Lunes, 30 de abril de 2012

Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (15 de abril de 2012) (AICA)

PASCUA, DON Y TAREA        

Venimos de celebrar la Pascua que no es sólo un acontecimiento del pasado decíamos, un hecho histórico, sino la realidad de una vida nueva para el hombre. Esto es lo importante y actual. Estamos llamados a vivir con gozo y esperanza la realidad de un principio que todo lo transforma. La puerta que nos abre a este camino es la fe, que nos permite leer en la historia el actuar de Dios y comprender su significado.

La fe no crea ideas o hechos, sino que nos introduce en el ámbito más profundo de nuestra verdad como hijos de Dios; desde ella nos conocemos como parte única y personal del plan creador y redentor de Dios.La Pascuapertenece al momento redentor del plan de Dios que se realiza por medio de Jesucristo. No somos seres anónimos, sino personas creadas y amadas por Dios. A esta verdad nos introduce la fe.

Esto significa, ante todo, que mi vida tiene un sentido y, además, que no camino solo. La fe me hace conocer el origen de dónde vengo y me da certeza del término hacia donde voy, pero sobre todo me hace conocer y vivir la presencia de un Dios que me acompaña, que camina junto a mí. Pascua nos habla de la presencia actual de Jesucristo que permanece en la historia como camino de una Vida Nueva. Su presencia no es sólo una doctrina que nos marca un camino, sino una gracia que sana y transforma. No se trata, por otra parte, de una presencia que redime o salva a la persona en un sentido individual, sino que también debe llegar a nuestras relaciones.

El don de la pascua se convierte, para el hombre, en una tarea de alcance social. Si bien ella es en Cristo un momento definitivo en la historia de los hombres sus consecuencias sociales, sin embargo, no están establecidas de una vez para siempre. Esta es, precisamente, la tarea que surge como compromiso de quién celebra y vive responsablementela Pascua. Estecamino enla Iglesiase va desarrollando a lo largo de su Doctrina Social, que es como la resonancia temporal del Evangelio.

De esto se desprende que la transformación del mundo a partir del Evangelio de Jesucristo, que se hace vida nueva para el hombre enla Pascua, es una dimensión esencial de la fe cristiana. La fe no me aísla del mundo sino que me hace responsable de este mundo para que el sea una casa donde reine la verdad y la justicia, el amor, la paz y la solidaridad, que son lo valores de ese Reino de Dios que nos ha predicado Jesucristo.

Desde la Pascua esto es posible y deja ser una utopía más. ¿Qué nos falta para que esto sea realidad? Aquí debemos hablar de nuestra vida cristiana como presencia y compromiso en el mundo. El mayor servicio que un cristiano yla Iglesiapueden ofrecer al mundo es, precisamente, ser testigos dela Pascuaa través de una vida coherente y comprometida con los valores del Evangelio.

Deseando que la Pascua no haga descubrir el significado y la grandeza de nuestras vidas como hijos de Dios, como de nuestro compromiso con el mundo, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús. 

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe dela Vera Cruz 


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Vigilia de oración por las Vocaciones Nativas 2012 publicada en la revista ILUMINARE n. 385 - ABRIL 2012, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración el 13 de Mayo en nuestra diócesis de Tenerife.

MONICIÓN DE INTRODUCCIÓN 

Nos reunimos en este lugar para orar. Como los primeros cristianos se reunían en la comunidad  para la oración, y así perseveraban en ella con María, nosotros queremos imitarles. Con María queremos ir de la mano hacia Jesús para suplicarle que conceda a su Iglesia vocaciones incesantes. Sobre todo, queremos pedirle al Señor que envíe vocaciones a las Iglesias de primera evangelización, vocaciones nativas.

El fin de la actividad misionera es la implantación de nuevas Iglesias, que se conviertan en testimonio vivo de la presencia de Jesucristo resucitado entre los coterráneos. Que unos lleguen a ser para otros signo real de la presencia de un Dios que es amor y viene a traerla Salvacióna su Pueblo. Esta es la misión dela Iglesiay de todos sus miembros. Esta es la vocación de todos los cristianos.

Abramos nuestro corazón en la oración, para interceder ante el Padre pidiendo que envíe obreros a la mies. Caminemos de la mano de María, escuchando, meditando y entregando nuestra vida ala Palabradela Vida. Nosponemos de pie. 

PARTE I: Palabra proclamada 

El presidente de la celebración entra en procesión con un canto adecuado. 

P: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

A: Amén.

P: El Señor esté con vosotros.

A: Y con tu espíritu.

P: Hermanos, nos reunimos esta noche de Pascua para celebrar la victoria de Cristo resucitado.

Él es la luz que ilumina nuestras tinieblas. Ahora, la victoria dela Pascuaalumbra nuestras vidas y las de todos los hombres. Jesús, luz de los pueblos dela Tierra, ¡ha vencido a la muerte! Dios está con nosotros. Os invito a que abráis el corazón en este momento de oración.

Dejemos que Jesús ilumine nuestros corazones. Por ello, recibimos ahora el cirio pascual, signo de esta victoria y expresión del deseo de que nos inunde con su luz. 

Procesión con el cirio pascual desde el fondo del templo, mientras se canta: ¡Oh luz gozosa! (CLN 760) o Haz brillar sobre nosotros (CLN 714). El cirio se coloca al lado del ambón. 

P: La luz de Cristo invade ahora este lugar y nuestro interior. Dios quiere hablarnos. Lo hace desde su Palabra, desde su Evangelio. Escuchemos con atención la voz de Dios y guardémosla durante todo este tiempo, meditándola en nuestro corazón. 

Mientras se entona el aleluya, un ministro adecuado se acerca al ambón y lee el siguiente texto.

L: El Señor esté con vosotros

A: Y con tu espíritu.

L: Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (Lc 1,26-38).

A: Gloria a ti, Señor.

L: “En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba  qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante

Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró”.

L: Palabra del Señor.

A: Gloria a Ti, Señor Jesús. 

Se vuelve a entonar el aleluya del principio.

Los participantes se sientan y se deja un rato de silencio para poder volver sobre el texto.Es bueno, para este fin, proyectar el texto en alguna parte o repartir un folleto para seguir la celebración. 

PARTE II: Palabra acogida 

P: Hemos vivido el pasado verano una experiencia inolvidable, que no podemos dejar pasar de largo:la Jornada Mundialdela Juventud. Hemosido de la mano de la vocación de María, y ahora Benedicto XVI nos va a ayudar a reflexionar sobre la vocación. 

L: “En esta vigilia de oración, os invito a pedir a Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y enla Iglesiay a perseverar en ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que Él nos proponga.

A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gén 2,24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa ser conscientes de que sólo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial...”. 

Silencio y canto. 

L: “... A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: «¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14).

Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama»” (Benedicto XVI, Vigilia en Cuatro Vientos, Madrid, JMJ 2011). 

Silencio y canto. 

PARTE III: Palabra respondida 

P: Ahora os invito a que pongamos nuestras vidas a los pies de Jesús, para que le preguntemos, le contemos, le pidamos, para que nos entreguemos a Él, que ahora se hace patente en el Sacramento dela Eucaristía. 

Se expone el Santísimo según su liturgia propia.

Después de un rato de silencio, se continúa con lo siguiente.

Las preces las pueden leer varios lectores, y entre prez y prez puede dejarse un momento de silencio, si se ve oportuno; incluso se puede encender una vela del color propio del continente, una vez leída la prez. 

P: En esta oración queremos presentar ante Jesús Sacramentado todas nuestras inquietudes.

Con confianza de hijos amados, le pedimos al Padre por medio de su Hijo y de María.

Respondemos: “Te lo pedimos, Señor”. 

  • Jesús, que quisiste que los pueblos de África conocieran tu nombre: suscita vocaciones en medio de sus Iglesias, para que se robustezca la fe en medio del dolor de tantas personas. Oremos. (Vela color verde).
  • Jesús, que quisiste que los pueblos de Asia conocieran tu nombre: suscita vocaciones en medio de sus Iglesias, para que sean testimonio vivo de tu verdad en medio de la dificultad del anuncio. Oremos. (Vela color amarillo).
  • Jesús, que quisiste que los pueblos de América conocieran tu nombre: suscita vocaciones en medio de sus Iglesias, para que se instaure tu Reino de paz, justicia y libertad en medio de la desesperanza de los hombres. Oremos. (Vela color rojo).
  • Jesús, que quisiste que los pueblos de Oceanía conocieran tu nombre: suscita vocaciones en medio de sus Iglesias, para que, siendo fieles a lo que han recibido, no caigan en los males que contagia el mundo. Oremos. (Vela color azul).
  • Jesús, que quisiste que los pueblos de Europa conocieran tu nombre: suscita vocaciones en medio de sus Iglesias, para que, nutriéndose de sus raíces cristianas, se reavive la pasión de la fe primera que de tus Apóstoles recibieron. Oremos.(Vela color blanco). 

P: Acoge nuestra oración, Señor, y bendice a tu pueblo, que espera anhelante el don de tu amor. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. 

P: Antes de dar la bendición, vamos a orar todos juntos, como signo de comunión espiritual con todos los cristianos del mundo, especialmente, los de todas aquellas Iglesias que más necesitan de vocaciones que las sirvan: Padre nuestro…

El presidente da la bendición según el ritual, pero utiliza la oración que se ha elaborado para este día como conclusión de la vigilia. Termina con la fórmula: 

P: Id y anunciad lo que habéis visto y oído. Podéis ir en paz.

A: Demos gracias a Dios.


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Lectio divina para el lunes de la cuarta semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la Diócesis e Tenerife.

Lectura: 

“Juan 10, 110”

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

Meditación: 

“Que tengan vida”

          Me gusta, me estimula y me reta también tu insistencia en la llamada a la vida. Es como tu obsesión. Que el hombre viva. Ya sé que no te refieres a la dimensión meramente material y física, que de por sí es perecedera, sino a esa realidad que nos lleva a abrirnos a todos los signos y gestos que son creadores y portadores de vida digna, que abre horizontes, que llama a estar desarrollando y potenciado todos esas actitudes que permiten crecer en humanidad, que nos permiten desarrollarnos e ir potenciando todas las posibilidades y realidades que configuran a un hombre siempre en apertura y desarrollo, en continuo gesto de creador y potenciador de signos de vida.

          Y en todo ello, tú como puerta, como espacio no en el que quedarse, sino necesario para acceder a todo ello. Pasar por ti, es darnos acceso a seguir creciendo, a ir descubriendo la llamada a desarrollar un mundo cargado de vida, de humanidad.

          Optar por la vida significa fidelidad y eso conlleva lucha, a veces dolor, pero también gozo, capacidad de superarnos y crecer y madurar. Es más fácil no complicarse la vida, vivir del momento, dejarse llevar por los sentimientos que fluyen, pero eso no construye vida; eso construye capricho, superficialidad, que puede satisfacer un momento, pero que termina creando vacío, falta de sentido, incapacidad para asumir y hacer frente a las situaciones que maduran, hacen crecer y humanizan.

          Tú me ofreces el reto de una vida vivida de manera plena, apostando por todo lo que la construye y deseo asumir el reto.

Oración: 

“Abrirme a la vida”

Eres, Señor, como una bocanada de aire fresco que quiere responder a mis anhelos más profundos para impulsarlos. Gracias, Señor, por ese impulso, por esa llamada a la vida, por ofrecérmela de modo especial desde la experiencia de tu resurrección, que no es otra cosa sino el canto a la vida, la puerta de acceso a una realidad que impulsa todo lo que de noble y bueno has puesto en mi corazón y en el corazón de todos los seres humanos.

Dame el valor de abrirme a la vida, de no quedarme en todo lo que me puede instalar en mi yo cómodo y autosuficiente. Dame la capacidad de hacer crecer mis anhelos y de ponerlos al servicio de todos los que comparten, cerca o lejos, esta historia que me ha tocado vivir, para que sea más humana, más cargada de signos de vida.

Contemplación: 

“La puerta”

Tú eres la puerta
que me permite entrar
en ti y a través de ti.

Me abres el recinto sagrado
de tu misterio de amor,
y me brindas el camino
a una vida que se proyecta
hacia el infinito de posibilidades
y de eternidad.

Y ante mis puertas cerradas,
ante mis huidas fáciles,
siento la calidez de tu llamada,
que me envuelve,
y me invita a vivir
tu ser puerta y estancia,
tu ser la vida en mí.


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Domingo, 29 de abril de 2012

Guión litúrgico para la Jornada de las Vocaciones Nativas 2012, publicado en la revista ILUMINARE n. 385 - ABRIL 2012 recibida en la parroquiacon los materiales para su celebración el 13 de Mayo en nuestra diócesis de Tenerife.

 

MONICIÓN de ENTRADA 

Nos reúne la presencia del Señor resucitado, que, como Buen Pastor, congrega y conoce a su mies, para derramar sobre nosotros su Salvación.

Hoy, IV Domingo de Pascua, se celebra en la Iglesia universal la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, y, además, en España, el día de las Vocaciones Nativas, bajo  el lema “María alienta las vocaciones en la misión”. Pidamos hoy especialmente por todas estas vocaciones, para que respondan con generosidad a la llamada del Señor, y como María, proclamen sus grandes obras entre todos sus coetáneos.

Aclamemos la grandeza de la misericordia de Jesucristo, cuya misión fue la de traer la Salvación a todos los hombres, haciéndose hombre en el seno de María:

ACTO PENITENCIAL 

. Tú, que quisiste nacer de una mujer para traer la Salvación a todos los hombres. Señor, ten piedad.

. Tú, que por medio de María quisiste obrar el primer signo de tu ministerio redentor. Cristo, ten piedad.

. Tú, que enviaste a los discípulos cuando oraban con María, para llevar tu paz hasta  los confines del mundo. Señor, ten piedad.

MONICIÓN a las LECTURAS

María escuchó la Palabra y pudo decir “sí” al plan de Salvación que Dios tenía preparado desde antiguo para toda la humanidad. Solo escuchando la Palabra podremos responder un “sí” con nuestra vida a la acción de Dios, y llegar de este modo a recibir la Salvación que nuestro corazón desea. Escuchemos con atención para que podamos ser también transmisores de esa Salvación que se nos regala en Cristo.

SUGERENCIAS para la HOMILÍA

San Juan nos ofrece el fruto de la Pascua: hemos sido hechos hijos de Dios por Gracia, entregada en Jesucristo. Nuestra vida no es lo que nos parece más evidente: el pecado, la debilidad o la muerte. Somos incapaces de hacernos felices a nosotros mismos, pero la verdad de nuestra vida pasa por la verdad de la vida de Jesucristo. No vemos a Jesucristo con los  ojos, pero podemos conocerle y creer en Él.

En la primera lectura, san Pedro da su testimonio. La verdad de Pedro es Jesucristo. Solo Él responde al deseo de felicidad que tienen todos los hombres. La respuesta a la súplica del cojo del templo no es la simple limosna, sino Jesucristo, que viene a llenar el vacío de un corazón postrado en el agarrotamiento de la desesperanza. 

¿Quién es Jesucristo? Es el Buen Pastor. Él es el que conoce a sus ovejas. El significado de “conocer” en san Juan es amar; y el del amor es la entrega. Dios, que es Vida, se entrega a los hombres para que tengamos la vida en plenitud que nos arrebata el pecado. Dios se hace muerte para que el hombre tenga vida. En esa entrega el hombre puede responder por el don de Dios a su deseo de plenitud.

La eucaristía es el momento en el que se vuelve a hacer presente esa entrega de Dios a los hombres. En ella entramos en comunión con Dios y los hermanos. En la eucaristía encontramos respuesta a nuestro deseo, pues el hombre ha sido creado para el amor. Esta eucaristía es la que constituye la Iglesia.

Jesús tiene ovejas en otro redil, que desean su salvación, y Él las quiere traer para que participen de su rebaño. Dios quiere que todos los hombres se salven por su amor. El fin de la misión ad gentes es la implantación de una nueva Iglesia particular, que sea redil para los que aún no conocen a Cristo. Para ello necesita ministros y religiosos que se consagren al servicio de sus hermanos. Hoy, Jornada de las Vocaciones Nativas, rezamos para que este don de Dios descienda sobre estas Iglesias que desean brotar con fuerza para ser luz del mundo y sal de la tierra.

Especialmente encomendamos esta obra sobrehumana a las manos de María, mediadora de todas las gracias. Ella, que es figura de la Iglesia, alienta a sus hijos para entregar la vida al servicio de Jesucristo. Que ella, como en Caná, siga llevando a los hombres a la verdad del Amor divino.

ORACIÓN DE LOS FIELES 

En la confianza de que todo aquello que pidamos al Padre en nombre de Jesucristo se nos  ha concedido, elevamos al Padre nuestra oración:

. Por la Iglesia, para que sea siempre fiel pregonera de la verdad del amor divino. Con María, roguemos al Señor.

.  Por el Papa, los obispos y todos los ministros de la Iglesia, para que, siendo fieles a la llamada de Dios, sean verdaderos profetas del Reino de Jesucristo. Con María, roguemos al Señor.

. Por todos los que han respondido a la llamada del Señor para anunciar su Evangelio por todo el mundo, para que su testimonio tenga un fruto abundante. Con María, roguemos al Señor.

. Por todos los jóvenes que sienten la llamada a dedicar sus vidas al anuncio del Evangelio, y especialmente por las vocaciones nativas, para que respondan con generosidad a la llamada del Señor. Con María, roguemos al Señor.

. Por los que hoy celebramos esta eucaristía, para que nos veamos fortalecidos por la presencia del Señor en el pan partido y seamos testigos de las maravillas de Dios. Con María, roguemos al Señor.

Acoge, Padre Santo, la oración que tus hijos hoy te dirigen a favor suyo y de toda tu Iglesia; derrama sobre ellos la gracia de tu Espíritu Santo, para que, como María, puedan cantar en el mundo tus proezas, y sean así misioneros del Evangelio de Jesucristo, que vive y reina  contigo por los siglos de los siglos. Amén.

DESPEDIDA 

El don que el Padre nos ha hecho con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo nos ayude a poder proclamar la alabanza de su misericordia. No podemos quedarnos mirando al cielo. Como María, pongámonos en camino para anunciar a nuestros hermanos que el Poderoso ha hecho obras grandes por todos nosotros y por aquellos que lo acogen de todo corazón.

SUGERENCIA DE CANTOS

CANTO DE ENTRADA: El Señor es mi Pastor (CLN, 538) o Iglesia peregrina (CLN, 408).

OFERTORIO: María, puente y camino (CLN, 343) o Te ofrecemos, Señor (CLN, H8).

COMUNIÓN: Pescador de hombres (CLN, 407).

Seminario Diocesano de Madrid


Publicado por verdenaranja @ 19:33  | Liturgia
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Estudio pastoral para la Jornada de Vocaciones Nativas 2012 publicado en la revista ILUMINARE n. 385  - ABRIL 2012, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración en nuestra diócesis de Tenerife el 13 de Mayo.

 

LA VIRGEN MARÍA ALIENTA LAS VOCACIONES NATIVAS EN LA MISIÓN 

Por D. Ángel Castaño
Universidad Eclesiástica San Dámaso

 

PRINCIPIOS GENERALES 

Bajo un doble aspecto ha de ser considerado el título que encabeza este estudio pastoral para no reducirlo a una consideración meramente devocional. Los principios generales del culto litúrgico a la Virgen María y que el Concilio Vaticano II inspiró para la mariología en el capítulo VIII de Lumen gentium encuentran siempre especial aplicación en la vida concreta de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares.

En el Nuevo Testamento la Virgen María es presentada en contextos bien definidos: atenta a la escucha de la Palabra de Dios y acogiendo en su corazón y en su seno al Salvador (Lc 1,26-38), con diligente preocupación por su Hijo y su bienestar (Lc 2,48; Mc 3,20-21), como orante solícita por las necesidades de los hombres (Jn 2,3), invitando a acoger las indicaciones de Cristo (Jn 2,5), siendo imagen de la Iglesia que persevera en las pruebas asociada a su Señor (Jn 19,25) y, como prolongación del misterio de su maternidad divina y su fidelidad inquebrantable en la asociación a Cristo, siendo entregada como Madre al discípulo amado que, al pie de la cruz, representa a todos los discípulos (Jn 19,26-27). Finalmente, en Pentecostés, aparece como en el corazón de la Iglesia naciente; la que, sin pertenecer ni al grupo de los apóstoles ni al de los otros discípulos, tampoco es mencionada como integrante del grupo de las mujeres, puesto que es la única mencionada por su nombre (Hch 1,14)... En la espera del Espíritu, Ella está en el centro de la Iglesia naciente, como madre que reúne a sus hijos para que, dirigiendo junto con ellos su oración al Señor, puedan recibir el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a todas las naciones.

El capítulo VIII de Lumen gentium aglutina todos estos momentos de la vida de la Virgen María en una doble relación: respecto a Cristo es Madre y discípula. Es “feliz porque ha creído” (Lc 1,45), de modo que por su fe y su obediencia llega a ser la Madre del Señor (Lc 1,43); como Madre lo cuida y acompaña, como discípula se asocia a su misión y entra con Él en la oscuridad de la prueba y de la tentación para llegar a ser, por voluntad del Padre que el Hijo lleva a cumplimiento, imagen y Madre de la Iglesia.

De este modo, el Señor ha estado siempre en cierto modo acompañado por su Iglesia, prefigurada en María; en Ella se ha realizado anticipadamente –primera Iglesia– el misterio que revela la esencia íntima de la Iglesia: como María, la Iglesia es Madre virgen que engendra a sus hijos por el poder del Espíritu Santo; como María, la Iglesia es discípula que vive acogiendo la palabra del Señor y poniéndola por obra; como María, la Iglesia acoge a todos sus hijos, los alimenta y los hace crecer; y como María, también la Iglesia invita a los suyos a cumplir la voluntad de Cristo. Igualmente unida a María orante, y tomándola como figura, la Iglesia implora el Espíritu Santo.

Fecundidad de María

Estas ideas inspiran, como es lógico, la oración de la Iglesia, que a su vez se convierte en norma para la fe. Así reza el prefacio de una de las misas votivas de Santa María Virgen del Misal Romano, que ha sido incorporada al Misal de las Misas de la Virgen María: “Ella, al aceptar tu Palabra con limpio corazón, mereció concebirla en su seno virginal, y, al dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la Iglesia. Ella, al recibir junto a la cruz el testamento de tu amor divino, tomó como hijos a todos los hombres nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo. Ella, en la espera pentecostal del Espíritu, al unir sus oraciones a las de los discípulos, se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante. Desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, y protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor” (Prefacio de la Misa 25: Misas de la Virgen María, vol. I, p. 128).

Aquí se expresa de modo admirable la impronta mariana de la Iglesia. Por eso la Iglesia se mira en María, y a la vez contempla a la Madre del Señor en el seno de la Iglesia y como Madre.

En las Orientaciones Generales de las Misas de la Virgen María se presentan –de modo bien sintético– los principios básicos que rigen el culto litúrgico a la Virgen María, que iluminan a la vez la relación de la Iglesia con María en lo cotidiano de su historia: “En íntima comunión con la Virgen María, e imitando sus sentimientos de piedad, la Iglesia celebra los divinos misterios, en los cuales Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados:

asociándose a la voz de la Madre del Señor, bendice a Dios Padre y lo glorifica con su mismo cántico de alabanza;

con ella quiere escuchar la palabra de Dios y meditarla asiduamente en su corazón;

con ella desea participar en el misterio pascual de Cristo y asociarse a la obra de la Redención;

imitándola a ella, que oraba en el cenáculo con los apóstoles, pide sin cesar el don del Espíritu Santo;

apelando a su intercesión, se acoge bajo su amparo, y la invoca para que visite al pueblo cristiano y lo llene de sus beneficios;

con ella, que protege benignamente sus pasos, se dirige confiadamente al encuentro de Cristo” (Misas de la Virgen María, Orientaciones Generales, pp. 15-16).

Lo dicho hasta ahora nos permite entender que la relación de la Iglesia con María tiene varios niveles: por un lado, alaba y bendice al Señor por los dones y gracias que Ella ha recibido y a los que ha respondido con fe y obediencia ejemplares; como consecuencia de ello, la Iglesia contempla a María como una figura perfecta de lo que la Iglesia es y está llamada a ser; a la vez, contempla en su historia concreta que, en y con Cristo y dependiendo de Él, la Madre del Señor está presente en la vida de la Iglesia y de cada una de las Iglesias y actualiza permanentemente su maternal solicitud. Por ello, las comunidades cristianas que, obedientes al Señor, acogen a María en su vida y en su fe, se ven enriquecidas en su más íntimo ser y en sus obras y presencia en medio del mundo.

María, figura perfecta de la Iglesia, presente de su historia

Cuando la Iglesia, sin olvidar que el único mediador entre Dios y los hombres es Cristo el Señor y siguiendo sus indicaciones, acoge a María y se contempla en Ella, es llevada inmediatamente a entrar en su más íntimo misterio, iluminada por el Espíritu Santo.

En María, descubre la Iglesia la figura perfecta del discípulo. La Iglesia es siempre –o deja de ser Iglesia– la convocada por el Señor para hacer de ella un pueblo que escucha a su Dios y que pone su palabra por obra, hasta el final. En María contempla la Iglesia cómo la perfecta virginidad del corazón, es decir, la fe que se mantiene limpiamente, dócil al Espíritu Santo, atenta a su voluntad más que a intereses particulares o estrategias puramente humanas, es fuente de una misteriosa y riquísima fecundidad. En la pura obediencia de la fe de una virgen –una estéril por voluntad propia– se muestra la exuberancia de la fecundidad espiritual.

La Iglesia solo puede ser madre si es, primeramente, discípula virginal de Cristo, si vive de Él y para Él.

La fecundidad de María es signo del poder de Dios. Como signo de este poder, en el relato lucano de la Anunciación, el ángel subraya cómo la que no podía tener hijos está ya en su sexto mes (Lc 1,36). De la esterilidad, de la pobreza de las fuerzas humanas, de los medios escasos, de las dificultades que atraviesa la Iglesia a lo largo de su historia –también las nuevas y jóvenes Iglesias–..., surgen una fuerza y una fecundidad del todo inexplicables por el mero poder humano.

Por eso, la maternidad de la Iglesia, su generar hijos a la vida nueva, su capacidad de engendrar a Cristo en los corazones, es ante todo un don, el Espíritu Santo, fuente de fecundidad y de comunión...

Un aspecto evidente de la fecundidad maternal de las Iglesias particulares es la capacidad de suscitar, como precioso don de Cristo, conversiones a la fe y vocaciones al servicio de la gloria de Dios y de la predicación del Evangelio. También aquí en María se ilumina, en cierto modo, este misterio: el Hijo enviado por el Padre entró en el mundo por medio del “sí” de María, y porque este “sí” se mantuvo en el tiempo, el Hijo del Padre, el enviado y el ungido por el Espíritu, pudo crecer, ser alimentado... Este Hijo, en cuanto hombre, fue también introducido en la relación con Dios Padre con la singular colaboración de su Madre virgen y santa. Lo que ella hizo con Jesús es modelo y ejemplo para lo que la Iglesia ha de hacer con todos sus hijos y, en particular, con aquellos que por una vocación singular se configuran a Cristo para participar de su misión. Una Iglesia es madura y fecunda cuando es capaz, no solo de originar, sino de conservar, cuidar, hacer crecer y madurar las vocaciones que nacen de su propia historia, de su propia tierra.

La legítima promoción del culto mariano (que es siempre culto a la Trinidad, como no puede ser menos) debe tener como efecto para la Iglesia la imitación de esta maternidad, de esta fecundidad. No es solo imitación; la celebración litúrgica de la Madre del Señor y las devociones adaptadas a la historia y a la cultura de cada pueblo son también un modo de hacerse presente... Ella sigue presente en la vida de los hombres y de los pueblos y sigue ejerciendo su maternidad: facilitar, por medio del culto mariano, el encuentro con el Señor será, sin duda, fuente de fecundidad... Es como enriquecer y proteger el seno materno, la matriz de la que nace la vida.

Aliento de las Vocaciones

La madre no solo engendra: acoge en la vida, inicia en ella, vela con su trabajo por la salud material y espiritual de sus hijos. Una Iglesia que acoge a María despliega también esta solicitud maternal, con la riqueza de detalles y delicadeza, con la concreción propia del amor materno.

La maternidad espiritual lleva consigo la preocupación por todos los hijos, con independencia de su condición, de su lengua, de su raza... Todos ellos, en el hogar materno, tienen la misma dignidad, las mismas posibilidades, los mismos derechos. Al pie de la cruz, María es, en cierto modo, presentada como la Mujer (Iglesia-María) que reúne a los hijos dispersos de Dios y los incluye en la comunión de un único hogar. Ella, como imagen de la Iglesia, llena del Espíritu Santo, es también consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos, Madre de todos, que se dirige a los que más tienen para que lo pongan al servicio de los que más necesitan.

Cuando la Iglesia se pone a la escucha de María, oye de nuevo estas palabras: “Haced lo que Él os diga”, y, colaborando con el Señor, mediante la súplica y la obediencia, en el envío del Espíritu Santo, participa de este impulso vital, este “soplo” divino que es el ruah, el aliento del Padre, fuente de fecundidad.

En definitiva, una Iglesia más mariana será más de Cristo y también más del Espíritu Santo, más Madre común... Que por impulso del Espíritu todos nos sintamos –como personas singulares y como comunidades– vinculados por esta maternidad: no somos solo hermanos unos de otros, somos también –en Cristo y el Espíritu y con María– “madres” para los otros. María nos enseña que cada Iglesia particular tiene un papel maternal para las demás, y que los seminarios, centros de formación, universidades eclesiásticas tienen también una función “materna” para los seminarios y noviciados de las Iglesias jóvenes.

Que María, Madre de la unidad, nos ayude a sentir que las necesidades de las Iglesias más jóvenes son también las de las Iglesias más consolidadas.


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Presentación de la Jornada de las Vocaciones Nativas por el Director de OMP en España, Don Anastasio Gil, publicada en la revista ILUMINARE, n. 385 ABRIL 2012 recibida en la parroquia con los materiales para su celebración en nuestra diócesis de Tenerife el 13 de Mayo.

Por D. Anastasio Gil García
Director Nacional de OMP

 La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha aprobado que la Jornada de Vocaciones Nativas se celebre el último domingo de abril, en sintonía con el deseo de la Secretaría General de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que señala el tiempo de Pascua como el más adecuado para esta celebración. Algunos años, como este, coincide con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esta coincidencia, lejos de distorsionar la finalidad de cada una de ellas, las refuerza en un único propósito: orar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y cooperar con recursos espirituales, personales y económicos para su sostenimiento. En el caso de las vocaciones nativas, con mucho más motivo, porque la intención de la Jornada es suscitar una auténtica complicidad para que ninguna vocación incipiente en los territorios de misión se pierda por carecer de estas ayudas necesarias.

Respecto a la celebración de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y a su implantación en las comunidades cristianas, contamos con que quienes tienen la misión de promoverla, tanto a nivel nacional como local, procuran poner todos los medios para su realización. En cuanto a la Jornada de Vocaciones Nativas, a pesar de los esfuerzos que se están haciendo, creemos que su celebración es claramente mejorable. A lo largo del año se viven muchos gestos de cooperación de personas que han descubierto su importancia y necesidad, especialmente de personas mayores, pero habría que hacer un nuevo esfuerzo para revitalizar su celebración en parroquias, colegios, comunidades de religiosos y religiosas, y en los grupos y movimientos apostólicos.

Quienes no acaban de entender su necesidad, recurren al argumento de considerar excesivo el número de jornadas misioneras en el Calendario Litúrgico. La frecuente referencia a estas intenciones “extraordinarias” distrae –dicen– a los fieles de su participación en el ritmo ordinario del año litúrgico. Puede haber otras razones más prosaicas, que pueden ser una coartada para salvaguardar el repliegue sobre los propios intereses y necesidades.

Necesidad de colaborar con los seminarios y noviciados

Traigamos a consideración algunos argumentos para reforzar la convicción de quienes colaboran con la Iglesia universal en esta Jornada misionera, o para sugerir alguna reflexión en quienes de modo ordinario no consideran oportuno implicarse en esta tarea:

1. La actividad misionera de la Iglesia tiene como principal finalidad promover comunidades cristianas donde se confiese la fe, se celebren los sacramentos y se vivan las exigencias de la caridad. Así nacen y se desarrollan las pequeñas “ekklesías” en el mundo, y especialmente en los territorios de misión. Estas comunidades solo pueden estar consolidadas cuando es posible la celebración de la Eucaristía por parte del ministerio sacerdotal. Al principio, estos ministros proceden de “fuera”, son los misioneros que vienen de lejos, hasta que en la misma comunidad Dios suscita el carisma vocacional en aquellos que son llamados al orden de los presbíteros. Solo cuando en el seno de esa comunidad han nacido y madurado las vocaciones nativas puede decirse que dicha comunidad cristiana se ha consolidado.

2. Dios está suscitando innumerables vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio en los territorios de misión. Mientras en los ámbitos de la vieja cristiandad están decreciendo las vocaciones, en estos países la respuesta es muy generosa en los jóvenes que inicialmente sienten la necesidad de entregarse. A partir de ese momento, se abre un largo camino de acompañamiento, discernimiento y maduración de la vocación. Años difíciles para el sujeto y para quienes tienen la misión de ayudarle en su crecimiento. Si a esta tarea oculta y silenciosa se añade la carencia de recursos materiales para su sostenimiento, las vocaciones pueden perderse para siempre.

3. La confesión de fe reafirma que la Iglesia es universal, sin compartimentos estancos. Es un grave error dividirla en Iglesias del Norte y del Sur, en Iglesias ricas y pobres, en Iglesias retrógradas y avanzadas. Este afán por dividir socava el subsuelo de la Iglesia una y católica. Desde esta perspectiva universal, escuchamos la invitación del Maestro a rogar al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies (“su”, no la “nuestra”). De hecho, así están apareciendo vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio en los lugares más insospechados. Por esta generosidad hemos de dar gracias a Dios y seguir respondiendo con nuestra súplica, pidiendo la perseverancia y fidelidad de cada una de ellas, y con la cooperación económica, para atender sus necesidades más urgentes. Más tarde será la Iglesia quien favorezca la oportuna distribución de las vocaciones.

“María alienta las vocaciones en la misión”

Al servicio de esta tarea vemos la constante presencia alentadora de María. Así lo hizo en los primeros tiempos de la Iglesia. Ella perseveraba en la oración con los llamados. Ella les alentaba a estar vigilantes para recibir la fuerza de la alto, como sucedió a los pocos días, en Pentecostés. Ella era el punto de referencia para la acogida y el fortalecimiento de los primeros que se unían a la labor de los apóstoles.

Obras Misionales Pontificias ha propuesto como lema para la celebración de la Jornada “María alienta las vocaciones en la misión”; lema que ilumina el dibujo del cartel, que representa el acontecimiento de Pentecostés. La contemplación de esta imagen lleva a vislumbrar cómo el aliento del Espíritu sigue haciéndose presente en las comunidades cristianas de los territorios de misión, para fortalecer, también allí, la fe de los que han sido llamados.

Acompañan al cartel otros materiales que pueden ser muy útiles para quienes deseen suscitar en los fieles la colaboración con esta Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que atiende las vocaciones nativas. Pascua Misionera es un subsidio para que, en cinco domingos de Pascua, se pueda conocer la realidad de las vocaciones en cada uno de los cinco continentes, orar por ellas y poner la ayuda económica a disposición de quien corresponda. La estampa oracional recoge una oración que Benedicto XVI compuso hace años, para que los creyentes podamos rezar juntos y en diversas lenguas pedir al Señor la fidelidad de quienes han sido llamados. El tríptico y el sobre se ofrecen como servicio para canalizar los donativos hacia la Dirección Diocesana o Nacional, en la certeza de que esta limosna evangélica llegará al seminario o noviciado deseado, o bien al que más lo necesite, según la voluntad del donante.

Las vocaciones sí importan

Desde el año 1922, en que esta iniciativa de Juana Bigard fue asumida por la Santa Sede, haciéndola Pontificia, la Secretaría General de San Pedro Apóstol tiene el encargo del Santo Padre para atender las necesidades de los seminarios y noviciados, encauzar los donativos y promover la cooperación de los fieles. Más aún, sin ella, ¡cuántas vocaciones se habrían perdido! Muchos de los obispos nativos que hoy hacen presente la apostolicidad de las diócesis en los territorios de misión han podido concluir su recorrido vocacional gracias a la colaboración de esta Obra Pontificia; y también, ¡cuántos sacerdotes o religiosos y religiosas! Los testimonios no se hacen esperar y van llegando a la Dirección Nacional de las OMP, como puede verse en la última sección de esta revista.

Muchos fieles cristianos y responsables de las comunidades (párrocos, rectores de seminario, directores de colegios, etc.) consideran que, para la aportación económica a las misiones, es suficiente con la Jornada del DOMUND. En algunos casos permiten, por simpatía, promover la colaboración de los niños el día de la Infancia Misionera, pero se resisten a promover de nuevo otra colecta de carácter misional. Desde estas páginas extendemos la mano en nombre de las vocaciones nativas para suplicar la limosna evangélica. Entre todos podemos financiar cientos de “Becas” para que ninguna de ellas se pierda. El día que dejemos de ayudar a las vocaciones nativas se habrá terminado la actividad misionera de la Iglesia, ya que habríamos ahogado el don con el que Dios quiere enriquecer a las comunidades incipientes.


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S?bado, 28 de abril de 2012

ZENIT  nos ofrece el texto completo de la carta dirigida alos sacerdotes por el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero y por el secretario del dicasterio, monseñor Celso Morga Iruzubieta, arzobispo titular de Alba Marítima. (26 de Marzo 2012)

Jornada Mundial de Oración para la Santificación del Clero

CARTA A LOS SACERDOTES

Queridos Sacerdotes:

En la próxima solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el 15 de junio de 2012, celebraremos, como de costumbre, la “Jornada Mundial de Oración para la Santificación del Clero”.

La expresión de la Escritura «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Ts 4, 3), aunque vaya dirigida a todos los cristianos, se refiere en modo particular a nosotros, los sacerdotes, que hemos aceptado no sólo la invitación a “santificarnos”, sino también a convertirnos en “ministros de santificación” para nuestros hermanos.

Esta “voluntad de Dios”, en nuestro caso, por decirlo así, se ha doblado y multiplicado al infinito, tanto que a ella podemos y debemos obedecer en cada acción ministerial que llevamos a cabo.

Este es nuestro estupendo destino: no podemos santificarnos sin trabajar para la santidad de nuestros hermanos, y no podemos trabajar para la santidad de nuestros hermanos sin que antes hayamos trabajado y trabajemos para nue stra santidad.

Al introducir a la Iglesia en el nuevo milenio, el Beato Juan Pablo II nos recordaba la normalidad de este “ideal de perfección”, que debe ofrecerse en seguida a todos: «Preguntar a un catecúmeno: “¿quieres recibir el bautismo?”, significa al mismo tiempo preguntarle: “¿quieres ser santo?”» 1.

Ciertamente, en el día de nuestra Ordenación sacerdotal, esta misma pregunta bautismal resonó de nuevo en nuestro corazón, pidiendo una vez más nuestra respuesta personal; pero se nos ha confiado para que supiésemos dirigirla también a nuestros fieles, custodiando su belleza y preciosidad.

La conciencia de nuestros incumplimientos personales no contradice esta persuasión, como tampoco lo hacen las culpas de algunos que, a veces, han humillado el sacerdocio a los ojos del mundo.

A distancia de diez años —considerando que las noticias difundidas se agravan — debemos dejar que resuenen de nuevo en nuestro corazón, con mayor fuerza y urgencia, las palabras que Juan Pablo II nos dirigió el Jueves Santo del año 2002: «Además, en cuanto sacerdotes, nos sentimos en estos momentos personalmente conmovidos en lo más íntimo por los pecados de algunos hermanos nuestros que han traicionado la gracia recibida con la Ordenación, cediendo incluso a las peores manifestaciones del mysterium iniquitatis que actúa en el mundo. Se provocan así escándalos graves, que llegan a crear un clima denso de sospechas sobre todos los demás sacerdotes beneméritos, que ejercen su ministerio con honestidad y coherencia, y a veces con caridad heroica. Mientras la Iglesia expresa su propia solicitud por las víctimas y se esfuerza por responder con justicia y verdad a cada situación penosa, todos nosotros —conscientes de la debilidad humana, pero confiando en el poder salvador de la gracia divina — estamos llamados a abrazar el mysterium Crucis y a comprometernos aún más en la búsqueda de la santidad. Hemos de orar para que Dios, en su providencia, suscite en los corazones un generoso y renovado impulso de ese ideal de entrega total a Cristo que está en la base del ministerio sacerdotal»2.

Como ministros de la misericordia de Dios, sabemos, por tanto, que la búsqueda de la santidad siempre se puede retomar, a partir del arrepentimiento y el perdón. Pero a la vez sentimos la necesidad de pedirlo, cada sacerdote, en nombre de todos los sacerdotes y para todos los sacerdotes3.

Refuerza nuestra confianza la invitación que la propia Iglesia nos dirige a cruzar nuevamente el umbral de la Porta fidei, acompañando a todos nuestros fieles. Sabemos que este es el título del a Carta apostólica con la cual el Santo Padre Benedicto XVI convocó el Año de la Fe que comenzará el próximo 12 de octubre de 2012.

Una reflexión sobre las circunstancias de esta invitación nos puede ayudar.

Se sitúa en el 50° aniversario de la apertura del Concilio ecuménico Vaticano II (11 de octubre de 1962) y en el 20° aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica (11 de octubre de 1992). Además, para el mes de octubre de 2012, se ha convocadola Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre el tema de "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana".

Se nos pedirá, pues, trabajar en profundidad sobre cada uno de estos “capítulos”:

– sobre el Concilio Vaticano II, a fin de que sea de nuevo acogido como «la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX»: “Una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza ”, “una gran fuerza para la renovación siempre necesaria dela Iglesia”4;

– sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, para que realmente se acoja y se utilice «como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial y como una regla segura para la enseñanza de la fe»5;

– sobre la preparación del próximo Sínodo de los Obispos, para que sea realmente «una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe »6.

Por ahora —como introducción a todo el trabajo— podemos meditar brevemente sobre esta indicación del Pontífice, en la cual todo converge: «Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca ala Iglesiay le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la al egría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe».7

“Los hombres de cada generación”, “todos los pueblos de la tierra”, “nueva evangelización”: ante este horizonte tan universal, sobre todo nosotros, los sacerdotes, debemos preguntarnos cómo y dónde estas afirmaciones pueden unirse y consistir.

Podemos, pues, comenzar recordando que ya el Catecismo de la Iglesia Católica se abre con un abrazo universal, reconociendo que “El hombre es «capaz» de Dios”8; pero lo hace eligiendo —como su primera cita— este texto del Concilio ecuménico Vaticano II: «La razón más alta (“eximia ratio”) de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor (“ex amore”), es conservado siempre por amor (“ex amore”); y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador . Sin embargo, muchos de nuestros contemporáneos no perciben de ninguna manera esta unión íntima y vital con Dios o la rechazan explícitamente » (“hanc intimam ac vitalem coniunctionem cum Deo”)9.

¿Cómo olvidar que, con el texto que acabamos de citar —precisamente en la riqueza de las formulaciones escogidas— los Padres conciliares querían dirigirse directamente a los ateos, afirmando la inmensa dignidad de la vocación, de la que se habían alejado como hombres? ¡Y lo hacían con las mismas palabras que sirven para describir la experiencia cristiana, en el culmen de su intensidad mística!

También la Carta apostólica Porta Fidei inicia afirmando que esta «introduce en la vida de comunión con Dios », lo que significa que nos permite adentrarnos directamente en el misterio central de la fe que debemos profesar: «Profesar la fe enla Trinidad—Padre, Hijo y Espíritu Santo— equivale a creer en un solo Dios que es Amor» (ibídem, n. 1).

Todo esto debe resonar de modo especial en nuestro corazón y en nuestra inteligencia, para que seamos conscientes de cuál es hoy el drama más grave de nuestros tiempos.

Las naciones cristianizadas ya no sienten la tentación de ceder a un ateísmo genérico (como en el pasado), sino que corren el riesgo de ser víctimas de ese particular ateísmo que viene de haber olvidado la belleza y el calor dela Revelación Trinitaria.

Hoy son sobre todo los sacerdotes, en su adoración diaria y en su ministerio diario, quienes deben encauzarlo todo hacia la Comunión Trinitaria: sólo a partir de esta y adentrándose en esta, los fieles pueden descubrir verdaderamente el rostro del Hijo de Dios y su contemporaneidad, y pueden verdaderamente llegar al corazón de todo hombre y a la patria a la cual todos están llamados. Y sólo así los sacerdotes podemos ofrecer de nuevo a los hombres de hoy la dignidad del ser persona, el sentido de las relaciones humanas y de la vida social, y la finalidad de toda la creación.

“Creer en un solo Dios que es Amor”: no será realmente posible ninguna nueva evangelización si los cristianos no somos capaces d e sorprender y conmover nuevamente al mundo con el anuncio dela Naturalezade Amor de Nuestro Dios, en las Tres Divinas Personas que la expresan y que nos hacen partícipes de su misma vida.

El mundo de hoy, con sus laceraciones cada vez más dolorosas y preocupantes, necesita al Dios-Trinidad, y anunciarlo es la tarea dela Iglesia.

La Iglesia, para poder desempeñar esta tarea, debe permanecer indisolublemente abrazada a Cristo y no dejar nunca que se le separe de Él: necesita santos que vivan “en el corazón de Jesús” y sean testigos felices del Amor Trinitario de Dios. ¡Y los Sacerdotes, para servir ala Iglesiay al mundo, necesitan ser santos!

Vaticano, 26 de marzo de 2012

Solemnidad de la Anunciación de la Santísima Virgen

NOTAS

1 Carta Apostólica Novo millennio ineunte, n. 31.

2 JUAN PABLO II, Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo del año 2002.

3 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote ministro dela Misericordia Divina.Material para Confesores y

Directores espirituales, 9 de marzo de 2011, 14-18; 74-76; 110-116 (el sacerdote como penitente y discípulo espiritual).

4 Cf. Porta fidei, n. 5.

5 Cf. Ibídem, n. 11.

6 Ibídem, n. 4.

7 Ibídem, n. 7.

8 Sección Primera. Capítulo I.

9 Gaudium et Spes, n. 19 y Catecismo dela Iglesia Católican. 27.

LECTURAS Y TEXTOS para profundizar o para celebraciones

LECTURAS BÍBLICAS

Del Evangelio de Juan: 15, 14-17

Del Evangelio de Lucas: 22, 14 - 27

Del Evangelio de Juan: 20, 19 - 23

Dela Cartaa los Hebreos: 5, 1 - 10

LECTURAS PATRÍSTICAS

S. JUAN CRISÓSTOMO, El sacerdocio, III, 4-5; 6.

ORÍGENES, Homilías sobre el Levítico, 7, 5.

LECTURAS DEL MAGISTERIO

Gaudium et Spes, n. 19 y Catecismo dela Iglesia Católica, n. 27.

JUAN PABLO II, Carta a los Sacerdotes con ocasión del Jueves Santo, 2001.

Benedicto XVI, Homilía del Jueves Santo, 13 de abril de 2006.

LECTURAS de los ESCRITOS de los SANTOS

SAN GREGORIO MAGNO: Diálogos, 4, 59.

SANTA CATALINA DE SIENA, El diálogo de la divina Providencia, cap. 116; cf. Sl 104, 15.

SANTA TERESA DE LISIEUX, Ms A 56r; LT 108; LT 122; LT 101; Pr n. 8.

BEATO CHARLES DE FOUCAULD, Écrits Spirituels, pp. 69-70.

SANTA TERESA BENEDICTA DELA CRUZ(EDITH STEIN), WS, 23.

ORACIÓN POR LA SANTA IGLESIA Y POR LOS SACERDOTES

Oh Jesús mío, te ruego por todala Iglesia:
concédele el amor y la luz de tu Espíritu
y da poder a las palabras de los sacerdotes
para que los corazones endurecidos
se ablanden y vuelvan a ti, Señor.
Señor, danos sacerdotes santos;
Tú mismo consérvalos en la santidad.
Oh Divino y Sumo Sacerdote,
que el poder de tu misericordia
los acompañe en todas partes y los proteja
de las trampas y asechanzas del demonio,
que están siendo tendidas incesantemente para las almas de los sacerdotes.

Que el poder de tu misericordia,
oh Señor, destruya y haga fracasar
lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes,
ya que tú lo puedes todo.

Oh mi amadísimo Jesús,
te ruego por el triunfo dela Iglesia,
por la bendición para el Santo Padre y todo el clero,
por la gracia de la conversión de los pecadores empedernidos.
Te pido, Jesús, una bendición especial y luz
para los sacerdotes,
ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.

(Santa Faustina Kowalska)

EXAMEN DE CONCIENCIA PARA LOS SACERDOTES

1. «Por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad » (Jn 17, 19)

¿Me propongo seriamente la santidad en mi sacerdocio? ¿Estoy convencido de que la fecundidad de mi ministerio sacerdotal viene de Dios y que, con la gracia del Espíritu Santo, debo identificarme con Cristo y dar mi vida por la salvación del mundo?

2. «Este es mi cuerpo» (Mt 26, 26)

¿El santo sacrificio dela Misaes el centro de mi vida int erior? ¿Me preparo bien, celebro devotamente y después, me recojo en acción de gracias? ¿Constituyela Misael punto de referencia habitual de mi jornada para alabar a Dios, darle gracias por sus beneficios, recurrir a su benevolencia y reparar mis pecados y los de todos los hombres?

3. «El celo por tu casa me devora» (Jn 2, 17)

¿Celebrola Misasegún los ritos y las normas establec idas, con auténtica motivación, con los libros litúrgicos aprobados? ¿Estoy atento a las sagradas especies conservadas en el tabernáculo, renovándolas periódicamente? ¿Conservo con cuidado los vasos sagrados? ¿Llevo con dignidad todos las vestidos sagrados prescritos porla Iglesia, teniendo presente que actúo in persona Christi Capitis?

4. «Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9)

¿Me produce alegría permanecer ante Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento, en mi meditación y silenciosa adoración? ¿Soy fiel a la visita cotidiana al Santísimo Sacramento? ¿Mi tesoro está en el Tabernáculo?

5. «Explícanos la parábola» (Mt 13, 36)

¿Realizo todos los días mi meditación con atención, tratando de superar cualquier tipo distracción que me separe de Dios, buscando la luz del Señor que sirvo? ¿Medito asiduamentela Sagrada Escritura? ¿Rezo con atención mis oraciones habituales?

6. Es preciso «orar siempre sin desfallecer» (Lc 18, 1)

¿Celebro cotidianamentela Liturgiade las Horas integralmente, digna, atenta y devotamente? ¿Soy fiel a mi compromiso con Cristo en esta dimensión importante de mi ministerio, rezando en nombre de todala Iglesia?

7. «Ven y sígueme» (Mt 19, 21)

¿Es, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero amor de mi vida? ¿Observo con alegría el compromiso de mi amor hacia Dios en la continencia del celibato? ¿Me he detenido conscientemente en pensamientos, deseos o actos impuros; he mantenido conversaciones inconvenientes? ¿Me he puesto en la ocasión próxima de pecar contra la castidad? ¿He custodiado mi mirada? ¿He sido prudente al tratar con las diversas categorías de personas? ¿Representa mi vida, para los fieles, un testimonio del hecho de que la pureza es algo posible, fecundo y alegre?

8. «¿Quién eres Tú?» (Jn 1, 20)

En mi conducta habitual, ¿encuentro elementos de debilidad, de pereza, de flojedad? ¿Son conformes mis conversaciones al sentido humano y sobrenatural que un sacerdote debe tener? ¿Estoy atento a actuar de tal manera que en mi vida no se introduzcan particulares superficiales o frívolos? ¿Soy coherente en todas mis acciones con mi condición de sacerdote?

9. «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cab eza» (Mt 8, 20)

¿Amo la pobreza cristiana? ¿Pongo mi corazón en Dios y estoy desapegado, interiormente, de todo lo demás? ¿Estoy dispuesto a renunciar, para servir mejor a Dios, a mis comodidades actuales, a mis proyectos personales, a mis legítimos afectos? ¿Poseo cosas superfluas, realizo gastos no necesarios o me dejo conquistar por el ansia del consumismo? ¿Hago lo posible para vivir los momentos de descanso y de vacaciones en la presencia de Dios, recordando que soy siempre y en todo lugar sacerdote, también en aquellos momentos?

10. «Has ocultado estas cosas a sabios y inteligentes, y se las has revelado a los pequeños » (Mt 11, 25)

¿Hay en mi vida pecados de soberbia: dificultades interiores, susceptibilidad, irritación, resistencia a perdonar, tendencia al desánimo, etc.? ¿Pido a Dios la virtud de la humildad?

11. «Al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 34)

¿Tengo la convicción de que, al actuar “en la persona de Cristo” estoy directamente comprometido con el mismo cuerpo de Cristo,la Iglesia? ¿Puedo afirmar sinceramente que amo ala Iglesiay que sirvo con alegría su crecimiento, sus causas, cada uno de sus miembros, toda la humanidad?

12. «Tú eres Pedro» (Mt 16, 18)

Nihil sine Episcopo —nada sin el Obispo— decía San Ignacio de Antioquía: ¿están estas palabras en la base de mi ministerio sacerdotal? ¿He recibido dócilmente órdenes, consejos o correcciones de mi Ordinario? ¿Rezo especialmente por el Santo Padre, en plena unión con sus enseñanzas e intenciones?

13. «Que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34)

¿He vivido con diligencia la caridad al tratar con mis hermanos sacerdotes o, al contrario, me he

desinteresado de ellos por egoísmo, apatía o indiferencia? ¿He criticado a mis hermanos en el sacerdocio? ¿He estado al lado de los que sufren por enfermedad física o dolor moral? ¿Vivo la fraternidad con el fin de que nadie esté solo? ¿Trato a todos mis hermanos sacerdotes y también a los fieles laicos con la misma caridad y paciencia de Cristo?

14. «Yo soy el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 6)

¿Conozco en profundidad las enseñanzas dela Iglesia? ¿Las asimilo y las transmito fielmente? ¿Soy

consciente del hecho de que enseñar lo que no corresponde al Magisterio, tanto solemne como

ordinario, constituye un grave abuso, que causa daño a las almas?

15. «Vete, y en adelante, no peques más» (Jn 8, 11)

El anuncio dela Palabrade Dios ¿conduce a los fieles a los sacramentos? ¿Me confieso con regularidad y con frecuencia, conforme a mi estado y a las cosas santas que trato? ¿Celebro con generosidad el Sacramento dela Reconciliación? ¿Estoy ampliamente disponible a la dirección espiritual de los fieles dedicándoles un tiempo específico? ¿Preparo con cuidado la predicación y la catequ esis? ¿Predico con celo y con amor de Dios?

16. «Llamó a los que él quiso y vinieron junto a él » (Mc 3, 13)

¿Estoy atento a descubrir los gérmenes de vocación al sacerdocio y a la vida consagrada? ¿Me preocupo de difundir entre todos los fieles una mayor conciencia de la llamada universal a la santidad? ¿Pido a los fieles rezar por las vocaciones y por la santificación del clero?

17. «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a se rvir» (Mt 20, 28)

¿He tratado de donarme a los otros en la vida cotidiana, sirviendo evangélicamente? ¿Manifiesto la caridad del Señor también a través de las obras? ¿Veo enla Cruzla presencia de Jesucristo y el triunfo del amor? ¿Imprimo a mi cotidianidad el espíritu de servicio? ¿Considero también el ejercicio de la autoridad vinculada al oficio una forma imprescindible de servicio?

18. «Tengo sed» (Jn 19, 28)

¿He rezado y me he sacrificado verdaderamente y con generosidad por las almas que Dios me ha confiado? ¿Cumplo con mis deberes pastorales? ¿Tengo también solicitud de las almas de los fieles difuntos?

19. «¡Ahí tienes a tu hijo! ¡Ahí tienes a tu madre!» (Jn 19, 26-27)

¿Recurro lleno de esperanza ala Santa Virgen, Madre de los sacerdotes, para amar y hacer amar más a su Hijo Jesús? ¿Cultivo la piedad mariana? ¿Reservo un espacio en cada jornada al Santo Rosario? ¿Recurro a su materna intercesión en la lucha contra el demonio, la concupiscencia y la mundanidad?

20. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu » (Lc 23, 44)

¿Soy solícito en asistir y administrar los sacramentos a los moribundos? ¿Considero en mi meditación personal, en la catequesis y en la ordinaria predicación la doctrina dela Iglesiasobre los Novísimos? ¿Pido la gracia de la perseverancia final y invito a los fieles a hacer lo mismo? ¿Ofrezco frecuentemente y con devoción los sufragios por las almas de los difuntos?


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Lectio divina para el sábado de la tercera semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de tenerife.

Lectura: 

“Juan 6, 6069”

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mi, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»

Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» 

Meditación: 

“¿A quién vamos a acudir?”

No quisiera echar los balones que vienen a mí fuera, porque es a mí a quien diriges tu palabra. De alguna manera me identifico con Pedro y manifiesto mi adhesión plena a ti, pero soy consciente de que soy portador de muchas contradicciones e incoherencias. Yo sé que cuentas con ellas, pero eso todavía me duele más por tu confianza y mi, a veces, superficialidad.

Pero sí, Señor, entre tantas palabras que he oído a lo largo de mi vida y sigo oyendo, más allá de mi respuesta fiel, puedo afirmar que de seguir radicalmente a alguien, es a ti, Señor. Porque tus palabras son verdaderamente portadoras de vida, de esperanza, de perdón, de ternura, de estímulo. Porque continúas al lado de los que más sufren sufriendo con ellos y gritando desde ellos, liberación y vida. Porque desde ti podemos utilizar palabras hermosas que llegan al corazón, porque anhelan una civilización no sólo de respeto, sino de amor. Suenan a sueño, pero también a reto, a posibilidad abierta, a capacidad de un corazón hecho por un Dios como tú.

Los hombres, todos, los que no te siguen, los que te persiguen, y los que decimos seguirte, somos portadores de dolor y de amor. Todos somos hechura tuya, aunque no lo descubramos. Pero ese resquicio es siempre una grieta por donde cabe la esperanza y las ansias de vida de la que es portador todo corazón humano. Y yo, Señor, espero.

Oración: 

“Cerca de ti”

Gracias por tu palabra, Señor. Gracias por seguir esperando nuestra respuesta frágil, temerosa y condicionada. Gracias, por ser como eres.  Gracias porque en medio de tantos que te abandonan me permites mantenerme cerca de ti.

Tú, sigues siendo hoy el único que tiene palabras de vida eterna, palabras de amor y de paz que abren perspectivas a mi corazón y al de la humanidad. Que la fuerza de tu Espíritu mantenga vivo siempre mi anhelo, Señor.

Contemplación: 

“Sólo de ti”

En medio del vacío
de mis palabras.

En medio del silencio,

expectante,
de mis anhelos,
yo quiero seguirte, Señor.

Abro mi vida,
como una frágil flor
que espera el rocío,
refrescante,
de la nueva mañana,
porque sé,
que sólo de Ti,
puedo recibir el agua
de la vida eterna.


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Viernes, 27 de abril de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo cuarto de Pascua - B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo en epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 4º de Pascua B 

Comentábamos al principio de este Tiempo de Pascua, que tenemos 50 días para ir contemplando despacio el Acontecimiento de la Resurrección del Señor y extrayendo para nuestra vida las consecuencias prácticas que se derivan de este Misterio. Es lo que venimos haciendo… El Domingo del Buen Pastor, como se llama esta Jornada, nos ofrece la oportunidad de mirar la Pascua desde una perspectiva concreta:

Jesús, dirigiéndose a los fariseos, les habla de su condición de Pastor de su pueblo. De este modo, se identifica con el Dios del Antiguo Testamento, que se presenta, tantas veces, como pastor del pueblo de Israel. Y Jesús se presenta como el Pastor bueno. Porque hay también pastores malos: Por ejemplo, aquellos fariseos que le escuchan y toda la clase dirigente de Israel que se ha sentado en la “Cátedra de Moisés” (Mt 23,2ss.)  Recordemos también la enseñanza del profeta Ezequiel sobre los malos pastores (Ez 34, 1-25) y las de Jeremías que nos anuncia pastores según el corazón de Dios (Jer 3,15). Todos sabemos lo que hace un pastor: cuidar de su rebaño. Guía a las ovejas, las alimenta… Cura a la enferma, está pendiente de las más débiles, busca a la que se ha perdido. Podríamos decir que atiende al rebaño, en su conjunto y a cada oveja, en particular. Pero lo específico de Jesucristo es llegar hasta “dar la vida” por el rebaño. Porque Jesús no es un asalariado a “quien no le importan las ovejas”, como sucedía con aquellos fariseos, que se  aprovechaban de las ovejas y las tenían abandonadas como  “ovejas sin pastor”. (Mc 6,34).

“Yo soy el buen Pastor –dice- que conozco a las mías  y las mías me conocen… Yo doy mi vida por las ovejas”.

Y estas no son palabras huecas, hiperbólicas, imaginarias…  porque esto es lo que estamos celebrando en este Tiempo de Pascua. Por eso, en este Tiempo, la Iglesia, exultante de gozo, proclama: "¡Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya!” De esta forma realizó la salvación. Por eso, la primera lectura de hoy nos presenta a S. Pedro, lleno del Espíritu Santo, que dice ante el Sanedrín: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos…” Y la salvación que Él nos ha obtenido y nos ofrece a todos, no sólo nos libera del pecado y nos reconcilia con Dios Padre, sino que llega hasta hacernos hijos de Dios, como escuchamos en la segunda lectura de hoy. S. Juan, en efecto, lleno de asombro, escribe: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. Y con todas sus consecuencias. Y todo esto nos llena de una inmensa alegría y acción de gracias a Jesucristo y a Dios Padre que nos lo envió.

Y con el salmista decimos: ”¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal. 116, 12).

Desde hace muchos años, se celebra este Domingo, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: Jesús, en su ausencia visible, nos invita a todos a cooperar con Él en la hermosa tarea de ser el buen pastor de su pueblo. Y elige a muchos hombres y mujeres para que dediquen todo su corazón, todo su tiempo, toda su vida…, a esta tarea apasionante, como sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros y misioneras, etc. Y por eso se llaman “vocaciones de especial consagración al servicio de la Iglesia”. 

Había una costumbre en nuestras parroquias, de felicitar este día, a los sacerdotes como pastores visibles del Pastor invisible.

Y, como es Dios, el que llama, el que tiene la iniciativa, se dedica esta Jornada a la Oración para que el Dueño de la mies envíe abundantes obreros –ellos y ellas- a sus campos… A todos los miembros de la Iglesia se nos urge en esta Jornada, a orar y trabajar para que haya muchas vocaciones. Porque el Buen Pastor ha querido tener necesidad de todos y cada uno de nosotros, para hacer resonar su voz en el corazón de los que Él llama… Si no, ¿cómo van a saberlo? Por eso la abundancia o escasez de vocaciones depende también de nuestra preocupación, de nuestra oración y de nuestro trabajo. Ahora, vamos a comenzar el mes de mayo, que la piedad cristiana dedica a la Virgen, flor de las flores… Ella es el camino, el modelo y el auxilio, de todo el que quiera responder a Dios que “sí”.

¡Qué hermosa es la tarea de suscitar las vocaciones! Hombres y mujeres que dediquen toda su vida y todo su corazón, a la hermosa tarea de ayudar a Jesucristo a continuar siendo el Pastor bueno de su pueblo. 

¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! 


Publicado por verdenaranja @ 23:32  | Espiritualidad
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ZENIT  nos ofrece las palabras pronunciadas por el papa al introducir la oración mariana del Regina Coeli a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro de Roma el domingo 15 de ABril de 2012.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Cada año, celebrandola Pascua, revivimos la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, la experiencia del encuentro con Él resucitado: el evangelio de Juan dice que lo vieron aparecer en medio de ellos, en el cenáculo, la tarde del mismo día dela Resurrección,«el primero de la semana», y luego«ocho días después»(cf. Jn. 20,19.26). Ese día, llamado después«domingo»,«Día del Señor»es el día de la asamblea, de la comunidad cristiana que se reúne para su propio culto, que esla Eucaristía, culto nuevo y distinto desde el principio, de aquel judío del sábado. De hecho, la celebración del Día del Señor es una evidencia muy fuerte dela Resurrecciónde Cristo, porque sólo un evento extraordinario e inquietante podría inducir a los primeros cristianos a iniciar un culto diferente al sábado judío.

Entonces, como ahora, el culto cristiano no es sólo una conmemoración de los acontecimientos pasados, ni una experiencia mística en particular, interior, sino fundamentalmente un encuentro con el Señor resucitado, que vive en la dimensión de Dios, más allá del tiempo y del espacio, y sin embargo, está realmente presente en medio de la comunidad, nos habla en las sagradas escrituras, y parte para nosotros el pan de vida eterna. A través de estos signos vivimos lo que los discípulos experimentaron, que es el hecho de ver a Jesús y, al mismo tiempo no reconocerlo; de tocar su cuerpo, un cuerpo real, que sin embargo está libre de ataduras terrenales.

Es muy importante lo que refiere el evangelio, de que Jesús, en las dos apariciones a los apóstoles reunidos en el cenáculo, repitió varias veces el saludo: «La paz con ustedes»(Jn. 20,19.21.26). El saludo tradicional, con la que se desea el shalom, la paz, se convierte aquí en algo nuevo: se convierte en el don de aquella paz que sólo Jesús puede dar, porque es el fruto de su victoria radical sobre el mal. La «paz» que Jesús ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la cruz, para derramar toda su sangre, como cordero manso y humilde,«lleno de gracia y verdad» (Jn. 1,14). Por eso el beato Juan Pablo II quiso denominar este domingo después de Pascua, como dela Divina Misericordia, con una imagen bien precisa: aquella del costado traspasado de Cristo, del que salió sangre y agua, según el testimonio presencial del apóstol Juan (cf. Jn. 19,34-37). Mas ahora Cristo ha resucitado, y de Él vivo, brotarán los sacramentos pascuales del Bautismo y dela Eucaristía: los que se les acercan con fe a ellos, reciben el don de la vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas, acojamos el don de la paz que Jesús resucitado nos ofrece, ¡dejémonos llenar el corazón de su misericordia! De esta manera, con el poder del Espíritu Santo, el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos, también nosotros podemos llevar a los otros estos dones pascuales. Que nos lo obtenga María Santísima, Madre de Misericordia.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana


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ZENIT nos   ofrece un artículo de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en el que analiza la esperanza como fruto de la resurrección.

Resucitar en esperanza
Llamado al pueblo mexicano a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal

+Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Hay personas pesimistas, amargadas, decepcionadas, deprimidas, casi derrotadas; no ven una luz en el oscuro túnel de sus vidas; unos consideran el suicidio como única salida; otros se refugian en el alcohol y la droga; se compensan y consuelan con aventuras emocionales que les engañan para no sentirse tan mal, sobre todo para no reconocerse como responsables del problema que causan o sufren en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en las relaciones humanas.

En estos tiempos de campañas electorales, la forma clásica de intentar atraer votos es juzgar, condenar, descalificar, menospreciar lo que han hecho otros, pintar un panorama desolador del país y considerarse a sí mismos como la mejor opción para que la situación cambie; pareciera que cada quien tiene recetas infalibles y las únicas valederas, como si el pecado (corrupción, mentira, orgullo, envidia, opresión, doble cara, intriga, etc.) no fuera una realidad en cada persona, partido e institución. ¡Ni enla Iglesia, fundada por Jesucristo, estamos exentos de pecado! Esto hace que algunos ya en nada creen, en nadie confían.

CRITERIOS

El papa Benedicto XVI, en su visita a nuestro país, nos invitó a no dejarnos aprisionar por la desesperanza, el negativismo, la apatía, la violencia, la inseguridad, el narcotráfico y la pobreza, sino vivir la esperanza que nos da la fe en Cristo resucitado, quien siempre vive con nosotros y nos enseña cómo cambiar, cómo vencer los obstáculos, cómo construir una sociedad nueva.

Entre otras cosas, nos dijo: “Como peregrino de la esperanza, les digo con san Pablo: 'No se entristezcan como los que no tienen esperanza' (1 Ts 4,13). La confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree. Y, sabiendo esto, se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta de cada hombre y cada mujer de manera real. La esperanza apunta a 'un cielo nuevo y una tierra nueva' (Apoc 21,1), tratando de ir haciendo palpable ya ahora algunos de sus reflejos. Además, cuando arraiga en un pueblo, cuando se comparte, se difunde como la luz que despeja las tinieblas que ofuscan y atenazan. 

El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad. Se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. El mal no puede tanto. No hay motivos para rendirse al despotismo del mal. La situación actual plantea ciertamente retos y dificultades de muy diversa índole. Pero sabiendo que el Señor ha resucitado, podemos proseguir confiados, con la convicción de que el mal no tiene la última palabra de la historia, y que Dios es capaz de abrir nuevos espacios a una esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Deseo reiterar con energía y claridad un llamado al pueblo mexicano a ser fiel a sí mismo y a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valiente y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro”.

PROPUESTAS

No tenemos ejércitos para combatir la delincuencia; no somos legisladores ni gobernantes para impulsar cambios estructurales; no ofrecemos recetas fáciles ni evasiones espiritualistas.

Ofrecemos a Jesucristo como camino seguro para transformar personas, familias, delincuentes, líderes y sociedad, para que haya justicia, verdad, respeto entre todos, paz y solidaridad. Por ello, como nos pidió el papa, nos proponemos “hacer que nuestro Señor Jesucristo sea cada vez más conocido, amado y seguido en estas tierras, sin dejarse amedrentar por las contrariedades”.


Publicado por verdenaranja @ 23:20  | Hablan los obispos
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Mensaje de monseñor Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana, para la Pascua  2012. (AICA)

PASCUA 2012            

Queridos hermanos y hermanas. Feliz y Santa Pascua del Señor Jesús. 

LA DIESTRA DEL SEÑOR ES PODEROSA 

Los invito, en este santísimo día, a renovar nuestra fe y nuestra esperanza, y a clamar con la “casa de Israel” que la misericordia de Dios es eterna, pues: /... "la diestra del Señor es poderosa,la diestra del Señor es excelsa,la diestra del Señor es poderosa". (Sal 117 [118],1-2.16).Hoy, en este bendecido día, admiramos cómo la Manodel Señor levantó a Jesús (Cf Hch 13:29-343) y levanta a todos los que fundan su esperanza en la misericordia divina. Nos admiramos de los mirabilia de Pascua, cosas admirables, de Dios,ya preparadas por Él en los misterios de la Encarnacióny del nacimiento virginal[1].

Vano sería buscar a Jesús entre los muertos, pues él es Dios de vivientes y no de muertos (Cf Mt 20,38), pues Cristo y el Padre “son uno” (en el sentido de Jn 10:30) y porque el mismo Jesús dio su vida sin que se la quitara nadie (Cf Jn 10:17-18: 17) conforme al designio del Padre, quien al alba de la noche de la vigilia develó la fuerza de su brazo, de su diestra[2]. Inútil buscar en el sepulcro (Cf Lc 24,5-6): Cristo es el Presente, el Emmanuel, y lo es para quienes lo buscan con sincero corazón.

Él nos amó primero, y después de haber amado a “los suyos” que estaban en el mundo, a los que “amó hasta el fin” (Cf  Jn 13,1),el ápice sacrificial despuntó visiblemente “en el día que hizo el Señor” (Cf Sal 117 [118], 24), cuando cobró pleno sentido la prefigura del paso de Israel por el Mar Rojo y el signo de las aguas embravecidas que se tragaron a las fuerzas del Faraón, lo cual representaba la opresión del pecado y la invadente tristeza causada por la obstinada maldad y el miedo infligido. El miedo, en cuanto a él, rodó fuera de modo definitivo con la piedra que cubría el sepulcro (Cf Mc 16, 3-8). Así “surgió”, “pasó” triunfante el Señor, vencedor de la muerte y del pecado.

La conmovedora figura pascual, cuando Israel salió de Egipto nos prefigura con potencia la visión dela Manopoderosa de Dios, que salvó a los primogénitos de Israel (Cf Ex 12:27), que diezmó a los egipcios, y salvó las gentes y las casas de los suyos (Cf Ex 12.2-27) en la medianoche del catorce al quince de Nisán. La vara de Moisés actuó, y Dios envió a su pueblo la columna de nube, la cual devenía tanto luz como obscuridad. En efecto, iluminaba al pueblo del Señor, pero llenaba de obscuridad a los perseguidores, quienes se obstinaron. El mar los tragó. El pueblo del Señor lo vio, y creyó (Cf Ex. 14:31).

Ante tal paradigma, consideremos que la Pascuacristiana es el “Paso” por excelencia,gran acontecimiento, pues Jesús:“(...) ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6) y esto fue hecho por Mano divina, en la historia de los hombres, pero a la vez de modo enteramente meta-histórico, trascendente, victorioso, fuera de lo mítico:“(…) no es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que al atardecer del Viernes fue descendido de la cruz y sepultado, ha dejado victorioso la tumba" nos explicaba el Papa Benedicto XVI[3].

Acontecimiento único e irrepetible que lo es puessigue al “ser” divino; fue hecho por El que es, para El que  dijo: “Yo soy el Alfa yla Omega(…) El que es, el que era y el que viene, el Omnipotente” (Cf Ap 1,8). Considerando esto, en cierto sentido, del último libro del “canon” dela Sagrada Escrituranos viene un principio vital y moviente de la nueva evangelización.

Caminar en una vida nueva

Los grandes Testigos, como San Pablo, nos dicen que Jesús resucitó de entre los muertos por medio de la “gloria” del Padre, para que así también nosotros podamos “(…) caminar en una vida nueva” (Rm 6,4). El hombre nuevo camina en una vida nueva.

En ese caminar, Jesús nos precede para liberarnos de toda esclavitud, del miedo y del sinsentido, y encolumnar su luz en nuestra vida, cual renovada y recreada columna de nube en el Pésaj: nos precede en Galilea (Cf Mc 16,6s), nos da Él “antes” el don de la fe para salvación nuestra y de todos aquellos de la familia humana que  acepten  el Don (Cf Hch. 16,30s) del día pascual.

Cercanos al comienzo del “Año dela Fe” pedimos que en su precedencia, el Señor aumente nuestra fe como lo hizo en sus primeros testimonios acerca del sepulcro vacío(Cf. Mt 28,1; Mc 16,2; Jn 20,1) y en sus primeras apariciones históricas a los apóstoles y discípulos(Cf. Lc 24,34-36; Jn 20,19). 

REENGENDRADOS EN LA LIBERTAD POR UNA ESPERANZA VIVA 

Hombre nuevo y pueblo nuevo son reengendrados. El Pueblo de Dios es todo él «reengendrado a una viva esperanza por la Resurrecciónde Jesucristo de entre los muertos» (1P 1, 3). Animados por la respuesta libre de Jesús, la de entregarse (“Tengo el poder de entregar mi vida…”:Jn 10, 18c) hemos de vivir nosotros también con plena libertad, esa libertad que es el “(…) don de uno mismo en el servicio a Dios y a los hermanos”[4].

Los invito también hoy a ser agradecidos, porque todo lo debemos al Amor de Aquél que nos ama (Cf Ap 1,5), nos unge en su Iglesia, con la libertad de la fe en Cristo resucitado. Su gracia produce en nosotros, si le damos acogida, una transformación verdadera, esto es, los frutos nuevos en nuestra vida, los cuales anhelo para todos ustedes en esta Pascua.

Un espléndido fruto nuevo de metánoiapascual sería el osar, el “atreverse a amar” con mayor fuerza a los hermanos, tal como aparece a modo de clave comprehensivaen la carta del Apóstol Pedro: «Fraternitatem diligite», quieran ser hermanos, sean como hermanos (Cf 1 Petr. 2, 17). ¿Ideal a seguir?. Lo es, aunque no a modo demero ideario ético ni de idealismo filosófico o filantrópico. Más bien adquiere realismo por vía de animación espiritual, porque desea fraternidad quien está animado por la llama del Espíritu Santo (incluso cuando quien, sin culpa de su parte, no lo sabe). A esa fraternidad, tan anhelada, tan proclamada puede colaborar a efectuarla quien deja entrar en su vida la infinita «novedad» pascual. Es el aporte humilde y sincero que podemos ofrecer al mundo de hoy, donde tantas heridas se ven. Sin creernos más, sino como servidores.

Pascua es también suprema Justicia, desde Dios. Anhelamos justicia, es necesaria. La meramente humana, sin embargo, nos deja insatisfechos.La Justicia„que mira desde el Cielo” (Cf Sal.85) es infinitamente superior a cualquiera otra, en especial a lavindicación. En aras de la anhelada fraternidad misericordiosa, el renovado „mirar” de nuestra parte, más bien conla Justiciadel Cielo, a los hermanos, constituirá un gran signo de reconciliación y de fraterna „mano extendida” aunque para ello tengamos que „morir” no pocoa nosotros mismos (admiramos a los mártires, pero ¿aceptamos „morir” incluso en este sentido?.). Morir para vivir,constituirá también el asumir el „camino nuevo” sentido existencial-martirial-virtuoso verdadero.

La Pascuanos ofrece renovadas fuerzas para colaborar con Jesús nuestro Hermano a construir familia, comunidad, sociedad, civilización del Amor, con su Gracia, (...) con los ácimos de la pureza y la verdad” (Cf 1 Cor 5, 8).

Nos acompañela Virgen Madre de Dios, en este camino nuevo.a modo de una luminosa Columna de nube; María, la que padeció junto ala Cruzpascual, la que vio al Resucitado, Levantado porla Manopaterna, glorioso en su Pascua; María, la que reina junto a su Hijo por la eternidad,la Madredela Iglesia.


[1] Cf. San Gregorio Magno, Hom. 26 in Ev.

[2] Cf JUAN PABLO II, Homilía de Su Santidad enla Santa Misa Crismal, Jueves Santo, Basílica de San Pedro, 8 de abril de 1982.

[3] Benedicto XVI, Mensaje pascual desde la balconada de la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano, Domingo 12 de abril de 2009.

[4] Juan Pablo II, Enc. Veritatissplendor, n. 87.


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Jueves, 26 de abril de 2012

CUARTO DE PASCUA B   
MONICIONES

 PRIMERA LECTURA

En estos domingos de Pascua, escuchamos en la primera Lectura relatos de los primeros tiempos de la Iglesia. Hoy se nos presenta la respuesta que da S. Pedro al Sanedrín con relación a la curación del paralítico del templo y de la que toma pie para anunciar a Jesucristo como único salvador.

SALMO

         Jesús  es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en la piedra angular, es decir, la más necesaria e importante. Cantemos ahora su alabanza con las palabras del salmo.

SEGUNDA LECTURA

         Dispongámonos a escuchar ahora unas palabras breves y sencillas que nos invitan a vivir la alegría y la esperanza de nuestra condición de hijos de Dios. 

TERCERA LECTURA

         Jesús es el buen Pastor que ha entregado su vida por nosotros. Aclamémoslo ahora con el canto del aleluya. 

COMUNIÓN

         En la Comunión recibimos a Jesucristo que, como Pastor bueno de su pueblo, ha muerto y resucitado por nosotros. Él que nos llama a todos a  trabajar con El, llama especialmente a algunos hombres y mujeres a una dedicación total  a esta misión como sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros y misioneras.

         Pidamos por todos ellos para que sean fieles al Señor y generosos y entregados en el servicio a los hermanos. 


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo cuarto de Pascua - B, ofrecida por la Delegación Diocesana de Enseñanza de la diócesis de Tenerife.

VA CON NOSOTROS 

         El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.

         No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.

         El "pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.

         Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.

         Pero hay algo más. "El pastor bueno da la vida por sus ovejas". Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.

         Por eso, la imagen de Jesús, "pastor bueno", se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida".

         Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.

         Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades..., corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará ala Iglesiasi no es su Pastor? 

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
29 de abril de 2012
4 Pascua (B)
Juan 10, 11-18


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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la última semana en la diócesis.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 479 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

Las parroquias del arciprestazgo de Santa Cruz de La Palma, han organizado dos momentos de un mismo Encuentro Insular de Pascua para los días 28 y 29 de abril. Uno estará dirigido, fundamentalmente, a los jóvenes y el otro a todas las personas que deseen asistir, independientemente de la edad. El primer momento se llevará a cabo el 28 de abril en la Plaza de España de la capital palmera, a partir de las 23:00 h. Sobre las 00.00 h. tendrá lugar el concierto del grupo “De dos en dos”, procedente de la parroquia de Nuestra Señora de El Pilar de Santa Cruz de Tenerife. Tras este concierto, se llevará a cabo un panel de pascua a partir de una “dinámica musical” animada por la Hermana Glenda. 

Un día más tarde, el 29 de abril, se desarrollará el encuentro dirigido a todas las edades. A las 10:00 h. será la llegada al lugar de celebración, que en esta ocasión será la plaza de San Francisco. Tras las palabras del Obispo y del Alcalde, se podrá disfrutar, de nuevo, de la música en concierto de la Hermana Glenda. A las 12:15 h. está prevista la elaboración de un panel de Pascua. Posteriormente será el almuerzo y, en la sobremesa, se contará con espectáculos de magia y humor. Por último, a las 15:45 h. comenzará el traslado a la iglesia para finalizar con la Eucaristía. 

La Coordinadora Arciprestal de Pastoral Juvenil de La Orotava, ha invitado a quien lo desee, a participar en las “PJ WEEKEND 2012”, unas jornadas de pastoral juvenil que se celebrarán entre los días 27 a 29 de abril. En ellas se conjugarán momentos de oración, de formación y de fiesta con los que se quiere crear canales de comunicación y de encuentro entre los jóvenes, celebrando la alegría de la Pascua. 

Las actividades previstas son las siguientes: VIERNES 27 DE ABRIL, a las 20.15h. Vigilia de Oración para Agentes de Pastoral Juvenil en la Capilla de las Hermanas de la Cruz. SÁBADO 28 DE ABRIL de 10.00h a 14.00h, Formación para Agentes de Pastoral Juvenil. A partir de las 17.00h. FIESTA JOVEN en el Colegio Salesiano de La Orotava, con la participación esperada de Güicho. Asimismo, se contará con la actuación de Nico Montero. 

Las PJ WEEKEND 2012 concluirán el domingo 29, a las 13:00 horas, con la Eucaristía de acción de gracias en la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en Las Cañadas del Teide. Posteriormente, a las 14.30h será el almuerzo compartido en el parque recreativo "El Caminero". 

Este sábado 28 de abril tendrá lugar la tercera de las convivencias de este curso, que organizan los seminaristas del Seminario Diocesano para chicos desde quinto de primaria en adelante. Desde las diez de la mañana y hasta las dos de la tarde, los participantes conocerán las instalaciones del llamado "corazón de la Diócesis" y compartirán con los seminaristas -futuros sacerdotes- unas horas de convivencia. 

El Diputado Europeo, Jaime Mayor Oreja, participó en la inauguración del XXI Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura en La Laguna -Tenerife-, dedicado en esta edición al tema de La Crisis. La conferencia inaugural ofrecida por el eurodiputado explicó "Las causas actuales de la crisis" y describió los orígenes de ésta, que el ponente situó en la crisis de valores morales. A lo largo de la semana se han ido desgranando buen número de ponencias como la del economista Manuel Becerra que incidió en “la ausencia ética”. El congreso concluirá el viernes 27 de abril con la actuación de la Camerata Lacunensis, a las 21:00 horas. 

El Colegio Dominicas de La Laguna, Santa Rosa de Lima, actuó el pasado martes dentro del programa cultural del XXI Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura, que está teniendo lugar en el Seminario Diocesano y coorganizado por la ULL y el ISTIC. La obra interpretada por las niñas y niños de este centro docente, y dirigida por el profesor de Música Jesús Álvarez, fue la “Misa escolar en Do Mayor”. 

Las mañanas del Encuentro en la Cultura están dirigidas al público general, especialmente a los alumnos de 4º de ESO y de Bachillerato, y centradas en la visita a las exposiciones y trabajo de reflexión. Se han llevado a cabo talleres tales como:”¿Cómo se mueve el dinero y quién se aprovecha?”, dirigido por  José María Rivero, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales y subdirector de Cáritas Tenerife o “El cambio climático y la crisis ecológica: Hablando claro”, coordinado por Sergio Melián, licenciado en Biología por la ULL y licenciado en Estudios Eclesiásticos. 

El jueves 26 y el viernes 27 de abril, en los salones parroquiales de Valverde, en El Hierro, se desarrollará un nuevo ciclo Fe-Cultura. El jueves, José Juan Rivero, psicólogo del COF2000 disertará sobre “Crisis en el matrimonio. Claves para rehabilitar el amor” y el viernes, su colega de profesión y también miembro del COF2000, Alejandro Álamo, expondrá el tema “Educación de los hijos”. Ambas sesiones comenzarán a las 20:00 horas. 

El pasado 24 de abril, se celebró la Fiesta del Santo Hermano Pedro. Por tal motivo, en el Espacio Religioso de la Cueva, en  Médano, se celebró la Eucaristía,presidida por Juan Francisco Alonso Molina, arcipreste de Granadilla. La Misa fue concelebrada por varios sacerdotes. Por otro lado, el domingo 29 de abril, en la parroquia San Pedro Apóstol, en Vilafor, se celebrará la Eucaristía en honor al primer santo canario, a las 17:00 horas. 

El próximo 13 de mayo celebramos en nuestra Diócesis la Jornada de Vocaciones Nativas, bajo el lema: "María alienta las vocaciones en la misión". En este sentido, se ha invitado a todo el que quiera asistir el viernes 11 de mayo, a las 20.30 horas, en el Monasterio Las Claras, La Laguna, a una vigilia de oración por las Vocaciones Nativas. 

El miércoles 9 de mayo, el clero de la Diócesis Nivariense celebrará la fiesta de su santo patrón, San Juan de Ávila. Una jornada anual eminentemente sacerdotal que este año tendrá lugar en el Arciprestazgo de Tegueste, concretamente en la Parroquia de San  Marcos Evangelista y que homenajeará a los sacerdotes que cumplen sus 25 y 50 años de ministerio. 

Los sacerdotes que cumplen 25 años son: Carmelo González García, Miguel Ángel Navarro Mederos y Bernabé González Lorenzo. Y lo sacerdotes que cumplen 50 años son: Ismael Rodríguez Hernández, Cristóbal Pérez Vega, Gonzalo Morales Hernández, José Antonio Regalado Delgado y Manuel Herrera (SDB). 

Los próximos días 4 y 5 de mayo, serán los elegidos para celebrar la inauguración de la ermita de Ntra. Sra. del Carmen, en La Gomera. El viernes 4 de mayo, a las 19,00 h. se celebrará la Eucaristía por última vez en el lugar provisional de culto, y posteriormente al son de chácaras y tambores se procederá a la procesión y entronización de la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de Vallehermoso, en su restaurada ermita. El sábado 5 de mayo a las 12 del mediodía, se presentarán en la plaza las distintas actuaciones llevadas a cabo en el inmueble religioso y posteriormente, se celebrará la solemne Eucaristía en su interior presidida por el Obispo.  

Ya queda menos para disfrutar de “Cosas de locos”, una obra de teatro que vienen preparando los seminaristas desde hace meses. Si quieres participar en cualquiera de las representaciones aquí tienes el calendario: 26 de Abril: Estreno dentro de los actos de la tarde del Congreso Diálogo Fe-Cultura. 27 de Abril: Durante la mañana para jóvenes de institutos previa reserva de plazas. 30 de Abril: A las 20:00 horas para todos. Para recaudar fondos. Entradas en el Seminario y en la red de Librería Diocesanas. 

Los cristianos de La Gomera tuvieron un día de encuentro y convivencia  para celebrar la Pascua, el pasado 22 de abril. Este año se celebró en Hermigua, en la parroquia de La Encarnación. Tras la oración inicial, se sucedieron tres talleres preparados por distintas comunidades parroquiales de la isla: “Llamados”, “Elegidos” (los santos como testigos) y “Enviados” (con la presentación de todos los grupos y movimientos pastorales que existen en la isla). Después de la Eucaristía y la comida compartida, la jornada terminó con una representación teatral y varias actividades lúdicas. 

Ha fallecido Sor Asunción Hernández Hernández, hermana clarisa. Sor Asunción tenía 89 años y era natural de Los Realejos. Nació el 25 de diciembre de 1932 y tuvo 58 años de vida religiosa, siempre en La Laguna. Según la Abadesa, Sor María Luz Prieto, esta religiosa clarisa rezaba mucho por su municipio y era una persona que se caracterizaba por su vida sencilla. Sor Asunción falleció el martes 24 de abril, a las 22:00 horas. 

Nela Bravo tiene 63 años y pertenece a la parroquia de María Auxiliadora en Santa Cruz de Tenerife. Recientemente, ha partido a El Quiché en Guatemala a tener una experiencia misionera de tres meses junto a las hermanas Betlehemitas. El pasado sábado 21 de abril, el delegado de misiones, Juan Manuel Yanes, hacía el envío en la Parroquia María Auxiliadora de Santa Cruz y le animaba a que su vida fuera testimonio de Jesús dentro de la comunidad. En el blog de comunicación del Obispado se puede escuchar su testimonio.

Impulsado por los monjes del Verbo Encarnado del  Monasterio de Nuestra Señora del Socorro, en Güimar, se oferta una tanda de ejercicios espirituales ignacianos para hombres, desde la tarde noche del jueves 24 de mayo, hasta la tarde del domingo 27 de mayo. 

Cáritas Arciprestal de La Laguna llevará a cabo su segundo rastrillo solidario los días 4, 5 y 6 de mayo en la "Casa Amado Wehbe", en la calle Herradores, nº48. El rastrillo se inaugurará el día 4 a las 19:00 horas. Quienes quieran ponerse en contacto con Cáritas Arciprestal de La Laguna lo pueden hacer a través de los siguientes números de teléfono: 922 258 172; 922 256 427; 922 252 306. 

Según informa el Secretariado Diocesano de Peregrinaciones, ya se ha abierto la inscripción para participar en la 46ª Peregrinación Diocesana a Tierra Santa, del 23 al 31 de Octubre de 2012, organizada por el Obispado de Tenerife. Todos los interesados podrán solicitar información en la propia Oficina, todos los martes y viernes, de 10:00 a 13:00 horas, llamando al teléfono 922.263.120. 

El periodista tinerfeño Andrés Brito participará en el primer Congreso Internacional sobre la Sábana Santa en la sede del Centro Español de Sindonología (CES), en Valencia. Dicho congreso tendrá lugar del 28 al 30 de abril. El objetivo del congreso será mostrar la situación en que se encuentran las investigaciones sobre esta pieza, también conocida como Síndone de Turín. 

Los tres máximos responsables de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios se han reunido con la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, con el objetivo de ofrecerle una visión general del trabajo que realiza la Institución en España a través de sus 42 centros. 

Los profesores de Religión de la isla de La Gomera organizaron una caminata con los alumnos de 6º de primaria y de 1º ESO de todos los centros e institutos de la isla. El encuentro consistió en una marcha, acompañada de oración, juegos y canciones que comenzó en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán y concluyó en la zona recreativa de Las Cabezadas, en el pueblo de Hermigua. 

El padre Jesús María Hernández, Monje Cisterciense, Consiliario del Movimiento de Vida Ascendente en La Palma y capellán de las Monjas Cistercienses del Monasterio de la Santísima Trinidad de Breña Alta (La Palma), ha sido intervenido de gravedad en Pamplona por unos problemas de salud que con el paso del tiempo han vuelto a aparecer.  


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Mi?rcoles, 25 de abril de 2012

Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Domingo de Pascua, 8 de abril de 2012) (AICA)

DOMINGO DE PASCUA           

Queridos hermanos, ¡es verdad, Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, alegrémonos! ¡El Señor está vivo! ¡El Señor está presente! ¡Al Señor lo reconocemos! ¡En Él creemos! ¡Feliz Pascua de Resurrección para cada uno de ustedes, para sus familias, para las parroquias, para las comunidades, para toda la sociedad y el mundo entero! ¡Cristo vino para todos, murió por todos, para traer a todosla Salvación! ¡Feliz Pascua de Resurrección! 

San Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Maria Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llego Simón Pedro, que lo seguía, y entro en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entro el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: El también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la escritura Él debía resucitar de entre los muertos. 

“¡Animo, levantemos nuestras cabezas, porque ahora vivimos como resucitados!”

La muerte no tuvo la última palabra; la muerte fue vencida y consiguientemente fue vencido el pecado. Cristo, el Cordero Inmaculado, sin gemir, sin gritar, sin pronunciar palabra, cargo el pecado del mundo; nadie le quitó la vida sino que Él la entregó. El Padre le pidió este sacrificio que, por amor al Padre y ala Humanidad, Cristo aceptó este cáliz, aceptó la ignominia del juicio, la mentira del juicio, la burla del juicio, y se “sometió” a la voluntad de los hombres.

La primera verdad de fe, real y más profunda que todo ser humano puede decir es que lo eterno es para siempre, y que Cristo –que es lo eterno-, este verdadero Dios y verdadero hombre, este Hijo de Dios e Hijo de María Virgen, vive siempre, vive por siempre, vive para siempre. Y Él nos participa a nosotros de esta vida de resurrección, de esta vida especial; y nosotros participamos de la muerte y la resurrección a través del Bautismo.

Por eso la Pascua, el paso de Dios, la vida del Dios vivo, del Dios de vivos y muertos, toca muy entrañablemente y se une a nuestro bautismo. Si Cristo ha resucitado, también nosotros tenemos que vivir como resucitados. De allí la importancia que, desde la fe, entendamos para que, desde la fe, actuemos. Entender para actuar. Entender para obrar. Creer -dándonos cuenta- que Cristo está vivo, que El vive en nosotros y nosotros tenemos que obrar co-responsablemente.

Es el salir de Cristo y el salir nuestro. Salir de las tumbas; de las tumbas de la oscuridad, del pecado, de las miserias, de lo lúgubre, de la mentira, del doblez de vida, de la injusticia, de la corrupción, del no-amor, del odio, de la violencia, de las discriminaciones, del egoísmo, de las múltiples formas que comprometen y enajenan la verdadera realidad.

¡Salir de las tumbas!, ¡salir del pecado!, para ir al servicio del amor y a gritar con alegría que Cristo nos hace felices; gritar que Cristo está vivo y no está muerto; que han sido vencidos el odio, el pecado y la muerte; que nosotros podemos vivir de esta manera, resucitados. Y quela Iglesiaes el lugar, el espacio, donde se afirma que Él es el Señor Resucitado.

La verdad de la Resurreccióndebe ser vivida, también, por todos nosotros. Por eso es alegría, es entusiasmo, es cercanía, es no tener miedo y es vivir una vida dondela Resurrecciónes el centro de nuestra vida. Por lo tanto si Cristo, el Resucitado, es centro de mi vida, yo no puedo vacilar ni vivir de otra manera.

¡Hay de mí si no anuncio!
¡Hay de mí si no vivo!
¡Hay de mí si no creo!
¡Hay de mí si no lo sigo!

Porque Cristo, con su Resurrección, es el Señor de la historia, es el Señor dela Vida, es el Señor de los pueblos; y nosotros tenemos que seguirlo porque siguiéndolo tendremos vida y “vida en abundancia”

¡Feliz Pascua de Resurrección!

¡Animo, levantemos nuestras cabezas, porque ahora vivimos como resucitados!

Les dejo  mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús 


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Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la Vigilia de Pascua (7 de abril de 2012). (AICA)

VIGILIA PASCUAL      

 Queridos hermanos

Al culminar el triduo pascual, el Señor nos concede en esta Vigilia pascual la alegría de su Resurrección. 

