Viernes, 28 de febrero de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo octavo del Tiempo Orinario - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

Domingo 8º del T. Ordinario A 

Los primeros cristianos, entre los que habían esclavos, entenderían perfectamente que no se puede estar al servicio de dos amos. De la misma manera, los discípulos de Cristo hemos de comprender que no podemos “servir” a Dios y al dinero.

Los cristianos tenemos la dicha de que nuestro “amo” es el Padre del Cielo. Él nos ama de un modo completamente distinto. ¡Con un amor infinito! No podemos comprenderlo, ni siquiera imaginarlo. Nosotros nos acercamos a ese misterio inefable de amor, con la imagen del amor del padre y también con el amor de la madre, como nos invita a considerarlo la primera lectura de este domingo: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.

La clave para resolver los “agobios” de los que nos habla el Evangelio de hoy, está en la consideración del amor que Dios nos tiene. Como nos enseña S. Juan: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”.  (1 Jn 4, 16). Si tenemos esta certeza, como un ancla clavada en el alma, no andaremos agobiados por la vida pensando qué vamos a comer, ni por el cuerpo pensando con qué nos vamos  a vestir. “Los paganos se afanan por esas cosas”. “Ya sabe vuestro Padre del Cielo que tenéis necesidad de todo eso…” Además, es inútil preocuparse así, nos dice el Señor, porque “¿Quién de vosotros, a base de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?”.

Y para adentrarnos más y más en esa confianza esperanzada, el Señor nos pone unos ejemplos muy sencillos y muy hermosos: “Mirad a los pájaros: Ni siembran, ni siegan, ni almacenan…” “¿No valéis vosotros más que ellos?”.  “Fijaos cómo crecen los lirios del campo: Ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su esplendor, estaba vestido como uno de ellos”. “Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”.

Pero el Señor no nos dispensa del trabajo, del ahorro, de una cierta preocupación por el futuro… Se ha dicho que el hombre tiene que convertirse en “providencia de sí mismo”. Lo que no quiere el Señor es que andemos obsesionados por nada.

¿Entonces qué hacer? ¿Dónde está la solución a una problemática tan urgente y tan grave?

Aquí está: Nos la ofrece el mismo Evangelio de hoy: “Sobre todo, buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”.

¡Qué impresionante! ¡Qué solución más preciosa y más bella! ¡Los seguidores de Jesucristo siempre tenemos ventaja! Los que tenemos la dicha de creer y de confiar en Él, en medio de todas las crisis.

Pero el problema se vuelve muy difícil de resolver, cuando unos acaparan lo que otros necesitan; cuando el hombre se convierte en “lobo del hombre”. De todos modos, hemos de poner nuestra confianza en el Señor, y trabajar con todas nuestras fuerzas y con la ayuda de Dios, por un mundo distinto, por un mundo mejor.


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DOMINGO 8º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES

 

       

PRIMERA LECTURA

Dispongámonos a escuchar un fragmento del Libro de Isaías.

Acostumbrados a tratar a Dios como Padre, dejémonos sorprender por el profeta que compara el amor de Dios con el amor de una madre.

Después, en el salmo, cantaremos la confianza y la seguridad que nos produce el amor de Dios.

 

SEGUNDA LECTURA

En medio de las dificultades con que se encuentra el apóstol, señala que lo más que le importa es que la gente vea en él un ministro de Cristo y un dispensador de la gracia de Dios.

Escuchemos este texto de la Carta a los corintios.

 

TERCERA LECTURA

Hoy escucharemos otro fragmento muy conocido del Sermón de la Montaña. Ante los interrogantes que puede presentarnos la vida, el Señor nos pide que nos fiemos del amor del Padre del Cielo, que conoce las cosas que necesitamos y no nos abandona.

Aclamemos al Señor con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

En la Comunión constatamos hasta dónde llega el amor que nos tiene el Padre del Cielo. Él nos convoca siempre para renovar el Sacrificio de su Hijo que se entregó por nosotros. Y porque sabe que lo necesitamos, nos alimenta con el pan de su Palabra y con el Pan de la Eucaristía.

Que el amor que Dios nos tiene, nos anime a poner en Él nuestra confianza y nuestra seguridad, de manera que no andemos agobiados, sino en la paz y la alegría que nos da nuestra confianza en el Señor.

 


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Jueves, 27 de febrero de 2014

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo octavo del Tiempo Ordinario - A.

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO

        EL Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.

        La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.

        Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.

        Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.

        “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.

        Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.

        “La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

        Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
2 de Marzo de 2014
8º domingo del Tiempo Ordinario - A
Mt 6, 24-34


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Desde la secretaría del obispado de Tenerife nos remiten carta del obispo diocesano ante su visita "Ad Limina" para ser leída en las misas del fin de semana 1 y 2 de Marzo, conforme al decreto abajo reseñado. 

“Visita ad Limina Apostolorum”


Queridos diocesanos, hermanos y hermanas en el Señor: 

Durante la semana del 3 al 8 de marzo, junto con otros obispos de España, estaré en Roma realizando la “Visita ad Limina Apostolorum” que, de acuerdo con una antigua tradición, los obispos debemos hacer cada cinco años para honrar los sepulcros de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y encontrarnos con el  sucesor de Pedro, actualmente el Papa Francisco, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal.

Para nuestra diócesis, la última visita ad limina fue el año 2005 y la realizó mi predecesor, de feliz memoria, nuestro querido D. Felipe Fernández. En septiembre de ese mismo año fui ordenado obispo y después de ocho años al frente de la Diócesis Nivariense, ésta es mi primera visita ad limina. Voy a ella mucha ilusión y espero, con la gracia de Dios, obtener abundantes frutos espirituales.

La expresión latina “ad límina” tiene difícil traducción al castellano, pero la más aproximada sería “al umbral” o “ante la entrada” y, en nuestro caso, significa que los obispos hacemos la visita “a los umbrales” de las tumbas de San Pedro y San Pablo” para venerarlos, celebrar allí la Santa Misa y rezar el Credo de nuestra fe.

La visita, en sus diferentes momentos litúrgicos, pastorales y de fraterno intercambio, tiene un preciso significado para el obispo: acrecentar su sentido de responsabilidad como Sucesor de los Apóstoles y fortalecer su comunión con el Sucesor de Pedro, nuestro Papa Francisco, que es el principio y fundamento visible de la unidad de toda la Iglesia.

La figura del Papa nos recuerda que no estamos solos sino que, por la fe y el bautismo, formamos la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia extendida por toda la tierra, con gentes de toda lengua, raza y condición. Aunque está asentada en distintos países y regiones del mundo, la Iglesia no tiene fronteras, pues los fieles cristianos estamos unidos por la misma fe en un solo Dios y Padre, en un solo Señor Jesucristo y en un mismo Espíritu.

Por eso, la visita constituye un momento importante para la vida de la misma Iglesia Diocesana, la cual, por medio del obispo, consolida los vínculos de fe, de comunión y de disciplina que la unen a la Iglesia de Roma y al entero cuerpo eclesial. Dicha visita, también, representa un momento fundamental para el ministerio del Papa que recibe a los obispos, no sólo como expresión de mutuo afecto sino, también, para tratar con ellos las cuestiones que se refieren a su misión eclesial y pedir la cooperación de las iglesias diocesanas del mundo entero con la Iglesia de Roma, que las preside a todas en la caridad.

En la visita ad límina, “se encuentran dos personas, el obispo de una diócesis y el Obispo de Roma, sucesor de Pedro, cada uno con su responsabilidad inderogable; pero se encuentran no como personas aisladas; cada uno representa a su modo el ‘nosotros’ que es la Iglesia, el ‘nosotros’ de los fieles y el ‘nosotros’ de los obispos” (Directorio para la visita). El encuentro del obispo con el Papa expresa y acrecienta visiblemente la comunión de todos los fieles y de todos los obispos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. 

Antes de realizar la visita, hemos enviado a Roma un informe extenso sobre el estado de nuestra diócesis en los últimos ocho años y nuestras perspectivas de futuro sobre la vida de las parroquias, el Seminario, la catequesis, la acción socio-caritativa, los sacerdotes, la administración de los bienes eclesiásticos, la educación católica, el contexto social, político, económico y cultural, etc. A través de este informe, el Papa conoce lo que es la vida la diócesis y puede ofrecernos una palabra de luz y de aliento para seguir adelante con la misión evangelizadora que el Señor nos encomendó.

Los encuentros fraternos con el Romano Pontífice y con sus más estrechos colaboradores de la Curia Romana serán para mí una ocasión privilegiada, no sólo para hacer presente la situación de la propia diócesis y sus expectativas, sino también para tener mayores informaciones sobre las esperanzas, alegrías y dificultades de la Iglesia universal, y para recibir oportunos consejos y directivas sobre los problemas de la diócesis que tengo a mi cargo.

