Exposición de monseñor Domingo S. Castagna, arzobispo emérito de Corrientes (Mayo de 2010). (AICA)
CANÓNIGO ALFONSO M. DONNIS
Presbítero de la Arquidiócesis de Buenos Aires, fallecido en los comienzos de la década del 60 del siglo XX.
Al santo cura “desconocido”. En Francia, como en otros países, se erige una tumba al “Soldado desconocido”. Allí se recuerdan a los héroes anónimos que ofrecieron sus vidas por la Patria. Se me ocurrió hacer una semblanza del santo sacerdote “desconocido”. En él intento reunir a tantos hombres santos que murieron silenciosamente en el ejercicio cotidiano del ministerio sacerdotal. Me referiré a un sacerdote de carne y hueso, que escribió su propia página en la historia de la Iglesia de Buenos Aires, que vivió oculto en una parroquia de la periferia y que murió hace cincuenta años en el silencio y la pobreza. Su nombre, que muy pocos recordarán, es ALFONSO MARIANO DONNIS, antiguo párroco de San Francisco Solano y Canónigo de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Fue mi párroco cuando yo era un niño; vio nacer y crecer mi vocación sacerdotal, la cuidó y me condujo al Seminario. Pudo verme ordenado sacerdote y asistió conmovido a mi primera Misa. Cuando concluí la redacción de la semblanza de Mons. Zazpe me pregunté cuál sería la próxima. Inmediatamente emergió el recuerdo del Padre Donnis, figura humilde, a quien sus hermanos presbíteros le aplicaban el sobrenombre de “el santo”.
El santo descubierto por un niño. Mis recuerdos se remontan a más de sesenta y cinco años atrás. Los niños éramos especialmente atendidos por el Vicario Cooperador, un joven sacerdote, fallecido hace pocos años, cumplidos sus noventa años de edad. Nos atraía su juventud y cercanía. No obstante, era el padre Donnis quién despertaba nuestra admiración infantil, con su excepcional piedad y su profunda humildad. Siendo el Cura Párroco, entendíamos que, aunque silencioso y manso, era el superior inmediato del sacerdote joven. Con el tiempo, especialmente a partir del traslado del Vicario, el padre Donnis se manifestó, ante nuestra mirada, con su personal temple virtuoso. Nos confesábamos con él, lo asistíamos en la santa Misa, bodas y bautismos. A mí me designó “monaguillo oficial”. En virtud de esa responsabilidad me apresuraba a presentarme, cada mañana, para asistirlo en la Misa y acompañarlo en sus visitas a los enfermos. Dedicaba las tardes a mis tareas escolares. Ya conocía mi propósito de ser sacerdote, por ello, cuando le solicitaban atender a algún enfermo me tomaba de la mano y susurraba a mi oído: “Vení, vos tenés que aprender”. Y ¡bien que aprendía! Sus mínimos gestos eran registrados por mi mirada de niño sorprendido y grabados en mi conciencia. Lo observaba rezar durante el trayecto, habitualmente a pie y, al arribar a la casa del enfermo, desplegar toda su bondad y delicado empeño de Pastor. Cuando sobrevenía la muerte y debía consolar a los acongojados parientes, ¡con qué ternura sabía abrazarlos y confortarlos!
Profundamente piadoso. Después de tantos años, ¿qué podría destacar de aquel venerable sacerdote? Necesito volver a mi niñez, pero, con la experiencia de los casi setenta años transcurridos. Al recordarlo rezar devotamente su Rosario - casi de continuo - y el Via Crucis, empujando con cuidado la silla de ruedas de su anciana madre paralítica, no me quedan dudas de su alto grado de unión con Dios. Cuando lo cruzábamos, con el breviario abierto ente sus ojos, nos detenía para comentarnos algún sabroso texto del Apóstol San Pablo o de las vidas de los santos. La mirada sencilla de aquel humilde cura contemplaba, como naturalmente, a Dios. Lo testimoniaba con simplicidad, especialmente al ejecutar algunas acciones de su ministerio. Recuerdo que su confesionario estaba asediado por penitentes de toda edad, particularmente por hombres adultos. Me asombraba la nutrida fila de señores que se arrodillaban por turno ante aquel hombre de Dios para confesarse y recibir el perdón. En la celebración de la Misa manifestaba un singular fervor; sus formas parecían desgarbadas, pero correctas y piadosas. Tenía la costumbre, antes de quitarse los ornamentos, de desplazarse, con toda la comunidad, hacia el altar de Nuestra Señora del Carmen. Allí rezaba varios responsos por los difuntos y la Salve. Yo me mantenía firme a su lado, sosteniendo el calderillo con el agua bendita.
Ejemplar humildad. La humildad era su virtud característica. Su trato bondadoso con todos, y su extraordinario afecto y delicadeza hacia los niños, saltaban a la vista. Nos observaba jugar, sentado en el umbral del templo, con verdadera satisfacción; a veces desgranaba silenciosamente su gran rosario. Los niños lo rodeábamos bulliciosamente. En una oportunidad, según testimonio de su entonces Vicario Cooperador, un señor se detuvo divertido, mientras él manipulaba un revolver de juguete, que había tomado de uno de los niños. Apuntó sorpresivamente a su sonriente y desconocido observador y le dijo: “Usted…hace mucho que no se confiesa… pero, antes debe bautizarse”. Ese hombre, confundido, se entrevistó con el Vicario y le aseguró que el padre no lo conocía y que, efectivamente, no estaba bautizado. Parecía leer las conciencias. El mismo Vicario, que estaba tratando confidencialmente, con su director espiritual, su ingreso a la Compañía de Jesús, fue sorprendido durante una comida: “Vas a hacerte jesuita”. No podía saberlo, me aseguró aquel Vicario, muchos años después. Su reacción fue inmediata: “No, padre, ¿cómo se le ocurre?”. El padre Donnis le repitió con serena dulzura: “Sí, lo sé, vas a ser jesuita”. El mismo sacerdote, ya ingresado en la Compañía de Jesús, me aseguró: “El Padre Donnis tenía “cosas raras” como éstas”.
Su vida enseñaba a amar a Dios. Cuando murió su madre, estando yo en el Seminario Menor, me autorizaron acompañarlo junto a quienes habían ingresado conmigo bajo su conducción. Lo imaginé muy afligido y ensayé un gesto adusto, propio de las circunstancias. Me impresionó su paz y serena conformidad. Experimenté el influjo de su gozo sobrenatural, nacido de la convicción de que su mamá estaba en el cielo. En aquel velatorio y exequias se respiraba un clima de fiesta pascual en el que no había lugar para la tristeza. Escuché de sus labios palabras admirables a quienes le ofrecían sus condolencias. Aquel hombre sencillo, que había decidido su vocación siendo ya maduro, tenía una forma de enseñar que hacía irrebatible la Verdad que formulaba. Su vida enseñaba a amar y a conocer a Dios sin necesidad de largas e ilustradas exposiciones teológicas. Recuerdo sus homilías desde el púlpito, como era estilo de la época; lo observé conmoverse, transmitiendo con simplicidad lo que vivía en el silencio de su corazón creyente. Vuelvo a recordar el testimonio del sacerdote jesuita que había sido su Vicario: algunas personas se acercaban a manifestarle, con lágrimas en los ojos, que el padre Donnis había descrito, durante la homilía, su complicada situación espiritual. Dios otorga a sus fieles sacerdotes, en circunstancias especiales, el don de orientar y consolar a quienes se acercan a ellos. Este hombre simple no parecía ser consciente de intuir los estados de ánimo y, sin proponérselo, ofrecía, a quienes lo trataban, las respuestas más adecuadas.
Enfermo y retirado. Su salud, siempre muy frágil, motivó la renuncia a la querida parroquia de San Francisco Solano. Desde entonces, nombrado Canónigo, ascendía cotidianamente al tranvía que lo conducía a la Catedral. Esos viajes, me confesó, le permitían despejarse y aliviar sus frecuentes dolores de cabeza. Se alojaba en un pequeño departamento, atendido por su piadosa ama de llaves, doña Margarita. Pude visitarlo con bastante frecuencia. Me invitaba a tomar el te y a sostener largas conversaciones espirituales. Sabía dar lo que recibía de Dios en su admirable recogimiento y soledad. Recuerdo haberlo visitado días antes de mi Ordenación sacerdotal. Al despedirnos, como lo hacía habitualmente, me dijo: “Te voy a dar una bendición…la próxima vez vos me la darás a mí…” Me puse de rodillas y sentí sobre mi cabeza sus manos cálidas y temblorosas. Lo recuerdo, vestido con su traje coral, asistiendo piadosamente a mi primera Misa. En el momento del besamanos se acercó humildemente con los fieles a besar las manos recién ungidas de su antiguo “monaguillo oficial”. Falleció estando yo ausente de la Argentina, algunos años después.
Exponente de otros santos desconocidos. Como conclusión quiero ofrecer una breve reflexión. No puedo decir mucho más sobre el querido padre Donnis. Es lo que ocurre con quienes, por su vida virtuosa, se convierten en “palabra viva”. Conservo un misal diario, de su uso y propiedad, que me hicieron llegar sus familiares apenas se enteraron de mi promoción al episcopado. Entre sus amarillentas páginas encontré: el recordatorio de sus bodas de plata sacerdotales (17 de diciembre 1932 – 1957), una fotografía de recién ordenado, otra junto a un amigo sacerdote (que recuerdo muy bien) y algunos viejos apuntes de direcciones y números telefónicos. Me parece verlo escribir, con su letra despatarrada, apoyando su pluma sobre este viejo misal. ¡Qué imagen simple e imborrable la de aquel humildísimo sacerdote! A partir de esa singular visión podríamos reconstruir otras imágenes sacerdotales, virtuosas y sembradoras de virtudes, sumergidas hoy en el olvido de una sociedad moralmente debilitada. Debiéramos recordar a esos hombres y destacar los frutos de su ministerio sacerdotal: “Por sus frutos los conocerán”. Son quienes han conservado la fe y han preferido el anonimato, alentados por la esperanza de una recompensa superior a todo premio y homenaje. El padre Donnis es un exponente de ese ejército incontable; la antítesis de otros pocos malintencionadamente presentados por algunos medios como si no hubiera santos - los más - a quienes la Iglesia y el mundo deben el beneficio de la credibilidad de la palabra predicada y de la doctrina. La santidad es el testimonio que el mundo espera de los cristianos para creer (Venerable Juan Pablo II). Es capaz de vencer el hecho doloroso e inocultable del mal testimonio, sea cual fuere el responsable del mismo. Estamos concluyendo el Año Sacerdotal. Es honesto presentar a los incontables santos sacerdotes que atestiguan la eficacia de la gracia que hace santos a los humildes. El padre Donnis es uno de ellos a quien la gracia de Jesucristo hizo lo que fue, como a San Pablo.
Domingo S. Castagna, arzobispo emérito de Corrientes
Homilía de monseñor Juan Carlos Romanín, SDB, obispo de Río Gallegos (Puerto de Santa Cruz, 8 de mayo de 2010) . (AICA)
FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
Queridos hermanos y hermanas:
Con un corazón agradecido y lleno de esperanza, celebramos a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina. Lo hacemos hoy junto a todo el país que honra a la Madre de Dios y se reúne en oración bajo el lema: “Con María de Luján, construyamos una Patria para todos”.
Acompañados por la Virgen, queremos vivir en la Diócesis de Río Gallegos una auténtica espiritualidad de comunión, y de ese modo realizar la “nueva evangelización”, dando prioridad a nuestros jóvenes y asumiendo un sincero compromiso social. Así lo asumimos en los desafíos de nuestras Orientaciones Pastorales y así nos preparamos a celebrar nuestro próximo Jubileo, nuestros primeros 50 años de vida diocesana.
Creemos que María despliega con generosidad su maternidad espiritual sobre cada uno de nosotros, encomendada por Jesús en la cruz cuando le dijo al discípulo amado: “Aquí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Nuestro vínculo con Ella constituye un puente seguro a través del cual nos regala su manera de ser y su forma de obrar, su ser hija fiel de Dios Padre, servidora humilde del Hijo y templo transparente del Espíritu Santo.
Como madre de todos, hoy nos sigue acompañando en nuestra tarea evangelizadora y misionera abriéndonos caminos nuevos para el Señor, fortaleciendo nuestros vínculos fraternos, alentándonos a la reconciliación y al perdón y a que realicemos entre todos una sincera experiencia de familia.
Recorriendo nuestra Diócesis, somos testigos de que María atrae a muchas familias a la comunión con Jesús y con su Iglesia. Ella ha entrado profundamente en el tejido de la historia de nuestros pueblos, incluso recibiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente.
Conocemos muy bien la historia de Luján. A través de un signo providencial en el que las carretas no seguían su paso si su imagen no se quedaba a orillas del río Luján, nos dejó un mensaje muy claro: Ella quiso quedarse con nosotros. Por eso, María nos pertenece. Por eso, la sentimos y la queremos como madre nuestra.
Hoy más que nunca podemos decir que necesitamos de María, que es la hora de María. Que “con María de Luján, queremos construir una Patria para todos”.
Con María de Luján miramos a nuestro país que necesita prosperidad y paz social, rápida solución a los conflictos, vivienda, trabajo y pan para los más pobres, consuelo a los afligidos, salud a los enfermos, alivio a los ancianos.
Con María de Luján miramos la realidad de estos días y le pedimos que nos ayude a saber valorar y construir la amistad social. Que nos enseñe a amarnos como hermanos, a desterrar enfrentamientos, desencuentros, agresiones y resentimientos. Que sepamos promover la justicia para todos, para poder encontrar la manera de superar toda inequidad, donde nadie se vea excluido y donde todos puedan llevar una vida digna.
Con María de Luján, que fue cuidada por la fidelidad y la piedad del negro Manuel, le pedimos a Dios que nos ayude a mantener vivas en nosotros sus actitudes de sencillez, de humildad, de atención, de servicio, de entrega, de gratuidad.
Queridos hermanos: la fiesta de la Santísima Virgen Nuestra Señora de Luján debe ser para nosotros un serio motivo para asumir nuevamente el compromiso de anunciar el Evangelio de Jesucristo a través de nuestras vidas y a través del testimonio de comunidades que saben demostrarse un sincero amor fraterno.
Le pedimos a Dios, al Señor de la historia, que mire a su pueblo que clama y reza, y le conceda los dones de la justicia, la libertad y la paz.
Que podamos imitar de la Virgen María, su sencillez y humildad y sepamos ser serviciales, querernos como hermanos, comprendernos y perdonarnos mientras construimos una ciudad en la que reine la dignidad, la verdad y la libertad en cada una de nuestras familias.
Los abrazo y los bendigo de corazón.
¡Feliz día de la Virgen para todos!
Mons. Juan Carlos Romanín SDB, obispo de Río Gallegos
Homilía de monseñor Andrés Stanovnik, arzobispo de Corrientes en la misa del Bicentenario (8 de mayo de 2010). (AICA)
“ES POSIBLE PENSAR UNA PATRIA PARA TODOS”
Estamos iniciando los festejos del Bicentenario, en comunión con todo el país, iluminados por el lema “¡Con María Reina, construyamos una Patria para todos!” En esas palabras se condensa el espíritu y la metodología que necesitamos para realizar esa tarea. El lema tiene como tres tiempos: primero, queremos construir una Patria “con María Reina”; segundo, aspiramos que esa Patria sea “para todos”; y finamente, anhelamos construirla “entre todos”. Sigamos nuestra reflexión dando esos tres pasos.
Queremos construir una Patria “con María Reina”. Ante todo, manifestamos el deseo de construirla con María Reina, teniéndola a ella como la principal referente para esa tarea. No podría ser de otra manera, puesto que la Patria, desde los inicios de nuestra comunidad nacional, que van mucho más allá de las fechas del Bicentenario, se fue construyendo al amparo de María. Ella, en la bella y tierna imagen de Nuestra Señora de Itatí, estuvo presente en el corazón de nuestro pueblo, aun antes de que se fundara la ciudad de Corrientes. ¿A quién se le ocurriría, entonces, seguir construyendo la Patria sin ella? Ella es “tierra abierta al cielo y a los hombres”, entonces, ¿quién sino ella puede acompañarnos y mostrarnos el camino que lleva a Dios y al encuentro entre nosotros? ¿Dónde, si no es al pie de la cruz junto a María, podríamos encontrar el rumbo y la fortaleza para continuar nuestra peregrinación como pueblo de hermanos, con un programa y un destino común?
Estremece escuchar el relato evangélico de María al pie de la cruz de su Hijo. Uno se siente envuelto en un gran misterio de amor. En esos instantes, el universo era como una enorme catedral de silencio: sólo unas pocas palabras, pero de gran trascendencia, crearon la nueva comunidad de hombres y mujeres. Una comunidad, cuyos vínculos son tan sólidos que ni el mal ni la muerte los podrán romper jamás. “Mujer, aquí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa”. También nuestro pueblo nació al pie de la cruz junto a María; también nosotros la hemos recibido en nuestra casa-patria, y en ella nos reconocemos hermanos y hermanas, llamados a vivir en amistad con todos. Con toda razón la invocamos dándole ese hermoso título de “Tiernísima Madre de Dios y de los hombres”. Ella es Madre y Reina de nuestro pueblo. Por eso, con ella y jamás sin ella, queremos seguir construyendo nuestra Patria.
Aspiramos a construir esa Patria “para todos”. María, junto a la Cruz, nos enseñó, desde los orígenes fundacionales de nuestro pueblo, que nadie puede quedar excluido de su amor. Su ternura abrazó por igual al habitante nativo y al allegado español, e hizo que la sabiduría de los pueblos originarios se enriqueciera con la herencia hispana; el amor de Madre nos enseñó que luego, las sucesivas inmigraciones hasta nuestros días, deben ser recibidas, valoradas y tratadas con respeto y amistad. De su amor universal y tierno por cada uno de sus hijos, aprendemos que no hay que juzgar a nadie por el color de la piel, o por la posición social, o por su ideología, y menos aún por lo que poseen. Los ama por lo que son. Y de haber algún privilegio, se lo otorga a sus hijos más pequeños, a los menos dotados y a los más frágiles. Su modo de proceder revoluciona nuestras categorías mentales y nos abre a un modelo de convivencia donde nadie quede aislado, y donde el principal criterio para orientar las políticas públicas debiera ser el bien común de todos los ciudadanos.
El Bicentenario es una oportunidad extraordinaria para la concreción efectiva de esas políticas. Sin embargo, para que eso se haga realidad, tiene que haber un deseo sincero, una voluntad firme y una práctica perseverante de diálogo y de una paciente elaboración de consensos que busquen incluir a todos y que tengan como único fin el beneficio de todos. Es posible pensar una patria para todos, pero sólo si estamos dispuestos realizarla entre todos.
Anhelamos construirla “entre todos”. En el lema decimos “construyamos”, por tanto, se trata de un plural que nos incluye a todos. Para eso, tenemos que recuperar el concepto de Patria Argentina, descubrirla de nuevo y enamorarnos de ella. La idea de patria está íntimamente ligada al concepto de familia. La patria, como una gran familia, es en cierto modo ese conjunto de bienes y valores espirituales que hemos heredado de nuestros antepasados. En este sentido, es muy significativa la expresión “madre patria”, expresión que nos hace sentir familia. La patria, como la familia, tiene padres y madres. A través de ellos recibimos el don de la vida y ese conjunto de bienes y valores espirituales que nos dan identidad y nos permiten cumplir nuestra misión. Para construir la patria entre todos, necesitamos recuperar la memoria que nos dejaros los Padres de Patria. Sin ellos no es posible tener ese sentido de familia que nos permita construir la patria entre todos, y vibrar interiormente con los grandes valores que ellos nos dejaron y que son el fundamento de nuestra convivencia social y política: la unidad republicana; el diálogo y el compromiso ciudadano; la apertura creativa y solidaria con los pueblos vecinos y con toda la familia humana.
Por otra parte, construir la Patria entre todos, supone animarse a ver claro cuál es el origen del mal que la tiene postrada y luchar decididamente por extirparlo. Nuestro problema principal no está en el oficialismo o en la oposición, en la “izquierda” o en la “derecha”. El principal enemigo está en el interior de cada uno y se contagia luego a toda la sociedad. Ese enemigo trabaja en el corazón de las personas, tanto en los ciudadanos como en la dirigencia, en el oficialismo como en la oposición, en la derecha y en la izquierda, y se lo puede identificar por las señales que deja a su paso: división, confusión y desentendimiento permanente. Esto paraliza cualquier proyecto que se quiera llevar en común y deja graves secuelas en la sociedad, como la pobreza, indigencia, desnutrición infantil, analfabetismo, precarización laboral, inseguridad social, incumplimiento e irrespeto por la ley, como otros males que se han arraigado peligrosamente en el tejido social: la corrupción, la droga y una progresiva pérdida de valores éticos y morales. El mal tiene nombre y el apóstol Juan lo llama el padre de la mentira (Jn 8,44). Se lo reconoce porque miente, confunde y divide. Y una familia dividida no puede desarrollarse ni progresar. Lo mismo debe predicarse de un pueblo.
A los pies de María, le suplicamos que proteja y sostenga a nuestros gobernantes y a todos los que trabajan en la función pública; que no bajen los brazos en la lucha contra el mal, siendo coherentes y ejemplares en el servicio que prestan a la comunidad. Le rogamos que a todos nos enseñe el camino del diálogo y de la unidad, empezando por la propia familia, escuela insustituible, donde se aprende la tarea de no excluir a nadie y a trabajar para el progreso y la felicidad de todos, especialmente de los más pobres y necesitados. El mal crónico de la desunión de los argentinos, mal que nos disgrega y paraliza, se cura únicamente mediante un proceso de reconciliación. Cuanto más lo dilatemos, tanto mayor será el daño y el sufrimiento que nos infligimos. Sólo un camino sincero de reconciliación puede asegurar la paz y el bienestar de un pueblo. Pero para ello precisamos una gran dosis de humildad y de fortaleza, sabiduría que aprendemos con María, junto a la cruz.
Queremos hacer una patria entre todos y para todos, conscientes de la enorme tarea que tenemos por delante. Pero no nos desalientan las dificultades porque queremos construirla con María y no solos. En Aparecida decíamos que “lo que nos define [a los cristianos] no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos de la sociedad, ni las tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padre gracias a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo” (n. 14). María junto a la Cruz nos recuerda que el camino que Dios eligió para incluirnos a todos como familia suya, fue el amor hasta el final, hasta dar la vida. Por eso, para incluir a todos en la tarea de hacer la Patria, hay que estar dispuesto al sacrificio de sí mismo por los demás. Necesitamos héroes y santos para esta tarea. Leopoldo Marechal lo expresó así: “Y has de saber que un pueblo se levanta tan solo cuando traza la Cruz en su esfera durable. La Cruz tiene dos líneas: ¿cómo las traza un pueblo? Con la marcha fogosa de sus héroes abajo (tal es la horizontal). Y la levitación de los santos arriba (tal es la vertical de una cruz bien lograda)”. Debemos trazar de nuevo la señal de la cruz sobre la frente de nuestra Patria y comprender que para construirla entre todos se necesita, además del sacrificio, una profunda convicción del valor trascendente de la vida, de la dignidad inviolable de cada ser humano y de una concepción integral de la persona.
Nos sentimos profundamente agradecidos a Dios por el don de la Patria Argentina. Nuestra felicidad es aún mayor por la esperanza que nos da la fe en Cristo y la devoción a nuestra Madre de Itatí. Todo esto no lo hubiésemos recibido, si no fuera por ese otro bien inmenso que tenemos de pertenecer a la familia de Dios en la Iglesia Católica. Gracias a ella, nuestra Patria se ha fundado sobre los valores cristianos. Pero, junto a nuestros sentimientos de gratitud, sentimos el deber y el compromiso de construirla para todos. No podemos peregrinar hacia la patria del Cielo, si no nos preocupamos responsablemente de incluir a todos los hermanos y hermanas en esa peregrinación. Que nuestra tierna Madre de Itatí, Madre y Reina de la Patria Argentina, “nos conceda un corazón puro, humilde y prudente” para realizar con amor esta bendita tarea. Así sea.
Mons. Andrés Stanovnik, arzobispo de Corrientes
ZENIT nos ofrece las palabras pronunciadas el domingo 9 de Mayo de 2010 por el Papa Benedicto XVI durante el rezo del Regina Caeli, con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Queridos hermanos y hermanas
Mayo es un mes amado y llega agradecido por diversos aspectos. En nuestro hemisfero la primavera avanza con muchas y polícromas florituras; el clima es favorable a los paseos y a las excursiones. Para la Liturgia, mayo pertenece siempre al tiempo de Pascua, el tiempo del "aleluya", del desvelarse del misterio de Cristo a la luz de la Resurreción y de la fe pascual: y es el tiempo de la espera del Espíritu Santo, que descendió con poder sobre la Iglesia naciente en Pentescostés. A anbos contextos, el “natural” y el litúrgico, se combina bien la tradición de la Iglesia de dedicar el mes de mayo a la Virgen María. Ella, en efecto, es la flor más bella surgida de la creación, la “rosa” aparecida en la plenitud del tiempo, cuando Dios, mandando a su Hijo, entregó al mundo una nueva primavera. Y es al mismo tiempo la protagonista, humilde y discreta, de los primeros pasos de la Comunidad cristiana: Maria es su corazón espiritual, porque su misma presencia en medio de los discípulos es memoria viviente del Señor Jesús y prenda del don de su Espíritu.
El Evangelio de este domingo, tomado del capítulo 14 de san Juan, nos ofrece un retrato espiritual implítico de la Virgen María, allí donde Jesús dice: ""Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23). Estas expresiones se dirigen a los discípulos, pero se pueden aplicar al máximo grado a Aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús. María de hecho observó primera y plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que le amaba no sólo madre, sino antes incluso, como sierva humilde y obediente; por esto Dios Padre la amço y tomó morada en ella la Santísima Trinidad. Y aún más, allí donde Jesús promete a sus amigos que el Espíritu Santo les asistirá ayudándoles a recordar cada una de sus palabras y a comprenderla profundamente (cfr Jn 14,26), ¿cómo no pensar en María, que en su corazón, templo del Espíritu, meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su Hijo decía y hacía? De esta forma, ya antes y sobre todo depués de la Pascua, la Madre de Jesús se convirtió también en la Madre y el modelo de la Iglesia.
Queridos amigos, en el corazón de este mes mariano, tendré la alegría de dirigirme en los próximos días a Portugal. Visitaré la capital, Lisboa, y Oporto, segunda ciudad del país. La meta principal de mi viaje será Fátima, con ocasión del décimo aniversario de la beatificación de los dos pastorcitos Jacinta y Francisco. Por primera vez como Sucesor de Pedro, me dirigiré a ese Santuario mariano, tan querido al Venerable Juan Pablo II. Invito a todos a acompañarme en esta peregrinación, participando activamente con la oración: con un corazón solo y un alma sola invocamos la intercesión de la Virgen María por la Iglesia, en particular por los sacerdotes, y por la paz en el mundo.
[Tras el Regina Caeli, dijo en portugués]
Dirijo un saludo especial al pueblo brasileño, que se va a reunir en su capital, Brasilia, para celebrar el XVI Congreso Eucarístico Nacional, del jueves al domingo próximos, con la presencia de mi Enviado especial, el cardenal Cláudio Humes. En el lema del Congreso aparecen las palabras de los discípulos de Emaús "Quédate con nosotros, Señor", expresión del deseo que palpita en el corazón de todo ser humano. Que podáis todos vosotros, pastores y pueblo fiel, redescubrir que el corazón de Brasil es la Eucaristía. Es justamente en el Santísimo Sacramento del Altar donde Jesús muestra su voluntad de estar con nosotros, de vivir en nosotros, de donarse a nosotros. Su adoración nos lleva a reconocer el primado de Dios, pues Él puede transformar el corazón de los hombres, elevándolos a la unión con Cristo en un sólo Cuerpo. De hecho, al recibir el Cuerpo del Señor resucitado, experimentamos la comunión con un Amor que no podemos guardar para nosotros mismos: éste exige ser comunicado a los demás para así poder construir uma sociedad más justa. Por fin, estando próximo a la clausura del Año sacerdotal, invito a todos los sacerdotes a cultivar una espiritualidad profundamente eucarística a ejemplo del Santo Cura de Ars que, buscando unir su sacrificio personal al de Cristo actualizado en el Altar, exclamaba: “¡Qué bien hace un cura al ofrecerse en sacrificio a Dios todas las mañanas!”. Y a la vez que invoco, por intercesión de Nuestra Señora Aparecida, las mayores gracias del cielo para que, alimentados por la Eucaristía, pan de la Unidad, sean verdaderos Discípulos Misioneros, os concedo a todos de buen grado la Bendición Apostólica.
[En español dijo]
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta plegaria mariana, en particular a los grupos de varias parroquias de Granada y de Málaga. En este domingo del tiempo pascual, la liturgia nos invita a vivir el amor a Cristo, que se concreta en la escucha y el cumplimiento de su palabra. Una palabra que sigue encendiendo los corazones e iluminando la vida de fe, por la acción del Espíritu Santo, verdadero guía permanente de la Iglesia. Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a acoger con gozo los dones que él nos da. Feliz domingo.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO / C
6 de junio de 2010
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
Bienvenidos todos a celebrar la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús, el Señor, muerto y resucitado para darnos vida, se hace presente en medio de nosotros cada vez que nos reunimos para repetir aquel gesto que él nos dejó la noche antes de su entrega. En el pan y el vino de la Eucaristía él se nos da como alimento, para que vivamos siempre unidos a él y aprendamos a amar como él nos ha amado. Por eso nosotros, ante este pan y este vino, nos sentimos profundamrente agradecidos y lo adoramos con toda la fe y todo el amor)
A. penitencial: Preparémonos ahora en silencio para esta celebración.
Tú, pan vivo bajado del cielo. SEÑOR,TEN PIEDAD.
Tú, alimento de vida eterna. CRISTO,TEN PIEDAD.
Tú, resurrección y vida nuestra. SEÑOR,TEN PIEDAD. Gloria
1. lectura (Génesis 14,18-20): Muchos siglos atrás, en los primeros tiempos de la historia, un extraño personaje ofrece pan y vino al patriarca Abrahán como signo de la bendición de Dios. Es como una figura de lo que Jesús nos ofrece a nosotros.
Oración universal: Unidos en la fe y en el amor, oremos diciendo: PADRE, ESCÚCHANOS.
Por la Iglesia, llamada a dar ante el mundo un buen testimonio del amor de Dios. OREMOS:
Por los niños y niñas que este año participan por primera vez de la Eucaristía. OREMOS:
Por todos aquellos que, en nuestro país y en el mundo entero, viven en la pobreza. OREMOS:
Por los trabajadores y los voluntarios de Cáritas, y por todos los que dedican su tiempo al servicio de los necesitados. OREMOS:
Por nosotros, reunidos en esta iglesia para compartir la Eucaristía de Jesús. OREMOS:
Escucha, Padre, nuestra oración, y haz que tengamos siempre hambre de Jesucristo, pan de vida eterna, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Padrenuestro: Como Jesús nos ha enseñado, fieles a su palabra, nos atrevemos a decir:
Después de la comunión (con la patena o el copón sobre el altar): Hoy, en este momento después de comulgar, haremos un gesto de reconocimiento solemne de Jesús presente en la Eucaristía. La solemnidad del Corpus nos ofrece la ocasión para este signo de fe y de adoración eucarística. Oremos pues, en silencio, ante el Santísimo Sacramento. Después, lo reservaremos en el sagrario acompañándolo con nuestro canto.
Todos oran en silencio, arrodillados o de pie. Luego se hace la reserva (si parece oportuno, con incienso y cirios), mientras se canta un canto eucarístico. Y seguidamente se pasa a la comunión y se termina como de costumbre.
CPL
Verdadera manifestación de esperanza ante la Virgen de Luján con motivo del bicentenario. (AICA)
Luján (Buenos Aires), MAY 08
“Hoy, entrando al Bicentenario y no habiendo superado las otras fallas que nos corroen, una amarga sensación de desánimo y mezquino individualismo nos embarga. Sin embargo, más profundamente, late aún en cada uno de nosotros y en la Patria toda, una tenue esperanza. Debemos hacerla crecer, no como una ilusión vana e ingenua, sino basada en lo que ya hemos conseguido como Nación, para potenciar así su desarrollo”. Así lo expresa el Manifiesto de la Esperanza, que fue leído esta tarde ante una multitud de fieles que se congregaron en Luján para participar de la celebración ciudadana con la que los laicos dieron comienzo a los festejos por el Bicentenario de la Patria.
El texto, cuya lectura estuvo a cargo de Justo Carbajales, director ejecutivo del Departamento de Laicos (DEPLAI) de la Conferencia Episcopal Argentina, deja en claro “la maravillosa responsabilidad cívica de los que tenemos fe en Dios”, porque “la fe le da vida a la esperanza. Es como el soplo que prende la llama y la aviva, es la certeza de lo que se espera, prueba de lo que aún no se ve. Es la sal viva”. Y aclara también que “la fe verdadera no es sólo para cada uno de nosotros” sino que “exige ser vivida en medio de nuestro pueblo argentino. No es un privilegio, sino un don que debe ser ofrecido y compartido”.
“Así -prosigue el texto-, los hombres y las mujeres de fe junto con todos los argentinos de buena voluntad, debemos comprometernos en este inicio del Bicentenario a que en nuestra Patria salga a la luz una Esperanza transformadora, hacia una Nación Argentina que incluya dignamente a todos sus hijos. Por ello queremos hoy anunciar este Manifiesto, que es un verdadero compromiso ciudadano del Bicentenario, para que quede grabado en nuestro corazón y marque nuestro comportamiento cívico”.
Un verdadero compromiso ciudadano
A continuación, declara una serie de principios básicos, como la dignidad de la vida humana, el valor de la transparencia y la honestidad, el respeto a las leyes, el fortalecimiento de las instituciones, la participación ciudadana y la educación, que conllevan determinados compromisos a asumir. El texto señala lo siguiente:
“Creemos en la dignidad intocable de la vida humana y nos comprometemos a respetarla y a hacerla respetar integralmente en todas sus etapas”;
“Creemos en el valor de la transparencia y la honestidad. Nos comprometemos a cumplir con nuestros deberes familiares, cívicos y fiscales y también nos comprometemos a exigir el mismo comportamiento en nuestros representantes políticos; a no votarlos si incumplieren con ello y a movilizar a la opinión pública para que haga lo mismo”;
“Creemos en el respeto a las leyes por sobre todo otro interés personal o grupal y nos comprometemos a respetarlas y a hacerlas respetar democráticamente”;
“Creemos en el fortalecimiento de nuestra instituciones republicanas, único camino para la construcción de un país para todos”;
“Creemos en el federalismo que supone y exige la necesaria y justa autonomía política y financiera de las provincias”.
“Creemos en el diálogo social. Es imprescindible lograr ‘consensos básicos’ sobre un modelo de país, que nos abarque a todos. Trabajaremos y exigiremos a nuestros políticos ese dialogo”;
“Creemos en la participación ciudadana. Debemos pasar de ser simple habitantes a ciudadanos comprometidos con lo público. Pasar de una democracia delegativa a una democracia participativa y comprometida .No tenemos derecho a quejarnos de nuestros políticos si no participamos en lo público”;
“Creemos en la importancia esencial de la educación y el trabajo digno como las verdaderas herramientas de desarrollo de nuestros hijos y de inclusión social de todos nuestros compatriotas. Si la máxima del Centenario fue ‘gobernar es poblar’, la del Bicentenario debe ser ‘gobernar es educar’”.
Poner “nuestra esperanza y trabajo en este compromiso"
A continuación, destaca la necesidad de poner “nuestra esperanza y trabajo en este compromiso”, lo que hará posible:
“que cada vida humana en nuestra Patria sea protegida y respetada desde el momento de la concepción sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, situación socio económica o estado de salud. Que sea tratado siempre como una persona”; “lograr las condiciones mínimas para la plena integración social de cada habitante de esta bendita tierra, y su grupo familiar con igualdad básica de oportunidades”.
También será posible “que nuestros niños cuenten con un hogar que los contenga y los proteja. Que todas las políticas de inclusión social tengan como eje el fortalecimiento familiar. Que se promueva el matrimonio como realmente es, una comunidad estable de vida y amor entre una mujer y un hombre”; “que todos nuestros niños y jóvenes reciban la educación que les permita su pleno desarrollo laboral, social y espiritual” y “que nos consolidemos como pueblo”.
Por eso, el Manifiesto llama a ponerse de pie y caminar “guiados por nuestra Fe y Esperanza, junto con todos los compatriotas que acepten nuestra invitación”, y a no permitir “que nada nos detenga hasta que los campos y las ciudades de nuestra bendita Patria vuelvan a brillar”.
A continuación, el texto completo del manifiesto:
Manifiesto de la esperanza
Por un Compromiso Ciudadano en el Bicentenario de la Patria
Queridos Hermanos en Cristo:
Hoy nos encontramos en el sitio que la Virgen María eligió como lugar querido hace 380 años, mucho antes que el simple sueño de ser Nación empezara a ser concebido.
Su imagen presente en Luján es para nuestro pueblo certeza de la bendición de Dios para aquellos que habitamos estas tierras y signo de Esperanza.
Esa Esperanza que, transformada en compromiso con la historia, hizo que en mayo de 1810 un puñado de patriotas creyera, en medio de la oscuridad de los tiempos que les tocó vivir, que podíamos ser una Nación y juntos, como pueblo, iniciaran el trabajoso camino, que llevó a nuestra independencia en 1816.
Una Esperanza que impulsó a Belgrano y a San Martín a encomendarse a vos, Virgen Gaucha, a encender la antorcha de la Libertad, y a defenderla cuando su luz parecía apagarse.
La Esperanza que actuó para que vinieran hombres y mujeres de todo el mundo buscando libertad, convivencia, trabajo y lo consiguieran.
La Esperanza de todos ellos es la que nos hizo a nosotros ARGENTINOS. Nuestros antepasados fueron forjando, a pesar de las dificultades, una Patria abierta a todos los hombres del mundo, transformándola en un crisol de razas, una tierra de convivencia religiosa y étnica y una tierra de trabajo, cuyos campos generosos devolvieron el sudor de sus frentes con cereales y animales que se multiplicaron para transformarla en el granero del mundo.
Una Nación donde cada padre y madre creía que el futuro de sus hijos sería mejor que el suyo y que la educación era el instrumento para alcanzarlo.
Cuando Argentina festejó el centenario de la Revolución de Mayo era creencia generalizada que seríamos uno de los países más prósperos y poderosos de la tierra y por eso la euforia de esos días.
Sin embargo, esa euforia no estaba sustentada en la Esperanza sino en una vana ilusión. Graves fallas corroían el espíritu nacional; una cultura donde claudicaba la honestidad y el respeto por la ley, donde era más importante derrotar y destruir al enemigo político que lograr consenso en aras del bien común.
Una sociedad donde millones de personas, mujeres y hombres, no podían elegir a sus autoridades libremente y sin fraude.
Una sociedad con una mesa opulenta donde millones de habitantes no alcanzaban las condiciones básicas para ser incluidos en ella.
Esas fallas ensombrecieron nuestra historia hasta llegar a la página más oscura de la última dictadura militar. A pesar que en 1983 recuperamos la democracia y con ello nuestra capacidad de elegir libremente nuestras autoridades y nuestra libertad de expresión, hoy, entrando al Bicentenario y no habiendo superado las otras fallas que nos corroen, una amarga sensación de desánimo y mezquino individualismo nos embarga.
Sin embargo, más profundamente, late aún en cada uno de nosotros y en la Patria toda, una tenue Esperanza.
Debemos hacerla crecer, no como una ilusión vana e ingenua, sino basada en lo que ya hemos conseguido como Nación, para potenciar así su desarrollo.
En este punto queda clara la maravillosa responsabilidad cívica de los que tenemos Fe en Dios. La Fe le da vida a la Esperanza. Es como el soplo que prende la llama y la aviva, es la certeza de lo que se espera, prueba de lo que aún no se ve. Es la sal viva.
La Fe verdadera no es sólo para cada uno de nosotros, exige ser vivida en medio de nuestro pueblo argentino. No es un privilegio, sino un don que debe ser ofrecido y compartido.
Así, los hombres y las mujeres de Fe junto con todos los argentinos de buena voluntad, debemos comprometernos en este inicio del Bicentenario a que en nuestra Patria salga a la luz una Esperanza transformadora, hacia una Nación Argentina que incluya dignamente a todos sus hijos.
Por ello queremos hoy anunciar este Manifiesto, que es un verdadero compromiso ciudadano del Bicentenario, para que quede grabado en nuestro corazón y marque nuestro comportamiento cívico.
En él decimos que:
Creemos en la dignidad intocable de la vida humana y nos comprometemos a respetarla y a hacerla respetar integralmente en todas sus etapas.
Creemos en el valor de la transparencia y la honestidad. Nos comprometemos a cumplir con nuestros deberes familiares, cívicos y fiscales y también nos comprometemos a exigir el mismo comportamiento en nuestros representantes políticos; a no votarlos si incumplieren con ello y a movilizar a la opinión pública para que haga lo mismo. “No robarás” es un mandato para todos, sin excepción.
Creemos en el respeto a las leyes por sobre todo otro interés personal o grupal y nos comprometemos a respetarlas y a hacerlas respetar democráticamente.
“Sin ley no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden y anarquía”
Creemos en el fortalecimiento de nuestras instituciones republicanas, único camino para la construcción de un país para todos.
Creemos en el federalismo que supone y exige la necesaria y justa autonomía política y financiera de las provincias.
Creemos en el diálogo social. Es imprescindible lograr “consensos básicos” sobre un modelo de país, que nos abarque a todos. Trabajaremos y exigiremos a nuestros políticos ese dialogo.
Creemos en la participación ciudadana. Debemos pasar de ser simple habitantes a ciudadanos comprometidos con lo público. Pasar de una democracia delegativa a una democracia participativa y comprometida .No tenemos derecho a quejarnos de nuestros políticos si no participamos en lo público. “Debemos crecer en la conciencia de ser pueblo”
Creemos en la importancia esencial de la educación y el trabajo digno como las verdaderas herramientas de desarrollo de nuestros hijos y de inclusión social de todos nuestros compatriotas. Si la máxima del Centenario fue “gobernar es poblar”, la del Bicentenario debe ser “gobernar es educar”.
Queremos ser Nación con mayúsculas, una Nación cuya pasión sea la verdad y el compromiso por el bien común.
Por eso ponemos nuestra Esperanza y trabajo en este compromiso, porque si lo cumplimos
Es posible que cada vida humana en nuestra Patria sea protegida y respetada desde el momento de la concepción sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, situación socio económica o estado de salud. Que sea tratado siempre como una persona.
Es posible lograr las condiciones mínimas para la plena integración social de cada habitante de esta bendita tierra, y su grupo familiar con igualdad básica de oportunidades. Que no haya más hermanos nuestros que tengan hambre o estén excluidos. “Que la Patria sea para todos”.
Es posible que nuestros niños cuenten con un hogar que los contenga y los proteja. Que todas las políticas de inclusión social tengan como eje el fortalecimiento familiar. Que se promueva el matrimonio como realmente es, una comunidad estable de vida y amor entre una mujer y un hombre.
Es posible que todos nuestros niños y jóvenes reciban la educación que les permita su pleno desarrollo laboral, social y espiritual.
Es posible que nos consolidemos como pueblo.
Sacudámonos nuestros desánimos, pongámonos de pie y caminemos guiados por nuestra Fe y Esperanza, junto con todos los compatriotas que acepten nuestra invitación.
Jesucristo, el Señor de la historia está con nosotros. María es Madre de nuestro pueblo y nos acompaña.
Nuestros padres y nuestros hijos nos están mirando.
No permitamos que nada nos detenga hasta que los campos y las ciudades de nuestra bendita Patria vuelvan a brillar.
No tengamos miedo. Es posible. Y así será para que con Cristo y María “construyamos una Patria para todos”, para ese pueblo a quien saludamos cantando : “Al Gran Pueblo Argentino ¡Salud!
Justo Carbajales
Director Ejecutivo del Departamento de Laicos (DEPLAI).CEA.+
Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina que presidió el sábado, 8 de Mayo de 2010 la misa en los festejos del Bicentenario de Argentina en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján. (AICA)
Aquí en Luján hubo un gesto de la Virgen y nos hace bien recordarlo: en 1630 una pequeña imagen de la Pura y Limpia Concepción, se quedó. Iba a otra parte la caravana, la Virgen provocó la parada.
Desde ese momento en este lugar hubo visitas, peregrinaciones, encuentros con la Virgen. Desde ese momento la Patria tuvo madre. La imagen, al principio, estaba en una taperita, después una iglesia... y hoy la Basílica tan linda y tan cuidada.
Aquí aprendimos a detenernos y recibir vida. Aquí junto a la Madre de Jesús venimos a descansar, a confiarle la vida de otros, la vida que muchos fueron cargando en la peregrinación, en el silencio y la oración por el camino. Aquí el pueblo sencillo y creyente de nuestra patria fue creciendo también en algo tan característico del lugar: la solidaridad y la fraternidad. Y con este modo simple, de encuentro y silencio armó nuestra Madre el santuario: esta es la Casa de los argentinos. La Patria, aquí, creció con la Virgen; la Patria aquí tiene a su madre.
¡En esta su Casa de Luján cuántos vinieron a recibir la fe en el bautismo, a cumplirle promesas o a confiarle su necesidad, sus dolores o sus problemas! Por el templo anterior a esta Basílica, cuando la Patria empezaba, pasaron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus campañas. Pasaron ellos, como muchos, en medio de la gloria, y cuando quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza. Sabían que la Patria tenía Madre.
Hoy es su fiesta, al celebrarla a Ella que recoge las visitas y las oraciones de los hijos, le pedimos aprender a ser como el Negro Manuel, silenciosos observadores de la vida y el camino de esta Patria, y a rezar por ella con la fidelidad del pueblo que intuye esta presencia de madre y por eso confía. Somos parte de esta historia del milagro que continúa y se sigue escribiendo. A ella también le pedimos la gracia de saber trabajar por la Patria, hacerla crecer en la paz y concordia que nos da el sentirnos hermanos, desterrando todo odio y rencor entre nosotros.
En este lugar tan santo, lleno de fe y esperanza, pedimos hoy a la Madre que cuide a nuestra Patria. En particular a aquellos que son los más olvidados, pero que saben que aquí siempre hay lugar para ellos. Así fue desde el principio: la Virgen cuidó desde muy adentro del corazón a esta Patria, comenzando desde los más pobres, los que para los suficientes no cuentan... pero aquí sí que son tenidos en cuenta. Por ello a los hijos de la Virgen de estas tierras nunca les falta la protección de nuestra Madre.
En Luján hay un signo para nuestra Patria: todos tienen lugar, todos comparten la esperanza y todos son reconocidos hijos. Hoy vinimos a rezar en esta fiesta de la Virgen, en este año Bicentenario, porque aquí crecimos y aquí nuestra Patria siempre tuvo una bendición, porque tiene una madre. No tenemos derecho a aguacharnos, a bajar los brazos llevados por la desesperanza. Recuperemos la memoria de esta Patria que tiene madre, recuperemos la memoria de nuestra Madre. Miremos a la Virgen y pidámosle que no nos suelte de su mano. Gracias Madre por quedarte con nosotros.
Homilía pronunciada por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad, en la Basílica de Santa María del Mar, en Barcelona, durante la beatificación del padre José Tous y Soler, el 25 de abril.
Señor Cardenal Arzobispo de Barcelona,
Señor Cardenal Arzobispo emérito,
Venerables Hermanos en el Episcopado,
Queridos sacerdotes y consagrados,
Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor,
Queridos hermanos y hermanas
En este domingo llamado del Buen Pastor, y señalado en la Iglesia como la Jornada de oración por las vocaciones, tenemos la alegría de elevar a la gloria de los altares al capuchino Padre José Tous y Soler, que con su consagración religiosa y su ministerio sacerdotal supo dar realce a la presencia viva de Cristo en todos los tiempos, y que se entrega a los hombres para que tengan la vida eterna.
Es una celebración que tiene lugar en esta bellísima basílica de Santa María del Mar. Propiamente hablando, es la primera Beatificación que se celebra en esta ciudad desde el siglo XII, aunque la archidiócesis ya tuvo el gozo de ver beatificado otro sacerdote el pasado veintitrés de enero, el Doctor José Samsó y Elías, mártir de Cristo, gran catequista y párroco de la basílica de Santa María, en la ciudad de Mataró.
Desitjo fer-vos arribar la proximitat del Papa Benet setze, i trametre a tots la seva Benedicció, tot esperant que ell mateix pugui manifestar-vos el seu afecte directament aquest mateix any, quan visiti Barcelona, per consagrar el magnífic temple de la Sagrada Família.
[Deseo haceros llegar a todos la cercanía del Papa Benedicto XVI, y transmitiros su Bendición, en espera de que él mismo pueda expresaros su afecto directamente este año, en su visita a Barcelona, para consagrar el admirable templo de la Sagrada Familia.]
La disposición de celebrar las beatificaciones en las Iglesias locales ofrece la oportunidad de situar estas ceremonias muy cerca de los lugares y ambientes en que vivieron aquellos siervos de Dios, que se proponen a la imitación de todos los cristianos. En ellos se guarda su recuerdo y se los siente más cercanos, como uno de nosotros que nos sigue animando a la santidad.
Así, la ciudad de Barcelona, y esta misma iglesia dedicada a Santa María, en el popular barrio de la Ribera, nos habla del sacerdote y capuchino José Tous, que hoy es beatificado. En esta basílica ejerció su ministerio sacerdotal, como beneficiado, entre los años mil ochocientos cuarenta y tres y mil ochocientos cuarenta y cinco, y es una bella coincidencia en este Año Sacerdotal el que un virtuoso capuchino y un sacerdote secular sean beatificados precisamente donde ejercieron el ministerio sagrado.
Hay también en este lugar algo que no sólo nos habla de hechos pasados, sino que es como un eco de la espiritualidad y la vida del nuevo beato. Esta basílica gótica conserva toda la esbeltez y belleza de su estructura arquitectónica, pero al visitante atento no se le ocultan las heridas de este bello templo de Santa María del Mar, por incendios, persecuciones y otras circunstancias adversas. Y, no obstante, a pesar de todos estos avatares, sigue cumpliendo su cometido esencial de acoger al Pueblo de Dios, para celebrar su culto de alabanza a Dios y su compromiso de vida de caridad y fraternidad entre todos.
La vida del Padre Tous fue también una vida llena de pruebas y dificultades, externas e internas, como la delicada salud que le acompañó siempre. Pero él, en medio de las adversidades y cruces, fue haciendo su camino y dando frutos de virtudes cristianas heroicas. Por eso, a él le podemos aplicar, con el gozo de la pascua cristiana, estas palabras que un anciano dice al autor del libro del Apocalipsis, y que hemos escuchado en la segunda lectura: «Estos son los que vienen de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus manos en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su templo» (Ap 7,14-15).
No faltaron ciertamente tribulaciones en la vida del Padre Tous. Aunque arrancado de la vida claustral, por las disposiciones civiles de su tiempo, logró ser en todo momento de su vida un fiel cumplidor de las observancias de la espiritualidad franciscana y de la Orden Capuchina. Nunca se dejó vencer por la amargura o el resentimiento, ni conocemos reproches o ataques contra quienes le impedían seguir su primera vocación de capuchino. Fue un hombre de una caridad exquisita, con una gran capacidad para soportar y comprender las deficiencias de los demás. Numerosas situaciones en su vida muestran también su gran disponibilidad para la acogida y el perdón. Se dice de él que nunca dejó a nadie agraviado. Realmente, pasó por la vida haciendo el bien, como su Señor, y dispensando «paz y bien», como su maestro y padre en el espíritu, San Francisco de Asís.
En este Año sacerdotal, al que el Papa ha dado como lema «Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote», el beato José Tous nos ofrece un alto ejemplo de fidelidad. Y nos invita a todos a vivir esta fidelidad a Cristo, nuestro Buen Pastor, en el momento presente, en el que tampoco faltan dificultades. A este respecto, qué actuales resultan aquellas palabras suyas que son como un lema de vida: «Aunque todo sea oscuro, hay que ser siempre fiel. Fiel a Dios y fiel a los hombres». Así lo hizo él. Por eso, también hoy es modelo para sacerdotes, para religiosos y religiosas, y para todos los fieles cristianos. El buen Padre Tous nos exhorta a «ser fieles al favor de Dios», como lo hicieron Pablo y Bernabé a aquellos primeros cristianos de Antioquía de Pisidia, según hemos escuchado en la primera Lectura.
Así pues, seamos fieles a la fe y pongamos toda nuestra confianza en Dios, como reza el lema escogido para esta beatificación: «Fe y confianza en Dios»; una fe que se expresa en la confianza, porque se cree en Dios en la medida en que se confía en él; una confianza que se concretiza y se hace forma de vida cuando se recurre a Dios en la oración, se participa asiduamente en la Misa dominical, se frecuentan los sacramentos y se practica la caridad. De este modo, se ha forjado el alma más genuina de esta tierra de santos, y el Padre Tous nos lo recuerda hoy, en unos momentos en que la indiferencia religiosa o el sentido relativista de la vida alejan a tantos de la rica identidad cristiana transmitida de generación en generación.
El beato Padre Tous ayudó con su ejemplo de vida y apostolado a forjar esta identidad, y es un preclaro exponente de la misma, pues «pasó haciendo el bien» especialmente allí donde veía más necesidad. Él sentía mucha predilección por la infancia y la juventud más desfavorecida de su tiempo, sobre todo por la juventud femenina, que en aquel momento histórico no podía acceder a la formación humana y cristiana. Por eso, dedicó todos sus esfuerzos a la fundación de una congregación dedicada a la educación integral de estas jóvenes. Y él mismo intervenía en la instrucción de las niñas, utilizando historias, parábolas y narraciones de los santos más populares en sus comarcas, adaptándose así al lenguaje, a la capacidad de comprensión y al ambiente más familiar de la infancia.
Comenzó su obra, la fundación de las Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, con la ayuda de tres jóvenes, a las que dirigía especialmente en una iglesia situada entonces muy cerca de aquí, en la parroquia de San Francisco de Paula, a la que estaba adscrito por decisión de su obispo. Recordemos sus nombres: Isabel Jubal, Marta Suñol y Remedio Palos y Casanova. Los medios de que disponía eran muy escasos, pero su confianza en Dios era grande. Y así nació su obra, que hoy enriquece con su carisma y su misión diversas partes de España y varios países latinoamericanos. Quienes han venido desde tan lejos para esta ocasión, muestran el alcance sin fronteras del proyecto que Dios puso en el alma del Padre Tous.
Este tiempo pascual, en que la comunidad cristiana se goza de la presencia de Cristo resucitado entre los suyos, como fuente de esperanza, nos invita también a contemplar la gloria final, a mirar a esa «muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero» (Ap 7,9), es decir de Cristo resucitado, y en la cual vemos también al amado Padre Tous. Aunque peregrinos, ya pregustamos en este mundo esta realidad en la liturgia, como expresa bellamente el Apocalipsis: «El que se sienta en el trono acampará entre ellos [...]. El Cordero que está delante del trono será su pastor, y les conducirá hacia fuentes de aguas vivas» (Ap 7,15-17).
Queridas hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, con esta firme esperanza, seguid fielmente vuestro carisma, que la Iglesia os propone nuevamente con la beatificación del Fundador. Sed comunicadoras de vida y misioneras de Cristo. Hacedlo todo con aquella «sabiduría del corazón» que mostró siempre el Padre Tous, en especial cuando os propuso esta sabia norma: «Enseñad más con amor de madres que con rigor de maestras». Las madres educan desde el amor desinteresado, con constancia, con esperanza y con alegría. Y, en esta Jornada mundial de oración por las vocaciones, pidamos al Señor que llame a muchas a vivir el carisma y compartir la misión que el Padre Tous os ha confiado.
La vostra terra ha estat fecunda de sants i santes en el passat, i avui si afegeix, com un nou rebrot, el Pare Josep Tous. Com ha dit el Papa Benet setze, "els sants són els veritables portadors de llum en la història, ja que són homes i dones de fe, d'esperança i de caritat" (Deus caritas est, 40). Que la seva intercessió sigui font de tota classe de béns, espirituals i materials, de santedat i de gràcia, de pau i de justícia, de convivència serena i constructiva per a aquesta estimada terra i per a tot el món.
Poso les vostres esperances en mans de la Benaurada Verge Maria, Mare del Diví Pastor, com ho faré demà als peus de l'imatge de la Mare de Déu de Montserrat, Patrona de Catalunya.
[Vuestra tierra ha sido fecunda en santos y santas en el pasado, y hoy añadimos, como nuevo retoño, al padre José Tous. Como ha dicho el Papa Benedicto XVI, «los santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y caridad» (Deus caritas est, 40). Que su intercesión sea fuente de toda clase de bienes, espirituales y materiales, de santidad y de gracia, de paz y de justicia, de convivencia serena y constructiva para esta querida tierra y para todo el mundo.
Encomiendo vuestras esperanzas a la Santísima Virgen María, Madre del divino Pastor, como lo haré mañana ante la imagen de Nuestra Señora de Montserrat, Patrona de Cataluña.]
ZENIT publica el discurso que dirigió Benedicto XVI el sábado 8 de Mayo de 2010 al recibir a los obispos de la Conferencia Episcopal de Bélgica en visita "ad Limina Apostolorum".
Queridos hermanos en el episcopado:
Con alegría os doy cordialmente la bienvenida con motivo de vuestra visita "ad Limina Apostolorum", que os trae en peregrinación a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo. Esta visita es un signo de comunión eclesial que une a la comunidad católica de Bélgica con la Santa Sede. Es también una oportunidad para reforzar la comunión en la escucha recíproca, en la oración común y en la caridad de Cristo sobre todo en este tiempo en el que vuestra Iglesia ha sido probada por el pecado. Doy las gracias a monseñor André-Joseph Léonard por las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre y en nombre de vuestras comunidades diocesanas. Con gusto dirijo un recuerdo particular al cardenal Godfried Danneels, quien durante más de treinta años ha dirigido la arquidiócesis de Malinas-Bruselas y vuestra conferencia episcopal.
Al leer vuestros informes sobre el estado de vuestras diócesis respectivas, he podido constatar las transformaciones que tienen lugar en la sociedad belga. Se trata de tendencias comunes a muchos países europeos, pero que, en vuestro caso, tienen características propias. Algunas de ellas, ya constatadas en la precedente visita ad Limina, se han acentuado. Me refiero a la disminución del número de bautizados que testimonian abiertamente su fe y su pertenencia a la Iglesia, el aumento progresivo de la edad media del clero, religiosas y religiosos, a la falta de personas ordenadas o consagradas comprometidas en la pastoral activa o en los campos educativo y social, al número restringido de candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada. La formación cristiana, sobre todo la de las jóvenes generaciones, las cuestiones relativas al respeto de la vida y a la institución del matrimonio y de la familia constituyen otros puntos sensibles. Podemos mencionar también las situaciones complejas y con frecuencia preocupantes ligadas a la crisis económica, al desempleo, a la integración social de los inmigrantes, a la convivencia pacífica de las diferentes comunidades lingüísticas y culturales de la nación.
He podido constatar cómo sois conscientes de estas situaciones y de la importancia de insistir en una formación religiosa más sólida y profunda. He podido leer vuestra carta pastoral "La hermosa profesión de fe" ("La belle profession de la foi"), que forma parte del ciclo "Crecer en la fe" ("Grandir dans la foi"). Con esta carta, habéis querido alentar al conjunto de los fieles a redescubrir la belleza de la fe cristiana. Gracias a la oración y la reflexión en común en torno a las verdades reveladas expresadas en el Credo, descubrimos que la fe no consiste únicamente en aceptar un conjunto de verdades y valores, sino ante todo en confiar en Alguien, en Dios, escucharle, amarle, hablar con él, y finalmente comprometerse en su servicio (cf. p.5).
Un acontecimiento significativo para hoy y para mañana fue la canonización del padre Damián De Veuster. Este nuevo santo habla a la conciencia de los belgas. ¿Acaso no ha sido designado como el hijo más ilustre de todos los tiempos de la nación? Su grandeza, vivida en el don total de sí mismo a sus hermanos leprosos hasta el punto de quedar contagiado y morir, está en su riqueza interior, en su oración constante, en su unión con Cristo, a quien veía en sus hermanos y que, como Él, se entregaba sin reservas. En este Año Sacerdotal, es necesario proponer su ejemplo sacerdotal y misionero, en particular a los sacerdotes y religiosos. La disminución del número de sacerdotes no debe ser percibida como un proceso inevitable. El Concilio Vaticano II afirma con fuerza que la Iglesia no puede prescindir del ministerio de los sacerdotes. Por tanto es necesario y urgente darles su lugar adecuado y reconocer el carácter sacramental irremplazable. De ahí se deriva la necesidad de una amplia y seria pastoral de las vocaciones, basada en el carácter ejemplar de la santidad de los sacerdotes, en la atención a los gérmenes de vocación presentes en muchos jóvenes y en la oración asidua y confiada, según la recomendación de Jesús (cf. Mateo 9, 37).
Dirijo un cordial saludo y reconocido a todos los sacerdotes y a las personas consagradas, con frecuencia sobrecargados de trabajo y deseosos de apoyo y amistad de su obispo y de sus hermanos en la vida consagrada, sin olvidar a los sacerdotes de edad más avanzada que han consagrado toda su vida al servicio de Dios y de sus hermanos. No me olvido tampoco del conjunto de los misioneros. Que todos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de Bélgica reciban mi aliento y mi gratitud y que no olviden que sólo Cristo calma toda tempestad (cf. Mateo 8, 25-26) y vuelve a dar fuerza y valentía (cf. Mateo 11, 28-30 y Mateo 14, 30-32) para llevar una vida santa en plena fidelidad a su ministerio, a su consagración a Dios y a su testimonio cristiano.
La constitución Sacrosanctum concilium subraya que en la liturgia se manifiesta el misterio de la Iglesia, en su grandeza y su sencillez (cf. n.2). Por tanto, es importante que los sacerdotes cuiden las celebraciones litúrgicas, en particular la Eucaristía, para que permitan una comunión profunda con el Dios vivo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es necesario que las celebraciones se desarrollen en el respeto de la tradición litúrgica de la Iglesia, con una participación activa de los fieles, según el papel que les corresponde a cada uno de ellos, uniéndose al misterio pascual de Cristo.
En vuestros informes, prestáis atención a la formación de los laicos, de cara a una integración cada vez mas efectiva en la animación de las realidades temporales. Es un programa digno de alabanza, que nace de la vocación de todo bautizado configurado con Cristo sacerdote, profeta y rey. Hay que discernir todas las posibilidades que manan de la vocación común de los laicos a la santidad y al compromiso apostólico, en el respeto de la distinción esencial entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común de los fieles. Todos los miembros de la comunidad católica, pero en particular los fieles laicos, están llamados a testimoniar abiertamente su fe y a ser fermento en la sociedad, respetando una sana laicidad de las instituciones públicas y de las demás confesiones religiosas. Un testimonio así no puede limitarse al encuentro personal, sino que debe asumir las características de una propuesta pública, respetuosa pero legítima, de los valores inspirados por el mensaje evangélico de Cristo.
La brevedad de este encuentro no me permite desarrollar otros temas que son importantes para mí y que vosotros también mencionáis en vuestros informes. Quisiera terminar pidiéndoos que transmitáis a vuestras comunidades, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los católicos de Bélgica mi afectuoso saludo, asegurándoles mi oración por ellos ante el Señor. Que la Virgen María, venerada en tantos santuarios de Bélgica, os asista en vuestro ministerio y os proteja a todos con su ternura maternal. A vosotros y a todos los católicos del Reino, imparto de todo corazón la Bendición apostólica.
[Traducción del original francés realizada por Jesus Colina
©Libreria Editrice Vaticana]
Comentario al evangelio del domingo de la Santísima Trinidad – C, publicado en Diario de Avisos el domingo 30 de Mayo de 2010 bajo el epígrafe “DOMINGO CRISTIANO”.
Elegir la mejor parte
Daniel Padilla
No deja de sorprender que la Igle- sia nos proponga un día para rezar por los que rezan: pro orántibus. ¡Si ellos son el acumulador de energías para los demás, la palanca del cuerpo místico, ¿qué necesidad tienen de nuestra oración? ¡Es como echar agua al mar! Quizá los maliciosos piensen: "Es para que vuelvan al buen camino; para que dejen la contemplación y vengan a la acción, que es lo que hace falta, ya que la mies es mucha y los obreros pocos". ¡Suele mezclarse la ligereza cuando hablamos de los contemplativos! ¡O el desconocimiento de ser cristiano! Pensamos, al evocarlos, que son seres huidizos, inútiles, equivocados, con una visión unilateral y desenfocada en el modo de implantar el reino. Somos nosotros seguramente los que necesitamos rumiar profundamente las palabras de Jesús: "Muchas cosas me quedan por decirles. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, les guiará a la verdad plena". Y concretando más: "Todo lo que tiene el Padre es mío. Y el Espíritu tomará de lo mío y se lo anunciará". Eso son los contemplativos. Seres que han leído muy atentamente estas palabras y en ese empeño viven. Seres que tratan de beber, en la interior bodega del Espíritu, todo lo que a Jesús le faltaba por decir, y que, a él se lo había comunicado el Padre. Miembros vivos, entroncados en el Misterio de la Trinidad. Esta es, ya, la fiesta que celebramos.
Los contemplativos no son hombres y mujeres que se han buscado su cueva para sobrevivir, como los hombres de las cavernas. Al menos para un sobrevivir meramente terreno. Ellos van tras otra supervivencia. La que, como un manantial, llega hasta la vida eterna. San Agustín lo explicaba, asombrado de sí mismo: "Tú estabas, Señor, dentro de mí y yo estaba fuera de mí mismo y te buscaba fuera. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo: Tú me llamabas y, al fin, tu grito forzó mi sordera. ¡Tarde te amé, hermosura, siempre antigua y siempre nueva!" El contemplativo contempla. No como hacemos los demás, tangencial y epidérmicamente. El contemplativo busca la raíz de las cosas, el manantial. El contemplativo entra en diálogo con el omnipresente. Y, mientras nosotros hablamos de Dios a los hombres, él habla de los hombres a Dios. Necesitamos, sí, a los contemplativos. Nosotros tenemos el peligro de hacer un mundo muy tecnificado, pero de piezas sueltas, disgregadas, desprovistas de una conjunción y de un espíritu interior que dé sentido. Ellos son la secreta savia vivificante y lubrificante que ponga en marcha y haga posible el engranaje y el movimiento de todo el material moderno por nosotros acumulado. Vivimos con la tentación de hacer y hacer cosas. Los contemplativos andan tratando de amistad con Dios, para que todas esas cosas nuestras se muevan y no queden oxidadas en el montón de chatarra. Por eso, debemos rezar pro orántibus. Para que, en su tarea de diálogo permanente con el pmnipotente y el absoluto, no se detengan nunca. Para que no se dejen ganar por el hastío.
Artículo escrito por onseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "El celibato no es intocable".
“El celibato no es intocable”
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Tal es la afirmación que hizo en Barcelona el Cardenal Tarcisio Bertone, el colaborador más cercano del Papa Benedicto XVI, en una entrevista a un diario local. También dijo que el celibato es "una tradición positiva", y que la pederastia clerical no tiene una relación "directa" con el mismo. En efecto; el celibato no es un dogma de fe, que lo haría intocable; no es una imposición arbitraria e inhumana; tampoco es causante de los abusos de niños por clérigos, pues se dan muchísimos más casos de este delito en las familias y por parte de personas casadas.
Comentaristas ignorantes de la vida de la Iglesia, pero que presumen y alardean como si supieran, de inmediato dijeron que se abría una puerta para acabar con el celibato obligatorio para los sacerdotes. Otros repitieron lo que siempre dicen: que el celibato es antinatural, que es una aberración contra la naturaleza, que es imposible de vivir, que es un control eclesial para tener poder y dinero, etc. ¡Cuánta insensatez! Como ellos no viven ni siquiera castos, se imaginan que este estilo de vida no es humano. Como para ellos el libertinaje sexual es su norma de vida y no pueden vivir sin goces genitales de cualquier tipo, se burlan de quienes hemos hecho del celibato una opción gozosa y fecunda. El hecho de que haya fallas, no justifica su abolición. Es como si, por el hecho de que muchos esposos y esposas son infieles, por ello habría que eliminar la unidad y la indisolubilidad del matrimonio... O pedir que, porque muchos se emborrachan, se drogan, mienten y roban, por ello fueran legítimos estos excesos... Nada más absurdo.
JUZGAR
El celibato sacerdotal no es una cadena, sino un don, una gracia, un carisma que no a todos se concede, un llamado de Dios, una vocación, a la que respondemos libremente si queremos; quien no quiere, o no puede mantenerse casto, o no descubre signos de ser llamado a este estilo de vida, no se compromete a vivir célibe. Es una libre opción de vida, inspirada en el modelo que escogió Jesús para sí y que recomendó vivamente. La Iglesia latina, por una experiencia sostenida por el Espíritu Santo, pide para el sacerdocio hombres consagrados en su totalidad a este ministerio. Sin embargo, como Jesús advirtió, "no todos entienden esto, sino solamente aquellos a quienes se ha concedido" (Mt 19,11).
El Concilio Vaticano II, que marca el sendero por el que el Espíritu sigue guiando a su Iglesia, expresó: "La perfecta y perpetua continencia por amor del reino de los cielos, recomendada por Cristo Señor, aceptada de buen grado y laudablemente guardada en el decurso del tiempo y aún en nuestros días por no pocos fieles, ha sido siempre altamente estimada por la Iglesia de manera especial para la vida sacerdotal. Ella es, en efecto, signo y estímulo al mismo tiempo de la caridad pastoral y fuente particular de fecundidad espiritual en el mundo. No se exige, ciertamente, por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece en la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las iglesias orientales... El celibato, empero, está en múltiple armonía con el sacerdocio... Por el celibato guardado por amor del reino de los cielos, se consagran los presbíteros de nueva y excelente manera a Cristo, se unen más fácilmente a El con corazón indiviso, se entregan más libremente, en El y por El, al servicio de Dios y de los hombres, sirven más expeditamente a su reino y a la obra de la regeneración sobrenatural y se hacen más aptos para recibir más dilatada paternidad en Cristo" (PO 16).
ACTUAR
¡No es fácil mantenerse célibes, en este mundo tan erotizado en que vivimos! Por ello, la comunidad debe ayudarnos a vivir nuestra vocación, y corregirnos, si nos desviamos. Los presbíteros han de ser prudentes, vigilantes, orar mucho y no dejarse engullir por el medio ambiente. Dice el Concilio: "Cuanto más imposible se juzga por no pocos la perfecta continencia en el mundo del tiempo actual, tanto más humilde y perseverantemente pedirán los presbíteros, a una con la Iglesia, la gracia de la fidelidad, que nunca se niega a los que la piden, empleando al mismo tiempo todos los subsidios sobrenaturales y naturales, que están al alcance de todos. No dejen de seguir, señaladamente, las normas ascéticas que están probadas por la experiencia de la Iglesia, y que no son menos necesarias en el mundo actual" (Ib).
ZENIT publica el artículo que ha escrito monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán (México), con el título "Mayo, mes de la Virgen María".
Mayo, mes de la Virgen María
Hay tradiciones muy arraigadas en gran parte de la población creyente, en orden a celebrar el mes de mayo como dedicado a la Virgen María. Ciertamente no es algo que se fundamente en la liturgia de estos días, sino en la piedad popular; pero esto no quiere decir que sea una devoción falta de contenido profundo. De hecho la devoción a la Virgen María de ninguna manera se puede catalogar como superficial o sentimental, sino la más adecuada para encontrar y seguir en ella el prototipo del discipulado y el testimonio de Jesucristo. Efectivamente María, Madre de Cristo, es la persona humana que mejor se puede llamar discípula y misionera de Jesucristo.
Cuando María aparece en escena, según lo menciona san Lucas en su Evangelio al ser visitada por el Arcángel Gabriel, es apenas una jovencita, pero con madurez para asumir el proyecto divino, de ser madre del Hijo de Dios hecho Hombre, en un "sí" que pronuncia de manera totalmente libre y que irá reiterando como "peregrina de la fe" a lo largo de su vida, por ejemplo cuando ella y José son rechazados y no encuentran lugar en el mesón, debiendo ella dar a luz en una cueva que sirve de corral para los animales; o cuando se sorprende por lo que dicen del Niño los pastores, o los ancianos Simeón y Ana, o los magos de oriente; o al tener que huir precipitadamente con José y el Niño a Egipto, para evitar que den muerte al pequeño. A veces María no entiende, pero no reniega y todo lo guarda y lo medita en su corazón. Inicialmente María y José se esmeran en educar al Niño; paulatinamente ellos irán siendo educados por Jesús; de José no sabemos mucho, por ejemplo cuándo haya muerto; de María se habla más, siguiendo ella a su Hijo como fiel discípula hasta la cumbre del calvario y permaneciendo al pie de la cruz.
De María tenemos mucho que aprender para ser también nosotros discípulos y testigos de Jesucristo.
Dentro de unos días celebraremos con gozo el Día de la Madre. De María las madres aprendan esa actitud para asumir la maternidad de manera totalmente libre y responsable; de ella aprendan a acoger, respetar, celebrar y educar la vida humana. María es la mujer fuerte que acepta totalmente los planes de Dios, que entrega al Hijo para la salvación de todos.
En María encontremos todos el Regalo del Hijo que nos salva, y a ella misma como Madre que nos acompaña, según lo dijo Cristo desde la cruz y ella lo ha asumido en sus apariciones en diversos lugares y tiempos, por ejemplo el Tepeyac, Lourdes, Fátima. Numerosas imágenes nos hablan de la inculturación de la Virgen María como Madre de muchos pueblos, por ejemplo Aparecida, la Virgen del Cobre, de los Treinta y Tres, del Carmen, del Pilar, de Covadonga, de Maipú, de Luján, de Coromoto, por mencionar sólo algunos títulos.
La devoción a la Virgen María no es sólo de niños, mujeres o ancianos, sino de todas las edades. Me ha agradado encontrar en internet el entusiasmo con que buen número de jóvenes expresan sus razones, muy variadas, para rezar el Rosario.
Recemos a la Virgen María y acompañados de ella contemplemos el rostro de Cristo Jesús, su Hijo y nuestro hermano, el consumador de nuestra fe.
ZENIT publica el mensaje que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y Jaca, con el título "La Iglesia no es una multinacional".
LA IGLESIA NO ES UNA MULTINACIONAL
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
No es indiferente el modo con el que llamamos a las distintas realidades. Hay detrás toda una cosmovisión de las cosas que empieza sencillamente por la manera de nombrarlas. A través de su historia larga, la Iglesia ha sido denominada de diferentes maneras: pueblo de Dios, asamblea de fieles, comunidad de creyentes, cuerpo místico de Cristo, esposa del Señor, y tantas otras más. No somos una ONG, ni una multinacional religiosa, ni una empresa de servicios, sencillamente somos la Iglesia que fundara el Señor. Amar es dar y dar es amar. Es la vieja fórmula de la comunidad cristiana desde la que se construye la Iglesia del Señor. Recordemos así que es la Iglesia particular.
En primer lugar, aquí y ahora somos la concreción de la Iglesia Católica que preside en la caridad el sucesor de Pedro, nuestro querido Papa Benedicto XVI. Expresamos nuestra comunión con las demás Iglesias particulares esparcidas por el mundo al recitar el credo en la misa de cada domingo, confesando así esa misma fe que nos une y que relata los grandes momentos de una historia de salvación a la que todos pertenecemos. Pero esa pertenencia universal cobra rostro en nuestra tierra y en nuestro tiempo, al hablar de la Diócesis de Oviedo, o la Diócesis de Huesca o la Diócesis de Jaca. Presidida por un obispo como sucesor de los Apóstoles, una Diócesis se estructura en las distintas parroquias que la componen, y éstas van formando los diferentes arciprestazgos.
Si esta es la "geografía" diocesana, hay que decir que somos las personas, los hijos de Dios, quienes con nuestra vocación damos alma a esta comunidad. Las vocaciones básicas que tenemos los cristianos corresponden a esa triple manera de concretar nuestro bautismo desde la llamada que hemos recibido de parte del Señor para construir su Iglesia y llegar a la santidad: los sacerdotes, los consagrados y los laicos. La comunión eclesial responde a la justa relación, verdaderamente co-responsable, de estas tres vocaciones. Sin trasvase de unas a otras, sin indiferencia ni confusión, sino una comunión eclesial, con el cometido y la responsabilidad que a cada una de ellas le corresponde.
Finalmente, los tres grandes aspectos a los que nuestra vida diocesana y vocacional debe estar atenta. En primer lugar, la oración (la litúrgica, la sacramental y la personal): orar al Señor, ofrecerle los días y darle gracias, celebrar los sacramentos (muy particularmente, por más cotidianos, la Eucaristía y la Confesión), sabernos acompañados por su mirada providente y la intercesión de María y de nuestros Santos. En segundo lugar, la formación. Ahí entra la catequesis: para los niños y jóvenes y también para los adultos. La ignorancia en nuestra formación cristiana tiene tremendas consecuencias cuando nos encuentra desarmados de razones ante un mundo que a veces es hostil a nuestra fe y tan fácilmente nos confunde y manipula. Y, en tercer lugar, el testimonio de la caridad y la justicia, porque debemos anunciar de tantos modos como una Buena Noticia salvadora la fe que profesamos cuando oramos y la mentalidad que constituye nuestra manera cristiana y eclesial de ver las cosas. La caridad en todas sus formas es el supremo testimonio que podemos dar los creyentes en un Dios Amor.