1. No está aquí, ha resucitado

Las lecturas del Antiguo Testamento, que escuchamos al comenzar esta vigilia son un mensaje profético del paso de Dios por nuestra vida; y la proclamación del Evangelio, nos anuncia el gozo de la Buena Noticia que el ángel les transmite a las mujeres, “Ustedes buscan a Jesús  de Nazaret, el Crucificado, no está aquí, ha resucitado…”

Podemos decir que el hecho mismo de la Resurrección, que excede y va más allá de la naturaleza humana, lo constatamos en este Evangelio que leímos en el descubrimiento que hacen las mujeres del sepulcro vacío, el anuncio dela Resurrección, y luego en el conocimiento de las apariciones  a Pedro y a los Doce, de las que ya nos hablaban el texto dela Primera Cartaa los Corintios.

Como oímos en el canto del “Exultet”, el pregón pascual que escuchamos con las velas encendidas, mientras se iluminaba  nuestra Catedral Esta es la ”¡Noche verdaderamente feliz! Sólo ella mereció saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó de la muerte”. 

2. Los símbolos que esta noche podemos percibir

Desde los primeros siglos de la Iglesia, la liturgia nos ofrece para comprender más en profundidad este triunfo de la vida,  los símbolos que esta noche podemos percibir: la luz de este cirio encendido que nos ilumina, el fuego y el agua que bendijimos y el canto del aleluia, que le ofrece a lo largo de esta celebración  el marco gozoso a esta noche de las noches, a esta vigilia pascual que anunciala Resurreccióndel Señor.

Las lecturas que hicimos nos ayudan a comprender este misterio. En la lectura del Génesis escuchamos la voz de Dios: “Que exista la luz” (Gn.1,1 ). La luz nos ilumina por obra de Dios. Posteriormente, cuando el mundo estaba en tinieblas también nació la luz de la entrega de Cristo y de su muerte en  la cruz; es de allí de donde viene la verdadera luminosidad al mundo; y la llama del cirio, que representa a Cristo, hace brillante esta nueva luz que ilumina no solo esta noche, sino toda nuestra vida.

Todos nosotros encendimos  nuestras velas del cirio; pero desde el bautismo somos iluminados con la  luz de Jesucristo. Por este Sacramento,  llegó a nosotros la luz por primera vez, para transmitirnos la fe y creer en Jesús. También hoy renovamos la llegada de su luz, que fue encendida con el fuego nuevo; y su  luminosidad y calor; son para nosotros los símbolos de la verdad y del amor.

Por eso la llama del cirio también arde como la verdad, para discernir lo verdadero de lo falso; y por ello el cristiano no  solo debe creer, sino creer la verdad revelada y anunciada por el Señor y por su Iglesia. De este modo, San Pablo, nos enseña en su carta a los Filipenses que con la luz de Cristo debemos ser como estrellas en el mundo, mostrando el mensaje de la vida (cf. 2,15); iluminando allí donde haya oscuridad y haciendo siempre el bien. La oscuridad de la falta de Dios y de una verdadera espiritualidad son una amenaza para cualquier mal, y para cualquier egoísmo; porque la oscuridad no nos deja ver el bien ni vivir como hermanos.

Por otra parte hablamos del agua, que vamos a bendecir. En la Sagrada Escritura tiene un doble significado, a veces de tempestad; pero también es un signo de purificación, es un manantial y un río del que proviene la vida, ya que sin ella nada puede sobrevivir.

Cristo es ese manantial eterno, como lo anunció a la samaritana; que nos bendice y nos reconforta, de cuyo costado abierto  brotó la sangre y agua; para que renazca la nueva vida. Justamente en el Bautismo, el Señor no sólo nos convierte en personas de luz, sino también en fuentes de las que brota el agua que limpia y que sana, a nosotros y a los demás, dándole un sentido nuevo a la existencia.

De este modo, cuando recibimos la luz y el agua de vida, en esta noche de las noches, que simbolizan la verdad y el amor; necesitamos expresarlo en el aleluya, que es también una respuesta agradecida porla Resurreccióny que cantamos repetidamente en esta vigilia y durantela Pascua.

Por la Resurrección, los símbolos manifiestan la luz que recibimos esta noche para iluminar la verdad, el agua que nos bendice y  purifica para  vivir como cristianos, y el canto del aleluya, porque el Señor nos permite cantar las maravillas de Dios. 

3. El papel decisivo de la mujer

También es oportuno destacar en los relatos del Evangelio, el  lugar de  importancia y relieve que tiene la mujer en el anuncio dela Resurrección. Másaún, podemos decir, que en la tradición en forma de  narración de la resurrección de Jesús las mujeres tienen un papel decisivo, “más aún tienen la preeminencia en comparación con los hombres” (Jesús de Nazaret, 2, pag.. 307).

Hablamos de una época en que se aceptaba solamente a los hombres como testigos ante el tribunal; sin embargo los relatos no se sienten sujetos a esta consigna, y comunican  con amplitud la experiencia el lugar cercano que tuvieron las mujeres enla Resurrecciónde Jesús (ibidem).

Así como decíamos el viernes santo, que junto a la cruz, con excepción de Juan, estaban las mujeres acompañando a Jesús así también en el Evangelio que leímos, junto al sepulcro, son ellas quienes oyen las palabras del ángel. No está aquí, ha resucitado; y en el Evangelio de San Mateo, son ellas, María Magdalena  y la otra María,  quienes fueron  de mañana al sepulcro, y después de recibir el anuncio dela Resurrección, salieron presurosas, y tuvieron el primer encuentro con el Resucitado: “Alégrense. Ellas se acercaron y abrazándoles los pies, se postraron delante de Él”.

La Virgen Maria, la  Madre de Dios y las mujeres que  aparecen en la vida de Jesús, y son referentes de tantos episodios del Evangelio, y ahora junto a la cruz y a su Resurrección  “son quienes abren las puertas al Señor, lo acompañan hasta el pie de la cruz y así lo pueden encontrar también como Resucitado”. Jesús siempre quiso y valoró inmensamente a la mujer en el camino de la fe y de la salvación, y aunque no las ordenó sacerdotes, son partícipes igualmente por el bautismo de su misión  en la vida dela Iglesia. Roguemosque siempre contemos  enla Iglesiacon la presencia de la mujer que sigue a Jesucristo, en la familia y en la maternidad, en la vida consagrada, y en tantas formas de apostolado laical y de misión. 

4. Nuestra alegría es muy grande, por su Resurrección. Pero no basta  que el Señor haya resucitado. Es necesario también, como nos dicela Cartade San Pablo que leímos, que también nosotros vivamos una vida nueva, a la que nacimos por el bautismo y que renovamos esta noche.

Por ello, en esta noche de las noches, reafirmamos nuestra fe enla Resurrecciónde Jesús, y tenemos presente las palabras dela Primeracarta de San Pedro “Ustedes lo aman sin haberlo visto y creyendo en Él, sin verlo todavía, se alegran con gozo indecible y glorioso, ya que van a recibir, como término de su fe, la salvación personal". Queremos vivir la fe, no solo un día, sino toda nuestra vida.

Confiemos enla Madredel Resucitado, que nos acompaña gozosa en este día. Ella nos ayuda siempre a comprender y a sentir que la mano salvadora del Señor nos sujeta, y por esto ya podemos cantar desde ahora el canto de los salvados, el canto nuevo de los resucitados: ¡aleluya! Así sea. 

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario 


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (8 de abril de 2012) (AICA)

LA PASCUA Y NOSOTROS              

La Pascua de Jesucristo no es algo que acontece en él en un sentido privativo y, del cual, somos testigos que sólo admiramos un hecho de nuestra historia. Esto sería no comprender el significado de su venida al mundo. El sentido de la vida y la obra de Jesucristo tienen un sentido personal pero también cósmico, es para nosotros y el mundo. El haber asumido nuestra humanidad, desde su nacimiento único de María Virgen en Belén, enla Pascuaalcanza su significado más pleno y profundo.

El hombre y el mundo somos sus destinatarios. El se ha hecho hombre para que el hombre, ya desde la tierra, encuentre el sentido y la posibilidad de vivir una vida nueva que se define en términos de los valores del Reino de Dios, que es un: Reino de la verdad y la vida, Reino de la santidad y la gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. Para el cristiano que celebra la pascua la vida de este Reino no es una utopía sino una realidad, aunque su plenitud siempre será objeto de esperanza.

La aspiración del hombre a estos ideales nos habla de su espiritualidad y trascendencia, somos seres libres creados por Dios. Vivimos nuestra fe en el mundo, formamos parte de una comunidad y somos responsables de todo lo que hace a su nivel de vida como a la relación del hombre con la naturaleza. Como vemos, la verdadera fe en Jesucristo y la vivencia de su Pascua deben tener consecuencias sociales, incluido el cuidado de la naturaleza. Si bien la fe es algo personal ella está llamada, sin embargo, a transformar la vida del hombre y, desde él, la vida del mundo.

Lo religioso no nos aísla en la intimidad de nuestras creencias y sentimientos, sino que nos hace responsables de este mundo creado y amado por Dios, para el cual Jesucristo ha inaugurado una vida nueva. “No sólo la interioridad del hombre ha sido sanada, también su corporeidad ha sido elevada por la fuerza redentora de Cristo; toda la creación toma parte en la renovación que brota dela Pascuadel Señor, aún “gimiendo con dolores de parto” (cfr. Rom. 8, 19-23), en espera de dar a luz “un nuevo cielo y una tierra nueva” (Ap. 21, 1), (Compendio de Doctrina Social dela Iglesia, n° 455).

Frente a esta imagen ideal pero real de la Pascua, nos toca vivir en este mundo que aún está “gimiendo con dolores de parto”, pero con la esperanza cierta de dar a luz “un nuevo cielo y una nueva tierra”. Quedarnos con los gemidos y dolores del mundo sin la esperanza de lo nuevo es no ser profetas ni testigos dela Pascua; vivir de la esperanza de lo nuevo sin asumir los dolores del mundo, es refugiarnos en un escapismo espiritualista que no asume la realidad y, por lo tanto, no la va a cambiar. Lo que no se asume no se salva, es el principio con el que Dios ha actuado en Jesucristo.

Conocemos los gemidos de este mundo, hablaría de marginalidad y descuido de la niñez, de los atentados contra la vida naciente, de la droga y la trata de personas, de violencia y muerte, de falta de valores morales que den sentido y alegría a la vida del hombre. Pero seamos, también, profetas de lo nuevo que nos habla del amor que triunfa sobre el odio, de la solidaridad que rompe la estrechez del individualismo, de la verdad que triunfa sobre la mentira, de la belleza de los valores que dan sentido a la vida del hombre. El mundo necesita más de profetas que de narradores de lo cotidiano, aunque ello sea necesario.La Pascuatiene que hacerse vida y camino en cada uno de nosotros.

Queridos amigos, deseándoles una feliz Pascua con sus familias y amigos, les hago llegar como padre y obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús que ha Resucitado. 

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe dela Vera Cruz 


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Martes, 24 de abril de 2012

Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, en la Misa Crismal (5 de abril de 2012) (AICA)

PERMANECER EN LA UNCIÓN        

 El Salmo 88 que recién hemos rezado nos habla del “para siempre” de la unción: “Ungí a David mi servidor con el óleo sagrado, para que mi mano esté siempre con él”. La unción del Señor es “fidelidad y amor que nos acompañan” a lo largo de nuestra vida sacerdotal. Quizá sea San Juan quien mejor expresa este carácter permanente de la unción: “La unción que recibieron de Él permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe” (1 Jn 2, 27).

La unción permanece en nosotros, nos imprime carácter; se trata de que nosotros permanezcamos en ella: “Ya que esa unción los instruye en todo y ella es verdadera y no miente, permanezcan en Él, como ella les enseña”. Permanecer en la unción…, que nos enseña interiormente cómo permanecer en la amistad con Jesús.

Nos hará bien preguntarnos: ¿Qué nos ayuda a permanecer en la unción? ¿Cómo experimentar su alegría, como sentir que nos fortalece, haciendo suave y llevaderala Cruz, cómo vivirla como escudo ante las tentaciones y como bálsamo en las heridas? ¿Qué nos ayuda a no depotenciarla, a no perder la sal, a mantener ardiente el fervor…? ¿Cómo evitar engrosar la lista de aquellos que terminaron mal y no permanecieron en la unción: Saúl, Esaú, Salomón…? A modo de respuesta, un poco antes, en la misma carta, Juan da la clave: “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él” (1 Jn 2, 6).

Permanecer en la unción entonces no significa poner cara de estampita ni mantener una postura estática; significa “andar” y el andar del que habla Juan (periepatesen) es el de todos los paralíticos curados del evangelio, que se levantaban de un salto y andaban con su camilla a cuestas y seguían al Señor; es el andar de Pedro hacia Jesús, caminando sobre las aguas, símbolo del hombre que camina en la fe, que “abandona toda seguridad y avanza al encuentro de lo que sólo se alcanza por la gracia” (von Balthasar). Así es: para permanecer en la unción hay que caminar, hay que salir y andar como Cristo anduvo.

La unción del Espíritu permaneció sobre el Señor que “pasó haciendo el bien”, derramando la misericordia del Padre sobre todos los que lo necesitaban en cada ocasión, hasta consumar su Pascua y el Éxodo de sí en la apertura total de su Corazón traspasado enla Cruz. Ypermanecer en la unción es pasar haciendo el bien; un bien que no es una posesión constatable sino que se difunde como el perfume de nardo puro con el que María ungió al Señor. Esto es lo que irritó a Judas, que había perdido la unción y ya no podía gozar de la fragancia que perfumaba toda la casa. La intangibilidad de la unción del Espíritu suele reemplazarse, cuando se la pierde, con la tangibilidad contante y sonante del dinero. Pensemos en la autoreferencialidad contable de tantas personas e instituciones de Iglesia. ¿Qué tal su permanencia en la unción? Cuando, en el desierto, el pueblo se cansó de la unción, se fabricó un becerro de oro (Ex. 32: 1-6)

La permanencia en la unción se define en el caminar y en el hacer. Un hacer que no sólo son hechos sino un estilo que busca y desea poder participar del estilo de Jesús. El “hacerse todo a todos para ganar a algunos para Cristo” va por este lado. Como ungidos se trata de participar de esa unción, la que le da el latir manso y humilde al Corazón del Señor; participar de esa unción que lo llena de gozo cuando ve cómo el Padre lo hace todo bien y le revela sus cosas a los pequeños; participar de esa unción que cubre todo su Cuerpo en la pasión haciendo que sus llagas, untadas con el remedio de la caridad, se conviertan en llagas sanadoras; participar de esa unción con el óleo de la alegría de la resurrección, que se trasunta en el oficio de consolar a los amigos…

Pero es precisamente en el modo de anunciar y de defender la verdad donde mejor podemos contemplar el estilo del Ungido y su modo de proceder. Aquí resalta sobremanera la paciencia que el Señor tenía para enseñar. La paciencia con la gente (los evangelistas nos hacen notar cómo Jesús se pasaba horas enseñando y charlando con la gente, aunque estuviera cansado); y la paciencia con los discípulos (cómo les explicaba las parábolas cuando se quedaban a solas, con cuánto buen humor les hacía confesar que habían estado charlando acerca de quién era el más importante…, cómo los fue preparando para su cruz y para que lo supieran reconocer luego en la increíble alegría de la resurrección). La imagen más linda, quizá, de esta unción para enseñar es la del Peregrino de Emaús. Ellos le hablan y le hablan y Él los escucha pacientemente mientras los va haciendo sentir y gustar internamente lo bueno que es andar en su compañía, de modo tal que cuando hace ademán de seguir de largo sienten que no quieren que se vaya y les nace invitarlo a pasar. Entonces “se le abren los ojos” y lo reconocen al partir el pan. ¡La unción con que el Señor partía el pan y se lo daba! Es la unción al celebrarla Eucaristíaque quedó grabada en la memoria dela Iglesiay de la cual cada uno de nosotros, sacerdotes, participamos. En la fórmula común dela Iglesiacada uno pone lo más especial de su corazón al consagrar, y suele ser gracia participada de algún otro sacerdote que le hizo sentir la unción del Señor. Permanecer en la unción, permanecer en la escucha dela Palabracomo quien comparte el pan…

Dejemos de lado, por el momento, la agudeza y la chispa del Señor para sacar enseñanza de todo lo cotidiano y también en la elaboración magistral de las parábolas, que son a prueba de ilustrados, y contemplemos cómo se manifiesta la unción del Señor para combatir el error y las insidias de sus enemigos. Nunca se fue de boca el Señor. Y eso que tenía capacidad y motivos para ser irónico, o para mostrarse despechado o ser mordaz… Su no dialogar con el demonio (porque con el demonio no se debe dialogar), su dominio de la lengua con los escribas y fariseos, su silencio ante los poderosos, su no desquitarse con los débiles que se contagiaban y hacían leña del árbol caído… nos hablan de este modo de proceder del Ungido del cual se nos invita a participar. Toda esta parte, “negativa”, si se quiere, de dominio de sí, es la contra-cara necesaria de esa palabra buena que sembraba hondo en el corazón de los humildes. El Ungido a quien seguimos no se impone con arranques prepotentes ni maltrato a los fieles. El que esla Palabraunge penetrando mansamente en el interior del que tiene buena voluntad y blindando el corazón para que ninguna palabra pueda ser mal usada por el enemigo.

Hoy día, quizá más que nunca, necesitamos esta gracia de la unción dela Palabra. Necesitamosescuchar palabras ungidas que nos permitan interiorizar la verdad de manera tal que no tengamos temor a perder libertad por obedecer palabras del Señor o dela Iglesia: la palabra ungida nos enseña desde adentro. Necesitamos también escuchar palabras ungidas que nos tornen alérgicos a toda mala palabra, esas que dejan mal gusto en la boca y agrian el corazón. Nuestro pueblo fiel necesita que le prediquemos palabras ungidas, que le lleguen al corazón y se lo hagan arder como las palabras del Señor hicieron arder el corazón de los discípulos de Emaús, palabras ungidas que le defiendan el corazón para que no lo penetre tanta mala palabra, tanto chisme y chabacanería, tanta mentira y tanta palabra interesada. Estos modos de hablar, que hoy se escuchan por todos lados y todo el tiempo son los que atacan y muchas veces hacen perder la unción.

Ungidos en el Ungido miremos hoy a nuestra Madre y pidámosle que cuide la unción en nuestro corazón. Y que la cuide también en nuestra mirada y en nuestras manos. Que con ese modo suyo de proceder, tan de su Hijo, modo de proceder que ella primero le inculcó y luego, como discípula, aprendió de Él, nos hable la verdad y lo haga –como buena macabea- en aquel lenguaje materno (cfr. 2 Mac. 7:21,27) que nos lleva irresistiblemente a permanecer en Jesús. Que su bondad nos ayude a comprender que la unción no se manifiesta en una pose hierática y artificiosa en nuestro modo de ser, sino en el andar como Él anduvo; nos ayude a guardar la palabra con unción y con unción miremos y trabajemos. Y de manera especial le pedimos que no salga de nuestra boca palabra que no sea edificante sino que, guardando y rumiando las cosas de su Hijo en nuestro corazón, nos broten palabras que alegren al Santo Pueblo fiel de Dios, según los pasos del Ungido que vino para anunciarlela Buena Nueva. 

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
5 de abril de 2012 


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Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires   en la Vigilia Pascual (7 de abril de 2012) (AICA)

VIGILIA PASCUAL      

A la madrugada salieron de su casa hacia el sepulcro. Antes habían comprado los perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. Preparando todo, prácticamente habían pasado la noche en vela hasta que hubiera luz suficiente para ir apenas salido el sol. Nosotros también esta noche estamos en vela, no preparándonos para ungir el cuerpo del Señor sino recordando las maravillas de Dios en la historia de la humanidad. Principalmente recordamos que Él aquella misma noche de la gran maravilla la pasó en vela: “El Señor veló durante aquella noche para hacerlos salir de Egipto” (Ex. 12:42) Esta vigilia responde a un mandato de gratitud: “por eso todos los israelitas deberán velar esa misma noche en honor del Señor a lo largo de las generaciones” (ibid).

Igual que a los Israelitas es posible que nuestros hijos, nuestros conocidos, nos pregunten el porqué de esta vigilia. La respuesta ha de surgir de lo más hondo de nuestra memoria de pueblo elegido del Señor: “con el poder de su mano el Señor nos sacó de Egipto, donde fuimos esclavos” (Ex. 13: 13:14). Así es; “ésta es la noche en que el Señor sacó de Egipto a nuestros Padres, los hijos de Israel, y los hizo pasar a pie por el mar Rojo”; “la noche que disipó las tinieblas de los pecados con el resplandor de una columna de fuego” (cfr. Ex. 13:21); la noche en que nosotros, pecadores, somos restituidos a la gracia; “la noche en que Cristo rompió las ataduras de la muerte y surgió victorioso de los abismos”. Esta es la noche en la que se consolida la libertad. Por eso “esta noche es clara como el día”

Con la luz de lo que celebramos en esta vigilia seguirá adelante nuestra vida y, como les pasó a nuestros Padres en el desierto, nos sucederá también a nosotros. Muchas veces las dificultades, las distracciones del camino, los dolores y penas, obnubilarán el gozo e incluso la certeza de esta libertad regalada, y podremos llegar hasta la añoranza de las “cosas lindas” que tenía la esclavitud, los ajos y la cebollas de Egipto (cfr. Num.11: 4-6); incluso puede dominarnos la impaciencia y llevarnos a optar por la coyuntural inmediatez de los ídolos (cfr. Ex. 32: 1-6). En esos momentos pareciera que el sol se esconde, vuelve la noche y la libertad regalada entra en eclipse. A María Magdalena, a María de Santiago y a Salomé, con el día ya amanecido, se les vino encima otra noche, la noche del miedo, y “salieron corriendo del sepulcro” (Mc. 16: 8).

Salieron corriendo sin decir nada a nadie. El miedo les hizo olvidar lo que acababan de escuchar: “Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí”. El miedo las enmudeció para que no pudieran proclamar la noticia. El miedo les paralizó el corazón y se acaracolaron en la seguridad de un fracaso seguro en vez de dar lugar a la esperanza, ésa que les decía: vayan a Galilea, allí lo verán. Y así también nos sucede a nosotros: como ellas le tenemos miedo a la esperanza y preferimos acovacharnos en nuestros límites, mezquindades y pecados, en las dudas y negaciones que, bien o mal, nos prometemos poder manejar. Ellas venían en son de duelo, venían a ungir un cadáver… y se quedan en eso; así como los discípulos de Emaús se encapsulan en la desilusión (cfr. Lc. 24: 13-24). En el fondo, le tenían miedo a la alegría. (cfr. Lc. 24; 41).

Y la historia se repite. En esas noches nuestras, noches de miedo, noches de tentación y prueba, noches en que quiere reinstalarse la esclavitud vencida, el Señor sigue velando como lo hizo aquella noche en Egipto; y con palabras dulces y paternales nos dice: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean” (Lc. 24: 39) o, a veces con un poco más de energía: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en la gloria?” (Lc. 24: 25-26). El Señor Resucitado siempre está vivo a nuestro lado.

Cada vez que Dios se manifestaba a un israelita procuraba disiparle el miedo: “No temas”, le decía. Lo mismo hace Jesús: “no temas”, “no tengas miedo”. Es lo que el Ángel les dice a estas tres mujeres a las que el miedo las impelía a optar por el velorio.  Esta noche de vigilia digámosnoslo unos a otros: no tengas miedo, no temamos; no esquivemos la certeza que se nos impone, no rechacemos la esperanza. No optemos por la seguridad del sepulcro, en este caso no vacío sino lleno de la inmundicia rebelde de nuestros pecados y egoísmo. Abrámosnos al don de la esperanza. No temamos la alegría dela Resurrecciónde Cristo.

Esa noche también Ella, la Madre, estaba en vela. Sus entrañas le hacían intuir la cercanía de esa vida que concibiera en Nazaret y su fe consolidaba la intuición. A Ella le pedimos que, como primera discípula, nos enseñe a perseverar en la vigilia, nos acompañe en la paciencia, nos fortalezca en la esperanza; le pedimos que nos lleve hacia el encuentro con su Hijo Resucitado; le pedimos que nos libre del miedo, de tal manera que podamos escuchar el anuncio del Ángel y también salir corriendo… pero no de susto sino para anunciarlo a otros en esta Buenos Aires que tanto lo necesita. 

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
7 de abril de 2012 


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ZENIT nos ofrece  la colaboración habitual de monseñor Juan del Río Martín, arzobispo castrense de España. En este caso sobre el final dela Semana Santa: La resurrección de Jesús. 

Seguir a Jesús en su Pasión
¡Pero no todo terminó ahí!

+ Juan del Río Martín

Toda la  Cuaresma ha sido un camino hacia la Pascua. Durante este tiempo, en nuestras parroquias e instituciones católicas se han celebrado cultos extraordinarios, ejercicios espirituales, predicaciones, retiros, convivencias, viacrucis, etc. Todo ello ha ido encaminado al único fin importante: la conversión del corazón que se requiere para participar dignamente en los misterios centrales de nuestra fe, que son la pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios.

Repasemos brevemente lo que sucedió en aquella Semana de hace dos mil años, que cambió el rumbo de la historia, y que hoy da sentido a nuestras vidas, siendo lo único que justifica el rico caudal que va desde las expresiones de la religiosidad popular, las de nuestras parroquias y comunidades, como las austeras e íntimas celebraciones de la vida monacal.

Sucedió que hace más de dos mil años, Dios mostró su inmenso amor a la humanidad en la encarnación redentora de su Hijo Jesucristo. Él, siendo el Justo, cargó con nuestras e injusticias para rescatarnos del dominio del “misterio de la iniquidad”, que domina el corazón humano, lo hace infeliz y lo condena a la muerte eterna.

El poder del mal tuvo en la Pasión de Jesús de Nazaret un triple disfraz: cultural, político y religioso. Aunque Él, paso por este mundo “haciendo el bien”. Pese a ello, fue condenado al mayor suplicio de entonces: la muerte en Cruz. 

Lo primero que  se pudiera pensar es que la muerte de Jesús fue fruto de un mero conflicto religioso. Las autoridades religiosas lo tildaron de blasfemo, ya que se hizo “igual a Dios” y habló de  “destruir el templo y edificarlo en tres días” (Mc 14,58-65) Para otro, sería como consecuencia  de un problema político, porque se presentó como rey, afirmando que “para eso nació y para eso vino al mundo”(Jn 18,37). Los judíos aprovecharon esta afirmación para presionar a Pilatos: “Si no lo condenas no eres amigo del César” (Jn 19,12). No faltan quienes hablan de que en el fondo se trata de un cuestión cultural porque dio un sentido nuevo ala Ley: “Se dijo desde antiguo... Pero yo os digo...”(Mt 5,21ss.). Así, cambió la ley del talión por el amor a los enemigos (Mt 5,43).

 La muchedumbre, que había escuchado sus enseñanzas y había visto tantos signos y milagros, actuó contradictoriamente, como siempre ocurre. Así, al inicio de su Semana decisiva, lo aclamaron  en Jerusalén como Mesías-Rey para, días más tarde, a instancia de los poderosos, pedir vociferante su crucifixión. De manera que se pasó del “¡Hosanna al hijo de David!” (Mc 11,9) al “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn 19,6).

 El círculo de los íntimos no fue menos que la muchedumbre. Sus discípulos y seguidores, miraron para otro lado y "lo abandonaron". Judas, con un beso lo traiciona y cuando recapacita no cree en la misericordia del Maestro y se autodestruye. El principal de ellos, Pedro,  "lo negará" (Jn 18,25-27) antes unas mujeres y luego llorara su pecado. El mismo discípulo amado, en principio se escapa, más tarde recapacita y lo encontramos en el Calvario. Tres maneras distintas de reaccionar ante la verdad del pecado cometido

El motivo principal de la Pasión de Cristo es únicamente el amor: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Sólo sencillos de corazón ven a Dios en el Crucificado. Ellos están representados en su Madre, en aquel grupo de mujeres que le acompañaba, en el joven discípulo Juan y algunos seguidores clandestinos como José de Arimatea y Nicodemo. Estos fueron los que tuvieron valor para estar a los pies de la cruz  y dar la cara por él ante las  autoridades para retirar el cadáver (Jn 19,25-27.38-42). ¡Pero no todo terminó ahí!

De pronto, cuando todo parecía acabado, el crucificado comenzó a ser confesado y reconocido como Kyrios, el Señor ¿Qué sucedió? Pues que, desde entonces,  no podemos buscar “entre los muertos al que vive”(Lc 24,5). Con ello, la historia de Jesús no terminó, sino que perdura en la vida de su Iglesia. La multitud de aquella primera Semana Santa se multiplicó, y hoy pasa de los mil millones de hombres y mujeres que confiesan que Jesucristo es nuestro Salvador.


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Lunes, 23 de abril de 2012

ZENIT nos ofrece el Mensaje pascual del papa en la mañana del Domingo de Pascua de Resurrección, 8 de Abril de 2012, a los peregrinos provenientes de vdiversas partes del mundo.

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:

«Surrexit Christus, spes mea» – «Resucitó Cristo, mi esperanza» (Secuencia pascual).

Llegue a todos vosotros la voz exultante dela Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la maña de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18). También nosotros, que hemos atravesado el desierto dela Cuaresmay los días dolorosos dela Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: «¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!».

Todo cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro que cambia la vida: el encuentro con un hombre único, que nos hace sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no de un modo superficial, momentáneo, sino que nos libra de él radicalmente, nos cura completamente y nos devuelve nuestra dignidad. He aquí porqué la Magdalena llama a Jesús «mi esperanza»: porque ha sido Él quien la ha hecho renacer, le ha dado un futuro nuevo, una existencia buena, libre del mal. «Cristo, mi esperanza», significa que cada deseo mío de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo esperar que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad.

Pero María Magdalena, como los otros discípulos, han tenido que ver a Jesús rechazado por los jefes del pueblo, capturado, flagelado, condenado a muerte y crucificado. Debe haber sido insoportable verla Bondaden persona sometida a la maldad humana,la Verdadescarnecida por la mentira,la Misericordiainjuriada por la venganza. Con la muerte de Jesús, parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Pero aquella fe nunca dejó de faltar completamente: sobre todo en el corazón dela Virgen María, la madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche. En este mundo, la esperanza no puede dejar de hacer cuentas con la dureza del mal. No es solamente el muro de la muerte lo que la obstaculiza, sino más aún las puntas aguzadas de la envidia y el orgullo, de la mentira y de la violencia. Jesús ha pasado por esta trama mortal, para abrirnos el paso hacia el reino de la vida. Hubo un momento en el que Jesús aparecía derrotado: las tinieblas habían invadido la tierra, el silencio de Dios era total, la esperanza una palabra que ya parecía vana.

Y he aquí que, al alba del día después del sábado, se encuentra el sepulcro vacío. Después, Jesús se manifiesta ala Magdalena, a las otras mujeres, a los discípulos. La fe renace más viva y más fuerte que nunca, ya invencible, porque fundada en una experiencia decisiva: «Lucharon vida y muerte / en singular batalla, / y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta». Las señales de la resurrección testimonian la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la misericordia sobre la venganza: «Mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja».

Queridos hermanos y hermanas: si Jesús ha resucitado, entonces – y sólo entonces – ha ocurrido algo realmente nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces Él, Jesús, es alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, vivo. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular para las comunidades cristianas que más pruebas padecen a causa de la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación humana de sufrimiento e injusticia.

Que Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y que los numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados de asistencia humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo. Y, en Tierra Santa, que israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.

Que el Señor, vencedor del mal y de la muerte, sustente a las comunidades cristianas del Continente africano, las dé esperanza para afrontar las dificultades y las haga agentes de paz y artífices del desarrollo de las sociedades a las que pertenecen.

Que Jesús resucitado reconforte a las poblaciones del Cuerno de África y favorezca su reconciliación; que ayude ala Regiónde los Grandes Lagos, a Sudán y Sudán del Sur, concediendo a sus respectivos habitantes la fuerza del perdón. Y que a Malí, que atraviesa un momento político delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad. Que a Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas, la alegría pascual le infunda las energías necesarias para recomenzar a construir una sociedad pacífica y respetuosa de la libertad religiosa de sus ciudadanos. ¡Feliz Pascua a todos!

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ZENIT.org publica la homilía pronunciada por Benedicto XVI al final de la proclamación del Evangelio en la solemne Vigilia Pascual de la Noche Santa, el sábado 7 de Abril de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Pascua es la fiesta de la nueva creación. Jesús ha resucitado y no morirá de nuevo. Ha descerrajado la puerta hacia una nueva vida que ya no conoce ni la enfermedad ni la muerte. Ha asumido al hombre en Dios mismo. «Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios», dice Pablo enla Primera Cartaa los Corintios (15,50).

El escritor eclesiástico Tertuliano, en el siglo III, tuvo la audacia de escribir refriéndose a la resurrección de Cristo y a nuestra resurrección: «Carne y sangre, tened confianza, gracias a Cristo habéis adquirido un lugar en el cielo y en el reino de Dios» (CCL II, 994). Se ha abierto una nueva dimensión para el hombre.

La creación se ha hecho más grande y más espaciosa.La Pascuaes el día de una nueva creación, pero precisamente por ellola Iglesiacomienza la liturgia con la antigua creación, para que aprendamos a comprender la nueva. Así, enla Vigiliade Pascua, al principio dela Liturgiadela Palabra, se lee el relato de la creación del mundo. En el contexto de la liturgia de este día, hay dos aspectos particularmente importantes.

En primer lugar, que se presenta a la creación como una totalidad, de la cual forma parte la dimensión del tiempo. Los siete días son una imagen de un conjunto que se desarrolla en el tiempo. Están ordenados con vistas al séptimo día, el día de la libertad de todas las criaturas para con Dios y de las unas para con las otras. Por tanto, la creación está orientada a la comunión entre Dios y la criatura; existe para que haya un espacio de respuesta a la gran gloria de Dios, un encuentro de amor y libertad. En segundo lugar, que enla Vigilia Pascual,la Iglesiacomienza escuchando ante todo la primera frase de la historia de la creación: «Dijo Dios: “Haya luz”» (Gn. 1,3). Como una señal, el relato de la creación inicia con la creación de la luz. El sol y la luna son creados sólo en el cuarto día. La narración de la creación los llama fuentes de luz, que Dios ha puesto en el firmamento del cielo. Con ello, los priva premeditadamente del carácter divino, que las grandes religiones les habían atribuido.

No, ellos no son dioses en modo alguno. Son cuerpos luminosos, creados por el Dios único. Pero están precedidos por la luz, por la cual la gloria de Dios se refleja en la naturaleza de las criaturas.

¿Qué quiere decir con esto el relato de la creación? La luz hace posible la vida. Hace posible el encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el acceso a la realidad, a la verdad. Y, haciendo posible el conocimiento, hace posible la libertad y el progreso. El mal se esconde. Por tanto, la luz es también una expresión del bien, que es luminosidad y crea luminosidad. Es el día en el que podemos actuar.

El que Dios haya creado la luz significa: Dios creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor. La materia prima del mundo es buena, el ser es bueno en sí mismo. Y el mal no proviene del ser, que es creado por Dios, sino que existe solo en virtud de la negación. Es el «no».

En Pascua, en la mañana del primer día de la semana, Dios vuelve a decir: «Haya luz». Antes había venido la noche del Monte de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y muerte de Jesús, la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día, comienza la creación totalmente nueva. «Haya luz», dice Dios, «y hubo luz». Jesús resucita del sepulcro.

La vida es más fuerte que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad es más fuerte que la mentira. La oscuridad de los días pasados se disipa cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios. Pero esto no se refiere solamente a él, ni se refiere únicamente a la oscuridad de aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la resurrección, y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios, que vale para todos nosotros.

Pero, ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Fiat lux, que exista la luz. El nuevo día, el día de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo nos toma de la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz, en la vida verdadera. Por eso,la Iglesiaantigua ha llamado al bautismo photismos, iluminación.

¿Por qué? La oscuridad amenaza verdaderamente al hombre porque, sí, éste puede ver y examinar las cosas tangibles, materiales, pero no a dónde va el mundo y de dónde procede. A dónde va nuestra propia vida. Qué es el bien y qué es el mal. La oscuridad acerca de Dios y sus valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y para el mundo en general. Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y el mal, permanecen en la oscuridad, entonces todas las otras iluminaciones que nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino que son al mismo tiempo también amenazas que nos ponen en peligro, a nosotros y al mundo.

Hoy podemos iluminar nuestras ciudades de manera tan deslumbrante que ya no pueden verse las estrellas del cielo. ¿Acaso no es esta una imagen de la problemática de nuestro ser ilustrado? En las cosas materiales, sabemos y podemos tanto, pero lo que va más allá de esto, Dios y el bien, ya no lo conseguimos identificar. Por eso la fe, que nos muestra la luz de Dios, es la verdadera iluminación, es una irrupción de la luz de Dios en nuestro mundo, una apertura de nuestros ojos a la verdadera luz.

Queridos amigos, quisiera por último añadir todavía una anotación sobre la luz y la iluminación. Enla Vigilia Pascual, la noche de la nueva creación,la Iglesiapresenta el misterio de la luz con un símbolo del todo particular y muy humilde: el cirio pascual. Esta es una luz que vive en virtud del sacrificio. La luz de la vela ilumina consumiéndose a sí misma. Da luz dándose a sí misma. Así, representa de manera maravillosa el misterio pascual de Cristo que se entrega a sí mismo, y de este modo da mucha luz. Otro aspecto sobre el cual podemos reflexionar es que la luz de la vela es fuego. El fuego es una fuerza que forja el mundo, un poder que transforma.

Y el fuego da calor. También en esto se hace nuevamente visible el misterio de Cristo. Cristo, la luz, es fuego, es llama que destruye el mal, transformando así al mundo y a nosotros mismos. Como reza una palabra de Jesús que nos ha llegado a través de Orígenes, «quien está cerca de mí, está cerca del fuego». Y este fuego es al mismo tiempo calor, no una luz fría, sino una luz en la que salen a nuestro encuentro el calor y la bondad de Dios.

El gran himno del Exsultet, que el diácono canta al comienzo de la liturgia de Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro detalle más. Nos recuerda que este objeto, el cirio, se debe principalmente a la labor de las abejas. Así, toda la creación entra en juego. En el cirio, la creación se convierte en portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay una referencia implícita ala Iglesia. Lacooperación de la comunidad viva de los fieles enla Iglesiaes algo parecido al trabajo de las abejas. Construye la comunidad de la luz. Podemos ver así también en el cirio una referencia a nosotros y a nuestra comunión en la comunidad dela Iglesia, que existe para que la luz de Cristo pueda iluminar al mundo.

Roguemos al Señor en esta hora que nos haga experimentar la alegría de su luz, y pidámosle que nosotros mismos seamos portadores de su luz, con el fin de que, a través dela Iglesia, el esplendor del rostro de Cristo entre en el mundo (cf. Lumen gentium, 1). Amén.

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Lectio divina para el martes de la tercera semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 6, 3035”

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo."»

Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.»

Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Meditación: 

“Soy el pan de la vida”

Tú te presentas como el pan de la vida, porque tomarte a ti, dejar que tú te hagas carne de nuestra carne, supone entrar en una corriente de vida que está llamada a generar el anhelo de convertirnos en portadores de vida.

Pero hemos hecho un mundo de intereses, donde prima lo rentable; y lo que no es rentable, lo que no da dinero, no sirve, aunque sean hombres, culturas, pueblos, siempre inocentes, pero no existen. Se pueden tirar alimentos simplemente porque es más barato que llevarlos a quienes lo necesitan. Se puede gastar más en armas y en guerras fratricidas, porque no importan los hombres, eso genera muchos intereses.

Y tú estorbas, Señor. Como estorban esos pobres. No queremos saciarnos de ti, no queremos comer tu pan, porque eso nos llevaría a saciar otras hambres, y eso es impensable. La economía, los intereses… se vendrían abajo.

Y tú, Señor resucitado, Dios de vida, hoy, de nuevo, me ofreces tu pan, tu palabra, tu eucaristía, y pones a mi lado a un ser humano, a mi hermano, y me pides que sacie su hambre y su sed, de pan, de justicia, de amor, de cercanía, de soledad, de afecto, de escucha, de comprensión, de perdón,… de vida.

Oración: 

“Tu inquietud”

Tengo que pedirte algo que a mí me cuesta, y es que no dejes de ser voz y grito de mis hermanos, de todos los que cerca o lejos tienen hambre y sed de cualquier cosa. De cualquier cosa que les permita construir su vida de seres humanos y de seres divinos. Y si no sé o no quiero hacerlo, mantén viva, sí, aunque me moleste, tu llamada y tu inquietud, para que sepa, y tenga presente, que no me has puesto en el mundo para que pase por él indiferente, sino para vivir aportando, contigo y desde ti, vida.

Contemplación: 

“Hambre de ti”

Quiero tener hambre,
hambre de ti
y de todo lo que viene de ti.

Quiero tener hambre
de amor,
del amor que me abre al otro
y no del que me cierra en él.

Quiero tener hambre
de paz,
y de una mirada limpia,
que pueda penetrar
en los ojos y el corazón
de los otros,
y ver en ellos tu don
y ser para ellos ofrenda.

Quiero tener hambre de ti
y dejarte que vengas
a saciarme
para poder saciar,
de Dios,
de ti.


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Domingo, 22 de abril de 2012

Lectio divina para el lunes de la tercera semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis e Tenerife.

Lectura: 

“Juan 6, 2229”

Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago.

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»

Jesús les contestó: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»

Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que

Dios quiere?»

Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»

Meditación: 

“Que creáis”

Nuestro trabajo con respecto a ti es creer en ti, sin más, porque sí, porque existes, porque eres y, además, eres Dios. Porque de ti viene todo y nuestra respuesta lógica es mirar y volvernos hacia el que es el Señor de la vida, de la creación y de la historia. El que ha puesto en lo más profundo de toda su obra la fuerza engendradora y multiplicadora del amor.

Creer en Ti es algo más que hacer una afirmación a tu existencia y seguir indiferentes. Creer en ti es entrar en una corriente de vida. Es tomar conciencia de que tenemos un punto de referencia, que no soy yo ni los demás, que está muy por encima, y mucho más dentro, en el corazón de todo y de todos. Que por eso el hombre y toda la creación tienen mucho de divino, y por eso es digno de respeto, de cuidado, de atención, incluso de veneración. Es tomar conciencia de la categoría de todo, de todos y de mi mismo, y trabajar por sacarlo a la luz, por manifestarlo y desarrollarlo. Creer en ti no puede dejar indiferente a nadie, por eso nos es más fácil prescindir de ti, porque en el fondo tanta dignidad nos molesta y sus consecuencias trastocan nuestros planes.

Pero hoy, llamas a la puerta de mi vida, te me haces presente, me recuerdas y actualizas tu presencia, el milagro de tu presencia, y me invitas a construir y generar, como Tú, vida.

Oración: 

“Tu presencia”

Si dijese que no me incomodas mentiría, Señor. Me incomoda tu presencia, tu palabra continua que me habla de grandezas de corazón que, a veces, ni me creo cuando veo tanta contradicción en mí y tanta miseria a mi alrededor. Pero, al mismo tiempo, eres como un vaso de agua fresca en medio de un desierto desolado, y mantienes abierta mi esperanza, gracias, Señor.

Gracias por tu insistencia, porque no te cansas de llamar, de esperar, de perdonar. Gracias porque sigues volcando tu presencia en mi vida y en el mundo.

Contemplación: 

“Me amas”

Busco tu paz, Señor.

Ansío el pan
de tu presencia,
el sabor de tu palabra,
el calor y la fuerza
de tu cercanía.

Y sé,
aunque no te sienta,
que estás,
que vives
y me amas.


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Lectio divina para el domingo tercero de Pascua - b, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Lucas 24, 35-48”

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:  «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Meditación: 

“Sois testigos”

Nos mandas, Señor, ser testigos de algo excepcional y desconcertante. Tú tenías motivos, tal como transcurrió tu vida y cómo acabó, de echarnos en cara muchas cosas a los hombres: nuestra cerrazón, nuestra dureza de corazón, nuestros intereses personales, sociales, políticos y hasta religiosos, nuestras mentiras y traiciones… todo lo que gravitó en torno a tu crucifixión. Y, sin embargo, tu mensaje, el mensaje que dejas a tus seguidores, y hoy a nosotros, es que vivamos y anunciemos la conversión y el perdón.

Tú eres el Dios de la vida, el que la ha hecho y el que sigue impulsándola desde la fuerza expansiva y multiplicadora del amor. Por eso no anuncias muerte, ni la realizas, prefieres padecerla. Muchos no entienden o no quieren entender la realidad del pecado. Pero el pecado existirá mientras exista el mal que genera dolor y muerte.

Por eso, hoy me sigues llamando a mí a ser tu testigo. A experimentar primero en mi propia vida la acción de tu llamada, a tomar conciencia de todo lo bueno y bello que has depositado en mi ser, a romper mis barreras y volver mi rostro y mi corazón a Ti y a mis hermanos los hombres. A aportar lo mejor de mí mismo, que es mucho más de lo que yo mismo creo y veo. A ser consciente también de todos los gestos de no vida que hay en mí, y a experimentar la fuerza y el consuelo de tu perdón continuo que me estimula y me abre siempre los horizontes invitándome a no pararme en el camino. Y, de esta manera, a ser portador de tu presencia y tu perdón a todos, como llamada a transformar cada vida y la historia, hacia el bien, la bondad, la justicia, el amor, la paz…, será la forma de manifestar que vengo y creo en el Dios que crea la vida, la mantiene y la plenifica.

Oración: 

“Testigo de tu presencia”

Gracias por tu confianza, por tu apoyo, por tu estímulo, por tu perdón continuo. Gracias porque no me aplastas contra el polvo de mi propia fragilidad sino que siempre me tiendes tu mano para invitarme a seguir caminando.

Sé que tú estás siempre ahí, aunque haya momentos que no te sienta, pero estás. Por eso me atrevo a pedirte que nunca pierda esa conciencia de ti y que, en la medida de mis fuerzas, me permitas ser testigo de presencia para quienes me toca cruzarme en el camino de mi historia.

Contemplación: 

“Testigo”

Vuelve a resonar
tu palabra de paz.

Me llega el eco
de tu palabra
y el anuncio
de tu perdón.

Y ante el asombro
de tu confianza,
escucho tu llamada,
insistente,
a ser testigo
de tu amor.


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Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua- B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 3º de Pascua B

Realmente, los discípulos eran torpes para creer… Lo constatamos una vez más en el Evangelio de este Domingo: Ante la presencia de Cristo Resucitado, el primer día de la semana, se llenan de miedo por la sorpresa y creen ver un fantasma. Jesús les habla, les explica, les enseña sus manos y sus pies y come delante de ellos…, para ayudarles a comprender que había resucitado, que no podía ser un fantasma… que era el mismo que había convivido con ellos, que estaba vivo… S. León Magno, Papa en el siglo V, decía que “el Espíritu de la Verdad nunca hubiera permitido que los discípulos dudaran si no hubiera sido a favor de nuestras dudas”. Hemos de tener una fe firme, segura, convencida, más allá de toda duda… Eso tiene su proceso. Por eso, es normal que hasta que no se llegue a una cierta madurez, surjan dudas y dificultades para creer… Cualquier cristiano, en efecto, pudiera decir: “¿Cómo puedo saber que Cristo realmente ha resucitado? ¿Y los apóstoles lo habrán constatado todo? ¿Habrán visto realmente a Jesucristo Resucitado o habrá sido todo una ilusión óptica, o una visión, o una sugestión colectiva? ¿Habrán sido ellos los testigos de todo o será más bien que otros se lo contaron y ellos les creyeron y se dedicaron a anunciarlo?

¡Cuántos interrogantes!

Cuando contemplamos en los cuatro evangelios cómo Jesús va deshaciendo las dificultades de los discípulos para creer, se van deshaciendo también las nuestras. Y se va acrecentando la firmeza y seguridad de nuestra fe. Es lo que sucede este Domingo. Y todo este proceso llega a su punto culminante en la tercera aparición según el cómputo de Juan, que escribe: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12). Por otro lado, una de las realidades que más repite el Señor en sus Apariciones es ésta en la que insiste en el Evangelio de este Domingo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse”.

