Discurso del Papa Benedicto XVI a los miembros de la Rota Romana el sábado 26 de Enero de 2013.
Sala Clementina, sábado 26 de enero de 2013.
¡Estimados integrantes del Tribunal de la Rota Romana!
Es para mí un motivo de alegría encontrarme en ocasión de la inauguración del año judicial Agradezco a vuestro decano Mons. Pio Vito Pinto, por los sentimientos expresados en vuestro nombre, los que devuelvo de corazón. Este encuentro me ofrece la oportunidad de reafirmar mi estima y consideración por el alto servicio que dan al Sucesor de Pedro y a toda la Iglesia, como de invitales a un empeño cada vez mayor en un ámbito seguramente duro, pero precioso para la salvación de las almas. El principio que la 'salus animarum' es la suprema ley de en la Iglesia debe ser tenido bien presente y encontrar cada día, en vuestro trabajo la debida y rigurosa respuesta. 1. En el contexto del Año de la Fe, me gustaría detenerme de manera particular sobre algunos aspectos de la relación entre fe y matrimonio, observando como la actual crisis de fe que afecta a varias partes del mundo, trae consigo una crisis de la sociedad conyugal, con toda la carga de sufrimiento y de disgusto que esto comporta también para los hijos. Podemos tomar como punto de partida la común raíz idiomática que en latín tiene el término 'fides' y 'foedus', vocablo este último con el cual el Código de Derecho Canónico define la realidad natural del matrimonio como pacto irrevocable entre el hombre y la mujer (cfr can. 1055 § 1). La confianza recíproca, de hecho es la base irrenunciable de cualquier pacto o alianza. En el plano teológico, la relación entre la fe y el matrimonio tiene un significado más profundo. El vínculo esponsal, aunque sea realidad natural entre los bautizados, fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento”. (Cfr ibidem). El pacto indisoluble entre hombre y mujer no requiere, a los fines de la sacramentalidad, la fe personal de los contrayentes. Lo que si se pide como condición mínima necesaria es la intención de hacer lo que hace la Iglesia. Y si bien es importante no confundir el problema de la intención con el de la fe personal de los contrayentes, no es posible separarlos totalmente. Como hacía notar la Comisión Teológica Internacional en un documento de 1977, “En el caso en el que no se advierta ningún rastro de fe en cuanto tal (en el sentido del término “creencia” disposición a creer) ní algún deseo de la gracia y de la salvación, se pone en el problema de saber en realidad si la intención general de la que hemos hablado es verdaderamente sacramental, está presente o no , y si el matrimonio ha sido contraído válidamente o no”. (La dottrina cattolica sul sacramento del matrimonio [1977], 2.3: Documenti 1969-2004, vol. 13, Bolonia 2006, p. 145). El beato Juan Pablo II, dirigiéndose a este Tribunal, diez años atrás, precisó que “una actitud de los contrayentes que no tenga en cuenta la dimensión sobrenatural en el matrimonio, puede volverlo nulo solamente si golpea la validez en el plano natural en el que se pone el mismo signo sacramental. (ibidem). Sobre tal problemática, especialmente en el contexto actual será necesario promover ulteriores reflexiones. 2. La cultura contemporánea, marcada por un fuerte subjetivismo y un relativismo ético y religioso plantea serios retos a la persona y a la familia. En primer lugar, el de la capacidad misma del ser humano para unirse, y el de si una unión que dure toda la vida es realmente posible (...) Es parte de una mentalidad muy extendida, pensar que la persona sea ella misma permaneciendo “autónoma” y entrando en contacto con el otro solo través de relaciones que pueden ser interrumpidas en cualquier momento. Cfr Allocuzione alla Curia Romana [21 dicembre 2012]: L’Osservatore Romano, 22 diciembre 2012, p. 4). A nadie se le escapa como la decisión del ser humano de unirse con un vínculo que dure toda la vida influye la perspectiva básica de cada uno, es decir, si está anclada en un terreno puramente humano o si se abre a la luz de la fe en Señor. Sólo abriéndose a la verdad de Dios, de hecho es posible entender y realizar en lo concreto de la vida también conyugal y familiar, la verdad del hombre como su hijo, regenerado por el bautismo. "El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada", así decía Jesús a sus discípulos, recordándoles la incapacidad sustancial del ser humano para efectuar , sólo por sí mismo, lo que es necesario para el verdadero bien. El rechazo de la propuesta divina conduce, de hecho, a un desequilibrio profundo en todas las relaciones humanas, (Cfr Discorso alla Commissione Teologica Internazionale [7 diciembre 2012]: L’Osservatore Romano, 8 de diciembre de 2012, p. 7), incluida la matrimonial y facilita una errada comprensión de la libertad y la auto-realización, lo que unido a la fuga ante el sufrimiento soportado con paciencia condena al hombre a cerrarse en su egoísmo y egocentrismo. Por el contrario, la aceptación de la fe hace al hombre capaz de la entrega de sí, en el cual solamente “abriéndose al otro, a los otros, a los hijos y la familia... dejándose plasmar en el sufrimiento, él descubre la amplitud de la persona humana. (Discurso a la Curia Romana [21 dicembre de 2012]: L’Osservatore Romano, 22 dicembre 2012, p. 4). La fe en Dios, sostenida por la gracia divina, es por lo tanto un elemento muy importante para vivir la dedicación mutua y la fidelidad conyugal. (Catequesis en la Audiencia general [8 de junio de 2011] : Insegnamenti VII/I [2011], p. 792-793). No se pretende con esto afirmar que la fidelidad, como las otras propiedades, no sean posibles en el matrimonio natural entre los no bautizados. De hecho, éste no se encuentra desprovisto de bienes que "proceden de Dios Creador y se insertan de forma incoativa en el amor esponsal que une a Cristo con la Iglesia". (Commissione Teologica Internazionale, La dottrina cattolica sul sacramento del matrimonio [1977], 3.4: Documenti 1969-2004, vol. 13, Bologna 2006, p. 147). Pero, seguramente el cerrarse a Dios o el rechazo de la dimensión sagrada de la unión conyugal y su valor en el orden de la gracia hacen ardua la encarnación concreta del altísimo modelo de matrimonio concebido por la Iglesia, según el plan de Dios, pudiendo llegar a socavar la validez misma del pacto -como asume la consolidada jurisprudencia de este Tribunal- cuando se traduzca en un rechazo del principio de la obligación conyugal de fidelidad o de los otros elementos o propiedades esenciales del matrimonio. Tertuliano, en su famosa "Carta a la esposa", hablando de la vida matrimonial marcada por la fe, escribe que las parejas cristianas "son verdaderamente dos en una sola carne y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos oran, juntos se postran y ayunan juntos, cada uno enseña al otro, el uno honra al otro, el que sabe sostiene al otro". (Ad uxorem libri duo, II, IX: PL 1, 1415B-1417A). En términos similares se expresa san Clemente Alejandrino: “Si de hecho para ambos uno sólo es Dios, entonces para ambos uno sólo es el Pedagogo -Cristo-, una es la Iglesia, una la sabiduría, uno el pudor, en común tenemos la nutrición, el matrimonio nos une... Y se común es la vida, común también la gracia, la salvación, la virtud, la moral”. (Pædagogus, I, IV, 10.1: PG 8, 259B). Los santos que han vivido la unión matrimonial y familiar desde una perspectiva cristiana, fueron capaces de superar incluso las situaciones más adversas, logrando la santificación del cónyuge y los hijos con un amor que se ve reforzado por una solida fe en Dios, una sincera piedad religiosa y una intensa vida sacramental. Justamente estas experiencias, marcadas por la fe, hacen comprender cómo, aún hoy, es precioso el sacrificio ofrecido por el cónyuge abandonado o que ha padecido un divorcio, si —reconociendo la indisolubilidad del vínculo matrimonial válido— consigue no dejarse "implicar en una nueva unión … En tal caso su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia". (Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris Consortio [22 noviembre 1981], 83: AAS 74 [1982], p. 184). 3. Quisiera, al concluir, detenerme brevemente en el "bonum coniugum". La fe es importante en la realización del auténtico bien conyugal, que consiste simplemente en querer siempre y en cualquier caso el bien del otro, en función de un verdadero e indisoluble "consortium vitae". De hecho, en el propósito de los esposos cristianos de vivir una verdadera "communio coniugalis" hay un dinamismo propio de la fe, por lo que la "confessio", la respuesta personal y sincera al anuncio salvífico, implica al creyente en el movimiento de amor de Dios. "Confessio" y "caritas" son "las dos maneras en que Dios nos atrae, nos hace actuar con Él, en Él y para la humanidad, para su criatura... La "confessio" no es una cosa abstracta, es "caritas", es amor. Sólo así, es realmente el reflejo de la verdad divina, que como verdad es también inseparablemente amor. (Meditación en la primera Congregación General del la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los obispos [8 de octubre de 2012]: L’Osservatore Romano, 10 octubre de 2012, p. 7). Sólo a través de la llama de la caridad, la presencia del Evangelio no es ya sólo palabra, sino realidad vivida. En otras palabras, si bien es cierto que "la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda", hemos de concluir que "fe y caridad se necesitan mutuamente, de modo que la una permite a la otra realizar su camino". (Lett. ap. Porta fidei [11 octubre de 2012], 14: L’Osservatore Romano, 17-18 octubre 2011, p. 4. Si esto vale en el contexto más amplio de la vida comunitaria, debe tener aún más valor en la unión matrimonial. Es en ella, en efecto, que la fe hace crecer y fructificar el amor de los esposos, dando espacio a la presencia del Dios Trino y haciendo que la misma vida conyugal, vivida así, sea "buena noticia" ante mundo. Reconozco las dificultades, desde un punto de vista jurídico y práctico, para dilucidar el elemento esencial del "bonum coniugum", entendido hasta ahora principalmente en relación a las hipótesis de incapacidad. (cfr CIC, can. 1095). El "bonum coniugum" es también relevante en el ámbito de la simulación del consentimiento. Ciertamente, en los casos sometidos a vuestro juicio, será la indagación "in facto" que verificará la posible validez de esta causa de nulidad, predominante o coexistente con los tres "bienes" agustinianos: la procreación, la exclusividad y la perpetuidad. No se debe prescindir por lo tanto, de la consideración de que puedan darse casos en que, precisamente por la ausencia de fe, el bien de los cónyuges resulte dañado, es decir, excluido del mismo consenso, por ejemplo, en el caso de subversión por parte de uno de ellos, a causa de una concepción errónea del vínculo nupcial, del principio de paridad, o en el caso de rechazo de la unión dual que caracteriza el vínculo matrimonial, en relación con la posible coexistente exclusión de la fidelidad y del uso de la cópula realizada "humano modo". Con estas consideraciones ciertamente no quiero sugerir ningún automatismo fácil entre carencia de fe e invalidez de la unión matrimonial, sino más bien poner de relieve cómo tal carencia puede, aunque no necesariamente, dañar los bienes del matrimonio, ya que la referencia al orden natural querido por Dios es inherente al pacto conyugal. (cfr Gen 2,24). Queridos hermanos, invoco la ayuda de Dios sobre vosotros y sobre todos aquellos que en la Iglesia obran para salvaguardar la verdad y la justicia referente al vínculo sacro del matrimonio, y por ello mismo, de la familia cristiana. Os confío a la protección de María Santísima, madre de Cristo, y de san José, custodio de la Familia de Nazaret, silencioso y obediente ejecutor del plan divino de la salvación, mientras les imparto con gusto a Uds. y a vuestros queridos, la bendición apostólica.
Subsidio litúrgico para JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2013 enviado por delegación diocesana de Pastoral de la Salud.
CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
10 de febrero de 2013
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos:
La preocupación de la Iglesia por el mundo de los que sufren y sus familiares, por los agentes sanitarios, por los agentes pastorales así como por los voluntarios encuentra su expresión este año en el tema que ha elegido el Santo Padre Benedicto XVI para la Jornada Mundial del Enfermo: “Anda y haz tú lo mismo” (Lc. 10,37).
Palabras antiguas, pero siempre actuales, las que Jesús dirige a su interlocutor. La parábola evangélica no pierde nunca su comprometedora actualidad, sobre todo para quienes viven en su carne el misterio del dolor y de la soledad, y que encuentran en su camino personas que han respondido positivamente a la invitación de Jesús: “Anda y haz tú lo mismo”, haciéndose así continuadores y testigos de Aquel que en primer lugar y para todos es el Buen Samaritano, que venda las heridas del cuerpo y del espíritu con el consuelo que brota de la cercanía, de una participación atenta y presurosa en el dolor ajeno, que infunden paz, serenidad y esperanza.
ENVÍO DE AGENTES DE PASTORAL DE LA SALUD
La misión de atender a los enfermos forma parte indispensable de la tarea encomendada por Jesús a su Iglesia, como cauce por el cual llega hasta ellos la Buena Noticia del Evangelio. Para llevar a cabo esta tarea, el Señor elige a miembros de su pueblo y los envía con esta misión a confortar, consolar y acompañar a quienes atraviesan por la circunstancia de la enfermedad propia o de un ser querido.
Vamos a proceder a continuación a la presentación y envío de los miembros de nuestra parroquia que se sienten llamados por Dios a desempeñar este valioso servicio.
(A continuación se nombra a los miembros del equipo de Pastoral de la Salud y se van colocando delante del altar)
Queridos hermanos: el vuestro es un servicio que nos corresponde realizar a todos los discípulos de Jesucristo, que hemos de descubrir la presencia del Señor en toda persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu.
Sin embargo, vosotros, como miembros del equipo parroquial de Pastoral de la Salud, asumís este compromiso con una exigencia mayor. Vais a prestar una valiosa colaboración a la misión caritativa de la Iglesia y, en consecuencia, vais a trabajar en su nombre, abriendo a todos los hombres los caminos del amor cristiano y de la fraternidad universal.
Cuando realicéis vuestra tarea, procurad actuar siempre movidos por el Espíritu del Señor, es decir, por un verdadero amor de caridad sobrenatural. De este modo seréis reconocidos como auténticos discípulos de Cristo.
(El sacerdote, con las manos extendidas sobre ellos, pronuncia la siguiente oración de bendición)
Oremos:
Oh Dios, que derramas en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, el don de la caridad, bendice + a estos hermanos nuestros, para que, practicando la caridad en la visita y atención de los enfermos, contribuyan a hacer presente a tu Iglesia en el mundo, como un sacramento de unidad y de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Ahora, queridos hermanos, para mostrar vuestra disponibilidad a prestar este servicio en nuestra comunidad parroquial, os invito a recitar juntos esta oración que tenéis en vuestras manos, pidiendo la ayuda de Dios para llevar a cabo la misión que habéis recibido.
(Todos juntos recitan en voz alta la siguiente oración)
Señor, no quiero pasar de lejos
ante el hombre herido en el camino de la vida.
Quiero acercarme y contagiarme de tu compasión
para expresar tu ternura,
para ofrecer el aceite que cura heridas,
el vino que recrea y enamora.
Tú, Jesús, buen samaritano,
acércate a mí,
como hiciste siempre.
Sí, acércate a mí, buen samaritano;
llévame en tus hombros, pues soy oveja perdida;
carga con todas mis caídas,
ayúdame en todas mis tribulaciones,
hazte presente en todas mis horas bajas.
Ven, buen samaritano,
y hazme a mí tener tus mismos sentimientos,
para no dar nunca ningún rodeo
ante el hermano que sufre,
sino hacerme compañero de sus caminos,
amigo de sus soledades, cercano a sus dolencias,
para ser, como Tú, "ilimitadamente bueno"
y pasar por el mundo "haciendo el bien"
y "curando las dolencias".
Amén.
(Terminada la oración, se retiran a su lugar y continúa la celebración con el Credo y la oración de los fieles)
ORACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos al Señor la gracia de imitarle como buenos samaritanos que se acercan y ayudan a quienes atraviesan por la dura experiencia de la enfermedad. Oremos y digamos: Jesús, Buen Samaritano, escúchanos.
- Señor, en la escuela del Buen Samaritano, enséñanos a aliviar, a vendar y a cuidar las heridas del cuerpo y del espíritu, y que nuestra cercanía respete siempre a quien sufre, respete siempre la dignidad del otro; oremos.
- Señor, cuando nos sintamos abandonados y solos en el camino, envíanos buenos samaritanos que sean un apoyo en nuestro dolor, para que descubramos juntos el valor de la vida, oremos.
- Señor, danos unos ojos atentos y un corazón sensible, para que nos demos cuenta de las verdaderas necesidades de los hermanos, y que en ese mutuo mirarnos percibamos que el yo y el tú se funden en un “nosotros”, rico en promesas de vida, oremos.
- Señor Jesús, que nos has dicho que no hay amor más grande que el de dar la propia vida, nosotros sufrimos y hacemos ofrendas por nuestros hermanos, ayúdanos a intercambiarnos la vida, en una donación recíproca que tiene en ti la fuente, oremos.
Dios Padre todopoderoso, aumenta en nosotros la fe como raíz de todo amor verdadero al hombre y concédenos, a imitación de tu Hijo, curar las heridas de nuestros hermanos enfermos con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el tercer domingo durante el año (27 de enero de 2013). (AICA)
En este domingo el Señor nos invita, a través de la riqueza de las lecturas propuestas en la liturgia, a contemplar múltiples aspectos de la fe, invitaciones magníficas para vivencia del Año de la Fe. La primera lectura el Profeta Nehemías (Neh 8, 1-4.5-6.8-10) nos muestra al pueblo de Israel, pueblo que tiene en el centro de su corazón y su vida la Palabra del Señor. La narración nos hace ver la importancia que se le concedía a la Palabra del Señor. El sacerdote Esdras y los levitas instruyen al pueblo leyendo y explicando la Ley dada por Dios a Moisés a los integrantes del pueblo, quienes después de escucharla “postrados en tierra adoraron al Señor” (Ib. 6). Todo el contenido de las lecturas bíblicas de la liturgia de este domingo se podría encerrar en dos palabras: “cuerpo” y “Palabra”. Ya en esta lectura se nota esta relación cuando dice: “todo el pueblo se reunió como un solo hombre“ (Ib. 1) para escuchar la lectura del Libro de la Ley. El mismo Salmo 18 nos recuerda que la Palabra del Señor son espíritu y vida, vida del hombre y vida de la comunidad de fe, mandato firme, bálsamo para el alma y fuente de sabiduría, verdad y luz para la vida, capaz de iluminar las distintas vicisitudes de la vida humana en lo personal y lo social. La Voluntad de Dios para con el ser humano se expresa en su Palabra y constituye el bien y el sentido de toda vida humana.
En la segunda lectura el apóstol Pablo (1 Cor. 12, 12-30) nos presenta una elocuente comparación, según la cual, la Iglesia se define como “Cuerpo de Cristo”. El Apóstol hace una presentación sobre el tema del cuerpo humano, para afirmar después que, así como muchos miembros se unen entre sí en la unidad del cuerpo humano, de la misma manera todos nosotros nos unimos en Cristo mismo porque “hemos sido bautizados en un solo Espíritu” y “hemos bebido del mismo Espíritu” (Ib. 13). Por obra del Espíritu Santo constituimos, con Cristo y en Cristo, una unión semejante a la de los miembros en el cuerpo humano. Cuando pensamos en la riqueza y complejidad del cuerpo humano, obra de Dios, obra de su sabiduría, cuando contemplamos sus sistemas, sus órganos, su células, sus funciones y su misteriosa interrelación, no podemos dejar de pensar en la riqueza insondable que Dios quiere dar a su Iglesia en sus carismas, en sus ministerios, para bien de toda la Iglesia, pues como dice el Apóstol “Dios dispuso el cuerpo... a fin de que no haya divisiones, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios” (Ib. 24-25). En la Iglesia la diversidad está ordenada a la unidad, los dones de Dios son para la utilidad común.
El Evangelio de hoy (Lc. 1, 1-4; 4, 14-21) nos presenta a Jesús que, como era su costumbre, se dirige a la sinagoga de su pueblo y proclama la profecía de Isaías sobre el Mesías esperado y ante el asombro de todos proclama: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír” (Ib. 21). De este modo comenzó en Nazaret su enseñanza pública, es decir el anuncio de la Palabra, afirmando que era el Mesías anunciado en el libro profético.
El Cuerpo de Cristo, es decir la Iglesia, se construye desde el comienzo, a partir de la Palabra de Dios donde Él expresa su plan salvífico. Es la Palabra el nexo y la unión de la comunión espiritual con la que se edifica la Iglesia. Es la Palabra la que va dando unidad al Cuerpo, la palabra predicada por Cristo y luego la palabra de la predicación de los Apóstoles y de la Iglesia en el Magisterio y la Tradición. En la Palabra de Dios el Espíritu Santo habla al corazón de ser humano, para unirse con los hombres y para que los hombres se unan a Cristo. El Espíritu de Cristo une a los miembros, a los órganos, a las células, y construye así la unidad del cuerpo fundándose en la palabra de Cristo mismo, anunciada en la Iglesia y por la Iglesia.
En este Año de la Fe el Santo Padre nos llama a profundizar nuestra relación con Jesucristo, la Palabra de Dios en una experiencia personal que nos lleve a vivir como Jesús. Frecuentando la Palabra y los sacramentos, especialmente la Eucaristía, abramos el corazón a Dios para que con la fuerza del Espíritu Santo podamos ser testigos del amor, la misericordia y la cercanía de Dios para quienes nos rodean.
Que María, servidora de la Palabra, ya desde la Anunciación, nos enseñe a recibir, a vivir y dar la Palabra a los demás.
Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto iguazú
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (3º domingo durante el año, 27 de enero de 2013). (AICA)
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". (San Lucas 1, 1-4.4, 14-21)
Es importante el cumplimiento de la Palabra, el cumplimiento del Señor. En este texto encontramos a Lucas escribiendo a un discípulo suyo, Teófilo, acerca del valor de la doctrina, el valor de la Palabra, para que en su vida tenga solidez de las enseñanzas que ha recibido.
Tenemos que darle valor a la Palabra -a la palabra humana hay que darle valor, la palabra que uno dice también tiene valor- pero la Palabra de Dios, que es su presencia misma, tiene un fundamento importantísimo, superior a todo y nuestra actitud debe ser saber escuchar y saber recibir la Palabra de Dios.
Quien tiene la Palabra de Dios, realmente vive; si la Iglesia pierde la Palabra de Dios, la Iglesia se debilita. Por eso, por la Palabra nosotros tenemos que leerla, masticarla, incorporarla, contemplarla, hacerla carne en nuestra vida. La Palabra de Dios es viva y eficaz; nos ilumina, nos poda, nos fortalece, nos hace discernir, crecer y madurar.
Es muy importante tener capacidad religiosa de la escucha atenta de la Palabra de Dios. Quien da su tiempo a la lectura de la Palabra de Dios, tiene la seguridad de que realmente crecerá y el Señor lo iluminará, lo alimentará y lo fortalecerá. Pero quien se aparta del alimento, es decir de la escucha atenta de la Palabra de Dios, su corazón se enfriará, se debilitará y podrá llegar hasta apartarse.
La presencia de Cristo, que es la Palabra, el logos, que se encarnó en el seno de María Virgen, que es el mismo Señor, viene a “anunciar la Buena Noticia a los pobres, a liberar a los cautivos, a dar la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor.”
El discernimiento es muy importante en nuestra vida. Por eso, quien está en contacto con la Palabra de Dios, tiene una vida más plena, más madura, con mayor entusiasmo y mayor fuerza.
Pidamos al Señor que su Palabra sea escuchada religiosamente en nuestra vida y hecha acción, porque la Palabra no sólo debe ser leída sino rezada, vivida, celebrada y puesta en práctica.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Mensaje de la Conferencia Episcopal de Guatemala al finalizar su Asamblea Plenaria Anual
Guatemala, 25 de enero de 2013
BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ (Mt 5,9)
A los sacerdotes, personas de la vida consagrada, laicos y laicas y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: Del 21 al 25 de enero, los obispos de Guatemala hemos celebrado la asamblea plenaria anual de la Conferencia Episcopal. En estos días hemos tratado temas importantes para la vida de nuestras comunidades: los seminarios y las vocaciones, la situación de las diócesis y vicariatos, las actividades con ocasión del Año de la Fe, el desarrollo de la Misión Continental.
Asimismo hemos agradecido a Mons. Paul Richard Gallagher su servicio en nuestra iglesia durante los últimos cuatro años.
1. La realidad de Guatemala desdenuestra mirada de pastores
Nuestras reflexiones han incluido una mirada pastoral, atenta y vigilante, sobre situación actual del país. En el mes de noviembre del año pasado publicamos una reflexión sobre esta situación en un comunicado en el que señalábamos el sufrimiento de muchos guatemaltecos por el clima de inseguridad existente y los múltiples asesinatos, algunos de los cuales cometidos con extrema saña y crueldad. Esta violencia continúa siendo un reto para el Estado de Guatemala y para todos los guatemaltecos.
Asimismo constatábamos la problemática permanente de la pobreza, de la falta de oportunidades particularmente para los jóvenes y las extremas desigualdades sociales, “focos de tensión y contraposición” en palabras del Papa (Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI, para la Jornada de la Paz, 1 de enero de 2013).
La conflictividad social sigue presente y representa un reto enorme para todo el país, pero de modo especial para los organismos que forman el Estado de Guatemala y para quienes tienen mayor poder de decisión por su posición económica y de liderazgo social.
Los obispos de Guatemala queremos vivir la bienaventuranza prometida por Jesús para quienes trabajan por la paz y compartir las alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de este pueblo guatemalteco a quien servimos y amamos. La Guatemala, 25 de enero de 2013 misión de ser constructores de la paz exige promover el respeto y la defensa de la vida en todos sus aspectos. Con las reflexiones de este mensaje queremos orientar los juicios éticos y las propuestas de acciones acordes a este propósito sin olvidar que un principio básico de la Constitución de la República es la defensa de la vidahumana desde su concepción.
2. Un modelo económico diferente.
En el inicio de un nuevo año, delante de la propuesta del gobierno de impulsar acciones y crear nuevas oportunidades queremos orientar desde el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina social de la Iglesia cuáles podrían ser esas nuevas oportunidades y acciones: Creemos necesario afirmar que la creación de un nuevo modelo de desarrollo y una nueva visión de la economía se aplica también en nuestra Guatemala para poder alcanzar un desarrollo integral, solidario y sostenible. En esta tarea es fundamental buscar por todos los medios el bien común que en la doctrina social de la Iglesia es “el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales, los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, No. 26).Esto implica para el gobierno tener una visión de estadista y ofrecer al país unproyecto de nación a corto, mediano y largo plazo, sentando las bases de unfuturo de bienestar y calidad de vida para los guatemaltecos, especialmentejóvenes y los niños y niñas.
El Papa Benedicto XVI ha ofrecido una reflexión que consideramos pertinente en nuestro país. Es necesario crear un nuevo modelo económico. Este ha de ser “un nuevo modelo económico diferente al que ha prevalecido en los últimos decenios, que postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad. Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y de bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última.
Tanto los múltiples bienes necesarios para el desarrollo como las opciones posibles deben ser usados según la perspectiva de una vida buena, de una conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común.” (Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI, para la Jornada de la Paz, 1 de enero de 2013).
Para lograr esta vida buena y el bien común se hace necesario reformar las leyes que regulan la inversión para la explotación de los bienes naturales no renovables del país, con el fin de que dichas actividades económicas mejoren realmente la calidad de vida de los guatemaltecos y promuevan la participación del país en los beneficios con el menor impacto ambiental posible.
La afirmación del Papa Benedicto XVI que citamos a continuación es de urgente aplicación en nuestro país: “Se necesitan, especialmente, por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático.” (Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI, para la Jornada de la Paz, 1 de enero de 2013). En Guatemala el progreso social debiera reflejarse en mejoras de vida de toda la población y no solo beneficiando a pequeñas minorías.
3. Algunas preocupaciones cercanas
La crisis alimentaria de miles y miles de guatemaltecos, especialmente niños y niñas desnutridos crónicamente, constituye una afrenta a la dignidad de seres humanos de todos los que la padecen. Esta crisis, en palabras del Papa Benedicto XVI: “es más grave que la crisis financiera”. En este sentido es absolutamente impostergable la solución a la gravísima situación de miles de campesinos que sufren en el área rural hambre, explotaciones laborales y flagrantes injusticias. La negativa a la discusión y eventual aprobación de la iniciativa de Ley de Desarrollo Rural largamente trabajada y consensuada con diversos sectores representativos de los intereses campesinos, muestra que el organismo legislativo debe tomar con seriedad y responsabilidad su auténtica misión de ser representantes del pueblo.
Sin desarrollo rural no hay desarrollo posible en el país. Es de vital importancia la recuperación del ejercicio de la política por los partidos políticos como una actividad orientada a lograr el bien común de los ciudadanos y no la satisfacción de intereses particulares que buscan alcanzar el poder para tener dinero. En este momento los miembros de los partidos junto con el Tribunal Supremo Electoral tienen la responsabilidad de velar para que el ordenamiento electoral respectivo se cumpla y se modifique legalmente.
En este mensaje hemos mencionado términos como Bien Común, construcción de la paz, respeto a la vida. Estamos convencidos que amar, defender y promover la vida humana en todas sus dimensiones, personal, comunitaria y trascendente, es condición indispensable para vivir en paz. “Cada agresión a la vida, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente” (Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI, para la Jornada de la Paz, 1 de enero de 2013).
En diversas ocasiones hemos denunciado la serie de agresiones contra la vida que se dan en Guatemala. Hemos interpretado esta desafortunada realidad como la expresión de una profunda crisis de humanismo. Sin embargo estamos convencidos que la fuerza liberadora del Evangelio puede transformar esta situación. Por ello nos sentimos comprometidos a vivir en “estado permanente de misión” y a intensificar los esfuerzos pastorales para que cristianos y hombres y mujeres de buena voluntad encuentren en la propuesta de vida ofrecida por Jesucristo el sentido radical y decisivo de su existencia.
Nos hacemos solidarios con quienes trabajan en AVANCSO al lamentar el allanamiento de sus oficinas y el robo de su equipo. Ojalá que este hecho no sea una señal de una estrategia de persecución y hostigamiento contra quienes luchan por defender los derechos humanos regresando así a nefastas prácticas del pasado.
Nos preocupa el destino y la vida de miles de compatriotas que salen del país para buscar un mejor futuro. Conocemos y compartimos sus dolores y sufrimientos y los de sus familias. Por ello alentamos al Estado de Guatemala y a las organizaciones de migrantes a apoyar todas aquellas iniciativas que favorezcan la reforma migratoria integral y humana delante del gobierno de Estados Unidos.
Hermanos y hermanas: queremos contagiarlos con la esperanza que nace de la fe en la presencia de Dios en nuestras vidas y en las circunstancias históricas que nos toca vivir. Nos hacemos eco de lo que los obispos expresamos en Aparecida, Brasil hace ya 5 años: “Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza…. Urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra”. (DA 548).
La celebración del Año de la Fe nos ofrece la oportunidad para reafirmar nuestras opciones evangelizadoras y que la fe se exprese en obras. Por ello estamos preparando una carta pastoral que motive y fortalezca el compromiso evangelizador de todos los cristianos.
Invocamos, con la confianza de siempre, la intercesión de la Santísima Virgen del Rosario, patrona de Guatemala exclamando: ¡Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros!.
Rodolfo Valenzuela Núñez, Obispo de La Verapaz
Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala
Bernabé de J. Sagastume Lemus ofm.Cap, Obispo de Santa Rosa de Lima
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Guatemala
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas derante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno.922-25 86 40/ Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 508
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
Como es tradicional en nuestra diócesis, celebraremos el día de la Marcha Misionera el sábado 26 de enero, en la Villa de Candelaria. En dicha peregrinación podrán participar niños desde 3º de primaria hasta los 14 años. A las10:30horas, será la acogida en Las Caletillas, en el comienzo de la Avenida Marítima. Posteriormente, en torno a las11:15h., se iniciará la salida de la marcha hacia la Basílica. El Obispo presidirá la Eucaristía a las12:30horas y tras la celebración, tendrá lugar el almuerzo. No faltarán tampoco los cantos y los juegos compartidos. La despedida del encuentro se llevará a cabo a las16:00h.
Desde la delegación diocesana de Misiones se ha hecho hincapié en que los niños y niñas acudan a la Marcha Misionera provistos de comida y bebida, así como de calzado y vestimenta adecuada. En este sentido, recomiendan que todos lleven gorra para el sol.
Cáritas diocesana ofrece el 24 de enero, en el edificio del seminario, una rueda de prensa, ante los recortes de fondos aportados por el Gobierno de Canarias. Señala la institución en la nota que convoca este encuentro que el importante recorte presupuestario anunciado por el Gobierno de Canarias sobre los fondos destinados a Cáritas Diocesana de Tenerife para el presente año, pone en serio peligro la continuidad de muchos de sus proyectos sociales.
Desde el 18 hasta el 25 de enero, estamos celebrando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos bajo el lema: “¿Qué exige el Señor de nosotros?” En nuestra diócesis, el pasado 18 de enero, tuvo lugar una celebración ecuménica en la Capilla Anglicana de Todos los Santos, en el Puerto de la Cruz. Una nueva celebración, con carácter diocesano, será presidida por el Obispo, el viernes 25 de enero, en la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen en Los Cristianos, Arona, a las18:00horas.
El próximo día 3 de febrero, domingo, en la iglesia del Monasterio de Santa Catalina de Siena (Plaza del Adelantado de La Laguna), a las11:00h., el Obispo consagrará, dentro del Orden de vírgenes, a Clara Dorta Tejera.
El 2 de febrero es la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén, conmemoración litúrgica popularmente llamada “La Candelaria”. Desde 1997, por iniciativa del beato Juan Pablo II, se celebra ese día la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. En nuestra Diócesis, se celebrará el fin de semana siguiente al 2 de febrero, por la coincidencia con la fiesta litúrgica de La Candelaria.
El sábado 2 de febrero, festividad litúrgica de la Virgen de Candelaria, a las12:00horas, en la Basílica, el Obispo presidirá la solemne Eucaristía cantada por la Coral Santa Cecilia de Tacoronte que dirige Rafael Flores. Posteriormente, tendrá lugar la procesión alrededor de la plaza, acompañada por la banda Las Candelas de Candelaria, dirigida por Muaro Fariña Alonso.
La Orquesta Sinfónica de Tenerife ofrecerá un concierto en la Basílica de Candelaria, en vísperas de la festividad de la Patrona de Canarias. Concretamente el 31 de enero a las20:00horas. Esta audición, “Ofrenda a la Virgen de Candelaria” ha sido impulsada por el Cabildo de Tenerife, dentro de los actos que ha programado para conmemorar el centenario de los cabildos insulares.
Pasado el tiempo de de Navidad continúan, en la parroquia de La Concepción de La Laguna, las acciones extraordinarias con motivo del Año de la fe: “Escuela de la Palabra” y “Encuentros en la Fe”. El diácono permanente, Alejandro Abrante, hará la reflexión y la parte musical, dentro de los “Encuentros en la fe”, el próximo viernes 25 de enero, a las 19’30 h. La Misionera Hija de la Sagrada Familia de Nazaret, Madre Cecilia, seguirá ofreciéndonos la “Escuela de la Palabra”. Este curso, “La oración de los creyentes. Los salmos”
La Marcha Diocesana de Oración por la Paz será el23 de febrero de 2013y recorrerá el denominado “Triángulo de la fe”: Chimisay-Chinguaro-Candelaria. La Marcha partirá a partir de las 8 de la mañana, desde Chimisay.
Los sacerdotes de servicio en la isla de La Gomera han mantenido una reunión con la junta de gobierno de la Cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe a fin de ir preparando la venidera Bajada de la Virgen de Guadalupe. La cita lustral de los gomeros con su patrona será el venidero siete de octubre de este dos mil trece, jornada en que la gomerita de Puntallana será trasladada a la parroquia de la capital. La imagen peregrinará por las parroquias de la isla entre el dieciocho de octubre y el treinta de noviembre, para retornar a Puntallana desde el templo de la Asunción el catorce de diciembre.
Desde el viernes 8 de febrero, a las19:00horas, al martes 12 de febrero, a las 21:00horas, la “Casa Mambré”, del Monasterio del Císter, en Breña Alta, acogerá una tanda de ejercicios espirituales dirigidos por el sacerdote jesuita Pedro Cambreleng. Las plazas son limitadas. Para más información se puede llamar al teléfono de Juan López, párroco de Breña Alta:690 34 07 73o922 43 70 77. La aportación para el retiro es de 120 € (entregar 60 € al inscribirse).
Del 4 al 8 de marzo, el Colegio de La Palmita, en el arciprestazgo de Santa Cruz de La Palma, acogerá las 5ª Jornadas de Formación en la Fe y en La Acción Pastoral. Este año se ofertan 5 cursos: 1.-«Sacrosanctum Concilium»: un nuevo modo de entender la celebración de la fe; 2.-«Lumen Gentium»: un nuevo modo de comprender el ser y la vida de la Iglesia; 3.-«Dei Verbum»: un nuevo modo de acercarse y vivir la Revelación y la Palabra de Dios; 4.-«Gaudium et Spes»: un nuevo modo de hacerse presente como iglesia en la sociedad y 5.-«Apostolicam Actuositatem»: un nuevo modo de entender la misión del laicado.
La Universidad de La Laguna (ULL) y el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, organizan para los días 25, 26 y 27 de febrero sus XVIII Jornadas de Ética y Política en torno al tema "La responsabilidad humana ante los desafíos de la biotecnología". Los profesores invitados para el desarrollo de los distintos títulos y ponencias serán: Lydia Feito, Agustín Domingo y Tomás Domingo Moratalla.
El domingo 3 de febrero se celebrará en la Casa de Ejercicios de Santa Cruz de Tenerife, la última tanda de ejercicios espirituales para sacerdotes del presente curso. Los mismos concluirán el viernes 8 de febrero y estarán dirigidos Mons. Julián Ruiz, Obispo de Huesca.
Del 4 de febrero al 15 de junio, Cáritas Diocesana pondrá en marcha la segunda edición del Triatlón por el empleo. Se trata de un curso para jóvenes entre 18 y 30 años, que estén desempleados y que deseen ampliar su formación. Los interesados pueden enviar un correo a [email protected]
La Coordinadora de catequesis del arciprestazgo de Taco promueve para catequistas y el resto de los agentes de pastoral interesados, un cursillo titulado Creyentes y testigos. La parroquia de Santa María de Añaza lo acogerá el 1 y el 2 de febrero, y estará dirigido por Álvaro Ginel.
A partir del 24 de enero, y a lo largo de dos jornadas, cerca de dos centenares de representantes de la mayoría de las Cáritas Diocesanas del país se darán cita en la localidad madrileña de El Escorial para participar en un encuentro estatal dedicado al tema “Inclusión en el territorio. Acompañando procesos personales y comunitarios de desarrollo integral”.
La imagen del Señor Preso de la iglesia de Nuestra. Sra. de La Concepción, en La Orotava será el Cartel de la Semana Santa 2013 de esta ciudad. Además, se ha designado ya el pregonero de esta semana grande en la Villa. Será el director del Colegio Salesiano, Ernesto Granja Corbacho.
La plaza de San Juan de La Victoria de Acentejo acogió el acto de presentación de la imagen restaurada de San Juan Bautista, una escultura de madera tallada y policromada, fechada en el año 1720, obra de don Pedro Duque Cornejo.
Los Realejos celebró el 22 de enero, el acto institucional conmemorativo del 404 aniversario del voto realizado por el pueblo a San Vicente Mártir por la finalización de la "Peste de Landres".
