspecto exterior, que están plenamente consagrados al bien espiritual del pueblo, que es lo que la Iglesia siempre ha buscado por encima de cualquier otra cosa” (Decreto de la Penitenciaría Apostólica).

2ª. Los 400 años de la muerte de San Francisco Solano, el segundo Patrono de la Prelatura. Fue el gran misionero, que dejó Mantilla, España, su tierra de origen, para internarse en los pueblos de Argentina y Perú, y evangelizarlos con la fuerza de su fe, de su amor y su generosa entrega. También evangelizó nuestra zona. Nos preguntamos, cuál fue su secreto para imprimir, tan profundamente, la fe y las costumbres evangélicas en el corazón de los primeros habitantes en territorio americano.  

5. Por la misión diocesana, nos proponemos seguir su ejemplo. En los meses de junio y julio, llevando sus reliquias, visitaremos todas las parroquias, en el nombre del Señor. Dice el Documento de Aparecida” “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo” (Ap 548).

El patrimonio más valioso de nuestros pueblos es la ‘fe en Dios Amor’ y la ‘perla más preciosa’ es Jesucristo. Por eso, dice el Papa Benedicto XVI, hay que fortalecer la fe para afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armonioso de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos. “Todos los bautizados estamos llamados a recomenzar desde Cristo” (Ap 549).

Tenemos, ciertamente, un gran desafío: ¿Cómo formar en la fe y en la vida cristiana a los cristianos de hoy y de mañana? ¿Y cómo acompañar a tantos hermanos, marcados por la inseguridad, la inestabilidad y el sin sentido de sus vidas, sin una mirada serena hacia el futuro por la misma falta de trabajo o rupturas familiares? Necesitamos impulsar el espíritu misionero y fortalecer la catequesis, incentivar los grupos de oración, los centros o escuelas bíblicas, pues el cristiano de hoy debe ser discípulo de la Palabra (Benedicto XVI). También elegir y formar animadores y líderes en las comunidades. Fortalecer las Caritas parroquiales como el rostro de la caridad de la Iglesia, que va al encuentro de sus hijos.

La misión diocesana puede y debe ser la oportunidad para verificar el camino recorrido e indicar el camino a recorrer. 

6. Creo que el Año Sacerdotal es un momento de gracia para nuestra comunidad cristiana. El sacerdote es un don y un signo, muchas veces de contradicción, para la Iglesia y la sociedad. Y lo necesitan. Por eso insisto en la necesidad de la adoración eucarística en las parroquias, por la santificación y aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por el fortalecimiento de los vínculos familiares, de donde surgen las vocaciones. También oremos para que en las comunidades cristianas florezcan las virtudes cristianas, de la fe, la esperanza, el amor y tantas otras virtudes que pueden hermosear y dar vida nueva a una comunidad.

Igualmente el 400 aniversario de la muerte de S. Francisco Solano será un momento privilegiado para despertar y animar el espíritu misionero en la Prelatura. “Por nuestro Bautismo todos estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”(Benedicto XVI).

Dios nos conceda la gracia de vivir una verdadera cuaresma, de oración, conversión y apertura al Espíritu.

Dios los bendiga. 

Mons. Aurelio José Kühn OFM, obispo prelado de Deán Funes 

 


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 Carta pastoral de monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela. (AICA)
(Cuaresma 2010)
        

CINCUENTA AÑOS DE VIDA DIOCESANA
EN CLAVE DE MISIÓN
(Orientaciones pastorales para el próximo trienio) 

“…De esta manera, nuestra Iglesia diocesana será fiel a su vocación más profunda: ser memoria, presencia y profecía del que dice “…Yo hago nuevas todas las cosas…” (Ap  21,5). A nosotros nos toca ayudarnos en este camino pastoral para discernir “…lo que el Espíritu dice a las Iglesias…” (Ap 2,7) y, con actitud dócil y disponible, ponernos a trabajar responsablemente en la misión que hemos recibido: “…dar testimonio de la Buena Noticia de la Gracia de Dios…” (Hch 20,24). Se trata de una tarea fascinante y comprometedora, de la que nadie puede excusarse. Todos somos necesarios en la misión y cada uno tiene un lugar irremplazable. Es el mismo Señor Resucitado que –como a los Apóstoles- nos dice a nosotros: “…Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo…” (Mt 28, 19-20)[1] 

Queridos hermanos:

1. Con esta cita de mi última Carta Pastoral quiero retomar nuestro diálogo para seguir avanzando en el camino que juntos venimos recorriendo como Iglesia particular de Rafaela. El mandato misionero de Jesús a los Apóstoles sigue resonando entre nosotros, actualizado ahora por la fuerte experiencia de comunión vivida en la Asamblea Diocesana que celebramos en el pasado mes de octubre. En ella volvimos a reconocer la presencia del Resucitado entre nosotros que nos convoca, nos hace Iglesia y nos  envía para ser testigos y servidores suyos en las diferentes realidades de nuestra Diócesis, como nos habíamos propuesto en la anterior Asamblea.

2. Con la Asamblea de octubre hemos comenzado una nueva etapa en el camino pastoral de esta joven Iglesia que está por celebrar sus primeros cincuenta años de vida. Y la mejor manera de hacerlo será renovando nuestra vocación de discípulos-misioneros porque  “…conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y nuestras obras es nuestro gozo…”[2], como nos recuerdan los obispos latinoamericanos en Aparecida.

3. El cincuentenario de la diócesis nos debería encontrar en una renovada movilización espiritual que nos permita vivirlo en clave de misión. Será, además, nuestro modesto pero específico y eficaz aporte a la celebración del bicentenario de la Patria que también celebramos en estos años. En la preparación a la última Asamblea recordamos nuestra vocación a la profecía misionera y solidaria y al discernir los nuevos desafíos pastorales reconocimos que necesitamos ir al encuentro de realidades que nos cuestionan y piden respuesta. Así fueron surgiendo los objetivos que parecieron más adecuados y que ahora les propongo a través de esta Carta Pastoral. Ellos orientarán nuestro camino pastoral que en este trienio estará inevitablemente signado por la celebración jubilar que queremos vivir con verdadera gratitud y mística misionera.

4. El discernimiento hecho en la preparación a la Asamblea nos confirmó que los desafíos pastorales que habíamos señalado para el anterior período seguían vigentes y, en cierta medida, aún más desafiantes. Ello hizo que a la hora de formular el objetivo general y los objetivos específicos para este nuevo período insistiéramos en algunas ideas sobre las que veníamos trabajando pero poniendo algunas acentuaciones y matices propios de esta nueva etapa de la vida diocesana. Al mismo tiempo la celebración de los cincuenta años de la diócesis y el bicentenario de nuestra Patria le dan un marco histórico peculiar a este período que iniciamos con la Asamblea y que no podemos dejar de tener en cuenta. Es en esta perspectiva de continuidad y renovación que debemos encarar la nueva etapa para vivir con más hondura y compromiso nuestra comunión misionera. Para ello nos ayudará tener siempre en el horizonte personal y comunitario el objetivo general que habrá de guiarnos en el próximo trienio: 

AFIANZAR EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO
PRESENTE EN LA PALABRA, LA EUCARISTÍA Y LOS HERMANOS
PARA CELEBRAR LOS 50 AÑOS DE LA DIÓCESIS
COMO DISCÍPULOS MISIONEROS EN UNA IGLESIA ABIERTA Y SOLIDARIA
 

5. Este objetivo quiere darnos la “mística” de nuestro camino pastoral, el ideal hacia el que orientamos todos nuestros esfuerzos, el “tono” con el que queremos caminar como Iglesia. Hablamos de afianzar el encuentro con Jesucristo porque en realidad ya nos hemos encontrado con Él; es este encuentro el que da sentido a nuestra vida cristiana y por el cual formamos parte de su comunidad de discípulos-misioneros. Sin embargo -como sucede en todo encuentro entre personas- se trata de algo ya dado que necesita crecer constantemente para ser auténtico y no morir. A nadie se le ocurriría pensar en un amigo sin querer profundizar cada día más en esa amistad. Así también sucede con el Señor que nos dice a nosotros como a los Apóstoles: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre…” (Jn 15, 14-15). Se trata, por tanto, de afianzar cada día más el encuentro con Jesucristo, amigo que no falla, como decía Santa Teresa de Ávila. Es el programa, el objetivo permanente de la Iglesia, como nos enseñaba Juan Pablo II al inicio del nuevo milenio[3]. En otras palabras, hemos de sabernos y sentirnos destinatarios primeros y privilegiados de esta gran misión. Lo debemos reconocer, hay ámbitos de nuestra vida y de nuestro corazón donde la presencia amiga de Jesús aún no ha podido llegar. No hay gesta misionera posible si no somos misionados por Jesús.

6. Pero el encuentro con Jesucristo se verifica auténtico sólo en la medida de nuestra apertura a la misión. Toda amistad verdadera no encierra a los amigos en ellos mismos; eso sería un “egoísmo de a dos”. La amistad, cuando es madura, nos hace más generosos y disponibles, más capaces de salir de nosotros mismos para compartir la vida con los demás. Así también al afianzar nuestro encuentro con Jesucristo hemos de ir creciendo en nuestra apertura y disponibilidad para la misión y el servicio. Tenemos que desconfiar de una espiritualidad intimista y cerrada que sólo  nos hace girar sobre nosotros mismos. Esta es una tentación que nos acecha tanto a las personas como a las comunidades. Por ello también nos proponemos crecer como discípulos-misioneros para ir construyendo, guiados por el Espíritu, una Iglesia abierta y solidaria. Es decir una Iglesia consciente de que su vocación y dicha más profunda es la evangelización; una Iglesia que no es “autoreferencial” ni narcisista; una Iglesia que si bien no es del mundo está en el mundo, lo ama y se sabe enviada a él para ofrecerle la Buena Nueva de la alegría y la esperanza. Una Iglesia, por tanto, llamada a dialogar con todos, a acoger a todos los que se acerquen con corazón disponible, a buscar y servir a todos pero especialmente a los pobres, débiles y sufrientes, que son los predilectos del Señor.

7. Precisamente esta disposición de apertura y solidaridad es lo que buscamos concretar con los objetivos específicos, con los que queremos responder a los desafíos que oportunamente discernimos como más urgentes en nuestra realidad diocesana. Seguramente hay otros desafíos y realidades que nos preocupan y a los que nos gustaría responder. Sin embargo hemos señalado algunos para destacarlos e intentar dar respuestas en las que cada comunidad podrá volcar su ingenio y creatividad pastoral.

8. En este camino nos encontramos con otras Iglesias de Argentina y de América Latina que también inspiradas en el acontecimiento de Aparecida se proponen llevar adelante una Misión Continental. Hace pocos meses los obispos argentinos señalamos con referencia a este tema: “…hablar de Misión Continental es decir al mismo tiempo dos cosas: trabajar en una conversión pastoral que lleve a un estado de misión permanente, a partir de la pastoral ordinaria, y realizar misiones organizadas que encarnen y hagan visible este renovado estilo misionero. Esto permite que cada Iglesia particular pueda adecuar su camino misionero vinculándolo con las prioridades pastorales que se vienen trabajando. Así la misión no aparece como punto de partida sin tener en cuenta el camino anterior, sino que viene a potenciar y renovar lo que se está haciendo…”[4]

9. Y también hemos querido señalar el nuevo “estilo” que ha de caracterizar la misión: “…la gran “conversión pastoral” pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema “relacional”. Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir “actitudes” evangélicas. Como Jesús en el encuentro con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un vínculo nuevo, el ciego “lo siguió por el camino” (cfr. Mc 10, 46 – 52)…”[5] Y un poco más adelante: “…La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. La misión es relación, es vínculo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial. Y el desafío, desde esta cercanía, es llegar a todos sin excluir a nadie…” [6]

10. Así, ante la creciente crisis de la familia y de la misma institución familiar, hemos vuelto a proponernos el gozoso anuncio del evangelio de la familia ofreciéndolo como un invalorable servicio para afianzar esta institución básica de la Iglesia y de la sociedad. Para ello queremos: 

Promover una pastoral que salga al encuentro de todas las realidades familiares
para que la familia cumpla su misión de Iglesia Doméstica,
como primera educadora de la fe y los valores
 

11. No es éste el lugar ni el momento para volver a describir las muchas manifestaciones de la crisis que la familia está atravesando. Se trata de una crisis amplia y profunda que golpea duramente la vida de la Iglesia y de la sociedad. Sus causas son variadas y sus consecuencias son muy graves; todos sentimos que de alguna manera somos afectados por esta crisis. Frente a ello no hemos de permanecer indiferentes o perplejos; mucho menos quejosos o nostálgicos de tiempos idos, supuestamente mejores.  Como Iglesia, la familia de los hijos de Dios, tenemos una gran experiencia de la riqueza de la institución familiar: creemos en un Dios que es familia-comunión y que se encarnó en el seno de una familia; reconocemos el testimonio de multitud de santos y santas que han vivido la experiencia fecunda de la vida familiar;  contamos con abundante doctrina sobre la familia, fundada en la Palabra de Dios y en la Tradición de la Iglesia; hemos experimentado distintas expresiones de la pastoral familiar de nuestras parroquias y movimientos; y, de manera particular, en la inmensa mayoría de los casos hemos recibido y madurado nuestra fe en el marco de la vida familiar.

12. Con este rico “bagaje” que nos permite apreciar y disfrutar la alegría de ser familia es que hemos de encarar una misión familiar, que sea un sencillo pero eficaz aporte para responder a este desafío.  Empezando por la catequesis familiar que tanto bien ha hecho y tanto ha contribuido a la renovación de las familias y de las comunidades cristianas en las últimas décadas. El ingenio misionero debería llevarnos a encontrar nuevas modalidades, adaptadas a los nuevos tiempos, pero rescatando  el valor permanente del espacio familiar como primera “comunidad eclesial” que evangeliza a sus propios miembros. La renovación de la iniciación cristiana no debería soslayar el lugar irremplazable de la familia en el itinerario catecumenal, si queremos que sea sólido y perseverante. La pastoral bautismal será también un privilegiado espacio misionero para afianzar la vida familiar desde los compromisos que se siguen de recibir y transmitir la fe. La preparación al sacramento del matrimonio, el acompañamiento a las jóvenes parejas, la contención de los matrimonios con dificultades y los espacios eclesiales adecuados para distintas realidades familiares, son todas realizaciones que ya se dan entre nosotros y que –sostenidas con empeño y creatividad- podrán ir dando respuestas a los crecientes desafíos que se presentan a las familias. Pero al mismo tiempo este empeño sostenido nos irá ayudando a encontrar nuevas respuestas, desprendiéndonos de cuanto ya no sirve pero ofreciendo caminos alternativos que revitalicen la pastoral familiar dándole un estilo claramente misionero. A este valioso itinerario de nuestra pastoral ordinaria deberíamos acompañarlo con acciones misioneras puntuales destinadas a la familia, que nos estimulen y hagan más palpable el estilo misionero que nos proponemos.

13. De esta manera una pastoral familiar vigorosa y consistente ofrecerá también un invalorable aporte al bien común de la Patria. Los valores fundamentales de la convivencia ciudadana se aprenden en la familia: el diálogo y el respeto; el servicio y la solidaridad; el amor a la verdad y la justicia; el perdón y la tolerancia; el sentido de responsabilidad y el espíritu de trabajo son todos valores que se reciben en la vida familiar, cuando es sana y equilibrada. Una pastoral familiar lograda es promotora no sólo de buenos cristianos sino también de personas maduras y equilibradas y de ciudadanos comprometidos.

14. Íntimamente ligada a la crisis de la familia está una realidad juvenil cada vez más desafiante, según formulamos nuestro segundo desafío pastoral para este trienio. Las muchas y serias respuestas pastorales que hemos venido dando tanto a nivel parroquial como diocesano no llegan a contener una realidad que nos desborda y nos llena de interrogantes. Sin embargo no nos desanimamos, seguros de tener también hoy respuesta para las búsquedas sinceras de los jóvenes. Estamos convencidos que el Evangelio sigue siendo capaz de cautivar a los jóvenes de hoy, como lo ha sido desde hace veinte siglos, aunque haya muchos que –como el joven rico- no estén dispuestos a seguir a Jesús que los mira con amor y les propone un camino exigente. La gran tarea que nos toca a nosotros es precisamente transparentar el rostro manso y provocativo del Señor que llama, invita y cuestiona. Por ello nos proponemos: 

Salir al encuentro de los jóvenes en sus propios espacios,
 favoreciendo el encuentro con Cristo,
para que descubran, acepten y vivan el proyecto de Dios
 desde una comunidad eclesial que los integre y acompañe
 

15. Fieles a una larga tradición pastoral de esta Iglesia diocesana queremos salir al encuentro de los jóvenes y para ello queremos buscarlos allí donde se encuentran, como hacía Jesús y como hizo San Pablo. La misión joven para estos años deberá llevarnos a los nuevos “areópagos” en los que se desarrolla la cultura juvenil: los ámbitos de estudio (escuela, universidad) y de trabajo (campo, taller, fábrica); los lugares de esparcimiento y recreación; el deporte, la actividad política o gremial; los medios de comunicación y el arte, son todos espacios donde se vive y expresa la cultura juvenil que necesita ser iluminada y enriquecida con los valores del Evangelio. Pero más aún, la misión nos empuja a buscar al joven que ha quedado al margen del camino, víctima de la desocupación, el alcohol, la droga y otras formas de exclusión social.  No se trata, por tanto, de esperar que los jóvenes vengan a nosotros. Más bien hay que ir a su encuentro con amor perseverante y paciente, ofreciéndoles el Evangelio y la posibilidad de encontrarse con Jesús para que puedan dar así “un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva…”[7].

16. Como nos recuerdan los obispos en Aparecida los jóvenes “…no temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido…”[8]. Por ello una pastoral juvenil auténticamente misionera les ayudará a descubrir a Jesús como Aquél que llena de sentido sus vidas, haciéndolas generosas y fecundas; además les dará la posibilidad de descubrir su mirada tierna y comprometedora que los llama y cuenta con ellos; y también les ofrecerá un camino cierto y posible de felicidad, esa felicidad que buscan apasionadamente y que sólo Jesús puede darles.

17. En este sentido una pastoral juvenil misionera debe ser necesariamente vivida en clave vocacional. La juventud es la etapa de las búsquedas y definiciones sobre el rumbo que la persona quiere dar a su vida. Es la etapa en la que se hace particularmente clara la llamada a un proyecto de vida pensado por Dios para cada uno desde toda la eternidad. Es la etapa en la que se descubre que la vida se la “gana” dándola al servicio de Dios y de los demás. Es la etapa donde descubrimos que sólo saliendo de nosotros mismos podemos ser verdaderamente maduros y felices. Por eso la pastoral juvenil deberá ayudar a los jóvenes a reconocer la invitación que Jesús le hace a cada uno para la vida matrimonial o la vida consagrada; para una actividad profesional o laboral determinada; para el servicio y el compromiso en la construcción de una sociedad más justa y solidaria… En definitiva les ayudará a descubrir que sólo se realizarán como personas y serán auténticamente felices si se insertan el proyecto amoroso de Dios para la salvación de todos los hombres.

18. Para esto los jóvenes necesitan del compromiso y la respuesta de toda la comunidad eclesial que los integre y acompañe. La pastoral juvenil no es sólo “cuestión de los jóvenes” sino de todos los miembros de la comunidad, cada uno según su lugar y responsabilidad en ella. En primer lugar de los pastores, pero también de los demás agentes pastorales, cada uno según sus carismas y posibilidades, pero todos igualmente comprometidos e interesados por este objetivo, que es de todos. Si realmente estamos preocupados por una realidad juvenil cada vez más desafiante, todos debemos sentirnos  estimulados a ir buscando, con la ayuda de Dios, las respuestas nuevas y creativas que estamos necesitando. También para cumplir con este objetivo nos ayudará acompañar la pastoral juvenil ordinaria con experiencias misioneras dirigidas a las realidades juveniles más significativas de nuestro extenso territorio diocesano.

19. Así todo nuestro camino pastoral diocesano nos lleva a volver a constatar la necesidad de una vida cristiana cada vez más vigorosa para poder responder a la insistente llamada a la misión que el Señor nos sigue haciendo. Por ello nos proponemos: 

Fomentar la participación plena y activa de los bautizados
 en la eucaristía y la comunidad eclesial
para impulsar la vida sacramental, el espíritu misionero,
el amor a los más pobres y la búsqueda constante
del bien común

 

20. Como nos enseñan el Evangelio y muchos santos a lo largo de los siglos, la genuina espiritualidad no se verifica tanto en sensaciones subjetivas o experiencias interiores cuanto en un estilo de vida caracterizado por la disponibilidad a la voluntad de Dios y el servicio a los hermanos, sobretodo a los más pobres. Una hermosa página del Papa Benedicto XVI es el mejor fundamento y comentario a este objetivo específico: “…en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento…Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo « piadoso » y cumplir con mis « deberes religiosos », se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación « correcta », pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama. Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero…[9]

21. La prueba más contundente de que hemos afianzado nuestro encuentro con Jesucristo y el parámetro más concreto para evaluarnos será la misión solidaria que hemos de encarar como fruto y expresión de nuestro camino pastoral. Una vez más la enseñanza del Señor en el Evangelio (Mt 25, 31-46) ha de marcar toda nuestra vida cristiana y nuestra práctica pastoral. El cincuentenario diocesano es una buena oportunidad para plasmar nuestro compromiso solidario en favor de los más pobres y celebrarlo en este sentido: no reduciéndolo a meras evocaciones nostálgicas o a eventos festivos sino dando vida y afianzando el estilo misionero y solidario de la Iglesia diocesana y de todas nuestras comunidades parroquiales. De esta forma también estaremos respondiendo al deseo que los obispos argentinos expresamos en noviembre de 2008: “…Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social. Estar a la altura de este desafío histórico depende de cada uno de los argentinos. La gran deuda de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla…”[10]

22. Por ello, en sintonía con la Encíclica “Dios es Amor” y con Aparecida me animo a proponerles que el trienio que estamos comenzando se caracterice por un fuerte compromiso solidario de todas las comunidades. Para dar cumplimiento a este objetivo cada parroquia, escuela y movimiento laical debería cuestionarse qué hacer para que los tres componentes esenciales de toda comunidad cristiana (la fe anunciada en la catequesis, la fe celebrada en la liturgia y la fe hecha servicio en Caritas y otros servicios solidarios) estén desarrollados de manera adecuada en ellas. Lamentablemente debemos reconocer que de estos tres elementos el tercero suele ser el menos cuidado y desarrollado. De aquí que me permita hacerles esta propuesta. Más aún cuando todos lamentamos y sufrimos la creciente situación de pobreza y exclusión que también verificamos en nuestra diócesis, como en todo el país.

23. Caritas Diocesana viene desarrollando una importante tarea de formación y animación de un estilo auténticamente promocional en sus servicios. Cada Parroquia debería plantearse desde sus Consejos Pastorales la manera de aprovechar estas ofertas y de desarrollar con los propios recursos el rostro “servicial” de toda comunidad cristiana. Ello supone dedicar tiempo, dinero y agentes idóneos para renovar el perfil de los servicios solidarios de la comunidad. La misión solidaria debería llevarnos a encarar y sostener proyectos solidarios concretos y realistas; sea en cada comunidad parroquial, movimiento o escuela; sea entre varias comunidades reunidas; sea a nivel decanal.

24. Una hermosa forma de celebrar el cincuentenario diocesano sería procurar que de cada una de nuestras comunidades pueda decirse lo que el Beato Juan XXIII decía de la Iglesia toda: que sea de verdad “Iglesia de los pobres”, donde los pobres no son sólo destinatarios privilegiados sino también protagonistas, que se sientan en ella como en su propia casa. A este respecto también nos enseñaba Juan Pablo II:”…tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como « en su casa ». ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino? Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras…”[11] El gesto solidario que realizamos en la Cuaresma nos estimula a ponernos a trabajar en este sentido, para desarrollar la “nueva imaginación de la caridad” que nos pedía el mismo Papa al inicio del nuevo milenio.

25. Pero como bien se señala en el tercer objetivo nuestro compromiso solidario no acaba en las distintas tareas en favor de los hermanos pobres, débiles y sufrientes de nuestras comunidades. Conscientes de que la pobreza tiene causas estructurales que sólo serán superadas con un compromiso estable y perseverante de todos por el bien común, es necesario que nuestro encuentro con el Señor nos lleve también a un mayor compromiso ciudadano, en el que cada uno pueda hacer su aporte a la transformación social, económica y política de nuestra realidad. Conviene recordar que la enseñanza de la Iglesia recuerda a los laicos que su lugar es el mundo de las realidades temporales para transformarlas según el Evangelio. Una espiritualidad madura e integral nos lanza y estimula en este necesario compromiso transformador. Con frecuencia nos lamentamos de las falencias de ciertas dirigencias políticas y sociales. ¿Cuánto estamos dispuestos a dar de nosotros mismos para que las cosas cambien? Los obispos argentinos hemos hecho un vibrante llamado a trabajar  activamente hacia la celebración del bicentenario en justicia y solidaridad[12]; cada uno puede hacer algo en este sentido. También acá se juega la verdad de nuestro encuentro con el Señor. La abundante enseñanza social cristiana, pedagógicamente recogida en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nos ofrece un rico material para nutrir y alentar nuestro compromiso ciudadano. Un buen modo de dar cumplimiento al objetivo diocesano y concretar la misión solidaria sería dedicar tiempo a su difusión y conocimiento en el seno de las comunidades.

26. Queridos hermanos: estamos iniciando una nueva Cuaresma, en camino hacia la Pascua. La Cuaresma nos habla de conversión, personal y comunitaria. También hemos comenzado a transitar un nuevo período de nuestro camino pastoral, marcado por la celebración del bicentenario de la Patria y el cincuentenario de la diócesis. Con el  espíritu de conversión pastoral que nos regala la Cuaresma quiero invitarlos a vivir este tiempo litúrgico pidiendo al Señor que nos haga vivir la preparación a la Pascua, y toda la vida, con un renovado compromiso  misionero. Como les decía al inicio de esta Carta: Todos somos necesarios en la misión y cada uno tiene un lugar irremplazable. Es el Señor Resucitado quien nos envía y quien nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo.

Los saludo y bendigo con afecto y los encomiendo al cuidado de nuestra Madre de Guadalupe y de San José, 

Mons. Carlos María Franzini, obispo de Rafaela

Cuaresma 2010 

Notas:

[1] Franzini, Carlos María: Iglesia diocesana: memoria, presencia y profecía; Carta Pastoral de Pascua 2009, nº 21.

[2] Vª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe; Documento conclusivo nº 29; de ahora en adelante DA.

[3] “…El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste…” Juan Pablo II, Novo millenio ineunte, nº 29

[4] CEA; Carta pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental; 20 de agosto de 2009; nº 8 y 9.

[5] Ibid.: nº 15

[6] Ibid.: nº 19

[7] Benedicto XVI: Carta Encíclica Dios es amor; nº 1

[8] DA nº 443

[9] Benedicto XVI; Carta Encíclica Dios es Amor, nº 18

[10] CEA; “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”, nº 5; Pilar , noviembre de 2008.

[11] Juan Pablo II; “Novo millennio ineunte”, nº 50.

[12] CEA; “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”; Pilar , noviembre de 2008.


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Lectio divina para el miércoles de la quinta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


Lectio miércoles 5º

 

LECTURA:          “Juan 8, 31‑42”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»

Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?»

Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.

Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.»

Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán.»

Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.»

Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.»

Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.»

MEDITACIÓN:            “La verdad os hará libres”

Este tenso diálogo me hace comprender la fuerza que llenaba tu interior y el valor que hace falta, sean cuales sean las consecuencias, para manifestar lo que uno lleva en el corazón. Tocas temas vitales a los que casi nos da miedo asomarnos. Hablas de la verdad, cuando cada uno, y yo mismo, nos encerramos en nuestra verdad a medias, que siempre queremos imponer, y la verdad que se impone por la fuerza no sirve, pierde su fuerza de verdad.

Pero la verdad de la que hablas no es la de los saberes. Es la que afecta a la existencia más profunda y auténtica, la que construye nuestra realidad humana, y ahí hay una señal que la autentifica, la libertad. Porque la verdad auténtica libera. La verdad genera corazones enteros, nobles, constructores de justicia, de paz, de humanidad. Lo que me condiciona, me ata, lo que no me deja ser yo mismo y sacar lo más noble que hay en mí, no puede estar apoyado en ninguna verdad.

Y tu palabra, la que nos trasmites de tu Padre, de nuestro Padre Dios, es una palabra que siempre construye vida, se abre al hombre, a sus necesidades y carencias, a su dignidad.

Tanto dolor en nuestro mundo, en nuestras casas, en mi corazón, es porque seguimos asentados, atados a “nuestras” verdades, que no traen vida, la reducen y la quitan. Y a mí me interpelas con la misma fuerza que aquellos interlocutores tuyos para que tome postura. Me invitas a ponerme a tu lado, a sentirme enviado también por él, como tú, para ser portador de vida, portador y hacedor de bien.

ORACIÓN:           “Abre mi corazón”

            Señor, abre mi corazón a tu verdad, que es la verdad cargada y propagadora de vida. Que ella me ayude a tener siempre una mente y un corazón abierto, disponible, dispuesto a escuchar, a aceptar, a cambiar.

            Enséñame el rostro de la verdadera libertad, que no es el hacer lo que me da la gana y cuando quiera, sino la que pone continuamente delante la posibilidad de optar por todo lo bueno, lo verdadero, lo bello, lo que construye y me construye.

CONTEMPLAR:            “Tu verdad”

Siento un poco de miedo,
tu verdad me sobrepasa,
me conmueve y me inquieta,
porque sé que me llama
a salir de mí,
de mis esquemas reducidos,
cómodos e interesados.

Pero la fuerza de tu palabra
me quema por dentro
y despierta la fuerza
de mis mejores deseos.

Y tu mirada cargada de amor
me atrae,
con una fuerza irresistible,
que me introduce
en un sentimiento profundo
de paz
que me libera.


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Domingo, 21 de marzo de 2010

ZENIT nos ofrece la homilía pronunciada ayer por el Papa durante la celebración de la Misa de imposición de la Ceniza, en la basílica de Santa Sabina en el Aventino.

"Tu amas a todas las criaturas, Señor,
y no desprecias nada de cuanto has hecho;
tu olvidas los pecados de cuantos se convierten y los perdonas,
porque tu eres el Señor Dios nuestro” (Antífona de entrada). 

Venerados hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas

Con esta conmovedora invocación, tomada del Libro de la Sabiduría (cfr 11,23-26), la liturgia introduce la celebración eucarística del Miércoles de Ceniza. Son palabras que, de algún modo, abren todo el itinerario cuaresmal, poniendo en su fundamento la omnipotencia del amor de Dios, su absoluto señorío sobre toda criatura, que se traduce en indulgencia infinita, animada por una constante y universal voluntad de vida. En efecto, perdonar a alguien equivale a decirle: no quiero que mueras, son que vivas; quiero siempre y solo tu bien.

Esta absoluta certeza sostuvo a Jesús durante los cuarenta días transcurridos en el desierto de Judea, tras el bautismo recibido de Juan en el Jordán. Ese largo tiempo de silencio y de ayuno fue para Él un abandonarse completamente al Padre y a su designio de amor; fue un “bautismo”, es decir, una “inmersión” en su voluntad, y en este sentido, un anticipo de la Pasión y de la Cruz. Adentrarse en el desierto y permanecer mucho tiempo, solo, significaba exponerse voluntariamente a los asaltos del enemigo, el tentador que hizo caer a Adán y por cuya envidia entró la muerte en el mundo (cfr Sb 2,24); significaba entablar con él una batalla a campo abierto, desafiarlo sin otras armas que la confianza sin límites en el amor omnipotente del Padre. Me basta tu amor, me alimento de tu voluntad (cfr Jn 4,34): esta convicción habitaba la mente y el corazón de Jesús durante esa “cuaresma” suya. No fue un acto de orgullo, una empresa titánica, sino una decisión de humildad, coherente con la Encarnación y el bautismo en el Jordán, en la misma línea de obediencia al amor misericordioso del Padre, que "tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo unigénito" (Jn 3,16).

Todo esto el Señor Jesús lo hizo por nosotros. Lo hizo para salvarnos, y al mismo tiempo para mostrarnos el camino para seguirle. La salvación, de hecho, es don, es gracia de Dios, pero para tener efecto en mi existencia requiere mi consentimiento, una acogida demostrada en los hechos, es decir, en la voluntad de vivir como Jesñus, de caminar tras Él. Seguir a Jesús en el desierto cuaresmal es por tanto condición necesaria para participar en su Pascua, en su “éxodo”. Adán fue expulsado del Paraíso terrestre, símbolo de la comunión con Dios; ahora, para volver a esta comunión y por tanto a la vida verdadera, es necesario atravesar el desierto, la prueba de la fe. ¡No solos, sino con Jesús! Él – como siempre – nos ha precedido y ha vencido ya el combate contra el espíritu del mal. Este es el sentido de la Cuaresma, tiempo litúrgico que cada año nos invita a renovar la elección de seguir a Cristo por el camino de la humildad para participar en su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.