Y dice el Evangelio que “entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras…”. ¡Qué importante es esto! ¡Qué necesario es también para nosotros! Hace falta que Jesucristo, por el Espíritu Santo, abra nuestro entendimiento para comprender cada vez mejor las Escrituras… Podemos recordar aquí la célebre oración del Papa Pablo VI implorando el don de la fe, en la que le pide al Señor, entre otras cosas, una fe cierta. Y dice: “Cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo…”

La Muerte y Resurrección de Cristo es, además, el comienzo de todo, el punto de partida de la obra de la salvación, obtenida con su Muerte y Resurrección. Falta ahora llevarla a cada ser humano de cada lugar y de cada tiempo… Por eso, nos advierte el Señor que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.

¡El perdón de los pecados! Entonces, cuando se hablaba del perdón de los pecados, se refería siempre al Bautismo. Pero S. Juan, en la segunda lectura de hoy, apunta un perdón de los pecados que está más allá del Bautismo… Y constituye una joya de la doctrina sobre el sacramento de la Reconciliación: “Dice, en efecto: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo, El Justo…” Cuando leemos la primera lectura nos damos cuenta hasta qué punto los apóstoles habían captado y acogido el mensaje de las Apariciones de Cristo Resucitado: Pedro, el duro pescador de Galilea, lleno ahora del Espíritu Santo, habla a la gente con una autoridad, una firmeza, una claridad y una valentía que se hace humanamente, incomprensible.

La Liturgia de este Domingo, tercero de Pascua, constituye un nuevo reto ilusionante para un cristiano…, y nos anima a continuar extrayendo del Misterio insondable e inenarrable de la Pascua del Señor y de sus consecuencias, abundantes frutos de vida.

¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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Viernes, 20 de abril de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua- B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el  epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 3º de Pascua B 

Realmente, los discípulos eran torpes para creer… Lo constatamos  una vez más en el Evangelio de este Domingo: Ante la presencia de Cristo Resucitado, el primer día de la semana, se  llenan de miedo por la sorpresa y creen ver un fantasma. Jesús les habla, les explica, les enseña sus manos y sus pies y come delante de ellos…, para ayudarles a comprender que había resucitado, que no podía ser un fantasma… que era el mismo que había convivido con ellos, que estaba vivo…  S. León Magno, Papa en el siglo V, decía que “el Espíritu de la Verdad nunca hubiera permitido que los discípulos dudaran si no hubiera sido a favor de nuestras dudas”. Hemos de tener una fe firme, segura, convencida, más allá de toda duda… Eso tiene su proceso. Por eso, es normal que hasta que no se llegue a una cierta madurez, surjan dudas y dificultades  para creer… Cualquier cristiano, en efecto, pudiera decir: “¿Cómo puedo saber que Cristo realmente ha resucitado? ¿Y los apóstoles lo habrán constatado todo? ¿Habrán visto realmente a Jesucristo Resucitado o habrá sido todo una ilusión óptica, o una visión, o una sugestión colectiva? ¿Habrán sido ellos los testigos de todo o será más bien que otros se lo contaron y ellos les creyeron y se dedicaron a anunciarlo?

¡Cuántos interrogantes!

Cuando contemplamos en los cuatro evangelios cómo Jesús va deshaciendo las dificultades de los discípulos para creer, se van deshaciendo también las nuestras. Y se va acrecentando la firmeza y seguridad de nuestra fe. Es lo que sucede este Domingo. Y todo este proceso llega a su punto culminante en la tercera aparición según el cómputo de Juan, que escribe: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12). Por otro lado, una de las realidades que más repite el Señor en sus Apariciones es ésta en la que insiste en el Evangelio de este Domingo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse”.

Y dice el Evangelio que “entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras…”. ¡Qué importante es esto! ¡Qué necesario es también para nosotros! Hace falta que Jesucristo, por el Espíritu Santo, abra nuestro entendimiento para comprender cada vez mejor las Escrituras… Podemos recordar aquí la célebre oración del Papa Pablo VI implorando el don de la fe, en la que le pide al Señor, entre otras cosas, una fe cierta. Y dice: “Cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo…”

La Muerte y Resurrección de Cristo es, además, el comienzo de todo, el punto de partida de la obra de la salvación, obtenida con su Muerte y Resurrección. Falta ahora llevarla a cada ser humano de cada lugar y de cada tiempo… Por eso, nos advierte el Señor que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.

¡El perdón de los pecados! Entonces, cuando se hablaba del perdón de los pecados, se refería siempre al Bautismo. Pero S. Juan, en la segunda lectura de hoy, apunta un perdón de los pecados que está más allá del Bautismo… Y constituye una joya de la doctrina sobre el sacramento de la Reconciliación: “Dice, en efecto: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo, El Justo…” Cuando leemos la primera lectura nos damos cuenta hasta qué punto los apóstoles habían captado y acogido el mensaje de las Apariciones de Cristo Resucitado: Pedro, el duro pescador de Galilea, lleno ahora del Espíritu Santo, habla a la gente con  una autoridad, una firmeza, una claridad y una valentía que se hace  humanamente, incomprensible.

La Liturgia de este Domingo, tercero de Pascua, constituye un nuevo reto ilusionante para un cristiano…, y nos anima a continuar extrayendo del Misterio insondable e inenarrable de la Pascua del Señor y de sus consecuencias, abundantes frutos de vida.

 

                   ¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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ZENIT nos ofrece el texto de la prédica de Viernes Santo del predicador pontificio, padre Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap.

"Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap. 1,18)

Padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Algunos padres dela Iglesiahan encerrado en una imagen todo el misterio de la redención. Imaginemos, decían, que tenga lugar en el estadio una lucha épica. Un valiente ha enfrentado al cruel tirano que tenía esclavizada la ciudad, y con enorme esfuerzo y sufrimiento, lo ha vencido. Tú estabas en las graderías, no has luchado, ni te has esforzado ni te han herido. Pero si admiras al valiente, si te alegras con él por su victoria, si le tejes coronas, provocas y agitas a la asamblea por él, si te inclinas con alegría por el vencedor, le besas la cabeza y le das la mano, en definitiva, si tanto deliras por él, hasta considerar como tuya su victoria, te digo ciertamente que tú tendrás parte en el premio del vencedor.

Pero aún hay más: supongamos que el vencedor no tenga ninguna necesidad del premio que ganó, pero quiera más que nada, ver honrado a su sostenedor y considerar el premio por el que luchó, como la coronación del amigo. ¿En tal caso aquel hombre no obtendrá quizás la corona, incluso si no ha luchado ni ha sido herido? ¡Por supuesto que sí![1]

Así, dicen estos padres, sucede entre Cristo y nosotros. "Él, en la cruz, ha vencido a su antiguo enemigo". "Nuestras espadas --exclama san Juan Crisóstomo--, no están ensangrentadas, no estábamos en la lucha, no tenemos heridas, la batalla ni siquiera la hemos visto, y he aquí que obtenemos la victoria. Suya fue la lucha, nuestra la corona. Y visto que hemos ganado también nosotros, debemos imitar lo que hacen los soldados en estos casos: con voces de alegría exaltamos la victoria, entonamos himnos de alabanza al Señor"[2].

*    *    *

No se podría explicar de una manera mejor el significado de la liturgia que estamos celebrando.

¿Pero lo que estamos haciendo es también eso una imagen, la representación de una realidad del pasado, o es la misma realidad? ¡Las dos cosas! "Nosotros, --decía san Agustín al pueblo--, sabemos y creemos con fe certera que Cristo murió una sóla vez por nosotros [...]. Sabéis  perfectamente que todo esto sucedió una sola vez y sin embargo la solemnidad lo renueva periódicamente [...]. Verdad histórica y solemnidad litúrgica no están en conflicto entre sí, como si la segunda fuera falsa y sólo la primera correspondiera con la verdad. De aquello que la historia afirma que ha sucedido, en realidad, una sola vez, la solemnidad a menudo lo renueva en los corazones de los fieles".[3]

La liturgia "renueva" el evento: ¡Cuántas discusiones, durante cinco siglos, sobre el significado de esta palabra, especialmente cuando se aplica al sacrificio de la cruz y a la misa! Pablo VI utilizó un verbo que podría allanar el camino para un entendimiento ecuménico sobre este tema: el verbo "representar", entendido en el sentido fuerte de re-presentar, es decir, hacer nuevamente presente y operante el hecho.[4]

Hay una diferencia sustancial entre la representación de la muerte de Cristo y aquella, por ejemplo, de la muerte de Julio César en la tragedia homónima de Shakespeare. Nadie atiende, siendo vivo, al aniversario de su muerte; Cristo sí, porque Él ha resucitado. Sólo él puede decir, como lo hace en el Apocalipsis: "Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos". (Ap. 1,18). Debemos estar atentos en este día, al visitar los llamados "Repositorios" o al participar en las procesiones del Cristo muerto, no merezcamos el reproche que Cristo resucitado dirige a las pías mujeres en la mañana de Pascua: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (Lc. 24,5).

Es una afirmación osada, pero verdadera la de ciertos autores ortodoxos. “La anamnesi, o sea el memorial litúrgico vuelve al evento más verdadero de lo que sucedió históricamente la primera vez”. En otras palabras es más verdadero y real para nosotros que lo revivimos “según el Espíritu” de lo que era para quienes lo vivían “según la carne”, antes que el Espíritu Santo le revelara a la iglesia el significado pleno.

Nosotros no estamos celebrando solamente un aniversario, sino un misterio. Y nuevamente san Agustín explica la diferencia entre las dos cosas. La celebración “como en un aniversario”, no pide otra cosa –dice– si no la de “indicar con una solemnidad religiosa el día del año en el que se fija el recuerdo de este hecho”;  en la celebración como un misterio (“en sacramento”), “no solamente se conmemora un hecho sino que se hace de tal manera que se entienda su significado y sea acogido santamente”.[5]

Esto cambia todo. No se trata solamente de asistir a una representación, sino de “acoger” el significado, de pasar de espectadores a actores. Nos toca a nosotros por lo tanto elegir qué parte queremos representar en el drama, quién queremos ser: si Pedro, Judas, Pilato, la muchedumbre, el Cirineo, Juan, María… Ninguno puede quedarse neutral; no tomar posición es pretender una bien precisa: la de Pilatos que se lava las manos, o la de la muchedumbre que desde lejos “estaba mirando” (Lc 23,35). Si volviendo a casa esta noche alguien nos pregunta: “¿De dónde vienes, dónde has estado?” respondamos al menos en nuestro corazón: “¡En el Calvario!”.

Todo esto no se realiza automáticamente, solamente por el hecho de haber participado de esta liturgia. Se trata, decía san Agustín, de “acoger” el significado del misterio. Esto se realiza con la fe. No hay música si no existe un oído que escuche, por más que la música de la orquesta toque fuerte; no hay gracia allá donde no hay una fe que la acoja.

En una homilía pascual del siglo IV, el obispo pronunciaba estas palabras extraordinariamente modernas y se diría existencialistas: “Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo fue inmolado por él. Pero Cristo se ha inmolado por él en cuanto él reconoce la gracia y se vuelve consciente de la vida que le ha dado aquella inmolación”.[6]

Esto sucedió sacramentalmente en el bautismo, pero tiene que suceder conscientemente y siempre de nuevo en la vida. Antes de morir debemos tener el coraje y hacer un acto de audacia, casi un golpe de mano: apropiarse de la victoria de Cristo. !Una apropiación indebida! Una cosa lamentablemente común en la sociedad en la que vivimos, pero que con Jesús ésta no solamente no nos está prohibida, sino que se nos recomienda. “Indebida” que significa que no nos es debida, que no la hemos merecido nosotros, pero que nos es dada gratuitamente por la fe.

Más bien vayamos a lo seguro, escuchemos a un doctor de la iglesia. “Yo –escribe san Bernardo– lo que no puedo obtener por mi mismo, me lo apropio (literalmente, !lo usurpo!) con confianza del costado traspasado del Señor, porque está lleno de misericordia. Mi mérito por lo tanto es la misericordia de Dios. No soy pobre de méritos mientras Él sea rico de misericordia. Pues si la misericordia del Señor es mucha (Sal 119, 156), yo tendré abundancia de méritos. ¿Y que es de mi justicia? Oh Señor, me acordaré solamente de tu justicia. De hecho esa es también la mía, porque tú eres para mí justicia de parte de Dios”. (cf. 1 Cor 1, 30).[7]

¿Acaso este modo de concebir la santidad volvió a san Bernardo menos celoso de las buenas obras, menos empeñado en adquirir la virtud? Quizás descuidaba la mortificación de su cuerpo y de reducirlo a esclavitud (cf. 1 Cor 9,27), el apóstol Pablo quien antes que todos y más que todos había hecho de esta apropiación de la justicia de Cristo la finalidad de su vida y de su predicación (cf. Fil 3, 7-9).

En Roma, como en todas las ciudades grandes existen los que no tienen un techo. Tienen un nombre en todos los idiomas: homeless, clochards, barboni, mendigos: personas humanas que lo único que tienen son unos pocos trapos que visten y algún objeto que llevan en bolsas de plástico.

Imaginemos que un día se difunde esta voz: en via Condotti (¡todos saben lo que significa en Roma la via Condotti!), está la dueña de una boutique de lujo que, por alguna razón desconocida, por interés o generosidad, invita a todos los mendigos de la estación Termini a ir a su negocio, a dejar sus trapos sucios, a ducharse y después a elegir el vestido que deseen entre los que están expuestos y llevárselos, así, gratuitamente.

Todos dicen en su corazón: “¡Esta es una fábula, no sucederá nunca!”. Es verdad, pero lo que no sucede nunca entre los hombres es lo que puede suceder cada día entre los hombres y Dios, porque, ¡delante de Él, aquellos mendigos somos nosotros! Esto es lo que sucede con una buena confesión: te despojas de tus trapos sucios, los pecados; recibes el baño de la misericordia y te levantas “cubierto por ropas de fiesta, envuelto en manto de victoria” (Is. 61, 10).

El publicano de la parábola que fue al templo a rezar dijo simplemente, pero desde lo profundo de su corazón: “¡Oh Dios, ten piedad de mí, que soy pecador!”, y “volvió a su casa justificado”. (Lc. 18,14), reconciliado, hecho nuevo, inocente. Igual, si tenemos su fe y su arrepentimiento, podrán decirlo de nosotros volviendo a casa después de esta liturgia.

*  *   *

Entre los personajes de la pasión con los cuales podemos identificarnos me doy cuenta que he omitido uno, que más que todos espera a quien quiera seguir su ejemplo: el buen ladrón. El buen ladrón confiesa completamente su pecado; le dice a su compañero que insulta a Jesús: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón porque nos lo hemos merecido por nuestros hechos; en cambio este, nada malo ha hecho” (Lc. 23, 40s.). El buen ladrón se muestra como un excelente teólogo. Solamente Dios, de hecho, sufre absolutamente como inocente;  cada persona que sufre debe decir: “Yo sufro justamente”, porque aunque si no es el responsable de la acción que le viene imputada, no está enteramente libre de culpa. Solamente el dolor de los niños inocentes se asemeja al de Dios y por esto es así misterioso y sagrado.

Cuántos delitos atroces se quedaron, en los últimos tiempos, sin un culpable, ¡Cuánto casos no resueltos! El buen ladrón lanza un llamado a los responsables: hagan como yo, salgan al descubierto, confiesen su culpa; experimentareis también vosotros la alegría que yo he sentido cuando escuché la palabra de Jesús: “¡Hoy estarás conmigo en el paraíso!” (Lc 23,43).

Cuántos reos confesos pueden confirmar que fue así también con ellos: que pasaron del infierno al paraíso el día que tuvieron el coraje de arrepentirse y confesar su culpa. También yo he conocido a alguno. El paraíso prometido es la paz de conciencia, la posibilidad de mirarse en el espejo y mirar a los propios hijos sin necesidad de tener que despreciarse.

No lleváis a la tumba vuestro secreto; os procuraría una condena más temible que aquella humana. Nuestro pueblo no es despiadado con quien se ha equivocado, si reconoce el mal realizado, sinceramente, no solamente por conveniencia. Por el contrario, está listo a apiadarse y acompañar al arrepentido en su camino de redención (que en todo caso se vuelve más breve). “Dios perdona muchas cosas, por una obra buena”, dice Lucía en “Los Novios” de Alessandro Manzoni, al hombre que la había raptado. Aún más, tenemos que decir, Él perdona muchas cosas debido a un acto de arrepentimiento. Lo ha prometido solemnemente: “Aunque fuesen sus pecados rojos como la grana, como nieve blanquearán; y así rojeasen como el carmesí, como lana quedarán” (Is. 1, 18).

Volvamos ahora a hacer lo que hemos escuchado al inicio, que es nuestra tarea en este día: con voces de júbilo exaltemos la victoria de la cruz, entonemos himnos de alabanza al Señor.  “O Redemptor, sume carmen temet concinentium”.[8]  Y tú, Redentor nuestro, acoge el canto que elevamos hasta ti.

Traducido del italiano por H. Sergio Mora 

[1] Nicola Cabasilas, Vida en Christo, I, 9 (PG 150, 517)

[2] S. Juan Crisostomo, De coemeterio et de cruce (PG, 49, 596)

[3] S. Agustín, Sermone 220 (PL 38, 1089)

[4] Cf. Paolo VI, Mysterium fidei (AAS 57, 1965, p. 753ss)

[5] S. Agustín, Epistola 55, 1, 2 (CSEL 34, 1, p. 170)

[6] Homilía pascual del año 387 (SCh 36, p. 59s.)

[7] S. Bernardo de Claravalle, Sermones sobre el Cantar, 61, 4-5 (PL 183, 1072).

[8] Himno del Domingo de las Ramas y dela Misa Crísmaledel Jueves Santo.


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Lectio divina para el sábado de la segunda semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 6, 1621”

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo:«Soy yo, no temáis.»

Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Meditación: 

“No temáis”

En el mar de mi vida, en este mar de la historia que me toca atravesar, a veces tengo la tentación de experimentar más momentos de noche y oscuridad, más momentos de vientos fuertes y tormentas que me desestabilizan, que momentos de serenidad. Son muchas las inquietudes que parecen cernirse sobre mí y sobre la humanidad. Tantos los motivos de incertidumbre, que a veces es grande el deseo de evadirme, de pasar por alto la realidad, para ver si de esa manera hago como si no existiesen, creando o reduciendo mi mundo, al mundo cerrado que me pueda construir. Incluso, entiendo perfectamente  esa tendencia, casi natural, a que todos hagan lo mismo. Dejados a la fuerza de los sentimientos es más fácil la evasión.

Pero no es ése tu proyecto para la humanidad, ni para mí dentro de ella. Tengo mi responsabilidad en la marcha de este mundo gozoso y dolorido, sufriente, pero siempre esperanzado. Por eso tu presencia, misteriosa para nosotros, pero real, viva y transformadora, quiere hacerse fuerza con tu llamada a “no tener miedo”, y seguir remando.

Eres conciencia abierta de que estamos hechos con capacidad para dar y construir vida y no para frustrarla. De que podemos mucho más, pero muchísimo más de lo que pensamos, o incluso quisiéramos, para no tener que ir demasiado lejos. Tenemos brazos fuertes para remar en este mar de la vida. Brazos para trabajar unidos, a quienes se une tu brazo fuerte, y tu palabra constante que estimula, empuja, anima, sana, perdona y abre siempre los horizontes a la esperanza.

Oración: 

“Romper mis miedos”

A veces, Señor, reniego de mis fuerzas para quedarme varado. Por eso, hoy te pido, Señor, que me hagas sensible a toda la realidad que me envuelve, la que procede de mi propio interior y la que proviene de ti.

Ayúdame a romper mis miedos y a ser consciente de mi tarea. Sensibiliza mi corazón y mis anhelos. Y no permitas que me paralice el miedo, ante nada y ante nadie.

Contemplación: 

“Estás a mi lado”

Mi corazón
tiembla demasiado,
mientras tu voz resuena
con sonido firme.

Tu paso constante
por mi vida
me invita a caminar
despierto,
y a no temer
el sonido del viento,
ni a los fragores
que turban la historia,
ni a las falsas sirenas
que quieren apartarme de ella.

Me quieres agarrando
el remo de mi vida,
sabedor de que estás a mi lado
dirigiendo el rumbo.


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Jueves, 19 de abril de 2012

El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del Obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la última semana en la diócesis.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 477

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/

El próximo domingo, 15 de abril, junto a la iglesia de Nuestra Señora de La Concepción, en La Laguna, será bendecido e inaugurado el monumento del Beato Papa Juan Pablo II, donado por la Fundación J. Kobylansky y la Unión de sociedades y organizaciones Polacas de América Latina (USOPAL), que preside Juan Kobylanski. El referido monumento se encuentra, concretamente, frente a la plaza Doctor Oliveira. 

La Eucaristía de la Octava de Pascua, presidida por el Cardenal español, Santos Abril, se celebrará a las 11:00 horas, en la Sede Catedral y, a continuación, se procederá a la bendición del monumento. 

Cáritas Diocesana celebrará el 14 de abril, su IX Asamblea Ordinaria en el Seminario Diocesano. La jornada se iniciará a las 8:30 horas con la acogida. Posteriormente, se celebrarála Eucaristía. Alas 10:30 horas se desarrollará la ponencia “La Comunicación Cristianade Bienes”, a cargo de Paco Aperador, Técnico de Cáritas Española. Asimismo, durante la asamblea se presentará el informe de gestión 2010-2011 y el informe económico 2009-2010. Además, habrá tiempo para el trabajo en grupos en base a: “Líneas de actuación prioritarias para los próximos dos años.” 

La UniversidaddeLa Laguna, ULL, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, celebrarán el XXI Congreso Diálogo Fe-Cultura, desde el 23 hasta el 27 de abril. En esta edición, el congreso, centrado en el tema de la “CRISIS”, se dividirá en cuatro grandes bloques: “La crisis en sus raíces”: “La crisis en sus causas inmediatas”; “La crisis en sus consecuencias” y “La crisis en sus soluciones”. 

La Sede provisional de la Catedral acogió la Eucaristía Exequial y la inhumación del XI Obispo de la diócesis de S. Cristóbal de La Laguna, Monseñor Felipe Fernández García. A la ‘Hora de Nona’ del pasado Viernes Santo fallecía en el Hospital Universitario de Canarias y a la ‘Hora de Nona’ (poco después de las tres de la tarde) su cuerpo fue sepultado en la Sede Catedralicia el martes de la Semana de Pascua, día glorioso de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.  

El Obispo ha establecido que en todas las parroquias y comunidades de la diócesis se convoque a los fieles para que se ofrezca una Misa por el eterno descanso del Obispo Felipe Fernández, emérito de nuestra diócesis. 

Del 16 al 21 de abril se celebrará la Semana de San Telmo, de Apostolado del Mar, bajo el lema: SEGURIDAD DE LA VIDA EN EL MAR- SEVIMAR. Se trata de un lema sugerido por el aniversario del Titanic, cuyo hundimiento promovió el Convenio SOLAS (Siglas en ingles) de la Organización Marítima Internacional (OMI).  Ricardo Rodríguez Martos, Delegado Diocesano de la Pastoral Marítima en Barcelona (Capitán de Marina mercante, Diácono Permanente y Profesor de Sociología marítima) será el ponente de estas jornadas.

La Delegación Diocesana de Pastoral de jóvenes ha organizado para el viernes, 20 de abril diversas vigilias de Pascua con los jóvenes en varias zonas de nuestra diócesis. Estos son los lugares: Zona metropolitana, en la iglesia de San Jorge en S/C. (Misioneras eucarísticas de Nazaret). A las 20:30 horas; Zona norte, en la parroquia de San Pedro Apóstol, en San Pedro de Daute, Garachico. A las 20:00 horas. Y zona sur, en la parroquia de San Miguel Arcángel, en San Miguel. A las 20:00 horas. 

En el más importante de los domingos del Año Cristiano, el Obispo Nivariense presidía en la Sede Provisional de la Catedral el solemne pontifical del día de la Resurrección de Jesucristo. Bernardo Álvarez recordó en su homilía que “el sueño de Dios es que seamos una sola familia. Una gran familia extendida por toda la tierra, sin que importe la cultura o la nación”. “Me emociona – afirmó- ver que somos un mismo y único pueblo”.  Esta realidad sostiene el hecho de ocuparnos y preocuparnos los unos por los otros, “siendo testigos de Cristo Resucitado, luchando, amando, viviendo con esperanza, al lado de los pobres. 

Al final de la Misa Crismal celebrada en la Sede Provisional de la S. I. Catedral, el Secretario General del Obispado, Víctor Álvarez Torres leía el decreto del Obispo por el que se convocaba Órdenes al presbiterado para el sábado siete de Julio. Ese día, por lo tanto, habrá ordenación de nuevos sacerdotes a las diez y media de la mañana en la iglesia lagunera de La Concepción, sede catedralicia. 

La Villa de La Orotava acoge los días 14 y 15 de abril el VII Encuentro Nacional de Hermandades y devotos de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, primer encuentro que se realiza en Canarias. Al evento se prevé que asistan unas 25 hermandades de distintos puntos de España, unos 200 hermanos de San Isidro y unas 500 personas en general ya que además de las hermandades están invitados todos aquellos colectivos que veneran a estos santos. El encuentro contará con actos solemnes como la celebración Eucarística el sábado 14 de abril a las 19:30 horas en la Parroquia de La Concepción, presidida por el Obispo. 

El Obispo, Bernardo Álvarez celebró una Eucaristía en la Sede Catedral por el 25 Aniversario del paso a la Casa del Padre del sacerdote, Don Miguel Pérez Álvarez. 

Asimismo, el domingo 15 de abril, en el lugar de oración “Domus Mariae”, en San Pedro de Daute, Garachico, va a tener lugar un “Encuentro con la figura sacerdotal de Don Miguel Pérez Álvarez”. Será de 17:00 a 19:00 horas. Una iniciativa en la que se compartirán testimonios, vivencias, oraciones, etc. A esta cita están invitados todos aquellos que se beneficiaron del ministerio de D. Miguel, pero también es una oportunidad para que las personas que no lo conocieron, puedan tener un acercamiento a la labor humana y pastoral de este sacerdote que ha dejado una gran huella en la diócesis. 

Los días la 21 y 22 de abril tendrá lugar la acampada que el grupo joven de Cáritas celebrará bajo el lema “No hay límites para soñar”. Se trata de un encuentro dirigido a conocer y fomentar actitudes de voluntarios jóvenes, aprendiendo a superar los propios límites. Una acampada que tendrá lugar en El Camino de la Villa (La Laguna) para todos aquellos jóvenes entre 14 y 25 años, con un coste de 10 € de inscripción.

La coordinadora arciprestal de jóvenes de Güímar ha preparado un Via Lucis arciprestal este sábado, día 14  a las 21 horas. Se trata de vivenciar y ayudar a experimentar por las calles del pueblo la presencia del Resucitado. Esta acción pastoral comenzará en de la parroquia de san Pedro y terminará en la de Nuestra Señora del Rosario de Fátima. 

El movimiento juvenil diocesano “Hombres Nuevos” convoca una nueva convivencia de fin de semana –la número 108- para jóvenes de 18 años en adelante. Tendrá lugar desde la tarde noche del viernes 13 hasta el domingo 15 de Abril. 

El viernes 13 de abril, a las 19:00 horas, en el Salón de Actos del Colegio Dominicas de Vistabella, actuará el grupo “d2n2”. Este grupo musical cristiano dedica su tiempo a transmitir la fe por medio de la música e intentan vivir profundamente el sentir evangélico de “lo que gratis hemos recibido, gratis lo damos”. 

José Vicente Álvarez es el ganador del V Concurso  "Fotocofrade 2012", organizado por el Cabildo Insular de La Palma y la Cofradía de Nuestro Señor del Huerto de la capital palmera, por su fotografía "Flagelum". 

La Iglesiade San Marcos de Agulo, después de siete meses cerrada al culto, abrió sus puertas el pasado sábado tras la celebración de un acto civil y la misa de bendición que presidió el Obispo, Bernardo Álvarez. 


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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del Obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la última semana en la diócesis.

38201.La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 478 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/

El XXI Congreso Diálogo Fe-Cultura se celebra desde el 23 hasta el 27 de abril. En esta edición, el congreso, centrado en el tema de la “CRISIS”, se dividirá en cuatro grandes bloques: “La crisis en sus raíces”: “La crisis en sus causas inmediatas”; “La crisis en sus consecuencias” y “La crisis en sus soluciones”. 

Por cierto que la edición correspondiente a ese mes de abril de la revista diocesana "Iglesia Nivariense" dedica un especial de diez páginas al XXI Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura. En la revista podrán encontrar artículos de opinión de diversos especialistas, entrevistas y reportajes sobre el tema central de esta edición de Fe-Cultura. De esta forma,la Diócesisse vuelca con este Congreso del que todos, como aseguran los organizadores, "esperamos que pueda servir para poner nuestro granito de arena y buscar soluciones que proponer para salir de esta crisis". 

El cardenal Santos Abril presidió los actos organizados con ocasión de la bendición e inauguración de un monumento al beato Juan Pablo II en la ciudad deLa Lagunadonado porla Fundación J.Kobylansky yla Uniónde sociedades y organizaciones Polacas de América Latina (USOPAL), que preside Juan Kobylanski. 

 Santos Abril y Castelló, en su homilía, hizo un canto a la importancia de vivir con coherencia la fe, para lo cual se remontó hasta los primeros pasos dela Iglesianaciente, invitando a los presentes a vivir y profesar con alegría y valentía la fe en Jesucristo. 

Estos días se está celebrandola Semanade San Telmo, de Apostolado del Mar, bajo el lema: SEGURIDAD DELA VIDA ENEL MAR- SEVIMAR. Se trata de un lema sugerido por el aniversario del Titanic, cuyo hundimiento promovió el Convenio SOLAS (Siglas en ingles) dela Organización MarítimaInternacional (OMI).  Ricardo Rodríguez Martos, Delegado Diocesano dela Pastoral Marítimaen Barcelona (Capitán de Marina mercante, Diácono Permanente y Profesor de Sociología marítima) es el ponente de estas jornadas. 

La Delegación Diocesanade Pastoral de jóvenes ha organizado para el viernes, 20 de abril diversas vigilias de Pascua con los jóvenes en varias zonas de nuestra diócesis. Estos son los lugares: Zona metropolitana, en la iglesia de San Jorge en S/C. (Misioneras eucarísticas de Nazaret). A las 20:30 horas; Zona norte, en la parroquia de San Pedro Apóstol, en San Pedro de Daute, Garachico. A las 20:00 horas. Y zona sur, en la parroquia de San Miguel Arcángel, en San Miguel. A las 20:00 horas. 

La Casade Ejercicios de Santa Cruz acoge este domingo un nuevo retiro de4 a7 de la tarde, finalizando con la eucaristía. En esta ocasión estará dirigido por Eduardo Rodríguez. 

La Coordinadora Arciprestalde Pastoral Juvenil deLa Orotava, ha invitado a quien lo desee, a participar en las “PJ WEEKEND2012”, unas jornadas de pastoral juvenil que se celebrarán entre los días27 a29 de abril. En ellas se conjugarán momentos de oración, de formación y de fiesta con los que se quiere crear canales de comunicación y de encuentro entre los jóvenes, celebrando la alegría dela Pascua. 

La VilladeLa Orotavaacogió los días 14 y 15 de abril el VII Encuentro Nacional de Hermandades y devotos de San Isidro Labrador y Santa María dela Cabeza, primer encuentro que se realiza en Canarias. Al evento asistieron unas 25 hermandades de distintos puntos de España, unos 200 hermanos de San Isidro y unas 500 personas en general. El encuentro contó con actos solemnes como la celebración Eucarística el sábado 14 de abril enla ParroquiadeLa Concepción, presidida por el Obispo. 

Los días la 21 y 22 de abril tendrá lugar la acampada que el grupo joven de Cáritas celebrará bajo el lema “No hay límites para soñar”. Se trata de un encuentro dirigido a conocer y fomentar actitudes de voluntarios jóvenes, aprendiendo a superar los propios límites. Una acampada que tendrá lugar en El Camino dela Villa(La Laguna) para todos aquellos jóvenes entre 14 y 25 años, con un coste de 10 € de inscripción. 

En la mañana del 18 de abril se reanudaron en el Seminario Diocesano, las jornadas de formación continua para el clero. En esta ocasión, los encargados de guiar las reflexiones fueron Antonio Pérez, vicario general, el cual disertó sobre la iniciación cristiana y la nueva evangelización y Eduardo Rodríguez, formador del seminario, quien expuso el tema "estructuras y medios parala Nueva Evangelización".  

El próximo 13 de mayo celebramos en nuestra Diócesisla Jornadade Vocaciones Nativas, bajo el lema: "María alienta las vocaciones en la misión". En este sentido, se ha invitado a todo el que quiera asistir el viernes 11 de mayo, a las 20.30 horas, en el Monasterio Las Claras,La Laguna, a una vigilia de oración por las Vocaciones Nativas. 

El miércoles 9 de mayo, el clero dela Diócesis Nivariensecelebrará la fiesta de su santo patrón, San Juan de Ávila. Una jornada anual eminentemente sacerdotal que este año tendrá lugar en el Arciprestazgo de Tegueste, concretamente enla Parroquiade San  Marcos Evangelista y que homenajeará a los sacerdotes que cumplen sus 25 y 50 años de ministerio. 

Los sacerdotes que cumplen 25 años son: Carmelo González García, Miguel Ángel Navarro Mederos y Bernabé González Lorenzo. Y lo sacerdotes que cumplen 50 años son: Ismael Rodríguez Hernández, Cristóbal Pérez Vega, Gonzalo Morales Hernández, José Antonio Regalado Delgado y Manuel Herrera (SDB). 

Los próximos días 4 y 5 de mayo, serán los elegidos para celebrar la inauguración de la ermita de Ntra. Sra. del Carmen, enLa Gomera. El viernes 4 de mayo, a las 19,00 h. se celebrarála Eucaristíapor última vez en el lugar provisional de culto, y posteriormente al son de chácaras y tambores se procederá a la procesión y entronización de la imagen dela Virgendel Carmen, patrona de Vallehermoso, en su restaurada ermita. El sábado 5 de mayo a las 12 del mediodía, se presentarán en la plaza las distintas actuaciones llevadas a cabo en el inmueble religioso y posteriormente, se celebrará la solemne Eucaristía en su interior presidida por el Obispo.  

Bajo el lema "Discípulos y Misioneros",la Vicariade Santa Cruz de Tenerife ha programado las Vª Jornadas de formación para agentes de pastoral, que se celebrarán hasta el viernes 19 de abril, en el colegio Pureza de María de la capital tinerfeña. 

Ya queda menos para disfrutar de “Cosas de locos”, una obra de teatro que vienen preparando los seminaristas desde hace meses. Si quieres participar en cualquiera de las representaciones aquí tienes el calendario: 26 de Abril: Estreno dentro de los actos de la tarde del Congreso Diálogo Fe-Cultura. 27 de Abril: Durante la mañana para jóvenes de institutos previa reserva de plazas. 30 de Abril: A las 20:00 horas para todos. Para recaudar fondos. Entradas en el Seminario y en la red de Librería Diocesanas. 

Cáritas Arciprestal deLa Lagunallevará a cabo su segundo rastrillo solidario los días 4, 5 y 6 de mayo en la "Casa Amado Wehbe", en la calle Herradores, nº48. El rastrillo se inaugurará el día4 alas 19:00 horas. Quienes quieran ponerse en contacto con Cáritas Arciprestal deLa Lagunalo pueden hacer a través de los siguientes números de teléfono: 922 258 172; 922 256 427; 922 252 306. 

El Arciprestazgo de Güímar ha organizado un encuentro de catequesis familiar dedicado a todos los padres y niños de 3º de Primaria para compartir un día de oración, formación y celebración. Dicho encuentro será enla Ermitade El Socorro, el próximo 22 de abril en horario de 10:00 a 15:00 horas. 

La coordinadora arciprestal de jóvenes de Güímar organizó el pasado sábado 14 de abril, por primera vez en el arciprestazgo, un Via Lucis en el que participó un grupo importante de jóvenes tanto, en los preparativos como esa noche en el acto. Se reunieron alrededor de 150 personas de las parroquias de San Pedro, Sto Domingo,La Cruzdel Lomo de Mena, San Juan Degollado de Arafo, Ntra .Sra del Rosario de Fátima y Santiago Apóstol del Puertito para realizar un recorrido desde la parroquia de San Pedro Apóstol hasta Fátima. 

Enla Casa Municipaldela Culturase procedió a la lectura del fallo del jurado del "I Concurso de Fotografía dela Semana Santaen Los Realejos". Según el fallo del jurado, obtuvieron los primeros premios: Rosa María Abreu López, en la modalidad de serie fotográfica, retratando en cinco imágenesla Ceremoniadel Descendimiento enla Parroquiade Nuestra Señora deLa Concepción, de Realejo Bajo; mientras que en la modalidad individual, fue Rubén Sacramento Toste quien recibió el galardón por una instantánea del Nazareno de la parroquia matriz del Apóstol Santiago de Realejo Alto durante una procesión. 

Según informa el Secretariado Diocesano de Peregrinaciones, ya se ha abierto la inscripción para participar en la 46ª Peregrinación Diocesana a Tierra Santa, del 23 al 31 de Octubre de 2012, organizada por el Obispado de Tenerife. Todos los interesados podrán solicitar información en la propia Oficina, todos los martes y viernes, de 10:00 a 13:00 horas, llamando al teléfono 922.263.120. 

El periodista tinerfeño Andrés Brito participará en el primer Congreso Internacional sobrela Sábana Santaen la sede del Centro Español de Sindonología (CES), en Valencia. Dicho congreso tendrá lugar del 28 al 30 de abril. El objetivo del congreso será mostrar la situación en que se encuentran las investigaciones sobre esta pieza, también conocida como Síndone de Turín. 

Cuatro jóvenes de nuestra diócesis, pertenecientes a los grupos parroquiales de Savia Nueva, han asistido en Madrid al IX Encuentro Misionero de Jóvenes. Bajo el lema “Seréis mis testigos”, más de cien jóvenes de 17 diócesis participaron en esta cita misionera en la que se pretende hacer partícipes a los jóvenes, con inquietud misionera, de la radicalidad de la vocación misionera, especialmente en los ámbitos de mayor dificultad; profundizar en el compromiso misionero dela Iglesiay los bautizados, y compartir e intercambiar experiencias.


Publicado por verdenaranja @ 22:51
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TERCERO DE PASCUA B  
 MONICIONES

PRIMERA LECTURA

         La  Lectura que vamos a escuchar se sitúa después de Pentecostés y en relación con la curación del paralítico del templo.

         El apóstol Pedro se nos presenta como testigo de la Resurrección e invita a los oyentes al arrepentimiento y a la conversión. Escuchemos. 

SEGUNDA LECTURA

         La segunda Lectura de hoy es un mensaje de esperanza: En nuestra fragilidad tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo, el Justo, sacrificado por nuestros pecados. 

TERCERA LECTURA

         Jesucristo se esfuerza por convencer a sus discípulos de que realmente ha resucitado. Esa experiencia tan viva y la fuerza del Espíritu Santo harán posible su misión de testigos de la Resurrección y del perdón de los pecados a todos los pueblos.

         Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos de pie, el aleluya. 

COMUNIÓN

         En la Comunión nos encontramos con el Señor Jesucristo, vivo, glorioso, resucitado. A los que acogen el mensaje de su Resurrección y reciben el perdón de los pecados en el sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, les  alimenta con su Cuerpo y con su Sangre para que perseveren en su amor.


Publicado por verdenaranja @ 22:38  | Liturgia
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Mi?rcoles, 18 de abril de 2012

Benedicto XVI: "Cuando las familias deban afrontar el dolor, miren a la cruz de Cristo"

Meditaciones del Vía Crucis en el Coliseo de Roma a cargo de una pareja de esposos

ZENIT  nos participa las  palabras que pronunció el Papa al final del Via Crucis, antes de bendecir a los fieles, en el Via Crucis, que tradicionalmente se realiza la noche del Viernes Santo en el Coliseo de Roma. (viernes, 6 de Abril de 2012)

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos recordado en la meditación, en la oración y en el canto, el camino de Jesús en la vía de la cruz: una vía que parecía sin salida y que, sin embargo, ha cambiado la vida y la historia del hombre, ha abierto el paso hacia los «cielos nuevos y la tierra nueva» (cf.Ap. 21,1). Especialmente en este día del Viernes Santo,la Iglesiacelebra con íntima devoción espiritual la memoria de la muerte en cruz del Hijo de Dios y, en su cruz, ve el árbol de la vida, fecundo de una nueva esperanza.

La experiencia del sufrimiento y de la cruz marca la humanidad, marca incluso la familia; cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil. Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo, además, la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y por otros efectos negativos de la crisis económica.

El camino del Via Crucis, que hemos recorrido esta noche espiritualmente, es una invitación para todos nosotros, y especialmente para las familias, a contemplar a Cristo crucificado para tener la fuerza de ir más allá de las dificultades. La cruz de Jesús es el signo supremo del amor de Dios para cada hombre, la respuesta sobreabundante a la necesidad que tiene toda persona de ser amada. Cuando nos encontramos en la prueba, cuando nuestras familias deben afrontar el dolor, la tribulación, miremos a la cruz de Cristo: allí encontramos el valor y la fuerza para seguir caminando; allí podemos repetir con firme esperanza las palabras de san Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?: ¿la tribulación?, ¿la angustia?,¿la persecución?, ¿el hambre?,¿la desnudez?, ¿el peligro?,¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado» (Rm 8,35.37).

En la aflicción y la dificultad, no estamos solos; la familia no está sola: Jesús está presente con su amor, la sostiene con su gracia y le da la fuerza para seguir adelante, para afrontar los sacrificios y superar todo obstáculo. Y es a este amor de Cristo al que debemos acudir cuando las vicisitudes humanas y las dificultades amenazan con herir la unidad de nuestra vida y de la familia. El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza: la estación del dolor y de la prueba, si la vivimos con Cristo, con fe en él, encierra ya la luz de la resurrección, la vida nueva del mundo resucitado, la pascua de cada hombre que cree en su Palabra.

En aquel hombre crucificado, que es el Hijo de Dios, incluso la muerte misma adquiere un nuevo significado y orientación, es rescatada y vencida, es el paso hacia la nueva vida: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn. 12,24).

Encomendémonos ala Madrede Cristo. A ella, que ha acompañado a su Hijo por la vía dolorosa. Que ella, que estaba junto a la cruz en la hora de su muerte, que ha alentado ala Iglesiadesde su nacimiento para que viva la presencia del Señor, dirija nuestros corazones, los corazones de todas las familias a través del inmenso mysterium passionis hacia el mysterium paschale, hacia aquella luz que prorrumpe dela Resurrecciónde Cristo y muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte. Amén.

© Librería Editorial Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 22:54  | Habla el Papa
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ZENIT nos  ofrece el artículo de nuestro colaborador habitual, el obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, como preparación a la Semana Santa. 

Semana Santa y Conversión
Narcotraficantes: ¡Cambien de vida! ¡Conviértanse de corazón!

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

De muy diversas maneras se vive esta Semana Santa. Para unos, es ocasión de jolgorio, dispersión, vacaciones, vicio y pecado. Para otros, es indiferente, algo ajeno a sus costumbres y actividades. Unos sólo recuerdan cómo se vivían estos días en tiempos idos, cuando todo era silencio y austeridad en las familias. Para muchos, es tiempo de reflexión, oración, meditación de la Palabra de Dios y participación en las celebraciones.

En Cuba, a raíz de la petición que el Papa hizo a Raúl Castro la semana pasada, se aprobó de inmediato que el Viernes Santo no sea día laborable, sino feriado, para que los fieles católicos puedan participar en los ritos religiosos. Fidel Castro, en su momento, aceptó también la petición que le hizo Juan Pablo II de devolver a la Navidad ser día festivo. Estos dos Jefes de Estado marxistas accedieron al pedido del Papa, por ser razonable. Si en México Benedicto XVI hubiera solicitado a nuestro presidente que se declarara feriado el 12 de diciembre, ¿cuál habría sido la reacción? El pueblo lo vería como normal, pues en la práctica es día de fiesta nacional; pero ya me imagino las voces enardecidas de quienes siguen abogando por un laicismo rancio, que no es democrático sino excluyente. Ser una república laica, como es adecuado que lo seamos, no debería contradecir el derecho fundamental de todos a una más amplia libertad religiosa. ¡Hasta Benito Juárez respetaba el 12 de diciembre! Ojalá nuestro marco legal reconozca la importancia de esta fecha.

CRITERIOS

El Papa Benedicto XVI, en su visita a nuestro país, nos invitó a una conversión, a un cambio de rumbo en la vida, para que seamos una nación donde haya justicia y paz, poniendo en práctica las tres virtudes teologales. Dijo:

“Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida. Así podrán compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar.

Este país está llamado a vivir la esperanza en Dios como una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud del corazón y en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un mundo mejor. Como ya dije en Roma, «continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia».

Junto a la fe y la esperanza, el creyente en Cristo, y la Iglesia en su conjunto, vive y practica la caridad como elemento esencial de su misión. En su acepción primera, la caridad «es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación», como es socorrer a los que padecen hambre, carecen de cobijo, están enfermos o necesitados en algún aspecto de su existencia. Nadie queda excluido por su origen o creencias de esta misión de la Iglesia, que no entra en competencia con otras iniciativas privadas o públicas, es más, ella colabora gustosa con quienes persiguen estos mismos fines. Tampoco pretende otra cosa que hacer de manera desinteresada y respetuosa el bien al menesteroso, a quien tantas veces lo que más le falta es precisamente una muestra de amor auténtico”.

PROPUESTAS

¿Quieres que la situación cambie? No esperes que todo lo hagan las autoridades, ni pienses que con sólo cambiar gobierno todo va a ser distinto. De ti depende el cambio. Construye la unidad y la armonía en tu familia, con diálogo, respeto, paciencia, trabajo, fidelidad y mucho amor. Así se combate la violencia y la inseguridad.

Narcotraficantes: ¡Cambien de vida! No se dejen engañar y atrapar por el dinero fácil, por el poder y el placer. Van a acabar mal, huyendo y escondiéndose, en la cárcel o asesinados. ¡Conviértanse de corazón! ¡Por ustedes mismos, por su madre, por Jesucristo, que los espera con los brazos abiertos para perdonarles!


Publicado por verdenaranja @ 22:48  | Hablan los obispos
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo tercero de pascua - B, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

TESTIGOS 

         Lucas describe el encuentro del Resucitado con sus discípulos como una experiencia fundante. El deseo de Jesús es claro. Su tarea no ha terminado en la cruz. Resucitado por Dios después de su ejecución, toma contacto con los suyos para poner en marcha un movimiento de "testigos" capaces de contagiar a todos los pueblos su Buena Noticia: "Vosotros sois mis testigos".

         No es fácil convertir en testigos a aquellos hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. A lo largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio total. El narrador solo describe su mundo interior: están llenos de terror; solo sienten turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser verdad.

         Es Jesús quien va a regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir lleno de vida en medio de ellos. Estas son las primeras palabras que han de escuchar del Resucitado: "Paz a vosotros... ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?".

         Cuando olvidamos la presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo hacemos opaco e invisible con nuestros protagonismos y conflictos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando nos contagiamos unos a otros pesimismo e incredulidad... estamos pecando contra el Resucitado. No es posible una Iglesia de testigos.

         Para despertar su fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte. No es un fantasma: "Soy yo en persona". El mismo que han conocido y amado por los caminos de Galilea.

         Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones, lo convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con él, hemos de recorrer el relato de los evangelios: descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive resucitado por el Padre.

         A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá. Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: "Vosotros sois testigos de esto". No han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo creíble con la vida, no solo con palabras. Este es siempre el verdadero problema de la Iglesia: la falta de testigos. 

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
22 de abril de 2012
3 Pascua (B)
Lucas 24, 35-48


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Martes, 17 de abril de 2012

Benedicto XVI: "La soberbia es la verdadera esencia del pecado"

El santo padre presidióla Misadela Cenadel Señor en San Juan de Letrán

ZENIT nos participa la homilía pronunciada por el Papa en la Santa Misa de la Cena del Señor en la Basílica de San Juan de Letrán del Vaticano, Jueves Santo 2012, dando inicio así al Triduo Pascual. 

