Mi?rcoles, 31 de octubre de 2012

DOMINGO  31º DEL T. ORDINARIO  B          

MONICIONES    

 

PRIMERA LECTURA

          En la primera Lectura escucharemos una exhortación a cumplir los mandatos del Señor y el primer mandamiento de la Ley que Jesús recordará en el Evangelio.

 

SEGUNDA LECTURA

          Continuamos escuchando fragmentos de la Carta a los Hebreos sobre el Sacerdocio de Cristo. Hoy  se nos presenta la supremacía del sacerdocio y del sacrificio de Cristo ofrecido de una vez para siempre.

 

TERCERA LECTURA

          Jesús responde a una cuestión que interesaba mucho a los entendidos de su tiempo: ¿Qué es lo más importante de la Ley de Moisés? ¿Cuál es el mandamiento más importante?

          (Pero antes de escuchar la Palabra del Señor, cantemos, de pie, el aleluya).

 

COLECTA

          Hoy, primer, domingo de mes, la organización eclesial "Cáritas" nos recuerda nuestro deber de amar a nuestro prójimo de un modo efectivo, ayudando a los que pasan necesidad.

 

COMUNIÓN

          El amor de Jesucristo por nosotros ha llegado al extremo de convertirse en alimento de vida eterna, para que no nos falte la ayuda que necesitamos para cumplir sus mandatos y ser felices como Él quiere.


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Mensaje de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, para el Día de todos los santos y conmemoración de los fieles difuntos.(AICA)

“Para los que creemos en ti esta vida no termina sino que se transforma”(Pref).                 


A los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos:
La próxima semana celebraremos dos fechas importantes para nuestra vida de fe, que aún cuando sean días laborables, estamos invitados a vivirlas con mayor intensidad y fervor. El Año de la fe también es un motivo para hacerlo e este modo, y “con las lámparas encendidas” (Lc 12,35-36).

El próximo jueves 1º de noviembre es el día de Todos los Santos. Es una fiesta de acción de gracias por quienes ya están junto a Dios y han sido reconocidos como testigos heroicos de la fe. Por eso también es un día de dicha y de alegría; y un motivo de esperanza, caminando por el sendero que nos señalan los santos, ya que la santidad a la que Cristo nos llama, es para ser felices, y que lo seamos eternamente.

Para ello necesitamos vivir la bienaventuranzas, que son, como decía Juan Pablo II “como el retrato de Cristo, un resumen de su vida; y por eso se presentan también como un «programa de vida» para sus discípulos.... Toda la vida terrena del cristiano, fiel a Cristo, puede encerrarse en este programa, en la perspectiva del reino de Dios” (Cf.. ibid.) (Homilía a los jóvenes, 2.II.1985).

Renovamos en las celebraciones de ese día el deseo de llegar a ser santos, tomemos a Cristo como modelo de nuestra vida, que nos invita a seguirlo, pidamos en nuestras parroquias y capillas por la santificación del pueblo argentino y por la glorificación de sus beatos, venerables y siervos de Dios.

El 2 de noviembre es el día de Todos los difuntos. El lema elegido en el Año de la Fe para reflexionar en esta conmemoración proviene de la liturgia: [c] “Para los que creemos en ti esta vida no termina sino que se transforma” (Pref).

En nuestra experiencia, frecuentemente queremos aferrarnos a esta vida, y nos entristece la certeza de su término. Sin embargo, desde la fe tenemos la certeza que esta vida no termina, sino que va a alcanzar su valor más pleno cuando sea transformada. Por esto toda nuestra vida puede ser una preparación para la eternidad, recordando la spalabras del salmo: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo llegaré a ver su rostro?” (Sal 41, 3).

Esta sed de Dios puede alimentar nuestra esperanza, y la debemos transmitir a quienes más necesitan de ella. Es una sed que nos hace más cercana la vida del cielo.

Desde aquí ya podemos empezar a construir esta morada. Nuestra vida personal y familiar puede ser vivida como una dimensión de amor, y de ofrenda a Dios. Todos sus momentos pueden contribuir a la construcción del Reino, asociados al Señor, que nos enseñó que Él es el camino la verdad y la vida (cfr. Juan 14,6). Y este es el camino de la esperanza: la resurrección y la vida eterna.

Tenemos la esperanza de que nuestros queridos difuntos viven. Por esto rezamos por ellos, ofrecemos oraciones y sobre todo la Misa, para que ya estén junto a Dios.

Con esta esperanza, los invito ese día a acercarse a los cementerios de sus pueblos y ciudades, para recordar a nuestros seres queridos que ya han partido a la Casa del Padre, rezando por ellos, como un testimonio visible de fe y esperanza en la eternidad; y acompañando a quienes más lo necesitan.

Confío que los decanos, los párrocos y sacerdotes de la Arquidiócesis junto con sus comunidades, vivan con dedicación esta jornada que nuestra gente espera y necesita, y puedan celebrar la Misa, bendecir y rezar por quienes ya no están aquí, y brindar el consuelo que proviene de su Palabra: “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Juan 10,10).

Que cada parroquia y capilla puede culminar este día con la celebración de la Misa ofrecida por todos los difuntos, así como también pidiendo especialmente la intercesión de nuestra Madre del Rosario.

Los saludo en Cristo Nuetsro Señor.

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario


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Martes, 30 de octubre de 2012

ZENIT nos ofrece el texto del Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el próximo 13 de enero de 2013.

Migraciones: peregrinación de fe y esperanza

Queridos hermanos:

El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, ha recordado que «la Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (n. 40), por lo cual «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (ibíd,1). Se hicieron eco de esta declaración el Siervo de Dios Pablo VI, que llamó a la Iglesia «experta en humanidad» (Enc. Populorum Progressio, 13), y el Beato Juan Pablo II, quien afirmó que la persona humana es «el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión..., camino trazado por Cristo mismo» (Enc. Centesimus Annus, 53). En mi Encíclica Caritas in Veritate he querido precisar, siguiendo a mis predecesores, que «toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre» (n. 11), refiriéndome también a los millones de hombres y mujeres que, por motivos diversos, viven la experiencia de la migración. En efecto, los flujos migratorios son «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (ibíd., 62), ya que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (ibíd.).

En este contexto, he querido dedicar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013 al tema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza», en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul Familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la Fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización.

En efecto, fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe Salvi, 1).

En el vasto campo de las migraciones, la solicitud maternal de la Iglesia se realiza en diversas directrices. Por una parte, la que contempla las migraciones bajo el perfil dominante de la pobreza y de los sufrimientos, que con frecuencia produce dramas y tragedias. Aquí se concretan las operaciones de auxilio para resolver las numerosas emergencias, con generosa dedicación de grupos e individuos, asociaciones de voluntariado y movimientos, organizaciones parroquiales y diocesanas, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Pero, por otra parte, la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones. Es aquí donde se incluyen las acciones de acogida que favorecen y acompañan una inserción integral de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto socio-cultural, sin olvidar la dimensión religiosa, esencial para la vida de cada persona. La Iglesia, por su misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar especial atención y cuidado a esta dimensión precisamente: ésta es su tarea más importante y específica. Por lo que concierne a los fieles cristianos provenientes de diversas zonas del mundo, el cuidado de la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención de las nuevas comunidades, mientras que por lo que se refiere a los fieles católicos se expresa, entre otras cosas, mediante la creación de nuevas estructuras pastorales y la valorización de los diversos ritos, hasta la plena participación en la vida de la comunidad eclesial local. La promoción humana está unida a la comunión espiritual, que abre el camino «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta Fidei, 6). La Iglesia ofrece siempre un don precioso cuando lleva al encuentro con Cristo que abre a una esperanza estable y fiable.

Con respecto a los emigrantes y refugiados, la Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes. Aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y confortan en la búsqueda de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, no buscan solamente una mejora de su condición económica, social o política. Es cierto que el viaje migratorio a menudo tiene su origen en el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir, con el trauma del abandono de los familiares y de los bienes que, en cierta medida, aseguraban la supervivencia. Sin embargo, el sufrimiento, la enorme pérdida y, a veces, una sensación de alienación frente a un futuro incierto no destruyen el sueño de reconstruir, con esperanza y valentía, la vida en un país extranjero. En verdad, los que emigran alimentan la esperanza de encontrar acogida, de obtener ayuda solidaria y de estar en contacto con personas que, comprendiendo las fatigas y la tragedia de su prójimo, y también reconociendo los valores y los recursos que aportan, estén dispuestos a compartir humanidad y recursos materiales con quien está necesitado y desfavorecido. Debemos reiterar, en efecto, que «la solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber» (Enc. Caritas in Veritate, 43). Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio sociocultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia.

Es cierto que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto de la dignidad de toda persona humana. El derecho de la persona a emigrar --como recuerda la Constitución conciliar Gaudium et Spes en el nº 65- es uno de los derechos humanos fundamentales, facultando a cada uno a establecerse donde considere más oportuno para una mejor realización de sus capacidades y aspiraciones y de sus proyectos. Sin embargo, en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998). En efecto, actualmente vemos que muchas migraciones son el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y de desórdenes sociales. En lugar de una peregrinación animada por la confianza, la fe y la esperanza, emigrar se convierte entonces en un «calvario» para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. Así, mientras que hay emigrantes que alcanzan una buena posición y viven con dignidad, con una adecuada integración en el ámbito de acogida, son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven. El camino de la integración incluye derechos y deberes, atención y cuidado a los emigrantes para que tengan una vida digna, pero también atención por parte de los emigrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que se insertan.

En este sentido, no podemos olvidar la cuestión de la inmigración irregular, un asunto más acuciante en los casos en que se configura como tráfico y explotación de personas, con mayor riesgo para mujeres y niños. Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados, mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico. En efecto, son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político. A las normativas adecuadas se debe asociar un paciente y constante trabajo de formación de la mentalidad y de las conciencias. En todo esto, es importante fortalecer y desarrollar las relaciones de entendimiento y de cooperación entre las realidades eclesiales e institucionales que están al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Desde la óptica cristiana, el compromiso social y humanitario halla su fuerza en la fidelidad al Evangelio, siendo conscientes de que «el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre» (Gaudium et Spes, 41).

Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen. De hecho, «la vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía» (Enc. Spe Salvi, 49).

Encomiendo a cada uno de vosotros a la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «estrella del camino», que con su maternal presencia está cerca de nosotros cada momento de la vida, y a todos imparto con afecto la Bendición Apostólica.

Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI


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Lunes, 29 de octubre de 2012

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del dmingo treintiuno del Tiempo Ordinario - b.

LO IMPORTANTE 

        Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?

        Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.

        Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón".

        El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.

        Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.

        Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.

        Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?

        No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?                                                                                                 

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
 4 de noviembre de 2012
31 Tiempo ordinario (B)
Marcos 12, 28-34


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (27 de octubre de 2012)
El evangelio de este domingo nos presenta el pasaje del encuentro de aquel “ciego de nacimiento” con Jesús. El diálogo es elocuente y siempre actual. ¡Qué otra cosa puede pedir un ciego sino la luz! Pero el texto insinúa, y así lo reconoce Jesús en su respuesta, que la petición del ciego tenía un plus que es, precisamente, su actitud de fe frente al Señor. “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí”, es la petición hecha oración del ciego. En la respuesta Jesús pondera su fe: “vete, le dice, tu fe te ha salvado” (Mc. 10, 47-52), y enseguida comenzó a ver, concluye el texto.
La fe del ciego se dirige a la persona de Jesús en quién reconoce el poder de Dios. Desde la fe se descubre su presencia en Jesucristo que es verdad, fuerza y misericordia para el hombre. Dejamos de sentirnos solos. La fe cristiana no es un sentimiento vacío o un impulso sin objeto, sino que es reconocer la obra de Dios como una realidad presente, que se ha manifestado en nuestra historia. Cuando le preguntaron a Jesús cuál es la obra de Dios, su respuesta es clara: “la obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado” (Jn. 6, 29). Esto es lo que hizo el ciego de nacimiento. Su fe no buscó un poder mágico, sino que creyó en la obra de Dios manifestada en Jesucristo. Qué importante es descubrir el sentido que da fuerza a su pedido: “Señor, que vea”.
La luz de la fe no se reduce a aquello que podemos ver con nuestros ojos, ella nos habla, principalmente, de aquellas cosas que no pertenecen al mundo de lo material o sensible, aunque no lo excluye. Esta es una nota que responde a la condición del hombre como ser espiritual, diría como hijo de Dios. Su mundo no se reduce a lo que tocamos, sino que está abierto a esa pregunta o dimensión trascendente que responde a la exigencia del hombre como ser espiritual. La fe nos introduce en un conocimiento de la realidad desde la mirada de Dios, si podemos hablar así.
Descubrimos, más allá de lo que ven nuestros ojos o inteligencia humana, la realidad del hombre en su dimensión más profunda, como criatura de Dios con un fin trascendente, la fe da sentido a la muerte. Ella no niega la realidad que ve, incluso en el dolor y su cercanía con el fin, pero abre nuestra mirada a un significado de vida y esperanza que trasciende los límites de lo humano. No hay nada más opuesto a la fe que la mentalidad mágica, que todo lo pretende manejar y acomodar. Esta es, incluso, una tentación o caricatura de la verdadera fe. A lo largo del Año de la Fe, volveremos a hablar sobre estos temas.
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor que es camino de luz, de vida y esperanza para todos nosotros.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Domingo, 28 de octubre de 2012

ZENIT nos ofrece el texto íntegro de la homilía del santo padre, leida en presencia de cerca de 330 concelebrantes, entre cardenales, representantes de las Iglesias orientales, arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos, así como de cinco mil fieles que llenaron la Basílica, el domingo 28 de Octubre de 2012 en la basílica de San Pedro. 

Venerables hermanos,
ilustres señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas:

El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús.

Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).

Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana.

En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52).

San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino.

Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.

Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia.

Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino. Es significativo que, mientras concluimos la Asamblea sinodal sobre la nueva evangelización, la liturgia nos proponga el Evangelio de Bartimeo. Esta Palabra de Dios tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa.

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía.

También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.

En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos.

La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos -, de anunciar la Buena Noticia.

Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor.

En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes misiones ciudadanas, el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental, etcétera. Sin duda el Señor, Buen Pastor, bendecirá abundantemente dichos esfuerzos que provienen del celo por su Persona y su Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo.

Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de san Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano.

Cancelemos, pues, continúa san Clemente de Alejandría, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protrettico, 113, 2- 114,1). Amén.

©Librería Editorial Vaticana


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S?bado, 27 de octubre de 2012

ZENIT nos ofrece el Mensaje de los Padres Sinodales al Pueblo de Dios, como conclusión de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. (viernes 26 de octubre de 2012).

Hermanos y hermanas:

“Gracia a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1, 7). Obispos de todo el mundo, invitados por el Obispo de Roma, el Papa Benedicto XVI, nos hemos reunido para reflexionar juntos sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” y, antes de volver a nuestras Iglesias particulares, queremos dirigirnos a todos vosotros, para animar y orientar el servicio al Evangelio en los diversos contextos en los que estamos llamados a dar hoy testimonio.

1. Como la samaritana en el pozo.
Nos dejamos iluminar por una página del Evangelio: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42). No hay hombre o mujer que en su vida, como la mujer de Samaría, no se encuentre junto a un pozo con un cántaro vacío, con la esperanza de saciar el deseo más profundo del corazón, aquel que sólo puede dar significado pleno a la existencia. Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es urgente orientar bien la búsqueda, para no caer en desilusiones que pueden ser ruinosas.
Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu es el agua que da la vida verdadera y eterna. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo del corazón y desvelarnos nuestra verdad: “Me ha dicho todo lo que he hecho”, cuenta la mujer a sus vecinos. Esta palabra de anuncio - a la que se une la pregunta que abre a la fe: “¿Será Él el Cristo?” - muestra que quien ha recibido la vida nueva del encuentro con Jesús, a su vez no puede hacer menos que convertirse en anunciador de verdad y esperanza para con los demás. La pecadora convertida se convierte en mensajera de salvación y conduce a toda la ciudad hacia Jesús. De la acogida del testimonio la gente pasará después a la experiencia directa del encuentro: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo”.

2. Una nueva evangelización.
Conducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo hacia Jesús, al encuentro con Él, es una urgencia que aparece en todas las regiones, tanto las de antigua como las de reciente evangelización. En todos los lugares se siente la necesidad de reavivar una fe que corre el riesgo de apagarse en contextos culturales que obstaculizan su enraizamiento personal, su presencia social, la claridad de sus contenidos y sus frutos coherentes. No se trata de comenzar todo de nuevo, sino – con el ánimo apostólico de Pablo, el cual afirma: “¡Ay de mí si non anuncio el Evangelio!” (1 Cor 9,16) - de insertarse en el largo camino de proclamación del Evangelio que, desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el presente, ha recorrido la historia y ha edificado comunidades de creyentes por toda la tierra. Por pequeñas o grandes que sean, éstas son el fruto de la entrega de tantos misioneros y de no pocos mártires, de generaciones de testigos de Jesús, de los cuales guardamos una memoria agradecida.
Los cambios sociales, culturales, económicos, políticos y religiosos nos llaman, sin embargo, a algo nuevo: a vivir de un modo renovado nuestra experiencia comunitaria de fe y el anuncio, mediante una evangelización “nueva en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones” (Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM, Port-au-Prince 9 marzo 1983, n. 3) como dijo Juan Pablo II. Una evangelización dirigida, como nos ha recordado Benedicto XVI, “principalmente a las personas que, habiendo recibido el bautismo, se han alejado de la Iglesia viven sin referencia alguna a la vida cristiana [...], para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que lleva consigo alegría y esperanza para la vida personal, familiar y social”. (Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la solemne inauguración de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Roma 7 octubre 2012)

3. El encuentro personal con Jesucristo en la Iglesia.
Antes de entrar en la cuestión sobre la forma que debe adoptar esta nueva evangelización, sentimos la exigencia de deciros, con profunda convicción, que la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos con la persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro. La obra de la nueva evangelización consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente, no pocas veces distraídos y confusos, de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y, sobre todo a nosotros mismos, la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Os invitamos a todos a contemplar el rostro del Señor Jesucristo, a entrar en el misterio de su existencia, entregada por nosotros hasta la cruz, ratificada como don del Padre por su resurrección de entre los muertos y comunicada a nosotros mediante el Espíritu. En la persona de Jesús se revela el misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana. Él no ha querido dejarla a la deriva de su imposible autonomía, sino que la ha unido a si mismo por medio de una renovada alianza de amor.
La Iglesia es el espacio ofrecido por Cristo en la historia para poderlo encontrar, porque Él le ha entregado su Palabra, el bautismo que nos hace hijos de Dios, su Cuerpo y su Sangre, la gracia del perdón del pecado, sobre todo en el sacramento de la Reconciliación, la experiencia de una comunión que es reflejo mismo del misterio de la Santísima Trinidad y la fuerza del Espíritu que nos mueve a la caridad hacia los demás.
Hemos de constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión que, con la fuerza ardiente del amor, -“Mirad como se aman” (Tertulliano, Apologetico, 39, 7) – atraigan la mirada desencantada de la humanidad contemporánea. La belleza de la fe debe resplandecer, en particular, en la sagrada liturgia, sobre todo en la Eucaristía dominical. Justo en las celebraciones litúrgicas la Iglesia muestra su rostro de obra de Dios y hace visible, en las palabras y en los gestos, el significado del Evangelio.
Es nuestra tarea hoy el hacer accesible esta experiencia de Iglesia y multiplicar, por tanto, los pozos a los cuales invitar a los hombres y mujeres sedientos y posibilitar su encuentro con Jesús, ofrecer oasis en los desiertos de la vida. De esto son responsables las comunidades cristianas y, en ellas, cada discípulo del Señor. Cada uno debe dar un testimonio insustituible para que el Evangelio pueda cruzarse con la existencia de tantas personas. Por eso, se nos exige la santidad de vida.

4. Las ocasiones del encuentro con Jesús y la escucha de la Escritura
Algunos preguntarán cómo llevar a cabo todo esto. No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el Evangelio fuera un producto para poner en el mercado de las religiones sino descubrir los modos mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las personas se han acercado a Él y por Él se han sentido llamadas y adaptarlos a las condiciones de nuestro tiempo.
Recordamos, por ejemplo, cómo Pedro, Andrés, Santiago y Juan han sido llamados por Jesús en el contexto de su trabajo, cómo Zaqueo ha podido pasar de la simple curiosidad al calor de la mesa compartida con el Maestro, cómo el centurión pide la intervención del Señor ante la enfermedad de una persona cercana, como el ciego de nacimiento lo ha invocado como liberador de su propia marginación, como Marta y María han visto recompensada su hospitalidad con su propia presencia. Podemos continuar aún recorriendo las páginas de los Evangelios y encontrando tantos y tantos modos en los que la vida de las personas se ha abierto, desde diversas condiciones, a la presencia de Cristo. Y lo mismo podemos hacer con todo lo que la Escritura nos dice de la experiencia misionera de los apóstoles en la Iglesia naciente.
La lectura frecuente de la Sagrada Escritura, iluminada por la Tradición de la Iglesia que nos la entrega y la interpreta auténticamente, no sólo es un paso obligado para conocer el contenido mismo del Evangelio, esto es, la persona de Jesús en el contexto de la historia de la salvación, sino que, además, nos ayuda a hallar espacios nuevos de encuentro con Él, nuevas formas de acción verdaderamente evangélicas, enraizadas en las dimensiones fundamentales de la vida humana: la familia, el trabajo, la amistad, la pobreza y las pruebas de la vida, etc.

5. Evangelizarnos a nosotros mismos y disponernos a la conversión
Queremos resaltar que la nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros mismos. En estos días, muchos obispos nos han recordado que, para poder evangelizar el mundo, la Iglesia debe, ante todo, ponerse a la escucha de la Palabra. La invitación a evangelizar se traduce en una llamada a la conversión.
Sentimos sinceramente el deber de convertirnos a la potencia de Cristo, que es capaz de hacer todas las cosas nuevas, sobre todo nuestras pobres personas. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las debilidades de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad de la misión. Somos plenamente conscientes, nosotros los Obispos los primeros, de no poder estar nunca a la altura de la llamada del Señor y del Evangelio que nos ha entregado para su anuncio a las gentes. Sabemos que hemos de reconocer humildemente nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de reconocer nuestros pecados personales. Estamos, además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar por Él. Lo muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son instrumentos privilegiados de la nueva evangelización.
Si esta renovación fuese confiada a nuestras fuerzas, habría serios motivos de duda, pero en la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor. Aquí está nuestra fuerza y nuestra certeza, que el mal no tendrá jamás la última palabra, ni en la Iglesia ni en la historia: “No se turbe vuestro corazón y no tengáis miedo” (Jn 14, 27), ha dicho Jesús a sus discípulos.
La tarea de la nueva evangelización descansa sobre esta serena certeza. Nosotros confiamos en la inspiración y en la fuerza del Espíritu, que nos enseñará lo que debemos decir y lo que debemos hacer, aún en las circunstancias más difíciles. Es nuestro deber, por eso, vencer el miedo con la fe, el cansancio con la esperanza, la indiferencia con el amor.
6. Reconocer en el mundo de hoy nuevas oportunidades de evangelización
Este sereno coraje sostiene también nuestra mirada sobre el mundo contemporáneo. No nos sentimos atemorizados por las condiciones del tiempo en que vivimos. Nuestro mundo está lleno de contradicciones y de desafíos, pero sigue siendo creación de Dios, y aunque herido por el mal, siempre es objeto de su amor y terreno suyo, en el que puede ser resembrada la semilla de la Palabra para que vuelva a dar fruto.
No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia. Con humildad, pero también con decisión - aquella que viene de la certeza de que la verdad siempre vence - nos acercamos a este mundo y queremos ver en él una invitación del Resucitado a ser testigos de su nombre. Nuestra Iglesia está viva y afronta los desafíos de la historia con la fortaleza de la fe y del testimonio de tantos hijos suyos.
Sabemos que en el mundo debemos afrontar una batalla contra “los Principados y las Potencias” y “los espíritus del mal” (Ef 6,12). No ocultamos los problemas que tales desafíos suponen, pero no nos atemorizan. Esto lo señalamos especialmente ante los fenómenos de globalización, que deben ser para nosotros oportunidad para extender la presencia del Evangelio. También las migraciones - aún con el peso del sufrimiento que conllevan, y con las que queremos estar sinceramente cercanos, con la acogida propia de los hermanos - son ocasiones, como ha sucedido en el pasado, de difusión de la fe y de comunión en todas sus formas. La secularización y la crisis del primado de la política y del Estado piden a la Iglesia repensar su propia presencia en la sociedad, sin renunciar a ella. Las muchas y siempre nuevas formas de pobreza abren espacios inéditos al servicio de la caridad: la proclamación del Evangelio compromete a la Iglesia a estar al lado de los pobres y compartir con ellos sus sufrimientos, como lo hacía Jesús. También en las formas más ásperas de ateísmo y agnosticismo podemos reconocer, aún en modos contradictorios, no un vacío, sino una nostalgia, una espera que requiere una respuesta adecuada.
Frente a los interrogantes que las culturas dominantes plantean a la fe y a la Iglesia, renovamos nuestra fe en el Señor, ciertos de que también en estos contextos el Evangelio es portador de luz y capaz de sanar la debilidad del hombre. No somos nosotros quienes para conducir la obra de la evangelización, sino Dios. Como nos ha recordado el Papa: “La primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo introduciéndonos en esta iniciativa divina, sólo implorando esta iniciativa divina, podemos nosotros también llegar a ser –con él y en él- evangelizadores”. (Benedicto XVI, Meditación de la primera congregación general de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Roma 8 octubre 2012)

7. Evangelización, familia y vida consagrada
Desde la primera evangelización la transmisión de la fe, en el transcurso de las generaciones, ha encontrado un lugar natural en la familia. En ella - con un rol muy significativo desarrollado por las mujeres, sin que con esto queramos disminuir la figura paterna y su responsabilidad - los signos de la fe, la comunicación de las primeras verdades, la educación en la oración, el testimonio de los frutos del amor, han sido infundidos en la vida de los niños y adolescentes en el contexto del cuidado que toda familia reserva al crecimiento de sus pequeños. A pesar de la diversidad de las situaciones geográficas, culturales y sociales, todos los obispos del Sínodo han confirmado este papel esencial de la familia en la transmisión de la fe. No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa.
No escondemos el hecho de que hoy la familia, que se constituye con el matrimonio de un hombre y una mujer que los hace “una sola carne” (Mt 19,6) abierta a la vida, está atravesada por todas partes por factores de crisis, rodeada de modelos de vida que la penalizan, olvidada de las políticas de la sociedad, de la cual es célula fundamental, no siempre respetada en sus ritmos ni sostenida en sus esfuerzos por las propias comunidades eclesiales. Precisamente por esto, nos vemos impulsados a afirmar que tenemos que desarrollar un especial cuidado por la familia y por su misión en la sociedad y en la Iglesia, creando itinerarios específicos de acompañamiento antes y después del matrimonio.en las formas más penosas de atey son un signo de esta fuente de vida plena para los hombres en la sociedad. Las muchas y siempr Queremos expresar nuestra gratitud a tantos esposos y familias cristianas que con su testimonio continúan mostrando al mundo una experiencia de comunión y de servicio que es semilla de una sociedad más fraterna y pacífica.
Nuestra reflexión se ha dirigido también a las situaciones familiares y de convivencia en las que no se muestra la imagen de unidad y de amor para toda la vida que el Señor nos ha enseñado. Hay parejas que conviven sin el vínculo sacramental del matrimonio; se extienden situaciones familiares irregulares construidas sobre el fracaso de matrimonios anteriores: acontecimientos dolorosos que repercuten incluso sobre la educación en la fe de los hijos. A todos ellos les queremos decir que el amor de Dios no abandona a nadie, que la Iglesia los ama y es una casa acogedora con todos, que siguen siendo miembros de la Iglesia, aunque no puedan recibir la absolución sacramental ni la Eucaristía. Que las comunidades católicas estén abiertas a acompañar a cuantos viven estas situaciones y favorezcan caminos de conversión y de reconciliación.
La vida familiar es el primer lugar en el cual el Evangelio se encuentra con la vida ordinaria y muestra su capacidad de transformar las condiciones fundamentales de la existencia en el horizonte del amor. Pero no menos importante es, para el testimonio de la Iglesia, mostrar como esta vida en el tiempo se abre a una plenitud que va más allá de la historia de los hombres y que conduce a la comunión eterna con Dios. Jesús no se presenta a la mujer samaritana simplemente como aquel que da la vida sino como el que da la “vida eterna” (Jn 4, 14). El don de Dios que la fe hace presente, no es simplemente la promesa de unas mejores condiciones de vida en este mundo, sino el anuncio de que el sentido último de nuestra vida va más allá de este mundo y se encuentra en aquella comunión plena con Dios que esperamos en el final de los tiempos.
De este sentido de la vida humana más allá de lo terrenal son particulares testigos en la Iglesia y en el mundo cuantos el Señor ha llamado a la vida consagrada, una vida que, precisamente porque está dedicada totalmente a él, en el ejercicio de la pobreza, la castidad y la obediencia, es el signo de un mundo futuro que relativiza cualquier bien de este mundo. Que de la Asamblea del Sínodo de los Obispos llegue a estos hermanos y hermanas nuestros la gratitud por su fidelidad a la llamada del Señor y por la contribución que han hecho y hacen a la misión de la Iglesia, la exhortación a la esperanza en situaciones nada fáciles para ellos en estos tiempos de cambio y la invitación a reafirmarse como testigos y promotores de nueva evangelización en los varios ámbitos de la vida en que los carismas de cada instituto los sitúa.

8. La comunidad eclesial y los diversos agentes de la evangelización
La obra de la evangelización no es labor exclusiva de alguien en la Iglesia sino del conjunto de las comunidades eclesiales, donde se tiene acceso a la plenitud de los instumentos del encuentro con Jesús: la Palabra, los sacramentos, la comunión fraterna, el servicio de la caridad, la misión.
En esta perspectiva emerge sobre todo el papel de la parroquia como presencia de la Iglesia en el territorio en el que viven los hombres, “fuente de la villa”, como le gustaba llamarla a Juan XXIII, en la que todos pueden beber encontrando la frescura del Evangelio. Su función permanece imprescindible, aunque las condiciones particulares pueden requerir una articulación en pequeñas comunidades o vínculos de colaboración en contextos más amplios. Sentimos, ahora, el deber de exhortar a nuestras parroquias a unir a la tradicional cura pastoral del Pueblo de Dios las nuevas formas de misión que requiere la nueva evangelización. Éstas, deben alcanzar también a las variadas formas de piedad popular.
En la parroquia continúa siendo decisivo el ministerio del sacerdote, padre y pastor de su pueblo. A todos los presbíteros, los obispos de esta Asamblea sinodal expresan gratitud y cercanía fraterna por su no fácil tarea y les invitamos a unirse cada vez más al presbiterio diocesano, a una vida espiritual cada vez más intensa y a una formación permanente que los haga capaces de afrontar los cambios sociales.
Junto a los sacerdotes reconocemos la presencia de los diáconos así como la acción pastoral de los catequistas y de tantas figuras ministeriales y de animación en el campo del anuncio y de la catequesis, de la vida litúrgica, del servicio caritativo, así como las diversas formas de participación y de corresponsabilidad de parte de los fieles, hombres y mujeres, cuya dedicación en los diversos servicios de nuestras comunidades no será nunca suficientemente reconocida. También a todos ellos les pedimos que orienten su presencia y su servicio en la Iglesia en la óptica de la nueva evangelización, cuidando su propia formación humana y cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos culturales actuales.
Mirando a los laicos, una palabra específica se dirige a las varias formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Todas ellas son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia. También a estas formas de vida y compromiso en la Iglesia expresamos nuestra gratitud, exhortándoles a la fidelidad al propio carisma y a la plena comunión eclesial, de modo especial en el ámbito de las Iglesias particulares.
Dar testimonio del Evangelio no es privilegio exclusivo de nadie. Reconocemos con gozo la presencia de tantos hombres y mujeres que con su vida son signos del Evangelio en medio del mundo. Lo reconocemos también en tantos de nuestros hermanos y hermanas cristianos con los cuales la unidad no es todavía perfecta, aunque han sido marcados con el bautismo del Señor y son sus anunciadores. En estos días nos ha conmovido la experiencia de escuchar las voces de tantos responsables de Iglesias y Comunidades eclesiales que nos han dado testimonio de su sed de Cristo y de su dedicación al anuncio del Evangelio, convencidos también ellos de que el mundo tiene necesidad de una nueva evangelización. Estamos agradecidos al Señor por esta unidad en la exigencia de la misión.

9. Para que los jóvenes puedan encontrarse con Cristo
Nos sentimos cercanos a los jóvenes de un modo muy especial, porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia. La mirada de los obispos hacia ellos es todo menos pesimista. Preocupada, sí, pero no pesimista. Preocupada porque justo sobre ellos vienen a confluir los embates más agresivos de estos tiempos; no pesimista, sin embargo, sobre todo porque, lo resaltamos, el amor de Cristo es quien mueve lo profundo de la historia y además, porque descubrimos en nuestros jóvenes aspiraciones profundas de autenticidad, de verdad, de libertad, de generosidad, de las cuales estamos convencidos que sólo Cristo puede ser respuesta capaz de saciarlos.
Queremos ayudarles en su búsqueda e invitamos a nuestras comunidades a que, sin reservas, entren en una dinámica de escucha, de diálogo y de propuestas valientes ante la difícil condición juvenil. Para aprovechar y no apagar la potencia de su entusiasmo. Y para sostener en su favor la justa batalla contra los lugares comunes y las especulaciones interesadas de las fuerzas de este mundo, esforzadas en disipar sus energías y a agotarlas en su propio interés, suprimiendo en ellos cualquier memoria agradecida por el pasado y cualquier planteamiento serio por el futuro.
La nueva evangelización tiene un campo particularmente árduo pero al mismo tiempo apasionante en el mundo de los jóvenes, como muestran no pocas experiencias, desde las más multitudinarias como las Jornadas Mundiales de la Juventud, a aquellas más escondidas pero no menos importantes, como las numerosas y diversas experiencias de espiritualidad, servicio y misión. A los jóvenes les reconocemos un rol activo en la obra de la evangelización, sobre todo en su ambientes.

10. El Evangelio en diálogo con la cultura y la experiencia humana y con las religiones.
La nueva evangelización tiene su centro en Cristo y en la atención a la persona humana, para hacer posible el encuentro con él. Pero su horizonte es tan ancho como el mundo y no se cierra a ninguna experiencia del hombre. Eso significa que ella cultiva, con particular atención, el diálogo con las culturas, con la confianza de poder encontrar en todas ellas las “semillas del Verbo” de las que hablaban los Santos Padres. En particular, la nueva evangelización tiene necesidad de una renovada alianza entre fe y razón, con la convicción de que la fe tiene recursos suficientes para acoger los frutos de una sana razón abierta a la trascendencia y tiene, al mismo tiempo, la fuerza de sanar los límites y las contradicciones en las que la razón puede tropezar. La fe no deja de contemplar los lacerantes interrogantes que supone la presencia del mal en la vida y la historia de los hombres, encontrando la luz de su esperanza en la Pascua de Cristo.
El encuentro entre fe y razón nutre el esfuerzo de la comunidad cristiana en el mundo de la educación y la cultura. Un lugar especial en este campo lo ocupan las instituciones educativas y de investigación: escuelas y universidades. Donde se desarrolla el conocimiento sobre el hombre y se da una acción educativa, la Iglesia se ve impulsada a testimoniar su propia experiencia y a contribuir a una formación integral de la persona. En este ámbito merecen una atención especial las escuelas y universidades católicas, en las que la apertura a la trascendencia, propia de todo itinerario cultural sincero y educativo, debe completarse con caminos de encuentro con la persona de Jesucristo y de su Iglesia. Vaya la gratitud de los obispos a todos los que, en condiciones muchas veces difíciles, desempeñan esta tarea.
La evangelización exige que se preste gran atención al mundo de la comunicaciones sociales, que son un camino, especialmente en el caso de los nuevos medios, en el que se cruzan tantas vidas, tantos interrogantes y tantas expectativas. Son el lugar donde en muchas ocasiones se forman las conciencias y se muestran los hechos de la propia vida y deben ser una oportunidad nueva para llegar al corazón de los hombres.
Un particular ámbito de encuentro entre fe y razón se da hoy en el diálogo con el conocimiento científico. Éste, por otro lado, no se encuentra lejos de la fe, siendo manifestación de aquel principio espiritual que Dios ha puesto en sus criaturas y que les permite comprender las estructuras racionales que se encuentran en la base de la creación. Cuando la ciencia y la técnica no presumen de encerrar la concepción del hombre y del mundo en un árido materialismo se convierten, entonces, en un precioso aliado para el desarrollo de la humanización de la vida. También a los responsables de esta delicada tarea se dirige nuestro agradecimiento.
Queremos, además, agradecer su esfuerzo a los hombres y mujeres que se dedican a otra expresión del genio humano: el arte en sus varias formas, desde las más antiguas a las más recientes. En sus obras, en cuanto tienden a dar forma a la tensión del hombre hacia la belleza, reconocemos un modo particularmente significativo de expresión de la espiritualidad. Estamos especialmente agradecidos cuando sus bellas creaciones nos ayudan a hacer evidente la belleza del rostro de Dios y de sus criaturas. La vía de la belleza es un camino particularmente eficaz de la nueva evangelización.
Más allá del arte, toda obra del hombre es un espacio en el que, mediante el trabajo, él se hace cooperador de la creación divina. Al mundo de la economía y del trabajo queremos recordar como de la luz del Evangelio surgen algunas llamadas urgentes: liberar el trabajo de aquellas condiciones que no pocas veces lo transforman en un peso insoportable con una perspectiva incierta, amenazada por el desempleo, especialmente entre los jóvenes, poner a la persona humana en el centro del desarrollo económico y pensar este mismo desarrollo como una ocasión de crecimiento de la humanidad en justicia y unidad. El hombre, a través del trabajo con el que transforma el mundo, está llamado a salvaguardar el rostro que Dios ha querido dar a su creación, también por responsabilidad hacia las generaciones venideras.
El Evangelio ilumina también las situaciones de sufrimiento en la enfermedad. En ellas, los cristianos están llamados a mostrar la cercanía de la Iglesia para con los enfermos y discapacitados y con los que con profesionalidad y humanidad trabajan por su salud.
Un ámbito en el que la luz de Evangelio puede y debe iluminar los pasos de la humanidad es el de la vida política, a la cual se le pide un compromiso de cuidado desinteresado y transparente por el bien común, desde el respeto total a la dignidad de la persona humana desde su concepción hasta su fin natural, de la familia fundada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, de la libertad educativa, en la promoción de la libertad religiosa, en la eliminación de las injusticias, las desigualdades, las discriminaciones, la violencia, el racismo, el hambre y la guerra. A los políticos cristianos que viven el precepto de la caridad se les pide un testimonio claro y transparente en el ejercicio de sus responsabilidades.
El diálogo de la Iglesia tiene su natural destinatario, finalmente, en los seguidores de las religiones. Si evangelizamos es porque estamos convencidos de la verdad de Cristo, y no porque estemos contra nadie. El Evangelio de Jesús es paz y alegría y sus discípulos se alegran de reconocer cuanto de bueno y verdadero el espíritu religioso humano ha sabido descubrir en el mundo creado por Dios y ha expresado en las diferentes religiones.
El diálogo con los creyentes de las diversas religiones quiere ser una contribución a la paz, rechaza todo fundamentalismo y denuncia cualquier violencia que se produce contra los creyentes y las graves violaciones de los derechos humanos. Las Iglesias de todo el mundo son cercanas desde la oración y la fraternidad a los hermanos que sufren y piden a quienes tienen en sus manos los destinos de los pueblos que salvaguarden el derecho de todos a la libre elección, confesión y testimonio de la propia fe.