En esta perspectiva se comprende también el signo penitencial de las Cenizas, que son impuestas sobre la cabeza de cuantos inician con buena voluntad el itinerario cuaresmal. Es esencialmente un gesto de humildad, que significa: me reconozco por lo que soy, una criatura frágil, hecha de tierra y destinada a la tierra, pero también hecha a imagen de Dios y destinada a Él. Polvo, sí, pero amado, plasmado por su amor, animado por su soplo vital, capaz de reconocer su voz y de responderle; libre y, por esto, capaz también de desobedecerle, cediendo a la tentación del orgullo y de la autosuficiencia. Esto es el pecado, enfermedad mortal entrada bien pronto a contaminar la tierra bendita que es el ser humano. Creado a imagen del Santo y del Justo, el hombre perdió su propia inocencia y ahora puede volver a ser justo solo gracias a la justicia de Dios, la justicia del amor que – como escribe san Pablo - “se manifestó por medio de la fe en Cristo” (Rm 3,22). De estas palabras del Apóstol tomé la inspiración para mi Mensaje, dirigido a todos los fieles con ocasión de esta Cuaresma: una reflexión sobre el tema de la justicia a la luz de las Sagradas Escrituras y de su cumplimiento en Cristo.

También en las lecturas bíblicas del Miércoles de Ceniza está bien presente el tema de la justicia. Ante todo, la página del profeta Joel y el Salmo responsorial – el Miserere – forman un díptico penitencial, que pone de manifiesto cómo en el origen de toda injusticia material y social está la que la Biblia llama “iniquidad”, es decir, el pecado, que consiste fundamentalmente en una desobediencia a Dios, es decir, una falta de amor. "Pues mi delito yo lo reconozco, / mi pecado sin cesar está ante mí; / contra ti, contra ti solo he pecado, / lo malo a tus ojos cometí” (Sal 50/51,5-6). El primer acto de justicia es por tanto reconocer la propia iniquidad, es reconocer que está arraigada en el “corazón”, en el centro mismo de la persona humana. Los “ayunos”, los “llantos”, los “lamentos” (cfr Jl 2,12) y toda expresión penitencial tienen valor a los ojos de Dios sólo si son el signo de corazones verdaderamente arrepentidos. También el Evangelio, tomado del “sermón de la montaña”, insiste en la exigencia de practicar la propia “justicia” - limosna, oración, ayuno – no ante los hombres sino solo a los ojos de Dios, que “ve en lo secreto” (cfr Mt 6,1-6.16-18). La verdadera "recompensa" no es la admiración de los demás, sino la amistad con Dios y la gracia que deriva de ella, una gracia que da fuerza para cumplir el bien, para amar también a quien no lo merece, de perdonar a quien nos ha ofendido.

La segunda lectura, el llamamiento de Pablo a dejarnos reconciliar con Dios (cfr 2 Cor 5,20), contiene una de las célebres paradojas paulinas, que reconduce toda la reflexión sobre la justicia al misterio de Cristo. Escribe san Pablo: "A quien no conoció pecado – es decir, a su Hijo hecho hombre – le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él” (2 Cor 5,21). En el corazón de Cristo, es decir, en el centro de su Persona divino-humana, se jugó en términos decisivos y definitivos todo el drama de la libertad. Dios llevó a las consecuencias extremas su propio designio de salvación, permaneciendo fiel a su amor aun a costa de entregar a su Hijo unigénito a la muerte, y a la muerte de cruz. Como he escrito en el Mensaje cuaresmal, "aquí se revela la justicia divina, profundamente diversa de la humana… Gracias a la acción de Cristo, podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cfr Rm 13,8-10)".

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma alarga nuestro horizonte, nos orienta hacia la vida eterna. En esta tierra estamos en peregrinación, “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro”, dice la Carta a los Hebreos (Hb 13,14). La Cuaresma da a entender la relatividad de los bienes de esta tierra y así nos hace capaces de las renuncias necesarias, libres para hacer el bien. Abramos la tierra a la luz del cielo, a la presencia de Dios en medio de nosotros. Amén.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 6to. domingo durante el año. (AICA
(14 de febrero de 2010)
 

“año sacerdotal” 

Los textos de la Palabra de Dios de estos domingos, como el Evangelio de este fin de semana (Lc. 6,12-13.17.20-26), nos hablan de la vocación y del llamado. Antes de los grandes momentos y decisiones el Señor se retira a orar. Nos relata el Evangelio de San Lucas: “Por aquellos días Jesús se retiró a la montaña para orar y pasó la noche orando con Dios. Al hacerse de día reunió a sus discípulos, eligió de entre ellos a doce, a quines dio el nombre de Apóstoles” (12-13).

Al empezar este nuevo año tenemos que dar gracias a Dios por las recientes ordenaciones de los nuevos sacerdotes: Julio Centurión, Alonso Freiberger y Gervasio Silva. La Palabra de Dios de este domingo nos relata sobre la elección de “los doce” que constituye a los apóstoles o bien enviados. La elección y vocación siempre surge de Él, de su amor y va más allá de cualquier mérito o cualidad humana del elegido. De hecho Pedro, así como en general los llamados en la Palabra de Dios, señalan el sentimiento de indignidad de los elegidos ante la vocación y misión.

El próximo sábado 20 de febrero a las 20 horas en nuestro Seminario Mayor “Santo Cura de Ars”, tendremos la Misa de inicio del año e ingreso de los nuevos seminaristas. Con el Obispo de Oberá, Mons. Víctor Arenhardt, celebraremos dicha Misa y daremos gracias a Dios, junto a todos los fieles que nos acompañarán, por las vocaciones y llamados en nuestras Diócesis de estos jóvenes al sacerdocio ministerial.

Este año ingresan al preseminario, etapa previa al mayor cuatro jóvenes de nuestra Diócesis de Posadas. Al Mayor ingresan nueve, cinco de Posadas y cuatro de Oberá. Todo esto es un motivo de agradecimiento a Dios. Serán 24 seminaristas mayores y 6 en el preseminario.

Es importante recordar que estas ordenaciones sacerdotales, la Misa de inicio del año en el Seminario y el ingreso de estos jóvenes se contextualizan en este “Año Sacerdotal” declarado por nuestro Papa Benedicto XVI. El Cardenal Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero en la Santa Sede nos escribió una carta a los obispos en la que nos señala: “El Año Sacerdotal representa una importante ocasión para mirar, todavía más con grato estupor la obra del Señor que, “en la noche que fue entregado” (1 Cor. 11,23), quiso instituir el sacerdocio ministerial, uniéndolo inseparablemente a la Eucaristía, cumbre y fuente de vida para toda la Iglesia. Será un Año para redescubrir la belleza y la importancia del Sacerdocio y de cada sacerdote, sensibilizando a todo el pueblo santo de Dios: los consagrados y las consagradas, las familias cristianas, los que sufren y, sobre todo, los jóvenes tan sensibles a los grandes ideales vividos con auténtico empuje y constante fidelidad. El título felizmente elegido por el Santo Padre para tal Año camina en esta dirección: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”, y que quiere indicar la primacía absoluta de la gracia, “Nosotros amamos porque Él nos amó primero” (1 Jn. 4,19) y al mismo tiempo, la indispensable y cordial adhesión de la libertad que sabe amar y que recuerda al mismo tiempo, que el amor es también “fidelidad”.

Este agradecimiento a Dios por los nuevos sacerdotes y por el sacerdocio ministerial en este “Año Sacerdotal”, lo celebramos con un hecho fundamental para nuestra Diócesis: el caminar de nuestro Seminario Mayor “Santo Cura de Ars” que da sus primeros frutos en la formación inicial realizada en nuestra Provincia y Diócesis. Tenemos que agradecer a Dios y a tanta gente que con su oración y colaboración hacen posible que podamos apostar fuertemente a un tema que es un claro signo de esperanza: el que podamos tener vocaciones, que desde ya son un llamado del Señor, e implican nuestra responsabilidad como pueblo de Dios, laicos, sacerdotes, consagrados y obispos en acompañarlos.

Finalmente quiero señalar que el próximo 17 de febrero, celebraremos “el Miércoles de ceniza”, día de ayuno y abstinencia, en que daremos inicio al tiempo de cuaresma para prepararnos a la Pascua. En los templos, así como en nuestra Catedral, nos encontraremos a las 20 horas para iniciar este tiempo de conversión y de gracia.

¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

 


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Mensaje de los obispos de la diócesis de Santiago del Estero, para la Cuaresma 2010. (AICA)


Santiago, conviértete y cree en el Evangelio para ser discípulo y misionero
de Jesucristo

En este año donde conmemoramos el bicentenario de nuestra patria tenemos que escuchar de una manera nueva el llamado a la conversión de esta cuaresma, no solo de cada uno personalmente, sino de todos como comunidad nacional. Por eso la cuaresma nos llama a la oración, la penitencia y la limosna.

Debemos dedicar tiempo a la oración, hacer silencio interior para escuchar a Dios. Tal vez, mucho de los males que nos agobian provienen de un interior con mucho ruido, imposibilitado de escuchar la voz de Dios que nos habla en la conciencia. Recuperar la fe y los valores trascendentes que dieron origen a nuestra patria.

La Penitencia, que es fruto del espíritu de conversión,  nos lleva a un verdadero entrenamiento para privarnos de todo lo malo y vaciarnos de lo superfluo para poder ser colmados de Dios. Sin  duda, el consumismo materialista nos hace estar dispersos, llenos de todo y vacíos por dentro. Debemos saber decir que no a muchas cosas para poder estar ágiles para responder a la voluntad de Dios en la caridad, de tal manera que descubramos que solo puede hacernos felices el vivir para los demás. Es muy conveniente al comenzar este tiempo cuaresmal el acercarnos al sacramento de la reconciliación para pedir a Dios que derrame sobre nosotros su misericordia y comprometernos a luchar contra el pecado y alejarnos de todo lo que nos aparta de Dios. No puede haber conversión en nuestra nación sino hay una conversión personal.

Y la limosna, que no se trata de dar lo que nos sobra sino de estar atento a las necesidades de los demás, y especialmente de los mas pobres y necesitados. Que podamos seguir creciendo en nuestra conciencia solidaria. El año pasado hemos respondido con generosidad en “la colecta más por menos”; esperamos en este año seguir creciendo en la alegría de compartir nuestros bienes, tiempos y talentos. Seria bueno que estas obras propias de la cuaresma no las vivamos solo individualmente, sino como familias y comunidades.

Que podamos responder en este bicentenario como nación al llamado: Santiago, pueblo argentino, levántate y camina para ser discípulo  misionero de Jesucristo. 

Mons. Francisco Polti, obispo de Santiago del Estero

Mons. Ariel E. Torrado Mosconi, obispo auxiliar de Santiago del Estero


Carta pastoral de monseñor Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana para la Cuaresma 2010. (AICA)
(Miércoles de Ceniza, 17 de febrero de 2010)




CUARESMA 2010 

Queridos hermanos y hermanas de esta diócesis, los invito a meditar juntos sobre la Cuaresma y a entrar espiritualmente en el “Éxodo liberador” que ella nos procura.

I CUARESMA ESE “TIEMPO CUADRAGÉSIMO” PARA “ATREVERNOS” A VIVIR EN CARIDAD 

La Iglesia celebra hoy el “Miércoles de Cenizas”, inicio de la Cuaresma.

Cuaresma, palabra que proviene de nuestra madre lengua, el latín, “quadragesima”. ¿Y qué “cuadragésima”?. Quadragesima dies, es decir, el día cuadragésimo, los cuarenta días de duración –o los cuarenta años- que, con admirable fuerza evocativa, recuerda tanto los acontecimientos que han marcado la vida y la historia bíblica de la alianza y del pueblo israelita (cuarenta días del diluvio universal; cuarenta días de permanencia de Moisés en el Monte Sinaí; cuarenta años de peregrinación desde la esclavitud de Egipto hacia la Tierra prometida) y sobre todo los cuarenta días que Jesús, el Señor, vivió en el desierto, en la oración y el ayuno, inmediatamente antes de su misión pública, los cuarenta días en los cuales ocurrió la tentación, los cuarenta días de su radiante victoria, ya allí prefigurada, sobre la corrupción y la muerte. En su “Cuaresma” Jesús “pre-triunfó” (permítaseme esta expresión de lenguaje) por su ardiente caridad, porque ganó méritos para nosotros. El triunfo definitivo es la Cruz y la Resurrección gloriosa, su “Paso”, su “Éxodo”. Por ello, hoy y siempre, “Cuaresma” nos invita a un “Éxodo liberador” (la expresión es del Mensaje de Cuaresma del Santo Padre para este año 2010).

Veamos el mundo que nos rodea. La caridad, que viene de Dios (porque Él mismo es Amor) es a veces objeto de desentendimiento, desconsideración o minusvaloración (cuando no directamente de desprecio). Pero no podemos vivir sin ella, es nuestra “savia vital”. Sólo que para darnos cuenta de ello tenemos que “mirar”, “escuchar”, y, para hacer esto de verdad,  hay que poseer la virtud de la humildad, que “abre nuestros ojos” y “ensancha nuestro corazón”. Sí, sólo desde la humildad se ve la inmensa “fuerza impulsora” de la caridad; quien está lleno de sí mismo no la ve de ningún modo. Y me refiero a la humildad auténtica, a “la verdadera”, no  a lo que podríamos llamar “su caricatura”, que aparece no poco (mirémosla, sólo hay que prestar atención para poder discernirla). Y la humildad también se gana, se obtiene, a fuerza de aceptar humillación, y tomar lección de esta última.

La humildad nos dará a ver la “fuerza de propulsión” del Amor de caridad, desde una justicia vivificada por el Espíritu. Es un “misterio” que no todos pueden penetrar, aunque todos estamos llamados a hacerlo, y a todos y cada uno Dios nos da los dones que verdaderamente necesitamos. Que sepamos aprovecharlos, es otro tema. La virtud de la sabiduría, tesoro tan grande, nos ayudará a ver este “misterio” y dentro de él, algo sobre lo cual quizá no habíamos reflexionado: que atreverse a vivir de verdad la Cuaresma es cosa de fuertes (aún sabiéndonos muy débiles), porque cosa de fuertes es aceptar el “querer aceptar el don de la conversión”, en lugar de estar diciéndonos a nosotros mismos: “ya habrá tiempo para convertirme”. Si, de modo metódico, convencido, siempre postergo mi conversión profunda, porque, en el fondo, no quiero aceptarla, esta puede llegar “nunca”; el Señor nos brinda sus dones como Él quiere y cuando quiere, según su designio sapiente y amoroso. Es preciso la valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz[1]. Sepamos aprovechar sus signos. 

II ACEPTAR CON FE EL “ÉXODO LIBERADOR”  

Necesitamos un “Éxodo” que comporte una liberación que venga desde el corazón; y el Papa nos dice que para entrar en esa “Justicia” más grande, tenemos que entrar mediante la fe en Cristo, por Quien se manifestó la Justicia de Dios. Es el tema de su Mensaje de Cuaresma, sobre la reflexión de la carta de San Pablo a los Romanos (Cf Rm 13,8-10).

Si es verdad que “la belleza salvará al mundo” (y en sentido plenamente “trascendental” lo es), dentro de ese contexto tengo que decir que me impresionado, entre otras numerosas, la belleza de la obra de Marc Chagall, y en lo que al Éxodo se refiere, recuerdo una tela que representa cómo Moisés hendió, partió, la roca con su vara, su cayado, su bastón, y propulsó el agua bienhechora cuando el pueblo israelita acampó en Rfidim (Ex 17, 1-7) y no tenía agua para beber. No es el caso de una inopinada (e inexperta) lección de artes visuales. La belleza irradiante del arte, sin embargo, nos muestra más que con palabras, cómo, a mitad de camino del Éxodo, en medio de las protestas (razón por la cual se llamó a ese lugar Massá y Meribá) una fuerza de Gracia fue liberadora. Así también hemos de ver este tiempo de Gracia para prepararnos a la Semana Santa, con la surgiente acuífera de la caridad como gran fuerza impulsora, y como hemos dicho, basada sobre la justicia vivificada, para un desarrollo auténtico e integral del ser humano[2].

De hecho, el concepto bíblico de Justicia, Sedaqah, es profundamente liberador, es sanante, es un bálsamo, porque supera al concepto meramente jurídico; es como “devolver” a Dios, con agradecimiento, a través de abrirse al prójimo, dar a él, amándolo como a nosotros mismos[3]. Dice Benedicto XVI en su Mensaje que para entrar en la “justicia” (en el sentido dicho) es necesario salir de la “ilusión de la auto-suficiencia”, del “estado profundo de cerrazón” o de clausura dentro de nosotros mismos.  

Cuaresma, por fin, nos ofrece un camino ascético y litúrgico que, ayudándonos a abrir los ojos ante nuestra debilidad, nos hace abrir el corazón al amor misericordioso de Cristo y nos abre los ojos a la verdad.  Sí, Cuaresma nos hace descubrir “la verdad creacional y amorosa” dentro de nosotros mismos, en los demás, en el mundo. Y nos muestra cómo todo el sentido de nuestra vida no surge de “lo que nos propusimos hacer o conseguir” sino que “está dado”, es don, a lo que cooperó nuestra libertad, nuestro pensamiento, nuestra voluntad[4]

El camino cuaresmal, al acercarnos a Dios y darnos “ojos nuevos” nos permitirá también “mirar con nuevos ojos a los hermanos”. Hará latir nuestro corazón con la fuerza del Espíritu, como ocurrió a San Felipe Neri, co-patrono de Roma, a quien, durante la vigilia de Pentecostés de 1544, el Espíritu Santo dio un "corazón de fuego", acontecimiento por el cual podemos entrever la alegoría de las grandes y divinas transformaciones, como la transformación que el Señor quiere obrar en nuestra vida[5]. 

III EFECTO PENITENCIAL DE UN PENTECOSTÉS RENOVADO 

Hemos iniciado esta carta mencionando el acontecimiento celebrativo de hoy. La Iglesia católica realiza hoy un gesto austero y simbólico: la imposición de las cenizas, y este rito es acompañado por dos fórmulas llenas de significado: la primera fórmula (la cual, es una pena, en la práctica casi ya no se dice, al menos en nuestro país: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» (Cf. Génesis 3, 19), y la segunda, maravillosa y llena de fuerza evocadora, “Conviértete y cree en el Evangelio”, proveniente de las palabras pronunciadas por Jesús al inicio de su ministerio: «Conviértanse y crean en el Evangelio» (Marcos 1, 15).

Así, con el tiempo que transcurre tan velozmente, emprendemos hoy ese  camino de reflexión y oración, con todos los cristianos del mundo para ponernos en camino hacia el Calvario, y desde Él hacia la Resurrección.

Es un camino en que pediremos a Dios mayores luces sobre nuestra vocación y elección, que es lo que Él quiere de nosotros en este mundo nuestro “maravilloso” y a la vez “dramático”, como tantas veces hemos evocado (inspirados en el «Testamento espiritual» del Papa Pablo VI), mundo que busca perfecciones, a menudo vanas. La perfección viene del don y de la virtud de la sabiduría, que nos hace buscar a Dios, y gozarnos de encontrarlo, con todos sus dones, con la donación de su Vida en nosotros.

El perfeccionarnos mediante la sabiduría es todo un programa de vida, si lo es en tanto apertura al Don divino. Dicho perfeccionamiento por la sabiduría es mencionado en el Concilio Vaticano II[6], citado en este sentido en el estupendo Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2010, para el cual eligió el tema: “La justicia de Dios se ha manifestado por medio de la fe en Cristo” (Rm 3, 21-22).

El hecho de la Cuaresma no “suspende” los efectos de Pentecostés, como es obvio. Cuaresma, más aún, puede en nuestra vida un renovado Pentecostés, en sentido de que dejemos que el Espíritu haga en nosotros un corazón nuevo, agradecido, que reconozca  “haber recibido”,  y no “haber conseguido todo yo solo”. Para descubrir esto es necesario “escuchar”, y tener la humildad de “recibir” y “agradecer”.

La Virgen Madre, que acompañó a Jesucristo en todos los momentos de su vida, nos ayude en el “Éxodo” de la Cuaresma, a tener liberación interior, y desde allí, a ponernos en obra para aquello a lo que el Señor nos llame.

Con mi bendición pastoral y mi pedido de oración a todos ustedes, 

Notas:

[1] Cf BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 1.

[2] Cf Ibid. (“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”).

[3] “Sedaqah” es aceptación plena de la voluntad de Dios y equidad respecto del prójimo  (cf Es 20,12-17), en modo especial de los más necesitados (Cf Dt 10,18-19). Pero, dice el Papa Benedicto en su Mensaje de Cuaresma 2010: “dar al pobre, al israelita, no es otra cosa que el contracambio debido a Dios, que ha tenido piedad de la miseria de su pueblo. No por casualidad el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, tiene lugar después del paso del Mar Rojo. La escucha de la Ley presupone la fe en Dios quien fue el primero que ha “escuchado el lamento” de su pueblo, y “bajó para liberarlo del poder de Egipto” (cf Es 3,8)”

[4] Cf BENEDICTO XVI, Enc. Deus caritas est, 3.

[5] Cf JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre a los miembros de la Confederación del Oratorio con ocasión del comienzo de las celebraciones del cuarto centenario d ela muerte de San Felipe Neri, Ciudad del Vaticano, 7 de octubre de 1994.  en profunda oración y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera se Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle.

[6] CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 15 ("La naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien»). 

Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zarate-Campana


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Lectio divina para el martes de la quinta seman de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio martes 5º

 

LECTURA:           “Juan 8, 21‑30”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.»

Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?»

Y él continuaba: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.»

Ellos le decían: «¿Quién eres tú?»

Jesús les contestó: «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.»

Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.»

Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

MEDITACIÓN:           

            Sí, es verdad, yo soy de aquí abajo, a veces de muy abajo, y no soy capaz de mirar más allá de a ras de tierra. Lo malo es que muchas veces pienso que las cosas sólo se pueden ver desde esa perspectiva, chata, rastrera, y termino viendo todo raquíticamente, las personas, los acontecimientos, a mí mismo.

            Tú me abres una y otra ves el horizonte. Te empeñas en mostrarme la grandeza de las cosas, el misterio profundo que late en ellas, en el hombre, en la historia, en mí mismo. Y, aunque me cueste, necesito tener ese horizonte abierto. Necesito saber que todo es mucho más rico y profundo que lo que veo y que lo que tratan de enseñarme muchos, que como yo tienen la vista y el corazón encogido. Necesito y quiero abrirme a toda esa riqueza, a toda esa verdad que late en el corazón de todo hombre, porque tú lo has puesto en él.

Tú te has manifestado como el hombre más libre de todos al mismo tiempo que te manifestabas no haciendo nada por tu cuenta, sino aquello que el Padre te decía. Y así nos enseñas que la referencia, la “dependencia” de Dios no hace esclavos, no hace alienados ni seres dependientes, sino auténticos hombres libres, capaces de poner su vida al servicio de los otros, en una actitud liberadora que lleva hasta las últimas consecuencias. La dureza del corazón humano me confirman tus palabras, por eso tu llamada a la conversión me seduce. Y la necesito.

ORACIÓN:            “Ábreme a ti”

           Señor, levántame de mi suelo. Enséñame a ver el tesoro escondido en mi corazón que me habla de tu verdad, de tu amor, del amor limpio y transparente a todos.

            Dame ojos profundos y limpios para ver la grandeza y dignidad de todo ser humano, de la mía propia, y que sea capaz de contribuir a defenderla siempre.

Ábreme a ti y a tu palabra. Que descubra en ella toda la fuerza liberadora que posee, para mí y para los demás. Que ella me permite romper las amarras de todo lo que me aprisiona y no me deja ser yo mismo, todo lo que anula el señorío de mis opciones. Porque sólo en ti late la verdad profunda de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser para hacer un hombre y un mundo más humano y humanizador.

CONTEMPLACIÓN:          “Eres mío”

Te veo levantado ante mí,
tu mirada noble
que me habla de perdón.

Tus brazos abiertos,
dispuestos a acogerme,
tus labios entreabiertos
que me dicen:
Eres mío.

Y yo en mi desconcierto,
e inmerso en mis ataduras,
elevo temblorosa mi mirada,
envuelto en mi propia duda.

Y siento el deseo
de arrojarme a ti,
con todas mis fuerzas,
para fundirme contigo,
y dejar que mi corazón,
lata , un instante,
al ritmo de la locura del tuyo.


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Comentario al evangelio del domingo quinto de Cuaresma – C, publicado en el Diario de Avisos el domingo 21 de Marzo de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO.  

Ley del embudo

Daniel Padilla

Las adúlteras deben ser apedreadas, según la ley. Es así que esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. Luego debe ser apedreada. Así razonaban los escribas y fariseos, es decir, los sabios y perfectos del tiempo de Jesús. Y así razonan "los sabios y los perfectos" de todos los tiempos, incluidos nosotros. En nombre de un rigorismo dialéctico y de una aplicación literalista de la ley, se han llevado a cabo infinidad de acciones que, luego, con la perspectiva de la histo­ria, vemos que han sido verdaderas barbaridades e injusticias. Y, sin embargo, filosóficamente hablando, nadie podría rebatir a aquellos fariseos. Se trata de un silogismo perfecto, sin vuelta de hoja. Cualquier profesor de lógica daría un sobresaliente al alumno que así razonara. Pero, claro, Jesús no vino a la tierra a implantar una academia de filósofos, una cátedra de lógica. El vino a crear una escuela de humanidad. No trata de ense­ñarnos a argumentar con los silogismos del pensamiento, sino con los del cora­zón. Y así, más que enseñarnos a juzgar para condenar, lo que quería era acos­tumbrarnos a comprender para poder perdonar. Primero, comprender. He aquí un verbo al que hacemos poco caso los mortales y que, sin embargo, debería ser básico antes de nuestros juicios. Cambia­rían notablemente nuestras conclusiones finales. En el caso concreto que nos ocupa, ¿piensan que aquella mujer se lanzó al adulterio, así, de repente? Antes de coger nuestras piedras, deberíamos estudiar muy a fondo los prolegómenos de su acción. Seguramente nos encontra­ríamos con muchos detalles que nos harían pensar. ¡Que sé yo! Por ejemplo, que pudo tener una infancia muy olvi­dada y desasistida, muy menesterosa de un afecto que nadie le dio. Acaso nunca nadie le prestó atención. Quizá luego, cuando llegó a la edad de la curiosidad y de los sueños, y de las ilusiones, todos vie­ron en ella, incluido su marido, un oscuro objeto de deseo, más que un claro sujeto del amor, que es lo que ella añoraba. Lo repito, ¡que sé yo! Pero sí sé que, si todos tratáramos de comprender, no la conde­naríamos, sino que haríamos lo que sugi­rió Jesús. Mirarnos a nosotros mismos. Ese es el argumento que él empleó. Si, en vez de mirar a ella, nos miráramos a nos­otros mismos, encontraremos segura­mente motivos para ser lapidados: "El que de ustedes esté sin pecado, que tire la primera piedra". Es verdad. Todos, de hecho, o de deseo, solemos ser adúlteros, y lascivos y profanadores, más o menos camuflados. Lo que nos pasa es que somos muy hábiles en emplear la ley del embudo. Para juzgarnos a nosotros mis­mos, utilizamos ese hueco ancho de la copa, en el que cabemos nosotros, con todas nuestras oscuridades e hipocresías. Y para juzgar a los demás, utilizamos ese cilindro largo y estrecho en el que es muy difícil entrar y más difícil pasar. Y eso, amigos, es mucha ganga. En vez del embudo, deberíamos usar unos prismáti­cos para enfocar las acciones del prójimo. Pero colocándonoslos del revés. Se ven las cosas muy pequeñitas. Parecen motas. De aquellas motas en las que dijo Jesús que solemos fijarnos demasiado.


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S?bado, 20 de marzo de 2010

ZENIT nos ofrece la catequesis del Papa Benedicto XVI, durante la Audiencia General celebrada el miércoles 17 de Febrero de 2010 en el Aula Pablo VI con peregrinos de los cinco continentes.

Queridos hermanos y hermanas

iniciamos hoy, Miércoles de Ceniza, el camino cuaresmal: un camino que se extiende durante cuarenta días y que nos lleva a la alegría de la Pascua del Señor. En este itinerario espiritual no estamos solos, porque la Iglesia nos acompaña y nos sostiene desde el principio con la Palabra de Dios, que encierra un programa de ida espiritual y de compromiso penitencial, y con la gracia de los Sacramentos.

Son las palabras del apóstol Pablo las que nos ofrecen una consigna precisa: “os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice él: 'En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé'. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación” (2Cor 6,1-2). En verdad, en la visión cristiana de la vida cada momento debe decirse favorable y cada día debe llamarse día de salvación, pero la liturgia de la Iglesia refiere estas palabras de modo muy particular al tiempo de la Cuaresma. Y que los cuarenta días de preparación de la Pascua sean un tiempo favorable y de gracia lo podemos entender precisamente en la llamada que el austero rito de la imposición de las cenizas nos dirige y que se expresa, en la liturgia, con dos fórmulas: “Convertíos y creed en el Evangelio”, y “Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás”.

La primera llamada es a la conversión, palabra que hay que tomar en su extraordinaria seriedad, descubriendo la sorprendente novedad que encierra. La llamada a la conversión, de hecho, pone al desnudo y denuncia la fácil superficialidad que caracteriza muy a menudo nuestro modo de vivir. Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no para un pequeño ajuste, sino con una verdadera y total inversión de la marcha. Conversión es ir contracorriente, donde la “corriente” es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio, que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal o en todo caso prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, se apunta a la medida alta de la vida cristiana, se nos confía al Evangelio vivo y personal, que es Cristo Jesús. Su persona es la meta final y el sentido profundo de la conversión, él es el camino sobre el que estamos llamados a caminar en la vida, dejándonos iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos. De esta forma la conversión manifiesta su rostro más espléndido y fascinante: no es una simple decisión moral, que rectificar nuestra conducta de vida, sino que es una decisión de fe, que nos implica enteramente en la comunión íntima con la persona viva y concreta de Jesús. Convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas o de alguna forma sólo cercanas entre sí, sino que expresan la misma realidad. La conversión es el "sí" total de quien entrega su propia existencia al Evangelio, respondiendo libremente a Cristo, que primero se ofreció al hombre como camino, verdad y vida, como aquel que lo libera y lo salva. Precisamente este es el sentido de las primeras palabras con las que, según el evangelista Marcos, Jesús abre la predicación del “Evangelio de Dios”: “"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15).

El "convertíos y creed en el Evangelio" no está solo en el inicio de la vida cristiana, sino que acompaña todos sus pasos, permanece renovándose y se difunde ramificándose en todas sus expresiones. Cada día es momento favorable de gracia, porque cada día nos invita a entregarnos a Jesús, a tener confianza en Él, a permanecer en Él, a compartir su estilo de vida, a aprender de Él el amor verdadero, a seguirle en el cumplimiento cotidiano de la voluntad del Padre, la única gran ley de vida. Cada día, aún cuando no faltan las dificultades y las fatigas, los cansancios y las caídas, aún cuando estamos tentados de abandonar el camino de seguimiento de Cristo y de cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, sin darnos cuenta de la necesidad que tenemos de abrirnos al amor de Dios en Cristo, para vivir la misma lógica de justicia y de amor. En el reciente Mensaje para la Cuaresma he querido recordar que “se necesita humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo 'mío', para darme gratuitamente lo 'suyo'. Esto sucede particularmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias al amor de Cristo, podemos entrar en la justicia 'más grande', que es la del amor (cfr Rm 13,8-10), la justicia de quien se siente en todo momento más deudor que acreedor, porque ha recibido más de cuanto podía esperar" (L'Oss. Rom. 5 de febrero de 2010, p. 8).

El momento favorable y de gracia de la Cuaresma nos muestra el propio significado espiritual también a través de la antigua fórmula: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, que el sacerdote pronuncia cuando impone sobre nuestra cabeza un poco de ceniza. Somos así remitidos a los inicios de la historia humana, cuando el Señor dijo a Adán tras la culpa de los orígenes: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás" (Gen 3,19). Aquí, la palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, incluso nuestra muerte, que es su forma extrema. Frente al innato miedo del fin, y aún más en el contexto de una cultura que de tantas formas tiende a censurar la realidad y la experiencia humana del morir, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría, pero, por otro lado, nos empuja sobre todo a coger y a vivir la novedad inesperada de que la fe cristiana libera de la realidad de la misma muerte.