Queridos hermanos y hermanas:

El Jueves Santo no es sólo el día de la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor ciertamente se irradia sobre todo lo demás y, por así decir, lo atrae dentro de sí. También forma parte del Jueves Santo la noche oscura del Monte de los Olivos, hacia la cual Jesús se dirige con sus discípulos; forma parte también la soledad y el abandono de Jesús que, orando, va al encuentro de la oscuridad de la muerte; forma parte de este Jueves Santo la traición de Judas y el arresto de Jesús, así como también la negación de Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato. En esta hora, tratemos de comprender con más profundidad estos eventos, porque en ellos se lleva a cabo el misterio de nuestra Redención.

Jesús sale en la noche. La noche significa falta de comunicación, una situación en la que uno no ve al otro. Es un símbolo de la incomprensión, del ofuscamiento de la verdad. Es el espacio en el que el mal, que debe esconderse ante la luz, puede prosperar. Jesús mismo es la luz y la verdad, la comunicación, la pureza y la bondad. Él entra en la noche. La noche, en definitiva, es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva de comunión y de vida. Jesús entra en la noche para superarla e inaugurar el nuevo día de Dios en la historia de la humanidad.

Durante este camino, él ha cantado con sus discípulos los Salmos de la liberación y de la redención de Israel, que recuerdan la primera Pascua en Egipto, la noche de la liberación. Como él hacía con frecuencia, ahora se va a orar solo y hablar como Hijo con el Padre. Pero, a diferencia de lo acostumbrado, quiere cerciorarse de que estén cerca tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Son los tres que habían tenido la experiencia de su Transfiguración – la manifestación luminosa de la gloria de Dios a través de su figura humana – y que lo habían visto en el centro, entrela Leyy los Profetas, entre Moisés y Elías. Habían escuchado cómo hablaba con ellos de su «éxodo» en Jerusalén. El éxodo de Jesús en Jerusalén, ¡qué palabra misteriosa!; el éxodo de Israel de Egipto había sido el episodio de la fuga y la liberación del pueblo de Dios. ¿Qué aspecto tendría el éxodo de Jesús, en el cual debía cumplirse definitivamente el sentido de aquel drama histórico?; ahora, los discípulos son testigos del primer tramo de este éxodo, de la extrema humillación que, sin embargo, era el paso esencial para salir hacia la libertad y la vida nueva, hacia la que tiende el éxodo. Los discípulos, cuya cercanía quiso Jesús en está hora de extrema tribulación, como elemento de apoyo humano, pronto se durmieron. No obstante, escucharon algunos fragmentos de las palabras de la oración de Jesús y observaron su actitud. Ambas cosas se grabaron profundamente en sus almas, y ellos lo transmitieron a los cristianos para siempre. Jesús llama a Dios «Abbá».Y esto significa – como ellos añaden – «Padre». Pero no de la manera en que se usa habitualmente la palabra «padre», sino como expresión del lenguaje de los niños, una palabra afectuosa con la cual no se osaba dirigirse a Dios. Es el lenguaje de quien es verdaderamente «niño», Hijo del Padre, de aquel que se encuentra en comunión con Dios, en la más profunda unidad con él.

Si nos preguntamos cuál es el elemento más característico de la imagen de Jesús en los evangelios, debemos decir: su relación con Dios. Él está siempre en comunión con Dios. El ser con el Padre es el núcleo de su personalidad. A través de Cristo, conocemos verdaderamente a Dios. «A Dios nadie lo ha visto jamás», dice san Juan. Aquel «que está en el seno del Padre… lo ha dado a conocer» (1,18). Ahora conocemos a Dios tal como es verdaderamente. Él es Padre, bondad absoluta a la que podemos encomendarnos. El evangelista Marcos, que ha conservado los recuerdos de Pedro, nos dice que Jesús, al apelativo «Abbá», añadió aún: Todo es posible para ti, tú lo puedes todo (cf. 14,36). Él, que es la bondad, es al mismo tiempo poder, es omnipotente. El poder es bondad y la bondad es poder. Esta confianza la podemos aprender de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos.

Antes de reflexionar sobre el contenido de la petición de Jesús, debemos prestar atención a lo que los evangelistas nos relatan sobre la actitud de Jesús durante su oración. Mateo y Marcos dicen que «cayó rostro en tierra» (Mt 26,39; cf. Mc 14,35); asume por consiguiente la actitud de total sumisión, que ha sido conservada en la liturgia romana del Viernes Santo. Lucas, en cambio, afirma que Jesús oraba arrodillado. En los Hechos de los Apóstoles, habla de los santos, que oraban de rodillas: Esteban durante su lapidación, Pedro en el contexto de la resurrección de un muerto, Pablo en el camino hacia el martirio. Así, Lucas ha trazado una pequeña historia del orar arrodillados dela Iglesianaciente. Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre. Ante la gloria de Dios, los cristianos nos arrodillamos y reconocemos su divinidad, pero expresando también en este gesto nuestra confianza en que él triunfe.

Jesús forcejea con el Padre. Combate consigo mismo. Y combate por nosotros. Experimenta la angustia ante el poder de la muerte. Esto es ante todo la turbación propia del hombre, más aún, de toda creatura viviente ante la presencia de la muerte. En Jesús, sin embargo, se trata de algo más. En las noches del mal, él ensancha su mirada. Ve la marea sucia de toda la mentira y de toda la infamia que le sobreviene en aquel cáliz que debe beber. Es el estremecimiento del totalmente puro y santo frente a todo el caudal del mal de este mundo, que recae sobre él. Él también me ve, y ora también por mí. Así, este momento de angustia mortal de Jesús es un elemento esencial en el proceso dela Redención. Poreso,la Cartaa los Hebreos ha definido el combate de Jesús en el Monte de los Olivos como un acto sacerdotal. En esta oración de Jesús, impregnada de una angustia mortal, el Señor ejerce el oficio del sacerdote: toma sobre sí el pecado de la humanidad, a todos nosotros, y nos conduce al Padre.

Finalmente, debemos prestar atención aún al contenido de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. Jesús dice: «Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14,36). La voluntad natural del hombre Jesús retrocede asustada ante algo tan ingente. Pide que se le evite eso. Sin embargo, en cuanto Hijo, abandona esta voluntad humana en la voluntad del Padre: no yo, sino tú. Con esto ha transformado la actitud de Adán, el pecado primordial del hombre, salvando de este modo al hombre. La actitud de Adán había sido: No lo que tú has querido, Dios; quiero ser dios yo mismo. Esta soberbia es la verdadera esencia del pecado. Pensamos ser libres y verdaderamente nosotros mismos sólo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad. Dios aparece como el antagonista de nuestra libertad. Debemos liberarnos de él, pensamos nosotros; sólo así seremos libres. Esta es la rebelión fundamental que atraviesa la historia, y la mentira de fondo que desnaturaliza la vida. Cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos en nuestra verdad, si estamos unidos a Dios. Entonces nos hacemos verdaderamente «como Dios», no oponiéndonos a Dios, no desentendiéndonos de él o negándolo. En el forcejeo de la oración en el Monte de los Olivos, Jesús ha deshecho la falsa contradicción entre obediencia y libertad, y abierto el camino hacia la libertad. Oremos al Señor para que nos adentre en este «sí» a la voluntad de Dios, haciéndonos verdaderamente libres. Amén.

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ZENIT  publica la homilía pronunciada por el papa en la Santa Misa Crismal celebrada en la Basílica San Pedro del Vaticano, el Jueves Santo, 5 de Abril de 2012. 

Queridos hermanos y hermanas:

En esta Santa Misa, nuestra mente retorna hacia aquel momento en el que el Obispo, por la imposición de las manos y la oración, nos introdujo en el sacerdocio de Jesucristo, de forma que fuéramos «santificados en la verdad» (Jn 17,19), como Jesús había pedido al Padre para nosotros en la oración sacerdotal. Él mismo es la verdad. Nos ha consagrado, es decir, entregado para siempre a Dios, para que pudiéramos servir a los hombres partiendo de Dios y por él. Pero, ¿somos también consagrados en la realidad de nuestra vida? ¿Somos hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo? Con esta pregunta, el Señor se pone ante nosotros y nosotros ante él: «¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio dela Iglesia?».

Así interrogaré singularmente a cada uno de vosotros y también a mí mismo después de la homilía. Con esto se expresan sobre todo dos cosas: se requiere un vínculo interior, más aún, una configuración con Cristo y, con ello, la necesidad de una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan invocada autorrealización. Se pide que nosotros, que yo, no reclame mi vida para mí mismo, sino que la ponga a disposición de otro, de Cristo. Que no me pregunte: ¿Qué gano yo?, sino más bien: ¿Qué puedo dar yo por él y también por los demás? O, todavía más concretamente: ¿Cómo debe llevarse a cabo esta configuración con Cristo, que no domina, sino que sirve; que no recibe, sino que da?; ¿cómo debe realizarse en la situación a menudo dramática dela Iglesiade hoy? Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable quela Iglesiano ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto. Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovarla Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud porla Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner ala Iglesiaa la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de toda renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformarla Iglesiasegún nuestros deseos y nuestras ideas?

Pero no simplifiquemos demasiado el problema. ¿Acaso Cristo no ha corregido las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios? Sí, lo ha hecho para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida. A él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre. Y no lo olvidemos: Él era el Hijo, con la autoridad y la responsabilidad singular de desvelar la auténtica voluntad de Dios, para abrir de ese modo el camino dela Palabrade Dios al mundo de los gentiles. Y, en fin, ha concretizado su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la cruz, haciendo así creíble su misión. No mi voluntad, sino la tuya: ésta es la palabra que revela al Hijo, su humildad y a la vez su divinidad, y nos indica el camino.

Dejémonos interrogar todavía una vez más. Con estas consideraciones, ¿acaso no se defiende de hecho el inmovilismo, el agarrotamiento de la tradición? No. Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad dela Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan estos ríos frescos de vida, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.

Queridos amigos, queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación. Pero tal vez la figura de Cristo nos parece a veces demasiado elevada y demasiado grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para nosotros. El Señor lo sabe. Por eso nos ha proporcionado «traducciones» con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos. Precisamente por esta razón, Pablo decía sin timidez a sus comunidades: Imitadme a mí, pero yo pertenezco a Cristo. Él era para sus fieles una «traducción» del estilo de vida de Cristo, que ellos podían ver y a la cual se podían asociar. Desde Pablo, y a lo largo de la historia, se nos han dado continuamente estas «traducciones» del camino de Jesús en figuras vivas de la historia.

Nosotros, los sacerdotes, podemos pensar en una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el Papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como «don y misterio». Los santos nos indican cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio. Y nos permiten comprender también que Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza.

Queridos amigos, quisiera mencionar brevemente todavía dos palabras clave de la renovación de las promesas sacerdotales, que deberían inducirnos a reflexionar en este momento dela Iglesiay de nuestra propia vida. Ante todo, el recuerdo de que somos – como dice Pablo – «administradores de los misterios de Dios» (1Co 4,1) y que nos corresponde el ministerio de la enseñanza, el (munus docendi), que es una parte de esa administración de los misterios de Dios, en los que él nos muestra su rostro y su corazón, para entregarse a nosotros. En el encuentro de los cardenales con ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra. El Año dela Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente enla Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente.

Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón. Esta ayuda la encontramos en primer lugar en la palabra dela Iglesiadocente: los textos del Concilio Vaticano II y el Catecismo dela Iglesia Católicason los instrumentos esenciales que nos indican de modo auténtico lo quela Iglesiacree a partir dela Palabrade Dios. Y, naturalmente, también forma parte de ellos todo el tesoro de documentos que el Papa Juan Pablo II nos ha dejado y que todavía están lejos de ser aprovechados plenamente.

Todo anuncio nuestro debe confrontarse con la palabra de Jesucristo: «Mi doctrina no es mía» (Jn 7,16). No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe dela Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella. En este contexto, siempre me vienen a la mente aquellas palabras de san Agustín: ¿Qué es tan mío como yo mismo? ¿Qué es tan menos mío como yo mismo? No me pertenezco y llego a ser yo mismo precisamente por el hecho de que voy más allá de mí mismo y, mediante la superación de mí mismo, consigo insertarme en Cristo y en su cuerpo, que esla Iglesia. Sino nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquél que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble. No hago publicidad de mí, sino que me doy a mí mismo. El Cura de Ars, lo sabemos, no era un docto, un intelectual. Pero con su anuncio llegaba al corazón de la gente, porque él mismo había sido tocado en su corazón.

La última palabra clave a la que quisiera aludir todavía se llama celo por las almas (animarum zelus). Es una expresión fuera de moda que ya casi no se usa hoy. En algunos ambientes, la palabra alma es considerada incluso un término prohibido, porque – se dice – expresaría un dualismo entre el cuerpo y el alma, dividiendo falsamente al hombre. Evidentemente, el hombre es una unidad, destinada a la eternidad en cuerpo y alma. Pero esto no puede significar que ya no tengamos alma, un principio constitutivo que garantiza la unidad del hombre en su vida y más allá de su muerte terrena. Y, como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los sin techo. Pero no sólo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre: de las personas que sufren por la violación de un derecho o por un amor destruido; de las personas que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo.

Nadie debe tener nunca la sensación de que cumplimos concienzudamente nuestro horario de trabajo, pero que antes y después sólo nos pertenecemos a nosotros mismos. Un sacerdote no se pertenece jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo, mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de Jesucristo. Pidamos al Señor que nos colme con la alegría de su mensaje, para que con gozoso celo podamos servir a su verdad y a su amor. Amén.

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Lectio divina para el martes de la segunda semana de Pasc ua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 3, 5a. 7b15”

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»

Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»

Meditación: 

“Nacer de nuevo”

          Sí, Señor, yo me quiero acoger a tu palabra. Necesito y quiero acogerme a tu palabra. Como gritaría Pedro en una ocasión “Tú tienes palabras de vida eterna”. Hoy vivimos en una época de palabra. Se habla mucho y la palabra no tiene valor. Hay poca verdad en las palabras y, casi ya por sistema, no se toman en serio grandes afirmaciones de grandes personajes, porque lo que dicen hoy mañana se desdice; y porque cuando dicen algo que no ha sido correcto, fácilmente dicen que quisieron decir lo contrario.

          También la palabra se emplea para herir, es más un arma de separación y discordia que un medio para construir y acercar. Sí, ya sé que no todos lo hacen así, pero lo que más llega, o lo que más captamos, es así. Por eso si alguien destaca en alguna ocasión por la verdad y la fuerza de su palabra, atrae, pero qué pocos son.

          Por eso tu palabra era para muchos atractiva, tenía, decían, autoridad, tenía verdad. Y por eso creo cuando me hablas de la tierra y del cielo. Te creo cuando me dices que es vital aprender a amar, y me hablas de que Dios nos ama. Y te creo cuando me dices que hay que tener la mente y el corazón abierto para escuchar el susurro del Espíritu que viene cuando y por dónde menos lo esperamos. Y te creo, cuando esponjas mi corazón hablándome de esperanza, de un futuro abierto, al que se llega poniendo la vida en juego, como tú, por hacer verdad la palabra pronunciada.

Oración: 

“Un corazón abierto”

Señor, ayúdame a ser sincero. Ayúdame para que mi palabra concuerde con mi vida. Ayúdame a ser veraz en lo que digo y en lo que siento.

Dame un corazón honesto, un corazón abierto, receptivo, capaz de sorprenderse. Un corazón con horizonte, con esperanza, con capacidad de entrega  sin pedir nada a cambio. Que su premio sea el vivir lo que siente, con toda su fuerza, con toda su ilusión, como tú, Señor.

Contemplación: 

“Tu sombra de vida”

Intuyo el aleteo de tu Espíritu,
y su viento que me llega
de horizontes distintos,
pero me cuesta percibir
su rumbo.

Me llega el eco de tu palabra,
convertida en grito
de voces ahogadas,
y en brazos que desfallecidos
caen víctimas
de tantos oídos sordos,
de tantas bocas
que no pronuncian sus palabras,
y de tantos ojos abiertos
que todavía no quieren ver.

Y en todos ellos
vislumbro tus brazos abiertos,
levantados en lo alto
del corazón de la tierra,
proyectando tu sombra de vida,
y algo me aprieta muy dentro.


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Lunes, 16 de abril de 2012

ZENIT publica el texto íntegro del mensaje que el papa Benedicto XVI  dirigió a todos los fieles en la Audiencia general, realizada en la plaza de San Pedro en el Vaticano ante cerca de once mil peregrinos., el miércoles 4 deAbril de 2012. 

Queridos hermanos y hermanas,

Conservo aún vivas las emociones suscitadas por el reciente viaje apostólico a México y Cuba, sobre las cuales quisiera detenerme hoy. Surge en mi ánimo, de manera espontánea, el dar gracias al Señor­: en su providencia Él ha querido que fuera por primera vez como sucesor de Pedro a estos dos países, que conservan de manera indeleble en su memoria las visitas realizadas por el beato Juan Pablo II.

El bicentenario de la Independencia de México y de otros países latinoamericanos, los veinte años de relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede y el cuarto centenario del descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre en la República de Cuba fueron la ocasión de mi peregrinación. Con ellos he querido abrazar idealmente a todo el Continente, invitando a todos a vivir juntos en la esperanza de un empeño concreto que permita caminar juntos hacia un futuro mejor. Expreso mi gratitud a los presidentes de México y de Cuba que con deferencia y cortesía me han dado la bienvenida, así como a las demás autoridades. Agradezco de corazón a los arzobispos de León, de Santiago de Cuba y de La Habana y a los otros venerables hermanos del episcopado que me acogieron con gran afecto, como a sus colaboradores y a todos aquellos que se prodigaron generosamente en favor de mi visita pastoral. ¡Fueron días inolvidables de alegría y esperanza que permanecerán impresos en mi corazón!

La primera etapa fue León, en el estado de Guanajauto, centro geográfico de México. Allí una gran multitud festiva me dio una extraordinaria y vivaz acogida, como símbolo del abrazo caluroso de todo un pueblo. Desde la ceremonia de bienvenida he podido captar la fe y el calor de los sacerdotes, de las personas consagradas y de los fieles laicos. Ante los exponentes de las instituciones, de los numerosos obispos y de los representantes de la sociedad allí presentes, he invocado la necesidad del reconocimiento y de la tutela de los derechos fundamentales de la persona humana, entre los cuales se distingue la libertad religiosa, asegurando mi cercanía a todos los que sufren debido a las heridas sociales, de viejos y nuevos conflictos, de la corrupción y de la violencia. Recuerdo con profunda gratitud las filas interminables de gente que a lo largo de las calles me acompañaban con entusiasmo. En aquellas manos extendidas, símbolo de saludo y afecto, en esos rostros sonrientes, en esos gritos de alegría, he visto la tenaz esperanza de los cristianos mexicanos, esperanza que permanece encendida en los corazones no obstante los momentos difíciles de la violencia, que no he dejado de deplorar y a cuyas víctimas he dirigido una fuerte reflexión, pudiendo confortar personalmente a algunas de ellas. En la misma jornada he encontrado a tantos niños y adolescentes que son el fruto de la nación y de la iglesia. Su interminable alegría expresada con cantos llenos de entusiasmo y música, así como sus miradas y sus gestos, expresaban el fuerte deseo de todos los jóvenes de México y de América Latina y del Caribe de poder vivir en paz, en serenidad y en armonía, en una sociedad más justa y reconciliada.

Los discípulos del Señor tienen que hacer crecer su alegría de ser cristianos, la alegría de pertenecer a su iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones difíciles y de sufrimiento. He recordado esta verdad a la inmensa multitud reunida para la celebración eucarística en el parque del Bicentenario de León. He exhortado a todos a confiar en la bondad de Dios omnipotente que puede cambiar desde el interior del corazón las situaciones insoportables y oscuras. Los mexicanos han respondido con su fe ardiente y con su adhesión convencida al evangelio, he reconocido una vez más las señales consoladoras de esperanza para el continente. El último evento de mi visita a México fue siempre en León, la celebración de las vísperas en la catedral de Nuestra Señora de la Luz, con los obispos mexicanos y los representantes de los episcopados de América. Les he manifestado mi cercanía por su compromiso ante los diversos desafíos y dificultades, así como mi gratitud por todos los que siembran el evangelio en situaciones complejas y muchas veces no sin limitaciones. Los alenté para que sean pastores celosos y guías seguros, despertando en todas partes la comunión sincera y la adhesión cordial a la enseñanza de la iglesia. He dejado entonces, la amada tierra mexicana donde he experimentado una devoción y un afecto especial hacia el vicario de Cristo. Antes de partir he exhortado al pueblo mexicano a ser fiel al Señor y a su iglesia, bien anclado en sus propias raíces cristianas.

El día siguiente inicié la segunda parte de mi viaje apostólico con mi llegada a Cuba, donde he ido sobretodo para sostener la misión de la iglesia católica empeñada en anunciar con alegría el evangelio, a pesar de la pobreza de los medios y las dificultades que aún es necesario superar, de manera que la religión pueda realizar su propio servicio espiritual y formativo en el ámbito público de la sociedad.

He querido subrayar esto apenas he llegado a Santiago de Cuba, la segunda ciudad de la Isla, no dejando de evidenciar las buenas relaciones existentes entre el Estado y la Santa Sede, destinadas al servicio de la presencia viva y constructiva de la iglesia local. Les he asegurado además que el papa lleva en su corazón las preocupaciones y las aspiraciones de todos los cubanos, especialmente de aquellos que sufren debido a las limitaciones de la libertad.

La primera santa misa que tuve la alegría de celebrar en tierra cubana, se enmarcaba en el contexto del IV centenario del descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Fue un momento de fuerte espiritualidad con la participación atenta y orante de miles de personas, signo de una iglesia que proviene de situaciones no fáciles, pero con un testimonio vivaz de caridad y de presencia activa en la vida de la gente. A los católicos cubanos, que junto a la entera población esperan siempre un fruto mejor, los he invitado a dar nuevo vigor a su fe y a contribuir con el coraje del perdón y de la comprensión, para la construcción de una sociedad abierta y renovada, donde exista siempre espacio para Dios, porque cuando Dios es apartado, el mundo se transforma en un lugar inhóspito para el hombre. Antes de dejar Santiago de Cuba fui al santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, tan querida por el pueblo cubano. El peregrinaje de la imagen de la Virgen de la Caridad entre las familias de la Isla ha suscitado gran entusiasmo espiritual, representando un significativo evento de nueva evangelización y una ocasión para redescubrir la fe. A la Virgen santa le he recomendado sobretodo a las personas que sufren y a los jóvenes cubanos.

La segunda etapa fue en La Habana, capital de la Isla. Los jóvenes en particular, fueron los principales protagonistas de la amplia acogida en el recorrido hacia la Nunciatura, donde tuve la oportunidad de estar con los obispos del país y hablar de los desafíos que la iglesia cubana está llamada a enfrentar, conscientes que la gente la mira con creciente confianza. Al día siguiente presidí la misa en la plaza principal de La Habana, repleta de gente. A todos ellos les recordé que Cuba y el mundo tienen necesidad de cambios, pero estos se realizarán solamente si cada uno se abre a la verdad integral del hombre --presupuesto imprescindible para alcanzar la libertad--, y si decide sembrar alrededor suyo la reconciliación y la fraternidad, fundando la propia vida en Jesucristo: solamente Él puede dispersar las tinieblas del error, ayudándonos a derrotar el mal y todo lo que nos oprime. He querido también subrayar que la iglesia no pide privilegios, sino poder proclamar y celebrar públicamente también su fe, llevando el mensaje de esperanza y de paz del evangelio en cada ambiente de la sociedad. Al evaluar los pasos que hasta ahora han realizado en tal sentido las autoridades cubanas, he subrayado que es necesario seguir en este camino de una mayor libertad religiosa.

Al momento de dejar Cuba, decenas de miles de cubanos vinieron a saludarme a lo largo de las calles, no obstante la fuerte lluvia. En la ceremonia de despedida he recordado que en el momento presente, los componentes diversos de la sociedad cubana están llamados a un esfuerzo de sincera colaboración y de diálogo paciente para el bien de la patria. En esta perspectiva, mi presencia en la Isla como testimonio de Jesucristo, quiso ser un estímulo para abrir las puertas del corazón a Él, que es fuente de esperanza y de fuerza para hacer crecer el bien. Por ello he saludado a los cubanos exhortándolos a reavivar la fe de sus padres, y a edificar un futuro siempre mejor.

Este viaje a México y Cuba, gracias a Dios, tuvo el deseado logro pastoral. Puedan los pueblos mexicano y cubano, obtener frutos abundantes para construir en la comunión eclesial y con coraje evangélico, un futuro de paz y de fraternidad.

Queridos amigos, mañana por la tarde, con la santa misa in Coena Domini, entraremos en el triduo pascual, cumbre de todo el año litúrgico para celebrar el misterio central de la fe: la pasión, muerte y resurrección de Cristo. En el evangelio de san Juan, este momento culminante de la misión de Jesús es llamado su “hora”, que se inicia con la última cena. El evangelista lo introduce así: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1). Toda la vida de Jesús está orientada a esta hora, caracterizada por dos aspectos que se iluminan recíprocamente: es la hora del “pasaje” (metabasis) y es la hora del “amor (agape) hasta el final”. En efecto es justamente el amor divino, el espíritu del que Jesús está pleno, que hace “pasar” al mismo Jesús a través del abismo del mal y de la muerte y lo hace salir en el “espacio” nuevo de la resurrección. Es el agape, el amor, que realiza esta transformación, de manera que Jesús supera los límites de la condición humana marcada por el pecado y supera la barrera que tiene al hombre preso, separado de Dios y de la vida eterna. Participando con fe en las celebraciones litúrgicas del triduo pascual, somos invitados a vivir esta transformación realizada por el agape.

Cada uno de nosotros es amado por Jesús “hasta el final”, o sea hasta la donación total de Sí mismo en la cruz, cuando gritó “¡Todo está cumplido!” (Jn. 19,30). Dejémonos alcanzar por este amor, dejémonos transformar, para que realmente se realice en nosotros la resurrección. ¡Los invito por lo tanto a vivir con intensidad el triduo pascual y les deseo a todos una santa Pascua! Gracias.

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Traducción del original italiano por H. Sergio Mora


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Reflexión semanal de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa «Claves para un mundo mejor» (31 de marzo de 2012) (AICA)

LA SEMANA SANTA  Y EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA HUMANA     

En la Semana Santa que está a punto de comenzar vamos a celebrar el Misterio central de nuestra fe: la Pascua de Jesucristo. Es decir, el misterio en el cual se cifra toda la realidad cristiana,la Muertey Resurrección del Señor.

Ahora bien, uno puede acudir a las celebraciones litúrgicas o puede visitar la Iglesia, por ejemplo el Viernes Santo que es el día que más gente pasa por nuestros templos, pero también uno puede, durante esta Semana, detenerse a meditar acerca de que significa exactamente para nosotros el Misterio Pascual de Jesús.

¿Qué significa, en concreto, respecto de nuestra idea de Dios y respecto de lo que pensamos acerca de nosotros mismos? Porque, efectivamente,la Muerte y la Resurrección del Señor nos revelan una nueva imagen de Dios y también nos revelan una nueva imagen del hombre.

En primer lugar, la entrega de Jesús a la muerte pone de manifiesto la realidad misma de Dios, el misterio mismo de Dios. Hay una frase en el Evangelio de San Juan que dice: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que todo el que cree en Él no muera sino que tenga vida eterna. Y San Pablo enla Carta a los Filipenses afirma que Jesús no consideró como una presa arrebatada, como algo que debía retener celosamente, su condición de Dios, sino que se anonadó a sí mismo y se hizo semejante a nosotros. Tomó la condición de servidor y se sometió, en obediencia, a la muerte de Cruz. Lo hizo por amor a nosotros, por nuestra salvación.

Dios es ante todo el amor absoluto. Dios, que es el poder absoluto se nos muestra como el amor absoluto, por la entrega de sí mismo en la persona de su Hijo, hecho hombre por nosotros. Al hacerse hombre no permaneció, sin más, en el nivel de todos los humanos sino que descendió al punto extremo donde el hombre yacía a consecuencia del pecado, aceptó la limitación, la mortalidad y una muerte oprobiosa, la ignominia dela Cruz. Estehecho nos muestra hasta donde llega el amor de Dios.

Por reflejo, nos muestra también cuál debiera ser la posición del hombre respecto a esta nueva imagen de Dios.

El ser verdaderamente hombre no puede definirse por la mera autoafirmación de sí. Lo que Jesús nos enseña en el Evangelio es que debemos seguir sus huellas, que debemos imitar su modo de proceder. Entonces, el hombre se realiza plenamente a sí mismo también en la donación y en la entrega, especialmente en la donación y la entrega del amor haciéndose semejante, solidario, prójimo de los demás. Esto es algo que tiene consecuencias en todos los órdenes concretos de la vida.

Y digo algo más; el hecho de que Dios haya asumido el sufrimiento en la persona de Cristo, el sufrimiento y sus consecuencias hasta la muerte también nos ilumina acerca de nuestra condición mortal, acerca del dolor, el sufrimiento, la muerte, las distintas penalidades que son inevitables en la vida. Nos enseña sobre todo el valor redentor del sufrimiento.

Nosotros estamos tan condicionados por la cultura actual que incluso nos molestan las pequeñas incomodidades de la vida, y con frecuencia caemos en el malhumor por cosas que no son realmente graves; o cuando nos vemos enfrentados a una situación difícil o una enfermedad mortal o a la pérdida de alguna persona querida, no lo podemos explicar y caemos en la desazón o en el resentimiento.

Esta limitación del hombre es un misterio, pero es un misterio iluminado precisamente porque a ese punto extremo llegó el Hijo de Dios para implantar la vida allí, en el seno de la muerte, el sentido en el seno de lo incomprensible.

El Misterio Pascual de Jesús pueda ser imaginado como un díptico, dos caras o dos hojas de una misma composición. La primera es la entrega ala Muertede Cruz, al Sepulcro o, como profesamos en el Credo, el descenso a los infiernos, para hacerse solidario con el hombre que estaba en el mundo sin redención.

Pero la otra hoja del díptico, la otra vertiente, esla Resurrección, la gloria que sale de la muerte, la vida definitiva que sale de la pasión y la cruz aceptadas por amor.

Entonces, aprovechemos esta Semana Santa para meditar sobre estas cosas tanto en la participación en las celebraciones litúrgicas como en nuestra oración personal.

Que no sea, por favor, una semana de turismo, como en algún país vecino se viene practicando oficialmente desde hace tiempo y como al parecer se procura que ocurra también enla Argentina, sino que sea verdaderamente una Semana Santa,la Semana Mayordel Año Cristiano. 

Mons. Héctor Aguer, arzobispo deLa Plata 


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Domingo, 15 de abril de 2012

Lectio divina para el lunes de la segunda semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de  la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 3, 18”

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.»

Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.»

Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?»

Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar  en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»

Meditación: 

“Nacer de nuevo”

          “Nacer de nuevo”, es como comenzar de cero. Es olvidar lo anterior para dar paso a una realidad nueva, no condicionada por nada ni por nadie. Es romper todos los esquemas aprendidos, vividos, cuidados, guardados, defendidos, a veces blindados. Es normal que no lo entendiese Nicodemo. Yo creo que lo entiendo, pero qué difícil es. No es la primera vez que lo dices, lo habías repetido hablando de odres nuevos, de vino nuevo, de tela nueva… Pero es que sacarnos de nuestros esquemas, de nuestras ideas y planteamientos, es verdaderamente difícil. Y, sin embargo, parece ser la condición para poder asomarse a la realidad del Reino, para poder ver al Dios que nos presentas.

          Es todo un reto, una aventura, una capacidad tremenda de apertura, de confianza, de disponibilidad para acoger tu palabra, tu visión, para dejar que el Espíritu comience su obra en nosotros.

          El Espíritu será el encargado de enseñárnoslo todo, de guiarnos a la verdad completa. Su misma esencia no lo vinculará a ningún lugar concreto, ni al pueblo judío, ni siquiera a la misma iglesia. Como el viento, puede venir de cualquier lugar, del más inesperado, y obligará a estar atento para descubrir su voz.

          No puedo nacer de nuevo, es verdad, pero sí puedo aprender a salir de mí mismo, a dejar brotar en mi corazón espacios nuevos. Puedo abrir mi corazón a todos, para tratar de descubrir tus signos en ellos y aprender. Puedo aprender a ver en todos, no enemigos, o contrarios, aunque tengan ideas muy distintas, sino buscadores también de la verdad, de manera limitada, como yo, pero es entre todos como descubrimos las riquezas escondidas en el fondo del corazón humano.

Oración: 

“Unido a ti”

Señor y Dios mío, a veces me sobrepasa tu palabra, pero me da mucha alegría porque me abre horizontes. Muchos dicen que tú limitas, pero no es verdad. Tú expandes la mente y el corazón. Tú me haces capaz de romper las limitadas barreras de mi entendimiento y de mis capacidades, me invitas a vivir abierto, a escuchar, a acoger, a aprender, a discernir.   

Dame claridad para saber discernir, valor para no tener miedo de escuchar, dame humildad para reconocer lo bueno esté donde esté, y dame fidelidad para mantenerme siempre unido a ti.

Contemplación: 

“Gestos de amor”

Señor,
abro mi corazón
confiado como un niño.

Penetra en mí
con la fuerza de tu Espíritu,
que me haga dócil
a tu palabra.

Que sepa intuir
su susurro,
que me lleva siempre a Ti.

Abre las ventanas
de mi existencia,
para dejar que entres
con tu brisa nueva,
renueves mi interior
y me prolongue
en frescura de vida,
navegando en gestos
de amor.


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Lectura: 

“Juan 20, 1931”

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llego Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Meditación: 

“Dichosos los que crean”

          Señor, yo creo que estás vivo, creo en la verdad de tu resurrección, porque creo en la fuerza del amor. Porque creo en la realidad de un Dios creador de vida, y no de una vida caduca, sino de una vida llamada a plenificarse en él.  Creo en tu resurrección, porque creo en la grandeza del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y por lo tanto, llamado a pervivir en él.

          Sí, ya sé que muchos pueden hablar de evasión, pero me da lo mismo. Evasión sería si creer en eso me llevase a huir de la realidad, a meterme en mi mundo interior y hacerme ajeno a todo lo que sucede a mi alrededor. Pero porque creo en la grandeza del ser humano, porque creo que está llamado a plenificar su dignidad, eso compromete mi vida, y eso me lleva a la opción de poner mi vida al servicio de la causa del hombre, y de todas las causas nobles que lo dignifican.

          No, no necesito ver las señales de tu cruz, pero me gusta saber que están ahí, incluso marcadas de forma indeleble en tu cuerpo resucitado, porque ellas me recuerdan tu paso por la historia, tu amor incondicional por el hombre herido, tu opción por la humanidad. Me recuerda que viviste el amor hasta las últimas consecuencias, y que así me invitas a vivirlo a mí, sin asustarme de llegar hasta mis límites, hasta que duela, y el amor termina doliendo siempre, con la convicción de que ése camino lleva el sentido de la vida y la marca de la eternidad.

Oración: 

“Signo de tu amor”

Señor mío y Dios mío, te doy gracias porque te acercas a mí, como a aquellos tus discípulos cargados de miedo, a ofrecerme tu presencia cargada de paz. Porque llegas con una palabra cargada de ternura y de perdón, porque vienes al encuentro de mis temores para hacerme sentir cerca tu presencia amorosa.

Te pido que me ayudes a tener siempre abiertos los ojos y los oídos de mi corazón para captar continuamente tu presencia, tu cercanía. Que ella impregne de tal manera mi ser que pueda ser para aquellos que sienten dificultades para creer que vives, un signo de tu presencia, un signo de tu amor.

Contemplación: 

“Señor mío”

Señor mío y Dios mío,
vienes a mi
ofreciéndome tu paz
y tu perdón.

Aunque no te veo
siento la fuerza
de tu presencia,
y como un abrazo
me envuelve un calor
que acalla mis miedos,
y me habla de Ti.


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Felicitación pascual del obispo nivariense monseñor Don Bernaardo Álvarez Afonso por la Pascua 2012.

¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡RESUCITEMOS CON ÉL!

¡Cristo ha resucitado! ¡Feliz pascua!
Cristo es nuestra esperanza, nuestra paz y nuestra vida.
¡Cristo ha resucitado! ¡Resucitemos con él! 

Cristo ha resucitado de entre los muertos, ha vencido la muerte y esta victoria no sólo le ha favorecido a Él sino, también, a todos nosotros, pues —como proclamamos en la liturgia dela Iglesia— “en Él, nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos”. En efecto, Cristo, resucitando nos dio la posibilidad de una nueva vida.

Y no se trata solo de la vida eterna después de la muerte en este mundo sino, también, de la posibilidad de ser HOMBRES Y MUJERES NUEVOS AQUÍ Y AHORA. Personas renovadas por dentro, con un corazón grande para amar, con corazón fuerte para luchar.

Gracias a la vida nueva que nos comunica Cristo resucitado, podemos ser, como dice una canción, “hombres nuevos, luchando en esperanza, caminantes, sedientos de verdad. Hombres nuevos, amando sin fronteras, por encima de razas y lugar. Hombres nuevos, al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan”.

Después de dos mil años, Cristo sigue vivo, es contemporáneo nuestro. Fiel a su promesa sigue presente entre nosotros, entregándose a sí mismo porla Iglesia, para purificarnos y santificarnos. Él no cesa de animarnos y renovarnos por su Espíritu hasta que cada uno alcancemos la victoria final sobre el mal. También a nosotros, como nos cuenta de sí mismo el apóstol Juan en el Apocalipsis, Cristo nos pone la mano sobre el hombro y nos dice «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos» (Apoc. 1,17-18).

Cristo resucitado camina delante de nosotros hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en la que habite la justicia, en la que finalmente viviremos como una sola familia, hijos del mismo Padre. Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos. Por eso, los que creemos en Él, aunque andemos por “cañadas oscuras” experimentando las contrariedades de la vida, no tenemos miedo ni nos desanimamos. Aún sin verlo, seguimos caminando guiados por la fe.

Con toda confianza vayamos tras de Cristo. Él es nuestra esperanza en un mundo herido por muchos sufrimientos pero, al mismo tiempo un mundo, también lleno de grandes posibilidades que podremos desarrollar con renovados ánimos cuando tenemos la certeza de que, si obramos el bien, Dios hace prósperas las obras de nuestras manos.

En nuestro corazón hay alegría y dolor; en nuestro rostro, sonrisas y lágrimas. Así es la realidad que nos toca vivir ahora y siempre. Pero Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Por eso, aún en medio de las tribulaciones, POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL, seguimos trabajando sin desfallecer por la construcción de un mundo en el que todos podamos vivir como hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre. 

¡Cristo ha resucitado! ¡Resucitemos con él!
¡Cristo ha resucitado! ¡Feliz pascua! 

† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense


S?bado, 14 de abril de 2012

Homilía de monseñor Martín de Elizalde, obispo de Nueve de Julio en la en la Misa Crismal (Iglesia catedral de Nueve, 29 de marzo de 2012) (AICA)

MISA CRISMAL           

Queridos hermanos sacerdotes, miembros de nuestro presbiterio diocesano,
Queridos diáconos, colaboradores inmediatos del ministerio episcopal,
Seminaristas, que se están preparando para servir a la comunidad eclesial,
Religiosos y religiosas, y demás consagrados, que dan testimonio con su vida del amor de Cristo y de la esperanza de la vida eterna,

Queridos hermanos y hermanos, renacidos en el único bautismo por la llamada divina para ofrecer el sacrificio espiritual con la participación en los sacramentos, la oración y las buenas obras:

Con mucha alegría nos encontramos reunidos hoy en la Iglesia Catedral para una celebración que hace manifiestos y patentes los vínculos de fe y de caridad que nos unen. Se refuerzan por la Eucaristía y por la plegaria la identidad cristiana, la comunión eclesial, la misión en el mundo y la esperanza que nos alienta. En el ámbito litúrgico de las celebraciones pascuales, próximas ya, vamos a profundizar la experiencia de la redención alcanzada en Jesucristo. La solemnidad de esta tarde nos introduce en el misterio por la actualización de la unidad, reviviendo el sentido de las acciones sacramentales y  renovando los compromisos sacerdotales, asumidos para el servicio del pueblo fiel.

Este servicio es la nota principal y más visible de la celebración. La consagración del santo Crisma y la bendición de los óleos para la unción de los enfermos y para el bautismo se dirigen a la santificación de los cristianos. Por eso se consagran y bendicen en esta ocasión solemne, única en el año. Ellas son un don precioso hecho a la Iglesia, recibido de Jesucristo, para el bien de todos. De aquí serán entregados a todas las comunidades de la Iglesia particular de Nueve de Julio, para las celebraciones sacramentales que realicen los sacerdotes y, en su ámbito, los diáconos. El origen común de estos óleos en la circunstancia compartida hoy, con la presencia del presbiterio y de los miembros de las comunidades parroquiales, es signo de unidad; esta unidad se renovará cada vez que se empleen estos aceites en las celebraciones, y de manera aún más amplia y expresiva, en la Eucaristía, presidida, en nombre de Cristo y en comunión con el Obispo, por el sacerdote ordenado, ungido con el Crisma.

El Crisma significa sacramentalmente la venida del Espíritu Santo en el bautismo y la confirmación; en la ordenación sacerdotal expresa la efusión del mismo Espíritu, que confiere la gracia que habilita para ejercer el ministerio. Se emplea también en la dedicación de los templos y en la consagración de los altares, que son imagen de Cristo, víctima y altar del sacrificio, e imagen también de la condición de los bautizados, piedras vivas para edificar el templo espiritual. El óleo de los catecúmenos, para el exorcismo prebautismal, dispone el alma del neófito, apartando la influencia del demonio con su peso de pecado e impureza, y la acerca al agua bautismal, lavado de regeneración, al que seguirá la unción con el santo Crisma. El óleo de los enfermos alivia el dolor de quien sufre en su cuerpo, otorgándole la paz espiritual y la ayuda para la mejoría física. Ahora bien, estos gestos sagrados, sacramentales, son signos sensibles de la gracia, un don de Dios a sus fieles, y llegan por el ministerio de los sacerdotes. El sacerdocio ministerial edifica al pueblo de Dios, y de esta manera le sirve, para que crezca, se identifique con Cristo, sea santificado y alcance la vida eterna.

Nuestra celebración de esta tarde expresa esa destinación recíproca, del sacerdocio bautismal y del sacerdocio ministerial, ordenado, que sostiene y congrega a los bautizados, santificando con los dones de la gracia al mismo pueblo sacerdotal. En la mutua relación de quienes lo integran, el servicio de los ministros ordenados ofrecido a los fieles hace posible la participación en la celebración y en la oración, en las obras buenas y el apostolado, el sacrificio y la disposición generosa de los bautizados, ungidos como pueblo sacerdotal. De las filas de los bautizados salen los futuros ministros de la Iglesia, para evangelizar, para pastorear. El ministerio de los pastores “se pone al servicio del sacerdocio común de los fieles, de su crecimiento espiritual y de su santidad”, como afirmaba hace poco el Santo Padre (Alocución a los obispos recién elegidos, 15 septiembre 2011), dirigiéndose a obispos, pero sus palabras expresan también la tarea de los presbíteros, sus colaboradores en el pastoreo. Y proseguía el Papa: el don fundamental que están llamados a alimentar los pastores en los fieles es “antes que nada, el de la filiación divina, que es la participación de cada uno en la comunión trinitaria”.

A esta celebración tan antigua, tan significativa, se quiso unir otro gesto, el de la renovación de las promesas sacerdotales, seguramente porque tradicionalmente la Misa crismal tiene lugar el Jueves Santo por la mañana, día sacerdotal. Se trata de una manifestación, hecha en presencia de la comunidad reunida, en diálogo con el obispo, reiterando aquella disposición de fidelidad a Dios y de servicio a los hermanos que expresaron el día de su ordenación. Al renovarla delante de los fieles, procedentes de todas las comunidades de la diócesis, los presbíteros no solo toman a los laicos presentes por testigos de sus palabras, sino que expresan a los mismos que están enviados a servir, que pueden contar con ellos, que se esforzarán por atenderlos con generosidad e inteligencia y con sentido de justicia, sin egoísmo, pereza o discriminación. Y sella este momento, que no puede dejar de conmover a un corazón sacerdotal, el pedido a los fieles para que los acompañen con su oración. Esto significa que hay también en esto un servicio recíproco: el servicio de la oración, del acompañamiento espiritual, de la colaboración generosa de los fieles con sus sacerdotes, y también de parte de los mismos fieles la sana exigencia, la corrección fraterna, la advertencia tantas veces necesaria para evitar el autoritarismo o los malos ejemplos – por un lado, y por el otro, en los sacerdotes, la dedicación a sus hermanos para difundir el Evangelio, alentar la caridad, formar con la catequesis y la predicación, guiar y corregir a su rebaño, siendo imagen de Cristo Pastor en medio de los suyos.  Compete al obispo, “en cuanto signo visible de la unidad de su Iglesia particular, unificar y armonizar la diversidad carismática en la unidad de la Iglesia, favoreciendo la reciprocidad entre el sacerdocio jerárquico y sacerdocio bautismal”, siempre en palabras del Papa Benito XVI.

Este año nos estamos preparando para un gran acontecimiento eclesial, como es el Sínodo de obispos que lleva como tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. El texto de las líneas propuestas para su discusión ya ha sido dado a conocer, e invitamos a nuestros sacerdotes a difundirlo en sus comunidades, para que sea leído, reflexionado, discutido, y conozcan la mente de los pastores y el espíritu con que la Iglesia aborda hoy este mandamiento permanente dado a los discípulos por el mismo Señor: la evangelización, anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos. En el documento que mencionamos, después de definir la “novedad” de la evangelización en nuestro tiempo y en los “nuevos escenarios”, pasa a proponer una forma de proclamación evangélica, desde la fe, transmitiendo la fe y atendiendo a los frutos de la fe. Con su autoridad de Pastor, el Santo Padre Benito XVI nos dice en su carta apostólica convocando a los cristianos a celebrar el Año de la Fe: “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó” (Porta fidei, 6).

La promoción de esta vocación de los laicos, con la iluminación y la guía de los pastores para llegar a expresarse en su verdad y su riqueza, necesita la realidad de la experiencia, desde la misma iniciación sacramental, para que no sea esta puramente intelectual o de tono y método escolar, sino mistagógica, es decir acompañando la catequesis, entendida en un sentido pleno, con aquella participación en los misterios que hace a la comunión con la gracia de Jesucristo. La tercera parte de los Lineamentos para el Sínodo, que mencionaba antes, se extiende justamente sobre la necesidad de ahondar en una renovación de la formación cristiana, desde la catequesis hasta la práctica y el compromiso, que derivará, como un fruto maduro de un auténtico crecimiento en la fe. “La nueva evangelización es principalmente una tarea y un desafío espiritual. Es una tarea de cristianos que desean alcanzar la santidad”. Vemos entonces como la recíproca ordenación del sacerdocio ministerial al sacerdocio bautismal,  se corresponde con la misión, confiada a la Iglesia, de trasmitir la fe por el compromiso de vida de todos los bautizados, que son alimentados con los sacramentos y con la Palabra, en la doble mesa que la Iglesia nos ofrece. El “Año de la fe” que el Papa Benito XVI ha proclamado a partir de octubre del corriente año, expresa maravillosamente el sentido de la evangelización, que se basa en la fe revelada y tiene como tarea trasmitir esta misma fe, recibida de Jesucristo.

Queridos hermanos sacerdotes, que nuestro servicio eclesial, servicio a los hermanos, servicio a la evangelización, esté siempre delante de nuestros ojos, como prioridad en nuestras tareas apostólicas, y que se alimente en los misterios que celebramos y en la presencia del Señor, ante quien nos hemos comprometido con las solemnes promesas que renovamos hoy. Quiero agradecer a todos ustedes, hermanos sacerdotes, su dedicación y su compromiso, y expresar públicamente mi aprecio y valoración, animándolos a dejarse llenar por el sentido de fe que tienen que manifestar en el ejercicio del ministerio. Les aseguro mi constante afecto y cercanía. También les agradezco su confianza, y pienso que una celebración como esta nos debe estimular a crecer en la unidad y el aprecio sin doblez, entre el obispo y sus presbíteros, y dentro del cuerpo presbiteral. Daremos de esta manera al pueblo fiel un testimonio que sea reflejo del amor que nos debemos los unos a los otros. Trasmitiendo una imagen genuina de unidad y de comunión, de alegría en el servicio pastoral y de solicitud por los hermanos, estoy seguro que brotarán en nuestras comunidades las vocaciones que necesita la Iglesia. Sobre la necesaria unidad de corazones y de mentes que debe reinar en la Iglesia nos será útil recordar lo que escribía el Papa Benito XVI a los obispos de la Iglesia Católica, comentando el pasaje de Gálatas 5,13-15: “Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada” (Carta del 10 de marzo de 2009).

