S?bado, 08 de enero de 2011

ZENIT publica la tercera meditaci?n de Adviento que predic?el viernes 17 de Diciembre de 2010 el padre Raniero Cantalamessa OFM cap, predicador de la Casa Pontificia, ante Benedicto XVI y la Curia Romana para ofrecer "La respuesta cristiana al racionalismo".

?P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.

Tercera Predicaci?n de Adviento

?DISPUESTOS A DAR RAZ?N DE LA ESPERANZA QUE HAY EN NOSOTROS?
(1 Pedro 3,15)?

La respuesta cristiana al racionalismo

1. La raz?n usurpadora

El tercer obst?culo, que hace a mucha parte de la cultura moderna ?refractaria? al Evangelio, es el racionalismo. De ?ste pretendemos ocuparnos en esta ?ltima meditaci?n de Adviento.

El cardenal, y ahora beato, John Henry Newman nos dej? un memorable discurso, pronunciado el 11 de diciembre de 1831, en la Universidad de Oxford, titulado The Usurpation of Raison, la usurpaci?n, o la prevaricaci?n, de la raz?n. En este t?tulo est? ya la definici?n de lo que entendemos por racionalismo [1]. En una nota de comentario a este discurso, escrita en el prefacio a su tercera edici?n en 1871, el autor explica qu? entiende con esta expresi?n. Por usurpaci?n de la raz?n ? dice ? se entiende ?ese cierto difundido abuso de esta facultad que se verifica cada vez que uno se ocupa de religi?n sin un adecuado conocimiento ?ntimo, o sin el debido respeto por los primeros principios propios a ella. Esta pretendida 'raz?n' es llamada por la Escritura 'la sabidur?a del mundo'; es el razonar sobre religi?n de quien tiene la mentalidad secularista, y se basa sobre m?ximas mundanas, que le son intr?nsecamente extra?as? [2].

En otro de sus Sermones universitarios, titulado ?Fe y raz?n frente a frente?, Newman ilustra por qu? la raz?n no puede ser el ?ltimo juez en cuestiones de religi?n y fe, con la analog?a de la conciencia.

?Nadie, escribe, dir?a que la conciencia se opone a la raz?n, o que sus dictados no puedan ser planteados de forma argumentativa; con todo, ?qui?n, de ello, querr? argumentar que la conciencia no sea un principio original, sino que para actuar necesita esperar los resultados de un proceso l?gico-racional? La raz?n analiza los fundamentos y los motivos de la acci?n sin ser ella misma uno de esos motivos. Por tanto, as? como la conciencia es un elemento sencillo de nuestra naturaleza, y sin embargo sus operaciones necesitan ser justificadas por la raz?n, de la misma forma la fe puede ser cognoscible y sus actos pueden ser justificados por la raz?n, sin por ello depender realmente de ?sta [?].Cuando se dice que el Evangelio exige una fe racional, se quiere decir solo que la fe concuerda con la recta raz?n en abstracto, pero no que sea en realidad su resultado? [3].

Una segunda analog?a es la del arte. ?El cr?tico de arte ?escribe ? valora lo que ?l mismo no sabe crear; de la misma forma la raz?n puede dar su aprobaci?n al acto de fe, sin ser por ello la fuente de la que esa fe emana? [4].

El an?lisis de Newman tiene rasgos nuevos y originales; saca a la luz la tendencia, por as? decirlo, imperialista, de la raz?n de someter todo aspecto de la realidad a sus propios principios. Pero se puede considerar el racionalismo tambi?n desde otro punto de vista, estrechamente unido con el anterior. Por quedarnos en la met?fora pol?tica empleada por Newman, podr?amos definirlo como la postura del aislacionismo, de cerraz?n en s? misma de la raz?n. Este no consiste tanto en invadir el campo de los dem?s, sino en no reconocer la existencia de otro campo fuera del proprio. En otras palabras, en el rechazo de que pueda existir verdad alguna fuera de la que pasa a trav?s de la raz?n humana.

