Recuperar la dimensi?n evangelizadora del patrimonio cultural
Por monse?or Christophe Pierre, nuncio apost?lico en M?xico
(ZENIT)? Palabras pronunciadas por el nuncio apost?lico en M?xico, el arzobispo Christophe Pierre, en el acto eclesi?stico que motiv? la entrega de? nuevo retablo mayor de la Catedral Bas?lica de Nuestra Se?ora de los Zacatecas por parte de las autoridades civiles federales y estatales de M?xico, as? como de la iniciativa privada que colaboraron para que la Catedral, considerada dentro del decreto de la UNESCO de Zacatecas como Patrimonio Cultural de la Humanidad, tuviera un retablo acorde con su impresionante fachada barroca.
Recuperar la dimensi?n evangelizadora del patrimonio cultural
Monse?or Christophe Pierre, Nuncio Apost?lico de Su Santidad Benedicto XV1 en M?xico
Para la sensibilidad humana que tiene su ra?z en el esp?ritu, es motivo de profundo gozo ver que, no obstante las expoliaciones cometidas a causa de las guerras, de la ignorancia, del odio y de las pasiones desbordadas, unidas a las huellas que en todo deja necesariamente el tiempo, el patrimonio cultural de M?xico, particularmente en esta hermosa ciudad de Zacatecas, sigue siendo notable. Prueba tangible es este maravilloso retablo que hoy simb?licamente recibimos.
En nombre de los fieles, particularmente de Zacatecas, hago patente el m?s sentido agradecimiento a todas y cada una de las personas e instituciones que han hecho posible su restauro. Un gracias que deseo tambi?n extender a los obispos y sacerdotes que bien comprenden que la atenci?n al patrimonio cultural constituye una parte no desde?able de su servicio pastoral y, en consecuencia, se empe?an por conservar, reconociendo y explicitando su naturaleza y finalidad.
La feliz restauraci?n de este retablo se ha debido, sin duda, a la colaboraci?n de muchos. Pero tambi?n gracias a la sensibilidad que particularmente a lo largo de los ?ltimos decenios se ha ido difundiendo en amplios sectores de la sociedad como consecuencia de la elevaci?n del nivel cultural, del fen?meno tur?stico, y de la presi?n ben?fica que en muchos casos han ejercido las diversas asociaciones culturales que entienden que el patrimonio cultural es signo de la propia identidad nacional y s?ntesis de las propias ra?ces hist?ricas, religiosas y culturales.
Iglesia, promotora del hombre
En este contexto es innegable que el patrimonio cultural de M?xico no podr?a comprenderse ni apreciarse en justicia y en todo su valor, si se le extrae de su realidad hist?rica y, consiguientemente, del contexto de la indisoluble presencia y acci?n evangelizadora y promotora de la Iglesia Cat?lica a favor del hombre en su integralidad; del hombre conformado por cuerpo y alma, el hombre, miembro de la Iglesia y al mismo tiempo, miembro de la sociedad civil.
La Iglesia est?, en efecto, indisolublemente unida al origen y al presente del gran patrimonio cultural de esta Naci?n, conformado por obras y monumentos que han tenido su origen, muchos de ellos, en la propuesta y acci?n evangelizadora: bienes que surgieron de un impulso teologal, nacidos al calor de la fe y para la gloria de Dios. Nadie puede explicar el origen de nuestras catedrales, de nuestros templos, de nuestros retablos si s?lo considera m?viles est?ticos o decorativos y si no tiene presente una naturaleza y una finalidad eminentemente religiosa en los promotores y bienhechores, en los maestros y artesanos, convencidos de que Dios se merece lo mejor.
Al origen de los tesoros art?sticos creados por la Iglesia, ha efectivamente habido siempre una finalidad evangelizadora; surgieron para ser, en frase del Papa San Le?n Magno, el Evangelium pauperum, que no significa tanto el "Evangelio de los pobres", cuanto "la Biblia en piedra o en madera para la evangelizaci?n", de los que no sab?an leer o escribir, que en la Edad Antigua, en la Edad Media e incluso en ?pocas posteriores, eran la mayor?a.