A todos los fieles les dirijo la misma invitación, para que conscientes de su bautismo, ahonden en el encuentro espiritual con Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo, y viviendo con profunda seriedad la gracia recibida se entreguen, comprometida y gozosamente, a la obra evangelizadora, a la cual como laicos están llamados. De verdad, los fieles son la alegría de sus pastores.

La celebración de hoy nos da fuertes razones para creer aún más, para esperar ver frutos mejores en la Iglesia, y prepararnos así confiadamente para el encuentro con el Señor, cada día en la Eucaristía, y al completarse los tiempos, en la comunión definitiva de la Vida verdadera. La Santísima Virgen, que acompañó desde el silencio la obra redentora de su Hijo, interceda por nosotros, y nos permita llevar adelante esta vocación. 

Mons. Martín de Elizalde, obispo de Nueve de Julio 


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Homilía de monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela, durante la celebración de la  Misa Crismal (Iglesia catedral, 29 de marzo de 2012) (AICA)

MISA CRISMAL

Queridos hermanos:

1. Como todos los años, estamos reunidos esta noche en la iglesia Catedral para celebrar juntosla Misa Crismal.Acontecimiento único en el año, que expresa y realiza como ningún otro el Misterio dela Iglesia. Enefecto, como asamblea convocada, fieles, laicos y consagradas, diáconos, presbíteros y el obispo celebramos el memorial dela Pascuadel Señor. Durante esta misa también se bendecirán y consagrarán los Santos Óleos que serán utilizados este año en la celebración de los sacramentos. Además los integrantes del presbiterio diocesano renovarán las promesas que hicieron el día de su ordenación. Con estos gestos tan expresivos la liturgia nos invita a volver a reconocer que somos “hechura de la gracia de Dios”. Todo, en el orden de la salvación, nos viene de él. Como enseña Jesús en el Evangelio: sin él nada podemos hacer (cfr. Jn 15,5).

2. ¡Qué bueno es volver a recordar que nuestra vida cristiana sólo se entiende y explica desde la fe! El horizonte de nuestro existir es siempre la vida teologal, el mundo de la gracia. Si le quitamos la mirada creyente nuestra pertenencia eclesial se desvirtúa plenamente; nuestras comunidades son una simple agrupación humana; nuestros proyectos pastorales son estrategias mundanas; nuestra misión es mero proselitismo. Por eso entendemos que el Papa haya querido celebrar los 50 años del Concilio Vaticano II proponiéndonos el Año dela Fey por eso en mi Carta Pastoral he querido invitarlos a recoger la herencia del Año Jubilar vigorizando nuestra fe para vivirla en plenitud y comunicarla con entusiasmo a los demás. Y también los obispos argentinos hemos presentado recientemente unas Orientaciones Pastorales para el próximo trienio que buscan renovar la fe mayoritaria de los que habitamos en esta bendita Nación.

3. En mi Carta Pastoral les decía que “…Dios siempre quiere “más” de nosotros: más “calidad” de vida cristiana, más hondura espiritual y coherencia, en definitiva, más santidad. No necesariamente más actividades o nuevos proyectos pastorales…” Este criterio de discernimiento ha de animar toda nuestra vida personal y comunitaria y –por tanto– también nuestro camino pastoral.  En efecto, la hermosa y fecunda experiencia del Año Jubilar nos ha mostrado una vez más que todo programa pastoral debe poder resumirse en la estupenda propuesta del beato Juan Pablo II al inicio del nuevo milenio:”… conocer, amar e imitar a Jesucristo para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia…” (cfr. NMI 29). El objetivo general que nos hemos dado en nuestra última Asamblea Diocesana  nos lleva en esta dirección y todos los programas y propuestas pastorales surgidos desde allí van en el mismo sentido.

4. Como muchos de ustedes ya saben, he tenido la gracia de hacer el mes de Ejercicios Espirituales durante el pasado mes de febrero. Si tuviera que resumir en pocas palabras esta experiencia diría sin dudar que ha sido una constatación contundente de la centralidad del encuentro con Jesucristo. Si éste falta, todo lo demás sobra. Ésta fue la sabia intuición del Venerable Cura Brochero, que centró su pastoral en provocar el encuentro de sus “serranos” con Jesucristo por medio de los Ejercicios Espirituales para –desde allí– dinamizar innumerables proyectos catequísticos, educativos y promocionales que aún hoy nos admiran. Por tanto, siguiendo su ejemplo y el de tantos testigos de la fe, los invito -a las puertas dela Semana Santay dela Pascua-a renovar nuestra búsqueda apasionada del Señor para procurar un encuentro siempre renovado, cada día más profundo y abarcativo de toda nuestra vida.

5. De modo particular me dirijo a ustedes, mis queridos hermanos del presbiterio diocesano. Hoy hemos compartido una jornada espiritual para preparar la renovación de las promesas sacerdotales. Llenemos este gesto litúrgico de “densidad teologal”, dejemos que el Espíritu de Dios nos colme y nos anime para hacer en espíritu y en verdad una renovada opción de seguimiento. Con el fervor y el entusiasmo del primer día, con la solidez y la prudencia de los años transcurridos, con la serenidad y la gratitud de tantos bienes recibidos y de todo el bien que el Señor ha hecho a través de nuestro pobre ministerio a lo largo de los años. Hoy, en la jornada compartida, hemos vuelto a escuchar la invitación a madurar espiritualmente durante toda la vida; hemos reconocido que el presbítero ha de ser ante todo un creyente, y cada día más. Con humildad también hemos reconocido cuánto tenemos todavía que crecer para ser verdaderos creyentes.

6. Por eso con todo el pueblo santo de Dios estamos invitados a renovar nuestra fe, para hacerla más vigorosa y más fecunda. El sencillo gesto de la renovación de las promesas sea la manera concreta de manifestar nuestro propósito de pastorear ante todo con nuestro testimonio. ¡Testigos de la fe para nuestro pueblo! ¡Hombres “traspados” de amor a Jesucristo, a quien hemos encontrado y seguido, y a quien estamos dispuestos a seguir hasta donde él quiera llevarnos.

7. En esta ocasión queremos recordar especialmente a los Padres Antonio Grande y Walter Perelló que se encuentran sirviendo en Roma, al frente del Colegio Sacerdotal Argentino el Padre Antonio; como alumno del mismo, el Padre Walter. Le pedimos al Señor para ellos todo lo que estén necesitando para vivir con alegría y entrega esta etapa de sus ministerios.

8. Además en esta misa despedimos como Iglesia diocesana al P. Julián Nicolás, quien al concluir el tiempo comprometido para su servicio entre nosotros, parte para brindar su servicio misionero en otra diócesis más necesitada. Le damos muchas gracias a Dios por lo que ha significado la presencia y el ministerio del P. Julián en medio nuestro. Y también le damos muchas gracias a él. Quiera Dios que su ejemplo estimule en nosotros su mismo ardor misionero y el deseo y la disponibilidad para servir, más allá de nuestras fronteras, fieles al permanente mandato del Señor.  Una diócesis dispuesta a “dar desde su pobreza” para que otros se encuentren con Jesucristo es una auténtica comunidad de fe, con una fe “vigorosa, que plenifica y contagia”. Un presbiterio abierto a la misión testifica la fe y hace creíble su ministerio. Pidamos al Señor que nos regale la gracia de dejarnos interpelar por el testimonio que recibimos durante estos años del P. Julián.

9. Finalmente, en este día tan marcadamente sacerdotal, no puedo dejar de referirme a las vocaciones al sacerdocio. Por primera vez en muchos años nuestra diócesis no recibe este año ningún nuevo seminarista. Es cierto que el Señor es el dueño de los sembrados y él llama cuándo quiere. No somos nosotros quienes decidimos cuándo y cuántos candidatos han de ingresar al seminario. No obstante es el mismo Señor que nos pide que recemos para que nos envíe trabajadores para la cosecha, y esto nos lo pide a todos. Parala Jornadadel Buen Pastor, el cuarto domingo de Pascua, pienso dirigirles un mensaje específico sobre este tema. Pero hoy no quiero dejar de señalar esta preocupación y esta necesidad de nuestra Iglesia. Lo reitero una vez más: sin sacerdotes no hay Eucaristía y sin Eucaristía no hay Iglesia: ¿nos hemos hecho cargo de esta verdad central de nuestra fe? ¿Qué estamos haciendo cada uno de  nosotros para generar un clima propicio y favorable al surgimiento y desarrollo de las vocaciones sacerdotales?

10. El Señor nos está invitando, una vez más, en esta Semana Santa a renovar la fe. Queremos vivir una fe vigorosa, que plenifica y contagia. Le pedimos al Señor la gracia de saber cultivar el don recibido y –como Iglesia diocesana– nos disponemos a trabajar con empeño y perseverancia para que muchos se encuentren con Jesucristo, dando así una nueva y decisiva orientación a sus vidas.

Mons. Carlos María Franzini, obispo de Rafaela 


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Homilía de Benedicto XVI en la celebración del Domingo de Ramos y de la Pasióndel Señor (1 de abril de 2012). (AICA)

DOMINGO DE RAMOS   

¡Queridos hermanos y hermanas!

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva ala Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumando a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en todala Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro dela Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciarla Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesiaestá presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el Mensaje a los jóvenes para esta Jornada – «alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4) –, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres dela Iglesiahan visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo – decían los Padres –, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994). Amén. 

Benedicto XVI 


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Viernes, 13 de abril de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo segundo de Pascua - B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Píñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo II de Pascua B 

Los cristianos con toda la Iglesia somos conscientes de que el acontecimiento de la Resurrección del Señor con todas sus consecuencias prácticas, no cabe en un solo día, aunque sea  un Domingo… Por eso se prolonga durante cincuenta días de alegría y fiesta en honor de Cristo resucitado. Y se nos advierte que el problema está en poder sostener durante tanto tiempo el clima de alegría y fiesta propio del Tiempo Pascual. Y los cincuenta días  comienzan con la Octava de Pascua: En cada uno los días de la primera semana, se celebra la solemnidad de la Resurrección, aunque sean días laborales… Hoy llegamos al octavo día, la Octava de Pascua. Durante estos días la Liturgia de la Palabra nos ha venido presentando, en el Evangelio, distintas apariciones de Cristo resucitado que trata de ayudar a los discípulos a pasar del temor a la alegría desbordante, de la torpeza en creer en la resurrección a la certeza, más allá de toda duda, de que el crucificado, había resucitado, estaba realmente vivo. En la 1ª Lectura de cada día se nos ha venido presentando algunos testimonios de los apóstoles, casi siempre de Pedro, acerca de la Resurrección del Señor y que están situados en torno a Pentecostés.  Al llegar el día octavo, es lógico que el Evangelio nos presente la aparición propia del día octavo, en el que se produce el encuentro del Señor con Tomás, el que no quería creer sin ver y que se rinde a la fe, con unas palabras impresionantes: “¡Señor mío y Dios mío!”

La primera lectura nos presenta no ya el testimonio de los apóstoles, aunque también haga referencia a ellos, sino más bien, el testimonio de toda la comunidad: Cómo vivían los primeros creyentes en la Resurrección del Señor…

En medio de todo, celebramos hoy el Domingo de la Divina Misericordia, instituido por el Beato Papa Juan Pablo II, que murió –que coincidencia- la víspera de esta conmemoración.

Pero ya, desde antes de la institución de esta Jornada, los textos de la Misa de hoy, contienen elementos que tratan de la Divina Misericordia: Por ejemplo, la oración colecta, que señala el sentido de cada celebración, comienza diciendo: “Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales…” ¿Y qué son estas fiestas sino el punto culminante de la manifestación y realización en nosotros de la misericordia de Dios Padre, rico en misericordia? “La prueba de que Dios nos ama –escribe S. Pablo- es que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros…” (Rom 5, 6 – 9).

Esta Jornada constituye una llamada apremiante a contemplar los acontecimientos que estamos celebrando, el Misterio Pascual, desde la perspectiva de la misericordia de Dios… de manera que podamos proclamar con el salmo responsorial de los tres Ciclos: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Y la misericordia de Dios nos impulsa con fuerza a practicar la misericordia con los hermanos, especialmente, con el amor, el perdón, la ayuda fraterna y eficaz… El amor, la misericordia y la reconciliación deben constituir, en efecto, “el ambiente”, “la atmósfera” el espíritu que envuelve nuestra vida y la vida de nuestras comunidades si quieren ser verdaderas comunidades cristianas… En definitiva, “la señal” que nos dejó el Señor de la autenticidad de nuestro “ser cristiano” no es otra cosa que el amor a los hermanos. (Jn 13, 35).

La segunda lectura de este domingo trata precisamente del amor fraterno…  Y también del tema de la fe. Por eso, podemos concluir nuestra reflexión acogiendo y proclamando lo que nos dice el Apóstol S. Juan: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. 

¡FELIZ OCTAVA DE PASCUA! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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Lectio divina para el viernes de la Primera Semana de Pascua 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 21, 114”

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.

Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No.» Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Meditación: 

“¡Es el Señor!”

No se trata de intuiciones sino de sintonía de corazones, y eso no engaña nunca. El amor hizo que el gesto dado y recibido valiese por todos los discursos, y hasta en la lejanía física podemos experimentar la presencia y la cercanía real del que queremos. Así lo experimentó el discípulo que Jesús quería, y por eso Jesús no quiso hablar, dejó hablar al corazón.

Así me hablas a mí y así siento tu cercanía, Señor. No necesito ni tus palabras, ni tú las mías, ya nos las sabemos todas, qué te voy a contar y qué me vas a contar. Nos basta saber que nos queremos para sentir nuestra presencia mutua, yo en tu corazón y tú en el mío. El mío siempre pequeño y herido. Pero tú quieres caber en él y susurrarle a voces tu amor, sanar sus heridas o, sin más, dejando que el silencio, o la aparente distancia, me hagan hambrearte con la fuerza de quien necesita el calor del amigo.

Y tú, Señor, siempre vienes y estás, aunque haya momentos que me dejes experimentar mi soledad o tu silencio, pero dejando siempre vivo el rescoldo que me  hace saber que estás. Y cuando no te siento en el tú a tú de nuestra intimidad, te me haces presente con toda tu fuerza en ese banquete diario que me brindas en la eucaristía.

Oración: 

“Un corazón enamorado”

Señor, que no me retraigan las dificultades de la vida. Despierta siempre en mí esa mirada íntima y profunda que me permita descubrirte caminando conmigo, sosteniendo mi lucha, alentando mi camino.

Que sepa ser, Señor, en medio de mis hermanos los hombres, una voz y un corazón enamorado, que me permita gritar a todos que abran los ojos, porque tú sales cada mañana a nuestro encuentro para invitarnos a caminar contigo. Y llevar tu voz, y tu presencia, a todos los rincones del mundo, convertida en gestos de solidaridad, de bondad, de paz.

Contemplación: 

“El calor de tu mirada”

Intuyo tu presencia, Señor,
siento el calor de tu mirada.
El latido intenso de tu corazón
me grita en silencio tu amor.

Y una ola de fuego y de luz
me envuelve y me adentra en Ti.


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SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA B 

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

         Cada domingo de este tiempo de Pascua recordaremos a las primeras comunidades cristianas. Escuchemos ahora cómo vivían y actuaban los primeros cristianos. 

SALMO

         Proclamamos ahora un salmo eminentemente pascual que canta la obra maravillosa de la Resurrección de Jesucristo y que nos invita a la acción de gracias por la bondad y la misericordia del Señor. 

SEGUNDA LECTURA

         Durante el tiempo pascual escucharemos este año fragmentos de la primera carta del Apóstol S. Juan. Hoy nos habla del sentido y del alcance del amor fraterno y de la fe en Jesucristo resucitado. 

TERCERA LECTURA

         Escuchemos ahora el Evangelio característico de este  día: la doble aparición de Jesucristo resucitado a los discípulos: el día de la Resurrección, y a los ocho días de resucitar, con especial referencia a la fe de Santo Tomás.

(Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya).   

COMUNIÓN

         Nuestra fe nos hace descubrir detrás de las especies de pan y vino, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo vivo y glorioso.

         Que El nos ayude a trabajar y esforzarnos sin cesar por conseguir una fe cada vez más firme y más convencida; más activa y comprometida.


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Jueves, 12 de abril de 2012

ZENIT  publica el texto de la homilía que el santo padre Benedicto XVI pronunció tras la proclamación de la Pasión del Señor, según san Marcos, el domingo 12 de Abril de 2012.

¡Queridos hermanos y hermanas!

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva ala Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumado a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en toda la Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro dela Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciarla Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo dondela Iglesiaestá presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el mensaje a los jóvenes para esta Jornada – «Alegráos siempre en el Señor» (Flp 4,4) –, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres dela Iglesiahan visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo – decían los Padres –, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: "Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor"» (PG 97, 994). Amén.

© Librería Editorial Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 23:10  | Habla el Papa
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ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, al término de la solemne celebración litúrgica del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, el domingo 1 de Abril de 2012.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Al final de esta celebración, quiero extender un cordial saludo a todos los presentes: a los señores cardenales, a mis hermanos en el episcopado, sacerdotes, religiosos y religiosas y a todos los fieles. Un saludo especial a la comisión organizadora de la última Jornada Mundial de la Juventud de Madrid y a la que está organizando la próxima, en Río de Janeiro; así como a los delegados de la reunión internacional sobre la Jornada Mundial de la Juventud, patrocinado por el Consejo Pontificio para los Laicos, aquí representado por su presidente, el cardenal Rylko, y del secretario, monseñor Clemens.

Luego el papa habló a los distintos grupos lingüísticos.

A los peregrinos de habla hispana les dijo: "Saludo cordialmente a los jóvenes y demás peregrinos de lengua española, que participan en la liturgia del Domingo de Ramos y en la Jornada Mundial de la Juventud de este año. En particular, a los jóvenes madrileños acompañados por su pastor, el cardenal Antonio María Rouco Varela. En el comienzo de la Semana Santa les invito a todos a participar con fe y devoción en la celebración anual de los misterios de la Pasión y Resurrección de Jesucristo y experimentar la grandeza de su amor, que nos libra del pecado y de la muerte, y nos abre las puertas a la auténtica alegría. Feliz Domingo. Feliz Semana Santa".

© Librería Editorial Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 23:05  | Habla el Papa
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ZENIT nos ofrece el artículo de nuestro colaborador habitual, el obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, que nos ofrece una valoración de la visita de Benedicto XVI a México.

¿Qué nos dejó la visita del papa?
Balance del viaje de Benedicto XVI a México

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Fortalecidos en la fe y la esperanza, regresamos quienes participamos en la visita del papa a nuestra patria. Aunque no faltan comentaristas de mirada obtusa, de entrañas avinagradas, de corazón unilateral, ignorantes en asuntos eclesiales, que siempre se empeñan en traer a colación errores clericales y crímenes de pederastia, para así disminuir o ensombrecer los éxitos y las bondades de la presencia del papa entre nosotros. Todos los que estuvimos cerca de él y del pueblo que lo buscó, lo siguió, lo aclamó y lo escuchó, hemos fortalecido nuestra adhesión a Jesucristo y a su iglesia. Confirmamos nuestro compromiso para seguir trabajando por el México justo, pacífico y solidario al que nos convocó el papa.

Nos conmueve, nos anima y nos cuestiona la forma en que se manifestó nuestro pueblo que se nos ha confiado: cálido, hospitalario, respetuoso, católico, cercano al papa y a sus obispos. Hubo multitudes incontables, ríos humanos de personas de toda clase social, entusiastas e incansables, sacrificadas y deseosas de expresar su adhesión al Sucesor de Pedro. Nos alienta mucho la sorprendente cantidad de jóvenes, que se hicieron presentes en todos los eventos, con su entusiasmo y su capacidad de sacrificio y de servicio voluntario. Es el otro rostro de la juventud.

Resalto también la cercanía del papa. Su actitud no responde al cliché que le atribuyen quienes no lo conocen. Lo vimos cercano, cariñoso, amable, atento, dulce, además de inteligente y profundo. En sus mensajes, dijo lo esencial sobre nuestros problemas fundamentales, sin ahondar demasiado en ellos y sin tocarlos todos, pues no se trataba de una exposición magistral como las que hace en otras ocasiones, sino de alentarnos en la esperanza. Quien lea y analice con mente humilde y corazón abierto sus palabras, encontrará una gran luz para la vida.

CRITERIOS

He aquí algunas de sus respuestas a preguntas de periodistas en el vuelo de Roma a México: "México, además de todas sus grandes bellezas, tiene el grave problema del narcotráfico y de la violencia. Ciertamente es una gran responsabilidad de la iglesia católica en un país con el 80% de católicos. Tenemos que hacer lo posible contra este mal, destructivo para la humanidad y para nuestra juventud. Ante todo hay que anunciar a Dios. Dios que es juez y nos ama. Pero nos ama para llamarnos al bien y a la verdad contra el mal. Por lo tanto, es una gran responsabilidad de la iglesia educar las conciencias, educar a la responsabilidad moral y desenmascarar el mal. Desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres; desenmascarar estas falsas promesas, la mentira, el engaño. Debemos ver que el hombre tiene necesidad del infinito. Es importante la presencia de Dios que nos guíe, que nos señale la verdad.

La iglesia siempre debe preguntarse si hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. ¿Qué debe hacer la iglesia, que es lo que no puede y no debe hacer? La iglesia no es un poder político, no es un partido, pero es una realidad moral, un poder moral. Debe ser una realidad moral. Repito una vez más: el primer pensamiento de la iglesia es educar las conciencias y crear así la responsabilidad necesaria. Educar las conciencias individuales y públicas. Tal vez hay en muchos católicos una cierta esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública: individualmente son creyentes católicos, pero en la vida pública siguen otros caminos que no responden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para el establecimiento de una sociedad justa. Es bueno educar para superar esta esquizofrenia, educar no sólo a una moral individual, sino a una moral pública”.

PROPUESTAS

Lea usted y medite íntegros los mensajes del papa. No se quede con lo que dijeron algunos comentaristas que, aunque se digan católicos, conocen poco de iglesia y la juzgan con criterios muy raquíticos. Dejémonos interpelar, para que su visita no quede en algo anecdótico y superficial, sino que sea una semilla que dé abundantes frutos, en un corazón bien dispuesto. Evitemos la esquizofrenia religiosa.


Publicado por verdenaranja @ 22:59  | Hablan los obispos
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Mi?rcoles, 11 de abril de 2012

ZENIT  nos ofrece el texto completo de la cuarta y última prédica de Cuaresma que el predicador de la Casa Pontificia, padre Raniero Cantalamessa OFM Cap, realizó, el viernes 30 de Marzo de 2012, en la Capilla Redemptoris Mater, en presencia del santo padre Benedicto XVI.

San Gregorio de Nisa y el camino para el conocimiento de Dios
Cuarta prédica de Cuaresma del padre Cantalamessa

1. Las dos dimensiones de la fe

San Agustín hizo, a propósito de la fe, una distinción que se ha mantenido clásica hasta hoy: la distinción entre las cosas que se creen y el acto de creer: “Aliud sunt ea quae creduntur, aliud fides qua creduntur”1, la fides quae y la fides qua, como se dice en la teología. La primera se llama también fe objetiva, y la segunda fe subjetiva. Toda la reflexión cristiana sobre la fe se desarrolla entre estos dos polos.

Se plantean dos enfoques. Por un lado tenemos a aquellos que hacen hincapié en la importancia del intelecto en el creer, por lo tanto la fe objetiva, como asentimiento a las verdades reveladas; del otro lado, aquellos que hacen hincapié en la importancia de la voluntad y el afecto, es decir, la fe subjetiva, el creer en alguien ("creer en"), más que creer en algo ("creer que"); por un lado los que destacan las razones de la mente y del otro, los que, como Pascal, hacen hincapié en "las razones del corazón".

En diversas formas, esta oscilación reaparece en cada recodo de la historia de la teología: enla Edad Media, en las diferentes acentuaciones entre la teología de santo Tomás y la de san Buenaventura; en el tiempo de la reforma entre la fe confianza de Lutero, y la fe católica informada por la caridad; más tarde entre la fe dentro de los límites de la razón en Kant y la fe basada en el sentimiento de Schleiermacher y del romanticismo en general; más cerca a nosotros entre la fe de la teología liberal y aquella existencial de Bultmann, prácticamente vacía de todo contenido objetivo.

La teología católica contemporánea se esfuerza, como otras veces en el pasado, en encontrar el equilibrio adecuado entre las dos dimensiones de la fe. Se ha pasado la etapa en que, por razones polémicas contingentes, toda la atención en los manuales de teología había venido a centrarse en la fe objetiva (fides quae), es decir, en el conjunto de verdades en que se tiene que creer. "El acto de fe --se lee en un acreditado diccionario de teología--, en la corriente dominante de todas las denominaciones cristianas, aparece hoy como el descubrimiento de un Tú divino. La apologética de la prueba tiende a colocarse detrás de una pedagogía de la experiencia espiritual que tiende a iniciar una experiencia cristiana, de la cual se reconoce la posibilidad inscrita a priori en cada ser humano".2

En otras palabras, en lugar de aprovechar la fuerza de los argumentos externos a la persona, se busca de ayudarla a encontrar en sí misma la confirmación de la fe, tratando de despertar esa chispa que está en el "corazón inquieto" de cada hombre con el hecho de ser creado "a imagen de Dios".

Hice esta preámbulo, porque una vez más, esto nos permite ver la contribución que los padres pueden dar a nuestro esfuerzo por restaurar a la fe dela Iglesia, su brillo y su fuerza de impacto. Los más grandes entre ellos, son modelos insuperables de una fe que es tanto objetiva como subjetiva a la vez, preocupada del contenido de la fe, es decir de la ortodoxia, pero al mismo tiempo, creída y vivida con todo el ardor del corazón. El apóstol había proclamado: "corde creditur" (Rm 10,10), con el corazón se cree, y sabemos que con la palabra corazón,la Bibliaincluye tanto las dimensiones espirituales del hombre, su inteligencia y su voluntad, el lugar simbólico del conocimiento y del amor. En este sentido, los padres son un enlace vital para encontrar la fe tal como se entiende enla Escritura.

2. "Creo en un solo Dios"

En esta última meditación nos aproximamos a los padres para renovar nuestra fe, en el objeto principal de la misma, en lo que comúnmente se entiende con la palabra "creer" y según lo cual distinguimos a las personas entre creyentes y no creyentes: la fe en la existencia de Dios. Hemos reflexionado, en las meditaciones anteriores, sobre la divinidad de Cristo, sobre el Espíritu Santo y sobrela Trinidad. Perola fe en el Dios uno y trino es la etapa final de la fe, el "más" sobre Dios revelado por Cristo. Para alcanzar esta plenitud, primero se necesita haber creído en Dios. Antes de la fe en el Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, está la fe en “un solo” Dio.

San Gregorio Nacianceno nos recuerda la pedagogía de Dios al revelarse a nosotros. En el Antiguo Testamento viene revelado abiertamente el Padre y veladamente el Hijo; en el Nuevo, abiertamente el Hijo y veladamente el Espíritu Santo; ahora, enla Iglesia, gozamos de la plena luz dela Trinidadentera. Jesús también se abstiene de decir a los apóstoles aquellas cosas de las cuales aún no son capaces de "poder con ello" (Jn. 16, 12). Debemos seguir la misma pedagogía también nosotros frente a aquellos a los que queremos anunciar hoy la fe.

La Cartaa los Hebreos dice cuál es el primer paso para aproximarnos a Dios: "El que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan" (Hb. 11,6). Y esto es el fundamento de todo lo demás, que sigue siendo así incluso después de haber creído enla Trinidad. Vamosa ver cómo los padres pueden sernos de inspiración desde este punto de vista, teniendo en cuenta que nuestro propósito principal no es apologético, sino espiritual, más orientado a fortalecer nuestra fe, que a comunicarla a los demás. La guía que elegimos para este camino es san Gregorio de Nisa.

Gregorio de Nisa (331-394), hermano carnal de san Basilio, amigo y contemporáneo de Gregorio Nacianceno, es un padre y doctor de la iglesia, del cual se va descubriendo cada día más la estatura intelectual y la importancia decisiva en el desarrollo del pensamiento cristiano. "Uno de los pensadores más importantes y originales que conozca la historia de la iglesia" (L. Bouyer), "El fundador de una nueva religiosidad mística y extática" (H. von Campenhausen).

Los padres no tuvieron, como nosotros, que probar la existencia de Dios, sino la unicidad de Dios; no tuvieron que luchar contra el ateísmo, sino contra el politeísmo. Veremos, sin embargo, cómo el camino trazado por ellos para llegar al conocimiento del Dios único, es el mismo que puede conducir al hombre de hoy al descubrimiento del Dios en plenitud.

Para valorizar la contribución de los padres, en particular del Niceno, es necesario saber cómo se presentaba el problema de la unicidad de Dios en su tiempo. A medida que se venía desarrollando la doctrina dela Trinidad, los cristianos se vieron expuestos a la misma acusación con la que siempre se habían dirigido a los gentiles: el de creer en varios dioses. He aquí por qué el credo de los cristianos que, en sus distintas ediciones, desde hacía tres siglos, comenzaba con las palabras "Creo en Dios" (Credo in Deum), desde el siglo IV, muestra una pequeña pero significativa adición que no será nunca más omitida en adelante: "Creo en un solo Dios (Credo in unum Deum).

No es necesario repetir aquí los pasos que condujeron a este resultado; sin duda podemos empezar por el final de la misma. Hacia el final del siglo IV, se puso fin a la transformación del monoteísmo del Antiguo Testamento en el monoteísmo trinitario cristiano. Los latinos expresaban los dos aspectos del misterio con la fórmula "una sustancia y tres personas", los griegos con la fórmula "tres hipóstasis, una sola ousia". Después de una confrontación, el proceso aparentemente concluyó con un acuerdo total entre las dos teologías. "¿Podemos concebir - exclamó el Nacianceno - un acuerdo más pleno y decir absolutamente lo mismo, aunque con diferentes palabras?"3.

Había en realidad una diferencia entre las dos formas de expresar el misterio; hoy en día es habitual expresarla de esta manera: los griegos y los latinos, en lo referente ala Trinidad, se mueven en lados opuestos; los griegos parten de las personas divinas, es decir, de la pluralidad, para llegar a la unidad de la naturaleza; los latinos, a la inversa, parten de la unidad de la naturaleza divina, para llegar a las tres personas. "El latino considera la personalidad como una forma de la naturaleza: el griego considera la naturaleza como el contenido de la persona"4.

Creo que la diferencia puede ser expresada de otra manera. Tanto el latín como el griego, parten desde la unidad de Dios; tanto el símbolo griego como el latino comienza diciendo: "Creo en un solo Dios" (Credo in unum Deum!). Sólo que esta unidad para los latinos está concebida como impersonal o pre-personal; es la esencia de Dios que se especifica después en Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin, por supuesto, ser considerada como pre-existente a las personas. Para los griegos, sin embargo, se trata de una unidad ya personalizada, debido a que para ellos, "la unidad es el Padre, de quien y hacia quien existen las otras personas" 5. El primer artículo del credo de los griegos también dice "Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso" (Credo in unum Deum Patrem omnipotentem), sólo que "el Padre todopoderoso" aquí no se separa del 'unum Deum', como en el credo latino, sino que hace un todo con él: "Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso".

Esta es la manera en que concibieron la unidad de Dios los tres Capadocios, pero sobre todo san Gregorio de Nisa. La unidad de las tres personas divinas es dada, por él, en el hecho de que el Hijo es perfectamente (sustancialmente) "unido" al Padre, como lo es también el Espíritu Santo por medio del Hijo 6. Es este preciso argumento el que es difícil para los latinos, que ven en él el peligro de subordinar el Hijo al Padre y el Espíritu al uno y al otro: "El nombre "Dios"--dice Agustín--, indica todala Trinidad, no solo el Padre" 7.

Dios es el nombre que damos a la divinidad cuando la consideramos no en sí misma, sino en relación a los hombres y al mundo, por que todo lo que ella hace fuera de sí, lo hace de manera conjunta, como única causa eficiente. La conclusión importante que podemos sacar de esto, a pesar de la diferente perspectiva de los latinos y de los griegos, es que la fe cristiana es también monoteísta; los cristianos no han renunciado a la fe judía en un solo Dios, que más bien la han enriquecido, dando un contenido y un significado nuevo y maravilloso a esta unidad. ¡Dios es uno, pero no solitario!

3. "Moisés entró en la nube"

¿Por qué elegir a san Gregorio de Nisa como una guía para el conocimiento de este Dios, ante quien somos como criaturas frente al Creador? La razón es que este padre, primero en el cristianismo, ha trazado un camino hacia el conocimiento de Dios que es particularmente útil en la situación religiosa del hombre moderno: el camino del conocimiento que pasa a través del no-conocimiento.

La ocasión la tuvieron por la polémica con el hereje Eunomio, el representante de un arrianismo radical contra el que escriben todos los grandes padres que vivieron a finales del siglo IV: Basilio, Gregorio Nacianceno, Juan Crisóstomo, y, con más agudeza que todos, el Niceno. Eunomio identificaba la esencia divina en el ser "ingenerado" (agennetos). En este sentido, para él esto es perfectamente conocible y no muestra ningún misterio; podemos conocer a Dios nada menos de lo que él se conoce a sí mismo.

Los padres respondieron al unísono apoyando la tesis de la "incognoscibilidad de Dios" en su realidad más íntima. Sin embargo, mientras los otros se detuvieron en una refutación de Eunomio basada sobre todo en las palabras de la biblia, el Niceno fue más allá al demostrar que el reconocimiento mismo de esta incognoscibilidad es el camino hacia el verdadero conocimiento (theognosia) de Dios. Lo hace retomando un tema ya esbozado por Filón 8: sobre Moisés que se encuentra con Dios entrando en la nube. El texto bíblico es Éxodo 24, 15-18 y he aquí su comentario:

"La manifestación de Dios a Moisés viene primero en la luz; más tarde habló con él en la nube; en la medida que se vuelve más perfecto, Moisés contempla a Dios en la oscuridad. La transición de la oscuridad a la luz es la primera separación de las ideas falsas y erróneas acerca de Dios; la inteligencia más cerca de las cosas ocultas, conduciendo al alma a través de las cosas visibles a la realidad invisible, es como una nube que oscurece toda la sensibilidad y acostumbra al alma a la contemplación de lo que está oculto; finalmente, el alma que ha recorrido estos caminos hacia las cosas celestiales, después de haber dejado todas las cosas terrenales lo más posible a la naturaleza humana, entra en el santuario del conocimiento divino (theognosia) rodeada por todas partes de la oscuridad divina" 9.

El verdadero conocimiento y la visión de Dios consiste "en ver que él es invisible, porque lo que el alma busca trasciende todo conocimiento, separado en cada parte de su incomprensibilidad como por una oscuridad" 10. En esta última etapa del conocimiento de Dios no se tiene un concepto, pero es aquello que el Niceno, con una expresión que se hizo famosa, llama "una cierta sensación de presencia" (aisthesin tina tes parusias) 11. Un sentir no con los sentidos corporales, por supuesto, sino con aquellos del interior del corazón. Este sentimiento no es la superación de la fe, sino su actuación más alta: "Con la fe --dice la novia del Cantar (Ct. 3, 6)--, he encontrado al amado." No lo "entiende"; hace algo mejor, ¡lo "abraza"! 12.

Estas ideas del Niceno han ejercido una inmensa influencia en el pensamiento cristiano posterior, al punto de ser considerado el fundador de la mística cristiana. A través de Dionisio Areopagita y Máximo el Confesor, que retomaron el tema, su influencia se extiende desde el mundo griego al latino. El tema del conocimiento de Dios en la oscuridad vuelve en Ángela de Foligno, en el autor de La nube del no-conocimiento, en el tema de la "docta ignorancia" de Nicolás de Cusa, en aquella de la "noche oscura" de Juan dela Cruzy en muchos otros.

4. ¿Qué humilla realmente a la razón?

Ahora me gustaría mostrar cómo la intuición de san Gregorio de Nisa puede ayudarnos a los creyentes a profundizar nuestra fe y a indicar al hombre moderno, convertido en escéptico de las "cinco vías" de la teología tradicional, alguna ruta que lo conduzca a Dios.

La novedad introducida por el Niceno en el pensamiento cristiano es que para encontrar a Dios, debemos ir más allá de los límites de la razón. Estamos en las antípodas del proyecto de Kant de mantener la religión "dentro de los límites de la simple razón ". En la cultura secularizada de hoy, se ha ido más allá de Kant: este en nombre de la razón (al menos de la razón práctica) « postulaba » la existencia de Dios; los racionalistas posteriores niegan también esto.

Se entiende cuán actual es el pensamiento del Niceno. El autor demuestra que la parte más alta de la persona, la razón, no se excluye de la búsqueda de Dios; que no se está obligado a elegir entre la fe y el seguir a la inteligencia. Entrando en la nube, es decir, creyendo, la persona humana no renuncia a su racionalidad, sino que la trasciende, que es algo muy diferente. El creyente toca fondo, por así decir, en los recursos de la propia razón, le permite hacer su acto más noble, pues, como dice Pascal, "el acto supremo de la razón está en el reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan" 13.

Santo Tomás de Aquino, considerado justamente como uno de los más firmes defensores de las exigencias de la razón, escribió: "Se dice que al final de nuestro conocimiento, Dios es conocido como lo Desconocido, porque nuestro espíritu ha llegado al extremo de su conocimiento de Dios, cuando por fin se da cuenta de que su esencia está por encima de todo lo que se puede conocer en esto mundo " 14.

En el mismo instante que la razón reconoce su límite, lo fractura y lo supera. Entiende que no puede entender, "ve que no puede ver", decía el Niceno, pero también entiende que un Dios que se entiende no sería más Dios. Es por obra de la razón que se produce este reconocimiento, que es, por lo tanto, un acto del todo racional. Esta es, literalmente, una "docta ignorancia" 15.

Por lo tanto, hay que decir todo lo contrario, es decir que pone un límite a la razón y la humilla aquél que no le reconoce esta capacidad de trascenderse. "Hasta ahora --ha escrito Kierkegaard--, se habló siempre así: ‘El decir que no se puede comprender esto o aquello, no satisface la ciencia que se quiere entender’. Este es el error. Se debe decir todo lo contrario: cuando la ciencia humana no quiera reconocer que hay algo que ella no puede entender, o --de modo más preciso--, alguna cosa de la cual ella con claridad puede ‘entender que no puede entender’, entonces todo se trastorna. Por tanto, es una tarea del conocimiento humano entender que hay cosas y cuales son las cosas que ella no puede entender" 16.

Pero, ¿de qué clase de oscuridad se trata? De la nube que, en algún momento, se puso entre los egipcios y los judíos y se dice que era "oscuridad para unos y luminosa para los otros" (cf. Ex. 14, 20). El mundo de la fe es oscuro para los que miran desde el exterior, pero es brillante para los que entran en ella. De un brillo especial, del corazón más que de la mente. En la Noche oscura de san Juan de la Cruz (una variante del tema de la nube del Niceno), el alma declara proceder por su nuevo camino "sin otra luz y guía sino la que en corazón ardía." Una luz, sin embargo, que guía "más cierto que la luz del mediodía" 17.

La beata Ángela de Foligno, una de las máximas representantes de la visión de Dios en la oscuridad, dice que la Madre de Dios "estaba tan inefablemente unida a la suma y absolutamente inefable Trinidad, que en vida disfrutaba del gozo del cual gozan los santos en el cielo, la alegría de lo incomprensible (gaudium incomprehensibilitatis), porque entienden que no se puede entender" 18. Es un excelente complemento de la doctrina de Gregorio de Nisa sobre la incognoscibilidad de Dios. Nos asegura que, lejos del humillarse y privarse de algo, esta incognoscibilidad se hace para llenar al hombre de entusiasmo y de alegría; nos dice que Dios es infinitamente más grande, más hermoso, más bueno, de lo que seremos capaces de pensar, y que todo esto es para nosotros, para que nuestro gozo sea completo; ¡para que no aflore mínimamente el pensamiento de que podremos aburrirnos por pasar la eternidad junto a él!

Otra idea del Niceno, que es útil para una comparación con la cultura religiosa moderna, es aquella del "sentimiento de una presencia" que él pone al vértice del conocimiento de Dios. La fenomenología religiosa ha revelado, con Rudolph Otto, la existencia de un hecho primario, presente, en diferentes grados de pureza, en todas las culturas y en todas las edades que él llama "sentimiento de lo numinoso", en el sentido de una mezcla de terror y de atracción, que se apodera de repente del ser humano ante la manifestación de lo sobrenatural o de lo suprarracional 19. Si la defensa de la fe, de acuerdo con las últimas directrices de la apologética mencionadas al principio, "se coloca detrás de una pedagogía de la experiencia espiritual, de la cual se reconoce la posibilidad inscrita a priori en cada ser humano", no podemos descuidar el enganche que nos ofrece la moderna fenomenología religiosa.

Por supuesto, la "sensación de una cierta presencia" del Niceno es diferente del sentido confuso de lo numinoso y del estremecimiento de lo sobrenatural, pero las dos cosas tienen algo en común. Uno es el inicio de un camino hacia el descubrimiento del Dios viviente, el otro es el término. El conocimiento de Dios, decía el Niceno, comienza con un paso de las tinieblas a la luz y termina con una transición de la luz a la oscuridad. No se llega al segundo sin pasar por el primero; en otras palabras, es decir, sin haberse limpiado primero del pecado y de las pasiones. "Habría abandonado ya los placeres --dice el libertino--, si yo tuviera la fe. Pero yo respondo, dice Pascal: Tendrías ya la fe si hubieses renunciado a los placeres" 20.

La imagen que, gracias a Gregorio de Nisa, nos acompañó a lo largo de esta meditación, fue aquella de Moisés que asciende al monte Sinaí y entra en la nube. La proximidad de la Pascua nos impulsa a ir más allá de esta imagen, para pasar del símbolo a la realidad. Hay otra montaña donde otro Moisés encontró a Dios mientras se hacía " oscuridad sobre toda la tierra" (Mt. 27,45). En el monte Calvario, el hombre Dios, Jesús de Nazaret, ha unido por siempre el hombre a Dios. Al final de su Itinerario de la mente a Dios, san Buenaventura escribe: "Después de todas estas consideraciones, lo que queda de hacer es que nuestra mente se eleve especulando no solo por encima de este mundo sensible, sino también por encima de sí misma; y en este ascenso Cristo es camino y puerta, Cristo es escala y vía... Aquel que mira atentamente este propiciatorio suspendido en la cruz, con fe, esperanza y caridad, con devoción, admiración, exultación, veneración, alabanza y júbilo, realiza con élla Pascua, es decir, el paso" 21.

¡Que el Señor Jesús nos permita realizar esta hermosa y santa Pascua con él!

Traducción del italiano por José Antonio Varela V.

1 Agostino, De Trinitate XIII,2,5)

2 J.-Y. Lacoste et N. Lossky, “Foi“, in Dictionnaire critique de Théologie, Presses Universitaires de France 1998, p.479).

3 Gregorio Nazianzeno, Oratio 42, 16 (PG 36, 477).

4 Th. De Régnon, Études de théologie positive surla Sainte Trinité, I, Paris 1892, 433.

5 S. Gregorio Naz., Or. 42, 15 (PG 36, 476).

6 Cf. Gregorio Nisseno, Contra Eunomium 1,42 (PG 45, 464)

7 Agostino, De Trinitate, I, 6, l0; cf. anche IX, 1, 1 («credamus Patrern et Filium et Spiritum Sanctum esse unum Deum»).

8 Cf. Filone Al., De posteritate, 5,15.

9 Gregorio Niss., Omilia XI sobre el Cantar (PG 44, 1000 C-D).

10 Vida de Moises, II,163 (SCh 1bis, p. 210 s.).

11 Omilia XI sobre el Cantar (PG 44, 1001B).

12 Omilia VI sobre el Cantar (PG 44, 893 B-C).

13 B.Pascal, Pensamiemtos 267 Br.

14 Tomas de Aquino, In Boet. Trin. Proem. q.1,a.2, ad 1.

15 Agostino, Epistola 130,28 (PL 33, 505).

16 S. Kierkegaard, Diario VIII A 11.

17 Juan dela Cruz, Noche oscura, str.3-4.

18 Il libro della beata Angela da Foligno, ed. Quaracchi 1985, p. 468.

19 R. Otto, Il Sacro, Feltrinelli, Milano 1966.

20 Pascal, Pensamientos, 240 Br.

21 Bonaventura, Itinerarium mentis in Deum, VII, 1-2 (Opere di S. Bonaventura, V,1, Roma, Città Nuova 1993, p. 564).


Publicado por verdenaranja @ 23:12  | Espiritualidad
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ZENIT nos ofrece la carta pastoral del obispo de Córdoba, España, monseñor Demetrio Fernández, en la que hace una preparación a la Semana Santa.

El corazón traspasado de Cristo
Ante la Semana Santa

+ Demetrio Fernández

Hemos entrado de lleno en la Semana Santa, y se acercan los días santos de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El centro de todos estos días es Jesucristo, muerto y resucitado. Fijemos nuestra atención en Cristo, y meditemos los misterios de su pasión y de su resurrección. Ese es el misterio pascual, núcleo del cristianismo y de la vida cristiana.

El Hijo de Dios hecho hombre se ha entregado libremente a la muerte, aceptando el plan redentor de su Padre-Dios de salvar a todos los hombres. Todos errábamos como ovejas sin pastor, y Él ha venido para reunirnos en un solo rebaño. Él es el pastor bueno que nos busca y cuando nos encuentra nos toma cariñosamente sobre sus hombros para llevarnos a la casa del Padre. Él es el hermano bueno que ha salido de la casa del Padre sin darle la espalda para buscar al hijo pródigo, a cada uno de nosotros, y reunirnos en su santa Iglesia. El retorno a casa será una alegría para el corazón de Dios-Padre, que espera cada día nuestra vuelta hacia Él.

La muerte de Cristo no es un accidente en la vida del Redentor. Él ha venido para eso, para dar su vida en un acto de culto al Padre, entregándose por cada uno de nosotros los hombres. Él ha pensado en este momento a lo largo de toda su vida. La muerte de Cristo es un acto supremo de amor. La muerte ya no es una desgracia sin sentido. El creyente en Jesucristo vive la muerte como la “hora” suprema de su vida, la hora de la verdad, la hora para la que ha de prepararse durante toda su vida.

Es preciso que en estos días santos miremos al Corazón traspasado de Cristo en la cruz. Es un corazón lleno de amor. La lanza que traspasó este costado nos ha abierto de par en par las puertas de la misericordia de Dios, nos ha declarado hasta dónde llega el amor de Dios por nosotros. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). El Corazón de Cristo es el lugar donde se han reciclado nuestras miserias en la turbina de un amor más grande, que se llama misericordia. La misericordia de Dios es más fuerte que nuestro pecado y es capaz de hacer de nosotros hombres nuevos.

Que nadie se sienta excluido. Es un amor muy profundo al tiempo que es un amor para todos y cada uno de nosotros. Dios no nos ama de palabra, sino con obras y de verdad. En la escuela de Jesucristo, la mirada constante al Corazón traspasado de Cristo nos ayuda a entender el sentido de nuestra vida, que está hecha para aprender a amar.

Los días que se acercan de la Semana Santa quieren transmitirnos esa serenidad del Crucificado, que ante el pecado de los hombres reacciona amando, y amando de manera más elocuente. El amor verdadero está hecho de sacrificio. En Cristo crucificado entendemos un amor que no se ha guardado nada, un amor sin medida, un amor hasta el extremo.

