Viernes, 27 de mayo de 2011

ZENIT nos ofrece la homil?a que pronunci?el lunes 2 de Mayo de 2011?el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, durante la Misa de Acci?n de Gracias por la beatificaci?n de Juan Pablo II, celebrada por la ma?ana en la Plaza de San Pedro.

?Sim?n, hijo de Juan, ?me quieres? (?) Se?or, t? lo sabes todo; sabes que te quiero? (Jn 21,17). Este es el di?logo entre Jes?s Resucitado y Pedro. Es el di?logo precede al mandamiento: ?Apacienta mis ovejas? (Jn 21,17), pero es un di?logo que primero escruta la vida del hombre. ?No son estas, quiz?s, la pregunta y la repuesta que marcaron la vida y la misi?n del Beato Juan Pablo II? El mismo lo dijo en Cracovia, en 1999, afirmando: ?Hoy me siento llamado en un modo particular a dar gracias a esta comunidad milenaria de pastores de Cristo, cl?rigos y laicos, porque gracias al testimonio de su santidad, gracias a este ambiente de fe, que durante diez siglos formaron y forman en Cracovia, ha sido posible que al final de este milenio, en las mismas orillas del V?stula, a los pies de la catedral de Wawel, llegue la exhortaci?n de Cristo: 'Pedro, apacienta mis ovejas' (Jn 21,17). Ha sido posible que la debilidad del hombre se apoye sobre el poder de la eterna fe, esperanza y caridad de esta tierra y diese la respuesta: 'En la obediencia de la fe ante Cristo mi Se?or, confi?ndome a la Madre de Cristo y de la Iglesia -consciente de las grandes dificultades- acepto'?.

S?, es este di?logo de amor entre Cristo y el hombre que ha marcado toda la vida de Karol Wojtyla y lo ha conducido no s?lo al fiel servicio a la Iglesia, sino tambi?n a su personal y total dedicaci?n a Dios y a los hombres que ha caracterizado su camino de santidad.

Todos recordamos como el d?a de los funerales, durante la ceremonia, en un cierto momento el viento cerr? dulcemente el Evangelio colocado sobre el f?retro. Era como si el viento del Esp?ritu hubiese querido se?alar el fin de la aventura humana y espiritual de Karol Wojtyla, toda iluminada por el Evangelio de Cristo. Desde este Libro, descubri? los planes de Dios para la humanidad, para s? mismo, pero sobre todo conoci? a Cristo, su rostro, su amor, que para Karol fue siempre una llamada a la responsabilidad. A la luz del Evangelio ley? la historia de la humanidad y la de cada hombre y cada mujer que el Se?or puso en su camino. De aqu?, del encuentro con Cristo en el Evangelio, brotaba su fe.

Era un hombre de fe, un hombre de Dios, que viv?a de Dios. Su vida era una oraci?n continua, constante, una oraci?n que abrazaba con amor a cada uno de los habitantes del planeta Tierra, creado a la imagen y semejanza de Dios, y por esto digno de todo respeto; redimido con la muerte y resurrecci?n de Cristo, y por esto convertido verdaderamente en gloria viva de Dios (Gloria Dei Vivens Homo- San Ireneo). Gracias a la fe que expresaba sobre todo en su oraci?n, Juan Pablo II era un aut?ntico defensor de la dignidad de todo ser humano y no un mero luchador por ideolog?as pol?tico-sociales. Para ?l, toda mujer, todo hombre, era una hija, un hijo de Dios, independientemente de la raza, del color de la piel, de la proveniencia geogr?fica y cultural, y finalmente del credo religioso. Su relaci?n con cada persona se sintetiza con la estupenda frase que ?l escribi?: ?El otro me pertenece?.

Pero su oraci?n era tambi?n una constante intercesi?n por toda la familia humana, por la Iglesia, por toda la comunidad de los creyentes, en toda la tierra -tanto m?s eficaz, cuanto m?s se?alada por el sufrimiento que marc? varias fases de su existencia. ?No es quiz?s de aqu? -de la oraci?n vinculada a sus muchos acontecimiento dolorosos y de los dem?s- de donde nac?a su preocupaci?n por la paz en el mundo, por la pac?fica convivencia entre los pueblos y de las naciones? Hemos o?do en la primera lectura del profeta Isa?as: ??Qu? hermosos son sobre las monta?as los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz? (Is 52, 7).

Hoy damos las gracias al Se?or por habernos dado un Pastor como ?l. Un Pastor que sab?a leer los signos de la presencia de Dios en la historia humana y que anunciaba despu?s Sus grandes obras en todo el mundo y en todas las lenguas. Un Pastor que hab?a enraizado en s? mismo el sentido de la misi?n, del compromiso de evangelizar, de anunciar la Palabra de Dios por todas partes, gritarla desde los tejados... ??Qu? hermosos son sobre las monta?as los pasos (...) del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvaci?n, y dice a Si?n: '?Tu Dios reina!'?(ibid).