Bajo este aspecto, el racionalismo no naci? con la Ilustraci?n, aunque ?sta haya imprimido en ?l una aceleraci?n cuyos efectos se observan a?n. Es una tendencia con la que la fe ha tenido que echar cuentas desde siempre. No solo la fe cristiana, sino tambi?n la jud?a y la isl?mica, al menos en la Edad Media, conocieron este desaf?o.

Contra esta pretensi?n de absolutismo de la raz?n, se ha elevado en todas las ?pocas no s?lo la voz de hombres de fe, sino tambi?n la de hombres militantes en el campo de la raz?n, fil?sofos y cient?ficos. ?El acto supremo de la raz?n, escribi? Pascal, est? en reconocer que existe una infinidad de cosas que la sobrepasan" [5]. En el instante mismo en que la raz?n reconoce su l?mite, lo franquea y lo supera. Este reconocimiento se produce por obra de la raz?n, y por ello es un acto exquisitamente racional. Es, literalmente, una ?docta ignorancia? [6]. Un ignorar "con conocimiento de causa", sabiendo que no se sabe.

Se debe afirmar por tanto que pone un l?mite a la raz?n y la humilla aquel que no le reconoce esta capacidad de trascenderse. "Hasta ahora ? escribi? Kierkegaard ? se ha dicho siempre esto: 'Decir que esto o aquello no se puede entender, no satisface a la ciencia que quiere entender'. Ese es el error. Se debe decir precisamente lo contrario: mientras que la ciencia no quiera reconocer que hay algo que no puede entender, o ? de forma m?s precisa ? algo de lo que ella claramente 'comprende que no puede entender', todo estar? desordenado. Por ello es un deber del conocimiento humano comprender que existen y cu?les son las cosas que no puede entender? [7].

2. Fe y sentido de lo Sagrado

Es de esperar que este tipo de controversia rec?proca entre fe y raz?n contin?e tambi?n en el futuro. Es inevitable que cada ?poca vuelva a hacer el camino por su propia cuenta, pero ni los racionalistas convertir?n con sus argumentos a los creyentes, ni los creyentes a los racionalistas. Es necesario encontrar un camino para romper este c?rculo y liberar a la fe de este atasco. En todo este debate sobre raz?n y fe, es la raz?n la que impone su elecci?n y obliga a la fe, por as? decirlo, a jugar fuera de casa y a la defensiva.

De ello era muy consciente el cardenal Newman, que en otro de sus discursos universitarios pone en guardia contra el riesgo de una mundanizaci?n de la fe en su deseo de correr detr?s de la raz?n. Dice que comprende, aunque no puede aceptarlas del todo, las razones de aquellos que est?n tentados de desvincular completamente la fe de la investigaci?n racional, a causa ? de los antagonismos y las divisiones fomentadas por la argumentaci?n y el debate, la confianza orgullosa que a menudo acompa?a al estudio de las pruebas apolog?ticas, la frialdad, el formalismo, el esp?ritu secularista y carnal, mientras que la Escritura habla de la religi?n como de una vida divina, arraigada en los afectos y que se manifiesta en gracias espirituales? [8].

En todas las intervenciones de Newman sobre la relaci?n entre raz?n y fe, entonces no menos debatida que hoy, se observa una advertencia: no se puede combatir el racionalismo con otro racionalismo, aunque sea en sentido contrario. Es necesario por tanto encontrar otro camino que no pretenda sustituir el de la defensa racional de la fe, pero al menos que la acompa?e, tambi?n porque los destinatarios del anuncio cristiano no son s?lo los intelectuales, capaces de empe?arse en este tipo de controversia, sino tambi?n la masa de las personas corrientes indiferentes a ?l y m?s sensible a otros argumentos.