A esta visita el obispo no va a título individual, sino como vicario de Cristo en la Diócesis y  pastor de todos los diocesanos. Por eso, llevo en la mente y el corazón las ilusiones y las esperanzas, las angustias y los sufrimientos de todos. De todo ello voy hablar con el Papa y a ponerlo en la oración ante los sepulcros de San Pedro y San Pablo. Y, como no, le haré partícipe al Papa la admiración y el afecto que le profesamos; que somos muchos, incluso personas ajenas a la vida de la Iglesia, los que le respetamos, escuchamos y valoramos, y la daré las gracias por su sencillez y libertad para exponernos el mensaje del Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, les invito a todos a unirse de corazón a esta visita ad límina y a venir espiritualmente conmigo a Roma para renovar juntos nuestra fe común, el amor a nuestra madre la Iglesia y la adhesión a la persona y el ministerio del Papa Francisco. En Roma pediré, para mí y para todos ustedes, la fuerza y valentía que tuvieron los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, para testimoniar  la fe en Nuestro Señor Jesucristo con autenticidad y perseverancia.

Les pido que recen al Señor para que, con esta visita ad límina, se afiance en mí y en todos los diocesanos la comunión con el Papa, y para que nuestra Diócesis Nivariense se renueve constantemente a la luz del Evangelio y encuentre siempre nuevos impulsos de vida.

Por intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, pidamos al Señor que nos conceda a todos caminar alegres en la esperanza y firmes en la fe, y comunicar al mundo el gozo del Evangelio, como nos pide con insistencia el Papa Francisco. 

Gracias por vuestra fe y vuestras oraciones. De todo corazón les bendice,

 

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

 

  

Nos, Don BERNARDO ALVAREZ AFONSO, por la Gracia de Dios y de la Sede Apostólica, Obispo de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife


Con motivo de la Visita Ad Limína Apostolorum, que tendrá lugar del 3 al 8 de marzo del presente año mandamos que:

. Las misas correspondientes al 8º domingo del Tiempo Ordinario, 1 y 2 de marzo, se celebren con el formulario "por la Iglesia Local" (Misal Romano, Misas por diversas necesidades) en todas las iglesias de la diócesis;

. Se haga la plegaría eucarística 5D y se lea la carta del obíspo diocesano "Visita Ad límina Apostolorum”, preferentemente al comienzo de la misa;

. Se incluya una petición por los frutos de la visita en la oración de los fieles.


Dado en San Cristóbal de La Laguna, a veintisiete de febrero de dos mil catorce.

Bernardo  Avarez Afonso
Obispo Nivariense

 

Por mandato de su Excia. Rvdma.

Juan Carlos Jorge González
Vicecanciller- Vicesecretario


Mi?rcoles, 26 de febrero de 2014

Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (22 de febrero de 2014) (AICA)

“Afectuoso encuentro con el Papa”

Bienvenido aunque sabemos que pronto tiene que volver a viajar.

“Así es, tengo que asistir a la asamblea plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina donde lo veré de nuevo al Papa. Pero la que he tenido en enero ha sido una entrevista privada larga y afectuosa, que realmente ha sido reconfortante”.

Un mes con mucho viaje. Estuvo en Tandil con sus seminaristas, viajó a Roma para acompañar a uno de sus sacerdotes que defendía su Tesis Doctoral pero ¿cómo fue el encuentro con el Papa Francisco?
“El encuentro fue doble, en realidad, porque el miércoles asistí a la Audiencia General y allí, al terminar, los obispos podemos hablar un poquito con el Papa y saludarlo. Así que ahí tuve un primer intercambio, pero el Papa ya sabía que al día siguiente nos encontrábamos en privado”.

“El jueves 23 de enero pude gozar de una larga conversación, de unos 45 minutos, en la que pudimos hablar de todo un poco. Yo le comenté lo que estamos haciendo en la Arquidiócesis, porque me pareció que era interesante eso, explicarle nuestra perspectiva y le dije: “estamos siguiendo lo que nos indicaste acerca de las periferias”. Las periferias que son en primer lugar periferias geográficas, o sea los alrededores de la ciudad de La Plata, especialmente donde hay nuevos asentamientos habitacionales, etc. Y ahí estamos tratando que haya centros de evangelización. En este momento estamos tratando de desarrollar 17 centros de evangelización: algunas parroquias, otras vicarías, otros empiezan a funcionar como capilla. Avanzando como podemos, porque no tenemos los recursos económicos suficientes. Pero de todas maneras eso es muy importante”.

