Martes, 22 de noviembre de 2011

Publicamos la carta dominical para el  30 de octubre del cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, con el título “La comunión de los santos”.

En nuestra cultura y en nuestras tradiciones están muy presentes dos fiestas cristianas que celebramos muy unidas. Se trata de Todos los Santos y los Difuntos. Son dos solemnidades riquísimas de contenido teológico y espiritual. Se trata dela Iglesiade los santos y dela Iglesiaque se purifica, respectivamente.

La solemnidad de Todos los Santos da el tono de entrada a todas las demás fiestas. Es la solemnidad de la asamblea celestial. Martimort, experto en liturgia, decía quela Iglesiano tiene una edad de oro histórica, como por ejemplo en las literaturas, a la cual sea normal referirse como clásica. La edad de oro dela Iglesiaes celestial. En cualquier época de la historia,la Iglesiaterrenal lleva en ella la presencia del Reino de Dios.

Desde el siglo V se hace memoria de los santos en las plegarias eucarísticas y su culto se desarrolla de forma progresiva. Comenzó haciendo memoria de los mártires de cada iglesia diocesana y de los mártires más famosos de las otras diócesis. Una fiesta de Todos los Santos ya es conocida en el siglo V en unas cuantas Iglesias de Oriente, desde donde pasó a Roma. El 13 de marzo de 610, el Papa Bonifacio IV transformó en iglesia el Panteón romano y lo dedicó a María y a los mártires, e hizo de este día la fiesta de Todos los Santos, que el año 835 el papa Gregorio IV pasó al día 1 de noviembre.

La fiesta de Todos los Santos pone de relieve la vocación universal de los cristianos a la santidad. Esta es la primera y fundamental vocación de los bautizados y es expresión de su gran dignidad.

La plegaria por los difuntos es una de las prácticas cristianas que nos viene desde los mismos orígenes, y de alguna manera podemos decir que es una práctica con unas raíces religiosas profundas, aunque en la fe cristiana adquiera una nueva dimensión totalmente propia. El sentido cristiano de esta plegaria por los difuntos se fundamenta en la comunión con los que han muerto y en la experiencia de la condición pecadora que nos corresponde. Con esta plegaria encomendamos a los difuntos a la misericordia de Dios. El fundamento de esta plegaria de intercesión es la fe y la comunión cristianas en la fuerza de la muerte y de la resurrección de Cristo.

La comunión de los santos consiste en que entre todos los cristianos que integranla Iglesiaen cualquiera de sus tres etapas -peregrina, purgante y triunfante- existe una verdadera comunicación espiritual de bienes, como consecuencia de la unión de todos los creyentes con Jesús y enla Iglesia, que es su Cuerpo. Los cristianos gozamos de un patrimonio común formado por los méritos de Cristo y las buenas obras y la plegaria dela Virgen Santísimay de los santos.

Nuestra fe cristiana es culto ala Viday proclamación de que la muerte no tiene la última palabra en la historia humana, porque nuestro Dios es un Dios de vivos y, por el Espíritu Santo, nos dala Vidaen Jesucristo resucitado. Estas fiestas dan su sentido auténtico a la muerte, una realidad profundamente humana. Resulta evidente lo que afirma el Concilio Vaticano II cuando dice que la muerte "es el mayor enigma de la vida humana". Sin embargo, Jesús ilumina este enigma con sus palabras: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá." La muerte, para un creyente en Cristo, es ciertamente el punto final de la vida terrenal, pero es también la aurora de una vida nueva y feliz en la posesión de Dios por toda la eternidad.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona       


Publicado por verdenaranja @ 23:03  | Hablan los obispos
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