Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la celebración de Nuestra Señora del Carmen (15 de julio de 2012). (AICA)
Le confiamos a María el Año de la Fe
Queridos hermanos:
Celebramos las fiestas patronales de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de esta Parroquia. Nos unimos también y saludamos a las parroquias y capillas de nuestra Arquidiócesis que también celebran este día; así como al Carmelo de Pueblo Esther, que renueva con su vida, la espiritualidad carmelitana.
A la Santísima Virgen le confiamos nuestras necesidades, ya que la Madre de Dios escucha las oraciones, las confidencias y la gratitud de los fieles que le confían; y lo hace también hoy, intercediendo por nosotros.
La Virgen del Carmen toma su advocación del Monte Carmelo
La imagen de la Virgen del Carmen toma su advocación del Monte Carmelo, la viña de Dios. El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Sagrada Escritura (ls. 35, 2), fue siempre un monte sagrado. En este monte rezaba el profeta Elías; y tal era su confianza en Dios, que en una ocasión en la que faltaba agua porque su pueblo se había alejado de Dios, el profeta se puso a rezar en la cima del Monte. Entonces comenzó a verse una pequeña nube, como una pequeña mano. Con esto entendió Elías que ya iban a llegar las lluvias; y la nube fue creciendo y se convirtió en una fuerte lluvia que alegró a aquellas gentes que llevaban tantos meses sin agua.
La Iglesia vio en esa nubecilla que apareció en el Monte Carmelo el anuncio de María, la cual recibió la noticia más grande y hermosa que es Cristo, y por ella llegó a nosotros. María nos abre las puertas a Cristo.
La Virgen y el Año de la Fe
El Año de la fe, convocado por el Papa Benedicto XVI que ya estamos preparando, para comenzarlo en el mes de octubre, nos habla de la Puerta de la Fe. Jesús es la puerta de la salvación y de la vida, por quien se nos abren las puertas de la salvación.
Pero también, los Padres de la Iglesia aplicaban a María la imagen de la puerta, porque la ven como una nueva Eva; así como también por su maternidad virginal; y por su intercesión suplicante en favor de sus hijos (cfr.M.V.M,nº 46,p.205).
a. La Virgen, con su sí humilde, nos abre las puertas que Eva, por su soberbia, había cerrado. Como nos dice el Magnificat, “El Señor exaltó a los humildes , y dispersó a los soberbios de corazón”.
Esas puertas se han vuelto a abrir por María; y lo hará nuevamente en el Año de la Fe. Necesitamos la humildad de María parta vivir la fe, y abatir la superficilidad de una vida sin alma, de una cultura sin corazón.
b. Pero también María es la puerta por su maternidad virginal, Ella es puerta de la vida, por la que llegó a nosotros la salvación del mundo. La puerta luminosa del cielo, de su sí generoso, por quien llegó Cristo, luz del mundo.
Necesitamos encontrarnos con Cristo, el único Salvador, no solo en la vida de oración a la que nos dispone la fe; sino también en la vida cotidiana., alejándonos del camino fácil y tentador de la satisfacción de todo deseo, y buscando la caridad.
c. Finalmente, María es la puerta de la súplica y de la intercesión, por la que llegan a nosotros los dones de Dios. Por su intercesión llegan a nosotros, que acudimos a Ella, lo que pedimos con fe a su Hijo Jesucristo (Pref. B.V.M).
Necesitamos acudir a María, que es la puerta de cielo, y confiarle las puertas de Año de la Fe. Pensemos que la fe “no es un presupuesto obvio de la vida común”. Al contrario, muchas veces se la niega o menosprecia en la sociedad. Mientras que nos ayudaba reconocer un tejido cultural, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy ya no parece que sea así, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas (cfr. Porta Fidei, nº 2).
Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino
La pregunta planteada por los que lo escuchaban a Jesús, hoy es también la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creán en el que Él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
Por esto recordemos las palabras del Señor :«Trabajen… por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). En este sentido, el Año de la fe es una invitación a una auténtica conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, su muerte y resurrección, ha revelado el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4).
Le pedimos a la Virgen por nuestras necesidades
Finalmente, la devoción a la Virgen del Carmen que nos invita a contemplarla en relación a las puertas de la fe, también nos invita, como dijimos, a acudir a Ella en nuestras necesidades.
En el Padrenuestro pedimos a Dios que nos libre de todo mal, especialmente del pecado, que es el mayor mal que puede tener el hombre.
Hay también otros males de muchas clases, como infidelidades, enfermedades, angustias de la vida, falta de lo necesario para vivir. De todos estos males pedimos a Dios que nos libre, pues Dios es nuestro Padre y en el momento que convenga El nos ayudará a salir de nuestro dolor.
De un modo particular pedimos por la seguridad en nuestros barrios. Esta seguridad tiene que ver principalmente con la protección que nos debe proporcionar la autoridad; sin embargo muchas veces la falta de respeto por la persona y la violencia que se experimenta tiene relación con el amor y la unión en la familia; con una educación que aliente a formar los valores morales; al hecho que la droga sea un mal que se expande; y a que frecuentemente la sociedad le da la espalda a Dios, a su ley, a su Gracia, o al mismo Jesucristo.
La vida que Dios le da al hombre es mucho más que existir. Es buscar y trabajar por una plenitud de vida, es germen de una existencia nueva que supera los límites del tiempo, y se abre a la eternidad (cfr. E.V.,nº 34).
Confiemos a la Virgen María la preparación del Año de la fe. Que Ella nos ayude a abrir las puertas de la fe, para alcanzar un acercamiento filial a Cristo, el Señor, ya que nos ama y nos invita a seguirlo.
Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario