Desde la oficina de prensa del obispado de Tenerife se nos remite Carta de la Congregaci?n para el Clero para nuestro estudio y reflexi?n. (N?mero 3)
Carta de la Congregaci?n para el Clero
La identidad misionera del presb?tero en la Iglesia?
3. UNA RENOVADA PRAXIS MISIONERA DE LOS PRESB?TEROS
La urgencia misionera actual requiere una renovada praxis pastoral. Las nuevas condiciones culturales y religiosas del mundo, con toda su diversidad, seg?n las distintas regiones geogr?ficas y los diversos ambientes socio-culturales, indican la necesidad de abrir nuevos caminos a la praxis misionera. Benedicto XVI, en el ya citado discurso a los obispos alemanes, afirm?: ?Todos juntos debemos tratar de encontrar modos nuevos para llevar el Evangelio al mundo actual?. [21]
Por lo que se refiere a la participaci?n de los presb?teros en esta misi?n, recordemos la esencia misionera de la misma identidad presbiteral, de todos y cada uno de los presb?teros, y la historia de la Iglesia, que muestra el papel insustituible de los presb?teros en la actividad misionera. Cuando se trata de la evangelizaci?n misionera dentro de la Iglesia ya establecida, que se dirige a los bautizados ?que se han alejado? y a todos aquellos que, en las parroquias y en las di?cesis, poco o nada conocen de Jesucristo, este papel insustituible de los presb?teros se muestra de manera todav?a m?s evidente.
En las comunidades particulares, en las parroquias, el ministerio de los presb?teros manifiesta la Iglesia como acontecimiento transformador y redentor, que se hace presente en la cotidianidad de la sociedad. All?, ellos predican la Palabra de Dios, evangelizan, catequizan, exponiendo ?ntegra y fielmente la sagrada doctrina; ayudan a los fieles a leer y a comprender la Biblia; re?nen al Pueblo de Dios para celebrar la Eucarist?a y los dem?s sacramentos; promueven otras formas de oraci?n comunitaria y devocional; reciben a quien busca apoyo, consuelo, luz, fe, reconciliaci?n y acercamiento a Dios; convocan y presiden encuentros de la comunidad para estudiar, elaborar y poner en pr?ctica los planes pastorales; orientan y estimulan a la comunidad en el ejercicio de la caridad hacia los pobres en el esp?ritu y en las condiciones econ?micas; promueven la justicia social, los derechos humanos, la igual dignidad de todos los hombres, la aut?ntica libertad, la colaboraci?n fraterna y la paz, seg?n los principios de la doctrina social de la Iglesia. Son ellos quienes, como colaboradores de los Obispos, tienen la responsabilidad pastoral inmediata.?
3.1. EL MISIONERO DEBE SER DISC?PULO
El Evangelio mismo muestra que el ser misionero requiere ser disc?pulo. El texto de Marcos afirma que ?[Jes?s] subi? al monte y llam? a los que ?l quiso y vinieron junto a ?l. Instituy? Doce [...] para que estuvieran con ?l y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios? (Mc 3,13-15). ?Llam? a los que ?l quiso? y ?para que estuvieran con ?l?: ?He aqu? el discipulado! Estos disc?pulos ser?n enviados a predicar y a expulsar los demonios: !He aqu? los misioneros!
En el Evangelio de Juan encontramos la llamada (?Venid y lo ver?is?: Jn 1,39) de los primeros disc?pulos, su encuentro con Jes?s y su primer ?mpetu misionero, cuando van y llaman a otros, les anuncian el Mes?as encontrado y reconocido, y los conducen a Jes?s, que sigue llamando a?n a ser sus disc?pulos (cf. Jn 1,35-51).
En el itinerario del discipulado, todo inicia con la llamada del Se?or. La iniciativa es siempre suya. Esto indica que la llamada es una gracia, que debe ser libre y humildemente acogida y custodiada, con la ayuda del Esp?ritu Santo. Dios nos ha amado el primero. Es el primado de la gracia. A la llamada sigue el encuentro con Jes?s para escuchar su palabra y realizar la experiencia de su amor por cada uno y por toda la humanidad. ?l nos llama y nos revela al verdadero Dios, Uno y Trino, que es amor. En el Evangelio se muestra c?mo en este encuentro el Esp?ritu de Jes?s transforma a quien tiene el coraz?n abierto.
