Homil?a de monse?or Mart?n de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio en la dedicaci?n del templo parroquial San Bernardo (Am?rica, 18 de septiembre de 2010). (AICA)
DEDICACI?N DEL TEMPLO PARROQUIAL SAN BERNARDO
Queridos hermanos sacerdotes, queridos di?conos,
Autoridades del Partido y de la ciudad,
Queridos hermanos y hermanas de esta comunidad de Am?rica:
La celebraci?n de hoy tiene un profundo significado, que trasciende de verdad las fronteras del tiempo y del espacio, y nos confirma en la comuni?n con Dios Nuestro Se?or por Jesucristo, su Hijo, en el Esp?ritu Santo. Esta celebraci?n establece con verdad y eficacia el v?nculo que nos liga y relaciona espiritualmente con el Misterio de la Iglesia, a trav?s del simbolismo del templo que es dedicado. La consagraci?n del templo aparta y distingue este edificio sacro para destinarlo de manera definitiva a la celebraci?n de la Liturgia, lo hace casa de oraci?n y lo constituye como el centro que recuerda y anima la vida de la comunidad eclesial. Por este rito sagrado queda se?alado el origen y el destino del hombre, de cada uno de nosotros, que venimos de Dios, nuestro Padre y Creador, y esperamos con intenso amor y deseo el encuentro definitivo con ?l. Aqu? anticipamos ese encuentro bienaventurado. Esta casa es por ello una invitaci?n dirigida a todos los hermanos y hermanas, invitaci?n a trasponer sus puertas, a descubrir en su interior la presencia divina, a encontrar el sentido de la existencia, la fuerza para recorrer el camino que nos toca transitar, y nos conduce a la Patria, de la cual este lugar es imagen y primicia. Aqu? hallamos el consuelo y la paz que nos permiten anticipar, a?n en medio de las dificultades y las penas, el t?rmino feliz de nuestra vida, que ya entrevemos en las innumerables ocasiones en que el mismo Se?or nos permite encontrarnos con ?l y con la bondad de sus gestos de misericordia, de ayuda, de perd?n, de fraternidad, de alegr?a. Es el templo de esta parroquia, donde est? lo m?s precioso que tiene, la presencia de Dios, fuente de la gracia y condici?n de la unidad. En ?l muchas generaciones de fieles nacieron a la vida divina, fueron confirmados en la fe, se alimentaron con el Pan de Vida. En ?l las familias se convirtieron, por el sacramento del matrimonio, en testigos elocuentes del amor de Cristo por su Iglesia, a trav?s del amor perseverante y fiel de los c?nyuges, fecundos en hijos, que dieron con su trabajo y entrega prosperidad a esta tierra, pero sobre todo afirmaron con su fe y sus buenas obras la importancia del legado cristiano, misioneros del ejemplo, constructores de una sociedad nueva, con el sello del Evangelio. En este templo despedimos nuestros hermanos mayores, y desde aqu? fueron acompa?ados hasta su lugar de descanso, a la espera de la Resurrecci?n.
El templo, no lo olvidemos nunca, es imagen del mismo Se?or; Cristo es el templo, donde se encuentra su presencia y se celebra el culto verdadero, pues en ?l se adora al Padre, se ofrece el sacrificio del Hijo y recibimos la santidad del Esp?ritu; todo esto nos viene por Jesucristo, el mediador de la Nueva Alianza, sacerdote eterno,? en el templo de encuentro y de reconciliaci?n, su propio cuerpo, ofrenda de paz y de propiciaci?n, que destruido por el pecado de los hombres, fue reedificado al tercer d?a. Y nuestra liturgia pone de relieve esta condici?n simb?lica, que nos anuncia y recuerda siempre que nosotros habitamos en Cristo, y que sensiblemente encontramos esta gran verdad en la presencia suya en el templo, y en el templo que lo representa a ?l mismo.??
Est? el templo material, que hoy dedicamos a Dios. Est? el templo eterno, indestructible, que es Cristo mismo, en quien se encuentra la plenitud de la divinidad y hacia el cual tambi?n confluye el destino y la esperanza de la humanidad. Y est? el templo interior, en el coraz?n de cada fiel, para ofrecer los sacrificios espirituales del sacerdocio bautismal, de la caridad y las buenas obras. La dedicaci?n del templo, a trav?s del maravilloso simbolismo de la liturgia, despliega para nosotros esta tarde un programa de vida, nos define y caracteriza a nosotros, disc?pulos del Evangelio, mostr?ndonos el sentido verdadero de nuestra vocaci?n. En efecto, a trav?s de las palabras y de los gestos, la plegaria de la Iglesia nos propone un paralelismo entre la disposici?n y el destino de este edificio y la vida que debe llevar el cristiano. Queremos ponernos en actitud de escucha, para aprender de la Iglesia, nuestra Madre y Maestra, que en la visibilidad de los signos se dirige a nosotros, al entendimiento y al coraz?n, a la voluntad y a los sentidos.
