Lectio divina para el martes de la segunda semana de Pasc ua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
Lectura:
“Juan 3, 5a. 7b15”
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»
Meditación:
“Nacer de nuevo”
Sí, Señor, yo me quiero acoger a tu palabra. Necesito y quiero acogerme a tu palabra. Como gritaría Pedro en una ocasión “Tú tienes palabras de vida eterna”. Hoy vivimos en una época de palabra. Se habla mucho y la palabra no tiene valor. Hay poca verdad en las palabras y, casi ya por sistema, no se toman en serio grandes afirmaciones de grandes personajes, porque lo que dicen hoy mañana se desdice; y porque cuando dicen algo que no ha sido correcto, fácilmente dicen que quisieron decir lo contrario.
También la palabra se emplea para herir, es más un arma de separación y discordia que un medio para construir y acercar. Sí, ya sé que no todos lo hacen así, pero lo que más llega, o lo que más captamos, es así. Por eso si alguien destaca en alguna ocasión por la verdad y la fuerza de su palabra, atrae, pero qué pocos son.
Por eso tu palabra era para muchos atractiva, tenía, decían, autoridad, tenía verdad. Y por eso creo cuando me hablas de la tierra y del cielo. Te creo cuando me dices que es vital aprender a amar, y me hablas de que Dios nos ama. Y te creo cuando me dices que hay que tener la mente y el corazón abierto para escuchar el susurro del Espíritu que viene cuando y por dónde menos lo esperamos. Y te creo, cuando esponjas mi corazón hablándome de esperanza, de un futuro abierto, al que se llega poniendo la vida en juego, como tú, por hacer verdad la palabra pronunciada.
Oración:
“Un corazón abierto”
Señor, ayúdame a ser sincero. Ayúdame para que mi palabra concuerde con mi vida. Ayúdame a ser veraz en lo que digo y en lo que siento.
Dame un corazón honesto, un corazón abierto, receptivo, capaz de sorprenderse. Un corazón con horizonte, con esperanza, con capacidad de entrega sin pedir nada a cambio. Que su premio sea el vivir lo que siente, con toda su fuerza, con toda su ilusión, como tú, Señor.
Contemplación:
“Tu sombra de vida”
Intuyo el aleteo de tu Espíritu,
y su viento que me llega
de horizontes distintos,
pero me cuesta percibir
su rumbo.
Me llega el eco de tu palabra,
convertida en grito
de voces ahogadas,
y en brazos que desfallecidos
caen víctimas
de tantos oídos sordos,
de tantas bocas
que no pronuncian sus palabras,
y de tantos ojos abiertos
que todavía no quieren ver.
Y en todos ellos
vislumbro tus brazos abiertos,
levantados en lo alto
del corazón de la tierra,
proyectando tu sombra de vida,
y algo me aprieta muy dentro.