Viernes, 08 de octubre de 2010

ZENIT? publica el comentario al Evangelio del pr?ximo domingo, 10 de octubre, XXVIII del tiempo ordinario (Lucas??17,11-19), redactado por monse?or Jes?s Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apost?lico de Huesca y de Jaca.??

Evangelio del domingo: El extranjero?

La trama del Evangelio de este domingo no est? en una simple distinci?n edificante entre gente agradecida y gente que no lo es. No es la cortes?a o de la buena educaci?n lo que se dilucida aqu?, sino la fe de aquellos hombres, su relaci?n con ese Dios en quien cre?an. El protagonista ser? alguien doblemente marginado social mente: por leproso y por extranjero.

El pecado que se reprueba en este Evangelio, es precisamente el de no tener fe creyendo que se tiene. Aquellos leprosos que no volvieron a dar gracias a quien les hab?a curado, no eran extranjeros sino jud?os, consideraban que ten?an "derecho" a la curaci?n, que era lo menos que pod?a hacer por ellos "su" Dios. De manera que aquella curaci?n fue recibida como quien recibe su correspondiente pago por los servicios prestados: Dios pagaba con moneda de curaci?n. Y por eso, una vez ajustadas las cuentas, ?Dios y ellos... estaban en paz, no se deb?an nada!

Sin embargo hab?a otro leproso, que por no tener no ten?a ni el pasaporte jud?o. Este leproso era extranjero, sin derechos oficiales ante Dios. Lo cual significaba que si suced?a lo que de hecho sucedi?, no era m?s que por un puro regalo indebido, por una gracia inmerecida, por un don inesperado.

Efectivamente, no basta con pertenecer oficialmente a una comunidad de salvaci?n, como era la jud?a, y como es nuestra Iglesia. No tenemos un derecho sobre Dios hasta el punto de poder cobrar nuestro servicio y nuestra virtud con una moneda de las que no se deval?an (luz, paz, salud...). Si Dios nos concede cualquier gracia, es por pura gracia, sin que ello deba generar en nuestra vida cristiana actitudes como las que Jes?s denuncia veladamente en aquellos leprosos desagradecidos: la arrogancia, la vanagloria, la inercia y la rutina.

Aquel samaritano, reconoci? a Jes?s, le pidi? una gracia, la acogi? y despu?s la agradeci?. Fue un hombre que se adhiri? al Se?or con su vida tal cual: enferma y extranjera. Y en su realidad concreta fue alcanzado por la gracia. ?Tendremos nosotros, desde nuestra extranjer?a y desde nuestra enfermedad, el valor para gritar tambi?n: Jes?s, maestro, ten compasi?n de nosotros? Pidamos al Se?or la gracia de pertenecerle cada vez m?s, poniendo fin a todas nuestras lejan?as; pid?mosle que vende nuestras heridas, terminando todas nuestras enfermedades que nos enfrentan a otros por fuera y nos dividen a nosotros mismos por dentro.


Publicado por verdenaranja @ 22:37  | Espiritualidad
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