11. En el año de la fe, la memoria del Concilio Vaticano II y la referencia al Catecismo de la Iglesia Católica.
En el camino abierto por la nueva evangelización podremos sentirnos a veces como en un desierto, en medio de peligros y privados de referencias. El Santo Padre Benedicto XVI, en la homilía de la Misa de apertura del Año de la fe, ha hablado de una “«desertificación» espiritual” que ha avanzado en estos últimos decenios, pero él mismo nos ha dado fuerza afirmando que “a partir de esta experiencia de desierto, de este vacío, podemos nuevamente descubrir la alegría del creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se descubre el valor de aquello que es esencial para vivir” (Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la apertura del Año de la fe, Roma 11 octubre 2012). En el desierto, como la mujer la samaritana, se va en busca de agua y de un pozo del que sacarla: ¡dichoso el que en él encuentra a Cristo!
Agradecemos al Santo Padre por el don del Año de la fe, preciosa entrada en el itinerario de la nueva evangelización. Le damos las gracias también por haber unido este Año a la memoria gozosa por los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II, cuyo magisterio fundamental para nuestro tiempo se refleja en el Catecismo de la Iglesia Católica, repropuesto, a los veinte años de su publicación, como referencia segura de la fe. Son aniversarios importantes que nos permiten reafirmar nuestra plena adhesión a las enseñanzas del Concilio y nuestro convencido esfuerzo en continuar su puesta en marcha.

12. Contemplando el misterio y cercanos a los pobres
En esta óptica queremos indicar a todos los fieles dos expresiones de la vida de la fe que nos parecen de especial relevancia para incluirlas en la nueva evangelización.
El primero está constituído por el don y la experiencia de la contemplación. Sólo desde una mirada adorante al misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo desde la profundidad de un silencio que se pone como seno que acoge la única Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo. Sólo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden.Vuelve de nuevo a nuestros labios la palabra de agradecimiento, ahora dirigida a cuantos, hombres y mujeres, dedican su vida, en los monasterios y conventos, a la oración contemplativa. Necesitamos que momentos de contemplación se entrecrucen con la vida ordinaria de la gente. Lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios; santuarios interiores y templos de piedra que son cruce obligado por el flujo de experiencias que en ellos se suceden y en los cuales todos podemos sentirnos acogidos, incluso aquellos que no saben todavía lo que buscan.
El otro símbolo de autenticidad de la nueva evangelización tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde del camino de la vida no es sólo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de Cristo: “Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt. 34 25, 40).
A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo.
El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres. Por eso es necesaria la introducción de la doctrina social de la Iglesia en los itinerarios de la nueva evangelización y cuidar la formación de los cristianos que trabajan al servicio de la convivencia humana desde la vida social y política.

13. Una palabra a las Iglesias de las diversas regiones del mundo.
La mirada de los obispos reunidos en Asamblea sinodal abraza a todas las comunidades eclesiales presentes en todo el mundo. Una mirada de unidad, porque única es la llamada al encuentro con Cristo, pero sin olvidar la diversidad.
Una consideración particular, llena de afecto y gratitud, reservamos los obispos reunidos en el Sínodo a vosotros, cristianos de las Iglesias Orientales Católicas, herederos de la primera difusión del Evangelio, experiencia custodiada por vosotros con amor y fidelidad y a vosotros, cristianos presentes en el Este de Europa. Hoy el Evangelio se os repropone como nueva evangelización a través de la vida litúrgica, la catequesis, la oración familiar diaria, el ayuno, la solidaridad entre las familias, la participación de los laicos en la vida de la comunidad y al diálogo con la sociedad. En no pocos lugares vuestras Iglesias son sometidas a prueba y tribulaciones que dan testimonio de vuestra participación en la cruz de Cristo; algunos fieles están obligados a emigrar y, manteniendo viva la pertenencia a sus propias comunidades de origen, pueden contribuir a la tarea pastoral y a la obra de la evangelización en los países de acogida. El Señor continue bendiciendo vuestra fidelidad y que sobre vuestro futuro brillen horizontes de firme confesión y práctica de la fe en condiciones de paz y de libertad religiosa.
Nos dirigimos a vosotros, hombres y mujeres, que vivís en los países de África y resaltamos inenuestra gratitud por el testimonio que ofrecéis del Evangelio muchas veces en situaciones humanas muy difíciles. Os exhortamos a relanzar la evangelización recibida en tiempos aún recientes, a edificaros como Iglesia “familia de Dios”, a reforzar la identidad de la familia y a sostener la labor de los sacerdotes y catequistas, especialmente en las pequeñas comunidades cristianas. Afirmamos, por otra parte, la exigencia de desarrollar el encuentro del Evangelio con las antiguas y nuevas culturas. Dirigimos una llamada de atención al mundo de la política y a los gobiernos de los diversos países africanos para que, con la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, se promuevan los derechos humanos fundamentales y el continente sea liberados de la violencia y los conflictos que lo atormentan.
Los obispos de la Asamblea sinodal os invitan a los cristianos de Norteamérica a responder con gozo a la llamada de la nueva evangelización, mientras admiramos como en vuestra joven historia vuestras comunidades cristianas han dado frutos generosos de fe, caridad y misión. También conviene reconocer que muchas de las expresiones de la cultura de vuestra sociedad están lejos del Evangelio. Se hace, pues, necesario una invitación a la conversión, de la que nace un compromiso que no os coloca fuera de vuestra cultura, sino que os llama a ofrecer a todos la luz de la fe y la fuerza de la vida. Mientras acogéis en vuestras generosas tierras a nueva población de inmigrantes y refugiados, estad dispuestos a abrir las puertas de vuestras casas a la fe. Fieles a los compromisos adquiridos en la Asamblea sinodal para América, sed solidarios con la América Latina en la permanente tarea de evangelización de vuestro continente.
El mismo sentimiento de gratitud dirige la Asamblea del Sínodo a las Iglesia de América Latina y el Caribe. Nos llama la atención en particular cómo se han desarrollado a través de los siglos en vuestro países formas de piedad popular fuertemente enraizadas en los corazones de tantos de vosotros, formas de servicio en la caridad y de diálogo con las culturas. Ahora, frente a los desafíos del presente, sobre todo la pobreza y la violencia, la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe es exhortada a vivir en un estado permanente de misión, anunciando el Evangelio con esperanza y alegría, formando comunidades de verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo, mostrando con vuestro testimonio como el Evangelio es fuente de una sociedad justa y fraterna. También el pluralismo religioso interroga a vuestras Iglesias y les exige un renovado anuncio del Evangelio.
También a vosotros, cristianos de Asia sentimos la necesidad de dirigiros una palabra de fortalecimiento y exhortación. Vuestra presencia, a pesar de ser una pequeña minoría en el continente en el que viven casi dos tercios de la población mundial, es una semilla profunda, confiada a la fuerza del Espíritu, que crece en el diálogo con las diversas culturas, con las antiguas religiones y con tantos pobres. Aunque a veces está situada al margen de la vida social y en diversos lugares incluso perseguida, la Iglesia de Asia, con su fe fuerte, es una presencia preciosa del Evangelio de Cristo que anuncia justicia, vida y armonía. Cristianos de Asia, sentid la cercanía fraterna de los cristianos de los demás países del mundo, los cuales no pueden olvidar que en vuestro continente, en la Tierra Santa, nació, vivió, murió y resucitó el mismo Jesús.
Una palabra de reconocimiento y de esperanza queremos dirigir los obispos a las Iglesias del continente europeo, hoy en parte marcado por una fuerte secularización, a veces agresiva, y todavía hoy herido por los largos decenios de gobiernos marcados por ideologías enemigas de Dios y del hombre. Reconocemos vuestro pasado y también vuestro presente, en el cual el Evangelio ha creado en Europa certezas y experiencias de fe concretas y decisivas para la evangelización del mundo entero, muchas veces rebosantes de santidad: riqueza del pensamiento teológico, variedad de expresiones carismáticas, formas variadas al servicio de la caridad con los pobres, profundas experiencias contemplativas, creación de una cultura humanística que ha contribuido a dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción del bien común. Las dificultades del presentes no os pueden dejar abatidos, queridos cristianos europeos: éstas os deben desafiar a un anuncio más gozoso y vivo de Cristo y de su Evangelio de vida.
Los obispos de la Asamblea sinodal saludan, finalmente, a los pueblos de Oceanía, que viven bajo la protección de la Cruz del Sur, y les damos gracias por el testimonio del Evangelio de Jesús. Nuestra plegaria por vosotros es para que, como la mujer samaritana en el pozo, también vosotros sintáis viva la sed de una vida nueva y podáis escuchar la Palabra de Jesús que dice: “¡Si conocieras el don de Dios!” (Jn 4, 10). Comprometeos a predicar el Evangelio y a dar a conocer a Jesús en el mundo de hoy. Os exhortamos a encontrarlo en vuestra vida cotidiana, a escucharle y a descubrir, mediante la oración y la meditación, la gracia de poder decir: “Sabemos que este es verdaderamente el salvador del mundo” (Jn 4, 42).

14. La estrella de María ilumina el desierto
A punto de finalizar esta experiencia de comunión entre los obispos de todo el mundo y de colaboración con el ministerio del Sucesor de Pedro, sentimos resonar en nosotros el mandato de Jesús a sus apóstoles: “Id y haced discípulos de todos los pueblo [...]. Sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). La misión de la Iglesia no se dirige a un territorio en concreto, sino que sale al encuentro de la pliegues más oscuros del corazón de nuestros contemporáneos, para llevarlos al encuentro con Jesús, el Viviente que se hace presente en nuestras comunidades.
Esta presencia llena de gozo nuestros corazones. Agradecidos por el don
recibido de él en estos días le dirigimos nuestro canto de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor [...] Ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 46.49). Las palabras de María son también las nuestras: el Señor ha hecho realmente grandes cosas a través de los siglos por su Iglesia en los diversos rincones del mundo y nosotros lo alabamos, con la certeza de que no dejará de mirar nuestra pobreza para desplegar la potencia de su brazo incluso en nuestros días y sostenernos en el camino de la nueva evangelización.
La figura de María nos orienta en el camino. Este camino, como nos ha dicho Benedicto XVI, podrá parecer una ruta en el desierto; sabemos que tenemos que recorrerlo llevando con nosotros lo esencial: el don del Espíritu Santo, la cercanía de Jesús, la verdad de su Palabra, el pan eucarístico que nos alimenta, la fraternidad de la comunión eclesial y el impulso de la caridad. Es el agua del pozo la que hace florecer el desierto y como en la noche en el desierto las estrellas se hacen más brillantes, así en el cielo de nuestro camino resplandece con vigor la luz de María, la Estrella de la nueva evangelización a quien, confiados, nos encomendamos.


Publicado por verdenaranja @ 23:31  | Hablan los obispos
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ZENIT nos  ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.

Por Jesús Álvarez, SSP

“Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente, un limosnero ciego se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar:¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Varias personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Llamaron, pues, al ciego diciéndole: Vamos, levántate, que te está llamando. Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego respondió: Maestro, que vea. Entonces Jesús le dijo: Puedes irte; tu fe te ha salvado. Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino”. (Marcos 10, 46-52)

La ceguera en tiempos de Jesús --y también hoy en muchos casos--, condena a los pacientes a una vida dura, pobre y marginada. Y en los países pobres no tienen otra salida que mendigar o morir de hambre en la angustia de sus tinieblas.

Sin embargo, también se dan muchos casos de ciegos que saben aprovechar su deficiencia visual como ocasión para aumentar su visión mental y espiritual, e incluso ganarse la vida con su trabajo. En ese sentido me decía un amigo que en un accidente perdió la vista y a su esposa, el encanto de sus ojos: "Desde que estoy ciego, veo mucho mejor".

Como hay una ceguera física, así hay una ceguera mental por falta de formación, cultura, información, comunicación, inercia. Hay una ceguera espiritual, que consiste en el desconocimiento de Dios y del destino eterno de la vida: incapacidad para ver más allá de lo material e inmediato. Es la peor ceguera y miseria.

La multitud que seguía a Jesús iba buscando luz y sentido eterno para su vida.Sin embargo, entre los que entonces se juntaban con él y entre los que hoy aparentan seguir a Jesús, hay quienes ven la esperanza de su vida en lo destinado a perecer. El Hijo de Dios y su plan de salvación no entran en sus mezquinos planes egoístas. Asisten a celebraciones religiosas, y luego ignoran a Cristo vivo presente en la Eucaristía, en la Biblia, en la creación, en los que sufren y en la propia vida. Se “ciegan” ante el amor de Dios y el amor al prójimo, y por tanto se cierran a la salvación.

A casi nadie de los que acompañaban a Jesús le interesaba el horrible sufrimiento del pobre ciego. Solo Jesús sintió compasión e interés por él. ¿No sucede hoy lo mismo con tantos que se profesan cristianos, católicos, pero pasan indiferentes y cierran los ojos del rostro y del corazón ante el sufrimiento de multitud de hermanos? Incluso de hermanos con los conviven cada día. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Sólo quien se reconoce ciego y pobre, puede desear, pedir y recibir la curación de su ceguera. Creer en Jesús no es cuestión solo de palabras, doctrinas, ideas y rezos o ritos, sino fundamentalmente de hechos, de adhesión amorosa a Él allí donde se manifiesta: Eucaristía, Biblia, prójimo, naturaleza...

“¡Señor, que yo vea!”, tiene que ser también hoy el grito sincero de cada uno de nosotros. Supliquemos que se nos abran los ojos del rostro para contemplar y agradecer las maravillas de la creación, que es transparencia de Dios; y ante los que sufren, que son presencia del Crucificado.

Que se nos abran los ojos de la mente, para conocer la verdad que nos hace libres e hijos de Dios. Que se nos abran los ojos de la fe, para ver y vivir el sentido profundo y eterno de nuestra vida y podamos alcanzar el feliz destino eterno, ayudando a otros a conquistar ese mismo destino maravilloso.

“¡Señor Jesús, que yo vea!” Dame la fe que te permita curarme.


Publicado por verdenaranja @ 23:24  | Espiritualidad
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ZENIT nos participa el discurso del Santo Padre pronunció en la Audiencia general en la plaza de San Pedro, el miércoles 25 de Octubre de 2012, a los fieles presentes.

Queridos hermanos y hermanas:

El miércoles pasado, con el inicio del Año de la fe, comencé una nueva serie de catequesis sobre la fe. Y hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre una cuestión fundamental: ¿qué es la fe? ¿Tiene sentido aún la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han abierto horizontes, hasta hace poco tiempo impensables? ¿Qué significa creer hoy?

En efecto, en nuestro tiempo es necesaria una renovada educación en la fe, que incluya por cierto un conocimiento de su verdad y de los acontecimientos de la salvación, pero que principalmente nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarlo, de confiar en él, de tal modo que toda la vida esté involucrada con él.

Hoy, junto a muchos signos de buena, crece a nuestro alrededor también un cierto desierto espiritual. A veces, se tiene la sensación, por ciertos hechos que conocemos todos los días, de que el mundo no va hacia la construcción de una comunidad más fraterna y pacífica; las mismas ideas de progreso y bienestar también muestran sus sombras. A pesar del tamaño de los descubrimientos de la ciencia y de los resultados de la tecnología, el hombre hoy no parece ser verdaderamente más libre, más humana; todavía permanecen muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia… Luego, un cierto tipo de cultura ha educado a moverse solo en el horizonte de las cosas, de lo posible, a creer solo en lo que vemos y tocamos con las manos. Por otro lado, sin embargo, crece el número de personas que se sienten desorientados y, al tratar de ir más allá de una realidad puramente horizontal, se predisponen a creer en todo y su contrario. En este contexto, surgen algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a primera vista: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones de nuestra libertad en pos de un resultado bueno y feliz de la vida? ¿Qué nos espera más allá del umbral de la muerte?

A partir de estas ineludibles preguntas, surge como un mundo de la planificación, del cálculo exacto y de la experimentación, en una palabra, el conocimiento de la ciencia, que si bien son importantes para la vida humana, no es suficiente. Nosotros necesitamos no solo el pan material, necesitamos amor, sentido y esperanza, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, incluso en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y en los problemas cotidianos. La fe nos da esto: se trata de una confianza plena en un "Tú", que es Dios, el cual me da una seguridad diferente, pero no menos sólida que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es un mero asentimiento intelectual del hombre frente a las verdades en particular sobre Dios; es un acto por el cual me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es la adhesión a un "Tú" que me da esperanza y confianza. Ciertamente que esta adhesión a Dios no carece de contenido: con ella, sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, hizo ver su rostro y se ha vuelto cercano a cada uno de nosotros. En efecto, Dios ha revelado que su amor por el hombre, por cada uno de nosotros, es sin medida: en la cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra del modo más luminoso a qué grado llega este amor, hasta darse a sí mismo, hasta el sacrificio total.

Con el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para que llevarla a Él, para elevarla hasta que alcance su altura. La fe es creer en este amor de Dios, que no diminuye ante la maldad de los hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de transformar todas las formas de esclavitud, dando la posibilidad de la salvación. Tener fe, entonces, es encontrar ese "Tú", Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible, que no solo aspira a la eternidad, sino que le da; es confiar en Dios con la actitud del niño, el cual sabe que todas sus dificultades, todos sus problemas están a salvo en el "tú" de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres.

Creo que deberíamos meditar más a menudo --en nuestra vida diaria, marcada por problemas y situaciones a veces dramáticas--, en el hecho que creer cristianamente significa este abandonarme con confianza al sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo; una sensación de que no somos capaces de darnos, sino de solo recibir como un don, y que es la base sobre la que podemos vivir sin miedo. Y esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe, debemos ser capaces de proclamarla con la palabra y demostrarla con nuestra vida de cristianos.

A nuestro alrededor, sin embargo, vemos cada día que muchos son indiferentes o se niegan a aceptar este anuncio. Al final del Evangelio de Marcos, tenemos palabras duras del Señor resucitado que dice: "El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Mc. 16,16), se pierde a sí mismo. Los invito a reflexionar sobre esto. La confianza en la acción del Espíritu Santo, nos debe empujar siempre a ir y predicar el Evangelio, al testimonio valiente de la fe; pero, además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, también existe el riesgo de un rechazo del Evangelio, del no acoger el encuentro vital con Cristo. Ya san Agustín ponía este tema en su comentario sobre la parábola del sembrador: "Nosotros hablamos –decía--, echamos la semilla, la extendemos. Hay quienes desprecian, critican, se burlan. Si les tememos, no tenemos nada que sembrar y el día de la cosecha se quedara sin que se recoja. Por tanto, venga la semilla de la tierra buena" (Discorsi sulla disciplina cristiana, 13,14: PL 40, 677-678). En consecuencia, la negativa no puede desalentarnos. Como cristianos, somos testigos de este suelo fértil: nuestra fe, a pesar de nuestros límites, demuestra que hay buena tierra, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, de paz y de amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia, con todos los problemas, demuestra también que hay la tierra buena, que existe una semilla buena, y que da fruto.

Pero preguntémonos: ¿de dónde saca el hombre esa apertura del corazón y de la mente para creer en el Dios que se ha hecho visible en Jesucristo, muerto y resucitado, para recibir su salvación, de tal modo que Él su evangelio sean la guía y la luz de la existencia? Respuesta: nosotros podemos creer en Dios porque Él se acerca a nosotros y nos toca, porque el Espíritu Santo, don del Señor resucitado, nos hace capaces de acoger el Dios vivo. La fe es, pues, ante todo un don sobrenatural, un don de Dios. El Concilio Vaticano II dice: "Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, a los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”".(Dei Verbum, 5). En la base de nuestro camino de fe está el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, volviéndonos hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia no creo uno por sí mismo, sin la gracia previa del Espíritu; y no se cree solo, sino junto a los hermanos. Desde el Bautismo en adelante, cada creyente está llamado a revivir esto y hacer propia esta confesión de fe, junto a los hermanos.

La fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica dice claramente: "Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre" (n. 154). Más aún, las implica y las exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir, en un salir de sí mismo, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra el camino para obtener la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría del corazón, la paz con todos. Creer es confiar libremente y con alegría en el plan providencial de Dios en la historia, como lo hizo el patriarca Abraham, al igual que María de Nazaret. La fe es, pues, un acuerdo por el cual nuestra mente y nuestro corazón dicen su propio "sí" a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este "sí" transforma la vida, abre el camino hacia una plenitud de sentido, la hace nueva, llena de alegría y de esperanza fiable.

Queridos amigos, nuestro tiempo requiere de cristianos que estén aferrados de Cristo, que crezcan en la fe a través de la familiaridad con la Sagrada Escritura y los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de un Dios que nos sostiene en el camino y que nos abre hacia la vida que no tendrá fin. Gracias.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


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Viernes, 26 de octubre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo treinta del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

 Domingo 30º  del T. Ordinario B 

          Bartimeo, el ciego del Evangelio de este domingo, tenía una ilusión en su vida: Poder ver. Pero ésta era una ilusión imposible. Y lo sigue siendo… Pero Bartimeo tiene la suerte de sentir a Jesús que pasaba por el mismo camino, donde estaba sentado pidiendo limosna. Y cuando oye que pasa Jesús, comienza a gritar: “Hijo de David, ten compasión de mi”. Era normal que mandaran que se callara. Entre otras cosas, porque Bartimeo era un ser despreciable: Si estaba ciego, se trataba, según la mentalidad judía, de un pecador. Pero ¿Por qué sabía Bartimeo que Jesús era el Hijo de David?  ¿Y la gente que va con Jesús lo creía también así? ¿Y cómo sabía que Jesús podía curarle de su ceguera?  Lo cierto es que llega el momento en el que Jesucristo se para y dice: “Llamadlo”.   Y entonces es cuando le dicen: “Ánimo, levántate, que te llama”.

          ¡Oh! mis queridos amigos, ¡la llamada del Señor!  “El ciego soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús”. ¡Qué impresionante!  Y Jesús le cura: “Anda, tu fe te ha curado”.  “Y lo seguía por el camino”.

          Aquella gente que va con Jesucristo tendría que recordar lo que habían anunciado los profetas y que hoy escuchamos en la primera lectura: “Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos”. Es el anuncio de la liberación del destierro. Y el profeta añade que entre los que vienen hay “ciegos y cojos, preñadas y paridas: Una gran multitud retorna…”

          Y los santos Padres nos enseñaron que aquel poder extraordinario que contemplamos en los milagros del Señor, ha pasado ahora a los sacramentos de la Iglesia, en los que el Señor  realiza grandes maravillas… Pero ya sabemos que hay muchas clases de ceguera, está incluso la ceguera “del que no quiere ver”.

          En el seguimiento de Jesús es fundamental ver, poder ver, querer ver. Es fundamental la luz de la fe.  Y si no, ¿cómo vamos a dar testimonio de “lo que hemos visto?”. Conocí en una ocasión una mujer que era sordomuda y ciega. ¡Qué terrible! ¡Completamente cerrada a todo!

Dicen que S. Marcos coloca aquí, al final de esta sección,  la curación del ciego, para ayudar a comprender a las comunidades cristianas a las que dirige su Evangelio, que todo lo que  contemplamos en los últimos domingos, acerca de la vida de la Iglesia y del seguimiento de Jesucristo, es imposible si somos ciegos, si no vemos bien, si no nos interesa y no queremos ver. Y que El Señor que curó al ciego, puede curarnos también a nosotros!

En la celebración de la Eucaristía nos acercamos a Jesucristo que nos pregunta cada domingo o cada día, como al ciego: “¿Qué quieres que haga por ti?” Y nosotros ¿qué vamos a contestarle? “Maestro, que pueda ver”. Pero ¿es que somos ciegos? Ciegos tal vez no, pero ¿quién puede decir que no tiene nada de ceguera? ¿Quién no anda un tanto encandilado por tantas cosas que dificultan y pueden llegar a imposibilitar nuestro seguimiento de Cristo?  ¿No hemos tenido la experiencia de ser encandilados por el sol cuando vamos de viaje? Por todo ello, Jesús, el Sumo Sacerdote de nuestra fe, (2ª Lect.) nos dirá : “Tu fe te ha curado”.  Y entonces, sólo entonces, podremos seguirle por el camino… Y lo haremos proclamando con en el salmo responsorial: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. 

                    ¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 16:55  | Espiritualidad
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Jueves, 25 de octubre de 2012

DOMINGO 30º DEL T. ORDINARIO B   

MONICIONES    

 PRIMERA LECTURA

          La primera Lectura de hoy es un mensaje de esperanza: El profeta levanta el ánimo del Pueblo de Dios desterrado en Babilonia, anunciándole la vuelta a su patria con gran alegría bajo la protección paterna del Señor.

 

SALMO

          Unámonos a las palabras del salmo para cantar la alegría del pueblo de Israel que vuelve a su tierra. Es también nuestra alegría por la salvación que el Señor nos trae.

 

SEGUNDA LECTURA

          La Carta a los Hebreos contiene una amplia enseñanza sobre el Sacerdocio de Jesucristo, como escuchamos en el fragmento que se lee hoy: Jesús, Hijo de Dios y hermano de los hombres  es el Pontífice de la Nueva Alianza, en favor de la humanidad entera.

 

TERCERA LECTURA

          Jesús cura al ciego de Jericó que le llama Hijo de David. Así recompensa su fe y confirma que han llegado los tiempos del Mesías.

          (Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya). 

COMUNIÓN

          Dichosos nosotros que somos capaces de descubrir detrás de las especies de pan y de vino al mismo Jesucristo que curó al ciego de Jericó.

          “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Esta fue la súplica del ciego y es nuestra súplica, para que el Señor nos libere de toda ceguera y podamos descubrirle siempre presente entre nosotros.


Publicado por verdenaranja @ 18:26  | Liturgia
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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la diócesis durante la última semana.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 496 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

Este sábado a las 11 de la mañana en la Sede Catedralicia será ordenado diácono Elisuan Delgado. Natural de Granadilla de Abona, Elisuán ingresó desde pequeño en el seminario menor. Después de finalizar su período en el seminario mayor, ha estado desarrollando experiencias pastorales tanto en Icod como ahora en Adeje. Una buena noticia, sin duda, para la diócesis.  

Esta semana se ha celebrado el Curso sobre "Hermenéutica y Biblia: el texto, su transmisión y las ciencias del lenguaje", coorganizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, UIMP, y el ISTIC. 

Este próximo sábado 27 de octubre, a las 18:00 horas y en el edificio del Seminario Diocesano, se celebrará el encuentro mensual de SED (Situaciones de Especial Dificultad). Todas aquellas personas que están separadas, divorciadas o en cualquier situación de especial dificultad familiar, y que quieran seguir estando y siendo Iglesia, tienen un punto de encuentro donde compartir experiencias, encontrar apoyo y dialogar, en un ambiente abierto a escuchar y sobre todo a comprender.  

Este domingo en la Casa de Ejercicios de la capital tinerfeña se oferta un nuevo retiro espiritual desde las cuatro de la tarde. El mismo lo dirigirá María José García y concluirá con la celebración de la eucaristía que se iniciará a las 18.30. 

El próximo dos de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, el Obispo preside, a las 10 horas, la eucaristía en el cementerio S. Luis, de La Laguna. Otro tanto hará a las doce, en el cementerio de Santa Lastenia en la capital tinerfeña. 

Se celebró el primero de los encuentros mensuales que la Delegación para la Nueva Evangelización ofrecerá a lo largo de este curso. Un espacio de oración, formación, diálogo y encuentro para todos aquellos que estén inquietos en este campo y quieran prestar su tiempo y persona para este fin.  La próxima cita será el día 17 de noviembre, a las 16:30 horas, en el Seminario Diocesano. 

El pleno del ayuntamiento de Güímar aprobó la cesión al Obispado de forma gratuita y durante 50 años, de una parcela de mil metros cuadrados en el barrio de Chacona. En dicho terreno ya está ubicado el Centro Parroquial y se espera construir la futura iglesia. 

Este viernes se inaugura en La Gomera el aula teológica padre Torres Padilla, con una eucaristía en la iglesia de la Asunción y una conferencia del profesor Macario López titulada: “Al inicio del proceso de canonización del padre Torres Padilla”. 

Del 4 al 9 y del 11 al 16 de noviembre se celebrarán dos tandas de ejercicios espirituales para sacerdotes. La primera de estas tandas estará dirigida por el sacerdote de El Prado, Antonio Bravo; mientras que la segunda tendrá como director al obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández. 

El próximo domingo 18 de noviembre celebramos la fiesta del Día de la Iglesia Diocesana. El lema de este año es "La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor". La jornada contempla en nuestra Diócesis una fiesta-celebración de este día que comenzará con la celebración de la Eucaristía en la Catedral, a las 12:00 horas, y luego tendrá lugar el reconocimiento de los insignes diocesanos de este año en el salón de actos del Seminario, para concluir con el almuerzo a las 14:00 horas. 

Para adquirir las tarjetas para el almuerzo se pueden dirigir a la Casa Nazaret, en Santa Cruz (C/. Costa y Grijalba, nº 16), en la librería diocesana de La Laguna y en la centralita del obispado. 

La Delegación de Liturgia y el Instituto Superior de Teología Islas Canarias, en coordinación con la delegación de Liturgia ha abierto la inscripción para una nueva de edición de las Jornadas de Liturgia, que tendrán lugar los días 9 y 10 de noviembre, en el Seminario Diocesano bajo el lema "Este es el Sacramento de nuestra fe". La matrícula, al precio de 10 euros, tiene opción de 1.5 créditos. Para una mayor información llamar al teléfono 922.25.25.40 (de 9:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00 horas). 

La decimosexta edición de la Escuela de Otoño de Cáritas tendrá lugar el 17 de noviembre en el Seminario Diocesano y se desarrollará bajo el lema "Prohibido vulnerar derechos". 

La Delegación de Pastoral Vocacional se ha puesto en marcha en este curso y ha comenzado a prepararlo todo para la próxima reapertura, en el mes de diciembre, del Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación. La inauguración será el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las 13:00 horas, una vez concluído el retiro en la Catedral dirigido por el obispo. 

Los profesores y alumnos de la Escuela Municipal de Música de Güímar, bajo la dirección de José Andrés Reyes, han organizado un acto benéfico para la residencia de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, con la colaboración del Ayuntamiento de Güímar.  

Con la presentación del itinerario formativo por parte del Director Pedagógico, el profesor Gerardo Trujillo, y las áreas de estudio por parte de los diferentes profesores del Post-Grado, dio comienzo las sesiones presenciales del Máster en Orientación y Mediación Familiar 

El sábado 20 de octubre, los diferentes grupos de la Familia Eucarística Reparadora de Tenerife se reunieron en el Seminario Diocesano para realizar la apertura de este nuevo curso pastoral 

Cáritas Diocesana ha organizado una charla informativa en materia de extranjería para el 5 de noviembre, a las 17:30 horas, en el Seminario Diocesano. El ponente será Airam Pérez, abogado de Cruz Roja.

 


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Mi?rcoles, 24 de octubre de 2012

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo treinta del Tiempo Ordinario  - B.

CON OJOS NUEVOS 

          La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.

          Bartimeo es "un mendigo ciego sentado al borde del camino". En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirle. Está junto al camino por el que marcha él, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación? ¿Cristianos ciegos, sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?

          Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué futuro queremos para ella. Instalados en una religión que no logra convertirnos en seguidores de Jesús, vivimos junto al Evangelio, pero fuera. ¿Qué podemos hacer?

          A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Este grito repetido con fe va a desencadenar su curación.

          Hoy se oyen en la Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros.

          El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: "Ánimo, levántate, que te llama". Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.

          El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: "Maestro, que pueda ver". Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego recobró la vista y "le seguía por el camino".

          Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndole de cerca.                                                

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
 28 de octubre de 2012
30 Tiempo ordinario (B)
Marcos 10, 46-52


Publicado por verdenaranja @ 17:04  | Espiritualidad
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Lunes, 22 de octubre de 2012

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el vigésimo noveno domingo durante el año (21 de octubre de 2012). (AICA)

En este domingo estamos celebrando un día especialmente querido por nuestro pueblo que es el día de la madre. Queremos tener presente a las madres en su día y unirnos en la oración a los tantísimos gestos que formarán parte de esta celebración. De alguna manera estamos celebrando también el valor de la familia, la cual no es posible sin el don de la maternidad, de los hijos y de la esperanza.

Asistimos lamentablemente a una profunda contradicción en nuestra cultura actual. Por un lado la gente en general, pero sobre todo nuestro pueblo sencillo tiene una especial devoción a “las madres” y a “la maternidad”, y a tener hijos, considerándolos como un “don de Dios”, expresado en los bellísimos sentimientos manifestados siempre, pero especialmente expresados en este día. Y por otro lado asistimos a una desvalorización de la maternidad y “antinatalismo” promovido por grupos reducidos y poderosos, que promueven la anticoncepción para solucionar, sobre todo, el problema de la pobreza, sin recurrir a aquello que es clave para corregir este flagelo que es una mayor y justa distribución de la riqueza, y el ejercicio de una solidaridad más globalizada. Estos sectores poderosos, organismos internacionales, muchas veces responden a una especie de “capitalismo egoísta y salvaje”, manejan grandes megamedios y agreden a las familias, constituidas como es natural por madres, padres e hijos…, como “tradicionales”, y “conservadoras”. Asombrosamente se visten con el ropaje absurdo de llamarse o autodenominarse “progresistas” y “modernos”, cuando en realidad responden contradictoriamente al peor capitalismo que como dice el poeta y sacerdote, solo “pretenden eliminar a los comensales, antes que lleguen a la mesa”.

A esta contradicción e hipocresía de nuestra cultura actual se suman las presiones que ejercen estos sectores poderosos en nuestros congresos y legislaturas, con leyes que apoyan este antinatalismo, posturas abortistas y desviaciones que dañan la familia del varón, la mujer y los hijos, de “la maternidad” y de la paternidad”… Lo insólito, o quizá lo normal, es que estas posturas de raíz capitalista, que promueven la fragmentación y el individualismo, se pongan la camiseta de “progresismos de izquierda”, cuando en realidad van a total contrapelo de lo que está en “el corazón de nuestro pueblo”.

Hace algunos días hemos vivido en nuestra ciudad de Posadas una expresión concentrada de agresividad, violencia, odio e intolerancia de mujeres militantes de diversas organizaciones sociales y políticas en el encuentro de mujeres que vinieron de distintos lugares del país y de otros países vecinos. Es evidente que toda propuesta cargada de odio y violencia queda de por si desacreditada. La ciudadanía toda y los cristianos quedaron perplejos ante este escenario inédito en Posadas. Pero hay que destacar el repudio de nuestra gente que quiere la paz e imploran que nunca más traigan a estos grupos de militantes violentas a nuestra ciudad, que obviamente no consideran a la maternidad como un “Don”, y menos como un “don de Dios”

Pero a pesar de todo, de tantas propuestas violentas e individualistas percibimos que la familia continúa siendo un valor apreciado por nuestro pueblo. El hogar es un lugar de encuentro de personas y en las pruebas cotidianas se recrea el sentido de pertenencia. Gracias a los afectos auténticos de paternidad, filiación, fraternidad y nupcialidad, aprendemos a sostenernos mutuamente en las dificultades, a comprendernos y perdonarnos, a corregir a los niños y a los jóvenes; a tener en cuenta, valorar y querer a los abuelos y a las personas con capacidades diferentes. Cuando hay familia, se expresan verdaderamente el amor y la ternura, se comparten las alegrías haciendo fiesta y sus miembros se solidarizan ante la angustia del desempleo y ante el dolor que provoca la enfermedad y la muerte” (40 y 43).