Así hemos de tomar conciencia de nuestra identidad, para saber quiénes y con quiénes somos, desde Quién y para qué. Iglesia diocesana que presta a Dios sus manos, sus labios y su corazón, para que aquí y ahora se siga escuchando y vislumbrando la presencia del Señor que abraza a nuestra humanidad.
Visita pastoral y fiesta patronal de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús (1º de mayo de 2010). (AICA)
SAN JOSÉ DE LOS OBREROS
Queridos hermanos:
La visita del obispo a una parroquia, a una comunidad, es una ocasión para encontrarnos, para compartir experiencias de trabajo apostólico y también para poder ver cómo marcha una comunidad, qué está haciendo y cómo uno también debe mejorar.
Con los sacerdotes de nuestra diócesis, la semana pasada, de lunes a jueves, estuvimos animando lo que nos aconsejaba Aparecida. Así como uno debe ser discípulo y testigo, y anunciar el don que ha recibido, también tiene que escribir en su vida una conversión pastoral y una conversión personal. ¿Qué quiere decir esto? Que habrá que cambiar estructuras, habrá que cambiar cosas, pero si no cambia el corazón humano, por más que cambien las estructuras, lo más importante es que cambie el corazón humano, el corazón personal.
Ustedes pueden preguntar ¿de qué tengo que convertirme?, si yo este modelo no lo compro más, este modelo no lo compro, ¿qué tengo que hacer?; si estoy bien con todo. Muchas veces no basta con “está todo bien” porque hay que preguntarse ¿qué cosas puedo hacer por la iglesia?; ¿qué cosas puedo hacer por el Señor?, ¿que cosas puedo hacer por los demás?
Es muy importante como comunidad, como grupos, como equipos, que se hagan estas preguntas y no tengan miedo. Quien tiene miedo no hace nada; quien tiene miedo no se equivoca; pero no se equivoca ¡porque no hace nada! y yo prefiero que se equivoque porque hace algo y no que -por no equivocarse- nadie se meta ni haga nada. Eso para mi es una actitud de cobardía, de no hacer nada o mirar siempre de costado. Y criticar lo que se hace, lo que se hizo, lo que se debería haber hecho, lo que no se hizo, lo que se tiene que hacer ¡no sirve! ¡No estamos para perder tiempo en esas cosas!
En estas fiestas patronales, que el obispo hace coincidir con su visita porque es un momento fuerte, hoy pensamos en la figura del patriarca San José, el Varón Justo, que vive de la fe y quiere vivir en la fe; al que Dios le pidió algo muy especial, que él aceptó y trabajó incansablemente.
Hay algo que tenemos que recuperar en nuestra sociedad porque muchas veces se ha perdido, ustedes preguntaran al obispo ¿que se perdió?; ¡se perdió la cultura del trabajo! Se perdió porque no animan a que uno crezca, aprenda y se desarrolle. Muchas veces se redujeron las cosas a meros subsidios, o ayudas, pero donde uno no pone el esfuerzo, no pone vida y creo que eso a la larga no nos hace bien.
Hay que organizarse; hay que trabajar; hay que volver a hacer las cosas con fuerza, con entusiasmo, con ahínco, con perseverancia. ¡Ya sé que hay luces y sombras, pero hay que trabajar con ahínco!
Algunos tuvieron la suerte de los mayores, o de los abuelos, o de los padres, o de culturas que venían de cerca, o venían de lejos, pero que hacían las cosas, trabajaban y amasaban cada cosa con esfuerzo, pero lo tenían que hacer.
Tenemos que pedirle a San José que nos vuelva a dar la fuerza y la virtud del trabajo. Hay que trabajar físicamente, hay que trabajar espiritualmente, hay que trabajar con la inteligencia y hay que trabajar pastoralmente. Porque las cosas tienen que modificarse y las cosas tienen que ser cambiadas.
Lo que cambia es el trabajo, el trabajo es crecimiento, el crecimiento es desarrollo y nadie va a crecer ni desarrollarse si no quiere. Dice el Papa Pablo VI que cada uno es responsable de su propio crecimiento, responsable de su propia maduración; como comunidad y como familia eclesial tenemos que desarrollarnos, trabajar para que venga la gente, invitar a la gente para que participe, que no tenga miedo y que el nombre de Cristo sea reconocido
¡Volver a la misión!
¡Volver a que la Iglesia salga a la calle!
¡Volver a que la Iglesia visite a las familias del barrio, casa por casa!
¡Salir!
Ya sé que muchas veces ¡hay un no!
La gente tiene miedo, ¡hay un no!
La gente no me abre la puerta ¡hay un no!;
Pero hay una gente que dice hay ¡sí!
¿Ustedes son católicos?
¡Al fin!
¡Vengan porque son católicos!
¡No queremos otra religión!
Y la gente dice ¡al fin son de los nuestros!
¡Tenemos que llevar la iglesia a todas partes! Y la Iglesia somos todos nosotros, los que estamos aquí formamos parte de ella.
Comunidad de San José Obrero, de Gerli, estas fiestas patronales son días de gozo y gloria por la intercesión del patriarca San José, Patrono del trabajo, por la gracia que tienen porque el obispo visita pastoralmente esta comunidad, nos confirma, nos da fuerza y nos ayuda a tener entusiasmo para que multipliquemos las cosas que hacemos; y para hacerlas hay que hacerlas y punto. ¡Y no mirar para otro lado!
¿Qué estoy dispuesto a hacer por el Señor, en la Iglesia? Me podrán decir “no hay tiempo”, que esto, que lo otro; entiendo todo, pero cuando uno tiene voluntad y amor es capaz de hacer las cosas. Por la experiencia que uno tiene, dar una tarea a una persona muy ocupada, por mas ocupada que esté lo va a hacer igual; pero si es una persona que realmente no hace mucho quizás no tiene ganas porque no va a tener tiempo de poder hacerlo. Es decir que cuando uno tiene voluntad y amor saca fuerzas de donde no tiene y los hace, se arremanga y hace las cosas que tiene que hacer.
En esta fiesta de San José le pedimos al Patriarca que nos ayude a vivir en la fe y que, de esta presencia gozosa que el Señor nos regala a todos, nos ayude para poder descubrir un poco mas y un poco mejor nuestra misión. Porque es nuestra misión, es la misión que hemos recibido. Y ojala Dios quiera que digamos: “¡pobre de mí si no evangelizo! ¡Ay de mí si no anuncio! ¡Qué tonto que soy si no soy un buen cristiano! ¡Y que lástima que haya perdido el gusto a la sal o la fuerza de la luz y me haya quedado en la tiniebla! Luz del mundo y sal de la tierra, gusto, fuerza y luz que nos invita a orientar nuestra vida y a llevarla por más.
Que San José protector nos bendiga y nos dé mucha fuerza para seguir trabajando laboriosamente, por el Señor, por nuestras familias, por la Iglesia y por la Patria.
Que así sea.
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
ZENIT nos ofrece las conclusiones de la XVI Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, que fueron leídas el miércoles 5 de Mayo de 2010 por José Tomás Raga, profesor de Economía en la Universidad Complutense (España) y coordinador de esta sesión plenaria.
LA ECONOMÍA NO ES LA SOLUCIÓN A LA CRISIS DE LOS MERCADOS
La producción de un verdadero documento de conclusiones con toda la profundidad sugerida por el tema es una tarea poco menos que imposible. Este es un momento, por lo tanto, para expresar gratitud a todos por el esfuerzo realizado en las tareas encomendadas, y también para ofrecer felicitaciones por el éxito con el que se han llevado a cabo. Creo, y es una opinión personal, que los objetivos fijados por el Consejo de la Academia y aprobados por la Asamblea en la sesión final de hace un año, se han logrado con la dignidad que se puede pedir de una institución pontificia, como ésta a la que pertenecemos.
Teólogos y moralistas, sociólogos y politólogos, abogados y economistas de todo el mundo se han reunido con el objetivo común de poner sus conocimientos al servicio de la comunidad, al servicio de la familia humana, en la búsqueda desinteresada de la verdad científica que, como tal, coincide con la verdad del hombre. Es este ambiente de diversidad científica y de compromiso con la tarea común el que confiere grandeza a nuestra misión de proporcionar, dentro de nuestras limitaciones, una contribución a la Iglesia y un servicio a la humanidad.
Todas las intervenciones, yo diría que sin excepción, y de hecho es un placer estar en condiciones de hacer tal declaración, han tenido en cuenta, no sólo las características técnicas de la crisis en relación con el ámbito científico de los ponentes, sino también los antecedentes que hicieron esta crisis posible o inevitable, además de las consecuencias de la situación económica y financiera para las personas, las familias y para la comunidad en su conjunto.
No obstante, y con fines puramente metodológicos, me atreveré a organizar la síntesis de las conclusiones mediante la agrupación de las contribuciones más significativas en cuatro áreas, cuyo orden no es aleatorio: a) Aspectos económicos, b) consideraciones morales, c) marco social, d) fundamentos educacionales.
A) Una visión económica de la crisis.- Es evidente que la actividad económica es un aspecto de la actividad humana y que, por esta razón, está condicionada por los criterios, evaluaciones y objetivos de la persona que, a diario, toma decisiones que causan efectos económicos, tanto para él como para la sociedad en su conjunto. No debemos olvidar las palabras de Benedicto XVI: "... toda decisión económica tiene una consecuencia moral ..." 1 Por lo tanto, el análisis económico de la crisis también se ha centrado en la consideración del hombre y los valores presentes en su comportamiento.
Es evidente que el hombre vive hoy inmerso en un materialismo que le impide ver el horizonte de la trascendencia que forma parte integrante de él, hasta el punto de que una caída del tres por ciento en el PIB puede causar trastornos en la vida de los sujetos. El corto plazo se ha convertido en la única dimensión aceptable, y el beneficio inmediato en gran cantidad prevalece sobre la penalización de un futuro incierto, debido a que la tasa de descuento para estimar el valor actual de ambos es extraordinariamente alta. Lo cuantitativo ha sustituido a lo cualitativo, y cualquier elemento material que pueda ser medido, ponderado y valorado en términos monetarios, cancela toda consideración o referencia de carácter espiritual, referencias que se encuentran en el corazón del hombre. Por tanto, no es sorprendente que la economía financiera ha adquirido un papel central, en contraposición a la economía real, y ambos predominen tanto sobre los valores estrictamente espirituales y humanos.
El beneficio, legítimo en principio, es tanto más deseado de acuerdo con la brevedad del plazo necesario para su consecución. Las actividades especulativas, tan arraigadas en estos tiempos históricos de la globalización, constituyen un buen ejemplo del viejo principio financiero de quick in, quick out (entrada rápida, salida rápida).
Por lo tanto, el sujeto renuncia a su propio ser para convertirse en un eslabón más en la cadena de la actividad económica. Al mismo tiempo que el trabajador, el productor, el consumidor, el ahorrador, inversor, etc aparecen en el escenario, el hombre de trabajo, el hombre de la producción, el sujeto de consumo, etc desaparece. Esta es la abstracción que en última instancia, hace del hombre un esclavo de la economía, el servidor de un principio que no constituye la esencia de su verdadero ser; hablamos de la presentación de un mandamiento nuevo: la ética de la eficiencia o, si lo prefieren, del beneficio, como el principio que rige cada una de las actividades humanas. Tal es así que, que cualquier medio es válido si conduce finalmente a la meta deseada. El engaño, el fraude, la coacción, todos ellos son instrumentos útiles para, volviendo a la moral, para conseguir el objetivo establecido: el mayor beneficio y el mayor poder.
Con buena razón, se ha hecho distinción entre el papel importante de la actividad económica desarrollada por el empresario que es consciente de su proyecto de vida, un proyecto que tiende hacia Dios, y el otro tipo de actividad que sólo tiene en cuenta el presente, sin cualquier otro compromiso que sea conforme con la dignidad de la persona humana. Con una afortunada terminología, se les reconoce como el empresario sine specie aeternitatis, y el empresario sub specie aternitatis.
Cuando desaparecen estas referencias, el hombre se inclina hacia la satisfacción inmediata de sus deseos y hacia la explotación de todas sus posibilidades. La escasez de referencias en la actividad económica conduce a una falta de consideración de los efectos negativos de su conducta y un fracaso aún mayor al considerar aquellos que sufren estos efectos. Reflexionemos, en este sentido, en la completa falta de consideración hacia los efectos que pudieran producirse en terceros países como consecuencia de la distribución, a través de los mercados financieros de los activos “tóxicos” emitidos en un país y transmitidos rápidamente para infectar a otros países y continentes.
Se han presentado siete razones probables de esta infección: a) las dificultades de los países pobres para acceder al mercado externo, tanto para la financiación como para los seguros; b) los ingresos de las exportaciones, que disminuirán como consecuencia de la disminución de la demanda externa de sus productos, además de la reducción de los precios de los mismos, c) el valor de los títulos extranjeros disminuye, como consecuencia de la disminución de sus rendimientos; d) la reducción de las inversiones extranjeras, e ) la reducción de la ayuda externa; f) la reducción de las remesas externas, y g) la reducción del turismo.
Por lo tanto, en esta Sesión Plenaria que ha llegado a su fin, ha habido un llamamiento a una regulación más eficaz y adecuada de los mercados financieros, en la creencia de que es en estos mercados donde la vulnerabilidad se produce con mayor frecuencia y alcance. Una regulación que debe prestar suficiente atención a: las preguntas sobre si las entidades financieras tienen capital suficiente para que puedan ser autorizados a operar en el mercado; el mejoramiento de la cobertura de riesgo en las operaciones de crédito; la limitación de la tasa de apalancamiento de las operaciones financieras; el desarrollo de requisitos de liquidez que proporcionen seguridad y disponibilidad de recursos financieros; la moderación de los premios – bonus – recibidos por los ejecutivos de las entidades financieras y empresas en general, que han sido escandalosos en momentos de crisis; el aumento de la transparencia en las actividades de las Agencias de Evaluación, etc.
Ahora bien, siendo estas medidas necesarias, no son suficientes. Cuando hablamos de financiación y, sobre todo de las dificultades o perturbaciones en el mercado financiero, no debemos reducir el análisis a lo que corresponde al sector privado de la economía, ya sea los hogares o las empresas; las obras del sector público pueden desempeñar también un papel importante en este tipo de problemas. Cuando esto sucede, es necesario prestar especial atención al equilibrio presupuestario, objetivo básico y, desde luego, para eliminar el déficit excesivo, hay que reducir los gastos públicos, por muy impopular que sea, y, en su caso, aumentar ligeramente los impuestos; los impuestos que menos distorsionen el mercado. Junto a él, otra medida, que en este caso corresponde al sector real, que es el de incrementar la productividad de los recursos públicos, con la reducción de los salarios, y, en todo caso, reformar el mercado laboral, introduciendo una mayor flexibilidad para ajustarlo, de forma automática a las exigencias de la producción.
B) Fundamentos morales de las consideraciones anteriores sobre la crisis .- Para la Iglesia, la economía no es el centro de la actividad humana y, ciertamente, no constituye la referencia que debe configurar la conducta de los hombres. En palabras de Juan Pablo II, "... La economía, de hecho, es sólo un aspecto y una dimensión de la totalidad de la actividad humana". 2
El hombre es creado como un ser libre y responsable llamado a la entrega. "A veces el hombre moderno está erróneamente convencido de que él es el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Esto es una consecuencia ... del pecado original ..." 3. Precisamente por esta razón, las leyes son necesarias para sancionar las acciones que se alejan del bien del hombre y de la sociedad. Las leyes son necesarias para sancionar la corrupción, ya que ésta demuestra el triunfo del mal sobre el bien. Es necesario distinguir en estas normas, dos procedimientos de elaboración diferentes: las que vienen de arriba (las normas de carácter general) y las que proceden de abajo (las que se establecen para su aplicación específica en un determinado país). Es necesario reconocer que las primeras, las que fijan las normas internacionales, han demostrado una eficacia muy baja, lo que no autoriza a pensar que las experiencias positivas a nivel nacional se puedan traducir a la escala internacional, ya que al final, los conflictos de intereses entre las naciones son abundantes y habituales.
No se puede olvidar que el hombre es un ser social por naturaleza. Por eso el hombre nace, vive y muere en sociedad y, además, se perfecciona en la sociedad cuando con su compromiso generoso y fraternal tiende a mejorar la condición de los miembros de la comunidad. Persona, familia y sociedad, y en ese orden, son las que dan realismo a la sociabilidad humana. Por otra parte, un gran número de necesidades del hombre sólo pueden ser satisfechas en el entorno familiar o en el de la comunidad a la que pertenece. Pensemos en el compañerismo, la comprensión, el testimonio del amor, el deseo de generar vida, el de asistir a la educación, etc.
Es cierto que el mercado tiene la capacidad de ofrecer una vía para la satisfacción de las necesidades materiales de las personas, y hacerlo de manera eficiente, pero no puede lograr esta eficiencia sin una referencia ética, una referencia en la que la conservación de los recursos es de importancia fundamental. No se puede olvidar que la tierra y todo lo que existe ha sido dada al hombre, a toda la humanidad, y a todos los hombres. Ahora podemos ver que, incluso cuando hablamos de las necesidades materiales, el mercado, sin consideraciones morales, es capaz de causar un daño que puede ser difícil, o incluso imposible, reparar.
Pero junto con estas situaciones, está la amplia gama de necesidades espirituales a las que el mercado no puede ofrecer una vía para garantizar su satisfacción. En estas necesidades, destaca claramente la de la gratuidad en lugar del intercambio. Debe percibirse en ellas la fraternidad que invade la relación afectiva, sin equivalencia en términos de compensación. Por lo tanto, el mercado no es más que un instrumento que es correcto para una serie de objetivos, siempre y cuando prevalezcan ciertas circunstancias. ¿La solución radica en el rechazo del mercado y sustituirlo por la planificación estatal? Si hemos dicho que el orden natural era persona – familia – sociedad, hay que añadir que el Estado vendría después de la sociedad. La prioridad es muy clara en las palabras de León XIII: "No hay necesidad de contar con el Estado. El hombre precede al Estado, estando en posesión, antes de la formación de un Estado, del derecho a proveer el sustento de su cuerpo. "4
C) El marco social, y el resultado de la restricción sobre el comportamiento humano .- En efecto, ante el peligro del individualismo, la solución no es el colectivismo, sino más bien la apertura a la fraternidad. Aquí es donde el hombre disfruta de su condición humana, donde se abre a la gratuidad y donde él se siente el protagonista en la promoción del bien común.
Desde el individualismo, es conceptualmente imposible configurar una organización política o social. El aislamiento del individualismo es contrario al compromiso y la solidaridad. De hecho, la solidaridad sólo es concebible en allí donde exista interdependencia entre hermanos, como hijos del mismo padre. Una sociedad civil que deseen ser fuerte sólo puede serlo mediante lazos de interdependencia que subordinen, sin coacción, el interés privado y exclusivo, con el interés general, o mejor aún, con el bien común, como bien de todos y cada uno de los miembros de la comunidad. Este bien común está configurado claramente, en la carta encíclica Caritas in veritate, como el desarrollo integral del hombre.
Este concepto, que abarca la familia humana en su totalidad, el que puede proporcionar la solución a la falta de confianza que parece ser la piedra angular de la actual crisis. Esta falta de confianza no puede resolverse en el ámbito individual, ya que la confianza existe en alguien, es decir, que la reciprocidad es necesaria. La confianza en uno mismo no puede ser considerada como un valor social. No se puede tomar como un valor para la convivencia. No es necesario recurrir a modelos abstractos de la sociedad. La sociedad está configurada por la vida en sociedad. Esta es la semilla en la que se basa una sociedad civil capaz de hacer frente, con los lazos de interdependencia, a una crisis que ha afectado a toda la familia humana, no sólo económicamente sino también en términos humanos.
D) La educación, una semilla que debe germinar.- Hablamos continuamente de la educación, del proceso educativo, de la importancia de la educación para una sociedad armónica y responsable. Y, como educadores, subrayamos la nobleza de la función del profesor como una tarea cualificada en la enseñanza programada. Sin embargo, ante las turbulencias de la vida, parece que el hombre se encuentra sin una respuesta, sin los instrumentos para hacer frente a la adversidad.
La respuesta frente a la crisis es, en un número infinito de casos, la depresión y el desaliento, en lugar de la lucha que daría lugar a una acción decisiva para reducir sus efectos. Por lo tanto, es interesante preguntarse: ¿Qué educación estamos ofreciendo a los jóvenes? ¿Cuál es el verdadero objetivo del proceso educativo? ¿Los elementos materiales y el corto plazo, siguen siendo los objetivos de la acción educativa?
Si entramos, aunque sea superficialmente en el proceso, destaca con particular claridad, y más aún en la etapa universitaria, que la profesión es el foco que ilumina el proceso educativo. Es decir, con toda probabilidad, no estamos formando personas, sino más bien profesionales, y a estos los formamos libres de compromiso con la sociedad en la que ejercerán sus funciones. No puede sorprender, por tanto, que en la actual crisis, haya habido una abundancia de trampas y fraudes, y una referencia excesiva a corto plazo, junto con el desdén a todo lo que pertenece al largo plazo.
Su comportamiento ha sido similar al de los mercenarios aislados que, pensando en sí mismos, carecen de cualquier consideración hacia los demás. Su objetivo tiene una dimensión muy a corto plazo. El concepto de comunidad o de la sociedad está ausente, el "otro" no existe y nunca existirá. La interdependencia no tiene sentido ni afecto estima hacia las personas, y las instituciones carecen de realismo. La profesión se vive con agresividad y se basa en la posición de importancia que pueden lograrse a través de un rendimiento notable y en el menor tiempo posible.
En este escenario, el conocimiento y el disfrute de los conocimientos y su descubrimiento no parecen ocupar un lugar preeminente. El hecho es que el conocimiento como input en la formación de la personalidad ni siquiera se considera oportuno. El conocimiento se define como lo que podría considerarse útil para la práctica de la actividad profesional. Por lo tanto, el término más empleado en la política educativa de hoy es la "empleabilidad". Todo gira en torno a la posibilidad de empleo. Buscadores de empleo que carecen de los fundamentos de quiénes son y cuál es su propósito [en la vida], que ignoran su deuda con la sociedad por las oportunidades que les ha ofrecido. Si lo que sembramos es el materialismo, si se concede predominio a los planes utilitaristas en contraposición a la grandeza del corazón y al compromiso con el bien de los demás, no podemos esperar otra cosa que lo que hemos contemplado en la actual crisis económica.
Por supuesto, es cierto que las leyes pueden contribuir. Después de todo, tienen un gran efecto pedagógico, manifestando las conductas en concordancia con una sociedad honrada y armoniosa, y sancionando las actitudes que sirven para contravenir ese proyecto social. La ejemplaridad es un canal educativo también, aunque hay que reconocer que es el último recurso de la educación. Para desplazarse por la selva de la vida, es necesario conocer sus senderos, conocer el equipo necesario para el viaje, calcular la fuerza de la que uno dispone y entender que cualquier viajero podría ser de gran ayuda en un momento de necesidad . Es decir, que necesitamos gente de mente abierta, con la capacidad de integrarse en equipos de trabajo y con la capacidad de reflexión, apostamos por las personas que están convencidas de que el mundo es tan complejo que sólo con la cooperación de los demás vamos a lograr el fruto del trabajo y, además, que sólo con una visión de conjunto será posible encontrar una solución, a través de la interacción cooperativa de los que se comprometen en ella.
Lo contrario es exponerse a escuchar la respuesta recibida por la reina Isabel II de Inglaterra cuando, al visitar la Escuela de Economía de Londres, preguntó acerca de la crisis, su posible pronóstico y los instrumentos para reducir sus efectos. La compartimentación del conocimiento no puede producir otra cosa que disfunciones en la actividad que se nos confía.
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1 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate. Roma 29.06.2009, num. 37.
2 Juan Pablo II, Carta Encíclica Centessimus annus. Roma, 01.05.1991, num. 39.
3 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate. Roma 29.06.2009, num. 34.
4 León XIII, Carta Encíclica Rerum novarum. Roma 15. 05. 1891, num. 7.
[Traducción del original inglés por Inma Álvarez]
ZENIT nos ofrece la catequesis sobre el sacerdocio que el Papa Benedicto XVI dirigió el miércoles 5 de Mayo de 2010 a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la Audiencia General.
Queridos hermanos y hermanas,
el pasado domingo, en mi Visita Pastoral a Turín, tuve la alegría de permanecer en oración ante la Sábana Santa, uniéndome a los más de dos millones de peregrinos que durante la solemne exposición de estos días, han podido contemplarla. Ese sagrado lienzo puede nutrir y alimentar la fe y revigorizar la piedad cristiana, porque invita a dirigirse al Rostro de Cristo, al Cuerpo del Cristo crucificado y resucitado, a contemplar el misterio pascual, centro del mensaje cristiano. Del Cuerpo de Cristo resucitado, vivo y operante en la historia (cfr. Romanos 12, 5), nosotros, queridos hermanos y hermanas, somos miembros vivos, cada uno en nuestra propia función, es decir, con la tarea que el Señor ha querido confiarnos. Hoy, en esta catequesis, quisiera volver a las tareas específicas de los sacerdotes, que, según la tradición, son esencialmente tres: enseñar, santificar y gobernar. En una de las catequesis precedentes hablé sobre la primera de estas tres misiones: la enseñanza, el anuncio de la verdad, el anuncio del Dios revelado en Cristo, o - con otras palabras - la tarea profética de poner al hombre en contacto con la verdad, de ayudarle a conocer lo esencial de su vida, de la misma realidad.
Hoy quisiera detenerme brevemente con vosotros sobre la segunda tarea que tiene el sacerdote, la de santificar a los hombres, sobre todo mediante los sacramentos y el culto de la Iglesia. Debemos ante todo preguntarnos: ¿Qué quiere decir la palabra "santo"? La respuesta es: "santo" es la cualidad específica del ser de Dios, es decir, absoluta verdad, bondad, amor, belleza, luz pura. Santificar a una persona significa por tanto ponerla en contacto con Dios, con su ser luz, verdad, amor puro. Es obvio que este contacto transforma a la persona. En la antigüedad se daba esta firme convicción: Nadie puede ver a Dios sin morir en seguida. ¡Es demasiado grande la fuerza de la verdad y de la luz! Si el hombre toca esta corriente absoluta, no sobrevive. Por otra parte, se daba también esta convicción: sin un contacto mínimo con Dios, el hombre no puede vivir. La verdad, la bondad, el amor son condiciones fundamentales de su ser. La cuestión es: ¿cómo puede encontrar el hombre ese contacto con Dios, que es fundamental, sin morir sobrepasado por la grandeza del ser divino? La fe de la Iglesia nos dice que Dios mismo crea este contacto, que nos transforma poco a poco en verdaderas imágenes de Dios.
Así volvemos de nuevo a la tarea del sacerdote de "santificar". Ningún hombre por sí mismo, a partir de sus propias fuerzas, puede poner a otro en contacto con Dios. Parte esencial de la gracia del sacerdocio es el don, la tarea de crear este contacto. Esto se realiza en el anuncio de la palabra de Dios, que nos sale al encuentro. Se realiza de una forma particularmente densa en los sacramentos. La inmersión en el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo sucede en el Bautismo, se refuerza en la Confirmación y en la Reconciliación, se alimenta en la Eucaristía, Sacramento que edifica a la Iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo (Cf.. Juan Pablo II, exhortación apostólica Pastores gregis, n. 32). Es por tanto Cristo mismo quien nos hace santos, es decir, quien nos atrae a la esfera de Dios. Pero como acto de su infinita misericordia llama a algunos a "estar" con Él (cfr. Marcos 3, 14) y a convertirse, mediante el Sacramento del Orden, a pesar de la pobreza humana, en partícipes de su mismo Sacerdocio, ministros de esta santificación, dispensadores de sus misterios, "puentes" del encuentro con Él, de su mediación entre Dios y los hombres y entre los hombres y Dios (cfr. Presbyterorum Ordinis, 5).
En las últimas décadas, se han dado tendencias que buscaban hacer prevalecer, en la identidad y en la misión del sacerdote, la dimensión del anuncio, separándola de la de santificación: a menudo se ha afirmado que sería necesario superar una pastoral meramente sacramental. ¿Pero es posible ejercer auténticamente el ministerio sacerdotal "superando" la pastoral sacramental? ¿Qué significa precisamente para los sacerdotes evangelizar, en qué consiste la llamada primacía del anuncio? Como recogen los Evangelios, Jesús afirma que el anuncio del Reino de Dios es el objetivo de su misión; este anuncio, sin embargo, no es sólo un "discurso", sino que incluye, al mismo tiempo, su mismo actuar; los signos, los milagros que Jesús realiza indican que el Reino viene como realidad presente y que coincide al final con su misma persona, con el don de sí, como hemos escuchado hoy en la lectura del Evangelio. Y lo mismo se puede decir del ministro ordenado: él, el sacerdote, representa a Cristo, el enviado del Padre, continúa su misión, mediante la "palabra" y el "sacramento", en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y de palabra, san Agustín, en una carta al obispo Honorato de Thiabe, refiriéndose a los sacerdotes, afirma: "Hagan por tanto los siervos de Cristo, los ministros de Su palabra y de Su sacramento, lo que él mandó o permitió" (Epístola 228, 2). Es necesario reflexionar si, en algunos casos, haber minusvalorado el ejercicio fiel del munus sanctificandi, no ha representado quizás un debilitamiento de la misma fe en la eficacia salvífica de los sacramentos y, en definitiva, en el actuar actual de Cristo y de su Espíritu, a través de la Iglesia, en el mundo.
¿Quién, por tanto, salva al mundo y al hombre? La única respuesta que podemos dar es: Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado. ¿Y dónde se realiza el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que trae la salvación? En la acción de Cristo mediante la Iglesia, en particular en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial redentora del Hijo de Dios, en el sacramento de la Reconciliación, en el que de la muerte del pecado se vuelve a la vida nueva, y en todo otro acto sacramental de santificación (cfr. Presbyterorum Ordinis, 5). Es importante, por tanto, promover una catequesis adecuada para ayudar a los fieles a comprender el valor de los sacramentos, pero es también necesario, a ejemplo del santo cura de Ars, ser disponibles, generosos y atentos en dar a los fieles los tesoros de la gracia que Dios ha puesto en nuestras manos, y de los cuales no somos "dueños", sino custodios y administradores. Sobre todo en este tiempo nuestro, en el que, por un lado, parece que la fe se está debilitando y, por otro, surgen una profunda necesidad y una difundida búsqueda de la espiritualidad, es necesario que cada sacerdote recuerde que en su misión, el anuncio misionero y el culto y los sacramentos nunca van separados, y promueva una sana pastoral sacramental, para formar al Pueblo de Dios y ayudarle a vivir en plenitud la Liturgia, el culto de la Iglesia, los Sacramentos como dones gratuitos de Dios, actos libres y eficaces de su acción salvadora.
Como recordaba en la santa Misa Crismal de este año: "el centro del culto de la Iglesia es el sacramento. Sacramento significa que en primer lugar no somos nosotros los hombres los que hacemos algo, sino que Dios nos sale al encuentro con su acción, nos mira y nos conduce hacia Sí. (...) Dios nos toca por medio de realidades materiales (...) que Él asume a su servicio, haciendo de ellos instrumentos de encuentro entre nosotros y Él mismo" (Misa Crismal, 1 de abril de 2010). La verdad según la cual en el Sacramento "no somos nosotros los hombres los que hacemos algo" afecta, y debe afectar, también a la conciencia sacerdotal: cada presbítero sabe bien que es un instrumento necesario de la actuación salvífica de Dios, pero sin dejar de ser un instrumento. Esta conciencia debe hacer humildes y generosos en la administración de los sacramentos, en el respeto de las normas canónicas, pero también en la convicción profunda de que la propia misión es la de hacer que todos los hombres, unidos a Cristo, puedan ofrecerse a Dios como hostia viva y santa agradable a Él (cfr. Romanos 12, 1). Ejemplar, sobre la primacía del munus sanctificandi y de la correcta interpretación de la pastoral sacramental, sigue siendo san Juan María Vianney, el cual, un día, frente a un hombre que decía no tener fe y deseaba discutir con él, el párroco respondió: "¡Oh! Amigo mío, os conducís muy mal, yo no sé razonar... pero si tenéis necesidad de algún consuelo, poneos allí (su dedo indicaba el inexorable escabel del confesionario) y creedme, que muchos otros se pusieron en él antes que vos, y no tuvieron que arrepentirse" (cfr. Monnin A., Il Curato d'Ars. Vita di Gian-Battista-Maria Vianney, vol. i, Turín 1870, pp. 163-164).
Queridos sacerdotes, vivid con alegría y con amor la Liturgia y el culto: es acción que el Resucitado realiza por el poder del Espíritu Santo en nosotros, con nosotros y por nosotros. Quisiera renovar la invitación recientemente hecha de "volver al confesionario, como lugar en el que 'habitar' más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la Presencia real en la Eucaristía" (Discurso a la Penitenciaría Apostólica, 11 de marzo de 2010). Y quisiera también invitar a cada sacerdote a celebrar y vivir con intensidad la Eucaristía, que está en el corazón de la tarea de santificar; es Jesús que quiere estar con nosotros, vivir en nosotros, donársenos él mismo, mostrarnos la infinita misericordia y ternura de Dios; es el único Sacrificio de amor de Cristo que se hace presente, se realiza entre nosotros y llega hasta el trono de la Gracia, a la presencia de Dios, abraza a la humanidad y nos une a Él (cfr. Discurso al Clero de Roma, 18 de febrero de 2010). Y el sacerdote está llamado a ser ministro de este gran Misterio, en el Sacramento y en la vida. Si "la gran tradición eclesial ha desvinculado con razón la eficacia sacramental de la situación existencial concreta del sacerdote, y así las legítimas expectativas de los fieles son adecuadamente salvaguardadas", esto no quita nada a la "necesaria, incluso indispensable tensión hacia la perfección moral, que debe habitar en todo corazón auténticamente sacerdotal": hay también un ejemplo de fe y de testimonio de santidad que el Pueblo de Dios espera justamente de sus Pastores (cfr. Benedicto XVI, Discurso a la Plenaria de la Congregación para el Clero, 16 de marzo de 2009). Y es en la celebración de los Santos Misterios donde el sacerdote encuentra la raíz de su santificación (cfr. Presbyterorum Ordinis, 12-13).
Queridos amigos, sed conscientes del gran don que los sacerdotes son para la Iglesia y para el mundo; a través de su ministerio, el Señor sigue salvando a los hombres, a hacerse presente, a santificar. Sabed agradecer a Dios, y sobre todo sed cercanos a vuestros sacerdotes con la oración y con el apoyo, especialmente en las dificultades, para que sean cada vez más Pastores según el corazón de Dios. Gracias.
[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, República Dominicana, Costa Rica, Argentina, México, Ecuador y otros países latinoamericanos. Invito a todos a acompañar con vuestra plegaria y afecto a los sacerdotes, por medio de los cuales Cristo se hace verdaderamente presente y nos salva. Muchas gracias.
[En inglés dijo]
Envío cordiales saludos a todos aquellos que participarán en el Congreso sobre la Familia en Jönköping, en Suecia, que se celebrará este mes. Vuestro mensaje al mundo es verdaderamente un mensaje de alegría, porque el don que nos ha hecho Dios del matrimonio y de la vida familiar nos permite experimentar un poco del amor infinito que une a las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios, son creados para el amor, y ciertamente en lo profundo de nuestro ser deseamos amar y ser amados a nuestra vez. Sólo el amor de Dios puede satisfacer plenamente nuestras necesidades más profundas y, más aún, a través del amor entre marido y mujer, del amor entre padres e hijos, el amor entre hermanos, se nos ofrece una anticipación del amor sin barreras que nos espera en la vida que vendrá. El matrimonio es verdaderamente un instrumento de salvación, no sólo para las personas casadas, sino para toda la sociedad. Como todo objetivo que vale verdaderamente la pena perseguir, comporta exigencias, nos desafía, nos pide estar dispuestos a sacrificar nuestros intereses por el bien del otro. Nos pide ejercer la tolerancia y ofrecer el perdón. Nos invita a nutrir y a proteger el don de la nueva vida. Aquellos entre nosotros que son lo suficiente afortunados de nacer en una familia estable descubren en esta misma primera y más importante escuela para una vida virtuosa, y las cualidades para ser buenos ciudadanos. Os animo a todos en vuestros esfuerzos por promover la adecuada comprensión y el aprecio del bien inestimable que el matrimonio y la vida familiar ofrecen a la sociedad humana. ¡Que Dios os bendiga a todos!]
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el quinto domingo de Pascua (2 de mayo de 2010). (AICA)
"ARGENTINA: ¿DIÁLOGO O ESCRACHES?”
En el Evangelio de este domingo (Jn. 13,31-33ª., 34-35), el Señor nos presenta un mandamiento nuevo: “Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado, ámense también ustedes… en esto reconocerán que ustedes son mis discípulos” (Jn. 13,34-35). Este pedido de Jesús sabemos que es exigente y que es un componente esencial para vivir la condición de cristianos, a tal punto que por la práctica de este mandamiento seremos reconocidos como discípulos de Jesús. Si fuésemos sinceros, ante este pedido tan claro que nos hace el Señor tendríamos que avergonzarnos, porque en nuestra sociedad, comunidades y familias, a veces prevalece la práctica del “ojo por ojo y diente por diente”. Lo peor es que en muchos que se denominan rápidamente como cristianos, ni siquiera existe este cuestionamiento. Al contrario lo normal como tipo social es el circuito del daño, totalmente distanciado del perdón y la reconciliación. No por casualidad al Papa Juan Pablo II, en el inicio de este nuevo siglo y milenio nos señala que es fundamental acentuar una eclesiología y espiritualidad de comunión: “Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de comunión” (N.M.I. 43).
Hace pocos días en las jornadas de formación permanente del clero junto a la mayoría de los sacerdotes y diáconos de nuestra Diócesis compartimos y experimentamos un momento fuerte de comunión con Dios y entre nosotros. En el mismo nos planteamos el camino sinodal que venimos asumiendo en la Diócesis. La necesidad de acentuar nuestra comunión como clero en la riqueza de la diversidad, pero asumiendo desde la conversión aquello que el Evangelio de este domingo nos enseña: “Ámense los unos a los otros, así como los he amado, ámense también ustedes… en esto reconocerán que ustedes son mis discípulos” (Jn. 13,34-35). Juntos como clero nos unimos a todo el pueblo de Dios preparando la Asamblea Diocesana del próximo 21 de junio para enriquecer y actualizar el mandato del Sínodo en las “Orientaciones pastorales”, en los temas “juventud, familia y laicos” que nos implicará especialmente en el período 2010-2012. Todas las instancias de evangelización y de pastoral orgánica, y organicidad de nuestras comunidades solo los podemos entender si creemos en el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, y tenemos el deseo y la decisión de ponerlas en práctica. Al respecto el Papa Juan Pablo II en la misma carta que inicia nuestro milenio nos dice: “Hacer de la Iglesia la casa y escuela de comunión: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (N.M.I. 42).
Si esto de la “espiritualidad de comunión” es fundamental para la vida y organicidad de la Iglesia, también es un aporte y servicio que los cristianos debemos al mundo.
No es fácil servir a la comunión, al diálogo o la concordia en nuestra Patria, pero es el mayor aporte que podremos hacer en este tiempo en que iniciamos el bicentenario 2010-2016. Lamentablemente en la Argentina de hoy se van acentuando ambientes ríspidos, tensos, y a veces hasta violentos donde prevalece la patota que hace justicia con mano propia con escraches, sobre la justicia ordinaria y las instituciones republicanas. ¿Será que en algún momento podremos ver un espacio donde los diversos sectores, partidos políticos, organizaciones sociales y económicas puedan plantear políticas de estado constituidas desde el bien común, que sean aplicadas más allá de la lucha del poder para mantenerlo o para conquistarlo? Este es un profundo deseo y pedido que queremos hacer a Dios los argentinos por nuestra Patria, para que nuestras celebraciones no sean vaciadas por nuestra mediocridad en estos años del bicentenario.
Los cristianos este domingo somos llamados a plantearnos la conversión a la comunión, fruto del amor que nos propone el Señor. También a buscar la santidad pasando de habitantes a ciudadanos en nuestra Patria. Aportando magnanimidad y compromiso social y generando un horizonte con esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los enfermos y cuidadores de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, fundada por san Giuseppe Cottolengo, durante su visita a Turín, el 2 de mayo de 2010, para la Ostensión de la Sábana Santa.
Señores cardenales,
queridos hermanos y hermanas.
Deseo expresaros a todos vosotros mi alegría y mi reconocimiento al Señor que me ha traído hasta vosotros, en este lugar, donde de tantas formas y según un carisma particular, se manifiestan la caridad y la Providencia del Padre celestial. El nuestro es un encuentro que armoniza muy bien con mi peregrinación a la sagrada Síndone, en la que podemos leer todo el drama del sufrimiento, pero también, a la luz de la Resurrección de Cristo, el significado pleno que esta asume para la redención del mundo. Agradezco a Don Aldo Sarotto por las significativas palabras que me ha dirigido: a través de él mi agradecimiento se extiende a cuantos trabajan en este lugar, la Pequeña Casa de la Divina Providencia, como la quiso llamar san Giuseppe Benedetto Cottolengo. Saludo con reconocimiento a las tres Familias Religiosas nacidas del corazón de Cottolengo y de la "fantasía" del Espíritu Santo. Gracias a todos vosotros, queridos enfermos, que sois el tesoro precioso de esta casa y de esta Obra.
Como quizás sepáis, durante la Audiencia General del pasado miércoles, junto a la figura de san Leonardo Murialdo, presenté también el carisma y la obra de vuestro Fundador. Sí, él fue un verdadero y auténtico campeón de la caridad, cuyas iniciativas, como árboles exuberantes, están ante nuestros ojos y bajo la mirada del mundo. Releyendo los testimonios de la época, vemos que no fue fácil para Cottolengo comenzar su empresa. Las muchas actividades de asistencia presentes en el territorio no eran suficientes para sanar la plaga de la pobreza, que afligía a la ciudad de Turín. San Cottolengo intentó dar una respuesta a esta situación, acogiendo a las personas en dificultad y privilegiando a las que no eran recibidas y cuidadas por otros. El primer núcleo de la Casa de la Divina Providencia no tuvo una vida fácil y no duró mucho. En 1832, en el barrio de Valdocco, vio la luz una nueva estructura, ayudada también por algunas familias religiosas.
San Cottolengo, aún atravesando en su vida momentos dramáticos, mantuvo siempre una serena confianza frente a los acontecimientos; atento a captar los signos de la paternidad de Dios, reconoció, en todas las situaciones, su presencia y su misericordia y, en los pobres, la imagen más amable de su grandeza. Le guiaba una convicción profunda: “Los pobres son Jesús – decía – no son una imagen suya. Son Jesús en persona y como tales hay que servirles. Todos los pobres son nuestros amos, pero esos que a los ojos materiales son tan repulsivos, son nuestros mayores amos, son nuestras verdaderas piedras preciosas. Si no les tratamos bien, nos echan de la Pequeña Casa. Éstos son Jesús”. San Giuseppe Benedetto Cottolengo sintió la necesidad de comprometerse con Dios y con el hombre, movido en lo profundo de su corazón por la palabra del Apóstol Pablo: La caridad de Cristo nos apremia (cfr 2 Cor 5,14). Él quiso traducirla en total dedicación al servicio de los más pequeños y olvidados. El principio fundamental de su obra fue, desde el principio, el ejercicio hacia todos de la caridad cristiana, que le permitía reconocer en cada hombre, aunque estuviese en los márgenes de la sociedad, una gran dignidad. Él había comprendido que quien está afectado por el sufrimiento y por el rechazo tiende a cerrarse en sí mismo y aislarse, y a manifestar desconfianza hacia la vida misma. Por ello el hacerse cargo de tantos sufrimientos humanos significaba, para nuestro Santo, crear relaciones de cercanía afectiva, familiar y espontanea, dando vida a estructuras que pudiesen favorecer esta cercanía, con ese estilo de familia que continúa aún hoy.
La recuperación de la dignidad personal para san Giuseppe Benedetto Cottolengo quería decir restablecer y valorar todo lo humano: desde las necesidades fundamentales psico-sociales a las morales y espirituales, desde la rehabilitación de las funciones físicas a la búsqueda de un sentido de la vida, llevando a la persona a sentirse aún parte viva de la comunidad eclesial y del tejido social. Estamos agradecidos a este gran apóstol de la caridad porque, visitando estos lugares, encontramos el sufrimiento cotidiano en los rostros y en los miembros de tantos hermanos y hermanas nuestros acogidos aquí como en su casa, hacemos experiencia del valor y del significado más profundo del sufrimiento y del dolor.
Queridos enfermos, vosotros lleváis a cabo una obra importante: viviendo vuestros sufrimientos en unión con Cristo crucificado y resucitado, participáis en el misterio de su sufrimiento para la salvación del mundo. Ofreciendo nuestro dolor a Dios por medio de Cristo, podemos colaborar a la victoria del bien sobre el mal, porque Dios hace fecunda nuestra ofrenda, nuestro acto de amor. Queridos hermanos y hermanas, todos vosotros que estáis aquí, cada uno por su parte: no os sintáis extraños al destino del mundo, sino sentíos teselas preciosas de un bellísimo mosaico que Dios, como gran artista, va formando día tras día también a través de vuestra contribución. Cristo, que murió en la Cruz para salvarnos, se dejó clavar para que de aquel madero, de aquel signo de muerte, pudiese florecer la vida en todo su esplendor. Esta Casa es uno de los frutos maduros nacidos de la Cruz y de la Resurrección de Cristo, y manifiesta que el sufrimiento, el mal, la muerte no tienen la última palabra, porque de la muerte y del sufrimiento la vida puede resurgir. Dio testimonio de ello de forma ejemplar uno de vosotros, a quien quiero recordar: el Venerable hermano Luigi Bordino, estupenda figura de religioso enfermero.
En este lugar, entonces, comprendemos mejor que, si la pasión del hombre fue asumida por Cristo en su Pasión, nada se perderá. El mensaje de esta solemne Ostensión de la Síndone: Passio Christi – Passio hominis, aquí se comprende de modo particular. Oremos al Señor crucificado y resucitado para que ilumine nuestra peregrinación cotidiana con la luz de su Rostro; que ilumine nuestra vida, el presente y el futuro, el dolor y el gozo, las fatigas y las esperanzas de toda la humanidad. A todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, invocando la intercesión de la Virgen María y de san Giuseppe Benedetto Cottolengo, imparto de corazón mi Bendición: que os conforte y os consuele en las pruebas y os obtenga toda gracia que viene de Dios, autor y dador de todo don perfecto. ¡Gracias!
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
CARITAS ARCIPRESTAL
Icod de los Vinos
06 de junio de 2010
Primer Domingo de mes
Jesús se sustenta en el amor, y es en este mismo amor Humano-Divino, donde se alcanza la plenitud humana que causa alegría, Amor a Dios y al prójimo, así de simple y comprometido, porque este amor es el motor de una gran revolución; la Caridad fraterna de siempre, hoy traducida a un nuevo lenguaje, el de la solidaridad con nuestros hermanos más empobrecidos, que nos hace levantarnos de nuestro estado de abatimiento y egoísmo para abrirnos a un horizonte de esperanza, que se va conquistando a fuerza de Amor.
INFORMACION
03-06-2010 Presentación Memoria Institucional de Cáritas de Diocesana. Seminario Diocesano 11:00 a.m.
06-06-2010 Corpus Christi. Día de Caridad.
Bajo el lema: “Una sociedad con valores es una sociedad con futuro”.
12-06-2010 Acto Institucional Corpus Christi.
Plaza de la Patrona de Canarias (Candelaria), de 11:00 a 20:00 horas – encuentro festivo.
19-06-2010 Consejo Diocesano de Cáritas.
Seminario Diocesano de Tenerife a las 9:30 horas.
29-06-2010 Reunión Permanente de Cáritas Arciprestal.
NUESTRO AGRADECIMIENTO POR SU APOYO Y COLABORACIÓN
ZENIT publica el comentario al Evangelio del domingo de la Trinidad, 30 de mayo, (Juan 16, 12-15), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.
Evangelio del Domingo de la Trinidad: La casa de Dios
La Santísima Trinidad no es un crucigrama para cristianos eruditos ni ningún raro teorema de tres-en-uno con nombre de lubricante. La Trinidad es esa casa de Dios que los hombres -sin Él- no logran construir. "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles". Y es que, es imposible que se levante una casa cuando quienes la diseñan, la financian, la construyen y la venden, han despreciado la única piedra angular posible: "Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular". Por eso sorprende ver que haya cristianos que sean tan incondicionalmente acríticos y tan sumisamente disciplinados para con los diseños y dictámenes de quienes hacen un mundo sin Dios o contra Él (y por tanto sin humanidad o contra ella), y sigan sospechando y vociferando contra quienes con verdad y libertad son las nuevas voces de los que siguen sin tener voz en los foros de nuestro mundo.
Jesús nos ha abierto la puerta que un pecado cerró fatalmente. Él es la primera piedra de un edificio nuevo, el hogar de la Trinidad ya entre nosotros. No es una casa terminada, sino que nos llama Él a cada uno a ser piedras vivas de ese nuevo hogar. El Padre, el Hijo y el Espíritu con quienes hacemos nuestra señal cristiana, en cuyos nombres comenzamos la Eucaristía y con cuya bendición la terminamos... ellos son nuestra casa, nuestra nostalgia, nuestro origen y también nuestro destino. La Trinidad como casa de amor, de paz y concordia; como casa de belleza y bondad, de justicia y verdad, de luz y de vida.
"Jesús no perdió sus años en gemir e interpelar a la maldad de la época. Él zanjó la cuestión de manera muy sencilla: haciendo el cristianismo" (Ch. Péguy). Hay tanto que hacer, que no podemos perder el tiempo en lamentos y acusaciones. Las babeles, sus proyectos y proclamas, siempre han tenido fecha de caducidad. Nosotros hagamos el cristianismo, seamos el cristianismo, dejando que el Espíritu nos lleve hasta la verdad plena. Y que nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas, como parte de la Trinidad, como piedras vivas de su casa estrenada en la historia de cada día, puedan mostrar el espectáculo de la bienaventuranza, el de la gracia, el de la felicidad.
ZENIT nos ofrece la oración oficial que la Conferencia Episcopal de Sudáfrica ha aprobado para el Mundial de Fútbol, y que se encuentra en la página oficial de la campaña Church on the Ball.
Dios todopoderoso,
creador de todo, mientras personas
de todas las naciones se congregan, con pasión
y entusiasmo para la Copa Mundial de Fútbol 2010, que
nosotros los sudafricanos podamos ser buenos anfitriones, que
nuestros visitantes sean huéspedes bienvenidos y que los jugadores de
todos los equipos sean bendecidos con un buen espíritu deportivo y con
la salud. Que tu Espíritu de equidad, justicia y paz prevalezca entre jugadores
y participantes. Que puedan contribuir, cada uno a su manera, de forma positiva
para la prevención, el control y la lucha contra el crimen y la corrupción, el
vandalismo de cualquier tipo y la explotación y el abuso, sobre todo de
los más vulnerables. Que aquellos que están lejos de sus hogares y
de sus familias encuentren mucha alegría con ocasión de la
celebración del hermoso juego del fútbol y del bello
juego de la vida conforme a Tu plan
para el bien común de todos.
Amén
[Traducción del original inglés por Inma Álvarez]
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa dirigió el domingo 2 de Mayo de 2010, en la Plaza San Carlos de Turín, a los jóvenes de esta ciudad y de las localidades y regiones vecinas, reunidos con motivo de la visita papal a la Ostensión de la Sábana Santa.
Queridos jóvenes de Turín,
Queridos jóvenes que venís de Piamonte y de las regiones cercanas.
Estoy verdaderamente contento de estar con vosotros, en esta visita mía a Turín para venerar la Sagrada Síndone. Os saludo a todos con gran afecto y os doy las gracias por la acogida y el entusiasmo de vuestra fe. A través vuestra saludo a toda la juventud de Turín y de las diócesis de Piamonte, con una oración especial por los jóvenes que viven situaciones de sufrimiento, de dificultad y de extravío. Un pensamiento particular y un fuerte ánimo dirijo a cuantos entre vosotros están recorriendo el camino hacia el sacerdocio, la vida consagrada, o también hacia elecciones generosas de servicio a los últimos. Agradezco a vuestro Pastor, el cardenal Severino Poletto, por las cordiales palabras que me ha dirigido y doy las gracias a vuestros representantes, que me han manifestado los propósitos, las problemáticas y las expectativas de la juventud de esta ciudad y de esta región.
Hace veinticinco años, con ocasión del Año Internacional de la Juventud, el venerable y amado Juan Pablo II dirigió una Carta apostólica a los jóvenes y a las jóvenes del mundo, centrada en el encuentro de Jesús con el joven rico del que nos habla el Evangelio (Carta a los jóvenes, 31 de marzo de 1985). Partiendo precisamente de esta página (cfr Mc 10,17-22; Mt 19,16-22), que ha sido también objeto de reflexión también en mi Mensaje de este año para la Jornada Mundial de la Juventud, quisiera ofreceros algunos pensamientos que espero que os puedan ayudar en vuestro crecimiento espiritual y en vuestra misión dentro de la Iglesia y en el mundo.
El joven del Evangelio – lo sabemos – pregunta a Jesús: "¿Qué tengo que hacer para tener la vida eterna?". Hoy no es fácil hablar de vida eterna y de realidades eternas, porque la mentalidad de nuestro tiempo nos dice que no existe nada definitivo: todo cambia, y también muy rápidamente. “Cambiar” se ha convertido, en muchos casos, en la contraseña, el ejercicio más exaltante de la libertad, y de esta forma también vosotros, los jóvenes, sois llevados muchas veces a pensar que sea imposible realizar elecciones definitivas, que comprometan toda la vida. Pero ¿es esta la forma correcta de usar la libertad? ¿Es realmente cierto que para ser felices debemos contentarnos con pequeñas y fugaces alegrías momentáneas, las cuales, una vez terminadas, dejan amargura en el corazón? Queridos jóvenes, esta no es la verdadera libertad, la felicidad no se alcanza así. Cada uno de nosotros ha sido creado no para realizar elecciones provisionales y revocables, sino elecciones definitivas e irrevocables, que dan sentido pleno a la existencia. Lo vemos en nuestra vida: toda experiencia bella, que nos llena de felicidad, quisiéramos que no terminase nunca. Dios nos ha creado en vista del “para siempre”, ha puesto en el corazón de cada uno de nosotros la semilla de una vida que lleve a cabo algo bello y grande. ¡Tened el valor de hacer elecciones definitivas y de vivirlas con fidelidad! El Señor podrá llamaros al matrimonio, al sacerdocio, a la vida consagrada, a un don particular de vosotros mismos: ¡respondedle con generosidad!
En el diálogo con el joven, que poseía muchas riquezas, Jesús indica cuál es la riqueza más importante y más grande de la vida: el amor. Amar a Dios y amar a los demás con todo uno mismo. La palabra amor – lo sabemos – se presta a varias interpretaciones y tiene distintos significados: nosotros necesitamos un Maestro, Cristo, que nos indique su sentido más auténtico y más profundo, que nos guíe a la fuente del amor y de la vida. Amor es el nombre propio de Dios. El apóstol Juan nos lo recuerda: “Dios es amor”, y añade que “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo”. Y “si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,8.10.11). En el encuentro con Cristo y en el amor mutuo experimentamos en nosotros la vida misma de Dios, que permanece en nosotros con su amor perfecto, total, eterno (cfr 1 Jn 4, 12). No hay nada, por tanto, más grand para el hombre, un ser mortal y limitado, que participar en la vida de amor de Dios. Hoy vivimos en un contexto cultural que no favorece relaciones humanas profundas y desinteresadas, sino, al contrario, induce a menudo a cerrarse en sí mismo, al individualismo, a dejar prevalecer el egoísmo que hay en el hombre. Pero el corazón de un joven es por naturaleza sensible a amor verdadero. Por ello me dirijo con gran confianza a cada uno de vosotros y os digo: no es fácil hacer de vuestra vida algo bello y grande, es comprometido, ¡pero con Cristo todo es posible!
En la mirada de Jesús que mira – como dice el Evangelio – con amor al joven, advertimos todo el deseo de Dios de estar con nosotros, de sernos cercano; hay un deseo de Dios de nuestro sí, de nuestro amor. Sí, queridos jóvenes, Jesús quiere ser vuestro amigo, vuestro hermano en la vida, el maestro que os indica el camino a recorrer para alcanzar la felicidad. Él os ama por lo que sois, en vuestra fragilidad y debilidad, para que, tocados por su amor, podáis ser transformados. Vivid este encuentro con el amor de Cristo en una relación personal con Él; vividlo en la Iglesia, ante todo en los Sacramentos. Vividlo en la Eucaristía, en la que se hace presente su Sacrificio: Él realmente entrega su Cuerpo y su Sangre por nosotros, para redimir os pecados de la humanidad, para que lleguemos a ser una sola cosa con Él, para que aprendamos también nosotros la lógica del donarse. Vividlo en la Confesión, donde, ofreciéndonos su perdón, Jesús nos acoge con todas nuestras limitaciones para darnos un corazón nuevo, capaz de amar como Él. Aprended a tener familiaridad con la Palabra de Dios, a meditarla, especialmente en la lectio divina, la lectura espiritual de la Biblia. Finalmente, sabed encontrar el amor de Cristo en el testimonio d caridad de la Iglesia. Turín os ofrece, en su historia, espléndidos ejemplos: seguidos, viviendo concretamente la gratuidad del servicio. Todo en la comunidad eclesial debe estar dirigido a hacer tocar con la mano a los hombres la infinita caridad de Dios.
Queridos amigos, el amor de Cristo por el joven del Evangelio es el mismo que tiene por cada uno de nosotros. No es un amor confinado en el pasado, no es una ilusión, no está reservado a pocos. Encontraréis este amor y experimentaréis toda su fecundidad si buscáis con sinceridad y si vivís con empeño vuestra participación en la vida de la comunidad cristiana. Que cada uno se sienta "parte viva" de la Iglesia, implicado en la tarea de la evangelización, sin miedo, en un espíritu de sincera armonía con los hermanos en la fe y en comunión con los pastores, saliendo de una tendencia individualista también en vivir la fe, para respirar a pleno pulmón la belleza de formar parte del gran mosaico de la Iglesia de Cristo.
Esta noche no puedo dejar de señalaros como modelo a un joven de vuestra ciudad, el beato Piergiorgio Frassati, del que este año se cumple el vigésimo aniversario de la beatificación. Su existencia fue envuelta totalmente por la gracia y por el amor de Dios y se consumió, con serenidad y alegría, en el servicio apasionado a Cristo y a los hermanos. Joven como vosotros, vivió con gran empeño su formación cristiana y dio su testimonio de fe, sencillo y eficaz. Un muchacho fascinado por la belleza del Evangelio de las Bienaventuranzas, que experimentó toda la alegría de ser amigo d Cristo, de seguirle, de sentirse de modo vivo parte de la Iglesia. Queridos jóvenes, ¡tened el valor d elegir lo que es esencial en la vida! "Vivir y no vivaquear" repetía el beato Piergiorgio Frassati. Como él, descubrid que vale la pena comprometerse por Dios y con Dios, responder a su llamada en las elecciones fundamentales y en las cotidianas, ¡también cuando cuesta!
El recorrido espiritual del beato Piergiorgio Frassati recuerda que el camino de los discípulos de Cristo requiere el valor de salir de sí mismos, para seguir el camino del Evangelio. Este camino exigente del Espíritu lo vivís en las parroquias y en las demás realidades eclesiales; lo vivís también en la peregrinación de las Jornadas Mundiales de la Juventud, cita siempre esperada. Sé que os estáis preparando para la próxima gran reunión, programada en Madrid en agosto de 2011. Auguro de corazón que este extraordinario acontecimiento, en el que espero que podáis participar en gran número, contribuya a hacer crecer en cada uno el entusiasmo y la fidelidad en seguir a Cristo y en acoger con alegría su mensaje, fuente de vida nueva.
¡Jóvenes Turín y de Piamonte, sed testigos de Cristo en este tiempo nuestro! Que la sagrada Síndone sea particularmente para vosotros una invitación a imprimir en vuestro espíritu el rostro del amor de Dios, para ser vosotros mismos, en vuestros ambientes, con vuestros coetáneos, una expresión creíble del rostro de Cristo. Que María, a la que veneráis en vuestros Santuarios marianos, y san Juan Bosco, patrono de la juventud, os ayuden a seguir a Cristo sin cansaros nunca. Y que os acompañen siempre mi oración y mi Bendición, que os doy con gran afecto. ¡Gracias por vuestra atención!
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
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Boletín 388
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Este domingo se celebra la jornada de la Vida consagrada contemplativa. Bajo el lema: “Venid Adoradores”, su objetivo es la oración a favor de los religiosos y religiosas de vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que ellos representan, y el rico patrimonio espiritual de sus institutos en la Iglesia.
Ha fallecido, a la edad de 84 años, el sacerdote Sebastián Farrais Rodríguez, natural de Cuba. Farrais fue ordenado presbítero el 4 de mayo de 1952. Desarrolló su servicio pastoral en Nuestra Señora de Candelaria, en Frontera, en San Lorenzo, Arona, en Nuestra Señora de Candelaria, Tijarafe, Nuestra Señora del Rosario, en el Tablero y en el Salvador, en Alajeró. Además, desempeñó las labores de encargado en la parroquia de Santiago, en Playa Santiago y coadjutor en el Salvador, en Santa Cruz de La Palma.
Del 27 al 30 de mayo, en Toledo, se desarrollará el X Congreso Eucarístico Nacional con el lema “Me acercaré al altar de Dios, la alegría de mi juventud”. En el mismo participará el Obispo, Bernardo Álvarez, acompañado de siete miembros de la Adoración Nocturna pertenecientes a nuestra diócesis.
Ha tomado posesión y jurado su cargo, el nuevo Secretario General-Canciller del Obispado, Víctor Manuel Álvarez Torres. El mismo sustituye en el cargo a Norberto García que en los últimos años ha desempeñado este servicio. El acto estuvo presidido por el Obispo, Bernardo Álvarez. Al mismo asistió el Consejo Episcopal y el resto de personal de los servicios diocesanos.
Por otro lado, en el acto también tomó posesión como nuevo notario del Tribunal Diocesano, el sacerdote Valentín González Vargas.
El Colegio La Salle San Ildefonso abrirá de forma oficial los actos con motivo de su centenario el sábado, día 29, en el Auditorio. La celebración honrará a todos los que pusieron su granito de arena en la historia del centro y se homenajearán a los antiguos alumnos.
Fue el pasado día quince, cuando Jairo González, natural de Icod, era ordenado presbítero por el arzobispo castrense, Juan del Rio. Este sábado, Jairo presidía la Eucaristía en una emotiva celebración tenida en su parroquia de El Buen Paso, en Icod de los Vinos. González se incorporará próximamente al Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas. Actualmente cursa estudios de Derecho Canónico en la Facultad de Teología de San Dámaso, en Madrid.
El miércoles, en el transcurso de una gala organizada por Mírame Televisión en el Auditorio de la capital tinerfeña, el Obispo recibía el ‘Premio Tenerife a la Labor Social’ que se le ha concedido a Cáritas, cuya tarea está siendo esencial para paliar el grave problema económico que la crisis económica está ocasionando a muchos hogares del Archipiélago. De esta institución dijo en el acto el presidente de Canarias que “Cáritas es una entidad comprometida con la sociedad, sobre todo, en la época que estamos viviendo, y que es reflejo de una cadena de solidaridad”.
El miércoles era reabierta la Ermita de S. Felipe Neri, en Icod. El Vicario General, Domingo Navarro, presidió la Eucaristía en el templo tras las obras de mejora en la cubierta, pavimento, electricidad, megafonía, iluminación, el retablo principal y los bancos.
Del 2 al 4 de junio, se desarrollarán diferentes actos en la parroquia de San Antonio Abad de Arona, en memoria del sacerdote Sebastián Hernández Cabeza. Durante los tres días habrán celebraciones eucarísticas a las 18:00 horas.
Por otro lado, la parroquia de San José, en Santa Cruz de Tenerife se desarrollarán diferentes actos para celebrar las Bodas de Oro sacerdotales de Juan Fernando Pérez, del 2 al 5 de junio. La celebración de la Eucaristía será a las 19:00 horas, salvo el sábado, 5 de junio que será a las 12:30 horas, presidida por el propio Juan Fernando.
El periódico La Opinión dedica, en su edición del 24 de mayo, un reportaje sobre el sacerdote Carlos González Quintero titulado “Medio siglo casado con Dios”. Del 31 de mayo al 5 de junio se desarrollarán diferentes actos pastorales en Icod para celebrar estas Bodas de Oro. Asimismo, en la Sociedad Centro Icodense se llevarán a cabo, todos los días, a las 20:00 horas, ponencias en torno a la identidad sacerdotal.
El domingo, se celebra la Fiesta de las Madres en el Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, a partir de las 11:30 horas. La Eucaristía estará presidida por Amado Rodríguez, párroco emérito de Nuestra Señora de Montserrat, de San Andrés y Sauces.
El pasado 4 de mayo, el pleno del ayuntamiento de El Paso aprobó, por unanimidad de los miembros de la corporación, nombrar alcaldesa honoraria y perpetua de la ciudad a Nuestra Señora de las Nieves. En las próximas fechas, se desarrollará un acto de homenaje y de entrega de los símbolos de la distinción.
Seguimos en La Palma, porque la presidenta del Cabildo y el Vicario de Asuntos Económicos han desarrollado una reunión de trabajo a fin de abordar distintos asuntos de importancia para la Iglesia en aquella isla.
La Comisión Diocesana de Justicia y Paz se ha adherido al manifiesto de este departamento en Madrid en el que se hace una reflexión sobre las últimas medidas del Gobierno. Entre otras cosas, en el citado documento se denuncia que estas medidas no son equitativas, al tiempo que propone una economía al servicio de la persona, donde se priorice a los que sufren, donde todos vivan la austeridad para compartir, se defienda el bien común y el destino universal de los bienes.
La delegación de Pastoral con jóvenes ha empezado a elaborar la programación para el próximo verano. Para ello, han solicitado a los diferentes movimientos, parroquias, arciprestazgos, etc. que si tienen alguna actividad prevista, se pongan en contacto con los miembros de la delegación para una mejor difusión de las iniciativas.
Por otro lado, Cáritas Diocesana ha invitado a quien desea asistir al Encuentro Festivo de las Familias que tendrá lugar en la Plaza de la Patrona de Canarias, en la Villa Mariana, el próximo 12 de junio, a partir de las 11:00 horas. Se trata de una jornada para disfrutar con toda la familia y amigos. Además, Cáritas ha recibido este miércoles el premio de Mirame TV por su labor solidaria.
La Orotava acogerá en 2012 el VI Encuentro Nacional de Hermandades de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza. El mismo reunirá 24 colectivos que trabajan para proteger y consolidar una tradición que se remonta a 1700.
La Villa de Mazo comienza el próximo jueves las celebraciones tradicionales del Corpus. Ya el domingo día seis muchas localidades acogen este especial homenaje a Jesús presente en la Eucaristía alfombrando las calles y procesionando a Jesús sacramentado.
Va tomando forma el tapiz central del Corpus de La Orotava. La Última cena será su motivo central, con un previo en el que figurarán el lavatorio de los pies y la imposición de manos. En poco más de una semana, la plaza del ayuntamiento aparecerá ya con la gran alfombra de 870 metros cuadrados y 1400 kilos de tierra.
El domingo de Pentecostés, era bendecida e inaugurada la nueva capilla de la Sede del Obispado, precisamente dedicada a este misterio de la venida del Espíritu Santo. Esta obra es fruto del trabajo de un grupo internacional y ecuménico dirigido por el jesuita esloveno, Marko Ivan Rupnik. En la celebración, presidida por el Obispo Nivariense Bernardo Álvarez, estaban también presentes el obispo emérito, Felipe Fernández, el presidente del Cabildo Insular, Ricardo Melchior, y el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo. El Obispo tuvo muy presente en sus palabras a Jesús Hernández Guzmán, ya fallecido, quien había ofrecido desde el día siguiente al incendio del Obispado hacerse cargo de los gastos de la capilla.
Cáritas en la provincia tinerfeña atendió en 2009 a 1780 personas en los programas de empleo, de las que 152 lograron insertarse en la sociedad a través de un trabajo, el 52% de ellas, inmigrantes. Por cierto, la próxima semana se presenta la Memoria Anual de Cáritas Diocesana.
El salón de actos del Seminario acogió, en la víspera de Pentecostés, el Encuentro de Apostolado Seglar. En esta ocasión, el lema era "no he venido a ser servido sino a servir". En el caso de la diócesis, el departamento correspondiente preparó una mesa redonda con tres laicos y un presbítero para dialogar y responder a las preguntas de los participantes sobre el sacerdocio común y el sacerdocio ministerial. Al final de la misma también intervino el Obispo, invitando a la corresponsabilidad y al ejercicio del sacerdocio común en la vida, es decir, señaló "impregnar de evangelio de las realidades temporales". La Vigilia posterior se abrevió debida a que se había producido una serie de retrasos durante la tarde. Posteriormente, el Obispo presidió la Eucaristía del Día de Pentecostés. Un piscolabis compartido sirvió para terminar esta cita pastoral.
Este próximo verano, del 15 al 20 de agosto, va tener lugar en el Colegio Pureza de María de Los Realejos, un Encuentro de Experiencia de Dios, impartido según el método del Padre Ignacio Larrañaga, fundador de los Talleres de Oración y Vida (TOV). El Padre Ignacio viene impartiendo estos Encuentros por todo el mundo desde hace más de 35 años. Para reservas contactar con Ramón de la Cruz Rodríguez en el 922 22 63 64.
La iglesia de La Concepción en La Orotava, acoge una muestra con 42 imágenes sacras a pequeña escala, de entre los siglos XVII y XX, que pertenecen a particulares y en su mayoría nunca habían salido del ámbito privado.
El próximo 24 de Junio, en el Monasterio cisterciense de Santa María de Huerta (Soria), hará la Profesión Solemne como Monje Cisterciense de la Estrecha Observancia Juan Alejandro Sierra. Hasta ese día Alejandro es sacerdote de nuestra diócesis. Natural de Arona, fray Juan se formó en nuestro seminario. Fue párroco en El Hierro, así como en Llano del Moro y el Sobradillo.
El Obispo ha convocado orden de presbíteros para el día 3 de julio a las once de la mañana en la Catedral. Otro tanto ha hecho para los diáconos, el sábado diez de julio también en la sede catedralicia y a la misma hora.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo de la Santísima Trinidad - C, ofrecido por la Delegación Diocesana de Enseñanza de la Diócesis de Tenerife.
ABRIRNOS AL MISTERIO DE DIOS
A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.
Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.
Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.
Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí". Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.
Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre". Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.
Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
30 de mayo de 2010
Fiesta de la Trinidad (C)
Juan 16, 12-15
Artículo publicado en Boletín mensual de información misionera de "Misioneros Javerianos", número 459 /ABRIL 2010.
ENTRE NOSOTROS
compartiendo una ilusión
LA PRIMERA REGIÓN JAVERIANA: ITALIA
En el número anterior tratábamos de la primera misión javeriana, del sueño hecho realidad de Mons. Conforti: China. Los javerianos que trabajaron en China eran italianos (luego hubo tres chinos) y llegaban de ITALIA, la primera región javeriana, el origen de nuestra familia misionera.
Se podría decir que la Región Javeriana italiana comienza su andadura en 1895, cuando el Fundador compra y arregla la primera casa en Borgo del león d'Oro (Parma), aquí comienza el primer grupo de estudiantes del Seminario Emiliano para la Misiones Extranjeras, el primer paso de lo que pronto serían Los Misioneros Javerianos. El segundo paso fue la compra de un terreno, a las afueras de Parma, en 1900 en donde, en 1901, se comenzaría a construir la casa Madre de los Javerianos, donde poco después comenzaría a vivir, antes de ser terminada del todo, una comunidad de estudiantes y formadores javerianos.
Mons. Conforti. durante su vida, abriría otras casas de formación en Vicenza, Poggio S. Marcello, Gnimote y Vallo Della Lucania.
Casa Madre –Parma
Parma es la casa madre de los Javerianos, en ella comenzaron muchas iniciativas queridas por el Fundador: formación, animación misionera, la revista Misioneros Javerianos, publicaciones misioneras, animación misionera y vocacional. Esta casa y comunidad es el centro afectivo y espiritual de todos los javerianos, todos la sentimos un poco nuestra y cada uno, de cualquier proveniencia, se siente en ella como en S1.1 casa, y lo es realmente.
En La actualidad nuestra Casa Madre de Parma acoge varias realidades:
Cuatro comunidades: La de la dirección regional de Italia. La comunidad Internacional de la teología, 15 estudiantes, italianos, indonesios, mejicanos, brasileños, congoleños y cameruneses. La comunidad de los encargados de los servicios a las misiones y del museo chino y etnográfico y la comunidad de acogida para ancianos y enfermos, que acoge a unos treinta javerianos.
Cuatro instituciones: El santuario del Beato Guido María Conforti. El Museo y memorias del Fundador. La Biblioteca Conforti, con un considerable fondo de libros en torno a la misión. El Museo Chino, único en Italia, y el etnográfico.
Comunidades
En Italia hay, además de las comunidades de la Casa Madre, 13 comunidades, la mayoría dedicadas a la animación misionera y vocacional, varias a la formación, una es el noviciado (Ancona) y otra (Brescia) un centro de animación misionera a través de publicaciones y producción de material audiovisual misionero y la gestión de una librería: "La librería de los Pueblos". En esta comunidad de Brescia se elaborar cuatro revistas misioneras: CEM Mondialitá, Missione Oggi, Missionari Saveriani y Missione Giovane, todas ellas de una considerable difusión en Italia. Aquí también se produce material audiovisual para la animación misionera desde un departamento llamado Vidiomissione. La Regíón italiana, cosa que comenzó en tiempos de Mons. Conforti, ha apostado mucho, dedicando medios y personal, por los medios de comunicación para aportar una buena contribución a la animación y formación misioneras en la Iglesia italiana.
La Región Italiana concentra, dada la variedad de servicios y comunidades, un buen número de javerianos, unos 160; de los cuales unos 80 están en activo; unos 20 jubilados aunque colaborando en la animación, en el ministerio y en varios servicios que pueden realizar; ui 40 enfermos, y un grupo de paso I variadas razones.
Otras presencias
Así mismo, en la Región Italia tenemos: A.- Una parroquia Piombino, donde una fraternid misionera, javerianos y laicos, llev adelante la pastoral parroquial y servicio animación y formación misione en la zona, enviando también person, en comunidad, preparadas a var misiones. B.- Una Fraternidad MisionE en Parma, un centro de animación formación misionera donde viven javeriano y varios laicos, su trabajo el muy orientado al continente africano general y a la zona de los Grandes Lag en particular. C.- El Centro-comunid, "La Estrella de la Mañana" de diáloc interreligioso, centrado en el mun( asiático y que está ligado pastoralmente la archidiócesis de Milán.
Laicos
Los laicos javerianos italianos agrupan en dos asociaciones a ni‘, nacional: Los Laicos javerianos, con asociación con sus propios estatutos, propia organización y que, participan( de la espiritualidad javeriana, trabaj¿ con los javerianos en la animaci( misionera en Italia y en algun, misiones. El grupo San Francisco Javi que reúne a personas que quieren vivir expresar en su vida lo que de misione tiene la fe y la vocación cristianas.
P. Luis Pérez Hernández s.
ZENIT nos ofrece la homilía pronunciada por Benedicto XVI en la Liturgia de Exequias por el difunto cardenal Paul Augustin Mayer, que se celebró en la mañana del 3 de Mayo de 2010 en la Basílica de San Pedro.
Venerados hermanos,
ilustres señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas,
También para nuestro amado Hermano, el cardenal Paul Augustin Mayer, ha llegado la hora de partir de este mundo. Él había nacido, hace casi un siglo, en mi misma tierra, precisamente en Altötting, donde surge el célebre Santuario mariano al que están ligados muchos afectos y recuerdos de nosotros, los bavareses. Así es el destino de la existencia humana: florece de la tierra – en un punto preciso del mundo – y está llamada al Cielo, a la patria de la que procede misteriosamente. Desiderat anima mea ad te, Deus (Sal 41/42,2). En este verbo desiderat está todo el hombre, su ser carne y espíritu, tierra y cielo. Es el misterio originario de la imagen de Dios en el hombre. El joven Paul – que después de monje se llamará Augustin – Mayer estudió este tema en los escritos de Clemente de Alejandría, para el doctorado en teología. Es el misterio de la vida eterna, depositado en nosotros como una semilla desde el Bautismo, y que pide ser acogido en el viaje de nuestra vida, hasta el día en que devolvemos el espíritu a Dios Padre.