Pascal propon?a el camino del coraz?n: ?El coraz?n tiene razones que la raz?n no entiende? [9]; los rom?nticos (por ejemplo, Schleiermacher) propon?an el del sentimiento. Nos queda, creo, un camino que descubrir: el de la experiencia y del testimonio. No pretendo hablar aqu? de la experiencia personal, subjetiva, de la fe, sino de una experiencia universal y objetiva que podemos por eso hace valer tambi?n ante personas a?n extra?as a la fe. Esta no nos lleva hacia la fe plena y que salva:la fe en Jesucristo muerto y resucitado, pero nos puede ayudar a crear el presupuesto para ella, que es la apertura al misterio, la percepci?n de algo que est? por encima del mundo y de la raz?n.

La contribuci?n m?s notable que la moderna fenomenolog?a de la religi?n ha dado a la fe, sobre todo en la forma que ?sta reviste en la obra cl?sica de Rudolph Otto ?Lo sagrado?[10], es la de haber mostrado que la afirmaci?n tradicional de que hay algo que no se explica con la raz?n, no es un postulado te?rico o de fe, sino un dato primordial de la experiencia.

Existe un sentimiento que acompa?a a la humanidad desde sus principios y que est? presente en todas las religiones y las culturas: el autor lo llama el sentimiento de lo numinoso. Este es un dato primario, irreducible a cualquier otro sentimiento o experiencia humana; embarga al hombre con un estremecimiento cuando, por cualquier circunstancia externa o interna a ?l, se encuentra ante la revelaci?n del misterio ?tremendo y fascinante? de lo sobrenatural.

Otto designa el objeto de esta experiencia con el adjetivo ?irracional? (el subt?tulo de la obra es ?Lo irracional en la idea de lo divino y su relaci?n con lo racional?); pero toda la obra demuestra que el sentido que ?l da al t?rmino ?irracional? no es el de ?contrario a la raz?n?, sino el de ?fuera de la raz?n?, de no traducible en t?rminos racionales. Lo numinoso se manifiesta en grados diversos de pureza: del estadio menos refinado, que es la reacci?n inquietante suscitada por las historias de esp?ritus y de espectros, al estadio m?s puro que es la manifestaci?n de la santidad de Dios ? el Qadosh b?blico -, como en la c?lebre escena de la invocaci?n de Isa?as (Is 6, 1 ss).

Si es as?, la reevangelizaci?n del mundo secularizado pasa tambi?n a trav?s de una recuperaci?n del sentido de lo sagrado. El terreno cultural del racionalismo ? su causa y al mismo tiempo su efecto ? es la p?rdida del sentido de lo sagrado, es necesario por ello que la Iglesia ayude a los hombres a remontar la pendiente y redescubrir la presencia y la belleza de lo sagrado en el mundo. Charles P?guy dijo que ?la tremenda penuria de lo Sagrado es la marca profunda del mundo moderno?. Eso se advierte en todo aspecto de la vida, pero en particular en el arte, en la literatura y en el lenguaje de todos los d?as. Para muchos autores, ser definidos ?irreverentes? ya no es una ofensa, sino un cumplido.

La Biblia es acusada a veces de haber ?desacralizado? el mundo por haber expulsado a las ninfas y divinidades de los montes, de los mares y de los bosques, y haber hecho de ellos simples criaturas al servicio del hombre. Esto es verdad, pero es precisamente despoj?ndolas de esta falsa pretensi?n d ser ellos mismos divinidades, como la Escritura los ha restituido a su naturaleza genuina de ?signo? de lo divino. Es la idolatr?a de las criaturas lo que la Biblia combate, no su sacralidad.

As? ?secularizada?, la Creaci?n tiene a?n el poder de provocar la experiencia de lo numinoso y de lo divino. De una experiencia de este tipo lleva el signo, en mi opini?n, la c?lebre declaraci?n de Kant, el representante m?s ilustre del racionalismo filos?fico:

Dos cosas llenan mi alma de admiraci?n y veneraci?n siempre nueva y creciente, cuanto m?s a menudo y por m?s tiempo la reflexi?n se ocupa de ellas: el cielo estrellado sobre m?, y la ley moral en m?. [?]. La primera comienza desde el lugar que yo ocupo en el mundo sensible externo, y extiende la conexi?n en la que me encuentro a una grandeza interminable, con mundos y mundos, y sistemas y sistemas; y a?n despu?s a los tiempos ilimitados de su movimiento peri?dico, de su principio y de su duraci?n? [11].