En este domingo queremos saludar a nuestras madres, y rezar por la maternidad, con la certeza que es un don maravilloso de Dios, y por el valor de la familia, los papás y mamás, para que puedan asumir su rol, y por los hijos que son un signo de esperanza. Aunque haya grupos de intereses que ataquen el valor de la familia, este es un gran “valor” que está en el corazón de nuestra gente.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (20 de octubre de 2012). (AICA)

Este domingo celebramos el Día de la Madre. Pocas personas ocupan un lugar tan propio en el afecto y consideración de todos. Es una referencia que pertenece a esa realidad fundante de nuestra vida. No estamos ante una creación social o cultural, sino ante una realidad que nos habla de nuestra identidad e historia. Para ellas, la maternidad es un don que las llena de gozo y una tarea que las tiene como protagonistas en el camino de sus hijos. No valorar la figura personal de la madre en el misterio de la trasmisión de la vida, es empobrecer al mismo hombre. Destacar, en cambio, su dimensión humana y espiritual es un signo que eleva el nivel cultural de una comunidad. En la maternidad se expresa tanto la condición única y personal de la mujer, como el sentido de filiación que da sentido y confianza a nuestra vida.

¡Qué distinto es que una mujer quiera ser madre, para lo cual está preparada física y psicológicamente, de esa otra realidad que se define como "voluntad procreativa" de los adultos! El camino, el alquiler de vientre, es técnicamente posible. ¿Pero lo es éticamente y como base de una cultura? ¡Cuánta cosificación y degradación de la mujer por un lado, pero también, qué falta de respeto al derecho que tiene el niño al conocimiento de su identidad! El deseo, la libertad y el poder del adulto, parecería que no tiene límites. Frente a esto, sólo la existencia de leyes justas puede dar el marco jurídico que oriente y proteja los derechos de las personas. Una ley justa no puede tener como única fuente mi deseo y libertad, aunque se lo pueda presentar con fines altruistas, sino la realidad de la misma naturaleza de las cosas y el bien superior de las personas, en este caso del niño por nacer. Esta es la noble y necesaria tarea del legislador en una comunidad. No hay que temer al límite que pueda imponer una ley cuando cumple su función de proteger los derechos. Este tema, que hoy está en el Congreso, reviste una importancia que no siempre es valorada ni tenida en cuenta en su real dimensión personal, social y cultural.

Hoy nos toca celebrar su día y agradecerles su generosidad en la participación y cuidado del don de nuestra vida. Esta actitud es de justicia, pero también de nobleza. Justicia y gratitud se complementan para expresarles, en este día, nuestro reconocimiento. Cada uno guardará un recuerdo especial de esa mujer que hace a nuestra historia e identidad. Ella, decíamos, pertenece a la realidad de lo dado. No pensamos en ser hijos, somos hijos. Celebrar el Día de la Madre es, además, un signo que manifiesta nuestra madurez. Amar lo que somos es asumirnos como protagonistas de una historia que siempre será nueva, pero que reconoce raíces que nos dan certeza. Muchos en este día podrán acercarse a su madre para expresarle su amor y reconocimiento; otros, tal vez por la distancia, se tendrán que contentar con un llamado, y algunos, finalmente, lo haremos con el recuerdo y la oración. Pero todos, nos sentiremos deudores agradecidos de su presencia. Esto nos hace bien y será, para ellas, nuestro mejor regalo.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Homilía del Santo Padre Benedicto XVI durante la Celebración Eucarística que ha presidido el domingo, 21 de octubre de 2012, en el atrio de la Basílica de San Pedro, precedida por el rito de canonización de 7 Beatos.

El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud (cf. Mc 10,45).

Venerados Hermanos,

queridos hermanos y hermanas.

Hoy la Iglesia escucha una vez más estas palabras de Jesús, pronunciadas durante el camino hacia Jerusalén, donde tenía que cumplirse su misterio de pasión, muerte y resurrección. Son palabras que manifiestan el sentido de la misión de Cristo en la tierra, caracterizada por su inmolación, por su donación total. En este tercer domingo de octubre, en el que se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, la Iglesia las escucha con particular intensidad y reaviva la conciencia de vivir completamente en perenne actitud de servicio al hombre y al Evangelio, como Aquel que se ofreció a sí mismo hasta el sacrificio de la vida.

Saludo cordialmente a todos vosotros, que llenáis la Plaza de San Pedro, en particular a las delegaciones oficiales y a los peregrinos venidos para festejar a los siete nuevos santos. Saludo con afecto a los cardenales y obispos que en estos días están participando en la Asamblea sinodal sobre la Nueva Evangelización. Se da una feliz coincidencia entre la celebración de esta Asamblea y la Jornada Misionera; y la Palabra de Dios que hemos escuchado resulta iluminadora para ambas. Ella nos muestra el estilo del evangelizador, llamado a dar testimonio y a anunciar el mensaje cristiano conformándose a Jesucristo, llevando su misma vida. Esto vale tanto para la misión ad gentes como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana.

El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud (cf. Mc 10,45).

Estas palabras han constituido el programa de vida de los siete beatos que hoy la Iglesia inscribe solemnemente en el glorioso coro de los santos. Con valentía heroica gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos. Son hijos e hijas de la Iglesia, que escogieron una vida de servicio siguiendo al Señor. La santidad en la Iglesia tiene siempre su fuente en el misterio de la Redención, que ya el profeta Isaías prefigura en la primera lectura: el Siervo del Señor es el Justo que «justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (53,11); este siervo es Jesucristo, crucificado, resucitado y vivo en la gloria. La canonización que estamos celebrando constituye una elocuente confirmación de esta misteriosa realidad salvadora. La tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, su configuración al Hijo del hombre, resplandece hoy en toda la Iglesia.

Jacques Berthieu, nacido en 1838 en Francia, fue desde muy temprano un enamorado de Jesucristo. Durante su ministerio parroquial, deseó ardientemente salvar a las almas. Al profesar como jesuita, quería recorrer el mundo para la gloria de Dios. Pastor infatigable en la isla de Santa María y después en Madagascar, luchó contra la injusticia, aliviando a los pobres y los enfermos. Los malgaches lo consideraban como un sacerdote venido del cielo, y decían: tú eres nuestro padre y madre. Él se hizo todo para todos, sacando de la oración y el amor al Corazón de Jesús la fuerza humana y sacerdotal para llegar hasta el martirio, en 1896. Murió diciendo: Prefiero morir antes que renunciar a mi fe. Queridos amigos, que la vida de este evangelizador sea un acicate y un modelo para los sacerdotes, para que sean hombres de Dios como él. Que su ejemplo ayude a los numerosos cristianos que hoy en día son perseguidos a causa de su fe. Que su intercesión, en este Año de la fe, sea fructuosa para Madagascar y el continente africano. Que Dios bendiga al pueblo malgache.

Pedro Calungsod nació alrededor del año 1654, en la región de Bisayas en Filipinas. Su amor a Cristo lo impulsó a prepararse como catequista con los misioneros jesuitas. En el año 1668, junto con otros jóvenes catequistas, acompañó al Padre Diego Luis de San Vítores a las Islas Marianas, para evangelizar al pueblo Chamorro. La vida allí era dura y los misioneros sufrieron la persecución a causa de la envidia y las calumnias. Pedro, sin embargo, mostró una gran fe y caridad y continuó catequizando a sus numerosos convertidos, dando testimonio de Cristo mediante una vida de pureza y dedicación al Evangelio. Por encima de todo estaba su deseo de salvar almas para Cristo, y esto le llevó a aceptar con resolución el martirio. Murió el 2 de abril de 1672. Algunos testigos cuentan que Pedro pudo haber escapado para ponerse a salvo, pero eligió permanecer al lado del Padre Diego. El sacerdote le dio a Pedro la absolución antes de que él mismo fuera asesinado. Que el ejemplo y el testimonio valeroso de Pedro Calungsod inspire al querido pueblo filipino para anunciar con ardor el Reino y ganar almas para Dios.

Giovanni Battista Piamarta, sacerdote de la diócesis de Brescia, fue un gran apóstol de la caridad y de la juventud. Percibía la exigencia de una presencia cultural y social del catolicismo en el mundo moderno, por eso se dedicó a hacer progresar cristiana, moral y profesionalmente a las nuevas generaciones con claras dosis de humanidad y bondad. Animado por una confianza inquebrantable en la Divina Providencia y por un profundo espíritu de sacrificio, afrontó dificultades y fatigas para poner en práctica varias obras apostólicas, entre las cuales: el Instituto de los artesanillos, la Editorial Queriniana, la Congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y la Congregación de las Humildes Siervas del Señor. El secreto de su intensa y laboriosa vida estaba en las largas horas que dedicaba a la oración. Cuando estaba abrumado por el trabajo, aumentaba el tiempo para el encuentro, de corazón a corazón, con el Señor. Prefería permanecer junto al Santísimo Sacramento, meditando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, para retomar fuerzas espirituales y volver a lanzarse a la conquista del corazón de la gente, especialmente de los jóvenes, para llevarlos otra vez a las fuentes de la vida con nuevas iniciativas pastorales.

«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti». Con estas palabras, la liturgia nos invita a hacer nuestro este himno al Dios creador y providente, aceptando su plan en nuestras vidas. Así lo hizo Santa María del Carmelo Sallés y Barangueras, religiosa nacida en Vic, España, en 1848. Ella, viendo colmada su esperanza, después de muchos avatares, al contemplar el progreso de la Congregación de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, que había fundado en 1892, pudo cantar junto a la Madre de Dios: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Su obra educativa, confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede.

Paso hablar ahora de Mariana Cope, nacida en 1838 en Heppenheim, Alemania. Con apenas un año de edad fue llevada a los Estados Unidos y en 1862 entró en la Tercera Orden Regular de san Francisco, en Siracusa, Nueva York. Más tarde, y como superiora general de su congregación, Madre Mariana acogió gustosamente la llamada a cuidar a los leprosos de Hawai, después de que muchos se hubieran negado a ello. Con seis de sus hermanas de congregación, fue personalmente a dirigir el hospital en Oahu, fundando más tarde el hospital de Malulani en Maui y abriendo una casa para niñas de padres leprosos. Cinco años después aceptó la invitación a abrir una casa para mujeres y niñas en la isla de Molokai, encaminándose allí con valor y poniendo fin de hecho a su contacto con el mundo exterior. Allí cuidó al Padre Damián, entonces ya famoso por su heroico trabajo entre los leprosos, atendiéndolo mientras moría y continuando su trabajo entre los leprosos. En un tiempo en el que poco se podía hacer por aquellos que sufrían esta terrible enfermedad, Mariana Cope mostró un amor, valor y entusiasmo inmenso. Ella es un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco.

Kateri Tekakwitha nació en el actual Estado de Nueva York, en 1656, de padre mohawk y madre algonquina cristiana, quien le trasmitió la experiencia del Dios vivo. Fue bautizada a la edad de 20 años y, para escapar de la persecución, se refugió en la misión de san Francisco Javier, cerca de Montreal. Allí trabajó hasta que murió a los 24 años de edad, fiel a las tradiciones de su pueblo, pero renunciando a las convicciones religiosas del mismo. Llevando una vida sencilla, Kateri permaneció fiel a su amor a Jesús, a su oración y a su Misa diaria. Su deseo más alto era conocer y hacer lo que agradaba a Dios.

Kateri impresiona por la acción de la gracia en su vida, carente de apoyos externos, y por la firmeza de una vocación tan particular para su cultura. En ella, fe y cultura se enriquecen recíprocamente. Que su ejemplo nos ayude a vivir allá donde nos encontremos, sin renegar de lo que somos, amando a Jesús. Santa Kateri, protectora de Canadá y primera santa amerindia, te confiamos la renovación de la fe en los pueblos originarios y en toda América del Norte. Que Dios bendiga a los pueblos originarios.

La joven Anna Schäffer, de Mindelstetten, quería entrar en una congregación misionera. Nacida en una familia humilde, trabajó como criada buscando ganar la dote necesaria y poder entrar así en el convento. En este trabajo, tuvo un grave accidente, sufriendo quemaduras incurables en los pies que la postraron en un lecho para el resto de sus días. Así, la habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero. Al principio se rebeló contra su destino, pero enseguida, comprendió que su situación fue una llamada amorosa del Crucificado para que le siguiera. Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo. Que su apostolado de oración y de sufrimiento, de ofrenda y de expiación sea para los creyentes de su tierra un ejemplo luminoso. Que su intercesión intensifique la pastoral de los enfermos en cuidados paliativos, en su benéfico trabajo.

Queridos hermanos y hermanas, estos nuevos santos, diferentes por origen, lengua, nación y condición social, están unidos con todo el Pueblo de Dios en el misterio de la salvación de Cristo, el Redentor. Junto a ellos, también nosotros reunidos aquí con los Padres sinodales, procedentes de todas las partes del mundo, proclamamos con las palabras del salmo que el Señor «es nuestro auxilio y nuestro escudo», y le pedimos: «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti» (Sal 32,20-22). Que el testimonio de los nuevos santos, de su vida generosamente ofrecida por amor de Cristo, hable hoy a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero.


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Domingo, 21 de octubre de 2012

Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (13 de octubre de 2012) (AICA)

Este año el Mes de la Misión lo vivimos en el inicio del Año de la Fe. Es una ocasión providencial para renovar el sentido y el fervor misionero de nuestras vidas y en nuestras comunidades. La fe, que nos introduce en una relación única y personal con Dios, se trasmite por la predicación: “¿Cómo van a creer, nos recuerda san Pablo, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? (Rom. 1, 14-15).

Esta certeza lo llevará a exclamar: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor. 9, 16). En estos mismos términos Pablo VI nos va a hablar de la Iglesia, cuando afirma: “Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN. 4). No podemos, por ello, separar la vida de fe, de la Iglesia y la misión. La debilidad misionera en la Iglesia es consecuencia de un debilitamiento en su vida de fe. ¡Qué importante sería comenzar este mes de la Misión, preguntándonos por el nivel y vivencia de nuestra Fe!

La Fe nace de un encuentro personal con Jesucristo. Esta verdad tiene un momento fundante en nuestra vida, pero debe hacerse camino y crecer en nuestra vida cotidiana. Es importante recordar que la fe: “se alimenta y vigoriza en la celebración de la misma fe” (Orientaciones Pastorales, 8). Una fe que no se celebra termina siendo un conjunto de ideas en las cuales nos apoyamos durante un tiempo, pero más temprano que tarde termina perdiendo significado y dejando de ser causa de sentido y alegría para nuestra vida.

Es en la celebración de la liturgia donde actualizamos la fe y desde dónde ella ilumina nuestra vida y da razón a nuestra esperanza. De modo especial, en la liturgia dominical, actualizamos esta presencia de Jesucristo que es fuente de vida y anticipo de nuestra Pascua eterna. La liturgia hace que nuestro tiempo se convierta en camino y presencia de Jesucristo. Cuando el Concilio Vaticano II nos habla de la liturgia, la define, precisamente, como: “cumbre y fuente de la vida cristiana” (S.C. 7).

La Fe, decíamos, tiene que hacerse misión. Una auténtica profesión de fe en Jesucristo es necesariamente misionera. Esta fue la experiencia de los primeros cristianos: “La fuerza del Espíritu en Pentecostés llevó a la primera comunidad cristiana a salir de su aislamiento y hacer pública su fe en Cristo, con alegría y entusiasmo, aún en situaciones adversas” (cfr. Jn. 20, 19-22, citado en Orientaciones Pastorales, 14). La fe no es, por lo mismo, un hecho privado, ella: “implica un testimonio y un compromiso público” (PF. 10).

El mundo necesita el testimonio público de la fe con el que se trasmite el motivo de la presencia de Jesucristo: “Sí, Dios tanto amó al mundo, que le envió a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn. 3, 16). La misión es, también, la razón de la existencia de la Iglesia. En este sentido, Aparecida, nos presenta a la vida cristiana como una única vocación, que es la de ser: “discípulos y misioneros”. ¡Cuánta esperanza despierta en nuestra gente, en nuestros barrios, el comienzo de una comunidad cristiana dónde ellos puedan celebrar la fe!

Reciban de su obispo, que quiere comprometerlos y hacerlos protagonistas en este camino misionero de la Iglesia, junto a mis oraciones mi bendición en el Señor Jesús.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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(AICA) El Secretariado de Evangelización y Catequesis de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), hizo público un documento de siete puntos de reflexión sobre la Nueva Evangelización, como parte de las celebraciones en torno al inicio del Año de la Fe y el 50º aniversario del Concilio Vaticano II. Los prelados estadounidenses advierten que la nueva evangelización no puede ser distinta en contenido a la que siempre ha llevado a cabo la Iglesia.

La guía de reflexión enumera siete características de la iniciativa:

1. “No es nueva en contenido, sino nueva en energía y enfoque”. Ante un mundo que busca respuestas para las inquietudes más profundas, “es un llamado a compartir a Cristo y traer el Evangelio, con renovada energía y a través de métodos en constante cambio, a nuevas y diferentes audiencias”.

2. “Comienza con la conversión personal”. La guía recuerda que el papa Benedicto XVI comparó el proceso de alimentar la propia fe para poder irradiarla con la parábola del pequeño grano de mostaza del cual puede salir un gran árbol. “La Nueva Evangelización comienza internamente y se extiende hacia fuera. Estamos llamados a profundizar nuestra propia fe para compartirla mejor con otros”, explica el texto. “La conversión a Cristo es el primer paso”.

3. “Es para creyentes y no creyentes”. La Iglesia hace el llamado a reanimar la práctica de la fe a quienes asisten a la Eucaristía dominical, a los católicos inactivos o a quienes no consideran que la religión sea parte de su vida. Los creyentes son un objetivo concreto también porque, como lo señaló el Arzobispo de Filadelfia, monseñor Charles Chaput, a veces “las personas más difíciles de evangelizar son quienes piensan que ya están convertidos”.

4. “Se trata de un encuentro personal con Jesucristo”. La condición necesaria para compartir la fe es haber experimentado antes a Cristo en la propia vida. Este encuentro es lo que promueve la Nueva Evangelización. “Los esfuerzos más auténticos y efectivos son los más cercanos a Cristo”, recuerda la guía.

5. “No es un momento aislado, sino una práctica continua”. El texto recuerda que el proceso de conversión y de encuentro con Cristo debe ser constante y dura toda la vida. Para ello, la Iglesia cuenta con un gran tesoro: “Los católicos tienen la bendición de encontrar a su Señor y Salvador, Jesucristo, en los sacramentos”. De esta fuente se alimenta el espíritu para poder vivir de una forma que refleje el amor de Dios a los demás.

6. “Está hecha para contrarrestar la cultura secular”. La guía recuerda que los cristianos deben ir en contra de la corriente que se aleja de Dios y de la religión. Al contrario, deben compartir a Cristo con entusiasmo, de palabra, pensamiento y con el testimonio de sus vidas. “Por esto el papa Benedicto XVI motiva a los católicos a estudiar la vida de los santos en este Año de la Fe y a aprender de su ejemplo”, explica el documento, que también cita una célebre frase de Chesterton: “Cada generación es convertida por el santo que la contradice más”.

7. “Es una prioridad de la Iglesia”. La Nueva Evangelización fue una de las prioridades de los 26 años de pontificado del beato Juan Pablo II. De igual forma, Benedicto XVI creó el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización y fijó este tema para el presente Sínodo de los Obispos. Los obispos de los Estados Unidos elaboraron un importante documento que fomenta el retorno de los católicos inactivos a la vida de fe. “La Nueva Evangelización tiene un sentido de urgencia”, concluye la guía de reflexión, “una urgencia de que todos los católicos abracen la gracia de su llamado bautismal y compartan la Buena Noticia de Jesucristo con su familia, sus amigos y sus vecinos”.+


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S?bado, 20 de octubre de 2012

Homilía de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz en el inicio del Año de la Fe (Domingo 14 de octubre de 2012). (AICA)


Queridos hermanos

Hoy nos reúne un acontecimiento eclesial que el Santo Padre ha iniciado en Roma, y que tuve la gracia de participar, llamado a despertar en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades el sentido y el alcance de la fe. La fe es un don que nos enriquece, pero que no podemos guardar, ella nos debe transformar en testigos de lo que creemos. Por la fe somos partícipes de ese movimiento de amor que nace en el amor del Padre, se hace camino de vida en Jesucristo y continúa, con la fuerza del Espíritu Santo, en la comunidad de los creyentes, en la Iglesia. Descubrirnos en este movimiento de amor y misión es vivir en plenitud nuestra vocación cristiana.

Por la fe se hace presente en nosotros esa historia única de Dios, que en su Hijo y por la vivencia del Espíritu, nos hace discípulos y misioneros de su vida y amor en el mundo. Aquella Palabra por la que hemos conocido el amor del Padre, que tanto amó al mundo que le envió a su Hijo, se concreta y se hace envío para nosotros en las palabras de su Hijo: como el Padre me envió yo los envío a ustedes. Sólo en este contexto de amor y de envío podemos conocer y vivir las consecuencias profundas de una vida de fe. Tenemos que volver a descubrirnos como cristianos y a definirnos como Iglesia, en este proyecto de la Historia Salvífica de Dios.

Porqué un Año de la Fe? El Santo Padre nos decía, que a partir de la experiencia del vacío de un mundo sin Dios, de una profunda experiencia de desierto, es que podemos descubrir la alegría, el sentido y la importancia de creer. En el desierto, agregaba, se necesitan personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra Prometida y, de esta forma, mantengan viva la esperanza en un Dios que es amor en el mundo. Hoy evangelizar significa, en primer lugar, dar testimonio de una vida nueva. Así, el Año de la Fe, lo podemos presentar como una peregrinación en los desiertos del mundo, llevando como una riqueza el Evangelio, y acompañados, nos decía, con la brújula del Concilio Vaticano II y la docencia del Catecismo de la Iglesia Católica, como alforjas en nuestro peregrinar. Es un volver a encontrarnos con lo simple de la fe.

Este desierto, queridos hermanos, también está entre nosotros, en Argentina, en Santa Fe. No podemos suponer lo que, lamentablemente, se ha perdido y debilitado en nuestras vidas, familias, comunidades parroquiales, colegios. Si Cristo es nuestra mayor riqueza, nuestra mayor pobreza y de ella somos responsables, es la falta de fe, o una fe que se ha adormecido y que ya no ilumina, que ha perdido su sabor. La fe es, también, una responsabilidad social.

La fe nace y se alimenta en Jesucristo que nos ha revelado el rostro de Dios. Él es el cumplimiento de las Escrituras como camino de Dios y su intérprete definitivo. El es el mismo ayer, hoy y lo será siempre. No hay un mundo post cristiano. Cristo no es sólo objeto de nuestra fe, sino quién la inicia y completa, como dice la carta a los Hebreos. Por ello, el Año de la Fe, debe tener en un renovado encuentro con Jesucristo su momento de mayor verdad e intensidad. Si Cristo es sólo una referencia moral o cultural en nuestras vidas, nunca llegaremos a conocerlo y a comprender el significado de su presencia. Si Cristo no llega a ser en nosotros una presencia viva por la luz de su Palabra, la vida de los Sacramentos y la intimidad de la Oración, al Año de la Fe no lo habremos comprendido y dejaremos de ser para nuestros hermanos expresión de aquel movimiento de amor que nace en el Padre y se hizo camino, verdad y vida en Jesucristo.

Cómo vivir la Fe a lo largo de este año? Marcaría tres notas a tener en cuenta.

La fe es la victoria que vende al mundo, nos dice san Juan, es decir, no la podemos vivir como un conjunto de verdades que nos dan seguridad, sino como una realidad viva que ilumina y transforma el sentido y la actividad de nuestras vidas. Si con la fe nada cambia en mi vida, no es la fe en Dios, el Padre de Jesucristo La fe debe celebrarse y se fortalece en el testimonio misionero. Una fe que no me ponga en camino para salir de mi pequeño mundo de aparentes seguridades, es una fe que no ha alcanzado la madurez del encuentro con Jesucristo. La fe no es una ideología, es presencia viva del Señor que da un sentido definitivo a nuestras vidas y nos compromete con su proyecto.

La fe, además, es camino de santidad. Si no vivimos la fe como una tensión que nos lleve a profundizar la intimidad con el Señor, nos quedaremos en esa gris monotonía que nos da una aparente seguridad y en la que nada cambia, pero nos aleja de ese entusiasmo por crecer en lo que somos, o en lo que estamos llamados a ser: discípulos y misioneros de Jesucristo. Cuando esto se extiende a nuestras comunidades, dejamos de ser la presencia de una Iglesia viva. No puedo iniciar el Año de la Fe si no tengo en cuenta que conmigo también lo inicia la Iglesia, mi comunidad concreta.

Finalmente la fe es caridad, es testimonio del amor a Dios y a nuestros hermanos. O mejor dicho, el signo de una fe vivida que se reconoce en el testimonio de la caridad. Dios es Amor. Esto nos debe llevar a revisar y potenciar la dimensión oblativa de nuestras vidas, en el servicio a nuestros hermanos. Tocamos en esto el tema de la fe y de las obras. La fe no nos aísla en una verdad, sino que nos hace presencia viva de esa verdad que es Jesucristo al servicio de nuestros hermanos.

Queridos hermanos, con esta celebración iniciamos el Año de la Fe en nuestra Arquidiócesis. Es una invitación, nos decía el Santo Padre, “a una auténtica y renovada conversión al Señor”. Todo lo que hagamos a lo largo del año deberá estar iluminado y examinado a la luz de la Fe: sea en lo personal, como en la vida de nuestras comunidades parroquiales, educativas, religiosas, como en los movimientos e instituciones apostólicas. Para ello es necesario conocer y reflexionar la Carta Apostólica Porta Fidei, con la que el Santo Padre nos ha convocado. Vivir el Año de la Fe en la Iglesia no es algo optativo, sino una expresión vinculante de nuestra comunión. Este camino forma parte de esa comunión pastoral a la que todos estamos llamados, y es expresión de una Iglesia viva y apostólica. A lo largo del año les haré llegar los diversos subsidios que nos acompañen, como así también, definir los días y lugares en los cuales se podrá ganar la Indulgencia Plenaria que el Santo Padre ha dispuesto para este año.

Que María Santísima, la mujer de fe, que fue llamada bienaventurada por haber creído en la Palabra del Señor, sea desde su providencial presencia en Guadalupe, como Madre y Misionera entre nosotros, quien no ayude a vivir este Año Santo de la Fe.


Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Viernes, 19 de octubre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo veintinueve del Tiempo Ordinario  B ofrecida por el sacerdote don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

Domingo 29º del T. Ordinario B 

Camino hacia Jerusalén, Jesús les anuncia por tercera vez a sus discípulos su Muerte y Resurrección. La Liturgia de la Iglesia subraya hoy este tema: En el Evangelio se destacan estas palabras de Cristo: “El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”.

La primera lectura nos presenta un fragmento del Cántico del Siervo de Yahvé, en el que nos anuncia que Dios quiso triturarlo con el sufrimiento, que cargará con los crímenes de todos, y entregará su vida como expiación. Por lo cual, la segunda lectura, de la Carta a los Hebreos, nos dice: “Por eso, acerquémonos con seguridad al Trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”. Cómo contrasta el anuncio de la Pasión del Señor con la pretensión de los hijos de Zebedeo: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Mientras Jesucristo les habla de sufrimientos y de entrega hasta la muerte, ellos hablan y discuten quién va a ser el más importante en el Reino, hasta que llegan a pedirlo abiertamente.

Si observamos la reacción de los Doce a los tres anuncios de la Pasión, comprendemos hasta que punto los discípulos estaban ajenos y eran contrarios a esa realidad: “No entendían nada y les daba miedo preguntarle”(Mc 9,32). La pretensión de S. Marcos no es, por tanto, dejar en buen lugar a los discípulos, sino contar lo que realmente había sucedido y que convenía que conociera la comunidad o comunidades a las que dirige su evangelio. Nos dice el texto: “Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”.

Pero Jesucristo resuelve la cuestión para siempre, diciéndoles  que en el Reino las cosas no funcionan como entre los jefes de los pueblos, que los tiranizan y los oprimen: “Vosotros nada de eso”, dice. “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Hace algunos domingos (Dom. 25º), reflexionábamos sobre todo esto, comentando lo sucedido después del segundo anuncio de la Pasión. Jesús nos trazaba el verdadero camino para ser grandes e importantes en el Reino: Servir y dar la vida. Este es el espejo en el que tenemos que mirarnos con frecuencia los cristianos y la Iglesia entera en nuestro esfuerzo por ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

El DOMUND nos presenta en esta Jornada toda una problemática que no es ajena, ni muchos menos, a la Liturgia de este domingo. ¿Los misioneros qué otra cosa hacen que servir y dar la vida? ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer aquí!

Y no tenemos que agobiarnos si no podemos “presumir” de servir y dar la vida, porque eso es un don de Dios, que Él concede a los que se lo piden con fe y perseverancia, y con un deseo sincero de conseguirlo.

Hoy podemos hacerlo con las palabras del salmo responsorial: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.


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Vigilia de Luz publicada en la revista misionera ILUMINARE Nº 386 - OCTUBRE 2012, recibida en la parroquia con los materiales para la celebración del Domund 2012 el 21 de Octubre.

VIGILIA DE LUZ

LLAMADOS A HACER RESPLANDECER LA PALABRA DE VERDAD

INICIO

Saludo

Sed todos bienvenidos a este encuentro de oración.

En el comienzo del Año de la Fe, la Iglesia nos recuerda la exigencia de redescubrir el camino  de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo.

Con estas ansias de extender el Reino por todos los pueblos, nos unimos en este tiempo de oración a un gran maestro y evangelizador, san Juan de Ávila, que predicó el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, y vivió desde esta Palabra de verdad.

Nos ayudará la frase con la que el Papa titula su carta para el DOMUND 2012: “Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”, que nos guiará como hilo conductor a lo largo de esta vigilia.

Canto: «Hasta los confines de la tierra» (u otro canto)

LLAMADOS

Monición

Jesús envía a sus discípulos a ir por todo el mundo y a hacer discípulos por toda la tierra (cf. Mt 28,19). Esa es la misión de la Iglesia y la razón de ser de la comunidad cristiana. Es una llamada continua a evangelizar, pues la Iglesia está en “estado permanente de misión”.

Ya el beato Juan Pablo II decía:

“No podemos permanecer tranquilos si pensamos en los millones de hermanos y hermanas nuestros, redimidos también por la sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (RM 86).

Y Benedicto XVI, en el Mensaje del DOMUND:

 “En la proclamación del Año de la Fe, también yo he dicho que Cristo, «hoy como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra» (carta apostólica Porta fidei, 7) [...].
Necesitamos, por tanto, retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas, que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio” (n. 3).

Palabra de Dios

Jesús y la samaritana (Jn 4,1-30).

Silencio e interiorización.

Canto: «Dame a beber de tu amor» (u otro canto)

"A HACER RESPLENDECER"

Mensaje del Papa para el DOMUND 2012

“El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia. En efecto, su mensaje es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada ser humano. Por eso la Iglesia debe ser consciente, en todas sus partes, de que «el inmenso horizonte de la misión de la Iglesia, la complejidad de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder comunicar, eficazmente, la Palabra de Dios” (exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 97). Esto exige, ante todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria en el Evangelio de Jesucristo, «en un momento de cambio profundo  como el que la humanidad está viviendo» (carta apostólica Porta fidei, 8)” (n. 7).

Silencio e interiorización.

San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia

San Juan de Ávila, proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de este año 2012, nació en 1499 en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). Fue ordenado sacerdote en 1526.

Vendió todos los bienes que le habían dejado sus padres, los repartió a los pobres y se dedicó enteramente a la evangelización, empezando por su propio pueblo.

Un año después, se ofreció como misionero para ir a América, a las Indias, como se decía en aquella época. El arzobispo de Sevilla le ordenó que se quedara en las Indias del mediodía español. Así se convirtió en “Apóstol de Andalucía”.

La predicación y los escritos del Maestro Ávila dejan entrever una gran capacidad de adaptación a las situaciones sociológicas y culturales. Esta capacidad, que hoy llamamos inculturación, proviene de saber observar la realidad, a la luz de los grandes contenidos de la fe y de toda la herencia cultural del pasado.

Su modelo de predicación era san Pablo; el centro de su mensaje, Cristo. Predicó tanto en las iglesias, como en las calles.

Nos recuerda el Maestro Ávila que la misión no puede limitarse al propio grupo o al propio país:

“Quién pudiere tener mil millones de lenguas para pregonar por todas partes quién es Jesucristo” (carta 207, 15ss)

“Jesucristo es el deseado de todas las gentes (carta 42, 106s; sermón 2, 545; cf. AG 2, 8) porque Él quiere que todos se salven, vengan al conocimiento de esta verdad” (AF c.43, 4358ss; cf. 1 Tim 2,4).

Gesto y canto: «Cristo, maravilloso eres Tú» (u otro canto)

Mientras se repite varias veces el canto, van saliendo algunas personas (puede ser con una danza) que porten carteles con distintas situaciones (tristeza, soledad, abandono, desconfianza, miedo, odio, venganza...), con algunas noticias (del mundo, del pueblo o ciudad, familiares...).

Todas esas situaciones se ponen ante el altar y se expone el Santísimo Sacramento, pues Cristo da luz a toda la vida y sana todas las heridas.

Exposición del Santísimo y adoración

Si es posible con música de fondo, intercalar algunos textos de la carta Porta fidei. Sugerimos algunos:

La puerta de la fe” [...] está siempre abierta para nosotros [...] cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma (n. 1).

No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (n. 3).

Los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó (n. 6).

El Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo (n. 6).

Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar (n. 7).

La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. [...] Los creyentes “se fortalecen creyendo” (S. Agustín) (n. 7).

La Eucaristía es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza (n. 9).

Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. [...] La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él. Y este “estar con Él” nos lleva a comprender las razones por las que se cree (n. 10).

Que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues solo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero (n. 15).

LA PALABRA DE VERDAD

Monición

La Palabra de verdad es Cristo. Él es la verdad, la verdad que ilumina nuestras vidas y que debemos hacer resplandecer con nuestras obras, pues la fe se hace concreta en el amor. No puede haber fe sin amor.

Hay un mundo entero a la espera de buenas noticias, de palabras de esperanza, de gestos de paz, de alegría en el corazón. Solo en Cristo encontraremos todo esto.

De la carta apostólica Porta fidei

“La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro del Señor resucitado.

«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que Él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en al camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 Pe 3,13; cf. Ap 21,1)” (n. 14).

Silencio e interiorización.

Gesto y canto: «Enciende una luz» (u otro canto)

Quienes portaban los carteles con realidades negativas reciben una vela apagada.

El que preside la celebración enciende, de las velas del altar –o del cirio pascual, si lo hubiese–, la vela del primero.

Al recibir la vela encendida, este rompe o quema el cartel negativo y se queda con la vela encendida. El encuentro con Cristo cambia la realidad.

El que ya ha recibido la luz enciende de su vela la vela del compañero que aún porta el cartel con la situación negativa, el cual repite el gesto de romper o quemar el cartel, y así sucesivamente, hasta que todos retiren sus carteles y los cambien por la luz de Cristo.

ENVÍO MISIONERO

Reserva del Santísimo Sacramento

Canto: «Majestad, adora a su Majestad» (u otro canto)

Envío

Se muestra el cartel del DOMUND 2012.

Nosotros somos “Misioneros de la fe”.

Se puede rezar la oración del DOMUND 2012 que aparece en la estampa.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio, misioneros de la fe.

Canto final: «Hasta los confines de la tierra» (u otro canto)

Delegación Diocesana de Misiones de Jaén


Publicado por verdenaranja @ 21:06  | Misiones
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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 495 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

 

La Jornada Mundial de las Misiones se celebra dentro del llamado "Octubre Misionero" y especialmente el próximo 21 de este mes. Benedicto XVI en su mensaje para la jornada del DOMUND, nos ofrece para reflexionar esta semana: "Uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es la crisis de fe, no solo en el mundo occidental, sino en la mayor parte de la humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que llega al poco de Jacob y conversa con Cristo". 

El próximo domingo 18 de noviembre celebramos la fiesta del Día de la Iglesia Diocesana. El lema de este año es "La Iglesia, contribuye a crear una sociedad mejor". La jornada contempla en nuestra Diócesis una fiesta-celebración de este día que comenzará con la celebración de la Eucaristía en la Catedral, a las 12:00 horas, y luego tendrá lugar el reconocimiento de los insignes diocesanos de este año en el Salón de Actos del Seminario, para concluir con el almuerzo a las 14:00 horas. 

Para adquirir las tarjetas para el almuerzo se pueden dirigir a la Casa Nazaret, en Santa Cruz (C/. Costa y Grijalba, nº 16), en la librería diocesana de La Laguna y en la centralita del obispado. 

Si quieres volver a escuchar los mejores momentos del programa especial que realizó COPE en Garachico con motivo del Año de la fe, lo puedes hacer desde nuestro podcast en Ivoox. Basta con entrar en www.ivoox.com y poner en el buscador “Iglesia Nivariense”. También se pueden escuchar desde el blog de comunicación del obispado y las redes sociales. 

Asimismo, el hashtag #añodelafetfe tuvo una buena acogida por parte de los "tuiteros" durante el encuentro en Garachico. Si deseas leer todos los comentarios entra en twitter y pon en el buscador  #añodelafetfe. 

