Reflexión a las lecturas del domingo primero de Adviento - C, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 1º de Adviento C
Cuando llegue la Navidad no faltarán lamentaciones. Muchos cristianos dirán que esto o lo otro…, no es Navidad… Que lo que celebrábamos antiguamente, ¡aquello si que era Navidad…! La respuesta es muy sencilla: una fiesta que no se prepara sale mal o no se celebra. Y eso pasa, como veremos, con la Navidad. Para prepararnos para esas celebraciones entrañables, comienza hoy el Tiempo de Adviento, que significa venida, llegada…, advenimiento. Se trata de la venida del Señor a Belén y sus primeras manifestaciones…
Pero si no aprovechamos el Adviento, ¿qué tipo de Navidad vamos a celebrar? ¡Aquí está, pues, la clave de todo! ¡Muchos cristianos necesitan descubrir el Adviento!
Y comenzamos nuestra preparación para la Venida del Señor, recordando y celebrando su objetivo final: su Vuelta gloriosa, su segunda Venida, para la que tenemos que estar preparándonos siempre, como en un permanente adviento, porque Dios Padre no ha querido revelarnos el día y la hora en que vendrá Jesucristo, su Hijo, lleno de gloria, para llevar a plenitud el Misterio de la Redención y para dar comienzo a la Creación nueva, liberada del mal y de la muerte, transformada y glorificada. (Rom 8,20-23).
Así todas las generaciones cristianas pueden tener la experiencia gozosa de vivir y morir esperándole.
El Evangelio de este domingo emplea unas palabras un tanto extrañas para hablarnos del tema: son los géneros literarios, de los que hablábamos el otro día. Éste es el género apocalíptico. S. Lucas, el evangelista que nos guía este año, nos dice: "Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. Y nos advierte: "Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra…”
La segunda lectura es preciosa. S. Pablo nos exhorta a vivir de tal manera que, cuando vuelva Jesucristo, el vástago legítimo de David (1ª Lect..), nos presentemos santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre.
¡Entremos, pues, en el Adviento con la ayuda de Dios! Es la única forma de poder celebrar, de un modo adecuado y provechoso, el Tiempo de Navidad.
¡BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO I DE ADVIENTO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La esperanza cristiana se apoya en que Dios es fiel a sus promesas.
Escuchemos, en esta Lectura, el gran anuncio del cumplimiento de la venida del Mesías, “el vástago legítimo de David”.
SEGUNDA LECTURA
S. Pablo nos exhorta a vivir de tal manera que cuando vuelva el Señor Jesucristo, podamos presentarnos ante el Padre santos e irreprensibles.
TERCERA LECTURA
En este año litúrgico que comienza iremos siguiendo al evangelista S. Lucas.
Hoy nos habla el Señor de su venida gloriosa. Sus palabras no son una descripción concreta de cómo será, sino que nos anuncia ese gran acontecimiento, con expresiones propias de un lenguaje característico que se usaba entonces.
(Aclamémosle ahora con el canto del aleluya).
OFRENDAS
Hoy, primer domingo de mes, es la colecta de Cáritas.
Al acercarse la Navidad se nos urge a preocuparnos de manera efectiva de aquellos que pasan necesidad.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos el alimento santo que necesitamos, para perseverar en la espera del Señor, para comenzar adecuadamente el Tiempo de Adviento, la preparación para la Navidad.
Lectio divina para el primer domingo de Adviento - C, ofrecida por la Delegación Dioesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
Lectura:
“Lucas 21, 25 28. 34 36”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedaran sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»
Meditación:
“Alzad la cabeza”
Comenzamos el adviento y, con él, un nuevo año litúrgico, que quiere ser especial desde el llamamiento que nos ha hecho el Papa, para convertirlo en un año de adentramiento, de reforzamiento, de fortalecimiento de nuestra fe. Desde ahí un año ilusionante, o así debía ser si lo tomamos en serio, y el ambiente en el que vivimos pienso que nos urge a hacerlo así.
El evangelio de este domingo nos engarza con las que hemos venido leyendo estos últimos días del tiempo ordinario y nos dirige de nuevo la mirada hacia el final, hacia le meta. Es un comienzo importante, aunque nos parezca inmerso en un lenguaje fuerte. Pero ese mismo lenguaje nos hace tomar conciencia de que lo que está en juego no es cualquier cosa, no estamos jugando, estamos construyendo vida, historia, y podemos vivirla con superficialidad o teniendo en cuenta que en ello nos va mucho a todos, y lo sabemos.
Mirar hacia adelante no es una escapada, no es una forma de huir del presente, ni por temor ni por deseo, sino la única forma de saber a dónde caminamos, a dónde queremos llegar, qué queremos alcanzar. Cualquier deportista, cualquier persona que quiere emprender algo, se plantea los objetivos, la meta; porque, según cuál sea, hacia ella va a encaminar sus fuerzas, los medios que emplee, lógicamente siempre intentando que sean lo más adecuados para ganar, para conseguirlo. El objetivo, la meta, da sentido al camino. Y en la vida es igual. Si no hay meta, si la meta es el fin de un agujero negro y absurdo, el camino da igual, no hay nada a lo que llegar, nada que alcanzar, es un fin dramático e inexorable que hace que la vida se construya sin dirección ¡qué más da!; en cambio, si hay una meta, si la meta es la plenificación del sentido de la vida, si la meta es la culminación de los deseos más nobles de la mente y del corazón, si al final está el encuentro definitivo con el abrazo del Dios Padre de cuyas manos salimos, y que en Cristo nos ha revelado nuestra realidad de hijos, el camino está llamado a tener otro rostro, otros gestos, otras esperanzas, otras actitudes que construir, que trabajar.
El adviento, tiempo que nos resitúa de nuevo en la banda de salida, nos dirige la mirada a esa meta, y desde ahí nos quiere ayudar a fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza y, con ellas, el amor, que se convierte en el instrumento de su expresión, al estilo de Jesús. Y desde ahí, desde él, podemos escuchar en estos momentos complejos, confusos, que nos desestabilizan muchas veces y hasta nos acomplejan, tristemente, que levantemos la cabeza, que seamos testigos de la dignidad que hemos recibido, del mensaje de esperanza que se nos ha revelado, del amor como único medio de seguir construyendo humanidad.
Sí, miremos agradecidos la meta a la que somos llamados, la culminación de nuestra salvación alcanzada por Cristo, y corramos hacia ella. Sí, es tiempo de correr ante muchos espectadores que no esperan nada de nosotros porque nos suelen ver cabizbajos, y pongamos de manifiesto la fuerza que nos empuja a alzar la cabeza con dignidad. Ayúdame, Señor.
Oración:
“Vivir lo que creo”
Sí, Señor, ayúdame. Ayúdame para reactivar mi camino. Es verdad que a veces tengo la sensación de que las fuerzas se me vienen abajo. Es cierto que hay momentos en los que me dejaría llevar por todo lo fácil que hay a mi alrededor, y así no tener que ser mirado por nadie ¡es tan sencillo!, pero también es ¡tan pobre! Señor, ayúdame a aferrarme a la fe de tu Iglesia. Sí, está formada por muchos como yo, frágiles, pero con deseos de responderte, con deseos de caminar hacia la meta. No es fácil, son muchas las zancadillas, los rechazos, pero sé que es el momento privilegiado para poner de manifiesto la verdad de mi fe, la certeza de mi esperanza, la seguridad de que sólo desde lo que se desgrana desde ti, desde el amor, tiene sentido y construye algo bueno para todos. Señor, ayúdame a aprovechar y avivar todos estos sentimientos en este adviento. Empújame en este año de la fe para que no sea una nueva oportunidad perdida, sino un tiempo especial, añadido, de gracia, de vivir lo que creo con la dignidad propia de mi ser bautizado y que, en la medida de lo posible, sea capaz también de animar a quienes estén a mi alrededor. Gracias, Señor.
Contemplación:
“Mi luz y mi destino”
Quiero clavar mis pies en ti,
quiero fundir mis manos
hasta hacerlas tuyas,
quiero alzar mi cabeza
con la dignidad del hijo
que sabe dónde está
y hacia dónde camina.
Quiero alcanzar la meta,
que eres tú,
y correr contigo
que eres mi camino,
mi luz y mi destino.
Lectio divina para el primer domingo de Adviento - C, ofrecida por la Delegación Dioesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife.
Lectura:
“Lucas 21, 25 28. 34 36”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedaran sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»
Meditación:
“Alzad la cabeza”
Comenzamos el adviento y, con él, un nuevo año litúrgico, que quiere ser especial desde el llamamiento que nos ha hecho el Papa, para convertirlo en un año de adentramiento, de reforzamiento, de fortalecimiento de nuestra fe. Desde ahí un año ilusionante, o así debía ser si lo tomamos en serio, y el ambiente en el que vivimos pienso que nos urge a hacerlo así.
El evangelio de este domingo nos engarza con las que hemos venido leyendo estos últimos días del tiempo ordinario y nos dirige de nuevo la mirada hacia el final, hacia le meta. Es un comienzo importante, aunque nos parezca inmerso en un lenguaje fuerte. Pero ese mismo lenguaje nos hace tomar conciencia de que lo que está en juego no es cualquier cosa, no estamos jugando, estamos construyendo vida, historia, y podemos vivirla con superficialidad o teniendo en cuenta que en ello nos va mucho a todos, y lo sabemos.
Mirar hacia adelante no es una escapada, no es una forma de huir del presente, ni por temor ni por deseo, sino la única forma de saber a dónde caminamos, a dónde queremos llegar, qué queremos alcanzar. Cualquier deportista, cualquier persona que quiere emprender algo, se plantea los objetivos, la meta; porque, según cuál sea, hacia ella va a encaminar sus fuerzas, los medios que emplee, lógicamente siempre intentando que sean lo más adecuados para ganar, para conseguirlo. El objetivo, la meta, da sentido al camino. Y en la vida es igual. Si no hay meta, si la meta es el fin de un agujero negro y absurdo, el camino da igual, no hay nada a lo que llegar, nada que alcanzar, es un fin dramático e inexorable que hace que la vida se construya sin dirección ¡qué más da!; en cambio, si hay una meta, si la meta es la plenificación del sentido de la vida, si la meta es la culminación de los deseos más nobles de la mente y del corazón, si al final está el encuentro definitivo con el abrazo del Dios Padre de cuyas manos salimos, y que en Cristo nos ha revelado nuestra realidad de hijos, el camino está llamado a tener otro rostro, otros gestos, otras esperanzas, otras actitudes que construir, que trabajar.
El adviento, tiempo que nos resitúa de nuevo en la banda de salida, nos dirige la mirada a esa meta, y desde ahí nos quiere ayudar a fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza y, con ellas, el amor, que se convierte en el instrumento de su expresión, al estilo de Jesús. Y desde ahí, desde él, podemos escuchar en estos momentos complejos, confusos, que nos desestabilizan muchas veces y hasta nos acomplejan, tristemente, que levantemos la cabeza, que seamos testigos de la dignidad que hemos recibido, del mensaje de esperanza que se nos ha revelado, del amor como único medio de seguir construyendo humanidad.
Sí, miremos agradecidos la meta a la que somos llamados, la culminación de nuestra salvación alcanzada por Cristo, y corramos hacia ella. Sí, es tiempo de correr ante muchos espectadores que no esperan nada de nosotros porque nos suelen ver cabizbajos, y pongamos de manifiesto la fuerza que nos empuja a alzar la cabeza con dignidad. Ayúdame, Señor.
Oración:
“Vivir lo que creo”
Sí, Señor, ayúdame. Ayúdame para reactivar mi camino. Es verdad que a veces tengo la sensación de que las fuerzas se me vienen abajo. Es cierto que hay momentos en los que me dejaría llevar por todo lo fácil que hay a mi alrededor, y así no tener que ser mirado por nadie ¡es tan sencillo!, pero también es ¡tan pobre! Señor, ayúdame a aferrarme a la fe de tu Iglesia. Sí, está formada por muchos como yo, frágiles, pero con deseos de responderte, con deseos de caminar hacia la meta. No es fácil, son muchas las zancadillas, los rechazos, pero sé que es el momento privilegiado para poner de manifiesto la verdad de mi fe, la certeza de mi esperanza, la seguridad de que sólo desde lo que se desgrana desde ti, desde el amor, tiene sentido y construye algo bueno para todos. Señor, ayúdame a aprovechar y avivar todos estos sentimientos en este adviento. Empújame en este año de la fe para que no sea una nueva oportunidad perdida, sino un tiempo especial, añadido, de gracia, de vivir lo que creo con la dignidad propia de mi ser bautizado y que, en la medida de lo posible, sea capaz también de animar a quienes estén a mi alrededor. Gracias, Señor.
Contemplación:
“Mi luz y mi destino”
Quiero clavar mis pies en ti,
quiero fundir mis manos
hasta hacerlas tuyas,
quiero alzar mi cabeza
con la dignidad del hijo
que sabe dónde está
y hacia dónde camina.
Quiero alcanzar la meta,
que eres tú,
y correr contigo
que eres mi camino,
mi luz y mi destino.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo Primero de Adviento - C.
INDIGNACIÓN Y ESPERANZA
Una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza.
Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la creación entera dará "signos" de que ha llegado a su final para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.
Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los "acontecimientos cósmicos" que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte
El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos "Dios".
No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El "último día" no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: "Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación". Solo entonces conoceremos de verdad cómo ama Dios al mundo.
Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez de los poderosos se acabará. Las víctimas de tantas guerras, crímenes y genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se perderán para siempre.
Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus seguidores. "Tened cuidado: que no se os embote la mente". No viváis como imbéciles. No os dejéis arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantened viva la indignación. "Estad siempre despiertos". No os relajéis. Vivid con lucidez y responsabilidad. No os canséis. Mantened siempre la tensión.
¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la desesperanza, la rabia y la humillación.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
2 de diciembre de 2012
Adviento (C)
Lucas 21,25-28. 34-36
ZENIT nos participa del mensaje íntegro del Papa en la Audiencia del miércoles, 28 de Noviembre de 2012, ante miles de peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas.
Queridos hermanos y hermanas:
La pregunta central que nos hacemos hoy es la siguiente: ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio para abrir caminos a su verdad salvífica, en aquellos corazones con frecuencia cerrados de nuestros contemporáneos, y a esas mentes a veces distraídas por los tantos fulgores de la sociedad? Jesús mismo, nos dicen los evangelistas, al anunciar el Reino de Dios se preguntó acerca de esto: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?" (Mc. 4,30).
¿Cómo hablar de Dios hoy? La primera respuesta es que podemos hablar de Dios, porque Él habló con nosotros. La primera condición para hablar de Dios es, por lo tanto, escuchar lo que dijo Dios mismo. ¡Dios nos ha hablado! Dios no es una hipótesis lejana sobre el origen del mundo; no es una inteligencia matemática lejos de nosotros. Dios se preocupa por nosotros, nos ama, ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha autocomunicado hasta encarnarse. Por lo tanto, Dios es una realidad de nuestras vidas, es tan grande que aún así tiene tiempo para nosotros, nos cuida. En Jesús de Nazaret encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo para sumergirse en el mundo de los hombres, en nuestro mundo, y enseñar el "arte de vivir", el camino a la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios (cf. Ef. 1,5; Rom. 8,14). Jesús vino para salvarnos y enseñarnos la vida buena del Evangelio.
Hablar de Dios significa, ante todo, tener claro lo que debemos llevar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo: no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y que está presente en la historia; el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo vivir. Por lo tanto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y con su Evangelio, supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino de acuerdo con el método de Dios mismo. El método de Dios es el de la humildad --Dios se ha hecho uno de nosotros--, es el método de la Encarnación en la simple casa de Nazaret y en la gruta de Belén, como aquello de la parábola del grano de mostaza. No debemos temer a la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura que penetra en la masa y poco a poco la hace crecer (cf. Mt. 13,33). Al hablar de Dios, en la obra de la evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, necesitamos una recuperación de la simplicidad, un retorno a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva de un Dios que es real y concreto, un Dios que se interesa por nosotros, un Dios-Amor que se acerca a nosotros en Jesucristo hasta la cruz, y que en la resurrección nos da la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la vida eterna, la vida verdadera.
Ese comunicador excepcional que fue el apóstol Pablo, nos da una lección que va directo al centro de la fe del problema "cómo hablar de Dios", con gran sencillez. En la primera carta a los Corintios escribe: "Cuando fui a ustedes, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciarles el misterio de Dios, pues no quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado" (2,1-2). Así, el primer hecho es que Pablo no está hablando de una filosofía que él ha desarrollado, no habla de ideas que ha encontrado en otro lugar o ha inventado, sino que habla de una realidad de su vida, habla de Dios, que entró en su vida; habla de un Dios real que vive, que ha hablado con él y hablará con nosotros, habla de Cristo crucificado y resucitado.
La segunda realidad es que Pablo no es egoísta, no quiere crear un equipo de aficionados, no quiere pasar a la historia como el director de una escuela de gran conocimiento, no es egoísta, sino que san Pablo anuncia a Cristo y quiere ganar a las personas para el Dios verdadero y real. Pablo habla solo con el deseo de predicar lo que hay en su vida y que es la verdadera vida, que lo conquistó para sí en el camino a Damasco. Por lo tanto, hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquél que nos lo hace conocer, que nos revela su rostro de amor; significa privarse del propio yo ofreciéndolo a Cristo, sabiendo que no somos capaces de ganar a otros para Dios, sino que debemos esperarlo del mismo Dios, pedírselo a Él. Hablar de Dios viene por lo tanto de la escucha, de nuestro conocimiento de Dios que se realiza en la familiaridad con él, en la vida de oración y de acuerdo con los mandamientos.
Comunicar la fe, para san Pablo, no quiere decir presentarse a sí mismo, sino decir abierta y públicamente lo que ha visto y oído en el encuentro con Cristo, lo que ha experimentado en su vida ya transformada por aquel encuentro: es llevar a aquel Jesús que siente dentro de sí y que se ha convertido en el verdadero sentido de su vida, para que quede claro a todos que Él es lo que se requiere para el mundo, y que es decisivo para la libertad de cada hombre. El apóstol no se contenta con proclamar unas palabras, sino que implica la totalidad de su vida en la gran obra de la fe. Para hablar de Dios, tenemos que hacerle espacio, en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejarle espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos al medio a Él, y no a nosotros, tanto más fructífera será nuestra comunicación. Esto también es válido para las comunidades cristianas: ellas están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazón, egoísmos, indiferencia, sino viviendo en las relaciones cotidianas el amor de Dios. Preguntémonos si son realmente así nuestras comunidades. Tenemos que reorientarnos para así, convertirnos en anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos.
A este punto debemos preguntarnos cómo comunicaba Jesús mismo. Jesús en su unicidad habla de su padre –Abbà--, y del Reino de Dios, con la mirada llena de compasión por los sufrimientos y las dificultades de la existencia humana. Habla con gran realismo y, diría yo, el anuncio más importante de Jesús es que deja claro que el mundo y nuestra vida valen ante Dios. Jesús muestra que en el mundo y en la creación aparece el rostro de Dios y nos muestra cómo en las historias cotidianas de nuestra vida, Dios está presente. Tanto en las parábolas de la naturaleza, del grano de mostaza, del campo con diferentes semillas, o en nuestra vida, pensamos en la parábola del hijo pródigo, de Lázaro y de otras parábolas de Jesús. En los evangelios vemos cómo Jesús se interesa de toda situación humana que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y de las mujeres de su tiempo, con una confianza plena en la ayuda del Padre. Y que de verdad en esta historia, escondido, Dios está presente; y si estamos atentos podemos encontrarlo.
Y los discípulos, que viven con Jesús, las multitudes que lo encuentran, ven su reacción ante diferentes problemas, ven cómo habla, cómo se comporta; ven en Él la acción del Espíritu Santo, la acción de Dios. En Él, anuncio y vida están entrelazados: Jesús actúa y enseña, partiendo siempre de un relación íntima con Dios Padre. Este estilo se convierte en una indicación fundamental para nosotros los cristianos: nuestro modo en que vivimos la fe y la caridad, se convierten en un hablar de Dios en el presente, porque muestra con una vida vivida en Cristo, la credibilidad, el realismo de lo que decimos con las palabras, que no son solo palabras, sino que muestran la realidad, la verdadera realidad. Y en esto hay que tener cuidado al leer los signos de los tiempos en nuestra época, es decir, identificar el potencial, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura contemporánea, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la integridad de la creación, y comunicar sin miedo las respuestas que ofrece la fe en Dios. El Año de la Fe es una oportunidad para descubrir, con la imaginación animada por el Espíritu Santo, nuevos caminos a nivel personal y comunitario, a fin de que en todas partes la fuerza el evangelio sea sabiduría de vida y orientación de la existencia.
También en nuestro tiempo, un lugar privilegiado para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios (cf. Const. Dogm. Lumen Gentium, 11; Decr. Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir su misión, asumiendo la responsabilidad de educar, y en el abrir las conciencias de los pequeños al amor de Dios, como una tarea esencial para sus vidas, siendo los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos. Y en esta tarea es importante ante todo ‘la supervisión’, que significa aprovechar las oportunidades favorables para introducir en familia el discurso de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a las muchas influencias a las que están sometidos los niños. Esta atención de los padres es también una sensibilidad para acoger las posibles preguntas religiosas presentes en la mente de los niños, a veces obvias, a veces ocultas.
Luego está ‘la alegría’; la comunicación de la fe siempre debe tener un tono de alegría. Es la alegría pascual, que no calla u oculta la realidad del dolor, del sufrimiento, de la fatiga, de los problemas, de la incomprensión y de la muerte misma, pero puede ofrecer criterios para la interpretación de todo, desde la perspectiva de la esperanza cristiana. La vida buena del Evangelio es esta nueva mirada, esta capacidad de ver con los mismos ojos de Dios cada situación. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es una carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido; sino que proporciona una valiosa orientación para vivir bien la propia existencia. Por último, ‘la capacidad de escuchar y dialogar’: la familia debe ser un ámbito donde se aprende a estar juntos, para conciliar los conflictos en el diálogo mutuo, que está hecho de escuchar y hablar, entenderse y amarse, para ser un signo, el uno para el otro, de la misericordia de Dios.
Hablar de Dios, por lo tanto, significa entender con la palabra y con la vida que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana. Así que volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y sencillez, con la palabra y con la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, aquel Dios que nos ha mostrado un amor tan grande hasta encarnarse, morir y resucitar para nosotros; ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarse transformar por su inmenso amor, para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; aquel Dios que nos ha dado la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y de los sacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, con el fin de que pueda convertirse en Ciudad de Dios.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesisi.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno.922-25 86 40/ Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 500
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
Comienza este fin de semana el Adviento. La delegación de Liturgia ha recordado que ya está disponible el material para vivir este tiempo al cual se puede acceder desde la página web del Obispado. Asimismo, Cáritas ha enviado a todas las parroquias un material complementario con el fin de prepararnos adecuadamente para vivir la Navidad.
Cabe señalar que la delegación de Liturgia, junto con el material que ofrece para el tiempo de Adviento, amplía la propuesta de la Lectio Divina en torno al Evangelio de cada domingo, al Evangelio de cada día, a partir del próximo domingo. Esta oferta está preparada por el Padre José María, monje cisterciense y habitual colaborador con esta delegación. A dicho material se podrá acceder desde la página web del Obispado, a través del enlace de la delegación de Liturgia.
El sábado 1 de diciembre, en la Catedral de La Laguna, el obispo dirigirá el tradicional retiro de adviento a las10:00horas. Una cita a la que están invitados todos los diocesanos para encarar con energías renovadas el tiempo de la Navidad.
El Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación, será inaugurado el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las13:00horas, una vez concluido el retiro en la Catedral dirigido por el obispo.
El Consejo Presbiteral se reunió esta semana para abordar, entre otras cuestiones, la Promoción Vocacional al ministerio sacerdotal. Uno de los objetivos del Plan Diocesano de Pastoral que pide a todos los agentes de pastoral que procuremos habitar cristianamente en medio de una "cultura vocacional" en la vida diocesana. Tras el trabajo en los arciprestazgos sobre el tema, el Consejo realizó al obispo propuestas concretas que han sido reflexionadas en una ponencia por el equipo de formadores del Seminario de Tenerife.
Esta semana, la Universidad de La Laguna, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, han venido desarrollando la XXVII Semana de Teología bajo el título "Teología: fe y creatividad". La misma ha estado dirigida por Ángel Cordovilla, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. Cordovilla, en una entrevista para 'El Día señaló que "en tiempos de crisis hay que hablar de psicología positiva y creatividad. Es más necesario que nunca tener esa actitud del espíritu humano que afronta los problemas y las crisis como posibilidades de cambio y transformación.”
Cabe señalar que Ángel Cordovilla también atendió los micrófonos de COPE en una entrevista que se puede escuchar desde el blog de comunicación del Obispado.
La VI Bajada de la Virgen de los Reyes de Valle Gran Rey (La Gomera), comienza su cuenta atrás y, como ya es tradición con las Bajadas, el acto inicial será la marcha "la luz de los Reyes" a celebrar el primero de diciembre, en la que vecinos del municipio recorrerán todos los rincones por los que pasará la Virgen. También en La Gomera se ha celebrado una nueva sesión formativa del aula Torres Padilla.
Este viernes y sábado se desarrolla un cursillo de Biblia en el arciprestazgo de Taco. El mismo se desarrolla entre las 17 y las 21 horas de ambos días en los salones parroquiales de Santa María de Añaza. Concretamente, el cursillo servirá para acercar a los participantes a la fe de los grandes personajes bíblicos y será impartido por Áureo Matesanz Sáez, especialista en escritura.
El próximo 8 de diciembre diferentes enclaves de nuestra diócesis como Los Realejos, La Orotava, Valverde, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, etc., celebran con especial singularidad la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En la ciudad de Aguere, el Obispo presidirá la Eucaristía a las11:00horas, en la iglesia de La Concepción.
El próximo viernes, 30 de noviembre, a las19:30horas, tendrá lugar el segundo "Encuentro en la Fe" que la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción ha programado para este curso. En esta edición, el concierto de órgano de tubos estará a cargo de Alfonso Castilla García y la charla coloquio la realizará el sacerdote Quinidio Guerra Piñero, párroco de San Matías y El Buen Pastor de Taco, con el título "Te andan buscando: Dios sale a tu encuentro".
Nieves Mary será consagrada en el "Orden de las Vírgenes", el 9 de diciembre, a las11:30horas, en la parroquia de San Antonio Abad, en Fuencaliente, La Palma. Nieves Mary ha querido invitar a todo aquel que lo desee, a compartir con ella este día tan especial.
El miércoles 12 de diciembre, a las20:30horas, tendrá lugar en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, un festival a beneficio de Cáritas Arciprestal de Ofra. Bajo el título "El aire que me lleva" actuará la prestigiosa Academia de Baile "Ana Manrique". El precio de la entrada es de 10 euros, contando además con la posibilidad de colaborar mediante la fila cero. Para adquirir las entradas pueden llamar al 922.64.66.87.
La Fraternidad de Servidores del Corazón Sacerdotal de Jesús (Asociación Pública de Fieles-Diócesis Nivariense) invita a quienes lo deseen, junto con los retiros programados, al retiro especial dirigido por el P. Prior del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Gran Canaria, José María Jiménez Alonso, el día 6 de diciembre (festivo). El horario previsto es de10:00a19:30horas, incluye el almuerzo y hay que anotarse previamente (teléfonos de contacto: 922.83.02.44 y 674.668.990).
El próximo domingo día 2 de diciembre, tendrá lugar en la Capilla de San Pedro Abajo en Güímar el acto de entronización de la Virgen de Luján, patrona de Argentina. Dicho acto, que ha sido promovido por el Consulado de la República Argentina en Tenerife y la parroquia de San Pedro, con la colaboración de la Casa de de Argentina en la isla y el Ayuntamiento de Güímar, comenzará a las17:00horas con la celebración de la Eucaristía presidida por el obispo.
Como todos los años, desde el proyecto de comercio justo de Cáritas diocesana de Tenerife, se pone en marcha la 5ª edición del tradicional concurso de postales de Navidad. El plazo de presentación de las obras será hasta el lunes10 de diciembre de 2012, en la tienda de comercio justo El Surco, situada en la C/ Juan Pablo II, nº 26, Santa Cruz de Tenerife, cuyo horario habitual es de10 a13:30H. por la mañana y de17 a20 H.por la tarde y los sábados de10 a13 H.
Por otro lado, el Secretariado de Infancia Misionera de España ha lanzado el concurso de dibujo “Los niños ayudan a los niños”. Los dibujos ganadores de este concurso a nivel nacional serán los que participen en el concurso que se ha organizado a nivel internacional por la Secretaría General de la Obra Pontificia de Infancia Misionera en Roma.
La Hermana Sor Carmen Simón, subdelegada diocesana de Pastoral de la Salud, ha impartido el II Cursillo de Iniciación a la Pastoral de la Salud ("La Espiritualidad del Agente") en los locales de la parroquia del Pilar y Santiago en Santa Cruz de La Palma. Al mismo asistieron 12 agentes. Asimismo, en los locales parroquiales de Ntra. Sra. de Bonanza en El Paso, asistieron 20 personas; y en la Cripta de Ntra. Sra. de Montserrat en Los Sauces, se impartió el I Cursillo de Iniciación ("Habilidades y Recursos para el Agente") al que asistieron 14 personas.
El Cabildo tinerfeño ha entregado los XVI Premios Tenerife Solidario. Entre las personas y entidades reconocidas se encontraron algunas vinculadas a la iglesia. En concreto el Colegio de la Pureza de María de Santa Cruz de Tenerife, Rosario Pino Capote (Ataretaco), Ramiro Becerra García (Cáritas Diocesana y Plataforma ONG’s) y Horacio Díaz Santa Cruz (Orden de Belén).
El arciprestazgo de la Gomera, el pasado sábado 24 de noviembre, en Agulo, llevó a cabo el cursillo anual de formación de catequistas. Este año llevaba por titulo: “Catequistas misioneros en tiempos de crisis, al hilo de la Palabra de Dios”, y fue impartido por el sacerdote Áureo Matesanz Sáez, especialista en escritura, que presta servicio pastoral en nuestra diócesis desde hace varios meses en la parroquia de San Marcos de Icod de los Vinos.
Diferentes módulos de formación para profesores se ofertan desde el ISTIC en el mes de enero. Una iniciativa titulada “profesores para el cambio y la innovación”. El primer módulo se desarrollará entre el 11 y el 12 de enero bajo el título “Una nueva forma de entender la inteligencia: el marco de las inteligencias múltiples, programación, paletas y proyectos de comprensión.” El mismo se desarrollará en el Seminario Diocesano de16:00a20:00horas.
El Cabildo de Tenerife ha modificado la categoría como Bien de Interés Cultural del lagunero templo de La Concepción, que pasa a ser 'Monumento de interés cultural', en lugar de la de Monumento Histórico-Artístico.
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (24 de noviembre de 2012) (AICA)
Al finalizar el año litúrgico celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. En ella afirmamos una verdad de fe que encierra una dinámica que nos involucra y nos habla de una realidad actual, que siempre está en camino hacia su plenitud. Mi Reino no es de este mundo, nos dice el Señor, pero la vida de este Reino ya está presente en su Persona. Desde Él y con Él, el Reino de Dios se nos ofrece como una presencia que ilumina y transforma la realidad.
La misión de la Iglesia en el mundo es estar al servicio del Reino, es decir, caminar la historia predicando y llevando la realidad de esta Vida Nueva que ha inaugurado Jesucristo. Ella no puede instalarse como un reino de este mundo, sino como presencia y signo de una realidad que enriquece y orienta al hombre hacia su plenitud. La fe nos hace testigos y peregrinos del Reino de Dios. Esta es nuestra riqueza y responsabilidad.
Como vemos, la fe cristiana no es un esperar que el mundo cambie sino, por el contrario, asumir y comprometerse con la Vida y el Mensaje de Jesucristo para transformar y orientar la vida del hombre en este mundo, en camino hacia su verdad plena. El hombre, cada hombre, es un ser único destinatario del Reino de Dios. Jesucristo no es, por ello, algo accesorio para el hombre, sino la posibilidad de encontrar el camino y el sentido pleno de su vida. ¿Cuáles son los valores del Reino de Dios llamados a iluminar la vida del hombre y de la sociedad?
La liturgia de hoy nos dice que es un: “Reino de la verdad y la vida, Reino de la santidad y la gracia, Reino de justicia, de amor y de paz”. ¿Es posible comenzar a vivir la realidad de este Reino en lo concreto de este mundo, herido por las consecuencias del pecado que es mentira, corrupción y muerte? El Reino de Dios, por otra parte, no es el ideal de una utopía sin raíces, sino una realidad actual que se hace Vida Nueva en el encuentro con Jesucristo. La riqueza de la fe, que tiene por objeto la persona de Jesucristo, es la que da sentido y purifica la realidad de este mundo.
Por ello, nuestra pertenencia al Reino de Dios no nos debe aislar del mundo, al contrario, nos debe comprometer más con él porque es el destinatario de la presencia de Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jn. 3, 16). En este mismo sentido san Pablo nos recuerda, refiriéndose a toda la realidad creada: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo, como Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 22-23). Lo importante, lo que califica nuestra presencia en el mundo es, precisamente, nuestra pertenencia a Cristo.
El Reino de Dios se hace presente como una gracia que nos transforma y que, al mismo tiempo, nos compromete a vivir y a trabajar para que su riqueza eleve la realidad del mundo. En este diálogo entre Dios y el mundo, que alcanzó en Jesucristo su momento mayor y definitivo: “La Iglesia se pone concretamente al servicio del Reino de Dios, ante todo, anunciando y comunicando el Evangelio de la salvación y constituyendo nuevas comunidades cristianas” (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 50). La fe en Dios es una gracia, pero también un desafío.
Renovemos en este Año de la Fe nuestro sí a la persona de Jesucristo que nos hace partícipes y testigos del Reino de Dios. Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor y nuestra Madre de Guadalupe.
Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Alocución de monseñor don Bernardo Álvarez Afonso, obispo de Tenerife con motivo de las Fiestas del Cristo de La Laguna que se celebraránel 14 de SEptiembre de 2012.
“CRISTO MURIÓ PARA LLEVARNOS A DIOS”
“Cristo murió una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1Pe. 3,18)
La celebración anual de las fiestas en Honor del Santísimo Cristo de La Laguna nos permite detenernos con mayor atención y devoción en la contemplación de esta magnífica imagen representativa de Cristo crucificado. Este año, posiblemente, la imagen atraerá aún más interés después de su reciente y acertada limpieza. El paso del tiempo había ido ocultando algunos aspectos de su expresividad y belleza original. Ahora han quedado plenamente visibles para disfrute de los amantes del arte y para favorecer una más intensa veneración de los fieles. La mayor cercanía de la imagen del Cristo, al colocarla en su paso procesional, y la posibilidad de verla en la calle a plena luz del día, nos permitirán contemplarla en todo su esplendor espiritual y estético, como ya ocurrió en la pasada Semana Santa.