En efecto, quien encuentra a Jes?s experimenta un profundo compromiso con su persona y con su misi?n en el mundo, cree en ?l, siente su amor, se adhiere a ?l, decide seguirlo incondicionalmente dondequiera que lo lleve, le entrega toda su vida y, si es necesario, acepta morir por ?l. Sale de este encuentro con el coraz?n alegre y entusiasta, fascinado por el misterio de Jes?s, y se lanza a anunciarlo a todos. As?, el disc?pulo se hace semejante al Maestro, enviado por ?l y sostenido por el Esp?ritu Santo.
La petici?n de hoy es la misma que hicieron algunos griegos que estaban en Jerusal?n cuando Jes?s hizo su ingreso mesi?nico en la ciudad. Ellos dec?an: ?Queremos ver a Jes?s? (Jn 12,21). Tambi?n nosotros hacemos hoy esta pregunta. ?D?nde y c?mo podemos encontrar a Jes?s, despu?s de su regreso al Padre, hoy, en el tiempo de la Iglesia?
El Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, ha insistido mucho en la necesidad del encuentro con Jes?s para todos los cristianos, con el fin de que puedan reemprender el camino desde ?l, para anunciarlo a la humanidad actual. Al mismo tiempo, ha indicado algunos lugares privilegiados en los que es posible encontrar a Jes?s, hoy. El primer lugar, dec?a el Papa, es ?la Sagrada Escritura le?da a la luz de la Tradici?n, de los Padres y del Magisterio, profundizada a trav?s de la meditaci?n y la oraci?n? o sea, la as? llamada lectio divina, lectura orante de la Biblia. Un segundo lugar, dec?a el Papa, es la Liturgia, son los Sacramentos, de forma muy especial la Eucarist?a. En la narraci?n de la aparici?n del Resucitado a los disc?pulos de Ema?s, encontramos ?ntimamente unidas la Sagrada Escritura y la Eucarist?a, como lugares de encuentro con Cristo. Un tercer lugar nos lo indica el texto evang?lico de Mateo sobre el juicio final, en el que Jes?s se identifica con los pobres (cf. Mt 25,31-46). [22]
Otro modo fundamental e inestimable para encontrar a Jesucristo es la oraci?n, tanto personal como comunitaria, la oraci?n ante al Sant?simo Sacramento y el rezo fiel de la Liturgia de las Horas. Tambi?n la misma contemplaci?n de la creaci?n puede ser un lugar de encuentro con Dios.
Cada cristiano ha de ser llevado ante Jesucristo para tener, renovar y profundizar constantemente un encuentro intenso, personal y comunitario, con el Se?or. De este encuentro nace y renace el disc?pulo. Del disc?pulo nace el misionero. Y si esto vale para todo cristiano, mucho m?s a?n para el presb?tero. [23]
Por otra parte, el disc?pulo y misionero es siempre miembro de una comunidad de disc?pulos y misioneros, que es la Iglesia. Jes?s ha venido al mundo y ha entregado su vida en la cruz ?para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos? (Jn 11,52). El Concilio Vaticano II ense?a que ?fue voluntad de Dios santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexi?n alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente?. [24] Jes?s con su grupo de disc?pulos, de forma especial con los Doce, da inicio a esta comunidad nueva, que re?ne a los hijos de Dios dispersos, es decir, la Iglesia. Despu?s de su regreso al Padre, los primeros cristianos viven en comunidad, bajo la gu?a de los Ap?stoles, y cada disc?pulo participa en la vida comunitaria y en el encuentro de los hermanos, sobre todo en el partir el pan eucar?stico. Es en la Iglesia, y partiendo de la efectiva comuni?n con la Iglesia misma, donde se vive y nos realizamos como disc?pulos y misioneros.?
3.2. LA MISI?N AD GENTES
Toda la Iglesia es misionera por su naturaleza. Esta ense?anza del Concilio Vaticano II se refleja tambi?n en la identidad y en la vida de los presb?teros: ?El don espiritual que los presb?teros han recibido en la ordenaci?n no los prepara a una misi?n limitada y restringida, sino a la misi?n universal y ampl?sima de salvaci?n 'hasta los confines de la tierra' (Hch 1,8) [...]. Recuerden, pues, los presb?teros que deben llevar atravesada en su coraz?n la solicitud por todas las Iglesias?. [25]
Los presb?teros pueden participar en la misi?n ad gentes de muchas y variadas formas, incluso sin ir a tierras de misi?n. Tambi?n a ellos, sin embargo, Cristo puede conceder la gracia especial de ser llamados por ?l, y enviados por los respectivos obispos o superiores mayores a ir en misi?n a las regiones del mundo donde ?l todav?a no ha sido anunciado y la Iglesia todav?a no se ha establecido, es decir, ad gentes, como tambi?n all? donde hay escasez de clero. En el ?mbito del clero diocesano pensamos, por ejemplo, en los sacerdotes Fidei donum.
