Lunes, 31 de diciembre de 2012

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Fiesta de las Familias, Domingo de la Sagrada Familia, 30 de Diciembre de 2012.

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor, queridas Familias:

1. La Fiesta de la Sagrada Familia nos reúne hoy, de nuevo, en este año que concluye, el 2012, crítico y doloroso por tantos motivos, para dar gracias a Dios por nuestras familias enraizadas en la fe en Jesucristo, el Redentor del hombre, y pedirle por el bien de la familia cristiana, verdadera "esperanza para hoy". ¿La única sólida esperanza? Si contemplamos la realidad social y cultural que la envuelve y lo fugaces e inoperantes que son las alternativas que se proponen para salir de la crisis de verdadera y honda humanidad que la caracteriza, no cabe duda alguna: sólo la familia concebida y vivida en la plenitud de su verdad, como la enseña el lenguaje inequívoco e indestructible de la naturaleza humana, despeja el horizonte de la esperanza para el hombre y la sociedad de nuestro tiempo. ¿Pero cuál es y cómo se conoce la plenitud de esa verdad y cuáles son las vías para comprenderla y realizarla venciendo los obstáculos económicos, sociales, culturales, jurídicos y políticos tan formidables que se interponen en su camino? La respuesta es muy sencilla: cuando se la busca con humilde sinceridad en la escucha de la Palabra de Dios y en la vivencia fervorosa de la celebración del Sacramento de la Eucaristía, especialmente en el día en que la Iglesia trae a la memoria renovada y actual de sus hijos el Misterio de la Sagrada Familia de Nazaret, en cuyo seno nació, se educó y se cobijó el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. En ella se abrió e inició la verdadera y definitiva historia de la salvación del mundo. Una historia que ninguna crisis, aunque suponga e incluya los mayores y más horrendos pecados del hombre, podrá jamás interrumpir y, menos, anular.

2. Por eso, en esta nueva Solemnidad de la singular Familia surgida de una intervención de Dios Padre, sobrenaturalmente única, en un determinado momento del curso histórico de la humanidad elegido y predestinado por Él, hemos invitado a las familias cristianas a encontrarse en "los atrios del Señor" con no menor anhelo y gozo que sentía el salmista al "consumirse" su alma y retozar su corazón y su carne cuando estaba en el Templo de la Antigua Alianza, anticipo de "la Morada de Dios con los hombres", realizada ahora sacramentalmente en su Iglesia extendida por todos los rincones de la tierra. Sí, precisamente por esta razón tan divina y tan humana, los hermanos Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos, venidos de toda España y de otras Diócesis Europeas, y, no en último lugar, el Prefecto del Pontificio Consejo para la familia, los sacerdotes concelebrantes, los diáconos, los seminaristas y los numerosos fieles consagrados y laicos, unidos por los vínculos de la familia cristiana, nos reunimos esta radiante mañana del Domingo de la Sagrada Familia en la madrileña Plaza de Colón, evocadora de tantos memorables encuentros eclesiales, formando la gran Familia de los Hijos de Dios, para profesar ante el mundo, a la luz de la Palabra divina y actualizando eucarísticamente el Misterio de nuestra Redención, la fe en la Verdad de la Familia cristiana reflejada, posibilitada y fundada de modo pleno y definitivo en la Sagrada Familia de Nazaret: en la Familia de Jesús, José y María.

3. Es bueno recordar esta Verdad atendiendo a las enseñanzas luminosas del Concilio Vaticano II en este Año de la Fe convocado por nuestro Santo Padre Benedicto XVI en el cincuenta aniversario de su solemne apertura, el 11 de octubre del año 1962. Ya entonces, en la delicada coyuntura histórica de tener que consolidar sobre fiables y firmes fundamentos éticos y espirituales un orden jurídico internacional nuevo para una humanidad sumida hacía apenas dos décadas en una trágica contienda mundial, se hacía urgente actualizar la doctrina de la fe sobre la verdad eterna del matrimonio y de la familia. ¡Hoy, quizá, mucho más! El Concilio define el matrimonio (podríamos decir), como "la íntima comunidad de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias (que) se establece con la alianza... es decir, con un consentimiento personal irrevocable... Por su propio carácter natural, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación... Cristo, el Señor ha bendecido abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y construido a semejanza de su unión con la Iglesia... Así, el hombre y la mujer, por la alianza conyugal, 'ya no son dos, sino una sola carne' (Mt 19,6)" (GS, 48).

Queridas Familias: Esta Verdad del matrimonio cristiano es la verdad de vuestras vidas. Es la verdad del fundamento de toda sociedad que quiere y trata de edificarse de modo justo, solidario, profundamente humano y fecundo. ¡Es su futuro! Ignorarla y, más aún, despreciarla es poner en juego su misma viabilidad histórica. Sin la verdad del matrimonio, el organismo vivo, que es la sociedad, se desintegraría. Se pondría en peligro el hombre mismo. "Con el rechazo de estos lazos (los de la familia vivida en su verdad plena) desaparecen también las figuras fundamentales de la existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana", recordaba el Papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones de la Navidad, el pasado 21 de diciembre. Decae además, la dimensión de la fraternidad igualmente vital para la digna configuración de la sociedad.

4. Pero, aún más, la familia cristiana es la célula primera del organismo sobrenatural que es la Iglesia. Lo fue en esa primera y fundamental Familia de Jesús, María y José, que está en la base no sólo de la historia "cronológica" de la Iglesia, sino en su misma entraña teológica como la gran Familia de los hijos de Dios que es la Iglesia. La Iglesia engendra, cría y educa a sus hijos por la Palabra de la Fe y por el Bautismo, con el concurso inestimable e imprescindible de la familia creyente. Como ocurrió con Jesús en la Sagrada Familia de Nazareth. Después de haberse quedado en el templo, ocupado con "las cosas de su Padre", sabiendo y consciente de que su edad de lo permitía, bajó con sus padres María y José a Nazareth había estado angustiados por la aparente desaparición del hijo- "y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,51-52). Así es necesario que ocurra siempre. La familia cristiana es el lugar primero -e insustituible, en principio- para que los hijos nazcan y crezcan en la Fe en Jesucristo, el Salvador del hombre. La "comunidad familiar", nacida de la carne y de la sangre, santificada por la gracia del Sacramento, fundada, experimentada y vivida como fruto de la donación incondicional del amor en Cristo, es el marco fundamental para que nazca, madure y se forme el hombre, ¡la persona humana!, en toda su dignidad de "hijo de Dios". En esa comunidad de vida y de amor, que es la familia cristiana, es donde los niños y los jóvenes pueden aprender "en vivo" ese "amor que nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios": para saber que "lo somos", como nos lo recuerda San Juan en su primera Carta (1 Jn 3,1). No importa que el mundo no nos conozca, incluso, que nos rechace. En el fondo de esas posturas negadoras de la verdad de la familia cristiana está operante el hecho social de no querer conocerle a Él. Consecuentemente, al no aceptar el mandamiento de Dios de "que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo", la sociedad actual en muchos de los sectores más influyentes que la componen, no comprenderá su significado implícito de "que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó" (1 Jn 3,24). Con lo cual, se ciegan las vías para una auténtica y duradera renovación social. Profesar la fe en la Verdad de la Familia Cristiana -¡la verdad de Dios que vosotros, queridas familias cristianas, queréis hacer realidad fiel en vuestras vidas, siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth!-, no sólo es vital para vuestro futuro y el de vuestros hijos sino, también para el futuro de la sociedad y de la Iglesia; más aún, para el futuro de la humanidad. No hay duda: ¡Vosotros sois la esperanza para hoy!

5. ¡Sed fuertes! Sed valientes en la fidelidad y en la renovación constante de vuestro amor -¡amor fecundo!- como esposos y padres de familia. Seamos fuertes y valientes todos con vosotros en la Comunión de la Iglesia: los Pastores -Obispos y presbíteros-, los consagrados y todos los fieles laicos. Sería una gravísima responsabilidad pastoral y apostólica dejaros solos en esta situación tan dramática, producida por una crisis que os afecta muy directamente en lo económico; pero, sobre todo, en el reconocimiento social, cultural y jurídico que se os debe. Una crisis moral y espiritual que surge y se plantea en sus orígenes como una "crisis de fe" con pocos precedentes en la historia de Europa y de España. En esta hora histórica, el apoyo de toda la Iglesia, encabezada, guiada y alentada por nuestro Santo Padre Benedicto XVI, es una de las primeras exigencias pastorales del Año de la Fe. ¿Es que alguien puede ser tan cómodo o tan iluso que se permita hablar de "nueva evangelización" o de "Misión" -en Madrid, España, Europa, o en el mundo- sin el compromiso fuerte y valiente de las familias cristianas con la trasmisión de la Fe en Cristo, en "el Dios que es Amor", a las nuevas generaciones? Hemos oído el bellísimo mensaje del Santo Padre antes de iniciar la Santa Misa. Nos ha evocado sus enseñanzas en el V Encuentro Mundial de las Familias, que tuvo lugar en Valencia los días 8 y 9 de julio del 2006 con el lema: La transmisión de la fe en la familia". Decía el Papa: "Este encuentro da nuevo aliento para seguir anunciando el Evangelio de la familia, reafirmar su vigencia e identidad basada en el matrimonio abierto al don generoso de la vida, y donde se acompaña a los hijos en su crecimiento corporal y espiritual. De este modo se contrarresta un hedonismo muy difundido, que banaliza las relaciones humanas y las vacía de su genuino valor y belleza" (Discurso en el Encuentro Festivo y Testimonial, 8 de julio de 2006). Se podría añadir: que las priva de la luz de la fe: la única que permite clarificarlas, dignificarlas y convertirlas en cauce de auténtico amor.

6. Amor que una a los hombres como hijos de Dios en la familia, en la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia. El amor que hará posible terminar con esas dramáticas situaciones que se derivan de la extrema facilidad con que se llega al divorcio, se rompen las familias y se somete a sus miembros más débiles, a los niños, a una dolorosísima tensión interior que tantas veces los destruye por dentro y por fuera. El amor dispuesto al socorro y a la ayuda sacrificada y generosa de las familias entre si y entre sus miembros en las circunstancias tan frecuentes y dolorosas del paro, de las dificultades económicas, morales y espirituales. Un amor, que, perseverantemente vivido al calor y con la fuerza de la fe cristiana, hará posible terminar con la estremecedora tragedia del aborto practicado masivamente desde los años setenta del pasado siglo en la práctica totalidad de los países europeos, incluida España, al amparo de una legislación, primero despenalizadora del mismo y, luego, legitimadora. ¿Hay esperanza para afrontar victoriosamente estos tremendos desafíos planteados al hombre y a la sociedad de nuestro tiempo?

7. ¡Sí! En la familia cristiana que persevera en la oración dentro del hogar, unida a la plegaria litúrgica de la Iglesia; que sabe confiarse al amor de María, la Madre de Jesús, el Hijo Unigénito del Padre, desposada con José, Madre de la Iglesia y Madre nuestra: ¡Amor siempre dispuesto a acoger y a escuchar las súplicas de los hijos! Acogidos a ese amor maternal de la Virgen Santísima, invocada en Madrid como Virgen de la Almudena y en España bajo riquísimas y populares advocaciones, las familias cristianas serán y son la esperanza para hoy.

Amén.


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Discurso del Papa, el sábado 29 de Diciembre de 2012 por la tarde, en el atrio de la Basílica Vaticana, en el emotivo momento de oración con los cuarenta mil participantes en el Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé. 

Gracias querido Hermano Alois, por sus cálidas palabras llenas de afecto. Queridos jóvenes, queridos peregrinos de la Confianza, ¡bienvenidos a Roma!

Han venido muy numerosos, de toda Europa y también de otros continentes, para orar ante las tumbas de los santos Apóstoles Pedro y Pablo. En esta ciudad, en efecto, ambos han derramado su sangre por Cristo. La fe que animaba a estos dos grandes Apóstoles de Jesús es también aquella que los ha puesto en camino. Durante el año que está por iniciar, ustedes se proponen liberar las fuentes de la confianza en Dios para vivirlas en lo cotidiano. Me alegro de que, de esta manera, encuentren la intención del Año de la fe iniciado en el mes de octubre.

Es la cuarta vez que celebran un Encuentro europeo en Roma. En esta ocasión, quiero repetir las palabras que mi predecesor Juan Pablo II había pronunciado a los jóvenes durante su tercer Encuentro en Roma: «El Papa se siente profundamente comprometido con ustedes en esta peregrinación de la confianza sobre la tierra... También yo estoy llamado a ser un peregrino de la confianza en nombre de Cristo» (30 diciembre 1987).

Hace poco más de 70 años, el Hermano Roger dio vida a la comunidad de Taizé. Ésta sigue viendo venir hacia ella a miles de jóvenes de todo el mundo, en búsqueda de dar un sentido a sus vidas, los Hermanos los acogen en su oración y les ofrecen la oportunidad de hacer experiencia de una relación personal con Dios. Para sostener a estos jóvenes en su camino hacia Cristo, el Hermano Roger tuvo la idea de iniciar una «peregrinación de la confianza sobre la tierra».

Testigo incansable del Evangelio de la paz y de la reconciliación, animado por el fuego de un ecumenismo de la santidad, el Hermano Roger alentó a todos aquellos que pasan por Taizé para que se conviertan en buscadores de comunión. Lo dije al día siguiente de su muerte: «Tenemos que escuchar desde dentro su ecumenismo vivido espiritualmente y dejarnos conducir por su testimonio hacia un ecumenismo verdaderamente interiorizado y espiritualizado». Siguiendo sus huellas, sean portadores de este mensaje de unidad. Les aseguro el compromiso irrevocable de la Iglesia católica para proseguir con la búsqueda de caminos de reconciliación para llegar a la unidad visible de los cristianos. Y esta tarde quiero saludar con un afecto del todo especial a cuantos, entre ustedes, son ortodoxos o protestantes.

Hoy Cristo les hace la pregunta que dirigió a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?». A esta pregunta, Pedro, ante cuya tumba nosotros nos encontramos en este momento, respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,15-16). Y toda su vida fue una respuesta concreta a esta pregunta. Cristo desea recibir también de cada uno de ustedes una respuesta que venga no de la obligación ni del miedo, sino de su profunda libertad. Respondiendo a esta pregunta su vida encontrará su sentido más fuerte. El texto de la Carta de San Juan que acabamos de escuchar nos hace comprender con gran sencillez y en modo sintético cómo dar una respuesta: «que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros» (3,23). ¡Tener fe y amar a Dios y a los demás! ¿Qué cosa existe que sea más exaltante? ¿Qué cosa que sea más bella?

Durante estos días en Roma, pueden dejar crecer en sus corazones este sí a Cristo, aprovechando especialmente los largos tiempos de silencio que ocupan un lugar central en sus oraciones comunitarias, después de la escucha de la Palabra de Dios. Esta Palabra, dice la Segunda Carta de Pedro, es «como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro», que ustedes hacen bien en guardar hasta que «despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones» (1,19). Ustedes ya lo han entendido: si el lucero de la mañana debe surgir en sus corazones es porque no siempre está presente. En ocasiones el mal y el sufrimiento de los inocentes crean en ustedes la duda y la perturbación. Y el sí a Cristo puede hacerse difícil. ¡Pero esta duda no hace de ustedes no creyentes! Jesús no ha rechazado al hombre del Evangelio que gritó: «Creo, ¡ayúdame porque tengo poca fe!» (Mc 9,24).

Porque en este combate ustedes no pierden la confianza, Dios no los deja solos y aislados. El da a todos nosotros la alegría y el consuelo de la comunión de la Iglesia. Durante su permanencia en Roma, gracias especialmente a la generosa acogida de tantas parroquias y comunidades religiosas, ustedes están haciendo una nueva experiencia de Iglesia. Al regresar a casa, en sus diversos Países, los invito a descubrir que Dios los hace corresponsables de su Iglesia, en toda la variedad de las vocaciones. Esta comunión que es el Cuerpo de Cristo tiene necesidad de ustedes y ustedes tienen en Él su propio lugar. A partir de sus dones, de aquello que es específico de cada uno de ustedes, el Espíritu Santo plasma y hace vivir este misterio de comunión que es la Iglesia, para transmitir la buena noticia del Evangelio al mundo de hoy.

Con el silencio, el canto ocupa un lugar importante en sus oraciones comunitarias. Los cantos de Taizé llenan en estos días las basílicas de Roma. El canto es un apoyo y una expresión incomparable de la oración. Cantando a Cristo, ustedes se abren también al misterio de su esperanza. No tengan miedo de preceder la aurora para alabar a Dios. No quedarán decepcionados.

Queridos jóvenes amigos, Cristo no los saca del mundo. Los manda allá a donde falta la luz para que la lleven a los demás. Sí, ustedes están llamados a ser pequeñas luces para cuantos los circundan. Con su atención a una más equitativa repartición de los bienes de la tierra, con el compromiso por la justicia y por una nueva solidaridad humana, ustedes ayudarán a cuantos les rodean para comprender mejor cómo el Evangelio nos conduce al mismo tiempo hacia Dios y hacia los demás. De este modo, con la fe que tienen contribuirán para hacer surgir la confianza sobre tierra.

Estén llenos de esperanza. ¡Dios los bendiga con sus familiares y amigos!


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Domingo, 30 de diciembre de 2012

Reflexión a las lecturas de la Octava de la Navidad ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".       

Octava de Navidad. Santa María, Madre de Dios 

Hoy todo se centra en el Año Nuevo… Sin embargo, además de eso, hoy son muchas las cosas que llaman nuestra atención. El Nacimiento del Señor es una fiesta muy grande y “no cabe” en un solo día. Por eso lo hemos venido celebrando todos los días de la semana hasta llegar a este día. Hoy es la Octava de la Navidad. Y “a los ocho días, tocaba circuncidar al Niño. Y le pusieron por nombre Jesús”, que quiere decir: “Yahvé salva” o “Salvador”. Así lo había anunciado el ángel.

Aunque la Santísima Virgen está presente en toda la Navidad, los cristianos, desde los primeros siglos, han dedicado el día octavo a honrar a la Virgen María, con el título de Madre de Dios. Es la fiesta más importante de la Virgen. No significa, por supuesto, que la Virgen sea una “diosa”, que exista antes que Dios, etc.  Se trata de que el Niño que se forma en su seno y da a luz es el Hijo de Dios hecho hombre. Este es el título más grande e importante que podemos dar a la Virgen. Y en torno a su Maternidad divina se sitúan y se entienden todos los privilegios y gracias singulares que Dios le otorga y que están expresados en estas verdades de fe acerca de la Madre de Dios: la Concepción Inmaculada, la Virginidad perfecta y perpetua y la Asunción en cuerpo y alma al Cielo. 

S. Pablo (2ª lectura) nos ayuda a situar a la Virgen María en el  proyecto y en la realización de la obra de la salvación de Dios Padre sobre toda la humanidad. Por eso, dice que envió a su Hijo, nacido de una mujer, “para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción”.  Ella es, por tanto, como “el puente” por donde llegó a nosotros  el Salvador. Y la cooperación singular a la obra de la salvación, hace que sea también Madre de la Iglesia, Madre espiritual de todos y cada uno de los cristianos. De este modo, Ella ocupa, al mismo tiempo, el lugar más alto y más próximo a nosotros: el más alto, como Madre de Dios; el más próximo como Madre nuestra. Eso hace que los cristianos nos acojamos siempre a su intercesión… Y que tratemos de amarla, imitarla, conocerla más y más…

Hoy comienza un Nuevo Año. ¡Cuántos interrogantes! Año de crisis y, por tanto, de especial esfuerzo y trabajo…, año  también de  ilusiones y de esperanzas. Y lo comenzamos poniendo nuestra confianza en la intercesión y la protección de la Madre de Dios…. Implorando, sobre todo, el don de la paz…

En efecto, el primero de enero, desde hace mucho tiempo, es para la Iglesia, La Jornada Mundial de la Paz.

Se ha dicho que la paz del corazón es el fundamento de toda paz verdadera y es el don más grande que podemos recibir de Dios.

          Que la Virgen, Madre de Dios interceda con bondad por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

                                                                               ¡FELIZ AÑO NUEVO!


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OCTAVA DE NAVIDAD. SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

          Las palabras del Antiguo Testamento que ahora escucharemos, constituían la bendición que los sacerdotes de Israel recitaban sobre el pueblo como final de los actos de culto. Para nosotros pueden significar una plegaria de Año Nuevo.

 

SALMO

          Unámonos a la oración del salmo pidiendo la bendición del Señor, con el deseo ardiente de que todos los pueblos de la tierra le conozcan y le alaben.

 

SEGUNDA LECTURA

          Escuchemos con atención la segunda Lectura. En ella se nos presenta a la Virgen María como Madre del Hijo de Dios, que nos trae la salvación.

 

TERCERA LECTURA

          Los pastores encuentran a María a José y al Niño acostado en el pesebre. A los ocho días le ponen el nombre de Jesús que significa: Yahvé salva, Salvador. Que conceda salvación abundante a todos en el Año que comenzamos.

Acojamos ahora su Palabra con el canto gozoso del aleluya.

 

COMUNIÓN

          Enla Comuniónvamos a recibir el Cuerpo de Cristo que se formó en el seno bendito de la Virgen Santísima.

          Ojalá que durante todo el año, que comenzamos, sepamos alimentarnos bien y con frecuencia de este Pan.

 


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S?bado, 29 de diciembre de 2012

Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Cuarto Domingo de Adviento - 23 de diciembre de 2012) (aica)

“Dios se hace hombre para que el hombre pueda alcanzar a Dios”

“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". (San Lucas 1, 39-45)

                       
En tan breves palabras, un diálogo estupendo entre Isabel y la Virgen María, se sigue consumando la presencia de Juan -en el vientre de Isabel- y la presencia del Dios Vivo que está en el vientre de María.

Es importante darnos cuenta que, históricamente, la salvación ya está realizada: el Pueblo de Israel esperaba al Mesías, fue preparado durante mucho tiempo, muchos siglos; en el último tiempo Dios envió su Palabra, el Verbo que se hizo carne en el seno virginal de María; el verdadero Dios y verdadero Hombre.

Este acontecimiento, la presencia de Jesucristo, del Hijo de Dios, del Ungido, del Mesías, del Enviado, del Consagrado, viene para salvarnos y redimirnos. Él nos trae la felicidad porque es el gran acontecimiento de la historia que se ha realizado. Es la revelación del amor infinito. Un amor sacrificado que se entrega por nosotros en ambas naturalezas: la divina y la humana. Dios que se hace hombre para que el hombre pueda alcanzar a Dios.

Este misterio de la encarnación es de la misericordia y nosotros debemos tomar conciencia de ello. La historia ya está definida; la redención objetiva ya está realizada; Cristo ya nos redimió en la cruz y el pesebre es su primer altar; la Virgen nos presenta y entrega al Niño que luego será Hombre y este Hombre, Jesucristo, dará la vida por todos nosotros.

La historia tiene una preparación extraordinaria y el acontecimiento de fe, que celebraremos en esta Noche Buena, es la esperanza que surge, que se renueva, porque nace Dios, porque nace Jesucristo. Él viene a darnos la luz que el ser humano había perdido. Viene a darnos su bondad, que el ser humano había deteriorado. El Niño Dios nos trae la Paz, que los hombres perdimos; nos trae la Justicia, que muchas veces hemos malversado.

Por todo eso este Niño viene a quitarnos del pecado, viene a quitarnos de la esclavitud. La Virgen es la mujer que no tiene pecado, por eso no puede ser cautiva de la esclavitud del pecado porque Ella nos dio el inicio de la libertad en Jesucristo. ¿Cómo va a ser cautiva María, Ella que nos da a Cristo?, por eso fue concebida sin mancha del pecado original.

Que en esta Navidad renovemos nuestro pesebre personal y demos lugar a Dios para que nazca de nuevo en nuestra vida. Y cuando Él nos toque y cuando sea recibido por nosotros y en nosotros, tendremos la actitud de los humildes y de los pastores. Ellos que vieron, adoraron y anunciaron a Jesús.

Que en esta Navidad sepamos ver y encontrar a Jesús.

Que no cerremos nuestros labios ni nuestro corazón, sino que lo anunciemos a los demás con total alegría.

Que tengamos la dicha de vivir religiosamente la Noche Buena y la Navidad.

Que no nos llenemos de cosas.

Abramos el corazón para que surja nuevamente -en nosotros- la fuerza de la esperanza.

¡FELIZ NOCHEBUENA!

¡FELIZ NAVIDAD!

Que Dios nos bendiga a todos: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el Cuarto domingo de Adviento (23 de diciembre de 2012) (AICA)

“El código de la humildad”

Estamos próximos a celebrar la noche buena. El gozo del nacimiento de Jesús, el Dios con nosotros. En este domingo vamos terminando el tiempo del adviento, la espera y la expectativa de los contemporáneos de Jesús en la llegada del Mesías. El texto del Evangelio (Lc. 1,39-45), nos propone la visitación en el que Isabel se llena de gozo por la visita de María embarazada: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno…”.

Sabemos que vamos transitando caminos exigentes. En nuestra vida cotidiana nos encontramos con muchas circunstancias complejas, inquietudes que no nos dejan discernir aquello que es importante. La Navidad, el nacimiento de Jesús en el pesebre, del Dios hecho hombre nos permite comprender “el lenguaje de Dios” y ubicarnos en aquello que es “central” para responder mejor a tantas urgencias que nos agobian.

En reflexiones anteriores subrayamos la necesidad de evaluarnos, o bien de realizar un examen de conciencia, hecho con humildad desde “la verdad” de nuestras vidas, también desde el respeto a la verdad en los otros, y como base para construir sólidamente en nuestra sociedad. Este camino de evaluación, o bien de “examen de conciencia” en este adviento que termina, y en el fin de año, tiene como efecto principal la posibilidad de “volver a Dios”, y ponerlo a Jesucristo en el centro de nuestras vidas. De alguna manera nos puede ayudar a que no seamos cristianos que vivimos con un pesebre sin “el Niño Jesús”.

La noche buena y la Navidad es una oportunidad que tenemos como cristianos y como discípulos de volver a tenerlo a Jesucristo, el Señor, su Persona, como Aquel a quien queremos seguir. Aparecida nos señala: “En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias” (139).

Es cierto que muchos celebran la Navidad y se olvidan del nacimiento de Jesús vaciándola en su contenido central. Pero aún así debemos señalar que nuestra gente tiene una gran religiosidad, y la mayoría somos cristianos. La Navidad es un tiempo oportuno para colocar a “Jesucristo, el Señor” en el centro de nuestras vidas y madurar la fe. En las capillas se multiplican los pesebres y las Misas navideñas. La fe necesita ser compartida, y requiere nuestro compromiso y búsqueda de comunión con otros hermanos que están en el mismo camino. El pesebre nos ayuda a convertirnos. Nos permite comprender aquello que necesitamos para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos que para ingresar al camino que nos conduce a Dios debemos hacernos pequeños, y que la humildad es generadora de esperanza, en una sociedad excesivamente cargada de soberbia. Orando ante el pesebre comprendemos más profundamente la bienaventuranza: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos” (Mt. 5,3).

Una de las dificultades para recuperar la centralidad de Jesucristo, es el creciente subjetivismo e individualismo de la fe. Cuando nos pasa esto es porque fuimos acomodando la fe a nuestro parecer, afectos y criterios. Es una tendencia muy fuerte el adecuar la Palabra de Dios a lo que nos parece, porque su propuesta es exigente, pero siempre es el camino que nos lleva a la verdadera felicidad.

Al finalizar esta reflexión próxima a la Navidad, no quiero dejar de tener especialmente presente a aquellos que padecen alguna forma de sufrimiento, a los que están presos, a los que padecen alguna enfermedad, o en la noche buena estarán en alguna sala de un hospital, a los que están solos, a los que tienen poco para comer. El Señor los considera sus privilegiados y a ellos especialmente los invita a su mesa. Nosotros como cristianos también los queremos tener presentes en nuestro corazón y oración.

¡Feliz Navidad y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas_


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Viernes, 28 de diciembre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo de la Sagrada Familia - C, ofrecida  por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo de la Sagrada Familia 

Es un misterio sobre el que nunca reflexionaremos bastante: El Hijo de Dios vive en familia la mayor parte de su vida. En Navidad lo contemplamos así a cada paso: en Belén, en el destierro de Egipto y, sobre todo, en Nazaret. Con todo, dedicamos un día de Navidad a celebrar  la Fiesta de la Sagrada Familia. La Navidad se celebra en familia y conscientes de que pertenecemos a la gran familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia.

La Jornada de hoy centra nuestra  atención en la familia y en la vida. A mí me gusta siempre hablar del “secreto del Hogar de Nazaret”. ¡Y es la presencia del Señor allí! Porque Jesús no sólo estaba allí físicamente presente, sino también, en el corazón de la Virgen María y de S. José. Me parece que es esta una gran lección para nuestras familias en el ambiente en que vivimos. Y también para la Iglesia: ¡Jesús en el corazón de cada uno!

Y en el matrimonio cristiano esta presencia viene garantizada por un sacramento. En la introducción que hace el sacerdote al consentimiento matrimonial, dice: “… Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal. Y Él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio”.

¡Cristo bendice, enriquece y da fuerza! ¿Qué más se puede pedir?

“Nuestra capacidad viene de Dios”, decía S. Pablo (2Co 3,5). Y esto lo podemos aplicar al matrimonio. Como aprendemos siempre en la Palabra de Dios, el éxito en la vida depende de Dios y lo quiere dar a todos. En una ocasión, hace ya mucho tiempo, oí que un matrimonio contraído en el Nuevo Testamento, de suyo, no puede fracasar. ¡Es normal que sea así! Se cuenta con la ayuda poderosa de Dios!

Por eso, dice el salmo: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos” (127, 1-2).

En el Año de la Fe, es bueno recordar y renovar el “Credo de la Familia y de la Vida”. Recordarlo y renovarlo, especialmente, cuando desciende el número de matrimonios por la Iglesia y nos invade un cierto pesimismo ante la realidad misma del matrimonio cristiano en el futuro.

Y siempre me sorprende constatar cómo el Señor no libera a la Sagrada Familia de ningún problema. ¡Les acompaña, les ayuda y basta! Lo contemplamos en el Evangelio de hoy, cuando se pierde el Niño y sus padres lo andan buscando tres días…, y lo encuentran después en el templo, escuchando y haciendo preguntas a los maestros de Israel.

La familia es fuente y guardiana de la vida. Que sepamos guardarla y respetarla desde su concepción hasta su término natural. 

¡BUEN DÍA DEL SEÑOR! ¡FELIZ NAVIDAD!      


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ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio de la Sagrada Familia/C.

Familia, vocación de amor y destino eterno

Por Jesús Álvarez SSP

"Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía:"Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos."El les contestó:"¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?"Pero ellos no comprendieron esta respuesta. Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres”.(Lc 2, 41-52)

La fiesta de la Sagrada Familia es la fiesta de todas las familias, pues toda familia es sagrada, por ser templo donde Dios-Amor crea nuevas vidas a través del amor de los padres. El amor no vive ni se agota en el placer ni en los bienes materiales --que son dones de Dios para gozar y compartir con orden y gratitud al servicio del amor y de la vida--, sino que es un amor que abarca la mente, la voluntad y el corazón.

La familia está al servicio de la persona, de su misión en la vida y de su destino eterno. Los hijos son un don de Dios y le pertenecen. Solo Dios es el origen de la vida y dueño absoluto de los hijos. Los padres son solo cauces de la vida de sus hijos. Por eso Jesús, a los doce años, sin contar con sus padres, se quedó en el templo para cumplir la voluntad de su Padre. Y también la Virgen María, a los trece, dio su SÍ al ángel, sin consultar a sus padres ni a los sacerdotes.

Jesús, el Hijo de Dios, quiso nacer en una familia, pues la familia unida en el amor es el ambiente insustituible para el crecimiento sano y feliz de los hijos y de los padres. Para la persona humana no existe bien más gratificante que un hogar donde se vive la fe, donde padres e hijos se aman en Cristo.

La gran mayoría de las enfermedades psíquicas, morales, espirituales y físicas tienen a menudo su origen en la falta de amor en el hogar, y en la disolución de la familia. El verdadero amor y la unión familiar son la mejor medicina preventiva contra las enfermedades físicas, morales, psíquicas y espirituales.

En la Sagrada Familia no fue todo milagro y rosas sin espinas; hubo miedo, persecución, destierro, pérdida de Jesús, escasez de pan, enfermedad y muerte de san José. Pero el amor verdadero los conservó unidos a Dios Padre y entre sí, con lazos cada vez más fuertes. Ese fue el gran secreto de su felicidad en el tiempo y en la eternidad.

No hay amor verdadero sin sufrimiento; y el sufrimiento sin amor, es infierno en la tierra. Pero el amor convierte la tierra en cielo, aún en medio del sufrimiento, que se hace fuente de felicidad eterna. La familia es templo de Dios con destino de cielo ya en la tierra, a la espera de reintegrarse en la Familia Trinitaria, que es su origen y su destino.

¿De qué vale haber tenido hijos e hijas, si al final se pierden para siempre?

Donde hay amor, allí está Dios Amor, que sostiene a sus hijos en el sufrimiento y se lo convierte en fuente de salvación. Y de la misma muerte hace surgir la vida por la resurrección, puerta de la Casa eterna de la Familia Trinitaria.


Publicado por verdenaranja @ 19:38  | Espiritualidad
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ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el 26 de Diciembre de 2012, dirigidas a  los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

Queridos hermanos y hermanas:

Todos los años, el día después de Navidad, la liturgia celebra la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir. El libro de los Hechos de los Apóstoles lo presenta como un hombre lleno de gracia y de Espíritu Santo (cf. Hch. 6,8-10;7,55); en él se cumple plenamente la promesa de Jesús anunciada en el texto evangélico de hoy, a saber, que los creyentes llamados a dar testimonio en circunstancias difíciles y peligrosas, no serán abandonados ni estarán indefensos: el Espíritu de Dios hablará a través de ellos (cf. Mt. 10,20).

El diácono Esteban, de hecho, obró, habló y murió animado por el Espíritu Santo, dando testimonio del amor de Cristo hasta el sacrificio extremo. Al primer mártir se le describe, en su sufrimiento, como perfecta imitación de Cristo, cuya pasión la replica hasta en los detalles. La vida de san Esteban está totalmente determinada por Dios, conformada a Cristo, cuya pasión se repite en él; en el momento final de la muerte, de rodillas, hace suya la oración de Jesús en la cruz, confiándose en el Señor (cf. Hch. 7,59) y perdonando a sus enemigos: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (v. 60). Lleno del Espíritu Santo, mientras sus ojos estaban por extinguirse, fijó su mirada en "Jesús de pie a la diestra de Dios" (v. 55), Señor de todo y que todo lo atrae a Sí.

En el día de san Esteban, también nosotros estamos llamados a fijar la mirada en el Hijo de Dios, que en la atmósfera alegre de la Navidad contemplamos en el misterio de su Encarnación. Con el Bautismo y la Confirmación, con el don precioso de la fe alimentada por los sacramentos, especialmente de la Eucaristia, Jesucristo nos ha unido a Él y quiere continuar en nosotros, con la acción del Espíritu Santo, su obra de salvación que redime todo, mejora, eleva y conduce al cumplimiento. Dejarse ganar por Cristo, como lo hizo san Esteban, es abrir la propia vida a la luz que la convoca, la dirige y la hace caminar por la senda del bien, el camino de una humanidad según el diseño del amor de Dios.

Finalmente, san Esteban es un modelo para todos los que quieren servir a la nueva evangelización. Él demuestra que la novedad del anuncio no consiste ante todo en el uso de métodos o técnicas originales, que por cierto tienen su utilidad, sino en el estar llenos del Espíritu Santo y dejarse guiar por Él. La novedad del anuncio está en la profundidad de la inmersión en el misterio de Cristo, en la asimilación de su palabra y de su presencia en la Eucaristia, de tal modo que Él mismo, Jesús vivo, pueda hablar y actuar a través de su enviado. En esencia, el evangelizador se vuelve capaz de llevar a Cristo a los demás con eficacia cuando vive de Cristo, cuando la novedad del Evangelio se manifiesta en su propia vida.

Pidamos a la Virgen María, para que la Iglesia, en este Año de la Fe, vea cómo se multiplican los hombres y mujeres que, como san Esteban, saben dar un testimonio valiente y convencido del Señor Jesús.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


Publicado por verdenaranja @ 19:31  | Habla el Papa
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Jueves, 27 de diciembre de 2012

Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (22 de diciembre de 2012) (AICA)

La Fe es anuncio y servicio

Próximos a celebrar Navidad la liturgia nos presenta, en este domingo de Adviento, la riqueza de un diálogo que nos introduce en el obrar último de Dios en nuestra historia. Las protagonistas son María y su prima Isabel, el actor principal es Dios mismo. La humanidad asiste en la sencillez de estos diálogos al acontecimiento mayor de su historia. María viene de recibir el Anuncio del nacimiento de Jesús que la sorprendió, pero lo vivió con esa serena alegría que nace de la fe. Sabiendo, por otra parte, que Isabel ya había concebido "un hijo y se encuentra en el sexto mes" (Lc. 1, 36), partió y fue sin demora a visitar a su prima, concluye el texto del evangelio. María es portadora del anuncio del cumplimiento de Dios a su promesa. Ella, sin embargo, no se queda encerrada en el gozo y la seguridad de la fe, sino que parte "sin demora" a anunciar la obra de Dios y a ponerse al servicio de su prima. La alegría de la Anunciación se hace servicio en la Visitación.

La Santísima Virgen es testimonio y ejemplo para nosotros en su camino de fe, porque vivió con entrega y disponibilidad su encuentro con la Palabra de Dios. El sí de María no significó para ella ausencia de problemas, sino confianza en Dios y compromiso en el quehacer concreto de su vida y relaciones. Cuando la fe deja de orientar nuestro comportamiento es señal que ya no nace de un encuentro vivo con Jesucristo, para reducirse a un conjunto de verdades que dan una aparente seguridad, pero nos alejan del anuncio y el servicio. Es una fe, diría, que nos instala y no nos urge. Un signo de debilidad de la fe es, precisamente, la falta de entusiasmo en la misión y de disponibilidad en el servicio. Es una fe, nos diría el Santo Padre, que nos conduce a "esa gris monotonía" en la que aparentemente nada cambia pero nos termina empobreciendo. La fe produce un cambio cualitativo porque nos introduce en la dinámica del amor de Dios que, en Jesucristo, se hace para nosotros y el mundo: Camino, Verdad y Vida.

Es importante que nos preguntemos, en este tiempo de preparación a la Navidad, si nuestra vida de fe es como en la Santísima Virgen anuncio y servicio. Decíamos que ella es para nosotros, testimonio y ejemplo. Lo es realmente. ¡Cuánta pobreza presenta la vida de un cristiano que no siente la alegría ni la urgencia de predicar el acontecimiento y el contenido de su fe, que es Jesucristo! Es como la sal cuando pierde su sabor, para qué sirve (cfr. Mc. 9, 49). ¡Cuánta debilidad misionera presentan nuestras comunidades formadas por hombre y mujeres que profesan el don de la fe! En un mundo, por otra parte, que nos aísla en una suerte de individualismo egoísta, el anuncio de la fe es un signo sana al hombre, y su mayor credibilidad siempre será la caridad. La caridad cristiana no es una estrategia ni un sentimiento ocasional, sino la expresión de una fe que nace del encuentro con Jesucristo y nos dispone en una actitud de servicio. Alimentar la fe es la mayor garantía de una vida de caridad, ambas tienen una misma fuente.

Reciban de su obispo en esta preparación a la celebración de Navidad, junto a mis oraciones y mejores deseos, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.


Publicado por verdenaranja @ 22:47  | Hablan los obispos
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Articulo de monseñor Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata publicado en “El Día” de La Plata (23 de diciembre de 2012) (AICA)

El ícono de la Navidad

Para nosotros, cristianos de Occidente, la imagen característica de la Navidad es el pesebre, representación que Francisco de Asís inauguró en Greccio en la nochebuena de 1223 y que con el tiempo adquirió una vigencia universal. La mirada de los fieles se ha posado en aquellas figuras entrañables y la devoción popular continúa alimentándose de ellas, que expresan sobre todo el flanco más humano del misterio: un niño que es Dios. Eximios pintores han ilustrado maravillosamente la escena.

En las iglesias orientales la iconografía navideña se fue desarrollando a partir de los concilios del siglo V que formularon dogmáticamente la verdad central del cristianismo: en la única persona de Jesús, el Verbo encarnado, se unen sin confusión ni separación la naturaleza divina y la humana. Entre los siglos VII y IX se elabora el ícono que alcanzó finalmente una forma canónica. Hay antecedentes pictóricos en las catacumbas romanas, en los antiguos sarcófagos cristianos y en otros tipos de escultura. Existen asimismo testimonios más tardíos, pinturas y mosaicos, en diversas regiones de Italia, en Egipto y Palestina. Las fuentes literarias del ícono son los relatos de la infancia de Jesús incorporados a los evangelios de Mateo y de Lucas, como también los apócrifos, en especial el Protoevangelio de Santiago. Paralelamente, la composición de los textos litúrgicos y de las melodías correspondientes de las iglesias orientales acompaña al desarrollo iconográfico; la dimensión visual y la auditiva se fecundan recíprocamente en la celebración del nacimiento del Señor, de Dios que se hace carne, hombre frágil, mortal.

