Martes, 08 de febrero de 2011

ZENIT? nos ofrece el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigi? a la Comunidad del Colegio Pontificio Et?ope en el Vaticano, a quienes recibi? el pasado s?bado 29 de enero en audiencia.

?Queridos hermanos y hermanas!

Estoy muy contento de acogeros en esta feliz ocasi?n del 150? aniversario del nacimiento al cielo de san Justino De Jacobis. Os saludo cordialmente a cada uno de vosotros, queridos sacerdotes y seminaristas del Colegio Pontificio Et?ope, que la Divina Providencia situ? cerca del sepulcro del Ap?stol Pedro, signo del antiguo y profundo v?nculo de comuni?n que une a la Iglesia de Etiop?a y de Eritrea con la Sede Apost?lica. Saludo de un modo especial al rector, padre Teclezghi Bahta, al que agradezco las corteses palabras con las que ha iniciado nuestro encuentro, recordando las diversas e importantes circunstancias que lo han motivado. Os acojo hoy con especial afecto, y junto a vosotros, quiero recordar tambi?n a sus comunidades de origen.

Quisiera ahora detenerme en la luminosa figura de San Justino De Jacobis, del cual hab?is celebrado tan importante aniversario el pasado 31 de julio. Digno hijo de San Vicente de Paoli, san Justino vivi? de un modo ejemplar su ?hacerse todo para todos?, especialmente en el servicio del pueblo abisinio. Enviado a los treinta y ocho a?os, por el entonces Prefecto del Propaganda Fide, cardenal Franzoni, como misionero a Etiop?a, en Tigrai, trabaj? primero en Adoua y despu?s en Gouala, donde enseguida pens? en formar a sacerdotes et?opes, creando un seminario llamado ?Colegio de la Inmaculada?. Con celo por su ministerio trabaj? incansablemente para que aquella parte del Pueblo de Dios reencontrase el fervor original de la fe, sembrada primero por el evangelizador san Frumencio (cfrPL?21, 473-80). Justino intuy? con discernimiento que prestar m?s atenci?n al contexto cultural ser?a una manera privilegiada a trav?s de la que la gracia de Dios formar?a nuevas generaciones de cristianos.

Aprendi? la lengua local y favoreci? la tradici?n plurisecular lit?rgica del rito propio de aquellas comunidades, y de esta manera trabaj? tambi?n en un eficaz proyecto ecum?nico. Durante m?s de veinte a?os, su generoso ministerio, primero sacerdotal y luego episcopal, benefici? a todos los miembros del pueblo a ?l confiado.

Por su pasi?n educativa, especialmente en la formaci?n de sacerdotes, se le considera justamente el patr?n de vuestro Colegio; de hecho, todav?a hoy, esta benem?rita Instituci?n acoge a presb?teros y aspirantes al sacerdocio, sosteni?ndoles en su proyecto de preparaci?n teol?gica, espiritual y pastoral. Volviendo a vuestras comunidades de origen, o acompa?ando a vuestros compatriotas en el extranjero, deb?is suscitar en cada persona el amor a Dios y a la Iglesia, siguiendo el ejemplo de san Justino De Jacobis. El coron? su fecunda contribuci?n a la vida religiosa y civil del pueblo abisinio con el don de su vida, silenciosamente entregada a Dios, tras muchos sufrimientos y persecuciones. Fue beatificado por el Venerable P?o XII el 25 de junio de 1939 y canonizado por el Siervo de Dios Pablo VI, el 26 de octubre de 1975.

Tambi?n a vosotros, queridos sacerdotes y seminaristas, ?el camino de la santidad est? marcado! Cristo contin?a presente en el mundo y se revela a todos los que, como san Justino De Jacobis, se dejan llevar por su Esp?ritu. Nos lo recuerda el Concilio Vaticano II que, por otro lado, afirma: ?En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfecci?n en imagen de Cristo (cf.?2 Co?3,18), Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece un signo de su reino? (Cost. dog.?Lumen gentium, 50).

Cristo, el eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, que con la especial vocaci?n al ministerio sacerdotal ha ?conquistado? nuestra vida, no suprime las cualidades caracter?sticas de la persona; sino que la eleva, la ennoblece y haci?ndola suya, la llama a servir a su misterio y a su obra. Dios tambi?n tiene necesidad de cada uno de nosotros para ?demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jes?s? (Ef 2,7)

No obstante el car?cter propio de la vocaci?n de cada uno, no estamos separados entre nosotros; estamos en cambio unidos, en comuni?n en un ?nico organismo espiritual. Estamos llamados a formar el total de Cristo, una unidad recapitulada en el Se?or, vivificada por su Esp?ritu para convertirnos en su ?pl?roma? y enriquecer as? el c?ntico de alabanza que ?l dirige al Padre.

Cristo es inseparable de la Iglesia, que es su cuerpo. Es en la Iglesia donde Cristo une m?s a s? mismo a los bautizados y, nutri?ndolos con la Santa Comuni?n, los hace part?cipes de su vida gloriosa (cfr?Lumen gentium, 48). La santidad est? por tanto en el mismo coraz?n del misterio eclesial y es la vocaci?n a la que todos estamos llamados. Los santos no son adornos que decoran la Iglesia externamente, son como las flores de un ?rbol que revelan la inagotable vitalidad de la savia que lo recorre. Es una cosa bella el contemplar de esta forma a la Iglesia, en un modo ascensional hacia la plenitud del Vir perfectus; en continua, fatigosa, progresiva maduraci?n; din?micamente impulsada hacia su pleno cumplimiento en Cristo.

Queridos sacerdotes y seminaristas del Colegio Pontificio Et?ope, vivid con alegr?a y dedicaci?n este importante periodo de vuestra formaci?n, a la sombra de la c?pula de San Pedro: caminad con decisi?n por el camino de la santidad. Sois un signo de esperanza, especialmente para la Iglesia de vuestros pa?ses de origen. Estoy seguro de que la experiencia de comuni?n vivida aqu? en Roma, os ayudar? tambi?n contribuir al crecimiento y a la convivencia pac?fica en vuestras amadas naciones. Acompa?o vuestro camino con mi oraci?n y, con la intercesi?n de san Justino De Jacobis y de la Virgen Mar?a, os imparto con cari?o, la Bendici?n Apost?lica, que extiendo a las Hermanas de Mar?a Ni?a, al personal de la Casa y a vuestras personas queridas.

[Traducci?n del original italiano por Carmen ?lvarez
?Copyright 2011 Libreria Editrice Vaticana]


Publicado por verdenaranja @ 21:39  | Habla el Papa
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