Martes, 13 de septiembre de 2011

Homilía de monseñor Carlos Malfa, obispo de Chascomús, durante la misa de exequias de Mons. Montes (3 de septiembre de 2011). (AICA)

MISA DE EXEQUIAS POR MONSEÑOR JOSÉ MARÍA MONTES           

Nos reunimos como familia de Dios, en el nombre de Cristo muerto y resucitado, nuestra única esperanza, para comunicarles a todos la verdad y la abundancia del amor de Dios.

Desde este amor de Dios, en tu vida de sacerdote y de obispo, partiste el pan dela Palabray el pan dela Eucaristía, perdonaste los pecados, bendijiste a las familias, atendiste a los enfermos, enterraste a los muertos, comunicaste el don del Espíritu Santo, impusiste las manos en orden al ministerio.

Por todo esto, querido José María, damos gracias a Dios por todo lo bueno que obró enla Iglesiaa través de su ministerio; todo es abundancia de su gracia. Y a su misericordia, la providencia permitió que en la conmemoración mensual del Sagrado Corazón volvieras al seno de Dios. También aquí está el signo de la verdad del amor de Dios.

Entonces, agradecemos al Señor lo que obró por tu vida, y también te entregamos a su misericordia.

No puedo, en este instante, dejar de agradecer profundamente ala Iglesiahermana de Lomas de Zamora, porque cuando concluiste tu servicio episcopal en la amada diócesis de Chascomús, a la cual volverás, a la cual deseabas volver, y es también voluntad de tu Sucesor que así sea, y de la comunidad diocesana, quisiste venir, o mejor, volver a tu amor primero, casi me atrevería a decir, único: la parroquia. Y aquí entregaste los últimos años que la misericordia de Dios te concedió. Entonces, por eso, tengo que, con alegría y gratitud, agradecer profundamente a esta Iglesia hermana, desde la memoria de monseñor Collino, tu hermano y amigo; pasando por monseñor Agustin (Radrizzani); y hoy en la persona de este querido hermano y amigo, monseñor (Jorge) Lugones, agradecer la evangélica hospitalidad, y también por haberte dado trabajo para seguir construyendo el Reino de Dios.

Cada uno de nosotros conserva en su corazón tu sonrisa franca, sensible, amiga, también pícara en ciertas ocasiones. Y quién de nosotros no recuerda, no lleva grabada en el alma: “cuánto hay que amar, mi querido”, y agregaba: “… y después de haber amado, amar mucho más”.

Les cuento que la indulgencia plenaria que te di, la recibiste con alegría y con paz, y el Pueblo de Dios tiene que saber cómo morimos los sacerdotes y obispos, y agradecí mucho a Dios ese instante, porque Dios te había concedido la gracia de serle fiel en la última obediencia, que es la muerte, en el cristiano, y cuánto más, en el sacerdote y en el obispo. Y es bueno que esto podamos, con sencillez y humildad, compartirlo en esta pascua tuya.

Sin duda,la Virgen Madrede Dios a la que invocaste con tanta confianza en la advocación del Valle en tus primeros años de entrega y fundación de esa parroquia, y en la advocación deLa Merced, patrona de la diócesis de Chascomús, sin duda, ella te habrá conducido hacia el encuentro definitivo con su hijo Jesucristo y estarás contemplando “el fruto bendito de su vientre, Jesús”.

Y esto es lo esencial para nosotros: ante tu cuerpo que respetamos, tu vida que agradecemos, ante tu ministerio que encomendamos a la misericordia de Dios, decimos: creemos en Jesucristo, creemos en la resurrección de los muertos, creemos en la vida eterna.

Querido José Maria, descansa en paz. Amén. Aleluya. 

Mons. Carlos Malfa, obispo de Chascomús


Publicado por verdenaranja @ 23:46  | Homil?as
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