El carácter canónico de esta imagen –sobre todo en el ámbito bizantino y ruso– no excluye algunas variantes sobre los elementos que la componen. En el centro de la tabla está siempre la gruta con el niño y a su lado la madre; en la porción superior montañas, ángeles, pastores y magos; en la inferior otros pastores, un hombre vestido de pieles, ovejas, san José y la escena del baño del recién nacido. Detengámonos en una breve descripción de esos elementos que están estilizados para destacar lo esencial, el mensaje de la fiesta de Navidad.

El fondo de color oro es símbolo de la luz de Dios, de su gloria que todo lo esclarece; el acontecimiento celebrado no sólo es historia, es también revelación de Dios que diviniza al hombre y transfigura el cosmos. Navidad es una fiesta de la luz. No falta la estrella, que proyecta hacia la gruta su rayo; éste en algunas realizaciones del ícono se reparte en tres haces para aludir a la participación de las tres Personas divinas en la economía de la salvación. La gruta es una abertura negra hacia las entrañas de la tierra y representa las tinieblas del pecado, el abismo infernal. Contra ella se destaca la figura del Niño amortajado en pañales blanquísimos, signo de la redención que Cristo conquistó con su muerte y resurrección. En algunos íconos el pesebre semeja un sepulcro, subrayando así el vínculo entre Navidad y Pascua. Son infaltables el buey y el asno, que no figuran en los relatos evangélicos pero aluden a dos pasajes bíblicos: según Isaías 1, 3 el buey conoce a su amo y el asno del pesebre a su dueño, pero Israel no reconoce a su Dios; y en la versión griega de Habacuc 3,2 se dice que el Señor se dará a conocer en medio de dos animales. La Madre, también en el centro, está vestida de rojo como una reina y recostada sobre un paño precioso; su perpetua virginidad se indica con tres estrellas, sobre la frente y los hombros. Parece apartar su mirada del Niño, preparado para el sacrificio. La encarnación no es sólo obra de Dios, sino también de María, de su fe y de su libre voluntad. El número de los ángeles varía lo mismo que su postura: se dirigen a los pastores o miran al cielo; a veces se cubren las manos, en señal de adoración. Los pastores, que representan al resto fiel del pueblo judío, reciben el anuncio de los ángeles, vigilan las ovejas, tocan la flauta o llevan dones al Niño. El ícono muestra a los magos de viaje rumbo a Belén, a pie o a caballo y vestidos a la usanza persa; uno de ellos puede señalar con la mano la estrella que les sirve de guía. Representan a los “goyim”, las naciones paganas que entran a formar parte del nuevo pueblo de Dios; también personifican a los hombres de ciencia y de cultura, a quienes Dios atrae por medio de la búsqueda en que están empeñados. En el plano inferior se encuentra José sentado, con la cabeza apoyada en el brazo en actitud pensativa, como cavilando ante el misterio. Ante él hay un personaje, o dos, uno de ellos vestido de pieles, interpretados diversamente: un pastor, o el diablo que pretende inducirlo a dudar, o Adán que le recuerda las profecías cumplidas en el parto virginal de María. En el extremo opuesto suele ubicarse el baño del Niño, episodio que procede de los apócrifos y que subraya la condición humana de Jesús; de las dos mujeres en acción una parece ser Eva, que ha venido a contemplar con sus propios ojos el cumplimiento de la redención.

Todo el misterio de Navidad, en su profundidad dogmática y en su comunicativa belleza, se encuentra resumido en el ícono. Romano el Músico lo tradujo poéticamente así: “La Virgen en este día da a luz al Supraesencial y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible; los ángeles cantan su gloria con los pastores y los magos caminan guiados por la estrella; por nosotros ha nacido el Dios anterior a los siglos”.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata


Publicado por verdenaranja @ 22:44  | Hablan los obispos
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Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, Arzobispo de Rosario en la Nochebuena de 2012 (24 de diciembre de 2012). (AICA)

Nochebuena de 2012

Queridos hermanos
Hoy es noche buena. Es la noche buena del Año de la fe; que nos invita a creer en el nacimiento de Jesús, y a renovar su venida en la liturgia. Jesús vino hace dos mil años y nació en Belén; viene hoy por la gracia a nuestra celebración; y vendrá al final de la historia.

La fragilidad de un niño es la señal
El Evangelio nos permitió escuchar lo que los ángeles le dijeron a los pastores: « Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tienen una señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre » (Lc 2,11s.).

La fragilidad de un niño es la señal, para empezar a creer en Él. Un niño recién nacido, pobre y a la vez poderoso; que necesita la ayuda y la ternura de su Madre, y que al mismo tiempo es el Hijo de Dios.

También la Virgen que dio a luz un hijo nos permite comprender que se ha cumplido la Escritura; y que la profecía que leímos esta noche en la primera lectura ahora es una realidad: « un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Lleva al hombro el principado » (Is 9,5).

Sin embargo “no había sitio para ellos en la posada”. Es decir: “Para el Salvador del mundo, para aquel en vista el cual todo fue creado (cf. Col.1,16) no hay sitio” (La infancia de Jesús, 73).

Los pastores son los primeros testigos. “ La gloria del Señor los envolvió de claridad” (Lc.2,8).

En cambio los ángeles reconocen su gloria. “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”, son aquellos que escuchan el llamado de Dios por la gracia y le responden de corazón.

Ya desde el pesebre, podríamos decir que Dios pide nuestra respuesta de fe y de amor. Quiere que nuestro ser, nuestro pensamiento, nuestros sentimientos lo reconozcan tal como lo vemos, como lo presenta el Evangelio, y se muestra esta noche en la cuna; y así también lo amemos.

Necesitamos su presencia
El Hijo de Dios se ha hecho niño para estar cerca nuestro. La nochebuena nos hace descubrir desde la fe que necesitamos su presencia; más aún cuanto mayor es el riesgo de deshumanizarnos, y de olvidar el respeto por la vida del otro, es más necesario su nacimiento, y su mensaje.

Sin duda que el nacimiento de Jesús es de todos. Pero podemos comprender, en este lenguaje de la noche buena, el valor que tiene su mensaje para el débil y el pequeño. Pienso primero en los niños: los niños que no tienen el amor de sus padres; los niños que sufren; ya sea los ya nacidos, como los no nacidos. Pienso en los niños de la calle, los que piden para llevar ayuda a sus casas, los desprotegidos que crecen en medio de la violencia; y los que padecen la miseria. Pienso en muchos niños que no conocen a Jesús, mientras que Él ha venido para ellos.

Pero también los que no somos niños necesitamos del Niño que ha nacido. Porque queremos creer en Dios y amarlo y en cambio muy frecuentemente nos alejamos de su verdad. A veces es la fe que duda, otras veces es la conducta del hombre, que nos aleja de Dios. La Noche buena nos vuelve a atraer, y nos permite contemplar que Dios se ha hecho niño, y así lo amemos. Su pequeñez derrumba el orgullo del grande; y la soberbia de quien se cree Dios.

Así como el Niño nos trae el perdón y la paz; sepamos imitar su gesto salvador; de tal manera que la Navidad nos ayude a perdonar al que nos ofendió; a dar en lugar de recibir; a compartir los inmensos dones y talentos que recibimos de Dios.

Ustedes están aquí como los pastores. Abramos nuestra vida a Dios .y pidamos ser contados entre los hombres y mujeres en los que Dios se complace, entre aquellos que ama el Señor.

La Iglesia, queridos hermanos, debe continuar la enseñanza de Jesús. A Ella se le encomienda transmitir y difundir a través de los siglos la Palabra de Dios; más aún debe santificar y celebrar con gozo su presencia entre nosotros, que solo puede reconocer quien cree en Él, como esta noche cuyo nacimiento renovamos espiritualmente

Junto a María, a José y al Niño, queremos volver a oír con fe el anuncio gozoso de la Navidad, que vamos a extender a nuestra gente, a nuestros hermanos, a todos aquellos que confían en Él, inclusive a quienes aún no lo conocen. Y como los pastores volveremos a nuestras casas dando gloria y alabando a Dios.

Los bendigo y les deseo una feliz Nochebuena y Navidad.

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario


Publicado por verdenaranja @ 22:39  | Homil?as
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio de la Sagrada Familia - C.

UNA FAMILIA DIFERENTE

 

          Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?

          La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser "una sola carne", compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.

          Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.

          Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.

          Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.

          El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.

          En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.

          Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos. 

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
30 de diciembre de 2012
Sagrada Familia (C)
Lucas 2, 41-52


Publicado por verdenaranja @ 22:34  | Espiritualidad
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DOMINGO SAGRADA FAMILIA C 

 

  MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

          En la Lectura que ahora escucharemos la Palabra de Dios recoge la antigua sabiduría popular. Se trata de un canto y una exhortación a cumplir el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios.

 

SALMO

          El salmo nos recuerda que el secreto del éxito y  bienestar de la vida familiar reside en vivir unidos al Señor y cumplir sus mandatos.

 

SEGUNDA LECTURA

          Las actitudes de los cristianos en sus relaciones con los demás es preciso vivirlas de una manera especial en la familia. S. Pablo nos ayuda hoy a concretarlas.

 

TERCERA LECTURA

          El Evangelio que vamos a escuchar constituye una especie de resumen de toda la existencia de Jesús y su familia, centrada en el cumplimiento de la voluntad del Padre.

 

COMUNIÓN

          En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Hijo de María, concebido por obra del Espíritu Santo, y a quien llamaban el hijo del carpintero. Que Él nos ayude a ser en medio de nuestras familias y en medio de la Iglesia, constructores de paz, concordia, alegría.


Publicado por verdenaranja @ 22:28  | Liturgia
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Mi?rcoles, 26 de diciembre de 2012

Oración por las familias en la jornada de la Sagrada Familia 2012.

JORNADA DE LA SAGRADA FAMILIA

30 de diciembre de 2012

ORACIÓN

Oh, Dios, que en la Sagrada Familia

nos dejaste un modelo perfecto

de vida familiar, fundada en la fe,

la esperanza y la caridad.

Derrama tu Espíritu sobre nuestras familias,

arráigalas sólidamente en la fe en Cristo, tu Hijo.

Suscita en ellas la esperanza ardiente

y abrásalas en el fuego de tu amor,

para que sirvan fielmente a la Iglesia,

sean fecunda fuente de comunión y vida

y apóstoles incansables

de la nueva evangelización.

Unidos a José y María,

te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo,

nuestro Señor. Amén.

 

Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida
Añastro, 1 · 28033 Madrid
[email protected]


Publicado por verdenaranja @ 21:38  | Oraciones
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Ideas para la liturgia de  la celebración de la Sagrada Familia 2012, enviadas por Delegación Familia y Vida de la diócesis de Tenerife.

30 de diciembre

Celebración Litúrgica de la Sagrada Familia

 

Monición de entrada o ambientación.

Reciban todos la más cordial bienvenida en el inicio de nuestra Eucaristía. Es Navidad y en medio de ese tiempo feliz y alegre se abre para nosotros la celebración de la Sagrada Familia de Nazaret. Festejamos a Jesús, María y José, la mejor familia posible y que es, además, nuestro modelo de familia. En estos tiempos de crisis de valores y de relativismo moral, la familia cristiana se presenta como base del crecimiento más armónico y un ejemplo de amor y paz.

Es el día para honrar a los padres. Y, naturalmente, a los hijos. Con el pensamiento puesto en la imagen cercana y atrayente de la Sagrada Familia en el Portal deBelén, iniciamos nuestra celebración con alegría y gozo,

Monición a las lecturas. (Eclo 3, 2-. 12-14; Sal 127; Col 3,12-21; Lc 2, 41-52)

Aún en nuestra sociedad convulsa y materialista, el gozar de una buena familia se considera una bendición. Y esto también lo vemos reflejado en las lecturas de hoy, en la que los judíos veían una bendición de Dios en los bienes familiares, que se podían ver aumentados si el comportamiento  dentro de la unidad familiar era correcto. Escuchemos con atención porque lo podemos aplicar en cada una de nuestras familias.

Ideas para la homilía.

1. Jesús crece en sabiduría y en gracia.

a. No obstante no hace alarde de su condición divina y abochorna a sus padres.

b. Ejemplo para todos los hijos de hoy y de siempre.

2. Solo se puede hacer familia desde el amor.

a. Todos sabemos que no son unos papeles ante el juez los que dan estabilidad familiar.

b. El amor es mucho más que un sentimiento.

c. El amor nos lleva a mirar por todos, no por uno mismo.

3. La familia, primera iglesia; la Iglesia, gran familia.

a. Especial atención por parte de los ministros.

b. Especial atención y dedicación por parte de los padres.

4. Hay que priorizar en la vida.

a. El amor es un tesoro. Tiene que crecer y hay que cuidarlo.

b. Cuidar los pequeños detalles de cada día.

1. El diálogo para mantener la confianza mutua y la comunicación.

2. Dedicar cada uno su tiempo al otro.

3. Hay que evitar todo aquello que pone en peligro al amor y favorecer lo que le hace crecer.

4. Cada día hay que dar gracias, juntos, a Dios por el amor.

5. No olvidarnos de las familias que lo están pasando mal por cualquier motivo o de las que se han roto.

a. No se trata de buscar culpables, se trata de conseguir que recobren la paz y la esperanza y no pierdan la visión de Dios.

b. Que siempre haya otra familia solidaria que esté atenta a sus necesidades.

c. Educar en la solidaridad y en la atención a los desfavorecidos a los hijos.

6. La familia como germen de fe.

a. El Papa Benedicto XVI, nos recuerda constantemente que para dar a conocer a Cristo, primero, hay que conocerlo, sentirlo, amarlo y, pregonarlo.

b. La familia es el mejor balcón para pregonar a los cuatro vientos que Jesucristo sigue vivo en medio de los hombres.

Oración de los fieles

Unidos a la Sagrada Familia de Nazaret, modelo e imagen de la humanidad nueva, elevemos a Dios, Padre de la gran familia humana, nuestra oración y digámosle: R. PADRE, QUE TU AMOR NOS GUÍE.

_ Te pedimos por el Papa, para que ejerza su autoridad en la Iglesia con amor y que todos seamos obedientes a sus palabras que nos trasmiten el mensaje de Cristo. OREMOS

_ Te pedimos por los que tienen en sus manos los designios de las naciones, para que vean a sus pueblos con el amor que un padre siente por sus hijos y así atienda las necesidades de todos, especialmente de los más necesitados. OREMOS.

_ Padre te pedimos por las familias, por los padres, por los hijos, los abuelos y los hermanos,  para que todos vivan pendientes de los demás y sea el servicio y el amor las guías de sus acciones. OREMOS

_ Padre te pedimos por todos aquellos que no tienen hogar, por las familias fracturadas y por aquellas que están en dificultad, atiende con urgencia sus corazones para que sea tu amor el que los lleve a la unión. OREMOS

_ Padre te pedimos por todos los ancianos que viven en residencias lejos de sus familias, para que encuentren en ellas la alegría de una compañía llena de familiaridad y cariño. OREMOS

_ Padre te pedimos por todos nosotros, nuestras familias y amigos; hazte presente en los corazones de todos y ayúdanos a ser más fieles aún a tu Amor. OREMOS

Escucha Señor la plegaria de tu Iglesia, que pone su confianza en tu amor y su mirada en el  hogar de Nazaret. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Ofertorio

En primer lugar, Señor, te presentamos el vino y el pan. Son algo más que alimento material, serán muy pronto, el alimento espiritual y tu presencia permanente entre nosotros.

Queremos presentar también este puzzle. Quiere ser una imagen de nuestras familias, en las que hay muchas piezas, ninguna imprescindible, pero todas muy necesarias para que la familia lo sea en plenitud, y si alguna falta, se nota mucho su ausencia.

Con esta colecta queremos tener presente a los más desfavorecidos, especialmente en estos tiempos de crisis. Nuestras familias tienen que ser el primer foco de educación en la solidaridad y de práctica de la fraternidad entre todos los seres humanos.

También se puede aportar como ofrendas unas alianzas, el libro de matrimonios de la  arroquia o cualquier otro signo que pueda identificarse con la vida familiar.

Rito de conclusión

En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.

Bendición

El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:

El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

O bien

Bendición sobre los matrimonios

El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:

El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

Entonces el sacerdote continúa, con las manos juntas:

Invoquemos, hermanos, sobre los esposos de nuestra comunidad la bendición de Dios, para que proteja con su auxilio a quienes ha unido en el sacramento del Matrimonio.

Todos, durante un espacio de tiempo, oran en silencio. Luego, el sacerdote, con las manos extendidas sobre los matrimonios, continúa:

Padre santo, autor del universo, que creaste al hombre y a la mujer a tu imagen, y has bendecido la unión matrimonial; te rogamos humildemente por estos hijos tuyos unidos en alianza esponsal.

Descienda, Señor, sobre estos esposos, tu abundante bendición, que la gracia del Espíritu Santo inflame desde el cielo sus corazones, y renueve su caridad conyugal. Que en la alegría te alaben, Señor, y en la tristeza te busquen; en el trabajo encuentren el gozo de tu ayuda y en la necesidad sientan cercano tu consuelo. Que participen en la oración de tu Iglesia, y den testimonio de ti entre los hombres. Que sus hogares sean auténticas iglesias domésticas, y que un día participen en la alegría del banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Y a todos vosotros, cuantos estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo _ y Espíritu Santo.

Oración por las familias

Oh, Dios, que en la Sagrada Familia nos dejaste un modelo perfecto de vida familiar, fundada en la fe, la esperanza y la caridad.

Derrama tu Espíritu sobre nuestras familias, arráigalas sólidamente en la fe en Cristo, tu Hijo.

Suscita en ellas la esperanza ardiente y abrásalas en el fuego de tu amor, para que sirvan fielmente a la Iglesia, sean fecunda fuente de comunión y vida y apóstoles incansables de la nueva evangelización.

Unidos a José y María, te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Monición de despedida

La misa no termina, la misión empieza cuando recibimos la bendición de Dios. El mundo necesita muchas familias felices que den un sentido más feliz a la vida, a nuestras vidas y a todas las vidas de aquellos que hoy sufren por diversos motivos. Jesús, María y José nos ayudan en nuestro propósito.

Esa es nuestra misión, ¡qué seamos felices cumpliéndola!


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Martes, 25 de diciembre de 2012

ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el domingo 23 de Dciembre de 2012,  dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

¡Queridos hermanos y hermanas!

En este cuarto domingo de Adviento, que se anticipa por poco a la Natividad del Señor, el evangelio narra la visita de María a su pariente Isabel. Este episodio no es un simple gesto de cortesía, sino que muestra de modo muy simple el encuentro entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Las dos mujeres, ambas embarazadas, encarnan la esperanza y al Esperado. La anciana Isabel simboliza a Israel en espera del Mesías, mientras que la joven María trae en sí misma el cumplimiento de esta espera, en beneficio de toda la humanidad. En las dos mujeres se encuentran y se reconocen ante todo, los frutos de sus vientres, Juan y Cristo.

Comenta así el poeta cristiano Prudencio: "El bebé que está en el vientre anciano saluda, a través de la boca de su madre, al Señor, hijo de la Virgen" (Apotheosis, 590: PL 59, 970). La exultancia de Juan en el vientre de Isabel, es el signo del cumplimiento de la espera: Dios está por visitar a su pueblo.

En la Anunciación, el arcángel Gabriel le habló a María del embarazo de Isabel (cf. Lc. 1,36), como prueba del poder de Dios: la infertilidad, a pesar de su avanzada edad, había sido trasformada en fecundidad. Isabel, acogiendo a María, reconoce que se está cumpliendo la promesa de Dios a la humanidad y exclama: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? " (Lc. 1,42-43).

La expresión "bendita tu entre las mujeres" es dicha en el Antiguo Testamento a Yael (Jueces 5,24) y a Judit (Jdt. 13,18), dos mujeres guerreras comprometidas en salvar a Israel. Esta vez, está dirigido a María, jovencita pacífica que está por generar al Salvador del mundo. Así también el salto de alegría de Juan (cf. Lc. 1,44) se refiere a la danza que el rey David hizo cuando acompañó la entrada del Arca de la Alianza en Jerusalén (cf. 1 Cro. 15,29). El arca, que contenía las tablas de la Ley, el maná y la vara de Aarón (cf. Hb. 9,4), era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El niño por nacer, Juan, exulta de alegría ante María, Arca de la Nueva Alianza, que lleva en el vientre a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.

La escena de la Visitación también expresa la belleza de la acogida: donde hay acogida recíproca, escucha, un hacer sitio al otro, allí está Dios y la alegría que viene de Él.

Imitemos a María en el tiempo de Navidad, visitando a quienes pasan por dificultades, especialmente a los enfermos, a los encarcelados, a los ancianos y a los niños. También imitemos a Isabel, que recibe a sus huéspedes como si fuera Dios mismo: sin desearlo no conoceremos nunca al Señor; sin esperarlo no lo veremos, sin buscarlo no lo encontraremos.

Con la misma alegría de María, que va rápido donde Isabel (cf. Lc. 1,39), también nosotros vayamos al encuentro del Señor que viene. Oremos para que todos los hombres busquen a Dios, descubriendo que es Dios mismo el primero en visitarnos. A María, Arca de la Nueva y Eterna Alianza, confiamos nuestro corazón, para que lo haga digno de recibir la visita de Dios en el misterio de su Nacimiento.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


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SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 23 de diciembre de 2012 (Zenit.org) -

Calendario maya y Navidad
Falsa información sobre el calendario de la antigua cultura americana

Por + Felipe Arizmendi Esquivel

 

HECHOS

Varias personas estaban temerosas porque se había difundido la falsa información de que, según el calendario maya, este 21 de diciembre se acabaría el mundo, el sol no brillaría y habría terremotos y otras calamidades.

Es una interpretación errónea decir que los mayas predijeron el fin del mundo para esta fecha. Nada hay de eso. Su calendario es muy preciso, porque se basa en la cuidadosa observación que hacían del movimiento de los astros. Nos asombra su precisión científica para medir el tiempo; pero no intentaban predecir el futuro. Por tanto, no anunciaron catástrofes, mucho menos el fin del mundo. Midieron los años de la humanidad por periodos de 400 años; a cada uno lo llamaron baktún. Su calendario abarca 13 baktunes; al terminar, se cierra un ciclo, que es lo que ocurre el 21 de diciembre de 2012, pero no significa que luego venga el caos. Es algo parecido a la cuenta de nuestro calendario gregoriano: El 31 de diciembre de 1999 concluyó el siglo XX, y el 1 de enero del año 2000 empezó un nuevo siglo; pero nada pasó con ese cambio de siglo. Claro que cambian muchas cosas en los ciclos de la historia humana, pero no se anuncian catástrofes físicas o astronómicas. Los mayas nada especial predijeron para este 21 de diciembre.

CRITERIOS

¿Cuándo será el fin del mundo? Nadie lo sabe. Jesús nos dijo con toda claridad que eso sólo Dios Padre lo sabe (cf Mt 24,36). Aunque algunos protestantes anunciaban el fin del mundo al llegar el año 2000, atemorizando con el interés de que los ignorantes se afiliaran a su religión, nada extraordinario aconteció.

Sin embargo, es muy interesante relacionar la contabilidad de los mayas con la Navidad, porque su calendario se basa sobre todo en la observación del movimiento del sol. El 21 de diciembre de todos los años, empieza el solsticio de invierno, en que el sol empieza a vencer a la oscuridad de la noche. Hasta este día, los días son más cortos y las noches más largas; es decir, predomina la oscuridad, equivalente a la muerte. Pero a partir de esta fecha, empiezan poco a poco a ser más largos los días, hasta que llega el verano, en que predomina el sol. Por ello, los antiguos de casi todas las culturas celebraban en estas fechas de diciembre grandes fiestas en honor del sol, como si éste fuera un dios, principio de la vida. Festejaban que el sol nuevamente venciera a la noche, a la oscuridad. Y honraban al emperador, que se consideraba hijo del sol. Los cristianos, a partir del siglo IV y V, cambiaron el sentido de esas fiestas paganas en honor del sol, y empezaron a celebrar la Navidad precisamente el 25 de diciembre, cumbre de las fiestas paganas, considerando que el verdadero Sol que vence la oscuridad del pecado y de la muerte, es Jesucristo.

La Biblia no dice ni el día ni el mes del nacimiento de Jesús; sólo menciona a los gobernantes civiles y religiosos de la época, en base a lo cual, en fecha tardía, se hizo el cálculo del año en que nació, con un error de cuatro o cinco años. La encarnación del Verbo de Dios y su nacimiento en Belén obviamente son muy importantes, pues son la presencia visible, histórica, tangible, del amor de Dios. Pero lo definitivamente trascendente es la muerte y sobre todo la resurrección de Jesús, que están muy precisas y detalladas en la Biblia. Si hubiera nacido y muerto en la cruz, pero no hubiera resucitado, no sería Dios, no nos habría salvado. Por ello, lo que más importó a los evangelistas era el día de la resurrección. Los cuatro concuerdan en que fue el primer día de la semana, llamado luego domingo. Hasta cuatro o cinco siglos después se empezó a celebrar la Navidad, escogiendo el solsticio de invierno como fecha simbólica, por la observación del movimiento del sol que hicieron egipcios, griegos, romanos y otras culturas, al igual que los sabios mayas.

PROPUESTAS

Lo importante de estas fechas es vivir en armonía y concordia en la familia y en la comunidad, gozando de la paz que Jesucristo nos trae. No nos dejemos atemorizar por ignorantes y por predicadores proselitistas, aunque siempre hay que estar preparados para cuando sea nuestro encuentro definitivo con El, que es nuestro sol y nuestra vida.


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Lunes, 24 de diciembre de 2012

ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio de la misa del día en la Solemnidad de la Natividad del Señor, por nuestro colaborador el padre Jesús Álvarez, paulino.

A quienes lo acogen los hace hijos de Dios
Comentario al evangelio de la Natividad del Señor/C

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1,1-18)

La Navidad es la fiesta entrañable del misterio de la salvación puesto a nuestro alcance, gracias al amor infinito y a la fidelidad inquebrantable de Dios para con nosotros, pues Cristo resucitado comparte día a día nuestra vida para eternizarla en la felicidad sin fin del Paraíso.

El nacimiento del Hijo de Dios en carne mortal cobra su pleno sentido en la perspectiva de la Resurrección, la cual fue el “nacimiento” definitivo de Cristo para la vida eterna. Nacimiento-resurrección que Él anhela compartir con nosotros, pues para eso se encarnó, vivió y murió, movido por su amor infinito por mí, por ti, por todos los humanos. “Me amó y se entregó por mí” (San Pablo).

La Navidad es la fiesta para celebrar y agradecer el inmenso beneficio que Dios nos hace al darnos a su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo” para hacernos hijos suyos y herederos con él de la vida eterna. Es la fiesta en la que tomamos mayor conciencia de que Dios comparte nuestra historia personal y humana. Él “puso su tienda entre nosotros” y se compromete a vivir con nosotros todos los días, como la Luz verdadera que “ilumina a todo hombre que viene a este mundo”, y como amor infinito.

Pero gran parte de los humanos, engañados por las fuerzas del mal, se hacen cómplices de ellas, y siembran las tinieblas de la injusticia, del hambre, del odio, de la guerra, de la pobreza, del orgullo, del atropello de contra los inocentes, de la impiedad…

Sin embargo, el Salvador se compromete a llevar a la vida eterna a todos los que lo acogen, para compartir con ellos la inmensa felicidad sin fin en la Familia Trinitaria.

La Navidad hoy se revive sobre todo en el acto sencillo y a la vez sublime de la Eucaristía y de la comunión, que son presencia real y privilegiada de Jesús, donde se realiza de forma especial lo dicho por el evangelista Juan: “A quienes lo acogieron, les dio la capacidad de ser hijos de Dios”. Así nos preparamos a la Navidad eterna que Jesús quiere compartir con nosotros mediante la resurrección.

Pero quienes se cierran a la presencia real y actual del Redentor resucitado, Dios-con-nosotros, hacen inútil la Navidad:“Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. La alegría bullanguera de lo externo, vacía de sentido la fiesta. Tal vez tienen una imagen de yeso del niño Dios, y dejan fuera de la fiesta y del corazón al que la imagen representa. Eso es idolatría.

Pero “dichosos ustedes porque han oído y creído, pues todo el que cree, como María, concibe y da a luz al Verbo de Dios”, nos dice san Ambrosio. Somos cuna y templo del Salvador, y en nosotros lo adoran los ángeles como en Belén y en el cielo. Dichosa realidad para vivir con amorosa y eterna gratitud.


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Mensaje de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz para la Navidad de 2012 (25 de diciembre de 2012) (AICA)

Navidad de 2012

Celebramos en Navidad el misterio central de la fe cristiana que es el amor de Dios hecho persona en su Hijo. El niño de Belén es Dios con nosotros. Es Dios que no nos abandona, sino que asume nuestra vida y nuestra historia, para que encontremos el camino de la vida y el amor. Las distancias se acortan. Lo que nos parece imposible, desde la humildad del pesebre se nos presenta como algo posible y cercano. Diría que Navidad es el comienzo de una vida abierta a la esperanza de un mundo nuevo. Esta esperanza no es, por otra parte, una utopía irrealizable sino una certeza que da sentido a la vida del hombre en este mundo.

Hay dos ámbitos donde esta esperanza está llamada a realizarse. El primero es nuestra propia vida y sus relaciones. Luego, como una consecuencia lógica de este encuentro personal con el mensaje de Navidad, nuestra sociedad. Quedarnos como espectadores de este acontecimiento es desconocer su riqueza y no sentirnos destinatarios de su mensaje. Descubrirme, en cambio, como parte de este diálogo de Dios con el hombre, a través de Jesucristo, es comprender su significado más profundo. En una cultura acostumbrada al “zapping” corremos el peligro de tener una mirada superficial de lo que celebramos. El mensaje de Navidad es la Paz, pero no sólo como ausencia de conflictos, sino como el fruto de una vida que al encontrarse con Jesucristo descubre su condición de hijo de Dios y la certeza de que todo hombre es mi hermano.

La paz es posible. Ella es don y fruto, por ello necesita de nuestra tarea. En este contexto de Navidad no podemos dejar de pensar en las muchas situaciones que atentan contra la paz, y que son un signo de nuestra fragilidad social, cultural y política. Pienso en la inseguridad y el no respeto por la vida, que es un trágico camino hacia la muerte. En la droga y la trata de personas, que son parte de un negocio sucio que es una afrenta a la dignidad del hombre y la mujer. Existe, en ello, un silencio cínico y la complicidad de una falsa concepción de la libertad que desconoce su relación con los valores y su referencia al bien común. Además, la realidad e hipoteca de muchos jóvenes que no estudian ni trabajan, esto también compromete la paz y la equidad social. No alcanza con conocer estadísticas, si ellas no nos movilizan a tomar actitudes superadoras.

Más allá de las justas diferencias los argentinos debemos encontrarnos en el marco de pertenencia de una madura amistad social y como miembros de una misma comunidad, superando la pequeñez de enfrentamientos que descalifican y no construyen. Es necesario generar contextos de encuentro, de respeto y de diálogo, que nos permitan dar respuesta a los verdaderos problemas que hacen al desarrollo integral del hombre. Señor, que al acercarnos al pesebre nos sintamos destinatarios de tu amor y protagonistas de tu mensaje para juntos construir una Patria de hermanos. Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Niño de Belén.


Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Domingo, 23 de diciembre de 2012

 Artículo enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrino. Cursillista. Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización del Siervo de Dios Manuel Aparici, que murió santamente dando Cursillos de Cristiandad. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus del Siervo de Dios, Vice Postulador de la Causa, etc. 

JORNADAS MUNDIALES DELA JUVENTUD 

«Manuel Aparici (1902-1964) –escribe la Delegaciónpara la Religiosidad Popularde la Diócesisde Zamora. España, cuyo Delegado declara su interés en Aparici [1]– es uno de esos gigantes de la Iglesia española en los difíciles años de la primera mitad del siglo XX. Él pone en marcha e impulsa las Juventudes de Acción Católica, primero como presidente seglar (1934-1941), luego como sacerdote y consiliario nacional (1950-1959) hasta que su larga y penosa enfermedad se lo impida. De su fecundidad quedan muchas huellas (la revista ECCLESIA, los Cursillos de Cristiandad…), pero seguramente su “obra magna” fuera aquella peregrinación de jóvenes a Santiago del año 1948. Sus dos grandes consignas, la santidad (“pedir a los jóvenes santidad y hasta santidad heroica”) y el ideal peregrinante, se combinan en esta gran concentración: “Cien mil jóvenes santos a Santiago” será el lema. Sólo los chicos fueron 70.000, venidos de toda España, Hispanoamérica, Europa…,; las chicas llegaron unos días más tarde. Con ellos,  multitud de obispos y sacerdotes. Es el relanzamiento de las peregrinaciones jacobeas, y un antecedente ilustre de la visita de Juan Pablo II a Santiago e incluso de las JMJ.

»¿Tienen actualidad los ideales de Aparici? Basta asomarse al Camino para sospechar que sí». 

Por su E-Mail de fecha 20 de Junio de 2011 me decía: «La base ideológica de Aparici me parece ideal para el trabajo que desarrollamos en esta Delegación, que tienen grandes paralelismos con sus orientaciones. […]. Igualmente se le debiera reconocer su labor en la recuperación de las peregrinaciones jacobeas».         

          «[…] Con su muerte, el 28 de Agosto de 1964 tras nueve años de inmisericorde dolencia que lo tuvo recluido, inmóvil entre acerbos dolores, pero con fe acrecida y con su sonrisa característica en su relación con el prójimo, con su muerte, decimos, pareció olvidarse la Españaperegrinante y Vanguardia de Cristiandad por él impulsada. Pero veinticinco años después, el 19 de Agosto de 1989 [con ocasión de la IV JornadaMundial de la Juventud; peregrinación convocada y presidida por Juan Pablo II para impetrar y recibir de cara al “Tercer Milenio empuje apostólico para la recristianización de Europa y de sus respectivos países], una nueva y populosa peregrinación de jóvenes a Santiago de Compostela, de jóvenes de todo el mundo, por cientos de miles, multiplicando las decenas de miles de la de 1948, hasta entonces la mayor peregrinación llegada a Santiago, tan sobrepasada luego por la de 1989. Sobrepasada y presidida por el mismo Vicario de Cristo,  el  Papa  felizmente  reinante,   Juan Pablo II. ¡Qué respuesta a la sed de Manuel Aparici …!» [2]. 

Precisamente en dicho mes se cumplían los veinticinco años de la muerte de Manuel Aparici y de la magna Peregrinación a Santiago en 1948, alma de la misma. Aunque tal vez no lo fuese, no pudo haber mejor acto conmemorativo de aniversario del “Adelantado y Capitán de Peregrinos”. 

«Cierto es que también existe y crece otra juventud, por ventura y gracia de Dios. El Cardenal Rouco acaba de explicar bellamente, en una Tercera de ABC, que una riada juvenil nació en aquella Jornada con Juan Pablo II en Santiago de Compostela, hace ya cerca de veinte años; y nunca la olvidaremos quienes tuvimos la fortuna de vivirla. Resucitó entonces un hecho admirable: la gran peregrinación juvenil a la tumba del Apóstol que inventó un extraordinario líder de juventudes llamado Manolo Aparici […]» [3]. 

«[…] Con Juan Pablo II –dijo el señor Cardenal en la Homilía en la Eucaristía de apertura de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 17 de Agosto de 2011– se inicia un periodo histórico nuevo, ¡inédito! en la relación del Sucesor de Pedro con la juventud […].

»Sí, los jóvenes de las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido desde Santiago de Compostela y para siempre peregrinos de la Iglesia […].

          »En su llamada dirigida a vosotros, jóvenes del avanzado comienzo del Tercer Milenio, resuenan con nuevos y sugestivos acentos la misma solicitud paternal y el mismo amor que movió al Beato Juan Pablo II a instituir las Jornadas Mundiales dela Juventud[…].

»Juan Pablo II concebía las Jornadas Mundiales de la Juventud como un valiosísimo instrumento de la nueva evangelización. También, nuestro Santo Padre Benedicto XVI». 

Carlos Peinó Agrelo

Peregrino. Cursillista. Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización del Siervo de Dios Manuel Aparici, que murió santamente dando Cursillos de Cristiandad. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus del Siervo de Dios, Vice Postulador de la Causa, etc.


[1]  Religiosidadpopularzamora.blogspot.com/ y su E-Mail de fecha 20 de Junio de 2011.

[2] Manuel Vigil, testigo. Su escrito de fecha 15 de Julio de 1994.

[3]  Carlos Robles Piquer en Alfa y Omega, Semanario Católico de Información, de fecha  25 de Septiembre de 2008, p. 29, que editala Fundación San Agustín, Arzobispado de Madrid, España.


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S?bado, 22 de diciembre de 2012

Discurso que dirigió el Papa a la Curia Romana con motivo de la Navidad 2012


"Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado,
Queridos hermanos y hermanas

Con gran alegría me encuentro hoy con vosotros, queridos miembros del Colegio de Cardenales, representantes de la Curia Romana y de la Gobernación, en este momento tradicional antes de la Santa Navidad. Os saludo cordialmente a todos, comenzando por el cardenal Angelo Sodano, al que agradezco las amables palabras y la efusiva felicitación que me ha dirigido también en vuestro nombre. El Cardenal Decano nos ha recordado una expresión que se repite a menudo estos días en la liturgia latina: Prope est iam Dominus, venite adoremus. El Señor está cerca, venid, adorémosle. También nosotros, como una sola familia, nos preparamos para adorar en la gruta de Belén a ese Niño, que es Dios mismo que se ha acercado hasta el punto de hacerse hombre como nosotros. Correspondo con gusto a las felicitaciones y doy las gracias a todos, incluidos los Representantes Pontificios repartidos por todo el mundo, por la generosa colaboración que cada uno de vosotros presta a mi Ministerio.

Estamos terminando un año que, una vez más, se ha caracterizado en la Iglesia y en el mundo por muchas situaciones difíciles, de grandes cuestiones y desafíos, pero también de signos de esperanza. Menciono sólo algunos puntos destacados en la vida de la Iglesia y de mi ministerio petrino. Ante todo, han tenido lugar los viajes a México y Cuba. Han sido encuentros inolvidables, con la fuerza de la fe, profundamente arraigada en los corazones de los hombres, y con la alegría por la vida que surge de la fe. Recuerdo que, tras llegar a México, se agolpaban al borde del largo trecho que se debía recorrer interminables filas de personas, que saludaban agitando pañuelos y banderas. Recuerdo cómo, durante el trayecto hacia Guanajuato, la pintoresca capital del homónimo Estado, había jóvenes a los lados de la carretera, devotamente arrodillados para recibir la bendición del Sucesor de Pedro. Recuerdo cómo la gran liturgia en las cercanías de la estatua de Cristo Rey se convirtió en un acto que hacía presente la realeza de Cristo, su paz, su justicia, su verdad. Todo esto en el contexto de los problemas de un país que sufre múltiples formas de violencia y las dificultades de dependencias económicas. Ciertamente, estos problemas no se pueden resolver simplemente mediante la religiosidad, pero menos aún se solucionarán sin esa purificación interior del corazón que proviene de la fuerza de la fe, del encuentro con Jesucristo. Y después vino la experiencia de Cuba. También aquí hubo grandes liturgias, en cuyos cantos, oraciones y silencios se podía percibir la presencia de Aquel, al que durante mucho tiempo se había querido negar cabida en el País. La búsqueda en este País de un justo planteamiento de la relación entre vinculaciones y libertad, ciertamente no puede tener éxito sin una referencia a esos criterios de fondo que se han manifestado a la humanidad en el encuentro con el Dios de Jesucristo.

Otras etapas del año que se acerca a su fin, y que quisiera mencionar, son la gran Fiesta de la Familia en Milán, así como la visita al Líbano, con la entrega de la Exhortación Apostólica postsinodal, que ahora deberá constituir en la vida de la Iglesia y de la sociedad en Medio Oriente una orientación sobre los difíciles caminos de la unidad y de la paz.

El último acontecimiento importante de este año, ya en su ocaso, ha sido el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que ha marcado al mismo tiempo el comienzo del Año de la Fe, con el cual conmemoramos la inauguración del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, para comprenderlo y asimilarlo de nuevo en esta situación que ha cambiado.

Entre todas estas ocasiones, se han tocado temas fundamentales de nuestro momento histórico: la familia (Milán), el servicio a la paz en el mundo y el diálogo interreligioso (Líbano), así como el anuncio del mensaje de Jesucristo en nuestro tiempo a quienes aún no lo han encontrado, y a tantos que lo conocen sólo desde fuera y precisamente por eso, no lo re-conocen.

De entre estas grandes temáticas, quisiera reflexionar un poco más en detalle especialmente sobre el tema de la familia y sobre la naturaleza del diálogo, añadiendo después también una breve observación sobre el tema de la Nueva Evangelización.