Durante siglos, el Santísimo Cristo de La Laguna ha estimulado la fe de los fieles. La imagen en sí es portadora del mensaje central del Evangelio: “tanto Dios al mundo que entregó a su propio Hijo, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (cf. Jn. 3,16-17). Al venerar al Cristo crucificado los fieles reconocen ese amor de Dios, lo agradecen y se acogen a sus beneficios, suplicándole la salud espiritual y corporal, en la seguridad de que Él cura todas nuestras dolencias. “Sus heridas nos han curado”, dice San Pedro en su primera carta, el que experimentó en persona la misericordia y el perdón por parte de Aquel a quien negó conocer.
Cada año, en la misa del día del Cristo (14 septiembre), rezamos el salmo 77. En este salmo respondemos a cada estrofa diciendo: “No olvidéis las acciones del Señor”. Al celebrar las fiestas en honor del Santísimo Cristo de La Laguna, lejos de olvidarnos de las acciones del Señor, lo que hacemos es recordarlas y celebrarlas: “Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo”. “Tu cruz adoramos Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, por el madero ha venido la alegría al mundo entero”.
Pero, el mismo salmo nos previene del peligro, siempre latente, de honrar a Cristo con los labios y no de corazón. Así le pasó al pueblo de Israel y así nos puede pasar a nosotros, como rezamos en el mismo salmo:
“Cuando pasaban por dificultades,
lo buscaban, y madrugaban
para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo su redentor.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con Él,
ni eran fieles a sus mandatos”.
Es decir, se acordaban de Dios en tiempos de dificultad, pero el culto que le rendían estaba vacío porque no acompañaban sus actos de culto con la sincera conversión del corazón a Dios y, en lugar de obedecer sus mandamientos, seguían actuando según sus antojos. Era como si pretendieran engañar a Dios (a ver si nos libra de nuestras angustias a cambio de adularle dándole un culto externo), pidiéndole que les ayude a seguir haciendo lo que ellos quieren, sin ni siquiera plantearse que la dificultades que sufren son consecuencia de su desobediencia a los mandatos del Señor. Así se producía el absurdo de “el culto a Dios” por un lado y “la vida de cada día” por otro.
Este modo superficial de vivir la fe, en realidad, es una forma de “ateísmo práctico” que, lamentablemente, también se da en nuestro tiempo. En palabras del Concilio Vaticano II, cometen un grave error quienes piensan que la vida religiosa se reduce meramente a ciertos actos de culto y afirma que “la separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época” (GS 43).
A nadie se le oculta que “vivimos tiempos de crisis”. Económica, sí. Pero, sobre todo, es una crisis de valores que tiene sus efectos negativos en la vida económica, pero también en el modo de hacer la política, en la familia, en la educación, en las relaciones sociales, en los medios de comunicación... Los valores espirituales y morales como la fe en Dios, el amor, la oración, la honradez, la gratuidad, la justicia, el esfuerzo y dominio de sí mismo, el espíritu de sacrificio, la generosidad, la solidaridad, la esperanza, la bondad… hace ya tiempo que cotizan a la baja, también entre quienes nos llamamos cristianos. Sin estos valores “los seres humanos son menos humanos” y los cristianos no hacemos honor a lo que este nombre significa. Una vez más se están cumpliendo aquellas palabras proféticas del Papa Pablo VI: “El hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos que organizarla contra el hombre”.
Pero, la misericordia del Señor dura por siempre y, ante esta desgraciada situación, “Él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor” (Salmo 77). Esta misericordia de Dios alcanzó su culmen cuando “en la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo nacido de una mujer” (Gal. 4,4), “no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn. 3,17). Por eso, con las palabras del pregón de la Vigilia Pascual, con admiración proclamamos: “¡Que asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para salvar al esclavo entregaste al Hijo!”.
En Cristo crucificado, en nuestra imagen del Santísimo Cristo de La Laguna, se nos hace visible que el amor de Dios no tiene fin y que, aunque seamos infieles, Él permanece siempre fiel. “Cristo murió una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1Pe. 3,18). Por eso, podemos volvernos confiadamente hacia Él, con un corazón sincero, en la seguridad de que siempre nos espera con los brazos abiertos.
En Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, durante el Vía-crucis, dijo el Papa Benedicto XVI: “El Padre quiso amar a los hombres en el abrazo de su Hijo crucificado por amor. La cruz en su forma y significado representa ese amor del Padre y de Cristo a los hombres. En ella reconocemos el icono del amor supremo, en donde aprendemos a amar lo que Dios ama y como Él lo hace: esta es la Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo”.
“Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro” (Is. 45, 22), decía Dios a su pueblo Israel y nos repite a nosotros hoy. Ojalá que al contemplar al Santísimo Cristo de La Laguna sintamos el eco de estas palabras y, recordando “las acciones del Señor” y conmovidos por su amor por nosotros, como el hijo pródigo de la parábola, entrando en nosotros mismos, recapacitemos reconociendo nuestro alejamiento de Dios y tomemos una firme resolución: “me levantaré y volveré a mi padre”.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense
ZENIT nos ofrece las palabras que el Papa dirigió a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro el domingo 25 de Noviembre de 2012 al introducir la oración del Angelus.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la Iglesia celebra a Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Esta solemnidad está ubicada al final del año litúrgico y resume el misterio de Jesús, “primogénito de entre los muertos y dominador de todos los poderosos de la tierra" (Oración Colecta Año B), ampliando nuestra mirada hacia la plena realización del Reino de Dios, cuando Dios será todo en todos (cf. 1 Cor. 15,28). San Cirilo de Jerusalén dice: “No solo proclamamos la primera venida de Cristo, sino también una segunda mucho más hermosa que la primera. La primera, de hecho, fue una demostración de sacrificio, la segunda porta la diadema de la realeza divina; ...en la primera fue subordinado a la humillación de la cruz, en la segunda es rodeado y glorificado por una multitud de ángeles” (Catequesis XV, 1 Illuminandorum, De Secundo Christi adventu: PG 33, 869 A).
Toda la misión de Jesús y el contenido de su mensaje consiste en la proclamación del Reino de Dios, de instaurarlo en medio de los hombres con signos y prodigios. “Pero --como ha recordado el Concilio Vaticano II--, sobretodo el Reino se manifiesta en la misma persona de Cristo” (Const. Dogm. Lumen Gentium, 5), quien lo ha instaurado a través de su muerte en la cruz y su resurrección, con lo cual se ha manifestado como Señor y Mesías y Sacerdote para siempre. Este Reino de Cristo fue confiado a la Iglesia, que es "semilla" y "principio" y tiene la tarea de anunciarlo y proclamarlo entre las personas, con el poder del Espíritu Santo (cf. Ibid.). Al final del tiempo establecido, el Señor presentará a Dios Padre el Reino, y le ofrecerá a todos los que han vivido de acuerdo al mandamiento del amor.
Queridos amigos, todos estamos llamados a prolongar la obra salvífica de Dios, convirtiéndonos al Evangelio, situándonos con decisión detrás de aquel Rey que no vino para ser servido sino para servir, y para dar testimonio de la verdad (cf. Mc. 10,45; Jn. 18,37).
En esta prospectiva, les invito a todos a orar por los seis nuevos cardenales que he creado ayer, a fin de que el Espíritu Santo les refuerce en la fe y en la caridad y les colme de sus dones, para que vivan su nueva responsabilidad como un mayor compromiso a Cristo y a su Reino. Estos nuevos miembros del Colegio Cardenalicio representan la dimensión universal de la Iglesia: son pastores de las Iglesias en el Líbano, en la India, Nigeria, Colombia, y en las Filipinas, y uno de ellos ha estado por largo tiempo al servicio de la Santa Sede.
Invocamos la protección de la Santísima Virgen sobre cada uno de ellos y los fieles confiados a su servicio. La Virgen nos ayude a todos a vivir el momento presente esperando el regreso del Señor, pidiendo con fuerza a Dios: "Venga tu reino", y cumpliendo con las obras de la luz que nos acercan cada vez más al Cielo, conscientes de que, en los turbulentos eventos de la historia, Dios continua a construir su Reino de amor.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT nos ofrece el texto de la homilía del santo padre en la solemne celebración de Cristo Rey concelebrada con los neocardenales, el domingo 25 de Noviembre de 2012.
Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas
La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, se enriquece con la recepción en el Colegio cardenalicio de seis nuevos miembros que, según la tradición, he invitado esta mañana a concelebrar conmigo la Eucaristía. Dirijo a cada uno de ellos mi más cordial saludo, agradeciendo al Cardenal James Michael Harvey sus amables palabras en nombre de todos. Saludo a los demás purpurados y a todos los obispos presentes, así como a las distintas autoridades, señores embajadores, a los sacerdotes, religiosos y a todos los fieles, especialmente a los que han venido de las diócesis encomendadas al cuidado pastoral de los nuevos cardenales.
En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo. Cuando fue creado el mundo, al comienzo, él estaba con el Padre, y manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando juzgará a todos los hombres. Las tres lecturas de hoy nos hablan de este reino. En el pasaje evangélico que hemos escuchado, sacado de la narración de san Juan, Jesús se encuentra en la situación humillante de acusado, frente al poder romano. Ha sido arrestado, insultado, escarnecido, y ahora sus enemigos esperan conseguir que sea condenado al suplicio de la cruz. Lo han presentado ante Pilato como uno que aspira al poder político, como el sedicioso rey de los judíos. El procurador romano indaga y pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» (Jn 18,33). Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su reino y de su mismo mesianismo, que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su reino no se ha de confundir en absoluto con ningún reino político: «Mi reino no es de este mundo… no es de aquí» (v. 36).
Está claro que Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, quería hacerlo rey, para derrocar el poder romano y establecer así un nuevo reino político, que sería considerado como el reino de Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el reino de Dios es de otro tipo, no se basa en las armas y la violencia. Y es precisamente la
multiplicación de los panes la que se convierte, por una parte, en signo de su mesianismo, pero, por otra, en un punto de inflexión de su actividad: desde aquel momento el camino hacia la Cruz se hace cada vez más claro; allí, en el supremo acto de amor, resplandecerá el reino prometido, el reino de Dios. Pero la gente no comprende, están defraudados, y Jesús se retira solo al monte a rezar (cf. Jn 6,1-15). En la narración de la pasión vemos cómo también los discípulos, a pesar de haber compartido la vida con Jesús y escuchado sus palabras, pensaban en un reino político, instaurado además con la ayuda de la fuerza. En Getsemaní, Pedro había desenvainado su espada y comenzó a luchar, pero Jesús lo detuvo (cf. Jn 18,10-11). No quiere que se le defienda con las armas, sino que quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra.
Y es esta la razón de que un hombre de poder como Pilato se quede sorprendido delante de un hombre indefenso, frágil y humillado, como Jesús; sorprendido porque siente hablar de un reino, de servidores. Y hace una pregunta que le parecería una paradoja: «Entonces, ¿tú eres rey?». ¿Qué clase de rey puede ser un hombre que está en esas condiciones? Pero Jesús responde de manera afirmativa: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,37). Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. Pilato no comprende: ¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios.
Esta perspectiva la volvemos a encontrar en la primera lectura que hemos escuchado. El profeta Daniel predice el poder de un personaje misterioso que está entre el cielo y la tierra: «Vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará» (7,13-14). Se trata de palabras que anuncian un rey que domina de mar a mar y hasta los confines de la tierra, con un poder absoluto que nunca será destruido. Esta visión del profeta, una visión mesiánica, se ilumina y realiza en Cristo: el poder del verdadero Mesías, poder que no tiene ocaso y que no será nunca destruido, no es el de los reinos de la tierra que surgen y caen, sino el de la verdad y el amor. Así comprendemos que la realeza anunciada por Jesús de palabra y revelada de modo claro y explícito ante el Procurador romano, es la realeza de la verdad, la única que da a todas las cosas su luz y su grandeza.
En la segunda lectura, el autor del Apocalipsis afirma que también nosotros participamos de la realeza de Cristo. En la aclamación dirigida a aquel «que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre» declara que él «nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (1,5-6). También aquí aparece claro que no se trata de un reino político sino de uno fundado sobre la relación con Dios, con la verdad. Con su sacrificio, Jesús nos ha abierto el camino para una relación profunda con Dios: en él hemos sido hechos verdaderos hijos adoptivos, hemos sido hechos partícipes de su realeza sobre el mundo. Ser, pues, discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios. El autor del Apocalipsis amplia su mirada hasta la segunda venida de Cristo para juzgar a los hombres y establecer para siempre el reino divino, y nos recuerda que la conversión, como respuesta a la gracia divina, es la condición para la instauración de este reino (cf. 1,7). Se trata de una invitación apremiante que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirse continuamente en nuestra vida al reino de Dios, al señorío de Dios, de la verdad. Lo invocamos cada día en la oración del «Padre nuestro» con las palabras «Venga a nosotros tu reino», que es como decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad dispersa y sufriente, para que en ti todo sea sometido al Padre de la misericordia y el amor.
Queridos y venerados hermanos cardenales, de modo especial pienso en los que fueron creados ayer, a vosotros se os ha confiado esta ardua responsabilidad: dar testimonio del reino de Dios, de la verdad. Esto significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus potencias. Sed imitadores de Jesús, el cual, ante Pilato, en la situación humillante descrita en el Evangelio, manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando la propia vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación del reino de Jesús. Y por esto, con un solo corazón y una misma alma, rezamos: «Adveniat regnum tuum». Amén.
Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el 33 domingo durante el año (18 de noviembre de 2012). (AICA)
En este penúltimo domingo del tiempo ordinario, las lecturas bíblicas (Dan. 12, 1-3 y Mc. 13, 24-32) nos hablan de la segunda venida de Cristo. El Señor vendrá sobre las nubes revestido de majestad y poder. Cuando llegue el tiempo de su manifestación gloriosa, vendrá a culminar la historia humana. A través del simbolismo de fenómenos cósmicos, el evangelista san Marcos recuerda que Dios pronunciará, en el Hijo, su juicio sobre la historia de los hombres.
Estas profecías sobre el fin del mundo están marcadas por tiempos precedentes de grandes sufrimientos y tribulaciones. Este fin de la historia tiene una doble perspectiva: una perspectiva concreta respecto a la historia de Israel que tuvo lugar con la persecución de los paganos y la destrucción del Templo de Jerusalén como así también una perspectiva absoluta que consiste en el fin del mundo, después del cual ya no habrá más que eternidad. ¿Cómo y cuándo sucederá esto? Es el gran secreto de Dios, sólo Él lo sabe. Lo que sí sabemos es que las pruebas y sufrimientos deben prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor, pues al no saber cuando será, como Él mismo nos lo aconseja, debemos velar y orar justamente porque no sabemos ni el día ni la hora. Y todos los acontecimientos de esta vida, de nuestra vida, se dirigen a ese tiempo y a esa hora. Saber esto no disminuye, sino que por el contrario, acrecienta la seriedad del compromiso cristiano. Sería una gran falsedad decir que, total, como nadie conoce cuándo será el fin del mundo, podemos vivir el presente como se nos antoje, olvidando que puede ser el fin, para cada uno esta misma noche. Por eso es que Jesús concluye el Evangelio de hoy con la recomendación: “estén atentos y vigilen, porque no saben cuándo será el momento preciso”.
Vivimos tiempos de sufrimientos y tribulaciones, existen situaciones difíciles y hasta dramáticas que ponen en peligro las seguridades y las vidas humanas. Pero el Evangelio nos consuela, presentándonos la figura victoriosa de Cristo, juez de la historia .Él, con su presencia, ilumina toda oscuridad y da a quien confía en Él la certeza consoladora de su asistencia permanente. Por eso el cristiano no debe sentirse agobiado por la existencia de males en el mundo, no debe rendirse frente a las dificultades y las incertidumbres cotidianas. Somos un pueblo que confía en su Señor, somos un pueblo de esperanza. Y por eso esperamos y nos preparamos para recibir al Señor cuando Él venga, hoy y al final de la historia humana.
Frente a los vaticinios del fin del mundo que cada tanto aparecen debemos permanecer tranquilos, pues “de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre (Ib. 32)”. Lo que sí sabemos es que el Hijo del Hombre volverá un día y reunirá a sus santos desde los cuatro puntos cardinales. De esto estamos seguros: Cristo nos llama a la plenitud de la vida cristiana, a la perfección de la caridad, a tomar el Evangelio como norma de conducta. En este sentido y en el marco del Año de la Fe, siempre es bueno tener presente el consejo del Apóstol Pablo respecto a tomar firmemente las armas de Dios: la fe, la verdad, la justicia, la paz, la oración constante y la reflexión asidua de la Palabra de Dios (Cfr. Ef. 6-13-18).
No tengamos miedo cuando escuchemos estas lecturas que hablan del fin del mundo y del retorno de Cristo como Señor de todo. Lejos de ser un castigo o una amenaza, es la feliz esperanza que tenemos los cristianos, es nada más ni nada menos que la venida de Nuestro Señor Jesucristo. El Dios que vendrá al fin de los tiempos es el Dios del cual la Sagrada escritura nos dice que es “clemente y compasivo, tardo a la cólera y lleno de amor, que no se enoja eternamente ni para siempre guarda su rencor... que él sabe de qué estamos hechos» (Sal 103, 8-14).
Que nuestro corazón no se inquiete, ni tenga miedo, sino que por el contrario, esté siempre atento, vigilante y firme en la fe en Jesús, que en el evangelio de hoy nos asegura su ayuda y su protección: "el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" ( Mc 13, 31).
Que María, la Virgen ya reinante en los cielos, nos ayude a esperar confiados en la venida de su Hijo.
Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú
Reflexión a las lecturas del domingo de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 34ª del T. Ordinario B
Por fin, estamos llegando al final del camino, del Año Litúrgico. El próximo domingo comenzaremos otro por el Adviento. Cuando se ha tomado el tiempo con seriedad y responsabilidad, se llega a este último domingo con alegría, con gratitud y con una cierta señal de alivio. La Liturgia centra hoy nuestra atención en Cristo como Rey del Universo. De esta forma, en estas fechas en las que recordamos y celebramos la Segunda Venida del Señor, como decíamos el domingo pasado, esta gran solemnidad nos enseña cómo va a terminar la historia humana: con la manifestación plena y gloriosa del Reinado de Cristo. Reinado que también es nuestro, como escuchamos en la segunda lectura de hoy: “Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su Sangre, nos ha convertido en un Reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre…”
La afirmación de Cristo de que es rey, cuando está ante Pilato detenido, maniatado e imposibilitado, es la prueba más evidente de que su reino no es de aquí. Pero Él es Rey… Y lo ratifica ante Pilato: “¡Tú lo dices: soy rey…!” El Hijo de Dios vino a la tierra, precisamente, a iniciar el Reino de los cielos. Y los que acogían su Palabra, se iban incorporando al Reino. El prefacio de la Liturgia de hoy habla de “un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”. Y antes de subir al Cielo, mandó a los apóstoles, y en ellos también a nosotros, a extender su Reino por toda la tierra (Mc 16,15-17).
Pero lo primero que se nos pide en esta solemnidad es una firme y decidida adhesión personal a Jesucristo por la fe y la renovación del Bautismo, y la voluntad de perseverar fieles a ese Reino, aún en medio de las dificultades, hasta el fin, es decir, hasta la Vuelta gloriosa de Jesucristo… Siguiendo el ejemplo de tantos que entregaron su vida al Señor al grito de “¡Viva Cristo Rey”.
Nos exige también esforzarnos por extender su Reino como Jesús nos mandó y contemplábamos antes. De este modo, se hará realidad lo que escuchamos en la primera lectura: “Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron”. A veces, en efecto, nos da la impresión de que Jesús, el Señor, no reina en distintos lugares, personas, instituciones y situaciones de la vida y de la historia. El ritmo de crecimiento del Reino nos parece muy lento.
¡Cuántas gracias debemos dar al Señor porque ha querido compartir con nosotros su Reinado y nos concede la gracia de celebrar hoy esta fiesta tan hermosa!
En medio de las dificultades, que nunca faltan en nuestra condición de peregrinos, le podemos decir este día a Jesucristo, con una inmensa e invencible confianza: “Tú eres el Rey del Universo, tú eres el Señor de la Historia. Tú conoces el corazón de cada uno, tú lo sabes todo. Amén. Aleluya”. ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 34º DEL TIEMPO ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
El profeta nos anuncia, en una visión misteriosa, cómo el Hijo del hombre conseguirá una realeza eterna y universal. Escuchemos con atención.
SEGUNDA LECTURA
La segunda Lectura es un himno a Cristo glorioso, que, por su Misterio Pascual, ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes… Y un día vendrá lleno de gloria.
TERCERA LECTURA
La afirmación de Cristo de que es rey, cuando está detenido e imposibilitado ante Pilato, es la prueba más evidente de que su Reino no es de este mundo. Pero Él es Rey. Escuchemos con atención y con fe. (Aclamemos a Cristo Rey, con el canto del aleluya).
COMUNIÓN
En la Comunión, bajo las sencillas especies de pan y de vino, recibimos a Jesucristo Rey del Universo. Pidámosle que nos ayude a pertenecer de verdad a su Reino, a trabajar por extenderlo por toda la tierra, y que un día, cuando Él vuelva, contemplemos la plena manifestación de su gloria para siempre. Porque su Reino no tiene fin.
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, solemnidad de Cristo Rey, de nuestro colaborador el padre Jesús Álvarez, paulino.
Jesucristo, Rey y testigo de la verdad
Comentario al evangelio de la solemnidad de Cristo Rey/B
Por Jesús Álvarez SSP
“Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?" Pilato respondió: "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?" Jesús contestó: "Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá". Pilato le preguntó: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús respondió: "Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz". (Jn 18,33-37)
Ante Pilato, Jesús identifica su dignidad real con la de testigo de la verdad. Para Jesús el ser testigo de la verdad consiste en dar a conocer el amor de Dios hacia los hombres y llevar a los hombres al reino temporal y eterno de Dios. Esa es la verdad real que testimonia Cristo Rey, y con Él todos sus verdaderos súbditos, discípulos, cristianos auténticos.
Jesús es el único Rey verdadero, principio, conductor y “fin de la historia..., centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones” (Gaudium et Spes 45). Es Rey de todo lo creado visible e invisible, pues todo es obra suya.
Es Rey de amor, de sufrimiento y de gloria. Rey de la vida y la verdad, de la justicia y la paz, del amor y la libertad, de la dignidad humana y la fraternidad universal... Rey crucificado y resucitado, presente y actuante en la historia de la humanidad y de cada persona humana.
Los reyes y gobernantes de este mundo se apoyan en los ejércitos, en las armas, en el dinero, en el poder, en la mentira, en la injusticia, en la represión, en la corrupción, en la esclavitud, en la violencia, en el odio. Y a menudo edifican el bienestar propio y el de sus pueblos ricos sobre la explotación y muerte de pueblos pobres.
Y no pueden escuchar la palabra de Jesús ni comprender su poder fundado en el amor, en el servicio, en la cruz y en la resurrección. Eso para ellos equivale a fracaso total.
Por otra parte Jesús, Rey crucificado, desestima la lucha por el poder y las riquezas entre los hombres religiosos al amparo de la religión. El “INRI” (Jesús Nazareno Rey de los Judíos) sobre la cabeza de Jesús es la mejor vacuna contra la ambición de poder y riqueza; ambición que se filtra fácilmente en la Iglesia y en todo cristiano, como les sucedió ya a los primeros discípulos de Cristo.
El reino de Jesús no es monopolio de la Iglesia católica ni de las demás Iglesias. En él tienen cabida todos “los que adoran a Dios en espíritu y en verdad”, todas las personas de buena voluntad, los que buscan y promueven lealmente todo lo bueno, lo verdadero, lo noble y lo justo, los valores del reino de Cristo.
Este reino crece incesante e imperceptiblemente en medio de grandes dificultades y persecuciones, pero no puede ser destruido por los poderes de este mundo, como lo intentan una y otra vez, sin éxito, desde hace siglos. Solamente los humildes, mansos y sufridos, unidos a su Rey, pueden sostenerlo, hacerlo crecer y llevarlo al éxito triunfal y eterno.
Para seguir de verdad a Cristo Rey, necesitamos una apertura acogedora y amorosa a la vida, al hombre y a los valores de su Reino, indispensables para una existencia digna en la tierra, que nos garantice la vida eterna en el paraíso, el Reino de los cielos.
El reino de Dios --que es la verdad última del hombre--, se juega en el corazón de cada ser humano. ¿Cómo podríamos jugar a ganar o perder nuestro Reino eterno? “El Reino de Dios requiere esfuerzo para conquistarlo, y solamente los esforzados pueden alcanzarlo” (Mt 11, 12). Por algo san Pablo nos urge: “Trabajen con temor y seriedad por su salvación”. (Flp. 2, 12). Y se puede añadir: y por la salvación de los otros, para así garantizar en parte la nuestra.
ZENIT nos ofrece el texto con la catequesis del papa del miércoles 21 de Noviembre de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Avanzamos en este Año de la fe, llevando en el corazón la esperanza de volver a descubrir cuánta alegría hay en el creer, y en encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son un simple mensaje sobre Dios, una información particular acerca de Él. Sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador, que cumple con las aspiraciones más profundas del hombre, su anhelo de paz, de fraternidad, de amor. La fe conduce a descubrir que el encuentro con Dios mejora, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. Es así que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su propio origen, su destino, la grandeza y la dignidad de la vida humana.
La fe permite un conocimiento auténtico de Dios, que implica a toda la persona: se trata de un "saber", un conocimiento que le da sabor a la vida, un nuevo gusto de existir, una forma alegre de estar en el mundo. La fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que se vuelve la solidaria, capaz de amar, venciendo a la soledad que nos pone tristes. Es el conocimiento de Dios mediante la fe, que no es solo intelectual, sino vital; es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor.
Después el amor de Dios nos hace ver, abre los ojos, permite conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo que desorientan las conciencias. El conocimiento de Dios es, por tanto, experiencia de fe, e implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: profundamente conmovido por la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros, podemos superar los horizontes de nuestro egoísmo y nos abrimos a los verdaderos valores de la vida.
Hoy en esta catequesis, quisiera centrarme sobre la racionalidad de la fe en Dios. Desde el principio, la tradición católica ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) no es una fórmula que interprete la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, cuanto más es misterio. El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad.
Si, observando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque no haya luz en el misterio, sino más bien porque hay demasiada. Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen directamente al sol para mirarlo, solo ven la oscuridad; pero ¿quién diría que el sol no es brillante, aún más, fuente de luz? La fe permite ver el "sol", Dios, porque es la acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe realmente todo el brillo del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre, se ha dado para que acceda a su conocimiento, consintiendo el límite de su razón como creatura (cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Dei Verbum, 13).
Al mismo tiempo, Dios, con su gracia, ilumina la razón, abre nuevos horizontes, inconmensurables e infinitos. Por eso, la fe es un fuerte incentivo para buscar siempre, a no detenerse nunca y a no evadir nunca el descubrimiento inagotable de la verdad y de la realidad. Es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, según los cuales la razón humana estaría bloqueada por los dogmas de la fe. Es todo lo contrario, como los grandes maestros de la tradición católica lo han demostrado.
San Agustín, antes de su conversión, busca con mucha ansiedad la verdad, a través de todas las filosofías disponibles, encontrándolas todas insatisfactorias. Su investigación minuciosa racional es para él una significativa pedagogía para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice, "comprender para creer y creer para comprender" (Discurso 43, 9: PL 38, 258), es como si estuviera contando su propia experiencia de vida. Intelecto y fe, de frente a la revelación divina no son extraños o antagonistas, sino son las dos condiciones para comprender el significado, para acoger el mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto a muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que es ejercida con la razón, que piensa y nos invita a pensar. Sobre este camino, san Anselmo dirá en su Proslogion que la fe católica es fides quaerens intellectum, donde la búsqueda de la inteligencia es un acto interno al propio creer. Será especialmente santo Tomás de Aquino –sólido en esta tradición--, quien hará frente a la razón de los filósofos, mostrando cuánta nueva y fecunda vitalidad racional deriva del pensamiento humano, en la introducción de los principios y de las verdades de la fe cristiana.
La fe católica es, pues, razonable y brinda confianza también a la razón humana. El Concilio Vaticano I, en la Constitución dogmática Dei Filius, dijo que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios por medio de la vía de la creación, mientras que solo corresponde a la fe la posibilidad de conocer "fácilmente, con absoluta certeza y sin error" (DS 3005) la verdad acerca de Dios, a la luz de la gracia. El conocimiento de la fe, más aún, no va contra la recta razón. El beato Papa Juan Pablo II, en la encíclica Fides et ratio, resumió: "La razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente" (n. 43). En el irresistible deseo por la verdad, solo una relación armoniosa entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud del ser.
Esta doctrina es fácilmente reconocible en todo el Nuevo Testamento. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, sostiene, como hemos escuchado: "Mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles" (1 Cor. 1, 22-23). De hecho, Dios ha salvado al mundo no con un acto de fuerza, sino a través de la humillación de su Hijo único: de acuerdo a los estándares humanos, el modo inusual ejecutado por Dios,contrastacon las exigencias de la sabiduría griega.
Sin embargo, la cruz de Cristo tiene una razón, que san Pablo llama: ho lògos tou staurou, "la palabra de la cruz" (1 Cor. 1,18). Aquí, el término lògossignifica tanto la palabra como la razón, y si alude a la palabra, es porque expresa verbalmente lo que la razón elabora. Por lo tanto, Pablo ve en la Cruz no un evento irracional, sino un hecho salvífico, que tiene su propia racionalidad reconocible a la luz de la fe. Al mismo tiempo, tiene tal confianza en la razón humana, hasta el punto de asombrarse por el hecho de que muchos, a pesar de ver la belleza de la obra realizada por Dios, se obstinan a no creer en Él. Dice en la Carta a los Romanos "Porque lo invisible [de Dios], es decir, su poder eterno y su divinidad, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (1,20).
Así, incluso san Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a adorar "al Señor, Cristo, en sus corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza" (1 Pe. 3,15). En un clima de persecución y de fuerte necesidad de dar testimonio de la fe, a los creyentes se les pide que justifiquen con motivaciones sólidas su adhesión a la palabra del Evangelio; de dar las razones de nuestra esperanza.
Sobre esta base que busca el nexo profundo entre entender y creer, también se funda la relación virtuosa entre la ciencia y la fe. La investigación científica conduce al conocimiento de la verdad siempre nueva sobre el hombre y sobre el cosmos, lo vemos. El verdadero bien de la humanidad ,accesible en la fe, abre el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento.Por lo tanto, deben fomentarse, por ejemplo, la investigación puesta al servicio de la vida, y que tiene como objetivo erradicar las enfermedades. También son importantes las investigaciones para descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, a sabiendas de que el hombre está en la cumbre de la creación, no para explotarla de modo insensato, sino para cuidarla y hacerla habitable.
Es así como la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie solo a aquellos intentos que, oponiéndose al plan original de Dios, puedan producir efectos que se vuelvan contra el hombre mismo. También por esto es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico actuar siempre por el bien y la verdad del hombre, permaneciendo fiel a este mismo diseño.
Por eso es crucial para el hombre abrirse a la fe y conocer a Dios y su designio de salvación en Jesucristo. En el Evangelio, se inaugura un nuevo humanismo, una verdadera "gramática" del hombre y de toda realidad. El Catecismo de la Iglesia Católica lo afirma: "La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo. Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal. 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él" (n. 216).
Esperamos entonces que nuestro compromiso en la evangelización ayude a dar una nueva centralidad del Evangelio en la vida de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y oramos para que todos encuentren en Cristo el sentido de la vida y el fundamento de la verdadera libertad: sin Dios, de hecho, el hombre se pierde.
Los testimonios de aquellos que nos han precedido y han dedicado sus vidas al Evangelio lo confirma para siempre. Es razonable creer, está en juego nuestra existencia. Vale la pena gastarse por Cristo, solo Él satisface los deseos de verdad arraigados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa, y en el día sin fin de la beata Eternidad. Gracias.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (18 de noviembre de 2012)(AICA)
Jesús dijo a sus discípulos “En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.” (San Marcos 13,24-32)
El Señor nos habla de los últimos tiempos, la escatología, el final de los tiempos; ¡y cómo pesa su palabra, tiene densidad y tiene verdad!
Es importante que sepamos que las cosas pasan y que frente a aquella cierta omnipotencia del hombre, también éste tiene una fragilidad y debilidad tremendas porque, las cosas pasan, son imprevistas, imprevisibles, accidentes, catástrofes naturales o accidentes humanos; pensemos en todas las cosas que nos rodean a lo largo de tanto tiempo. ¿Quién de nosotros no tiene alguien que falleció en un accidente? Recordemos la tragedia de Once con lo sucedido al ferrocarril Sarmiento. Y tantas otras cosas que uno diría “se podría haber evitado”; pero estas cosas pasan.
Quisiera que reflexionemos sobre algo importante: ustedes, yo, el cristiano, somos las personas del futuro y no esperamos el futuro, somos del futuro; es decir YA tenemos que vivir de un modo anticipado. Tenemos que amasar acá lo que vamos a vivir allá, es decir que para vivir “allá”, tenemos que amasarlo “acá”: con el trabajo, con el sacrificio, con la oración, con el compromiso. ¡No dejarlo pasar!
Vivir éste presente en la presencia de Dios. Porque la presencia de Dios en nosotros está humanizando este mundo y se están preparando las transformaciones del universo para que se convierta “en un cielo nuevo y una tierra nueva”. Quizás vaya a inaugurarse el definitivo Reino de Dios. Pero que, ciertamente, tiene que haber personas, familias, sociedad, Iglesia, que crean realmente esto de vivir el futuro, viviendo el presente en la presencia de Dios.
Somos peregrinos, estamos en camino, algunas cosas características para “el viaje”: no trabajamos solos, tenemos que colaborar con los demás; no trabajamos sin entusiasmo, hay que hacerlo con entusiasmo; trabajamos con coraje, con la fuerza humana y con la fuerza de la gracia que Dios nos da permanentemente; y con esa gracia y nuestra colaboración El trabaja y hace crecer el universo, hace despuntar la nueva creación. Tenemos que pasar por una prueba, pero ciertamente esa prueba ya está clarificada y está anticipada la presencia definitiva del Señor.
Que tengamos entusiasmo para vivir, entusiasmo para trabajar, entusiasmo y fidelidad en el sacrificio, perseverancia en la oración y entrega en el amor. Que nos demos cuenta que aquí se amasa lo que allá vamos a vivir definitivamente.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, en la misa por los enfermos (Parroquia Nuestra Señora de la Salud, 11 de noviembre de 2012) (AICA)
Queridos hermanos:
Celebramos las fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Salud, la Madre de esta comunidad y de todos nosotros, particularmente de los enfermos, que se acercan a pedir y suplicar por los ellos. Asimismo, queremos celebrar aquí con la Comisión arquidiocesana de pastoral de la salud, el día del enfermo de este año, que tiene como lema las palabras elegidas por el Papa Benedicto XVI;” Levántate, tu fe te ha salvado”.
