Lunes, 11 de octubre de 2010

ZENIT? nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigi? el? s?bado 27? de Septiembre de 2010 a los obispos de la Regi?n Este 1 de Brasil, a quienes recibi? en la Sala del Consistorio del Palacio Apost?lico de Castel Gandolfo con motivo de la visita ad Limina Apostolorum.

Venerados Hermanos en el Episcopado,

Os doy la bienvenida, feliz de recibiros a todos en el transcurso de la visita ad Limina Apostolorum que est?is haciendo en nombre y a favor de vuestras di?cesis de la Regi?n Este 1, para reforzar los lazos que las unen al Sucesor de Pedro. De esto mismo se hizo eco monse?or Rafael Cifuentes en las palabras de saludo que me ha dirigido en vuestro nombre y que le agradezco, apreciando mucho las oraciones que d?a a d?a se elevan al Cielo por m? y por la Iglesia entera en las diversas comunidades familiares, parroquiales, religiosas y diocesanas de las provincias eclesi?sticas de R?o de Janeiro y de Niter?i. Sobre todos y cada uno descienda, radiante, la benevolencia del Se?or: que ?l ?haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Se?or te descubra su rostro y te conceda la paz? (Nm 6, 25-26).

S?, amados Hermanos, que el resplandor de Dios irradie de todo vuestro ser y vida, a semejanza de Mois?s (cf. Ex 34, 29.35) y m?s que ?l, pues ahora todos nosotros ?reflejamos, como en un espejo, la gloria del Se?or, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez m?s glorioso, por la acci?n del Se?or, que es Esp?ritu? (2 Cor 3, 18). As? lo sent?an los Padres conciliares cuando, al final del Vaticano II, presentan a la Iglesia en estos t?rminos: ?Rica de un largo pasado siempre vivo, y caminando para la perfecci?n humana en el tiempo y para los destinos ?ltimos de la historia e de la vida, ella es la verdadera juventud del mundo. (?) Miradla y encontrar?is en ella el rostro de Cristo, el verdadero h?roe, humilde y sabio, el profeta de la verdad y del amor, el compa?ero y el amigo de los j?venes? (Mensaje del Concilio a la humanidad: A los j?venes). Dejando transparentar el rostro de Cristo, la Iglesia es la juventud del mundo.

Pero ser? muy dif?cil convencer a alguien de esto, si no se revela en la generaci?n joven de hoy. Por ello, como ciertamente os habr?is dado cuenta, un tema habitual en mis conversaciones con vosotros es la situaci?n de los j?venes en vuestras respectivas di?cesis. Confiado en la providencia divina que amorosamente preside los destinos de la historia sin dejar de preparar los tiempos futuros, me complace ver el amanecer de ma?ana en la juventud de hoy. Ya el Venerable Papa Juan Pablo II, viendo a Roma volverse ?joven con los j?venes? en el a?o 2000, les salud? como ?los centinelas de la ma?ana? (Carta ap. Novo millennio ineunte, 9; cf. Homil?a en la Vigilia de Oraci?n de la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19/VIII/2000, 6), con la tarea de despertar a sus hermanos para que remen mar adentro en el vasto oc?ano del tercer milenio. Y, para demostrarlo, m?s que nunca llega a la memoria la imagen de las largas colas de j?venes esperando a confesar en el Circo M?ximo y que volvi? a dar confianza a muchos sacerdotes en el sacramento de la Penitencia.

Como bien sab?is, amados Pastores, el n?cleo de la crisis espiritual de nuestro tiempo tiene sus ra?ces en el oscurecimiento de la gracia del perd?n. Cuando este no es reconocido como real y eficaz, se tiende a liberar a la persona de la culpa, haciendo de modo que las condiciones para su posibilidad nunca se verifiquen. Pero, en lo m?s ?ntimo, las personas as? ?liberadas? saben que esto no es verdad, que el pecado existe y que ellas mismas son pecadoras. Y, aunque algunas l?neas de la psicolog?a sienten gran dificultad en admitir que entre los sentimientos de culpa, puedan darse tambi?n los debidos a una verdadera culpa, quien sea tan fr?o que no pruebe sentimientos de culpa ni siquiera cuando debe, que procure recuperarlos por todos los medios, porque en el orden espiritual son necesarios para la salud del alma. De hecho Jes?s vino a salvar, no a aquellos que ya se libraran por s? mismos pensando que no tienen necesidad de ?l, sino a cuantos sienten que son pecadores y que le necesitan (cf. Lc 5, 31-32).

La verdad es que todos tenemos necesidad de ?l, como Escultor divino que quita las incrustaciones de polvo y basura que se posan sobre la imagen de Dios inscrita en nosotros. Necesitamos el perd?n, que constituye el n?cleo de toda verdadera reforma: reconstruyendo a la persona en su interior, se convierte tambi?n en el centro de la renovaci?n de la comunidad. En efecto, si se retiraran el polvo y la basura que hacen irreconocible en m? la imagen de Dios, me vuelvo verdaderamente semejante al otro, que es tambi?n imagen de Dios, y sobre todo me vuelvo semejante a Cristo, que es la imagen de Dios sin defecto ni l?mite alguno, el modelo seg?n el cual todos nosotros fuimos creados. San Pablo expresa esto de modo muy concreto: ?y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en m? (Gl 2, 20). Soy arrancado de mi aislamiento y acogido en una nueva comunidad-sujeto; mi ?yo? es insertado en el ?yo? de Cristo y as? se uno al de todos mis hermanos. Solamente a partir de esta profundidad de renovaci?n del individuo nace la Iglesia, nace la comunidad que une y sustenta en la vida y en la muerte. Ella es una compa??a en la subida, en la realizaci?n de esa purificaci?n que los hace capaces de la verdadera altura de ser hombres, de la compa??a con Dios. A medida que se realiza la purificaci?n, tambi?n la subida ? que al principio es ardua ? se va volviendo m?s jubilosa. Esta alegr?a debe transparentarse cada vez m?s en la Iglesia, contagiando al mundo, porque ella es la juventud del mundo.

Venerados hermanos, una obra semejante no puede ser realizada con nuestras fuerzas, sino que son necesarias la luz y la gracia que proceden del Esp?ritu de Dios y act?a en lo ?ntimo de los corazones y de las conciencias. Que ellas os amparen a vosotros y a vuestras di?cesis en la formaci?n de las mentes y de los corazones, Llevad mi saludo afectuoso a vuestros j?venes y respectivos animadores sacerdotales, religiosos e laicales. Dirijo la mirada a la Inmaculada Concepci?n, Nuestra Se?ora Aparecida, a cuya protecci?n os entrego, y de coraz?n os concedo, extensiva a todos vuestros fieles diocesanos, la Bendici?n Apost?lica.

[Traducci?n del original portugu?s por Inma ?lvarez
?Libreria Editrice Vaticana]


Publicado por verdenaranja @ 21:16  | Habla el Papa
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