Fundamento teol?gico-Pastoral de la Campa?a del Domund 2010, publicado en la revista ILUMINARE, n? 380 - OCTUBRE 2010, recibida en la parroquia con? los materiales para su celebraci?n.
Queremos Ver a Jes?s
Por P. ?ngel Casta?o F?lix
Facultad de Teolog?a San D?maso - Madrid?
Como los peregrinos griegos de hace dos mil a?os, tambi?n los hombres de nuestro tiempo, quiz?s no siempre conscientemente, piden a los creyentes, no solo que ?hablen? de Jes?s, sino que ?hagan ver? a Jes?s, que hagan resplandecer el rostro del Redentor en cada ?ngulo de la Tierra ante las generaciones del nuevo milenio?. Estas palabras del Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones de 2010 est?n en el origen del lema adoptado por Obras Misionales Pontificias para el Domund de este a?o: ?Queremos ver a Jes?s? (Jn 12,21).??
A muchos podr? parecer que estas palabras del Santo Padre son excesivamente optimistas. ?Es cierto ?al menos en nuestro mundo? que muchos de nuestros contempor?neos quieren ver a Jes?s? ?Acaso lo que experimentamos cotidianamente no es m?s bien indiferencia a lo cristiano, cuando no burla o desprecio? Somos continuamente invitados a traspasar el muro de las apariencias para llegar al coraz?n de lo real, del hombre real y concreto que ?muchas veces? est? oculto tras una m?scara inconsciente de prejuicios y que tambi?n, muchas veces, se ha vuelto incapaz de penetrar en lo m?s hondo de sus deseos. Sabemos por la fe que ?todo ha sido creado por y para Cristo? (Col 1,16) y que en ?l hemos sido elegidos antes de la fundaci?n del mundo para ser santos por el amor (cf. Ef 1,4). Hay, pues, una previa destinaci?n a Cristo que afecta a todo hombre, lo sepa o no. Es un dato que no est? ni ligado a la conciencia personal ni sujeto al arbitrio de la voluntad. En la medida en que un hombre aspira a ser ?l mismo, a llegar a lo profundo de su propia verdad, en la medida en que busca su plenitud y felicidad, en esa misma medida, aun sin saberlo, quiere ?ver a Jes?s?. ?Hacerlo ver? es la finalidad ?ltima de la evangelizaci?n. Con estas palabras lo dec?a durante el Jubileo del a?o 2000 el entonces cardenal Ratzinger: ?La vida humana no se realiza por s? misma. Nuestra vida es una cuesti?n abierta, un proyecto incompleto todav?a por completar y por realizar. La pregunta fundamental de todos los hombres es: ?c?mo se realiza este ?llegar a ser hombre?? ?C?mo se aprende este arte de vivir? ?Cu?l es el camino de la felicidad? Evangelizar quiere decir: mostrar este camino, ense?ar el arte de vivir. Jes?s dice al comenzar su vida p?blica: ?l me ha ungido para llevar la Buena Nueva a los pobres (cf. Lc 4,18); y esto quiere decir: Yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; os ense?o el camino de la vida, el camino de la felicidad, mejor dicho: Yo soy ese camino? (conferencia pronunciada el 10-12-2000 en Roma, durante el Congreso de Catequistas y Profesores de Religi?n).?
La referencia al episodio en que los griegos quieren ver a Jes?s est? directamente relacionada por el Santo Padre con la naturaleza esencialmente misionera de la Iglesia (cf. Ad gentes, 2) y con la invitaci?n a hacernos ?promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones aut?nticas, en comunidades fundadas en el Evangelio. En una sociedad multi?tnica que cada vez m?s experimenta formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y a convertirse en hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia, y, sin falsas ilusiones o in?tiles miedos, comprometerse a hacer del planeta la casa de todos los pueblos?.??
