Domingo, 28 de agosto de 2011

Homilía de monseñor Francisco Polti, obispo de Santiago del Estero, enla Fiesta de San Roque (16 de agosto de 2011). (AICA)

FIESTA DE SAN ROQUE        

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús. Es para mi una gran alegría venir a celebrar con ustedes esta Eucaristía y recordar a San Roque, patrono de la ciudad de Nueva Esperanza.

El ejemplo de los santos, ante todo, nos estimula. Nos muestra que vale la pena “jugarse” por Cristo. Que la santidad está a nuestro alcance. Que no es algo imposible. Que, día a día, nos debemos esforzar.

En San Roque el amor se hizo más vivo y activo a través del cuidado de los enfermos que estaban infectados de la peste. Así logró curaciones admirables e inexplicables. .

Hoy, nosotros, tenemos que curar “las enfermedades”, las “pestes” que aquejan a nuestra comunidad. La falta de convivencia, la falta de dialogo, la desunión, las criticas, los odios, los rencores, los maltratos, las envidias. Todo fruto de la falta de caridad y amor al prójimo. Decirle si a la vida, es vivir la vida desde el amor.

Estar aquí presentes en esta fiesta de San Roque y creer en Jesucristo significa modificar nuestra mirada sobre el hombre. Esa mirada debe ser una mirada de confianza, de esperanza. “El ser humano merece ser acogido siempre con respeto y amor. Él tiene derecho a no ser tratado como un objeto o como una cosa que se pueda manipular a voluntad, de no ser reducido a puro instrumento a ventaja de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y es necesario buscar siempre su desarrollo integral.”.[1]

Las múltiples violaciones a los derechos de la persona humana hieren dolorosamente la conciencia de todo hombre de buena voluntad.

Estos derechos pertenecen a las exigencias de la dignidad humana y encierran, en primer lugar, la satisfacción de las necesidades espirituales y materiales de las personas. « Tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social, económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad.”[2]

Juan Pablo II ha trazado una lista de ellos:« El derecho a la vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la madre después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia persona ».[3]

El primer derecho enunciado en este elenco es el derecho a la vida, desde su concepción hasta su conclusión natural.

Por desgracia, también después del nacimiento hoy vemos como la vida de los niños sigue expuesta al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación.

Como lo he afirmado anteriormente, el fenómeno del consumo de alcohol y de la droga entre los jóvenes presente en nuestra sociedad, es una creciente y preocupante realidad.

De hecho la droga y el alcohol no entran a la vida de una persona como un rayo sino que, como la semilla, echa raíces en un terreno por largo tiempo preparado.

Se ha perdido el sentido de la vida, y se vacía la persona de su dignidad, llevándola a la frustración y a la vía de la autodestrucción.

Ante el triste panorama de las injusticias cometidas contra la vida del hombre, antes y después del nacimiento, Juan Pablo II acudía a la responsabilidad de todos y de cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!” (Enc. Evangelium vitae, 5).

Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres y hombres de nuestra querida tierra santiagueña valoran la vida, A estas mujeres y hombres, los invito a ser profetas de la vida, a dar testimonio educando a sus hijos para respetar y proteger este valor supremo, a participar en la comunidad fortaleciendo los lazos de convivencia y a construir una comunidad política que se sustente en la valoración y promoción de la vida humana y su dignidad inviolable.

Mañana volveremos a lo cotidiano y al trabajo diario y todos nos tenemos que empeñar en construir un pueblo mejor; lleno de valores. Nueva Esperanza es una invitación a convertir nuestras vidas en signos de esperanza para los que nos rodean.

Pidámosle hoy al Señor, por intercesión de San Roque, que nos ayude a saber caminar superando las dificultades y que luchemos contra todo aquello que degrada y destruye la convivencia humana y la convivencia social. Que Nuestra Madre,la Virgen María, sea estímulo de nuestra esperanza y de nuestra alegría. 

Mons. Francisco Polti, obispo de Santiago del Estero


[1] Homilía de Benedicto XVI enla Vigilia porla Vida Naciente

[2] Juan Pablo II, Mensaje parala Jornada Mundial dela Paz 1999

[3] Juan Pablo II, Carta Enc. « Centesimus annus », 47

 


Publicado por verdenaranja @ 21:49  | Homil?as
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