Carta Pastoral de monse?or Luis T. St?ckler, obispo de Quilmes para la Cuaresma 2011. (AICA)
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:
?Viene Jes?s, viene la vida?, con esta expresi?n hemos empezado el a?o lit?rgico e iniciado el ?A?o de la Vida?, declarado como tal por nuestra Conferencia Episcopal. El tiempo de la Cuaresma es un momento oportuno para profundizar esta propuesta del Papa.
Lo primero que me surge cuando pienso en la vida, es el asombro frente a la variedad incontable de seres vivientes que encontramos en la naturaleza. Sobre todo, me asombra la existencia del ser humano, donde cada persona tiene sus rasgos propios y ?nicos, sin haber hecho nada para venir al mundo, pero con el anhelo incontenible de vivir. ?Para qu? vinimos, y a d?nde vamos?, es la pregunta que se despierta naturalmente ya en el ni?o. La vida debe tener un sentido. Imaginarme que el universo? y el g?nero humano sea el resultado de un largo juego del azar me parece inveros?mil; y que la finalidad de la persona sea solamente prolongar la especie en los hijos y terminar con la muerte, me resulta absurdo. La seguidilla de las generaciones y la evoluci?n del cosmos en miles de millones de a?os ser?a entonces la suma de la absurdidad total. Y esto no lo creo. En cambio, si detr?s de todo hay alguien que ha creado con su sabidur?a este mundo en sus detalles asombrosos y que ha dado al ser humano la inquietud de comprenderlo, entonces el anhelo de eternidad que hay en el hombre, tiene sentido. Esta convicci?n que el mundo es obra de un Creador y que el destino del hombre va m?s all? de la muerte, da a nuestra vida una dimensi?n que ingresa en el misterio de Dios mismo. ?l nos ha llamado a cada uno a la existencia. ?En efecto?, dec?a San Pablo, ?somos de su raza? (Hch 17, 28). En esto radica nuestra dignidad, y en esto se funda el derecho a la vida y el respeto a los dem?s.
Hoy este derecho est? cuestionado; y con ello la vida misma est? amenazada. Como ciudadanos y como cristianos somos responsables de cuidarnos mutuamente, especialmente cuando las v?ctimas no tienen quien los defienda. El derecho a la vida comienza en el mismo instante de la fecundaci?n, cuando como resultado de la relaci?n entre el var?n y la mujer se constituye con su informaci?n gen?tica completa? y definitiva un nuevo ser humano, que se desarrolla desde este momento con una din?mica incontenible. El cuerpo de la mujer es el h?bitat del hijo, pero el hijo no es un ?rgano de la madre; es una persona, y nadie puede arrogarse la autoridad de negarle la vida. Salvo el caso de una enfermedad que pone en riesgo inminente la vida de la madre y que exige una intervenci?n, con el efecto no buscado de que la criatura pierda la vida, no hay justificaci?n moral para la interrupci?n del embarazo. No hace falta ser creyente para comprender este razonamiento. Los legisladores se hacen culpables, si proponen y votan leyes que facilitan el aborto.? Es su obligaci?n garantizar a la madre la ayuda necesaria para poder gestar y dar a luz al hijo que lleva en sus entra?as; m?s todav?a cuando el hijo viene con una discapacidad que requiere una atenci?n especial.
La necesidad de cuidar la vida del hijo sigue durante los primeros tres a?os, en los cuales la falta de nutrici?n y atenci?n m?dica adecuadas deja da?os cerebrales irreparables para toda la vida. No podemos desentendernos de las madres y familias en situaci?n de indigencia que precisan el acompa?amiento en esta etapa de los ni?os. Otra amenaza cada vez m?s feroz a la vida es el avance de las adicciones que destruyen a la persona f?sica y moralmente y que reclama de nuestra parte? cercan?a y apoyo, para que estos hermanos nuestros puedan descubrir nuevamente el sentido de su vida. Finalmente, para honrar la vida, no podemos olvidarnos de nuestros mayores. Asistirlos con amor nos prepara a nosotros mismos, ya ahora,? para cuando entremos en esta etapa culminante de nuestra existencia y demos el paso final a la presencia de nuestro Creador.
?Este es el ayuno que yo amo ?or?culo del Se?or?: no despreocuparte de tu propia carne. Entonces llamar?s, y el Se?or dir?: Aqu? estoy? (Cf. Is 58, 6-9). Es en la caridad, donde durante la Cuaresma se verifica la autenticidad de nuestro ayuno y de nuestra oraci?n. Que el cuidado de la vida en sus diversas etapas sea la prueba.?
Mons. Luis T. St?ckler, obispo de Quilmes?
Nota: Esta Carta se leer? en todas las Misas y Celebraciones del Domingo 1? de Cuaresma?