Viernes, 09 de septiembre de 2011

Reflexión a las lecturas del domingo veinticuatro del Tiempo Ordinario - A, ofrecido por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR
Domingo 24º del T. Ordinario A

A Pedro le costaba perdonar como a nosotros, y sabía que los rabinos enseñaban que hay obligación de perdonar cuatro veces. Y piensa que si él propone siete, es decir, muchas, es posible que pueda llegar a un “entendimiento” con el “Maestro”, y quedarse tranquilo. Es lo que llamaríamos hoy “un pacto ético”.

Pero el Señor le responde que no, que hay que perdonar siempre. Que al que no perdona le va a tocar la suerte del empleado de la parábola. Y, además, que no hay que perdonar por ningún “pacto ético”, sino que el perdón es algo que debe salir casi espontáneo de un corazón que ha sido perdonado muchas veces y de las más diversas cosas.

En efecto, el rey de la parábola había perdonado a aquel empleado 10.000 talentos, una cantidad muy grande, enorme: Equivalía a 30 millones de denarios. Y un denario era lo que ganaba un obrero  trabajando un día, de sol a sol.

El compañero le debía al empleado 100 denarios. Y era una cantidad un tanto respetable, porque hacían falta 100 días de trabajo para ganarlos. Pero ¿qué era eso comparado con los 10.000 talentos?

De este modo el Señor presenta el hecho de no perdonar al hermano como algo completamente absurdo: Es lo que le dice el rey al empleado: “¡Siervo malvado! Toda aquella cantidad te la perdoné porque me lo pediste ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve yo compasión de ti?”  

Y concluye la parábola diciendo: “Lo mismo hará mi Padre del Cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”

No basta, pues, con perdonar… ¡Hay que perdonar de corazón!

El perdón no puede ser algo “estratégico” que tengo  que hacer si quiero conseguir el perdón de Dios. No. No es así, porque no se trata de hacer “un simulacro” de perdón. El Señor dice que hay que perdonar “de corazón”.

Pero, en la actualidad, esta parábola está en crisis porque la mayoría de la gente dice que no tiene pecados. Por tanto, es gente que no se siente perdonada, que no se siente en deuda con el Señor.  ¡Es terrible! ¡Pero es así!

En un primer momento, da la impresión que la parábola no vale para ellos: En efecto, si yo no he sido perdonado, no me vale la argumentación de la parábola. Lo más que podíamos decir es que Dios estaría dispuesto a perdonarnos siempre. Y por tanto, de algún modo, quedaríamos dentro del espíritu de la parábola.

Lo que sucede es que el tema que se plantea es muy antiguo y no es real… Sucedía ya en la misma época apostólica. Y desde entonces está resuelto: “Si decimos que no hemos pecado, nos enseña el apóstol S. Juan, nos engañamos y no somos sinceros…” (1Jn 1, 8).

Por tanto, el valor de la parábola continúa en pie. Lo que sucede es que hace falta que se vaya diluyendo esta “crisis” en la vida de cada uno y volver a la racionalidad y a la verdad.

El Papa Juan Pablo II nos dijo, en algunas ocasiones que la justicia no es suficiente para regular la vida social. Que hace falta introducir la misericordia y el perdón, como formas más perfectas de justicia. (Cfr. Dives in Mis.,12.   Mensaje J. de la Paz 2002).

Por poco que reflexionemos, comprendemos enseguida lo importante que es la misericordia y el perdón en la convivencia de seres humanos, llenos de limitaciones que, en definitiva, no siempre hacen lo que realmente quieren (Cfr. Rom 7,15 -25).

En las enseñanzas sobre la vida de la comunidad cristiana que escuchamos estos domingos, es lógico, por tanto, que S. Mateo haya querido introducir estas enseñanzas del Señor sobre el perdón como una exigencia necesaria para la buena marcha de la comunidad cristiana.

Jesús, en efecto, nos habla con frecuencia del perdón.  Y nos va concretando los motivos por los que tenemos que perdonar.  En esta ocasión nos señala éste que estamos comentando brevemente: Dios nos ha perdonado mucho. Nosotros tenemos que hacer lo mismo. 

¿Quién no descubre aquí la necesidad de una luz y una fuerza superiores para poder realizar todo esto, para poner vivir así?

Hay personas que dicen que no pueden perdonar, todos decimos que tiene sus dificultades. Pero ¿unos y otros aprovechamos los medios que se nos ofrecen constantemente? ¿Quién no constata aquí la necesidad de la Eucaristía de cada domingo e incluso, de cada día? La Eucaristía es signo y fuente de amor. Una ocasión privilegiada para proclamar con el salmo responsorial de hoy: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia”.  Y también, para decirle una y otra vez a Jesucristo, especialmente, en el momento de la Comunión: “Oh Señor, manso y humilde de corazón. Danos un corazón semejante al tuyo”.

Y estos días en que estamos celebrando tantas fiestas de la Virgen, podía terminar parafraseando una oración que conocí hace ya tiempo:

Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente... Dame un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal… Un corazón grande y fuerte, que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse. Dame un corazón manso y humilde, que no se canse nunca de amar..., que no se canse nunca de perdonar. Amén.  

Junto a estas reflexiones, les hago llegar mis mejores deseos para el nuevo curso que está comenzando… ¡Feliz Día del Señor!


Publicado por verdenaranja @ 22:50  | Espiritualidad
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