Una comisión del Cabildo Catedral visitó el Archivo Histórico Diocesano. El fin de la referida visita fue conocer, de primera mano, el proceso que se sigue a la hora de catalogar su fondo documental.
El presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, entregó la recaudación del Mercadillo Solidario Ansina a la Madre Superiora de la Casa de Acogida Madre del Redentor de El Sauzal, Madre Dei Monti. Una recaudación de más de 2.000 euros.
ZENIT nos participa de las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus el domingo 27 de Enero de 2013 dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas!
La liturgia de hoy nos presenta, unidas en sí, dos piezas separadas del evangelio de Lucas. El primero (1,1-4) es el prólogo, dirigido a un tal “Teófilo”; ya que este nombre en griego significa "amigo de Dios", podemos ver en él a todo creyente que se abre a Dios y quiere conocer el evangelio. El segundo pasaje (4,14-21), nos presenta a Jesús que "con el poder del Espíritu", se presenta el sábado en la sinagoga de Nazaret. Como buen observante, el Señor no se excluye del ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus conciudadanos en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito consiste en la lectura de un texto de la Torá o de los profetas, seguido de un comentario.
Ese día, Jesús se levantó a leer y encontró un pasaje del profeta Isaías, que comienza así: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, / porque cuanto me ha ungido el Señor, / me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres" (cf. 61,1-2). Orígenes comenta: "No es una coincidencia que al abrir el libro, halló el capítulo dedicado a la lectura que profetiza sobre él, ya que también esto fue obra de la providencia de Dios" (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32, 3). Jesús, por cierto, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo: "Esta Escritura que acaban de oir, se ha cumplido hoy" (Lc. 4,21). San Cirilo de Alejandría dice que el "hoy", que se encuentra entre la primera y la última venida de Cristo, está relacionado con la capacidad del creyente para escuchar y arrepentirse (cf. PG 69, 1241).
Pero, en el sentido aún más radical, el mismo Jesús es "el hoy" de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término "hoy", muy querido por san Lucas (cf. 19,9; 23,43), nos lleva de nuevo al título cristológico preferido por el evangelista, es decir, "salvador" (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, está presente en las palabras del ángel a los pastores: "Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador; que es el Cristo Señor" (Lc. 2,11).
Queridos amigos, este pasaje nos interpela también "hoy" a nosotros. En primer lugar, nos hace pensar en nuestra forma de vivir el domingo: día de descanso y de la familia, pero ante todo un día para dedicar al Señor, participando en la Eucaristía, en la cual somos alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo y de su Palabra de vida. En segundo lugar, en este tiempo de dispersión y distracción, el evangelio nos invita a preguntarnos acerca de nuestra capacidad para escuchar. Antes de que podamos hablar de Dios y con Dios, se requiere escucharlo, y la liturgia de la Iglesia es la "escuela" de esta escucha del Señor que nos habla. Por último, nos dice que cada momento puede convertirse en un "hoy" propicio para nuestra conversión. Todos los días (kathēmeran) puede volverse salvíficos, porque la salvación es una historia que continúa para la Iglesia y para todos los discípulos de Cristo. Esto es el sentido cristiano del "carpe diem": ¡aprovechar el día en que Dios te llama para darte la salvación!
Que la Virgen María sea siempre nuestro modelo y nuestra guía en el saber reconocer y acoger, cada día de nuestra vida, la presencia de Dios, Salvador nuestro y de toda la humanidad.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT nos participa el artículo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, arzobispo de SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS (27 de enero de 2013)
Violencia que nos implica
Por Felipe Arizmendi Esquivel
SITUACIONES
Diversas clases de violencia siguen azotando a nuestro pueblo. Desde la delincuencia común, como asaltos en la calle, en los comercios o en las casas, muchas veces con saldos rojos, hasta la más sofisticada y organizada del narcotráfico, de las redes de secuestradores, extorsionadores y traficantes de personas, órganos humanos y animales. En pueblos pequeños del centro y norte del país, comerciantes, taxistas, transportistas y hasta quienes subsisten con un insignificante puesto en el mercado, deben pagar cuotas mensuales no al erario público, sino a organizaciones criminales, que amenazan y matan a quienes se resisten a sus injustas e inmoderadas demandas.
En muchos hogares hay violencia, verbal y física. Muchos varones se comportan en forma prepotente contra la mujer y los hijos. Pequeñas tiendas se han protegido con barras de fierro, por la inseguridad reinante. Pareciera que todos debemos poseer armas, para protegernos, o poner alarmas por todas partes. En algunos lugares del país, la gente ya no puede acudir confiada a centros de diversión, porque en cualquier momento se desatan las balaceras y todos corren a refugiarse.
ILUMINACION
Al respecto, ha dicho el Papa Benedicto XVI: “Estamos conscientes de que hoy en día la violencia se manifiesta en muchas formas… La violencia criminal es responsable cada año de la mayor parte de las víctimas por muerte violenta en el mundo. Este fenómeno es hoy tan peligroso que constituye un grave factor desestabilizador y, a veces, somete a una dura prueba la misma supremacía del Estado. Las formas más graves de las actividades criminales pueden ser identificadas en el terrorismo y en la delincuencia organizada. Esta prolifera en los lugares de la vida cotidiana y, a menudo, actúa y golpea a ciegas, fuera de toda regla. Estos delitos destruyen las barreras morales establecidas progresivamente por la civilización y vuelven a proponer una forma de barbarie que niega al hombre y a su dignidad.
La violencia es siempre inaceptable en sus diversas formas de terrorismo y delincuencia, porque hiere profundamente la dignidad humana y constituye una ofensa a toda la humanidad. Por tanto, es un deber reprimir el crimen en el ámbito de las reglas morales y jurídicas, porque las acciones contra la delincuencia han de ser realizadas siempre en el respeto a los derechos humanos y a los principios de un Estado de derecho. En efecto, la lucha contra la violencia debe apuntar ciertamente a detener el delito y a defender la sociedad, pero también al arrepentimiento y a la corrección del delincuente, que es siempre una persona humana, sujeto de derechos inalienables, y como tal no debe ser excluido de la sociedad, sino rehabilitado” (9-XI-2012).
Hacer intro
COMPROMISOS
¿Qué hacer? ¿Qué nos toca a cada uno? Dice el Papa: “Es preciso prestar atención especial a los factores de exclusión social y de indigencia que persisten en la población y que constituyen un medio de violencia y odio. Es necesario también un compromiso particular en el plano político y pedagógico para resolver los problemas que pueden alimentar la violencia y favorecer las condiciones con el fin de que ella no nazca, ni se desarrolle. Por tanto, la respuesta a la violencia y a la delincuencia no puede ser delegada simplemente a las fuerzas del orden, sino que reclama la participación de todas las instancias que pueden incidir sobre este fenómeno: las familias, los centros educativos, entre ellos la escuela y las entidades religiosas, los medios de comunicación social y todos los ciudadanos. Cada uno tiene su parte específica de responsabilidad para un futuro de justicia y de paz”.
En vez de sólo culparnos unos a otros por la violencia criminal, asumamos la parte que nos corresponde en la familia, en la educación, en la política, en las iglesias, en los medios de comunicación, en la generación de empleos, en la aplicación de las leyes para evitar la impunidad. En vez de sólo quedarnos en análisis de la realidad sobre este asunto, acerquemos a adolescentes, jóvenes y familias a Jesucristo, único que puede cambiar de raíz el corazón.
ZENIT nos ofrece el mensaje del presidente del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios (para la Pastoral de la Salud) monseñor Zygmunt Zimowski, con motivo de la LX Jornada Mundial de Lucha contra la Lepra, que se celebra el domingo 27 de enero.
Una ''oportunidad propicia para intensificar la diaconía de la caridad''
Mensaje del presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud Zygmunt Zimowski
Por Redacción
El domingo 27 de enero de 2013 se celebra la LX edición de la Jornada Mundial de lucha contra la Lepra, un mal tan antiguo y al mismo tiempo tan grave por los padecimientos, la exclusión social y la pobreza que comporta el Morbo de Hansen. Esta jornada es una preciosa oportunidad para todos los cristianos, las entidades bienhechoras y las personas de buena voluntad, para que refuercen su empeño en favor de las víctimas directas o indirectas, por ejemplo los familiares de la personas infectadas por el Mycobacterium Leprae, y para promover un renovado impulso a la reinserción social de las personas que presentan sus inconfundibles mutilaciones. Según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2011 cerca de 220.000 hombres, mujeres y niños, contrajeron la lepra y muchos de estos nuevos casos fueron identificados ya en un estado adelantado de la enfermedad. Se trata de una constatación de que, no obstante la meritoria acción de realidades internacionales y nacionales, gubernamentales o no, como la OMS y las fundaciones Raoul Follereau y Sasakawa, aún permanece una insuficiente posibilidad de acceso a las estructuras para el diagnóstico, de carencia en la formación para prevenir en las comunidades el riesgo de contagio, y a la necesidad de acciones higiénico-sanitarias específicas. Todo esto es fundamental en lo que concierne la lepra que, si es curada, ya no es mortal, tal como sucede ampliamente también para las demás "enfermedades abandonadas" que en su totalidad siguen provocando anualmente centenares de miles de decesos, graves discapacidades o aflicciones permanentes en el estado de salud de adultos, adolescentes y niños en los países económicamente desventajados. Son patologías, auténticos flagelos en el Sur del mundo, pero que no logran captar la suficiente atención de la comunidad internacional, no obstante encontremos entre ellas el dengue, la enfermedad del sueño, la bilharziasis, la oncocercosis, la leishmaniasis y el tracoma.
Frente a esta emergencia sanitaria, a la luz del Año de la Fe en curso, y con el deseo de comprometernos como católicos cada vez más en cumplir lo que Jesús pide con el mandamiento Euntes docete et curate infirmos (Mt 10, 6-8) y con nuestro Bautismo, hagamos lo posible a fin de que esta LX Jornada Mundial de lucha contra la Lepra sea una nueva "ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado"2, comenzando por quien ha sido afectado por el Morbo de Hansen. Dejemos que el ejemplo de Santos, Beatos y personas de buena voluntad, como san Damián de Molokai SS.CC. y santa Mariana Cope OSF, la beata Madre Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad, Marcelo Candia y Raoul Follereau, de quien este año se conmemora también el 110 aniversario de su nacimiento, nos inspiren y nos sostengan para llevar ayuda y consuelo a estos hermanos y hermanas nuestros enfermos, a los más pequeños y a los más marginados que, siendo inocentes, sufren la espada de la injusticia.
Agradezco a la Providencia divina haber podido visitar personalmente el año pasado, tanto la isla de Molokai, donde trabajaron san Damián y santa Mariana, como Madagascar, donde trabajó el beato Jan Beyzym, jesuita. Son lugares ricos de humanidad y de fe en los cuales pude encontrar a personas afectadas por la lepra y tuve ocasión de orar por todos vosotros enfermos y por las personas que están a vuestro lado.
Además, una tarea igualmente importante por desarrollar corresponde precisamente a vosotros, a todas las personas víctimas de la lepra, que están llamadas a cooperar para que se afirme una sociedad más inclusiva y justa que permita la reinserción de quien ha sido curado, a divulgar y promover las posibilidades de diagnóstico y de cuidado existentes, a remarcar la necesidad de someterse a terapias para ser curados contribuyendo a erradicar la infección, a difundir en las realidades donde se encuentran los criterios higiénico-sanitarios indispensables para impedir su propagación. Asimismo, el cristiano que ha sido afectado por la lepra tiene la posibilidad de vivir su condición en una perspectiva de fe "encontrando su sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con infinito amor"3, orando y ofreciendo su tribulación por el bien de la Iglesia y de la humanidad. Con la convicción de que lo que ha sido puesto en evidencia seguramente no es fácil y requiere caridad consigo mismos y con el prójimo, la capacidad de esperar, mucho valor y paciencia y determinación, deseo recordar que Pablo de Tarso subraya que ninguno de nosotros ha "recibido un espíritu como esclavos para recaer en el temor", sino que hemos "recibido un espíritu como hijos adoptivos por medio del cual gritamos: "¡Abbá, Padre!". Y, "si hijos, también herederos: herederos de Dios, y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados"4,de modo que también en las situaciones más adversas "ni las potestades, ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" 5.
Al agradecer, en fin, a todos los que se han dedicado y se dedican a la lucha contra la lepra, dirijo mi más ferviente oración a Maria Salus Infirmorum a fin de que todos los que sufren encuentren alivio y sostén al lado de las personas que a ellos dedican su vida.
Con mi cercanía, oración y bendición.
+Zygmunt Zimowski
NOTAS
1 Benedicto XVI, Mensaje para la XXI Jornada Mundial del Enfermo 2013, 4.
2 Ibid., 4.
3 Benedicto XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, 37.
4 Rm 8, 15-17.
5 Rm 8, 39.
ZENIT nos ofrece el mensaje del papa para la 47 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que, este año, se celebrará el domingo 12 de mayo , bajo el tema "Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización".
Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización
Mensaje de Benedicto XVI para la 47 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Queridos hermanos y hermanas:
Ante la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013, deseo proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada vez más importante, y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican hoy entre sí. Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.
Estos espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana. El intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación.
El desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales. Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el corazón del hombre.
La cultura de las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores. A menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social, el significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen determinados más por su popularidad que por su importancia y validez intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A veces, la voz discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta información y no consigue despertar la atención, que se reserva en cambio a quienes se expresan de manera más persuasiva. Los medios de comunicación social necesitan, por tanto, del compromiso de todos aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan de cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras. «Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010).
Las redes sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de este modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes que desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que promueven sus enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez más claro que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este espacio existencial es importante. El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo.
La capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos. En el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada de imágenes y sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios. Por lo demás, sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las imágenes de la Virgen María, los vitrales y las pinturas de las iglesias. Una parte sustancial del patrimonio artístico de la humanidad ha sido realizada por artistas y músicos que han intentado expresar las verdades de la fe.
En las redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste no solo en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es decir, «en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011). Una forma especialmente significativa de dar testimonio es la voluntad de donarse a los demás mediante la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de la religión en el debate público y social.
Para quienes han acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida -que están presentes en las redes sociales- se encuentra en la persona de Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. Pero en definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar, se deben más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos. También en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces con tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo de que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento discernimiento. Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la voz de Dios no en el viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en el fuego, sino en el «susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12). Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar significado y verdad –que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano- hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe.
Las redes sociales, además de instrumento de evangelización, pueden ser un factor de desarrollo humano. Por ejemplo, en algunos contextos geográficos y culturales en los que los cristianos se sienten aislados, las redes sociales permiten fortalecer el sentido de su efectiva unidad con la comunidad universal de los creyentes. Las redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los recursos espirituales y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un renovado sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1).
Existen redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que son importantes en el camino de fe. Tratando de hacer presente el Evangelio en el ambiente digital, podemos invitar a las personas a vivir encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares concretos como iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la tierra.
Rezo para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).
Vaticano, 24 de enero de 2013, fiesta de san Francisco de Sales
BENEDICTUS PP. XVI
©Librería Editorial Vaticana
Reflexión a las lecturas del domingo tercero del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 3º del T. Ordinario C
Salíamos el otro día de la Navidad, centrando nuestros ojos en Jesucristo, que comenzaba su Vida Pública. Hoy podíamos decir que el Evangelio nos presenta el comienzo de la Vida Pública de Jesús según San Lucas, que es el evangelista de este año. Después del Prólogo de su Evangelio, en el que nos presenta el método, la forma, que ha empleado en la composición del texto, nos traslada al capítulo cuarto y dice: “En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos le alababan”. Luego narra lo que sucede en la sinagoga de Nazaret. De esta forma, el evangelista subraya el anuncio de la Palabra de Dios, como tarea prioritaria en el ministerio del Señor. En efecto, Jesús es “el Maestro”, es la Palabra encarnada, es el Hijo de Dios, que nos revela el Misterio del Padre acerca de Dios, del mundo y del hombre.
Ya la primera lectura nos presenta cómo el pueblo de Israel, liberado del destierro, reorganiza su vida religiosa en torno a la Palabra de Dios, y la conmoción que se origina al escuchar la lectura del Libro santo. Al mismo tiempo, se subraya la atención de aquella gente sencilla que escucha: “Todo el pueblo estaba atento a la Ley”. Algo parecido sucedería cuando Jesús va a Nazaret: “Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él”.
Este es, por tanto, un domingo muy apropiado para examinar nuestra actitud ante la Palabra de Dios; para ver cómo la acogemos, cómo la leemos y la escuchamos y cómo la transmitimos a los demás. El Vaticano II nos enseña: “Cuando alguien lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él (Cristo) quien habla” (S. C. 7). Hay, pues, una presencia de Dios en su Palabra. Es una presencia que los teólogos llaman “casi sacramental”. Acoger la Palabra de Dios es, por tanto, acoger al Señor. Por eso, proclamamos hoy en el Salmo: “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”. Si esto es así, la escucha y la lectura de la Palabra de Dios adquiere una connotación muy especial, sagrada. ¿Cómo escucho yo a Dios? ¿Cómo respondo a su Palabra? ¿Se centra mi vida en hacer la voluntad del Padre que su Palabra nos ofrece constantemente? ¿Y la transmitimos? ¿Cómo?
Ya sabemos que una buena noticia está llamada a propagarse por sí misma, pero además, hemos recibido el mandato de anunciar la Palabra de Dios (Mt 18,19-29) por toda la tierra, que se hace personal y propio, al recibir los sacramentos de Iniciación Cristiana.
Nuestra conciencia de estar llamados a formar un solo Cuerpo, como nos recuerda la segunda lectura, nos urge más aún a llevarla a los demás. Pues, miremos a ver si realmente transmitimos la Palabra de Dios con el testimonio de vida. Con palabras y obras. Se ha dicho que el mayor bien que podemos hacer a una persona es darle a conocer a Cristo, llevarle a Él. Pues ¡miremos a ver…!
Comentario al evangelio del Domingo 3º T.O./C. ROMA, 24 de enero de 2013 (Zenit.org) -
Jesús actualiza la Biblia
Por Jesús Álvarez SSP
“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. (Lucas 1, 1-4; 4, 14-21)
El evangelista san Lucas no había visto a Jesús en la vida terrena de éste. Por eso se ha dedicado a reunir datos de labios de quienes “han sido testigos oculares y servidores de la Palabra” (Lc 1, 2): los apóstoles, los discípulos, y sobre todo la misma Madre de Jesús.
San Lucas es literato, historiador y teólogo. Su evangelio está escrito en un estilo correcto y elegante, con gran fuerza comunicativa, que trata de conectar con la vida concreta de cada
lector.
El Evangelio no es un libro que sólo trate de contar y explicar lo que pasó en tiempos de Jesús, sino que ilumina, cuestiona, denuncia lo que está pasando hoy, aquí y ahora, referido a mi persona, a los otros y al mundo.
El Evangelio tampoco es una lección de moral, de exégesis, de historia o de catequesis, sino que anuncia la buena noticia de cómo se realiza hoy, a través de Cristo, el designio salvador del Padre en el cristiano, en la asamblea y en el mundo, que han de vivir el momento presente como ocasión privilegiada de la venida del Resucitado: “Estoy con ustedes todos los días”(Mt 28, 20). “Hoy se cumple esta palabra que han oído” (Lc 34, 20).
Por tanto, no se puede abordar la Palabra de Dios como una simplenarración de lo que hizo y dijo Jesús, sino como un encuentro personal con el mismo Cristo resucitado, que nos habla a través de su Palabra, no sobre cultura bíblica o religiosa, sino que toca la vida personal y
comunitaria, que él quiere cristificar con su presencia, para continuar con nosotros su obra liberadora y redentora.
La predicación o la catequesis no pueden limitarse a lo que pasó, sino interpretar lo que está pasando hoy en mi vida, en la vida de la Iglesia, de la comunidad y de la sociedad, pero a la luz de la Palabra y de la vida de Jesús, en perspectiva de nuestra liberación, redención y glorificación eterna y de la humanidad.
Y el mismo Jesús sugiere la condición esencial e infalible para integrarnos en su misión: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto” (Jn 15,5).
ZENIT nos ofrece las palabras del Papa en la Audiencia del miércoles, 23 de Enero de 2013, dirigidas a los fieles y peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas.
Queridos hermanos y hermanas:
En este Año de la fe, quisiera empezar hoy a reflexionar con ustedes sobre el Credo, es decir, sobre la solemne profesión de fe, que acompaña nuestras vidas como creyentes. El Credo comienza así: "Creo en Dios". Es una afirmación fundamental, aparentemente simple en su esencia, pero que nos abre al infinito mundo de la relación con el Señor y con su misterio. Creer en Dios implica el adhesión a Él, acogiendo su Palabra y gozosa obediencia a su revelación.
Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica: "La fe es un acto personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela a sí mismo" (n. 166). Ser capaz de decir que se cree en Dios es por lo tanto, junto a un regalo --Dios se revela, va a al encuentro con nosotros--, es un compromiso, es la gracia divina y responsabilidad humana, en una experiencia de diálogo con Dios, que por amor, "habla a los hombres como amigos" (Dei Verbum, 2), nos habla a fin de que , en la fe y con la fe, podamos entrar en comunión con Él.
¿Dónde podemos escuchar a Dios y su palabra? Fundamental es la Sagrada Escritura, en la que la Palabra de Dios se hace audible para nosotros y nutre nuestra vida de "amigos" de Dios. Toda la Biblia cuenta la revelación de Dios a la humanidad; toda la Biblia habla de la fe y nos enseña la fe contando una historia en la que Dios lleva a cabo su plan de redención y se acerca a nosotros los hombres, a través de muchas figuras luminosas de personas que creen en Él y confian en Él, hasta la plenitud de la revelación del Señor Jesús.
Es muy bello, en este sentido, el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, que acabamos de escuchar. Aquí se habla de la fe y se sacan a la luz las grandes figuras bíblicas que la han vivido, convirtiéndose un modelo para todos los creyentes. Dice el texto en el primer verso: "La fe es la certeza de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve" (11,1). Los ojos de la fe son por lo tanto capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, al igual que Abraham, de quien Pablo dice en la Carta a los Romanos que "creyó, esperando contra toda esperanza" (4,18).
Y es sobre Abraham, en que me gustaría centrar nuestra atención, porque es el primer punto de referencia importante para hablar acerca de la fe en Dios: Abraham, el gran patriarca, modelo ejemplar, padre de todos los creyentes (cf. Rom 4,11 -12).La Carta a los Hebreos lo presenta así: "Por la fe, Abraham, llamado por Dios, obedeció partiendo a un lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe, habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas, como también Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa.Esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios "(11,8-10).
El autor de la Carta a los Hebreos se refiere aquí a la llamada de Abraham, relatada en el libro del Génesis, el primer libro de la Biblia. ¿Qué le pide Dios a este patriarca? Le pide que parta, abandonando su país para ir al país que le mostrará: "Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré" (Gen. 12,1). ¿Cómo habremos respondido nosotros a una invitación así? Se trata, de hecho, de una partida en la oscuridad, sin saber a dónde Dios lo guiará; es un viaje que pide obediencia y confianza radicales, al que solo la fe puede tener acceso. Pero la oscuridad de lo desconocido --donde Abraham debe ir--, es iluminado por la luz de una promesa; Dios agrega a la orden una palabra tranquilizadora que le abre a Abraham un futuro de una vida en toda su plenitud: "Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, haré grande tu nombre... y en ti serán benditas todas las familias de la tierra "(Gn. 12,2.3).
La bendición en la Sagrada Escritura, se relaciona principalmente con el don de la vida que viene de Dios y se manifiesta principalmente en la fertilidad, en una vida que se multiplica, pasando de generación en generación. Y a la bendición está conectada también la experiencia de ser propietario de una tierra, un lugar estable para vivir y crecer en libertad y seguridad, temeroso de Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza, "reino de sacerdotes y nación santa" (cfr.Es. 19,6).
Así Abraham, en el diseño de Dios, está llamado a convertirse en el "padre de una multitud de naciones" (Gn. 17,5;. Cf. Rom. 4,17-18) y a entrar en una nueva tierra donde vivir. Pero Sara, su esposa, es estéril, incapaz de tener hijos; y el país al que Dios le lleva es lejos de su tierra natal, y ya está habitado por otros pueblos, y no le pertenecerá nunca realmente. El narrador bíblico hace hincapié en esto, aunque muy discretamente: cuando Abraham llegó al lugar de la promesa de Dios: "en el país estaban en aquel tiempo los cananeos" (Gn. 12,6). La tierra que Dios le da a Abraham no le pertenece, él es un extranjero y lo seguirá siendo para siempre, con todo lo que ello conlleva: no tener miras de posesión, sentir siempre la pobreza, ver todo como un regalo. Esta es también la condición espiritual de aquellos que aceptan seguir al Señor, de quien decide partir aceptando su llamada, bajo el signo de su invisible pero poderosa bendición. Y Abraham, "padre de los creyentes", acepta esta llamada, en la fe. San Pablo escribe en su carta a los Romanos: "Él creyó, esperando contra toda esperanza, y se convierte en padre de muchas naciones, como se le había dicho: Así será tu descendencia. Él no vaciló en la fe, a pesar de ver su propio cuerpo casi muerto --tenía unos cien años--, y la matriz estéril de Sara.
Ante la promesa de Dios no vaciló por incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que lo que había prometido era también capaz de llevarlo a término" (Rm. 4,18-21).
La fe conduce a Abraham que seguir un camino paradójico. Él será bendecido, pero sin los signos visibles de la bendición: recibe la promesa de ser una gran nación, pero con una vida marcada por la esterilidad de su esposa Sara; es llevado a una nueva tierra pero allí tendrá que vivir como extranjero; y la única posesión de la tierra que se le permitirá será el de un pedazo de tierra para enterrar a Sara (cf. Gn 23,1-20). Abraham fue bendecido porque, en la fe, sabe discernir la bendición divina yendo va más allá de las apariencias, confiando en la presencia de Dios, incluso cuando sus caminos le aparecen misteriosos.
¿Qué significa esto para nosotros? Cuando decimos: "Creo en Dios", decimos como Abraham: "Yo confío en Tí; confío en Tí, Señor", pero no como en Alguien a quien recurrir solo en los momentos de dificultad o a quien dedicar algún cmomento del día o de la semana. Decir "Creo en Dios" significa fundamentar en Él mi vida, dejar que su Palabra la oriente cada día, en las opciones concretas, sin temor de perder algo de mí mismo. Cuando, en el rito del Bautismo, se pregunta tres veces: "¿Crees?" en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica y las demás verdades de la fe, la triple respuesta está en singular: "Yo creo", porque es mi existencia personal que va a recibir un impulso con el don de la fe, es mi vida la que debe cambiar, convertirse. Cada vez que participamos en un Bautismo, debemos preguntarnos cómo vivimos cada día el gran don de la fe.
Abraham, el creyente, nos enseña la fe; y, como extranjero en la tierra, nos muestra la verdadera patria. La fe nos hace peregrinos en la tierra, insertados en el mundo y en la historia, pero en camino hacia la patria celestial. Creer en Dios nos hace, por lo tanto, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento. nos pide adoptar criterios y asumir una conducta que no pertenecen a la manera común de pensar. El cristiano no debe tener miedo de ir "contra la corriente" para vivir su fe, resistiendo a la tentación de "uniformarse". En muchas sociedades, Dios se ha convertido en el "gran ausente" y en su lugar hay muchos ídolos, diversos ídolos y especialmente la posesión del "yo" autónomo. Y también los significativos y positivos progresos de la ciencia y de la tecnología han introducido en el hombre una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia, y un creciente egoísmo ha creado no pocos desequilibrios al interior de las relaciones interpersonales y de los comportamientos sociales.
Sin embargo, la sed de Dios (cf. Sal. 63,2) no se extingue y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y los hechos de muchos hombres y mujeres de fe. Abraham, el padre de los creyentes, sigue siendo el padre de muchos hijos que están dispuestos a seguir sus pasos y se encaminan, en obediencia a la llamada divina, confiando en la presencia benevolente del Señor y aceptando su bendición para ser una bendición para todos. Es el mundo
bendito de la fe a la que todos estamos llamados, para caminar sin miedo tras el Señor Jesucristo. Y a veces es un camino difícil, que conoce también la prueba y la muerte, pero que se abre a la vida, en una transformación radical de la realidad que solo los ojos de la fe pueden ver y disfrutar en abundancia.
Decir "Creo en Dios" nos impulsa, por lo tanto, a partir, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que nos viene de la fe: la certeza, es decir, de la presencia de Dios en la historia, aún hoy; una presencia que da vida y salvación, que nos abre a un futuro con Él en pos de una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela Vidal V.
DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La proclamación de la Palabra de Dios es el mensaje de este domingo.
Escuchamos ahora cómo el pueblo de Israel después del destierro, reorganiza su vida religiosa en torno a la Palabra de Dios. El pueblo escucha con mucha atención. Escuchemos ahora nosotros.
SEGUNDA LECTURA
La unión que se establece, por el Bautismo, entre Jesucristo y los cristianos y de éstos entre sí, es tan íntima y profunda, que S. Pablo la compara a la que existe entre los miembros de un mismo cuerpo, donde cada miembro ocupa un lugar y desarrolla una función necesaria para el conjunto del organismo.
TERCERA LECTURA
Después del prólogo de su Evangelio, S. Lucas nos presenta a Jesucristo enseñando en las sinagogas, con especial referencia a lo que sucede en la de Nazaret.
(Pero antes de escuchar el Evangelio, aclamemos a Cristo, que proclama la Buena Noticia, con el canto del aleluya).
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Hijo de Dios, que se ha hecho hombre para anunciar la Buena Noticia de la salvación.
Que Él avive en nosotros el deseo de conocer su doctrina y de llevarla a los demás.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo tercero del Tiemp Ordinario - C.
PROFETA
En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
27de enero de 2013
3 Tiempo ordinario
Lucas 1,1-4; 4,14-21
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2013). (AICA)
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino (San Mateo 2, 1-12).
La presencia de Cristo es la Luz que viene para todos. La Luz que es la Verdad, la Luz que es Gracia, la Luz que es Redención, que es Salvación. Esa Luz nos la quiere compartir y nos la da para que todos participemos de ella; porque el que está en la Luz vive en la Verdad, vive en la Gracia, ya vive como Redimido y anhela la Salvación.
¡Ojo, que el ángel de Satanás se disfraza como ángel de la luz!, y a uno le quiere “enroscar la víbora”, cambiar la cabeza, romper sus proyectos, desviarlo del camino. Esa luz es aparente porque en realidad es tiniebla. En cambio Cristo es la Luz que se nos da y está presente en el tiempo, aquí y ahora.
La importancia de los Magos reside en la capacidad de buscarlo, viniendo de Oriente; porque el Hijo de Dios, Jesús, el Mesías, el Señor, viene para todos, no viene sólo para algunos ¡viene para todos! Cada uno tiene que buscarlo al Señor y cada uno tiene una estrella para seguir buscándolo. Cuando uno encuentra al Señor, no puede quedar igual; su vida cambia, se transforma, se modifica, se hace luz ya que antes era tiniebla.
Sigamos la estrella, encontremos al Señor ya que el Señor quiere encontrarnos a nosotros y seamos capaces de adorarlo. Un pueblo que adora a Dios, es un pueblo que vive en la plenitud y en la verdad. Un pueblo que no sabe adorar a Dios, no vive en la plenitud ni en la verdad. Sólo a Dios adoramos y le queremos ofrecer nuestra vida; no sólo lo que tenemos sino también lo que somos.
La presencia de Cristo es la universalidad, viene a todos, la gran raza humana, la gran familia humana. Por eso la Iglesia nunca puede reducirse ni a los blancos, ni a los negros, ni a los amarillos, ni a los pobres, ni a los ricos; no queda sometida a las diferencias geográficas, sociales, culturales o de fronteras, porque Dios viene para todos y todos tenemos que converger y encontrarnos con el Señor.
¡Feliz Fiesta de la Epifanía! Que lo encontremos, que lo adoremos, que seamos capaces de ofrecerle nuestra vida.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Mensaje de monseñor Martín de Elizalde OSB, obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio con motivo de la 46º Jornada mundial de la Paz (1 de enero de 2013). (AICA)
“Bienaventurados los que buscan la paz”
Queridos hermanos:
El Papa Pablo VI dispuso, hace cuarenta y cinco años, que los católicos celebremos el primero de enero, en la solemnidad litúrgica de Santa María, Madre de Dios, la JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ, y así se ha venido haciendo desde entonces. En aquel entonces, al poco tiempo de haberse concluido el Concilio Vaticano II, con un mundo todavía dividido en bloques enfrentados entre sí y con situaciones graves de conflictos bélicos y de extrema injusticia, la Iglesia dirigía con simpatía y confianza a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad una invitación a unirse en la esperanza de alcanzar una vida reconciliada, en la paz y la verdad, rogando a Dios que otorgara esos dones a la familia humana. Los Pontífices que sucedieron a Pablo VI, el Beato Juan Pablo II y Benito XVI, han exhortado en estas fechas a pedir la paz y a buscarla, como lo hace para esta próxima celebración el actual Sumo Pontífice.
Con el lema BIENAVENTURADOS LOS QUE BUSCAN LA PAZ, para la 46ª Jornada Mundial, el Santo Padre ha dado a conocer un mensaje en el cual desea animar a todos para que se sientan responsables de la construcción de la paz. La cita de las Bienaventuranzas del evangelio de San Mateo invita a tomarse muy seriamente la responsabilidad de cada uno, los gobernantes y políticos, los poderosos y los dirigentes de la sociedad, pero también las personas que, si bien no ostentan lugares de figuración, tienen, cada cual según su propia condición y calidad, responsabilidades en el conjunto de la familia humana. Todo lo que conspira contra la caridad y atenta contra la justicia, todo lo que es exaltación de uno mismo y menosprecio del hermano, todo lo que es arbitrario y egoísta, no se condice con los que desean ser artífices de la paz, y tienen la vocación y el encargo de procurarla y hacerla presente entre los hombres.
El concepto de paz es complejo, diverso, y es preciso reconocer que en muchas situaciones contemporáneas se dan impedimentos para el afianzamiento de la paz, ya que se desconocen libertades fundamentales en muchos países del mundo, como la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad religiosa. La persecución religiosa persiste en muchas sociedades, como también las restricciones ideológicas a la opinión libremente expresada.
Buscar la paz significa promover la búsqueda del bien, de la verdad, de la justicia, con respeto, para que la expresión de voces divergentes no se convierta en un delito a reprimir. Buscar la paz es implementar aquellas determinaciones y medidas que aseguren el bienestar común, en forma siempre justa y proporcionada a los recursos, por lo que tiene una incidencia muy real y concreta en las políticas económicas, en la distribución de la riqueza y en la promoción de los necesitados. Y todo ello en la seguridad de un marco estable y ordenado por la honestidad y la recta intención, frente a la corrupción de los dirigentes, y que se encuentra en la raíz de la actual crítica de la democracia y de las instituciones. Esta afirmación no se dirige a una situación teórica, abstracta, sino que la vive la sociedad del mundo entero en todos los niveles, y donde la irresponsabilidad de las personas en su ámbito privado se extiende de manera preocupante a los más grandes espacios, que hacen al bien de toda la comunidad humana. La paz de que habla el Papa no es solo el silencio de las armas, es sobre todo la búsqueda del bien integral del hombre, que es inalcanzable sin la equidad y sin la preocupación desinteresada por los hermanos.
Es finalmente muy importante considerar, como lo hace Benito XVI en su mensaje, la esencia del hombre, su condición de ser libre, destinatario de los bienes de la creación, de modo que la búsqueda de la paz se realice siempre poniéndose al servicio de cada ser humano, sin discriminación alguna, y dirigida hacia el bien común. En nuestro contexto más cercano, la defensa y promoción de la paz debe tener en cuenta al hombre, atender a la protección de la vida, aún la de los niños que no nacieron y de los ancianos, la protección de la familia, la formación de los niños y jóvenes y la defensa de su inocencia y de su desarrollo en condiciones tan difíciles como las actuales. Porque, en efecto, cuanto es injusto y corruptor genera mayores enfrentamientos y desórdenes, y vuelve imposible la paz. En el Año de la Fe, finalmente, porque reconocemos el mensaje de Cristo, que el creyente recibe en su corazón como venido de Dios mismo y portador de las claves para la felicidad verdadera, que es la paz trascendente, tiene un alcance especial, como una oferta dirigida al mundo, una llamada insoslayable, una oportunidad especialísima, que no queremos ni podemos desoír.
Unámonos, pues, queridos hermanos, en esta celebración que cierra la Octava del nacimiento del Salvador, Príncipe de la Paz, Autor de la vida, Puerta de la eternidad, encomendando esta preocupación tan importante, y a la vez tan amenazada en nuestros días, a la Madre de Cristo y Madre nuestra.
Con mucho afecto, los saluda y bendice,
Mons. Martín de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio
Diciembre de 2012
Sugerencias para la homilía de la Eucaristía de la jornada de la Infancia Misionera 2013, publicada en la revista ILUMINARE, Nº 387 - ENERO 2013 (sibsidio litúrgico) recibida en la parrquia con los materiales para su celebración el 27 de Enero.
SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
· La llamada a la unidad de las lecturas puede relacionarse con las palabras del lema de la Jornada: “Con los niños de Europa” y “acogemos”. Es verdad que el pequeño aporte de un niño a la Infancia Misionera no es más que una gotita de agua ante tantas necesidades, pero no es menos cierto que los océanos se forman con la suma de pequeñas gotas de agua. Esto es lo que ha pasado y celebramos en el 170 aniversario de la Infancia Misionera.
· “Acogemos... como Jesús”, afirmamos en el lema de esta Jornada, y hoy el Evangelio nos presenta a Jesús como Buena Noticia, como libertad, como luz que ilumina, que da vista. Acoger es todo esto: ser una buena noticia, un motivo de alegría, de esperanza, de ilusión, como lo es la Infancia Misionera para tantos niños que necesitan de escuelas, de atención sanitaria, de formación cristiana...
· Tanto la Jornada de la Infancia Misionera como la Palabra de Dios nos invitan a acoger, a tender la mano al que nos necesita, al cautivo, al ciego... Es lo que hace 170 años los niños de Nancy, motivados por el obispo Forbin-Janson, hicieron con los pequeños de China, a los que no conocían, sino solamente de oídas, y que aún no habían sido bautizados; con su generosidad aquellos niños iniciaron la Obra de la Infancia
ZENIT nos ofrece las palabras del papa al introducir la oración mariana del Angelus, el domingo 20 de Enero de 2013, dirigidas a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy la liturgia nos propone el pasaje evangélico de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo presencial de los hechos. Este episodio se ha colocado en este domingo inmediatamente posterior al tiempo de Navidad, ya que, junto con la visita de los Magos de Oriente y con el Bautismo de Jesús, forman la trilogía de la epifanía, es decir, de la manifestación de Cristo.
Los de las bodas de Caná es, por así decirlo, "el comienzo de los signos" (Jn. 2,11), o sea el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó en público su gloria, provocando la fe de sus discípulos. Recordemos brevemente lo que sucedió durante la fiesta de las bodas en Caná de Galilea. Sucedió que el vino se agotó, y María, la Madre de Jesús, se lo hizo notar a su Hijo. Él le respondió que aún no era su tiempo; pero luego atendió la solicitud de María, e hizo llenar con agua seis tinajas grandes, y convirtió el agua en vino, un vino excelente, mejor que el anterior.
Con este "signo", Jesús se revela como el Esposo mesiánico, que vino a establecer con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: "Como se regocija el novio por la novia, así tu Dios se regocijará por ti" (Is. 62, 5). Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero también alude a la sangre que Jesús derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.
La Iglesia es la esposa de Cristo, el cual la hace santa y hermosa con su gracia. Aún esta esposa, formada por seres humanos, está siempre necesitada de purificación. Y una de las culpas más graves que desfiguran el rostro de la Iglesia es aquella contra la unidad visible, en particular las divisiones históricas que han separado a los cristianos y que aún no han sido superadas.
Justo esta semana, de 18 al 25 de enero, se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, un momento siempre grato a los creyentes y a las comunidades, que despierta en todos, el deseo y el compromiso espiritual por la plena comunión. En tal sentido, fue muy significativa la vigilia que pudecelebrar hace un mes en esta Plaza, con miles de jóvenes de toda Europa, y con la comunidad ecuménica de Taizé: un momento de gracia en el que experimentamos la belleza de formar en Cristo una sola cosa.
Animo a todos a orar juntos para que podamos alcanzar "Lo que espera el Señor de nosotros" (cf. Mi. 6,6-8), como se llama este año el tema de la Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que invitan a caminar con determinación hacia la unidad visible de todos los cristianos y de superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de discriminación injusta. El próximo viernes, después de estos días de oración, presidiré las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, en presencia de los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.
Queridos amigos, a la oración por la unidad de los cristianos añadiría una vez más, aquella por la paz, para que, en los diferentes conflictos por desgracia activos, se detengan las masacres de civiles desarmados, y se ponga fin a toda violencia, y se encuentre el valor del diálogo y de las negociaciones.
Para ambos propósitos, invocamos la intercesión de María, mediadora de gracia.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT nos ofrece artículo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas
Nuestra fe genera paz
Por Felipe Arizmendi Esquivel
SITUACIONES
Un caricaturista afamado, que se distingue por sus burlas sistemáticas contra la religión y la Iglesia, ha dicho: “Jesús sería el primer sorprendido de que en su nombre hayan hecho una Iglesia que acabó por ser uno de los grandes negocios de todos los tiempos; que acabó por ser la institución más nefasta que ha tenido la humanidad, responsable de actos de corrupción y de cientos de miles de asesinatos… Todas las religiones son falsas, todas las ha creado el hombre”.
No faltan quienes estén de acuerdo con esa afirmación y hasta la aplaudan, resaltando sólo los errores que nuestra Iglesia ha tenido y tiene, sin valorar cuanto es en sí misma y todo lo que ha aportado a la humanidad. Algunos usan esta estrategia para legitimar su estilo de vida, que no siempre es muy honesto.
En Chiapas y en otras partes, a veces se remarca que los católicos son intransigentes e intolerantes hacia otras confesiones; que se les expulsa de las comunidades, impidiéndoles ejercer su derecho a la libertad de credo, sólo por ser de una creencia diferente a la de la mayoría. Es una acusación muy simplista, pues no es la diferencia de cultos el motivo fundamental de esos conflictos interreligiosos, sino otras razones de tipo cultural, económico, político, agrario y sólo en parte religioso. Casi siempre es la reacción de algunos pueblos a agresiones verbales, a críticas hirientes, a ofensas injuriosas de protestantes contra la vivencia tradicional de su fe; se sienten ofendidos en sus arraigadas costumbres, todas ellas de raíz católica. Con todo el respeto que tengo a hermanos de otras religiones, hay que dejar muy en claro que algunos no son unos santos e inofensivos angelitos; a mí mismo me han ofendido en forma burda e injustificada.
ILUMINACION
El Papa Benedicto XVI, con una gran lealtad histórica, afirma: “Donde no se da gloria a Dios, donde se le olvida o incluso se le niega, tampoco hay paz. Hoy, sin embargo, unas corrientes de pensamiento muy difundidas sostienen lo contrario: la religión, en particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las guerras en el mundo; sería preciso liberar antes a la humanidad de la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo, la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia, puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la pretensión de la única verdad.
Es cierto que el monoteísmo ha servido en la historia como pretexto para la intolerancia y la violencia. Es verdad que una religión puede enfermar y llegar así a oponerse a su naturaleza más profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado. Si es incontestable un cierto uso indebido de la religión en la historia, no es verdad, sin embargo, que el «no» a Dios restablecería la paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad divina del hombre” (24-XII-2012).
“Si en la historia ha habido o hay formas de violencia perpetradas en nombre de Dios, éstas no se pueden atribuir al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres. Más bien es precisamente el olvido de Dios lo que sumerge a las sociedades humanas en una forma de relativismo que genera ineluctablemente la violencia. Sin la apertura a lo trascendente, que permite hallar respuestas a los interrogantes sobre el sentido de la vida y sobre la manera de vivir de modo moral, sin esta apertura el hombre se vuelve incapaz de actuar según justicia y de comprometerse por la paz. Si la ruptura de la relación de los hombres con Dios lleva consigo un desequilibrio profundo en las relaciones entre los hombres mismos, la reconciliación con Dios, obrada por la Cruz de Cristo, es la fuente fundamental de la unidad y de la fraternidad” (7-XII-2012).
COMPROMISOS
Eduquémonos no sólo para la tolerancia, sino para el respeto, el diálogo, la paz, la unidad de los creyentes, conjuntando energías frente a tantas necesidades de los que sufren. El amor fraterno es la mejor prueba de que somos discípulos de Jesús.
ZENIT nos participa de la carta pastoral que con motivo de la Jornada del Emigrante y el Refugiado, que se celebra a nivel mundial este domingo 20 de enero, el obispo de Orihuela-Alicante Jesús Murgui Soriano ha hecho pública. Es de notar que esta diócesis es una de las que tiene una mayor afluencia de personas migrantes en España, hasta el punto de que casi un cuarto de la población es inmigrante.
''A todos los que habéis venido: estáis en vuestra casa''
Carta pastoral de obispo de Orihuela-Alicante Jesús Murgui
Por Jesús Murgui Soriano
Las Migraciones: Oportunidad de fe y esperanza
Queridos hermanos:
Al poco tiempo del inicio de mi ministerio en nuestra Diócesis, tengo, una vez más, la posibilidad de dirigirme a vosotros, en este caso, en atención a un tema importante para todos los que vivimos en estas tierras de Orihuela-Alicante: las migraciones. El domingo día 20 de enero celebraremos la Jornada Mundial del Emigrante y refugiado, que, sabéis, por otros años, que es el domingo posterior al Bautismo del Señor.
En nuestra Diócesis, la realidad de las migraciones tiene una relevancia extraordinaria, dado el hecho de que casi el veinticuatro por ciento de la población que vive en la provincia de Alicante es inmigrante. Esta realidad puede y debe ser para todos una «Oportunidad de Fe y esperanza», como indica el lema de la Jornada de este año.
Mientras os escribo esta carta, recuerdo que yo mismo, que acabo de llegar a esta tierra y a esta Iglesia, he recibido una ejemplar acogida. Deseo que este talante acogedor que tenéis como sociedad y como Iglesia lo mostréis a diario con las personas que han venido, de tantos lugares, buscando calidad de vida, trabajo, refugio… Seguid recibiéndolas como al mismo Señor. Él nos dijo que lo acogemos a Él cuando acogemos al hermano (Mt 25,35). Y el Papa, en su mensaje de este año, nos invita a reconocer en ellos los valores y riqueza que sus vidas nos aportan, también cuando vemos como viven la propia fe: «Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio socio-cultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia».
¡Qué oportunidad para el que vive el fenómeno de la movilidad humana, observar nuevas formas de expresar la fe! ¡Qué oportunidad para los que les recibimos, poder experimentar la gran riqueza de la fe en sus distintas formas, expresarla y compartir «una sola fe, un solo Bautismo un solo Dios y Padre» (Ef 4,5-6)
En nombre de todos los cristianos de la Diócesis, quiero deciros, especialmente, a vosotros, los que habéis venido, que estáis en vuestra casa. Descubro con alegría la integración de muchos de vosotros en la Eucaristía, la Catequesis, la Caridad y en las estructuras de las comunidades parroquiales y diocesanas.
Por otra parte, hemos de saber valorar, los que hemos nacido aquí, tantas cosas que nos aportáis. En estos momentos tan críticos para muchas familias afectadas y tocadas cruelmente por la crisis, nos enseñáis el valor del riesgo, de ponerse en camino, de luchar, de confiar, de mantenernos en la esperanza. A ser sensibles a todo ello nos sigue animando el Concilio Vaticano II: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (…) La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia» (GS, 1).
La universalidad de la fe queda patente, en medio de este mundo globalizado, en vuestra presencia. Por ello, os invito a ser testigos de esa fe que vosotros y nosotros hemos recibido, conscientes de que todas nuestras vivencias son una oportunidad, un camino, una peregrinación de fe y esperanza, como dice Benedicto XVI, en La Puerta de la Fe: «La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó» (PF, 6).
En este momento, miembros de vuestras familias retornan a sus países o tienen que emigrar en condiciones parecidas a como hemos podido observar en nuestro entorno. Os invito a todos a apoyar a las personas en situación de vulnerabilidad. La crisis es fuerte y crea situaciones dramáticas. Jesús nos ha enseñado a estar siempre al lado de todos, en especial de los más necesitados. Dios no deja de brindarnos oportunidades para la construcción de su Reino, y vivimos tiempos de especial compromiso, por lo que suplicamos su gracia para afrontarlos con fe y esperanza, para ser promotores de una muy necesaria cultura de la esperanza.
Acabamos de celebrar el misterio de la Natividad y en él hay un momento en el que la familia de Nazaret tuvo que emigrar a Egipto en busca de refugio y de mejores condiciones de vida (Mt 2,13-18). Que María, la mujer emigrante junto con José, movidos por la protección de la vida del Divino Niño nos impulsen a buscar formas de vida mejor para todos, a cuidar y proteger la vida en todos sus momentos y en todos. Así lo suplicamos.
Rezo por vosotros, un abrazo.
En el contexto de la fiesta de Nuestra Señora de La Altagracia, el 21 de enero, la Conferencia Episcopal del episcopado dominicano ofrece una amplia reflexión a la comunidad nacional con la carta pastoral titulada "Manténganse Firmes en la fe"
«MANTÉNGANSE FIRMES EN LA FE» (1Cor 16, 13)
«El Maestro está ahí y te llama» (Jn 11, 28)
I. Introducción
1. El 11 de octubre del 2012 se convirtió en un día memorable, porque ese día el Papa Benedicto XVI inauguró el Año de la fe, que había proclamado con la Carta Apostólica “Motu Proprio” Porta Fidei, y que concluirá con la fiesta solemne de Cristo Rey, el 24 de noviembre del 2013. La convocatoria de un Año de la Fe, a propósito del 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y los 20 años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, es una hermosa oportunidad para hacer una gran movilización en todos los sectores de la Iglesia y de la sociedad, para que el amor de Cristo, que transforma, llegue a las familias y al corazón de muchos.
2. El comienzo de la Carta Apostólica del Papa Benedicto XVI es muy significativo y de una gran hondura espiritual: “«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida”1. El objetivo y la finalidad de este Año es muy claro: “rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida”2; o lo que es lo mismo darnos la oportunidad para que tengamos una auténtica y renovada conversión, no sólo personal sino también pastoral3.
3. Es bueno precisar, desde el primer momento, que cuando el Papa nos habla de la fe, no se trata de la fe humana, mediante la cual creemos y confiamos en algunas personas, porque sabemos que no nos van a fallar, como es la fe y confianza que tienen los niños en sus padres; tampoco se trata de la confianza del científico que verifica los resultados de su investigación; o la fe religiosa por la cual muchas personas tienen diferentes creencias. La fe de la que nos habla el Papa es la fe cristiana, que no es creer idea o doctrina, sino aceptar y seguir a la persona de Jesucristo, que nos dice muy a menudo “crean en mí” (Jn 14, 1). Es la fe que está más cerca de una actitud de búsqueda que de una seguridad total. Es hacer nuestra la actitud de Abrahán que confió en la promesa de Dios4. Es la fe que nos pone en contacto y nos compromete con la vida familiar, social, política, económica, cultural y religiosa. Es un estar dispuesto a renunciar a todo y romper con la seguridad del dinero, del prestigio y del poder5.
4. Es la fe como combate contra lo que oprime y esclaviza; la fe que nos da razones para seguir amando y sirviendo a los demás; es la que cambia nuestros criterios de pensamientos y de acción y nos hace criaturas nuevas; es el estilo de vida que nos ayuda a superar el individualismo y el consumismo, para introducirnos en la comunidad que se llama la Iglesia.
5. Este año de la fe es una buena oportunidad para que todos los cristianos y los hombres y mujeres de buena voluntad, nos detengamos, reflexionemos y miremos el rumbo de nuestra vida y el de la sociedad, con sus luces y sombras, para que hagamos “una auténtica y renovada conversión al Señor”6; de modo que podamos “confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”7 y así podamos movilizar la sociedad hacia nuevos valores de justicia, de convivencia fraterna y de desarrollo; y a la vez sacar a los hombres y mujeres del desierto y conducirlos a la fuente de la vida, y hacia la unión y amistad con el Hijo de Dios8.
II. La Fe en el Antiguo Testamento
6. Para alcanzar ese propósito, tenemos que contar con la experiencia del pasado que encontramos en las Sagradas Escrituras, y que llamamos Revelación o modo de Dios Padre darse a conocer a sí mismo y dar a conocer su plan de salvación. Pensemos por ejemplo, en la experiencia de fe que encontramos en Abrahán, para quien la fe es creer y esperar contra toda esperanza9; que significa, confiar y esperar lo humanamente imposible. Es saber que Dios es quien toma la iniciativa y por eso le propone un plan y le promete una descendencia que le cambiará su vida y su destino: sal de tu tierra y vete a la tierra que te voy a indicar10, y más adelante le ordena: “«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia»” (Gn 15, 5).
7. Eso indica que Abrahán tiene que hacer una ruptura con sus planes y situación presente, vale decir, dejar su seguridad humana, su tierra, sus amigos y su entorno, y marcharse a lo desconocido y a la inseguridad. Abrahán responde con fe, basado en la fidelidad de Dios, que va más allá de la certeza humana. Dios le cumple la promesa y le da la descendencia que es su hijo Isaac, para luego pedirle algo inverosímil y contradictorio: sacrifícame a tu hijo11; y Abrahán obedeció a Dios y ahí encontramos el lado oscuro de la fe, es decir, el no ver ni entender claro lo que se nos pide; sin embargo, tener que decir como Pedro en la pesca milagrosa: “Maestro... pero, en tu palabra, echaré las redes” (Lc 5, 5).
8. De igual modo sucede con la persona de Moisés. Dios le protege y lo conduce hasta llegar a ser heredero del Faraón, donde tenía fama, bienes y prestigio. Es en esa situación de ventaja y de comodidad que Dios le llama: Moisés, Moisés, he visto la opresión de mi pueblo, he oído su llanto, por eso he bajado, libera a mi pueblo12. Moisés, viendo su limitación entabla un diálogo con Dios y comienza a ponerle dificultad: “¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Ex 3, 11); porque entiende que la misión es más grande que su fuerza; pero, no obstante eso, él siente la necesidad de solidarizarse con la situación de su pueblo, que en ese momento está sometido a maltrato.
9. Dios, que no se fija en nuestras limitaciones, encomienda de todos modos la tarea a Moisés, por eso extendió sus manos y sacó de la esclavitud a su pueblo, porque el Todopoderoso nunca le abandona13. El pueblo reconoce a Dios como el Santo que exige la fe, el amor y la fidelidad; y el creyente responde a Dios con la reverencia y la obediencia, con el culto, la confianza, el amor, la fidelidad y la esperanza.
10. En la literatura sapiencial la fe está ligada a la sabiduría que Dios nos comunica; y el hombre y la mujer son sabios, cuando abren su corazón a la voluntad de Dios14. Es la actitud de David que está plenamente convencido de haber vencido al gigante Goliat “en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel” (1Sam 17, 45). Es la fe de los profetas quienes están convencidos que la fe es seguridad en Dios, que es fiel y leal15; y quienes le dicen al pueblo de Israel que su existencia como nación depende de su fe y si no creen no subsistirán16. Además, los profetas tienen el convencimiento de que la fe libera al hombre de todo temor17; da nuevas fuerzas a los cansados y abatidos18. Es un refugio para los sin esperanza19; es júbilo de liberación para todo el pueblo20.
11. Cuando analizamos la fe del Antiguo Testamento, deberíamos tener presente que la Palabra de Dios contiene un mensaje para nosotros; de ahí que debemos entender que Abrahán, Moisés, David, y otros, están referidos a cada uno de nosotros, a quien el Señor, hoy, nos dice y nos invita “a salir de” para “entrar en”, es decir, salir de nuestro odio para entrar en el amor, salir de la esclavitud para entrar en la libertad, salir del pecado para entrar en la gracia, salir del individualismo para entrar en la generosidad. Igualmente, en estos momentos, podemos oír de nuevo la palabra del Dios Liberador que nos dice como a Moisés: liberen a mi pueblo; hoy como ayer la misión es tan fuerte que podemos poner pretexto como Moisés, y de nuevo el Señor nos dirá como a San Pablo “mi gracia te basta” (2 Cor 12, 9).
III. La Fe en el Nuevo Testamento
12. En el Nuevo Testamento la fe está centrada en Jesucristo, fuera del cual no hay salvación21. Está muy claro que el objetivo de la fe en los Evangelios, es la instauración del Reino de Dios y sus valores, que exige conversión y creer la Buena Nueva22. Esa fe exige confesar a Jesús, que es un estar con Él23. Pero además exige fidelidad y confianza en el mensaje de Jesús24, que a la vez supone que cada uno debe dar señales de esa fe a los demás (las obras) y que se captan por los sentidos.
13. La fe que nos proporcionan los Evangelios sinópticos (Mc, Mt y Lc) es el seguimiento a Jesús, quien es el Maestro y nosotros somos sus discípulos; el cual nos exige dejarlo todo25; amar más a Cristo que a la propia vida, es un tomar la cruz de cada día26; en fin, es llegar a una comunidad de vida y de destino con Él.
14. La carta a los Romanos afirma que la fe entra por los oídos27; de ahí la necesidad de la predicación que lleve a la conversión, a la obediencia, a la entrega, a la confianza y al amor. En San Pablo la fe es salvífica, que es un abrirse a Dios en la persona de Jesús. En la Carta a los Hebreos “la fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Heb 11, 1). San Juan nos enseña que la fe es un acontecer; no una idea o doctrina. Acontecer en el encuentro con la salvación que es la luz y la vida. Es una comunidad de vida con el Señor.
15. La fe en el Nuevo Testamento la podemos resumir o sintetizar diciendo con San Pablo que: “han sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de ustedes, sino que es un don de Dios” (Ef 2, 8-9), que eleva al ser humano a participar de la vida de Dios y a poseer la vida eterna28. Por la fe, el hombre se somete libremente a los planes de Dios y a su amor salvífico. El modelo de esta actitud de fe lo encontramos en la Virgen María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). La fe es inseparable de la esperanza, tiene una dimensión escatológica que trasciende el horizonte gozoso con Cristo glorioso29.
IV. La Fe en la Teología
16. Es bueno destacar que la fe desde el punto de vista teológico es un don de Dios, un regalo de la Providencia Divina, que como todo don, hay que pedirla y cuando la aceptamos tenemos que convertirla en una fe virtuosa, es decir, debemos dar fruto de conversión, lo que equivale a decir: renovar nuestra mente y nuestro corazón, y convertirnos así en criaturas nuevas30. Según eso, la fe tiene tres movimientos: a) Es obra
del Espíritu Santo (In Spiritu), b) Es una respuesta personal, libre y de obediencia a Cristo (Cum Christo), c) Es un peregrinar consciente hacia la casa del Padre (Ad Patrem). Aquí aparece la dimensión trinitaria de la fe: El Padre por medio del Espíritu Santo es quien suscita y llama; el hombre y la mujer responden de un modo personal en Cristo y de ahí nos encaminamos al Padre.
17. Es bueno precisar el aspecto personal de la fe: nadie puede responder por otro, cada uno responde y vive su fe tal como es y según el carisma que el Señor le ha regalado, con su manera de ser, su historia personal, sus emociones y sentimientos; de ahí que decimos que la fe es un acto libre y personal mediante el cual respondemos a la llamada del Padre a través del Espíritu Santo. La respuesta que tiene que darse en la Iglesia. Hoy más que nunca crece la conciencia de la necesidad de hacer una experiencia de Jesús y a la vez formar las pequeñas comunidades, para que de ese modo vayamos viviendo una fe más comprometida con los hermanos y junto a ellos podamos enfrentar los problemas y desafíos que se nos puedan presentar.
18. Como vimos anteriormente, debemos vivir la fe en comunidad, en la Iglesia, porque ella es la depositaria de la verdad “que ilumina a todo hombre” (Jn 1, 7-9); ella es la luz del mundo, que debe resplandecer ante la gente31. Al vivir la fe en la Iglesia no debemos perder de vista sus cinco rasgos, que son:
a. El primer rasgo es el sentido de promesa, que empieza con la llamada de Abrahán, al cual Dios le hace una triple promesa: a) Una tierra32, b) Una descendencia33 y c) una alianza34; a esas promesas Abrahán creyó y le fue reputado como justicia35. Esas promesas se cumplen con la venida de Jesús, quien es el descendiente mesiánico como Siervo Sufriente según el cántico de los pobres de Yavhé; y la promesa de la tierra es la presencia del Reino, que es la irrupción del poder liberador de Dios36, y la alianza se cumple con la identidad del creyente en Jesús37; pero con Jesús se continúa ese sentido de promesa: me voy pero vuelvo de nuevo38.
b. El segundo rasgo de la fe es la conciencia de gratitud, que se expresa en el poder salvador de Jesús para quien nada hay imposible, ya que Dios desde la pequeñez hace obras grandes, como fue el caso de Gedeón que con sólo trescientos hombres venció a los madianitas39; o bien, David que venció al gigante Goliat en el nombre de Yavhé40. En el Nuevo Testamento esa gratitud se expresa en el poder de trasladar montañas41 y en la virginidad de María, “porque nada hay imposible para Dios” (Lc 1, 34-38).
c. El tercer rasgo es el carácter de aventura o de éxodo; que se expresa en salir de lo conocido a lo desconocido, o de la seguridad humana a la confianza en Dios (Abrahán y Moisés), o bien, la aventura de los primeros discípulos que inmediatamente lo dejaron todo y siguieron a Jesús42.
d. El cuarto rasgo es el compromiso que implica la respuesta de fe que se expresa en la capacidad de amar al prójimo, perdonar y amar hasta a los enemigos43, y hacer el bien y hacerlo más allá de las normas o de la ley.
e. El quinto rasgo es el dinamismo interpretativo de la fe, que debe capacitarnos para mirar todas las cosas con los ojos, y a la luz, de la misma fe.
V. La Fe y el compromiso
19. La fe es también un compromiso de servicio a nuestros hermanos. Esa fe tiene que iluminar las distintas dimensiones donde se mueve y se desarrolla el hombre y la mujer, vale decir, la dimensión social, política, económica, cultural y religiosa, para ayudarle a ser más.
20. La fe hay que vivirla en una sociedad y en una cultura concreta y eso le da su dimensión histórica, porque ésta debe iluminar y dar sentido a todo el quehacer del ser humano. La fe exige un combate permanente contra lo que oprime y aparta al hombre de su esencia y de su misión. Vivir la fe cristiana es asumir nuestro trabajo, nuestra manera de relacionarnos, lo que pensamos y todo lo que hacemos, iluminados por ese don que aceptamos.
21. La fe es una adhesión y seguimiento de Cristo, de Él tenemos que aprender. Él es el Maestro y nosotros somos sus discípulos. Esta es la mejor forma de vivir y entender la fe. Acerquémonos a la postura de Jesús en el momento en que tuvo que enfrentar la situación que crearon las élites sociales en ese tiempo, los cuales se creían mejores que los demás y se hacían llamar puros o santos, debido a que ellos controlaban el poder político, social, económico y religioso; con su actitud de arrogancia despreciaban a los demás, en especial, a los más pobres, a los analfabetos, leprosos, a los sin status, a los que ellos llamaban los impuros.
22. Frente a esa actitud de los grupos de poder, Jesús no se une a ninguno de ellos sino que se dirige a todo Israel; quiere que Israel cambie. Él se abre a la totalidad de los pueblos, al mundo, y con ese propósito elige a los Doce Apóstoles44. Se dirige a judíos y paganos, a los hombres y mujeres, a los libres y esclavos. Se acerca a los pobres, les ofrece su amor y les muestra la paternidad de Dios; pero también se acerca a los ricos y les enseña su justicia; a todos los llama a ser hermanos y a amarse sin límites.
23. Jesús predica al Dios de Abrahán, Isaac y Jacob; se atiene a la Ley, respeta el Templo y reconoce a las autoridades judías. Se siente libre frente a todo eso y comienza a predicar algo nuevo que lleve al ser humano a la libertad interior. Lo nuevo es la misma persona de Jesús45. Lo que importa no es simplemente la Ley sino la persona; de ahí que sin rechazar a los ricos, da preferencia a los pobres, a los tullidos, a los leprosos y a los pecadores.
24. Desde el principio puso claro que la Ley tiene su importancia, pero lo decisivo es que la religión debe ir al interior y al corazón, y ponerse al servicio de los demás, sin que ésta nos lleve a colaborar con el poder injusto. Por eso, Él propone una manera nueva de vivir la religión y para eso nos da un programa que son las Bienaventuranzas o maneras de ser felices o dichosos46.
25. Nos propone vivir como única norma la Ley del Amor, incluso hasta a los enemigos; y que tengamos la actitud que lleva a la grandeza que es el servicio. Formó una comunidad donde nadie debe imponerse a nadie, sino formar una hermandad en la que el perdón debe ser la bandera a enarbolar, para que de esa manera comience a establecerse el Reino de Dios.
26. Lo más importante de todo es que en Jesús había coherencia entre lo que decía y lo que hacía; por eso dirige su mirada y su ayuda a los ciegos, tullidos, sordos, leprosos, hambrientos; a los pecadores, a las prostitutas, a los recaudadores de impuestos y a los usureros; a los agobiados y a las ovejas descarriadas de Israel.
27. Hoy tenemos las mismas samaritanas multiplicadas, que necesitan del agua que salta hasta la vida eterna; tenemos los mismos usureros y cobradores de impuestos como Zaqueo y Leví, que necesitan una mirada amorosa del Señor y una llamada sincera que les diga “sígueme”. También tenemos los mismos ciegos, sordos, leprosos y tullidos por miles, que necesitan la mano amiga del Señor y de sus discípulos que les ayude a ver, a oír, a curarse y a caminar. También hoy tenemos los mismos fariseos, hipócritas que sólo sirven para criticar, engañar y mentir; y esos necesitan la voz firme del Señor y de sus discípulos que les diga “sepulcros blanqueados”47, “¡serpientes, raza de víboras!”48, que sólo sirven para aparentar y simular, y no son capaces de prestar su ayuda y colaboración a los demás.
VI. La Fe y los Desafíos
28. Después de observar el modo de actuar de Jesús frente a las personas y a los acontecimientos, y siendo la fe cristiana un seguimiento a Él y a su mensaje, entonces surge preguntarnos casi de un modo espontáneo ¿Cómo vivir hoy nuestra fe en esta situación que ahora nos toca enfrentar?, ¿Qué o cuáles cosas debemos aprender del Maestro, para
iluminar los desafíos que se nos presentan?, ¿Cómo hacer frente, desde la fe, al deterioro familiar, a la delincuencia, a la inseguridad, al narcotráfico, a la criminalidad galopante, a la corrupción pública y privada, al incremento de los juegos de azar y de las bebidas alcohólicas, a la mentalidad individualista, al afán de tener a como dé lugar, a la búsqueda del dinero fácil y al consumismo?
29. ¿A dónde fueron a parar los valores éticos y morales? ¿Qué significado tienen hoy la palabra dada, la paternidad y la maternidad responsable?, ¿Qué significa hoy la seriedad y el servicio, el respeto a los demás, el cumplimiento del deber, la tolerancia y la búsqueda del bien común?, ¿Cómo hacer frente desde la fe a los grandes desafíos que nos señala el Documento de Aparecida o el de la Nueva Evangelización, como lo es “el individualismo, responsable del relativismo ético y la crisis de la familia”49?
30. Sabemos que los desafíos, problemas y dificultades que hoy enfrentamos son muchos y variados y muy bien focalizados por los Obispos Latinoamericanos y del Caribe en la V Conferencia de Aparecida, Brasil, como consecuencia del “cambio de época”, cuyo impacto principal recae sobre la cultura y dentro de ésta en el ámbito familiar. Esos cambios culturales van produciendo actitudes y comportamientos que van desde el individualismo, que debilita los vínculos comunitarios, hasta la “dictadura del relativismo”50, del que nos habla el Papa Benedicto XVI, que va llevando a muchos a una cultura de consumismo rampante como norma de vida; a un afán de dinero y de las cosas, sin importar el medio para lograrlo, lo que comporta un apegarse a la tierra y un postergar la dimensión sobrenatural; a una mentalidad hedonista y del mínimo esfuerzo, que debilita la búsqueda de ideales nobles y la fraternidad. Hay además, un pluralismo cultural, ideológico y de opiniones, que unido a la movilidad humana y a la mundialización, tiende a incrementar las injusticias, la corrupción política y la inversión de valores. Igualmente el impacto que todo eso tiene en el ámbito familiar, con la consabida consecuencia de convertirse en caldo de cultivo para la delincuencia que lleva a la sociedad a un verdadero desequilibrio.
31. Estos desafíos se pueden abordar desde la sociología, la política y la economía en la búsqueda de soluciones, y nos parece bien, pero hay que ir más allá, tenemos que entrar en el corazón del ser humano y desde éste al corazón de la sociedad, porque es el corazón del hombre y de la mujer el que está enfermo. Está enfermo el corazón de muchos hombres y mujeres, porque estos han perdido el horizonte sobrenatural; se han apartado del Dios de la vida y por eso su corazón sufre atrofia y mutilación que les incapacita para ascender a esferas superiores o sobrenaturales; de ahí la necesidad urgente de acercarnos al ser humano para que recupere y adquiera ese don maravilloso de la fe, que le permitirá ser una criatura nueva, con mente y corazón renovados.
32. El Documento de Aparecida sintetiza todo eso diciéndonos que “el impacto dominante de los ídolos del poder, de la riqueza y del placer efímero, se han transformado y han ido imponiendo un estilo de ser y de vivir contrario a la naturaleza y a la dignidad del
hombre por encima del valor de la persona”51. Nos decía el Beato Juan Pablo II que los cristianos de América Latina tienen que revisar todos los ambientes y dimensiones de la vida, especialmente, todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común52. El Papa Benedicto XVI afirma: “el orden justo de la sociedad y del Estado es la tarea principal de la política y no de la Iglesia; pero la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia”53.
VII. La Fe y la Actitud Espiritual
33. Para hacerles frente a esos desafíos que nos describen el Documento de Aparecida y la Nueva Evangelización, debemos acercarnos desde nuestra fe a la persona de Jesucristo, quien es el Evangelio viviente del Padre, para hacer una experiencia con Él y a la vez aprender de su modo de ser y de su actitud ante las personas y los acontecimientos; asimilar de Jesús esas actitudes que nos pueden ayudar a mantener de pie y perseverantes ante los grandes desafíos que tenemos que enfrentar.
34. Es oportuno señalar la situación en la que muchas personas, en nuestra sociedad, buscan su felicidad y su realización en el tener, en la competencia y el lucro; en el aparentar y en el prestigio social; en el consumismo, el disfrute y goce inmediato; y, en el poder desmedido. Frente a esto Jesús nos instruye con claridad meridiana, tal como lo hizo con los apóstoles diciéndonos: recuerden que los jefes les tiranizan y los grandes les oprimen, pero no será así entre ustedes, porque el que quiera ser grande que se haga el servidor de los demás54.
35. Con eso nos dice dónde está la grandeza del ser humano, pero tenemos que destacar que Él no lo hace sólo con las palabras sino que su testimonio va primero. Recordemos el Jueves Santo cuando sorpresivamente toma un recipiente y comienza a lavar los pies a los apóstoles, y al final les dice: ¿entienden lo que estoy haciendo?, si ustedes me llaman el Maestro y el Señor y lo dicen bien, entonces ustedes que son discípulos hagan lo mismo con sus hermanos55.
36. Una comunidad cristiana que celebra la Eucaristía, no debe anidar en su corazón ambición, deseo de poder y de dominación, ni mucho menos dejarse envolver en cuestión de prestigio y de espíritu de grandeza, que a veces sirve para humillar a sus hermanos, ya que Jesús formó una comunidad de hermanos donde lo decisivo no es el puesto o el título que se ostenta, sino la capacidad de servir a los demás56.
37. Aprendamos de Jesús la actitud que nos enseña frente a las personas que necesitan cambiar su vida y su comportamiento negativo, como fueron los casos del usurero Zaqueo, a quien el Maestro lo mira con cariño y se hace invitar para ir a comer a su casa,
hecho que motivará el cambio o conversión de Zaqueo: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.» (Lc 19, 1-10).
38. Lo mismo hizo con Leví o Mateo recaudador de impuestos para el Imperio Romano, al que Jesús miró con cariño y bondad, no fijándose en lo que hacía sino en la nobleza de su corazón y le dice “Sígueme”, y éste inmediatamente dejó el mostrador de los impuestos y lo siguió57. A los que se apegan al dinero y a las cosas, como fue el caso del joven rico, les advierte: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” (Mc 10,17-22; Lc 18,18-26).
39. Debemos aprender desde nuestra fe el modo cómo Jesús perdona a la mujer adúltera58; a elogiar como lo hace ante el desprendimiento de la viuda59; o bien, del elogio que hace del acogimiento de Marta y la actitud contemplativa de María60. Es que Jesús sabe elogiar las cosas buenas, hermosas y positivas que tienen los demás, como fue lo que dijo de Juan el Bautista: el más grande de los nacidos de mujer61.
40. Aprender además, el modo cómo acoge a los niños: “dejen que los niños vengan a mí” (Mc 10, 13-17). Enseñanza hermosa y profunda, la fiesta que hace el padre ante el retorno del Hijo Pródigo62; la compasión que siente por los enfermos, como el caso del ciego Bartimeo63; su tristeza y su llanto ante la tumba de su amigo Lázaro64; se conmueve, hasta con ternura. Ante la multitud hambrienta: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer» (Mc 8, 1-10). Le duele y le apena ver la indiferencia de su querida ciudad de Jerusalén65. Pero también es firme ante Pilato66; es libre ante el juicio ajeno67 y sabe desenmascarar la hipocresía de los escribas y fariseos68. Pero también supo ir a la conciencia de aquellos que no quisieron comprometerse, como fue el caso de Pilato69, o el caso de Herodes70.
VIII. Líneas de Acción
41. La Iglesia con sus agentes de pastoral, tiene la responsabilidad de formar a los cristianos y sensibilizarlos sobre la justicia social, el bien común, el desarrollo integral, la
economía solidaria, la ética cristiana, el gasto social, la dignidad humana y la cultura de la responsabilidad, que son elementos fundamentales de la fe cristiana. Eso significa insertarse en los grandes areópagos donde se hace la cultura, como es el mundo de las comunicaciones, el desarrollo y la promoción de la mujer; la ecología y la protección de la naturaleza; formando pensadores y evangelizando a los empresarios, a los políticos, a los comunicadores, a los hombres y mujeres del mundo del trabajo y a los líderes comunitarios71.
42. Esto quiere decir que tenemos que adentrarnos en la formación de la relación entre la fe y la ciencia, la fe y la cultura y, la fe y la razón, recordando que esta última relación “son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”72.
43. Para eso también nos dice Aparecida “¡necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos, para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad, de amor, de alegría y de esperanza!”73.
44. Hacemos nuestras las palabras del Papa Benedicto XVI en la Inauguración de dicha Conferencia de Aparecida, cuando afirma que las fuerzas vivas de la Iglesia deben ser convocadas para el esfuerzo evangelizador de enviar a las casas de la periferia y del interior de las ciudades, a sus misioneros, para ayudar especialmente a los más pobres, como se hacía en las primeras comunidades cristianas, practicando la solidaridad, para que se sientan amadas de verdad. Hay que ir a la defensa de sus derechos y hacia su promoción en el bien común, en la justicia y en la paz74.
45. En este año de la fe, de cara a tanta violencia intrafamiliar, queremos exhortarles, desde lo más profundo de nuestro ser, a los hombres y mujeres de buena voluntad, acoger en sus corazones la Palabra de Dios, la cual nos invita a constituir familias sanas, llenas de amor, comprensión, respeto y perdón75. En este mes en el que celebramos la presencia de la Virgen María entre nosotros, queremos resaltar la figura de la mujer y exhortar a los hombres a valorar, apreciar y respetar a nuestras mujeres, las cuales son nuestras esposas, hijas, hermanas, madres, tías, primas, abuelas; nuestras mujeres que son trabajadoras, luchadoras, emprendedoras y comprometidas con los valores. Volvamos la mirada a Dios que nos regala la fe como un don, fe que nos empuja hacia la búsqueda y vivencia de actitudes que consolidan la convivencia familiar, dando solidez a la familia, base de la sociedad e iglesia doméstica.
46. Exhortamos también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y muy especialmente, a los fieles de nuestra Iglesia Católica a que aprovechemos este año de la fe para profundizar en el conocimiento de las verdades de nuestro credo, a rezarlo en familia,
y a celebrar y proclamar nuestra fe en todo momento. El lema del año del Plan Nacional de Pastoral, el cual reza: “Con fe y fraternidad construimos la comunidad”, nos invita a edificar y desarrollar comunidades y familias fraternas y sólidas en la fe; vale decir, ancladas profundamente en Jesucristo y empapadas de la corriente de amor que brota de su gracia.
47. Con motivo del 50 aniversario del Concilio Vaticano II y los 20 años del Catecismo de la Iglesia Católica, establezcamos círculos de estudio en todas nuestras parroquias y comunidades para profundizar, muy especialmente, las cuatro Constituciones: Dei Verbum (Sobre la Divina Revelación), Lumen Gentium (Sobre la Iglesia), Sacrosanctum Concilium (Sobre la Sagrada Liturgia), y Gaudium et Spes (Sobre la Iglesia en el mundo actual). Leamos y estudiemos también nuestro Catecismo de la Iglesia Católica el cual es un compendio doctrinal de todas las verdades que creemos. Un católico bien instruido es un fiel que mantiene su identidad y es al mismo tiempo un ciudadano que valora sus derechos y pone en práctica sus deberes para con los demás.
IX. Conclusión
48. Que la Virgen María de la Altagracia, la fiel creyente, la primera evangelizada y la gran evangelizadora de nuestro pueblo, nos ayude a ser servidores como ella, quien con su espíritu virginal, fue la enteramente disponible para servir a Dios y a los demás; que ella desde su humildad, su espíritu fuerte manifestado en el Calvario; su profundidad espiritual que la llevó a hacer la voluntad de Dios en todas las cosas, nos inspire para que asumamos desde nuestra fe, el compromiso que implica decir sí a la llamada de Jesús, con conciencia clara de que es un don que nadie merece y que el Señor regala a quien quiere y donde quiere, motivado por su amor y su misericordia. Que ella también nos ayude a mantener la fe en superar nuestras necesidades económicas, fe en que podemos salir de la pobreza extrema, fe en que podemos vivir la justicia y la caridad para alcanzar todos juntos un mejor bienestar de vida.
