ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus el domingo 30 de Septiembre de 2012 dirigidas a los fieles y a los peregrinos presentes.
¡Queridos hermanos y hermanas!
El Evangelio de este domingo nos presenta uno de esos episodios de la vida de Cristo, que, a pesar de ser tomado, por así decirlo, al paso, contiene un profundo significado (cf. Mc. 9,38-41). Se trata del hecho de que un sujeto, que no era de los seguidores de Jesús, había echado fuera demonios en su nombre. El apóstol Juan, joven y celoso como era, quería impedírselo, pero Jesús no se lo permite, y en cambio, aprovecha la oportunidad para enseñar a sus discípulos que Dios puede hacer cosas buenas e incluso milagrosas, aún fuera de su círculo, y que se puede cooperar con el Reino de Dios en varias maneras, incluso al ofrecer un simple vaso de agua a un misionero (v. 41).
San Agustín escribe a propósito: "Como en la Católica, --es decir, en la Iglesia--, se puede encontrar lo que no es católico, así fuera de la Católica puede haber algo de lo católico" (San Agustín,Sul battesimo contro i donatisti: PL 43, VII, 39, 77). Por lo tanto, los miembros de la Iglesia no deberían sentir celos, sino regocijarse si alguien de fuera de la comunidad hace el bien en el nombre de Cristo, siempre que lo haga con rectitud de intención y con respeto. Incluso dentro de la propia Iglesia, puede suceder que a veces cuesta valorar y apreciar, en un espíritu de comunión profunda, las cosas buenas hechas por las diversas realidades eclesiales. En su lugar, todos debemos ser capaces de apreciarnos y estimarnos siempre entre sí, alabando al Señor por la infinita "fantasía" con la cual actúa en la Iglesia y en el mundo.
En la liturgia de hoy resuena también la invectiva del apóstol Santiago con los ricos deshonestos, que ponen su confianza en las riquezas acumuladas a fuerza de opresión (cf. St. 5,1-6). En este sentido, Cesáreo de Arles indica en un discurso: "La riqueza no puede herir a un hombre bueno, porque la da con misericordia, así como no puede ayudar a un hombre malo, porque la conserva con avidez o la desperdicia en la disipación" (Sermón 35, 4). Las palabras del apóstol Santiago, mientras nos advierten del vano deseo de los bienes materiales, constituyen un fuerte llamado para usarlos en la perspectiva de la solidaridad y del bien común, siempre actuando con justicia y moralidad, a todos los niveles.
Queridos amigos, por intercesión de la Santísima Virgen María, oremos para que sepamos regocijarnos por cada gesto e iniciativa de bien, sin envidia ni celos, y usar sabiamente de los bienes terrenales en la continua búsqueda de los bienes eternos.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana
ZENIT nos ofrece el artículo del obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, quien pone como ejemplo de diálogo el próximo encuentro que se tendrá en este país con el tema de la paz.
Encuentro Fe y Cultura
Próximo 'Diálogo por la paz en México', en el marco del Atrio de los Gentiles
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
HECHOS
Los días 3 y 4 de octubre, varias instituciones hemos organizado un Diálogo por la paz en México, con el objetivo de que, creyentes y no creyentes, pongamos en común nuestros puntos de vista sobre cuatro temas, a cual más apasionante: Dolor y sufrimiento de un país; diálogo que nos reconcilia; estrategias para la reconstrucción y esperanzas para el futuro. Hemos invitado a personas de muy diversas tendencias, que generosamente han aceptado compartir su visión, pues estamos convencidos de que no podemos quedarnos en quejas y lamentos ante la situación que vivimos, sino proponer caminos para salir adelante, sobre todo en bien de quienes más sufren.
Las instituciones convocantes somos el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, el Centro de Investigación y Docencia en Economía, la Universidad Pontificia de México, el Instituto Mexicano de Doctrina Social, la Universidad Iberoamericana, el Centro Universitario Cultural y la Dimensión de Pastoral de la Cultura del episcopado mexicano, que presido.
El Diálogo se llevará a cabo en la ciudad de México, y sigue la inspiración del Atrio de los Gentiles, propuesto por el Papa. Tendremos una representación del Pontificio Consejo de la Cultura. Culminaremos con un Concierto por la Paz.
¿Qué nos mueve al organizar este encuentro? La convicción de que es tiempo de escucharnos todos con respeto, en vez de sólo descalificarnos con desconfianzas y condenaciones. La fe no es ajena al mundo de la cultura, la ciencia, la política, la economía; tiene mucho que ofrecer. El ambiente amplio de quienes generan pensamiento, cultura, opciones sociales y políticas, puede escuchar a quienes nos confesamos discípulos de Jesús. Todos podemos aportar al bien común lo que somos y pensamos.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, dice claramente: “La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa carta de ciudadanía de la religión cristiana. La negación del derecho a profesar públicamente la propia religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del ámbito público, así como el fundamentalismo religioso por otro lado, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad” (No. 56).
PROPUESTAS
En las familias, en la escuela, en los sindicatos, entre los partidos políticos, entre las religiones, entre los grupos eclesiales, entre las diferentes tendencias que hay en la sociedad y en las Iglesias, es necesario aprender a dialogar, a escucharnos unos a otros con respeto, pero sobre todo con humildad, para aprender de los demás, para dejarnos ayudar a ser más fieles a nuestra identidad y vocación. Imaginar que los otros están equivocados en todo y que nada nos pueden ofrecer, es una actitud de soberbios y engreídos. Los verdaderamente sabios están abiertos a apreciar los valores que otros poseen y enriquecerse con sus aportes. Jesucristo, siendo Dios, se humilló y se hizo uno como nosotros. Aprendamos de El.
Reflexión a las lecturas del domingo veintiséis del Tiempo Ordinario- B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 26º del T. Ordinario B
Si algo aprendemos en la Historia de la Salvación es que Dios no se deja manipular y, mucho menos, monopolizar por nadie. Que tiene un corazón muy grande donde cabemos todos los que soñamos y luchamos por el bien. Pero que no tiene cabida el que hace el mal si no se convierte.
Es lo que contemplamos en el Evangelio de hoy: El escenario es el mismo del domingo pasado: Jesús ha llegado a Cafarnaún con los Doce y está en casa y con ellos habla del Reino de Dios. Los apóstoles le dicen a Jesús que han visto a uno que echaba demonios en su nombre, y quisieron impedírselo porque no era del grupo de los discípulos, “no es de los nuestros”. Pero Jesús les advierte que en el Reino no se reacciona así, porque no se puede estar con Él y contra de Él al mismo tiempo; porque “el que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Y continúa hablándoles: Del vaso de agua que se da por amor al Mesías, del escándalo y de la necesidad de hacer el bien y no el mal para tener parte en la Vida, en el Reino de Dios.
Hemos de estar dispuestos a perderlo todo, incluso lo más querido: el ojo, el pie, la mano…, antes que perder el Reino de Dios.
La primera lectura, como siempre es anticipo y preparación a la enseñanza del Evangelio. En el Campamento de Moisés también quieren impedir que Eldad y Medad profeticen porque no estaban en el grupo de los setenta ancianos, cuando bajó sobre ellos el Espíritu del Señor. Moisés también deja que profeticen. Se trata de que se haga el bien, de que hable el Espíritu del Señor y cuantos más hablen, mejor...
De este modo comprendemos que Dios no quiere a los creyentes aislados, sectarios, agresivos.., sino abiertos al bien y a todo el que haga el bien. Como si se tratara de un imposible, Moisés dice: “¡Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!”.
Pues eso se ha hecho realidad: El día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, que no eran oficialmente profetas... Y aquello se interpretó como el cumplimiento de esta profecía de Joel: “Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos e hijas, vuestros ancianos soñarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones.” (Hch 2, 16-17).
Y los Apóstoles no sólo recibieron el Espíritu Santo sino también la misión de darlo a todos los fieles. Contemplamos hasta qué punto se ha ampliado la presencia y la acción del Espíritu Santo en el mundo, en la Historia. Es consecuencia del Misterio de la Pascua.
En la Liturgia de ese día proclamamos también que “El Espíritu del Señor llena la tierra”, que llena con su presencia el universo. Y “promueve la verdad, la bondad y la belleza; y alienta en la Humanidad la firme esperanza de una tierra nueva”. (Cfr. L. Sede) Por eso, decimos muchas veces que el Espíritu del Señor actúa también más allá de las fronteras visibles de la Iglesia.
Desde antiguo, se ha acuñado la expresión “semina Verbi”: “Las semillas del Verbo”.
Son aquellas realidades, personas, acontecimientos… que parecen sembrados por el Verbo de Dios y que son como “señales de su paso”. Y, al mismo tiempo, son signos luminosos que conducen a todos los hombres a la verdadera Iglesia de Cristo, a la salvación.
Por este camino, nos encontramos en el corazón del Movimiento Ecuménico y de otros movimientos, personas e instituciones que propugnan la unidad de los creyentes y de todos los hombres de buena voluntad, para una acción común en el mundo.
Y todo, como ya sabemos, para bien del hombre, de todo hombre y de cada hombre por el que Cristo murió; para su alegría y su dicha, en el tiempo y en la eternidad.
¡A Él la gloria por los siglos!
¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.
Más vale prevenir que lamentar
Comentario al evangelio del Domingo 26° del T.O./B
P. Jesús Álvarez, ssp
"Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga."(Mc. 9, 38-43.45.47-48)
Los discípulos de Jesús pretendían tener el monopolio de los milagros, de la verdad, del bien, de la fe, de la salvación y hasta del mismo Dios. El móvil solapado era el dominio y los privilegios, no el servicio humano y salvífico a favor de la humanidad. Lamentablemente eso sigue dándose hoy en tantos grupos de la Iglesia católica, de las iglesias hermanas, de otras confesiones religiosas y de las sectas.
Gracias a Dios, el Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere, mucho más allá de los cálculos y límites de los acaparadores y sectarios, “gente bien”, que creen ser los únicos dueños de la verdad y de toda la verdad.
¿Vamos a sentirnos recelosos porque la salvación de Dios, de Jesús, no pase en exclusiva por nuestros grupos, por nuestros reducidos criterios y esquemas? Más bien sintámonos felices porque Dios rompe esas barreras, y alabémoslo con gratitud porque así lo hace, y sobre todo porque nos ofrece la posibilidad de compartir su obra de salvación universal en unión con nuestro Redentor, mediante todos los recursos a nuestro alcance: oración, palabra, obras, ejemplo y padecimientos asociados a los que Cristo ofreció “por ustedes y por todos los hombres”.
La obra de salvación más eficaz y universal es la Eucaristía, pues en ella se nos ofrece la posibilidad de compartir con Cristo mismo la salvación de la humanidad, sumándonos al sacrifico eucarístico como ofrendas vivas, santas y agradables al Padre. A partir de la Eucaristía, Cristo hace llegar su salvación más allá de todas las fronteras geográficas, religiosas, de raza, de clases. Y desde la Eucaristía nos admite a compartir con Él la insondable obra de la salvación universal.
Por ahí van los caminos del ecumenismo, de un sano pluralismo, que llevará a realizar el anhelo de Jesús: “Padre, que todos sean uno”; “Que haya un solo rebaño bajo un solo Pastor”. Firmes en la fe, hay que admirar, acoger y apoyar todo lo bueno, esté donde esté y venga a través de quien venga, pues el bien solo puede proceder del Espíritu Santo.
Jesús nos habla hoy también del escándalo, que es inducir a otros al mal, con malas acciones, palabras, gestos, actitudes u omisiones, destruyendo la fe en el corazón de los sencillos. Jesús considera el escándalo de tan extrema gravedad, que afirma que más valdría ser arrojados al fondo del mar, antes que fracasar la vida en el tormento eterno a causa del escándalo.
¡Cuánto debemos orar, trabajar y ofrecer las cruces --y sobre todo la Eucaristía--, por la salvación de los que hemos escandalizado, tal vez de mil maneras, durante nuestra vida!
El Señor se refiere igualmente al escándalo personal al que nos puede llevar el instinto mediante los ojos, los oídos, el tacto, gusto, con riesgo de perderse a sí mismo y perder la herencia eterna que Cristo nos ganó con su vida, pasión, muerte y resurrección.
Por eso pedimos una y otra vez en el Padre nuestro: “No nos dejes caer en tentación y líbranos de mal”. Líbranos sobre todo del máximo mal: perderte a ti, suma Felicidad sin fin, y perderse a sí mismo en el tormento de la infelicidad eterna. Más vale ir al cielo mancos, cojos o ciegos (pues se curarán con la resurrección, como Cristo), que al infierno con todos los miembros.
Vale más ser prevenidos en tiempo que lamentarse eternamente.
ZENIT nos ofrece el texto íntegro del discurso del santo padre Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 26 de SEptiembre de 2012 dirigido a los grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y otros países.
Queridos hermanos y hermanas:
En los últimos meses hemos caminado a la luz de la Palabra de Dios, para aprender a orar de un modo más auténtico, observando algunas grandes figuras del Antiguo Testamento, los Salmos, las epístolas de san Pablo y el Apocalipsis, pero también contemplando la experiencia única y fundamental de Jesús, en su relación con el Padre Celestial. De hecho, solo en Cristo, el hombre está capacitado para unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de un niño ante un padre que lo ama, sólo en Él podemos acudir con toda verdad a Dios llamándolo con afecto "¡Abbá!, ¡Padre!" Al igual que los Apóstoles, también nosotros hemos repetido en estas semanas y le repetimos a Jesús hoy: "Señor, enséñanos a orar" (Lc. 11,1).
Además, para aprender a vivir con mayor intensidad la relación personal con Dios, hemos aprendido a invocar al Espíritu Santo, primer don del Resucitado a los creyentes, porque es él quien "viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rm. 8,26), dice san Pablo, y sabemos que está en lo correcto.
En este punto, después de una larga serie de catequesis sobre la oración en la Escritura, podemos preguntarnos: ¿cómo puedo dejarme formar por el Espíritu Santo y por lo tanto volverme capaz de entrar en la atmósfera de Dios, de orar con Dios? ¿Cuál es esta escuela en la cual Él me enseña a orar, viene y me ayuda en mi esfuerzo por dirigirme de la manera correcta a Dios? La primera escuela para la oración –lo hemos visto en estas semanas-- , es la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura es un permanente diálogo entre Dios y el hombre, un diálogo progresivo en el que Dios se muestra cada vez más cerca, en el que podemos conocer cada vez mejor su rostro, su voz, su ser: y el hombre aprende a aceptar el poder conocer a Dios, de hablar con Dios. Así es que, en estas semanas, leyendo la Sagrada Escritura, hemos intentado, con la Escritura, a partir de este diálogo permanente, a aprender cómo podemos ponernos en contacto con Dios.
Hay otro valioso "espacio", otra valiosa "fuente" para crecer en la oración, una fuente de agua viva en estrecha relación con la anterior. Me refiero a la liturgia, que es un lugar privilegiado en el que Dios nos habla a cada uno de nosotros, aquí y ahora, y espera nuestra respuesta.
¿Qué es la liturgia? Si abrimos el Catecismo de la Iglesia Católica --subsidio siempre valioso, yo diría fundamental--, se lee que en un principio la palabra "liturgia" significa "servicio de parte de y en favor del pueblo" (n. 1069). Si la teología cristiana tomó esta palabra del mundo griego, lo hace obviamente pensando en el nuevo Pueblo de Dios nacido de Cristo, que abrió sus brazos en la cruz para unir a los hombres en la paz del único Dios. "Servicio a favor del pueblo", un pueblo que no existe por sí mismo, sino que se ha formado a través del Misterio Pascual de Jesucristo. De hecho, el Pueblo de Dios no existe por lazos de sangre, de territorio o nación, sino nace siempre de la obra del Hijo de Dios y de la comunión con el Padre que Él nos obtiene.
El Catecismo también dice que "en la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en 'la obra de Dios'" (n. 1069), porque el pueblo de Dios como tal existe solo por obra de Dios.
Esto nos lo ha recordado el propio desarrollo del Concilio Vaticano II, que inició su trabajo hace cincuenta años, con la discusión del proyecto sobre la sagrada liturgia, aprobado solemnemente después el 4 de diciembre de 1963, y que fue el primer texto aprobado por el Concilio. Que el documento sobre la liturgia fuese el primer resultado de la asamblea conciliar, tal vez fue considerado por algunos una casualidad. Entre los muchos proyectos, el texto sobre la sagrada liturgia parecía ser el menos controvertido y, justo por esta razón, pudo ser una especie de ejercicio para aprender la metodología de trabajo conciliar. Pero sin duda, lo que a primera vista puede parecer una casualidad, resultó ser la mejor opción, incluso en la jerarquía de los temas y tareas más importantes de la Iglesia. Comenzando así, con el tema de la "liturgia", el Concilio puso de manifiesto muy claramente la primacía de Dios, su principal prioridad. En primer lugar Dios: esto nos explica la elección conciliar de partir de la liturgia. Donde la mirada de Dios no es decisiva, todo lo demás pierde su orientación. El criterio básico para la liturgia es su orientación hacia Dios, para que podamos participar así de su obra.
Pero podemos preguntarnos: ¿cuál es esta obra de Dios a la que estamos llamados a participar? La respuesta que nos da la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia es aparentemente doble. En el número 5 nos dice, en efecto, que la obra de Dios son sus acciones históricas que nos traen la salvación, que culminan en la muerte y resurrección de Jesucristo; pero en el número 7 de la Constitución se define la celebración de la liturgia como "la obra de Cristo". De hecho, estos dos significados son inseparables.
Si nos preguntamos qué salva al mundo y al hombre, la única respuesta es Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado. ¿Y donde está presente para nosotros, para mí hoy el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta es: en la acción de Cristo a través de la Iglesia, en la liturgia, sobre todo en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, quien nos ha redimido; en el Sacramento de la Reconciliación, en el cual se pasa de la muerte del pecado a la nueva vida; y en los otros actos sacramentales que nos santifican (cf. Presbyterorum ordinis, 5). Por lo tanto, el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo es el centro de la teología litúrgica del Concilio.
Vamos a dar un paso más y preguntarnos: ¿de qué modo se hace posible esta actualización del Misterio Pascual de Cristo? El beato Juan Pablo II, a 25 años de la constitución Sacrosanctum Concilium, escribió: "Para actualizar su misterio pascual, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas. La Liturgia es, por consiguiente, el «lugar» privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien Él envió, Jesucristo (cf. Jn. 17,3)" (Vicesimus Quintus annus, n. 7). En el mismo sentido, lo leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica de la siguiente manera: "Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y de palabras". (n. 1153). Por lo tanto, el primer requisito para una buena celebración litúrgica es que sea oración, conversación con Dios, sobretodo escucha y por lo tanto respuesta. San Benito, en su "Regla", hablando de la oración de los Salmos, indica a los monjes: mens concordet voci, "que la mente concuerde con la voz". El Santo enseña que en la oración de los Salmos, las palabras deben preceder a nuestra mente. Por lo general esto no sucede, primero debemos pensar y luego, cuando hemos pensado, se convierte en palabra. Aquí, en cambio, en la liturgia, es a la inversa, la palabra precede. Dios nos ha dado la palabra, y la sagrada liturgia nos ofrece las palabras; tenemos que entrar al interior de las palabras, en su significado, acogerla en nosotros, ponernos en sintonía con estas palabras; de este modo llegamos a ser hijos de Dios, similares a Dios.
Como lo señaló la Sacrosanctum Concilium, para garantizar la plena eficacia de la celebración "es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano" (n. 11).
Un elemento fundamental, principal, del diálogo con Dios en la liturgia, es la correlación entre lo que decimos con nuestros labios y lo que llevamos en nuestros corazones. Entrando en las palabras de la gran historia de la oración, nosotros mismos estamos conformados al espíritu de estas palabras y son volvemos capaces de hablar con Dios.
En esta línea, sólo quiero referirme a uno de los momentos que, durante la misma liturgia, nos llama y nos ayuda a encontrar una correlación, este ajustarse a lo que oímos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. Me refiero a la invitación que formula el celebrante antes de la Plegaria Eucarística: "Sursum corda", levantemos nuestros corazones fuera de la maraña de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, lo íntimo de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios, y unirse a la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las mismas palabras que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental.
Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón está como sustraído a la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, mientras se eleva interiormente hacia arriba, hacia la verdad y hacia el amor, hacia Dios. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: "La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar" (n. 2655): altare Dei est cor nostrum.
Queridos amigos, celebramos y vivimos bien la liturgia solo si permanecemos en una actitud de oración --no si queremos "hacer cualquier cosa", hacer que nos vean--, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al Misterio de Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a orar, dice san Pablo (cf. Rom. 8,26). Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a Él, palabras que encontramos en los Salmos, en las grandes oraciones de la sagrada liturgia y en la misma celebración eucarística.
Roguemos al Señor para ser cada vez más conscientes del hecho que la liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que viene del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2564). Gracias.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
DOMINGO 26º DEL T. ORDINARIO B
Moniciones
PRIMERA LECTURA
Nos enseña el Señor, en la primera Lectura, que su Espíritu no es propiedad exclusiva de nadie. Y Él lo envía sobre quien quiere cómo quiere y cuando quiere. Escuchemos.
SALMO
En el salmo vamos a repetir unas palabras que debe-rían hacernos reflexionar con frecuencia: "Los mandatos del Señor ale-gran el corazón".
SEGUNDA LECTURA
Escuchemos hoy el último fragmento de la carta de Santiago, que hemos venido escuchando durante los últimos domingos. La riqueza injusta, el lujo insolidario y el placer egoísta son testigos acusadores en el juicio de Dios.
TERCERA LECTURA
Jesús, como Moisés, quiere que todos hagan el bien, aunque no sean del grupo, y nos advierte con palabras muy duras sobre la necesidad de evitar el escándalo y de entrar en la vida.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos al Señor como alimento y fuerza para que nos ayude especialmente a cumplir nuestra misión apostólica, a reconocer la presencia y la acción de su Espíritu donde se encuentre y a evitar el escándalo que aparta de Él a los hermanos.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintiséis del Tiempo Ordinario - B.
NADIE TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS
La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros".
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidáis". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
30 de septiembre de 2012
26 Tiempo ordinario (B)
Marcos 9, 38-43.45.47-48
ZENIT nos ofrece las palabras del papa Benedicto XVI al introducir la oración mariana del Angelus, al mediodía del domingo 23 de Septiembre de 2012, dirigidas a los fieles y peregrinos presentes.
¡Queridos hermanos y hermanas!
En nuestro camino a través del evangelio de san Marcos, el domingo pasado entramos en la segunda parte, es decir, el último viaje a Jerusalén y hacia la cumbre de la misión de Jesús. Después de que Pedro, en nombre de los discípulos, ha profesado la fe en Él, reconociéndolo como el Mesías (cf. Mc. 8,29), Jesús comenzó a hablar abiertamente sobre lo que le pasaría al final.
El evangelista muestra tres predicciones sucesivas de la muerte y la resurrección, en los capítulos 8, 9 y 10: en ellos Jesús proclama cada vez más claro, el destino que le espera y su necesidad intrínseca. El pasaje de este domingo contiene el segundo de estos anuncios. Jesús dice: "El Hijo del hombre --una expresión con que se designa a sí mismo--, será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará" (Mc. 9,31). Los discípulos "no entendían lo que les decía y temían preguntarle" (v. 32).
De hecho, leyendo esta parte del relato de Marcos, está claro que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior; están, por así decirlo, en dos longitudes de onda diferentes, por lo que los discursos del Maestro no son comprendidos, o lo son solo de modo superficial. El apóstol Pedro, inmediatamente después de haber manifestado su fe en Jesús, se permite regañarlo porque predijo que deberá ser rechazado y asesinado. Después del segundo anuncio de la pasión, los discípulos discutían sobre quién era el más grande entre ellos (cf. Mc. 9,34); y después, en el tercero, Santiago y Juan le piden a Jesús, el poder sentarse a su derecha y a su izquierda, cuando esté en la gloria (cf. Mc. 10,35-40).
Pero hay otras diversas señales de esta distancia: por ejemplo, los discípulos no logran curar a un muchacho epiléptico, que después Jesús sana con el poder de la oración (cf. Mc. 9,14-29); o cuando le presentan los niños a Jesús, los discípulos le reprochan, y al contrario Jesús, indignado, les hace quedarse, y afirma que solo los que son como ellos pueden entrar en el Reino de Dios (cf. Mc. 10,13-16).
¿Qué nos dice esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre "otra" respecto a la nuestra, según lo revelado por Dios a través del profeta Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros proyectos son mis proyectos" (Is. 55,8). Por ello, seguir al Señor le exige siempre al hombre una profunda conversión, de todos nosotros, un cambio en el modo de pensar y de vivir, le obliga a abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente.
Un punto-clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo, porque Él es toda la plenitud y está siempre dispuesto a amar y a dar vida; en nosotros los hombres, sin embargo, el orgullo está profundamente arraigado y requiere una vigilancia constante y una purificación.
Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a vernos grandes, a ser los primeros, mientras que Dios que es realmente grande, no teme de abajarse y ser el último.
Y la Virgen María está perfectamente "sintonizada" con Dios: invoquémosla con confianza, a fin de que nos enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT nos ofrece a los lectores la habitual colaboración del obispo de San Cristóbal de Las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en nuestro espacio 'Foro', que dedica esta vez a las ideologías violentas que se ocultan bajo un ropaje religioso.
Fundamentalismos deplorables
Los grupos pseudorreligiosos cerrados se imponen con violencia
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Aunque el diccionario Larousse reduce la palabra fundamentalismo a un “movimiento religioso musulmán que preconiza la vuelta a la estricta observancia de las leyes del Corán”, hay muchos otros fundamentalismos religiosos, políticos y sociales, tan perniciosos unos como otros.
En Michoacán, en la llamada Nueva Jerusalén, desde hace años existe un movimiento de esta naturaleza. Allí no valen la Constitución nacional, el Concilio Vaticano II y las leyes de la Iglesia Católica. Sus dirigentes actuales, falsos obispos y sacerdotes, imponen estrictas normas para todo, hasta para vestir; no aceptan escuelas ni libros de texto oficiales, pues todo esto lo consideran cosa del demonio; no permiten que entren las autoridades civiles y religiosas legítimamente constituidas; tienen un control absoluto de lo que cada persona hace o deja de hacer. Desde hace muchos años, se declaró que no son reconocidos como católicos.
Hay comunidades que rechazan cualquier cambio, cualquier análisis de sus prácticas religiosas, cualquier propuesta para adecuarse al tiempo actual. Alegan costumbres que para ellos son intocables y que convierten en normas absolutas, no por fidelidad a la Biblia, sino por conservar una tradición, o por otros intereses. Algunos ritos y normas tienen su origen en el culto católico, interpretado a su manera. No permiten la disidencia y expulsan a quienes no asumen plenamente ese estilo de vida. Allí no valen las leyes del país, ni de la diócesis, sino las propias. Esto ha generado violencia y sufrimiento para quienes desean vivir en forma distinta, con otra religión y otras costumbres. Por más que les insistimos que toda persona es libre de profesar la religión que prefiera y que no debe haber expulsiones, no vale lo que les decimos; lo que cuenta es la decisión de su asamblea.
También hay laicistas fundamentalistas; tienen posturas ideológicas con las que están casados, y no siquiera admiten comparar nuestras legislaciones en materia religiosa, con lo que se practica desde hace tiempo en otros países, mucho menos permiten iniciativas de ley para adecuar nuestras leyes a los tratados internacionales ya firmados y ratificados por nuestro país.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, en su encuentro con los periodistas en el avión que le llevó a Líbano, dijo: “El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión y va contra el sentido de la religión, que, en cambio, invita a difundir la paz de Dios en el mundo. Por tanto, el compromiso de la Iglesia y de las religiones es una purificación de estas tentaciones, iluminar las conciencias y hacer que cada uno tenga una imagen clara de Dios. Debemos respetarnos unos a los otros. Cada uno es imagen de Dios y debemos respetarnos recíprocamente. El mensaje fundamental de la religión debe estar contra la violencia, que es una falsificación como el fundamentalismo; debe ser la educación, la iluminación y la purificación de las conciencias, para favorecer el diálogo, la reconciliación y la paz.
Es necesario interrumpir las violencias y favorecer la posibilidad de que permanezcan todos juntos en el futuro. Es importante … hacer visible el respeto de las religiones unas hacia las otras, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor del prójimo como elemento fundamental para todas las religiones. Debemos influir en la opinión pública. Debemos invitar a los políticos a comprometerse realmente con todas las fuerzas y con todas las posibilidades, a trabajar con creatividad por la paz y contra la violencia. Todos debemos contribuir en un cierto sentido en un trabajo de exhortación, de educación, de purificación, muy necesario de nuestra parte. Son necesarios gestos de solidaridad, días de oración. La oración tiene un efecto, si se hace con confianza y fe” (14-IX-2012).
PROPUESTAS
Sigámonos educando para respetarnos unos a otros. Aprendamos a convivir como hermanos, en paz y armonía, siendo de religiones distintas y de opciones políticas contrarias. No basta la tolerancia, impuesta por la fuerza pública; es necesario abrir el corazón a los demás.
ZENIT nos participa del mensaje del obispo de la Diócesis de Los Teques, monseñor Freddy Fuenmayor, con motivo de haberse celebrado el 11 de septiembre de 2012 el sexagésimo aniversario de la coronación pontificia de la patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto.
Venezuela: Se cumplieron 60 años de la coronación de Nuestra Señora de Coromoto
El próximo 11 de septiembre se cumplen 60 años de la coronación canónica de la venerable imagen de Nuestra Señora de Coromoto. En efecto, el 11 de septiembre de 1952 el Cardenal Manuel Arteaga y Betancourt, Arzobispo de La Habana (Cuba), presidía la solemne ceremonia como delegado del Papa Pío XII. Diez años antes, el 1º de mayo de 1942, los obispos venezolanos habían declarado a la Virgen de Coromoto patrona de la nación.
Junto a la de Guadalupe en México, un siglo antes, Venezuela tiene el privilegio de contar con una de las pocas apariciones de la Virgen María, históricamente comprobadas, del continente americano. Dos siglos antes de París (la Medalla Milagrosa) y de Lourdes y casi tres antes de Fátima, María se dignó aparecer en nuestras tierras a unos humildes indígenas, que ni siquiera eran cristianos, y que se resistían a recibir el bautismo que los convertiría en tales (no los culpo, temían –de hecho- perder sus tierras y su libertad a manos de los colonizadores). Y no fueron una o dos las apariciones, sino varias desde 1651 hasta 1652, la más solemne e importante la del 8 de septiembre de este último año, cuando el cacique Coromoto, de la tribu de los cospes, quiso agredir a la bella señora que lo conminaba a bautizarse y quedó entonces en sus manos aquella especie de concha o pergamino con la imagen grabada de la Virgen. La verdad histórica de estas apariciones está suficientemente documentada por testimonios debidamente notariados y confirmada por la relación autorizada del Obispo Mariano Martí a partir de su visita pastoral de finales del siglo XVIII y que viene a ser "algo así como el primer reconocimiento oficial de la Jerarquía al Hecho Coromotano, de que quede constancia por escrito" (Cf. Conferencia de Mons. Omar Ramos Cordero).
En Guanare la Virgen aparece como una verdadera misionera. Varias lecciones están presentes para nosotros cristianos del siglo XXI: ella invita al cacique a bautizarse con toda su tribu, pero antes le indica que él y los suyos deben tener una preparación previa (catecumenado) sobre los principios y la doctrina cristiana, tarea que va a recaer en manos de varios laicos dirigidos por el encomendero Juan Sánchez. Después de recibir la instrucción del catecismo los cospes son bautizados, a excepción de su cacique que con vehemencia se niega a hacerlo. María no se rinde y en la memorable aparición del 8 de septiembre de 1652 insiste, pero es rechazada con violencia. En sus inefables designios, Dios se vale de un mal para convertirlo en un bien: mordido por una serpiente el cacique en su agonía pide ser bautizado y ese mismo día estaba con Jesús en el paraíso y seguramente llevado de la mano por la Virgen para entrar en el reino de la luz y de la paz, donde ya no habrá llanto ni dolor, sino gozo en la presencia eterna del Señor.