El hombre es polvo y al polvo volverá, pero es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así la fórmula litúrgica “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo. También el Señor Jesús quiso libremente compartir con cada hombre la suerte de a fragilidad, en particular a través de su muerte en cruz; pero precisamente esta muerte, llena de su amor por el Padre y por la humanidad, ha sido el camino para la resurrección gloriosa, a través de la cual Cristo se ha convertido en fuente de una gracia dada a cuantos creen en Él y son hechos partícipes de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin está ya presente en la fase terrena de nuestra existencia, pero será llevada a cumplimiento tras la “resurrección de la carne” El pequeño gesto de la imposición de las cenizas nos revela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y su resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento. Con la imposición de las cenizas renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, ara hacer morir nuestro “hombre viejo” ligado al pecado y hacer nacer al “hombre nuevo” transformado por la gracia de Dios.

¡Queridos amigos! Mientras nos apresuramos a emprender el austero camino cuaresmal, queremos invocar con particular confianza la protección y el auxilio de la Virgen María. Que sea Ella, la primera creyente en Cristo, quien nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.

¡Buena Cuaresma a todos!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Lectio divina para el lunes de la quinta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio lunes 5º

 

LECTURA:             “Juan 8, 1‑11”

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adulteras; tu, ¿que dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.

            Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»

Ella contestó: «Ninguno, Señor.»

            Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

MEDITACIÓN:              “Tampoco yo te condeno”

Qué fácil es ver los defectos de los demás. Con qué facilidad soy capaz de juzgar y de condenar aquello que yo mismo justifico en mí con mil excusas. Los errores que los demás cometen son siempre por mala voluntad, los míos por limitaciones. Es así como funcionamos casi todos. Y así creamos muros entre los hombres, y así nos ponemos por encima de los demás, colocando etiquetas y condenando con una facilidad pasmosa. No nos importa ni el dolor que pueda haber detrás, ni los condicionamientos, ni la historia.

            Y, ante esta realidad, de nuevo me das una lección de misericordia, de coherencia y  de comprensión, de perdón, y de sinceridad. Me haces descubrir las innumerables oportunidades continuas que me has ido dando a lo largo de mi vida, aunque me cueste reconocerlas, porque no me paro a pensarlas. Y experimento en lo más profundo de mí las continuas ocasiones en las que tienes que escribir en el suelo, como aquel que no se entera, para seguir ofreciéndome continuas oportunidades para retomar mis interesadas y superficiales actitudes.

            Así me permites y me enseñas, con tu infinita paciencia y misericordia, a indagar en mi intimidad para descubrir lo que de verdad me mueve, lo que de verdad late en lo profundo de mis deseos, los motivos turbios que aún siguen empañando la claridad y la limpieza de mis opciones. Ahí descubro tu amor y tu ausencia de condenas. No para justificarme y seguir inmerso en mi oscuridad, sino para descubrirme en mis posibilidades abiertas, y construirme desde lo mejor, desde lo más noble, desde la verdad que has impreso en mí corazón.

ORACIÓN:            “Esperando en mí”

            Perdóname, Señor, por todas las veces que no mido por el mismo rasero a mí y a los demás. Perdona mi visión cerrada y egoísta, que ponen de manifiesto mi pobreza humana. Perdona la facilidad con la que condeno. Las veces que rechazo en otros lo que yo mismo porto en mi interior.

            Y gracias, porque me descubres que lo tuyo no es el condenar. Que lo tuyo es perdonar, es amar, y desde ahí sigues confiando y esperando en mí. Porque así me descubres que en mí siempre habrá, como en todo hombre, una puerta abierta para poder expresar y manifestar lo más bello de nosotros.

CONTEMPLAR:             “Abres las puertas”

Me conmueve tu fuerza
y tu ternura.

Me fascina tu capacidad
de amar y perdonar.

Me duele ponerme ante ti
desde mi realidad pecadora;
pero siento tu mirada acogedora
y tu palabra suave
que me atrae, me consuela
y me estimula.

Así abres las puertas
de mi desvanecida esperanza
y dejas que un rayo de luz
atraviese el espesor
de mis nubes oscuras,
me permita vislumbrar
el azul de mi cielo
y el sol que quiere
derretir mi hielo.


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Lectio divina paraq el domingo quinto de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

5º domingo

 

LECTURA:             “Juan 8, 1‑11”

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.  Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno,  empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

MEDITACIÓN:             “Tampoco yo te condeno”

            Sí, puede ser que haya muchas normas, buenas, santas y necesarias normas, que traten de dar respuesta a los desmanes que los hombres hacemos de mil maneras, y especialmente aquellos que inciden de forma fuertemente negativa en los demás. Hay muchas actitudes, también, que no tienen una condena legal, pero que suponen un desprecio o una crítica que nos etiqueta y hace que provoquemos rechazos, vacíos y dolor.

            Ante todos ellos tu actitud no es de justificación ni de condena, sino de aviso y de misericordia para todos. Tu actitud no es la de eliminar al hombre, sino la de ayudarle a sanar su corazón. En aquel acontecimiento turbio en el que te intentaron inmiscuir para hacerte caer, todos tuvieron algo que aprender más allá de las leyes. Y es que antes que ver en el otro a un enemigo, hay que ver a un hombre, a una mujer, a un ser humano sufriente, y no para aplastarlo, sino para perdonarlo y dignificarlo.

            Todavía nos cuesta aprender esta lección, todavía parece que necesitamos más años o siglos de historia para humanizarnos. En el mejor de los cosas todavía existe un tira y afloja en nuestro corazón que se mueve entre tus sentimientos y los nuestros, y un deseo sincero de aprender humanidad de ti.

ORACIÓN:           “Limpiar mi mente y mi corazón”

            Gracias, Señor, porque si ésta no fuera tu actitud, no podría ponerme frente a ti. Gracias porque me permites ser consciente de mis errores y de mis limitaciones. Y, gracias, sobre todo, porque a pesar de ellos, me sigues mirando con amor, esperando siempre mi respuesta a la altura de tu confianza, de tu apuesta por mí.

            Perdóname, una vez más, como tantas veces me tienen que perdonar los que están a mi lado, a los que hiero queriendo o sin querer. Y dame ilusión y fuerza para limpiar mi mente y mi corazón.

CONTEMPLACIÓN:              “Un tiempo nuevo”

Podrías lanzar
no una piedra,
sino una losa sobre mí,
si tuvieses que aplastar
lo que hay de oscuro
en mi corazón.

Pero vuelcas,
una y otra vez,
una mirada de ternura
y de compasión,
y con ellas una palabra
que quiere levantarme
de mi postración,
que quiere devolverme
mi dignidad difuminada,
no sólo por los otros,
sino por mí.

Y así despiertas mi esperanza
que se abre como un arco iris
anunciando un pacto de amor:
la posible llegada
de un tiempo nuevo,
de la salida de un nuevo sol
en mi propio interior,
que ilumine mi camino
con una nueva luz.


Publicado por verdenaranja @ 23:03  | Liturgia
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Lectio divina para el sábado de la cuarta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio sábado 4º

 

LECTURA:           “Juan 7, 40‑53”

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que hablan oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta.» Otros decían: «Éste es el Mesías.» Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.»

Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.»

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.»

Y se volvieron cada uno a su casa.

MEDITACIÓN:             “Como ese hombre”

¿Por qué vivimos tan cerrados en nosotros mismos, en nuestros criterios? ¿Por qué ponemos coto a nuestra capacidad de descubrir nuevas dimensiones de la realidad, nuevas posibilidades de la historia y, sobre todo, de Dios? Y la respuesta pienso que siempre es el miedo a desestabilizarnos, a quitarnos las seguridades que necesitamos para mantenernos aferrados a algo, y así, nos encerramos en un cuadrado ridículo, incluso a ti, Señor.

            Tú, Señor, nos trajiste una palabra nueva, una visión nueva, nos descubriste un nuevo rostro de Dios, que no encajaba con muchas expectativas, como ahora sigue sin encajar en la de muchos, tal vez también en mí, y me alegra que sea así. Me alegra que no podamos meterte en nuestros esquemas, que no podamos manejarte, que nos desconciertes de mil maneras.

Así, nos vas enseñando la necesidad de estar abiertos, atentos a lo que el  Espíritu dice cuando quiere y desde donde quiere. Y aunque me desconcierte me gusta, porque me manifiestas tu libertad, tu grandeza, tu presencia en todo lo bueno y lo bello, allí donde hay amor, como dijo el apóstol. Y me invitas a estar con ojos y oídos abiertos, sin prejuicios, para encontrarte donde menos me lo espero, tal vez donde menos me gusta, pero seguro que es para enseñarme por donde tienen que caminar mis pasos.

ORACIÓN:           “Vuélvete hacia mí”

Quiero darte las gracias al recordarme tu libertad, tu grandeza, tus opciones, que me retan porque me abren a dimensiones nuevas. Porque ponen a prueba la verdad de mi seguimiento, la autenticidad de mi fe en ti, mi capacidad de entusiasmo, de lucha, de esfuerzo, que me hacen crecer, que me llevan a salir de mi pequeño yo encerrado y salir a tu encuentro, y al encuentro de mis hermanos, especialmente los más frágiles.

            Necesito pedirte tu fuerza, tu luz, incluso hasta que me violentes cuando caiga en la tentación de evadirme, de disculparme, de encerrarme, de pararme, de parapetarme detrás de toda una serie de excusas que ni yo mismo creo. Creo en la fuerza del amor, aunque pueda parecer a veces debilidad. Creo que sólo él puede cambiar el corazón del hombre, del mundo, y mi pobre corazón cobarde. Vuélvete hacia mí, escucha mis anhelos, y ayúdame a caminar a tu lado.

CONTEMPLACIÓN:            “Rompe las barreras”

Reconozco mis miedos, Señor,
y cómo ellos me cierran
el paso decidido hacia ti
y hacia todos los que esperan
algo de mí.

Rompe las barreras que me frenan,
levanta mi corazón,
que parece cejar en su latir;
abre mis ojos a tu presencia,
déjame penetrar en ti,
y haz que llegue a descubrir
tu inmenso amor por mí.


Publicado por verdenaranja @ 22:58  | Liturgia
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Información recibida desde la Delegación Dicesana de Piedad Popular de la diócesis de Tenerife, Islas Canarias.

ALGUNAS COSAS RELACIONADAS CON LA PASCUA

PASCUA
El término tiene varios significados:

Solemnidad del Domingo de Resurrección. Es la Fiesta de las fiestas para los cristianos, centro de todo el año litúrgico. Comienza con la Vigilia Pascual, la noche del sábado santo, y se prolonga durante todo el domingo.

Etimológicamente se la relaciona con la raíz hebrea pasa, que significa: saltar, pasar, pasar de largo sin hacer daño (Ex 12,11.23.27).

Rito del cordero pascual: sacrificio de un cordero que practicaban los pastores nómadas en primavera para asegurarse la fecundidad de sus rebaños; los agricultores, personas sedentarias, en vez de un cordero, tenían la ofrenda de las primicias de los frutos de primavera.

Pascua hebrea: para los hebreos, la pascua era el sacrificio de un cordero. El significado de este rito estaba unido a la salvación de Dios hecha a favor de su pueblo al sacarlo de Egipto.

Para los cristianos: la Pascua asume los significados precedentes, sobre todo la pascua hebrea. Los cristianos vemos toda la riqueza de significado anterior cumplida y llevada a plenitud en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Pascua florida: según la tradición judía, en el hemisferio Norte, la pascua coincide con el mes de Nisán judío, el mes de la primavera, el mes en que Dios creó todas las cosas. La palabra primavera, en el uso ordinario del pueblo, hace alusión a “comienzo”, “edad bonita”, “plenitud de juventud”. El pueblo ha bautizado a la Pascua de Resurrección como “pascua florida” porque se celebra en plena primavera, y porque es el triunfo de la Vida que nace triunfante.

Día primero: La resurrección ocurrida en el alba del domingo, es descrita por Jn 20,19-31 con estas palabras: “El día primero de la semana entró Jesús y se puso en medio de los discípulos”. Día primero es día de la resurrección, día de domingo, día del Señor, día nuevo, el día en que Dios recreo todo de nuevo con la resurrección de su Hijo. Se acabó el sabbat, ahora el día del Señor es un nuevo día, el primero, el domingo. Es otra etapa la que vivimos.

MISTERIO PASCUAL
Expresión utilizada en la Constitución del Vaticano II sobre la liturgia Sacrosanctum Concilium al menos 8 veces. Tiene el mismo significado que Pascua, es decir, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, verdadero Cordero (Jn 1,29; 18,28), verdadero Pan de Vida (Jn 6,35) que reconcilia a los hombres con el padre y sella una nueva Alianza entre Dios y los hombres.

TIEMPO PASCUAL
Prolongación del día de Pascua que dura 50 días, hasta el día de Pentecostés. También se le llama “cincuentena pascual”.

FECHA DE LA PASCUA
La celebración de la Pascua es móvil. No cae siempre el mismo día. Los judíos celebran la Pascua el 14 de Nisan, día de luna llena de primavera. En el concilio de Nicea (325) los cristianos optaron por celebrar la fiesta de Pascua el domingo que seguía a la primera luna llena de primavera. En el Concilio Vaticano II hubo intentos de hacerla fija (el primer o segundo domingo de abril), pero los Ortodoxos se oponen radicalmente.

PASIÓN
Viene de la palabra “passio”: acción de soportar, sufrir. La Pasión de Cristo es la acción por la cual Cristo, sufriendo en su cuerpo el dolor y la muerte en cruz, realiza la Redención o Salvación.
Domingo de pasión o semana de pasión: se usa esta denominación, sobre todo en algunos lugares. Al Domingo de Ramos se le denomina oficialmente: en la Pasión del Señor o Domingo de la Pasión del Señor. Se mantiene, por fuerza de la tradición, en algunos partes, costumbres como celebrar el onomástico de las “Lolas”, “Dolores” el viernes antes del Domingo de Ramos, o Viernes de Dolores la Virgen Santísima. Todo se explica porque antes de la reforma litúrgica de 1969, a las dos últimas semanas de la Cuaresma se las denominaba semanas de pasión o tiempo de pasión,
La reforma prefirió quitar esta denominación para dar más unidad a toda la Cuaresma.
Lo característico del Domingo de Ramos es la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén y la solemne proclamación de la Pasión.


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Viernes, 19 de marzo de 2010

Información proveniente de la Delegación Diocesana de Piedad Popular de la Diócesis de Tenerife, Islas Canarias.



SIGNIFICADO DE LA VISITA A LOS MONUMENTOS

Después de la misa del Jueves Santo en la noche, el Santísimo se reserva en lugares especiales para la comunión del Viernes Santo, día en que se conmemora la Pasión y muerte del Señor y en que no se celebra la Eucaristía. Con la consolidación del culto eucarístico en los siglos XII y XIII, se extendió la costumbre de preparar un “sepulcro” a Cristo. He ahí que en muchos lugares se llame todavía “sepulcro” a aquello que nosotros conocemos como monumento.

La devoción popular hizo de este gesto práctico, es decir, reservar las hostias consagradas el Jueves Santo para la comunión del Viernes Santo, todo un despliegue de arte y creatividad. Nosotros heredamos esta tradición ya desde el principio.

¿POR QUÉ LA COSTUMBRE DE VISITAR SIETE MONUMENTOS?

¿Por qué el número de siete? Es una costumbre posterior a la de la preparación de los monumentos. Esta se deriva de la usanza romana de visitar las siete iglesias más importantes de Roma, que fomentara y promoviera san Felipe Neri en el S. XVI, y que todavía hoy se conserva.

Este gesto es una especie de peregrinación y sacrificio, que recuerda, según algunos, cuando Jesús fue llevado de un lado a otro durante el proceso seguido antes de su crucifixión.

Según la devoción popular, la visita a los siete monumentos recuerda los siguientes pasajes bíblicos:

  1. El recorrido por Jesús desde el lugar de la Ultima Cena, hasta el Huerto de los Olivos;
  2. Del huerto a la casa de Anás;
  3. De ahí a la casa de Caifás;
  4. El tránsito al pretorio de Pilato;
  5. De Pilato a la casa del Rey Herodes;
  6. Cuando es llevado por segunda vez ante Pilato.
  7. El recorrido hacia el Calvario con la Cruz a cuestas.

La costumbre de visitar los monumentos es propia del Viernes Santo, aunque muchos la hacen ya desde el Jueves en la noche. Desde tempranas horas de la mañana se ven numerosos grupos que van de iglesia a iglesia para cumplir con esta hermosa devoción.


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Información proveniente de la Delegacion Diocesana de Piedad Popular de la diócesis de Tenerife.

ALGUNAS TRADICIONES PASCUALES

A) LOS HUEVOS DE PASCUA.

Son muchas las tradiciones de la Pascua Florida. Todas están relacionadas con la primavera, la vida y el bautismo o agua. Así la tradición de que el padrino regalara al ahijado (mientras éste permaneciera soltero) “la rosca de Pascua” (la mona de Pascua que se entrega el lunes de Pascua, el huevo de Pascua...). El huevo típico en esta fecha (hoy se presenta refinado en forma de chocolate) se debe a que por fuera tiene aspecto de roca y por dentro esconde la vida, la germinación, el nacimiento de algo. Es la mejor manera de hablar de la vida que Jesús, el Resucitado, nos ofrece. En algunos lugares, los huevos cocidos eran rellenados de sorpresas. El turismo hoy está haciendo evolucionar las costumbres nacidas en un contexto de significado religioso a puras tradiciones populares desprovistas de sentido hondo. Se conservan las formas externas, pero se olvida el sentido y significado inicial de las tradiciones.

B) LA BENDICIÓN DE LAS CASAS.

En nuestro entorno ha perdido fuerza, pero en contextos como Alemania e Italia sigue muy viva la tradición de la “bendición de las casas” en el tiempo pascual con el agua bendita de la noche pascual. El párroco pasa por las casa y las bendice. Es un signo de presencia de Dios, de apertura a Dios y de deseo de que sobre esa casa y sus moradores se derramen las gracias y las bendiciones que brotan de la Resurrección. En Alemania se marca la fecha de la bendición con tiza en un lugar visible.

C) EL AGUA BENDITA.

Aunque se va perdiendo, pero aún es posible ver en algunas comunidades cristianas que en la pila bautismal está a disposición de los fieles el agua bendita de la noche pascual. Esta agua es llevada a los hogares como un sacramental que recuerda el bautismo, la noche pascual y como presencia de fecundidad espiritual que ayuda a vivir de manera evangélica a la familia. En algunos momentos significativos se usará, (como se usa el agua en gesto penitencial al entrar en la iglesia y santiguarse), por ejemplo, ante la tormenta, en días señalados familiares, en momentos de dificultad o enfermedad. No se trata de magia, sino de un elemento cargado de sentido religioso que está ahí para ayudarnos a recordar que tenemos que vivir en creyente, como resucitados, como bautizados, como pasados por el agua de la Pascua, como personas de fe en todo lo que la vida trae consigo. Nada de nuestra vida está al margen de la fe. Todo lo tenemos que vivir con fe.


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Información proveniente de la Delegación de Religiodad Popular de la Diócesis de Tenerife, Islas Canarias.

SIGNOS LITURGICOS DEL SÁBADO SANTO.

EL RITO DEL FUEGO

El Rito del fuego entró en la liturgia romana hacia el siglo XII; parece que esta práctica se remite a una antigua tradición pagana que consistía en encender fogatas durante la primavera en honor de cualquier divinidad para propiciar el crecimiento de los frutos de la tierra. La Iglesia acogió este rito muy arraigado en la tradición popular y le dio un significado cristiano expresado muy bien en la plegaria de bendición, que escucharemos en la celebración de la Vigilia Pascual.

EL CIRIO PASCUAL

El símbolo más destacado del tiempo pascual es el cirio. En medio de la oscuridad, de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, es decir, Cristo principio y fin del universo. Luego, se le incrustan cinco granos de incienso simbolizando con esto las cinco llagas gloriosas del Señor Jesús en su crucifixión.

El Cirio pascual estará encendido durante la cincuentena pascual, durante todas las celebraciones hasta la tarde del domingo de Pentecostés; también se usa durante los bautizos y en las exequias, significando el principio y el término de la vida temporal, para simbolizar que un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a Luz de la vida eterna.

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

La Resurrección de Cristo es el centro y la esperanza de todo el mensaje cristiano, por esto la Pascua es la máxima celebración del culto cristiano. La Pascua de Resurrección es la madre, la raíz, la primera de todos los domingos. La Vigilia Pascual, por el misterio que celebra es la convocación eclesial por excelencia, por esto mismo se convirtió bien pronto en una fecha privilegiada para la iniciación cristiana, es decir, para la celebración de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, y la participación por vez primera en la mesa eucarística.


Publicado por verdenaranja @ 22:44  | Liturgia
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Quinto Domingo de Cuaresma
21 Marzo 2010

"Lávate"


Dios Padre Bueno, guíame, acompaña mi caminar,

hacia la felicidad plena contigo.

Señor, Tú me has abierto

un camino en el mar;

has borrado mi pasado

y haces brotar algo nuevo en mí.

Tú no me condenas:

me amas;

me conoces y me invitas a purificarme,

a no pecar más.

Y yo siento

que tu mirada me sana y que estoy sediento del Agua Viva

que me regenera

y me da fuerza y sentido para seguir avanzando.

No, ya no temo más:

tu amor es más fuerte

que cualquier juicio humano.

 

Texto: Hermanas clarisas de Huesca
Editado por FNP a.s.b.I.,
17, rue de l'HIMital - B - 6060 Gilly
con licencia eclesiástica por el Obispado de Huesca


Publicado por verdenaranja @ 17:48  | Oraciones
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ZENIT publica la meditación que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, OFM, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y Jaca, sobre el Evangelio de este domingo, 21 de marzo (Lucas 8, 1-11), quinto de Cuaresma.

Hemos de reconocer que aquel grupo de letrados y fariseos fue hábil en diseñar una vez más su estrategia de poner a Jesús contra las cuerdas. No era fácil la respuesta, pues llevaba o al escándalo ante la banalización de la Ley, o a la impopularidad ante la suerte de una mujer, víctima y cliente de sus acusadores.

Pero tal artimaña, se encontró con la respuesta más inteligente y sabia que cabía imaginar: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Todos se fue­ron escabullendo, como quien se marcha de puntillas para que no se note mucho. Fue como una pedrea que salió justo al revés. En el fondo, aquella mujer era simplemente una torpe coartada para poder lapidar a Jesús, que era quien verdaderamente molestaba al poder dominante. Mas aquellos que intentaron tirar piedras contra Él, salieron escalabrados en el adulterio de su hipocresía.

El error de aquellos fariseos no estuvo en indicar que el adulterio de la mujer estaba mal, sino en porqué lo indicaban. El Señor no cae ni en la aplica­ción dura de la ley, ni en las rebajas de enero del pecado. A Jesús no le importa el qué dirán, y jamás ha hablado haciendo poses ante la galería. Ni tuvo una afición leguleya ante las tradiciones, ni tampoco una calculada ambigüedad ante el pecado.

Jesús no iba de reaccionario anti-fariseo por la vida. A éstos les dirá: no pon­gáis en el paredón a las víctimas de vuestros divertimientos, no queráis lavar vuestra culpabilidad con quienes mancilláis la inocencia mutua... "El que esté libre de pe­cado, que tire la primera piedra". Y tampoco iba de progre liberal, por lo que a la mujer le dirá: no juegues con tu fidelidad ni con la ajena, porque eso es trampear con tu felicidad y la de los otros..., "anda, y en adelante no peques más".

La última palabra no la tuvieron los fariseos hipócritas, ni la mujer equivo­cada, sino Jesús, portador y portavoz de la misericordia del Padre. Y como quizás también nosotros participamos en alguna medida de la actitud de los fariseos y de la de la mujer, por eso en la recta final de esta Cuaresma necesitamos escuchar esa palabra más grande que nuestro pecado: para que la última palabra no la tengan ni nuestras hipocresías y endurecimientos, ni nuestros traspiés y equivocaciones, sino Aquél que dijo: levántate, anda, no peques más. Y que teniendo esta experiencia real del perdón de parte de Dios, podamos a nuestra vez ofrecerlo a cuantos nos ofendan.  Es lo que pedimos cada día en el Padrenuestro.


Publicado por verdenaranja @ 11:56  | Espiritualidad
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Florilegio sobre el sacerdote distribuido a los sacerdotes presentes para su reflexión en un retiro sacerdotal en la diócesis de Tenerife.


FLORILEGIO SOBRE EL SACERDOTE

1.-"El ladrido de los perros es más grato a Dios que la oración de los sacerdotes indignos de su sacerdocio" (S. Agustín) 

2.-"Si el sacerdote representa a Jesucristo, ha de ser lo suficientemente puro que merezca estar en medio de los ángeles" (S. Juan Crisóstomo) 

3.-"La vida del sacerdote ha de superar en santidad a la del seglar" (S. Ambrosio) 

4.-"El sacerdote no se salva por su dignidad, sino por las obras que convienen a su dignidad" (S. Jerónimo)

5.-"Si encontrara a un ángel del cielo y a un sacerdote, primero me arrodillaría ante el sacerdote y luego ante el ángel" (S. Francisco de Asís) 

"La dignidad del sacerdote sobrepasa todas las dignidades de los reyes, de los emperadores y de los ángeles" (S. Bernardo) 

"Sin la devoción a María Santísima es moralmente imposible que el sacerdote sea bueno" (S. Alfonso Ma Ligorio) 

8.-Sea sacerdote eucarístico en su piedad, propaganda, catequesis, familia, amistades, puntos de vista...y todo lo demás vendrá por añadidura" (Obispo Manuel González) 

9.- "El sacerdote tiene su vida alquilada a los otros" (S. Juan de Ávila) 

10-"El progreso de todo el pueblo de Dios depende del ministerio de los sacerdotes"

(Juan Pablo II)


Publicado por verdenaranja @ 10:59  | A?o Sacerdotal
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Artículo enviado por monseñor Bernardo Álvarez Afonso, obispo de Tenerife, islas Canarias, a las parrroquias para introducir los programas de Semana Santa 2010.


ES SEMANA SANTA: “EL QUE TENGA OÍDOS, QUE OIGA” 

Hasta ocho veces aparece Jesús en el Evangelio empleando la expresión “el que tenga oídos, que oiga”. También, en el Apocalipsis de San Juan, el propio Jesucristo resucitado, que se presenta a sí mismo como “el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos”, repite la misma frase siete veces.

Tanto este dicho, “el que tenga oídos, que oiga”, como el sinónimo, “el que tenga oídos para oír, que oiga”, son utilizados por Jesús para llamar la atención de sus oyentes sobre algo que les está diciendo y que es de suma importancia para sus vidas, pero que hace falta prestar una especial atención para captar su significado. Además de percibir las palabras por medio del oído, es necesario escuchar, es decir, aplicar “el oído interior”, poner cuidado y atención para comprender lo que se dice y darse por aludido. “El que tenga oídos, que oiga”, es todo lo contrario a ese otro dicho, “por un oído me entra y por el otro me sale”, que es propio del que oye como si no oyera y, por tanto, lo que oye no influye para nada en su vida.

También yo quiero, en esta ocasión, utilizar la frase de Jesús en relación con un tema de vital importancia para nuestras comunidades y, en ellas, para cada fiel cristiano: “Es Semana Santa: “el que tenga oídos, que oiga”. Sí, queridos diocesanos, prestad atención porque la Semana Santa es el gran mensaje de Cristo Resucitado, el que vive, el que estuvo muerto pero ahora está vivo por los siglos de los siglos, y es fuente de salvación para cuantos creen en Él. Sí. Estad atentos porque la celebración anual de la Semana Santa es “por nosotros y por nuestra Salvación” y sería lamentable que teniendo tan a mano a Cristo, pasemos por la Semana Santa sin que la Semana Santa pase por nosotros. “El que tenga oídos, que oiga”.

Por diversas causas (sociales, culturales, a veces políticas y hasta religiosas) existe el peligro real de reducir o centralizar la Semana Santa en torno a las procesiones. Aún reconociendo el valor religioso de las mismas, siempre que sean expresión de una fe viva, hay que afirmar que la Semana Santa es, ante todo, una celebración litúrgica, la más importante del Año Cristiano. “Celebración litúrgica”, quiere decir, actualización sacramental de la Pascua del Señor (pasión, muerte y resurrección de Jesucristo); no simple memoria y representación plástica de aquellos hechos del pasado, sino realización actual y para nosotros de la acción salvadora de Cristo. Celebrar la Semana Santa quiere decir, participar en los sacramentos uniéndonos a Cristo de tal modo que “experimentemos en nosotros los frutos de su Redención”. Celebrar la Semana Santa quiere decir que, por medio de los sacramentos, nosotros, “por Cristo, con Él y en Él”, morimos al pecado y resucitamos a una vida nueva.

Celebrar la Semana Santa, en fin, es mirar a Jesucristo, no como un personaje del pasado y sin vida personal actual, sino como Aquél que constantemente nos habla y nos da vida. El mismo nos dice: “Yo soy el pan de vida, el que me come vivirá por mí” (Jn. 6, 57); y por el contrario: “Si no coméis mi carne no tendréis vida en vosotros” (Jn. 6,53). No es posible una verdadera celebración de la Semana Santa sin participar dignamente, con un corazón puro (limpio de pecado), en la comunión del Cuerpo de Cristo. “El que tenga oídos, que oiga”. También hoy, quizá más que nunca, hay que recordar a los católicos el mandamiento de la Iglesia de confesar y comulgar en las Fiestas de Pascua. Confesar, sí, porque todos somos pecadores y necesitamos reconciliarnos con Dios y ser liberados, por su perdón, de la esclavitud del pecado. Como dice el Salmo 31, “dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”.

No tiene ningún sentido una Semana Santa sin comulgar, pero, atención, no podemos acercarnos a comulgar el Cuerpo de Cristo y tener el corazón lejos de Él. Es imposible honrar a Cristo, comulgando en la misa, si lo negamos llevando una vida contraría a sus mandamientos. San Pablo, como a los corintios de su época, nos recuerda: “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1Cor. 11,27-29). No se puede comulgar a la ligera, hay que examinar si la propia vida (pensamientos, palabras y obras) está en “comunión” con Cristo y su mensaje. Comulgar en pecado es aparentar que creemos en Cristo y que estamos unidos a Él, cuando en realidad estamos tan lejos de Él como lo estuvo Judas en la Última Cena, aunque estaba sentado en la misma mesa. Comulgar a Cristo implica comulgar con Cristo. “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Uno de los salmos que se cantan en Semana Santa, durante la procesión del Domingo de Ramos, dice: "¿Quién puede subir al monte del Señor, quién puede estar en el recinto sagrado?". Se refiere a quien podía ir al Templo de Jerusalén, situado en lo alto del monte, para encontrarse con Dios. Para nosotros sería como preguntar ¿Quién puede acercarse a comulgar el Cuerpo de Cristo y así celebrar plenamente la Semana Santa? El salmo 24 indica dos condiciones esenciales: “El hombre de manos inocentes y puro corazón”. Dejando aparte el lenguaje sexista, pues “el hombre” aquí es “todo ser humano” (sea varón o mujer), “manos y  corazón” es la manera de decir toda clase de acciones, pensamientos y deseos. Para acercarse a recibir al Señor, para comulgar con Cristo, es necesario tener “manos inocentes y corazón puro”.  Si alguno tiene oído, oiga.

Comentando este salmo, decía el Papa Benedicto XVI, al comienzo de la Semana Santa de 2007: “Manos inocentes son manos que no se usan para actos de violencia. Son manos que no se ensucian con la corrupción, con sobornos. Corazón puro: ¿cuándo el corazón es puro? Es puro un corazón que no finge y no se mancha con la mentira y la hipocresía; un corazón transparente como el agua de un manantial, porque no tiene dobleces. Es puro un corazón que no se extravía en la embriaguez del placer; un corazón cuyo amor es verdadero y no solamente pasión de un momento”.

Tener “un corazón puro” es lo que nos permite acercarnos de verdad al Señor: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5, 8), afirma Jesús en la bienaventuranzas. Pero, además, tener “un corazón puro” es una necesidad personal para poder hacer el bien y ser felices. Una de las veces que Jesús emplea en su predicación la expresión “el que tenga oídos, que oiga”, es precisamente para referirse a la limpieza del corazón: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga» (Mc. 7,14-16). Y ante la pregunta de los discípulos, que no entendieron el significado, les dijo: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre» (Mt. 7, 20-23).

Ante la imposibilidad del ser humano de procurarse a sí mismo “un corazón puro”, Dios, por medio de los profetas, prometió ocuparse personalmente del asunto: “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez. 36, 25-26). Para cumplir esta promesa envió Dios a su Hijo al mundo. Para que podamos tener “un corazón puro”, murió y resucitó Cristo.