“Luego están las periferias existenciales y las periferias culturales también. Es decir los variados ámbitos y las situaciones a las cuales hay que llevar el mensaje del Evangelio”.

“La Plata es una ciudad universitaria, que tiene una tradición cultural muy importante y, entonces, plantea desafíos realmente muy fuertes. Quedé muy contento porque el Papa ha animado todo eso, hemos intercambiado ideas sobre el asunto. Y yo le agradecí especialmente la exhortación sobre la “Alegría del Evangelio” porque ahí hay indicaciones preciosas que estamos siguiendo”.

Monseñor imagino como es ese encuentro con 30 años de tareas en común, que lo conoce. Pienso lo que debe ser encontrarse con él ahora como Papa. Esto de tener una historia común es afectivamente fuerte.
“Si, si, es una cosa extraña, pero se da con toda naturalidad. Resulta conmovedor que el Papa sea una persona tan conocida y cercana.”.

¿Qué le dijo el Papa a usted?
“El Papa estaba muy contento de verme, intercambiamos opiniones sobre la situación mundial, sobre la situación de la Argentina, etc. Además le comenté algunas intervenciones mías, creo que yo hablé en Claves sobre el tema, a propósito de algunos puntos de la exhortación “Evangelii Gaudium” muy fuertes en materia social, como por ejemplo lo que el Papa dice acerca de la “teoría del derrame”: el crecimiento económico por sí mismo no es suficiente para que haya una justa distribución de los bienes para que los pobres puedan ir progresando y para los que están en la miseria puedan salir de ella. Y ha sido muy criticado el Papa por esas afirmaciones”.

“A mí parece que eso es la Doctrina Social de la Iglesia, sin más. Entonces, el Papa presenta una manera de concebir la sociedad en el sentido profundamente humano y cristiano. Sin ese conjunto de actitudes y decisiones el crecimiento económico solo no puede satisfacer las necesidades de la gente y asegurar una justa distribución”.

Y cómo lo vio al Papa Francisco, a su amigo, porque a veces se lo ve cansado pero muy feliz por eso me gustaría saber ¿cómo lo vio usted desde el amigo al Papa?
“Si, es cierto, pero se lo ve muy bien, con mucho ánimo y muy contento. Se lo ve muy contento, muy dispuesto a cumplir el ministerio petrino con toda intensidad. Y con un talento formidable de comunicación”.

“A mi me admira cómo teniendo la responsabilidad de todas las iglesias, como se dice, él puede seguir tan de cerca y con tanto cariño la situación de la Iglesia en Argentina”.

“Y en lo que a mi respecta me he sentido muy acompañado, muy animado. Ahora, cuando vuelva a Roma, espero verlo nuevamente durante la Pontificia Comisión para América Latina porque él va a asistir a alguna de las reuniones”.

Cuando yo lo vi al Papa, en diciembre pasado, le dije que estaba muy feliz de verlo tan feliz a él y ahora estoy también muy feliz de verlo tan feliz a Usted en este encuentro con su amigo. Porque a veces se dicen cosas y la gente no conoce, no sabe.
“Yo no creo que sea la gente; son más bien algunos periodistas que, en realidad, no entienden lo que es la vida de la Iglesia. Entonces juzgan de una manera completamente equivocada”.

“Mi relación con el Santo Padre se remonta a la época en que hemos trabajado juntos en la Diócesis de San Miguel: yo era Rector del Seminario de San Miguel y mi seminaristas estudiaban en el Colegio Máximo cuando Jorge Bergoglio era el Rector. Luego ambos hemos sido auxiliares del cardenal Quarracino juntos durante seis años. Y hasta llegué a ser auxiliar de él algunos meses, unos pocos meses, en la Arquidiócesis de Buenos Aires antes de mi traslado a La Plata”.

E incluso fue, en esa época, que el entonces Arzobispo Bergoglio me sugirió que le pidiera a Usted que fuera columnista de “Claves para un Mundo Mejor”
“Es verdad, aunque no sé si eso se lo tengo que agradecer porque me ha cargado un buen trabajo que lleva ya muchos años”

Pero la gente se lo agradece y este equipo también. A los dos a uno por la sugerencia y a Usted por acompañarnos…


Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata.