Pater, in manus tuas commendo spiritum meum (Lc 23,46). Las últimas palabras de Jesús en la cuz nos guían en la oración y en la meditación, mientras estamos reunidos en torno al altar para dar el último saludo a nuestro llorado hermano. Cada celebración de exequias nuestra se coloca bajo el signo de la esperanza: en el último suspiro de Jesús en la cruz (cfr Lc 23,46; Jn 19,30), Dios se entregó enteramente a la humanidad, colmando el vacío abierto por el pecado y restableciendo la victoria de la victoria de la vida sobre la muerte. Por esto, cada hombre que muere en el Señor participa por la fe en este acto de amor infinito, de algún modo entrega el espíritu junto con Cristo, en la segura esperanza de que la mano del Padre lo resucitará de entre los muertos y lo introducirá en el Reino de la vida.
"La esperanza no falla – afirma el apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma –, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. (Rm 5,5). La gran e indefectible esperanza, fundada en la sólida roca del amor de Dios, nos asegura que la vida de aquellos que mueren en Cristo "no es quitada, sino transformada"; y que "mientras se destruye la morada de este exilio terreno, se prepara una morada eterna en el cielo" (Prefacio de Difuntos I). En una época como la nuestra, en la que el miedo a la muerte lleva a muchas personas a la desesperación y a la búsqueda de consuelos ilusorios, el cristiano se distingue por el hecho de que pone su seguridad en Dios, en un Amor tan grande que puede renovar el mundo entero. "Mira que hago un mundo nuevo" (Ap 21,5), declara – hacia el final del Libro del Apocalipsis – Aquel que se sienta sobre el trono. La visión de la nueva Jerusalén expresa la realización del deseo más profundo de la humanidad: el de vivir juntos en paz, sin más amenaza de la muerte, sino gozando de la plena comunión con Dios y entre nosotros. LA Iglesia y, en particular, la comunidad monástica, constituyen una prefiguración sobre la tierra de esta meta final. Es un anticipo imperfecto, marcado por límites y pecados, y por tanto necesitado siempre de conversión y purificación; y, con todo, en la comunidad eucarística se pregusta la victoria del amor de Cristo sobre aquello que divide y mortifica. Congregavit nos in unum Christi amor – El amor de Cristo nos ha reunido en la unidad: este es el lema episcopal d nuestro venerado hermano que nos ha dejado. Como hijo de san Benito, él ha experimentado la promesa del Señor: “Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mi” (Ap 21,7).
Formado en la escuela de los Padres Benedictinos de la Abadía de San Miguel en Metten, en 1931 emitió la profesión monástica. Durante toda su existencia, buscó realizar cuanto san Benito dice en la Regla: "Nada se anteponga al amor de Cristo". Tras los estudios en Salzburgo y en Roma, emprendió una larga y apreciada actividad de enseñanza en el Pontificio Ateneo San Anselmo, donde llegó a ser Rector en 1949, desempeñando este cargo durante 17 años. Precisamente en aquel periodo se fundó el Pontificio Instituto Litúrgico, que se convirtió en punto de referencia fundamental para la preparación de los formadores en el campo de la Liturgia. Elegido, tras el Concilio, Abad de su amada Abadía de Metten, desempeñó este cargo durante 5 años, pero ya en 1972 el Siervo de Dios papa Pablo VI lo nombró Secretario de la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares, y quiso personalmente consagrarlo obispo el 13 de febrero de 1972.
Durante los años de servicio de este Dicasterio, promovió la progresiva actuación de las disposiciones del Concilio Vaticano II respecto a las familias religiosas. En este ámbito particular, en su calidad de religioso, pudo demostrar una destacada sensibilidad eclesial y humana. En 1984 el Venerable Juan Pablo II le confió el cargo de Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, creándolo después cardenal en el Consistorio del 25 de mayo de 1985 y asignándole el Título de san Anselmo en el Aventino. Seguidamente, le nombró primer presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei; y también en este nuevo y delicado cargo el cardenal Mayer se confirmó servidor fiel y celoso, intentando aplicar el contenido de su lema: El amor de Cristo nos ha reunido en la unidad
Queridos hermanos, nuestra vida está en cada instante en las manos del Señor, sobre todo en el momento de la muerte. Por esto, con la confiada invocación de Jesús en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", queremos acompañar a nuestro hermano Paul Augustin, mientras realiza su paso de este mundo al Padre. En este momento, mi pensamiento no puede dejar de ir al Santuario de la Madre de las gracias de Altötting. Espiritualmente dirigidos a ese lugar de peregrinación, confiamos a la Virgen Santa nuestra oración de sufragio por el llorado cardenal Mayer. Él nació cerca de ese Santuario, conformó su vida a Cristo según la Regla benedictina, y ha muerto a la sombra de esta Basílica Vaticana. Que la Virgen, san Pedro y san Benito acompañen a este fiel discípulo del Señor a su Reino de luz y de paz. Amén.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT nos ofrece las palabras del Papa Benedicto XVI pronunciadas el domingo 2 de Mayo de 2010 al introducir, al término de la Eucaristía en la Plaza San Carlos de Turín, el rezo del Regina Cæli.
Mientras nos disponemos a concluir esta solemne celebración, nos dirigimos en oración a María Santísima, que en Turín es venerada como patrona principal Patrona con el título de Beata Virgen Consolata. A Ella confío esta ciudad y todos aquellos que habitan en ella. Vela, oh María, sobre las familias y sobre el mundo del trabajo; vela sobre cuantos han perdido la fe y la esperanza; conforta a los enfermos, los encarcelados y todos los que sufren; sostén, oh Ayuda de los Cristianos, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas en dificultad. Vela, oh Madre de la Iglesia, sobre los Pastores y sobre toda la Comunidad de los creyentes, para que sean “sal y luz” en medio de la sociedad.
La Virgen María es la que más que ningún otro ha contemplado a Dios en el rostro humano de Jesús. Lo vio recién nacido, mientras, envuelto en pañales, era acostado en un pesebre; lo ha visto apenas muerto, cuando, bajado de la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo llevaron al sepulcro. Dentro de ella se imprimió la imagen de su Hijo martirizado; pero esta imagen se transfiguró después por la luz de la Resurrección. Así, en el corazón de María, se custodia el misterio del rostro de Cristo, misterio de muerte y de gloria. De ella podemos siempre aprender a mirar a Jesús con mirada de amor y de fe, a reconocer en ese rostro humano el Rostro de Dios.
A la Virgen Santísima confío con gratitud a cuantos han trabajado para esta Visita mía, y para la Ostensión de la Síndone. Rezo por ellos y para que estos acontecimientos favorezcan una profunda renovación espiritual.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
Homilía Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el quinto domingo de Pascua (2 de mayo de 2010). (AICA)
AMAR COMO CRISTO NOS AMÓ
Jn 13,31-35 (02-05-10)
I. UN MANDAMIENTO TOTALMENTE NUEVO
1. A fuerza de escuchar el Evangelio, si no lo hacemos cada vez con renovada fe, podemos perder la sensibilidad y no darnos cuenta de la novedad de su mensaje. Jesús hoy nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo” (Jn 13,34). Se trata de un mandamiento totalmente nuevo: “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (ib). Hasta entonces Jesús repetía la enseñanza del amor al prójimo del Antiguo Testamento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31; cf Lv 19,18). Desde la última cena, Jesús propone un salto cualitativo. La medida del amor que su discípulo ha de tener al prójimo no será ya el amor instintivo que cada uno se tiene a sí mismo, sino el amor que Cristo nos tiene: “Así como yo los he amado” (Jn 13,34). Para que no quedasen dudas, Jesús vuelve a insistir un poco más adelante: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15,12). Y agrega enseguida: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (v.13). Este amor hasta la muerte será en adelante el distintivo de sus discípulos: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos” (Jn 13,35).
II. AMAR HASTA MORIR POR EL ENEMIGO
2. Al hablar de los amigos por los que hay que morir, Jesús no hace distingos, como si él tuviese amigos y enemigos. Para él todos los hombres son amigos. Al mismo Judas lo llama así (cf Mt 26,50). Jesús da la vida por todos.
San Pablo catequizó muy bien sobre este amor de Jesús al enemigo. A los romanos les escribió: “Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo… La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores… Si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida” (Rom 5,7-10).
3. Este amor hasta la muerte por el enemigo está en la lógica que Jesús propone en el Sermón del Monte, que rompe toda lógica humana: “Amen a sus enemigos, rueguen por su perseguidores, así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,44-45). Y, sobre todo, es consecuencia de la actitud de Jesús al morir en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
San Pablo, que sufrió persecuciones por el Evangelio, escribe casi repitiendo las palabras de Jesús: “Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca… Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes den lugar a la ira de Dios… Está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed dale de beber. Haciendo esto amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal haciendo el bien” (Rom 12,14.19-21).
III. A LOS MALVADOS SÓLO LOS REDIME EL AMOR
4. Jesús propuso la señal del amor hasta dar la vida por el enemigo no en una tarde apacible, sino una noche cuando Judas salió de la cena para ultimar su traición (cf Jn 13,30). En vez de la hora de Dios, parecía la hora de las tinieblas (cf Lc 22,53). El amor hasta la muerte será el distintivo de los discípulos, porque éstos vivirán entre malvados, a los que sólo puede redimirlos el amor. Por ello, Jesús les anuncia la difícil hora que habrán de pasar: “Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí… Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes… Los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió” (Jn 15,18.20-21).
IV. EN LA HORA ACTUAL, URGE REDESCUBRIR EL AMOR CRISTIANO
5. Los cristianos occidentales, por lo general, hemos olvidado el misterio de la cruz. Bajo la falacia de que “somos mayoría”, pensamos que teníamos comprado el paraíso en la tierra. Así, comenzamos a ver la persecución como algo arcaico. Incluso cuando ésta sobrevino, por ejemplo a los cristianos bajo el comunismo, asumimos la actitud de cierta prensa que nunca gritó por el atropello a la libertad religiosa y a veces lo justificó. “No es persecución. Es la justa represión policial a una Iglesia terrateniente”, escuché decir cuando joven mientras el comunismo perseguía a la Iglesia de Hungría.
V. ¿ESTAMOS EN UNA GUERRA DE RELIGIÓN?
6. Con la caída del comunismo, muchos pensaron que sobrevendría un resurgimiento de la fe cristiana y una era de paz y de verdadera libertad religiosa. Pero los occidentales, muy duchos en callar esta libertad, ofrecimos a los países del Este y a todo el mundo el ídolo de la autonomía absoluta del hombre, al que hay que sacrificar todo. No sólo los monumentos históricos cristianos, la fama del Papa y la Iglesia católica. Sino las mismas realidades humanas fundamentales, asumidas y defendidas por el cristianismo, pues son el primer Evangelio de Dios Creador. A saber: la distinción de los sexos y la relación entre ambos, el matrimonio, la familia.
En la actualidad se libra una verdadera guerra de religión. No se trata ya de una guerra entre católicos y hugonotes, sino de una guerra del hombre moderno contra el hombre creado por Dios, para recrearlo de nuevo, no según la imagen divina, sino a imagen suya. A ello van dirigidos los esfuerzos por idolatrar la palabra “discriminación”, y esgrimirla luego contra la distinción natural de los sexos, contra el matrimonio entre varón y mujer y contra la familia compuesta por padre, madre e hijos. Y así emplearla para imponer a la sociedad el matrimonio entre personas del mismo sexo, el reconocimiento como familia de la relación entre ellas con los mismos derechos que la naturaleza atribuye a la familia formada por varón y mujer.
VI. ARMARSE DE AMOR Y DE RESPONSABILIDAD CIUDADANA
7. En esta situación, el cristiano debe desechar de raíz toda violencia, so pena de ser vencido por el mal que quiere combatir. La violencia verbal, el escrache y todo tipo de violencia física son armas indignas de un cristiano.
Pero no basta no cometer el mal. El cristiano ha de realizar el bien, como miembro de la Iglesia y como ciudadano de este mundo. Como miembro de la Iglesia, ha orar de corazón por todos los que contradicen el Evangelio o difaman a la Iglesia. Como ciudadano de este mundo tiene el grave deber de participar activamente en la defensa y promoción del bien común. Y para ello ha de salir en defensa de la dignidad y distinción de los sexos, del matrimonio y de la familia.
8. A fortalecer al cristiano en esta lucha pacífica, democrática, y valiente está dirigida la Declaración de la 99ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, del 20 de abril pasado: “El bien inalterable del matrimonio y la familia”, que les recomiendo lean íntegra.
A los que quieran quedarse, la leerá después de la Misa. En ella se dice:
“El ser humano ha sido creado a imagen de Dios. Esta imagen se refleja no sólo en la persona individual, sino que se proyecta en la complementariedad y reciprocidad del varón y la mujer, en la común dignidad, y en la unidad indisoluble de los dos, llamada desde siempre matrimonio. El matrimonio es la forma de vida en la que se realiza una comunión singular de personas, y ella otorga sentido plenamente humano al ejercicio de la función sexual. A la naturaleza misma del matrimonio pertenecen las cualidades mencionadas de distinción, complementariedad y reciprocidad de los sexos, y la riqueza admirable de su fecundidad. El matrimonio es un don de la creación. No hay una realidad análoga que se le pueda igualar. No es una unión cualquiera entre personas; tiene características propias e irrenunciables, que hacen del matrimonio la base de la familia y de la sociedad. Así fue reconocido en las grandes culturas del mundo. Así lo reconocen los tratados internacionales asumidos en nuestra Constitución Nacional (cf. art. 75, inc. 22). Así lo ha entendido siempre nuestro pueblo.
“Corresponde a la autoridad pública tutelar el matrimonio entre el varón y la mujer con la protección de las leyes, para asegurar y favorecer su función irreemplazable y su contribución al bien común de la sociedad. Si se otorgase un reconocimiento legal a la unión entre personas del mismo sexo, o se las pusiera en un plano jurídico análogo al del matrimonio y la familia, el Estado actuaría erróneamente y entraría en contradicción con sus propios deberes al alterar los principios de la ley natural y del ordenamiento público de la sociedad argentina.
“La unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. Está ausente de ella la dimensión conyugal y la apertura a la transmisión de la vida. En cambio, el matrimonio y la familia que se funda en él, es el hogar de las nuevas generaciones humanas. Desde su concepción, los niños tienen derecho inalienable a desarrollarse en el seno de sus madres, a nacer y crecer en el ámbito natural del matrimonio. En la vida familiar y en la relación con su padre y su madre, los niños descubren su propia identidad y alcanzan la autonomía personal.
“Constatar una diferencia real no es discriminar. La naturaleza no discrimina cuando nos hace varón o mujer. Nuestro Código Civil no discrimina cuando exige el requisito de ser varón y mujer para contraer matrimonio; sólo reconoce una realidad natural. Las situaciones jurídicas de interés recíproco entre personas del mismo sexo pueden ser suficientemente tuteladas por el derecho común. Por consiguiente, sería una discriminación injusta contra el matrimonio y la familia otorgar al hecho privado de la unión entre personas del mismo sexo un estatuto de derecho público.
“Apelamos a la conciencia de nuestros legisladores para que, al decidir sobre una cuestión de tanta gravedad, tengan en cuenta estas verdades fundamentales, para el bien de la Patria y de sus futuras generaciones.
“En este clima pascual, y al iniciar el sexenio 2010-2016 del Bicentenario de la Patria, exhortamos a nuestros fieles a orar intensamente a Dios Nuestro Señor para que ilumine a nuestros gobernantes y especialmente a los legisladores. Les pedimos también que no vacilen en expresarse en la defensa y promoción de los grandes valores que forjaron nuestra nacionalidad y constituyen la esperanza de la Patria”.
Mons. Carmelo Juan Giaquinta, obispo emérito de Resistencia
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (1 de mayo de 2010). (AICA)
DÍA DEL TRABAJO
Dedicar un día para recordar la importancia que algo, o de alguien, tiene un valor ejemplar en la vida de una comunidad. Existen motivos más que suficientes para celebrar el Día del Trabajo. Podemos recordar el reclamo y la justicia de un hecho histórico, como origen de la celebración de este día; esto no debemos olvidarlo, sería muy pobre recordarlo sólo como un día sin actividades. El día de descanso no está mal, pero es importante mantener vivo el sentido de lo que celebramos. En nuestro caso se trata del Trabajo como actividad del hombre. Esta referencia al hombre es lo que le da al trabajo su importancia y dignidad. Ello significa que el trabajo no es un elemento más dentro de una ecuación económica, sino expresión de la vocación del hombre. Por ello es correcto decir que la mayor pobreza del hombre es no tener trabajo, no poder trabajar, carecer de aquello que asegura su realización y libertad.
Cuando valoramos al trabajo como una dimensión que hace a la realización integral del hombre, comenzamos a poner las bases de una sociedad que lo define como un bien social. En cambio, cuando sólo lo vemos como un medio para obtener cosas, que podríamos obtener de otra manera, incluso sin trabajar, en ese momento empobrecemos esa cultura y al mismo hombre. Cuántos niños crecen en la orfandad de una cultura del trabajo, que para ellos no forma parte de la herencia que han recibido. Esta es una hipoteca social muy difícil revertir. Si el trabajo no adquiere el nivel de un valor que hace a los bienes de la sociedad, difícilmente se puedan formar hombres libres y responsables. El trabajo, al tiempo que es un derecho para el hombre es, por lo mismo, un acto de justicia y de sabiduría política.
Hablamos del trabajo como de un derecho fundamental que hace a la necesaria realización del hombre. Una sociedad en la que este derecho no sea una prioridad, y no se creen para ello las condiciones que permitan alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, es una sociedad que “no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social” (C.A. 43). El nivel de las políticas sociales se debe medir a partir de “las perspectivas de trabajo que pueden ofrecer” (C.I.C. 289). Por otra parte, a esta exigencia que tiene la sociedad de generar fuentes de trabajo corresponde, sea a nivel personal, familiar y educativo, la tarea docente de formar una conciencia donde el trabajo recupere su lugar como valor en la vida del hombre. Todo valor necesita de una clara y testimonial docencia. Hoy se presentan, en una sociedad globalizada, otros actores y riesgos que comprometen el sentido del trabajo.
Cuando llegamos a este punto no podemos dejar de pensar en los límites que tenemos como sociedad para formar y sostener una cultura del trabajo. No se trata de proclamar buenas intenciones o fines en los que todos coincidimos, sino de preguntarnos que actitud asumimos respecto a la valoración de los medios y circunstancias necesarios para alcanzar esos fines. Entre nuestras fragilidades como sociedad partiría del hecho de que haya tantos adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan. Esta situación presenta una gravedad actual y a futuro que nos debe preocupar como sociedad. Ahora bien, cuáles son la causas, o hacia dónde debemos dirigir nuestra atención?. Hay causas ciertamente de niveles de inversión, de políticas de estado, de seguridad jurídica, e incluso de inserción internacional. El marco de esta reflexión es menos ambicioso, pero no menos importante.
A la constatación de que hay chicos que ya son hijos o nietos de desocupados con todo lo que ello implica, agregaría otros elementos que debilitan o actúan como causa de esta situación, y que tiene también una raíz cultural. Si ánimo de ser exhaustivo señalaría, entre esas causas, el crecimiento del individualismo y el debilitamiento de los vínculos comunitarios y solidarios; el avance del juego como una empresa que crece en todo el país, ante la pasividad de la dirigencia; el consumo de drogas a edades cada vez a más tempranas; el afán de lucro sin un marco de referencia ético; el abuso del poder, que lleva a un clientelismo del voto que debilita la conciencia y responsabilidad del ciudadano; el “rating” como único criterio valorativo de los medios de comunicación, degradando en muchos casos la cultura de nuestro pueblo exacerbando, sin mayor pudor, pasiones menores en la vida del hombre; la devaluación de la palabra, como el acostumbrarnos a la mentira, que justifica actitudes y adormece el poder de sanción de nuestra conciencia.
Todo ello crea una pseudo-cultura que presenta como meta y paradigma del éxito humano el tener más, sin una referencia al mundo de los valores, al límite de lo moral y a la responsabilidad por el bien común. En este contexto de disvalores es difícil que crezca la cultura del trabajo como un bien social. Ella necesita de la libertad, pero también de valores que la orienten y enriquezcan. Además de la capacidad de tener proyectos, la cultura del trabajo requiere y promueve una actitud de constancia que permite valorar la riqueza del tiempo. Al hacernos protagonistas de nuestra vida esta cultura no sólo da sentido al presente, sino que nos abre a un futuro con esperanza.
En cambio, en ese otro clima empobrecido se debilitan e incluso se descalifican, instancias de transmisión de valores y de actitudes sociales, como la familia y la escuela. Cuántas veces nuestros niños hoy reciben un doble mensaje, que les quita solidez a sus principios y confianza en sus proyectos. La ejemplaridad ética, como la apertura al mundo de lo estético, hacen al nivel de vida y al futuro de la cultura de un pueblo. El trabajo, como dimensión de la realización del hombre, necesita de un contexto que lo valore y de una sociedad que lo haga posible. De este clima todos debemos sentirnos responsables. Lo contrario sería la actitud de una sociedad cínica que se escandaliza de los efectos que ve, y no se anima a considerar las causas.
Uniendo mi afecto y reconocimiento a todos los trabajadores en su día, y teniendo en cuenta especialmente a aquellos hermanos nuestros que se encuentran en la triste e injusta situación de desocupados, les hago llegar junto a mis oraciones, la bendición en Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Madre de Guadalupe.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Carta a los sacerdotes de la Delegación Diocesana para el Clero de la diócesis de Tenerife.
CLAUSURA AÑO SACERDOTAL
Delegación Diocesana para el Clero
(carta a los sacerdotes)
Estimado compañero sacerdote:
Concluimos este Año Sacerdotal, nacido en el corazón de Benedicto XVI, como deseo de que todos y cada uno de nosotros, los Presbíteros, ahondemos en la belleza y necesidad del sacerdocio, y al mismo tiempo, la Iglesia entera valore este regalo de Dios Amor a todos los hombres y mujeres del mundo entero.
Concluimos y no concluimos este Año Sacerdotal. Seguro que Jesús, el Buen Pastor habrá dejado en cada uno de nosotros una huella que nos guíe a vivir más plenamente en nuestra vida, el lema del Año Sacerdotal: Fidelidad de Cristo, fidelidad del Sacerdote.
En esta línea la Delegación para el Clero quiere recordar la Carta a los Sacerdotes de Juan Pablo II, con ocasión del Jueves Santo del 2005. Mensaje escrito en la clínica, en los días anteriores a su muerte, y en el Año de la Eucaristía.
Las palabras de la consagración que en cada Eucaristía pronunciamos son fuente de nuestra espiritualidad sacerdotal. "las palabras de la institución de la Eucaristía no deben ser para nosotros únicamente una fórmula consagratoria sino también una formula de vida", nos dice Juan Pablo II.
Unidos a todos fraternalmente, pedimos que los frutos propuestos para este año por Benedicto XVI no se pierdan.
Delegación Diocesana para el Clero
Carta Pastoral de monseñor Hugo Norberto Santiago, obispo de Santo Tomé a los Sacerdotes, Religiosas y Laicos de la diócesis (Santo Tomé, 2010). (AICA)
EL DISCÍPULO ES MISIONERO Y EL MISIONERO ES DISCÍPULO
INTRODUCCIÓN
1. Queridos hermanos. Comenzamos a recorrer el último año de las orientaciones pastorales que les he propuesto durante este trienio: “Vivir la Iglesia como misterio de comunión y misión”. La intención ha sido encontrarnos en la Iglesia, iniciar un diálogo de alianza y por eso con mis visitas a las parroquias para trabajar cada carta pastoral, he querido escucharlos a ustedes también y les aseguro que he aprendido mucho de la diócesis, de su cultura, de su profunda religiosidad. Les agradezco el afecto y el espíritu de fe con que me han recibido. Sé que nos hemos acercado, aunque podemos encontrarnos más aún. Estos gestos de ir hacia ustedes, proponer y aprender, han sido para mí, un modo de ejercitar la misión y el discipulado.
2. El eje de la propuesta para el trienio ha sido la oración como lugar de encuentro con Dios y entre nosotros. En efecto, el primer año, cuando les propuse vivir la Iglesia como misterio, el contenido fundamental de la propuesta fue profundizar el encuentro de nuestra persona con el misterio de Dios a través de los medios de crecimiento en la vida espiritual: la lectio divina, la Eucaristía, el Rosario, la dirección espiritual, etc.
3. En la Carta Pastoral del año pasado les decía que la comunión nacía de la oración, porque cuando dos o más crecen en la asimilación e imitación de los pensamientos, sentimientos y actitudes de Cristo el Señor, se encuentran. Por eso Cristo es el fundamento de la fraternidad y por eso cuando no nos encontramos entre hermanos nos tenemos que preguntar en qué medida nos estamos encontrando con Cristo.
I. EL MISIONERO ES DISCÍPULO
a. La misión nace en la oración
4. La misión también nace en la oración. San Juan nos muestra esta verdad. Cuando Pedro se reencuentra con Jesús Resucitado en el lago de Tiberíades, la misión del apóstol va a nacer de un diálogo íntimo y amoroso con Cristo: “Pedro, “¿me amas?” “Sí Señor, tú sabes que te quiero”…“apacienta mis corderos” (cfr Jn 21, 16)
5. De este diálogo deducimos que, porque Jesús considera a Pedro como su amigo, le confía sus ovejas: No hay misión si no hay envío del Señor, el cual se da en un clima de confianza y amistad con El. La pregunta de Jesús: “¿Me amas?”, por tres veces, le recuerda a Pedro su fragilidad, su triple negación, pero habiéndole restaurado por la gracia del perdón, Jesús lo interroga sobre su capacidad de reciprocidad: “Pedro” ¿Cómo te mueves en el campo de la amistad conmigo? “¿Me amas?”
6. La misión es una cuestión de amor, porque quien no hace por amor lo que está llamado a hacer, lo realiza como un esclavo y un esclavo no le interesa a nadie, ni siquiera a Dios. Por eso la misión es una cuestión de amor a Jesucristo y a los hombres.
7. Recién después de la respuesta: “Sí, Señor, tu sabes que te quiero”, Jesús lo envía: “apacienta mis ovejas”. El apóstol, por amar a Jesucristo está capacitado para amar a los que son propiedad del Señor. Notemos que el texto dice “mis” ovejas, esto significa que el apóstol-misionero tiene que tener conciencia de dos verdades fundamentales que hacen a su identidad: va en nombre de Otro y a apacentar a los que son de Otro. Ni es el Salvador, ni aquellos a los cuales es enviado son propiedad suya. Va en nombre de Cristo a hacerse cargo con amor y responsabilidad de los que son de Cristo.
8. Si el misionero va en nombre propio y trata a los destinatarios de la misión como si fueran suyos, aunque tenga muchas capacidades: sea muy activo, llegue a los más alejados, incluso aunque entregue la vida, ha fracasado de antemano, no salvará ni siquiera a uno, sencillamente porque no es el Salvador.
b. Una actitud permanente
9. El discipulado es una actitud permanente al menos por dos razones: porque el cristiano nunca dejará de ser discípulo y por que la fe es una cuestión de amistad con Jesucristo. Cuando san Marcos nos dice que Jesús eligió a doce, para estar con El y para enviarlos a predicar (cfr Mc 3, 13 ss), estas dos invitaciones no son sucesivas: primero se está con Cristo y después se va a predicar prescindiendo de El, sino que son simultáneas, siempre hay que estar con Cristo para ser enviado a predicar de manera genuina. Por eso Navega mar adentro nos dice que “todos somos sujetos y destinatarios de la tarea evangelizadora” (1)
10. De allí que el misionero debe mantener viva la conciencia de su identidad: apóstol, es decir, enviado por Otro. Por eso debe orar siempre, dialogar siempre con Cristo: “Señor ¿Qué quieres que haga con los que son tuyos”? ¿a quiénes quieres que vaya? ¿qué actitudes quieres que tenga?
II. EL DISCÍPULO ES MISIONERO
a. Un itinerario formativo gradual (2)
11. En las primeras comunidades cristianas que comienzan su tarea misionera se percibe un proceso evangelizador en cuatro pasos: anuncio del kerygma, catequesis mistagógica, incorporación a la comunidad de los creyentes y misión.
12. Es decir, el pagano al que se le ha anunciado a Jesucristo, ha abierto su corazón y ha tenido la gracia de la experiencia de un encuentro con el Resucitado, es luego formado e incorporado progresivamente a la comunidad a través de una catequesis mistagógica y la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana. Luego de vivir la experiencia de una comunidad donde todos acuden a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones, en la cual todos los creyentes viven unidos, tienen un solo corazón y una sola alma y ponen sus bienes en común (cfr. Hch 2, 42-47 ; 4, 32-35), el mismo discípulo se transforma en misionero, en mensajero de una Buena Noticia que tiene como contenido fundamental la experiencia de encuentro con Jesucristo Resucitado y la vivencia de una auténtica fraternidad cristiana.
a.1. El kerygma: La gracia del encuentro con Cristo Resucitado
13. El encuentro que Pedro y Juan tienen con Jesús resucitado en el lago de Tiberíades es un encuentro kerygmático que por su naturaleza impulsa a la misión como anuncio de ese feliz encuentro. El misionero es testigo de una experiencia que lo ha llevado a exclamar como Juan: “es el Señor” (cfr Jn. 21,7). ¿Qué significa poder exclamar que Jesús es el Señor? Significa decir: “con el que nació en Belén, predicó en Galilea, murió en la cruz y resucitó al tercer día, con Ese yo me he encontrado. El es el alfa y la omega, el principio y el fin de la historia, sin El, todos los proyectos humanos se quedan sin destino final. Con El, en cambio, nuestros deseos de estar en la posesión de un bien grande, que no pase, quedan saciados, porque Dios es el Bien de los bienes que anhela nuestro corazón.
14. El kerygma está identificado con la misión porque es la Buena Noticia que se da a los pobres, es el consuelo que se lleva a los afligidos, la liberación que se anuncia a los cautivos, es el año de gracia del Señor, de perdón de los pecados que se comunica. (cfr. Lc 4, 18ss).
15. Los efectos del kerygma en el destinatario de esta Buena Noticia, son al menos cuatro. (cfr Lc 24, 13-35) Primero: se abren los ojos, la persona comienza a tener una cosmovisión nueva, mira con ojos nuevos a Dios al que descubre como Padre, a los demás que ve como hermanos, a la creación en la que encuentra huellas de Dios Creador. El propio sujeto se descubre hijo querido de Dios, amado por Jesucristo. De este modo la vida comienza a tener sentido porque la persona descubre de donde viene, como tiene que vivir y hacia donde se dirige. Nacido, no del fruto de la casualidad sino de Dios que es Padre, por la gracia bautismal tiene que alcanzar la imitación plena de Jesucristo su Hermano Mayor y su vida es como la peregrinación del hijo pródigo que va de retorno a la casa del Padre: al cielo.
16. El segundo efecto es que “arde el corazón”. El kerygma nunca es un anuncio teórico sino de profunda significación para la persona, lo cual hace que se estremezca por dentro y reciba una explicación: “Esto que te ha pasado significa que Jesús está vivo, este nuevo modo de ver las cosas, esta enfermedad curada, este retorno a la comunicación y al encuentro que se ha dado en tu vida, es obra del Espíritu Santo, del Espíritu de Cristo vivo. Tu vida puede ser distinta de ahora en más porque El te ha tocado con su gracia y lo sientes en lo más profundo de tu corazón”.
17. El tercer aspecto es el marco comunitario. Aunque la vivencia del kerygma sea algo muy personal, la dimensión comunitaria está siempre presente. Según el Evangelio, con el Resucitado se encuentran los apóstoles, algunas mujeres, los discípulos de Emaús…Si el encuentro acontece con una persona sola como en el caso de san Pablo, la experiencia lo lleva a comunicar con quién lo pueda entender, es decir a quién ya se ha encontrado con Cristo, le puede explicar el misterio e integrarlo en la comunidad de los creyentes. (cfr Hch 9, 1-19)
18. El cuarto aspecto es el anuncio, la comunicación de lo que ha acontecido. Las buenas noticias recibidas tienen en común una característica: son una alegría que no se puede guardar, y a la hora de la comunicación se suele pensar primero en las personas más queridas. Así la Santísima Virgen recurre a Isabel para contarle con una alegría desbordante que ha concebido al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo y Andrés le dice a Pedro: “hemos encontrado al Mesías” (cfr. Jn 1, 41ss). Como pastores hemos sido testigos muchas veces de esta experiencia: los laicos que hicieron la experiencia de encuentro con Cristo, salen contentos y pensando a quién invitar a participar de la misma experiencia.
a.2. En el marco de la iniciación cristiana (3)
19. En las primeras comunidades apostólicas, al que se le ha anunciado a Jesucristo Resucitado se lo incorpora progresivamente a la comunidad de los creyentes a través de una catequesis mistagógica y la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.
20. Los obispos, sacerdotes y laicos que integran la Comisión de Catequesis del Episcopado Argentino, en consonancia con el Documento de Aparecida, están trabajando arduamente en la renovación de la catequesis de la iniciación cristiana, la cual incluye la celebración conciente y activa de los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación. De hecho han redactado un documento y están preparando un Congreso Catequístico Nacional para profundizar sobre este tema tan importante.
21. Una convicción que transmiten es que sin encuentro con Cristo no hay catequesis, por eso hablan de una catequesis kerygmática y mistagógica, es decir de una introducción progresiva a la gracia del encuentro con el misterio de Jesucristo Vivo. La constatación es que si los fieles no se han encontrado personalmente con Jesucristo, deben ser un poco “arrastrados” a la parroquia. En efecto, etimológicamente “catequesis” significa “hacer resonar”, profundizar un encuentro a través de la enseñanza doctrinal y la celebración de los sacramentos. Si el encuentro no se da, la resonancia no tiene sentido, es un poco teórica porque no hace referencia a una experiencia vivida.
a.3. Con la inclusión de la familia
22. Otra convicción de la citada Comisión de Catequesis, es la importancia de una renovación de la Catequesis familiar o con la familia. Esta convicción ha sido plasmada en un documento. (4) En efecto, la lógica de la importancia de una catequesis que incluya al padre y a la madre del niño que está transitando la iniciación cristiana es muy natural: los padres, que son los primeros y más importantes educadores de sus hijos, también lo son en la educación de la fe.
23. Hay un vínculo natural y muy fuerte entre padres e hijos. De hecho, los hijos somos un poco la prolongación de lo que nuestros padres fueron e hicieron, por eso si los padres transmiten la fe con palabras y gestos, gracia mediante, el estilo de Jesús quedará impreso en los hijos de una manera particularmente intensa. Al contrario, si papá y mamá no se comprometen en el acompañamiento de la educación cristiana de sus hijos, los mandan a la parroquia pero ellos no practican, hay una alta posibilidad de que la catequesis del niño quede reducida a un barniz superficial.
24. Por eso la Iglesia cuando asume la catequesis familiar realiza fundamentalmente una catequesis de adultos, cuyos destinatarios principales son los padres de los niños que transitan la iniciación cristiana, para que ellos, catequizados, enseñen a sus hijos. La catequista auxiliar refuerza esa enseñanza en un encuentro posterior con los niños.
25. Es cierto que a los padres no siempre le es fácil asumir esta responsabilidad cuando estaban acostumbrados a delegar ese servicio a las parroquias, sin embargo, viendo la creatividad y perseverancia de algunos Párrocos que están proponiendo esta catequesis, exhorto a las familias cristianas a que respondan a esta llamada irrenunciable de ser los primeros y fundamentales educadores de la fe de sus hijos. En el bautismo Jesús nació en el corazón sus hijos, ustedes por la educación cristiana tienen que hacer como José y María, hacerlo crecer en sabiduría y en gracia en la persona de sus hijos (cfr. Lc 2, 51-52)
a.4. En los establecimientos educativos
26. Con los tiempos que corren, marcados por un neopaganismo, con la propuesta de la ideología del género, que inspirada en el marxismo ateo y aplicada al amor de pareja, pretende ser la impulsora de una educación para el amor que daña gravemente la identidad de los adolescentes y la constitución de la familia, no podemos estar ausentes de los centros educativos. Debemos ser activos y creativos para ofrecer desde la antropología cristiana una enseñanza integral del amor humano.
27. En este sentido hay que destacar la actividad eficiente de la Junta Diocesana de Educación Católica que en conexión con el Consejo Superior de Educación Católica y el Consejo Provincial de Educación Católica, está formándose, programando y ofreciendo a los docentes un servicio educativo a la altura de las circunstancias.
28. Es decisiva la presencia de los Párrocos en nuestras comunidades, ya que no sólo la Escuela Católica sino los docentes que trabajan en escuelas de gestión estatal están abiertos a su acción pastoral, deseosos de recibir orientaciones cristianas y formación doctrinal. Los pedidos de atención pastoral muestran también que los sacerdotes han sabido estar cerca y han sido solícitos para estar presentes en los lugares donde se educan humanamente nuestros niños y adolescentes. Tenemos que seguir en esta senda, aprovechando la profunda religiosidad del pueblo correntino.
29. Las Orientaciones diocesanas pueden inspirar un servicio pastoral programado, dirigido a los docentes, a los padres y a los alumnos de nuestras escuelas, sea para afianzar la identidad católica de los establecimientos educativos parroquiales, sea para brindar elementos doctrinales a las escuelas de gestión estatal.
a.5. En un itinerario catequístico permanente
30. Así como la Escuela tiene un itinerario pedagógico para la educación humana, de la misma manera el itinerario catequístico permanente intenta ser una “escuela” de formación en la fe.
31. Por eso, podríamos decir que el camino de formación en la fe debe ser un itinerario ininterrumpido que comienza con la catequesis prebautismal y culmina su primera etapa en la adolescencia, con la recepción del sacramento de la Confirmación. Hasta allí, junto a la catequesis presacramental, hay distintos servicios que enriquecen el itinerario formativo, como por ejemplo, el servicio de infancia y adolescencia misionera.
32. Este itinerario debería desembocar, ya de una manera más libre, en una segunda etapa vivida fundamentalmente en los grupos prejuveniles y juveniles, donde al joven, mediante la convivencia de Sensibilización Vocacional y con un acompañamiento espiritual adecuado, se le plantea su lugar en la Iglesia, para que comience a discernir a qué lo llama Dios: al matrimonio, la vida consagrada o el sacerdocio.
33. A partir de allí, desde una pastoral vocacional específica, podríamos desarrollar en la Diócesis, un triple servicio: Encuentros de discernimiento vocacional para los varones que se plantean la vida sacerdotal –servicio que ya existe–, Encuentros de discernimiento para chicas que se plantean la vida consagrada –Dios mediante lo comenzaremos este año– y Encuentros para novios, como una preparación remota al matrimonio y la familia, para aquellos jóvenes cuya vida de pareja comienza a tener cierta madurez. Finalmente para ellos existen los ya conocidos Encuentros prematrimoniales, como preparación próxima a la celebración del sacramento del matrimonio.
34. De esta manera, por así decirlo, cerramos el círculo de un itinerario permanente de formación en la fe que comenzó con la catequesis prebautismal y culminó con el discernimiento de la vocación específica en la Iglesia.
b. Una comunión con proyección social
35. Como dijimos, el tercer momento en el proceso evangelizador de las comunidades apostólicas es la integración de los nuevos cristianos en la comunidad de fe. La esencia de esta experiencia está descripta bellamente por el Papa Benedicto en el discurso inaugural de Aparecida: “Todavía nos podemos hacer otra pregunta: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf 2 Cor. 8,9).” (5)
36. En el mismo sentido, Navega mar adentro nos dice: “La santidad de nuestras comunidades, con sus expresiones de piedad, amable bondad en el trato, disponibilidad generosa y fervor evangélico, es lo que ha de sostener, recrear y potenciar las actividades propias de la pastoral ordinaria. Por otra parte, todo camino integral de santificación implica un compromiso por el bien común social […] integrando mejor en la acción pastoral la opción por los pobres, la promoción humana y la evangelización de la cultura. Nunca hemos de disociar la santificación de los compromisos sociales […]no podemos ser peregrinos al cielo si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena” (6)
b.1. Comunión misionera con los enfermos
37. Por eso la comunión misionera debe alcanzar a los enfermos, a la promoción humana y a la evangelización de la cultura. Gracias a Dios, ya se ven los efectos benéficos de estar organizando en cada parroquia una red de misioneras de manzana que detecten cada enfermo necesitado de asistencia, para que llegue el sacerdote con el auxilio del sacramento de la Unción de los enfermos o con la Reconciliación Sacramental y el Ministro de la Comunión enviado por el párroco le lleve la Eucaristía con asiduidad. De este modo, muchos hermanos enfermos están sintiendo que cuando más lo necesitaban, la familia de la Iglesia ha estado presente.
38. Esta Pastoral de la Salud que se va organizando en cada parroquia como una red solidaria que no deja a ningún enfermo sin atención, es tarea prioritaria porque es la expresión más exquisita del amor de una comunidad, una de las manifestaciones más claras del cuerpo de la Iglesia, donde, cuando un miembro sufre, todos se solidarizan con él. En este sentido, los miembros de una comunidad parroquial somos como los “glóbulos blancos o las plaquetas” que en el torrente sanguíneo recorren todo el cuerpo y se quedan allí donde hay una herida para sanarla y cicatrizarla.
b.2. Una opción preferencial por los pobres y excluidos (7)
39. “A partir de la comunión dentro de la Iglesia, la caridad se abre por su naturaleza al servicio universal, proyectándose hasta la práctica de un amor activo que incluya a todos los excluidos […] Un lugar privilegiado donde la Iglesia se hace casa y escuela de comunión es ‘Caritas’ […] En la medida que canalizamos nuestra solidaridad afectiva de modo orgánico e institucional, hacemos más cierta la expresión ‘Caritas somos todos’ (8)
40. En efecto, no se trata de un grupo privado de personas que ante la indiferencia de los demás se hace cargo de este servicio. Caritas Diocesana y cada una de las Caritas Parroquiales, en el ejercicio organizado de la promoción y asistencia de las personas más carentes y en cierto modo, excluidas, representan a toda la comunidad.
41. No obstante esto, para los que presidimos las comunidades, el servicio de caridad no es solo prioritario sino indelegable, por eso Caritas Diocesana está presidida por el Obispo y Caritas Parroquial tiene al párroco como presidente. Porque debemos ser los primeros en ejercer y organizar la caridad, los que más sienten las carencias ajenas como propias, los más comprometidos con la promoción de la dignidad humana.
42. Gracias a Dios, observo una caridad solícita en los párrocos y una organización cada vez más eficiente en este servicio tan importante de asistencia y de promoción de la dignidad humana integral, (9) necesaria para una diócesis como la nuestra, que forma parte de las regiones más necesitadas del país.
b.3.Caridad misionera que llega a las cárceles
43. En nuestra Diócesis tenemos tres Unidades Regionales de la Policía y en cada una de ellas existen Alcaidías, es decir, lugares donde los internos esperan la sentencia por delitos supuestamente cometidos. Es esperanzador el servicio de pequeños grupos que asiduamente visitan a estos internos llevándoles la Palabra de Dios. Es consolador constatar la opción de los Párrocos de celebrar el Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía con asiduidad en estos lugares, sobre todo en fechas trascendentes como Navidad, Pascua, etc.
44. Tenemos que continuar organizando esta insipiente Pastoral Penitenciaria que tenemos en la Diócesis y que de alguna manera nos involucra a todos, porque uno de los servicios que presta esta pastoral es la relación con la familia - mientras el interno está privado de la libertad -, y su reinserción en la vida social una vez que ha cumplido la condena y debe volver a su pueblo, a su familia y a su trabajo. En ese sentido esa situación se puede dar en cualquiera de nuestras parroquias y normalmente supone evangelizar a nuestros fieles para que perdonen y reintegren a la vida civil y eclesial a quién necesita comenzar una nueva vida.
b.4. Formación de los dirigentes sociales
45. Me ha sorprendido la respuesta a las dos convocatorias que he realizado a los distintos dirigentes políticos y sociales –intendentes, ministros de la provincia que residen en nuestra diócesis, docentes, miembros del poder judicial, etc–, para las jornadas de formación en la Doctrina Social de la Iglesia, animadas por el equipo de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina. En las dos oportunidades concurrieron más del 95% de los invitados personalmente, ya que estas jornadas no eran abiertas.
46. Los Obispos Argentinos hemos hecho un documento muy importante para la hora histórica que transitamos los Argentinos: “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”, el cual supone un programa de formación para dirigentes, tendientes a fijar políticas de estado, que inspiradas en la Doctrina Social de la Iglesia, sean una opción de los gobernantes durante períodos prolongados, más allá del partido que le toque gobernar.
47. Por eso, Dios mediante, continuaremos este año con estos encuentros formativos organizados por una insipiente comisión diocesana de “Justicia y Paz”, animada por varios laicos y presidida, por el Obispo. El tema que se tratará en el próximo encuentro será: “Hacia una nueva dirigencia”, y será animada, como los encuentros anteriores, por el Equipo de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina.
c. De una pastoral de espera a una pastoral de propuesta (10)
c.1. Llegar a los que no llegamos habitualmente: misiones barriales
48. Ha significado un gran consuelo para mí constatar que el año pasado, prácticamente la mitad de las Parroquias de nuestra Diócesis han realizado misiones por los barrios más alejados de la sede parroquial, incluso por los parajes, y que los agentes misioneros eran en su mayoría jóvenes.
49. Si seguimos por esta senda de una pastoral juvenil, vocacional y misionera, la cual es signo de una Iglesia rejuvenecida por el Espíritu Santo, además de neutralizar el avance de las sectas que confunden a muchos católicos e incluso hacen que abandonen su fe, no dudo en augurar que tendremos muchas vocaciones sacerdotales y consagradas en nuestra diócesis.
c.2. Valorizando y evangelizando la religiosidad popular
50. No dejo de sorprenderme por la profunda religiosidad del pueblo correntino, marcada en primer lugar por el profundo amor a la Santísima Virgen María, en la advocación de “La siempre pura y limpia Madre, Nuestra Señora de Itatí” y por la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Ciertamente que la rica tradición jesuítico-guaraní, es la raíz de esta religiosidad tan profunda.
51. Es por eso que una de las propuestas para las jornadas de clero de este año, será estudiar esta rica religiosidad popular para conocerla más y evangelizarla, a la luz de un documento de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. (11)
d. Un gesto de comunión eclesial
52. Con la conciencia de que en la Diócesis “se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” (12), y de la comunión que los Obispos tenemos con el Santo Padre, al concluir este trienio, me pareció oportuno hacer un gesto de comunión eclesial y entregarle personalmente al Papa Benedicto XVI, esta carta pastoral, con ocasión de la audiencia que tuvimos el día 20 de Enero, los tres Obispos Argentinos que realizamos la Visita Canónica al Colegio Argentino de Roma. El Papa me dijo que salude en su nombre a todos los sacerdotes, religiosas y fieles de nuestra diócesis.
e. En el marco del año sacerdotal especial
53. Creo que es una gracia que en este año sacerdotal especial, tengamos la orientación de tantos documentos de la Iglesia que trazan sendas claras y animan el ministerio pastoral de los sacerdotes, como así mismo recibir para toda la diócesis la bendición del Santo Padre.
CONCLUSIÓN: Santa Teresa de Lisieux, ruega por nosotros
54. En este año en que subrayamos la dimensión misionera de nuestra Iglesia Diocesana, de la cual forma parte el Convento de las Hermanas Carmelitas, es lógico que confiemos a la oración de nuestras Hermanas y a Santa Teresa de Lisieux, Patrona de las Misiones, el fruto de estas orientaciones. De esta manera, junto con “Aparecida” subrayaremos la prioridad de la gracia que también se implora desde la oración.
55. Santa Teresita del Niño Jesús, buscando su vocación en la Iglesia, quería abarcar todas las vocaciones, hasta que descubrió que el amor es lo que anima a los diversos carismas eclesiales, de ese modo descubrió que en el corazón de su madre la Iglesia sería el amor. Que ella nos alcance la gracia de un amor fuerte, generoso y creativo, que nos mueva a llegar a todos.
Mons. Hugo Norberto Santiago, obispo de Santo Tomé
Santo Tomé, 1 de abril, Jueves Santo de 2010.
PARA PROFUNDIZAR LA CARTA PASTORAL
I. Para estudiar personalmente y/o en grupos
1. Un itinerario formativo gradual (NMA 78-79; DA 240-257
- Desde el Kerygma: (DA 279)
- En el marco de la iniciación cristina (DA 286-294)
- En un itinerario catequístico permanente (295-300)
2. Una comunión con proyección social (NMA 73)
- La fe nos da una familia (Benedicto XVI D.I. Aparecida n° 3)
- Con una opción preferencial por los pobres y excluidos (DA 391-398)
- Enfermos (DA 417-421)
- Adictos (DA 422-426)
- Detenidos en las cárceles (DA 427-430)
- Buscando una promoción de la dignidad humana integral (DA 399-405)
3. Una firme decisión misionera que debe impregnar las estructuras eclesiales
- Conversión pastoral (DA 365-372)
- La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo (DA 258-265)
II. Para la oración personal
1. ¿Recuerdas un momento saliente de encuentro personal con Jesucristo, a partir del cual tu vida comenzó a ser distinta? ¿Qué características tuvo, qué ocurrió en vos?
2. ¿Qué compromiso cristiano tomaste a partir de allí? (Familia, ambiente de trabajo, parroquia)
Notas:
(1) Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro. Nn 75-77
(2) Cfr id Navega mar adentro. 78-79 y Documento de Aparecida 240-257
(3) Cfr EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida. 286-294
(4) CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Pensando la catequesis familiar - Para replantear y renovar la catequesis familiar - Ed. Oficina del Libro. Buenos Aires. 2009
(5) BENEDICTO XVI, Discurso inaugural en Aparecida n° 3
(6) CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro. San Miguel. 2003 n° 73
(7) Cfr. EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida 391-398
(8) CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro. San Miguel. 2003. n° 88
(9) Cfr. Id. Documento de Aparecida 399-405
(10) EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida, n° 365-372
(11) CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio sobre piedad popular y liturgia - principios y orientaciones -.Ed. Vaticana. 2002.
(12) CONCILIO VATICANO II, Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos. N° 11
Citas bíblicas
Encuentro con Jesús
- Jn 21, 16
- Mc 3, 13 ss
- Lc 24, 13-35
Repercusión comunitaria
- Hch 2, 42-47; 4, 32-35
Repercusión misionera
- Lc 1, 39-56
- Lc 4, 18ss
- Jn 1, 41ss
- Lc 2, 51-52
Siglas
D.A. Documento de Aparecida
N.M.A. Navegar Mar Adentro
ZENIT publica la homilía que pronunció Benedicto XVI en la mañana del domingo, 2 de Mayo de 2010, al celebrar la eucaristía en la plaza de San Carlos de Turín.
Queridos hermanos y hermanas:
Con alegría me encuentro entre vosotros, en este día de fiesta, para celebrar con vosotros esta solemne eucaristía. Saludo a cada uno de los presentes, en particular al pastor de vuestra arquidiócesis, el cardenal Severino Poletto, a quien doy las gracias por las cálidas palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo a los arzobispos y obispos presentes, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, a los representantes de las asociaciones y movimientos eclesiales. Dirijo un deferente saludo al alcalde, don Sergio Chiamparino, agradeciéndole su cortés saludo, al representante del gobierno y a las autoridades civiles y militares, con un agradecimiento particular a quienes han ofrecido generosamente su colaboración para la organización de mi visita pastoral. Mi saludo se extiende también a quienes no han podido estar presentes, en especial los enfermos, las personas solas y quienes se encuentran en dificultad. Encomiendo al Señor la ciudad de Turín y todos sus habitantes en esta celebración eucarística, que, al igual que en todo domingo, nos invita a participar de manera comunitaria en la doble mesa de la Palabra de verdad y del Pan de vida eterna.
Nos encontramos en el tiempo pascual, que es tiempo de la glorificación de Jesús. El Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda que esta glorificación se ha realizado a través de la pasión. En el misterio pascual, pasión y glorificación están íntimamente ligadas entre sí, formando una unidad inseparable. Jesús afirma: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él" (Juan 13, 31) y lo hace cuando Judas sale del Cenáculo para aplicar el plan de su traición, que llevará a la muerte al Maestro: precisamente en ese momento comienza la glorificación de Jesús. El evangelista Juan lo da a entender claramente: no dice que Jesús ha sido glorificado sólo después de su pasión, por medio de la resurrección, sino que muestra cómo su glorificación comenzó precisamente con la pasión. En ella, Jesús manifiesta su gloria, que es gloria del amor, que se entrega totalmente. Él amó al Padre, cumpliendo su voluntad hasta el final, con una entrega perfecta; amó a la humanidad dando su vida por nosotros. De este modo, ya en su pasión es glorificado, y Dios es glorificado en Él. Pero la pasión no es más que un inicio. Por este motivo, Jesús afirma que su glorificación será también futura (Cf. v. 32). Después el Señor, en el momento en que anuncia su partida de este mundo (cfr v. 33), como si se tratara de un testamento dejado a sus discípulos para continuar de una nueva manera su presencia entre ellos, les deja un mandamiento: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo es he amado, amaos también entre vosotros" (v. 34). Si nos amamos los unos a los otros, Jesús sigue estando presente entre nosotros.
Jesús habla de un "mandamiento nuevo". Pero, ¿cuál es su novedad? Ya en el Antiguo Testamento Dios había dado el mandamiento del amor; ahora, sin embargo, este mandamiento se ha convertido en nuevo, pues Jesús introduce un añadido muy importante: "como yo os he amado, amaos también entre vosotros". Lo nuevo es precisamente esto: "amar como Jesús ha amado". El Antiguo Testamento no presentaba ningún modelo de amor, sino que formulaba sólo el precepto de amar. Jesús, sin embargo, se nos ha dado a sí mismo como modelo y fuente de amor. Se trata de un amor sin límites, universal, capaz de transformar incluso todas las circunstancias negativas y todos los obstáculos en ocasiones para avanzar en el amor.
En los siglos pasados, la Iglesia que está en Turín ha experimentado una rica tradición de santidad y de generoso servicio a los hermanos, como han recordado el cardenal arzobispo y el señor alcalde, gracias a la obra de celosos sacerdotes, religiosos y religiosas de vida activa y contemplativa y de los fieles laicos. Las palabras de Jesús alcanzan, entonces, un eco particular para esta Iglesia, una Iglesia generosa y activa, comenzando por su sacerdotes. Al entregarnos el mandamiento nuevo, Jesús nos pide que vivamos su mismo amor, que es el signo verdaderamente creíble, elocuente y eficaz para anunciar al mundo la venida del Reino de Dios. Obviamente sólo con nuestras fuerzas somos débiles y limitados. Siempre hay en nosotros una resistencia al amor y en nuestra existencia hay muchas dificultades que provocan divisiones, resentimientos y rencores. Pero el Señor nos ha prometido estar presente en nuestra vida, haciéndonos capaces de este amor generoso y total, que sabe vencer todos los obstáculos. Si estamos unidos a Cristo, podemos amar verdaderamente de esta manera. Amar a los demás como Jesús nos ha amado sólo es posible con esa fuerza que se nos comunica en la relación con Él, especialmente en la Eucaristía, en la que se hace presente de manera real su Sacrificio de amor que genera amor.
Quisiera dirigir, por tanto, una palabra de aliento en particular a los sacerdotes y a los diáconos de esta Iglesia, que se dedican con generosidad al trabajo pastoral, así como a los religiosos y religiosas. En ocasiones, ser obrero en la viña del Señor puede ser cansado, los compromisos se multiplican, las exigencias son muchas, los problemas no faltan: sabed sacar diariamente de la relación de amor con Dios en la oración la fuerza para llevar el anuncio profético de salvación; volver a centrar vuestra existencia en lo esencial del Evangelio; cultivad una dimensión real de comunión y de fraternidad dentro del presbiterio, de vuestras comunidades, en las relaciones con el Pueblo de Dios; testimoniad en el ministerio la potencia del amor que viene de lo Alto.
La primera lectura, que hemos escuchado, nos presenta precisamente una manera particular de glorificación de Jesús: el apostolado y sus frutos. Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje apostólico, regresan a las ciudades ya visitadas y alientan a los discípulos, exhortándoles a permanecer firmes en la fe pues, como ellos dicen, "hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios" (Hechos 14, 22). La vida cristiana, queridos hermanos y hermanas, no es fácil; sé que también en Turín no faltan dificultades, problemas, preocupaciones: pienso, en particular, en quienes viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre ante el futuro, del sufrimiento físico y moral; pienso en las familias, en los jóvenes, en las personas ancianas que con frecuencia viven en la soledad, en los marginados, en los inmigrantes. Sí, la vida lleva a afrontar muchas dificultades, muchos problemas, pero es precisamente la certeza que nos ofrece la fe, la certeza de que nos estamos solos, que Dios ama a cada uno sin distinción y está cerca de cada uno con su amor, lo que hace posible afrontar, vivir y superar el cansancio de los problemas cotidianos. El amor universal de Cristo resucitado llevó a los apóstoles a salir de sí mismos, a difundir la palabra de Dios, a entregarse sin reservas a los demás, con valentía, alegría y serenidad. El Resucitado posee una fuerza de amor que supera todo límite, que no se detiene ante ningún obstáculo. Y la comunidad cristiana, en especial en las realidades más comprometidas pastoralmente, debe ser un instrumento concreto de este amor de Dios.
Exhorto a las familias a vivir la dimensión cristiana del amor en la vida cotidiana, en las relaciones familiares superando divisiones e incomprensiones, a la hora de cultivar la fe que hace aún más firme la comunión. Que incluso en el rico y variado mundo de la Universidad y de la cultura no falte el testimonio del amor del que nos habla el Evangelio de hoy, en la capacidad de escucha atenta y de diálogo humilde en la búsqueda de la Verdad, convencidos de que la misma Verdad nos sale al encuentro y nos aferra. También deseo alentar el esfuerzo, con frecuencia difícil, de quien está llamado a administrar la cosa pública: la colaboración para alcanzar el bien común y hacer que la ciudad sea cada vez más humana y vivible es un signo de que el pensamiento cristiano sobre el hombre nunca está en contra de su libertad, sino a favor de una mayor plenitud que sólo en una "civilización del amor" encuentra su realización. A todos, en particular a los jóvenes, les quiero decir que no pierdan nunca la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, de la victoria de Dios sobre el pecado y la muerte.
La segunda lectura de hoy nos muestra precisamente el resultado final de la Resurrección de Jesús: es la Jerusalén nueva, la ciudad santa, que desciende del cielo, de Dios, como una esposa que se adorna para su esposo (Cf. Apocalipsis 21, 2). Quien ha sido crucificado, quien ha compartido nuestro sufrimiento, como recuerda también elocuentemente la Sábana Santa, es quien ha resucitado y nos quiere reunir a todos en su amor. Se trata de una esperanza estupenda, "fuerte", sólida, pues, como dice el Apocalipsis "[Dios] enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado" (21,4). ¿Acaso no comunica la Sábana Santa este mismo mensaje? En ella vemos, como reflejados, nuestros padecimientos en los sufrimientos de Cristo: "Passio Christi. Passio hominis" ["Pasión de Cristo. Pasión del hombre", ndt.]. Precisamente por este motivo, es un signo de esperanza: Cristo ha afrontado la cruz para poner un límite al mal; para hacernos entrever, en su Pascua, el anticipo de ese momento en el que también para nosotros toda lágrima será enjugada y ya no habrá muerte, ni luto, ni lamento, ni afán.
El pasaje del Apocalipsis termina con la afirmación: "Y el que estaba sentado en el trono dijo: 'Todo lo hago nuevo'" (21, 5). Lo primero totalmente nuevo realizado por Dios ha sido la resurrección de Jesús, su glorificación celestial. Es el inicio de toda una serie de "cosas nuevas", en la que participamos también nosotros. "Cosas nuevas" son un mundo lleno de alegría, en el que ya no hay sufrimientos y abusos, ya no hay rencor y odio, sino sólo el amor que procede de Dios y lo transforma todo.
Querida Iglesia que estás en Turín, he llegado entre vosotros para confirmaros en la fe. Deseo exhortaros, con fuerza y con afecto, a permanecer firmes en la fe que habéis recibido y que da sentido a la vida; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo resucitado, que es capaz de transformar la realidad y hacerlo nuevo todo; a vivir en ciudades, en los barrios, en las comunidades, en las familias, de manera sencilla y concreta el amor de Dios: "como yo es he amado, amaos también entre vosotros".
Amén.
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica la meditación que pronunció Benedicto XVI en la tarde del domingo, 2 de Mayo de 2010, en la catedral de Turín, donde del 10 de abril al 23 de mayo tiene lugar la exposición de la Sábana Santa sobre el tema "Passio Christi - Passio hominis" (Pasión de Cristo, pasión del hombre).
Queridos amigos:
Se trata de un momento muy esperado por mí. En otra ocasión, estuve ante la Sábana Santa, pero ahora vivo esta peregrinación con particular intensidad: quizá porque el paso de los años me hace todavía más sensible al mensaje de este extraordinario icono; quizá, y diría sobre todo, porque estoy aquí como sucesor de Pedro, y traigo en mi corazón a toda la Iglesia, es más, a toda la humanidad. Doy las gracias a Dios por el don de esta peregrinación, y también por la oportunidad de compartir con vosotros una breve meditación, que me sugiere el subtítulo de esta solemne exposición: "El misterio del Sábado Santo".
Se puede decir que la Sábana Santa es el icono de este misterio, icono del Sábado Santo. De hecho, es una tela de sepulcro, que ha envuelto el cuerpo de un hombre crucificado, y que corresponde en todo a lo que nos dicen los Evangelios sobre Jesús, quien crucificado hacia mediodía, expiró a eso de las tres de la tarde. Al caer la noche, dado que era la Parasceve, es decir, la vigilia del sábado solemne de Pascua, José de Arimatea, un rico y autorizado miembro del Sanedrín, pidió valientemente a Poncio Pilato que le permitiera sepultar a Jesús en su sepulcro nuevo, que había excavado en la roca a poca distancia del Gólgota. Tras alcanzar el permiso, compró una sábana y, tras la deposición del cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió con aquel lienzo y lo puso en aquella tumba (Cf. Marcos 15,42-46). Es lo que refiere el Evangelio de Marcos y con él concuerdan los demás evangelistas. Desde ese momento, Jesús permaneció en el sepulcro hasta el alba del día después del sábado, y la Sábana de Turín nos ofrece la imagen de cómo era su cuerpo en la tumba durante ese tiempo, que cronológicamente fue breve (en torno a un día y medio), pero con un valor y un significado inmenso e infinito.
El Sábado Santo es el día del escondimiento de Dios, como se lee en una antigua homilía: "¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y soledad, porque el Rey duerme [...]. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado" (Homilía sobre el Sábado Santo, PG 43, 439). En el Credo, profesamos que Jesucristo "padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos".
Queridos hermanos y hermanas: en nuestro tiempo, especialmente después del siglo pasado, la humanidad se ha hecho particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que ha ido haciéndose cada vez más grande. Al final del siglo XIX, Nietzsche escribía: "¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros le hemos matado!". Esta famosa expresión, si se analiza bien, es tomada casi al pie de la letra, por la tradición cristiana, con frecuencia la repetimos en el Vía Crucis, quizá sin darnos cuenta plenamente de lo que decimos. Después de las dos guerras mundiales, de los lagers y de los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha convertido cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que reflexionan sobre la vida, de manera particular nos interpela a nosotros, creyentes. También nosotros tenemos que vérnoslas con esta oscuridad.
Y, sin embargo, la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Y esto me hace pensar en el hecho de que la Sábana Santa se comporta como un documento "fotográfico", dotado de un "positivo" y de un "negativo". De hecho, es precisamente así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza que no tiene confines. El Sábado Santo es la "tierra de nadie" entre la muerte y la resurrección, pero en esta "tierra de nadie" ha entrado Uno, el Único, que la ha recorrido con los signos de su Pasión por el hombre: "Passio Christi. Passio hominis". Y la Sábana Santa nos habla exactamente de ese momento, es testigo precisamente de ese intervalo único e irrepetible en la historia de la humanidad y del universo, en el que Dios, en Jesucristo, ha compartido no sólo nuestro morir, sino también nuestra permanencia en la muerte. La solidaridad más radical.
En ese "tiempo-más-allá-del-tiempo", Jesucristo "descendió a los infiernos". ¿Qué significa esta expresión? Quiere decir que Dios, hecho hombre, ha llegado hasta el punto de entrar en la soledad máxima y absoluta del hombre, donde no llega ningún rayo de amor, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: "los infiernos". Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó la puerta de esta soledad última para guiarnos también a nosotros y atravesarla con él.
Todos hemos experimentado alguna vez una sensación aterradora de abandono, y lo que más miedo nos da de la muerte es precisamente eso, como niños que tenemos miedo de estar solos en la oscuridad y sólo la presencia de una personas que nos ama nos puede tranquilizar. Esto es precisamente lo que sucedió en el Sábado Santo: en el reino de la muerte resonó la voz de Dios. Sucedió lo impensable: es decir, el Amor penetró "en los infiernos"; incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana más absoluta podemos escuchar una voz que nos llama y encontrar una mano que nos saca afuera. El ser humano vive por el hecho de que es amado y puede amar; y si incluso en el espacio de la muerte ha llegado a penetrar el amor, entonces incluso allí ha llegado la vida. En la hora de la máxima soledad nunca estaremos solos: "Passio Christi. Passio hominis".
¡Este es el misterio de Sábado Santo! Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, ha surgido la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. Me parece que al contemplar esta sagrada tela con los ojos de la fe se percibe algo de esa luz. La Sábana Santa ha quedado sumergida en esa oscuridad profunda, pero es al mismo tiempo luminosa; y yo pienso que si miles y miles de personas vienen a venerarla, sin contar a quienes la contemplan a través de las imágenes, es porque en ella no sólo ven la oscuridad, sino también la luz; más que la derrota de la vida y del amor, ven la victoria, la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio; ciertamente ven la muerte de Jesús, pero entrevén su Resurrección; en el seno de la muerte ahora palpita la vida, pues en ella mora el amor. Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este "varón de dolores", que carga con la pasión del hombre de todo tiempo y lugar, incluso con nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados --"Passio Christi. Passio hominis"-- emana una solemne majestad, un señorío paradójico. Este rostro, estas manos y estos pies, este costado, todo este cuerpo habla, es en sí mismo una palabra que podemos escuchar en silencio ¿Cómo habla la Sábana Santa? ¡Habla con la sangre, y la sangre es la vida! La Sábana Santa es un icono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen impresa en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada traza de sangre habla de amor y de vida. Especialmente esa gran mancha cercana al costado, hecha de la sangre y del agua manados copiosamente de una gran herida provocada por una lanza romana, esa sangre y ese agua hablan de vida. Es como un manantial que murmura en el silencio y nosotros podemos oírlo, podemos escucharlo, en el silencio del Sábado Santo.
Queridos amigos, alabemos siempre al Señor por su amor fiel y misericordioso. Al salir de este lugar santo, nos llevamos en los ojos la imagen de la Sábana Santa, llevamos en el corazón esta palabra de amor, y alabamos a Dios con una vida llena de fe, de esperanza y de caridad. Gracias.
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
©Libreria Editrice Vaticana]
ORACIÓN POR LOS SACERDOTES
Dios Espíritu Santo, en este día te pido que vuelvas a inundar las almas de tus sacerdotes como en el día de su ordenación. Que vuelvan a sentir el gozo, la felicidad, la emoción tan grande de ese día. Que nunca dejen de sentir, lo que sintieron ese primer día, que sus vidas nunca se conviertan en rutina, que cada día amanezcan con el mismo celo y la misma voluntad de servirte, sirviendo a los demás.
Haz que den siempre buen ejemplo sin provocar envidias, haz que los que se acerquen a ellos sientan que se acercaron a Tí y que por medio de ellos tocaste sus vidas. Dales la humildad de reconocer que no somos nada, ní somos dignos de nada pero, que por medio de tu misericordia y de tu amor, nos das todo sin merecerlo y que lo único que nos queda es aceptarlo y pasar cada instante de nuestras vidas agradeciéndotelo.
Fortalece sus puntos débiles que son donde Tú manifiestas tu gloría y sostén sus puntos fuertes y que sepan reconocer, con humildad y verdad, que lo bueno que hay en ellos, no es más que un reflejo de Tí mismo. Que cuando lleguen las tentaciones tengan la fuerza para vencerlas al instante, que nunca lleguen a ofenderte con la ayuda de Tu gracia. Tu pueblo, Señor, necesita que ellos sean santos y totalmente entregados a Tu servicio. Ayúdalos porque lo que Tú les pides es muy difícil y sin Tí nada pueden hacer.
También te pido por todas las intenciones que tengan en sus corazones. Que sus sueños, sus anhelos y sus deseos siempre estén de acuerdo con tu voluntad. No permitas que conozcan la tristeza, que su alegría interior sea tan grande que no haya nada que la pueda destruir ní afectar.
Gracias por todo lo que nos das a través de ellos y esperamos que un día, por medio de tu amor, tu perdón, y tu misericordia lleguemos a gozar contigo por toda la eternidad.
Así sea.
SANTÍSIMA TRINIDAD / C
30 de mayo de 2010
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
El domingo pasado terminamos la cincuentena pascual con la fiesta de Pentecostés, la fiesta del don del Espíritu que se derrama sobre la Iglesia y sobre el mundo entero.
Y hoy, en este primer domingo del tiempo ordinario, celebramos la fiesta de la Santísma Trinidad, recordando que el Dios en el que creemos se manifiesta como Padre, como Hijo en Jesucristo, y como Espíritu Santo. Es la gran expresión de este misterio del amor de Dios que llena toda nuestra vida. Celebrémoslo con agradecimiento.
A. penitencial: Comencemos nuestra celebración pidiendo perdón por nuestras faltas.
Tú, que eres el camino que conduce al Padre. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, que eres la verdad y la vida. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, que nos envías el don del Espíritu Santo. SEÑOR, TEN PIEDAD.
1.lectura (Proverbios 8,22-31): En esta primera lectura escuchamos hoy una reflexión puesta en boca de la sabiduría de Dios, que habla en primera persona y explica toda la obra de la creación, hecha siempre por amor, y que culminará en el ser humano, tal como cantaremos después en el salmo.
2. lectura (Romanos 5,1-5): San Pablo nos recuerda ahora que la salvación de Dios nos ha venido por nuestro Señor Jesucristo, y por el don del Espíritu Santo, por el que Dios ha derramado su amor en nuestros corazones.
Oración universal: Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos nuestras plegarias al Padre por medio de Jesucristo diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE
Por la Iglesia, por todos los que queremos vivir siguiendo el camino del amor de Dios. OREMOS:
Por los monasterios de vida contemplativa, por los monjes y monjas que dan en nuestro mundo testimonio de fe y de oración. OREMOS:
Por la Iglesia de los países en los que es más difícil ser cristiano, y especialmente por los cristianos de China. Para que Dios les dé su fortaleza para mantenerse fieles. OREMOS:
Por los pobres y los enfermos, por todos aquellos que viven marcados por el dolor y la debilidad. OREMOS:
Por nosotros, por los que cada domingo nos reunimos en esta iglesia para compartir la mesa de Jesucristo. OREMOS:
Escucha, Padre, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Padrenuestro: Movidos por el Espíritu Santo, nos dirigimos ahora al Padre del cielo con las mismas palabras que nos enseñó su Hijo Jesús. Con agradecimiento y confianza, nos atrevemos a decir:
CPL
Artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Educación sexual y pederastia".
VER
Se suscitaron comentarios muy agresivos y burlescos, descalificaciones de todo tipo y hasta insultos léperos, a raíz de las declaraciones que hizo nuestra Conferencia Episcopal sobre los lamentables casos de pederastia clerical, y que yo amplié en una rueda de prensa, en que se afirmó que este pecado y delito no es exclusivo del clero, sino problema social, y que el erotismo exacerbado que está en todas partes puede hacer más difícil la vivencia del celibato y el respeto a los niños. Insistí que debe darse una completa educación sexual, que ayude a formar una sexualidad madura, sin reducirla a información genital, como la que se imparte en los libros de texto oficiales. Poderosos comunicólogos de televisión, que no nos dan oportunidad de réplica, manipulan lo que decimos, para hacernos aparecer necios, ignorantes, huidizos y absurdos. ¡Cuánto poder tienen, para intentar subyugarnos a su dominio! Un comunicado de la Secretaría de Educación Pública nos calificó de "mentes torcidas"...
JUZGAR
La declaración episcopal decía: "Los problemas de pederastia se deben a varios factores". Es obvio que, en un comunicado de esta naturaleza, no hacíamos un análisis exhaustivo de los desequilibrios psicológicos, físicos, morales y espirituales que pueden llevar a cometer ese execrable delito. Los expertos nos ayudan a descubrir las raíces profundas de esa degeneración e impedir que alguien con esa tendencia pueda permanecer en un Seminario y llegue a ser sacerdote, o si después aparece con esa depravación, impedirle que cause daño y excluirlo del ministerio. Precisamente para prevenir estos casos y dar una mejor formación sacerdotal, acordamos dedicar nuestra asamblea de abril de 2011 a este asunto. Asumimos nuestra responsabilidad y no la rehuimos.
Sin embargo, la pederastia no es exclusiva del clero, ni consecuencia del celibato sacerdotal, sino un mal que está presente en otros sectores, en algunas familias y centros educativos. Por ello, no por culpar a la sociedad y exculparnos nosotros, sino para que todos trabajemos por evitarla, se dijo en la declaración episcopal: "La sociedad ha tendido a ser muy liberal en ética sexual y se ha promovido la no prohibición, sino la tolerancia a todo desorden; ahora vemos las consecuencias. Ha faltado verdaderamente más educación sexual desde las familias y las escuelas, sin reducirla a una mera información genital, que a veces lleva a un libertinaje sexual".
Por mi parte, reitero lo que dije: El erotismo generalizado, promovido sobre todo por el cine y la televisión, resta fuerzas morales para que adolescentes y jóvenes sean castos; para que los esposos permanezcan fieles uno al otro; para que los célibes vivamos con serenidad nuestra consagración. En la degeneración sexual que se tolera y aplaude, no se respeta ni a los niños. ¿No es por este ambiente erotizado que surgió en Holanda un partido favorable a la pederastia? Apenas se acaba de suprimir.
Una buena educación sexual debe cimentarse al menos en una moral natural, que implica respeto a personas, lugares y tiempos, ascesis y disciplina sobre sí mismo, control de emociones y sentimientos. Sin esto, se puede llegar a ser esclavo de la propia sexualidad, y en algunos casos, un degenerado sexual. Esta moral no es dogmatismo religioso, sino madurez humana, que no implica violación al laicismo, ni a la necesaria separación entre Iglesia y Estado. Reducir la educación sexual a una amplia información genital, sin formación moral natural, ¿a dónde lleva? La vivencia de la fe cristiana, que no compete a la escuela oficial, ayuda a dar a la sexualidad el lugar sublime que Dios mismo le dio, como expresión de amor total.
ACTUAR
¿Qué nos proponemos hacer? Reiteramos, "de una forma clara y decidida, que en caso de pedofilia, tolerancia cero. Si bien en un pasado se cometieron errores no actuando con prontitud ante estas situaciones que tanto ayer como hoy denigran el nombre de Cristo y su Iglesia, hoy ninguno de nosotros se prestará a hacer arreglos o componendas en perjuicio de las víctimas". Además de pedir perdón, nos comprometemos a "un camino de penitencia, conversión y purificación en la verdad para alcanzar la justicia".
Asumamos todos nuestra responsabilidad para procurar una profunda educación sexual: las familias, la Secretaría de Educación Pública, las iglesias, la televisión, las diversiones, la sociedad. ¡Vale la pena navegar contra corriente!
ZENIT publica el mensaje escrito por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm arzobispo de Oviedo, adeministrador apostólico de Huesca y Jaca, sobre los cinco años de pontificado de Benedicto XVI.
Han pasado ya cinco años, un lustro lustroso desde que aquella tarde el Cardenal Ratzinger se asomó tímido al balcón de la fachada central de la Basílica de San Pedro del Vaticano y nos dijo aquello: los señores Cardenales han elegido como Sucesor de Pedro a un humilde trabajador de la viña del Señor. No era una humildad prestada y oportunista, sino la conciencia sincera y veraz de lo que había sido su trayectoria humana y cristiana.
Años atrás, superando su resistencia comprensible, terminó aceptando la invitación que le hiciera Juan Pablo II al nombrarle Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en aquel momento en que la confusión y el disenso teológico seguía oscureciendo la luminosa doctrina del Concilio Vaticano II. Durante el largo y fecundo pontificado del Papa Wojtyla, y como ayuda preciosa e inestimable a la Sede de Pedro, este teólogo y arzobispo alemán ya bien conocido por su pensamiento lúcido y profundo, fue recordando y proponiendo los senderos que hermanaban la fe y la razón, la verdad y la caridad, la bondad y la belleza.
No era filigrana retórica, ni literatura vacía, ni cantinela para encantar serpientes, sino una forma de anunciar a Jesucristo: el que por salvar la humanidad de la que estamos hechos, quiso despertar la fe que nos adhiere a Él y la inteligencia que sabe de razones; el que se nos presentó como la verdad y nos la narró en una caridad que llega a dar la vida por amor; el que con bondad pasó haciendo el bien, siendo el mejor reflejo de quien hizo todas las cosas con una belleza sin mancha ni ficción.
En estos cinco primeros años del pontificado de Benedicto XVI hemos seguido asistiendo al regalo que Dios nos está dando en este entrañable Sucesor del Apóstol Pedro. Todos los muchos dones que él recibiera del buen Dios y que diligentemente ha ido cuidando y fructificando en sus muchos años, nos permite reconocer con gratitud y asombro la sabiduría de la Providencia divina que siempre confunde a quienes tienen una mirada mezquina y torcida. Era el Papa que tras el siervo de Dios Juan Pablo II necesitaba la Iglesia y la humanidad.