Esta invitación ayuda a tomar conciencia de la importancia de la fe para quienes, sobrellevando la enfermedad se acercan al Señor. En el encuentro con él, pueden experimentar realmente que ¡quien cree no está nunca solo! Dios por medio de su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo (cf. Mc 2,1-12) (cfr. Mensaje 2012).
En el centro de las lecturas que escuchamos este domingo encontramos el personaje de una viuda pobre, una mujer que ofrece en la alcancía del templo las monedas que le quedan. Un gesto que va más allá de cuánto puso, y manifiestan un corazón generoso; que por la mirada de Jesús, pasa a la historia y se recuerda como un ejemplo de generosidad y amor, dando todo lo que tenía. Ella dio porque creía, porque amaba , y allí encontraba la fidelidad al amor de Dios .
Esto mismo, es lo que deseo resaltar en este día del enfermo. La fe nos mueve a dar todo por el enfermo; la fe nos ayuda a sobrellevar la enfermedad, la fe nos da esperanza, y nos dice “levántate”.
La fe está en relación con la vida, no solo para pensar en Él, para alcanzar un conocimiento suyo más hondo, sino para encontrarnos con Jesús y vivir como cristianos.
El encuentro de la fe crece cuando se vive como una experiencia de amor
Este encuentro motivado por la fe, que nos sostiene y fortalece, y es tan importante en los agentes de la salud, como en los enfermos y en los familiares “crece cuando se vive como un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia. La fe ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón a los que escuchan la invitación del Señor, a aceptar su Palabra para ser sus discípulos (cfr. Porta fidei, nº 7).
Por la fe nos acercamos al corazón del misterio de Dios que nos habla; y también nos mueve a confiar en Él, en su palabra, y en su amor.
Creer es aceptar lo que Dios nos revela sobre si mismo, sobre nuestra vida, y sobre cada uno de nosotros; y la garantía de ello es la Resurrección de Jesús, sin la cual, como dice San Pablo, nuestra fe sería vana (1Co.15,14); y no solo nuestra fe, sino también la esperanza, y la caridad.
También el amor y la generosidad de dar todo, como nos enseña el Evangelio que acabamos de leer, brotan de la fe; es la que nos ayuda a motivar y apreciar la entrega de quienes trabajan en la Pastoral de la salud, y a quienes tienen la misión de cuidar enfermos. La fe nos ayuda a estar disponibles "a vendar los corazones heridos".
En el encuentro con Jesús, experimentamos lo que el Papa repite frecuentemente: “¡quien cree no está nunca solo!. Porque Dios está junto a nosotros. Esto se experimenta por la Palabra de Dios, la oración y la acción de los sacramentos.
Cada uno de ellos “expresa y actúa la proximidad del mismo Dios” (Mensaje, n º1). Esta también es la misión de la Pastoral de la salud, anunciar que Dios siempre está cerca; y nos permite reafirmar que esa también en nuestra misión, acompañar fraternalmente al enfermo y acercarlo a la fe.
Pero al mismo tiempo este acompañamiento cercano, trasciende el tiempo y el momento del encuentro físico; porque nos orienta hacia un encuentro de comunión y de amor. Quien invoca al Señor, debería sentir que el amor del Señor no lo abandona nunca.
Cada sacerdote repite lo realizado por Jesús, acerca las medicinas de Dios, y anuncia y hace presente la misericordia del Padre.
Justamente, en este día, comprendemos que Jesús mismo dio todo. Por eso dejo a sus sacerdotes, ministros las medicinas de Dios: la reconciliación, la unción y la comunión.
Qué importante es llamar y recibir la visita del sacerdote que se acerca a los enfermos, como el buen samaritano que nos levanta y nos ayuda a creer, con la actitud de misericordia y de perdón. Necesitamos revitalizar la atención espiritual a los enfermos; y acudir con prontitud al enfermo que nos llama y nos necesita. También a través de los agentes parroquiales, cada comunidad parroquial debería conocer a sus enfermos, sobre todo a los más graves o más necesitados; con el fin de que el sacerdote se acerque con frecuencia a los creyentes, procure visitar también a los debilitados en la fe, o a quienes no conocen a Jesús.
Cada sacerdote repite la actitud de Jesús, que anuncia y hace presente la misericordia del Padre. Él no ha venido para condenar, como dice el Evangelio de hoy, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza, para ofrecer la vida eterna; por ello en el sacramento de la penitencia, experimentamos que quien cree tenga la vida eterna. (cf. Juan Pablo II, Exhortación Reconciliación y Penitencia, 31; Mens.2 ). Y en la comunión recibimos al mismo Jesús, el pan de vida, que nos alimenta, acompaña e ilumina el camino; sabiendo que cuando se recibe en el momento de la enfermedad contribuye a realizar esta transformación, asociando a quien lo recibe con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y al ofrecimiento que él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos (cfr. Mensaje 2012, 4).
Los agentes sanitarios y la pastoral de la salud tienen una misión fundamental. El Mensaje de este año, también nos estimula diciéndonos que “la atención y el cuidado pastoral hacia los enfermos, es señal de la ternura de Dios para los que sufren, y por otro lado produce un fruto espiritual, sabiendo que todo lo que se hace al más pequeño, se hace al mismo Jesús (cfr. Mat.25-40”), (ibidem, nº 3).
En esta misión de la pastoral de la salud, la Virgen María nos acompaña y es nuestra Madre. Ella es la samaritana que se acerca a cada enfermo, Ella es la madre de la misericordia y la salud de los enfermos; a Ella le pedimos que sostenga la fe y la esperanza de cada persona enferma y fortalezca la presencia de quienes trabajan con los enfermos en nuestra diócesis.
Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 499
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
El próximo lunes 26 de noviembre, la Universidad de La Laguna, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, organizarán la XXVII Semana de Teología bajo el título "Teología: fe y creatividad". La misma estará dirigida por Ángel Cordovilla, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.
Con motivo de la celebración, el próximo domingo 25 de noviembre, Día de los Sin Techo, Cáritas Diocesana sensibiliza sobre esta realidad con la campaña "son derechos, no regalos. Nadie sin hogar". Cáritas Diocesana ha destinado en este año aproximadamente 950.000 euros a ayuda para este colectivo, a través de varios recursos alojativos. Entre voluntarios y contratados, 160 personas, trabajan en Cáritas para atender a este colectivo. Cáritas Diocesana ha acogido, en el transcurso del año, a 500 personas con problemas de sinhogarismo, de los cuales han sido menores.
Con tal motivo, Cáritas organizó un flasmob en la Plaza de Candelaria de Santa Cruz de Tenerife .
La parroquia de S. Pedro y los Santos Mártires, en Argual, acoge desde este miércoles las III Jornadas de formación para los cristianos laicos de la zona. Esta iniciativa está promovida y organizada por el arciprestazgo de Los LLanos de Aridane.
La VI Bajada de la Virgen de los Reyes de Valle Gran Rey (La Gomera), comienza su cuenta atrás y, como ya es tradición con las Bajadas, el acto inicial será la marcha "la luz de los Reyes" a celebrar el primero de diciembre, en la que vecinos del municipio recorrerán todos los rincones por los que pasará la Virgen. También en La Gomera se ha celebrado una nueva sesión formativa del aula Torres Padilla.
Este próximo sábado 24 de noviembre, de 10:30 a 19:00 horas, en el edificio del Seminario, tendrá lugar un curso de formación para los monitores que comenzarán en breve las experiencias "ad experimentum" de "Cursos Alpha" en la Diócesis.
La parroquia de Ntra. Sra. de Guadalupe, ubicada en el barrio Toscal-Longuera, de Los Realejos, lleva a cabo por cuarto año consecutivo el denominado "Mes Socio-Religioso" en honor a la Virgen de Guadalupe, Madre y Señora de la comunidad y barrio en la que se asienta.
España directo de Radio Nacional ha emitido sus programas de este lunes 19 de noviembre y de este martes 20 desde la base militar de Herat, en Afganistán. En uno de ellos intervino el capellán Castrense de la base, Víctor Hernández, natural de S. Andrés en la isla de La Palma. En nuestro blog encontrarán el enlace del programa.
Este fin de semana del 23, 24 y 25 de noviembre está prevista la convivencia 109 del movimiento juvenil diocesano "Hombres Nuevos", en la casa de la Iglesia (trasera del Seminario Diocesano).
El próximo viernes 23 de noviembre tendrá lugar en la Casa Manresa de Tacoronte el Foro: "buscando un nuevo modelo de vida", de 17:00 a 19:00 horas.
Ya hemos informado de la iniciativa de la parroquia de Santa María de Añaza titulada 'apadrina a una familia'. A esta propuesta solidaria se une ahora, tal y como recoge 'La Opinión de Tenerife', otra iniciativa solidaria consistente en crear un huerto urbano.
Se ha presentado en la Villa de la Orotava el Cartel de la 5ª Ruta de Belenes que se inaugurará el día 30 de noviembre, justo al final del año litúrgico. Es la forma que tienen los más de medio centenar de belenistas de la Villa de invitar a propios y extraños a disponer su corazón para acoger la presencia de Dios hecho niño en Belén.
El Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación., será inaugurado el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las 13:00 horas, una vez concluído el retiro en la Catedral dirigido por el obispo.
El Arciprestazgo de Taco rindió homenaje a la religiosa claretiana Sor Petra. El acto tuvo lugar en la parroquia de San Isidro del Chorrillo. Primero, los participantes escucharon una conferencia sobre las actitudes del buen samaritano, impartida por el Delegado de Pastoral de la Salud, el sacerdote Jorge Robles. Posteriormente, el Vicario General, Antonio Pérez, leyó un sentido mensaje del Obispo Nivariense, Bernardo Álvarez, dirigido a la homenajeada, la cual ha cumplido ya 90 años.
Los proyectos presentados por Aldeas Infantiles, Federación de Asociaciones de Personas Sordas de las Islas Canarias, la Fundación Ataretaco y Radio ECCA resultaron ganadores de los V Premios CEPSA al Valor Social en Canarias 2012.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo de Cristo Rey del universo - B.
INTRODUCIR VERDAD
El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año treinta un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.
El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: "Yo para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas.
Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios que la defienden por obligación aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en "voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz" (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los grandes poderes financieros y de la gestión política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.
Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.
Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No nos podemos acostumbrar a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en su defensa y ayuda. Quien es de la verdad escucha su voz.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
25 de noviembre de 2012
Fiesta de Cristo Rey (B)
Juan 18, 32-37
(ZENIT) nos ofrece el texto íntegro del discurso de apertura de la Asamblea Plenaria número cien de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por el arzobispo de Madrid y presidente de la misma, cardenal Antonio María Rouco Varela.
Queridos Hermanos Cardenales, Arzobispos y Obispos,
Señor Nuncio,
colaboradores de esta Casa,
señoras y señores:
Ha llegado de nuevo el momento de encontrarnos todos los obispos a quienes el Señor de la mies ha encomendado el cuidado de su Iglesia en las diócesis de España. Lo venimos haciendo regularmente, desde el Concilio, dos veces al año. Esta que hoy comenzamos hace ya el número cien de nuestras Asambleas Plenarias. Nuestra Conferencia Episcopal es joven, no ha cumplido todavía los cincuenta años. Los cumplirá, Dios mediante, no tardando mucho: en 2016. Pero como hemos celebrado algunas Plenarias Extraordinarias, ya alcanzamos ese primer número total de Asambleas Plenarias con tres cifras.
Bienvenidos, pues, Hermanos, a nuestro encuentro anual del otoño, en el que deseamos saludar de modo particular al nuevo obispo auxiliar de Tudela-Pamplona, Mons. D. Juan Antonio Aznárez Cobo, consagrado el pasado 9 de septiembre, así como al nuevo obispo auxiliar de Getafe, Mons. D. José Rico Pavés, consagrado el pasado 21 de septiembre.
Felicitamos y acompañamos con nuestra oración a Mons. D. Jesús Murgui Soriano, a quien se ha encomendado la sede de Orihuela-Alicante, al tiempo que agradecemos al obispo, emérito, Mons. D. Rafael Palmero Ramos, sus largos años de ministerio episcopal y le deseamos un fecundo tiempo de servicio a la Iglesia en su nueva etapa de vida. Felicitamos también a Mons. D. Javier Salinas Viñals, a quien el Santo Padre ha encomendado el cuidado pastoral de la diócesis de Mallorca.
Encomendamos a la misericordia del Señor el alma de Mons. D. Ireneo García Alonso, obispo, emérito, de Albacete, fallecido el pasado 4 de junio. Descanse en paz.
I. Cien Asambleas Plenarias de la Conferencia Episcopal
Los obispos sabemos bien que el arduo y hermoso trabajo de la nueva evangelización se lleva a cabo fundamentalmente en el día a día de las parroquias, de las obras apostólicas de institutos de vida consagrada, de asociaciones y de movimientos, en los monasterios y también en las familias que cultivan la fe en los hijos y en los nietos. Sabemos que el trabajo apostólico es sostenido por personas concretas, llenas del ardor de la caridad que se alimenta en la eucaristía y en los sacramentos y que viven su fe y su misión en la comunión de la Iglesia, guiada por los sacerdotes y vivificada por la oración de todos, en particular, la de quienes en los claustros hacen de su vida entera plegaria y culto racional, agradable a Dios. Todo ello fructifica en la Iglesia particular, en la que el obispo -con Pedro y bajo Pedro- preside, enseña y santifica, como vicario de Cristo, de modo que la comunión en la que los bautizados han de vivir sea realmente para el mundo signo e instrumento de aquella comunión que Dios mismo ha establecido con la humanidad en su Hijo querido.
Ninguna institución humana, tampoco la Conferencia Episcopal, puede en modo alguno sustituir los cauces ordinarios queridos por el Señor para hacerse presente en el mundo, a través de los sacramentos de la gracia, en la comunión de la Iglesia. Esos cauces van ligados a la Tradición viva, por la que la Palabra del Dios viviente interpela hoy a los hombres y los une con Él; una Tradición eclesial que tiene su garantía sacramental en la sucesión apostólica, y que es, por tanto, obra del Espíritu Santo. La Tradición nunca es un proceso anónimo ni burocrático, sino que va unida a testigos concretos: a los Apóstoles y sus sucesores, en particular al Sucesor de Pedro, y a cada uno de los bautizados, llamados todos a ser apóstoles.
Pero también sabemos los obispos que nuestro ministerio es católico y, por eso, colegial; que cada uno de nosotros ha de estar movido por la solicitud por todas las Iglesias. Sabemos además, que el mundo tan interconectado en el que vivimos exige de modo cada vez más apremiante que ejerzamos nuestro ministerio en estrecha colaboración unos con otros, estudiando juntos los problemas comunes, que a todos nos afectan, y buscando vías conjuntas de solución para ellos, así como buscando unidos el modo mejor de responder a nuestra misión apostólica en las circunstancias de hoy.
Por eso, la celebración de esta centésima Asamblea Plenaria nos ofrece la ocasión de dar gracias a Dios por este precioso instrumento de la colegialidad episcopal que son las Conferencias de los obispos, creadas o potenciadas después del Concilio. En España se contaba ya, entre otras cosas, con el antecedente de las Juntas de Metropolitanos y también con la experiencia de la elaboración de documentos de todos los obispos, lo que implicaba una intercomunicación notable. Pero la institucionalización del trabajo conjunto y estable de todos hubo de esperar -como es sabido- hasta 1966, cuando se creó la Conferencia Episcopal, como fruto precioso del Concilio.
Los años postconciliares son inimaginables en cada una de nuestras diócesis y en el conjunto de ellas sin el trabajo llevado a cabo por los obispos en la Conferencia Episcopal. Los caminos canónicos y pastorales recorridos en la interpretación y en la aplicación del Concilio Vaticano II, sobre todo, no son comprensibles ni evaluables sin las enseñanzas, la doctrina, las orientaciones, normas e iniciativas pastorales de la Conferencia Episcopal Española. Permítanme hacer un pequeño recorrido por todo ello, sin ánimo alguno de exhaustividad[1].
Desde la perspectiva de la nueva evangelización, basta recordar algunas de las más significativas declaraciones o instrucciones pastorales. Primero, las referidas más expresamente a lo que podríamos llamar la vida interna de la comunidad eclesial, en cuestiones como la iniciación y la vida cristiana; sin olvidar, naturalmente, que de estos asuntos depende básicamente la vitalidad de la Iglesia y su incidencia apostólica en la sociedad y en su configuración moral y política. Cabe mencionar en este capítulo la declaración sobre la Humanae vitae, de noviembre de 1968; las orientaciones sobre el apostolado seglar, de noviembre de 1972; sobre el matrimonio y la familia, de julio de 1979; sobre la visita del papa Juan Pablo II y la fe de nuestro pueblo, de junio de 1983; las notas sobre el aborto, de noviembre de 1986, y sobre la situación y reforma de la enseñanza, de abril de 1988; la instrucción pastoral acerca del sacramento de la penitencia, de abril de 1982, o las de mayo de 1992 sobre el sentido evangelizador del domingo y de las fiestas y la de abril de 1995 sobre “domingo y sociedad”; las propuestas sobre la caridad en la vida de la Iglesia, de noviembre de 1993; la instrucción Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, de noviembre de 1991; las orientaciones sobre la iniciación cristiana, de noviembre de 1998, y las instrucciones Dios es amor de noviembre de 1998 y sobre Teología y secularización, a los cuarenta años del Concilio, de marzo de 2006.
Luego está todo el acervo doctrinal y de orientaciones prácticas más directamente referido a la inserción de la Iglesia y de la vida cristiana en el contexto social y político, en el que el Evangelio ha de actuar como luz y fermento. Cabe recordar aquí la declaración sobre La Iglesia y la comunidad política, de enero de 1973; La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad, de abril de 1975; Testigos del Dios vivo, de junio de 1985; Los católicos y la vida pública, de abril de 1986; La verdad os hará libres: ante la actual situación moral de nuestra sociedad, de noviembre de 1990; La construcción de Europa, de febrero de 1993; Moral y sociedad democrática, de febrero de 1996; La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX, de noviembre de 1999; La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, de abril de 2001; Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de noviembre de 2002; Orientaciones morales ante la situación actual de España, de julio de 2006; y La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar, de la Plenaria de abril de este mismo año.
En ambos capítulos -el de lo “interior” y el de lo “exterior”- se pueden observar unos ciertos acentos temáticos propios de cada momento histórico: desde los nuevos planteamientos referentes a la moral conyugal o al ordenamiento de la vida política, de los años sesenta-setenta; pasando por el viaje del papa y la posterior atención a temas como el de la reconciliación y la penitencia o el de los católicos en la vida pública, de los años ochenta; la proposición monográfica de la buena noticia del Dios que es amor, la mirada de fe al siglo XX y la lectura de la situación moral de la sociedad en la perspectiva de «la verdad os hará libres», en los años noventa; hasta llegar al análisis moral exhaustivo del terrorismo y de sus causas, de la secularización y la calidad de la teología, de la nueva situación moral de España, y de la familia y el amor conyugal, ya en estos primeros años del siglo XXI.
En el plano más específico de la actividad canónica y de orientaciones prácticas pastorales hay que inscribir los Decretos generales de desarrollo de las normas del nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 y todas las relativas a seminarios y universidades; la catequesis, la iniciación cristiana, la escuela católica y, no en último lugar, la puesta en práctica de la reforma litúrgica. Queremos mencionar expresamente aquí el gran trabajo de traducción y adaptación de los libros litúrgicos realizado con gran diligencia ya desde los tiempos mismos del Concilio. Nuestras traducciones de los salmos y, en general, del amplio leccionario litúrgico que la reforma conciliar ponía a disposición de los fieles, fueron, por lo general, muy buenas y sirvieron de pauta a otras Conferencias Episcopales, no solo de habla española. El amplio trabajo de revisión que llevamos haciendo desde hace cerca de quince años en este campo ha fructificado en una versión completa de la Sagrada Escritura, hecha en aquél mismo espíritu de las traducciones litúrgicas, y que hemos ofrecido como versión oficial de la Conferencia Episcopal en 2010, junto con la Instrucción pastoral La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Tampoco queremos dejar de referirnos a los valiosos catecismos de nuestra Conferencia Episcopal para los diversos ámbitos de la iniciación cristiana. Mencionamos entre ellos tan solo al actualmente vigente para la infancia, Jesús es el Señor, aprobado en 2008.
Es obligado subrayar también con fuerza el papel jugado por la Conferencia Episcopal en el estudio, negociación y elaboración de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Gobierno de España, verdaderos Tratados de Derecho internacional. Gracias estos instrumentos legales ha sido posible la regulación ordenada de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, en el marco de la nueva situación social y política simbolizada y decantada jurídicamente en la Constitución de 1978.
No cabe duda de que el papel jugado por la Conferencia Episcopal en la vida de la Iglesia en estos ya casi cincuenta años de vida ha sido de una decisiva y beneficiosa importancia para la Iglesia misma y para su presencia y acción evangelizadora en la sociedad española. La rápida evocación que acabamos de hacer ofrece solo una idea global, muy incompleta, del trabajo realizado. Damos gracias a Dios por todo ello al comenzar hoy nuestra centésima Asamblea Plenaria.
Es verdad que, como en cualquier historia humana, no todo han sido luces en estos años. También ha habido sombras, que van siendo aclaradas a medida que el tiempo nos permite una revisión del camino recorrido, en clave de conversión y de creciente clarividencia pastoral, a la luz de la gran Tradición de la Iglesia y, en particular, con la ayuda del magisterio de los papas.
II. La hora actual de la Iglesia en España, al hilo del Plan Pastoral
En la Asamblea Plenaria última aprobamos un Plan Pastoral para cinco años, que lleva por título: La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Recordábamos entonces que la Conferencia Episcopal vivió los primeros casi veinte años de su existencia sin este tipo de ayudas para su trabajo que venimos utilizando desde 1983, después de la primera visita de Juan Pablo II. Los planes pastorales no son, por tanto, imprescindibles, pero son muy útiles, como han demostrado los siete Planes anteriores. Este octavo Plan Pastoral, a la vista de los acontecimientos eclesiales de estos años y de la urgencia de la nueva evangelización, inspira la colaboración de los diversos organismos de nuestra Conferencia en acciones concretas de gran relevancia, de las que algunas ya han sido puestas en marcha y otras están en preparación.
El Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, celebrado en Valencia a comienzos de este mes, en realidad había sido previsto ya en el Plan anterior, si bien había sido pospuesto, cuando se conoció que en 2011 iba a tener lugar en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud. Se preveía lo que realmente ocurrió: que el impulso de comunión creado por la JMJ -como acontecimiento de «una nueva evangelización vivida», según la calificó el propio Benedicto XVI- iba a hacer posible un gran paso adelante en el centramiento de todos los que trabajan en la pastoral juvenil en lo que es el corazón de la misma, es decir, en facilitar a los jóvenes el encuentro de conversión con Jesucristo, en la comunión de la Iglesia, para hacerse evangelizadores en ella y con ella. El Plan actual prevé nuevas acciones llamadas a recoger y potenciar los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud.
Acogiendo el constante magisterio de los papas sobre el matrimonio y la familia, y continuando la labor anterior de nuestra Conferencia, el Plan Pastoral vigente preveía una acción importante, que ya ha sido realizada: la redacción y difusión de un documento que proponga la verdad del amor y oriente sobre la ideología de género y la legislación familiar[2]. Es la Instrucción pastoral, ya mencionada, aprobada en la última Plenaria bajo el titulo de La verdad del amor humano.
No es necesario ponderar de nuevo aquí la urgencia de la pastoral del matrimonio y de la familia. Esta Instrucción sobre La verdad del amor humano puede ayudar mucho a la clarificación doctrinal de la situación y a la orientación práctica de lo que hay que hacer. Por ejemplo, el pasado día 8 de este mes de noviembre, el Comité Ejecutivo de nuestra Conferencia Episcopal encontró en ella la formulación precisa para responder a las preguntas que se plantearon con motivo de la decisión del Tribunal Constitucional acerca de la actual legislación sobre el matrimonio. No nos corresponde a los obispos pronunciarnos sobre la pertinencia jurídica de los actos de los tribunales. Pero sí tenemos el deber de ayudar al discernimiento necesario acerca de la justicia de una legislación como la referente al matrimonio, que toca tan de lleno el corazón de la vida de las personas y que condiciona tan decisivamente la vida de la sociedad y el futuro de nuestro pueblo. La Instrucción pastoral de la que hablamos denuncia, en efecto, que la actual legislación sobre el matrimonio es gravemente injusta, porque no reconoce netamente la institución del matrimonio en su especificidad, y no protege el derecho de los contrayentes a ser reconocidos en el ordenamiento jurídico como “esposo” y “esposa”; ni garantiza el derecho de los niños y de los jóvenes a ser educados como “esposos” y “esposas” del futuro; ni el derecho de los niños a disfrutar de un padre y de una madre en el seno de una familia estable. No son leyes justas las que no reconocen ni protegen estos derechos tan básicos sin restricción alguna. Por eso, es urgente la reforma de nuestra legislación sobre el matrimonio[3]. Y es tanto o más urgente que la Instrucción sobre La verdad del amor humano sea conocida por todos en nuestras parroquias, colegios y en cada lugar de la actividad apostólica de la Iglesia.
También ha sido realizada ya la peregrinación a Roma con motivo de la declaración de san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia universal, según preveía el Plan Pastoral. En los años próximos, de acuerdo con las indicaciones de la Junta San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia, «se desarrollarán acciones que contribuyan a iluminar la vida cristiana desde el magisterio eximio de san Juan de Ávila»[4]. Agradecemos al Sr. Obispo de Córdoba la invitación que ha hecho a esta Asamblea a peregrinar el próximo viernes a Montilla, a la basílica que guarda los restos del nuevo doctor de la Iglesia. Por su intercesión, pediremos al Señor, en nuestra concelebración de la santa Misa, por los frutos de la nueva evangelización, en particular en el campo de las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada.
Siguiendo el repaso de las previsiones del Plan Pastoral, hay que decir que otras dos de ellas van a ser tratadas en la Asamblea que hoy comenzamos. La Subcomisión Episcopal de Catequesis presenta ya un borrador del segundo catecismo de infancia, Testigos del Señor. La propuesta de la nueva evangelización afecta profundamente a la catequesis. Por eso, en nuestro Plan Pastoral, centrado en la nueva evangelización desde la Palabra de Dios, no podía faltar la atención sobre esta básica actividad maternal de la Iglesia. «El Año de la fe -escribe el Papa al convocarlo- deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica»[5]. «Acogiendo la invitación del Papa -dice nuestro Plan Pastoral- la Conferencia Episcopal pondrá especial empeño en ayudar a redescubrir la íntima conexión existente entre las dos dimensiones del acto de fe que han de ser cultivadas equilibradamente en la acción catequética, si esta quiere contribuir con éxito a la transmisión de la fe: por un lado, la dimensión volitiva, del amor que se adhiere a la persona de Cristo, y, por otro, la dimensión intelectiva, del conocimiento que comprende la verdad del Señor»[6]. El catecismo para la segunda infancia que estudiaremos estos días desea ser un instrumento eficaz para una acción catequética como la descrita.
Otra de las acciones previstas en el Plan Pastoral es la preparación y celebración en octubre de 2013 de una ceremonia de beatificación de mártires: «Al terminar el Año de la fe, se celebrará la beatificación conjunta de un buen número de mártires del siglo XX en España, procedentes de muchas diócesis, cuyo testimonio e intercesión son de gran valor para el crecimiento en la certeza y en la alegría de la fe de todo el Pueblo de Dios»[7]. El Plan Pastoral justifica esta acción con la siguiente reflexión: «Al convocar el Año de la fe, el Papa recuerda que “por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores”. La Iglesia que peregrina en España ha sido agraciada con un gran número de estos testigos privilegiados del Señor. (...) Los mártires del siglo XX en España son un estímulo muy valioso para una profesión de fe íntegra y valerosa»[8]. Los preparativos para la beatificación están avanzados, porque la mayoría de las Causas que integran el grupo ya tienen el decreto correspondiente y se prevé que las otras lo podrán tener antes del verano próximo. De modo que, si Dios quiere, se reunirá un grupo de mártires en torno a los quinientos. En esta Asamblea tenemos previsto determinar el lugar en el que se celebrará esta ceremonia de beatificación interdiocesana, un gran broche de comunión y testimonio para el Año de la fe.
Como no podía ser de otra manera, entre los desafíos y escenarios de la nueva evangelización en estos años, el Plan Pastoral se refiere al nuevo contexto marcado por la llamada “crisis económico-financiera”, de la que dice que, en su origen y en sus consecuencias, «traspasa la frontera de lo estrictamente económico»[9]. Es una crisis global y extensiva que no parece tocar fondo. Ante una situación en la que «la tensión social crece» y en la que «determinadas propuestas políticas han venido a añadir elementos de preocupación en momentos de por sí ya difíciles», la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal decidió publicar, el pasado 3 de octubre, una Declaración titulada Ante la crisis, solidaridad. En ella se señalan los aspectos más acuciantes y dolorosos en los que se manifiesta la crisis: el desempleo de tantos, en especial de tantos jóvenes; el debilitamiento de la conciencia de unidad y de solidaridad entre todos los españoles; los dramas que sufren tantas familias, en particular las que se ven expulsadas de sus casas por el desahucio. La Declaración exhorta a la conversión a la verdad, propiciada por la fe; a la solidaridad, animada por la caridad; y al espíritu de superación, alentado por la esperanza en Dios. Y pide también, en concreto, «que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles, con especial atención a los emigrantes»; que «se preserve el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España»; y que se busquen con urgencia soluciones «que permitan a esas familias (desahuciadas) -igual que se ha hecho con otras instituciones sociales- hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle»[10].
Reiteramos estas peticiones y aprovechamos también para exhortar una vez más a los gestos de ayuda concreta con quienes más sufren las consecuencias de la crisis. Por pequeños que parezcan, los gestos de caridad no solo ayudan a quienes lo necesitan, sino que también ayudan a revisar el propio estilo de vida y a adoptar formas de ser y de actuar más responsables con la familia, los vecinos y la comunidad política. Sabemos que hay parroquias en las que en los últimos cuatro años se han multiplicado por cinco los recursos destinados a Cáritas, gracias a la generosidad y al sacrificio de muchos. Lo agradecemos en nombre del Señor y de los que de este modo ven aliviada su necesidad.
III. El Sínodo sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana
Durante las tres últimas semanas del pasado mes de octubre, hemos participado en la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en Roma. Venimos contentos de habernos encontrado con Hermanos de todo el mundo, a quienes hemos podido escuchar y con quienes hemos podido hablar de la única misión de la Iglesia para todos los hombres: la evangelización de nuestros contemporáneos. Es verdad que las situaciones son muy distintas en las diversas partes de la tierra por lo que respecta a las condiciones religiosas, culturales, sociales, económicas y políticas de los diversos pueblos en los que la Iglesia de Cristo predica el Evangelio de la salvación. Pero es verdad también que en una reunión católica, universal, como es la asamblea general del Sínodo, se percibe cada vez más el mundo como una gran aldea global; en particular, en lo que toca a las dificultades y a las ocasiones que todos encuentran para la evangelización.
En la homilía de la santa Misa con la que se clausuró la Asamblea, el Santo Padre subrayaba como sigue lo que él denominaba «las tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo».
«La primera -decía el Papa- corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.
En segundo lugar -proseguía el Papa en esta especie de resumen autorizado de los debates sinodales- la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asia y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto, es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos. La globalización ha causado también un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto, el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos -sacerdotes, religiosos y laicos-, de anunciar el Evangelio.
Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas, pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia dedica una atención particular para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad, que tiene como fundamento a Dios, que es Amor»[11].
Esperamos con mucho interés la exhortación apostólica en la que, si Dios quiere, el Papa recogerá de manera más detallada y con su propia autoridad los frutos del Sínodo. Mientras tanto, seguimos empeñados en el trabajo de la nueva evangelización, de modo especial en este Año de la fe. En la hermosa reflexión pronunciada ante los sinodales en la primera congregación general, Benedicto XVI recordaba que confesar la fe -término tomado por el latín cristiano del testimonio dado ante un tribunal por un acusado (confessio)- «implica la disposición a dar mi vida, a aceptar la pasión»; en definitiva, porque «la confessio no es algo abstracto, sino que es caritas, es amor»[12]. Son muchos los hermanos obispos que, secundando la llamada del Papa a celebrar el Año de la fe, han escrito cartas pastorales explicando de nuevo la virtud teologal de la fe y proponiendo caminos de ayer y de hoy para fomentarla. Ponemos el trabajo de cada uno en nuestras diócesis y el de todos juntos durante estos días en manos de la Virgen María, amparo de la fe:
«Gloriosa Madre de Cristo, porque has creído que el Hijo, a quien concebiste creyendo, muerto por nosotros, había de resucitar. ¡Oh, piadosa!, tú eres para la Iglesia fortaleza de la fe»[13].
Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio Mª Rouco Varela
Cardenal Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española
NOTAS
[1] El listado completo de los documentos de la Conferencia Episcopal Española, junto con su texto íntegro, se encuentra en www.conferenciaepiscopal.es/documentos. La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) ha publicado todo este acervo documental hasta el año 2000 en cuatro volúmenes, titulados Documentos de la Conferencia Episcopal Española. Los documentos aparecidos, desde 1983 hasta hoy, se encuentran también en el Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[2] Cf. XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Plan Pastoral 2011-2015, n. 14.
[3] Cf. Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, Nota sobre el matrimonio y la sentencia del Tribunal Constitucional(8.XI.2012).
[4] XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Plan Pastoral 2011-2015, n. 35.
[5] Benedicto XVI, Porta fidei (11.X.2011), n. 11.
[6] XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Plan Pastoral 2011-2015, n. 25.
[7] Ibíd., n. 30.
[8] Ibíd., n. 26. La cita de Benedicto XVI es de Porta fidei, n. 13.
[9] Ibíd., n. 16.
[10] Cf. Declaración de la CCXXV Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Ante la crisis, solidaridad (3.XI.2012) en: Ecclesia 3.644 (13.XI.2012), pp. 8-11, Alfa y Omega 802 (11.XI.1012), pp. 24-27, www.conferenciaepiscopal.es.
[11] Benedicto XVI, Homilía en la misa de clausura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (28.X.2012).
[12] Benedicto XVI, Reflexión durante la I Congregación General de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (8-X-2012).
[13] Antífona de entrada de la Misa “La Virgen María, amparo de la fe”, en Misas de la Virgen María. I Misal, Libros Litúrgicos, Madrid 2012, p. 165.
ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus del domingo 18 de Noviembre de 2012 dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas!
En este penúltimo domingo del año litúrgico, se proclama, en la obra de san Marcos, una parte del discurso de Jesús sobre los tiempos finales (cfr. Mc. 13,24-32). Este discurso está también, con algunas variaciones, en Mateo y Lucas, y es probablemente el texto más difícil de los Evangelios. Esta dificultad se debe tanto a los contenidos como al lenguaje: habla de un futuro que está más allá de nuestras categorías, y por ello Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero sobre todo, incorpora un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona, y de su muerte y resurrección.
