ZENIT? nos ofrece el discurso que el secretario para las Relaciones de la Santa Sede con los Estados, monse?or Dominique Mamberti, pronunci? este mi?rcoles en la 65? sesi?n de la asamblea general de la ONU en Nueva York.
Se?or Presidente
En nombre de la Santa Sede, me complace presentarle vivas felicitaciones por su elecci?n a la Presidencia de la sexag?simo-quinta sesi?n de la Asamblea general, as? como los mejores deseos para el feliz cumplimiento de su misi?n. En este nuevo periodo de trabajo de la Asamblea general, la Santa Sede desea ofrecerle su sincera colaboraci?n para afrontar los numerosos desaf?os que debe encarar la comunidad internacional.
Desde 1945, cada a?o, a la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, llegan los Jefes de Estado o de Gobierno, los Ministros de Asuntos exteriores de todos los continentes, para debatir juntos las respuestas que aportar a las grandes cuestiones relativas a la gesti?n com?n de los asuntos mundiales, especialmente en materia de paz, de seguridad colectiva, de desarme, de defensa de los derechos humanos, de cooperaci?n al desarrollo y de protecci?n del medio ambiente.
Los sesenta y cinco a?os de vida de la ONU son ya en s? un acontecimiento hist?rico ?nico, especialmente si se los compara con la p?rdida de las esperanzas puestas en las Conferencias de Paz, a principios del siglo XX, y despu?s en la Sociedad de Naciones. La misma presencia de las Naciones Unidas demuestra que la humanidad ha encontrado en la Organizaci?n una respuesta a los terribles dramas de las dos guerras mundiales. A pesar de las imperfecciones de sus estructuras y de su funcionamiento, la ONU ha tratado de aportar soluciones a los problemas internacionales de car?cter econ?mico, social, cultural y humanitario, esforz?ndose por cumplir el mandato que le ha sido confiado a trav?s del art?culo 1? de la Carta, es decir: constituir un centro para la coordinaci?n de la actividad de las naciones para el mantenimiento de la paz y de las relaciones amistosas entre las poblaciones (cf. Carta de las Naciones Unidas, art. 1.2-1.4).
El di?logo entre los representantes de las naciones, que se renueva cada a?o en todas las sesiones de la Asamblea general y que permanece abierto y vivo en los dem?s ?rganos y en las agencias de la ?familia de la ONU? ha sido el instrumento fundamental para cumplir este mandato.
A veces, este di?logo ha sido, m?s que nada, una confrontaci?n entre ideolog?as opuestas y posturas irreconciliables; sin embargo las Naciones Unidas se han convertido en un elemento insustituible en la vida de las poblaciones y en la b?squeda de un futuro mejor para todos los habitantes de la Tierra. Por eso la ONU es objeto de una gran atenci?n por parte de la Santa Sede y de la Iglesia cat?lica, como han demostrado las visitas de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
En esta perspectiva de un di?logo internacional fecundo, realizado especialmente durante las deliberaciones y los debates que han tenido lugar en esta sala, querr?a recordar algunos acontecimientos importantes relativos a la paz y a la seguridad mundial, que se han verificado durante la sexag?simo-cuarta sesi?n de la Asamblea general.
En primer lugar, la Santa Sede acoge con satisfacci?n la entrada en vigor, el pasado 1 de agosto del Tratado sobre la prohibici?n de las armas de racimo. Este instrumento, que la Santa Sede fue uno de los primeros Estados en ratificar, representa en efecto un resultado importante para un multilateralismo basado en la cooperaci?n constructiva entre los gobiernos y la sociedad civil, as? como en el v?nculo entre el derecho humanitario y los derechos humanos. Un resultado como ?ste ha sido posible precisamente gracias al esp?ritu de colaboraci?n que anima a los distintos agentes internacionales y que ha aumentado durante estos ?ltimos sesenta y cinco a?os.
Otro resultado importante del di?logo internacional ha sido la conclusi?n positiva, el pasado mes de mayo, de la octava Conferencia de Examen del Tratado de no proliferaci?n nuclear, con la publicaci?n de un documento consensuado que prev? diferentes acciones relacionadas con los tres puntos fundamentales del Tratado: el desarme nuclear, la no proliferaci?n de armas nucleares y la utilizaci?n pac?fica de la energ?a nuclear. Entre ellas se destaca, como signo importante de esperanza, la decisi?n de convocar antes de 2012 una Conferencia para un Oriente Medio libre de armas nucleares y de las dem?s armas de destrucci?n masiva.