La gran alegría con la que se han reunido en Milán familias de todo el mundo ha puesto de manifiesto que, a pesar de las impresiones contrarias, la familia es fuerte y viva también hoy. Sin embargo, es innegable la crisis que la amenaza en sus fundamentos, especialmente en el mundo occidental. Me ha llamado la atención que en el Sínodo se haya subrayado repetidamente la importancia de la familia como lugar auténtico en el que se transmiten las formas fundamentales del ser persona humana. Se aprenden viviéndolas y también sufriéndolas juntos. Así se ha hecho patente que en el tema de la familia no se trata únicamente de una determinada forma social, sino de la cuestión del hombre mismo; de la cuestión sobre qué es el hombre y sobre lo que es preciso hacer para ser hombres del modo justo. Los desafíos en este contexto son complejos.

Tenemos en primer lugar la cuestión sobre la capacidad del hombre de comprometerse, o bien de su carencia de compromisos.

¿Puede el hombre comprometerse para toda la vida? ¿Corresponde esto a su naturaleza? ¿Acaso no contrasta con su libertad y las dimensiones de su autorrealización? El hombre, ¿llega a ser sí mismo permaneciendo autónomo y entrando en contacto con el otro solamente a través de relaciones que puede interrumpir en cualquier momento? Un vínculo para toda la vida ¿está en conflicto con la libertad? El compromiso, ¿merece también que se sufra por él? El rechazo de la vinculación humana, que se difunde cada vez más a causa de una errónea comprensión de la libertad y la autorrealización, y también por eludir el soportar pacientemente el sufrimiento, significa que el hombre permanece encerrado en sí mismo y, en última instancia, conserva el propio «yo» para sí mismo, no lo supera verdaderamente. Pero el hombre sólo logra ser él mismo en la entrega de sí mismo, y sólo abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona humana.

Con el rechazo de estos lazos desaparecen también las figuras fundamentales de la existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana.

El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres.
Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» ("On ne naît pas femme, on le devient").

En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente.
El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho prestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana.

Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad prestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre.

Con esto quisiera llegar al segundo gran tema que, desde Asís hasta el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, ha impregnado todo el año que termina, es decir, la cuestión del diálogo y del anuncio. Hablemos primero del diálogo. Veo sobre todo tres campos de diálogo para la Iglesia en nuestro tiempo, en los cuales ella debe estar presente en la lucha por el hombre y por lo que significa ser persona humana: el diálogo con los Estados, el diálogo con la sociedad - incluyendo en él el diálogo con las culturas y la ciencia - y el diálogo con las religiones. En todos estos diálogos, la Iglesia habla desde la luz que le ofrece la fe. Pero encarna al mismo tiempo la memoria de la humanidad, que desde los comienzos y en el transcurso de los tiempos es memoria de las experiencias y sufrimientos de la humanidad, en los que la Iglesia ha aprendido lo que significa ser hombres, experimentando su límite y su grandeza, sus posibilidades y limitaciones. La cultura de lo humano, de la que ella se hace valedora, ha nacido y se ha desarrollado a partir del encuentro entre la revelación de Dios y la existencia humana.
La Iglesia representa la memoria de ser hombres ante una cultura del olvido, que ya sólo conoce a sí misma y su propio criterio de medida. Pero, así como una persona sin memoria ha perdido su propia identidad, también una humanidad sin memoria perdería su identidad. Lo que se ha manifestado a la Iglesia en el encuentro entre la revelación y la experiencia humana va ciertamente más allá del ámbito de la razón, pero no constituye un mundo especial, que no tendría interés alguno para el no creyente. Si el hombre reflexiona sobre ello y se adentra en su comprensión, se amplía el horizonte de la razón, y esto concierne también a quienes no alcanzan a compartir la fe en la Iglesia. En el diálogo con el Estado y la sociedad, la Iglesia no tiene ciertamente soluciones ya hechas para cada uno de los problemas. Se esforzará junto con otras fuerzas sociales para las respuestas que se adapten mejor a la medida correcta del ser humano.

Lo que ella ha reconocido como valores fundamentales, constitutivos y no negociables de la existencia humana, lo debe defender con la máxima claridad. Ha de hacer todo lo posible para crear una convicción que se pueda concretar después en acción política.

En la situación actual de la humanidad, el diálogo de las religiones es una condición necesaria para la paz en el mundo y, por tanto, es un deber para los cristianos, y también para las otras comunidades religiosas. Este diálogo de las religiones tiene diversas dimensiones. Será en primer lugar un simple diálogo de la vida, un diálogo sobre el compartir práctico. En él no se hablará de los grandes temas de la fe: si Dios es trinitario, o cómo ha de entenderse la inspiración de las Sagradas Escrituras, etc. Se trata de los problemas concretos de la convivencia y de la responsabilidad común respecto a la sociedad, al Estado, a la humanidad. En esto hay que aprender a aceptar al otro en su diferente modo de ser y pensar. Para ello, es necesario establecer como criterio de fondo del coloquio la responsabilidad común ante la justicia y la paz.

Un diálogo en el que se trata sobre la paz y la justicia se convierte por sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, en un debate ético acerca de las valoraciones que son el presupuesto del todo. De este modo, un diálogo meramente práctico en un primer momento se convierte también en una búsqueda del modo justo de ser persona humana. Aun cuando las opciones de fondo en cuanto tales no se ponen en discusión, los esfuerzos sobre una cuestión concreta llegan a
desencadenar un proceso en el que, mediante la escucha del otro, ambas partes pueden encontrar purificación y enriquecimiento. Así, estos esfuerzos pueden significar también pasos comunes hacia la única verdad, sin cambiar las opciones de fondo. Si ambas partes están impulsadas por una hermenéutica de la justicia y de la paz, no desaparecerá la diferencia de fondo, pero crecerá también una cercanía más profunda entre ellas.

Hay dos reglas para la esencia del diálogo interreligioso que, por lo general, hoy se consideran fundamentales:
1. El diálogo no se dirige a la conversión, sino más bien a la comprensión. En esto se distingue de la evangelización, de la misión.
2. En conformidad con esto, en este diálogo, ambas partes permanecen conscientemente en su propia identidad, que no ponen en cuestión en el diálogo, ni para ellas, ni para los otros.

Estas reglas son justas. No obstante, pienso que estén formuladas demasiado superficialmente de esta manera. Sí, el diálogo no tiene como objetivo la conversión, sino una mejor comprensión recíproca. Esto es correcto. Pero tratar de conocer y comprender implica siempre un deseo de acercarse también a la verdad. De este modo, ambas partes, acercándose paso a paso a la verdad, avanzan y están en camino hacia modos de compartir más amplios, que se fundan en la unidad de la verdad. Por lo que se refiere al permanecer fieles a la propia identidad, sería demasiado poco que el cristiano, al decidir mantener su identidad, interrumpiese por su propia cuenta, por decirlo así, el camino hacia la verdad. Si así fuera, su ser cristiano sería algo arbitrario, una opción simplemente fáctica. De esta manera, pondría de manifiesto que él no tiene en cuenta que en la religión se está tratando con la verdad. Respecto a esto, diría que el cristiano tiene una gran confianza fundamental, más aún, la gran certeza de fondo de que puede adentrarse tranquilamente en la inmensidad de la verdad sin ningún temor por su identidad de cristiano.

Ciertamente, no somos nosotros quienes poseemos la verdad, es ella la que nos posee a nosotros: Cristo, que es la Verdad, nos ha tomado de la mano, y sabemos que nos tiene firmemente de su mano en el camino de nuestra búsqueda apasionada del conocimiento. El estar interiormente sostenidos por la mano de Cristo nos hace libres y, al mismo tiempo, seguros. Libres, porque, si estamos sostenidos por Él, podemos entrar en cualquier diálogo abiertamente y sin miedo. Seguros, porque Él no nos abandona, a no ser que nosotros mismos nos separemos de Él. Unidos a Él, estamos en la luz de la verdad.

Para concluir es preciso hacer una breve anotación sobre el anuncio, sobre la evangelización, de la que, siguiendo las propuestas de los padres sinodales, hablará efectivamente con amplitud el documento postsinodal. Veo que los elementos esenciales del proceso de evangelización aparecen muy elocuentemente en el relato de san Juan sobre la llamada de los dos discípulos del Bautista, que se convierten en discípulos de Cristo (cf. Jn 1,35-39). Encontramos en primer lugar el mero acto del anuncio. Juan el Bautista señala a Jesús y dice: «Este es el Cordero de Dios».
Poco más adelante, el evangelista narra un hecho similar. Esta vez es Andrés, que dice a su hermano Simón: «Hemos encontrado al Mesías» (1,41). El primero y fundamental elemento es el simple anuncio, el kerigma, que toma su fuerza de la convicción interior del que anuncia. En el relato de los dos discípulos sigue después la escucha, el ir tras los pasos de Jesús, un seguirle que no es todavía seguimiento, sino más bien una santa curiosidad, un movimiento de búsqueda. En efecto, ambos son personas en búsqueda, personas que, más allá de lo cotidiano, viven en espera de Dios, en espera porque Él está y, por tanto, se mostrará. Su búsqueda, iluminada por el anuncio, se hace concreta. Quieren conocer mejor a Aquél que el Bautista ha llamado Cordero de Dios. El tercer acto comienza cuando Jesús mira atrás hacia ellos y les pregunta: «¿Qué buscáis?». La respuesta de ambos es de nuevo una pregunta, que manifiesta la apertura de su espera, la disponibilidad a dar nuevos pasos. Preguntan: «Maestro, ¿dónde vives?». La respuesta de Jesús: «Venid y veréis», es una invitación a acompañarlo y, caminando con Él, a llegar a ver. La palabra del anuncio es eficaz allí donde en el hombre existe la disponibilidad dócil para la cercanía de Dios; donde el hombre está interiormente en búsqueda y por ende en camino hacia el Señor. Entonces, la atención de Jesús por él le llega al corazón y, después, el encuentro con
el anuncio suscita la santa curiosidad de conocer a Jesús más de cerca. Este caminar con Él conduce al lugar en el que habita Jesús, en la comunidad de la Iglesia, que es su Cuerpo.

Significa entrar en la comunión itinerante de los catecúmenos, que es una comunión de profundización y, a la vez, de vida, en la que el caminar con Jesús nos convierte en personas que ven.
«Venid y veréis». Esta palabra que Jesús dirige a los dos discípulos en búsqueda, la dirige también a los hombres de hoy que están en búsqueda. Al final de año, pedimos al Señor que la Iglesia, a pesar de sus pobrezas, sea reconocida cada vez más como su morada. Le rogamos para que, en el camino hacía su casa, nos haga día a día más capaces de ver, de modo que podamos decir mejor, más y más convincentemente: Hemos encontrado a Aquél, al que todo el mundo espera, Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero hombre. Con este espíritu os deseo de corazón a todos una Santa Navidad y un feliz Año Nuevo. capaces de superar esas pequeñas tristezas que, a veces, hay en el ánimo. Además, estáis en busca del autor del amor (...)

Todos necesitamos querer y sentir que hay alguien que nos acepta y nos quiere. Sentirse amados es necesario para vivir, pero, es igualmente importante ser capaces de amar a los demás, para que sea hermosa la vida de todos; también la de vuestros coetáneos que atraviesan momentos difíciles. Jesús nos ha enseñado con su vida que Dios ama a todos sin distinción y quiere que todos vivan felices.

Por último, buscáis, seguramente, al autor de la paz, que tanto necesita el mundo. A menudo los hombres creen que pueden construir la paz sólos, pero es importante comprender que Dios es el que nos da una paz verdadera y sólida. Si sabemos escucharlo, si le dejamos sitio en nuestra vida, Dios disuelve el egoísmo que, a menudo, contamina las relaciones entre las personas y entre las naciones y hace que broten deseos de reconciliación, de perdón y de paz, incluso en quien tiene el corazón endurecido. Si os ayudáis entre vosotros para buscar al gran Autor de la vida, de la alegría, del amor, de la paz, descubriréis que este autor no está nunca lejos de vosotros; al contrario, está cerquísima: es el Dios que se ha hecho niño en Jesús".


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Breve biografía de José Gabriel del Rosario Bochero, sacerdote. (AICA)

El Cura Brochero

José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) fue ordenado sacerdote a los 26 años. Al inicio de su ministerio, el cura Brochero, como le llamaban sus fieles, se destacó por su entrega para socorrer a los enfermos y moribundos de la epidemia de cólera que azotó en 1867 a la ciudad de Córdoba.

El 24 de diciembre de 1869 deja la ciudad de Córdoba para hacerse cargo del curato de San Alberto, actualmente conocido como el valle de Traslasierra, instalado en la localidad de Villa del Tránsito.

Se lo recuerda como el "cura gaucho" que asumió como propias las necesidades de la gente. Con sus propias manos y animando a los pobladores construyó iglesias y capillas, levantó escuelas y abrió caminos entre las montañas.

En su vejez el padre Brochero enfermó de lepra, al haber compartido el mate y la vida de enfermos de ese mal, que lo dejó sordo y ciego.

Para más información se puede visitar www.curabrochero.org.ar.+

 

(zenit) Brochero, discípulo misionero de Jesucristo

Nació el 16 de Marzo de 1840 en un paraje llamado “Carreta Quemada” en las cercanías de Santa Rosa del Río Primero, provincia de Córdoba, siendo bautizado al otro día de su nacimiento en la parroquia de Santa Rosa. A los 16 años entró en el Seminario Mayor de Córdoba “Nuestra Señora de Loreto”, donde recibió su formación sacerdotal, y en las aulas de la Universidad de Córdoba cursó sus estudios filosóficos y teológicos. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el obispo José Vicente Ramírez de Arellano y dijo su Primera Misa en la Capilla del Seminario en la festividad de Nuestra Señora de Loreto. Fue nombrado prefecto de Estudios del Seminario e inició su vida pastoral en la catedral de Córdoba. En 1869, se recibió de Maestro en Filosofía por la Universidad y en noviembre de 1869 el obispo lo destinó a Traslasierra a hacerse cargo del Curato de San Alberto. Más tarde es nombrado Párroco de Villa del Tránsito, actualmente Villa Cura Brochero, desde donde desplegó su intenso ministerio pastoral. Murió leproso y ciego en esa Villa el 26 de enero 1914, a los 74 años de edad.

Un rasgo típico de su vida sacerdotal fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios no de forma general y abstracta sino aplicada a las circunstancias concretas de la vida. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y que luego se expande en la acción apostólica. Convencido de que los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola eran un medio excelente para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios en donde llegaron a darse tandas hasta de 800 participantes cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres. Estos "baños del alma", como denominaba a los Ejercicios Espirituales ignacianos, le llevó a predicarlos también en otras partes del país (Santiago del Estero, Tucumán) y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba .

En cada una de las etapas de su vida sacerdotal, el Cura Brochero se interesó también por el desarrollo socioeconómico de sus fieles, la enseñanza, los caminos, el ferrocarril. Su corazón sacerdotal se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana. Sus gestos sacerdotales procedían del amor de Cristo Pastor que busca al hombre necesitado de paz y de perdón, de justicia, de verdad. Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio". Brochero conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril) y finalmente, su lepra.

Mirando su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Ya lo señalaba un periodista en un artículo escrito en un diario cordobés en 1887: "Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio... ¡y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero".

Otro rasgo de su estilo sacerdotal fue la clara conciencia de que Dios es la fuente auténtica de la dignidad humana y por tanto predicar a Cristo es llevar a todo hombre a una vida más digna y humana. Esta convicción lo llevaba a que en su acción pastoral siempre estuvieran unidos vida en Dios y vida humana más plena. En su mente y corazón de pastor, evangelización y promoción humana formaban un binomio inseparable. A diferencia de muchos sacerdotes de su época, entendió su misión de manera amplia, integral, sin limitarse a lo sacramental, llegando a alcanzar horizontes que aún hoy sorprenden por su audacia, intensidad y amplitud. Su celo evangelizador lo llevó a mejorar las condiciones de vida de sus feligreses: telégrafos, correos, escuelas públicas, caminos, tramitación para conseguir el ferrocarril, promoción del turismo en la zona, proyectos de construcción de un dique, cultivo de peces para alimento de su gente, educación de la mujer a través de la fundación del colegio de niñas con la invalorable cooperación de las Esclavas del Corazón de Jesús.

El Episcopado Argentino en enero de 1964 --en pleno Concilio Vaticano II- expresó a través del cardenal Antonio Caggiano su adhesión a la figura de Brochero: “Como todos los grandes hombres, Brochero fue un ‘precursor’. Se adelantó a las ideas de su tiempo y a los métodos pastorales y misioneros de entonces, buscando nuevas maneras de transmitir íntegramente el mensaje cristiano. De un humilde pueblo de escasa vida espiritual, hizo una auténtica parroquia cuya irradiación espiritual todavía hoy continúa en toda la provincia de Córdoba. Se ocupó tanto del ‘cuerpo de su parroquia’ (cuidados a los necesitados, obras de caridad y misericordia, mejoras materiales en iglesias, caminos, proyecto de ferrocarril, etc.) como del ‘alma’ de la misma (enseñando, predicando, orando, convirtiendo con la palabra y el ejemplo). Amó a su parroquia hasta el fin y dio su vida por ella. Dios quiso que se inmolara en el más doloroso sacrificio, contrayendo la más penosa de las enfermedades: la lepra, en el decurso de las tareas apostólicas. Pero ni esta enfermedad ni la pérdida de la vista que la siguiera, fueron obstáculo para que el Cura Brochero fuera ‘cura hasta el final’, edificando su parroquia hasta el último día de su vida, con su oración, su Misa, su ejemplo, su caridad”.

Por todo esto, los obispos de la provincia de Córdoba afirman que la beatificación del Padre José Gabriel Brochero "es una gracia también para toda la Iglesia que está en la Argentina y para la Iglesia Católica toda. En el misterio de la comunión de los santos, todos crecemos en la Iglesia cuando alguien como el Cura Brochero, vive en plenitud el Evangelio de Jesucristo. En esta espiritualidad de comunión la Iglesia se convierte en testimonio viviente de la Pascua de Cristo".

"Quiera Dios concedernos que todos en la Iglesia --y de manera especial los sacerdotes- recibamos a través de este hecho de gracia que será la Beatificación de Brochero, una profunda invitación a la santidad a la que la vida de Brochero ciertamente nos interpela a través del ejemplo de su vida entregada", añaden.

"Ponemos estos deseos en las manos de nuestra Madre Purísima, a la que tanto amó y veneró José Gabriel del Rosario Brochero", concluyen.

Para más información se puede visitar www.curabrochero.org.ar.


Publicado por verdenaranja @ 21:33  | Pastoral Vocacional
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Viernes, 21 de diciembre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo cuarto de Adviento  - C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

 Domingo 4º de Adviento C

             ¡Estamos a las puertas de la Navidad!

       Por el camino del Adviento hemos sido acompañados por algunos personajes de la Historia santa, que nos han ayudado en nuestra preparación y que se convierten en “los iconos” de este Tiempo: Los profetas, particularmente, Isaías, el profeta de la esperanza, Juan el Bautista,  y  la Virgen María, especialmente en su Concepción Inmaculada.

El cuarto domingo centramos nuestra atención cada año, en la Maternidad divina de María. Qué bien celebraríamos la Navidad de la mano de la Virgen, tratando de hacer nuestros sus pensamientos y sentimientos inefables y su modo peculiar de vivir los distintos acontecimientos que celebramos. El Evangelio de hoy nos presenta la escena magnífica de la  Visitación de María a su prima Isabel: “Por aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel”. ¡Qué provechoso sería contemplar a la Virgen de camino, llevando a Cristo en su seno!  En Ella llegan a su cumplimiento las promesas de la Historia de la Salvación. Ella centra y encierra  los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de todos los hombres, sedientos de salvación…, de todos los pueblos, de todos los tiempos. Ella es, en efecto, “la Madre del Enmanuel”. Por medio de Ella Dios mismo ha acampado entre nosotros. Ella es “la Madre de Jesús”, que significa “Yahvé salva”, porque el Señor viene como Salvador.

En la Montaña su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, proclama la grandeza de la Virgen María convertida en “La Mujer”, la nueva Eva, que nos trae la salvación, diciendo: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” Ella es, en efecto, “la Virgen Madre”. Por eso añade Isabel: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Isabel representa a todo aquel que celebra la Navidad con alegría desbordante, porque está experimentando la salvación que ha llegado desde hace mucho tiempo: “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre.” Y representa también a todos los que en estas fechas se esfuerzan por llevar a los hermanos la Buena Noticia de la Navidad.  Ella nos presenta a María como el prototipo de aquel que ha recibido el don de la fe y experimenta en la Navidad la dicha de creer: “¡Dichosa tú porque has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Mis queridos amigos: ¡Llega el Señor! ¡Él es el Rey de la gloria! Dichosos los que están preparados para salir a su encuentro.       

                                         ¡FELIZ NAVIDAD!


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CUARTO DE ADVIENTO C    

MONICIONES

 

 PRIMERA LECTURA

            Ocho  siglos antes de que sucediera, el profeta anuncia el lugar del nacimiento de Jesucristo: Es Belén, donde había nacido el rey David.

 

SALMO

            Unámonos a las palabras del salmo. Ya  en vísperas de la Navidad, pidamos al Señor que venga a restaurarnos y a salvarnos.

 

SEGUNDA LECTURA

            La segunda Lectura nos revela las disposiciones del corazón de Cristo cuando entró en el mundo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas por los pecados, pero me has preparado un cuerpo. Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.  

 

TERCERA LECTURA

            Dispongámonos a escuchar ahora el anuncio gozoso del Evangelio que centra nuestra atención, la Mujer elegida para ser la Madre del Señor.

(Aclamemos a Jesucristo que viene, con el canto del aleluya. Todos de pie).

 

COMUNIÓN

            En la Comunión recibimos a Jesucristo, que un día se hizo hombre en la Virgen María. Pidámosle, por su intercesión, que nos ayude a celebrar las fiestas que se acercan con auténtico espíritu cristiano.

 

 

 


Publicado por verdenaranja @ 22:56  | Liturgia
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ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, Cuarto Domingo de Adviento, del padre Jesús Álvarez, paulino.

Servicio humano y relación salvífica
Comentario al evangelio del Domingo 4° de Adviento/C

Por Jesús Álvarez SSP

“Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: "¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!"”(Lc. 1, 39-45)

La visita de la Virgen María a Isabel, constituye la primera misión evangelizadora cristiana: María lleva a Cristo a la casa de Isabel.

No es fácil imaginar la grande y grata sorpresa de Isabel al oír el saludo de su joven prima María, y no solo por su presencia, sino sobre todo porque percibió en ella a la portadora de otra presencia más grata y más grande aún: el Mesías Salvador, reconocido primero por el niño –futuro Precursor de Jesús--, que Isabel llevaba en su seno y que saltó de gozo ante el Niño Dios.

Es sumamente consolador y admirable ver cómo Dios hace presente al Salvador a través de un servicio ordinario, humilde, hogareño. Sí: el máximo servicio que podemos hacer a las personas a quienes prestamos ayudas materiales, humanas, consiste en llevarles a la vez la salvación de Dios a través de nuestro servicio, testimonio, oración, alegría, sufrimiento, perdón, palabra, fe viva...

Ciertamente Isabel valoraba mucho más el servicio salvífico de María, portadora del Salvador, que sus servicios domésticos, que también agradecía de corazón, aunque se sentía indigna de ser servida por la Madre del Mesías.

¡Qué maravilloso ejemplo el de estas dos mujeres! En María y en Isabel todo gesto humano ordinario se convierte en acontecimiento de salvación, gracias a que ambas han creído que la salvación de Dios se concreta en acciones y en gestos ordinarios cuando estos se realizan con amor y fe.

Desde la caricia a un niño, la sonrisa a un anciano, la limosna a un pobre, la visita a un enfermo o encarcelado, el consuelo a un afligido, el sufrimiento ofrecido, la alegría, la evangelización, el testimonio, hasta la ternura total en el matrimonio, todo puede y debe ser cauce de salvación para quien da y para quien recibe.

Esos gestos realizados en unión con Cristo en la fe y el amor, nos hacen acreedores del elogio de Isabel a María: “Dichosa tú porque has creído”, y a la promesa de Jesús: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto”.

El apostolado y el “sacerdocio” --mediación entre Dios y los hombres--, de María, superan con mucho al de todos los apóstoles, obispos, papas, misioneros y sacerdotes juntos. La mujer no tiene por qué envidiar el sacerdocio ministerial --pero tampoco infravalorarlo--, pues si con amor y fe ejerce su sacerdocio bautismal a imitación de la Madre de Jesús, comparte la eficacia salvadora del sacerdocio ministerial.

Este privilegio salvífico, hecho vida y obra en unión con Cristo, nos hace auténticos apóstoles de Jesús resucitado presente, más allá de los ritos y prácticas externas, que solo valen en cuanto están vivificadas por esa ansia de salvación propia y ajena.

Hacerte apóstol a imitación de María, está a tu alcance mediante estos seis formas de apostolado que ella realizó: vida interior de unión con Cristo, oración, sufrimiento ofrecido, testimonio, palabra y acción.


Publicado por verdenaranja @ 22:51  | Espiritualidad
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ZENIT nos ofrece el mensaje del santo padre Benedicto XVI durante la  Audiencia del miércoles, 19 de Diciembre de 2012. 

Queridos hermanos y hermanas:

En el camino del Adviento, la Virgen María tiene un lugar especial, como aquella que de un modo único ha esperado el cumplimiento de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en obediencia total a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar con ustedes brevemente sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

“Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou”,“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc. 1,28). Estas son las palabras --relatadas por el evangelista Lucas--, con las que el arcángel Gabriel saluda a María. A primera vista el término chaîre, “alégrate”, parece un saludo normal, usual en la costumbre griega, pero esta palabra, cuando se lee en el contexto de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como un anuncio de alegría para la venida del Mesías (cf. Sof. 3,14; Joel 2,21; Zac 9,9; Lam 4,21). El saludo del ángel a María es entonces una invitación a la alegría, a una alegría profunda, anuncia el fin de la tristeza que hay en el mundo frente al final de la vida, al sufrimiento, a la muerte, al mal, a la oscuridad del mal que parece oscurecer la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el comienzo del Evangelio, la Buena Nueva.

¿Pero por qué María es invitada a alegrarse de esta manera? La respuesta está en la segunda parte del saludo: “El Señor está contigo”. También aquí, con el fin de comprender bien el significado de la expresión debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el libro de Sofonías encontramos esta expresión“: ¡Grita de alegría, hija de Sión!... El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti… ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!” (3,14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como un salvador y habitará en medio de su pueblo, en el vientre de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo desposado con Dios, es en realidad la hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella habita el Dios vivo.

En el saludo del ángel, María es llamada “llena de gracia”; en griego el término “gracia”, charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra “alegría”. Incluso en esta expresión se aclara aún más la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia, que viene de la comunión con Dios, de tener una relación tan vital con Él, de ser morada del Espíritu Santo, totalmente modelada por la acción de Dios. María es la criatura que de una manera única ha abierto la puerta a su Creador, se ha puesto en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en la relación con el Señor; es una actitud de escucha, atenta a reconocer los signos de Dios en el camino de su pueblo; se inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

El evangelista Lucas narra la historia de María a través de un buen paralelismo con la historia de Abraham. Así como el gran patriarca fue el padre de los creyentes, que ha respondido al llamado de Dios a salir de la tierra en la que vivía, de su seguridad, para iniciar el viaje hacia una tierra desconocida y poseída solo por la promesa divina, así María confía plenamente en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en un modelo y madre de todos los creyentes.

Me gustaría hacer hincapié en otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y a su acción en la fe, también incluye el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no anula la distancia entre el Creador y la criatura, no elimina lo que el apóstol Pablo dijo ante la profundidad de la sabiduría de Dios, “¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” (Rm. 11, 33). Pero así aquel –que como María--, está abierto de modo total a Dios, llega a aceptar la voluntad de Dios, aún si es misteriosa, a pesar de que a menudo no corresponde a la propia voluntad y es una espada que atraviesa el alma, como proféticamente lo dirá el viejo Simeón a María, en el momento en que Jesús es presentado en el Templo (cf. Lc. 2,35). El camino de fe de Abraham incluye el momento de la alegría por el don de su hijo Isaac, pero también un momento de oscuridad, cuando tiene que subir al monte Moria para cumplir con un gesto paradójico: Dios le pidió que sacrificara al hijo que le acababa de dar. En el monte el ángel le dice: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu único hijo” (Gen. 22,12); la plena confianza de Abraham en el Dios fiel a su promesa existe incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible de aceptar. Lo mismo sucede con María, su fe vive la alegría de la Anunciación, pero también pasa a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo, a fin de llegar hasta la luz de la Resurrección.

No es diferente para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero también encontramos pasajes en los que Dios parece ausente, su silencio pesa sobre nuestro corazón y su voluntad no se corresponde con la nuestra, con aquello que nos gustaría. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, recibimos el don de la fe, ponemos nuestra confianza en Él por completo --como Abraham y como María--, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en paz y garantía de su lealtad y de su amor. Pero esto significa salir de sí mismos y de los propios proyectos, porque la Palabra de Dios es lámpara que guía nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Quiero volver a centrarme en un aspecto que surge en las historias sobre la infancia de Jesús narradas por san Lucas. María y José traen a su hijo a Jerusalén, al Templo, para presentarlo y consagrarlo al Señor como es requerido por la ley de Moisés: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor” (Lc. 2, 22-24). Este gesto de la Sagrada Familia adquiere un sentido más profundo si lo leemos a la luz de la ciencia evangélica del Jesús de doce años que, después de tres días de búsqueda, se le encuentra en el templo discutiendo entre los maestros. A las palabras llenas de preocupación de María y José: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”, corresponde la misteriosa respuesta de Jesús: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc. 2,48-49). Es decir, en la propiedad del Padre, en la casa del Padre, como lo está un hijo. María debe renovar la fe profunda con la que dijo "sí" en la Anunciación; debe aceptar que la precedencia la tiene el verdadero Padre de Jesús; debe ser capaz de dejar libre a ese Hijo que ha concebido para que siga con su misión. Y el "sí" de María a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.

Frente a todo esto, podemos preguntarnos: ¿cómo ha podido vivir de esta manera María junto a su Hijo, con una fe tan fuerte, incluso en la oscuridad, sin perder la confianza plena en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume frente a lo que le está sucediendo en su vida. En la Anunciación, ella se siente turbada al oír las palabras del ángel --es el temor que siente el hombre cuando es tocado por la cercanía de Dios--, pero no es la actitud de quien tiene temor ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de tal saludo (cf. Lc. 1,29). La palabra griega que se usa en el Evangelio para definir este “reflexionar”, “dielogizeto”, se refiere a la raíz de la palabra “diálogo”. Esto significa que María entra en un diálogo íntimo con la Palabra de Dios que le ha sido anunciada, no la tiene por superficial, sino la profundiza, la deja penetrar en su mente y en su corazón para entender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio. Otra referencia sobre la actitud interior de María frente a la acción de Dios la encontramos, siempre en el evangelio de san Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se dice que María “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc, 2,19); el término griego es symballon, podríamos decir que Ella “unía”, “juntaba” en su corazón todos los eventos que le iban sucediendo; ponía cada elemento, cada palabra, cada hecho dentro del todo y lo comparaba, los conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que sucede en su vida, sino que sabe mirar en lo profundo, se deja interrrogar por los acontecimientos, los procesa, los discierne, y adquiere aquella comprensión que solo la fe puede garantizarle. Y la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge dentro de sí misma incluso aquello que no comprende de la acción de Dios, dejando que sea Dios quien abra su mente y su corazón. “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1,45), exclama la pariente Isabel. Es por su fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Queridos amigos, la solemnidad de la Natividad del Señor, que pronto celebraremos, nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de la fe. La gloria de Dios se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no brilla en una ciudad famosa, en un palacio suntuoso, sino que vive en el vientre de una virgen, se revela en la pobreza de un niño.

La omnipotencia de Dios, también en nuestras vidas, actúa con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, por lo tanto, que el poder inerme de aquel Niño, al final gana al ruido de los poderes del mundo.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú en el tercer Domingo de Adviento (16 de diciembre de 2012) (AICA)

“El Señor es mi Dios y mi Salvador, en Él confío” (Is. 12,2)   

Ya está próxima la Navidad y la alegría inunda el corazón de los creyentes y de toda la Iglesia. Jesús, el Mesías, llega y es el gran acontecimiento salvífico que celebra la Iglesia. Sin embargo continúa llamándonos y exhortándonos a la conversión del corazón para que le podamos recibir con amor. El tema de las dos primeras lecturas es la alegría: ¡“Exulta, hija de Sión”! ¡”Regocíjate de gozo Israel, y hazlo con todo tu corazón hija de Israel!” (Sof.3, 14).

Se alegra Israel porque Jerusalén será restaurada, pero por sobre todas las cosas por el cumplimiento de las promesas mesiánicas que el Profeta hace ya gustar con la presencia de Dios entre su Pueblo: “aquel día se dirá…está el medio de ti el Señor como poderoso salvador” (Ib17-18). “Aquel día” tan lleno de gozo será el nacimiento de Jesús en Belén. Se llena de alegría Israel y se goza la Iglesia porque vendrá en medio de los hombres el Mesías, Jesús, Dios hecho Hombre, a vivir entre los hombres trayéndonos la salvación. La Iglesia toda, cada año conmemora con alegría el nacimiento del salvador y es por esto que nos exhorta hoy a llenar el corazón de alegría. Si bien fue un hecho ya cumplido, nos exhorta a la conversión del corazón ya que estamos en continuo camino hacia el Señor en su venida definitiva.

La conversión del corazón no nos sume en la tristeza, sino en la alegría, como nos enseña el Apóstol: “Alegraos siempre en el Señor y regocijaos. Llenaos de gozo, os repito “el Señor está cerca, porque ya ha venido; y porque volverá” (Fil. 4, 4-5). Cada Navidad, hermanos, si la vivimos en el piadoso amor de Dios -es decir religiosamente- nos dará la gracia de unirnos a Él de una forma especial y de descubrir al Señor de una forma nueva y más profunda. Como preparación a la venida del Señor, San Pablo nos propone la bondad: “vuestra amabilidad sea notoria con todos los hombres” (Ib. 5).

El mismo evangelio insiste sobre este tema a través de la predicación de Juan, el Bautista: ”enderezad los caminos, preparad vuestras almas para la venida del Señor. ¿Qué tenemos que hacer? le preguntaban los oyentes (Lc. 3,10) (y hoy nosotros nos hacemos la misma pregunta). Y él les respondía: “el que tiene dos túnicas dé una al que no la tiene y el que tiene de comer haga lo mismo” (Ib. 11). La caridad para con el prójimo unida al amor de Dios es el punto central de la conversión. El hombre egoísta, sólo preocupado por sus intereses, debe cambiar de actitud y preocuparse más por el bien de los hermanos. Y cada uno de nosotros sabe de qué cosas debe preocuparse. Juan no pide grandes cosas sino la actitud caritativa en lo cotidiano. Nos habla de la justicia y la caridad, de no explotar a nuestro prójimo, ser honrados en el cumplimiento de nuestros deberes…

Jesús hoy nos responde lo mismo. Este es el camino para una preparación digna y cristiana de la Navidad y Jesús quiere ser acogido no sólo en nuestro corazón, sino a través nuestro en el corazón de los hermanos, especialmente en el corazón de los más pobres y el de aquellos que más sufren. No nos olvidemos de la pregunta de los discípulos: “¿Señor, cuándo te dimos de comer o te vestimos? … Cuando lo habéis hecho con alguno de mis pequeños, conmigo lo habéis hecho” (Mt. 25, 37.40). ¡Cómo se identifica Jesús con los más pequeños y con los que sufren! Este debe ser el propósito de una Navidad cristiana: festejar el nacimiento del Señor, viviendo en lo más profundo de nuestro corazón el deseo de identificarnos con El.

Que la Virgen Madre nos ayude, desde nuestro corazón, a imitar el corazón de su Hijo.


Mons. Marcelo Raúl Martorell, Obispo Puerto Iguazú


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Jueves, 20 de diciembre de 2012

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el tercer domingo de Adviento (16 de diciembre de 2012) (AICA)

“Volver a Dios”

Los textos bíblicos de este tercer domingo de adviento nos llaman a animarnos y a no perder la esperanza. La figura de San Juan Bautista, desde su austeridad profética, nos exhorta a convertirnos. El que es el profeta de “la verdad”, no dudó en denunciar a Herodes y en dar la vida por lo que creía. Solo podemos “volver a Dios”, cuando nos disponemos a construir desde “roca” y no desde arena, o bien desde las mentiras. Cuando con humildad somos capaces de revisarnos y evaluar como estamos construyendo, nos encaminamos a realizar “un examen de conciencia” y nos introducimos en el camino de reconciliación que nos permite “volver a Dios”.

El adviento ubicado en el fin del año, es un tiempo apropiado para realizar “un examen de conciencia”. Si bien tiene una dimensión personal, el mismo no puede ser un acto individualista. Necesariamente tenemos que revisar como vivimos nuestros compromisos comunitarios y si el llamado a la santidad lo asumimos desde nuestra responsabilidad ciudadana construyendo una sociedad mejor.

En el documento “Navega mar adentro” de la Conferencia Episcopal Argentina, se subraya que: “El primer servicio de la Iglesia a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucristo… (La nueva evangelización), nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, la cual implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construcción del bien común” (95).

En el número siguiente se señalan algunos aspectos que son indispensables que tengamos en cuenta en todo examen de conciencia y confesión bien hechos: “Una conversión es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de la vida cotidiana y no se pone el esfuerzo de llevarlas a cabo. Esto implica una formación permanente de los cristianos, en virtud de su propia vocación, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables” (96).

Sabemos que nuestro tiempo padece una profunda crisis de valores, que en gran parte se da por no construir sobre “la verdad” como denuncia este domingo San Juan Bautista. Convivimos con un fuerte relativismo cultural, donde “el bien y el mal” tienen igual valoración. Algunos sectores del poder pretenden imponer un llamado “cambio cultural” construido sobre este relativismo, donde algunos valores como la vida, la familia, la justicia, la pureza… son ridiculizados. Las faltas de magnanimidad y de bien común en el horizonte de muchos de nuestros dirigentes sociales nos fueron sumergiendo en una “sociedad pobre” humana y socialmente.

Aunque no hemos revertido este contexto difícil, podemos decir que en este tiempo de adviento seguimos, y con más entusiasmo, manteniendo la esperanza. Percibimos que en nuestra sociedad, nuestro pueblo sencillo no ha perdido la sensatez o el sentido común, y mantiene un deseo profundo, de construir una sociedad que tenga presente algunos valores fundamentales. Creemos y tenemos esperanza, que el futuro no está solo en manos de unos pocos, sino que dependerá de nuestro compromiso ciudadano y nuestra participación “responsable”.

En este tiempo de adviento queremos “volver a Dios”. San Juan Bautista señala con humildad que él no era el Mesías que tenía que venir: “Viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. En esta Navidad esperamos a Jesús, quien es el Señor de la Historia por su nacimiento. “Siendo la plenitud de la vida ha sido enviado a poner “su carpa” en medio de nuestras vidas pequeñas para hacerlas grandes y luminosas… El tiempo humano del nacimiento, del crecimiento, del trabajo humilde, de la vida familiar, ha sido visitado por la eternidad” (J.S.H. 9).

Nuestra esperanza alimentada en esta Navidad por el nacimiento de Jesús nos compromete a realizar un buen examen de conciencia y a trabajar activamente en ser constructores de una sociedad mejor.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!


Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


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Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (15 de diciembre de 2012) (AICA)

Tiempo de Adviento

“Nos encontramos ya en el último tramo del tiempo litúrgico de Adviento. En este período la Iglesia quiere que nos preparemos dignamente para celebrar la próxima Navidad y nos invita a que actualicemos aquella prolongada expectativa y preparación espiritual del pueblo de Israel, y también de algún modo de todas las naciones de la tierra, para recibir la salvación”.

“En el período de Adviento nosotros evocamos aquella larga espera y eso tiene que animarnos a preparar la Navidad con una especial intensidad espiritual”.

“La Navidad no es el simple recuerdo de un hecho del pasado. Cuando la Iglesia la celebra, en el misterio de la celebración, sobre todo de la celebración litúrgica, la gracia de la Navidad se hace presente nuevamente”.

“Pero en el período de Adviento también la Iglesia enfoca la segunda venida de Cristo, su venida gloriosa al fin de los tiempos. La primera generación cristiana, tal como aparece en los escritos del Nuevo Testamento, tenía la mirada del corazón puesta en el Cristo glorioso que vuelve para juzgar al mundo, para clausurar la historia humana y llevar a sus elegidos al Reino”.

“La inminencia de la segunda venida de Jesús es un dato que debe quedar en lo hondo de nuestra conciencia porque en realidad desde que el Señor subió al cielo, el día de la Ascensión, su segunda venida, aunque no sepamos cuando ocurrirá, es siempre inminente”.

“No corresponde decir entonces: “Bueno, no sabemos cuando ocurrirá eso; además pueden pasar todavía milenios…”. Desde que ha partido, el Resucitado está, de algún modo, siempre viniendo”.

