Domingo, 27 de marzo de 2011

Carta pastoral de monse?or Marcelo Ra?l Martorell, obispo de Puerto Iguaz? para la Cuaresma 2011 (9 de marzo de 2011). (AICA)

TIEMPO LIT?RGICO DE LA CUARESMA ?????

Queridos hermanos, comenzamos nuestro tiempo lit?rgico de la Cuaresma en un ambiente jubilar y esto nos ayuda a reflexionar y profundizar no s?lo nuestro caminar como personas cristianas hijos del Se?or, sino tambi?n como Iglesia diocesana pr?xima a cumplir 25 a?os de vida eclesial.

La cuaresma es un tiempo especial de penitencia y purificaci?n del coraz?n, pues nosotros sabemos bien que la gracia recibida en el bautismo, robustecida por la confirmaci?n y alimentada por la Eucarist?a no nos hace impecables, por m?s que tenga una eficacia santificadora infalible, no nos fuerza a hacer el bien; y as? el hombre queda siempre libre de corresponder o no al don divino teniendo siempre la triste responsabilidad de resistir a la gracia haciendo el mal. Llamados a ser santos, en realidad, "todos caemos muchas veces" (Sant.3,2) y es por esto que continuamente necesitamos de la "misericordia de Dios" (L.G.40) que viene a nosotros en forma de salvaci?n "no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt.9,13) y para perdonar los pecados instituy? el sacramento de la penitencia. "A quienes perdon?is los pecados le ser?n perdonados; y a quienes se los reteng?is, les ser?n retenidos" (Jn. 20,23).

No obstante el sacramento de la penitencia presupone de parte del penitente, la penitencia interior, es decir la "conversi?n", sin la cual el mismo sacramento no tendr?a eficacia alguna, y por eso Jes?s comenz? su vida p?bica predicando esta penitencia, que el mi?rcoles de cenizas, nos recordaremos cada uno: "convert?os y creed en el evangelio"(Mc. 1,15).

El pecado cualquiera sea su entidad conlleva consigo mismo un rechazo m?s o menos grave del amor de Dios y por lo tanto un alejamiento de El, de su Ley y del Evangelio y si no hay un deseo interior firme de cambiar, no habr? conversi?n y la gracia del Se?or derramar? fuera del coraz?n por m?s que haya confesi?n de los pecados. Pero quien se acerca a la misma con este deseo interior de cambio, recibir? la gracia del perd?n, el perd?n mismo, y un aumento de gracia y en caso que por el pecado la hubiese perdido, se la devuelve intacta como el d?a de su bautismo y con un coraz?n puro emprender? el camino de la salvaci?n, con un coraz?n converso ser? imagen de Cristo y de su infinita misericordia en el mundo.

Para que haya perd?n y conversi?n, tendr? que haber "arrepentimiento" de haber cometido pecado, de haberse apartado del amor de Dios y si el arrepentimiento est? producido por el amor de Dios, nos disponemos mejor a?n a un perd?n amplio y abundante (1Pe. 4,8). Vemos pues que nuestra actitud interior coopera con el sacramento de manera positiva. No somos s?lo sujetos pasivos del mismo, sino que tambi?n cooperamos a su eficacia si nos acercamos con un coraz?n contrito.

Debemos tener en cuenta, queridos hermanos, que el pecado personal es la causa no s?lo de la p?rdida de la gracia individual, sino que tambi?n es causa del "pecado social" y "eclesial". Es causa m?s o menos grave de los males de la Comunidad y de la Iglesia como Comunidad de fe.

En la Iglesia de los primeros siglos hab?a una conciencia clara del aspecto social del pecado, las injusticias sociales, la exclusi?n social, la pobreza extrema, la esclavitud de las drogas, del sexo y del alcohol, son hoy tambi?n causa de la falta de santidad de nosotros como miembros de la Iglesia.

As? en poco el pecado nos aparta de Cristo y de su amor, nos excluye de la Comuni?n Sacramental y nos hace causantes de la opacidad del Cuerpo M?stico de Cristo que es la Iglesia. Por lo tanto es necesario que en este tiempo de cuaresma revisemos nuestras vidas, nuestro interior y miremos nuestro caminar como Iglesia, convirti?ndonos si fuera necesario por medio de la oraci?n, la penitencia y la limosna.