Los horizontes de la misi?n ad gentes se ampl?an y requieren un renovado fervor en la actividad misionera. Se invita a los presb?teros a escuchar el soplo del Esp?ritu, verdadero protagonista de la misi?n, y a compartir esta preocupaci?n por la Iglesia universal. [26]?
3.3. LA EVANGELIZACI?N MISIONERA
En la primera parte de este texto se ha se?alado la necesidad y la urgencia de una nueva evangelizaci?n misionera en la grey misma de la Iglesia, es decir, entre quienes han sido bautizados.
En efecto, una buena parte de nuestros cat?licos bautizados no participa ordinariamente, o a veces en absoluto, en la vida de nuestras comunidades eclesiales. Y esto, no s?lo porque otros modelos les parecen m?s atractivos o porque deciden conscientemente rechazar la fe, sino, cada vez con m?s frecuencia, porque no han sido suficientemente evangelizados o porque no han encontrado a nadie que les haya dado testimonio de la belleza de la vida cristiana aut?ntica. Nadie los ha guiado hacia un encuentro vivo y personal, y tambi?n comunitario, con el Se?or. Un encuentro que marque su vida y la transforme, un encuentro por el que se comienza a ser verdaderos disc?pulos de Cristo.
Esto muestra la necesidad de la misi?n: debemos ir a buscar a nuestros bautizados y tambi?n a los no bautizados, para anunciarles, de nuevo o por vez primera, el kerigma, es decir, el primer anuncio de la persona de Jesucristo, muerto en la cruz y resucitado para nuestra salvaci?n, y su Reino, y as? conducirlos a un encuentro personal con ?l.
Tal vez alguno se pregunte si acaso el hombre y la mujer de la cultura post-moderna, de las sociedades m?s avanzadas, sabr?n todav?a abrirse al kerigma cristiano. La respuesta debe ser positiva. El kerigma puede ser comprendido y acogido por cualquier ser humano, en cualquier tiempo o cultura. Tambi?n los ambientes m?s intelectuales, o los m?s sencillos, pueden ser evangelizados. Debemos, pues, creer que tambi?n los llamados post-cristianos pueden ser atra?dos de nuevo por la persona de Cristo.
El futuro de la Iglesia depende tambi?n de nuestra docilidad a ser concretamente misioneros entre nuestros mismos bautizados. [27] En realidad, del acontecimiento salv?fico del Bautismo se deriva el derecho y el deber de los sagrados pastores de evangelizar a los bautizados, como acto debido en justicia. [28]
Ciertamente, cada Iglesia particular de todas las naciones y continentes debe encontrar el camino para llegar, en un decidido y eficaz compromiso de misi?n evangelizadora, a los propios cat?licos que, por motivos diversos, no viven su pertenencia a la comunidad eclesial. En esta obra de evangelizaci?n misionera, los presb?teros tienen un papel insustituible e inestimable, sobre todo para la misi?n en la grey de la parroquia que les ha sido confiada. En la parroquia, los presb?teros tendr?n necesidad de convocar a los miembros de la comunidad, consagrados y laicos, para prepararlos adecuadamente y enviarlos en misi?n evangelizadora a las personas, a las familias, incluso mediante visitas a domicilio, y a todos los ambientes sociales, que se encuentren en el territorio. El p?rroco, en primera persona, debe participar en la misi?n parroquial.
En sinton?a con la ense?anza conciliar, y conscientes de la advertencia del Se?or ? ?que todos sean uno [...] para que el mundo crea que T? me has enviado? (Jn 17,21) , es de primaria importancia para una renovada praxis misionera que los presb?teros reaviven su conciencia de ser colaboradores de los Obispos. En realidad, son enviados por sus Obispos a servir la comunidad cristiana. Por eso, la unidad con el Obispo, que estar? efectiva y afectivamente unido al Sumo Pont?fice, constituye la primera garant?a de toda acci?n misionera.
Podemos se?alar algunas indicaciones concretas, para una renovada praxis misionera, en el ?mbito de los tria munera:?