Incluso el pasaje de hoy se abre con algunas imágenes cósmicas de género apocalíptico: "El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas" (v. 24-25); luego este elemento viene relativizado por lo que sigue: "Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes del cielo con gran poder y gloria" (v. 26). El "Hijo del Hombre" es el mismo Jesús, que conecta el presente con el futuro; las antiguas palabras de los profetas han encontrado finalmente un centro en la persona del Mesías Nazareno: Él es el verdadero acontecimiento que, en medio de la agitación del mundo, sigue siendo el punto firme y estable.
Para confirmar esto hay otra expresión del Evangelio de hoy. Jesús dice: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (v. 31). De hecho, sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, desde los elementos cósmicos --sol, luna, firmamento--, obedecen a la Palabra de Dios, porque son "llamados" por ella. Este poder creador de la Palabra de Dios se ha centrado en Jesucristo, el Verbo hecho carne, que pasa a través de sus palabras humanas, que son el verdadero "firmamento" que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra. Por eso Jesús no describe EL fin del mundo, y cuando usa imágenes apocalípticas, no se comporta como un "vidente".
Por el contrario, Él quiere quitar en sus discípulos de todos los tiempos, la curiosidad por conocer las fechas, los pronósticos, y quiere más bien darles una idea profunda, esencial, y sobre todo indicar la forma correcta de caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo pasa --nos recuerda el Señor--, pero la Palabra de Dios no cambia, y delante de ella cada uno de nosotros es
responsable del proprio comportamiento. En base a esto seremos juzgados.
Queridos amigos, incluso en nuestros tiempos no faltan los desastres naturales, y por desgracia tampoco las guerras y la violencia. Incluso hoy en día, necesitamos una base estable para nuestra vida y nuestra esperanza, más aún a causa del relativismo en el que estamos inmersos.
Que la Virgen María nos ayude a acoger esta centralidad en la persona de Cristo y en su Palabra.
Traducido de la versión original italiana por José Antonio Varela V
ZENIT El obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel escribe en el espacio Foro sobre el servicio episcopal.
Su Excelencia, o Hermano Obispo
El servicio episcopal en la Nueva Evangelización
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Cuando llegué como obispo a Tapachula, en Chiapas, procedente del centro del país, donde se acostumbra dar a los obispos un tratamiento de Su Excelencia, Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don, Señor Obispo, Excelentísimo Señor, Monseñor, empecé a recibir el de Padre Obispo, que difundió Don Arturo Lona, en Tehuantepec. Cuando asumí la responsabilidad episcopal en San Cristóbal de Las Casas, en las comunidades indígenas casi todos me empezaron a dar el título de jTatic, en tseltal, y jTotik, en tsotsil, que literalmente significa nuestro Padre, nuestro papá. Escribir la letra final con c o con k , son variantes aceptadas. La j del inicio es un pronombre posesivo de la primera persona; la terminación tik es el plural de la primera persona; la raíz es Tat , que es papá. Es un título que se da a las personas mayores, a quienes se tiene confianza, se les quiere, se les respeta; también a los abuelos, a los varones mayores y a quienes tienen un cargo religioso, e incluso a los santos; no se le da a un extraño, ni a quien se le tiene miedo o recelo.
Sin embargo, algunos sacerdotes, religiosas y laicos me trataban como Hermano Obispo. Al principio me chocó un poco, como si fuera una falta de respeto o una pretensión de hacerse unos igualados. Pero no es así; es un tratamiento evangélico de cercanía, fraternidad y sencillez, sin dejar de reconocer el ministerio y lugar propio del obispo.
CRITERIOS
Jesús decía a la gente y a sus discípulos que no permitieran que les atribuyeran el título de Rabbí, porque sólo El lo es; “todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8). Y en otra ocasión: “Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50).
El Papa Benedicto XVI, en su Exhortación sobre la Iglesia en Medio Oriente, dice a los patriarcas, que equivalen más o menos a los cardenales: “Para la credibilidad de su testimonio, el patriarca perseguirá la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre, buscando de todo corazón un estilo de vida sobrio, a imagen de Cristo, desprendido de todo para hacernos ricos con su pobreza” (No. 40). Y a los obispos: “Es importante que los obispos se esfuercen siempre por su propia renovación personal. Esta atención del corazón pasa ante todo por la vida de oración, de abnegación, de sacrificio y de escucha; después, por la vida ejemplar de apóstoles y pastores, hecha de sencillez, de pobreza y humildad; y, finalmente, por su deseo constante de defender la verdad, la justicia, la moral y la causa de los débiles” (No. 42).
Juan Pablo II nos decía que en los obispos se requiere “un estilo de vida austero”; y que, para dar un testimonio eficaz, ha de ser “sencilla, sobria y, a la vez, activa y generosa”, poniendo “en el centro de la comunidad cristiana, y no al margen, a quienes son considerados como los últimos de nuestra sociedad. Sólo de este modo podrá participar en las angustias y los sufrimientos del Pueblo de Dios, al que no sólo debe guiar y alentar, sino con el cual debe ser solidario. La Iglesia es deudora de esta profecía a un mundo angustiado por los problemas del hambre y de la desigualdad. Atraídas por el ejemplo de los pastores, la Iglesia y las Iglesias han de poner en práctica la opción preferencial por los pobres, que he indicado como programa para el tercer milenio” (Pastores gregis, 20).
El Concilio Vaticano II ya indicaba: “El testimonio de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio de la Iglesia de Cristo” (GS 88).
PROPUESTAS
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender el estilo de vida de Jesús, que no es el de Juan Bautista, pero tampoco el de los escribas y fariseos. La mayoría de los obispos procedemos del pueblo sencillo, de clase media y media baja. Los fieles laicos nos pueden ayudar, con sus consejos, a vivir un espíritu más evangélico, y que no sean los primeros en malacostumbrarnos a tratamientos refinados. Aunque debamos residir en edificios históricos y quizá confortables, que no son nuestros, también allí se puede llevar una vida austera. No es fácil el equilibrio y no es lo mismo vivir en una diócesis que en otra.
Mensaje que Benedicto XVI envía los jóvenes del mundo, con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará, del 23 al 28 de julio de 2013, en Río de Janeiro, Brasil.
Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19)
Queridos jóvenes:
Quiero haceros llegar a todos un saludo lleno de alegría y afecto. Estoy seguro de que la mayoría de vosotros habéis regresado de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7). En este año hemos celebrado en las diferentes diócesis la alegría de ser cristianos, inspirados por el tema: «Alegráos siempre en el Señor» (Flp 4,4). Y ahora nos estamos preparando para la próxima Jornada Mundial, que se celebrará en Río de Janeiro, en Brasil, en el mes de julio de 2013.
Quisiera renovaros ante todo mi invitación a que participéis en esta importante cita. La célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su símbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Señor regala a cuantos acuden a él, y su corazón representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros. ¡Dejaos atraer por él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el mundo tanto necesita.
Os invito a que os preparéis a la Jornada Mundial de Río de Janeiro meditando desde ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Se trata de la gran exhortación misionera que Cristo dejó a toda la Iglesia y que sigue siendo actual también hoy, dos mil años después. Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros corazones. El año de preparación para el encuentro de Río coincide con el Año de la Fe, al comienzo del cual el Sínodo de los Obispos ha dedicado sus trabajos a «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Por ello, queridos jóvenes, me alegro que también vosotros os impliquéis en este impulso misionero de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los demás.
1. Una llamada apremiante
La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los que disponemos hoy. Pienso, por ejemplo, en el beato José de Anchieta, joven jesuita español del siglo XVI, que partió a las misiones en Brasil cuando tenía menos de veinte años y se convirtió en un gran apóstol del Nuevo Mundo. Pero pienso también en los que os dedicáis generosamente a la misión de la Iglesia. De ello obtuve un sorprendente testimonio en la Jornada Mundial de Madrid, sobre todo en el encuentro con los voluntarios.
Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. Él ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva.
En su misión de evangelización, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos jóvenes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes. Al final del Concilio Vaticano II, cuyo 50º aniversario estamos celebrando en este año, el siervo de Dios Pablo VI entregó a los jóvenes del mundo un Mensaje que empezaba con estas palabras: «A vosotros, los jóvenes de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio quiere dirigir su último mensaje. Pues sois vosotros los que vais a recoger la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Sois vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las enseñanzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella». Concluía con una llamada: «¡Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores!» (Mensaje a los Jóvenes, 8 de diciembre de 1965).
Queridos jóvenes, esta invitación es de gran actualidad. Estamos atravesando un período histórico muy particular. El progreso técnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de interacción entre los hombres y la población, mas la globalización de estas relaciones sólo será positiva y hará crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino en el amor, que es la única realidad capaz de colmar el corazón de cada uno y de unir a las personas. Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad, sólo podrá exclamar con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).
2. Sed discípulos de Cristo
Esta llamada misionera se os dirige también por otra razón: Es necesaria para vuestro camino de fe personal. El beato Juan Pablo II escribió: «La fe se refuerza dándola» (Enc. Redemptoris Missio, 2). Al anunciar el Evangelio vosotros mismos crecéis arraigándoos cada vez más profundamente en Cristo, os convertís en cristianos maduros. El compromiso misionero es una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser más que la consecuencia de la alegría de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esforzándoos en servir a los demás y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dispersa en diversas actividades, encontrará su unidad en el Señor, os construiréis también vosotros mismos, creceréis y maduraréis en humanidad.
¿Qué significa ser misioneros? Significa ante todo ser discípulos de Cristo, escuchar una y otra vez la invitación a seguirle, la invitación a mirarle: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jesús (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con él.
Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad también conciencia de la maravillosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han transmitido la fe con valentía, enfrentándose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban. El ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo. Como escribí en la introducción de YouCat, el catecismo para jóvenes que os regalé en el Encuentro Mundial de Madrid, «tenéis que conocer vuestra fe de forma tan precisa como un especialista en informática conoce el sistema operativo de su ordenador, como un buen músico conoce su pieza musical. Sí, tenéis que estar más profundamente enraizados en la fe que la generación de vuestros padres, para poder enfrentaros a los retos y tentaciones de este tiempo con fuerza y decisión» (Prólogo).
3. Id
Jesús envió a sus discípulos en misión con este encargo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros. Al principio del Evangelio de Juan vemos a Andrés que, después de haber encontrado a Jesús, se da prisa para llevarle a su hermano Simón (cf. Jn 1,40-42). La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él.
Por medio del bautismo, que nos hace nacer a una vida nueva, el Espíritu Santo se establece en nosotros e inflama nuestra mente y nuestro corazón. Es él quien nos guía a conocer a Dios y a entablar una amistad cada vez más profunda con Cristo; es el Espíritu quien nos impulsa a hacer el bien, a servir a los demás, a entregarnos. Mediante la confirmación somos fortalecidos por sus dones para testimoniar el Evangelio con más madurez cada vez. El alma de la misión es el Espíritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos, para «ir» y evangelizar. Queridos jóvenes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios, dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de «salir» de vosotros mismos hacia los demás y guiarlos hasta el encuentro con Dios.
4. Llegad a todos los pueblos
Cristo resucitado envió a sus discípulos a testimoniar su presencia salvadora a todos los pueblos, porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que todos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor de la Cruz, Jesús abrió el camino para que cada hombre y cada mujer puedan conocer a Dios y entrar en comunión de amor con él. Él constituyó una comunidad de discípulos para llevar el anuncio de salvación del Evangelio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y de todo tiempo.¡Hagamos nuestro este deseo de Jesús!
Queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos jóvenes que han perdido el sentido de su existencia. ¡Id! Cristo también os necesita. Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que están «lejos». Algunos están lejos geográficamente, mientras que otros están lejos porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos aún no han acogido personalmente el Evangelio, otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese. Abramos a todos las puertas de nuestro corazón; intentemos entrar en diálogo con ellos, con sencillez y respeto mutuo. Este diálogo, si es vivido con verdadera amistad, dará fruto. Los «pueblos» a los que hemos sido enviados no son sólo los demás países del mundo, sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evangelio está destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusión.
Quisiera subrayar dos campos en los que debéis vivir con especial atención vuestro compromiso misionero. El primero es el de las comunicaciones sociales, en particular el mundo de Internet. Queridos jóvenes, como ya os dije en otra ocasión, «sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. […] A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este "continente digital"» (Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 mayo 2009). Por ello, sabed usar con sabiduría este medio, considerando también las insidias que contiene, en particular el riesgo de la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el diálogo directo con las personas con los contactos en la red.
El segundo ámbito es el de la movilidad. Hoy son cada vez más numerosos los jóvenes que viajan, ya sea por motivos de estudio, trabajo o diversión. Pero pienso también en todos los movimientos migratorios, con los que millones de personas, a menudo jóvenes, se trasladan y cambian de región o país por motivos económicos o sociales. También estos fenómenos pueden convertirse en ocasiones providenciales para la difusión del Evangelio. Queridos jóvenes, no tengáis miedo en testimoniar vuestra fe también en estos contextos; comunicar la alegría del encuentro con Cristo es un don precioso para aquellos con los que os encontráis.
5. Haced discípulos
Pienso que a menudo habéis experimentado la dificultad de que vuestros coetáneos participen en la experiencia de la fe. A menudo habréis constatado cómo en muchos jóvenes, especialmente en ciertas fases del camino de la vida, está el deseo de conocer a Cristo y vivir los valores del Evangelio, pero no se sienten idóneos y capaces. ¿Qué se puede hacer? Sobre todo, con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras, sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez más con el suyo. Como el buen samaritano, debemos tratar con atención a los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde se encuentra la esperanza y la salvación (cf. Lc 10,29-37). Queridos amigos, nunca olvidéis que el primer acto de amor que podéis hacer hacia el prójimo es el de compartir la fuente de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da muy poco. Jesús ordena a sus apóstoles: «Haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). Los medios que tenemos para «hacer discípulos» son principalmente el bautismo y la catequesis. Esto significa que debemos conducir a las personas que estamos evangelizando para que encuentren a Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos. De este modo podrán creer en él, conocerán a Dios y vivirán de su gracia. Quisiera que cada uno se preguntase: ¿He tenido alguna vez el valor de proponer el bautismo a los jóvenes que aún no lo han recibido? ¿He invitado a alguien a seguir un camino para descubrir la fe cristiana? Queridos amigos, no tengáis miedo de proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará creativos para transmitir el Evangelio.
6. Firmes en la fe
Ante las dificultades de la misión de evangelizar, a veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Pero Dios también os contesta: «No digas que eres niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene» (Jr 1,6-7). Cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo experimentó el apóstol Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2Co 4,7).
Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oración le encomendamos al Señor las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; pedimos al Espíritu Santo que nos haga sus instrumentos para la salvación de ellos; pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo más general, pedimos por la misión de toda la Iglesia, según la petición explícita de Jesús: «Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38). Sabed encontrar en la eucaristía la fuente de vuestra vida de fe y de vuestro testimonio cristiano, participando con fidelidad en la misa dominical y cada vez que podáis durante la semana. Acudid frecuentemente al sacramento de la reconciliación, que es un encuentro precioso con la misericordia de Dios que nos acoge, nos perdona y renueva nuestros corazones en la caridad. No dudéis en recibir el sacramento de la confirmación, si aún no lo habéis recibido, preparándoos con esmero y solicitud. Es, junto con la eucaristía, el sacramento de la misión por excelencia, que nos da la fuerza y el amor del Espíritu Santo para profesar la fe sin miedo. Os aliento también a que hagáis adoración eucarística; detenerse en la escucha y el diálogo con Jesús presente en el sacramento es el punto de partida de un nuevo impulso misionero.
Si seguís por este camino, Cristo mismo os dará la capacidad de ser plenamente fieles a su Palabra y de testimoniarlo con lealtad y valor. A veces seréis llamados a demostrar vuestra perseverancia, en particular cuando la Palabra de Dios suscite oposición o cerrazón. En ciertas regiones del mundo, por la falta de libertad religiosa, algunos de vosotros sufrís por no poder dar testimonio de la propia fe en Cristo. Hay quien ya ha pagado con la vida el precio de su pertenencia a la Iglesia. Os animo a que permanezcáis firmes en la fe, seguros de que Cristo está a vuestro lado en esta prueba. Él os repite: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,11-12).
7. Con toda la Iglesia
Queridos jóvenes, para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde habéis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: «Haced discípulos» está puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo (cf. Jn13,35). Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelización que realizan nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y nuestros movimientos eclesiales. Los frutos de esta evangelización pertenecen a toda la Iglesia: «Uno siembra y otro siega» (Jn 4,37).
En este sentido, quiero dar gracias por el gran don de los misioneros, que dedican toda su vida a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Asimismo, doy gracias al Señor por los sacerdotes y consagrados, que se entregan totalmente para que Jesucristo sea anunciado y amado. Deseo alentar aquí a los jóvenes que son llamados por Dios, a que se comprometan con entusiasmo en estas vocaciones: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). A los que dejan todo para seguirlo, Jesús ha prometido el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19,29).
También doy gracias por todos los fieles laicos que allí donde se encuentran, en familia o en el trabajo, se esmeran en vivir su vida cotidiana como una misión, para que Cristo sea amado y servido y para que crezca el Reino de Dios. Pienso, en particular, en todos los que trabajan en el campo de la educación, la sanidad, la empresa, la política y la economía y en tantos ambientes del apostolado seglar. Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro testimonio. Que nada – ni las dificultades, ni las incomprensiones – os hagan renunciar a llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontréis; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelización.
8. «Aquí estoy, Señor»
Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón está abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros.
Al final de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, bendije a algunos jóvenes de diversos continentes que partían en misión. Ellos representaban a tantos jóvenes que, siguiendo al profeta Isaías, dicen al Señor: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). La Iglesia confía en vosotros y os agradece sinceramente el dinamismo que le dais. Usad vuestros talentos con generosidad al servicio del anuncio del Evangelio. Sabemos que el Espíritu Santo se regala a los que, en pobreza de corazón, se ponen a disposición de tal anuncio. No tengáis miedo. Jesús, Salvador del mundo, está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).
Esta llamada, que dirijo a los jóvenes de todo el mundo, asume una particular relevancia para vosotros, queridos jóvenes de América Latina. En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida en 2007, los obispos lanzaron una «misión continental». Los jóvenes, que en aquel continente constituyen la mayoría de la población, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a América Latina, exhorto a todos los jóvenes del continente: Transmitid a vuestros coetáneos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe.
Que la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, invocada también con las advocaciones de Nuestra Señora de Aparecida y Nuestra Señora de Guadalupe, os acompañe en vuestra misión de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi Bendición Apostólica.
Vaticano, 18 de octubre de 2012
BENEDICTUS PP. XVI
©Librería Editorial Vaticana
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador el padre Jesús Álvarez, paulino.
Vigilar con esperanza y no con pánico
Comentario al evangelio del Domingo 33º del T.O./B
Por Jesús Álvarez SSP
"Dijo Jesús a sus discípulos: Después de una gran tribulación llegarán otros días; entonces el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá. Y se verá al Hijo del Hombre venir en medio de las nubes con gran poder y gloria. Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando sus ramas están tiernas y le brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que ya está a las puertas. En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Por lo que se refiere a ese día y cuándo vendrá, no lo sabe nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre". (Mc. 13, 24-32)
Lo que pretende Jesús al hablar de su venida gloriosa al fin del mundo, es prevenirnos para que estemos vigilantes y preparados, gozosamente esperanzados, pero no aterrorizados, pues ni un solo cabello se nos caerá sin permiso del Padre. Sobre todo quiere decirnos que se acerca la hora de tomarnos en sus divinos brazos para darnos la resurrección y la vida eterna.
Estamos en buenas manos: las de Quien nos ama más que nadie. Por eso, más que temer aquel momento, hay que prepararlo para que la muerte y el fin del mundo sean para nosotros un triunfo de resurrección y de gloria por la unión con Jesús Resucitado. “Si tememos la venida de Cristo, ¿qué clase de amor es el nuestro?”
Jesús no es profeta de calamidades, sino mensajero de amor y de esperanza, de salvación gloriosa, por encima de los sufrimientos del presente, de nuestra muerte y del fin del mundo. “Los padecimientos de este mundo no tienen comparación con la gloria que se ha de manifestar en nosotros”, asegura san Pablo.
Hagamos oídos sordos a los falsos profetas de desastres, que fijan fechas para el fin del mundo, y por eso mismo no sucederá en tales fechas: “Sucederá en el momento menos pensado”, asegura Jesús. Los falsos profetas sacan provecho económico de sus mentiras y ganan prosélitos ingenuos, que se cierran a la esperanza, al amor y a la misericordia infinita de Dios Padre.
Al fin del mundo ¿será destruido el planeta tierra o el inmenso universo con sus millones, billones, trillones de astros, planetas, y galaxias? Eso poco nos importa. Lo decisivo es el Reino nuevo de Cristo: “He aquí que hago todo nuevo”, y que seamos admitidos en ese Reino eterno, lo cual depende también de nosotros, pues las puertas fueron abiertas por la pasión y resurrección de Jesús.
La historia de este mundo está en manos del Padre, quien, como hizo con su Hijo a través del Calvario, la va conduciendo a lo largo de un doloroso alumbramiento hacia el triunfo total de la resurrección en Cristo.
Dios quiere que seamos testigos de su Hijo resucitado en un mundo que vive de espaldas a Él, y que lo acojamos cada día, pues prometió estar con nosotros todos los días con su presencia infalible. La unión con él nos garantiza frutos de salvación; mientras que todo lo que no se fundamente en Él, será destruido.
Jesús nos pide que no nos dejemos contagiar con este mundo que, atrapado por la cultura de la muerte, está empeñado en autodestruirse sin esperanza de futuro, y vive de espaldas al Dios de la Vida y del Amor, de la Alegría, de la Paz y de la Felicidad, que pretende encontrar esos bienes prescindiendo de su Fuente.
Desde caritas diocesana de Tenerife, antes de comenzar el Adviento 2012, el Delegado y el Director envían carta a los equipos parroquiales de liturgia.
Santa Cruz de Tenerife, noviembre de 2012
A TODOS LOS PRESBÍTEROS Y A LOS EQUIPOS PARROQUIALES DE LITURGIA
Estimados hermanos:
“Sesenta años contigo”.
Con este lema hemos querido recordar a lo largo de este año 2012 los seis decenios de servicio de nuestra Cáritas Diocesana de Tenerife.
Han sido años de esfuerzo, entrega y servicio gratuito de muchos creyentes que, impulsados por la fe en un Dios amor, se han sentido urgidos por la caridad de Cristo y, con la fuerza del Espíritu, han compartido su tiempo, sus bienes, y sus cualidades con los más desfavorecidos, trabajando por un mundo más justo y solidario.
Queremos que en las Eucaristías a celebrar el sábado uno de diciembre por la tarde y el domingo dos, coincidiendo con el cercano día del Voluntariado (5 de diciembre), en nuestras parroquias haya una oración de acción de gracias por tanta generosidad de tantos hombres y mujeres.
Será una ocasión en la que tendremos un recuerdo muy especial para Domingo Pérez Cáceres, aquel Obispo que, con un equipo de personas entusiastas de Acción Católica, vertebró y relanzó la acción sociocaritativa de nuestra Iglesia Nivariense.
Una nube de testigos de la fe hecha caridad, bajo el impulso de D. Luis Franco Cascón, D. Damián Iguacen Borau, D. Felipe Fernández García y D. Bernardo Álvarez Afonso, han continuado ese servicio samaritano, procurando en cada momento adaptarse a la situación concreta.
Adjuntamos este material litúrgico por si creen conveniente servirse de él en las Eucaristías del primer domingo de mes, día de la Comunicación Cristiana de Bienes, adaptándolo, por supuesto a cada comunidad concreta.
Con nuestra gratitud y afecto, les saludamos en el Señor,
Aurelio Feliciano Sosa
Delegado Episcopal
Leonardo Ruiz del Castillo
Director
Desde caritas diocesana de Tenerife nos envían posibles moniciones para el primen domingo de Adviento - C - 2012
Monición de entrada.
Bienvenidos todos a esta Eucaristía en este Primer Domingo de Adviento. Adviento abre un nuevo Año litúrgico. Durante cuatro semanas, cultivaremos especialmente la esperanza porque se anuncia ya la próxima venida del Señor.
En este Año de la fe, queremos que este Adviento avive, junto a la esperanza, la fe en un Dios que en Jesucristo nos ha mostrado su amor fiel y misericordioso. Una fe que nos lleva a vivir en el amor.
Precisamente, nuestra Iglesia Diocesana está celebrando los sesenta años de creación de Cáritas. En este primer domingo de mes, día de la Comunicación Cristiana de Bienes, estamos invitados a dar gracias al Señor por la entrega de tantos creyentes que con generosidad han compartido su dinero, su tiempo y su vida al servicio de los últimos y no atendidos.
[Puestos en pie, recibamos al sacerdote que preside nuestra Eucaristía]
Moniciones a las lecturas
- Jeremías reafirma su confianza en el Dios de las promesas. Escuchemos.
- El primer escrito del Nuevo Testamento nos asegura que el Jesús, Señor, ha de volver rodeado de santidad.
- Con un lenguaje apocaliptico, con imágenes muy fuertes, Lucas nos presenta la venida del Señor rodeado de poder y gloria. Un poder no destructivo sino curativo. Su gloria será nuestra gloria.
Oración de los fieles
Para que el Señor nos colme de su gracia y de su amor, pedimos por nosotros y por las necesidades del mundo entero.
[Contestamos: ¡Ven, Señor Jesús!]
Por la Iglesia entera, nuestro párroco, nuestro Obispo, el Papa. Para que nunca falten pastores abnegados y profetas de esperanza. Oremos
Para que en todas las naciones prevalezcan el derecho y la justicia y vivan así tranquilos. Oremos
Para que los que más sufren por razones de salud o económicas o por desesperanza y tristezas encuentren en nosotros apoyo y consuelo. Oremos
Por todas las personas que en Cáritas o en otras organizaciones sirven a los hermanos solos y desamparados. Oremos
Para que todos nosotros hagamos de cada Eucaristía una Navidad actualizada. Oremos.
Ven, Señor, Jesús, sana nuestras heridas y extiende sobre el mundo entero el manto de tu misericordia. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
[A la hora de proclamar el Credo se puede repartir, con su monición correspondiente, una pulsera de plástico con la palabra “Creo”, de venta en la red de la Librería Diocesana]
Al presentar la colecta y las ofrendas
Durante 60 años nuestras comunidades cristianas de Hierro, Gomera, La Palma y Tenerife, cada primer domingo hemos traído al altar la colecta fruto de nuestro compartir. Hoy también presentamos al Señor nuestra ofrenda junto con la entrega de tantos voluntarios y voluntarias que de una manera gratuita ofrecen su tiempo y sus cualidades al servicio de los hermanos solos y desamparados.
Presentamos el Evangelio de Lucas que es el Evangelio de la Misericordia, de la infancia de Jesús, de María y que proclamaremos durante este ciclo C.
Esta maceta a cultivar [o una flor], es símbolo de la esperanza que nos dan tantas personas con su entrega generosa.
Estas tres velas que traemos al altar expresan la luz de la fe que queremos reavivar en este Año de la fe; la esperanza por un mundo más justo y solidario que alienta a tanta gente que sirve a los más necesitados y el amor y entrega de los voluntarios y agentes de pastoral.
[Si parece oportuno, se puede recordar en el memento de difuntos a tanta gente que ha entregado su vida al servicio de los demás, con un recuerdo especial por nuestros Obispos Domingo, Luis y Felipe]
Acción de gracias después de la comunión
Gracias, Padre, por tanto amor y tanta generosidad de la gente de Cáritas durante estos sesenta años.
Gracias, Señor Jesús, por tu entrega a los últimos porque tu vas delante, enseñándonos a vivir para los demás.
Gracias, Espíritu Santo, porque tú alientas y fortaleces nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor gratuito.
ZENIT nos ofrece las enseñanzas del Santo Padre en la Audiencia General del miécoles 14 de Noviembre de 2012 dirigidas a los peregrino presentes.
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles hemos reflexionado sobre el deseo de Dios que el ser humano lleva en lo más profundo de sí mismo. Hoy me gustaría continuar y profundizar este aspecto, meditando con ustedes brevemente sobre algunas maneras de llegar a conocer a Dios.
Debo mencionar, sin embargo, que la iniciativa de Dios precede siempre a cualquier acción del hombre, y también en el camino hacia Él, es Él el primero que nos ilumina, nos orienta y nos guía, respetando siempre nuestra libertad. Y siempre es Él quien nos hace entrar en su intimidad, revelándonos y dándonos la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. No olvidemos nunca la experiencia de san Agustín: no somos nosotros los que poseemos la Verdad después de haberla buscado, sino que es la verdad la que nos encuentra y nos toma.
Sin embargo, hay formas que pueden abrir el corazón del hombre al conocimiento de Dios, hay indicios que llevan a Dios. Por supuesto, a menudo se corre el riesgo de ser deslumbrado por el brillo del mundo, que nos hace menos capaces de viajar esas rutas o leer esos signos. Sin embargo, Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que ha creado y redimido, se mantiene cerca de nuestras vidas, porque nos ama. Y esta es una certeza que nos debe acompañar todos los días, a pesar de que ciertas mentalidades difundidas, hacen más difícil para la Iglesia y para el cristiano, comunicar la alegría del Evangelio a todas las criaturas y conducir a todos al encuentro con Jesús, único Salvador del mundo. Esta, sin embargo, es nuestra misión, es la misión de la Iglesia y cada creyente debe vivirla con alegría, sintiéndola como propia, a través de una vida verdaderamente animada por la fe, marcada por la caridad, en el servicio a Dios y a los demás, y capaz de irradiar esperanza. Esta misión brilla especialmente en la santidad a la que todos estamos llamados.
Hoy --lo sabemos--, no faltan las dificultades y las pruebas para la fe, a menudo mal entendida, protestada, rechazada. San Pedro decía a sus cristianos: "Estén siempre dispuestos a dar respuesta, pero con mansedumbre y respeto, a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en sus corazones" (1 Pe. 3,15). En el pasado, en Occidente, en una sociedad considerada cristiana, la fe era el ambiente en el que nos movíamos; la referencia y la pertenencia a Dios fueron, en su mayoría, parte de la vida cotidiana. Más bien, era aquel que no creía, el que debía justificar su incredulidad. En nuestro mundo, la situación ha cambiado y, cada vez más, el creyente debe ser capaz de dar razón de su fe. El beato Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, hizo hincapié en que la fe se pone a prueba en estos tiempos, atravesada por formas sutiles e insidiosas de ateísmo teórico y práctico (cf. nn. 46-47).
A partir de la Ilustración, la crítica a la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que Dios se consideraba una mera proyección de la mente humana, una ilusión, y el producto de una sociedad ya distorsionada por muchas enajenaciones. El siglo pasado fue testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida y artífice de la realidad, pero reducido en su ser creado "a imagen y semejanza de Dios". En nuestros tiempos hay un fenómeno particularmente peligroso para la fe: hay una forma de ateísmo que se define como "práctico", en el que no se niegan las verdades de la fe o los rituales religiosos, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, separados de la vida, inútiles. A menudo, por lo tanto, se cree en Dios de una manera superficial y se vive "como si Dios no existiera" (etsi Deus non daretur). Al final, sin embargo, esta forma de vida es aún más destructiva, porque conduce a la indiferencia hacia la fe y hacia la cuestión de Dios.
En realidad, el hombre separado de Dios, se reduce a una sola dimensión, aquella horizontal; y justamente este reduccionismo es una de las causas fundamentales de los totalitarismos que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en la realidad actual. Oscureciendo la referencia a Dios, también se ha oscurecido el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo y a una concepción ambigua de la libertad, que en lugar de liberadora, termina por atar al hombre a los ídolos. Las tentaciones que Jesús enfrentó en el desierto antes de su vida pública, representan aquellos "ídolos" que fascinan al hombre, cuando va más allá de sí mismo.
Cuando Dios pierde su centralidad, el hombre pierde su justo lugar, no encuentra más su lugar en la creación, en las relaciones con los demás. No se ha disminuido lo que la sabiduría antigua evoca como el mito de Prometeo: el hombre cree que puede llegar a ser él mismo "dios", dueño de la vida y la muerte.
Ante esta realidad, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, no cesa de afirmar la verdad sobre el hombre y sobre su destino. El Concilio Vaticano II afirma claramente así: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y solo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador".(Gaudium et Spes, 19).
¿Qué respuestas está llamada a dar ahora la fe, con "gentileza y respeto", al ateísmo, al escepticismo y a la indiferencia frente la dimensión vertical, de modo que el hombre de nuestro tiempo pueda seguir cuestionándose sobre la existencia de Dios y a recorrer los caminos que conducen a Él? Me gustaría mencionar algunos aspectos, que provienen de la reflexión natural, o del mismo poder de la fe. Quisiera resumirlo muy brevemente en tres palabras: el mundo, el hombre, la fe.
La primera: el mundo. San Agustín, que en su vida ha buscado durante mucho tiempo la Verdad y se aferró a la Verdad, tiene una página bella y famosa, en la que dice así: "Interroga a la belleza de la tierra, del mar, del aire enrarecido que se expande por todas partes; interroga la belleza del cielo..., interroga todas estas realidades. Todas te responderan: míranos y observa cómo somos hermosas. Su belleza es como un himno de alabanza. Ahora bien, estas criaturas tan hermosas, que siguen cambiando, ¿quién las hizo, si no que es uno que es la belleza de modo inmutable?"(Sermo 241, 2: PL 38, 1134). Creo que tenemos que recuperar y devolver al hombre contemporáneo la capacidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es una masa informe, sino que cuanto más lo conocemos y más descubrimos sus maravillosos mecanismos, más vemos un diseño, vemos que hay una inteligencia creadora. Albert Einstein dijo que en las leyes de la naturaleza "se revela una razón tan superior, que todo pensamiento racional y las leyes humanas son una reflexión comparativamente muy insignificante" (El mundo como lo veo yo, Roma 2005). Una primera manera que conduce al descubrimiento de Dios es contemplar con ojos atentos a la creación.
La segunda palabra: el hombre. Siempre san Agustín, quien tiene una famosa frase que dice que Dios está más cerca de mí que yo a mí mismo (cf. Confesiones, III, 6, 11). A partir de aquí se formula la invitación: "No vayas fuera de ti, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad" (De vera religione, 39, 72). Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y disperso en el que vivimos: la capacidad de pararnos y mirar en lo profundo de nosotros mismos, y de leer esta sed de infinito que llevamos dentro, que nos impulsa a ir más allá y nos refiere a Alguien que la pueda llenar.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma así: "Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios" (n. 33).