Celebrar la Semana Santa es querer un corazón nuevo. Es suplicar “Oh Dios, crea en mí un corazón puro” y aferrarse a Cristo para que, con el poder de su resurrección, “nos renueve por dentro” y nos haga renacer a una vida nueva. “Es Semana Santa. El que tenga oídos para oír, que oiga”. 

† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense

 


Jueves, 18 de marzo de 2010

Información recibida desde la Delgación de Piedad Popular de la dióciesis de Tenerife, Islas CAnarias, España.

SIGNOS LITURGICOS DEL VIERNES SANTO

LA PASIÓN DEL SEÑOR

El Viernes Santo, es el día en que es sacrificada la víctima pascual: Cristo. La Iglesia medita sobre la pasión de su Señor, y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo muerto en la cruz que intercede por la salvación de todo el mundo. En la tradición popular este día asume una dimensión de tristeza profunda, de luto; sin embrago, la liturgia del Viernes Santo, a pesar de su austeridad, expresa una serena y majestuosa solemnidad ya que para todo cristiano católico es el cumplimiento de las promesas de Dios para con todos nosotros.

POR QUÉ LOS ORNAMENTOS DE HOY, VIERNES SANTO, NO SON MORADOS SINO ROJOS

Para muchos, debería hoy estar revestida la Liturgia de color morado, porque este color expresa duelo, tristeza, sin embargo, a pesar de que el Viernes Santo, tiene este carácter de duelo, no por casualidad se usan los ornamentos rojos, como el día en que se conmemora la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén, tal como se hace el Domingo de Ramos. O como en los días en que la Iglesia celebra la entrada triunfal de los mártires a la Jerusalén celestial o como el día de Pentecostés cuando se celebra el triunfo del resucitado que como máximo fruto de la Pascua envía al Espíritu Santo a su Iglesia. Es decir, se usa el color rojo porque la Iglesia celebra la hora de la muerte de Jesús no como una derrota, sino como la hora de triunfo. Pues, con su muerte da cumplimiento a su pascua y a la nuestra, es decir, en Él se resume nuestro éxodo y nuestra esperaza final.

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DEL VIERNES SANTO

Según testimonios, hacia finales del siglo IV el rito del Viernes Santo se comenzó a extender lentamente desde Jerusalén, lugar donde se custodiaba el madero de la cruz, a toda la Iglesia. El Viernes Santo el obispo presentaba al pueblo el madero de la cruz y todos los fieles hacían procesión ante la Cruz, se inclinaban, la tocaban con la frente y la besaban. Pero sólo hasta finales del año 700 se empieza a celebrar en Roma. Para este día se celebraba sólo con la liturgia de la Palabra y la comunión.

QUÉ SE HACÍA EN LA EDAD MEDIA EL VIERNES SANTO

El gusto medieval por las representaciones teatrales originó entre el siglo X y el siglo XIV algunos ritos alrededor de la cruz en muchas iglesias europeas. Aunque estos ritos no fueron tenidos en cuenta por el misal romano. Después de la adoración de la cruz se envolvía en un paño blanco y se representaba una sepultura al lado del altar; allí permanecía hasta la vigilia pascual. Y con la misma cruz, elevada solemnemente entre aclamaciones del pueblo, se celebraba la victoria de la resurrección. Asimismo el gusto por las obras teatrales hizo que surgiera también el vía crucis y por su popularidad a partir del siglo XVIII se ha convertido en un elemento importante desde al celebración litúrgica.

POR QUÉ LA COMUNIÓN SIN HABER MISA

Es lógico pensar así. La comunión fuera de la misa es siempre una excepción. Hoy la liturgia romana prevé la comunión de los fieles. Esta se da después de la adoración de la cruz en la que se cubre el altar con un mantel y sobre él se coloca un corporal. Seguidamente dos ministros acompañan el pan consagrado que se reservó de la misa de la última cena. Llegado el pan al altar, el sacerdote inmediatamente reza el Padrenuestro, comulga y procede a distribuir la comunión a los fieles. Terminada la comunión se lleva el pan consagrado al monumento y se desnuda el altar. La celebración concluye con la oración sobre el pueblo que es bien significativa en la que el sacerdote extiende las manos sobre el pueblo y dice: “Tu bendición abundante Señor descienda sobre este pueblo que ha celebrado tu muerte y espera tu resurrección”.


Publicado por verdenaranja @ 22:42
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Información recibida desde la Delegación de Piedad Popular de la Diócesis de Tenerife, Islas Canarias, España.

SIGNOS LITÚRGICOS DEL JUEVES SANTO

UN SAGRARIO ABIERTO Y VACÍO

En la misa de Jueves Santo, el sagrario debe estar abierto y vacío antes de iniciar la celebración de la Última Cena. Sólo se consagran las hostias necesarias para la comunión de los fieles y para que los sacerdotes y el pueblo puedan comulgar en la celebración de la Pasión del Señor que se realiza el Viernes Santo. Lo que la iglesia pretende con el signo del Sagrario vacío y de la comunión con el pan consagrado durante este grandioso día es comunicar lo que Jesús en realidad instituyó en la última Cena cuando partió el pan y lo dio a sus discípulos diciendo: tomad y comed todos de él porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Se trata pues, de comer y de beber aquel vino que nos convierte en uno solo con Cristo para transformarnos y entregarnos también nosotros tal como Él lo hizo. En el servicio a los demás.

EL LAVATORIO DE LOS PIES

El lavatorio de los pies significa el servicio y el amor de Jesús que ha venido no a ser servido sino a servir. Recordemos que en occidente desde el siglo IV se realizaba el lavatorio de los pies en el rito del bautismo con el fin de que no se olvidaran que ser cristianos significa ser servidores a ejemplo de Jesús. Posteriormente comenzó a ser utilizado en los monasterios como signo de acogida a los huéspedes. Este gesto debe ser simbólico y profético, a la vez que explica el deseo de una Iglesia que a ejemplo de Jesús se hace servidora de la humanidad especialmente de los más pobres y oprimidos. El lavatorio se hace con autenticidad, no es teatro, se lavan, se secan y se besan los pies expresando el amor Fraterno, el servicio y la reconciliación.

LA INSTITUCIÓN DEL SACERDOCIO Y DE LA EUCARISTÍA

Con la institución la Eucaristía, Jesús comunica a los apóstoles la participación ministerial en su sacerdocio, el sacerdocio de la alianza nueva y eterna, en virtud de la cual Él y sólo Él es siempre el artífice y ministro de la Eucaristía. Los apóstoles se convierten en ministros de este excelso misterio de la fe, destinado a perpetuarse hasta el fin del mundo. La Eucaristía es el supremo sacramento de la Iglesia, está unida al sacerdocio ministerial que nació también en el cenáculo, como don del gran amor de Jesús, que sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Les encargó hacer eso en memoria de suya.

POR QUÉ EL JUEVES SANTO NO SE REZA EL CREDO

En la misa del Jueves Santo no se reza el Credo. Pues hemos de tener en cuenta que el Credo que los católicos proclamamos se hizo por tradición, es decir, por la experiencia de las primeras comunidades cristianas, después de la resurrección de Jesús, se entiende entonces, por qué no se profesa la fe públicamente este día, no es que sea una omisión, ni nada por el estilo, sino que es un acto de respeto por la misma Tradición antigua que no tenía prevista esta particular profesión de fe cuando se instauró el Jueves Santo. Sólo hasta el siglo XI el Credo entró definitivamente en la liturgia. Cabe decir también que hoy se recomienda que en los templos, se dé la comunión bajo las dos especies del pan y vino.

POR QUÉ NO SE DA BENDICIÓN FINAL, AL TERMINAR LA MISA DE LA ÚLTIMA CENA

La conclusión de la celebración de la Última Cena es del todo insólita. Después de la oración final, se organiza una procesión solemne para llevar el Santísimo Sacramento hasta el lugar donde se tenga preparado el monumento. Posteriormente el sacerdote inciensa al Santísimo Sacramento mientras se entona un canto eucarístico. Allí se ha de permanecer en adoración en silencio. Luego el celebrante y los ministros hacen genuflexión y se retiran hacia la sacristía. La asamblea se dispersa sin ninguna clase de despedida litúrgica. Esto significa que quedamos en espera para participar de la más importante celebración del año Litúrgico. La Vigilia Pascual.

EL ALTAR PERMANECE DESNUDO

Este gesto, de quitar el mantel que cubre el altar, hasta la Vigilia Pascual, es otro signo que asombra e interroga, pues, se retira el mantel que lo cubre, se quitan además las cruces o si no es posible retirarlas se cubren con un velo. Se trata de mantener estable una antiquísima tradición que tenía previsto este gesto final en cada celebración y que luego se conservó únicamente en el Triduo Pascual. Este gesto tan significativo, data desde el siglo X hasta la reforma de Pío XII que lo interpretó con el “desnudamiento” de Cristo, del cual el altar es símbolo. Mientras de despojaba solemnemente el altar se recitaba el salmo 21, que dice: “se reparten mi ropa, echan a suerte a mi túnica”.

POR QUÉ NO SE PRENDEN VELAS A LAS IMÁGENES

Hoy en nuestra liturgia, el altar desnudo no se refiere al sentido trágico de la pasión, sino que quiere centrar la atención en las realidades espirituales representadas en los signos litúrgicos. Por ello mismo la prohibición de encender velas ante las imágenes de la Virgen María y de los santos. Esta prohibición por parte de la Iglesia se inicia el Jueves santo, hasta la Vigilia Pascual. En lugar de encender velas a las imágenes se sugiere a los fieles que las velas se lleven y se prendan al pie del monumento, lugar donde está Jesús presente, pues, este acto de ir a orar y encender una luz en el monumento, es descubrir la luz del misterio eucarístico, que es lo verdaderamente importante para el cristiano.

QUÉ ES EL MONUMENTO

Una vez concluida la Misa del Jueves santo, se procede a reservar el Santísimo Sacramento. Si en la iglesia hay capilla del santísimo, es lógico hacer allí la reserva, o sea, donde siempre se hace. Esto ayuda a recordar a la comunidad que siempre existe la reserva del santísimo, es decir, que la Eucaristía es también el sacramento de la presencia real del Señor Jesús y que por amor a nosotros se queda a nuestro lado para cumplir la promesa que nos hizo en el Evangelio de Mateo: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Los monumentos se adornan, con flores, cirios y frutos de las cosechas. Los monumentos se hacen en todas las capillas con el objetivo también de guardar las hostias sagradas para la comunión en el Viernes Santo y la de los enfermos.


Publicado por verdenaranja @ 22:36  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola para el evangelio del domingo quinto de cuaresma - c - 2010, ofrecida por la Delgación de Enseñanza de Tenerife.

REVOLUCIÓN IGNORADA 

          Le presentan a Jesús a una mujer sorprendida en  adulterio. Todos conocen su destino: será lapidada hasta la muerte según lo establecido por la ley. Nadie habla del adúltero. Como sucede siempre en una sociedad machista, se condena a la mujer y se disculpa al varón. El desafío a Jesús es frontal: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué dices?».

         Jesús no soporta aquella hipocresía social alimentada por la prepotencia de los varones. Aquella sentencia a muerte no viene de Dios. Con sencillez y audacia admirables, introduce al mismo tiempo verdad, justicia y compasión en el juicio a la adúltera: «el que esté sin pecado, que arroje la primera piedra».

         Los acusadores se retiran avergonzados. Ellos saben que son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Entonces Jesús se dirige a la mujer que acaba de escapar de la ejecución y, con ternura y respeto grande, le dice: «Tampoco yo te condeno». Luego, la anima a que su perdón se convierta en punto de partida de una vida nueva: «Anda, y en adelante no peques más».

         Así es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Alguien libre y magnánimo que nunca odió ni condenó, nunca devolvió mal por mal. En su defensa y su perdón a esta adúltera hay más verdad y justicia que en nuestras reivindicaciones y condenas resentidas.

         Los cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que encierra la actuación liberadora de Jesús frente a la opresión de la mujer. Desde una Iglesia dirigida e inspirada mayoritariamente por varones, no acertamos a tomar conciencia de todas las injusticias que sigue padeciendo la mujer en todos los ámbitos de la vida. Algún teólogo hablaba hace unos años de "la revolución ignorada" por el cristianismo.

         Lo cierto es que, veinte siglos después, en los países de raíces supuestamente cristianas, seguimos viviendo en una sociedad donde con frecuencia la mujer no puede moverse libremente sin temer al varón. La violación, el maltrato y la humillación no son algo imaginario. Al contrario, constituyen una de las violencias más arraigadas y que más sufrimiento genera.

         ¿No ha de tener el sufrimiento de la mujer un eco más vivo y concreto en nuestras celebraciones, y un lugar más importante en nuestra labor de concienciación social? Pero, sobre todo, ¿no hemos de estar más cerca de toda mujer oprimida para denunciar abusos, proporcionar defensa inteligente y protección eficaz? 

José Antonio Pagola  

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
21 de marzo de 2010
5 de Cuaresma (C)
Juan 8, 1-11


Publicado por verdenaranja @ 22:29  | Espiritualidad
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Examen de conciencia con las bienaventuranzas para cuaresma 2010, ofrecido por el Área de Pastoral Social de la diócesis de Tenerife.

EXAMEN DE CONCIENCIA CON LAS BIENAVENTURANZAS 

Bienaventurados los pobres de espíritu  

Por dejarnos llevar de la pasión del dinero y del ansia de ser, poseer y disfrutar por encima de los demás; por nuestra resistencia a compartir con los menos favorecidos nuestros bienes de toda clase.  

Bienaventurados los mansos

Por nuestras iras y animosidades; nuestra colaboración a mantener los odios, crear rencillas, alimentar antipatías e intolerancias contra los que no piensan como nosotros; por nuestros deseos de revancha y falta de generosidad para olvidar y perdonar de corazón, para responder al mal con el bien.

Bienaventurados los que lloran  

Por nuestra rebeldía contra el dolor, la enfermedad, las dificultades y las pruebas y nuestra ceguera para descubrir en ellas la parte que nos corresponde de la cruz del Señor; por nuestra dureza de corazón para reconocer nuestros pecados personales y colectivos y nuestra desidia para hacer penitencia por ellos.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia 

Por nuestra negligencia respecto a nuestros deberes y compromisos con Dios, con la iglesia y nuestra conciencia religiosa, personal y comunitaria; por nuestra pereza en la tares de construir un mundo nuevo más de acuerdo con el Evangelio; por escamotear nuestro apoyo moral y efectivo a los marginados y oprimidos o necesitados de nuestra ayuda.  

Bienaventurados los misericordiosos

Por nuestra insensibilidad ante los sufrimientos ajenos, nuestra resistencia para compartirlos, nuestra falta de generosidad para aliviarlos eficazmente; por nuestra dureza para criticar a los demás, por nuestros dogmatismos e intransigencias para la justa libertad ajena, por nuestros rencores y juicios temerarios; por nuestra mezquindad de mente y corazón.

Bienaventurados los limpios de corazón 

Por nuestra torpeza culposa, para descubrir las trampas del mundo, del demonio y de la carne; por nuestra frivolidad personal y colectiva; por nuestra contribución a la marea de erotismo y ansia de placer; por nuestra falta de firmeza para luchar contra el egoísmo propio y ajeno, las faltas de honestidad personales y comunitarias. 

Bienaventurados los que trabajan por la paz

Por nuestra desidia para buscar los verdaderos caminos de reconciliación personal con el Señor; con la Iglesia y con las personas de nuestro entorno; por nuestra resistencia a comprometernos en favor de la justicia y la paz a todas las escalas y niveles; por nuestra inhibición ante la organización de la injusticia, la violencia, el tráfico y consumo de drogas, la carrera de armamentos, las guerras y guerrillas, la pornografía, la explotación de hombres y pueblos.

Bienaventurados los que padecen persecuciones a causa de la justicia

Por nuestras cobardías personales y comunitarias para salir en defensa de los oprimidos, marginados o injustamente perseguidos; por nuestra falta de energía y perseverancia junto a los pobres ante las dificultades que les presentan las estructuras injustas; por nuestros respetos humanos y evasiones a la hora de comprometer nuestra situación personal o social a favor de una empresa noble, ante el temor de que nos acarreará persecución, impopularidad, daños y perjuicios.


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Subsidio litúrgico para la celebración con niños del quinto domingo de la Cuaresma - c - 2010, ofrecido por el Área de Pastoral Social de la diócesis de Tenerife. 

CELEBRACIÓN DEL 5º DOMINGO DE CUARESMA  Ciclo C
21 de marzo de 2010
CON NIÑOS
 

MONICIÓN DE ENTRADA 

Hermanos y hermanas:

         Bienvenidos todos a nuestra celebración. Nos queda muy poco para la Semana Santa. Hoy celebración el quinto y último domingo de Cuaresma.
Domingo tras domingo, hemos ido conociendo cuanto nos ama el Señor, cómo nos acoge, la misericordia que tiene de nosotros y cómo nos perdona. Él nos invita a cambiar nuestra relación con Él y con todas las personas.
La Palabra de Dios hoy nos muestra, de modo especial, lo importante que es conocer al Señor y experimentar nuestro encuentro con Él para que nuestra vida vaya cambiando, como le pasó a San Pablo. En el Evangelio nos enseña que tenemos que conocernos a nosotros mismos, nuestros pecados y maldades, en lugar acusar y condenar a los demás y cómo tenemos que acoger y comportarnos con todas las personas. El encuentro  de Jesús con la mujer pecadora es una buena lección para ello.
  Renovemos nuestra fe y nuestro amor a los demás. Aprendamos de Jesús a ser, cada día,  mejores hijos de Dios  y hermanos de todas las personas.  
Nos ponemos de pie para recibir, cantando, al sacerdote que va a presidir  la celebración.

ACTO PENITENCIAL

Ante el Señor todos somos pecadores e imperfectos, reconocerlo es recobrar nuestra dignidad de hijos suyos. Él nos ofrece un perdón ilimitado. Con esta confianza acudimos a Él arrepentidos.

Tú, Jesús, que quieres cambiar nuestro corazón de piedra, por un corazón sensible. ¡Señor, ten piedad!
Tú, que quieres levantar nuestra dignidad caída. ¡Cristo, ten piedad!
Tú, que no quieres que juzguemos ni condenemos a los demás. ¡Señor, ten piedad!

El Señor, que nos alegra con su comprensión y su perdón, nos lleve a la vida eterna. 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Oremos al Señor, nuestro Dios, que no quiere juzgarnos sino liberarnos y hacernos felices.  A  cada petición, respondemos: Escúchanos, Padre.

1.- Jesús nos dice: “Yo tampoco te condeno”

Para que la Iglesia y cada uno de los que formamos parte de ella, seamos a los ojos del mundo signo de esperanza, acogiendo a todos, animando y consolando. Roguemos al Señor.

2.- Los judíos dicen: "La ley de Moisés nos manda apedrear a la adúltera".

Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa que tiene y procure el remedio. Roguemos al Señor.

 3.- La gente dice: "Esta mujer ha sido sorprendida en claro adulterio".

Para que denunciemos toda injusticia o hipocresía contra las mujeres que se sienten despreciadas, maltratadas, amenazadas, discriminadas, asesinadas, y defendamos siempre la dignidad e igualdad propia de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.

4.-  Jesús dice:  "E1 que esté sin pecado, que tire la primera piedra".

Para que no nos creamos mejores que otros, ni nos convirtamos en jueces de los demás, sino que  aprendamos de Jesús a ser comprensivos con todas las personas. Roguemos al Señor.

Para que en esta Cuaresma, todos nosotros pasemos del simple lamento ante los problemas que vivimos  a preguntarnos qué  podemos hacer por los demás. Roguemos al Señor.

5.-   Hoy celebramos el día del Seminario en nuestra Diócesis:

Para que nuestros seminaristas, tengan experiencia de encuentro con Jesucristo que transforme sus vidas, sin mirar hacia atrás, igual que hizo San Pablo. Roguemos al Señor.

Para que todos ellos tengan el apoyo generoso de toda la comunidad y el acompañamiento lúcido de sus formadores. Roguemos al Señor.

 Señor, Dios nuestro, ábrenos a la esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

OFRENDAS

Piedras y flores:

Presentamos estas piedras y estas flores, que el Señor nos ayude a transformar “nuestras piedras de agresividad y condena” en  flores de acogida, perdón y misericordia con todas las personas. 

Estola morada

La estola es signo del sacramento del perdón. Con ella presentamos hoy  nuestra disposición para recibir el perdón del Señor y para no juzgar a nadie y  perdonar siempre.

Pan y vino

Como este pan y vino pronto se transformarán y serán  el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nosotros nos queremos dejar transformar por Él, cambiando nuestra relación con los demás, perdonando siempre, nunca condenando a nadie.

ACCIÓN DE GRACIAS

Te bendecimos, Padre,  porque en Jesús de Nazaret dejaste al descubierto la hipocresía que nos corroe  por dentro.

Te damos gracias, Jesús, por la lección que nos has dado con tu gesto de perdonar y devolver la dignidad a la mujer  en el Evangelio de hoy.

Gracias, Espíritu Santo, porque nos acompañas siempre para experimentar el amor generoso y misericordioso del Padre y para  hacerlo vida en nosotros cada día, dejando de ser fiscales aficionados y baratos de los demás.


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Subsidio litúrgico para el domingo quinto de Cuaresma - c 2010, ofrecido por el Área de Pastoral Social de la Diócesis de Tenerife.

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO 5º DE CUARESMA  -  Ciclo C
21 de marzo de 2010

MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos y hermanas:

Si en nuestra vida nos ponemos como meta el cumplimiento de la ley, de manera literal, seremos incapaces de abrir caminos  nuevos, estaremos siempre mirando al pasado.
En Cristo se nos abren siempre nuevos caminos. Él es el Camino, todo lo hace nuevo. Del corazón de Cristo que es todo misericordia, brota el dinamismo  renovador. Su novedad consiste en preferir la misericordia al sacrificio. Él nos invita a ver a toda persona como misterio que transciende la letra de los preceptos y las leyes.
En el Evangelio de hoy, Jesús nos conmueve. Nos conmueve al contemplar que el Justo que va a ser condenado injustamente nos juzga, no condena. Nos conmueve verlo escribiendo con el dedo sobre el suelo, quizás mostrándonos que la oración y la enseñanza que nos había mostrado poco antes, se iba a concretar en un gesto arrebatador. Conmueve darnos cuenta que muchas veces nos dejamos llevar por juicios fáciles y condenamos a las personas por hechos de los que quizá no han sido culpables. Cuando conocemos a Dios todo cambia. 
 Asistimos a un diálogo conmovedor entre Jesús y la mujer adultera.  Son muchas las lecciones que podemos aprender de esta narración. Una de ellas y muy importante para nuestra sociedad actual, sería la de no juzgar, la de no condenar a nadie porque ninguno estamos libres de pecado.
Comencemos la celebración de la Eucaristía dispuestos a dejarnos transformar por la acción de Dios que se hace misericordia en Jesús
Nos ponemos de pie para recibir cantando al sacerdote que va a presidir  la celebración.

ACTO PENITENCIAL

Ante el Señor todos somos pecadores e imperfectos, reconocerlo es recobrar nuestra dignidad de hijos suyos. Él nos ofrece un perdón ilimitado. Con esta confianza acudimos a Él arrepentidos.

Tú, Jesús, que quieres cambiar nuestro corazón de piedra, por un corazón sensible. ¡Señor, ten piedad!
Tú, que quieres levantar nuestra dignidad caída. ¡Cristo, ten piedad!
Tú, que no quieres que juzguemos ni condenemos a los demás. ¡Señor, ten piedad!

El Señor, que nos alegra con su comprensión y su perdón, nos lleve a la vida eterna.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA

         Dios que abrió caminos en el mar, puede abrir caminos en el desierto. Y, también, el que humilla a los orgullosos y soberbios, puede levantar los corazones caídos. Dios no se repite. Él hace nuevas todas las cosas, siempre para salvar y liberar. ¿Lo conocemos de verdad?... Conocer a Dios es experimentar su amor liberador, su misericordia. Escuchemos con atención al profeta Isaías. 

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA 

         Cuando conocemos a Dios, todo cambia. Nuestra liberación plena es encontrarnos con Jesucristo. Pablo, desde que se dejó encontrar por Cristo, ya no miró hacia atrás y comenzó su carrera apasionada para seguirle. Escuchemos la experiencia del Apóstol. 

MONICIÓN AL EVANGELIO 

         Jesús se muestra como el testigo de la misericordia. Le presentan a una mujer sorprendida en adulterio y  no le aplica el peso de la Ley. Con su Palabra liberadora, le muestra un camino nuevo a seguir y cuestiona a los acusadores. Dejémonos interrogar sobre nuestras actitudes y acojamos su misericordia.

 ORACIÓN DE LOS FIELES

Oremos al Señor, nuestro Dios, que no quiere juzgarnos sino liberarnos. A cada súplica respondemos: Escúchanos, Padre.

1.- Jesús dice a la mujer: “Yo tampoco te condeno”

Para que la Iglesia sea a los ojos del mundo signo de esperanza, acogiendo a todos, animando y consolando. Roguemos al Señor.

2.- Los judíos dicen: "La ley de Moisés nos manda apedrear a la adúltera".

Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa y procure el remedio. Roguemos al Señor.

 3.- La gente dice: "Esta mujer ha sido sorprendida en claro adulterio".

Para que denunciemos toda injusticia o hipocresía contra las mujeres que se sienten despreciadas, maltratadas, amenazadas, discriminadas, asesinadas, y defendamos siempre la dignidad e igualdad propia de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.

4.-  Jesús dice a la gente: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra".

Para que no nos creamos mejores que otros, ni nos convirtamos en jueces de los demás, sino que  aprendamos de Jesús a ser comprensivos con todas las personas. Roguemos al Señor.

Para que en esta Cuaresma, todos nosotros pasemos del simple lamento ante los problemas que vivimos  a preguntarnos qué  podemos hacer por los demás. Roguemos al Señor. 

5.-   Hoy celebramos el día del Seminario en nuestra Diócesis:

Para que nuestros seminaristas, tengan experiencia de encuentro con Jesucristo que transforme sus vidas,  sin mirar hacia atrás, como hizo San Pablo. Roguemos al Señor.

Para que todos ellos tengan el apoyo generoso de toda la comunidad y el acompañamiento lúcido de sus formadores. Roguemos al Señor.

 Señor, Dios nuestro, ábrenos a la esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

OFRENDAS

Piedras y flores:

Presentamos estas piedras y estas flores, que el Señor nos ayude a transformar “nuestras piedras de agresividad y condena” en flores de acogida, perdón y misericordia con todas las personas.

Estola morada

La estola es signo del sacramento del perdón. Con ella presentamos hoy nuestra disposición para recibir el perdón del Señor y para perdonar siempre.

Pan y vino

Como este pan y vino pronto se transformarán y serán signo de Jesucristo, nosotros queremos experimentar el encuentro con Jesucristo, dejarnos transformar por Él y ser  testigos de su amor y misericordia  en nuestros ambientes.

ACCIÓN DE GRACIAS

Te bendecimos, Padre,  porque en Jesús de Nazaret dejaste al descubierto la hipocresía que nos corroe  por dentro.

Te damos gracias, Jesús, por la lección que nos has dado con tu gesto de perdonar y devolver la dignidad a la mujer  en el Evangelio de hoy.

Gracias, Espíritu Santo porque nos acompañas siempre y nos ayudas a experimentar el amor generoso y misericordioso del Padre y  a  hacerlo vida en nosotros cada día, dejando de ser fiscales aficionados y baratos de los demás.


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Mi?rcoles, 17 de marzo de 2010

Mensaje de monseñor Luis Urbanč, obispo de Catamarca,  para la Cuaresma. (AICA)
 (17 de febrero de 2008)

CUARESMA 2010 

El pasado 5 de febrero hemos dado gracias al Señor por haber creado nuestra Diócesis de Catamarca encomendada a la protección de nuestra querida Virgen del Valle: Madre de Dios y Madre nuestra.   “¡Nuestra Señora del Valle, ruega por nosotros!”

Con el Miércoles de Ceniza damos inicio al exigente tiempo de Cuaresma, que este año cobra particular importancia para nosotros ya que nos deberá ayudar a cultivar las actitudes y a realizar las acciones propias de un Año Jubilar, a saber: reconciliación con Dios y con los hermanos, restablecimiento del orden que favorece la buena convivencia de todos los ciudadanos, renovación del ardor misionero de cada uno y de todos los bautizados, revalorización de la vida sacramental y una afectiva y efectiva vivencia eclesial de nuestra fe. El núcleo está en renovarnos como Cuerpo Místico de Cristo que somos, es decir, ser de verdad su Iglesia, su comunidad, su pueblo, su familia. Todas estas figuras nos hablan de un todo orgánico. Todos caminando hacia un mismo lado, bajo la guía de un mismo Espíritu, el que ungió y resucitó a Jesucristo, y que hizo nacer su Iglesia.

Para ilustrar bíblicamente nuestro peregrinar cuaresmal les propongo profundizar en una de las tantas experiencias edificantes del pueblo de Dios. Me refiero a lo vivido en tiempos de Nehemías, año 446 aC, aproximadamente, durante el reinado del rey persa Artajerjes I.

Nehemías (que significa ‘Dios consuela’), en el exilio, era el encargado de servir el vino en el comedor de Artajerjes I y gozaba de la estima del rey. Notemos que es un laico que se encuentra muy bien y sin necesidad de complicar su vida por nada. Sin embargo, al enterarse de la calamitosa situación tanto de la gente como de la ciudad de Jerusalén, cayó en una gran postración espiritual y dirigió una oración a Dios: “¡Ah, Señor! Que tus oídos estén atentos a la plegaria de tu servidor y a la plegaria de tus servidores, que se complacen en venerar tu nombre. Permíteme lograr mi cometido y que sea bien recibido por el rey” (Ne 1,11). Dios escuchó su plegaria movilizando al rey a percatarse de que su copero real andaba triste y a preguntarle qué le estaba pasando, a lo que Nehemías responde: “¿Cómo no voy a estar con la cara triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?” (Ne 2,3), y convenció al rey que le facilitara un comando especial para reconstruir la ciudad, sobre todo las murallas.

No me detendré en la reconstrucción material que emprendió Nehemías, pero si en la ‘rehabilitación moral’, ya que urgía rehacer los vínculos sociales entre los mismos hebreos que regresaban del exilio, sobre todo, porque los más afortunados se aprovechaban de los más pobres recurriendo a la usura y los abusos. Por eso las quejas se hacían cada vez más virulentas, lo cual llegó a oídos del sacerdote Esdras, quien intervino de manera enérgica e innovadora, proponiendo la remisión de las deudas. El dirigente Nehemías no dilató su respuesta, dando el ejemplo: “Lo que ustedes hacen no está bien…También yo, mis hermanos y mi gente hemos prestado dinero y trigo. Condonemos la deuda” (Ne 5,9-10). La iniciativa de Nehemías fue aplaudida por todos: “Restituiremos todo, sin reclamarles nada; haremos como tú dices” (Ne 5,12).

Comentando esta buena disposición de la gente, Nehemías refirió más detalladamente su comportamiento totalmente desinteresado en el desarrollo de su misión en la reconstrucción de Israel: “Los primeros gobernadores que me habían precedido gravaban al pueblo, exigiéndoles cada día pan y vino…Yo, en cambio, no obré de esa manera por temor de Dios…nunca exigí el impuesto debido al gobernador, porque el pueblo ya debía soportar un duro trabajo” (Ne 5,15-18).

En el trabajo de reconstrucción encontraron entre las ruinas el Libro de la Ley (Torah), de modo que, el primer día del séptimo mes, delante del pueblo reunido hubo una lectura solemne de la Ley por parte del sacerdote Esdras y de sus ayudantes: “La alegría fue muy grande. Día tras día, desde el primer día de la semana hasta el último, se leyó el libro de la Ley de Dios. Durante siete días se celebró la Fiesta, y el octavo día hubo una asamblea solemne, como está establecido” (Ne 8,17-18).

El volver a descubrir la Ley, que expresa la voluntad de Dios, provocó una reflexión en todo el pueblo que, de hecho, descubrió que no había cumplido con Dios y ruega humildemente perdón en una ‘confesión’ pública de culpa: “nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no practicaron la Ley; no hicieron caso de tus mandamientos ni de las advertencias que les habías hecho…hoy estamos esclavizados; sí, somos esclavos aquí, en el país que diste a nuestros padres, para que gozáramos de sus frutos y de sus bienes” (Ne 9,34.36). Hasta se llega a firmar una especie de ‘pacto de fidelidad’ a la Ley (cf. Ne 10,1-40), por ejemplo: no casar las hebreas con extranjeros, respetar el descanso sabático, llevar cada año al templo los primeros frutos de la tierra, etc. Como se ve, un serio intento de volver a observar la Ley, reafirmando su carácter divino.