En el ?mbito del munus docendi
1. En primer lugar, para ser un verdadero misionero en el interior de la grey misma de la Iglesia, dadas las exigencias actuales, es esencial e indispensable que el presb?tero se decida, muy conscientemente y con determinaci?n, no s?lo a acoger y evangelizar a quienes lo buscan, sea en la parroquia u otras partes, sino tambi?n a ?levantarse e ir? en busca sobre todo de los bautizados que, por motivos diversos, no viven su pertenencia a la comunidad eclesial, paro tambi?n de quienes poco o nada conocen a Jesucristo.
Los presb?teros que ejercen el ministerio en las parroquias han de sentirse llamados, en primer lugar, a ir a la gente que vive en el territorio parroquial, valorando sabiamente tambi?n las formas tradicionales de encuentro, como la bendici?n de las familias, que tantos frutos ha producido. Aquellos que, entre los presb?teros, est?n llamados a la misi?n ad gentes, vean en esto una gracia muy especial del Se?or y vayan alegres y sin temor. El Se?or los acompa?ar? siempre.
2. Para una evangelizaci?n misionera dentro de la grey cat?lica, en primer lugar en las parroquias, es necesario invitar, formar y enviar tambi?n a fieles laicos y religiosos. Naturalmente, los presb?teros en la parroquia son los primeros misioneros yendo en busca de las personas en las casas, en cualquier lugar y ambiente social; sin embargo, tambi?n los laicos y los religiosos est?n llamados por el Se?or, por su Bautismo y su Confirmaci?n, a participar en la misi?n, bajo la gu?a del pastor local.
Culturalmente hablando, es necesario tomar conciencia del hecho de que el ejercicio de la ?caridad pastoral? [29] respecto a los fieles impone no dejarlos indefensos (es decir, privados de capacidad cr?tica) ante el adoctrinamiento que con frecuencia proviene de las escuelas, la televisi?n, la prensa, los sitios inform?ticos y, a veces, tambi?n de las c?tedras universitarias y del mundo del espect?culo.
Los sacerdotes, a su vez, han de ser alentados y sostenidos por sus Obispos en esta delicada obra pastoral, sin delegar nunca totalmente a otros la catequesis directa, de tal forma que todo el pueblo cristiano sea orientado, en el actual momento multicultural, por criterios aut?nticamente cristianos. Es preciso distinguir entre doctrina aut?ntica e interpretaciones teol?gicas y, despu?s, entre esas, aquellas que corresponden al Magisterio perenne de la Iglesia.
3. El anuncio espec?ficamente misionero del Evangelio requiere que se d? un relieve central al kerigma. Este primer o renovado anuncio kerigm?tico de Jesucristo, muerto y resucitado, y de su Reino, tiene, sin duda, un vigor y una unci?n especial del Esp?ritu Santo, que no se puede minimizar o descuidar en el compromiso misionero. [30]
Por tanto, es necesario retomar, opportune et importune, con mucha constancia, convicci?n y alegr?a evangelizadora, este primer anuncio, tanto en las homil?as, durante las Santas Misas u otras actividades evangelizadoras, como en las catequesis, en las visitas domiciliares, en las plazas, en los medios de comunicaci?n social, en los encuentros personales con nuestros bautizados que no participan en la vida de las comunidades eclesiales y, en fin, en cualquier parte donde el Esp?ritu nos impulse y ofrezca una oportunidad que no se debe desperdiciar. El kerigma alegre y valiente identifica una predicaci?n misionera, que quiere llevar al oyente a un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, inicio del camino de un verdadero disc?pulo.