El próximo lunes 22 de octubre dará comienzo el Curso sobre "Hermenéutica y Biblia: el texto, su transmisión y las ciencias del lenguaje", coorganizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, UIMP, y el ISTIC. La matrícula ya esta abierta directamente en la UIMP o en la Secretaría del ISTIC. El correo para solicitar matrícula en estas jornadas es: [email protected]  

Esperanza Puente Moreno, especialista en “Síndrome Postaborto” y autora del libro “Rompiendo el Silencio”, impartirá la conferencia “Abortos en Canarias: más de 6.000, solo en 2011. ¿Qué podemos hacer?” en las siguientes fechas y zonas: Sábado 20 de octubre. Hora: 19:30. Lugar: Casino de Santa Cruz de Tenerife; Domingo 21 de octubre. Hora: 11:00. Lugar: Centro Cultural de Adeje y Domingo 21 de octubre. Hora: 18:00. Lugar: Colegio “Salesianos” de La Orotava. Se trata de una iniciativa de Foro Signo de Vida. 

Además, el próximo sábado 20 de octubre, se podrá disfrutar de una jornada de formación sobre “La atención directa a mujeres y hombres en crisis ante un embarazo inesperado”. Dicha jornada de formación se realizará en el Salón de Actos del “Centro Urban” de Los Majuelos (frente al Lidl que está junto a Macro), de 9’30 a 13’30 horas, y será impartida por Esperanza Puente. Para poder participar en este encuentro formativo, deberá reservar plaza llamando al teléfono 608.150.115. 

El Instituto Superior de Teología Islas Canarias, en coordinación con la delegación de Liturgia ha abierto la inscripción para una nueva de edición de las Jornadas de Liturgia, que tendrán lugar los días 9 y 10 de noviembre, en el Seminario Diocesano bajo el lema "Este es el Sacramento de nuestra fe". La matrícula, al precio de 10 euros, tiene opción de 1.5 créditos. Para una mayor información llamar al teléfono 922.25.25.40 (de 9:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00 horas). 

Este 20 de octubre tendrá lugar el Encuentro de Voluntariado y el 60 Aniversario de Cáritas en la diócesis. Dicho acto comenzará a las 12:00 horas, en la finca de los salesianos, en La Victoria. 

Por otro lado, la decimosexta edición de la Escuela de Otoño de Cáritas tendrá lugar el 17 de noviembre en el Seminario Diocesano y se desarrollará bajo el lema "Prohibido vulnerar derechos". 

La parroquia de La Concepción, en La Laguna acoge diferentes actividades especiales para este “Año de la fe”: “Escuela de la Palabra” Para conocer la Biblia y aplicarla a la vida. Los martes a las 19:30 h. los días: 23 de octubre, 13 de noviembre, 11 de diciembre, 15 y 29 de enero, 19 de febrero, 5 y 12 de marzo, 9 de abril, 23 de abril, 7 y 21 de mayo. Este curso: “La oración de los creyentes: Los salmos”. Dirige la Madre Cecilia del Colegio de Nazaret.  

Por otro lado, “Lectio Divina” es un espacio de oración con la Palabra de Dios de cada domingo. Los miércoles a las 19:30 horas, a partir del día 24 de octubre.  

Además, “Encuentros en la fe” será una actividad extraordinaria,para este curso, organizado desde la parroquia de La Concepción, con la colaboración de la delegación diocesana para la Nueva Evangelización y la Junta de Hermandades y Cofradías. Un viernes cada mes, a las 19:30 h. en la iglesia parroquial. (Un espacio de concierto y reflexión). Se inicia el 26 de octubre y continuará los días 30 de noviembre, 14 de diciembre, 25 de enero, 22 de febrero, 8 de marzo y se clausura el 26 de abril. 

La Delegación de Pastoral Vocacional de nuestra diócesis, se ha puesto en marcha en este curso y ha comenzado a prepararlo todo para la próxima reapertura, en el mes de diciembre, del Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación. La inauguración será el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las 13:00 horas, una vez concluído el retiro en la Catedral dirigido por el obispo. 

El 20 de octubre, todos aquellos que estén interesados en formarse para la Nueva Evangelización, están invitados a una reunión en el Seminario Diocesano a partir de las 16:30 horas. Se trata de una iniciativa organizada por la Delegación para la Nueva Evangelización. 

Cada tercer domingo de mes, en la Capilla del Seminario, se celebra una vigilia por las vocaciones. La próxima será el 21 de octubre, a las 20:00 horas. 

El domingo 21 de octubre, tendrá lugar una nueva convivencia de la FRATER en los salones parroquiales de La Gallega. A las 11:00 horas será la acogida. 

El pasado jueves 18 de octubre, festividad de San Lucas Evangelista, tuvo lugar la apertura del Curso del Aula Teológica "Virgen de los Reyes", en la isla de El Hierro. El acto académico en los salones parroquiales comenzó con las palabras del coordinador del aula y párroco del Pilar, Víctor Manuel Fernández Suárez. Luego se dio paso a la ponencia "La Virgen María en la Biblia" y "La piedad popular y la Nueva Evangelización", a cargo del sacerdote Macario López. 

Cáritas Diocesana ha organizado una charla informativa en materia de extranjería para el 5 de noviembre, a las 17:30 horas, en el Seminario Diocesano. El ponente será Airam Pérez, abogado de Cruz Roja. 

“Profesor de fe y esperanza”, así tituló el rotativo 'La Opinión' una entrevista al presbítero Lucio González. Almudena Cruz comienza su trabajo periodístico afirmando que "Lucio González ha hecho de todo desde que decidió dedicar su vida al sacerdocio. Ha estudiado, ha formado a otros que como él se han consagrado a sus creencias religiosas y ha puesto "fe y esperanza" a toda su labor como párroco de la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán".  

La edición de este jueves del rotativo 'El Día' recoge una entrevista al profesor Santiago del Cura. El mismo ofrecía recientemente la lección inaugural de nuestro ISTIC bajo el título: "Redescubrir el gozo de la fe: reflexiones para tiempos de precariedad creyente". Del Cura es catedrático de la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, y aseguraba algo que en cierto modo repitió Benedicto XVII, el 12 de octubre en Roma, cuando proclamaba la apertura del "Año de la fe": "Una fe triste no podrá ejercer hoy atracción sobre nuestros contemporáneos". 


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Jueves, 18 de octubre de 2012

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintinueve del Tiempo Ordinario - B.

DE ESO NADA

          Mientras suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que le espera en la capital. Los discípulos no le entienden. Andan disputando entre ellos por los primeros puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se acercan a él para pedirle directamente sentarse un día "el uno a su derecha y el otro a su izquierda".

          A Jesús se le ve desalentado: "No sabéis lo que pedís". Nadie en el grupo parece entenderle que seguirle a él de cerca colaborando en su proyecto, siempre será un camino, no de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.

          Mientras tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago y Juan, los otros diez se indignan. El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.

          Antes que nada, les expone lo que sucede en los pueblos del imperio romano. Todos conocen los abusos de Antipas y las familias herodianas en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son reconocidos como jefes utilizan su poder para "tiranizar" a los pueblos, y los grandes no hacen sino "oprimir" a sus súbditos. Jesús no puede ser más tajante: "Vosotros, nada de eso".

          No quiere ver entre los suyos nada parecido: "El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, que sea esclavo de todos". En su comunidad no habrá lugar para el poder que oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su derecha e izquierda, sino servidores como él, que dan su vida por los demás.

          Jesús deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye desde la imposición de los de arriba, sino desde el servicio de los que se colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio el que construye la comunidad cristiana.

          Jesús da tanta importancia a lo que está diciendo que se pone a sí mismo como ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le sirvan, sino "para servir y dar su vida en rescate por muchos". Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y necesitados.

          La enseñanza de Jesús no es solo para los dirigentes. Desde tareas y responsabilidades diferentes, hemos de comprometernos todos a vivir con más entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia imitadores de Santiago y Juan, sino seguidores fieles de Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y colaborar.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
21 de octubre de 2012
29 Tiempo ordinario (B)
Marcos 10, 35-45


Publicado por verdenaranja @ 23:53  | Espiritualidad
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Estudio teológico-pastoral para la jornada del DOMUND 2012, publicado en la revista misionera ILUMINARE Nº 386 - OCTUBRE 2012, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración el 21  de octubre bajo el lema MISIONEROS DE LA FE.

La bella y liberadora aventura de la misión ad gentes

 

                                         La misión ad gentes es una maravillosa aventura, que es bella porque se hace desde la belleza del Amor con mayúsculas de Dios, y con y para el amor fraternal de los hombres. Y es liberadora porque está puesta enteramente al servicio del bienestar integral de todos los hombres y mujeres de la Tierra.

El carácter de la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND) de este año queda sintetizado en el lema “Misioneros de la fe”; un lema directo y provocativo, porque los sacerdotes, religiosos y laicos que llevan a todo el mundo el Evangelio son realmente misioneros de la fe en Dios, en nuestro Señor Jesucristo, pero también misioneros de la fe en los hombres y mujeres de buena voluntad, de la fe en un mundo mejor y más justo para todos. En definitiva, misioneros de la fe que ama, libera y lleva a la plenitud por obra de Jesucristo.

“Llamados a hacer
resplandecer la Palabra de verdad”

Llamados...

En nuestra vida creyente, la llamada es igual de importante que en nuestra vida personal o social. A esa llamada la denominamos “vocación”. La Iglesia nace de la llamada de su Señor. La tarea misionera de la Iglesia no es un capricho autoimpuesto en la Iglesia. Surge de una vocación, de una llamada de su Señor, Jesucristo. Sus palabras recogidas al final del Evangelio de Mateo resuenan como un mandato imperativo suyo: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,19-21).

La missio ad gentes es la tarea a la que llama firme pero amorosamente el Señor a su Iglesia. Porque Jesucristo ama a su Iglesia y ama a las gentes del mundo entero, llama a estas a integrarse en su comunidad de amor, a formar parte de la Iglesia, a compartir los valores del reino de Dios, del Dios Trinitario, que, por eso mismo, es comunidad en sí mismo, familia desbordante de amor. Jesús quiere que su comunidad, su Iglesia, sea tan desbordante de amor, de comunidad, de familia, como lo es la propia naturaleza divina.

Si Dios, el Dios que llama a la Iglesia, es Amor Comunitario, también lo debe ser su Iglesia. Si el amor de Dios es de una entrega total hasta la muerte, el de la Iglesia debe seguir su ejemplo de entrega total. Todos los seres humanos de la Tierra son igualmente, sépanlo o no, hijos de Dios y hermanos, y la Iglesia debe ser para todos ellos una Madre amorosa y entregada. La misión ad gentes no es más, ni menos, que la expresión de esta entrega amorosa de la Iglesia a todos los seres humanos por orden de Jesucristo, quien primeramente se entregó a todos.

... a hacer resplandecer...

Resplandecer”... Según el Diccionario de la Real Academia Española, el verbo “resplandecer” tiene tres acepciones. La primera es: “Dicho de una cosa: despedir rayos de luz”. La segunda: “Sobresalir, aventajarse a algo”. La tercera: “Dicho del rostro de una persona: reflejar gran alegría o satisfacción”.

De una manera o de otra, todas estas acepciones del verbo “resplandecer” pueden aplicarse a la misión ad gentes. En palabras de Benedicto XVI en su Mensaje para esta Jornada misionera: “El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia” (n. 7).

La segunda acepción, “sobresalir”, evoca a los misioneros, los “misioneros de la fe”, que transmiten el Evangelio porque están convencidos de que su mensaje, el mensaje de Jesucristo, es precisamente Buena Nueva que sobresale, destaca y aventaja a otros mensajes.

Finalmente, “reflejar gran alegría o satisfacción”. ¿No es esto precisamente lo que hacen los misioneros? ¡Encontrar la alegría en los rostros de las personas que, por vez primera, escuchan el Evangelio, y en el de aquellas que, habiéndolo recibido y después olvidado, renuevan su ilusión ante la Nueva Evangelización!

... a la Palabra de verdad

La Palabra es Jesucristo. Dirá el evangelista Juan: “En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1,1). Se trata, por tanto, de una Palabra divina, que no es pura letra, sino la persona misma de Jesús de Nazaret. Y es esa misma Palabra la que previamente ha llamado al misionero a ser su portavoz, a llevarla al lugar más recóndito del mundo para que suene a Palabra salvadora y liberadora para todos los hombres y mujeres de la Tierra.

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros...” (Jn 1,14). La Palabra, Dios hecho hombre, Jesucristo, puso su morada entre los hombres. Esto significa que el mismo Dios fue el primero en inculturarse. Se hizo hombre en Jesús, inculturándose en el mundo judío del siglo I de nuestra era. Él es la Palabra. Él fue y es, podríamos decir, el “Primer Misionero”. “Así pues, todo lo bueno que se halla sembrado en el corazón y en la mente de los hombres, en los propios ritos y en las culturas de los pueblos, no solamente no perece, sino que es purificado, elevado y consumado para gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre” (AG 9).

La palabra que transmite y lleva el misionero es anuncio. Y ¿cuál es el punto central de ese anuncio? En palabras del propio Papa Benedicto XVI: “El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz” (Mensaje, 8).

La Nueva Evangelización y la
misión ad gentes, tarea de todos los cristianos

Los Lineamenta para el próximo Sínodo dicen: “Nueva Evangelización quiere decir: una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual contamos nuestras identidades y buscamos el sentido de nuestras existencias. Nueva Evangelización significa, por lo tanto, promover una cultura más profundamente enraizada en el Evangelio; quiere decir descubrir al hombre nuevo que existe en nosotros gracias al Espíritu que nos han dado Jesucristo y el Padre” (n. 23).

En muchas de las tradicionalmente llamadas “tierras de misión” se hace necesario hablar también de Nueva Evangelización, dado que estamos ante comunidades cristianas que ya fueron evangelizadas hace mucho tiempo. Pensemos, por ejemplo, en nuestra querida Latinoamérica, donde se concentra el mayor número de católicos. La búsqueda de la profundización de la fe de aquellas personas que ya creen y el intento de atraer nuevamente a quienes han perdido su fe o cuya fe se ha estancado es una tarea compleja y difícil. El cardenal Avery R. Dulles, refiriéndose al concepto de Nueva Evangelización en el pensamiento de Juan Pablo II, ofreció hace unos años una síntesis, en diez puntos, de aquello en lo que debería consistir la Nueva Evangelización:

1. Está centrada en Cristo; el tema central es la persona y mensaje de Jesucristo.

2. Es ecuménica, de modo que busque lo que una a los cristianos entre sí.

3. Tiene que ver con nuestra relación con otras religiones, respetándolas y dialogando con ellas, pero sin renunciar a la proclamación.

4. Respeta la libertad religiosa, evitando todo tipo de coerción.

5. Es un proceso continuo, lo que implica una profundización en la fe por medio de la oración y los sacramentos.

6. Incluye la enseñanza social de la Iglesia, implicando el compromiso por la justicia y la búsqueda del bien común.

7. Incluye las culturas, transformando el entorno en el que viven las personas y las sociedades.

8. Utiliza los medios de comunicación social contemporáneos.

9. Es tarea de todos los cristianos, y no algo reservado al clero y órdenes religiosas.

10. Es la obra del Espíritu Santo, el agente principal de la evangelización.

La misión ad gentes no puede ser ajena, por tanto, a los retos de la Nueva Evangelización. Millones de hombres y mujeres de todos los pueblos y culturas viven en un mundo, el del siglo XXI, cada vez más globalizado. Globalizado para lo bueno y para lo malo. En algunos aspectos, el secularismo europeo está llegando a muchas zonas tradicionalmente religiosas y católicas, por lo que los cristianos en general, y los misioneros en particular, deben enfrentar nuevos retos y problemas.

Pero podría decirse que la “globalización de la sociedad”, tan en boga en nuestros días, ya estaba presente en la obra de una gran mujer como Paulina Jaricot (1799-1862), fundadora de lo que hoy conocemos como Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. Una mujer nacida en una familia de ricos negociantes de seda, que decide dejar su vida cómoda y dedicarse a los más necesitados de su tiempo, desapegándose de todos sus bienes materiales, apoyando inicialmente a las misiones de Asia oriental y luego a las de todo el mundo. Colectividad frente a individualismo, opción por los pobres y oración componen toda una serie de acciones que puso en marcha Paulina para sacar adelante su gran proyecto misionero. Ella fue ejemplo vivo de que la evangelización y la misión ad gentes no son tarea exclusiva de los misioneros.

Vivimos tiempos nuevos, en ocasiones difíciles, pero también es cierto que, globalmente, hay entre los seres humanos de buena voluntad una cada vez mayor conciencia de la dignidad humana y de los derechos humanos; conciencia que puede ayudar a la labor misionera, porque los valores del Evangelio no solo no se oponen a dicha conciencia, sino que la reafirman y la llevan a su plenitud de sentido.

Concluyo con estas palabras del gran misionero de los gentiles, Pablo: “El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio” (1 Cor 9,16-18).

Palabras que no deben sonar a reproche ni a queja, sino a exigencia amorosa y a la alegría de cumplir el deber encomendado por Jesucristo de servir a la humanidad entera anunciando el Evangelio del amor y de la libertad plena. El misionero es feliz de entregar su vida a un proyecto de humanización liberadora cuyo máximo garante es el Dios Amor de Jesucristo.

La recompensa del misionero, de todos los “misioneros de la fe”, es la sonrisa agradecida de los hombres y mujeres a quienes sirven desde el Evangelio, y que se sienten salvados y amados por Dios en Jesucristo.

Eduardo Martín Clemens
Delegado Diocesano de Misiones y Director Diocesano de las OMP de Sevilla


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Presentación de la Campaña del Domund 2012 -MISIONEROS DE LA FE- por Don Anastasio Gil García, Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en España, publicada en la revista ILUMINARE, Nº 386-OCTUBRE 2012 recibida en la parroquia conlos materiales para su celebración.

Por D. Anastasio Gil García
Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en España

La iniciativa de Benedicto XVI de convocar el Año de la Fe y su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND 2012) ha inspirado al Consejo Nacional de OMP el lema “Misioneros de la fe”, que tiene sabor evangélico y evoca el trabajo evangelizador de los misioneros y misioneras.

Las situaciones dramáticas de pobreza, enfermedad, confrontaciones bélicas, etc., con las que los misioneros se tienen que enfrentar en cada momento hacen que estas atenciones humanitarias y evangélicas puedan empañar la verdadera y genuina razón de su presencia en los territorios de misión: comunicar la fe, en la certeza de que esta “se fortalece dándola” (RM 2). Por eso, el mejor título que puede otorgarse a un misionero es el de ser “misionero de la fe”. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, matrimonios e incluso familias enteras y laicos dejan sus países para trasladarse a otras Iglesias con vistas a testimoniar y anunciar la fe. A la vez, y sin separación posible, “el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas” (Benedicto XVI, Mensaje para el DOMUND, 11).

El don de la fe

El Evangelio hace continuas referencias a la fe como don que hay que pedir. A nadie se le puede imponer. Jesús mismo llama a esta fe respetando la decisión de cada uno. Se llega a la fe cuando la persona se adentra en el conocimiento y en la aceptación de la Persona de Jesús y de su mensaje. Entonces el creyente “se abre” a los nuevos planes de Dios mediante la primera conversión y la incorporación a la familia de los fieles por medio del Bautismo.

Este proceso e itinerario es largo y laborioso. Tanto, que el Evangelio relata en algún momento las dificultades inherentes al acto de fe y la necesidad de fortalecer la fe propia, a pesar de las posibles resistencias. Un padre suplica al Señor la curación de su hijo, ante la ineficacia de otras “terapias”, con estas palabras: “Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos. Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe»” (Mc 9,22-24). Los mismos discípulos, ante sus incertidumbres para aceptar lo que veían y oían, le suplican: “«Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería” (Lc 17,5-6).

Esta es la tarea de los misioneros, que, con sus palabras y, sobre todo, con su testimonio de su vida, comunican la fe a aquellos que libremente han mostrado el deseo de conocer y seguir al Maestro. Comunicar la fe no es solo dar a conocer una persona o un mensaje, sino también y, a la vez, llamar al asentimiento. Esta llamada del misionero, que respeta la libertad de cada persona y las etapas de la conversión, tiene siempre en cuenta que “la fe nace del mensaje que se escucha” (Rom 10,17), porque “es la Palabra oída la que invita a creer” (EN 42).

Tres propuestas concretas

Así inicia Benedicto XVI su Mensaje para este DOMUND: “La celebración de la Jornada Mundial de las Misiones de este año adquiere un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra” (n. 1). No son simples referencias históricas, sino el marco donde puede articularse una pastoral misionera, al menos durante el Octubre Misionero.

1. Año de la Fe: Campaña Mundial de Oración por la Evangelización

“El Año de la Fe nos interpela directamente y exige de nosotros, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de las Obras Pontificias el máximo compromiso y una participación activa. Es una gracia y una oportunidad que se nos ofrece para confirmar nuestro servicio, y atreverse decididamente a la proclamación del Evangelio, y ampliar en cantidad y calidad la cooperación misionera”. Así se expresaba el prefecto de la Congregación, el cardenal Filoni. Después de profundizar en las implicaciones misioneras de este “año de gracia”, pedía a los directores nacionales de las OMP su máxima colaboración para llevar a cabo en la Iglesia universal una Campaña Mundial de Oración por la Evangelización. La oración es una de las dimensiones de la cooperación misionera y, por tanto, “un elemento que hay que tomarse en serio, si queremos que nuestro servicio a la evangelización sea eficaz”. La iniciativa fue ratificada por el Papa en la audiencia que concedió al Consejo Superior de las OMP.

2. Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización

El Sínodo será una nueva oportunidad para clarificar y enriquecer la complementariedad entre la misión ad gentes y la Nueva Evangelización, a tenor de las palabras de Redemptoris missio: “La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa” (RM 34). Prueba de ello son las palabras que Benedicto XVI dijo a los directores nacionales de las OMP el 11 de mayo: “La missio ad gentes constituye el paradigma de toda la acción apostólica de la Iglesia”. Ello será posible desde la convicción de que, entre las prioridades pastorales de las comunidades cristianas, la cooperación a la misión universal no puede quedar al margen de la acción eclesial, y desde la certeza de que es absolutamente necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, tarea primordial de la Iglesia, a la que esta no debe renunciar.

3. 50 aniversario de la apertura del Concilio

Al inicio de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI se preguntaba: “Tú, Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Evocando este interrogante, nos preguntamos: ¿cuál es hoy la tarea del misionero?; ¿dónde es más urgente desplegar la actividad misionera? La respuesta se puede encontrar en el decreto Ad gentes, en el que “la Iglesia, reconociéndose como esencialmente misionera, individualiza los contenidos esenciales del kerigma, la naturaleza de la actividad evangelizadora, la metodología, los destinatarios, las relaciones con las culturas y las demás religiones, y los sujetos de la misión” (Card. Filoni). La doctrina conciliar sigue siendo actual y novedosa. Para su aplicación, pueden ser buen instrumento las carpetas Formación de animadores misioneros, que Obras Misionales Pontificias pone a disposición de los grupos misioneros que van surgiendo en las comunidades cristianas.

Este nuevo número de la revista Illuminare, que tiene como objetivo ayudar a los agentes de pastoral a programar y vivir el mes de octubre con espíritu misionero, ofrece muchas sugerencias e iniciativas para celebrar la Jornada Mundial de las Misiones.


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Ideas para la homilía del día del DOMUND 2012, sugerida en el Guión Litúrgico publicado en la revista misionera ILUMINARE, Nº 386 - OCTUBRE 2012, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración.

· La lectura del profeta Isaías describe una figura llena de enigmas: la del “siervo” que voluntariamente se ofrece a Dios para cumplir su plan de salvación y, por medio de su propio sufrimiento, manifestar a todos la gracia divina. El “siervo” se asocia a la culpa en que todos han caído, pero por su inocencia y su justicia ante Dios, la expía y la borra.

· El alcance de este misterio solamente puede ser plenamente comprendido a la luz del Nuevo Testamento. En el salmo pedimos: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”; es el grito que sale de la boca del hombre que gime bajo el peso de sus culpas y que sabe que solamente Dios puede librarle de la situación de angustia en que vive por causa de su pecado. Sin embargo, muchas veces nuestras mismas culpas nos impiden descubrir la profundidad de la misericordia de Dios, e incluso algunos dejan de esperar en su gracia y su perdón. Cristo se entrega “por todos” (Evangelio) y la universalidad de su salvación es fuente de vida y esperanza en cualquier situación, por desesperada que parezca a los ojos de los hombres.

· Es más, Cristo es el gran sumo sacerdote “que ha atravesado el cielo” (2.ª lectura). Jesús va a la pasión “voluntariamente aceptada” (Plegaria Eucarística II) para que el hombre conciba en su corazón la esperanza de que Él siempre se compadece de nosotros, porque “ha sido probado en todo, como nosotros”; así nos introduce ante “el trono de gracia” para alcanzar siempre misericordia de parte de Dios.

· El pasaje del Evangelio muestra claramente cuánto nos cuesta entrar en este misterio de la gracia misericordiosa y salvadora de Dios. Los discípulos no comprenden la misión de Jesús y están demasiado preocupados por alcanzar grandeza y poder según los criterios del mundo. Jesús no se escandaliza ni se lo recrimina en modo alguno: les ofrece la cordial invitación a “beber su cáliz” y a participar de “su bautismo”. Es la misma invitación que nos dirige a nosotros, sus discípulos de hoy en día, a que comprendamos que la grandeza está en el servicio.

· Solo la fe puede captar este misterio, y la fuerza que nos da el “mantenernos firmes” en ella transforma nuestras vidas y nuestro mundo. Manteniéndose firme en la fe es como el cristiano participa del sacerdocio de Cristo, porque hace de su vida una entrega total; entrega que es “sacerdotal”, al ofrecerse a sí mismo a Dios y dar testimonio de Cristo con su vida, lo que también implica dar razón de su esperanza (cf. LG 10). Como dice el Papa en su Mensaje para esta Jornada: “La fe es un don que se nos ha dado para ser compartido. [...] Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos”.

· La cambiante situación del mundo nos exige creatividad para proponer el Evangelio, como el Papa expresa en su Mensaje: “La cooperación misionera se debe ampliar hoy con nuevas formas para incluir no solo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización. [...] La celebración del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión”.


Publicado por verdenaranja @ 11:55  | Homil?as
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Guión litúrgico para el Domund 2012, que se celebrará el 21 de octubre, , publicado en la revista misionera ILUMINARE, Nº 386 - OCTUBRE 2012, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración.

Monición de entrada

La misa de cada domingo nos convoca a la comunidad cristiana para celebrar la entrega de Jesús por cada uno de los hijos de Dios, ya que –como escuchamos en el Evangelio de la liturgia de hoy– “el hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”.

Por eso mismo, cada celebración es una llamada que Jesús nos hace para que su salvación llegue a todos los hombres. Ser cristiano es ser testigo y ser misionero, para que la fe en Jesucristo se difunda y alcance a todas las personas y pueblos.

En este domingo, en que celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe nos invita a fijarnos en los misioneros que, en el mundo entero, son testigos privilegiados y mensajeros de la fuerza del Evangelio; ellos son “Misioneros de la fe”, como reza el lema de este DOMUND.

En este Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI y que acaba de comenzar, estamos invitados a ser nosotros mismos “misioneros de la fe”. Así se lo pedimos al Señor para nosotros y para toda la Iglesia.

Acto penitencial

Dios ha enviado a su Hijo Jesucristo a dar su vida en rescate de todos sus hijos de adopción; por eso invocamos su misericordia con confianza:

· Tú, que no has venido a ser servido sino a servir. Señor, ten piedad.

· Tú, que das la vida por todos. Cristo, ten piedad.

· Tú, que nos envías a ser “misioneros de la fe”. Señor, ten piedad.

Sugerencias para la homilía

· La lectura del profeta Isaías describe una figura llena de enigmas: la del “siervo” que voluntariamente se ofrece a Dios para cumplir su plan de salvación y, por medio de su propio sufrimiento, manifestar a todos la gracia divina. El “siervo” se asocia a la culpa en que todos han caído, pero por su inocencia y su justicia ante Dios, la expía y la borra.

· El alcance de este misterio solamente puede ser plenamente comprendido a la luz del Nuevo Testamento. En el salmo pedimos: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”; es el grito que sale de la boca del hombre que gime bajo el peso de sus culpas y que sabe que solamente Dios puede librarle de la situación de angustia en que vive por causa de su pecado. Sin embargo, muchas veces nuestras mismas culpas nos impiden descubrir la profundidad de la misericordia de Dios, e incluso algunos dejan de esperar en su gracia y su perdón. Cristo se entrega “por todos” (Evangelio) y la universalidad de su salvación es fuente de vida y esperanza en cualquier situación, por desesperada que parezca a los ojos de los hombres.

· Es más, Cristo es el gran sumo sacerdote “que ha atravesado el cielo” (2.ª lectura). Jesús va a la pasión “voluntariamente aceptada” (Plegaria Eucarística II) para que el hombre conciba en su corazón la esperanza de que Él siempre se compadece de nosotros, porque “ha sido probado en todo, como nosotros”; así nos introduce ante “el trono de gracia” para alcanzar siempre misericordia de parte de Dios.

· El pasaje del Evangelio muestra claramente cuánto nos cuesta entrar en este misterio de la gracia misericordiosa y salvadora de Dios. Los discípulos no comprenden la misión de Jesús y están demasiado preocupados por alcanzar grandeza y poder según los criterios del mundo. Jesús no se escandaliza ni se lo recrimina en modo alguno: les ofrece la cordial invitación a “beber su cáliz” y a participar de “su bautismo”. Es la misma invitación que nos dirige a nosotros, sus discípulos de hoy en día, a que comprendamos que la grandeza está en el servicio.

· Solo la fe puede captar este misterio, y la fuerza que nos da el “mantenernos firmes” en ella transforma nuestras vidas y nuestro mundo. Manteniéndose firme en la fe es como el cristiano participa del sacerdocio de Cristo, porque hace de su vida una entrega total; entrega que es “sacerdotal”, al ofrecerse a sí mismo a Dios y dar testimonio de Cristo con su vida, lo que también implica dar razón de su esperanza (cf. LG 10). Como dice el Papa en su Mensaje para esta Jornada: “La fe es un don que se nos ha dado para ser compartido. [...] Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos”.

· La cambiante situación del mundo nos exige creatividad para proponer el Evangelio, como el Papa expresa en su Mensaje: “La cooperación misionera se debe ampliar hoy con nuevas formas para incluir no solo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización. [...] La celebración del Año de la Fe y elSínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión”.

Oración de los fieles

Cristo nos abre el acceso confiado a la presencia de Dios; por eso presentamos a nuestro Padre nuestra oración confiada:

· Por el Papa y la Iglesia universal, para que manifiesten con su misión el valor de la vida de Cristo, entregada “por todos”, y fomenten la misión ad gentes. Roguemos al Señor.

· Por los obispos, sacerdotes y todos los agentes de pastoral, para que cuiden de la fe del pueblo de Dios y siembren en él la preocupación por la evangelización. Roguemos al Señor.

· Por la Asamblea del Sínodo de los Obispos, para que la nueva evangelización dé frutos de renovación eclesial y aumente el impulso misionero. Roguemos al Señor.

· Por los misioneros y misioneras en todo el mundo, que con su vida y palabra manifiestan la caridad de Cristo por todos los hombres y pueblos, para que se mantengan firmes en la fe. Roguemos al Señor.

· Por los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, para que la fe en Cristo les lleve a ofrecer sus sufrimientos por la salvación del mundo. Roguemos al Señor.

· Por todos nosotros, para que la escucha de la palabra de Dios y la celebración de la eucaristía nos hagan verdaderos “misioneros de la fe”. Roguemos al Señor.

Acoge, Padre de bondad, las peticiones que te presentamos por medio de tu Hijo Jesucristo, que vive para siempre e intercede por nosotros. Por el mismo Cristo, nuestro Señor.

Monición al ofertorio

La Jornada Mundial de las Misiones nos ofrece la oportunidad de hacer la ofrenda de los dones que van a servir para la celebración eucarística –el pan y el vino–, con la conciencia de que, al igual que Cristo se ofrece por nosotros, nosotros en estos dones nos ofrecemos a Cristo y a los demás. Cristo sacerdote nos hace partícipes de su sacerdocio y su misión.

Al mismo tiempo, llevamos ante el altar la colecta que se acaba de realizar con motivo del DOMUND, como plasmación de nuestro compromiso, en esta Jornada y siempre, para que la fe en Jesucristo se difunda, arraigue e irradie en todo el mundo por medio de los misioneros.

Liturgia / Domund 2012 Obras Misionales Pontificias
Juan Martínez Sáez, fmvd. Colaborador de las Obras Misionales Pontificias


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Mi?rcoles, 17 de octubre de 2012

Comenterio del mensaje del Papa para el Domingo Mundial de la Propagación de la FE 2012 del P. Timoteo Lehane Barrett svd, Secretario General, Propagación de la Fe.(Fides)

COMENTARIO DEL MENSAJE DEL PAPA PARA EL DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES 2012.  

El Domingo Mundial de la Misiones es el día en que todas las comunidades e instituciones católicas del mundo entero, se unen con el Santo Padre en oración por los misioneros y a prometerles toda nuestra colaboración y apoyo sincero con nuestras ofertas. Es un día en el que celebramos el amor especial que Dios nos ofrece, a través de la mediación de la comunidad, de nuestro amor entre nosotros y sobre todo en nuestra preocupación por los demás. Es a través de la solidaridad y nuestras relaciones con los demás en la comunidad y entre las comunidades que damos testimonio de ello. Damos testimonio de la plenitud y la alegría que sentimos cuando ponemos en practica el mandamiento evangélico, "vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda criatura" (Mc 16:15).

La celebración de la Jornada Mundial de la Misiones (21 de octubre) tiene un significado muy especial este año, porque coincide con tres eventos importantes diferentes. El 50 º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, el Sínodo de los Obispos sobre el tema de la Nueva Evangelización y la apertura del Año de la Fe. Estos eventos nos ayudará a discernir nuestra fe y percibir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Ellos nos ayudará como un "pueblo peregrino de Dios" (LG 68) que "por naturaleza" (AG 2) somos misioneros y "guiados por el Espíritu Santo" (GS 1). Hoy, al comenzar el Año de la Fe, nuestros pastores se reúnen en Sínodo y nuestra  peregrinación continúa y estos eventos contribuirán para reafirmar el deseo continuo de la Iglesia a comprometerse con mayor fuerza y celo en su misión de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Este llamado a la misión ad gentes, ha ido cambiando  poco  a poco, las Iglesias locales en su propio autocomprensión y, en su Mensaje de este año, el Santo Padre dice que este debe ser el horizonte constante y paradigma de toda nuestra actividad pastoral. Hoy, muchos católicos quieran participar en el llamado misionero porque tienen una mayor conciencia de lo que significa ser una comunidad católica en nuestro mundo moderno y globalizado. Se han vuelto más sensibles a la peregrinación de la humanidad en su propia camino y se animan a buscar nuevas formas de hacer del Evangelio un mensaje revelante a los areópagos de hoy. Permítanme compartir con ustedes tres ideas sobre el Mensaje del Domingo Mundial de la Misiones de este año. 

1. La misión comprende que todos nosotros jugamos un papel activo y en la vida de la Iglesia.

El propósito de la Iglesia tiene su origen en la misión, y estamos llamados a dar testimonio de ello. La misión es el pilar fundamental de nuestra experiencia de la Iglesia y la promoción de la misión es esencial si queremos comprender verdaderamente lo que somos como seguidores de Jesús. Antes del Vaticano II, la misión fue asignada a las diferentes congregaciones e institutos religiosos, que estaban en la vanguardia del mandato misionero. Desde entonces, la tarea se ha hecho compromiso de todo el Pueblo de Dios, ya que cada persona a través de su bautismo y el don del Espíritu Santo, está llamada a desempeñar un papel activo en la vida y misión de la Iglesia. El Vaticano II, trajo con sí, una nueva conciencia y comprensión de la misión cuando insistía que en la Trinidad es su origen, modelo y meta. A través de sus reflexiones, la Iglesia redescubrió su responsabilidad misionera como participación en la vida de la Trinidad y que todos los bautizados estamos invitados a tomar conciencia de nuestra participación en esta misión. El mensaje de este año es muy específico cuando dice que la misión: "No se trata de una contribución opcional para la Iglesia". Es el núcleo de su mismo existencia y la fe en Dios, " la fe en Dios es ante todo un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cuál debemos estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos dado para ser compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa."(Mensaje 2012). 

Vaticano II y más tarde, otros documentos misioneros nos ayudan a redescubrir la responsabilidad maravillosa que todos tenemos al participar en esta misión y es concebida como una actividad eclesial que se relaciona con los diferentes entornos en los que Cristo y el Evangelio aún no se conocen y donde las comunidades cristianas no son lo suficientemente maduros. La Iglesia existe para evangelizar y anunciar siempre y en todas partes la Buena Nueva a todos los hombres de buena voluntad. El mandato sigue siendo lo mismo, ya que es el mismo Jesucristo,"ayer, hoy y siempre" (Heb 13:8). Ella, a través de sus misioneros ha ido a vivir en todos los rincones del mundo en busca de los pueblos para compartirles el verdadero significado de la historia, para explicarles su destino final y para conducirlos a la salvación en el Reino de Dios. (AG 11) Al participar en esta, la misión universal, nosotros como comunidad ofrecemos amistad a la comunidad de la humanidad con una conciencia de nuestra vocación y "Como Pablo, debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y todavía no han experimentado la paternidad de Dios" (Mensaje 2012). El mensaje nos invita a desarrollar este don de nuestra fe y a compartirla. Por eso, es necesario un cambio de actitudes y de hecho, el Santo Padre alienta un cambio de paradigma y dice que se debe ser acompañado por una renovación más profunda con el fin de revitalizar nuestra actividad pastoral como se propone en el Instrumentum Laboris del Sínodo de los Obispos. 