Nosotros también debemos hacer un profundo examen de conciencia para reconocer nuestras infidelidades y omisiones, pedir perdón, restituir y también establecer un ‘pacto de fidelidad’ con el Amor de Dios: “amor con amor se paga”.

Este tiempo cuaresmal debe llevarnos a realizar, con generosidad, gestos de caridad, justicia y servicio para con nuestros semejantes; inspirados en el amor divino, forjar actitudes en orden a renovar nuestras estructuras sociales y eclesiales, que sólo serán posibles si cada uno purificó y sanó su propio corazón. No nos olvidemos que la renovación debe ser integral: abarcar toda nuestra vida, tanto civil como eclesial, familiar como personal, espiritual como profesional, privada como comunitaria, científica como moral; ningún resquicio del ‘hombre viejo, debe quedar en pie.

Entremos de buena gana a la palestra cuaresmal, convencidos de que el ayuno, la oración y las obras de caridad generosamente realizadas obrarán profundas y duraderas transformaciones en nuestras vidas, recordando la Palabra de Dios: “Sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente.” (2 Cor 9,6-7). El camino cuaresmal conduce a la Pascua; Pascua es Libertad. Sólo Cristo nos hace libres, pues para que seamos libres nos redimió con su muerte y resurrección (cf. Gal 5,1). Libres fuimos creados, y sólo quien es verdaderamente libre en Cristo y con Cristo, es Feliz. 

Son mis votos más entrañables que toda nuestra Iglesia diocesana de Catamarca logre, durante todo este año, una profunda renovación y una gran capacidad para escuchar al Espíritu Santo, que es el motor de toda vida creyente y comprometida con el anuncio de la Buena Nueva.

Mons. Luis Urbanc, obispo de Catamarca 


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ZENIT Ofrecemos a continuación el Mensaje de Benedicto XVI para la XLVII Jornada Mundial de oración por las Vocaciones, que se celebrará el próximo 25 de abril de 2010, y que este año lleva por tema “El testimonio suscita vocaciones”.

Venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio

Queridos hermanos y hermanas

La 47 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará en el IV domingo de Pascua, domingo del "Buen Pastor", el 25 de abril de 2010, me ofrece la oportunidad de proponer a vuestra reflexión un tema en sintonía con el Año Sacerdotal: El testimonio suscita vocaciones. La fecundidad de la propuesta vocacional, en efecto, depende primariamente de la acción gratuita de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo. Este tema está, pues, estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados. Por tanto, quisiera invitar a todos los que el Señor ha llamado a trabajar en su viña a renovar su fiel respuesta, sobre todo en este Año Sacerdotal, que he convocado con ocasión del 150 aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el Cura de Ars, modelo siempre actual de presbítero y de párroco.

Ya en el Antiguo Testamento los profetas eran conscientes de estar llamados a dar testimonio con su vida de lo que anunciaban, dispuestos a afrontar incluso la incomprensión, el rechazo, la persecución. La misión que Dios les había confiado los implicaba completamente, como un incontenible "fuego ardiente" en el corazón (cf. Jr 20, 9), y por eso estaban dispuestos a entregar al Señor no solamente la voz, sino toda su existencia. En la plenitud de los tiempos, será Jesús, el enviado del Padre (cf. Jn 5, 36), el que con su misión dará testimonio del amor de Dios hacia todos los hombres, sin distinción, con especial atención a los últimos, a los pecadores, a los marginados, a los pobres. Él es el Testigo por excelencia de Dios y de su deseo de que todos se salven. En la aurora de los tiempos nuevos, Juan Bautista, con una vida enteramente entregada a preparar el camino a Cristo, da testimonio de que en el Hijo de María de Nazaret se cumplen las promesas de Dios. Cuando lo ve acercarse al río Jordán, donde estaba bautizando, lo muestra a sus discípulos como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Su testimonio es tan fecundo, que dos de sus discípulos "oyéndole decir esto, siguieron a Jesús" (Jn 1, 37).

También la vocación de Pedro, según escribe el evangelista Juan, pasa a través del testimonio de su hermano Andrés, el cual, después de haber encontrado al Maestro y haber respondido a la invitación de permanecer con Él, siente la necesidad de comunicarle inmediatamente lo que ha descubierto en su "permanecer" con el Señor: "Hemos encontrado al Mesías -que quiere decir Cristo- y lo llevó a Jesús" (Jn 1, 41-42). Lo mismo sucede con Natanael, Bartolomé, gracias al testimonio de otro discípulo, Felipe, el cual comunica con alegría su gran descubrimiento: "Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés, en el libro de la ley, y del que hablaron los Profetas: es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret" (Jn 1, 45). La iniciativa libre y gratuita de Dios encuentra e interpela la responsabilidad humana de cuantos acogen su invitación para convertirse con su propio testimonio en instrumentos de la llamada divina. Esto acontece también hoy en la Iglesia: Dios se sirve del testimonio de los sacerdotes, fieles a su misión, para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas al servicio del Pueblo de Dios. Por esta razón deseo señalar tres aspectos de la vida del presbítero, que considero esenciales para un testimonio sacerdotal eficaz.

Elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios. Si el sacerdote es el "hombre de Dios", que pertenece a Dios y que ayuda a conocerlo y amarlo, no puede dejar de cultivar una profunda intimidad con Él, permanecer en su amor, dedicando tiempo a la escucha de su Palabra. La oración es el primer testimonio que suscita vocaciones. Como el apóstol Andrés, que comunica a su hermano haber conocido al Maestro, igualmente quien quiere ser discípulo y testigo de Cristo debe haberlo "visto" personalmente, debe haberlo conocido, debe haber aprendido a amarlo y a estar con Él.

Otro aspecto de la consagración sacerdotal y de la vida religiosa es el don total de sí mismo a Dios. Escribe el apóstol Juan: "En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3, 16). Con estas palabras, el apóstol invita a los discípulos a entrar en la misma lógica de Jesús que, a lo largo de su existencia, ha cumplido la voluntad del Padre hasta el don supremo de sí mismo en la cruz. Se manifiesta aquí la misericordia de Dios en toda su plenitud; amor misericordioso que ha vencido las tinieblas del mal, del pecado y de la muerte. La imagen de Jesús que en la Última Cena se levanta de la mesa, se quita el manto, toma una toalla, se la ciñe a la cintura y se inclina para lavar los pies a los apóstoles, expresa el sentido del servicio y del don manifestados en su entera existencia, en obediencia a la voluntad del Padre (cfr Jn 13, 3-15). Siguiendo a Jesús, quien ha sido llamado a la vida de especial consagración debe esforzarse en dar testimonio del don total de sí mismo a Dios. De ahí brota la capacidad de darse luego a los que la Providencia le confíe en el ministerio pastoral, con entrega plena, continua y fiel, y con la alegría de hacerse compañero de camino de tantos hermanos, para que se abran al encuentro con Cristo y su Palabra se convierta en luz en su sendero. La historia de cada vocación va unida casi siempre con el testimonio de un sacerdote que vive con alegría el don de sí mismo a los hermanos por el Reino de los Cielos. Y esto porque la cercanía y la palabra de un sacerdote son capaces de suscitar interrogantes y conducir a decisiones incluso definitivas (cf. JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsinodal, Pastores dabo vobis, 39).

Por último, un tercer aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión. Jesús indicó, como signo distintivo de quien quiere ser su discípulo, la profunda comunión en el amor: "Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos" (Jn 13, 35). De manera especial, el sacerdote debe ser hombre de comunión, abierto a todos, capaz de caminar unido con toda la grey que la bondad del Señor le ha confiado, ayudando a superar divisiones, a reparar fracturas, a suavizar contrastes e incomprensiones, a perdonar ofensas. En julio de 2005, en el encuentro con el Clero de Aosta, tuve la oportunidad de decir que si los jóvenes ven sacerdotes muy aislados y tristes, no se sienten animados a seguir su ejemplo. Se sienten indecisos cuando se les hace creer que ése es el futuro de un sacerdote. En cambio, es importante llevar una vida indivisa, que muestre la belleza de ser sacerdote. Entonces, el joven dirá: "sí, este puede ser un futuro también para mí, así se puede vivir" (Insegnamenti I, [2005], 354). El Concilio Vaticano II, refiriéndose al testimonio que suscita vocaciones, subraya el ejemplo de caridad y de colaboración fraterna que deben ofrecer los sacerdotes (cf. Optatam totius, 2).

Me es grato recordar lo que escribió mi venerado Predecesor Juan Pablo II: "La vida misma de los presbíteros, su entrega incondicional a la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia —un testimonio sellado con la opción por la cruz, acogida en la esperanza y en el gozo pascual—, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional" (Pastores dabo vobis, 41). Se podría decir que las vocaciones sacerdotales nacen del contacto con los sacerdotes, casi como un patrimonio precioso comunicado con la palabra, el ejemplo y la vida entera.

Esto vale también para la vida consagrada. La existencia misma de los religiosos y de las religiosas habla del amor de Cristo, cuando le siguen con plena fidelidad al Evangelio y asumen con alegría sus criterios de juicio y conducta. Llegan a ser "signo de contradicción" para el mundo, cuya lógica está inspirada muchas veces por el materialismo, el egoísmo y el individualismo. Su fidelidad y la fuerza de su testimonio, porque se dejan conquistar por Dios renunciando a sí mismos, sigue suscitando en el alma de muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo para siempre, generosa y totalmente. Imitar a Cristo casto, pobre y obediente, e identificarse con Él: he aquí el ideal de la vida consagrada, testimonio de la primacía absoluta de Dios en la vida y en la historia de los hombres.

Todo presbítero, todo consagrado y toda consagrada, fieles a su vocación, transmiten la alegría de servir a Cristo, e invitan a todos los cristianos a responder a la llamada universal a la santidad. Por tanto, para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su "sí" a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno. El testimonio personal, hecho de elecciones existenciales y concretas, animará a los jóvenes a tomar decisiones comprometidas que determinen su futuro. Para ayudarles es necesario el arte del encuentro y del diálogo capaz de iluminarles y acompañarles, a través sobre todo de la ejemplaridad de la existencia vivida como vocación. Así lo hizo el Santo Cura de Ars, el cual, siempre en contacto con sus parroquianos, "enseñaba, sobre todo, con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar" (Carta para la convocación del Año Sacerdotal, 16 junio 2009).

Que esta Jornada Mundial ofrezca de nuevo una preciosa oportunidad a muchos jóvenes para reflexionar sobre su vocación, entregándose a ella con sencillez, confianza y plena disponibilidad. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, custodie hasta el más pequeño germen de vocación en el corazón de quienes el Señor llama a seguirle más de cerca, hasta que se convierta en árbol frondoso, colmado de frutos para bien de la Iglesia y de toda la humanidad. Rezo por esta intención, a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 13 de noviembre de 2009

BENEDICTUS PP. XVI

[©Libreria Editrice Vaticana]


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Carta pastoral de monseñor Luís Stöckler, obispo de Quilmes para la Cuaresma 2010. (AICA)


ES TIEMPO PARA BUSCAR AL SEÑOR 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. La antigua fórmula con que nos imponen la ceniza al comienzo de la Cuaresma: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, tuvo en los últimos tiempos una connotación fuerte en nuestra diócesis por el fallecimiento de varios sacerdotes muy queridos; y con el reciente terremoto devastador de Haití, donde murieron cientos de miles de personas a la vez, el mundo entero percibió que siempre debemos estar sobre aviso.

2. La Cuaresma es el tiempo en que los cristianos nos enfrentamos con nuestra fragilidad física y moral para – usando las palabras de la liturgia del Miércoles de Ceniza - “afrontar con la penitencia la lucha contra el espíritu del mal”, “dominar nuestras pasiones” para, “limpios de pecado, celebrar con fervor la Pasión de su Hijo”. Es ahora el tiempo para “reparar el mal que cometimos por nuestra ignorancia, no sea que, sorprendidos por la muerte, busquemos el tiempo para hacer penitencia y no lo encontremos”. Para comenzar y vivir bien los cuarenta días, es útil una regla, que San Ignacio da en los Ejercicios Espirituales para una buena elección: “considerar que me encuentro a punto de morir; el estilo de proceder y la norma, que en aquel momento querría haber vivido, la aplicaré en el presente” (E.E. 186).

3. El hacer una buena elección es particularmente importante para ustedes, queridos y queridas jóvenes, que deben descubrir el proyecto de su vida. Si bien no pueden forzar esta decisión, pero sí deben estar atentos a lo que el Señor les sugiere y les hace sentir en el corazón como una suave brisa del Espíritu. Si en este momento todavía no ven claro, pregúntense, si esto se debe a lo mejor a una afección indebida. Hay que purificar los sentidos para que nuestras pasiones se orienten hacia el bien. Jesús nos advierte especialmente sobre la importancia del dominio de la vista: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas” (Mt 6, 22-23). Pregúntense, chicas y muchachos, cómo repercuten las imágenes que entran por Internet o la Televisión en su interior. Si lo queremos a no, la vista nos transforma ineludiblemente: nos convertimos en lo que miramos. Esto vale en lo bueno y en lo malo. Déjense mirar por Cristo y mírenlo a Él. “Seremos semejantes al Señor, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro” (1 Jn 3, 2-3).

4. De los mayores que aplican la regla de San Ignacio, preguntándose cómo querrían haber actuado en el pasado, no pocos tendrán que reconocer que en su pareja o con sus hijos o en su profesión se han equivocado más de una vez; y sobre todo que han pecado por omisión al no haber hecho el bien que hubieran podido hacer y que otros esperaban. El examen de conciencia de un laico adulto ha de abarcar también su compromiso con la comunidad eclesial a la cual pertenece y con la sociedad civil, donde desenvuelve su vida de todos los días. Cada uno ha de saber, dónde está su flanco débil para poder tomar los recaudos contra el mal espíritu. Las armas propias en esta lucha son el ayuno, la oración y la limosna, como el mismo Jesús nos enseñó, cuando se internó en el desierto. El ayuno para dominar la sensualidad, la oración para frenar la soberbia, la limosna para liberarnos de la codicia. Nuestros talentos, nuestro tiempo y nuestros bienes son dones que Dios nos ha dado para que los compartamos y los pongamos al servicio de los demás. La campaña para el sostenimiento de la Iglesia en la Argentina y la campaña de nuestra Cáritas diocesana, que se realizan en este tiempo, esperan de nuestra parte una prueba clara de nuestra pertenencia a la Iglesia.

5. Una palabra especial quisiera dirigir a ustedes, a mis hermanos sacerdotes y diáconos, y a todos los consagrados y consagradas de la diócesis. Creo que estamos concientes de que la autenticidad de la Iglesia depende en gran parte de los que hemos sido llamados por el Señor para un servicio eclesial y del modo cómo lo vivimos. Si bien solemos tener nuestras semanas de espiritualidad propias, sin embargo, los días de la Cuaresma son, por excelencia, los Ejercicios Espirituales para todo el pueblo de Dios, del cual formamos parte y con el cual queremos compartir este tiempo sagrado. Tiempo que abarca no solamente los domingos, sino seis semanas, donde para cada día está prevista una misa propia con su mensaje. Pido por eso a los sacerdotes ofrezcan al pueblo de Dios, todos los días de la Cuaresma, la posibilidad de participar en la Eucaristía y también mayor facilidad para la reconciliación sacramental. El Papa Benedicto XVI comenta en la carta que mandó para este tiempo: “Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.”

6. Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo penitencial sea para todos un tiempo de verdadera conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo. Con el deseo que en estos cuarenta días muera en nosotros el hombre viejo y que en el Triduo Pascual sintamos la presencia de Cristo resucitado entre nosotros, los saludo y bendigo de todo corazón.

Mons. Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes  

Nota: Esta carta se leerá en todas las Misas y Celebraciones del primer domingo de Cuaresma, 21 de febrero de 2010.


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Homilía de monseñor Andrés Stanovnik, arzobispo de Corrientes, en la misa de consagración del Centenario de la diócesis a la Virgen de Itatí. (AICA)
(14 de febrero de 2010)


Consagración del Centenario a la Virgen de Itatí 

Hemos venido hasta la Casa de María de Itatí, a quien con amor invocamos Tiernísima Madre de Dios y de los hombres. Esa hermosa invocación nos hace sentir que estamos en familia, congregados en torno a nuestra Madre. Ella, la Virgen Peregrina, nos acompañó en la reciente apertura del Jubileo Arquidiocesano, junto a la Cruz de los Milagros, ofreciéndonos un marco imponente a la celebración que vivimos en la explanada junto al puente General Belgrano. Hoy estamos aquí, como peregrinos, para encomendarle a ella, ante la Cruz fundacional de nuestro pueblo, el Año centenario. Nos encomendamos a María, nuestra Madre, para que ella nos enseñe a consagrarnos totalmente a Dios y a estar al servicio de nuestros hermanos.

En realidad, nos consagramos a Dios, porque él se “consagró” totalmente a nosotros. Consagrar quiere decir dedicar algo total y exclusivamente para un determinado fin. Dios Padre se entregó totalmente por amor a nosotros en su Hijo Jesucristo. En este sentido, podríamos decir, que Jesús se “consagró” enteramente por nosotros, hasta el extremo de dar la vida. Así, vemos que el acto de consagrar es un acto de amor. La consagración se comprende solamente en la lógica del amor. Por eso, decimos que realizamos esta consagración ante la Cruz de los Milagros, porque en ella vemos el signo más claro del Amor que Dios nos tiene. Nuestra consagración es así una respuesta de amor al Amor de Dios, que se nos reveló en Jesucristo. La Virgen Madre fue el camino más corto que eligió Jesús para llegar hasta nosotros y revelarnos su amor. También para nosotros, ella es el camino más corto para que podamos llegar a Jesús y expresarle a él nuestro amor. Por eso, hoy hemos venido aquí como peregrinos para responder al amor de Cristo que se hizo peregrino por amor a nosotros. Y en María de Itatí, junto a la Cruz, encontramos el lugar más significativo y bello, para consagrarle nuestro Centenario.

Iluminados por la palabra del profeta Jeremías, que nos advierte sobre los peligros de olvidar a Dios y de creer que el hombre puede salvarse por sí mismo, confiando sólo en sus propias fuerzas, queremos ser más bien como el árbol plantado a la orilla del río, que recibe el agua a su tiempo. O mejor aún, como discípulos atentos que escuchan la Palabra de Dios, confían totalmente en ella y la ponen en práctica. Colocar a Jesús en el centro de nuestra vida, como lo hizo María, perfecta discípula de su Hijo, significa que estamos dispuestos a creer lo que él nos dice. El 3 de febrero, al inaugurar el Año jubilar, proclamamos gozosos que Jesucristo es nuestro jubileo. Creer en él y descubrirlo como la verdadera razón de la propia vida, exige orientar toda la existencia por su Palabra, con la certeza de saber que eso es lo mejor para nosotros.

En el evangelio que escuchamos hoy, Jesús nos propone el camino para ser felices. ¿Quién no quiere ser feliz? ¿Hay alguien que no busque la felicidad?, pero ¿cuántos son los que realmente la encuentran? Muchos confunden el placer y la satisfacción con la felicidad. En algo se parecen y por eso es muy fácil engañarse. Hay muchas personas que viven satisfechas pero no son felices. Sin embargo, hay personas que renuncian a una vida placentera y encuentran la felicidad. Por eso, la propuesta de Jesús responde a esa contradicción alabando al que no acumula riquezas y lo que tiene lo vive en la lógica del compartir; llama felices a los que tienen hambre, lloran y son odiados, porque no tienen vergüenza de llamarse y de vivir como cristianos. En cambio, se lamenta profundamente de aquellos que confían en sus riquezas, buscan el placer y se ilusionan con la fama: la única recompensa que les queda es la satisfacción inmediata y pasajera. Estos nunca podrán “alegrarse y saltar de gozo” como los que aceptan el camino de Jesús, porque viven tristes y sepultados por sus riquezas, porque la fama y el placer se les escapan de las manos.

El Centenario, que vamos a encomendar a la Virgen, es un tiempo en el que Dios está más cerca de su pueblo y nosotros más sensibles a su presencia, decíamos el día de la apertura. Es un tiempo para dejar que el Espíritu Santo afiance nuestra amistad con Jesús. Así como la amistad humana se fortalece mediante la cercanía y el trato frecuente con el amigo, así también se fortalece la amistad que estamos llamados a vivir con Dios. En ese sentido, al consagrarnos a nuestra Madre, le vamos a pedir principalmente dos cosas: primero, que ella nos acerque más a Jesús y nos conceda un gran amor a su Divino Hijo, como le rezamos en la oración Tiernísima Madre; y segundo, que nos enseñe el camino de la Iglesia, donde aprendemos a compartir ese amor y a participar activamente en la comunidad, para dar un testimonio creíble en la sociedad de que Dios ama entrañablemente a todos los hombres y mujeres.

En el primer pedido, donde le suplicamos a María que nos enseñe crecer en el amor a Jesús, queremos tener presente a todos los catequistas, a los responsables de comunidades, asociaciones y grupos, a los integrantes de consejos, a los misioneros y misioneras, y, en fin, a todos aquellos que de alguna manera cooperan para que Jesucristo sea más conocido, encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias, como nos dijo el Papa en Aparecida. En la segunda intención, donde le pedimos a María que nos enseñe el camino de la Iglesia, queremos presentarle a nuestros sacerdotes y, con ellos a todos los que sirven al altar: diáconos permanentes, acólitos, lectores, seminaristas y monaguillos, para que la gracia del Año sacerdotal, nos dé un corazón “puro, humilde y prudente”, conforme rezamos en la oración a la Virgen de Itatí. Puro, para que el sacerdote esté totalmente orientado hacia Dios y esté en comunión viva con él; humilde, para que esté cerca y escuche a la gente; prudente, para que sea un hombre que siempre busque la verdad, sea razonable, justo y, sobre todo, misericordioso con todos.

Ante la Cruz de Jesús y el tierno amor de su Madre, queremos renovar nuestro anhelo de ser santos, porque esa es la voluntad de Dios, nuestra santificación (cf. 1Tes 4,3). El Jubileo es un tiempo extraordinario para que nuestra Iglesia arquidiocesana sea más santa y crezca no por proselitismo, sino por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor”. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm 12, 4-13; Jn 13, 34), nos dijo el Santo Padre en Aparecida. La felicidad que buscamos la vamos a encontrar en la medida en que dejemos que el Espíritu Santo nos lleve por el camino de la santidad. La persona, que deja actuar al Espíritu Santo en su vida, mientras ama cumplir la voluntad de Dios y se esfuerza por ser un buen ciudadano, con su testimonio coherente promueve, aun en la sociedad terrena, un nivel de vida más humano (LG 40). El amor a Dios no se puede separar de los compromisos que tenemos en nuestra vida privada y de las obligaciones civiles que tenemos como ciudadanos.

Al acercarnos al altar y preparar el sacrificio de toda la Iglesia, recordemos la invitación que María dirigió a los servidores en las Bodas de Caná: Hagan lo que él les diga. Hoy, con ojos de misericordia, esa invitación la dirige a nosotros. Como buenos servidores, presentemos junto al pan y al vino, la vida de nuestra Iglesia y, en particular, el acontecimiento del Centenario, para que el Espíritu Santo nos convierta en ofrenda agradable a Dios Padre. Así sea.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes


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Lectio divina para el viernes de la cuarta semana de Cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife

Lectio viernes 4º

 

LECTURA:           “Juan 7, 1‑2. 10. 25‑30”

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas.

Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.»

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»

Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

MEDITACIÓN:           “Yo lo conozco”

            Me gusta tu sinceridad y tu prudencia. Ya habías dicho en alguna ocasión que había que combinar la sencillez con la sagacidad. Y cuando se trata de ponerse ante un opositor, en el que el único argumento es la fuerza, hay que saber utilizar esa sagacidad o esa prudencia, y tú sabes hacerlo. No se trata de ir de “echado para adelante” en la vida, sin más. Puede chocarnos verte intentando esconderte, o escabulléndote con prisa, pero en casos extremos hay que recurrir también a actitudes más drásticas, sobre todo si uno tiene claro que hay que conseguir un objetivo, como tú lo tenías.

            Y me confunde siempre la fuerza de tu palabra, que produce la atracción o el rechazo. Siempre es así cuando uno no se anda con medias tintas. También lo dijiste: “Ay, si todo el mundo habla bien de vosotros”, porque eso suele ser sospechoso. Tengo que reconocer que no me gusta el conflicto y, a veces, trato de acomodarme para quedar bien con todos, por lo que lo más normal es terminar quedando mal con todos.           

Afirmas que vienes enviado “por el que es veraz”, y eso es un atrevimiento, entonces y ahora. Hablar de verdad provoca casi rechazo de antemano. La verdad no es más que la de uno mismo, por eso nos es tan difícil el diálogo. Es más fácil y más seguro cerrarme en mis principios que reconocer la verdad o la parte de verdad que hay en el otro, porque eso me obligaría a cambiar, a modificar actitudes, y eso hiere mi orgullo, o me puede poner en contra de muchos que rechazarían mi opción. En resumen, el miedo me frena a abrirme a la verdad, a tu verdad, a caminar gozosamente en su búsqueda. Me digo libre, pero lo cierto es que estoy más condicionado de lo que quisiera, desde dentro de mí mismo y desde fuera. Y en ti encuentro la fuerza para liberarme.

ORACIÓN:            “Testigo de tu verdad”

            Señor, dame la lucidez suficiente para saber cómo debo actuar en cada momento. Sé que no se trata de ir de héroe por la vida, aunque sea por ti. Se trata de ser capaz de responder en cada momento a la luz de la prudencia y del sentido común puestos a tu servicio. Sé que siempre puede existir el riesgo de evadirme, pero dame capacidad y sinceridad para discernir.

            Deseo responder a los acontecimientos desde ti y ser testigo de tu verdad. Necesito valentía para ser así de libre en medio de tantos condicionamientos y de tantas presiones a las que me enfrento, pero sé que contigo puedo. Acompáñame, Señor.

 

CONTEMPLACIÓN:           “En mi corazón”

Señor,
me pongo ante ti.

Reconozco los miedos
que me atenazan;
las contradicciones
que brotan en mi interior,
que me acercan a ti
y al mismo tiempo
me distancian.

Entra en mi corazón
confuso;
susúrrale palabras de paz;
serena esa inquietud
que le turba,
llénalo todo de Ti.


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Martes, 16 de marzo de 2010

Texto de la Alocución semanal del arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Antonio María Rouco Varela, titulada “La conversación cuaresmal en tiempos de crisis”.
Madrid, 9 de febrero de 2010
 

La conversión cuaresmal en un tiempo de crisis

Mis queridos hermanos y amigos:

Se acerca una nueva Cuaresma, tiempo inmediato de preparación para una nueva celebración del Misterio de la Pascua de Cristo, siempre presente y actuante en la vida de la Iglesia y, a través de ella, en la sociedad y en la vida de cada hombre que viene a este mundo. Se nos acerca la Cuaresma en un tiempo de crisis. Crisis económica, persistente y grave como pocas veces en el más próximo y alejado pasado. Los especialistas nos remiten a la crisis financiera del año 1929. Crisis de nuestra economía con unas consecuencias dolororísimas para muchas personas y familias. Se pierde el trabajo; se teme perderlo; se teme al futuro: ¿quién y cómo se garantizarán las prestaciones para el desempleo, la jubilación, la vejez, la enfermedad…? La inquietud es grande. La dura realidad de lo que se experimenta cada día en la vida personal, familiar y social avala, cuando no impone, esa impresión de incertidumbre y tensa preocupación que se advierte en los ambientes más populares y en la opinión pública.

¿Qué nos ha fallado? ¿En qué hemos fallado todos? Es indudable que se pueden señalar con acierto causas de orden técnico: de ciencia y praxis económica, sociológica, política y jurídica. Esas causas, sin embargo, no lo explican todo. Las más decisivas hay que buscarlas en el ámbito de las conciencias y en el uso de la libertad. Son de naturaleza ético-moral y espiritual y tienen que ver con el ejercicio auténtico, veraz e insobornable de la responsabilidad personal y colectiva. En el fondo, no se quiere aceptar una concepción y una consiguiente realización del hombre y de su vida en conformidad con las exigencias más profundas de su ser y de su destino, en el tiempo y más allá de él. Benedicto XVI, en su reciente y luminosa Encíclica “Caritas in Veritate” del 29 de junio del pasado año, caracterizaba la forma de plantearse hoy, en medio de la crisis global de la economía, lo que podríamos llamar la cuestión social contemporánea, como una crisis o cuestión antropológica: “la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica”, dice el Papa (C.V. 75). Es más, advierte que “se necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el desarrollo ese “algo más” que la técnica no puede ofrecer” (C.V. 77).

Reconocer esa naturaleza moral y espiritual de las causas últimas de la situación actual de la sociedad -¡de nuestra sociedad!-, profundamente herida por las secuelas de la crisis financiera y económica, urge y exige conversión: conversión personal y conversión social y cultural; de algún modo, conversión política y jurídica. Conversión de las conciencias a la justicia y a la caridad. Hay que estar dispuestos, en la vida privada y en la pública, a volver no sólo a “dar cada uno lo suyo” -lo que le pertenece en términos de puro cálculo de intereses-, incluso a distribuir cargas y beneficios con una cierta y ponderada objetividad y a promover justicia social y solidaria -todo ello, imprescindible para asegurar un mínimum de moralidad en las  relaciones económicas, sociales y políticas- sino que, además, hay que abrirse a una actitud guiada e impulsada por una virtud cualitativamente superior: la de la caridad, es decir, la del servicio al prójimo por amor, asumiendo sacrificios y renuncias en aras del bien común. Hay que buscar, en definitiva, aquel bien -y/o aquellos bienes- que no se pueden garantizar por ley: la justicia y la bondad de corazón, la rectitud de conciencia, la superación de los egoísmos personales y colectivos. Hay que dar a Dios lo que es de Dios para poder dar al hombre lo que se le debe: los bienes materiales que le pertenecen por justicia -¡por supuesto!-; pero, sobre todo, el amor, sin el cual a la postre tampoco se es capaz interiormente de guardar y cumplir imparcialmente las exigencias de la justicia.

La Liturgia del Miércoles de Ceniza nos lo recuerda con el elocuente simbolismo de la imposición de la ceniza: “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir”. El significado primero de la fórmula litúrgica es inequívoco. La muerte física espera al hombre al final de su vida terrena. En el trasfondo de ese recuerdo inexorable del tener que morir físicamente, se encuentra la realidad de nuestro quebradizo mundo interior, de esa dificultad, arraigada en nuestra naturaleza más íntima, vulnerada por las consecuencias del pecado original, para remontar moral y espiritualmente la tentación del egoísmo, de la soberbia autosuficiente, del Yo encerrado en sí mismo: en su conveniencia y placeres, en sus afanes de poder y en la soberbia de la vida. Por ello, en la misma liturgia de “la ceniza” aparece una segunda fórmula expresada en forma de exhortación: “convertíos y creed en el Evangelio”. Para salir del abismo de esa muerte del alma, que tanto condiciona la posibilidad de la victoria definitiva sobre la muerte del cuerpo, es necesario, como enseña Benedicto XVI en el Mensaje para la Cuaresma de este año, “un éxodo más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar”.

¿Con quién y cómo se puede alcanzar esa justicia que ha de ser más que la justicia “a lo humano”? ¿qué sólo puede venir de Dios? La respuesta de la fe nos la actualiza la Iglesia siempre que inicia un nuevo itinerario cuaresmal de oración, de penitencia y caridad preparándose para la celebración fructuosa de la Pascua del Señor: con Cristo y por su justicia, que es “la justicia que viene de la gracia”. La gracia que se alcanza por la oblación de su Carne y de su Sangre en la Cruz y que brota de su Divino Corazón como de un manantial inextinguible de amor infinitamente misericordioso. Creer en el Evangelio -¡la exhortación apremiante del Miércoles de Ceniza!- equivale a convertirse a Cristo, a abrazarse a su Cruz, a vivir esa maravillosa y desbordante justicia de Cristo Crucificado en todos los ámbitos de la propia existencia: ¡rendirse a su amor y no rebelarse contra Él!