“Entonces el Adviento recoge estas dos miradas sobre Cristo: la primera que se dirige a su primera venida en la humildad de la carne, su venida para traernos la gracia de la redención. Y la mirada en la segunda venida, que es la de Cristo en la gloria, cuando vendrá como Juez”.

“También podríamos señalar una conjunción de esas dos venidas que aparece clara en la espiritualidad del Adviento. San Bernardo, en uno de sus sermones sobre este tiempo, habla de un tercer Adviento, de un Adviento intermedio. Se refiere a la venida constante del Señor a las almas, a la venida de Cristo por medio de su gracia, por medio de los dones de su Espíritu, para habitar en nosotros”.

“Tanto la primera venida como la segunda aparecen actualizadas en esta especie de Adviento intermedio. Al prepararnos a la Navidad, no nos preparamos para la conmemoración de un hecho pasado, sino que estamos celebrando un hecho siempre actual: Cristo viene continuamente a nosotros con los dones de su gracia. La vida de la fe es, entonces, salir al encuentro de Cristo que viene a nuestro encuentro. El cristianismo se caracteriza porque no es simplemente el resultado de la búsqueda de Dios por el hombre, sino la búsqueda del hombre por parte de Dios”.

“Podríamos decir desde esta perspectiva que el Adviento es una especie de parábola litúrgica de la existencia cristiana. Lo observamos con claridad en este período de cuatro semanas antes de Navidad, pero en realidad tendríamos que vivir continuamente en Adviento, es decir, en la espera del Señor, saliendo siempre al encuentro con él”.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata


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Mi?rcoles, 19 de diciembre de 2012

Reflexión de José Antonio Pagola al Evangelio del Domingo cuarto de Adviento.

MUJERES CREYENTES 

          Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "aprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.

          El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.

          María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".

          Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente  como "saltos de alegría".  Enseguida, bendice a María "a voz en grito"

diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".

          En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".

          Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?".

          Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos esta haciendo daño a todos.

          El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad. 

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
23 de diciembre de 2012
 4 Adviento (C)
Lucas 1, 39-45


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (15 de diciembre de 2012) (AICA)

El Señor está cerca

En este 3° domingo de Adviento ya en la cercanía de Navidad la liturgia exclama con gozo, tomando un texto de san Pablo: “Alégrense…el Señor está cerca” (Filp. 4, 4). La alegría es uno de los rasgos del encuentro con Jesucristo: “El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos el fruto del Espíritu que es caridad, alegría paz, paciencia afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Ga. 5, 25, citado en el C.I.C. 736).

Qué importante para el hombre es encontrar la fuente de la verdadera felicidad, esa que permanece, nos acompaña y que no necesita de grandes cosas ni de mucho ruido. Es la alegría que nace en la verdad, crece en el amor y se expresa en la paz. Esta alegría es signo y testimonio del verdadero encuentro con Jesucristo. Por ello san Pablo, con la sabiduría que posee de su encuentro con Cristo, nos dice: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca”.

Este encuentro con Jesucristo nos lleva, necesariamente, a hablar de conversión. No se puede mantener una dualidad entre el encuentro con Jesucristo con una vida ajena a su proyecto e ideales. La conversión es consecuencia del verdadero encuentro con él. No es posible un cambio profundo si el encuentro no es algo personal, mejor dicho con alguien, que da razones y justifique semejante actitud. Si Jesucristo queda sólo en el plano de las ideas, el cambio o la conversión no llega al nivel de una vida nueva, porque no me he sentido interpelado por una voz personal.

Es necesaria la experiencia de haberse encontrado con alguien que da un sentido nuevo a mi vida y relaciones. Hay un antes y un después en toda auténtica conversión. Esto que puede parecer muy radical va acompañado, sin embargo, de una profunda alegría y paz interior que es el fruto de ese verdadero encuentro con Cristo, como le decía Pablo a los Filipenses. Por ello, el mayor acto de amor hacia una persona es ayudarlo en este camino de encuentro con Jesucristo. El apostolado es, por lo mismo, un acto de caridad.

La conversión nace en el interior, pero tiene que expresarse en actitudes concretas. Al iniciar su predicación y hacernos el llamado a la conversión, Jesús nos propone una serie de respuestas orientadas a renovar nuestras relaciones. Ellas están marcadas por un sentido de justicia y solidaridad, así vemos: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. A otras preguntas, respondía: “No exijan más de lo estipulado. No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias” (Lc. 3, 10-14). La vida nueva que surge del encuentro con la vida de Jesucristo, tiene en la caridad su expresión mayor.

Esto nos debe ayudar a revisar el nivel de nuestras relaciones. Es un error, diría una tentación, hacer de la vida espiritual una práctica un tanto individualista que pretende aislarme para buscar un estado de aparente encuentro conmigo prescindiendo del otro. Saber integrar la intimidad con Dios con el ejercicio de la caridad es signo de la sabiduría como don del Espíritu Santo. El otro siempre es mi hermano y la imagen viva de Dios. Debemos descubrir desde la fe el valor, diría casi sacramental, de la dignidad humana como presencia de Dios.

Reciban de su obispo en este camino del Adviento en el que el Señor viene a nuestro encuentro, junto a mis oraciones mi bendición.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Mensaje de Benedicto XVI para la 50ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (IV Domingo de Pascua, 21 de abril de 2013)

Queridos hermanos y hermanas:

Con motivo de la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 21 de abril de 2013, cuarto domingo de Pascua, quisiera invitaros a reflexionar sobre el tema: «Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe», que se inscribe perfectamente en el contexto del Año de la Fe y en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. El siervo de Dios Pablo VI, durante la Asamblea conciliar, instituyó esta Jornada de invocación unánime a Dios Padre para que continúe enviando obreros a su Iglesia (cf. Mt 9,38). «El problema del número suficiente de sacerdotes –subrayó entonces el Pontífice– afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio» (Pablo VI, Radiomensaje, 11 abril 1964).

En estos decenios, las diversas comunidades eclesiales extendidas por todo el mundo se han encontrado espiritualmente unidas cada año, en el cuarto domingo de Pascua, para implorar a Dios el don de santas vocaciones y proponer a la reflexión común la urgencia de la respuesta a la llamada divina. Esta significativa cita anual ha favorecido, en efecto, un fuerte empeño por situar cada vez más en el centro de la espiritualidad, de la acción pastoral y de la oración de los fieles, la importancia de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

La esperanza es espera de algo positivo para el futuro, pero que, al mismo tiempo, sostiene nuestro presente, marcado frecuentemente por insatisfacciones y fracasos. ¿Dónde se funda nuestra esperanza? Contemplando la historia del pueblo de Israel narrada en el Antiguo Testamento, vemos cómo, también en los momentos de mayor dificultad como los del Exilio, aparece un elemento constante, subrayado particularmente por los profetas: la memoria de las promesas hechas por Dios a los Patriarcas; memoria que lleva a imitar la actitud ejemplar de Abrahán, el cual, recuerda el Apóstol Pablo, «apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia» (Rm 4,18). Una verdad consoladora e iluminante que sobresale a lo largo de toda la historia de la salvación es, por tanto, la fidelidad de Dios a la alianza, a la cual se ha comprometido y que ha renovado cada vez que el hombre la ha quebrantado con la infidelidad y con el pecado, desde el tiempo del diluvio (cf. Gn 8,21-22), al del éxodo y el camino por el desierto (cf. Dt 9,7); fidelidad de Dios que ha venido a sellar la nueva y eterna alianza con el hombre, mediante la sangre de su Hijo, muerto y resucitado para nuestra salvación.

En todo momento, sobre todo en aquellos más difíciles, la fidelidad del Señor, auténtica fuerza motriz de la historia de la salvación, es la que siempre hace vibrar los corazones de los hombres y de las mujeres, confirmándolos en la esperanza de alcanzar un día la «Tierra prometida». Aquí está el fundamento seguro de toda esperanza: Dios no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada. Por este motivo, en toda situación gozosa o desfavorable, podemos nutrir una sólida esperanza y rezar con el salmista: «Descansa sólo Dios, alma mía, porque él es mi esperanza» (Sal 62,6). Tener esperanza equivale, pues, a confiar en el Dios fiel, que mantiene las promesas de la alianza. Fe y esperanza están, por tanto, estrechamente unidas. De hecho, «“esperanza”, es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras “fe” y “esperanza” parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la “plenitud de la fe” (10,22) con la “firme confesión de la esperanza” (10,23). También cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el logos –el sentido y la razón– de su esperanza (cf. 3,15), “esperanza” equivale a “fe”» (Enc. Spe salvi, 2).

Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué consiste la fidelidad de Dios en la que se puede confiar con firme esperanza? En su amor. Él, que es Padre, vuelca en nuestro yo más profundo su amor, mediante el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5). Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia, pide una respuesta sobre aquello que cada uno quiere hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse para realizarla plenamente. El amor de Dios sigue, en ocasiones, caminos impensables, pero alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar. La esperanza se alimenta, por tanto, de esta certeza: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16). Y este amor exigente, profundo, que va más allá de lo superficial, nos alienta, nos hace esperar en el camino de la vida y en el futuro, nos hace tener confianza en nosotros mismos, en la historia y en los demás. Quisiera dirigirme de modo particular a vosotros jóvenes y repetiros: «¿Qué sería vuestra vida sin este amor? Dios cuida del hombre desde la creación hasta el fin de los tiempos, cuando llevará a cabo su proyecto de salvación. ¡En el Señor resucitado tenemos la certeza de nuestra esperanza!» (Discurso a los jóvenes de la diócesis de San Marino-Montefeltro, 19 junio 2011).

Como sucedió en el curso de su existencia terrena, también hoy Jesús, el Resucitado, pasa a través de los caminos de nuestra vida, y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades. Precisamente en el devenir cotidiano sigue dirigiéndonos su palabra; nos llama a realizar nuestra vida con él, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. Él, que vive en la comunidad de discípulos que es la Iglesia, también hoy llama a seguirlo. Y esta llamada puede llegar en cualquier momento. También ahora Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Para responder a esta invitación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, darle verdaderamente la precedencia, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, nosotros mismos. Significa entregar la propia vida a él, vivir con él en profunda intimidad, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo y, en consecuencia, con los hermanos y hermanas. Esta comunión de vida con Jesús es el «lugar» privilegiado donde se experimenta la esperanza y donde la vida será libre y plena.

Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. Es necesario, pues, crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. Este itinerario, que hace capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio, una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios, alimentado por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. Esta última «debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente» (Enc. Spe salvi, 34).

La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de esperanza para el mundo. En efecto, los presbíteros y los religiosos están llamados a darse de modo incondicional al Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Iglesia, un servicio a aquella firme esperanza que sólo la apertura al horizonte de Dios puede dar. Por tanto, ellos, con el testimonio de su fe y con su fervor apostólico, pueden transmitir, en particular a las nuevas generaciones, el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo que llama a seguirlo más de cerca. La respuesta a la llamada divina por parte de un discípulo de Jesús para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada, se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana, que ayuda a mirar con particular confianza y esperanza al futuro de la Iglesia y a su tarea de evangelización. Esta tarea necesita siempre de nuevos obreros para la predicación del Evangelio, para la celebración de la Eucaristía y para el sacramento de la reconciliación. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan acompañar a los jóvenes como «compañeros de viaje» para ayudarles a reconocer, en el camino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6); para proponerles con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos. Sacerdotes que muestren la fecundidad de una tarea entusiasmante, que confiere un sentido de plenitud a la propia existencia, por estar fundada sobre la fe en Aquel que nos ha amado en primer lugar (cf. 1Jn 4,19). Igualmente, deseo que los jóvenes, en medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, sepan cultivar la atracción hacia los valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servicio a los demás siguiendo las huellas de Jesús. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15).

Vaticano, 6 de octubre de 2012
Benedicto XVI


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ZENIT nos participa las palabras del papa Benedicto XVI en el rezo del Anglus el domingo 16 de Diciembre de 2012 a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

¡Queridos hermanos!

El Evangelio de este domingo de Adviento presenta nuevamente la figura de Juan Bautista y lo describe mientras habla a la gente que llega hasta el al río Jordán para bautizarse. Dado que Juan, con palabras mordaces, exhorta a todos a prepararse a la venida del Mesías, algunos le preguntan: "¿Qué debemos hacer?" (Lc3,10.12.14). Esto diálogos son muy interesantes y se revelan de gran actualidad.

La primera respuesta se dirige a la multitud en general. El Bautista dice: "Quien tenga dos túnicas, de una a quien no tiene ninguna, y quien tiene qué comer haga otro tanto" (v. 11). Aquí podemos ver un criterio de justicia, animado por la caridad. La justicia pide superar el desequilibrio entre quien tiene lo superfluo y quien carece de lo necesario; la caridad empuja a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad, en vez de encontrar justificaciones para defender los propios intereses. Justicia y caridad no se oponen, pero ambas son necesarias y se completan mutuamente. "El amor será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa" porque "siempre habrá situaciones de necesidad material en las cuales es indispensable una ayuda en la línea de un concreto amor por el prójimo" (Enc. Deus caritas est, 28).

Y luego vemos la segunda respuesta, que se dirige a algunos "publicanos", es decir recaudadores de impuestos para los romanos. Ya por esto los publicanos eran despreciados, y también porque a menudo se aprovechaban de su posición para robar. A ellos el Bautista no les dice que cambien de oficio, sino que no exijan nada más de lo fijado (cfr v. 13). El profeta, en nombre de Dios, no pide gestos excepcionales, sino sobre todo el cumplimiento honesto del propio deber. El primer paso hacia la vida eterna es siempre la observancia de los mandamientos; en este caso el séptimo: "No robar" (cfr Es 20,15).

La tercera respuesta mira a los soldados, otra categoría dotada de un cierto poder, y por tanto tentada de abusar. A los soldados, Juan les dice: «No maltratéis y no extorsionéis a nadie; contentaros con vuestras pagas» (v. 14). También aquí la conversión empieza por la honestidad y el respeto de los demás: una indicación que vale para todos, especialmente para quien tiene mayor responsabilidad.

Considerando en su conjunto estos diálogos, impresiona la gran concreción de las palabras de Juan: dado que Dios nos juzgará según nuestras obras, es allí, en los comportamientos, donde hay que demostrar que se sigue su voluntad. Justo por esto las indicaciones del Bautista son siempre actuales: también en nuestro mundo tan complejo, las cosas irían mucho mejor si cada uno observara esta reglas de conducta. Oremos entonces al Señor, por intercesión de María Santísima, para que nos ayude a prepararnos a la Navidad llevando buenos frutos de conversión (cfr Lc 3,8).

Al acabar el rezo de la oración mariana, Benedicto XVI se dirigió a los diversos grupos ligüísticos. A los de habla hispana les dijo: "Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles de diversas parroquias de Valencia".

"Cercana ya la Navidad --añadió--, la liturgia repite este domingo las palabras del Apóstol Pablo: «Gaudete», estad alegres. El Señor está cerca. Es una alegría que llena el corazón de quienes, aun en las dificultades, saben que Dios viene a tomarnos de su mano, para no abandonarnos jamás. Id preparando el Nacimiento en vuestros hogares con la expectación y ternura con la que María esperaba acoger la venida al mundo del Salvador de todos los hombres. Que Ella os acompañe y os anime especialmente en estos días. Feliz domingo".

Traducido del original italiano por N.S.M.


Publicado por verdenaranja @ 17:03  | Habla el Papa
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Lunes, 17 de diciembre de 2012
ZENIT nos ofrece el mensaje que el santo padre Benedicto XVI dirigió, durante la Audiencia del miércoles 12 de Diciembre de 2012, a los miles de peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas.

Queridos hermanos y hermanas: en la catequesis anterior he hablado de la revelación de Dios como la comunicación que hace de sí mismo y de su plan benévolo. Esta revelación de Dios se inserta en el tiempo y en la historia humana: la historia que se convierte en "el lugar donde podemos constatar la acción de Dios en favor de la humanidad. Él se nos manifiesta en lo que para nosotros es más familiar y fácil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cual no llegaríamos a comprendernos." (Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 12).

El evangelista Marcos –como hemos escuchado--, narra, de manera clara y sintética, los momentos iniciales de la predicación de Jesús: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está cerca" (Mc. 1,15). Lo que ilumina y da sentido pleno a la historia del mundo y del hombre comienza a brillar en la cueva de Belén; es el misterio que contemplaremos dentro de poco tiempo en Navidad: la salvación que se realiza en Jesucristo. En Jesús de Nazaret, Dios muestra su rostro y le pide al hombre la decisión de reconocerlo y seguirlo. La revelación de Dios en la historia, para entrar en una relación de diálogo de amor con el hombre, le da un nuevo significado a la entera experiencia humana. La historia no es una simple sucesión de siglos, años, y de días, sino es el tiempo de una presencia que da pleno sentido y la abre a una esperanza sólida.

¿Dónde podemos leer las etapas de esta revelación de Dios? La Sagrada Escritura es el lugar privilegiado para descubrir los acontecimientos de este caminar, y quisiera -- una vez más--, invitar a todos, en este Año de la fe, a asumir con mayor frecuencia la Biblia para leerla y meditar en ella, y para prestarle más atención a la lectura en la misa dominical, todo lo cual es un alimento valioso para nuestra fe.

Leyendo el Antiguo Testamento, vemos que la intervención de Dios en la historia de la gente que ha elegido y con quien ha hecho un pacto, no son hechos que se mueven y caen en el olvido, sino que se convierten en "memoria", constituyen en conjunto la "historia de la salvación", mantenida viva en la conciencia del pueblo de Israel, a través de la celebración de los acontecimientos salvíficos. Así, en el Libro del Éxodo, el Señor le dice a Moisés para celebrar el gran momento de la liberación de la esclavitud de Egipto, la Pascua hebrea con estas palabras: "Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua" (12,14). Para todo el pueblo de Israel, recordar lo que Dios ha hecho se convierte en una especie de imperativo permanente debido a que el paso del tiempo está marcado por la memoria viva de los acontecimientos pasados, que así forman, día tras día, de nuevo la historia y permanecen presentes.

En el libro del Deuteronomio, Moisés habló al pueblo, diciendo: " Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un sólo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos. "(4,9). Y así nos dice también a nosotros: "Cuida de no olvidar las cosas que Dios ha hecho con nosotros”.

La fe es alimentada por el descubrimiento y el recuerdo del Dios que es siempre fiel, que guía la historia y es el fundamento seguro y estable sobre el cual apoyar la propia vida. También el canto del Magnificat, que la Virgen María eleva a Dios, es un ejemplo claro de esta historia de la salvación, de esta historia que permite que siga y esté presente la acción de Dios. María alaba el acto misericordioso de Dios en el camino concreto de su pueblo, la fidelidad a las promesas de la alianza hechas a Abraham y a su descendencia; y todo esto es memoria viva de la presencia divina que nunca falla (cf. Lc 1,46-55).

Para Israel, el éxodo es el acontecimiento histórico central en el que Dios revela su poderosa acción. Dios libera a los israelitas de la esclavitud en Egipto, para que puedan regresar a la Tierra Prometida y adorarlo como el único Dios verdadero. Israel no comienza a ser un pueblo como los otros --para tener también él una independencia nacional--, sino para servir a Dios en el culto y en la vida, para crear para Dios un lugar donde el hombre esté en obediencia a Él, donde Dios esté presente y sea adorado en el mundo; y, por supuesto, no solo para ellos, sino para dar testimonio en medio de los otros pueblos.

Y la celebración de este acontecimiento es para hacerlo presente y real, para que la obra de Dios no se vea afectada. Él cree en su plan de liberación y continúa a seguirlo. A fin de que el hombre pueda reconocer y servir a su Señor y responder con fe y amor a su acción.

Entonces Dios se revela no solo en el acto primordial de la creación, sino entrando en nuestra historia, en la historia de un pequeño pueblo que no era ni el más grande ni el más fuerte. Y esta revelación de Dios que va adelante en la historia, culmina en Jesucristo: Dios, el Logos, la Palabra creadora que está al origen del mundo, se encarnó en Jesús y mostró el verdadero rostro de Dios. En Jesús se cumple toda promesa, en Él culmina la historia de Dios con la humanidad. Cuando leemos la historia de los dos discípulos en el camino a Emaús, narrado por san Lucas, vemos cómo brota claramente que la persona de Cristo ilumina el Antiguo Testamento, toda la historia de la salvación y muestra el gran diseño unitario de los dos Testamentos, muestra el camino de su unidad.

De hecho, Jesús explica a los dos caminantes perdidos y desilusionados el cumplimiento de cada promesa: "Y comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras lo que se refería a él." (24,27). El evangelista narra la exclamación de los dos discípulos después de reconocer que el compañero de viaje era el Señor: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (v. 32).

El Catecismo de la Iglesia Católica resume las etapas de la Revelación divina mostrando sintéticamente el desarrollo (cf. nn 54-64.): Dios ha llamado al hombre desde el principio a una comunión íntima con Él, e incluso cuando el hombre, por su propia desobediencia, perdió su amistad, Dios no lo ha abandonado al poder de la muerte, sino que ofreció muchas veces a los hombres su alianza (cf. Misal Romano, Plegaria Euc. IV).

El Catecismo sigue el camino de Dios con el hombre desde la alianza con Noé después del diluvio, a la llamada de Abraham a dejar su tierra para hacerlo padre de una multitud de naciones. Dios constituyó a Israel como su pueblo, a través del acontecimiento del Éxodo, la alianza del Sinaí y el don, por medio de Moisés, de la ley para ser reconocido y servido como el único Dios vivo y verdadero. Con los profetas, Dios conduce a su pueblo en la esperanza de la salvación.

Sabemos --a través de Isaías--, el "segundo Éxodo", el retorno del exilio de Babilonia a la tierra, el restablecimiento del pueblo; al mismo tiempo, sin embargo, muchos siguieron en la dispersión y así comienza la universalidad de esta fe. Al final no esperan más a un solo rey, David, un hijo de David, sino un "Hijo del hombre", la salvación de todos los pueblos. Se dan encuentros entre las culturas, por primera vez en Babilonia y Siria, y luego también con la multitud griega. Vemos así cómo el camino de Dios es cada vez mayor, cada vez más abierto al misterio de Cristo, Rey del universo. En Cristo se realiza finalmente la revelación en su plenitud, el plan amoroso de Dios: Él mismo se convierte en uno de nosotros.

Hago una pausa para recordar la acción de Dios en la historia humana, para mostrar las etapas de este gran proyecto de amor demostrado en el Antiguo y Nuevo Testamento: un único plan de salvación dirigido a toda la humanidad, progresivamente revelado y realizado por el poder de Dios, donde Dios siempre reacciona a las respuestas del hombre y encuentra nuevos inicios para la alianza cuando el hombre se pierde.

Esto es crucial en el camino de la fe. Estamos en el tiempo litúrgico de Adviento, que nos prepara para la Navidad. Como todos sabemos, la palabra "Adviento" significa "venida", "presencia", y antiguamente significaba la llegada del rey o del emperador a una provincia en particular. Para nosotros los cristianos, la palabra significa una realidad maravillosa e inquietante: el mismo Dios ha cruzado el cielo y se ha inclinado frente al hombre; ha forjado una alianza con él, entrando en la historia de un pueblo; Él es el rey que bajó a esta provincia pobre que es la tierra, y nos ha dado el don de su visita asumiendo nuestra carne, convirtiéndose en uno como nosotros.

El Adviento nos invita a seguir el camino de esta presencia y nos recuerda una y otra vez que Dios no ha salido del mundo, no está ausente, no nos ha abandonado, sino que viene a nosotros de diferentes maneras, que debemos aprender a discernir. Y también nosotros, con nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, estamos llamados todos los días a reconocer y dar testimonio de esta presencia, en un mundo a menudo superficial y distraído, a hacer brillar en nuestra vida la luz que iluminaba la cueva de Belén . Gracias.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


Publicado por verdenaranja @ 20:41  | Habla el Papa
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ZENIT nos participa de un nuevo ciclo de las predicaciones del padre Raniero Cantalamessa OFMCap, predicardor de la Casa Pontificia, que inicia el tiempo litúrgico de Adviento.

El Año de la Fe y el Catecismo de la Iglesia Católica
Primera Prédica de Adviento 2012

P. Raniero Cantalamessa, OFM Cap

1. El libro "comido"

En la predicación a la Casa Pontificia, trato de dejarme guiar, en la elección de temas, por las gracias o los eventos especiales que la Iglesia vive en un momento dado de su historia. Recientemente tuvimos la inauguración del Año de la Fe, el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II, y el Sínodo sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe cristiana. Pensé, por lo tanto, desarrollar en el Adviento una reflexión sobre cada uno de estos tres eventos.

Empiezo con el Año de la Fe. Para no perderme en un tema, la fe, que es tan vasto como el mar, me centro en un punto de la Carta Porta Fidei del santo padre, precisamente allí donde insta a hacer del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) (en el vigésimo aniversario de su publicación), el instrumento privilegiado para vivir fructuosamente la gracia de este año.

El papa escribe en su Carta:

"El Año de la Fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica.En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los maestros de teología a los santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe." 1

No hablaré ciertamente sobre el contenido del CEC, de sus divisiones, de sus criterios informativos; sería como tratar de explicar la Divina Comedia a Dante Alighieri. Prefiero hacer un esfuerzo por mostrar cómo hacer para que este libro, de instrumento tan silencioso, como un violín bien apoyado sobre un paño de terciopelo, se transforme en un instrumento que suene y sacuda los corazones. La Pasión de San Mateo de Bach, permaneció durante un siglo como una partitura escrita, conservada en los archivos de la música, hasta que en 1829 Felix Mendelssohn en Berlín hizo de ella una ejecución magistral, y desde ese día el mundo se enteró de qué melodías y coros sublimes, estaban contenidos en aquellas páginas que hasta entonces permanecian mudas.

Son realidades muy diferentes, es cierto, pero algo así pasa con cada libro que habla de la fe, como es el CEC: se debe pasar de la partitura a la ejecución, de la página muda a algo vivo que sacuda el alma. La visión de Ezequiel de la mano extendida sosteniendo un rollo, nos ayuda a entender lo que se requiere para que esto suceda:

"Yo miré: vi una mano tendida hacia mí, que sostenía un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito “Lamentaciones, gemidos y ayes”. Y me dijo: “Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo, y ve luego a hablar a la casa de Israel.” Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: “Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.”Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel" (Ez. 2,9-3,3).

El Sumo Pontífice es la mano que, en este año, ofrece de nuevo a la Iglesia el CEC, diciendo a cada su miembro: "Toma este libro, cómetelo, llénate el estómago". ¿Qué significa comerse un libro? No es solo estudiarlo, analizarlo, memorizarlo, sino hacerlo carne de la propia carne y sangre de la propia sangre, "asimilarlo", como se hace con los alimentos que comemos. Transformarlo de fe estudiada, a fe vivida.

Esto no se puede hacer con toda la dimensión del libro, y con todas y cada una de las cosas en ella contenidas. No se puede hacer analíticamente, sino solo sintéticamente. Me explico. Debemos comprender el principio que informa y une todo, en suma, el corazón del CEC. ¿Y cuál es ese corazón? No es un dogma, o una verdad, una doctrina o un principio ético; es una persona: ¡Jesucristo! "Página tras página --escribe el santo padre a propósito del CEC, en la misma carta apostólica--, resulta que lo que se presenta no es una teoría, sino un encuentro con una persona que vive en la Iglesia."

Si toda la Escritura, como dice Jesús mismo, habla de él (cf. Jn. 5,39), si está preñada de Cristo y si todo se resume en él, ¿podría ser de otro modo para el CEC, que, de las Escrituras mismas, quiere ser una exposición sistemática, elaborada a partir de la Tradición, bajo la guía del Magisterio?

En la Primera parte, dedicada a la fe, el CEC recuerda el gran principio de santo Tomás de Aquino según el cual "el acto de fe del creyente no se detiene ante el enunciado, sino que alcanza la realidad" (Fides non terminatur ad enunciabile sed ad rem)2. Ahora, ¿cuál es la realidad, la "cosa" última de la fe? ¡Dios, por supuesto! Pero no un dios cualquiera que cada uno se retrata a su gusto y voluntad, sino el Dios que se ha revelado en Cristo, que se "identifica" con él hasta el punto de poder decir: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" y "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn. 1,18).

Cuando hablamos de fe "en Jesucristo" no separamos el Nuevo del Antiguo Testamento, no comenzamos la verdadera fe con la llegada de Cristo a la tierra. Si fuera así, sería como excluir del número de creyentes al mismo Abraham, a quien llamamos “nuestro padre en la fe” (cf. Rm. 4,16). Al identificar a su Padre con "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" (Mt. 22, 32) y con el Dios "de la ley y los profetas" (Mt. 22, 40), Jesús autentificó la fe judía, mostró su carácter profético, diciendo que ellos hablaban de él (cf. Lc. 24, 27.44; Jn. 5, 46). Esto es lo que hace a la fe judía diferente a los ojos de los cristianos, de cualquier otra fe, y que justifica la condición especial de que goza, después del Concilio Vaticano II, el diálogo con los judíos respecto a otras religiones.

2. Kerigma y Didaché

Al inicio de la Iglesia era clara la distinción entre kerigma y didaché. El kerigma, que Pablo llama también "el evangelio", se refería a la obra de Dios en Cristo Jesús, el misterio pascual de la muerte y resurrección, y consistía en fórmulas breves de fe, como la que se puede deducir del discurso de Pedro en el día de Pentecostés: "Ustedes lo mataron clavándole en la cruz, Dios le resucitó y lo ha constituído Señor" (cf. Hch. 2, 23-36), o también: "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rm. 10,9).

La didaché indicaba, en cambio, la enseñanza sucesiva a la llegada de la fe, el desarrollo y la formación completa del creyente. Estaban convencidos (especialmente Pablo) que la fe, como tal, germinaba solo en presencia del kerigma. Este no era un resumen de la fe o una parte de la misma, sino la semilla de la cual nace todo lo demás. También los cuatro evangelios fueron escritos más tarde, precisamente con el fin de explicar el kerigma.

Incluso el más antiguo núcleo del credo hacía referencia a Cristo, de quien metía en luz el doble componente: humano y divino. Un ejemplo de ello es considerado el verso de la Carta a los Romanos que habla de Cristo "nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (Rm. 1,3-4 ). Pronto este núcleo primitivo, o credo cristológico, fue incluido en un contexto más amplio como el segundo artículo del símbolo de la fe. Nacen, incluso por exigencias relativas al bautismo, los símbolos trinitarios llegados hasta nosotros.

Este proceso es parte de lo que Newman llama "el desarrollo de la doctrina cristiana"; es una riqueza, no un alejamiento de la fe original. Nos corresponde a nosotros hoy en día --y en primer lugar a los obispos, a los predicadores, a los catequistas--, distinguir el carácter "aparte" del kerigma como momento germinal de la fe.

En una ópera, para retomar la metáfora musical, está el recitado y el cantado; y en el cantado están los "agudos" que conmueven a la audiencia y provocan emociones fuertes, a veces incluso escalofríos. Ahora sabemos cuál es el agudo de cada catequesis.

Nuestra situación ha vuelto a ser la misma que en el tiempo de los apóstoles. Ellos tenían ante sí un mundo precristiano para predicar el evangelio; nosotros tenemos ante nosotros, al menos en cierta medida y en algunos sectores, un mundo poscristiano para reevangelizar. Tenemos que regresar a su método, sacar a la luz "la espada del Espíritu", que es el anuncio, en Espíritu y poder, de Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (cf. Rm. 4,25).

El kerigma no es solo el anuncio de algunos hechos o verdades de fe claramente definidas; es también una atmósfera espiritual que se puede crear según lo que se diga, un contexto en el que todo se dispone. Está en el que anuncia, mediante su fe, permitirle al Espíritu Santo crear esta atmósfera.

Entonces, nos preguntamos, ¿cuál es el sentido del CEC? Lo mismo que en la Iglesia apostólica fue la didaché: formar la fe, dándole un contenido, mostrando sus exigencias éticas y prácticas, volviéndola una fe que "actúa por la caridad" (cf. Ga. 5,6). Lo clarifica bien un párrafo del mismo CEC. Después de recordar el principio tomista de que "la fe no termina en las formulaciones, sino en la realidad", añade:

"Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de las formulaciones de la fe. Estas permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla en comunidad, asimilarla y vivir de ella cada vez más"3.

Esta es la importancia del adjetivo "católico" en el título del libro. La fuerza de algunas iglesias no católicas es poner todo el énfasis en el momento inicial, en la llegada a la fe, en la adhesión al kerigma y en la aceptación de Jesús como Señor, visto, todo esto, como un "nacer de nuevo", o como "una segunda conversión". Sin embargo, esto puede convertirse en una limitación, si se detiene en eso y todo sigue girando en torno a eso.

Nosotros los católicos tenemos algo que aprender de estas iglesias, pero también tenemos mucho que dar. En la Iglesia católica esto es el comienzo, no el final de la vida cristiana. Después de esa decisión, se abre el camino hacia el crecimiento y la plenitud de la vida cristiana y, gracias a su riqueza sacramental, al magisterio, al ejemplo de muchos santos, la Iglesia católica se encuentra en una posición privilegiada para llevar a los creyentes a la perfección de la vida de fe.

El papa escribe en la citada carta Porta Fidei:

"A partir de la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los maestros de la teología a los santos que han pasado a través de los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de las muchas maneras en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina para dar certeza a los creyentes en su vida de fe."

3. La unción de la fe

He hablado del kerigma como del "agudo" de la catequesis. Pero para producir este agudo no es suficiente levantar el tono de la voz, se necesita más. "Nadie puede decir '¡Jesús es Señor!' [¡esto es, por excelencia, el agudo!] sino en el Espíritu Santo" (1 Co. 15,3). El evangelista Juan hace una aplicación del tema de la unción, que se presenta particularmente actual en este Año de la fe. Él escribe:

"Ustedes tienen la unción del Santo, y todos ustedes lo saben [...] La unción que de él han recibido permanece en ustedes, y no necesitan que nadie se lo enseñe. Pero como su unción les enseña acerca de todas las cosas --y es verdadera y no es mentirosa--, como les ha enseñado, permanezcan en él" (1 Jn. 2, 20.27).

El autor de esta unción es el Espíritu Santo, como se deduce del hecho de que en otra parte, la función de "enseñar todas las cosas" es atribuida al Paráclito como "Espíritu de verdad" (Jn. 14, 26). Se trata, como escriben diferentes Padres, de una "unción de la fe": "La unción que viene del Santo –escribe Clemente de Alejandría--, se realiza en la fe"; "La unción es la fe en Cristo", dice otro escritor de la misma escuela4.

En su comentario, Agustín dirige en este sentido, una pregunta al evangelista. ¿Por qué, dice, has escrito tu carta, si aquellos a los que te dirigías habían recibido la unción que enseña acerca de todo, y no tenían necesidad de que nadie les instruyese? ¿Por qué este nuestro mismo hablar e instruir a los fieles? Y he aquí su respuesta, basada en el tema del maestro interior:

"El sonido de nuestras palabras golpea el oído, pero el verdadero maestro está dentro [...] Yo he hablado a todos, pero aquellos a los que no habla esa unción, a aquellos que el Espíritu no instruye internamente, se van sin haber aprendido nada [...] Por tanto, es el maestro interior el que realmente enseña; es Cristo, es su inspiración la que enseña."5

Hay una necesidad de instrucción desde fuera, necesitamos maestros; pero sus voces penetran en el corazón solo si se le añade aquella interior del Espíritu. "Y nosotros somos testigos de estos hechos, y también el Espíritu Santo que ha dado a los que le obedecen" (Hch. 5,32). Con estas palabras, pronunciadas ante el Sanedrín, el apóstol Pedro no solo afirma la necesidad del testimonio interno del Espíritu, sino también indica cuál es la condición para recibirlo: la voluntad de obedecer, de someterse a la Palabra.

Es la unción del Espíritu Santo que hace pasar de los enunciados de la fe a su realidad. El evangelista Juan habla de un creer que es también conocer: "Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene" (1 Jn. 4,16). "Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn. 6, 69). "Conocer", en este caso, como en general en toda la Escritura, no significa lo que hoy significa para nosotros, es decir, tener la idea o el concepto de una cosa. Significa experimentar, entrar en relación con la cosa o con la persona. La afirmación de la Virgen: "Yo no conozco varón", no quería decir que no sé lo que es un hombre...

Fue un caso de evidente unción de fe lo que Pascal experimentó en la noche del 23 de noviembre de 1654 y que fijó con cortas frases exclamativas en un texto encontrado después de su muerte, cosido en el interior de su chaqueta:

"Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos ni eruditos. Certeza. Certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucristo [...] Se le encuentra solamente en los caminos del Evangelio. [...] Alegría, alegría. Alegría, lágrimas de alegría. [...] Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y aquel a quien tú has enviado: Jesucristo".6

La unción de la fe se da generalmente cuando, sobre una palabra de Dios o sobre una declaración de fe, cae repentinamente la iluminación del Espíritu Santo, por lo general acompañado por una fuerte emoción. Me acuerdo que un año, en la fiesta de Cristo Rey, escuchaba en la primera lectura de la misa la profecía de Daniel sobre el Hijo del Hombre:

"Yo seguía mirando, y en la visión nocturna, vi venir sobre las nubes del cielo alguien parecido al Hijo del hombre, que se dirigió hacia el anciano y fue presentado ante él. Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido" (Dn. 7,13-14).

El Nuevo Testamento, se sabe, ha visto realizada la profecía de Daniel en Jesús; él mismo ante el Sanedrín, la hace suya (cf. Mt. 26, 64); una frase del texto ha entrado incluso en el Credo: “y su reino no tendrá fin”, ("cuius regnum non erit finis").

Yo sabía, por mis estudios, todo esto, pero en ese momento era otra cosa. Era como si la escena tuviera lugar allí, ante mis ojos. Sí, el Hijo del hombre que avanzaba era él, Jesús. Todas las dudas y las explicaciones alternativas de los eruditos, que también conocía, me parecían, en ese momento, excusas para no creer. Experimentaba, sin saberlo, la unción de la fe.

En otra ocasión (creo que he compartido ya esta experiencia en el pasado, pero ayuda a entender el asunto presente), asistía a la Misa de Gallo presidida por Juan Pablo II en San Pedro. Llegó el momento del canto de la Calenda, es decir, la proclamación solemne del nacimiento del Salvador, presente en el Martirologio antiguo y reintroducida en la liturgia de Navidad después del Concilio Vaticano II:

"Muchos siglos después de la creación del mundo... Trece siglos después del Éxodo de Egipto... En la centésima nonagésima quinta Olimpiada, en el año 752 de la fundación de Roma... En el quadragésimo segundo año del imperio de César Augusto, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, después de nueve meses, nació en Belén de Judea, de la Virgen María, hecho hombre".

Al llegar a estas últimas palabras sentí una repentina claridad interior, por lo que recuerdo haber dicho a mí mismo: "¡Es cierto! ¡Es verdad todo esto que se canta! No son solo palabras. El Eterno entra en el tiempo. El último evento de la serie rompió la serie; ha creado un "antes" y un "después" irreversibles; el cómputo del tiempo que antes tenía lugar en relación a diferentes eventos (los Juegos Olímpicos tales, el reino de aquel), ahora se lleva a cabo en relación con un evento único": antes de él, después de él. Una conmoción repentina me atravesó totalmente, y sólo pude decir: "¡Gracias, Santísima Trinidad, y también gracias a ti, Santa Madre de Dios!".

La unción del Espíritu Santo también produce un efecto, por así decirlo, "colateral" en el que anuncia: le hace experimentar la alegría de anunciar a Cristo y su Evangelio. Transforma la tarea de la evangelización de solo incumbencia y deber, a un honor y un motivo de gozo. Es la alegría que conoce bien el mensajero que lleva a una ciudad sitiada, el anuncio de que el asedio fue levantado; o el heraldo que en la antigüedad corría por delante, para llevarle a la gente el anuncio de una victoria decisiva obtenida en el campo de su propio ejército. La "buena noticia", incluso antes de que al destinatario que la recibe, hace feliz al que la porta.

La visión de Ezequiel del rollo que se come, ha sucedido una vez en la historia en el sentido literal y no solo metafóricamente. Fue cuando el libro de la palabra de Dios ha resumido en una sola Palabra, el Verbo. El Padre lo ha portado a María; María lo ha acogido, ha llenado de él, incluso físicamente, su vientre, y luego se lo dio al mundo. Ella es el modelo de todo evangelizador y de todo catequista. Nos enseña a llenarnos con Jesús para darlo a los otros. María concibió a Jesús "por obra del Espíritu Santo", y así debe ser en cada predicador.

El santo padre concluye su carta de convocatoria al Año de la fe con una referencia a la Virgen: "Confiamos, escribe, a la Madre de Dios, proclamada "bendita" porque" ha creído" (Lc. 1,45), este tiempo de gracia"7. Le pedimos que nos obtenga la gracia de experimentar, en este año, muchos momentos de unción de la fe. "Virgo Fidelis, ora pro nobis." Virgen creyente, ruega por nosotros.

Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.

1 Benedicto XVI, Carta apost. Porta Fidei, n.11

2 S. Tomàs de Aquino, Summa theologiae, II-II, 1,2,ad 2; cit. in CCC, n.170.

3 CEC, n. 170

4 Clemente Al. Adumbrationes in 1 Johannis (PG 9, 737B); Homéliies paschales (SCh 36, p.40): testi citati da I. de la Potterie, L’unzione del cristiano con la fede, in Biblica 40, 1959, 12-69.

5 S. Agostino, Comentario a la Primera Carta de Juan 3,13 (PL 35, 2004 s).

6 B. Pascal, Memorial, ed. Brunschvicg.

7 “Porta fidei”, nr. 15.


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Domingo, 16 de diciembre de 2012

ZENIT nos ofrece una colaboración especial de nuestro colaborador monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, con motivo de la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de América, la guadalupana.

Devoción guadalupana integral
Invitación a no quedarse en un folclore pasajero

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Es sorprendente en todos los sectores sociales el fervor por las fiestas guadalupanas. Desde artistas renombrados que le cantan las “mañanitas” en la basílica, con amplia difusión de la televisión, hasta humildes ermitas en nuestras poblaciones indígenas que se visten de colores, estallan en cohetes y música. Es edificante el sacrificio de miles y miles de jóvenes antorchistas, que durante meses ahorran para ir a lugares lejanos, y desde allá recorren por turnos kilómetros y kilómetros corriendo por las carreteras, algunos hasta descalzos, como una muestra de agradecimiento por un favor recibido, o como una súplica confiada ante tantos problemas que viven los pobres. Unos indígenas chamulas fueron hasta Zapopan, cerca de Guadalajara, otros a San Juan de los Lagos, al Cubilete en Guanajuato, a Juquila en Oaxaca. Muchos jóvenes fueron al Distrito Federal, para traer su fuego desde la basílica; otros a Veracruz, Villa Hermosa, Yucatán. Se exponen no sólo al cansancio, al frío, al sol y la lluvia, sino también a enfermedades y accidentes. Pero su amor los impulsa y no se detienen. Nos contagian con su devoción, aunque no faltan automovilistas que se fastidian.

¿Cómo lograr que este fervor consolide la fe y la profundice, ante tantos atractivos del mundo moderno y tantas propagandas proselitistas de otras ofertas religiosas? ¿Qué hacer para que no sea algo pasajero, incompleto y sin trascendencia en la vida familiar, social y eclesial?

CRITERIOS

En octubre de 1970, el Papa Pablo VI nos dijo a los mexicanos: “La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe debe ser para todos vosotros una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana. La corona que ella espera de todos vosotros no es tanto una corona material, sino una preciosa corona espiritual, formada por un profundo amor a Cristo y por un sincero amor a todos los hombres: los dos mandamientos que resumen el mensaje evangélico. La misma Virgen Santísima, con su ejemplo, nos guía en estos dos caminos.

En primer lugar, nos pide que hagamos de Cristo el centro y la cumbre de toda nuestra vida cristiana. Ella misma se oculta, con suprema humildad, para que la figura de su Hijo aparezca a los hombres con todo su incomparable fulgor. Por eso, la misma devoción mariana alcanza su plenitud y su expresión más exacta cuando es un camino hacia el Señor y dirige todo el amor hacia él, como ella supo hacerlo.

Pero además, y precisamente porque amaba tan entrañablemente a Cristo, nuestra Madre cumplió cabalmente ese segundo mandamiento que debe ser la norma de todas las relaciones humanas: el amor al prójimo. Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura, o la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado; no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga estando marginada de las ventajas de la civilización y del progreso. Por este motivo, en esta fiesta tan señalada, os exhortamos de corazón a dar a vuestra vida cristiana un marcado sentido social, que os haga estar siempre en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad. Ved en cada hombre un hermano, y en cada hermano a Cristo, de manera que el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en un mismo amor, vivo y operante, que es lo único que puede redimir las miserias del mundo, renovándolo en su raíz más honda: el corazón del hombre. Esto es lo que os pide hoy la Virgen de Guadalupe; ésta la fidelidad al Evangelio, se la que ella supo ser el ejemplo eminente”.

PROPUESTAS

Intensifiquemos la evangelización y las catequesis sobre la devoción guadalupana, para que no se quede en folclore pasajero. Atendamos a los jóvenes antorchistas, antes, en y después de su peregrinación. Que se integren a los grupos juveniles, mediten más la Palabra de Dios y se comprometan en la promoción social de su comunidad.


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AMERICA/COSTA RICA - Mensaje de los Obispos sobre la dignidad del matrimonio y de la familia, en el contexto del respeto de los derechos humanos, publicado, con fecha del 12 de diciembre de 2012. 

"Por el respeto al matrimonio y a la familia" 

Mensaje de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, de frente a los diversos proyectos de ley sobre uniones entre personas del mismo sexo que se están tramitando en la Asamblea Legislativa,  queremos reiterar a la Señora Presidenta de la República, a las señoras y los señores Diputados del Congreso de la República y a los costarricenses en general, algunas consideraciones orientadas a la protección de la dignidad del matrimonio, fundamento de la familia, y a la promoción y defensa del bien común de la sociedad, de la cual, esta institución es parte constitutiva; todo ello, en el marco del respeto de los Derechos Humanos: 

1. Vemos en el matrimonio, base esencial de la familia, un valor importantísimo, que debe ser defendido de toda amenaza que ponga en peligro su solidez, su naturaleza particular, propiedades esenciales y finalidades innegables. 

2. Ello, nos ha llevado a oponernos, reiteradamente, a los distintos proyectos que, abierta o soslayadamente, pretendan equiparar las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio heterosexual pues, la legalización de estas, deforma la percepción de los valores morales fundamentales y menoscaba la institución matrimonial, como tal. 

3.  La familia, como elemento natural y fundamental de la sociedad y del Estado, debe recibir la máxima protección, especialmente en el momento de su constitución, y durante todo el proceso del cuidado y educación de los hijos. Por ende, constituye una obligación básica del Estado –vinculante para el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial-, la protección jurídica de la naturaleza intrínseca de la institución familiar, esto es, promoción de los valores propios del auténtico matrimonio y de la fecundidad de nuevas vidas, necesitadas de una sana educación y de un contexto legislativo basado en el respeto de la ley natural. Al pretender equiparar la unión entre personas del mismo sexo,  otorgándole igualdad de condiciones jurídicas al del matrimonio entre personas heterosexuales, el Estado actuaría arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes. 

4.  La Iglesia Católica considera que la persona humana, creada a imagen de Dios, es digna de todo respeto, y rechaza toda discriminación contraria a su dignidad. Los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y evitar, respecto a ellos, toda real discriminación. No obstante, la Iglesia distingue entre el respeto a toda persona, independientemente, de su orientación sexual, y el rechazo de las prácticas homosexuales, como acto objetivamente contrario al plan de Dios para el ser Humano. 

5. Constatamos que, a favor de este tipo de iniciativas, comúnmente, se invocan argumentos como el principio de respeto y la no-discriminación de las personas; incluso, muchos objetan cómo puede contrariar al bien común una ley que no impone ningún comportamiento en particular, sino que se limita a hacer legal una realidad de hecho que no implica, aparentemente, una injusticia hacia nadie. En este sentido es necesario reflexionar ante todo sobre la diferencia entre comportamiento homosexual como fenómeno privado y el mismo como comportamiento público, legalmente previsto, aprobado y convertido en una de las instituciones protegidas y promovidas por el ordenamiento jurídico. 

6.   El principio de igualdad, contenido en nuestra Constitución Política, no implica que en todos los casos, se deba dar un tratamiento igual prescindiendo de los posibles elementos diferenciadores de relevancia jurídica que puedan existir; o lo que es lo mismo, no toda desigualdad constituye necesariamente una discriminación. La igualdad, como lo ha dicho la Sala Constitucional, sólo es violada cuando la desigualdad está desprovista de una justificación objetiva y razonable. 

7. Es innegable que diversas organizaciones pro derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales, que se perfilan como un verdadero movimiento político (LGTBI), siguen promoviendo, con el apoyo de algunos medios de comunicación, y de algunos miembros de partidos políticos, diversas iniciativas en aras del reconocimiento legal de las uniones homosexuales, tales como una reforma al Código de Familia, para modificar la unión de hecho ó los proyectos de ley de Sociedades de Convivencia. 

8.  Sin embargo, es falso el argumento, según el cual, la legalización de las uniones entre personas homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas y ciudadanos. En realidad, como todos los ciudadanos, también ellos, gracias a su autonomía privada, pueden siempre recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco. Por el contrario, constituye una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a la generalidad del cuerpo social. 

9. Según algunos legisladores, los actuales proyectos de ley son, simplemente, un reconocimiento de derechos patrimoniales y no la aprobación de matrimonios entre homosexuales. Esto es absolutamente falso, pues se incluyen efectos personales y patrimoniales idénticos al matrimonio. Además, es de esperar, según la estrategia seguida por los grupos promotores, asesorados por una corriente  internacional que favorece esta materia, que lo que hoy se solicita no es, sino, el primer paso para llegar al matrimonio y a la adopción, como, de hecho, ha sucedido en otros países. 

10. A la señora Presidenta de la República, a las señoras y señores miembros del Congreso, a las y los Jueces de la República que eventualmente revisarían la constitucionalidad del texto de estos proyectos, y en particular a quienes afianzan su fe en Cristo, quisiéramos instarlos a consagrarse con sinceridad, rectitud, con caridad y fortaleza a la misión a ustedes confiada por el Pueblo, a saber, legislar sobre la base de los principios éticos y en beneficio del bien común. 

En la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, 12 de diciembre 2012. 

† Óscar Fernández Guillén

Obispo de Puntarenas

Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica


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S?bado, 15 de diciembre de 2012

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 2do. domingo de Adviento (9 de diciembre de 2012) (AICA)

La Droga Crece

Estamos caminando el tiempo del Adviento con el propósito de convertirnos y “volver a Dios”, para celebrar bien la Navidad. En algunas reflexiones anteriores señalaba que para comprender el Reino que anuncia Jesucristo, el Señor, debemos entender el mensaje del “código de la cruz”, o bien de la pequeñez y la humildad. En este tiempo nos preparamos para penetrar el misterio de Dios desde el pesebre de Belén. Dios se manifiesta en lo pequeño y desde ese ángulo podemos comprender más el misterio de Dios.

En este segundo domingo de Adviento el Evangelio (Lc. 3,1-6), nos propone la figura de San Juan Bautista, el precursor del Señor. El texto nos dice de Juan: “…como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos… Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios”.

El domingo pasado en el inicio del adviento reflexionaba sobre el contenido de la esperanza cristiana, y que la expresión bíblica y litúrgica “Ven Señor Jesús”, no implica que nos quedemos en la pasividad; esto sería una espera alienante y la esperanza cristiana por el contrario nos exige comprometernos con el presente y evangelizar nuestra cultura y tiempo. Por esta razón el documento del año jubilar “Jesucristo Señor de la historia” nos decía: “Los creyentes encontramos en nuestra fe un nuevo motivo para trabajar en la edificación de un mundo más humano. La esperanza en un futuro más allá de la historia nos compromete mucho más con la suerte de esta historia. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos! (16).

El 8 de diciembre celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, fecha tan querida por el pueblo de Dios. En relación a esa celebración habitualmente he tratado de reflexionar sobre el valor de “la pureza”, especialmente ligada a nuestros jóvenes. Debemos reconocer que el contexto no los ayuda demasiado. Desde las propuestas consumistas que bombardean en las programaciones de los medios de comunicación. Hasta problemas que no solo no terminan de resolverse, sino por el contrario se multiplican gravemente como el problema de la droga y alcohol.

Sabemos que en algunos lugares han trabajado algunas formas legislativas para cuidar a nuestros jóvenes y cada tanto se encuentran algunos cargamentos de droga, pero somos conscientes que “este mundo de la droga” sigue creciendo. También tenemos conciencia que si esto crece “infernalmente”, es porque hay complicidades… Nos preocupa que cuando tocamos especialmente este tema que “mata” humanamente a muchos de nuestros jóvenes, quedan muchos silencios…

La droga no es el único mal que padecen nuestros jóvenes, hay muchos otros males, el alcoholismo, la promoción de una sexualidad promiscua, incluso en planteos “educativos”… todo esto fruto de una visión del hombre (varón y mujer) materialista y sin ninguna dimensión de lo trascendente. Sabemos que el ambiente determina en gran medida la voluntad y la libertad de aquellos que en la adolescencia empiezan a realizar sus primeras opciones fundamentales.

En este contexto tendremos que acentuar con más fuerza el valor de “la pureza”, como clave para la vida de nuestros jóvenes y para todas las edades. En nuestras escuelas hoy se ha logrado introducir un poco más el tema de la ecología, de lo natural, pero lamentablemente no se introdujo el valor de “la ecología humana”, del respeto y cuidado de nuestra propia naturaleza humana. Hablar de la pureza de vida, como una opción fundamental parece ir a contrapelo del consumismo que con tal de ganar plata, no tiene escrúpulos en destrozar a los niños y jóvenes y la misma dignidad humana. Debemos subrayar que los mismos padres y educadores como primeros responsables de nuestros jóvenes necesitan ahondar sobre el valor de la pureza. La pureza es un valor que va más allá de lo sexual. ¡Qué maravilloso y testimonial es ver la pureza de una anciana, que ha vivido tantas cosas, que ha luchado tanto, que es madre, abuela y su rostro refleja en medio de sus arrugas, la pureza de vida.

La esperanza cristiana porque tiene a Dios como su meta y absoluto, nos compromete a trabajar activamente con nuestra historia. Los jóvenes son el presente y el futuro y por lo tanto todo lo que invirtamos en ellos será un signo de esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!


Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


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ZENIT  nos ofrece la intervención de Guzmán Carriquiry, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, sobre“La Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America: profecía, enseñanzas y compromisos”.

''Ecclesia in America'': profecía, enseñanzas y compromisos

La cuestión prioritaria y fundamental es suscitar y renovar un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, tal como lo propone la Exhortación apostólica Ecclesia in America y lo destaca luego la Encíclica Dives caritas est de S.S. Benedicto XVI, cuando afirma que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un Acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n. 1). Este encuentro no puede nunca darse por descontado, sino experimentado siempre de nuevo. Todos estamos llamados a vivir la fe como nuevo inicio, como esa novedad sorprendente, esplendor de verdad y promesa de felicidad, che reenvía al acontecimiento que la hace posible y que continuamente la regenera. No es accidental que el pontificado de Juan Pablo II se haya inaugurado con la invitación a “abrir las puertas a Cristo” y se haya concluyido con la invitación a “recomenzar desde Cristo”, a fijar la mirada sobre su rostro, descubriendo toda la densidad y belleza de su misterio presente, confiados mendicantes en su gracia. En efecto, no hay otra vía que la de “recomenzar desde Cristo”, para que su Presencia sea percibida y encontrada, amada y seguida con la misma realidad, novidad y actualidad, con el mismo poder de persuasión y afecto, experimentados por sus primeros discípulos 2000 años ha o por los “juandiego” del “Nuevo Mundo” hace 500 años. Sólo en el estupor y fascinación de este encuentro, superior a todas las expectativas pero percibido y vivido como plena respuesta a los anhelos de verdad y felicidad del “corazón” de toda persona, el cristianismo ne se reduce a una lógica abstracta, sino que hace carne en propia existencia. Por ello, la primera y más sincera actitud humana y cristiana es pedir, invocar, como pobres pecadores suplicantes, que el misterio de Dios se manifiesta en la propia vida, que nos haga reconocer la presencia de Cristo, che mueva nuestra prontitud para acoger su designio de salvación para nuestra vida con un obediente fiat, como el de la Santísima Virgen María. Este encuentro, que adviene por medio de aquellos que hacen transparente su Presencia, con toda su fuerza suave de atracción, se realiza en toda su verdad en la participación a los sacramentos, que son los gestos con los cuales Jesucristo abraza y transforma la vida de los fieles; encuentro que se gusta, se profundiza y que permea toda la vida en la oración perseverante, en una disciplina de vida espiritual. Tal es la suprema prioridad para las Iglesias del continente americano, para toda la Iglesia católica.

La Exhortación apostólica Ecclesia in America dedica, pues, algunas páginas a los santos, como los mejores frutos de la evangelización americana, como testigos irradiantes de su identidad cristiana, modelos heroicos de vida cristiana, compañía intercesora de quienes aún peregrinan por tierras del continente. ¡Cómo no recordar a lo largo de nuestra geografía americana a santas místicas como Rosa de Lima y Mariana de Quito, ¡Que sean todos ellos, y entre ellos a muchos mártires, patrimonio común para la comunión, la edificación y la devoción en las Iglesias de todo el continente americano. ¡Y cómo no invocar, con afecto filial, sobre todo, a la Santísima Virgen María, la primera y más perfecta discípula, la que se hizo reconocer en toda América como Nuestra Señora de Guadalupe, pedagoga de la fe y estrella de la evangelización! La emulación entre las Iglesias del continente tiene que estar dada por los testimonios de santidad, de ayer pero también de la santidad de hoy a la que están llamados todos católicos americanos.

Ese encuentro con Jesucristo vivo es “camino de conversión”, nos señala la Exhortación apostólica Ecclesia in America (nn. 26 y ss.) ¡Qué resonancia, responsabilidad y desafío tienen para las multitudes de bautizados en el continente aquélla invitación urgida del Evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc. 1,15); o aquéllas palabras de la Epístola a los Romanos (3,11): “Es ya hora de levantaros del sueño, que la salvación está más cerca de nosotros de cuando abrazamos la fe”. ¡Cuántos son los cristianos que han sepultado su bautismo bajo una capa de indiferencia y olvido, cuánta confesión cristiana sin ninguna influencia en el entramado de la propia vida, cuántas devociones sin encuentro con Cristo en los sacramentos, con què frecuencia predominan los “mix” arbitrarios de creencias sin referencia fiel al Credo, al Catecismo, a las enseñanzas soctrinales y morales de la Iglesia, cuánto abandono del sacramento de la reconciliación y superficialidad en la participación eucarística! La “conversión permamente” que la Ecclesia in America urge a todos los americano conduce a la vida nueva “en Cristo”, por gracia de su Espíritu, confiados en el amor misericordioso del Padre, para llegar a ser discípulos y testigos, reflejos de su Presencia, no obstante todos nuestros límites, opacidades y miserias. Incluso hasta llegar a exclamar, como el Apóstol: “Mi vida es Cristo”.

Ese encuentro con Cristo ha de ser acompañado y proseguido con una catequesis “que debe ser presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza “Cfr. E. in A. n. 69). Hay mucha ignorancia religiosa, sobre todo entre las nuevas generaciones, y deficiencias de formación cristiana adecuada entre muchos fieles de nuestras Iglesias. No es exagerado desdtacar que hermos vivido situaciones muy frecuentes de crisis de una auténtica educación católica, de una catequesis superficial, de dificultades notorias en la formación de personalidades sólidas y maduras en la fe, de adhesión más integral a las verdades propuestas por la Iglesia. Ademas, el bombardeo de los medios de comunicación social incrementa la dificultad de darse referencias y juicios para una formación cristiana que sea unitaria, sistemática y fiel. Por ello, resulta fundamental repensar a fondo la formación cristiana de los fieles, sea la de la iniciación o reiniciación cristiana que la que conduce a la formación de personas Sin fundamental del “Catecismo de la Iglesia católica”, cuyo vigésimo aniversario de promulgación estamos ahora celebrando en el cuadro del “Año de la fe”. Ésta es tarea fundamental para las parroquias y para las familias cristianas, que tienen que ser más alentadas y ayudadas en este propósito. La Exhortación appstólica pos-sinodal recuerda también que existe una vasta red de escuelas y Universidades católicas por todo el continente, cuyos frutos parecen en general exiguos en proporción a los recursos espirituales, humanos y materiales “invertidos”. Hay una “emergencia educativa”, también en la Iglesia, a la que no se responde suficientemente. Quince años después de la Asamblea del Sínodo para América urge repensar a fondo la pastoral educativa, alentar y sostener con los medios adecuados la identidad católica como hilo conductor de vida y estudios en los institutos de enseñanza, “invertir” a sunuevas fuerzas vivas en esa tarea y relanzar una evangelización de las propias Universidades católicas. Y ello teniendo en cuenta que la presencia evangelizadora en las instituciones escolásticas no confesionales, sobre todo universitarias, forma parte más de la “missio ad gentes” en tierras de frontera que de la “nueva evangelización”.

El encuentro con Jesucristo vivo es “camino de comunión”, se lee también la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America (nn. 33 y siguientes). Es camino de comunión trinitaria, eclesial y social. En la Iglesia, sacramento de unidad de nuestros pueblos dentro de la circulación católica de la comunión, ha de ser mucho más fuerte lo que nos une en la fe, esperanza y caridad de lo que nos separa en las diversidades, contradicciones y desgarramientos que se viven a nivel del continente. Cumple, por eso, una preciosa tarea reconciliadora. Sin embargo, para ello es necesario reconstuir y educar siempre el sensus ecclesiae, a la luz de la comunión vertical y horizontal que está en su propio ser. Gracias a Dios, las Iglesias en el continente americano han ido dejando atrás la frecuencia de contestaciones, manipulaciones, crisis de comunión, que se arremolinaron en los tiempos huracanados de la primera fase del pos-concilio, en la que críticas, experimentaciones y novedades se vieron sobre-determinadas por corrientes de hiper-politización e ideologización. No faltan aún, ni faltarán, tales crisis, porque el Principe de este mundo, el diablo, siembra la división. Es necesario, pues, que nuestreas Iglesias sigan educando a un profundo y fiel sentido de pertenencia a su misterio de comunión, a su sacramentalidad, a la fuente y vértice de esa comunión que es la Eucaristía. Y que ayuden a los fieles a experimentarlo en comunidades cristianas conformes al ser de la Iglesia, signos y reflejos de su misterio, casas y escuelas de comunión que abracen y sostengan la vida cristiana de todos los bautizados. También gracias a Dios, no falta, en general, la comunión con los Obispos, ministros de la unidad, y de éstos, junto a la devoción de los fieles, con el Sucesor de Pedro, testigo y garante de la unidad de toda la Iglesia católica. Este Congreso es ocasión providencial para proclamar una vez más la inquebrantable y firme comunión afectiva y efectiva de las Iglesias del continente americano con el Sucesor de Pedro. Desde tales premisas, la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America alienta signos concretos de esa comunión a nivel continental, como “la oración en común de unos por otros, el impulso a las relaciones entre las Conferencias Episcopales, los vínculos entre Obispo y Obispo, las relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias, y la mutua comunicación de agentes pastorales para acciones misionales específicas” (n. 33). En ese orden de sugerencias, la exhortación indica aún “fortalecer las reuniones interamericanas” promovidas par las Conferencias episcopales de diversas naciones, “crear comisiones específicas para temas comunes”, etc. Más importante aún es enriquecer la recíproca comunión edificándose con los mutuos dones y experiencias. Por ejemplo, los católicos latinoamericanos tienen mucho que aprender del profundo y concreto sentido de pertenencia de los católicos de los Estados Unidos a su comunidad parroquial y diocesana, desde la alta participación litúrgica dominical hasta el sostén material de sus comunidades. Los católicos de Estados Unidos y Canadá, por su parte, pueden enriquecerse mucho con el profundo sentido de trascendencia, de presencia del Misterio en la propia vida, que expresa la religiosidad popular de los latinoamericanos. Ante el incremento impresionante de los hispanos en los Estados Unidos y Canadá, la gran mayoría de ellos católicos, se puede dar allí un laboratorio de encuentros e intercambios entre diversas formas de incilturación de la fe, incluso para dar lugar a una más completa síntesis católica.

Cuando entra en crisis la comunión, la Iglesia tiende a replegarse sobre sí, a ocuparse más de asuntos eclesiásticos que del testimonio al que está llamada a dar, a alimentar problematizaciones inhibitorias de energías evangelizadoras y solidarias en la vida de los pueblos. En cambio, si el encuentro con Jesucristo vivo ha llenado de gratitud y alegría la propria vida, y la caridad rebosa en la comunión de sus discípulos y testigos, entonces el “corazón” urge por comunicar este don a todos por amor a su vidadestino.

El encuentro con Jesucristo vivo, en la comunión de la Iglesia, su cuerpo presente, desata energías de solidaridad entre los pueblos. Esta es la perspectiva desde la que la Iglesia presta un servicio invalorable a la vida pública de las naciones. Hay todavía mucha ignorancia y prejucios que obstaculizan el incremento de sentimientos de fraternidad entre latinoamericanos y estadounidenses. La Iglesia cumple una función de verdad cuando educa la opinión pública norteamericana a superar una actiud de indiferencia, a veces mezclada de temores y rechazos, respecto a los latinoamericanos. Hay que dejar atrás una “leyenda negra” anti-latinoamericana, que lo es también anti-católica, que presenta a los latinoamericanos como afectos de pereza, violencia e ignorancia congénitas, que amenazan la convivencia en los Estados Unidos a través de la “invasión” –como se dice – de los hispanos. Los latinoamericanos tienen que conocer más y mejor al pueblo norteamericano, más allá de eslóganes superficiales o lentejuelas ideológicas que impiden comprender cabalmente su compleja realidad. Es mejor que ambos, hermanos católicos del Norte y del Sur tengan mayor conciencia de saberse sometidos a ese prejuicio, que es el último a morir en lo “politically correct”, que es disparar contra la Iglesia por parte de elites dirigentes y mediáticas. Un cambio profundo de actitudes favorece, sin duda, la solidaridad para frontar cuestiones comunes.

Hay cuestiones comunes que hoy plantean problemas y desafíos mucho más graves que los de hace quince años. Paso revista sintética de algunos de ellos.

El problema de la inmigración hispana, sobre todo a Estados Unidos, desata prejuicios, injusticias y violencias cuando no estábien afrontado. Es impresionante tener en cuenta los millares de centroamericanos que recorren toda la geografía mexicana, de sur a norte, sufriendo toda clase de vejaciones y soprusos. La ausencia de una reforma de la política inmigratoria en Estados Unidos alimenta actitudes xenófobas, incluso de discriminación racial, no sólo levantando muros físicos y militares en la frontera con México – país con el que tiene pactado el “libre comercio” – sino también separando familias de los hispanos inmigrados y deportando a muchos hispanos “indocumentados” que viven desde hace mucho tiempo en el país, incluso nacidos en el mismo. Honra a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos haber siempre considerado a los hispanos, no como problema, sino como aporte “providencial” para la vida nacional. Y son muy importantes las periódicas reuniones que sobre la inmigración reunen a Obispos de las Conferencias de Estados Unidos y Canadá junto con las de México, Centroamérica y el Caribe, así como declaraciones bilaterales de las Conferencias de Estados Unidos y México. La Iglesia católica no puede desentenderse de la tarea de “humanizar” la cuestión migratoria, respetando la legítima lalegislación de los Estados pero considerando a los migrantes con espíritu de caridad y servicio, atendiéndolos desde un punto de vista pastoral y evangelizador.


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Viernes, 14 de diciembre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Adviento - C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"  

 Domingo 3º de Adviento C 

“¿Entonces, qué hacemos?”

Esta pregunta que le hace la gente a Juan, el Bautista, nos puede servir hoy a nosotros que vamos por el camino del Adviento hacia la Navidad. El domingo pasado contemplábamos a Juan que nos invitaba a preparar los caminos del Señor, porque Jesucristo viene a salvar a su pueblo, a cada uno de nosotros. Aquello era muy interesante, pero no concretaba mucho, teníamos que hacerlo nosotros.

La celebración de la Concepción Inmaculada de la Virgen nos ayudaba a concretar un poco más. La oración de la Misa decía: “Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada…”           Ya está: ¡Exenta de pecado y llena de gracia! Pues así tenemos que prepararnos nosotros para la Navidad: ¡exentos de pecado y llenos de gracia!           Pero el Evangelio de hoy lo precisa más todavía, cuando la gente pregunta a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?”  Y los publicanos y los militares, lo mismo.

          A la gente le pide que comparta sus túnicas y su comida; a los publicanos y a los militares, el recto ejercicio de su deber.     Me parece que es fácil traducirlo a nuestra propia vida, a nuestra propia situación, en medio de una época de fuerte crisis. De este modo, Juan preparaba a la gente para la venida del “que puede más que yo”, del que “bautizará con Espíritu Santo y fuego” del que viene a separar el trigo de la parva.

          “Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”.

           Por eso, el anuncio del Bautista nos invita también a la alegría. Precisamente este domingo, desde antiguo, es el domingo de la alegría “el Domingo Gaudete,” “porque el Señor está cerca”.   

          Es el mensaje de la segunda lectura: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”.

En la oración de la Misa de le decimos al Señor que nos conceda “llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”.

¡Alegría desbordante! Esta es la misma salvación que anuncia el profeta Sofonías en la primera lectura, en medio de una fuerte llamada a la alegría: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. Es muy grande la salvación que nos trae el Señor: liberación del pecado y del mal y sobreabundancia de bienes, hasta el punto de hacernos hijos de Dios.

          Por eso, proclamamos en el salmo: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. 

¡BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DOMINGO “GAUDETE”!


Publicado por verdenaranja @ 16:43  | Espiritualidad
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DOMINGO III DE ADVIENTO C     

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

          El profeta nos invita ahora a la alegría al contemplar, en esperanza, la llegada de la salvación. La alegría, la fiesta y el gozo deben ser las características del cristiano y no la tristeza y el desánimo, especialmente en el Tiempo de Navidad.

 

SEGUNDA LECTURA

          S. Pablo nos invita también a la alegría, porque la Venida del Señor que esperamos, está cerca

 

TERCERA LECTURA

          En el Evangelio es Juan, el Bautista, el que anuncia la Buena Noticia de la Venida del Señor y la gente que acude a recibir el bautismo, le preguntan: ¿qué tenemos que hacer? Escuchemos con atención.

(Pero ante todo, cantemos al Señor que viene).

         

COMUNIÓN

          En la Comunión experimentamos la alegría inmensa de la presencia del Señor entre nosotros. Es un anticipo de la Navidad y de la Vuelta gloriosa del Señor.

          Pidámosle de corazón que estas fiestas que se acercan sean para nosotros fiestas de gozo y salvación.


Publicado por verdenaranja @ 16:37  | Liturgia
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ZENIT  nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, Tercer Domingo de Adviento, del padre Jesús Álvarez, paulino.

Convertirse a la felicidad
Comentario al evangelio del Domingo 3° de Adviento/C

por Jesús Álvarez, SSP

“La gente le preguntaba a Juan Bautista:"¿Qué debemos hacer? "Él les contestaba: "El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo. "Vinieron también cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: "Maestro, ¿qué tenemos que hacer?". Respondió Juan: "No cobren más de lo establecido. "A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?"- Juan les contestó: "No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo. "El pueblo estaba en la duda, y todos se preguntaban interiormente si Juan no sería el Mesías, por lo que Juan hizo a todos esta declaración: "Yo los bautizo con agua, pero está para llegar uno con más poder que yo, y yo no soy digno de desatar las correas de su sandalia. El los bautizará con el Espíritu Santo y el fuego". (Lucas 3, 10-18)

Sorprende cómo personas de las más diversas clases y oficios se muestran ansiosas por saber lo que tienen que hacer para conseguir la paz del corazón en este mundo y la felicidad de la vida eterna: la gente común, militares, cobradores de impuestos… Nadie está excluido del amor de Dios y de la vida eterna, con tal de que la desee de verdad, convirtiéndose al amor de Dios y del prójimo.

La infelicidad tiene siempre su raíz en el pecado propio y en el ajeno: el mal hecho, los malos pensamientos, deseos y sentimientos, las malas palabras, las malas intenciones; con la omisión del bien que podíamos haber hecho, dicho, pensado, sentido; también las relaciones humanas frías, egoístas, abusivas, dañinas, autoritarias o pervertidas.

Pero la infelicidad se debe sobre todo a nuestras relaciones deficientes, nulas o negativas con la Fuente misma de toda felicidad: Dios. La indiferencia ante Dios es causa todos los males y pecados.

¿Qué hacer entonces? Para ser felices en lo posible en esta vida y plenamente en la eterna, ante todo hay que reconocer y abandonar las falsas o aparentes felicidades que nos hunden, sin darnos cuenta, en la infelicidad; y volverse a la felicidad en persona: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón anda inquieto mientras no descansa en ti” (San Agustín).

Juan anunciaba la Buena Noticia, que identificaba con la persona del Salvador. Y ese mismo Jesús se pone a sí mismo cada día a nuestra disposición como fuente de la felicidad que ansiamos: “Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Sobre Él tenemos que modelar nuestra vida humana y cristiana de cada día para que sea de verdad feliz con la felicidad pascual de Jesús resucitado y presente, que nos está preparando un puesto de inmensa felicidad eterna.

A espaldas de Él se pueden lograr satisfacciones pasajeras, ilusorias, pero no la felicidad que ansiamos desde lo más profundo de nuestro ser, y que buscamos neciamente una y mil veces allí donde la felicidad no se encuentra.

Se vuelve con obstinación a las charcas resecas y envenenadas de muerte, como si nos faltara el sentido común y la razón, pero sobre todo por falta de fe. Jesús nos dice: “Les he comunicado estas cosas para que mi felicidad esté en ustedes”. Él desea transformar nuestros sufrimientos en felicidad, nuestra muerte en resurrección y vida eterna. ¿Le creemos?

Jesús, por ser el Hijo de Dios, nos posibilita la liberación del pecado y de sus consecuencias, y nos da la alegría de vivir en el tiempo, y la esperanza de la felicidad eterna.

Jesús no vino para condenarnos, sino que murió y resucitó a fin de que nosotros resucitemos con él para la felicidad total que nos está preparando. No podemos arriesgarla por golosinas que se disuelven o pompitas de jabón que se esfuman en el aire.

“Trabajemos con temor y en serio por nuestra salvación” y por la salvación de los otros, empezando por casa.


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Reflexión de José Antonio Pagola al Evangelio del domingo tercero de Adviento - C.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

           La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?

          El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.

          No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo". Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?

Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.

          No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de "empobrecernos" poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

          Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno... Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.

          Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas...

          La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis... Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

José Antonio Pagola 

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
16 de diciembre de 2012
3 Adviento (C)
Lucas 3, 10-18


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El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno.922-25 86 40/ Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 502 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

En este tiempo de Navidad, Cáritas lanza la primera fase de su Campaña Institucional 2012-13 en la que apuesta por construir un modelo de sociedad donde el trabajo sea una fuente de desarrollo personal y social a partir de la cual podamos reconstruir juntos el bien común. Bajo el lema “Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo”, la campaña de Navidad de Cáritas nos invita, en este contexto de crisis cada vez más incierto y desconcertante, a reflexionar sobre nuestra relación con el trabajo, con lo que significa y con lo que esperamos de él.  

El programa de TVE2, ‘el Día del Señor’, se emitió dos días desde la parroquia lagunera de Sto. Domingo. Al comienzo del programa del pasado domingo su director entrevistó al Obispo. Bernardo Álvarez reflexionó sobre el sentido y la vivencia del Año de la fe convocado en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Dicha entrevista y las misas emitidas por TVE2 se pueden volver a ver desde el blog del obispado. 

Este sábado 15 de diciembre, se desarrollará en el Seminario Diocesano, el consejo de profesores de la sede del ISTIC. 

Este miércoles tuvo lugar una nueva sesión de la Formación Continua del Clero. Los sacerdotes prosiguen este año su formación centrada en el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica. Concretamente, en la sesión de este mes se han impartido dos conferencias: "Tradere; he recibido una Tradición que a su vez les he transmitido" y "El Credo en su unidad: De los símbolos de la fe al Credo del pueblo de Dios". Los profesores, Áureo Matesanz y Macario López, han sido los responsables de guiar dicha reflexión. 

La VI Bajada de Nuestra Señora de Los Reyes comenzó el 7 de diciembre tras pasar por los barrios de El Hornillo y La Vizcaina haciendo noche María en cada uno de ellos. En esta semana la imagen está en la parroquia de San Antonio de Padua, donde celebra la semana grande. El lunes se compartió la Eucaristía con los amigos y vecinos de Arure y Las Hayas y el martes con los de Taguluche. El miércoles se presentaron a la Virgen los niños bautizados desde la última Bajada en la Eucaristía concelebrada por los sacerdotes de La Gomera. 

Por otro lado, el jueves será turno para la renovación de los matrimonios realizados desde la última Bajada y el viernes y sábado los agentes de Pastoral de la Salud llevarán a cabo sendas sesiones de formación de la mano de Daniel González Acosta. 

En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, tuvo lugar los votos temporales de dos monjes del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad en Santa Brígida (Gran Canaria), Fray Juan Carlos, natural de México y Fray Valentín González que desde ese día se llama Fray Mauro, natural de Adeje, González anteriormente había comenzado su discernimiento vocacional en nuestro seminario diocesano. 

Por otro lado, Nieves Mary fue consagrada  en el Órden de las Vírgenes, en Fuencaliente (La Palma). 

El Centro de Iniciativas Turísticas distinguió con los premios amables del turismo y la convivencia ciudadana al Obispo, al Bar Imperial, a la Unidad Militar de Emergencias y al silbo de La Gomera por sus respectivas contribuciones al fomento de este sector.  

Diferentes módulos de formación para profesores se ofertan desde el ISTIC en el mes de enero. Una iniciativa titulada “profesores para el cambio y la innovación”. El primer módulo se desarrollará entre el 11 y el 12 de enero bajo el título “Una nueva forma de entender la inteligencia: el marco de las inteligencias múltiples, programación, paletas y proyectos de comprensión.” El mismo se desarrollará en el Seminario Diocesano de16:00a20:00horas. 

El pasado miércoles se celebró la Eucaristía en la parroquia del Toscal-Longuera (Los Realejos) en honor a la Virgen de Guadalupe, titular de la misma. Otro tanto ocurrió en la Villa gomera de S. Sebastián 

Se están celebrando las fiestas en honor a Santa Lucía en Puntallana. El jueves 13 de diciembre, se celebrará la Eucaristía, a las16:00horas. Posteriormente, tendrá lugar la procesión por el recorrido de costumbre. 

El viernes 14 de diciembre, a las19:30horas, en la parroquia de Gracia, se celebrará el Primer Encuentro Navidad Solidaria. Será una tarde dedicada a cantar villancicos. El “precio de la entrada” será un kilo de alimentos no perecederos o de productos de higiene personal y/o de limpieza. Cabe señalar que este encuentro está organizado por Cáritas Interparroquial de Gracia-Finca España. 

La parroquia de San Juan Bautista en La Orotava acogerá el 5 de diciembre a Sus Majestades Los Reyes Magos, a las16:30horas. Asimismo, se llevará a acabo una recogida de alimentos no perecederos a beneficio de Cáritas. 

El Encuentro Coral Ciudad de La Laguna alcanza este próximo domingo su trigésimo cuarta edición. La presente edición ofrece dos citas musicales de enorme interés. El domingo16, alas13:00horas, en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, tendrá lugar el encuentro Coral propiamente dicho, con la participación de diez agrupaciones vocales de toda la isla. 

Este domingo 16 de diciembre, en el Seminario Diocesano, está todo el mundo invitado a participar en un rato de oración ante el Santísimo, pidiendo por las vocaciones junto a los seminaristas de nuestra Diócesis. Será a las20:00horas. 

Durante los días 5, 6 y 7 de diciembre, la Fraternidad de Servidores del Corazón Sacerdotal de Jesús desarrolló la primera tanda de Ejercicios de este curso en la Domus Mariae, Lugar de Oración en San Pedro de Daute-Garachico. Días intensos animados por las meditaciones del P. Prior del Monasterio Benedictino de La Santísima Trinidad de Gran Canaria, José María Jimenes Alonso y el sacerdote Vicente Cruz Gil, Penitenciario Diocesano, Canónigo de la SIC y Capellán del Monasterio de Las Catalinas.  

El libro "Isla de El Hierro: patrimonio artístico religioso", de la autora Ana Ávila será presentado el sábado, 15 de diciembre, a las19:00horas, en la Sociedad Cultural y Recreativa del Casino de Valverde. En el acto intervendrán: el alcalde Agustín Padrón, la primer teniente de alcalde, María Dolores Padrón, el catedrático de Historia del Arte, Francisco Galante, la profesora titular de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, Ana Ávila y como moderador, el licenciado en Derecho, Celso Lima. 

El  viernes se realizará, en la Parroquia de la Concepción de La Laguna, el tercer “Encuentro en la fe”. En esta ocasión. la parte musical estará a cargo del profesor Luis Mañero con un concierto de violín. En la segunda parte, el diácono permanente Don Víctor Manuel González Torres intervendrá con el tema “Ceer… ¿Para qué?”


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Jueves, 13 de diciembre de 2012

 Guión para el envío de Sembradores de Estrellas 2012 enviado por la Delegación Diocesana de Misiones de la diócesis de Tenerife.

CELEBRACIÓN DEL ENVIO DE SEMBRADORES DE ESTRELLAS

Canto:

Con un manojo de estrellas, Somos sembradores de estrellas u otro villancico apropiado.