Santo Domingo 21 de enero del año 2013, fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia.
Les bendicen,
† Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Primado de América, Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano
† Ramón Benito De La Rosa y Carpio, Arzobispo Metropolitano de Santiago de los Caballeros
† Juan Antonio Flores Santana, Arzobispo Emérito de Santiago de los Caballeros
† Fabio Mamerto Rivas, S.D.B., Obispo Emérito de Barahona
† Jesús María De Jesús Moya, Obispo Emérito de San Francisco de Macorís
† Francisco José Arnáiz Zarandona, S.J., Obispo Auxiliar Emérito de Santo Domingo
† José Dolores Grullón Estrella, Obispo de San Juan de la Maguana
† Antonio Camilo González, Obispo de La Vega
† Amancio Escapa Aparicio, O.C.D., Obispo Auxiliar de Santo Domingo
† Pablo Cedano Cedano, Obispo Auxiliar de Santo Domingo
† Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, Obispo de la Altagracia, Higüey, Vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano
† Francisco Ozoria Acosta, Obispo de San Pedro de Macorís
† Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez, Obispo de Baní
† Rafael Leonidas Felipe Núñez, Obispo de Barahona
† Diómedes Espinal De León, Obispo de Mao-Montecristi
† Julio César Corniel Amaro, Obispo de Puerto Plata
† Valentín Reynoso Hidalgo, M.S.C., Obispo Auxiliar de Santiago de los Caballeros
† Víctor Emilio Masalles Pere, Obispo Auxiliar de Santo Domingo
† Fausto Ramón Mejía Vallejo, Obispo de San Francisco de Macorís
Notas:
1 Benedicto XVI, Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio” Porta Fidei, n. 2 Benedicto XVI, Homilía en la Misa de inicio de Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710; Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio” Porta Fidei, n. 2.
3 Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio” Porta Fidei, n. 6.
4 Cf. Gn 12, 1ss.
5 Cf. Lc 9, 3.57-62.
6 Benedicto XVI, Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio” Porta Fidei, n. 6.
7 Idem, n. 9.
8 Cf. Idem, n. 2.
9 Cf. Rom 4, 18.
10 Cf. Gn 12, 1.
11 Cf. Gn 22, 1-19
12 Cf. Ex 3, 4-10.
13 Cf. Ex 14, 15-31.
14 Cf. Prov 8, 32-36.
15 Cf. Dt 7, 9.
16 Cf. Is 7, 9.
17 Cf. Is 43, 1.
18 Cf. Is 40, 29.
19 Cf. Is 49, 15.
20 Cf. Is 44, 23.
21 Cf. Ef 2, 4-10; Col 2, 9-13; Rm 5, 1-2.
22 Cf. Mc 1, 15.
23 Cf. Mc 3, 14.
24 Cf. Jn 15,1-17.
25 Cf. Mc 2,16-20; Mt 4,18-21; 10, 8-9; Lc 5, 1-22.26.
26 Cf. Lc 14, 26-27.
27 Cf. Rm 10, 14-18.
28 Cf. Jn 3, 14-21.
29 Cf. 1Cor 7-8.
30 Cf. Ef. 2, 15; 4, 17-32.
31 Cf. Mt 5, 14-16; Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 1.
32 Cf. Gn 12, 1.
33 Cf. Gn 15, 5.
34 Cf. Gn 17, 7-8.
35 Cf. Gn 15, 6.
36 Cf. Mt 5, 4; Lc 6, 20.
37 Cf. Jn 6, 56.
38 Cf. Jn 14, 2-4.
39 Cf. Jue 7.
40 Cf. 1Sam 17, 40-54.
41 Cf. Mc 11, 23; Mt 17, 20; Lc 17, 5-6.
42 Cf. Mt 4, 20.
43 Cf. Lc 6, 27-35.
44 Cf. Mt 10, 1-4; Mc 3,13-19; Lc 6, 12-16.
45 “Al traerse a sí mismo, trajo toda novedad” dice San Ireneo en su obra
Adversus haereses, lib IV. 34, 1.
46 Cf. Mt 5-7.
47 Cf. Mt 23, 27.
48 Cf. Mt 23, 33.
49 CELAM, Documento de Aparecida, n. 479.
50 Cf. Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1o Enero 2013, n. 2.
51 CELAM, Documento de Aparecida, n. 387.
52 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, n. 27.
53 Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas est, n. 28.
54 Cf. Mt 20, 25-28; Mc 10, 28-31; Lc 22, 24-28.
55 Cf. Mc10, 41-45; Lc 22, 24-27; Jn 13, 1-17.
56 Cf. Mt 20, 24-28.
57 Cf. Mt 9, 9.
58 Cf. Jn 8, 1-11.
59 Cf. Mc 12, 41-44.
60 Cf. Lc 10, 38-42.
61 Cf. Mt 11, 7-14.
62 Cf. Lc 15, 11-32.
63 Cf. Mc 10, 46-52.
64 Cf. Jn 11, 33-57.
65 Cf. Lc 19, 41-44.
66 Cf. Mc 15, 1-15.
67 Cf. Jn 4, 1-45.
68 Cf. Mt 23, 1-33.
69 Cf. Lc 23, 1-13.
70 Cf. Mc 8, 15; Lc 23, 8-12.
71 CELAM, Documento de Aparecida, n. 491-492.
72 Juan Pablo II, Encíclica Fides et Ratio, Introducción.
73 CELAM, Documento de Aparecida, n. 548.
74 Cf. Idem, n. 550.
75 Cf. Ef 5, 1-33.
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del Segundo domingo del Tiempo Ordinario, del padre Jesús Álvarez, paulino.
Jesús transforma nuestras penas en alegrías
Comentario al evangelio del Domingo 2° del T.O./C
Por Jesús Álvarez SSP
"Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino." Jesús le respondió: "Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora." Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan lo que él les diga." Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: "Llenen de agua esos recipientes." Y los llenaron hasta el borde. Les dijo: ”Saquen ahora y llévenle al mayordomo." Y ellos se lo llevaron. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: "Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final". (Jn. 2,1-11)
Son incontables los matrimonios celebrados en la Iglesia católica que terminan en el fracaso de la desintegración de la familia, porque no han admitido a Cristo como miembro principal de la familia, o lo han excluido de ella, por haber fundamentado la vida matrimonial en la arena del placer, de la comodidad, del dinero, de valores pasajeros…
Jesús santifica con su presencia y acción las bodas de Caná, confirmando como sagrado el matrimonio, instituido por Dios mismo. Jesús confiere valor de salvación a la unión conyugal, a los cantos, a la alegría, a la música, al baile que la acompañan. Todo lo verdaderamente humano está abierto a lo divino y a lo eterno.
Con la celebración sacramental del matrimonio, los esposos acogen para siempre a Cristo como el primer miembro de la familia, garantía de la perseverancia en el amor fiel, en el camino de la salvación, en el perdón de las ofensas, paciencia en las pruebas y sufrimientos.
Dios está en nuestras penas, para transformarlas en fuente de felicidad y de vida eterna. Pero también está en nuestras alegrías sanas para eternizarlas. Felices quienes perciben su presencia y le hacen espacio en sus deseos, sufrimientos y alegrías, en sus corazones y en sus hogares.
¿Por qué extrañarse de que sobrevengan tempestades fatales cuando la pareja, la familia se olvida de Cristo, lo arrincona, lo excluye de su vida, del santuario doméstico, del hogar?
Eso les pasó a los apóstoles cuando se fueron a pescar sin Jesús y sin orar: no pescaron nada. Y también cuando las olas amenazaban acabar con ellos en ausencia del Maestro. Pero todo terminó bien, porque acogieron a Jesús que los salvó.
La pareja y la familia cristiana --unida a Cristo--, tiene garantizada la presencia del Resucitado por su palabra infalible: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). Lo decisivo es que también la familia esté con Él todos los días. La familia que ora unida, permanece unida y se salva unida.
Y cuando amenaza el peligro, lo llama a gritos, como los apóstoles: “¡Sálvanos, Señor, que perecemos!” (Mt. 8, 25), porque se hunde nuestra barca familiar.
Con Cristo presente, la pareja será feliz en la fecundidad natural, con la vida engendrada. Y hará realidad la fecundidad salvífica, que consiste en engendrar a los hijos también para la vida eterna, mediante la fe, la oración, el ejemplo, el amor a Dios, el sufrimiento ofrecido, la palabra y las obras de bien.
ZENIT nos ofrece el mensaje íntegro del Papa durante la Audiencia del miércoles, 16 de Enero de 2013, dirigido a los peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas.
Queridos hermanos y hermanas:
El Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Divina Revelación Dei Verbum, afirma que la verdad íntima de toda la revelación de Dios brilla para nosotros "en Cristo, que es al mismo tiempo el mediador y la plenitud de toda la Revelación" (n. 2). El Antiguo Testamento nos narra cómo Dios, después de la creación, a pesar del pecado original y de la arrogancia del hombre de querer ponerse en el lugar de su Creador, ofrece de nuevo la posibilidad de su amistad, especialmente a través de la alianza con Abraham y el camino de un pequeño pueblo, el de Israel, que Él elige no con los criterios del poder terrenal, sino simplemente por amor. Es una elección que sigue siendo un misterio y revela el estilo de Dios que llama a algunos, no por excluir a los demás, sino para que hagan de puente que conduzca hasta Él: la elección es siempre elección para los demás.
En la historia del pueblo de Israel podemos seguir los pasos de un largo camino en el que Dios se da a conocer, se revela, entra en la historia con palabras y con acciones. Para este trabajo, Él se sirve de mediadores, como Moisés, los profetas, los jueces, personas que comunican al pueblo su voluntad, recordando la necesidad de ser fieles a la alianza y de mantener viva la esperanza de la plena y definitiva realización de las promesas divinas.
Y es la realización de estas promesas las que hemos contemplado en Navidad: es la revelación de Dios que llega a su punto máximo, a su plenitud. En Jesús de Nazaret, Dios realmente visita a su pueblo, visita a la humanidad de una manera que va más allá de todas las expectativas: envía a su Hijo unigénito; Dios mismo se hizo hombre. Jesús no nos dice cualquier cosa de Dios, no habla simplemente del Padre, sino que es la revelación de Dios, porque es Dios, y nos revela así el rostro de Dios. En el prólogo de su evangelio, san Juan escribe: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn. 1,18).
Quiero centrarme en este "revelar el rostro de Dios". En este sentido, san Juan, en su evangelio, nos relata un hecho significativo que hemos escuchado hoy. Al acercarse a la pasión, Jesús reafirma a sus discípulos, exhortándoles a no tener miedo y a tener fe; después establece un diálogo con ellos en el que habla Dios Padre (cf. Jn. 14,2-9). A un cierto punto, el apóstol Felipe le pide a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Jn. 14,8). Felipe es muy práctico y concreto, dice lo que nosotros también quisiéramos decir: "queremos ver, muéstranos al Padre"; pide "ver" al Padre, ver su rostro. La respuesta de Jesús es una respuesta no solo para Felipe, sino también para nosotros y nos lleva al corazón de la fe cristológica; el Señor le dice: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14,9). Esta expresión contiene de modo sintético la novedad del Nuevo Testamento, aquella novedad que se apareció en la gruta de Belén: Dios se puede ver, Dios ha mostrado su rostro, es visible en Jesucristo.
A lo largo del Antiguo Testamento es recurrente el tema de la "búsqueda del rostro de Dios", el deseo de conocer este rostro, el deseo de ver a Dios como Él es, tanto así que el término hebreo pānîm, que significa "rostro", se menciona no menos de 400 veces, y 100 de ellas se refiere a Dios: 100 veces se refiere a Dios, por si queremos ver el rostro de Dios. Sin embargo, la religión judía prohíbe todas las imágenes, porque Dios no puede ser representado, como lo hacían los pueblos vecinos con el culto a los ídolos; por lo tanto, con esta prohibición de las imágenes, el Antiguo Testamento parece excluir totalmente el "ver" del culto y de la devoción. ¿Qué significa entonces, para el israelita piadoso, buscar el rostro de Dios, a sabiendas de que no puede haber una imagen?
La pregunta es importante: por un lado quiere decir que Dios no puede ser reducido a un objeto, como una imagen que se agarra con la mano, ni tampoco se puede poner algo en el lugar de Dios; y por otro lado, sin embargo, se afirma que Dios tiene un rostro, es decir, que es un "Tú" que puede entrar en una relación, que no está cerrado en su Cielo para mirar desde lo alto a la humanidad. Sin duda Dios está por encima de todo, pero se dirige hacia nosotros, nos escucha, nos ve, habla, establece pactos, es capaz de amar. La historia de la salvación es la historia de Dios con la humanidad, es la historia de esta relación de Dios que se revela progresivamente al hombre, que hace conocerse a sí mismo, su rostro.
Al comienzo del año, el 1 de enero, hemos escuchado, en la liturgia, la hermosa oración de bendición sobre el pueblo: "El Señor te bendiga y te guarde; que ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio; que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz" (Nm. 6,24-26). El esplendor del rostro divino es la fuente de la vida, es aquello que nos permite ver la realidad; la luz de su rostro es la guía de la vida.
En el Antiguo Testamento hay una figura a la que está conectado de una manera muy especial el tema del "rostro de Dios"; se trata de Moisés, a quien Dios escogió para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, para que le diera la Ley de la alianza y guiarlos hacia la Tierra Prometida. Pues bien, en el capítulo 33 del libro del Éxodo, se dice que Moisés tenía una relación cercana y confidencial con Dios: "El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo" (v. 11). En virtud de esta confianza, Moisés le pregunta a Dios: "Déjame ver tu gloria", y la respuesta de Dios es clara: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor ... Pero mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida ... Aquí hay un sitio junto a mí... verás mi espalda; pero mi rostro no lo verás" (vv. 18-23). Por un lado, hay un diálogo cara a cara, como amigos, pero por el otro, está la imposibilidad, en esta vida, de ver el rostro de Dios, que permanece oculto; la visión es limitada. Los Padres dicen que estas palabras: "tu solo puedes ver mis espaldas", quiere decir: tú solamente puedes seguir a Cristo y siguiéndolo ver por detrás de su espalda el misterio de Dios; a Dios se le puede seguir viendo sus espaldas.
Sin embargo, algo nuevo sucede con la Encarnación. La búsqueda del rostro de Dios recibe un cambio inimaginable, porque ahora se puede ver este rostro: el de Jesús, del Hijo de Dios que se hizo hombre. En Él, se cumple el camino de la revelación de Dios iniciado con la llamada de Abraham, Él es la plenitud de esta revelación, porque él es el Hijo de Dios, y es a la vez "mediador y plenitud de toda la revelación" (Const. Dogm. Dei Verbum, 2), en Él el contenido de la Revelación y el Revelador coinciden. Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos hace conocer el nombre de Dios. En la oración sacerdotal de la Última Cena, Él le dice al Padre: "He manifestado tu Nombre a los hombres... Yo les he dado a conocer tu nombre" (cf. Jn. 17,6.26).
El término "nombre de Dios" se refiere a Dios como Aquel que está presente entre los hombres. A Moisés, frente en la zarza ardiente, Dios había revelado su nombre, es decir, se había vuelto invocable, había dado una señal concreta de su "ser" entre los hombres. Todo esto encuentra su realización y plenitud en Jesús: Él inaugura de un modo nuevo la presencia de Dios en la historia, porque el que le ve a Él, ve al Padre, como le dice a Felipe (cf. Jn. 14,9). El cristianismo --dice san Bernardo--, es la "religión de la Palabra de Dios"; pero no, "una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo" (Hom. super missus est, IV, 11: PL 183, 86B). En la tradición patrística y medieval se usa una fórmula particular para expresar esta realidad: se dice que Jesús es el Verbum abbreviatum (cf. Rm. 9,28, en referencia a Is. 10,23), la Palabra corta, abreviada y sustancial del Padre, quien nos ha dicho todo acerca de Él. En Jesús toda la Palabra está presente.
En Jesús la mediación entre Dios y el hombre también encuentra su plenitud. En el Antiguo Testamento hay una gran cantidad de figuras que han desarrollado esta función, sobre todo Moisés, el libertador, el guía, el "mediador" de la alianza, como lo define también el Nuevo Testamento (cf. Ga. 3,19; Hch. 7 , 35; Jn. 1,17). Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no es simplemente uno de los mediadores entre Dios y el hombre, sino que es "el mediador" de la nueva y eterna alianza (cf. Hb. 8,6; 9.15, 12.24), "porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre" (1 Tm. 2,5, Ga. 3,19-20). En Él podemos ver y conocer al Padre; en Él podemos invocar a Dios con el nombre de "Abbà, Padre"; en Él se nos da la salvación.
El deseo de conocer a Dios verdaderamente, que es ver el rostro de Dios, está presente en todos los hombres, incluso en los ateos. Y tenemos, tal vez sin saberlo, este deseo de ver quién es Él, lo que es, quién es para nosotros. Pero este deseo se realiza en el seguimiento de Cristo, así vemos las espaldas y finalmente también vemos a Dios como un amigo, su rostro en el rostro de Cristo. Lo importante es que sigamos a Cristo no solo en el momento en el que tenemos necesidad, y cuando encontramos un lugar en nuestras tareas diarias, sino con nuestra vida como tal. Toda nuestra existencia se debe dirigir hacia el encuentro con Jesucristo, a amarlo; y, en ella, debe tener un lugar central el amor al prójimo, aquel amor que, a la luz del Crucifijo, nos hace reconocer el rostro de Jesús en los pobres, en los débiles, en los que sufren. Esto solo es posible si el verdadero rostro de Jesús se ha hecho familiar en la escucha de su Palabra, hablando interiormente; por que en el entrar en esta Palabra, es que de verdad lo encontramos, y por supuesto en el misterio de la Eucaristía.
En el evangelio de san Lucas es significativo el pasaje de los dos discípulos de Emaús, que reconocen a Jesús al partir el pan, pero preparados durante el camino por Él; dispuestos gracias a la invitación que le hicieron para que se quedara con ellos, preparados por el diálogo que hizo arder sus corazones; es así que al final, vieron a Jesús. También para nosotros, la Eucaristía es la gran escuela en la que aprendemos a ver el rostro de Dios, entramos en una relación íntima con Él; y aprendemos al mismo tiempo a dirigir la mirada hacia el momento final de la historia, cuando Él nos llenará con la luz de su rostro. En la tierra caminamos hacia esa plenitud, a la espera gozosa que se cumpla realmente el Reino de Dios. Gracias.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Reflexión a las lecturas del domingo segundo del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 2º del T. Ordinario C
Podíamos decir que el de hoy es el Evangelio de la Virgen y de las bodas. La intención mariana del texto es evidente. En un primer momento, la Virgen ocupa el centro de la escena: “En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”. Es posible que los novios fueran familiares o muy allegados a Ella. Y parece que estaba al tanto de todo lo que sucedía y, por eso, se dio cuenta de que faltaba vino. ¿Y cómo se podía resolver aquella dificultad tan grave? ¿Dónde conseguir ahora el vino? María tiene conocimiento del “misterio de Jesús”: de su poder y de su bondad. Sólo ella conoce “el secreto”. Y lo pone todo en sus manos: “No les queda vino…” “Haced lo que Él diga…”.El relato concluye con un resumen del evangelista que dice: “Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él”.
Es, por tanto, una gran manifestación de Jesucristo la que se produce en estas bodas. Por eso forma parte de la Solemnidad de la Epifanía del Señor como comentábamos el otro día.
Es este un texto importante a la hora de reflexionar sobre la Virgen, especialmente, sobre su función intercesora…, e, incluso, puede servirnos para revisar nuestra relación con la Virgen cuando está comenzando un nuevo año.
Y decíamos también que es el Evangelio de las bodas por la frecuencia con que se usa este texto en dichas celebraciones, y por todo el misterio que representa.
Cuando hablamos con los novios, solemos recurrir a este texto a la hora de tratar de la presencia del Señor en el matrimonio cristiano. Hablamos, incluso, de la necesidad y la importancia de “invitar a Jesucristo” a la boda y de tomar conciencia de que la presencia y la acción de Cristo en el matrimonio cristiano viene garantizada por un sacramento.
Por tanto, en medio de una boda, lugar de alegría, ilusiones y esperanzas, realiza Jesús su primer milagro. Él es el novio (Mt 9,15); el que viene a desposarse con la humanidad y así, a elevar al hombre a una relación esponsal con Dios. Leí estos días que la Navidad es una “Fiesta de Nupcias con Dios”.
La primera lectura anuncia los tiempos del Mesías con la imagen de unas bodas de Dios con su pueblo… La abundancia de vino prefigura los dones mesiánicos que trae al mundo. De dones para la edificación de la comunidad trata hoy la segunda lectura.
Ojalá que este acontecimiento que nos presenta el Evangelio de este domingo, haga que también nosotros, como los discípulos, contemplemos la gloria de Cristo y crezca nuestra fe en Él.
¡BUEN DOMINGO! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
Subsidio litúrgico para la misa de la jornada de la Infancia Misionera 2013, publicada en la revista ILUMINARE, Nº 387 - ENERO 2013 recibida en la parrquia con los materiales para su celebración el 27 de Enero.
27 de Enero 2013 - Jornada de infancia misionera
Guión litúrgico para la Eucaristía
MONICIÓN DE ENTRADA
Como cada año, en el cuarto domingo de enero, celebramos, en el Día del Señor, la Jornada de la Infancia Misionera. Obras Misionales Pontificias propone, como lema de este 2013, “Con los niños de Europa... acogemos a todos como Jesús”, en continuidad con los otros lemas de los cuatro últimos años.
La propuesta es una invitación a los más pequeños para que se unan a los niños europeos y, todos juntos, puedan acoger a todos los niños del mundo como lo hizo Jesús. Además, este año que celebramos el 170 aniversario del nacimiento de la Infancia Misionera en Nancy (Francia), el objetivo es lograr que “los niños ayuden a los niños”, como propuso su fundador.
Hoy, 170 años después, los niños de España, unidos a los demás de Europa, quieren seguir ayudando a todos los niños del mundo, y una manera de realizar esa ayuda es con la acogida; una acogida fraterna y cordial, como la que Jesús y su Iglesia dispensan a todos los fieles cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía, a la que todos son invitados y bienvenidos. Con alegría, dispongámonos a acoger al sacerdote que nos preside.
ACTO PENITENCIAL
Puestos en la presencia de Jesús, que hoy nos dice que ha venido a anunciar el Evangelio a los pobres, la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, reconocemos que necesitamos de su amor y de su perdón:
Por las veces que mostramos indiferencia y “pasamos” de las necesidades de los otros, no siendo para ellos una Buena Noticia. Señor, ten piedad.
Por querer siempre que otros hagan lo que yo quiero, como yo quiero, sin escuchar, sin intentar comprender y no respetando su libertad. Cristo, ten piedad.
Por las veces que no nos damos cuenta de las necesidades de nuestros amigos y de las personas que tenemos a nuestro alrededor. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Las lecturas de este domingo llaman a la unidad, a la unidad en torno a Dios. La primera muestra a todo el pueblo de Dios escuchando su Palabra, y en la segunda Pablo usa el símil del cuerpo humano para explicar la diversidad y la unidad de la Iglesia: miembros diversos que forman un solo cuerpo. Es la escucha atenta de la Palabra y el reconocernos formando un solo cuerpo lo que nos permite descubrir el mensaje liberador de Jesús, el Mesías. Esto es lo que nos hace capaces de ser en nuestros días una Buena Noticia para los demás, como Jesucristo lo fue y lo es para todos.
SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
· La llamada a la unidad de las lecturas puede relacionarse con las palabras del lema de la Jornada: “Con los niños de Europa” y “acogemos”. Es verdad que el pequeño aporte de un niño a la Infancia Misionera no es más que una gotita de agua ante tantas necesidades, pero no es menos cierto que los océanos se forman con la suma de pequeñas gotas de agua. Esto es lo que ha pasado y celebramos en el 170 aniversario de la Infancia Misionera.
· “Acogemos... como Jesús”, afirmamos en el lema de esta Jornada, y hoy el Evangelio nos presenta a Jesús como Buena Noticia, como libertad, como luz que ilumina, que da vista. Acoger es todo esto: ser una buena noticia, un motivo de alegría, de esperanza, de ilusión, como lo es la Infancia Misionera para tantos niños que necesitan de escuelas, de atención sanitaria, de formación cristiana...
· Tanto la Jornada de la Infancia Misionera como la Palabra de Dios nos invitan a acoger, a tender la mano al que nos necesita, al cautivo, al ciego... Es lo que hace 170 años los niños de Nancy, motivados por el obispo Forbin-Janson, hicieron con los pequeños de China, a los que no conocían, sino solamente de oídas, y que aún no habían sido bautizados; con su generosidad aquellos niños iniciaron la Obra de la Infancia
ORACIÓN DE LOS FIELES
Tras confesar, en este Año de la Fe, nuestra fe en Dios, que nos ama y que manifiesta su amor en la acogida que Cristo nos hace en la Eucaristía, presentamos confiados nuestras oraciones, diciendo: Acoge nuestra oración.
Por la Iglesia, extendida por todo el mundo, para que sea luz en medio de las dificultades, motivo de esperanza para los que sufren y lleve el mensaje de Jesús a toda persona y a todo lugar. Oremos.
Por la Iglesia en Europa, para que abra sus puertas a las necesidades de los niños que viven en su territorio, sepa acoger fraternalmente a los que llegan con sus padres procedentes de otros continentes, y atienda solícita y fraternalmente a los que viven en situaciones de necesidad. Oremos.
Por los que tienen responsabilidad en el gobierno de las naciones y en el mundo de la economía, para que, siendo conscientes de las necesidades de sus pueblos, especialmente las de los más débiles y los niños, actúen buscando siempre la paz y el progreso de sus pueblos. Oremos.
Por todos los que sufren, especialmente por los niños que padecen las consecuencias de la crisis, tienen que vivir con sus padres en la calle y carecen de lo necesario para llevar una vida digna, para que vean en nosotros un motivo de esperanza. Oremos.
Por todos nosotros, que cada domingo escuchamos la Palabra de Dios, para que vivamos conforme a su voluntad, abiertos a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente las de los más pequeños, y los acojamos, como Jesús los acogía y bendecía. Oremos.
Escucha, Padre de bondad y misericordia, nuestras oraciones y atiende las necesidades de tus hijos más pequeños. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor, que fue niño como nosotros, y tuvo que vivir en su infancia la persecución y la migración.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Nos disponemos a preparar el altar, y a la hora de hacerlo no podemos dejar de pensar en los niños necesitados de Europa y del mundo entero. Por ello, junto con el pan y el vino, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos acoge y alimenta a todos, ponemos ante el altar parte de nuestros bienes, que serán signo de la acogida fraterna a todos los niños y niñas necesitados del mundo.
José Luis Bleda. Delegación Diocesana de Misiones, Cartagena
Mensaje para la jornada de la Infancia Misionera 2013 del Director de OMP de España, publicado en la revista ILUMINARE, Nº 387 - ENERO 2013, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración el 27 de Enero.
La Obra pontificia INFANCIA MISIONERA
Por D. Anastasio Gil García
Director Nacional de OMP
El Secretariado de Infancia Misionera de España se propuso, hace cinco años, recorrer con nuestros niños los cinco continentes. El programa tenía un carácter formativo, inspirado en la iniciación cristiana, y en compañía de los niños del continente visitado. El itinerario se inició en Asia, donde los niños trataron de buscar a Jesús. El lema que se les propuso en el año 2009 era un reto: “Con los niños de Asia... buscamos a Jesús”. Al año siguiente, 2010, fue en compañía de los niños de África cuando vivieron la experiencia del encuentro con el Señor. Una vez lo encontraron, se decidieron a seguirlo, pero no solos, sino en compañía de los niños de Oceanía, allá por 2011. El grupo se iba incrementando, hasta el punto de vivir, entre todos, la alegría de compartir la vida con el Maestro. Llegó el momento, en 2012, de hablar de Jesús en unión con los niños de América. Finalmente, en este 2013, los niños de Infancia Misionera invitan a los niños de Europa para formar una familia con Jesús y, para ello, se les propone como lema “Con los niños de Europa... acogemos a todos como Jesús”.
Todo arrancó del III Encuentro Nacional de Infancia Misionera, en el año 2009, donde miles de niños se proclamaron misioneros y se comprometieron, junto con sus padres y educadores, a vivir la experiencia de la universalidad. Con el aliento recibido en aquel añorado Encuentro, la mayoría de los grupos de niños, apoyados en los recursos pedagógicos que se les han ofrecido, han hecho realidad el carisma fundacional de esta corriente misionera que se inició hace 170 años. Lo que entonces fue una pequeña llama, ahora se ha convertido en un fuego abrasador para contagiar el entusiasmo apostólico a las familias, los centros educativos, las parroquias... Así es la vida de estos “pequeños misioneros”.
La cosa empezó en Francia
El obispo francés Carlos-Augusto Forbin-Janson se siente profundamente conmovido ante las noticias que le llegan de los misioneros que trabajan en Extremo Oriente. La situación dramática de la población y, especialmente, de los niños le mueve a tomar partido para ayudar a los misioneros que están gastando su vida en favor de los pobres, entre los cuales los niños alcanzan prioridad, por ser los más vulnerables. La certeza de que miles de niños mueren sin el bautismo, y la situación de tantos otros que están hambrientos, enfermos y abandonados le lleva a poner en marcha un movimiento de solidaridad. Para ello no acude a los poderosos, sino a los niños que hay en su diócesis. Les hace partícipes de esta situación y les ofrece la posibilidad de acompañarle para ayudar a otros niños. Como Pablo, escucha la llamada del macedonio: “Ayúdanos”. Obediente a la llamada, Forbin-Janson pasa a la otra orilla, fortalecido con la cercanía de esos niños de su diócesis. De esta manera se ha abierto un nuevo cauce de solidaridad entre los niños de la Tierra. Fue en el año 1843.
Pío XI la asume como propia
El 3 de mayo de 1922, el papa Pío XI proclama y asume como propia esta iniciativa, a la que en sus primeros tiempos se veía como rama infantil de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. De esta forma, lo que en un principio el Espíritu Santo suscitó en el corazón de un obispo pasa de manera definitiva a ser compromiso de toda la Iglesia.
Posteriormente, el 4 de diciembre del año 1950 el papa Pío XII instituye la Jornada Mundial de Infancia Misionera; esta había de celebrarse entre la Navidad y la fiesta de la Purificación (2 de febrero). En nuestro país, desde hace ya muchos años, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha acordado que esta Jornada se celebre el cuarto domingo de enero, una vez que los niños se han incorporado al colegio y a la vida normal, después de haber concluido las fiestas de Navidad.
La Jornada de Infancia Misionera es la culminación de un programa de formación y de compromiso misionero –que los niños han vivido en la familia, en la escuela, en la comunidad cristiana…–, iniciado el primer domingo de Adviento. Durante ese tiempo se les ofrecen recursos pedagógicos e informáticos para ser niños misioneros. Tal vez uno de los acontecimientos más simpáticos es contemplar a estos grupos de chavales por las calles y plazas de pueblos y ciudades, siendo “sembradores de estrellas”, sin pedir otra cosa que una sonrisa. Más tarde depositarán sus ahorros en la “hucha del compartir”, junto con las aportaciones familiares, para entregarlos después en la colecta de Infancia Misionera, como hicieron los amigos del obispo Forbin-Janson.
Las necesidades no han cambiado
Las circunstancias en las que viven más de la mitad de los niños en el mundo desgraciadamente no son distintas de las que movieron a Mons. Forbin-Janson a salir de los límites de su diócesis para ir al encuentro de los “hijos de la miseria”. Las agencias de noticias son persistentes en la denuncia de situaciones de la infancia en muchos países. Sirvan como muestra los siguientes datos sobre la “no existencia” de los niños en África, aportados en un foro organizado por Unicef, del que informa la agencia “Fides”: “Nacen, viven y mueren, pero no consta que hayan existido nunca: todavía más de la mitad de los niños africanos no resultan inscritos en el registro civil en su nacimiento, por lo que carecen de cualquier derecho, resultando ciudadanos que ‘no existen’. Según los cálculos realizados, en una zona rural pobre, donde la gente vive con menos de 1 dólar al día, un residente debería pagar 25 dólares para registrar el nacimiento del propio hijo en un centro urbano y obtener el certificado. Todavía en el siglo XXI permanece este resto de colonialismo que no prevé la inscripción de los nuevos nacimientos en el registro civil. Entre otros riesgos de esta grave falta, en el caso de que los menores sean detenidos, son tratados según las leyes que se aplican a los adultos, ya que no hay documentos que certifiquen su edad”.
Estos hechos no son un fenómeno aislado o exclusivo del continente africano. Desgraciadamente se dan en el mundo entero, bajo fórmulas distintas. A modo de ejemplo, miremos a América Latina, donde nos sorprenden noticias preocupantes. En Ecuador 15.000 niños trabajan como vendedores ambulantes en las calles de la ciudad. De ellos, el 63% emplean más de 40 horas a la semana hasta recaudar entre 100 y 1800 dólares al mes, que han de entregar a los explotadores. En países supuestamente más desarrollados del continente americano, como es el caso de Brasil, un millón de niños de entre 10 y 14 años son trabajadores-mendicantes, mientras que en Chile la violencia doméstica aumentó en el año 2011 un 8%, y el asesinato de los menores, un 33%.
Es la hora de los niños
La Obra Pontificia de la Infancia Misionera sigue alentando el compromiso misionero de los niños que desean colaborar con sus objetivos. Desde esta perspectiva, la actual secretaria general de esta Obra Pontificia, la doctora Baptistine Ralamboarison, animaba a los niños congregados ante el Santo Padre el pasado 6 de enero: “Muchachos, sois de la Infancia Misionera, capaces de creer en el papel que se os ha confiado, el de dar testimonio de vuestra fe todos los días con el espíritu de compartir y de solidaridad con vuestros compañeros dondequiera que estén… Con el entusiasmo, la creatividad y la energía de vuestra propia juventud, juntos formáis una fuerza capaz de transformar la oscuridad en luz… No tengáis vergüenza ni incertidumbre, confiando siempre en Dios. Él, en su grandeza, se ha hecho pequeño para revelarse al mundo y ser entendido por los hombres. Sigámosle”.
Hoy más que nunca los niños del mundo necesitan unos de otros. Ellos pueden sentir la necesidad de apoyarse y ayudarse. Es cierto que no pueden eliminar el sufrimiento de quienes padecen la marginación y el hambre, pero pueden vivir la experiencia de abrir los brazos y el corazón para acoger a los demás como lo hizo Jesús. El corazón de un niño no tiene fronteras; por eso, el mensaje del obispo Carlos-Augusto Forbin-Janson caló y se expandió con rapidez. Hoy podemos contemplar, después de 170 años, que el carisma fundacional cuenta cada día con más vitalidad, especialmente en los países donde los niños tienen la oportunidad de seguir un mínimo proceso formativo y de descubrir que la caridad evangélica es la fuente de su felicidad.
DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La primera Lectura es un mensaje de alegría y esperanza. El pueblo de Israel, maltratado con frecuencia por guerras y desgracias y, sobre todo, por el destierro de Babilonia, entrará en una situación nueva de dicha y de paz, porque el Señor le ama como un esposo bueno y fiel ama a su esposa.
SEGUNDA LECTURA
Durante todos estos domingos hasta que comience la Cuaresma, escucharemos, como segunda lectura, algunos fragmentos de la Carta de S. Pablo a los cristianos de Corinto.
Hoy nos habla el apóstol de la diversidad de dones que concede el Señor para el buen funcionamiento de la comunidad cristiana.
TERCERA LECTURA
El primer milagro de Jesús tiene lugar en medio de la alegría de una fiesta de bodas. Escuchemos la narración que nos hace el evangelista S. Juan.
(Pero antes de escucharlo, aclamemos a Cristo Esposo de la Iglesia, con el canto del aleluya).
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, Esposo de la Iglesia.
Démosle gracias por su amor y su misericordia y pidámosle que nos ayude a progresar en la contemplación de su persona y de sus signos, para que nosotros, como los discípulos del Evangelio de hoy, contemplemos su gloria y crezca nuestra fe en Él.
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la ultima semana en la diódecis.
38201. La Laguna. Tenerife.
Tfno.922-25 86 40/ Extensión 8
e-mail: [email protected]
Boletín 507
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
El 20 de enero celebramos la Jornada de las Migraciones bajo el lema “Contigo también”. En la página web del Obispado se puede encontrar el mensaje de la comisión episcopal de Migraciones y el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI. Este año, la delegación de migraciones y el arciprestazgo de Güïmar, han organizado dos momentos celebrativos. Por un lado, una vigilia de oración el sábado 19 de enero, a las20:00horas, en la parroquia de San Pedro Apóstol de Güímar. Y, por otro lado, la Eucaristía de la Jornada de Migraciones que se celebrará el 20 de enero, en la parroquia de San Juan Degollado de Arafo.
Entre el 18 y 25 de enero, celebraremos una nueva edición de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En esta ocasión el lema es a la vez una pregunta para todos los creyentes: “¿Qué exige el Señor de nosotros?” En la página web del Obispado (www.obispadodetenerife.es) se puede acceder al saludo del delegado de ecumenismo y diálogo interreligioso, el mensaje de la Comisión Episcopal y al material para celebrar esta jornada.
En nuestra diócesis tendremos dos celebraciones ecuménicas. La primera, el viernes 18 de enero en la Capilla Anglicana de Todos los Santos, en el Parque Taoro del Puerto de la Cruz, a las19:00horas. Y la segunda, con carácter diocesano, presidida por el Obispo, el viernes 25 de enero, en la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen en Los Cristianos, Arona, a las18:00horas.
El segundo módulo de la oferta formativa que lleva por título: ‘profesores para el cambio y la innovación’ se desarrolla este viernes y sábado en el edificio del Seminario. En esta ocasión el módulo se centrará en “la inteligencia al servicio de la responsabilidad y la creatividad”.
Las obras en la Catedral continúan avanzando y ya se estima se encuentran realizadas aproximadamente en un sesenta y cinco por ciento.
El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC) ha informado que a partir del segundo cuatrimestre del presente curso, y vinculados al Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Dámaso”, existirá la posibilidad de matricularse en la modalidad semi-presencial de los estudios de Ciencias Religiosas directamente en la secretaría virtual del ISCRD "San Dámaso". Para más información, se ha aconsejado contactar con el Secretario General del ISTIC, José Domingo Morales Hernández: [email protected].
Desde el viernes 8 de febrero, a las19:00horas, al martes 12 de febrero, a las21:00horas, la “Casa Mambré”, del Monasterio del Císter, en Breña Alta, acogerá una tanda de ejercicios espirituales dirigidos por el sacerdote jesuita Pedro Cambreleng. Las plazas son limitadas. Para más información se puede llamar al teléfono de Juan López, párroco de Breña Alta:690 34 07 73o922 43 70 77. La aportación para el retiro es de 120 € (entregar 60 € al inscribirse).
La nueva propuesta de formación teológica de Radio ECCA está avalada por la Facultad de Teología de Granada. La misma se sigue en Internet a través de la plataforma Moodle. La matrícula son 40 € y se aconseja dedicar unas 2 horas al día durante 11 semanas. Esta propuesta comenzará la primera semana de febrero. Para más información: www.radioeccaenlinea.org
Ha pasado por nuestra diócesis, Anastasio Gil, director de las Obras Misionales Pontificias (OMP). El motivo de la visita fue conocer cómo trabaja la delegación de Misiones de la Diócesis Nivariense y sobre todo, según expresó Gil, “aprender de quienes están al frente de este servicio para luego transmitir esta experiencia a la dirección nacional. De esta forma, mejoramos todos”.