Este es el camino espiritual de la Cuaresma, el que hemos de recorrer siempre de nuevo los hijos e hijas de la Iglesia, sobria y humildemente, no para que nos vean los hombres sino para que nos vea el Padre que está en los cielos. En esta Cuaresma dolorida por los sufrimientos y carencias causadas por la crisis social y económica en tantas personas y familias conocidas y desconocidas -pero todas, queridas- la habitual invitación a la conversión adquiere una evidente y urgente gravedad: ¡no hay tiempo que perder en la vuelta a la Ley y a la Gracia de Dios que se nos hace próxima, accesible y amable en Jesucristo Crucificado y Resucitado, el Salvador y Redentor del hombre, en su Palabra y en sus Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía! Vuelta, a la que se llega pronto por la vía de la oración sincera y suplicante y del dolor del corazón convertido que se abre a la esperanza. Una Cuaresma, la de este año 2010, inmersa en la preparación de la J.M.J. 2011 y en la pastoral de la familia, que deberíamos vivir juntos todos los miembros de la Iglesia diocesana como Familia de Dios, como hijos suyos, empeñados en superar ese humanismo materialista, tan de moda, que, por excluir a Dios, condena al fracaso todo intento, por muy bien intencionado que se le suponga, de salir de la encrucijada crítica en la que están inmersas las personas y la sociedad en el momento presente. Un humanismo, que por ser inhumano, como enseña Benedicto XVI, no es capaz de liberar de los lazos del egocentrismo a la persona humana. Sólo “el amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos” (C.V. 78).

A María Santísima, Madre del Señor y Madre nuestra, Virgen de La Almudena, dirigimos confiados nuestra mirada interior y las súplicas del corazón, para poder emprender, el próximo Miércoles de Ceniza, el nuevo camino cuaresmal con la conciencia eclesial y social, despierta, tal como nos lo reclaman “los signos de los tiempos”.

Con todo afecto y mi bendición,

+ Antonio Mª Rouco Varela
Cardenal-Arzobispo de Madrid


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ZENIT nos ofrece el discurso pronunciado por el Papa el  sábado 13 de febrero de 2010, al recibir en audiencia a los participantes en la XVI Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, que lleva por tema Bioética y Ley Natural.

Queridos hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
ilustres miembros de la Pontificia Academia Pro Vita
Gentiles señoras y señores

Estoy contento de acogeros y de saludaros cordialmente con ocasión de la Asamblea general de la Pontificia Academia para la Vida, llamada a reflexionar sobre los temas relativos a la relación entre la bioética y la ley moral natural, que parecen cada vez más relevantes en el contexto actual por los constantes avances en este ámbito científico. Dirijo un particular saludo a monseñor Rino Fisichella, presidente de esta Academia, agradeciéndole por las corteses palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes. Deseo, además, extender mi agradecimiento personal a cada uno de vosotros por el precioso e insustituible empeño que lleváis a cabo a favor de la vida, en vuestros diversos contextos de procedencia.

Las problemáticas que giran en torno al tema de la bioética permiten verificar cómo las cuestiones subyacentes en ella ponen en primer plano la cuestión antropológica. Como afirmo en mi última Carta encíclica Caritas in veritate: "En la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Éste es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia" (n. 74). Ante semejantes cuestiones, que tocan de modo tan decisivo la vida humana en su perenne tensión entre inmanencia y trascendencia, y que tienen gran relevancia para la cultura de las futuras generaciones, es necesario poner en pie un proyecto pedagógico integral, que permita afrontar estas temáticas desde una visión positiva, equilibrada y constructiva, sobre todo en la relación entre la fe y la razón.

Las cuestiones de bioética ponen a menudo en primer plano la referencia a la dignidad de la persona, un principio fundamental que la fe en Jesucristo Crucificado y Resucitado ha defendido desde siempre, sobre todo cuando es desatendido de cara a los sujetos más sencillos e indefensos. También la bioética, como toda disciplina, necesita de una referencia capaz de garantizar una lectura coherente de las cuestiones éticas que, inevitablemente, surgen ante posibles conflictos interpretativos. En este espacio se abre la referencia normativa a la ley moral natural. El reconocimiento de la dignidad humana, de hecho, en cuanto derecho inalienable, encuentra su fundamento primero en esa ley no escrita por mano de hombre, sino inscrita por Dios Creador en el corazón del hombre, que todo ordenamiento jurídico está llamado a reconocer como inviolable y cada persona debe respetar y promover (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1954-1960). Sin el principio fundador de la dignidad humana, sería arduo encontrar una fuente para los derechos de la persona e imposible llegar a un juicio ético sobre las conquistas de la ciencia que intervienen directamente en la vida humana. Es necesario, por tanto, repetir con firmeza que no existe una comprensión de la dignidad humana ligada sólo a elementos externos como el progreso de la ciencia, la gradualidad de la formación de la vida humana o el pietismo fácil ante situaciones límite. Cuando se invoca el respeto por la dignidad de la persona es fundamental que éste sea pleno, total y sin condicionantes, excepto los de reconocer encontrarse siempre ante una vida humana. Ciertamente, la vida humana conoce un desarrollo propio y el horizonte de investigación de la ciencia y la bioética es abierto, pero es necesario reafirmar que cuando se trata de ámbitos relativos al ser humano, los científicos no pueden pensar nunca que tienen en mano sólo materia inanimada y manipulable. De hecho, desde el primer instante, la vida del hombre se caracteriza por ser vida humana y por esto portadora siempre, en todas partes y a pesar de todo, de dignidad propia (cfr Congr. Para la Doctrina de la fe, Instrucción Dignitas personae sobre algunas cuestiones de bioética, n. 5). Contrariamente, estaremos siempre en presencia del peligro de un uso instrumental de la ciencia, con la inevitable consecuencia de caer fácilmente en el libre arbitrio, en la discriminación y en el interés económico del más fuerte.

Conjugar bioética y ley moral natural permite verificar lo mejor posible la necesaria e ineliminable referencia a la dignidad que la vida humana posee intrínsecamente desde su primer instante hasta su fin natural. En cambio, en el contexto actual, aun surgiendo con cada vez mayor insistencia la justa reclamación a los derechos que garantizan la dignidad de la persona, se nota que no siempre estos derechos son reconocidos a la vida humana en su desarrollo natural y en los estadios de mayor debilidad. Una semejante contradicción hace evidente el compromiso que hay que asumir en los diversos ámbitos de la sociedad y de la cultura, para que la vida humana sea reconocida siempre como sujeto inalienable del derecho y nunca como objeto sometido al arbitrio del más fuerte. La historia ha mostrado cuán peligroso y deletéreo puede llegar a ser un Estado que procede a legislar sobre cuestiones que tocan a la persona y a la sociedad, pretendiendo ser él mismo fuente y principio de la ética. Sin principios universales que permitan constatar un denominador común para toda la humanidad, el riesgo de una deriva relativista a nivel legislativo no debe ser minusvalorado (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1959). La ley moral natural, fuente de su propio carácter universal, permite conjurar este peligro y sobre todo ofrece al legislador la garantía para un auténtico respeto, tanto de la persona como del entero orden de la creación. Ésta se pone como fuente catalizadora de consenso entre personas de culturas y religiones distintas y permite ir más allá de las diferencias, porque afirma la existencia de un orden impreso en la naturaleza por el Creador y reconocido como instancia de verdadero juicio ético racional para perseguir el bien y evitar el mal. La ley moral natural “pertenece al gran patrimonio de la sabiduría humana, que la Revelación, con su luz, ha contribuido a purificar y a desarrollar ulteriormente" (cfr Juan Pablo II, Discurso a la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 6 de febrero de 2004).

Ilustres Miembros de la Pontificia Academia para la Vida, en el contexto actual vuestro compromiso parece cada vez más delicado y difícil, pero la creciente sensibilidad de cara a la vida humana anima a proseguir con cada vez mayor empuje y con valor en este importante servicio a la vida y a la educación en los valores evangélicos de las futuras generaciones. Auguro a todos vosotros que continuéis el estudio y la investigación, para que la obra de promoción y de defensa de la vida sea cada vez más eficaz y fecunda. Os acompaño con la Bendición Apostólica, que de buen grado extiendo a cuantos comparten con vosotros este empeño cotidiano.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. (AICA
(11 de febrero de 2010)


Nuestra Señora de Lourdes 

Queridos hermanos y hermanas,
Queridos sacerdotes, diáconos,
Querido pueblo fiel:

En este hermoso día vinimos para honrar a la Virgen, Nuestra Señora de Lourdes, adhiriéndonos al Santo Padre que ha celebrado esta jornada en Roma y también nos unimos a la Gruta de la Virgen, allí en Francia, por medio de la fe a esta única celebración. Para nosotros la presencia de la Virgen es, una vez más, la ternura de Dios.

Dios tiene ternura sobre nosotros; nos quiere, nos ha creado y ha enviado a su Hijo eligiendo a la Virgen para que fuera la Madre del Verbo, la Inmaculada Concepción y Ella nos entrega lo mejor que tiene: a Jesucristo. El es el camino, es la verdad y es la vida, y nos dice cómo tenemos que caminar, qué referencias tenemos que tener y por dónde tenemos que encaminar nuestra vida.

Pero los seres humanos, que somos tan ingratos, que somos tan falibles y a veces somos tan superficiales y mediáticos, nos olvidamos de las cosas importantes y de las cosas fundamentales. A veces, hasta tenemos la tentación de acostumbrarnos a Cristo en la cruz y acostumbrarnos a Cristo en la resurrección.

Por eso, no teniendo obligación de creer en la aparición de Lourdes, podemos expresar nuestra fe sabiendo que la aparición de la Virgen en Lourdes es, de nuevo, una ternura más de Dios para recordarnos que todos nosotros tenemos que vivir como hijos de Dios y tratarnos entre nosotros como hermanos.

Pero resulta que el peso de la vida y de la historia, de los años y de los pecados, van gravitando y opacando el corazón del hombre. ¡Van lastimando a nuestra humanidad! Violencia, inseguridad, robos, drogas, mentiras, corrupciones, infidelidades, indiferencia, falta de verdad, falta de compromiso, donde cada uno hace lo que quiere hacer y vive de una manera egoísta, individual, que pretende a veces -como hace el consumismo- llenarnos de todo, vaciarnos de nada ¡porque no nos deja nada!; ¡no tenemos nada!; ¡vacía el alma!; ¡vacío el espíritu!

Hoy venimos a la Gruta de Lourdes a pedirle a la Virgen María, la Inmaculada Concepción: ¡queremos volver a vivir el sentido de nuestra vida cristiana!, ¡queremos volver a vivir la pureza en nuestro corazón!, ¡queremos volver a tener la limpieza en nuestra mirada!, ¡queremos volver a tender nuestra mano y que sea un cálido saludo fraternal!, ¡que no sea una mano falluta y que clave por atrás un puñal!, ¡queremos vivir como Dios nos ha creado!, ¡queremos vivir como Cristo nos ha redimido!, ¡y queremos vivir con tu ayuda Virgen Madre para que podamos vivir como hijos y tratarnos entre nosotros como hermanos!

Sabemos que se hace difícil y a veces ¡el mal pesa tanto!, ¡el daño pesa tanto!, pero sin embargo sabemos que ¡el mal se vence a fuerza de bien!, ¡con el bien se vence el mal! Con la oración, con la entrega, con la fidelidad, con la confianza y con el compromiso podemos vivir una vida nueva, una vida distinta.

¡Que no tengamos excusas! ¡Que no pensemos “sí, es imposible, el mundo no va a cambiar, el país o va a cambiar, las cosas no van a cambiar, la familia no va a cambiar”! Porque con ese rosario de calamidades justificamos también nuestra derrota y nuestra falta de controles.

Hermanos, cuando uno vive en Dios, cuando uno cree en Dios, cuando uno confía en la Virgen, aquello que parece imposible se puede hacer posible. ¡No vivamos como derrotados! ¡Sí vivamos como personas que tenemos viva la esperanza y la confianza puesta en el Señor y ayudados por la Madre!

La Virgen nos pide “Hijos míos, hay que convertirse, hay que cambiar de vida” Y nunca tengamos esa costumbre de “mirar” a los demás; que es una costumbre muy argentina o muy humana: siempre echarle la culpa a los demás. Uno tiene que preguntarse “¿Y yo qué?”, “¿En qué cosas tengo que cambiar?” “¿En qué cosas debo modificar mi actitud, mi vida, mi comportamiento, mi palabra, mis gestos, mi presencia?” ¡Cada uno de nosotros tiene que hacerse esas preguntas pero, por favor, hay que encontrar las respuestas!

La Virgen nos ayuda. Somos hijos de Dios y somos hijos de María Virgen. ¡No hagamos inútil la fuerza de la Virgen, de Cristo Jesús, en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en la Iglesia toda!

En su Mensaje para este 11 de febrero, el Papa nos habla de algo muy especial: de los sacerdotes, en este Año Sacerdotal, y les pide que se ocupen de los enfermos porque esta tarea es extraordinaria. Nos invita a rezar por nuestros sacerdotes.

El Concilio Vaticano II decía, cuando se dirige a los pobres, a los enfermos y a los que sufren: “ustedes que sienten más el peso de la cruz, ustedes que lloran, ustedes los desconocidos del dolor, tengan ánimo; ustedes son los preferidos del Reino de Dios, el Reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; ustedes son los hermanos de Cristo sufriente y por Él, si quieren, salvan al mundo!” El mundo necesita ser salvado, ¿y saben cómo se lo salva?, con amor, con oración, con entrega, con paciencia, con sacrificio y con dedicación a los hermanos que sufren.

Agradezco de corazón a las personas que cada día realizan su servicio para con los que están enfermos y los que sufren; haciendo que el apostolado de la Misericordia de Dios al que se dedica, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias.

Queridos hermanos, les pido que recen y ofrezcan sus sufrimientos por los sacerdotes. Para que puedan mantenerse fieles a su vocación, y su ministerio sea rico en frutos espirituales para el bien de toda la Iglesia.

Le pedimos a la Virgen de Lourdes, Ella que nos consuela y que nos indica dónde esta Jesús, por el mundo del dolor, por los que están enfermos; por los que trabajan por los enfermos y especialmente le pedimos que respetemos la vida desde el inicio hasta el término natural de la existencia humana

Cuando uno tiene fe todo lo poco que haga es una eternidad: un gesto, una palabra, una mano, un oído que uno pone para escuchar; un estar en silencio ante el silencio del otro. Compartir una imposibilidad es una obra de apostolado extraordinaria.

Pidámosle a la Virgen que nos consuele, que nos de fuerzas para que nosotros consolemos también a nuestros hermanos. Y lo demás es lo demás. Al Hijo de Dios, e Hijo de la Virgen, no le hagamos inútil su sacrificio. ¡No perdamos el tiempo en cosas que no son de Dios ni de los hermanos!

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

 


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La Conferencia Episcopal de Colombia ha publicado un documento sobre las próximas elecciones presidenciales que se realizarán en mayo de 2010, exactamente a 200 años de la independencia. 

MENSAJE DEL EPISCOPADO COLOMBIANO
CON OCASIÓN DE LAS ELECCIONES DEL 2010.
UN AÑO COMPLEJO Y LLENO DE RETOS

DOSCIENTOS AÑOS DEL GRITO DE LA INDEPENDENCIA
 

Quienes fueron actores de los acontecimientos del 20 de julio de 1810, tenían en mente el futuro de una Patria en la cual todos pudieran recobrar la dignidad de hombres, la libertad nacional, los derechos naturales, la gloria y el honor y sabían que, al defender estos valores, exponían sus seguridades personales, sus bienes, su familia y hasta su vida. 

Hoy, a doscientos años de esos acontecimientos y ante el nuevo llamado de la democracia para adelantar el proceso electoral del 2010, queremos inspirarnos en los ideales que están en la base de nuestra nacionalidad y del heroísmo de nuestros próceres. 

Todos reconocemos los males que aquejan nuestra nación.  Basta con escuchar los titulares de cualquier noticiero. Sin embargo, queremos resaltar la violencia que recorre todos los ámbitos, (familia, estadios, comunas, campos, pandillas, colegios, etc.), el desempleo, el desplazamiento forzado, la falta de vivienda, el hambre, la impunidad, la corrupción, la cultura de la ilegalidad, pues todo esto constituye los elementos del desafío que han de afrontar con creatividad, audacia, abnegación  y trasparencia, quienes asumen la noble tarea de la política.

Los innumerables tesoros del alma colombiana, tan rica en valores humanos y cristianos, heredados de nuestros mayores, y entre los cuales cabe destacar la probada solidaridad con quienes sufren, la fortaleza ante la adversidad, la capacidad de levantarse de las más difíciles circunstancias y la cohesión familiar, deben ser aprovechados y estimulados con entusiasmo para la construcción de una Patria en la cual  nos sintamos hijos y partícipes de su futuro.

Es doloroso constatar que algunos de los que fueron elegidos en pasados comicios están en la cárcel o han sido destituidos de sus cargos o se han visto cuestionados en su idoneidad, honradez y transparencia de vida; esto ha producido un gran desgano y apatía en el electorado, sospecha y desilusión hacia los políticos y sentimiento de haber sido burlados y defraudados. 

Ante este panorama, estamos convencidos, los obispos de Colombia, de que todos somos responsables del presente y del futuro de la nación.  Es por esto, que hacemos un llamado a los candidatos a pensar en el bien común antes que en intereses personales o partidistas y a presentar programas que respondan a las necesidades del pueblo; y a los electores a aprovechar la  oportunidad para cumplir el deber y el derecho de votar y participar así activamente en la gestión de la cosa pública. Se trata de ejercitar nuestra conciencia ciudadana en la escogencia de personas que, por sus calidades éticas y competencias profesionales, estén dispuestas, como nuestros próceres,  a comprometerse en la búsqueda de caminos que conduzcan a la justicia, la fraternidad y el bienestar de todos los ciudadanos. 

Sabemos que este proceso electoral marcará el desarrollo inmediato de la vida de Colombia y estamos convencidos de que el Señor, que es el Camino, la Verdad y la Vida, podrá guiarnos por los senderos del desarrollo integral, de la reconciliación y de la paz. 

Bogotá, D.C., 12 de febrero de 2010 

+ Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Barranquilla
Presidente de la Conferencia Episcopal


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Lectio divina para el jueves de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife

Lectio jueves 4º

 

LECTURA:           “Juan 5, 31‑47”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mi mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.

Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.

Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.

Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.

¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

MEDITACIÓN:            “Tener vida”

            Es como una obsesión, como si no te lo creyeses, Señor. Has venido a traer vida pero rechazamos la vida, es como si fuese increíble para ti. Vienes a ofrecernos el sentido de nuestro horizonte, a abrirnos la puerta que nos abre el misterio de la existencia, y parece que no encontramos valor  a eso.

            Pienso a veces, Señor, que no es cuestión del futuro que nos ofreces. El problema está en que ese futuro pasa por el presente, y que el futuro que nos ofreces de plenitud de vida conlleva optar por la vida desde el aquí y ahora, y en ese punto tropezamos. No cabe duda de que eso complica mi vida. Es más fácil creer sin más y ya está, lo demás, los comportamientos, las actitudes, no importan, es una cosa entre tú y yo.

            Tu vida ha sido el testimonio de que a la vida se llega construyendo vida. Que creer en Dios y en nuestra plenificación no es cuestión de evasión, sino de dar un sentido y un giro a nuestra forma de ser, de actuar, de responder con coherencia de vida. No se puede optar por la vida desde signos de muerte. No se puede hablar de plenitud en el amor, si construyo individualismo.

            Me hablas constantemente de que Dios es tu Padre y mi Padre. Con ello me abres la dimensión de la fraternidad, del servicio, y ahí, aunque lo entiendo y lo deseo, tropiezo.

            Pero, Señor, tú lo sabes, quiero ser contigo y desde ti constructor de vida.

ORACIÓN:             “Optar por la vida”

            Tengo que acudir cada día a ti, Señor, para pedirte tu fuerza, para pedirte que no me falte la cercanía de tu palabra. Creo que eres el Dios de la vida, y deseo que todos mis gestos, desde los más insignificantes a los más importantes, estén marcados por ser portadores de vida.          

            Acompaña mi caminar, ayúdame a reconocer continuamente cuando me aparto de este deseo tuyo y mío. Que sepa entender que casi siempre optar por la vida supone darla, ponerla al servicio de los otros, porque la vida ante todo es un don que nos regalas para que redunde en vida para todos. Que lo entienda cada vez con más fuerza y que lo realice, Señor.

CONTEMPLACIÓN:            “Tu aliento”

Mi aliento es tu aliento.
Mi mirada es la tuya.

Mis latidos son un milagro
diario de tu amor.

Siento que tu vida
alimenta la mía,
y sólo deseo
que también mi vida
alimente la de mis hermanos,
Señor.


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Lunes, 15 de marzo de 2010

ZENIT  nos ofrece el discurso del Papa durante su visita el 14 de Febrero de 2010 al albergue “Don Luigi Di Liegro” de Cáritas, en Roma, antes del Rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro.

Queridos amigos,

he acogido con alegría la invitación a visitar este Albergue dedicado a “Don Luigi Di Liegro", primer Director de la Caritas diocesana de Roma, nacida hace más de treinta años. Agradezco de corazón al cardenal Vicario Agostino Vallini y al Administrador Delegado de Ferrovie dello Stato, el ingeniero Mauro Moretti, por las palabras que me han dirigido cortésmente. Con particular afecto expreso mi gratitud a todos vosotros, que acudís a este albergue, y que a través de la señora Giovanna Cataldo habéis querido dirigirme un caluroso saludo, acompañado por el precioso regalo del Crucifijo de Onna, signo luminoso de esperanza. Saludo a monseñor Giuseppe Merisi, Presidente de la Caritas Italiana, al obispo auxiliar monseñor Guerino Di Tora, y al director de la Caritas de Roma, monseñor Enrico Feroci. Estoy contento de saludar a las Autoridades presentes, en particular al Ministro de Infraestructuras y Transportes, honorable Altero Matteoli, a quien agradezco por sus palabras, al Alcalde de Roma, honorable Gianni Alemanno, a quien agradezco por la ayuda constante y concreta ofrecida por el Ayuntamiento de Roma a las actividades del Albergue. Saludo a los voluntarios y a todos los presentes. ¡Gracias por vuestra acogida!

Han transcurrido ya 23 años desde el día en que esta estructura, realizada con la colaboración de Ferrovie dello Stato, que generosamente puso a disposición los locales, y el apoyo del Ayuntamiento de Roma, comenzó a acoger a los primeros huéspedes. En el transcurso de los años, al ofrecimiento de un cobijo para quien no tenía donde dormir, se añadieron ulteriores servicios, como el poliambulatorio y el comedor social, y a los primeros donantes se unieron otros como el ENEL, la Fundación Roma, el ingeniero Agostini Maggini, la Fundación Telecom y el Ministerio de los Bienes Culturales – Arcis spa, en testimonio de la fuerza agregadora del amor. De esta forma el Albergue se ha convertido en un lugar donde, gracias al generoso servicio de tantos agentes y voluntarios, se realizan cada día las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis” (Mt 25,35-36).

Queridos hermanos y amigos que aquí encontráis acogida, sabed que la Iglesia os ama profundamente y no os abandona, porque reconoce en el rostro de cada uno de vosotros el rostro de Cristo. Él quiso identificarse de forma totalmente particular con aquellos que se encuentran en la pobreza y en la indigencia. El testimonio de la caridad, que en este lugar encuentra especial concreción, pertenece a la misión de la Iglesia junto con el anuncio de la verdad del Evangelio. El hombre no tiene solo necesidad de ser nutrido materialmente o ayudado a superar los momentos de dificultad, sino también la necesidad de saber quién es y de conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su dignidad. Como recordé en la encíclica Caritas in veritate, "sin verdad la caridad se desliza en el sentimentalismo. El amor se convierte en una corteza vacía, que llenar arbitrariamente" (n. 3).

La Iglesia, con su servicio a favor de los pobres, está por tanto empeñada en anunciar a todos la verdad sobre el hombre, que es amado por Dios, creado a su imagen, redimido por Cristo y llamado a la comunión eterna con Él. Muchas personas han podido así redescubrir, y aún ahora redescubren, su propia dignidad, extraviada a veces por acontecimientos trágicos, y vuelven a encontrar la confianza en sí mismos y esperanza para el futuro. A través de los gestos, las miradas y las palabras de cuantos prestan su servicio aquí, numerosos hombres y mujeres tocan constatan que sus vidas están custodiadas por el Amor, que es Dios, y que gracias a él tienen un sentido y una importancia (cfr carta enc. Spe salvi, 35). Esta certeza profunda genera en el corazón del hombre una esperanza fuerte, sólida, luminosa, una esperanza que da el valor de proseguir en el camino de la vida a pesar de los fracasos, de las dificultades y las pruebas que la acompañan. Queridos hermanos y hermanas que trabajáis en este lugar, tened siempre ante vuestros ojos y en el corazón el ejemplo de Jesús, que por amor se hizo nuestro siervo y nos amó “hasta el extremo” (cfr Jn 13,1), hasta la Cruz. Sed, por tanto, gozosos testigos de la infinita caridad de Dios e, imitando el ejemplo del diácono san Lorenzo, considerad a estos amigos vuestros como uno de los tesoros más preciosos de vuestra vida.

Mi visita tiene lugar en el Año europeo de la lucha contra la pobreza y la exclusión social, proclamado por el Parlamento Europeo y por la Comisión Europea. Viniendo en este lugar como Obispo de Roma, Iglesia que desde los primeros tiempos del Cristianismo preside en la caridad (cfr S. Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 1,1), deseo animar no solo a los católicos, sino a cada hombre de buena voluntad, en particular a cuantos tienen responsabilidad en la administración pública y en las diversas instituciones, a empeñarse en la construcción de un futuro digno del hombre, redescubriendo en la caridad la fuerza propulsora para un auténtico desarrollo y para la realización de una sociedad más justa y fraterna (cfr Carta enc. Caritas in veritate, 1). La caridad, de hecho, “es el principio no sólo de las micro-relaciones: relaciones amistosas, familiares, de pequeño grupo, sino también en las macro-relaciones: relaciones sociales, económicas, políticas" (ibid., 2). Para promover una convivencia pacífica que ayude a los hombres a reconocerse miembros de la única familia humana es importante que las dimensiones del don y de la gratuidad sean redescubiertas como elementos constitutivos del vivir cotidiano y de las relaciones interpersonales. Todo estos se convierte día tras día en más urgente en un mundo en el cual, en cambio, parece prevalecer la lógica del provecho y de la búsqueda del propio interés.

El Albergue de Caritas constituye, para la Iglesia de Roma, una preciosa ocasión para educar en los valores del Evangelio. La experiencia de voluntariado que viven muchos aquí es, especialmente para los jóvenes, una auténtica escuela en la que se aprende a ser constructores de la civilización del amor, capaces de acoger al otro en su unicidad y diferencia. De esta forma el Albergue manifiesta concretamente que la comunidad cristiana, a través de sus propios organismos y sin menoscabar la Verdad que anuncia, colabora útilmente con las instituciones civiles para la promoción del bien común. Confío en que la fecunda sinergia aquí realizada se extienda también a otras realidades de nuestra Ciudad, en particular en las zonas donde más se advierten las consecuencias de la crisis económica y mayores son los riesgos de la exclusión social. En su servicio a las personas en dificultad, la Iglesia se mueve únicamente por el deseo de expresar su propia fe en ese Dios que es el defensor de los pobres y que ama cada hombre por lo que es y no por lo que posee o realiza. La Iglesia vive en la historia con la conciencia de que las angustias y las necesidades de los hombres, sobre todo de los pobres y de todos aquellos que sufren, son también las de los discípulos de Cristo (cfr Conc. Ecum. Vat. II, Gaudium et spes, 1) y por ello, en el respeto de las competencias propias del Estado, se ocupa de que a cada ser humano se le garantice lo que le corresponde.

Queridos hermanos y hermanas, para Roma el Albergue de la Caritas diocesana es un lugar donde el amor no es solo una palabra o un sentimiento, sino una realidad concreta, que permite hacer entrar la luz de Dios en la vida de los hombres y de toda la comunidad civil. Esta luz nos ayuda a mirar con confianza al mañana, seguros de que también en el futuro nuestra Ciudad permanecerá fiel al valor de la acogida, tan fuertemente enraizado en su historia y en el corazón de sus ciudadanos. Que la Virgen María, Salus populi romani, os acompañe siempre con su intercesión maternal y os ayude a cada uno de vosotros a hacer de este lugar una casa donde florezcan las mismas virtudes presentes en la santa casa de Nazaret. Con estos sentimientos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica, extendiéndola a cuantos os son queridos y a todos aquellos que viven y se entregan con generosidad en este lugar.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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ZENIT nos ofrece las palabras del Papa el domingo 14 de Febrero de 20101 al introducir el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, con peregrinos procedentes de los cinco continentes.

Queridos hermanos y hermanas,

el año litúrgico es un gran camino de fe, que la Iglesia realiza siempre precedida por la Virgen Madre María. En los domingos del Tiempo Ordinario, este itinerario está marcado este año por la lectura del Evangelio de Lucas, que hoy nos acompaña “en un paraje llano” (Lc 6,17), donde Jesús se detiene con los Doce y donde se reúne una muchedumbre de otros discípulos y de gente venida de todas partes para escucharlo. En este marco se coloca el anuncio de las “bienaventuranza” (Lc 6,20-26; cfr Mt 5,1-12). Jesús, alzados los ojos hacia sus discípulos, dice: Dichosos vosotros, los pobres... dichosos vosotros, que tenéis hambre... dichosos vosotros, que lloráis... dichosos vosotros, cuando los hombres... despreciarán vuestro nombre” por mi causa. ¿Por qué los proclama dichosos? Porque la justicia de Dios hará que estos sean saciados, alegrados, resarcidos de toda falsa acusación, en una palabra, porque les acoge desde ahora en su reino. Las bienaventuranzas se basan en el hecho de que existe una justicia divina, que ensalza a quien ha estado humillado y que abaja a quien se ha ensalzado (cfr Lc 14,11). De hecho, el evangelista Lucas, después de los cuatro “dichosos vosotros”, añade cuatro admoniciones: “ay de vosotros, los ricos... ay de vosotros, que estáis saciados... ay de vosotros, que reís” y “ay, cuando todos los hombres hable bien de vosotros”, porque, como afirma Jesús, las cosas se invertirán, los últimos serán primeros y los primeros últimos” (cfr Lc 13,30).

Esta justicia y esta bienaventuranza se realizan en el “Reino de los cielos” o “Reino de Dios”, que tendrá su cumplimiento al final de los tiempos pero que está ya presente en la historia. Donde los pobres son consolados y admitidos al banquete de la vida, allí se manifiesta la justicia de Dios. Ésta es la tarea que los discípulos del Señor están llamados a llevar a cabo también en la sociedad actual. Pienso en la realidad del Albergue de la Caritas Romana en la Estación Termini, que esta mañana he visitado: de corazón animo a cuantos operan en esta benemérita institución y a cuantos, en todas partes del mundo, se empeñan gratuitamente en obras similares de justicia y de amor.

Al tema de la justicia he dedicado este año el Mensaje de la Cuaresma, que iniciará el próximo miércoles, llamado de Ceniza. Hoy deseo, por tanto, entregarlo idealmente a todos, invitando a leerlo y a meditarlo. El Evangelio de Cristo responde positivamente a la sed de justicia del hombre, pero de modo inesperado y sorprendente. Jesús no propone una revolución de tipo social y político, sino la del amor, que ya ha realizado con su Cruz y su Resurrección. Sobre ella se fundan las Bienaventuranzas, que proponen el nuevo horizonte de justicia, inaugurado por la Pascua, gracias al cual podemos ser justos y construir un mundo mejor.

Queridos amigos, dirijámonos ahora a la Virgen María. Todas las generaciones la proclaman “beata”, porque ha creído en la buena noticia que el Señor ha anunciado (cfr Lc 1,45.48). Dejémonos guiar por Ella en el camino de la Cuaresma, para ser liberados de la ilusión de la autosuficiencia, reconocer que tenemos necesidad de Dios, de su misericordia, y entrar así en su Reino de justicia, de amor y de paz.

[Después del Ángelus]

En varios países de Asia, pienso, por ejemplo, en China y en Vietnam, y en muchas comunidades esparcidas por el mundo, se celebra hoy el fin de año lunar. Son días de fiesta, que esos pueblos viven como ocasión privilegiada para reforzar los vínculos familiares y generacionales. Auguro a todos a que mantengan y acrecienten la rica herencia de valores espirituales y morales, que están firmemente arraigados en la cultura de esos pueblos.

[en polaco dijo]

El domingo de hoy es también la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, patronos de Europa. Los valores que ellos propagaron en nuestro continente, es decir, el signo de la Cruz, el Evangelio de Cristo y la vida según el Evangelio, permanecen como sólido fundamento de la fuerza espiritual de los pueblos y de la unidad de Europa. Son valores importantes también para nosotros contemporáneos. Pidamos que los santos apóstoles de los Eslavos sigan conduciéndonos por los caminos de la fe.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Carta del Obispo monseñor Bernardo Álvarez Afonso, obispo de Tenerife, con motivo de la Bajada de la Virgen de la Nieves de 2010.

 MARÍA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA

A los hombres y mujeres de la isla de La Palma, donde quiera que se encuentren:

Que la gracia, la paz y el amor de Dios Padre, manifestado en Jesucristo su Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, sea con ustedes.