Un cient?fico vivo, Francis Collins, nombrado hace poco acad?mico pontificio, en su libro ?El lenguaje de Dios?, describe as? el momento de su vuelta a la fe: ?En una hermosa ma?ana de oto?o, mientras por primera vez, paseando por las monta?as, me dirig?a al oeste del Mississippi, la majestad y belleza de la creaci?n vencieron mi resistencia. Comprend? que la b?squeda hab?a llegado a su fin. La ma?ana siguiente, al salir el sol, me arrodill? sobre la hierba h?meda y me rend? a Jesucristo? [12].

Los mismos descubrimientos maravillosos de la ciencia y de la t?cnica, en lugar de llevar al desencanto, pueden convertirse en ocasiones de estupor y de experiencia de lo divino. El momento final del descubrimiento del genoma humano es descrito por el mismo Francis Collins, que dirigi? el equipo directivo que llev? a este descubrimiento, ?una experiencia de exaltaci?n cient?fica y al mismo tiempo de adoraci?n religiosa?. Entre las maravillas de la creaci?n, nada hay m?s maravilloso que el hombre y, en el hombre, que su inteligencia creada por Dios.

La ciencia desespera ya de tocar un l?mite m?ximo en la exploraci?n de lo infinitamente grande que es el universo y en la exploraci?n de lo infinitamente peque?o que son las part?culas subat?micas. Algunos hacen de estas ?desproporciones? un argumento a favor de la inexistencia de un Creador y de la insignificancia del hombre. Para el creyente, ?stas son el signo por excelencia, no solo de la existencia sino tambi?n de los atributos de Dios: la vastedad del universo, es signo de su infinita grandeza y trascendencia, la peque?ez del ?tomo, lo es de su inmanencia y de la humildad de su encarnaci?n que le llev? a hacerse ni?o en el seno de una madre y min?sculo pedazo de pan en las manos del sacerdote.

Tampoco en la vida humana cotidiana faltan ocasiones en las que es posible hacer experiencia de ?otra? dimensi?n: el enamoramiento, el nacimiento del primer hijo, una gran alegr?a. Es necesario ayudar a las personas a abrir los ojos y a volver a encontrar la capacidad de sorprenderse. ?Quien se asombra, reinar?, dice un dicho atribuido a Jes?s fuera de los Evangelios [13]. En la novela Los hermanos Karamazov, Dostoevskij refiere las palabras que el starez Zosimo, a?n oficial del ej?rcito, dirige a los presentes en el momento en que, deslumbrado por la gracia, renuncia a batirse en duelo con su adversario: ?Se?ores, girad la mirada alrededor a los dones de Dios: este cielo l?mpido, este aire puro, esta hierba tierna, estos pajaritos: la naturaleza es tan bella e inocente, mientras que nosotros, solo nosotros, estamos lejos de Dios, y somos est?pidos y no comprendemos que la vida es un para?so, pues bastar?a que quisi?ramos comprenderlo, y en seguida ?ste se instaurar?a en toda su belleza, y nosotros nos abrazar?amos y romper?amos a llorar? [14]. ?Este es el sentido genuino de la sacralidad del mundo y de la vida!

3. Necesidad de testigos

Cuando la experiencia de lo sagrado y de lo que nos llega de repente e inesperada desde fuera de nosotros, es acogida y cultivada, se convierte en experiencia subjetiva vivida. Se tienen as? los ?testigos? de Dios que son los santos y, de modo totalmente particular, una categor?a de estos, los m?sticos.