As? como nosotros fuimos bautizados con el agua, al entrar en este mundo, tambi?n el templo fue purificado con la aspersi?n del agua bendita; de esta manera se indica que el edificio est? destinado a un uso santo, como el cristiano que ha renacido a la vida divina, lleva ya una se?al indeleble, es hijo de Dios y miembro de la Iglesia. Despu?s de la liturgia de la Palabra, sigue la invocaci?n de los santos, los hermanos que nos precedieron en la fe y se distinguieron con su testimonio de amor y generosidad, intercesores por nosotros y ejemplo a imitar, que est?n as? asociados a la liturgia terrenal y a la presencia divina en medio del pueblo. Sigue la oraci?n consecratoria, invocaci?n a Dios para que habite espiritualmente en esta casa material, que representa a la Iglesia, a la que llama Iglesia santa, Iglesia feliz, Iglesia sublime; vi?a elegida del Se?or, tabern?culo (lugar de encuentro) de Dios con los hombres, ciudad erigida sobre la cima de las monta?as, bell?simas im?genes, referidas a textos de la Palabra revelada de ambos Testamentos, que dicen de la misi?n y naturaleza de la Iglesia santa, y que trascienden el templo visible. Este lugar de adoraci?n y de culto es la manifestaci?n exterior, comunitaria, de la realidad que se encuentra en cada bautizado, y que los ritos que se desarrollan a continuaci?n proponen a los fieles, para que vi?ndolos expresados en la visibilidad del templo nos dispongamos a ahondar en su significado espiritual y lo apliquemos en nuestra realidad interior.
La unci?n de las paredes con el Santo Crisma est? en paralelo con la crismaci?n sacramental de los fieles, para que lleguen a ser como Cristo, el Ungido del Esp?ritu Santo. Esta unci?n constituye la orientaci?n exclusiva al culto, al servicio de Dios, tanto del templo visible como del invisible, que es el alma de cada fiel. La unci?n del altar, destinado al ofrecimiento del sacrificio de Cristo en la mesa del banquete eucar?stico, indica que nuestra ofrenda es justamente el mismo Se?or que se ofrece por nosotros y nos incorpora en este gesto, alcanz?ndonos la salvaci?n. El altar representa a Cristo, el Ungido, en torno del cual nos congregamos cuando celebramos la Eucarist?a, la acci?n central de la liturgia, el misterio de la fe. La participaci?n en los sacramentos, especialmente la Eucarist?a ?pero todos los sacramentos est?n relacionados con y conducen a la Eucarist?a?, se debe acompa?ar con el testimonio de una vida santa, que ofrece a Dios el aroma de las buenas obras y de la oraci?n, y sube hasta su trono como el incienso. Y el rito, maravillosamente equilibrado, elocuente y sencillo a la vez, concluye con la iluminaci?n del templo, record?ndonos que debemos ser luz para alumbrar al mundo, para mostrar el brillo de la presencia de Dios, para trasparentar la diafanidad de su manifestaci?n a los corazones puros. En las paredes del templo quedan, como se?ales permanentes de su destino espiritual, las cruces que fueron ungidas con el Santo Crisma y los cirios.
Consagramos este templo, y lo destinamos al servicio divino y a la santificaci?n del Pueblo de Dios. Escuchemos la lecci?n de estos ritos sagrados, sepamos considerarlos y aplicarlos en nuestra vida, y cada vez que entramos en ?l, renovemos interiormente lo que en la magn?fica celebraci?n de hoy asumimos en nuestro esp?ritu, contemplamos con los ojos y realizamos con los gestos de nuestro cuerpo.
El templo parroquial es el fruto de la generosidad de una comunidad, que aspira por convertirse en un organismo vivo y habitado por la presencia divina. Quiere que el templo sea su s?mbolo, como la torre que se eleva hacia el cielo y se divisa a la distancia; como una casa, para sentirse en fraternidad en la presencia del Se?or; como el lugar de encuentro, de caridad y de convivio. La construcci?n remonta a muchos a?os atr?s, pero ese fervor originario revivi? con la preparaci?n para esta consagraci?n que realizamos hoy, renov?ndolo. Hay que agradecer la iniciativa y el celo del Cura P?rroco, P. Daniel Cassani, y la colaboraci?n de quienes, en diferentes maneras, ayudaron a ello. El trabajo material, la edificaci?n y la restauraci?n del templo, tiene ahora que dilatarse en la vida espiritual, en la caridad y la santidad de la comunidad parroquial, que est? bajo la protecci?n de San Bernardo. Pedimos a la Virgen Sant?sima, de quien su Patrono ha sido tan gran devoto, que siga acompa?ando el camino de todos ustedes. Esta casa ser? el anticipo de la meta esperada, les dar? aliento y consuelo, paz y alegr?a, y la Iglesia se la entrega para que sea tambi?n su casa en esta tierra.?
Mons. Mart?n de Elizalde, obispo de Nueve de Julio?