Domingo, 24 de abril de 2011

ZENIT publica la homil?a que pronunci? el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, durante la celebraci?n de la Pasi?n del Se?or que presidi? Benedicto XVI?el Vienes Santo, 22 de Abril de 2011, en la Bas?lica de San Pedro del Vaticano.

"?VERDADERAMENTE, ESTE ERA HIJO DE DIOS!"

Predicaci?n del Viernes Santo 2011 en la Bas?lica de San Pedro

En su pasi?n - escribe san Pablo a Timoteo - Jesucristo "dio buen testimonio ante Poncio Pilato" (1 Tim 6,13). Nos preguntamos: ?testimonio de qu?? No de la verdad de su vida y de su causa. Muchos han muerto, y mueren a?n hoy, por una causa equivocada, creyendo que es justa. La resurrecci?n, esta s? que da testimonio de la verdad de Cristo: Dios le "ha acreditado delante de todos, haci?ndolo resucitar de entre los muertos", dir? el Ap?stol en el Are?pago de Atenas (Hch 17,31).

La muerte no da testimonio de la verdad, sino del amor de Cristo. Es m?s, ?sta constituye la prueba suprema de ?l: "No hay amor m?s grande que dar la vida por los amigos" (Jn 15, 13). Se podr?a objetar que hay un amor m?s grande que dar la vida por los propios amigos, y es dar la vida por los propios enemigos. Pero esto es precisamente lo que Jes?s hizo: "En efecto, cuando todav?a ?ramos d?biles, Cristo, en el tiempo se?alado, muri? por los pecadores. Dif?cilmente se encuentra alguien que d? su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo muri? por nosotros cuando todav?a ?ramos pecadores" (Rm 5, 6-8). "Nos am? cuando ?ramos enemigos, para poder hacernos amigos"[1].

Una cierta "teolog?a de la cruz" unilateral puede hacernos olvidar lo esencial. La cruz no es s?lo el juicio de Dios sobre el mundo, confutaci?n de su sabidur?a y revelaci?n de su pecado. No es el NO de Dios al mundo, sino su S? de amor: "La injusticia, el mal como realidad - escribe el Santo Padre en su ?ltimo libro sobre Jes?s - no puede ser simplemente ignorado, dejado estar. Debe ser eliminado, vencido. Esta es la verdadera misericordia. Y que ahora, dado que los hombres no son capaces, lo haga Dios mismo - esta es la bondad incondicional de Dios"[2].

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?Pero c?mo tener el valor de hablar del amor de Dios, cuando tenemos ante los ojos tantas tragedias humanas, como la cat?strofe que se ha abatido sobre Jap?n, o las hecatombes en el mar de las ?ltimas semanas? ?No hay que hablar de ello? Pero quedarse del todo en silencio ser?a traicionar la fe e ignorar el sentido del misterio que estamos celebrando.

Hay una verdad que proclamar fuertemente el Viernes Santo. Aquel a quien contemplamos en la cruz es Dios "en persona". S?, es tambi?n el hombre Jes?s de Nazaret, pero ?ste es una sola persona con el Hijo del eterno Padre. Hasta que no se reconozca y no se tome en serio el dogma de fe fundamental de los cristianos - el primero definido dogm?ticamente en Nicea - que Jesucristo es el Hijo de Dios, es Dios mismo, de la misma sustancia que el Padre, el dolor humano quedar? sin respuesta.

No se puede decir que "la pregunta de Job todav?a permanece sin respuesta", o que tampoco la fe cristiana tiene una respuesta que dar al dolor humano, si de entrada se rechaza la respuesta que ?sta dice tener. ?C?mo se hace para demostrar a alguien que una cierta bebida no contiene veneno? ?Se bebe de ella antes que ?l, delante de ?l! As? ha hecho Dios con los hombres. ?l bebi? el c?liz amargo de la pasi?n. No puede estar por tanto envenenado el dolor humano, no puede ser s?lo negatividad, p?rdida, absurdo, si Dios mismo ha decidido saborearlo. En el fondo del c?liz debe haber una perla.

El nombre de la perla lo conocemos: ?resurrecci?n! "Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelar? en nosotros" (Rm 8,18), y tambi?n "?l secar? todas sus l?grimas, y no habr? m?s muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pas?" (Ap 21,4).