Funci?n evangelizadora
El primero que elabor? un programa iconogr?fico para ense?ar las verdades de la fe a trav?s de la belleza fue el poeta calagurritano Aurelio Prudencio hacia el a?o 400. Dicho programa para la decoraci?n de las bas?licas, redactado en verso, es conocido con el nombre de "Dittochaeum". Consta de 48 t?tulos de historias, cada una con cuatro versos, a modo de r?tulos explicativos para otras tantas escenas: 24 para el Antiguo Testamento, y 24 para el Nuevo Testamento; es decir, una s?ntesis de la Historia de la Salvaci?n, leyendo el Antiguo Testamento desde una perspectiva cristol?gica.
Vendr?n despu?s los mosaicos de las bas?licas constantinianas de Roma, los iconostasios bizantinos, los frescos de las iglesias rupestres de Capadocia, las pinturas murales y las portadas del rom?nico, las vidrieras g?ticas y los grandes retablos g?ticos, renacentistas o barrocos, que nunca tienen una funci?n meramente decorativa sino tambi?n evangelizadora: algo que en esta hora hemos de tratar de recuperar.
De suyo, anunciar a Jesucristo es la raz?n ?ltima que acredita y legitima la creaci?n y el servicio de la Iglesia al patrimonio cultural religioso, mismo que es, frecuentemente, el ?nico eslab?n que, a trav?s de la visita tur?stica, une con la Iglesia a los que no creen, a los alejados y a los que han abandonado la fe o la pr?ctica religiosa. Un eslab?n que indudablemente habr?a que saber utilizar con valent?a y audacia, con caridad pastoral y con una imaginaci?n capaz de articular un discurso discreto, respetuoso y alejado del proselitismo, pero al mismo tiempo expl?cito, sin complejos, atractivo, convincente. Se necesita, en una palabra, recuperar la dimensi?n evangelizadora del patrimonio cultural.
Cierto, en esta no f?cil tarea es obvio que se tendr? que hacer frente a una dificultad fundamental: la secularizaci?n de la sociedad, impermeable ante lo religioso, y a las presiones que la Iglesia recibe cada d?a de determinadas instancias para que despoje su discurso de referencias a la fe, impulsando a considerar ?nicamente los aspectos est?ticos y culturales de estos bienes o su dimensi?n econ?mica como generadores de riqueza. Se trata, obviamente, de una pretensi?n totalmente contraria a toda l?gica; pues una obra de arte que ha surgido por y para la fe, no puede entenderse sin apelar a la fe que la cre?.
La belleza nacida de la fe
Una catedral no s?lo es un hermoso edificio. Su finalidad es otra: es lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, el culto solemne, la oraci?n, la evangelizaci?n y su condici?n de c?tedra del Obispo; finalidades que abundantemente justifican su existencia.
El patrimonio cultural de la Iglesia, es decir, la belleza nacida de la fe y del manantial l?mpido y fecundo del Evangelio, tiene un valor evangelizador incontestable. Bien aprovechado es un puente tendido hacia la experiencia religiosa.
Que esto no es vana ilusi?n lo demuestra, por ejemplo, la historia de la conversi?n de Paul Claudel la tarde de Navidad de 1886, en la que, movido por un sentimiento m?s est?tico que religioso, penetra en Notre Dame de Par?s mientras se cantan las v?speras y queda subyugado por la majestuosidad del g?tico catedralicio, por la m?sica del ?rgano y por la belleza de lo que despu?s ?l supo que era el Magn?ficat gregoriano, entonado por un coro de ni?os y el coro del Seminario de Saint Nicolas du Chardonnet. Este puede ser el camino de otros hombres y mujeres de buena voluntad que se acercan a estos bienes culturales. A ustedes y a nosotros toca tenderles la mano para que la belleza visible sea camino y sacramento de encuentro con la belleza invisible de Dios, en Cristo Jes?s que, como afirma felizmente el Concilio Vaticano II, es "centro de la humanidad, gozo del coraz?n humano y plenitud total de sus aspiraciones" (GS 45).