4. Es necesario ilustrar el hecho de que la Iglesia vive de la Eucarist?a, que es el centro de Ella. En la celebraci?n eucar?stica se manifiesta plenamente en su identidad. En la vida y en la actuaci?n de la Iglesia, todo lleva a la Eucarist?a y todo parte de la Ella. Por tanto, tambi?n la evangelizaci?n misionera, la predicaci?n del kerigma, todo el ejercicio del munus docendi, debe tender a la Eucarist?a y llevar finalmente al oyente a la mesa eucar?stica. La misi?n misma debe partir siempre de la Eucarist?a e ir hacia el mundo. ?La Eucarist?a no es s?lo centro y culminaci?n de la vida de la Iglesia: lo es tambi?n de su misi?n: una Iglesia aut?nticamente eucar?stica es una Iglesia misionera?. [31]
5. La evangelizaci?n de los pobres, en todas sus formas, es prioritaria, como dijo Jes?s mismo: ?El Esp?ritu del Se?or est? sobre m? [...] para anunciar a los pobres la Buena Nueva? (Lc 4,18). En el texto evang?lico de Mateo sobre el juicio final se comprueba que Jes?s quiere ser identificado de manera especial con el pobre (cf. Mt 25,31-46). La Iglesia se ha inspirado siempre en estos textos. [32]
6. La Iglesia nunca impone su fe, pero siempre la propone con amor, con unci?n y con valent?a, en el respeto de la aut?ntica libertad religiosa, que pide tambi?n para s? misma, y de la libertad de conciencia del oyente. Adem?s, el m?todo del verdadero di?logo es cada vez m?s indispensable: un di?logo que no excluya el anuncio, sino que m?s bien lo suponga y que, en definitiva, sea un camino para evangelizar. [33]
7. Es necesaria la preparaci?n del misionero a trav?s de la formaci?n de una s?lida espiritualidad y una aut?ntica vida de oraci?n, adem?s de una escucha constante de la Palabra de Dios, especialmente mediante la lectura de los Evangelios. El m?todo de la lectio divina, es decir, de la lectura orante de la Biblia, puede resultar de gran ayuda. De todas formas, el predicador debe estar inflamado de un fuego nuevo, que se enciende y se mantiene encendido en contacto personal con el Se?or, y viviendo en gracia, como podemos ver en los Evangelios. A esta escucha de la Palabra debe a?adirse un estudio constante y profundo de la doctrina cat?lica aut?ntica, como se encuentra, sobre todo, en el catecismo de la Iglesia cat?lica y en la sana teolog?a. La fraternidad sacerdotal es parte integrante de la espiritualidad misionera, y la sostiene.?
En el ?mbito del munus sanctificandi
1. El ejercicio del munus sanctificandi est? vinculado tambi?n a la capacidad de transmitir un sentido vivo de lo sobrenatural y de lo sagrado, que fascine y que lleve a una experiencia real de Dios, existencialmente significativa.
La Palabra de Dios forma parte de toda celebraci?n sacramental, pues el sacramento requiere la fe de quien lo recibe. Este hecho es ya una primera indicaci?n de que el ministerio presbiteral en la administraci?n de los sacramentos, y de forma especial en la celebraci?n de la Eucarist?a, tiene una intr?nseca dimensi?n misionera, que se puede desarrollar como anuncio del Se?or Jes?s y de su Reino, a quienes poco o hasta ahora nada han sido evangelizados.
2. Se ha de subrayar, adem?s, que la Eucarist?a es el punto de llegada de la misi?n. El misionero va en busca de las personas y de los pueblos para conducirlos a la mesa del Se?or, preanuncio escatol?gico del banquete de vida eterna, en Dios, en el cielo, que ser? la realizaci?n plena de la salvaci?n, seg?n el designio redentor de Dios. Por tanto, ser? necesario dispensar una gran acogida, c?lida y fraterna, a quienes acuden por primera vez a la Eucarist?a, o vuelven a ella tras haber encontrado a los misioneros.
La Eucarist?a tiene, adem?s, una dimensi?n de env?o misionero. Cada Santa Misa, al final, env?a a todos los participantes a actuar misioneramente en la sociedad. La Eucarist?a, como memorial de la Pascua del Se?or, hace presente una y otra vez la muerte y resurrecci?n de Jesucristo, que, por amor del Padre y de nosotros, ha dado la vida para nuestra redenci?n, am?ndonos hasta el final. Este sacrificio de Cristo es el acto supremo de amor de Dios por los hombres.
Cuando celebra la Eucarist?a y recibe dignamente el Cuerpo y la Sangre de Jes?s, la comunidad cristiana est? profundamente unida al Se?or y colmada de su amor sin medida. Al mismo tiempo, recibe cada vez, de nuevo, el mandamiento de Jes?s: ?Amaos unos a otros como yo os he amado ?, y se siente impulsada por el Esp?ritu de Cristo a ir y anunciar a todas las criaturas la Buena Nueva del amor de Dios y de la esperanza, segura de su misericordia salvadora. En el decreto Presbyterorum Ordinis, el Concilio Vaticano II dice: ?La Eucarist?a constituye, en realidad, la fuente y culminaci?n de toda la predicaci?n evang?lica? (n. 5). Por tanto, es fundamental la preocupaci?n de la celebraci?n cotidiana por parte de los Sacerdotes, incluso en ausencia de pueblo.