A partir de la aparición de Guanare una corriente de fervor cristiano y devoción mariana sacude a Venezuela. Después de siglo y medio de colonización los pueblos que todavía no conocen el Evangelio se vuelven a Cristo gracias a la predicación de los misioneros y la fe cristiana se difunde en extensión y calidad en toda nuestra Patria. Por eso decimos que la Virgen es la primera evangelizadora de Venezuela. El amor a María abre los corazones a Cristo. Ilustrativa la oración colecta que recita el sacerdote al principio de la Misa Votiva dedicada a Nuestra Señora de Coromoto: pedimos al Padre que habiéndonos puesto desde los comienzos de nuestra historia bajo la maternal protección de la Madre de Dios, los católicos venezolanos nos comprometamos a vivir nuestro bautismo y a trabajar por el progreso de nuestra patria, en estos tiempos tan apremiantes, siguiendo caminos de justicia y de paz. Es decir, la devoción a la Virgen de Coromoto nos puede ayudar a convertirnos en cristianos activos que evangelizamos y nos esforzamos por edificar una civilización del amor, donde reine Jesucristo, salvador de la humanidad. Así, pues, llenos de esperanza, sin desanimarnos ante las dificultades, seamos como María, auténticos discípulos de Jesús y misioneros de su Evangelio.
Y al acercarnos al año jubilar de la fe, convocado por el papa Benedicto XVI y que él mismo abrirá solemnemente el próximo 11 de octubre junto con el Sínodo de los Obispos sobre el tema de la nueva evangelización, pedimos a María: Nuestra Señora de Coromoto, renueva la fe en toda la extensión de nuestra patria.
+ Freddy J. Fuenmayor S. Obispo de Los Teques
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador el padre Jesús Álvarez, paulino.
¿Servicio o ambición?
Comentario al evangelio del Domingo 25º T.O./B
Jesús Álvarez, ssp
“Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía:«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y a los tres días de su muerte, resucitará».Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, Jesús les preguntó:«¿De qué hablaban durante el camino?»Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, los llamó y les dijo:«El que quiera ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:«El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado»”. (Mc. 9,30-37)
Nuestro Señor repite a sus discípulos el anuncio de su pasión y de su resurrección. Y mientras Él anuncia sufrimientos --con la certeza de que van a ser coronados por la resurrección--, ellos se debaten en una vergonzosa contienda por los primeros puestos en el soñado reino terreno del Mesías.
La cruz --todo sufrimiento, enfermedad, desgracia, agonía y muerte asociados a la cruz de Cristo--, es el único pase valedero para la resurrección y la gloria eterna, y la única manera de triunfar sobre el dolor y la muerte, a imitación suya y con su ayuda personal. Solo esta esperanza hace llevaderas nuestras cruces --pequeñas y grandes-- de cada día, de toda la vida y de la misma muerte.
Sigue siendo arduo llevar la cruz detrás de Cristo para llegar con él a la resurrección y a la gloria eterna, pues la tendencia a la ambición, al poder, y al disfrute está arraigada de tal manera en el hombre, que desearía pasar a la resurrección y a la gloria saltándose la cruz.
Con esa actitud se corre el grave riesgo de adoptar una religión a propio gusto, de apariencias y cumplimiento externo --¡fatal autoengaño!--, evadiendo el encuentro real y amoroso con Cristo crucificado y resucitado presente, el único que puede dar valor de salvación a nuestra vida, a nuestras cruces y alegrías, a nuestras obras y relaciones, e incluso a nuestra muerte.
La cruz del servicio a Dios y al prójimo, asociada a la de Jesús, se convierte en cruz pascual, porque Cristo resucitado nos la alivia al cargarla con nosotros, camino del Calvario, hacia la resurrección y la gloria. “Los sufrimientos de este mundo no tienen comparación con el peso de gloria que nos espera”, dice san Pablo.
Sin embargo, quizás nos evadimos una y mil veces del servicio generoso y de la renuncia, lo que nos hace "enemigos de la cruz de Cristo", como si la cruz fuera causa de infelicidad, y no causa de resurrección y felicidad eterna, como lo fue para Jesús.
Pero es admirable ver cómo Jesús, ante las ambiciones y ceguera de los discípulos, no se pone a reprenderlos con enojo, sino que se sienta y los instruye de nuevo con infinita paciencia, esperando que al fin entiendan de una vez por todas. ¡Buen ejemplo de paciencia para pastores, catequistas y padres!
A los discípulos de entonces y de hoy, Jesús propone como modelo a un niño. Los niños no tienen pretensiones de dominio y grandeza. Están abiertos a todos, sin malicia ni ambición; son sencillos, pacíficos, felices. No se imponen. Viven y sufren al estilo de Cristo: como mansos corderitos. Pero ¡ay de quienes los hacen sufrir! Dios saldrá en defensa de ellos frente a sus verdugos, a quienes devolverá con creces los sufrimientos causados.
Lo que hace grandes y nos merece los primeros puestos en el reino de Jesús, no es dominar y ser ricos, sino servir a los más pequeños, a los que sufren, a los pobres y marginados que no pueden pagar el servicio. Porque todo lo que se hace con ellos, con Cristo mismo se hace, quien pagará con creces el amor servicial: “Estuve necesitado y ustedes me socorrieron: vengan, benditos de mi Padre a poseer el reino preparado para ustedes”.
ZENIT nos ofrece el texto completo del discurso que el papa Benedicto XVI ha dedicado en la audiencia general del miércoles 19 de Septiembre de 2012 a comentar su viaje apostólico al Líbano.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera volver brevemente con el pensamiento y con el corazón, a los maravillosos días del Viaje apostólico que realicé en el Líbano. Un viaje que yo realmente quería, a pesar de las circunstancias difíciles, considerando que un padre siempre debe estar cerca de sus hijos cuando se encuentran con graves problemas. Me sentí conmovido por el sincero deseo de anunciar la paz que el Señor resucitado dio a sus discípulos con estas palabras: "Os doy mi paz - سلامي أعطيكم" (Jn. 14,27). Este viaje tenía como objetivo principal la firma y la entrega de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, a los representantes de las comunidades católicas del Medio Oriente, así como a las demás Iglesias y comunidades eclesiales, y a los líderes musulmanes.
Fue un acontecimiento eclesial conmovedor y, al mismo tiempo, una oportunidad providencial para el diálogo vivida en un país complejo, pero emblemático para toda la región, debido a su tradición de coexistencia y de fructífera cooperación entre los diferentes componentes religiosos y sociales. Ante el sufrimiento y las tragedias que se dan en esa zona del Medio Oriente, expresé mi sincera cercanía a las aspiraciones legítimas de esas queridas poblaciones, llevándoles un mensaje de aliento y de paz.
Estoy pensando en particular en el terrible conflicto que atormenta a la Siria, provocando, además de miles de muertos, una corriente de refugiados que se esparcen en la región a la búsqueda desesperada de seguridad y de futuro; y no olvido la difícil situación del Irak. Durante mi visita, el pueblo del Líbano y del Medio Oriente --católicos, representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales y de las diversas comunidades musulmanas--, ha vivido con entusiasmo y en un ambiente relajado y constructivo, una valiosa experiencia de respeto mutuo, de comprensión y de fraternidad, que constituye un fuerte signo de esperanza para toda la humanidad. Pero es sobre todo el encuentro con los fieles católicos del Líbano y del Oriente Medio, presentes por miles, lo que ha despertado en mi alma un sentimiento de profunda gratitud por el ardor de su fe y de su testimonio.
Doy gracias al Señor por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia en esos territorios: jóvenes, adultos y familias motivadas por el deseo de arraigar su vida en Cristo, permanecer anclados en el Evangelio y caminar juntos en la Iglesia.
Renuevo mi gratitud también a todos los que han trabajado sin descanso para mi Visita: a los Patriarcas y Obispos del Líbano con sus colaboradores, a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, las personas consagradas, los fieles laicos, los cuales son una realidad preciosa y significativa en la sociedad libanesa. Pude constatar directamente que las comunidades católicas libanesas, a través de su presencia bimilenaria y su compromiso lleno de esperanza, ofrecen una significativa y valiosa contribución en la vida cotidiana de todos los habitantes del país. Vaya un pensamiento respetuoso y deferente a las autoridades libanesas, a las instituciones y asociaciones, a los voluntarios y a cuantos aquellos que han ofrecido su apoyo con la oración. No puedo olvidar la cálida bienvenida que he recibido del Presidente de la República, el señor Michel Sleiman, así como de los diversos componentes del país y del pueblo: ha sido una cálida bienvenida, acorde con la conocida hospitalidad libanesa. Los musulmanes me han acogido con gran respeto y consideración sincera; su constante y participativa presencia me dio la oportunidad de enviar un mensaje de diálogo y colaboración entre el cristianismo y el Islam: me parece que ha llegado el momento de dar un testimonio sincero y decidido en contra de las divisiones, contra la violencia, contra la guerra. Los católicos, que también procedían de países vecinos, han expresado con fervor su profundo afecto hacia el Sucesor de Pedro.
Después de la hermosa ceremonia a mi llegada al aeropuerto de Beirut, la primera cita era de una especial solemnidad: la firma de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, en la Basílica Grego-Melquita de San Pablo en Harissa. En esa ocasión he invitado a los católicos medioorientales a fijar la mirada en Cristo crucificado para encontrar la fuerza, incluso en situaciones difíciles y dolorosas, para celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza y de la unidad sobre la división. A todos les he asegurado que la Iglesia universal está más cerca que nunca, con el afecto y la oración, a las iglesias de Medio Oriente: ellas, a pesar de ser un "pequeño rebaño", no tienen por qué temer, sabiendo que el Señor está siempre con ellos. El Papa no las olvida.
En el segundo día de mi viaje apostólico, me reuní con los representantes de las instituciones de la República y del mundo de la cultura, del cuerpo diplomático y con los líderes religiosos. A ellos, entre otras cosas, les he señalado un camino a seguir para promover un futuro de paz y de solidaridad: que es trabajar para que las diferencias culturales, sociales y religiosas terminen en el diálogo sincero, en una nueva fraternidad, donde lo que una sea el sentido común de la grandeza y de la dignidad de toda persona, cuya vida siempre debe ser defendida y protegida. El mismo día tuve una reunión con los jefes de las comunidades religiosas musulmanas, que se llevó a cabo en un espíritu de diálogo y de benevolencia mutua. Doy gracias a Dios por este encuentro. El mundo de hoy necesita señales claras y fuertes de diálogo y de colaboración, y de que el Líbano ha sido y debe seguir siendo un ejemplo para los países árabes y para el resto del mundo.
Por la tarde, en la residencia del Patriarca maronita, fui recibido con el
entusiasmo incontenible de miles de jóvenes libaneses y de los países vecinos, que ha dado origen a un momento de alegría y de oración, inolvidable para el corazón de muchos. He destacado la suerte de vivir en esa parte del mundo, que ha visto a Jesús muerto y resucitado por nuestra salvación, y el desarrollo del cristianismo, exhortándolos a la fidelidad y al amor por su tierra, a pesar de las dificultades causadas por la falta de estabilidad y de seguridad. Además, los he animado a ser firmes en la fe, confiados en Cristo, fuente de nuestra alegría, y a profundizar la relación personal con Él en la oración, así como a estar abiertos a los grandes ideales de la vida, de la familia, de la amistad y de la solidaridad. Al ver a los jóvenes cristianos y musulmanes celebrar en gran armonía, los he animado a construir juntos el futuro del Líbano y del Medio Oriente, y a oponerse juntos a la violencia y a la guerra. La concordia y la reconciliación tienen que ser más fuertes que las pulsiones de muerte.
La mañana del domingo, fue un momento muy intenso y participado durante la Santa Misa en el Waterfront City Center en Beirut, acompañada por sugestivas canciones, que han caracterizado también las demás celebraciones. En presencia de muchos obispos y de una gran multitud de fieles provenientes de todo el Medio Oriente, he querido exhortarles a vivir la fe y dar testimonio sin miedo, sabiendo que la vocación del cristiano y de la Iglesia es llevar el Evangelio a todos sin distinción, siguiendo el ejemplo de Jesús. En un contexto marcado por los ásperos conflictos, he llamado la atención sobre la necesidad de servir a la paz y a la justicia, convirtiéndose en instrumentos de reconciliación y constructores de comunión. Al final de la celebración eucarística, he tenido el gozo de presentar la Exhortación apostólica que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Medio Oriente. A través de los Patriarcas y de los obispos orientales y latinos, los sacerdotes, consagrados y laicos, este documento quiere alcanzar a todos los fieles de esta querida tierra, para sostenerlos en la fe y en la comunión, y animarlos en el camino de la tan deseada nueva evangelización.
Por la tarde, en la sede del Patriarcado Siro-católico, tuve la alegría de un fraterno encuentro ecuménico con los Patriarcas ortodoxos y ortodoxos orientales, y los representantes de aquellas Iglesias, así como de las comunidades eclesiales.
Queridos amigos, los días transcurridos en el Líbano han sido una maravillosa manifestación de fe y de intensa religiosidad y un signo profético de la paz. La multitud de los creyentes, provenientes de todo el Medio Oriente, han tenido la oportunidad de reflexionar, de dialogar y sobre todo de orar juntos, renovando el compromiso de radicar la propia vida en Cristo. Estoy seguro de que el pueblo libanés, en su multiforme pero bien amalgamada composición religiosa y social, sabrá testimoniar con un nuevo impulso la verdadera paz, que nace de la fe en Dios. Espero que los diversos mensajes de paz y de respeto que he querido dar, puedan ayudar a los gobernantes de la región a dar pasos decisivos hacia la paz y hacia una mejor comprensión de las relaciones entre cristianos y musulmanes. Por mi parte, seguiré acompañando a aquellas queridas poblaciones con la oración, a fin de que permanezcan fieles a los compromisos asumidos.
A la intercesión maternal de María, venerada en tantos y antiguos santuarios libaneses, encomiendo los frutos de esta Visita pastoral, así como las buenas intenciones y las aspiraciones justas de todo el Medio Oriente. Gracias.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana
Homilía de monseñor Martín De Elizalde OSB, obispo Nueve de Julio, en la ordenación presbiteral de Francisco Pérez Cadierno (Trenque Lauquen, 15 de septiembre de 2012) (AICA)
Querido Francisco, que vas a ser ordenado presbítero en esta celebración,
queridos hermanos y hermanas, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
religiosos y religiosas, fieles todos de la comunidad diocesana y parroquial:
Nos encontramos reunidos, celebrando la solemnidad de Nuestra Señora de los Dolores, titular de la parroquia y patrona de la comunidad de Trenque Lauquen, con un motivo especial que da a nuestro encuentro en la Eucaristía una resonancia y un relieve distintos. Es algo infrecuente, es verdad, pero que tiene una coherencia profunda con nuestra vida cristiana. Celebramos a la Santísima Virgen en su fiesta, lo hacemos con su pueblo, que se honra al tenerla por Patrona y particular protectora, y tenemos el gozo de ordenar para el presbiterado a un hijo de esta parroquia, Francisco Pérez Cadierno. En una palabra, celebramos la fiesta de la mejor de las maneras posibles: nuestro culto reverente, agradecido, suplicante a Dios Nuestro Señor, que se eleva por la intercesión de la Madre del Salvador, es enriquecido con la ordenación sacerdotal de Francisco. La comunidad que celebra es la que acompaña hoy a quien, respondiendo al llamado divino, se ofrece para asociarse a la obra redentora de Jesucristo. Una comunidad, como esta de Trenque Lauquen, que ha tenido la gracia de ser pastoreada por sacerdotes virtuosos, generosos, sacrificados, ¿de qué manera podría celebrar mejor su vínculo de amor con Dios, en la fiesta patronal que es la manifestación de su fe y de su comunión, sino con la ordenación de uno de los suyos? Porque la generosidad de Dios para con ustedes, queridos hermanos, reclama una respuesta generosa de su parte; al don del Señor Resucitado, con la vida que les entrega, no ha faltado quienes respondan a la llamada al ministerio, como lo han hecho con generosidad otros hermanos suyos, y lo hace hoy Francisco. Esto compromete la oración y el testimonio de los fieles de esta parroquia, para que rueguen por sus sacerdotes, ayuden apostólicamente a la evangelización que se realiza por su ministerio, pidan por las vocaciones sacerdotales, diaconales y a la vida consagrada.
¿Qué es el sacerdote para la Iglesia?
La parte central del rito de la ordenación consiste en tres acciones, muy significativas: primero, la imposición de manos del obispo, en silencio, que indica la continuidad del ministerio sacerdotal desde su institución por el Señor Jesús en la última Cena, estableciendo colaboradores para quienes conforman el orden episcopal, los sucesores de los apóstoles. A este gesto se asocian los presbíteros presentes. Luego, la plegaria de ordenación, muy solemne, que desarrolla en forma de oración dirigida al Padre celestial la teología del sacerdocio, relacionándolo con sus antecedentes en el Antiguo Testamento, y pidiéndole que sea ejercido santamente por quien será ordenado. En fin, la unción de sus manos con el santo Crisma, el óleo consagrado, que lo configura con Cristo Sacerdote.
La hermosísima plegaria de ordenación describe los antecedentes del sacerdocio cristiano en la organización del pueblo de Israel hecha por Moisés, separando a los levitas para la atención del culto y el ofrecimiento de los sacrificios. Pero Jesús, “Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos”, hecho sacrificio él mismo, hizo partícipes de su misión a los apóstoles, y les dio colaboradores “para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación”. Para estos colaboradores del obispo se pide que la ordenación renueve “en su corazón el espíritu de santidad” y reciban “el segundo grado del ministerio sacerdotal”. Es una misión en comunión con el obispo y por él con la Iglesia, en cumplimiento del mandato divino de difundir el Evangelio en todo el mundo hasta el fin de los tiempos; es misión de santificar, acompañando la vida de los hombres por los sacramentos y la Palabra, para que lleguen al cielo prometido.
¿Qué es el sacerdote para la comunidad?
El sacerdote está asociado como colaborador al Orden de los obispos, y recibe la misión de predicar el Evangelio, ser dispensador de los misterios de la salvación, los sacramentos, a favor del pueblo: bautizar, celebrar la Eucaristía, perdonar los pecados y confortar a los enfermos, orar asiduamente por el pueblo confiado a él y por todo el mundo, para que los hombres alcancen la plenitud del Reino celestial. El sacerdote hace presente a Cristo, no por sus méritos personales o sus dotes espirituales o humanas, sino en virtud de la identificación con Él obrada en el sacramento de la ordenación, “para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio” – como dice el obispo en el momento de la unción de las manos. Esta tarea, que los fieles aprecian y agradecen, requiere siempre espíritu de servicio, dedicación generosa, desprendimiento, olvido de sí, mansedumbre, paciencia, agudeza y creatividad pastoral, como lo hicieron santos sacerdotes de todos los tiempos, y algunos muy cercanos a nosotros.
¿Qué es el sacerdote para el mismo sacerdote?
Querido Francisco: al entregar el cáliz y la patena, con el pan y el vino del sacrificio – que es la ofrenda del pueblo santo -, se dice al neosacerdote: “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”. Es todo un programa de vida, que da cumplimiento a partir de una llamada especial, como es el sacerdocio, a la conversión que se realizó en el Bautismo, y te pone para siempre al servicio de Cristo en su Iglesia. Debes hacerlo presente entre los hombres, con la palabra y la acción, pero también con el testimonio de tu vida y con un ardor de santidad que debes pedir siempre a Dios, para que encuentres allí la inspiración y el aliento para el ministerio que te será confiado.
Y por último ¿cuál es la meta, cuál el premio, del sacerdocio santamente vivido?
Tu camino hacia el sacerdocio, Francisco, ha conocido el acompañamiento y el ejemplo del tan recordado Padre Pedro, aquí en Trenque Lauquen, y así pudiste canalizar cuanto recibiste en tu hogar, profundamente cristiano, en tu educación, tanto en esta comunidad como en el seminario, y más recientemente en las actividades pastorales como lector y acólito, y finalmente como diácono en las parroquia de Lincoln donde has estado destinado. Quienes te aportaron de este modo lo que tienes están esperanzados que lo sabrás hacer fructificar, y que ello será una bendición para quienes tendrás que asistir en tu ministerio futuro. Es lo que Dios espera de cada sacerdote. La alegría del pastor es la santidad de sus ovejas, su consuelo, la comunión de la Iglesia, su esperanza, el cumplimiento de las promesas de vida eterna, de modo que todas las tareas y actividades que realizamos van colaborando en la construcción invisible del templo espiritual. Por eso, esta Iglesia de Nueve de Julio que espera mucho de tu dedicación en el ministerio, desea sobre todo que en el progreso de la acción pastoral y de las responsabilidades crezca siempre, y se haga más profunda y arraigada, la entrega de tu corazón y de tu servicio a Cristo y a tus hermanos.
Nuestra Señora de los Dolores, que nunca fue tan madre de su Hijo como en esta actitud que hoy evoca la liturgia de la Iglesia: serena al pie de la cruz, te acompañe con su intercesión. Sea ella tu amparo y tu alegría, tu fuerza y tu consuelo, en la misión exaltante, pero exigente también, de ser sacerdote de Cristo.
Mons. Martín De Elizalde OSB, obispo Nueve de Julio
Reflexión a las lecturas del domingo veinticinco del Tiempo Ordinario - B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".
Domingo 25º del T. Ordinario B
Lógico que los apóstoles se quedaran callados, "azorrados", cuando Jesús les pregunta de qué discutían por el camino. Mientras El hablaba de sufrimientos, de cruz, de muerte y resurrección, ellos discutían quién era el más importante en el nuevo reino que ellos creían que Jesús iba instaurar. Pero Jesús no destruye aquel afán, aquel deseo. Señala el verdadero camino para conseguirlo: "El que quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos". Y esta enseñanza del Evangelio es siempre actual
También hoy estamos envueltos por esa mentalidad de ser los primeros en la vida social, económica, política… Y también en la vida de la Iglesia… Muchas veces, incluso, en la vida familiar. “Que me sirvan” podría ser el slogan. Parece que se ha instalado por todas partes la ley del más fuerte.
Y Jesucristo coje un niño, signo de lo pobre y débil, lo coloca entre los discípulos y lo abraza para enseñarnos el verdadero camino para ser grandes e importantes. Y también es verdad que, a cada paso, encontramos a muchos hombres y mujeres que han hecho de su vida un servicio por amor a Dios y a los hermanos. Y, de algún modo, este espíritu siempre ha estado en el corazón de la Iglesia
Recuerdo que cuando era pequeño nos enseñaban que cuando nos preguntaran por nuestro nombre, teníamos que añadir: “Para servirle a Dios y a Vd”. Y también que cuando, en una conversación, nos referimos a nosotros mismos, teníamos que decir: “Un servidor”. Es la influencia de la cultura cristiana en nuestros ambientes…
¡Y esto está al alcance de todos!
Si nos dijeran que para ser grande e importante, “ser el primero”, teníamos que ser sabios o ricos o famosos, no todos podríamos aspirar a ese ideal. Pero si lo que se nos pide es servir, ¡ah! Eso puede aprenderse con cierta facilidad y mucha práctica. Especialmente, en un mundo lleno de necesidades de todo tipo… Se trata de proponérselo con la ayuda de Dios. Y Jesucristo es el prototipo de este estilo de vida. En el texto de S. Mateo (20,28) nos dice el Señor: “Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido sino para servir y dar la vida en rescate por muchos”.
¡Perfecto! ¡Servir y dar la vida! ¡Servir hasta dar la vida!
La segunda lectura nos presenta el peligro que supone para la vida de la comunidad cristiana el otro espíritu: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males…”
La primera lectura es una profecía de la Pasión del Señor: Algunas expresiones las escuchamos, casi a la letra, junto a la Cruz de Cristo.
Ahora que comienza el curso qué importante sería que nos propusiéramos esta tarea. Llegaríamos entonces hasta sentir vergüenza de pretender para nosotros un camino distinto del que siguió y nos mandó seguir Jesucristo, nuestro Salvador.
DOMINGO 25º DEL TIEMPO ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La presencia del justo es incómoda, porque es una acusación continua para los malvados, que éstos no pueden soportar. Para que sus malas obras no sean puestas en evidencia, prefieren liquidar al inocente. Es lo que sucede con Jesucristo. Escuchemos ahora esta Lectura profética
SEGUNDA LECTURA
La ambición y la codicia, el afán desordenado de tener y de ser más que los demás, es fuente de discordia y veneno que corroe a las personas y a los grupos. Es el querer ser el más importante, que enemistaba a los discípulos y que Jesús quería corregir tal como nos recordará el Evangelio que después escucharemos.
TERCERA LECTURA
Acojamos la Palabra de Jesucristo en el Evangelio: El no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos. (Aclamemos al Señor con el canto del aleluya. Todos, de pie).
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo que ha renovado entre nosotros su entrega salvadora, su servicio supremo. Que Él nos ayude a seguir su ejemplo de servicio y entrega al Padre y a los hermanos, especialmente, a los más débiles.
El "DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN" del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 492
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
El 24 de septiembre diferentes enclaves de nuestra diócesis celebran con especial singularidad el Día de Nuestra Señora de las Mercedes, Patrona de los reclusos. Por tal motivo, la Pastoral Penitenciaria ha organizado una semana llena de actos e iniciativas (www.paspenivaria.blogspot.com). La celebración Eucarística en el Centro Penitenciario será el lunes 24, a las 11:00 horas.
En la página web del obispado: www.obispadodetenerife.es se encuentra alojado el pdf con las propuestas de celebraciones para el Año de la Fe. Asimismo, se puede acceder a otro pdf donde se adelantan algunas de las iniciativas que ya se han concretado para el encuentro de Garachico del día 12 de octubre. Cabe señalar que el portal: www.annusfidei.va ya se encuentra disponible en español.
Asimismo, en www.obispadodetenerife.es se puede escuchar la cuña de radio invitando al Encuentro de Garachico y se puede acceder al tríptico informativo y al mapa aéreo que especifica dónde se desarrollarán los diferentes eventos.
El Día de la Catequesis se celebrará el día 30 de este mes de septiembre. En la página web del obispado, se encuentra alojado un pdf con los objetivos de la catequesis para este curso. Además, contiene una guía para la celebración del Envío de los Catequistas.
La información socio-religiosa de COPE Tenerife y COPE La Palma ya se puede seguir en las redes sociales. Estos son los pasos para conectar y hacerse seguidor: En Facebook, poner en el buscador: "Iglesia Cope Tenerife" y luego pulsar sobre el botón "Me gusta". En Twitter, poner en el buscador: @iglesiacopetfe y luego pulsar sobre el botón "Seguir". No olvides dejar tus comentarios, sugerencias y propuestas.
El Obispo continúa con los retiros y las reuniones con los sacerdotes de servicio en cada una de las vicarías de la diócesis. En estos encuentros del prelado nivariense y sus vicarios generales con todos los presbíteros, además de tener el primer momento orante del año, se presentan las principales líneas del curso pastoral, se actualiza el calendario, así como se analizan algunos aspectos concretos de la realidad pastoral de la diócesis o de las respectivas vicarías.
Las próximas citas serán: 22 de septiembre: El Seminario. La Laguna; 26 de septiembre: Parroquia portuense de La Paz. Vicaría norte y 29 de septiembre: Casa de Ejercicios. Vicaría de Santa Cruz de Tenerife.
La Renovación Carismática Católica Canaria, a través de su Equipo Regional y de su Asesor Espiritual invitan a todos los que lo deseen a su XX Asamblea Regional que tendrá lugar entre el 28 y 30 de septiembre, en el Centro de Congresos del Puerto de la Cruz (Hotel Taoro).
La familia salesiana en Canarias está de enhorabuena: la urna con las reliquias de San Juan Bosco llegará a Tenerife a principios del próximo mes de octubre, como parte del recorrido por las obras salesianas de todo el mundo, iniciado en 2009 y que concluirá en 2015, para celebrar el bicentenario del nacimiento del santo de origen italiano.
El viernes 5 de octubre, la urna con la reliquia estará en el Colegio "San Juan Bosco" de la Cuesta, mientras que el sábado 6, estará en el Colegio "San Isidro labrador" de La Orotava. Y El 7 de octubre partirá hacia el Colegio de Las Palmas de Gran Canaria.
La Casa Manresa, en Tacoronte, celebrará un retiro de espiritualidad asociado a los ejercicios espirituales de San Ignacio, acompañado por Lucas López s.j., el sábado 6 de octubre, de 10:00 a 19:00 horas aproximadamente. La ocupación de la casa por un día tiene un coste por persona de 5 euros y es necesario llevar comida para compartir el almuerzo. Quienes quieran asistir, pueden confirmar la asistencia llamando a estos números de teléfonos: - 677911017 (Lucas López s.j.) - 626465910 (Javier Hdez de Miguel).
El pasado martes 18 de septiembre, se celebró el 50 Aniversario de la creación de la parroquia de Nuestra Señora del Amparo, en Icod de los Vinos. La Misa fue presidida por el vicario general Domingo Navarro.
Cristología y Biblia es un curso en Radio ECCA. Son doce semanas, con una dedicación de unas dos horas a la semana. Un curso producido por profesores de la Facultad de Teología de Granada y presentado por la profesora Junkal Guevara y el profesor Lucas López. Para la matrícula hay que entrar en www.radioecca.net/cursos
La Parroquia de Santiago Apóstol, en Los Realejos festejará el 375 aniversario de la llegada de la imagen del Nazareno, el domingo 14 de octubre, coincidiendo con la celebración parroquial de la apertura del año de la fe.
"Punto de ENcuenTRO" es un espacio de oración que organiza las Misioneras Eucarísticas Reparadoras de Santa Cruz de Tenerife y que tiene lugar los terceros viernes de cada mes, a las 20 horas, en la Capilla de San Jorge, de la capital tinerfeña. Las fechas para el presente curso pastoral son las siguientes: 21 de septiembre, 19 de octubre, 16 de noviembre, 21 de diciembre, 18 de enero, 15 de febrero, 15 de marzo, 19 de abril, 17 de mayo y 21 de junio.
Palabras pronunciadas por el párroco antes de la bendición e inauguración de la recuperación de una campanario del siglo XVIII en la iglesia de La Guancha, diócesis de Tenerife.
PALABRAS INTRODUCTORIAS A LA BENDICIÓN DEL CAMPANARIO DEL SIGLO XVIII
DEMOLIDO EN LA DÉCADA DE LOS CUARENTA DEL SIGLO XX Y RECUPERADO EN 2012
20 de Agosto de 2012
Lunes de las Fiestas Patronales
Sr. Obispo, Don Bernardo, gracias por estar aquí hoy con nosotros en este día de San Bernardo. Felicidades.
Señora Alcaldesa Doña Elena y Corporación municipal
Compañeros sacerdotes
Señoras y señores
Hace doce años, en el 2002, al inaugurar la torre campanario que actualmente se ubica en el lado Norte y junto a la sacristía de esta iglesia nos hacíamos las siguientes preguntas: ¿Cuántas torres ha tenido el templo? ¿Se hizo una torre a la vez que el cuerpo de la iglesia? ¿Dónde estaban ubicadas? No vamos a repetir de nuevo hoy la historia de nuestros campanarios que la pueden encontrar en el programa de Fiestas de este año. Este que hoy vamos a bendecir fue el segundo campanario. El primero se situó en la trasera de la iglesia junto al camarín que fue mandado demoler en el año 1771 porque peligraba el camarín y la Capilla Mayor retrasándose su demolición al año 1776. Es a partir de este año y hasta 1792 cuando encontramos en los libros de cuentas de las distintas cofradías asientos que dan fe de la iniciativa de construir una nueva torre y de la evolución de su construcción. Probablemente sea la fecha de 1792 en la que se da por terminado el “torrejón” (como así le denominaban) puesto que no se realizan asientos posteriores.