La Vicesecretaría para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal ha desarrollado en Gran Canaria las terceras jornadas para responsables de la economía de las distintas diócesis en España. En las mismas participaron 110 ecónomos.
Del 4 al 8 de marzo, el Colegio de La Palmita, en el arciprestazgo de Santa Cruz de La Palma, acogerá las 5ª Jornadas de Formación en la Fe y en La Acción Pastoral. Este año se ofertan 5 cursos: 1.-«Sacrosanctum Concilium»: un nuevo modo de entender la celebración de la fe; 2.-«Lumen Gentium»: un nuevo modo de comprender el ser y la vida de la Iglesia; 3.-«Dei Verbum»: un nuevo modo de acercarse y vivir la Revelación y la Palabra de Dios; 4.-«Gaudium et Spes»: un nuevo modo de hacerse presente como iglesia en la sociedad y 5.-«Apostolicam Actuositatem»: un nuevo modo de entender la misión del laicado.
La Marcha Diocesana de Oración por la Paz será el 23 de febrero de 2013y recorrerá el denominado “Triángulo de la fe”: Chimisay-Chinguaro-Candelaria.
La Universidad de La Laguna (ULL) y el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, organizan para los días 25, 26 y 27 de febrero sus XVIII Jornadas de Ética y Política en torno al tema "La responsabilidad humana ante los desafíos de la biotecnología". Los profesores invitados para el desarrollo de los distintos títulos y ponencias serán: Lydia Feito, Agustín Domingo y Tomás Domingo Moratalla.
El domingo 3 de febrero se celebrará en la Casa de Ejercicios de Santa Cruz de Tenerife, la última tanda de ejercicios espirituales para sacerdotes del presente curso. Los mismos concluirán el viernes 8 de febrero y estarán dirigidos Mons. Julián Ruiz, Obispo de Huesca.
La Guancha se prepara para vivir los actos en honor a la patrona del municipio, la Virgen de La Esperanza y respetar así una tradición que data del siglo XVI. El viernes 18 de enero, a las11:00horas, se celebrará la eucaristía de los niños. Y a las18:30horas, se celebrará la misa en honor a la Virgen de La Esperanza. A continuación procesión por el recorrido habitual.
Del 4 de febrero al 15 de junio, Cáritas Diocesana pondrá en marcha la segunda edición del Triatlón por el empleo. Se trata de un curso para jóvenes entre 18 y 30 años, que estén desempleados y que deseen ampliar su formación. Los interesados pueden enviar un correo a [email protected]
Puntagorda, en La Palma celebró la fiesta litúrgica de su Patrón, San Mauro Abad. Los actos comenzaron con la eucaristía en la que predicó Isidoro Hernández Correa, párroco de Fuencaliente. Al finalizar, la imagen de S. Mauro salió en procesión hasta el cementerio donde se rezó un responso por todos los difuntos y se procedió a la bendición de la parte nueva de dicho camposanto. También en El Pinar, El Hierro, celebraron a su santo patrón, en esta ocasión S. Antonio Abad
El próximo "Punto de ENcuenTRO", espacio de oración eucarística, primero de este año, será el viernes 18 de enero, a las20:00horas, en la Capilla San Jorge (frente a la Plaza de los Patos, en Santa Cruz de Tenerife). Un espacio de oración en el marco de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
También el viernes 18 de enero, a las20:00horas, en la parroquia de San Matías, la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) ha invitado a todo aquel que lo desee, a orar por la situación del mundo obrero y del trabajo, en este contexto de crisis económica y de valores humanistas y cristianos.
Esta semana se ha reunido la delegación para el clero con el fin de concretar la formación permanente del próximo curso.
El 2 de febrero es la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén, conmemoración litúrgica popularmente llamada “La Candelaria”. Desde 1997, por iniciativa del beato Juan Pablo II, se celebra ese día la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. En nuestra Diócesis, se celebrará el fin de semana siguiente al 2 de febrero, por la coincidencia con la fiesta litúrgica de La Candelaria.
Como cada año con motivo del día del Seminario, los seminaristas de nuestra diócesis han comenzado a visitar cada una de las parroquias, compartiendo su testimonio en las celebraciones y encontrándose con niños y jóvenes en las distintas actividades parroquiales. También, si la oportunidad lo permite, compartirán su experiencia en algunos institutos y colegios. Bajo el lema: “Sé de quién me he fiado”, la visita arrancó el pasado fin de semana en los arciprestazgos de Icod de los Vinos y Tacoronte y se irá sucediendo progresivamente a lo largo de este trimestre.
Recientemente, fueron izadas las banderas anunciadoras de la Bajada Lustral de El Socorro en los tres lugares que visitará la imagen en Güímar: El Socorro, Chinguaro y la Parroquia de San Pedro Apóstol. Posteriormente se celebró la eucaristía y se dio lectura al pregón de la Bajada Lustral, a cargo de Javier Eloy Campos Torres.
El Ayuntamiento de La Laguna ha garantizado la continuidad del convenio de colaboración existente con la Casa de Acogida Madre del Redentor de El Sauzal, que presta servicio con alojamiento y estancia a 25 vecinos de La Laguna.
El Club Deportivo de Coches Clásicos y Antiguos Ciudad de Güímar realizó, por cuarto año consecutivo y con la colaboración del Ayuntamiento de Güímar, una ofrenda de casi 2.000 kilos de alimentos a la iglesia de Santo Domingo. Los miembros del Club llevan un mes recolectando esta comida que ha sido donada por comerciantes y vecinos del municipio y que irá destinada a Cáritas Interparroquial de Güímar y a La Casa Solidaria de San Pedro Arriba.
La nueva Junta de Gobierno de la Esclavitud del Cristo de La Laguna ha tomado posesión de sus respectivos cargos. De esta forma, el nuevo Esclavo Mayor pasa a ser el abogado lagunero Carlos Javier Pérez-Godiño Cabrera, quien sucede a Iván Manuel González Riverol. Asimismo, el cargo de Teniente Esclavo será ocupado por el periodista José Carlos Marrero
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo segundo del Tiempo Ordinario - C.
UN GESTO POCO RELIGIOSO
"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.
En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.
El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.
El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.
La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuenta de que "no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.
Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.
Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.
Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes se han quedado decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
20 de enero de 2013
2 Tiempo ordinario (C)
Juan 2, 1-11
Escrito de Don Bernardo Álvarez Afonso, obispo de Tenerife, para colocar en los programas de Semana Santa 2013.
“La vida la vivo en la fe del Hijo de Dios
que me amó y se entregó a sí mismo por mí”
Queridos diocesanos:
De nuevo “la Semana Santa”. ¿Qué sentido tiene celebrarla cada año? ¿Para qué estar repitiendo siempre las mismas celebraciones y procesiones? ¿Merece la pena tanto esfuerzo? ¿Qué queremos expresar y qué buscamos con todo ello?
En el culmen de la Semana Santa, la Vigilia Pascual, al renovar las promesas del bautismo se nos pregunta: ¿Renunciáis a creer que ya estáis convertidos del todo; a quedaros en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios? Se nos pide esta renuncia porque siempre necesitamos "ir a Dios", es decir, acercarnos personalmente a Dios para obtener de Él la redención, el perdón de los pecados. “Buscad al Señor y vivirá vuestro corazón”, nos dice el salmo 69. No podemos quedarnos en “hacer” ritos litúrgicos y procesiones. Tenemos que “celebrar” con alma, corazón y vida, el amor de Dios manifestado en Cristo nuestro Señor y Salvador. Tenemos que ir a Dios.
En las celebraciones que a lo largo del año se realizan en la vida de la Iglesia, se van desplegando los distintos aspectos de la salvación que, por medio de su Hijo Jesucristo, Dios ha realizado en favor de la humanidad. En efecto, los cristianos creemos que "tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo", no para condenarlo y destruirlo, sino para que el mundo se salve por Él (cf. Jn. 3,16-17).
En la Liturgia celebramos los acontecimientos más significativos de la vida de Cristo, no como un mero recuerdo o representación teatral de unos hechos pasados, sino como el medio por el cual participamos en los “frutos de la redención” que Él nos ha conseguido con su vida, muerte y resurrección. Todo lo acontecido en la vida de Jesucristo tiene que ver con nosotros, con nuestra vida actual y con nuestro destino futuro. Todo lo hizo “por nosotros y por nuestra salvación”.
En la Navidad hemos celebrado que, por nosotros y por nuestra salvación, “Dios envió a su Hijo nacido de una mujer”; lo hemos contemplado en la fragilidad de un niño recién nacido, “envuelto en pañales y recostado en un pesebre” y, sin embargo, presentado por los ángeles como “el Salvador, el Mesías, el Señor”. Así lo reconocen los Magos que se postran ante Él y lo adoran; así lo reconoce, a los cuarenta días de su nacimiento, el anciano Simeón cuando al ver el niño con María, su madre, bendice a Dios por permitirle ver “al Salvador..., luz para alumbrar a las naciones”.
También, como Salvador, lo reconoce y presenta Juan el Bautista, cuando ya Jesús es adulto, diciendo de Él: “Es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Y como Salvador se presentó Jesús a sí mismo, tanto por sus acciones, pues pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, como con sus palabras, afirmando que vino a “buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc. 19,10).
Ahora, nosotros, con las celebraciones de Semana Santa, nos disponemos a proclamar y celebrar nuestra fe en Jesucristo, “Hijo único de Dios, que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo… y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día” (palabras del Credo). Es lo que llamamos el Misterio Pascual de Cristo: muerte y resurrección. El paso (=pascua) de Cristo de la muerte a la vida. Como proclamamos en la liturgia de la misa: “Él mismo se entregó a la muerte y resucitando restauró la vida”. Todo ello, por nosotros y por nuestra salvación.
En uno de los pasos procesionales de la Semana Santa, contemplamos a Jesús en brazos de María su madre. No ya niño, sino adulto y muerto, después de ser bajado de la cruz en la que entregó su vida “en rescate por todos”. Cada uno de nosotros, como hizo el anciano Simeón cuando Jesús fue llevado al templo, debemos bendecir a Dios dándole gracias por haber conocido y creído en el amor que Él nos tiene y que nos ha manifestado en la entrega de su Hijo Jesucristo en la cruz; pues, como nos dice San Pablo, “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom. 5,8); y, con la carta a los Hebreos, creemos que “Jesús se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9,26), por eso, con gratitud le decimos: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
En la Semana Santa, con la liturgia, las procesiones y otros actos de piedad, celebramos la “memoria viva” de los últimos días de la existencia histórica de Jesucristo, es decir, los días de su pasión salvadora, de su muerte y sepultura y de su gloriosa resurrección. Decimos “memoria viva”, porque no se trata de un mero recuerdo o representación estética de aquellos sucesos, sino de la meditación y contemplación de los mismos “cómo si presente me hallase” pues, para un corazón creyente, recordar la vida de Jesucristo es entrar en relación personal con Él.
Con la Semana Santa lo que buscamos no es una puesta en escena, cada vez más bonita, de las celebraciones litúrgicas y de las procesiones. Todo eso, aun siendo importante y necesario, no son sino "medios" para algo infinitamente superior: "Ir a Dios". Lo más importante de la Semana Santa es que cada uno nosotros, en la actual situación de nuestra vida -con su luces y sombras- pongamos los ojos en Jesucristo y nos aprovechemos de todo lo que Él nos ofrece: de su palabra, de su amor, de su perdón, de su fortaleza, de su paz, de su mansedumbre, de su paciencia, de su compasión, de su gracia santificadora… Cristo es el manantial de donde brota la salvación y la plenitud de la vida para los seres humanos.
Celebrar la Semana Santa es "ir a Dios" y para ello es necesario acercarse a Cristo, la “fuente de agua viva”, y “sacar agua con gozo de la fuente de la salvación” para limpiarnos por dentro y llegar a ser hombres nuevos. “Beber de Cristo" para crecer y madurar como cristianos, para hacer posible, cada vez más, que en adelante ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él que por nosotros murió y resucitó.
El mismo Jesucristo dijo: “Quien tenga sed que venga a mí y beba” y, también, “a todo el que venga a mí yo no lo echaré fuera”. Por eso la mejor forma de celebrar la Semana Santa es tener un encuentro personal con Jesucristo, que está allí donde dos o más se reúnen en su nombre: en celebraciones litúrgicas, en las vigilias de oración y la “hora santa”, en los “via crucis” y en las procesiones. Encontrarnos con Jesucristo y “beber” de Él allí dónde se proclama su palabra, allí donde se celebran los sacramentos, allí donde se reza. Encontrarnos, también, con Cristo en el amor y servicio a todas las personas que sufren por cualquier causa, especialmente en los que viven en la pobreza, en los enfermos y los necesitados de atención especial, en los que son víctimas de la injusticia; con todos ellos se identifica Cristo: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
Dios quiera que, en este Año de la Fe, al celebrar la Semana Santa, se haga más fuerte nuestra confianza y relación con Cristo, el Señor. Solo en Él tenemos la seguridad necesaria para mirar al futuro con esperanza y la garantía de un amor auténtico y duradero que nunca defrauda. Aunque seamos infieles, Él permanece fiel. Por eso, su amor infinito es fuente inagotable de salvación para cuantos creen en Él. La Semana Santa es una ocasión preciosa para una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, ha revelado en plenitud el amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Benedicto XVI, Porta fidei, 6).
Aunque hayamos dado la espalda a Dios y nuestros pecados sean rojos como la grana, siempre podemos volvernos confiadamente hacia Él con la seguridad de que no seremos rechazados. Por la fe, sabemos que esto ocurre en el sacramento del perdón de los pecados: nos presentamos ante el sacerdote, que representa a Cristo, le confesamos nuestros pecados y por su mano recibimos el perdón de Dios. Se cumple plenamente lo que dice el salmo 31: “Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: confesaré al Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”.
Dios quiera que todos nosotros, como San Pablo, podamos proclamar: “la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2,20) y esto hasta el punto de poder decir “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20).
De todo corazón, esto es lo que pido a Dios para vosotros y para mí.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense
Delegado diocesano de Misiones presenta la Jornada de la Infancia Misionera 2012 enviando los materiales y ofrece el programa de organización de la Marcha Misionera de los Niños a Candelaria.
DELEGACIÓN DIOCESANA DE MISIONES
OBISPADO DE TENERIFE
La Laguna 11 de diciembre de 2012
Querido hermano/a en Jesús Nuestro Dios y Señor:
En primer lugar, en nombre de Gladys, de los componentes del equipo de la Delegación y en el mío propio, te deseamos que el Niño Dios que nace en Belén te colme de todos sus bienes. Quisiera recordarte que la Iglesia celebra en el mes de enero, la jornada de la Infancia Misionera, el lema escogido para este año es: "Con los niños de Europa... seguimos a Jesús". Con el deseo de unirnos a toda la comunidad cristiana y sensibilizar al pueblo de Dios, especialmente a los niños, te enviamos todo el material de la campaña. Este año concluye el recorrido por todos los continentes con sus lemas centrados en la persona de Jesús: “buscar a”, “seguir a”, “encontrar a” y “hablar de” Jesús. Desde la amistad con Jesús brota necesariamente el acoger a todos sin distinción con una fe viva y misionera
Como es tradicional en nuestra diócesis celebraremos el día de la Marcha Misionera el sábado 26 de enero de 2013 en la Villa de Candelaria, junto a la patrona de nuestras islas y presidida por nuestro Obispo. Pueden participar niños desde 3° de primaria hasta los 14 años. A continuación, te ofrecemos algunos aspectos que has de tener en cuenta para un mejor desarrollo de los actos de este día. Lo fundamental de esta jornada es la motivación y sensibilización de los niños a través de la catequesis y la clase de religión. El trabajo educativo es imprescindible.
l . Horario del día:
10,30: Acogida en Las Caletillas en el comienzo de la Avenida Marítima.
11,00: Motivación mientras vamos llegando todos.
11,15: Salida de la Marcha hacia la Basílica.
12,30: Eucaristía presidida por el Sr. Obispo.
13,30: Almuerzo, cantos y juegos compartidos.
15,00: Cantos y dinámicas misioneras.
16,00: Despedida del encuentro y regreso a los lugares de origen.
2. La colocación de los niños se hará con el color correspondiente a cada continente, para ello los niños han de tener un pañuelo en el cuello, (desde la Dirección Nacional de las OMP nos han remitido pañuelos bellamente confeccionados, si los desean adquirir el precio por unidad es de 1€ Y TAMBIÉN GORRAS A 2,50 E).
Pañuelo Rojo (América): Arciprestazgos de Tegueste y Tacoronte
Pañuelo Verde (Africa): Arciprestazgos de La Laguna, Taco y La Cuesta.
Pañuelo blanco (Europa): Arciprestazgos de Güimar, Granadilla,
Isora, La Gomera, El Hierro, Los Llanos y Santa Cruz de la Palma
Pañuelo Amarillo (Asia): Arciprestazgos de Icod y La Orotava.
Pañuelo Azul (Oceanía): Arciprestazgos de Santa Cruz, Ofra y La Salud.
(Como ven nos gustaría, si fuera posible, poder contar con representantes de todos los Arciprestazgos).
3. Las Guaguas nos dejaran al principio de la Avenida Marítima (Las Caletillas) y la Policía Local indicará donde deben aparcarse. Por la tarde recogerán a los pasajeros en la plaza de la Basílica.
4. La colecta debe hacerse en cada guagua, irá destinada a los niños de las misiones y se entregará a los organizadores para ofrecerla en la Eucaristía de ese día expresando así nuestro espíritu misionero. Sería bueno motivar a los niños con anterioridad para que tenga un carácter penitencial (que sea fruto del ahorro y de la privación diaria). Por otro lado, los niños que vayan a comulgar deben haber recibido el Sacramento de la Reconciliación; es difícil celebrarlo ese día, por la cantidad de participantes.
5. Los responsables de cada guagua rellenarán la ficha correspondiente que luego entregarán a los organizadores de la Marcha.
6. Los niños deberán traer la comida y bebida necesaria, junto al calzado y la vestimenta adecuada (gorra para el sol), para pasarlo lo mejor posible.
7. Se recomienda motivar a los niños, en las catequesis y las clases de religión para que toda la jornada tenga una motivación misionera.
8. La Eucaristía, si el tiempo lo permite, se celebrará en la plaza.
9. Como himno de la Marcha utilizamos el de años anteriores "Canta y Camina". (Se puede encontrar en la Web de las OMP: wv v omp.es // www.domund.org).
10. Rogamos a los acompañantes de los chicos que colaboren con los organizadores a la hora de velar por su seguridad (especialmente tener cuidado con el mar y el tráfico).
11. Les pedimos, por favor, que se respete el horario previsto: si se llega demasiado temprano, cada grupo debe traer actividades preparadas para animar a los chicos ya que si no es así, éstos se aburren y los animadores se ponen nerviosos. No olvidemos que debemos esperar por los que son puntuales. Por otro lado, avisen adecuadamente a los padres en cuanto al regreso y así colaboramos a no desesperarnos por la tarde (comenzamos en torno a las 10,30 h. y terminaremos alrededor de las 16,00 h.)
12. Pedimos a los sacerdotes y religiosas que deseen acompañamos que hagan compatible su presencia con sus compromisos pastorales de la tarde (los horarios están muy claros y si nos desesperamos no favorecemos la buena organización de esta jornada).
13. Es importante que cada grupo organice, para los tiempos libres, cantos, dinámicas y juegos de acuerdo con el sentido de lo que celebramos ese día. La preparación y motivación previa es fundamental.
14. Este año no tendremos, por sugerencias de algunos grupos, Festival de la Canción Misionera. En su lugar, tendremos unas dinámicas misioneras después de almorzar preparadas por el Arciprestazgo de LaCuesta.
15. para que no ocurran las dificultades del año pasado por causas ajenas a nuestra Delegación, se están tomando las medidas oportunas en coordinación con el Ayuntamiento de Candelaria.
Sin otro particular y quedando a su disposición para cualquier servicio que te podamos prestar desde esta Delegación
Te saluda atentamente:
Juan Manuel Yánez Marrero
Delegado Diocesano de Misiones
ZENIT nos ofrece el texto íntegro del santo padre al introducir la oración mariana del Angelus, el domingo del Bautismo del Señor, 13 de Enero de 2013 dirigido a los fieles venidos hasta la plaza de San Pedro, con motivo del final del tiempo de Navidad.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo después de la Epifanía del Señor, termina el tiempo litúrgico de la Navidad: tiempo de luz, la luz de Cristo que, como nuevo sol que aparece en el horizonte de la humanidad, disipa las tinieblas del mal y de la ignorancia.
Hoy celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús: aquel niño, hijo de la Virgen, que hemos contemplado en el misterio de su nacimiento, lo vemos hoy adulto sumergiéndose en las aguas del río Jordán, y santificando así las aguas del cosmos entero, como lo demuestra la tradición oriental.
Pero ¿por qué Jesús, en el que no había huella del pecado, se hizo bautizar por Juan? ¿Por qué quería hacer ese gesto de penitencia y conversión, junto con tantas personas que querían prepararse para la venida del Mesías?
Ese gesto --que marca el comienzo de la vida pública de Jesús--, se pone en la misma línea de la Encarnación, de la bajada de Dios desde lo más alto hasta el abismo de los infiernos. El significado de este movimiento descendente de Dios se resume en una única palabra: el amor, que es el mismo nombre de Dios
El apóstol Juan escribe: "En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él" y lo envió "como víctima de expiación por nuestros pecados" (1 Jn. 4,9-10). Por eso es que el primer acto público de Jesús fue ser bautizado por Juan, el cual viéndolo llegar dice: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29). Dice el evangelista Lucas que cuando Jesús fue bautizado, "oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y se vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado” (3, 21-22).
Este Jesús es el Hijo de Dios, que está totalmente inmerso en la voluntad de amor del Padre. Este Jesús es Aquel que morirá en la cruz y resucitará por el poder del mismo Espíritu que ahora se posa en Él y lo consagra. Este Jesús es el hombre nuevo que quiere vivir como hijo de Dios, es decir en el amor; el hombre que, de cara al mal en el mundo, elige el camino de la humildad y de la responsabilidad, decide no salvarse a sí mismo, sino dar la vida por la verdad y la justicia. Ser cristiano es vivir así, pero este tipo de vida implica un renacer: renacer de lo alto, de Dios, por la gracia.
Este renacimiento es el bautismo, que Cristo ha dado a la Iglesia para regenerar a los hombres hacia una vida nueva. Dice un antiguo texto atribuido a san Hipólito: "Quien cae con fe en este baño de regeneración, renuncia al diablo y se ubica al lado de Cristo, niega al enemigo y reconoce que Cristo es Dios, se despoja de la esclavitud y se reviste de la adopción filial" (Discurso sobre la Epifanía, 10: PG 10, 862).
Según la tradición, esta mañana he tenido la alegría de bautizar a un grupo grande de niños que han nacido en los últimos tres o cuatro meses. En este momento me gustaría extender mi oración y mi bendición a todos los recién nacidos; pero sobre todo animar a todos a hacer memoria del propio Bautismo, de aquel renacimiento espiritual que nos ha abierto el camino a la vida eterna.
Ojalá que cada cristiano, en este Año de la fe; descubra la belleza de haber renacido de lo alto, del amor de Dios, y vivir como su verdadero hijo.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Subsidio litúrgico para la JORNADA MUNDIAL DE LAS MIGRACIONES 2013 a celebrar el 20 de Enero, recibido en laparroquia con los materiales para su celebración.
DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO JORNADA MUNDIAL DE LAS MIGRACIONES 2012
Subsidio litúrgico para el monitor
ANTÍFONA DE ENTRADA
Reunido el pueblo, el sacerdote con los ministros va al altar, mientras se entona el canto de entrada. Si no hay canto de entrada, los fieles o algunos de ellos o un lector recitarán la antífona de entrada de la Misa del II Domingo del Tiempo Ordinario (Sal 65, 4):
Que se postre ante ti, oh Dios, la tierra entera; que toquen en tu honor; que toquen para tu nombre, oh Altísimo.
O bien de la Misa «Por los prófugos y exiliados» (Jr 29, 11. 12. 14):
Dice el Señor: Tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo os escucharé, os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé.
MONICIÓN DE ENTRADA
Tras el saludo inicial del sacerdote, el diácono, u otro ministro idóneo, hace la siguiente monición sobre el sentido de la jornada:
Hermanos y hermanas, sed todos bienvenidos a la celebración de esta eucaristía donde la Iglesia nos propone hoy conmemorar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado.
En un tiempo de dificultad para todos, donde parece que la fe y la esperanza nos flaquean, Benedicto XVI nos anima a confiar en Dios, que nunca abandona a sus criaturas. Caminar desde la fe y la esperanza, responder a los retos que la vida hoy nos plantea desde este binomio. Aceptar la invitación de Isaías a luchar sin descanso hasta que la justicia y la salvación lleguen a todos los pueblos. Vivir convencidos de que todos tenemos un don que aportar al bien común, como nos dirá la segunda lectura. Y, sobre todo, pedir al Señor que nos aumente la fe en Él, que, como escucharemos en el evangelio, en Caná comenzó a manifestar su gloria y creció la fe de sus discípulos.
Pongamos, por tanto, nuestras vidas y las vidas de nuestros hermanos migrantes ante el Señor, que camina junto con nosotros, caminemos como peregrinos llenos de fe y esperanza. Porque como nos dice el Papa recordando la Gaudium et spes, «nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».
Dado que todos somos importantes a los ojos de Dios, renovemos en esta eucaristía nuestro compromiso de anunciar esta Buena Nueva y compartirlo con todos los hombres y mujeres de cualquier procedencia o nacionalidad.
MONICIÓN A LA LITURGIA DE LA PALABRA
Tras la oración colecta, todos se sientan, y el monitor puede hacer la siguiente monición:
En la primera lectura, del profeta Isaías, vamos a escuchar la voz de la esperanza, «los pueblos verán tu justicia, no callaré, no descansar» y la fe inquebrantable ante Dios:
La situación que vivía Jerusalén, de devastación por los babilonios y el drama del exilio, ciudad «devastada», «abandonada», son sustituidos por nombres de amor y ternura: «Mi favorita», «Desposada».
El profeta nos invita a la esperanza y a la fe, también hoy, también para nuestra Iglesia universal, donde todos somos hermanos.
En la segunda lectura san Pablo nos habla de la diversidad y de la unidad. Nos dice: «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común». Esta es la clave de la convivencia, todos tenemos un don con el que colaborar en la comunidad. Nadie está excluido, sino que todos recibimos gratuitamente de Dios un carisma que aportar.
Finalmente, el texto del evangelio de Juan nos pone de manifiesto el primer signo que realiza Jesús a petición de su madre: convierte el agua en vino en las bodas de Caná de Galilea. Signos y gestos que hacen que crezca la fe de los discípulos.
ORACIÓN UNIVERSAL
Las intenciones son propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector u otra persona idónea.
Te pedimos, Señor, por la Iglesia universal, esta gran comunidad que formamos todos los bautizados de todos los pueblos y culturas, para que sea un signo visible de tu evangelio que acoge la diversidad de todos y nos convoca a la unidad. Oremos.
R. Señor, escucha y ten piedad.
Te pedimos, Señor, por nuestros gobernantes. Dales la luz para que su política esté basada en la igualdad de todos los hombres y sus leyes favorezcan la integración y los derechos de las personas inmigrantes. Oremos.
R. Señor, escucha y ten piedad.
Te pedimos por las personas inmigrantes, para que juntos seamos capaces de crear comunidad de hermanos, para que en la convivencia nadie sea rechazado por su color o raza, para que tomemos conciencia de su dignidad de hijos e hijas de Dios y en nuestra ciudad encuentren el apoyo y la acogida que necesitan. Oremos.
R. Señor, escucha y ten piedad.
Y entre esas personas inmigrantes hoy ponemos ante ti, Señor, a todos los fallecidos en el paso del Estrecho y por todos aquellos que no han podido realizar su sueño de una vida mejor. Oremos.
R. Señor, escucha y ten piedad.
— Y también te pedimos, Señor, por todos nosotros, por nuestra comunidad, para que mantengamos siempre viva la fe y la esperanza en que un mundo mejor es posible, un mundo donde tu Reino lo hagamos más visible, donde las personas que vienen de otros países se sientan colaboradores y protagonistas del mismo. Oremos.
R. Señor, escucha y ten piedad.
Mensaje de la Comisión Episcopal de la CEE con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado 2013, publicado con los materiales para su celebración el 20 de Enero y recibido en la parroquia para su difusión.
"Migraciones: peregrinación de fe y esperanza"
Introducción
Queridos hermanos:
"Migraciones: peregrinación de fe y esperanza" es el lema del Mensaje de Benedicto XVI para la próxima Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Siguiendo este surco abierto por el Santo Padre, los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones ofrecemos nuestra palabra de aliento y de esperanza a los inmigrantes, a los miembros de nuestras comunidades cristianas y a cuantos quieran hacerse eco de la misma.
Ya en su encíclica Caritas in veritate se refería el Papa a los millones de hombres y mujeres que viven la experiencia de la migración como «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a la comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (n. 62).
A estos hermanos quiere acercarse nuestra Iglesia, que, mediante el anuncio, la celebración y la actuación en la caridad tiende a promover el desarrollo integral del hombre (cf ibíd., 11). Lo hacemos a los 60 años de la promulgación de la constitución Exsul familia (La familia emigrante), comprometidos en la celebración del Año de la fe, acogiendo con todo empeño el desafío de la nueva evangelización. «La Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (GS, n. 40), haciendo suyos los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres, especialmente de los pobres y de cuantos sufren (cf ibíd., 1).
La vida como viaje
Ante el amplio movimiento de gentes en camino, considerado por algunos como el nuevo "credo" del hombre contemporáneo, la fe nos recuerda que todos somos peregrinos de los nuevos cielos y la nueva tierra en los que habite la justicia (2 Pe 3, 13). Con esta humanidad hace camino la Iglesia compartiendo su fe, su esperanza y su amor'. En un mundo, convertido en "aldea global"1, en que llevamos a gala considerarnos "ciudadanos del mundo" y en el que encuentran todas las facilidades de circulación, los mercados y el dinero, parece que solo hubiera fronteras para los emigrantes.
La Iglesia reconoce el derecho de los Estados a regular los flujos migratorios y a adoptar medidas políticas dictadas por el bien común, garantizando el respeto de la dignidad de toda persona. Pero afirmado asimismo el derecho fundamental de las personas a emigrar (GS, 5). Hay que seguir abogando por la implicación de la comunidad internacional en el desarrollo de los pueblos más pobres, a fin de que en sus habitantes pueda hacerse real también el derecho a no emigrar, proclamado tanto por el beato Juan Pablo II como por Benedicto XVI. Las migraciones son en su mayoría, como dice el Papa, «el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y desordenes sociales». El hambre no conoce fronteras.
"Peregrinaciones de fe y esperanza": cuántas veces frustradas!. El emigrante con frecuencia solo encuentra las vallas por delante, el desierto a sus espaldas o la arriesgada travesía con el mar bajo sus pies. No deja de dolernos por repetida la tragedia de tantos emigrantes que han dejado y siguen dejando su vida en el mar.
A la vez que denunciamos el abuso de las mafias que explotan y trafican con las necesidades de los emigrantes, abogamos por medidas generosas a la hora de regular los flujos migratorios; medidas que no se reduzcan, como pide el Papa, «al cierre hermético de fronteras o al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares». Los dramas del Estrecho reclaman más medidas orgánicas y multilaterales eficaces.
El escenario de las migraciones en España
La homegeneidad étnica y cultural, dominante en España hasta hace poco, ha dado paso a la diversidad. Esta diversidad puede y debe ser contemplada como una riqueza, como un signo positivo del camino de los pueblos hacia la fraternidad universal querida por Dios.
En el año 2012 vivían en España 5,7 millones de extranjeros, un 12% de la población. Si se incluyen en el cálculo los residentes nacionalizados, la cifra se eleva a 6,7 millones, un 14%. La tasa de paro de los inmigrantes es del 35%j entre los autóctonos, del 22%. Estamos, a la vez, en un escenario de grave crisis económica y moral, que está golpeando a numerosas familias, a muchas personas. Los inmigrantes, sin ser causantes de la crisis, son, como decíamos los obispos españoles hace dos años, las primeras víctimas de la misma2.
El paro, que afecta a millones de trabajadores autóctonos, y los recortes sociales en algunas áreas de atención pública, pueden resultar desfavorables para la integración de los extranjeros. Aunque hasta ahora no ha habido episodios xenófobos de especial gravedad, no han faltado conatos en algunos de culpar a los inmigrantes de la situación. Aquellos que para nuestro Padre Dios son los primeros destinatarios de su Reino, son los primeros en estorbar en el reinado materialista del bienestar.
Los obispos, al igual que otras instancias eclesiásticas o civiles, hemos levantado nuestra voz ante determinadas medidas que afectaban a algunos inmigrantes y que podían dejar desprotegido su derecho a la salud, que por ser un derecho universal ha de ser accesible a todas las personas. Hemos abogado por medidas alternativas en lo referente a los Centros de Internamiento y, mientras tanto, que se facilitara la atención social y religiosa en los mismos. Y, conscientes de la importancia de la familia para la integración, hemos pedido que se favorezca la reagrupación familiar.
La falta de perspectivas laborales ha dado lugar a que el saldo entre entradas y salidas se haya reducido en nueve meses en 120.000 personas La misma causa es la que está haciendo que se reanude la emigración de españoles, sobre todo de jóvenes, hacia otros países de Europa que ya salieron de la crisis.
Aportación especifica de la Iglesia
La condición de emigrante, como dice el Papa, se ha convertido en un paradigma de la vida cristiana. Manifiesta la humildad, la provisionalidad y la dependencia del ser humano respecto a Dios en el peregrinar de su existencia. Autóctonos y emigrantes, juntos, debemos unir nuestras fuerzas para caminar siempre hacia adelante, porque «la virtud teologal de la esperanza alimenta las esperanzas humanas de mejorar, de no ceder al desaliento. Quien espera la vida eterna, porque ya goza de ella por adelantado en la fe y los sacramentos, nunca se cansa de volver a empezar en los caminos de la propia historia»3.
Sugerimos algunas pistas de actuación
Se dice que la Iglesia evangelizando promociona y promocionando evangeliza. Es verdad. No es bueno separar ambas dimensiones, pero tampoco es bueno con-fundirlas. En la Iglesia todo o casi todo es pastoral, pero junto a la labor social y de promoción que tan admirablemente realizan Cáritas, los institutos de vida consagrada o las asociaciones de fieles, etc., la Comisión Episcopal de Migraciones invita a cuidar también la dimensión más netamente pastoral, el servicio a la fe, y no solo los servicios que brotan de la fe.
El respeto al otro no debe hacer que silenciemos nuestras creencias y desde dónde actuamos. Las migraciones han dado lugar a que los destinatarios de la missio ad gentes estén también entre nosotros. «La verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, propuestas con toda claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que cada uno pueda hacer, lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de un camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante» (Evangelii nuntiandi, 80).
Deseamos que los hermanos bautizados en la Iglesia católica, venidos de otros países, puedan encontrar en nuestras parroquias su propia casa, lo que encontraban en la comunidad cristiana aquellos «extranjeros en la Diáspora», a los que va dirigida la primera carta de Pedro. En medio de la opresión política, la explotación económica y la exclusión social, encontraban en la comunidad cristiana la Palabra de esperanza, su familia, el lugar de convivencia en dignidad, sin tener que renunciar a lo más genuino de su cultura. Más aún, que encuentren la posibilidad de poner al servicio de los demás sus propios carismas, su manera propia de sentirse comunidad y su compromiso. «Contigo también», les decimos. Es una gracia comprobar cómo ya empiezan los inmigrantes (presbíteros, religiosos y laicos) a participar incluso en puestos de especial responsabilidad en nuestras Iglesias.
Conclusión
En este Año de la fe queremos manifestar a todos, inmigrantes y autóctonos, una convicción profunda: que lo mejor que nuestra Iglesia puede ofrecer a nuestros hermanos los hombres no son ni siquiera sus obras sociales, sino a nuestro Señor Jesucristo; con Él todo lo demás viene por añadidura.
Terminamos con unas palabras de Benedicto XVI: «Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor, que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades».
Así lo encomendarnos a la bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «Estrella del camino»
Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones
El Delegado Diocesano de la diócesis de Tenerife ha enviado carta con motivo de la 99ª Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado que se celebrará el 20 de Enero de 2013.
Delegación de Migraciones
Diócesis de San Cristóbal de La Laguna
Tenerife La Palma - La Gomara - El Hierro
99ª JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO
Migraciones: peregrinación de fe y esperanza
2° Domingo del Tiempo Ordinario 20 de enero de 2013
Estimado sacerdote:
Primero que nada recibe nuestra felicitación en estos días de Navidad y nuestro deseo de que el Señor te bendiga a ti y a las comunidades parroquiales a las que acompañas.
Te adjuntamos a esta carta los materiales de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado que, como cada año, viene desarrollándose en el domingo segundo del Tiempo Ordinario, terminado el Tiempo de Navidad. En esta ocasión, el próximo 20 de enero.
Migraciones: peregrinación de fe y esperanza es el tema elegido por el Papa para la jornada de este año, recordando el 50 aniversario de la apertura del concilio Vaticano II y los 60 años de la promulgación de la constitución apostólica Exsul familia y teniendo como marco la celebración para toda la Iglesia del Año de la Fe.
En palabras del Papa: "fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran..."
Queremos pedirte que, en la medida de lo posible, cuides de una manera especial la referencia en el fin de semana del 19 y 20 de enero a la Jornada de la Migraciones haciendo para ello uso del cartel y de los materiales que te enviamos.
Desde la Delegación de Migraciones y contando con la colaboración del Arciprestazgo de Güímar, hemos organizado dos momentos celebrativos para esos días. Queremos que te sientas invitado y lo trasmitas a aquellas personas de tu comunidad parroquial que pudieran y quisieran participar.
Esperamos seguir contando con tu apoyo para poder llevar a cabo el trabajo de la Delegación de Migraciones en lo referente a la tarea de sensibilización y de la acogida de cuantas personas se acercan a nuestras parroquias, así como también de aquellos que viven entre nosotros y necesitan nuestra cercanía y testimonio.
Y si en tu parroquia tienes alguna experiencia pastoral de trabajo con personas inmigrantes, te animamos a que la compartas con nosotros ya que puede servir de referencia para otras comunidades parroquiales.
Te agradecemos cualquier sugerencia o aportación que consideres necesaria para el trabajo de esta delegación. Puedes hacerlo a través del correo postal (Delegación de Migraciones Cl San Agustín, 28. 38201 La Laguna) o de nuestro correo electrónico migracionesaobispadodetenerife.es
Recibe un afectuoso saludo en Cristo en nombre del equipo de la delegación y en el mío propio.
Jesús Alberto González Concepción Delegado Diocesano de Migraciones
Nota de los obispos con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos a celebrar en los días 18 - 25 de enero de 2013 (Publicada en tríptico para su difusión entre los fieles y recibida en la parroquia)
¿Qué exige el Señor de nosotros?
Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2013 han sido preparados por un grupo de la India, compuesto mayoritariamente de universitarios pertenecientes a distintas Iglesias y comunidades cristianas. Este grupo, a la hora de elegir el tema para este año, partió de su contexto social, tan marcado por el sistema de las castas, que es causa de graves injusticias, sobre todo hacia los más desfavorecidos por esta rígida modalidad de estratificación social basada en la noción de pureza ritual. En este sistema, los dalits son los que no forman parte de una de las cuatro castas, por lo que son discriminados socialmente y calificados a veces de ‘intocables’, impidiéndoles el acceso a los mejores trabajos y el contacto con las clases superiores. El 80% de los cristianos de la India son de procedencia dalit.