Fiel a su cita quinquenal, desde el año 1680, los días 17-18 de julio celebramos en Santa Cruz de La Palma la 67ª Bajada de la Virgen de las Nieves, desde su Santuario al pie del monte hasta la parroquia Matriz de El Salvador. Las citadas fechas, son los dos días centrales y culminantes de las "Fiestas de la Bajada" en honor de la Virgen María, que se inician el 3 de julio y concluyen el 5 de agosto, fecha en la que la venerada imagen, retornará, de nuevo, a su histórico y centenario Santuario, construido a partir de una primitiva ermita erigida ya a comienzos del siglo XVI (ca. 1517).

1. Sentido de la Fiesta de la Bajada de la Virgen de las Nieves

El origen y motivo de esta centenaria Fiesta está en la fe y gratitud de los palmeros a la Virgen de las Nieves. Desde los primeros tiempos de nuestra historia, siempre hemos acudido a Ella con gran fervor para suplicarle en los momentos de dificultad y para darle gracias por los beneficios recibidos. Como es sabido, esta devoción fue conocida y muy valorada por el Obispo Bartolomé García Ximénez, hasta el punto que, en 1676, determinó que en adelante, cada cinco años, se hiciera fiesta en honor a la Virgen de la Nieves "bajando" la venerada imagen en procesión desde el monte hasta la capital de la Isla.

A lo largo de 330 años, de generación en generación, los palmeros hemos mantenido viva la celebración de "La Bajada". Una fiesta en la que procuramos poner a los pies de la Virgen lo mejor de nosotros mismos y, gracias a eso, con el paso del tiempo, la hemos enriquecido con singulares actos de gran arraigo y popularidad, todos ellos siempre con referencia y en honor a la Virgen María. "La Procesión", "Los Enanos", "El Carro", "El Minué", "La Romería" y tantos otros actos (culturales, deportivos y lúdicos) no son sino adornos que le ponemos a la Virgen para decirle: "Bendita tú, entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús".

Las celebraciones y las fiestas son parte irrenunciable de la vida humana. Necesitamos celebraciones, fiestas, cultos, rituales… para expresarnos y desarrollarnos plenamente. Lo que no se expresa, ni se comunica, ni se celebra… o no existe en la realidad o termina muriéndose. Sin fiesta no se puede vivir. Cuando faltan las celebraciones, la vida pierde sabor y sentido, conciencia y lucidez. Pero, también, particularmente en el campo de la experiencia religiosa, si cuando hacemos una fiesta faltan la vivencia y las convicciones que tienen que ver con esa fiesta, la celebración puede convertirse en un ritual artificial y vacío de contenido, una apariencia hipócrita, incapaz de darnos la alegría que necesitamos y buscamos. Como nos enseña Jesús en el Evangelio, las cosas hay que hacerlas "en espíritu y en verdad".

Cuando quienes hacemos una fiesta somos creyentes, y mucho más si es una "fiesta en honor de la Virgen", el componente religioso está en la raíz misma de la fiesta y constituye su razón fundamental. Para quienes hemos conocido y creído en Dios, tener fe implica reconocer y agradecer que todo lo que somos y tenemos, todo lo que podemos y sabemos, lo hemos recibido de Dios por los medios y las personas que Él haya querido poner en nuestro camino. Para un verdadero creyente, la vida y la fe caminan juntas. Cuando hacemos una fiesta, incluimos en ella las celebraciones religiosas para poner de manifiesto nuestro reconocimiento de que "en Dios somos, nos movemos y existimos" y de que Él es "origen, guía y meta del universo". En último término, todo lo hacemos para la "gloria de su Nombre". En buena lógica, para el creyente, también los actos festivos, no específicamente religiosos, si no van contra la ley de Dios, son actos de culto, de aquel culto espiritual y razonable del que nos habla san Pablo cuando dice "glorificad a Dios con vuestra vida". Todos los valores de la fiesta: lo artístico, la convivencia, el folklore, el baile, el deporte… son agradables a Dios. Como dice San Pablo: "Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios" (1Cor 10,31), y a Dios se le da gloria cuando se somete todo a su voluntad.

Para la Bajada de este año 2010 hemos elegido el lema: "María, causa de nuestra alegría". Toda fiesta es siempre una expresión de alegría. Hacemos fiesta porque estamos alegres, porque tenemos algo bueno que celebrar. En sí misma, la Bajada de la Virgen, se ha convertido para los palmeros en un acontecimiento en el que revivimos la historia y la vida de nuestro pueblo, una historia y una vida llena de fe y tradición cristiana, llena de costumbres y valores culturales, llena de trabajo y esperanza en el futuro, llena de amor a lo nuestro y de apertura al mundo. Una historia de la que nos sentimos muy orgullosos y en la que siempre ha estado presente la Virgen de Las Nieves, y de la que ella misma ha sido protagonista con su amparo y protección. Sí, la Virgen María, en su advocación de Las Nieves, ha puesto su mano en nuestra historia y ha contribuido a configurar nuestra identidad, ella ha sido y es bendición para todos los palmeros pues, por su medio, "el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres" (Salmo 125). La Fiesta de "La Bajada" es en honor de la Virgen María; ella es la causa de nuestra fiesta y de nuestra alegría.

El lema "María, causa de nuestra alegría", me da pie para ofrecerles algunas reflexiones sobre la importancia y necesidad de la alegría en nuestra vida, así como del papel de María "para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría".

2.- La alegría, valor humano fundamental.

La felicidad es una necesidad fundamental del ser humano. El anhelo de ser feliz está arraigado en lo más profundo de nuestro corazón. De hecho, la alegría es un elemento constitutivo de nuestra condición humana: existimos para ser felices. Dios, al crearnos, ha puesto en nosotros la capacidad de buscar y sentir la felicidad. "La persona humana está creada para la alegría, no se puede vivir largo tiempo sin alegría" (Aristóteles). La misma experiencia cotidiana así nos lo demuestra pues, en todo lo que hacemos, en último término sólo buscamos sentirnos bien y ser felices.

Entre los elementos que configuran "una vida feliz", la alegría ocupa un lugar preeminente. Ésta es uno de los sentimientos fundamentales del alma humana y la experimentamos cuando encontramos satisfacción ante la posesión de un bien conocido y amado. También produce alegría la esperanza cierta de conseguir ese bien, aunque todavía no lo hayamos obtenido. Cuando San Pablo nos dice: "que la esperanza os tenga alegres", está indicando que la esperanza es una fuente de alegría que dinamiza la vida y nos pone en tensión hacia la búsqueda del bien. La alegría es un estado de ánimo que supone gozo interior, regocijo, satisfacción, dicha, contento y júbilo.

La alegría es un bien del que todos debemos disfrutar constantemente, debe ser una cualidad permanente de nuestra vida. "Estad siempre alegres" nos dice San Pablo, y en el libro del Eclesiástico leemos: "No te dejes llevar por la tristeza, ni dejes que tus pensamientos te atormenten. Un corazón alegre es la vida del hombre, y la alegría le alarga la vida. Sosiega tu espíritu, y consuela tu corazón; aleja de ti la tristeza, porque la tristeza ha perdido a muchos, y ningún provecho se saca de ella. La envidia y la ira abrevian los días, y las preocupaciones hacen envejecer antes de tiempo. El corazón radiante tiene buen apetito: le aprovecha todo lo que come" (Eclesiástico 30, 21-25).

Todos apreciamos la alegría como un bien necesario y valoramos positivamente a las personas alegres. "La alegría de vivir es el más grande poder cósmico", decía Theilhard de Chardin. Y el propio Beethoven, en el cuarto movimiento de su Novena Sinfonía, proclama los excelentes frutos que produce la alegría: "¡Alegría!,… Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado, todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave".

Sin embargo, experimentar la alegría constituye un desafío para las personas en la sociedad moderna. Tenemos la experiencia de que la alegría es escurridiza como un pez vivo en nuestras manos. Por un momento lo tenemos, y de pronto, se nos escurre y se nos va. Vivimos en un mundo lacerado por profundas divisiones y rupturas, donde la abundancia de rostros sombríos, son un elocuente testimonio de la profunda desesperanza y tristeza por la cual atraviesan muchos hombres y mujeres de hoy. A pesar de todas las posibilidades de "bien-estar" que nos ofrece la sociedad, ya no es tan fácil encontrar la alegría. De hecho se ha vuelto, más bien, excepcional. Este es un indicativo del déficit de calidad humana en que se encuentran las personas y la sociedad actual. La falta de alegría es señal de "enfermedad", de que algo no va bien en la vida de la persona.

El Papa Pablo VI, en un magnífico documento dedicado a la alegría, "Gaudete in Domino" (Alegraos en el Señor), hacía notar que "La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos. Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar".

Todos queremos ser felices, pero, lamentablemente, son muchos los que, equivocadamente, buscan la felicidad en las múltiples ofertas de la cultura de la muerte: El consumismo, la búsqueda desordenada del placer por el placer, el tener buena imagen a base de lujos y riquezas, el hacer lo que me apetece a toda costa, la ambición del poder, el hedonismo... son tan sólo algunos signos de lo que la sociedad nos ofrece como sucedáneos a nuestra necesidad de alegría. Si embargo, "la alegría tiene origen espiritual". La inutilidad de estas propuestas es proporcional al vacío y frustración que dejan en el hombre. La alegría puramente mundana es superficial, transitoria, vacía e incapaz de colmar de verdadero gozo el corazón humano. Y no puede ser de otra manera, pues la falsa alegría que ofrece la cultura actual está fundada en aspiraciones de poder, de tener y de placer, las cuales alienan al ser humano de lo más profundo de sí mismo y del recto sentido de su vida y, por lo tanto, de su plena realización personal. Como decía el gran literato alemán Goethe: "Lo que convierte la vida en alegría no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que debemos hacer".

"Estar siempre alegres" no es algo que surge por casualidad, ni es un puro sentimiento sensible, ni puede estar supeditado a "eventos placenteros" que vendrán o no. "Estar siempre alegres" supone una tarea, un ponerse manos a la obra para buscar, elegir y realizar aquello que realmente produce alegría. No se trata del entusiasmo pasajero, sino del gozo íntimo y profundo que, más allá de las circunstancias, nos acompaña en nuestro camino y nos permite estar siempre alegres, incluso en la tribulación. La alegría no se impone desde fuera sino que brota de dentro, cuando el alma está abierta a Dios, cuando se lucha por algo que valga la pena. En este sentido, la Virgen María aparece ante nosotros no sólo como modelo de persona que supo vivir siempre alegre, dichosa y feliz, sino también como aquella que es "causa de alegría" para los demás. ¿Cómo pudo conseguirlo?

3. María, causa de nuestra alegría, porque de Ella nació nuestro Salvador Jesucristo

Para la fe cristiana, Jesucristo no sólo es el objeto supremo de toda verdadera alegría, sino que sobre todo es Él mismo "la causa y el origen" de la plena alegría de los hombres. Por eso, San Pablo no dice simplemente "estad siempre alegres", sino "estad siempre alegres en el Señor". Cristo es la alegría del mundo y, consecuentemente, la alegría cristiana nace de la opción fundamental por el Señor Jesús, es fruto de una experiencia de fe en Él y de comunión con Aquel que es "el Camino que nos conduce al Padre, la Verdad que nos hace libres y la Vida que nos colma de alegría (Cf. Jn 14,6 y Plegaria Eucarística 5/b). Por nuestra fe y comunión con Él, Jesucristo nos comunica su alegría, pero para recibirla de verdad es necesario guardar sus mandamientos: "Si observáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como Yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os digo esto para que mi alegría esté en vosotros y para que vuestra alegría sea perfecta" (Jn 15, 10-11).

Entre las últimas palabras de Jesús están: "Os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os quitará vuestra alegría… Hasta ahora no habéis  pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis, y tendréis una alegría que será perfecta." (Jn 16,22.24). Palabras que el Señor cumplió, no sólo cuando se les apareció después de la resurrección, sino —sobre todo— cuando les envió el Espíritu Santo que con su acción eficaz, entre otros, produjo en ellos los frutos del amor y la alegría. Jesucristo es, por tanto, la fuente y la causa de la alegría para el mundo entero. Él es el cumplimiento de la profecía de Isaías, que leemos en la misa de la Noche de Navidad: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9,1-2.5).

"Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen". Así proclamamos en el credo nuestra fe en el papel de María en relación con Aquel que vino al mundo para "acrecer la alegría y aumentar el gozo". Ella con su "sí" obediente a la voluntad de Dios concibió en su seno y dio a luz al Hijo de Dios, cuyo nacimiento fue anunciado por los ángeles como "una gran alegría, que lo será para todo el pueblo" (Lc 2,10). De este modo, el "sí" de María es motivo de alegría para cuantos estaban en las tinieblas y en la sombra de la muerte, pues a través de ella vino al mundo el Señor de la vida. Con toda razón los creyentes exultan de gozo y la invocan: "María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros". Ella, con toda justicia, merece este título.  Ante todo, porque nos ha traído la auténtica alegría: la alegría de la salvación en la persona de su Hijo. Con el antiguo himno Akathistos, de los cristianos de Oriente, le decimos: "Salve, María, por ti resplandece la dicha. Salve, por ti se eclipsa la pena. Salve, por ti, con los cielos, se alegra la tierra" (Estrofas 1 y 7).

Como resulta evidente, esta cualidad de la Virgen María no se debe a ella misma, sino a su participación en el misterio de Cristo. Ya decíamos antes que "la fuente originaria y la causa de la alegría es Jesucristo". Si decimos "María, causa de nuestra alegría" es porque en ella se refleja, como la luz del Sol sobre la Luna, la alegría de Cristo para todos los hombres. María es la causa de nuestra alegría, de la alegría de todos y cada uno de los mortales, desde el momento en que respondió al arcángel Gabriel que aceptaba ser la Madre del Hijo de Dios. A partir de aquel momento histórico y de un modo creciente, con los misterios de la Vida, Muerte y Resurrección de su Hijo, en el mundo comenzó a iniciarse y percibirse plenamente la alegría que el mundo necesita. "Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros", le decimos cada día al orar con el Santo Rosario en las Letanías.

Pero, la Virgen María es "causa de nuestra alegría" no sólo por habernos dado a Jesucristo sino, también, por el testimonio de alegría de su propia vida y porque con su acción permanente contribuye eficazmente a nuestra felicidad. Lo que María fue en su vida histórica para su Hijo y para las gentes de su tiempo, lo sigue siendo hoy para todos nosotros, pues "una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz" (Concilio Vaticano II, LG 62).

4. "María, causa de nuestra alegría", por lo que es y por lo que hace.

"La alegría es como el sol: ilumina a quien la posee y reanima a cuantos reciben sus rayos" (San Pablo de la Cruz). Si María es causa de nuestra alegría es porque ella misma la tiene en abundancia y nos la comunica. Nadie puede dar lo que no tiene. En su vida histórica, la Virgen María rebosaba alegría y la contagiaba por doquier. ¿De dónde le brotaba a María tan exuberante felicidad? ¿Qué producía en Ella semejante manantial de dicha? "¿Cuál es la fuente misteriosa, oculta, de tal alegría?", se preguntaba Juan Pablo II en Lourdes (31-5-1979). La respuesta no podía ser otra: "Es Jesús, el Hijo de Dios, al que Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo". Uno sólo es el origen, una sola la fuente: el amor y la fidelidad a Dios. María se sabía de Dios y Él copaba su ser entero, impregnándolo de gozo hasta los tuétanos. María fue alegre y feliz porque tenía en cuenta a Dios en su vida y lo amaba en el cumplimiento fiel de su voluntad sobre Ella. Estaba llena de gracia, llena de Dios y, por tanto, llena de la más auténtica y genuina alegría. María está llena de Dios y, por eso, rebosa alegría como un torrente que sale de su interior, sin que lo pueda evitar. Ella contagia a su alrededor esa alegría especial que tienen las personas que están cerca de Dios.

Así se explica lo ocurrido en la visita de María a su prima: "Sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de alegría el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,41-45). Todo esto tiene una explicación: Quien vive en Dios comunica alegría. El corazón de Isabel se llena de alegría y el niño salta de gozo en su seno por el saludo alegre de María, a quien hacía pocos días el ángel Gabriel la saludaba contagiándole el gozo de Dios: "Entrando en su presencia le dijo: "Alégrate, llena de Gracia", el Señor está contigo" (Lc 1,28). La alegría de María, la que le comunica Isabel en su saludo y la que Ella canta en el Magnificat, tiene un origen, tiene una fuente: es Dios.

Ante las alabanzas de su prima Isabel, María responde con una oración de acción de gracias y de engrandecimiento de Dios, que todos conocemos como "El Magnificat": "Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador…". María está contenta con Dios: Él ha puesto en su corazón más alegría que si abundara en cosas materiales (cf. Sal 4,8) y los designios de Dios sobre Ella son la alegría de su corazón (Sal 118,111). Su alegría es como la que canta el profeta Isaías: "Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo" (Is 61,10).

Con el Magnificat, María expresa la alegría de la gratitud por la elección de Dios y la alegría de quien sabe con plena certeza que Dios es su Salvador y que el Omnipotente, fijándose en su humildad, ha puesto en Ella su amorosa mirada y ha realizado cosas grandes en su favor. Es la alegría de la mujer elegida de Dios que pregona la misericordia del Señor para todos los hombres y mujeres, de todos los tiempos y de todos los confines de la tierra. En María se realiza plenamente lo que San Pablo pide a todos los cristianos: "Estad siempre alegres en el Señor. Os lo repito, estad alegres" (Fil 4,4). La alegría es el estado permanente del corazón de María: "Alégrate María, el Señor está contigo", le dijo el ángel Gabriel, y desde entonces será como el rasgo distintivo del corazón de la Virgen María. Como Ella misma dijo: "Desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz" (Lc 1,48), porque ha sido Dios, en quien Ella creyó, quien se ha fijado en Ella y le ha regalado esta condición de "mujer feliz", dichosa, alegre.

El secreto de la alegría perenne de la Virgen María es, también, el secreto de la felicidad de todo ser humano. No hay otro camino. Con fe y profundo deseo, pidamos a Dios que, como María, rebosemos de alegría auténtica y plena para poderla comunicar a todos: "Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, nacido de la Virgen María, has llenado al mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría".

5. Los cristianos, "testigos y causa de alegría".

Los cristianos debemos "estar siempre alegres en el Señor". Cuando nos relacionamos familiarmente con María, cuando la festejamos con amor y devoción, reconociendo agradecidos su presencia y acción en nuestra vida, recibimos como resultado la alegría. Al acercarnos a la Virgen María con fe, al aprender de ella a conformar nuestra vida con la voluntad de Dios, al poner en sus manos nuestras necesidades espirituales, experimentamos que Ella es "causa de nuestra alegría". En la práctica, la autenticidad de nuestra devoción a la Virgen queda demostrada cuando "se acrecienta la alegría y aumenta el gozo" en nuestra vida, porque ésa será la señal de que estamos empeñados en imitar a María en su "sí" a Dios, haciendo siempre y en todo la voluntad de Dios.

La alegría es como el signo característico de un corazón que está unido y entregado al de María. Ella, "causa de nuestra alegría", quiere que también nosotros seamos portadores para los demás de este don, que el mundo espera y necesita. Pero, sólo quien vive en Dios comunica la verdadera alegría. Por eso, la Virgen, como a los criados de la Boda de Caná, no cesa de pedirnos, en relación a su Hijo: "Haced lo que él os diga" (Jn 2,5). Y cuando hacemos lo que Cristo nos dice, como sucedió en Caná, nos convertimos en "causa de alegría" para quienes nos rodean. Hacer lo que Cristo nos pide es hacer siempre el bien y, al hacerlo, nos convertimos en "testigos y causa de alegría" para otros.

"Estad siempre alegres en el Señor". ¿Es posible estar siempre alegres, incluso en situaciones dolorosas? Las cosas de Dios no pasan y, por eso, la alegría que Dios comunica permanece. La alegría que Dios da, es una alegría distinta a la que nosotros vivimos cuando algo nos pone contentos y que desaparece al menor contratiempo. La alegría que Dios da es profunda, es una alegría "en Dios", es una alegría que no pasa, por mucho que cambien las circunstancias externas, como la vivió la Virgen María que permaneció alegre aún en medio de la adversidad. Estamos hablando de aquella alegría que se instala en lo más hondo de nuestro espíritu, allí donde entramos en comunión con el Espíritu de Dios y somos movidos por él. Entonces, como dice Jesús: "Nadie será capaz de quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22). "Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar" (Juan Pablo II).

La vida de cualquiera de nosotros, como la de la Virgen María, no está exenta de pruebas y dificultades, de incomprensiones y rechazo, de dolor y sufrimiento. Sin embargo, en medio de las pruebas y el dolor, el creyente sabe conservar, como María, el dinamismo de la alegría que viene de Dios. "Una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, pues se basa totalmente en el amor. De hecho, el Señor que «está cerca» de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar. Sólo así se comprende la serena dicha de los mártires incluso en medio de las pruebas…" (Juan Pablo II, Ángelus 14-12-2003).

No deja de ser sorprendente que Jesús nos diga: "Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos" (Mt 5,11-12) y, de hecho, los apóstoles testimonian esta alegría en medio de la persecución: "Marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por Cristo" (Hech. 5,41). "Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis en la revelación de su gloria" (1Pe 4,13). Estar alegres en la tribulación es el testimonio por excelencia de la autenticidad cristiana, el signo visible de que estamos en Dios y Él en nosotros. Evidentemente "la alegría en el sufrimiento" no es espontánea o instintiva. Sólo es posible, como en María y en los santos —particularmente en los mártires—, en una obediencia a la voluntad de Dios cada vez más perfecta, hasta el punto de preferir morir antes que desobedecer a Dios". Sólo la adhesión personal a la voluntad amorosa de Dios, descubierta en la oración, fortalecida y alimentada por los sacramentos, y vivida en la caridad, es el manantial de nuestra alegría interior.

Con palabras de Juan Pablo II podemos pedirle a la Virgen María: "Causa nostrae laetítiae", causa de nuestra alegría, ¡ruega por nosotros! Enséñanos a saber captar, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y florece en el dolor, en la renuncia, en la unión con tu Hijo crucificado: ¡haz que nuestra alegría sea siempre auténtica y plena para podérsela comunicar a todos! Amén".

6. Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros

La Madre Teresa de Calcuta decía que "la alegría era la fuerza de la Virgen. Sólo la alegría pudo darle fuerza para caminar sin cansarse hasta las colinas de Judea para realizar el trabajo de servidora de su prima Isabel. También nosotros tenemos que marchar sin detenernos, más allá de las colinas de las dificultades."

En las letanías del Rosario reconocemos a María como la que nos trae la alegría. Y oramos diciendo "Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros", que es lo mismo que pedirle: "danos tu alegría", "ayúdanos a ser alegres como Tú". Por eso, cuando estamos desolados, es decir, cuando estamos pasándolo mal, decaídos, como tirados, sin ganas de nada, tristes, sin sentir la cercanía de Dios, como que nos traga la tierra o nos hundimos en el mar, no dudemos en acudir a la Virgen María. Ella nos contagia del gozo, la paz y la alegría que Dios le dio. Puede que las situaciones que nos han conducido a nuestra desolación no se resuelvan como desearíamos, pero con Ella, y contagiados de su alegría, podemos afrontar esas dificultades con buen ánimo y sin desfallecer porque para Dios nada hay imposible.

En esta Bajada de la Virgen aprendamos, para toda nuestra vida, que la Virgen María nos da la alegría. En medio del mundo que nos ha tocado vivir, en las dificultades y problemas de la vida, en los momentos de dolor, aprendamos de María a conservar siempre la profunda alegría y la paz interior que da la unión íntima con Dios, con su amor. En esa relación profunda con el Señor encontraremos sosiego para nuestras inquietudes, consuelo en el dolor, fuerza para vivir nuestros compromisos y motivación para avanzar en el camino del bien. Y, con este canto del P. Mariano de Blas, LC, pidamos a la Virgen que, en toda circunstancia, permanezca en nosotros la alegría de vivir:

María tú que velas junto a mí
y ves el fuego de mi inquietud
María, madre, enséñame a vivir
con ritmo alegre de juventud.

Ven Señora a nuestra soledad,
ven a nuestro corazón,
a tantas esperanzas que se han muerto,
a nuestro caminar sin ilusión.

Ven y danos la alegría
que nace de la fe y del amor,
el gozo de las almas que confían
en medio del esfuerzo y el dolor.

Ven y danos tu esperanza
para sonreír en la aflicción,
la mano que del suelo nos levanta,
la gracia de la paz y del perdón.

Ven y danos confianza,
sonrisa que en tu seno floreció,
sabiendo que en las dudas y tormentas
jamás nos abandona nuestro Dios.

La grandeza de María, Madre de Dios y Madre nuestra, es siempre motivo de inmensa alegría para todos sus hijos, alegría que en la isla de La Palma adquiere una relevancia especial al celebrar las centenarias Fiestas Lustrales en honor de Nuestra Señora Santa María de Las Nieves. La variedad y esplendor de los actos que se realizan, expresan el amor y la devoción de los palmeros a la Virgen María e implican el encuentro con la Madre de todos. Un encuentro al que Ella corresponde "acrecentando nuestra alegría y aumentando nuestro gozo".

Deseando a todos que se adentren en el genuino espíritu de la Bajada de la Virgen y que al celebrarla se llenen de alegría desbordante, les bendice de todo corazón,

Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense


Lectio divina para el miércoles de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio miércoles 4º

 

LECTURA:            “Juan 5, 17‑30”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo.»

Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.

Jesús tomó la palabra y les dijo: «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre.

Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro.

Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió.

Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida.

Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.

Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.

No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.

Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.»

MEDITACIÓN:            “Da vida”

            Me hablas de vida, Señor. Algo que todos añoramos. Pero en ti la palabra vida adquiere un significado mucho más rico y profundo que el que tiene para nosotros. No es sólo la vida física material, sino la calidad y la cualidad de esa vida. En ti la palabra vida habla de dignidad, habla de plenitud, habla de eternidad, y esas dimensiones sólo las podemos encontrar en ti. Tu presencia entre nosotros no pretende ser sino el comunicarnos que Dios nos ha creado para la vida. Nuestra peregrinación aquí no es sino el espacio para tomar fuerza y arrancar hacia la eternidad.

            Deseo aprender de ti, Señor. Me llamas a romper las ataduras de mi yo para salir constantemente a tu encuentro, Dios de la vida. A hacer todo desde ti. Esto a veces no se puede decir fuerte. Muchos, en cortedad de miras o de intereses, afirman que tú condicionas y limitas, pero no es verdad, yo lo experimento cada mañana, cuando en medio de mis limitaciones y condicionamientos me sigues dando una palabra de estímulo y de ánimo. Una palabra de ternura. Me abres los ojos y el corazón para que recorra con ellos mi entorno y ponga en él mi vida en actitud constructiva, solidaria, comprometida.

            He descubierto que abrirme a tu voluntad no es caer en ninguna alienación que me distancia de todo, sino que me abre a ti, a mis hermanos los hombres, sin condicionamientos, y a todas las posibilidades que has puesto en mí. Me descubres la fuerza que hay en ti y que se prolonga en mí para ser, en medio de tanta comodidad y tantos signos de indiferencia y de muerte, un generador y portador, como tú, de vida       

ORACIÓN:             “Portador de vida”

            Gracias de nuevo, Señor, porque me llamas a la vida. Gracias porque me abres el horizonte y despliegas ante mí la riqueza de tu don y de mis posibilidades. Gracias porque me has mostrado en tu actuar lo que significa ser portador de vida.

            No es fácil, lo sabes. Son muchos los frenos que surgen de mi propio interior que me sugieren no complicarme la vida; o de otras voces externas que me invitan a pasar de todo o, incluso, me fuerzan a comulgar con ruedas de molino. Dame valor y capacidad de discernir y de responder desde ti, porque tú, sólo tú, tienes palabras de vida eterna, sin ningún tipo de interés, sólo el de que el hombre viva.

CONTEMPLACIÓN:           “Dios de la vida”

Padre Dios,
sales a mi encuentro,
extiendes tu mano
y me invitas a tomarla
para caminar contigo.

Tú eres el Dios de la vida.

Nos has creado por amor
y para amar;
para que nuestra vida
sea plena
y llegue a plenitud.

Y yo, Señor, quiero darla,
como tú.


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DOMINGO QUINTO DE CUARESMA
21 de Marzo 2010
 

La gracia, el perdón y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con todos vosotros.

En nuestro camino hacia la Pascua, llegamos hoy ya al quinto domingo de Cuaresma. Se acercan los días santos de la muerte y resurrección de Jesús, y nosotros también tenemos que intensificar nuestra preparación.
Hoy, a pocos días ya de la Semana Santa, se nos invita a contemplar a Jesús perdonando a la mujer adúltera. Como a ella, también a nosotros Jesús nos mira con ternura, con comprensión, y nos da la paz y el perdón. Él nos invita a convertirnos, a renovar nuestra vida, a intensificar nuestra fe en él.

[Y hoy también celebramos el Día del Seminario. En este Año Sacerdotal, oremos por los seminaristas y ayudémosles con nuestra aportación]).

A. penitencial: Comencemos, pues, nuestra celebración, reconociéndonos pecadores y pidiendo a Dios el perdón y la fuerza para convertirnos. (Silencio, sin prisas).

Confesemos juntos nuestros pecados: Yo confieso, ante Dios todopoderoso...

Dios todopoderoso tenga misericordia...

Y ahora, desde nuestra debilidad, invoquemos a Aquel que nos ama y tiene piedad de nosotros: SEÑOR, TEN

PIEDAD / CRISTO,TEN PIEDAD/ SEÑOR,TEN PIEDAD (cantado).

1.lectura (Isaías 43,16-21): Durante estos domingos de Cua­resma, hemos escuchado en la primera lectura momen­tos importantes de la historia de Israel. Hoy escuchamos cómo el profeta Isaías invita a mirar al futuro, en el que la obra salvadora de Dios encontrará la plenitud.

2. lectura (Filipenses3,8-14):San Pablo nos habla de cuál es el objetivo de su vida: unirse a Jesucristo, compartir su pasión ysu muerte para poder experimentartambién su resurrección. Un buen propósito para todo cristiano en la inmediatez de la Semana Santa.

Oración universal: Con toda la confianza que nos merece ese Jesús que acoge, que escucha, que perdona, que ama hasta dar la vida, nos dirigimos a él y le rogamos, cantando: KYRIE, ELEISON

Por todos los cristianos. Para que vivamos con intensi­dad este tiempo de conversión, para poder compartir con Jesús su muerte y su resurrección. KYRIE, ELEISON.

Por los sacerdotes, en este año sacerdotal. Para queden siempre un buen testimonio defey de esperanza. KYRIE, ELEISON.

Por los seminaristas. Para que vivan llenos del amor de Dios y de un profundo espíritu de servicio a los hermanos. KYRIE, ELEISON.

Por nuestras comunidades cristianas. Para que de ellas surjan jóvenes dispuestos a seguir a Jesús en el minis­terio sacerdotal. KYRIE, ELEISON.

Por nosotros. Para que la celebración del misterio pas-cual del Señor nos ayude a salir renovados y fortaleci­dos en nuestra vida yen nuestra fe. KYRIE, ELEISON.

Escucha, Señor, nuestras oraciones, y derrama sobre el mundo entero tu amor y tu perdón. Tú que ...

Padrenuestro: Unidos a Jesucristo, oremos a Dios nuestro Padre con toda confianza. Necesitamos su perdón, necesitamos su fuerza ante el mal y el pecado. Por eso, nos atrevemos a decir:

Gesto de paz: En Cristo, que nos ha reconciliado con su cruz, daos fraternalmente la paz.


CPL


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Domingo, 14 de marzo de 2010

Artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Hacia una laicidad positiva".

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Prospera en el Congreso de la Unión la iniciativa de reforzar el laicismo en nuestro país, al que astutamente llaman laicidad. En el fondo, se nota un temor de que si no se refuerza al Estado laico, éste puede perder su poder ante lo que llaman el embate de la Iglesia Católica. No nos creen cuando les decimos que nosotros también abogamos por un sano y maduro laicismo, bien entendido. Desconfían, como si pretendiéramos un Estado confesional, en que éste se supedite a una religión y se imponga una sola creencia a toda la sociedad. En otros siglos eso aconteció, porque los Estados eran incipientes y débiles, y se apoyaban, para darse seguridad y protección, en la autoridad que siempre ha tenido la Iglesia. Así sucede hoy todavía en pequeñas comunidades indígenas y campesinas, donde toda la población es de una sola religión, y los disensos son vistos como un peligro para la unidad comunitaria. Los tiempos han cambiado. Hoy existe pluralidad de opciones políticas y religiosas, y no se puede ni se debe imponer la uniformidad. 