Los m?sticos, dice una celebre definici?n de Dionisio Areopagita, son aquellos que han ?padecido a Dios? [15], es decir, que han experimentado y vivido lo divino. Son, para el resto de la humanidad, como los exploradores que entraron primero, a escondidas, en la Tierra Prometida y despu?s volvieron atr?s para referir lo que hab?an visto ? ?una tierra que mana leche y miel? - exhortando a todo el pueblo a atravesar el Jord?n (cf Num 14,6-9). Por medio de ellos nos llegan a nosotros, en esta vida, los primeros fulgores de la vida eterna.

Cuando leemos sus escritos, ?qu? alejadas parecen, e incluso qu? ingenuas, las m?s sutiles argumentaciones de los ateos y de los racionalistas! Nace, hacia estos ?ltimos, un sentido de estupor y tambi?n de pena, como ante uno que habla de cosas que manifiestamente no conoce. Como quien creyera descubrir continuos errores de gram?tica en un interlocutor, y no se diese cuenta de que simplemente est? hablando otra lengua que ?l no conoce. Pero no hay ninguna gana de ponerse a rebatirles, tanto las propias palabras dichas en defensa de Dios parecen, en ese momento, vac?as y fuera de lugar.

Los m?sticos son, por excelencia, los que han descubierto que Dios ?existe?; es m?s, que s?lo ?l existe verdaderamente y que es infinitamente m?s real que aquello que con frecuencia llamamos realidad. Fue precisamente en uno de estos encuentros como una disc?pula del fil?sofo Husserl, jud?a y atea convencida, una noche descubri? al Dios vivo. Hablo de Edith Stein, ahora santa Teresa Benedicta de la Cruz. Era hu?sped de unos amigos cristianos y una noche que estos tuvieron que ausentarse, no sabiendo qu? hacer, cogi? un libro de su biblioteca y se puso a leerlo. Era la autobiograf?a de santa Teresa de ?vila. Sigui? leyendo toda la noche. Llegada al final, exclam? sencillamente: ???sta es la verdad!". Por la ma?ana fue a la ciudad a comprar un catecismo cat?lico y un misal, y tras haberlos estudiado, se dirigi? a una iglesia cercana y pidi? al sacerdote ser bautizada.

Yo tambi?n tuve una peque?a experiencia del poder que tienen los m?sticos de hacer tocar con la mano lo sobrenatural. Era el a?o en el que se discut?a mucho sobre un libro de un te?logo titulado: ??Existe Dios?? (Existiert Gott?) pero, al llegar al final de la lectura, eran muy pocos los que estaban dispuestos a cambiar la interrogaci?n del t?tulo por una exclamaci?n. Yendo a un congreso, me llev? conmigo el libro de los escritos de la beata Angela de Foligno que no conoc?a a?n. Me qued? literalmente deslumbrado; lo llevada conmigo a las conferencias, lo abr?a en cada pausa, y a final lo cerr? dici?ndome: ??Si Dios existe? ?No solo existe, sino que es verdaderamente fuego devorador!?

Por desgracia, una cierta moda literaria ha conseguido neutralizar tambi?n la ?prueba? viviente de la existencia de Dios que son los m?sticos. Lo ha hecho con un m?todo singular?simo: no reduciendo su n?mero, sino aument?ndolo, no restringiendo el fen?meno, sino dilat?ndolo desmesuradamente. Me refiero a aquellos que en una colecci?n de m?sticos, en antolog?as de sus escritos, o en una historia de la m?stica, ponen juntos, como pertenecientes al mismo tipo de fen?menos, a san Juan de la Cruz y a Nostradamus, a santos y a exc?ntricos, m?stica cristiana y c?bala medieval, hermetismo, teosofismo, formas de pante?smo e incluso la alquimia. Los m?sticos verdaderos son otra cosa y la Iglesia tiene raz?n en ser tan rigurosa en su juicio sobre ellos.