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Carta del Santo Padre a las familias del mundo. Pide oración por el Sí­nodo de los Obispos de octubre sobre: 'Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización'

 El Santo Padre llama a la puerta de la casa de las familias del mundo para hablar del Sínodo de los obispos que tendrá lugar en octubre y estudiará los retos pastorales de la familia. Lo ha hecho a través de una carta publicada esta mañana. Un encuentro imporante - señala - para todo el Pueblo de Dios porque todos participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con oración. Al Sínodo extraordinario le seguirá otro en 2015 y el encuentro de las Familias en Filadelfia. Por eso Francisco pide oración para que "la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias". (Zenit.org)

Queridas familias:

Me presento a la puerta de su casa para hablarles de un acontecimiento que, como ya saben, tendrá lugar el próximo mes de octubre en el Vaticano. Se trata de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema "Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización". Pues la Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las nuevas emergencias pastorales relacionadas con la familia.

Este señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias particulares del mundo entero, que participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con la ayuda indispensable de la oración. El apoyo de la oración es necesario e importante especialmente de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que invoquen con insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y los guíe en su grave responsabilidad. Como saben, a esta Asamblea sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio.

Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la Ley de Moisés, llevaron al Niño al templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron en Jesús al Mesías (cf. Lc 2,22-38). Simeón lo tomó en brazos y dio gracias a Dios porque finalmente había “visto” la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados... Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las fatigas de cada día.

Queridas familias, su oración por el Sínodo de los Obispos será un precioso tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo agradezco, y les pido que recen también por mí, para que pueda servir al Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la protección de la Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre y les ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de corazón sobre cada familia la bendición del Señor.

Vaticano, 2 de febrero de 2014 Fiesta de la Presentación del Señor


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Martes, 25 de febrero de 2014

Para la gestión de los bienes económicos de la Santa Sede. Texto oficial

(Zenit.org) Publica a continuación el Motu Proprio del Papa Francisco “Fidelis dispensator et Prudens”, publicado este lunes 24 de febrero.

“Del mismo modo que el administrador fiel y prudente tiene la tarea de cuidar atentamente lo que le ha sido confiado, así la Iglesia es consciente de la responsabilidad de proteger y gestionar con atención sus bienes, a la luz de su misión de evangelización y con una atención especial a los más necesitados.

En particular, la gestión de los sectores económicos y financieros de la Santa Sede está estrechamente ligada a su misión específica, no sólo al servicio del ministerio universal del Santo Padre , sino también en relación con el bien común, en la perspectiva del desarrollo integral de la persona humana.Después de considerar atentamente los resultados del trabajo de la Comisión referente de estudio y guía sobre organización de la estructura económica - administrativa de la Santa Sede (cf. Quirógrafo de 18 de julio de 2013), previa consulta con el Consejo de Cardenales para la reforma de la Constitución Apostólica “Pastor Bonus” y con el Consejo de Cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede, con esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio establezco lo siguiente:

CONSEJO PARA LA ECONOMÍA

1. Se establece el Consejo de Economía , con la tarea de proporcionar orientación sobre la gestión económica y de supervisar las estructuras y las actividades administrativas y financieras de los dicasterios de la Curia Romana, de las instituciones relacionadas con la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano.

2. El Consejo de Economía se compone de quince miembros, ocho de los cuales son elegidos de entre los cardenales y obispos para reflejar la universalidad de la Iglesia y siete laicos expertos de varias nacionalidades con competencia financiera y profesionalidad reconocidas.

3. El Consejo de Economía está presidida por un cardenal coordinador.

SECRETARÍA DE ECONOMÍA

4. Se establece la Secretaría de Economía , como dicasterio de la Curia Romana de acuerdo con la Constitución Apostólica Pastor Bonus .

5. Teniendo en cuenta lo establecido por el Consejo de Economía , la Secretaría responde directamente al Santo Padre y lleva a cabo el control económico y la supervisión de los entes, contemplados en el apartado 1, así como las políticas y procedimientos relativos a la adquisición y la asignación adecuada de los recursos humanos , en el respeto de las competencias propias de cada ente . La competencia de la Secretaría , por tanto, se extiende a todo lo que de alguna manera entra en el ámbito en cuestión.

6. La Secretaría de Economía está presidida por un Cardenal Prefecto, el cual colabora con el Secretario de Estado . Un Prelado Secretario General tiene la tarea de ayudar al Cardenal Prefecto.