A propósito de esto he leído en estos días un interesante apunte sobre las tres encíclicas que ha publicado el Papa Ratzinger. El profesor Javier Prades (San Dámaso - Madrid) ha querido resumirlas bajo el epígrafe: aprender la mirada de Dios. Recuerda cómo al pintar la capilla Scrovegni, en Florencia, Giotto opuso a cada virtud su vicio correspondiente. Cuando llegó a la caritas, le contrapuso la invidia. A muchos les puede extrañar, pero el motivo es muy sencillo: invidia deriva de in-video, ver con malos ojos, estar ciego. La envidia corrompe la mirada original del hombre sobre el mundo, sobre los demás y sobre sí mismo. Ya no los ve como son: hechura de Dios. En vez de disfrutar de su presencia, la detesta. La caridad, en cambio, expresa la mirada original de Dios: «Vio que todo era muy bueno». La primera caridad es la que ha tenido el Señor al mirarnos así a cada uno y apiadarse de nuestra nada. El Verbo hecho carne nos ha traído, en forma humana, esa mirada llena de compasión. Con su iniciativa amorosa, sana nuestra humanidad deformada. Quien recibe el amor de Dios recupera la visión y contempla su propia vida y la de los demás por lo que son: un bien.
Sin duda que esto es lo que el Papa nos ha querido mostrar con su pluma llena de sabiduría y con su testimonio cristiano lleno de fortaleza. La mirada de Dios en los ojos de este anciano que canta la juventud de la Iglesia y es testigo de la fe y la razón, de la verdady caridad, y de la belleza y la bondad. Felicidades, Santo Padre.
ZENIT publica el mensaje que ha escrito monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, con motivo del 1 de mayo de 2010.
El 1 de mayo va asociado al mundo del trabajo manual, intelectual y artístico. Sin embargo, la actual situación de crisis nos remite necesariamente al paro que afecta a tantas personas, de modo particular a los jóvenes. ¿Quien no conoce personas y familias que están pasando verdaderos apuros económicos y quizás, como consecuencia de ellos, el aumento de tensiones, conflictos y hasta separaciones? Como es lógico, nadie puede sentirse indiferente sino que todos hemos de ser sensibles a esta realidad, acompañar a las víctimas y dirigirles un mensaje de solidaridad y esperanza.
Los obispos de España, en la Asamblea Plenaria que termino el pasado viernes, hemos estudiado un documento de notable amplitud e importancia que se hará público en su momento y en el que se aborda el problema con profundidad y amplios horizontes, huyendo de todo reduccionismo simplista o parcial. Dicho documento me dará la oportunidad de reflexionarlo y darlo a conocer con la seriedad que merece. Mientras tanto, quiero invitaros a todos a reflexionar sobre algunas ideas que me parecen de especial importancia.
La más importante es esta: la crisis económica no es de carácter financiero sino moral. Si hemos llegado a esta situación es debido a que hemos organizado la sociedad de un modo incorrecto. Consiguientemente, la crisis no será superada solo o principalmente porque cambiemos la economía sino porque se produzca otro cambio mucho mas profundo: el cambio de mentalidad y hábitos de comportamiento de las personas que integramos la sociedad. En efecto, hemos sido las personas, no la fatalidad o las fuerzas ciegas, ni siquiera algunos agentes sociales especialmente corrompidos, quienes hemos dado origen a esta crisis mundial. De ahí que su superación llegara cuando las personas cambiemos de modo real y profundo. En caso contrario, quizás superemos la crisis actual, pero no habremos quitado las causas que la generan y, por ello, volverá a aparecer en el futuro, incluso de forma más aguda.
La segunda idea que me parece fundamental se puede formular así: la crisis que padecemos no es sectorial o nacional sino global. De tal modo que ningún Estado particular y, menos todavía, ninguna estructura social inferior es capaz por sí solo de resolverla. Se necesita el concurso de todos los Estados y, dentro de ellos, de todos los estamentos sociales: políticos, financieros, intelectuales, medios de comunicación social, empresarios, trabajadores de todo el espectro laboral. Nadie puede quedar excluido porque todos somos necesarios y todos estamos concernidos.
La tercera idea fundamental me parece que es ésta: el hombre es el centro de la creación, porque el Creador, además de hacerle a imagen y semejanza suya y dotarle de una dimensión trascendente, ha puesto a su servicio todos los bienes de disfrute y de producción. Al decir ‘hombre' me refiero a todos los hombres y mujeres que viven actualmente en la tierra y a los que vendrán después de nosotros, porque Dios también ha creado los bienes para ellos. De ahí que cualquier modo de entender la política y la economía fuera de una perspectiva en la que priman las personas, el bien que las comunica y la justicia que determinan sus deberes y derechos, se convierten en realidades incapaces de afrontar y resolver el desarrollo humano integral.
Deseo expresar desde aquí mi cercanía hacia las familias y personas que se sienten afectadas por situaciones laborales de paro y precariedad. ¡Ojala me fuera posible remediar sus problemas o paliarlos de modo eficaz! Sabed que, al menos, sufro con vosotros y deseo de todo corazón que entre todos seamos capaces de resolver la dolorosa situación que nos aqueja. A lo largo de este mes de mayo que vamos a comenzar, se lo pediré a la Santísima Virgen y le rogare que nos ayude. Hacedlo también vosotros, implorándola como Madre y consuelo de los afligidos.
Reflexión de monseñor Jesús Sanz Montes, OFM, Arzobispo de Oviedo, Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada, a celebrar el 30 de Mayo de 2010.
El cenáculo eucarístico de la vida contemplativa
Era el mismo Jesús. Eran también los mismos discípulos. Así durante aquellos tres años inolvidables de convivencia inmerecida. Ellos observaban al Maestro sin igual, y tan pronto le veían madrugar los días o trasnochar las tardes para ponerse a la escucha de cuanto el Padre le decía, como tan pronto le veían acompañar las soledades de los desdichados, saciar el hambre de multitudes mendigas, enjugar lágrimas de gente sin esperanza o bendecir a niños que tenía por delante toda la vida.
Era el mismo Jesús, sí. Y eran también los mismos discípulos quienes estaban convocados para ver y escuchar a todo ese inmenso Jesús. No había discípulos especializados en el Jesús de las parábolas, u otros que se contentaban con el de los milagros, o con el Jesús de las plegarias… Todos los discípulos ante todo aquel Jesús.
Nos sucede a los cristianos lo mismo: si comulgamos al Señor, hacemos nuestro todo lo que es Dios Amor y lo que Dios ama. La comunidad Cristiana lo vive recordándonos a través del año litúrgico los diferentes aspectos del Señor en su infinita inabarcabilidad. Pero hay fechas en las que los cristianos nos fijamos en un aspecto del Señor, en un aspecto tan especialmente importante que incluye de golpe todos los demás: su presencia bienamada, la santa Eucaristía en donde Cristo resucitado prometió acompañarnos todos los días hasta su regreso al final de los tiempos.
La presencia amable y querida de Jesús en la santa Eucaristía ha generado o pocos carismas en la vida de la Iglesia. No sólo el nombre de congregaciones nos recuerda este hecho, sino que todos los consagrados, sea cual sea su matiz carismático y su época de fundación, tienen una particular vinculación con el Señor en su blanca presencia eucarística.
Es en torno a la Eucaristía en donde la comunidad se reúne cada mañana para ofrecer un nuevo día y cantar las alabanzas primeras; es allí en donde celebra la fortaleza del Pan santo que nutre y sostiene; es también ahí en donde al caer de cada tarde se vuelve a convocar a los hermanos para dar gracias y para seguir pidiendo gracia.
Si esto se dice para todos los consagrados, sea cual sea su camino carismático, los llamados a la vida contemplativa hacen de esto una particular profesión de vida y de amor: ¡Venid adoradores!, la vida contemplativa un cenáculo eucarístico. Sí, así entendemos cómo el silencio del claustro y el retiro apartado, lejos de ser un mutismo o una huida, se convierten en la condición para poder vivir y poder luego testimoniar el amor de toda la Iglesia hacia Jesús en la Eucaristía, que los hermanos y hermanas contemplativos saben vivir calladamente en el escondimiento de su ofrenda al Buen Dios.
Venid, adoradores. Con nuestros contemplativos en sus cenáculos, vayamos también todos los demás que hemos sido llamados a otras encomiendas dentro de la Iglesia y de la sociedad, y postrados ante Jesús amemos su Presencia amando al mismo tiempo todo y a todos los que Él ama.
Jesús Sanz Montes, OFM
Arzobispo de Oviedo
Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada
Subsidio litúrgico para la jornada de Vida Consagrada, ofrecido por la comisiópn de la CEE, a celebrar el 30 de Mayo
Monición de entrada
Hoy celebramos en toda la Iglesia la fiesta solemne de la Santísima Trinidad, confesión de nuestro Credo en que se fundamenta toda la vida cristiana. Dios se hace cercano al revelársenos en la presencia eucarística, misterio de fe y misterio de luz en la vida de la Iglesia.
En este marco litúrgico, hoy tenemos un recuerdo particular por quienes en la Iglesia han sido llamados a la vida consagrada contemplativa. Los monjes, las monjas y la vida eremítica ofrecen a la comunidad cristiana y al mundo de hoy, necesitado más que nunca de auténticos valores espirituales, un anuncio silencioso y un testimonio humilde del misterio trinitario. Ellos sirven al Reino por medio de la alabanza, la adoración, la súplica, la intercesión, el amor; acogiendo y ofreciendo todo al Padre, unidos a la infinita acción de gracias del Hijo y colaborando en la obra del Espíritu del Señor.
Con su existencia, configurada con Cristo, nos invitan a reconocer el valor de la oración y muy especialmente de la adoración eucarística, y nos invitan a dar gracias por el don inestimable de la Presencia real de Jesucristo en el Sacramento..
Preces
[A las preces completas de la solemnidad se propone añadir estas tres específicas.]
• Pedimos hoy muy especialmente por los hermanos y hermanas llamados por Dios a la vida contemplativa en su Iglesia, para que en su silencio y soledad cada día escuchen su Palabra y adoren su Presencia. Oremos.
• Por todos los jóvenes a quienes Dios llama a vivir en intimidad con Él, para que acojan con gozo el don de la llamada, y la sigan, haciendo de su vida una ofrenda eucarística que glorifique a Dios y bendiga a sus hermanos. Oremos.
• Por todos cuantos participamos en la belleza, verdad y bondad de esta solemnidad dedicada a la Santísima Trinidad, para que seamos fieles adoradores en espíritu y en verdad. Oremos.
Monición de envío
Hemos celebrado los misterios de nuestra fe. Como pueblo de Dios convocado en tantos caminos vocacionales, nos unimos a todos los hermanos que viven en contemplación, desde el silencio y soledad de sus monasterios, damos gracias a Dios por el don de sus vocaciones, y avivamos en nosotros la necesidad de adorar a Dios con nuestras vidas, como ellos nos testimonian.
Que María, mujer eucarística, acompañe nuestro camino hacia la Trinidad.
ZENIT nos ofrece las palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió el jueves 29 de Abril de 2010 por la noche al Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, y a las demás personalidades presentes, tras el concierto ofrecido en honor del Papa por el quinto aniversario de su elección.
Señor Presidente de la Repubblica,
Señores cardenales,
Honorables ministros y autoridades,
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Distinguidos señores y señoras
una vez más el Presidente de la República Italiana, Honorable Giorgio Napolitano, con un gesto de exquisita cortesía, ha querido ofrecernos a todos nosotros la posibilidad de escuchar óptima música con ocasión del aniversario de mi Pontificado. Al saludarle con deferencia, Señor Presidente, en unión con su distinguida Señora, deseo expresar mi vivo agradecimiento por el homenaje verdaderamente grato de este concierto y por las cordiales palabras que usted me ha dirigido. En este acto de consideración veo también un signo ulterior del afecto que el pueblo italiano nutre hacia el Papa, afecto que fue tan ferviente en santa Catalina de Siena, Patrona de Italia, de la que hoy se celebra la fiesta. Estoy contento de saludar a las demás autoridades del Estado italiano, a los señores embajadores, a las diversas personalidades y a todos vosotros que habéis tomado parte en este momento de alto valor cultural y musical.
Deseo agradecer a cuantos han cooperado generosamente a la realización de este acontecimiento, en particular a los dirigentes de la Fondazione Scuola di Musica di Fiesole, del que es componente significativo la Orchestra Giovanile Italiana, hábilmente dirigida por el maestro Nicola Paszkowski. Seguro de interpretar los sentimiento los sentimientos de todos los presentes, dirijo un aprecio sincero a los miembros de la orquesta, que han ejecutado con habilidad y eficacia fragmentos interpretativos del compositor milanés Giovanni Battista Sammartini, de Wolfgang Amadeus Mozart y di Ludwig van Beethoven.
Hemos tenido la alegría de escuchar esta noche a jóvenes alumnos concertistas de la Escuela musical de Fiesole, fundada por Piero Farulli, que en el transcurso de los años se ha afirmado como excelente centro nacional de formación orquestal, ofreciendo a numerosos niños, adolescentes, jóvenes y adultos la posibilidad de realizar un cualificado itinerario formativo dirigido a la preparación de músicos para las mejores orquestas italianas y europeas. El estudio de la música reviste un alto valor en el proceso educativo de la persona, en cuanto que produce efectos positivos en el desarrollo del individuo, favoreciendo su crecimiento humano y espiritual armónico. Sabemos que es comunmente reconocido el valor formativo de la música en sus implicaciones de naturaleza expresiva, creativa, relacional, social y cultural.
Por tanto, la experiencia de más de treinta años de la Escuela de Música de Fiesole asume una particular relevancia también frente a la realidad cotidiana que nos dice que no es fácil educar. En el contexto social actual, de hecho, toda obra de educación parece ser cada vez más ardua y problemática: a menudo entre los padres y los profesores se habla de las dificultades que se encuentran en la transmisión de los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento a las nuevas generaciones. Esta situación problemática afecta tanto a la escuela como a la familia, como también a las diversas agencias que operan en el campo formativo.
Las condiciones actuales de la sociedad requieren un extraordinario compromiso educativo a favor de las nuevas generaciones. Los jóvenes, aunque vivan en contextos diversos, tienen en común la sensibilidad ante los grandes ideales de la vida, pero encuentran muchas dificultades en vivirlos. No podemos ignorar sus necesidades y sus esperanzas, ni tampoco los obstáculos y las amenazas que encuentran. Éstos sienten la exigencia de acercarse a los valores auténticos como la centralidad de la persona, la dignidad humana, la paz y la justicia, la tolerancia y la solidaridad. Buscan también, de modos a veces confusos y contradictorios, la espiritualidad y la trascendencia, para encontrar equilibrio y armonía. A respecto de esto, quiero observar que precisamente la música es capaz de abrir las mentes y los corazones a la dimensión del espíritu y conducir a las personas a alzar la mirada hacia lo Alto, a abrirse al Bien y a la Belleza absolutas, que tienen la fuente última en Dios. La alegría del canto y de la música son también una constante invitación a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad a comprometrse para dar a la humanidad un porvenir rico de esperanza. Además, la experiencia de tocar en una orquesta añade también la dimensión colectiva: los continuos ensayos llevados a cabo con paciencia; el ejercicio de la escucha de los demás músicos; el compromiso de no tocar “en solitario”, sino de hacerlo de forma que los diversos “colores orquestales” – aún manteniendo sus propias características – se fundan; la búsqueda común de la mejor expresión, todo esto constituye un “gimnasio” formidable, no sólo en el plano artístico y profesional, sino en el perfil humano global.
Queridos amigos, auguro que la grandeza y la belleza de las piezas musicales magistralmente ejecutadas esta noche puedan puedan dar a todos nueva y continua inspiración para tender a metas cada vez más altas en la vida personal y social. Renuevo al Señor Presidente de la República Italiana, a los organizadores y a todos los presentes la expresión de mi sincera gratitud por este apreciado homenaje. Recordadme en vuestras oraciones, para que al comenzar el sexto año de mi Pontificado, pueda cumplir siempre mi Ministerio como el Señor quiere. Que Él, que es nuestra fuerza y nuestra paz, os bendiga a todos vosotros y a vuestras familias.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]
ZENIT Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa dirigió el viernes 30 de Abril de 2010 a los participantes en la XVI Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales sobre el tema "La crisis en una economía global. Volver a proyectar nuestro camino" (Crisis in a Global Economy. Re-planning the Journey), que se celebra hasta el próximo 4 de mayo en el Vaticano.
Queridos Miembros de la Academia,
Me complace daros la bienvenida al comienzo de vuestra decimosexta sesión plenaria, que está dedicada a un análisis de la crisis económica mundial a la luz de los principios éticos consagrados por la doctrina social de la Iglesia. Agradezco a su presidenta, la profesora Mary Ann Glendon, por su amables palabras de saludo, y os ofrezco mis fervientes buenos deseos para que vuestras deliberaciones sean fructíferas.
El colapso financiero en todo el mundo ha demostrado, como sabemos, la fragilidad del sistema económico actual y de las instituciones relacionadas con él. También ha demostrado el error de la hipótesis de que el mercado es capaz de autorregularse, independientemente de la intervención pública y del apoyo de las normas morales. Esta hipótesis se basa en una noción empobrecida de la vida económica, como una especie de mecanismo de auto-calibración impulsado por el interés propio y la búsqueda de ganancias. Como tal, pasa por alto el carácter esencialmente ético de la economía, como una actividad de y para los seres humanos. Más allá de la espiral de producción y consumo en función de unas necesidades humanas estrictamente definidas, la vida económica debería ser un ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral - político, cultural y espiritual - de individuos, familias y sociedades. Una apreciación de esta dimensión más plenamente humana exige, a su vez, precisamente la investigación interdisciplinar y la reflexión que el actual período de sesiones de la Academia llevará ahora a cabo.
En la Encíclica Caritas in Veritate, observé que "la crisis actual nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso" (n. 21). Volver a planificar el camino, por supuesto, supone también buscar normas exhaustivas y objetivas con las que juzgar las estructuras de las instituciones y las decisiones concretas que orientan y dirigen la vida económica. La Iglesia, basándose en su fe en Dios Creador, afirma la existencia de una ley natural universal que es la fuente última de estos criterios (cf. ib., 59). Sin embargo, también tiene la convicción de que los principios de este orden ético, inscrito en la creación misma, son accesibles a la razón humana y, como tal, deben ser adoptados como la base para las decisiones prácticas. Como parte de la gran herencia de la sabiduría humana, la ley moral natural, que la Iglesia ha asumido, purificado y desarrollado a la luz de la revelación cristiana, sirve como faro que orienta los esfuerzos de individuos y comunidades para perseguir el bien y evitar el mal, a la vez que dirige su compromiso de construir una sociedad auténticamente justa y humana.
Entre los principios indispensables para proporcionar un enfoque ético integral a la vida económica debe encontrarse la promoción del bien común, basado en el respeto de la dignidad del ser humano y principal objetivo de los sistemas de producción y del comercio, de las instituciones políticas y bienestar social. En nuestros días, la preocupación por el bien común ha adquirido una dimensión más marcadamente global. También es cada vez más evidente que el bien común abarca la responsabilidad hacia las futuras generaciones; la solidaridad entre generaciones a partir de ahora debe ser reconocida como un criterio ético fundamental para juzgar cualquier sistema social. Estas realidades apuntan a la urgencia de fortalecer los procedimientos de gobierno de la economía mundial, aunque con el debido respeto al principio de la subsidiariedad. Al final, sin embargo, todas las decisiones económicas y políticas deben estar encaminadas a "la caridad en la verdad", ya que la verdad preserva y canaliza la fuerza liberadora de la caridad en medio de las vicisitudes y las estructuras humanas, cada vez más contingentes. Pues "sin verdad, sin confianza y amor por lo que es verdadero, no hay conciencia social y responsabilidad, y la acción social termina sirviendo a los intereses privados y a las lógicas de poder, dando lugar a la fragmentación social" (Caritas in Veritate, 5).
Con estas consideraciones, queridos amigos, una vez más expreso mi confianza en que esta Sesión Plenaria contribuirá a un discernimiento más profundo sobre los serios desafíos sociales y económicos que afronta nuestro mundo, y ayude a señalar el camino para afrontar estos desafíos con espíritu de sabiduría, justicia y auténtica humanidad. Os aseguro una vez más mis oraciones por vuestro importante trabajo e invoco, sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos, las bendiciones de Dios de la alegría y de la paz.
[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
Mensaje de monseñor Ramón A. Dus, obispo de Reconquista y de la Comisión diocesana de Justicia y Paz con motivo del Día del Trabajo (1 de mayo de 2010). (AICA)
TRABAJO PARA TODOS: TRABAJO DE TODOS
Celebrar el Día del Trabajo nos lleva siempre a la reflexión sobre la realización del ser humano en el mundo y en la sociedad. El trabajo humano es un derecho del que depende directamente la promoción de la justicia social y de la paz civil. Cambian las formas históricas en las que el trabajo humano se expresa, pero no cambian sus exigencias permanentes que se resumen en el respeto de los derechos inalienables de toda persona que trabaja.
Auguramos, que en este presente productivo del país, se cuide y proteja la dignidad y la centralidad de la persona humana, su libertad y la democracia. No hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes[1]. Esta exigencia es ya un trabajo a realizar entre todos, para que no sea sólo una evocación teórica o emotiva[2]. Para eso sigue siendo importante la educación, la producción y el desarrollo local, y sobre todo la urgencia de generar trabajo para recobrar la cultura de la laboriosidad: la cultura del trabajo.
Como un dato de la realidad, el reciente documento del Foro Social nos advierte: “La pobreza es un problema de todos y de larga data. Muchos argentinos aún hemos de tomar conciencia y de asumirlo como responsabilidad propia” [3]. Se habla aquí de la pobreza que sufren las personas porque el ingreso obtenido con su trabajo no alcanza para desarrollar el propio ser y la propia familia, y porque no se puede avanzar en actividades productivas en beneficio personal, familiar o de la sociedad en la que vive. Y esto es así porque el trabajo: a) no llega a asegurar la nutrición y el cuidado de la salud de cada ser humano desde su concepción; b) no puede proveer educación integral y abrir la puerta a la inclusión social; c) no puede asegurar el acceso a los servicios sanitarios básicos que acompañen a una vivienda familiar digna. [4]
En este marco es preocupante la situación de los adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan: la pobreza les dificulta el desarrollo integral de sus capacidades, y quedan a merced de propuestas fáciles o escapistas, como la droga, la ilusión del juego, y tantas veces, la delincuencia.
El Bicentenario del primer gobierno patrio (en 2010) y el de nuestra independencia (en 2016) es un tiempo especial que nos desafía en favor de la justicia y la inclusión de todos. Y por eso muchos cristianos y ciudadanos creemos que este momento histórico es oportuno para proyectar, como prioridad, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. “La gran deuda de los argentinos es la deuda social” [5]. Podemos cambiar y podemos comprometernos para saldar esta deuda. No es solamente un problema económico o estadístico. Es también un problema moral que nos afecta en nuestra misma dignidad. ¿Somos capaces de dignificarnos en el camino del diálogo y del consenso a favor del bien común? ¿Tendremos en cuenta a nuestros hermanos más pobres y excluidos en nuestro compromiso ciudadano? El verdadero ciudadano participa como agente de transformación de la vida social, económica y política.
Urge entonces educarnos a la inclusión social que promueva el cuidado de la vida, la solidaridad, la participación, la convivencia y el desarrollo integral. Estos valores favorecidos por políticas generadoras de trabajos dignos, nos ayudarán a no caer en un asistencialismo desordenado, que termina generando dependencias dañinas y desigualdades.
Mirando en especial a nuestro medio, cabe apreciar el trabajo del campo en el crecimiento de nuestra sociedad; y cabe también alentar el desarrollo de las familias minifundistas, junto con las comunidades de los pueblos originarios, y favorecer el derecho a la propiedad de la tierra de los que la habitan y trabajan.
El 1 de mayo de 2010 es una maravillosa oportunidad para mirar nuestra realidad con esperanza, para iluminar nuestro compromiso y para favorecer el reencuentro entre todos los actores sociales de nuestra nación.
Asumir nuestras responsabilidades, las que cada uno a su nivel tiene como ciudadano y cristiano nos hará tomar conciencia de la importancia de un digno trabajo para todos. Pero como esta meta es inclusiva, ella depende del propósito, de la solidaridad y en particular del trabajo de todos.
Comisión diocesana de Justicia y Paz
Mons. Ramón A. Dus, obispo de Reconquista
Reconquista, 1 de mayo de 2010.
[1] Cf. CEA, Iglesia y Comunidad Nacional, (ICN) 129.
[2] Cf. Documento de Aparecida, n. 397.
[3] Foro ‘De Habitantes a ciudadanos’, La pobreza: un problema de todos. Consenso y propuestas de la Sociedad Civil par el Bicentenario, 1.
[4] Cf. Ibidem.
[5] CEA, “Afrontar con grandeza nuestra situación actual”, 11/11 2000.
Comentario al evangelio del domingo de Pentecostés, publicado en Diario de Avisos el domingo 23 de Mayo de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO.
El movimiento se demuestra...
Daniel Padilla
El movimiento se demuestra andando". Eso parece pregonar las tres lecturas de hoy. Lucas, en los Hechos, comienza retratando la actitud de los Apóstoles: "Estaban juntos el día de Pentecostés". Es una imagen detenida. Con la irrupción del Espíritu -ruido, viento, fuego-, aquella imagen comienza a moverse: "Empezaron a hablar en lenguas extranjeras; y todos, mesopotamios, judíos, capadocios entendían las maravillas de Dios en su propia lengua". Era, pues, una Iglesia en marcha. San Pablo, en su carta a los corintios, viene a decir lo mismo: "Sin la acción del Espíritu, nadie es capaz de decir, ni siquiera, que Jesús es el Señor". Al revés, con la ayuda y bajo la acción de él, "que obra todo en todos", "hay diversidad de dones y de servicios", con los que debemos trabajar "para el bien común". En cuanto al evangelio, ya ven a Jesús. Después de enseñarles las condecoraciones ganadas -las "llagas de las manos y el costado"- "exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 'Como el Padre me ha enviado así les envío yo". Ese es el tema: mittere. Significa enviar. Lo saben los alumnos de secundaria. Y deben saberlo todos los cristianos. Somos, por el Espíritu, enviados, misioneros. Este es un día para caer en la cuenta de nuestro compromiso de corresponsabilidad y de urgencia evangelizadora. Efectivamente. Sobre todos los cristianos, ha descendido el Espíritu y es menester que, impulsados por él hablemos en todas las lenguas. La lengua de la palabra, por supuesto. ¿Nunca te has planteado, amigo, ser catequista, portavoz de la Palabra a través de tu fe, para caminar y ayudar a caminar a otros en el itinerario cristiano? La lengua del testimonio. Ese saber entregarnos cada día a nuestras propias obligaciones puede convertirse, no lo duden, en el claro espejo en el que muchos, "al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos". La lengua de nuestro saber sufrir. El domingo pasado recordábamos al enfermo, al que lleva en su cuerpo o en su espíritu los estigmas de alguna Pasión. Los adelantos modernos no nos han librado, no, ni nos librarán, de nuestra condición de siervos dolientes. Pues, bien, aprender a llevar con elegancia nuestra cruz puede ser un modo de hablar en distintas lenguas. La lengua de la comprensión y del acercamiento. Frente a una sociedad que crece cada vez más en actitudes individualistas, una sociedad en la que hemos aprendido a aislarnos, yendo incluso por la calle con nuestros propios auriculares escuchando nuestra personal melodía, el Espíritu nos está impulsando, o tratando de impulsarnos si le dejamos, a curtirnos en eso de llorar con el que llora y reír con el que ríe. La lengua, finalmente, del respeto.También con el respeto podemos llegar a los de Frigia y Parafina. No es menester que todos piensen como yo. En cambio sí es menester que yo piense que, quienes van por otro camino, por alguna razón que yo no entiendo van. Y hay que respetarla. Caminando, pues, que es gerundio.
Lectio divina para la solemnidad de Pentecostés - c, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife
PENTECOSTÉS
LECTURA: “Juan 20, 19‑23”
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
MEDITACIÓN: “Recibid el Espíritu Santo”
Era el momento esperado. El gran anunciado tenía que llegar. Aquellos hombres lo necesitaban con una fuerza tremenda después de todo lo vivido. Jesús había resucitado, pero se marchaba. Y todavía no podían imaginar muy bien como sería y qué supondría la nueva presencia del “otro defensor” como Jesús lo había afirmado.
Y si era necesario para aquellos hombres, también, y con más fuerza, puesto que no hemos compartido la existencia terrena de Jesús, lo es para nosotros. Tal vez, no seamos, en muchos momentos, plenamente conscientes de esta realidad, de esta presencia que nos acompaña, pero Dios, a través de su Espíritu, sigue siendo Dios con nosotros. Y en él nosotros estamos con Dios.
Desde ahí, sólo desde ahí, tiene sentido la llamada a la paz del resucitado. Desde ahí y sólo desde ahí, nos podemos experimentar testigos y anunciadores de una buena noticia. Desde ahí, y sólo desde ahí, podemos incluir y dar sentido al perdón en nuestra vida y en nuestra historia.
Hoy tenemos la seguridad de que no estamos solos, de que tú, Señor, estás con nosotros. Gracias por el don de tu Espíritu que mantiene vivo y abierto nuestro corazón hacia ti, como eterna presencia y novedad de Dios.
ORACIÓN: “Envíame”
Envíame, Señor, con la fuerza de tu Espíritu, para que sea constructor contigo de paz.
Envíame, Señor, para que con tu Espíritu de amor no ceje en el empeño de poner siempre en juego lo mejor de mí mismo.
Envíame, y defiéndeme, Espíritu Santo, de las oscuridades que me amenazan, de las incertidumbres que se ciernen sobre mi, de las desesperanzas que me invaden y ayúdame a abrirme al aliento de vida que viene de ti.
CONTEMPLACIÓN: “Morada”
No me invades desde fuera
ni te ciernes sobre mí
como sombra que oculta
lo que soy.
Eres fuente que mana
en mi interior,
manantial de agua viva,
huésped que quiere hacer morada
en mí.
Me descubres casa de Dios
atravesado por la brisa,
intensa y suave,
de tu paz y de tu amor.
Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
6 de junio de 2010
El sacerdote, hombre de la Caridad
Celebramos este año la fiesta del Corpus Christi cuando nos disponemos a culminar en la Iglesia el Año Sacerdotal proclamado con ocasión de la celebración del ciento cincuenta aniversario de la muerte de Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars.
A lo largo del año, los sacerdotes han sido invitados a reavivar el don que han recibido y a profundizar en la riqueza personal y comunitaria que significa el ministerio sacerdotal que se les ha confiado[01]. La figura del Santo Cura de Ars les ha motivado e iluminado para vivir el sacerdocio como expresión del amor de Dios con que se sienten amados y, al mismo tiempo, impulsados para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sientan igualmente amados por el Dios del amor. En las palabras del Cura de Ars[02] y en obras suyas como “La Providencia”, orfanato para jóvenes desamparadas que resultó ser modelo en la Francia de su época para instituciones similares, han podido descubrir la radicalidad y la dimensión práctica del amor.
Ahora, en los últimos días del Año Sacerdotal que será clausurado en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el próximo día 11, el misterio de la Eucaristía que celebramos y veneramos, misterio del Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Jesús para la vida del mundo, ilumina de manera muy particular el ministerio de los sacerdotes. Ellos han sido llamados, consagrados y enviados por Jesús para ser transparencia de ese amor que salva al mundo amando a los hermanos y siendo Buena Noticia para los pobres[03]. Como la piedad popular ha entendido muy bien, en el Corazón de Jesús se manifiesta el misterio del amor de Dios, que, por la encarnación del Hijo eterno, nos ama también con un corazón humano.
Por este motivo, invitamos a toda la comunidad cristiana a que este año la contemplación del Señor, presente verdadera, real y sustancialmente en la Eucaristía, bajo los signos del pan y del vino, nos lleve a valorar a nuestros sacerdotes como los hombres de la caridad, como los llamó Juan Pablo II[04], y a rezar especialmente por ellos, para que su ministerio sea una verificación y actualización del amor de Jesús ungido por el Espíritu y enviado «a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor»[05].
Por otra parte, al celebrar hoy el Día de la Caridad, os invitamos también a reconocer el servicio de los sacerdotes en el campo de la caridad y agradecer lo mucho que Cáritas debe al ministerio sacerdotal en todos sus ámbitos de realización -parroquiales, arciprestales, diocesanos, regionales y nacionales-, pues los sacerdotes no son únicamente los hombres del culto y de la palabra, son también los hombres de la caridad y tienen una tarea muy importante que realizar en la animación de la caridad y en la misión de presidir a la comunidad en la caridad.
1. El ministerio de la caridad pertenece al sacerdote por su configuración con Cristo Cabeza y Pastor
«Aunque se deban a todos –dice el Concilio- los presbíteros tienen encomendados a sí de manera especial a los pobres y a los más débiles, a quienes el Señor se presenta asociado (Cf Mt 25,34-45) y cuya evangelización se da como prueba mesiánica (Cf Lc 4,18)»[06].
El ministerio de la caridad pertenece a todo sacerdote por su bautismo, porque la caridad es tarea de todo fiel en la Iglesia[07]. Pero además, pertenece al sacerdote por otras razones más particulares y hondas que nacen de su identidad y ministerio sacerdotal, como su configuración con Cristo Cabeza y Pastor.
Lo expresa así Juan Pablo II: «El presbítero participa de la consagración y misión de Cristo de un modo específico y auténtico, o sea, mediante el sacramento del Orden, en virtud del cual está configurado en su ser con Cristo Cabeza y Pastor, y comparte la misión de "anunciar a los pobres la Buena Noticia", en el nombre y en la persona del mismo Cristo» [08].
Como Jesús, Buen Pastor[09], el sacerdote esta llamado a cuidar de todas las ovejas y a saciar su hambre y su sed, pero con especial cuidado busca a la perdida, cura a la herida, reincorpora a la comunidad a la descarriada.
Como el Corazón de Jesús, también el corazón del sacerdote se conmueve, se compadece con entrañas de amor ante el leproso, ante el herido en el camino, ante el excluido, ante los hambrientos, y hace presente para los pobres y desvalidos el amor misericordioso de Dios[10].
2. El ministerio de la caridad pertenece al sacerdote por su configuración con Cristo Sacerdote
Con Cristo Sacerdote los presbíteros están llamados a hacer de su vida una ofrenda viva al servicio de los hermanos, de tal manera que su amor a los otros encuentre su mayor realización en la propia entrega.
La actividad caritativa para todo cristiano, pero de manera particular para los sacerdotes, adquiere su verdadera dimensión como expresión del amor de Dios cuando adquiere la forma de don de sí mismo, similar al don del mismo Jesucristo. Como dice Benedicto XVI, «el corazón de Cáritas es el amor sacrificial de Cristo y cada forma de caridad individual y organizada en la Iglesia debe encontrar su punto de referencia en Él».Sólo así, añade, la actividad caritativa «se transforma en un gesto verdaderamente digno de la persona que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios»[11].
Esta ofrenda de la propia vida se expresa de manera sacramental en la Eucaristía y de manera existencial en el servicio a los pobres. Los sacerdotes en la Eucaristía ofrecen al Padre la vida entregada de Jesús para la salvación del mundo y, junto con Jesús, ofrecen su propia vida entregada para la salvación de los hombres[12]. A imagen de Jesús, y unidos a Él, los sacerdotes dicen a los hombres: Tomad mi cuerpo, bebed mi sangre. Mi cuerpo entregado por vosotros: mi vida, mi tiempo, mi pensar, mi sentir. Mi sangre derramada por vosotros: mi trabajo, mi esfuerzo, mis tensiones, mis sufrimientos y esperanzas.
Celebrar la Eucaristía es, en palabras de Benedicto XVI, «implicarnos en la dinámica de su entrega»[13]. De ahí que la Eucaristía, misterio de muerte y resurrección, misterio de pasión -de pasión de amor-, sea la fuente de la espiritualidad que lleva a los sacerdotes a hacerse don, entrega total y generosa, hasta dar la vida, por amor, al servicio de los hermanos, especialmente de los más pobres.
3. El ministerio de la caridad pertenece al sacerdote por su misión al frente de la comunidad
El sacerdote, enraizado en la caridad pastoral de Cristo, está llamado a promover relaciones de servicio con todos los hombres, «de manera especial con los pobres y los más débiles»[14]. «Es necesario que el presbítero sea testigo de la caridad de Cristo mismo que "pasó haciendo el bien" (Hch 10,38); el presbítero debe ser también el signo visible de la solicitud de la Iglesia que es Madre y Maestra. Y puesto que el hombre de hoy está afectado por tantas desgracias, especialmente los que viven sometidos a una pobreza inhumana, a la violencia ciega o al poder abusivo, es necesario que el hombre de Dios, bien preparado para toda obra buena (cf. 2 Tim 3,17), reivindique los derechos y la dignidad del hombre»[15].
Si la caridad es algo que pertenece a la naturaleza de la Iglesia y, en consecuencia, a toda la comunidad cristiana[16], tarea del sacerdote es hacer que en la comunidad cristiana se viva y exprese el servicio a los pobres. Compete al sacerdote procurar que cada uno de sus fieles sea conducido por el Espíritu «a la caridad sincera y diligente»[17].
Esto significa que si tarea del sacerdote es el ministerio de la Palabra y el ministerio de los Sacramentos, tarea suya es también el ministerio de la caridad, como nos dijo el Concilio y nos recuerda Juan Pablo II [18]. Y si tarea suya es presidir a la comunidad en el anuncio de la Palabra y en la celebración de la fe, tarea suya es presidirla en la caridad.
Si propio del sacerdote es el ministerio de la comunión en la comunidad, y no hay comunidad sin kerygma, sin liturgia y sin diaconía[19], no hay ministerio completo de la comunidad sin el ejercicio y animación de la caridad. Una caridad que el sacerdote, de manera ordinaria, ejerce en el ámbito privilegiado de su campo de acción, que es la Parroquia, por medio de la Cáritas Parroquial.
Queremos por ello recordar que la caridad no es sólo tarea individual, sino tarea comunitaria, tarea de toda la comunidad y, en consecuencia, requiere una organización y una programación en la comunidad[20]. De esta necesidad de un orden en la administración de la caridad surge una organización como Cáritas, que no es más que la misma Iglesia en el ejercicio de su amor y servicio a los pobres.
Es en este contexto de la dimensión comunitaria de la caridad donde se comprende y ejerce adecuadamente la tarea de presidir en la caridad. Una tarea que no consiste en monopolizar la acción caritativa y social, como si fuera algo que compete sólo al sacerdote, sino en sensibilizar a la comunidad sobre la dimensión caritativa y social de la vida cristiana, promover la corresponsabilidad, implicar en ella a los órganos de comunión y participación de la comunidad parroquial y favorecer la coordinación de la acción caritativa y social tanto en el ámbito intraeclesial como en el social.
4. Contemplando el misterio de la Eucaristía oremos por nuestros sacerdotes y por la erradicación de la pobreza y la exclusión social
No podemos olvidar que 2010 ha sido declarado por la Comisión Europea “Año de lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social”, por eso, en este Año Sacerdotal que estamos terminando y en todo el 2010, contemplando el misterio de la Eucaristía os invitamos a dar gracias a Dios por el don que significa su presencia eucarística y a orar por los sacerdotes y también por todos aquellos que entre nosotros son víctimas de la pobreza y la exclusión social.
Gracias, Señor, por el don de la Eucaristía, por tu Cuerpo entregado y tu Sangre derramada para la vida del mundo. Gracias porque quisiste poner este admirable don en manos de los sacerdotes y porque nos lo dejaste como sacramento de comunión fraterna entre todos los hombres.
Te damos gracias por nuestros sacerdotes y te pedimos por ellos y por su servicio generoso a los más necesitados. Que configurados con Cristo Pastor, su corazón se conmueva siempre ante los pobres, los hambrientos, los excluidos, los marginados. Que identificados con Cristo Sacerdote renueven con gozo la ofrenda de sus vidas en cada Eucaristía al servicio de la salvación de todos los hombres. Que en el seno de nuestras comunidades cristianas sean los hombres de la caridad animando y presidiendo el ejercicio organizado de la caridad.
Y que en este “Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social” oigamos el clamor de los 78 millones de pobres que viven en Europa y trabajemos por superar esta injusticia social que afecta a la dignidad de las personas y a los derechos humanos de un modo inadmisible, sobre todo en una sociedad que dispone de recursos suficientes para erradicar la pobreza si se decide a hacer de la persona el centro de la vida económica y social, como pide el Santo Padre, Benedicto XVI[21].
Madrid, 15 de mayo de 2010
[01] Cfr. BENEDICTO XVI, Carta para la convocación de un año sacerdotal con ocasión del 150 aniversario del dies natalis del Santo Cura de Ars, Roma. 2009, p.1.
[02] Cfr. BOUCHARD F., Palabras del Cura de Ars, Paulinas, 2009, 114.
[03] Cfr. Mt 11, 4-5; Mc 16,15-18.
[04] Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, Roma, 1992, nº 49.
[05] Lc 4,18-19.
[06] CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum ordinis, 1965, nº. 6.
[07] Cfr. BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, Roma, 2005, nº. 20.
[08] Pastores dabo vobis, nº. 18.
[09] Cfr. Jn 10,1-18.
[10] Cfr. Mc 1,41; 8, 2; Lc 10, 25-37; Mt 15,31; JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, Roma, 1980, nº. 2.
[11] Discurso a la 18ª Asamblea Gral. Caritas Internationalis, en Cáritas, Madrid, Julio-Agosto 2007, p. 6.
[12] Cfr. Presbyterorum ordinis nº. 5.
[13] Enc. Deus caritas est nº.13.
[14] Pastores dabo vobis nº. 18.
[15] Ibid, nº. 58.
[16] Cfr. Enc. Deus caritas est, nº. 20.
[17] Presbyterorum ordinis nº.6.
[18] Pastores dabo vobis nº. 26.
[19] Cfr. Enc.Deus caritas est nº. 25
[20] Cfr. Ibid, nnº. 20 y 31b.
[21] Cfr. BENEDICTO XVI, Encíclica Caritas in veritate, 2009, nº. 25.
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el jueves 29 de Abril de 2010 a los obispos de Gambia, Liberia y Sierra Leona, a quienes recibió con motivo de su visita ad Limina Apostolorum.
Queridos hermanos obispos,
Me complace daros la bienvenida, obispos de Liberia, Gambia y Sierra Leona en vuestra visita ad Limina a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Estoy muy agradecido por los sentimientos de comunión y afecto expresados por monseñor Koroma en vuestro nombre, y os pido que transmitáis mi afectuoso saludo y aliento a vuestro amado pueblo, en su lucha por llevar una vida digna de su vocación (cf. Ef 4, 1).
La Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos ha sido una rica experiencia de comunión y una ocasión providencial para la renovación de vuestro propio ministerio episcopal, reflexionando sobre su tarea esencial, a saber, "ayudar al Pueblo de Dios a que corresponda a la Revelación con la obediencia de la fe (cf. Rm 1, 5) y abrace íntegramente la enseñanza de Cristo" (Pastores gregis, 31). Tengo el placer de ver, en vuestros informes quinquenales que, si bien os dedicáis a la administración de vuestras diócesis, personalmente os esforzáis por predicar el Evangelio en las confirmaciones, en las visitas a las parroquias, al reuniros con grupos de sacerdotes, religiosos y laicos, y en vuestras cartas pastorales. A través de vuestra enseñanza, el Señor preserva a vuestros pueblos del mal, la ignorancia y la superstición, y los transforma en hijos de su Reino. Esforzaos por construir comunidades activas y expansivas de hombres y mujeres fuertes en la fe, contemplativos y gozosos en la liturgia, y bien instruidos sobre "cómo vivir de la manera que agrada a Dios" (1 Tes 4,1). En un entorno marcado por el divorcio y la poligamia, promoved la unidad y el bienestar de la familia cristiana construida en el sacramento del matrimonio. Las iniciativas y asociaciones dedicadas a la santificación de esta comunidad básica merecen vuestro apoyo. Seguid defendiendo la dignidad de la mujer en el contexto de los derechos humanos y defended a vuestro pueblo contra los intentos de introducir una mentalidad antinatalista disfrazada como una forma de progreso cultural (cf. Caritas in Veritate, 28). Vuestra misión también requiere que prestéis atención al discernimiento y preparación adecuados de las vocaciones y a la formación permanente de los sacerdotes, que son vuestros más cercanos colaboradores en la tarea de la evangelización. Seguid conduciéndolos, con la palabra y el ejemplo, a ser hombres de oración, altos y claros en su enseñanza, maduros y respetuosos en su trato con los demás, fieles a sus compromisos espirituales y fuertes en la compasión hacia todos los necesitados. Del mismo modo, no dudéis en invitar a misioneros de otros países para que ayuden a la buena labor realizada por vuestro clero, religiosos y catequistas.
En vuestros países, la Iglesia es muy apreciada por su contribución al bien de la sociedad, especialmente en la educación, el desarrollo y el cuidado de la salud, que se ofrece a todos sin distinción. Este reconocimiento habla bien de la vitalidad de vuestra caridad cristiana, que es el legado divino dado a la Iglesia Universal por su fundador (cf. Caritas in Veritate, 27). Agradezco de manera especial la ayuda que ofrecéis a los refugiados y los inmigrantes y os animo a buscar, cuando sea posible, la cooperación pastoral de sus países de origen. La lucha contra la pobreza debe llevarse a cabo con respeto a la dignidad de todos los interesados, alentándolos a ser protagonistas de su propio desarrollo integral. Mucho bien puede hacerse a través de compromisos de la comunidad a pequeña escala y de las iniciativas microeconómicas al servicio de las familias. En el desarrollo y el mantenimiento de dichas estrategias, mejorar la educación siempre será un factor decisivo. Por lo tanto os animo a que continuéis con los programas escolares que preparan y motivan a las nuevas generaciones a convertirse en ciudadanos responsables, activos socialmente por el bien de su comunidad y su país. Animáis con razón a las personas en posiciones de autoridad a que dirijan la lucha contra la corrupción, llamando la atención sobre la gravedad y la injusticia de tales pecados. En este sentido, la formación espiritual y moral de los laicos, hombres y mujeres, para el liderazgo, a través de cursos de especialización en doctrina social católica, es una importante contribución al bien común.
Encomiendo a vuestra atención el gran don que es la paz. Rezo para que el proceso de reconciliación en la justicia y la verdad, que usted han apoyado justamente en la región, pueda producir el respeto duradero de los derechos humanos que Dios ha dado, y se contrarresten las tendencias a las represalias y la venganza. En vuestro servicio a la paz, seguid promoviendo el diálogo con otras religiones, especialmente con el Islam, con el fin de mantener las buenas relaciones existentes y prevenir toda forma de intolerancia, injusticia u opresión, en detrimento de la promoción de la confianza mutua. Trabajar juntos en la defensa de la vida y en la lucha contra las enfermedades y la malnutrición no dejará de generar una mayor comprensión, respeto y aceptación. Por encima de todo, un clima de diálogo y comunión debe caracterizar a la Iglesia local. Con vuestro propio ejemplo, dirigid a vuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos a crecer en la comprensión y la cooperación, en la escucha de sí y en el intercambio de iniciativas. La Iglesia como signo e instrumento de la única familia de Dios tiene que dar un testimonio claro del amor de Jesús, nuestro Señor y Salvador, que se extiende más allá de las fronteras étnicas y abarca a todos los hombres y las mujeres.
Queridos Hermanos en el Episcopado, ya sé que encontráis inspiración y aliento en las palabras de Cristo resucitado a sus apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20:21). En vuestro regreso a casa para continuar con vuestra misión como sucesores de los Apóstoles, por favor, transmitid mis afectuosos y fervientes augurios a vuestros sacerdotes, religiosos, catequistas y a todo vuestro amado pueblo. A cada uno de vosotros, y a los que están bajo vuestro cuidado pastoral, imparto de corazón mi bendición apostólica.
[Traducción del inglés por Inma Álvarez]
ZENIT publica el discurso que Benedicto XVI pronunció el jueves 29 de Abril de 2010 al recibir en el Vaticano al nuevo embajador de la República Democrática del Congo ante la Santa Sede, Jean-Pierre Hamuli Mupenda, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.
Señor Embajador,
Me complace recibirle con motivo de la presentación de las Cartas que le acreditan como Embajador extraordinario y plenipotenciario de la República Democrática del Congo ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras, con las que me transmite los respetos del Presidente de la República, Su Excelencia el Señor Joseph Kabila Kabange, y del pueblo congoleño. Tuve el pacer de encontrarme con Su Presidente en junio de 2008. Tenga la amabilidad de transmitirle los votos que concibo para su persona y para el cumplimiento de su tarea al servicio de la Nación. Que Dios le guíe en los esfuerzos por llegar a la paz, garantía de una existencia digna y de un desarrollo integral. Saludo también cordialmente a los distintos Responsables y a todos los habitantes de su país.
Su presencia, Señor Embajador, a la cabeza de su embajada, después de largos años de vacante, manifiesta el deseo del Jefe del Estado y del Gobierno de fortalecer las relaciones con la Santa Sede y yo se lo agradezco. Señalo también que esta decisión se sitúa en el año del 50ª aniversario de la independencia de su patria. Que este jubileo pueda permitir a la Nación tomar un nuevo comienzo.
Su país ha experimentado durante estos mismos años momentos particularmente difíciles y trágicos. La violencia se ha abatido, ciega y sin piedad, sobre una gran franja de la población, doblegándola bajo su yugo brutal e insoportable sembrando ruinas y muertos. Pienso especialmente en las mujeres, las jóvenes y los niños cuya dignidad ha sido pisoteada a ultranza por la violación de sus derechos. Querría expresar mi solicitud y garantizarles mi oración. La misma Iglesia católica ha sido herida en muchos de sus miembros y de sus estructuras. Ella desea favorecer la curación interior y la fraternidad. La Conferencia Episcopal ha hablado largamente de ello en su Mensaje del pasado junio. Convendría pues ahora utilizar todos los medios políticos y humanos para poner fin al sufrimiento. También convendría hacer reparación y hacer justicia, como invitan las palabras justicia y paz inscritas en la moneda nacional. El compromiso tomado en Goma en 2008 y la aplicación de los acuerdos internacionales, más particularmente el Pacto sobre la seguridad, la estabilidad y el desarrollo de la Región de los Grandes Lagos, son ciertamente necesarios, pero más urgente todavía es trabajar en las condiciones previas a su aplicación. Ésta no podrá realizarse más que reconstruyendo poco a poco el tejido social tan gravemente herido, alentando a la primera sociedad natural que es la familia, y consolidando las relaciones internacionales entre Congoleños basadas en una educación integral, fuente de paz y de justicia. La Iglesia católica, Señor Embajador, desea continuar aportando su contribución a esta noble tarea a través del conjunto de estructuras de las que dispone gracias a su tradición espiritual, educativa y sanitaria.
Invito a los Poderes públicos a no escatimar esfuerzos para poner fin a la situación de guerra que, por desgracia, todavía existe en algunas provincias del país, y a dedicarse a la reconstrucción humana y social de la nación en el respeto a los derechos humanos fundamentales. La paz no es únicamente la ausencia de conflictos, es también un don y una tarea que obligan a los ciudadanos del Estado. La Iglesia está convencida de que no puede lograrse más que en “el respeto a la 'gramática' escrita en el corazón del hombre por su divino Creador”, es decir, en una respuesta humana en armonía con el plan divino. “Esta 'gramática', a saber el conjunto de reglas del actuar individual y de relaciones mutuas entre las personas, según la justicia y la solidaridad, está inscrita en las conciencias, donde se refleja el sabio proyecto de Dios” (Cf. Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, 2007, 3). Apelo a la Comunidad internacional, implicada en diversos grados en los conflictos sucesivos que vuestra nación ha experimentado, a movilizarse para contribuir eficazmente a restablecer en la República Democrática del Congo la paz y la legalidad.
Después de tantos años de sufrimientos, Excelencia, su país necesita comprometerse decididamente en la vía de la reconciliación nacional. Sus Obispos han declarado este año aniversario para la nación, un año de gracia, de renovación y de alegría, un año de reconciliación para construir un Congo solidario, próspero y unido. Uno de los mejores medios para lograrlo es promover la educación de las jóvenes generaciones. El espíritu de reconciliación y de paz, nacido en la familia, se afirma y se extiende en la escuela y en la universidad. Los congoleños desean una buena educación para sus hijos, pero la carga de su financiación directa por los hogares es pesada e incluso insoportable para muchos. Estoy seguro de que podrá encontrarse una solución justa. Ayudando económicamente a los padres y garantizando la financiación regular de los educadores, el Estado hará una inversión que será beneficiosa para todos. Es esencial que los niños y los jóvenes sean educados con paciencia y tenacidad, sobre todo los que han sido privados de instrucción y entrenados para matar. Conviene no sólo inculcarles un saber que les ayudará en su futura vida adulta y profesional, sino que hay que darles sólidas bases morales y espirituales que les ayuden a rechazar la tentación de la violencia y del resentimiento para elegir lo que es justo y verdadero. A través de sus estructuras educativas y según sus posibilidades, la Iglesia puede ayudar y completar las del Estado.
Las importantes riquezas naturales con las que Dios ha dotado a su tierra y que se han convertido desgraciadamente en una fuente de codicia y de beneficios desproporcionados para muchos en el interior y en el exterior de su país, permiten largamente, gracias a una justa distribución de las ganancias, ayudar a la población a salir de la pobreza y a proveer su seguridad alimentaria y sanitaria. Las familias congoleñas y la educación de los jóvenes serán los primeros beneficiarios de ello. Este deber de justicia promovido por el Estado consolidará la reconciliación y la paz nacional, y permitirá a la población disfrutar de una vida serena, base necesaria de la prosperidad.
A través suyo, deseo también dirigir deseos cordiales a los miembros de la comunidad católica de su país, más especialmente a los Obispos, invitándoles a ser testimonios generosos del amor de Dios y a contribuir a la edificación de una nación unida y fraterna donde cada uno se sienta plenamente amado y respetado.
En el momento en que comienza su misión, le ofrezco, Señor Embajador, mis mejores deseos para la noble tarea que le espera, garantizándole que siempre encontrará una acogedora atenta y una comprensión cordial en mis colaboradores.
Sobre Su Excelencia, sobre Su Familia, sobre el conjunto del pueblo congoleño y sobre sus Dirigentes, invoco de corazón abundancia de Bendiciones divinas.
[Traducción del original francés realizada por Patricia Navas
© Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el miércoles 28 de Abril de 2010 a los miembros del Comité Vox Clara, con quienes almorzó hoy en el Vaticano. Este Comité ha sido encargado de asesorar a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la nueva traducción al inglés del Misal Romano, que se publicará próximamente.
Queridos cardenales,
Queridos hermanos obispos y sacerdotes,
miembros y consultores del Comité Vox Clara,
Les doy las gracias por el trabajo que Vox Clara ha realizado durante los últimos ocho años, asistiendo y asesorando a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el cumplimiento de sus responsabilidades con respecto a las traducciones en inglés de los textos litúrgicos. Esta ha sido una empresa verdaderamente colegial. No sólo están representados los cinco continentes en la composición de la Comisión, sino que asiduamente también han puesto en común las contribuciones de las conferencias episcopales de los territorios de habla inglesa en todo el mundo. Les agradezco el gran trabajo que han dedicado en su estudio de las traducciones y en el procesamiento de los resultados de las numerosas consultas que se han realizado. Doy las gracias a los asesores expertos por ofrecer los frutos de su investigación con el fin de prestar un servicio a la Iglesia universal. Y doy gracias a los Superiores y Oficiales de la Congregación por su trabajo diario y minucioso de supervisar la preparación y traducción de los textos que proclaman la verdad de nuestra redención en Cristo, el Verbo de Dios encarnado.
San Agustín habló bellamente de la relación entre Juan el Bautista, la vox clara que resonó en las orillas del Jordán, y la Palabra que hablaba. Una voz, dijo, sirve para compartir con el oyente el mensaje de que ya está en el corazón del que habla. Una vez que la palabra se ha hablado, está presente en los corazones de ambos, por lo que la voz, una vez se ha completado su tarea, puede desvanecer (cf. Sermón 293). Acojo con satisfacción la noticia de que la traducción al inglés del Misal Romano pronto estará lista para su publicación, para que los textos que han trabajado tan duramente para preparar puedan ser proclamados en la liturgia que se celebra en todo el mundo anglófono. A través de estos textos sagrados y las acciones que los acompañan, Cristo se hace presente y activo en medio de su pueblo. La voz que ayudó a llevar estas palabras a surgir habrá completado su tarea.
A continuación comenzará una nueva tarea, una que cae fuera de la competencia directa de Vox Clara, pero que de una forma u otra les implica a todos ustedes – la tarea de preparar la acogida de la nueva traducción por parte del clero y de los fieles laicos. Muchos tendrán dificultades para adaptarse a textos no familiares después de casi cuarenta años de uso continuado de la traducción anterior. El cambio tendrá que ser introducido con la debida sensibilidad, y debe aprovecharse firmemente la oportunidad que se presenta para la catequesis. Rezo para que de esta manera se evite cualquier riesgo de confusión o desconcierto, y que, al contrario, el cambio sirva como trampolín para una renovación y una profundización de la devoción eucarística en todo el mundo de habla inglesa.
Queridos Hermanos en el Episcopado, Reverendos Padres, Amigos, quiero que sepan lo mucho que aprecio el gran esfuerzo de colaboración al que han contribuido. Muy pronto los frutos de tu trabajo serán puestos a disposición de las congregaciones de habla inglesa en todas partes. Como las oraciones del pueblo de Dios suben ante Él como incienso (cf. Salmo 140, 2), que la bendición del Señor descienda sobre todos los que han contribuido, con su tiempo y experiencia, en redactar el texto en el que las oraciones se expresan. Gracias, que puedan ser abundantemente recompensados por su servicio generoso al pueblo de Dios.
[Traducción del inglés por Inma Álvarez]
ZENIT publica el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el sábado 24 de Abril de 2010 a los participantes en el congreso nacional Testigos digitales. Rostros y lenguajes en la era crossmediática, promovido por la Conferencia Episcopal Italiana.
Eminencia,
Venerados hermanos en el episcopado,
queridos amigos,
estoy contento de esta ocasión para encontraros y concluir vuestro congreso, que lleva un título cuando menos evocador: Testigos digitales. Rostros y lenguajes en la era crossmediática. Agradezco al Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Angelo Bagnasco, por las cordiales palabras de bienvenida con las que, una vez más, ha querido expresar el afecto y la cercanía de la Iglesia que está en Italia a mi servicio apostólico. En sus palabras, señor cardenal, se refleja la fiel adhesión a Pedro de todos los católicos de esta amada Nación y la estima de tantos hombres y mujeres animados por el deseo de buscar la verdad.
El tiempo que vivimos conoce un enorme ensanchamiento de las fronteras de la comunicación, realiza una convergencia inédita entre los diversos medios de comunicación y hace posible la interactividad. La red manifiesta, por tanto, una vocación abierta, tendencialmente igualitaria y pluralista, pero al mismo tiempo abre una nueva brecha: se habla, de hecho, de digital divide. Este separa a los que están dentro de los que están fuera, y se añade a las demás brechas que ya alejan a las naciones entre sí y en su interior. Aumentan también los peligros de homologación y de control, de relativismo intelectual y moral, ya bien reconocibles en la flexión del espíritu crítico, en la verdad reducida al juego de las opiniones, en las múltiples formas de degradación y de humillación de la intimidad de la persona. Se asiste entonces a una “contaminación del espíritu, que hace nuestros rostros menos sonrientes, más oscuros, que nos lleva a no saludarnos entre nosotros, a no mirarnos a la cara…" (Discurso en la Plaza de España, 8 de diciembre de 2009). Este Congreso, en cambio, apunta precisamente a reconocer los rostros, y por tanto a superar esas dinámicas colectivas que pueden hacernos perder la percepción de la profundidad de las personas y aplanarnos sobre su superficie: cuando esto sucede, éstas se vuelven cuerpos sin alma, objetos de intercambio y de consumo.
¿Cómo es posible, hoy, volver a los rostros? He intentado indicar el camino también en mi tercera Encíclica. Éste pasa por esa caritas in veritate, que resplandece en el rostro de Cristo. El amor en la verdad constituye “un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y penetrante globalización" (n. 9). Los medios de comunicación se pueden convertir en factores de humanización “no sólo cuando, gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades de comunicación y de información, sino sobre todo cuando están organizados y orientados a la luz de una imagen de la persona y del bien común que respete sus valores universales” (n. 73). Esto requiere que “éstos se centren en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, estén expresamente animados por la caridad y estén puestos al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural" (ibid.). Solamente en estas condiciones el cambio de época que estamos atravesando puede revelarse rico y fecundo en nuevas oportunidades. Sin temores queremos adentrarnos en el mar digital, afrontando la navegación abierta con la misma pasión que desde hace dos mil año gobierna la barca de la Iglesia. Más que por los recursos técnicos, aún necesarios, queremos cualificarnos habitando este universo con un corazón creyente, que contribuya a dar un alma al ininterrumpido flujo comunicativo de la red.
Esta es nuestra misión, la misión irrenunciable de la Iglesia: la tarea de cada creyente que trabaja en los medios de comunicación es el de “allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus verdaderas necesidades espirituales; ofreciendo a los hombres que viven en este tiempo 'digital' los signos necesarios para reconocer al Señor" (Mensaje para la 44a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 16 de mayo de 2010). Queridos amigos, también en la red sois llamados a colocaros como “animadores de comunidades”, atentos a “preparar caminos que conduzcan a la Palabra de Dios”, y a expresar una particular sensibilidad por cuantos “han perdido la confianza y tienen en el corazón deseos de absoluto y de verdades no caducas” (ibid.). La red podrá convertirse así en una especie de “pórtico de los gentiles”, donde “hacer espacio también a aquellos para los cuales Dios es aún un desconocido" (ibid.).
Como animadores de la cultura y de la comunicación, vosotros sois signo vivo de cuanto "los modernos medios de comunicación han entrado desde hace tiempo a formar parte de los instrumentos ordinarios, a través de los cuáles las comunidades eclesiales se expresan, entrando en contacto con su propio territorio e instaurando, muy a menudo, formas de diálogo de alcance más amplio” (ibid.). Las voces, en este campo, no faltan en Italia: baste recordar aquí al diario Avvenire, a la emisora televisiva TV2000, al circuito radiofónico inBlu y a la agencia de prensa SIR, junto a los periódicos católicos, a la red capilar de los semanarios diocesanos y a los ya numerosos sitios de internet de inspiración católica. Exhorto a todos los profesionales de la comunicación a no cansarse de nutrir en su propio corazón esa sana “pasión por el hombre” que se convierte en tensión a acercarse cada vez más a sus lenguajes y a su verdadero rostro. Os ayudará en esto una sólida preparación teológica y sobre todo una profunda y alegre “pasión por Dios”, alimentada en el continuo diálogo con el Señor. Las Iglesias particulares y los institutos religiosos, por su parte, no duden en valorar los itinerarios formativos propuestos por las Universidades Pontificias, por la Universidad Católica del Sacro Cuore y por las demás Universidades católicas y eclesiásticas, destinando a ello con longanimidad personas y recursos. El mundo de la comunicación social debe entrar a título pleno en la programación pastoral.
Mientras os agradezco el servicio que hacéis a la Iglesia y por tanto a la causa del hombre, os exhorto a recorrer, animados por el valor del Espíritu Santo, los caminos del continente digital. Nuestra confianza no está acríticamente depositada en instrumento alguno de la técnica. Nuestra fuerza está en ser Iglesia, comunidad creyente, capaz de testimoniar a todos la perenne novedad del Resucitado, con una vida que florece en plenitud en la medida en que se abre, entra en relación, se dona con gratuidad.
Os confío a la protección de María Santísima y de los grandes santos de la comunicación y os bendigo de corazón.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez
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ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció el sábado 24 de Abril de 2010, al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Bélgica ante la Santa Sede, M. Charles Ghislain.
Señor Embajador,
Me complace darle la bienvenida en esta ocasión de la presentación de las Cartas que le acreditan en calidad de Embajador extraordinario y plenipotenciario de Bélgica ante la Santa Sede. Le doy las gracias por las palabras que me ha dirigido. A cambio, le agradecería que expresara a Su Majestad Alberto II, Rey de los Belgas, a quien pude saludar personalmente recientemente, mis deseos cordiales para Su Persona así como para la felicidad y el éxito del pueblo belga. A través suyo, saludo igualmente al Gobierno y a todas las autoridades del Reino.
Su país experimentó a principios de este año dos tragedias dolorosas de Lieja y de Buizingen. Quiero reiterar a las familias afligidas y a las víctimas el testimonio de mi cercanía espiritual. Estas catástrofes nos hacen medir la fragilidad de la existencia humana y la necesidad, para protegerla, de una auténtica cohesión social que no debilite la legítima diversidad de opiniones. Ésta reposa sobre la convicción de que la vida y la dignidad humanas constituyen un bien precioso que hay que defender y promover con decisión y apoyándose en el derecho natural. Desde hace mucho tiempo, la Iglesia se inscribe plenamente en la historia y en el tejido social de su Nación. Ésta desea continuar siendo un factor de convivencia armónica entre todos. Por eso, aporta una contribución muy activa sobre todo por sus numerosas instituciones de educación, sus obras de carácter social, y por el compromiso benévolo de muy numerosos fieles. La Iglesia está también muy contenta de ponerse al servicio de todos los miembros de la sociedad belga.
Sin embargo, no parece inútil señalar que posee, como institución, el derecho a expresarse públicamente. Lo comparte con todos los individuos y todas las instituciones para dar su opinión sobre las cuestiones de interés común. La Iglesia respeta la libertad de todos para pensar de manera diferente a ella; le gustaría también que se respetara su libertad de expresión. La Iglesia es depositaria de una enseñanza, de un mensaje religioso que ha recibido de Jesucristo. Puede resumirse con estas palabras de las Sagradas Escrituras: “Dios es amor” (1 Jn 4,16) y proyecta su luz en el sentido de la vida personal, familiar y social del hombre. La Iglesia, teniendo como objetivo el bien común, no reclama otra cosa que la libertad de poder proponer este mensaje, sin imponérselo a nadie, en el respeto a la libertad de las conciencias.
Es nutriéndose de esta enseñanza eclesial de manera radical como José de Veuster se convirtió en quien hoy es llamado “san Damián”. El destino excepcional de este hombre muestra hasta qué punto el Evangelio suscita una ética amiga de la persona, sobre todo si ésta se encuentra en necesidad o rechazada. La canonización de este sacerdote y la notoriedad universal que tiene es un motivo de legítimo orgullo para el pueblo belga. Esta atractiva personalidad no es fruto de un itinerario solitario. Es bueno recordar las raíces religiosas que nutrieron su educación y su formación, así como los pedagogos que despertaron en él esta admirable generosidad. Ésta le hará compartir la vida marginada de los leprosos, hasta exponerse al mal que ellos padecían. A la luz de testimonios así, a todos les es posible comprender que el Evangelio es una fuerza en la que no hay razón para tener miedo. Estoy convencido de que, a pesar de las evoluciones sociológicas, el mantillo cristiano es todavía rico en vuestra tierra. Éste puede nutrir generosamente el compromiso de un número creciente de voluntarios que, inspirados por los principios evangélicos de fraternidad y de solidaridad, acompañen a las personas que experimentan dificultades y que, por esta razón, necesitan ser ayudadas.
Su país, que ya acoge la sede de las instituciones comunitarias, vio su vocación europea reafirmada una vez más a través de la elección de uno de sus compatriotas como primer Presidente del Consejo Europeo. Es evidente que estas elecciones sucesivas no están relacionadas sólo con la posición geográfica de su país y su multilingüismo. Miembro de del núcleo primitivo de los países fundadores, su Nación ha tenido que implicarse y distinguirse en la búsqueda de un consenso en las situaciones más complejas. Esta cualidad debe ser alentada a la hora de afrontar, por el bien de todos, los desafíos internos del país. Quiero destacar hoy que para traer fruto a largo plazo, el arte del consenso no se reduce a una habilidad puramente dialéctiva, sino que debe buscar la verdad y el bien. Porque “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales (Caritas in veritate, n. 5).
Aprovechando nuestro encuentro, deseo saludar cordialmente a los Obispos de Bélgica a los que tendré el placer de acoger dentro de muy poco en su visita ad Limina Apostolorum. Mi pensamiento se dirige especialmente a Su Excelencia monseñor Léonard que, con entusiasmo y genreosidad, ha empezado, hace poco, su nueva misión de arzobispo de Malinas-Bruselas. También quiero saludar a los sacerdotes de su país, y a los diáconos así como a todos los fieles que forman la comunidad católica belga. Les invito a testimoniar su fe con audacia. En sus compromisos cívicos, que hagan valer plenamente su derecho a proponer los valores que respeten la naturaleza humana y que correspondan a las aspiraciones espirituales más profundas y más auténticas de la persona.
En el momento en que inaugura oficialmente sus funciones ante la Santa Sede, le expreso mis mejores deseos para el exitoso cumplimiento de su misión. Sepa, Señor Embajador, que siempre encontrará en mis colaboradores una atención y una comprensión cordiales. Invocando la intercesión de la Virgen María y de san Damián, ruego al Señor que derrame generosas bendiciones sobre usted, su familia y sus colaboradores, así como sobre el pueblo belga y sobre sus dirigentes.
[Traducción del original francés realizada por Patricia Navas
© Libreria Editrice Vaticana
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el cuarto domingo de Pascua (25 de abril de 2010). (AICA)
“EL TESTIMONIO SUSCITA VOCACIONES”
En este domingo en nuestra Diócesis se celebran dos acontecimientos importantes. Por un lado en el cuarto domingo de Pascua rezamos especialmente por las vocaciones, porque es el domingo del Buen Pastor y por otro realizamos la catequesis diocesana sobre el sostenimiento de la Iglesia Católica.
El texto de este domingo (Jn. 10, 27-30), nos ayuda a comprender la importancia de orar por las vocaciones sacerdotales y consagradas y ahondar en esta imagen de Jesús, como Buen Pastor: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna…”. El mismo Señor eligió a los Apóstoles, entre los discípulos, para que sean sus sacerdotes y apacienten sus ovejas. En este sentido es bueno recordar el diálogo entre Jesús y Pedro: “Simón hijo de Juan ¿me amas? Señor tu lo sabes todo, tu sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo, apacienta mis ovejas” (Jn. 21,17). Hoy también seguimos necesitando que haya jóvenes que quieran donar su vida a Dios y a sus hermanos, respondiendo al llamado que Dios les hace a la vida sacerdotal o consagrada.
Cada año en esta Jornada Mundial de oración por las vocaciones el Papa envía un mensaje que este año tiene como tema: “El testimonio suscita vocaciones”. En dicho mensaje el Papa lo inicia señalando: “La 47 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra en el IV domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, el 25 de abril de 2010, me ofrece la oportunidad de proponer a vuestra reflexión un tema en sintonía con el Año Sacerdotal: El testimonio suscita vocaciones. La fecundidad de la propuesta vocacional, en efecto, depende primariamente de la acción gratuita de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo. Este tema está, pues, estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados. Por tanto, quisiera invitar a todos los que el Señor ha llamado a trabajar en su viña a renovar su fiel respuesta, sobre todo en este Año Sacerdotal, que he convocado con ocasión del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el Cura de Ars, modelo siempre actual de presbítero y de párroco”.
También en este domingo realizamos la catequesis y campaña sobre el sostenimiento de la Iglesia Católica. Muchos desconocen cuales son los ingresos que tiene la Iglesia diocesana para realizar su acción evangelizadora. El comprender esto nos permitirá entender la necesidad de aportar nuestro “tiempo, talento y dinero”, para ayudar a anunciar el Reino de Dios. Gran parte del sostenimiento es con el esfuerzo de las comunidades y la comunión de bienes, colectas y ayudas de las Diócesis y de iglesias hermanas. La multiplicación de la población hace que las comunidades tengan que buscar terrenos, armar nuevos salones, capillas y generar recursos con beneficios, venta de pollos, comidas…, en algunos casos hemos tenido la colaboración del estado provincial y también de donaciones privadas, pero todo es escaso ante el crecimiento de nuevas comunidades y necesidades. El mismo sostenimiento del Seminario Mayor, en gran proporción es con las colectas de Confirmaciones que en su totalidad son destinadas para el seminario, y los bonos de ayuda, así como donaciones particulares.
En este domingo quiero compartir parte de la carta que los Obispos argentinos enviamos con este tema a cada una de nuestras diócesis: “Queridos hermanos, con ocasión de la campaña anual para el sostenimiento de la acción evangelizadora de la Iglesia, los Obispos de Argentina queremos compartir con ustedes una reflexión que consideramos importante. El Papa Juan Pablo II, al comenzar el tercer milenio, precisó que la Iglesia debe ser no solo “casa” sino también “escuela” de comunión. La Iglesia vivió esta comunión desde sus comienzos, movida por el impulso transformador del Espíritu Santo recibido en Pentecostés. Los Hechos de los Apóstoles narran que aquellos primeros cristianos “tenían un solo corazón y una sola alma”. Es decir, vivían conforme a lo que Jesús les había enseñado: “En esto conocerán que son mis discípulos, en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35). La comunión de bienes no es solo un aporte económico, también implica los dones y talentos. Pido a Dios que en este domingo del Buen Pastor, todos nos sintamos responsables de la acción evangelizadora de la Iglesia.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
ZENIT publica el comentario al Evangelio del domingo de Pentecostés, 23 de mayo de 2010, (Juan 20, 19-23), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.
Evangelio de Pentecostés: Como brisa huracanada
Hemos ido recorriendo las grandes etapas de la vida del Señor al compás de la liturgia. El domingo pasado celebrábamos la Ascensión del Señor. Impresiona sobremanera el ver que esta "última Palabra" que Dios envía, la de su Hijo, sea dicha con tanta precariedad. Porque no será este hablar postrero de Dios una Palabra apabullante y tumbativa, sino humilde y libre como todas las suyas. Acampó su Palabra en nuestras tierras condenadas a tantos exterminios, y abrió su Tienda para encontrarse con nosotros en el Encuentro más estremecedor y decisivo, a fin de estrenar la felicidad, la verdadera humanidad y la dicha bienaventurada de un amor sin precio ni ficción.
¿Podemos tener acceso a cuanto dijo Jesús en su arameo, en su oriente medio, hace tantos años ya? Aquí nos lo jugamos todo. Porque este «todo» se reduce a saber si aquello que ocurrió entonces, es posible que vuelva a suceder hoy, aquí y ahora. Y Pentecostés es la gracia de perpetuar día tras día, lugar tras lugar, lengua tras lengua, la Palabra y la Presencia de Jesús.
Así lo prometió Él: "os he dicho todo estando entre vosotros, pero mi Padre os enviará al Espíritu Santo para que os enseñe y os recuerde todo lo que yo os he dicho". Esta ha sido la promesa cumplida de Jesús. Y la historia cristiana da cuenta que en todo tiempo, en cada rincón de la tierra, y en todas las len guas, Jesús se ha hecho presente y audible cuando ha habido un cristiano y una comunidad que ha dejado que el Espíritu Santo enseñe y recuerde lo que el Padre nos dijo y mostró en Jesús.
El Espíritu prometido por Jesús, nos hace continuadores de aquella maravilla, cuando hombres asustados y fugitivos pocos días antes, comienzan a anunciar el paso de Dios por sus vidas en cada una de las lenguas de los que les escuchaban. Quiera Dios que podamos prolongar tal Acontecimiento, siendo portadores de otra Presencia y portavoces de otra Palabra, más grandes que las nuestras, si consentimos que también en nosotros el Espíritu enseñe y recuerde a Jesús, de modo que podamos ser testigos de su Reino, de la Bondad y Belleza propias de una nueva creación, en donde la vida de Dios y la nuestra pueda brindar en copa de bienaventuranzas.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (24 de abril de 2010). (AICA)
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
El 4° domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Este año el Santo Padre nos ha presentado como lema para reflexionar: El testimonio suscita vocaciones. Si bien la vocación consagrada tiene su origen en Dios que llama gratuitamente, sin embargo nos dice el Santo Padre, Dios actúa a través del testimonio de quienes ya han sido llamados. El testimonio es el mejor signo para despertar en otros el seguimiento del Señor. La imagen de Jesucristo, el Buen Pastor, tiene que percibirse como algo que da sentido de plenitud a la vida de sacerdote. En la vocación consagrada el joven juega su vida y su futuro, por ello tiene derecho y necesita ver que ese camino que va a elegir no sólo es posible, sino que es causa de alegría y realización para quién lo ha elegido.
El primer signo que debe mostrar el consagrado es la amistad con Cristo. Para Jesús la intimidad de vida con su Padre, la oración, era lo fundamental. Es más, cuando se despedía de sus discípulos les dice: “es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre” (Jn. 14, 31). Si el sacerdote está llamado a ser “hombre de Dios” al servicio de sus hermanos, su vida tiene que ser testimonio de que Dios es lo central. Esta amistad con Cristo, que es la fuerza del sacerdote, se convierte en un testimonio decisivo para quienes son llamados. Otro aspecto de ese testimonio que suscita vocaciones, es la entrega total de sí mismo. La lógica del amor, como nos enseña Jesucristo, es la entrega sin reservas. En el Evangelio que se lee este domingo Jesús nos dice: “El Buen Pastor da su vida por las ovejas….. El Padre me ama porque yo doy mi vida…. Nadie me la quita, sino que la doy por mi mismo” (Jn. 1, 11.17). Por ello concluye el Santo Padre: “Siguiendo a Jesús, quien ha sido llamado a la vida de especial consagración, debe esforzarse en dar testimonio del don total de sí mismo a Dios”.
