Lectio divina para el 4º domingo de adviento - B, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
Lectura:
“Lucas 1, 2638”
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Meditación:
“Hágase”
A las puertas dela Navidadme gustaría, Señor, que ese “hágase” de María resonase en mi corazón con toda su fuerza, y también en el corazón de los hombres, al menos de los cristianos. Ya sé que es imposible, muchos te siguen rechazando, otros muchos ni te conocen y nosotros, los que decimos seguirte, vivimos muchos con bastante mediocridad nuestra fe y condicionados por muchos miedos y por muchos atractivos.
Llegamos a una Navidad más en medio de un mundo violento, con una gran pérdida de valores, con una cantidad ingente de pobres, con innumerables injusticias, con una gran pérdida de sentido, con grandes vacíos en el corazón que queremos llenar con cosas, que siguen aumentando el vacío.
En medio de esta realidad necesitamos escuchar un “hágase” según tu palabra, es decir, que seamos capaces de abrirnos a tu buena noticia. Que se haga, Señor, el bien; que se haga todo aquello que genera paz y justicia. Que se haga aquello que nos conduzca a hacer un mundo más fraterno, más humano. Que se haga nuestro corazón más humilde, más compasivo, más acogedor, más noble, más honesto, más sincero; sencillamente, más bueno, Señor.
Y que así se hagala Navidad, ahora y todos los días. Que experimentemos tu presencia sanadora y salvadora, y redescubramos el corazón de niño que llevamos todos, abierto a los mejores anhelos, a los mejores sueños que anidan en nuestro ser. Puede parecer un sueño o una utopía expresar esto, pero nuestro “hágase” como el de María, unido a tu querer, puede hacerlo algún día posible. Ayúdame a comenzar por mi propio corazón en esta nueva Navidad que me regalas
Oración:
“Que se haga”
Señor, es tiempo de soñar y es tiempo de realidad. Cada niño que nace es una realidad y un cúmulo de sueños en espera de ser desplegados. Señor, que se haga realidad el anhelo de bondad que todos llevamos dentro. Que tu venida nos ayude a desplegar lo mejor que anida en el corazón humano. Que el espíritu dela Navidad, que sobrevuela por encima de pensamientos y creencias, nos ayude a mantener viva la esperanza. Que se haga, Señor, necesitamos que se haga.
Contemplación:
“Hazlo”
Quieres irrumpir
y fecundar mi vida.
Quieres hacer que estalle
desde dentro
la fuerza del amor escondida
en mis entrañas.
Quieres que la vida brote
e inunde de sueños
y esperanza
mi tierra baldía.
Y ante la fuerza
de mi aparente impotencia
arrancas mi grito
y mi deseo escondido:
Hazlo, Señor, hazlo.