AUDITOR GENERAL

7. El Auditor General es nombrado por el Santo Padre y tiene la tarea de llevar a cabo la revisión contable (auditoría ) de los entes mencionados en el apartado 1.

LOS ESTATUTOS

8. El Cardenal Prefecto es responsable de la redacción de los Estatutos definitivos del Consejo de Economía, de la Secretaría de Economía y de la Oficina del Auditor General.

Los Estatutos se presentarán quam primum a la aprobación del Santo Padre .Dispongo que cuanto establecido tenga un valor inmediato , pleno y duradero , incluso mediante la abrogación de todas las disposiciones incompatibles y que la presente Carta Apostólica en forma de Motu Proprio se publique en " L' Osservatore Romano" del 24 de febrero de 2014, y en los Acta Apostolicae Sedis.


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Columna de opinión de monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (23 de febrero de 2014)

Periferias cercanas y lejanas 
 
No todo lo que parece lejos lo está realmente, y viceversa. Pero también podemos decir que las distancias geográficas no son las únicas entre las personas.

Salir de uno mismo es necesario para ir al encuentro de otro. Si uno vive encerrado en su mundo, difícilmente los demás tendrán lugar en el propio corazón, por más que vivamos bajo el mismo techo o en el mismo barrio.
La misión evangelizadora de la Iglesia implica salir. Francisco nos dice que debemos ir hacia las periferias en tres sentidos: las geográficas, las existenciales y los nuevos ámbitos socioculturales. Al hablarnos de la Iglesia diocesana nos dice que “ella es el sujeto primario de la evangelización (...) Su alegría...”. “De comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales.” (EG 30)

Quiero comentarte algo acerca de estas tres maneras de entender las periferias.

Las geográficas son las más simples de comprender. Se refiere a los “confines”, las zonas más alejadas en distancia del centro parroquial o de la capilla o de la diócesis. A la gente de los barrios a los que les cuesta mucho acercarse hasta la Parroquia. Incluso hay muchos lugares en centros urbanos muy poblados en los que la gente ni siquiera conoce dónde queda el templo parroquial.

Periferias geográficas también son aquellas de otros continentes en los cuales hace falta anunciar la vida y enseñanza de Jesucristo.

Otro modo de abordar esta realidad es lo que Francisco llama las “periferias existenciales” o “antropológicas”. Se refiere a los límites interiores que enfrentamos. Por ejemplo el sufrimiento, la enfermedad, la drogadicción, el alcoholismo, la soledad, la pobreza, la esclavitud sexual, la muerte... Son situaciones que nos hacen experimentar los límites de la existencia humana. Más allá de la distancia o cercanía geográfica con la Parroquia, aquí se trata de situaciones existenciales dramáticas. El tango “Yira yira” lo relata con belleza que duele: “Verás que todo es mentira/ verás que nada es amor / que al mundo nada le importa/ ¡Yira! ¡Yira! / Aunque te quiebre la vida / aunque te muerda un dolor / no esperes nunca una ayuda / ni una mano, ni un favor”. (Enrique Santos Discépolo)

El modo de expresar cercanía no es en este caso la palabra o el discurso, sino el gesto cordial que nos lleva a “achicar distancias (...) tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (EG 24). El pobre, el enfermo, el preso, el abandonado, es esa carne de Cristo para asumir, tratar con ternura y servir. Francisco en Brasil se refirió a los que son oprimidos por la adicción a la droga como “santuarios del sufrimiento humano”.

La tercera manera de entender la periferia es la referida a los ámbitos socioculturales. Aquí podemos mencionar el mundo de la ciencia y la técnica, el arte, la economía, la política. Son como nuevos escenarios en los cuales hacer presente la buena noticia de Jesús. Su salvación es integral y abarca todas las dimensiones de la persona. Evangelizar estos ámbitos es hacer que la mirada se centre en el bien común, la justicia, la solidaridad, la belleza.

Para asumir estas tres maneras de entender las periferias es necesario des-centrarnos. El significado etimológico de “periferia” es circunferencia, o espacio que rodea al núcleo o centro. Por eso la dimensión de salida es ir hacia los bordes, dejar de lado lo conocido y confortable.
La evangelización es una tarea que nos impulsa a salir, y mirarnos en la Iglesia “como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora” (DA 370), decíamos los obispos de América Latina y el Caribe.