2. Misión ad gentes “debe ser el horizonte constante y el paradigma” de todo empeño eclesial. En su mensaje de 2009, el Santo Padre escribe que "la misión universal debe convertirse en una constante fundamental de la vida de la Iglesia", y este año dice que “hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades eclesiales, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el misterio de Dios, que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él regrese”(Mensaje 2012). El mensaje nos anima aprender de la experiencia de nuestra comprensión de la dinámica de la misión ad gentes de la Iglesia, para ver cómo esto puede convertirse en un "horizonte constante y el paradigma" en nuestro propio trabajo pastoral. En términos prácticos, creo que esto significa compartir los testimonios (Kerigma ) de cada uno para apoyarse y animarse mutuamente. Estaba leyendo recientemente sobre el nombramiento de los primeros veintidós ministros laicos que van a celebrar las ceremonias fúnebres en la archidiócesis de Liverpool y el artículo dice que el arzobispo aseguró a la congregación que estos nuevos ministros laicos recibirán el apoyo y la capacitación necesaria para garantizar que el servicio que proporcionarán será "de la mejor calidad". Del otro lado del mundo, recuerdo un testimonio de un catequista humilde que fue asesinado cuando hacia su labor pastoral como laico de la archidiócesis de Gulu, en el norte de Uganda en los años 90 durante la guerra civil. Mariano Omony fue uno de los muchos anunciadores valientes de la auténtica esperanza y de paz, en un tiempo, cuando miles de personas murieron y muchos sacerdotes fueron detenidos. Su ejemplo de fidelidad y su afán nos pueda iluminar y creo que testimonios como lo suyo, incluso podría llegar a ser una parte integral de la formación de nuestros agentes, en nuestra Iglesia local. Son testimonios que llegan al corazón y nos cuestionan porque nos llegan desde el compromiso y celo personal de aquellos que trabajan en circunstancias difíciles. Ellos nos dan ejemplo de cómo nosotros también podemos atestiguar de la presencia viva de Dios entre nosotros en las dificultades de hoy. "El encuentro con Cristo como Persona viva que colma la sed del corazón puede sólo conducir al deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia e de hacerlo conocer para que todos la puedan experimentar" (Mensaje 2012).

Este año el mensaje dice que, "Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio" Fr. Joseph Okumu cuenta cómo Mariano salió un día en su bicicleta para viajar lo 45km a la parroquia vecina para confesarse y traer hostias consagradas a su propio pueblo. Regresando a su casa, fue detenido por algunos rebeldes que sospecharon del por qué y el dónde de su viaje, y lo acusaron de espiar para las fuerzas armadas. En vano, les mostró la Cruz que recibió el día de su comisión como catequista, y lo golpearon y lo dejaron herido y casi muerte. Más tarde, un escuadrón militar le encontró y lo vieron “en mal estado” por el camino polvoriento. Sólo el corazón más duro no puede sino dejarse de conmover por esta imagen de una figura solitaria en la orilla del camino, sino que ellos también lo acusaron de ser un rebelde borracho. Uno de ellos, al ver que llevaba un copón pensó que, "esto es bueno para beber" y lo quitó de las manos ansiosas y debilitadas. Después de arrojar las hostias consagradas por el camino, se fueron y dejaron a Mariano por muerto por los golpes adicionales. De vuelta en su cuartel rudimentario, el soldado mostró el copón como si se tratara de un trofeo y otro catequista, que también había sido detenido, con gran coraje y con fe inquebrantable le desafió, "eso es de Dios, y no es suyo ". También él estaba a punto de ser golpeado por su "insolencia" cuando un comandante del campamento escuchó la escaramuza que siguió y fue a investigar. Este señor, posiblemente viendo un panorama más amplio, ordenó que el copón sea devuelto inmediatamente y envió a sus subordinados a volver sobre sus pasos para buscar a Mariano. Era demasiado tarde, ya había muerto cuando lo encontraron. El buen capitán ordenó que el cuerpo fuera llevado en un helicóptero militar hasta el lugar en donde los sacerdotes habían sido detenidos y al día siguiente, Mariano fue enterrado en una ceremonia, presidida por el entonces Arzobispo, entre sus colegas catequistas y sacerdotes. "Culturalmente y tradicionalmente", dice P. Joseph, "su cuerpo debería haber sido llevado a su propio pueblo para ser enterrado, pero era imposible hacerlo debido a los toques de queda" Más tarde, cuando llegó la oportunidad para re-enterrarlo, su esposa dijo, que debía permanecer donde estaba, porque Mariano estaba "con su familia" y ahora, él estaría con ellos "en una manera diferente". "Era especial", recuerda el P. José, porque no solo atendía las necesidades de sus vecinos en las diferente celebraciones religiosos, pero era atento a la situación de los enfermos y a menudo, subía a los autobuses que pasaban por su aldea local para ver si podía encontrar a un sacerdote a bordo, que por casualidad viajaba a Kampala, para ver si podía atender a un enfermo. "Él es nuestro testimonio" y uno de los muchos catequistas que dieron de su tiempo muy valioso y su vida para la Iglesia. “Predicaron con su vida y su compasión por todos, y en especial por los más necesitados. Su amor por la vida y su sentido de la alegría, su entusiasmo compartido su fe en el Señor nos da testimonio hasta hoy”.

3. Misión comprende que cada Iglesia debe volver a comprometerse a la universalidad de la actividad misionera.

Queridos amigos, este es sólo un testimonio que se pueda compartir desde la experiencia ad gentes y la actividad misionera de la Iglesia. Hay tantos otros que compartimos en nuestras propias publicaciones nacionales para la Jornada Misionera Mundial. Son parte de la vitalidad y la esperanza que se encuentra en el corazón de nuestros pueblos en lo que se pueda descubrir la gran riqueza de sus recursos espirituales. P. José cree que "podría ser difícil para muchas personas entenderlo, pero el testimonio de Mariano ha dado vida a nuestra Iglesia" Ser cristiano en el molde de Mariano es un imperativo que viene del Mensaje de este año y creo las experiencias de fe vividas deben ser compartida cada vez más en nuestras comunidades. "ahora como entonces, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra" (Carta Apostólica Porta fidei 7). La misión está allí donde las personas nos necesitan, está en las fronteras culturales y geográficas, está en las situaciones del nuevo ateísmo o en la apatía hacia la vida espiritual y la práctica de la fe; está en los desafíos de la injusticia o de la cultura de la muerte. 

El mensaje habla de "la cooperación misionera (que) se debe ampliar hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización "(Mensaje 2012) El Evangelio nos advierte sobre la complacencia de "los oídos oyen pesadamente y han cerrado sus ojos para que no vean con los ojos, y  oigan con los oídos"(Mt. 13,15). Una vez que somos conscientes de que es la autenticidad y la integridad que son importantes para la proclamación del Evangelio y nosotros con una actitud de discernimiento, de búsqueda del conocimiento, del dónde y del cómo Cristo me desea mi participación en su misión en las circunstancias de mi vida. Lo importante es estar motivado por una conciencia filial en mi peregrinación en respuesta a las necesidades de los demás y en la construcción del bien común en el nombre de Jesús para todos los pueblos. "El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar y llenarlas con su presencia. Su mensaje, efectivamente, es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada hombre". (Mensaje 2012). Esta es la visión misionera que surgió del corazón del Concilio Vaticano II, y su comprensión es fundamental para nuestro viaje universal juntos en este, el Año de la Fe. Como Iglesias particulares, podemos proporcionar momentos para compartir, unos con los otros, sobre la experiencia de nuestra fe viva en los lugares en que Dios nos ha llamado a vivir y dar testimonio. 

El Domingo Mundial de las Misiones organizado por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, es un día reservado para los católicos de todo el mundo para renovar su compromiso con la actividad misionera universal. Se trata de "un día importante en la vida de la Iglesia, porque enseña cómo dar: como una ofrenda hecha a Dios, en la celebración eucarística y para todas las misiones del mundo" (RM 81). Es un día en el que se nos pide orar por y ayudar a financiar nuestras Iglesias locales más pobres puedan desarrollar su actividad de evangelización, que debido a la falta de fondos, tienen dificultades para llevar a cabo su actividad pastoral. “Se trata de una expresión de profunda comunión, de un compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que cura y, así, acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida” (Mensaje 2012). Es también un día en el que celebramos con otros generosidad de Dios hacia nosotros y los testimonios como lo de Mariano nos puede ayudar a animar y dar un nuevo dinamismo a la vida de nuestra Iglesia local. Durante el año pasado he tenido la oportunidad de acompañar a misioneros en diferentes países y he visto como Dios ha bendecido a nuestra Iglesia. Obviamente, hay sombras y situaciones difíciles que debe afectar a todos nosotros, como la de Siria y África del Norte, en estos momentos y debemos recordar y a orar por sus pueblos y pastores. El cuadro general que emerge es que estamos verdaderamente bendecidos por el testimonio del gran numero de los testigos ansiosos por el amor de Dios y su Evangelio. Entre ellos, nosotros también estamos llamados por el Señor. Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumentos de cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio de sus acciones el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención para ayudar al prójimo, la justicia para los más pobres, la posibilidad de instrucción en los pueblos más perdidos, en asistencia médica en lugares remotos, la emancipación de la miseria, la rehabilitación de aquellos que son marginados, apoyo al desarrollo de los pueblos, la superación de las divisiones étnicas, el respeto de la vida en cada una de sus etapas” (Mensaje 2012). La celebración de la Jornada Misionera Mundial es otra señal de la gracia del Señor y le agradezco a Ustedes, sus Directores Diocesanos y a sus equipos, por el trabajo lindo de animación que están haciendo en nombre del Santo Padre. 

In unión misionera, P. Timoteo Lehane Barrett svd, 

Secretario General, Propagación de la Fe.

Fiesta de Santa Teresa del Nino Jesús 2012. 


Publicado por verdenaranja @ 18:16  | Misiones
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DOMINGO 29º DEL T. ORDINARIO B

MONICIONES                  

PRIMERA LECTURA

          Escuchemos un fragmento del Cántico del Siervo de Yahvé, que prefigura a Jesucristo, el Señor, que se entrega hasta la muerte por la salvación de todos los hombres.

 

SEGUNDA LECTURA

          La Carta a los Hebreos, que leemos estos domingos en la segunda lectura, nos invita a acércanos con confianza a Jesucristo, nuestro gran Sacerdote que, después de haber experimentado el sufrimiento y la muerte, atravesó el Cielo.

 

TERCERA LECTURA

          Escuchemos ahora al mismo Jesucristo que nos invita a ser grandes siendo servidores de todos, siguiendo su ejemplo de servicio y entrega hasta la muerte.

          (Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya).

 

COLECTA

          Para anunciar el Evangelio por todo el mundo, es necesaria también nuestra ayuda económica. Respaldemos con nuestra ayuda el trabajo de los misioneros, para que cuenten con los medios necesarios  para realizar su labor en medio de tanta necesidad y miseria. Seamos generosos en la colecta.

 

COMUNIÓN

          En la Comunión recibimos fuerza para vencer nuestro egoísmo y entregarnos cada uno, según su vocación, a la tarea de construir comunidades auténticamente misioneras que no cesen de anunciar de palabra y de obra la Buena Noticia del Evangelio por todas partes.


Publicado por verdenaranja @ 18:04  | Liturgia
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 Guión litúrgico para celebración en Semana contra la Pobreza a celebrar desde el 14 al 20 de Octubre de 2012, publicado y enviado por Caritas Nacional a la parroquia.

Este guion nos ha ayudado a prepararlo Monseñor Tomas Kaboré, obispo de la Diócesis de Kaya, en Burkina Faso. Sus palabras nos invitan a reflexionar ya rezar sobre el Objetivo del Milenio 1: erradicar el hambre y la pobreza durante lo que queda de 2012 Y en 2013. Pero os invitamos a utilizarlo, especialmente, durante la Semana contra la Pobreza, del 14 al20 de octubre, con la esperanza de que la Palabra de Dios nos mueva por dentro y nos lleve a planteamos otra forma de vida más sencilla y que incluya a todas las personas del mundo, hermanos y hermanas en Cristo.

 

Monición de entrada

¡Queridos hermanos y hermanas!

En cada Eucaristía el Señor reúne a su pueblo y se hace presente entre nosotros, como ocurrió después de su resurrección. Hoy nos reúne en el mundo entero en la Jornada Mundial de la Alimentación y nos confía la misión de luchar contra la pobreza en el mundo. Si la tierra está llena de riquezas es porque están destinadas a todas las criaturas. Dios ha concebido los bienes para que todas se beneficien de ellos, para que todas las personas sean felices y lo alaben.

Por ello, nuestra misión consiste en reorganizar la creación según el Espíritu que nuestro salvador Jesucristo nos ha dado. ¿Por dónde comenzar? Pobres o ricos, todos tenemos que empezar por nosotros mismos, cada cual tiene que corregir su propia relación con las posesiones, con el dinero y con los bienes.

En la Eucaristía de hoy, pidamos por nuestra propia conversión, por la conversión de los espíritus y de los corazones, para que, siendo más dóciles a la enseñanza de Cristo, podamos poner en práctica la Doctrina Social de la Iglesia; construyamos la nueva Jerusalén, convirtiéndonos en piedras vivas en Cristo Jesús.

Preparación Penitencial

Señor Jesús, por tu pasión y muerte tú nos has liberado de la esclavitud del infierno

Señor, ten piedad

Cristo Salvador, Tú que has sanado nuestras enfermedades, mira todas las enfermedades y sufrimientos originados por el amor a las riquezas y los bienes de la tierra.

Cristo, ten piedad

Señor, Tú que has vencido el pecado y la muerte con tu resurrección, mira nuestra resistencia a derribar las estructuras de pecado que contribuimos a consolidar.

Señor, ten piedad

Oración del Celebrante

Dios nuestro Padre, tú que nos has enviado a tu Hijo para que sea el pan de vida eterna, haz que,
saciados de este pan, seamos la sal de la tierra y la luz del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor! Amen

Monición a la primera lectura

Dios nos llena sin medida. Pero El nos advierte que hay un acosa que no tolera y que será para nosotros una fuente de desgracia. Escuchadme viven y comprenderéis lo que Dios nos quiere decir.

Lectura 1: Deut 8, 12-20

Monición a la segunda lectura

Escuchad y ved la obra que Dios ha realizado y la obra de la cual nos hace participar. Dios ha empezado la reunificación de la humanidad reconciliada con todos lo que participamos en la Eucaristía. Supalabra es verdad, escocemos y comprendamos.

Lectura 2: 2 Act 2, 41-47

HOMILÍA

Introducción

Las Naciones Unidas han instituido el 16 de octubre como Jornada Mundial de la Alimentación para alertar de que existen todavía una multitud de personas que padecen hambre, a pesar de vivir en una época de abundancia.

Un grupo de presión en Internet ha promovido una iniciativa para eliminar esta lacra y nos invita a seguirla.

En uno de sus anuncios afirman: Mil millones de personas padecen hambre crónica. En lo que dura este video, dos niños habrán muerto de hambre. Y nos invitan a adherirnos a la iniciativa de firmar la siguiente petición: "Presionad a los responsables políticos para eliminar el hambre. Firmad una petición y promoved acciones allá adonde estéis. Mediante la voz de las Naciones Unidas exhortamos a los gobernantes a dar prioridad absoluta a la erradicación del hambre en el mundo hasta alcanzar este objetivo".

¡Sin ninguna duda hay que hacer algo! Pero ¿Qué? ¿Qué hay que hacer? ¡Esta es la cuestión!

Como se trata de cambiar el mundo, pensamos enseguida en los gobernantes. Según nuestra mentalidad moderna, pensamos en seguida en poner en marcha nuestros medios jurídicos y políticos: o sea nuestros medios humanos, sin pensar en Dios. Nuestras sociedades ya no viven en la fe. Pensamos que los políticos pueden cambiar la marcha de los acontecimientos. Que legislen para poner fin a las hambrunas. Pero, ¿cómo podrán hacer unas leyes que todo el mundo considere justas? Y, aunque pudiesen hacer leyes justas, ¿podrán los
gobiernos aplicarlas y hacerlas respetar? ¿De qué forma podrán hacer aplicar esas leyes, si los ciudadanos tienen motivaciones injustas? Aquí está el verdadero problema: la disposición interior de cada persona. Si hay mucha gente que se complace con las estructuras injustas, dominadas por el afán de beneficio, y la sed de bienes materiales, ¿qué podrán hacer las leyes7

Erradicar el hambre en el mundo no es una cuestión de legislación de los mandatarios. Se trata más bien de promover la justicia, de cambiar nuestro mundo y para eso es preciso cambiar nuestros corazones y mentalidades. Y esto está por encima de los poderes humanos. Por eso hemos de dirigirnos a Dios.

Vivir en la fe significa aceptar, hacer sitio a Dios en mi universo. Vivir en la fe significa vivir con Dios, escucharlo, conocerlo, hablar con Él. iY no vivir como si Él no contara' Como si Él no tuviera importancia alguna, como si no nos hiciera falta acatar sus leyes, aunque nos las proponga.

La fe nos dice que Dios es el primero en querernos y en querer nuestro bien. Respecto a nuestra preocupación actual, Él está dispuesto a ayudarnos a erradicar el hambre; Él nos da sus bienes en abundancia y quiere nuestra felicidad. Es lo que nos enseña su palabra que acabamos de escuchar.

La primera lectura nos enseña: Dios ha puesto a nuestra disposición una buena tierra, llena de recursos naturales. Para aprovechar esta abundancia, solo nos advierte de una condición:

«Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre» (Deut. 8, 11-14).

Nuestros métodos y costumbres consisten en excluir a Dios de nuestra vida diaria. Hoy en día denominamos esta actitud como secularización: ¿Qué tiene que ver Dios con el hambre en la tierra? ¿Produce Él los cereales? ¿Trabaja Él con las cooperativas que abastecen a los grandes almacenes? Y es así como nosotros vamos construyendo nuestro mundo, nuestra economía, nuestra política. Sin Él, sin Dios.

El resultado es que, una vez realizadas estas obras hechas solo con nuestras manos, las encontraremos apagadas y vacías, incapaces de garantizar la justicia, la paz y la felicidad. De esta forma estamos edificando un mundo lleno de riquezas y de abundancia, pero que está también lleno de tristeza. Nuestro mundo es un mundo triste y sin alegría. Le falta la sal de Dios. Nuestros mandatarios, responsables e instituciones no pueden darnos esta alegría.

En el Evangelio, Jesús da de comer en abundancia a una multitud de personas: panes y peces, sobrando 12 cestas. Cuando nos dirigimos a Dios, Él responde con generosidad. Su principal generosidad, lo sabemos muy bien, es Jesucristo en persona. Él se define como el pan que ha descendido del cielo y que da la vida, es decir, que da la felicidad y la alegría.

Él nos ha traído la sal de Dios, para dar el sabor a nuestras obras e instituciones; con Él, nosotros podemos realizar lo que los mandatarios del mundo no pueden hacer: compartir de
forma equitativa, dar sabor y alegría a la vida.

Dirigirnos a Dios no es solamente rezar y tener buenas ideas. Es también trabajar concretamente en una obra que existe desde hace tiempo. Jesús, después de su resurrección, ha puesto en marcha una obra que nosotros estamos buscando: la ciudad de la paz. Y esta ciudad se está edificando. Él ha sido su impulsor con sus enseñanzas. Después de su resurrección, la fe de sus discípulos ha hecho brotar de la tierra una ciudad nueva de fraternidad:

«Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.» (Act. 2,42-45).

Esta es la ciudad de justicia, amor y alegría que estamos buscando. Esta ciudad está en marcha y todos nosotros estamos invitados a trabajar en ella. El texto continua diciendo «y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos». Nosotros somos los que el Señor ha ido añadiendo a la comunidad de los salvados. Esta ciudad no es una ficción del espíritu ni un sueño. Es una comunidad que ha crecido hasta nosotros: la Iglesia. En ella Dios ha reunido a todos los hombres del mundo entero en la justicia, la paz y la alegría. En ella Él ha puesto el corazón y el espíritu nuevo. Si existen mil millones de personas que aún padecen hambre, ciertamente tenemos algo que hacer. Lo primero es cambiar nuestra mentalidad. Debemos mirar hacia adentro y dejarnos penetrar por un Espíritu nuevo.

Las personas necesitan una nueva sabiduría para construir un mundo más justo. ¿Dónde encontrar esta nueva sabiduría? Nosotros, que somos sus discípulos y que _seguimos comunicándonos con Él en la Eucaristía, tenemos la convicción de que, a menos que nos
dejemos llenar del espíritu de Cristo, de sus enseñanzas, y trabajemos en cualquier lugar donde estemos según su Espíritu no habrá justicia ni alegría en la tierra, ni paz entre las naciones. Él es la única sabiduría y la única salvación.

Lo mejor que nosotros podemos hacer de verdad es transformarnos en sal de la tierra en Cristo Jesús, para llevar su sabor allá adonde estemos. Anunciaremos así con nuestra vida y testimonio la buena nueva: ¡la obra de la justicia está en marcha! Esta es nuestra esperanza: itrabajemos por la justicia!

Para cambiar el mundo hay que cambiar a las personas, porque todos los males que padecemos tienen raíces en nuestros corazones.

A nuestro Señor y Salvador Jesucristo que nos ha invitado a trabajar por una ciudad santa sea todo honor y alabanza por los siglos de los siglos. Amén. 

Oración de los Fieles

1. Por el Pueblo de Dios y sus Pastores, el Papa, los obispos, los sacerdotes y diáconos, para que sus enseñanzas iluminen a los cristianos en sus diferentes compromisos de modo que, con su palabra y su vida, sean fuente de riquezas espirituales y morales para nuestro mundo.

2. Por los dirigentes de las naciones para que, inspirados por el Espíritu Santo que vive en los
cristianos y les conduce, se dediquen al bien común de sus pueblos, se preocupen de los pobres y abandonados y les sirvan con abnegación.

3. Por todos los que sufren: pedimos para todos la gracia de creer que Dios les ama a pesar de sus sufrimientos y para que, reconfortados, sean animados por la caridad y den testimonio de alegría y fraternidad sin límite.

4. Por todos los pobres que no tienen lo necesario para curarse, que no tienen nada para comer, que no tienen la posibilidad de enviar a sus niños a la escuela, para que Dios suscite almas generosas que acudan en su ayuda y de esta forma se extienda sobre la tierra la alegría y la fraternidad universal.

5. Por nuestra Asamblea y por todos nuestros hermanos cristianos reunidos en Cristo por la eucaristía en este día, para que seamos, mediante los diferentes compromisos de esta semana, un signo y un medio de concordia y de paz a nuestro alrededor.

Oración después de la comunión:

iSeñor Jesucristo! ¡Tú has hecho de nosotros piedras vivas de la nueva Jerusalén! Danos a los que acabamos de recibir te el don de continuar la obra empezada por los Apóstoles, para dar a los hombres a los que nos envías una ciudad de paz y de alegría. Tú que estás con nosotros hasta el fin de los siglos. Amén


Publicado por verdenaranja @ 17:58  | Liturgia
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Carta pastoral de Mons. Oscar D. Sarlinga, obispo de Zárate-Campana, con motivo del inicio del Año de la Fe (8 de octubre de 2012). (AICA)

Queridos hermanos y hermanas, con amor en Cristo les dirijo estas líneas, tan cercanos ya a la apertura del Año de la Fe

“Puerta” de la fe hacia Jesucristo, a la vez Luz y Camino
Jesucristo es Luz; la fe nos abre la puerta a su misterio, resumido por San Agustín con una bellísima expresión, cuando afirma: “(...) aquéllo que para los ojos del cuerpo es el Sol que vemos, lo es (Cristo) para los ojos del corazón" 1. A la vez, el mismo Cristo, Luz de las gentes, de los pueblos, nos abre la puerta de la fe y nos llama a la perfección del Padre (Cf Mt 5,48). Entonces, los invito a orar, para “ver”, pues viendo el crístico llamado a la perfección, comprenderemos también cómo el Año de la Fe nos incentiva a redescubrir nuestro sentido de pertenencia y nuestra vinculación con la Iglesia, y con el Papa, al cual, en la persona del Apóstol Pedro, del cual es sucesor, ha confiado el ministerio de la unidad eclesial de todos los miembros y su “tensión hacia” la humanidad toda, en el llamado a la evangelización (Cf Mt 16, 18 ss; Lc 10, 16;7). Será una manera en que asumamos mejor, más profundamente, nuestra misión de ser luz y sal, en un mundo, en un entorno humano que las necesita, aunque no siempre lo hace consciente.

El Santo Padre Benedicto XVI, quien nos ha convocado al “Año de la Fe” con la carta apostólica “Porta fidei”, para un encuentro con Jesucristo y el contemplar la belleza de la fe en Él, realiza la apertura solemne el 11 de octubre, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. En unión con él, nosotros, como diócesis, haremos la apertura el día 12, en la festividad de Nuestra Señora del Pilar, e iniciaremos, con toda la Iglesia, un itinerario de fe, que culminará el 24 de noviembre de 2013, en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, el “autor y consumador de nuestra fe” (Heb 12,2). En ese itinerario nos ayudará a todos el profundizar en el Catecismo de la Iglesia Católica, como «auténtico fruto del Concilio Vaticano II». Ya en la dimensión catequética de las actividades en la diócesis, en la “Misión joven” anual, que tanta alegría nos trajo al corazón, y en todo el apostolado, hemos asumido revitalizar el itinerario de vida desde las enseñanzas del Catecismo.

Los signos de los tiempos están, dirijamos nuestra atención a ellos. Muchos signos nos movilizan a ver cómo Dios está actuando en nosotros, en nuestras comunidades, en nuestras vidas. El realismo de la esperanza (la teologal) nos hace ver, “esperanzadamente” todo lo que hay de “maravilloso y dramático” en los tiempos en que nos toca vivir, en el “hoy concreto”. La Iglesia misma es consciente de los desafíos que la difusión de la fe ha de afrontar hoy, siempre vigente, como lo está, la pregunta que el mismo Cristo nos ha formulado, a los hombres de todas las épocas: «Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lc, 18, 8).

Como vuestro Obispo, Pastor, amigo, les hablo, y saben que lo digo de corazón porque podemos afirmar que nos conocemos, cuando nos acercamos a los 7 años de este "caminar juntos" en esta diócesis, luego de mi servicio anterior como obispo auxiliar. Con este espíritu, que tantas veces hemos compartido en nuestros consejos, asambleas, congresos, encuentros, celebraciones, los invito a través de estas líneas, a “mirar más allá”, a mirar “hacia el mar”, a fines de ponernos a navegar, y “navegar mar adentro” tal como nos exhortaba a hacerlo el bienaventurado Papa Juan Pablo II, cual programa para todo el tercer Milenio.

Con convicción, con humildad, los invito también, hermanos y hermanas, a experimentar y valorar cómo la Iglesia nos abraza en este Año de la Fe, muy especialmente, de modo tal que la fe pascual (es decir, la fe de la comunidad pascual, que somos) nos disponga con efusión de gracias divinas a transitar un camino personal y pastoral “en Aquél que es el Camino”. Esa fe pascual nos ilumina para un Camino que durará tanto como el “tiempo de la Iglesia”, e imprime también en nosotros una fuerza sobrenatural, proveniente de lo Alto, y por ello dadora de una fortaleza testimonial, irradiante, incluso hasta el martirio. ¿Tendremos la “osadía” de pedir fortaleza para adentrarnos más y más en ese camino testimonial?

Porque ese camino prosigue, y prosigue pese a todas las cosas negativas que ocurren, importa menos, si en lugar de condenar las tinieblas (aunque sabiendo que existen) encendemos la luz. La fe pascual sigue iluminando, en continuidad, e iluminará mientras prosigan los tiempos hasta que trascendamos “el tiempo”. Nuestras solas fuerzas no bastarán. Sólo la fe puede hacernos vencer el amor a nuestras seguridades humanas, el apocamiento, el instalamiento o incluso la perniciosa acedia (dicha “pereza”, pero habría que profundizar más en lo que significa “acedia”). El orar de verdad nos dará fuerzas para dedicar nuestras vidas a esa "civilización del Amor", por los más pobres, los excluidos, por la educación promotora del ser humano, por la justicia que sane la sociedad desde dentro, por todas las iniciativas verdaderas en pro de la dignidad humana.

La fe nos hace ver que abrazar la “Cruz pascual”, da entrada (abre puerta) en nuestra vida a “la humilde victoria” (Cf 1 Jn 5,14) de vivir en el Espíritu, victoria tan desproporcionada, por otra parte, respecto de nuestra pobreza humana. Sólo la fe puede darnos la fortaleza, la constancia, la perseverancia, la paciencia, para estar dispuestos siempre y en todas partes a “responder” (con el intelecto, con la vida, con el testimonio) a quien nos pida razón, causal, origen, de esa esperanza (aun contra toda “esperanza humana”) que habita en nosotros y que de nosotros ha de irradiar (Cf 1 Pe. 3,15). Es muy importante que cada uno de nosotros, cada uno según su vocación y elección, quiera “responder”, esto es, hacerse “responsable”.

Puerta de la fe y la fidelidad para las obras del Amor
La fe nos da el poder ser fieles, nos hace amar la fidelidad. El Año de la Fe, el segundo convocado por un Pontífice en la historia (habiendo sigo el primero el Año de la Fe de 1968, convocado por S.S. Paulo VI) constituye, pienso, un gesto profético, fiel y magnánimo (palabra que proviene de “alma grande”) puesto que, si estamos dispuestos, confiados y abiertos a la obra del Espíritu, recibiremos gracia tras gracia, para la “consumación de nuestra fe”, la que poseemos, o aquella cuyo aumento imploramos.

¿O no hemos pensado que nuestro testimonio de fidelidad también ayuda a confirmar en la fe a nuestros hermanos? (Cf Luc. 22, 32). La fidelidad es al Amor, como se manifestó Dios a Moisés (Cf. Ex. 3, 14); y Dios es Amor, como nos lo enseña el Apóstol Juan (Cf I Jn 4, 8).

No tengamos miedo (¡recordemos la primera exhortación que nos hiciera Juan Pablo II al salir, como Papa, a la balconada de San Pedro, y asimismo la primera llamada que, en la misma circunstancia, nos hiciera Benedicto XVI!) . Recibiremos gracia tras gracia para profundizar en el “contenido de la fe” que la Iglesia nos propone para creer. Recibiremos gracias para crecer en la fidelidad al Depósito della fe (Cf 1 Tim. 6, 20), ese “depositum” cuyo dinamismo interior moverá nuestras conciencias a profundizarlo, a redescubrirlo como fundamento viviente que podrá dar expansión a nuestra “fe puesta en obra” (el “credere in Deum, de San Agustín).

En lo concreto, en lo práctico de nuestras vidas, me lo digo y los exhorto al mismo tiempo, pongamos cada día más nuestro ánimo, fundados en Cristo, Redentor del hombre, al servicio de la evangelización (de la "nueva evangelización"), y de la “civilización del Amor”. Y esto con ese sentido de “invitación profética”, a la que se refirió el mismo Papa Benedicto, precisamente aludiendo a su predecesor mencionado, cuando destacó “(...) su invitación profética, muchas veces propuesta, a renovar el mundo perturbado por inquietudes y violencias, mediante 'la civilización del amor'”2. Así, como vemos, la fe es “puerta” y “abre puertas” para anunciar el Evangelio “a toda creatura” (Cf Mc 16, 15). Nuestra opción por la Misión, nuestros gestos diocesanos misioneros, y la dimensión misionera de toda nuestra pastoral, más que obras nuestras, son manifestaciones de esa gran “Puerta”.

Fe, esperanza, significa también hacer un acto de confianza. Abrimos la puerta de la fe para ver la Epifanía del Padre, Jesucristo, el Sol de Justicia, quien nos llama a habitar también nosotros, misteriosa y participativamente, “en una luz inaccesible” (Cf 1 Tim. 6, 16), la cual, lejos de aislarnos, nos ilumina, vivifica, protege y guía, porque lo hace con la Iglesia, la germinación y primicia del Reino de Dios, por medio del cual continúan, en la trama de la historia humana, la obra y los dolores de la Redención, y que aspira a su consumación, en la gloria3. Mientras tanto, esa luz “resplandece en el rostro de la Iglesia”4, la cual tiene como misión hacernos partícipes del Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, en la gracia del Espíritu Santo, que le da vida y acción5. La Iglesia santa nos da los sacramentos que emanan de la plenitud de Cristo6; si una “no-plenitud” hay en nosotros, los miembros, proviene de los pecados y de los desórdenes que impiden u obstaculizan la irradiación de esa santidad.7

El Señor nos reformula la pregunta, en este Año de la Fe, también a nosotros, como lo hizo con Pedro: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mc 8, 27-29). Si pedimos la fuerza para responder, como Pedro: «Tú eres el Cristo» dispongámonos también para llevar esa fe a la práctica, pues esa "confesión" exige actos concretos, como señala el apóstol Santiago: «Yo con mis obras, te mostraré la fe» (St. 2,18). Se trata de asimilar más y más la relación de fe y obras, de discernir lo que el Señor quiere cuando "espera" de nosotros, un "testimonio evangelizador" para los demás, los que se sienten alejados, desalentados, sin razones de creer o de esperar, los que se sienten abandonados. Viendo la fe que se hace amor, ellos verán -decía- la “novedad” real de la obra redentora de Cristo (Cf. 2Cor 5,17), y esto con plena conciencia de la soberanía de Dios, quien, a Él solo, le corresponde la iniciativa misericordiosa (cf. 2Cor 5,18-20; Col 1,20-22). Sólo Cristo es "el salvador de su cuerpo” (Ef 5,23) y por consiguiente de cada uno de nosotros. ¿Y nuestra parte, dónde está?. Somos administradores, servidores reconciliados. La paz nos la da Cristo (cf. Ef 2,14), puede ser la ocasión de “degustar” más el Padrenuestro: “venga a nosotros tu Reino.... Hágase tu voluntad”.

Con María, la Madre, puerta de la fe hacia la evangelización, la reconciliación, la perfecta alegría, hasta que el Señor vuelva
Con María Madre de la Iglesia, sintámonos “piedras vivientes” (Cf. 1 P 2, 4-8) del su edificio espiritual, pastoral. La indiferencia no ayuda para nada, y tampoco el fingido distraimiento, el "mirar para otro lado". La actitud profunda, real, vivida, de servicio, es, en cambio, un elemento fundacional de la identidad de los discípulos de Cristo (Cf. Jn. 13,15-17). No todo va a ser fácil, no transitaremos por caminos alfombrados por pétalos de rosa... ¿Quién sueña eso? Debiéramos leer y meditar más a San Pablo, por ejemplo cuando nos dice: «Confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicarles el Evangelio de Dios, entre frecuentes luchas» (1 Ts 2,2,). Luchas, existirán. Pero el carácter viviente de la Tradición nos anima, porque nos guía la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo8. Seamos dóciles a la enseñanza del Espíritu, sintámonos acompañados por María Santísima, la Nueva Eva, la Madre de la Iglesia9, Madre del Cuerpo místico de Cristo, a la vez comunidad visible y comunidad espiritual.

María es, en cierto sentido, “Roca” de piedad, de misericordia, imagen perfecta de la Iglesia. Por ello nos lleva a la fidelidad a la Iglesia, a ayudar a construirla, en especial para con quienes más lo necesitan, los que sufren, los más pobres, aquellos que esperan que Dios les muestre (y que quizá, para ello, esperen más de nuestro testimonio) las bienaventuranzas prometidas por Jesús. Pedro es la Roca. El Papa, que ha convocado el Año de la Fe, en tanto el Sucesor de Pedro es llamado por San Buenaventura el “Vicario de la Roca”. En la Biblia, en la hermosa lengua hebrea, la raíz de “roca” es la misma que la de “fe”, “fidelidad”, “verdad”, e incluso “justicia”, no es el momento de detenernos ahora en ello, sólo recordemos que el Amor pide fidelidad, como le pidió Jesús a Pedro, “Vicarius Petrae” (en la expresión bonaventuriana)10 , como lo prometimos también en tanto comunidad diocesana en la clausura del Año Paulino Jubilar, cuando, antes de concluir la misa, dejamos encendida una llama votiva junto a la imagen de San Pablo.. En esa oportunidad dijimos que uno de los frutos de ese Año Jubilar debía ser la profundización de la «conversión pastoral» de la que habla el Documento de Aparecida, y que esta conversión espiritual comporta, por tanto, dejar de buscarse exclusivamente o principalmente a sí mismo, y, en el decir del Apóstol, «revestirse de Cristo» y entregarse a Él, caminando en una «vida nueva» (Cf Rm 6, 3s). Traigámoslo hoy también al “corazón”, eso es “re-cordar”, la "memoria rencorosa" de nada sirve, al contrario, lo que sirve es la memoria clemente.

Dos grandes testigos, San Pedro y San Pablo nos acompañarán muy de cerca en este Año de la Fe. A ellos les confiamos nuestro Seminario diocesano, que lleva su patronazgo, y les suplicamos también su intercesión, la de la “confesión de fe”, y la del “buen combate”: “He aquí a Pedro, que renueva en los siglos la gran confesión de Cesarea de Filipo; he aquí a Pablo, que desde la cautividad romana deja a Timoteo el testamento más alto de su misión. Repetido ante la Iglesia y ante el mundo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mt. 16, 16); también, como Pablo, sentimos de poder decir: «He combatido el buen combate, terminé mi carrera, he conservado la fe» (2 Tim. 4, 7)”.11

Una última palabra, algo que deseo ardientemente para todos nosotros, en este Año bendito, el que seamos instrumentos de la paz de Cristo (en el espíritu de la "oración simple", atribuida a San Francisco de Asís), que "nos dejemos reconciliar por Dios". Es verdad que en este mundo no abunda la piedad (“pietas”) ni la clemencia, y puede que esto también suceda en los ambientes en que nos toca existir. Pero donde haya odio, pongamos amor, donde haya ofensa, pongamos perdón. Hagámoslo creyendo de veras en la eficacia de la “novedad” cristiana, creamos, primero, que Jesús "hace nuevas todas las cosas". Se manifestará nuestro creer si nos disponemos cada día, con la gracia de Cristo, a “volver a vivir”, “volver a empezar”, aunque hayamos sufrido injuria, detrimento o maleficencia. Más bien, desde la fe, y esperando, incluso “contra toda humana esperanza” incorporemos de verdad a nuestra existencialidad y nuestra espiritualidad la exclamación operante de San Pablo: «vivo yo, pero ya no vivo yo, sino que «Cristo vive en mí» (Gal 2, 20)”. Por Él obtuvimos la reconciliación; entonces, "no tenemos derecho" a que la alegría se vaya de nuestros corazones, de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestras comunidades, y esto así, "hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas" (Hch 3,21).