Ese amor ha vencido a la muerte. Jesucristo ha resucitado al tercer día. Si creemos en Él, es porque ha resucitado. Mirar a Cristo crucificado sabiendo que la muerte ha sido vencida es un motivo de esperanza para los que estamos abocados a la muerte. El Corazón de Cristo, destrozado de amor en la cruz, continúa latiendo glorioso en el cielo después de la resurrección. Es un corazón que continúa amando. No se trata sólo de recordar un amor, que llegó hasta el extremo. Se trata de mirar a quien nos ama ahora desde el cielo con un corazón humano, traspasado de amor por nosotros.

Que estos días santos nos hagan vivir de ese mismo amor con el que Jesucristo se entregó a la muerte, de ese mismo amor con el que palpita el corazón resucitado del Señor. “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37 = Za 12,10). Mirar el corazón traspasado de Cristo, muerto y resucitado, será especialmente en estos días motivo de esperanza para todos, porque es en Él y sólo en Él donde el hombre encuentra la salvación. Con mi afecto y bendición.


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Martes, 10 de abril de 2012

Reflexión al evangelio del domingo segundo de Pascua - B, ofrecida porla Delegación Diocesanade Enseñanza de la diócesis de Tenerife.   

RECORRIDO HACIA  LA FE 

         Estando ausente Tomás, los discípulos de Jesús han tenido una experiencia inaudita. En cuanto lo ven llegar, se lo comunican llenos de alegría: "Hemos visto al Señor". Tomás los escucha con escepticismo. ¿Por qué les va creer algo tan absurdo? ¿Cómo pueden decir que han visto a Jesús lleno de vida, si ha muerto crucificado? En todo caso, será otro.

         Los discípulos le dicen que les ha mostrado las heridas de sus manos y su costado. Tomás no puede aceptar el testimonio de nadie. Necesita comprobarlo personalmente: "Si no veo en sus manos la señal de sus clavos... y no meto la mano en su costado, no lo creo". Solo creerá en su propia experiencia.

         Este discípulo que se resiste a creer de manera ingenua, nos va a enseñar el recorrido que hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado los que ni siquiera hemos visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus abrazos.

         A los ocho días, se presenta de nuevo Jesús a sus discípulos. Inmediatamente, se dirige a Tomás. No critica su planteamiento. Sus dudas no tienen nada de ilegítimo o escandaloso. Su resistencia a creer revela su honestidad. Jesús le entiende y viene a su encuentro mostrándole sus heridas.

         Jesús se ofrece a satisfacer sus exigencias: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano, aquí tienes mi costado". Esas heridas, antes que "pruebas" para verificar algo, ¿no son "signos" de su amor entregado hasta la muerte? Por eso, Jesús le invita a profundizar más allá de sus dudas: "No seas incrédulo, sino creyente".

         Tomás renuncia a verificar nada. Ya no siente necesidad de pruebas. Solo experimenta la presencia del Maestro que lo ama, lo atrae y le invita a confiar. Tomás, el discípulo que ha hecho un recorrido más largo y laborioso que nadie hasta encontrarse con Jesús, llega más lejos que nadie en la hondura de su fe: "Señor mío y Dios mío". Nadie ha confesado así a Jesús.

         No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.

         La fe cristiana crece en nosotros cuando nos sentimos amados y atraídos por ese Dios cuyo Rostro podemos vislumbrar en el relato que los evangelios nos hacen de Jesús. Entonces, su llamada a confiar tiene en nosotros más fuerza que nuestras propias dudas. "Dichosos los que crean sin haber visto".

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
15 de abril de 2012
2 Pascua (B)
Juan 20, 19-31


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Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (25 de marzo de 2012) (AICA)

“¡CRISTO YA DEFINIÓ LA HISTORIA!”      

San Juan 12, 20-33 

Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: 'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar". La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel". Jesús respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir. 

A partir del próximo domingo, Domingo de Ramos, la Iglesia repite el misterio de los últimos días del Señor con el drama de la Pasión de Cristo. Y fijémonos en el Señor, que vino a cumplir la voluntad del Padre, viviendo en la obediencia. No le va a decir “Padre, líbrame de esta hora”, sino que Él acepta y dice “para esto he venido”; vino a definir el mundo, vino a salvarnos, a liberarnos del pecado y de la muerte. Vino a darnos la vida inmortal, donde la muerte ya no tiene la última palabra y donde el pecado también es vencido.

A veces uno exagera cuando se habla del maligno, del demonio, porque se dice que tiene un poder terrible y que uno se ve tentado; entonces parece que el mal es más fuerte que el bien. Yo respeto ese sentimiento pero no debemos quedarnos en esa afirmación.

¡Cristo ya definió la historia! ¡La historia es de salvación! ¡No hay un doble principio, de gracia y pecado o de pecado y gracia, muerte y vida o mal y bien, como si ambos fueran de la misma valía! ¡No! ¡La historia está definida por el SI de Cristo! Él asumió el pecado y nos salva.

Nosotros tenemos que saber que la presencia de Cristo, crucificado, muerto y resucitado, ¡vence al mal!, ¡hay que trabajar sobre la voluntad! Conocido es que somos frágiles y estamos debilitados, pero hay que trabajar sobre la voluntad personal de cada uno. No podemos decir “pequé porque me tentó el maligno”, o decir “me pasó tal cosa culpa de los otros”. Sucedió el accidente ferroviario de Plaza Once y resulta que “la culpa la tiene una falla humana”, ¡nadie se hace cargo de las cosas! Y es importante hacernos cargo de las cosas y llamar a las cosas por su nombre. Es un ejemplo, pero así en muchas otras cosas.

Debemos trabajar en fortalecer la obediencia, la formación, la voluntad, la oración, para revertir las cosas; para mejorar nuestra calidad humana, nuestra calidad familiar, nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestra pertenencia a la sociedad; que cada uno cumpla con sus deberes de estado como administrador, no como patrón, y que sea honesto porque si no es honesto es un delincuente. Seamos honestos, cada uno de nosotros, en lo que tengamos que hacer y hagamos las cosas bien.

Sabemos muy bien que el misterio, la cruz, tiene sufrimiento, tiene su pasión y que, como el grano de trigo, tiene que morir para producir frutos; Cristo pasó por esto y también nos pasa a nosotros, pero con mucha esperanza y mucha confianza. Y sigamos adelante sabiendo que al Señor hay que encontrarlo, hay que seguirlo y servirlo en los demás.

Pero mi calidad de servicio estará supeditada a la intensidad del seguimiento; si yo me topé con Él y lo sigo, aseguro el servicio. Pero si yo debilito el servicio, es porque no lo estoy siguiendo. Pensemos así en la familia, pensemos así en un sacerdote que deja el ministerio, y tantas otras cosas más -sin hacer juicios personales-, pero hay amor a Dios y amor al Pueblo de Dios y hay que ser fieles hasta el final.

Pidamos al Señor que nos de luz para que, en esta Cuaresma, vivamos intensamente el gozo y el triunfo de la Pascua. Les dejo  mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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Lunes, 09 de abril de 2012

Carta pastoral de monseñor José María Arancibia, arzobispo de Mendoza, y de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo auxiliar, al terminar el Año dela Vida (Mendoza, 26 de marzo de 2012) (AICA)

ANUNCIAR, CELEBRAR Y SERVIR EL EVANGELIO DE LA VIDA          

Anunciación del Señor

A todos los fieles católicos de la Arquidiócesis de Mendoza.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Ha concluido el Año de la vida. ¿Qué frutos nos ha dejado? Conla Palabraante los ojos, y una fe muy viva en el corazón, cada uno podrá meditar su respuesta.

Nosotros, como pastores, los invitamos a mirar a Jesucristo. Lo proclamamos en voz alta: Él es el Salvador de todos los hombres. Él, en persona, es el Evangelio de la vida. El que cree en Él tiene vida eterna.

Al hacerse hombre, el Hijo de Dios se ha unido, en cierta manera, a todo ser humano. Al anunciar a Jesucristo, proclamamos también la dignidad de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural.

¡Qué mejor fruto entonces que una renovada fe en Él! 

I. SOMOS EL PUEBLO DE LA VIDA Y PARA LA VIDA 

El beato Juan Pablo II llamó a la Iglesia: “el pueblo de la vida y para la vida”. ¿Qué quiso indicar con esto? En su encíclica “El evangelio de la vida” nos ofrece una amplia respuesta[1][1]. Podemos resumirla así: somos el pueblo de la vida, porque hemos sido salvados por Jesucristo, el Autor de la vida. Somos el pueblo para la vida, porque estamos llamados a anunciar, celebrar y servir al Evangelio de la vida.

Para asimilar mejor esta expresión, les proponemos aquí evocar un hecho vivido el año pasado: El domingo 8 de mayo, una ruidosa multitud de chicos y chicas católicos se dieron cita para caminar por las calles de nuestra ciudad. En aquella ocasión, el motivo era celebrar la beatificación de Juan Pablo II, el Papa amigo de los jóvenes. La imagen se repitió, multiplicada, el domingo 2 de octubre, Fiesta dela Virgendel Rosario.

Esta imagen de la “Iglesia joven”, que canta y camina, proclamando alegremente su fe en Jesucristo, nos ayuda a reconocer nuestra vocación y misión como “pueblo de la vida y para la vida”. Una imagen que interpela la conciencia: ¿Cómo recibir, cuidar y desarrollar este talento? ¿Cómo servir al Evangelio de la vida? 

II. UNA GRAN ESTRATEGIA A FAVOR DELA VIDA 

Enseñaba el beato Juan Pablo II: “Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que sea asumida con una convicción más firme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente con todos.”(2) . [2]

Esto será posible si nosotros, antes que nada, volvemos a acoger con gratitud el don de la vida. La gracia tiene la primacía: Dios siempre primero. Nuestro primer servicio al Evangelio de la vida es entonces acoger el don de Dios como regalo gratuito, fruto de su amor y de su libertad divinos. ¿Cómo hacerlo?

De los posibles medios que tenemos a disposición, les proponemos uno muy sencillo. En realidad, nos viene del mismo Evangelio y de la sabiduría de Dios. Así lo enuncia San Pablo: “Ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación” (1 Co 1,21).

Queridos hermanos y hermanas: queremos invitarlos a la “locura de la predicación”; es decir: a un renovado anuncio del amor de Dios manifestado en Jesucristo. Y una predicación kerygmática sencilla y directa, por-que sencillo y directo es el Evangelio que anuncia. Todo un acto de fe confiada en la eficacia dela Palabra. 

III. CREEMOS EN UN DIOS AMIGO DE LA VIDA 

¿Qué predicar? El núcleo vivo de nuestra fe: Dios nos ha creado por amor; somos obra suya; la vida es un regalo suyo; nos ha rescatado del poder del pecado por la sangre de su Hijo, que nos amó hasta el fin; nos comunica su Espíritu para que vivamos la vida nueva del amor a Dios y al prójimo. Anunciamos al Dios del pesebre, de la cruz y de la tumba vacía. Anunciamos al Dios amigo de la vida.

¿Quién tiene que hacer este anuncio? Cada bautizado. Porque todos estamos ungidos por el Espíritu para cantar las maravillas del Señor. ¡Redescubramos el gozo de ser misioneros del Evangelio de la vida!

Se trata de un anuncio que ha de tener siempre unidas dos cosas inseparables: el mensaje y la vida,la Palabraque proclama y la vida transfigurada de los mismos anunciadores.

En la homilía, en la catequesis, en el anuncio misionero tenemos que hacer el esfuerzo de unir estas dos realidades que se iluminan mutuamente. ¿Cómo? Tenemos que salir a buscar a los testigos vivientes del Evangelio de la vida, y proponerlos como modelos atractivos de vida. Son miles los buenos samaritanos.

Por eso hablamos de un anuncio positivo, propositivo y testimonial. Un mensaje que viene de Dios; nosotros somos solo instrumentos de una Palabra que es espíritu y vida. Una palabra que llena de alegría a todos. 

IV. LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES 

Cristo es luz que ilumina la vida. Quien conoce a Cristo conoce la verdad que hace libre. Nuestro tiempo tiene una particular necesidad de verdad. Por eso, el anuncio gozoso del Evangelio de la vida debe llevar la luz de su verdad a la conciencia de los hombres, siempre amenazados por el engaño, el error o la mentira.

¡Qué la verdad de Cristo lleve libertad y alegría al corazón de todos! Una verdad que Dios creador ha inscrito en el ser mismo del hombre, y que las personas de buena voluntad pueden reconocer. 

1. Somos únicos, irrepetibles y distintos

Ante todo, la dignidad de la vida naciente. El fruto de la concepción es un ser humano. En el vientre de la madre crece la vida de un ser único, irrepetible y distinto de todos los demás. Eso sí: particularmente indefenso, por eso, confiado al cuidado de su madre y de la entera familia humana. Cada niño por nacer nos importa a todos. Vale por sí mismo, aunque no puede hacer oír su voz.

Por eso, el aborto jamás podrá ser considerado un derecho. Es, por el contrario, una grave lesión a la justicia: la deliberada eliminación de un ser humano en la fase inicial de su vida. La ley civil debe tutelar específica y claramente la vida naciente. No puede dejar de señalar el aborto como un grave delito contra el ser humano. Hay que seguir movilizando las conciencias a favor de la vida, sobre todo cuando el embarazo aparezca difícil y problemático. Se trata de proteger las dos vidas: la de la madre y la de su hijo. 

2. Contagiar los valores de la vida

Concebir y dar a luz al hijo supone, para los padres, la gozosa misión de procurar su crecimiento integral. La cultura de la vida pasa por la familia y la educación. ¿Cómo transmitir hoy aquel conjunto de valores que requiere el pleno desarrollo de una persona? Educar es enseñar a vivir, siendo fieles a la verdad integral del hombre.

La educación tiene hoy muchos desafíos. Por un lado, la pobreza y exclusión con todas sus consecuencias. También la difusión de una cultura relativista centrada en la satisfacción de los propios deseos.

La educación es un deber-derecho originario de los padres. El Estado tiene un rol subsidiario. Recuperemos la alianza entre padres y maestros, la casa y la escuela. Animamos a todos los educadores a ser de verdad “maestros de vida” para nuestros niños y jóvenes. No les faltará la gracia de Jesús, el Maestro.

Tras las huellas de Jesús,la Iglesiaes madre, maestra y catequista. Su servicio fundamental a los niños y jóvenes es transmitirles la fe en Dios y acercarlos a Jesucristo, para que tengan vida eterna. 

3. Hay razones para vivir

La promoción de la cultura de la vida nos enfrenta hoy con el problema de las adicciones. “La drogadicción -decía Juan Pablo II- es síntoma de un malestar existencial en un mundo sin esperanza”[3][3]. La difusión de la droga, el juego compulsivo y otras formas de esclavitud manifiestan la hondura de esta carencia.

Solo una esperanza grande sostiene al hombre, incluso ante la perspectiva del dolor, el fracaso o la muerte. Esa esperanza es Dios. Su rostro visible es Jesucristo. Solo Dios calma el ansia del corazón humano.

Agradecemos a Dios tantos buenos samaritanos que tienden su mano a los hermanos heridos a la vera del camino. Les damos también nuestro aliento.La Iglesiaabraza a los adictos con el amor de Cristo. Dice no a la despenalización del consumo de droga, porque es un mal al que no pueden hacérsele concesiones. Ofrece a todos la esperanza que brota del Evangelio. ¡Hay razones para vivir! 

4. Todo hombre es mi hermano

Una de las contradicciones más hondas del corazón humano se manifiesta en la violencia fratricida: Caín contra Abel. ¿Cuántas familias lloran pérdidas irreparables? Urge profundizar un planteo integral del problema y el compromiso de todos. Como pastores, ofrecemos una palabra desde nuestra fe en Jesucristo.

Se trata de encontrar los caminos para hacer más humana nuestra vida. Ello requiere una profunda renovación espiritual. Estamos llamados a hacernos cargo, los unos de los otros por amor. “Todo hombre es mi hermano”, decía Pablo VI. Recrear la amistad social y la fraternidad, buscar la reconciliación entre personas y grupos, es una tarea de largo alcance espiritual. Un gran meta ciudadana. Sólo fortaleciendo el alma del pueblo, podremos superar los hondos problemas que causan la actual violencia de nuestra sociedad.

El aporte fundamental dela Iglesiaes el Evangelio, anunciado y vivido por cada bautizado. La fe abre el corazón a Dios, y lo dispone para abrirse a los demás con el amor y la generosidad de Cristo.

5. Mis hermanos más pequeños

Cristo se identificó con los más débiles. Sus discípulos seguimos sus huellas: lo reconocemos en los ancianos, enfermos, en los hermanos con capacidades diferentes, en todo ser humano vulnerable.

En todos ellos resplandece, de modo especial, la dignidad de la vida humana. Digámoslo una vez más: el ser humano vale por lo que es, no por sus capacidades o aptitudes. No somos los dueños de la vida: la recibimos y la cuidamos, porque solo Dios es el Señor. La eutanasia, el ensañamiento terapéutico, el abandono de ancianos y enfermos son graves atentados contra la vida.

Agradecemos el compromiso con la vida de tantos servidores de estos hermanos más débiles, tanto en instituciones privadas como de gestión estatal, de las propias familias que no se desentienden de ellos, como de los agentes de la salud. La cultura de la vida se edifica, día a día, con su compromiso generoso. 

V. MUJER, BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE 

Nos preguntábamos por los frutos de este Año de la vida. Ahora miramos a María, y con Isabel le decimos: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. A ella le ha sido confiada “la causa de la vida”.

Con la mirada fija en la madre de Jesús, nuestra palabra conclusiva es una apelación a las mujeres para que vivan plenamente su misión en el anuncio, celebración y servicio del Evangelio de la vida.

Si nuestra sociedad necesita una profunda renovación espiritual y un nuevo humanismo, esta meta está indisolublemente ligada al “genio femenino”. A ella le ha sido confiada la vida humana, de un modo único y original. Con palabras del beato Juan Pablo II: “La mujer es fuerte por la conciencia de esta entrega, es fuerte por el hecho de que Dios «le confía el hombre», siempre y en cualquier caso, incluso en las condiciones de discriminación social en la que pueda encontrarse”[4][4].

La cultura de la vida tiene a la mujer como protagonista privilegiada. De ella depende el pleno desarrollo de una ecología verdaderamente humana, que haga justicia al primado de la persona sobre las cosas, del ser sobre el hacer y poseer, y, por eso, más atenta al cuidado de la tierra y al equilibrio del ambiente.

Esta renovada cultura de la vida comienza desde abajo, desde las familias, desde la vida cotidiana. Las mujeres están activamente presentes enla Iglesiay en la sociedad. Su aporte, específico y diferenciado, es decisivo para una nueva cultura de la vida. Poco ganaríamos manteniendo una legislación pro-vida, si sus valores ya no fueran apreciados y cultivados por las personas y las familias. Este es el campo de acción de los discípulos misioneros de Jesús, especialmente de las mujeres. 

VI. CELEBRAR LA VIDA 

Concluimos estas reflexiones con una propuesta a todos los agentes pastorales dela Arquidiócesis: revitalizar la celebración dela Jornadaporla Vida, en el espíritu y con las orientaciones del beato Juan Pablo II en su carta encíclica “El Evangelio de la vida” (n° 85). Puede ser una ocasión muy buena para ofrecer a todos el mensaje positivo, propositivo y testimonial que es propio del Evangelio de la vida. Oportunamente ofreceremos algunas indicaciones prácticas para ello.

Que María, madre de Cristo y signo de esperanza para la humanidad, acompañe el servicio de todos al Evangelio de la vida. A ella, una vez más, le confiamos la causa de la vida.

Con nuestro afecto y bendición, 

Mons. José María Arancibia, arzobispo de Mendoza

Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo auxiliar de Mendoza




[1][1] Cf. El Evangelio de la vida, 78-79

[2][2] El Evangelio de la vida, 95

[3][3] Juan Pablo II, Enseñanzas, XVI, 2, 1991, p. 1249.

[4][4] Juan Pablo II, Carta Apostólica “Mulieris dignitatem” 30.


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Benedicto XVI: “Cuba y el mundo necesitan cambios”  La Habana(Cuba), 28 Mar. 12 (AICA)

     El Santo Padre, revestido con los ornamentos morados, acordes al tiempo cuaresmal, llegó a la plaza en el papamóvil, en el que la recorrió en medio de los aplausos, vivas y cánticos de los presentes.

     El Papa fue recibido por el cardenal Ortega Alamino, quien en el discurso de bienvenida dijo que el pueblo cubano espera “la bendición” del pontífice, “un Papa que trae la ternura, la dulzura, la misericordia de Dios y promueve la reconciliación entre todos”. 

     Benedicto XVI respondió a las palabras del cardenal Ortega obsequiándole un cáliz y una patena que quedará como un testimonio que recordará la visita del papa Benedicto XVI a la Iglesia de Cuba.

Homilía del Santo Padre

     “Bendito sea Dios” que nos reúne en esta emblemática plaza, para que ahondemos más profundamente en su vida. Siento una gran alegría de encontrarme hoy entre ustedes y presidir esta Santa Misa en el corazón de este Año jubilar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre.

     Tras saludar cordialmente al cardenal Jaime Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, a los cardenales y hermanos obispos de Cuba y de otros países, que quisieron participar en esta solemne celebración, a los sacerdotes, seminaristas, religiosos y a los numerosos fieles congregados, así como a las autoridades presentes, el Papa se refirió a las lecturas de la misa, en particular a “los tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, que prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe.

     Ellos encontraron la fuerza de “alabar, glorificar y bendecir a Dios” en la convicción de que el Señor del cosmos y la historia no los abandonaría a la muerte y a la nada. En efecto, Dios nunca abandona a sus hijos, nunca los olvida. Él está por encima de nosotros y es capaz de salvarnos con su poder. Al mismo tiempo, es cercano a su pueblo y, por su Hijo Jesucristo, ha deseado poner su morada entre nosotros”.

     Con el Evangelio proclamado, en que “Jesús se revela como el Hijo de Dios Padre, el Salvador, el único que puede mostrar la verdad y dar la genuina libertad”, Benedicto XVI reflexionó sobre las diversas actitudes de los hombres ante la verdad “buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad:

     “Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad, proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse”.

     Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en “su verdad” e intentando imponerla a los demás. Son como aquellos legalistas obcecados que, al ver a Jesús golpeado y sangrante, gritan enfurecidos: “¡Crucifícalo!”, destacó el Santo Padre, añadiendo que “sin embargo, quien actúa irracionalmente no puede llegar a ser discípulo de Jesús. Fe y razón son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad. Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón.

     No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aún a riesgo de afrontar sacrificios:

     “Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano.

     Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él.

     Tras enfatizar que “el cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres, dijo que el creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos, como lo hizo el Señor, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz. El encuentro personal con quien es la verdad en persona nos impulsa a compartir este tesoro con los demás, especialmente con el testimonio”. En este contexto, el Papa alentó a no vacilar en seguir a Jesucristo:

     “Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros. Convencido de que Cristo es la verdadera medida del hombre, y sabiendo que en él se encuentra la fuerza necesaria para afrontar toda prueba, deseo anunciarles abiertamente al Señor Jesús como Camino, Verdad y Vida. En él todos hallarán la plena libertad, la luz para entender con hondura la realidad y transformarla con el poder renovador del amor”.

     “La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria. Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que Jesús trajo al mundo”, reiteró Benedicto XVI, destacando su alegría por los avances en Cuba, alentando a proseguir por este camino y recordando la importancia fundamental de la libertad religiosa:

     “Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la Nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana.

     El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras”.

     En este contexto el Papa recordó la misión de la Iglesia y el anhelo de que también en Cuba esté al servicio del saber:
“Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia. Por eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios.

     Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede descuidar”.

     Evocando como ejemplo preclaro de esta labor, al insigne sacerdote Félix Varela, educador y maestro, hijo ilustre de la ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo, Benedicto XVI afirmó que el Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta trasformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues “no hay patria sin virtud". 

      “Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad. Invocando la materna protección de María Santísima, pidamos que cada vez que participemos enla Eucaristía nos hagamos también testigos de la caridad, que responde al mal con el bien, ofreciéndonos como hostia viva a quien amorosamente se entregó por nosotros. Caminemos a la luz de Cristo, que es el que puede destruir la tiniebla del error. Supliquémosle que, con el valor y la reciedumbre de los santos, lleguemos a dar una respuesta libre, generosa y coherente a Dios, sin miedos ni rencores. Amén”.+


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Domingo, 08 de abril de 2012

ZENIT  nos ofrece el texto del Mensaje de Benedicto XVI para la XXVII Jornada Mundial del a Juventud, que se celebra el Domingo de Ramos, 1 de Abril de 2012. 

«¡Alegráos siempre en el Señor!» (Flp 4,4)

Queridos jóvenes:

Me alegro de dirigirme de nuevo a vosotros con ocasión dela XXVII Jornada Mundial de la Juventud. El recuerdo del encuentro de Madrid el pasado mes de agosto sigue muy presente en mi corazón. Ha sido un momento extraordinario de gracia, durante el cual el Señor ha bendecido a los jóvenes allí presentes, venidos del mundo entero. Doy gracias a Dios por los muchos frutos que ha suscitado en aquellas jornadas y que en el futuro seguirán multiplicándose entre los jóvenes y las comunidades a las que pertenecen. Ahora nos estamos dirigiendo ya hacia la próxima cita en Río de Janeiro en el año 2013, que tendrá como tema «¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!» (cf. Mt 28,19).

Este año, el tema dela Jornada Mundial de la Juventudnos lo da la exhortación de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses: «¡Alegráos siempre en el Señor!» (4,4). En efecto, La alegría es un elemento central de la experiencia cristiana. También experimentamos en cada Jornada Mundial dela Juventuduna alegría intensa, la alegría de la comunión, la alegría de ser cristianos, la alegría de la fe. Esta es una de las características de estos encuentros. Vemos la fuerza atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana.

La Iglesia tiene la vocación de llevar la alegría al mundo, una alegría auténtica y duradera, aquella que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén en la noche del nacimiento de Jesús (cf.Lc 2,10). Dios no sólo ha hablado, no sólo ha cumplido signos prodigiosos en la historia de la humanidad, sino que se ha hecho tan cercano que ha llegado a hacerse uno de nosotros, recorriendo las etapas de la vida entera del hombre. En el difícil contexto actual, muchos jóvenes en vuestro entorno tienen una inmensa necesidad de sentir que el mensaje cristiano es un mensaje de alegría y esperanza. Quisiera reflexionar ahora con vosotros sobre esta alegría, sobre los caminos para encontrarla, para que podáis vivirla cada vez con mayor profundidad y ser mensajeros de ella entre los que os rodean.

1. Nuestro corazón está hecho para la alegría

La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos.

Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.

Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huída de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles?

2. Dios es la fuente de la verdadera alegría

En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista.

Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia ala Virgen Maríaque será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama.

En efecto, el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior. Lo podemos ver en muchos episodios de los Evangelios. Recordemos la visita de Jesús a Zaqueo, un recaudador de impuestos deshonesto, un pecador público, a quien Jesús dice: «Es necesario que hoy me quede en tu casa». Y san Lucas dice que Zaqueo «lo recibió muy contento» (Lc19,5-6). Es la alegría del encuentro con el Señor; es sentir el amor de Dios que puede transformar toda la existencia y traer la salvación. Zaqueo decide cambiar de vida y dar la mitad de sus bienes a los pobres.

En la hora de la pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. Él, en los últimos momentos de su vida terrena, en la cena con sus amigos, dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor… Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9.11). Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn 17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él.

Los Evangelios relatan que María Magdalena y otras mujeres fueron a visitar el sepulcro donde habían puesto a Jesús después de su muerte y recibieron de un Ángel una noticia desconcertante, la de su resurrección. Entonces, así escribe el Evangelista, abandonaron el sepulcro a toda prisa, «llenas de miedo y de alegría», y corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y dijo: «Alegraos» (Mt 28,8-9). Es la alegría de la salvación que se les ofrece: Cristo es el viviente, es el que ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Él está presente en medio de nosotros como el Resucitado, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,21). El mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor de Dios es el que vence.

Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad, de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros.

3. Conservar en el corazón la alegría cristiana

Aquí nos preguntamos: ¿Cómo podemos recibir y conservar este don de la alegría profunda, de la alegría espiritual?

Un Salmo dice: «Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón» (Sal 37,4). Jesús explica que «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» (Mt 13,44). Encontrar y conservar la alegría espiritual surge del encuentro con el Señor, que pide que le sigamos, que nos decidamos con determinación, poniendo toda nuestra confianza en Él. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de arriesgar vuestra vida abriéndola a Jesucristo y su Evangelio; es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos, es el camino para la verdadera realización de nuestra existencia de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza.

Buscar la alegría en el Señor: la alegría es fruto de la fe, es reconocer cada día su presencia, su amistad: «El Señor está cerca» (Flp 4,5); es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. El «Año dela Fe», que iniciaremos dentro de pocos meses, nos ayudará y estimulará. Queridos amigos, aprended a ver cómo actúa Dios en vuestras vidas, descubridlo oculto en el corazón de los acontecimientos de cada día. Creed que Él es siempre fiel a la alianza que ha sellado con vosotros el día de vuestro Bautismo. Sabed que jamás os abandonará. Dirigid a menudo vuestra mirada hacia Él. En la cruz entregó su vida porque os ama. La contemplación de un amor tan grande da a nuestros corazones una esperanza y una alegría que nada puede destruir. Un cristiano nunca puede estar triste porque ha encontrado a Cristo, que ha dado la vida por él.

Buscar al Señor, encontrarlo, significa también acoger su Palabra, que es alegría para el corazón. El profeta Jeremías escribe: «Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón» (Jr 15,16). Aprended a leer y meditarla Sagrada Escritura; allí encontraréis una respuesta a las preguntas más profundas sobre la verdad que anida en vuestro corazón y vuestra mente.La Palabrade Dios hace que descubramos las maravillas que Dios ha obrado en la historia del hombre y que, llenos de alegría, proclamemos en alabanza y adoración: «Venid, aclamemos al Señor… postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro» (Sal 95,1.6).

La Liturgiaen particular, es el lugar por excelencia donde se manifiesta la alegría quela Iglesiarecibe del Señor y transmite al mundo. Cada domingo, enla Eucaristía, las comunidades cristianas celebran el Misterio central de la salvación: la muerte y resurrección de Cristo. Este es un momento fundamental para el camino de cada discípulo del Señor, donde se hace presente su sacrificio de amor; es el día en el que encontramos al Cristo Resucitado, escuchamos su Palabra, nos alimentamos de su Cuerpo y su Sangre. Un Salmo afirma: «Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 118,24). En la noche de Pascua,la Iglesiacanta el Exultet, expresión de alegría por la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte: «¡Exulte el coro de los ángeles… Goce la tierra inundada de tanta claridad… resuene este templo con las aclamaciones del pueblo en fiesta!». La alegría cristiana nace del saberse amados por un Dios que se ha hecho hombre, que ha dado su vida por nosotros y ha vencido el mal y la muerte; es vivir por amor a él. Santa Teresa del Niño Jesús, joven carmelita, escribió: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» (Poesía 45/7).

4. La alegría del amor

Queridos amigos, la alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo (cf. Ga 5,23). El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor. La beata Madre Teresa de Calcuta, recordando las palabras de Jesús: «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35), decía: «La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más». El siervo de Dios Pablo VI escribió: «En el mismo Dios, todo es alegría porque todo es un don» (Ex. ap. Gaudete in Domino, 9 mayo 1975).

Pensando en los diferentes ámbitos de vuestra vida, quisiera deciros que amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos. Y esto, en primer lugar, con las amistades. Nuestros amigos esperan que seamos sinceros, leales, fieles, porque el verdadero amor es perseverante también y sobre todo en las dificultades. Y lo mismo vale para el trabajo, los estudios y los servicios que desempeñáis. La fidelidad y la perseverancia en el bien llevan a la alegría, aunque ésta no sea siempre inmediata.

Para entrar en la alegría del amor, estamos llamados también a ser generosos, a no conformarnos con dar el mínimo, sino a comprometernos a fondo, con una atención especial por los más necesitados. El mundo necesita hombres y mujeres competentes y generosos, que se pongan al servicio del bien común. Esforzaos por estudiar con seriedad; cultivad vuestros talentos y ponedlos desde ahora al servicio del prójimo. Buscad el modo de contribuir, allí donde estéis, a que la sociedad sea más justa y humana. Que toda vuestra vida esté impulsada por el espíritu de servicio, y no por la búsqueda del poder, del éxito material y del dinero.

A propósito de generosidad, tengo que mencionar una alegría especial; es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de la llamada de Cristo a la vida religiosa, monástica, misionera o al sacerdocio. Tened la certeza de que colma de alegría a los que, dedicándole la vida desde esta perspectiva, responden a su invitación a dejar todo para quedarse con Él y dedicarse con todo el corazón al servicio de los demás. Del mismo modo, es grande la alegría que Él regala al hombre y a la mujer que se donan totalmente el uno al otro en el matrimonio para formar una familia y convertirse en signo del amor de Cristo por su Iglesia.

Quisiera mencionar un tercer elemento para entrar en la alegría del amor: hacer que crezca en vuestra vida y en la vida de vuestras comunidades la comunión fraterna. Hay vínculo estrecho entre la comunión y la alegría. No en vano san Pablo escribía su exhortación en plural; es decir, no se dirige a cada uno en singular, sino que afirma: «Alegraos siempre en el Señor» (Flp4,4). Sólo juntos, viviendo en comunión fraterna, podemos experimentar esta alegría. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe así la primera comunidad cristiana: «Partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,46). Empleaos también vosotros a fondo para que las comunidades cristianas puedan ser lugares privilegiados en que se comparta, se atienda y cuiden unos a otros.

5. La alegría de la conversión

Queridos amigos, para vivir la verdadera alegría también hay que identificar las tentaciones que la alejan. La cultura actual lleva a menudo a buscar metas, realizaciones y placeres inmediatos, favoreciendo más la inconstancia que la perseverancia en el esfuerzo y la fidelidad a los compromisos. Los mensajes que recibís empujar a entrar en la lógica del consumo, prometiendo una felicidad artificial. La experiencia enseña que el poseer no coincide con la alegría. Hay tantas personas que, a pesar de tener bienes materiales en abundancia, a menudo están oprimidas por la desesperación, la tristeza y sienten un vacío en la vida. Para permanecer en la alegría, estamos llamados a vivir en el amor y la verdad, a vivir en Dios.

La voluntad de Dios es que nosotros seamos felices. Por ello nos ha dado las indicaciones concretas para nuestro camino: los Mandamientos. Cumpliéndolos encontramos el camino de la vida y de la felicidad. Aunque a primera vista puedan parecer un conjunto de prohibiciones, casi un obstáculo a la libertad, si los meditamos más atentamente a la luz del Mensaje de Cristo, representan un conjunto de reglas de vida esenciales y valiosas que conducen a una existencia feliz, realizada según el proyecto de Dios. Cuántas veces, en cambio, constatamos que construir ignorando a Dios y su voluntad nos lleva a la desilusión, la tristeza y al sentimiento de derrota. La experiencia del pecado como rechazo a seguirle, como ofensa a su amistad, ensombrece nuestro corazón.

Pero aunque a veces el camino cristiano no es fácil y el compromiso de fidelidad al amor del Señor encuentra obstáculos o registra caídas, Dios, en su misericordia, no nos abandona, sino que nos ofrece siempre la posibilidad de volver a Él, de reconciliarnos con Él, de experimentar la alegría de su amor que perdona y vuelve a acoger.

Queridos jóvenes, ¡recurrid a menudo al Sacramento dela Penitenciayla Reconciliación! Es el Sacramento de la alegría reencontrada. Pedid al Espíritu Santo la luz para saber reconocer vuestro pecado y la capacidad de pedir perdón a Dios acercándoos a este Sacramento con constancia, serenidad y confianza. El Señor os abrirá siempre sus brazos, os purificará y os llenará de su alegría: habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte (cf. Lc 15,7).

6. La alegría en las pruebas

Al final puede que quede en nuestro corazón la pregunta de si es posible vivir de verdad con alegría incluso en medio de tantas pruebas de la vida, especialmente las más dolorosas y misteriosas; de si seguir al Señor y fiarse de Él da siempre la felicidad.

La respuesta nos la pueden dar algunas experiencias de jóvenes como vosotros que han encontrado precisamente en Cristo la luz que permite dar fuerza y esperanza, también en medio de situaciones muy difíciles. El beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925) experimentó tantas pruebas en su breve existencia; una de ellas concernía su vida sentimental, que le había herido profundamente. Precisamente en esta situación, escribió a su hermana: «Tú me preguntas si soy alegre; y ¿cómo no podría serlo? Mientras la fe me de la fuerza estaré siempre alegre. Un católico no puede por menos de ser alegre... El fin para el cual hemos sido creados nos indica el camino que, aunque esté sembrado de espinas, no es un camino triste, es alegre incluso también a través del dolor» (Carta a la hermana Luciana, Turín, 14 febrero 1925). Y el beato Juan Pablo II, al presentarlo como modelo, dijo de él: «Era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida» (Discurso a los jóvenes, Turín, 13 abril 1980).

Más cercana a nosotros, la joven Chiara Badano (1971-1990), recientemente beatificada, experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado por la alegría. A la edad de 18 años, en un momento en el que el cáncer le hacía sufrir de modo particular, rezó al Espíritu Santo para que intercediera por los jóvenes de su Movimiento. Además de su curación, pidió a Dios que iluminara con su Espíritu a todos aquellos jóvenes, que les diera la sabiduría y la luz: «Fue un momento de Dios: sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba» (Carta a Chiara Lubich, Sassello, 20 de diciembre de 1989). La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás. A menudo repetía: «Jesús, si tú lo quieres, yo también lo quiero».

Son dos sencillos testimonios, entre otros muchos, que muestran cómo el cristiano auténtico no está nunca desesperado o triste, incluso ante las pruebas más duras, y muestran que la alegría cristiana no es una huida de la realidad, sino una fuerza sobrenatural para hacer frente y vivir las dificultades cotidianas. Sabemos que Cristo crucificado y resucitado está con nosotros, es el amigo siempre fiel. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con Él y en Él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría (cf. Col1,24).

7. Testigos de la alegría

Queridos amigos, para concluir quisiera alentaros a ser misioneros de la alegría. No se puede ser feliz si los demás no lo son. Por ello, hay que compartir la alegría. Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo. No podemos conservar para nosotros la alegría de la fe; para que ésta pueda permanecer en nosotros, tenemos que transmitirla. San Juan afirma: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros… Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo» (1Jn 1,3-4).

A veces se presenta una imagen del Cristianismo como una propuesta de vida que oprime nuestra libertad, que va contra nuestro deseo de felicidad y alegría. Pero esto no corresponde a la verdad. Los cristianos son hombres y mujeres verdaderamente felices, porque saben que nunca están solos, sino que siempre están sostenidos por las manos de Dios. Sobre todo vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe. El Evangelio es la «buena noticia» de que Dios nos ama y que cada uno de nosotros es importante para Él. Mostrad al mundo que esto de verdad es así.

Por lo tanto, sed misioneros entusiasmados de la nueva evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Veréis que es contagiosa. Y recibiréis el ciento por uno: la alegría de la salvación para vosotros mismos, la alegría de verla Misericordiade Dios que obra en los corazones. En el día de vuestro encuentro definitivo con el Señor, Él podrá deciros: «¡Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor!» (Mt 25,21).

Quela Virgen Maríaos acompañe en este camino. Ella acogió al Señor dentro de sí y lo anunció con un canto de alabanza y alegría, el Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1,46-47). María respondió plenamente al amor de Dios dedicando a Él su vida en un servicio humilde y total. Es llamada «causa de nuestra alegría» porque nos ha dado a Jesús. Que Ella os introduzca en aquella alegría que nadie os podrá quitar.

Vaticano, 15 de marzo de 2012

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Publicado por verdenaranja @ 21:35  | Habla el Papa
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ZENIT nos ofrece las palabras que el papa dirigió a los presentes en el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, el martes 27 de Marzo de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

He venido como peregrino hasta la casa de la bendita imagen de Nuestra Señora dela Caridad, «la Mambisa», como ustedes la invocan afectuosamente. Su presencia en este poblado de El Cobre es un regalo del cielo para los cubanos.

Deseo saludar cordialmente a los aquí presentes. Reciban el cariño del papa y llévenlo por doquier, para que todos experimenten el consuelo y la fortaleza en la fe. Hagan saber a cuantos se encuentran cerca o lejos que he confiado ala Madrede Dios el futuro de su Patria, avanzando por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos. También he suplicado ala Virgen Santísimapor las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos o pasan por graves momentos de dificultad. He puesto asimismo en su inmaculado Corazón a los jóvenes, para que sean auténticos amigos de Cristo y no sucumban a propuestas que dejan la tristeza tras de sí. Ante María dela Caridad, también me he acordado de modo particular de los cubanos descendientes de aquellos que llegaron aquí desde África, así como de la cercana población de Haití, que aún sufre las consecuencias del conocido terremoto de hace dos años. Y no he olvidado a tantos campesinos y a sus familias, que desean vivir intensamente en sus hogares el evangelio, y ofrecen también sus casas como centros de misión para la celebración dela Eucaristía.

A ejemplo dela Santísima Virgen, animo a todos los hijos de esta querida tierra a seguir edificando la vida sobre la roca firme que es Jesucristo, a trabajar por la justicia, a ser servidores de la caridad y perseverantes en medio de las pruebas. Que nada ni nadie les quite la alegría interior, tan característica del alma cubana. Que Dios les bendiga. Muchas gracias.

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Publicado por verdenaranja @ 21:23  | Habla el Papa
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Homilía de Benedicto XVI en la misa celebrada en la Plaza Antonio Maceo (Santiago de Cuba, 26 de marzo de 2012) (AICA)         

VIAJE APOSTÓLICO DE BENEDICTO XVI A MÉXICO Y CUBA

Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias a Dios que me ha permitido venir hasta ustedes y realizar este tan deseado viaje. Saludo a Monseñor Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, agradeciéndole sus amables palabras de acogida en nombre de todos; saludo asimismo a los obispos cubanos y a los venidos de otros lugares, así como a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y fieles laicos presentes en esta celebración. No puedo olvidar a los que por enfermedad, avanzada edad u otros motivos, no han podido estar aquí con nosotros. Saludo también a las autoridades que han querido gentilmente acompañarnos.

Esta santa Misa, que tengo la alegría de presidir por primera vez en mi visita pastoral a este país, se inserta en el contexto del Año Jubilar mariano, convocado para honrar y venerar ala Virgendela Caridaddel Cobre, patrona de Cuba, en el cuatrocientos aniversario del hallazgo y presencia de su venerada imagen en estas tierras benditas. No ignoro el sacrificio y dedicación con que se ha preparado este jubileo, especialmente en lo espiritual. Me ha llenado de emoción conocer el fervor con el que María ha sido saludada e invocada por tantos cubanos, en su peregrinación por todos los rincones y lugares dela Isla.

Estos acontecimientos importantes dela Iglesiaen Cuba se ven iluminados con inusitado resplandor por la fiesta que hoy celebrala Iglesiauniversal: la anunciación del Señor ala Virgen María.En efecto, la encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden. Pero, ¿cuál es el significado de este misterio? Y, ¿cuál es la importancia que tiene para nuestra vida concreta?

Veamos ante todo qué significa la encarnación. En el evangelio de san Lucas hemos escuchado las palabras del ángel a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (Lc 1,35). En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"» (Is 7,14). Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el «sí» del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su «sí» al Señor sin reservas.

Por eso, al contemplar el misterio de la encarnación no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos, para llenarnos de asombro, de gratitud y amor al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuandola Virgenrespondió al ángel, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí» a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina (cf. Lectio divina con el clero de Roma, 18 febrero 2010).

Queridos hermanos, hoy alabamos ala Virgen Santísimapor su fe y con santa Isabel le decimos también nosotros: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1,45). Como dice san Agustín, María concibió antes a Cristo por la fe en su corazón que físicamente en su vientre; María creyó y se cumplió en ella lo que creía (cf. Sermón 215, 4: PL 38,1074). Pidamos nosotros al Señor que nos aumente la fe, que la haga activa y fecunda en el amor. Pidámosle que sepamos como ella acoger en nuestro corazón la palabra de Dios y llevarla a la práctica con docilidad y constancia.

La Virgen María, por su papel insustituible en el misterio de Cristo, representa la imagen y el modelo dela Iglesia. Tambiénla Iglesia, al igual que hizola Madrede Cristo, está llamada a acoger en sí el misterio de Dios que viene a habitar en ella. Queridos hermanos, sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su País, y en este tiempo de la historia,la Iglesiarefleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres.La Iglesia, cuerpo vivo de Cristo, tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y la luz de Dios. Vale la pena, queridos hermanos, dedicar toda la vida a Cristo, crecer cada día en su amistad y sentirse llamado a anunciar la belleza y bondad de su vida a todos los hombres, nuestros hermanos. Les aliento en su tarea de sembrar el mundo conla Palabrade Dios y de ofrecer a todos el alimento verdadero del cuerpo de Cristo. Cercana yala Pascua, decidámonos sin miedos ni complejos a seguir a Jesús en su camino hacia la cruz. Aceptemos con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción, con la convicción de que, en su resurrección, él ha derrotado el poder del mal que todo lo oscurece, y ha hecho amanecer un mundo nuevo, el mundo de Dios, de la luz, de la verdad y la alegría. El Señor no dejará de bendecir con frutos abundantes la generosidad de su entrega.

El misterio de la encarnación, en el que Dios se hace cercano a nosotros, nos muestra también la dignidad incomparable de toda vida humana. Por eso, en su proyecto de amor, desde la creación, Dios ha encomendado a la familia fundada en el matrimonio la altísima misión de ser célula fundamental de la sociedad y verdadera Iglesia doméstica. Con esta certeza, ustedes, queridos esposos, han de ser, de modo especial para sus hijos, signo real y visible del amor de Cristo porla Iglesia. Cubatiene necesidad del testimonio de su fidelidad, de su unidad, de su capacidad de acoger la vida humana, especialmente la más indefensa y necesitada.

Queridos hermanos, ante la mirada dela Virgendela Caridaddel Cobre, deseo hacer un llamado para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios.

Amén.  

Benedicto XVI 


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S?bado, 07 de abril de 2012

Reflexión a las lecturas del Domingo de Pascua 2012, ofrecida pro el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo de Pascua B

 

“¡Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo!”De esta forma, con el salmo 117, expresa la Iglesia la alegría inmensa de la Resurrección del Señor. Anoche comenzábamos la Vigilia Pascual escuchando estas expresiones del Pregón de Pascua: "Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del Cielo y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra inundada de tanta claridad…” “…Alégrese nuestra madre, la Iglesia, revestida de luz tan brillante, resuene este templo con las aclamaciones del pueblo...”  Cualquiera que escuche estas expresiones, tiene que decirse: “¡Grande tiene que ser este acontecimiento para que lo anuncien de esta manera!”. Y en realidad, son muy grandes el hecho la Resurrección de Jesucristo y las consecuencias que se derivan para todos. Y, en efecto, es tan grandioso y sublime, que es  imposible celebrarlo en un solo día y se prolonga a los días de la semana de Pascua y a todo el Tiempo Pascual. Son cincuenta días de alegría y fiesta en honor de Cristo resucitado…, que se  han de celebrar  “con alegría y exultación como si se tratara de un único día festivo, más aún, de un gran Domingo".

A lo largo de este tiempo, iremos reflexionando sobre los distintos aspectos de la Resurrección del Señor y de sus repercusiones en nuestra vida… Pero en este día tan grande, les ofrezco, con mi mayor afecto y mis mejores deseos, algunas reflexiones:       En la Resurrección del Señor llega a su punto culminante su victoria sobre el pecado, el mal y la muerte, que había comenzado en la Cruz. ¡Y es también nuestra victoria! El murió por nosotros… Y por nosotros también resucitó y nos ha querido hacer partícipes de su triunfo. El milagro asombroso de la Resurrección del Señor es la confirmación plena de que el Padre, en el Cielo, ha aceptado el Sacrificio de Cristo en la tierra… Más aún, toda la misión que le había confiado realizar en el mundo…  ¡¡Y, por tanto, ha llegado  la salvación!!Y la salvación se nos da a cada uno, especialmente, a través de los sacramentos.