El te?logo Karl Rahner, retomando, parece, una frase de Raimundo Pannikar, afirm?: ?El cristiano de ma?ana, o ser? un m?stico o no ser?. Quer?a decir que, en el futuro, ser? el testimonio de personas que tienen una profunda experiencia de Dios el que mantenga viva nuestra fe, m?s que la demostraci?n de su plausibilidad racional. Pablo VI dec?a, en el fondo, lo mismo cuando afirmaba en la Evangelii nuntiandi (nr.41): ?El hombre contempor?neo escucha m?s a gusto a los que dan testimonio que a los que ense?an, o si escuchan a los que ense?an, es porque dan testimonio?.

Cuando el ap?stol Pedro recomendaba a los cristianos estar preparados para ?dar raz?n de su esperanza? (1 Pe 3,15), es cierto, por el contexto, que ?l tampoco pretend?a hablar de razones especulativas o dial?cticas, sino de las razones pr?cticas, es decir, de su experiencia de Cristo, unida al testimonio apost?lico que la garantizaba. En un comentario a este texto, el cardenal Newman, habla de ?razones impl?citas?, que son, para el creyente, m?s ?ntimamente persuasivas que no las razones expl?citas y argumentativas [16].

4. Un estremecimiento de fe en Navidad

Llegamos as? a la conclusi?n pr?ctica que m?s nos interesa en una meditaci?n como esta. No s?lo los no creyentes y los racionalistas necesitan irrupciones imprevistas de lo sobrenatural en la vida para llegar a la fe; las necesitamos tambi?n nosotros los creyentes para reavivar nuestra fe. El peligro mayor que corren las personas religiosas es el de reducir la fe a una secuencia de ritos y de f?rmulas, repetidas incluso con escr?pulo, pero de forma mec?nica y sin participaci?n ?ntima de todo el ser. ?Este pueblo se acerca a m? con la boca ? se lamenta Dios en Isa?as ?, y me honra con los labios, pero su coraz?n est? lejos de m?, y el temor que me tiene no es m?s que un precepto humano, aprendido por rutina? (Is 29, 13).

La Navidad puede ser una ocasi?n privilegiada para tener este estremecimiento de fe. Esta es la suprema ?teofan?a? de Dios, la m?s alta ?manifestaci?n de lo Sagrado?. Por desgracia el fen?meno del secularismo est? despojando a esta fiesta de su car?cter de ?misterio tremendo? ? es decir, que induce al santo temor y a la adoraci?n ?, para reducirlo al ?nico aspecto de ?misterio fascinante?. Fascinante, lo que es peor, en sentido s?lo natural, no sobrenatural: una fiesta de los valores familiares, del invierno, del ?rbol, de los renos y de Pap? Noel. Existe en algunos pa?ses la intenci?n de cambiar tambi?n el nombre de Navidad por el de ?fiesta de la luz?. En pocos casos la secularizaci?n es tan visible como en Navidad.

Para m?, el car?cter ?numinoso? de la Navidad est? ligado a un recuerdo. Asist?a un a?o a la Misa de Medianoche presidida por Juan Pablo II en San Pedro. Lleg? el momento del canto de las Calendas, es decir, la solemne proclamaci?n del nacimiento del Salvador, presente en el antiguo Martirologio y reintroducida en la liturgia navide?a despu?s del Vaticano II:

?Muchos siglos despu?s de la creaci?n del mundo...

Trece siglos despu?s de la salida de Egipto...

En la 195? Olimpiada,

en el a?o 752 de la fundaci?n de Roma...

En el cuadrag?simo segundo a?o del imperio de C?sar Augusto,

Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, siendo concebido por obra del Esp?ritu Santo, transcurridos nueve meses, nace en Bel?n de Jud? de la Virgen Mar?a, hecho hombre?.