3. Tambi?n los dem?s sacramentos reciben la propia fuerza santificante de la muerte y resurrecci?n de Cristo, y as? proclaman la misericordia indefectible de Dios. La misma celebraci?n bella, digna y devota de los sacramentos, seg?n todas las normas lit?rgicas, se convierte en una evangelizaci?n muy especial para los fieles presentes. Dios es Belleza, y la belleza de la celebraci?n lit?rgica es uno de los caminos que nos conducen a su misterio.
4. Es necesario rezar para que el Se?or despierte la vocaci?n misionera de la comunidad eclesial, de sus pastores y de cada uno de sus miembros. Jes?s dijo: ?La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al due?o de la mies que env?e obreros a su mies? (Mt 9,37-38). La oraci?n tiene una gran fuerza ante Dios. De esta fuerza, Jes?s nos asegura: ?Pedid y se os dar? (Mt 7,7); ?Todo cuanto pid?is con fe en la oraci?n, lo recibir?is? (Mt 21,22); ?Todo lo que pid?is en mi nombre, yo lo har?, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me ped?s algo en mi nombre, yo lo har? (Jn 14,13-14).
5. Conviene recordar que el sacramento de la Reconciliaci?n, en la forma de confesi?n individual, posee una profunda, intr?nseca misionaridad. El sacerdote est? llamado, para la fecundidad de la misi?n que se le ha confiado y para la propia santificaci?n, a ser sol?cito, en primer lugar consigo mismo, en la celebraci?n regular y frecuente de este sacramento y, al mismo tiempo, a ser su fiel y generoso ministro.
6. El ministerio pastoral del presb?tero est? al servicio de la unidad de la comunidad cristiana. Por eso, la regeneraci?n del pueblo cristiano y el cuidado de la dimensi?n comunitaria de la experiencia cristiana son la primera tarea misionera del presb?tero.
7. En conclusi?n, el presb?tero deber? comprender mejor la naturaleza de la sed que atormenta a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, aunque a veces de modo inconsciente: sed de Dios, de experiencia y de doctrina de verdadera salvaci?n, de anuncio de la verdad sobre el destino ?ltimo personal y comunitario, de una religi?n cristiana que sea capaz de impregnar toda la organizaci?n de la vida y de transformarla cada d?a m?s. [34] Una sed que s?lo el Se?or Jes?s podr? saciar definitivamente, teniendo siempre presente que ?la caridad pastoral es el principio interior y din?mico capaz de unificar las m?ltiples y diversas actividades del presb?tero?. [35]
En el ?mbito del munus regendi
1. Es indispensable preparar y organizar la misi?n en las comunidades eclesiales, en las parroquias. Una buena preparaci?n y una organizaci?n clara de la misi?n ser?n ya se?al de ?xito fruct?fero. Obviamente, no se puede olvidar el primado de la gracia, sino que debe ser evidenciado. El Esp?ritu Santo es el primer agente misionero. Por eso, es necesario invocarlo con insistencia y con mucha confianza. ?l ser? quien encienda ese fuego nuevo, esa necesaria pasi?n misionera en los corazones de los miembros de la comunidad. Pero se requiere el concurso de la libertad humana. Los pastores de la comunidad han de pensar, tambi?n desde el punto de vista organizativo, en los modos m?s incisivos y oportunos de la misi?n.
2. Es preciso buscar la ejecuci?n de una buena metodolog?a misionera. La Iglesia tiene una experiencia bimilenaria en este campo. Sin embargo, cada ?poca hist?rica lleva consigo nuevas circunstancias, que se han de tener en cuenta en el modo de llevar a cabo la misi?n. Hay muchas metodolog?as ya elaboradas y probadas en la praxis de las Iglesias particulares. Las Conferencias Episcopales y las di?cesis podr?an impartir oportunas indicaciones sobre este punto.
3. Se ha de ir en primer lugar a los pobres de las periferias urbanas y del campo. Son ellos los destinatarios predilectos del Evangelio. Esto quiere decir que el anuncio debe ir acompa?ado de una acci?n, eficaz y amorosa, de promoci?n humana integral. Jesucristo debe ser proclamado como una buena noticia para los pobres. ?stos deben poder sentirse alegres y rebosantes de esperanza firme por este anuncio. [36]
4. Ser?a oportuno que la misi?n en la parroquia y en la di?cesis no se redujera a un per?odo determinado. La Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera. As?, la misi?n debe formar parte de las dimensiones permanentes del ser y del quehacer de la Iglesia. Por tanto, la misi?n ha de ser permanente. Obviamente, puede haber per?odos m?s intensos, pero la misi?n nunca se deber?a concluir o detener. M?s a?n, la misionaridad debe estar s?lida y hondamente arraigada en la estructura misma de la actividad pastoral y de la vida de la Iglesia particular y de sus comunidades.