Junto a la amistad con Cristo y a esta entrega total de la vida, el Santo Padre nos habla de un tercer aspecto que debe estar presente en el testimonio del consagrado y el sacerdote, se refiere a una vida de comunión. Para ello recuerda el texto de Jesús cuando nos dice: “En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos, en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13, 35). No puede un joven entusiasmarse frente a una vida aislada y triste. La comunión es expresión de paz interior y de alegría, y de quién ha encontrado en el amor el sentido de su vida. Cuando el joven se encuentra con el testimonio de esa amistad con Cristo, de entrega total y de comunión entre hermanos, podrá decir esta vida: “puede ser un futuro también para mí, así se puede vivir”. Como vemos, junto a la oración por las vocaciones consagradas, es decisivo el testimonio para suscitar en el joven el seguimiento a Jesucristo.
Los comprometo en este día a elevar nuestra oración por las vocaciones, pero también por nuestros sacerdotes para que vivan la alegría del don que han recibido para ser pastores del pueblo de Dios. Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el cuarto domingo de Pascua (25 de abril de 2010). (AICA)
Jesús, el Buen Pastor
Jn 10,27-30
I. ¿POR QUÉ EL CUARTO DOMINGO SE LLAMA DEL BUEN PASTOR?
1. En el cuarto domingo de Pascua, la Iglesia nos lee siempre un pasaje del capítulo 10 del Evangelio de Juan, que, con imágenes pastoriles (la puerta del corral, el pastor), nos habla del amor de Cristo por los hombres y de sus desvelos por salvarnos a todos. Sobresale la imagen del pastor. Se subraya su actitud de exponerse a grandes peligros, incluso a la muerte, para salvar a las ovejas: “El buen Pastor da la vida por las ovejas… Yo soy el buen Pastor…, y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,11.14-15).
No se trata de una muerte trágica que dejaría desguarnecidas a las ovejas. La muerte de Jesús es un camino misterioso para vencer la muerte y recobrar la vida: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mi mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla” (vv. 17-18).
Así, frente al lobo, “que arrebata y dispersa” (v.12), el buen Pastor, muerto y resucitado, es garantía cierta de que las ovejas podrán escapar para siempre de la muerte: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre” (vv. 27-29).
2. En este domingo no se lee ninguna aparición de Jesús resucitado. Pero este capítulo de Juan es una síntesis estupenda del misterio que celebramos en la Pascua: la muerte y la resurrección de Jesús, el buen Pastor, y nuestra participación en ellas. De allí que, no sin razón, se lo denomine popularmente “domingo del buen Pastor”.
II. LA 47ª JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
3. Ustedes conocen muy bien que el Papa Pablo VI instituyó este domingo como Jornada mundial de oración por las vocaciones. Está fundamentada en la exhortación de Jesús: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt 9,37-38).
Para apoyar esta Jornada, el Papa dirige cada año un mensaje, que lleva un lema y aborda diversos aspectos de la pastoral vocacional. El lema de este año es “El testimonio suscita vocaciones”. Y señala tres aspectos de la vida del presbítero, que considera esenciales para un testimonio vocacional. A saber: 1º) la oración del sacerdote; 2º) el don total de sí mismo a Dios; 3º) el vivir en comunión.
4. Alguno de Ustedes podrá decir: “pero eso no nos atañe directamente a nosotros los fieles laicos”. Le respondo: la Iglesia es como una familia. En ella cada uno de sus miembros tiene su propia responsabilidad, pero el bien de cada uno interesa a todos. Por ello, si bien el testimonio de vida santa que hemos de dar los clérigos nos afecta directamente, es un aspecto de la pastoral vocacional y de la vida de la Iglesia que interesa a todos sus miembros. Y a obtener de Dios esta gracia ha de estar dirigida especialmente la oración de Ustedes en esta Jornada.
III. TRES ASPECTOS DE LA VIDA TESTIMONIAL DEL PRESBÍTERO
La oración personal
5. La oración del sacerdote, a imagen de la que Jesús hacía al Padre: es un momento insustituible donde se cultiva la amistad con Cristo. Sin la misma el sacerdote o el religioso no puede ser feliz, ni testimoniar a los jóvenes cuán hermosa es la vida consagrada. Hemos de reconocer, sin embargo, que en este renglón existe una crisis de vieja data, de la que no se tiene plena conciencia.
El don total de sí mismo
6. El Papa nos recuerda lo escrito por el apóstol Juan: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3, 16). Y prosigue: “Siguiendo a Jesús, quien ha sido llamado a la vida de especial consagración debe esforzarse en dar testimonio del don total de sí mismo a Dios. De ahí brota la capacidad de darse luego a los que la Providencia le confíe en el ministerio pastoral, con entrega plena, continua y fiel, y con la alegría de hacerse compañero de camino de tantos hermanos, para que se abran al encuentro con Cristo y su Palabra se convierta en luz en su sendero”.
Tercero: vivir en comunión
7. En cuanto a este punto el Papa escribe: “Por último, un tercer aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión. Jesús indicó, como signo distintivo de quien quiere ser su discípulo, la profunda comunión en el amor: “Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos” (Jn 13, 35). De manera especial, el sacerdote debe ser hombre de comunión, abierto a todos, capaz de caminar unido con toda la grey que la bondad del Señor le ha confiado, ayudando a superar divisiones, a reparar fracturas, a suavizar contrastes e incomprensiones, a perdonar ofensas”.
8. Les recomiendo, hermanos, que supliquen a Dios por esta triple gracia para nosotros los ministros del Evangelio.
Mons. Carmelo Juan Giaquinta, obispo emérito de Resistencia
Oración Congreso Eucarístico Nacional 2010
Señor, Padre Santo,
que nos has preparado el alimento de la Eucaristía;
envíanos la fuerza del Espíritu
que nos haga capaces de subir al Monte Santo
donde podamos entrar en comunión con tu Hijo.
Haz que la Iglesia
guste siempre este alimento sustancial;
danos hambre de Jesucristo:
hambre de su Palabra
y hambre del Sacramento
de su Presencia permanente.
Que los fieles, saciados con este alimento
y guiados por el Espíritu Santo
construyan animosos su Reino
mientras esperan la vida eterna
y preparan su venida en majestad.
Concédenos un futuro asentado en tu Eucaristía,
bendice a tus sacerdotes
y haz que nuestra Iglesia sea rica en esperanza;
llama a muchos jóvenes al sacerdocio,
a la vida consagrada y al matrimonio cristiano,
para que todos podamos experimentar
el fruto de la redención.
Que la Virgen María,
Madre bendita de nosotros pecadores,
nos ayude a valorar la Carne y Sangre de Jesús
que ella misma tuvo en sus entrañas.
Que toda la Iglesia,
contemplando el tesoro
que también ella lleva en su interior,
pueda presentar al mundo a Jesucristo
como alimento y bebida de vida eterna.
Amén.
Mensaje que ha emitido la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, con ocasión del X Congreso Eucarístico Nacional de España, en Toledo.
"ME ACERCARÉ AL ALTAR DE DIOS,
LA ALEGRÍA DE MI JUVENTUD"
Mensaje con ocasión del X Congreso Eucarístico Nacional de España, en Toledo
Madrid, 23 de abril de 2010
Queridos hermanos:
"La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia". (Ecclesia de Eucharistia, 9). Para profundizar en su conocimiento, revitalizar la celebración y la adoración eucarísticas, y vivir la Eucaristía como signo de caridad, los Pastores de la Iglesia en España os invitamos a todos a participar en el X Congreso Eucarístico Nacional, que tendrá lugar en Toledo del 27 al 30 del próximo mes de mayo. Jesucristo, que se entrega por entero en el sacrificio eucarístico, es nuestro alimento y compañía permanente, en el sacramento del amor; un amor que llega hasta el extremo y no conoce medida.
1. El X Congreso Eucarístico Nacional
La Conferencia Episcopal Española, siguiendo el itinerario marcado por su Plan Pastoral 2006-2010, cuyo título es precisamente "Yo soy el pan de vida" (Jn. 6, 35), se dispone a celebrar un Congreso Eucarístico que ayude a los católicos españoles a vivir la Eucaristía que nos dejó el Señor, con una mayor intensidad. De este modo, la contemplación, la evangelización que transmite la fe, la vivencia de la esperanza y el servicio de la caridad se fortalecerán en el pueblo cristiano.
Este será el X Congreso Eucarístico Nacional que se celebre en España. El último tuvo lugar en Santiago de Compostela, cuyo lema: "La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino", despierta ahora para nosotros, en pleno Año Santo Jubilar, un eco especial.
El Congreso se ofrece a todos los fieles cristianos, pero los obispos españoles deseamos que llegue sobre todo a los jóvenes. Por eso, el lema está tomado del Salmo 43,4: "Me acercaré al altar de Dios, la alegría de mi juventud", para poner a los jóvenes también como destinatarios, con la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 en el horizonte. Las palabras del Salmo expresan así mismo que en el creyente hay un profundo deseo de paz y de unidad cuando accede a la fuente de la vida eterna, a la alegría definitiva que hace exclamar al salmista: "Como busca la cierva las corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Señor Dios mío" (Salmo 42, 3).
2. La Eucaristía, sacramento del amor
En su encíclica Ecclesia de Eucharistia, el Siervo de Dios Juan Pablo II nos invitó a vivir más intensamente el misterio eucarístico. Él convocó igualmente un "Año de la Eucaristía" para el curso pastoral 2004-2005 con la hermosa carta apostólica Mane nobiscum Domine,y el Sínodo de obispos para el año 2005, con el lema: "La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia". Fue Benedicto XVI quien clausuró el año de la Eucaristía, celebró el sínodo y escribió la Exhortación Apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis.
El Santo Padre Benedicto XVI ha centrado en la Eucaristía buena parte del mensaje de sus primeros años de pontificado. Esto nos impulsa, de una manera muy especial, a considerar el amor de Dios, cuando nos pide el Papa que abramos los ojos a las maravillas que el Señor derrama sobre el mundo, y a que contemplemos su designio de salvación precisamente desde la caridad cristiana.
3. La Eucaristía en la vida de los hombres
Los hombres y mujeres deseamos encontrar una vida plena que nos satisfaga. ¿Cómo la encontraremos? Nos aflige ver el dolor del mundo, sobre todo de los más desfavorecidos. Nos apena igualmente que el deseo de vernos llenos de vida y plenitud lo busquemos tantas veces por caminos tortuosos y oscuros, que nos dejan insatisfechos y con sensación de fracaso. También contemplamos con tristeza cómo los más jóvenes, fascinados por esta sociedad del mero espectáculo, no buscan en Cristo el gozo pleno y las esperanzas cumplidas.
Estamos seguros, sin embargo, de que la vida verdadera que nos da Jesucristo nace justamente de su misterio pascual; esto es, del ofrecimiento del Hijo de Dios al Padre, cuando entrega su vida en sacrificio en la Cruz y, resucitado, ofrece a cada hombre la vida nueva, que el Bautismo inaugura, la Confirmación fortalece y la Eucaristía alimenta. He aquí la vida que se ofrece a todos; es la vida que explica y da sentido a la existencia; la que han vivido tantos discípulos de Cristo a lo largo de la historia; la que ha llevado a la vivencia del amor nupcial a los esposos cristianos; la que ha suscitado en las diversas formas de seguimiento de Cristo el testimonio de la adoración eucarística que nutre la fidelidad de los consagrados en torno a esta presencia del Señor; la que lleva a la misión cristiana y a la vivencia de la caridad y la justicia.
La Eucaristía es, además, la cumbre de la Iniciación Cristiana: se nos da la vida de resucitados como un don, se fortalece por el Espíritu Santo, y se celebra precisamente en la misma Eucaristía. Los Obispos españoles, con este X Congreso Eucarístico, invitamos a todos los bautizados a acercarse a la Eucaristía, fuente de la verdadera vida, en la que se hace realidad el anhelo del salmista: "Me acercaré al altar de Dios, la alegría de mi juventud" (Salmo 43, 4).
4. En conmemoración mía
La Eucaristía responde a los deseos más profundos que el ser humano lleva inscritos en su corazón. Así lo creemos, porque "la noche en que iba a ser entregado, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Mc. 11,3 y Jn. 13, 1). Durante la cena, "tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía" (1 Cor. 11, 23-24). De manera que, desde entonces, cada vez que renovamos este gesto, por el poder del Espíritu de Cristo Resucitado, el pan y el vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre, en Él mismo, dado que hemos aprendido en la tradición de la Iglesia que en este sacramento están contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo. (Cfr. CEC, 1374).
A los que creen se les invita: "Gustad y ved qué bueno es el Señor" (Salmo 33,9). Lo gustamos comulgando, lo vemos contemplando y la contemplación nos lleva a la adoración eucarística. La fe y la confianza en aquel gesto del Señor en la Última Cena nos invita a reconocer en el Pan Eucarístico el "Cuerpo sacrosanto" de Cristo y a adorarlo incluso públicamente por las calles del mundo. Así ha dado el Señor cumplimiento y nuevo sentido a los sacrificios del Antiguo Testamento, que sin el ofrecimiento oblativo de Cristo quedan sin valor. El que es Pastor, se hace Cordero para el sacrificio; el que es Sacerdote, se ofrece como víctima; el que es Creador, se convierte en alimento de sus criaturas y da inicio a un nuevo ministerio, a un nuevo sacerdocio al servicio de su Cuerpo que es la Iglesia (Col 1, 21).
Es muy importante recordar que Jesucristo ha constituido ministros de su sacrificio a los sacerdotes para perpetuarlo, según aquellas palabras del Señor: "Haced esto en conmemoración mía". Ellos "presiden la Iglesia de Cristo y consagran el Cuerpo y la Sangre del Señor, lo mismo que en el oficio de enseñar al pueblo y predicar" (San Isidoro de Sevilla, De ecclesiasticis officiis II, 7). Los sacerdotes, en efecto, ejercen su misión siempre haciendo las veces de Cristo (Cfr. CEC 1548), pues no son dueños de lo que administran. La Iglesia pide de ellos santidad en su vida, porque de ellos reciben los fieles los sacramentos de la vida. Durante este año sacerdotal, Benedicto XVI ha pedido a los sacerdotes que sean fieles a la vocación recibida de Dios al servicio de la Iglesia y de los pobres; y ha pedido también al pueblo creyente que ore para que los sacerdotes sean una prueba de amor del corazón de Cristo y estén, de este modo, al servicio de la vida.
En medio del mundo que no conoce a Dios y que necesita conocerlo, los bautizados precisan de una fuerza y un consuelo venidos de Dios, para ser testigos del amor de Cristo, buscar la unidad en Él, evangelizar hasta el fin del mundo y ocuparse de los heridos de la sociedad, los que sufren, los más pobres. Esa fuerza y consuelo está en la Eucaristía a la que siempre nos convoca el Señor. Desde que Jesús se hiciera presente a los discípulos después de su resurrección (Cfr. Jn. 20, 19-26) y, resucitado, les explicase las Escrituras y partiese con ellos el pan (Cfr. Lc. 24, 27-31), los cristianos se han reunido convocados por Él en el primer día de la semana, para acercarse al altar y recibir como alimento el Pan del cielo. La importancia del día del Señor y de la celebración de la Eucaristía es de sumo valor: "cada vez que coméis de este Pan y bebéis de este Cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor. 11, 26).
5. Una ocasión para experimentar la Gracia de Dios
Con la celebración del Congreso Eucarístico, los obispos españoles exhortamos a todo el pueblo de Dios a reconocer una vez más el amor de Dios entregado a la humanidad. La Eucaristía es sacramento de vida, que Cristo nos da para entablar una relación personal con cada uno y fortalecer nuestra comunión eclesial. Debido a las dificultades propias de la vida cristiana, corremos el riesgo de desanimarnos y perder de vista el precioso tesoro del amor que el Padre de los cielos nos ha entregado en Jesucristo. Quiera Él que este Congreso reavive en nosotros nuestra incorporación gozosa al Señor, ya que la Eucaristía es para el sano, protección; para el enfermo, medicina. Señalaba san Isidoro de Sevilla que se ha de temer que quien se aleja tanto tiempo del Cuerpo de Cristo viva alejado de la salvación, puesto que Él mismo nos advierte Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros (Cfr. De Ecclesiaticis officiis, I, 18).
El corazón de Cristo, que late en la Eucaristía con un amor inefable, es el que nos da vida e ilumina el universo entero. El secreto más profundo de la creación está en ese misterio de amor. Siguiendo el ejemplo de María, mujer eucarística, y de los mejores discípulos de Jesús, que son los Santos, nosotros queremos contemplarlo, una vez más, con el corazón renovado. En la Eucaristía está el verdadero júbilo. No queremos que este gozo quede sólo en nosotros. Anhelamos que todos los hombres y mujeres, en especial los más jóvenes, puedan experimentar en nuestros días una mayor efusión de la gracia de Dios.
Os invitamos a rezar ya desde ahora por el éxito y los frutos espirituales del Congreso Eucarístico Nacional en Toledo. Nos encomendamos a San Pascual Bailón, Patrono de los Congresos Eucarísticos, y a María, Madre bendita de nosotros pecadores, para que nos ayude a valorar la Carne y Sangre de Jesús que ella misma tuvo en sus entrañas.
Informaos en vuestras diócesis de cómo se puede participar en el Congreso
o también por medio de la página web (www.congresoeucaristico2010.es)
Oración Congreso Eucarístico Nacional 2010
Señor, Padre Santo,
que nos has preparado el alimento de la Eucaristía;
envíanos la fuerza del Espíritu
que nos haga capaces de subir al Monte Santo
donde podamos entrar en comunión con tu Hijo.
Haz que la Iglesia
guste siempre este alimento sustancial;
danos hambre de Jesucristo:
hambre de su Palabra
y hambre del Sacramento
de su Presencia permanente.
Que los fieles, saciados con este alimento
y guiados por el Espíritu Santo
construyan animosos su Reino
mientras esperan la vida eterna
y preparan su venida en majestad.
Concédenos un futuro asentado en tu Eucaristía,
bendice a tus sacerdotes
y haz que nuestra Iglesia sea rica en esperanza;
llama a muchos jóvenes al sacerdocio,
a la vida consagrada y al matrimonio cristiano,
para que todos podamos experimentar
el fruto de la redención.
Que la Virgen María,
Madre bendita de nosotros pecadores,
nos ayude a valorar la Carne y Sangre de Jesús
que ella misma tuvo en sus entrañas.
Que toda la Iglesia,
contemplando el tesoro
que también ella lleva en su interior,
pueda presentar al mundo a Jesucristo
como alimento y bebida de vida eterna.
Amén.
REDACCIÓN DE "IGLESIA NIVARIENSE"
C. San Agustín, nº 28
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 387
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO NUEVO BLOG. http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
El próximo 22 de mayo, en el Seminario Diocesano tendrá lugar el Encuentro de la Víspera de Pentecostés bajo el lema: “No he venido a ser servido, sino a servir”. La acogida se desarrollará a partir de las 16:00 horas. La reflexión de la jornada girará en torno al tema: “Sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial, caminar en comunión y en corresponsabilidad”.
El domingo a las 18 horas será bendecida la nueva capilla de la Sede del Obispado. La misma es fruto del trabajo de un equipo internacional y ecuménico dirigido por el Jesuita Soloveno, Marko Ivan Rupnik, y ha sido posible por la generosidad del recientemente fallecido Jesús Hernández Guzmán la empresa Semaca contract.
El domingo en la noche, Popular María Visión de Canarias emitirá un reportaje sobre dicha capilla.
El Cabildo Catedralicio ha tomado la decisión de no continuar las obras de la Catedral una vez que hayan finalizado las obras de demolición de las cubiertas del templo, lo cual se espera que ocurra durante la primera quincena de junio. Posteriormente, la Comisión de Seguimiento de las obras de la Catedral de La Laguna, formada por el Cabildo Catedralicio, el Ayuntamiento de Aguere, el Cabildo Insular, la Delegación Diocesana de Patrimonio y la Asociación Amigos de la Catedral apoyó, unánimemente, esta decisión del Cabildo Catedral.
Luis Ardiel, es un joven tinerfeño de 28 años, que ha sido ordenado presbítero en la archidiócesis de Miami. Ardiel espera estar pronto por Tenerife y poder presidir una Eucaristía en Santa Úrsula, el 29 de Mayo.
México celebra el presente año el Bicentenario de la Declaración de la Independencia y el primer centenario de la Revolución Mexicana, para lo cual su Gobierno ha organizado un magno programa de actos. Entre ellos, la exposición 'Plata: forjando México'. Canarias es la única presencia internacional de la muestra gracias al apoyo del Gobierno de Canarias, a través del programa Septenio, junto a la colaboración de las Diócesis de Canarias y de San Cristóbal de La Laguna, que custodian la mayor parte de las piezas.
El próximo sábado, 12 de junio, en el Seminario Diocesano, tendrán lugar las IV Jornadas Diocesanas de Catequesis de Adultos
El Obispo ha convocado orden de presbíteros para el día 3 de julio a las once de la mañana en la Catedral. Otro tanto ha hecho para los diáconos, el sábado diez de julio también en la sede catedralicia y a la misma hora.
Ya se está repartiendo en las parroquias una nueva edición de la publicación gratuita “X tantos”. Programa para el sostenimiento económico de la Iglesia. Se trata de un periódico de 20 páginas con completa información de la economía de la Iglesia.
El domingo 22 de Mayo, a partir de las diez de la mañana, se oferta un nuevo retiro en la Casa Manresa de Tacoronte. “invitados a vivir como oyentes del Espíritu” será su lema.
El próximo día 30 de mayo, tendrá lugar la Fiesta de las Madres en el Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, a partir de las 11:30 horas. La Eucaristía estará presidida por Amado Rodríguez, párroco emérito de Nuestra Señora de Montserrat, de San Andrés y Sauces.
Por cierto, en La Palma se ha desarrollado una nueva reunión de la Comisión Eclesial de la Bajada de la Virgen que preside el Vicario General, Domingo Navarro.
La delegación de Pastoral con jóvenes ha empezado a elaborar la programación para el próximo verano. Para ello, han solicitado a los diferentes movimientos, parroquias, arciprestazgos, etc. que si tienen alguna actividad prevista, se pongan en contacto con los miembros de la delegación para una mejor difusión de las iniciativas.
Cáritas recibirá el próximo miércoles a las 21 horas en la sala sinfónica del Auditorio, el Premio Tenerife a la labor social, porque su labor, dice la motivación del citado galardón, está siendo esencial para paliar el grave problema económico que la crisis está ocasionando en muchos hogares del archipiélago.
Por otro lado, Cáritas Diocesana ha invitado a quien desea asistir al Encuentro Festivo de las Familias que tendrá lugar en la Plaza de la Patrona de Canarias, en la Villa Mariana, el próximo 12 de junio, a partir de las 11:00 horas. Se trata de una jornada para disfrutar con toda la familia y amigos.
Este próximo verano, del 15 al 20 de agosto, va tener lugar en el Colegio Pureza de María de Los Realejos, un Encuentro de Experiencia de Dios, impartido según el método del Padre Ignacio Larrañaga, fundador de los Talleres de Oración y Vida (TOV). El Padre Ignacio viene impartiendo estos Encuentros por todo el mundo desde hace más de 35 años. Para reservas contactar con Ramón de la Cruz Rodríguez en el 922 22 63 64.
El periódico El Día, en su edición del 16 de mayo, recoge un reportaje sobre los jóvenes tinerfeños que fueron a Fátima para ver y oír al Papa. El catequista Charli Mela señaló que el encuentro fue maravilloso y pudieron compartir la fe con miles de personas venidas de los diferentes puntos del planeta.
El próximo 24 de Junio, en el Monasterio cisterciense de Santa María de Huerta (Soria), hará la Profesión Solemne como Monje Cisterciense de la Estrecha Observancia Juan Alejandro Sierra. Hasta ese día Alejandro es sacerdote de nuestra diócesis. Natural de Vilaflor, fray Juan se formó en nuestro seminario. Fue párroco en El Hierro, así como en Llano del Moro y el Sobradillo.
Nuestra revista “Iglesia Nivariense” recoge un amplio reportaje sobre este hecho bajo el título “Orar por los que oran”. En concreto dentro de ese artículo en un apartado llamado “respondiendo a Dios”. Por cierto, Iglesia Nivariense editará casi un número monográfico dedicado a la peregrinación de la Cruz de los jóvenes por la Diócesis. En el mismo se incluye un amplio reportaje fotográfico de esta singular acción pastoral
La tienda de Comercio Justo “El Surco” ya cuenta con un blog propio. La dirección del mismo es: www.veryactuar.blogspot.com. Se trata de un espacio destinado a los valores, la educación para el desarrollo, campañas, consumo responsable, etc.
Un pasaje del evangelio de San Mateo, en el que se narra cómo San Pedro logra salvarse de la bravura del mar gracias a la ayuda de Jesús, es el motivo que inspirará el tapiz central que se elaborará el 6 de junio en la plaza del Cristo de Tacoronte con motivo del Corpus Christi.
Además, en La Laguna se presenta el Cartel del Corpus obra Jorge Davó.
Del dos al cuatro de junio, la parroquia de San Antonio en Arona, organiza tres días sacerdotales en memoria del presbítero Sebastián Hernández Cabeza.
ZENIT publica la conferencia que dictó en la Conferencia Episcopal Española el cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el 22 de abril de 2010.
1. Un kairós especial para la Iglesia en España
Saludo cordialmente a los Eminentísimos Cardenales y a los Excelentísimos Arzobispos y Obispos miembros de la Conferencia Episcopal Española y a su Presidente, Su Eminencia el Cardenal Antonio Rouco Varela, a quien agradezco la invitación para intervenir ante esta ilustre asamblea sobre el importante tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid en el año 2011. Tenemos aún viva en nuestra memoria la explosión de alegría de los jóvenes españoles cuando Benedicto XVI, al concluir las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney, dio cita a los jóvenes del mundo en Madrid. En aquel momento el año 2011 parecía muy lejano. Sin embargo, el camino de preparación hacia esta cita ha adquirido un ritmo acelerado. Verdaderamente falta ahora muy poco. No es exagerado decir que la Iglesia en España está experimentando un kairós especial, porque si cada Jornada Mundial de la Juventud es un regalo para toda la Iglesia, lo es en primer lugar para la Iglesia local que la recibe, un don que debe ser acogido con espíritu de gratitud y que requiere un gran compromiso. Los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud dependen, en efecto, de la generosidad del cultivo pastoral realizado antes y durante su desarrollo, y de la calidad de la atención que se dedica al cultivo cuando se regrese de la fiesta a la cotidianidad. Por tanto, estoy muy contento al constatar que la Iglesia que vive en España toma con gran seriedad este compromiso y se lo agradezco a ustedes en nombre del Santo Padre. Su dedicación es, sin duda, un buen augurio de una abundante siembra y cosecha en agosto del próximo año.
Por primera vez la Jornada Mundial de la Juventud - vale la pena recordarlo - regresa a un país en que ya ha sido acogida anteriormente y será también la primera vez que dará la bienvenida al Santo Padre el mismo pastor, el Cardenal Antonio Rouco Varela, ahora arzobispo de Madrid. ¿Cómo no evocar en este momento la inolvidable Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Santiago de Compostela en 1989 y la pregunta que el Papa hacía a los jóvenes: «¿Qué buscáis jóvenes peregrinos?»1. Ha sido precisamente en Santiago de Compostela que se ha delineado la estructura base que la Jornada Mundial de la Juventud conserva hasta el día de hoy: triduo de catequesis, vigilia de oración, celebración eucarística. Ante la tumba del Apóstol nos ha quedado claro que el camino de los jóvenes del mundo sobre las huellas del Sucesor de Pedro debe tener un carácter de peregrinación. La experiencia de Santiago de Compostela fue determinante para el futuro de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Un semejante legado para todos es motivo de gran confianza en la acogida que la Iglesia en España sabrá dar a este evento también en el año 2011. Los más de veinte años que nos separan de 1989 evidentemente no han debilitado el recuerdo de la Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela, pero se han caracterizado por muchos cambios, tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad, y especialmente en el dinamismo del mundo de los jóvenes. Los nuevos desafíos pastorales requieren respuestas oportunas. Y además, cada Jornada Mundial de la Juventud nos obliga, de alguna manera, a comprobar nuestra capacidad propositiva en relación a las jóvenes generaciones. Es cierto, en todo caso, que la nueva generación de jóvenes nacida como fruto de las Jornadas Mundiales de la Juventud necesita una nueva generación de agentes de pastoral, que sean persuasivos y auténticos testigos de Cristo y de su Evangelio. También en este caso se aplica la regla evangélica que para el vino nuevo se necesitan odres nuevos (cf. Mt 9, 17). Por ello, cada edición de la Jornada Mundial de la Juventud es una provocación lanzada no solo a nuestra capacidad de resolver cuestiones logísticas sino, también, a nuestra creatividad pastoral y fantasía misionera.
2. Un camino que ha durado un cuarto de siglo
La institución de las Jornadas Mundiales de la Juventud en la Iglesia ha sido indiscutiblemente una de las grandes opciones proféticas del venerable siervo de Dios Juan Pablo II. De esta manera, él emprendió una aventura espiritual en la que han participado millones de jóvenes de todos los continentes. El vigésimo quinto aniversario de la inauguración de estos eventos de los jóvenes del mundo con el Sucesor de Pedro, que celebramos este año, me parece una buena oportunidad para hacer una breve reseña de los frutos obtenidos. ¡Cuántos cambios se han realizado en la vida de los jóvenes! ¡Cuántos descubrimientos importantes han hecho! El descubrimiento de Cristo: Camino, Verdad y Vida; el descubrimiento de la Iglesia como madre y maestra, y como "compañía de amigos" (Benedicto XVI) que sostiene en el camino de la existencia; el descubrimiento del Sucesor de Pedro como guía seguro y amigo en quien confiarse. Para muchos jóvenes la Jornada Mundial de la Juventud se ha convertido en una especie de "laboratorio de la fe", como le gustaba definirla al Papa Wojtyła, el lugar del redescubrimiento de una religiosidad que no está en contraste con el ser joven. ¡Cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa! Hay quienes afirman que en el mundo de los jóvenes se está produciendo una "revolución silenciosa", cuyo potente motor propulsor es la Jornada Mundial de la Juventud2. Es gracias a las Jornadas Mundiales de la Juventud que la Iglesia, en el umbral del tercer milenio, ha encontrado su rostro joven, el rostro del entusiasmo y de una audacia renovada. La historia de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la fascinante historia del nacimiento de una nueva generación de jóvenes, la "generación de Juan Pablo II"3, los jóvenes que hoy con igual entusiasmo siguen a su sucesor Benedicto XVI. Son jóvenes del "sí" a Cristo y de la adhesión convencida a la Iglesia y al Papa. Juan Pablo II los llamó "centinelas de la mañana" (Roma 2000), "pueblo de las bienaventuranzas" (Toronto 2002), y Benedicto XVI, "profetas de una nueva era", "mensajeros del amor de Dios" (Sydney 2008).
Existe una pregunta habitual que surge en cada nueva edición de la Jornada Mundial de la Juventud: la pregunta sobre cuál es el "secreto" de este sorprendente fenómeno que reveló al mundo un rostro completamente inesperado, no sólo de la Iglesia sino de los mismos jóvenes de hoy. Las Jornadas Mundiales de la Juventud son un don que sigue sorprendiendo dentro y fuera de la Iglesia. Y son la fotografía de una juventud muy diversa a la que nos han puesto como estereotipo los medios de comunicación, una juventud sedienta de valores y en búsqueda del significado más profundo de la vida. Dejándose a las espaldas ideologías de diversas connotaciones y falsos maestros que presentan ilusiones de una felicidad rebajada, estos jóvenes buscan una respuesta a las preguntas fundamentales sobre la vida, y la buscan en Cristo y la Iglesia. A lo largo de los últimos veinticinco años, las Jornadas Mundiales de la Juventud se han convertido en un poderoso instrumento de evangelización del mundo de los jóvenes y de diálogo con las jóvenes generaciones, como lo escribió el papa Wojtyła, «la Iglesia tiene tantas cosas que decir a los jóvenes, y los jóvenes tienen tantas cosas que decir a la Iglesia»4. Cada Jornada Mundial de la Juventud es una gran celebración de la fe joven, la epifanía de una Iglesia que no envejece, que es siempre joven, porque Cristo es siempre joven y joven para siempre es su Evangelio. La epifanía de una Iglesia que, suscitando estupor, encuentra una y otra vez su extraordinario poder de atracción y agregación en relación con las generaciones más jóvenes. El proyecto pastoral fundamental de la Jornada Mundial de la Juventud no sólo implica a los jóvenes, sino a todo el pueblo de Dios que constantemente necesita ser estimulado y fortalecido por el entusiasmo e impulso de su fe joven. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, preciosa herencia espiritual del venerable siervo de Dios Juan Pablo II, son verdaderamente un don providencial del Espíritu para toda la Iglesia, un nuevo soplo de esperanza.
3. El origen de la Jornada Mundial de la Juventud
Para entender en su totalidad la trayectoria evangelizadora y la asombrosa novedad de este don es necesario volver a los inicios. El primero de los eventos que preparó el terreno para la institución de la Jornada Mundial de la Juventud fue el Jubileo de los jóvenes en 1984. Por invitación de Juan Pablo II llegaron a Roma miles y miles de jóvenes de todo el mundo. El asombro de muchos fue grande. Después del turbulento período de la "contestación" de los años sesenta y setenta, en el mundo de los jóvenes se estaba verificando algo nuevo como lo demostraba la multitud de jóvenes que se acercaban a la fe y a la Iglesia. Al año siguiente, el Año Internacional de la Juventud establecido por la Organización de las Naciones Unidas, fue ocasión para otro gran encuentro del Papa con los jóvenes del mundo y para la publicación de un documento sin precedentes: la Carta Apostólica a los jóvenes y las jóvenes del mundo en la que, de una manera muy personal y directa, Juan Pablo II habló con ellos - como amigo y como padre - sobre el valor y el sentido de la juventud. Es un texto extraordinario al que hay que volver a menudo, porque con los años no ha disminuido en modo alguno su actualidad y frescura. Para el papa Wojtyła, sensible a la lectura de los signos de los tiempos, aquellos dos acontecimientos fueron una oportunidad providencial que la Iglesia tenía que coger al vuelo. Hace veinticinco años, en diciembre de 1985, anunciando la creación de la Jornada Mundial de la Juventud, explicaba las razones de su decisión: «Todos los jóvenes deben sentirse acompañados por la Iglesia: es por ello que toda la Iglesia, en unión con el Sucesor de Pedro, se siente más comprometida, a nivel mundial, a favor de la juventud, de sus preocupaciones y peticiones, de su apertura y esperanzas, para corresponder a sus aspiraciones, comunicando la certeza que es Cristo, la Verdad que es Cristo, el amor que es Cristo, a través de una apropiada formación - que es la forma necesaria y actual de la evangelización»5. Con estas palabras concisas, el Papa expresó el núcleo mismo del proyecto de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Y varios años más tarde, volviendo a su origen, dijo: «Nadie ha inventado las jornadas mundiales de los jóvenes. Fueron ellos quienes las crearon. Esas jornadas, esos encuentros, se convirtieron desde entonces en una necesidad de los jóvenes en todos los lugares del mundo. Las más de las veces han sido una gran sorpresa para los sacerdotes, e incluso para los obispos. Superaron todo lo que ellos mismos se esperaban»6.
La decisión del papa Wojtyła no sólo fue una decisión que cogió a todos por sorpresa, sino que en algunos ambientes también suscitó cierta perplejidad y resistencia. No es fácil seguir los senderos de los profetas. Ellos miran a distancia y ven más que los demás. Se necesita tiempo para entender cabalmente sus opciones, sus proyectos. Juan Pablo II no fue la excepción. Ciertamente es de aquí que surge aquella capacidad de sorprender que parece ser una constante de las Jornadas Mundiales de la Juventud; es un desafío lanzado a nuestras reiteradas tentaciones de minusvalorar no solamente las potencialidades positivas radicadas en los jóvenes de hoy, sino también la fuerza transformadora de la gracia. Como ha dicho el difunto cardenal Jean-Marie Lustiger, refiriéndose a las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud en París en 1997: «En este caso nuestra sorpresa no deriva del número de jóvenes, que ha superado nuestras expectativas, sino de nuestra "poca fe" cuando el Señor obra en medio de nosotros»7. Y un año más tarde, volviendo sobre el mismo tema, usó palabras que van al fondo del fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud y del carisma de Juan Pablo II: «En ocasiones hay eventos que surgen de repente, causando un asombro general. En realidad, esos eventos expresan un movimiento de fondo que no se había querido o sabido ver, ante el cual estábamos ciegos. Éste es el caso de la Jornada Mundial de la Juventud en París, gracias a la llegada de Juan Pablo II. Nos ha sorprendido, nos ha maravillado que una generación - compuesta en la inmensa mayoría no de adolescentes sino de jóvenes - participara con alegría, en vez de irse de diversiones, en momentos de intenso recogimiento, escucha atenta, intercambio y oración». Y en cuanto a la relación peculiar de los jóvenes con el Papa, añadió: «Decir al Papa que lo aman es el modo con que los jóvenes están en la Iglesia; este grito establece una relación con la institución muy distinto de lo que expresan ante sus padres o en las encuestas [...] Amando al Papa, los jóvenes aman, en él y a través de él, a la Iglesia que en el fondo desean y que Juan Pablo II les da la posibilidad de expresar y vivir. Su presencia catalizadora es una garantía de ello»8.
4. Las grandes apuestas del papa Wojtyła
Volvemos ahora a la persistente pregunta que mencioné al inicio: ¿cuál es el secreto de las Jornadas Mundiales de la Juventud? Para responder debemos detenernos sobre tres opciones "estratégicas" que están a la raíz de este fenómeno. La primera se refiere a los jóvenes como tal. Juan Pablo II ha sido el Papa que en su proyecto pastoral para la Iglesia universal tuvo el valor de apostar por los jóvenes, a quienes consideraba protagonistas importantes e irremplazables de la vida y de la misión de la Iglesia: «Vosotros sois el futuro del mundo, la esperanza de la Iglesia. Vosotros sois mi esperanza», les dijo con un apasionado vigor al inicio de su pontificado9. Y en aquellas palabras estaba encerrado un programa pastoral preciso, que llevó adelante hasta su muerte con extraordinario celo y amor. El papa Wojtyła vio a los jóvenes como especial "camino de la Iglesia". Al respecto, escribió: «Vosotros sois la juventud de las naciones y de la sociedad, la juventud de cada familia y de toda la humanidad. Vosotros sois también la juventud de la Iglesia. [...] Por eso, vuestra juventud no es sólo algo vuestro, algo personal o de una generación: es [...] a la vez un bien especial de todos. Un bien de la humanidad misma»10. La juventud es, en sí misma, un gran valor y un precioso tesoro que no se debe despreciar. A continuación, para enfatizar el vínculo que existe entre los jóvenes y la Iglesia, el Papa escribió: «La Iglesia mira a los jóvenes; es más, la Iglesia de manera especial se mira a sí misma en los jóvenes, en todos vosotros y a la vez en cada una y cada uno de vosotros»11. De hecho, es en los jóvenes que la Iglesia encuentra sin cesar la capacidad de asombro ante el misterio y el entusiasmo que nos lleva a objetivos siempre nuevos. «Tenemos necesidad del entusiasmo de los jóvenes», decía Juan Pablo II, «tenemos necesidad de la alegría de vivir que tienen los jóvenes. En ella se refleja algo de la alegría original que Dios tuvo al crear al hombre. Esta alegría es la que experimentan los jóvenes en sí mismos. Es igual en cada lugar, pero es también siempre nueva, original»12.
Karol Wojtyła nunca dudó de los jóvenes, incluso en los difíciles años sesenta y setenta. A pesar de estudios y encuestas sociológicas de los que salió una juventud pintada con oscuros colores, escribió: «En los jóvenes hay un inmenso potencial de bien, y de posibilidades creativas»13. Él siempre tuvo confianza en los jóvenes y ellos lo notaron, se sintieron valorizados, reconocidos y, por encima de todo, amados. Juan Pablo II vio toda la fuerza propulsora de la juventud, la edad por excelencia de la búsqueda de la verdad, el bien, la belleza, la justicia y la solidaridad. Y señalándoles constantemente a los jóvenes estos altos ideales, les dijo: «Confirmo mi convicción: a los jóvenes les corresponde [la] difícil, pero excitante tarea [de] transformar los "mecanismos" fundamentales que, en las relaciones entre individuos y naciones, favorecen el egoísmo y el abuso, y hacer nacer estructuras nuevas inspiradas en la verdad, en la solidaridad y en la paz»14. La primera opción estratégica sobre la cual se basa el fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud es, por lo tanto, la valiente apuesta del papa Wojtyła por los jóvenes, cuyo éxito se confirma en cada Jornada Mundial de la Juventud.
El segundo reto es la modalidad elegida para dialogar con los jóvenes y anunciarles a Jesucristo. En tiempos en que en los ambientes eclesiásticos se veía este tipo de manifestaciones con cierta aprehensión y desconfianza, Karol Wojtyła optó por un encuentro masivo (aunque el término "masa" no le gustaba para nada y prefirió decididamente la palabra "pueblo": un pueblo de Dios joven). Y fue una opción atinada. A la cita con el Papa, los jóvenes llegaron en masa, sí, pero no como una masa amorfa y anónima, sino como pueblo, como Iglesia. ¡Y esto es lo que hace la diferencia! Esta dimensión de las Jornadas Mundiales de la Juventud fue descrita en este modo: «La fascinación de un encuentro masivo, en el que al mismo tiempo cada uno, aunque atraído por momentos de fusión colectiva, mantiene viva su pregunta personal por el sentido de su vida y exige ser interpelado y reconocido personalmente»15.Un encuentro masivo, pues, pero no de masificación. Incluso más, ¡es un acontecimiento que cambia la vida de las personas individualmente, como confirman muchos testimonios! Para los jóvenes cristianos de hoy, que a menudo se encuentran viviendo la fe en soledad, es una experiencia de extraordinaria importancia, una "fuente de coraje", como muchos sostienen. La Jornada Mundial de la Juventud alimenta en ellos la conciencia de ser parte integrante de la Iglesia, les hace sentirse protagonistas de su vida, apoyados por la certeza de no estar solos. El alcance y la intensidad del acontecimiento - fascinadora experiencia de la Iglesia universal - hacen descubrir el «carácter global de la fe y el sentido universal de la pertenencia religiosa»16. Además, están los grandes números por los que los medios de comunicación, generalmente cerrados metódicamente a la información religiosa, dan al evento una visibilidad mundial . Pero, sobre todo, hacen hincapié en la vitalidad de la Iglesia y su extraordinaria capacidad de movilizar y unir a las jóvenes generaciones también en la sociedad postmoderna, aunque ampliamente secularizada. Las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido para los jóvenes una escuela donde aprender a vincularse a la fe con serena adhesión; de hecho, actualmente los jóvenes no se sienten incómodos manifestando públicamente su fe. Más aún, es el entusiasmo de su participación en eventos religiosos, el impulso de sus testimonios, lo que les recuerda - como subraya Tony Anatrella - que el hecho religioso es un hecho social que no se puede reducir a la vida privada. Anatrella escribe que «durante las Jornadas Mundiales de la Juventud los jóvenes, con su comportamiento, han expresado un "no" masivo a la privatización forzada de la fe»17. La Jornadas Mundiales de la Juventud son un acontecimiento que va contracorriente también en este sentido. Además, el pueblo de las Jornadas Mundiales de la Juventud - como quiso Juan Pablo II - es un pueblo en movimiento, en camino, en peregrinación por los continentes. La dimensión de la peregrinación da a este encuentro de masa un valor pedagógico particular, habla de la vida como un "caminar juntos", como una continua búsqueda de sentido, enseña a los jóvenes a superarse a sí mismos afrontando las dificultades que se presentan a lo largo del camino.
En este punto quisiera abrir un paréntesis para señalar un hecho importante. Somos conscientes de que la evangelización de los jóvenes depende de las Jornadas Mundiales de la Juventud, pero por ello mismo no son una realidad que basta por sí sola. Deben estar orgánicamente integradas en la pastoral juvenil ordinaria, comprendida como un esfuerzo paciente y perseverante de iniciación cristiana y de educación de las jóvenes generaciones en la fe. Detrás de cada Jornada Mundial de la Juventud existe y siempre debe existir un trabajo pastoral de las diócesis y parroquias, así como una obra educativa de asociaciones y movimientos eclesiales. Las Jornadas Mundiales de la Juventud deben prepararse y tener un seguimiento en las comunidades cristianas. Juntos tenemos que dar continuidad al evento en la vida ordinaria de los jóvenes, ayudándoles a "digerir" los contenidos de la Jornada Mundial de la Juventud para que sea alimento para sus vidas. La experiencia del Consejo Pontificio para los Laicos confirma que, en los últimos años, los responsables de la pastoral juvenil y los mismos jóvenes han ido madurando con mayor conciencia esta necesidad. Este signo es muy reconfortante.
Volvamos ahora a nuestro discurso. La tercera opción de Juan Pablo II - y esto es un gran desafío - es la decisión de poner al centro de la Jornada Mundial de la Juventud la cruz de Cristo. Él entendió enseguida que es a Jesucristo a quien los jóvenes buscan, y al Señor se le encuentra sobre todo en el corazón del misterio pascual, es decir, en su muerte y resurrección. No es casualidad que la fecha de la celebración anual de las Jornadas Mundiales de la Juventud sea el Domingo de Ramos, que abre la Semana Santa. Ni es casualidad que al inicio de las Jornadas Mundiales de la Juventud se encuentre el gesto fuertemente simbólico de la entrega de la Cruz del Jubileo del año 1984 a los jóvenes. En esa ocasión el Papa, al entregar la Cruz, pronunció estas conmovedoras palabras: «Queridísimos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención»18. Y así ha ocurrido: la Cruz ha peregrinado por el mundo. ¡Cuántas conversiones, cuántos radicales cambios de vida se han dado! ¡Cuántas opciones importantes de vida han hecho innumerables jóvenes que la han encontrado! ¡Han sido innumerables jóvenes que, encontrándola, la han querido tocar con las manos. Juan Pablo II no tuvo miedo de poner a los jóvenes delante del misterio de la Cruz; nunca temió plantearles todas las exigencias de la fe. Él les decía: «Cristo es exigente con sus discípulos, y la Iglesia no duda en volver a proponeros también a vosotros su Evangelio "sin descuentos". Los que quieren seguir al divino Maestro abrazan con amor su cruz, que lleva a la plenitud de la vida y de la felicidad. ¿No es precisamente la cruz la que guía [...] la peregrinación de los jóvenes con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud?»19. Hasta en su último mensaje, cuando el Santo Padre, ya sin voz, confió la lectura del mismo al Sustituto de la Secretaría de Estado, el entonces arzobispo Leonardo Sandri, les quiso transmitir lo que hoy se escucha como su testamento espiritual a los jóvenes: «Proseguid sin cansaros el camino emprendido para ser por doquier testigos de la cruz gloriosa de Cristo. ¡No tengáis miedo! Que la alegría del Señor, crucificado y resucitado, sea vuestra fuerza, y que María santísima esté siempre a vuestro lado»20. Desde hace veinticinco años esta Cruz es la gran protagonista y el corazón palpitante de las Jornadas Mundiales de la Juventud21.
En base a estas tres grandes opciones de Juan Pablo II se ha ido delineando progresivamente la estructura fundamental de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que refleja en cierto modo el esquema clásico de la traditio-redditio: anuncio de Cristo (las catequesis), celebración de Cristo (la reconciliación sacramental y la eucaristía), envío misionero. La persona clave de las Jornadas Mundiales de la Juventud es el Papa ("persona faro", como dicen los sociólogos), sucesor de Pedro, testigo y maestro de la fe, catequista por excelencia. En efecto, las catequesis son un elemento importante de las Jornadas Mundiales de la Juventud y siempre confirman la sed que tienen los jóvenes de la palabra de Dios; muchos obispos catequistas los definen "esponjas sedientas del anuncio evangélico".
5. Una saludable provocación...
Pero ¿quiénes son los jóvenes de hoy y qué es lo que les distingue de las generaciones precedentes? Tony Anatrella ha trazado un sintético pero incisivo identikit de la juventud contemporánea22. Como en cada época, también los jóvenes de hoy quieren ser ellos mismos, desean afirmar su propia identidad, buscan razones para vivir. Si han sido motivados en modo adecuado, son capaces de vivir con generosidad, solidaridad y dedicación, pero - a diferencia del pasado - tienen menos puntos de referencia y menor sentido de pertenencia. Son fuertemente individualistas, exigen el derecho a construir su vida prescindiendo de valores y normas comúnmente aceptadas. Los caracteriza una grave carencia de raíces culturales, religiosas y morales. A diferencia de la generación precedente, son sin duda menos permeables a las influencias ideológicas, pero en su vida predomina la dimensión emotiva y sensorial, en detrimento de la razón, la memoria, la reflexión. En una sociedad que promueve y cultiva la duda, la inmadurez y el infantilismo, estos jóvenes tienen dificultades para crecer, e incluso, parecen tener pocas ganas de ello. En sus vidas se acorta drásticamente la infancia y se prolonga excesivamente el periodo de la adolescencia. Erróneamente convencidos de que ello les privaría de su libertad, tienen miedo de asumir compromisos estables y por lo tanto rehuyen compromisos definitivos (matrimonio, sacerdocio, vida religiosa). Representan un tipo de personalidad muy frágil e inconsistente. En resumen, son hijos de una cultura en profunda crisis que ha perdido la capacidad de educar verdaderamente a las jóvenes generaciones, es decir, ayudarles a "ser" más y no sólo a "tener" más23.
El mundo juvenil es un mundo en continua y rápida transformación y las Jornadas Mundiales de la Juventud se han convertido en una especie de sismógrafo sensible que registra las tendencias emergentes en este complejo y colorido "planeta" en general y entre los jóvenes cristianos en particular. En lo que se refiere a estos últimos, se trata de tendencias que van valientemente contracorriente respecto a la cultura secularizada de nuestros días. De alguna manera, el pueblo de la Jornada Mundial de la Juventud parece encarnar las características de esas "minorías creativas" que, según Arnold Toynbee, son cruciales para el futuro de la humanidad. No es casualidad que Juan Pablo II haya llamado a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud, los "centinelas de la mañana" del tercer milenio (Roma 2000). Alguien señala que hoy «es la Iglesia universal que parece haber asumido el papel de intérprete de las aspiraciones profundas de los jóvenes creyentes a través de la función desempeñada por personalidades faro como el mismo Papa»24. Hay quien afirma que en este campo la Iglesia universal, gracias a la Jornada Mundial de la Juventud, parece moverse más rápidamente que la Iglesia local25. En definitiva, la Jornada Mundial de la Juventud es una saludable provocación para la pastoral. Como dice alguien, la experiencia de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que interrumpe las prácticas educativas y pastorales establecidas y que con frecuencia toma por sorpresa y sin preparación a los sacerdotes, pone positivamente en crisis la pastoral juvenil ordinaria26. Este servicio que la Jornada Mundial de la Juventud ofrece a la obra de la evangelización juvenil es de suma importancia. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, obviamente, no ofrecen recetas confeccionadas para cada ocasión. La experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud interpela más bien a los responsables de la pastoral juvenil y a todos los educadores para que se replanteen continuamente el tema y no se detengan nunca en la búsqueda de formas nuevas y cada vez más efectivas para educar a las generaciones jóvenes, y en particular para comunicarles el Evangelio. Es una experiencia que les ayuda a re-descubrir la dimensión profética de la labor pastoral de la Iglesia y les enseña a osar, a no tener miedo de ofrecer a los jóvenes opciones y actitudes que van contracorriente, como la adoración eucarística en Colonia y Sydney. Los jóvenes responden positivamente. Y las Jornadas Mundiales de la Juventud son por excelencia la expresión de la necesidad que ellos tienen de pastores y educadores que puedan hacerse cargo de sus preocupaciones y sean capaces de responder a su sed espiritual y a la búsqueda del significado de la vida. En este sentido, la figura carismática del venerable siervo de Dios Juan Pablo II es un modelo atractivo que se puede todavía mirar por mucho tiempo como un eficaz punto de referencia y guía para la nueva generación de agentes de pastoral juvenil (sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos), que necesitan las nuevas generaciones de jóvenes nacidos de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
6. Benedicto XVI: una nueva etapa del mismo camino.
El papa Benedicto XVI recibió el legado de su predecesor sólo tres meses después de su elección a la cátedra de Pedro. En julio de 2005, encontró a los jóvenes del mundo en Colonia y los conquistó con su sonrisa llena de amor, con el gesto de los brazos extendidos y con palabras claras y profundas que penetraron en lo más íntimo de sus almas. Un nuevo Papa, pero siempre el mismo corazón de padre. Los jóvenes lo captaron de inmediato y a su vez quisieron expresar su adhesión personal al Sucesor de Pedro con aplausos entusiastas en cada intervención. En uno de los discursos en Sydney, el Papa confesaba: «Es para mí una alegría estar con ellos, rezar con ellos y celebrar la Eucaristía junto con ellos. La Jornada Mundial de la Juventud me llena de confianza ante el futuro de la Iglesia y el futuro de nuestro mundo»27. Benedicto XVI evoca a menudo al Papa Wojtyła como «genial iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, una intuición - afirmó - que yo considero una inspiración»28. No oculta su asombro por el don providencial de las Jornadas Mundiales de la Juventud, un verdadero don de Dios «simplemente porque nadie puede crear el entusiasmo de los jóvenes, nadie puede crear durante días esta unión en la fe y en la alegría de la fe»29.
Por lo tanto, para las Jornadas Mundiales de la Juventud ha iniciado una nueva etapa. Es natural. Así como es natural que cada nuevo Pontífice, en el futuro, deje su sello personal en ella. En Colonia, en 2005, y en Sydney, en el 2008, hemos observado que la esencia de este evento sigue siendo la misma. Y, sin duda alguna, la Jornada Mundial de la Juventud representará también en el futuro un fuerte estímulo en el proceso de evangelización de las generaciones jóvenes. De hecho, a pesar de que han pasado veinticinco años, no se ha revelado aún todo su potencial misionero. En su discurso a los obispos alemanes en Colonia, refiriéndose a los jóvenes, el Papa expresó su esperanza y su deseo que «con su fe y su alegría en la fe sigan siendo para nosotros un estímulo a vencer la pusilanimidad y el cansancio, y nos impulsen a indicarles el camino [...] de forma que su entusiasmo encuentre también un justo orden». Y más adelante: «Debemos aceptar la provocación de los jóvenes», de manera que la Jornada Mundial de la Juventud pueda ser siempre «un nuevo comienzo para la pastoral juvenil»30.
Benedicto XVI insiste en que la Jornada Mundial de la Juventud no se puede reducir a los momentos festivos. La preparación de estos grandes acontecimientos y las medidas que deben adoptarse en la pastoral ordinaria constituyen una parte integrante y decisiva. La fiesta, el evento, tiene lugar como una especie de catalizador que facilita el proceso educativo ya en marcha. Y así, en el viaje hacia Sydney, hablando con los periodistas en el avión, explicaba: «Una Jornada Mundial de la Juventud no es simplemente un acontecimiento de este momento: se prepara a lo largo de un largo camino con la cruz y con el icono de la Virgen [...] Por tanto, estos días son sólo el momento culminante de un largo camino precedente. Todo es fruto de un camino, de ponernos juntos en camino hacia Cristo. La Jornada Mundial de la Juventud, además, crea una historia, es decir, se crean amistades, se crean nuevas inspiraciones: así la Jornada Mundial de la Juventud continúa. Esto me parece muy importante: no sólo hay que ver estos tres o cuatro días; hay que ver todo el camino que precede y el que sigue»31. El Papa hace constantemente referencia a que este evento - en su trascurso - no pierda nunca de vista su objetivo final, y advierte a los organizadores, a los responsables y a los participantes, los riesgos reales de que se convierta en una «variante de la cultura juvenil moderna, como una especie de festival de rock modificado en sentido eclesial», en un «grande espectáculo, incluso hermoso, pero de poca importancia en relación con la cuestión de la fe y la presencia del Evangelio en nuestro tiempo», un "éxtasis festivo" que [después] deja todo como antes32. Estas palabras de Benedicto XVI deberían hacer reflexionar seriamente a los responsables de la pastoral juvenil sobre la manera de preparar a nuestros jóvenes para participar en tales eventos. Y la fuerza con la que en 2005 en Colonia, insistió en que «sólo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo»33, me hace pensar que de esta manera el Papa quería dar a los jóvenes la importante y exigente consigna de ser protagonistas de aquella "revolución de Dios" que el mundo necesita con urgencia y de la cual las Jornadas Mundiales de la Juventud realmente pueden ser la "mecha", siempre y cuando se preparen adecuadamente desde el punto de vista pastoral.
7. ¿Qué nos enseñan las Jornadas Mundiales de la Juventud?
Sobre la base de la experiencia de estos 25 años, ¿cuáles son las prioridades de la pastoral juvenil y de la evangelización de las nuevas generaciones? Articularé mi respuesta a esta pregunta en cuatro puntos.
• En primer lugar, el centro de cada acción evangelizadora debe ser la persona de Jesucristo. Parece una afirmación obvia pero de hecho no lo es. El Papa Wojtyła escribió: «No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!»34.Y Benedicto XVI le hace eco afirmando: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»35. No sólo esto. También al inicio de su pontificado, dirigiéndose a los jóvenes, les decía: «Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada - absolutamente nada - de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida»36. Por lo tanto la labor propia de los que evangelizan a los jóvenes es anunciarles a Jesucristo. Y los jóvenes esperan sobre todo esto. No aceptan moralismos ni están dispuestos a dejarse suministrar píldoras de pseudo-sabiduría humana o réplicas de los doctos discursos socio-culturales que llenan en la actualidad las páginas de los periódicos. Cristo no debe ser nunca una excusa para hablar a los jóvenes de otra cosa, de cosas que se cree que pueden ser más interesantes y atractivas para ellos. ¡Cristo debe estar al centro! La tarea de la evangelización es ayudar a cada joven a encontrarse con Cristo Redentor - Maestro bueno, guía y amigo - y a comenzar un diálogo personal con Él: «¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?» (Lc 10, 25). De ese encuentro nace siempre un impulso misionero: «¡Id... seréis mis testigos!» (traditio - redditio). Y en este campo específico, los carismas de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades han creado itinerarios pedagógicos de extraordinaria fuerza persuasiva. En Denver, en 1993, Juan Pablo II exhortaba a gran voz: «No tengáis miedo de salir a las calles y a los lugares públicos, como los primeros Apóstoles que predicaban a Cristo y la buena nueva de la salvación en las plazas de las ciudades, de los pueblos y de las aldeas. No es tiempo de avergonzarse del Evangelio (cf. Rm 1, 16). Es tiempo de predicarlo desde los terrados (cf. Mt 10, 27). No tengáis miedo de romper con los estilos de vida confortables y rutinarios, para aceptar el reto de dar a conocer a Cristo en la "metrópoli" moderna»37. Palabras fuertes y conmovedoras que comprometen no sólo a los jóvenes, sino también a quien los evangeliza. Además, el encuentro personal con Cristo es inseparable del encuentro con su Iglesia. El papa Wojtyła insistía mucho en este punto afirmando que los jóvenes «en esta búsqueda [y descubrimiento de Cristo] no pueden dejar de encontrar a la Iglesia. Y tampoco la Iglesia puede dejar de encontrar a los jóvenes. Solamente hace falta que la Iglesia posea una profunda comprensión de lo que es la juventud, de la importancia que reviste para todo hombre»38. Más adelante volveremos sobre este punto.
• La segunda prioridad pastoral que surge de las Jornadas Mundiales de la Juventud es ayudar a los jóvenes a descubrir la racionalidad de la fe y su belleza. Para el papa Ratzinger el diálogo entre fe y razón es fundamental en la vida del cristiano: «El deseo de la verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre. Por eso, en la educación de las nuevas generaciones, ciertamente no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al interrogarnos por la verdad ensanchamos el horizonte de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo. Es precisamente aquí donde tiene lugar el encuentro de la razón con la fe [...]el diálogo entre la fe y la razón, si se realiza con sinceridad y rigor, brinda la posibilidad de percibir de modo más eficaz y convincente la racionalidad de la fe en Dios»39. El tema de la verdad está íntimamente ligado al de la belleza. Ya durante la solemne apertura de su pontificado, Benedicto XVI afirmaba: «Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él»40. Y unos días antes de la celebración la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, un periodista le preguntó: «Santidad, ¿qué le gustaría trasmitir de manera especial a los jóvenes que están llegando de todas partes del mundo?», Respondió: «¡Me gustaría convencer a estos jóvenes de que ser cristiano es hermoso!». La belleza de la fe es una cuestión que viene a menudo en los discursos del Papa: «nuestros muchachos, adolescentes y jóvenes, necesitan vivir la fe como alegría, gustar la serenidad profunda que brota del encuentro con el Señor [...] La fuente de la alegría cristiana es esta certeza de ser amados por Dios»41. Con frecuencia, el cristianismo se considera actualmente como un conjunto de prohibiciones que restringe la libertad y el deseo de felicidad. Pero es justamente lo contrario: el Evangelio - y el Santo Padre lo recuerda continuamente - es un programa de vida totalmente positivo. Más aún, fascinante. El cristianismo no se reduce a un árido moralismo, a una yugo pesado de "debes" y "no debes". El Evangelio nos descubre un horizonte apasionante por el que merece la pena jugarse la vida. He aquí, pues, el reto fundamental de la pastoral juvenil: la capacidad de revelar a los jóvenes el rostro de Cristo y su Evangelio, la capacidad de convencerlos de que vale la pena apostar por Cristo, y convencerlos de que ser cristianos es hermoso. Éste es, pues, el objetivo de la pastoral juvenil: dar a conocer a los jóvenes la belleza de la fe en Jesucristo.
• La tercera lección que surge de las Jornadas Mundiales de la Juventud se refiere a las opciones fundamentales de vida que los jóvenes están llamados a hacer y a la búsqueda del sentido último de su existencia. En su plan pastoral para los jóvenes, Juan Pablo II concedía una importancia primordial a la concepción de la vida como vocación. Así escribía: «En este contexto el "proyecto" [de vida] adquiere el significado de "vocación de vida", como algo que es confiado al hombre por Dios como tarea. Una persona joven, al entrar dentro de sí y a la vez al iniciar el coloquio con Cristo en la oración, desea casi leer aquel pensamiento eterno que Dios creador y padre tiene con ella»42. Vivir la vida significa vivirla en la perspectiva de la entrega. Por lo tanto, debemos ayudar a los jóvenes a descubrir la dimensión de la vida como un don que no se debe desperdiciar sino vivir de manera responsable delante de Aquél del cual proviene. Vivir la vida plenamente y no vivir "al día", mediocremente, vegetando (decía el beato Piergiorgio Frassati "vivere, non vivacchiare"). Situarse en la perspectiva de la entrega significa reconocer el valor de la propia vida y de cada vida humana, quiere decir también saber hacer de la existencia un don para los demás, y no ceder a la tentación del egoísmo y el individualismo exasperado actualmente dictado por la cultura dominante. Se trata, pues, de dar a los jóvenes la capacidad de tomar decisiones vocacionales, opciones de vida, sea orientadas al sacerdocio, a la vida consagrada, o sea al matrimonio. Hoy en día -el papa Benedicto XVI no se cansa de sostenerlo así - es realmente urgente educar a los jóvenes en la verdadera libertad: «Una educación verdadera debe suscitar la valentía de las decisiones definitivas, que hoy se consideran un vínculo que limita nuestra libertad, pero que en realidad son indispensables para crecer y alcanzar algo grande en la vida, especialmente para que madure el amor en toda su belleza; por consiguiente, para dar consistencia y significado a nuestra libertad»43. Las Jornadas Mundiales de la Juventud confirman que la pastoral juvenil es siempre, en sentido amplio, una pastoral vocacional.
• Por último, el cuarto pilar del proyecto pastoral que nace de la experiencia de las Jornadas Mundiales de la Juventud, es la premisa fundamental de toda la actividad evangelizadora en este campo concreto: el responsable de la pastoral juvenil, el educador, debe tener un conocimiento profundo de la esencia y de la importancia de la juventud en la vida de cada persona, y nunca perderla de vista. ¡Aunque esto parezca obvio, no se puede dar por descontado! El papa Wojtyła escribió líneas estupendas al respecto: «¿Qué es la juventud? No es sólamente un período de vida correspondiente a un determinado número de años, sino que es, a la vez, un tiempo dado por la Providencia a cada hombre, tiempo que se le ha dado como tarea, durante el cual busca, como el joven del Evangelio, la respuesta a los interrogantes fundamentales; no sólo el sentido de la vida, sino también un plan concreto para comenzar a construir su vida. Ésta es la característica esencial de la juventud. Además del sacerdote, cada educador, empezando por los padres, debe conocer bien esta característica, y debe saberla reconocer en cada muchacho o muchacha; digo más, debe amar lo que es esencial para la juventud»44. Creo que aquí se encuentra el punto central de la formación de quienes trabajan en la pastoral juvenil. De hecho, sólo aquellos que han desarrollado esta sensibilidad especial podrán trabajar con pasión con los jóvenes, sin escatimar esfuerzos, poniendo a disposición de los jóvenes todas sus energías, buscándolos por todos los medios posibles, acompañándolos como educadores y, como amigos, escuchándolos. El conocimiento del ser de los jóvenes en la labor pastoral debe ir acompañado por el reconocimiento del deseo de auto-afirmación que todo joven tiene en su interior. Esto significa caridad pastoral, esperanza, confianza. Porque si no existe una relación de confianza no se puede establecer una verdadera relación educativa. También en esto Juan Pablo II fue un gran maestro: confiaba en los jóvenes, conocía sus problemas, creía firmemente en el potencial de bien inherente en sus corazones. Y su optimismo no era ingenuo y sin experiencia, sino un optimismo basado en la gracia que supera siempre todas las miserias humanas. Decía el Papa: «Si en cada época de su vida el hombre desea afirmarse, encontrar el amor, en esta lo desea de un modo aún más intenso. El deseo de afirmación, sin embrago, no debe ser entendido como una legitimación de todo, sin excepciones. Los jóvenes no quieren eso: están también dispuestos a ser reprendidos, quieren que se les diga sí o no. Tienen necesidad de un guía, y quieren tenerlo muy cerca»45. El deseo de afirmación del joven, debe entonces situarse en el amor y en la verdad. El maestro, el pastor, o quien evangeliza, no puede censurar o diluir las exigencias del Evangelio - adaptándolos a modas pasajeras o a ideologías antiguas y nuevas - en la creencia errónea de hacer el mensaje más atractivo y apetecible. No deben tener miedo de anunciar el Evangelio a los jóvenes en toda su integridad, sin reducciones ambiguas.
Estas son pues las coordenadas generales de la evangelización del mundo para los jóvenes surgidas de la experiencia de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Se trata de una brújula segura para ser guiados hacia la cita de Madrid 2011. La Jornada Mundial de la Juventud sigue siendo un don providencial para la Iglesia en el umbral del tercer milenio, un signo de esperanza en medio de muchos desafíos graves que la post-modernidad lanza a su misión evangelizadora también aquí en España. Demuestran que en la juventud de hoy - a pesar de las apariencias amplificadas por los medios de comunicación - se esconde un enorme potencial de bien, mucha generosidad, una profunda sed de verdaderos valores y de altos ideales. Basta encontrar la clave para hacerlos emerger. Y la clave es la persona de Jesucristo, que «es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8).
Concluyo con la esperanza de la bendición del Señor sobre el camino de la Iglesia de España para la gran cita de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid en 2011. Quiera Él hacerlo fecundo y concederle copiosos frutos espirituales según las palabras de Dios al profeta Isaías : «He aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?» (Is 43, 19). Y que sea Madrid un lugar de verdadera epifanía de la Iglesia joven, arraigada y edificada en Cristo, firme en la fe (cf. Col 2, 7).
1 Consejo Pontificio para los Laicos (ed.), ¿Qué buscáis jóvenes peregrinos?, "Servicio de documentación" n. 22, Ciudad del Vaticano 1991, p. 48.
2 Cf. F. Garelli, La sensibilità religiosa emergente, en: F. Garelli-R. Ferrero Camoletto (ed.), Una spiritualità in movimento, Messaggero di S. Antonio Editrice, Padova 2003, p. 267.
3 Cf. M. Muolo, Generazione Giovanni Paolo II. La storia della Giornata Mondiale della Gioventù, Ancora, Milano 2005.
4 Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles Laici, n. 46.
5 Juan Pablo II, Allocuzione al Collegio dei cardinali, alla Curia e alla Prelatura romana per gli auguri natalizi, "Insegnamenti" VIII, 2 (1985), pp. 1559-1560.
6 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, Plaza & Janes Editores, Barcelona 1994, p. 134.
7 L'eco della XII Giornata mondiale della gioventù. Intervista al card. Jean-Marie Lustiger, Arcivescovo di Parigi, "L'Osservatore Romano", 1̊ ottobre 1997, p. 8.
8 J.-M- Lustiger, Parigi 1997: qualcosa di profondo sta cambiando nel cuore delle giovani generazioni, "L'Osservatore Romano", 21 agosto 1998, pp. 6-7.
9 Juan Pablo II, Angelus, "L'Osservatore Romano", 22-23 ottobre 1978, p. 2.
10 Juan Pablo II, Carta apostólica a los jóvenes y a las jóvenes del mundo Dilecti Amici, n. 1.
11 Ibidem, n. 15.
12 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, ob. cit., p. 134.
13 Ibidem.
14 Juan Pablo II, Messaggio alla "Città e al mondo" nella Domenica di Pasqua, "Insegnamenti" VIII, 1 (1985), p. 936.
15 R. Ricucci, Giovani e Gmg. La "memoria" di un'esperienza, en: F. Garelli-R. Ferrero Camoletto (ed.), Una spiritualità in movimento, ob. cit., p. 48.
16 F. Garelli, La sensibilità religiosa emergente, ob. cit., p. 277.
17 T. Anatrella, Le monde des jeunes: qui sont-ils, que cherchent-ils?, "Bulletin du Secrétariat de la Conférence des Evêques de France", n. 7 (mai 2003), p. 20.
18 Juan Pablo II, Consegna ai giovani della Croce dell'Anno Santo, "Insegnamenti" VII, 1 (1984), p. 1105.
19 Juan Pablo II, Angelus, "Insegnamenti" XXIV, 1 (2001), p. 646.
20 Juan Pablo II, Meditazione per l'Angelus della Domenica delle Palme, "Insegnamenti" XXVIII (2005), p. 236.
21 La extraordinaria aventura de la Cruz de los jóvenes es contada en cinco lenguas en el DVD y en el álbum fotográfico Juan Pablo II y la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, publicados por le Consejo Pontificio para los Laicos en el 2005.
22 Cf. T. Anatrella, Le monde des jeunes: qui sont-ils, que cherchent-ils?, cit.
23 Un punto neurálgico de la cultura contemporánea es esta incapacidad de educar que amenaza una auténtica solidaridad inter-generacional. Alguien da la alarma: «Está en crisis la capacidad de una generación de adultos para educar a sus hijos. Por muchos años se ha predicado desde los nuevos púlpitos - escuelas y universidades, periódicos y televisión - que la libertad es la ausencia de vínculos y de historia, que uno puede hacerse adulto sin pertenecer a nada ni a nadie, siguiendo simplemente su propio gusto o placer. Se ha hecho normal pensar que todo es igual, que en el fondo nada tiene valor, sino el dinero, el poder y la posición social. Se vive como si la verdad no existiese, come si el deseo de felicidad del cual está hecho el corazón del hombre estuviese destinado a permanecer sin respuesta» (Se ci fosse una educazione del popolo tutti starebbero meglio. Appello, "Atlantide" n. 4/12/2005, p. 119).
24 F. Garelli, La sensibilità religiosa emergente, ob. cit., p. 269.
25 Cf. R. Ferrero Camoletto, La Gmg e la pastorale giovanile ordinaria, en: F. Garelli-R. Ferrero Camoletto (ed.), Una spiritualità in movimento, ob. cit., p. 143.
26 Cf. Ibidem, pp. 141-143.
27 Benedicto XVI, Cerimonia di benvenuto alla Government House, "Insegnamenti" IV, 2 (2008), p. 41.
28 Benedicto XVI, Ai membri della Conferenza episcopale tedesca, "Insegnamenti" I (2005), p. 467.
29 Ibidem.
30 Ibidem.
31 Benedicto XVI, Intervista concessa ai giornalisti durante il volo per l'Australia, "Insegnamenti" IV, 2 (2008), p. 33.
32 Benedicto XVI, Ai cardinali, agli arcivescovi, ai vescovi e ai prelati della Curia romana per la presentazione degli auguri natalizi, "Insegnamenti" IV, 2 (2008), p. 914.
33 Benedicto XVI, Veglia di preghiera nella spianata di Marienfeld "Insegnamenti" I (2005), p. 452.
34 Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millennio Ineunte, n. 29.
35 Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est, n. 1.
36 Benedicto XVI, Omelia durante la solenne concelebrazione eucaristica per l'assunzione del ministero petrino, "Insegnamenti" I (2005), p. 26.
37 Juan Pablo II, Omelia nella solennità dell'Assunta durante la Messa celebrata a conclusione della Giornata mondiale della gioventù, "Insegnamenti" XVI, 2 (1993), p. 500.
38 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, ob. cit., p. 135.
39 Benedicto XVI, Ai partecipanti al Convegno ecclesiale della diocesi di Roma, "Insegnamenti" II, 1 (2006), pp. 777-778.
40 Benedicto XVI, Omelia durante la solenne concelebrazione eucaristica per l'assunzione del ministero petrino, "Insegnamenti" I (2005), p. 25.
41 Benedicto XVI, Ai partecipanti al Convegno ecclesiale della diocesi di Roma, "Insegnamenti" II, 1 (2006), p. 775.
42 Juan Pablo II, Carta apostólica a los jóvenes y las jóvenes del mundo Dilecti Amici, n. 9.
43 Benedicto XVI, Ai partecipanti al IV Convegno ecclesiale nazionale della Chiesa che è in Italia, "Insegnamenti" II, 2 (2006), pp. 473-474.
44 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, ob. cit., p. 131.
45 Ibidem.
Mensaje al Pueblo de Dios de los obispos de Bolivia al concluir la LXXXIX Asamblea, que tuvo lugar en la ciudad de Cochabamba del 15 al 20 de ABril de 2010.
SOY YO, NO TENGAN MIEDO” (Jn 6,20)
Los Obispos de Bolivia, reunidos del 15 al 20 de abril en la LXXXIX Asamblea Plenaria, les saludamos con las palabras del Señor: “Soy yo, no tengan miedo”.
La presencia de Jesús Resucitado, que hemos celebrado en esta Pascua, nos llena de paz y esperanza. Nos alegra la participación del pueblo en las celebraciones de Semana Santa, demostrando su profunda fe y religiosidad popular a través del acompañamiento al Señor.
También nos reconforta la gran participación ciudadana en las últimas elecciones. Esto manifiesta la confianza de la mayoría en el proceso democrático que vive el país.
I.- LA SITUACIÓN DE CAMBIO QUE VIVE EL PAIS
A la luz de la fe hemos reflexionado sobre la realidad, y somos conscientes de que vivimos tiempos de cambios profundos, que, junto a tantos logros, traen también grandes desafíos. Señalamos algunos de los aspectos más preocupantes que necesitan de acciones decididas de parte de todos, para superar las amenazas a la democracia y, en general, a la vida del país.
- Pedimos a los que tienen autoridad y a todos los ciudadanos e instituciones, combatir, sin escatimar esfuerzos, el creciente flagelo del narcotráfico, la producción y consumo de drogas, que tanto daño hacen a los jóvenes y a la sociedad.
- Urge tomar medidas frente al deterioro de la convivencia social, con el incremento de la inseguridad ciudadana, la delincuencia y la violencia que originan la muerte de muchos bolivianos y que expresan el poco respeto a la vida y a la dignidad de las personas, como hijos de Dios.
- Se multiplican hechos de manipulación de la justicia, provocando un ambiente de sospecha y persecución que atemorizan a los ciudadanos, además de ahondar la desconfianza en los organismos judiciales.
- La polarización entre fuerzas políticas ha provocado susceptibilidades en estas últimas elecciones, generando un clima de tensión e intolerancia que conspira contra la convivencia pacífica. Nos hacemos eco del clamor del ciudadano de a pie y de la gente sencilla, que con su sabiduría popular, con su trabajo sacrificado busca desactivar el enfrentamiento, la descalificación y la discriminación política.
- La necesidad de una mayor responsabilidad respecto a la conservación adecuada del Medio Ambiente. La Iglesia quiere ser testimonio de defensa y cuidado de la creación de Dios, como lo hemos afirmado en las Cartas Pastorales sobre la “Tierra, Madre fecunda para todos” y el “Agua, fuente de vida, y don para todos”. Al mismo tiempo, saludamos y deseamos que la Iª Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, que se realiza en nuestro país, contribuya a salvaguardar la naturaleza.