Siempre en materia de paz, de desarme y de seguridad colectiva, el desarrollo en Nueva York, el pasado mes de julio, de la primera sesi?n del comit? Preparatorio de la Conferencia sobre el Tratado sobre el comercio de armas, prevista para 2012, merece tambi?n ser recordado. Esta Conferencia deber? elaborar un instrumento jur?dicamente vinculante ?que establecer? las normas internacionales m?s estrictas posibles? sobre la transferencia de armas convencionales. De este encuentro ha surgido que, en adelante, el proceso iniciado sobre el Tratado es compartido por todos los Estados, que son conscientes de la necesidad de reglamentar jur?dicamente el comercio de armas, por razones de paz, de protecci?n humanitaria y tambi?n de desarrollo social y econ?mico. El debate durante esta sesi?n de la Asamblea general puede tambi?n aportar una importante contribuci?n de cara a la Conferencia de 2012.
En el contexto de un esp?ritu de di?logo internacional de ?xito, hay que aplaudir tambi?n la firma del Tratado New START, entre los Estados Unidos y la Federaci?n Rusa, sobre la reducci?n ulterior y la limitaci?n de armas estrat?gicas ofensivas. Esta firma constituye un paso adelante en las relaciones entre las potencias nucleares y la Santa Sede espera que abra otras perspectivas y conduzca a reducciones sustanciales en el futuro. En este sentido, durante la presente sesi?n de la Asamblea General, se ha celebrado un encuentro de Alto Nivel sobre el Desarme, que ha sido muy ?til para discutir formas de aportar una nueva v?a a la Conferencia sobre el Desarme y para continuar construyendo un consenso sobre los grandes desaf?os del desarme, en particular el Tratado de total prohibici?n de ensayos nucleares y el Tratado sobre la prohibici?n de la producci?n de materias fisionables. Hay que continuar haciendo todo lo posible para llegar a un mundo liberado de armas nucleares. Es un objetivo al que no se puede renunciar, aunque sea complejo y dif?cil de alcanzar, y la Santa Sede apoya todo esfuerzo en este sentido.
Durante la sesi?n precedente de la Asamblea General, la ONU ha ofrecido una contribuci?n sin precedentes a la paz y a la cooperaci?n internacional en Hait?, donde, durante el terremoto del 12 de enero de 2010 fallecieron el Jefe de la Misi?n de las Naciones Unidas, el Se?or Embajador H?di Annabi, su adjunto, el Doctor Luiz Carlos da Costa, as? como otros ochenta y dos funcionarios civiles y miembros de las fuerzas de paz. En nombre del Santo Padre, querr?a expresar de nuevo un sincero p?same al Secretario General y a las autoridades nacionales de las personas fallecidas, as? como a sus compa?eros y a sus familiares. Su sacrificio debe convertirse en un est?mulo renovado para un compromiso global a favor del mantenimiento de la paz.
La Santa Sede siempre ha reconocido y apreciado la acci?n realizada por las fuerzas de paz, y desea reiterar su aprecio por las misiones cumplidas durante la sesi?n precedente de la Asamblea general. El aumento importante de solicitudes de intervenci?n de estos ?ltimos a?os, manifiesta, por una parte, la confianza creciente en la acci?n de la ONU en cooperaci?n con las organizaciones regionales, pero, por otra, destaca la importancia de una funci?n cada vez mayor de la ONU y de organizaciones regionales en la diplomacia preventiva. Asimismo, la acci?n de la Comisi?n de consolidaci?n de la paz sigue siendo fundamental para recomponer el tejido social, jur?dico y econ?mico destruido por la guerra y evitar la repetici?n de conflictos. Las iniciativas de prevenci?n de conflictos, de resoluci?n pac?fica de los mismos, de separaci?n de los beligerantes y de reconstrucci?n merecen un apoyo pol?tico y econ?mico general de todos los miembros de las Naciones Unidas. El apoyo de todos constituir? una elocuente manifestaci?n de confianza en un destino solidario de la humanidad.
Si se puede pensar que la elaboraci?n normativa del desarme y de la no proliferaci?n de armas presenta signos de progreso, por contra no faltan motivos de preocupaci?n por todos los desaf?os referentes a la seguridad global y la paz. Ante todo, los gastos militares mundiales contin?an siendo excesivamente onerosos e incluso aumentan. Contin?a el problema del ejercicio del derecho leg?timo de los Estados a un desarrollo pac?fico de la energ?a nuclear, compatible con un control internacional efectivo de la no proliferaci?n. La Santa Sede anima a todas las partes implicadas en la regulaci?n de diversas controversias en curso, especialmente las concernientes a la Pen?nsula coreana y al Golfo P?rsico as? como las zonas adyacentes, a profundizar en un di?logo sincero que sepa conciliar arm?nicamente los derechos de todas las naciones interesadas.