¿Por qué se demolió éste? No hay documentos. Sólo nos encontramos en el año 1949 una reseña del Párroco Don Segundo Cantero Vivas, refiriéndose a la torre que lo sustituyó, que dice así: "Habiendo tenido que sufragar los gastos presentes con los fondos propios de la obra en construcción de la Torre Parroquial por cuenta de las limosnas de los feligreses". No obstante testigos de ello aún viven entre nosotros. El fallecido escritor e hijo distinguido de este pueblo Don Cristóbal Barrios en un crítico artículo publicado en el Día Dominical en Abril de 1979, titulado “Triste Historia del Patrimonio artístico de La Guancha”, se expresa de la siguiente manera: “En los años cuarenta una devota de esta iglesia donó treinta mil pesetas para mejoras de la misma, que en aquellos años aún era una cantidad considerable; se formó una comisión de hombres seleccionados del casco… para invertir dicho dinero, y después de muchas y laboriosas deliberaciones acordaron y llevaron a efecto el derribo del antiguo campanario que se erguía elegante y austero en el ángulo derecho de su fachada principal… para construir una torre con pretensiones catedralicias”. El que habla ha sido testigo de que aquella torre-campanario, con dos columnas dentro del cuerpo de la iglesia y con dos fuera, no era del agrado de todos. Aunque de torres, de su estilo y de su ubicación no se ha escrito la última palabra. Las hemos contemplado formando parte del edificio, del mismo estilo, de diferente estilo, en el naciente, en el poniente, a un lado y a otro. Las hemos visto fuera del cuerpo del edificio, de la misma época, de distinta época. Con ventanas y sin ellas... Los campanarios son interminables. Así me expresaba en 2002.
La aluminosis hace que se decida demolerlo y construir otro. Las obras comienzan el 10 de Septiembre de 2001, víspera del atentado contra las torres gemelas de Nueva York. Pero he aquí que en los trabajos de demolición del muro añadido para enmarcar esa torre se descubren tres columnas del antiguo torrejón, que el arquitecto con muy buen criterio, mandó conservar como testigo del pasado.
Pero un servidor siempre tuvo in mente recuperarlo ya que se contaba con el testimonio de varias fotos de los años cuarenta del siglo pasado. Y, habiendo sido apoyado incondicionalmente por la Señora Alcaldesa de este municipio, Doña Elena Luis Domínguez, que encargó la redacción del proyecto a la oficina técnica del Ayuntamiento, después de varios años pasando por el filtro de los distintos permisos, aquí nos encontramos en este Lunes de las Fiestas Patronales con la presencia del Sr. Obispo, varios sacerdotes, autoridades locales y fieles de la parroquia para inaugurarlo y bendecirlo.
La obra que hoy inauguramos responde al Proyecto de “Rehabilitación de la torre de la Iglesia de El Dulce Nombre de Jesús” redactado por Don Ruymán González Sicilia, arquitecto del Excmo. Ayuntamiento de La Guancha, que en la memoria descriptiva escribe “el presente proyecto contempla, la rehabilitación de uno de los campaniles que se encontraba en uno de los remates de la esquina de la iglesia y que formaban parte de la ornamentación del remate de la fachada… Una vez que las principales actuaciones tendentes a la consolidación del edificio ya se han llevado a cabo con anterioridad, a iniciativa tanto de la parroquia como el propio Ayuntamiento es el momento de realizar dicha intervención en la línea que existió a finales del siglo pasado…” Se contó en todo momento con el asesoramiento del señor arquitecto del Obispado Don Javier Álvarez Muñoz, miembro de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural.
La obra ha sido ejecutada por “Construcciones Felipe Méndez, S.L. El 23 de Abril de 2012 se firma el Acta de comprobación de Replanteo con el que dan comienzo las obras y el 25 Junio de este mismo año se firma el Acta de Recepción de la obra concluida. La obra contó con el seguimiento casi diario del arquitecto municipal mencionado y del arquitecto técnico Doña Carolina Omaira González Pérez.
En la realización de la obra hubo que resolver la colocación del cuarto pilar sobre el tejado sin añadir peso. Gracias al asesoramiento del ingeniero Don Fernando Dorta Pérez y a la experiencia de la empresa Felipe Méndez se resuelve que el cuarto pilar se ve sobre el tejado, pero sin añadirle peso alguno y no obstante soporta tanto peso como los tres pilares restantes de modo que el peso está repartido entre los cuatro pilares.
Se han colocado dos campanas con sus yugos pertenecientes al campanario que se demolió frente a la iglesia. Una campana denominada chica o pequeña, restaurada en 1958 y otra llamada la campana del reloj de fecha 1962 (hace cincuenta años).
La financiación. El costo de la construcción de la obra fue de 25.600 Euros. A esto hay que añadirle 2.900 Euros del coste de dos martillos, un badajo y una nueva caja de mandos que engloba las diez campanas que actualmente posee nuestro templo y si unimos el arreglo del tejado que ascendió a 2.200 Euros nos remontamos en una cantidad de 30.700 Euros, lo que empezó por una cantidad que no iba a superar los dieciséis mil euros. ¿Cómo se está financiando? Respondo: De la misma manera que se han financiado todas las obras y restauraciones realizadas en los últimos treinta y cuatro años, exceptuando la gran actuación de 2001-2002 que la costeó el Cabildo de Tenerife.
Terminaba el citado artículo de Don Cristóbal diciendo “Últimamente unas personas del pueblo, de buena voluntad, se han reunido y salido por las casas del vecindario haciendo una recolecta para llevar a cabo una restauración en el martirizado edificio y aproximarlo en lo posible a sus antiguas estructuras donde habrá que invertir muchos millones que los hijos del municipio no pueden aportar”. Y tenía razón Don Cristóbal. Mirando hacia atrás han sido muchos millones. Aquellas personas eran Don Manuel Hernández, doña Inocente González, Don Ramón Delgado, Don Felipe Toledo y Don Orangel Lorenzo, que formaban la presidencia con nueve nombres más como vocales (de los que nueve está ya fallecidos), pero después vinieron otras y otras... de buena voluntad sí, pero con su constancia, trabajo y generosidad y con alguna ayuda puntual del Ayuntamiento, Cabildo y Obispado, se ha realizado lo que parecía imposible.
Por eso antes de proceder a la bendición de la obra seguiré dando las gracias, como en otras ocasiones, a los feligreses de esta parroquia (y a los guancheros que viven fuera) por su generosidad para con su templo parroquial, por su confianza en mi persona, por responder a distintas actividades con fines recaudatorios (en este capítulo incluyo a las personas de otros pueblos que se nos han unido). Es el día a día lo que ha hecho lo que parecía imposible. Los feligreses de esta parroquia pueden sentirse hoy día orgullosos de su templo.
Gracias a la Señora Alcaldesa por su apoyo siempre hecho realidad.
Al señor arquitecto Don Ruyman y a Doña Carolina por el exquisito cuidado en todos detalles de esta obra.
A la empresa Felipe Méndez que tiene unos excelentes profesionales y a la Delegación Diocesana de Patrimonio tan cercana en la persona de su arquitecto Don Javier.
Sebastián García Martín
Párroco- Arcipreste
Reflexión de José Antoni Pagola al evangelio del domingo veinticinco del Tiempo Ordinario - B.
¿POR QUÉ LO OLVIDAMOS?
Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
23 de septiembre de 2012
25 Tiempo ordinario (B)
Marcos 9, 30-37
Los Obispos de Bolivia, reunidos en el Consejo Episcopal Permanente, hemos compartido la preocupación que nos han transmitido varios grupos y sectores de la Iglesia y la sociedad, respecto a algunos aspectos de la realidad actual de Bolivia y ofrecemos nuestra palabra desde los criterios de la fe cristiana.
Consulta TIPNIS
Hemos seguido con atención y preocupación el curso de la consulta en el TIPNIS contando con la visión de agentes de pastoral que trabajan en esa región y con la opinión de algunos delegados que han realizado una visita y han entrado en contacto con representantes de las diferentes comunidades. La mayor inquietud que ellos expresan es la división que se ha suscitado entre los habitantes del lugar, entre los que apoyan la consulta y aquéllos que la resisten.
Esta división ha sido fomentada a través de “regalos” o “reconocimientos” a comunidades que apoyan la consulta, o por el establecimiento de dirigencias paralelas de las organizaciones indígenas, hecho que amenaza cada vez más la armonía y convivencia pacífica de esas comunidades. Esta situación nos interpela como pastores llamados a pregonar y velar por la unidad y ayudar a evitar toda división. La Palabra nos interpela: “Nadie busque su interés, sino el de los demás” (Fil 2,4)
En continuidad con nuestros anteriores pronunciamientos, llamamos una vez más a las autoridades de Gobierno, a retomar el camino de un verdadero diálogo con los dirigentes indígenas, basado en la verdad y el bien común, el respeto mutuo, el cuidado del medio ambiente para las presentes y futuras generaciones, la preservación de la unidad de los habitantes del TIPNIS y en sumisión a la Constitución Política del Estado.
Derechos humanos y justicia
Vemos hechos consumados que nos alarman de aquella situación que ya denunciábamos en nuestra Carta Pastoral del mes de marzo del 2011: “ Una mirada a fondo a nuestro país muestra que, en la práctica, no sólo algunas personas sienten que van perdiendo libertades, sino que éstas se recortan en muchos casos mediante la retardación de justicia, la intimidación y el uso inicuo de la coerción estatal y del aparato judicial, creando un clima de inseguridad personal que provoca el silencio y a veces hasta el abandono de la patria, al no encontrar suficientes garantías de un juicio justo e imparcial dentro de ella”[1]. Este escenario, lejos de mejorar, ha ido empeorando, poniendo en grave riesgo la vigencia de los derechos humanos y la institucionalidad.
Muchas personas se sienten perseguidas por expresar un pensamiento disconforme con el proyecto político instaurado en el país, y lo más aberrante es que se utilice a la justicia para tal cometido. Un ejemplo de esta situación general es la demanda judicial que autoridades gubernamentales han instalado en contra de tres medios de comunicación. Nosotros, junto a numerosas voces de la sociedad civil, reafirmamos nuestro rechazo a esta medida y pedimos que se actúe de acuerdo a la vigente Ley de Imprenta.
Muchas otras personas, encarcelados, exilados, refugiados políticos, están sufriendo porque no hay garantía de un justo juicio y por la retardación de justicia. Es urgente que el ejercicio de la justicia sea libre de condicionamientos de tipo económico, social y político, no para la impunidad sino para garantizar juicios imparciales que establezcan la verdad de los hechos. Nos permitimos también sugerir, en aras de crear un clima de paz en el país, hacer un gesto de reconciliación, como un indulto o la amnistía a favor de esos hermanos. Continuar con esa instrumentalización de la justicia resquebraja seriamente las bases democráticas de nuestra convivencia que tanto esfuerzo han costado a muchas personas e instituciones y además proyecta una imagen negativa ante el mundo acerca de la vigencia de los derechos y libertades fundamentales en nuestro país.
Censo 2012
Hace algunas semanas se ha hecho conocer la fecha de realización de este importante acontecimiento además de la boleta que será usada con este fin. Al respecto, consideramos que el Censo es un instrumento indispensable para reflejar nuestra realidad lo más fielmente posible y, en base a la misma, elaborar políticas públicas en bien de toda la población, en especial de los más pobres. En ese entendido animamos a la ciudadanía a apoyar y participar en conciencia en esta jornada, cumpliendo la normativa establecida y facilitando el trabajo del personal desplegado con este fin.
Para lograr los fines propuestos, el Censo debe ser un instrumento que manifieste de forma objetiva la realidad en todos los ámbitos de la vida de las personas y la sociedad boliviana, incluyendo aspectos tan delicados como la identidad religiosa y sociocultural.
Consideramos que la dimensión espiritual y religiosa es parte fundamental de la realidad boliviana que no puede ser desatendida y desconocida, aun en un Estado laico.
Respecto a los datos de pertenencia o no a una determinada nacionalidad o pueblo indígena, es importante salvaguardar el derecho de la población a autoidentificarse con libertad, utilizando la terminología que ella considere más adecuada y que de ninguna manera puede ser denigrante. En ese sentido defendemos la vigencia en nuestro país de una cultura mestiza y el derecho de la población a identificarse con ella.
Velando por el mejor aprovechamiento de este instrumento de desarrollo humano y tratándose de un operativo que requiere el empleo de importantes recursos humanos, financieros y de infraestructura, llamamos a la ciudadanía a ejercer un control social al proceso del Censo y, particularmente, sobre el uso transparente y responsable de la información recabada, por parte de las autoridades y servidores públicos.
Frente a las situaciones de conflicto que vivimos y otras que se anuncian, llamamos una vez más a deponer actitudes intransigentes de las partes y a retomar el camino del diálogo responsable como único camino que permite soluciones verdaderas y duraderas.
Elevamos nuestras oraciones a Dios, Padre de todos, y a Jesucristo, Señor de la Historia, para que su Espíritu encuentre acogida en todos los bolivianos, nos edifique en la verdad “que nos hace libres” (Cfr. Jn 8,32), nos anime en la convivencia fraterna y justa, y nos fortaleza en el servicio a nuestros hermanos".
Firma el Comunicado Mons. Oscar Aparicio, Secretario General de la Conferencia Episcopal Boliviana.
La Paz, 17/09/2012
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (15 de septiembre de 2012)
Este domingo las lecturas nos orientan a reflexionar sobre la Fe y las obras. Puede parecer un tema menor pero es, sin embargo, la expresión de una fe vivida y comprometida. Frente a la Fe, que tiene por objeto a Dios y es, un bien superior, corremos el peligro de pensar que las obras son como la cenicienta para un cristiano. Con cierta suficiencia me puedo sentir seguro en el cumplimiento de las prácticas religiosas o en el ámbito de la ortodoxia, y desde ese pedestal que me da seguridad, actuar como juez de lo que entiendo se opone a la fe.
En el Evangelio de hoy leemos la confesión de Pedro, cuando responde a la pregunta que el Señor les hace a los apóstoles sobre quién es él: “Tu eres el Mesías” (Mc 29), le dice. El evangelio de Mateo recoge y completa esta escena con la frase que Jesús le dice a Pedro: “Feliz de ti… porque esto te lo ha revelado mi Padre” (Mt. 16, 17). Es decir, la fe es un don de Dios que debemos agradecer, cuidar, y nos debe llevar a actuar desde ella. La fe nos introduce en la vida íntima de Dios que es Amor. El signo que la hace visible es, por ello, la caridad.
Santiago, en la segunda lectura, se pregunta: “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? (Sant. 2, 14). La fe, siempre lo debemos recordar, es una gracia que Dios nos otorga para vivir en nuestro tiempo y dar certeza a nuestra esperanza; en el cielo no tendremos más necesidad de la fe. Al tener su fuente en Dios no es posible hablar de la fe, que nos ha comunicado Jesucristo, si no nos sentimos comprometidos y exigidos por el mandamiento del amor. Hoy día se corre el peligro de escuchar escuelas de aparente fe en lo espiritual que nos aíslan y nos llevan a pensar sólo en nosotros, porque ellas no provienen de la fe en Dios, el Padre de Jesucristo.
Fe y Amor son la clave para entender la vida cristiana, ambas tienen como fuente a Dios, no podemos separarlas. Ser cristiano es un don que me debe llevar a actualizar en mí la vida y la misión de Jesucristo. Este es el único camino de la santidad cristiana. ¡Cuánta vida de fe se empobrece cuando falta el ejercicio de la caridad; y cuánta caridad se vacía de entusiasmo cuando se desconecta de la verdadera fe!
Ahora bien. ¿Cómo es posible llevar adelante una vida cristiana en un mundo que no siempre es favorable? ¿Cómo hacer para no recluirme en la aparente seguridad de la fe y dejar de actuar en el mundo? Tenemos que hablar para ello de la necesidad de iluminar desde la fe toda nuestra vida, y no recluir la fe sólo a momentos religiosos. Estos momentos son espacios necesarios de intimidad y oración con el Señor, pero deben estar abiertos a nuestra presencia en el mundo.
Siempre recuerdo aquella exhortación de san Pablo a los Corintios: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 22-23). La expresión “todo es de ustedes” nos debe llevar a asumir desde la Fe todo, es decir, familia, relaciones, trabajo, profesión…, pero debemos recordar que “ustedes son de Cristo”, esto significa, hay una manera cristiana de vivir ese conjunto de situaciones en las que se desarrolla nuestra vida. La Fe tiene que testimoniarse en las obras, y estas iluminadas y enriquecidas por la Fe.
Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
ZENIT nos ofrece la homilía que el santo padre dirigió a los fieles y al mundo entero en el Beirut City Center Waterfront ante cientos de miles de fieles, el domingo 16 de Septiembre de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
«Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo» (Ef. 1,3). Bendito sea en este día en el que tengo la alegría de estar aquí con vosotros, en el Líbano, para entregar a los obispos de la región la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente. Agradezco cordialmente a Su Beatitud Bechara Boutros Raï sus amables palabras de bienvenida. Saludo a los demás patriarcas y obispos de las iglesias orientales, a los obispos latinos de las regiones vecinas, así como a los cardenales y obispos procedentes de otros países.
Os saludo a todos con gran afecto, queridos hermanos y hermanas del Líbano, así como a los de los países de toda esta querida región de Oriente Medio, que han venido para celebrar, con el Sucesor de Pedro, a Jesucristo crucificado, muerto y resucitado. Saludo con deferencia también al Presidente de la República y a las autoridades libanesas, a los responsables y miembros de otras tradiciones religiosas que han tenido a bien estar presentes aquí esta mañana.
En este domingo en el que Evangelio nos interroga sobre la verdadera identidad de Jesús, henos aquí con los discípulos por la senda que conduce a los pueblos de la región de Cesarea de Filipo. «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc. 8,29), les preguntó Jesús. El momento elegido para plantear esta cuestión tiene un significado. Jesús se encuentra en un momento decisivo de su existencia. Sube hacia Jerusalén, hacia el lugar donde, por la cruz y la resurrección, se cumplirá el acontecimiento central de nuestra salvación. Jerusalén es también donde, al final de estos acontecimientos, nacerá la Iglesia. Y cuando, en ese momento decisivo, Jesús pregunta primero a sus seguidores: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Mc. 8,27), las respuestas que le dan son muy diferentes: Juan el Bautista, Elías, un profeta.
También hoy, como a lo largo de los siglos, aquellos, que de una u otra manera, han encontrado a Jesús en su camino, ofrecen sus respuestas. Éstas son aproximaciones que pueden permitir encontrar el camino de la verdad. Pero, aunque no sean necesariamente falsas, siguen siendo insuficientes, pues no llegan al corazón de la identidad de Jesús. Sólo quien se compromete a seguirlo en su camino, a vivir en comunión con él en la comunidad de los discípulos, puede tener un conocimiento verdadero.
Entonces es cuando Pedro, que desde hacía algún tiempo había vivido con Jesús, dará su respuesta: «Tú eres el Mesías» (Mc.8,29). Respuesta acertada sin duda alguna, pero aún insuficiente, puesto que Jesús advirtió la necesidad de precisarla. Se percataba de que la gente podría utilizar esta respuesta para propósitos que no eran los suyos, para suscitar falsas esperanzas terrenas sobre él. Y no se deja encerrar sólo en los atributos del libertador humano que muchos esperan.
Al anunciar a sus discípulos que él deberá sufrir y ser ajusticiado antes de resucitar, Jesús quiere hacerles comprender quién es de verdad. Un Mesías sufriente, un Mesías servidor, no un libertador político todopoderoso. Él es siervo obediente a la voluntad de su Padre hasta entregar su vida. Es lo que anunciaba ya el profeta Isaías en la primera lectura. Así, Jesús va contra lo que muchos esperaban de él. Su afirmación sorprende e inquieta. Y eso explica la réplica y los reproches de Pedro, rechazando el sufrimiento y la muerte de su maestro. Jesús se muestra severo con él, y le hace comprender que quien quiera ser discípulo suyo, debe aceptar ser un servidor, como él mismo se ha hecho siervo.
Decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios. Optar por acompañar a Jesucristo, que se ha hecho siervo de todos, requiere una intimidad cada vez mayor con él, poniéndose a la escucha atenta de su Palabra, para descubrir en ella la inspiración de nuestras acciones.
Al promulgar el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, he querido que todo fiel se comprometa de forma renovada en este camino de conversión del corazón. A lo largo de todo este año, os animo vivamente, pues, a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio.
Hermanos y hermanas, el camino por el que Jesús nos quiere llevar es un camino de esperanza para todos. La gloria de Jesús se revela en el momento en que, en su humanidad, él se manifiesta el más frágil, especialmente después de la encarnación y sobre la cruz. Así es como Dios muestra su amor, haciéndose siervo, entregándose por nosotros. ¿Acaso no es esto un misterio extraordinario, a veces difícil de admitir? El mismo apóstol Pedro lo comprenderá sólo más tarde.
En la segunda lectura, Santiago nos ha recordado cómo este seguir a Jesús, para ser auténtico, exige actos concretos: «Yo con mis obras, te mostraré la fe» (2,18). Servir es una exigencia imperativa para la Iglesia y, para los cristianos, el ser verdaderos servidores, a imagen de Jesús. El servicio es un elemento fundacional de la identidad de los discípulos de Cristo (cf. Jn. 13,15-17). La vocación de la Iglesia y del cristiano es servir, como el Señor mismo lo ha hecho, gratuitamente y a todos, sin distinción. Por tanto, en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y la paz es una urgencia, para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión.
Queridos hermanos y hermanas, imploro particularmente al Señor que conceda a esta región de Oriente Medio servidores de la paz y la reconciliación, para que todos puedan vivir pacíficamente y con dignidad. Es un testimonio esencial que los cristianos deben dar aquí, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Os hago un llamamiento a todos a trabajar por la paz. Cada uno como pueda y allí dónde se encuentre.
El servicio debe entrar también en el corazón de la vida misma de la comunidad cristiana. Todo ministerio, todo cargo en la Iglesia, es ante todo un servicio a Dios y a los hermanos. Éste es el espíritu que debe reinar entre todos los bautizados, en particular con un compromiso efectivo para con los pobres, los marginados y los que sufren, para salvaguardar la dignidad inalienable de cada persona.
Queridos hermanos y hermanas que sufrís en el cuerpo o en el corazón, vuestro dolor no es inútil. Cristo servidor está cercano a todos los que sufren. Él está a vuestro lado. Que os encontréis en vuestro camino con hermanos y hermanas que manifiesten concretamente su presencia amorosa, que no os abandonará. Que Cristo os colme de esperanza.
Y todos vosotros, hermanos y hermanas, que habéis venido para participar en esta celebración, tratad de configuraros siempre con el Señor Jesús, con él, que se ha hecho servidor de todos para la vida del mundo. Que Dios bendiga al Líbano, que bendiga a todos los pueblos de esta querida región del Medio Oriente y les conceda el don de su paz. Amén.
ZENIT nos ofrece el discurso que el santo padre Benedicto XVI dirigió a los los patriarcas ortodoxos, los representantes de las confesiones protestantes del Líbano y los patriarcas católicos del Líbano, se inició el Encuentro, donde el santo padre Benedicto XVI les dirigió el siguiente discurso.
Santidad, Beatitud,
Venerados Patriarcas, queridos hermanos en el episcopado,
Queridos representantes de las Iglesias y Comunidades protestantes,
Queridos hermanos:
Con gozo me encuentro entre vosotros, en este monasterio de Notre Dame de la Délivrance de Charfet, lugar de la Iglesia siríaca católica significativo para el Líbano y todo el Oriente Medio. Agradezco a Su Beatitud Ignace Youssef Younan, Patriarca de Antioquía de los Sirocatólicos, sus calurosas palabras de bienvenida. Saludo fraternalmente a cada uno de vosotros, que representáis la diversidad de la Iglesia en Oriente, y en particular a Su Beatitud Ignace IV Hazim, Patriarca Greco-ortodoxo de Antioquía y de todo el Oriente y a Su Santidad Mar Ignatius I Zakke Iwas, Patriarca de la Iglesia Siro-ortodoxa de Antioquía y de todo el Oriente.
Vuestra gozosa presencia realza este encuentro. Les agradezco de corazón que estén entre nosotros. Mi pensamiento se dirige también a la Iglesia copta ortodoxa de Egipto y a la Iglesia etíope ortodoxa, que han sufrido la pérdida de su Patriarca. Les aseguro mi fraterna cercanía y oración.
Permitidme rendir homenaje al testimonio de fe que la Iglesia Siríaca de Antioquía ha ofrecido a lo largo de su gloriosa historia, testimonio de un amor ardiente a Cristo, que le ha permitido escribir, hasta el día de hoy, páginas heroicas a causa de su fidelidad a la fe hasta el martirio. La animo a ser para todos los pueblos de la región un signo de la paz que viene de Dios y una luz que enciende su esperanza. Extiendo estas palabras de aliento a todas las Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en esta región.
Queridos hermanos, nuestro encuentro de esta tarde es un signo elocuente de nuestro deseo profundo de responder a la llamada del Señor Jesús, «que todos sean uno» (Jn 17,21). En estos tiempos inestables y proclives a la violencia, que experimenta vuestra región, es todavía más urgente que los discípulos de Cristo den un testimonio auténtico de su unidad, para que el mundo crea en su mensaje de amor, paz y reconciliación. Es un mensaje que todos los cristianos, y nosotros en particular, tenemos la misión de transmitir al mundo, y que adquiere un valor inestimable en el contexto actual de Oriente Medio.
Trabajemos sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos, por la oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y Salvador. Pues, como he escrito en la Exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, que he tenido el gozo de entregaros, «Jesús une a quienes creen en él y le aman, entregándoles el Espíritu de su Padre, así como el de María, su madre» (n.15).
Confío a la Virgen María cada uno de vosotros, así como los miembros de vuestras Iglesias y comunidades. Que ella suplique por nosotros ante su Divino Hijo, para que nos veamos libres de todo mal y violencia y para que esta región de Oriente Medio conozca al fin el tiempo de la reconciliación y la paz. Que las palabras de Jesús que he citado con frecuencia en este viaje, « Salàmi ō-tīkum » (Jn 14,27), sean para todos nosotros el signo común que daremos en el nombre de Cristo a los pueblos de esta amada región, que anhela con impaciencia la realización de este anuncio. Gracias.
ZENIT nos ofrece el discurso que el santo padre Benedicto XVI pronunció en el aeropuerto internacional "Rafiq Hariri" para la ceremonia de despedida del Líbano.
Señor Presidente,
Señores Presidentes del Parlamento y del Consejo de ministros,
Beatitudes y hermanos en el episcopado,
Autoridades civiles y religiosas y queridos amigos
Ha llegado el momento de partir, y dejo con pesar el querido Líbano. Señor Presidente, le agradezco sus palabras y el haber facilitado, junto con el Gobierno, a cuyos representantes saludo, la organización de los distintos acontecimientos que han marcado mi presencia entre vosotros, apoyado de manera notable por la eficacia de los diferentes servicios de la República y del sector privado. Agradezco también al Patriarca Bechara Boutros Raï, y a todos los patriarcas presentes, así como a los obispos orientales y latinos, los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los seminaristas y los fieles que se han desplazado para recibirme. Al visitaros, es como si Pedro viniese a vosotros, y vosotros habéis recibido a Pedro con la cordialidad que caracteriza a vuestras Iglesias y vuestra cultura.
Mi agradecimiento se dirige en particular a todo el pueblo libanés, que forma un hermoso y rico mosaico, y que ha sabido manifestar al Sucesor de Pedro su entusiasmo, con la aportación multiforme y específica de cada comunidad. Gracias de corazón a las venerables Iglesias hermanas y a las comunidades protestantes. Gracias en particular a los representantes de las comunidades musulmanas. Durante toda mi estancia, he podido constatar cuánto vuestra presencia ha contribuido al éxito de mi viaje. El mundo árabe y el mundo entero habrán visto, en estos momentos de turbación, a los cristianos y a los musulmanes reunidos para celebrar la paz. Es tradición de Oriente Medio recibir al huésped de paso con consideración y respeto, y vosotros lo habéis hecho. Os lo agradezco a todos. Pero, a la consideración y al respeto, habéis añadido algo más: algo parecido a una de esas famosas especias orientales que enriquecen el sabor de los alimentos: vuestro calor y vuestro corazón, que me han despertado el deseo de volver. Os lo agradezco de manera especial. Que Dios os bendiga por ello.
Durante mi brevísima estancia, cuya razón principal ha sido la firma y la entrega de la Exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, he podido encontrar a los diferentes miembros de vuestra sociedad. Ha habido momentos más oficiales y otros más íntimos, momentos de gran densidad religiosa y de oración ferviente, y también otros marcados por el entusiasmo de la juventud. Doy gracias a Dios por estas ocasiones que él ha permitido, por los importantes encuentros que he podido tener, y por la oración de todos por todos los libaneses y el Medio Oriente, cualquiera que sea el origen o la confesión religiosa de cada uno.
En su sabiduría, Salomón llamó a Hirán de Tiro, para que erigiera una casa como morada del Nombre de Dios, un santuario para la eternidad (cf. Si 47,13). Y Hirán, al que ya evoqué a mi llegada, envió madera proveniente de los cedros del Líbano (cf. 1 R 5,22). Paneles de madera de cedro con guirnaldas de flores esculpidas revestían el interior del templo (cf. 1 R 6,18). El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios. Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios. Que el Líbano continúe siendo un espacio donde los hombres y las mujeres puedan vivir en armonía y en paz los unos con los otros para dar al mundo, no sólo el testimonio de la existencia de Dios, primer tema del pasado Sínodo, sino también el de la comunión entre los hombres, cualquiera que sea su sensibilidad política, comunitaria o religiosa, segundo tema de dicho Sínodo.
Pido a Dios por el Líbano, para que viva en paz y resista con valentía todo lo que pueda destruirla o minarla. Deseo que el Líbano siga permitiendo la pluralidad de las tradiciones religiosas, sin dejarse llevar por la voz de aquellos que se lo quieren impedir. Le deseo que fortalezca la comunión entre todos sus habitantes, cualquiera que sea su comunidad o su religión, rechazando resueltamente todo lo que pueda llevar a la desunión y optando con determinación por la fraternidad. He aquí las flores que agradan a Dios, las virtudes posibles y que convendría consolidar enraizándolas más.
La Virgen María, venerada con tierna devoción por los fieles de las confesiones religiosas aquí presentes, es un modelo seguro para avanzar con esperanza por el camino de una fraternidad vivida y auténtica. El Líbano lo ha entendido bien al proclamar desde hace algún tiempo el 25 de marzo como día festivo, permitiendo así a todos sus habitantes vivir con más serenidad su unidad. Que la Virgen María, cuyos antiguos santuarios son tan numerosos en vuestro país, siga acompañándoos e inspirándoos.
Que Dios bendiga el Líbano y a todos los libaneses. Que no cese de atraerlos a Él para darles parte en su vida eterna. Que los colme de su alegría, de su paz y de su luz. Que Dios bendiga a todo Oriente Medio. Sobre todos y cada uno de vosotros, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas. لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم [Que Dios os bendiga a todos].
ZENIT.org nos ofrece la habitual colaboración de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas. Esta vez afronta el tema de la reforma constitucional sobre la tan ansiada libertad religiosa en México.
Temores infundados sobre la libertad religiosa
Ad portas de una trascendental reforma constitucional en México
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Varios Congresos locales están en proceso de aprobar o rechazar la reforma que hicieron los senadores y diputados federales al artículo 24 de nuestra Constitución, que se refiere a la libertad religiosa, junto con el artículo 40, que establece que México es un país laico. Se espera la votación de las legislaturas estatales para darles validez constitucional. Varios Estados ya los aprobaron, aunque algunos sólo aceptaron el 40 y rechazaron el 24.