Saludo:

Hoy querernos llenar nuestra ciudad (pueblo, barrio, colegio...) de estrellas. Queremos inundar los corazones de las personas de luz y alegría. Al igual que la estrella de Belén guió a los Magos al encuentro con  el Mesías, así queremos nuestras estrellas lleven a todos los que las reciban al encuentro con Dios.

En un momento del silencio, y en la presencia del Señor, pedimos la fuerza y la gracia necesarias para que podamos ahora escuchar su Palabra, que sepamos acogerla y con los misioneros del mundo saber testimoniarla. Los misioneros son como las estrellas que dan luz y guían a las personas para que se encuentren con Jesús.

Proclamación de la Palabra: Mt 2, 1-12.

Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea, en tiempo del rey Herodes. Por entonces unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando:

¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto  su estrella  en el oriente y venimos a adorarlo.

Al oír esto, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Entonces convocó a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley y les preguntó donde tenía que nacer el Mesías. Ellos le respondieron:

En Belén de  Judea pues así está escrito en el profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos, la menor de las ciudades principales de Judá; porque de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel.

Entonces Herodes, llamando a parte a los sabios, hizo que le informaran con exactitud acerca del momento en que había aparecido la estrella, y los envió a Belén con este encargo:

Id e informaros bien sobre ese niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarlo.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la estrella que había visto en oriente los guió hasta que llegó se paró encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de una inmensa alegría.

Entraron en casa. Vieron al niño con su madre María y lo adoraron postrados en tierra.

Abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra. Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Reflexión:

Los Magos guiados por una estrella se pusieron en camino y se encontraron con Jesús.

Los misioneros también son como la estrella de Belén que guían a las personas para que se encuentren con Jesús y sean plenamente felices. Hoy, para muchas personas con las que nos vamos a cruzar por la calle, la estrella son ustedes que llevan la presencia de Jesús con alegría corno los misioneros. Las estrellitas que van a repartir son una buena noticia de parte de Dios. Felicitar la Navidad junto a los misioneros implica el deseo de construir un mundo con más esperanza, más justicia, más solidaridad y más amor. 

Peticiones espontáneas: (Respondemos: "Llénanos de tu luz, Señor)

Envío:

El Señor nos pide que seamos misioneros anunciando el nacimiento de Jesús a toda la gente que se vayan a encontrar. Ahora en voz alta deben manifestar el compromiso de ser sembradores de estrellas felicitando la Navidad en nombre de los de los misioneros. Respondamos:"Sí, estoy dispuesto”.

1. ¿Estás dispuesto a ser misionero de Jesús, anunciando a todos que llega la Navidad?

Si, estoy dispuesto.

2. ¿Estás dispuesto a ser sembradores de estrellas, de amor y de buen humor?

Si, estoy dispuesto.

3. ¿Estás dispuesto a comprometerte, con tus palabras y con tus buenas acciones, a sembrar el amor de Jesús cada día entre los que te rodean?

Sí, estoy dispuesto.

Después de este compromiso salgan a las calles y plazas. Jesús les bendice y les acompaña. El los envía a llevar la luz a todos los que se encuentren, también a sus familias y amigos.

Canto: Villancico.


Publicado por verdenaranja @ 14:09  | Misiones
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Mi?rcoles, 12 de diciembre de 2012

ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el segundo domingo de Adviento, 9 de Diciembre de 2012, dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

¡Queridos hermanos y hermanas!

En el tiempo de Adviento, la liturgia pone de relieve, en particular, dos figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan el Bautista. Hoy san Lucas nos presenta a este último, y lo hace con características diferentes de los otros evangelistas. "Los cuatro Evangelios ponen al principio del ministerio de Jesús, la figura de Juan el Bautista y lo presentan como su precursor. San Lucas ha retrocedido la conexión entre las dos figuras y sus respectivas misiones... Ya en la concepción y el nacimiento, Jesús y Juan se ponen en relación uno con el otro" (L’infanzia di Gesù, 23).

Este cambio ayuda a entender que Juan, como hijo de Zacarías y de Isabel, ambos de familias sacerdotales, no solo es el último de los profetas, sino también representa a todo el sacerdocio de la Antigua Alianza, y por lo tanto, prepara a los hombres para el culto espiritual de la Nueva Alianza inaugurado por Jesús (cf. ibid. 27-28). Lucas también disipa cualquier lectura mítica que a menudo se hace de los evangelios y ubica históricamente la vida del Bautista, escribiendo: "En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea...; en el pontificado de Anás y Caifás" (Lc. 3,1-2). Dentro de este marco histórico se ubica el verdadero gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, del que sus contemporáneos ni siquiera se darán cuenta. ¡Para Dios, los grandes de la historia hacen de marco a los pequeños!

Juan el Bautista se define como "la voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas" (Lc. 3,4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios la precede, ya que ella misma es la que ha descendido sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (cf. Lc. 3,2). Él juega un gran rol, pero siempre en relación con Cristo. San Agustín dice: "Juan es la voz. Sin embargo del Señor se dice: "En el principio existía la Palabra" (Jn. 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es la Palabra eterna que estaba en el principio. Si a la voz se le que quita la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra llega al oído, pero no edifica el corazón"(Discorso 293, 3: PL 38, 1328).

Nuestra tarea es escuchar hoy esa voz para dar espacio y dar acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva. En este tiempo de Adviento, preparémonos para ver, con los ojos de la fe, la humilde cueva de Belén, la salvación de Dios (cf. Lc. 3,6). En la sociedad de consumo, en la que se busca la alegría en las cosas, el Bautista nos enseña a vivir de una manera esencial, a fin de que la Navidad se viva no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que vino para traer paz a los hombres, la vida y la alegría verdadera.

A la intercesión maternal de María, Virgen del Adviento, le encomendamos nuestro camino hacia el Señor que viene, para estar dispuestos a acogerlo, en el corazón y en toda la vida, al Emmanuel, Dios-con-nosotros.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


Publicado por verdenaranja @ 21:25  | Habla el Papa
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ZENIT  nos ofrece la colaboración habitual del arzobispo castrense de España Juan del Río Martín, en nuestro espacio Foro. Esta ver una virtud que parece haber pasado de moda: la fidelidad.

Fidelidad-Perseverancia: ¿La virtud de los débiles?

+ Juan del Río Martín

El hombre fiel ha muerto en la cultura materialista dominante que envuelve las relaciones humanas. El compromiso de por vida en el matrimonio, sacerdocio y consagración religiosa, parece cosa de otros tiempos, produce pánico en muchos jóvenes y en algunos sectores sociales es sinónimo de frio conservadurismo. La lealtad, la estabilidad, la entereza son valores contrapuestos al hedonismo de la modernidad que consagra el fragmento, el continuo “cambio por el cambio” a todos los niveles y la renuncia a cualquier sacrificio. Sin embargo, el panorama que dejan las rupturas familiares, el abandono de las obligaciones religiosas y la deslealtad en las amistades, etc., es dramático para quienes lo viven y su entorno. Pero hay un instinto natural que se revela ante ello y percibe que por ese camino no se llega a ninguna parte. Porque se ha perdido la orientación básica de la vida y esto hace insoportable la convivencia humana por la ausencia de la verdad. De ahí, que la reflexión o estima sobre la fidelidad va recuperando su importancia en los últimos años, ya que es la única vía para optar por el señorío de la propia existencia y a la vez una apuesta por una sociedad más sana.

La fe cristiana parte de la proposición de que creemos en el “Dios de la fidelidad” (Dt 3,4). El “arte de vivir” de las criaturas consiste en asemejarnos a ese Dios que es “fiel en todas sus palabras” (Sal 144,13) y que “su fidelidad dura por siempre” (Sal 116,1-2). El título de fieles bastará para designar a los discípulos de Cristo (cf. Hech 10,45; 2Cor 6,15) que es el “Fiel” por excelencia a los designios salvadores de Dios Padre con la humanidad (cf. Filp 2,8). La tradición cristiana afirma que una persona fiel es aquella en la que se puede confiar: porque cumple lo prometido, la verdad configura la limpieza de su corazón y hay coherencia entre sus palabras y obras.

En cuanto somos seres limitados, hay que contar con las flaquezas, defectos y equivocaciones humanas. Además, en muchas ocasiones, podemos encontrarnos envueltos en circunstancias personales y sociales muy complejas. Ninguno es bastante fuerte por sus solas fuerzas necesitamos de la ayuda de Dios, que mediante la gracia de la fe ilumina nuestras decisiones y nos sostiene en el combate de cada día. La perseverancia mira al futuro, (cf. Lc 9,62), inclina al hombre a luchar hasta el fin, sin ceder al cansancio, al desánimo o cualquier tentación que pueda presentarse. La meta alcanzar es la propia realización y el bien de los demás, ello requiere siempre valentía de ánimo y tenacidad en la acción. A la vez, exige: humildad para reconocer los fallos, rechazar las formas de vida basadas en las mentiras, no olvidar el daño que se puede hacer al prójimo y a las instituciones con la infidelidad, tener siempre presente el santo temor de Dios. ¿Realizar toda esta tarea es de timoratos? O más bien, como dice san Pablo “la gracia se muestra en la debilidad” (2 Cor 12,9).

La fidelidad perseverante, en la vocación y el estado de vida elegido, es la suma de grandes y pequeñas conquistas. Es recomenzar muchas veces, recobrando el ardor y la diligencia perdida. Porque como dice santo Tomás: “es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que correr fuera de él. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando a la meta; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre tanto más se aleja del camino” (Coment. Evang. S. Juan 14,2). Estamos en el tiempo de Adviento, las figuras de los profetas, y en especial Juan el Bautista, nos estimulan a seguir caminando en esperanza por el sendero libremente elegido, al cual el Señor nos llamó y donde se muestra su voluntad. Ellos son modelos de fidelidad a Dios, de perseverancia en la misión encomendada y de amor a su pueblo. Siguiendo la espiritualidad profética, cada cual debe seguir con decisión irrevocable el modo de vida que primero abrazó, manteniéndose fiel en su dirección primera, para que la final de sus días puede escuchar aquellas palabras del Maestro Jesús: “muy bien, siervo bueno y fiel; como ha sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21).


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Martes, 11 de diciembre de 2012

Mensaje de monseñor Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana en la Inmaculada Concepción de María Virgen (8 de diciembre de 2012) (AICA)

La Inmaculada Concepción, “la llena de Gracia”, Madre del Mesías Salvador

En cumplimiento del espíritu profético de la Virgen María, a saber, “me llamarán bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1, 39-56), hoy, en la solemnidad de su Inmaculada Concepción, en este Año de la Fe de 2012, queremos manifestar, exclamar, declamar, nuestro amor a Ella, Madre de Dios y de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros. “Bienaventurada” es por siempre, pues el Evangelio, al asegurarnos que la Virgen es Madre de Dios (Cf Lc 1,26ss) nos ofrece la base granítica, a la que no puede rozar sombra de duda, para dar a María el honor debido y la efusión de un sentimiento afectuoso, el cual, como amoroso eco, se resume en el Hijo, en Cristo, Pastor y Obispo de nuestras vidas, Hermano nuestro.

Ella, María, en cuyas manos de Madre ponemos nuestras frágiles vidas, es la “llena de gracia” (Lc 1,28), la Kekharitouméne, la cual nos ha dado a Jesucristo, razón por la que cada uno puede ver cuánto el ejemplo de la Virgen, su intercesión, su protección, nos ayudan grandemente, como fieles suyos, a renovarnos interiormente y a reconciliarnos con Dios y con los hermanos, así como a huir del pecado y de sus consecuencias, en especial de la injusticia, presente como “misteriosamente” en todo pecado.

Celebremos hoy, este 8 de diciembre, hay mucho que celebrar, porque la “Inmaculada Concepción”, más que una “advocación”, o “título” de la Virgen, es lo que Ella misma es. La Virgen misma es la Inmaculada Concepción, porque Ella, la Virgen, es la obra maestra de la redención obrada por Cristo. Por la potencia de su amor y de su mediación única y universal, Cristo ha obtenido que la Madre fuera preservada del pecado original; por ello María ha sido totalmente redimida por Cristo, ya antes de ser concebida, en razón de la misión que le reservaba el Padre (1), el ser Madre del Mesías Salvador.

Entre nosotros se realiza también la imagen de la Iglesia como “pueblo mesiánico”

Es verdad que no habría Iglesia sin Cristo, es verdad también que el Cuerpo de Cristo es la Iglesia, su Pueblo. Es la ocasión, por esto, de redescubrir también hoy, nosotros, a la Iglesia como Cuerpo del Salvador, como Pueblo peregrinante de Jesucristo, el Ungido del Padre, nacido de María Virgen.

La Iglesia es pueblo mesiánico(2) porque, con el don recibido, el «sentido de la fe» procedente de la unción del Espíritu, se hace “pueblo profético” que exhorta con amor y con mansedumbre a todos los hombres a la conversión. Nuestra vocación y misión poseen también ese sentido profético. Desde esta perspectiva, la misión es un centro irradiador del “profetismo de la esperanza”, esa esperanza en que todo cuanto ha sido sembrado entre nosotros, en especial en la conmemoración de los 60 años de la convocación del Concilio Vaticano II, sea cultivado y produzca cosecha abundante, conforme a la voluntad de Dios, que da a uno a sembrar, a otro el cosechar (Cf Jn 4,37).

Para dar testimonio de esa índole mesiánica que tenemos como Pueblo, necesitamos esperanza. Me refiero a la esperanza teologal, más que a las meras “expectativas” o “ganas” o “tendencias” con las que a veces nuestras mentes pueden confundirse, al no escapar del todo al subjetivismo, relativismo, o incluso secularismo imperante. La esperanza verdadera es la que “renueva”, porque es Dios mismo quien dijo “Yo hago nuevas todas las cosas”; es Él, con su Gracia, el que tiene el poder de hacernos “nacer de nuevo”, y por eso la esperanza nos hace renacer, y por eso también la enseñanza de la Iglesia reactualiza la palabra que Dios Padre, en el Hijo Jesús (el Verbo) “dice” desde el origen del mundo, y que el Espíritu de Amor reactualiza hoy y hace comprensible, en el tiempo, y en los tiempos nuestros, creaturas históricas, y que podemos hoy resumir en estas tres bíblicas exhortaciones: “escucha”, “recuerda”, “conviértete”. En esto radica la base de la pastoral, de toda pastoral, a través de “la escucha de la fe”, de la catequesis, y de la misión que de allí procede.

La esperanza, queridos hermanos y hermanas, promueve al mismo tiempo una dinámica evangelizadora y promotora de la dignidad humana, de tal modo que hace desarrollar y crecer una interrelación mutua de caridad, de participación, de colaboración, de mutua ayuda, al modo como vemos en la comunidad eclesial del libro de los Hechos (Cf Hech 18,1-4).

Se trata de amar con amor gratuito, como María. Lo que aceptó la Virgen, por excelencia, es la “gratuidad” del Don de Dios. Hay que ser muy humildes para aceptar “gratuidad”. Aceptarla implica estar movidos por el Espíritu, sin sobreestimarnos a nosotros mismos, o creernos los detentores de lo absoluto, del conocimiento, de los poderes, más allá de la entidad que estos “realísticamente” tengan, si es que fueran mirados desde una escala más global. Porque, en el fondo, no hay otro “poder” que valga que el “poder de dar la vida” y esto con obediencia, la obediencia a quien compete prestarla, y una obediencia amorosa, en cierto sentido, “a los hermanos”, se trata de una “interobediencia” una “inter-escucha”.

Por esta “interobediencia” en el amor resulta que en una comunidad cristiana, parroquial, diocesana, u otra, se hace tan importante cultivar la auténtica corrección fraterna (3), para lo cual, primero, hemos de ponernos siempre a la escucha, como María, estar en relación con todos, y en especial con los más pobres, con los pequeños, los sencillos, a la manera como lo refiere San Pablo, es decir, no creyéndonos llenos de sabiduría, “sino con el amor gratuito”(cf 1 Cor 13).

Así como podríamos decir que sobre la Inmaculada Concepción de María fue concebida, por obra del Espíritu, la Cabeza de la Iglesia y en este sentido fue edificada, ya en cierne, la Iglesia, es también con espíritu de edificación como ha de ser comprendida la colaboración y el diálogo, de modo que se sienten las bases en común para ponerse a “edificar” la Iglesia. Ésta es lo que es, Cristo en el mundo, Pueblo de Dios, y a nosotros nos toca ponernos a orar y a trabajar en esta obra, la que es agradable a Dios, la que asciende “con suave fragancia”, como sacrificio, y que a la vez desciende “como bendición” sobre nuestro pueblo, porque, como ha dicho el Señor a través del profeta Jeremías: “Yo encontraré mi gozo en hacerles el bien” (Jer 32,41).
En la Inmaculada Concepción se refleja la Belleza infinita

Por último, hermanos y hermanas, oímos hablar tantas veces de relativismo y secularismo; son desafíos que hemos de asumir en una nueva evangelización. Me referiré sólo a una de las manifestaciones de aquéllos, y quiero decirles que existen tantas “falsas luces” que atraen nuestra atención, nuestra fascinación, tantas falsas bellezas que nos encandilan en este mundo en que ni todo ni mucho es como aparece; pseudo-bellezas que en realidad terminen obscureciendo nuestra mirada, y pueden enceguecernos. Así, podemos enunciar como fatuas, aquellas “falsas bellezas” que, por autorreferentes, no translucen la Belleza del Creador, o bien los espejismos del afán de predominio, de la fascinación del poder por el poder mismo, de la hipocresía que nos deja bellos por fuera (en el mejor de los casos) y feos por dentro, el abuso en ámbito moral e interrelacional (y otros), el mal uso del sexo, el no poner importancia más que en nuestro propio interés por encima del bien común. Todo esto puede atraer –enfermizamente- nuestras potencias y nuestras facultades, pero en el fondo y al final nos dejarán bien encajada en nuestro interior una profunda tristeza, una “nada” interior e incluso un sentimiento de vacío existencial que en nada nos potencia, sino todo lo contrario; no dan para otra cosa.

Pareciera que la contemplación está fuera de moda, “out”. Pero es tan propia del ser humano (porque del Creador salió hecho limpio, y para la adoración, y esto nunca fue destruido) que, si no se da como “viene la mano”, por la vía que corresponde, algo tiene que suplantarla, porque es necesaria, y así la suple, por ejemplo, otra clase de “fascinaciones”, a las que se eleva a “adoración”, pero que sería falsa. En eso consisten todas las idolatrías del corazón. En cambio, la contemplación de la “Toda Hermosa” es una “vía directa”. Nos ayudará en nuestro camino de fe, porque llena de Gracia como es la Virgen, llena del Espíritu, cuya Luz brilla con incomparable esplendor, nos hará participar de ese culmen de donaciones de Dios. La belleza de María nos ayudará a concentrar nuestra mirada y quitarla de las luces fatuas, las cuales por más que nos deslumbren van a terminar obscureciéndonos, haciéndonos seres obscuros u obscurecidos, por lo menos.

Vías, caminos, de oración, esto necesitamos. Desde la oración y en ella, querríamos hoy también proponer la “vía de la belleza” de María, la que Ella tiene como Esposa del Espíritu Santo, como “toda hermosa” (tota pulchra), como ideal supremo de perfección al que ningún artista ha logrado plasmar en plenitud, como “la Mujer revestida de sol” (Ap 12,1), en la cual los rayos purísimos de la belleza humana se conjugan con los rayos luminosos, soberanos, de la belleza sobrenatural.

Que en este día de la Virgen Santísima que la gracia divina esté con ustedes, como nos lo deseó San Pablo: «la gracia esté con todos aquellos que aman a Nuestro Señor Jesucristo con amor inmutable» (Ef. 6, 24).


Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana.

Notas

(1) Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia general, Aula Pablo VI, Ciudad del Vaticano, Miércoles 7 de julio de 2010
(2) Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 9.
(3) Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 37


Publicado por verdenaranja @ 23:57  | Hablan los obispos
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Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, en la tarde del 9 de diciembrede 2012, a los participantes del Congreso Internacional "Ecclesia in America" sobre la Iglesia en el continente americano.

Señores Cardenales,
Queridos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros de Colón

Agradezco vivamente las palabras del Señor Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, y me alegra que, junto a los Caballeros de Colón, haya querido promover un Congreso internacional para ahondar en la consideración y proyección de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, del beato Juan Pablo II, y que recoge las aportaciones de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América. Saludo cordialmente a los Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas consagradas, así como a los numerosos laicos venidos para participar en esta importante iniciativa. Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al corazón los latidos del Continente americano, tan presente en la plegaria del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he podido gratamente experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a algunos de sus países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de esas queridas tierras.
Mi venerado Predecesor, el beato Juan Pablo II, tuvo la clarividente intuición de incrementar las relaciones de cooperación entre las Iglesias particulares de toda América, del Norte, del Centro y del Sur, y, a la vez, suscitar una mayor solidaridad entre sus naciones. Hoy dichos propósitos merecen ser retomados con vistas a que el mensaje redentor de Cristo se ponga en práctica con mayor ahínco y produzca abundantes frutos de santidad y renovación eclesial.
El tema que guió las reflexiones de aquella Asamblea sinodal puede servir también de inspiración para los trabajos de estos días: "El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América". En efecto, el amor al Señor Jesús y la potencia de su gracia han de arraigar cada vez más intensamente en el corazón de las personas, las familias y las comunidades cristianas de vuestras naciones, para que en éstas se avance con dinamismo por las sendas de la concordia y el justo progreso. Por eso, es un regalo de la Providencia que vuestro Congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general del Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.
La citada Exhortación apostólica apuntaba ya a retos y dificultades que en la hora actual siguen presentes con singulares y complejas características. En efecto, el secularismo y diferentes grupos religiosos se expanden por todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas. La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?

All these important questions require careful study. Yet in addition to their technical evaluation, the Catholic Church is convinced that the light for an adequate solution can only come from encounter with the living Christ, which gives rise to attitudes and ways of acting based on love and truth. This is the decisive force which will transform the American continent.
Dear friends, the love of Christ impels us to devote ourselves without reserve to proclaiming his Name throughout America, bringing it freely and enthusiastically to the hearts of all its inhabitants. There is no more rewarding or beneficial work than this. There is no greater service that we can provide to our brothers and sisters. They are thirsting for God. For this reason, we ought to take up this commitment with conviction and joyful dedication, encouraging priests, deacons, consecrated men and women and pastoral agents to purify and strengthen their interior lives ever more fully through a sincere relationship with the Lord and a worthy and frequent reception of the sacraments. This will be encouraged by suitable catechesis and a correct and ongoing doctrinal formation marked by complete fidelity to the word of God and the Church’s magisterium and aimed at offering a response to the deepest questions and aspirations of the human heart. The witness of your faith will thus be more eloquent and incisive, and you will grow in unity in the fulfilment of your apostolate. A renewed missionary spirit and zealous generosity in your commitment will be an irreplaceable contribution to what the universal Church expects and needs from the Church in America.
As a model of openness to God’s grace and of perfect concern for others, there shines forth on your continent the figure of Mary Most Holy, Star of the New Evangelization, invoked throughout America under the glorious title of Our Lady of Guadalupe. As I commend this Congress to her maternal and loving protection, I impart to you, the organizers and participants, my Apostolic Blessing as a pledge of abundant divine graces.

[Todas estas importantes cuestiones requieren un esmerado estudio. Sin embargo, más allá de su evaluación técnica, la Iglesia católica tiene la convicción de que la luz para una solución adecuada sólo puede provenir del encuentro con Jesucristo vivo que suscita actitudes y comportamientos cimentados en el amor y la verdad. Ésta es la fuerza decisiva para la transformación del Continente americano.
Queridos amigos, el amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas a proclamar su Nombre en todos los rincones de América, llevándolo con libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus habitantes. No hay labor más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios. Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en el corazón del hombre. De este modo, el testimonio de vuestra fe será más elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro apostolado. Un renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de vuestro compromiso serán una aportación insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en América.
Como modelo de disponibilidad a la gracia divina y de total solicitud por los demás, resplandece en ese Continente la figura de María Santísima, Estrella de la nueva evangelización, y a quien se invoca en toda América bajo el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe. A la vez que encomiendo a su materna y amorosa protección este Congreso, imparto a sus organizadores y participantes la Bendición Apostólica, prenda de incesantes favores divinos.]


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Lunes, 10 de diciembre de 2012

Palabras de agradecimiento del sacerdote Don Sebastián García Martín por concesión de medalla de oro de la Villa de San Juan de la Rambla el 6 de Noviembre de 2012.

Señora Alcaldesa doña Fidela,
Señores Concejales del Excelentísimo Ayuntamiento de San Juan de la Rambla

Un saludo al

Señor Delegado del Clero Don Fernando,
Rector del Santuario del Cristo de La Laguna Don Carlos,
Sr. Cura Párroco de San José Don Francisco Javier,
Sr. Cura Párroco de San Juan Bautista Don Arsenio,
Sr. Cura Párroco de Buenavista Don Miguel,
Concejales del Ayuntamiento de la Guancha,
Familiares y amigos.

Gracias por haber hecho el esfuerzo de estar presentes en este acto.

No es tarea fácil expresar con palabras adecuadas el agradecimiento al gran honor y privilegio que representa para mí la concesión de esta Medalla de Oro de la villa de San Juan de la Rambla. Jamás pasó por mi mente que pudiera ser objeto de una distinción como ésta. Conocida la noticia, repetidas veces el señor concejal Don Cayetano recibió mi llamada interrogándole sobre su veracidad e instándole, de ser cierto, a que rectificaran su decisión. Siempre había creído que las medallas de oro se otorgan a personas que destacan de forma extraordinaria o a campeones de competiciones como los juegos olímpicos o incluso se conceden a los mejores alumnos de una promoción. No logro encontrar razones que me justifiquen con claridad los méritos para esta concesión.

La señora Alcaldesa Doña Fidela Velázquez Manuel y la Corporación Municipal de la villa de San Juan de la Rambla han entendido que yo debería ser portador de esta distinción, y la acepto con satisfacción, pero lo hago considerando que se trata de un reconocimiento a la tarea pastoral de todos los sacerdotes que durante estos últimos 49 años han presidido la parroquia de San José y la de todos aquellos que durante siglos atendieron con dedicación y entrega las necesidades espirituales de estos barrios altos del municipio pertenecientes a la parroquia de San Juan Bautista. Permítanme considerarla como un signo de esa otra medalla “incorruptible” que un día espero alcanzar de la misericordia de Dios por haber participado en “la carrera” de la fe. Vaya también esta distinción a las personas, fieles de la parroquia de San José, que durante estos treinta y cuatro años han corrido conmigo, han participado de mi carrera, como recuerda San Pablo “Corred para que lo obtengáis” (1Cor 9, 24-27). San José ha sido nuestro gran “compañero de viaje” y esto ha supuesto una gran responsabilidad, porque “No se puede estar muy cerca del gran fuego y sentir frío, o cerca del mejor perfume y oler mal, o cerca de la gran fuente y morir de sed”.

La señora alcaldesa acaba de presentar un elogio de mi persona. Aunque las alabanzas son siempre agradables, no siempre son del todo verdaderas. Todos los vecinos de San José me conocen y han tenido ocasión durante treinta y cuatro años de tomar buena medida de mis cualidades y de mis defectos.

Qué buenas personas son ustedes. Convocadas y reunidas aquí esta tarde con la finalidad de homenajear a un sacerdote. Y es que no tengo otro título. La única razón de mi larga estancia entre ustedes ha sido por ser sacerdote. Y la decisión no la tomé yo. La providencia de Dios, expresada por el entonces obispo Don Luis Franco Cascón, me trajo hasta aquí y a la vecina y limítrofe parroquia de El Dulce Nombre de Jesús de La Guancha y como profesor de Religión y Moral Católica en el Instituto de Segunda Enseñanza de Icod de los Vinos. Ese fue mi nombramiento y ése el único título que puedo alegar ante ustedes. Ojalá que pudiera haber hecho mía la reflexión de San Juan María Vianney: “El sacerdote es algo tan grande que si se comprendiera a sí mismo habría muerto, no de miedo sino de amor”.

Entré en la parroquia en la Misa de 12 del primer domingo de Octubre de 1978. Yo mismo me presenté y leí el nombramiento ante el grupo de fieles congregados. Aún recuerdo a muchos de ellos. Dios ha querido que permaneciera aquí hasta después de las Fiestas Patronales de San José de Septiembre de 2012, despidiéndome el Lunes de las Fiestas, después de treinticuatro años.

En 1978 sólo habían pasado catorce años que nuestra parroquia se había segregado de la parroquia matriz de San Juan Bautista. Y aunque todos los sacramentos ya se celebraban en su templo parroquial (por cierto cuánto costó denominar templo al que siempre se le había conocido como ermita), no obstante algunas celebraciones, como Semana Santa y Pascua, no habían arraigado. De ahí que una de las primeras decisiones fue adquirir una imagen de Cristo Crucificado para una procesión el Viernes Santo. Después vendría la imagen de la Virgen de los Dolores. ¡No sé que tienen las imágenes y las procesiones! Con ellas comenzamos a tener Semana Santa.

Durante los primeros años había algo que nunca me agradaba oír: que la parroquia de San José era de segunda categoría o de menor importancia por depender, decían, primero del párroco de San Juan Bautista y luego del párroco de La Guancha. Por eso me esforcé, en cuanto pude, que trataran de comprender que la parroquia de San José tenía su propia identidad, pero por la escasez de sacerdotes, no era posible uno en cada parroquia. Nunca faltó la presencia diaria del sacerdote y la eucaristía, la catequesis con sus catequistas, la Comisión Parroquial, caritas parroquial, el Consejo Parroquial… como cualquier parroquia.

La pequeñez del templo parroquial constituyó una de las grandes preocupaciones, sobre todo, para las fiestas, entierros, primeras comuniones, bodas…Del interés mostrado por la mayoría de los fieles surgen la Comisión Pro Nuevo Templo y las posibles soluciones: ampliar el templo actual o construir uno nuevo. Descartada la primera opción se opta por la segunda. En esto hacen aparición los acuerdos Iglesia-Gobierno Autónomo concediendo subvenciones para restauraciones del Patrimonio Histórico Religioso y para construir salones parroquiales con una función social. De ella nos aprovechamos para restaurar nuestro templo y para los salones parroquiales. El templo está ya restaurado y muy bien restaurado y conservado (debemos sentirnos orgullosos) y los salones construidos pero todavía no la iglesia nueva. No debemos perder las esperanzas: Contamos con los planos y los cimientos.

Durante este mismo período los barrios más alejados del templo parroquial deseaban expresar su identidad a través de una ermita, una imagen y unas fiestas.

Convencido como escribió Hans von Balthasar que “los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio y representan para nosotros una vía real de acceso a Jesús” y son, en palabras de Jean Guitton, como "los colores del espectro en relación con la luz, porque con tonalidades y acentos propios cada uno de ellos refleja la luz de la santidad de Dios”, apoyé la idea de tener una ermita en cada barrio. Primero sería el barrio de Las Rosas con Santa Rosalía y luego el de La Vera con San Felipe Neri y Santa Isabel de Hungría.

Lograron tener su ermita, su imagen y sus fiestas y también su misa dominical. Esto ha convertido a la parroquia de San José con más lugares de culto que sus parroquias vecinas de La Guancha y de Icod el Alto y casi en igualdad con la parroquia matriz de San Juan Bautista.

¿Por qué lo de la Banda de Música? En 1980 el obispo visita la parroquia impartiendo la confirmación a todos los niños desde 8 a 16 años, 292 en total. Supuso un alivio en la catequesis de confirmación y como consecuencia con algún tiempo libre para dedicarlo a ayudar a la Banda de música XIX de Marzo que se encontraba en sus comienzos.

Como ven no he hecho nada de extraordinario.

Por eso doy las gracias en primer lugar a San José con las palabras del programa de fiestas 2012: “Gracias, José, por tu ejemplo durante todos estos años. Fuiste un gigante en la fe, estuviste cerca de Dios y en comunión con Él, amaste como nadie a Jesús y a María. Gracias por tu profunda humildad, porque te negaste a ti mismo para que se afirmaran María y Jesús, porque hiciste de tu vida un poema de amor manifestado en servicio, providencia, en veladas y desvelos, en ternura y oración”.

Gracias a la señora alcaldesa y Corporación Municipal por el gran honor que me han concedido al otorgarme la primera Medalla de Oro del Ayuntamiento de San Juan de la Rambla. Entiendo que es una forma de reconocer y de agradecer mi dedicación al servicio pastoral de la parroquia de San José.

Gracias al Excelentísimo Ayuntamiento de San Juan de la Rambla por haber puesto gratuitamente a nuestra disposición los servicios de la Oficina Técnica en la construcción de los Salones Parroquiales.

Como expresé al principio junto a mí ha habido muchos nombres, muchas personas, algunas fallecidas y a las que estoy muy agradecido. Entre ellas destaco en primer lugar a José Antonio Cruz Alonso, el sacristán, que fue el primero que conocí y permaneció junto a mí durante todos estos años como custodio y servidor del templo. Pido a la comunidad parroquial rinda homenaje a su persona en el próximo cincuenta aniversario de la parroquia a la que sirve desde muy temprana edad. En segundo lugar a Fifa con su carisma especial para animar, convencer y comprometer. Y a Rufina Dorta y a Carmen González por su habilidad en la venta de rifas y lotería y a María José por su dedicación de tantos años a la catequesis.

Gracias Don Manuel Rodríguez González con la Comisión que presidía. Por su tesón y perseverancia tenemos ermita en Las Rosas. Con Ud. visité por primera vez todas las casas de la parroquia. Gracias Dorotea e Isabel. Fuimos testigos de la satisfacción y gozo que su inauguración supuso. La ermita ha sido lugar de encuentro con Dios a través de la veneración de la Santa de Palermo.

Gracias Don Manuel Machado y esposa, familia Álvarez y Juana Martín. Por ustedes,  los fieles de la Vera tienen la suerte de tener como vecino al que se le considera como el más alegre de todos los santos, sacerdote, ingenioso, músico, poeta, extravagante y humorista.  Por ustedes el apóstol de Roma también es nuestro y nos sigue evangelizando con su vida y sus enseñanzas.

Quiero dejar constancia de mi gratitud a todas las personas, miembros de la Comisión Pro Nuevo Templo, Consejo Parroquial, Catequistas, Grupos de oración, Coro parroquial, monaguillos, Comisiones de Fiesta, grupos de limpieza del templo y de las ermitas…Todos ha sido hombres y mujeres buenos, de gran corazón y generosidad, que han dado su tiempo y su trabajo sacrificándose por la parroquia. Sin su colaboración no hubiera sido posible esta distinción. A ellos, tanto como a mí, les corresponde esta Medalla y este reconocimiento.

Y les insto a seguir apoyando al sacerdote con las palabras del Papa Benedicto XVI en la Audiencia del 5 de Abril de 2010 "sabed dar gracias a Dios por los sacerdotes, y sobre todo sed cercanos a vuestros sacerdotes con la oración y con el apoyo, especialmente en las dificultades, para que sean cada vez más pastores según el corazón de Dios".

Y a todos ustedes, que han hecho el esfuerzo de venir, os doy las gracias de todo corazón y les correspondo con un afecto sincero. Verdaderamente los amigos, las personas que nos quieren y a las que queremos son lo mejor de la vida, lo mejor de nosotros mismos, de nuestra identidad, de nuestros recuerdos, de nuestras melancolías. También de nuestras deficiencias.

Gracias a los que ha preparado este acto.

Reitero las gracias a la señora alcaldesa y a su corporación.

6 de Noviembre de 2012

Sebastián García Martín


Publicado por verdenaranja @ 20:19
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Palabras del sacerdote Don Sebastián García Martín al recibir el título de hijo adoptivo del municipio de La Guancha el 9 de Octubre de 2012.

Señora Alcaldesa doña Elena, Señores Concejales del Excelentísimo Ayuntamiento de La Guancha, Sr. Vicario General  Don Antonio Manuel, señora Alcaldesa de San Juan de la Rambla doña Fidela, Sr. Alcalde de Icod de los Vinos Don Juan José, Hermana Mayor de la cofradía de la Santa Pasión doña Isolina, compañeros sacerdotes, Director de Caritas Arciprestal de Icod Don Lorenzo, familiares.

Señoras y señores

Permítanme dar las gracias a la señora Alcaldesa Doña Elena Luis Domínguez y a la Corporación del excelentísimo Ayuntamiento de La Guancha por el gran honor que me han concedido al otorgarme el título de Hijo Adoptivo del municipio

Extiendo esta gratitud a los que me han recomendado para concedérmelo, especialmente a la cofradía de la Santa Pasión de la parroquia El Dulce Nombre de Jesús.

Gracias a la Comisión Informativa Instructora por su propuesta favorable.

Gracias también a la Comisión Informativa de Educación, Cultura, Deportes, Sanidad, Servicios Sociales, Participación Ciudadana, Festejos y Protocolo por su dictamen favorable.

Es para mí una gran satisfacción recibir este título porque sé que procede del cariño y el reconocimiento de un pueblo y sobre todo de unos feligreses a los que quiero, y esto del afecto se nos acrecienta más, cuanto más nos sentimos correspondidos.

Cuando tuve conocimiento de la noticia, lo primero que hice, después de salir de tan impactante sorpresa, fue acudir al diccionario y leí:

“Todo Ayuntamiento, puede conceder a un ciudadano El Título de Hijo, y sólo podrá recaer en quienes no habiendo nacido en el Ayuntamiento otorgante del Título, hayan destacado de forma extraordinaria por sus cualidades o méritos personales o servicios prestados en beneficio y honor del pueblo y hayan alcanzado consideración indiscutible en el ámbito de lo público”.

Realmente quedé sorprendido ante las frases “destacar de forma extraordinaria” o “considerable consideración”. Más sorprendido quedé al recibir la comunicación oficial de Doña Elena que se expresaba de la siguiente manera: “…Por su incansable labor en pro de la restauración y conservación del Patrimonio Histórico-Artístico y religioso del municipio, en especial el templo parroquial de El Dulce Nombre de Jesús en sus treinta y cuatro años al frente de dicha parroquia”.

Mi sorpresa procede sobre todo al recibir elogio de haber hecho lo que era normal para mí. Sé que este pueblo ha distinguido a personas como a Ángeles Machado, Domingo Hernández, Juan Luis, Hipólito Sinforiano y Cristóbal Barrios. Y también hay otros nombres como Esteban Dorta, José Velázquez y Alfonso Morales. Todos ellos han destacado por sus cualidades excepcionales en la enseñanza, en la fundación de la Banda de Música y su dedicación a ella, en el terreno de la literatura y poesía dando a conocer La Guancha y sus tradiciones y fiestas, en la donación de la ermita de Coromoto. Pero mi único mérito ha sido haber realizado lo que era mi obligación. Pues, ¿qué párroco no se hubiera puesto a trabajar si al llegar a su parroquia se hubiera encontrado con la situación de un templo que, como se describe en Memoria de Obras Realizadas en 1979-81, tenía: “la nave central con amenaza de desplome y apuntalada, la madera del coro con signos de descomposición, derrames de agua por todo el templo, artesonado en constante deterioro a causa de las goteras, el retablo mayor con un treinta por ciento de pérdidas del dorado debido a las goteras de las aguas de la lluvia, con la desaparición casi en su mayoría de los filos o extremos de las tallas, presencia de agujeros de clavos y de cables eléctricos y repintes posteriores; los mosaicos del piso que sustituyeron a las losas de piedra en el año 1920 en muy mal estado, la instalación eléctrica con peligro de incendio, techo de la sacristía con goteras y amenazando ruina”?. Después se comprobó que era cierto: el artesonado de la nave central estaba a punto de derrumbarse y con él todo el templo.

O, ¿qué párroco no se hubiera movido a emprender la tarea de restauración del retablo del Altar Mayor considerando la generosidad de una feligresa que le entrega en su mano, en 1988, un millón de pesetas en billetes de cinco mil que había ido reuniendo a espaldas de su marido para ese fin? El costo fue de cuatro millones, pero se restauró. 

¿Qué párroco no se hubiera puesto a restaurar el retablo del Rosario cuando en las catas hechas empezaron a aparecer las caras de los arcángeles, las flores y el policromado… donde habíamos visto siempre las generaciones presentes tablas pintadas de marrón? Y así, y junto a mi continuidad en la parroquia, todo lo demás hasta llegar al campanario del siglo XVIII rescatado este mismo año.

Ya me sentí bastante recompensado cuando los historiadores y autores del libro Fuente de la Guancha, don Estanislao González y González y don Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas, dedicaron a mi persona al comienzo de dicho libro estas palabras “Nuestro reconocimiento a… primer impulsor de esta obra sin cuyo tesón la Fuente de la Guancha no sería hoy una realidad”, y emplearon siete páginas describiendo y resumiendo las obras realizadas hasta 2004 estando de párroco. Dicho sea de paso, en palabras de Sebastián Matías Delgado Campos, presentador del libro en Agosto de 2005, este libro viene a ser algo así como la Biblia de este municipio, un tesoro para consultar y leer pausadamente, sin prisas y saboreándolo en todo su contenido”. ¡Cuánto alivio supuso para el archivo parroquial! La publicación de un libro que recogiera toda la información guardada en el Archivo Parroquial desde finales del siglo XVI fue una de las aspiraciones mantenida junto con el Mayordomo de la Virgen de la Esperanza durante más de diez años. Por eso la aparición de la “Fuente de la Guancha” ha sido uno de los momentos más gratos de mi estancia en la parroquia: Tres partes de él dedicadas a la historia religiosa de este pueblo. Nunca agradeceremos suficientemente a doña Elena y al ayuntamiento el interés para su publicación.