La tercera palabra: la fe. Sobre todo en la realidad de nuestro tiempo, no debemos olvidar que un camino hacia el conocimiento y el encuentro con Dios es la vida de fe. El que crea se une con Dios, está abierto a su gracia, a la fuerza del amor. Así, su existencia se convierte en un testimonio no de sí mismo, sino de Cristo resucitado, y su fe no tiene miedo de mostrarse en la vida cotidiana, está abierta al diálogo que expresa profunda amistad para el camino de cada hombre, y sabe cómo abrir luces de esperanza a la necesidad de la redención, de la felicidad y del futuro.
La fe, de hecho, es un encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mente, juicios de valor, decisiones y acciones concretas. No es ilusión, escape de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo, sino que es el involucramiento de toda la vida y es proclamación del Evangelio, Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre. Un cristiano, una comunidad donde son laboriosos y fieles al designio de Dios que nos ha amado primero, son una vía privilegiada para aquellos que son indiferentes o dudan acerca de su existencia y de su acción. Esto, sin embargo, pide a todos a hacer más transparente su testimonio de fe, purificando su vida para que sea conforme a Cristo. Hoy en día muchos tienen una comprensión limitada de la fe cristiana, porque la identifican con un mero sistema de creencias y de valores, y no tanto con la verdad de un Dios revelado en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre cara a cara, en una relación de amor con él.
De hecho, el fundamento de toda doctrina o valor es el acontecimiento del encuentro entre el hombre y Dios en Cristo Jesús. El cristianismo, antes que una moral o una ética, es el acontecimiento del amor, es el aceptar a la persona de Jesús. Por esta razón, el cristiano y las comunidades cristianas, ante todo deben mirar y hacer mirar a Cristo, el verdadero camino que conduce a Dios.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Propuestas de oraciones para la Coron de Adviento recibidas desde la Delegaión Diocesana de Tenerife.
ORACIONES PARA LA CORONA DE ADVIENTO
Primer domingo de Adviento
Encendemos, Señor, esta luz
en este primer domingo de Adviento,
para mantenernos despiertos y en pie,
como centinelas vigilantes ,
ante el Hijo del Hombre que viene
a despertar nuestra débil y adormilada esperanza.
Para que en nuestro entorno
seamos testigos claros de tu luz
y motivos creíbles de esperanza…
¡Ven, Señor, Jesús!
(Se puede cantar)
Segundo domingo de Adviento
Deseamos, Señor,
con esta segunda luz que encendemos,
que intensifiques el resplandor de tu rostro
para los que viven en tinieblas
y en sombras de muerte.
Que la Luz de tu presencia,
alumbre nuestras vidas,
para que seamos contigo
luz atrayente y seductora…
¡Ven, Señor, Jesús!
(Se puede cantar)
Tercer domingo de Adviento
Encendemos ,Señor, esta tercera luz
más cercanos ya a la noche buena de la Luz Mayor.
Queremos dar testimonio de tu Luz, Señor,
como hizo Juan el Bautista,
No somos nosotros la Luz, pero sí los testigos
de la Luz verdadera que viene a este mundo.
Quema en tu hoguera, Señor,
toda la paja de nuestras vidas
para que te revelemos
como buena y gozosa Noticia para los hombres y mujeres
tan necesitados de reconocerse como hijos de Dios
en la Cuna comunitaria de Belén,
¡Ven, Señor, Jesús!
(Se puede cantar)
Cuarto domingo de Adviento
Encendemos, Señor, esta cuarta luz,
redoblando nuestro deseo de llegar,
limpios e irreprochables,
a tu gran Día sin ocaso.
Enciéndenos tú, Señor,
nuestras lámparas que te esperan
cargadas del aceite de nuestras mejores obras.
Que te alumbremos, como María,
Aurora del Sol naciente,
en nuestras palabras y obras,
para luz del mundo y de los hermanos.
Oh Dios, restáuranos;
que brille tu rostro y nos salve.
¡Ven, Señor, Jesús!
(Se puede cantar)
Propuestas de la Delegación Diocesana de Liturgia de la diócesis de Tenerife para la preparación del Adviento 2012 enviadas desde el Departamento de Comunicación.
ADVIENTO: PREPARAR EL CORAZÓN…
…DESDE UNOS SIGNOS EXTERIORES
Adviento es tiempo de preparar caminos. De recorrer senderos, derribar muros y reparar puentes. Y hacerlo con la emoción contenida y la esperanza firme de una madre que lo dispone todo para el nacimiento de su hijo. Adviento es tiempo de preparar el corazón para acoger, para escuchar, para convertirlo en el mejor pesebre en el que el niño Dios pueda recostarse la noche de la Navidad. Preparar el corazón para que su Palabra pueda sembrarse en nuestra vida. Y hacerlo haciendo silencio, escuchando, dejando que Otro nos hable y nos revele su proyecto de amor sobre cada uno. No crece la fe sin hacer silencio y escuchar. Por eso, en este tiempo, no se trata de darle cosas a Dios sino de aceptar recibir, gratuita e inmerecidamente. La fe es fundamentalmente don, regalo. Y quien no sabe recibir jamás será capaz de dar nada. Lo nuestro es acoger en silencio, como quien se asoma al precipicio infinito del corazón del Invisible. Acoger al que viene hecho fragilidad de niño. Y sentirnos inmensamente llenos, profundamente vivos. Preparar acogiendo y acoger preparando. Toda una clave para este Adviento.
Por eso a lo largo de este tiempo, como sugerencia, invitamos además de colocar el signo de la Corona o adaptar la lámpara de la fe. No es incompatible esta con la de la corona. Es la fe la que nos ayuda a esperar, a preparar, a confiar. Si que sería bueno agruparlas. Además nos parece importante, en Adviento, resaltar y colocar la Palabra en un lugar visible. Hacer procesión con ella y entronizarla el primer domingo en el que se inaugura el nuevo ciclo litúrgico o cada semana. Además de esto, en la celebración sería bueno potenciar el Silencio Sagrado como espacio de escucha. A continuación les ofrecemos unas indicaciones sobre el sentido del silencio sagrado en la liturgia. Ayudarnos a no tener prisa y hacer silencio es importante.
EL SILENCIO
Nos dice el papa Juan Pablo II en su carta apostólica del 4 de diciembre de 2003, con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia: “Un aspecto que es preciso cultivar con más esmero en nuestras comunidades es la experiencia del silencio. Resulta necesario para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia. En una sociedad que vive de manera cada vez más frenética, a menudo aturdida por ruidos y dispersa en lo efímero, es vital redescubrir el valor del silencio. No es casualidad que, también más allá del culto cristiano, se difunden prácticas de meditación que dan importancia al recogimiento. ¿por qué no emprender con audacia pedagógica, una educación específica en el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante nuestros ojos el ejemplo de Jesús, ´el cual salió de casa y se fue a un lugar desierto, y allí oraba´(Mc 1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio” (n. 13).
¿Por qué hay momentos de silencio en la liturgia?
Es necesario el silencio para escuchar la Palabra de Dios, para prepararnos a escuchar esa Palabra. Dios se hizo Palabra en Jesús, y condición para escuchar esa Palabra es el silencio: silencio del corazón, de la mente, de los sentidos, silencio ambiental.
Hay un hermoso pasaje de la Biblia en 1 Sam 3, 10 cuando el joven Samuel en el silencio de la noche le dice a Dios: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Guardamos silencio para escuchar a Dios.
¿Cuáles son esos momentos de silencio?
Antes de la eucaristía y de cualquier celebración litúrgica nos deberíamos preparar con el silencio, para reflexionar y pensar: ¿Qué vamos a hacer?; ¿con quién vamos a encontrarnos?; ¿qué nos pedirá Dios en esta ceremonia?; ¿cómo debemos vivir esta celebración?; ¿qué traemos a esta celebración?; ¿qué deseamos en esta eucaristía?; ¿qué pensamos dar a Dios?
Por eso urge hacer silencio en la iglesia antes de la eucaristía, o de un bautismo, o de una boda... Hemos entrado en el recinto sagrado y hay que preparar el corazón, que será el terreno preparado donde Dios depositará la semilla fecunda de la salvación.
Silencios en la eucaristía y su significado
Antes del “Yo confieso”: es un silencio para ponernos en la presencia del tres veces santo, reconocer nuestra condición de pecadores y pedirle perdón, y de esta manera poder entrar dignos a celebrar y vivir los misterios de pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Antes de la oración colecta: el sacerdote dice: “Oremos”. Es aquí donde el sacerdote, en nombre de Cristo, recoge todas nuestras peticiones y súplicas, traídas a la Eucaristía. Antiguamente se usaban también otras fórmulas, dichas por el diácono, para llamar la atención de la asamblea antes de esta oración:“Guardad silencio”. ”Prestad oídos al Señor”.
En este silencio cada uno concreta sus propias intenciones. Por eso se llama oración colecta, porque colecciona y recoge los votos, intenciones y peticiones de toda la Iglesia orante.
Después de la lectura del Evangelio o de la homilía; ¿Qué significado tiene ese breve silencio? Dejar que la Palabra de Dios, leída y explicada por el ministro de la Iglesia, vaya penetrando y germinando en nuestra alma. ¡Ojalá se encuentre siempre el alma abierta!
Momento de la elevación de la Hostia consagrada y del Cáliz con la sangre de Cristo en la consagración. Es un silencio de adoración, de gratitud, de admiración ante ese milagro eucarístico. Es un silencio donde nos unimos a ese Cristo que se entrega por nosotros.
Después de la comunión, viene el gran silencio. Silencio para escuchar a ese Dios que vino a nuestra vida, en forma de pan, silencio para compartir nuestra intimidad con Él. Silencio para ponernos en sus manos. Silencio para unirnos a todos los que han comulgado y encomendar a quienes no han podido comulgar. ¡Aquí está la fuerza de la comunión!
También se recomienda un brevísimo silencio después de cada petición en la oración de los fieles. Aquí es un silencio impetratorio, donde pedimos por todas las necesidades de la Iglesia, del mundo y de los hombres.
Es muy aconsejable, después de la eucaristía quedarse unos minutos más en silencio, para poder agradecer a Dios el habérsenos dado como alimento, al que nos ha permitido participar en la santa misa.
OTRAS PROPUESTAS
La corona de Adviento
Aparte de lo indicado anteriormente, sugerimos otra forma para la Corona de Aviento teniendo como base “La Cruz del Credo” que se puede encargar en el taller de serigrafía de Cáritas Diocesana y cuyo modelo adjuntamos. El lucernario puede ir colgados en los brazos horizontales de la Cruz (dos en cada tramo) o en otros soportes a ambos lados. (Mirar los textos oracionales que se adjunta).
La pulsera del “Año de la fe”
El inicio del Adviento es un momento oportuno para hacer una profesión solemne de la fe de, manera especial, de la Encarnación, Nacimiento y Epifanía de nuestro Señor Jesucristo. De esa proclamación de fe, puede surgir un serio compromiso de vivir, de una manera nueva este Adviento y esta Navidad.
La pulsera colocada en la muñeca de la mano, puede ser un signo exterior que incite a otros a preguntar y una posibilidad de decirle nuestra fe. Por eso es importante que se le de seriedad en la entrega, para que no sea un adorno o un recuerdo, sino un compromiso. Se sugiere que a los niños y niñas de catequesis se les entregue cuando el proceso de catequesis les lleve a profesar la fe o a la primera Celebración del Perdón.
Se puede hacer este signo en el momento de recitar Credo, dentro de la Eucaristía Dominical, añadiéndole lo siguiente tomado de la celebración de inicio del Año de la Fe en las parroquias:
SACERDOTE
Queridos hermanos y hermanas. Dios ilumina a todo hombre y mujer que viene a este mundo y le manifiesta lo que permaneció invisible desde la creación del mundo para que aprenda a dar gracias a su Creador. A vosotros, que habéis seguido su luz y se os abrió el camino del Evangelio, para que sobre el fundamento de la fe conocierais al Dios vivo, que nos habla en verdad; y para que caminarais en la luz de Cristo confiando en su sabiduría y pusierais vuestras vida en sus manos cada día y pudiérais creer de todo corazón en él, al comenzar este Año de la Fe os pregunto:
-¿Se comprometen nuevamente en confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza?
Asamblea: Nos comprometemos
-¿Se comprometen a intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza?.
Asamblea: Nos comprometemos
- ¿Os comprometéis a ser testigos de la fe para que el testimonio de vuestra vida de creyentes, sea cada vez más creíble?
Asamblea: Nos comprometemos
- ¿Os comprometéis a redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree?
Asamblea: Nos comprometemos
SACERDOTE:
Conserva, Dios nuestro, firmes en su compromiso cristiano, a los que un día fueron agregados a tu pueblo por medio del bautismo y concédeles caminar siempre en una vida nueva. Amén
Este signo que les vamos a entregar sea el recordatorio exterior y el signo testimonial del compromiso que acabamos de hacer. (Varias personas ayudan al sacerdote a la entrega de la pulsera)
Introducción al tiempo de Adviento: ADVIENTO DEL AÑO DE LA FE
En documento adjunto, ofrecemos una introducción general para el Tiempo de Adviento en este año de la fe preparada por el P. José María que colabora con esta Delegación aportando, semanalmente, la Lectio Divina en torno al Evangelio del Domingo. En el Adviento se ofrece para cada día. (Entrar en la página de la Delegación)
Reflexión sobre el próximo Adviento 2012 para el año de la fe recibida desde el Departamento de Comunicación el Obispado de Tenerife.
ADVIENTO DEL AÑO DE LA FE
Entramos en un nuevo adviento, tiempo por excelencia de esperanza, y ¡cuánto la necesitamos! en estos momentos de la coyuntura histórica que nos está tocando vivir. Esperanza en el aspecto más elemental de nuestra realidad social, ante la crisis tremenda que nos está tocando vivir; pero que, aun en medio de su dolor, deberíamos también aprovechar para desarrollar nuestra solidaridad, y repensar el modo y el por qué de muchas de nuestras actitudes superficiales que, a la corta o a la larga, terminan haciendo sentir sus consecuencias dolorosas, para preguntarnos si tenemos que retomar algún otro camino.
Desde ahí y, como siempre, tiempo de esperanza que, desde la fe en Cristo Jesús, nos quiere seguir abriendo el horizonte de nuestra dignidad de ser humanos que Cristo nos ha ofrecido en plenitud con su mensaje, con su vida. Somos hechura divina, aunque nos pueda parecer mentira; hemos sido hechos hijos en el Hijo, por pura gracia de un Dios que se nos ha revelado como amor, aunque no sepamos estar muchas veces a la altura de este don. Se nos ha abierto una meta a la que llegar, no de oscuridad, sino de luz, plenitud de amor buscada y anhelada, a veces hasta inconscientemente por muchos a través de caminos más tortuosos. Y porque tenemos una meta, tenemos un camino, el marcado por Jesús. Más aún, sabemos que él mismo, con su encarnación, a la que queremos prepararnos en este tiempo, se nos ha hecho camino y se nos ha convertido en la meta que alcanzar, meta de humanidad y de divinidad, que no es huída sino que comienza y se realiza aquí, aunque se plenifique y consolide en la otra orilla de la existencia.
Y esta llamada de esperanza presente y futura se nos invita a reforzarla de un modo especial en este año que el Papa ha querido convertir en el Año de la Fe. Un año que, como él mismo nos ha dicho, quiere que lo aprovechemos para “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”. Alegría y entusiasmo, que dos palabras más hermosas, y qué bien encaja este deseo del Papa con ese empeño de nuestra iglesia diocesana de seguir ayudándonos a ahondar en nuestro ser “discípulos y testigos”.
Sabemos que no estamos ante palabras, ante eslóganes para llenar con algo nuestro formar parte de la Iglesia. Todos somos conscientes de los retos que nos está planteando hoy nuestro mundo a quienes nos queremos seguir presentando como discípulos de Jesús. Somos conscientes de cómo al mismo tiempo que se margina la fe y se rechaza a Dios, todos los ojos están vueltos hacia nosotros para ver nuestras coherencias o incoherencias, sobre todo éstas, y eso nos tiene que ayudar a mantenernos fieles.
Por eso, no cabe el desánimo. Todo esto nos dice que ser cristiano sigue importando. Ser cristiano sigue siendo un referente, no es indiferente. El evangelio vivido con coherencia nos convierte en personas que asumen unos valores, unos modos de entender y valorar al hombre desde Dios, en su profundidad y en sus comportamientos, y eso cuestiona e interpela, gusta y disgusta. Y ello nos tiene que estimular a vivir con fuerza y valentía el evangelio que hemos recibido, con todas sus consecuencias. Para ello, este año se convierte de nuevo en tiempo de gracia, y empezar desde ahora, apoyados los unos en los otros, sintiéndonos Iglesia, aprovechándonos de todos los medios que se nos ofrezcan, sabiéndonos inmersos en una historia de amor en la que Dios está saliendo continuamente a nuestro encuentro para ser Dios con nosotros, se convierte en tarea de nuestra fe que se nos llama a alimentar, cultivar y comunicar.
No lo olvidemos, estamos llamados a ser hombres y mujeres de fe y esperanza. Estas dos virtudes caminan siempre de la mano, una refuerza a la otra y juntas nos ayudan a crecer en el amor, como nos dice el Papa en su carta que abría este Año de la fe. Así que abrámonos a ellas y ofrezcamos, en la medida de nuestras posibilidades, esta buena noticia que nos viene empujada en este nuevo adviento del año de la fe.
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 498
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
Este domingo se celebra: “el Día de la Iglesia Diocesana”, es decir, de la Iglesia que vive y peregrina, en nuestro caso, en las islas de El Hierro, La Gomera, La Palma y Tenerife. El lema escogido para celebrar esta jornada es: “La Iglesia, contribuye a crear una sociedad mejor”, aludiendo a la labor que directa o indirectamente lleva a cabo la Iglesia a través de su acción espiritual y socio-caritativa.
Con motivo del Día de la Iglesia Diocesana el Obispo, preside una Eucaristía el domingo, 18 de noviembre a las 12:00 horas, en la sede catedralicia. Posteriormente habrá un almuerzo festivo en el Seminario. Durante el mismo serán homenajeados como ‘insignes diocesanos’ algunos laicos por sus muchos años de servicio en la Iglesia. En este caso se trata de: El matrimonio compuesto por Antonio Cruz y Aurora María Lugo, también el matrimonio compuesto por Patricio García y Dolores Rupérez, y a título individual, Rosario Álvarez y Lucas Correa.
Este sábado en el Seminario se desarrollará una nueva Escuela de Otoño de Cáritas bajo el lema “Prohibido vulnerar derechos”.
La misma se inaugurará con la ponencia “Retos de hoy y mañana para Cáritas”, a cargo de Sebastián Mora Rosado, Secretario General de Cáritas Española que dará paso al trabajo de los talleres.
Seguimos con Cáritas porque, una delegación de la Cáritas hermana de Mauritania visita Tenerife para darse a conocer en diferentes ámbitos diocesanos. La visita se encuadra dentro del acuerdo de colaboración que Cáritas Diocesana mantiene con la Cáritas mauritana. La duración de la visita será del jueves 15 al domingo 18 y entre las actividades previstas están: la visita a varios proyectos de Cáritas Diocesana en el ámbito de la familia y el empleo; dos encuentros con agentes de Cáritas (jueves 15, en el complejo parroquial de Tejina, a las 19:00 horas y el viernes 16, en el Seminario Diocesano, a las 19:30 horas).
En el Seminario tuvo lugar la clausura oficial de los proyectos el trenzado (peluquería) y la morera II (auxiliar de viveros, jardines, centros de jardinería y agricultura ecológica) dentro de los Itinerarios Integrados de Inserción laboral de personas en situación de exclusión social o en riesgo de padecerla, inmigrantes y personas con discapacidad.
Por último en relación a Cáritas, ante el Día Mundial sin Alcohol, 15 de Noviembre, a través del Proyecto Drago ha organizado este jueves una jornada de sensibilización en horario de 11 a 13 y de 16 a 18.30 horas, en la sede del proyecto (C/ Leocadio Machado, 33. 38008 S/C de Tenerife). La jornada la inaugurará el doctor Rafael Valenciano Pío, Jefe de la Unidad de Desintoxicación del H.U.C con la ponencia titulada “la enfermedad alcohólica”. A continuación el equipo del Proyecto Drago expondrá el perfil del paciente de Drago.
El próximo lunes, 26 de noviembre, la Universidad de La Laguna, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el ISTIC, organizan la XXVII Semana de Teología bajo el título "Teología: fe y creatividad". Desde esa fecha, hasta el día 29, se desarrollarán tres días en los que se profundizará en temas tan concurrentes e inmersos dentro del Año de la Fe, como: "La Revelación: en las fuentes del don" o "Del depósito de la fe a la formación de la fe: en el camino de la razón creyente".
La sexta edición de la Bajada de la Virgen de Los Reyes, en Valle Gran Rey, que se celebra oficialmente cada cinco años desde 1987, ya cuenta con cartel. Su objetivo es representar el fervor que tiene el pueblo sureño a la imagen que se venera en el centro del municipio. Bajo el lema "a Jesús por María: haced lo que Él os diga", la VI Bajada se celebrará del 7 de diciembre de 2012 al 6 de enero de 2013.
El próximo 17 de noviembre, de 16:30 a 21:00 horas, se celebrará el II Encuentro de Nuevos Evangelizadores para todos aquellos que tengan inquietudes en formarse y capacitarse para evangelizar en estos tiempos. Para confirmar la asistencia se ha facilitado un número de teléfono: 667 741 583 y una dirección de correo: [email protected].
Este sábado a las 20:30 horas, en el Convento de Las Claras, en La Laguna, la delegación de pastoral con jóvenes en coordinación con las monjas de clausura presentarán la vida de Clara de Asís. Se desarrollará como una vigilia.
La Coordinadora Arciprestal Juvenil de La Orotava organiza una vigilia de oración bajo las estrellas, que se celebrará el próximo sábado 17 de noviembre, en la Ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en Las Cañadas del Teide. La misma dará comienzo a las 18:00 horas con un retiro espiritual, y a continuación, sobre las 19:45 horas, dará comienzo la Vigilia de Oración.
La delegación diocesana de Vocaciones ha invitado a todo el que lo desee, a asistir a la bendición e inauguración del Centro de Orientación Familiar, que tendrá lugar el 1 de diciembre, a las 13:00 horas, en la Casa de la Juventud (C/Nava y Grimón 10, La Laguna).
El pasado viernes en Taco (La Laguna) se ha hecho entrega de los certificados del Itinerario de Inserción Laboral Don Bosco II, un proyecto cuyo objetivo principal es la formación y la inserción laboral de jóvenes de entre 16 y 25 años que presentan dificultades para acceder al mercado laboral.
El pasado domingo el Obispo bendijo el altar y la remodelación de la capilla de la parroquia de S. Pablo en Radazul bajo. En la celebración eucarística se encontraban junto al párroco y la comunidad parroquial, el alcalde y algunos concejales del municipio de El Rosario.
El arciprestazgo de Taco organiza un cursillo de formación bíblica el viernes 30 y el sábado uno de diciembre. Su mismo estará centrado en los testigos de la fe en la Biblia.
Por cierto, la tarde de este domingo el citado arciprestazgo realiza un homenaje a la religiosa Sor Petra por sus años de servicio a la pastoral de la salud en esta zona metropolitana. Religiosa Misionera Claretiana, en 1992 llegó a la comunidad que la Congregación tiene en El Cardonal. Según cuenta ella misma, desde el principio manifestó que quería dedicarse, fundamentalmente, a los enfermos y más necesitados en el arciprestazgo de Taco.
Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la misa en donde fueron fueron consagrados la Iglesia y el altar de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Funes (10 de noviembre de 2012). (AICA)
Queridos hermanos y hermanas:
Este es un día lleno de gracias para esta comunidad parroquial de Nuestra Señora del Carmen. La Iglesia parroquial y su altar van a ser consagrados, es decir dedicados a Dios. Y lo hacemos gratamente en el Año de la Fe. La Palabra de Dios que hemos escuchado, y el ritual de esta celebración, nos van a permitir comprender más en profundidad todo su significado. Y que nos permiten contemplar la grandeza de la Casa de Dios y del altar.
“La alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes” nos dice la primera lectura; y esta alegría es tanto más sentida porque este lugar que consagramos hoy, se transforma en Casa de Dios, dedicada a Dios, donde los cristianos encontramos el lugar sagrado para vivir profundamente nuestra fe.
A la vez, este altar, sobre el que celebraremos la Eucaristía, será una invitación constante para renovar el día del Señor, para anunciar su muerte y proclamar su resurrección. En él se ofrecerá la Misa, el sacrificio de Cristo; en la que Jesús viene en medio nuestro a entregarse por nosotros. Aquí se celebra y recibimos la Sagrada Eucaristía, que es el tesoro más grande que tiene la Iglesia.
También cada uno de nosotros empezó aquí, en la pila bautismal, a ser cristiano por el bautismo, hijo de Dios y templo del Espíritu Santo; y recibió los sacramentos de la vida y las medicinas de Dios.
Por esto, la consagración de este lugar santo y de su altar no son solo celebraciones que enriquecen espiritualmente este lugar, sino que también entran a significar una realidad nueva en nuestra vida. . Porque, como recién leímos “El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo” ( 1 Co.3,11).
San Agustín, dice que, mediante la fe, los hombres son como tablas y piedras tomadas de bosques y montes para la construcción; son tallados, y labrados mediante el bautismo, la catequesis y la predicación; y se convierten en casa de Dios cuando se unen unos a otros mediante la caridad (cf. Benedicto XVI, Homilía, 21.IX.2008).
La iglesia y el altar hacen presente que también nosotros somos templo de Dios y que el espíritu de Dios habita en nosotros, como nos dice el Apóstol San Pablo en la segunda lectura (1 Co 3, 16). Por ello, el templo es imagen de nuestro ser, de nuestro hombre nuevo; y al estar reflejados en esta obra, somos invitados a formar parte de su Casa, somos impulsados a vivir en Cristo, reflejando la unidad de un solo cuerpo.
El amor de Cristo, la caridad “que no acaba nunca” (1 Co 13, 8), es la que nos une visiblemente en este templo; y esta unidad se hace más honda cuando en el altar, recibimos el alimento que nos nutre con su amor; acercándonos con un corazón ya reconciliado.
En el Evangelio, Jesús encontró a Zaqueo. El quería ver quién era Jesús, y se subió a un árbol para conocerlo. Pero fue el Señor quien miró y lo vio, lo invitó a bajar y le dijo” hoy tengo que alojarme en tu casa” (Lucas, 19, 5). Buscaba un lugar para alojarse y hablar con él. Hoy en cambio, Jesús nos ofrece un lugar, nos invita a su Casa, lugar de oración y de salvación, donde cada uno se encuentre con Él, y donde cada uno, como nos decía Juan Pablo II, se sienta como en su propia casa. Aquí, cada vez que nos encontremos con el Señor, como Zaqueo, recibiremos el perdón y la reconciliación con Dios y los hermanos.
En este lugar encontraremos a Jesús, en su Palabra y en la Eucaristía, en los sacramentos, en las celebraciones litúrgicas, y en la catequesis. Desde aquí podremos iniciar la misión, y a la vez ser testimonios de la vida de caridad, en la familia, en el barrio, en la sociedad.
El templo y el altar consagrado nos recuerdan el compromiso de crecer en la fe, y en la caridad, así como en la entrega misionera. En concreto, se trata de testimoniar con la vida vuestra fe en Cristo y la confianza total que depositamos él. También se trata de crecer en la vida de comunión fraterna.
Pero si tenemos un templo tan cuidado, y un altar tan embellecido, por el amor que todos ustedes pusieron en estas obras; recordemos también que esto debe movernos a vivir la caridad con nuestros hermanos, sobre todo los enfermos y los más necesitados, que también son templos vivos de Dios.
Que la Virgen María nos reciba también siempre en la Casa de su Hijo, nos recuerde que ella es la puerta de la fe, para conocer a Jesucristo.
Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario
Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (11 de noviembre de 2012). (AICA)
El capítulo 18 del Evangelio de San Lucas comienza con estas palabras: “Jesús les enseñó con una parábola que es necesario orar siempre sin desanimarse” y sigue el relato del Juez inicuo y la viuda insistente. En la primera carta de San Pablo a los cristianos de Tesalónica, capítulo 5 versículo 17, el Apóstol entre otras exhortaciones les dice a los fieles “oren sin cesar”. Y subrayo los adverbios, en todo caso, o las expresiones adverbiales, de modo: Orar siempre, orar sin cesar.
Esto planteó un problema a las primeras generaciones cristianas. ¿Cómo es posible cumplir con este precepto del Señor, con este mandato apostólico de orar siempre? La misma vida cristiana nos exige toda una serie de ocupaciones diversas que son las ocupaciones propias de la vida humana que el cristiano transforma por su fe y por su amor a Dios y al prójimo.
¿Cómo es posible orar siempre?
San Agustín, en una carta que se hizo célebre, la carta Nº 130, dirigida a una Virgen llamada Proba, plantea una solución que apela a cual es la finalidad de la vida cristiana. La finalidad de la vida cristiana es alcanzar la felicidad eterna.
Lo que Agustín llama la wita beata, la vida feliz. Pero es la vida feliz en la eternidad, el don que Dios nos va a dar. La oración tiene sentido porque ella se identifica con el deseo de la vida eterna, con el deseo de la vida feliz. Entonces Agustín dice: es posible orar siempre con el deseo continuo de la fe, la esperanza y la caridad.
La fe, la esperanza y la caridad que enriquecen, por la gracia de Dios, la persona del cristiano, asumen el deseo natural de felicidad y apuntan a la felicidad verdadera, a la verdadera vida, a la vida eterna.
También San Agustín argumenta así: eso no quiere decir que no tengamos, que pedirle a Dios cosas que necesitamos. En realidad, dice Agustín, nosotros tenemos que pedirle a Dios esas cosas que necesitamos no porque Dios no sepa que las necesitamos sino porque al pedirlas vamos ejercitando nuestro deseo y así vamos como ensanchando el alma y preparándonos para recibir los dones que Dios nos quiere dar. Está pensando siempre en que todos los dones de Dios están orientados a ese gran don de la felicidad eterna.
Entonces, dice San Agustín, nosotros tenemos que orar en determinados momentos del día. Por eso en determinados días, en determinados momentos del día, nos dedicamos exclusivamente a la oración pero oramos continuamente con el deseo continúo de la fe, la esperanza y la caridad.
Podríamos decir que esta pequeña catequesis sobre la oración puede ayudarnos para plantearnos nosotros la cuestión acerca de la oración. Todos estamos acostumbrados, desde pequeños aprendemos a rezar, pero: ¿Esos rezos que hacemos cada tanto son realmente oración? ¿Están vinculados con ese deseo de la vida eterna, son expresión de la fe, la esperanza y la caridad? ¿No es que a veces nos desesperamos excesivamente por arrancarle a Dios tales o cuales beneficios que son los que consideramos nosotros necesarios?.
En la oración siempre hay una especie de confiarse en la Providencia de Dios sabiendo que Él sabe bien lo que necesitamos. Jesús mismo dice en el Evangelio pidan y recibirán. Sin embargo ese otro propósito que es casi un precepto del Señor, oren siempre, oren sin desanimarse, nos está sugiriendo que tenemos que abrir nuestro corazón, ensanchar nuestro corazón a la búsqueda de la verdadera felicidad.
Quizás allí tendría que apuntar muchas veces nuestra vida de oración. ¿Alguna vez se nos ha ocurrido pedirle a Dios que nos asegure el camino que nos lleva a la vida eterna? ¿Y que nuestra oración sea un ejercicio verdadero de fe, de comunión con Dios, de amor a Él? Bueno, es allí donde el cristiano recarga las energías de su alma para luego dar testimonio de Cristo en la vida de todos los días.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (10 de noviembre de 2012). (AICA)
En un mundo acostumbrado a ponderar lo exterior en términos de éxito y de resultados, casi siempre en un sentido cuantitativo, lo interior, la intención, ocupa un lugar menos destacado. Tal vez no negado, pero no siempre valorado. El Evangelio de este domingo nos presenta una situación que bien podríamos definirla como “lo grande a los ojos de Dios”. Se trata del relato de la viuda pobre que hace su ofrenda en el Templo desde su pobreza, frente a la ofrenda de muchos ricos que dan de su abundancia y para ser vistos.
Jesús, mirando la escena, les dice a los apóstoles: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros” (cfr. Mc. 12, 41-44). Esto significa que los actos exteriores si no están animados y sostenidos por una riqueza y rectitud interior, incluso la misma vida religiosa, pierden toda su fuerza moral y valor espiritual.
Cuando hablamos de purificar las intenciones y pensamientos, ello no significa siempre negarlos, sino quitarles todo aquello que los empobrece moralmente. En este sentido la práctica de un frecuente y sincero examen de conciencia sobre las motivaciones de nuestros actos a luz, por ejemplo de las Bienaventuranzas, es una ayuda para conocernos y crecer espiritualmente. No es que esté mal cuidar lo exterior, sea lo físico como lo estético, pero es necesario que lo interior, que es como el “humus” que fecunda nuestra vida y nuestros actos, también necesita de nuestro tiempo y atención.
Esto que es fácil de ver en la vida religiosa, como en el caso de la ofrenda de la viuda, no siempre es tenido en cuenta en otros órdenes de la vida, dónde parecería que mi decisión y el resultado son la norma que mide la moralidad de un acto. Es como decir: las intenciones pertenecen al mundo de lo privado, las acciones, en cambio, se rigen por otros parámetros. Esto es nocivo, tanto a nivel de relaciones interpersonales que las va deteriorando, como de una cultura que va justificando comportamientos sobre la base de una libertad que se mide por el deseo o el sólo resultado.
La ausencia de valores vinculantes en el actuar, deja al hombre en un estado de orfandad moral. La coherencia moral nos habla de una identidad, al menos de tener un deseo positivo de unir lo interior y exterior, el pensamiento, la palabra y el obrar. Da la sensación que en muchos casos, sea de relaciones interpersonales como de proyectos de vida y compromisos asumidos, se va construyendo sobre pies de barro, o para tomar una imagen del mismo Evangelio, se construye la casa sobre arena, sin cimientos sólidos (cfr. Lc. 6, 47-49).
Qué triste cuando un chico, ya desde su casa, se acostumbra a esta dualidad entre lo interior y lo exterior, entre lo que se dice y se hace, entre lo que se es y lo que se aparenta, en última instancia aunque parezca fuerte decirlo, entre la verdad y la mentira. Por ello, “lo importante a los ojos de Dios” es el nivel moral de nuestras intenciones, que dan valor a nuestros actos externos y hacen que nuestras palabras y acciones sean veraces y justas. Solo la coherencia de vida es la que permite crear relaciones estables y ser, al mismo tiempo, testimonio de la bondad y belleza de una vida auténtica.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
ZENIT nos ofrece las palabras del papa en la introducción de la oración mariana del Angelus el domingo 11 de Noviembre de 2012 dirigidas a los peregrinos venidos de todo el mundo, quienes le esperaban en la Plaza de San Pedro bajo una fuerte lluvia. .
¡Queridos hermanos y hermanas!
La Liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta como modelo de fe las figuras de dos viudas. Y nos la presenta en paralelo: una en el Primer Libro de los Reyes (17,10-16), la otra en el Evangelio de Marcos (12,41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y es en esta condición que demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de relatos sobre el profeta Elías. Este, en una época de carestía, recibe del Señor la orden de ir cerca de Sidón, por lo tanto, fuera de Israel, en territorio pagano. Allí se encuentra con esta viuda y le pide un poco de agua para beber y algo de pan. La mujer responde que solo le queda un puñado de harina y un poco de aceite --pero dado que el profeta insiste y le promete que, si le hace caso, la harina y el aceite no le faltarán--, se lo concede y es recompensada.
La segunda viuda, la del Evangelio, es puesta en evidencia por Jesús en el templo de Jerusalén, específicamente ante el arca del tesoro, donde la gente dejaba las ofrendas. Jesús ve que esta mujer deja dos monedas en el arca; luego llama a los discípulos y les explica que su óbolo es mayor que la de los ricos, porque, mientras ellos dan de su abundancia, la viuda dio "todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir" (Mc. 12,44).
A partir de estos dos episodios bíblicos, muy bien combinados, se puede obtener una valiosa lección sobre la fe. Se parece a la actitud interior de aquel que basa su vida en Dios, en su Palabra, y confía plenamente en Él. La viudez, en la antigüedad, era en sí misma una situación de gran necesidad. Por esta razón, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas de las que Dios se preocupa de modo especial: han perdido su apoyo en la tierra, pero Dios sigue siendo su esposo, su padre. Sin embargo, la Escritura dice que la condición objetiva de la necesidad, en este caso, al ser una viuda, no es suficiente: Dios siempre exige nuestra libre aceptación de la fe, que se expresa en el amor a Él y al prójimo. Nadie es tan pobre que no pueda donar algo.
De hecho, nuestras viudas de hoy muestran su fe cumpliendo con un acto de caridad: una frente al profeta y la otra dando la limosna. Así, dan testimonio de la unidad inseparable de la fe y de la caridad, y entre el amor a Dios y el amor al prójimo--, como nos recuerda el evangelio del domingo pasado. El papa san León Magno, cuya memoria celebramos ayer, explica: "En la balanza de la justicia divina no pesa la cantidad de dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el arca del templo dos monedas y superó todos los regalos de los ricos. Ningún acto de bondad carece de sentido ante Dios, ningún acto de misericordia permanece sin fruto (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3).
La Virgen María es el ejemplo perfecto de alguien que se entrega por completo confiando en Dios; con esta fe le dijo al ángel su "Heme aquí" y aceptó la voluntad del Señor. María, ayuda a cada uno de nosotros, en este Año de la fe, a reforzar la confianza en Dios y en su Palabra.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT nos ofrece el artículo de nuestro colaborador el obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas Felipe Arizmendi Esquivel. esta vez propone un nuevo apasionamiento por la figura de Jesucristo, centro de la vida de todo cristiano.
Valores laicos o cristianos
Vover a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Me llamó la atención lo que dijo el cardenal de Washington Donald William Wuerl en el reciente Sínodo de Obispos en Roma. Lamentó que, en vez de una nueva confianza en la verdad de nuestro mensaje, en los últimos tiempos “hemos visto esta confianza erosionada y reemplazada por un sistema de valores laicos que se ha impuesto como estilo de vida superior y mejor con respecto al que fue propuesto por Jesús, su Evangelio y su Iglesia… La visión del Evangelio ha sido oscurecida muchas veces… La tentación para el evangelizador, y tal vez también para los pastores, es la de no confrontarnos con estos obstáculos conceptuales y poner su atención y sus energías en unas prioridades más sociológicas”.
En efecto, hay quienes hablan mucho de justicia y paz, derechos humanos y promoción social, y trabajan sacrificada y ejemplarmente en ello, pero casi no mencionan en forma explícita lo que les mueve a esa su encomiable entrega a los pobres, que es su fe en Jesucristo. Se denuncian las estructuras injustas, la explotación, la miseria y los abusos de la autoridad, lo cual es un deber profético de la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, pero no aparece la iluminadora Palabra de Dios. Se hacen análisis de la realidad, a veces superficiales y repetitivos, o se promueven acciones para proteger la madre tierra, con la mejor intención de cambiar este mundo, pero se desconoce la Doctrina Social de la Iglesia, que es una aplicación del Evangelio a las realidades actuales. Se habla mucho del Reino, pero se mutila que es Reino de Dios, o se prescinde de la Iglesia, y no se implica a Jesucristo, quien vino precisamente a instaurar ese Reino, que consiste en verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz, y no se reduce a justicia y paz. No falta quien quiera poner la Biblia en el mismo nivel con el Popol Vuh u otros libros de los pueblos originarios.
CRITERIOS
San Pablo afirma: “Lo que era para mí ganancia (sus tradiciones judías), lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura, con tal de ganar a Cristo” (Filip 3,7-8).
El Papa Benedicto XVI dice: “Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. El es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres’. Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres de todos los tiempos --pobres en sentido material y espiritual--. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a él como el cuerpo a la cabeza. Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo, pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos… Por esto mismo considero que lo más importante es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo” (11-X-2012).
PROPUESTAS
Apasionémonos más por Jesús. Proclamemos explícitamente su persona, su mensaje, su nombre, su amor, su redención, su Iglesia. No nos avergoncemos de declarar abiertamente nuestra fe en El y nuestra pastoral como acción de su Iglesia, con El y por El. No reduzcamos esta fe a valores que, en última instancia, sólo en El tienen su fundamento y su plenitud; sin El, no colman la sed de Dios. Y no tengamos recelo de que esta pasión por Jesús y su Reino nos encierren en un misticismo y espiritualismo alienantes; al contrario: Jesús nos impulsará más, desde el corazón, a un servicio integral a los pobres, ya no por pose propagandística, ni por aparecer antisistémicos, sino por fidelidad a nuestra fe cristiana.
Reflexión a las lecturas del domingo treintitrés del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".
Domingo 33º del T. Ordinario B
Estamos terminando el Año Litúrgico, y estas últimas semanas y las primeras de Adviento, recordamos y celebramos, cada año, el final de la Historia humana, la segunda Venida del Señor. Es una verdad de fe que profesamos en el Credo: “Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin”. Los primeros cristianos tenían una conciencia muy viva de esta verdad. En nuestra época, apenas se tiene en cuenta, aunque la recordemos todos los años, por estas fechas, y se haga referencia a ella en la Liturgia de la Iglesia, por ejemplo, en la celebración de la Eucaristía de cada día. Los científicos tienen distintas teorías sobre el fin del Universo. Algunos piensan que será una catástrofe cósmica, otros, un enfriamiento del sol, etc.
Los cristianos no conocemos el modo concreto en el que terminará la Historia (Cfr. G. et Spes, 39) ni centramos nuestra atención en ello, y sea como fuere el fin del mundo, confesamos que todo concluirá con el gozo de “un encuentro eterno” con el Señor, con los hermanos y con toda la creación renovada y glorificada (Rom 8,20-22). Es la Vuelta gloriosa del Señor, cuando llegará a su plenitud la Obra de la Redención y, por tanto, es el Día de la Resurrección y de la Vida sin fin. ¡Una nueva Creación! (2Co 5,17).
Los cristianos no esperamos este hecho, tan importante y trascendental, con miedo, ansiedad, pesimismo ni con ningún tipo de turbación interna o externa. Cada día la Iglesia anuncia y celebra este acontecimiento como Buena Noticia. Y, por poco que reflexionemos sobre él, nos daremos cuenta enseguida, de la grandeza maravillosa e inefable que encierra.
Con frecuencia, la Palabra de Dios, para transmitirnos esta verdad, emplea algunos géneros literarios, que tratan de asociar a los astros y a otros elementos de la naturaleza a ese hecho trascendental. Es lo que sucede, por ejemplo, en el Evangelio de este domingo, en el que, en medio de ese ropaje literario, se nos anuncia la Venida del Señor y se nos invita a estar atentos a sus signos característicos, porque “el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre”.
En la segunda lectura, escuchamos que “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo Sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies”.
El Libro de Daniel, que escuchamos como primera lectura, nos anuncia, en medio de un género literario característico,“tiempos difíciles”, pero, “entonces –dice- se salvará tu pueblo, todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”.
Mientras tanto, es “el tiempo de la Iglesia peregrina”, a la que recordamos y celebramos esta Jornada de la Iglesia Diocesana, que toca cada año a nuestro corazón, con un acento personal y comunitario característico.
¡Feliz Domingo! ¡Feliz Día de la Iglesia Diocesana
Reflexión de José Antonio Pagola al Evangelio del domingo treintitres del Teimpo ordinario - B.
NADIE SABE EL DÍA
El mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús, sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.
Un día la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará. ¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones.
Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. "Nadie sabe el día o la hora...,sólo el Padre". Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.
Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?
Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida, se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la Humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas?
Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al "Hijo del Hombre", es decir, a Cristo resucitado que vendrá "con gran poder y gloria". Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.
Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente, invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca.
Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
18 de noviembre de 2012
33 Tiempo ordinario (B)
Marcos 13, 24-32
DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La primera Lectura de hoy es un anuncio profético acerca del fin de la historia humana. Con un lenguaje característico, el profeta nos habla de esta realidad, abriendo nuestros corazones a la esperanza de un mundo nuevo, de una vida nueva.
SALMO RESPONSORIAL
El salmo es la respuesta del cristiano a mensaje de la primera Lectura: en medio de las dificultades e incluso ante la misma muerte, el creyente en Jesucristo se mantiene sereno y esperanzado porque sabe que no será entregado definitivamente a la muerte, porque está llamado a la resurrección y la vida eterna con el Señor.
SEGUNDA LECTURA
Se nos continúa hablando, en la segunda lectura, del Sacerdocio de Cristo que, después de ofrecer su Sacrificio Redentor, está sentado a la derecha del Padre, y espera el tiempo de su Venida gloriosa.
TERCERA LECTURA
Con un lenguaje apocalíptico, propio de las grandes intervenciones de Dios, Jesús nos habla de su segunda Venida. Escuchemos con atención.
OFRENDAS
Nuestra pertenencia a la Iglesia Diocesana nos urge a trabajar en ella y por ella; a colaborar y apoyar sus múltiples tareas y esfuerzos… También con nuestra cooperación económica. Hoy se hace en toda la Diócesis la gran colecta a favor de nuestra Iglesia Diocesana. Seamos generosos y agradecidos.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, único Sacerdote y Pastor de su Iglesia, que nos ha enviado a llevar su salvación a todos los hombres. Que El nos ayude a permanecer siempre en Ella y a desempeñar, según la vocación de cada uno, la tarea que El nos ha encomendado.
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (4 de noviembre de 2012). (AICA)
Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas (San Marcos 12,28b-34).
Es muy importante este Evangelio ya que nos coloca frente a dos realidades que son una única verdad: el amor a Dios y el amor a nuestro prójimo. Y curiosamente, ambos amores están debilitados y resquebrajados. Por eso el Papa, Benedicto XVI, en este Año de la Fe, invita al mundo y a la Iglesia a renovar la fe para poder descubrir el verdadero amor de Dios y el verdadero amor a nuestros hermanos.
Ambas realidades, el mundo y la Iglesia, están debilitadas. Se ha ido perdiendo la fuerza de la motivación, la fuerza del sentido y por eso, entonces, no se le es capaz de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y con toda la fuerza. A Dios se lo cambia por cualquier cosa “opinable”; a Dios se lo reduce a “lo que tengo ganas de hacer”; el relativismo; lo individual; el “sólo por hoy”; el modo fragmentario de vivir, de mar y de proyectar; el “no para siempre”; eso está muy presente.
Pero también repercute e incide en el comportamiento social, en el comportamiento fraternal y por eso no se ama en serio a los demás; por eso las relaciones y los vínculos son sólo por hoy, un tiempo nomás, todo es relativo, todo es subjetivo, todo es meramente individual y una especie de comercio: doy y me dan, me dan y doy, pero no hay nada gratuito y nada para siempre.
En el Año de la Fe, el Papa nos invita a pasar por este umbral, por esta puerta, para volver a descubrir nuestra vocación y poder decir “¡escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor!” y lo queremos amar con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y con toda la fuerza. Pero también este amor se concreta e incide en el amor a nuestros hermanos hasta las últimas consecuencias.
El Año de la Fe nos vuelve a despertar la vocación profunda; y si nosotros no la descubrimos y no nos ponemos en marcha, vamos a perder el tesoro más grande de nuestra vida: Dios y nuestros hermanos. ¡No pierdas el tesoro de tu vida! ¡Búscalo, síguelo, compromételo y da señal de que lo has encontrado!
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo trigésimo primero durante el año (4 de noviembre de 2012) (AICA)
“Santidad: ayer y hoy”
Hace algunos días hemos celebrado un acontecimiento importante para la Iglesia, la Solemnidad de todos los Santos, y al día siguiente “la conmemoración de todos los fieles difuntos”. En estas dos celebraciones la Iglesia tiene presente a aquellos que han partido a la Casa del Padre. En el caso de los santos son aquellos varones y mujeres que como nosotros experimentaron el llamado a la santidad y han buscado responder cumpliendo la voluntad de Dios en sus vidas. Varones y mujeres con nuestras mismas fragilidades y búsquedas, que la Iglesia con la potestad de las “llaves” los ha declarado Santos. Ellos son miles, algunos los conocemos, y a ellos le imploramos que en la Casa del Padre donde están intercedan a Dios por nosotros, y por nuestras peticiones. Al día siguiente rezamos por todos los difuntos. Miles de personas rezarán en los cementerios, en las Iglesias… por sus seres queridos.
En realidad queremos subrayar en esta reflexión dominical, sobre la necesidad de recordar que todos estamos llamados a la santidad. Por ahí equivocadamente podemos creer que la santidad es un llamado privilegiado para otros. O bien erróneamente pensamos que los santos fueron varones o mujeres que se caracterizaron solo por realizar grandes milagros, y ser personajes cuyas vidas fueron “siempre” extraordinarias… En realidad la santidad es un llamado para todos, para ser asumido en la vida diaria, en cada opción, en la cotidianidad.
Es cierto que aunque sabemos de “la universal vocación a la santidad en la Iglesia”, los contextos de nuestro tiempo hacen que las palabras “santidad”, “virtud” y otras, tengan muy poca presencia en los avances tecnológicos y globalizados de nuestra época. Sin embargo la virtud, y la búsqueda aún con dificultades de la vida virtuosa de tantas personas, hace que en nuestro tiempo encontremos signos de esperanza.
Nosotros en este inicio del siglo XXI, hemos percibido especialmente en “Aparecida” que la evangelización hoy, como ayer, requiere que renovemos nuestro compromiso de ser “discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.
El próximo domingo 18 de noviembre ocurrirá un acontecimiento muy importante para la Iglesia, y especialmente para la Iglesia en la Argentina, la Beatificación de la hna. “María Crescencia Pérez” que se realizará en la provincia de Buenos Aires. Es una nueva Beata Argentina, y la Iglesia la propone como un modelo para que con su compromiso y vida nos invite a comprender mejor que todos estamos llamados a la Santidad. La Hna. María Crescencia nació en San Martín, Provincia de Buenos Aires el 17 de Agosto de 1897, y murió el 20 de mayo de 1932 en Chile. Muy joven sintió el llamado a la vida religiosa e ingreso y entregó su vida para servir en la congragación de las Hermanas del Huerto. Su consigna fue “hacerse toda, a todos”, y sobre todo en Vallena, Chile, fue testigo del Señor tanto en su vida, como en su enfermedad y muerte. También rezamos especialmente por la pronta Beatificación de nuestro querido Cura Brochero. Él es un modelo de cura que se entregó a las cosas de Dios y a su gente. A ellos encomendamos nuestra tarea evangelizadora, sabiendo que la santidad es aquello que hace consistente todas nuestras iniciativas pastorales.
También el próximo domingo 18, como todos los terceros domingos de noviembre, celebraremos una nueva peregrinación a “Loreto”, en donde tendremos especialmente presente la memoria de la evangelización realizada por muchos hace varios siglos atrás, especialmente por nuestros Santos Mártires de las Misiones, que con sus vidas y su sangre entregada en su misión por anunciarlo a Jesucristo, nos permiten asumir los desafíos presentes. La Iglesia en Misiones, con la fuerza y el gozo de vivir inserta en el corazón de las antiguas Misiones Jesuíticas, es heredera del espíritu que animó a los misioneros a evangelizar a los pueblos indígenas, y que se testimonia en las reducciones dispersas en su territorio. En estas tierras han plantado la evangelización hombres y mujeres que vivieron la santidad, entre ellos San Roque González, San Juan del Castillo y San Alfonso Rodríguez, los Mártires de las Misiones.
El próximo 18 como todos los años suspenderemos todas las Misas el domingo por la mañana, para ir caminando, en bicicletas, autos y colectivos, y reunirnos y celebrar juntos a las 9 horas la Misa central.
Pidamos este domingo que la memoria de los santos, nos ayude a vivir hoy la santidad.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
En la capilla del Seminario de Owerri dedicada a María "Sedes Sapientiae" (Seat of Wisdom el Prefecto de la Congregación Misionera, el Cardenal Fernando Filoni, ha presidido la misa en la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.
HOMILY AT THE SEAT OF WISDOM SEMINARY
Friday, 9th November 2012
Feast of the Dedication of the Basilica of St. John in the Lateran
Dear Brothers in Christ and Members of the Seminary community, this morning we are gathered here to celebrate the sacrifice of the Mass at the Seat of Wisdom Seminary. This Seminary is the heart of all those Dioceses and Congregations that send their seminarians here to be prepared for the priesthood.
Before sharing my reflections with you, I thank His Excellency Msgr. Anthony Obinna, the Bishops, Major Superiors and especially the Rectors with their team of Formators and Professors of both seminaries, Seat of Wisdom - Owerri and Seat of Wisdom - Umuahia Campus, for giving me this special privilege of celebrating this Eucharist with you.
In the Motu Proprio, Porta Fidei declaring the Year of Faith which began last month, Pope Benedict XVI writes that it is the gift of the Holy Spirit that makes us fit for mission and strengthens our witness. Here, at a Seminary which forms young men as priests for the future, to be able to work in the diverse cultural and social realities of Nigeria and other countries that have a lack of vocations, especially in the African continent, all of you Formators, professors and seminarians, must seek to be as open as possible to the guidance of the Holy Spirit in order to "discover the tendencies of contemporary society, recognize the deepest spiritual needs, determine the most important concrete tasks and the pastoral methods to adopt, and thus respond adequately to human expectations." (Pastores Dabo Vobis, 10).
Today we are celebrating the Feast of the Dedication of the Basilica of Saint John in the Lateran in Rome. Why celebrate the dedication of a church in faraway Rome, you might ask. It is to remind us of the importance of the church building as a sacred set apart for personal and collective encounter with God.
Historically, the Basilica of Saint John in the Lateran is the oldest church of Rome. As such it is the mother of all churches. The original structure was built on the order of Emperor Constantine and consecrated by Pope Sylvester I in 324. The present structure was commissioned by Pope Innocent X in 1646.
When we celebrate its dedication to God, we celebrate the mystery of God’s special presence living in buildings set apart for divine worship. We know that God is everywhere. Yet when the people of God erect a building and dedicate it totally to God’s service, God’s glory comes to dwell in that building in such a way that the building can now be called the house of God. Solomon recalls this mystery in his prayer of dedication of the temple in Jerusalem: "Can it indeed be that God dwells among men on earth? If the heavens and the highest heavens cannot contain you, how much less this temple which I have built!” (1 Kings 8:27).
In the Gospel that has been proclaimed, Jesus referred to Jerusalem’s temple as his Father’s house which was being made into a “house of trade” or “den of robbers” (Mark 11:17). He used physical force and, “drove them all, with the sheep and oxen, out of the temple; and he poured out the coins of the money-changers and overturned their tables. And he told those who sold the pigeons, "Take these things away; you shall not make my Father's house a house of trade". Jesus' disciples recalled the words of Psalm 69: “Zeal for your house will consume me”. The disciples saw more clearly Jesus as the Messiah who burned with zeal for God's house. The Jewish authorities, however, wanted proof that Jesus had the authority to act as he did. They demanded a sign from God to prove Jesus right, otherwise, they would treat him as an imposter and one who opposed their authority. Jesus replied that the sign God would give would be His death on the cross and His resurrection from the tomb: "Destroy this temple, and in three days I will raise it up." The Jews did not understand that the temple Jesus referred to was his own body. Through his death and resurrection, Jesus not only reconciles us with God, but he fills us with his Holy Spirit and makes us temples of the living God (1Cor 6:19-20).
Choosing to stand with the Lord is the vocation of all the baptized, but above all, it is the vocation of all those who are called to be his witnesses in the priesthood and religious life. The vocation to become or be a priest is not a choice that anyone of us has made but it is a call from the Lord himself which we accepted and responded to with our “yes”. The Seminarian musk ask himself: Is Christ calling me? Does he wish me to be his priest? If you answer "yes", then the work of the Seminary is to help you experience the action of the Holy Spirit and to understand the things of the Spirit of God. You must enter into an intimate relationship with the Holy Spirit, in order that the Lord's intentions for you may become clear.
The Seminary must be a school of wisdom and holiness where all the members of the community must strive together to “have the mind of Christ” (1Cor 2:16). The years of seminary formation are about preparing you to be heralds of this New Evangelization. There are people to whom you will be sent as priests, who although they might have heard about Jesus they still do not know him, and there are others who have refused him and who might confront you in your belief. With new methods and new enthusiasm, you have to present to them the Gospel message not about a story or about an idea or an ideology but about an event, a person, namely Jesus Christ who died and on the third day rose again.
Your formation is built on four pillars; the human, the academic, the spiritual and the pastoral. Each is important, but now I want to underline the importance of the human formation. You will and must be challenged to grow in maturity so that your personalities are moulded in such ways that they become a bridge for others in meeting Christ. One of the main features in human formation, and which is a significant and decisive factor in your formation as candidates for the priesthood, is growing in your affective maturity, being educated to grow in true and responsible love. Such maturity will allow each of you to relate correctly to both men and women, developing in you, as seminarians, a true sense of spiritual fatherhood towards the Church community that will be entrusted to you as future priests.
In the Apostolic Exhortation Pastores Dabo Vobis, speaking on this subject, Blessed Pope John Paul II writes, and I quote: “Education for responsible love and affective maturity of the person are totally necessary for those who, like the priest, are called to celibacy, that is, to offer with the grace of the Spirit and the free response of one’s own will the whole of one’s love and care to Jesus Christ and to his Church. In view of the commitment of celibacy, affective maturity should bring to human relationships of serene friendship and deep brotherliness a strong, lively and personal love for Jesus Christ… . Since the charism of celibacy, even when it is genuine and has proved itself, leaves one's affections and instinctive impulses intact, candidates to the priesthood need an affective maturity which is prudent, able to renounce anything that is a threat to it, vigilant over both body and spirit, and capable of esteem and respect in interpersonal relationships between men and women. A precious help can be given by a suitable education to true friendship, following the image of the bonds of fraternal affection which Christ himself lived on earth (cf. Jn. 11:5).
Human maturity, and in particular affective maturity, requires a clear and strong training in freedom, which expresses itself in convinced and heartfelt obedience to the "truth of one's own being, to the "meaning" of one's own existence, that is to the "sincere gift of self" as the way and fundamental content of the authentic realization of self. (Pastores Dabo Vobis, 44).
The Servant of God, Pope Paul VI, reminded us in Evangelii Nuntiandi, that today people do not listen to “authorities” anymore but to “witnesses” and Benedict XVI insisted various times in his speeches that today’s people need “witnesses that talk to God to be able to talk about God”.[1] If people listen to us, it won’t be because we wear a collar or because we think that we are important people but they will listen to us only because we are witnesses of the one whom we profess as our Lord and Master, namely Jesus Christ.
To this end, the seminary community must be a place where the faith in its fullness and authenticity is professed, celebrated, lived and prayed. Let all understand that faith grows when it is lived.
And so, at this Mass, we ask for you the gift of the Holy Spirit who alone makes us fit for mission and strengthens our witness. To be a Christian is a gift. To be called to follow Him, to be His herald is a privilege in serving Him by sharing His love with and for others. To know Him is our joy and the greatest thing that has ever happened to us. May this Year of Faith arouse in each one of you and in every other believer the aspiration to profess the faith in fullness and with renewed conviction, with confidence and with full hope.
I encourage you Seminarians, to be totally unselfish in answering the call of Jesus, to follow him without making reservations, to let Him be your guiding Light opening yourselves totally to the Spirit and to not be afraid in offering your lives to his Church. May His holy Mother Mary, Seat of Wisdom - Sedes Sapientiæ - be with you always and keep you under her filial care.
[1] Benedict XVI, Address of the Holy Father to the Pontifical Council for Promoting New Evangelization, 15 October 2011, #8.
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.
Los pobres son generosos
Comentario al evangelio del Domingo 32º T.O./B
por Jesús Álvarez SSP
“Jesús se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver cómo la gente echaba dinero para el tesoro; pasaban algunos ricos y daban mucho. Pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: - Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza; no tenía más, y dio todos sus recursos”.(Marcos 12, 38-44)
El Maestro contrapone dos estilos de generosidad: la de apariencia y la de corazón. Jesús desenmascara la ostentación y la hipocresía de los fariseos frente a la humildad y generosidad de una pobre viuda. Dios no se fija en la lista de obras materiales y gestos llamativos, sino en la transparencia, en el amor y la fe viva; en los sentimientos y las actitudes con que se vive y se obra.
Jesús se fijó en lo que daban los ricos, y se fijaba también la gente, que tal vez admiraba las subidas cantidades dadas para el tesoro del templo. Pero solo Jesús miró y admiró a la viuda pobre; y nadie se enteró de que había dado más que todos: todo lo que tenía, a pesar de que era tan poquito.
El mismo Cristo se identificaba con la viuda, pues él no tenía “ni una piedra donde reposar la cabeza”, y se entregó por nosotros con todo lo que era y tenía: Cuerpo, alma y divinidad.
Hechos semejantes al relato evangélico se repiten en las misas de los domingos, y en la vida ordinaria, donde muchos pobres dan de lo poco que tienen y algunos ricos dan poco o nada de lo mucho que les sobra, o tal vez dan con el fin de aparecer los primeros en las listas de donantes, mientras que nadie se fija en el sacrificio heroico del pobre que da.
La pobre viuda no se enteró del valor de su gesto ni de que el mismo Hijo de Dios la estaba mirando, admirando y alabando. Lo mismo sucede con muchos pobres, que no se enteran de que Dios está con ellos, ni sospechan que serán los primeros en el reino de los cielos. Dios nunca se deja vencer en generosidad. “Por suerte hay pobres para ayudar a los pobres; sólo ellos saben dar”, decía san Vicente de Paúl.
Por otro lado, los pobres son también los primeros en la mira de los ricos en dinero, poder, ciencia, tecnología y armas, pero no para hacer la guerra a la pobreza, sino para hacerles pagar la guerra a los pobres con el sudor de su frente y muchas veces con su sangre y con su vida.
En cambio, el cristianismo es la religión positiva del sí generoso a Dios y al hombre, y también la religión del dar y sobre todo del darse con gozo.
Darse a Dios para la salvación de los demás, es el verdadero camino de la libertad, y la felicidad; el camino del auténtico amor cristiano; es decir, del discípulo legítimo de Cristo. El camino de la gloria eterna.
Rico de verdad es quien da, y se da, porque solo es nuestro lo que damos y solo ganaremos y salvaremos la vida, nuestra persona, si la entregamos. Paradojas de la existencia cristiana que hemos de acostumbrarnos a vivir con gozo y realismo.
ZENIT publica el texto del mensaje del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, firmado por su presidente, el cardenal Jean-Louis Tauran, dirigido a los hindúes en ocasión de la fiesta del Deepavali. (2012)
Queridos amigos hindúes,
1. El Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso se complace en presentaros saludos cordiales y felicitaciones en ocasión de la celebración de Deepavali de este año. Que la amistad y la fraternidad iluminen cada vez más a vuestras familias y comunidades.
2. En este volver de la historia humana, en la que varias fuerzas negativas, en muchas regiones del mundo, amenazan las aspiraciones legítimas a una coexistencia pacífica, nos gustaría aprovechar esta preciosa tradición para compartir con vosotros la reflexión sobre la responsabilidad de los hindúes, cristianos y demás religiones, en el hacer todo lo posible para formar a las personas, especialmente a las generaciones más jóvenes, para ser trabajadores por la paz.
3. La paz no es la simple ausencia de guerra, no es un pacto o un tratado que asegure una vida tranquila; más bien se trata de la recuperación completa e intacta de la armonía (cfr. Benedicto XVI, Ecclesia in Medio Oriente, 9) y un fruto de la caridad. Padres, profesores, ancianos, jefes políticos y responsables religiosos, trabajadores de paz, todos ellos que están comprometidos en el mundo de las comunicaciones y que tienen en el corazón la causa de la paz, están llamados a educar a las jóvenes generaciones, y están invitados a hacer crecer tal integridad.
4. Formar a los jóvenes a ser trabajadores y constructores de paz es una llamada que lleva a un compromiso colectivo y a una acción común. Para ser auténtica y duradera, la paz se debe fundamentarse en los pilares de la verdad, la justicia, el amor y la libertad (cfr. Juan XXIII, Pacem in Terris, 35) y es necesario que a cada joven se le enseñe sobre todo a actuar sinceramente y rectamente en el amor y en la libertad. Además, en la educación en la paz, las diferencias culturales se deberían considerar ciertamente como una riqueza, y no como una amenaza o un peligro.
5. La familia es la primera escuela de paz y los padres son los principales educadores en la paz. Con su ejemplo y sus enseñanzas, tienen el privilegio único de formar a los hijos en valores esenciales para una vida pacífica: confianza recíproca, respeto, comprensión, escucha, compartir, altruismo y perdón. En las escuelas, en los colegios y en las universidades, los jóvenes maduran a través de las relaciones, el estudio y la colaboración con otras personas de diferentes religiones y culturas; sus profesores y los demás responsables de su formación tienen la noble tarea de asegurar una educación que respete y celebre la innata dignidad de cada ser humano y que promueva amistad, justicia, paz y cooperación en el desarrollo humano integral. Poniendo los valores espirituales y morales al servicio de la educación, también deben prevenir en los estudiantes ideologías que puedan causar discordia y división, se convierte para ellos en un imperativo moral.
Mientras los Estados y los jefes particulares en ámbito social, político y cultural tienen en general un rol importante que desarrollar en el reforzar la educación de los jóvenes; los responsables religiosos en concreto, por su vocación de ser guías espirituales y morales, deben continuar inspirando a las jóvenes generaciones a caminar en el sendero de la paz y a convertirse en mensajeros de paz. Debido a que diferentes medios de comunicación influyen considerablemente en la forma de pensar, de sentir y de actuar de la gente, los que están comprometidos en estos campos deben contribuir al máximo en promover pensamientos, palabras y obras de paz. En verdad, los mismos jóvenes deberían reavivar los ideales que proponen a los demás con un uso responsable de la libertad y la promoción de relaciones cordiales, para crear una cultura de paz.
6. Evidentemente, esa integridad que trasmite la paz dará forma a un mundo más fraterno y a «una nueva forma de fraternidad» entre las personas, en las cuales prevalecerá «el sentido común de la grandeza de cada persona» (cfr. Benedicto XVI, Viaje Apostólico a Líbano. Encuentro con los miembros del Gobierno, de las instituciones de la República, con el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y representantes del mundo de la cultura, 15 septiembre 2012).
7. Que cada uno de nosotros, siempre y en todas partes, se adhiera al imperativo moral y religioso de inspirar a los jóvenes a esforzarse en el convertirse en trabajadores por la paz.
¡Os deseo un feliz Deepavali!
Cardenal Jean-Louis Tauran, presidente
Traducido del original italiano por Rocío Lancho García
ZENIT nos ofrece el texto de la catequesis del papa en la audiencia general del miércoles 7 de noviembre de 2012 en la plaza de San Pedro, donde se encontró con grupos de peregrinos de distintos países.
Queridos hermanos y hermanas:
El camino de reflexión que estamos haciendo juntos en este Año de la fe nos lleva a meditar hoy sobre un aspecto fascinante de la experiencia humana y cristiana: el hombre porta en sí mismo un misterioso anhelo de Dios. De una manera significativa, el Catecismo de la Iglesia Católica se abre con la siguiente declaración: "El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar" (n. 27).
Tal declaración, que aún hoy en muchos contextos culturales parece bastante aceptable, casi obvia, podría parecer más bien una provocación en la cultura secularizada occidental. Muchos de nuestros contemporáneos podrían, de hecho, objetar que no sienten nada de ese deseo de Dios. Para amplios sectores de la sociedad, Él no es el esperado, el deseado, sino más bien una realidad que pasa desapercibida, frente a la cual no se debería hacer ni siquiera el esfuerzo de comentar. De hecho, lo que hemos definido como "el deseo de Dios", no ha desaparecido por completo, y se ve aún hoy en día, en muchos sentidos, en el corazón del hombre.
El deseo humano tiende siempre a ciertos bienes concretos, a menudo espirituales, y sin embargo, se encuentra de frente a la cuestión de qué es realmente "el" bien, y por lo tanto, a confrontarse con algo que es distinto de sí mismo, que el hombre no puede construir, pero que está llamado a reconocer. ¿Qué puede realmente satisfacer el deseo del hombre?
En mi primera encíclica Deus Caritas Est, traté de analizar cómo esta dinámica se realiza en la experiencia del amor humano, experiencia que en nuestra época es más fácilmente percibida como un momento de éxtasis, fuera de sí mismo, como un lugar donde el hombre se sabe atravesado por un deseo que lo supera. A través del amor, el hombre y la mujer experimentan de un modo nuevo, el uno gracias al otro, la grandeza y la belleza de la vida y de la realidad. Si lo que experimento no es una mera ilusión, si realmente deseo el bien del otro como un bien también mío, entonces debo estar dispuesto a des-centrarme, para ponerme a su servicio, hasta la renuncia de mí mismo.
La respuesta a la pregunta sobre el sentido de la experiencia del amor pasa por tanto, a través de la purificación y la sanación de la voluntad, requerida por el bien mismo que se quiere del otro. Debemos practicar, prepararnos, incluso corregirnos para que aquel bien pueda ser realmente querido.
El éxtasis inicial se traduce así en peregrinación, "camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios" (Encíclica Deus Caritas Est, 6). A través de este camino, el hombre podrá gradualmente profundizar el conocimiento del amor que había experimentado al principio.
Y se irá vislumbrando también el misterio de lo que es: ni siquiera el ser querido, de hecho, es capaz de satisfacer el deseo que habita en el corazón humano, es más, tanto más auténtico es el amor por el otro, más se deja abierta la pregunta sobre su origen y su destino, sobre la posibilidad de que eso vaya a durar para siempre.