Así evangelizó Jesús, andando por las periferias y tocando el sufrimiento humano. Francisco Luis Bernárdez, poeta argentino fallecido en 1978, escribió un bello poema para quienes quieren encontrar a Dios en la Nochebuena: “No busques en los sitios / donde la luz brilla más / y donde es más poderoso / el poder de la ciudad; / deja las calles del centro / entra en las del arrabal / y allí donde la pobreza / linda con la oscuridad / en la casa más humilde/ al Niño Dios hallarás”.

Ayer el Papa Francisco instituyó a 19 nuevos cardenales de diversos lugares del mundo. Entre ellos está Mario Poli, Arzobispo de Buenos Aires. Recemos por ellos, para que puedan ser buenos colaboradores del Santo Padre.


Mons. Jorge Lozano, Obispo de Gualeguaychu.


Publicado por verdenaranja @ 20:46  | Hablan los obispos
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Lunes, 24 de febrero de 2014

El Santo Padre ha presidido en la mañana del 23 de Febrero de 2014 en la Basílica Vaticana la concelebración eucarística con los cardenales creados en el Consistorio de del día anterior y con todos los purpurados reunidos en Roma para el Consistorio (Zenit.org).

«Que tu ayuda, Padre misericordioso, nos haga siempre atentos a la voz del Espíritu». Esta oración del principio de la Misa indica una actitud fundamental: la escucha del Espíritu Santo, que vivifica la Iglesia y el alma. Con su fuerza creadora y renovadora, el Espíritu sostiene siempre la esperanza del Pueblo de Dios en camino a lo largo de la historia, y sostiene siempre, como Paráclito, el testimonio de los cristianos. En este momento, junto con los nuevos cardenales, queremos escuchar la voz del Espíritu, que habla a través de las Escrituras que han sido proclamadas.

En la Primera Lectura ha resonado el llamamiento del Señor a su pueblo: «Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo». Y Jesús, en el Evangelio, replica: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». Estas palabras nos interpelan a todos nosotros, discípulos del Señor; y hoy se dirigen especialmente a mí y a vosotros, queridos hermanos cardenales, sobre todo a los que ayer habéis entrado a formar parte del Colegio Cardenalicio. Imitar la santidad y la perfección de Dios puede parecer una meta inalcanzable. Sin embargo, la Primera Lectura y el Evangelio sugieren ejemplos concretos de cómo el comportamiento de Dios puede convertirse en la regla de nuestras acciones. Pero recordemos, todos nosotros, que, sin el Espíritu Santo, nuestro esfuerzo sería vano. La santidad cristiana no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad ―querida y cultivada― al Espíritu del Dios tres veces Santo.

El Levítico dice: «No odiarás de corazón a tu hermano... No te vengarás, ni guardarás rencor... sino que amarás a tu prójimo...». Estas actitudes nacen de la santidad de Dios. Nosotros, sin embargo, a veces somos tan diferentes, tan egoístas y orgullosos...; pero la bondad y la belleza de Dios nos atraen, y el Espíritu Santo nos puede purificar, nos puede transformar, nos puede modelar día a día. Hacer este trabajo de conversión, conversión del corazón, conversión a la que todos nosotros, vosotros cardenales y yo, debemos hacer, esta conversión.

También Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y nos explica la nueva ley, la suya. Lo hace mediante algunas antítesis entre la justicia imperfecta de los escribas y los fariseos y la más alta justicia del Reino de Dios. La primera antítesis del pasaje de hoy se refiere a la venganza. «Habéis oído que se os dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pues yo os digo: ...si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra». No sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien con largueza.

La segunda antítesis se refiere a los enemigos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo. Hermanos cardenales, Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad, es la misericordia. La que Él nos ha dado y cada día tiene con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Y esto es lo que el Señor nos pide a nosotros.

Queridos hermanos cardenales, el Señor Jesús y la Madre Iglesia nos piden testimoniar con mayor celo y ardor estas actitudes de santidad. Precisamente en este suplemento de entrega gratuita consiste la santidad de un cardenal. Por tanto, amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a quien habla mal de nosotros; saludemos con una sonrisa al que tal vez no lo merece; no pretendamos hacernos valer, contrapongamos más bien la mansedumbre a la prepotencia; olvidemos las humillaciones recibidas. Dejémonos guiar siempre por el Espíritu de Cristo, que se sacrificó a sí mismo en la cruz, para que podamos ser «cauces» por los que fluye su caridad. Esta es la la actitud, este debe ser el comportamiento de un cardenal. El cardenal entra en la Iglesia de Roma, hermanos, no en una corte. Evitemos todos y ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos cortesanos: intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias. Que nuestro lenguaje sea el del Evangelio: «Sí, sí; no, no»; que nuestras actitudes sean las de las Bienaventuranzas, y nuestra senda la de la santidad.