Llegados a estas ?ltimas palabras sent? la que se llama ?la unci?n de la fe?: una imprevista claridad interior, por la que recuerdo que dec?a dentro de m?: ??Es verdad! ?Es verdad todo esto que se canta! No son solo palabras. Lo eterno entra en el tiempo. El ?ltimo acontecimiento de la serie ha roto la serie; ha creado un ?antes? y un ?despu?s? irreversibles; el c?mputo del tiempo que antes ten?a lugar en relaci?n a diversos acontecimientos (olimpiada tal, reino de tal), ahora sucede en relaci?n a un ?nico acontecimiento?. Una conmoci?n de repente me atraves? toda la persona, mientras solamente pod?a decir: ??Gracias, Sant?sima Trinidad, y gracias tambi?n a ti, Santa Madre de Dios!?.

Ayuda mucho a hacer de la Navidad la ocasi?n para un sobresalto de fe encontrar espacios de silencio. La liturgia envuelve el nacimiento de Jes?s en el silencio: Dum medium silentium tenerent omnia, mientras todo alrededor estaba en silencio. Stille Nacht, noche de silencio, se llama a la Navidad en el m?s difundido y querido de los villancicos. En Navidad deber?amos escuchar como dirigida personalmente a nosotros la invitaci?n del Salmo: ?Rend?os y reconoced que yo soy Dios? (Sal 46,11).

La Madre de Dios es el modelo insuperable de este silencio navide?o: ?Mar?a ? est? escrito ? conservaba estas cosas y las meditaba en su coraz?n? (Lc 2, 19). El silencio de Mar?a en Navidad es m?s que un simple callarse; es maravilla, es adoraci?n; es un ?silencio religioso?, un ser superada por la realidad. La interpretaci?n m?s verdadera del silencio de Mar?a es la que est? en los iconos bizantinos, donde la Madre de Dios nos parece inm?vil, con la mirada fija, los ojos desorbitados, como quien ha visto cosas que no se pueden describir con palabras. Mar?a, la primera, elev? a Dios lo que san Gregorio Nacianceno llama un ?himno de silencio? [17].

Celebra verdaderamente la Navidad quien es capaz de hacer hoy, a distancia de siglos, lo que habr?a hecho, si hubiese estado presente ese d?a. Quien hace lo que nos ense?? a hacer Mar?a: ?arrodillarse, adorar y callar!

[1] J.H. Newman, Oxford University Sermons, Londres 1900, pp.54-74; trad. Ital. de L. Chitarin, Bolonia, Ediciones Studio Domenicano, 2004, pp. 465-481.
[2] Ib.p. XV (trad. ital. Cit. p.726).
[3] Ib., p. 183 (trad. ital. Cit. p.575).
[4] Ibidem.
[5] B.Pascal, Pensieri 267 Br.
[6] San Agust?n , Epist. 130,28 (PL 33, 505).
[7] S. Kierkegaard, Diario VIII A 11.
[8] Newman, op. cit., p. 262?? (trad. ital. cit., p. 640 s).
[9] B. Pascal, Pensieri, n.146 (ed. Br. N. 277).
[10] R. Otto, Das Heilige. ?ber das Irrationale in der Idee des G?ttlichen und seine Verh?ltnis zum Rationalem, 1917. ( Trad. ital. de E. Bonaiuti,? Il Sacro, Mil?n, Feltrinelli 1966).
[11] I. Kant, Critica della ragion pratica, Laterza, Bari, 1974, p. 197.
[12] F. Collins, The Language of God. A Scientist Presents Evidence for Belief, Free Press 2006, pp. 219 e 255.
[13] En Clemente Alejandrino, Stromati, 2, 9).
[14] F. Dostoevskij, Los Hermanos Karamazov, parte II, VI,
[15] Dionisio Areopagita, Nomi divini II,9 (PG 3, 648) ("pati? divina").
[16] Cf. Newman, ?Implicit and Explicit Reason?, en ?University Sermons, XIII, cit., pp. 251-277
[17] S. Gregorio Nacianceno, Carmi, XXIX (PG 37, 507).

[Traducci?n del italiano por Inma ?lvarez]


Publicado por verdenaranja @ 22:47  | Espiritualidad
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