Esta situación de injusticia social constituye una llamada a las Iglesias y comunidades cristianas a implicarse en la promoción de la justicia. Por otro lado, en la India, junto a Iglesias y comunidades cristianas muy antiguas -sobre todo en el estado de Kerala, donde hay algunas que reclaman tener sus orígenes en la predicación del apóstol santo Tomás y que están ligadas a la tradición cristiana de lengua siríaca-, hay otras muchas que surgieron a partir del siglo XVI a raíz de la actividad misionera europea. Este movimiento misionero reprodujo muchas veces en la India las divisiones doctrinales y eclesiales del viejo continente. A partir de este contexto social y eclesialmente tan complejo y lleno de desafíos surgen los materiales para la Semana de Oración de este año. A la luz de la experiencia de las Iglesias y comunidades cristianas de la India descubrimos más claramente cómo la búsqueda de la unidad visible de todos los cristianos no se puede disociar del compromiso por la justicia y la superación de las heridas del pasado, de lo que se ha venido a llamar la «purificación de la memoria». De ahí que como texto bíblico de referencia se haya escogido uno del profeta Miqueas, que habla de lo que Dios exige de nosotros: «Se te ha hecho conocer lo que está bien, lo que el Señor exige de ti, ser mortal: tan solo respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios». (Miqueas 6, 8)
Esta orientación de los materiales para el 2013, con su insistencia sobre la implicación común de los cristianos por la justicia y la paz, por la solidaridad con los más desfavorecidos, enlaza muy bien con el tema de la X Asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias, que tendrá lugar en Busan, Corea, en octubre: “Dios de la vida, condúcenos a la justicia y la paz”. Todos los cristianos estamos llamados a tener muy presente este importante acontecimiento ecuménico y pedir al Señor por sus frutos.
El pasado mes de septiembre el Santo Padre Benedicto XVI realizó un importante y arriesgado viaje al Líbano con ocasión de la firma y publicación de la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente. En este documento, surgido de una asamblea especial del Sínodo de Obispos, se aborda el tema de la vía cristiana y ecuménica (nn. 11-18). Al tratarlo, el Papa vuelve a reiterar que la unidad de los cristianos, tan importante para reforzar la «credibilidad del anuncio del Evangelio y del testimonio cristiano», es «un don de Dios, que nace del Espíritu, y es preciso hacer crecer con perseverante paciencia». La «unidad surge de la oración perseverante y la conversión, que hace vivir a cada uno según la verdad y en la caridad». De ahí la centralidad del «ecumenismo espiritual» del que habla el concilio Vaticano II, que es el alma del auténtico ecumenismo, y que Benedicto XVI invita a promover «en las parroquias, monasterios y conventos, en las instituciones escolares y universitarias, y en los seminarios». Evidentemente, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es una de las expresiones más importantes de este ecumenismo espiritual, en la que los cristianos nos reunimos para pedir al Señor el don de la unidad, «tal como quiere Cristo y de acuerdo con los instrumentos que él quiere», según la famosa expresión del abad Paul Couturier, gran apóstol del Octavario.
Por tanto, los obispos de la Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales animamos a las parroquias y a las comunidades a celebrar esta Semana, adaptando a su realidad los materiales propuestos conjuntamente por el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias. La unidad ecuménica no es ni confusión, ni «uniformidad de las tradiciones y las celebraciones», como también se afirma en la misma exhortación apostólica, y el camino para llegar a ella es haciendo nuestra la oración de Jesús al Padre de que seamos uno. Citando el título de un conocido libro de don Julián García Hernando, director durante muchos años del Secretariado de Relaciones Interconfesionales de la CEE, podría decirse que «la unidad es la meta, la oración el camino». Junto al «ecumenismo diaconal» en el campo de la educación y la caridad, y a la implicación común en los grandes temas que atañen a la humanidad, como la verdad del ser humano, la justicia, la paz, la familia, y junto también al cometido de los teólogos, el compromiso de todos los cristianos por la unidad se ejerce de una forma eminente a través de la oración.
Al recordar el viaje del Santo Padre al Líbano no podemos olvidarnos de la vecina Siria, de su difícil situación, del drama de los refugiados, muchos de ellos cristianos. Elevamos nuestra oración por esta región tan importante para la tradición cristiana, en la que los discípulos del Señor por primera vez fueron llamados “cristianos” (Hch 11, 26).
El pasado once de octubre, cincuenta aniversario de la apertura del concilio Vaticano II, hemos comenzado la celebración del Año de la fe, convocado por el papa Benedicto XVI con la carta apostólica Porta fi dei. El Santo Padre nos invita a lo largo de este año a «redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo» (n. 2), y a «un compromiso renovado por la nueva evangelización» (n. 7). Este camino nos debe llevar a «comprender de manera más profunda no solo los contenidos de la fe, sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente con plena libertad a Dios» (n. 10). Todo esto tiene una clara vertiente ecuménica, como también se puso de manifiesto en las intervenciones en el Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización. La celebración del Año de la fe constituye, por tanto, una buena ocasión para retomar los documentos del concilio Vaticano II, especialmente los que han sido tan importantes para el ecumenismo y el diálogo interreligioso -Lumen gentium, Unitatis redintegratio, Dignitatis humanae, Nostra aetate-, que «no pierden su valor ni esplendor» y que «es necesario que sean leídos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos califi cados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia» (n. 5).
Los obispos de la Comisión tenemos muy presente la difícil situación económica que atraviesa nuestro país. El pasado mes de junio, en Lisboa, acogido por el cardenal patriarca José de Cruz Policarpo, se celebró el III Fórum Católico-Ortodoxo, organizado conjuntamente por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas y el Patriarcado Ecuménico. El tema del Fórum fue precisamente La crisis económica y la pobreza, desafíos para la Europa de hoy. Del mensaje final aprobado por los participantes queremos destacar el siguiente párrafo, que nos parece especialmente significativo:
«Si los europeos quieren salir de la crisis –en solidaridad con el resto de la humanidad- deben comprender que es necesario cambiar el estilo de vida. Para el creyente se trata de renovar una relación personal con el Dios trinitario que es comunión de amor, relación que va más allá de una simple doctrina o de un planteamiento ético. La crisis puede ser ocasión de una toma de conciencia saludable.
Los europeos deben dar sentido a la actividad económica partiendo de una visión integral y no parcial de la persona humana y de su dignidad. Poniendo a la persona en su justo lugar, subordinando la economía a objetivos de desarrollo integral y de solidaridad, abriendo la cultura a la búsqueda de la verdad, dando su puesto a la sociedad civil y a la ingeniosidad de los ciudadanos que trabajan por el bienestar de sus contemporáneos, crearán las condiciones para que surja un nuevo tipo de relación con el dinero, la producción y el consumo. Es también lo que nos recuerda la tradición ascética cristiana del ayuno y el compartir. Las Iglesias hacen un llamamiento a los cristianos para que coordinen su servicio diaconal a nivel local y global con vistas a ayudar a las personas en situación de precariedad y a contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa».
Los Obispos de la Comisión de Relaciones Interconfesionales queremos terminar este mensaje para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2013 manifestando nuestra cercanía a los muchos cristianos que por causa de su fe sufren persecución y discriminación, como los cristianos dalits de la India. Llegan continuamente noticias que nos entristecen de actos violentos contra comunidades cristianas en varios países de mayoría musulmana, como Pakistán, Nigeria, Egipto, Sudán, etc. Elevamos una oración al Señor y una plegaria a todos los hombres de buena voluntad para que cesen estos actos que van contra la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y contra la libertad religiosa, que es un derecho fundamental del ser humano. ¡Que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2013, junto a impulsar a todos cristianos hacia la unidad visible tan deseada por el Señor, nos lleve también a hacernos solidarios con el sufrimiento de muchos hermanos nuestros en la fe y con sus anhelos de libertad y de justicia!
ZENIT nos ofrece el texto íntegro del santo padre al introducir la oración mariana del Angelus en el domingo del Bautismo del Señor, 13 de Enero de 2013, a los fieles venidos hasta la plaza de San Pedro, con motivo del final del tiempo de Navidad.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo después de la Epifanía del Señor, termina el tiempo litúrgico de la Navidad: tiempo de luz, la luz de Cristo que, como nuevo sol que aparece en el horizonte de la humanidad, disipa las tinieblas del mal y de la ignorancia.
Hoy celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús: aquel niño, hijo de la Virgen, que hemos contemplado en el misterio de su nacimiento, lo vemos hoy adulto sumergiéndose en las aguas del río Jordán, y santificando así las aguas del cosmos entero, como lo demuestra la tradición oriental.
Pero ¿por qué Jesús, en el que no había huella del pecado, se hizo bautizar por Juan? ¿Por qué quería hacer ese gesto de penitencia y conversión, junto con tantas personas que querían prepararse para la venida del Mesías?
Ese gesto --que marca el comienzo de la vida pública de Jesús--, se pone en la misma línea de la Encarnación, de la bajada de Dios desde lo más alto hasta el abismo de los infiernos. El significado de este movimiento descendente de Dios se resume en una única palabra: el amor, que es el mismo nombre de Dios
El apóstol Juan escribe: "En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él" y lo envió "como víctima de expiación por nuestros pecados" (1 Jn. 4,9-10). Por eso es que el primer acto público de Jesús fue ser bautizado por Juan, el cual viéndolo llegar dice: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29). Dice el evangelista Lucas que cuando Jesús fue bautizado, "oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y se vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado” (3, 21-22).
Este Jesús es el Hijo de Dios, que está totalmente inmerso en la voluntad de amor del Padre. Este Jesús es Aquel que morirá en la cruz y resucitará por el poder del mismo Espíritu que ahora se posa en Él y lo consagra. Este Jesús es el hombre nuevo que quiere vivir como hijo de Dios, es decir en el amor; el hombre que, de cara al mal en el mundo, elige el camino de la humildad y de la responsabilidad, decide no salvarse a sí mismo, sino dar la vida por la verdad y la justicia. Ser cristiano es vivir así, pero este tipo de vida implica un renacer: renacer de lo alto, de Dios, por la gracia.
Este renacimiento es el bautismo, que Cristo ha dado a la Iglesia para regenerar a los hombres hacia una vida nueva. Dice un antiguo texto atribuido a san Hipólito: "Quien cae con fe en este baño de regeneración, renuncia al diablo y se ubica al lado de Cristo, niega al enemigo y reconoce que Cristo es Dios, se despoja de la esclavitud y se reviste de la adopción filial" (Discurso sobre la Epifanía, 10: PG 10, 862).
Según la tradición, esta mañana he tenido la alegría de bautizar a un grupo grande de niños que han nacido en los últimos tres o cuatro meses. En este momento me gustaría extender mi oración y mi bendición a todos los recién nacidos; pero sobre todo animar a todos a hacer memoria del propio Bautismo, de aquel renacimiento espiritual que nos ha abierto el camino a la vida eterna.
Ojalá que cada cristiano, en este Año de la fe; descubra la belleza de haber renacido de lo alto, del amor de Dios, y vivir como su verdadero hijo.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
Comentario al evangelio del Bautismo de Jesús/C
Bautismo, Vida divina insertada en la vida humana
Por Jesús Álvarez SSP
ROMA, 10 de enero de 2013 (Zenit.org) - “En aquel tiempo el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías: él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general Jesús también se bautizó. Y mientras oraba, se abrió el cielo, bajo el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: --Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto” (Lucas 3,15-16. 21-22)
En el bautismo Jesús recibió la plenitud del Espíritu Santo para “Dar la vista a los ciegos, oído a los sordos, libertad a los cautivos, resurrección a los muertos, y anunciar la buena noticia a los pobres”.
En el bautismo Jesús fue ungido por el Padre como sacerdote, que une al hombre con Dios; como profeta, que conoce e interpreta la historia según Dios y habla en nombre de Dios; y como rey, que vive en libertad victoriosa frente a las fuerzas del mal que esclavizan.
El valor salvífico de nuestro bautismo procede del bautismo de Jesús, en fuerza del cual nos hace miembros de su Cuerpo místico, la Iglesia.
Nacemos hijos de Dios, pues de él recibimos la vida natural a través de nuestros padres. Pero el bautismo injerta en nuestra vida temporal la misma Vida divina y eterna de Dios: el Padre nos declara hijos suyos, “conformes con la imagen de su Hijo”, hermanos de Cristo, nuevas criaturas predilectas de Dios, sanadas por el fuego del amor infinito de la Trinidad.
“Miren qué amor nos tiene el Padre, para llamarnos hijos suyos, pues lo somos”,exclama san Pablo rebosante de gratitud. El bautismo es eso: la gracia-amor de Dios que nos transforma en hijos suyos, semejantes a Jesús. En el bautismo la gracia de Dios invade toda nuestra persona.
Por el bautismo también nosotros somos constituidos sacerdotes, miembros del Pueblo Sacerdotal, la Iglesia, convertidos en ofrenda viva y agradable a Dios para la salvación nuestra, la de nuestros hermanos y del mundo entero.
Somos constituidos profetas, capaces de ver y comprender a las personas, el mundo y los acontecimientos con los ojos de Dios.
Somos constituidos reyes,porque se nos da la libertad de los hijos de Dios, pues servir a Dios en el prójimo es reinar ya en esta vida y luego en la eterna.
¿En qué medida vivimos el sacerdocio bautismal, especialmente en la Eucaristía y en la vida, sirviendo y amando a los otros a imitación de Jesús? ¿Vemos las cosas como Dios las ve, y vivimos felices como hijos suyos, hijos del Rey universal?
¿Por qué tantos bautizados no se deciden a vivir como cristianos? Tal vez la catequesis no se fundamentó en lo que hace al cristiano: sacerdote, profeta y rey, unido a Cristo Resucitado presente, con todo lo que eso supone para la vida práctica.
Se necesita una catequesis más bíblica y vivencial en la preparación al bautismo:
- con la escucha y experiencia viva del Hijo resucitado y presente en la Biblia, en la Eucaristía, en el prójimo y en uno mismo;
- con la experiencia de ayuda al prójimonecesitado, como ayuda al mismo Cristo;
- y la experiencia profética de evangelizar, ya desde niños, guiándolos a compartir, de modo directo, la obra salvadora de Cristo, mediante la vida interior de unión con el Resucitado presente, la oración por la salvación del prójimo, el sufrimiento asociado a la cruz de Cristo, el testimonio, la palabra y las obras. Esas experiencias dejarán huellas indelebles en el espíritu, en la vida y en la persona del bautizado.
Sólo así el gran misterio de vida divina del Bautismo no quedará eclipsado totalmente por la “fiesta social”.
Así el bautismo es experimentado y vivido como lo que es: el inmenso don de la misma Vida divina de Dios injertada en la vida humana del Bautizado.
Reflexión a las lecturas dela fiesta del Bautismo del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Fiesta del Bautismo del Señor C
Esta fiesta no es muy antigua. Se instituyó en el año 1960. Y, en la Reforma Litúrgica del Vaticano II, se colocó donde está ahora, al final de la Navidad. Con ocasión del Bautismo de Jesús se produce una gran manifestación. Por eso este acontecimiento pertenece a la Liturgia de la Epifanía como recordábamos el otro día.
El Evangelio de hoy nos dice que “en un bautismo general Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Es, por tanto, una manifestación de la Santísima Trinidad. El himno de Vísperas dice: “Y así Juan, al mismo tiempo, vio a Dios en personas tres, voz y paloma en los cielos y al Verbo eterno a sus pies”. De este modo se hace realidad lo que escuchamos en la primera lectura: “Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos…” En efecto, en la Navidad se experimenta, de un modo especial, lo que leemos en el Evangelio de S. Juan: “Hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).
Juan el Bautista nos habla en el Evangelio de aquel que nos “bautizará con Espíritu Santo y fuego”: el fuego que purifica y el agua que, además de purificar, da vida. El prefacio de la Misa dice: “En el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo Bautismo…” que es purificación del pecado y vida de Dios en nosotros.
Cuando alguien es bautizado, el Espíritu Santo infunde en su interior una participación creada del Ser de Dios, de la naturaleza divina, por lo cual nos llamamos y somos hijos de Dios. (1Jn 3, 1) S. Pablo dirá que “somos miembros de la familia de Dios” (Ef 2, 19).
Precisamente, los santos Padres resumen todo el Misterio de la Navidad diciendo que “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de Dios”.
Hoy es un día apropiado para reflexionar sobre el Bautismo, para celebrar el Bautismo, para renovar nuestro Bautismo y para tratar de la problemática del Bautismo de niños. Si renovamos nuestro Bautismo, actualizamos nuestra adhesión a Cristo, haciendo realidad lo que nos enseña la segunda lectura: “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar ya, desde ahora, una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos…”
De esta forma, salimos de la Navidad con los ojos fijos en Jesucristo, que comienza su Vida Pública y con el corazón purificado, renovado y decidido a avanzar cada vez más en su seguimiento. Que de eso se trata.
¡Buen Domingo
Enero
General: La fe de los cristianos
Misionera: Cristianos de Medio Oriente
CEE- Que los cristianos sientan la urgencia de la Nueva Evangelización y hagan de sus vidas una proclamación gozosa del Evangelio de Jesucristo.
Febrero
General: Familias inmigrantes
Misionera: Construcción de la paz
CEE- Que el consuelo de Cristo llegue a los enfermos, de modo que encuentren siempre en los católicos el bálsamo del amor del Señor que les ayude a sanar sus heridas
Marzo
General: Respeto por la naturaleza
Misionera: El clero
CEE - Que los niños, los jóvenes y las familias respondan con generosidad a la llamada del Señor y aumenten las vocaciones a la vida sacerdotal, consagrada, matrimonial y misionera
Abril
General: La liturgia, fuente de vida
Misionera: La Iglesia en misión
CEE- Que los católicos, y quienes aprecian la labor de la Iglesia en la sociedad, contribuyan al sostenimiento de la Iglesia para que pueda seguir haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto
Mayo
General: Administración de la justicia
Misionera: Los seminarios
CEE - Que los sacerdotes y seminaristas, acudiendo a la intercesión de san Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia, respondan siempre con fidelidad a la vocación santa que ha recibido.
Junio
General: Diálogo y respeto
Misionera: Nueva evangelización
CEE- Que la Doctrina Social de la Iglesia inspire el compromiso político y social de los católicos a fin de que la semilla del Evangelio transforme nuestro mundo
Julio
General: Jornada Mundial de la Juventud
Misionera: Asia
CEE- Que los niños y jóvenes reciban una sana educación afectiva y puedan crecer conociendo la belleza de la pureza y de la castidad
Agosto
General: Padres y educadores
Misionera: Iglesia en África
CEE- Que las instituciones católicas implicadas en los Medios de Comunicación Social trabajen prioritariamente en favor de la evangelización desde la plena comunión con la Iglesia.
Septiembre
General: El valor del silencio
Misionera: Cristianos perseguidos
CEE- Que el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones morales y religiosas sea respetado por los gobernantes y legisladores.
Octubre
General: Personas agobiadas
Misionera: Jornada Misionera Mundial
CEE- Que el Pueblo cristiano crezca en el conocimiento de las Sagradas Escrituras y camine a la luz de la Palabra de Dios recibida y transmitida en el seno de la Iglesia
Noviembre
General: Sacerdotes en dificultades
Misionera: Iglesias en América Latina
CEE- Que los desempleados encuentren un trabajo digno, hallen siempre en la Iglesia la solidaridad de los cristianos, y los gobernantes ofrezcan medidas eficaces para favorecer el empleo.
Diciembre
General: Los niños que sufren
Misionera: Preparar la venida del Salvador
CEE- Que el bien incuestionable del matrimonio verdadero y de la familia fundada sobre el matrimonio sea reconocido en nuestra sociedad y desaparezcan las medidas sociales, políticas y legislativas que atentan contra él
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Entre los desterrados de Babilonia irrumpe la buena noticia de su liberación que les llena de confianza y de alegría. En Jesús de Nazaret, hecho uno de nosotros, se revela la gloria de Dios y los hombres contemplan su salvación. Escuchemos con atención.
SALMO RESPONSORIAL
El salmo es una invitación a cantar las maravillas de Señor en la Creación, en la liberación del destierro, en la llegada del Mesías, en medio de la acción y de las maravillas de Dios.
SEGUNDA LECTURA
S. Pablo nos recuerda que con Cristo ha venido la salvación. No es obra humana sino del poder y de la misericordia de Dios. Y hemos de obrar en consecuencia. Escuchemos.
TERCERA LECTURA
El Evangelio nos presenta el Misterio que celebramos hoy: Jesús es bautizado por Juan en el Jordán. Él es el autor del nuevo Bautismo, el Bautismo cristiano, que hemos recibido.
(Acojamos ahora al Señor con el canto del Aleluya).
COMUNION
El Bautismo de Jesucristo prefigura el nuevo Bautismo que todos nosotros hemos recibido: el Bautismo que nos da la vida nueva de Cristo Resucitado. La Eucaristía es el alimento más importante, imprescindible, que hace posible que conservemos y acrecentemos la vida de Dios en nosotros.
Reflexión de José Antonio Pagola al Evangelio del domingo del Bautismo del Señor.
INICIAR LA REACCIÓN
El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los "bautizará con el Espíritu Santo y con fuego".
A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy "la mediocridad espiritual". La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.
Estos últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los "signos de los tiempos".
Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categoría premodernas, no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.
Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos creyentes.
Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son "espíritu y vida".
Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.
A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
13 de enero de 2013
El Bautismo del Señor (C)
Lucas 3,15-16.21-22
El DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN del obispado de Tenerife nos participa de las noticias generadas durante la última semana en la diócesis.
38201. La Laguna. Tenerife.
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Boletín 506
LAS NOTICIAS AMPLIADAS PUEDEN VERLAS ENTRANDO EN NUESTRO BLOG. Textos, sonidos, e imágenes los tienen en: http://www.comunicacionobispadodetenerife.blogspot.com/
Una niña tinerfeña se encuentra entre los premiados del concurso nacional de la Infancia Misionera. Los tres niños ganadores visitaron el Palacio de la Zarzuela, donde los Príncipes de Asturias los recibieron en audiencia privada. Gema Hernández, ganadora del segundo premio por su obra “Los niños ayudan a los niños”, acudió junto a sus padres Antonio Hernández y Ana Peraza. Esta tinerfeña de 10 años, es alumna de 5º de Primaria del colegio Nazaret de los Realejos.
Diferentes módulos de formación para profesores se ofertan desde el ISTIC en el mes de enero. Una iniciativa titulada “profesores para el cambio y la innovación”. El primer módulo se desarrollará entre el 11 y el 12 de enero bajo el título “Una nueva forma de entender la inteligencia: el marco de las inteligencias múltiples, programación, paletas y proyectos de comprensión.” El mismo se desarrollará en el Seminario Diocesano de16:00a20:00horas.
El sábado, 12 de enero, la Casa Manresa (La Caridad, Tacoronte), acogerá un día de retiro ignaciano dirigido por Lucas López SJ. Será un tiempo de silencio y oración orientado por algunas contemplaciones de corte ignaciano. El lema del retiro será “Comenzar el año tras sus pasos” y se celebrará de 10:00a 17:00horas. Finalizará con la Eucaristía. Para el almuerzo se compartirá lo que cada participante lleve. Los interesados en realizar este retiro espiritual pueden inscribirse enviando un correo a [email protected].
El número correspondiente al mes de Enero de la revista diocesana ‘Iglesia Nivariense’ recoge una entrevista al arzobispo Elías Yanes, centrada en el cincuenta aniversario del Concilio. Además, distintos diocesanos relatan cómo vivieron este acontecimiento eclesial y algunos estudiantes laicos de teología manifiestan su opinión sobre el Vaticano II.
Entre el 18 y 25 de enero, celebraremos una nueva edición de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En esta ocasión el lema es a la vez una pregunta para todos los creyentes: “¿Qué exige el Señor de nosotros?” En la página web del Obispado (www.obispadodetenerife.es) se puede acceder al mensaje de la Comisión Episcopal Española y al material para celebrar esta jornada.
Asimismo, el 20 de enero celebramos la Jornada de las Migraciones bajo el lema “Contigo también”. En la página web del Obispado se puede encontrar el mensaje de la comisión episcopal de Migraciones y el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI.
La tarde del seis de enero en la ermita herreña de Nuestra Señora de Los Reyes, fue especialmente emotiva. El Obispo hacía oficial la erección del templo como Santuario diocesano. Igualmente se procedía tras la Misa, al izado de la bandera blanca de la Virgen que recuerda a los herreños y visitantes que este es un "Año de Bajada". Con el recinto mariano abarrotado de devotos, se celebró la Eucaristía en donde se dio lectura al decreto episcopal, mediante el cual se declaraba Santuario el templo dedicado a la Virgen de los Reyes.
Desde el viernes 8 de febrero, a las19:00horas, al martes 12 de febrero, a las21:00horas, la “Casa Mambré”, del Monasterio del Císter, en Breña Alta, acogerá una tanda de ejercicios espirituales dirigidos por el sacerdote jesuita Pedro Cambreleng. Las plazas son limitadas. Para más información se puede llamar al teléfono de Juan López, párroco de Breña Alta:690 34 07 73o922 43 70 77. La aportación para el retiro es de 120 € (entregar 60 € al inscribirse).
Del 4 al 8 de marzo, el Colegio de La Palmita, en el arciprestazgo de Santa Cruz de La Palma, acogerá las 5ª Jornadas de Formación en la Fe y en La Acción Pastoral. Este año se ofertan 5 cursos: 1.-«Sacrosanctum Concilium»: un nuevo modo de entender la celebración de la fe; 2.-«Lumen Gentium»: un nuevo modo de comprender el ser y la vida de la Iglesia; 3.-«Dei Verbum»: un nuevo modo de acercarse y vivir la Revelación y la Palabra de Dios; 4.-«Gaudium et Spes»: un nuevo modo de hacerse presente como iglesia en la sociedad y 5.-«Apostolicam Actuositatem»: un nuevo modo de entender la misión del laicado.
Ya hay fecha para celebrar en nuestra diócesis la Marcha Diocesana de Oración por la Paz. Será el 23 de febrero de 2013 y recorrerá el denominado “Triángulo de la fe”: Chimisay-Chinguaro-Candelaria.
El próximo domingo 13 de enero se colocarán en Güímar, las banderas anunciadoras de la I Bajada Lustral de la Virgen de El Socorro, en los tres lugares que visitará la imagen en octubre (la ermita de El Socorro, Chinguaro y la parroquia de San Pedro Apóstol). Asimismo, ese día se procederá a la lectura del pregón por Javier Eloy Campos.
El Ayuntamiento de La Laguna continúa respaldando la labor asistencial y altruista de la Congregación de las Siervas de María que llevan más de un siglo de presencia en la ciudad. Recientemente, se ha firmado un acuerdo mediante el cual, el consistorio se compromete a aportar casi 6.000 Euros para cubrir gastos de funcionamiento de las Siervas de María. En la actualidad, esta comunidad cuenta con siete religiosas, todas ellas con formación en el ámbito sanitario y que realizan asistencias y acompañamientos en horario nocturno a personas enfermas.
Asimismo, el ayuntamiento de La Laguna ha aportado una subvención de 14.580 Euros a los Hermanos de Belén. Esta Orden, que se ha trasladado recientemente a su nuevo centro de la urbanización Aguere, destinará los fondos concedidos por el ayuntamiento a ultimar algunos detalles de la recién estrenada casa. Por su parte, el representante de la Orden de los Hermanos de Belén, fray Horacio de la Santa Cruz ha expresado que además de las necesidades de infraestructuras, también están necesitados de personal voluntario para garantizar la mejor atención a los acogidos del centro.
El pasado 5 de enero se cumplió el 50 aniversario de la fundación de un gran número de parroquias del arciprestazgo de la Salud, entre ellas, la que da nombre al citado arciprestazgo. Por este motivo, la parroquia de Nuestra Señora de la Salud, ha organizado una serie de actos conmemorativos. Los mismos se pueden consultar en el blog de comunicación del Obispado.
Según informa Diario de Avisos, Cáritas Diocesana puso en marcha el pasado mes de julio un proyecto pionero de inserción laboral para jóvenes en exclusión social inspirado en los valores y el esfuerzo que requiere una prueba deportiva tan compleja como el triatlón (que mezcla natación, ciclismo y atletismo). En esta experiencia piloto, cuya primera fase finalizó en diciembre, participaron 25 chicos de zonas marginales de la Cuesta, Finca España y Las Mantecas.
ZENIT nos ofrece el texto íntegro de las palabras del papa durante la Audiencia del miércoles, 9 de Enero de 2013.
Queridos hermanos y hermanas:
En este tiempo de Navidad nos detenemos otra vez, en el gran misterio de Dios que bajó del cielo para tomar nuestra carne. En Jesús, Dios se encarnó, se hizo hombre como nosotros, y así se nos abrió la puerta de su Cielo, a la plena comunión con Él.
En estos días, en nuestras iglesias ha sonado varias veces la palabra "Encarnación" de Dios, para expresar la realidad que celebramos en Navidad: el Hijo de Dios se hizo hombre, como decimos en el Credo. ¿Pero qué significa esta palabra central para la fe cristiana? Encarnación viene del latín "incarnatio". San Ignacio de Antioquía --a fines del siglo primero--, y, especialmente, san Ireneo, han utilizado este término reflexionando en el prólogo del evangelio de san Juan, en particular sobre la expresión: "la Palabra se hizo carne" (Jn. 1,14) . Aquí la palabra "carne", en el lenguaje hebreo, indica a la persona como un todo, el hombre entero, pero solo desde el aspecto de su transitoriedad y temporalidad, de su pobreza y contingencia. Esto quiere decir que la salvación realizada por Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, toca al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en la que esté. Dios tomó la condición humana para sanarla de todo lo que la separa de Él, para que podemos llamarlo, en su Hijo unigénito, con el nombre de "Abbà, Padre" y ser verdaderamente hijos de Dios. Dice san Ireneo: "Este es el motivo por el cual el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y recibiendo así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (Adversus haereses, 3,19,1: PG 7,939; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 460).
"La Palabra se hizo carne" es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, que apenas nos afecta la magnitud del evento que ella expresa. Y de hecho, en este tiempo de Navidad, en la que la expresión aparece a menudo en la liturgia, a veces se está más preocupado por las apariencias exteriores, en los "colores" de la fiesta, que al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que solo Dios podía hacer y que solo se puede entrar con la fe. El Logos que está con Dios, el Logos que es Dios, el Creador del mundo (cf. Jn 1,1), para el cual fueron creadas todas las cosas (cf. 1,3), que ha acompañado y acompaña a los hombres en la historia con su luz (cf. 1,4-5; 1,9), se convierte en uno en medio de los otros, puso su morada entre nosotros, se hizo uno de nosotros (cf. 1,14). El Concilio Vaticano II dice: "El Hijo de Dios ... trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado" (Gaudium et Spes, 22).
Es importante, entonces, recuperar el asombro ante este misterio, dejarnos envolver por la magnitud de este acontecimiento: Dios, el verdadero Dios, el Creador de todo, ha recorrido como un hombre nuestras calles, entrando en el tiempo del hombre para comunicarnos su propia vida (cf. 1 Jn. 1,1-4). Y no lo hizo con el esplendor de un soberano, que somete con su poder el mundo, sino con la humildad de un niño.
Me gustaría subrayar un segundo elemento. En Navidad solemos intercambiar algunos regalos con las personas más cercanas. A veces puede ser un acto realizado por costumbre, pero en general expresa afecto, es un signo de amor y de estima. En la oración de las ofrendas de la Misa de la Aurora en la Solemnidad de la Natividad del Señor, la Iglesia reza: "Acepta, Señor, nuestra oferta en esta noche de luz, y por este misterioso intercambio de dones, transfórmanos en Cristo, tu Hijo, que ha elevado al hombre hasta ti en la gloria". La idea del regalo, entonces, está en el centro de la liturgia y nos hace conscientes del regalo original de la Navidad: en esa noche santa Dios, haciéndose carne, ha querido convertirse en un regalo para los hombres, se entregó por nosotros; Dios ha hecho de su Hijo único un don para nosotros, tomó nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran regalo. Incluso en nuestro dar no es importante que un regalo sea caro o no; los que no pueden dar un poco de sí mismo, siempre dan muy poco; de hecho, a veces se intenta reemplazar el corazón y el compromiso de donarse, a través del dinero, con cosas que son materiales. El misterio de la Encarnación significa que Dios no lo ha hecho de este modo: no ha donado cualquier cosa, sino que se entregó a sí mismo en su Hijo Unigénito. Aquí encontramos el modelo de nuestro dar, porque nuestras relaciones, sobre todo las más importantes, son impulsadas por el don gratuito del amor.
Me gustaría ofrecer una tercera reflexión: el hecho de la Encarnación, del Dios que se hace hombre como nosotros, nos muestra el realismo sin precedentes del amor divino. La acción de Dios, de hecho, no se limita a las palabras, incluso podríamos decir que Él no se contenta con hablar, sino que se sumerge en nuestra historia y asume sobre sí la fatiga y el peso de la vida humana. El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, nacido de la Virgen María, en un tiempo y en un lugar específico, en Belén durante el reinado del emperador Augusto, bajo el gobernador Quirino (cf. Lc. 2,1-2); creció en una familia, tuvo amigos, formó un grupo de discípulos, dio instrucciones a los apóstoles para continuar su misión, completó el curso de su vida terrena en la cruz.
Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para cuestionarnos sobre el realismo de nuestra fe, que no debe limitarse a la esfera de los sentimientos, de las emociones, sino que debe entrar en la realidad, en lo concreto de nuestra existencia, es decir, debe tocar cada día de nuestras vidas y dirigirla también de una manera práctica. Dios no se detuvo en las palabras, sino que nos mostró cómo vivir, compartiendo nuestra propia experiencia, excepto en el pecado. El Catecismo de san Pío X, que algunos de nosotros hemos estudiado de niños, con su sencillez, y ante la pregunta: "¿Para vivir según Dios, ¿qué debemos hacer", da esta respuesta: "Para vivir según Dios debemos creer la verdad revelada por Él y guardar sus mandamientos con la ayuda de su gracia, que se obtiene mediante los sacramentos y la oración." La fe tiene un aspecto fundamental que afecta no solo la mente y el corazón, sino toda nuestra vida.
Les propongo un último elemento a su consideración. San Juan dice que la Palabra, el Logos estaba junto a Dios desde el principio, y que todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra, y nada de lo que existe fue hecho sin Ella (cf. Jn 1,1-3). El evangelista claramente alude al relato de la creación que se encuentra en los primeros capítulos del Génesis, y lo relee a la luz de Cristo. Este es un criterio fundamental en la lectura cristiana de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento siempre son leídos en conjunto y a partir del Nuevo se revela el sentido más profundo del Antiguo.
Esa misma Palabra que siempre ha estado con Dios, que es Dios mismo y por el cual y en vista del cual todas las cosas fueron creadas (cf. Col. 1,16-17), se ha hecho hombre: el Dios eterno e infinito se sumergió en la finitud humana, en su criatura, para conducir al hombre y a la entera creación a Él. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera" (n. 349).
Los Padres de la Iglesia han acercado Jesús a Adán, hasta llamarlo "segundo Adán" o el Adán definitivo, la imagen perfecta de Dios. Con la Encarnación del Hijo de Dios se da una nueva creación, que nos da la respuesta completa a la pregunta "¿Quién es el hombre?". Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios. El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente: "En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (Gaudium et spes, 22; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 359). En ese niño, el Hijo de Dios contemplado en Navidad, podemos reconocer el verdadero rostro, no solo de Dios, sino el verdadero rostro del ser humano; y solo abriéndonos a la acción de su gracia y tratando todos los días de seguirle, realizamos el plan de Dios en nosotros, en cada uno de nosotros.
Queridos amigos, en este periodo meditemos en la gran y maravillosa riqueza del Misterio de la Encarnación, para permitir que el Señor nos ilumine y nos transforme cada vez más a imagen de su Hijo hecho hombre por nosotros.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
(Agencia Fides) - La Conferencia Episcopal Francesa ha declarado el 2012 como Año de jubileo de la sierva de Dios, la Venerable Pauline, que murió hace 150 años en Lyon, el 9 de enero de 1862.
El 2012 también ha sido el 190 aniversario de la fundación de la Asociación para la Propagación de la Fe y el 90 aniversario de la erección de la Obra Pontificia.
Con la proclamación de este Jubileo, la Conferencia Episcopal Francesa ha querido redescubrir la figura de esta mujer, que en realidad es poco conocida, pero con que su fe, su creatividad y su santidad puso en marcha la Cooperación Misionera de los tiempos modernos.
Nació en Lyon, Francia, en 1799, en un período de mucha agitación política y cultural, fue una apasionada de las misiones extranjeras y al mismo tiempo una trabajadora incansable de la justicia en una sociedad donde los derechos de los obreros y especialmente de las mujeres eran violados constantemente.
En 1822 fundó la Asociación para la Propagación de la Fe, con la característica de universalidad. Se dio cuenta de que el problema de la cooperación misionera no era el de ayudar a una u otra misión, sino a todas, sin distinción. "Hagamos algo universal, católico". "Todos los fieles para todos los infieles".
Por ella inició este gran movimiento de cooperación misionera, que poco a poco debía involucrar a toda la Iglesia, a todos los católicos, a todas sus instituciones y sus ministerios. De su pasión misionera y su intuición nacieron las otras Obras Pontificias - Santa Infancia - S. Pedro Apóstol - Unión Misionera. Su lema: "Todos los fieles para todos los infieles" se convirtió en "toda la Iglesia para todo el mundo", el lema del Beato P. Manna, fundador de la Pontificia Unión Misionera.
A la pasión por la difusión del Reino de Dios entre los no cristianos, se añadió su pasión por la justicia social. Para sacar de la miseria a los obreros y obreras del mundo industrializado de entonces, puso en marcha varias iniciativas de sensibilización social y fundó el Banco del Cielo.
Esta creatividad apostólica era el resultado de su intensa vida espiritual. Estaba firmemente convencida de que el trabajo misionero no tenía eficacia por el trabajo y los recursos humanos, sino sólo por Dios, porque era Su misión. En 1826 fundó el Rosario Viviente. Pero fue su vida la que se convirtió en el testimonio más palpable de su pasión por el anuncio del Evangelio a los gentiles.
Donación de sí misma, y de lo que tenía como propiedad familiar, una pobreza radical, una contemplación continua del rostro de Cristo, acompañaron su aventura apostólica. Al final, como a todo discípulo de Cristo, no le falto la cruz, tuvo que soportar una gran cantidad de insultos, por la bancarrota que tuvo que declarar en 1862 y vivir el resto de su vida en la pobreza absoluta
El re-descubrimiento de esta figura se eleva luminosa en el mundo de los cristianos laicos, y especialmente en el mundo misionero. Ella que amaba ser llamada la "pobre de Jesucristo" y luego "la pobre de María" quiso identificarse como "hija en el Hijo" para la salvación de todo el mundo.