Por eso, el Tiempo Pascual es un momento privilegiado para celebrar y renovar los distintos sacramentos, especialmente, los de Iniciación Cristiana: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Durante toda la Cuaresma nos hemos venido preparando para ser capaces de renovar en serio nuestro Bautismo en la Noche Santa de la Pascua… Como si nos bautizáramos de nuevo esa Noche, como si comenzáramos de nuevo a ser cristianos. Y la mejor manera de renovar nuestro Bautismo es recibir el Sacramento de la Reconciliación, al que los Santos Padres llamaban el “segundo Bautismo”. Por eso, son muchos los cristianos que estos días se acercan a este Sacramento tan importante. Ya el Papa S. León Magno decía que “es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce el perdón de los pecados…” (Serm. 6 de Cuar.) Podríamos decir que en la Resurrección de Jesucristo no termina nada, sino que comienza todo. La Resurrección cambia por completo el sentido de nuestra vida: Jesucristo está vivo y presente entre nosotros, en medio de nuestra vida de cada día… Lo encontramos, sobre todo, en la Eucaristía del Domingo, que es como un eco del Domingo Pascua. Cambia, incluso, el sentido del sufrimiento y de la muerte. Para S. Pablo es impensable, por ejemplo, que los que, por el Bautismo formamos con Cristo un solo Cuerpo, no sigamos su mismo camino de exaltación después de nuestra peregrinación por la tierra.

En la segunda Lectura, el Apóstol nos pide coherencia de vida: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto…” El hecho de la Resurrección del Señor nos impulsa a ser, con mayor ardor, mensajeros de Cristo Resucitado por todas partes…, Y nos exige un testimonio de palabra y de obra, cada vez más convincente.   Esto se va repitiendo constantemente en las apariciones de Cristo Resucitado…   Hoy, por ejemplo, el Evangelio de S. Marcos nos dice lo que aquel varón, vestido de blanco, encarga a las mujeres: “Ahora id a comunicar a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo”.

Ojalá seamos capaces de hacerlo también nosotros. 

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Pascua de Resurrección!


Publicado por verdenaranja @ 20:42  | Espiritualidad
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Jueves, 05 de abril de 2012

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

         Durante el Tiempo Pascual la primera Lectura se toma del libro de los Hechos de los Apóstoles que recoge el testimonio de los discípulos acerca de la Resurrección.

         Escuchemos ahora el testimonio de S. Pedro con ocasión del bautismo del Centurión Cornelio. 

SALMO

         El salmo 117  ha sido hecho por la Iglesia un salmo eminentemente pascual. Respondamos a la primera lectura cantando este salmo. 

SEGUNDA LECTURA

         En la segunda Lectura escucharemos algunas consecuencias prácticas del hecho de nuestra participación, por el sacramento del Bautismo, en la Muerte y  de la Resurrección del Señor. 

SECUENCIA

         La Secuencia es un himno antiguo y precioso en torno a la Resurrección del Señor. 

TERCERA LECTURA

         Escuchemos en el Evangelio la conmoción que se produce en la comunidad de los discípulos el día de la Resurrección y que les lleva a comprender que Él tenía que resucitar de entre los muertos.

         Pero antes, de pie, cantemos con alegría la aclamación pascual del aleluya 

COMUNIÓN

         En la Comunión nos encontramos con Jesucristo vivo, resucitado, que ha querido hacernos a nosotros partícipes de su victoria.

         Pidámosle la luz y la fuerza que necesitamos para vivir de acuerdo con el mensaje de Cristo resucitado y ser testigos de su Resurrección en el mundo.  

TERCERA LECTURA (otra)

         En el Evangelio nos acercamos al hecho que hoy gozosamente celebramos: la Resurrección del Señor.

         Pero antes, de pie, cantemos con alegría la aclamación pascual del aleluya.

 


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Liturgia del Jueves Santo ofrecida por el sacerdote Pérez Piñero.

LA LITURGIA DEL JUEVES SANTO 

El Jueves Santo celebramos la Cena del Señor. Es una celebración muy hermosa. En el contexto de la Pascua de los judíos, Jesús reúne a los discípulos para celebrar la Pascua, en la que se recordaba y celebraba la liberación de los israelitas de Egipto… Para Jesucristo es una “Cena de despedida”. Y en las despedidas se hacen las los encargos, las recomendaciones más importantes, sobre todo, si es la despedida de la muerte.

Jesús nos deja tres encargos:

La Eucaristía, el Orden Sacerdotal y el Mandamiento Nuevo.

Jesús “habiendo amado a los suyos, les amó hasta el extremo”.

Comienza la Cena. Jesús, haciendo las veces de esclavo, lava los pies a los discípulos. Este rito tiene un carácter de servicio y también de purificación: “Jesús habla de que ya están limpios por la Palabra que han escuchados, aunque no todos… refiriéndose a Judas, el traidor.

En esta celebración, si es posible, el sacerdote que preside, lava los pies a unos varones (viri) que recuerdan los doce apóstoles, como la forma de hacer visible el ministerio sacerdotal, como servicio a la comunidad cristiana, poniéndose “el último de todos y el servidor de todos”. Luego coge pan y lo convierte en su Cuerpo “que se entrega” y coge una copa de vino y lo convierte en la Sangre “que se derrama”. En este momento ya Jesús se entrega a la Pasión y Muerte que culmina en la Resurrección… De esta forma, adelanta en la Mesa de Cena lo que iba a suceder después: Su Pasión, Muerte y Resurrección. Cuando nosotros celebramos la Eucaristía, que es la Cena del Señor, lo hacemos a la inversa: todo aquello que sucedió hace mucho tiempo, se hace presente, se actualiza ahora. Por eso es tan grande e importante la Eucaristía:  Aunque nuestros ojos no vean nada, nos encontramos junto la Pasión y Muerte del Señor, junto a su Cruz y a su Resurrección.

El Cuerpo de Cristo sacrificado y resucitado se nos da en comida en la Comunión… Es comunión de su Cuerpo y Sangre y también es comunión con sus sentimientos, deseos…  Y es también comunión con todos los hermanos, que estamos unidos en un mismo Cuerpo. Así comemos la carne del Hijo del Hombre y bebemos su Sangre, según nos enseñó en el Sermón del Pan de Vida. (Jn, 6)

Qué fácil resolvió el Señor las dificultades de los judíos que le escuchaban: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Luego añade: “Haced esto en conmemoración mía”. De esta forma, nos manda celebrar la Eucaristía. Y constituye a los apóstoles ministros de este sacramento admirable. En este contexto de servicio en el lavatorio de los pies, de entrega, de eucaristía… nos deja el Mandamiento Nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Se trata de un mandato que no sólo es importante, sino que, además, es imprescindible. Si no cumplimos este mandato, no podemos considerarnos verdaderos discípulos de Jesucristo. Es “la señal”, la clave de nuestra existencia cristiana. “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros”. Por tanto, si queremos saber dónde hay un cristiano o si aquél es un cristiano de verdad o no, ahí tenemos “la señal”.

Al terminar la celebración de la Cena del Señor, se lleva en procesión solemne a una capilla adornada que llamamos tradicionalmente “el Monumento”, el pan consagrado suficiente para la comunión del Viernes, en que, como veremos, no se celebra la santa Misa, sino la Acción Litúrgica de la Pasión del Señor. Y como es el día en que recordamos la Institución de la Eucaristía, el Monumento, entre nosotros, se llena de luces y flores… Y, además, se convierte en lugar de oración, de reflexión, de adoración, de acción de gracias por el don de la Eucaristía y también por el don del Sacerdocio y por el Mandamiento Nuevo.

El Jueves Santo es un día eminentemente sacerdotal. Sacerdote significa don sagrado, que no sólo se tiene que recibir, que acoger..., sino que, además, se ha de cuidar, agradecer, aprovechar…

La reflexión y oración del Monumento es como una sobremesa eucarística en la que podemos profundizar en  lo que hemos celebrado e incluso, irnos adentrando en la meditación de la Pasión del Señor.


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VIERNES SANTO
MONICIONES 

ENTRADA (En silencio)

         Hermanos: Según una antiquísima tradición de la Iglesia, hoy no se celebra la santa Misa: nos hemos reunido esta tarde, a la hora aproximada de la Muerte del Señor, para celebrar la Acción Litúrgica de su Pasión. En ella escucharemos la Palabra de Dios, que culmina con la Lectura de la Pasión del Señor, oraremos, de una forma más amplia y solemne que otras veces, por las necesidades de la Iglesia y del mundo; adoraremos la Cruz victoriosa de Cristo y recibiremos en la Comunión al Cordero inmolado por nosotros. 

PAUSA:

         Ahora de rodillas y en silencio, mientras el sacerdote se postra en el suelo, expresamos nuestro arrepentimiento, acción de gracias, oración sobrecogida ante el misterio inaudito de la Pasión y Muerte del Señor. 

PRIMERA LECTURA

         Escuchemos atentos la larga descripción que el profeta Isaías hace del Siervo de Yahvé. En Jesús de Nazaret se cumplió plenamente esta profecía. 

SALMO

         Jesús nos enseña a morir poniéndonos en las manos del Padre. Unámonos a su oración y a sus sentimientos más profundos en aquella hora en que Él culmina su entrega por nosotros.  

SEGUNDA LECTURA

         Jesús es ya el único Sacerdote, el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, que se ha ofrecido como víctima de propiciación por los pecados del mundo entero y se ha convertido para todos los que creen en Él, le obedecen, le siguen…, en autor de salvación eterna. 

TERCERA LECTURA

         Uno de los momentos más importantes de nuestra Celebración es la Lectura de la Pasión del Señor.

         Recordemos conmovidos las últimas horas de Jesucristo, llenas de desprecios e injusticias, de sufrimiento y de muerte. Pero, como se subraya en la Lectura de S. Juan, reconozcamos en Él, al mismo tiempo, al Hijo de Dios que se entrega por nosotros con amor y triunfa en la Cruz. 

COMUNIÓN

         Ahora se traslada de la Capilla adornada para esta ocasión, el Cuerpo del Señor de la Celebración de ayer.

         Dispongámonos a recibirle, recordando su entrega por nosotros…

         ¿Cómo le acogeremos este día? ¿Qué le diremos?

         Que Él no permita que su sufrimiento y su muerte sean inútiles para nosotros…

Que nos enseñe y nos ayude a trabajar con ilusión y esfuerzo para hacer cada vez más útil posible en nosotros y en mundo su Sacrificio Redentor.


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JUEVES SANTO
MONICIONES  

PRIMERA LECTURA

         En la primera Lectura se nos narra la institución de la cena pascual, la fiesta más importante que celebraban los judíos, en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto. En medio de esta conmemoración del pueblo de Israel, instituye Jesucristo la Cena Nueva, la Eucaristía.

 

SEGUNDA LECTURA

         La narración de la Institución de la Eucaristía que vamos a escuchar es, probablemente, la narración más antigua que conocemos. En ella se nos presenta esta Celebración como renovación de la Muerte del Señor hasta que Él vuelva.

 

TERCERA LECTURA

         Escuchemos ahora con mucha atención la escena conmovedora de Jesús lavando los pies a los discípulos y su recomendación: "Os he dado ejemplo para que como yo he hecho, hagáis vosotros".

 

ANTES DEL LAVATORIO DE LOS PIES

         Repitiendo el gesto de Jesús en la Última Cena, ahora el Sacerdote que preside esta celebración, lavará los pies de estos fieles. Así recordamos el amor y la entrega de Jesús; así afirmamos el camino que los cristianos debemos seguir.

 

OFRENDAS

         Las ofrendas de hoy han de tener un relieve especial. Llevamos al altar el pan y el vino para el Sacrificio; llevamos aportaciones económicas para la atención dela Comunidad. Juntoa todo ello ofrecemos al Señor  nuestra vida y la de todos los hombres y mujeres del mundo.

 

COMUNIÓN

         La Comunión de este día ha de tener una significación especial. Vamos a recibir el Cuerpo que ha sido entregado, la Sangre que ha sido derramada. "Tomad y comed todos", son las palabras que resuenan en nuestros corazones.


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Mi?rcoles, 04 de abril de 2012

Reflexión al Evangelio del Domingo de Resurrección -B, ofrecida por la Delegación Diocesana de Enseñanza de la diócesis de Tenerife.

MISTERIO DE ESPERANZA 

         Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón dela Humanidady en la creación entera.

         Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.

         Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.  

         Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".

         Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.

         Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.

         Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

         Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.

         Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado. 

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
8 de abril 2012
Domingo de Resurrección (B)
Juan 20, 1-9


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Lectio divina para el Jueves Santo 2012, ofrecida por la Delegación Dicesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Juan 13, 115”

Antes de la fiesta dela Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le replicó: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»)

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «El Maestro» y «El Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Meditación: 

“¿Comprendéis lo que he hecho?”

Siempre me estremezco al pensar qué grande tiene que ser el misterio profundo del hombre, que provocó el que tú, el Hijo de Dios, Dios, vieses que tenías que llegar hasta la muerte. Dios muere de amor por el hombre. Por el hombre, que sigue sin necesitar aparentemente de ti, que te sigue rechazando, que trata de juguetear a serte fiel, por mí. Tú, Dios, me amas hasta el extremo, y das tu vida para decirme lo importante, lo vital, que es la necesidad del amor para dar un nuevo rostro a la humanidad sufriente, al hombre y a la mujer de todos los siglos.

Señor, yo quiero amar, me gustaría ser capaz de hacerlo como tú, pero eso es imposible. Pero sé que puedo seguir tu rastro. En mi corazón hay una parte de tu amor y sólo necesita que yo le libere de mis miedos, de mis ataduras, de mis condicionamientos. Contigo sé que puedo porque tengo siempre ante mí tu gesto y tu palabra.

Hoy, en ese gesto con tus discípulos, además de dejarnos lo que ha sido la actitud de tu vida, nos dejas la tarea de continuarla en cada uno de nosotros, de continuarla en mí. Me llamas a amar. A amar no en la teoría, sino manifestado en mi actitud de servicio, es decir, de ser para los otros, de disponibilidad, de apertura, de donación. Son palabras fuertes, lo sé, pero no indican imposibles, sino actitudes que cada uno estamos llamados a realizar desde la realidad concreta, sencilla o importante, desde la forma de seguimiento que hemos adoptado o queremos adoptar en nuestra vida. No me pides imposibles, me pides que, allí donde esté, simplemente ame, sea bendición para todos y no una maldición, sea sonrisa, mano tendida, corazón abierto, como el tuyo.

Oración: 

“Como tú”

Señor, enséñame y ayúdame a lavar los pies a mis hermanos los hombres, es decir, a amar. A amar a todos, como tú, hasta el extremo de mi capacidad. Me lo recuerdas y me lo pides el día en que tú lo consumaste con tu vida, y dentro de mí late la semilla de ese amor que tú has colocado y que lucha por romper sus barreras.

No sé si necesito fuerza o ilusión, seguramente las dos cosas, y también convicción. La convicción de que en este mundo, aunque no lo parezca, no hay nada más fuerte que el amor. No sé cuándo llegará a tener él la última palabra, pero yo quiero cooperar a ello. Ayúdame, Señor.

Contemplación: 

“Al toque de tu amor”

Sí, sé que me amas.

siento que me amas,
como amas al mundo,
y a cada hombre,
en su dolor,
especialmente en su dolor,
y en su alegría.

Por eso te acercas a cada uno,
te acercas a mí.

Te abajas a nuestra miseria,
a mi pequeñez,
para gritarnos,
con tu entrega,
nuestra grandeza,
nuestra dignidad,
nuestra realidad
de hijos tuyos.

Por eso nos llamas a amarnos
y a servirnos.

Nos quieres hacer sentir
que al toque de tu amor,
con tu vida y con tu muerte,
todo nuestro ser
se vuelve limpio,
transparente,
y que la vida,
además de ser hermosa,
sigue siendo posible.


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Martes, 03 de abril de 2012

ZENIT  nos ofrece las palabras que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, en el Patio de la Catedral en una cena en honor de los obispos mexicanos y de los obispos invitados, con la participación del séquito papal.

Señor Presidente,
Distinguidas autoridades, 
Señores cardenales,
Señor arzobispo de León,
Señor arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano,
Queridos hermanos en el Episcopado:

Doy gracias a Dios que nos ha reunido en torno a esta mesa, para compartir en la cena un momento de amistad. Agradezco vivamente a quienes lo han hecho posible, así como los nobles sentimientos que lo han motivado.

La visita de Su Santidad Benedicto XVI a México es una ocasión de profunda alegría al ver cómo esta querida nación ha abierto una vez más de par en par sus puertas al sucesor de Pedro, manifestando así la grandeza de espíritu de sus hijos, su fina hospitalidad y la recia fe católica arraigada en ellos.

Al conmemorarse este año el vigésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, la presencia de las distinguidas autoridades que nos honran con su grata compañía pone de relieve que tanto la Iglesia como el Estado tienen la común tarea, cada uno desde su misión específica, de salvaguardar y tutelar los derechos fundamentales de las personas. Entre ellos, destaca la libertad del hombre para buscar la verdad y profesar las propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico. Y es de desear que en México este derecho fundamental se afiance cada vez más, conscientes de que este derecho va mucho más allá de la mera libertad de culto. En efecto, impregna todas las dimensiones de la persona humana, llamada a dar razón de su propia fe, y anunciarla y compartirla con otros, sin imponerla, como el don más preciado recibido de Dios.

También las funciones diplomáticas deben radicarse en la promoción de esa gran causa común, a la que el cristianismo puede ofrecer una contribución válida, porque es “una religión de libertad y de paz, y está al servicio del auténtico bien de la humanidad” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático antela Santa Sede, 8 enero 2009). Por ello,la Iglesiano cesa de exhortar a todos, para que la actividad política sea una labor encomiable y abnegada en favor de los ciudadanos y no se convierta en una lucha de poder o una imposición de sistemas ideológicos rígidos, que tantas veces dan como resultado la radicalización de amplios sectores de la población.

En este sentido, los obispos aquí presentes son exponentes del compromiso de la Iglesia católica en la hermosa labor de trabajar por el hombre, por quien Jesucristo dio la vida. En cada generación, ella ha escrito una página de esta historia de servicio a la humanidad. Unas líneas son obra de los santos, otras de los mártires. No han faltado en esta historia pastores audaces, religiosos ejemplares, jóvenes de voz profética, valerosos testigos de la caridad y fieles laicos que, a veces con gran sencillez, han tendido la mano y abierto su casa al hermano en necesidad. A través de múltiples expresiones, se ha querido desplegar la belleza del cristianismo para abrazar a todo hombre o mujer, sin mirar raza, lengua o clase social. A ello ha concurrido tanto la dimensión de fe hondamente profesada y celebrada, como se percibe en México y en toda Latinoamérica, como los más variados proyectos de solidaridad que han alentado a tantos a salir del egoísmo para ayudar en las necesidades sociales más básicas y urgentes. No podemos olvidar las iniciativas dirigidas a la promoción de los derechos de cada hombre y cada pueblo, la defensa de su libertad y el cultivo del arte y la cultura.

Si en esta misión ha habido alguna sombra, eso no empaña el esplendor del evangelio, siempre presente para purificar y alumbrar nuestro camino, que hoy pasa por esa revitalización de la fe a la que su santidad Benedicto XVI no se cansa de invitar.

Con estos deseos, alzo mi copa, y los invito a ustedes a hacer lo mismo, para brindar por el santo padre, a quien Dios conserve y proteja siempre. Brindo asimismo por México, tierra bendecida por Nuestra Señora de Guadalupe, y por sus hijos e hijas, que han sabido ganarse el afecto de Benedicto XVI. Brindo por todos los queridos países hermanos de América Latina y el Caribe. Reitero mi gratitud por las continuas y delicadas atenciones recibidas en estos días y expreso a todos ustedes mi cercanía y reconocimiento por esta espléndida velada. Muchas gracias.

©Librería Editorial Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 23:21  | Hablan los obispos
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ZENIT  nos ofrece  las palabras de despedida que el Papa pronunció en el aeropuerto internacional de Guanajuato donde, el lunes 26 de Marzo de 2012, a las 9,  en presencia del presidente federal, de las autoridades políticas y civiles, de numerosos obispos del país y de un grupo de fieles. publicamos a continuación.

Señor presidente,
Distinguidas autoridades,
Señores cardenales,
Queridos hermanos en el episcopado,
Amigos mexicanos:

Mi breve pero intensa visita a México llega ahora a su fin. Pero no es el fin de mi afecto y cercanía a un país que llevo muy dentro de mí. Me voy colmado de experiencias inolvidables, como inolvidables son tantas atenciones y muestras de afecto recibidas. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido el señor presidente, así como lo mucho que las autoridades han hecho por este entrañable viaje. Y doy las gracias de todo corazón a cuantos han facilitado o colaborado para que, tanto en los aspectos destacados como en los más pequeños detalles, los actos de estas jornadas se hayan desarrollado felizmente. Pido al Señor que tantos esfuerzos no hayan sido vanos, y que con su ayuda produzcan frutos abundantes y duraderos en la vida de fe, esperanza y caridad de León y Guanajuato, de México y de los países hermanos de Latinoamérica y el Caribe.

Ante la fe en Jesucristo que he sentido vibrar en los corazones, y la devoción entrañable a su Madre, invocada aquí con títulos tan hermosos como el de Guadalupe yla Luz, que he visto reflejada en los rostros, deseo reiterar con energía y claridad un llamado al pueblo mexicano a ser fiel a sí mismo y a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valiente y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro.

También he sido testigo de gestos de preocupación por diversos aspectos de la vida en este amado país, unos de más reciente relieve y otros que provienen de más atrás, y que tantos desgarros siguen causando. Los llevo igualmente conmigo, compartiendo tanto las alegrías como el dolor de mis hermanos mexicanos, para ponerlos en oración al pie de la cruz, en el corazón de Cristo, del que mana el agua y la sangre redentora.

En estas circunstancias, aliento ardientemente a los católicos mexicanos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder a la mentalidad utilitarista, que termina siempre sacrificando a los más débiles e indefensos. Los invito a un esfuerzo solidario, que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos. Para los católicos, esta contribución al bien común es también una exigencia de esa dimensión esencial del evangelio que es la promoción humana, y una expresión altísima de la caridad. Por eso,la Iglesiaexhorta a todos sus fieles a ser también buenos ciudadanos, conscientes de su responsabilidad de preocuparse por el bien de los demás, de todos, tanto en la esfera personal como en los diversos sectores de la sociedad.

Queridos amigos mexicanos, les digo ¡adiós!, en el sentido de la bella expresión tradicional hispánica: ¡Queden con Dios! Sí, adiós; hasta siempre en el amor de Cristo, en el que todos nos encontramos y nos encontraremos. Que el Señor les bendiga y María Santísima les proteja. Muchas gracias.

©Librería Editorial Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 23:03  | Habla el Papa
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Lectio divina para el Miércoles Santo 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Mateo 26, 14 25”

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Meditación: 

“Uno de vosotros me va a entregar”

Da mucha tristeza y dolor ver cómo alguien que se ha llamado amigo comete una traición así. Pero, al mismo tiempo, el pensamiento se vuelve sobre mí. Yo me considero de tu grupo, te llamo amigo, Señor. He optado claramente por ti, pero en muchos momentos actúo como un desconocido, como un pequeño traidor. Digo acoger tu mensaje, pero lo llevo más colgado de los labios o metido en el bolsillo, que en el corazón.

Te llevo tan adentro que te tengo para mí y no te saco, puedo compartir la comida contigo, pero no te vivo sinceramente, no manifiesto tu imagen como se supone de un  amigo. Tu amor, y el amor que me llamas a manifestar, me cae grande y se me escurre entre mis palabras vacías.

Sí, también hay parte de traición, de abandono, de dejación, y también siempre hay algún tipo de “monedas” por medio. Mis intereses, mi comodidad, mis justificaciones, seguir la corriente fácil, ser apreciado y tenido en cuenta, y un etcétera que puedo ir añadiendo. Y así trato de compaginar algo que no es compaginable y que termina creando desencanto, cansancio y tristeza en mi interior, aunque a veces no sepa darle nombre y decir por qué.

Pero ante esta experiencia remueves mi interior con una gran fuerza, me llevas a mirarme en lo más íntimo de mí, descubrir la verdad que escondo, y me invitas a darme y darte mi respuesta.

Oración: 

“Poner vida”

Te pido que me ayudes a transformar mi corazón mediocre. Condúceme como tú sabes hacia ti. Aprovecha mis pequeños esfuerzos y multiplícalos, para que siempre, Señor, siempre, sea fiel a mis deseos, a mis anhelos, de Ti.

Señor, sigue habiendo muchas traiciones. El corazón humano sigue manifestándose duro, cerrado en sus intereses. Tú viniste a abrirlo diciéndonos cómo con tus palabras y, sobre todo, con tu propia vida. Me cuesta aprender y, sobre todo, desprenderme de mi caparazón que me “defiende”. Ayúdame a hacerme vulnerable al amor. Que no entre en el campo de la traición sino de la fidelidad. Que sepa poner vida siempre en mis palabras y en mis acciones.

Contemplación: 

“Levantar la mirada”

A veces me cuesta
levantar la mirada,
porque no está limpia, Señor.

Me avergüenza encontrarme
con la tuya,
olvidando que  nunca es de condena,
sino de ternura, de perdón
y de acogida.

Y cuando tímidamente lo hago,
me encuentro con la tuya,
nítida y limpia,
que sin palabras me habla,
y siempre, siempre,
me atrae y me sana.


Publicado por verdenaranja @ 22:35  | Liturgia
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Lunes, 02 de abril de 2012

ZENIT  nos  ofrece el texto de la homilía pronunciada por el santo padre durante las Vísperas el domingo 25 de marzo, a las 18 horas,  con los obispos de México y de América Latina, en la basílica-catedral de Nuestra Señora de la Luz de León, México.

Señores cardenales,
Queridos hermanos en el Episcopado:

Es un gran gozo rezar con todos ustedes en esta basílica-catedral de León, dedicada a Nuestra Señora de la Luz. En la bella imagen que se venera en este templo, la Santísima Virgen tiene en una mano a su Hijo con gran ternura, y extiende la otra para socorrer a los pecadores. Así ve a María la Iglesia de todos los tiempos, que la alaba por habernos dado al Redentor, y se confía a ella por ser la Madre que su divino Hijo nos dejó desde la cruz. Por eso, nosotros la imploramos frecuentemente como «esperanza nuestra», porque nos ha mostrado a Jesús y transmitido las grandezas que Dios ha hecho y hace con la humanidad, de una manera sencilla, como explicándolas a los pequeños de la casa.

Un signo decisivo de estas grandezas nos la ofrece la lectura breve que hemos proclamado en estas Vísperas. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Cristo, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento de hecho a las palabras de los profetas (cf. Hch 13,27). Sí, la maldad y la ignorancia de los hombres no es capaz de frenar el plan divino de salvación, la redención. El mal no puede tanto.

Otra maravilla de Dios nos la recuerda el segundo salmo que acabamos de recitar: Las «peñas» se transforman «en estanques, el pedernal en manantiales de agua» (Sal 113,8). Lo que podría ser piedra de tropiezo y de escándalo, con el triunfo de Jesús sobre la muerte se convierte en piedra angular: «Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente» (Sal117,23). No hay motivos, pues, para rendirse al despotismo del mal. Y pidamos al Señor Resucitado que manifieste su fuerza en nuestras debilidades y penurias.

Esperaba con gran ilusión este encuentro con ustedes, pastores de la Iglesia de Cristo que peregrina en México y en los diversos países de este gran continente, como una ocasión para mirar juntos a Cristo que les ha encomendado la hermosa tarea de anunciar el evangelio en estos pueblos de recia raigambre católica. La situación actual de sus diócesis plantea ciertamente retos y dificultades de muy diversa índole. Pero, sabiendo que el Señor ha resucitado, podemos proseguir confiados, con la convicción de que el mal no tiene la última palabra de la historia, y que Dios es capaz de abrir nuevos espacios a una esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5).

Agradezco el cordial saludo que me ha dirigido el señor arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano, haciéndose intérprete y portavoz de todos. Y les ruego a ustedes, pastores de las diversas Iglesias particulares, que, al regresar a sus sedes, trasmitan a sus fieles el afecto entrañable del papa, que lleva muy dentro de su corazón todos sus sufrimientos y aspiraciones.

Al ver en sus rostros el reflejo de las preocupaciones de la grey que apacientan, me vienen a la mente las Asambleas del Sínodo de los Obispos, en las que los participantes aplauden cuando intervienen quienes ejercen su ministerio en situaciones particularmente dolorosas para la vida y la misión de la Iglesia. Ese gesto brota de la fe en el Señor, y significa fraternidad en los trabajos apostólicos, así como gratitud y admiración por los que siembran el evangelio entre espinas, unas en forma de persecución, otras de marginación o menosprecio. Tampoco faltan preocupaciones por la carencia de medios y recursos humanos, o las trabas impuestas a la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su misión.

El sucesor de Pedro participa de estos sentimientos y agradece su solicitud pastoral paciente y humilde. Ustedes no están solos en los contratiempos, como tampoco lo están en los logros evangelizadores. Todos estamos unidos en los padecimientos y en la consolación (cf. 2 Co 1,5). Sepan que cuentan con un lugar destacado en la plegaria de quien recibió de Cristo el encargo de confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31), que les anima también en la misión de hacer que nuestro Señor Jesucristo sea cada vez más conocido, amado y seguido en estas tierras, sin dejarse amedrentar por las contrariedades.

La fe católica ha marcado significativamente la vida, costumbres e historia de este continente, en el que muchas de sus naciones están conmemorando el bicentenario de su independencia. Es un momento histórico en el que siguió brillando el nombre de Cristo, llegado aquí por obra de insignes y abnegados misioneros, que lo proclamaron con audacia y sabiduría. Ellos lo dieron todo por Cristo, mostrando que el hombre encuentra en él su consistencia y la fuerza necesaria para vivir en plenitud y edificar una sociedad digna del ser humano, como su Creador lo ha querido. Aquel ideal de no anteponer nada al Señor, y de hacer penetrante la Palabra de Dios en todos, sirviéndose de los propios signos y mejores tradiciones, sigue siendo una valiosa orientación para los pastores de hoy.

Las iniciativas que se realicen con motivo del Año de la fe deben estar encaminadas a conducir a los hombres hacia Cristo, cuya gracia les permitirá dejar las cadenas del pecado que los esclaviza y avanzar hacia la libertad auténtica y responsable. A esto está ayudando también la Misión continental promovida en Aparecida, que tantos frutos de renovación eclesial está ya cosechando en las Iglesias particulares de América Latina y el Caribe. Entre ellos, el estudio, la difusión y meditación de la Sagrada Escritura, que anuncia el amor de Dios y nuestra salvación. En este sentido, los exhorto a seguir abriendo los tesoros del evangelio, a fin de que se conviertan en potencia de esperanza, libertad y salvación para todos los hombres (cf. Rm 1,16). Y sean también fieles testigos e intérpretes de la palabra del Hijo encarnado, que vivió para cumplir la voluntad del Padre y, siendo hombre con los hombres, se desvivió por ellos hasta la muerte.

Queridos hermanos en el Episcopado, en el horizonte pastoral y evangelizador que se abre ante nosotros, es de capital relevancia cuidar con gran esmero de los seminaristas, animándolos a que no se precien «de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Co 2,2). No menos fundamental es la cercanía a los presbíteros, a los que nunca debe faltar la comprensión y el aliento de su obispo y, si fuera necesario, también su paterna admonición sobre actitudes improcedentes. Son sus primeros colaboradores en la comunión sacramental del sacerdocio, a los que han de mostrar una constante y privilegiada cercanía. Igualmente cabe decir de las diversas formas de vida consagrada, cuyos carismas han de ser valorados con gratitud y acompañados con responsabilidad y respeto al don recibido. Y una atención cada vez más especial se debe a los laicos más comprometidos en la catequesis, la animación litúrgica, la acción caritativa y el compromiso social. Su formación en la fe es crucial para hacer presente y fecundo el evangelio en la sociedad de hoy. Y no es justo que se sientan tratados como quienes apenas cuentan en la Iglesia, no obstante la ilusión que ponen en trabajar en ella según su propia vocación, y el gran sacrificio que a veces les supone esta dedicación. En todo esto, es particularmente importante para los Pastores que reine un espíritu de comunión entre sacerdotes, religiosos y laicos, evitando divisiones estériles, críticas y recelos nocivos.

Con estos vivos deseos, les invito a ser vigías que proclamen día y noche la gloria de Dios, que es la vida del hombre. Estén del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo. La Iglesia no puede separar la alabanza de Dios del servicio a los hombres. El único Dios Padre y Creador es el que nos ha constituido hermanos: ser hombre es ser hermano y guardián del prójimo. En este camino, junto a toda la humanidad, la Iglesia tiene que revivir y actualizarlo que fue Jesús: el Buen Samaritano, que viniendo de lejos se insertó en la historia de los hombres, nos levantó y se ocupó de nuestra curación.

Queridos hermanos en el Episcopado, la Iglesia en América Latina, que muchas veces se ha unido a Jesucristo en su pasión, ha de seguir siendo semilla de esperanza, que permita ver a todos cómo los frutos de la resurrección alcanzan y enriquecen estas tierras.

Que la Madre de Dios, en su advocación de María Santísima de la Luz, disipe las tinieblas de nuestro mundo y alumbre nuestro camino, para que podamos confirmar en la fe al pueblo latinoamericano en sus fatigas y anhelos, con entereza, valentía y fe firme en quien todo lo puede y a todos ama hasta el extremo. Amén.

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Lectio divina para el Martes SAnto 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura:

“Juan 13, 21 33. 36 38”

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?»

Le contestó Jesús: «Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado.»

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.»

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir."»

Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»

Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.»

Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres voces.»

Meditación:

“Daré mi vida por ti”

Puede parecer duro, pero tal vez es la única manera, la manera más extrema que los hombres, y parece ser que el mismo Dios, tiene para hablar de la esencialidad del amor como una respuesta a la humanización del hombre y de la historia.

Esta misma historia le da la razón. Porque es la ruptura del amor, su desvío, su manipulación, su olvido, lo que rompe las relaciones humanas, las distorsiona y nos hace incapaces de encontrarnos, generando toda clase de enfrentamientos, divisiones, violencias y toda clase de formas de dolor a las que asistimos impotentes, día tras día.

Tú, Señor, nos has presentado la imagen de un Dios que rompe todos los esquemas. Por eso tal vez no hay muchos que quieren seguirle. A todos nos gustaría un Dios imponiendo su poder, así sería creíble, pero no sería un Dios amor, un Dios que respetase la dignidad y libertad humana.

Así nos enseñan que ni siquiera el bien se puede imponer. El bien, la bondad, el amor, sólo se pueden ofrecer, regalar. Sólo pueden ser acogidos libremente, con el gozo de asumir sus exigencias y de convertirlas día tras día en actitudes de bien. Todavía parece que no lo llegamos a descubrir. Cuando lo empecemos a aprender descubriremos sus consecuencias. La gloria, la paz, el gozo que conlleva.

Oración:

“Un corazón limpio”

Me brota una petición de perdón porque sigo descubriendo muchas traiciones en mí. Seguimos aprovechando la oscuridad para hacer el mal, o con el mal hacemos y construimos noches, demasiadas noches de tristeza, de dolor. Seguimos dando palabras que no cumplimos, y apartando de nuestra vida a todo aquel que nos molesta de cualquier manera.

Señor, que aprenda fidelidad. Que aprenda perdón y amor como tú. Que aprenda a potenciar un corazón limpio, noble, que pueda caminar a la luz, sin nada que ocultar, predispuesto siempre a la bondad, al bien.

Contemplación:

“Cuántas noches”

Cuántas noches oscuras
se ciernen sobre mí.

Cuántas noches
que yo mismo he creado,
por interés,
por superficialidad,
por miedo.

Cuántas noches
en el interior de tantos
corazones,
envueltos en el celofán
de sus propios engaños.

Y tú,
víctima de la noche
y de la turbidez humana,
sigues ofreciendo tu pecho
para traspasarlo
o para dejar
que me apoye en él.

Y en mi desconcierto
te miro,
y me deseo en ti
y para ti.


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Lectio divina  para el Lunes Santo 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.

Lectura:

“Juan 12,1 11”

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servia, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se lleno de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?»

Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando.

Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.»

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Meditación:

“Le ungió”

De nuevo me pones ante una escena en la que me muestras unidas las dos caras opuestas de la moneda de la vida. Unidos el gesto más noble y la intervención más vil. Y algo dentro de mí se estremece al descubrir una vez más la pobreza, o lo rastrero muchas veces, del corazón humano, también de mi corazón.

Por eso, si me repele la actitud de Judas, es porque hay algo de él dentro de mí, y me asusta. Y también algo de esos sacerdotes que se mueven únicamente en defensa de sus intereses, por encima del bien y de la verdad. Pero siento que en mí, de igual modo, hay algo de María y, desde ella, quisiera que lo mejor de mí, lo más valioso de mi existencia no se quede en mi bolsa sino que lo convierta cada día en don, cuya fragancia haga bien a muchos.

En este preámbulo de tu muerte, Señor, todo sale a flote y me interpela. Tu donación, desde la inocencia más absoluta, desde la opción más transparente por todo lo que le dignifica al hombre y le muestra su grandeza. Por todo lo que me descubre mis potencialidades para el bien, me invita y me hace sentir el deseo de que mi respuesta sea más radical, más ilusionada, más sincera, más auténtica.

Oración:

“Ser fragancia”

Nunca mi acción de gracias será suficiente para expresar todo lo que en lo más íntimo de mí se despierta al recordar tu opción de amor hasta las últimas consecuencias, por mí y por toda la humanidad. Tu entrega total fue la rúbrica de la verdad, de la totalidad de tu amor, sin concesiones. Y es que el amor auténtico sólo puede ser así, entrega, donación, perdón.

Quiero ser don, Señor, quiero ser fragancia que haga bien, quiero ser perfume derramado, frasco abierto, y no bolsa cerrada en mi egoísmo, aunque tenga mucho peso y valor. Si tú quieres, Señor, ayúdame a conseguirlo cada día un poco más y mejor.

Contemplación:

“Exhalar tu olor”

Tu amor es perfume
que penetra,
que inunda,
que me embarga,
y quiere envolverme
en Ti.

Y, así, impregnado
de Ti,
déjame exhalar tu olor.

Que mis gestos de amor
sean aroma y fragancia
de tu cercanía,
de tu presencia,
de tu bondad y tu fuerza,
que se extiendan
y hagan sentir
a mi alrededor
que tú estás.


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Domingo, 01 de abril de 2012

Lectio divina para el Domingo de Ramos - B - 2012, ofrecida por la Delegación Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Tenerife.

Lectura: 

“Marcos 11, 110”

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto.

Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico? Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: Viva, bendito el que viene en nombre del Señor.

Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Viva el Altísimo!

Meditación: 

“El Señor lo necesita”

Abrimos la puerta dela Semanasanta y entramos en ella bajo gritos de alabanza, así culminará, aunque el paso no sea fácil. Va a ser una semana intensa de sentimientos y de acontecimientos, acontecimientos miserables, donde vamos a palpar la mayor bajeza humana, y la mayor respuesta que el hombre jamás ha podido esperar, aunque a muchos les deje indiferentes, la respuesta salvadora de Dios, tras la donación de su vida.

Y en este proceso toda una serie de preparativos, primero de Jesús, que es el único que sabe el valor, la fuerza, la tragedia y la grandeza del momento. Sus discípulos y la gente en otra órbita, pero intuyendo que ahí sucede algo especial. Y en medio de todo ello, un personaje anónimo, pero del que necesita Jesús para realizar su gesto, un borrico.

No vamos a entrar en el significado bíblico de si los reyes entraban o no montados en uno, o si es gesto de humildad, o…. No, sencillamente, Dios hace que todo sirva, que todo entre, que todo sea necesario. La creación entera, animales,  hombres, ramas, todo forme parte de su aclamación,  porque toda la creación va a ser redimida, toda entera, como dirá Pablo, va a entrar en la renovación, en la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra.

Y apoyado en esa imagen, en toda esa escena, saber que yo también entro, que a mí, a cada uno de nosotros, Dios nos necesita. Nos necesita para entre todos, en torno a él, hacer posible una humanidad unida que, alabando a Dios, colabore en la realización de un  mundo nuevo, porque con él y desde él es posible. Me reconozco insignificante, anónimo, con un entorno limitado, con pocas o muchas cualidades, pero el Señor me necesita para realizar conmigo y a través de mí su obra de salvación. Hoy, sin más, para unirme a ese grupo, alrededor de ese borrico sobre el que va montado, y que Jesús necesitaba, y aclamar a los cuatro vientos, que todos se enteren, aunque no lo quieran oír: Bendito el que viene, porque es él quien nos hace benditos a todos, nos descubre la grandeza de nuestra naturaleza y nos ofrece la salvación por la fuerza salvadora de su amor, manifestada en su muerte y resurrección.

Oración: 

“Gracias por tu salvación”

Señor, no te voy a decir que me gustaría ser borrico porque sería ridículo. Pero me gusta el signo porque de alguna manera, has querido acercar todo a ti y me abres a la grandeza de mi propia vida. Sobre la creación te sitúas encima, como en el borrico, pero sobre la humanidad, sobre el hombre, sobre mí, te has querido situar dentro. Has venido para confirmarme tu deseo de formar parte de mí, de caminar no sólo conmigo sino en mí. Nos has creado a tu imagen y semejanza y quieres identificarte con nosotros y que nosotros nos lleguemos a identificar contigo, no para dejar de ser nosotros, sino para descubrir nuestro yo más auténtico. Gracias, Señor, por este desbordante milagro de amor. Gracias por tu donación, gracias por tu salvación.        

Contemplación: 

“Bendito”

Bendito tú que viniste
a salvarnos.

Bendito tú que vienes
a salvarme,
Bendito tú que vendrás
a culminar tu salvación.

Bendito porque sin necesitarme
quieres necesitarme.

Bendito porque en mi pequeñez
manifiestas mi grandeza.

Bendito sí, bendito tú
y bendito yo en tu nombre.


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Benedicto XVI: "Dios quiere que seamos felices"

Discurso del papa a los niños en la plaza dela Pazde Guanajuato

ZENIT nos ofrece el texto del discurso de Benedicto XVI a los niños  en la plaza de la Paz de Guanajuato el sábado 24 de Marzo de 2012.

Queridos niños:

Estoy contento de poderlos encontrar y ver sus rostros alegres llenando esta bella plaza. Ustedes ocupan un lugar muy importante en el corazón del papa. Y en estos momentos quisiera que esto lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones. Gracias por este encuentro de fe, por la presencia festiva y el regocijo que han expresado con los cantos. Hoy estamos llenos de júbilo, y eso es importante. Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros podremos cambiar el mundo. Ese es el secreto de la auténtica felicidad.

Este lugar en el que nos hallamos tiene un nombre que expresa el anhelo presente en el corazón de todos los pueblos: «la paz», un don que proviene de lo alto. «La paz esté con ustedes» (Jn 20,21). Son las palabras del Señor resucitado. Las oímos en cada Misa, y hoy resuenan de nuevo aquí, con la esperanza de que cada uno se transforme en sembrador y mensajero de esa paz por la que Cristo entregó su vida.

El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad. Él quiere escribir en cada una de sus vidas una historia de amistad. Ténganlo, pues, como el mejor de sus amigos. Él no se cansará de decirles que amen siempre a todos y hagan el bien. Esto lo escucharán, si procuran en todo momento un trato frecuente con él, que les ayudará aun en las situaciones más difíciles.

He venido para que sientan mi afecto. Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia,la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones.

Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza.

Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos. Cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia para llevar un estilo de vida cristiano. Participen enla Misadel domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad. Eso mismo vivieron los beatos Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala, que conociendo a Jesús, en tiempos de la primera evangelización de México, descubrieron que no había tesoro más grande

que él. Eran niños como ustedes, y de ellos podemos aprender que no hay edad para amar y servir.

Quisiera quedarme más tiempo con ustedes, pero ya debo irme. En la oración seguiremos juntos. Los invito, pues, a rezar continuamente, también en casa; así experimentarán la alegría de hablar con Dios en familia. Recen por todos, también por mí. Yo rezaré por ustedes, para que México sea un hogar en el que todos sus hijos vivan con serenidad y armonía. Los bendigo de corazón y les pido que lleven el cariño y la bendición del Papa a sus padres y hermanos, así como a sus demás seres queridos. Quela Virgenles acompañe.

Muchas gracias, mis pequeños amigos.

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Publicado por verdenaranja @ 19:00  | Habla el Papa
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ZENIT nos ofrece el artículo habitual de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, que trata sobre la visita del papa a su país.

Benedicto XVI y nuestra crisis de fe
Abrir la mente y el corazón a sus mensajes

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Ante la visita del Papa a nuestra patria, que decidió realizar, como lo dijo el 12 de diciembre pasado, para “proclamarla Palabrade Cristo” y afianzarnos en “la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”, hemos de preguntarnos cómo está nuestra fe: ¿Es firme, recia, adulta, instruida, transformante? ¿O es una fe infantil, tambaleante, débil, no ilustrada, ritualista, intimista? La intención del Papa es confirmarnos en la fe, alentarnos hacia una fe recia; pero depende de la disposición de cada quien para dejarse iluminar. Para quienes no quieren cambiar ni cuestionar su vida desordenada, su visita es intrascendente, anecdótica, transitoria, e incluso para algunos grupos beligerantes, ocasión para ofenderlo y mofarse sin respeto ni educación.

En muchas partes del mundo, sin excluirnos nosotros, hay lo que ha calificado el papa como una crisis de fe. Se nota en la secularización creciente, en la disminución de católicos practicantes, en los divorcios y la inestabilidad de los matrimonios, en un laicismo intolerante, en el desprecio a la vida incipiente, en los ataques a la libertad religiosa. Por ello, nos ha convocado a un Año dela Fe, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. Por ello, también, su sacrificio de hacer estos viajes tan agotadores con tal de anunciar el Evangelio e invitarnos a una vivencia más auténtica de nuestra fe católica. Es admirable su empeño evangelizador, dada su avanzada edad.

CRITERIOS

Durante nuestra Visita Ad Limina en septiembre de 2005, nos dijo a los obispos: “México tiene ante sí el reto de transformar sus estructuras sociales para que sean más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales. A esta tarea están llamados a colaborar los católicos, que constituyen aún la mayor parte de su población, descubriendo su compromiso de fe y el sentido unitario de su presencia en el mundo. Pues, de lo contrario, la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo.

Muchos bautizados, influenciados por innumerables propuestas de pensamiento y de costumbres, son indiferentes a los valores del Evangelio e incluso se ven inducidos a comportamientos contrarios a la visión cristiana de la vida, lo que dificulta la pertenencia a una comunidad eclesial. Aun confesándose católicos, viven de hecho alejados de la fe, abandonando las prácticas religiosas y perdiendo progresivamente la propia identidad de creyentes, con consecuencias morales y espirituales de diversa índole.

El pueblo mexicano, rico por sus culturas, historia, tradiciones y religiosidad, se caracteriza por su alegría y un profundo sentido de la fiesta. Esta es una de las muestras del júbilo cristiano ya desde la primera evangelización, que da gran expresividad a las manifestaciones de la religiosidad popular. Corresponde a los pastores orientar esta peculiaridad tan común en los fieles mexicanos hacia una fe sólida y madura, capaz de modelar una conducta de vida coherente con lo que se profesa con alegría. Ello avivará también el creciente impulso misionero de los mexicanos”.

PROPUESTAS

Recibámoslo con apertura de mente y de corazón; centrémonos en sus mensajes, sin distraernos en anécdotas secundarias; perdonemos con tolerancia a los grupúsculos que aprovechan su visita para hacerse publicidad, insultándolo; oremos para que se logre el objetivo de ser confirmados en nuestra fe.

Cada quien revisemos cuán sólida es nuestra adhesión a Jesús; cuán coherente es nuestra vida diaria con la fe que decimos profesar. ¿Es el Evangelio el que ilumina y guía nuestras decisiones? ¿Esla Palabrade Dios la que moldea nuestros criterios, nuestros puntos de vista? La política, la educación, la economía, las leyes, las costumbres, la familia, los medios de comunicación, las vacaciones, las relaciones sociales, las contiendas electorales, ¿reflejan un país católico?


Publicado por verdenaranja @ 18:53  | Hablan los obispos
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