Esto podr?a conducir a una aut?ntica renovaci?n, y constituir?a un elemento muy valioso para fortalecer y rejuvenecer la Iglesia hoy. Tambi?n es permanente la misionaridad de los propios presb?teros, los cuales, independientemente del oficio que desempe?an y de su edad, est?n siempre llamados a la misi?n hasta el ?ltimo d?a de su existencia terrena, pues la misi?n est? indisolublemente vinculada a la misma ordenaci?n que han recibido.?
3.4. La formaci?n misionera de los presb?teros
Todos los presb?teros deben recibir una espec?fica y esmerada formaci?n misionera, dado que la Iglesia quiere comprometerse, con renovado ardor y con urgencia, en la misi?n ad gentes y en una evangelizaci?n misionera, dirigida a sus propios bautizados, de forma particular a quienes se han alejado de la participaci?n en la vida y actividad de la comunidad eclesial. Esta formaci?n deber?a iniciarse ya en el Seminario, sobre todo a trav?s de la direcci?n espiritual y tambi?n mediante un estudio esmerado y profundo del sacramento del Orden, de tal forma que se ponga de relieve que la din?mica misionera es intr?nseca al mismo sacramento.
A los presb?teros ya ordenados servir? mucho, y puede ser hasta necesaria, la formaci?n misionera incluida en el programa de formaci?n permanente. La conciencia de la urgencia misionera, por un lado, y de la quiz?s no suficiente formaci?n y espiritualidad misioneras del presbiterio por otro, deber? indicar a todos los Obispos y Superiores mayores las medidas que se han de emprender para poner en pr?ctica una renovada preparaci?n a la misi?n y una m?s profunda y estimulante espiritualidad misionera en los presb?teros.
Parece que se puede constatar que uno de los principales aspectos de la misi?n es la toma de conciencia de su urgencia, que incluye el aspecto de la formaci?n de los candidatos al ministerio presbiteral para una atenci?n misionera espec?fica.
Si bien las vocaciones est?n en ligero aumento en t?rminos globales, aunque en Occidente haya una cierta inquietud, lo que es sin embargo absolutamente determinante para el futuro de la Iglesia es la formaci?n: un sacerdote con una clara identidad espec?fica, con una s?lida formaci?n humana, intelectual, espiritual y pastoral, suscitar? m?s f?cilmente nuevas vocaciones, porque vivir? la consagraci?n como misi?n y, alegre y seguro del amor del Se?or por la propia existencia sacerdotal, sabr? difundir el ?buen perfume de Cristo? en su entorno y vivir cada instante el propio ministerio como ?una ocasi?n misionera?.
Por tanto, es cada vez m?s urgente crear un ?c?rculo virtuoso? entre el tiempo de la formaci?n del seminario y el del ministerio inicial y de la formaci?n permanente. [37] Dichos momentos se deben unir entre s? s?lidamente y ser absolutamente arm?nicos, para que en esta obra tambi?n el clero pueda ser cada vez m?s plenamente lo que es: una perla preciosa e indispensable, ofrecida por Cristo a la Iglesia y a toda la humanidad.?
CONCLUSI?N
Si la misionaridad es un elemento constitutivo de la identidad eclesial, debemos agradecer al Se?or, que renueva, tambi?n a trav?s del Magisterio pontificio reciente, dicha clara conciencia en toda la Iglesia, y particularmente en los presb?teros.
La urgencia misionera en el mundo, en realidad, es grande y exige una renovaci?n de la pastoral, en el sentido de que la comunidad cristiana deber?a concebirse como en ?misi?n permanente?, tanto ad gentes, como donde la Iglesia ya est? establecida, es decir, yendo en busca de aquellos que nosotros hemos bautizado y que tienen el derecho de ser evangelizados por nosotros.
Las mejores energ?as de la Iglesia y de los presb?teros se han empleado siempre en el anuncio del kerigma, que es la esencia de la misi?n que el Se?or nos ha confiado. Ciertamente, esta permanente ?tensi?n misionera? ayudar? tambi?n a la identidad del presb?tero, el cual, precisamente en el ejercicio misionero de los tria munera, encuentra el principal camino de santificaci?n personal y, por tanto, tambi?n de su plena realizaci?n humana.