Con su vida y su obra, fue motivo de reflexión eclesiológica misionera, que en el Concilio Vaticano II concluyó con la siguiente afirmación: La Iglesia es misionera por naturaleza, y la evangelización es un derecho y un deber de todo fiel laico. Por este motivo fue declarada Venerable por el Beato Juan XXIII el 25 de febrero de 1963. (Agencia Fides 09/01/2013
ZENIT nos participa del mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo 2013, a celebrar el 11 de Fefrero. «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37)
Extraer del amor de Dios, en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano
Queridos hermanos y hermanas:
1. El 11 de febrero de 2013, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, en el Santuario mariano de Altötting, se celebrará solemnemente la XXI Jornada Mundial del Enfermo. Esta Jornada representa para todos los enfermos, agentes sanitarios, fieles cristianos y para todas la personas de buena voluntad, «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad» (Juan Pablo II, Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992, 3). En esta ocasión, me siento especialmente cercano a cada uno de vosotros, queridos enfermos, que, en los centros de salud y de asistencia, o también en casa, vivís un difícil momento de prueba a causa de la enfermedad y el sufrimiento. Que lleguen a todos las palabras llenas de aliento pronunciadas por los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II: «No estáis… ni abandonados ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen» (Mensaje a los enfermos, a todos los que sufren).
2. Para acompañaros en la peregrinación espiritual que desde Lourdes, lugar y símbolo de esperanza y gracia, nos conduce hacia el Santuario de Altötting, quisiera proponer a vuestra consideración la figura emblemática del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37). La parábola evangélica narrada por san Lucas forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor. Pero además, con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos. Esto no sólo vale para los agentes pastorales y sanitarios, sino para todos, también para el mismo enfermo, que puede vivir su propia condición en una perspectiva de fe: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Enc. Spe salvi, 37).
3. Varios Padres de la Iglesia han visto en la figura del Buen Samaritano al mismo Jesús, y en el hombre caído en manos de los ladrones a Adán, a la humanidad perdida y herida por el propio pecado (cf. Orígenes, Homilía sobre el Evangelio de Lucas XXXIV, 1-9; Ambrosio, Comentario al Evangelio de san Lucas, 71-84; Agustín, Sermón 171). Jesús es el Hijo de Dios, que hace presente el amor del Padre, amor fiel, eterno, sin barreras ni límites. Pero Jesús es también aquel que «se despoja» de su «vestidura divina», que se rebaja de su «condición» divina, para asumir la forma humana (Flp 2,6-8) y acercarse al dolor del hombre, hasta bajar a los infiernos, como recitamos en el Credo, y llevar esperanza y luz. Él no retiene con avidez el ser igual a Dios (cf. Flp 6,6), sino que se inclina, lleno de misericordia, sobre el abismo del sufrimiento humano, para derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
4. El Año de la fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado. En este sentido, y para que nos sirvan de ejemplo y de estímulo, quisiera llamar la atención sobre algunas de las muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio ineunte, 42), supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos» (Audiencia general, 6 abril 2011). El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes. Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos». También santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero… Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo» (Homilía para la canonización, 21 octubre 2012). En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor.
5. Quisiera por último dirigir una palabra de profundo reconocimiento y de ánimo a las instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, a las diócesis, las comunidades cristianas, las asociaciones de agentes sanitarios y de voluntarios. Que en todos crezca la conciencia de que «en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici, 38).
Confío esta XXI Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de la Santísima Virgen María de las Gracias, venerada en Altötting, para que acompañe siempre a la humanidad que sufre, en búsqueda de alivio y de firme esperanza, que ayude a todos los que participan en el apostolado de la misericordia a ser buenos samaritanos para sus hermanos y hermanas que padecen la enfermedad y el sufrimiento, a la vez que imparto de todo corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 2 de enero de 2013
Excelencias,
Señoras y Señores:
Como al inicio de cada nuevo año, me alegra recibiros, distinguidos miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, para expresaros mi saludo y mis deseos personales, que extiendo complacido a las amadas naciones que representáis, a las que aseguro mi recuerdo y oración constante. Agradezco particularmente a vuestro Decano, el Embajador Alejandro Valladares Lanza, y al Vicedecano, Embajador Jean-Claude Michel, sus deferentes palabras en nombre de todos. Deseo saludar de modo especial a los que participan por primera vez en este encuentro. Su presencia es un apreciado signo revelador de las relaciones fructíferas que la Iglesia católica mantiene con las autoridades civiles del mundo entero. Se trata de un diálogo que tiene como interés el bien integral, espiritual y material, de todo hombre, y que busca promover por todas partes su dignidad trascendente. Como recordé en mi alocución del último consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales, «ya desde sus comienzos, la Iglesia está orientada kat’holon, abraza a todo el universo» y con él a todo pueblo, cultura y tradición. Esta «orientación» no supone una ingerencia en la vida de las distintas sociedades, sino que sirve para iluminar la conciencia recta de sus ciudadanos y para invitarlos a trabajar por el bien de cada persona y el progreso del género humano. Con este motivo, y para favorecer una colaboración fructífera entre la Iglesia y el Estado al servicio del bien común, el año pasado se firmaron acuerdos bilaterales entre la Santa Sede y Burundi, así como con Guinea Ecuatorial, mientras que el de Montenegro fue ratificado. En ese mismo espíritu, la Santa Sede toma parte en los trabajos de las distintas organizaciones e instituciones internacionales. En este sentido, me complace que, en el pasado mes de diciembre, se aceptara su petición de convertirse en observador extrarregional en el Sistema de Integración de América central, en virtud también de la aportación que la Iglesia católica ofrece en muchos sectores de las sociedades de esa Región. Las visitas de diversos Jefes de Estado y de gobierno que he recibido durante el año transcurrido, así como los inolvidables viajes apostólicos efectuados a México, Cuba y Líbano, han sido una ocasión privilegiada para fortalecer el compromiso cívico de los cristianos en esos países, así como para promover la dignidad de la persona humana y los fundamentos de la paz.
En este lugar, me complace asimismo mencionar el valioso trabajo desempeñado por los Representantes pontificios, en diálogo constante con vuestros gobiernos. Deseo recordar en particular la estima de la que era objeto Monseñor Ambrose Madtha, Nuncio apostólico en Costa de Marfil, que hace un mes pereció trágicamente en un accidente de tráfico, junto con el conductor que lo acompañaba.
Señoras y Señores embajadores.
El evangelio de Lucas nos narra que los pastores, en la noche de Navidad, escucharon los coros angélicos que glorificaban a Dios e invocaban la paz sobre la humanidad. El evangelista subraya así la estrecha relación entre Dios y el deseo ardiente del hombre de cualquier época de conocer la verdad, de practicar la justicia y vivir en paz (cf. Beato Juan XXIII, Pacem in terris: AAS 55 [1963], 257). A veces hoy se nos hace creer que la verdad, la justicia y la paz son una utopía y que se excluyen mutuamente. Parece imposible conocer la verdad y los esfuerzos por afirmarla parece que desembocan con frecuencia en la violencia. Por otra parte, y de acuerdo con una concepción muy difundida, el empeño por la paz consistiría en una búsqueda de compromisos que garanticen la convivencia entre los pueblos o entre los ciudadanos dentro de una nación. Desde el punto de vista cristiano, por el contrario, existe un vínculo íntimo entre la glorificación de Dios y la paz de los hombres sobre la tierra, de modo que la paz no es fruto de un simple esfuerzo humano sino que participa del mismo amor de Dios. Y es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia. En efecto, ¿cómo se puede llevar a cabo un diálogo auténtico cuando ya no hay una referencia a una verdad objetiva y trascendente? En este caso, ¿cómo se puede impedir el que la violencia, explícita u oculta, no se convierta en la norma última de las relaciones humanas? En realidad, sin un apertura a la trascendencia, el hombre cae fácilmente presa del relativismo, resultándole difícil actuar de acuerdo con la justicia y trabajar por la paz.
A estas manifestaciones del olvido de Dios se pueden añadir las que son debidas a la ignorancia de su verdadero rostro, que es la causa del fanatismo pernicioso de matriz religiosa, y que también en 2012 ha provocado víctimas en algunos países aquí representados. Como ya he afirmado, se trata de una falsificación de la religión misma, ya que ésta por el contrario busca reconciliar al hombre con Dios, iluminar y purificar las conciencias y dejar claro que todo hombre es imagen del Creador.
Así pues, si la glorificación de Dios y la paz en la tierra están estrechamente relacionadas entre ellas, es evidente que la paz es, al mismo tiempo, don de Dios y tarea del hombre, puesto que exige su respuesta libre y consciente. Por esta razón he querido titular el Mensaje anual para la Jornada Mundial de la Paz: Bienaventurados los que trabajan por la paz. Compete ante todo a las autoridades civiles y políticas la grave responsabilidad de trabajar por la paz. Ellas son las primeras que tienen la obligación de resolver los numerosos conflictos que siguen ensangrentando a la humanidad, empezando por esta Región privilegiada en el designio de Dios que es Oriente Medio. Pienso ante todo en Siria, desgarrada por incesantes masacres y teatro de espantosos sufrimientos entre la población civil. Renuevo mi llamamiento para que se depongan las armas y prevalezca cuanto antes un diálogo constructivo que ponga fin a un conflicto que, de continuar, no conocerá vencedores sino sólo vencidos, dejando atrás solo ruinas. Permitidme, Señoras y Señores Embajadores, que os pida que sigáis sensibilizando a vuestras Autoridades, para que se faciliten urgentemente las ayudas indispensables para afrontar la grave situación humanitaria. Miro además con especial atención a Tierra Santa. Después del reconocimiento de Palestina como Estado Observador no Miembro de las Naciones Unidas, renuevo el deseo de que israelíes y palestinos, con el apoyo de la Comunidad internacional, se comprometan en una convivencia pacífica dentro del marco de dos estados soberanos, en el que se preserven y garanticen el respeto de la justicia y las aspiraciones legítimas de los dos pueblos. Jerusalén, que seas lo que tu nombre significa. Ciudad de la paz y no de la división; profecía del Reino de Dios y no mensaje de inestabilidad y oposición.
Dirigiendo mi atención a la querida población iraquí, deseo que pueda recorrer el camino de la reconciliación, para llegar a la estabilidad deseada.
En Líbano, donde en el pasado mes de septiembre he encontrado sus diversas realidades constitutivas, que todos cultiven la pluralidad de tradiciones religiosas como una verdadera riqueza para el país, así como para toda la región, y que los cristianos den un testimonio eficaz para la construcción de un futuro de paz con todos los hombres de buena voluntad.
La colaboración de todos los miembros de la sociedad es también prioritaria en África del Norte y, a cada uno de ellos se le ha de garantizar la plena ciudadanía, la libertad de profesar públicamente su religión y la posibilidad de contribuir al bien común. Aseguro mi cercaría y oración a todos los egipcios, en este período en que se implementan nuevas instituciones.
Dirigiendo la mirada a África subsahariana, aliento los esfuerzos para construir la paz, sobre todo allí donde permanece abierta la plaga de la guerra, con graves consecuencias humanitarias. Pienso particularmente en la región del Cuerno de África, como también en la del este de la República Democrática del Congo, donde las violencias se han reavivado, obligando a numerosas personas a abandonar sus casas, sus familias y sus ambientes. Al mismo tiempo, no puedo dejar de mencionar otras amenazas que se perfilan en el horizonte. A intervalos regulares, Nigeria es el teatro de atentados terroristas que provocan víctimas, sobre todo entre los fieles cristianos reunidos en oración, como si el odio quisiera transformar los templos de oración y de paz en centros de miedo y división. He sentido una gran tristeza al saber que, precisamente en los días en que celebrábamos la Navidad, unos cristianos fueron asesinados de modo bárbaro. Malí está también desgarrada por la violencia y marcada por una profunda crisis institucional y social, que exige una atención eficaz por parte de la Comunidad internacional. Espero que las negociaciones anunciadas para los próximos días en la República Centroafricana devuelvan la estabilidad y eviten que la población reviva los horrores de la guerra civil.
La construcción de la paz pasa siempre por la protección del hombre y de sus derechos fundamentales. Esta tarea, incluso cuando se lleva a cabo con diversa modalidad e intensidad, interpela a todos los países y debe estar constantemente inspirada por la dignidad trascendente de la persona humana y por los principios inscritos en su naturaleza. Entre estos figura en primer lugar el respeto de la vida humana, en todas sus fases. A este propósito, me alegra que una Resolución de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, en enero del año pasado, haya solicitado la prohibición de la eutanasia, entendida como la muerte voluntaria, por acto o por omisión, de un ser humano en estado de dependencia. Al mismo tiempo, compruebo con tristeza como en diversos países de tradición cristiana se pretenden introducir o ampliar legislaciones que despenalizan o liberalizan el aborto. El aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es gravemente contrario a la ley moral. Cuando afirma esto, la Iglesia no deja de tener comprensión y benevolencia, también hacia la madre. Se trata, más bien, de velar para que la ley no llegue a alterar injustamente el equilibrio entre el derecho a la vida de la madre y el del niño no nacido, que pertenece a ambos por igual. En este ámbito, es una fuente de preocupación el reciente fallo de la Corte interamericana de derechos del hombre, relativo a la fecundación in vitro, que redefine arbitrariamente el momento de la concepción y debilita la defensa de la vida prenatal.
Sobre todo en Occidente, se encuentran lamentablemente muchos equívocos sobre el significado de los derechos del hombre y los deberes que le están unidos. Los derechos se confunden con frecuencia con manifestaciones exacerbadas de autonomía de la persona, que se convierte en autorreferencial, ya no está abierta al encuentro con Dios y con los demás y se repliega sobre ella misma buscando únicamente satisfacer sus propias necesidades. Por el contrario, la defensa auténtica de los derechos ha de contemplar al hombre en su integridad personal y comunitaria.
Siguiendo nuestra reflexión, vale la pena subrayar que la educación es otra vía privilegiada para la construcción de la paz. Nos lo enseña, entre otras cosas, la crisis económica y financiera actual. Ésta se ha desarrollado porque se ha absolutizado con demasiada frecuencia el beneficio, en perjuicio del trabajo, y porque se ha aventurado de modo desenfrenado por el camino de la economía financiera en vez de la economía real. Conviene encontrar de nuevo el sentido del trabajo y de un beneficio que sea proporcionado. A este respecto, sería bueno educar para resistir la tentación del interés particular y a corto plazo, para orientarse más bien hacia el bien común. Por otra parte, es urgente la formación de líderes que guíen en el futuro las instituciones públicas nacionales e internacionales (cf. Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2012, n. 6). La Unión Europea necesita también de Representantes clarividentes y cualificados que tomen las difíciles decisiones que se necesitan para enderezar su economía y poner las bases sólidas de su desarrollo. Es posible que algunos países podrían ir más rápido solos, pero todos, juntos, irán ciertamente más lejos. Si el índice diferencial entre los tipos financieros constituye una preocupación, las crecientes diferencias entre un pequeño número, cada vez más rico, y un gran número, irremediablemente más pobre, debería despertar preocupación. Se trata, en una palabra, de no resignarse al «Spread de bienestar social», mientras se combate el financiero.
Invertir en la educación en los países en vías de desarrollo de África, Asía y América Latina, significa ayudarles a vencer la pobreza y las enfermedades, así como a establecer sistemas de derechos equitativos y respetuosos de la dignidad humana. Es cierto que, para establecer la justicia, no basta con buenos modelos económicos, aunque sean necesarios. La justicia solamente se realiza si hay personas justas. Construir la paz significa, por consiguiente, educar a los individuos a combatir la corrupción, la criminalidad, la producción y el tráfico de drogas, así como a evitar divisiones y tensiones, que amenazan con debilitar la sociedad, obstaculizando el desarrollo y la convivencia pacífica.
Continuando nuestra conversación, quisiera añadir que la paz social esta amenazada también por ciertos atentados contra la libertad religiosa: en ocasiones se trata de la marginación de la religión en la vida social; en otros casos, de intolerancia o incluso de violencia contra personas, símbolos de identidad e instituciones religiosas. Se llega también al extremo de impedir a los creyentes, especialmente a los cristianos, contribuir al bien común a través de sus instituciones educativas y asistenciales. Para salvaguardar efectivamente el ejercicio de la libertad religiosa es esencial además respetar el derecho a la objeción de conciencia. Esta «frontera» de la libertad toca principios de gran importancia, de carácter ético y religioso, enraizados en la dignidad misma de la persona humana. Son como «los muros de carga» de toda sociedad que desea ser verdaderamente libre y democrática. Por consiguiente, prohibir, en nombre de la libertad y el pluralismo, la objeción de conciencia individual e institucional, abriría por el contrario las puertas a la intolerancia y a la nivelación forzada.
Por otra parte, en un mundo de fronteras cada vez más abiertas, construir la paz a través del diálogo no es una opción sino una necesidad. En esta perspectiva, la Declaración conjunta entre el Presidente de la Conferencia episcopal polaca y el Patriarca de Moscú, firmada en el pasado mes de agosto, es un signo fuerte ofrecido por los creyentes para favorecer las relaciones entre el Pueblo ruso y el polaco. Deseo igualmente mencionar el acuerdo de paz concluido recientemente en Filipinas y subrayar la importancia del diálogo entre las religiones para una convivencia pacífica en la región de Mindanao.
Excelencias, Señoras y Señores.
Al final de la Encíclica Pacem in terris, cuyo cincuentenario se celebra este año, mi Predecesor, el beato Juan XXIII, recordó que la paz será solamente «palabra vacía», si no está vivificada e integrada por la caridad (AAS 55 [1963], 303). Así, este es el corazón de la acción diplomática de la Santa Sede y, ante todo, de la solicitud del Sucesor de Pedro y de toda la Iglesia católica. La caridad no sustituye a la justicia negada, ni por otra parte, la justicia suple a la caridad rechazada. La Iglesia vive cotidianamente la caridad en sus obras de asistencia, como los hospitales y dispensarios, en sus obras educativas, como los orfanatos, escuelas, colegios, universidades, así como a través de la asistencia a las poblaciones en dificultad, especialmente durante y después de los conflictos. En nombre de la caridad, la Iglesia quiere también estar cerca de todos los que sufren a causa de las catástrofes naturales. Pienso en las víctimas de las inundaciones en el sur de Asia y del huracán que se abatió sobre la costa oriental de los Estados Unidos de América. Pienso también a los que han sufrido un fuerte temblor de tierra, que devastó algunas regiones de Italia septentrional. Como sabéis, he querido acercarme personalmente a estos lugares, donde he constatado el deseo ardiente con el que se quiere reconstruir lo que se ha destruido. Deseo que, en este momento de su historia, este espíritu de tenacidad y de compromiso compartido anime a toda la amada nación italiana.
Al concluir nuestro encuentro, deseo recordar que el siervo de Dios, Papa Pablo VI, al final del Concilio Vaticano II, que comenzó hace cincuenta años, dirigió algunos mensajes que son todavía actuales, uno de los cuales destinado a todos los gobernantes. Les exhortaba en estos términos: «A vosotros corresponde ser sobre la tierra los promotores del orden y de la paz entre los hombres. Pero no lo olvidéis: es Dios (…) el gran artesano del orden y la paz sobre la tierra» (Mensaje a los gobernantes, 8 diciembre 1965, n. 3). Hoy, hago mías estas consideraciones al formularos, Señoras y Señores Embajadores y Miembros distinguidos del Cuerpo Diplomático, a vuestros familiares y colaboradores, mis más fervientes votos para el año nuevo. Gracias.
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ZENIT nos ofrece la homilía del Papa en la celebración de la fiesta de los Reyes Magos, el 6 de Enero de 2013.
Queridos hermanos y hermanas:
Para la Iglesia creyente y orante, los Magos de Oriente que, bajo la guía de la estrella, encontraron el camino hacia el pesebre de Belén, son el comienzo de una gran procesión que recorre la historia. Por eso, la liturgia lee el evangelio que habla del camino de los Magos junto con las espléndidas visiones proféticas de Isaías 60 y del Salmo 72, que ilustran con imágenes audaces la peregrinación de los pueblos hacia Jerusalén. Al igual que los pastores que, como primeros huéspedes del Niño recién nacido que yace en el pesebre, son la personificación de los pobres de Israel y, en general, de las almas humildes que viven interiormente muy cerca de Jesús, así también los hombres que vienen de Oriente personifican al mundo de los pueblos, la Iglesia de los gentiles, los hombres que a través de los siglos se dirigen al Niño de Belén, honran en él al Hijo de Dios y se postran ante él. La Iglesia llama a esta fiesta «Epifanía», la aparición del Divino. Si nos fijamos en el hecho de que, desde aquel comienzo, hombres de toda proveniencia, de todos los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir, se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo, podemos decir verdaderamente que (cf. Tt 3,4).
Siguiendo una tradición iniciada por el beato Papa Juan Pablo II, celebramos también en el día de la fiesta de la Epifanía la ordenación episcopal de cuatro sacerdotes que, a partir de ahora, colaborarán en diferentes funciones con el ministerio del Papa al servicio de la unidad de la única Iglesia de Cristo en la pluralidad de las Iglesias particulares. El nexo entre esta ordenación episcopal y el tema de la peregrinación de los pueblos hacia Jesucristo es evidente. La misión del Obispo no es solo la de caminar en esta peregrinación junto a los demás, sino la de preceder e indicar el camino. En esta liturgia, quisiera además reflexionar con vosotros sobre una cuestión más concreta. Basándonos en la historia narrada por Mateo podemos hacernos una cierta idea sobre qué clase de hombres eran aquellos que, a consecuencia del signo de la estrella, se pusieron en camino para encontrar aquel rey que iba a fundar, no sólo para Israel, sino para toda la humanidad, una nueva especie de realeza. Así pues, ¿qué clase de hombres eran? Y nos preguntamos también si, a partir de ellos, a pesar de la diferencia de los tiempos y los encargos, se puede entrever algo de lo que significa ser Obispo y de cómo ha de cumplir su misión.
Los hombres que entonces partieron hacia lo desconocido eran, en cualquier caso, hombres de corazón inquieto. Hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la salvación del mundo. Hombres que esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una alta posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran hombres doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también de una formación filosófica.
Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobretodo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por esto querían saber si Dios existía, donde esta y cómo es. Si él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre nosotros, y sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de la peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios.
Y con eso llegamos a la cuestión: ¿Cómo debe de ser un hombre al que se le imponen las manos por la ordenación episcopal en la Iglesia de Jesucristo? Podemos decir: debe ser sobre todo un hombre cuyo interés esté orientado Dios, porque sólo así se interesará también verdaderamente por los hombres. Podemos decirlo también al revés: un Obispo debe de ser un hombre al que le importan los hombres, que se siente tocado por las vicisitudes de los hombres.
Debe de ser un hombre para los demás. Pero solo lo será verdaderamente si es un hombre conquistado por Dios. Si la inquietud por Dios se ha trasformado en él en una inquietud por su criatura, el hombre. Como los Magos de Oriente, un Obispo tampoco ha de ser uno que realiza su trabajo y no quiere nada más. No, ha de estar poseído de la inquietud de Dios por los hombres.
Debe, por así decir, pensar y sentir junto con Dios. No es el hombre el único que tiene en sí la inquietud constitutiva por Dios, sino que esa inquietud es una participación en la inquietud de Dios por nosotros. Puesto que Dios está inquieto con relación a nosotros, él nos sigue hasta el pesebre, hasta la cruz. «Buscándome te sentaste cansado, me has redimido con el suplicio de la cruz: que tanto esfuerzo no sea en vano», así reza la Iglesia en el Dies irae. La inquietud del hombre hacia Dios y, a partir de ella, la inquietud de Dios hacia el hombre, no deben dejar tranquilo al Obispo. A esto nos referimos cuando decimos que el Obispo ha de ser sobre todo un hombre de fe. Porque la fe no es más que estar interiormente tocados por Dios, una condición que nos lleva por la vía de la vida. La fe nos introduce en un estado en el que la inquietud de Dios se apodera de nosotros y nos convierte en peregrinos que están interiormente en camino hacia el verdadero rey del mundo y su promesa de justicia, verdad y amor. En esta peregrinación, el Obispo debe de ir delante, debe ser el que indica a los hombres el camino hacia la fe, la esperanza y el amor.
La peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en la oración. San Agustín dijo una vez que la oración, en último término, no sería más que la actualización y la radicalización de nuestro deseo de Dios. En lugar de la palabra «deseo» podríamos poner también la palabra «inquietud» y decir que la oración quiere arrancarnos de nuestra falsa comodidad, del estar encerrados en las realidades materiales, visibles y transmitirnos la inquietud por Dios, haciéndonos precisamente así abiertos e inquietos unos hacia otros. El Obispo, como peregrino de Dios, ha de ser sobre todo un hombre que reza. Ha de vivir en un permanente contacto interior con Dios; su alma ha de estar completamente abierta a Dios. Ha de llevar a Dios sus dificultades y las de los demás, así como sus alegrías y las de los otros, y así, a su modo, establecer el contacto entre Dios y el mundo en la comunión con Cristo, para que la luz de Cristo resplandezca en el mundo.
Volvamos a los Magos de Oriente. Ellos eran también y sobre todo hombres que tenían valor, el valor y la humildad de la fe. Se necesitaba tener valentía para recibir el signo de la estrella como una orden de partir, para salir –hacia lo desconocido, lo incierto, por los caminos llenos de multitud peligros al acecho. Podemos imaginarnos las burlas que suscitó la decisión de estos hombres: la irrisión de los realistas que no podían sino burlarse de las fantasías de estos hombres. El que partía apoyándose en promesas tan inciertas, arriesgándolo todo, solo podía aparecer como alguien ridículo. Pero, para estos hombres tocados interiormente por Dios, el camino acorde con las indicaciones divinas era más importante que la opinión de la gente. La búsqueda de la verdad era para ellos más importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente.
¿Cómo no pensar, ante una situación semejante, en la misión de un Obispo en nuestro tiempo? La humildad de la fe, del creer junto con la fe de la Iglesia de todos los tiempos, se encontrará siempre en conflicto con la inteligencia dominante de los que se atienen a lo que en apariencia es seguro. Quien vive y anuncia la fe de la Iglesia, en muchos puntos no está de acuerdo con las opiniones dominantes precisamente también en nuestro tiempo. El agnosticismo ampliamente imperante hoy tiene sus dogmas y es extremadamente intolerante frente a todo lo que lo pone en tela de juicio y cuestiona sus criterios. Por eso, el valor de contradecir las orientaciones dominantes es hoy especialmente acuciante para un Obispo. Él ha de ser valeroso.
Y ese valor o fortaleza no consiste en golpear con violencia, en la agresividad, sino en el dejarse golpear y enfrentarse a los criterios de las opiniones dominantes. A los que el Señor manda como corderos en medio de lobos se les requiere inevitablemente que tengan el valor de permanecer firme con la verdad. «Quien teme al Señor no tiene miedo de nada», dice el Eclesiástico (34,14). El temor de Dios libera del temor de los hombres. Hace libres.
En este contesto, recuerdo un episodio de los comienzos del cristianismo que san Lucas narra en los Hechos de los Apóstoles. Luego del discurso de Gamaliel, que desaconsejaba la violencia contra la comunidad naciente de los creyentes en Jesús, el Sanedrín llamó a los apóstoles y los mandó azotar. Después les prohibió predicar en nombre de Jesús y los pusieron en libertad. Lucas continúa: «Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar… anunciando el Evangelio de Jesucristo» (Hch 5,40ss). También los sucesores de los Apóstoles se han de esperar ser constantemente golpeados, de manera moderna, si no cesan de anunciar de forma audible y comprensible el Evangelio de Jesucristo. Y entonces podrán estar alegres de haber sido juzgados dignos de sufrir ultrajes por él. Naturalmente, como los Apóstoles, queremos convencer a las personas y, en este sentido, alcanzar la aprobación. Lógicamente no provocamos, sino todo lo contrario, invitamos a todos a entrar en el gozo de la verdad que muestra el camino. La aprobación de las opiniones dominantes, no es el criterio al que nos sometemos. El criterio es él mismo: el Señor. Si defendemos su causa, conquistaremos siempre, gracias a Dios, personas para el camino del Evangelio. Pero seremos también inevitablemente golpeados por aquellos que, con su vida, están en contraste con el Evangelio, y entonces daremos gracias por ser juzgados dignos de participar en la Pasión de Cristo.
Los Magos siguieron la estrella, y así llegaron hasta Jesús, a la gran luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1,9). Como peregrinos de la fe, los Magos mismos se han convertido en estrellas que brillan en el cielo de la historia y nos muestran el camino. Los santos son las verdaderas constelaciones de Dios, que iluminan las noches de este mundo y nos guían. San Pablo, en la carta a los Filipenses, dijo a sus fieles que deben brillar como lumbreras del mundo (cf. 2,15).
Queridos amigos, esto tiene que ver también con nosotros. Tiene que ver sobre todo con vosotros que, en este momento, seréis ordenados Obispos de la Iglesia de Jesucristo. Si vivís con Cristo, nuevamente vinculados a él por el sacramento, entonces también vosotros llegaréis a ser sabios. Entonces seréis astros que preceden a los hombres y les indican el camino recto de la vida. En este momento todos aquí oramos por vosotros, para que el Señor os colme con la luz de la fe y del amor. Para que aquella inquietud de Dios por el hombre os toque, para que todos experimenten su cercanía y reciban el don de su gloria. Oramos por vosotros, para que el Señor os done siempre la valentía y la humildad de la fe. Oramos a María que ha mostrado a los Magos el nuevo Rey del mundo (Mt 2,11), para que ella, como Madre amorosa, muestre también a vosotros a Jesucristo y os ayude a ser indicadores del camino que conduce a él. Amén.
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ZENIT nos ofrece el artículo de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, sobre la nueva etapa que empieza.
Retos y esperanzas de Año Nuevo
Por + FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL
HECHOS
Estamos iniciando un nuevo año, y en estas ocasiones siempre se nos presentan retos, temores, preocupaciones, angustias. Nos preguntamos qué pasará, qué nos sucederá, podremos salir bien librados, o llegarán situaciones fuera de nuestro control. Sin negar los problemas, es necesario generar una esperanza que esté fincada en seguridades que nos dan certeza, confianza y alegría. Eso es lo que Dios nos ofrece.
Los retos son múltiples. Nos preocupa la persistente pobreza de muchas personas, sobre todo en los barrios marginales de las ciudades, en el campo y en las comunidades indígenas. La violencia y la inseguridad se presentan cuando y donde menos lo esperamos, sea por la ambición de unos desalmados que quieren tener mucho dinero fácil y rápido, sea por el combate entre organizaciones criminales por defender o ampliar sus territorios. La corrupción corroe personas e instituciones; la migración no se detiene por falta de mejores oportunidades en los propios lugares de origen; el desempleo, el subempleo y el multiempleo desgastan a las personas y las familias; las divisiones entre partidos, grupos, iglesias y organizaciones generan competencias desleales y destructivas; la desestabilización y la violencia intrafamiliar dañan gravemente a los hijos; las facilidades para el aborto parecen un derecho a matar inocentes. Hay desconfianza sistemática hacia cualquier autoridad; falta una evangelización más profunda que genere cambios en las personas y en la sociedad; duelen las divisiones entre mismos creyentes; aumenta la secularización y la dictadura del relativismo. Podríamos aumentar la lista, como acostumbran quienes sólo ven lo negativo, acusan a medio mundo y con ello se sienten satisfechos.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI nos invita a aceptar a Dios en nuestra vida, porque sin El no hay esperanza ni amor; nos hacemos indiferentes a los demás, sobre todo a los pobres y a cuantos sufren; nos hacemos enemigos y nos destruimos: “¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos? ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? No hay sitio para él. No tenemos tiempo para Dios. Tampoco hay lugar para él en nuestros sentimientos y deseos. Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones. Estamos completamente «llenos» de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros.
Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de nuestro ser y de nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para él. Y para que, de este modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y los pobres de este mundo” (24-XII-2012).
¿Ciencia o Fe? Ciencia y Fe
Tema abierto para el Año de la fe
Por Manuel Casado Velarde*
ROMA, 03 de enero de 2013 (Zenit.org) - El Año de la Fe proclamado por Benedicto XVI constituye una buena ocasión para reflexionar brevemente sobre un asunto que hoy se percibe como muy problemático: las relaciones entre la Ciencia y la Fe. Es sabido que en la mentalidad colectiva predomina, desde hace algún tiempo, una visión antagónica de ambas realidades, antagonismo que se expresa a veces en la alternativa de «O Fe o Ciencia». Me propongo mostrar en las líneas que siguen que se trata de una falsa alternativa; que Fe y Ciencia no solo no son incompatibles, sino que reclaman una relación de armonía y de colaboración.
Es sabido que la Ciencia experimental moderna nació y se ha desarrollado en la Europa cristina occidental; es decir, la Ciencia moderna posee una indiscutible matriz cultural cristiana. Muchos de los protagonistas de su inicio y desarrollo han sido hombres de fe como Copérnico, Galileo, Newton, Volta, Ampère, Cauchy, Faraday, Kelvin, Maxwell, Plank, Millikan, Marconi o Lemaître, entre otros muchos. Este hecho nos lleva, al menos, a pensar que la ciencia no tiene por qué ser un obstáculo para la profesión de la fe. Es cierto que también hay científicos agnósticos y ateos. Darwin, por ejemplo,
parece que fue evolucionando a lo largo de su vida, pasando de ser una persona de fe en los años de su juventud, a vivir en un agnosticismo, de contornos poco definidos, en los años de su madurez (S. Collado).
Pero, además de que la Ciencia no es obstáculo para profesar la Fe, muchos científicos han encontrado en la Fe un estímulo para el ejercicio de su ciencia. A este respecto son muy significativas las palabras del físico italiano Carlo Rubbia (Nobel de física en el año 1984) en una entrevista publicada en el Neue Zürcher Zeitung en 1992:
«Cuando enumeramos galaxias o probamos la existencia de partículas elementales, probablemente no estamos demostrando la existencia de Dios. Pero como científico y estudioso me impresionan profundamente el orden y la belleza que encuentro en el cosmos y dentro de los fenómenos materiales. Y como observador de la naturaleza no puedo rechazar la noción de que aquí hay un orden superior de cosas. Encuentro absolutamente inaceptable la idea de que todo sea el resultado de la coincidencia o una mera diversidad estadística. Aquí existe una inteligencia superior, por encima y más allá de la existencia misma del Universo».
Por otra parte, famosos ex-ateos como Antony Flew (1923-2010, autor del libro Hay un Dios: Cómo el ateo más influyente del mundo cambió de opinión), o agnósticos en su momento como Francis Collins (conocido por haber dirigido el Proyecto Genoma Humano) reconocen el papel que la Ciencia ha tenido en sus respectivas conversiones. El primero de ellos, Antony Flew, que fue marxista, determinista y ateo militante, escribió que «el mayor descubrimiento de la Ciencia moderna es Dios».
Por su parte, el investigador responsable de la secuenciación del genoma humano, el citado Collins, declaró ya hace algunos años: «Me sorprendió la elegancia del código genético humano. Me di cuenta de que había optado por una ceguera voluntaria y era víctima de la arrogancia por haber evitado tomar en serio el hecho de que Dios podría ser una posibilidad real». Después de esto, Collins ha llamado al ADN humano «el lenguaje de Dios».
Se han realizado algunos estudios, sobre todo de carácter estadístico, y mediante encuestas, sobre el papel que la religión desempeña en la vida de prestigiosos científicos actuales. En uno de ellos, centrado en biólogos que trabajan en universidades de élite de los Estados Unidos, se concluía que sólo un 10% de los encuestados (149 biólogos expertos en evolución) veían conflicto entre la ciencia que practicaban y las creencias religiosas. La mayoría de ellos no veían ningún conflicto entre ciencia y religión.
Otro estudio más reciente y extenso sobre la «religiosidad» de los científicos lo han realizado Elaine Howard Ecklund y Elizabeth Long. En este caso, el número de encuestados fueron 275 científicos de 21 universidades top en Estados Unidos. Las autoras muestran su sorpresa ante el hecho, inesperado para ellas, de que la mayoría de los científicos encuestados se consideraban a sí mismos como personas «espirituales». En definitiva, la Ciencia invita a hacerse planteamientos de tipo religioso, aunque a esto se le llame simplemente planteamientos de tipo espiritual. A lo que no parece que invite es al ateísmo (S. Collado).
Y es que el postulado fundamental de la Ciencia es la racionalidad de la Naturaleza, la inteligibilidad del Universo; de otra forma, no habría motivos para investigar. El físico británico Paul Davies llega a afirmar que la actitud científica es esencialmente teológica. Incluso el científico más ateo acepta como un acto de fe la existencia de un orden o ley en la naturaleza que nos resulta, al menos en parte, comprensible. Más claramente lo expresó C. S. Lewis refiriéndose a los cristianos pioneros de la Ciencia: «Se convirtieron en científicos porque estaban buscando leyes en la naturaleza, y buscaban esas leyes porque creían en un legislador que se las había dado».
Para entender hoy las razones del ateísmo “científico” de personas como Richard Dawkins o Stephen Hawking, conviene tener presente la imagen de Dios que atacan con su argumentación, que no es otra que la del llamado «Dios de los agujeros». Este ateísmo considera que, a lo largo de la historia, los creyentes recurren a Dios cuando se hallan ante algo que no pueden explicar o controlar: una epidemia o una enfermedad incurable, el tiempo meteorológico, etc. Los avances científicos, al mostrar que las verdaderas causas de esos fenómenos son exclusivamente naturales y que se pueden controlar o prever, irían haciendo innecesario invocar a un ser sobrenatural.
La expresión «Dios de los agujeros» pone, así, de relieve que Dios resultaría únicamente un recurso para rellenar aquellos huecos del conocimiento científico que aún existen. Este ateísmo cree (= tiene fe en) que la Ciencia es, en última instancia, capaz de descubrir las causas naturales que explican todos los fenómenos; es decir, que la Ciencia acabará con los agujeros epistemológicos y terminará enterrando a Dios.
Tampoco yo creo en ese Dios en que no creen Dawkins o Hawking; es decir, en el «Dios de los agujeros». «Cuanto más comprendo la Ciencia, más creo en Dios por la maravilla de la amplitud, sofisticación e integridad de su creación», afirma el matemático John Lennox, profesor de Oxford. «Lejos de estar en desacuerdo con la Ciencia, la fe cristiana tiene un sentido científico perfecto». Para este matemático, también conocido por sus debates públicos con Richard Dawkins, el estudio del orden racional del universo confirma la fe cristiana: «Aun así, mis mayores razones para creer en Dios son, en la parte objetiva, la resurrección de Jesús, y en el lado subjetivo, mi experiencia personal de Él y de todo lo que ha nacido de mi confianza en Él».
Al entrar en los detalles de las maravillas que descubren en el hombre los avances científicos, Lennox utiliza la analogía con unas letras dibujadas en la arena de la playa: «La respuesta inmediata es reconocer la acción de un agente inteligente. ¿Cuánto más probable es, por tanto, que haya un creador inteligente detrás del ADN humano, una colosal base de datos biológica que contiene no menos de tres mil millones de ´letras´?», argumenta el matemático.
Puestos a concluir esta breve reflexión acerca de las relaciones entre Ciencia y Fe, me gustaría hacerlo invocando la conocida afirmación del científico más universal, Einstein: la Ciencia sin la Religión está coja, y la Religión sin la Ciencia está ciega.
*Catedrático universitario de Lengua española
Enlaces sugeridos por el autor:
Grupo de Investigación Ciencia, Razón y Fe: www.unav.es/cryf/ Ciencias para el Mundo Contemporáneo:www.unav.es/acienciacierta/cmc/
ZENIT nos ofrece la homilía pronunciada por el Papa Benedicto XVI el martes, 1 de Enero de 2013, solemnidad de Santa María Madre de Dios.