Líderes de la religión Luz del Mundo y quienes forman el Foro Cívico México Laico, han presionado para que se rechace el artículo 24, porque se imaginan cosas que no contiene la propuesta de ley. Dicen que se beneficiaría parcialmente a la Iglesia Católica, lo cual es falso, pues se ampliarían libertades de creencia para todas las personas como individuos, no para las asociaciones religiosas; se respetaría también la libertad de los no creyentes. Dicen que se abriría la posibilidad de que se impartan clases de religión católica en todas las escuelas, imponiéndola a todos los ciudadanos y perjudicando a otras iglesias; esto es igualmente falso. El actual artículo 3, que ordena la educación laica, sigue intocable. Además, para eso se propuso el artículo 40, para definir que el país es laico, lo cual es correcto, pues nadie pide un Estado confesional. La laicidad oficial es garantía de respeto a todas las creencias.
CRITERIOS
El texto aprobado por los senadores y diputados federales se basa en lo acordado por los países desde 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en suartículo 18 establece: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.
Igualmente, lo aprobado por los legisladores federales retoma lo ratificado por nuestro país en la Convención Interamericana de los Derechos Humanos, en el Pacto de San José, del año 1969, que en su artículo 12 dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este derecho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado”.
En el mismo sentido se pronunció el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, que en su resolución 14/11 del 18 de junio de 2010, afirma categóricamente que “todos tienen el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión o credo”. Esto concuerda con la resolución 36/55 de la Asamblea General de la ONU, del 25 de noviembre de 1981, que se titula Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y de discriminación fundadas en la religión o las creencias.
La propuesta que analizan los diputados de los Estados concuerda también con lo que establece la Declaración y Programa de Acción de Viena: “La Conferencia Mundial de Derechos Humanos pide a todos los gobiernos que adopten las medidas apropiadas para hacer frente a la intolerancia y otras fórmulas análogas de violencia fundadas en la religión o las convicciones, reconociendo que todo individuo tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de expresión y de religión” (Parte II, art. 22).
PROPUESTAS
Con todo respeto, sugiero a los diputados de los Estados que faltan de pronunciarse sobre estas posibles reformas, que analicen los argumentos jurídicos y no se dejen presionar por quienes inventan que hay otras intenciones. No se beneficia a ninguna asociación religiosa. No se aprueban privilegios para la Iglesia Católica, ni para otra denominación. No se impondrá educación católica en todas las escuelas. Sigue la restricción de celebrar actos de culto solo en los templos, y tener que pedir permiso de la autoridad para celebraciones en espacios abiertos. Confiamos en su buen juicio.
ZENIT nos participa el discurso que pronunció Benedicto XVI en su encuentro con los miembros del gobierno, de las instituciones de la República, el cuerpo diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura, Benedicto XVI el sábado 15 de Septiembre de 2012, en el Salón 25 de Mayo, del palacio presidencial de Baabda, en el curso de su viaje apostólico al Líbano.
Señor Presidente de la República,
señoras y señores representantes de las autoridades parlamentarias, gubernamentales, institucionales y políticas del Líbano,
señoras y señores Jefes de misión diplomática,
Beatitudes, responsables religiosos,
queridos hermanos en el episcopado,
señoras y señores, queridos amigos
سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy) (Jn 14,27). Con estas palabras de Cristo, deseo saludaros y agradeceros vuestra acogida y vuestra presencia. Señor Presidente, le agradezco no solamente sus cordiales palabras sino también por haber permitido este encuentro. Acabo de plantar con vosotros un cedro del Líbano, símbolo de vuestro hermoso país. Al ver este arbolito y las atenciones que necesitará para fortalecerse y llegar a extender majestuosamente sus ramas, pienso en vuestro país y su destino, en los libaneses y sus esperanzas, en todas las personas de esta región del mundo que parece conocer los dolores de un alumbramiento sin fin. He pedido a Dios que os bendiga, que bendiga al Líbano y a todos los habitantes de esta región que ha visto nacer grandes religiones y nobles culturas. ¿Por qué ha elegido Dios esta región? ¿Por qué vive en la turbulencia? Pienso que Dios la ha elegido para que sirva de ejemplo, para que dé testimonio de cara al mundo de la posibilidad que tiene el hombre de vivir concretamente su deseo de paz y reconciliación. Esta aspiración está inscrita desde siempre en el plan de Dios, que la ha grabado en el corazón del hombre. Me gustaría hablar con vosotros de la paz, pues Jesús ha dicho: سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy).
Un país es rico, ante todo, por las personas que viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su conjunto, y de su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso sólo será posible en una sociedad unida. Sin embargo, la unidad no es uniformidad. La cohesión de la sociedad está asegurada por el respeto constante de la dignidad de cada persona y su participación responsable según sus capacidades, aportando lo mejor que tiene. Con el fin de asegurar el dinamismo necesario para construir y consolidar la paz, hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser humano. La dignidad del hombre es inseparable del carácter sagrado de la vida que el Creador nos ha dado. En el designio de Dios, cada persona es única e irreemplazable. Viene al mundo en una familia, que es su primer lugar de humanización y, sobre todo, la primera que educa a la paz. Para construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios. La indiferencia o la negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre impide que se respete esta gramática que es la ley natural inscrita en el corazón humano (cf.Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007, 3). La grandeza y la razón de ser de toda persona sólo se encuentra en Dios. Así, el reconocimiento incondicional de la dignidad de todo ser humano, de cada uno de nosotros, y la del carácter sagrado de la vida, comportan la responsabilidad de todos ante Dios. Por tanto, debemos unir nuestras fuerzas para desarrollar una sana antropología que integre la unidad de la persona. Sin ella, no será posible construir la paz verdadera.
Aún siendo más evidentes en los países que sufren conflictos armados –esas guerras llenas de vanidad y de horror-, los atentados contra la integridad y la vida de las personas existen también en otros países. El desempleo, la pobreza, la corrupción, las distintas adicciones, la explotación, el tráfico de todo tipo y el terrorismo comportan, además del sufrimiento inaceptable de los que son sus víctimas, un deterioro del potencial humano. La lógica económica y financiera quiere imponer sin cesar su yugo y hacer que prime el tener sobre el ser. Pero la pérdida de cada vida humana es una pérdida para la humanidad entera. Ésta es una gran familia de la que todos somos responsables. Ciertas ideologías, cuestionando directa o indirectamente, e incluso legalmente, el valor inalienable de toda persona y el fundamento natural de la familia, socavan las bases de la sociedad. Debemos ser conscientes de estos ataques contra la construcción y la armonía del vivir juntos. Sólo una solidaridad efectiva constituye el antídoto a todo esto. Solidaridad para rechazar lo que impide el respeto de todo ser humano, solidaridad para apoyar las políticas y las iniciativas que actúan para unir los pueblos de modo honesto y justo. Es grato ver los gestos de colaboración y verdadero diálogo que construyen una nueva manera de vivir juntos. Una mejor calidad de vida y de desarrollo integral sólo es posible compartiendo las riquezas y las competencias, respetando la identidad de cada uno. Pero un modo de vida como éste, compartido, sereno y dinámico, únicamente es posible confiando en el otro, quienquiera que sea. Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad, donde lo que une es justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad. En esto se encuentra el camino de la paz. En ello reside el compromiso que se nos pide. Ahí está la orientación que debe presidir las opciones políticas y económicas, en cualquier nivel y a escala mundial.
Para abrir a las generaciones futuras un porvenir de paz, la primera tarea es la de educar en la paz, para construir una cultura de paz. La educación, en la familia o en la escuela, debe ser sobre todo la educación en los valores espirituales que dan a la transmisión del saber y de las tradiciones de una cultura su sentido y su fuerza. El espíritu humano tiene el sentido innato de la belleza, del bien y la verdad. Es el sello de lo divino, la marca de Dios en él. De esta aspiración universal se desprende una concepción moral sólida y justa, que pone siempre a la persona en el centro. Pero el hombre sólo puede convertirse al bien de manera libre, ya que «la dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa» (Gaudium et spes, 17). La tarea de la educación es la de acompañar la maduración de la capacidad de tomar opciones libres y justas, que puedan ir a contracorriente de las opiniones dominantes, las modas, las ideologías políticas y religiosas. Éste es el precio de la implantación de una cultura de la paz. Evidentemente, hay que desterrar la violencia verbal o física. Ésta es siempre un atentado contra la dignidad humana, tanto del culpable como de la víctima. Además, valorizando las obras pacíficas y su influjo en el bien común, se aumenta también el interés por la paz. Como atestigua la historia, tales gestas de paz tienen un papel considerable en la vida social, nacional e internacional. La educación en la paz formará así hombres y mujeres generosos y rectos, atentos a todos y, de modo particular, a las personas más débiles. Pensamientos de paz, palabras de paz y gestos de paz crean una atmósfera de respeto, de honestidad y cordialidad, donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación. Que los hombres de Estado y los responsables religiosos reflexionen sobre ello.
Debemos ser muy conscientes de que el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modo impersonal o determinista. El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad. Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse. Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de Dios, trata de pervertir el segundo, el amor al prójimo. Con él, el amor al prójimo desaparece en beneficio de la mentira y la envidia, del odio y la muerte. Pero es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Estamos llamados a esta conversión del corazón. Sin ella, las tan deseadas “liberaciones” humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte. Se necesita la transformación profunda del espíritu y el corazón para encontrar una verdadera clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común. Una mirada nueva y más libre hará que sea posible analizar y poner en cuestión los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de avanzar, teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo. Esta conversión que se requiere es exaltante, pues abre nuevas posibilidades, al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella. Pero es particularmente exigente: hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación y la paz para todos (cf. Rm 12,16b.18).
Sólo entonces podrá crecer el buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la consideración sin conmiseración de unos por otros y el respeto de los derechos de cada uno. En el Líbano, el cristianismo y el Islam habitan el mismo espacio desde hace siglos. No es raro ver en la misma familia las dos religiones. Si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad? Lo específico de Oriente Medio se encuentra en la mezcla de diversos componentes. Es cierto que se han combatido, desgraciadamente es así. Una sociedad plural sólo existe con el respeto recíproco, con el deseo de conocer al otro y del diálogo continuo. Este diálogo entre los hombres es posible únicamente siendo conscientes de que existen valores comunes a todas las grandes culturas, porque están enraizadas en la naturaleza de la persona humana. Estos valores que están como subyacentes, manifiestan los rasgos auténticos y característicos de la humanidad. Pertenecen a los derechos de todo ser humano. Con la afirmación de su existencia, las diferentes religiones ofrecen una aportación decisiva. No olvidemos que la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros. Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera. La pérdida o el debilitamiento de esta libertad priva a la persona del derecho sagrado a una vida íntegra en el plano espiritual. La así llamada tolerancia no elimina las discriminaciones, sino que a veces incluso las reafirma. Y sin la apertura a lo trascendente, que permite encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida y la manera de vivir moralmente, el hombre se hace incapaz de actuar con justicia y de comprometerse por la paz. La libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz. Ella promueve una coexistencia y una vida armoniosa a causa del compromiso común al servicio de causas nobles y de la búsqueda de la verdad que no se impone por la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad» (Dignitatis humanae, 1), la Verdad que está en Dios. Puesto que la creencia vivida lleva invariablemente al amor. La creencia auténtica no puede llevar a la muerte. El artífice de la paz es humilde y justo. Los creyentes tienen hoy, por tanto, un papel esencial, el de testimoniar la paz que viene de Dios y que es un don que se da a todos en la vida personal, familiar, social, política y económica (cf. Mt 5,9; Heb 12,14). No se puede consentir que el mal triunfe por la pasividad de los hombres de bien. Sería peor que no hacer nada.
Estas reflexiones sobre la paz, la sociedad, la dignidad de la persona, sobre los valores de la familia y la vida, sobre el diálogo y la solidaridad no pueden quedar como el simple enunciado de ideas. Pueden y deben ser vividas. Estamos en el Líbano y aquí es donde han de vivirse. El Líbano está llamado, ahora más que nunca, a ser un ejemplo. Políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura, os invito, pues, a dar testimonio con valor en vuestro entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz, que Dios nos confía la paz. سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy) (Jn 14,27), dice Cristo. Que Dios os bendiga. Gracias.
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ZENIT nos ofrece el texto del discurso pronunciado por Benedicto XVI durante la solemne ceremonia de la firma de la exhortación postsinodal 'Ecclesia in Medio Oriente', en la basílica de San Pablo.
Señor Presidente de la República,
Beatitud, venerados patriarcas,
queridos hermanos en el episcopado
y miembros del Consejo especial del Sínodo de Obispos para Oriente Medio,
ilustres representantes de las confesiones religiosas, del mundo de la cultura
y de la sociedad civil,
queridos hermanos y hermanas en Cristo,
queridos amigos
Deseo expresar mi gratitud al Patriarca Gregorios Laham por sus palabras de bienvenida, así como al Secretario general del Sínodo de Obispos, Monseñor Nikola Eterović, por sus palabras de presentación. Dirijo un ferviente saludo a los patriarcas, al grupo de obispos orientales y latinos que se han reunido en esta hermosa basílica de San Pablo, y a los miembros del Consejo especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio. Me alegro también de la presencia de las delegaciones ortodoxas, musulmanas y drusas, así como del mundo de la cultura y la sociedad civil. La buena convivencia del Islam y el Cristianismo, dos religiones que han contribuido a crear grandes culturas, constituyen la originalidad de la vida social, política y religiosa del Líbano. Solo es posible alegrarse por esta realidad que es necesario animar. Confío este deseo a los responsables religiosos de vuestro País. Saludo con afecto a la querida comunidad greco-melkita que me acoge. Vuestra presencia contribuye a dar solemnidad a la firma de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, y muestra que este documento, destinado ciertamente a la Iglesia universal, reviste una importancia particular para el conjunto de Oriente Medio.
Es providencial que este acto tenga lugar precisamente en el día de la Fiesta de la Cruz gloriosa, cuya celebración nació en Oriente en el año 335, al día siguiente de la Dedicación de la Basílica de la Resurrección, construida sobre el Gólgota y el sepulcro de Nuestro Señor, por el emperador Constantino el Grande, al que veneráis como santo. Dentro de un mes se celebrará el 1.700 aniversario de la aparición que le hizo ver, en la noche simbólica de su incredulidad, el crismón resplandeciente, al mismo tiempo que una voz le decía: «Con este signo vencerás». Más tarde, Constantino firmó el edicto de Milán y dio su nombre a Constantinopla. Pienso que la Exhortación puede ser leída e interpretada a la luz de la fiesta de la Cruz gloriosa y, de modo particular, a partir del crismón, la X (khi) y la P (rhô), las dos primeras letras de la palabra Χριστός. Esa lectura conduce a un verdadero redescubrimiento de la identidad del bautizado y de la Iglesia y, al mismo tiempo, constituye como una llamada al testimonio en la comunión y a través de ella. La comunión y el testimonio cristiano, ¿acaso no se fundan en el Misterio pascual, en la crucifixión, en la muerte y resurrección de Cristo? ¿No alcanzan en él su pleno cumplimiento? Hay un vínculo inseparable entre la cruz y la resurrección, que un cristiano no puede olvidar. Sin este vínculo, exaltar la cruz significaría justificar el sufrimiento y la muerte, no viendo en ello más que un fin inevitable. Para un cristiano, exaltar la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de Dios por el hombre. Es hacer un acto de fe. Exaltar la cruz, en la perspectiva de la resurrección, es desear vivir y manifestar la totalidad de este amor. Es hacer un acto de amor. Exaltar la cruz lleva a comprometerse a ser heraldos de la comunión fraterna y eclesial, fuente del verdadero testimonio cristiano. Es hacer un acto de esperanza.
Refiriéndose a la situación actual de las Iglesias en Oriente Medio, los Padres sinodales han reflexionado sobre los gozos y las penas, los temores y las esperanzas en esos lugares de los discípulos de Cristo vivo. Toda la Iglesia ha podido escuchar así el grito lleno de angustia, y percibir la mirada de desesperación de tantos hombres y mujeres que se encuentran en situaciones humanas y materiales difíciles, que viven fuertes tensiones con miedo e inquietud, y que quieren seguir a Cristo, que da sentido a su existencia, a pesar de que muy a menudo se ven impedidos de hacerlo. Por eso, he querido que la trama de este documento sea la primera carta de san Pedro. Al mismo tiempo, la Iglesia ha podido admirar lo que hay de hermoso y de noble en las Iglesias de estas tierras. Queridos cristianos de Oriente Medio, ¿cómo no dar gracias a Dios en todo momento por todos vosotros? (cf. 1 Ts 1,2; primera parte de la Exhortación postsinodal). ¿Cómo no alabar vuestra fe llena de ánimo? ¿Cómo dejar de agradecer la llama de su amor infinito que vosotros seguís manteniendo viva y ardiente en estos lugares, que han sido los primeros en acoger a su Hijo encarnado? ¿Cómo no expresarle nuestro reconocimiento por los impulsos de comunión eclesial y fraternal, por la solidaridad humana manifestada sin cesar hacia todos los hijos de Dios?
Ecclesia in Medio Oriente nos permite repensar el presente para considerar el futuro con la misma mirada de Cristo. Por sus orientaciones bíblicas y pastorales, por su invitación a una profundización espiritual y eclesiológica, por la renovación litúrgica y catequética que propugna, por su llamamiento al diálogo, quiere trazar un camino para encontrar lo esencial: la sequela Christi, en un contexto difícil y a veces doloroso, un contexto que podría hacer aflorar la tentación de ignorar u olvidar la cruz gloriosa. Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre la división. A la luz de la fiesta de hoy, y con vistas a una aplicación fructífera de la Exhortación, os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro (cf.2 Co 4,7-18). No se trata de un lenguaje puramente alegórico, sino de un llamamiento urgente a llevar a cabo actos concretos que configuren cada vez más con Cristo, unos actos que ayuden a las diferentes Iglesias a reflejar la belleza de la primera comunidad de creyentes (cf. Hch 2,41-47;segunda parte de la Exhortación); unos actos similares a los del emperador Constantino, que supo dar testimonio y sacar a los cristianos de la discriminación para permitirles vivir abierta y libremente su fe en Cristo crucificado, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Ecclesia in Medio Oriente ofrece elementos que pueden ayudar a un examen de conciencia personal y comunitario, a una evaluación objetiva del compromiso y del deseo de santidad de todo discípulo de Cristo. La Exhortación abre a un verdadero diálogo interreligioso basado en la fe en Dios Uno y Creador. Quiere también contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo, en la verdad y el amor evangélico, que extrae su fuerza del mandato del Resucitado: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,19-20).
La Exhortación, en todas y cada una de sus partes, quiere ayudar a cada discípulo del Señor a vivir plenamente y a transmitir realmente lo que él ha llegado a ser por el bautismo: un hijo de la luz, un ser iluminado por Dios, una nueva lámpara en la oscuridad inquietante del mundo, para que en las tinieblas resplandezca la luz (cf. Jn 1,4-5 y 2 Co 4,1-6). Este documento quiere contribuir a despojar a la fe de lo que la desfigura, de todo lo que puede oscurecer el esplendor de la luz de Cristo. La comunión es entonces una verdadera adhesión a Cristo, y el testimonio es un resplandor del Misterio pascual, que da pleno sentido a la cruz gloriosa. Nosotros seguimos y «predicamos a Cristo crucificado […] fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1, 23-24; cf. Tercera parte de la Exhortación).
«No temas, pequeño rebaño» (Lc 12,32) y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: «Con este signo vencerás». Iglesias de Oriente Medio, no tengáis miedo, pues el Señor está verdaderamente con vosotras hasta el fin del mundo. No tengáis miedo, pues la Iglesia universal os acompaña con su cercanía humana y espiritual. Con estos sentimientos de esperanza y de aliento a ser protagonistas activos de la fe por la comunión y el testimonio, mañana entregaré la Exhortación postsinodal Ecclesia in Medio Oriente a mis venerados hermanos patriarcas, arzobispos y obispos, a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los fieles laicos. «Tened valor» (Jn 16,33). Por intercesión de la Virgen María, la Theotókos, invoco con afecto sobre todos vosotros la abundancia de los dones divinos. Que Dios conceda a todos los pueblos de Oriente Medio vivir en paz, fraternidad y libertad religiosa. لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم [Que Dios os bendiga].
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ZENIT nos ofrece el texto completo del discurso pronunciado por Benedicto XVI a su llegada, a las 13,45, al aeropuerto Rafiq Hariri de Beirut.
Señor Presidente de la República,
señores Presidentes del Parlamento y del Consejo de Ministros,
queridas Beatitudes, miembros del Cuerpo diplomático,
autoridades civiles y religiosas,
queridos amigos
Tengo el gozo, Señor Presidente, de responder a su amable invitación a visitar su país, así como a la de los patriarcas y obispos católicos del Líbano. Esta doble invitación manifiesta, si acaso fuera necesario, la doble finalidad de mi visita a vuestro país. Subraya las excelentes relaciones existentes desde siempre entre el Líbano y la Santa Sede, y quisiera contribuir a reforzarlas. Esta visita es también la respuesta a la que me habéis hecho en el Vaticano, en noviembre del 2008, y más recientemente en febrero del 2011, una visita a la que ha seguido nueve meses más tarde la del Señor Primer Ministro.
Fue entonces, durante nuestro segundo encuentro, cuando se bendijo la majestuosa imagen de san Marón. Su presencia silenciosa en la cabecera de la Basílica de San Pedro recuerda de manera permanente al Líbano, en el mismo lugar en el que fue sepultado el apóstol Pedro. Manifiesta una herencia espiritual de siglos, que confirma la veneración de los libaneses hacia el primero de los apóstoles y sus sucesores. Los patriarcas maronitas, para remarcar su gran devoción a Simón Pedro, añaden a su nombre el de Boutros. Resulta agradable ver que san Marón, desde el santuario petrino, intercede continuamente por vuestro país y por todo el Oriente Medio. Señor Presidente, le agradezco desde ahora todos los esfuerzos realizados para el buen éxito de mi estancia entre ustedes.
Otro motivo de mi visita es la firma y entrega de la Exhortación apostólica postsinodal de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de Obispos, Ecclesia in Medio Oriente. Se trata de un importante acontecimiento eclesial. Agradezco a todos los patriarcas católicos que se han desplazado, y de modo especial al Patriarca emérito, el querido Cardenal Nasrallah Boutros Sfeir, y a su sucesor, el Patriarca Béchara Boutros Raï. Saludo fraternalmente a todos los obispos del Líbano, así como a los que han viajado hasta aquí para rezar conmigo y recibir este documento de las manos del Papa. Por vuestro medio, saludo paternalmente a todos los cristianos de Oriente Medio. La Exhortación, destinada al mundo entero, pretende ser para ellos una hoja de ruta para los próximos años. Me alegro asimismo de poder encontrar durante estos días a numerosas representaciones de las comunidades católicas de vuestro país, de poder celebrar y rezar juntos. Su presencia, su compromiso y su testimonio son una aportación reconocida y altamente apreciada en la vida cotidiana de todos los habitantes de vuestro querido país.
Me complace saludar también con gran deferencia a los patriarcas y obispos ortodoxos que han venido a recibirme, así como a los representantes de las diversas comunidades religiosas del Líbano. Queridos amigos, vuestra presencia, demuestra la estima y la colaboración que deseáis promover entre todos en el respeto mutuo. Os agradezco vuestros esfuerzos, y estoy seguro de que continuaréis buscando caminos de unidad y concordia. No olvido los tristes y dolorosos acontecimientos que han afligido a vuestro hermoso país durante muchos años. La buena convivencia, típicamente libanesa, debe demostrar, a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de una nación puede haber colaboración entre las diferentes Iglesias, miembros todos de la única Iglesia católica, en un espíritu fraternal de comunión con los demás cristianos y, al mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los cristianos y sus hermanos de otras religiones. Sabéis tan bien como yo que este equilibrio, que se presenta por todas partes como un ejemplo, es extremadamente delicado. A veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa. Es necesario entonces dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. Y la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer el bien común de todos. El gran rey Salomón, que conoció a Hirán, rey de Tiro, ¿acaso no tenía a la sabiduría como la virtud suprema? Por eso se la pidió a Dios insistentemente, y Dios le dio un corazón sabio e inteligente (1 R 3,9-12).
Vengo también para decir lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos, esta convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y benevolencia hacia el otro, en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos. El famoso equilibrio libanés, que quiere seguir siendo una realidad, se puede prolongar gracias a la buena voluntad y al empeño de todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región, y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio, y consolidar con determinación.
Los lazos entre el Líbano y el Sucesor de Pedro son históricos y profundos. Señor Presidente y queridos amigos, vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres. «سَلامي أُعطيكُم »: «La paz os dejo», dijo Cristo (Jn 14,27). Y, más allá de vuestro país, vengo también hoy simbólicamente a todos los países de Oriente Medio, como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de todos los habitantes de todos los países de la región, cualquiera que sea su pertenencia y su creencia. Cristo les dice también a ellos: «سَلامي أُعطيكُم ». Vuestros gozos y penas están continuamente presentes en la oración del Papa y pido a Dios que os acompañe y alivie. Os puedo asegurar que rezo particularmente por todos los que sufren en esta región, que son muchos. La imagen de san Marón me recuerda lo que vivís y soportáis.
Señor Presidente, sé que vuestro país me prepara una hermosa acogida, una acogida calurosa, la que se reserva a un hermano al que se ama y se respeta. Sé que vuestro país quiere ser digno de «l’Ahlan wa Sahlan» libanés. Lo es ya, y lo será más de ahora en adelante. Me siento feliz de estar con todos vosotros. Que Dios os bendiga a todos. (لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم ). Gracias.
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ZENIT nos ofrece el texto del discurso pronunciado por Benedicto XVI durante su encuentro de esta tarde, con los jóvenes, en la Explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké.
Beatitud,
Hermanos Obispos,
Señor Presidente,
queridos amigos:
«A vosotros gracia y paz abundantes por el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor» (2 P 1,2). El pasaje de la carta de San Pedro que acabamos de escuchar expresa bien el gran deseo que llevo en el corazón desde hace mucho tiempo. Gracias por vuestra calurosa acogida, gracias de todo corazón por vuestra presencia tan numerosa esta tarde. Agradezco a Su Beatitud el Patriarca Bechara Boutros Raï sus palabras de bienvenida, a Mons. Georges Bou Jaoudé, Arzobispo de Trípoli y Presidente del Consejo para el apostolado de los laicos en el Líbano, y a Monseñor Elie Hadda, Arzobispo de Sidón de los Griegos melquitas y Vicepresidente de dicho Consejo, así como a los dos jóvenes que me han saludado en nombre de todos vosotros. سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy) (Jn 14,27), nos dice Jesucristo.
Queridos amigos, vosotros vivís hoy en esta parte del mundo que ha visto el nacimiento de Jesús y el desarrollo del cristianismo. Es un gran honor. Y es una llamada a la fidelidad, al amor por vuestra región, y especialmente a ser testigos y mensajeros de la alegría de Cristo, porque la fe transmitida por los Apóstoles lleva a la plena libertad y al gozo, como lo han mostrado tantos santos y beatos de este país. Su mensaje ilumina la Iglesia universal. Y puede seguir iluminando vuestras vidas. Entre los Apóstoles y los santos, muchos vivieron periodos difíciles, y su fe fue la fuente de su valor y de su testimonio. Que encontréis en su ejemplo e intercesión la inspiración y el apoyo que necesitáis.
Conozco las dificultades que tenéis en la vida cotidiana, debido a la falta de estabilidad y seguridad, al problema de encontrar trabajo o incluso al sentimiento de soledad y marginación. En un mundo en continuo movimiento, os enfrentáis a muchos y graves desafíos. Pero ni siquiera el desempleo y la precariedad deben incitaros a probar la «miel amarga» de la emigración, con el desarraigo y la separación en pos de un futuro incierto. Se trata de que vosotros seáis los artífices del futuro de vuestro país, y cumpláis con vuestro papel en la sociedad y en la Iglesia.
Tenéis un lugar privilegiado en mi corazón y en toda la Iglesia, porque la Iglesia es siempre joven. La Iglesia confía en vosotros. Cuenta con vosotros. Sed jóvenes en la Iglesia. Sed jóvenes con la Iglesia. La Iglesia necesita vuestro entusiasmo y creatividad. La juventud es el momento en el que se aspira a grandes ideales, y el periodo en que se estudia para prepararse a una profesión y a un porvenir. Esto es importante y exige su tiempo. Buscad lo que es hermoso y gozad en hacer el bien. Dad testimonio de la grandeza y la dignidad de vuestro cuerpo, que es «para el Señor» (1 Co 6,13b). Tened la delicadeza y la rectitud de los corazones puros. Como el beato Juan Pablo II, yo también os repito: «No tengáis miedo. Abrid las puertas de vuestro espíritu y vuestro corazón a Cristo». El encuentro con él «da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1). En él encontraréis la fuerza y el valor para avanzar en el camino de vuestra vida, superando así las dificultades y aflicciones. En él encontraréis la fuente de la alegría. Cristo os dice: سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy). Aquí está la revolución que Cristo ha traído, la revolución del amor.
Las frustraciones que se presentan no os deben conducir a refugiaros en mundos paralelos como, entre otros, el de las drogas de cualquier tipo, o el de la tristeza de la pornografía. En cuanto a las redes sociales, son interesantes, pero pueden llevar fácilmente a una dependencia y a la confusión entre lo real y lo virtual. Buscad y vivid relaciones ricas de amistad verdadera y noble. Adoptad iniciativas que den sentido y raíces a vuestra existencia, luchando contra la superficialidad y el consumo fácil. También os acecha otra tentación, la del dinero, ese ídolo tirano que ciega hasta el punto de sofocar a la persona y su corazón. Los ejemplos que os rodean no siempre son los mejores. Muchos olvidan la afirmación de Cristo, cuando dice que no se puede servir a Dios y al dinero (cf. Lc16,13). Buscad buenos maestros, maestros espirituales, que sepan indicaros la senda de la madurez, dejando lo ilusorio, lo llamativo y la mentira.
Sed portadores del amor de Cristo. ¿Cómo? Volviendo sin reservas a Dios, su Padre, que es la medida de lo justo, lo verdadero y lo bueno. Meditad la Palabra de Dios. Descubrid el interés y la actualidad del Evangelio. Orad. La oración, los sacramentos, son los medios seguros y eficaces para ser cristianos y vivir «arraigados y edificados en Cristo, afianzados en la fe» (Col 2,7). El Año de la fe que está para comenzar será una ocasión para descubrir el tesoro de la fe recibida en el bautismo. Podéis profundizar en su contenido estudiando el Catecismo, para que vuestra fe sea viva y vivida. Entonces os haréis testigos del amor de Cristo para los demás. En él, todos los hombres son nuestros hermanos. La fraternidad universal inaugurada por él en la cruz reviste de una luz resplandeciente y exigente la revolución del amor. «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn13,35). En esto reside el testamento de Jesús y el signo del cristiano. Aquí está la verdadera revolución del amor.
Por tanto, Cristo os invita a hacer como él, a acoger sin reservas al otro, aunque pertenezca a otra cultura, religión o país. Hacerle sitio, respetarlo, ser bueno con él, nos hace siempre más ricos en humanidad y fuertes en la paz del Señor. Sé que muchos de vosotros participáis en diversas actividades promovidas por las parroquias, las escuelas, los movimientos o las asociaciones. Es hermoso trabajar con y para los demás. Vivir juntos momentos de amistad y alegría permite resistir a los gérmenes de división, que constantemente se han de combatir. La fraternidad es una anticipación del cielo. Y la vocación del discípulo de Cristo es ser «levadura» en la masa, como dice san Pablo: «Un poco de levadura hace fermentar toda la masa» (Ga 5,9). Sed los mensajeros del evangelio de la vida y de los valores de la vida. Resistid con valentía a aquello que la niega: el aborto, la violencia, el rechazo y desprecio del otro, la injusticia, la guerra. Así irradiaréis la paz en vuestro entorno. ¿Acaso no son a los «artífices de la paz» a quienes en definitiva más admiramos? ¿No es la paz ese bien precioso que toda la humanidad está buscando? Y, ¿no es un mundo de paz para nosotros y para los demás lo que deseamos en lo más profundo?سَلامي أُعطيكُم(Mi paz os doy), dice Jesús. Él no ha vencido el mal con otro mal, sino tomándolo sobre sí y aniquilándolo en la cruz mediante el amor vivido hasta el extremo. Descubrir de verdad el perdón y la misericordia de Dios, permite recomenzar siempre una nueva vida. No es fácil perdonar. Pero el perdón de Dios da la fuerza de la conversión y, a la vez, el gozo de perdonar. El perdón y la reconciliación son caminos de paz, y abren un futuro.