Quiero confesarles que en lo que se ha logrado en el patrimonio religioso de este pueblo, he tenido que hacer frente a muy poca dificultad. Las obras me han puesto en relación con muchos feligreses a los que me une una gran amistad. Muchos de ellos han sido mis pies, mis ojos y mis manos, para que el templo parroquial recobrara su antiguo esplendor, deteriorado por el paso del tiempo y por actuaciones en el pasado con muy buena voluntad pero poco afortunadas. Personas que han estado a mi lado. Detrás de cada actuación ha habido muchos nombres, muchas personas, algunas ya fallecidas y a las que estoy muy agradecido. Y junto a ellas muchas excursiones, cenas benéficas, venta de lotería… Sin su apoyo todo hubiera sido imposible. Este homenaje es también para ellas. Y no olvido a las instituciones que nos respaldaron con su asesoramiento y ayuda económica como el Obispado, el Ayuntamiento de La Guancha, el Cabildo de Tenerife y la Caja Rural.

Pero no todo ha quedado en lo material. Los que me han escuchado semana tras semana saben que las palabras “el celo de tu casa me devora”, que hoy nos ha recordado la liturgia en el Evangelio de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán y que han sido punto de referencia desde 1993, no se referían solo al templo material. Cuántas veces nuestra reflexión se trasladaba, como comenta San Cesáreo de Arlés en esta fiesta: “Dios no solo habita en templos construidos por hombres ni en casas hechas de piedra y de madera, sino principalmente en el alma hecha a imagen y semejanza de Dios y construida por él mismo que es su arquitecto y por eso, continua el santo, debemos disponer nuestras almas de modo como deseamos encontrar dispuesta la iglesia cuando acudimos a ella”. Las restauraciones nunca constituyeron obstáculo para el desarrollo ordinario de la pastoral parroquial y de las celebraciones, tanto en esta parroquia como en la de San José de San Juan de la Rambla. Es más la implicación de muchos en las diversas actividades ha hecho dar el salto a la implicación en la pastoral, convirtiéndose la parroquia, con el paso de los años, en una comunidad viva.

Por tanto a partir de ahora quedo doblemente vinculado al Pueblo de La Guancha: primero porque en él he pasado la mitad de mi vida presidiendo in persona Christi las celebraciones y fiestas litúrgicas. He sido testigo de muchos matrimonios, he bautizado a sus hijos, he despedido a tantos que se han ido al cielo. Aquí he permanecido en el día a día, durante treinta y cuatro años, aprendiendo, corrigiendo, aconsejando.

En segundo lugar por este título, que lo considero un reconocimiento público de lo que he procurado vivir entre ustedes, esto es, como un hermano y que desde ahora me obliga a serlo y a no dejar de tenerles en cuenta, sobre todo en mis oraciones.

Termino reiterando mi agradecimiento a las autoridades y a todas las personas que están aquí acompañándome.

9 de Octubre de 2012

Sebastián García Martín


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Domingo, 09 de diciembre de 2012

ZENIT nos ofrece la colaboración habitual del arzobispo castrense de España Juan del Río Martín, en nuestro espacio Foro. Esta ver una virtud que parece haber pasado de moda: la fidelidad.

Fidelidad-Perseverancia: ¿La virtud de los débiles?

+ Juan del Río Martín

El hombre fiel ha muerto en la cultura materialista dominante que envuelve las relaciones humanas. El compromiso de por vida en el matrimonio, sacerdocio y consagración religiosa, parece cosa de otros tiempos, produce pánico en muchos jóvenes y en algunos sectores sociales es sinónimo de frio conservadurismo. La lealtad, la estabilidad, la entereza son valores contrapuestos al hedonismo de la modernidad que consagra el fragmento, el continuo “cambio por el cambio” a todos los niveles y la renuncia a cualquier sacrificio. Sin embargo, el panorama que dejan las rupturas familiares, el abandono de las obligaciones religiosas y la deslealtad en las amistades, etc., es dramático para quienes lo viven y su entorno. Pero hay un instinto natural que se revela ante ello y percibe que por ese camino no se llega a ninguna parte. Porque se ha perdido la orientación básica de la vida y esto hace insoportable la convivencia humana por la ausencia de la verdad. De ahí, que la reflexión o estima sobre la fidelidad va recuperando su importancia en los últimos años, ya que es la única vía para optar por el señorío de la propia existencia y a la vez una apuesta por una sociedad más sana.

La fe cristiana parte de la proposición de que creemos en el “Dios de la fidelidad” (Dt 3,4). El “arte de vivir” de las criaturas consiste en asemejarnos a ese Dios que es “fiel en todas sus palabras” (Sal 144,13) y que “su fidelidad dura por siempre” (Sal 116,1-2). El título de fieles bastará para designar a los discípulos de Cristo (cf. Hech 10,45; 2Cor 6,15) que es el “Fiel” por excelencia a los designios salvadores de Dios Padre con la humanidad (cf. Filp 2,8). La tradición cristiana afirma que una persona fiel es aquella en la que se puede confiar: porque cumple lo prometido, la verdad configura la limpieza de su corazón y hay coherencia entre sus palabras y obras.

En cuanto somos seres limitados, hay que contar con las flaquezas, defectos y equivocaciones humanas. Además, en muchas ocasiones, podemos encontrarnos envueltos en circunstancias personales y sociales muy complejas. Ninguno es bastante fuerte por sus solas fuerzas necesitamos de la ayuda de Dios, que mediante la gracia de la fe ilumina nuestras decisiones y nos sostiene en el combate de cada día. La perseverancia mira al futuro, (cf. Lc 9,62), inclina al hombre a luchar hasta el fin, sin ceder al cansancio, al desánimo o cualquier tentación que pueda presentarse. La meta alcanzar es la propia realización y el bien de los demás, ello requiere siempre valentía de ánimo y tenacidad en la acción. A la vez, exige: humildad para reconocer los fallos, rechazar las formas de vida basadas en las mentiras, no olvidar el daño que se puede hacer al prójimo y a las instituciones con la infidelidad, tener siempre presente el santo temor de Dios. ¿Realizar toda esta tarea es de timoratos? O más bien, como dice san Pablo “la gracia se muestra en la debilidad” (2 Cor 12,9).

La fidelidad perseverante, en la vocación y el estado de vida elegido, es la suma de grandes y pequeñas conquistas. Es recomenzar muchas veces, recobrando el ardor y la diligencia perdida. Porque como dice santo Tomás: “es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que correr fuera de él. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando a la meta; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre tanto más se aleja del camino” (Coment. Evang. S. Juan 14,2). Estamos en el tiempo de Adviento, las figuras de los profetas, y en especial Juan el Bautista, nos estimulan a seguir caminando en esperanza por el sendero libremente elegido, al cual el Señor nos llamó y donde se muestra su voluntad. Ellos son modelos de fidelidad a Dios, de perseverancia en la misión encomendada y de amor a su pueblo. Siguiendo la espiritualidad profética, cada cual debe seguir con decisión irrevocable el modo de vida que primero abrazó, manteniéndose fiel en su dirección primera, para que la final de sus días puede escuchar aquellas palabras del Maestro Jesús: “muy bien, siervo bueno y fiel; como ha sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21).


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Mensaje de Adviento de monseñor Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana (1 de diciembre de 2012). (AICA)

Adviento 2012


Queridos hermanos, hermanas, tengan ustedes todos un sereno y feliz comienzo del tiempo de Adviento, “tiempo de María”

Puesto que la esperanza da sentido, fortaleza interior (Cf I Tesalonicenses 3, 12-4, 2) y alegría de verdad a nuestra vida, los invito a “hacer un alto” y considerar el comenzar con ese espíritu este maravilloso “tiempo de María”, tiempo precisamente, de esperanza, también penitencial, en el cual la misma liturgia se adecua, con mayor sobriedad, para favorecer la reflexión, la meditación, el recogimiento, la conversión, transformación, de los corazones, que nos lleven a recibir al Niño naciente. Se ha cumplido la promesa del Señor a Jeremías (Cf Jer 33, 14-16) pues la germinación de justicia y bondad que Él suscitó ya nos ha liberado, y viene. Sí, Él viene con el poder del Amor.

Veamos nuestro acontecer diario. Hay muchas fatigas. No pocas veces hay dificultades que llevamos con pesadez, ansiedad, y corremos el riesgo de “perder horizonte”. Incluso puede acosarnos el frenesí. ¿Es digno el vivir de ese modo?. ¿Podríamos trabajar nuestro convencimiento para vivir “de forma distinta”, y si es así, de qué forma?. Pienso que mucho nos reconstituirá por dentro el detenernos un poco, a ver cómo reforzar (o recuperar) la esperanza verdadera, la cual es muy diferente de esa caricatura pseudoesperanzada de la “expectativa anxiógena”, de la fragmentación psicológica e incluso espiritual, a las cuales nos somete el mismo frenético modo de “durar en lucha” más que de “vivir” (de hecho, las ansias en cierto modo son sintomáticas de disturbios, en todos los órdenes de la vida humana). Claro, este cambio no resultará cual simple fruto de nuestro esfuerzo, es la Gracia la que tiene la preminencia, es la Gracia y el Don del Espíritu. Por eso, los invito a tomar muy en serio el querer recibir “la gracia especial” serenadora y sanante, de este tiempo propicio (es decir, de este “kairós”, como nos lo dice la Biblia).

Tenemos para lo anterior una poderosísima ayuda. María, la Madre y Señora, nos guía hoy de modo especialmente luminoso. María “la Mujer de la espera”, es, así, la imagen de la Iglesia que a su vez transmite y propaga la belleza del Salvador, y que con este vigor que viene de lo profundo, produce liberación. Hay mucho estruendo en nuestras conciencias, en nuestro psiquismo y en nuestro espíritu. Liberémonos del estruendo, revivamos la belleza de la oración, como lo hemos hecho en el rezo de las vísperas cantadas en la misa en la iglesia catedral, un modo en el que hemos visto con los ojos de la fe cómo el espíritu recibe liberación con la oración sálmica, lo cual decía ya el Padre de la Iglesia San Juan Crisóstomo: “Nada eleva el alma, le da alas, le aleja de la tierra, le libera de los lazos del cuerpo y le invita a meditar, a pensar adecuadamente las cosas de este mundo, como la armonía (…) que expresa la divina melodía con mesura”(1).

Detengámonos un poco a considerar… Liberémonos, o, mejor, dejémonos liberar, de las ansiedades que nos acosan. Dios es eterno. Su salvación, realizada en Cristo, “ad-viene”, viene hacia nosotros, en el corazón de los acontecimientos de nuestra historia, para encaminarnos al encuentro de Quien nos amó primero, quien nos da de su Espíritu de consuelo, quien •”llegó”, “está” y a la vez , en el sentido de la esperanza, “se acerca”, hasta que la historia del mundo llegue a ese fin el cual a la vez iniciará una plenitud, en el eterno presente de Dios, instante del que “no conocemos ni el día ni la hora” (Cf Mt 25, 13). Pidamos el Don del aumento de nuestra fe, en el Año de la Fe.


LLEVAR LA LUZ DE BETHLEHEM.. LA CASA DEL PAN

El Adviento nos potencia y nos previene, y lo hace “afianzándonos”. ¿Qué actitud se requiere de nosotros?. Más que el optimismo naïf, siempre es el realismo de la esperanza, en la fe, el que nos alimenta y consolida. El Adviento nos alimenta, pues desde esa perspectiva constituye como una renovada “Casa del Pan”, una “Bethlehem”, un Belén esperanzador.

Adviento nos alimenta y nos previene respecto del optimismo desmesurado como del pesimismo desesperanzado y del nihilismo; pensémoslo, porque no pocas veces nos asaltan tentaciones, de “no querer ver”, lo cual pareciera, al menos en primera instancia, menos problemático para nuestras vidas, pero no es así. En cambio si nos atrevemos, si osamos mirarnos a nosotros mismos y luego no quedarnos dentro sino salir para abrirnos a la luz de la verdad (lo cual no es tan frecuente, se requiere valor para hacerlo), entonces constataremos cuánta necesidad de sanación, de conversión, hay en nosotros (y en los demás). Osemos también verlo en lo que concierne a nuestra misión en la Iglesia, lejos del optimismo artificial y del pesimismo, como nos lo aconseja este pensamiento: “(…) hay un optimismo fácil y muy artificial, el cual presupone que todo es bueno y que todos nosotros somos buenos. No es ésta la realidad del hombre de hoy. Si fuera así, no tendríamos droga, ni suicidios (…) Cómo sería agradable hablar sólo de cosas buenas y bellas. Mas los hombres vienen a nosotros porque sufren y necesitan una respuesta verdadera a sus pena profundas (…) Necesitamos tener una fuerza nueva, estar convencidos que tenemos en nuestras manos los medios para curar a los hombres, que es nuestro deber entregarles esta palabra de salvación y que ella es verdaderamente muy necesaria para el hombre (…)”(2).

En este contexto de “fuerza nueva”, para la figura de la luz, hemos previsto un símbolo coadyuvante con el cual comenzar el Adviento. Hoy hemos un gesto especial en nuestra iglesia catedral de Santa Florentina, un símbolo: “la luz de la paz de Belén” que cada año un niño scout austríaco enciende en la gruta del Nacimiento de Jesús en Belén y la lleva hasta ese país, Austria, desde donde, en una ceremonia que profundiza en el ecumenismo y el diálogo intercultural e interreligioso, se distribuye luego a parroquias, hogares particulares, hospitales, asilos, prisiones...

Con esa luz hemos encendido hoy por la tarde el primer cirio, el azul, de la “corona de Adviento” en el presbiterio de la iglesia. ¡Es un gesto que respira amor!. Lo hacemos con agrado, tanto más en presencia de tantos niños que asistieron (scouts y muchos otros) pues el símbolo sirve y vale si lo sabemos apreciar, y sobre todo si queremos realizar “lo que simboliza”. El símbolo tiene “algo” de lo simbolizado; en el gesto de la “luz de la paz de Belén” de Galilea, hay algo del trascendental belleza, definida como quae visa placent(3), hay, diríamos, una simbólica contagiosa chispa del esplendor de la verdad.

Pero la Liturgia del Adviento es el “gran símbolo”. Para nosotros, en la plenitud de Cristo, nos hace reflexionar, con una renovada luz, en lo más importante, que es entregarnos a la adoración de Dios. La plenitud la tenemos, sólo debemos dejar entrar en nosotros la Presencia real, vivir de la Presencia eucarística, dejar entrar en nuestros corazones la relación intrínseca, amorosa, entre la eucaristía y la adoración.(4)

Pastores y fieles nos comprometemos en este nuevo Adviento a llevar luz, pues esparcir obscuridad es lisa y llanamente una emanación del pecado. En especial a los consagrados, les recuerdo, me lo recuerdo a mi mismo, comprometámonos más, con mayor fervor, ése que caracteriza a la “nueva evangelización” a ser “luz y sal”, como nos lo pidió Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, el cual vino para salvar a su pueblo de sus pecados (Cf. Mt 1,21) y para santificar a todos los hombres.

Sintámonos deudores para con una misión recibida pues como Él ha sido enviado por el Padre, así envió a sus apóstoles (Cf. Jn 20,21), a los que santificó, dándoles el Espíritu Santo, a fin de que, a su vez, glorificasen al Padre en la tierra y salvaran a los hombres, «por medio de la edificación de su cuerpo» (Ef 4,12), que es la Iglesia.

Entonces el obispo también desea decirles esto: que hoy quiere expresar ante ustedes su necesidad de conversión y renovada misión como profeta y servidor, porque los obispos, puestos por el Espíritu Santo, suceden a los apóstoles como pastores de almas, y junto al Sumo Pontífice y bajo su autoridad tienen la misión de perpetuar la obra de Cristo, Pastor Eterno, y es por eso que son auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores.(5) Convencido de este servicio al que el Señor nos llama y al cual le hemos entregado la vida, les digo que hoy, aquí, el símbolo de la luz nos recuerda que esta iglesia catedral es también Casa del Pan para la diócesis, la Iglesia misma es Casa del Pan, Bethlehem, para la humanidad, para llevar en la misión, la Luz de Cristo.


EL FIN DE “UN MUNDO” SIGNADO POR EL EGOÍSMO

En la Palabra de este primer Domingo de Adviento hubo referencia a “un fin”. ¿Hemos escuchado con atención el Evangelio?. La liturgia inicia hoy la celebración del primer domingo de Adviento, con un trozo del Evangelio de Lucas (Lc 21, 25-28. 34-36). “Llegarán los días…” nos dijo el Señor, invitándonos a estar despiertos, prevenidos, invitándonos a la vigilancia; más que sucumbir al miedo, a vigilar, velar.

“Todo se pasa, Dios no se muda” nos enseñó en poesía Santa Teresa de Jesús. Este mundo pasa, todos nuestros acontecimientos, tan significativos, de tanto peso y espesor que son, o que simbolizan o significan para nosotros, también pasan, por no decir cuán presto, si nos fijamos bien, pasamos nosotros por este mundo. Tempus fugit, huye velozmente, y qué pena da el ver que no poca gente (¿algunos consagrados pueden estar afectados también por ello?) parece “transcurrir” su tiempo “como si Dios no existiera” o bien como si “nuestro tiempo” fuera “un vacío a llenar con nuestro propio “relleno”.

Pero vacío, en sí, no hay. Con divina sabiduría, el Evangelio nos invita a vivir con plenitud, el cristianismo es plenitud. Y si en realidad hemos escuchado (shemá) el Evangelio de hoy, descubrimos que Jesús anuncia para un “cuando” que sólo el Dios Altísimo conoce, la inminencia de su retorno como “en gloria presencial” (Kebod, Shekihah, ambas juntas), y esto con un previo proceso, el de nuestra historia, la historia del mundo, es decir, un iter… que se desarrolla en el tiempo, hasta que su Aparecimiento sea anunciado “a la voz del Arcángel y al son de la trompeta de Dios” (Cf 1 Tes 4, 16).

¿Y mientras tanto –podemos preguntarnos- cómo obrar?. Orar y vivir, trabajar y amar. El pasaje evangélico de este primer Domingo del Adviento se despliega a la manera de un “díptico”, presentando, por un lado, una especie de “de-creación” cósmica, y una “re-construcción” sobrenatural, con “la Venida”. Mientras tanto, y sabiendo que, en cierto sentido y en cierta medida, algo de cada uno de los postigos de ese “díptico” a venir, ya los vivimos día a día, crezcamos en la fe, no nos dejemos ganar por el miedo o la desesperanza, y sepamos que lo único que puede destruirnos es el pecado como alejamiento de Dios y de su Amor, como “frustración” en lo particular de nuestras vidas, del proyecto de la divina Sapiencia.

En síntesis, podrían incluso caer a plomo los astros que Dios mismo colocó en el firmamento, podrán desencadenarse los elementos en la tierra (todo eso, si Él lo quiere o permite, será para un mayor bien, en su “Proyecto”).

Pero, como tal, es el pecado en tanto negación, aversión, rechazo al Amor divino y sus consecuencias, lo único que atrae des-construcción, lo que provoca la muerte del alma. Aunque se cayera el mundo material, aun así, en su caída, ésta, por vertiginosa y potente que fuere, nunca podría destruir nuestra unión con Cristo, si confiamos de verdad en Él. Dios es fiel, admiremos su “fidelidad” (el bíblico emét), ni un cabello de nuestra cabeza cae sin su permiso.

Creo que uno de los sentidos convergentes que podemos dar al pasaje evangélico –también aunque no sólo- es que en cada Adviento “muere” y “termina”, “cae” un mundo signado por el egoísmo, y el odio, y renace, por la fidelidad de Dios, la reconciliación. Un día terminará el mundo y vendrá el Justo Juez. En este tiempo, mientras tanto, la Iglesia, dentro de los particulares espacios para la belleza que nos proporciona, nos da en el Adviento la armonía en la justa proporción, para poder admirar la Liturgia y no caer en el puro activismo; así como tampoco en la pereza y las omisiones, tan letales.

La Iglesia, diría, nos presenta en el Adviento a considerar “la actitud del que admira”, como decía ese muy buen teólogo y gran persona que fue el (difunto) Padre Servais Pinckaers: “La admiración constituye a nuestro parecer la fuente más profunda de la energía y de la calidad (…); ningún imperativo se la puede igualar (…) Dime lo que admiras y te diré quién eres”(6). En este aspecto, la fe implica también admiración, en la medida en que ésta “nos abre” más y más, con humildad, a la luz de Dios.

Contemplativos para la acción (como decía el Cardenal Eduardo Pironio), pienso que así hemos de ser. Por eso, la actitud admirativa acerca de las obras de Dios, proyecta “un rayo de luz”, como ese rayo al que se refiere el Papa Benedicto XVI en Porta Fidei, aludiendo a la carta de Pedro: “Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo (…) alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9)”(7).


JESÚS, EL ALFA Y OMEGA, VIENE

La otra cara del díptico, como hemos dado en llamarlo, del Evangelio de hoy, nos habla de la venida del Hijo del hombre: “sobre una nube, lleno de poder y de gloria”. Lo creemos, lo esperamos. Mientras tanto, ciertos de la Resurrección gloriosa, nuestra conversión consistirá en “abrirnos de corazón” al proyecto de Cristo, el proyecto de un mundo nuevo y de la nueva creación; abrirnos, en última instancia, y permítanme que lo repita, pues ya lo he dicho, “a la adoración”, que nos abre a horizontes infinitos…. A decir verdad, podríamos considerar que si testimoniáramos más y con mayor realidad irradiante esto dicho, con seguridad no habría en el mundo que nos rodea tanto vacío existencial.

La entera Liturgia nos lleva a amar y adorar, a dignificarnos y a dignificar, tal como en una oportunidad lo dijera el Papa Pablo VI: “De nada serviría la reforma litúrgica si no aumentaran en la Iglesia los verdaderos adoradores del Padre en espíritu y verdad, conscientes de su dignidad de miembros del Cristo, que está presente de modo eminente en la comunidad del culto y ofrece con nosotros su sacrificio a Dios”(8).

Por cierto, dicho último pero no menos importante, la Liturgia nos lleva a la vida, a realizar en la vida la caridad de Cristo, que nos apremia, la caridad interpersonal, social, al amor hasta que duela, hasta dar la vida, como en una “teodramática” a la manera de Von Balthasar, con ese teo-dramatismo del Sí, del “Amén”.

Será entonces la ocasión de contemplar este misterio, en este Adviento, con la viva admiración como a una viviente obra de arte, la cual, precisamente por serlo, como decía M. D. Philippe, nos “lleva al misterio del cuerpo glorioso de Cristo”(9).

Dios es fiel, su fidelidad es grande, tengamos confianza en el Señor, por difíciles que sean las circunstancias que nos toca vivir (y lo son). Obremos en consecuencia, en las circunstancias concretas de nuestra vida, con la Cruz Pascual que el Señor nos dé, sea como fuere el devenir de la figura de este mundo, orando y trabajando por la realización, muy noble, leal, realística y esperanzada, de la “luz de la paz de Bethlehem” porque, al final, en última instancia, nos sucediera lo que nos sucediera: ¿quién podrá separarnos de Dios?.

Estamos unidos al Señor, el Principio y el Fin; el que es, y que era, y que viene, el Todopoderoso. Él nos ha salvado; Él viene. Nada puede separarnos de su Amor. Con la ayuda materna de la Virgen Madre de la Iglesia, a quien le imploramos protección, guía, que nos tenga de su mano amorosa, a nosotros, nuestras familias, nuestras comunidades.


Mons. Oscar Sarlinga, obispo de Zárate-Campana

Notas

1) SAN JUAN CRISÓSTOMO, Expositio in psalmum 41, 1: PG 55, 156.
2) J. RATZINGER- Davanti al protagonista. Alle radici della liturgia. Cantagalli. Sena 2009, pp. 59. 60. 61.
3) SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa theologiae, I, 5, 4 ad 1m.
4) Cf. BENEDICTO XVI, Adhortatio apostolica Sacramentum caritatis (22-II-2007), n. 66: AAS 99 (2007) 155-156.
5) Cf. CONC. VAT. II, Cost. dogm. sobre la Iglesia Lumen Gentium, cap. III, nn. 21, 24, 25: AAS 57 (1965), pp. 24-25.29-31 [pag. 163ss, 173ss].
6) SERVAIS Th. PINCKAERS, À l'école de l'admiration. Saint Paul. Versalles 2001, p. 5.
7) BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma motu proprio PORTA FIDEI con la que se convoca al Año de la Fe, dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, n. 25.
8) PABLO VI, Discurso al Colegio Cardenalicio, 22-VI-1973: AAS 65 (1973) 382.
9) M.-D. PHILIPPE, Philosophie de l'art. Ed. Universitaires. París 1994, p. 51.


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S?bado, 08 de diciembre de 2012

Reflexión a las lecturas del domingo segundo de Aviento - C, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñerobajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 2º de Adviento C 

En nuestro camino haciala Navidad, se presenta este domingo, en medio de nuestra asamblea,  la figura de Juan el Bautista. Con qué relieve, con qué veneración,  lo hace el evangelista S. Lucas.

La Iglesia entera acoge hoy la voz del Bautista, porque es ella la que hace ahora sus veces, y tiene el encargo de preparar al Señor “un pueblo bien dispuesto” para celebrar la Navidad y para su Venida gloriosa.

El Evangelio de este domingo nos dice: “Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados...” Y, además, que se cumple lo anunciado por el profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… Y todos verán la salvación de Dios”.

El planteamiento que se nos hace es muy sencillo: Dios quiere que cada cristiano, que todo su pueblo santo, goce de su salvación en el tiempo de Navidad.

El que acepte su llamada, tiene que preguntarse seriamente: ¿Qué es  lo que obstaculiza, qué es lo que impide, que llegue a mí este año, la gracia de la Navidad?

Siguiendo el texto, podríamos preguntarnos, en concreto: ¿Cuáles son en mi vida,  los valles, las deficiencias…, que tengo que rellenar? ¿Cuáles, los montes y colinas que tengo que allanar? ¿Qué es lo torcido que tengo que enderezar y lo escabroso que tengo que igualar?

¿Quién no ve aquí la necesidad de una labor espiritual, de un esfuerzo serio y decidido para conseguirlo? ¿Quién no ve aquí la necesidad del Adviento?

Y todo esto se llama conversión. El Adviento, lo sabemos, es tiempo de conversión…  Y ésta consiste en pasar  del pecado a la gracia; o de la gracia a más gracia, a mejor gracia… En definitiva, hacia la santidad a la que nos llama el Señor.

Precisamente, en la segunda lectura, S. Pablo quiere que los cristianos lleguemos al “Día de Cristo”, su segunda Venida, “santos e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios”.

¿Quién no descubre aquí la necesidad del sacramento de la Penitencia. ¿No debería culminar el Adviento con la recepción, humilde y confiada, de este sacramento?

La primera lectura es un bello cántico, una invitación a la alegría, que se hace   a la Iglesia, la nueva Jerusalén, al contemplar  a sus hijos que vuelven hacia ella…

Y es que la preparación y la celebración de la Navidad no es algo de tipo sólo individual, sino también, de tipo comunitario y misionero.

Ojalá que lo hagamos así. Entonces, en el Tiempo de Navidad, proclamaremos gozosos con el salmo responsorial de este domingo: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.      

                              ¡BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, Segundo Domingo de Adviento, del padre Jesús Álvarez, paulino.

Verán la salvación de Dios
Comentario al evangelio del Domingo 2° de Adviento/C

Por Jesús Álvarez, SSP

“Era el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo en Iturea y Traconítide, y Lisanias en Abilene; Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes. En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados. Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: “Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal entonces verá la salvación de Dios”. (Lucas 3, 1-6)

La predicación de Juan Bautista, precursor y anunciador del Mesías, se realiza en situaciones políticas, sociales y religiosas bien concretas, donde abunda la hipocresía, la corrupción, la opresión, la explotación, la manipulación, con el consiguiente sufrimiento para el pueblo sencillo y pobre. El Bautista denuncia esas injusticias e invita a los responsables a que se conviertan, y se esfuercen por eliminar las diferencias escandalosas entre las clases sociales y religiosas, entre razas y naciones.

Hoy la palabra de Juan y sus denuncias son de una candente actualidad. La Palabra de Dios sigue iluminando y cuestionando la historia, la vida social, política, religiosa, familiar e individual. Y llama a la conversión a todos los que se creen con derecho a gozar y enriquecerse a costa del sufrimiento y de la miseria de sus hermanos, desde al ámbito familiar hasta el ámbito global.

La noticia de que el Mesías está para entrar en la historia, es una buena nueva esperada, deseada por quienes sufren; pero a la vez indeseada, temida y rechazada por quienes gozan a costa del sufrimiento ajeno, pues el Mesías liberador y salvador viene a dar la cara por los pobres y a ponerse, con todo su poder y su amor, al lado de los que sufren injusticia.

Los que tienen la autoridad y del dinero --individuos, grupos o naciones--, imponen leyes y costumbres que les favorecen a ellos a costa de los más débiles, y a la vez se presentan cínicamente como bienhechores.

También en lo religioso se dan leyes, ritos, cumplimientos que no raramente sirven de pretexto para encubrir la dureza de un corazón que rechaza a Cristo, quien se identifica con los que sufren: “Todo lo que hagan a uno de éstos, a mí me lo hacen”.

Cristo Jesús, vivo y presente en nuestra vida, y en la historia, es el objetivo y el centro de la Buena Nueva del Adviento y de la Navidad. Él nos pide modelar sobre su ejemplo nuestra existencia humana y cristiana de cada día, tanto en la alegría como en el sufrimiento, en el trabajo, en la lucha y en la fiesta. Pero es necesario leer, escuchar, asimilar y vivir la Palabra de Dios en momentos concretos de silencio y oración.

En esos espacios Dios nos da la posibilidad de encontrarnos personalmente con la Palabra Viva, el Verbo hecho carne, Cristo Jesús, el Dios-con-nosotros de cada día. Desde esa experiencia sentiremos la necesidad y el gozo de volvernos hacia el prójimo que sufre, empezando por casa... Entonces sí estaremos entre los que “verán la salvación de Dios”.

El Adviento se hace realidad en doble sentido: “¡Ven, Señor Jesús!”y¡Voy, Señor Jesús! Él está esperando a la puerta y llama, con gran deseo de entrar para hacerte feliz de verdad.


Publicado por verdenaranja @ 11:56  | Espiritualidad
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Viernes, 07 de diciembre de 2012

Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú en el primer Domingo de Adviento (2 de diciembre de 2012). (AICA

“Señor, esperamos tu venida con un corazón dispuesto”

Desde el principio, después del pecado de nuestros padres, la humanidad espera la salvación, ser liberados del pecado y de la muerte y sabiéndose débil e incapaz de hacerlo por sí misma, espera al Salvador prometido por Dios.

Los profetas lo anunciaron a lo largo de la historia de la salvación, lo proclamaron y esperaron los reyes de Israel. Los profetas no tuvieron retaceos en el anuncio del Salvador. Jeremías dice: “He aquí que vienen días, oráculo del Señor, en que yo cumpliré la buena noticia que yo mismo he pronunciado sobre la casa de Israel … suscitaré a David un renuevo de justicia …él restablecerá la justicia y el derecho sobre la tierra”. Es decir, salvará a los hombres y los conducirá de nuevo a Dios (Cfr. Jer. 33,14-15).

La realización de este gran acontecimiento que se llevó a cabo en la historia y en el tiempo a través de la intervención de Dios, el Espíritu Santo, y la aceptación de la Virgen María- es uno de los puntos focales del Adviento. La venida del Salvador nos hace esperar en la oración y la piedad a Jesucristo Señor de la historia, que por el misterio de la liturgia y del Espíritu nace de nuevo, quien ya nació de una vez para siempre, con el fin de hacernos por la espera del Señor más semejantes a Él, identificándonos con Él a través de las obras de la caridad, la justicia y el amor, el cumplimiento de los mandamientos y la perseverancia de la fe.

El otro punto focal del Adviento es la venida del Señor que nos prometió que al final de los tiempos vendría para el juicio definitivo. Toda la Iglesia vive en esa espera, cada día, cada Eucaristía, ella grita diciendo: ¡Ven Señor Jesús! esperando que al final de los tiempos, cuando “se verá venir al Hijo del Hombre con toda su majestad y su gloria” (Luc.21, 27). La Iglesia nos exhorta a vivir siempre en un continuo adviento y esto significa, transformar nuestro corazón, mientras esperamos, en un corazón semejante al de Jesucristo. Siendo imitadores de Cristo -como nos dice el Apóstol- viviendo en la caridad y cumpliendo los mandamientos porque de verdad no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor en su gloria y ciertamente que vendrá y nos preguntará sobre esa herencia fabulosa que nos dejó: “vivir en el amor”.

Esta espera, a la que nos invita el Adviento y en la que la Iglesia nos exhorta a la penitencia y a la oración, no es para que llenemos el corazón de temor y menos aún de miedo, sino que es la advertencia de que esta vida no es la definitiva –sino que es pasajera- y que esta ciudad terrena no puede ser el final de nuestra meta. La Iglesia quiere que nuestro corazón, lleno de esperanza, perciba la alegría del encuentro definitivo con el Señor que vendrá en la plenitud de su gloria, pero también de su amor.

Velemos pues y oremos para encontrarnos con aquel Señor que nos preguntará al final con cuánto amor vivimos en la fe la vida presente. Él nos está dando la gracia para poder amar con la medida de su amor. ¡Ánimo, esperemos la Navidad, con espíritu cristiano! Y que si viene el Señor nos encuentre haciendo el bien y amando a nuestro prójimo.

Que María, nos ayude a esperar al Señor con el amor que ella lo esperó. Amén.


Mons. Marcelo Raúl Martorell, Obispo de Puerto Iguazú


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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 1er. domingo de Adviento ciclo C (2 de Diciembre de 2012) . (AICA)

¿En qué o en quién tenemos esperanza?

El año va llegando a su fin. Finalizan las clases, se acercan las vacaciones y las fiestas. Sentimos el cansancio de un año intenso. En este contexto la liturgia del adviento, que nos prepara para celebrar la Navidad, nos invita a animarnos en la esperanza.

El Evangelio de este domingo (Lc. 21,25-28; 34-36), nos dice que estemos atentos y prevenidos en la esperanza: “Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes” (Lc.21,34). Este texto y la liturgia del adviento, también nos recuerdan la esperanza de los cristianos en la segunda venida del Señor. Es el reclamo esperanzador del Apocalipsis, hecho en medio de dificultades y signos de muerte y que la liturgia retoma en las celebraciones en el adviento: “Ven Señor Jesús”.

Las celebraciones que nos preparan para la Navidad subrayan el sentido pleno de la esperanza cristiana, la esperanza “escatológica”, la del final de los tiempos, pero de ninguna manera esta proyección que nos hace reclamar “Ven Señor Jesús”, nos deja en la pasividad. Esto sería una espera alienante y la esperanza cristiana por el contrario nos exige comprometernos con el presente y evangelizar nuestra cultura y nuestro tiempo.

El tema de la esperanza es clave en la espiritualidad del adviento y en la preparación del nacimiento de Jesús en la Navidad. Es importante que entendamos que la esperanza cristiana tiene un profundo contenido teológico. Es necesario aclararlo porque a la palabra esperanza podemos darle “solo” un significado temporal y reducirla a expectativas inmediatas, que aunque puedan ser válidas no son suficientes para captar la esperanza cristiana. Si bien la misma nos compromete en el presente, no puede desligarse del futuro.

Creo conveniente recordar el texto escrito con motivo de los 2000 años del nacimiento del Señor por la Conferencia Episcopal Argentina: “Jesucristo, Señor de la Historia”, en donde desarrolla el tema de la esperanza. El mismo señala” “El camino de la vida es muy diferente de acuerdo al final que uno presiente o imagine. ¿Es acaso lo mismo si al final del camino no hay nada ni nadie, o si en la meta de la existencia hay una Presencia y un abrazo? Peregrinar la vida, engendrar y educar hijos, construir historia, apostar al amor y forjar futuro no tiene los mismos motivos si el vacío lo ha devorado todo o si al final nos espera Alguien. La situación cultural actual, crecientemente plural, nos invita a redescubrir la originalidad del mensaje judeo-cristiano sobre la historia: un camino personal y comunitario con origen, sentido y plenitud final en Dios” (15).

Es cierto que se multiplica una gran variedad de propuestas sobre el futuro de la humanidad y lo que vendrá: “Para algunos, el mundo está cerca de su final catastrófico, la destrucción estaría a las puertas y hasta tendría fecha precisa. Extrañas predicciones, antiguas y nuevas, asegurarían que el final está cerca. Para otros, el universo está en su infancia, recién ha concluido su primera etapa de vida, ha comenzado una nueva era. Hay quienes piensan que simplemente no hay futuro, el porvenir posee tan poco significado como lo tiene el presente y lo tuvo el pasado. Otros viven como si todo se redujera al instante, al hoy y aquí, para alcanzar el mayor bienestar posible… el futuro sería una ilusión que distrae del presente e impide vivirlo a fondo. La falsa idea de la reencarnación, la afirmación de que tenemos varias vidas sucesivas, lamentablemente gana hoy adeptos, incluso entre los cristianos” (J.S.H. 15)

En este contexto la liturgia del adviento nos prepara para celebrar el nacimiento de Jesús. Hace cada año presente la posibilidad que convirtamos nuestro corazón a la sencillez del pesebre. Desde antiguo la liturgia del adviento nos invita a renovar nuestra esperanza, a tener en cuenta “la escatología”, o sea la segunda venida del Señor. La lectura del libro del Apocalipsis nos hace reclamar: “Ven Señor Jesús”, algo que para muchos es espantoso o bien no les significa nada, que es el fin de la historia y la plenitud. Esta esperanza nos hace comprometernos con el presente, sin absolutizar cosas, ni crearnos expectativas, ni mesianismos falsos que siempre termina frustrándonos. Solo Dios, Jesús, el Emmanuel; el Dios con nosotros, es nuestro absoluto, y desde Él tenemos una comprensión más profunda de la esperanza. ¡Ojalá que en la Navidad podamos “volver” al Señor que nace en el pesebre!

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


Publicado por verdenaranja @ 23:19  | Hablan los obispos
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Jueves, 06 de diciembre de 2012

DOMINGO II  DE ADVIENTO C      

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

        Con un lenguaje lleno de colorido y poesía, anuncia el profeta que el Señor trazará por sí mismo la ruta de su pueblo que retornará del destierro de Babilonia lleno de alegría y esperanza. Escuchemos con atención.

 

SALMO

        El salmo canta el retorno del destierro de Babilonia. También nosotros, como pueblo liberado por la Sangre de Cristo, podemos unirnos a la alegría de aquel pueblo y proclamar también la dicha de nuestra propia liberación.

 

SEGUNDA LECTURA

        S. Pablo siente gran aprecio por los cristianos de Filipos como se expresa en esta Carta. El ruega por ellos para que se mantengan limpios e irreprochables para el Día de Cristo, la  Venida gloriosa del Señor que esperamos.

 

TERCERA LECTURA

        S. Lucas nos presenta hoy, con toda solemnidad, la inauguración del ministerio de Juan el Bautista, que viene a preparar el camino del Señor predicando un bautismo de conversión.

        (Pero antes de escuchar el Evangelio cantemos, de pie, el aleluya). 

COMUNIÓN

        En la Comunión recibimos el Cuerpo entregado y la Sangre derramada para el perdón de los pecados.

        Pidámosle al Señor  que nos ayude a preparar siempre en nuestros corazones el camino del Señor, especialmente, con la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia que Él ha instituido para el perdón y la santificación de su pueblo. 

OFRENDAS

        Hoy, primer domingo de mes, la colecta es para Cáritas.

        Al acercarse la Navidad se nos urge a preocuparnos de manera efectiva de aquellos que pasan necesidad.

 


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La comunión en Cristo es el cumplimiento de los más profundos anhelos del hombre

Enseñanzas del papa Benedicto XVI durante la catequesis por el Año de la Fe

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 5 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Hoy, durante la Audiencia General de los miércoles, el santo padre Benedicto XVI continuó la catequesis semanal por el Año de la Fe, centrando este vez el tema en “Dios revela su benévolo designio”.A continuación el texto íntegro del papa.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

Al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (cf. 1, 3-14), el apóstol Pablo eleva una oración de bendición a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, oración que hemos hemos escuchado recién, y que nos introduce a vivir el tiempo del Adviento, en el contexto del Año de la fe. El tema de este himno de alabanza es el plan de Dios con respecto al hombre, que se define en términos llenos de alegría, de asombro y de gratitud, como un "benévolo designio" (v. 9), de misericordia y de amor.