Si la carrera por la vida terminara aqu? abajo, habr?a de verdad que desesperarse pensando en los millones y quiz?s miles de millones de seres humanos que parten en desventaja, clavados por la pobreza y el subdesarrollo al punto de partida, mientras algunos pocos nadan en el lujo y no saben c?mo gastar el dinero exagerado que ganan. Pero no es as?. La muerte no s?lo acaba con las diferencias, sino que les da la vuelta. "El pobre muri? y fue llevado por los ?ngeles al seno de Abraham. El rico tambi?n muri? y fue sepultado, en la morada de los muertos, en medio de los tormentos" (cf. Lc 16, 22-23). No podemos aplicar de manera simplista este esquema a la realidad social, pero ?ste est? all? para advertirnos de que la fe en la resurrecci?n no deja a nadie en su vida tranquila. Nos recuerda que la m?xima "vive y deja vivir" no debe nunca transformarse en la m?xima "vive y deja morir".

La respuesta de la cruz no es solo para nosotros los cristianos, es para todos, porque el Hijo de Dios muri? por todos. Hay en el misterio de la redenci?n un aspecto objetivo y un aspecto subjetivo; est? el hecho en s? mismo y la toma de conciencia y la respuesta de fe ante ?l. El primero se extiende m?s all? del segundo. "El Esp?ritu Santo - dice un texto del Vaticano II - de modo que solo Dios sabe, ofrece a cada hombre la posibilidad de ser asociado al misterio pascual" [3].

Una de las formas de asociarse al misterio pascual es precisamente el sufrimiento: "Sufrir - escrib?a Juan Pablo II despu?s de su atentado y de la larga convalecencia que le sigui? - significa volverse particularmente susceptibles, particularmente sensibles a la obra de las fuerzas salv?ficas de Dios ofrecidas a la humanidad en Cristo"[4]. El sufrimiento, todo sufrimiento, pero especialmente el de los inocentes, pone en contacto de modo misterioso, "que s?lo Dios conoce", con la cruz de Cristo.

* * *

?Despu?s de Jes?s, quienes "dieron buen testimonio" y "bebieron el c?liz" son los m?rtires! Los relatos de su muerte se titulaban al principio "passio", pasi?n, como el de los sufrimientos de Jes?s que acabamos de escuchar. El mundo cristiano ha vuelto a ser visitado por la prueba del martirio que se cre?a acabada con la ca?da de los reg?menes totalitarios ateos. No podemos pasar en silencio su testimonio. Los primeros cristianos honraban a sus m?rtires. Las actas de su martirio eran le?das y distribuidas entre las Iglesias con inmenso respeto. Precisamente hoy, Viernes Santo del 2011, en un gran pa?s de Asia, los cristianos han rezado y marchado en silencio por las calles de algunas ciudades para conjurar la amenaza que pende sobre ellos.

Hay algo que distingue las actas aut?nticas de los m?rtires de las legendarias, reconstruidas al terminar las persecuciones. En las primeras, no hay casi trazas de pol?mica contra los perseguidores; toda la atenci?n se concentra en el hero?smo de los m?rtires, no en la perversidad de los jueces y de los verdugos. Incluso san Cipriano lleg? hasta ordenar a los suyos dar veinticinco monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Son disc?pulos de aquel que muri? diciendo: "Padre, perd?nalos porque no saben lo que hacen". En verdad, "la sangre de Jes?s habla un lenguaje distinto respecto a la de Abel (cfr Hb 12,24): no pide venganza y castigo, sino reconciliaci?n" [5].

Tambi?n el mundo se inclina ante los testigos modernos de la fe. Se explica as? el inesperado ?xito en Francia de la pel?cula "De dioses y hombres" que narra las vicisitudes de los siete monjes cistercienses asesinados en Tibhirine en marzo de 1996. ?Y c?mo no permanecer admirados por las palabras escritas en su testamento por el pol?tico cat?lico Shahbaz Bhatti, asesinado por su fe el mes pasado? Su testamento es tambi?n para nosotros, sus hermanos de fe, y ser?a ingratitud dejarlo caer pronto en el olvido.