Se percibe el deseo de acallar la voz de la Iglesia y restringir aún más sus limitadas libertades. Unos legisladores, ignorantes de su religión, queriendo quedar bien con pequeños grupos antirreligiosos muy beligerantes y no perder votos, apoyan iniciativas no acordes con su fe y sin información de lo que su Iglesia piensa. Son católicos cuando nos piden que les celebremos sacramentos, no para dialogar con nosotros sobre estos puntos tan trascendentes. 

JUZGAR

Apoyamos y defendemos el sano laicismo que el mismo Jesucristo ordenó, al distinguir y respetar el poder del César, siempre y cuando éste reconozca a Dios y no pretenda absolutizarse como un dios. No estamos de acuerdo con un laicismo que signifique exclusión de Dios y de la religión en la vida pública, pues los creyentes somos personas con presencia social e historia de siglos. A Dios no se le puede encerrar en la interioridad de los corazones y de los hogares. Reprobamos un laicismo que, dizque apoyándose sólo en las ciencias y en el progreso, se cierra a normas morales que tienen su fundamento en la ley natural, que ordena a todos evitar el mal y hacer el bien. Criticamos un laicismo que sólo concede libertad de credos y de culto, pero no reconoce la plena libertad religiosa, que es mucho más amplia que eso. 

Abogamos por una positiva laicidad, en que el Estado respeta las creencias de todos los ciudadanos, les garantiza su libertad religiosa y no impone una sola religión. Queremos una sana laicidad, en que tanto el Estado como las iglesias se respetan en sus justas autonomías y se valoran en sus aportes a la sociedad, sin ignorar ni desechar todo lo que tenga implicaciones religiosas. Deseamos una laicidad que no tenga miedo de reconocer una más plena libertad religiosa en la educación, en los medios de comunicación, en la política, en las universidades, en la participación abierta de las iglesias en la discusión sobre asuntos públicos que importan al pueblo. Esta laicidad es respeto del Estado a las diferencias religiosas, no sometimiento a una iglesia. 

Es un rancio laicismo negarse a reconocer más libertad religiosa para todos. Es contrario a la laicidad impedir que podamos ser dueños de una emisora de radio o televisión. Es miedo a la Iglesia amordazarnos y amenazarnos con multas y otras penalidades, cuando criticamos algunas leyes, o advertimos ideologías contrarias a la fe y a la moral católicas en candidatos en tiempos electorales. Todos tienen libertad para decir lo que quieran, menos nosotros. ¿Esa negación de nuestro derecho a la libertad religiosa, es el laicismo que quieren reforzar? ¿Esos son los adalides del progreso? ¡Volveríamos a la Constitución de 1917! 

ACTUAR

Legisladores y gestores de opinión pública: Disciernan lo que implica la verdadera libertad religiosa y no la limiten. Escuchen las voces de quienes podemos ofrecer otras luces. Diputados católicos y evangélicos: Conozcan más su religión y no oculten la fe que recibieron en el bautismo. No antepongan intereses partidistas a los valores del Evangelio. Sean testigos de Cristo.


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Carta de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y Jaca, con el título "Surcos de esperanza en la tierra del hambre".

Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien.

Siempre ha habido hambre y hambrientos en el mundo. Tanto es así que el primer mundo, pagado de sí mismo tantas veces, se acostumbró a ver el tercer y cuarto mundo -el de la penuria más terrible- como parte de un paisaje inevitable. Entonces, se echaban unas monedas en la hucha del cepillo de la hipocresía, y con una pequeña cantidad de sobrante opulento, se paliaba simbólicamente no tanto el hambre, que seguía siendo hirientemente real para tantas personas, sino la mala conciencia.

La denuncia puede ser tan osada como estéril, si no implica al propio corazón, al propio bolsillo, en una conversión real por amor a Dios hacia quienes tienen menos, mucho menos, de modo inculpable y misterioso. Una denuncia que no empieza y termina en la barricada o la trinchera, sino que sabe conciliar la fe, la caridad, la creatividad, la audacia, la esperanza y la misericordia.

Así ocurrió hace cincuenta y un años, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica crearon la Asociación Manos Unidas. Decidieron decir basta al hambre como lacra terrible de nuestro mundo moderno, planetario, cibernético y espacial. Ya el beato Juan XXIII, aquel Papa bueno, dejó dicho que convocaba el Concilio Vaticano II porque la Iglesia estaba llamada a ser como otras veces en la historia de la humanidad una instancia crítica y misericordiosa a la vez. Reconocía Juan XXIII que junto a los avances indudables en el campo científico y técnico, no se había crecido ni evolucionado a la par en el terreno moral y humano. Un mundo de contrastes, donde grandes avances conviven con incompresibles retrocesos. Entonces el Papa dijo que la Iglesia debía volver a inyectar en las venas de la humanidad la savia del Evangelio.

Esto hicieron las mujeres de Manos Unidas: declarar la guerra al hambre. Iniciaron una obra encaminada a remediar las tres hambres que afligen al mundo: «hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios». Esto es lo que distingue ya desde el inicio a Manos Unidas de tantas otras ONG no cristianas, estas tres hambres para las cuales reparten con amor ese Pan que es el mismo Dios hecho gesto de caridad, saciando el hambre material, quitando la hambruna ignorante y la de la indiferencia o lejanía del Señor.

Comenzaron con una iniciativa que por su inocencia indefensa casi daba que pensar: un ayuno y una colecta, es decir dos gestos por los que se podía participar por unos instantes en la realidad de las personas a las que se quería llegar, sentir su hambre impuesta ayunando voluntariamente, y compartir la comunión los bienes en la entrega de una limosna fraterna.

«Contra el hambre, defiende la tierra» es el lema que se ha escogido este año. Dios mismo quiso sembrar en el surco de la tierra que nos dio los recursos que nos permitan vivir dignamente. Pero si maltratamos esa "hermana madre tierra", como decía San Francisco, cultivando los egoísmos que Dios no plantó, entonces impondremos un barbecho empobrecedor a los demás mientras a costa de los pobres vallamos nuestra reserva privada de bonsáis insolidarios. Defender la tierra es defender lo que para todos el Señor nos dio, de modo que la vida de los nacidos pueda crecer con dignidad, con libertad y esperanza, sin sucumbir por el hambre de pan, de cultura o el hambre de Dios.

El Señor os bendiga y os guarde.


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Lectio divina para el martes de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectio martes 4º

 LECTURA:           “Juan 5, 1‑3. 5‑16”

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:«¿Quieres quedar sano?»

El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»

Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»

Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»

Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»

Pero el que habla quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacia tales cosas en sábado.

MEDITACIÓN:           “Levántate”

            Tengo la experiencia suficiente para reconocer que mis parálisis son más duraderas de lo que yo mismo quisiera, y también para saber que soy yo o los otros quienes las facilitan. Tú sigues empeñado, como una obsesión, en sacarme de ellas, en invitarme y ayudarme a andar. Continuamente me estimulas para que no me deje aplastar por ningún peso o frenar por la dificultad o por la comodidad de las circunstancias. No quieres verme postrado en mi humanidad.

            Sé que no haces alusión a nada físico. Se puede estar paralítico y ser un gran caminante de humanidad; y se puede ser un gran corredor y estar cómodamente tumbado en la indiferencia de lo que ocurre dentro de uno mismo o en el mundo que me rodea.

            Tú quieres que camine, que crezca, que nada paralice el camino hacia mi plenitud y la de mis hermanos. Por eso no me aplastas bajo el peso abrumador de mis pobrezas, y podrías hacerlo. Tú me quieres siempre levantado, en marcha, no idílicamente, sino desde la realidad dura e incómoda. Capaz de llevar sobre mis hombros el peso de mis limitaciones, el peso de la vida. Ahí late la esperanza de mi milagro de cada día. Porque tú vuelves a salir a mi encuentro, a mi realidad herida, para decirme: “Levántate, coge tu camilla, y echa a andar. 

ORACIÓN:            “El sentido de lo que somos”

            Encontrarme contigo cada día es lo mejor que me puede pasar. Escuchar tu palabra que me invita a seguir adelante, es lo que pone en marcha lo mejor que hay en mí. Sigue habiendo, y sé que seguirá habiéndolas, muchas limitaciones e infidelidades en este camino, muchos tropiezos y caídas, por eso te pido que no me falte nunca la cercanía de tu palabra.

Gracias, porque sigues saliendo a mi encuentro, porque sigues empeñado en acercarte a mí y deseando que me acerque a ti. No por el bien que te beneficie sino porque deseas mi felicidad. Sigue empeñado en que encuentre en ti el sentido de lo que mueve mi existencia. Para que esa alegría profunda estimule mi camino y ayude a estimular a los que están conmigo. Que todos puedan experimentar que el único que posibilita el sentido de lo que somos y hacemos brota de ti.

CONTEMPLACIÓN:            “Te amo”

Necesito tu palabra cercana,
para no pararme, Señor.

Necesito tu confianza
que me levante cada mañana.

Necesito tu fuerza
para llevar adelante mi historia
Te necesito, Dios mío,
porque me amas;
te necesito,
porque,
a pesar de mis bloqueos,
te amo.


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Lectio divina para el lunes de la cuarta semana de cuaresma 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.


Lectio lunes 4º

 

LECTURA:          “Juan 4, 43‑54”

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo habla hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.»

Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque hablan visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos hablan ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Cana de Galilea, donde habla convertido el agua en vino. Habla un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis.»

El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño.» Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado.»

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado.» Y creyó él con toda su familia.

Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

MEDITACIÓN:           “Creyó”

            Es fácil pensar que mucha gente acudía a ti porque querían arrancarte un milagro, un signo, tal vez era lo único que les interesaba de ti, incluso hay reproche en tus palabras. Pero lo cierto es que se acercaban a ti porque sabían que de ti brotaba vida. Que no eras portador de intereses, sino de vida. Allí donde estabas aportabas un destello de luz, de esperanza, contigo algo podía empezar a ser diferente.

            No se le puede reprochar nada a aquellas personas. Yo también busco muchas veces no a ti, sino que busco tus signos. De alguna forma, tal vez muy sutil, trato de utilizarte para mis intereses, para que no se me tuerzan las cosas, para que todo vaya bien: la salud, los problemas, que todo se solucione fácil, y por eso me cuesta poco quejarme de todo, incluso me atrevo a decir que no te importo si la cosas no van bien, si las dificultades y las contrariedades y el dolor se cruzan en el camino de mi existencia.

            Y así, al final, tengo que reconocer con tristeza que no te quiero a ti, si no tus productos, te quiero para utilizarte como pocíón mágica de mi caminar y, claro, tú no quieres eso. Tú te empeñas en mostrarme toda la dimensión profunda de mi vida llamada a abrirse a ti, a mis hermanos, a mí mismo, a potenciar mi humanidad, a ser capaz de moverme y de pasar por encima y más allá de los contratiempos dolorosos de esta vida, pero yo sigo aferrado a la espera del milagro.

            Y tú, con voz un tanto lastimera, me sigues invitando a abrirme al abismo profundo de la fe, que me llama a introducirme en tu misterio de amor, en mi propio misterio, en el misterio del corazón humano, para descubrir su fuerza de vida, y poner mi vida, como tú, al servicio de potenciar junto a ti cualquier signo de vida.

ORACIÓN:            “Caminas conmigo”

            Me pongo de nuevo ante ti, Señor, necesitado de tu fuerza. Te necesito, pero no te pido ningún signo, te tengo a ti y eso me vale. Sólo quiero pedirte que no me falte tu fuerza para seguir aferrado a ti, para que nunca deje de buscarte a ti, para que sepa descubrir que en todas las circunstancias de mi vida no dejas de estar a mi lado.

            Por eso te pido, Señor, que especialmente, en los momentos de mayor dificultad, de mayor oscuridad, no pierda nunca la certeza de que me sostienes, de que caminas conmigo, de que me sigues ofreciendo tu vida, para que no deje nunca de ser, como tú, generador de vida.

CONTEMPLACIÓN:          “Cada día”

Cada día
salgo en tu busca, Señor,
pero antes de que te encuentre
ya me has encontrado tú.

Y sé que en las continuas noches
que se ciernen sobre mí,
Tú caminas conmigo,
me sostienes con tu amor callado,
me acaricias,
y me llevas de la mano.


Publicado por verdenaranja @ 20:59  | Liturgia
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Lectio divina para el domingo cuarto de Cuaresma - C - 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana Liturgia de la Diócesis de Tenerife.

4º domigo

 

LECTURA:          “Lucas 15, 1‑3. 11‑32”

         En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» 

Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. 

Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." 

Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. 

Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. 

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."  Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."» 

MEDITACIÓN:           “Lo vio y se conmovió”

            Creo que se puede decir que este texto es uno de los más hermosos de todo el evangelio. Es un canto al perdón, a la misericordia, a la ternura.

            Pienso que a nadie le llamará la atención la postura egoísta y superficial del hijo pequeño, porque tipos de ese estilo se pueden encontrar con bastante facilidad. Y aplicado en otro sentido más amplio, cualquiera nos podemos identificar en postura parecida con respecto a Dios. La actitud del hijo mayor tampoco nos es nueva. Cuántos de nosotros, guardando la imagen, pensando estar cerca, tenemos el corazón lejos del Padre.

            En medio de este panorama humano, destacas tú, Señor. Porque eres tú el que aparece reflejado en la imagen del padre. Tú que respetas nuestra libertad, nuestros distanciamientos, nuestros rechazos y desplantes, nuestro aprovecharnos de ti, sufriendo en tu corazón nuestro sufrimiento querido y buscado, provocado en  la mayor parte de las casiones por nosotros mismos. Luego, sí, la culpa te la echaremos a ti, cómo no, y tú, en tu amor de padre, seguirás teniendo y pronunciando una palabra de amor, para cada uno de nosotros. Porque sabes, mejor que nosotros, el dolor que escondemos, las frustraciones que callamos, los vacíos que soportamos, las soledades que nos llenan. Las podemos disimular, ocultar, pero no a ti.

            Y así, tú nunca desistes de ser y de actuar como padre para nosotros Y no cejas en buscar la forma de que nos sintamos hermanos, y nos acojamos, y nos perdonemos, y nos alegremos del bien mutuo. Todavía nos es más fácil la distancia, crear barreras entre nosotros y contigo. A veces, sí, llenamos el espacio de palabras bonitas, hablamos y discurseamos bien, pero luego nuestra vida saca a la luz la verdad de nuestro corazón, lo lejos que estamos de ti, de los otros y de nosotros mismos.

            Pero, Señor, no te canses de ser así, no te canses de esperar, de salir a esperar mi vuelta. No te canses de amarme y de perdonarme, porque ese amor intuido a lo lejos, pero susurrándome al corazón, es lo único que me puede salvar, de mí mismo y de todos las absurdos, superficialidades y nadas que salen a mi camino.

ORACIÓN:           “Ser como tú”

            Señor, enséñame a ser como tú. No, no es tan imposible. Soy tu hijo, llevo tu semilla de amor en mi interior, y es lo que me hace vibrar ante todo lo bueno. Que no se pudra esa semilla en mí, porque en ella está la fuerza de mi mejor tesoro, de lo mejor de mí mismo, que es tuyo, porque viene de ti.

            Gracias, por estar siempre ahí. A la luz de esta palabra casi te veo saliendo una vez y otra a mi encuentro, cuando tantas veces me distancio de ti y de los otros, para mecerme en el centro de mi yo, de mis caprichos, de mi superficialidad.

            Gracias por tu ternura, por tu misericordia, por tu paciencia, por tu perdón. Gracias por mantener siempre abierta tu puerta, gracias por tus lágrimas y por tus besos. 

CONTEMPLAR:          “El calor de un abrazo”          

Me reconozco huyendo de ti
hacia ninguna parte,
hacia el vacío de mi superficialidad,
hacia la madurez
de mi inconsciencia
y de mis imágenes distorsionadas
de ti.

Y en la oscuridad de mis noches,
intuyo las lágrimas de tus ojos
que se extienden a los míos,
y el latido expectante
de tu corazón
que espera ansioso descubrir
mi rostro y mi mirada
clavada en la tuya.

Y en el silencio de ese encuentro,
siento tu emoción
volcada en la mía
y como el calor de un abrazo
que me colma de paz.


Publicado por verdenaranja @ 20:54  | Liturgia
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Comentario al evangelio del domingo cuarto de cuaresma – c, publicado en Diario de Avisos el domingo 14 de Marzo de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO. 

Viaje de ida y vuelta

La palabra cuaresma tiene relación con la palabra conversión. La pala­bra conversión supone la palabra dispersión, separación. La separación empieza a equivaler a pecado. La palabra pecado lleva a la palabra vacío. Vacío rima con hambre y con sed. Las palabras hambre y sed están anunciando ya vuelta a casa. O, si quieren, volver a la casa del Padre. O sea, la cuaresma es completar un viaje completo de ida y vuelta. Desde la casa del Padre hasta la casa del Padre pasando por todas esas estaciones que he enumerado y que ahora voy a deletrear un poco, con la vista puesta en el Hijo pró­digo. Sirva ese viaje de escarmiento y enmienda. Casa del Padre o estación de salida. El cristiano es alguien que vive bien, y no me refiero al confort material. Me refiero a lo que decía Pablo: "Los que hemos sido bautizados en Cristo, nos hemos revestido de él" y "tenemos una vida nueva". Y "no solo de palabra nos lla­mamos hijos de Dios, sino que de verdad lo somos". Con todo lo que esto supone. Pero la parábola de hoy nos da a entender que los hijos de Dios tendemos a... la dis­persión. Con esa herencia que Dios da a cada uno, salimos por ahí a dilapidar la hacienda. Cada cual ha de examinar su conciencia y analizar en qué consiste su personal malversación de fondos. Porque creo que nadie puede librarse de recono­cer: tengo siempre presente mi pecado. Porque el pecado es eso justamente: aver­sión a Dios, apartarse de la casa del Padre, de esa monotonía que supone hacer su voluntad en la tierra como en el cielo y empezar a tener otras preferencias, gene­ralmente espejismos que, de momento, deslumbran y aturden. Menos mal que, tarde o temprano, esos brillos desapare­cen y, al fin, dejan... Un vacío. Es el desam­paro. La soledad. La impotencia. La cons­tatación de que somos muy débiles y menesterosos. El convencimiento, además, de que no es de oro todo lo que reluce. La vergüenza de comprobar que uno está deseando comer las bellotas de los cerdos y nadie se las dada nada. Y, en esa nada, brota, primero, la luz. Y, des­pués: el hambre y la sed. Uno empieza a pensar: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre viven satisfechos, mientras que yo?. Es el moribundo que empieza otra vez a vivir. Es el desengaño, darse cuenta de que había vivido engañado. Es empezar a entender otra vez que "más vale un día en tus atrios, Señor, que mil años en las tien­das de los enemigos". Se empieza a elegir un salmo que retrate nuestro estado de ese momento "El gorrión ha encontrado su casa y la golondrina su nido: tus alta­res, Dios de los Ejércitos". Es el momento de la salvación. El enfermo dice: "Volveré a la casa de mi Padre y le diré...". El retorno. No hay página más bonita en la historia de la literatura. El padre salía todos los días... El hijo, roto, pero curado, viene repitiendo su mejor verso: "He pecado contra el cielo y contra ti". Por eso Jesús, aunque ya no hacía falta, solía aña­dir: "Hay más alegría en el cielo cuando un pecador se convierte, que cuando noventa y nueve justos hacen penitencia".

Daniel Padilla


Publicado por verdenaranja @ 9:42  | Espiritualidad
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S?bado, 13 de marzo de 2010

ZENIT nos ofrece la versión italiana del discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el viernes 12 de Febrero de 2010 a los obispos de Rumanía y de la República de Moldavia, a quienes recibió en audiencia con motivo de su visita ad Limina.

Venerados Hermanos en el Episcopado

Es para mi motivo de gran alegría encontraros en el transcurso de la visita ad limina, escucharos y reflexionar juntos sobre el camino del Pueblo de Dios confiado a vosotros. Saludo con afecto a cada uno de vosotros y agradezco, en particular, a monseñor Ioan Robu por las cordiales palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido. Dirijo un pensamiento especial a Su Beatitud Lucian Mureşan, arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica rumana. Vosotros sois pastores de comunidades de ritos diversos, que ponen las riquezas de la propia larga tradición al servicio de la comunión, por el bien de todos. En vosotros saludo a las comunidades cristianas de Rumanía y de la República de Moldavia, en el pasado tan duramente probadas, y rindo homenaje a esos obispos e innumerables sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles que, en el tiempo de la persecución, mostraron indómito apego a Cristo y a su Iglesia, y conservaron intacta su fe.

A vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, deseo expresaros mi agradecimiento por vuestro generoso compromiso al servicio del renacimiento y del desarrollo de la comunidad católica en vuestros países, y exhortaros a continuar siendo pastores celosos del rebaño de Cristo, en la pertenencia a la única Iglesia y en el respeto de las distintas tradiciones rituales. Conservar y transmitir el patrimonio de la fe es una tarea de toda la Iglesia, pero particularmente de los obispos (cfr Lumen gentium, 25). El campo de vuestro ministerio es vasto y exigente: se trata, de hecho, de proponer a los fieles un itinerario de fe cristiana madura y responsable, especialmente a través de la enseñanza de la Religión, la catequesis, también de adultos, y la preparación a los Sacramentos. En este ámbito es oportuno promover un mayor conocimiento de la Sagrada Escritura, del Catecismo de la Iglesia católica y de los documentos del Magisterio, el particular del Concilio Ecuménico Vaticano II y de las Encíclicas Papales. Es un programa difícil, que requiere la elaboración común de planes pastorales dirigidos al bonum animarum de todos los católicos de los diversos ritos y etnias. Esto exige testimonio de unidad, sincero dialogo y colaboración activa, sin olvidar que la unidad es primariamente fruto del Espíritu Santo (cfr Gal 5,22), que guía a la Iglesia.

En este Año Sacerdotal, os exhorto a ser siempre auténticos padres de vuestros presbíteros, primeros y preciosos colaboradores en la viña del Señor (cfr Christus Dominus, 16.28); con ellos existe un vínculo ante todo sacramental, que a título único les hace partícipes de la misión pastoral confiada a los Obispos. Empeñaos en cuidar la comunión entre vosotros y con ellos en un clima de afecto, de atención y de diálogo respetuoso y fraterno; interesaos por sus condiciones espirituales y materiales, en su puesta al día teológica y pastoral. En vuestras diócesis no faltan Institutos religiosos comprometidos en la pastoral. Será vuestro cuidado especial dedicarles la debida atención y proporcionarles toda ayuda posible para que su presencia sea cada vez más significativa y los consagrados puedan llevar a cabo su apostolado según el propio carisma y en plena comunión con la Iglesia particular.

Dios no deja de llamar a hombres y mujeres a su servicio: de esto debemos estar agradecidos al Señor, intensificando la oración para que Él siga enviando obreros a su mies (cfr Mt 9,37). Es tarea primordial de los obispos promover la pastoral vocacional y la formación humana, espiritual e intelectual de los candidatos al sacerdocio en los seminarios y en los demás Institutos formativos (cfr Optatam Totius, 2.4), garantizándoles la posibilidad de adquirir una profunda epsiritualidad y una rigurosa preparación filosófico-teológica y pastoral, también mediante la elección atenta de los educadores y de los docentes. Un cuidado análogo debe ponerse en la formación de los miembros de los Institutos de vida consagrada, en particular de los femeninos.

El florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas depende en buena parte de la salud moral y religiosa de las familias cristianas. Por desgracia, en nuestro tiempo no son pocas las insidias hacia la institución familiar en una sociedad secularizada y desorientada. Las familias católicas de vuestros países, que durante el tiempo de la prueba han dado testimonio, a veces a caro precio, de la fidelidad del Evangelio, no son inmunes a la plaga del aborto, de la corrupción, del alcoholismo y de la droga, como tampoco al control de los nacimientos mediante métodos contrarios a la dignidad de la persona humana. Para combatir estos desafíos, es necesario promover consultores parroquiales que aseguren una preparación adecuada a la vida conyugal y familiar además de organizar mejor la pastoral juvenil. Es necesario, sobre todo, un compromiso decidido para favorecer la presencia de los valores cristianos en la sociedad, desarrollando centros de formación donde los jóvenes puedan conocer los valores auténticos, embellecidos por el genio cultural de vuestros países, para poder dar testiomonio de ellos en los ambientes donde viven. La Iglesia quiere dar su contribución determinante a la construcción de una sociedad reconciliada y solidaria, capaz de hacer frente al proceso de secularización actual. La transformación del sistema industrial y agrícola, la crisis económica, la emigración al extranjero, no han favorecido el mantenimiento de los valores tradicionales, que deben ser, por ello, vueltos a proponer y reforzados.

En este contexto, resulta particularmente importante la testimonio de fraternidad entre católicos y ortodoxos: prevalece sobre las divisiones y sobre los desacuerdos y abra los corazones a la reconciliación. Soy consciente de las dificultades que deben afrontar, en este ámbito, las comunidades católicas; auguro que se puedan encontrar soluciones adecuadas, en ese espíritu de justicia y caridad que debe animar las relaciones entre los hermanos en Cristo. En mayo de 2009, habéis recordado el X aniversario de la histórica visita que el Venerable Papa Juan Pablo II realizó a Rumanía. En aquella ocasión, la Providencia divina ofrecía al Sucesor de Pedro la posibilidad de realizar un viaje apostólico a una nación de mayoría ortodoxa, donde desde hace siglos está presente una significativa comunidad católica. Que el deseo de unidad suscitado por esa visita alimente la oración y el compromiso de dialogar en la caridad y en la verdad y a promover iniciativas comunes. Un ámbito de colaboración hoy particularmente importante entre ortodoxos y católicos tiene que ver con la defensa de las raíces cristianas de Europa y de los valores cristianos, y con el testimonio común en temas como la familia, la bioética, los derechos humanos, la honradez en la vida pública, la ecología. El empeño unitario sobre estos argumentos ofrecerá una importante contribución al crecimiento moral y civil de la sociedad. Un diálogo constructivo entre ortodoxos y católicos no dejará de ser fermento de unidad y de concordia no sólo para vuestros países, sino también para toda Europa.

Al término de nuestro encuentro, mi pensamiento se dirige a vuestras comunidades. Llevad a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a todos los fieles de Rumanía y de la República de Moldavia mis saludos y mi ánimo, asegurando mu afecto y mi oración. Mientras invoco la intercesión de la Madre de Dios y de los santos de vuestras tierras, imparto de corazón mi Bendición a vosotros y a todos los miembros del Pueblo de Dios confiados a vuestra solicitud pastoral.

[Traducción de la versión oficial italiana por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]


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Mensaje de monseñor Baldomero Carlos Martini, obispo de San Justo, para la Cuaresma 2010. (AICA) 

“ATRAERÉ A TODOS HACIA MI” 

Queridos Hermanos:

Con la celebración del miércoles de Ceniza, nos comprometemos a recorrer juntos como Iglesia, el Camino hacia la Pascua. Necesitamos integrar nuestra vida en el Misterio Pascual, ser iluminados y renovados desde  dentro de nuestra realidad personal , familiar y comunitaria. Es un tiempo de Conversión, Penitencia y Oración, bajo el dinamismo del Espíritu Santo, escuchando el querer de Dios, en la Palabra acogida  y vivida y en el encuentro sacramental con Cristo. Caminamos hacia Jerusalén para abrazar la Cruz, como la expresión más grande del Amor de Dios por cada uno de nosotros, tan necesitados de liberación.

Reciban esta Palabra como espíritu y lema Cuaresmal:“ Cuando Yo  sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí. ( Jn 12,32)  Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir”
 

1. NOS  ATRAE A TODOS , CREYENTES Y NO CREYENTES.

 Mis amigos , “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (2 Tim 2,4). Lo he comprobado en mi vida  y  descubierto en la vida de quienes se han convertido .

El amor de Dios se derrama en nuestros corazones y está a la puerta esperando que le abramos, nos busca con señales inimaginables. Les decía el Papa  a los artistas “ Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza como la verdad es lo que pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une las generaciones  y las hace comunicarse en la admiración” En la cuaresma afinamos  las conciencias para descubrir ó para tener una mirada nueva  sobre  nuestra vida y sus fealdades  y  así sentir la necesidad de una experiencia superadora en el vivir cotidiano. “La experiencia de la auténtica belleza, no efímera ni superficial, no es  algo secundario en la búsqueda del sentido de la vida y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, sino al contrario, lleva  a una confrontación abierta con la vida diaria, para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, a fin de hacerla luminosa y bella”. La Cuaresma vivida como búsqueda y encuentro, nos hace sensibles a la belleza luminosa de la Pascua, como el Paso de la muerte a la Vida y del pecado a la gracia de hombres nuevos y por lo tanto embellecidos  por  las manos del Creador y del Redentor. “La belleza es clave del misterio , llamada y camino hacia  lo trascendente, hacia el Misterio último, es decir hacia Dios. ¿Qué belleza salvará al mundo?  nos interpelaba en una Cuaresma el cardenal Martini y nos respondía: con la belleza de la Cruz , de la Palabra , de la Oración , del Sacrificio y del Dios que es Comunión de la Trinidad. Este es un tiempo para dejarnos atraer por la Belleza de un Dios que es el amor que salva y descubrir que somos atraídos por Jesús de distintas maneras y muchos sin saberlo, en el sufrimiento y en el amor sano, a los demás .La sensibilidad por la auténtica belleza, nos capacita para una relación con Dios  que nos realiza y por un encuentro sanante con los demás que nos dignifica y madura en fraternidad como rostro humano de la comunión.
 

2. QUE LOS SACERDOTES NOS DEJEMOS ATRAER POR EL CRISTO DE LA CRUZ.

Jesús nos quiere mucho, tiene una mirada especial, desde la Cruz  para hacernos  experimentar a todos, su amor hasta el extremo . Nos dice en Juan: “ Nadie puede venir a Mi, si el Padre no lo atrae ” (6,44) y es el Espíritu Santo el que nos hace sentir  esta ternura y nos revela la belleza de la Cruz, que  manifiesta la belleza de la Trinidad y de toda  su obra creadora y redentora .  La Belleza de Dios y la belleza de la Salvación de todos, nos debe apasionar en el caminar de cada día y despertar, la generosidad de nuestra entrega.  Llamados a ser como un cáliz vacío , como María al pié de la Cruz, que se deja llenar de todo lo que es  y hace Cristo. Él, por el Espíritu de Santidad, recibido en la Ordenación, nos hace vivir el Amor del Padre, con un corazón que se deja convertir cada día : por la belleza de su Palabra, que ilumina el peregrinar y disipa las oscuridades del andar; por la belleza de la Oración que nos lleva a la intimidad con el Dios vivo y nos capacita para vivir la caridad pastoral, el amor y el encuentro maduro con los hermanos que se nos confiaron.; por la belleza del sacrificio(ascesis), que nos hace fuertes en la fidelidad , haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor, capaces de dar testimonio  de haber sido llamados para amar y servir hasta el fin.

El amor sacerdotal  se vuelve antorcha luminosa y atrayente, en la comunión con la Cruz del Señor de la Vida y del Amor. Recuerdo con alegría el testimonio fiel, de tantos sacerdotes en mi vida.

En esta Cuaresma del Año sacerdotal, en cada Eucaristía,  sacramento de la Nueva y Eterna Alianza reavivemos el Carisma de Dios recibido por la imposición de las manos  y renovemos nuestra alianza de Amor con el Cristo que nos envía como discípulos y misioneros de su Cruz y de su Pascua. Con ustedes quiero celebrar y anunciar la belleza de la Vocación que hemos recibido como Don y Misterio, para bien del Pueblo sacerdotal de todos los fieles.

“Seamos agradecidos por los dones recibidos y plenamente concientes de la  gran responsabilidad de comunicar la Belleza que salva” especialmente a los jóvenes, todavía sensibles a la Belleza que salva, del abismo de la mediocridad y el sin sentido que debilita la esperanza.
 

3. JÓVENES ¡ ÁBRANLES LAS PUERTA DE SUS VIDAS AL REDENTOR!

Nos enseña Benedicto XVI:  “El núcleo más profundo de nuestro ministerio sacerdotal  es ser amigos de Cristo (Jn15,15), amigos de Dios, por cuya mediación también otras personas puedan encontrar Su cercanía. En nuestras comunidades todos estamos llamados a esta amistad, pero nosotros, los pastores estamos urgidos,  para que ayudemos a los jóvenes, a experimentar  esta amistad y este amor de Cristo, que sigue llamándolos a ser cristianos y a algunos para ser nuestros sucesores en un mundo necesitados del amor sacerdotal . La ciudad está llena de rostros de jóvenes que nos interpelan a todos. Como testigos de esperanza, hagamos sentir presente en  medio de ellos a Cristo, que  los mira con amor y les dice: vendan todo lo