Queridos amigos, muchos de vosotros se preguntan ciertamente, de una forma más o menos consciente: ¿Qué espera Dios de mí? ¿Qué proyecto tiene para mí? ¿Querrá que anuncie al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio? ¿Me llamará Cristo a seguirlo más de cerca? Acoged confiadamente estos interrogantes. Tomaos un tiempo para pensar en ello y buscar la luz. Responded a la invitación poniéndoos cada día a disposición de Aquel que os llama a ser amigos suyos. Tratad de seguir de corazón y con generosidad a Cristo, que nos ha redimido por amor y entregado su vida por todos nosotros. Descubriréis una alegría y una plenitud inimaginable. Responder a la llamada que Cristo dirige a cada uno: éste es el secreto de la verdadera paz.
Ayer firmé la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Esta carta, queridos jóvenes, está destinada también a vosotros, como a todo el Pueblo de Dios. Leedla con atención y meditadla para ponerla en práctica. Para que os ayude, os recuerdo las palabras de san Pablo a los corintios: «Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todo el mundo. Es evidente que sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Co 3,2-3). También vosotros, queridos amigos, podéis ser una carta viva de Cristo. Esta carta no estará escrita con papel y lápiz. Será el testimonio de vuestra vida y de vuestra fe. Así, con ánimo y entusiasmo, haréis comprender a vuestro alrededor que Dios quiere la felicidad de todos sin distinción, y que los cristianos son sus servidores y testigos fieles.
Jóvenes libaneses, sois la esperanza y el futuro de vuestro país. Vosotros sois el Líbano, tierra de acogida, de convivencia, con una increíble capacidad de adaptación. Y, en estos momentos, no podemos olvidar a esos millones de personas que forman la diáspora libanesa, y que mantienen fuertes lazos con su país de origen. Jóvenes del Líbano, sed acogedores y abiertos, como Cristo os pide y como vuestro país os enseña.
Quiero saludar ahora a los jóvenes musulmanes que están con nosotros esta noche. Agradezco vuestra presencia que es tan importante. Vosotros sois, con los jóvenes cristianos, el futuro de este maravilloso País y de todo el Oriente Medio. Buscad construirlo juntos. Y cuando seáis adultos, continuad a vivir la concordia en la unidad con los cristianos. Porque la belleza del Líbano se encuentra en esta bella simbiosis.
Es necesario que todo el Oriente Medio, viéndoles, comprenda que los musulmanes y los cristianos, el Islam y el Cristianismo, pueden vivir juntos sin odios, respetando las creencias de cada uno, para construir juntos una sociedad libre y humana.
He sabido además que están entre nosotros jóvenes venidos de Siria. Quiero deciros cuanto admiro vuestra valentía. Decid en vuestras casas, a vuestros familiares y amigos, que el Papa no os olvida. Decid en vuestro entorno que el Papa esta triste a causa de vuestros sufrimientos y lutos. Él no se olvida de Siria en sus oraciones y es una de sus preocupaciones. No se olvida de ninguno de los que sufren en Oriente Medio. Es el momento en que musulmanes y cristianos se unan para poner fin a la violencia y a la guerra.
Para terminar, volvámonos a María, la Madre del Señor, Nuestra Señora del Líbano. Ella os protege y acompaña desde lo alto de la colina de Harissa, vela como madre por todos los libaneses y por tantos peregrinos que acuden de todas partes para encomendarle sus alegrías y sus penas. Esta tarde, confiamos a la Virgen María y al Beato Juan Pablo II, que me precedió aquí, vuestras vidas, las de todos los jóvenes del Líbano y de los países de la región, especialmente de los que sufren la violencia o la soledad, de los que necesitan consuelo. Que Dios os bendiga a todos. Y ahora, todos juntos, la imploramos: «A salamou á-laïki ya Mariam...».
السّلامُ عَلَيكِ يا مَرْيَم... .
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ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.
¿Quién dice la gente que soy yo?
Comentario al Evangelio del Domingo 24º T.O./B
Jesús Álvarez, ssp
Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas.» Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Pero Jesús les dijo con firmeza que no conversaran sobre él. Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo por lo que había dicho. Pero Jesús, dándose la vuelta de cara a los discípulos, reprochó a Pedro diciéndole: «¡Apártate de mí, Satanás! Tus intenciones no son las de Dios, sino de los hombres.» Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que dé su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. (Mc. 8,27-35)
Pedro, en nombre propio y de los demás discípulos, reconoce a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Y Jesús toma pie de esa confesión para revelarles su muerte inminente, como paso hacia la resurrección y la gloria eterna.
Eso de la resurrección no entraba en la mente ni en los planes mesiánicos de los discípulos, pues la muerte de Jesús desbarataba todas sus esperanzas de un reino temporal presidido por Jesús, en el que ellos serían los ministros.
Por eso Pedro toma al Maestro aparte y lo reprende diciéndole que no puede someterse a la muerte. Pero Jesús, delante de todos, le llama satanás a Pedro -¡el Príncipe de los Apóstoles!-, pues se opone al plan de Dios, que consiste en que Cristo, mediante la muerte, alcance la resurrección y la gloria para sí mismo, para ellos y para la humanidad.
La respuesta --para hacerla vida concreta--, a la pregunta de Jesús: “Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, nos sitúa a los cristianos en dos grandes categorías: los bautizados que creen en Cristo y se esfuerzan por vivir con él y como él; y los que fueron bautizados y dicen creer en Cristo, pero, en realidad, lo ignoran o niegan en su vida práctica, en el hogar, en la educación, el trabajo, las penas y alegrías; e incluso lo excluyen de la centralidad de su oración y de sus celebraciones. Son cristianos sin Cristo, o sea, no cristianos.
Resulta imperativo hacernos sinceramente la pregunta: Jesús, ¿quién eres tú en realidad para mí en mi vida concreta? Y responderse con la misma sinceridad, sin escudarse en una religiosidad de cumplimiento externo, lo cual merece el reproche: “Éste, ésta, me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
Jesús nos dice sin rodeos: “Quien no está conmigo, está contra mí. Quien conmigo no recoge, desparrama”.
El cristiano de verdad --persona que cree en Cristo, lo ama y vive unida a Él--, se siente acompañado por Él, que prometió: “Yo estoy con ustedes todos los días”; por eso lo escucha, lo percibe en Eucaristía, en la Biblia, en el prójimo, en la oración…
Jesús es el Compañero resucitado de nuestro caminar hacia la vida eterna. Sólo él hace eternas nuestras alegrías y nuestras cruces convertidas en felicidad sin fin, y elimina la muerte con la resurrección, la cual abre las puertas de su misma divina felicidad eterna.
La fe viva en Cristo resucitado presente y en la propia resurrección, es el distintivo del verdadero cristiano, el fundamento absoluto de su fe hecha vida.
ZENIT nos ofrece el texto de las palabras pronunciadas por el santo padre en la audiencia general del miércoles 12 de Septiembre de 2012 dirigidas a los grupos de peregrinos y fieles llegados desde Italia y de todas las partes del mundo.
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado hablé sobre la plegaria en la primera parte del Apocalipsis, hoy pasamos a la segunda parte del libro, y mientras en la primera parte la oración está orientada hacia el interno de la vida eclesial, la atención en la segunda está dirigida al mundo entero. La Iglesia de hecho, camina en la historia, es parte del proyecto de Dios. La asamblea que escuchando el mensaje de Juan --presentado por el lector- ha descubierto el propio deber de colaborar con el desarrollo del Reino de Dios como “sacerdotes de Dios y de Cristo” (Ap 20,6; cfr 1,5; 5,10), y se abre sobre el mundo de los hombres. Y aquí emergen dos modos de vivir la relación dialéctica entre ellos: el primero, lo podríamos definir el “sistema de Cristo”, al cual la asamblea tiene la felicidad de pertenecer, y el segundo es el “sistema terrestre anti-Reino y anti-alianza puesto en acto por influjo del maligno”, el cual engañando a los hombres quiere realizar un mundo opuesto al querido por Cristo y por Dios (cfr Pontificia Commissione Biblica, Bibbia e Morale. Radici bibliche dell’agire cristiano, 70).
La asamblea tiene entonces que saber leer en profundidad la historia que está viviendo, aprendiendo a discernir con su fe los acontecimientos para colaborar con el Reino de Dios. Y esta obra de lectura y de discernimiento, como también de acción, está relacionada con la oración.
Sobre todo después de la llamada insistente de Cristo que, en la primera parte del Apocalipsis, hasta siete veces dijo: “Quien tenga oídos, escuche lo que el Espíritu le dice a la Iglesia” (cfr Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22), la asamblea es invitada a subir al Cielo para mirar la realidad con los ojos de Dios. Y aquí encontramos tres símbolos, puntos de referencia de los que partir para leer la historia: el trono de Dios, el Cordero de Dios, el Cordero y el libro (cfr Ap 4,1 – 5,14).
El primer símbolo es el trono, sobre el cual está sentado un personaje que Juan no describe, porque supera todo tipo de representación humana. Puede solamente esbozar al sentido de la belleza y alegría que se prueba encontrándose delante de Él. Este personaje misterioso es Dios, Dios omnipotente que no se ha quedado encerrado en su Cielo sino que se acercó al hombre entrando en alianza con él. Dios que hace sentir en la historia de manera misteriosa pero real, su voz, simbolizada por relámpagos y truenos. Son varios los elementos que aparecen en torno a Dios, como los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, que le rinden incesantemente alabanza al único Señor de la historia.
El primer símbolo por lo tanto es el trono. El segundo es el libro, que contiene el plan de Dios sobre los acontecimientos y sobre los hombres. Está cerrado herméticamente por siete sellos y nadie es capaz de leerlo. Ante esta incapacidad del hombre de percibir el proyecto de Dios, Juan siente una profunda tristeza que lo lleva a llorar. Pero hay un remedio a la desorientación del hombre ante del misterio de la historia: alguien es capaz de abrir el libro y de iluminarlo.
Y aquí aparece el tercer símbolo: Cristo, el Cordero inmolado en el sacrificio de la Cruz, que está de pie, significando su Resurrección. Y es justamente el Cordero, el Cristo muerto y resucitado que progresivamente abre los sellos y desvela el plan de Dios, el sentido profundo de la historia.
¿Qué dicen estos símbolos? Estos nos recuerdan cuál es el camino para saber leer los hechos de la historia y de nuestra misma vida. Levantando los ojos al Cielo de Dios, en la relación constante con Cristo, abriéndole a Él nuestro corazón y nuestra mente con la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas de una manera nueva y a aferrar el sentido más verdadero. La oración es como una ventana abierta que nos permite tener la mirada vuelta hacia Dios, no solamente para recordarnos la meta hacia la cual nos dirigimos, sino también para dejar que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terreno y nos ayude a vivirlo con intensidad y empeño.
¿De qué manera el Señor guía a la comunidad cristiana a una lectura más profunda de la historia? Antes de todo invitándonos a considerar con realismo el presente que estamos viviendo. El Cordero abre entonces los cuatro primeros sellos del libro, y la Iglesia ve el mundo en el cual está insertada, un mundo en el que existen varios elementos negativos. Existen los males que realiza el hombre, como la violencia, que nace del deseo de poseer, de prevalecer unos sobre los otros, al punto de llegar a asesinarse (segundo sello); o la injusticia, porque los hombres no respetan las leyes que se han dado (tercer sello). A estos se agregan los males que el hombre tiene que sufrir, como la muerte, el hambre, la enfermedad (cuarto sello). A estas realidades, muchas veces dramáticas, la comunidad eclesial viene invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del maligno choca con la verdadera omnipotencia que es la de Dios.
El primer sello que el Cordero abre contiene justamente este mensaje. Narra Juan: “Y vi: un caballo blanco. Quien lo montaba tenía un arco, le fue dada una corona y él salió victorioso para vencer nuevamente” (Ap 6,2). En la historia del hombre ha entrado la fuerza de Dios, que no solamente es capaz de equilibrar el mal, sino incluso de vencerlo. El color blanco hace recordar la Resurrección: Dios se volvió tan cercano hasta el punto de descender a la obscuridad de la muerte para iluminarla con el esplendor de su vida divina; ha tomado sobre sí el mal del mundo para purificarlo con el fuego de su amor.
¿Cómo crecer con esta lectura cristiana la realidad? El Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades esta visión de luz y de profunda esperanza: nos invita a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien, a mirar a Cristo crucificado y resucitado que nos asocia a su victoria. La Iglesia vive en la historia, no se cierra en si misma, sino que afronta con coraje su camino en medio de las dificultades y sufrimientos, afirmando con fuerza que el mal en definitiva no vence al bien, la obscuridad no ofusca el esplendor de Dios. Este es un punto importante para nosotros; como cristianos no podemos nunca ser pesimistas; sabemos bien que en el camino de nuestra vida encontramos muchas veces violencia, mentira, odio, persecución, pero esto no nos desanima. Especialmente la oración nos educa a ver los signos de Dios, su presencia y acción, más aún, a ser nosotros luz del bien, que difunde la esperanza e indica que la victoria es de Dios.
Esta perspectiva lleva a elevar el agradecimiento y la alabanza a Dios y al Cordero: los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes cantan juntos el “canto nuevo” que celebra la obra de Cristo Cordero, el cual volverá “nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Si bien esta renovación es sobre todo un don que hay que pedir.
Y aquí encontramos otro elemento que debe caracterizar la oración: invocar al Señor con insistencia para que su Reino venga, que el hombre tenga el corazón dócil al señorío de Dios, que sea su voluntad la que oriente nuestra vida y la del mundo. En la visión del Apocalipsis, esta oración de solicitud está representada por un particular importante: “los veinticuatro ancianos” y “los cuatro seres vivientes” tienen en su mano, junto a la cítara que acompaña a su canto “copas de oro llenas de incienso” (5,8a) que como se explica “son las plegarias de los santos” (5,8b), de los que ya han alcanzado a Dios, además de todos nosotros quienes estamos en camino. Y vemos que ante el trono de Dios, un ángel tiene en la mano un incensario de oro en el que mete continuamente los granos de incienso, es decir nuestras oraciones, cuyo suave olor es ofrecido junto a las oraciones que suben a la presencia de Dios (cfr Ap 8,1-4). Es un simbolismo que nos dice que todas nuestras oraciones --con todos los límites, la fatiga, la pobreza, la aridez, las imperfecciones que puedan tener- son casi purificadas y llegan al corazón de Dios. Debemos estar seguros de que no hay oraciones superfluas, inútiles; ninguna se pierde. Y encuentran respuesta, aunque a veces sea misteriosa, porque Dios es Amor y Misericordia infinita. A menudo, frente al mal, se tiene la sensación de no poder hacer nada, pero es justamente nuestra oración la primera respuesta y más eficaz que podemos dar y que hace más fuerte nuestro cotidiano compromiso por defender el bien. La potencia de Dios hace fecunda nuestra debilidad (cfr Rm 8,26-27).
Querría concluir con alguna alusión al diálogo final (cfr Ap 22,6-21). Jesús repite varias veces: "He aquí que vuelvo pronto" (Ap 22,7.12). Esta afirmación no indica sólo la perspectiva futura del fin de los tiempos, sino también la presente: Jesús viene, pone su morada en quien cree en El y lo acoge. La asamblea, entonces, guiada por el Espíritu Santo, repite a Jesús la invitación urgente a hacerse cada vez más cercano: "Ven" (Ap 22,17a). Es como la "esposa" (22,17) que aspira ardientemente a la plenitud de la nupcialidad. Por tercera vez hace la invocación: "Amén. Ven, Señor Jesús" (22,20b); y el lector concluye con una expresión que manifiesta el sentido de esta presencia: "La gracia del Señor Jesús esté con todos" (22,21).
El Apocalipsis, aún en la complejidad de los símbolos, nos implica en una oración muy rica, por la cual también nosotros escuchamos, alabamos, damos gracias, contemplamos al Señor, le pedimos perdón. Su estructura de gran oración litúrgica comunitaria es también una fuerte llamada a redescubrir la carga extraordinaria y transformante que tiene la Eucaristía; en especial querría invitar con fuerza a ser fieles a la Santa Misa dominical en el Día del Señor, el domingo, ¡verdadero centro de la semana! La riqueza de la oración en el Apocalipsis nos hace pensar en un diamante, que tiene una serie fascinante de caras, pero cuyo valor reside en la pureza del único núcleo central. Las sugestivas formas de oración que encontramos en el Apocalipsis hacen brillar entonces la riqueza única e indecible de Jesucristo. Gracias.
Traducido del italiano por HSM y NSM
©Librería Editorial Vaticana
DOMINGO 24 DEL T. ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Escuchemos en primer lugar unas palabras del profeta Isaías: En ellas nos anuncia que el Mesías soportará con ánimo generoso y lleno de confianza en Dios sufrimientos e injurias.
SEGUNDA LECTURA
En la lectura apostólica, Santiago nos enseña que, sin obras, es decir, sin una verdadera actuación cristiana, no hay fe auténtica. Escuchemos.
TERCERA LECTURA
En el Evangelio junto a la confesión de fe de S. Pe-dro, escucharemos el duro reproche que le hace el Señor, porque pretende separarle del camino de la Pasión y de la Cruz.
COMUNIÓN
El camino de la cruz es duro y difícil. Por eso necesitamos acercarnos con frecuencia al Señor, verdadero Pan de vida, para no desfallecer por el camino.
Reflexión a las lecturas del domingo einticuatro del Tiempo Ordinario B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 24º del T. Ordinario B
Por el camino a las aldeas de Cesarea de Filipo se realiza una gran revelación: ¡Jesús es el Mesías! Pero la reacción de Jesucristo nos resulta extraña: En primer lugar, les prohíbe terminantemente a los discípulos decírselo a nadie. Luego les hace otra gran revelación: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”.
“Se lo explicaba con toda claridad”. Pero ¿quién podía entender, en todo Israel, que el Mesías tuviera que padecer? ¿El que venía a liberarles de la dominación romana, iba a terminar derrotado? ¿El que iba a conducirles a un Reino muy grande, jamás soñado, iba a ser condenado y ejecutado? Porque de resucitar ellos no entendían nada. Por tanto, es normal que Pedro se lo lleve aparte y se ponga a increparlo. Pedro ama intensamente a Cristo y espera el Reino prometido. Y Jesús se siente realmente tentado y sabe que los demás discípulos piensan lo mismo. Por eso, de cara a los discípulos, dirige a Pedro unas palabras desconcertantes: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Tú piensas como los hombres no como Dios”. Y ya sabemos lo que pensamos los hombres y lo que piensa Dios: Los hombres, ante todo, rehuimos no sólo la enfermedad y la muerte, sino también todo tipo de sufrimiento… ¡Cuánto nos cuesta afrontar el dolor, sobre todo, cuando es prolongado! Y no sólo eso. Rehuimos todo lo que suene a dolor, sacrificio, renuncia, entrega… Y luego, luchamos y nos esforzamos por vivir y gozar a tope… Muchas veces, sin pararnos siquiera a ver si los medios son lícitos… Si nos conviene o nos perjudica…
¿Y cómo piensa Dios?
El sufrimiento y la muerte nunca son para Dios término de todo, fin en sí mismo, sino que siempre son camino, grano de trigo en el surco, paso, pascua. Dios no busca nunca hacernos sufrir o amargarnos la vida. Todo lo contrario. Dios quiere nuestro bien y nuestra felicidad no sólo en el alma sino también, en el cuerpo… No sólo en la eternidad, sino también en el tiempo…Y si nos pide o nos exige algo, es para hacerla posible. Como un grano de trigo. Para convertirse en una espiga preciosa, tiene que ser enterrado en el surco. Por todo ello, nos dice el Evangelio que llama a la gente y a los discípulos y les dice: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
¡Estas son las condiciones de su seguimiento! Ir por su mismo camino… Al llegar hasta aquí ¡Cuántas cosas podríamos comentar! Y añade: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará”. ¡Qué impresionante es todo esto! Estas palabras del Señor las ha “traducido” el Vaticano II, diciendo: “El hombre… jamás logrará alcanzar su plenitud, mientras no entregue su vida como un don al servicio de los demás”. (G. et Sp. 24) Sin embargo, nos cuesta entender que hemos recibido la vida para darla; no para quemarla en la hoguera de nuestro egoísmo.
Y por aquí anda la razón y la raíz de toda vocación.
¡Feliz Día del Señor!
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veinticuatro del Tiempo Ordinario B.
TOMAR EN SERIO A JESÚS
El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: "¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: "Tú eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús "empezó a instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
Desde el principio les habla "con toda claridad". No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios está con él.
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para "increparlo". Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a Pedro con estas palabras:"Ponte detrás de mí, Satanás": vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. "Tú piensas como los hombres, no como Dios".
Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga".
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
16 de septiembre de 2012
24 Tiempo ordinario (B)
Marcos, 8,27-35
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 491
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
La Diócesis celebra este próximo fin de semana -sábado 15 y domingo 16- el "Día del ISTIC". Unas jornadas donde se pedirá en todas las parroquias que se tenga en cuenta al Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, en el momento de la oración y se ofrezca la colecta para esta institución docente en la que se forman los seminaristas -los futuros sacerdotes o presbíteros-, laicos, profesores de religión, catequistas y agentes de pastoral.
Este viernes se celebra el día grande dentro de las fiestas en honor al Santísimo Cristo de La Laguna. A las 11:00 horas, está previsto que llegue a la plaza de la Concepción la procesión cívico militar, para posteriormente iniciar la Eucaristía presidida por el obispo Bernardo Álvarez. Una celebración que será transmitida en directo por COPE.
En sus homilías del Quinario del Cristo, monseñor Berzosa ha realizado un recorrido por los elementos centrales de la fe, partiendo del significado de la cruz y ahondando en las bienaventuranzas, el padrenuestro, la Eucaristía, etc.
Por cierto que en el blog de comunicación del Obispado, y en las redes sociales referidas, está publicada la entrevista que COPE realizó al obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa. Se habló, entre otros temas, de la Nueva Evangelización, del desafío para la Iglesia de asumir y adaptar las nuevas formas de comunicar, del Año de la Fe, etc
La información socio-religiosa de COPE Tenerife y COPE La Palma ya se puede seguir en las redes sociales. Estos son los pasos para conectar y hacerse seguidor: En Facebook, poner en el buscador: "Iglesia Cope Tenerife" y luego pulsar sobre el botón "Me gusta". En Twitter, poner en el buscador: @iglesiacopetfe y luego pulsar sobre el botón "Seguir". No olvides dejar tus comentarios, sugerencias y propuestas.
En la página web del obispado: www.obispadodetenerife.es ya se encuentra alojado el pdf con las propuestas de celebraciones para el Año de la Fe. Asimismo, se puede acceder a otro pdf donde se adelantan algunas de las iniciativas que ya se han concretado para el encuentro de Garachico del día 12 de octubre. Cabe señalar que el portal: www.annusfidei.va ya se encuentra disponible en español.
Este sábado en la Casa de la Iglesia se desarrolla la primera reunión de los coordinadores arciprestales de catequesis. Representantes laicos y presbíteros de los diecisiete arciprestazgos de la diócesis recibirán información sobre el próximo Día de la Catequesis a desarrollar el día 30 de este mes de septiembre. Igualmente trabajarán en los preparativos que, desde la delegación de catequesis, se están impulsando para el Encuentro Diocesano de Apertura del Año de la Fe.
Además, varios representantes del departamento expondrán las iniciativas que se van a implementar en relación a la catequesis con "jóvenes en confirmación y jovenes después de..."
El Obispo ha valorado positivamente las declaraciones del secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, en las que garantizaba que el Gobierno Nacional cumplirá este año con el pago de la primera cuota de 1.450.000 euros para la restauración de la Catedral de La Laguna. Sin embargo, monseñor Álvarez indicó que hay que seguir trabajando para que la financiación del templo llegue a buen puerto.
Por otro lado, el Obispo tuvo en la isla de El Hierro el primero de los retiros y las reuniones con los sacerdotes de servicio en cada una de las vicarías de la diócesis. En estos encuentros del prelado nivariense y sus vicarios generales con todos los presbíteros, además de tener el primer momento orante del año, se presentan las principales líneas del curso pastoral, se actualiza el calendario, así como se analizan algunos aspectos concretos de la realidad pastoral de la diócesis o de las respectivas vicarías.
Las próximas citas serán: 17 de septiembre: En S. Sebastián de La Gomera; 19 de septiembre: El Císter. La Palma; 20 de septiembre: Monasterio de Güímar. Vicaría sur; 22 de septiembre: El Seminario. La Laguna; 26 de septiembre: Parroquia portuense de La Paz. Vicaría norte y 29 de septiembre: Casa de Ejercicios. Vicaría de Santa Cruz de Tenerife.
Los agentes de pastoral del arciprestazgo de Tacoronte han tenido distintas ofertas formativas durante las pasadas jornadas. La Matanza fue el lugar elegido para desarrollar esta iniciativa. Alrededor de sesenta personas divididas en cuatro talleres pudieron elegir entre un cursillo de iniciación para catequistas, otro sobre los profetas en la Biblia, otro sobre nuevas tecnologías y catequesis, y una cuarta opción sobre metodología catequética en situaciones especiales.
La familia salesiana en Canarias está de enhorabuena: la urna con las reliquias de San Juan Bosco llegará a Tenerife a principios del próximo mes de octubre, como parte del recorrido por las obras salesianas de todo el mundo, iniciado en 2009 y que concluirá en 2015, para celebrar el bicentenario del nacimiento del santo de origen italiano.
El viernes 5 de octubre, la urna con la reliquia estará en el Colegio "San Juan Bosco" de la Cuesta, mientras que el sábado 6, estará en el Colegio "San Isidro labrador" de La Orotava. Y El 7 de octubre partirá hacia el Colegio de Las Palmas de Gran Canaria.
El Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma organiza el concierto que el organista valenciano Vicent Bru i Soler ofrece este sábado a las 20:00 horas en la iglesia de Nuestra Señora de La Encarnación dentro del ciclo “La tecla encarnada”, que cada año brinda una muestra de música para este instrumento, el más antiguo de Canarias y uno de los pocos órganos de mesa que se conservan en España.
La Casa Manresa, en Tacoronte, celebrará un retiro de espiritualidad asociado a los ejercicios espirituales de San Ignacio, acompañado por Lucas López s.j., el sábado 6 de octubre, de 10:00 a 19:00 horas aproximadamente. La ocupación de la casa por un día tiene un coste por persona de 5 euros y es necesario llevar comida para compartir el almuerzo. Quienes quieran asistir, pueden confirmar la asistencia llamando a estos números de teléfonos: - 677911017 (Lucas López s.j.) - 626465910 (Javier Hdez de Miguel).
La Villa de Los Silos inmersa en la celebración de las Fiestas Patronales en Honor a Nuestra Señora de La Luz 2012 desde finales del mes de agosto, acogió recientemente su día principal de las fiestas. Antes de finalizar la procesión, se vivió un emotivo acto donde tuvo lugar el descubrimiento de una placa que da nombre a una calle dedicada al sacerdote silense Agustín Yanes Valer.
El Obispo, Bernardo Álvarez, presidió la Misa de Apertura del Curso Académico de la ULL 2012-2013. Ante la asamblea, en la que se contó con la presencia del Rector de la ULL, Eduardo Doménech y miembros de su equipo de gobierno, el prelado nivariense invitó en su homilía a " mostrar lo que somos. No cerrar nuestros ojos, sino abrirlos y darnos a conocer".
Por otro lado, el viernes 14 de septiembre, desde las 15.30 horas a 20:00 horas, tendrá lugar la convivencia inicio de curso de la Coordinadora Arciprestal de Pastoral Juvenil del Valle de La Orotava.
Recientemente, se hizo entrega a Cáritas interparroquial de Güímar de la medalla de plata de la ciudad, reconociéndose la labor que desarrolla y ha desarrollado desde su creación.
La delegación de Pastoral Penitenciaria ya cuenta con un blog de noticias para conocer de forma actualizada y sencilla, todas las acciones que se llevan a cabo desde esta delegación. La dirección del referido blog es: paspenivaria.blogspot.com
El grupo Tajadre presenta “La Emisora: el eco de aquella voz…”, en el Teatro Circo de Marte, en Santa Cruz de La Palma, el 14 de septiembre, a las 20:30 horas. Invitados: Juan Martín, Rosalía y Lola. Los fondos se donarán a Cáritas.
Trabajadores y voluntarios de Cáritas Tenerife hacen posible que cada martes y viernes unos cincuenta mayores puedan disfrutar de los beneficios de la playa durante este mes de septiembre.
zenit nos ofrece el texto del discurso del santo padre durante el encuentro con los obispos de la Conferencia Episcopal de Colombia (segundo grupo), recibidos en estos días primeros de Septiembre de 2012, en audiencias separadas, con motivo de la Visita ad Limina Apostolorum.
Queridos Hermanos en el Episcopado:
1. Con profundo gozo les doy la más cordial bienvenida a este encuentro de comunión con el Obispo de Roma y Cabeza del Colegio Episcopal. Agradezco las amables palabras de Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de Medellín, con las cuales me ha hecho presente el afecto de los obispos, presbíteros, diáconos, comunidades religiosas y fieles laicos colombianos, así como las grandes líneas de la tarea pastoral que se está llevando a cabo en sus Iglesias particulares, que peregrinan en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios (cf. Lumen gentium, 8).
2. Su visita a los sepulcros de los príncipes de los Apóstoles, como bien lo saben, constituye un momento importante para la vida de las circunscripciones eclesiásticas de las que son pastores, porque consolida los vínculos de fe y comunión que los unen al Sucesor de san Pedro y al entero cuerpo eclesial. También para el Papa ésta es una ocasión de profundo significado, ya que en ella se expresa su solicitud por todas las Iglesias. Que su presencia en Roma sea, pues, una oportunidad para avivar la unidad efectiva y afectiva con el Pastor de la Iglesia Universal y también entre ustedes mismos, de modo que se intensifique en todos, y refuerce positivamente entre los fieles, aquel ideal que identifica a la comunidad eclesial desde sus inicios: «Tenía un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32).
3. La historia de Colombia está indeleblemente marcada por la profunda fe católica de sus gentes, por su amor a la Eucaristía, su devoción a la Virgen María y el testimonio de caridad de insignes pastores y laicos. El anuncio del Evangelio ha fructificado entre ustedes con abundantes vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, en la disponibilidad mostrada para la misión ad gentes, en el surgimiento de movimientos apostólicos, así como en la vitalidad pastoral de las comunidades parroquiales. Junto a esto, ustedes mismos han constatado también los efectos devastadores de una creciente secularización, que incide con fuerza en los modos de vida y trastorna la escala de valores de las personas, socavando los fundamentos mismos de la fe católica, del matrimonio, de la familia y de la moral cristiana. A este respecto, la infatigable defensa y promoción de la institución familiar sigue siendo una prioridad pastoral para ustedes. Por ello, en medio de las dificultades, les invito a no retroceder en sus esfuerzos y a seguir proclamando la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y santuario de la vida (cf. Discurso en la clausura del V Encuentro Mundial de las Familias, Valencia 8 julio 2006).