Hoy le damos gracias a Dios por habernos dado un Testigo como ?l, tan cre?ble, tan transparente, que nos ha ense?ado como se debe vivir la fe y defender los valores cristianos, a comenzar la vida, sin complejos, sin miedos; como se debe testimoniar la fe con valent?a y coherencia, adaptando las Bienaventuranzas a la experiencia cotidiana. La vida, el sufrimiento, la muerte y la santidad de Juan Pablo II son un testimonio de ello y una confirmaci?n tangible y cierta.

Le damos gracias al Se?or por habernos dado un Papa que ha sabido dar a la Iglesia Cat?lica no s?lo una proyecci?n universal y una autoridad moral a nivel mundial que antes no se hab?a dado, pero tambi?n, especialmente con la celebraci?n del Gran Jubileo del 2000, una visi?n m?s espiritual, m?s b?blica, m?s centrada en la Palabra de Dios. Una Iglesia que ha sabido renovarse, lanzando ?una nueva evangelizaci?n?, intensificando los lazos ecum?nicos e interreligiosos, y encontrar los caminos para un di?logo fruct?fero con las nuevas generaciones.

Y finalmente damos las gracias al Se?or por habernos dado un Santo como ?l. Todos hemos tenido el modo ? algunos de cerca, otros de lejos ? de comprobar como eran de coherentes, su humanidad, sus palabras y su vida. Era un hombre verdadero porque estaba inseparablemente ligado a Aquel que es la Verdad. Siguiendo a Aquel que es el Camino, era un hombre siempre en camino, siempre esforz?ndose el en bien para todas las personas, para la Iglesia, para el mundo y hacia la meta que para todo creyente es la gloria de Dios Padre. Era un hombre vivo, porque estaba lleno de la Vida que es Cristo, siempre abierto a su gracia y a todos los dones del Esp?ritu Santo.

C?mo se han verificado en su vida las palabras que hemos o?do en el Evangelio de hoy: ?Te aseguro que cuando eras joven t? mismo te vest?as e ibas a donde quer?as. Pero cuando seas viejo, extender?s tus brazos, y otro te atar? y te llevar? a donde no quieras? (Jn 21, 18). Todos hemos visto como se le fue quitando todo lo que humanamente pod?a impresionar; la fuerza f?sica, la expresi?n del cuerpo, la posibilidad de moverse y hasta la palabra. Y entonces, m?s que nunca, ?l le conf?o su vida y su misi?n a Cristo, porque s?lo Cristo puede salvar al mundo. Sab?a que su debilidad corporal hac?a presente todav?a m?s claramente a Cristo que obra en la historia. Y ofreci?ndole sus sufrimientos a ?l y a su Iglesia, nos dio a todos nosotros una ?ltima gran lecci?n de humanidad y de abandono en los brazos de Dios.

?Cantad al Se?or un c?ntico nuevo,

cantad al Se?or, hombres de toda la tierra.

Cantad al Se?or, bendecid su nombre?.

Cantamos al Se?or un canto de gloria, por el don de este gran Papa: hombre de fe y de oraci?n, Pastor y Testigo, Gu?a en el cambio entre los dos milenios. Este canto ilumina nuestra vida, para que no s?lo veneremos al nuevo Beato, sino que, con la ayuda de la Gracia de Dios, sigamos sus ense?anzas y su ejemplo.

Mientras dirigimos un pensamiento de gratitud al Papa Benedicto XVI, que ha querido elevar a su gran Predecesor a la gloria de los altares, me complace concluir con las palabras que el mismo, nuestro querido Papa Benedicto XVI, pronunci? en el primer aniversario de la desaparici?n del nuevo Beato. Dijo: ?Queridos hermanos y hermanas, (?) nuestro pensamiento vuelve con emoci?n al momento de la muerte de nuestro amado Pont?fice, pero al mismo tiempo nuestro coraz?n es empujado a mirar hacia delante. O?mos resonar en el ?nimo sus invitaciones repetidas a avanzar sin miedo sobre el camino de la fidelidad al Evangelio para ser heraldos y testigos de Cristo en el tercer milenio. Nos vuelven a la mente sus incesantes exhortaciones a cooperar generosamente en la creaci?n de una humanidad m?s justa y solidaria, a ser constructores paz y de esperanza. Quede siempre fija nuestra mirada en Cristo 'Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo ser? para siempre? (Heb 13, 8), que gu?a firmemente a su Iglesia. Nosotros hemos cre?do en su amor y es el encuentro con ?l 'que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientaci?n decisiva' (cfr Deus caritas est, 1).

Que la fuerza del Esp?ritu de Jes?s sea para todos, queridos hermanos y hermanas, como lo fue para el Papa Juan Pablo II, fuente de paz y de alegr?a. Y la Virgen Mar?a, Madre de la Iglesia, nos ayude a ser en toda circunstancia, como ?l, ap?stoles incansables de su Divino Hijo y profetas de su amor misericordioso?. ?Am?n!?

[Traducci?n del italiano por Carmen ?lvarez
?Libreria Editrice Vaticana]


Publicado por verdenaranja @ 23:05  | Homil?as
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