II.- GARANTIZAR LA LIBERTAD DE LA EDUCACIÓN
La Iglesia ha desarrollado a lo largo de la historia una gran labor educativa, de manera particular en los lugares más apartados de nuestro país. Ésta es su misión. Misión que anhela cumplir también en el contexto que diseñará la nueva Ley de Educación.
Reconocemos que el Estado, en los últimos años, ha invertido mucho en la educación de los niños y de los jóvenes, sobre todo en infraestructura educativa. Esfuerzos que esperamos den sus frutos en beneficio de la sociedad boliviana.
Sin embargo, nos hemos encontrado con la seria dificultad de que autoridades educativas de diferentes niveles quieren imponer a los establecimientos educativos de Convenio sus criterios y su personal, no reconociendo nuestro derecho a elegir el cuerpo docente de las obras católicas.
También está en riesgo el que la Iglesia siga formando maestros, al igual que las otras Escuelas Superiores de formación. Por último, existe el peligro de no poder ofrecer la educación religiosa que esperan los padres de familia para sus hijos, como primeros responsables de su educación.
De darse estos lamentables e injustos hechos, se limitaría el pluralismo de pensamiento y la libertad de enseñanza garantizados por la Constitución Política del Estado.
III.- RECONCILIÉMONOS ENTRE LOS BOLIVIANOS
Hay situaciones tensas que crean un ambiente de desconfianza, de recelo ante el otro, de división en nuestras familias y en nuestra sociedad, y que suscitan temores que impiden expresar las ideas con libertad.
La Iglesia, defensora de los derechos de la persona y del bien común, no puede quedarse indiferente ante estos hechos y debe ser ella misma signo de unidad e instrumento de reconciliación, para hacer realidad la Vida Nueva que nos trae Cristo Resucitado.
Al mismo tiempo, hacemos un llamado a los distintos sectores de la sociedad a dejar de lado las divergencias y deponer actitudes de intransigencia, incentivando el respeto mutuo, el diálogo y la concertación como expresiones de una verdadera y auténtica búsqueda de entendimiento y reconciliación entre los bolivianos, para que, como nos pide el Señor, el perdón venza al odio, y nuestro país logre alcanzar la deseada unión.
IV.- LA MISIÓN PERMANENTE, TAREA APREMIANTE
Otro tema importante sobre el que hemos reflexionado en nuestra Asamblea, ha sido la evaluación del avance de la Misión Permanente que lanzamos hace un año. Después de esta etapa de concientización, nuestra Iglesia tiene un nuevo desafío: hacer de cada bautizado un fiel discípulo y apasionado misionero. Por lo tanto, hoy, les convocamos a ser testigos de Jesucristo ahí, donde se encuentran.
Nuestra convocatoria ha despertado el entusiasmo e interés de nuestros fieles en la producción y difusión de subsidios, en las Asambleas Diocesanas y encuentros sectoriales. Hay en ellos un gran deseo de profundizar en el conocimiento, amor y seguimiento a Jesús.
Estamos concluyendo el Año Sacerdotal convocado por el Papa Benedicto XVI para tomar conciencia de la importancia de este servicio ministerial dentro de la comunidad cristiana. Hemos orado por ellos y con ellos, pidiendo la santidad de vida y la entrega generosa en su ministerio presbiteral. En el mes de julio, la Conferencia del Clero de Bolivia celebra 25 años de su creación al servicio de la comunión de los Presbiterios Diocesanos. Felicidades por este acontecimiento tan importante en la vida de nuestra Iglesia.
En relación con este tema, reflexionamos sobre la pastoral vocacional, que despierta entre los jóvenes una búsqueda y discernimiento acerca del llamado del Señor a la vida sacerdotal y religiosa. La tarea pastoral nos hace constatar la necesidad de contar con más candidatos a la vida presbiteral y consagrada. Esta realidad vocacional no puede ser preocupación sólo de nosotros, los pastores, sino de todos. Debemos tomar conciencia y orar para que el Señor envíe más obreros a su mies. Es una vocación que debe nacer en la familia, en los grupos de la pastoral juvenil y en el testimonio de los mismos cristianos.
En este espíritu eclesial, recordamos al querido hermano Mons. Roger Aubry, fallecido recientemente, como ejemplo de una vocación misionera, de amor al Señor y a su pueblo del Vicariato de Reyes, que nos impulsa a seguir sus pasos en el fascinante camino de la misión.
No quisiéramos terminar sin hacer una ferviente invitación a todas nuestras comunidades a celebrar los 50 años de Hermandad con la Iglesia en Tréveris, posteriormente fortalecida con la Iglesia en Hildesheim, Hermandad que tanto ha contribuido a fomentar la comunión, la fraternidad y la misión.
Por intercesión de la Virgen María, que el Señor Resucitado bendiga a nuestro pueblo dándole valor para vencer los miedos y testimoniar su compromiso cristiano.
Cochabamba 20 de abril de 2.010
Los Obispos de Bolivia
Lectio divina para la fiesta de la Ascensión del Señor, ofrecida por la Delegación de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
ASCENSION DEL SEÑOR
LECTURA: “Lucas 24, 46‑53”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
MEDITACIÓN: “Hacia el cielo”
Tu resurrección truncó los deseos de todos los intereses oscuros y volvió a resonar como el gran grito, como el “big bang” de una nueva creación que dejaba en alto y abiertos los mejores anhelos del hombre y del mismo Dios.
Pero esto lo tenemos que vivir sin ingenuidad. Han pasado dos mil años de historia, y los hombres no alcanzamos nuestra humanidad. Seguimos siendo portadores de muerte, ¡hasta hablamos ya de una cultura de muerte! Muchos no conocen o no les interesa conocer a un Dios de vida. Todavía sentimos la necesidad de dominarnos unos a otros o de eliminarnos en nombre de ideas o de intereses, a veces, como la mayor de las blasfemias, en nombre de lo más sagrado.
En medio de esta realidad oscura, de esta tierra a la que nos empeñamos en seguir ocultando su maravilloso cielo azul, con nubes de negras tormentas, que siembran muchísimo más dolor que las de la naturaleza desbordada, sigue resonando tu palabra de esperanza, tu anuncio continuo de perdón, que brota de tu amor gratuito de padre bueno, y tu llamada a convertir nuestros corazones, a volver nuestra mirada, a lo más íntimo de nuestra intimidad, donde tú te aposentas con tus entrañas de bondad y misericordia, para ser desde ahí don para nosotros y para los otros. Así, nos llamas a “elevarnos” y ascender en nuestra humanidad, para construir contigo la civilización del amor, la vida que iniciada aquí se prolongue continua hasta la eternidad.
ORACIÓN: “Instrumento de tu amor”
Gracias, Señor. Gracias porque no has truncado el sueño abierto por Jesús. Nosotros sí parecemos seguir queriendo truncarlo. ¡Qué complejo es el corazón humano! ¡De cuántas contradicciones es portador! ¡De cuánta capacidad de generar dolor! Queremos que las cosas vengan solas y, en verdad, sólo se puede apreciar aquello que se consigue con ilusión, con tenacidad, con esfuerzo, con anhelo ardiente, más allá y por encima de las dificultades.
Señor, sé que tu ascensión me llama a la mía desde ahora. Hazme instrumento de tu amor, hazme instrumento de perdón, de acogida, de bien, de bondad.
CONTEMPLACIÓN: “En mi intimidad”
Te vas
para quedarte
íntimamente arraigado
en mi intimidad.
Me invades
con tu Espíritu
para inundar mis entrañas
de tu amor.
Tu perdón constante
se derrama
como lluvia que empapa
la tierra reseca
de mi existencia
vacía sin ti.
Y una ola de gozo profundo
arrasa mis miedos
y anega mis vacíos,
hasta colmarlos
de tu cielo,
hecho de ansias
de humanidad.
Invocación al Espíritu Santo de José Antonio Pagola para la solemnidad de Pentecostés, ofrecida por la Delegación Diocesana de Eseñanza de la diócesis de Tenerife.
INVOCACIÓN
Ven Espíritu Creador e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir sus pasos; la Iglesia no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento vital de Jesús!
Ven Espíritu Santo y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y enséñanos a escuchar sólo a Jesús!
Ven Espíritu de la Verdad y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!
Ven Espíritu del Padre y enséñanos a gritar a Dios "Abba" como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!
Ven Espíritu Bueno y conviértenos al proyecto del "reino de Dios" inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!
Ven Espíritu de Amor y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a Jesús!
Ven Espíritu Liberador y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven Espíritu Santo y contágianos la libertad de Jesús!
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
23 de mayo de 2010
Pentecostés (C)
Juan 14, 15-16.23b-26
Celebración para la Vigilia de Pentecostés ofrecida por la Delegación de Apostolado Seglar de la Diócesis de Tenerife para el "Día de la Acción CAtólica y del Apostolado Seglar, solemnidad de Pentecostés, 23 de mayo de 2010.
Hoy también se hace realidad en nuestra Iglesia aquel acontecimiento que relata el libro de los Hechos: «Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De pronto, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hch 2, 1-4).
El alma de la Iglesia es el Espíritu. Él edifica la comunidad. Él es la fuente, interior a cada uno de nosotros, de la que brota la fe. Él hace posible el seguimiento de Jesús, el Resucitado. Unidos a la primera comunidad, nacida en Pentecostés, celebremos hoy esta vigilia. Hagámoslo despiertos, en oración. Celebremos con actitud vigilante, con fe, deseando que el Espíritu renueve y llene de vida nuestras vidas y la vida de su Iglesia.
Nos adentramos, ya estamos, en una época, social y culturalmente, nueva. Vivamos en el deseo del Espíritu, pues Él hace nuevas todas las cosas. Él, como nos recuerda el Concilio, hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente» (LG 4). Si nos dejamos conducir por Él, hoy será posible la experiencia del Resucitado, en nuestros corazones y en el de muchos hombres y mujeres. Si nos dejamos guiar por Él acertaremos a construir, en medio del mundo, una comunidad cristiana, una Iglesia, al servicio del Reino.
El Espíritu de Pentecostés nos empuja a experimentar lo que afirman el Evangelio y el Concilio Vaticano II: que somos todos hermanos e iguales en lo fundamental, miembros de pleno derecho (Mt 23, 8-12; LG 32b).
Por eso mismo, la comunidad cristiana está llamada a hacer posible que todo cristiano, superando el anonimato de la gran masa, se sienta persona y piedra viva del edificio de Jesús (1 P 2, 4-5); entienda y viva que todos somos responsables en la Iglesia, cada uno con su propio carisma (LG 32c). De este modo, en la diversidad, todos darán testimonio de la admirable unidad del Cuerpo de Cristo; pues la misma diversidad de gracias, servicios y funciones congrega en la unidad a los hijos de Dios, porque «todas estas cosas son obras del único e idéntico Espíritu» (1 Cor 12, 11).
Canto: El Espíritu del Señor (Kairoi)
El Señor os dará su Espíritu Santo;
ya no temáis, abrid el corazón,
derramará todo su amor.
Él transformará hoy vuestra vida,
os dará la fuerza para amar.
No perdáis vuestra esperanza,
Él os salvará.
Él transformará todas las penas,
como a hijos os acogerá,
abrid vuestros corazones a la libertad.
Fortalecerá todo cansancio
si al orar dejáis que os dé su paz.
Brotará vuestra alabanza,
Él os hablará.
Os inundará de un nuevo gozo
con el don de la fraternidad.
Abrid vuestros corazones a la libertad.
Ver: ¿Qué actitudes y qué acciones construyen hoy la comunidad cristiana?
Decía Jesús: «No he venido a ser servido, sino a servir». San Pablo a los cristianos de la comunidad de Roma les decía: «A la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros» (Rom 12, 4-5).
Somos llamados por el Espíritu a construir, desde el servicio, la comunidad cristiana. Vamos a dedicar un tiempo para mirarnos a nosotros mismos, para mirar a nuestra comunidad, para mirar a nuestra Iglesia. Preguntémonos: ¿Qué actitudes y qué acciones construyen hoy la comunidad cristiana? ¿Cuáles no?
Actitudes
¿Qué actitudes SÍ están construyendo la comunidad?
¿Qué actitudes NO están construyendo la comunidad?
Acciones
¿Qué acciones SÍ están construyendo la comunidad?
¿Qué NO hacemos para construir hoy la comunidad?
Sugerencias para este momento
Dedicamos un tiempo de reflexión que puede ir acompañado por una música de fondo. Para que los participantes puedan estar centrados conviene que las preguntas estén escritas, bien en una hoja, o bien en una cartulina, panel o encerado.
A cada uno de los participantes se les entrega dos trozos de papel o cartulina en los que anotar: a) actitudes y acciones que ya están construyendo comunidad; y b) actitudes y acciones que no están construyendo comunidad.
Pasado el tiempo que se considere oportuno, se invita a los participantes a construir el círculo-comunidad con lo escrito en la primera tarjeta (actitudes y acciones que construyen). Al construir el círculo se va diciendo en voz alta lo que se ha escrito.
Se realiza la misma dinámica, pero las tarjetas son situadas de modo desordenado, sin construir círculo. También se dice en voz alta lo que hemos escrito.
Pedimos perdón: desde la realidad que se ha visto y expresado se invita a pedir perdón personalmente y, posteriormente, el que preside la celebración, recogiendo lo expresado en la dinámica, pide perdón en nombre de toda la comunidad y da gracias por lo que el Espíritu ya está construyendo a través de nuestras actitudes y acciones.
3. Juzgar: Escucha de la Palabra
1ª Lectura:Testimonio de Mireia
Introducción: El Espíritu nos habla en la vida de la gente, en la vida de los pobres, en la vida de los creyentes. Mireia es una joven de Barcelona, militante de la Juventud Obrera Cristiana. Nos comparte sus opciones, sus preguntas.
«...Me hacía falta distinguir cuáles eran mis necesidades básicas y cuáles las que me había creado yo con la ayuda inigualable de la sociedad de consumo. La verdad: algo muy complicado, un reto constante, con el que todavía sigo peleando en mi interior. Me pregunto: ¿esto es necesario? ¿Puedo vivir sin esto?... Estas preguntas cobran sentido cuando hay gente de mi alrededor que todavía no tiene las necesidades básicas cubiertas (ahí incluyo la emancipación y el vivir bajo un techo). No hay que ir muy lejos... A veces, estar dentro de la masa te hace gastar dinero, en una cervecita, en una cena, con colegas, compañeros/as de trabajo... Nuestros gastos tienen que tener un sentido y una vivencia evangélica, tienen que tender a eso, aunque es muy difícil llevarlo a la práctica, en los tiempos que corren.
Además de colaborar con la JOC, empecé a contribuir también con otras causas, a las que trataba de aportar mi granito de arena, que es ese dinero que no gasto en cosas para mí, sino que va a algo que tiene sentido. Parto de la base de que el dinero de que dispongo no es que sea mío, ni que me lo merezca, sino que es fruto de una distribución injusta de la riqueza. Porque, ¿cuánta gente hay que se deja la piel currando y no recibe ni una pequeña parte de lo que yo gano?; y al revés: ¿cuánta gente cuadriplica o quintuplica mi sueldo?
Para poner la economía personal a disposición de los demás, es básico sentirse un solo corazón y una sola alma, sufrir lo que otros sufren, mirar alrededor, sentirse comunidad... entonces vendrá dado el resto».
Mireia (militante de la JOC de Barcelona)
2a Lectura (Hch 2, 42-47) Introducción:
¿Qué significa «servir»? El resumen del ideal de vida de las primeras comunidades nos ayuda a entender. En él aparecen acciones que indican actitudes fundamentales de la vida cristiana: señales, hechos, unidos, compartían, repartían, se reunían, partían el pan, comían juntos, alegría, sencillez, alababan a Dios.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Canto: Dios es amor
DONDE REINA LA VERDAD,
DONDE EXISTE LIBERTAD,
DONDE HAY PAZ, ESTÁ PRESENTE EL SEÑOR.
PORQUE DIOS ES LA VERDAD,
PORQUE DIOS ES LIBERTAD,
PORQUE DIOS ES JUSTICIA Y AMOR.
Dios nos convoca EN EL AMOR.
Dios nos reúne EN EL AMOR.
Porque Dios es amor, ES AMOR.
Vino a nosotros EN EL AMOR.
Vive en la tierra EN EL AMOR.
Porque Dios es amor, ES AMOR.
Él nos conduce EN EL AMOR.
A un mundo nuevo EN EL AMOR.
Porque Dios es amor, ES AMOR.
(Otros cantos posibles: «Donde hay amor, allí está Dios»; «Caridad y com‑
prensión»; «Qué bien todos unidos»; «Tú eres el Dios que nos salva»...).
Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 20, 20-28)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
¿«Qué deseas?» Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó:
–«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron:
«Lo somos.» Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:
–«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
4. Momento de interiorizacián compartir
Algunas sugerencias
Recordemos a Mireia, ¿qué nos está diciendo su vida?
Introduzcámonos en la primera comunidad cristiana, ¿qué nos está llamando la atención?
Escuchemos a Jesús, ¿qué nos está diciendo a nosotros, cristianos de este tiempo?
Comunicación de la verdad
Jesús fue un gran comunicador. Transmitía la verdad de Dios con su vida y su palabra. Recordemos lo que nos dice en el Evangelio de Juan: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho» Un 15, 15). Es desde esta comunicación como nace en nosotros la mujer nueva, el hombre nuevo y la comunidad cristiana.
Unas nuevas relaciones
Jesús inicia y propone un nuevo tipo de relaciones. Su seguimiento conlleva realizarlas en nuestra propia vida y extenderlas por toda la sociedad. Vivir en este nuevo estilo de relaciones, inaugurado por Jesús, supone, hoy también, una revolución radical en las relaciones interpersonales y sociales. Las pequeñas comunidades cristianas estamos llamadas a ser espacios de relaciones libres y fraternas, zonas liberadas por Jesús. Sólo con Él construiremos las mejores comunidades posibles y levantaremos, poco a poco, un nuevo concepto de sociedad, a la medida del hombre y de la mujer, a la medida de los pobres..., reflejo y testimonio del Evangelio, buena noticia para todos.
5. ACTUAR: Enviados a anunciar la Buena Nueva
Nuestras comunidades cristianas están necesitadas de buenas noticias (estamos necesitados de buenas noticias). Necesitados de una experiencia nueva y joven de Jesús. El hombre siempre nuevo y joven. Nuestra sociedad necesita, también, el testimonio novedoso del servicio, de la gratuidad evangélica, del nombre de Jesús, del misterio de Dios... ¿A qué nos está llamando el Espíritu de Pentecostés en este momento de la historia y de la Iglesia?
Dinámica
Invitamos a los participantes a que durante unos momentos piensen y concreten un compromiso personal. Ese compromiso puede ser escrito en una de las tarjetas utilizadas anteriormente y que ahora recogemos. El compromiso puede ser leído en voz alta. La tarjeta se guarda en el bolso para ser recordado y vivido.
Declaración de un compromiso comunitario
(Nos comprometemos a ser testimonio evangélico en la comunidad eclesial y social)
Donde reina la competencia desleal,
nosotros anunciamos la lealtad.
Donde reina el afán de ponerse por encima de los demás,
nosotros anunciamos la igualdad.
Donde manda el afán de ser servido,
nosotros anunciamos el servicio.
Donde reina el ansia de figurar,
nosotros anunciamos modestia y humildad.
Donde reinan la distancia y la dificultad,
nosotros queremos ser asequibles y anunciárselo a todos.
Donde cuesta pedir favores,
queremos ser fáciles para quien acuda a nosotros.
Donde impera la explotación,
nosotros anunciamos la solidaridad y la lucha contra la injusticia.
Donde reinan el pasotismo y la inhibición,
nosotros anunciamos el compromiso, el participar y complicarse la vida.
Donde reina la preocupación de ser listo a costa del prójimo, nosotros queremos ser tontos y lo anunciamos a los cuatro vientos.
6. Padrenuestro
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, digamos con fe y esperanza: Padre nuestro...
7. Bendición envío
El Dios, Padre bueno, que el día de Pentecostés iluminó las mentes de sus discípulos derramando sobre ellos el Espíritu Santo, os alegre con sus bendiciones y os colme de las bendiciones del Espíritu consolador,
R/ AMÉN.
Que el mismo Espíritu Santo que de manera admirable se posó sobre los apóstoles encienda hoy su fuego en vuestros corazones y os haga continuadores de la misión de Cristo Jesús, siendo testigos del amor de Dios en el corazón del mundo,
R/ AMÉN.
Que el Espíritu Santo os haga conscientes de la misión que habéis recibido, os fortalezca en los momentos de dificultad, os mantenga vigilantes en el servicio a los hermanos, impulse vuestra vida comunitaria y avive vuestra esperanza,
R/ AMÉN.
Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo...
ID AL MUNDO ENTERO Y ANUNCIAD LA BUENA NUEVA. PODEIS IR EN PAZ.
Canto final: HOMBRES NUEVOS
DANOS UN CORAZÓN
GRANDE PARA AMAR.
DANOS UN CORAZÓN
FUERTE PARA LUCHAR.
Hombres nuevos, creadores de la historia,
constructores de nueva humanidad.
Hombres nuevos que viven la existencia
como riesgo de un largo caminar.
Hombres nuevos, luchando en esperanza,
caminantes, sedientos de verdad.
Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas,
hombres libres que exigen libertad.
Hombres nuevos, amando sin fronteras,
por encima de razas y lugar.
Hombres nuevos, al lado de los pobres,
compartiendo con ellos techo y pan.
DOMINGO DE PENTECOSTÉS / C
23 de mayo de 2010
Hermanos y hermanas, bienvenidos a celebrar este domingo de Pentecostés, el último día de las fiestas de Pascua. Que el amor de Dios Padre, la gracia salvadora de Jesucristo, el fuego ardiente del Espíritu estén con todos vosotros.
Aspersión: Recordemos ahora, al empezar nuestra celebración, aquel día de nuestro bautismo, el día en el que empezamos a ser cristianos. Sobre nosotros fue derramada el agua de la vida nueva; el Espíritu de Dios se unió para siempre a nuestro espíritu. Invoquémoslo hoy sobre esta agua, y respondamos a cada invocación cantando: POR SIEMPRE YO CANTARE TU NOMBRE, SEÑOR, MD 109 (709)
Te alabamos, Dios creador, que por el agua y la fuerza del Espíritu diste forma y figura al ser humano y al universo. R/.
Te alabamos, oh Cristo, que de tu costado abierto en la cruz, hiciste manar sangre y agua, los sacramentos de nuestra salvación. R/.
Te alabamos, Espíritu Santo, que con tu potencia impetuosa haces de nosotros hombres y mujeres nuevos, testigos del Señor resucitado. R/.
Dios, Padre, bendice a tu pueblo, purifícanos del pecado y, por medio de esta agua, reaviva en nosotros el recuerdo y la gracia del bautismo, nuestra primera Pascua. Amén.
Ahora se hace solemnemente la aspersión pasando por toda la iglesia, mientras se canta un canto apropiado. Luego, se proclama el Gloria.
Oración universal: Invoquemos ahora al Espíritu, el padre de los pobres, el don de vida que fecunda nuestra existencia y renueva el camino de la humanidad. Oremos diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.
Para que todos los cristianos sepamos amarnos como Jesús nos ha amado. OREMOS:
Para que, los jóvenes cristianos vivan a fondo su fe, y los que trabajan en la pastoral juvenil sientan la alegría de Dios que les acompaña. OREMOS:
Para que los gobernantes, y especialmente los gobernantes cristianos, busquen siempre por encima de todo la paz y la concordia, y el bienestar de los que menos tienen. OREMOS:
Para que los pobres, los enfermos, los inmigrantes, y todos los que se sienten sin ánimo ante la vida reciban la fuerza del Espíritu Santo de Dios. OREMOS:
Para que el Espíritu del Señor ilumine con su luz nuestras inseguridades y dudas, y cure nuestras debilidades. OREMOS:
Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envíanos tu Espíritu Santo. Tú que vives y reinas ...
Padrenuestro: Movidos por el Espíritu deJesús, unidos a él, nos atrevemos a decir:
Gesto de la paz: En el Espíritu de Jesucristo resucitado, daos fraternalmente la paz.
Despedida: Terminamos hoy el tiempo pascual, los cincuenta días en honor del Señor resucitado. Que él nos acompañe siempre y nos llene con su Espíritu. Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el Evangelio" para el 3º Domingo de Pascua (18 de abril de 2010). (AICA)
TERCER DOMINGO DE PASCUA
Evangelio según San Juan 20, 19-31 (Ciclo C)
Queridos hermanos: quiero recordar a toda la comunidad diocesana que el próximo sábado 24 es el quinto aniversario de la inauguración del Ministerio Pastoral del querido Papa Benedicto XVI. ¡Cómo hay que amar al Papa! ¡Cómo hay que quererlo! ¡Cómo hay que rezar por él! ¡Cómo hay que cuidarlo! Y cómo algunos son adversarios de él y de la Iglesia, queriéndolo hacer responsable de todo. Hay que cuidar más al Papa y rezar por él.
Evangelio: obediencia fiel, fiel obediencia
El relato evangélico nos habla de una de las apariciones de Jesús a los discípulos, cuando estaban pescando porque ellos eran pescadores, ese era su trabajo. Aparece Jesús, ellos no lo reconocen; Jesús les dice “tiren la red a la derecha”; Pedro le dice “hemos pescado toda la noche y no sacamos nada”, pero lo hizo obedeciéndole pero sin saber que era Jesús. Recién allí se da cuenta porque pescó abundantemente.
Acá está la obediencia de la fe. Para que haya frutos, perseverancia, fecundidad en el espíritu; para que haya vida en serio entre los fieles, en la Iglesia, en la comunidad, en la sociedad, en el país y en el mundo, es necesaria una obediencia filial, una filial obediencia al Señor.
Obediencia filial o filial obediencia porque si el Señor lo pide es porque lo da y hay que aceptarlo y obedecerle. En esto hay algo importante: el que no escucha bien, se va a equivocar en la respuesta y va a responder mal; el que escucha bien va a responder bien.
Todos nosotros, sacerdotes, obispo, fieles laicos, religiosos, religiosas, todos los hombres de buena voluntad, si queremos fecundidad en nuestra vida tenemos que tener una obediencia filial o una filial obediencia en la fe: hacer lo que Dios quiere, porque ciertamente es lo mejor; hacer lo que El quiere y es lo mejor para todos nosotros.
Cada uno sabe, que se ponga el sayal; cada uno sabe donde renguea; cada uno sabe donde le aprieta el zapato. Esto quiere decir que cada uno tiene que volver a ser fiel en la obediencia y una obediencia fiel.
Si le obedecemos, nuestra vida será muy pero muy fecunda en el Señor. Si no le obedecemos trabajaremos en vano; y si trabajamos en vano nos vamos a cansar, a gastar y a desanimar. ¡Con el Señor el entusiasmo y la fuerza; sin Él no quedará nada!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Homilía de monseñor Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes para el 3º domingo de Pascua (18 de abril de 2010). (AICA)
FIELES EN LA TRIBULACIÓN
La aparición del Señor resucitado en la orilla del lago de Tiberíades confirma el rol de conductor de Pedro en la Iglesia. El llamado al ministerio le exigía el abandono del oficio de pescador y la dedicación total a la evangelización. El preaviso del Señor que Pedro iba a morir como mártir, no lo inhibió al apóstol sino, por el contrario, lo lanzó con mayor decisión para adelante. El apacentar de las ovejas del Señor llevó a Pedro a la lejana Roma, donde puso los cimientos de la Iglesia en el centro del poder político y cultural del imperio. Es notable con qué rapidez fue creciendo la Iglesia en circunstancias adversas y persecuciones continuas. El Señor manifestó que estaba con los discípulos, como se lo había prometido, “hasta el fin de los tiempos”.
En los momentos actuales, en los que se quiere involucrar al Pastor supremo en los desvíos sexuales de clérigos, para desanimar a la Iglesia en su conjunto y dispersar las ovejas, nos reconforta la seguridad, que las puertas del infierno no podrán prevalecer sobre la roca de Pedro. Nada nos ha de quitar la serenidad y confianza. Las tribulaciones que sufrimos a causa de nuestros pecados, son para nuestra purificación. Las tribulaciones, en cambio, que sufrimos por causa del Señor, son para nosotros, como en aquel entonces para los apóstoles, una dicha que nos motiva para seguir anunciándolo a los demás. Son pruebas que nos fortalecen.
Juan en su visión nos abre los oídos y los ojos. La Iglesia en la tribulación está acompañada por los Seres Vivientes y una multitud de criaturas que están en el cielo en presencia del Cordero que ha sido inmolado. Lo que celebramos aquí es una participación de la liturgia celestial. La adoración de Cristo limpia el corazón de los que pecaron y preserva de caer. La Eucaristía no da la alegría en el Señor que es nuestra fortaleza.
La pregunta del Señor a Pedro, si lo ama, está dirigida ahora a cada uno de nosotros. El Señor nos conoce y sabe todo, pero no nos fuerza. Decirle: “Yo te amo”, es un acto de nuestra libertad, que Dios respeta como límite de su poder. Que la respuesta nuestra sea sincera; y que nuestra entrega sea coherente como lo fue la de Pedro que mantuvo su palabra hasta el final.
Mons. Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes
Mensaje de Mons. Carlos María Franzini, obispo de Rafaela para en la Jornada del “Buen Pastor” (25 de abril de 2010). (AICA)
BUEN PASTOR
Mis queridos hermanos:
Este cuarto domingo de Pascua la Iglesia nos invita a contemplar a Jesús, el Buen Pastor, y a volver a reconocer que también hoy sigue llamando a muchos jóvenes a seguirlo más de cerca en la vida consagrada. En la Carta Pastoral de Cuaresma les decía: “…La juventud es la etapa de las búsquedas y definiciones sobre el rumbo que la persona quiere dar a su vida. Es la etapa en la que se hace particularmente clara la llamada a un proyecto de vida pensado por Dios para cada uno desde toda la eternidad. Es la etapa en la que se descubre que la vida se la “gana” dándola al servicio de Dios y de los demás. Es la etapa donde descubrimos que sólo saliendo de nosotros mismos podemos ser verdaderamente maduros y felices. Por eso la pastoral juvenil deberá ayudar a los jóvenes a reconocer la invitación que Jesús le hace a cada uno para la vida matrimonial o la vida consagrada; para una actividad profesional o laboral determinada; para el servicio y el compromiso en la construcción de una sociedad más justa y solidaria… En definitiva les ayudará a descubrir que sólo se realizarán como personas y serán auténticamente felices si se insertan el proyecto amoroso de Dios para la salvación de todos los hombres…” (nº 17).
Es en el contexto de comunidades juveniles vigorosas y entusiastas donde se puede reconocer y responder a la llamada para la vida consagrada. Como rezamos en la oración para el Año Sacerdotal, la mirada tierna y comprometedora de Jesús nos cuestiona e invita, nos da la garantía de una vida plena y feliz.
Queridos chicos y chicas: ¡no tengan miedo!; Él, como nadie, los conoce, los quiere y les puede dar la verdadera felicidad…
Queridos sacerdotes y consagradas: hagamos de nuestra vida testimonio y provocación para tantos jóvenes que el Señor pone en nuestro camino…
Queridas familias: no duden de crear el clima propicio y favorable para que la llamada del Señor sea escuchada y respondida…
Queridas comunidades parroquiales y educativas: anímense a ser el espacio propicio para proponer y promover las vocaciones de especial consagración…
El Buen Pastor Resucitado sigue contando con todos y cada uno de nosotros para llevar adelante su misión. Que ninguno de nosotros le mezquine su respuesta. Que él los bendiga y los proteja, les descubra su rostro y les de la paz.
Mons. Carlos María Franzini, obispo de Rafaela
IV Domingo de Pascua 2010
Declaración de la 99ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (20 de abril de 2010). (AICA)
SOBRE EL BIEN INALTERABLE DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
Al pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
1. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. 1 Tm 2,4). Por eso estableció con el hombre un diálogo de salvación, que culminó en el encuentro con Jesucristo, Señor nuestro y compañero de camino. La Iglesia está llamada a extender este diálogo a la convivencia humana. El diálogo para ser fecundo debe ser claro, afable, sencillo y confiado. Todo esto lleva implícito el respeto a la persona que vive, siente y piensa de un modo diferente. Todos estamos llamados al amor de Dios. La claridad del diálogo exige un discernimiento en orden a reconocer la verdad, sobre la cual los pastores no podemos callar. Esto no supone menosprecio ni discriminación.
2. El ser humano ha sido creado a imagen de Dios. Esta imagen se refleja no sólo en la persona individual, sino que se proyecta en la complementariedad y reciprocidad del varón y la mujer, en la común dignidad, y en la unidad indisoluble de los dos, llamada desde siempre matrimonio. El matrimonio es la forma de vida en la que se realiza una comunión singular de personas, y ella otorga sentido plenamente humano al ejercicio de la función sexual. A la naturaleza misma del matrimonio pertenecen las cualidades mencionadas de distinción, complementariedad y reciprocidad de los sexos, y la riqueza admirable de su fecundidad. El matrimonio es un don de la creación. No hay una realidad análoga que se le pueda igualar. No es una unión cualquiera entre personas; tiene características propias e irrenunciables, que hacen del matrimonio la base de la familia y de la sociedad. Así fue reconocido en las grandes culturas del mundo. Así lo reconocen los tratados internacionales asumidos en nuestra Constitución Nacional (cf. art. 75, inc. 22). Así lo ha entendido siempre nuestro pueblo.
3. Corresponde a la autoridad pública tutelar el matrimonio entre el varón y la mujer con la protección de las leyes, para asegurar y favorecer su función irreemplazable y su contribución al bien común de la sociedad. Si se otorgase un reconocimiento legal a la unión entre personas del mismo sexo, o se las pusiera en un plano jurídico análogo al del matrimonio y la familia, el Estado actuaría erróneamente y entraría en contradicción con sus propios deberes al alterar los principios de la ley natural y del ordenamiento público de la sociedad argentina.
4. La unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. Está ausente de ella la dimensión conyugal y la apertura a la transmisión de la vida. En cambio, el matrimonio y la familia que se funda en él, es el hogar de las nuevas generaciones humanas. Desde su concepción, los niños tienen derecho inalienable a desarrollarse en el seno de sus madres, a nacer y crecer en el ámbito natural del matrimonio. En la vida familiar y en la relación con su padre y su madre, los niños descubren su propia identidad y alcanzan la autonomía personal.
5. Constatar una diferencia real no es discriminar. La naturaleza no discrimina cuando nos hace varón o mujer. Nuestro Código Civil no discrimina cuando exige el requisito de ser varón y mujer para contraer matrimonio; sólo reconoce una realidad natural. Las situaciones jurídicas de interés recíproco entre personas del mismo sexo pueden ser suficientemente tuteladas por el derecho común. Por consiguiente, sería una discriminación injusta contra el matrimonio y la familia otorgar al hecho privado de la unión entre personas del mismo sexo un estatuto de derecho público.
6. Apelamos a la conciencia de nuestros legisladores para que, al decidir sobre una cuestión de tanta gravedad, tengan en cuenta estas verdades fundamentales, para el bien de la Patria y de sus futuras generaciones.
7. En este clima pascual, y al iniciar el sexenio 2010-2016 del Bicentenario de la Patria, exhortamos a nuestros fieles a orar intensamente a Dios Nuestro Señor para que ilumine a nuestros gobernantes y especialmente a los legisladores. Les pedimos también que no vacilen en expresarse en la defensa y promoción de los grandes valores que forjaron nuestra nacionalidad y constituyen la esperanza de la Patria.
99ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, El Cenáculo, 20 de abril de 2010
Mensaje que ha escrito la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebra el domingo, 16 de mayo de 2010.
1. Celebrando el Año Sacerdotal, con motivo del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el Papa Benedicto XVI ha querido dedicar la 44ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del próximo día 16 de mayo de 2010, a reflexionar sobre "El sacerdote y la pastoral en el mundo digital. Los nuevos medios al servicio de la Palabra". Con este lema el Santo Padre quiere destacar la gran misión que tiene el sacerdote en el nuevo mundo de las comunicaciones sociales que han surgido de las modernas tecnologías, hasta el punto de crear un nuevo ámbito para las relaciones humanas, con una influencia muy importante en la vida de las personas y de la entera sociedad contemporánea.
Los nuevos medios, al servicio de la Palabra
2. Se trata de un nuevo escenario donde el sacerdote está llamado a ejercer su ministerio, cuya principal tarea es "anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos". En la actualidad los sacerdotes han de llevar a cabo esta tarea pastoral con la ayuda de las nuevas tecnologías digitales, especialmente Internet, considerando estos modernos recursos como nuevas oportunidades para la misión evangelizadora que constituye la propia razón de ser de la Iglesia[01]. Así lo entiende también el Papa Benedicto XVI cuando afirma en su Mensaje que el mundo digital constituye una gran oportunidad en el que los "sacerdotes deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis".
3. En esta misma línea y deseando que los medios de comunicación gocen de la mayor consideración en nuestra tarea pastoral ordinaria en las diócesis, parroquias y demás comunidades, animamos a los sacerdotes y a los fieles, especialmente a los padres, educadores y catequistas, en particular a los más jóvenes y "nativos" de la Red, a que se adentren por estos nuevos caminos del "mundo digital", poniendo con creatividad y audacia apostólica, todas las nuevas tecnologías de la comunicación al servicio del anuncio de Jesucristo. "La Palabra podrá así -como señala el Papa- navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: «Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos» (Ap 3, 20)".
4. Para lograr este objetivo apostólico de un mayor espacio para Dios en la sociedad actual, trabajemos también para alcanzar, a su vez, un mayor espacio para los medios en la propia Iglesia, a escala nacional, diocesana y parroquial. La evangelización de la cultura actual, esencialmente mediática, pasa por esta necesaria exigencia a la que no basta responder sólo con encomiables consideraciones teóricas sobre los medios, sino sobre todo con un mayor esfuerzo práctico en proyectos y realizaciones, con la imprescindible y generosa aportación económica de los fieles, que han de ver también en esta tarea pastoral su deber de "ayudar a la Iglesia en sus necesidades".
5. Este empeño exige entre nosotros más atención a la dimensión formativa en comunicación social de aquellos que han de ser o son ya predicadores de la Palabra de Dios, y lo mismo habría que decir de los educadores y catequistas, cuyo bagaje formativo debería incluir esta materia específica con entidad propia. A todos se nos pide hoy una nueva oratoria para transmitir adecuadamente Palabra de Dios a los hombres y mujeres de nuestra cultura mediática, además de la imprescindible ayuda del Espíritu Santo y una sólida espiritualidad y formación teológica. Alentamos a participar en los cursos y medios formativos en comunicación que la Iglesia ofrece a sacerdotes, seminaristas y fieles.
Poner "alma" en el mundo digital
6. Esta visión positiva del mundo de las comunicaciones, heredera y deudora del Concilio Vaticano II, no significa, según el mismo espíritu del Decreto Inter Mirifica, renunciar a la necesaria responsabilidad y sentido crítico que, como usuarios -destinatarios y emisores-, han de tener los propios sacerdotes y se ha de inculcar también al resto de los fieles mediante la debida formación moral de la doctrina de la Iglesia.
Hemos de ser conscientes de que las innovaciones tecnológicas suponen también cambios de valores. Esto ha ocurrido siempre, y ahora se nota en componentes esenciales de lo humano. Así una de las paradojas de la actual sociedad de la información es que es precisamente la propia verdad la que se le ha tornado para muchos imposible con lo que esto supone de carencias para la transmisión de la fe cristiana. Es más, constatamos que un inadecuado y abusivo uso de los modernos medios está produciendo, especialmente en los más jóvenes, la pérdida de interioridad que lleva a ignorar la dimensión espiritual y trascendente de la persona, así como la propagación del contacto superficial que dificulta el encuentro personal y relacional, sobre todo en la familia, con una predominante tendencia al anonimato, al espectáculo y a la excitación de los sentimientos, así como a la sustitución de la verdad por la opinión en un creciente relativismo.
7. Valoramos los efectos benéficos y los recursos que las nuevas tecnologías de la comunicación suponen para la pastoral de la Iglesia y el progreso humano, y alentamos su uso personal y pastoral en las comunidades cristianas, como hacen los documentos Iglesia e Internet[02] y Ética en Internet[03], pero a la vez hemos de poner en guardia frente a los efectos negativos que se puedan producir desde el punto de vista antropológico, ético y educativo, por parte de las nuevas tecnologías de la comunicación si no se usan adecuadamente por emisores y receptores.
8. Ya que estamos en el Año Sacerdotal y en esta Jornada de las Comunicaciones Sociales tiene un protagonismo especial el sacerdote, no podemos dejar de hacer una clara denuncia de la parcialidad con la que es tratada con frecuencia la figura y misión del sacerdote en muchos medios de comunicación en los que, faltando a la verdad y tan injustamente, se generaliza sobre la inmensa mayoría del clero la sospecha de comportamientos inmorales y delictivos de una minoría infiel de sacerdotes y religiosos. Todos lamentamos con mucho dolor el daño producido, a la vez que nos solidarizamos con las víctimas a quienes hay que acompañar con más caridad y justicia.
La heroica y fiel trayectoria de santidad y entrega a los demás de la inmensa mayoría de los más de cuatrocientos mil sacerdotes de hoy, así como de los que les han precedido, muchos de los cuales están en la gloria de los altares, no puede quedar oscurecida y relegada hoy a las páginas de sucesos por algunos medios, cuando no ridiculizada en series de ficción. No queremos un trato privilegiado o de favor, sino la verdad y la justicia: la de dar a cada uno lo suyo también en la información.
9. Se trata de salvaguardar en todo la dignidad y los derechos del ser humano y la búsqueda del bien común. Para ello el Papa Benedicto XVI nos invita a llevar a cabo en el mundo digital de la comunicación una verdadera diaconía de la cultura: "Sin temores queremos adentrarnos en el mar digital, afrontando la navegación abierta con la misma pasión que desde hace dos mil años gobierna la barca de la Iglesia. Más que por los recursos técnicos, aún necesarios, queremos cualificarnos habitando este universo con un corazón creyente, que contribuya a dar un alma al ininterrumpido flujo comunicativo de la red. Esta es nuestra misión, la misión irrenunciable de la Iglesia: la tarea de cada creyente que trabaja en los medios de comunicación es allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus verdaderas necesidades espirituales; ofreciendo a los hombres que viven en este tiempo 'digital' los signos necesarios para reconocer al Señor" [04].
Pedimos a los comunicadores cristianos que sigan poniendo "alma" en el mundo de los medios con su vocación y trabajo, realizados con profesionalidad y espíritu de servicio a favor de las personas y de la entera sociedad, a la vez que con coherencia a su identidad cristiana. A ellos va de manera especial nuestra cercanía, agradecimiento y aprecio por la labor que desarrollan junto con sus compañeros de profesión, para quienes también tenemos en esta Jornada un recuerdo agradecido.
Un periodista en los altares: el nuevo beato Manuel Lozano "Lolo"
10. A todos os ponemos bajo la protección y ejemplo del periodista español Manuel Lozano Garrido, primer Premio ¡Bravo! de Prensa en 1971, quien será beatificado, Dios mediante, en la tarde del próximo día 12 de junio en Linares (Jaén), en una solemne celebración religiosa a la que invitamos especialmente a los periodistas españoles.
"Lolo", como era conocido Manuel Lozano, destacó como un gran comunicador cristiano, anunciando a Jesucristo a través de los medios. Su obligada postración por la enfermedad en el lecho del dolor no le impidió realizar este empeño, sino que lo reforzó con la credibilidad que para el anuncio cristiano aporta su vivencia personal de la identificación con Cristo sufriente. A ello unió el nuevo beato una extraordinaria capacidad de vida contemplativa que hacía que en sus escritos periodísticos y libros siempre reflejara no sólo la verdad de los hechos, sino también la verdad del hombre, a imagen de Jesucristo. Se empeñó también en la fundación de iniciativas apostólicas para ayudar, con la oración y el sacrificio, a la evangelización los medios de comunicación y a sus profesionales, a cada uno de los cuales aconsejaba: "Trabaja el pan de la limpia información, con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar"[05].
En definitiva, su trayectoria santa ejemplifica el logro de los retos que nos marcamos y por los que oramos en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, y en la que invocamos de corazón para todos la ayuda y bendición del Buen Dios.
+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida y Presidente+ Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España+ Joan-Enric Vives Sicilia, Arzobispo de Urgell+ Antonio Montero Moreno, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz+ Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix+ Raúl Berzosa Martínez, Obispo auxiliar de Oviedo+ Sebastià Taltavull Anglada, Obispo auxiliar de Barcelona
[01] PABLO VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 40-48 (08.12.1975), AAS 58 (1976), n. 14: "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar".
[02] Cf. CONSEJO PONTIFICIO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Iglesia e Internet. Editrice Vaticana. Roma, 2002.
[03] Cf. CONSEJO PONTIFICIO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Ética en Internet, Editrice Vaticana. Roma, 2002.
[04] BENEDICTO XVI. Discurso a los participantes en el congreso nacional Testigos digitales. Rostros y lenguajes en la era crossmediática, promovido por la Conferencia Episcopal Italiana. Roma 24.04.2010. Ed. semanal de L´Osservatore Romano en español, p. 5 (2 de mayo de 2010).
[05] MANUEL LOZANO GARRIDO. Decálogo para el periodista católico. Revista Imágenes de la fe. Nº. 428. Diciembre 2008. p. 26-27. Ed. PPC. Madrid.
ZENIT publica la homilía que pronunció Benedicto XVI en la misa al aire libre que presidió en la Avenida de los Aliados de Oporto en la mañana del viernes, 14 de Mayo de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
"En el libro de los Salmos está escrito: [...] 'que su cargo lo ocupe otro'. Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección" (Hechos 1, 20-22). Así habló Pedro, leyendo e interpretando la palabra de Dios en medio de sus hermanos, reunidos en el Cenáculo después de la Ascensión de Jesús a los cielos. El elegido fue Matías, que había sido testigo de la vida pública de Jesús y de su triunfo sobre la muerte, permaneciendo fiel hasta el final, a pesar del abandono de muchos. La "desproporción" de fuerzas en acción, que hoy nos asusta, impresionaba ya hace dos mil años a los que veían y escuchaban a Jesús. Desde las playas del lago de Galilea hasta las plazas de Jerusalén, Jesús se encontraba prácticamente solo en los momentos decisivos; eso sí, en unión con el Padre, guiado por la fuerza del Espíritu. Y con todo, el mismo amor que un día creó el mundo hizo que surgiese la novedad del Reino como una pequeña semilla que brota en la tierra, como un destello de luz que irrumpe en las tinieblas, como aurora de un día sin ocaso: es Cristo resucitado. Y apareció a sus amigos mostrándoles la necesidad de la cruz para llegar a la resurrección.
Aquel día Pedro buscaba un testigo de todas estas cosas. De los dos que presentaron, y el cielo designó a Matías, y "lo asociaron a los once apóstoles" (Hechos 1, 26). Hoy celebramos su gloriosa memoria en esta "Ciudad invicta", que se ha vestido de fiesta para acoger al Sucesor de Pedro. Doy gracias a Dios por haberme traído hasta vosotros, y encontraros en torno al altar. Os saludo cordialmente, hermanos y amigos de la ciudad y diócesis de Oporto, así como a los que habéis venido de la provincia eclesiástica del norte de Portugal y también de la vecina España, y a cuantos se encuentran en comunión física o espiritual con nuestra asamblea litúrgica. Saludo al obispo de Oporto, monseñor Manuel Clemente, que deseaba con mucha solicitud mi visita, y me ha recibido con gran afecto, haciéndose intérprete de vuestros sentimientos al comienzo de esta Eucaristía. Saludo a sus predecesores y a los demás hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, los consagrados y las consagradas, y a los fieles laicos, especialmente a todos aquellos que están comprometidos activamente en la Misión diocesana y, más en concreto, en la preparación de mi visita. Sé que han podido contar con la colaboración efectiva del alcalde de Oporto y de otras autoridades públicas, muchas de las cuales me honran hoy con su presencia; aprovecho este momento para saludarles y asegurarles, a ellos y a cuantos representan y sirven, los mejores éxitos para el bien de todos.
"Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús", decía Pedro. Y su Sucesor actual repite a cada uno de vosotros: Hermanos y hermanas míos, hace falta que os asociéis a mí como testigos de la resurrección de Jesús. En efecto, si vosotros no sois sus testigos en vuestros ambientes, ¿quién lo hará por vosotros? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, para que todas las situaciones de desfallecimiento y muerte se transformen, por el Espíritu, en ocasiones de crecimiento y vida. Para eso debemos escuchar más atentamente la Palabra de Cristo y saborear asiduamente el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas. Esto nos convertirá en testigos y, aún más, en portadores de Jesús resucitado en el mundo, haciéndolo presente en los diversos ámbitos de la sociedad y a cuantos viven y trabajan en ellos, difundiendo esa vida "abundante" (cf. Juan 10, 10) que ha ganado con su cruz y resurrección y que sacia las más legítimas aspiraciones del corazón humano.
Sin imponer nada, proponiendo siempre, como Pedro nos recomienda en una de sus cartas: "Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pedro 3, 15). Y todos, al final, nos la piden, incluso los que parece que no lo hacen. Por experiencia personal y común, sabemos bien que es a Jesús a quien todos esperan. De hecho, los anhelos más profundos del mundo y las grandes certezas del Evangelio se unen en la inexcusable misión que nos compete, puesto que "sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: ‘Sin mí no podéis hacer nada' (Jn 15, 5). Y nos anima: ‘Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo' (Mateo 28, 20)" (encíclica Caritas in veritate, 78).
Aunque esta certeza nos conforte y nos dé paz, no nos exime de salir al encuentro de los demás. Debemos vencer la tentación de limitarnos a lo que ya tenemos, o creemos tener, como propio y seguro: sería una muerte anunciada, por lo que se refiere a la presencia de la Iglesia en el mundo, que por otra parte, no puede dejar de ser misionera por el dinamismo difusivo del Espíritu. Desde sus orígenes, el pueblo cristiano ha percibido claramente la importancia de comunicar la Buena Noticia de Jesús a cuantos todavía no lo conocen. En estos últimos años, ha cambiado el panorama antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad; hoy la Iglesia está llamada a afrontar nuevos retos y está preparada para dialogar con culturas y religiones diversas, intentando construir, con todos los hombres de buena voluntad, la convivencia pacífica de los pueblos. El campo de la misión ad gentes se presenta hoy notablemente dilatado y no definible solamente en base a consideraciones geográficas; efectivamente, nos esperan no solamente los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socio-culturales y sobre todo los corazones que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera del Pueblo de Dios.
Se trata de un mandamiento, cuyo fiel cumplimiento "debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección" (decreto Ad gentes, 5). Sí, estamos llamados a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándonos iluminar por su Palabra: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure" (Juan 15, 16). ¡Cuánto tiempo perdido, cuánto trabajo postergado, por inadvertencia en este punto! En cuanto al origen y la eficacia de la misión, todo se define a partir de Cristo: la misión la recibimos siempre de Cristo, que nos ha dado a conocer lo que ha oído a su Padre, y el Espíritu Santo nos capacita en la Iglesia para ella. Como la misma Iglesia, que es obra de Cristo y de su Espíritu, se trata de renovar la faz de la tierra partiendo de Dios, siempre y sólo de Dios.
Queridos hermanos y amigos de Oporto, levantad los ojos a aquella que habéis elegido como patrona de la ciudad, la Inmaculada Concepción. El ángel de la anunciación saludó a María como "llena de gracia", significando con esta expresión que su corazón y su vida estaban totalmente abiertos a Dios y, por eso, completamente desbordados por su gracia. Que ella os ayude a hacer de vosotros mismos un "sí" libre y pleno a la gracia de Dios, para que podáis ser renovados y renovar la humanidad a través de la luz y la alegría del Espíritu Santo.
[© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica el discurso que pronunció Benedicto XVI el viernes, 14 de Mayo de 2010, al despedirse de Portugal en el aeropuerto internacional de Oporto, al concluir su visita apostólica que había comenzado el 11 de mayo.
Señor presidente de la República,
ilustrísimas autoridades,
queridos hermanos en el episcopado,
queridos amigos:
Al llegar el final de mi visita, vuelvo a sentir en mi espíritu la intensidad de tantos momentos vividos en esta peregrinación a Portugal. Conservo en el alma la cordialidad de vuestra acogida afectuosa, el calor y la espontaneidad que han consolidado los vínculos de comunión en los encuentros con los grupos, el esfuerzo que ha supuesto la preparación y realización del programa pastoral previsto.
En este momento de despedida, expreso a todos mi más sincera gratitud: al Señor Presidente de la República, que desde que he llegado me ha honrado con su presencia, a mis hermanos obispos con los que he renovado la profunda unión en el servicio al Reino de Cristo, al Gobierno y a todas las autoridades civiles y militares, que se han prodigado durante todo el viaje con manifiesta dedicación. Os deseo toda clase de bienes. Los medios de comunicación social me han permitido acercarme a muchas personas, a las que no me era posible ver de cerca. También a ellos les estoy muy agradecido.
En el momento de despedirme de vosotros, saludo a todos los portugueses, católicos o no, a los hombres y mujeres que viven aquí, aunque no hayan nacido aquí. Que no deje de crecer entre vosotros la concordia, que es esencial para una sólida cohesión, y camino obligado para afrontar con responsabilidad común los desafíos que tenéis por delante. Que esta gloriosa Nación siga manifestando su grandeza de alma, su profundo sentido de Dios, su apertura solidaria, guiada por principios y valores impregnados por el humanismo cristiano. En Fátima, he rezado por el mundo entero, pidiendo que el porvenir nos depare una mayor fraternidad y solidaridad, un mayor respeto recíproco y una renovada confianza y familiaridad con Dios, nuestro Padre que está en los cielos.
Con gozo he sido testigo de la fe y devoción de la comunidad eclesial portuguesa. He podido ver el entusiasmo de los niños y los jóvenes, la fiel adhesión de los presbíteros, diáconos y religiosos, la dedicación pastoral de los obispos, el deseo de buscar la verdad y la belleza en el mundo de la cultura, la creatividad de los agentes de la pastoral social, la fe vibrante de los fieles en las diócesis que he visitado. Deseo que mi visita sea un incentivo para un renovado ardor espiritual y apostólico. Que el Evangelio sea acogido en su integridad y testimoniado con pasión por cada discípulo de Cristo, para que sea fermento de auténtica renovación de toda la sociedad.
Por la intercesión de Nuestra Señora de Fátima, a la que invocáis con tanta confianza y firme amor, imploro de Dios que mi Bendición Apostólica, portadora de esperanza, paz y ánimo, descienda sobre Portugal y sobre todos sus hijos e hijas. Sigamos caminando en la esperanza. Adiós.
[© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]
El Delegado Diocesano de Catequesis de Adultos de Tenerife informa sobre próximas jornadas, con su horario, que tendrán lugar el 12 de Junio de 2010 en el Seminario Diocesano.
Querido Sacerdote: Sabemos de las múltiples ocupaciones que tenemos todos al finalizar el curso pastoral, pero solo le pido unos escasos minutos
Queremos informarle de las IV jornadas Diocesanas de Catequesis de Adultos que tendrán lugar el próximo Sábado 12 de Junio, en el Seminario Diocesano.
Estas jornadas están dirigidas a todas las parroquias que han emprendido un proceso catecumenal de formación de adultos en la fe y para todas aquellas personas que estén interesados en esta realidad.
En la Diócesis, actualmente hay unas 35 parroquias trabajando en este proceso catequético con personas adultas. Por eso, esta jornada sirve de encuentro de estos grupos y de personas adultas que, en las comunidades cristianas, quieran comenzar este proceso, o personas adultas que les pueda ayudar a un planteamiento de profundización y renovación de su Fe.
Con esta acción queremos simplemente ser un apoyo en el trabajo con los adultos, respondiendo al PDP: “Haz memoria de Jesucristo…” sobre todo, de cara al próximo curso pastoral que llevará el acento en los adultos.
Le enviamos el cartel para esta ocasión que quiere provocar en nosotros la necesidad de consumir responsablemente esta realidad de la catequesis de y con adultos. También, el adelanto de los horarios. Si van a participar de las jornadas y se quedan a comer llamar: Víctor (diácono) 650645468
10:00h Acogida...
10:30h Oración
10:45h La CdA al servicio de la Iniciación Cristiana... ¡Las cuatro de la tarde!
11:30h Descanso
11:45h La CdA al servicio de la Iniciación Cristiana... ¿Se nos paró el reloj?
12:30h El "botellón" de la fe
13:30h Almuerzo compartido
15:00h AbbaT...ar II
15:30h EUCARISTÍA
Esperando vernos en las jornadas,
La laguna a 12 de Mayo de 2010
GRACIAS
ZENIT publica el comentario al Evangelio del domingo 16 de mayo, la Ascensión del Señor (en numerosos países), séptimo domingo de Pascua (Lucas 24,46-53), de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.
Evangelio del domingo: El adiós de quien está
Ha habido alguien en la historia que ha realizado el sueño de Dios sobre el hombre, alguien que no ha cambiado este sueño en pesadilla, alguien que ha sido feliz en la única dependencia que hace libres: la de Dios. Toda la historia precedente estaba demasiado henchida de otras alternativas de dicha a las ofrecidas por Dios: las frutas prohibidas del Edén, las torres confusas de Babel, los ídolos de dioses falsos. Jesús ha inaugurado un modo nuevo de ser y de estar ante Dios, ante los hombres y ante el mundo. Con el cumplimiento de la vida terrestre del Señor no termina aquí su misión. Porque esa novedad de un pueblo, por Él inaugurada, no termina con su ascensión al Padre. Jesús entrando en el cielo abre la puerta hasta entonces cerrada por todos los pecados y pesadillas humanas.
Lucas, que comienza su Evangelio en el Templo, cuando es presentado Jesús niño, también lo concluye en el Templo con los discípulos de ese Jesús como portadores de su Presencia y portavoces de su Palabra. Han de esperar aún la llegada del Espíritu prometido, hasta que sean revestidos de la fuerza de lo alto. Aquellos discípulos quedaron embobados ante el trance de esta despedida, ante el adiós menos deseado y más temido, el adiós de quien más amaron y amarán los hombres que han amado de veras. Por eso, los ángeles arrancarán a los discípulos de su inmovilismo, para decirles lo mismo que les dijo Jesús: no os quedéis mirando al cielo. Hay mucho que hacer.
No era una despedida la de Jesús, para provocar nostalgias románticas ni tristes sentimentalismos. Era un adiós para un nuevo encuentro con quien prometió estar de otro modo entre ellos "hasta el fin del mundo". Por eso "se volvieron a Jerusalén con gran alegría", con una actitud tan distinta a días atrás cuando se encerraron a cal y canto por miedo a los judíos. Como el Padre envió a Jesús, ahora Él envía a los suyos. Ahora tendrán que contar a todos, lo que han visto y oído, lo que palparon sus manos, su convivencia con el Hijo de Dios. Y Jerusalén se llenará de alegría, de la de estos discípulos, la que Jesús puso en sus corazones y nada ni nadie podrá arrebatar.
ZENIT publica las palabras que dirigió Benedicto XVI en la tarde del jueves, 13 de Mayo de 2010, en el encuentro con las organizaciones de la pastoral social en la iglesia de la Santísima Trinidad de Fátima.
Queridísimos hermanos y amigos:
Habéis oído que Jesús dijo: "Vete y haz tú lo mismo" (Lucas 10,37). Nos invita a hacer nuestro el estilo del buen samaritano, cuyo ejemplo se acaba de proclamar, que se acerca a las situaciones en las que falta la ayuda fraterna. Y, ¿cuál es este estilo? "Es un 'corazón que ve'. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia" (encíclica Deus caritas est, 31). Así hizo el buen samaritano. Jesús no se limita a exhortar; como enseñan los Santos Padres, Él mismo es el Buen Samaritano, que se acerca a todo hombre y "cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza" (Prefacio común, VIII) y lo lleva a la posada, que es la Iglesia, donde hace que lo cuiden, confiándolo a sus ministros y pagando personalmente de antemano lo necesario para su curación. "Vete y haz tú lo mismo". El amor incondicional de Jesús que nos ha curado, deberá ahora, si queremos vivir con un corazón de buen samaritano, transformarse en un amor ofrecido gratuita y generosamente, mediante la justicia y la caridad.
Me complace encontrarme con vosotros en este lugar bendito, que Dios se eligió para recordar, por medio de Nuestra Señora, sus designios de amor misericordioso a la humanidad. Saludo con gran afecto a todos los aquí presentes, así como a las instituciones de las que forman parte, en la variedad de rostros unidos para profundizar en las cuestiones sociales y, sobre todo, en la práctica de la compasión hacia los pobres, los enfermos, los encarcelados, los que viven solos o abandonados, los discapacitados, los niños y ancianos, los emigrantes, los desempleados y quienes sufren necesidades que perturban su dignidad de personas libres. Gracias, Monseñor Carlos Azevedo, por el gesto de comunión y fidelidad a la Iglesia y al Papa, que ha querido ofrecerme, tanto en nombre de esta asamblea de la caridad, como de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, que preside, y que no cesa de animar esta gran siembra de buenas obras en todo Portugal. Conscientes de que, como Iglesia, no podemos brindar soluciones prácticas a cada problema concreto y, aunque desprovistos de todo tipo de poder, determinados a servir el bien común, estad dispuestos a ayudar y ofrecer los medios de salvación a todos.
Queridos hermanos y hermanas que trabajáis en el vasto mundo de la caridad, Cristo "nos revela que «Dios es amor» (1 Jn 4,8) y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina, les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres" (Gaudium et spes, 38). El actual escenario de la historia es de crisis socioeconómica, cultural y espiritual, y pone de manifiesto la conveniencia de un discernimiento orientado por la propuesta creativa del mensaje social de la Iglesia. El estudio de su Doctrina Social, que asume la caridad como principio y fuerza principal, permitirá trazar un proceso de desarrollo humano integral que implique la profundidad del corazón y alcance una mayor humanización de la sociedad (cf. encíclica Caritas in veritate, 20). No se trata de un mero conocimiento intelectual, sino de una sabiduría que dé sabor y condimento, que ofrezca creatividad a las vías teóricas y prácticas para afrontar una crisis tan amplia y compleja. Que las instituciones de la Iglesia, junto con todas las organizaciones no eclesiales, mejoren la capacidad de conocimiento y orientación para una nueva y grandiosa dinámica, que lleve a "esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura" (ibíd., 33).
En su dimensión social y política, esta diaconía de la caridad es propia de los fieles laicos, llamados a promover orgánicamente el bien común, la justicia y a configurar rectamente la vida social (cf. encíclica Deus caritas est , 29). Una de las conclusiones pastorales de vuestras recientes reflexiones, es la de formar una nueva generación de dirigentes servidores. Atraer nuevos agentes laicos a este ámbito pastoral, merecerá ciertamente una especial solicitud por parte de los Pastores, atentos al porvenir. Quien aprende de Dios Amor será inevitablemente una persona para los demás. En efecto, "el amor de Dios se manifiesta en la responsabilidad por el otro" (encíclica Spe salvi, 28). Unidos a Cristo en su consagración al Padre, participamos de su compasión por las muchedumbres que reclaman justicia y solidaridad y, como el buen samaritano de la parábola, nos comprometemos a ofrecer respuestas concretas y generosas.
Con frecuencia, sin embargo, no es fácil lograr una síntesis satisfactoria entre la vida espiritual y la actividad apostólica. La presión ejercida por la cultura dominante, que presenta insistentemente un estilo de vida basado en la ley del más fuerte, en el lucro fácil y seductor, acaba por influir en nuestro modo de pensar, en nuestros proyectos y en el horizonte de nuestro servicio, con el riesgo de vaciarlos de aquella motivación de fe y esperanza cristiana que los había suscitado. Las numerosas e insistentes peticiones de ayuda y atención que nos presentan los pobres y marginados de la sociedad nos impulsan a buscar soluciones que respondan a la lógica de la eficacia, del resultado visible y de la publicidad. Queridos hermanos, la mencionada síntesis, sin embargo, es absolutamente necesaria para poder servir a Cristo en la humanidad que os espera. En este mundo dividido, se impone a todos una profunda y genuina unidad de corazón, de espíritu y de acción.
Entre tantas instituciones sociales al servicio del bien común, cercanas a las poblaciones necesitadas, se hallan las de la Iglesia católica. Es preciso que esté clara su orientación, para que tengan una identidad bien definida: en la inspiración de sus objetivos, en la elección de sus recursos humanos, en los métodos de actuación, en la calidad de sus servicios, en la gestión seria y eficaz de los medios. La identidad nítida de las instituciones es un servicio real, con grandes ventajas para los que se benefician de ellas. Además de la identidad y unido a ella, un elemento fundamental de la actividad caritativa cristiana es su autonomía e independencia de la política y de las ideologías (cf. encíclica Deus caritas est, 31 b), si bien en colaboración con los organismos del Estado para alcanzar fines comunes.
Vuestras actividades asistenciales, educativas o caritativas han de completarse con proyectos de libertad que promuevan al ser humano, buscando la fraternidad universal. Aquí se sitúa el compromiso urgente de los cristianos en la defensa de los derechos humanos, preocupados por la totalidad de la persona humana en sus diversas dimensiones. Expreso mi profundo reconocimiento a todas las iniciativas sociales y pastorales que tratan de luchar contra los mecanismos socio-económicos y culturales que favorecen el aborto; y también a las que fomentan la defensa de la vida, así como la reconciliación y atención a las personas heridas por el drama del aborto. Las iniciativas que tienden a salvaguardar los valores esenciales y primarios de la vida, desde su concepción, y de la familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, ayudan a responder a algunos de los desafíos más insidiosos y peligrosos que hoy se presentan al bien común. Dichas iniciativas, junto a otras muchas formas de compromiso, son elementos esenciales para la construcción de la civilización del amor.
Todo esto está muy en sintonía con el mensaje de Nuestra Señora, que resuena en este lugar: la penitencia, la oración, el perdón en aras de la conversión de los corazones. Éste es el camino para edificar dicha civilización del amor, cuyas semillas puso Dios en el corazón de cada hombre y que la fe en Cristo salvador hace germinar.
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ZENIT publica el discurso que Benedicto XVI durante la bendición de las antorchas de Fátima, al inicio del Rosario que presidió en la explanada del Santuario de Fátima el miércoles 12 de Mayo de 2010.
Queridos peregrinos
Todos juntos, con la vela encendida en la mano, semejáis un mar de luz en torno a esta sencilla capilla, levantada con amor para honrar a la Madre de Dios y Madre nuestra, a la que los pastorcillos vieron volver de la tierra al cielo como una estela de luz. Sin embargo, ni ella ni nosotros tenemos luz propia: la recibimos de Jesús. Su presencia en nosotros renueva el misterio y el recuerdo de la zarza ardiente, que en otro tiempo atrajo a Moisés en el monte Sinaí, y que no deja de seducir a los que se dan cuenta de una luz especial en nosotros, que arde sin consumirnos (cf. Ex 3, 2-5). Por nosotros mismos, no somos más que una mísera zarza, en la que, sin embargo, se ha posado la gloria de Dios. A Él sea la gloria, y a nosotros la confesión humilde de nuestra nada y la adoración obediente de los designios divinos, que se cumplirán cuando "Dios lo será todo para todos" (1 Co 15, 28). La Virgen llena de gracia sirvió incomparablemente dichos designios: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Queridos peregrinos, imitemos a María haciendo resonar en nuestra vida su "hágase en mí". Dios había ordenado a Moisés: "Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado" (Ex 3, 5). Y así lo hizo; luego se puso nuevamente las sandalias para ir a liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto y guiarlo a la tierra prometida. No se trataba simplemente de poseer una parcela de terreno o del territorio nacional al que todo pueblo tiene derecho. En la lucha por la liberación de Israel y en su salida de Egipto, lo que destaca en primer lugar es, sobre todo, el derecho a la libertad para adorar, a la libertad de un culto propio. A lo largo de la historia del pueblo elegido, la promesa de la tierra acaba asumiendo cada vez más este significado: la tierra se da para que haya un lugar de obediencia, para que haya un espacio abierto a Dios.
En nuestro tiempo, cuando en extensas regiones de la tierra la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue, la prioridad más importante de todas es hacer a Dios presente en este mundo y facilitar a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que ha hablado en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor hasta el extremo (cf.Jn 13, 1), en Cristo crucificado y resucitado. Queridos hermanos y hermanas, adorad en vuestros corazones a Cristo Señor (cf. 1 P 3, 15). No tengáis miedo de hablar de Dios y de mostrar sin complejos los signos de la fe, haciendo resplandecer a los ojos de vuestros contemporáneos la luz de Cristo que, como canta la Iglesia en la noche de la Vigilia Pascual, engendra a la humanidad como familia de Dios.
Hermanos y hermanas, en este lugar impresiona ver cómo tres niños se rindieron a la fuerza interior que los había invadido en las apariciones del Ángel y de la Madre del cielo. Aquí, donde tantas veces se nos ha pedido que recemos el Rosario, dejémonos atraer por los misterios de Cristo, los misterios del Rosario de María. El rezo del Rosario nos permite poner nuestros ojos y nuestro corazón en Jesús, como su Madre, modelo insuperable de contemplación del Hijo. Al meditar los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, recitando las avemarías, contemplamos todo el misterio de Jesús, desde la Encarnación a la Cruz y la gloria de la Resurrección; contemplamos la íntima participación de María en este misterio y nuestra vida en Cristo hoy, que también está tejida de momentos de alegría y de dolor, de sombras y de luz, de contrariedades y de esperanzas. La gracia inunda nuestro corazón suscitando el deseo de un cambio de vida radical y evangélico, en comunión de vida y de destino con Cristo, de manera que podamos decir con San Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Flp 1, 21).
Siento que me acompañan la devoción y el afecto de todos los fieles aquí reunidos y del mundo entero. Traigo conmigo las preocupaciones y las esperanzas de nuestro tiempo y los sufrimientos de la humanidad herida, los problemas del mundo, y vengo a ponerlos a los pies de Nuestra Señora de Fátima: Virgen Madre de Dios y Madre nuestra querida, intercede por nosotros ante tu Hijo, para que las familias de los pueblos, tanto aquellas que llevan el nombre de cristianas como las que todavía no conocen a su Salvador, vivan en paz y en concordia hasta que todas formen un solo Pueblo de Dios, a gloria de la santísima e indivisible Trinidad. Amén.
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ZENIT nos ofrece las palabras que el Papa dirigió hel jueves 13 de Mayo de 2010 a los enfermos en el Atrio del Santuario de Fátima, al terminar la celebración de la Eucaristía hoy por la mañana con los peregrinos reunidos en la explanada.
Queridos hermanos y hermanas
Antes de acercarme hasta vosotros, llevando en las manos la custodia con Jesús Eucaristía, quisiera dirigiros unas palabras de aliento y de esperanza, que hago extensivas a todos los enfermos que nos acompañan a través de la radio y la televisión y a quienes, aun sin tener esa posibilidad, se unen a nosotros mediante los vínculos más profundos del espíritu, es decir, mediante la fe y la oración.
Hermano mío y hermana mía, tú tienes “un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza” (Enc. Spe salvi, 39). Con esta esperanza en el corazón, podrás salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, y permanecer de pie sobre la roca firme del amor divino. En otras palabras, podrás superar la sensación de la inutilidad del sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace sentirse un peso para los otros, cuando, en realidad, vivido con Jesús, el sufrimiento sirve para la salvación de los hermanos.
¿Cómo es posible esto? Las fuentes de la fuerza divina manan precisamente en medio de la debilidad humana. Es la paradoja del Evangelio. Por eso, el divino Maestro, más que detenerse en explicar las razones del sufrimiento, prefirió llamar a cada uno a seguirlo con estas palabras: “El que quiera venirse conmigo… que cargue con su cruz y me siga” (cf. Mc 8, 34). Ven conmigo. Participa con tu sufrimiento en esta obra de la salvación del mundo, que se realiza mediante mi sufrimiento, por medio de mi Cruz. A medida que abraces tu cruz, uniéndote espiritualmente a la mía, se desvelará a tus ojos el significado salvífico del sufrimiento. Encontrarás en medio del sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.
Queridos enfermos, acoged esta llamada de Jesús que pasará junto a vosotros en el Santísimo Sacramento y confiadle todas las contrariedades y penas que afrontáis, para que se conviertan –según sus designios– en medio de redención para todo el mundo. Vosotros seréis redentores en el Redentor, como sois hijos en el Hijo. Junto a la cruz… está la Madre de Jesús, nuestra Madre.
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Queridos peregrinos,
“Será conocida en las naciones su raza y sus vástagos entre los pueblos [...] son raza bendita del Señor” (Is 61, 9). Así comenzaba la primera lectura de esta Eucaristía, cuyas palabras encuentran admirable cumplimiento en esta asamblea devotamente reunida a los pies de la Virgen de Fátima. Hermanas y hermanos tan queridos, también yo he venido como peregrino a Fátima, a esta “casa” que María ha elegido para hablarnos en los tiempos modernos. He venido a Fátima para alegrarme de la presencia de María y de su protección maternal. He venido a Fátima, porque hacia este lugar converge hoy la Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento suyo de evangelización y sacramento de salvación. He venido a Fátima para rezar, con María y con tantos peregrinos, por nuestra humanidad afligida por miserias y sufrimientos. Finalmente, he venido a Fátima, con los mismos sentimientos de los Beatos Francisco y Jacinta y de la Sierva de Dios Lucía, para confiar a la Virgen la íntima confesión de que “amo”, que la Iglesia, que los sacerdotes “aman a Jesús” y desean tener los ojos fijos en Él, mientras se concluye este Año Sacerdotal, y para confiar a la protección maternal de María a los sacerdotes, los consagrados y las consagradas, los misioneros y a todos los agentes de bien que hacen acogedora y benéfica la Casa de Dios.
Éstos son la estirpe que el Señor ha bendecido... Estirpe que el Señor ha bendecido eres tu, amada diócesis de Leiria-Fátima, con tu Pastor monseñor Antonio Marto, a quien agradezco por el saludo que me dirigió al inicio y por toda la solicitud de la que me ha colmado, también mediante sus colaboradores, en este santuario. Saludo al Señor Presidente de la República y a las demás autoridades al servicio de esta gloriosa Nación. Idealmente abrazo a todas las diócesis de Portugal, representadas aquí por sus obispos, y confío al Cielo a todos los pueblos y naciones de la tierra. En Dios, estrecho en mi corazón a todos aquellos hijos e hijas suyos, particularmente a cuantos viven en la tribulación o abandonados, con el deseo de transmitirles esa esperanza grande que arde en mi corazón y que aquí, en Fátima, se hace encontrar de manera más palpable. Que nuestra gran esperanza eche raíces en la vida de cada uno de vosotros, queridos peregrinos aquí presentes, y a cuantos están con nosotros a través de los medios de comunicación social.
¡Sí! El Señor, nuestra gran esperanza, está con nosotros; en su amor misericordioso, ofrece un futuro a su pueblo: un futuro de comunión con él. Habiendo experimentado la misericordia y el consuelo de Dios que no lo había abandonado a lo largo del fatigoso camino de retorno del exilio de Babilonia, el pueblo de Dios exclama: “Con gozo me gozaré en el Señor, exulta mi alma en mi Dios” (Is 61,10). Hija excelsa de este pueblo es la Virgen Madre de Nazaret, la cual, revestida de gracia y dulcemente sorprendida por la gestación de Dios que se estaba realizando en su seno, hace igualmente propia esta alegría y esta esperanza en el cántico del Magníficat: “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. Al mismo tiempo, Ella no se ve como una privilegiada en medio de un pueblo estéril, al contrario, profetiza para ellos las dulces alegrías de una prodigiosa maternidad de Dios, porque “su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen” (Lc 1, 47.50).
Prueba de ello es este lugar bendito. Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita hecha por la Señora “venida del Cielo”, como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el íntimo conocimiento del Amor trinitario y les lleva a saborear a Dios mismo como lo más bello de la existencia humana. Una experiencia de gracia que les hizo convertirse en enamorados de Dios en Jesús, hasta el punto de que Jacinta exclamaba: “¡Me gusta tanto decir a Jesús que le amo! Cuando se lo digo muchas veces, me parece tener un fuego en el pecho, pro no me quemo”. Y Francisco decía: “Lo que más me ha gustado de todo fue ver a Nuestro Señor en esa luz que Nuestra Madre nos puso en el pecho. ¡Quiero tanto a Dios!” (Memorias de Sor Lucía, I, 42 y 126).
Hermanos, al oír estas inocentes y profundas confidencias místicas de los Pastorcillos, alguno podría mirarles con un poco de envidia porque ellos han visto, o quizás con la desilusionada resignación de quien no ha tenido la misma suerte, pero insiste en querer ver. A estas personas, el Papa dice como Jesús: “"¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?” (Mc 12,24). Las Escrituras nos invitan a creer: “Dichosos los que no han visto y han creído" (Jn 20, 29), pero Dios – más íntimo a mi de lo que soy yo mismo (cfr S. Agustín, Confesiones, III, 6, 11) – tiene el poder de llegar hasta nosotros, en particular mediante los sentidos interiores, de forma que el alma recibe el toque suave de una realidad que se encuentra más allá de lo sensible y la hace capaz de alcanzar lo no sensible, no lo visible a los sentidos. Con este objetivo se requiere una vigilancia interior del corazón que, durante la mayor parte del tiempo, no tenemos a causa de la fuere presión de las realidades externas y de las imágenes y preocupaciones que llenan el alma (cfr Comentario teológico del Mensaje de Fátima, año 2000). ¡Sí! Dios puede alcanzarnos, ofreciéndose a nuestra visión interior.