Si podemos afirmar con certeza que todo hombre ?quiere ver a Jes?s? (aunque este deseo no sea en absoluto expl?cito ni conocido por ?l mismo) no es solo por la naturaleza del hombre, creada para Cristo, sino tambi?n por las condiciones actuales de su existencia. El Papa nos invita a renovar nuestra mirada sobre el mundo para poder percibir, m?s all? de las apariencias, la verdadera necesidad de los hombres de nuestro tiempo. Vivimos en un mundo que para muchos de nuestros contempor?neos resulta hostil. En el seno de las sociedades opulentas, muchos est?n excluidos no solo de los bienes materiales o corporales, sino tambi?n de otros igualmente necesarios: c?rculos de verdadera amistad y fraternidad que hagan de este mundo un ?hogar?, ?nico ?mbito real en el que el hombre puede descansar de las fatigas y de los trabajos. Esta mirada no se dirige solo a los que llamamos tradicionalmente ?pa?ses de misi?n?, sino tambi?n a los pa?ses desarrollados de nuestro entorno: los pobres, los enfermos, los emigrantes, no solo son excluidos del banquete de los bienes econ?micos, son muchas veces heridos en su dignidad, abandonados en la soledad, puestos en una situaci?n de exclusi?n que entristece su coraz?n.?
El Mensaje del Santo Padre de este a?o centra nuestra atenci?n no solo en la missio ad gentes, ya que esta misi?n (que nace de la misi?n de Cristo, enviado por el Padre y que, a su vez, env?a a la Iglesia) se dirige a todo hombre: a los que a?n no conocen a Cristo y a los que, conoci?ndolo, lo ignoran o lo miran con prejuicio (situaci?n que en los pa?ses ya cristianos comienza a ser preocupante).??
A estos hombres y mujeres, pues, hay que ?mostrarles? a Jes?s, de modo que ellos lo puedan ?ver? y puedan as? encontrar una respuesta adecuada a su soledad. ?C?mo es posible hoy ?ver? a Jes?s? ?C?mo podemos ?ver? a Dios? La respuesta no puede ser esencialmente distinta de la que Dios mismo nos dio en su Hijo Jesucristo: en la carne, m?s a?n, en la debilidad de la carne. El Dios invisible se hizo visible en la carne asumida por su Hijo, entrando as? en la historia y haci?ndose ?hermano? de los hombres: as?, en la carne, realizaba la salvaci?n, mostraba el camino de la verdad y de la vida, y se ofrec?a a s? mismo como yugo llevadero y carga ligera (cf. Mt 11,30), como aquel en quien los hombres pueden encontrar verdadero descanso (cf. Mt 11,29).?
?Y d?nde encontramos hoy la ?carne? de Cristo, es decir, al mismo Jes?s? Como ?l mismo anunci?, en los diversos necesitados (cf. Mt 25,40), pero tambi?n en sus disc?pulos (cf. Mt 10,40; Lc 10,16). Notemos que estas palabras se dirigen a ?los? disc?pulos, en plural, en cuanto que han sido convocados y congregados por el Se?or y permanecen unidos. Por eso es tambi?n verdad que ?donde dos o tres est?n reunidos en mi nombre, all? estoy Yo en medio de ellos? (Mt 18,20). En el Mensaje de este a?o, Benedicto XVI insiste en un elemento primordial: la fraternidad universal, la unidad de todo el g?nero humano; se trata de ?promover la comuni?n eclesial, de manera que tambi?n el fen?meno de la ?interculturalidad? pueda integrarse en un modelo de unidad, en el que el Evangelio sea fermento de libertad y de progreso, fuente de fraternidad, de humildad y de paz (cf. Ad gentes, 8). En efecto, la Iglesia ?es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la ?ntima uni?n con Dios y de la unidad de todo el g?nero humano?? (Lumen gentium, 1).?
No debemos perder de vista la relaci?n que hay entre ?ver? a Jes?s y poder experimentar y ?ver? a la Iglesia. Dado que la Iglesia no se identifica con Cristo, la relaci?n que hay entre ellos es al modo sacramental; por eso el Concilio dijo que la Iglesia es ?como? un sacramento: es un signo que hace visible lo invisible de Dios. El Papa quiere subrayar el aspecto comunional: en la comuni?n visible de la Iglesia, los hombres pueden encontrarse con la comuni?n invisible de la Trinidad, fuente del amor y de la unidad a que todo hombre aspira. De ah? la importancia de la comuni?n vivida en sus distintos niveles: la unidad que nace de la confesi?n de una misma fe, que se expresa y realiza al mismo tiempo en la liturgia y los sacramentos y en el amor mutuo que se comunica a todos los hombres. Lo que en la Iglesia es ?vivido?, puede ser ?visto? por todos, incluso por los que no tienen fe.?