Todo pasa tan rápido... Todo se pasa, Dios no se muda, como realística y místicamente decía Santa Teresa de Jesús. Un signo de salud espiritual, del buen fruto de este Año, será el vivir la alegría de la fe, "virtud-puerta", como la llama Santo Tomás de Aquino; puerta a horizontes infinitos. Vivámosla con María, la Virgen, que deshace toda la complicada tejeduría con la que el maligno puede intentar enredarnos y así, entristecernos y procurar frustrar, en lo particular, nuestra vocación a la santidad. .

Para ello, seamos "dóciles" ("docilis" es el que se deja enseñar...) Dejémonos, dócilmente, tomar de la mano por María, la creatura más perfecta y la más humilde, la “Virgen poderosa”, Aquélla Mujer, revestida de Sol (Cf Ap 12.1) que “(...) recapitula en sí todas las alegrías; Ella vive la alegría perfecta prometida a la Iglesia”12.

Feliz y Santo Año de la Fe.  


Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana
8 de octubre de 2012

Notas

(1) SAN AGUSTÍN, Sermo 78, 2: PL 38, 490.
(2) Benedicto XVI, Discorso di Sua Santità ai membri dell'Istituto Paolo VI, 3 marzo 2007.
(3) Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8 y 5.
(4) Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo Gaudium et spes, 1
(5) Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 5, 6; Cf Id. Lumen gentium, 7, 12, 50.
(6) Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 7, 11.
(7) Benedicto XVI, Discorso per la presentazione degli auguri natalizi alla Curia romana, 22 dicembre 2011.
(8) Cf CONC. VATICANO II, Cost. Dei Verbum, n. 8, Cf. CONC. VATICANO I, Cost. Dei Filius, cap. 4: DS 3020.
(9) Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 53, 56, 61, 63.
(10) San Buenaventura, Quaet. Disp. De per/. Evang., q. 4, a. 3, de. Quaracchi, V. 1891, p. 195.
(11) Cf Paulo VI, Omelia di Sua Santità nel XV Anniversario dell'incoronazione del Papa, Basilica Vaticana, Solenità dei SS Apostoli Pietro e Paolo, 29 giugno 1978.
(12) Paulo VI, Exh. Apost. “Gaudete in Domino”, IV, La gioia nel cuore dei santi.
Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario


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Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la misa de ordenaciones sacerdotales e inicio del Año de la Fe (Catedral de Rosario, 11 de octubre de 2012). (AICA)

Queridos hermanos:
Después de varios meses de preparación espiritual, iniciamos en nuestra Arquidiócesis de Rosario el Año de la Fe, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI; que él mismo ha inaugurado en este día, y que se extenderá hasta su conclusión en la solemnidad de Cristo Rey del año 2013.

También hoy, he querido unir a esta feliz celebración, las Ordenaciones sacerdotales de tres jóvenes diáconos de nuestra Arquidiócesis, que han recibido su formación en el Seminario arquidiocesano.

1. El Año de la fe se presenta, como una gracia y una ocasión para renovar nuestra conversión a Dios, a través de un encuentro personal con Jesucristo; de tal manera que profundizando el conocimiento de la Palabra de Dios, podamos valorar su riqueza y anunciarla a los demás; sobre todo para que llegue a quienes no conocen a Jesús, o están alejados de Él. Esta adhesión de nuestro corazón a Dios deber ir necesariamente acompañada por la caridad, y con el testimonio de quienes seguimos al Señor.

La Carta Apostólica “Porta Fidei”, que nos señala el camino de este Año de la Fe, nos hace más conscientes de que la sociedad de hoy necesita volver a Dios, ya que se minimiza su presencia en la vida y es profunda la crisis de fe que afecta a muchas personas. De hecho, la fe ya no es un presupuesto obvio de la vida común, e incluso con frecuencia es negado (cfr. Porta Fidei,2).

También la falta de vida moral del hombre de hoy nos inquieta profundamente; pero también esta carencia provienen de la falta de Dios; porque la moral es la respuesta del hombre a Dios que nos interpela en nuestras acciones a lo largo de la vida.

En este sentido, nos aflige la violencia y las muertes, las injusticias y la trata de personas; pero también los escándalos que salen a la luz, sobre todo cuando provienen de quienes son responsables de dar ejemplo o de guiar la fe de una comunidad cristiana. También nos asombran los abortos, que con frecuencia se realizan, porque cercenan en el seno materno una vida por nacer.

Por esta razón, siempre nos va a doler profundamente que se esgrima con satisfacción el número de abortos realizados; porque aún cuando se quieran justificar, siempre hay vidas de por medio que se podrían salvar.

Por ello muchos hombres y mujeres con argumentos de la razón y de la ciencia hicieron oír su voz repetidamente en la sociedad a favor de la vida; a los que se sumaron quienes provienen de nuestra fe cristiana o de otras confesiones religiosas; que no fueron oídos.

No obstante, si bien comprobamos que el mal existe, y hay situaciones dentro y fuera de la vida de la Iglesia que golpean y hacen daño; sin embargo la confianza y la presencia del Señor nunca nos va a faltar. Necesitamos “la conversión y la renovación”; para que “la fe que actúa por el amor” (Ga 5, 6) sea “el criterio de nuestro pensamiento y de nuestra acción” (ib.6).

Como nos dice el Papa: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, del Evangelio, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14” (ib., 3).

Este es precisamente el motivo del Sínodo, sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, que se está realizando en Roma. Confiamos en “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (ib.7). Necesitamos un compromiso misionero, que anuncie con entusiasmo que Dios nos ama, y es el Señor de nuestra vida.

Por ello comprendemos que el comienzo del Año de la fe también coincida con el recuerdo y la actualidad de dos grandes acontecimientos de la vida de la Iglesia: la conmemoración de los cincuenta años transcurridos desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del Beato Juan XXIII (1º de octubre de 1962) y los veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, que nos regaló el Beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992).

2. Que oportuno y providencial celebrar en este día la Ordenación sacerdotal de tres jóvenes diáconos de nuestra Arquidiócesis. Me pareció profundamente significativo y fructífero que estos nuevos sacerdotes ofrezcan en este día su vida a Dios y a la Iglesia, y sea para todos una causa de edificación recíproca. A la vez, esta fecha será para ellos, un motivo de estímulo para vivir el sacerdocio unidos a Jesucristo como un don de la fe.

Agradecemos ante todo a Dios por sus padres, que les dieron la vida, y por sus familias; por sus párrocos y sacerdotes que los acercaron a la fe y a la vocación; por sus formadores a lo largo de estos años. Que Él los recompense siempre con su bendición.

El Evangelio de San Juan, que acabamos de proclamar, es la oración sacerdotal de Jesús al Padre, a quien le agradece por sus discípulos, y le pide que los cuide; para que sean uno, como Él y el Padre son uno.

En esta súplica, Jesús le pide al Padre por la unidad; y en dos de ellas le pide que esta unidad sea para que el mundo crea, para que tengan fe, y reconozca que Jesús ha sido enviado por el Padre.

La unidad en nuestra vida sacerdotal no vine de afuera, ni del mundo (Jesús de Nazaret II, pag.117), sino que viene del Padre, a través del Hijo. Esta unidad sacerdotal solo es posible a partir de Dios y a través de Jesús; para que se vea en nosotros la presencia y la acción de Dios, y el mundo pueda creer. Por eso la unidad se debe hacer visible, como esta tarde al celebrar la Eucaristía, en el sacrificio de la Misa, para que por este gran ”Misterio de la fe” el mundo crea en la verdad (ibidem, pg.118).

Por esto, al iniciar el Año de la Fe, damos prueba y celebramos la unidad, que es testimonio de fe, ya que solo se funda en la fe en Dios; y de este modo también es misión; para que, quienes no conocen a Jesús, por la gracia se dispongan a recibirlo.

Queridos jóvenes, en la vida sacerdotal, que ustedes van a vivir, la fe se manifiesta en el amor a la celebración de la Misa y a la adoración a la Eucaristía, que nos invitan a entrar en el misterio de Dios, y manifiestan el amor del Señor por nosotros. Celebren cada día la misa devotamente, de tal manera que tanto ustedes como los demás cristianos puedan gozar de los frutos que brotan del sacrificio de la Cruz (cfr. Mysterium Fidei, 4).

También la Palabra de Dios tiene un lugar sobresaliente en la vida del sacerdote: la lectura personal, la meditación,… hasta la homilía son expresiones que reflejan que el sacerdote es creyente y es creíble, cuando anuncia esta fe, que nace del misterio de Dios. Recuerden que la liturgia es el lugar privilegiado para la proclamación, la escucha y la celebración de la Palabra de Dios (cfr. Verbum Domini, 72)

Igualmente en la vida sacerdotal debe sobresalir la caridad, el amor de Cristo, que hace visible la fe del sacerdote. Él debe estar cerca de los que sufren y atribulados, aliviar a los enfermos con las medicinas de Dios y ser misericordioso con los agobiados y afligidos. Siempre colaboren con caritas y ayuden a los necesitados.

Todo esto supone crecer en la propia fe y en la adhesión a Jesús, sobre todo por medio de los sacramentos que celebren y por la vida de oración. En especial la Liturgia de las Horas, debe ser una misión primordial del sacerdote, ya que han recibido de la Iglesia el mandato de celebrarla, pidiendo por ustedes y por tantas necesidades por las que pueden pedir cada día.

Sabemos que la ordenación sacerdotal debe tomar toda nuestra vida, nuestra persona y nuestro corazón. Tenemos conocimiento que cuando el tiempo de nuestra vida no es de Dios y para las cosas de Dios, cuando nuestra entrega sacerdotal es intermitente, y tiene permanentes vacíos, también nuestra vocación puede empezar a debilitarse o es prueba que ya se ha debilitado. Estamos llamados a ser hombres apasionados de Cristo, porque llevamos en nuestro corazón la fe y su amor.

Y finalmente, ahora que van a ser sacerdotes; los invito a renovar su devoción a la Madre de Dios, a la Madre y Reina Sma. del Rosario, cuya fiesta celebramos con tanto fervor en estos días. A Ella le suplicamos: “Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”…y “muéstranos a Jesús”. Así sea. 


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Lunes, 15 de octubre de 2012

Palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus el domingo 14 de octubre de 2012 dirigidas a los fieles y a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro en Roma.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo (Mc 10,17-30) lleva como tema principal el de la riqueza. Jesús enseña que para un rico es muy difícil entrar en el Reino de Dios, pero no es imposible; en efecto, Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien tiene necesidad, con los pobres, es decir, a entrar en la lógica del don. En este modo se coloca sobre el camino de Jesucristo, el cual -como escribe el apóstol Pablo- «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9).

Como muchas veces sucede en los Evangelios, todo inicia de un encuentro: el de Jesús con un hombre que «poseía muchos bienes» (Mc 10,22). Él era una persona que desde su juventud observaba con fidelidad todos los mandamientos de la Ley de Dios, pero que no había encontrado la verdadera felicidad; y por esto le pregunta a Jesús sobre cómo hacer para «para heredar la Vida eterna» (v. 17). Por una parte él se siente atraído, como todos, por la plenitud de la vida; por la otra, estando acostumbrado a contar sobre sus propias riquezas, piensa que también la vida eterna se pueda de alguna manera «adquirir», tal vez observando algún mandamiento especial.

Jesús comprende el deseo profundo que hay en aquella persona, y -señala el evangelista- posa su mirada llena de amor sobre de él: la mirada de Dios (cfr v. 21). Pero Jesús, también comprende cual es el punto débil de aquel hombre: y es el de su apego a sus muchos bienes; y por ello le propone de darlo todo a los pobres, de modo que así, su tesoro -y por lo tanto su corazón- ya no esté más sobre la tierra, sino en el cielo, y añade, «ven y sígueme» (v. 22). Aquel tal, sin embargo, en vez de acoger con gozo la invitación de Jesús, se fue apenado (cfr v.23), porque no es capaz de despegarse de sus riquezas, que nunca podrán darle la felicidad y la vida eterna.

Es a este punto que Jesús da a sus discípulos -y también a nosotros hoy- su enseñanza: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» (v. 23). Ante estas palabras, los discípulos permanecieron desconcertados; y todavía más aún después de que Jesús hubo añadido: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Pero, viéndolos atónitos les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible» (cfr vv. 24-27).

Así comenta San Clemente de Alejandría: «Que esta parábola enseñe a los ricos que no deben descuidar su salvación como si ya fuesen sido condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender en algún modo a usar la riqueza y procurarse la vida» (¿Quién será el rico que se salvará? Tratado, 27, 1-2). La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas, que han usado los propios bienes en modo evangélico, alcanzando también ellos la santidad. Pensemos en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o san Carlos Borromeo. Que la Virgen María, Sede de la Sabiduría, nos ayude para acoger con gozo la invitación de Jesús, para entrar en la plenitud de la vida.

©Librería Editorial Vaticana


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Con motivo del Año de la fe, convocado por el santo padre Benedicto XVI para la Iglesia universal, el cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, dirigió un Mensaje a todos los presbíteros.

Mensaje a los Sacerdotes con ocasión de la inauguración del Año de la fe

Queridísimos Hermanos:

el próximo 11 de octubre el Santo Padre Benedicto XVI, con una solemne concelebración, inaugurará el Año de la Fe, dedicado con ocasión del Cincuentenario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y del Vigésimo Aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Se trata de dos eventos de extraordinaria importancia, que están íntimamente unidos: el Concilio, en efecto, es interpretado auténticamente por el Catecismo y este último es, realmente, el "Catecismo del Concilio" al que es necesario acudir siempre, para poner en práctica las auténticas reformas que el Espíritu Santo sugirió a la Iglesia y que los Padres conciliares señalaron con autoridad en los Textos de aquella noble reunión.

Los sacerdotes, en toda circunstancia y cualquiera que sea el ministerio que les han confiado los respectivos Ordinarios, deben siempre considerarse "en cura de almas", y es parte integrante de tal cura animarum, el ejercicio testimonial y doctrinal del Munus docendi.

A cada uno de nosotros, queridos hermanos, se nos ha confiado la correcta hermenéutica de los Textos del Concilio Ecuménico Vaticano II, los cuales, a distancia de cincuenta años, mantienen su carácter profético pneumático y reclaman ser conocidos en la continuidad de la Tradición eclesial y en el anhelo de Reforma del que son eco y horizonte a la vez. El mejor modo, pues, de llevar a la práctica las enseñanzas conciliares es hacer conocer el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento seguro de referencia doctrinal y moral.

La Congregación para el Clero quiere ofrecer mensualmente, en el Año de la Fe, algunas pautas de reflexión para la formación permanente, con el deseo de que, dándole prioridad a la fe y a las consecuencias existenciales del encuentro íntimo, personal y comunitario con el Resucitado, se pueda sostener el perenne redescubrimiento de lo que somos como sacerdotes y el consiguiente valor de nuestras acciones.

Es en el horizonte de la fe donde deben verse todos las acciones sacramentales del Sacerdote, el cual en la Iglesia y en nombre de Cristo Señor nuestro, se actúa la salvación ofrecida a todos los hombres. Sin este horizonte dilatado "hasta el Cielo", está siempre latente el peligro de un funcionalismo mundanizante, que corre el riesgo de pretender afrontar con medios y criterios meramente humanos, los desafíos de nuestro tiempo.

El verdadero desafío, por el contrario, es el que Cristo Resucitado y su Cuerpo, que es la Iglesia, lanzan al mundo desde hace dos mil años: un desafío de amor, de verdad y de paz, de auténtica realización y de profunda y real humanización del mundo.

Con el augurio de un intenso, apasionado y fecundo Año de la Fe, invoco de corazón, para cada uno, la protección de la Santísima siempre Virgen María, Reina de los Apóstoles y Madre de la Iglesia, y bendigo de corazón a todos y a cada uno.

+ Cardenal Mauro Piacenza
Prefecto de la Congregación para el Clero


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S?bado, 13 de octubre de 2012

Carta de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús con motivo de la apertua del Año de la Fe (5 de octubre de 2012). (AICA)

A los queridos pastores y fieles de la diócesis de Avellaneda-Lanús:
El Santo Padre Benedicto XVI ha querido proclamar para toda la Iglesia, desde el 11 de octubre de 2012 hasta el 24 de noviembre de 2913, el "Año de la Fe". Nosotros, adhiriendo jubilosamente a la iniciativa del Santo Padre, lo iniciaremos solemnemente en nuestra Diócesis de Avellaneda-Lanús, el lunes 15 de Octubre en la Fiesta de nuestra Patrona Secundaria Santa Teresa de Jesús. A las 19 hs. nos reuniremos en el Capilla Santa Teresa (Melo y Llavallol, Lanús Oeste) e iremos en procesión, manifestando públicamente nuestra fe, hasta la Parroquia San Judas Tadeo (2 de Mayo 2938) donde celebraremos como Pueblo de Dios: obispo, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y fieles laicos la Santa Misa a las 20 hs.

¿Qué significa celebrar solemnemente este gran acontecimiento? El Papa invita a una "auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año, por una parte, es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo" (Porta Fidei) y por otra parte, como decía el Santo Padre, en la homilía de inicio de su Pontificado (24/4/2005): "La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida y la vida en plenitud".

El inicio del Año de la fe, está vinculado a la conmemoración del 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II realizada por el Beato Papa Juan XXIII el 11 de octubre de 1962. Este acontecimiento, histórico para la Iglesia y para el mundo, debe estar vivo en medio de la Iglesia, ya que, como decía el Beato Juan Pablo II, "es una gracia grande de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX" "Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza" (Novo Millenio Ineunte, 6/1/2001) Y a su vez, el querido Papa Benedicto XVI nos anima a ser concientes de que "si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia".(Discurso a la Curia Romana, 22/12/2005).

¿Quién de nosotros puede decir que ya llegó en el camino de la madurez de la vida cristiana? O ¿Quién de nosotros puede permanecer satisfecho y pensar que estamos viviendo en la mejor de las épocas? Pienso que todos debemos reconocer que tenemos que ponernos de nuevo en camino: para que la luz de Cristo resucitado brille de nuevo en nuestras vidas y para que escuchemos religiosamente de nuevo la Palabra de Dios y nos alimentemos con el Cuerpo del Señor en la Eucaristía, para trasmitir esta fe viva que recibimos con fidelidad, verdad, amor y entusiasmo.

Hagámonos esta pregunta: Iglesia de Avellaneda-Lanús, ¿Qué dices de ti misma?, ¿Cómo vives la experiencia del Dios vivo, del crucificado y del resucitado? ¿En qué gastas las energías? ¿Con qué convicciones vives la novedad de la fe? ¿Cómo la profesas, cómo la celebras, cómo la vives, y cómo rezas?

A esto estamos invitados y a esto nos queremos comprometer. Empecemos por nuestras vidas, por nuestras familias, por nuestras comunidades y movimientos e incidamos también así en el bien común de toda la sociedad. Recordemos que la actitud de escucha nos lleva al testimonio y al anuncio.

Que María, la Virgen de la Asunción, nos ayude a hacer lo que el Señor nos diga y que Santa Teresa nos aliente a vivir en profundidad las raíces de nuestra fe.

A todos y cada uno de ustedes y a sus comunidades, los invitamos, los esperamos y los bendecimos, "fijos los ojos en Jesús, Autor y Consumador de nuestra Fe" (Hb 12,2), en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanñus
Avellaneda, 5 de octubre de 2012


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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Con motivo de la Jornada Misionera Mundial, que este año se celebra el domingo 21 de octubre, la Agencia Fides presenta algunas estadísticas escogidas para ofrecer un cuadro panorámico de la Iglesia misionera en el mundo. Las tablas se han extraído del último «Anuario Estadístico de la Iglesia» publicado, (actualizado al día 31 de diciembre de 2010) y conciernen a los miembros de la Iglesia, sus estructuras pastorales, las actividades en el campo sanitario, asistencial y educativo. Entre paréntesis está indicada la variación, aumento (+) o disminución (-) con respecto del año anterior, según la comparación efectuada por la Agencia Fides.

Población mundial
Al 31 de diciembre de 2010 la población mundial era igual a 6.848.550.000 personas, con un aumento de 70.951.000 unidades respecto al año anterior. El aumento global este año también concierne a todos los continentes: el aumento más consistente es en Asia (+40.510.000) y África (+22.144.000), seguidos por América (+5.197.000); Europa (+2.438.000) y Oceanía (+662.000).

Católicos
En la misma fecha del 31 de diciembre de 2012, el número de católicos era igual a 1.195.671.000 unidades con un aumento total de 15.006.000 personas con respecto al año anterior. El aumento interesa a todos los continentes,y es más marcado en África (+6.140.000), América (+3.986.000) y Asia (+3.801.000); seguidos por Europa (+894.000) y Oceanía (+185.000).
El porcentaje de los católicos ha crecido globalmente del 0,04%, situándole al 17,46%. Con respecto a los continentes, se han registrado aumentos por todas partes, excepto en Europa: África (+0,21); América (+0,07); Asia (+ 0,06); Europa (-0,01); Oceanía (+0,03).

Habitantes y católicos por sacerdote
El número de los habitantes por sacerdote también ha aumentado este año, complesivamente de 123 unidades, alcanzando la cuota de 13.277. La distribución por continentes ve incrementos en África (+40); América (+40); Europa (+31) y Oceanía (+57); disminuciones en Asia (-730).
El número de católicos por sacerdote ha aumentado complesivamente de 24 unidades, alcanzando el número de 2.900. Se registran aumentos en todos los continentes,mientras que la única disminución, aunque pequeña, este año también se registra en Asia: África (+64); América (+30); Asia (-1); Europa (+11); Oceanía (+17).

Circunscripciones eclesiásticas y estaciones misioneras
Las circunscripciones eclesiásticas son 10 más con respecto al año precedente, llegando a 2.966, on nuevas circunscripciones creadas en África (+4), América (+3), Europa (+2), Asia (+1). En Oceanía no se ha creado ninguna circunscripción. Las estaciones misioneras con sacerdote residente son complesivamente 2.057 (207 más con respecto al año anterior) y registran aumentos en América (+26), Asia (+391) y Europa (+8). Disminuciones en África (-204) y Oceanía (-14). Las estaciones misioneras sin sacerdote residente han aumentadas en total de 2.734 unidades, alcanzando el número de 133.682. Los aumentos conciernen a todos los continentes excepto Asia (- 2.186): África (+685), América (+4.109), Europa (+79) y Oceanía (+47).

Obispos
El número de los Obispos en el mundo ha aumentado de 39 unidades, alcanzando el número de 5.104. complesivamente aumentan los Obispos diocesanos mientras que los religiosos disminuyen. Los Obispos diocesanos son 3.871 (43 más con respecto al año anterior), mientras que los Obispos religiosos son 1.233 (4 menos). El aumento de los Obispos diocesanos se refiere a todos los continentes excepto Oceanía (-4): África (+13), América (+22), Asia (+11), Europa (+1). Los Obispos religiosos aumentan en África (+3), Asia (+1) y Oceanía (+1); disminuyen en América (-7) y Europa (-2).

Sacerdotes
El número total de sacerdotes en el mundo ha aumentado de 1.643 unidades con respecto al año anterior, alcanzando una cuota de 412.236. Se señala de nuevo una disminución en Europa (- 905), mientras que los aumentos se dan en África (+761), América (+40), Asia (+1.695) y Oceanía (+52). Los sacerdotes diocesanos en el mundo han aumentado globalmente de 1.467 unidades, alcanzando el número de 277.009, con aumentos en África (+571), América (+502), Asia (+801) y Oceanía (+53) y todavía una disminución en Europa (- 460). Los sacerdotes religiosos también han aumentado de 176 unidades y son 135.227. Señalan un aumento, como en los últimos años, África (+190) y Asia (+ 894), mientras que las disminuciones afectan a América (-462), Europa (-445) y Oceanía (-1).

Diáconos permanentes
Los diáconos permanentes en el mundo han aumentados de 1.409 unidades, alcanzando el número de 39.564. El aumento más consistente se confirma una vez más en América (+859) y Europa (+496), seguidas por Asia (+58) y Oceanía (+1), una única disminución en África (- 5). Los diáconos permanentes diocesanos en el mundo son 39.004, con un aumento total de 1.412 unidades. Crecen en todos los continentes excepto en África (- 6) y Oceanía (sin variaciones): América (+863), Asia (+60), Europa (+495). Los diáconos permanentes religiosos son 560, disminuidos en 3 unidades con respecto al año anterior, con pequeños aumentos en áfrica (+ 1), Europa (+ 1), y Oceanía (+1), disminuciones en América (-4) y Asia (-2).

Religiosos y religiosas
Los religiosos no sacerdotes han disminuido globalmente de 436 unidades llegando al número de 54.665. Los aumentos se registran en África (+254), Asia (+411), Europa (+17) y Oceanía (+15). Mientras que disminuyen sólo en América (-261). Se confirma la tendencia de la disminución global de las religiosas (-7.436) que son complesivamente 721.935, repartidas así: este año también aumentos en África (+1.395) y Asia (+3.047), las disminuciones en América (-3.178), Europa (-8.461) y Oceanía (-239).

Institutos seculares
Los miembros de los Institutos seculares masculinos son en total 747, con un aumento global de 10 unidades. A nivel continental crecen África (+3) y Europa (+17); disminuyen América (-9) y Asia (-1), Oceanía sin variaciones.
Los miembros de los Institutos seculares femeninos en cambio han disminuido también este año, complesivamente de 207 unidades, por un total de 26.053 miembros. Aumentando en África (+14), Asia (+32) y Oceanía (+5), mientras que los demás continentes están en disminución: América (-84) y Europa (-174).

Misioneros laicos y catequistas
El número de Misioneros laicos en el mundo es de 335.502 unidades, con un aumento global de 15.276 unidades y aumentos en África (+1.135), América (+14.655), Europa (+1.243) y Oceanía (+62); la única disminución en Asia (-1.819).
Los Catequistas en el mundo han aumentado en total de 9.551 unidades alcanzando una cuota de 3.160.628. Los aumentos se registran en América (+43.619), Europa (+5.077) y Oceanía (+393). Mientras que las disminuciones en África (-29.405) y Asia (-10.133).

Seminaristas mayores
El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos, también ha aumentado este año. Globalmente son 1.012 más los candidatos al sacerdocio, que han alcanzado el número de 118.990. Los aumentos como ya ocurrió en años anteriores se registran en África (+752) y en Asia (+513), a los que se añade este año América (+ 29), mientras que disminuyen también este año en Europa (-282). Oceanía no registra cambios.
Los seminaristas mayores diocesanos son 71.974 (+755 con respecto al año anterior) y los religiosos 47.016 (+257). Para los seminaristas diocesanos los aumentos se refieren a África (+545), América (+ 136) y Asia (+538), las disminuciones se dan en Europa (-442) y Oceanía (-22). Los seminaristas religiosos aumentan en África (+207), Europa (+160) y Oceanía (+22) y disminuyen en América (-107) y Asia (-25).

Seminaristas menores
El número total de seminaristas menores, diocesanos y religiosos, ha disminuido de 1.683 unidades, alcanzando el número de 102.308. Han aumentados complesivamente en África (+213) y Asia (+400), mientras que han disminuido en América (-1.033), Europa (- 1.206) y Oceanía (-57).
Los seminaristas menores diocesanos son 78.007 (-1.135) y los religiosos 24.301 (-548). Para los seminaristas diocesanos la disminución se registra en América (-704), Europa (-855) y Oceania (-67), mientras que crecen en África (+75) y Asia (+416). En cambio los seminaristas religiosos están en disminución en América (-329), Asia (-16) y Europa (- 351), mientras que crecen en África (+138) y Oceanía (+10).

Institutos de instrucción y educación
En el campo de la instrucción y la educación la Iglesia administra en el mundo 70.544 escuelas infantiles frecuentadas por 6.478.627 alumnos; 92.847 escuelas primarias para 31.151.170 alumnos; 43.591 institutos secundarios para 17.793.559 alumnos. Además sigue 2.304.171 alumnos de las escuelas superiores y 3.338.455 estudiantes universitarios. La comparación con el año anterior muestra un aumento de las escuelas infantiles (+ 2.425) y una disminución de alumnos (-43.693); un ligero descenso de las escuelas primarias (-124) y un aumento de los alumnos (+178.056); aumentan los institutos de secundaria (+1.096) y sus estudiantes (+678.822); aumentan también los estudiantes de las escuelas superiores (+15.913) y los universitarios (+63.015).

Institutos sanitarios, de beneficencia y asistencia
Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia comprenden: 5.305 hospitales con mayor presencia en América (1.694) y África (1.150); 18.179 dispensarios, la mayor parte en América (5.762), África (5.312) y Asia (3.884); 547 leproserías distribuidas principalmente en Asia (285) y África (198); 17.223 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos la mayor parte en Europa (8.021) y América (5.650); 9.882 orfanatos de los que casi un tercio están en Asia (3.606); 11.379 jardines de infancia; 15.327 consultorios matrimoniales distribuidos en gran parte en América y (6.472); 34.331 centros de educación o reeducación social y 9.391 instituciones de otros tipos, la mayor parte en América (3.564) y Europa (3.159).
Circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos
Las circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Cep) son en total 1.103. La mayoría están en África (502) y en Asia (476). Seguidas de América (79) y Oceanía (46).

Links:
El texto completo del Especial de Fides
http://www.fides.org/spa/documents/Estadisticas2012.doc


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Texto de la homilía del Papa en el inicio del Año de la Fe, el jueves 11 de octubre de 2012 en la plaza de San Pedro, a los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II.

Venerables hermanos,
queridos hermanos y hermanas
Hoy, con gran alegría, a los 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, damos inicio al Año de la fe. Me complace saludar a todos, en particular a Su Santidad Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, y a Su Gracia Rowan Williams, Arzobispo de Canterbury. Un saludo especial a los Patriarcas y a los Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales, y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. Para rememorar el Concilio, en el que algunos de los aquí presentes - a los que saludo con particular afecto - hemos tenido la gracia de vivir en primera persona, esta celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos: la procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición. Estos signos no son meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia.

El Año de la fe que hoy inauguramos está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del 2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre. Estos dos Pontífices, Pablo VI y Juan Pablo II, convergieron profunda y plenamente en poner a Cristo como centro del cosmos y de la historia, y en el anhelo apostólico de anunciarlo al mundo. Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos, «el que inició y completa nuestra fe» (12,2).

El evangelio de hoy nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

El Concilio Vaticano II no ha querido incluir el tema de la fe en un documento específico. Y, sin embargo, estuvo completamente animado por la conciencia y el deseo, por así decir, de adentrase nuevamente en el misterio cristiano, para proponerlo de nuevo eficazmente al hombre contemporáneo. A este respecto se expresaba así, dos años después de la conclusión de la asamblea conciliar, el siervo de Dios Pablo VI: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas. Bastaría recordar [algunas] afirmaciones conciliares... para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, en sintonía con la tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, a aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia» (Audiencia general, 8 marzo 1967). Así decía Pablo VI.

Pero debemos ahora remontarnos a aquel que convocó el Concilio Vaticano II y lo inauguró: el beato Juan XXIII. En el discurso de apertura, presentó el fin principal del Concilio en estos términos: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz... La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina... Para eso no era necesario un Concilio... Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (AAS 54 [1962], 790. 791-792).

A la luz de estas palabras, se comprende lo que yo mismo tuve entonces ocasión de experimentar: durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible. Por esto mismo considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.

Si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depisito de la fe que Cristo le ha confiado. Los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y sí se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban. En cambio, en los años sucesivos, muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad.

Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos. También la iniciativa de crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización, al que agradezco su especial dedicación con vistas al Año de la fe, se inserta en esta perspectiva. En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.

Venerados y queridos hermanos, el 11 de octubre de 1962 se celebraba la fiesta de María Santísima, Madre de Dios. Le confiamos a ella el Año de la fe, como lo hice hace una semana, peregrinando a Loreto. La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización. Que ella nos ayude a poner en práctica la exhortación del apóstol Pablo: «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente... Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Amén


Publicado por verdenaranja @ 23:22  | Habla el Papa
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Viernes, 12 de octubre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo veintiocho del Tiempo Ordinario  - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 28º del T. Ordinario B 

Aquel joven que nos presenta el Evangelio de este domingo, era muy bueno. Cuando Jesús le dice que para heredar la vida eterna, tiene que cumplir los mandamientos, le responde: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Es lógico que Jesús se quedara mirándolo con cariño. Y como signo de su amor, le invita dar un paso más radical en su seguimiento y le dice: “Una cosa te falta: Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego sígueme”. Pero no aceptó el reto de Jesús y se fue pesaroso porque era muy rico.

Pero a lo largo de la historia ha habido y hay jóvenes que no se marchan, que aceptan gozosos la invitación. Comenzando por los apóstoles. Por eso, “Pedro comienza a decirle al Señor: Ya ves que  nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Y después de los apóstoles, son muchos, muchísimos, los chicos y las chicas que lo dejan todo para seguir a Jesucristo y entregarse al servicio de la Iglesia como sacerdotes, misioneros, religiosos y religiosas…, que atienden tantas tareas en la vida de la Iglesia. Con frecuencia los encontramos trabajando, incluso, con los más pobres de entre los pobres de la tierra.

¡Cuántos ejemplos podríamos presentar! Ellos y ellas pueden decir lo que escuchamos en la primera lectura: “Vino a mí un espíritu de sabiduría: La preferí a los cetros y a los tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro”.

A cuánto puede comprometernos Palabra de Dios que en la segunda lectura se nos presenta como “más tajante que espada de doble filo…” Lo cierto es que a todos, jóvenes y mayores el Señor nos llama a cimas cada vez más altas en su seguimiento. De este modo, comprendemos que nunca podemos pararnos e instalarnos en ningún tipo de mediocridad pensando: “Tranquilo, ya está bien, ya cumples”. La cuestión está en que  no podemos contentarnos con ser buenos, porque el Señor nos llama a ser santos.

¡Cómo cambia la perspectiva de nuestra vida cuando nos hacemos estos planteamientos!

Y además de todo eso, Jesús nos pone en guardia sobre el peligro de las riquezas. No porque los bienes de la tierra sean  malos, sino porque se pueden usar mal; y, de hecho, con frecuencia, se usan mal, hasta convertirlos en dioses, especialmente, “el dios dinero”.

Jesús se refiere, en concreto, a "los que ponen su confianza en el dinero". S. Pablo nos advierte del peligro de “la avaricia, que es una idolatría” (Col, 3, 5). Nos sentimos fuertes  ante  Dios, prescindimos de Él y llegamos a vivir contra de Él.

En definitiva, no olvidemos que donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. (Mt 6, 21) ¡Y el corazón es lo fundamental! Se trata de mantener nuestra capacidad de valorar realidades que están más allá del dinero y de lo puramente material.


Publicado por verdenaranja @ 21:53  | Espiritualidad
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DOMINGO 28º DEL T. ORDINARIO B

 MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

En la Lectura que ahora escucharemos, se hace un elogio de la sabiduría divina, poniéndola por encima de la salud, la belleza, el dinero y el poder. Para los cristianos Jesucristo es la Sabiduría.

 

SEGUNDA LECTURA

         Continuando con la lectura de la Carta a los Hebreos, se nos enseña hoy en pocas palabras, la eficacia y la fuerza tan extraordinaria que tiene la Palabra de Dios, capaz de penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser.

 

TERCERA LECTURA

         En el Evangelio que vamos a escuchar, constatamos cómo la Palabra de Dios puede comprometernos hasta límites insospechados.

         (Pero antes de escuchar el Evangelio cantemos, de pie, el aleluya).

 

COMUNIÓN

         En la Comunión nos encontramos con Jesucristo, que es alimento y fuerza para progresar su seguimiento.

         Pidámosle que nos ayude a cumplir cada día con mayor perfección su Palabra, de modo que nos sintamos siempre ricos poseyéndole a Él.


Publicado por verdenaranja @ 21:46  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio  Pagola al evangelio del domingo veintiocho del Tiempo Ordinario - B.

CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS 

         Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.

         Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".

         Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme". El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.

         El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.

         La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.

         Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?

¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

         Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría. 

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
 14 de octubre de 2012
28 Tiempo ordinario (B)
Marcos 10, 17-30


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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Agencia Fides del 10 de octubre de 1962 comentando la intención misionera, publicó, con el lenguaje proprio de la época, las esperanzas del mundo misionero en la vigilia de la apertura del Concilio.