As?, pues, el compromiso real y efectivo de todos los miembros del Cuerpo eclesial (Obispos, Presb?teros, Di?conos, Religiosos, Religiosas y Laicos) en la misi?n favorecer? la experiencia de unidad visible, tan esencial para la eficacia de cualquier testimonio cristiano.
La identidad misionera del presb?tero, para ser genuina, debe mirar incesantemente a la Sant?sima Virgen Mar?a que, llena de gracia, fue a llevar y a presentar al Se?or al mundo, y que contin?a siempre visitando a los hombres de cualquier tiempo, todav?a peregrinos en la tierra, para mostrarles el rostro de Jes?s de Nazaret, Se?or y Cristo, y para introducirlos en la comuni?n eterna con Dios.?
Vaticano, 29 de junio de 2010, Solemnidad de San Pedro y San Pablo?
? Card. Cl?udio Hummes, Prefecto
? Mauro Piacenza, Secretario
NOTAS?
21) Discurso a los obispos alemanes en el Piussaal del Seminario de Colonia (21 de agosto de 2005).
22) Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in America (22 de enero de 1999), 12.
23) En su alocuci?n con motivo de las felicitaciones navide?as a la Curia Romana (21 de diciembre de 2007), Benedicto XVI ha dicho: ?Nunca se puede conocer a Cristo s?lo te?ricamente. Con una gran doctrina se puede saber todo sobre las sagradas Escrituras, sin haberse encontrado jam?s con ?l. Para conocerlo es necesario caminar juntamente con ?l, tener sus mismos sentimientos, como dice la carta a los Filipenses (cf. Fp 2, 5). [...]. El encuentro con Jesucristo requiere escucha, requiere la respuesta en la oraci?n y en la pr?ctica de lo que ?l nos dice. Conocer a Cristo es conocer a Dios; y s?lo a partir de Dios comprendemos al hombre y el mundo, un mundo que de lo contrario queda como un interrogante sin sentido. As? pues, ser disc?pulos de Cristo es un camino de educaci?n hacia nuestro verdadero ser, hacia la forma correcta de ser hombres?.
24) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 9.
25) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 10.
26) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 28; Decr. Ad gentes, 39; Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 68; Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 67.
27) El Papa Benedicto XVI estimulando a los obispos brasile?os ?a emprender la actividad apost?lica como una verdadera misi?n en el ?mbito del reba?o que constituye la Iglesia Cat?lica?, a?adi?: ?En efecto, se trata de no escatimar esfuerzos en la b?squeda de los cat?licos que se han alejado y de los que conocen poco o nada a Jesucristo. [...]. En una palabra, se requiere una misi?n evangelizadora que movilice todas las fuerzas vivas de este inmenso reba?o. Mi pensamiento se dirige, por tanto, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos que se prodigan, muchas veces con inmensas dificultades, en favor de la difusi?n de la verdad evang?lica. [.. ,].En este esfuerzo evangelizador, la comunidad eclesial se distingue por las iniciativas pastorales, al enviar, sobre todo a las casas de las periferias urbanas y del interior, a sus misioneros, laicos o religiosos. [.. ,].La gente pobre de las periferias urbanas o del campo necesita sentir la cercan?a de la Iglesia, tanto en la ayuda para sus necesidades m?s urgentes, como en la defensa de sus derechos y en la promoci?n com?n de una sociedad fundada en la justicia y en la paz. Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y el obispo, formado a imagen del buen Pastor, debe estar particularmente atento a ofrecer el b?lsamo divino de la fe, sin descuidar el 'pan material'. Como puse de relieve en la enc?clica Deus caritas est, 'la Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los sacramentos y la Palabra'? (Discurso a los Obispos de Brasil en la 'Catedral da S?' en Sao Paulo, 11 de mayo de 2007).
28) Cf. C?digo de Derecho Can?nico, c?nones 229 ? 1 y 757.
29) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 14.
30) Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 44.
31) Benedicto XVI, Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 84.
32) Cf. Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de Brasil en la 'Catedral da S?' en Sao Paulo (11 de mayo de 2007), 3.
33) Cf. Congregaci?n para la Doctrina de la Fe, Declaraci?n Dominus Iesus (6 de agosto de 2000), 4.
34) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 35.
35) Congregaci?n para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presb?teros Tota Ecclesia (31 de enero de 1994), 43.
36) Cf. Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est (25 de diciembre de 2005), 22; Id., Discurso a los Obispos de Brasil en la 'Catedral da S?' en Sao Paulo (11 de mayo de 2007), 3.
37) Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 83.
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