4. El Plan Global (2012 – 2020) de la Conferencia Episcopal de Colombia traza como objetivo general «promover procesos de nueva evangelización que formen discípulos misioneros, animen la comunión eclesial e incidan en la sociedad desde los valores del Evangelio» (cf. n. 5.1). Acompaño con mi oración este propósito, que ya tuve la oportunidad de comentar al inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, pidiendo a Dios que, al llevarlo a cabo, los ministros de la Iglesia no se cansen de identificarse con los sentimientos de Cristo, Buen Pastor, saliendo al encuentro de todos con sus mismas entrañas de misericordia, para ofrecerles la luz de su Palabra. Así, el dinamismo de renovación interior llevará a sus compatriotas a revitalizar su amor al Señor, fuente de la que podrán surgir caminos que infundan una firme esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarla en cada ambiente (cf. Discurso Inaugural, 2).5.
5. Con espíritu paterno, consagren lo mejor de su ministerio a los presbíteros, diáconos y religiosos que están bajo su cuidado. Denles la atención que necesita su vida espiritual, intelectual y material, para que puedan vivir fiel y fecundamente su ministerio. Y si fuese necesaria, no ahorren con ellos la oportuna, clarificante y caritativa corrección y orientación. Pero, sobre todo, sean para ellos modelo de vida y entrega a la misión recibida de Cristo. Y no dejen de privilegiar el cultivo de las vocaciones y la formación inicial de los candidatos a las órdenes sagradas o a la vida religiosa, ayudándoles a discernir la verdad de la llamada de Dios, para que respondan a ella con generosidad y rectitud de intención. A este respecto, será oportuno que, siguiendo las orientaciones del Magisterio, propicien la revisión de los contenidos y métodos de su formación, con el deseo de que ella responda a los desafíos de la hora presente y a las necesidades y urgencias del Pueblo de Dios. Igualmente, es importante el fomento de una acertada pastoral juvenil, por medio de la cual las nuevas generaciones perciban con nitidez que Cristo las busca y desea ofrecerles su amistad (cf.
Jn 15, 13-15). Él dio su vida para que tengan vida abundante, para que su corazón no se deje arrastrar por la mediocridad o por propuestas que acaban dejando el vacío y la tristeza tras de sí. Él desea ayudar a cuantos tienen el futuro por delante a realizar sus más nobles aspiraciones, para que aporten una savia fecunda a la sociedad, y así ésta avance por las sendas de la salvaguarda del medio ambiente, del ordenado progreso y la real solidaridad.
6. A pesar de algunos signos esperanzadores, la violencia continúa trayendo dolor, soledad, muerte e injusticia a muchos hermanos en Colombia. Al mismo tiempo que reconozco y agradezco la misión pastoral que, muchas veces en lugares llenos de dificultades y peligros, se está realizando en favor de tantas personas que sufren inicuamente en su amada Nación, les animo a seguir contribuyendo a la tutela de la vida humana y al cultivo de la paz, inspirándose para ello en el ejemplo de nuestro Salvador y suplicando humildemente su gracia. Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que, donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad.
7. Queridos hermanos en el Episcopado, al asegurarles una vez más mi cercanía y benevolencia, los encomiendo a cada uno de ustedes a la protección materna de María Santísima, en su advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Que ella interceda por los ministros ordenados, los religiosos, las religiosas, los seminaristas, los catequistas y los fieles de cada una de sus arquidiócesis y diócesis, acrecentando en todos el deseo de amar y servir a su divino Hijo. A todos imparto de corazón una afectuosa Bendición Apostólica, prenda de copiosos favores celestiales.
©Librería Editorial Vaticana
ZENIT nos ofrece el texto de la homilía pronunciada el sábado pasado, en el santuario mariano di Schönstatt, Alemania, por monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, con motivo de la fiesta de la Natividad de María.
'Una fe que no se desanima sino que sabe arriesgar'
Homilía en el santuario de Schönstatt de monseñor Fisichella
La fiesta litúrgica de la natividad de la virgen María es muy antigua. Se comenzó a celebrar en el lugar donde, según una antigua tradición, estaba la casa de los padres de María, Joaquín y Ana. Desde hace ya muchos siglos la comunidad cristiana se deja guiar por este misterio de amor que Dios ha realizado en nuestra historia. Hoy también estamos aquí para continuar esta tradición de nuestra fe. Justamente aquí, en este santuario de Schönstatt donde el padre Kentenich quiso abrir su corazón, ofreciendo a tantas personas la posibilidad de encontrar en María a la fiel compañera de la vida. Venimos a pedir al Señor por intercesión de su Madre, la fuerza y la gracia para ser en el mundo testigos creíbles y fieles de su amor, y anunciadores de su evangelio. Y también hay otro motivo importante que nos trae a este santuario: queremos entregar a María el próximo sínodo sobre la Nueva Evangelización y el año de la Fe. No podemos olvidar que justamente en Schönstatt, el padre Kentenich anticipó con espíritu profético algunas intuiciones del Concilio Vaticano II. Entregamos estos momentos tan importantes para la vida de la Iglesia a la Madre de la Iglesia, que Juan Pablo II ha invocado también como “estrella de la nueva evangelización”. Y nos unimos espiritualmente al Santo Padre Benedicto XVI, que el 4 de octubre, desde la casa de María en Loreto, pondrá bajo la protección de la Virgen el Año de la Fe y la Nueva Evangelización.
El evangelio que hemos escuchado recuerda el misterio realizado en la vida de aquella joven, que desde aquel momento todas las generaciones llaman “bienaventurada”. ¿Qué sucedió aquel día?¿Cuáles fueron los sentimientos de María? Dificilmente encontraremos una respuesta a estas preguntas. Lo que sabemos con certeza es que Dios entró en su vida y la invitó a creer en su palabra y a confiar en Él. María creyó. En la simplicidad del relato encontramos una verdad muy profunda: si el hombre quiere encontrar el significado de su vida debe confiar en Dios. Este es, propiamente, el desafío que estamos llamados a enfrentar. ¿Puede el hombre de hoy creer en Jesucristo? Este hombre, sumergido en el ruido, que no conoce ya el valor del silencio; este hombre que sólo cree en lo que ve y no se fía de nadie, y por esto mismo cada vez más encerrado en la soledad; este hombre que sólo vive de las certezas que le ofrece la ciencia y la técnica... en definitiva, el hombre contemporáneo, el que vive junto a nosotros, el vecino de casa... ¿puede todavía creer en Jesucristo como Salvador del mundo?
A un mundo que considera todo obvio, debemos proponerle la novedad profunda del Evangelio de Jesucristo. Es una tarea difícil, que requiere de nuestra parte la fuerza de la fe. Estamos llamados, los creyentes en primer lugar, a reavivar nuestra fe como respuesta siempre atenta y convencida a la palabra de Dios. Una fe que no se desanima, sino que sabe arriesgarse. Una fe que no se esconde, sino que atestigua públicamente sus convicciones. Una fe que no pierde coraje frente a las dificultades, sino que se hace fuerte y confía en la presencia del Espíritu. Una fe que no se encierra en el individualismo y en lo fácil, sino que es una experiencia de comunidad. Una fe que no se cansa ni cae en la rutina por el pasar de los años, sino que se renueva con entusiasmo y se expone por las calles del mundo para sostener a los nuevos evangelizadores.
María nos recuerda hoy el “compromiso de la fe” (1 Tes 1,3). Un compromiso a evangelizar siempre, donde sea y a pesar de todo. La bella oración que se hace aquí ante la Virgen, “Nada sin ti, nada sin nosotros”, se convierte en prenda de la nueva evangelización. Un compromiso que hoy asumimos ante ella con la promesa de conservarlo cada día y hacerlo siempre más fecundo; así como ella ha hecho con la vida de Jesús, que “conservaba en su corazón...” Por ello, Jesús “crecía” junto a ella. Jesús debe crecer en nosotros y su Madre es la vía privilegiada para acceder a su misterio. Compromiso que se alimenta con la escucha de la Palabra para ser capaces de hacer su voluntad; en la participación de la santa Eucaristía dominical para vivir el misterio de su amor y de gracia; en el testimonio de la caridad para mostrar cómo viven los discípulos de Cristo. El mundo de hoy necesita hombres y mujeres de fe, convencidos de la elección que han hecho. Los cristianos no somos personas ingenuas o fabuladores crédulos, como a menudo alguno nos reprocha, para transformar la fe en una burla. Al contrario, somos verdaderamente personas libres, porque elegimos confiar nuestra vida a aquello que es esencial: el misterio de Dios que ama y ofrece la vida para siempre.
Recordar el nacimiento de la virgen María nos permite mirar profundamente nuestra vida y dejarnos plasmar por el amor de Dios; ¡Él también a través de nosotros puede seguir realizando maravillas!
Saludo de monseñor monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca, por el Día del Maestro (11 de septiembre de 2012). (AICA)
A las Maestras y Maestros de Catamarca:
Permítanme como pastor de la Diócesis de Catamarca saludarlos en su día y así homenajear a quienes dieron años de su vida en mi formación humana y cristiana. Sólo Dios podrá recompensarlos por cuanto hicieron para ayudar a mis padres en esta delicadísima faceta del crecimiento humano.
Como reconocimiento de tan noble labor les comparto una reflexión acerca de lo que incumbe a un docente, más aún si se profesa cristiano.
El educador cristiano es aquel que ejercita su servicio educativo viviendo desde la fe su vocación secular en la estructura comunitaria de la escuela, con la mayor calidad profesional posible y con una proyección apostólica de esa fe en la formación integral del hombre, en la comunicación de la cultura, en la práctica de una pedagogía de contacto directo y personal con el alumno y en la animación espiritual de la comunidad educativa a la que pertenece.
Lo primero, que ha de hacer el educador que quiere vivir de veras su fe es alcanzar una sólida formación profesional,[n] que en este caso abarca un amplio abanico de competencias, culturales, psicológicas y pedagógicas, sin escatimar esfuerzos de sólida actualización.
Lo segundo, una [n]profunda convicción de fe para poder ofrecer respuestas al educando sobre el sentido último del hombre, de la vida humana, de la historia y del mundo, tal como las ofrece la Revelación cristiana, pero con el más exquisito respeto de la conciencia del alumno.
Lo tercero, haber conseguido personalmente la síntesis entre fe y cultura. En efecto, la comunicación orgánica, crítica y valorativa de la cultura comporta, evidentemente, una trasmisión de verdades y saberes y en ese aspecto el educador estará siempre atento a abrir el diálogo entre fe y cultura, propiciando a ese nivel la debida síntesis interior del educando.
En cuarto lugar, ofrecer a los educandos una escala de valores que brote de una auténtica antropología cristiana, para orientar la conciencia de los mismos a la trascendencia y disponerlos así a acoger la verdad revelada.
No les quepa la menor duda que cuanto más vivan el modelo de persona que presentan como ideal, tanto más será creíble y asequible. El testimonio de vida de cada uno de ustedes es indelegable.
Como educadores no deben soslayar la necesidad de compañía y guía que el alumno tiene en su crecimiento, y la ayuda que precisa para superar sus dudas y desorientaciones. Tienen que dosificar con prudente realismo la cercanía y la distancia: *cercanía, porque sin ella carece de base la relación personal; *distancia, porque el educando tiene que ir afirmando su propia personalidad sin que se vea disminuida su libertad.
La tarea de ustedes no puede reducirse a mera profesionalidad. Vivan su labor como una gran vocación, que por su misma naturaleza laical, tendrá que conjugar el desinterés y la generosidad, con los deberes y derechos propios de todo ser humano.
En nuestro mundo pluralista y secularizado, la única presencia de la Iglesia en escuelas estatales y con diversas orientaciones ideológicas se realiza por medio de cada uno de ustedes; de allí que han de ingeniarse cómo impartir los contenidos curriculares desde la óptica de la fe cristiana, de acuerdo con las posibilidades de la materia y las circunstancias del alumno y de la escuela.
Para concluir, sintetizo así: “el educador, coherente con su fe, debe ser el espejo viviente en donde todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa puedan ver reflejada la imagen del discípulo de Cristo, por su seriedad profesional, por su apoyo a la verdad, a la justicia y a la libertad, por la apertura de miras y su habitual actitud de servicio, por su entrega personal a los alumnos, por su fraterna solidaridad con todos y por su íntegra vida moral en todos los aspectos”.
La Santísima Virgen del Valle, madre y maestra, los cubra con su manto.
, obispo de Catamarca
Pbro. Juan R. Cabrera, delegado episcopal para la Educación
ZENIT nos ofrece la colaboración habitual del obispo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, de San Cristóbal de las Casas, México, en nuestro espacio “Foro”.
Un mundo con y sin Dios
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Estuve unos días en el “Santo Desierto” de Tenancingo, y disfruté desde unas lluvias torrenciales, hasta la calma y la tranquilidad del bosque, el canto de las aves, el murmullo del agua, el vaivén de los árboles, el aire fresco en el rostro, los peces de colores, la insignificante florecilla silvestre, el verde pasto como una alfombra. Percibí las huellas de Dios en la creación. También en los seres humanos: Se ha reabierto el Noviciado y hay jóvenes decididos a consagrarse a Dios en su Iglesia. Estuvieron una veintena de sacerdotes carmelitas, en ejercicios espirituales, para llenarse más de Dios. Llegó un grupo numeroso de jóvenes adultos, solteros mayores de 35 años, para dedicar un fin de semana a su formación y a la oración. Sin embargo, llegan al mismo lugar otras personas incapaces de dejar sus ruidos, pues llevan siempre puestos los audífonos para escuchar su música, o el celular para no sentirse perdidos en el silencio.
Volando de Toluca a Monterrey, pude contemplar la salida del sol en todo su esplendor, con una infinidad de colores en las nubes, con los volcanes en el horizonte, con los avances de la tecnología aérea, y no pude menos que alabar a Dios, reconocer que sólo El puede hacer tantas maravillas en la naturaleza y en las capacidades del ser humano, que nos hacen ser una imagen de su Ser. Sin embargo, otros pasajeros venían durmiendo, leyendo, conversando, organizando sus negocios y transacciones comerciales. Cada quien en su mundo, con Dios o sin El.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI ha dicho: “Vivimos en una época en la que son evidentes los signos del secularismo. Parece que Dios haya desaparecido del horizonte de muchas personas o que se haya convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente. Vemos, sin embargo, al mismo tiempo, muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de Dios para la vida del hombre, una exigencia de espiritualidad, de superar una visión puramente horizontal, material, de la vida humana. Analizando la historia reciente, ha fracasado la previsión de quien, en la época de la Ilustración, anunciaba la desaparición de las religiones y exaltaba la razón absoluta, separada de la fe.
Podríamos decir que no ha habido ninguna gran civilización, desde los tiempos más antiguos hasta nuestros días, que no haya sido religiosa. El hombre es religioso por naturaleza. La imagen del Creador está impresa en su ser y siente la necesidad de encontrar una luz para dar respuesta a las preguntas que tienen que ver con el sentido profundo de la realidad; respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la ciencia empírica. El hombre “digital” así como el de las cavernas, busca en la experiencia religiosa las vías para superar su finitud y para asegurar su precaria aventura terrena. Por lo demás, la vida sin un horizonte trascendente no tendría un sentido completo. El hombre lleva dentro de sí una sed del infinito, una nostalgia de la eternidad, una búsqueda de la belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo empujan hacia el Absoluto; el hombre lleva dentro el deseo de Dios. Y el hombre sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle. Sólo en el Dios que se revela encuentra su plena realización la búsqueda del hombre. Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de llamar al hombre al misterioso encuentro de la oración” (11-V-2011).
PROPUESTAS
Eduquémonos para apreciar el silencio y descubrir la presencia de Dios en la naturaleza y en los seres humanos. Apaga un rato radio, televisión, internet y celulares, para darte tiempo de estar a solas con El. Busca un lugar apartado, incluso en tu casa, donde hagas un espacio para pensar en ti y hablar con Dios, de lo que traigas en el alma. Y si puedes ir a una Iglesia donde está el Sagrario, ve y habla con Jesús de corazón a corazón.
Hablemos más de Dios a la gente, como nos pedía una universitaria colombiana a los obispos en Aparecida. Evitemos pecados eclesiales, que deshonran el nombre de Dios y escandalizan a los débiles en su fe.
ZENIT nos ofrece las palabras de Benedicto XVI pronunciadas desde el balcón del patio interno del Palacio de Castel Gandolfo este domingo 10 de Septiembre de 2012.
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el corazón del Evangelio de hoy (Mc .7,31-37) hay una palabra corta, pero muy importante. Una palabra que --en su sentido profundo--, resume todo el mensaje y la obra de Cristo. El evangelista Marcos la presenta en la lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, por lo que la sentimos más viva. Esta palabra es "effatá", que significa "ábrete". Veamos el contexto en el que es insertada.
Jesús estaba pasando por la región conocida como la "Decápolis", entre la costa de Tiro y de Sidón, y la Galilea; un área por lo tanto que no era judía. Le trajeron a un sordomudo, para que lo curase, -evidentemente, la fama de Jesús se había extendido hasta allá. Jesús lo llevó aparte, le tocó los oídos y la lengua, y luego, levantando los ojos al cielo, con un profundo suspiro dijo: "Effatá", que significa: "Ábrete". Y al instante el hombre empezó a oír y hablar con fluidez (cf. Mc. 7,35). Este es entonces el significado histórico, literal de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, "se abrió"; antes estaba cerrado, aislado, para él era muy difícil comunicarse; la curación fue para él una "apertura" a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos de la audición y del habla, envuelve a la persona y a toda su vida: finalmente fue capaz de comunicarse y relacionarse de una manera nueva.
Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no solo depende de los órganos de los sentidos. Hay un cierre interior, que cubre el núcleo más profundo de la persona, eso que la Biblia llama el "corazón". Eso es lo que Jesús ha venido a "abrir", a liberar, para que podamos vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Por eso he dicho que esta pequeña palabra "effatá-ábrete", resume en sí misma toda la misión de Cristo. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, fuese capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que le habla a su corazón, y así se aprende a hablar a la vez, el lenguaje del amor, a comunicarse con Dios y con los demás. Por esta razón, la palabra y el gesto del "Effatá" han sido incluidas en el Rito del Bautismo, como uno de los signos que explican el significado: el sacerdote tocando la boca y las orejas del recién bautizado, dice: "Effatá", orando para que pronto pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Por el Bautismo, el hombre comienza, por así decirlo, a "respirar" el Espíritu Santo, a quien Jesús había invocado del Padre con esa respiración profunda, para curar al sordomudo.
Nos dirigimos ahora en oración a María Santísima, de quien ayer hemos celebrado la Natividad. Debido a su singular relación con el Verbo Encarnado, María está totalmente "abierta" al amor del Señor, su corazón está en constante escucha de su Palabra. Su intercesión maternal nos permita experimentar cada día, en la fe, el milagro del "Effatá", para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Desde el departamento de Comunicación del Obispado de Tenerife nos informan de los preparativos del encuentro del 12 de Octubre como inicio del Año de la FE en nuestra diócesis de Tenerife.
CONTINÚA LA PREPARACIÓN DEL ENCUENTRO DEL 12 DE OCTUBRE EN GARACHICO
El Encuentro Diocesano de Apertura del Año de la Fe continúa preparándose. En la tarde de este lunes se celebró una nueva reunión de los distintos departamentos diocesanos implicados en su realización.
La cita pastoral se desarrollará en Garachico el próximo doce de octubre entre las diez y las cinco de la tarde. Distintas posibilidades se brindarán a los participantes, todas ellas vinculadas a “la fe” como motivo central de este Encuentro.
Así, la acogida se desarrollará en la plaza de Sto. Domingo y está siendo coordinada desde la delegación de apostolado seglar. Los ‘sacramentos de la fe’ será una propuesta impulsada desde el departamento diocesano de pastoral con jóvenes y se desplegará desde la llamada Puerta de Tierra. En la parroquia de Sta. Ana la delegación de Hermandades y Cofradías presentará los ‘iconos de la fe’, mientras en el templo del ex convento de S. Francisco habrá una exposición titulada ‘el corazón de la fe’.
Por otro lado, el claustro del citado convento servirá para que las delegaciones de catequesis, familia y enseñanza desarrollen una iniciativa titulada ‘testigos de la fe’. El auditorio de Santo Domingo es el lugar elegido para presentar ‘locuras de fe’, una propuesta de teatro y de presentación de los mejores hijos de esta diócesis nivariense. El área de pastoral social, por su parte, nos invitará a realizar una ‘gymkana de la fe’ en el pabellón municipal. Mientras, los departamentos de nueva evangelización y misiones son los encargados de proponer el ‘anuncio de la fe, siendo discípulos y misioneros’ en la capilla y plaza de S. Roque.
Mientras, en el convento de las Concepcionistas estarán ‘las fuentes de la fe’ con una exposición permanente del Santísimo, el sacramento de la reconciliación y algunas celebraciones a lo largo de estas horas. Los más pequeños dispondrán de una ludoteca con diversas iniciativas que vienen preparando los scouts católicos, mientras que desde algunos colegios religiosos se realizarán propuestas de animación en la calle durante varias horas, y en varios lugares del centro de Garachico sonarán las ‘melodías de la fe’ a cargo de algunos grupos cristianos.
La jornada finalizará con la Eucaristía que presidirá a primera hora de la tarde el Obispo en la plaza de S. Francisco.
Es aconsejable llevar calzado cómodo para poder caminar por durante la jornada y no cargar con mucha comida para poder disfrutar de las distintas actividades ‘ligeros de equipaje’.
Celebración del envío de los catequistas para el curso 2012 - 2013 enviado por la Delegación Diocesana de Catequesis de la diócesis de Tenerife.
CELEBRACIÓN DEL ENVÍO DE LOS CATEQUISTAS
MONICIÓN DE ENTRADA
Queremos hoy celebrar comunitariamente la grandeza y la belleza de la vocación del catequista. Los catequistas constituyen un gran regalo para toda la Iglesia. Son un verdadero don para esta Diócesis y para esta comunidad parroquial. “Por la Fe…” Todos los bautizados hemos recibido la misión de evangelizar. Este año en el que celebramos el AÑO DE LA FE, queremos tomar conciencia de esta misión que es de todos, pero que algunos, los catequistas, asumen de forma particular.
MONICIÓN LECTURAS
Dios a lo largo de toda la historia siempre ha salido al encuentro del hombre. Hoy sale a tu encuentro, quiere comunicarte su Palabra de amor como Padre que ama a sus hijos. Por eso, preparemos el corazón para escucharle.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Por la Iglesia, presente en todo el mundo, para que no cese en su empeño por anunciar el Evangelio a todos los hombres, roguemos al Señor.
Por el Papa, los Obispos, los Presbíteros, los Diáconos y demás ministros de la Palabra, para que sean fieles transmisores de la misma y testigos de su fuerza salvadora, roguemos al Señor.
Por todos los que trabajan en la obra de la evangelización y la catequesis, para que ni el fracaso los desanime, ni el éxito les envanezca, roguemos al Señor.
Por todos los que han de ser catequizados, para que el Espíritu Santo los ilumine y los asista, roguemos al Señor.
Por todos los que nos hemos reunido, para que el Señor despierte y sostenga en nosotros el sentirnos Iglesia y la conciencia de la propia responsabilidad en la obra de la evangelización y de la catequesis, roguemos al Señor.
PRESENTACIÓN DE CATEQUISTAS
(Sacerdote)
Queridos hermanos: En primer lugar, me dirijo a ustedes, madres y padres, que tienen a sus hijos en catequesis. Por eso, les pido que acompañen a los catequistas en la formación cristiana de sus hijos y ayuden a sus hijos a dar los primeros pasos en la vida de la fe. También saludo a todos los adultos. La principal forma de catequesis se dirige a ustedes.
En segundo lugar, ustedes, catequistas, alégrense de la tarea que les ha encomendado la Iglesia. Los catequizandos y catecúmenos les necesitan, pero nosotros también. Por eso, les agradecemos su generosidad y vuestro trabajo.
Somos conscientes de las dificultades que van a tener, pero saben que Dios no les abandona y que la parroquia pone a su disposición todo lo que necesitan para realizar lo mejor posible vuestra labor.
Desde aquí, y en nombre de toda la comunidad, pedimos la gracia y la bendición de Dios para todos ustedes y para los adultos, niños y jóvenes que van a educar en la fe durante este curso que ahora comienza. Amén.
Todos juntos vamos a proclamar el Credo. Es la fe de la Iglesia en la que todos hemos nacido. Pero hoy, vamos a proclamar nuestra fe con la fórmula que usamos en el bautismo:
*Les pregunto a todos
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?
Si, creo
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
Sí, creo
¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Sí. creo
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén
*Les pregunto a los catequistas
¿Quieren, por tanto, ser testigos de esta fe de la Iglesia que todos han recibido?
Sí, quiero
¿Se comprometen a transmitir la fe de la Iglesia, que hemos proclamado juntos, y a educarla en los miembros de nuestra comunidad?
Si, me comprometo
Que el Espíritu de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor, les fortalezca y les guíe en el ejercicio de esta tarea y de esta responsabilidad que han contraído ante la Iglesia.
Amén
SÍMBOLO QUE SE ENTREGA
(se acerca de uno en uno y le entrega el material de formación y el credo, mientras le dice)
Recibe el material de la formación, y el credo que has profesado, para que lo vivas y transmitas fielmente.
Propuesta de celebraciones para el AÑO DE LA FE enviada por la Vicaría de Pastoral de la Diócesis de Tenerife.
AMBIENTACIÓN Y PROPUESTA DE SIGNO
Teniendo en cuenta las indicaciones del Papa Benedicto XVI buscamos que se “suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.” (Benedicto XVI. Porta Fidei.)
Por ello, proponemos que en un lugar apropiado a la vista de todos se coloque el cartel del “Año de la fe” si es posible en gran formato y que permanezca allí hasta la clausura. En el presbiterio, junto a la Palabra, o en un lugar destacado, colocaremos un candelabro con varias lámparas simbolizando la luz de la fe y que de forma simbólica arderá en todas la celebraciones del año. Lo encenderemos en la celebración de apertura durante la profesión de fe. Además, puede repartirse entre la gente la pulsera conmemorativa de este año, para que durante todo el tiempo sea una invitación permanente a profesar, celebrar, vivir, rezar, reflexionar y comunicar la fe. (Podrán ser adquiridas en las Librerías Diocesanas)
A lo largo del curso, en los distintos tiempos, inspirándonos en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA), se nos propone utilizar algunos signos propios del proceso, haciéndolos extensivos a toda la comunidad. En la apertura, las preguntas sobre la disposición para renovar la fe y el compromiso de profundizar en ella a lo largo de todo el año. Durante el Adviento proponemos la acentuación de la escucha y acogida de la Palabra de Dios y la entrega de la misma aprovechando que habitualmente en nuestras comunidades con motivo del año nuevo se distribuye entre los fieles el evangelio. Durante la Cuaresma puede tenerse la etapa de purificación insistiendo en el sacramento del perdón con las renuncias propias del ritual. En la Vigilia Pascual se entrega el Credo y en Pentecostés el Padrenuestro. En la celebración de clausura se invitará a profesar solemnemente el Credo.
Además, y como viene siendo habitual, la Delegación de liturgia ofrecerá dos postales. La de Navidad llevará la frase del Credo sobre la Encarnación y la de Pascua que llevará la de la Resurrección. También se enviará en formato imprimible el Credo y el Padrenuestro para que cada uno pueda editarlos según les convenga y distribuirlo.
CELEBRACIÓN PARROQUIAL DE APERTURA
(Esta celebración se puede hacer, dentro de la Eucaristía del domingo 14 de octubre, respetando las lecturas del día y sustituyendo la homilía por la profesión de fe que se adjunta, extraída del “Credo del Pueblo de Dios” del P.P. Pablo VI, al que hace referencia Benedicto XVI. También se pude adaptar para una celebración con grupos
MONICIÓN DE ENTRADA
El pasado 12 de octubre se ha hecho, en nuestra Diócesis, la apertura solemne de “El año de la fe” convocado por el Papa Benedicto XVI con motivo del 50º aniversario del Concilio Vaticano II y que concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Jesucristo, Rey de Universo, coincidiendo con la fecha de clausura del mayor acontecimiento eclesial de los últimos tiempos. También conmemoramos, el 11 de octubre, los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
En la bella y profunda Carta Apostólica, “PORTA FIDEI”, enviada a la Iglesia Universal, el Papa Benedicto XVI, en el número 9, dice:
“Deseo que este año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con firmeza y esperanza. Será una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, “que es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, es un compromiso que todo creyente debe hacer propio, sobre todo en este Año”.
Acogiendo esa invitación del Papa, nos introducimos de lleno en este tiempo de gracia, para, como nos recuerda el Plan diocesano de Pastoral, “por la fe, ser mejores discípulos y misioneros”
MONICIÓN A LA PROFESIÓN DE FE Y ENCENDIDO D EL CANDELERO.
El Credo de nuestra fe no es solo un resumen de las verdades en las que los cristianos decimos creer. El Credo es la expresión de la fe de un pueblo al que pertenecemos desde nuestro bautismo. El Credo nos incorporó a este pueblo de Dios. Y el Credo nos reúne cada semana para la celebración, festiva y comprometida de la cena del Señor. En el Credo nos encontramos y en Credo nos reencontramos. Por eso, hemos de vivir de fe y renovarla cada día. El Papa Benedicto XVI nos ha convocado en este año a redescubrir los contenidos de la fe y a testimoniarla con coherencia de vida. Por todo ello, en esta celebración queremos públicamente comprometernos en esta tarea y pedirle a Dios, que es el primero en salirnos al encuentro, que nos sostenga, ilumine y acompañe para que, al finalizar este año, podamos más conscientemente, profesar la fe de la Iglesia que es nuestra propia fe. Por todo ello, ahora, en primer lugar, estamos invitados a unirnos a la profesión de fe del Pueblo de Dios que hoy, fe forma especial será un poco más extensa a la vez que, como símbolo, iremos encendiendo las llamas del candelabro (con la respuesta del pueblo) y que luego, en cada celebración, nos recordará lo vivido y luego, una vez terminada, el sacerdote nos invitará, con motivo de este Año de la fe, a comprometernos cada uno personalmente como creyente.
BASADO EN EL CREDO DEL PUEBLO DE DIOS DE PABLO VI
(Proclamada entre lector y pueblo. Es necesario que todos tengan una copia)
Sacerdote: CREEMOS EN DIOS
Lector:
Creemos que Dios es único, absolutamente uno. El es «el que es», El es «amor». Aquel que ha querido darse a conocer a nosotros revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo de cuya vida eterna estamos llamados por gracia a participar, aquí abajo en la oscuridad de la fe y más allá de la muerte en la luz eterna.
Pueblo:
Creemos en el Padre que engendra al Hijo desde la eternidad; en el Hijo, Verbo de Dios, que es eternamente engendrado; en el Espíritu Santo, Persona increada, que procede del Padre y del Hijo, como eterno amor de ellos.
Sacerdote: CREEMOS EN JESUCRISTO
Lector.
Creemos en nuestro Señor Jesucristo, que es el Hijo de Dios. El es el Verbo eternal, nacido del Padre antes de todos los siglos por quien todo ha sido hecho. Se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre, según la divinidad e inferior al Padre, según la humanidad
Pueblo
Habitó entre nosotros, con plenitud de gracia y de verdad. Anunció e instauró el Reino de Dios y nos hizo conocer en El al Padre. Nos dio un mandamiento nuevo: amarnos los unos a los otros como El nos ha amado. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas del Evangelio: la pobreza de espíritu, la mansedumbre, el dolor soportado con paciencia, la sed de justicia, la misericordia, la pureza de corazón, la voluntad de paz, la persecución, soportada por la justicia. Padeció en tiempos de Poncio Pilatos, como Cordero de Dios, que lleva sobre sí los pecados del mundo, y murió por nosotros en la Cruz, salvándonos con su sangre redentora. Fue sepultado y por su propio poder resucitó al tercer día, elevándonos por su Resurrección a la participación de la vida divina que es la vida de la gracia. Subió al Cielo y vendrá de nuevo esta vez con gloria para juzgar a vivos y muertos. Y su reino no tendrá fin.