Aún más, esa Luz en lo íntimo de los Pastorcillos, que proviene del futuro de Dios, es la misma que se ha manifestado en la plenitud de los tiempos y que ha venido para todos: el Hijo de Dios hecho hombre. Que Él tenga el poder de inflamar los corazones más fríos y tristes, lo vemos en los discípulos de Emaús (cfr Lc 24,32). Por ello nuestra esperanza tiene fundamento real, se basa en un acontecimiento que se coloca en la historia y que al mismo tiempo la supera: ¡Es Jesús de Nazaret! Es el entusiasmo suscitado por su sabiduría y por su potencia salvífica en la gente de entonces era tal que una mujer en medio de la multitud – como hemos escuchado en el Evangelio – exclama: "¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!". Y sin embargo Jesús respondió: "Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 27.28). Pero ¿quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse fascinar por su amor? ¿Quién vela, en la noche de la duda y de la incertidumbre, con el corazón alzado en oración? ¿Quién espera el alba del nuevo día, teniendo encendida la llama de la fe? La fe en Dios abre al hombre el horizonte de una esperanza cierta que no decepciona; indica un sólido fundamento sobre el que apoyar, sin miedo, la propia vida; requiere el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo.
“Será conocida en las naciones su raza y sus vástagos entre los pueblos [...] son raza bendita del Señor” (Is 61, 9) con una esperanza inquebrantable y que fructifica en un amor que se sacrifica por los demás pero que no sacrifica a los demás: al contrario – como hemos escuchado en la segunda lectura – “Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1Cor 13,7). De ello son ejemplo y estímulo los Pastorcillos, que hicieron de su vida una ofrenda a Dios y un compartir con los demás por amor de Dios. La Virgen les ayudó a abrir el corazón a la universalidad del amor. En particular, la beata Jacinta se mostraba incansable en compartir con los pobres y en el sacrificio por la conversión de los pecadores. Sólo con este amor de fraternidad y de compartir conseguiremos edificar la civilización del Amor y de la Paz.
Se engañaría quien pensase que la misión profética de Fátima haya concluido. Aquí revive ese designio de Dios que interpela a la humanidad desde sus inicios: "¿Dónde está tu hermano Abel? [...] Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” (Gn 4, 9). El hombre pudo desencadenar un ciclo de muerte y de terror, pero no consigue interrumpirlo... En la Sagrada Escritura aparece con frecuencia que Dios está a la búsqueda de justos para salvar la ciudad de los hombres, y lo mismo hace aquí, en Fátima, cuando la Virgen pregunta: “Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros, en acto de reparación por los pecados con los que Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores?” (Memorias de Sor Lucía, I, 162).
Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus vínculos más santos en el altar de estrechos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, vino del Cielo nuestra Madre bendita ofreciéndose para trasplantar en el corazón de cuantos se confían a ella el Amor de Dios que arde en el suyo. En ese tiempo eran solo tres, cuyo ejemplo de vida se ha difundido y multiplicado en grupos innumerables por toda la superficie de la tierra, en particular al paso de la Virgen Peregrina, los cuales se dedican a la causa de la solidaridad fraterna. Que estos siete años que nos separan del centenario de las Apariciones puedan apresurar el preanunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María a gloria de la Santísima Trinidad.
[Traducción del original portugués por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica la oración que pronunció Benedicto XVI al llegar en la tarde del miércoles, 12 de Mayo de 2010, a Fátima, durante su visita a la Capilla de las Apariciones del Santuario de Nuestra Señora.
Santo Padre:
Señora Nuestra y Madre de todos los hombres y mujeres, aquí estoy, como un hijo que viene a visitar a su Madre y lo hace en compañía de una multitud de hermanos y hermanas.
Como sucesor de Pedro, a quien se le ha confiado la misión de presidir al servicio de la caridad en la Iglesia de Cristo y de confirmar a todos en la fe y en la esperanza, quiero presentar a tu Corazón inmaculado las alegrías y las esperanzas además de los problemas y los sufrimientos de cada uno de estos hijos e hijas tuyos que se encuentran en la Cova de Iría o que nos acompañan desde lejos.
Madre amabilísima, tu conoces a cada uno por su nombre, con su rostro y su historia, y quieres a todos con la benevolencia materna que brota del corazón mismo de Dios Amor.
A todos te los confío y consagro.
[Cantores y asamblea: Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.1)]
Santo Padre:
El venerable Papa Juan Pablo II, que te visitó tres veces, aquí en Fátima, y dio gracias a esa "mano invisible" que lo libró de la muerte en el atentado del 13 de mayo, en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años, quiso ofrecer al Santuario de Fátima un proyectil que le hirió gravemente y fue incrustado en tu corona de Reina de la Paz.
Es de profundo consuelo saber que tu estás coronada no sólo con la plata y el oro de nuestras alegrías y esperanzas, sino también con el "proyectil" de nuestras preocupaciones y sufrimientos.
Agradezco, Madre querida, las oraciones y los sacrificios que los Pastorcillos de Fátima elevaban por el Papa, llevados por los sentimientos que tú les inspiraste en las apariciones.
Agradezco también a todos aquellos que, cada día, rezan por el sucesor de Pedro y por sus intenciones para que el Papa sea fuerte en la fe, audaz en la esperanza y celoso en el amor.
[Cantores y asamblea: Nosotros de cantamos y aclamamos, María (v.2)]
Santo Padre:
Madre querida por todos nosotros entrego aquí en tu Santuario de Fátima, la Rosa de Oro que he traído de Roma, como homenaje de gratitud del Papa por las maravillas que el Omnipotente ha realizado por tu mediación en los corazones de tantos peregrinos que vienen a esta tu casa materna.
Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima los beatos Francisco y Jacinta y la sierva de Dios Lucía de Jesús nos acompañan en esta hora de súplica y de júbilo.
[Cantores y asamblea: Nosotros de cantamos y aclamamos, María (v.2)]
[Traducción del original portugués por Inma Álvarez
© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica la homilía que pronunció Benedicto XVI al presidir las vísperas con sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas y diáconos en la iglesia de la Santísima Trinidad en Fátima. En el encuentro, dedicado al clero en el Año Sacerdotal, participaron también agentes pastorales y representantes de movimientos eclesiales.
Queridos hermanos y hermanas:
"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer [...] para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Gálatas 4, 4.5). La plenitud de los tiempos llegó, cuando el Eterno irrumpió en el tiempo: por obra y gracia del Espíritu Santo, el Hijo del Altísimo fue concebido y se hizo hombre en el seno de una mujer: la Virgen Madre, modelo excelso de la Iglesia creyente. Ella no deja de engendrar nuevos hijos en el Hijo, que el Padre ha querido como primogénito de muchos hermanos. Cada uno de nosotros está llamado a ser, con María y como María, un signo humilde y sencillo de la Iglesia que continuamente se ofrece como esposa en las manos de su Señor.
A todos vosotros, que habéis entregado vuestras vidas a Cristo, deseo expresaros esta tarde el aprecio y el reconocimiento de la Iglesia. Gracias por vuestro testimonio a menudo silencioso y para nada fácil; gracias por vuestra fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. En Jesús presente en la Eucaristía, abrazo a mis hermanos en el sacerdocio y el diaconado, a las consagradas y consagrados, a los seminaristas y a los miembros de los movimientos y de las nuevas comunidades eclesiales aquí presentes. Que el Señor recompense, como sólo Él sabe y puede hacerlo, a todos los que han hecho posible que nos encontremos aquí ante Jesús Eucaristía, en particular a la Comisión Episcopal para las Vocaciones y los Ministerios, con su presidente, monseñor Antonio Santos, al que agradezco sus palabras llenas de afecto colegial y fraterno pronunciadas al inicio de estas vísperas. En este "cenáculo" de fe que es Fátima, la Virgen Madre nos indica el camino para nuestra oblación pura y santa en las manos del Padre.
Permitidme que os abra mi corazón para deciros que la principal preocupación de cada cristiano, especialmente de la persona consagrada y del ministro del altar, debe ser la fidelidad, la lealtad a la propia vocación, como discípulo que quiere seguir al Señor. La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor; de un amor coherente, verdadero y profundo a Cristo Sacerdote. "Si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial" (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 31). Que, en este Año Sacerdotal que se acerca ya a su fin, desciendan sobre todos vosotros abundantes gracias para que viváis el gozo de la consagración y testimoniéis la fidelidad sacerdotal fundada en la fidelidad de Cristo. Esto supone evidentemente una auténtica intimidad con Cristo en la oración, ya que la experiencia fuerte e intensa del amor del Señor llevará a los sacerdotes y a los consagrados a corresponder de un modo exclusivo y esponsal a su amor.
Esta vida de especial consagración nació como memoria evangélica para el pueblo de Dios, memoria que manifiesta, certifica y anuncia a toda la Iglesia la radicalidad evangélica y la venida del Reino. Por lo tanto, queridos consagrados y consagradas, con vuestra entrega a la oración, a la ascesis, al progreso en la vida espiritual, a la acción apostólica y a la misión, tended a la Jerusalén celeste, anticipad la Iglesia escatológica, firme en la posesión y en la contemplación amorosa del Dios Amor. Este testimonio es muy necesario en el momento presente. Muchos de nuestros hermanos viven como si no existiese el más allá, sin preocuparse de la propia salvación eterna. Todos los hombres están llamados a conocer y a amar a Dios, y la Iglesia tiene como misión ayudarles en esta vocación. Sabemos bien que Dios es el dueño de sus dones, y que la conversión de los hombres es una gracia. Pero nosotros somos responsables del anuncio de la fe, en su integridad y con sus exigencias. Queridos amigos, imitemos al cura de Ars que rezaba así al buen Dios: "Concédeme la conversión de mi parroquia, y yo acepto sufrir todo lo que Tú quieras durante el resto de mi vida". Él hizo todo lo posible por sacar a las personas de la tibieza y conducirlas al amor.
Hay una solidaridad profunda entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo: no es posible amarlo sin amar a sus hermanos. Juan María Vianney quiso ser sacerdote precisamente para su salvación: "Ganar la almas para el buen Dios", declaraba al anunciar su vocación con 18 años de edad, así como Pablo decía: "Ganar a todos los que pueda" (1 Corintios 9,19). El vicario general le había dicho: "No hay mucho amor de Dios en la parroquia, usted lo pondrá". Y, en su pasión sacerdotal, el santo párroco era misericordioso como Jesús en el encuentro con cada pecador. Prefería insistir en el aspecto atrayente de la virtud, en la misericordia de Dios, en cuya presencia nuestros pecados son "granos de arena". Presentaba la ternura de Dios ofendida. Temía que los sacerdotes se volvieran "insensibles" y se acostumbraran a la indiferencia de sus fieles: "Ay del Pastor --advertía-- que permanece en silencio viendo cómo se ofende a Dios y las almas se pierden".
Amados hermanos sacerdotes, en este lugar que María ha hecho tan especial, teniendo ante nuestros ojos su vocación de fiel discípula de su Hijo Jesús, desde su concepción hasta la Cruz y después en el camino de la Iglesia naciente, considerad la extraordinaria gracia de vuestro sacerdocio. La fidelidad a la propia vocación exige valentía y confianza, pero el Señor también quiere que sepáis unir vuestras fuerzas; sed solícitos unos con otros, apoyándoos fraternalmente. Los momentos de oración y estudio en común, compartir las exigencias de la vida y del trabajo sacerdotal, son una parte necesaria de vuestra existencia. Cuánto bien os hace esa acogida mutua en vuestras casas, con la paz de Cristo en vuestros corazones. Qué importante es que os ayudéis mutuamente con la oración, con consejos útiles y con el discernimiento. Prestad una atención particular a las situaciones que debilitan de alguna manera los ideales sacerdotales o la entrega a actividades que no concuerdan del todo con lo que es propio de un ministro de Jesucristo. Por lo tanto, asumid como una necesidad actual, junto al calor de la fraternidad, la actitud firme de un hermano que ayuda a otro hermano a "permanecer en pie".
Aunque el sacerdocio de Cristo es eterno (Cf. Hebreos 5,6), la vida de los sacerdotes es limitada. Cristo quiere que otros, a lo largo de los siglos, perpetúen el sacerdocio ministerial instituido por Él. Por lo tanto, mantened en vuestro interior y a vuestro alrededor el anhelo por suscitar entre los fieles --colaborando con la gracia del Espíritu Santo-- nuevas vocaciones sacerdotales. La oración confiada y perseverante, el amor gozoso a la propia vocación y la dedicación a la dirección espiritual os ayudará a discernir el carisma vocacional en aquellos que Dios llama.
Queridos seminaristas, que ya habéis dado el primer paso hacia el sacerdocio y os estáis preparando en el Seminario Mayor o en las Casas de Formación religiosa, el Papa os anima a ser conscientes de la gran responsabilidad que tendréis que asumir: examinad bien las intenciones y motivaciones; dedicaos con entusiasmo y con espíritu generoso a vuestra formación. La Eucaristía, centro de la vida del cristiano y escuela de humildad y de servicio, debe ser el objeto principal de vuestro amor. La adoración, la piedad y la atención al Santísimo Sacramento, a lo largo de estos años de preparación, harán que un día celebréis el sacrificio del Altar con verdadera y edificante unción.
En este camino de fidelidad, amados sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y laicos comprometidos, nos guía y acompaña la bienaventurada Virgen María. Con Ella y como Ella somos libres para ser santos; libres para ser pobres, castos y obedientes; libres para todos, porque estamos desprendidos de todo; libres de nosotros mismos para que en cada uno crezca Cristo, verdadero consagrado al Padre y Pastor al cual los sacerdotes, siendo presencia suya, prestan su voz y sus gestos; libres para llevar a la sociedad moderna a Jesús muerto y resucitado, que permanece con nosotros hasta el final de los siglos y se da a todos en la Santísima Eucaristía.
[Traducción de Jesús Colina
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ZENIT publica la oración que elevó Benedicto XVI en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Fátima, en la tarde del miércoles, 12 de Mayo de 2010, en el acto de consagración de los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María al final de las vísperas con sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas y diáconos.
Acto de consagración de los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María
Que torne la calma después de la tempestad
Madre Inmaculada,
en este lugar de gracia,
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.
Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada (Cf. Juan 15,5)
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.
Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable
de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda
ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel
que hace nuevas todas las cosas.
Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado
a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra
(Cf. Mateo 5,13-14).
Ayúdanos,
con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.
Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas
consagradas a ti
y que son para nosotros
auténticas madres espirituales.
Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores
que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro "aquí estoy".
Guiados por ti,
queremos ser apóstoles
de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.
Abogada y Mediadora de la gracia,
tú que estas unida
a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.
Repite al Señor
esa eficaz palabra tuya: "no les queda vino" (Juan 2,3),
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.
Lleno de admiración y de gratitud
por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
"¿quién soy yo para que me visite
la Madre de mi Señor? (Lucas 1,43)
Madre nuestra desde siempre,
no te canses de "visitarnos",
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros
que nos acechan.
Con este acto de ofrecimiento y consagración,
queremos acogerte de un modo
más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.
Que tu presencia haga reverdecer el desierto
de nuestras soledades y brillar el sol
en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación
del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.
Así sea.
Reflexión de José Antonio Pagola para el evangelio del domingo de la solemnidad de la Ascensión del Señor, ofrecida por la Delegación de Enseñanza de la Diócesis de Tenerife.
CRECIMIENTO Y CREATIVIDAD
Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?
Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?
Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.
El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes... Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.
La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.
Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos "el tiempo del Espíritu", tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús "recetas eternas". Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
16 de mayo de 2010
Ascensión del Señor (C)
Lucas 24, 46-53
REDACCIÓN DE "IGLESIA NIVARIENSE"
C. San Agustín, nº 28
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 386
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO NUEVO BLOG. http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
CÁRITAS ARCIPRESTAL DE ICOD DE LOS VINOS
Medalla de Oro Cepa de Honor C.I.T.
de la Ciudad de la ciudad
Junio 2010
Programación de actividades
Sábado 5 de junio de 9:00 a 13:30, Plaza Luis de León Huerta (Ayto. Icod)
Corpus Christi. Día de Caridad
Postulación en varias calles de nuestra ciudad por voluntarios de Cáritas Arciprestal.
Instalación de un taller de bisutería, en el que se confeccionaran y se venderán los artículos realizados. Los jóvenes de Cáritas Arciprestal serán los responsables de llevar a cabo esta labor.
Instalación de un stand de bollería y repostería, y posterior venta de los dulces elaborados por los voluntarios de Cáritas parroquiales de nuestro Arciprestazgo.
Maratón del Comercio: “Drago centro voluntario”.
Para finalizar el acto tendrá lugar la lectura del manifiesto del Día de Caridad, por nuestro Vicario Episcopal de la zona Norte de esta Diócesis de Tenerife D. Carlos González Quintero.
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció el jueves 22 de Abril de 2010, al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de la ex-República Yugoslava de Macedonia, Gioko Gjorgjevski.
Señor Embajador
Estoy contento de acoger a Vuestra Excelencia para la presentación de sus Cartas Credenciales como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Ex-República yugoslava de Macedonia ante la Santa Sede. Le estoy agradecido por las cordiales expresiones que ha querido dirigirme, también en nombre de las Autoridades y de la noble Nación a la que usted representa. Le pido que les haga llegar la expresión de mi estima y de mi benevolencia, unidas a la seguridad de mi oración por la concordia y el desarrollo armónico de todo el país.
Al recibirle, mi pensamiento va al encuentro anual entre el Sucesor de Pedro y una autorizada delegación oficial de su país, que se mantiene con ocasión de la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, venerados guías espirituales de los pueblos eslavos y copatrones de Europa. Esta cita, que se ha convertido en una agradable costumbre, atestigua las buenas relaciones que existen entre la Santa Sede y la Ex-República Yugoslava de Macedonia. Se trata de relaciones bilaterales, que se han desarrollado, sobre todo en el último año, de forma positiva, y que se caracterizan por la cooperación cordial. A propósito de esto, deseo manifestar mi complacencia por el compromiso mutuo manifestado en la reciente construcción de nuevos edificios de culto católicos en diversos lugares del país.
Como usted ha subrayado, en el pueblo macedonio son ben visibles los signos de los valores humanos y cristianos, encarnados en la vida de la ente, que constituyen el apreciado patrimonio espiritual y cultural de la nación, del que son también elocuente testimonio los estupendos monumentos religiosos, surgidos en diversas épocas y localidades, notablemente en la ciudad de Ohrid. A esta preciosa herencia, la Santa Sede mira con gran estima y consideración, favoreciendo, en lo que sea de su competencia, su profundización histórico-documental, para un mayor conocimiento de su pasado religioso y cultural. Partiendo de ese patrimonio, los ciudadanos de su país continuarán construyendo también en el futuro su propia historia y, fuertes en su identidad espiritual, podrán aportar al consorcio de los pueblos europeos la contribución de su experiencia. Por esto auguro vivamente que lleguen a buen fin las aspiraciones y los crecientes esfuerzos de este país para formar parte de la Europa unida, en una condición de aceptación de los relativos derechos y deberes y en el respeto recíproco de instancias colectivas y de valores tradicionales de cada pueblo.
Señor Embajador, en las palabras pronunciadas por usted sobre el compromiso del pueblo macedonio a favorecer cada vez más el diálogo y la convivencia entre las diversas realidades étnicas y religiosas que constituyen el país, he advertido esa aspiración universal a la justicia y a la cohesión interna que desde siempre le anima, y que puede convertirse en un ejemplo para otras regiones de los Balcanes. En efecto, los puentes de intercambio de acuerdos más amplios y estrechas relaciones religiosas entre los diversos componentes de la sociedad macedonia han favorecido la creación de un clima en el que las personas se reconocen hermanos, hijos del mismo Dios y ciudadanos de un único país. Ciertamente es tarea, en primer lugar de los responsables de las Instituciones, encontrar modos de traducir en iniciativas políticas las aspiraciones de los hombres y mujeres al diálogo y a la paz. Los creyentes, con todo, saben que la paz no es sólo fruto de planificaciones y de actividades humanas, sino que ante todo es don de Dios a los hombres de buena voluntad. De esta paz, además, la justicia y el perdón representan sus pilares básicos. La justicia asegura un pleno respeto de los derechos y de los deberes, y el perdón cura y reconstruye desde los cimientos las relaciones entre las personas, que aún se resienten de las consecuencias de los enfrentamientos entre las ideologías del pasado reciente.
Superada la trágica etapa de la última guerra mundial, tras la triste experiencia de un totalitarismo negador de los derechos fundamentales de la persona humana, el pueblo macedonio se ha encaminado hacia un progreso armónico, dando prueba de paciencia, disponibilidad al sacrificio y optimismo perseverante, tenazmente dirigido a la creación de un provenir mejor para todos sus habitantes. Un desarrollo social y económico estable no puede no tener en cuenta las exigencias culturales, sociales y espirituales de la gente, como también debe valorar las tradiciones y los recursos populares más nobles. Y ello en la conciencia del creciente fenómeno de la globalización, que comporta, por una parte, una cierta nivelación de las diversidades sociales y económicas, podría, por la otra, agravar el desequilibrio entre quienes sacan ventaja de las cada vez mayores posibilidades de riqueza y quienes en cambio son dejados a los márgenes del progreso.
Señor Embajador, su país se enorgullece de una larga y luminosa tradición cristiana que se remonta a los tiempos apostólicos. Auguro que en un contexto global de relativismo moral y de escaso interés por la experiencia religiosa, en el que se mueve a menudo una parte de la sociedad europea, los ciudadanos del noble pueblo que usted representa sepan hacer un sabio discernimiento al abrirse a los nuevos horizontes de auténtica civilización y de verdadero humanismo. Para hacer esto, es necesario mantener vivos y firmes, a nivel personal y comunitario, esos principios que están en la base también de la civilización de este pueblo: el apego a la familia, la defensa de la vida humana, la promoción de las exigencias religiosas, especialmente de los jóvenes. La Iglesia católica en su nación, aunque constituye una minoría, desea ofrecer su sincera contribución en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, basada en los valores cristianos que han fecundado las conciencias de sus habitantes. Estoy seguro de que la comunidad católica, en la conciencia que la caridad en la verdad “es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (Caritas in veritate, n. 1) proseguirá su misión caritativa, especialmente a favor de los pobres y de los que sufren, tan apreciada en su país.
Excelencia, estoy seguro de que también usted, en el cumplimiento de la alta tarea que se le ha encomendado, contribuirá a intensificar las ya buenas relaciones existentes entre la Santa Sede y la nación macedonia, y le aseguro que podrá contar, con este fin, en la plena disponibilidad de todos mis colaboradores de la Curia romana. Con estos fervientes deseos, invoco sobre usted, señor embajador, sobre su familia, sobre los gobernantes y sobre todos los habitantes de la nación a la que usted representa, una abundante Bendición divina.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
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ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció el miércoles 21 de Abril de 2010 durante la Audiencia General, en la Plaza de San Pedro, sobre su reciente viaje apostólico a Malta.
Queridos hermanos y hermanas
Como sabéis, el sábado y el domingo pasados realicé un viaje apostólico a Malta, sobre el que quisiera detenerme brevemente hoy. La ocasión de mi visita pastoral ha sido el 1950° aniversario del naufragio del apóstol Pablo en las costas del archipiélago maltés y de su permanencia en esas islas durante casi tres meses. Es un acontecimiento que sucedió en torno al año 60 y que está relatado con abundancia de detalles en el libro de los Hechos de los Apóstoles (caps. 27-28). Como le sucedió a san Pablo, también yo he experimentado la calurosa acogida de los malteses – verdaderamente extraordinaria – y por esto expreso nuevamente mi más vivo y cordial reconocimiento al Presidente de la República, al Gobierno y a las demás autoridades del Estado, y agradezco fraternalmente a los obispos del país, con todos aquellos que han colaborado en preparar este encuentro festivo entre el Sucesor de Pedro y la población maltesa. La historia de este pueblo desde hace dos mil años es inseparable de la fe católica, que caracteriza su cultura y tradiciones: se dice que en Malta hay 365 iglesias, “una para cada día del año”, ¡un signo visible de esta fe profunda!
Todo comenzó con aquel naufragio: tras haber ido a la deriva durante 14 días, empujada por los vientos, la nave que transportaba a Roma al apóstol Pablo y a muchas otras personas encalló en un bajío de la Isla de Malta. Por esto, tras el encuentro cordialísimo con el Presidente de la República, en la capital La Valeta – que tuvo el bello marco del alegre saludo de tantos chicos y chicas – me dirigí en seguida en peregrinación a la llamada “Gruta de san Pablo”, cerca de Rabat, para un intenso momento de oración. Allí pude saludar también a un nutrido grupo de misioneros malteses. Pensar en ese pequeño archipiélago en el centro del Mediterráneo, y en cómo llegó a él la semilla del Evangelio, suscita un sentimiento de gran asombre frente a los misteriosos designios de la Providencia divina: surge espontáneo agradecer al Señor y también a san Pablo, que, en medio de aquella violenta tempestad, mantuvo la confianza y la esperanza y las transmitió también a aquellos compañeros de viaje. De ese naufragio, o mejor, de la sucesiva permanencia de Pablo en Malta, nació una comunidad cristiana ferviente y sólida, que después de dos mil años es aún fiel al Evangelio y se esfuerza en conjugarlo con las complejas cuestiones de la época contemporánea. Esto naturalmente no es siempre fácil, ni se da por descontado, pero los malteses saben encontrar en la visión cristiana de la vida la respuesta a los nuevos desafíos. De ello es un signo, por ejemplo, el hecho de haber mantenido firme el profundo respeto por la vida no nacida y por la sacralidad del matrimonio, eligiendo no introducir el aborto y el divorcio en el ordenamiento jurídico del país.
Por tanto, mi viaje tenía como objetivo confirmar en la fe a la Iglesia que está en Malta, una realidad muy viva, bien compaginada y presente en el territorio de Malta y Gozo. Toda esta comunidad se había dado cita en Floriana, en la plaza Granai, ante la iglesia d san Publio, donde celebré la Santa Misa, en la que se participó con gran fervor. Fue para mí motivo de alegría, y también de consuelo, sentir el calor particular de ese pueblo que da el sentimiento de una gran familia, unida por la fe y por la visión cristiana de la vida. Tras la celebración, quise encontrar a algunas personas víctimas de abusos por parte de miembros del clero. Compartí con ellos el sufrimiento y, con conmoción, recé con ellos, asegurando la actuación de la Iglesia.
Si Malta da la impresión de una gran familia, no hay que pensar que, a causa de su conformación geográfica, sea una sociedad “aislada” del mundo. No es así, y se ve, por ejemplo, en los contactos que Malta mantiene con varios países y por el hecho de que en muchas naciones se encuentran sacerdotes malteses. De hecho, las familias y las parroquias de Malta han sabido educar a muchos jóvenes en el sentido de Dios y de la Iglesia, por lo que muchos de ellos han respondido generosamente a la llamada de Jesús y se han convertido en presbíteros. Entre estos, muchos han abrazado el compromiso misionero ad gentes, en tierras lejanas, heredando el espíritu apostólico que empujaba a san Pablo a llevar el Evangelio allí donde aún no había llegado. Este es un aspecto que he subrayado, es decir, que “la fe se refuerza cuando se ofrece a los demás” (Enc. Redemptoris missio, 2). Sobre el tronco de esta fe, Malta se ha desarrollado y ahora se abre a varias realidades económicas, sociales y culturales, a las que ofrece una aportación preciosa.
Está claro que Malta ha tenido a menudo que defenderse en el transcurso de los siglos – y se ve por sus fortificaciones. La posición estratégica del pequeño archipiélago atraía obviamente la atención de las distintas potencias políticas y militares. ¡Y sin embargo, la vocación más profunda de Malta es la cristiana, es decir, la vocación universal de la paz! La célebre cruz de Malta, que todos asocian a esa nación, ha ondeado muchas veces en medio de conflictos y luchas; pero gracias a Dios, no ha perdido su significado auténtico y perenne: es el signo del amor y de la reconciliación, ¡y esta es la verdadera vocación de los pueblos que acogen y abrazan el mensaje cristiano!
Natural cruce de caminos, Malta está en el centro de rutas de migración: hombres y mujeres, como antes san Pablo, llegan a las costas maltesas, a veces empujados por condiciones de vida demasiado duras, por violencias y persecuciones, y esto comporta, naturalmente, problemas complejos en el plano humanitario, político y jurídico, problemas que tienen soluciones que no son fáciles, pero que hay que buscar con perseverancia y tenacidad, concertando las intervenciones a nivel internacional. Esto es bueno que se haga en todas las naciones que tienen valores cristianos en las raíces de sus Cartas Constitucionales y en sus culturas.
El desafío de conjugar en la complejidad de hoy la validez perenne del Evangelio es fascinante para todos, pero especialmente para los jóvenes. Las nuevas generaciones la advierten de hecho de forma más fuerte, y por ello quise que tampoco en Malta, a pesar de la brevedad de mi visita, faltase el encuentro con los jóvenes. Fue un momento de diálogo intenso y profundo, hecho aún más bello por el ambiente en el que tuvo lugar – el puerto de Valeta – y por el entusiasmo de los jóvenes. A ellos no podía dejar de recordarles la experiencia juvenil de san Pablo: una experiencia extraordinaria, única, y sin embargo capaz de hablar a las nuevas generaciones de cada época, por esa radical transformación que siguió al encuentro con Cristo Resucitado. Contemplé por tanto a los jóvenes de Malta como a los potenciales herederos de la aventura espiritual de san Pablo, llamados como él a descubrir la belleza del amor de Dios que nos ha sido dado en Jesucristo; a abrazar el misterio de su Cruz; a ser vencedores precisamente en las pruebas y en las tribulaciones, a no tener miedo de las “tormentas” de la vida, ni tampoco a los naufragios, porque el designio de amor de Dios es más grande incluso que las tempestades y los naufragios.
Queridos amigos, este, en síntesis, ha sido el mensaje que he llevado a Malta. Pero, como señalaba, ha sido mucho lo que yo mismo he recibido de esa Iglesia, de ese pueblo bendecido por Dios, que ha sabido colaborar válidamente con su gracia. Por intercesión del apóstol Pablo, por san Ġorġ Preca, sacerdote, primer santo maltés, y por la Virgen María, a la que los fieles de Malta y Gozo veneran con tanta devoción, pueda siempre progresar en la paz y en la prosperidad.
[A los peregrinos españoles dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes del curso de formación permanente del Pontificio Colegio Español en Roma, así como a los grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos.
[A los peregrinos italianos dijo]
En particular, saludo a los párrocos y a los demás sacerdotes de la diócesis de Roma, acompañados por el cardenal Agostino Vallini y por los obispos auxiliares, reunidos aquí de vuelta de su peregrinación a Ars, promovido con ocasión del Año Sacerdotal. Queridos sacerdotes romanos, os agradezco por vuestra presencia, signo de afecto y de cercanía espiritual. Aprovecho esta oportunidad para expresar mi estima y mi vivo reconocimiento a vosotros y a los sacerdotes que en todo el mundo se dedican con celo apostólico al servicio del pueblo de Dios, dando testimonio de la caridad de Cristo. Que a ejemplo de san Juan María Vianney seáis pastores pacientes y solícitos del bien de las almas.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
Homilía de monseñor Marcelino Palentino, obispo de Jujuy en el Acontecimiento Redentor (Santuario de Nuestra Señora del Rosario, Río Blanco y Paypaya, 18 de abril de 2010). (AICA)
ACONTECIMIENTO REDENTOR
Queridas hermanas y hermanos:
Hemos encontrado este párrafo del Evangelio de San Juan en el cual vemos distinto momentos, es una hermosa metodología que presenta el evangelista para reflexionar nosotros también sobre lo que estamos haciendo y lo que tenemos que ir haciendo después. Yo hago una introducción y luego ustedes, en grupitos cercanos, van a releer y hacer su reflexión también. Por lo tanto ya les anticipo tendrán su momentito de reflexión luego de esta introducción que yo les hago.
Los apóstoles, primera escena, quieren ir a pescar estaban tristes después de la muerte de Jesús y Pedro toma la iniciativa y dice: “Yo voy a pescar”, los demás le dicen: “Nosotros también vamos contigo” y hacen esa experiencia de la pesca sin sacar nada. Es la iniciativa solamente de hombres, expertos en la pesca, pero es su iniciativa y el fruto es no sacar nada.
Aparece Jesús en la orilla, y es la segunda escena, le indica cómo y dónde echar las redes, y el fruto de esto es que sacan gran cantidad de peces: ciento cincuenta y tres peces. Simboliza ese número las naciones conocidas en ese tiempo que entran en esa barca de Pedro. Lo importante pensar que los expertos en la pesca humanamente y en Jesús que no era pescador. Los expertos por su cuenta nos sacan lo que ellos soñaban. Pero en el momento en que escuchan a Jesús ahí empieza a ser todo distinto. Primer momento que lo podemos pensar y aplicar a nuestra vida cuando tomamos una iniciativa ¿la hacemos por cuenta nuestra o escuchamos la voz de Cristo? Cuando nosotros hacemos un trabajo de todo tipo, sobre todo para nosotros en este día, nos replanteamos el trabajo pastoral – que vale para mí como obispo, para los sacerdotes, para los agentes de pastoral- ¿lo hacemos por iniciativa propia, porque a mí se me ocurre, o es fruto de una escucha atenta de la voz del Señor que nos dice lo que tenemos y cómo tenemos que hacerlo? Es una primera parte que tenemos que ir pensando y reflexionando, y es lindo en este Acontecimiento que celebramos hacernos algunas preguntas que hacen a nuestra vida pastoral.
Llega una segunda escena: Jesús está en la orilla, ya tiene preparado un asadito para sus amigos, ellos no lo reconocieron inicialmente, Juan si, intuye que es Jesús. Pedro se tira al agua, va y se encuentra con la cena de Jesús que ya había preparado un pequeño asadito y le pide más pescado para ponerlo a las brasas y poder compartir. Es todo un símbolo del amor y de la ternura de Jesús para sus discípulos, este amor y ternura se manifiesta hasta en los detalles: los que escuchan a Jesús viven experiencias de amor en pequeños detalles ¡cuántas veces en nuestras vidas tenemos esa experiencia de que Jesús nos da lo que ni sabía ni siquiera habíamos pensado y previsto nosotros!, pero Él sí. Nos espera siempre con algo que nos sorprende pero en el fondo manifiesta siempre su gran amor. Jesús está más cerca de nosotros que lo que nosotros podemos imaginarnos y nos da muchas más respuestas de la que nosotros a veces tenemos pensado planificar.
Tercera escena: lo llama a Pedro y hay un diálogo hermoso entre Jesús y Pedro. “Pedro, ¿me amas?”. El examen de Pedro para que siga siendo el representante de Jesús, el jefe de su Iglesia y la piedra sobre la cual construye su Iglesia no es sobre cuanto conoce, sino cuanto ama. “¿Me amas?” No le pregunta ¿aprendiste todo en estos tres años, sino me amas? Si ama después también sabrá aprender y transmitir. Pero el punto de partida es el amor. Tampoco le reprocha su triple negación, se da por descontado que el que ama también está arrepentido y empieza una vida nueva. Le pregunta simplemente “Pedro ¿me amas?”. Nos pregunta nosotros no si sabemos hacer una lectura exegética de la Biblia, si tenemos todos los conocimientos habidos y por haber para poder empezar los grupos bíblicos. No nos pregunta cuánto hemos estudiado, esto vendrá después. Es un proceso. Lo que le interesa es “¿me amas?”, y si hay amor hay capacidad de escucha y si hay capacidad de escucha, hay disponibilidad para estar con Jesús y si queremos de veras estar con Él entonces vale la última palabra del Evangelio: “Sígueme”. Y nos lo dice nosotros también: “Sígueme”, “si me amas ves la forma de seguirme, a través de esa escucha atenta de la Palabra, a través de ese compromiso que progresivamente vas asumiendo para transformar este mundo, este mundo tan necesitados de amor y de esta Palabra de Vida”.
Por eso este es el Acontecimiento Redentor que coincide con el cierre de nuestros 75 años de historia como Diócesis. 75 años de evangelización como estructura diocesana, pero son tiempos de crecimiento: es todo un proceso que se fue viviendo y se seguirá viviendo, es todo un camino que fuimos haciendo a lo largo de esta historia con los distintos obispos que han sido responsables de esta historia de la diócesis: Mons. Mühn al comienzo, Mons. Medina luego, Mons. Casado, y actualmente con este Obispo que el Señor ha puesto acá. Y el camino siempre ha sido y quiere ser un escucha atenta del Señor y una respuesta. Porque queremos a través de esta fuerza de la Palabra de Dios queremos transformar la sociedad, no es la vocación del cristiano la vocación intimista: “Sí, Diocito, yo te quiero y con eso basta”. No, te vuelve a decir: “¡Sígueme!”. Y el camino de Jesús es un camino que transforma la historia, transforma la sociedad, ser discípulo de Jesús es sentirnos amados por Él, compartir su vida que pasa también a través de la Cruz para poder después anunciar su Palabra, su mensaje de salvación. El discípulo es el que escucha pero también después es el que anuncia con su vida esa Palabra que ha llegado su corazón, por lo tanto o en es un día en el cual no sólo damos gracias por haber caminado 75 años en esta Diócesis, sino también es un punto de partida por una nueva etapa, para decirnos el uno al otro es posible cambiar la historia. Nos quejamos de la violencia que existe nos quejamos de las situaciones de inseguridad, de falta de trabajo, de falta de armonía social, nos quejamos de muchas cosas desde adentro de la familia hacia fuera en toda la sociedad ¿cuál es la respuesta? ¿No será que hemos hecho nuestro proyecto personal? ¿No será que cada uno de nosotros tomó su iniciativa – nuestra sociedad, los que nos conducen – han tomado su iniciativa privada y entonces siguen sin pescar nada, sin cambiar esta realidad? ¿No será el momento de detenernos para escuchar atentamente esta Palabra de Jesús que nos indica cómo y dónde tenemos que trabajar? ¿No será que la escucha de la Palabra de Dios será el punto de comienzo una nueva historia que será la historia donde los vecinos se encuentran alrededor de esta Palabra, y si hay divisiones, enfrentamientos, dificultades, la vamos superando con la fuerza de la Palabra? Pero tenemos que ponernos a la escucha: de Dios y al escucha del otro. Nadie va a enseñar sino todos están llamados a compartir la riqueza de la Palabra. El otro – como decíamos en la carta pastoral los obispos argentinos el año pasado – el otro no es el destinatario de nuestra misión si no es un interlocutor, con el otro compartimos la fe, cada uno aporta lo suyo que enriquecerá al grupo, enriquecerá al vecino, y juntos podremos ser el comienzo de una transformación también en la realidad social de nuestra Provincia, de nuestro País, ojalá cada uno nosotros se ponga a esa escucha atenta de la Palabra para poder decir al mundo, no solamente a nuestra Diócesis, sino el mundo: “Es posible cambiar escuchándolo a Dios, dejándonos conducir por Él, y siguiendo a este Salvador”, que es el salvador de todos. Por lo tanto este acontecimiento será de redención, ¿Por qué? Porque empezamos a llevar mensajes nuevos al mundo, no de quejas por lo que anda mal sino de propuesta por lo que podemos hacer como constructor de una nueva sociedad con la fuerza de Jesús.
Ahora yo les invito a que cada uno se mire alrededor con lo que tienen, abre nuevamente la Biblia en este párrafo que hemos leído recién. Capítulo 21 de San Juan. Vamos a leerlo juntos y dos o tres minuto compartimos ¿qué me dice a mi? Qué me dice para que yo sea protagonista de la transformación de este mundo… ¿qué me dice para que yo pueda colaborar en este seguimiento de Jesús como discípulo misionero para que su amor venga anunciado a todos los hombres? porque la evangelización de para todos el mensaje de salvación para todos y el Señor quiere servirse de cada uno nosotros para llevar este mensaje al vecino y a todos lo que tenemos en nuestro alrededor, en el trabajo o en la vida social. Vamos a dedicarnos unos minutos mirándose entre ustedes, entre vecinos – han traído la Biblia, vemos que muchísimo tiene la Biblia – la vuelven a recordar y si no tiene la Biblia hablan de lo que han escuchado y lo que queremos realizar.
Mons. Marcelino Palentini, obispo de Jujuy
Lectio divina para el sexto domingo de Pascua - c 2010, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Tenerife.
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
LECTURA: “Juan 14, 23‑29”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»
MEDITACIÓN: “Haremos morada”
Te has empeñado en ser un Dios cercano, un Dios íntimo, un Dios que camina inserto en nuestras propias entrañas. No quieres ser algo o alguien ajeno, que desde fuera y desde lejos, quiere inmiscuirse en nuestra vida y en nuestra historia. Quieres tocar nuestro corazón. Eres la expresión máxima, más auténtica y profunda, de nuestra capacidad de amar.
Sólo cuando nos cerramos, cuando desconfiamos de ti, cuando te cerramos el paso hacia dentro y hacia fuera, sufrimos la experiencia de nuestro vacío y buscamos llenarnos sólo desde el exterior, cuando la fuente que da sentido a lo de fuera está dentro. Y así van tomando fuerza más los signos de muerte que los de vida. Así superficializamos las cosas, nadamos de mala manera en la superficie de nosotros mismos y de la historia, en lugar de atrevernos a bucear en las ricas y maravillosas profundidades de nuestro ser porque, tal vez, tenemos miedo de descubrir ese tesoro que somos y que estamos llamados a compartir.
Tu inmersión en nosotros no es para dominarnos, no es para alienarnos, es para potenciar con nosotros, las posibilidades infinitas de nuestro amor. Es para hacernos experimentar la plenitud de la que somos portadores. La confianza y la paz en la que estamos inmersos y que nos invitas a derramar, porque no está apoyada en nada que se nos dé de fuera, ni está supeditada a las circunstancias en las que nos movemos, está enraizada en nuestras entrañas ansiando salir, manifestarse, como don gratuito que conforma nuestra realidad humana. Desde ahí tu palabra me llena de sentido y me descubre la grandeza de mi ser.
ORACIÓN: “Abrirte mi corazón”
Tú, una y otra vez, me invitas a mirarme dentro. A dejarte entrar en lo más profundo de mí y descubrirte ahí, asentado en mi esencialidad, como amor ansioso de desbordarse, como paz, como acogida, como verdad profunda, como posibilitador de lazos de solidaridad y fraternidad, pero no de gestos puntuales, sino llamados a implicar todas las relaciones humanas.
Gracias, Señor, por tu empeño. Gracias por tu cercanía. Gracias por la dignidad que me otorgas, aunque la rechace. Gracias porque puedo descubrir en ti el sentido de mi ser humanos. Gracias por respetar mi libertad hasta el límite de no aceptarte. Pero ayúdame a despertar de mi ceguera, ayúdame a abrirte mi corazón para que contigo y desde ti, pueda colaborar en la posibilidad de construir un hombre y un mundo nuevo.
CONTEMPLACIÓN: “Ser en mí”
Quieres hacer de mí
un espacio de tu cielo.
La humanidad es tu gloria
y cada hombre un trono
en el que hacer lugar
de tu descanso.
Quieres ser en mí
espacio de la plenitud
de tu paz y de tu amor,
para que se desborden
al paso de mi andadura,
manifestación de tu presencia
y de tu gracia.
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
16 de Mayo de 2010
La gracia y la paz de Jesucristo resucitado, glorificado con Dios para siempre, estén con todos vosotros.
Hoy contemplamos a Jesús subiendo glorioso al cielo. Él, hombre como nosotros, que ha vivido nuestra misma vida, que ha amado como nadie amó jamás, entra para siempre en la gloria de Dios. Hoy, en esta fiesta de la Ascensión, mirando hacia arriba, mirando hacia el cielo, celebramos que todos nosotros, toda la Iglesia, toda la humanidad, estamos llamados a vivir la vida más plena, la vida de Dios que Jesús ya vive ahora.
Nuestra condición humana es muy débil, muy llena de dolor, muy marcada por el pecado. Pero hoy, con-templando a Jesús, podemos sentir la alegría de que esta condición nuestra tan débil ha entrado, con él, en la vida de Dios. Por eso hoy debemos reafirmar nuestra fe en Jesús, y nuestra decidida voluntad de seguirle).
Aspersión: Recordemos y renovemos ahora, con la aspersión del agua, aquel momento en el que fuimos incorporados a la comunidad de los creyentes. (Aspersión por toda la iglesia, con un canto bautismal o pascual).
Que Dios misericordioso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta Eucaristía, nos haga dignos de participar del banquete de su Reino. Amén.
Oración universal: A Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera, orémosle diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.
Por toda la Iglesia, extendida de Oriente a Occidente. Que viva siempre llena del gozo del Espíritu Santo y sepa transmitirlo al mundo. OREMOS:
Por los jóvenes de nuestras parroquias y comunidades cristianas. Que vivan muy profundamente la fe y la fidelidad al Evangelio. OREMOS:
Por los agricultores y campesinos. Que puedan vivir de su trabajo y vean reconocido su esfuerzo. OREMOS:
Por los periodistas y por todos los que trabajan en los medios de comunicación. Que se esfuercen siempre al servicio de la verdad y de la concordia. OREMOS:
Por todos nosotros. Que estas fiestas de Pascua fortalezcan y renueven nuestra vida cristiana. OREMOS:
Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envíanos tu Espíritu para que nos acompañe siempre, a nosotros, a toda la Iglesia, y a toda la humanidad.Tú que, glorificado a la derecha de Dios, vives y reinas por...
Padrenuestro: Llenos de la alegría de la Pascua, siguiendo la enseñanza de nuestro Guía y PastorJesucristo, nos atrevemos a decir:
Gesto de paz: En el Espíritu de Jesucristo resucitado, daos fraternalmente la paz.
CPL
Comentario al evangelio del domingo sexto de Pascua – C, publicado en Diario de Avisos el domingo 9 de Mayo de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO.
¿Quién enferma que yo no enferme?
Daniel Padilla
Hay palabras en el evangelio de hoy que me resultan altamente reconfortantes: "Mi paz les dejo... Que no se acobarde vuestro corazón, ni tiemble. Me voy al Padre, pero volveré a vuestro lado". Este sexto domingo de Pascua pienso en los enfermos. Y pienso que estas palabras han de hacer un bien especial en ellos, los enfermos, es decir, a todos nosotros, ya que, si no en acto, todos somos candidatos a la enfermedad. Enfermedades físicas, psíquicas o psicosomáticas. Cada uno de nosotros, en definitiva, somos llamados - a ser copias, más o menos dignas, del varón de dolores, que quiso llevar sobre sí nuestras enfermedades. Y, claro, a un enfermo le reconforta que le digan: "Que no tiemble tu corazón ni se acobarde, porque volveré a tu lado". En efecto, al enfermo, lo que más le preocupa es la soledad, la terrible soledad. Por eso es necesario renovar nuestras actitudes. ¡A ver si acierto! La indiferencia. Es terrible. Pero tenemos el peligro de pasar de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano, ante el hombre enfermo. Aunque no sea nada más que por saber que puedo ser yo, mañana, ese herido del camino, resulta incomprensible la indiferencia. El individualismo egoísta. En una sociedad hedonista, en la cual cada uno busca su propio placer, es alarmante que se nos vaya enfriando el corazón hasta el punto de desentendernos de las penas de los demás. Albert Camus, el filósofo de la dicha, que, en un momento de su producción literaria confiesa que "no hay que avergonzarse de ser dichoso", termina reconociendo que "el individuo no puede ser feliz él solo". El pesimismo paralizante. Pesimismo que puede brotar en el mismo enfermo, o en quienes le rodean: "No hay nada que hacer", "llega un momento de rendir las armas". Efectivamente, llega el momento. Pero lo determina Dios. Mientras tanto la actitud del cristiano ha de ser la de Jesús; la solidaridad, afectiva y efectiva en el interés por el otro; el hacer, como decimos en nuestro lenguaje diario, "todo lo humanamente posible" y "parte de lo imposible", como añadiría Cabodevilla. El optimismo también paralizante. Muy peligroso. Consistiría en creer que funciona bien, tanto a nivel institucional como a nivel eclesial, como a nivel particular. Reconozcamos, por supuesto todos los logros alcanzados por la sociedad en los últimos tiempos. Pero reconozcamos igualmente las grandes lagunas y deficiencias de las desesperantes esperas para conseguir que sea analizado tu caso; el riesgo de un trato cada más despersonalizado dado el número creciente de enfermos. Es imposible, amigos, desarrollar en una glosa todo el pensamiento cristiano sobre este tema. No nos vendrá mal, a este respecto, insistir en una formación adecuada para un mayor y mejor servicio a una vida humana más digna.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (17 de abril de 2010). (AICA)
GUADALUPE Y LA FAMILIA
En este segundo domingo después de Pascua nuestra mirada y afecto se dirigen con gratitud, a ese lugar en el que la fe del pueblo santafesino fue descubriendo la presencia de un gesto de Dios que marcó su historia, y se hizo devoción a través de una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Desde aquella intimidad a los pies de la Cruz, cuando Jesús le dijo a su madre: “Mujer, aquí tienes a tu hijo” (Jn. 19, 26-27), la presencia de María a lo largo de la historia es una constante acompañando a sus hijos. En Guadalupe reconocemos este testimonio. Pero también podemos hablar del testimonio de sus hijos, recordando la segunda parte de las palabras de Jesús, cuando nos dice a nosotros: “Aquí, tienes a tu madre”. Este descubrir su presencia en la historia es, diría, el testimonio del amor de sus hijos. La devoción a la Virgen tiene, como vemos, su fundamento en la Palabra y el deseo del mismo Jesucristo.
Una característica que he visto en la devoción a Guadalupe es que participa toda la familia. Es común ver caminar hacia la Basílica a la familia en conjunto. Este hecho tiene un profundo significado religioso y social. Si bien la fe es un hecho personal tiene, sin embargo, un anclaje familiar. Es la familia el primer ámbito donde se viven y trasmiten las principales verdades que hacen a la vida del hombre. La fe no es para el creyente una verdad más, sino la Verdad que ilumina y da sentido a su vida. Por ello, poner en el corazón y en los labios del hijo el nombre de Dios es la mayor riqueza que una familia puede trasmitir a sus hijos. El clima de orfandad, es decir la ausencia de vida familiar, es el mayor peligro para el desarrollo de todas las dimensiones de la vida del hombre sean afectivas, religiosas, sociales como culturales. No es la familia un agregado a la vida del hombre, sino el ámbito necesario para su desarrollo. Esto me hace valorar el ver a la familia peregrinar junta a Guadalupe.
La calidad de vida de una sociedad depende del clima de sus familias. Tanto la transmisión de la fe, como de los valores y la misma cultura, tienen en ella su lugar natural. Ahora bien, la familia no es algo mágico que exista independientemente de nuestra libertad y compromiso, por el contrario, ella es una realidad que reclama de nuestra presencia y responsabilidad. No se la puede imponer, pero si se la debe proclamar y favorecer como un bien que hace la vida del hombre y la sociedad. Por ello siempre será actual aquel llamado del Santo Padre, cuando les decía: “Familia se lo que eres”. Tendrá que adaptarse en cada época a los necesarios cambios que ello implica, pero hay una realidad de vida y sentido que es permanente, y que tiene para los padres y los hijos, un significado de realización y plenitud que es propio de ella. A la Familia siempre se la tiene que estar creando.
Esperando verlos en la celebración de su Fiesta Mayor este fin de semana, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Alocución televisiva de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en el programa “Claves para un mundo mejor” (17 de abril de 2010). (AICA)
HAY FACTORES QUE PONEN EN RIESGO A LA EDUCACIÓN
Quienes nos ocupamos de los temas de educación tratamos continuamente de seguir el paso de los procesos y de estar al tanto de lo que ocurre en distintas latitudes. Se observa que los problemas educativos son bastante semejantes en diversas partes del mundo porque no se refieren solamente a la filosofía que lo sustenta –si bien esto es de capital importancia- sino sobre todo a la cultura que rodea el ámbito de la educación.
La educación es una fuente de cultura, creadora de cultura, pero al mismo tiempo depende de la cultura vigente en el lugar y en el tiempo en que se desarrollan esos procesos.
La educación no se reduce a la instrucción, a la transmisión de los saberes básicos, como se decía antes enseñar a leer, escribir y calcular. Hay muchas deficiencias en este ámbito.
Acabo de leer una encuesta reciente que cuenta que, en Italia, el 70 % es analfabeta o “analfabeta de retorno”, lo que nosotros llamamos analfabetos funcionales. Esto quiere decir que no pueden leer y escribir correctamente. No es gente que no lee pero hay gente que no lee ni siquiera los diarios. Y hablar del 70 % es una enormidad, casi una tragedia.
Esto se debe, sin duda, a las teorías pedagógicas, algunas disparatadas, que se han ido aplicando, pero también, a los fenómenos culturales que rodean los procesos educativos. Pienso en la Argentina de hoy y en lo que se habla comúnmente acerca de la situación de los jóvenes.
¿Qué es lo que influye, además de la escuela en la educación, ya que ésta no se reduce a la instrucción sino que es la formación integral de la persona? Hay diversos factores.
En primer lugar influye la situación de la familia. La familia está pasando por una crisis que por momentos parece insuperable... Además muchas veces por cuestiones ajenas a la voluntad de los padres, parece característico que la mayor parte de las familias no se ocupan de la educación de sus hijos; es decir, que no sigue el proceso educativo que se lleva a cabo en la escuela.
En la familia muchas veces se ha perdido la transmisión de aquellos valores humanos fundamentales que son previos a la inserción escolar. Si la familia no sigue lo que hace el chico en la escuela y sus deberes, si estudia o no estudia, si rinde las materias o no las rinde, pues bien todo eso afecta enormemente las posibilidades de que al cabo de todo el tiempo curricular ese chico salga sabiendo algo.
En segundo lugar, pensemos también en eso que hoy se llama “cultura joven” y que invade la estructura escolar, la institución, la autoridad de los docentes y demás. Pensemos, por ejemplo, en las fiestas de egresados, sus características o en los viajes de egresados. También la fiesta de los 15 años para las niñas, que produce que en un año entero todo el curso cumple los 15 años y son fiestas continuas. Podemos pensar también: ¿qué significan las fiestas hoy en día? La verdad es que no tienen nada que ver con el ancestro humano de la fiesta sino que hoy parecen asemejarse al desborde, a posibilidad de hacer lo que se quiera.
Otro factor es que ya se teoriza sosteniendo que el chico es libre y no hay que ponerle límites, pero no hay cauces que orienten la personalidad; el chico absorbe cualquier cosa.
Está también el problema del uso de la tecnología. El adolescente maneja la computadora, navega por Internet y ¿qué es lo que mira?... Hace unos años salió un libro muy importante del sociólogo italiano Giovanni Sartore que se llamaba: Homo Videns. Mostraba el efecto tremendo de la televisión sobre los menores. El chico solo sabe, solo aprende, registra, conoce, aquello que ve y en especial aquello que ve por televisión.
Ahora ya se habla del “homo zapping”… Pero zapping del control remoto con el cual se pasa de un canal a otro. Incluso algunos dicen que esto es importante porque es una especie de multitoking que va a habituar a los chicos pensar varias cosas y hacer varias cosas al mismo tiempo.
Me parece que lo que va a hacer es aumentar la desconexión del conocimiento y de la voluntad y por tanto la anarquía de los sentimientos que son un factor tremendo de des-educación y que impiden que la educación se desarrolle como un auténtico proceso de formación de la persona.
Entonces los que nos ocupamos de la educación no solamente tenemos que poner nuestra atención en las teorías que reinan en la escuela sino en estos factores que mencionaba ¿Son factores de educación o de des-educación?
Piensen ustedes que el tiempo se va perdiendo. Mientras pasa el tiempo, y estas situaciones cristalizan y permanecen inalterables, son generaciones enteras que ven hipotecada su auténtica formación, porque lo que procuramos es formar auténticas personas humanas, hombres y mujeres de bien, y, en el caso de la escuela católica, buenos cristianos.
Les dejo estas inquietudes para que las piensen porque son cosas que hay que pensar y habría que hacerlo con la intención de ir resolviéndolas. No es tan fácil ciertamente pero hay que afrontar por lo menos estos problemas.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Sugerencias para la homilía de la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que este año se presenta con el lema “El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la palabra” y que se celebrará el 16 de Mayo de 2010, recibido en los materiales para su celebración.
Primera: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
Segunda: Efesios 1, 17-23
Evangelio: Lucas 24, 46-53
Sugerencias para la homilía
El libro de los Hechos de los Apóstoles comienza con el relato de la Ascensión del Señor. Jesús ha cumplido la misión que el Padre le encomendó –Palabra hecha carne para la salvación de los hombres– y el autor del texto quiere expresar que ha llegado el momento culminante de esa misión.
Lucas ha presentado todo el ministerio terreno de Jesús como “una ascensión”, una “subida” que se ha realizado desde Galilea hacia Jerusalén: “Sucedió –nos dice– que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”
(Lc 9, 51). En este término, el evangelista quiere expresar toda la trayectoria vital que ha desencadenado su proceso y le ha conducido a la hora definitiva de su Pasión. “Elevado” sobre la Cruz, ha entregado su vida en cumplimiento de la voluntad del Padre (Jn 19, 30). No obstante, esa trayectoria no concluye en el sepulcro vacío: Aquel que “subió a Jerusalén” para cumplir el designio del Padre, ha sido ahora elevado, “glorificado”, dirá el evangelista Juan: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre” (Jn 12, 23). El Hijo de Dios ha vencido a la muerte y ahora es Señor de vivos y muertos. Por su ascensión, ha entrado en su gloria definitiva.
El Apóstol lo anuncia en la segunda lectura, al recordar a los fieles de Éfeso “cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos”, según la eficacia de “la fuerza poderosa” del Padre, “que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación…” (Ef 1, 18-21).
En el contexto del Año Sacerdotal bien podemos decir, con toda propiedad, que la ascensión es la consumación del sacerdocio de Cristo: “Presentose Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros –explica el autor de la Carta a los Hebreos– a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna” (Heb 9, 11-12).
Más adelante el mismo autor recordará que, por eso precisamente, es el “mediador de una nueva Alianza” (Heb 9, 15). La conciencia de la Iglesia naciente y la experiencia vital de la plenitud de este acontecimiento salvífico definitivo queda bien expresada en los versículos finales del evangelio que se proclama en este día. Lucas constata cómo los discípulos, enviados para ser testigos de lo que han contemplado, “se volvieron a Jerusalén con gran alegría” (Lc 24, 52).
Son ellos, los discípulos, quienes tienen ahora la misión y el encargo de “anunciar en su nombre la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos” (Lc 24, 47). Es el punto de partida de la misión de la Iglesia de todos los tiempos. Así, no deja de ser hoy sumamente significativo que Benedicto XVI haya querido elegir para la solemnidad de la Asunción del Señor, en este Año Sacerdotal, un lema que hace referencia al sacerdote en cuanto “mediador de la Palabra” también en el ámbito del “mundo digital”.
“La tarea primaria del sacerdote –afirma el Papa en su mensaje para este año– es la de anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en Él y con Él. En esto reside la altísima dignidad y belleza de la misión sacerdotal”.
“También en el mundo digital, se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual”, añade. Y se pregunta seguidamente: “¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales”.
Así pues, dirá Benedicto XVI, corresponde al sacerdote “ofrecer a quienes viven éste nuestro tiempo ‘digital’ los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones”.
Subsidio litúrgico para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que este año se presenta con el lema “El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la palabra” y que se celebrará el 16 de Mayo de 2010, recibido en los materiales para su celebración.
XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
“El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra”
Solemnidad de la Ascensión del Señor
16 de mayo de 2010
Monición de entrada
Este domingo la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Con su pasión y resurrección ha concluido su misión en la tierra y ahora, rotas ya las barreras del espacio y del tiempo, Jesús retorna a la gloria del Padre, que ha escuchado su súplica: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti” (Jn 17, 1).
En esta solemnidad de la Ascensión del Señor, y en el contexto del Año Sacerdotal, la Iglesia trae a nuestra consideración la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, establecida por el Concilio Vaticano II, que este año propone reflexionar sobre “el sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra”.
Lecturas:
Primera: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
Segunda: Efesios 1, 17-23
Evangelio: Lucas 24, 46-53
Sugerencias para la homilía
El libro de los Hechos de los Apóstoles comienza con el relato de la Ascensión del Señor. Jesús ha cumplido la misión que el Padre le encomendó –Palabra hecha carne para la salvación de los hombres– y el autor del texto quiere expresar que ha llegado el momento culminante de esa misión.
Lucas ha presentado todo el ministerio terreno de Jesús como “una ascensión”, una “subida” que se ha realizado desde Galilea hacia Jerusalén: “Sucedió –nos dice– que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”
(Lc 9, 51). En este término, el evangelista quiere expresar toda la trayectoria vital que ha desencadenado su proceso y le ha conducido a la hora definitiva de su Pasión. “Elevado” sobre la Cruz, ha entregado su vida en cumplimiento de la voluntad del Padre (Jn 19, 30). No obstante, esa trayectoria no concluye en el sepulcro vacío: Aquel que “subió a Jerusalén” para cumplir el designio del Padre, ha sido ahora elevado, “glorificado”, dirá el evangelista Juan: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre” (Jn 12, 23). El Hijo de Dios ha vencido a la muerte y ahora es Señor de vivos y muertos. Por su ascensión, ha entrado en su gloria definitiva.
El Apóstol lo anuncia en la segunda lectura, al recordar a los fieles de Éfeso “cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos”, según la eficacia de “la fuerza poderosa” del Padre, “que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación…” (Ef 1, 18-21).
En el contexto del Año Sacerdotal bien podemos decir, con toda propiedad, que la ascensión es la consumación del sacerdocio de Cristo: “Presentose Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros –explica el autor de la Carta a los Hebreos– a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna” (Heb 9, 11-12).
Más adelante el mismo autor recordará que, por eso precisamente, es el “mediador de una nueva Alianza” (Heb 9, 15). La conciencia de la Iglesia naciente y la experiencia vital de la plenitud de este acontecimiento salvífico definitivo queda bien expresada en los versículos finales del evangelio que se proclama en este día. Lucas constata cómo los discípulos, enviados para ser testigos de lo que han contemplado, “se volvieron a Jerusalén con gran alegría” (Lc 24, 52).
Son ellos, los discípulos, quienes tienen ahora la misión y el encargo de “anunciar en su nombre la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos” (Lc 24, 47). Es el punto de partida de la misión de la Iglesia de todos los tiempos. Así, no deja de ser hoy sumamente significativo que Benedicto XVI haya querido elegir para la solemnidad de la Asunción del Señor, en este Año Sacerdotal, un lema que hace referencia al sacerdote en cuanto “mediador de la Palabra” también en el ámbito del “mundo digital”.
“La tarea primaria del sacerdote –afirma el Papa en su mensaje para este año– es la de anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en Él y con Él. En esto reside la altísima dignidad y belleza de la misión sacerdotal”.
“También en el mundo digital, se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual”, añade. Y se pregunta seguidamente: “¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales”.
Así pues, dirá Benedicto XVI, corresponde al sacerdote “ofrecer a quienes viven éste nuestro tiempo ‘digital’ los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones”.
Oración universal
Oremos, hermanos, a Dios, nuestro Padre, por la Iglesia y por todos los hombres, para que, fieles a la misión recibida de Cristo, seamos testigos fieles de su encargo.
1. Por la Iglesia, por el Santo Padre Benedicto XVI, por los obispos y sacerdotes, para que sean capaces de anunciar siempre a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos.
2. Por los gobernantes, para que, fieles a su misión de servidores del bien común, promuevan siempre la libertad que haga posible que ningún camino quede cerrado a quien, en el nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano.
3. Por las comunidades cristianas, para que el Señor las convierta en apasionadas anunciadoras de la Buena Noticia, también en la nueva «ágora» que han dado a luz los nuevos medios de comunicación.
4. Por las familias cristianas y, especialmente, por los jóvenes, para que no se dejen seducir por los valores efímeros que les ofrece el mundo.
5. Por los profesionales de los medios de comunicación, para que, mediante el testimonio de los creyentes, se sientan llamados a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos.
Escucha nuestras súplicas y acoge, Padre Santo, las oraciones que te presentamos. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo y Nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Monición final
“Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres, vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”.
Hermanos: Al concluir nuestra celebración, nos sentimos llamados a ser testigos de lo que hemos visto y oído. Que nuestra eucaristía continúe en nuestras tareas cotidianas.
ZENIT nos ofrece la homilía pronunciada el dominog 18 de Abril de 2010 por el Papa Benedicto XVI durante la Misa celebrada en la Plaza Granai de Floriana, ante la iglesia de San Publio.
Queridos hermanos y hermanas en Jesucristo
Maħbubin uliedi [Queridos hijos e hijas],
Me es muy grato estar con todos vosotros ante la hermosa iglesia de San Publio para celebrar el gran misterio del amor de Dios que se manifiesta en la sagrada Eucaristía. En este momento, la alegría del tiempo pascual llena nuestros corazones, porque estamos celebrando la victoria de Cristo, la victoria de la vida sobre el pecado y la muerte. Es una alegría que transforma nuestras vidas y nos llena de esperanza en el cumplimiento de las promesas de Dios. Cristo ha resucitado, ¡aleluya!
Saludo al Presidente de la República y la Señora Abela, a las autoridades civiles de esta querida nación, y todo el pueblo de Malta y Gozo. Doy las gracias al arzobispo Paul Cremona por sus amables palabras y saludo también al obispo Grech y al obispo De Pasquale, al arzobispo Mercieca, al obispo Cauchi y a los demás obispos y sacerdotes presentes, así como a todos los fieles cristianos de la Iglesia en Malta y Gozo. Desde mi llegada ayer por la tarde, he experimentado la misma bienvenida calurosa que vuestros antepasados dieron al apóstol Pablo en el año sesenta.
Muchos viajeros han desembarcado aquí a lo largo de vuestra historia. La riqueza y variedad de la cultura de Malta es un signo de que vuestro pueblo se ha beneficiado enormemente con el intercambio de dones y la hospitalidad para con los visitantes llegados por mar. Y es significativo que hayáis sabido discernir lo mejor que ellos podían ofrecer.
Os exhorto a seguir haciéndolo así. No todo lo que el mundo de hoy propone es digno de ser asumido por el pueblo maltés. Muchas voces tratan de convencernos de dejar de lado nuestra fe en Dios y su Iglesia, y elegir por nosotros mismos los valores y las creencias con que vivir. Nos dicen que no tenemos necesidad de Dios o de la Iglesia. Cuando nos sentimos tentados de darles crédito, hemos de recordar el episodio que nos narra el Evangelio de hoy, cuando los discípulos, todos ellos pescadores expertos, habiendo bregado toda la noche, no consiguieron un solo pez. Después, presentándose en la orilla, Jesús les dijo dónde echar las redes y la pesca fue tan grande que apenas podían sacarla. Abandonados a sí mismos, sus esfuerzos resultaron inútiles; cuando Jesús se puso a su lado, lograron una multitud de peces. Mis queridos hermanos y hermanas, si ponemos nuestra confianza en el Señor y seguimos sus enseñanzas, obtendremos siempre grandes frutos.
Sé que la primera lectura de la Misa de hoy es una de las que os gusta escuchar, pues relata el naufragio de Pablo en la costa de Malta y la calurosa acogida que le dispensaron sus gentes. Es digno de subrayar que la tripulación del barco, para salir del apuro, se vio obligada a tirar por la borda el cargamento, los aparejos e incluso el trigo, que era su único sustento. Pablo les exhortó a poner su confianza sólo en Dios, mientras la nave era zarandeada por las olas. También nosotros debemos poner nuestra confianza sólo en Dios. Nos sentimos tentados por la idea de que la avanzada tecnología de hoy puede responder a todas nuestras necesidades y nos salva de todos los peligros que nos acechan. Pero no es así. En cada momento de nuestras vidas dependemos completamente de Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos. Sólo él nos puede proteger del mal, sólo él puede guiarnos a través de las tormentas de la vida, sólo él puede llevarnos a un lugar seguro, como lo hizo con Pablo y sus compañeros a la deriva ante las costas de Malta. Hicieron como Pablo les exhortó y, así, "todos llegaron sanos y salvos a tierra" (cf. Hch 27,44).
Más que cualquier bagaje que podamos tener con nosotros –nuestros logros humanos, nuestras posesiones, nuestra tecnología–, lo que nos da la clave de nuestra felicidad y realización humana es nuestra relación con el Señor. Y él nos llama a una relación de amor. Recordad la pregunta que hizo por tres veces a Pedro en la orilla del lago: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Basándose en la respuesta afirmativa de Pedro, Jesús le encomienda una tarea, la tarea de apacentar su rebaño. Aquí vemos el fundamento de todo ministerio pastoral en la Iglesia. Nuestro amor por el Señor es lo que debe dirigir todos los aspectos de nuestra predicación y enseñanza, nuestra celebración de los sacramentos y nuestra preocupación por el Pueblo de Dios. Nuestro amor por el Señor es lo que nos impulsa a amar a quienes él ama, y a aceptar de buen grado la tarea de comunicar su amor a quienes servimos. Durante la Pasión de nuestro Señor, Pedro lo negó tres veces. Ahora, después de la resurrección, Jesús lo insta por tres veces a confesar su amor, ofreciendo así el perdón y la salvación, y confiándole al mismo tiempo la misión. La pesca milagrosa pone de manifiesto que los Apóstoles dependían de Dios para el éxito de sus proyectos en la tierra. El diálogo entre Pedro y Jesús subraya la necesidad de la misericordia divina para curar sus heridas espirituales, las heridas del pecado. En cada ámbito de nuestras vidas, necesitamos la ayuda de la gracia de Dios. Con él, podemos hacer todo; sin él no podemos hacer nada.
Sabemos por el Evangelio de san Marcos los signos que acompañan a los que ponen su fe en Jesús: cogerán serpientes con la mano y no les harán daño, impondrán las manos a los enfermos y sanarán (cf. Mc 16,18). Estos signos fueron inmediatamente reconocidos por vuestros antepasados, cuando Pablo estuvo entre ellos. Una víbora le mordió la mano, pero le bastó sacudírsela y echarla al fuego, sin sufrir daño alguno. Lo llevaron a ver al padre de Publio, el "principal" de la isla y, después de rezar e imponerle las manos, Pablo le curó. De todos los dones que han llegado a estas costas a través de la historia de sus gentes, el mayor de todos fue el que trajo Pablo, y es mérito vuestro el que fuera inmediatamente acogido y custodiado. Għożżu l-fidi u l-li valuri takom l-Appostlu Missierkom San Pawl. [Conservad la fe y los valores que os ha transmitido vuestro padre, el apóstol san Pablo]. Seguid desvelando la riqueza y la profundidad de don recibido de Pablo y tratad de transmitirlo no sólo a vuestros hijos, sino también a todos los que encontréis. Todo visitante de Malta debería sentirse impresionado por la devoción de su pueblo, por la fe vibrante que se manifiesta en sus celebraciones, por la belleza de sus iglesias y santuarios. Pero ese don debe ser compartido con los demás, ha de ser comunicado. Como enseñó Moisés al pueblo de Israel, las palabras del Señor "quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado" (Dt 6,6-7). Esto lo entendió muy bien el primer santo canonizado de Malta, Dun Ġorr Preca. Su incansable labor de catequesis, inspirando en jóvenes y mayores el amor por la doctrina cristiana y una profunda devoción por la Palabra de Dios encarnada, es un ejemplo que os exhorto a seguir. Recordad que el intercambio de dones entre estas islas y el resto del mundo es un proceso de doble dirección. Lo que recibís, examinadlo con atención, y lo valioso que tenéis, sabedlo compartir con los demás.
En este año dedicado a la celebración del gran don del sacerdocio, quisiera dirigir una palabra particular a los sacerdotes aquí presentes. Dun Ġorr fue un sacerdote de extraordinaria humildad, bondad, mansedumbre y generosidad, profundamente dedicado a la oración y lleno de pasión por comunicar las verdades del Evangelio. Que os sirva de modelo e inspiración en vuestros esfuerzos por cumplir la misión recibida de apacentar la grey del Señor. Recordad también la pregunta que el Resucitado hizo por tres veces a Pedro: "¿Me amas?" Esta es la pregunta que hace a cada uno de vosotros. ¿Lo amáis? ¿Queréis servirle con la entrega de toda vuestra vida? ¿Deseáis guiar a los otros para que lo conozcan y lo amen? Como Pedro, tened el valor de responder: "Sí, Señor, tú sabes que te amo"; y acoged con gratitud la hermosa tarea que él os ha asignado. La misión confiada al sacerdote es verdaderamente un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere entrar en el mundo (cf. Homilía, 24 de abril de 2005).
Al mirar ahora a mi alrededor la gran multitud reunida aquí, en Floriana, para la celebración de la Eucaristía, vuelvo a pensar en la escena descrita en la segunda lectura de hoy, en la cual millares de millares unieron sus voces en un gran canto de alabanza: "Al que se sienta en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (Ap 5,13). Seguid cantando este himno, como alabanza al Señor resucitado y como acción de gracias por sus innumerables dones. Concluyo mi exhortación esta mañana con las palabras de san Pablo, apóstol de Malta: "L-imħabba tiegħi tkun magħkom ilkoll fi Kristu Ġesù" [Os amo a todos en Cristo Jesús] (1 Co 16,24).
Ikun imfaħħar Ġesù Kristu! [¡Alabado sea Jesucristo!]
[Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede
©Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT nos ofrece el discurso del Papa Benedicto XVI dirigido el domingo 18 de Abril de 2010 a los jóvenes malteses, con quienes mantuvo un encuentro en el puerto de La Valeta.
Żgħażagħ Maltin u Għawdxin, jien kuntent ħafna li ninsab maghkom,
[Queridos jóvenes de Malta y Gozo, estoy muy feliz de estar entre vosotros,]
qué alegría poder encontraros en vuestra tierra. En este significativo aniversario damos gracias a Dios por haber enviado al Apóstol Pablo a estas islas, que son uno de los primeros lugares que recibieron la Buena Noticia de Nuestro Señor Jesucristo.
Saludo cordialmente al Señor Arzobispo Cremona y al Obispo Grech, a los que agradezco sus amables palabras, y a todos los obispos, sacerdotes y religiosos aquí presentes. En particular os saludo a vosotros, jóvenes de Malta y Gozo, y os agradezco la confianza con la que me habéis hablado de los problemas que más os interesan. Aprecio vuestro deseo de buscar y encontrar la verdad, así como de saber lo que debéis hacer para alcanzar una vida plena.
San Pablo tuvo de joven una experiencia que transformó para siempre su vida. Como sabéis, él fue antes enemigo de la Iglesia e hizo todo lo posible por destruirla. Mientras iba camino de Damasco con la intención de apresar a todo cristiano que allí encontrara, se le apareció el Señor en una visión. Una luz cegadora lo envolvió y oyó una voz que le decía: "¿Por qué me persigues?... Soy Jesús, a quien tú persigues" (Hch 9,4-5). Pablo se vio totalmente embargado por este encuentro con el Señor y toda su vida cambió. Se convirtió en un discípulo y llegó a ser un gran apóstol y misionero. Aquí, en Malta, tenéis un motivo particular para agradecer los esfuerzos misioneros de Pablo, que divulgó el Evangelio en el Mediterráneo.
Cada encuentro personal con Jesús es una experiencia sobrecogedora de amor. Como el mismo Pablo admite, antes había "perseguido con saña a la Iglesia de Dios y la asolaba" (cf. Ga 1,13). Pero el odio y la rabia expresadas en esas palabras se desvanecieron completamente por el poder del amor de Cristo. Durante el resto de su vida, Pablo tuvo el deseo ardiente de llevar el anuncio de este amor hasta los confines de la tierra.
Quizás alguno de vosotros me dirá que, a veces, san Pablo era severo en sus escritos. ¿Cómo se puede afirmar entonces que ha difundido un mensaje de amor? Mi respuesta es ésta: Dios ama a cada uno de nosotros con una profundidad y una intensidad que no podemos ni siquiera imaginar. Él nos conoce íntimamente, conoce cada una de nuestras capacidades y cada uno de nuestros errores. Puesto que nos ama tanto, desea purificarnos de nuestros errores y fortalecer nuestras virtudes de manera que podamos tener vida en abundancia. Aunque nos llame la atención cuando hay algo en nuestra vida que le desagrada, no nos rechaza, sino que nos pide cambiar y ser más perfectos. Esto es lo que le pidió a san Pablo en el camino de Damasco. Dios no rechaza a nadie, y la Iglesia tampoco rechaza a nadie. Más aún, en su gran amor, Dios nos reta a cada uno para que cambiemos y seamos mejores.
San Juan nos dice que este amor perfecto aleja todo temor (cf. 1 Jn 4,18). Por eso os digo a todos vosotros: "No tengáis miedo". Cuántas veces escuchamos estas palabras en las Escrituras. El ángel se las dice a María en la Anunciación, Jesús a Pedro, cuando lo llama a ser su discípulo, y el ángel a Pablo en vísperas de su naufragio. A los que deseáis seguir a Cristo, como esposos, padres, sacerdotes, religiosos o fieles laicos que llevan el mensaje del Evangelio al mundo, os digo: No tengáis miedo. Encontrareis ciertamente oposición al mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo. A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana. Cuando se es joven e impresionable, es fácil sufrir el influjo de otros para que a aceptemos ideas y valores que sabemos que no son los que el Señor quiere de verdad para nosotros. Por eso, os repito: No tengáis miedo, sino alegraos del amor que os tiene; fiaos de él, responded a su invitación a ser sus discípulos, encontrad alimento y ayuda espiritual en los sacramentos de la Iglesia.
Aquí, en Malta, vivís en una sociedad marcada por la fe y los valores cristianos. Deberíais estar orgullosos de que vuestro País defienda tanto al niño por nacer como la estabilidad de la vida familiar para una sociedad sana. En Malta y en Gozo, las familias saben valorar y cuidar de sus miembros ancianos y enfermos, y acogen a los hijos como un don de Dios. Otras naciones pueden aprender de vuestro ejemplo cristiano. En el contexto de la sociedad europea, los valores evangélicos están llegando a ser de nuevo una contracultura, como ocurría en tiempos de san Pablo.
En este Año Sacerdotal, os pido que estéis abiertos a la posibilidad de que el Señor pueda llamar a algunos de vosotros a entregarse totalmente al servicio de su pueblo en el sacerdocio o en la vida consagrada. Vuestro País ha dado muchos y excelentes sacerdotes y religiosos a la Iglesia. Inspiraros en su ejemplo y reconoced la profunda alegría que proviene de dedicar la propia vida al anuncio del mensaje del amor de Dios por todos, sin excepción.
Os he hablado ya de la necesidad de atender a los más jóvenes, a los ancianos y enfermos. Pero el cristiano está llamado a llevar el mensaje del Evangelio a todos. Dios ama a cada persona de este mundo, más aún, ama a cada persona de todas las épocas de la historia del mundo. En la muerte y resurrección de Jesús, que se hace presente cada vez que celebramos la Misa, Él ofrece a todos la vida en abundancia. Como cristianos, estamos llamados a manifestar el amor de Dios que incluye a todos. Por eso, hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado; tenemos que ocuparnos especialmente por los que pasan por momentos de dificultad, por los que padecen depresión o ansiedad; debemos atender a los discapacitados y hacer todo lo que esté en nuestra mano por promover su dignidad y calidad de vida; tendremos que prestar atención a las necesidades de los inmigrantes y de aquellos que buscan asilo en nuestra tierra; tenemos que tender una mano amiga a los creyentes y a los no creyentes. Esta es la noble vocación de amor y servicio que todos nosotros hemos recibido. Que esto os impulse a dedicar vuestra vida a seguir a Cristo. La tibżgħux tkunu ħbieb intimi ta’ Kristu [No tengáis miedo de ser amigos íntimos de Cristo]
Queridos jóvenes, llegado el momento de dejaros, deseo manifestaros mi cercanía y el recuerdo constante en mis oraciones por vosotros, vuestros familiares y amigos.
"Selluli għaż-żgħażagħ Maltin u Għawdxin kollha." ["Saludad de mi parte a todos los jóvenes de Malta y Gozo."]
[Traducción del inglés distribuida por la Santa Sede
©Libreria Apostolica Vaticana]
ZENIT nos ofrece el discurso de despedida pronunciado el domingo 18 de abril de 2010 por el Papa Benedicto XVI en el aeropuerto de Malta, concluyendo así su visita apostólica a este país.
Señor Presidente,
Excelencias,
Señoras y Señores
Ha llegado el momento en el tengo que decir adiós a Malta. Doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha dado de encontrar a muchos de vosotros y de visitar esta hermosa isla. Agradezco al Presidente sus corteses palabras y os agradezco a todos que me hayáis dispensado una bienvenida tan entusiasta y generosa. Este viaje me hado ocasión de apreciar más profundamente cómo el Evangelio predicado por san Pablo ha plasmado la identidad espiritual del pueblo maltés. En el momento de dejaros, permitidme que os aliente una vez más a ser profundamente conscientes de vuestra identidad, y a asumir las responsabilidades que se derivan de ella, sobre todo promoviendo los valores del Evangelio, que os ofrecen una visión clara de la dignidad humana, así como del origen y destino común del género humano.
Sed un ejemplo, aquí o en otras partes, de una vida cristiana dinámica. Sentiros orgullosos de vuestra vocación cristiana y mantened con esmero vuestra herencia religiosa y cultural. Mirad al futuro con esperanza, con profundo respeto por la creación de Dios, con reverencia por la vida humana y gran estima por el matrimonio y la integridad de la familia. Kunu wlied denji ta’ San Pawl! [¡Sed dignos hijos e hijas de san Pablo!].
Por su posición geográfica en el corazón del Mediterráneo, muchos inmigrantes llegan a las costas de Malta; unos que huyen de situaciones de violencia y persecución, otros en busca de mejores condiciones de vida. Soy conciente de las dificultades que puede causar el acoger a un gran número de personas, dificultades que no puede resolver por sí sólo un país de primer destino. Al mismo tiempo, confío también en que, teniendo en cuenta sus raíces cristianas y su larga y reconocida historia de acogida de los extranjeros, Malta tratará, con la ayuda de otros Estados y de las Organizaciones internacionales, de socorrer a los que llegan y asegurar que sus derechos sean respetados.
Estos nobles objetivos dependen de una incansable dedicación a la tarea, llena de desafíos, del diálogo y la cooperación con las comunidades internacionales y europeas, foros importantes en los que Malta lleva el testimonio de los valores cristianos que han ayudado a formar su identidad. La unidad, la solidaridad y el respeto recíproco están en la base de vuestra vida social y política. Estos valores, inspirados en vuestra fe católica, son la brújula que os guiará en la búsqueda de un auténtico desarrollo integral. El tesoro de la enseñanza social de la Iglesia inspirará y guiará estos esfuerzos. Nunca dejéis que vuestra verdadera identidad se vea comprometida por el indiferentismo o el relativismo. Sed siempre fieles a la enseñanza de san Pablo, que os exhorta: "Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes. Haced todo con amor" (1 Co 16,13-14). Grazzi ħafna, il-Bambin iberikkom! [¡Muchas gracias y que Dios os bendiga!].
[Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede
©Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT Ofrecemos a continuación las palabras del Papa Benedicto XVI, originalmente en inglés, al introducir el domingo 18 de Abril de 2010 el rezo del Regina Caeli, tras concluir la Santa Misa en la Plaza Granai de Floriana, dentro de su viaje apostólico a Malta.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo
Cuando se dan las gracias, cuando se tienen intenciones particulares en la oración y cuando se pide la protección celestial para los seres queridos, se acostumbra a recurrir a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Conozco la especial devoción del pueblo maltés a la Madre de Dios, expresada con el gran fervor a la Virgen de Ta’Pinu, y por eso me alegra tener la oportunidad de orar ante su imagen, traída aquí de propósito desde Gozo para esta ocasión. Me complace también ofrecerla una rosa de oro, como signo de nuestra filial devoción común a la Madre de Dios. Os pido, en particular, que la invoquéis con el título de Reina de la Familia, un título añadido a la letanía lauretana por mi amado predecesor, el Papa Juan Pablo II, que visitó más de una vez estas tierras. Al ofreceros este recuerdo tangible de mi visita, os doy las gracias por todo lo que he recibido de vosotros, sobre todo por el fervor de vuestra devoción y el apoyo de vuestras oraciones por mi ministerio como Sucesor de Pedro.
Dirijamos ahora nuestra oración a María, Madre de la Iglesia y Reina del Cielo, regocijándonos en la resurrección de Aquél que ella llevó en su seno.
Regina Cæli, lætare …
Nos unimos en la oración a los reunidos en la catedral de Valladolid, en España, donde Bernardo Francisco de Hoyos, un sacerdote de la Compañía de Jesús, ha sido beatificado esta mañana. Demos gracias a Dios por todos los santos hombres y mujeres que ha dado a su Iglesia.
Estoy contento de saludar a todos los peregrinos de lengua italiana presentes aquí hoy, en esta feliz ocasión, especialmente a los que han llegado desde Lampedusa y Linosa. Gracias por haber venido a compartir este momento de celebración y de oración con los hermanos y hermanas malteses. Que el apóstol Pablo, del que conmemoramos el aniversario de su presencia en estas islas, sea para vosotros un ejemplo de fe firme y valiente frente a la adversidad.
Sobre todos vosotros y sobre vuestros familiares en casa invoco de corazón las abundantes bendiciones del Señor para un feliz y santo tiempo de Pascua.
[Traducción del español distribuida por la Santa Sede
©Libreria Editrice Vaticana]
REDACCIÓN DE "IGLESIA NIVARIENSE"
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Boletín 385
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Este miércoles se celebra la Fiesta de S. Juan de Ávila. Su organización corresponde al arciprestazgo de La Laguna. Durante su desarrollo se homenajeará a los sacerdotes que cumplen las bodas de oro y plata. Igualmente, habrá una conferencia del Obispo Canariense, Francisco Cases.
El 9 de mayo se celebra la Pascua del enfermo bajo el lema “Dando vida, sembrando esperanza”. Se trata de una fecha para hacer visible que los enfermos tienen un lugar de preferencia en la comunidad cristiana.
La Expo Vocacional se prolongará hasta el próximo 9 de mayo debido a la gran asistencia de visitantes. La misma se clausurará a las 18:00 horas en el templo de San Agustín, en La Orotava.
La Cruz de los Jóvenes y el Icono de la Virgen han venido realizando, como les informamos ampliamente, su peregrinación por las distintas islas y zonas de la diócesis y ya continúan su periplo por tierras peninsulares. Sobre este asunto tienen amplia información en nuestra web y en el blog de este departamento de comunicación.
Este miércoles se desarrolló una nueva sesión de la formación continua del clero, centrada en la familia.
El año sacerdotal, por otra parte, servirá de inspiración del gran tapiz de la Infraoctava del Corpus en La Orotava
El próximo 15 de mayo, en el seminario se va a realizar un gran encuentro vocacional.
El programa de empleo Cáritas Diocesana atendió en el ejercicio anterior a 1.780 personas en estos programas, invirtiendo para ello 949.640,96 €, cantidad que ha permitido la inserción laboral de unas 150 personas. Por cierto, a nuestra Cáritas se le ha concedido el Premio Tenerife a la Solidaridad.
El Área de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo, que coordina Cristóbal de la Rosa, acaba de publicar en el Boletín Oficial de Canarias la incoación del expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de monumento, a favor del Convento de Monjas Concepcionistas Franciscanas de San Pedro y San Cristóbal, en Garachico.
Con ocasión del primero de mayo, los movimientos especializados de Acción Católica para la evangelización del Mundo Obrero: JOC (Juventud Obrera Cristiana), MTC (Mujeres Trabajadoras Cristianas) y HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), en esta celebración del Día Internacional del Trabajo, han expresado su cercanía a las alegrías y a las angustias de los trabajadores y trabajadoras, especialmente de quienes sufren el paro o soportan unas condiciones de trabajo que imposibilitan una vida digna.
La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) celebró su día bajo el lema: “Inmigrantes: romper fronteras, construir humanidad". El día de la HOAC es una celebración anual en la que se quiere compartir con el mundo obrero, con la ciudadanía y con la comunidad eclesial la realidad actual de los trabajadores, este año centrado en los trabajadores inmigrantes.
Con el lema “Ven y Sígueme- A clase de Religión – Apunta a tus hijos a clase de Religión y Moral Católica” se presentó la campaña a favor de la ERE. En el curso 2009-2010, la enseñanza religiosa y moral católica es una vez más la opción mayoritaria, escogida voluntariamente por tres de cada cuatro alumnos.
Distintos enclaves de la diócesis celebraron con el tradicional enrame de las cruces, el día 3 de Mayo.
El antiguo convento de Santo Domingo, en La Laguna (Tenerife), acogió la presentación de la obra El imaginero Lorenzo Mercadante. Estudio de la obra y claves de su huella en la Virgen de las Nieves de la isla canaria de La Palma, escrita por Miguel Ángel Martín Sánchez, profesor titular de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna. El investigador palmero estudia en esta obra la Virgen de las Nieves y atribuye la realización de la talla de la Patrona de La Palma, que hasta ahora su autor era desconocido, a Lorenzo de Mercadante.
El pleno del ayuntamiento de El Paso, en La Palma debatirá en su próxima sesión ordinaria una propuesta del alcalde, Higinio Máximo Brito, para el nombramiento como alcaldesa honoraria y perpetua del municipio de Nuestra Señora de las Nieves, patrona de La Palma.
El monasterio cisterciense de la Santísima Trinidad, en la isla de La Palma, celebra este mes de mayo el décimo aniversario de la inauguración del nuevo edificio que permitió a la comunidad de monjas, desde su llegada a la isla en 1946, disfrutar de un espacio único en el que vivir, ya que hasta entonces tuvieron que alternar su existencia en varios edificios.
La Consejera de Bienestar Social del Cabildo, Cristina Valido ha visitado las instalaciones del Hogar San José, en Finca España, que es un centro del Cabildo de Tenerife que atiende a mujeres con discapacidad, para comprobar el estado de las obras de las que está siendo objeto, con el fin de acondicionarlo y sanear las fachadas del mismo.
Hemos puesto un “grano de arena en la montaña social del gran desafío de la educación”. Con estas palabras de Juan Pedro Rivero, se clausuraba una nueva edición del Congreso Fe-Cultura, en la sede lagunera del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias.
ZENIT publica el discurso que pronunció Benedicto XVI el sábado, 17 de Abril de 2010, por la tarde al llegar al aeropuerto internacional de Malta en Luca, donde recibió la bienvenida del presidente de la República, George Abela.
Señor Presidente,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Distinguidas Autoridades,
Señoras y Señores
Jien kuntent ħafna li ninsab fostkom! [¡Me alegra estar con vosotros!]
Es una gran alegría para mí estar hoy aquí, en Malta, con vosotros. Llego como peregrino a dar culto al Señor y alabarlo por las maravillas que él ha hecho aquí. Vengo también como Sucesor de san Pedro para confirmaros en la fe (cf. Lc 22,32) y para unirme a vosotros en la oración al único Dios, vivo y verdadero, en compañía de todos los santos, incluyendo el gran Apóstol de Malta, san Pablo. Aunque mi visita a vuestro país sea breve, ruego para que produzca fruto abundante.
Le agradezco, Señor Presidente, las amables palabras con que me ha saludado, en su nombre y en el del pueblo maltés. Agradezco su invitación y el gran trabajo que usted y el Gobierno han realizado para preparar mi visita. Y agradezco al Primer Ministro, a las autoridades civiles y militares, a los miembros del Cuerpo Diplomático y a todos los presentes, que han querido honrar esta ocasión con su presencia y cordial bienvenida.
Saludo de una manera especial al Arzobispo Paul Cremona, al Obispo Mario Grech y al Obispo Auxiliar Annetto Depasquale, así como a los demás Obispos presentes. Al saludaros, deseo expresar mi afecto a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos confiados a vuestros cuidados pastorales.
La ocasión de mi visita a estas islas es el 1950 aniversario del naufragio de san Pablo en las costas de la isla de Malta. San Lucas describe este acontecimiento en los Hechos de los Apóstoles, y de esta narración habéis elegido el lema de esta visita: "Jeħtieg iżda li naslu fi gżira" ["Iremos a dar en alguna isla"] (Hch 27,26). Algunos podrían pensar que la llegada de san Pablo a Malta, causada por un acontecimiento humanamente imprevisto, es un simple incidente de la historia. Sin embargo, los ojos de fe nos permiten reconocer aquí la obra de la providencia divina.
Malta, de hecho, ha sido una encrucijada de muchos de los grandes acontecimientos e intercambios culturales en la historia europea y mediterránea, y así hasta nuestros tiempos. Estas islas han jugado un papel importante en el desarrollo político, religioso y cultural de Europa, de Oriente Medio y del Norte de África. Por tanto, el Evangelio llegó aquí, traído por san Pablo y los primeros seguidores de Cristo, según los arcanos designios de Dios. Su trabajo misionero ha dado fruto abundante a través de los siglos, contribuyendo de múltiples maneras a plasmar la rica y noble cultura de Malta.
Por su posición geográfica, estas islas han tenido gran importancia estratégica en más de una ocasión, incluso recientemente; de hecho, la "George Cross" que lleva su bandera nacional da muestra con orgullo del gran valor de vuestro pueblo durante los días oscuros de la última guerra mundial. También las fortificaciones, que resaltan de modo tan prominente en la arquitectura de la isla, hablan de antiguas contiendas, cuando Malta contribuyó tanto a la defensa de la Cristiandad, por tierra y por mar. Vosotros seguís desempeñando un valioso papel en los debates actuales sobre la identidad, la cultura y la política europea. Al mismo tiempo, me agrada constatar el compromiso del Gobierno en los proyectos humanitarios de largo alcance, sobre todo en África. Es muy de desear que esto sirva para promover el bienestar de quienes son menos afortunados que vosotros, como una expresión de genuina caridad cristiana.
En realidad, Malta tiene mucho que ofrecer en diversos campos, como la tolerancia, la reciprocidad, la inmigración y otras cuestiones cruciales para el futuro de este continente. Vuestra nación ha de continuar defendiendo la indisolubilidad del matrimonio como una institución natural y sacramental, así como la verdadera naturaleza de la familia, como ya lo está haciendo respecto a la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; y también el verdadero respeto que se debe a la libertad religiosa, de manera que todo esto lleve a un auténtico desarrollo integral de las personas y de la sociedad.
Malta tiene también estrechas relaciones con Oriente Medio, no sólo por lo que respecta a la cultura y la religión, sino también lingüísticamente. Permitidme que os anime a poner este conjunto de cualidades y posibilidades en favor de un uso más amplio, con el fin de servir de puente en la comprensión entre los pueblos, las culturas y las religiones del área mediterránea. Queda mucho por hacer para establecer relaciones de genuina confianza y de diálogo fructuoso, y Malta está bien situada para dar una mano amistosa a sus propios vecinos del Norte y del Sur, del Este y del Oeste.
El pueblo maltés, iluminado durante casi dos milenios por las enseñanzas del Evangelio, y continuamente robustecido por sus raíces cristianas, está justamente orgulloso del papel indispensable que la fe católica ha desempeñado en el desarrollo de su nación. La belleza de nuestra fe se manifiesta aquí de maneras diversas y complementarias y, no por último, en las vidas de santidad que han llevado a los malteses a entregarse a sí mismos por el bien de los otros. Entre estos casos, hemos de incluir a Dun Gorg Preca, que he tenido el gozo de canonizar hace ahora casi tres años (3 de junio de 2007). Invito a todos a invocar su intercesión para que esta primera visita pastoral que os hago produzca abundantes frutos espirituales.
Espero rezar con vosotros durante el tiempo que estaré en Malta y, como padre y hermano, deseo aseguraros mi afecto, así como mi deseo de compartir este tiempo con vosotros en la fe y la amistad. Con estos sentimientos, confío a todos vosotros a la protección de Nuestra Señora de Ta'Pinu y a vuestro padre en la fe, el gran Apóstol Pablo.
Il-Mulej ibierek lill-poplu kollu ta' Malta u ta' Għawdex! [¡Que Dios bendiga a todas las gentes de Malta y de Gozo!]
[Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede
© Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica las palabras que dirigió Benedicto XVI el sábado 17 de ABril de 2010 por la noche al visitar la gruta de san Pablo en Rabat.
Querido Señor Arzobispo Cremona,
Queridos hermanos y hermanas
Mi peregrinación a Malta ha comenzado con un momento de oración silenciosa en la gruta de san Pablo, el primero que trajo la fe a estas islas. He venido siguiendo las huellas de esa multitud de peregrinos que a lo largo de los siglos han rezado en este lugar santo, confiando a la intercesión del Apóstol de los Gentiles sus propias vidas, sus familias y la prosperidad de esta Nación. Me alegro de encontrarme por fin entre vosotros y saludaros con gran afecto en el Señor.
El naufragio de Pablo y su estancia en Malta durante tres meses han dejado una marca imborrable en la historia de vuestro País. Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan las palabras que dirigió a sus compañeros antes de su llegada a Malta y que han sido un tema especial en vuestra preparación para mi visita. Estas palabras, «Jeħtieg iżda li naslu fi gżira» ["iremos a dar en alguna isla"] (Hch 27, 26) en su contexto original, son una invitación a llenarse de valor frente a lo desconocido y a una confianza inquebrantable en la misteriosa providencia de Dios. En efecto, las gentes de Malta, siguiendo el ejemplo de san Publio, acogieron cordialmente a los náufragos. Así, según el designio Dios, san Pablo se convirtió en vuestro padre en la fe cristiana. Gracias a su presencia entre vosotros, el evangelio de Jesucristo echó profundas raíces y fructificó no sólo en la vida personal, familiar y comunitaria, sino también en la formación de la identidad nacional de Malta, así como en su propia y dinámica cultura.
El trabajo apostólico de Pablo produjo también una abundante cosecha con la generación de predicadores que siguieron sus huellas y, de modo particular, con el gran número de sacerdotes y religiosos que, imitando su celo misionero, dejaron Malta para llevar el evangelio a tierras lejanas. Me alegro de haber tenido la oportunidad de encontrar hoy a muchos de ellos en esta Iglesia de San Pablo, y de animarlos en su vocación, a menudo heroica y llena de desafíos. Queridos misioneros: en nombre de toda la Iglesia, os doy las gracias por vuestro testimonio de Cristo resucitado, y por vuestra vida gastada en el servicio a los demás. Vuestra presencia y actividad en tantos países del mundo honra a vuestra patria y manifiesta lo profundo que es el impulso evangélico de la Iglesia en Malta. Pidamos al Señor que suscite más hombres y mujeres que continúen la noble misión de proclamar el evangelio y que trabajen por el crecimiento del Reino de Dios en todas las partes y todos los pueblos.
La llegada de san Pablo a Malta no estaba planeada. Como sabemos, iba camino de Roma cuando se desencadenó un violento temporal y su barco encalló en esta isla. Los marinos pueden trazar una ruta, pero Dios, en su sabiduría y providencia, les marca su propio itinerario. Pablo, que de manera dramática había encontrado al Señor resucitado en el camino de Damasco, lo sabía muy bien. El curso de su vida cambió radicalmente; para él, desde entonces, la vida es Cristo (cf. Flp 1,21); todo su pensamiento y su acción se orientaban a proclamar el misterio de la cruz con su mensaje de amor divino que reconcilia.
Esta misma palabra, la palabra del Evangelio, tiene también hoy el poder de entrar en nuestras vidas y cambiar su curso. Hoy, el mismo evangelio que Pablo predicó sigue llamando a los habitantes de estas islas a la conversión, a una nueva vida y a un futuro de esperanza. Estando entre vosotros como Sucesor del Apóstol Pedro, os invito a escuchar con nuevo espíritu la Palabra de Dios, como hicieron vuestros antepasados, y a dejar que ella cuestione vuestros modos de pensar y de vivir.
Desde este lugar santo, en el que la predicación apostólica comenzó a difundirse por primera vez en estas islas, os invito a cada uno de vosotros a aceptar el desafío apasionante de la nueva evangelización. Vivid de manera cada vez más plena vuestra fe con vuestros familiares y amigos, en vuestros barrios y lugares de trabajo, así como en todo el tejido de la sociedad maltesa. De modo particular, animo a los padres, profesores y catequistas a hablar a los demás, y en especial a los jóvenes, que son el futuro de Malta, de vuestro encuentro vivo y personal con Jesús resucitado. «La fe se fortalece dándola». (Redemptoris missio, 2). Sabed que la manifestación de vuestra fe favorece el encuentro con Dios, que en su omnipotencia toca el corazón del hombre. De este modo, introduciréis a los jóvenes en la belleza y riqueza de la fe católica, ofreciéndoles una sólida catequesis e invitándolos a participar cada vez más activamente en la vida sacramental de la Iglesia.
El mundo necesita este testimonio. Frente a tantas amenazas contra el carácter sagrado de la vida humana, y la dignidad del matrimonio y la familia, ¿no será necesario recordar constantemente a nuestros contemporáneos la grandeza de nuestra dignidad de hijos de Dios y la sublime vocación que hemos recibido en Cristo? ¿Acaso no necesita la sociedad recuperar y defender aquellas verdades morales fundamentales que son la base de la auténtica libertad y del genuino progreso?
Mientras hace poco me encontraba delante de esta gruta, he reflexionado sobre el gran don espiritual (cf. Rm 1, 11) que Pablo entregó a Malta, y he rezado para que podáis mantener íntegra la herencia que os ha confiado el gran Apóstol. Que el Señor os confirme, a vosotros y a vuestras familias, en la fe que actúa a través del amor (cf. Ga 5,6), y os convierta en testigos gozosos de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5, 5). Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. ¡Aleluya!
[Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede
© Libreria Editrice Vaticana]
Mensaje conclusivo de la 89 Asamblea Plenaria de los Obispos de México, publicado el 15 de abril de 2010, firmado por Mons. Carlos Aguilar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla y Presidente de la CEM y por Mons. Víctor René Rodríguez Gómez, Arzobispo de Texcoco y Secretario de la CEM.
"Como fue resucitado Cristo de entre los muertos por la Gloria del Padre,
también nosotros hemos de caminar en una vida nueva". (Rom 6,4)
Los Obispos de la Iglesia católica que peregrina en México, reunidos en Asamblea Plenaria, saludamos a nuestros hermanos y hermanas creyentes, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, deseándoles que la paz, don de Jesucristo muerto y resucitado, esté con ustedes, ilumine su existencia y les acompañe en su caminar cotidiano.
Queremos compartir con ustedes, como Pastores del pueblo de Dios, que el Señor nos ha encomendado, con una mirada de fe y esperanza, las tareas de esta LXXXIX Asamblea; animados por el papa Benedicto XVI, con el impulso de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, realizada en Aparecida, Brasil. Deseamos vivamente llevar a cabo, con entusiasmo, en todas las diócesis de México, la Misión Continental Permanente, como programa de acción pastoral para reavivar, con la fuerza del Espíritu Santo, la vida cristiana de los católicos y su compromiso por servir, desde la fe, a la vida digna de nuestro pueblo.
Los Obispos de México hemos vivido esta Asamblea como espacio de encuentro fraterno, de reflexión, de ayuda mutua, de oración, para fortalecernos en nuestro ministerio y poder ejercerlo, de manera más eficaz. Por ello, nos hemos propuesto que los programas de nuestras Comisiones episcopales asuman las exigencias de la Misión Continental y motiven la colegialidad episcopal, así como, la comunión entre las Iglesias Particulares.
Sentimos en carne propia los problemas de diversa índole que afectan a nuestra Patria, como es la desbordante ola de violencia e inseguridad que se ha desatado, desde hace varios años, en México, y que ha cobrado a cobrado numerosas víctimas, muchas de ellas inocentes. No obstante los grandes esfuerzos, que las diversas instancias gubernamentales están realizando, persisten el miedo y la inseguridad que destruyen la vida de las comunidades, las aíslan y las exponen a nuevas expresiones de violencia. La impunidad provoca desconfianza en las instituciones. Sobre estas situaciones, ya hemos compartido nuestra reflexión en la Exhortación Pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” (15 febrero 2010). Deseamos que dicho documento inspire el diálogo, la reflexión y las acciones concretas, que nos permitan la construcción solidaria de la paz.
Nos preocupa, también, la pobreza y la desigualdad, el desempleo y los bajos ingresos, la educación deficiente y la falta de oportunidades, particularmente para los jóvenes; sin embargo, vemos con esperanza los signos de una paulatina recuperación económica y un ligero aumento del empleo.
Los acontecimientos que afectan a México y al mundo son signos de los tiempos, que la Iglesia debe interpretar, con la ayuda de la Palabra divina, para ser fiel a la misión que el Señor le encomendó (cf. GS 4). Puesto que la Palabra de Dios es luz que nos alumbra en las tinieblas, brújula que nos orienta en la búsqueda de soluciones y alimento que nos fortalece para que todos tengamos vida digna.
Nuestro compromiso, como Pastores, es apoyarnos en una fe inquebrantable, con una energía que no desfallezca, para realizar las tareas que Dios nos tiene asignadas, y acompañar con esmero a nuestros hermanos y hermanas en la fe, confirmándolos en su vocación de discípulos-misioneros de Jesucristo.
La conmemoración del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de inicio de la lucha por la Independencia de México es ocasión propicia para dar gracias a Dios por los dones que el Señor ha concedido a nuestra Patria, invitar al reconocimiento de las injusticias que se cometieron, encomendar a la misericordia divina los que murieron en aquellos hechos sangrientos y renovar nuestro compromiso a favor de un México fraterno en la justicia y la paz.
Asimismo, la celebración del Año Sacerdotal, al que nos convocó el papa Benedicto XVI con ocasión del 150 Aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, nos mueve a profundizar, apreciar y agradecer el don del Sacerdocio ministerial que Cristo ha compartido a su Iglesia. El sacerdocio, además de don, es tarea que debemos vivir con humildad y fidelidad, como servicio, para que el amor misericordioso de Dios llegue a todos, particularmente a los más pobres y a los que sufren. Es de justicia resaltar que muchos sacerdotes viven su ministerio de manera heroica, a veces incluso en medio de amenazas, pobreza, violencias, extorsiones y agresiones. Como Iglesia, agradecemos su testimonio, su discreción y la generosa entrega de sus vidas, no obstante las dificultades. Invitamos a todos a renovar la fidelidad, favorecer la conversión permanente, para propiciar la confianza de nuestro pueblo.
Confiados en la presencia permanente del Señor Resucitado, Sumo y Eterno Sacerdote, que venció el mal y la muerte, invitamos a los creyentes a orar incesantemente, a fin de que, como nación, podamos alcanzar la paz, cultivar los grandes ideales de nuestros antepasados, pedir por la santificación de los sacerdotes y el aumento de las vocaciones consagradas, y que acabe, de raíz, la violencia. Estamos seguros que Santa María de Guadalupe y san José, patrono universal de la Iglesia, nos protegen y nos acompañan en nuestro peregrinar y en nuestro aprendizaje como discípulos-misioneros de su Hijo Jesucristo. A Ellos, confiamos nuestros propósitos y compromisos.
Lago de Guadalupe, Cuautitlán Izcalli, Edo. de México, 15 de abril de 2010
Por los Obispos de México
† Carlos Aguiar Retes † Víctor René Rodríguez Gómez
Arzobispo de Tlalnepantla Obispo Auxiliar de Texcoco
Presidente de la CEM Secretario General de la CEM
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo sexto de Pascua - C, ofrecido por la Delegación Diocesana de Enseñanza de la diócessis de Tenerife.
LA PAZ EN LA IGLESIA
En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida". En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.
El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.
Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
9 de mayo de 2010
6 Pascua (C)
Juan 14, 23-29
ZENIT publica el comentario al Evangelio del domingo 9 de mayo, sexto de Pascua (Juan 14,23-29), de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.
Evangelio del domingo: Flor de mayo
Comienza este Evangelio con una expresión que nos acerca implícitamente a la fe Nuestra Señora: guardar la Palabra de Dios y dejar que Él nos ame haciendo morada en nosotros. María amó al Señor guardando sus Palabras y viviéndolas, por eso la llamarían todos bienaventurada (Lc 1,45.48), empezando por el mismo Jesús (Lc 11,27). Y por eso también su corazón fue constituido morada de Dios, donde encontrar su Presencia y donde escuchar su Voz. Esta fue la grandeza de María y la más alta maternidad. Amar a Dios es guardar así su Palabra, como hizo María, dejando que haga y diga en nosotros, incluso más allá de lo que nuestro corazón es capaz de comprender.
Jesús hace una promesa fundamental: el Padre enviará en su nombre un Consolador (un Paráclito), el Espíritu Santo, para que enseñe y recuerde (Jn 14,26) todo cuanto Jesús ha ido mostrando y diciendo, y que no siempre ha sido comprendido, ni guardado. Justamente, la vida "espiritual" es acoger a este Espíritu prometido por Jesús, para que en nosotros y a nosotros enseñe y recuerde, tantas cosas que no acabamos de ver ni comprender en nuestra vida, tantas cosas que no hacemos en "memoria de Jesús", y por eso las vivimos distraídamente, en un olvido que nos deja el corazón tembloroso y acobardado también, como el de aquellos discípulos, dividido por dentro y enfrentado por fuera.
La alusión que hemos hecho a María para comprender el transfondo de este Evangelio no es una cuña banal e piadosa. La Palabra cumplida de Dios se hizo carne en la Santa Virgen. Ella fue y es modelo de espera y de esperanza cuando todos se fueron huyendo a sus lágrimas, a sus ciudades, a sus quehaceres o a sus casas cerradas a cal y canto. Es como una "primera entrega" de lo que Dios regalaría a aquellos hombres, cuando con María reciban en Pentecostés el cumplimiento de eso que ahora se les prometía. Y lo que a ellos se les prometió también fue para nosotros. No en vano el pueblo cristiano aprende a esperar este Espíritu Consolador con María, y a guardar las Palabras de Dios como ella en este tiempo de mayo florido.
ZENIT nos ofrece el discurso pronunciado hoy por el Papa a los miembros de la Papal Foundation, a quienes recibió en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, con motivo de su peregrinación a Roma.
Queridos amigos,
Me complace saludar a los miembros de la Fundación Papal con ocasión de su peregrinación anual a Roma. Nuestro encuentro está impregnado de la alegría de este tiempo de Pascua, cuando la Iglesia celebra la gloriosa victoria del Señor sobre la muerte y su don de la vida nueva en el Espíritu Santo.
Hace un año tuve la gracia de visitar la Tierra Santa y orar ante la tumba vacía del Señor. Allí, haciéndome eco del testimonio del apóstol Pedro, proclamé que Cristo, resucitando a una nueva vida, nos ha enseñado "que el mal nunca tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte, y que nuestro futuro y el futuro de toda la humanidad, está en las manos fieles y providentes de Dios" (Discurso en la Iglesia del Santo Sepulcro, 15 de mayo de 2009). En todo tiempo y lugar, la Iglesia está llamada a proclamar este mensaje de esperanza, y a confirmar la verdad del mismo por su testimonio práctico de santidad y caridad. La Fundación Papal ha llevado adelante esta misión de una manera particular, mediante el apoyo a un amplio espectro de organizaciones de caridad, cerca del corazón del Sucesor de Pedro. Muchas gracias por vuestros generosos esfuerzos para ofrecer ayuda a nuestros hermanos y hermanas en los países en desarrollo, para proveer a la educación de los futuros líderes de la Iglesia, y para avanzar en los esfuerzos misioneros de tantas diócesis y congregaciones religiosas de todo el mundo.
En estos días os pido que oréis por las necesidades de la Iglesia universal, y para implorar una nueva efusión de los dones del Espíritu de la santidad, la unidad y el impulso misionero a todo el Pueblo de Dios. Con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia, y os imparto de corazón mi Bendición Apostólica, como prenda de alegría y paz en Jesús, nuestro Señor Resucitado.
[Traducción del original inglés por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 2º Domingo de Pascua (11 de abril de 2010). (AICA)
“PASCUA Y SECULARISMO”
Durante el tiempo Pascual en la liturgia vamos leyendo textos bíblicos que hacen referencia al encuentro de Jesús Resucitado, con sus discípulos. También leemos el libro de los hechos de los Apóstoles, en donde nos relata la evangelización de la Iglesia en sus primeros años. Este domingo en la segunda lectura leemos: “Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres...” (Hch. 5,14). Pero es importante señalar que problemas y desafíos no le faltaron. Padecieron persecución, calumnias y algunos de ellos dieron sus vidas padeciendo el martirio.
La Iglesia de entonces, como nos relatan los textos de los “Hechos” en la Palabra de Dios y en nuestros días, sigue con la misma misión de anunciar al Cristo Pascual. Cada tiempo tiene sus propios desafíos. En nuestros días también hay persecuciones y en muchos lugares del mundo siguen multiplicándose mártires. En nuestra Patria y Provincia también hay cristianos que padecen por ser testigos del “Cristo Pascual”. Pero uno de los desafíos más exigentes para la evangelización en nuestro tiempo sigue siendo: “El secularismo”. En el documento de la CEA, “Navega mar adentro”, señala al respecto: “El secularismo actual concibe la vida humana, personal y social, al margen de Dios y se constata incluso una creciente indiferencia religiosa” (29).
Ante este desafío del secularismo es indispensable acentuar la necesidad que tenemos los cristianos de profundizar en la fe y experiencia del encuentro Pascual, con “Cristo muerto y resucitado”. Para entender el problema del “secularismo”, será indispensable distinguir sobre la diferencia entre “la legítima secularización” y “el secularismo”, que nos enseña el Concilio Vaticano II. La legítima secularización implica la necesaria autonomía de las realidades temporales. Autonomía de las leyes naturales y la libertad con que Dios nos ha creado. Podemos poner un ejemplo para tener más claro esto. En general cuando tenemos una enfermedad recurrimos a un médico y tomamos una medicación adecuada e indicada por la ciencia. Dios puede obrar un milagro y sanarnos, pero no es lo habitual y nosotros no podemos manejar la voluntad de Dios. Es importante señalar que para los católicos es fundamental respetar esta “justa secularización” ya que hay muchos que engañan con supuestas sanaciones y milagros que tienen que ver más con formas de proselitismo religioso y superstición que con la Evangelización que nos encomendó el Señor.
Distinta a esta “justa secularización”, es el secularismo que desconoce a Dios, lo omite, ni siquiera lo discute. “El olvido de Dios, fundamento último de todo valor ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y absolutizar el poder, el dinero, la razón, la mera eficacia o el Estado mismo” (L.P.N.E. 12).
Creo que en América Latina y en especial en nuestra Provincia el secularismo tiene otras variantes a la de algunos países europeos donde en general se presenta como una omisión total de Dios. Entre nosotros el secularismo convive con distintas formas de religiosidad. En muchos casos se le pone el nombre de fe cristiana porque asumen algunos aspectos rituales de la misma, pero está más próxima a una religiosidad pagana, que a la fe cristiana y a las exigencias que esta implica. Esta religiosidad se manifiesta creyente, cumple con algunas formas rituales o tradiciones culturales, pero no lleva ningún compromiso con la vida cotidiana, ni tiene en cuenta las exigencias de la Palabra de Dios, del magisterio, ni éticas en lo familiar o en lo social. Aquí se da una mezcla entre religiosidad y secularismo. Por un lado se manifiestan creyentes en Dios, pero en la práctica lo marginan de la vida cotidiana, no se cuestionan las injusticias que puede causar su obrar, el daño que provocan el manipular la verdad, el cobrar una coima o bien malversar fondos.
Estas formas de religiosidad con una profunda ruptura entre fe y vida y el secularismo son desafíos para la acción evangelizadora de la Iglesia y se diferencian de la fe en Jesucristo resucitado y las implicancias de dicha fe en la vida cotidiana, en la familia, el trabajo, en la búsqueda de la justicia y la paz.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
VER
De cuando en cuando, algún despistado sigue afirmando que los obispos somos ciudadanos de El Vaticano, y que hasta que no renunciemos a esa “dependencia”, no se nos pueden reconocer más derechos ciudadanos. Con esos juicios, sólo demuestran su ignorancia o su mala fe. ¡Somos tan mexicanos como el que más! Estamos encarnados en nuestras realidades nacionales, con sus luces y sombras, y comulgamos con los gozos y las esperanzas, los dolores y los sufrimientos del país. Nos preocupan sus problemas y tratamos de ofrecer nuestro aporte a su solución.
Estamos reunidos 110 obispos en asamblea ordinaria de nuestra Conferencia Episcopal, para revisar y aprobar los programas de trabajo de las ocho Comisiones Episcopales y de sus respectivas Dimensiones, cada cual con su propia identidad y misión. El tema central no es la pederastia clerical, aunque en las ruedas diarias de prensa que se programan se tuvo que decir una palabra al respecto, en respuesta a las reiteración ya morbosa de los medios informativos, que con frecuencia prescinden del fondo de nuestra asamblea y sólo resaltan asuntos puntuales y transitorios. Hay temas mucho más graves y urgentes, como la pobreza, la inseguridad, la violencia, el narcotráfico, las reformas que el país requiere, y que debemos tomar en cuenta en nuestra pastoral evangelizadora.
JUZGAR
Hace dos meses, con mucho cuidado elaboramos un documento colegial ante la violencia y el narcotráfico, titulado “Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna”. Lamento que muchos presbíteros, diáconos, religiosas, catequistas y fieles no lo conozcan, y que la prensa no le haya dado la importancia que merece.
En una primera parte, ante la escalada del crimen organizado, expresamos que hay varios factores que contribuyen a la inseguridad y violencia, como la pobreza y la desigualdad, la insuficiencia de las reformas económicas, el desempleo y subempleo, la corrupción e impunidad, la delincuencia común, las deficiencias en la procuración de Justicia, las inequidades en el sistema penitenciario, la violencia institucionalizada, los excesos de las fuerzas de seguridad. Señalamos que hay diferentes formas de violencia: intrafamiliar, contra las mujeres, infantil, entre los jóvenes y adolescentes, en la vida comunitaria. Hablamos de la importancia que tiene educar para la justicia, el respeto y la paz, desde la escuela, los medios de comunicación, la religión y la cultura.
En la segunda parte, con la luz del Evangelio y de nuestra doctrina social, presentamos a Dios que es Creador y Padre de todos, que nos ama con amor misericordioso. El pecado acecha a nuestra puerta, pero podemos dominarlo. El Padre nos envió al Príncipe de la paz, Cristo, en quien no hay lugar para la violencia. Desde el Bautismo, estamos llamados a formar una humanidad nueva, al servicio de la unidad, la reconciliación y la paz, dando frutos de justicia. Con la fuerza del amor y en comunión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hemos de preocuparnos por el bien común universal.
ACTUAR
En la tercera parte del documento, insistimos en promover el desarrollo humano pleno, el respeto de los derechos y deberes humanos, la justicia y la solidaridad, la reconciliación social, como camino para construir la paz y la tranquilidad. Para ello, formar mujeres y hombres nuevos en Cristo, a partir de una adecuada transmisión de la fe, de una integral tarea educativa, de familias que viven en armonía y de una vida comunitaria fraterna.
Educarnos para la paz significa difundir pensamientos de paz, fomentar sentimientos de paz, impulsar gestos de paz, promover un lenguaje de paz, educar para la legalidad y aprender de la historia. Los medios de comunicación han de estar al servicio de la paz.
Conozcamos, difundamos y pongamos en práctica este documento, y hagamos lo que nos toca para que en nuestra patria se superen la violencia y la inseguridad, y vivamos en la paz que todos anhelamos. No deleguemos esta responsabilidad sólo en la autoridad civil y en la fuerza de las policías y los ejércitos. Todos podemos y debemos hacer algo.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Sugerencias para algunos tipos de homilías entresacadas de charla sobre la “La participación del presbítero y diácono en la Liturgia de la Palabra – La homilía”, dentro de la formación permanente para el clero en la diócesis de Tenerife.
Algunos tipos de homilías y sencillas sugerencias
1.- Homilías en las celebraciones del Bautismo:
2.- Homilías en las celebraciones del Matrimonio
3.- Homilías en las exequias
4.- La homilía en las misas con niños
+EI Directorio para las Misas con niños: Algunos números_
+Reglar del liturgista alemán Baltazar Ficher para la predicación a los niños.
ZENIT nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI ha dirigido hoy a los obispos de la Conferencia Episcopal de Brasil (Región Norte 2), a quienes recibió en la mañana de 15 de Abril de 2010 en el Vaticano con motivo de su visita ad limina Apostolorum.
hermanos en el Episcopado,
Vuestra visita ad Limina tiene lugar en el clima de alabanza y júbilo pascual que envuelve a toda la Iglesia, adornada con los fulgores de la luz de Cristo Resucitado. En Él, la humanidad atravesó la muerte y completó la última etapa de su crecimiento penetrando en los Cielos (cf. Ef 2, 6). Ahora Jesús puede libremente volver sobre sus pasos y encontrarse como, cuando y donde quiera con sus hermanos. En su nombre, me complace acogeros, queridos pastores de la Iglesia de Dios peregrina en la Región Norte 2 de Brasil, con el saludo hecho por el Señor cuando se presentó vivo a los Apóstoles y compañeros: “La paz esté con vosotros” (Lc 24,36).
Vuestra presencia aquí tiene un sabor familiar, pues parece reproducir el final de la historia de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 33-35): habéis venido a contar lo que ha pasado por el camino hecho con Jesús por vuestras diócesis diseminadas en la inmensidad de la región amazónica, con sus parroquias y otras realidades que las componen, como los movimientos y nuevas comunidades y las comunidades eclesiales de base en comunión con su obispo (cf. Documento de Aparecida, 179). Nada podría alegrarme más que saberos en Cristo y con Cristo, como testimonian los informes diocesanos que me habéis enviado y que os agradezco. Estoy agradecido de modo particular a monseñor Jesus Maria por las palabras que acaba de dirigirme en nombre vuestro y del pueblo de Dios confiado a vosotros, confirmando su fidelidad y adhesión a Pedro. A vuestro regreso, aseguradles mi gratitud por estos sentimientos y mi Bendición, añadiendo: “Realmente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34).
En esta aparición, las palabras – si las hubo – se diluirían en la sorpresa de ver al Maestro vuelto a la vida, cuya presencia dice todo: Estaba muerto, mas ahora vivo y vosotros viviréis por Mi (cf. Ap 1,18). Y, por estar vivo y resucitado, Cristo puede convertirse en “pan vivo” (Jn 6, 51) para la humanidad. Por eso siento que el centro y la fuente permanente del ministerio petrino está en la Eucaristía, corazón de la vida cristiana, fuente y culmen de la misión evangelizadora de la Iglesia. Podéis así comprender la preocupación del Sucesor de Pedro por todo lo que pueda ofuscar el punto más original de la fe católica: hoy Jesucristo continua vivo y realmente presente en la hostia y en el cáliz consagrados.
Una menor atención que en ocasiones se ha prestado al culto del Santísimo Sacramento es indicio y causa de oscurecimiento del sentido cristiano del misterio, como sucede cuando en la Santa Misa ya no aparece como preeminente y operante Jesús, sino una comunidad atareada con muchas cosas en vez de estar en recogimiento y de dejarse atraer a lo Único necesario: su Señor. Al contrario, la actitud primaria y esencial del fiel cristiano que participa en la celebración litúrgica no es hacer, sino escuchar, abrirse, recibir… Es obvio que, en este caso, recibir no significa volverse pasivo o desinteresarse de lo que allí acontece, sino cooperar – porque nos volvemos capaces de actuar por la gracia de Dios – según “la auténtica naturaleza de la verdadera Iglesia, que es simultáneamente humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, empeñada en la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y sin embargo peregrina, pero de forma que lo que en ella es humano se debe ordenar y subordinar a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y el presente a la ciudad futura que buscamos” (Const. Sacrosanctum Concilium, 2). Si en la liturgia no emergiese la figura de Cristo, que está en su principio y que está realmente presente para hacerla válida, ya no tendríamos la liturgia cristiana, toda dependiente del Señor y toda suspendida de su presencia creadora.
¡Qué distantes están de todo esto cuantos, en nombre de la inculturación, caen en el sincretismo introduciendo ritos tomados de otras religiones o particularismos culturales en la celebración de la Santa Misa (cf. Redemptionis Sacramentum, 79)! El misterio eucarístico es un “don demasiado grande – escribía mi venerable predecesor el Papa Juan Pablo II – para soportar ambigüedades y reducciones”, particularmente cuando, “despojado de su valor sacrificial, es vivido como si en nada sobrepasase el sentido y el valor de un encuentro fraterno alrededor de la mesa” (Enc. Ecclesia de Eucharistia, 10). Subyacente a varias de las motivaciones aducidas, está una mentalidad incapaz de aceptar la posibilidad de una real intervención divina en este mundo en socorro del hombre. Este, sin embargo, “se descubre incapaz de rechazar por sí mismo los ataques del enemigo: cada uno se siente como prisionero con cadenas” (Const. Gaudium et spes, 13). La confesión de una intervención redentora de Dios para cambiar esta situación de alienación y de pecado es vista, por cuantos participan de la visión deísta, como integrista, y el mismo juicio se hace a propósito de un signo sacramental que hace presente el sacrificio redentor. Más aceptable, a sus ojos, sería la celebración de una señal que corresponda a un vago sentimiento de comunidad.
Pero el culto no puede nacer de nuestra fantasía; sería un grito en la oscuridad o una simple autoafirmación. La verdadera liturgia supone que Dios responda y nos muestre cómo podemos adorarlo. “La Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía, precisamente porque el propio Cristo se dio primero a ella en el sacrificio de la Cruz” (Exort. ap. Sacramentum caritatis, 14). La Iglesia vive de esta presencia y tiene como razón de existir ampliar esta presencia en el mundo entero.
“¡Quédate con nosotros, Señor!” (cf. Lc 24, 29): están rezando los hijos e hijas de Brasil camino hacia el XVI Congreso Eucarístico Nacional, [que se celebrará] de aquí a un mes en Brasilia, que de este modo verá el jubileo áureo de su fundación enriquecido con el "oro" de la eternidad presente en el tiempo: Jesús Eucaristía. Que Él sea verdaderamente en corazón de Brasil, de donde venga la fuerza para que todos los hombres y mujeres brasileños se reconozcan y ayuden como hermanos, como miembros del Cristo total. Quien quiera vivir, tiene de dónde vivir. ¡Que se acerque, crea, entre a formar parte del Cuerpo de Cristo y será vivificado! Hoy y aquí, todo esto deseo a la esperanzada parcela de este Cuerpo que es la Región Norte 2, al conceder a cada uno de vosotros, extensiva a vuestros colaboradores y a todos los fieles cristianos, la Bendición Apostólica.
[Traducción del original portugués por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]
ZENIT publica el mensaje Hacia la conclusión del Año Sacerdotal, que el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Cláudio Hummes dirigió a los presbíteros con fecha del 12 de abril para preparar la conclusión del Año Sacerdotal, que tendrá lugar los días 9, 10 y 11 del próximo mes de junio en la plaza de San Pedro del Vaticano.
La conclusión del Año Sacerdotal
Queridos Presbíteros,
La Iglesia está, naturalmente, muy contenta por el Año Sacerdotal y agradece al Señor por haber inspirado al Santo Padre a convocarlo. Todas las informaciones que llegan aquí a Roma sobre las numerosas y múltiples iniciativas emprendidas por las Iglesias locales en el mundo entero para llevar a cabo este año especial constituyen la prueba de cómo éste ha sido bien recibido y – podemos decir – ha respondido a un verdadero y profundo anhelo de los presbíteros y de todo el pueblo de Dios. Era hora de dar una atención especial, reconocedora y emprendedora, al gran, laborioso e insustituible presbiterio, y a cada uno de los presbíteros de la Iglesia.
Es verdad que algunos, aunque proporcionalmente muy pocos, presbíteros han cometido horribles y gravísimos delitos de abusos sexuales contra menores, hechos que debemos rechazar y condenar de modo absoluto e intransigente. Ellos deben responder ante Dios y ante los tribunales, también los civiles. Al mismo tiempo rezamos para que lleguen a la conversión espiritual y al perdón de Dios. La Iglesia mientras tanto está decidida a no esconder o minimizar estos crímenes. Pero sobre todo estamos de parte de las víctimas y queremos apoyarlas en la recuperación y en sus derechos ofendidos.
Por otra parte, los delitos de algunos no pueden en absoluto ser utilizados para manchar a todo el cuerpo eclesial de los presbíteros. Quien lo hace, comete una clamorosa injusticia. La Iglesia, en este Año Sacerdotal, intenta decir esto a la sociedad humana. Cualquier persona de sentido común y buena voluntad lo comprende.
Tras esta necesaria aclaración, volvemos a dirigirnos a vosotros, queridos presbíteros. Queremos deciros, una vez más, que reconocemos lo que sois y lo que hacéis en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia os ama, os admira y os respeta. Sois también una alegría para nuestro pueblo católico en el mundo, que os acoge y apoya, sobre todo en estos tiempos de sufrimiento.
Dentro de dos meses llegaremos a la conclusión del Año Sacerdotal. El Papa, queridos sacerdotes, os invita a venir de todo el mundo a Roma para esta conclusión el 9, 10 y 11 de junio próximos. Desde todos los países del mundo. Desde los países más cercanos a Roma se podrían esperar miles y miles, ¿verdad? Por tanto, no rechacéis la invitación insistente y cordial del Santo Padre. Venid y Dios os bendecirá. El Papa querrá confirmar a los presbíteros de la Iglesia. Su presencia numerosa en la Plaza de San Pedro constituirá también una forma propositiva y responsable de los presbíteros de presentarse dispuestos y sin intimidarse para el servicio a la humanidad que Jesucristo les ha confiado. Su visibilidad en la Plaza, ante el mundo actual, será una proclamación de su envío al mundo no para condenar al mundo, sino para salvarlo (cfr. Jn 3,17 e 12,47). En este contexto, también el gran número tendrá un significado especial.
Para esta presencia numerosa de los presbíteros en la conclusión del Año Sacerdotal, en Roma, hay también otro motivo particular, que se coloca en el corazón de la Iglesia hoy. Se trata de ofrecer a nuestro amado Papa Benedicto XVI nuestra solidaridad, nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra comunión incondicional, ante los frecuentes ataques que se le dirigen en el momento actual, en el ámbito de sus decisiones respecto a los clérigos imputados por delitos sexuales con menores. Las acusaciones contra él son evidentemente injustas y se ha demostrado que nadie ha hecho tanto como Benedicto XVI para condenar y combatir correctamente estos crímenes. Por eso, la presencia masiva de los presbíteros en la plaza con él será un signo fuerte de nuestro rechazo decidido a los ataques injustos de los que es víctima. Por tanto, venid también para apoyar públicamente al Santo Padre.
La conclusión del Año Sacerdotal no constituirá propiamente una conclusión, sino un nuevo inicio. Nosotros, el pueblo de Dios y los pastores, queremos dar gracias al Señor por este periodo privilegiado de oración y de reflexión sobre el sacerdocio. Al mismo tiempo, nos proponemos estar siempre atentos a lo que el Espíritu Santo quiera decirnos. Mientras tanto, volveremos al ejercicio de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo con alegría renovada y con la convicción de que Dios, el Señor de la historia, permanece con nosotros, tanto en las crisis como en los nuevos tiempos.
Que la Virgen María, Reina y Madre de los sacerdotes, interceda por nosotros y nos inspire en el seguimiento de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Roma, 12 de abril de 2010.
Cardenal Cláudio Hummes
arzobispo emérito de São Paulo
Prefecto de la Congregación para el Clero
[Traducción realizada por ZENIT de la versión italiana distribuida por la Congregación para el Clero]
ZENIT publica la intervención que el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, el arzobispo Celestino Migliore, pronunció el pasado 12 de abril de 2010 en Nueva York, en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, con motivo de la 43ª Sesión de la Comisión sobre Población y Desarrollo, sobre el tema “Salud, morbilidad, mortalidad y desarrollo”.
Señor Presidente:
Dado que esta Comisión sobre Población y Desarrollo se reúne en medio de una crisis económica y financiera, haríamos bien en escuchar la creciente opinión entre los economistas de que las tendencias demográficas son parte del problema y no pueden pasarse por alto como una parte importante de la solución. La crisis demográfica que en unas pocas décadas ha reducido las tasas anuales de crecimiento de la población de un 7% a un 1% en muchas partes del mundo, junto con el envejecimiento de la población, ha tenido efectos devastadores para la economía y la gobernanza. La corrección del déficit de población con constante inmigración no parece resolver los problemas ni siquiera a corto plazo. Las mismas políticas demográficas que llevaron a las tasas de crecimiento de población a niveles insostenibles necesitan ser revisadas y replanteadas con políticas sociales adecuadas para fomentar los nacimientos.
Entre los temas asignados para este año a la sesión de la CPD, salud global, morbilidad, mortalidad y desarrollo, los documentos preparatorios se enfocan principalmente en la mortalidad materna.
Según las estadísticas de la ONU hay aproximadamente medio millón de muertes maternas anualmente de las que aproximadamente el 99% ocurren en países en vías de desarrollo. No sólo son las vidas de esas madres las que acaban en tragedia, sino que también las vidas de sus bebés empiezan en agitación. Como consecuencia, la probabilidad de supervivencia de sus jóvenes niños desciende dramáticamente provocando la desintegración de sus familias y obstaculizando el desarrollo local.
Lamentablemente, esas muertes representan sólo la punta del iceberg. Se estima que por cada muerte, treinta mujeres más sufren a largo plazo daños en su salud, como fístulas obstétricas. La devastación física causada por fístulas las margina completamente y las aísla de la familia y la sociedad. Ellas sufren dolor, humillación y discapacidad permanente si no son tratadas. En todo el mundo quizás dos millones de esas madres pobres, jóvenes y olvidadas están viviendo con el problema, la mayoría de las cuales están en África. Esas muertes de madres y bebés son todas más vergonzosas especialmente porque son fácilmente prevenibles y tratables.
El consenso de la comunidad obstétrica es que las madres necesitan cuidado prenatal esencial, personal cualificado en todos los partos y cuidado especializado para complicaciones potencialmente mortales. Y sin embargo, los programas centrados en proporcionar los servicios que garanticen a las madres y a sus bebés sobrevivir al embarazo carecen de financiación suficiente.
Las inversiones en educación y en programas de desarrollo a largo plazo pueden proporcionar a las comunidades los medios para mejorar su propia salud. Sin embargo, la emigración de personas con conocimientos médicos y habilidades desde países en vías de desarrollo provoca la pérdida de mucha habilidad y de gente necesaria para mejorar los sistemas sanitarios en esos países.
Además, los Gobiernos deben continuar dedicándose a las urgentes necesidades sanitarias infantiles en todo el mundo. Sólo en 2008, hubo más de 243 millones de casos de malaria que derivaron en más de 800.000 muertes. De la misma manera, infecciones respiratorias tratables y evitables, enfermedades digestivas y estados ocasionados por una nutrición inadecuada continúan siendo las principales causas de muerte de niños en el mundo en desarrollo. Enfermedades que han sido eliminadas desde hace mucho tiempo en los países desarrollados continúan devastando niños en el mundo en desarrollo y es necesaria la solidaridad mundial para garantizar que los niños pobres tengan acceso a la medicación y la nutrición necesarias.
Señor presidente:
En la extensión de la atención sanitaria a todos, la sociedad civil, incluidas las organizaciones religiosas, debe ser un socio comprometido. En muchos rincones del planeta, hospitales y clínicas católicas continúan siendo los proveedores de primera fila de asistencia sanitaria primaria, en particular a los más marginados de la sociedad. Esas organizaciones sin afán de lucro cuidan a aquellos a los que la sociedad ha dejado atrás o a los que ofrecer servicios es demasiado difícil o demasiado peligroso. Al vivir con y entre aquellos a los que sirven esas organizaciones promueven la solidaridad en la comunidad y contribuyen a una comprensión única de las necesidades de la comunidad.
Gracias, señor presidente.
[Traducción del original inglés por Patricia Navas]
DOMINGO 6 DE PASCUA / c
9 de mayo de 2010
Hoy, en muchos lugares, se celebra el Día del Enfermo. La oración universal que proponemos en esta hoja los tiene especialmente en cuenta; en cada lugar se verá si además hay que hablar del tema en la introducción a la celebración o en la homilía.
La gracia y la paz de Jesucristo resucitado estén con todos vosotros.
Desde la noche de Pascua, hace ya cinco semanas, el cirio pascual nos acompaña en nuestras celebraciones. Es la luz de Jesucristo. Él está en medio de nosotros, él nos guía y nos ilumina, él nos da su paz, él nos llena con su Espíritu.Y nosotros, con fe y esperanza, queremos caminar a su lado, queremos que él guíe nuestras vidas. Por eso estamos aquí, por eso nos reunimos a su alrededor formando comunidad.
Aspersión: Renovemos ahora, con la aspersión del agua, la fe de nuestro bautismo, la fe que nos hace vivir como seguidores de Jesús.
Que Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta Eucaristía, nos haga dignos de participar del banquete de su Reino. Amén.
1. lectura (Hechos 15,1-2.22-29): Escucharemos ahora, en esta primera lectura, el momento en que los responsables de la Iglesia, reunidos en Jerusalén, acuerdan de manera definitiva que los paganos pueden ser admitidos en la comunidad sin obligarles a convertirse previamente a la religión judía. Ahora esto nos parece lo más natural, pero en aquel momento fue un paso que exigió mucho coraje y valentía. Un paso que realizaron guiados por el Espíritu de Dios.
2. lectura (Apocalipsis 21,10-14.22-23): El libro del Apocalipsis, con su lenguaje lleno de imágenes, nos habla de la ciudad definitiva, la ciudad de la vida para siempre.
Oración universal: A Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera, orémosle diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.
Para que el Espíritu de Dios renueve a la Iglesia, y haga de ella un testimonio vivo de amor y de esperanza. OREMOS:
Para que los sacerdotes sepan transmitir siempre confianza y alegría a todo el pueblo cristiano. OREMOS:
Para que los enfermos vivan su dolor con fe, con fortaleza, con esperanza. OREMOS:
Para que los que han perdido las fuerzas a causa de la vejez sepan afrontar esta etapa de su vida llenos de la paz de Dios. OREMOS:
Para que todos los que cuidan de los enfermos o ancianos lo hagan con dedicación y afecto. OREMOS:
Para que la Eucaristía que hoy celebramos nos llene de la alegría de la Pascua. OREMOS:
Escucha, Señor resucitado, nuestra oración, tú que eres nuestro camino, y vives y reinas ...
Gesto de paz: En el Espíritu de Jesucristo resucitado, daos fraternalmente la paz.
CPL
(De Fuente de La Guancha)
ENCUENTRO DE JÓVENES
5 de Abril
El próximo día 10 de Abril tendrá lugar en el Colegio La Pureza de Los Realejos el ENCUENTRO DIOCESANO ANUAL DE JÓVENES en el año de la Iniciación Cristiana. El lema que estará presente será “Para llegar a la Cruz… MÓJATE”.
SEMANA SANTA EN LA GUANCHA
5 de Abril
Los cultos y procesiones de Semana Santa en nuestra parroquia se desarrollaron en conformidad con los horarios establecidos. La cofradía de la Santa Pasión llevó el peso de la organización de los actos en lo que se refiere a los diversos Pasos y Procesiones, mientras que el Coro parroquial se encargó de los cantos y de la distribución de monitores y lectores. El sacerdote invitado Don Ramón Padilla se hizo cargo de las homilías y sermones.
Caracterizó nuestra Semana Santa el silencio, el orden y la respuesta de los fieles del pueblo.
CARTEL DIOCESANO DE PASCUA
5 de Abril
La Delegación Diocesana de Liturgia ha enviado el CARTEL PASCUAL con el lema “Para vivir la fe… ponte en camino y ¡COMPROMÉTETE!”, unido al siguiente texto:
“Es Pascua, hermanos. Es Pascua florida. Hay como un hervor de vida que quiere liberarse del silencio y la muerte en toda la creación. Pero el mayor anhelo de la humanidad es desprenderse de tantas servidumbres, librarse del orden injusto e insolidario en continua amenaza de destrucción y de muerte.
Nosotros queremos hoy proclamar nuestra alegría y nuestra confianza en la Vida, porque creemos en el Señor de la Vida, Jesucristo resucitado. Que el gozo compartido sea expresión de nuestra fe. Amigos y amigas, es Pascua, cantemos al Señor de la Vida, cantemos al Señor Resucitado”.
RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES DE LOS NIÑOS DE PRIMERA COMUNIÓN
11 de Abril
Afirma el catecismo Esta es nuestra fe: «Renovar la fe sellada en el bautismo, es un signo de que ésta crece y progresa a lo largo de toda su vida.». Por eso con la finalidad de que los niños caigan de alguna manera en la cuenta de que su participación en la catequesis está en conexión con su condición de bautizados y que orienten su vida hacia una opción más personal con Jesús, se tiene desde hace varios años en el segundo domingo de Pascua la Renovación de las Promesas Bautismales para los niños de Primera Comunión de nuestras parroquias de La Guancha y de San José. A la celebración asistieron, previa invitación, sus padres, padrinos, catequistas y muchos amigos y familiares. Se desarrolló con un esquema sencillo: Monición de entrada por parte de un padre, catequista y niño; después de la homilía siguió la lectura de un acta de bautismo de un niño, señal de la cruz, promesas con las velas encendidas en sus manos alrededor de la pila bautismal y aspersión.
V-EXPO-VOCACIONAL 2010
14 de Abril
La Iglesia de San Agustín de la Villa de La Orotava es el inigualable marco que acogerá este año la V Exposición Vocacional organizada por la Delegación Diocesana Vocacional acercando a todos los que la visiten la cantidad de formas de vida religiosa que viven, trabajan, se entregan en nuestra diócesis. En palabras del delegado diocesano: “Nada más y nada menos que 50 formas distintas de consagración, cientos de vidas apasionantes entregadas al servicio del Dios de la Vida en sus hijos, nuestros hermanos, los hombres y mujeres, ancianos, minusválidos, colegios, centros de promoción y ayuda a la mujer, hospitales, hogares de acogida, drogadictos, mundo de la prostitución guarderías… o desde los claustros monásticos con el ora et labora”.
Abrirá el 24 de Abril y se clausurará el 2 de Mayo con la acogida de la Cruz de la Jornada Mundial de los jóvenes.
MATERIALES PARA XLVII JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES 2010
14 de Abril
Con el lema “El testimonio suscita vocaciones” la Delegación Diocesana Vocacional nos remite los materiales para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones el 25 de Abril, IV Domingo de Pascua. A través de ellos –Carta del Papa Benedicto XVI, Guión Litúrgico, Hora Santa Vocacional y cartel- se nos invita a evidenciar que el testimonio de tantos hombres y mujeres, sacerdotes y consagrados, ha de despertar la urgencia de seguir pidiendo al Señor la generosidad de los jóvenes a responder a la llamada de Cristo. Nos dice el Papa en su mensaje: “La fecundidad de la propuesta vocacional… está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada”.
APUNTA A TUS HIJOS A CLASE DE RELIGIÓN Y MORAL CATÓLICA
15 de Abril
Con el lema “VEN Y SÍGUEME – A CLASE DE RELIGIÓN – Apunta a tus hijos a clase de Religión y Moral Católica” se presenta el cartel que debe lucir estos días en los canceles de nuestras iglesias, en los centros de enseñanza y en otros lugares invitando a los padres a elegir la clase de religión para sus hijos. Ha sido elaborado por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española. Según informe realizado por la misma, en el curso 2009-2010, la enseñanza religiosa y moral católica es una vez más la opción mayoritaria, escogida voluntariamente por tres de cada cuatro alumnos. En la actualidad cursan la asignatura 3.430.654 alumnos sobre un total de 4.759.190, lo que representa un 72,1%.
Conforme a la legislación establecida, la enseñanza de la Religión católica es una asignatura que obligatoriamente los directores de los colegios deben ofrecer a los padres de los alumnos en el tiempo en el que se formalicen las matrículas.
FIESTAS DEL SANTO HERMANO PEDRO
16 de Abril
El Espacio Religioso de la Cueva del Santo Hermano Pedro y la Parroquia de San Pedro Apóstol de Vilaflor, comienzan el jueves el Novenario de preparación para la fiesta del Santo Hermano Pedro. El próximo sábado 17 tendrá lugar la peregrinación que unirá ambos puntos religiosos, en la que numerosos devotos honrarán al santo recorriendo el camino realizado por él, desde Vilaflor hasta la Cueva. Ese día, sobre las 13h tendrá lugar la misa de peregrinos, presidida por el Vicario Territorial de la Zona Sur, Fernado Delgado Expósito. El programa completo de actos, tanto para la Cueva como para Vilaflor se puede consultar en la página web del obispado. (De Noticias Breves-Obispado)
FIESTA DE SAN JORGE
23 -25 de Abril
Como en años anteriores el barrio del Farrobo de La Guancha celebró sus fiestas patronales en honor de San Jorge Mártir. Dentro de los actos religiosos se destaca la eucaristía celebrada en la tarde del día 23 frente a la ermita y la misa en la plaza con la asistencia de las autoridades y gran cantidad de vecinos. Luego se tuvo la procesión acompañada de la banda de música “La Esperanza”.
CONFIRMACIONES EN LA GUANCHA Y SAN JOSÉ
29 de Abril
El obispo diocesano Don Bernardo Álvarez Afonso impartió el 29 de Abril el sacramento de la Confirmación a quince jóvenes en la parroquia de San José de San Juan de la Rambla y a veintiuno en la Parroquia de El Dulce Nombre de Jesús en La Guancha, ambas a cargo de nuestro párroco Don Sebastián García. A las cinco y media de la tarde daba comienzo la celebración de la Santa Misa en San José y a las siete en la iglesia de La Guancha. Los jóvenes estuvieron acompañados por sus padres, padrinos, catequistas, amigos y vecinos que llenaron ambos templos y guardaron un silencio sobrecogedor durante toda la ceremonia.
ZENIT nos ofrece la catequesis que el Papa Benedicto XVI ha realizado el miércoles 14 de Abril de 2010, durante la Audiencia General de los miércoles, con peregrinos de los cinco continentes reunidos en la Plaza de San Pedro.
Queridos amigos,
en este periodo pascual, que nos conduce a Pentecostés y que nos encamina también a las celebraciones de clausura de este Año Sacerdotal, programadas para el 9, 10 y 11 de junio próximo, quiero dedicar aún algunas reflexiones al tema del Ministerio ordenado, deteniéndome en la realidad fecunda de la configuración del sacerdote a Cristo Cabeza, en el ejercicio de los tria munera que recibe, es decir, de los tres oficios de enseñar, santificar y gobernar.
Para comprender qué significa actuar in persona Christi Capitis – en persona de Cristo Cabeza – por parte del sacerdote, y para entender también qué consecuencias derivan de la tarea de representar al Señor, especialmente en el ejercicio de estos tres oficios, es necesario aclarar ante todo qué se entiende por “representación”. El sacerdote representa a Cristo. ¿Que quiere decir “representar” a alguien? En el lenguaje común, quiere decir – generalmente – recibir una delegación de una persona para estar presente en su lugar, hablar y actuar en su lugar, porque aquel que es representado está ausente de la acción concreta. Nos preguntamos: ¿el sacerdote representa al Señor de la misma forma? La respuesta es que no, porque en la Iglesia Cristo no está nunca ausente, la Iglesia es su cuerpo vivo y la Cabeza de la Iglesia es él, presente y operante en ella. Cristo no está nunca ausente, al contrario, está presente de una forma totalmente libre de los límites del espacio y del tiempo, gracias al acontecimiento de la Resurrección, que contemplamos de modo especial en este tiempo de Pascua.
Por tanto, el sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, pero en la Persona misma de Cristo Resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz. Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer: la consagración del vino y del pan para que sean realmente presencia del Señor, la absolución de los pecados. El Señor hace presente su propia acción en la persona que realiza estos gestos. Estas tres tareas del sacerdote – que la Tradición ha identificado en las distintas palabras de misión del Señor: enseñar, santificar y gobernar – en su distinción y en su profunda unidad son una especificación de esta representación eficaz. Éstas son en realidad las tres acciones del Cristo resucitado, lo mismo que hoy en la Iglesia y en el mundo enseña y así crea fe, reúne a su pueblo, crea presencia de la verdad y construye realmente la comunión de la Iglesia universal; y santifica y guía.
La primera tarea de la que quisiera hablar hoy es el munus docendi, es decir, la de enseñar. Hoy, en plena emergencia educativa, el munus docendi de la Iglesia, ejercido concretamente a través del ministerio de cada sacerdote, resulta particularmente importante. Vivimos en una gran confusión sobre las elecciones fundamentales de nuestra vida y los interrogantes sobre qué es el mundo, de donde viene, adónde vamos, que tenemos que hacer para realizar el bien, cómo tenemos que vivir, cuáles son los valores realmente pertinentes. En relación con todo esto existen muchas filosofías opuestas, que nacen y desaparecen, creando una confusión sobre las decisiones fundamentales, cómo vivir, porque ya no sabemos, generalmente, de qué y para qué hemos sido hechos y adónde vamos. En esta situación se realiza la palabra del Señor, que tuvo compasión de la multitud porque eran como ovejas sin pastor (cfr Mc 6, 34). El Señor había hecho esta constatación cuando había visto las miles de personas que le seguían en el desierto porque, en la diversidad de las corrientes de aquel tiempo, ya no sabían cuál era el verdadero sentido de la Escritura, qué decía Dios. El Señor, movido por la compasión, interpretó la Palabra de Dios, él mismo es la palabra de Dios, y dio así una orientación. Esta es la función in persona Christi del sacerdote: hacer presente, en la confusión y en la desorientación de nuestros tiempos, la luz de la palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en este mundo nuestro. Por tanto el sacerdote no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, encontrado o que le gusta; el sacerdote no habla desde sí mismo, no habla por sí mismo, quizás para crearse admiradores o un propio partido; no dice cosas propias, invenciones propias, sino que, en la confusión de todas las ideologías, el sacerdote enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir y de ir adelante. Para el sacerdote vale lo que Cristo ha dicho de sí mismo: “Mi doctrina no es mía” (Jn, 7, 16); Es decir, Cristo no se propone a sí mismo sino que, como Hijo, es la voz, la palabra del Padre. También el sacerdote debe decir siempre y actuar así: “mi doctrina no es mía, no propago mis ideas o lo que me gusta, sino que soy la boca y el corazón de Cristo y hago presente esta doctrina única y común, que ha creado a la Iglesia universal y que crea vida eterna".
Este hecho, es decir, que el sacerdote no inventa, no crea ni proclama ideas propias en cuanto que la doctrina que anuncia no es suya , sino de Cristo, no significa, por otra parte, que él sea neutro, casi como un portavoz que lee un texto del que, quizás, no se apropia. También en este caso vale el modelo de Cristo, el cual dijo: Yo no soy por mí mismo y no vivo por mí mismo, sino que vengo del Padre y vivo por el Padre. Por ello, en esta profunda identificación, la doctrina de Cristo es la del Padre y él mismo es uno con el Padre. El sacerdote que anuncia la palabra de Cristo, la fe de la Iglesia y no sus propias ideas, debe decir también: yo no vivo de mí y para mí sino que vivo con Cristo y de Cristo, y por ello lo que Cristo nos ha dicho se convierte en mi palabra aunque no es mía. La vida del sacerdote debe identificarse con Cristo y, de esta forma, la palabra no propia se convierte, sin embargo, en una palabra profundamente personal. San Agustín, sobre este tema, hablando de los sacerdotes, dijo: “Y nosotros ¿qué somos? Ministros (de Cristo), sus servidores; porque lo que os distribuimos no es nuestro, sino que lo sacamos de su despensa. Y también nosotros vivimos de ella, porque somos siervos como vosotros" (Discurso 229/E, 4).
La enseñanza que el sacerdote está llamado a ofrecer, las verdades de la fe, deben ser interiorizadas y vividas en un intenso camino espiritual personal, para que así realmente el sacerdote entre en una profunda, interior comunión con Cristo mismo. El sacerdote cree, acoge e intenta vivir, ante todo como propio, lo que el Señor ha enseñado y la Iglesia ha transmitido, en ese recorrido de ensimismamiento con el propio ministerio, del que san Juan María Vianney es testigo ejemplar (cfr Carta para la convocatoria del Año Sacerdotal). "Unidos en la misma caridad – afirma de nuevo san Agustín – todos somos oyentes de aquél que es para nosotros en el cielo el único Maestro" (Enarr. in Ps. 131, 1, 7).
La del sacerdote, en consecuencia, a menudo podría parecer “voz que grita en el desierto” (Mc 1,3), pero precisamente en esto consiste su fuerza profética: en el no ser nunca homologado, ni homologable, a una cultura o mentalidad dominante, sino en mostrar la única novedad capaz de obrar una renovación auténtica y profunda del hombre, es decir, que Cristo es el Viviente, es el Dios cercano que opera en la vida y para la vida del mundo y nos da la verdad, la manera de vivir.
En la preparación atenta de la predicación festiva, sin excluir la ferial, en el esfuerzo de formación catequética, en las escuelas, en las instituciones académicas y, de manera especial, a través de ese libro no escrito que es su propia vida, el sacerdote es siempre "docente", enseña. Pero no con la presunción de quien impone verdades propias, sino con la humilde y alegre certeza de quien ha encontrado la Verdad, ha sido aferrado y transformado por ella, y por ello no puede menos que anunciarla. El sacerdocio, de hecho, nadie lo puede elegir para sí, no es una forma de alcanzar la seguridad en la vida, para conquistar una posición social: nadie puede dárselo, ni buscarlo por sí mismo. El sacerdocio es respuesta a la llamada del Señor, a su voluntad, para llegar a ser anunciadores no de una verdad personal, sino de su verdad.
Queridos hermanos sacerdotes, el Pueblo cristiano pide escuchar de nuestras enseñanzas la genuina doctrina eclesial, a través de la cual poder renovar el encuentro con Cristo que da la alegría, la paz, la salvación. La Sagrada Escritura, los escritos de los Padres y de los Doctores de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia católica constituyen, a este respecto, puntos de referencia imprescindibles en el ejercicio del munus docendi, tan esencial para la conversión, el camino de fe y la salvación de los hombres. “Ordenación sacerdotal significa: ser sumergidos [...] en la Verdad" (Homilía para la Misa Crismal, 9 de abril de 2009), esa Verdad que no es simplemente un concepto o un conjunto de ideas que transmitir y asimilar, sino que es la Persona de Cristo, con la cual, por la cual y en la cual vivir y así, necesariamente, nace también la actualidad y la comprensibilidad del anuncio. Sólo esta conciencia de una Verdad hecha Persona en la Encarn