Las recientes y terribles calamidades naturales en Pakist?n se a?aden a las dificultades causadas por los conflictos que afligen a esta regi?n. A la respuesta humanitaria, que debe ser generosa, y a otras medidas coyunturales, hay que asociar un esfuerzo de comprensi?n rec?proca y de profundizaci?n en las causas de las hostilidades.
Del mismo modo, el di?logo sincero, la confianza y la generosidad de saber renunciar a intereses circunstanciales o a corto plazo, es el camino para una soluci?n duradera del conflicto entre el Estado de Israel y los Palestinos. El di?logo y la comprensi?n entre las distintas partes implicadas es tambi?n la ?nica v?a para la reconciliaci?n en Irak y en Myanmar por ejemplo, as? como para la soluci?n de las dificultades ?tnicas y culturales en Asia Central, en las regiones del C?ucaso y para calmar las tensiones recurrentes en ?frica, entre otras en Sud?n, en v?speras de plazos decisivos.
En la mayor parte de estos conflictos, entra en juego un elemento econ?mico importante. Una mejora sustancial de las condiciones de vida de la poblaci?n palestina y de los dem?s pueblos que viven situaciones de guerra civil o regional, aportar? ciertamente una contribuci?n esencial para que la oposici?n violenta se transforme en di?logo sereno y paciente.
Se?or Presidente,
hace unos d?as, se celebr? en este lugar, el Evento de Alto Nivel sobre los Objetivos del Milenio. Todos los Estados de la ONU se han comprometido una vez m?s solemnemente a realizar todos los esfuerzos necesarios para lograr estos objetivos antes de 2015. La Santa Sede no puede sino alegrarse de la voluntad reiterada de desarraigar la pobreza y desea que se lleve a cabo con determinaci?n. Sin embargo, es importante destacar que no se alcanzar?n estos objetivos sin la realizaci?n de dos grandes imperativos morales. Por una parte, es necesario que los pa?ses ricos y emergentes cumplan totalmente sus compromisos de ayuda al desarrollo y creen y hagan funcionar, inmediatamente, un marco financiero y comercial netamente favorable a los pa?ses m?s d?biles. Por otra parte, pobres y ricos, deben garantizar un viraje ?tico de la pol?tica y de la econom?a, que garantice un buen gobierno y erradique todas las formas de corrupci?n. Si no, se corre el riesgo de llegar a 2015 habiendo obtenido resultados insuficientes, excepto quiz?s, pero ser?a triste y parad?jico, en los ?mbitos de control demogr?fico y de la promoci?n de estilos de vida minoritarios, introducidos en algunos p?rrafos del documento de la reciente Cumbre. En este caso, los objetivos del Mileno se convertir?an en un verdadero fraude al desarrollo humano integral de las poblaciones.
En lo que se refiere al medio ambiente -que constituye tambi?n el punto n? 7 de los objetivos del Milenio-, la participaci?n de m?s de ciento quince Jefes de Estado y de gobierno en la Conferencia de los Estados-miembros en la Convenci?n sobre el Cambio clim?tico, que se celebr? en Copenhague en diciembre de 2009, ha revelado la atenci?n y la importancia de un tema tan complejo como el del clima en la agenda internacional. La cuesti?n, como se sabe, no implica s?lo aspectos cient?ficos y medioambientales, sino tambi?n socio-econ?micos y ?ticos. La Santa Sede espera que en la pr?xima sesi?n de la Conferencia de los Estados-miembros se tome una decisi?n pol?tica que haga m?s concretas las negociaciones sobre un acuerdo jur?dicamente vinculante. En el centro del debate, se encuentra la organizaci?n de un modelo de desarrollo basado en un nuevo sistema energ?tico. Sin embargo, es importante recordar el elemento ?tico subyacente en la cuesti?n. No se trata s?lo de desembocar en un mundo menos dependiente de combustibles f?siles y m?s comprometido con la eficiencia energ?tica y a las energ?as alternativas, sino tambi?n de modificar comportamientos de consumo desenfrenado e irresponsable. Como mi Delegaci?n ha observado a menudo a prop?sito de los Objetivos del Milenio, son estos comportamientos y no el crecimiento de la poblaci?n ni la mejora de las condiciones de vida de los pa?ses menos desarrollados, los que ejercen una mayor e insostenible presi?n en los recursos y en el medio ambiente.
Los resultados positivos que la comunidad internacional ha obtenido durante la sesi?n precedente de la Asamblea general, as? como el innegable bien que la Organizaci?n de Naciones Unidas representa para toda la humanidad, no podr?an haberse esperado sin el di?logo entre los gobiernos, al que se a?aden con fuerza y eficacia cada vez mayores los interlocutores de la sociedad civil. Sin embargo, para ser sincero y plenamente eficaz, este di?logo debe ser realmente dia-logos ?intercambio de sabidur?a y sabidur?a compartida. Dialogar no significa s?lo escuchar las aspiraciones y los intereses de las dem?s partes e intentar encotrar compromisos. El di?logo debe pasar r?pidamente del intercambio de palabras y de la b?squeda del equilibrio entre intereses opuestos a un verdadero compartir la sabidur?a por el bien com?n.