As? penitentes, nos vamos reconciliando con Dios y con la Iglesia y nos vamos convirtiendo en constructores de una sociedad m?s cercana al amor de Dios y por lo tanto m?s justa y solidaria. No digamos esto no es para m?, pues caer?amos en un pecado m?s grande: el de la soberbia. Reconozcamos en nuestro coraz?n e intimidad que necesitamos ser m?s buenos y reconocidos con Dios, que necesitamos de su "divina misericordia", para caminar mejor eclesial y socialmente, "pues siendo muchos, no formamos m?s que un solo cuerpo en Cristo, cada uno por su parte, los unos miembros de los otros" (Rom.2, 5). Por la solidaridad que hace de todos los creyentes en Cristo un solo cuerpo, tanto el bien como el mal de cada uno, es el bien o mal de todos. El pecado hiere a Cristo como cabeza del Cuerpo M?stico, en cuanto que es ofensa a Dios y adem?s hiere a los miembros del Cuerpo M?stico en cuanto que los da?a espiritual o materialmente. Da?a por m?s oculto que sea profundamente a la Iglesia como comunidad porque disminuye en ella el nivel de gracia, de virtud y de santidad y aumenta el lastre de miserias que dificultan el camino hacia Dios. As? como un solo acto de caridad acrecienta el amor en toda la Iglesia, un solo acto de falta de amor o pecaminoso, lo disminuye.

Casi siempre, queridos hermanos, el pecado da?a a nuestro pr?jimo de un modo m?s directo. El sacramento en nombre de Dios nos perdona, pero el sacerdote, nos debe obligar a la reparaci?n del da?o realizado. Por ello la conversi?n conlleva un cambio y la penitencia nos debe llevar a la conversi?n, de otra forma ser?a muy f?cil, bastar?a con confesarnos y todo estar?a bien. El Se?or nos pide reparaci?n en nombre de la conversi?n de nuestros corazones, para que podamos vivir la justicia y la paz. El sacramento nos lleva a vivir construyendo a trav?s de nuestra conversi?n el bien com?n de la sociedad. Nos lleva a vivir de otra forma insertados en la sociedad, reparando y construyendo la misma por medio de la santidad de vida. De otra manera nuestra religiosidad ser?a desencarnada de la vida y de la sociedad que Dios nos pide construir y santificar.

Otras formas de penitencia son la oraci?n, el ayuno y la limosna. En Lc.4,1-3 los cristianos son llamados a vivir intensamente la oraci?n a semejanza de Jes?s que fue llevado por el Esp?ritu al desierto para encontrarse con Dios. As? fue para Israel que vivi? en el desierto durante 40 a?os, para purificar su fe y encontrarse verdaderamente con el Se?or, as? tambi?n para El?as que en ?l transcurri? 40 d?as, para Juan el Bautista. Jes?s consagra esta costumbre y se retira a orar en ?l durante 40 d?as. El desierto es la ausencia de la distracci?n externa, es la percepci?n de uno que busca encontrarse con Dios el Se?or. En esta soledad Jes?s es tentado por el Demonio y asume su misi?n, no la gloria del mundo que le propone Satan?s, sino la humillaci?n de la Cruz como salvaci?n del g?nero humano. Intensificar a oraci?n y el silencio, mirarse el coraz?n, encontrarse en ?l con el Se?or, ser? la tarea del cristiano en el tiempo de la cuaresma, para poder llegar al "domingo de Pascua" con un coraz?n lleno de Dios.

Dar limosna, no lo que nos sobra sino aun lo que necesitamos, ser generosos en este gesto de caridad perdona nuestros pecados ?Sab?as, hermano, que la limosna hecha de coraz?n perdona los pecados? Los cristianos debemos obligarnos a la limosna, llegar a los m?s pobres y necesitados, sostener nuestro Culto a Dios, dando de todo coraz?n. La Iglesia reparte a los m?s necesitados y a los ni?os, en la copa de leche, en los orfanatorios, asilos, leprosarios y tantas obras de caridad que ella sostiene. Ofrecer al Se?or, dando de lo nuestro, nos hace crecer en la santidad y la virtud humana .

Ayunar, es privarnos de alg?n alimento que nos agrada, especialmente los d?as viernes que la Iglesia nos se?ala como penitenciales. Los ni?os y los ancianos no deben hacer ayuno al igual que los enfermos. Los dem?s hagamos el esfuerzo de ofrecer de nuestro paladar, por la santificaci?n de la Iglesia y de todos sus miembros, Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos.

Recordemos que el "mi?rcoles de ceniza y el Viernes Santo, son los d?as que la Iglesia nos manda hacer "ayuno y abstinencia de carne", acrecentar nuestra oraci?n y saber que la Semana Santa es una semana de recogimiento en la oraci?n, de ?ntima uni?n a los "misterios de aquel que dio su vida por nosotros, El Se?or Jes?s". Am?n.

Que Mar?a Sant?sima nos ayude a crear en nosotros la imagen de Jes?s.?

Mons. Marcelo Ra?l Martorell, obispo de Puerto Iguaz??


Publicado por verdenaranja @ 21:24  | Hablan los obispos
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