¿Por qué el apóstol eleva a Dios, desde lo más profundo de su corazón, esta bendición? Debido a que ve su obra en la historia de la salvación, que culmina en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y contempla cómo el Padre Celestial nos ha elegido antes de la fundación del mundo, para ser sus hijos adoptivos, en su Hijo Unigénito, Jesucristo (cf. Rm. 8,14 s; Gal. 4,4s). Por lo tanto, nosotros existimos desde la eternidad en la mente de Dios, en un gran proyecto que Dios ha reservado para sí mismo y que ha decidido poner en práctica y de revelar en "la plenitud de los tiempos" (cf. Ef. 1,10). San Pablo nos ayuda a entender, cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son el resultado de la casualidad, sino que responden a un proyecto de bondad de la razón eterna de Dios, que con la fuerza creadora y redentora de su Palabra, da origen al mundo. Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertados en una historia, ni tampoco ser solamente una criatura de Dios; es algo más grande: es el haber sido elegidos por Dios incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, existimos , por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos considera en Cristo, como hijos adoptivos. El "proyecto benévolo" de Dios, que es calificado por el Apóstol como "proyecto de amor" (Ef. 1,5), es definido como "el misterio" de la voluntad de Dios (v. 9), escondido y ahora revelado en la Persona y en la obra de Cristo. La iniciativa divina precede a toda respuesta humana: es un don gratuito de su amor que nos envuelve y nos transforma.

Pero ¿cuál es el objetivo final de este plan misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es aquello, --nos dice san Pablo--, de "hacer que todo tenga a Cristo por cabeza" (v. 10). En esta expresión se encuentra una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen entender el plan de Dios, y su designio de amor por la humanidad, una formulación que en el siglo II, san Ireneo de Lyon colocó como núcleo de su cristología: "recapitular" toda la realidad en Cristo. Tal vez algunos de ustedes recuerden la fórmula usada por el papa san Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: "Restaurar todas las cosas en Cristo" (Instaurare omnia in Christo), una fórmula que hace referencia a esta expresión paulina, y que también fue el lema de aquel santo Pontífice.

El Apóstol, sin embargo, habla más específicamente de recapitular el universo en Cristo, y esto significa que en el gran esquema de la creación y de la historia, Cristo se presenta como el centro de todo el camino del mundo, la columna vertebral de todo, que atrae a sí mismo la totalidad de la realidad misma, para superar la dispersión y el límite, y conducir todo a la plenitud querida por Dios (cf. Ef. 1,23).

Este "designio benevolente" no ha permanecido, por así decirlo, en el silencio de Dios, en la cumbre de su Cielo, sino que Él lo ha hecho saber entrando en relación con el hombre, al cual no le ha revelado cualquier cosa, sino a sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, sino que sea ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, a encarnarse. El Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática Dei Verbum dice: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (n. 2). Dios no solo dice algo, sino que se comunica, nos introduce en la naturaleza divina, de modo que estemos envueltos en ella, divinizados. Dios revela su gran proyecto de amor al entrar en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse él mismo un hombre. "Lo invisible de Dios --continúa la Dei Verbum--, en su abundante amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex. 33,11; Jn. 15,14-15) y mora con ellos (cf. Ba. 3,38) para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía" (ibid.). Con la sola inteligencia y sus capacidades, el hombre no habría podido alcanzar esta revelación tan brillante del amor de Dios; es Dios quien ha abierto su cielo y se abajado para conducir al hombre hacia el abismo de su amor.

Más aún, san Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta la profundidades de Dios" (1 Co. 2, 9-10). Y san Juan Crisóstomo, en una famosa página de comentario a la Carta a los Efesios, invita a disfrutar de toda la belleza del "benévolo designio" de Dios revelado en Cristo. Y san Juan Crisóstomo dice: "¿Qué te falta? Te has convertido en inmortal, te has hecho libre, te has convertido en hijo, te has convertido en justo, eres un hermano, te has convertido en un coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo se nos ha dado, y --como está escrito-- ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (Rm. 8,32). Tus primeros frutos (cf. 1 Co. 15, 20.23) son adorados por los ángeles [...]: ¿qué te falta?" (PG 62.11).

Esta comunión en Cristo por obra del Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino que es el cumplimiento de los más profundos anhelos, de aquel deseo del infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad no temporal y limitada, sino eterna. San Buenaventura de Bagnoregio, en referencia a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras, para llevarnos a Él, dice: "La Sagrada Escritura es [...] el libro en el que están escritas palabras de vida eterna para que, no solo creamos, sino también poseamos la vida eterna, donde veremos, amaremos y todos nuestros deseos se realizarán" (Breviloquium, Prol., Opera Omnia V, 201s.).

Finalmente, el beato papa Juan Pablo II dijo, y cito, que "La Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe." (Fides et ratio, 14).

En esta perspectiva, ¿cuál es entonces el acto de fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se da a conocer, que manifiesta su designio de benevolencia; y es, para usar una expresión de san Agustín, dejarse tomar de la verdad que es Dios, una verdad que es Amor. Por esto san Pablo subraya como a Dios, que ha revelado su misterio, se le deba "la obediencia de la fe" (Rm. 16,26; cf.1,5; 2 Co. 10, 5-6), la actitud con la que "el hombre se confía libre y totalmente a Dios, "prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El". (Cost. Dogm. Dei Verbum, 5). La obediencia no es un acto de imposición, sino es un dejarse, un abandonarse en el océano de la bondad de Dios.

Todo esto lleva a un cambio fundamental en la manera en que nos relacionamos con la realidad entera, todo aparece en una nueva luz; se trata por lo tanto, de una verdadera "conversión", la fe es un "cambio de mentalidad", porque el Dios que se ha revelado en Cristo y ha dado a conocer su plan de amor, nos toma, nos atrae a sí mismo, se convierte en el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que se puede encontrar la estabilidad. En el Antiguo Testamento encontramos una expresión intensa sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías para comunicárselo al rey de Judá, Acaz. Dios dice: "Si no se afirman en mí –osea, si no se mantienen fieles a Dios--, no serán firmes" (Is 7,9 b). Por lo tanto, existe un vínculo entre el permanecer y el comprender, que expresa bien cómo la fe es un acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que Dios nos guíe a través de su Palabra y de los sacramentos, para entender lo que debemos hacer, cuál es el camino que debemos tomar, cómo vivir. Al mismo tiempo, sin embargo, es la comprensión a la manera de Dios, y ver con sus propios ojos lo que hace una vida sólida, que nos permite "estar de pie", y no caer.

Queridos amigos, el Adviento, el tiempo litúrgico que apenas hemos empezado, y que nos prepara para la Navidad, nos pone de frente el luminoso misterio de la venida del Hijo de Dios, al gran "diseño de bondad" con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y de paz con Él. El Adviento nos invita una vez más, en medio de muchas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente: Él ha venido al mundo, convirtiéndose en un hombre como nosotros , para traer la plenitud de su designio de amor. Y Dios exige que también nosotros nos convirtamos en una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo, y quiere siempre de nuevo hacer resplandecer su luz en la noche.

Traducción de original italiano por José Antonio Varela V.


Publicado por verdenaranja @ 17:18  | Habla el Papa
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Mi?rcoles, 05 de diciembre de 2012

El  DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas en la diócesisdurante la última semana.

38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno.922-25 86 40/ Extensión 8
e-mail: [email protected]

Boletín 501 

LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/ 

Como sabrán la BAC ha realizado una edición especial de la Sagrada Biblia a un módico precio. Han de ser pedidas conjuntamente para que puedan enviárnoslas. El precio es de 4,90 euros, por lo que añadiendo los gastos de envío la Vicaría podrá distribuirla a5,50euros ejemplar con pago antes de retirar los ejemplares solicitados. 

Si desean ejemplares pueden pedirlos a través de este mail: [email protected]  

El próximo 8 de diciembre diferentes enclaves de nuestra diócesis como Los Realejos, La Orotava, Valverde, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, etc., celebran con especial singularidad la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En la ciudad de Aguere, el Obispo presidirá la Eucaristía a las11:00horas, en la iglesia de La Concepción. Cabe señalar que la vigilia de oración en este templo se celebrará el 7 de diciembre a las21:00horas. 

También el viernes 7 de diciembre, dentro de los actos de la Fiesta de la Inmaculada Concepción en la Villa de La Orotava, y después de la solemne celebración de la Eucaristía a las20,00h, tendrá lugar la Vigilia Arciprestal de la Inmaculada, organizada por la Coordinadora Arciprestal de Pastoral Juvenil y los movimientos juveniles de la parroquia, participando todos los jóvenes del Arciprestazgo. 

Por su parte, en Valverde, la Eucaristía del día 8 se celebrará a las12:00horas y estará presidida por el párroco Domingo González. Posteriormente tendrá lugar la procesión por el recorrido de costumbre. 

Televisión Española transmitirá en directo para toda España, desde la parroquia de Santo Domingo en La Laguna, dos Eucaristías, el 8 y el 9 de diciembre. Ambas celebraciones comenzarán a las9:30horas. El sábado día 8, solemnidad de La Purísima, la misa será presidida por el Obispo y el domingo 9, será el sacerdote Lucio González quien celebre. 

Se ha presentado al Consejo Diocesano, la memoria del servicio de atención y orientación al matrimonio, la familia y la infancia de la Diócesis Nivariense, COF2000, correspondiente al año 2012. Cuarenta voluntarios prestan su servicio en el Centro: Acogida, orientadores y profesionales específicos, etc. El total de personas atendidas en este año ha sido de 127. 

La Memoria de Radio ECCA, recientemente presentada, recoge que el curso pasado, 1.269 personas obtuvieron el titulo de Graduado en Educación Secundaria con Radio ECCA; en Bachillerato titularon 202, y 39 personas consiguieron finalizar el Ciclo Superior de Formación Profesional. Además, miles de personas realizaron otras acciones formativas de Radio ECCA, obteniendo diploma 13.473 alumnos y alumnas. 

En la Capilla de San Jorge de la capital tinerfeña, donde tiene lugar el "Punto de ENcuenTRO" mensual de oración, se celebrará este viernes 7 de diciembre, una Vigilia de Oración con motivo de la Fiesta de la Inmaculada, con el lema de reflexión "¡Dichosa tú que has creído!". Comenzará a las20:30horas. 

Los Padres Dominicos de Candelaria han propuesto un día de desierto en el tiempo de Adviento para el próximo viernes 7 de diciembre, de9 a14 horas, en la Capilla El Rosario, de San Juan de la Rambla. Esta propuesta de retiro estará animada por Fr. José Alberto Hidalgo Alarcón, OP. que recuerda que este desierto pretende ser "un tiempo de silencio y escucha, de oración y lectura orante de la Palabra de Dios. 

También, el próximo viernes 7 de diciembre, a las21:30en la parroquia de la Paz y la Unión habrá una vigilia con jóvenes en torno a María. 

En la página web del obispado www.obispadodetenerife.es, se puede acceder a un amplio material de formación sobre el Año de la fe que ha realizado la archidiócesis de Sevilla. Entre los diferentes documentos y power points podemos encontrar el compendio del catecismo de la Iglesia Católica, el mensaje final del Sínodo de la Nueva Evangelización, etc. Además, están colgadas diversas catequesis y el guión de la celebración penitencial para el Adviento. 

Nieves Mary será consagrada en el "Orden de las Vírgenes", el 9 de diciembre, a las11:30horas, en la parroquia de San Antonio Abad, en Fuencaliente, La Palma. Nieves Mary ha querido invitar a todo aquel que lo desee, a compartir con ella este día tan especial. 

El Obispo presidió en el acto de bendición y reapertura del Centro de Orientación Vocacional que está ubicado en la Casa de la Juventud, en la Calle Nava y Grimón, nº 10 (La Laguna). El delegado de pastoral vocacional, Eduardo Rodríguez, agradeció a todos los que han hecho posible esta reapertura y a quienes, en la década de los 90, lo abrieron. También destacó la prioridad pastoral de promover la cultura vocacional y subrayó la necesidad de acompañar mejor a los jóvenes allí donde se encuentran. 

El pasado 2 de diciembre, en la parroquia de San Antonio de Padua, en Santa Cruz de Tenerife, fue inaugurada la exposición de belenes del mundo. Una muestra que podrá contemplarse hasta el 6 de enero, en horario de tarde (De17:00a19:00horas). Se trata de una amplia exposición que reune más de 600 belenes de 64 países diferentes, con representación de todos los continentes. 

El miércoles 12 de diciembre, a las20:30horas, tendrá lugar en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, un festival a beneficio de Cáritas Arciprestal de Ofra. Bajo el título "El aire que me lleva" actuará la prestigiosa Academia de Baile "Ana Manrique". El precio de la entrada es de 10 euros, contando además con la posibilidad de colaborar mediante la fila cero. Para adquirir las entradas pueden llamar al 922.64.66.87. 

La Fraternidad de Servidores del Corazón Sacerdotal de Jesús (Asociación Pública de Fieles-Diócesis Nivariense) invita a quienes lo deseen, junto con los retiros programados, al retiro especial dirigido por el P. Prior del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Gran Canaria, José María Jiménez Alonso, el día 6 de diciembre (festivo). El horario previsto es de10:00a19:30horas, incluye el almuerzo y hay que anotarse previamente (teléfonos de contacto: 922.83.02.44 y 674.668.990). 

El pasado 2 de diciembre, tuvo lugar en la capilla de San Pedro Abajo en Güímar, el acto de entronización de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina. Dicho acto comenzó con la celebración de la eucaristía presidida por el Obispo. Durante la misma, tuvo lugar el acto central de entronización de la imagen. 

El libro "Isla de El Hierro: patrimonio artístico religioso", de la autora Ana Ávila será presentado el sábado, 15 de diciembre, a las19:00horas, en la Sociedad Cultural y Recreativa del Casino de Valverde. En el acto intervendrán: el alcalde Agustín Padrón, la primer teniente de alcalde, María Dolores Padrón, el catedrático de Historia del Arte, Francisco Galante, la profesora titular de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, Ana Ávila y como moderador, el licenciado en Derecho, Celso Lima. 

Miembros del Movimiento de Vida Ascendente se hicieron presentes en la parroquia de Tejina para presentar este movimiento del apostolado seglar de personas jubiladas y mayores, que pretende llevar el mensaje evangélico a los mayores y jubilados para que aporten a la sociedad y a la Iglesia su fe, su experiencia y su tiempo libre. Del resultado de esta presentación, un grupo de personas de la comunidad ya han iniciado las reuniones. 

Diferentes módulos de formación para profesores se ofertan desde el ISTIC en el mes de enero. Una iniciativa titulada “profesores para el cambio y la innovación”. El primer módulo se desarrollará entre el 11 y el 12 de enero bajo el título “Una nueva forma de entender la inteligencia: el marco de las inteligencias múltiples, programación, paletas y proyectos de comprensión.” El mismo se desarrollará en el Seminario Diocesano de16:00a20:00horas. 

El Instituto de Teología Islas Canarias, sede en Tenerife ha puesto en marcha un nuevo servicio. Ahora se pueden ver los vídeos de las ponencias de las jornadas que el Instituto ha organizado a lo largo de este primer trimestre del curso.  

Por otro lado el ISTIC ha convocado su Premio de Periodismo 2013 “Diálogo Fe-Cultura”. Con esta iniciativa, tanto el ISTIC como su Departamento de Fe-Cultura, pretenden dar a conocer todos aquellos trabajos de ámbito periodístico, en formato papel o digital, que hayan tratado directamente o en su entorno el tema "Dios y la Ciencia". La fecha límite que han puesto los organizadores para la entrega de las publicaciones es el próximo 15 de febrero, y los trabajos deben ser informaciones de cualquier género periodístico publicadas entre el uno de enero de 2012 y el 31 de enero de 2013. 

En la Cruz Santa, Los Realejos, tuvo su cita mensual el GAMIR (Grupo de Animación Misionera de Los Realejos). En esta ocasión compartieron inquietudes, profundizaron sobre el testimonio de los misioneros y oraron por ellos y por la misión de la Iglesia. Para finalizar, mientras cenaban compartiendo lo que cada uno había aportado, planificaron el año que viene, revisando cómo han marchado los proyectos en este 2012 y proyectando para el que viene. 

Los agentes de pastoral del Arciprestazgo de Taco han reflexionado en el reciente cursillo bíblico sobre la Escritura en la fe de los grandes personajes bíblicos, tanto del Antiguo Testamento, como del Nuevo. Con una metodología activa, los participantes fueron descubriendo cómo vivieron estas personas por la fe para sacar consecuencias para el "aquí" y "ahora" de la vida personal y comunitaria. 


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Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (2 de diciembre de 2012). (AICA)


Iniciamos el Tiempo de Adviento como preparación a la Navidad. Nuestra mirada se dirige al nacimiento histórico de Jesús en Belén, como hecho único que da comienzo a una nueva etapa en el diálogo de Dios con el hombre. Estamos ante un hecho en el que se manifiesta la historia de Dios. Es necesario, ante todo, actualizar nuestra mirada de fe para comprender y vivir el acontecimiento que vamos a celebrar. Para ello nos preparamos y disponemos nuestro espíritu, queremos participar y sentirnos destinatarios de su venida.

Por una parte, es un tiempo oportuno para recorrer el camino que Dios en la Biblia nos ha ido mostrando y anunciado por los profetas, a través del cual descubrimos su amor de Padre que no abandona a sus hijos. Pero, también, es tiempo de disponer nuestro interior para este encuentro con Jesucristo. La preparación ya es un acto de fe en lo que vamos a celebrar. La Iglesia nos va a proponer que Adviento sea un tiempo de: oración, ayuno y caridad. Lo que debe dar sentido a estas prácticas es la figura de Jesucristo, a quién vamos a recibir, y su mandamiento del amor como estilo de vida.

La vida cristiana tiene su fuente en Dios. La puerta de este encuentro es la fe. Desde ella, y a través de ella, nos descubrimos en nuestra condición de hijos suyos y destinatarios de su amor. Es Él quien toma la iniciativa en este camino hacia a nosotros. Para la fe cristiana Dios no es sólo el Creador del hombre, sino también, y esto es lo propio, quien ha venido en su Hijo, Jesucristo, para ser nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Como vemos, no nos preparamos sólo para una fiesta social y familiar, que es importante que lo sea.

Nos preparamos, sobre todo, para celebrar el acontecimiento mayor en la historia del diálogo de Dios con el hombre. Este Dios es alguien personal que me ha creado, me ama y me envía su Hijo; ese hombre soy yo, necesitado de su vida y presencia. Jesucristo no es alguien más, es la fuente de mi vida. Estas reflexiones pretenden ayudarnos en nuestra preparación para acercarnos a vivir una Navidad plenamente cristiana.

¡Cuánta necesidad tenemos, en lo personal y como país, de abrirnos a Jesucristo! Muchas veces hemos hablado de una crisis moral que debilita nuestra vida y relaciones, creando la sensación de una orfandad social y cultural que presenta en la violencia, la droga, la inseguridad, la impunidad, signos de una sociedad que no llega a encontrarse en valores y proyectos como parte de un camino que nos integre. Cuando lo diverso no siente parte responsable del bien común, las diferencias se convierten en enfrentamientos estériles que nos debilitan.

Esta conciencia de sentirnos frágiles y por momento agobiados, hagámosla oración confiada en este tiempo de Adviento: Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Por ello se hace cada vez más necesario “generar contextos de encuentro, de diálogo, de comunión fraterna que nos permitan reconocernos y tratarnos como hermanos”, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Debemos decirnos como argentinos con humildad, pero con la convicción y la esperanza de un futuro que depende de nosotros: Queremos ser nación.

Al comenzar este camino del Adviento, reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Lunes, 03 de diciembre de 2012

ZENIT nos participa de las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el domingo 2 de Dciembre de 2012, dirigidas a  los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy, la Iglesia inicia un nuevo año litúrgico, un camino que se ve reforzado por el Año de la Fe, a cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II. El primer tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el rito romano, por las cuatro semanas previas a la Navidad, que es el misterio de la Encarnación. La palabra "adviento" significa "venida" o "presencia". En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que rodea la totalidad del cosmos y de la historia, pero que conoce de dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Jesucristo. La primera es la Encarnación; y la segunda es el retorno glorioso al final de los tiempos.

Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes --y no nos es dado saber cuánto--, y que en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección, Jesús ya ha realizado aquella transformación del hombre y del cosmos que es el fin último de la creación. Pero antes del final, es necesario que la Buena Nueva sea anunciada a todas las naciones, dice Jesús en el evangelio de san Marcos (cf. Mc. 13,10). La venida del Señor continúa, el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del evangelio pide constantemente de nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la novia, la prometida esposa del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cf. Ap. 21,9), en comunión con su Señor, colabora en esta venida del Señor, en la que ya empieza su regreso glorioso

Esto es a lo que nos llama hoy la palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir con el fin de estar preparados para la venida del Señor. En el evangelio de Lucas, Jesús dice a los discípulos: "Cuiden que no se emboten sus corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida ... estén en vela, pues, orando en todo tiempo" (Lc. 21,34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a "progresar y sobreabundar en el amor" de unos con otros y hacia los demás, para que se consoliden nuestros corazones y seamos irreprochables en santidad (cf. 1 Ts. 3,12-13). En medio de la agitación del mundo, o ante los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen la salvación de Dios y dan testimonio con una forma de vida diferente, como una ciudad asentada sobre un monte.

"En aquellos días --anuncia el profeta Jeremías--, Jerusalén vivirá en seguro, y será llamada: Yahvé, nuestra justicia" (33,16). La comunidad de los creyentes es un signo del amor de Dios, de su justicia, que ya está presente y operante en la historia, pero que aún no se ha realizado plenamente, y por lo tanto es siempre esperada, invocada, buscada con paciencia y heroísmo.

La Virgen María encarna a la perfección el espíritu del Adviento, que implica escuchar a Dios, y un profundo deseo de hacer su voluntad, de gozoso servicio a los demás. Dejémonos guiar por ella, para que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz.

Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.


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ZENIT nos participa en el espacio Foro una reflexión sobre el avance del desierto espiritual en el mundo del obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas Felipe Arizmendi Esquivel propone .

Desertificación espiritual
Un reto para el discípulo y misionero de Jesucristo

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

HECHOS

Con una visión muy realista, el Papa Benedicto XVI, en ocasión del reciente Sínodo de los Obispos y la apertura del Año de la Fe, describió de esta manera algunas situaciones del mundo actual: “En estos decenios, ha aumentado la desertificación espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío” (11-X-2012).

Dijo que muchos “viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida; son personas que por eso han perdido una gran riqueza… Desde los años ’50 del siglo pasado, se vio evidente que también los países de antigua tradición cristiana se habían vuelto, como se suele decir, tierra de misión” (28-X-2012).

Esto que se podría aplicar a Europa, refleja también lo que va pasando entre nosotros. Hay personas que, sin cimientos firmes en su fe, se han alejado de Dios y de la Iglesia, heridas, desconcertadas o decepcionadas por algunos malos comportamientos clericales, por el mal trato recibido de algún sacerdote, o porque quisieran que todo se hiciera en la Iglesia como ellos piensan y quieren, porque dicen que no nos modernizamos al ritmo de la historia, porque no accedemos a declarar moral y recto lo que es inmoral e inhumano, porque querrían que no fuera el Evangelio sino la moda actual del mundo lo que marcara nuestra identidad y misión, o porque en algunas escuelas y universidades se especializan en ridiculizar la fe y la Iglesia, porque les llegan ofertas de otras religiones, atractivas y adecuadas a su sensibilidad y conveniencia, o porque sus padres han sido irresponsables para educarles en su fe.

No faltan escritores, profesores y líderes de opinión que se dedican a resaltar lo que para ellos es negativo en nuestra Iglesia, sin tomar en cuenta la pléyade de santos que ha habido y hay, consagrados al servicio de la humanidad, en particular de los pobres. Hacen consistir su fama y su éxito económico en ser críticos permanentes de la institución eclesial, sin conocer ni valorar la entrega sencilla, diaria y sacrificada, de miles y miles de sacerdotes, religiosas, misioneros, obispos, catequistas y diáconos, que desgastan su vida atendiendo a las comunidades, en medio de grandes limitaciones económicas y materiales. Son héroes anónimos, como una encarnación del amor misericordioso de Dios, reconocidos y amados por el pueblo.

CRITERIOS

Ante esta situación tan preocupante, el mismo Papa nos habla de “la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo, allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor”.

Estamos convocados a ser discípulos misioneros de Cristo, porque en El se nos ha manifestado Dios mismo: es Dios encarnado, hecho un ser humano, cercano y existencialmente presente en nuestras vidas: “Dios ha roto su silencio. Dios ha hablado. Dios existe. Este hecho, como tal, es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios con nosotros, el Dios que nos muestra que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita. Este es el Evangelio mismo. Dios ha hablado; ya no es el gran desconocido, sino que se nos ha mostrado y esta es la salvación” (8-X-2012).

PROPUESTAS

Padres de familia: Acerquen a sus hijos a los sacramentos y a las catequesis necesarias; que participen en grupos juveniles. Con el buen ejemplo de ustedes y sus oportunos consejos, tendrán un camino para estar cerca de Dios y no se enredarán en los lazos de la droga, de la delincuencia y del desorden.

Catequistas y demás agentes de pastoral: Seamos capaces de escuchar y comprender los vacíos y las soledades, las angustias y esperanzas de los jóvenes y de los adultos, de los enfermos y ancianos, de los presos y migrantes, y ofrezcámosles la luz y el consuelo de Jesús, la Palabra de Dios y su cercanía, en la confesión y en la Eucaristía.


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Domingo, 02 de diciembre de 2012

Homilía de monseñor Emil Paul Tscherrig, nuncio apostólico en la Argentina, en la misa por el 90º aniversario del Seminario Mayor de La Plata (26 de noviembre de 2012) . (AICA)

Excelencia, Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata,
Mons. Baisi, obispo Auxiliar de La Plata,
Estimado Rector del Seminario Mayor de La Plata,
Profesores y colaboradores del Seminario,
Bienhechores y queridos seminaristas:

Estoy muy contento de poder celebrar con ustedes el nonagésimo aniversario de este ilustre Seminario Mayor de La Plata. Sobre todo agradezco a Mons. Aguer y al Rector por esta invitación. En nombre del Santo Padre los saludo con las palabras de San Pablo a los cristianos de Corinto: “Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (1 Cor. 1, 3). El Papa se alegra con ustedes en este día de fiesta y les envía su especial bendición Apostólica, la que al fin de esta liturgia tendré el privilegio de impartirles.

Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con Jesús. El Evangelio según San Lucas, narra el encuentro del Señor con diez leprosos. Jesús ya está en camino hacia Jerusalén, es decir que vive los últimos días de su vida terrenal. Al entrar a una aldea vienen a su encuentro un grupo de enfermos de lepra que imploran su compasión.

Ellos piden un milagro, porque no había otra posibilidad de curar este terrible mal. Ciertamente ya habrían oído que Jesús había curado otras enfermedades. Por esto, cuando vieron a Jesús, se encendió en ellos la esperanza de una vida nueva. Pero, Jesús no hace un gran gesto, sino que los envía simplemente a los sacerdotes que debían verificar las raras curaciones. Y San Lucas comenta: “Y en el camino quedaron purificados” (17, 14). Por lo tanto ellos aceptaron el desafío de Jesús y se pusieron en camino con la esperanza que la palabra de Jesús podía cumplir lo que prometía.

Pero ahora sucede una cosa inesperada: sólo uno de los diez curados regresa para agradecer a Jesús y, el colmo, él ni siquiera era un hebreo, sino un samaritano, un extranjero. Y en las palabras de Jesús se siente pesar y dolor cuando dice al leproso curado: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve ¿dónde están? - ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero? Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha salvado” (v. 17-19).

Queridos seminaristas, cada uno de ustedes ha sido llamado por Jesús con su propio nombre. Cada uno de ustedes, como los leprosos del evangelio, encontró a Jesús fuera del poblado, viéndolo desde lejos. Ahora se trata de recorrer el camino del samaritano curado y volver a Jesús para conocerlo mejor, para entrar en intimidad con su vida. Por esto, para ustedes, como para los leprosos, no es suficiente ir a los sacerdotes y profesores que los acompañan para mostrar que son verdaderamente dignos de su vocación sacerdotal, sino que lo que vale es el encuentro personal con Jesús. Todos los estudios, la práctica espiritual, la oración y la vida comunitaria son, por lo tanto, instrumentos para conducirlos a los brazos de Jesús.

Jesús esperaba que todos hubieran regresado, porque El quería darles más que sólo una nueva vida en este mundo. El deseaba ofrecerles los frutos de la “plenitud de la fe” (cf. Heb. 10, 22), porque ellos estaban como los Efesios antes del encuentro con Cristo, “en el mundo sin Dios”, y por lo tanto sin esperanza (cf. Spe Salvi, Nº 3). El deseaba que el milagro de la curación los hubiese conducido a la fuente de la vida que es Jesús Hijo de Dios. Esta fe les habría dado acceso a la vida que no se corrompe y es más fuerte que la muerte. Con su acto de agradecimiento, el samaritano curado dio testimonio de esta fe que no sólo le ha devuelto la salud, sino que también le ha dado la salvación. Pero a los otros no les interesaba la salvación ni la persona de Jesús. Su vida había cambiado, pero se quedaron en el mundo sin esperanza. Jesús era mucho más generoso de cuanto ellos podían imaginar: El estaba dispuesto a ofrecerles la fe que da la verdadera vida, la que el tiempo no corrompe y los gusanos no destruyen, la salvación eterna.

Lo que hoy cumplimos es un acto solemne de agradecimiento. En él, no sólo reconocemos que Jesús es el Señor, sino que todo lo que somos y tenemos es un don de Dios. Agradecer significa, por lo tanto, hacer de Dios el punto de referencia y el centro de nuestra vida. Esto es al mismo tiempo un acto de humildad, con el que exaltamos la grandeza de Dios que, como recuerda el Magnificat, ha hecho grandes cosas con nosotros. Por otra parte, es “justo y necesario, es nuestro deber y salvación”, como anuncia el prefacio del Segundo Canon, dar gracias al Padre Santo, siempre y en todo lugar, porque El es el origen y el fin de todo lo creado. En el acto de agradecimiento que culmina en la Eucaristía, reconocemos que Dios es el Señor, y la salvación nos ha sido dada por la fe en su Hijo Jesucristo. La misma historia de este Seminario es parte de esta historia de fe y de salvación y signo de la presencia activa del Señor en su Iglesia en la Argentina. Entonces, agradezcamos todo el bien que los testigos de la fe que han salido de esta institución, llevaron al mundo.

Queridos seminaristas, fuertes en esta fe en Cristo, son llamados a participar en esta continua acción de gracias de toda la Iglesia. Lo harán anunciando a sus contemporáneos la salvación eterna que no se compra con dinero o con una vida meritoria, sino que es don de la fe en Cristo resucitado. Por lo tanto su misión no es la de crear “el orden justo de la sociedad y del Estado”, que, como afirma el Papa Benedicto en su primera encíclica “Deus Caritas Est” (Nº 28), es “la tarea principal de la política”. Pero, en cambio, nuestro deber es dar esperanza al mundo a través del anuncio de la fe.

Para esta misión, escribe San Pablo a los cristianos de Corinto, hemos sido “santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos” (1 Cor. 1, 2). La santificación consiste en el hecho de que hemos sido colmados en Cristo con “toda clase de riqueza” y en particular con el don de la Palabra y con el del conocimiento de Cristo. La santidad de Dios se manifiesta en la historia de la salvación, como amor infinito e incondicional por toda persona humana. Entonces, nosotros somos santos porque somos amados por Dios, e individualmente y como comunidad, respondemos a esta iniciativa divina con gratitud y alabanza por la dignidad de ser hijos e hijas de Dios. Pero el gesto sublime de la gratitud humana es el don de nosotros mismos y es así como la gratitud llega a ser un sacrificio de alabanza a Dios y un testimonio de fe viva.

En nombre del Santo Padre, agradezco al Rector y a los profesores hoy en servicio, así como a todos aquellos que los han precedido y que han colaborado en la formación de los candidatos al sacerdocio. Les ruego que sean siempre conscientes de la gran responsabilidad que el Arzobispo les ha confiado, porque son los custodios del más precioso tesoro de la Arquidiócesis. Tenemos necesidad de sacerdotes santos y bien formados, que sean capaces de transmitir la herencia de la fe a las generaciones futuras. Este Año de la Fe debería ser, sobre todo, una oportunidad para renovar su compromiso de sacerdotes y profesores, que enseñan no sólo con la palabra, sino también con el ejemplo de su vida.

Queridos seminaristas, El Señor los ha llamado a ser sus discípulos. El los ama tanto que les pide ser apóstoles, es decir, sus embajadores en el mundo. Pero amar y ser amados no es posible sin el sacrificio y la aceptación de la cruz. Para encontrar a Jesús Salvador, el leproso tuvo que dejar a sus compañeros que eran parte íntima de su pobre vida. También ustedes deben dejar sus familias,
amigos y compañeros para ofrecer su vida al Señor. Por lo tanto deben renunciar a muchas cosas, pero ésta es la condición para tener una vida feliz y la paz interior. Rezo por ustedes, con la ayuda del Espíritu Santo, reciban la gracia y el coraje de abandonar todo para ganar todo. Así serán verdaderamente libres para hacerse todo en todos y un don de Dios para la humanidad.

Que este aniversario nos ayude a renovar nuestra fe en Jesucristo para que por el testimonio de nuestra vida y el servicio de la Iglesia, el mundo crea y sea salvado. Amén.

Mons. Emil Paul Tscherrig, Nuncio Apostólico en Argentina


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ZENIT nos participa el escrito del arzobispo castrense de España Juan del Río Martín, que nos ayuda a situarnos ante el nuevo periodo litúrgico del Adviento.

El Adviento en el Año de la Fe
''Estamos asistiendo a una apostasía silenciosa''

+ Juan del Río Martín

Muchos son los frentes a los que se enfrenta la Iglesia en el siglo XXI. El relativismo y secularismo dominante ha hecho mella en el seno de nuestras comunidades. Estamos asistiendo a una apostasía silenciosa de la fe, a un cansancio en la vida cristiana, a un desaliento paralizante en las nuevas generaciones motivado no sólo por la crisis económica, sino sobre todo por la carencia de fundamentos. En medio de todo este panorama los católicos no debemos vivir como hombres sin esperanza, porque el impulso a seguir esperando, frente a tantas dificultades, nos preserva del egoísmo y nos capacita para seguir aferradosa tres grandes verdades que vertebran el acto de fe: “Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas”. Ante esta realidad, no me siento ni solo, ni inútil, ni abandonado, sino implicado en un destino de salvación que nunca se apaga. No deberíamos olvidar, que cuando desaparece la esperanza del alma, se eclipsa el propio hombre.

La Liturgia es “la escuela” donde el cristiano crece en su fe. La vivencia de los tiempos litúrgicos nos introduce en el misterio del Cristo total. Cada uno de los ciclos resalta aspectos y virtudes esenciales de la vida cristiana. Ahora comenzamos el primero de ellos que es el Adviento, que comprende las cuatro semanas que antecedena laNavidad. Su finalidad es avivar la virtud teologal de la esperanza en nuestros corazones, siendo el motor que nos induce a situarnos en la centralidad de Dios. Pero, ¿de qué Dios estamos hablando? De Aquel que se ha revelado en el nacimiento del Emmanuel (Dios con nosotros). En efecto, dice Benedicto XVI en su reciente libro La infancia de Jesús, Barcelona 2012: “se sabe muy bien quién es Jesús y de dónde viene: es uno más entre nosotros. Es uno como nosotros…su origen es al mismo tiempo notorio y desconocido: es aparentemente fácil dar una explicación y, sin embargo, con ella no se aclara de manera exhaustiva…”p.11. Sólo la fe que excede todo conocimiento, nos da la clave para descubrir la belleza y el gozo del acontecimiento del “Dios humanado”, como Salvador y Redentor de la muerte y el pecado.

Pero la fe sin esperanza no basta para llevarnos a Cristo, porque fácilmente podemos desesperar en el combate contra el mal. Para vivir en esperanza es necesario el amor. Estos son los tres ejes de la existencia cristiana que debemos recuperar con fuerza en este Año de la Fe para abrir unos nuevos tiempos de renovación personal y eclesial. Porque lo que está en juego hoy no es la aparición de nuevas herejías, sino los fundamentos mismos del ser cristiano. Ya no se puede creer por costumbre, sino que hay que creer por convicción. La misión de la nueva evangelización no es sólo anunciar una Buena Noticia a las gentes que la ignoran, sino a muchedumbres que dicen que ya es antigua y que les molesta el propio anuncio del Evangelio que hace la Iglesia.

La pregunta es: ¿cómo persuadimos a un pueblo que ya no cree? Volviendo a las fuentes genuinas de la espiritualidad litúrgica que emana de la celebración del Misterio Pascual. Así, los elementos esenciales del Adviento nos conducen, en primer lugar, a los grandes creyentes que como Abraham y los Profetas depositaron su confianza en Dios en medio de las adversidades. Luego, nos señala como el camino para suscitar la fe en el pueblo no es la prepotencia y la opulencia, sino la humildad y la austeridad del Bautista. Por último, lo que más se admira y provoca la adhesión a Jesucristo, no es un cristianismo facilón y mediocre, sino la alegría del testimonio de fe de los santos y de aquella que es “la Santa de los santos” Maria, la Madre del Mesías, ¡El Señor! Haciendo nuestro este trípode espiritual del Adviento, podemos seguir afirmando aún hoy: “Ésta es la fuerza victoriosa que ha vencido al mundo: nuestra fe”. (1Jn 5,4).


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S?bado, 01 de diciembre de 2012

zenit nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, Primer Domingo de Adviento, de nuestro colaborador el padre Jesús Álvarez, paulino.

Vigilen y oren en todo momento
Comentario al evangelio del Domingo 1º de Adviento/C

Por Jesús Álvarez, SSP

“Dijo Jesús a sus discípulos:Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido. La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas. Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube, con gran poder e infinita gloria. Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación. Cuiden de ustedes mismos, no sea que una vida consumista, las borracheras o los afanes de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso, pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.” (Lc. 21, 25-28. 34-36)

Jesús hoy nos anuncia un aterrador cataclismo cósmico, sin fijar fechas. Pero no pretende asustarnos, sino atraer nuestra mirada y nuestro corazón hacia la imagen grandiosa que aparecerá al centro de ese marco catastrófico: Él en persona, que vendrá con poder y gloria para librar a los suyos de la gran tribulación y de la muerte; por eso nos invita a levantar la cabeza, para verlo y acogerlo con júbilo.

Por tanto, nuestra actitud no puede ser el temor y el terror, sino la esperanza y "el amor gozoso a su venida" como único salvador, amigo y glorificador por la resurrección. Jesús quiere que grabemos bien en la memoria su invitación a orar continuamente y a estar preparados, viviendo en real unión afectiva y efectiva con Él.

Jesús nos pide mantenernos en pie a su lado, aunque no lo veamos, compartiendo con gozo su misión liberadora y salvadora en favor del prójimo, construyendo con él la civilización del amor y la cultura de la vida. Además nos apremia a no dejarnos contagiar por el materialismo, el consumismo, la corrupción y los desórdenes de una sociedad que vive de espaldas a Dios y al prójimo, sumergida en la cultura de la muerte.

Adviento significa tiempo de espera gozosa de Alguien que viene. La Iglesia nos invita a considerar las cuatro venidas de Cristo Jesús, que sale a nuestro encuentro en formas y tiempos diferentes.

La primera venida de Jesús sucedió hace más de dos mil años, con su Nacimiento en Belén, que conmemoramos y celebramos cada año en la Navidad. Es la venida primordial, que hace posibles las otras venidas.

La cuarta y última venida de Cristo será su aparición gloriosa al fin de los tiempos, para hacer un mundo nuevo, su reino definitivo de vida y verdad, de justicia y de paz, de libertad y amor, de alegría y felicidad. Venida que presenciaremos de persona.

Entre la primera y la última venidas de Jesús se da la venida intermedia y permanente a nuestra vida y persona durante la existencia terrena, según sus palabras infalibles: "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28, 20). Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él (Jn. 6, 36)".

Y al fin de nuestra vida terrena se realizará la venida de Jesús que acudirá para librarnos de las garras de la muerte y llevarnos a su gloria eterna, si hemos vivido unidos a él, compartiendo su misión en favor del hombre. Nos garantiza con promesa infalible: "Me voy a prepararles un lugar. Luego vendré para llevarlos conmigo (Jn. 14, 2-3)".

Esta venida de Jesús será para cada uno la hora del éxito total de su existencia por la resurrección, si hemos acogido a Cristo en sus venidas durante la vida terrena: en el prójimo, en la Eucaristía, en la oración, en la Palabra de Dios, en la creación, en el sufrimiento, en la alegría, en los acontecimientos... Entonces Él nos acogerá en la hora de la muerte para resucitarnos, dándonos un cuerpo glorioso y felicísimo como el suyo.

Su exhortación a orar en todo momento es la condición para ser acogidos y resucitados a través de una muerte triunfal como la suya. Tomémoslo en serio para no quedar excluidos de su gloria.


Publicado por verdenaranja @ 23:21  | Espiritualidad
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