Así, la experiencia humana del amor tiene en sí un dinamismo que conduce más allá de sí mismo, es la experiencia de un bien que lleva a salir de sí mismo y a encontrarse de frente al misterio que rodea a toda la existencia.
Consideraciones similares se pueden hacer también con respecto a otras experiencias humanas, tales como la amistad, la experiencia de la belleza, el amor por el conocimiento: todo bien experimentado por el hombre, va hacia el misterio que rodea al hombre mismo; cada deseo se asoma al corazón del hombre, se hace eco de un deseo fundamental que nunca está totalmente satisfecho.
Sin lugar a dudas que de tal deseo profundo, que también esconde algo enigmático, no se puede llegar directamente a la fe. El hombre, después de todo, sabe lo que no lo sacia, pero no puede imaginar o definir lo que le haría experimentar la felicidad que trae como nostalgia en el corazón. No se puede conocer a Dios solo a partir del deseo del hombre. De este punto de vista permanece el misterio: es el hombre el buscador del Absoluto, un buscador a pequeños e inciertos pasos. Y, sin embargo, ya la experiencia del deseo, el "corazón inquieto" como lo llamaba san Agustín, es muy significativo. Eso nos dice que el hombre es, en el fondo, un ser religioso (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 28), un "mendigo de Dios".
Podemos decir, en palabras de Pascal: "El hombre supera infinitamente al hombre" (Pensieri, 438; ed. Chevalier; ed. Brunschvicg 434). Los ojos reconocen los objetos cuando son iluminados por la luz. De ahí el deseo de conocer la misma luz que hace brillar las cosas del mundo y que les da el sentido de la belleza.
En consecuencia, debemos creer que es posible aún en nuestro tiempo, aparentemente refractario a la dimensión trascendente, abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestra cómo el don de la fe no es absurdo, no es irracional. Sería muy útil para este fin, promover una especie de pedagogía del deseo, tanto para el camino de aquellos que aún no creen, como para aquellos que ya han recibido el don de la fe. Una pedagogía que incluye al menos dos aspectos. En primer lugar, aprender o volver a aprender el sabor de la alegría auténtica de la vida. No todas las satisfacciones producen en nosotros el mismo efecto: algunas dejan una huella positiva, son capaces de pacificar el ánimo, nos hacen más activos y generosos.
Otras en cambio, después de la luz inicial, parecen decepcionar las expectativas que había despertado y dejan detrás de sí amargura, insatisfacción o una sensación de vacío. Educar desde una edad temprana para saborear las alegrías verdaderas, en todos los ámbitos de la vida, esto es, la familia, la amistad, la solidaridad con los que sufren, la renuncia del propio yo para servir al otro, el amor por el que carece de conocimientos, por el arte, por la belleza de la naturaleza, todo lo que signifique ejercer el sabor interior y producir anticuerpos efectivos contra la banalización y el abatimiento predominante hoy.
Incluso los adultos necesitan descubrir estas alegrías, desear la realidades auténticas, purificándose de la mediocridad en la que se hallan envueltos. Entonces será más fácil evitar o rechazar todo aquello que, aunque en principio parezca atractivo, resulta ser bastante soso, fuente de adicción y no de libertad. Y por tanto hará emerger ese deseo de Dios del que estamos hablando.
Un segundo aspecto, que va de la mano con el anterior, es nunca estar satisfecho con lo que se ha logrado. Solo las alegrías verdaderas son capaces de liberar en nosotros esa ansiedad que lleva a ser más exigentes --querer un bien superior, más profundo--, para percibir más claramente que nada finito puede llenar nuestro corazón.
Por lo tanto vamos a aprender a someternos, sin armas, hacia el bien que no podemos construir o adquirir por nuestros propios esfuerzos; a no dejarnos desalentar de la fatiga y de los obstáculos que provienen de nuestro pecado.
En este sentido, no debemos olvidar que el dinamismo del deseo está siempre abierta a la redención. Incluso cuando nos envía por caminos desviados, cuando sigue paraísos artificiales y parece perder la capacidad de anhelar el verdadero bien. Incluso en el abismo del pecado no se apaga en el hombre aquella chispa que le permite reconocer el verdadero bien, para saborearlo, iniciando así un camino de salida, al cual Dios, con el don de su gracia, no deja de dar su ayuda. Todos, por otra parte, tenemos necesidad de seguir un camino de purificación y de curación del deseo. Somos peregrinos hacia la patria celestial, hacia aquel pleno bien, eterno, que nada nos podrá arrebatar jamás.
No se trata, por lo tanto, de sofocar el deseo que está en el corazón del hombre, sino de liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera altura. Cuando en el deseo se abre la ventana hacia la voluntad de Dios, esto ya es un signo de la presencia de la fe en el alma, fe que es una gracia de Dios. Decía siempre san Agustín: "Con la expectativa, Dios amplía nuestro deseo, con el deseo, ensancha el alma y dilatándola la vuelve más capaz" (Comentario a la Primera Epístola de Juan, 4,6: PL 35, 2009).
En esta peregrinación, sintámonos hermanos de todos los hombres, compañeros de viaje, incluso de aquellos que no creen, de los que están en busca, de los que se dejan interrogar con sinceridad sobre el propio deseo de verdad y de bien. Recemos, en este Año de la fe, para que Dios muestre su rostro a todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. Gracias.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Reflexión a las lecturas del domingo treintidos del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 32º del T. Ordinario B
¡Dios se fija en nosotros cuando hacemos el bien! El Evangelio de hoy nos hace esta “gran revelación”. ¡Y nos llega al alma! Estamos acostumbrados a oír desde pequeños: “¡Te estás portando mal y Dios te está mirando!” Y es verdad… Pero esto otro también es verdad, y lo pensamos, lo vivimos y lo decimos menos. Es lo que nos narra el Evangelio acerca de aquella viuda pobre que echa su ofrenda en el cepillo del templo. Jesús no sólo la mira, sino que además, llama a los discípulos para comentarlo, y les hacer saber que aquella pobre mujer ha echado más que nadie, todo lo que tenía para vivir.
En situaciones difíciles, hay personas que se abandonan en manos de Dios, a veces, de un modo heroico, diciendo: “Él lo ve todo, Él lo sabe todo”. Esta verdad que comentamos puede ayudar a mucha gente que no se siente valorada por lo que es o por lo que hace. Gente que está herida y frustrada porque nadie le da importancia ni a ella ni a sus cosas: nadie se entera, nadie le valora y, mucho menos, le recompensa.
Frente a aquellos escribas a quienes “les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza…” el Señor dice a sus discípulos que, cuando hagan limosna, cuando recen o cuando ayunen no busquen la mirada complaciente de la gente sino la del Padre del Cielo, que está en lo escondido y el Padre que ve en lo escondido les recompensará. (Mt 6,1-18).
Y San Pablo, escribiendo a los colosenses, dice a los esclavos cristianos: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres, sabiendo que recibiréis de Él en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor” (Col 3,23-24).
Pocas cosas nos moverán más a la generosidad, a la entrega, al trabajo bien hecho como esta verdad. Y estos textos pueden servirnos de preparación para celebrar el próximo domingo, la Jornada de la Iglesia Diocesana.
Y de generosidad nos hablan también las demás lecturas de hoy: En la primera, contemplamos a otra viuda pobre, que se fía de la palabra del profeta Elías hasta tal punto que le hace un panecillo con la última harina y el último aceite que le queda.
Pero el prototipo de generosidad es Jesucristo, el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, que ha hecho de su vida una ofrenda “para quitar los pecados de todos” y ahora está ante el Padre intercediendo por nosotros.(2ª Lect.)
Al Él la gloria y el honor ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
¡FELIZ DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Escuchemos en la primera Lectura, el gesto heroico de una pobre viuda extranjera para con el profeta Elías en tiempos de sequía y hambre en Israel.
SEGUNDA LECTURA
Se nos continúa hablando hoy del Sacerdocio de Jesucristo que, en su inmensa generosidad, se entrega hasta la muerte para destruir el pecado. Cuando vuelva de nuevo salvará definitivamente a los que le esperan.
TERCERA LECTURA
Al valorar la ofrenda que una viuda pobre hace al Templo, Jesús nos señala el camino de la verdadera generosidad.
COMUNIÓN
En la Comunión Jesús, que renueva su entrega por nosotros hasta la muerte, nos ofrece su Cuerpo y Sangre como alimento y fuerza para seguir su ejemplo de generosidad y entrega
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
e-mail: [email protected]
Boletín 497
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
La delegación de Liturgia con la colaboración del Instituto Superior de Teología Islas Canarias, desarrollará una nueva edición de las Jornadas de Liturgia los días 9 y 10 de noviembre, en el Seminario Diocesano, bajo el lema: "Este es el Sacramento de nuestra fe". Las jornadas estarán dirigidas por el monje benedictino, P. José María Jiménez Alonso y se abrirán el día 9, a las 17:30 horas con la ponencia inaugural: “La liturgia-misterio de Dios y del hombre”.
A lo largo de esta semana, se ha venido desarrollando la primera tanda de ejercicios espirituales para sacerdotes, en la Casa de Espiritualidad de Santa Cruz de Tenerife. Unas jornadas que están siendo dirigidas por Antonio Bravo. Asimismo, el próximo domingo se iniciará la segunda tanta, en esta ocasión dirigida por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández.
Este viernes 9 de noviembre, el ayuntamiento de la Guancha celebrará la sesión de honores y distinciones en la que se entregará el título de hijo adoptivo del municipio al que fuera su párroco durante 34 años, Sebastián García.
El próximo domingo 18 de noviembre celebramos la fiesta del Día de la Iglesia Diocesana. El lema de este año es "La Iglesia, contribuye a crear una sociedad mejor". La jornada contempla en nuestra Diócesis una fiesta-celebración de este día que comenzará con la celebración de la Eucaristía en la Catedral, a las 12:00 horas, y luego tendrá lugar el reconocimiento de los insignes diocesanos de este año en el Salón de Actos del Seminario, para concluir con el almuerzo a las 14:00 horas.
Para adquirir las tarjetas para el almuerzo se pueden dirigir a la Casa Nazaret, en Santa Cruz (C/. Costa y Grijalba, nº 16), en la librería diocesana de La Laguna y en la centralita del obispado.
La decimosexta edición de la Escuela de Otoño de Cáritas tendrá lugar el 17 de noviembre en el Seminario Diocesano y se desarrollará bajo el lema "Prohibido vulnerar derechos". Desde Cáritas han manifestado que quieren ofrecer este espacio formativo y favorecer el análisis permanente de la realidad que nos está tocando vivir y contar con los instrumentos precisos para su estudio, así como facilitar alternativas eficaces sin perder la referencia de un trabajo desde la promoción con las personas. La Escuela se inaugurará con la ponencia “Retos de hoy y mañana para Cáritas”, a cargo de Sebastián Mora Rosado, secretario general de Cáritas Española.
Este fin de semana se celebrará un nuevo Cursillo de Cristiandad. Asimismo, del 16 al 18 de noviembre, una cita similar se desarrollará en La Palma.
La Casa de los Capitanes, en La Laguna, acoge la exposición "La Escultura Policromada en Tenerife"; una iniciativa que se enmarca en el seminario académico internacional organizado por la Fundación Paul Getty de Los Ángeles y la Universidad Nacional Autónoma de México, junto a otras instituciones canarias. Esta exposición cuenta con el apoyo del ayuntamiento de La Laguna, la diócesis de San Cristóbal de La Laguna y el área de Cultura del Gobierno de Canarias. El obispo resaltó "el intercambio que se produce en el arte y la policromía de ida y vuelta entre Canarias y América, del que esta exposición es un fiel reflejo". La muestra permanecerá abierta al público hasta el 15 de diciembre.
El próximo lunes 26 de noviembre, la Universidad de La Laguna, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el ISTIC, organizarán la XXVII Semana de Teología bajo el título "Teología: fe y creatividad". Desde esa fecha, hasta el día 29, se desarrollarán tres días en los que se profundizará en temas tan concurrentes e inmersos dentro del Año de la Fe, como: "La Revelación: en las fuentes del don" o "Del depósito de la fe a la formación de la fe: en el camino de la razón creyente".
Cáritas Diocesana y el Cabildo de Tenerife han puesto en marcha una exposición denominada "Voces de Cáritas contra la pobreza" con el objetivo de sensibilizar y concienciar sobre las desigualdades sociales y abordar los estilos de vida que sirven para construir un mundo más justo. La exposición permanecerá abierta hasta el 15 de noviembre en la sala de exposiciones de la Oficina del Voluntariado (calle Juan Rumeu García, nº 28 de Santa Cruz de Tenerife), en horario de 9.00 a 21.00.
La parroquia de La Concepción, en La Laguna acoge diferentes actividades especiales para este “Año de la fe”: “Escuela de la Palabra” Para conocer la Biblia y aplicarla a la vida. Los martes a las 19:30 h. los días: 13 de noviembre, 11 de diciembre, 15 y 29 de enero, 19 de febrero, 5 y 12 de marzo, 9 de abril, 23 de abril, 7 y 21 de mayo. Este curso: “La oración de los creyentes: Los salmos”. Dirige la Madre Cecilia del Colegio de Nazaret.
Además, “Encuentros en la fe” será una actividad extraordinaria para este curso, organizada desde la parroquia de La Concepción, con la colaboración de la delegación diocesana para la Nueva Evangelización y la Junta de Hermandades y Cofradías. Un viernes cada mes, a las 19:30 h. en la iglesia parroquial. (Un espacio de concierto y reflexión). Tras la primera sesión, este espacio continuará los días 30 de noviembre, 14 de diciembre, 25 de enero, 22 de febrero, 8 de marzo y se clausura el 26 de abril.
La Delegación de Pastoral Vocacional de nuestra diócesis ha comenzado a prepararlo todo para la próxima reapertura, en el mes de diciembre, del Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación. La inauguración será el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las 13:00 horas, una vez concluído el retiro en la Catedral dirigido por el obispo.
Ya está preparado el taller de oración para jóvenes en Icod “Para en tu camino”. Está planteado por trimestres, un viernes cada mes, de 18:30 a 20:00 horas, en la iglesia de San Agustín, en Icod de los Vinos. La próxima sesión será el 9 de noviembre.
El sábado 17 de noviembre a las 20:30 horas, en el Convento de Las Claras, en La Laguna, la DPJ Tenerife en coordinación con las monjas de clausura presentarán la vida de Clara de Asís. Se desarrollará como una vigilia.
La cofradía del Señor del Perdón de Santa Cruz de La Palma está celebrando su XX Aniversario. Por tal motivo, los días 22, 23 y 24 de noviembre, en la parroquia de El Salvador, se celebrará un Solemne Tiduo.
El movimiento Juvenil Hombres Nuevos, ha recordado a todos aquellos que quieran vivir una experiencia única y diferente, y tengan más de 18 años, que ya está prevista la ´Convi´ 109. Será el fin de semana del 23, 24 y 25 de noviembre.
Este próximo sábado 10 de noviembre, desde las 10:00 horas, dará comienzo la primera de las convivencias en el Seminario, para chicos a partir de 5º de primaria que deseen preguntarse cuál es el proyecto que tiene Dios sobre sus vidas. Una convivencia, acompañados por los seminaristas y con otros chicos de su misma edad que sienten lo mismo y están tratando de responder. Los interesados han de ponerse en contacto con su párroco o bien con el seminario antes del sábado (teléfono 922.25.25.40).
En breve estará disponible en los puntos de distribución habituales, el nuevo número de la revista “Iglesia Nivariense” que en esta ocasión recoge un monográfico sobre el encuentro de apertura para celebrar el Año de la fe que tuvo lugar en la Villa y Puerto de Garachico.
Subsidio litúrgico para el Día de la Iglesia Diocesana recibido en la parroquia para su celebración el 18 de noviembre.
DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO - B
Día de la Iglesia Diocesana
Entrada: Hermanas y hermanos: Hoy es el penúltimo domingo del Año Litúrgico. En la Eucaristía que nos disponemos a celebrar, la Palabra de Dios nos recordará que hemos nacido para la vida eterna.
Hoy celebramos también el Día de la Iglesia Diocesana. Hemos sido llamados por Dios a formar parte de la Iglesia a través de la Diócesis. ¡En ella hemos nacido a la vida de la gracia. A través de ella hemos recibido los dones de la salvación. Por eso debemos quererla: porque es regalo del Señor y por los bienes espirituales que, por su medio, hemos recibido y estamos recibiendo.
En esta familia, en este hogar que es la Iglesia, no todo lo hace Dios. Es· necesaria nuestra colaboración alegre y entusiasta. Hace falta nuestro compromiso personal. Debemos colaborar apostólicamente, según la llamada den cada uno: en la catequesis, en la liturgia, en cáritas, en la visita a enfermos.
Debemos sentimos "misioneros de la fe", no sólo este año, respondiendo a la invitación del Papa Benedicto XVI, sino siempre porque nuestro ser de cristianos es esencialmente misionero. Jesús nos envía a anunciar la Buena Noticia de la salva-ei6n con nuestras palabras y nuestras obras. Esto es ser misioneros de la fe.
Debemos cooperar también en sostener y mejorar la economía de la Iglesia Diocesana. Hacen falta recursos económicos para que la Iglesia pueda desarrollar su tarea, ya que son más las necesidades que los medios de que se dispone. Por eso, si nos sentimos iglesia, si amamos a la Iglesia como familia de los hijos de Dios, escucharemos sin dificultad esta llamada. Y por eso, pensando en lo mucho que hemos recibido y estamos recibiendo, mostraremos así nuestro agradecimiento, contribuyendo con agrado a sus necesidades Lo que nosotros podemos ofrecer, poco o mucho, es bastante menos en comparación con lo que se nos ha dado y se nos está dando.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura: Dispongámonos a escuchar la gran promesa de vida eterna después de la resurrección. Los que tenemos fe sabemos que, en medio de las dificultades, Dios no nos abandona. La última palabra sobre nuestras vidas no la tiene ni el dolor ni la muerte, sino Dios, el Padre que nos ama y nos salva.
Salmo: Convencidos de que Dios no nos abandona nunca, alegres y confiados, oremos con las palabras del Salmo.
Segunda lectura: La segunda lectura nos recuerda que gracias a Jesucristo, que entregó su vida para salvamos, se nos perdonan los pecados y podemos acercamos a Dios con toda confianza. La Eucaristía renueva para nosotros el sacrificio- único-de Jesús;
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.- Por la Iglesia, en marcha hacia el encuentro definitivo con Cristo; para que testifique ante la humanidad entera la fe en la vida futura y acierte a presentar las verdades eternas que dan sentido a la existencia humana, como parte esencial del misterio cristiano. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2.-Por nuestra Iglesia Diocesana; para que con el compromiso personal y la colaboración económica de todos pueda llevar adelante -su misión pastoral y misionera. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3.-Por los responsables de la economía de nuestra parroquia y de nuestra Diócesis: para que sean buenos administradores de los bienes materiales, poniéndolos al servicio del anuncio del Evangelio y la atención a los pobres. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4. - Por todos los cristianos: para que trabajemos unidos por un mundo mejor, más fraterno, más justo, convencidos de que de esta manera estamos construyendo ya nuestra morada definitiva en el cielo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5.- Por iodos los que nos hemos reunido para celebrar el Banquete de la Eucaristía, como anticipo del banquete eterno del Reino de Dios; para que realicemos el gran proyecto cristiano que nos enseña el Evangelio de Jesucristo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
Carta del obispo de la diócesis de Tenerife con motivo de la jornada del DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA, a celebrar el 18 de noviembre.
AYUDAR A LA IGLESIA, UNA NECESIDAD Y UN DEBER
Queridos diocesanos:
La celebración anual del “Día de la Iglesia Diocesana” (este año el 18 de noviembre), debe reavivar en los católicos la conciencia de que pertenecemos a la Iglesia, el Pueblo de Dios que, extendido por toda la tierra y bajo la autoridad del Papa, se concentra en cada diócesis bajo la guía del Obispo propio.
Sí. Ser católico es formar parte de esta “familia espiritual” que llamamos la Iglesia, una familia que se constituye no por razones de raza, cultura o nación, sino por los vínculos que se derivan de estar todos animados por el Espíritu Santo que Dios ha infundido en nuestros corazones y que nos lleva a tener “un solo Señor, una sola fe, una solo bautismo, un solo Dios y Padre”.
Como en cualquier familia natural, en la Iglesia cada uno –de acuerdo con sus posibilidades- está llamado a poner lo mejor de si mismo para el bien del conjunto de los fieles. De ese modo, todos aportan y todos se benefician. Nadie se basta a sí mismo y, lo mismo que los demás me necesitan de mi aportación, yo también necesito de servicio de los otros. Sin duda alguna, ayudando a la Iglesia ganamos todos.
La Iglesia se preocupa (y se ocupa) de las necesidades espirituales y materiales de sus hijos y, también, de quienes no están vinculados a ella y que aceptan su servicio. Esto, ni más ni menos, es lo que hace la Iglesia: preocuparse y ocuparse de las necesidades espirituales y materiales de las personas. Por eso, podemos afirmar que directa e indirectamente, con su acción espiritual y socio-caritativa, “la Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor”.
Para ello se vale de sus sacerdotes, personas consagradas y seglares; de las asociaciones de fieles y los movimientos apostólicos; de las acciones pastorales educativas y catequéticas; de las celebraciones litúrgicas y de la piedad popular; del acompañamiento y atención espiritual a los enfermos; del servicio en los tanatorios; de la acción socio-caritativa hacia los más pobres; del cuidado de los ancianos y otras personas necesitadas de atención especial; del seminario y las casas de formación; de la construcción y mantenimiento de edificios para el desarrollo de todo lo anterior.
Para realizar todo esto, la Iglesia pide a sus miembros (a los que se sienten y declaran católicos) que se impliquen y participen en la vida eclesial, no contentándose sólo con ser sujetos pasivos que disfrutan de las cosas de la Iglesia, sino colaborando activamente con la oración, la dedicación personal y, también, con las aportaciones económicas necesarias el sostenimiento de la vida eclesial y para la atención a los pobres.
Ayudar a la Iglesia, colaborar con la Iglesia, es responder a la necesidad ésta tiene de medios económicos para realizar su misión. Para los católicos hacer frente a esta necesidad es un deber. Así lo dice claramente el Código de Derecho Canónico (las normas que rigen la vida interna de la Iglesia): “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conveniente sustento de los ministros. Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes” (canon 222).
En el plano económico, la Iglesia vive y realiza su misión gracias a los donativos y donaciones que recibe. En la actual situación, de profunda crisis económica, nuestra Iglesia Diocesana –como es lógico- también se ve afectada por la escasez de recursos. Esto, no sólo dificulta el normal desarrollo de las cosas que tenemos en marcha, sino que nos impide cubrir con normalidad los débitos pendientes de proyectos anteriores. Por ello, necesitamos la ayuda de todos. Ahora, más allá de mi parroquia o proyecto concreto, toca pensar en la globalidad, ahora toca colaborar con la Iglesia Diocesana. Confío en vuestra generosidad.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo treintidos del Tiempo Ordinario - B.
LO MEJOR DE LA IGLESIA
El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: "¡Cuidado con los letrados!", su comportamiento puede hacer mucho daño. En la segunda, llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.
Es sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.
La religión les sirve para alimentar fatuidad. Hacen "largos rezos" para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo, solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles a las que deberían servir.
Marcos no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.
En la segunda escena, Jesús está sentado enfrente del arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo.
Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando necesidad, "ha echado todo lo que tenía para vivir". Mientras los letrados viven aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende de todo por los demás, confiando totalmente en Dios.
Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.
También hoy, tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y obispos.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
11 de noviembre de 2012
32 Tiempo ordinario (B)
Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (3 de noviembre de 2012) (AICA)
Las respuestas del Señor, a lo largo de todo el Evangelio, son una muestra de sencillez y profundidad. Diría que es lo propio del sabio, de aquel que percibe en la pregunta un horizonte abierto, y con su respuesta abre un camino que trasciende lo inmediato de la pregunta. Es más, el mismo desde su respuesta se convierte en camino. Esto lo vemos en la pregunta que le hace el escriba: “¿Cuál es el primero de los mandamientos? (Mc. 12, 28 ss). La repuesta de Jesús es breve: “El primero es amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma… El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, y concluye: No hay otro mandamiento más grande que estos”.
Comprender y vivir esta simpleza del evangelio no siempre es fácil. En un sentido no es llamativo, por ello, que Jesús pondere la actitud de los niños: “Les aseguro, nos dice, que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc. 18, 17). La fe necesita de un corazón limpio. Lo vemos, también, cuando nos quiere dejar un camino superior de vida: “Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios” (Mt. 5, 8).
¿Cuál es, entonces, el contenido simple de la fe? Amar a Dios y amar al prójimo. Ambos, son como las dos caras de una auténtica vida de fe. Ya hemos hablado, en otra oportunidad, de la fe y las obras. Hoy vemos que cuando Dios ocupa su lugar, y no hacemos de él un ídolo al que queremos o pretendemos manejar, es decir, cuando Dios es el único Señor, todo adquiere su lugar y se jerarquiza. Cuando Dios es Dios, el hombre se comprende como criatura, conoce su verdadera grandeza y sus límites.
Dios no ocupa el lugar de nadie, no compite, pero ilumina el lugar de todos. Así, la fe, nos introduce en la verdad profunda de lo que somos, ella nos habla de la dignidad de ser hijos de Dios en este mundo, con un destino de vida eterna. Esta Vida, por otra parte, no es algo futuro sino ya presente que se nos comunica como gracia a través de Jesucristo, por su Palabra y los Sacramentos. Esta es la verdad y la exigencia de la Iglesia. Amar a Dios que es mi creador, y a Jesucristo que es mi redentor, es el primer mandamiento.
El segundo mandamiento es su consecuencia necesaria. Todo hombre en cuanto hijo de Dios es mi hermano. A esta certeza primera le debemos agregar que Jesucristo al hacerse hombre se ha identificado a todo hombre, se ha hecho hermano de cada hombre para asumir su vida y hacerse su camino, de un modo especial con lo más pobres y necesitados: “Les aseguro, nos dice, que cada vez que hicieron algo con el más pequeño de mis hermanos lo hicieron conmigo” (Mt, 25, 40).
La fe en Dios no puede ser un refugio. Una fe que no vea en el rostro de todo hombre a un hermano, no es una fe plenamente cristiana. Podemos distinguir el amor a Dios y el amor a nuestro hermano, pero no separarlo, porque forman una unidad en el designio creador y redentor de Dios.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor que nos ha llamado a amarlo a Él, el único Dios, y a nuestros hermanos.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
ZENIT nos ofrece la carta que ha escrito a sus diocesanos el obispo de Almería Adolfo González Montes sobre su experiencia en el reciente Sínodo de los Obispos, en el que participó como presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española.
En la nueva evangelización el Concilio Vaticano II tiene una función iluminadora y orientadora
+ Adolfo González Montes
Queridos diocesanos:
El pasado domingo, 28 de octubre, se clausuraba la XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos con la solemne misa en la basílica de San Pedro del Vaticano, presidida por el Papa y concelebrada por todos los padres sinodales. Había llegado el momento de hacer las maletas y regresar a la diócesis, después de un mes de ausencia ocupados con las deliberaciones del Sínodo.
La XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos ha dado amplia cabida a la lengua española por el gran número de obispos de Hispanoamérica, agrupados en dos apretados círculos menores, o grupos lingüísticos, que sin duda hubieran podido ser tres por el número de sus integrantes. Conforme al reglamento del Sínodo, la misión de estos círculos es estudiar el contenido de las intervenciones pronunciadas en las congregaciones generales de la asamblea sinodal, y aportar aquellas reflexiones necesarias para la elaboración de las propuestas que los Padres sinodales entregan al Papa al término de los trabajos.
Hubo congregaciones generales en las cuales las intervenciones de los obispos se sucedían una y otra vez en español, que con el italiano y el inglés fueron los idiomas más frecuentemente utilizados, aunque los dos textos importantes, llamados relaciones, la anterior al debate del Sínodo y la posterior al mismo, se presentan y leen en latín, igual que en latín se formulan las propuestas finales del Sínodo. Estas relaciones las encomienda el Papa al Relator general nombrado para la ocasión, y que en este caso ha sido el Cardenal Arzobispo de Washington, Mons. Donald William Wuerl. El latín, como lengua oficial de la Iglesia sirvió asimismo para establecer el iter de las actuaciones, que corresponde ordenar al Secretario general del Sínodo, con la aprobación del Papa.
La asamblea ha estado presidida por el Santo Padre, que acudía a las congregaciones generales con frecuencia, siempre que no tenía obligaciones de agenda propias de su ministerio, entre las que hay que contar las audiencias de los miércoles y las audiencias privadas de uno u otro tenor. La primera congregación general, como todas las demás, se abrió con el canto de la hora de tercia, recitada todos los días por los Padres sinodales al comienzo de las sesiones. La hermosa meditación del Papa, sin otro guion que su inspiración de pastor universal y fino teólogo, caló hondo en todos nosotros. Tras ella, cada día comenzábamos los trabajos sinodales con la meditación que nos dirigieron los obispos designados por el Secretario general, atendiendo a la representatividad de los continentes, los ritos y, en definitiva, las Iglesias particulares de origen.
La presidencia del Sínodo por el Papa se halló siempre asistida por los tres presidentes delegados, los Cardenales John Tong Hon, Obispo de Hong Kong (China), Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara (Méjico) y Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo). A los tres y por riguroso turno correspondió dirigir la oración y las intervenciones y debates de las congregaciones generales, y otorgar ordenadamente la palabra. Un trabajo aliviado por el auxilio de la dirección técnica de control, que registraba además la asistencia cotidiana de los sinodales y las inscripciones de los mismos para hablar, ya conforme al orden previamente establecido o de forma espontánea mediante transmisión informática a las pantallas de los presidentes. Se trataba de medir la presencia de los 259 padres sinodales al comienzo de cada congregación general y, en su momento, determinar el orden y control de las votaciones.
Se puede decir sin menoscabo de la realidad de las cosas que las intervenciones regladas y previamente preparadas por los padres sinodales durante las primeras sesiones se asemejaban mucho a una lluvia de ideas, exponiendo cada cual la forma en que percibía la importancia del tema sometido a reflexión y examen. En este sentido la relación anterior al debate (Relatio ante diseptationem) no parecía poder encauzar las intervenciones de los obispos, porque cada uno de los sinodales quería que se escuchara aquello que deseaba hacer notorio según lo dictaba el interés de la Iglesia particular de cada obispo que hablaba; o bien el estado de cosas del sector eclesial al que representaba, particularmente cada uno de los ámbitos de las congregaciones romanas y otros dicasterios de la Curia vaticana. Aparentemente era difícil evitar la impresión de que lo escuchado era de carácter heterogéneo, pero en realidad sólo así los sinodales encontraron el camino hacia la convergencia final, centrándose en lo más convergente y en aquello que, por su importancia, requería más claridad o necesitaba, si no urgente, sí necesaria solución.
La asamblea sinodal fue haciéndose eco del estado de la evangelización en los viejos países cristianos y en los países que cuentan con nuevas Iglesias, resultado de la acción misionera de la Iglesia universal. Se enumeraron los obstáculos y las dificultades planteados por la cultura dominante, agnóstica y laicista, en los países cristianos del primer mundo, amenazados por el riesgo de descomposición de la sociedad cristiana. Los obispos de latitudes donde la Iglesia está en minoría expusieron las dificultades cotidianas para mantener la fe y sobrevivir a la persecución y al acoso de movimientos religiosos extremistas, a la discriminación de los cristianos que no logra frenar el ordenamiento jurídico de dichas sociedades; ni tampoco lograr moderar, en el caso del fundamentalismo islámico que padecen algunos países, la voluntad sincera de cristianos y musulmanes que han sabido convivir en el pasado y tratan de encontrar una convivencia tolerante y constructiva. Son situaciones que no pueden, sin embargo, impedir la búsqueda de un entendimiento entre la Iglesia y las grandes religiones mediante el diálogo, como tampoco pueden las ideologías anticristianas impedir el progreso del diálogo de la Iglesia con la cultura contemporánea. Este diálogo es medio apto para avanzar en el programa y desarrollo de una nueva evangelización, que también reclaman los países que han recibido más recientemente el Evangelio, como los países africanos en particular, donde el fenómeno de la globalización instrumentada por los medios de comunicación amenaza también la estabilidad de las nuevas Iglesias, acosadas por el modelo de vida occidental que les llega a través de los medios de comunicación.
El debate sinodal consideró la importancia que tiene llevar a cabo el primer anuncio evangélico, la propuesta del kérygma cristiano, cuando el secularismo de la sociedad hace irreconocible ya el modelo cristiano de vida, sobre todo en los países donde el ordenamiento jurídico de la sociedad ha introducido el amparo de ley a comportamientos no cristianos, e incluso la legitimación de conductas que repugnan a la conciencia cristiana, como la práctica del aborto, la eutanasia, la equiparación de las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio; así como la normalización de conductas sexuales opuestas a la antropología bíblica y a la doctrina cristiana sobre el misterio del hombre a la luz del misterio de Cristo. Situaciones que se agravan con el abandono por parte de los cristianos, víctimas del secularismo dominante, de las asambleas dominicales y el abandono de la práctica religiosa y moral en la que fueron educados en la infancia.
El debate sinodal, en consecuencia, ha tenido que hacer frente al mismo tiempo a la necesaria renovación de la acción pastoral, particularmente atendiendo a un desarrollo más coherente de la iniciación cristiana conforme a la naturaleza de los tres sacramentos, cuyo culmen es la Eucaristía. Todo lo cual lleva consigo una honda revisión de la catequesis y su necesario estilo catecumenal, como lo viene haciendo la Conferencia Episcopal Española. Se trata de desarrollar una catequesis que asegure la coherencia de la vida cristiana tanto de los adultos que vienen a la fe como de los niños bautizados y educados en ella. En este sentido la parroquia se acredita como pieza fundamental de vida cristiana y de acción apostólica, integrando en ella comunidades y movimientos; sobre todo, porque la parroquia es el ámbito irrenunciable donde la familia cristiana tiene su lugar propio. Familia y escuela católica, pero también acción convergente con la parroquia de la enseñanza de la religión católica en la escuela estatal, son referentes fundamentales de la educación en la fe de la infancia y de la juventud. La relación posterior al debate(Relatio post diseptationem) así lo recogía con objetividad, al mismo tiempo que anotaba con fidelidad a las intervenciones el papel singular que corresponde, en la nueva evangelización, a las personas de vida consagrada, particularmente religiosos y religiosas, y a los nuevos movimientos y comunidades cristianas.
La nueva evangelización ha de ser una apuesta eclesial decidida por la renovación de la acción misionera y pastoral de las Iglesias particulares, cuya ordenación y orientación corresponde al Obispo diocesano, en estrecha comunión con el Papa y el Colegio episcopal. En esta renovación misionera o acción ad extra y acción pastoral ad intra de la Iglesia, la transmisión de la fe tiene un cometido principal, ya que sin ella no habrá verdaderos creyentes en la sociedad del mañana; cuenta habida de que la transmisión de la fe requiere de una pedagogía mistagógica. Se trata de introducir en la experiencia de Cristo y, por medio de él, Mediador único entre Dios y los hombres, llevar a los catequizandos a la experiencia del amor de Dios, obra del Espíritu Santo en los bautizados; porque, como ha dicho Benedicto XVI, nadie viene a la fe por una idea, sino por el encuentro con la persona de Jesucristo.