Sacerdote: CREEMOS EN EL ESPIRITO SANTO
Lector
Creemos en el Espíritu Santo, que es Señor y da la vida, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria. El nos ha hablado por los profetas y ha sido enviado a nosotros por Cristo después de su Resurrección y su Ascensión al Padre.
Pueblo
Él ilumina, vivifica, protege y guía la Iglesia, purificando sus miembros si éstos no se sustraen a la gracia. Su acción, que penetra hasta lo más íntimo del alma, tiene el poder de hacer al hombre capaz de corresponder a la llamada de Jesús: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». (Mt 5, 48)
Sacerdote: CREEMOS EN LA IGLESIA
Lector
Creemos en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra que es Pedro y fundada sobre los apóstoles. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo, al mismo tiempo sociedad visible, la Iglesia terrestre, el pueblo de Dios peregrino aquí abajo; Iglesia colmada de bienes celestiales, germen y primicias del Reino de Dios, por el que se continúa a lo largo de la historia de la humanidad la obra y los dolores de la Redención y que tiende a su realización perfecta más allá del tiempo en la gloria. Creemos, así mismo, todo lo que está contenido en la Palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia propone para creer, como divinamente revelado por el magisterio ordinario y universal
Pueblo
En el correr de los siglos Jesús, Señor, va formando su Iglesia por los sacramentos, que emanan de su plenitud. Por ellos hace participar a sus miembros en los Misterios de la muerte y de la Resurrección de Cristo, en la gracia del Espíritu Santo, fuente de vida y actividad. Ella es, pues, santa, aun albergando en su seno a los pecadores, porque no tiene otra vida que la gracia en virtud de la Sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.
Sacerdote: CREEMOS EN EL PERDON DE LOS PECADOS
Lector
Creemos que Nuestro Señor Jesucristo, por el Sacrificio de la Cruz nos rescató del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que, según afirma el Apóstol, adonde había abundado el pecado, sobreabundó la gracia» 20.
Pueblo
Creemos en un solo Bautismo, instituido por Nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. El Bautismo se debe administrar también a los niños que todavía no son culpables de los pecados personales, para que, naciendo privados de la gracia sobrenatural, renazcan «del agua y del Espíritu Santo» a la vida divina en Cristo Jesús 21.
Sacerdote: CREEMOS EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS Y EN LA VIDA ETERNA
Lector
Creemos que la multitud de aquellos que se encuentran reunidos en torno a Jesús y a María en el Paraíso forman la Iglesia del Cielo donde, en eterna bienaventuranza, ven a Dios tal como es en la gloria y que interceden por nosotros ayudándonos en nuestra flaqueza mediante su solicitud fraternal.
Pueblo
Creemos en la comunión de todos los fieles de Cristo, de los que aún peregrinan en la tierra, de los difuntos que cumplen su purificación, de los bienaventurados del Cielo, formando todos juntos una sola Iglesia; y creemos que en esta comunión el amor misericordioso de Dios y de los Santos escucha siempre nuestras plegarias, como el mismo Jesús nos ha dicho: pedid y recibiréis 38. De esta forma, con esta fe y esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
SACERDOTE
Queridos hermanos y hermanas. Dios ilumina a todo hombre y mujer que viene a este mundo y le manifiesta lo que permaneció invisible desde la creación del mundo para que aprenda a dar gracias a su Creador. A vosotros, que habéis seguido su luz y se os abrió el camino del Evangelio, para que sobre el fundamento de la fe conocierais al Dios vivo, que habla en verdad a los hombres; y para que caminarais en la luz de Cristo confiando en su sabiduría y pusierais vuestras vida en sus manos cada día y pudiérais creer de todo corazón en él, al comenzar este Año de la fe os pregunto:
¿Os comprometéis nuevamente en confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza?
Todos: Nos comprometemos
¿Os comprometéis a intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza?.
Todos: Nos comprometemos
¿Os comprometéis a ser testigos de la fe para que el testimonio de vuestra vida de creyentes,
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del domingo, escrito por nuestro colaborador, el padre Jesús Álvarez, paulino.
Pasó haciendo el bien
Comentario al evangelio del Domingo 23° del T.O./B
Jesús Álvarez, ssp
"Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis. Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: - “Effetá” (que quiere decir: ábrete). Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban. Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: - “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”." (Marcos 7, 31-37)
Jesús hacía curaciones milagrosas para demostrar la cercanía y el poder amoroso de Dios, y para revelarnos su proyecto definitivo hacia nosotros: la vida eterna en el hogar de la Familia Trinitaria, donde podamos conseguir la realización total, la plena comunicación en el amor, el sumo placer, la paz y la felicidad sin fin.
A san Pablo le fue concedido ver por un momento la felicidad del paraíso y dijo como fuera de sí: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede imaginar lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman”.
Hoy también se dan frecuentes curaciones milagrosas, de modo especial en santuarios marianos y otros lugares en todo el mundo. Sin olvidar las admirables curaciones realizadas mediante la ciencia médica, que está en continuo progreso, por voluntad de Dios. Todo esto es obra del amor de Dios hacia el hombre, y con frecuencia a través del hombre. Pero hay que advertir de curanderos, hechiceros y brujos, que utilizan sus poderes y la ciencia para explotar al enfermo o hacerle daño.
La enfermedad del sordomudo nos remite también a una gran enfermedad de hoy: la incomunicación en la era de las comunicaciones, en la cual los medios de comunicación ocasionan a menudo incomunicación en el hogar, en la sociedad; incomunicación con la naturaleza, con Dios, con el misterio de la propia persona. Y simboliza también la ceguera espiritual, la falta de fe, la incomunicación de los hombres con su Padre Dios, la más triste de todas las incomunicaciones...
Jesús sigue hoy entre nosotros para curarnos con su presencia viva en la comunicación de la oración, en su Palabra, en la Eucaristía, en el prójimo necesitado.
Las palabras y gestos que curan a fondo son las que surgen del silencio en la adoración, comunicación y escucha amorosa de Dios, de los demás, de nuestro interior y de la creación, en la que se transparenta el Dios-Amor-Comunicación.
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el vigésimo segundo domingo durante el año (2 de Septiembre de 2012). (AICA)
“Religiosidad light II”
El domingo anterior iniciamos una reflexión sobre uno de los desafíos que nos propone el documento elaborado por los Obispos argentinos: “Navega mar adentro”. Es clave que profundicemos en dicho desafío sobre evangelizar la búsqueda de Dios, sobre todo en nuestro contexto latinoamericano y misionero donde hay una búsqueda genuina en lo religioso, que convive con mucha superstición y predicación proselitista que manipula, negocia y confunde esta genuina búsqueda de Dios de nuestra gente.
Este domingo queremos seguir profundizando sobre el texto de “Navega mar adentro” que nos señala: “Además existen grupos seudo religiosos y programas televisivos que proponen una religión diluida, sin trascendencia, hecha a la medida de cada uno, fuertemente orientada a la búsqueda de bienestar y sin experimentar lo que significa adorar a Dios…” (31)
El desafío de evangelizar “la búsqueda de Dios”, exige que los cristianos nos comprometamos a realizar un camino de maduración en la Fe. En esto se ha insistido en Aparecida, así como en nuestro Sínodo Diocesano sobre la necesidad de realizar un camino de formación integral como discípulos y misioneros de Jesucristo, el Señor, considerando que este es un proceso de seguimiento a transitar durante toda la vida.
Hace algún tiempo una persona, profesional y docente, me decía que era cristiano, pero que creía en la reencarnación o sea en que su espíritu vivió en otras personas y épocas del pasado y se encaminaba a vivir nuevas vidas en el futuro, sin darse cuenta que la reencarnación no es compatible con la revelación cristiana. Los cristianos creemos en la Resurrección. La resurrección de Cristo y la nuestra la confesamos en el credo desde los primeros siglos y se diferencia absolutamente de posturas orientalistas que creen en la reencarnación.
Sobre las erróneas propuestas proselitistas y estos negocios mediáticos es importante advertir que manipulan la genuina búsqueda de Dios de nuestra gente presentándose como espíritus amplios y ecuménicos, y silenciando que son propuestas superficiales e inconsistentes que en corto tiempo dañan “la genuina búsqueda de Dios”, dejando a la gente en una profunda insatisfacción y con frustraciones personales y grupales, que después son difíciles de revertir.
Es importante señalar la centralidad que los cristianos le damos tanto al diálogo ecuménico como al diálogo interreligioso, y que no es lo mismo el uno que el otro. “El ecumenismo” hace referencia al camino de comunión que realizamos los cristianos que tenemos un mismo bautismo y que confesamos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y por lo tanto creemos en un Dios uno y trino. En este camino ecuménico se encuentran católicos, ortodoxos y hermanos de otras confesiones cristianas. Otra cosa que el ecumenismo es el diálogo con el judaísmo y con otros grupos religiosos no cristianos, sobre todo monoteístas.
Sobre el ecumenismo que no es la mezcla de todo, sino una búsqueda fundamental de comunión en nuestro tiempo nos dice Aparecida: “El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal: “expresa la comunión real, aunque imperfecta” que ya existe entre “los que fueron regenerados por el bautismo” y el testimonio concreto de fraternidad…” (228). De esta manera buscamos cumplir con el deseo de Cristo: “que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn. 17,21). En Aparecida también señala la relación con el judaísmo y el diálogo interreligioso: “Reconocemos con gratitud los lazos que nos relacionan con el pueblo judío, con el cual nos une la fe en el único Dios y su Palabra revelada en el Antiguo Testamento. Son nuestros “hermanos mayores” en la fe de Abraham, Isaac y Jacob… (235). “El diálogo interreligioso, en especial con religiones monoteístas, se fundamenta justamente en la misión que Cristo nos confió, solicitando la sabia articulación entre el anuncio y el diálogo como elementos constitutivos de la evangelización… (237).
El Evangelio de este domingo (Mc. 7,1-8. 14-15. 21-23) nos presenta al Señor enseñando sobre la recta búsqueda de Dios: “Y Jesús, llamando otra vez a la gente, le dijo “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que hace impuro es aquello que sale del hombre…”. En la genuina búsqueda de Dios y la religiosidad de nuestra gente encontramos un aporte y servicio en valores a nuestra cultura.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
ZENIT nos ofrece la carta de monseñor Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara, donde aborda el tema de la fe.
No podemos vivir sin creer
Carta del obispo de Sigüenza-Guadalajara
Cuando pronunciamos conscientemente la palabra “creo” estamos constatando una realidad que acontece en la convivencia diaria. Cada uno, al relacionarse con sus semejantes, no puede hacerlo sin creer en él y en lo que dice. Aunque en alguna ocasión tenga que contrastar determinadas afirmaciones por considerarlas exageradas o poco ajustadas a la verdad, sin embargo no puede vivir desconfiando constantemente de los demás. La confianza está en la base de la convivencia familiar y social. Por eso, para que no fomentar la desconfianza hacia los demás, la mentira y el engaño deberían estar desterrados de las
relaciones sociales.
Esta fe y confianza en los demás podemos apreciarlas fácilmente en los niños y jóvenes. Lo que aprenden en el hogar familiar y en el colegio, lo admiten y asumen porque creen en la bondad de sus padres y porque se fían de los conocimientos de sus profesores. La propia experiencia nos dice que muchos de nuestros conocimientos se deben a la acogida confiada de los saberes e informaciones recibidos de otras personas, en las que confiamos. Creer, por lo tanto, no es una actitud exclusivamente religiosa, sino una realidad humana absolutamente general que invade nuestras informaciones cotidianas.
Cuando analizamos las relaciones humanas podemos observar que el creer en el otro se nos impone. No podemos vivir en la sociedad sin confiar, es decir, sin tener fe en nuestros semejantes. El amor y la amistad con quienes convivimos cada día serían imposibles, si no creyésemos en ellos. Ambas se sustentan en una fe entre las personas que se aman, hasta tal punto que cada uno puede confiar y esperar la fidelidad del otro en el presente y en el futuro.
De acuerdo con lo dicho hasta aquí, podemos afirmar que el acto de creer es un acto esencial de la condición humana y, por tanto, auténticamente humano. Confiar en los otros forma parte de nuestra vida independientemente del creer religioso. Por lo tanto, prescindir del creer o relegarlo a un segundo plano en la vida, no sólo sería una contradicción existencial, sino una negación de lo que realmente somos.
Ahora bien, si creemos en las personas con las que nos relacionamos cada día y aceptamos su testimonio sobre distintos aspectos de la realidad, tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué no creer en el testimonio de los millones de hombres y mujeres que a lo largo de la historia nos han dicho con sus palabras y obras que Dios existe?. ¿Por qué no fiarnos de quienes nos lo siguen diciendo en nuestros días?. ¿No estaremos siendo contradictorios al aceptar el testimonio sobre determinados aspectos de la realidad y cerrarnos a los testimonios religiosos?
La teología católica afirma que la fe no depende de la razón, pero que no es irracional. Aunque la fe supere la capacidad racional del ser humano, sin embargo no va en contra de la razón. Cuando creemos y nos fiamos de lo que nos dicen tantas personas conocidas, no actuamos contra la razón, sino que la descubrimos potenciada. El Papa Benedicto XVI, consciente de los intentos de la cultura actual de separar la fe de la razón, no cesa de recordarnos que no existe oposición entre fe y razón, entre el saber teológico y científico, sino complementariedad. Que el Señor nos ayude a creer y confiar en Él y en los hombres.
Con mi bendición, feliz día del Señor.
+ Atilano Rodríguez
Obispo de Sigüenza-Guadalajara
ZENIT.org nos ofrece la la catequesis íntegra del papa en la la Audiencia General del miércoles 5 de Septiembre de 2012 en el Aula Pablo VI en el Vaticano, adonde el santo padre se trasladó desde su residencia de verano en Castel Gandolfo.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, después de las vacaciones, retomamos las audiencias en el Vaticano, continuando en esa "escuela de oración", que estoy viviendo junto a ustedes en estas Catequesis de los miércoles.
Hoy quisiera hablar de la oración en el libro del Apocalipsis, que, como ustedes saben, es el último del Nuevo Testamento. Es un libro difícil, pero que contiene una gran riqueza. Este nos pone en contacto con la oración viva y palpitante de la asamblea cristiana, reunida "en el día del Señor" (Ap. 1,10); es esta, en efecto, la traza de fondo en el que se mueve el texto.
Un lector presenta a la asamblea un mensaje confiado por el Señor al evangelista Juan. El lector y la asamblea son, por así decirlo, los dos protagonistas del desarrollo del libro; a ellos, desde el principio, se les dirige un saludo festivo: "Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía" (1,3). Mediante el diálogo constante entre ellos, surge una sinfonía de oración, que se desarrolla con una gran variedad de formas hasta la conclusión. Escuchando al lector que presenta el mensaje, escuchando y observando a la asamblea que responde, su oración tiende a ser nuestra.
La primera parte del Apocalipsis (1,4-3,22) tiene, en la actitud de la asamblea que ora, tres etapas sucesivas. La primera (1,4-8) consiste en un diálogo --único caso en el Nuevo Testamento--, que se lleva a cabo entre la asamblea apenas reunida y el lector, el cual le dirige un saludo de bendición: "Gracia y paz a ustedes" (1,4). El lector subraya el origen de este saludo: este deriva de la Trinidad, del Padre, del Espíritu Santo, de Jesucristo, que participan juntos en llevar adelante el proyecto creativo y de salvación para la humanidad. La asamblea escucha, y cuando siente nombrar a Jesucristo, es como una explosión de alegría y responde con entusiasmo, elevando la siguiente oración de alabanza: "Al que nos ama, y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados, y ha hecho de nosotros un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén" (1,5b-6). La asamblea, rodeada por el amor de Cristo, se siente liberada de la esclavitud del pecado y se proclama "reino" de Jesucristo, que le pertenece por completo.
Reconoce la gran misión que por el bautismo se le ha confiado para llevar al mundo la presencia de Dios.
Y concluye su celebración de alabanza mirando de nuevo directamente a Jesús y, con creciente entusiasmo, le reconoce "la gloria y el poder" para salvar a la humanidad. El "amén" final, concluye el himno de alabanza a Cristo. Ya estos primeros cuatro versículos contienen una gran riqueza de indicios para nosotros; nos dicen que nuestra oración debe ser, ante todo, escucha de Dios que nos habla. Inundados de tantas palabras, no estamos acostumbrados a escuchar, sobre todo ponernos en la disposición del silencio interior y exterior para estar atentos a lo que Dios nos quiere decir. Estos versículos nos enseñan también que nuestra oración, a menudo solo de súplica, debe ser antetodo de alabanza a Dios por su amor, por el don de Jesucristo, que nos ha traído la fuerza, la esperanza y la salvación.
Una nueva intervención del lector señala a la asamblea, aferrada al amor de Cristo, el compromiso de captar su presencia en la propia vida. Dice: "Miren, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas" (1,7a). Después de ascender al cielo en una "nube", símbolo de la trascendencia (cf. Hch. 1,9), Jesucristo regresará así como subió a los cielos (cf. Hch. 1,11b). Entonces todos los pueblos lo reconocerán y, como exhorta san Juan en el cuarto evangelio, "Mirarán al que traspasaron" (19,37). Pensarán en sus pecados, causa de su crucifixión, y, como aquellos que lo habían visto directamente en el Calvario, "se golpearán el pecho" (cf. Lc. 23,48) pidiéndole perdón, para seguir en la vida y así preparar la plena comunión con Él, después de su regreso definitivo. La asamblea reflexiona sobre este mensaje y dice: "Sí. ¡Amén!"(Ap. 1,7 b). Expresa con su "sí", la acogida plena de lo que se le ha comunicado y pide que esto pueda convertirse en realidad. Es la oración de la asamblea, que medita sobre el amor de Dios manifiestado de modo supremo en la Cruz, y pide de vivir con coherencia como discípulos de Cristo.
Y esta es la respuesta de Dios: "Yo soy el Alfa y la Omega, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso" (1,8). Dios, que se revela como el principio y el final de la historia, acepta y toma en serio la petición de la asamblea. Él ha estado, está y estará presente y activo con su amor en los asuntos humanos, en el presente, en el futuro, así como en el pasado, hasta llegar a la meta final. Esta es la promesa de Dios. Y aquí nos encontramos con otro elemento importante: la oración constante despierta en nosotros un sentido de la presencia del Señor en nuestra vida y en la historia, y la suya es una presencia que nos sostiene, nos guía y nos da una gran esperanza, aún en medio de la oscuridad de ciertos acontecimientos humanos; además, cada oración, incluso aquella en la soledad más radical, nunca es un aislarse y nunca es estéril, sino que es el elemento vital para alimentar una vida cristiana cada vez más comprometida y coherente.
La segunda fase de la oración de la asamblea (1,9-22) profundiza aún más la relación con Jesucristo: el Señor aparece, habla, actúa, y la comunidad más cercana a él, escucha, reacciona y acoge. En el mensaje presentado por el lector, san Juan relata su experiencia personal de encuentro con Cristo: se encuentra en la isla de Patmos por causa de la "palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1,9), y es el "día del Señor" (1,10a), el domingo, en el que se celebra la Resurrección. Y san Juan está "tomado por el Espíritu" (1,10a). El Espíritu Santo lo llena y lo renueva, ampliando su capacidad de aceptar a Jesús, quien lo invita a escribir. La oración de la asamblea que escucha, poco a poco asume una actitud contemplativa, marcada por los verbos "ve", "mira": completa, es decir, lo que el lector le propone, internalizándolo y haciéndolo suyo.
Juan oyó "una gran voz, como de trompeta" (1,10b), la voz lo obliga a enviar un mensaje "a las siete Iglesias" (1,11) que se encuentran en Asia Menor y, por su intermedio, a todas las Iglesias de todos los tiempos, junto con sus Pastores. El término "voz… de trompeta", tomada del libro del Éxodo (cf. 20,18), recuerda la manifestación divina a Moisés en el Monte Sinaí e indica la voz de Dios que habla desde su cielo, desde su trascendencia. Aquí es atribuida a Jesucristo Resucitado, que de la gloria del Padre habla, con la voz de Dios, a la asamblea en oración. Dando la vuelta "para ver la voz" (1,12), Juan ve "siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros, como a un Hijo de hombre" (1,12-13), término particularmente familiar para Juan, que le indica al mismo Jesús. Los candeleros de oro, con sus velas encendidas, indican la Iglesia de todos los tiempos en actitud de oración en la Liturgia: Jesús Resucitado, el "Hijo del hombre", está en medio de ella, y, revestido con las vestiduras del sumo sacerdote del Antiguo Testamento, desarrolla la función sacerdotal de mediador ante el Padre. En el mensaje simbólico de Juan, sigue una manifestación luminosa de Cristo resucitado, con las características propias de Dios, que se producen en el Antiguo Testamento. Se habla de "... cabellos blancos, como la lana blanca, como la nieve" (1,14), símbolo de la eternidad de Dios (cf. Dn. 7,9) y de la Resurrección. Un segundo símbolo es el del fuego, que en el Antiguo Testamento se refiere a menudo a Dios para indicar dos propiedades. La primera es la intensidad celosa de su amor, que anima su pacto con el hombre (cf. Dt. 4,24).
Y es esta misma intensidad ardiente del amor, que se lee en los ojos de Jesús resucitado: "Sus ojos como llama de fuego" (Ap. 1,14a). El segundo es la capacidad incontenible de vencer el mal como un "fuego devorador" (Dt. 9,3). Así que incluso "los pies" de Jesús, en camino para enfrentar y destruir el mal, tienen el brillo del "metal precioso" (Ap. 1,15). La voz de Jesucristo, entonces, "como voz de grandes aguas" (1,15c), tiene el rugido impresionante "de la gloria del Dios de Israel", que se traslada a Jerusalén, mencionado por el profeta Ezequiel (cf. 43,2).
Siguen todavía otros tres elementos simbólicos que muestran lo que Jesús Resucitado está haciendo por su Iglesia: la mantiene firmemente en su mano derecha –una imagen muy importante: Jesús tiene a la Iglesia en la mano--, le habla con el poder penetrante de una espada afilada, y le muestra el esplendor de su divinidad: "Su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza" (Ap.1,16). Juan quedó tan impresionado por esta maravillosa experiencia del Resucitado, que se siente desfallecido y cae como muerto.
Después de esta experiencia de la revelación, el Apóstol tiene delante al Señor Jesús hablando con él, lo tranquiliza, le coloca una mano sobre la cabeza, le revela su identidad como el Crucificado Resucitado, y le encarga transmitir su mensaje a las Iglesias (Ap. 1,17-18). Una cosa hermosa de este Dios, ante el cual desfallece y cae como muerto. Es el amigo de la vida, y le pone su mano sobre la cabeza. Y así será también con nosotros: somos amigos de Jesús. Por tanto, la revelación del Dios Resucitado, del Cristo Resucitado, no será terrible, sino será el encuentro con el amigo. Incluso la asamblea vive con Juan un momento particular de luz delante del Señor, unido, sin embargo, a la experiencia del encuentro cotidiano con Jesús, experimentando la riqueza del contacto con el Señor, que llena cada espacio de la existencia.
En la tercera y última fase de la primera parte del Apocalipsis (Ap.2-3), el lector propone a la asamblea un mensaje séptuplo en el cual Jesús habla en primera persona. Dirigido a las siete Iglesias en Asia Menor situadas alrededor de Éfeso, el discurso de Jesús parte de la situación particular de cada Iglesia, para luego extenderse a las Iglesias de todos los tiempos. Jesús entra en el corazón de la situación de cada iglesia, haciendo énfasis en las luces y sombras, y dirigiéndoles un llamamiento urgente: "Arrepiéntanse" (2,5.16; 3,19c), "Mantén lo que tienes" (3,11), "vuelve a tu conducta primera" (2,5)," Sé pues ferviente y arrepiéntete" (3,19b) ... Esta palabra de Jesús, si es escuchada con fe, de inmediato comienza a ser efectiva: la Iglesia en oración, acogiendo la Palabra del Señor, se transforma.
Todas las iglesias deben ponerse en una escucha atenta al Señor, abriéndose al Espíritu como Jesús pide con insistencia repitiendo esta indicación siete veces: "El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu le dice a las Iglesias" (2,7.11.17.29;3,6.13.22). La asamblea escucha el mensaje recibiendo un estímulo para el arrepentimiento, la conversión, la perseverancia, el crecimiento en el amor, la orientación para el camino.
Queridos amigos, el Apocalipsis nos presenta una comunidad reunida en oración, porque es justamente en la oración donde experimentamos siempre en aumento, la presencia de Jesús con nosotros y en nosotros. Cuanto más y mejor oremos con constancia, con intensidad, tanto más nos asemejamos a Él, y Él realmente entra en nuestra vida y la guía, dándole alegría y paz. Y cuanto más conocemos, amamos y seguimos a Jesús, más sentimos la necesidad de permanecer en oración con Él, recibiendo serenidad, esperanza y fuerza en nuestra vida. Gracias por su atención.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
© Librería Editorial Vaticana
Reflexión a las lecturas del domingo veintitrés ndel Tiempo Ordinario, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 23º del T. Ordinario B
¡Ser sordo, ser mudo, ser ciego es algo terrible! El Evangelio de hoy nos presenta la curación de un sordomudo: “Un sordo que, además, apenas podía hablar”.
En la primera lectura el profeta nos anuncia los tiempos del Mesías diciéndonos: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos de los sordos se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Y algo de eso es lo que contemplamos en el Evangelio de hoy: S. Marcos se detiene a contarnos cómo cura el Señor a aquel sordomudo. Era lógico que la gente, que estaba entusiasmada ante los signos del Señor, dijera: “Todo lo ha hecho bien: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Pero hay muchas clases de sordera que no es sólo física. Así le decimos a un chiquillo que no nos hace caso: “¡Ven acá, sordo; escucha lo que tienes que hacer!”
También hay una sordera espiritual. ¿No será ésta la peor de todas las sorderas? Somos sordos o nos hacemos el sordo muchas veces a la hora de relacionarnos con Dios. Y si somos “sordos” para escuchar a Dios, seremos también “mudos” para hablar de Él.
A veces, una madre lleva a su niño al médico porque está retrasado y no comienza a hablar... El médico examina al niño y le dice a la madre: “El niño no es mudo, sino sordo. No habla porque es sordo. Veremos qué se puede hacer”. Si somos sordomudos en nuestra relación con Dios, pobres de nosotros. ¿Qué nos queda de cristianos? Escuchar a Dios, hablar con Él y hablar de Él es algo imprescindible en nuestra existencia cristiana. Si ahora, que comienza el curso, nos vamos por las parroquias, nos daremos cuenta de la cantidad de sordos que hay. Se expone a la gente la necesidad que hay de voluntarios para la catequesis en sus distintas modalidades, también de adultos, y para los diversos grupos o actividades parroquiales. Y, por lo menos, en algunos lugares, qué pocos se comprometen… Cualquier cosa vale para dispensarse y tranquilizarse. Algunos amontonan excusas para no comprometerse. En muchas parroquias hay un pequeño grupo de cristianos comprometidos que tienen que multiplicarse para afrontarlo todo.
Si los cristianos, lo fuéramos de verdad, nos comprometeríamos voluntariamente, como hacen muchos, y no estaríamos necesitados de más… El Señor no nos da el Espíritu con medida (Jn 3,34), sino sobreabundantemente, y no permite que su Iglesia carezca de ningún don. Es, por tanto, urgente hacernos una audiometría para ver qué tal están nuestros oídos en la vida espiritual, en nuestra relación con Dios y con los hermanos.
No podemos olvidar que el mismo Jesús que curó al sordomudo, nos puede curar también a nosotros.
Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú, para el 22 domingo durante el año (2 de septiembre de 2012). (AICA)
El Tema de la Ley de Dios es tratado en la liturgia de hoy. La Primera Lectura (Deut. 4, 1-2.6-8) nos enseña que es fundamental la fidelidad a la Ley del Señor para guardar su alianza. El amor es la razón por la cual Dios brinda la Ley a su pueblo y es el amor el que le hace accesible a quien le invoca (Ib. 4).
Muchas veces se piensa que la observancia de la Ley oprime y esclaviza. El cumplimiento de la Ley de Dios no oprime ni esclaviza sino que libera, da el verdadero sentido a la vida humana. Quien escucha y cumple la Ley es amigo de Dios y goza de sus beneficios. En el caso de Israel era la posesión de la Tierra Prometida, figura de lo que es hoy para nosotros la posesión de la Vida Eterna.
La práctica de la Ley ennoblece al hombre porque le hace partícipe de la Sabiduría de Dios contenida en ella, dándole la seguridad de caminar en la verdad, en el gozo del cumplimiento del bien y de ser admitido en la presencia del Señor. Dice la Escritura: “¿Señor quien puede hospedarse en tu tienda?” (Sal. 14,4). El que procede honradamente y practica la justicia…no calumnia con su lengua…no hace mal a su prójimo” (Ib. 8). Es decir, virtudes que configuran mejores relaciones interpersonales, familiares y sociales.
Pero la Ley no es solamente un elenco de preceptos materialmente expresados sino que, como nos dice el apóstol Santiago la Ley es la palabra de verdad sembrada en el corazón de los hombres, para conducirlos a la salvación (St.1, 17-18.21-22.27) y es por eso que el hombre debe estar interiormente atento en su corazón a la Palabra del Señor, para percibirla y llevarla finalmente a “la práctica” (Ib. 22). El ser humano caería en una tremenda equivocación si se contentara con el conocimiento de los preceptos divinos y no los tradujera en obras, si con ellos no fuera capaz de afianzar su vida personal y comunitaria. El conocimiento de la ley nos enseña que su punto clave es el “amor a Dios” y que su expresión concreta es el amor al prójimo: “visitar a los huérfanos y asistirlos, a las viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con lo malo del mundo” (Ib. 27).
El mandamiento de Dios a Moisés fue que “no se añada nada ni se quite nada de los preceptos del Señor” (Dt. 4,2). Sin embargo los judíos fueron añadiendo a la pureza de los preceptos del Señor una serie de prescripciones minuciosas que hacían perder de vista los preceptos fundamentales, hasta tal punto que los contemporáneos de Jesús se escandalizaban porque sus discípulos descuidaban algunos de ellos (Mc. 7,4). Jesús ante esto reacciona casi violentamente: “hipócritas…dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para aferraros a la tradición de los hombres” (Ib. 6). Condena todo formalismo y legalismo porque quiere que miremos a la realidad interior de la Ley. Es inútil darle sentido a las realidades externas mientras el interior del hombre no está limpio, está impuro y lleno de vicios. Es por eso que la Ley mira al interior del hombre, porque su interior es lo que hay que purificar: de allí salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad” (Ib. 21-22).
Si el corazón no está purificado es imposible cumplir la Ley y los mandamientos. Ella mira precisamente a librar al hombre de tales males, para hacerlo capaz de dejar de lado o quitar de su corazón las pasiones y los vicios y poder así amar a Dios con todo su corazón y al prójimo con ese mismo amor. Este es el centro de la ley y toda ella se resume en este precepto, el cual es imposible cumplir si el corazón no está purificado.
En estos días en que se debaten algunas propuestas de reforma de nuestro Código Civil que pretende modificar nuestro estilo de vida y derechos respecto a la vida humana, al matrimonio y la familia entre otros, es necesario reafirmar a las conciencias de los hombres de buena voluntad el valor positivo y humanizador de la ley moral natural, distinta de la ley divina. La ley natural es esa luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios gracias a la cual conocemos los seres humanos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar para vivir mejor, para enriquecer la vida humana, para hacerla abundante en todos sus aspectos. La ley divina ayuda a iluminar la inteligencia, la guía para descubrir la verdad y aplicarla con sabiduría al ordenamiento de su vida cotidiana
El derecho positivo, las leyes humanas, deben basarse en lo que el hombre es por naturaleza y tener en cuenta su dignidad. Bueno es recordar que la ley positiva no es moral ni justa automáticamente y que el sentido de toda verdadera democracia es la justicia. Las leyes que regulan la vida de las sociedades no deberían ser la expresión de opciones subjetivas o fruto de consensos minoritarios. La justicia de las leyes y las acciones de gobierno tienen su fundamento en valores objetivos racionales que deben ser considerados si queremos buscar el bien común y la amistad social. Una ley humana es injusta cuando se opone a la ley natural; porque se opone a la naturaleza racional del hombre. Cuando una ley es contraria a la moral, es decir a la recta razón o justicia, deja de ser ley buena y sólo puede esperarse que degrade la vida humana en todas sus expresiones.