"Se me han propuesto - escrib?a - altos cargos en el Gobierno, y se me ha pedido que abandone mi batalla, pero yo siempre me he negado, incluso a riesgo de mi propia vida. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. S?lo quiero un lugar a los pies de Jes?s. Quiero que mi vida, mi car?cter, mis acciones hablen por mi y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en m? que me considerar?a privilegiado si, en este esfuerzo m?o y en esta batalla m?a por ayudar a los necesitados, los pobres, los cristianos perseguidos de mi pa?s, Jes?s quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir para Cristo y quiero morir por ?l".

Parece que volvamos a escuchar al m?rtir Ignacio de Antioqu?a, cuando ven?a a Roma a sufrir el martirio. El silencio de las v?ctimas no justifica, sin embargo, la indiferencia culpable del mundo ante su suerte. "El justo desaparece y a nadie le llama la atenci?n; los hombres de bien son arrebatados, sin que nadie comprenda que el justo es arrebatado a consecuencia de la maldad" (Is 57,1)!?

* * *

Los m?rtires cristianos no est?n solos, lo hemos visto, en sufrir y morir a nuestro alrededor. ?Qu? podemos ofrecer a quien no cree, adem?s de nuestra certeza de fe de que hay un rescate para el dolor? Podemos sufrir con el que sufre, llorar con el que llora (Rm 12,15). Antes de anunciar la resurrecci?n y la vida, ante el luto de las hermanas de L?zaro, Jes?s "se ech? a llorar" (Jn 11, 35). En este momento, sufrir y llorar, en particular, con el pueblo japon?s, v?ctima de una de las m?s grandes cat?strofes naturales de la historia. Podemos decir a estos hermanos en humanidad que estamos admirados de su dignidad y del ejemplo de compostura y de mutua ayuda que han dado al mundo.

La globalizaci?n tiene al menos este efecto positivo: el dolor de un pueblo se convierte en el dolor de todos, suscita la soliradidad de todos. Nos da ocasi?n de descubrir que somos una sola familia humana, unida en lo bueno y en lo malo. Nos ayuda a superar las barreras de raza, color y religi?n. Como dice el verso de un poeta italiano: "?Hombres, paz! Sobre esta tierra de dolor demasiado grande es el misterio "[6].

Debemos sin embargo recoger tambi?n la ense?anza que hay en acontecimientos como este. Terremotos, huracanes y otras desgracias que afectan a la vez a culpables e inocentes nunca son un castigo de Dios. Decir lo contrario supone ofender a Dios y a los hombres. Pero son una advertencia: en este caso, la advertencia a no enga?arnos con que la t?cnica y la ciencia bastar?n para salvarnos. Si no sabemos imponernos l?mites, pueden convertirse, precisamente ellas, lo estamos viendo, en la amenaza m?s grave de todas.

Hubo un terremoto tambi?n en el momento de la muerte de Cristo: "El centuri?n y los hombres que custodiaban a Jes?s, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: '?Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!'" (Mt 27,54). Pero hubo otro a?n m?s grande en el momento de su resurrecci?n: "De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el ?ngel del Se?or baj? del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sent? sobre ella" (Mt 28,2). As? ser? siempre. A cada terremoto de muerte suceder? un terremoto de resurrecci?n y de vida. Alguien dijo: "Ahora solo un dios puede salvarnos", "Nur noch ein Gott kann uns retten" [7]. Tenemos una garant?a cierta de que lo har? porque "Dios am? tanto al mundo, que entreg? a su Hijo ?nico para que todo el que cree en ?l no muera, sino que tenga Vida eterna" (Jn 3,16).

Prepar?monos para cantar con renovada convicci? y agradecimiento conmovido las palabras de la liturgia: "Ecce lignum crucis, in quo salus mundi pependit: Mirad el ?rbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvaci?n del mundo. Venite, adoremus: venid, adoradlo.

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[Traducci?n realizada por Inma ?lvarez]

[1] S. Agust?n, Comentario a la Primera Carta de Juan 9,9 (PL 35, 2051).

[2] Cf. J. Ratzinger - Benedicto XVI, Ges? di Nazaret, II Parte, Libreria Editrice Vaticana 2011, pp. 151.

[3] Gaudium et spes, 22.

[4] Salvifici doloris, 23.

[5] J. Ratzinger - Benedicto XVI, op. cit. p.211.

[6] G. Pascoli, I due fanciulli [Los dos ni?os].

[7] Antwort. Martin Heidegger im Gespr?ch, Pfullingen 1988.


Publicado por verdenaranja @ 21:23  | Espiritualidad
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