En esta necesaria renovación de la acción eclesial que lleva consigo la nueva evangelización los documentos del Concilio tienen una función iluminadora y orientadora. Un concilio no se asimila sino paulatinamente y con el paso del tiempo, cuando es posible contrastar su recepción y aplicación a la vida cristiana. El Papa así nos lo recuerda en su Carta apostólica Porta fidei, con la que convocaba en octubre de 2011 el nuevo Año de la fe, que hemos empezado a recorrer. Habla el Papa de una interpretación correcta del Concilio cuando se lee en continuidad con la gran Tradición de fe de la Iglesia. Fue de una singular emoción que los sinodales, juntamente con los presidentes de las Conferencias episcopales y los padres conciliares aún vivos pudiéramos repetir, al comenzar la gran concelebración presidida por el Papa, el pasado 11 de octubre, en el aniversario de la apertura del Concilio por el beato Juan XXIII, el mismo recorrido que hicieron en 1962 los padres conciliares para entrar en la basílica de San Pedro, dando comiendo a las sesiones conciliares. Era jueves y un día laborable, pero fue numerosa la asistencia de los fieles que llenaron media plaza de San Pedro.
En el debate sinodal la apelación a los santos y a los mártires ha sido una constante en las intervenciones de los padres. Las sesiones sinodales se abrían el domingo día 5 de octubre con la misa concelebrada en la cual fueron declarados doctores de la Iglesia universal san Juan de Ávila, el gran evangelizador en el siglo XVI de Andalucía y la España del sur, apenas reconstruida la unidad cristiana de la nación; y santa Hildegarda de Bingen, la mística y escritora que iluminó con su sabiduría de lo alto la Alemania medieval. Antes de acabar el sínodo, de nuevo los padres sinodales concelebrábamos con el Papa la misa de canonización de siete nuevos santos, entre ellos la religiosa española santa María del Carmen Sallés, nacida en 1848 en Vic y fundadora de las Misioneras Concepcionistas de la Enseñanza; y algunos mártires de la fe, que entregaron generosamente su vida mientras evangelizaban, como el joven catequista filipino Pedro Calungsod, nacido en 1655 y verdadero modelo para los jóvenes evangelizadores de hoy. La vida de santidad de este joven mártir a los 17 años encarna el ideal de fe de tantos jóvenes que encontrarán en él un modelo de amor a Cristo, en un momento en que el empeño de la Iglesia por atraer a Cristo a los jóvenes es la siembra obligada de la fe cristiana de mañana.
Al final de la asamblea sinodal los padres colocamos en manos del Santo Padre las Propuestas (Propositiones) que recapitulan las aportaciones de los círculos menores, con la acción de síntesis y formulación última por parte de los relatores o secretarios de los círculos y la moderación arbitral del Relator general del sínodo. A estas propuestas se llegaba tras las enmiendas o modi de los padres, para ser presentadas a la aprobación de los sinodales en la vigésimo segunda y última congregación general del sínodo, el sábado 27 de octubre. El viernes día 26 por la tarde, en la vigésimo primera congregación general, los sinodales votaron el Mensaje del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios, un texto que es deseable sea conocido por todos los diocesanos, pero sobre todo por cuantos se hallan comprometidos con la acción apostólica y pastoral con fe ilusionada y voluntad evangelizadora.
Finalmente, si tuviera que resumir esta experiencia sinodal que considero una verdadera gracia del Señor, tendría que poner el acento en que ha sido una experiencia en la cual hemos vivido todos los participantes la universalidad de la Iglesia y cómo es el Espíritu de Jesús el que alienta en ella. El sínodo ha supuesto para todos los obispos que hemos tomado parte en él una constatación singular de la colegialidad en el ejercicio del ministerio episcopal; colegialidad afectiva y efectiva, mediante la cual y bajo la autoridad y la orientación del Papa como sucesor de san Pedro, se hace visible la unidad de la Iglesia. Siendo obispos de generaciones distintas, todos hemos experimentado que esta unidad se prolonga en la vida de la Iglesia, en la diversidad de las culturas y de las generaciones, y permite reconocernos recíprocamente como integrantes del mismo colegio que sucede a los Apóstoles, en el que cada uno de nosotros entramos con nuestras propias Iglesias diocesanas. Por medio del ministerio episcopal las Iglesias particulares entretejen en la unidad de la Iglesia universal su singularidad propia, ubicada en el tiempo y en el espacio de una cultura que tiende hoy a la globalización, pero que no puede anular la identidad de los grupos humanos y, por eso mismo, tampoco la diversidad de las Iglesias, con sus ritos y tradiciones eclesiásticas propias.
Esta diversidad se expresaba en la concelebración de la Eucaristía, sacramento de la unidad de la Iglesia, en los ornamentos sagrados de los Obispos en la concelebración final con el Santo Padre el pasado día 28 de octubre, igual que así se manifestaba en cada una de las eucaristías mencionadas y que han tenido cabida en la agenda sinodal, porque toda la acción evangelizadora de la Iglesia tiende a la Eucaristía y todo en la evangelización dimana de ella, meta y fuente de la vida cristiana.
En todo momento nos ha acompañado la presencia de la Virgen María, que al igual que en Pentecostés, está en medio de la Iglesia orante y evangelizadora, intercediendo ante Cristo y alentando con su presencia la vida de la Iglesia. Las antífonas marianas de la tradición eclesial cantadas en latín por los padres sellabancada recitación de la hora tercia con la que empezábamos los trabajos cada día, igual que la plegaria mariana a mediodía y al atardecer daba término a las sesiones de trabajo sinodal.
Almería, a 30 de octubre de 2012
ZENIT nos ofrece las palabras del papa en la introducción de la oración mariana del Angelus el domingo 4 de Noviembre de 2012 dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas!
El evangelio de este domingo (Mc. 12,28-34) nos propone la enseñanza de Jesús sobre el mandamiento más importante: el mandamiento del amor, que es doble: amar a Dios y amar al prójimo.
Los santos, que acabamos de celebrar juntos en una única fiesta solemne, son aquellos que, confiando en la gracia de Dios, tratan de vivir de acuerdo a esta ley fundamental. De hecho, el mandamiento del amor lo puede aplicar plenamente quien vive en una relación profunda con Dios, así como el niño se hace capaz de amar a partir de una buena relación con su madre y su padre.
San Juan de Ávila, a quien recientemente he proclamado Doctor de la Iglesia, escribe así al inicio de su Tratado del Amor de Dios: "La razón, dice, que empuja mayormente nuestro corazón al amor de Dios, es el considerar profundamente el amor que Él tuvo por nosotros... Esto, además de los beneficios, mueve el corazón a amar; porque el que hace al otro un beneficio, le da algo que tiene; pero el que ama, se entrega a sí mismo con todo lo que tiene, sin que le quede algo más para dar" (n. 1). Antes de ser un mandato -el amor no es un mandato-, es un regalo, una realidad que Dios nos hace conocer y experimentar, de modo que, como una semilla pueda también germinar dentro de nosotros, y desarrollarse en nuestra vida.
Si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una persona, esta es capaz de amar incluso a quien no lo merece, así como Dios hace con nosotros. El padre y la madre no quieren a sus hijos solo cuando se lo merecen: lo aman siempre, aunque es natural que le hacen entender cuando se equivocan.
De Dios, aprendemos a querer siempre y solamente el bien y el nunca mal. Aprendemos a mirar al otro no solo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo. Una mirada que sale del corazón y no se detiene en lo superficial, va más allá de las apariencias y captura los más profundos anhelos del otro: de ser escuchado, de una atención gratuita; en una palabra: de amor. Pero también se produce en la dirección opuesta: que abriéndome al otro tal como es, yendo hacia él, haciéndome disponible, me abro también para conocer a Dios, para sentir que está allí y que es bueno. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y están en relación recíproca.
Jesús no inventó ni lo uno ni lo otro, pero reveló que son, después de todo, un solo mandamiento, y lo hizo no solo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de Dios y del prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos da este doble amor, dándose a Sí mismo, para que, alimentados de este Pan, nos amemos los unos a otros como Él nos ha amado.
Queridos amigos, por intercesión de la Virgen María, oramos a fin de que todo cristiano sepa mostrar su fe en el Dios único y verdadero con un claro testimonio de amor al prójimo.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana
ZENIT nos ofrece la habitual colaboración de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, México. Esta vez comenta la reforma constitucional en este país norteamericano relativa a la libertad religiosa.
No teman a la libertad religiosa
Sobre la reforma constitucional en México
+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Un veterano asesor de un partido político escribió un artículo afirmando que la propuesta de modificación al artículo 24 constitucional, que ya fue aprobada por los senadores y diputados federales y ahora está en proceso de discusión en los congresos locales, se propone destrozar al Estado laico. Dice que fue “cabildeada, en secreto, por unos cuantos personeros de la alta jerarquía burocrática del clero político” y que, “a partir de la malhadada reforma, los altos clérigos políticos pretenden la modificación del artículo 3º. constitucional (que establece la educación laica en las escuelas públicas). Quisieran que, en nombre de la libertad religiosa o de la libertad de religión, la tarea educativa pública perdiera su naturaleza laica. Una verdadera catástrofe para la democracia”. Sostiene que “el Estado mexicano respeta de manera cabal a las diversas religiones” y que no coarta “la propagación de las confesiones”, pues aduce que los templos están “abiertos al culto de manera cotidiana e ininterrumpida”. Termina diciendo que, “para ser democrática, la escuela pública debe ser laica. Las confesiones se propagan y se desarrollan fuera de ella. La escuela pública es el primer escalón de las libertades”.
¿En qué términos está propuesta la reforma del artículo 24? Dice textualmente: “Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política”. A pesar de este candado del párrafo final, amplía un poco el marco de esta libertad, pues el texto vigente sólo habla de que “todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo”. Se amplía a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, no sólo de culto.
CRITERIOS
Dice el Papa Benedicto XVI: “La libertad religiosa es la cima de todas las libertades. Es un derecho sagrado e inalienable. Abarca tanto la libertad individual y colectiva de seguir la propia conciencia en materia religiosa como la libertad de culto. Incluye la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia. Ha de ser posible profesar y manifestar libremente la propia religión y sus símbolos, sin poner en peligro la vida y la libertad personal. La libertad personal hunde sus raíces en la dignidad de la persona; garantiza la libertad moral y favorece el respeto mutuo… La tolerancia religiosa existe en numerosos países, pero no implica mucho, pues queda limitada en su campo de acción. Es preciso pasar de la tolerancia a la libertad religiosa” (Ecclesia in Medio Oriente, 26-27).
PROPUESTAS
Invito a analizar sin atavismos históricos y sin temores los términos de la nueva ley, que no viola ni destroza la laicidad del Estado, pues éste no se compromete a imponer una religión para todos, y se mantiene su sana separación con la Iglesia. No pretende introducir la educación religiosa en las escuelas públicas, aunque es un derecho de los padres, si ellos lo decidieran, como consta en legislaciones de países más democráticos, como los de Europa, en particular de Alemania. Ni siquiera se menciona esa posibilidad. No beneficia únicamente a la Iglesia Católica, sino a todas las actitudes confesionales, pues cada quien es libre de tener o no una religión. El texto no cambia la prohibición existente para que las asociaciones religiosas puedan adquirir canales de televisión o estaciones de radio, aunque con esto se coarta la profesión pública de la fe. En otras palabras, no intenta imponer nuestra religión a todos los ciudadanos, y mucho menos al Estado. Su sana laicidad es una garantía de libertad para todos.
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.
El mandamiento del amor y la felicidad
Comentario al evangelio del Domingo 31° T.O./B
Por Jesús Álvarez SSP
“Un maestro de la ley que había oído la discusión, viendo que les había contestado bien, se le acercó y le preguntó: --¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús respondió: --El primero es: Escucha, Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos. El escriba le dijo: --Muy bien, maestro; con razón has dicho que él es uno solo y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale mucho más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, al ver que había respondido tan sabiamente, le dijo: --No estás lejos del reino de Dios”. (Mc 12, 28-34)
No era ociosa la pregunta del escriba al Maestro sobre el principal de los mandamientos, pues ellos tenían 613 mandamientos, entre los cuales se esfumaban los Diez Mandamientos dados por Dios a Moisés. Gran parte de aquel cúmulo de mandatos eran invenciones humanas para evadir el principal mandamiento, que justamente los sintetiza todos, el mandamiento del amor: "Amarás al Señor tu Dios…; amarás a tu prójimo…”.
También hoy la gran parte de los cristianos, después de veinte siglos del Evangelio del amor, seguimos sustituyendo, en la práctica, el primero y máximo mandamiento por un abundante catálogo de normas morales, disciplinares, canónicas, eclesiásticas, civiles, familiares, buenos modales, costumbres, ritos…, ¿quizás con el ingenuo pretexto de que siempre se ha hecho así? Y no se trata de cosas malas, sino que se vuelven inhumanas e idolátricas cuando suplantan la ley del amor, lo cual sucede tan a menudo.
Jesús, con su nacimiento, vida, muerte y resurrección, tuvo un único objetivo: enseñarnos que Dios nos ama y enseñarnos a corresponderle amándolo a él y amándonos unos a otros. Es más: él superó y nos pide que superemos el mandamiento antiguo de "amar al prójimo como a sí mismo", cambiándolo por el suyo: "Ámense los unos a los otros como yo los amo". Él nos reveló su forma de amar: "Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por los que ama".
El verdadero amor a Dios y al prójimo es la única fuente de la felicidad y de la libertad en el tiempo y en la eternidad. Pero la mayoría pretenden beber el agua de la felicidad sin conectarse a su fuente, y buscan todos los charcos contaminados de los placeres: drogas, alcohol, orgías, sensualidad, lujos, poder…, incluso a costa del sufrimiento y de la infelicidad del prójimo. Lo cual sucede también entre gente que se tiene por “muy religiosa”.
Se hace pasar por amor lo que es puro egoísmo, y por felicidad lo que es sólo cosquillas superficiales del sistema nervioso. Son muchas las cosas que gustan, pero que no llenan, porque no son justas, y terminan por llevar a la total infelicidad. Es el pan envenenado de cada día en la sociedad de consumo, que va camino hacia la autodestrucción.
Amar como Cristo Jesús ama, es nuestra vocación, realización, libertad y felicidad en el tiempo y en la eternidad. El amor a Dios y al prójimo no pueden reducirse a un código rígido y moralizador. Es libertad para mejorar las expresiones y experiencias de ternura, de amistad, de dulzura.
El amor es fuego encendido por el Espíritu Santo en el corazón humano, que está hecho a imagen del corazón de Dios-Amor-Cariño-Ternura al infinito. "Si me falta el amor, de nada me sirve…". El mandamiento del amor no es pesado, sino que da alas a toda la vida.
Reflexión a las lecturas del domingo treintiuno del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".
Domingo 31º del T. Ordinario B
Era normal que aquel escriba le preguntara a Cristo por el mandamiento principal de la Ley. En la época de Jesús todo se había complicado y los judíos contaban unos 613 preceptos. "Una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar", decía S. Pedro. (Hch 15,10). Los maestros de la Ley discutían entre sí sobre el principal de todos los mandatos. e, incluso, era lógico que quisieran conocer la opinión de Jesús, en aquel ambiente de hostilidad, propio de los días previos a su Pasión. Jesús le recuerda la “Shemá”, que los judíos recitan varias veces al día, y que hemos escuchado en la primera lectura: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Y, además, le dice que el segundo mandamiento, en orden de importancia, es: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Pero hay que tener en cuenta que Jesús habla con un judío acerca de la ley judía. Los cristianos formulamos el mandamiento segundo como Jesús nos enseñó: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Estamos acostumbrados a formular el primer mandamiento de un modo más sencillo, (amarás a Dios sobre todas las cosas) pero es importante recordar alguna vez “la Shemá” y que recogen también nuestros catecismos. La tentación constante de Israel era la idolatría, rodeado como estaba de pueblos idólatras. Y, de alguna manera, es la tentación del hombre de todos los tiempos. Los dioses son ahora distintos, pero la idolatría es la misma. Por eso, lo primero es señalar de qué dios hablamos; en qué dios creemos; a qué dios hemos de amar. Por eso dice: “El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”. Y a este Dios tenemos que amarlo, no de cualquier manera, sino con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todo el ser. Es lo que corresponde a Dios.
Decíamos antes que los cristianos formulamos el segundo mandamiento de modo distinto, pero amar al prójimo como a nosotros mismos supone ya una gran exigencia y una gran elevación moral…
¡Cómo y cuánto nos queremos a nosotros mismos! Si somos capaces de amar al prójimo de esta manera, ya hacemos mucho, aunque nos quede todavía mucho camino. Por eso nos quedamos tan extrañados cuando oímos decir: “yo no tengo pecados”. ¿Es que cumplimos ya perfectamente estos dos mandamientos que resumen la Ley y los Profetas? (Mt 22, 40) ¿O más bien, tenemos que reconocer que “nos engañamos y no somos sinceros?” (1Jn 1,8).
Se ha dicho que la felicidad se encuentra en amar y sentirse amados. Es la dicha que quiere el Señor para nosotros y que tiene su cima y su raíz en el cumplimiento de sus mandatos como escuchamos en la primera lectura.
¿Y dónde encontraremos la ayuda y la fortaleza que necesitamos? En Cristo “que tiene el sacerdocio que no pasa” como escuchamos en la segunda lectura. En la doctrina cristiana decimos: en la oración y en los sacramentos, especialmente, en la Eucaristía, signo y fuente de amor.
Por eso decimos en el salmo responsorial: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno. 922-25 86 40 / Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 496
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
El Consejo Diocesano de Pastoral tendrá su primera sesión del curso, este sábado 3 de noviembre, de 9:30 a 14:00 horas, en el Seminario Diocesano. Tras la aprobación del acta anterior, si procede, se dará paso al trabajo de la jornada centrado en el documento: “La visita pastoral del obispo a la diócesis”.
Por otro lado, el domingo 4 de noviembre, se inicia la primera tanda de ejercicios espirituales para sacerdotes, en la Casa de Espiritualidad de Santa Cruz de Tenerife. Unas jornadas que estarán dirigidas por Antonio Bravo.
Hasta el próximo domingo 4 de noviembre, se desarrollará el Congreso Nacional de Jóvenes en Valencia. El mismo se inició con las palabras de bienvenida del delegado de Pastoral con Jóvenes de la Diócesis de Valencia. Seguidamente se escuchó el testimonio de una joven de nuestra diócesis, Celeste Dorta. En total, en este congreso, hay unos veinte representantes de nuestra diócesis coordinados por el departamento de pastoral con jóvenes. Asimismo, también están presentes varios miembros del grupo 'Savia Nueva'.
Hasta el 4 de noviembre, los seminaristas del Seminario Mayor realizan una convivencia que tiene como título y temática: "Servir como pastores". Es, por tanto, la dimensión pastoral de la formación sacerdotal el objetivo de trabajo y reflexión en medio de otras actividades que les vinculen a una presencia en algunas parroquias del arciprestazgo de Güímar. El sacerdote Francisco Jesús Hernández, responsable de la programación religiosa de Cope-Tenerife, está siendo el animador de esta convivencia.
Por su parte, durante estos días, los seminaristas del Seminario Menor han visitado la isla de La Gomera y han participado en una convivencia en Playa de Santiago y Alajeró. Un intenso programa de actividades con chicos de su edad de las parroquias, así como la realización de los Ejercicios Espirituales del curso, completarán unas jornadas que les harán estar en la isla colombina hasta el próximo domingo 4 de noviembre.
El próximo domingo 18 de noviembre celebramos la fiesta del Día de la Iglesia Diocesana. El lema de este año es "La Iglesia, contribuye a crear una sociedad mejor". La jornada contempla en nuestra Diócesis una fiesta-celebración de este día que comenzará con la celebración de la Eucaristía en la Catedral, a las 12:00 horas, y luego tendrá lugar el reconocimiento de los insignes diocesanos de este año en el Salón de Actos del Seminario, para concluir con el almuerzo a las 14:00 horas.
Para adquirir las tarjetas para el almuerzo se pueden dirigir a la Casa Nazaret, en Santa Cruz (C/. Costa y Grijalba, nº 16), en la librería diocesana de La Laguna y en la centralita del obispado.
El Instituto Superior de Teología Islas Canarias, en coordinación con la delegación de Liturgia ha abierto la inscripción para una nueva de edición de las Jornadas de Liturgia, que tendrán lugar los días 9 y 10 de noviembre, en el Seminario Diocesano bajo el lema "Este es el Sacramento de nuestra fe". La matrícula, al precio de 10 euros, tiene opción de 1.5 créditos. Para una mayor información llamar al teléfono 922.25.25.40 (de 9:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00 horas).
El sábado 3 y el domingo 4 de noviembre, Cáritas Añaza, con la colaboración del mercado de Nuestra Señora de África, organiza una recogida de alimentos para los más necesitados. A partir de las 9:00 horas, en la plaza central del mismo mercado podrán depositar la colaboración que estimen oportuna. Son varios puestos del Mercado que ya están colaborando con Cáritas Añaza, que no solo ofrece alimentos a las familias más necesitadas, sino que también les ayuda con talleres de costura, alfabetización, búsqueda de empleo, etc.
La decimosexta edición de la Escuela de Otoño de Cáritas tendrá lugar el 17 de noviembre en el Seminario Diocesano y se desarrollará bajo el lema "Prohibido vulnerar derechos".
La Casa de los Capitanes, en La Laguna, acoge la exposición "La Escultura Policromada en Tenerife"; una iniciativa que se enmarca en el seminario académico internacional organizado por la Fundación Paul Getty de Los Ángeles y la Universidad Nacional Autónoma de México, junto a otras instituciones canarias. Esta exposición cuenta con el apoyo del ayuntamiento de La Laguna, la diócesis de San Cristóbal de La Laguna y el área de Cultura del Gobierno de Canarias. El obispo resaltó "el intercambio que se produce en el arte y la policromía de ida y vuelta entre Canarias y América, del que esta exposición es un fiel reflejo". La muestra permanecerá abierta al público hasta el 15 de diciembre.
El próximo lunes 26 de noviembre, la Universidad de La Laguna, desde su Cátedra Cultural de Teología, y el ISTIC, organizarán la XXVII Semana de Teología bajo el título "Teología: fe y cratividad". Desde esa fecha, hasta el día 29, se desarrollarán tres días en los que se profundizará en temas tan concurrentes e inmersos dentro del Año de la Fe, como: "La Revelación: en las fuentes del don" o "Del depósito de la fe a la formación de la fe: en el camino de la razón creyente".
La parroquia de La Concepción, en La Laguna acoge diferentes actividades especiales para este “Año de la fe”: “Escuela de la Palabra” Para conocer la Biblia y aplicarla a la vida. Los martes a las 19:30 h. los días: 13 de noviembre, 11 de diciembre, 15 y 29 de enero, 19 de febrero, 5 y 12 de marzo, 9 de abril, 23 de abril, 7 y 21 de mayo. Este curso: “La oración de los creyentes: Los salmos”. Dirige la Madre Cecilia del Colegio de Nazaret.
Además, “Encuentros en la fe” será una actividad extraordinaria,para este curso, organizado desde la parroquia de La Concepción, con la colaboración de la delegación diocesana para la Nueva Evangelización y la Junta de Hermandades y Cofradías. Un viernes cada mes, a las 19:30 h. en la iglesia parroquial. (Un espacio de concierto y reflexión). Tras la primera sesión, este espacio continuará los días 30 de noviembre, 14 de diciembre, 25 de enero, 22 de febrero, 8 de marzo y se clausura el 26 de abril.
La Delegación de Pastoral Vocacional de nuestra diócesis, se ha puesto en marcha en este curso y ha comenzado a prepararlo todo para la próxima reapertura, en el mes de diciembre, del Centro de Orientación Vocacional (COV), un lugar de acogida, encuentro, información y acompañamiento para todo creyente que se pregunte por su vocación. La inauguración será el día 1 de diciembre, primer sábado de Adviento a las 13:00 horas, una vez concluído el retiro en la Catedral dirigido por el obispo.
Cáritas Diocesana ha organizado una charla informativa en materia de extranjería para el 5 de noviembre, a las 17:30 horas, en el Seminario Diocesano. El ponente será Airam Pérez, abogado de Cruz Roja.
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (28 de octubre de 2012). (AICA)
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. (San Marcos 10,46-52)
Estamos ante un Evangelio muy conocido por todos nosotros. Trata un tema que siempre nos mueve: la ceguera, la no visión. Además se menciona el tema de la fe, la oscuridad, la luz.
En este año que el Papa nos invita, desde el 11 de octubre pasado, a vivir el Año de la fe, nos llama a renovar nuestra fe, a revitalizarla, a convertirnos de nuevo, a hacer un giro más profundo en nuestra vida y no quedarnos en cosas superficiales, externas, de costumbres, sino que de alguna manera nuestra vida cristiana sea una vida de convicciones y no de emociones; de decisión y no circunstancial, profunda y no acomodada a los vaivenes de los ámbitos externos, a lo que se dice, a lo que se hace, a lo que se estila.
Nos invita a vivir como si la cultura fuera la Palabra de Dios; como si la cultura fuera la razón absoluta de las cosas que tenemos que vivir; como si la cultura fuera siempre inocua y sana en todas sus propuestas. Porque muchas veces la cultura está viciada, está deteriorada, miente, es parcial, afirma algo pero niega cosas más profundas.
Por eso todos tenemos que preguntarnos ¿qué quiere Dios de nosotros?, ¿qué quiere Dios de la Iglesia? O preguntarnos también ¿qué decimos nosotros de la Iglesia y de los cristianos?, ¿qué decimos de aquél que fue monaguillo, o de aquél que tuvo un cura amigo, o del que fue a un colegio religioso? Porque ¿qué quedó después de todo eso?, ¿dónde lo dejó?, ¿en qué esquina se lo olvidó? Tenemos que reflotar la fe y adherirnos personalmente, porque no seguimos a una ideología sino seguimos a la Persona por excelencia, que es Jesucristo.
¡Ánimo! ¡Levántate! El Señor nos llama. El ciego se topó con Él y Jesús le preguntó “¿qué quieres que haga por tí?” “¡Que vea!” dijo el hombre. No quiero una vida superficial; quiero una vida profunda. No quiero una vida llena de artificios, de plástico; quiero realmente una vida en serio; quiero vivir el tesoro de lo que significa Jesucristo. Y Jesús le dijo “¡vete, tu fe te ha salvado!”
Que el Señor aumente nuestra fe para que vivamos más unidos a la Palabra de Dios, nos acerquemos con mayor frecuencia a los sacramentos y que tengamos la convicción –y no la pereza- de anunciar a nuestros hermanos esta gran noticia: Jesucristo es el Señor de la Vida, es el Señor de la Historia. Es nuestro Redentor.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
ZENIT nos ofrece el texto íntegro que el santo padre dirigió, en la acostumbrada Audiencia General, el miércoles 31 de Octubre de 2012, a los fieles y peregrinos venidos de diversas partes del mundo para escuchar sus enseñanzas por el Año de la Fe.
Queridos hermanos y hermanas:
Continuamos en nuestro camino de meditación sobre la fe católica. La semana pasada he mostrado cómo la fe es un don, porque es Dios quien toma la iniciativa y viene a nuestro encuentro; y así la fe es una respuesta con la que lo recibimos, como un fundamento estable de nuestra vida. Es un don que transforma nuestras vidas, porque nos hace entrar en la misma visión de Jesús, quien obra en nosotros y nos abre al amor hacia Dios y hacia los demás.
Hoy me gustaría dar un paso más en nuestra reflexión, partiendo de nuevo de algunas preguntas: ¿la fe tiene solo un carácter personal, individual? ¿Solo me interesa a mi como persona? ¿Vivo mi fe yo solo? Por supuesto, el acto de fe es un acto eminentemente personal, que tiene lugar en lo más profundo y que marca un cambio de dirección, una conversión personal: es mi vida que da un giro, una nueva orientación. En la liturgia del Bautismo, en el momento de las promesas, el celebrante pide manifiestar la fe católica y formula tres preguntas: ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso? ¿Crees en Jesucristo su único Hijo? ¿Crees en el Espíritu Santo? En la antigüedad, estas preguntas eran dirigidas personalmente al que iba a ser bautizado, antes que se sumergiese tres veces en el agua. Y aún hoy, la respuesta es en singular: “Yo creo”.
Pero este creer no es el resultado de mi reflexión solitaria, no es el producto de mi pensamiento, sino que es el resultado de una relación, de un diálogo en el que hay un escuchar, un recibir, y un responder; es el comunicarse con Jesús, el que me hace salir de mi "yo", encerrado en mí mismo, para abrirme al amor de Dios Padre. Es como un renacimiento en el que me descubro unido no solo a Jesús, sino también a todos aquellos que han caminado y caminan por el mismo camino; y este nuevo nacimiento, que comienza con el Bautismo, continúa a lo largo del curso de la vida. No puedo construir mi fe personal en un diálogo privado con Jesús, porque la fe me ha sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y por lo tanto me inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no solo es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios, que en Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es Amor trinitario. Nuestra fe es verdaderamente personal, solo si es a la vez comunitaria: puede ser “mi fe”, solo si vive y se mueve en el “nosotros” de la Iglesia, solo si es nuestra fe, nuestra fe común en la única Iglesia.
El domingo en la misa, rezando el “Credo”, nos expresamos en primera persona, pero confesamos comunitariamente la única fe de la Iglesia. Ese “creo” pronunciado individualmente, se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, en el que todos contribuyen, por así decirlo, a una polifonía armoniosa de la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica lo resume de forma clara:“"Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre"[San Cipriano]” (n. 181). Por lo tanto, la fe nace en la Iglesia, conduce a ella y vive en ella. Esto es importante para recordarlo.
A principios de la aventura cristiana, cuando el Espíritu Santo desciende con poder sobre los discípulos, en el día de Pentecostés --como se relata en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,1-13)--, la Iglesia primitiva recibe la fuerza para llevar a cabo la misión que le ha confiado el Señor Resucitado: difundir por todos los rincones de la tierra el Evangelio, la buena noticia del Reino de Dios, y guiar así a cada hombre al encuentro con Él, a la fe que salva. Los Apóstoles superan todos los miedos en la proclamación de lo que habían oído, visto, experimentado en persona con Jesús. Por el poder del Espíritu Santo, comienzan a hablar en nuevas lenguas, anunciando abiertamente el misterio del que fueron testigos. En los Hechos de los Apóstoles, se nos relata el gran discurso que Pedro pronuncia en el día de Pentecostés. Comienza él con un pasaje del profeta Joel (3,1-5), refiriéndose a Jesús, y proclamando el núcleo central de la fe cristiana: Aquel que había sido acreditado ante ustedes por Dios con milagros y grandes señales, fue clavado y muerto en la cruz, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, constituyéndolo Señor y Cristo.
Con él entramos en la salvación final anunciada por los profetas, y quien invoque su nombre será salvo (cf. Hch. 2,17-24). Al oír estas palabras de Pedro, muchos se sienten desafiados personalmente, interpelados, se arrepienten de sus pecados y se hacen bautizar recibiendo el don del Espíritu Santo (cf. Hch. 2, 37-41). Así comienza el camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre la nueva alianza gracias a la sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen a un determinado grupo social o étnico, sino que son hombres y mujeres provenientes de cada nación y cultura. Es un pueblo “católico”, que habla lenguas nuevas, universalmente abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las barreras. Dice san Pablo: "Donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos" (Col. 3,11).
La Iglesia, por tanto, desde el principio, es el lugar de la fe, el lugar de transmisión de la fe, el lugar en el que, mediante el Bautismo, estamos inmersos en el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo, que nos libera de la esclavitud del pecado, nos da la libertad de hijos y nos introduce a la comunión con el Dios Trino. Al mismo tiempo, estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la fe, con todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento. El Concilio Vaticano II nos lo recuerda: “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (Const. Dogm. Lumen Gentium, 9).
Al recordar la liturgia del bautismo, nos damos cuenta de que, al concluir las promesas en las que expresamos la renuncia al mal y repetimos “creo” a las verdades de la fe, el celebrante dice: “Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús Nuestro Señor”. La fe es una virtud teologal, dada por Dios, pero transmitida por la Iglesia a lo largo de la historia. El mismo san Pablo, escribiendo a los Corintios, afirma haberles comunicado el Evangelio que a su vez él había recibido (cf. 1 Cor. 15,3).
Hay una cadena ininterrumpida de la vida de la Iglesia, de la proclamación de la Palabra de Dios, de la celebración de los sacramentos, que llega hasta nosotros y que llamamos Tradición. Esta nos da la seguridad de que lo que creemos es el mensaje original de Cristo, predicado por los Apóstoles. El núcleo del anuncio primordial es el acontecimiento de la Muerte y Resurrección del Señor, de donde brota toda la herencia de la fe. El Concilio dice: “La predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua” (Const. Dogm. Dei Verbum, 8).
Por lo tanto, si la Biblia contiene la Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia la conserva y la transmite fielmente, para que las personas de todos los tiempos puedan acceder a sus inmensos recursos y enriquecerse con sus tesoros de gracia. Por eso la Iglesia, “en su doctrina, en su vida y en su culto transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que ella cree” (ibid.).
Por último, quiero destacar que es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura. Es interesante notar cómo en el Nuevo Testamento, la palabra “santos” se refiere a los cristianos como un todo, y por cierto no todos tenían las cualidades para ser declarados santos por la Iglesia. ¿Qué se quería indicar, pues, con este término? El hecho es que los que tenían y habían vivido la fe en Cristo resucitado, fueron llamados a convertirse en un punto de referencia para todos los demás, poniéndolos así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús, que revela el rostro del Dios vivo.
Y esto también vale para nosotros: un cristiano que se deja guiar y formar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, sus limitaciones y sus dificultades, se vuelve como una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que recibe esta luz y la transmite al mundo. El beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio afirmó que “la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!” (n. 2).
La tendencia, hoy generalizada, a relegar la fe al ámbito privado, contradice por tanto su propia naturaleza. Tenemos necesidad de la Iglesia para confirmar nuestra fe y para experimentar los dones de Dios: su Palabra, los sacramentos, el sostenimiento de la gracia y el testimonio del amor. Así, nuestro “yo” en el “nosotros” de la Iglesia, podrá percibirse, al mismo tiempo, como destinatario y protagonista de un acontecimiento que lo sobrepasa: la experiencia de la comunión con Dios, que establece la comunión entre las personas. En un mundo donde el individualismo parece regular las relaciones entre las personas, haciéndolas más frágiles, la fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del amor y de la comunión de Dios para toda la humanidad (Cf. Const. Dogm. Gaudium et Spes, 1). Gracias por su atención.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.