El mundo misionero en la apertura del Concilio: esperanzas de nuevas energias para las misiones

"El Concilio Ecuménico Vaticano II ya es una realidad que presenta una catacterística particular debido a la presencia de unos 600 Obispos provenientes de los territorios de misión. Es la primera vez en la historia de la Iglesia que tantos Pastores, directamente responsables de la conversión de los infieles, se reunen en torno al Vicario de Cristo, y en contacto inmediato con los Obispos de la cristiandad a otros territorios que albergan al mayor numero de católicos. En los países que los nuevos Apóstoles representan en el Concilio, viven sólo unos pocos millones de católicos y más de un tercio de la población mundial, que hoy ha superado el hito de tres mil millones de habitantes. África, Asia y Oceanía están a la espera de escuchar la gran voz del Evangelio que lleve en masa a sus gentes a los pies del Divino Redentor. La presencia de los Obispos misioneros en las sesiones conciliares manifiestan a todo el mundo, que es católico desde hace siglos y especialmente a sus Pastores, esta trágica situación, poniendo todo el episcopado en contacto inmediato con los problemas de la Iglesia universal...
Uno de los frutos principales que todos esperan del Concilio es una participación más numerosa de todo el mundo católico en la obra de las misiones. Hasta ahora, la escasez de misioneros ha impedido el poder recoger una cosecha más abundante. Nadie espera soluciones milagrosas, pero si el clero, Obispos y sacerdotes de los países cristianos, fuesen invitados a propagar con mayor celo el espíritu misionero, tal vez las vocaciones serían más numerosas para dar un nuevo impulso a la Iglesia misionera. Si nuestra cristiandad fuese educada en el futuro en un sentido más claramente apostólico, no sólo en las familias, sino también en las diócesis e institutos religiosos, se podría reclutar nuevos heraldos del Evangelio...
Se espera que el Concilio aporte una contribución a la santa causa de las misiones. Según las palabras del Sumo Pontífice, el objetivo primordial e inmediato del Concilio es presentar la Iglesia al mundo en su peredne vigor de vida y de verdad y con su legislación actualizada a las circunstancias presentes. Estos votos se refieren de forma particular a los territorios de misión, donde el clima y el temperamento y los hábitos de las personas son muy diferentes de los otros ambientes cristianos. Por lo tanto es posible estar seguros de que del Concilio se emanarán normas y directrices que permitan una aplicación real y práctica de los principios de adaptación con el fin de presentar la Iglesia sin que sea ajena o parezca separada de esos elementos particulares, con piedad celosa y fiereza comprensible, custodiada por cada pueblo y considerada como un patrimonio privado". (SL) (Agencia Fides 11/10/2012)


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Mi?rcoles, 10 de octubre de 2012

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - De las noticias de la Agencia Fides del 17 de octubre de 1962 resulta que en la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II (es decir, el 11 de octubre de 1962), dependían de la entonces "Sacra Congregación de Propaganda Fide" un total de 751 circunscripciones eclesiásticas (Archidiócesis, diócesis, abadías territoriales, Vicariatos Apostólicos, Prefecturas Apostólicas, Misiones sui juris), repartidas de la siguiente manera: 257 en África, 81 en América, 334 en Asia, 19 en Europa, 60 en Oceanía. Hoy, a 10 de octubre de 2012, están encomendadas a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos 1.103 circunscripciones eclesiásticas, desglosadas de la siguiente manera: 502 en África, 79 en América, 476 en Asia, 46 en Oceanía.

El mundo misionero en la apertura del Concilio: los territorios confiados a "Propaganda Fide"

La Agencia Fides dedico la publicación del 4 de agosto de 1962 a una panorámica sobre "El Año Misionero 1961-1962" de donde podemos extraer información relativa a la Iglesia en África y Asia.

"AFRICA - La situación política en África ha cambiado mucho en los últimos dos años; muchas antiguas colonias o territorios bajo mandato se han convertido en países independientes. Aunque el paso del poder se ha producido la mayoría de las veces en la calma, los cambios han tenido su impacto en las misiones, y donde se han producido disturbios, ha habido daños. Ha disminuido la llegada de nuevos misioneros, mientras que el personal que se ha quedado aquí ahora está sobrecargado de trabajo. A 30 de junio de 1961, los católicos de los territorios confiados a la S. C. de Propaganda Fide eran unos 22 millones en comparación con los 17.740.000 del 1959. En el mismo periodo de tiempo, los sacerdotes que trabajan en los mismos territorios pasaron de 12.000 a 12.500; los religiosos de 4.680 a 4.800; las religiosas de 21.400 a 22.000. Esto significa que la urgencia de sacerdotes, religiosos y religiosas, tanto extranjeros como nativos, aumenta cada día, no sólo para llevar la luz del Evangel io a millones de hombres que aún no lo han recibido, sino también para profundizar la vida cristiana de los católicos...
Los misioneros laicos son tan numerosos que ya no se menciona la llegada individual de cada uno de ellos en África, un continente en el que su número está en continuo aumento... En muchos países africanos, los católicos del lugar se han unido a las filas de los apostolado de los laicos convirtiéndose en miembros de la Juventud Católica, de la Legión de María, etc.

ASIA - Al 30 de junio de 1961, los católicos de los territorios de Asia que dependían de la S. C. Propaganda Fide, a excepción de las regiones bajo el régimen comunista, eran 10.575.000 en lugar de las 9.700.000 del 1959. En el mismo periodo de tiempo los sacerdotes del lugar pasaron de 6.500 a 6.900, mientras que el número total de sacerdotes pasó de 11.800 a 12.500; el de los religiosos de 4.160 a 4.400 y el de las religiosas de 31.340 a 34.860. El evento más importante que se produjo en Asia fue la erección de la jerarquía en Corea". (SL) (Agencia Fides 10/10/2012)


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Martes, 09 de octubre de 2012

Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (6 de octubre de 2012). (AICA)

Con motivo de cumplirse cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II y veinte de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, el Santo Padre nos ha convocado a celebrar el Año de la Fe. A este acontecimiento lo debemos vivir como un don llamado a renovar nuestra fe en Dios, como también a sentirnos responsables de esta misma fe ante nuestros hermanos. Ella es nuestra mayor riqueza, nuestra tarea es vivirla y trasmitirla. La fe cristiana se apoya en la Palabra que Dios ha dirigido al hombre, especialmente y de un modo definitivo por medio de su Hijo.

Esta Palabra tiene un contenido que debemos conocer, meditar y vivir. Ella es una fuente inagotable porque se apoya en Jesucristo que: “es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre”, por ello, concluye el autor de la carta a los Hebreos: “No se dejen extraviar por cualquier clase de doctrinas extrañas” (Heb. 13, 8). ¡Cuántas manifestaciones seudo religiosas se ofrecen! Hoy más que nunca es necesario volver a la simple y profunda riqueza de la fe.

La fe que profesamos y vamos a celebrar es la fe de la Iglesia católica. Esto debe ser dicho con humildad, pero con la verdad de sentirnos parte de una comunidad que ha nacido y crecido sobre la fe de los apóstoles en comunión con Pedro, hoy Benedicto XVI. Esta fe católica nos ha dado una casa en la Iglesia y nos trasmitido, en Ella, la vida de Jesucristo a través de su Palabra y los Sacramentos. Esta verdad que hace a la identidad y santidad de la Iglesia, también necesita ser purificada. Debemos ser los primeros en reconocer que: “llevamos este tesoro en recipientes de barro” (2 Cor. 4, 7).

Somos hijos de esta Iglesia santa, pero también necesitada de purificación, decíamos recientemente: “Reconocemos que las incoherencias y pecados de sus mismos pastores y miembros han provocado desilusión en muchos creyentes y un debilitamiento de su fe” (Orientaciones Pastorales, 4). Una auténtica celebración del Año de la Fe debe, necesariamente, comenzar por un sincero espíritu de conversión.

La Fe nace del encuentro personal con Cristo. Por ello, el Santo Padre, ha querido dirigir nuestra mirada y atención eclesial: “al encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en él”. La fe es un don que si no se hace vida, deja de ser un principio que ilumina, da sentido y alegría a nuestra vida. Lo más triste para un cristiano es cuando su fe entra en “esa gris monotonía” que va adormeciendo el deseo de santidad, su vida de caridad y compromiso misionero.
La fe necesita ser fortalecida, para ello debemos recordar: “que la fe se alimenta y vigoriza en la celebración de la misma fe. Especialmente en la liturgia el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo para formar su cuerpo” (Orientaciones Pastorales, 8). La fe cristiana no es un sentimiento vacío, sino respuesta y compromiso a una Palabra que se hace Vida en el encuentro con Jesucristo.

El próximo 11 de octubre estaré en Roma para iniciar, junto al Santo Padre y en nombre de la Iglesia en Argentina, este acontecimiento de conversión y de gracia que es el Año de la Fe. Unidos en la oración, reciban de su obispo mi bendición en el Señor Jesús y nuestra Madre de Guadalupe.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Lunes, 08 de octubre de 2012

Mensaje de monseñor José María Arancibia, arzobispo de Mendoza, con ocasión de la celebración en honor a Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre de 2012). (AICA)

1. Hemos sido bendecidos y nos disponemos a bendecir
Esta asamblea de la Iglesia en Mendoza, es una bendición de Dios. Somos el pueblo que Él eligió y consagró. Nos ha traído: la fe en Jesucristo, que compartimos en comunión. La Virgen María nos convoca y acompaña, como la Madre del Señor Jesús. En Él, nos ha bendecido nuestro Padre Dios, con toda clase de bendiciones espirituales (Ef 1,3).

Conocen el lema de este año: Mujer, bendito el fruto de tu vientre. ¿Qué significa "bendecir"? Ante todo: alabar y agradecer a Dios, que nos ha bendecido de lo alto, en Jesús nacido de María. Cada bendición es un encuentro de Dios con el hombre; palabra y gesto, donde el don divino y el creyente que lo recibe, se convocan y se unen entre sí. Decir palabras de bendición, es orar y dar respuesta al regalo de Dios. Nosotros podemos bendecir, porque Él bendice primero, y es la fuente de toda bendición.

Es hermoso ver aquí tantos jóvenes. Me hacen pensar en la entrada de Jesús en Jerusalén, y en cada domingo de Ramos. Jesús ingresó en la ciudad santa, entre vivas y cantos. La gente lo recibió como el Mesías esperado. Cantaban y gritaban: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene, en nombre del Señor! (Mt 21,9). Lo saludaban con la frase de un salmo, manifestando su entusiasmo y la alegría de creyentes (Ps 118,26). La Virgen nos ayude a tener: un corazón sencillo como el de los niños, y alegre como el de los jóvenes, para cantarle a Jesús: ¡Bendito, Bendito, el que ha venido y está en medio nuestro!

2. María es la mujer bendita y feliz
Es una alegría tener la imagen de María, en el centro de esta fiesta. Ha sido traída con cantos e invocaciones. María, es la mujer bendita y feliz, porque Dios la eligió y Ella creyó en Él; acogiendo la Palabra, primero en su corazón y luego en su seno. El ángel de la Anunciación le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28). La Iglesia le reza con las palabras de Isabel: "Bendita tú eres, entre todas las mujeres" (Lc 1,42). Y su prima agregó enseguida: ¡Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado" (Lc 1,45).

María concibió a Jesús en Nazaret, y lo dio a luz en Belén; luego lo cuidó por largos años. Más tarde lo escuchó y admiró en sus palabras y gestos, como verdadera discípula suya. Siguió sus pasos y compartió los misterios de la salvación, hasta la hora de la entrega en la cruz, donde permaneció de pie. Aguardó con esperanza la resurrección que Jesús había prometido, y esperó en oración confiada la venida del Espíritu Santo. Hasta que fue llevada al cielo y coronada como Reina. Éste había sido el plan de Dios para salvar a la humanidad. Cada uno de estos pasos o misterios, manifiestan y realizan la redención del mundo.

Son los misterios que meditamos en el Rosario, y celebramos en la liturgia, que es fuente de gracia divina, durante toda la vida cristiana. En ese camino, María es modelo de fe y esperanza para todos. Ella refleja y muestra las exigencias de la fe, y cuando la honramos, "atrae a los creyentes hacia su Hijo, hacia su sacrificio, y hacia el amor del Padre" (LG 65). En cada momento de la vida, aún en los más difíciles, sigue invitando –como en Caná– a volver a su Hijo Jesús: "Hagan lo que Él les diga" (Jn 2,5).

3. El bendito por excelencia es Jesús
Jesús es la bendición más excelso, venida al mundo desde arriba. El lema recuerda las palabras de Isabel, que llena del Espíritu Santo exclamó: "Bendita tú... y bendito el fruto de tu vientre" (Lc 1,42). Ese "fruto bendito" había sido anunciado y esperado desde antiguo. La Biblia habla de un germen, mandado por Dios para renovar a la humanidad caída y maltrecha. Pensar en Jesús como un fruto singular, brotado en esta tierra, por gracia de Dios, es reconocer en Él al hombre nuevo y al Dios que lo salva. La Iglesia se admira de esta unión en el seno de María, donde ha comenzado un intercambio maravilloso, entre el cielo y la tierra. Según las palabras del mismo Jesús, quien cree en Él experimenta la vida nueva y eterna, que germina produciendo frutos admirables.

La Iglesia convoca a la renovación de la fe en Jesús el Cristo, el Mesías y Redentor. Es el amigo que ha revelado los secretos del Padre, y comparte realidades maravillosas con los sencillos y los humildes. El que está en medio nuestro, cuando nos reunimos en su nombre, y concede cuanto pedimos por intercesión suya. El que hace eficaz la celebración de los misterios en la Iglesia, para ser perdonados, consolados y enriquecidos. Somos invitados a redescubrir "la belleza y la alegría de ser cristianos" (DA 14). Con la Iglesia confesamos: "Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (DA 29). Hermosa y alentadora resuena todavía la invitación del querido Juan Pablo II: "¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!...quien deja entrar a Cristo no pierde nada, –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande (DA 15).

4. La vida cristiana se llena de frutos
La vida de los discípulos de Jesús está llena de brotes hermosos y benditos. Los que permanecen en Él, por la fe y el amor, producen frutos abundantes, cómo dice el Evangelio. Jesús es el germen divino, el brote nuevo, la Palabra sembrada en el corazón. Quienes lo acogen y guardan se conviertan en siembra y cosecha abundante de dones y gracias.

¿Cuáles son esos frutos? Así lo expresa san Pablo: "los frutos del Espíritu son: amor, alegría y paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo..." (Gal 5,22-23). Es verdad que los hombres somos plantas extrañas, que se resisten a fructificar; es cierto que el maligno siembra la cizaña en los corazones. Pero el amor y la paciencia de Dios son más grandes todavía. Pablo vuelve a decir: "El que da la semilla al agricultor y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia" (2 Cor 9,10).

Aunque los tiempos son difíciles, y dura la lucha por la vida, es bueno reconocer los frutos que Dios ha sembrado en Mendoza. En personas, familias y comunidades, debemos admirar vivencias fuertes de fe y esperanza; de coraje, esfuerzo y perseverancia. Es hermoso el amor fiel de los esposos; la dedicación abnegada de padres y madres; la sencillez de los niños y el entusiasmo de los jóvenes. Es un ejemplo la dedicación incansable de catequistas y misioneros; la entrega generosa de tantos pastores. Hay gente valiosa que se juega por el bien común, y lucha por la justicia, arriesgando su propio vida o bienestar. Personas y grupos que entregan parte de su tiempo a los niños, enfermos, ancianos y necesitados. Líderes y conductores del pueblo, que se atreven a poner por delante el servicio honesto a la comunidad, antes que sus intereses personales.

Todos ellos, y tantos otros, alientan nuestro camino. La gracia de Dios sigue produciendo frutos maravillosos de vida, que brotan por la fe del corazón de Dios. El Evangelio termina señalando el camino cristiano, centrado en el amor a Jesús y al prójimo, y que termina la alegría que no se acaba: "Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que preparado..., porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt 25,34-36). Nosotros también, creyendo en Jesús bendito, y viviendo su Palabra, queremos ser los "benditos" del Padre Dios.

Mons. José María Arancibia, arzobispo de Mendoza


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Homilía del Papa en la misa del comienzo del Sínodo de los Obispos para la Nueva Evangelización, pronunciada en la Plaza de San Pedro el domingo 7 de Octubre de 2012.

Venerables hermanos,
queridos hermanos y hermanas

Con esta solemne concelebración inauguramos la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Esta temática responde a una orientación programática para la vida de la Iglesia, la de todos sus miembros, las familias, las comunidades, la de sus instituciones. Dicha perspectiva se refuerza por la coincidencia con el comienzo del Año de la fe, que tendrá lugar el próximo jueves 11 de octubre, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Doy mi cordial bienvenida, llena de reconocimiento, a los que habéis venido a formar parte de esta Asamblea sinodal, en particular al Secretario general del Sínodo de los Obispos y a sus colaboradores. Hago extensivo mi saludo a los delegados fraternos de otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, y a todos los presentes, invitándolos a acompañar con la oración cotidiana los trabajos que desarrollaremos en las próximas tres semanas.

Las lecturas bíblicas de la Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrecen dos puntos principales de reflexión: el primero sobre el matrimonio, que retomaré más adelante; el segundo sobre Jesucristo, que abordo a continuación. No tenemos el tiempo para comentar el pasaje de la carta a los Hebreos, pero debemos, al comienzo de esta Asamblea sinodal, acoger la invitación a fijar los ojos en el Señor Jesús, «coronado de gloria y honor por su pasión y muerte» (Hb 2,9). La Palabra de Dios nos pone ante el crucificado glorioso, de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio. La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia.

Quisiera ahora reflexionar brevemente sobre la «nueva evangelización», relacionándola con la evangelización ordinaria y con la misión ad gentes. La Iglesia existe para evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las comunidades cristianas. Con el tiempo, estas han llegado a ser Iglesias bien organizadas con numerosos fieles. En determinados periodos históricos, la divina Providencia ha suscitado un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia. Basta pensar en la evangelización de los pueblos anglosajones y eslavos, o en la transmisión del Evangelio en el continente americano, y más tarde los distintos periodos misioneros en los pueblos de África, Asía y Oceanía. Sobre este trasfondo dinámico, me agrada mirar también a las dos figuras luminosas que acabo de proclamar Doctores de la Iglesia: san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen. También en nuestro tiempo el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos «ramas» especificas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la missio ad gentes, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana. La Asamblea sinodal que hoy se abre esta dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social. Obviamente, esa orientación particular no debe disminuir el impulso misionero, en sentido propio, ni la actividad ordinaria de evangelización en nuestras comunidades cristianas. En efecto, los tres aspectos de la única realidad de evangelización se completan y fecundan mutuamente.

El tema del matrimonio, que nos propone el Evangelio y la primera lectura, merece en este sentido una atención especial. El mensaje de la Palabra de Dios se puede resumir en la expresión que se encuentra en el libro del Génesis y que el mismo Jesús retoma: «Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn 1,24, Mc 10,7-8). ¿Qué nos dice hoy esta palabra? Pienso que nos invita a ser más conscientes de una realidad ya conocida pero tal vez no del todo valorizada: que el matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado. La unión del hombre y la mujer, su ser «una sola carne» en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo que habla de Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis. Y no es casual. El matrimonio está unido a la fe, no en un sentido genérico. El matrimonio, como unión de amor fiel e indisoluble, se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz. Hoy podemos percibir toda la verdad de esta afirmación, contrastándola con la dolorosa realidad de tantos matrimonios que desgraciadamente terminan mal. Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio. Y, como la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo, el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización. Esto se realiza ya en muchas experiencias, vinculadas a comunidades y movimientos, pero se está realizando cada vez más también en el tejido de las diócesis y de las parroquias, como ha demostrado el reciente Encuentro Mundial de las Familias.

Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva.

A este respecto, nos paramos un momento para admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica. Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia.

Santa Hildegarda de Bilden, importante figura femenina del siglo XII, ofreció una preciosa contribución al crecimiento de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida autoridad espiritual. El Señor la dotó de espíritu profético y de intensa capacidad para discernir los signos de los tiempos. Hildegarda alimentaba un gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. Sobre todo conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia.

La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización. Unicamente purificados, los cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con todos, con los de cerca y los de lejos.

Queridos hermanos y hermanas, encomendemos a Dios los trabajos de la Asamblea sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de los santos, invocando la particular intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Papa Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización. Nos ponemos bajo la protección de la bienaventurada Virgen María, Estrella de la nueva evangelización. Con ella invocamos una especial efusión del Espíritu Santo, que ilumine desde lo alto la Asamblea sinodal y la haga fructífera para el camino de la Iglesia hoy, en nuestro tiempo. Amen.

[01288-04.02] [Texto original: Italiano]


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S?bado, 06 de octubre de 2012

El papa Benedicto XVI concederá a los fieles la indulgencia plenaria con motivo del Año de la Fe que será válida desde su apertura (11 de octubre de 2012 hasta su clausura, 24 de noviembre de 2013), según informa el decreto hecho público este viernes 5 de octubre firmado por el cardenal Manuel Monteiro de Castro y por el obispo Krzysztof Nykiel, respectivamente penitenciario mayor y regente de la Penitenciaría Apostólica. (AICA)

“En el día del 50º aniversario de la solemne apertura del Concilio Vaticano II -dice el texto- el Sumo Pontífice Benedicto XVI ha establecido el inicio de un Año particularmente dedicado a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación, con la lectura o, mejor, la piadosa meditación de los Actos del Concilio y de los artículos del Catecismo de la Iglesia Católica”.

“Ya que se trata, ante todo, de desarrollar en grado sumo -por cuanto sea posible en esta tierra- la santidad de vida y de obtener, por lo tanto, en el grado más alto la pureza del alma, será muy útil el gran don de las indulgencias que la Iglesia, en virtud del poder conferido de Cristo, ofrece a quienes, con las debidas disposiciones, cumplen las prescripciones especiales para conseguirlas”.

“Durante todo el Año de la Fe -convocado del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013- podrán conseguir la Indulgencia plenaria de la pena temporal por los propios pecados impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen según las oraciones del pontífice:

A) Cada vez que participen al menos en tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los Actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo.

B) Cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe (por ejemplo basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y patronos) y participen en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan durante un tiempo en meditación y concluyan con el rezo del padrenuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima, las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o patronos.

C) Cada vez que en los días determinados por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe, participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística o en la liturgia de las horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima.

D) Un día, elegido libremente, durante el Año de la Fe, para visitar el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima.

Los obispos diocesanos o eparquiales y los que están equiparados a ellos por derecho, en los días oportunos o con ocasión de las celebraciones principales, podrán impartir la Bendición Papal con la Indulgencia plenaria a los fieles.

El documento concluye recordando que los fieles que "por enfermedad o justa causa" no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, podrán obtener la indulgencia plenaria, si “unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del Sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se transmitan por radio o televisión, recen, allí donde se encuentren, el padrenuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la Fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida”.+


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Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (30 de septiembre de 2012). (AICA)

Juan dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: ‘No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.’” (San Marcos 9, 38-43.45.47-48)

                       

En este Evangelio encontramos dos afirmaciones importantes. La primera es que los que están con Cristo, con el Señor, “aunque no sean de los nuestros”, también están trabajando por el Evangelio. Esto quiere decir que ninguno de nosotros tiene propiedad absoluta sobre la Palabra de Dios y mucho menos sobre Dios mismo. Por eso es importante saber que a Dios nunca lo vamos a monopolizar, o a atrapar, o a secuestrar, por así decirlo, porque Dios es totalmente libre y absoluto. Somos nosotros los que tenemos que entender y ponernos en camino para escuchar, para responder, para rectificar, para modificar, para cambiar o para vivir internalizando las cosas que el Señor nos dice.

En segundo lugar, vemos una serie de ejemplos útiles para darnos cuenta que tenemos que cuidar la fe nuestra y la fe de los pequeños, de no “escandalizar a los pequeños”, porque no tenemos derecho de quitar a nadie la inocencia de su vida, la inocencia de su bondad, de su presente y de su futuro.

Luego vemos otra serie de ejemplos para quedarse en el Señor, para ser fieles en el Señor. Para permanecer en el Señor es necesario tomar decisiones que, a veces, implica hacer ciertas cirugías simbólicas, espirituales o morales, en nuestra vida. ¡Que nada ni nadie nos separe de Cristo!; ni la mirada, ni las manos, ni los pies, ni nada por el estilo para que no sea una ocasión que se ponga a la par y que sea igual a Aquel de quien nos va a separar. Porque en nuestra de vida de fe, en nuestra vida cristiana, es necesario el trabajo espiritual para permanecer, para perseverar y para serle fiel.

Quien piense que uno será cristiano y se reduce a sólo aquello que siente, o que tiene ganas de hacer, ese no va a tener un largo trecho porque va a aquedar empantanado en la mitad del camino. Es importante que en la vida cristiana nos demos cuenta que, buscando el bien y buscando al Señor, tendremos que luchar y trabajar para que nada ni nadie nos impida ser fieles al Señor en lo personal, en lo comunitario, en lo ejemplar, en lo eclesial y en lo social. El trabajo espiritual es una tarea que debemos realizar todos los días. Y para que tengamos la luz y el alimento, es importante tener contacto con la Palabra de Dios. Porque quien tiene contacto con la Palabra de Dios no queda ni permanece en la ignorancia.

Queridos hermanos, tengamos gusto y ánimo de seguir trabajando en el Señor, por el Señor y por la Iglesia. Que nada ni nadie se atreva a impedírnoslo. Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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Viernes, 05 de octubre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo veintisiete del Tiempo Ordinario- B, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

 Domingo 27º del T. Ordinario B 

La cuestión del divorcio no es nueva. En el país de Jesús también se discutía sobre eso. Y también había una especie de ley de divorcio. Es lo que contemplamos en el Evangelio de este domingo. Unos fariseos, con mala intención, van a pedirle a Él su opinión sobre este tema: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” La respuesta del Señor es admirable. Va a la raíz de la cuestión planteada: El matrimonio no es un invento humano que se deja a la libre voluntad de cada uno. Dios es el creador del matrimonio y lo dotó de propiedades, características y normas propias, de acuerdo con su  naturaleza.

         ¿Y quién entiende más de una cosa que el que la hizo?

         Incluso, cuando manejamos un electrodoméstico cualquiera, tenemos que adaptarnos a las normas del que lo proyectó y realizó porque, de lo contrario, se quema o se estropea. Y si se une el hombre y la mujer para formar “una sola carne” ¿quién lo podrá separar?    Por eso, cuando en la casa los discípulos vuelven a preguntarle sobre lo mismo, Jesucristo les dice que el que se divorcia comete  adulterio, tanto si lo realiza el hombre como la mujer.

¡Así es el matrimonio cuando sale de las manos de Dios!  La Liturgia de hoy nos aproxima a esa realidad maravillosa.

A pesar de todo, modernamente las leyes civiles han introducido el divorcio como la gran solución a la problemática de la pareja que no marcha bien. ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer sobre ello!

Pero más que discutir de normas y leyes, el cristiano busca en la Palabra de Dios y en la Doctrina de la Iglesia, la verdadera respuesta. Y es ésta: “La Iglesia, acogiendo y meditando fielmente la Palabra de Dios, ha enseñado solemnemente y enseña que el matrimonio de los bautizados es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza” (Fam. C., 13) Es decir, signo e instrumento eficaz de la acción de Dios en los esposos. Y esta es la Buena Noticia que la Iglesia, de Oriente a Occidente anuncia cada día en el mundo.

Pero los sacramentos, para ser provechosos, necesitan una adecuada preparación, celebración y vivencia.

Y continúa el Evangelio hablando de la acogida que hace Jesucristo de los niños que le acercaban para que los tocara… Y decía: “De los que son como ellos es el Reino de Dios…” Y también: “Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Me parece que, para comprender mejor las enseñanzas del Señor sobre el  Matrimonio, necesitamos volver a ser niños y abrir nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro corazón a su Palabra.

Cuántas gracias hemos de darle al Señor por el don del Matrimonio y porque hace posible que tantos matrimonios vivan felices, pero no podemos olvidar que son también muchos los que, a pesar de todo, no han conseguido el bienestar que soñaron siempre. La Iglesia, a la que llamó el Beato Juan XXIII “Madre y Maestra”, al exponer su doctrina, no mira con dureza e insensibilidad a los que han tenido que optar por otro camino (Fam. C. 84). 


Publicado por verdenaranja @ 17:44  | Espiritualidad
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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la última semana en la diócesis.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 494 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

Quedan pocos horas para la visita de las reliquias de San Juan Bosco a Tenerife. La urna con las referidas reliquias llegará el día 5 al aeropuerto de Los Rodeos. Allí será recibida por jóvenes y por los directores de las cuatro presencias salesianas en la isla. De ahí, irá a la Casa Salesiana de La Cuesta, donde se realizará un acto de bienvenida multitudinario, en el que intervendrá el vicario general, Antonio Pérez. 

En la tarde del día 5, se desarrollarán actividades formativas y culturales con jóvenes y educadores, momentos de visita y oración frente a Don Bosco y la celebración de la eucaristía.  El día 6 de octubre por la mañana, la urna visitará el Hogar Escuela, en Santa Cruz y posteriormente, se desplazará a la casa Salesiana de La Orotava 

Por otro lado, también el Encuentro Diocesano de Apertura del Año de la Fe está a la vuelta de la esquina. Esta cita pastoral se desarrollará en Garachico el próximo 12 de octubre entre las diez y las cinco de la tarde. La acogida tendrá lugar en la plaza de Sto. Domingo. Los ‘sacramentos de la fe’, los ‘Iconos de la fe’, ‘el corazón de la fe’, son algunas del gran número de propuestas que brindará este encuentro. La jornada finalizará con la Eucaristía que presidirá a primera hora de la tarde el Obispo en la plaza de S. Francisco. 

En la página web www.obispadodetenerife.es se encuentra toda la información sobre esta jornada. 

El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, así como el Seminario Diocesano, inauguraron su curso académico este lunes 1 de octubre, en La Laguna. El acto litúrgico fue presidido por el Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, Bernardo Álvarez Afonso, y concelebrado por el prelado de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases. El profesor Santiago del Cura, Catedrático de Teología Sistemática de la Facultad del Norte de España, sede de Burgos, desarrolló su la lección inaugural bajo el título: "Redescubrir el gozo de la fe 

En dicho acto, el obispo, Bernardo Álvarez, entregó la medalla de oro del ISTIC al sacerdote Lucio González Gorrín por sus cuarenta años como profesor, además de su largo período como Rector del Seminario y su contribución a lo que hoy es el Instituto Superior de Teología. Un reconocimiento que coincide con la celebración recientemente de su 70 cumpleaños. 

El Obispo ha nombrado director espiritual del seminario mayor, al sacerdote Paúl, José Luis Argaña. Nacido en Larraga (Navarra) en  1933. Fue ordenado sacerdote en 1960, en Salamanca. Lleva, por tanto, cincuenta años de presbítero, estando destinado en algunos lugares de la península, además de en Puerto Rico y Santo Domingo (República Dominicana). El padre Argaña lleva en nuestra diócesis catorce años. Fue confesor del seminario durante ocho años y ahora pasa a ser director espiritual del seminario mayor. 

Por otro lado, el prelado nivariense ha realizado los siguientes nombramientos a sacerdotes de los arciprestazgos de Los Llanos e Icod de los Vinos.  Arcipreste de Los Llanos de Aridane, Juan Ramos Concepción y vicearcipreste, Alberto Hernández Felipe. Igualmente, monseñor Álvarez ha nombrado arcipreste de Icod de los Vinos a Rubén Fagungo y vicearcipreste a Vicente Spouy. 

La Delegación de Enseñanza Religiosa Escolar inicia el curso 2012-2013 con unas Jornadas Formativas el próximo 5 y 6 de octubre. El viernes 5, de 16.30 horas a 20:30 horas, tendrá lugar un taller sobre coaching. Y el sábado 6, de 10 a 14 horas, taller sobre la organización del curso escolar en sus aspectos escolares, formativos, trabajo de zonas, etc.; es decir, un taller para trabajar juntos y cohesionados.  

La Jornada Mundial de las Misiones se celebra dentro del llamado "Octubre Misionero". Benedicto XVI en su mensaje para la jornada del DOMUND, nos ofrece para reflexionar esta semana: "Uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es la crisis de fe, no solo en el mundo occidental, sino en la mayor parte de la humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que llega al poco de Jacob y conversa con Cristo". 

Las obras de rehabilitación de la Catedral de La Laguna podrían verse frenadas si el Estado no cumple con sus compromisos financieros, tal y como se desprende del borrador de los Presupuestos Generales para 2013. 

El próximo lunes 22 de octubre dará comienzo el Curso sobre "Hermenéutica y Biblia: el texto, su transmisión y las ciencias del lenguaje", coorganizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, UIMP, y el ISTIC. La matrícula ya esta abierta directamente en la UIMP o en la Secretaría del ISTIC. El correo para solicitar matrícula en estas jornadas es: [email protected]  

Por segundo año consecutivo, la delegación para la Nueva Evangelización en colaboración con el ISTIC, ofrece dentro de la Escuela Diocesana de Agentes de Pastoral la especialidad en Nueva Evangelización. A partir de mediados de este mes, y una vez a la semana durante todo el curso, se ofrece la oportunidad de profundizar en este tema tan importante en el momento actual de nuestra Iglesia. 

El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, oferta tres postgrados además de la titulación en Ciencias Religiosas, grado o máster, dentro de su programación académica y docente para el curso 2012-2013, que comenzará durante la primera quincena de octubre. 

El sábado 6 de octubre, en la Casa de la Juventud, en La Laguna, tendrá lugar un Encuentro de Jóvenes. Será de 10:00 a 16:00 horas, bajo el lema: “Déjate sorprender”. 

En la tarde noche del 3 de octubre, comenzó la andadura del Aula de Teología en la isla de La Palma. Con sede en los salones parroquiales de Santo Domingo en la capital palmera, medio centenar de laicos participan de esta oferta formativa. Este proyecto tiene en mente el nacimiento para el próximo curso del grado en ciencias religiosas. 

El monasterio de Nuestra Señora de El Socorro, ubicado en el municipio de Güímar, ha cumplido 11 años, desde aquel lunes 1 de octubre de 2001 en que fue bendecido por el fallecido obispo Felipe Fernández. 

Cada tercer domingo de mes, en la Capilla del Seminario, se celebra una vigilia por las vocaciones. La próxima será el 21 de octubre, a las 20:00 horas. 

El próximo día 6 de octubre se desarrollará el XX Certamen Nacional de Tunas de Derecho, “Valle de la Orotava”, en el Auditorio Teobaldo Power de la misma localidad. Contará con la participación de 12 grupos de diferentes provincias del territorio nacional y por primera vez se celebrará en Canarias. La recaudación obtenida se destinará a Cáritas Diocesana para la “Casa de Acogida María Blanca”. 

Cáritas Diocesana ha ofertado un curso básico para ser voluntario de esta organización de la Iglesia. El mismo se impartirá del 8 al 10 de octubre, en horario de 17:30 a 20:00 horas, en Proyecto El Surco (C/Juan Pablo II, Nº27). Para las inscripciones, llamar al número de teléfono 922 277 212) 

El pasado 1 de octubre, Día internacional de las Personas de Edad, los mayores de los Centros de Estancia Diurna “Hassidim”, ubicado en Ofra, y “Nuestra Señora de Las Nieves”, en La Finca España, pudieron disfrutar de un día diferente visitando el Santuario del Cristo de La Laguna y paseando por sus inmediaciones. 

La Compañía de las Islas Occidentales – que está integrada, entre otras empresas, por Fuentealta, Gran Hotel Bahía del Duque y Record Seguridad – acaba de finalizar el primer ciclo de actividades de Voluntariado Corporativo con los empleados de la sede central de CIO que se realizó conjuntamente con el Cabildo de Santa Cruz de Tenerife y Cáritas. 

El domingo 21 de octubre, tendrá lugar una nueva convivencia de la FRATER en los salones parroquiales de La Gallega. A las 11:00 horas será la acogida. 

La Casa Manresa, en Tacoronte, celebrará un retiro de espiritualidad asociado a los ejercicios espirituales de San Ignacio, acompañado por Lucas López s.j., el sábado 6 de octubre, de 10:00 a 19:00 horas aproximadamente. La ocupación de la casa por un día tiene un coste por persona de 5 euros y es necesario llevar comida para compartir el almuerzo. Quienes quieran asistir, pueden confirmar la asistencia llamando a estos números de teléfonos: - 677911017 (Lucas López s.j.) - 626465910 (Javier Hdez de Miguel). 

El próximo 7 de octubre en San Juan de Dios, tendrá lugar una gran paella solidaria por 5 Euros. El parking será gratis y habrá actividades para los niños como castillos hinchables, juegos, etc. Asimismo, participarán grupos folclóricos y el popular Pepe Benavente. Se trata de una iniciativa para recaudar fondos para el centro psicopedagógico de trastornos de conducta. 

Se han cumplido cuatro años desde que en octubre de 2008, el equipo del Apostolado del Mar en la Diócesis promoviera la emisión de un programa de radio a nivel nacional, en Radio María. "Stella Maris", ese es su nombre y es el espacio de todo el Apostolado del Mar en España que se emite cada catorce días, los miércoles, a las 20 horas, desde dependencias del "Stella Maris" de Santa Cruz de Tenerife.  

El presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, y la consejera insular de Acción Social, Cristina Valido, entregaron este lunes, día 1 de octubre, los Premios Valores Humamos 2012 que se conceden desde el Área de Acción Social. En la modalidad de Entidades, fueron premiados el Hogar Nuestra Señora de La Candelaria, de Santa Cruz, y Asinted Canarias. 

El periódico La Opinión recogió una noticia sobre el trabajo de las Hermanas de La Caridad en Santa Cruz de Tenerife. "El comedor de La Milagrosa recibe una oleada de solicitudes después del verano", es el titular. "Lo peor es pensar que cada vez hay más gente necesitada, que cada día hay más personas que no tienen nada" -señala para este rotativo Sor María del Carmen Hernández, actual responsable del centro. 

Ya se ha publicado el libro “Peña de Francia, memoria de una travesía” del autor José Javier Hernández que repasa la historia y los elementos artísticos de este templo del Puerto de la Cruz. Ángel Castro Martínez, párroco de la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Peña de Francia señala en la introducción de libro que se trata de una obra “preciosa, de ciento cincuenta páginas, que estoy seguro sorprenderá y gustará mucho a quien la lea, pues está escrita en un estilo original y llamativo”. 


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Jueves, 04 de octubre de 2012

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintisiete del Tiempo Ordinario - B.

CONTRA EL PODER DEL VARÓN 

         Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: "¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?".

          No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.

         La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley "machista", en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la "dureza de corazón" de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.

         Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios "los ha creado varón y mujer". Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.

         Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del  matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la "dureza de corazón" de los varones. Mujeres y varones se unirán para "ser una sola carne" e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.

         Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón".

         Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.

          Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la "dureza de corazón"  de los varones? 

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
7 de octubre de 2012
27 Tiempo ordinario (B)
Marcos 10,1-12


Publicado por verdenaranja @ 23:53  | Espiritualidad
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DOMINGO 27º DEL T. ORDINARIO B 

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

         Con el estilo característico de los primeros capítulos del Génesis, La Palabra de Dios nos enseña que Dios creó al hombre y a la mujer para que formasen en el matrimonio una unión tan íntima y tan grande que nadie la pueda romper jamás.

 

SALMO

La vida en familia, los hijos, el trabajo..., son bendición de Dios. Con el salmista pidamos al Señor que nos bendiga todos los días de nuestra vida.

 

SEGUNDA LECTURA

         Desde hoy hasta el final de año litúrgico, leeremos como segunda lectura, fragmentos de la Carta a los Hebreos. Es la exposición más profunda sobre Jesucristo de todo el Nuevo Testamento. Escuchemos con atención la lectura de este día.

 

TERCERA LECTURA

         La  pregunta que los fariseos le hacen a Jesús, le da pie para exponer la verdadera doctrina sobre la estabilidad del matrimonio. (Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos de pie el Aleluya).

 

COMUNIÓN

         En la Comunión experimentamos la grandeza del amor de Dios para con nosotros y le pedimos que todos los esposos cristianos sepan amarse mutuamente como Él nos ama. 


Publicado por verdenaranja @ 23:46  | Liturgia
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Mi?rcoles, 03 de octubre de 2012

Mensaje de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, a los sacerdotes, a los religiosos y demás personas consagradas y a todos los fieles de la arquidiócesis (1 de octubre de 2012) (AICA)

Mensaje en el inicio del Año de la fe

Se acerca ya el inicio del Año de la fe, al que nos ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI. Hemos acogido con alegría y esperanza esta iniciativa providencial y desde el momento del anuncio nos hemos venido preparando para celebrarlo como conviene. Se nos propone redescubrir en este período el gozo de creer, valorar mejor el don recibido y acrecentar el entusiasmo de comunicar la fe mediante su profesión convencida y abierta y a través del testimonio de vida.

La fe es una adhesión personal a Dios, a quien nos unimos libremente con obediencia y confianza, movidos por su gracia, por el Espíritu Santo, que nos otorga el gusto de aceptar y creer a la verdad. Por medio de la fe, que es la puerta de la comunión con Dios, experimentamos nuestra condición de hijos suyos y nos encaminamos hacia la vida eterna. El Papa, en su carta de convocatoria nos recuerda, con San Agustín, que la fe crece y se fortalece creyendo. Para que, en efecto, se produzca ese crecimiento continuo, debemos ponernos al alcance del amor de Dios y abandonarnos confiadamente a él.

Existe en la actualidad una tendencia errónea a considerar la fe no como un conocimiento objetivo y cierto, sino como una emoción, un sentimiento, una vaga aspiración religiosa. Según la Sagrada Escritura, en cambio, creer implica aceptar la manifestación que Dios hace de sí mismo, la revelación que se nos brinda plenamente en Jesucristo; su objeto principal son los misterios divinos que se resumen en el Credo, y cuanto la Iglesia nos propone como verdades reveladas por Dios.

El Año de la fe es una oportunidad de renovación personal y pastoral para toda la Iglesia y para cada una de sus comunidades, una ocasión de gracia que no podemos dejar pasar por negligencia o por apego a la rutina. Reclama de nosotros un compromiso de más oración, de búsqueda de una comprensión más profunda y amplia de las verdades que creemos y de un empeño misionero lúcido y fervoroso para comunicar la alegría de la fe. Los documentos del Concilio Vaticano II, interpretados en continuidad con la gran tradición eclesial, y el Catecismo de la Iglesia Católica, son instrumentos valiosos para la formación de todos los fieles. Las parroquias, los movimientos e instituciones de apostolado, deben ofrecer instancias sencillas y oportunas de estudio y asimilación de la verdad católica, ya que la fe, por su propio dinamismo, busca siempre entender más y mejor. En los distintos ámbitos de la cultura y de la vida social se advierte la falta de una presencia más activa de los católicos que sea un testimonio público, sereno y valiente de la fe que profesamos, un anuncio de Jesucristo, único Salvador del hombre. Esa necesidad sólo podrá colmarse si todos los fieles se empeñan con decisión en el conocimiento y en la vivencia de la fe.

El sentido del Año de la fe se asocia espontáneamente a la temática que se abordará en la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos, convocada para este mes de octubre: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Los destinatarios de la nueva evangelización son en primer lugar los bautizados que no viven la fe y están alejados de la Iglesia, absorbidos en una situación cultural en la cual la referencia a Dios y a los valores espirituales de la tradición cristiana se han atenuado considerablemente y ya no constituyen el fundamento de la vida común. El objetivo es despertar en ellos la conciencia de su identidad bautismal. De hecho, la nueva evangelización se identifica con una renovación de la pastoral ordinaria de la Iglesia y con un más decidido impulso misionero. Señalo, a título de ejemplo, algunas áreas pastorales que será oportuno revisar en este período, para trabajar en ellas con mayor ahínco.

1. La preparación de padres y padrinos para el bautismo de los niños, su celebración, y el intento de instrumentar el necesario seguimiento postbautismal de las familias, para asistirlas en los primeros pasos de la educación de los niños en la fe.

2. Una particular atención a los niños y adolescentes que concluyen el itinerario catequístico y completan la iniciación cristiana. Disponemos de algunos servicios arquidiocesanos que no deben ser desaprovechados, en el orden a favorecer la inserción de aquellos en grupos, movimientos y actividades que los ayuden a conservar la fe recibida y a crecer en ella.

3. Intensificar la presencia misionera especialmente en las zonas periféricas y donde se asientan nuevas poblaciones originadas en los flujos migratorios, como también en los barrios más alejados de los centros parroquiales. La responsabilidad de las comunidades parroquiales es insoslayable, y su ejercicio será signo de la vitalidad de la propia fe.

4. Tenemos que proponernos nuevas iniciativas de evangelización en ambientes, sectores culturales y sociales en los que no se brinda un fácil acceso a la presencia pastoral de la Iglesia y muchas veces se imponen orientaciones opuestas a la fe cristiana. Con lucidez, discreción y serenidad debemos hacer presente allí a Jesucristo y su mensaje de salvación.

5. Los colegios católicos, tanto los parroquiales como los congregacionales, que forman en la arquidiócesis una vasta red, tienen que examinar, durante este tiempo de gracia que iniciamos, cómo se realiza en ellos la transmisión de la fe a través de la enseñanza religiosa escolar, la catequesis, las actividades de extensión y el ambiente mismo de la comunidad educativa, para corregir lo que se vea deficiente, completar lo que falta y potenciar lo que felizmente se está cumpliendo con éxito.

En vísperas de mi viaje a Roma para participar en la Asamblea Sinodal, quiero convocar a todos a la celebración inicial del Año de la Fe, que el Obispo Auxiliar, Monseñor Nicolás Baisi, presidirá el sábado 13 de octubre en la Iglesia Catedral. La marcha en procesión hacia nuestro templo mayor, que ha sido programada para esa tarde, quiere ser un testimonio público de fe, una manera de cantar gozosos y agradecidos: ¡creo!, ¡creemos! Estaré unido espiritualmente a todos ustedes. Les envío un afectuoso saludo y mi bendición.

La Plata, 1º de octubre de 2012, memoria litúrgica de Santa Teresita del Niño Jesús.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata


Publicado por verdenaranja @ 18:42  | Hablan los obispos
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ZENIT nos ofrece el texto íntegro del mensaje del arzobispo de San Juan, monseñor Roberto González Nieves OFM, que, con motivo del Año de la Fe y de las próximas elecciones de gobernador y de otros cargos en Puerto Rico en el mes de noviembre,  ha firmado para todos los fieles católicos de esta Archidiócesis de la capital del estado libre asociado de Estados Unidos.

Texto de la carta pastoral del arzobispo de San Juan de Puerto Rico
Dedicada a la paz en el país y al rezo del santo rosario

¡Paz para Puerto Rico!,

El santo rosario, camino por la paz en el Año de la fe

I. Introducción:

Querido Pueblo Santo de Dios que peregrina en la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico, recibe de este, tu servidor, un fuerte abrazo de paz y bien.

1. Durante este mes de octubre de 2012 quisiera exhortarles a rezar más intensamente el Santo Rosario por la causa de la paz en Puerto Rico. María y los apóstoles del Señor, "subieron a la sala donde solían reunirse” y allí "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 13-14). Hoy, nosotros y nosotras, los discípulos y discípulas de Jesús, que formamos la Iglesia de Jesucristo en Puerto Rico, también queremos, juntamente con María y los apóstoles, reunirnos y perseverar en la oración y suplicar por la paz, la reconciliación y la unidad en Puerto Rico.

2. En la oración del Rosario, “María, la Madre del Señor, se encuentra en medio de nosotros. Hoy es Ella quien orienta nuestra meditación; Ella nos enseña a rezar. Es Ella quien nos muestra el modo de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene para ser comunicado al mundo entero.” (Discurso de Benedicto XVI al finalizar el rezo del Santo Rosario en Aparecida, 12 de mayo 2007)

3. Decía el Beato Juan Pablo II, respecto al Santo Rosario: “En efecto, ¿qué es el Rosario? Un compendio del Evangelio. Nos hace volver continuamente a las principales escenas de la vida de Cristo, como para hacernos "respirar" su misterio. El Rosario es un camino privilegiado de contemplación. Es, por decirlo así, el camino de María. ¿Quién conoce y ama a Cristo más que Ella?” (Discurso en Santuario Mariano de Pompeya, 7 de octubre de 2012). Durante el mes de octubre de 2012, nuestra Arquidiócesis, quiere meditar, contemplar continuamente las escenas más importantes en la vida de Jesús para, junto a María, respirar el Misterio de Cristo y hacer una sentida plegaria por la paz, tan necesaria en Puerto Rico.

II. El Santo Rosario como identificación de nuestra fe

4. Cuando el Beato Juan Pablo II nos visitó, resaltó como un elemento de la identificación de la fe en Puerto Rico, el llevar el Santo Rosario: “El amor providente del Padre os ha guiado siempre por los caminos de la historia de la mano de María. En momentos históricos difíciles para la fe, el jíbaro bueno de esta tierra llevaba, y lleva aún, colgado de su cuello el Rosario de la Virgen María. Era la identificación de su fe.” (Homilía en Plaza Las Américas, 12 de octubre de 1984)

5. Ese Rosario de la Virgen María, hoy no sólo queremos llevarlo colgado al cuello, sino queremos colgarlo en cada corazón humano para que sea un instrumento más de contemplación del rostro de Cristo y sus misterios de salvación. Que ese rosario nos vincule siempre a Cristo por medio de su Madre, la Virgen María, la Virgen del “Sí” a Dios, la Virgen que no sólo busca a su Hijo extraviado en el Templo, sino que nos busca también a nosotros y nosotras, sus hijos e hijas boricuas, y todos los que habitan en esta tierra, cuando nos extraviamos y nos alejamos del Templo, que es la Iglesia, transmisora de la fe cristiana.

III. El Santo Rosario y la Nueva Evangelización

6. El Rosario, por conducto de María, nos conduce a Jesús, el centro de la Evangelización. A Ella, por guiarnos a Jesús, la honramos como Estrella de la Nueva Evangelización. María, en la plenitud de los tiempos, en la hora decisiva de la historia humana, se ofreció a sí misma a Dios, ofreció su cuerpo, su juventud y su alma como morada. En Ella y de Ella el Hijo de Dios asumió la carne y tomó rostro humano. Por medio de Ella la Palabra se hizo carne (cf. Jn 1, 14).

7. Cabe mencionar que la Nueva Evangelización no es un cambio en la misión de la Iglesia debido a los tiempos modernos. ¿Qué es la Nueva Evangelización entonces? “El Beato Juan Pablo II, en el primer discurso que habría dado notoriedad y resonancia a este término, dirigiéndose a los Obispos del continente latinoamericano, la define de la siguiente manera: “La conmemoración del medio milenio de Evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro, como Obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de reevangelización, pero sí de una Evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, Instrumentum Laboris, 2012, n. 45; Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM (Port au Prince, Haití, 9 de marzo de 1983),

8. También, el Rosario por la Paz se da en el contexto de la celebración de los 500 años de la llegada de nuestro primer Obispo a Puerto Rico, don Alonso Manso (25 diciembre de 1512), quien fuera el primer sucesor de los Apóstoles en toda América, no se trata únicamente de apelar a nuestra herencia cristiana que data de siglos. Aunque esto es importante, de lo que verdaderamente se trata es de vivir la fe para alcanzar de nuevo la capacidad de dirigir nuestras vidas y nuestro futuro, personal, social y nacional, iluminado por los principios del Evangelio de Cristo. La fe es el encuentro con Cristo, encuentro que lo cambia todo, que lo transforma todo y lo restaura todo en Cristo.

9. Que estos 500 años de la fundación de la Iglesia propicie una reflexión que nos ayude a redescubrir la importancia de la fe en Cristo, que sea una celebración que conduzca a un encuentro con Jesucristo, muerto y resucitado. Somos cristianos en virtud de que hemos encontrado a Cristo y le hemos seguido. Ser cristiano no se fundamenta en una decisión, sino en un encuentro. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est (25 de diciembre de 2005)

10. Puertorriqueños y puertorriqueñas, y a todos los que habitan en este terruño borinqueño, el Señor toca a la puerta y nos llama. No temamos de abrir nuestros corazones a Jesús. Él es la única esperanza que no defrauda. Como María, no tengamos miedo de responder. Ella respondió con su “sí” a la Palabra del Señor y, después de haberla concebido al Salvador en su seno, se puso en camino llena de alegría y esperanza. Que Ella sea siempre nuestro modelo y nuestra guía para la Nueva Evangelización.

11. Invoquemos a María en el rezo del Santo Rosario, para pedirle que bendiga a Puerto Rico, que interceda ante su Hijo por la paz, y para que nos acompañe en la Nueva Evangelización.

12. El 12 de octubre de 1984, en el Estadio de Santo Domingo, el Beato Juan Pablo II, el mismo día en que vino a Puerto Rico, hizo la siguiente plegaria por la Nueva Evangelización de América Latina:

María Santísima, Madre de nuestra América,
por la predicación del Evangelio
nuestros pueblos conocen que son hermanos
y que Tú eres la Inmaculada y llena de gracia.


Con certeza filial sabemos
que en tu oído está el anuncio del ángel,
en tus labios, el cántico de alabanza,
en tus brazos, Dios hecho Niño,
en tu corazón, la cruz del Gólgota,
en tu frente, la luz y fuego del Espíritu Santo,
y bajo tus pies, la serpiente derrotada.
Madre nuestra Santísima,
en esta hora de Nueva Evangelización,
ruega por nosotros al Redentor del hombre;
que Él nos rescate del pecado
y de cuanto nos esclaviza;
que nos una con el vínculo de la fidelidad
a la Iglesia y a los Pastores que la guían.

Muestra tu amor de Madre a los pobres,
a los que sufren y a cuantos buscan el reino de tu Hijo.
Alienta nuestros esfuerzos por construir
el continente de la esperanza solidaria,
en la verdad, la justicia y el amor.
Agradecemos profundamente el don de la fe
y glorificamos contigo al Padre de las misericordias,
por tu Hijo Jesús, en el Espíritu Santo. Amén.

IV. El Rosario y la Paz

13. ¿Es el Santo Rosario una oración por la paz? De eso no tenía ninguna duda, el Beato Juan Pablo II, cuando en su Carta Apostólica, El Rosario de la Virgen María, urgía a rezar el Santo Rosario para implorar el don de la paz:

14. “El Rosario ha sido propuesto muchas veces por mis predecesores y por mí mismo como oración por la paz. Al inicio de un milenio que se ha abierto con las horrorosas escenas del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que ve cada día en muchas partes del mundo nuevos episodios de sangre y violencia, promover el Rosario significa sumirse en la contemplación del misterio de Aquél que «es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad» (Ef 2, 14). No se puede, pues, recitar el Rosario sin sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz, con una particular atención a la tierra de Jesús, aún ahora tan atormentada y tan querida por el corazón cristiano.”

15. “Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que requiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula fundamental de la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad. En el marco de una pastoral familiar más amplia, fomentar el Rosario en las familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores de esta crisis actual.” Recordemos aquella frase célebre de nuestra cultura católica, “La familia que reza unida, permanece unida.”

V. El Rosario: misterios que nos invitan a orar por la paz

16. Al rezar los Misterios Gozosos, pensemos en la alegría de vivir en la paz de Cristo, anunciada en Belén (cf. Lc 2, 14), en quien todos somos hermanos y hermanas, y guardianes del prójimo y de sus necesidades, especialmente de los más indefensos y vulnerables, o sea, nuestros hermanos y hermanas que aún estánen el vientre materno y de los más pobres; pensemos en el gozo que experimentaremos en Puerto Rico cuando la paz sea un hecho, y la violencia, que tanto daño nos hace, sea cosa del pasado. Al rezar los Misterios Gozosos pensemos siempre con esperanza en la alegría de la paz.

17. Al meditar los Misterios de la Luz, proyectemos laLuz de Cristo sobre los hogares, matrimonios, familias, escuelas, centros de estudios y gobiernos, para que en todas nuestras actividades, se realicen en la paz de Cristo y crezcamos en la cultura de la paz en una sana convivencia.

18. Los Misterios Dolorosos nos llevan a contemplar el dolor que vivieron Jesús y María por la causa de la paz (la cual, en la mentalidad judía, es el conjunto de todos los bienes) y cuánto dolor puede causar cuando no se vive en paz y se prefiere la violencia. Al rezar los Misterios Dolorosos, oremos portantos hijos e hijas de Dios en Puerto Rico, y en el mundo, que han sido víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones.

19. Los Misterios de Gloria nos indican que nuestra “contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado! El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a entrar en el verdadero sentido de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo, en su Resurrección y Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15, 14), y revive la alegría, no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó –los Apóstoles, María Magdalena, los discípulos de Emaús–, sino sobre todo la alegría que María experimentó de modo intenso en la nueva vida de su Hijo glorificado.” (Rosarium Virginis Mariae, n. 23)

VI. Los misterios del Rosario por la Paz

20. Siendo el Santo Rosario una oración privilegiada por la paz, hemos querido que, en nuestra Arquidiócesis, durante este mes de octubre, lo recemos de una manera más intensamente enfocada en la súplica de dicho don. Para ello, proponemos reflexionar especialmente sobre cinco misterios de la vida de Jesús relacionados con la paz y que hunden sus raíces en el Evangelio de la Paz de Jesús.

Primer Misterio: Jesús, camino de paz

Reflexión: Zacarías, lleno del Espíritu Santo ante el nacimiento de su hijo, Juan El Bautista, hace un canto profético que nos revela a Jesús como el “sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc. 1, 79).

Oración: Señor Jesús, sé siempre nuestro sol. Ilumina a Puerto Rico para que se disipen las tinieblas de la violencia en nuestra tierra y que podamos caminar por los senderos de la paz. Señor Jesús, que ninguna tiniebla eclipse tu paz. Amén.

Segundo Misterio: En Jesús, el Padre nos regala la paz

Reflexión: Ante el nacimiento de Jesús, los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad" (Lc 2, 14).” Con ese cántico, los ángeles anuncian a los pastores que el nacimiento de Jesús "es" gloria para Dios en las alturas y "es" paz en la tierra para los hombres que él ama. (cf. Benedicto XVI, Audiencia General, 16 de diciembre de 2007.)

Nosotros también, con el rezo del Santo Rosario por la paz, anunciemos que Jesús es Gloria de Dios para la humanidad, y que cuantos lo acogen y viven según su Evangelio, vivirán en su paz.

Oración: Príncipe de la paz, haz que en la tierra borincana haya paz para las personas de buena voluntad, para las personas que Tú amas. ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en Puerto Rico! Amén.

Tercer Misterio: Bienaventurados los que trabajan por la paz

Reflexión: Ante tanta violencia en Puerto Rico, las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña deben resonar en todos nuestros rincones: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”(Mt 5, 4. 9).

Bienaventurados todos aquellos que en Puerto Rico son forjadores de paz; bienaventurados los padres y madres que educan a sus hijos e hijas en la cultura de la paz; bienaventurados los educadores, las personas del arte, la cultura, la música, del mundo económico, de gobierno y político, que trabajan por la paz auténtica y la enseñan de la forma más elocuente y creíble: con su testimonio de vida.

Oración: Señor Jesús, hoy oramos con el salmista que nos dice, “El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 29, 11)”; te pedimos que bendigas a Puerto Rico con tu paz, que bendigas a los puertorriqueños y puertorriqueñas, y a todos los habitantes de este terruño borinqueño, que pregonan tu paz. Amén.

Cuarto Misterio: Jesús, ante su pasión, nos deja su paz

Reflexión: Jesús, ante la inminencia de su dolorosa pasión y crucifixión dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27). Jesús, ante la violencia que iba a padecer, nos deja su paz. La paz es la respuesta de Jesús ante la violencia del mundo. La paz también debe ser la respuesta de todos ante la violencia en Puerto Rico y el mundo. La criminalidad no se combate con más violencia, como lo es la pena de muerte. Con la oración se reconstruye el desgarre del corazón que está roto por la violencia. "El medio principal para construir la paz es la oración intensa, humilde y confiada.” (Beato Juan Pablo II, Chile, 1987.)

Oración: Señor, Siervo paciente de Yahveh, danos tu paz, para que jamás se turbe nuestro corazón y nos veamos tentados a responder a la violencia con más violencia. Señor, danos tu paz para que jamás se acobarden nuestros corazones ante los miedos que produce la violencia. Tú que nos has sanado por tus llagas, haz que tu pasión sane las heridas producidas por la violencia y, sobre todo, sane la violencia que anida en el corazón de los seres humanos. Amén.

Quinto Misterio: Jesús resucitado nos regala la paz

Nos dice el evangelista San Juan que el Señor resucitado se le aparece a los apóstoles y les dice: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” (Jn. 20, 21). Eso ocurrió al atardecer, el primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos temerosos (Jn. 20, 19).

Hoy, todos los que en Puerto Rico vivimos temerosos, aterrados por tanta violencia, oramos a Jesús, para que en nuestros miedos, inseguridades, nerviosismos, se haga presente, y nos salude con su paz. Hermano y hermana, ante la duda que no se pueda lograr la paz, no dudes de que Jesús es la paz. La paz del Señor es un don que proviene de lo alto. La paz es un regalo del Señor Resucitado.

Oración: Señor Jesús, que resucitado te apareciste y nos dijiste, “La paz esté con ustedes” (Jn 20,21), te pedimos que nos permitas vivir en tu paz, no solo para disfrutarla, sino para, como discípulos y discípulas tuyos, ser mensajeros y sembradores de tu paz. ¡Señor Jesús, saluda y bendice a nuestra Patria con tu paz! Señor, como los discípulos de Emaús, hoy te decimos, “quédate con nosotros,” ¡quédate con tu paz! Amén.

VII. La paz ante la violencia y la criminalidad

21. “La oración del justo tiene poder”. (St. 5,16) Esas palabras del Apóstol Santiago nos animan a orar por la paz. La oración tiene el poder de transformar el corazón de la persona violenta. Decía el Papa Benedicto XVI en su homilía de la Vigilia Pascual: “el mal no proviene del ser, que es creado por Dios, sino que existe solo en virtud de la negación”. (7 abril de 2012)

22. Cuando la persona humana se niega a abrirse completamente al amor de Dios, es más susceptible a la violencia. Cuando las familias viven alejadas de Dios, la luz de su paz tiende a eclipsarse. Nos preguntamos: ¿qué fuerza es la que mueve a un ser humano a quitar la vida a otro? ¿Qué fuerza es la que mueve a una persona cuando comete violencia contra su cónyuge, sus padres, su hermano, hijos o prójimo? Sabemos que no es la fuerza del amor de Dios, es su ausencia. Decía San Agustín, “Ama a Dios y haz lo que quieras” (cf. Tratado sobre la Primera Carta de San Juan 7, 8; Sermón/Discurso 163B, sobre las palabras del Apóstol San Pablo…). San Agustín decía esto porque sabía que, quien verdaderamente ama a Dios, no puede hacer otra cosa que amar, que hacer el bien.

23. Hoy más que nunca urge a todos a trabajar por el Puerto Rico de la civilización del amor. La responsabilidad de un Puerto Rico regido por el imperativo del amor es de todos y todas. La Iglesia, al celebrar estos 500 años de su fundación en Puerto Rico, es consciente de que urge anunciar en Puerto Rico, con renovados bríos, el Evangelio de la vida y de la paz, del amor y de la justicia, la reconciliación y la unidad.

VIII. La paz y los Medios de Comunicación Social

24. En el documento, Ética en las Comunicaciones Sociales del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales (4 junio de 2000), se nos dice que: “En síntesis, los medios de comunicación pueden usarse para el bien o para el mal; es cuestión de elegir. «…. Los medios de comunicación pueden a veces reducir a los seres humanos a simples unidades de consumo, o a grupos rivales de interés; también pueden manipular a los espectadores, lectores y oyentes, considerándolos meras cifras de las que se obtienen ventajas, sea en venta de productos, sea en apoyo político. Y todo ello destruye la comunidad. La tarea de la comunicación es unir a las personas y enriquecer su vida, no aislarlas ni explotarlas. Los medios de comunicación social, usados correctamente, pueden ayudar a crear y apoyar una comunidad humana basada en la justicia y la caridad; y, en la medida en que lo hagan, serán signos de esperanza»” (n. 19, citando al Beato Juan Pablo II, Mensaje para la XXXII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 1998, n. 4).

25. Es triste ver cuando los medios de comunicación crean en la opinión pública “una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida » (Evangelium vitae, 17). Todo ello se opone a una verdadera cultura de la paz, pues es violencia llamar derecho a la amenaza de la vida de los más inocentes, como son los no nacidos, y los ancianos o enfermos indefensos.

26. Ese mismo documento, (Ética en las Comunicaciones Sociales) les habla en específico al comunicador cristiano: “El comunicador cristiano en particular tiene una tarea, una vocación profética: clamar contra los falsos dioses e ídolos de nuestro tiempo —el materialismo, el hedonismo, el consumismo, el nacionalismo extremo y otros—, ofreciendo a todos un cuerpo de verdades morales basadas en la dignidad y los derechos humanos, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, el amor a los enemigos y el respeto incondicional a toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural; y buscando la realización más perfecta del Reino en este mundo, conscientes de que, al final de los tiempos, Jesús restablecerá todas las cosas y las restituirá al Padre” (n. 31)

27. En este mes del Rosario por la paz, oremos también por nuestros hermanos y hermanas de los medios de comunicación en Puerto Rico para que sean agentes de la paz, para que puedan realizar su trabajo en un ambiente de paz y tranquilidad donde se les respete su espacio a informar, a buscar y comunicar la verdad.

28. Imploremos al Espíritu Santo para que nuestros comunicadores sean valientes y testigos auténticos de la verdad y de la paz. Oremos para que las personas en los medios de comunicación en Puerto Rico «se hagan intérpretes de las actuales exigencias culturales, comprometiéndose a vivir esta época de la comunicación, no como tiempo de alienación y extravío, sino como tiempo oportuno para la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la comunión entre las personas y los pueblos» (Beato Juan Pablo II, Discurso al Congreso Parábolas Mediáticas, 9 noviembre 2002,), una comunicación que promueva la paz entre todos y todas los puertorriqueños

IX. La paz en el Año electoral

29. Este mes del Rosario por la Paz lo celebramos a escasos días del plebiscito y las elecciones generales en Puerto Rico. Para todos y todas es un momento propicio para orar por la paz durante todo este proceso eleccionario. La violencia física no es la única forma de violentar la paz. También se violenta la paz cuando se ataca la dignidad de los candidatos, sus familiares y sus seguidores; cuando se interrumpen actos políticos pacíficos; cuando se destruye propaganda política; cuando se persigue al contendor con insultos, con odio y venganza hacia el adversario político.

30. La Iglesia lamenta cuando se utilizan los medios de comunicación, como por ejemplo, en las campañas políticas, con fines ajenos a la paz y a la verdad: “Los políticos sin escrúpulos usan los medios de comunicación para la demagogia y el engaño, apoyando políticas injustas y regímenes opresivos. Ridiculizan a sus adversarios y sistemáticamente distorsionan y anulan la verdad por medio de la propaganda y de planteamientos falsamente tranquilizadores. En este caso, más que unir a las personas, los medios de comunicación sirven para separarlas, creando tensiones y sospechas que constituyen gérmenes de nuevos conflictos.” (Documento: Ética en las Comunicaciones Sociales del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, 4 junio de 2000, n. 15)

31. Esta jornada electoral debe ser iluminada por un espíritu de meditación, reflexión, respeto, convivencia social y por los deseos de paz.

X. Exhortación Final

32. Al proponer el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre de 2012 por la paz en Puerto Rico, confío que esta propuesta sea acogida con generosidad en nuestras parroquias, escuelas, centros de catequesis, en los conventos, especialmente, en nuestros hogares. “El Rosario, comprendido en su pleno significado, conduce al corazón mismo de la vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y fecunda espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la nueva evangelización.” (Carta Apostólica, El Rosario de la Virgen María, Ibid)

33. Este mes del Rosario por la paz en Puerto Rico coincide con algunas otras celebraciones eclesiásticas, como lo son: el inicio del Año de la Fe decretado por el Papa Benedicto XVI. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado el Beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe.

34. Confiamos que todas estas celebraciones sean fermento para la fe en Puerto Rico, “una fe a la que se nos ha convocado mediante la Nueva Evangelización a propagarla con nuevo ardor y renovados bríos. Una fe que queremos hacerla frondosa, cual grano de mostaza, mediante nuestro Plan de Pastoral para la Nueva Evangelización de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico que da seguimiento y concreta las propuestas aprobadas del I Sínodo Arquidiocesano. Una fe que queremos mantener ardiendo en el corazón de los puertorriqueños, y demás habitantes de este terruño borinqueño, como ardieron los corazones de los discípulos de Emaús. Esta es una labor inmensa que no la puede realizar este servidor por sus propias fuerzas, es una labor que requiere la colaboración de todos: sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y los fieles laicos. (Homilía del Arzobispo de San Juan en la celebración eucarística con los diáconos permanentes de San Juan, 18 de agosto de 2012).

35. Hoy, una vez más, les invito a orar y a colaborar con la misión salvadora de la Iglesia en Puerto Rico. Les animo a trabajar para mantener la fe en Puerto Rico, por preservar las instituciones de la familia y el matrimonio, por lograr una economía solidaria que incremente la justicia social y por hacer presente en todas partes, a tiempo y destiempo, el Evangelio de Cristo tan necesario y urgente en nuestros tiempos.

36. Que el Santo Rosario sea la oración del pueblo de Puerto Rico por la paz, por los frutos del Concilio Vaticano II y por las bendiciones especiales en ocasión del Año de la Fe.

37. Que Nuestra Señora de la Divina Providencia, Patrona Principal de toda la nación puertorriqueña, interceda por nosotros y nosotras para que alcancemos la paz, tan anhelada ahora, y nos bendiga para poder llegar a la plenitud de la paz en la hora de nuestra muerte. Amén.

Dado en San Juan de Puerto Rico, a los 27 días del mes de septiembre de 2012, día de San Vicente de Paúl, apóstol de la caridad. En el Año Jubilar de los 500 años de la fundación de la Iglesia en Puerto Rico. Decimotercero de mi pontificado en la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico.

Con mis oraciones, cariño y deseos de paz, quedo,

+ Roberto GonzálezNieves, OFM

Arzobispo Metropolitano de San Juan de Puerto Rico

ROSARIO POR LA PAZ EN PUERTO RICO

ORACIÓN DE COMIENZO:

Padre Eterno, Tú que nos diste a Jesús, paz verdadera, te ofrecemos por manos de María, nuestra Madre y Reina este Santo Rosario suplicando la paz por nuestra patria y por nuestras familias. Por Jesucristo tu hijo, AMÉN

PRIMER MISTERIO: Jesús, camino de paz

“Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra
de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”

INTENCIÓN: Concede Señor a nuestra familia y a mi patria vivir como hermanos en Comunidad fraterna.

Padre Nuestro, Ave Marías – Gloria

LETANÍA FINAL: Jesús, camino de la paz – Ruega por nosotros.

SEGUNDO MISTERIO: En Jesús, el Padre nos regala la paz

“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.”

INTENCIÓN: Señor, que todos los hombres y mujeres tengamos deseos inmensos de construir la paz.

LETANÍA FINAL: Jesús paz del universo – ten piedad de nosotros.

TERCER MISTERIO: Bienaventurados los que trabajan por la paz

“La paz esté con ustedes, como el Padre me ha enviado así también los envío yo”.

INTENCIÓN: Señor que seamos verdaderos instrumentos de paz y concordia.

LETANÍA FINAL: Jesús, paz eterna – ruega por nosotros.

CUARTO MISTERIO: Jesús, ante su pasión, nos deja su paz

“La paz os dejo, mi paz les doy, no se la doy yo como la da el mundo. Que no se Turbe su corazón, ni se acobarde.”

INTENCION: Que seamos instrumentos de Jesús para difundir la paz.

LETANIA FINAL: Jesús paz del corazón – ten piedad de nosotros.

QUINTO MISTERIO: Jesús resucitado nos regala la paz

“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán ellos llamados Hijos de Dios.”

INTENCION: Que Jesús nos de la sabiduría para trabajar por la paz.

LETANIA FINAL: Jesús paz de la comunidad – ruega por nosotros.

ORACION FINAL:

Señor de cielo y tierra, paz infinita, corazón misericordioso; te suplicamos nos acompañes en nuestro caminar y te pedimos nos hagas instrumentos de tu paz. AMEN

ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

Oh, Señor,hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.

Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.


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Lunes, 01 de octubre de 2012

Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (29 de septiembre de 2012). (AICA)

Como es costumbre en nuestra Iglesia santafesina el 30 de septiembre, Fiesta de san Jerónimo Patrono de la ciudad y la provincia, celebramos las ordenaciones sacerdotales en la Basílica de Guadalupe, Patrona de nuestra Arquidiócesis. En este día muchos sacerdotes celebran sus aniversarios de ordenación. Esta circunstancia de nuestra vida eclesial me lleva a reflexionar sobre el sacerdocio.

Ante todo, debemos decir, que vamos a hablar de una realidad que ha sido pensada y definida en sus rasgos esenciales por el mismo Jesucristo. No estamos ante un ministerio que la Iglesia ha creado para cubrir una necesidad, sino ante un hecho a través del cual el mismo Jesucristo, de un modo sacramental único y personal ha querido, diría, seguir ejerciendo su ministerio.

Sacar el sacerdocio de esta referencia a su persona y misión sería desvirtuarlo. No se trata de una carrera que yo elijo para orientar mi futuro, sino una vida y misión que debo asumir. El texto que mejor expresa esta realidad son las palabras del mismo Jesús a los apóstoles: “Como el Padre me envío a mí, yo también los envío a ustedes” (Jn. 20, 21). Este envío no es como un mandato exterior que recibe el sacerdote de Jesucristo, sino un asociarlo a su misma persona y ministerio.
Cuando el sacerdote dice en la Misa: “Esto es mi cuerpo”, se refiere al Cuerpo de Cristo. El actúa, “in persona Christi”. La razón de esta verdad es simple, así lo determinó el Señor. Acostumbro a decir que él se creó un sacramento para seguir actuando, a través de los hombres, en nuestra historia.

Lo sacramental implica una dimensión humana que es expresión de la teología de la encarnación, es el modo con el cual Dios actúa. El Hijo de Dios se encarnó, asumió la fragilidad de lo humano. Esto es propio de la fe cristiana. Existe la tentación, en algunas corrientes de espiritualidad, de suprimir lo humano para encontrarnos con Dios. Jesucristo llega a nosotros utilizando, diría, materiales de nuestra orilla para comunicarnos la vida de Dios.
Esto que habla de la cercanía de Dios es una exigencia para el sacerdote. Al justificar su ministerio apostólico san Pablo utiliza una imagen muy clara: “Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Cor. 4, 7).

Como vemos, el ministerio sacerdotal tiene su fuente en Jesucristo y se expresa sacramentalmente en la Iglesia. Su fuerza no proviene de un mandato recibido del pueblo, sino del poder de Dios. El primero que debe vivir con fe y humildad este misterio es el mismo sacerdote, pero también es un desafío a la fe de los cristianos, que deben descubrir y valorar este camino que Jesucristo ha elegido para comunicarnos la riqueza de la vida de Dios.
Sólo en este ámbito de la misión de Jesucristo, podemos comprender el sacerdocio ministerial. Quiero agradecer la vida y la entrega de nuestros sacerdotes, al tiempo que pido al Señor siga llamando jóvenes para seguir a su Hijo, Jesucristo, en este único y personal ministerio al servicio de los hombres.

Reciban, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor y nuestra Madre de Guadalupe.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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