De ah? nacen, a mi modo de ver, algunas l?neas del Magisterio de Benedicto XVI, convencido de que hay tres ??mbitos? de la vida de la Iglesia que pueden ser verdaderamente significativos para los hombres de hoy:
- La Verdad de la Revelaci?n, en primer lugar. Se trata de reivindicar el papel de la Raz?n; no se trata solo de la cuesti?n fundamental de la racionalidad de la fe, sino del modo en que la Iglesia se presenta ante el mundo, con la raz?n iluminada por la fe: los cristianos estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe, pero apelamos a la raz?n en nuestro modo de estar en el mundo.
- La certeza de la fe, imprescindible para la evangelizaci?n, va acompa?ada del di?logo razonado y razonable con aquellos que no comparten nuestra misma fe o no tienen ninguna.
- La Belleza de la Liturgia, testimonio de la verdad del culto cristiano, y fuente de la fecundidad de todas sus acciones.
- El testimonio de unidad y amor fraterno y universal de los cristianos.?
La conjunci?n de los tres elementos es esencial en la credibilidad del testimonio cristiano. La evangelizaci?n es cre?ble cuando es presentada y percibida como razonable, pero, sobre todo, cuando encuentra correspondencia con el deseo de felicidad y plenitud del hombre. ?Qu? hacer cuando este deseo de felicidad parece ya plenamente satisfecho? ?Qu? hacer cuando el destinatario del anuncio cristiano vive instalado en su inmanencia y no se plantea las preguntas radicales? ?C?mo conectar con alguien que s?lo muestra indiferencia? Sin reducir el alcance de estos interrogantes y su dif?cil respuesta, hay algunas claves esenciales que Benedicto XVI no se cansa de recordar y que reaparecen tambi?n en el Mensaje para el Domund de este a?o. M?s all? de la capacidad de reconocer lo bueno y lo verdadero, que permanece siempre en el hombre, est? el deseo de la unidad, del hogar, de la comuni?n. El pecado rompi? y destruy? la unidad originaria; y el anhelo de unidad con los dem?s hombres y, finalmente, con Dios est? detr?s y m?s all? de todo anhelo del coraz?n del hombre. Por eso la comuni?n eclesial, el amor mutuo de los cristianos que se hace visible en el amor a todos, incluidos los enemigos, es esencial para la credibilidad del testimonio cristiano, para que Jes?s pueda ser ?visto? por los hombres en la Iglesia.????
?La comuni?n eclesial nace del encuentro con el Hijo de Dios, Jesucristo, que, en el anuncio de la Iglesia, alcanza a los hombres y crea comuni?n con ?l mismo y, consiguientemente, con el Padre y el Esp?ritu Santo (cf. 1 Jn 1,3)?. Con estas palabras se nos recuerda que el amor que hace posible la comuni?n eclesial no nace de nuestro coraz?n, sino del encuentro con Jesucristo. Por eso insiste tambi?n el Santo Padre en la Eucarist?a, como expresi?n y condici?n de posibilidad de la renovaci?n de la Iglesia, de las comunidades cristianas y de cada fiel en el amor de Cristo. La Eucarist?a alimenta ese amor de comuni?n, lo hace nacer en el coraz?n de los cristianos, lo hace visible en el mundo.????
Por eso es tarea siempre urgente la continua conversi?n a la que el Papa nos llama en las primeras l?neas del Mensaje: ?S?lo a partir de este encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia, podemos vivir en comuni?n con ?l y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio cre?ble, dando raz?n de nuestra esperanza (cf. 1P 3,15). Una fe adulta, capaz de abandonarse totalmente a Dios con actitud filial, alimentada por la oraci?n, por la meditaci?n de la Palabra de Dios y por el estudio de las verdades de la fe, es condici?n para poder promover un humanismo nuevo, fundado en el Evangelio de Jes?s?.??????
S?lo as? podremos, podr? la Iglesia, mostrar el camino de la felicidad y el arte de vivir, es decir, podr? ?hacer ver? a Jes?s, y mostrar en su propia vida la forma de unidad y comuni?n que un mundo tan dividido y fragmentado necesita y busca sin cesar.