En la reforma propuesta hay algunas cosas de fundamental importancia que preocupan. El modelo de familia que se pretende se opone a valores sociales fundamentales de nuestra cultura tales como la estabilidad de los vínculos matrimoniales y familiares, los roles de la maternidad y la paternidad, el compromiso, la fidelidad, el deber de convivencia de los esposos y el respeto a la vida desde su concepción. Se pretende legitimar el alquiler de vientres y la manipulación, el congelamiento y el descarte de embriones. Se propone generar seres humanos artificialmente que luego no tendrán el derecho a saber quiénes fueron sus padres biológicos. Es necesario enfatizarlo: no todo lo científicamente posible es éticamente aceptable.
Oremos hermanos por nuestra Patria y por nuestros legisladores para que tengamos leyes que posibiliten una vida digna. Oremos junto a María, nuestra Madre, como lo hizo la primera comunidad cristiana por el bien de nuestro pueblo.
Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo Puerto Iguazú
ZENIT nos participa de la reproducción de la homilía íntegra pronunciada por el actual arzobispo de Milán, cardenal Scola, durante la ceremonia realizada en la catedral, el lunes 3 de septiembre de 2012, en las exequias y sepultura del cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo emérito de Milán.
La Iglesia de Milán despidió al cardenal Martini
Homilía íntegra del cardenal Scola
1. “Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas; y yo dispongo para ustedes un Reino, como mi Padre lo dispuso para mí” (Lc. 22, 28-29). La larga vida del cardenal Martini es un espejo transparente de esta perseverancia, también en la prueba de su enfermedad y de la muerte. Y ahora Jesús le asegura y a nosotros con él: “Yo he hecho contigo como el Padre ha hecho conmigo”. Para él está preparado un reino como el que el Padre ha dispuesto para Su Hijo, el Amado. El hecho de que no sea un lugar físico, a nuestra medida, no nos autoriza a deducir que el paraíso es una fábula. El cardenal Martini que anunció y estudió la Resurrección, lo subrayó diversas veces. Con palabras tan simples como potentes, san Pablo toca la naturaleza cuando escribe: “Por siempre estaremos con el Señor” (1Ts. 4, 17). Nuestro cardenal Carlo Maria, tan amado, no se ha ausentado en un cielo remoto o inaccesible.
Él, entrando en el Reino, participa del poder de Cristo sobre la muerte y entra en la comunión con el Dios viviente. Por ello en un cierto sentido se puede decir de él lo que Benedicto XVI escribió de Jesús cuando ascendió al Padre: “Su irse es al mismo tiempo un venir, un nuevo modo de acercarse a todos nosotros” (cfr. J. Ratzinger, Gesù di Nazaret 2, 315).
Estimados amigos, estamos aquí convocados por la figura imponente de este hombre de Iglesia, para expresarle nuestra gran gratitud. En estos días una larga fila de creyentes y no creyentes se presentó ante él.
Querido Padre, nosotros ahora con todos aquellos que nos siguen a través de los medios de comunicación te alabamos. Y lo hacemos porque en la luz del Resucitado, garantía de tu destino completado, sabemos dónde estás. Estás en la vida plena, estás con nosotros. Esta es nuestra esperanza segura. No estamos aquí por tu pasado, sino por tu presente y tu futuro.
2. “Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27,46). El terrible interrogativo de Jesús en la cruz en realidad es una oración que implora. Extremo abandono al designio del Padre. ¿Y cuál es ese designio? Que el crucifijo incorpore en sí todo el dolor de los hombres. El Hijo de Dios ha asumido todo del hombre, excepto el pecado, a tal punto que su dramática vocación final abraza el grito humano de horror delante de la muerte para aplacarlo.
A la muerte de Jesús bien se aplica la oración del poeta Rilke: “Da, oh Señor, a cada uno su muerte. La muerte que floreció de aquella vida en la que cada uno amó, pensó, sufrió” (R. M. Rilke, Das Buch von der Armut und vom Tode, Das Stundenbuch, 1903). Quien muere en el Señor, con el Señor está destinado a resurgir. Por esto su muerte es un florecer. La muerte del cardenal fue realmente personal porque está destinada a lo personal, inconfundible resurrección, a su personal modo de estar por siempre con el Señor y en Él con todos nosotros.
Nada ni nadie nos puede quitar esta consoladora verdad. Ni siquiera la dura, sarcástica objeción realizada por Adorno, que liquida la oración de Rike como “un miserable engaño con el cual se intenta esconder el hecho de que los hombres al final mueren y basta” (T. W Adorno, Minima moralia, Einaudi, Torino 1988, 284). A desmentirla es la imponente manifestación de afecto y de fe registrada estos días hacia el arzobispo.
3. El cardenal Martini no ha dejado un testamento espiritual en el sentido explícito de la palabra. Su herencia está toda en su vida y en su magisterio, y nosotros debemos continuar para alcanzarla durante mucho tiempo. Entretanto, eligió una frase para poner en su tumba, tomada del salmo 119 [118]: “Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino”. De tal modo que él mismo nos ha dado la llave para interpretar su existencia y su ministerio.
“Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera” (Jn. 6, 37). La luz de la palabra de Dios, en la estela del Concilio Vaticano II, abundantemente profusa del cardenal y de todos los hombres y mujeres, no solamente de la tierra ambrosiana, es el don a través del cual Jesús acoge a todos los que deciden seguirlo. Porque --agrega el evangelio de Juan--, la voluntad del Padre es que Él no pierda ninguno, sino que lo resucite en el último día (cfr. Jn. 6, 39). Dios está realmente cerca de cada hombre, cualquiera sea la situación en la que se encuentra, la posición de su corazón, la orientación de su razón, la energía de su acción.
Debemos entretanto, definitivamente, superar una actitud muy difundida sobre el don de la fe. Nuestro padre Ambrosio, a propósito del salmo elegido por el cardenal afirma: “Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere sin embargo ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza… Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna.” (San Ambrosio, Commento al Salmo 118, n. 12. 13-14; CSEL 62, 258-259).
Confiar al Padre este amado pastor significa asumir hasta el fondo la responsabilidad de creer y testimoniar a todos el bien de la fe. Nos pide volvernos con él mendicante de Cristo. Dolorosamente conscientes de llevar el tesoro de nuestra fe en vasos de arcilla, gritamos al Señor: “Creo, ayuda a mi poca fe” (Mc. 9,24).
Esto es la gran herencia del cardenal: realmente él se consumía para no perder a nadie ni nada (cfr. Jn. 6,39). Él, que vivía eucarísticamente en la fe de la resurrección siempre buscó abrazar a todo el hombre y a todos los hombres. Lo pudo hacer porque estaba bien radicado en la certeza indestructible de que Jesucristo, con su muerte y resurrección, está perennemente ofrecido a la libertad de cada uno.
4. Hoy la Iglesia celebra la memoria del papa san Gregorio Magno. De su célebre obra 'La regla pastoral', el cardenal Martini tomó su frase episcopal: “Pro veritate advesa diligere”, por amor de la verdad, abrazar la adversidad (II, 3,3). En la frase que eligió brilla el espíritu ignaciano del cardenal Martini: la tensión al discernimiento y a la purificación como condición ascética para hacerle espacio a Dios y para aprender aquella separación que solamente garantiza el auténtico poseer, o sea el verdadero bien de las personas y de las cosas.
Así el pastor que ahora confiamos al Padre ha amado a su pueblo, consumándose hasta el final. También yo he podido atesorar de su ayuda hasta el último afectuoso coloquio, una semana antes de su muerte. En actitud salvífica, plenamente pastoral, de su ministerio él ha colmado su competencia en las Escrituras, su atención a la realidad contemporánea, la disponibilidad a acoger a todos, la sensibilidad ecuménica y al diálogo interreligioso, la atención por los pobres y los más necesitados, la búsqueda de vías de reconciliación para el bien de la Iglesia y de la sociedad civil.
En la Iglesia, la diversidad de temperamento y de sensibilidad, así como las diversas lecturas de las urgencias del tiempo, expresan la ley de la comunión pluriforme en la unidad. Esta ley parte de una actitud agustiniana muy querida por el cardenal: quien ha encontrado a Cristo, justamente porque está seguro de Su presencia, sigue, indómito, buscando.
5. Hacemos ahora nuestra, de todo corazón, la oración del prefacio de esta solemne liturgia de sufragio: “Es nuestro deseo que tu siervo Carlo Maria sea incluido en tu reino celeste entre los santos pastores de tu grey y pueda alcanzar la recompensa de aquellos con los cuales ha compartido fielmente los esfuerzos de la misma misión”. Pensamos a la larga cadena de nuestros arzobispos, especialmente san Ambrosio y san Carlos (Borromeo).
Querido arzobispo Carlo Maria, la Virgen, la Asunta, con los ángeles y los santos que llenan nuestro templo, te acompañen a la meta que tanto has deseado: ver a Dios cara a cara. Amén.
Traducción de Sergio H. Mora
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (1 de septiembre de 2012). (AICA)
Iniciamos el mes de la Biblia en recuerdo de san Jerónimo quién fuera su primer traductor al lenguaje vulgar, entonces era el latín, cuya Fiesta celebramos el 30 de septiembre. No estamos ante un libro que una vez que lo hemos leído deja de tener interés. En su lectura nos encontramos con la Palabra de Dios que tiene una actualidad permanente, porque fue dicha para todos los hombres y de todos los tiempos. No se trata de un libro de historia para conocer el pasado, sino de una palabra que ha sido dicha para mí y me tiene, por lo mismo, como destinatario.
Descubrirnos en esta relación única y personal con la Palabra de Dios es un camino de Vida Nueva. Si la vida cristiana nace del encuentro con Jesucristo, la Biblia, en cuanto nos trasmite su Palabra, es el primer lugar de encuentro con él. Cuando ella llega a un corazón abierto comienza un diálogo único de amor que nos enriquece, y en nuestra respuesta ella se hace oración. ¡Qué importante es acostumbrarnos a rezar con la Palabra de Dios!
Esta Palabra, con la que Dios fue acompañando a su pueblo, alcanzó su plenitud de entrega y revelación en su propio Hijo, Jesucristo. Así, nos lo dice la misma Sagrada Escritura: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas manera, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo” (Heb. 1, 1). Este hecho es el que marca un antes y un después en la historia de la relación de Dios con el hombre. Es él quien ha tomado la iniciativa, por ello, para encontrarnos con él ya conocemos el camino.
Esto es lo que nos dice Aparecida cuando afirma que las Sagradas Escrituras son el primer lugar de encuentro con Jesucristo: “Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo” (Ap. 247). No tenemos, por ello, que estar a la espera de nuevas revelaciones de Dios, en Jesucristo nos ha dicho todo. Será la obra del Espíritu Santo hacernos conocer cada día más el sentido de esta Palabra y disponer nuestro espíritu para hacerla una realidad viva en nosotros.
Esta riqueza de la Palabra de Dios la Iglesia la vive con gratitud, pero con el compromiso de anunciarla. No es una Palabra para tenerla guardada sino para predicarla. En este sentido es muy claro el lema que este año nos propone el Departamento de Pastoral Bíblica del Episcopado, tomado de la misma Escritura: “¡Qué la Palabra del Señor siga propagándose y sea glorificada!” (2 Tes. 3, 1). Lo que no se vive y comunica se termina perdiendo. Una Iglesia, o un cristiano, que no viva la urgencia y la alegría de comunicar la Palabra de Dios, no ha comprendido su vocación.
Si cabe la expresión diría que han privatizado su fe y se han apropiado de la Palabra. Somos servidores, no dueños. La Palabra es el don que hemos recibido, nos corresponde la tarea de anunciarla. No somos, por otra parte, una élite de elegidos, sino hijos de Dios llamados a ser “discípulos y misioneros” del Señor al servicio de nuestros hermanos.
Deseando que este Mes de la Biblia sea una ocasión para acercarnos con un corazón de discípulos a la Palabra de Dios, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintitres del tiempo ordinario - B.
CURAR LA SORDERA
La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.
También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.
Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: "Effetá", es decir, "Abrete". Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su corazón.
Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso, no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.
A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar la Buena Noticia de Jesús, va haciendo su propio camino, lejos de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.
Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades y se proclaman mensajes muy positivos, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando "doctrina social" de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, que sale instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
9 de septiembre 2012
23 Tiempo ordinario (B)
Marcos 7,31-37
ZENIT nos ofrece la habitual colaboración de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, México. Esta vez afronta el tema sumamente actual de la pastoral de la tierra.
Salvemos nuestro planeta
Promover una pastoral de la tierra
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Las noticias son alarmantes: Que los glaciares se derriten más de lo ordinario; que las selvas se van acabando; que llueve en exceso, o hay graves sequías; que los eco-sistemas se han dañado, con consecuencias irreparables; que no se sabe cómo tratar la basura; que se agotan los veneros de agua, etc.
Por otra parte, hay programas oficiales, comunitarios y particulares, que están implementando medidas notables para reforestar, para controlar la tala inmoderada y criminal de los bosques, para evitar tanto agroquímico, para consumir más los productos naturales, para educar a los niños y a la sociedad en el respeto y la protección de la naturaleza, para hacer leyes que eviten la devastación indiscriminada, que en muchas partes llevan a cabo grandes empresas locales y transnacionales, sólo por sus intereses económicos, sin importarles la salud y la vida de los pueblos.
Nuestra diócesis, por decisión de la asamblea del año pasado, ha promovido una interesante pastoral de la tierra, para alentar la conciencia ecológica, a partir de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. Ha habido acciones dignas de elogio, como hacer campañas de recolección de basura y de reforestación, uniéndose a grupos de otras confesiones religiosas no católicas, o la producción alimentaria sin abonos químicos, sino sólo con orgánicos, o la conciencia crítica ante la explotación de minas que contaminan y destruyen el medio ambiente.
CRITERIOS
Al respecto, el Papa Benedicto XVI ha dicho algo muy importante, que vale la pena difundir, sobre todo para quienes insisten en que abordar estos temas es salirse del Evangelio y de nuestra misión pastoral, siendo todo lo contrario. Dijo: “Hay hombres y mujeres de negocios, gobiernos, grupos económicos, que se comprometen en programas de explotación que contaminan el medio ambiente y causan una desertificación sin precedentes. Se producen daños graves a la naturaleza y los bosques, a la flora y la fauna, e innumerables especies podrían desaparecer para siempre. Todo esto amenaza el ecosistema entero y, en consecuencia, la supervivencia de la humanidad. Exhorto a la Iglesia a alentar a los gobernantes a proteger los bienes fundamentales, como la tierra y el agua para la vida humana de las generaciones actuales y las del futuro, así como para la paz entre los pueblos” (Exhortación Africae Munus, 80).
En su Encíclica Caritas in Veritate relaciona claramente este tema con la fe, pues Dios creó todo: “El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad.
El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios”.
PROPUESTAS
Además de denunciar abusos, delitos y omisiones de empresas y gobiernos, preguntémonos qué nos compete hacer. Es fácil culpar a otros, y a veces con eso nos sentimos satisfechos. Eso no basta, pues las estructuras sociales, económicas y políticas no se mueven un ápice con nuestros discursos y declaraciones. Desde abajo, desde lo pequeño, desde la semilla de mostaza, es como se construye el Reino de Dios, se mejora este nuestro sufrido y amado planeta tierra.
Aprendamos a tratar adecuadamente la basura, sin tirarla por todas partes, y sabiendo separar lo orgánico de lo no orgánico. Que los campesinos eviten el mal uso de agroquímicos y aprendan a elaborar abonos naturales. Usemos racionalmente el agua. Evitemos quemar montañas y cuidemos los árboles. Que los legisladores asuman su responsabilidad en este rubro.
ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el domingo 2 de Septiembre de 2012, desde el balcón del patio interno del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo a los fieles y peregrinos presentes.
¡Queridos hermanos y hermanas!
En la Liturgia de la Palabra de este domingo surge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión judía e incluso de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (cf. Rom. 13,10). La Ley de Dios es su palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo libera de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la "tierra" de la verdadera libertad y de la vida. Por eso en la Biblia la Ley no es vista como un peso, como una limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con este una historia de amor.
Así ora el israelita piadoso, "Me deleito en tus preceptos, / no olvido tu palabra. (...) Llévame por la senda de tus mandatos, / que en ella me siento complacido" (Sal. 119,16.35). En el Antiguo Testamento, es Moisés quien en el nombre de Dios transmite la Ley a las personas. Él, después de un largo viaje a través del desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: "Y ahora, Israel, escucha los preceptos y normas que yo les enseño, pónganlas en práctica, a fin de que vivan y entren a tomar posesión la tierra que les da Yahvé, Dios de sus padres" (Dt. 4,1).
Y aquí está el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es el custodio de la Ley, es tentado de poner su seguridad y su felicidad en algo que ya no es la palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otros "dioses" que en realidad son vanos, son ídolos.
Por supuesto, la Ley de Dios permanece, pero la regla de la vida ya no es lo más importante; se convierte más bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras que la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses a menudo egoístas de individuos y de grupo. Así, la religión pierde su verdadero significado que es vivir en la escucha de Dios para hacer su voluntad --que es la verdad de nuestro ser, y así vivir bien, en la verdadera libertad--, y se reduce a la práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Y es esto un riesgo grave para cualquier religión, que Jesús encontró en su tiempo, pero que se puede verificar, por desgracia, incluso en el cristianismo. Por lo tanto, la palabras de Jesús en el evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos nos deben hacer pensar también a nosotros.
Jesús hace suyas las palabras del profeta Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres" (Mc. 7, 6-7; cf. Is. 29,13). Y luego concluye: "Dejando el precepto de Dios, se aferran a la la tradición de los hombres" (Mc. 7,8).
El apóstol Santiago, en su carta, advierte contra el peligro de una falsa religiosidad. Le escribe a los cristianos: "Pongan por obra la palabra y no se contenten solo con oírla, engañándose a ustedes mismos" (St. 1,22).
La Virgen María, a la que nos dirigimos ahora en oración, nos ayude a escuchar con un corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, de modo que oriente nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones, todos los días.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del domingo, realizado por el padre Jesús Álvarez, paulino.
Hipocresía: el cáncer de la religión
Comentario al evangelio del Domingo 22° del T.O./B
Jesús Álvarez García, ssp
Algunos fariseos y maestros de la ley preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no observan la tradición de los mayores, sino que comen con las manos impuras?» Él les contestó:«Hipócritas, Isaías profetizó muy bien acerca de ustedes, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto enseñando doctrinas que son preceptos humanos’. Ustedes dejan el mandamiento de Dios y se aferran a la tradición de los hombres».Llamó de nuevo a la gente y les dijo:«Óiganme todos y entiendan bien: Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que puede manchar al hombre, porque del corazón proceden los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaño, desenfreno, envidia, blasfemia, soberbia y estupidez. Todas esas cosas malas salen de dentro y hacen impuro al hombre».(Mc. 7, 1-8.14-15.21-23)
Jesús, más que reprochar a los fariseos y maestros de la Ley por lavarse las manos, los reprueba por suplantar con leyes y tradiciones humanas la Ley divina del amor a Dios y al prójimo, hasta el punto de sentirse con derecho a abandonar a sus padres ancianos y enfermos, si daban al templo el dinero con que deberían socorrerlos.
También hoy las exigencias del amor a Dios y al prójimo son fácilmente suplantadas por ritos externos, normas y leyes fáciles, costumbres cómodas, etc., que siguen envenenando la religión con la idolatría, y pervirtiendo las relaciones familiares, humanas y sociales con el egoísmo.
El mero cumplimiento del culto externo merece la dura descalificación de Isaías repetida por Jesús: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. El culto, si no sale del corazón, del amor, se hace hipocresía.
A Dios solo le agrada el culto vivido en el amor efectivo a Él y al prójimo, pues en eso consiste la verdadera religión, que es la fuente de la auténtica felicidad, de la santidad y de la salvación.
“Les ruego, hermanos, por la gran ternura de Dios, que le ofrezcan su propia persona como sacrificio vivo y santo, capaz de agradarle; éste es el culto razonable” (Rm. 12, 1); “La religión verdadera consiste en socorrer a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Sant. 1, 27).
La intención profunda, que brota del corazón, es la que hace grandes o perversas nuestras obras, palabras, culto, alegrías, penas y nuestra misma persona. Todo lo que Dios ha creado es bueno. Nuestro corazón, con sus intenciones, puede consagrar la bondad de las cosas en función del amor a Dios y al prójimo; o pervertirlas con el egoísmo, la hipocresía, la idolatría, que brotan del corazón y expulsan de la vida al Dios del amor, de la libertad, de la alegría, de la salvación.
Jesús nos invita hoy a una revisión profunda y sincera de nuestro modo de rezar, celebrar y vivir el culto en el templo y de proyectarlo en la existencia cuotidiana, desde nuestro corazón, donde acogemos o rechazamos a Dios y al prójimo, donde consagramos o profanamos las cosas, las obras y la vida con que Dios nos bendijo y bendice.
La religión, la oración, la Eucaristía y la Biblia como encuentros amorosos con Dios, son causa de nuestra alegría, paz, felicidad en este mundo y nos llevan a la felicidad eterna, que todos anhelamos desde lo más profundo de nuestra persona.
Homilía de monseñor Mario Aurelio Poli, obispo de Santa Rosa, en la Solemnidad de Santa Rosa de Lima (30 de agosto de 2012). (AICA)
«La primera flor de santidad en el Nuevo Mundo»,
proclamada patrona principal de América en 1670
por el Papa Clemente X
2° Corintios 10,17-11,2
Salmo 148, 1-2. 11-14
Aleluya Jn 15, 9b-5b
Evangelio: Mt 13, 44-46
Todos los años, la Liturgia nos permite acercarnos a la ermita de Rosita para conocer algo más de su amistad con Dios, porque ella no se ha recomendado a sí misma, sino que es el Señor quien la ha recomendado y la sigue poniendo de ejemplo para que conozcamos el camino que ella recorrió, agradando a su Creador. Que nadie se acerque a su refugio si no es en punta de pie, porque el ruido nos haría perder la profundidad de su santuario, no podríamos apreciar el reducido espacio de su tebaida que invita al recogimiento, ni con-templar la suspensión del tiempo cuando ella entra en el eterno presente de la oración que eleva a los humildes a los más altos grados de unión divina que puede experimentar la criatura. Esa es nuestra Santa, la que la divina providencia nos ha legado como Patrona y guía misionera, para que nuestra Iglesia, de su mano, transite los caminos de La Pampa, con un renovado espíritu eucarístico, mariano, servidor y misionero.
Como San Pablo le escribía a los Corintios, Rosa nos dice: ¡Ojalá quisieran Ustedes tolerar un poco de locura de mi parte! Algo de esto pasó cuando después de escuchar al Salvador del mundo dice: me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza, para gritar a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado o condición que fuesen: hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma. Sí, se trata de la santa locura de los amigos de Dios, que atraídos por el amor sin límites del Buen Pastor que llama, dejan de lado la cordura tibia y vacía de este mundo para dejarse seducir por la Palabra que ilumina, consuela y salva.
Alguna vez llegó a su vida la sentencia de su Esposo: Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura (Mt 6,33). Las parábolas del Reino que hoy llegaron a nuestros oídos nos invitan a preguntarnos cuáles fueron el tesoro y la perla fina que descubrió la virgen limeña, por los cuales tuvo como despreciable toda riqueza. Ella podía decir con el profeta: Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de mi co-razón (Jer 15,16). Ella que tantas veces tuvo la gracia de encontrarse con Cristo, se apropió las palabras de San Juan: Yo le conozco, y guardo su Palabra (8,55). Y no faltó la alegría desbordante en la personalidad de Rosita para contagiar a todos los que la visitaban, invitándolos a gritar: ¡Alaben el nombre del Señor, jóvenes! (Ant. del Salmo 148). En el cofre de su tesoro interior, su mejor perla eran los pobres indios, mulatos y negros enfermos, a los que atendía con caridad exquisita.
Durante la Novena hemos venerado la imagen que preside esta Catedral y un cuadro de Santa Rosa de Lima. Es un auténtico retrato pintado por un conocido pintor romano que estaba en Lima por esos años (Angelino de Medoro). Es la faz de la virgen pocos años antes de su pascua. Su rostro tiene un reverbero de la gracia, porque los santos traducen la dulzura y ternura de la presencia divina en el alma y en el cuerpo, desprendiendo un algo cálido y amable, un halo de bondad y virtud, una mirada que invita y persuade a recorrer el camino interior de la gracia: Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia.
El rostro de Rosa debió trascender con su belleza exterior lo que de hermoso y sublime había en su corazón, será por esa razón que en este día volvemos a decir de nuestra Patrona que sigue manifestando el buen olor de Cristo entre los que se salvan (2° Cor 2,14 s.). Ante su mirada quedamos deslumbrados por la hondura de su ser, envuelta por la luz de Jesucristo y seducida por el fuego del amor divino que procede de él. Son los reflejos de una palpitante intimidad con Jesucristo crucificado. Y al causarnos a través de su belleza una impresión de la bondad, si quiera sea por unos instantes, nos infunde alegría y esperanza de compartir su suerte. No desdeñó ninguna aflicción, por más dolorosa que fuese, pensando acaso que llevándola con paciencia pudiese acercarla a la pasión de su divino Esposo. Y al mirarla nos sigue enseñando: Nadie se quejaría de la Cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conociera la balanza donde se pesan para repartirlas entre los hombres.
Pero hay algo más que hacer en esta tarde: desde la eucaristía la llevaremos por las calles de su ciudad, y mientras caminamos junto a ella tenemos que renovar el pacto misionero que nos une a su vocación más profunda: anunciar a su paciente Jesús y su Evangelio de vida. La virgen limeña es misionera por excelencia y liberada de los lazos de la corporalidad, recorre ahora con audacia todos los caminos de América del Sur, diciendo: Escuchen los pue-blos, escuchen las naciones, en el nombre de Jesucristo yo los exhorto... Ella conoce muy bien la diócesis que lleva su nombre, y sabe cuánta falta hace que visitemos casa por casa, para anunciar el kerigma que libera, consuela y salva. Rosa está siempre dispuesta a acompañarnos por los senderos de La Pampa, animándonos a asumir nuestra condición de discípulos y misioneros...
Queridos pampeanos bautizados, les pregunto: ¿quieren renovar el pacto misionero para anunciar a Jesucristo a sus hermanos?...
Mons. Mario Aurelio Poli, obispo de Santa Rosa
Reflexión de monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isido, sobre la familia y la fe (Agosto 2012). (AICA)
Había un filósofo que en el siglo pasado decía “siempre decimos que no tenemos tiempo para nada, pero cuando tenemos tiempo, no tenemos nada para el tiempo”.Qué importante es saber aprovechar ese tiempo libre. En la sociedad en que vivimos, cada vez es menor, por el modo de distribución del trabajo, por el poco tiempo que podemos estar con nuestros chicos, pero ese tiempo, aunque sea pequeño, mínimo, vale lo que no valen muchísimas horas en el colegio. Cinco minutos de un chiquito con su papá, que le está preguntando cómo le fue en la tarea, cómo le fue en el colegio, quiénes son sus amigos, qué es lo que hizo en el día de hoy, y cómo le fue. Esos cinco minutos valen muchísimo más que miles y miles de horas de clase.
Lo mismo con la mamá, esa presencia que agrega cualidad y sobre todo, escucha. Si yo pudiera aprovechar el tiempo para escuchar más a mi hijo, a mi hija, necesita ser escuchada. Y si no me habla, la compañía, buscar una alternativa nueva, salir a un lugar distinto, no estar hablando siempre dentro del mismo ámbito, esto ayuda muchísimo a la comunicación, para que nuestros hijos se sientan importantes, como realmente lo son, se sientan considerados y queridos por nosotros. Qué común es el ejemplo contrario, “no tenemos tiempo para nada”, “cuando llego a casa ya no puedo más”, “ya no escucho a nadie y al día siguiente me tengo que ir”, “tengo tanto que hacer, “tengo que trabajar”. Es verdad, tenemos mucho que hacer y tenemos mucho que trabajar, pero desde el punto de vista del amor, del amor verdadero, tenemos esta responsabilidad de escuchar y dialogar con nuestros hijos. Esto es indispensable para la vida porque de este diálogo va a depender, posiblemente, el futuro, la alegría de nuestros chicos.
En nuestra familia también aprendemos el sentido de la fiesta, el sentido de la celebración.
Qué importante es aprovechar los cumpleaños para poder manifestar la alegría “de que existís”. Decir feliz cumpleaños es decir “me alegro de tu existencia” “me alegro de que estés con nosotros” “me alegro de tu vida” “qué alegría me diste cuando naciste” “qué alegría me seguís dando ahora que seguís creciendo” “qué alegría me das cuando veo que vas aprendiendo, que te vas desarrollando, que vas creciendo en el camino de la vida, que vas tomando decisiones” “feliz cumpleaños”. Poder celebrarlo, pero celebrarlo de un modo creativo, de un modo afectivo, cariñoso.
El sentido de la fiesta. El hombre no solamente vive sino que celebra la vida, necesita celebrar la vida, necesita detenerse para que esa vida sea mirada, sea contemplada.
Busqué los días de cumpleaños para no decir los aniversarios, cuidar los aniversarios, aniversarios de bodas. Este aniversario de mi bautismo, el 31 de octubre, qué bueno sería, yo se que es muy difícil, que nos acordemos del día en que nacimos a la fe, el día en que nosotros se sembró la primera semilla, la semilla de la fe. Que bueno sería hacer tradición de esto y recordar este aniversario. Y así los aniversarios más importantes, los acontecimientos más importantes. Poder traerlos y celebrarlos nos hace crecer como personas y nos recuerda la primera misión de la familia que es ser formadora de las personas. En la familia nos hacemos persona, aprendemos a ser amados y aprendemos a amar y allí se va construyendo la persona, esa singularidad, ese ser único, ese yo mío que Dios me dio y que yo lo hago crecer a través del amor y del ejemplo de mis padres, la compañía de mis hermanos y de aquellos que tengo cerca, mis abuelos. Qué importante es, en familia, esta formación personal, singular, del ser único e irrepetible que cada uno es, aprender a ser valorado. Formadora de personas. Decía también Juan Pablo, en su carta sobre la familia, además de ser formadora de personas, la familia es educadora en la fe. La familia es la madre de nuestra fe, no solamente ella nos ha llevado al bautismo sino que ella nos va educando en los motivos fundamentales de la vida. Y la fe es lo que le da sentido a al vida, la fe es lo que motiva nuestra vida, esta unión profunda con Dios que solamente se aprende de verdad en el seno de la familia.
Y, finalmente, decía Juan Pablo, no solamente formadora de persona, educadora en la fe y en los valores auténticos, sino también, es promotora del desarrollo. Porque la familia es una ventana a la vida. Según sea mi socialización en la familia, aprendo mis primeras relaciones, con mis padres, con mis hermanos, aprendo a intercambiar con aquellos seres más cercanos. Según sea esa relación, también va a ser después, mi vínculo social, mi apertura a la sociedad y mi espíritu de servicio para descubrir el don con el cual yo puedo servir a mis hermanos.
Que podamos ir creciendo en nuestra vida familiar y que Dios bendiga a cada una de nuestras familias y les conceda una armonía, una unidad muy grande y una conciencia de lo que significan para cada una de las personas que la integran.
Que Dios los bendiga
Mons. Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro