Desde la oficina de Prensa del Obispado de Tenerife nos remiten el art?culo de Olegario Gonz?lez de Cardedal titulado? "PASI?N DE CRISTO-PASI?N DE UN PAPA".
?El cristianismo pasa hoy al mundo primero por la inteligencia, luego por la acci?n y el testimonio. Su aportaci?n primera es pensar bien y hablar bien de Dios, de Cristo y del hombre?
D?a; ABC 20/04/2011
LA primavera trae siempre el gozo de la vida renovada, el amor florecido, los ?rboles y los hombres levantando sus cabezas hacia el azul del cielo. En Castilla nos ha tra?do en los ?ltimos a?os el gozo de esas admirables exposiciones propiciadas por las Edades del hombre. Ellas sacaron a la luz los tesoros de belleza y esperanza que la fe ha ido gestando a lo largo de siglos. La de este a?o, con doble sede en Medina del Campo y Medina de Rioseco, est? centrada en la pasi?n de Cristo, acontecimiento que los cristianos han celebrado, siglo tras siglo, con pasos y procesiones. Algo evidente en un sentido, sorprendente y casi incomprensible en otro.
Partiendo del sentido de la justicia, que es una de las grandes conquistas de la modernidad, ?qu? significa celebrar una muerte violenta, y menos la de Jes?s, resultante de una crucifixi?n? Esta, junto con la cremaci?n y la condena a ser entregados a las bestias, era el castigo m?s horrible que preve?a el derecho romano para traidores al Estado, sediciosos, grandes criminales y esclavos. Esa es la muerte que muri? Jes?s. ?Deberemos hacer memoria eterna de ella celebr?ndola o m?s bien olvidarla para siempre como olvidamos los grandes errores y horrores?
La muerte de Jes?s es un hecho, que hay que fijar con todo rigor hist?rico en su contexto y causas; un esc?ndalo, ya que se trata de la muerte de alguien que pas? haciendo el bien; un signo, porque ese sujeto consum? su vida en el servicio, amor y perd?n para quienes le entregaban; un misterio, porque en Jes?s nos ha trasparecido la presencia de Dios en el mundo, asumiendo nuestra historia, comparti?ndola y redimi?ndola desde dentro de ella. Un Dios que decidi? ser compa?ero de alianza del hombre, compartiendo su destino, san?ndolo y abri?ndolo a una vida indestructible. Dios se ha hecho vulnerable como nosotros. La filosof?a y otras religiones consideran a Dios inmutable, impasible y lejos del hombre. El Dios cristiano es el Dios humilde y vulnerable que acompa?a al hombre su amigo hasta el final para compartir su historia e intercambiarla: yendo de su vida a nuestra muerte y llev?ndonos de nuestra muerte a su vida. ?Dios vulnerable vulnerado por el hombre pero no anulable!
Esto es lo que los cristianos han venerado en la muerte de Cristo: que la justicia suprema no es justiciera, sino que se ha revelado como misericordia; que a nuestras culpas Dios no ha reaccionado con la venganza, sino con el perd?n. ?Qu? ser?a de nosotros sin la misericordia de Cristo? Desde ella hemos descubierto el poder mort?fero de la mentira, el egocentrismo, el odio, la venganza. Con su perd?n Cristo ha desenmascarado nuestras culpas. Por eso la celebraci?n de la pasi?n ha fascinado a los hombres y han querido ser cofrades, costaleros, hermanos, caminando bajo el peso de los pasos. Sin quiz? saber explicarlo muy bien, eran conscientes del propio pecado, lo iban confesando sin palabras y acogiendo el perd?n del Santo que no nos condena pero que tampoco trivializa el mal y la culpa. Esa presencia p?blica en silencio o en tambores y saetas, en espectadores o en actores, es una s?plica de perd?n y un gesto de acci?n de gracias. Al mirar a Cristo en la cruz con los brazos abiertos vemos al que ha participado en nuestro dolor y nos asume a su resurrecci?n. Por eso renunciar a la celebraci?n de la pasi?n ser?a renunciar al signo supremo del amor de Dios, negar nuestras culpas, renunciar a la confesi?n y al perd?n, que son dos necesidades supremas del hombre. Reprimirlas es condenar al ser humano, pecador e indigente, a perdurar en soledad y desesperanza.
Pero lo m?s sagrado puede ser mal comprendido, desfigurado y pervertido. La muerte de Jes?s no fue necesaria ni f?sica, ni jur?dica ni socialmente. Dios no quiere la muerte de nadie ni necesita sangre. Dios no es d?spota, s?dico o vengativo. Todas esas im?genes proyectadas sobre ?l son su degradaci?n y profanaci?n m?ximas. Jes?s tampoco es el chivo expiatorio, como quiere el soci?logo R. Girard, mediante cuya expulsi?n de la ciudad esta descargar?a sus tensiones y recobrar?a la paz. La muerte de Jes?s fue resultado de tres libertades en juego. Una, la libertad de quienes le entregaron: la traici?n directa de Judas, el plegamiento cobarde del pueblo y la culpabilidad final de Pilato. Otra, la propia libertad de Jes?s, que fue a la muerte no como un ingenuo, un fan?tico o un suicida, sino en la clara conciencia de quien cumple una misi?n: la de hacer presente a Dios en el mundo y mostrar que su palabra es m?s fuerte que la muerte. ?Nadie me quita la vida; soy yo quien la pongo, por los muchos, para rescatarlos de sus pecados?. Y fue fruto de la libertad del Padre: ?Tanto am? Dios al mundo que le dio a su Hijo, para que el mundo no perezca, sino que tenga vida eterna?.
Al celebrar esa muerte quedamos identificados siendo interrogados : ?de qu? lado estamos, si de los traidores, de los que huyen por miedo o de los que van fieles hasta el final? Por eso la historia de la Pasi?n es un relato tan incisivo, tan tajante en su insuperable sobriedad, tan identificador de las personas. (M. Yourcenar ha escrito que es la m?s bella historia de amor del mundo). Lo que hemos hecho en nuestra vida con otros hombres es lo que habr?amos hecho con Jes?s si hubi?ramos estado all?. Por eso al contemplar su muerte se nos convierte en el espejo de nuestra vida y nos lleva a reconocernos tambi?n culpables. ?Ay de los que se quieren inocentes y con manos limpias! Dostoyevski y Levinas nos han hecho confesar ante tales hechos de inhumanidad: ?Yo tambi?n soy responsable, y m?s que nadie?.
A pensar este acontecimiento ha dedicado Ratzinger-Benedicto XVI su libro reciente: ?Jes?s de Nazaret II: de la entrada en Jerusalem a la resurrecci?n?. Partiendo de los m?todos hist?rico-cr?ticos, ofrece una reflexi?n teol?gica que concluye en una mirada amorosa a la conciencia contempor?nea. Analiza los misterios finales de la vida de Cristo, especialmente reveladores de Dios y desveladores del hombre. Ellos nos enfrentan con los problemas fundamentales de la vida humana: la conciencia y angustia ante la misi?n por cumplir (Getseman?), el enfrentamiento con la violencia social (proceso), el choque con el poder pol?tico (Pilato), el sentido de la muerte (crucifixi?n). Jes?s nos ha desvelado la capacidad sobrecogedora de la libertad humana: que nos pueden matar, pero no nos pueden infligir el sentido que demos a nuestra muerte. Cristo muri? ?por? nuestros pecados, es decir como resultado de ellos; pero ?l muri? ?por? ellos: para anularlos y perdonarlos.
En este libro el Papa ejerce como te?logo. ?O es que un Papa s?lo debe gobernar y reclamar obediencia? La fe tiene que ser pensable y amable para ser vivible. Pensar as? es hacer teolog?a. Ese pensar es la primera tarea del hombre y del cristiano hoy, yendo del pensar al creer y del creer al pensar. La fe es fruto de libertad y fuente de libertad. Que el Papa ayude a pensar, invitando a diseccionar los contenidos y a establecer las exigencias de la fe, es una forma bella de ejercer su ministerio. ?No se ha acusado a los Papas de imponer dogmas, reclamando obediencia y reprimiendo el pensamiento? Este, al darnos que pensar, nos ha implicado a todos en la responsabilidad racional de la fe. El cristianismo pasa hoy al mundo primero por la inteligencia, luego por la acci?n y el testimonio. Su aportaci?n primera es pensar bien y hablar bien de Dios, de Cristo y del hombre. Todo lo dem?s son a?adiduras, ramas que viven bebiendo de ese tronco.
OLEGARIO GONZ?LEZ DE CARDEDAL ES TE?LOGO??