Justamente por eso, el art?culo 1? de la Carta de la ONU une la promoci?n de los derechos humanos a la defensa de la paz, a la resoluci?n de conflictos y a la soluci?n de problemas internacionales de tipo econ?mico. Las naciones no son entidades aparte, independientes de las personas que las componen. Todas las naciones est?n compuestas por personas, por seres humanos. Por consiguiente, el inter?s nacional es un criterio v?lido de justicia, tanto en el ?mbito nacional como en el internacional, si sirve al bien com?n. Es decir que el inter?s nacional fundamental de todos los gobiernos debe ser la creaci?n y el mantenimiento de las condiciones necesarias para desarrollar plenamente el bien integral -material y espiritual- de cada uno de los habitantes de su naci?n. Por eso el respeto y la promoci?n de los derechos humanos son el objetivo final del di?logo y de los asuntos internacionales y son al mismo tiempo, la condici?n indispensable para un di?logo sincero y fecundo entre las naciones.
Tambi?n la Santa Sede sigue con atenci?n la actividad de la Tercera Comisi?n de la Asamblea General as? como de la acci?n del Alto Comisariado para los Derechos humanos y esta intervenci?n en el debate general es tambi?n para m? la oportunidad de manifestar nuestro apoyo al Alto Comisariado para los Refugiados y a todos los organismos y agencias especializadas que trabajan en el vasto campo de los derechos humanos y del derecho humanitario, como por ejemplo la Organizaci?n Internacional del Trabajo, la Organizaci?n Internacional para las Migraciones y la Federaci?n Internacional de la Cruz Roja. En este sentido, la Santa Sede considera tambi?n los progresos, aunque lentos, en los debates sobre el principio de la ?Responsabilidad de proteger? y la resoluci?n sobre el mismo, aprobada por consenso en septiembre de 2009, como motivos de esperanza. Por contra, falta todav?a una atenci?n resuelta y eficaz a los problemas de los refugiados, de las personas expulsadas y de los grandes desplazamientos migratorios.
La misma historia del desarrollo de los derechos humanos demuestra que el respeto a la libertad religiosa, que incluye el derecho a expresar p?blicamente la propia fe y a difundirla, es la piedra fundamental de todo el edificio de los derechos humanos. En efecto, si falta esta libertad, tambi?n est? faltando el reconocimiento de la dimensi?n trascendente de toda persona humana, que supone una dignidad anterior y superior a su reconocimiento pol?tico y normativo y que crea un marco de libertad y de responsabilidad irrefrenable. Si falta la libertad religiosa, todos los derechos humanos corren el riesgo de convertirse en concesiones del gobierno o, como m?ximo, en el resultado de un equilibrio de fuerzas sociales, variable por naturaleza, ya que no tiene otro fundamento que el equilibrio o el propio acuerdo.
Como record? el Papa Benedicto XVI en su intervenci?n en esta sala, el 18 de abril de 2008, ?la fundaci?n de las Naciones Unidas coincidi? con la profunda conmoci?n experimentada por la humanidad cuando se abandon? la referencia al sentido de la trascendencia y de la raz?n natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se est? ante nuevos e insistentes desaf?os, es un error retroceder hacia un planteamiento pragm?tico, limitado a determinar "un terreno com?n", minimalista en los contenidos y d?bil en su efectividad?.
Se?or Presidente,
M?s all? de las cr?ticas de la opini?n p?blica sobre los l?mites organizativos y sobre la falta de eficacia de la Organizaci?n de Naciones Unidas, se constata una conciencia universalmente compartida de la necesidad de la Organizaci?n, as? como un sentimiento universal de gratitud a la acci?n que ?sta ha llevado a cabo y que contin?a llevando a cabo, ya que todos comprenden que ?sta constituye, a trav?s de la multiplicidad de sus ?rganos, un foro indispensable para el di?logo y el entendimiento entre los gobiernos. Por consiguiente, la mayor garant?a de que la Organizaci?n de Naciones Unidas contin?e cumpliendo su misi?n hist?rica de mantener unidos y de coordinar a todos los Estados para unos objetivos comunes de paz, seguridad y desarrollo humano integral para todos, ser? dada por una referencia constante a la dignidad de todos los hombres y mujeres y por su respeto efectivo, empezando por el derecho a la vida -incluso de los m?s d?biles como los enfermos en fase terminal y los ni?os por nacer- y a la libertad religiosa.
Gracias, Se?or Presidente.
[Traducci?n del original franc?s por Patricia Navas]