Queridos hermanos y hermanas:
«Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros». Así, con estas palabras del Salmo 66, hemos aclamado, después de haber escuchado en la primera lectura la antigua bendición sacerdotal sobre el pueblo de la alianza. Es particularmente significativo que al comienzo de cada año Dios proyecte sobre nosotros, su pueblo, la luminosidad de su santo Nombre, el Nombre que viene pronunciado tres veces en la solemne fórmula de la bendición bíblica. Resulta también muy significativo que al Verbo de Dios, que «se hizo carne y habitó entre nosotros» como la «luz verdadera, que alumbra a todo hombre» (Jn 1,9.14), se le dé, ocho días después de su nacimiento – como nos narra el evangelio de hoy – el nombre de Jesús (cf. Lc 2,21).
Estamos aquí reunidos en este nombre. Saludo de corazón a todos los presentes, en primer lugar a los ilustres Embajadores del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Saludo con afecto al Cardenal Bertone, mi Secretario de Estado, y al Cardenal Turkson, junto a todos los miembros del Pontificio Consejo Justicia y Paz; a ellos les agradezco particularmente su esfuerzo por difundir el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que este año tiene como tema «Bienaventurados los que trabajan por la paz».
A pesar de que el mundo está todavía lamentablemente marcado por «focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado», así como por distintas formas de terrorismo y criminalidad, estoy persuadido de que «las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda… El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Todo esto me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt5,9)» (Mensaje, 1). Esta bienaventuranza «dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana …Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación» (ibíd., 2 y 3). Sí, la paz es el bien por excelencia que hay que pedir como don de Dios y, al mismo tiempo, construir con todas las fuerzas.
Podemos preguntarnos: ¿Cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta paz? ¿Cómo podemos sentir la paz en nosotros, a pesar de los problemas, las oscuridades, las angustias? La respuesta la tenemos en las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas que se ha proclamado hace poco, nos proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no solo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan.
El texto evangélico termina con una mención a la circuncisión de Jesús. Según la ley de Moisés, un niño tenía que ser circuncidado ocho días después de su nacimiento, y en ese momento se le imponía el nombre. Dios mismo, mediante su mensajero, había dicho a María –y también a José- que el nombre del Niño era «Jesús» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31); y así sucedió. El nombre que Dios había ya establecido aún antes de que el Niño fuera concebido se le impone oficialmente en el momento de la circuncisión. Y esto marca también definitivamente la identidad de María: ella es «la madre de Jesús», es decir la madre del Salvador, del Cristo, del Señor. Jesús no es un hombre como cualquier otro, sino el Verbo de Dios, una de las Personas divinas, el Hijo de Dios: por eso la Iglesia ha dado a María el título de Theotokos, es decir «Madre de Dios».
La primera lectura nos recuerda que la paz es un don de Dios y que esta unida al esplendor del rostro de Dios, según el texto del libro de los Números, que transmite la bendición utilizada por los sacerdotes del pueblo de Israel en las asambleas litúrgicas. Una bendición que repite tres veces el santo nombre de Dios, el nombre impronunciable, y uniéndolo cada vez a dos verbos que indican una acción favorable al hombre: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine el Señor su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (6,24-26). La paz es por tanto la culminación de estas seis acciones de Dios en favor nuestro, en las que vuelve el esplendor de su rostro sobre nosotros.
Para la sagrada Escritura, contemplar el rostro de Dios es la máxima felicidad: «lo colmas de gozo delante de tu rostro», dice el salmista (Sal 21,7). Alegría, seguridad y paz, nacen de la contemplación del rostro de Dios. Pero, ¿qué significa concretamente contemplar el rostro del Señor, tal y como lo entiende el Nuevo Testamento? Quiere decir conocerlo directamente, en la medida en que es posible en esta vida, mediante Jesucristo, en el que se ha revelado. Gozar del esplendor del rostro de Dios quiere decir penetrar en el misterio de su Nombre que Jesús nos ha manifestado, comprender algo de su vida íntima y de su voluntad, para que vivamos de acuerdo con su designio de amor sobre la humanidad. Lo expresa el apóstol Pablo en la segunda lectura, tomada de la carta a los Gálatas (4,4-7), al hablar del Espíritu que grita en lo más profundo de nuestros corazones: «¡Abba Padre!». Es el grito que brota de la contemplación del rostro verdadero de Dios, de la revelación del misterio de su Nombre. Jesús afirma: «He manifestado tu nombre a los hombres» (Jn 17,6). El Hijo de Dios que se hizo carne nos ha dado a conocer al Padre, nos ha hecho percibir en su rostro humano visible el rostro invisible del Padre; a través del don del Espíritu Santo derramado en nuestro corazones, nos ha hecho conocer que en él también nosotros somos hijos de Dios, como afirma san Pablo en el texto que hemos escuchado: «Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba Padre!”» (Ga4,6).
Queridos hermanos, aquí está el fundamento de nuestra paz: la certeza de contemplar en Jesucristo el esplendor del rostro de Dios Padre, de ser hijos en el Hijo, y de tener así, en el camino de nuestra vida, la misma seguridad que el niño experimenta en los brazos de un padre bueno y omnipotente. El esplendor del rostro del Señor sobre nosotros, que nos da paz, es la manifestación de su paternidad; el Señor vuelve su rostro sobre nosotros, se manifiesta como Padre y nos da paz. Aquí está el principio de esa paz profunda -«paz con Dios»- que está unida indisolublemente a la fe y a la gracia, como escribe san Pablo a los cristianos de Roma (cf. Rm 5,2). No hay nada que pueda quitar a los creyentes esta paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan sino que fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5).
Que la Virgen María, a la que hoy veneramos con el título de Madre de Dios, nos ayude a contemplar el rostro de Jesús, Príncipe de la Paz. Que nos sostenga y acompañe en este año nuevo; que obtenga para nosotros y el mundo entero el don de la paz. Amén.
© Libreria Editrice Vaticana
ZENIT nos ofrece las palabras que el Papa dirigió el martes 1 de Enero de 2013, solemnidad de Santa María, Madre de la Iglesia, a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
Queridos hermanos y hermanas:
¡Feliz año nuevo a todos! En este primer día del 2013 quiero hacer llegar a cada hombre y mujer del mundo la bendición de Dios. Lo hago con la antigua fórmula contenida en la Sagrada Escritura: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).
Como la luz y el calor del sol, son una bendición para la tierra, así la luz de Dios lo es para la humanidad, cuando Él hace brillar sobre ella su rostro. Y esto sucedió con el nacimiento de Jesucristo. Dios ha hecho resplandecer para nosotros su rostro: al inicio en modo muy humilde, escondido –en Belén solamente María y José y algunos pastores fueron testigos de esta revelación-; pero poco a poco, como el sol que del alba llega al mediodía, la luz de Cristo ha crecido y se ha difundido en todas partes. Desde el breve tiempo de su vida terrena, Jesús de Nazaret hizo resplandecer el rostro de Dios sobre la Tierra Santa; y luego, mediante la Iglesia animada por su Espíritu, extendió a todas las gentes el Evangelio de la paz. « ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!"» (Lc 2,14). Este es el canto de los ángeles en Navidad, y es el canto de los cristianos bajo cada cielo; un canto que desde los corazones y los labios pasa mediante gestos concretos, en las acciones del amor que construyen diálogo, comprensión y reconciliación.
Por esto, ocho días después de Navidad, cuando la Iglesia, como la Virgen Madre María, muestra al mundo a Jesús recién nacido, Príncipe de la Paz, celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Sí, aquel Niño, que es el Verbo de Dios hecho carne, vino para traer a los hombres una paz que el mundo no puede dar (cfr Jn 14,27). Su misión es la de romper el «muro de enemistad que los separaba» (cfr Ef 2,14). Y cuando a las orillas del lago de Galilea, Él proclama sus «Bienaventuranzas», entre estas está también «Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). ¿Quiénes son los que trabajan por la paz? Son todos aquellos que, día a día, buscan de vencer el mal con el bien, con la fuerza de la verdad, con las armas de la oración y del perdón, con el trabajo honesto y bien hecho, con la búsqueda científica al servicio de la vida, con las obras de misericordia corporal y espiritual. Los que trabajan por la paz son muchos, pero no hacen ruido. Como levadura en la masa, hacen crecer a la humanidad según el diseño de Dios.
En este primer Angelus del nuevo año, pedimos a María Santísima Madre de Dios, que nos bendiga, como la madre bendice a sus hijos que deben partir de viaje. Un nuevo año es como un viaje: que con la luz y la gracia de Dios, pueda ser un camino de paz para cada hombre y cada familia, para cada País y para el mundo entero.
Saludos en español
Saludo a los fieles de lengua española aquí presentes y a cuantos participan en el rezo del Ángelus a través de los medios de comunicación social. En esta solemnidad de Santa María, Madre de Dios, deseo hacer llegar mi cercanía espiritual y mi sincero afecto a todos los que, inspirados en la Palabra de Jesucristo, Luz de los pueblos, se esfuerzan por construir un mundo más justo y fraterno, cada vez más digno del hombre, y en el que no haya espacio para la guerra, las enemistades y las discordias. Encomiendo esta noble causa a las manos amorosas de la Virgen Santísima, Reina de la Paz. ¡Feliz año nuevo!
Traducción de P. Jáuregui - Radio Vaticano
ZENIT nos participa de las palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió en la audiencia del miércoles 2 de Enero de 2013 a los 7.000 mil peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas.
Queridos hermanos y hermanas:
La Navidad del Señor con su luz ilumina nuevamente las tinieblas que muchas veces envuelve nuestro mundo y nuestro corazón, y nos trae esperanza y gozo. ¿De dónde viene esta luz? Desde la gruta de Belén en donde los pastores encontraron “a María, a José y al niño acostado en el pesebre” (Lc. 2,16). Delante a la Sagrada Familia se pone otra pregunta aún más profunda: ¿Cómo pudo aquel niño débil traer una novedad así radical en el mundo, al punto de cambiar el curso de la historia? ¿No hay quizás algo misterioso sobre su origen que va más allá de aquella gruta?
Siempre y nuevamente emerge la pregunta sobre el origen de Jesús, la misma que planteó el procurador Poncio Pilato durante el proceso: “¿De dónde eres tú? (Juan 19,19). Si bien se trata de un origen muy claro: en el evangelio de Juan, cuando el Señor afirma: “Yo soy el pan bajado del cielo”, los Judíos reaccionan murmurando: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo puede decir: “He descendido del cielo?” (Juan 6,42).
Y poco después cuando los ciudadanos de Jerusalén se oponen con fuerza delante del pretendido mesianismo de Jesús, afirmando que se sabe bien “de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea” (Juan 7,27). El mismo Jesús hace notar que la pretención de conocer su origen es inadecuada, y así ofrece una orientación para saber de dónde viene: no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis”. (Juan 7,28). Seguramente, Jesús es originario de Nazaret y nació en Belén, ¿pero qué se sabe de su verdadero origen?
En los cuatro evangelios emerge con claridad la respuesta a la pregunta “de dónde” viene Jesús: su verdadero origen es el Padre, Dios; Él proviene totalmente de Él, si bien de manera diversa de los otros profetas o enviados de Dios que lo han precedido. Este origen del misterio de Dios, “que nadie conoce” está contenido en las narraciones sobre la infancia, en los evangelios de Mateo y de Lucas que estamos leyendo en este tiempo navideño. El ángel Gabriel anuncia: “El Espíritu bajará sobre ti, y la potencia del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto el que nacerá será santo y llamado Hijo de Dios”. (Lc 1,35).
Repetimos estas palabras cada vez que recitamos el credo, la profesión de fe “et incarnatus est de Spiritu Sancto, ex Maria Virgine”, “por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María”. Delante de esta frase nos arrodillamos porque el velo que escondía a Dios, por así decir se abre y su misterio insondable e inaccesible nos toca: Dios se vuelve Emanuel, “Dios con nosotros”.
Cuando escuchamos las misas compuestas por los grandes maestros de la música sacra -pienso por ejemplo a la Misa de la Coronación, de Mozart- notamos fácilmente que se detiene de manera particular en esta frase, como queriendo expresar con el lenguaje universal de la música lo que las palabras no pueden manifestar: el misterio grande de Dios que se encarna y se hace hombre.
Si consideramos atentamente la expresión “por obra del Espíritu Santo, nació en el seno de la Vírgen María” encontramos que esta incluye cuatro elementos que actúan. En modo explícito son mencionados el Espíritu Santo y María, si bien se sobreentiende “Él” o sea el Hijo que se hizo carne en el vientre de la Virgen.
En la profesión de fe, el Credo, Jesús es definido con diversos nombres: “Señor; Cristo; unigénito de Dios; Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; de la misma sustancia del Padre” (credo nicenoconstantinopolitano). Vemos entonces que “Él” reenvía a otra persona, a la del Padre. El primer sujeto de esta frase es por lo tanto el Padre, que con el Hijo y el Espíritu Santo, es el único Dios.
Esta afirmación del Credo no se refiere al ser eterno de Dios, sino más bien nos habla de una acción en la que toman parte tres personas divinas y que se realiza “ex María Vírgine”.
Sin ella el ingreso de Dios en la historia de la humanidad no habría llegado a su fin y no habría tenido lugar lo que es central en nuestra profesión de fe: Dios es un Dios con nosotros. Así, María pertenece de manera irrenunciable a nuestra fe en el Dios que actúa, que entra en la historia. Ella pone a disposición toda su persona y “acepta” ser el lugar de la habitación de Dios.
A veces, también en el camino y en la vida de fe podemos advertir nuestra pobreza, cuanto somos inadecuados delante al testimonio que debemos ofrecer al mundo.
Entretanto, Dios eligió justamente una humilde mujer, en un pueblo desconocido, en una de las provincias más lejanas del gran imperio romano. Siempre y también en medio de las dificultades más arduas que se van a enfrentar, tenemos que tener confianza en Dios, renovando la fe en su presencia y su acción en nuestra historia, como en aquella de María. ¡Nada es imposible a Dios! Con Él nuestra existencia camina siempre sobre un terreno seguro y está abierta a un futuro de firme esperanza.
Al profesar en el Credo: “por obra del Espíritu Santo se encarnó de María Virgen”, afirmamos que el Espíritu Santo, como fuerza de Dios Altísimo obró de manera misteriosa en la Virgen María la concepción del Hijo de Dios.
El evangelista Lucas reporta las palabras del arcángel Gabriel: “El Espíritu descenderá sobre ti y la potencia del Altísimo te cubrirá con su sombra” (1,35). Hay dos indicaciones evidentes: la primera es en el momento de la creación. En el inicio del Libro del Génesis leemos que “el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas” (1,2); es el Espíritu creador que dio vida a todas las cosas y al ser humano. Lo que sucedió en María, a través de la acción del mismo Espíritu divino, es una nueva creación: Dios que ha llamado al ser de la nada, con la Encarnación da vida a un nuevo inicio de la humanidad.
Los Padres de la Iglesia diversas veces hablan de Cristo como del nuevo Adán, para subrayar el inicio de la nueva creación desde el nacimiento del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María. Esto nos hace reflexionar cómo la fe nos trae una novedad tan fuerte que produce un segundo nacimiento.
De hecho, en el inicio del ser cristianos está el bautismo que nos hace renacer como hijos de Dios, nos hace participar a la relación filial que Jesús tiene con el Padre. Y quiero hacer notar cómo el bautismo se recibe, nosotros decimos: “somos bautizados” -está en pasivo- porque nadie es capaz de volverse por sí mismo Hijo de Dios. Es un don que es conferido gratuitamente. San Pablo indica esta filiación adoptiva de los cristianos en un pasaje central de su Carta a los Romanos, en la que escribe: “Todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para caer en el miedo, sino que habéis recibido el Espíritu que nos vuelve hijos adoptivos, por medio del cual gritamos: “¡Abbá! ¡Padre!”. El Espíritu mismo, junto a nuestro espíritu da testimonio que somos hijos de Dios” (8,14-16), no siervos. Solamente si nos abrimos a la acción de Dios, como María, solamente si confiamos nuestra vida al Señor como a un amigo del cual uno se confía totalmente, todo cambia, nuestra vida toma un nuevo sentido y un nuevo rostro: el de hijos de un Padre que nos ama y que nunca nos abandona.
Hemos hablado de dos elementos: el primero es el Espíritu sobre las aguas, el Espíritu Creador; hay entretanto otro elemento en las palabras de la Anunciación. El ángel le dice a María: “La potencia del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Es una invocación de la nube santa que, durante el camino del éxodo, se detenía sobre la Carpa del Encuentro, sobre el Arca de la Alianza, que el pueblo de Israel llevaba consigo, y que indicaba la presencia de Dios. (Cfr Ex 40,40,34-38). María por lo tanto es la Carpa Santa, la nueva Arca de la Alianza: con su “sí” a las palabras del arcángel, da a Dios una morada en este mundo, Aquel a quien el universo no puede contener toma morada en el vientre de una virgen.
Retornemos entonces a la cuestión de la cual partimos, sobre el origen de Jesús, sintetizado en la pregunta de Pilato: “¿De dónde eres tu?”.
En nuestras reflexiones aparece claro desde el inicio de los evangelios, cuál sea el verdadero origen de Jesús: Él es el Hijo unigénito del Padre, viene de Dios. Estamos delante a un gran y desconcertante misterio que celebramos en este tiempo de Navidad: El Hijo de Dios, por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María. Es este un anuncio que resuena siempre nuevo y que trae en sí esperanza y alegría a nuestro corazón, porque nos dona cada vez la certeza que, aún si a veces nos sentimos débiles, pobres, incapaces delante de las dificultades y del mal del mundo, la potencia de Dios actúa siempre y obra maravillas justamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza. (cfr 2 Cor 12,9-10). Gracias.
Traducido del original italiano por Sergio H. Mora
Reflexión al las lecturas de la solemnidad de la Epifanía del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DE LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA"
ECOS DE LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA
¡Los regalos son hoy los protagonistas del día! Los regalos son buenos y nos gustan a todos… Pero una preocupación excesiva o un poco descontrolada por ellos, puede ensombrecer e incluso, anular la celebración de esta solemnidad tan preciosa de la Epifanía del Señor… Es lo que sucede, desgraciadamente, con frecuencia.
Epifanía significa “manifestación en lo alto”. Dios revela el Nacimiento de su Hijo a unos Magos de Oriente… y en ellos a todos los que no pertenecían al pueblo de Israel. Pero, en realidad, la Epifanía comprende tres manifestaciones de Jesucristo: además de la de los Magos, la de su Bautismo (próximo domingo) y la de las Bodas de Caná (domingo siguiente) Por eso, una antífona de de las II Vísperas, dice: “Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: “Hoy la estrella condujo a los Magos al pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya”. Pero, de hecho, la Liturgia de este día centra nuestra atención en la manifestación a los Magos y, por tanto, en la universalidad de la salvación que nos trae el Señor. El regalo que, como decíamos antes, es hoy el protagonista de la jornada, puede ayudarnos a comprender el sentido de esta gran solemnidad:
En la Natividad del Señor celebramos que Dios Padre nos ha querido tanto, que nos ha hecho un gran “regalo”: nos ha dado a su Hijo. Por eso, la Iglesia entera salta de gozo, la noche de Navidad, proclamando: “Un Niño nos ha nacido un Hijo se nos ha dado...” Y también: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Y la Epifanía viene a advertirnos que ese “regalo” es para todos. Nos lo recuerda el Apóstol S. Pablo en la 2ª Lectura: “Que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el evangelio”.
Los judíos poseían “La Ley y los Profetas”. Por eso, cuando pregunta Herodes dónde tenía que nacer el Mesías, enseguida, le dicen: "En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el Profeta: ´´Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos, la última de las ciudades de Judea; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.
¿Y los otros pueblos, no pertenecientes a Israel? ¡He ahí la Epifanía! Se lo manifiesta adaptándose a su mentalidad, a la creencia de algunos pueblos antiguos, de que el nacimiento de los grandes personajes venía acompañado de la aparición de un signo en el cielo.
El Hijo de Dios, por tanto, ha venido para todos, su salvación es universal, sin embargo, constatamos que no todos, ni mucho menos, le conocen y disfrutan de sus dones; que a todos no ha llegado el “regalo”, los tesoros de la salvación (Ef 1,7-9) Y no podemos acaparar el Don de Dios para nosotros solos, en una especie de “egoísmo religioso” y, en definitiva, de una injusticia.
Por todo ello, este es el día misionero, por excelencia, de la Navidad.
Este es también un día apropiado para dar gracias a Dios porque “la estrella” ha brillado también para cada uno de nosotros… Y para pedirle que también nosotros, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, seamos “estrella” que conduce a todos al Salvador, hasta que lleguemos a contemplar cara a cara, “la hermosura infinita de su gloria”.
¡BUEN DOMINGO!
¡FELIZ NAVIDAD!
ZENIT nos ofrece el comentario al evangelio del próximo domingo, Epifanía del SEñor - C, de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.
¿Sólo Jesús puede salvarnos?
Comentario al evangelio de la Epifanía del Señor/C
Por JESUS ALVAREZ, SSP
"Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo. Herodes… reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá". Los Magos se dirigieron hacia Belén, y de pronto la estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al entrar a la casa encontraron al niño con María, su madre; se arrodillaron y lo adoraron". (Mateo 2, 1-12)
Los judíos pretendían que el Mesías esperado fuera solo para ellos, como también hoy muchos católicos y no católicos pretenden que Jesús, el Salvador del mundo, les pertenezca en exclusiva.
Pero el mismo Jesús, recién nacido, ya hizo llegar su salvación también a los paganos, los reyes magos, y luego empezó su misión pública predicando en una zona de paganos: Galilea. Y casi todos los apóstoles, después de Pentecostés, fueron a predicar la salvación de Jesús por todo el mundo pagano entonces conocido. San Pablo es el abanderado de la evangelización de los paganos.
La fiesta de la Epifanía --manifestación de Dios--, nos recuerda que Jesús vino para salvar a todos los hijos de Dios en todo el mundo: “A quienes lo acogen, les da el poder ser hijos de Dios”. “Ha aparecido la bondad y misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. La verdad de Dios y la dicha de la eternidad feliz.
Dios realiza su salvación no solo dentro de los límites de la Iglesia católica. Sin embargo, “fuera de Cristo no hay salvación”. En la Iglesia católica tenemos los máximos medios de salvación, pero no la exclusiva de la salvación de Cristo, el único Salvador universal. No hay otro. El católico que no aprovecha con gratitud los máximos medios de salvación ofrecidos por la Iglesia, se autoexcluye de la salvación.
Por otra parte, el Salvador llega a multitudes de no católicos con la difusión multimedial de su Palabra, y sobre todo desde la Eucaristía celebrada en la Iglesia, “sacramento universal de salvación”.
Para multitud de hijos de Dios en todo el mundo, que no reciben el bautismo de la Iglesia católica, sigue vigente el bautismo de deseo y el bautismo de sangre, con la misma eficacia redentora y salvadora que tiene el bautismo católico, pues en los tres el mismo Espíritu es quien bautiza y salva.
Sigue vigente la comunión con Cristo de quienes “comulgan”, como buenos samaritanos, con el prójimo necesitado, con el cual Jesús mismo se identifica: “Tuve hambre y ustedes me dieron de comer…, vengan benditos de mi Padre a poseer el reino preparado para ustedes desde el principio del mundo”; “Todo lo que hagan a uno de estos, a mí me lo hacen”. “Si perdonan, serán perdonados”. Actitudes que medios de salvación también fuera de la Iglesia.
La Palabra de Dios, comunicada por los medios de masas, sigue siendo sacramento de salvación para la humanidad: “A toda la tierra llega su mensaje”. “Ustedes están limpios por la palabra que les he dicho”. “Quien escucha mi Palabra y la cumple, tiene vida eterna”. ¡Y la cumplen muchos que ni siquiera conocen a Dios, su Padre ni a Jesús, su hermano y Salvador. Pero el Espíritu Santo, “sopla donde quiere”, y graba la Palabra Dios en sus conciencias y en sus corazones.
Un sin número de gente vive las Bienaventuranzas fuera de la Iglesia católica, aunque no las conozcan. Y cada una de ellas, cumplida por amor, es una tabla de salvación para quienes no pueden subir a la “barca preferida de Jesús”, la Iglesia.
Colaboremos con la misión salvadora universal de Jesús también fuera de la Iglesia, con la oración, los sufrimientos ofrecidos, el testimonio y la utilización de los medios a nuestro alcance.
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
En la primera Lectura, Isaías profetiza el misterio de la manifestación de Jesús, como luz que ilumina a todos los pueblos.
SEGUNDA LECTURA
En la segunda Lectura, S. Pablo se presenta como portador de esta verdad: también los gentiles son destinatarios de la revelación y de los dones de Dios.
TERCERA LECTURA
En el Evangelio se nos narra la venida de los Magos de Oriente. Aclamemos ahora a Jesucristo manifestado hoy a todos los pueblos con el canto del aleluya.
OFRENDAS
Nuestras ofrendas al Señor tienen hoy una significación especial. Seamos generosos como los Magos de Oriente. Ofrezcámosle al Señor no sólo nuestro dinero, sino también nuestra persona, nuestras cosas, lo que El quiere de nosotros, toda nuestra vida.
COMUNIÓN
En la Comunión se nos da en comida el Señor que se nos ha manifestado.
Pidámosle por los cristianos que, a pesar de todo, aún no le conocen de verdad y por todas aquellas personas que nunca han oído hablar de Él.
Que el Señor nos ayude a ser, con nuestro testimonio de vida, como una estrella que lleve a todos a la salvación.
Reflexión de José Antonio Pagola al ebvangelio de la Epifanía del Señor.
RELATO DESCONCERTANTE
Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.
Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.
En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.
Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de "los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo". Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.
Su seguridad religiosa los ciega. Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén. Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su misterio es más grande que todas las religiones, y tiene sus caminos para encontrarse con todos sus hijos e hijas. Nunca reconocerán a Jesús.
El rey Herodes, poderoso y brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo posible para eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede "crucificar" a quien trae liberación.
Mientras tanto, los magos prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen prohibido el acceso: La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.
Al llegar, lo único que ven es al "niño con María, su madre". Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno. Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para despertar en los magos la adoración.
El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
6 de enero de 2013
Epifanía del Señor (C)
Mateo 2, 1-12
ZENIT nos ofrece las palabras que dirigió el papa al introducir la oración mariana del Angelus, al mediodía del dia 30 de Diciembre de 2012, en la fiesta de la Sagrada Familia, a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, y a quienes que lo seguían a través d elos medios de comunicación y redes sociales.
¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En la liturgia, el pasaje del evangelio de Lucas nos presenta a la Virgen María y a san José, que fieles a la tradición, suben hasta Jerusalén para la Pascua, junto a Jesús que tenía doce años. La primera vez que Jesús entró en Templo del Señor fue a los cuarenta días después de su nacimiento, cuando sus padres habían ofrecido "un par de tórtolas o dos pichones" (Lc. 2,24) por él, que era el sacrificio de los pobres. "Lucas, cuyo evangelio está lleno de toda una teología de los pobres y de la pobreza, sugiere que la familia de Jesús estaba considerada entre los pobres de Israel; nos hace entender que entre ellos podía madurar el cumplimiento de la promesa" (L'infanzia di Gesù, 96).
Jesús hoy está de nuevo en el Templo, pero esta vez tiene un papel diferente, que lo involucra en primera persona. Cumple así, con María y José, la peregrinación a Jerusalén según lo prescrito en la Ley (cf. Ex 23,17; 34,23ss) --a pesar de que aún no había cumplido el decimotercer año de edad--. Una señal de la profunda religiosidad de la Sagrada Familia. Sin embargo, cuando sus padres vuelven hacia Nazaret, sucede algo inesperado: Él, sin decir nada, se queda en la ciudad. Durante tres días, Maria y José lo buscan y lo encuentran en el Templo, hablando con los maestros de la Ley (cf. Lc. 2,46-47); y cuando le piden explicaciones, Jesús dice que no tienen de qué asombrarse, porque aquel es su lugar, es su casa, con el Padre, que es Dios (cf. L’infancia di Gesù, 143).
"Él –escribe Orígenes--, declara estar en el templo de su Padre, aquel Padre que nos ha revelado y del cual dice que es el Hijo» (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 18, 5). La preocupación de María y José por Jesús, es la misma de cualquier padre que educa a un hijo, lo introduce a la vida y a la comprensión de la realidad. Hoy en día, por lo tanto, es necesario hacer una oración especial al Señor por todas las familias del mundo.
Imitando a la Sagrada Familia de Nazaret, los padres deben preocuparse seriamente por el crecimiento y la educación de sus propios hijos, a fin de que maduren como hombres responsables y ciudadanos honestos, sin olvidar nunca que la fe es un precioso regalo con el cual alimentar a los propios hijos, incluso con el ejemplo personal . Al mismo tiempo, recemos para que cada niño sea acogido como un don de Dios, sea sostenido por el amor tanto el padre como de la madre, a fin de poder crecer como el Señor Jesús "en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc. 2,52). El amor, la lealtad y la dedicación de María y José sean un ejemplo para todas las parejas cristianas, que no son solo los amigos o los dueños de la vida de sus hijos, sino los guardianes de este don incomparable de Dios. Que el silencio de José, hombre justo (cf. Mt. 1,19), y el ejemplo de María, que guardaba todo en su corazón (cf. Lc. 2,51), nos haga entrar en el misterio pleno de la fe y de la humanidad de la Sagrada Familia. Deseo que todas las familias cristianas vivan en la presencia de Dios con el mismo amor y con la misma alegría de la familia de Jesús, María y José.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
ZENIT no participa del artículo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de san Cristóbal de las Casas.
Dios es la buena vida
Por + Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Muchos distorsionan el sentido de la Navidad y del Año Nuevo, pues lo dedican sólo a juergas, a diversiones no siempre honestas, a vacacionar sin darle a Dios un lugarcito, siendo que El es el origen y motivo de estas festividades. Su ilusión es darse una buena vida, y para ello prescinden de Dios, como si les estorbara, siendo todo lo contrario.
Tienen una imagen falseada de Dios, pues lo consideran un aguafiestas, un señor que sólo da normas que limitan la libertad, la espontaneidad, el goce de la vida. Lo ven muy lejano, en un cielo muy abstracto, como un juez que sólo está pendiente del mal que hacemos para castigarnos; es decir, lo perciben como un impedimento para disfrutar la vida. Por ello, prefieren vivir como si El no existiera; se dejan invadir por toda clase de dudas y objeciones sobre su real identidad y existencia. Traen a colación los pecados y antitestimonios de nuestra Iglesia, para escudarse en ellos y así tratar de aquietar su conciencia, que de todos modos les dice en su interior que no está bien todo lo que hacen.
CRITERIOS
En cambio, la experiencia de quienes nos esforzamos por vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, siempre y cuando en verdad lo hagamos, es que encontramos una gran paz, una entrañable serenidad, una profunda tranquilidad, pues nadie mejor que Dios nos puede enseñar el camino verdadero de la felicidad. Así dice Israel: “Yahvéh nos ordenó que pusiéramos en práctica todos estos preceptos, temiendo a Yahvéh nuestro Dios, para que fuéramos felices siempre” (Deut 6,24). En este mismo sentido aconseja David a su hijo Salomón: “Guarda las observancias de Yahvéh tu Dios, yendo por su camino, observando sus preceptos, sus órdenes, sus sentencias y sus instrucciones, para que tengas éxito en cuanto hagas y emprendas” (1 Rey 2,3). Dios mismo advierte al pueblo: “Mira, pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahvéh tu Dios…, vivirás y te multiplicarás… Te pongo delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahvéh tu Dios, escuchando su voz, uniéndote a El; pues en eso está tu vida” (Deut 30,15-16.19-20).
Jesús es muy explícito: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga, no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida… Si se mantienen fieles a mi palabra, será verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8,12.31). “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
Con razón, el Papa Benedicto XVI ha dicho: “Dios no es una hipótesis lejana sobre el origen del mundo, no es una inteligencia matemática muy apartada de nosotros. Dios se interesa por nosotros, nos ama, ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, hasta encarnarse. Dios es una realidad de nuestra vida; es tan grande que también tiene tiempo para nosotros, se ocupa de nosotros. En Jesús de Nazaret encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo para sumergirse en el mundo de los hombres, en nuestro mundo, y enseñar el arte de vivir, el camino de la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios. Jesús ha venido para salvarnos y mostrarnos la vida buena del Evangelio… No es un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia…La fe no es un peso, sino una fuente de alegría profunda; es percibir la acción de Dios que ofrece orientaciones precisas para vivir bien la propia existencia… Dios no es el rival de nuestra existencia, sino su verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana” (28-XI-2012).
PROPUESTAS
Haz a un lado tus prejuicios religiosos y busca con humildad a Dios; no te sentirás defraudado. No te fijes en nuestras fallas, pasadas o presentes, sino concéntrate en Jesús; lee con apertura de corazón su Evangelio, y encontrarás sabiduría; que no te aprisionen tus pasiones desordenadas, y en Cristo obtendrás real libertad; procura platicar con El ante el Sagrario, y hallarás la paz que necesitas y el camino de tu realización.
ZENIT nos ofrece en exclusiva la carta que el prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal Mauro Piacenza, dedica a las madres de sacerdotes y seminaristas y a todas aquellas que ejercen el don de la maternidad espiritual hacia ellos.
Carta a las madres de sacerdotes y seminaristas y a cuántas ejercen con ellos la maternidad espiritual
En la solemnidad de María Santísima Madre de Dios
"Causa nostrae Letitiae – ¡Causa de nuestra Alegría!"
El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud, a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra verdadera Alegría.
En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado, María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único Salvador del mundo. En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida. Adhiriéndose a la Voluntad de Dios, Dio, por tanto, María participó, de modo único e irrepetible, en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios, Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.
De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda alegría me dirijo a ellas.
Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus "amigos predilectos" y, así, vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo. Por medio del sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por Jesús e inmenrsa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y actúa entre los hombres.
Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado “alter Christus” –“otro Cristo”. Su pobre humanidad, elevada por la fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús, es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nosotros. Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los fieles a el confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace realmente presente en el mundo.
La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la indipensable nutrición. Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.
En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha elegido y llamado, todos los familiares –y las personas más cercanas– están implicados pero es ciertamente única y especial la participación que corresponde a la madre del sacerdote. Únicas y especiales son los consuelos espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha convertido en ministro de Cristo. Toda madre no puede sino alegrarse en ver la vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima predilección divina que abraza y trabsforma para la eternidad.
Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se produce una inesperada “distancia”, respecto a la vida del hijo, misteriosamente más radical de toda otra separación natural, e realidad la bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre “recibe” al hijo sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada a reconocer en el fruto del proprio seno, por voluntad de Dios, un “padre”, llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos. Cada madre de un sacerdote es misteriosamente “hija de su hijo”. Hacia el podrá ejercer también una nueva “maternidad”, en la discreta, pero eficacísima e inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia existencia por el ministerio del hijo.
Esta nueva “paternidad”, a la que el seminarista se prepara, que al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia, necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio, para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio de Cristo Señor.
Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la Iglesia, parace hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero “ejército” que, desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso, desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de los sacros pastores.
Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un particularísimo agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y seminaristas y --junto a ellas- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, le propios sufrimientos y las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento en la divina maternidad de María Santísima.
Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo, a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más eficaz.
Junto a los más sentidos augurios por una Año Nuevo de gracia, de corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando para vosotras de Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella, discípula perfecta e Hija de su Hijo.
Mauro Card. Piacenza
Prefecto de la Congregación para el Clero
Traducido del italiano por N.S.M.
ZENIT nos participa del artículo de Juan del Río.
Todo es gracia
La encarnación redentora de Cristo, episodio único en la historia, determina el sentido pleno del tiempo
Por + Juan del Río Martínez
- El significado del tiempo para una persona no viene dado por el número de años que transcurren desde su nacimiento hasta su óbito (cf. Sab 4,8). El tiempo no es sólo algo físico, sino que también se percibe en su vertiente psicológica, moral y espiritual. El cristianismo, desde sus inicios, rechazó los ciclos eternos que planteaban los griegos, porque la Encarnación Redentora de Jesucristo es un episodio único e irrepetible en la historia humana, que determina el sentido pleno del tiempo. Pero aquel acontecimiento salvador tuvo su arranque en la misma Creación del Universo y su final tendrá lugar en el último día (cf. Col 1,15-23). Todo año nuevo participa de ese hecho real, donde la eternidad divina se hace tiempo de los hombres.
La fe en este Misterio, ilumina al hombre para hacer una lectura del tiempo desde la gracia recibida en el Bautismo. Cada ser humano ha de responder a lo que acontece en su vida y su entorno, es decir, a su actuación libre y responsable. Estas fechas son propicias para hacer un examen personal de conciencia sobre cómo hemos empleado nuestro tiempo, qué papel ha jugado Dios en estos meses, cuáles son las obras buenas que hemos hecho y cómo debemos fomentarlas en el futuro, cuáles son los defectos que hemos de evitar, a quién debemos perdonar y reparar. Este discernimiento nos ayudará a conocernos a nosotros mismos y a descubrir lo sucedido como un tiempo de gracia y misericordia.
Ahora bien, percibimos la valoración de nuestro tiempo según somos. El que anda en negocios humanos dice que el tiempo es oro. Para quien vive en el hedonismo es amarga la brevedad de la vida. En cambio, los cristianos afirmamos que el tiempo es un don del Creador y, a la vez, una responsabilidad del hombre, que lo ha de llenar de obras de amor a Dios y al prójimo. Las virtudes hacen bueno cualquier día, los vicios lo hacen malo. A nadie se la prometido nunca un día de mañana: sólo tenemos asegurado el presente que trae “su propia preocupación” (Mt 6,34). La actitud que debe dominar nuestro caminar es la de vigilancia, porque no sabemos “ni el día ni la hora” en que todo terminará (cf. Mt 24, 42-44).
El año que finaliza está marcado por las privaciones económicas de muchos, por conflictos familiares y sociales que han dejado un reguero de víctimas de todo tipo. Los meses venideros se presentan duros en lo económico, lo financiero y lo político. Benedicto XVI, en un reciente artículo en el Financial Times, afirmaba: “El nacimiento de Cristo nos desafía a repensar nuestras prioridades, nuestros valores, nuestro modo de vivir. Y mientras la Navidad es sin duda un tiempo de gran alegría, es también una ocasión de profunda reflexión, más aun, es un examen de conciencia (…) Los cristianos no deben escapar del mundo; por el contrario, deben comprometerse en él. Pero su participación en la política y en la economía debe trascender cada forma de ideolología” (20.12.2012).
No debemos dejarnos llevar por un pesimismo inoperante y desesperanzador. Hay un proverbio español que dice: “no hay mal que por bien no venga”. ¿Qué podemos aprender de esta profunda crisis que padecemos? Que la familia, a pesar de tantos olvidos y ataques de los políticos, está siendo la gracia que ampara a muchos que están viviendo el paro o la precariedad. Que se ha incrementado la generosidad, solidaridad y caridad hacia los más desfavorecidos. Que se vuelve a apreciar la sencillez y la coherencia como las formas más bellas de vivir una vida sana, mientras que crece la hostilidad hacia la opulencia de los corruptos que lleva al desastre a la sociedad. Frente al frenesí del individualismo egoísta y placentero, se ve más necesario cada día unir fuerzas para construir el bien común y educar en la virtud de hacer el bien y evitar el mal, como única base para una ética comprometida con la dignidad del hombre, de todos los hombres.
En definitiva: estos tiempos de crisis están desmontando racionalmente la autosuficiencia de hombre contemporáneo. También nos están situando más a los cristianos en lo esencial, que es Cristo, principio y fin de todos los tiempos. Al final, hemos de convencernos cada día más de que: “¡Todo es gracia!” (G. Bernanos, Diario de un cura rural).