Rezemos nuevamente, tu ayuda Padre misericordioso, nos haga siempre atentos a la voz del Espíritu. El Espíritu Santo nos habla hoy por las palabras de san Pablo: «Sois templo de Dios...; santo es el templo de Dios, que sois vosotros». En este templo, que somos nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la bondad, del perdón, del servicio; en una palabra, la liturgia del amor. Este templo nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para con el prójimo. Cuando en nuestro corazón hay cabida para el más pequeño de nuestros hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto. Cuando a ese hermano se le deja fuera, el que no es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío de amor es como una iglesia desconsagrada, sustraída al servicio divino y destinada a otra cosa.

Queridos hermanos cardenales, permanezcamos unidos en Cristo y entre nosotros. Os pido vuestra cercanía con la oración, el consejo, la colaboración. Y todos vosotros, obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos, uníos en la invocación al Espíritu Santo, para que el Colegio de Cardenales tenga cada vez más ardor pastoral, esté más lleno de santidad, para servir al evangelio y ayudar a la Iglesia a irradiar el amor de Cristo en el mundo.


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Ante una plaza de San Pedro repleta de fieles, el Santo Padre, el domingo 23 de Febrero de 2014 desde la ventana del Estudio del Palacio Apostólico, ha rezado el ángelus y ha dirigido antes a los presentes las siguientes palabras (Zenit.org):

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

en el segunda Lectura de este domingo, san Pablo afirma: "Ninguno ponga su orgullo en los hombres, porque todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefa (es decir Pedro), el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro: ¡todo es vuestro! Pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios". ¿Por qué dice esto el apóstol? El problema que el Apóstol se encuentra de frente es el de las divisiones en la comunidad de Corinto, donde se habían formado grupos que se referían a varios predicadores considerándoles sus jefes; decían: "Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefa...". San Pablo explica que este modo de pensar es equivocado, porque la comunidad no pertenece a los apóstoles, pero son ellos, los apóstoles, los que pertenecen a la comunidad; ¡pero la comunidad, toda entera, pertenece a Cristo!

De esta pertenencia deriva que en las comunidades cristianas - diócesis, parroquias, asociaciones, movimientos - las diferencias no pueden contradecir el hecho que todos, por el bautismo, tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios. Y esta es nuestra dignidad. En Cristo somos hijos de Dios.

Aquellos que han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los Sacramentos, no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer con alegría el camino de la santidad.

La Iglesia hoy confía el testimonio de este estilo de vida pastoral a los nuevos cardenales, con los cuales he celebrado esta mañana la santa Misa. ¿Podemos saludar todos a los nuevos cardenales con un aplauso? ¡Saludamos a todos! El Consistorio ayer y la celebración eucarística hoy, nos han ofrecido una ocasión preciosa para experimentar la catolicidad, la universalidad de la Iglesia, bien representada por la variada procedencia de los miembros del colegio cardenalicio, recogidos en estrecha comunión entorno al sucesor de Pedro. Y que el Señor nos dé la gracia de trabajar para la unidad de la Iglesia. De construir esta unidad, porque la unidad es más importante que los conflictos. La unidad de la Iglesia es en Cristo. Los conflictos son problemas que no siempre son de Cristo.

Los momentos litúrgicos y de fiesta, que hemos tenido la oportunidad de vivir en el curso de las últimas jornadas, refuercen en todos nosotros la fe, el amor por Cristo y ¡por su Iglesia! Os invito a sostener estos pastores y asistirles con la oración, para que guíen siempre con celo el pueblo que se les ha confiado, mostrando a todos la ternura y el amor del Señor. Pero, ¿cuánto necesitan de oraciones un obispo, un cardenal, un Papa para que pueda ayudar a llevar adelante el pueblo de Dios? Digo ayudar, es decir, servir al pueblo de Dios. Porque la vocación de la Iglesia o de los cardenales o del Papa es precisamente esta. Ser servidores, servir en nombre de Cristo. Rezad por nosotros, para que todos seamos buenos servidores. Buenos servidores, no buenos propietarios.

Todos juntos, obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos debemos ofrecer el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo, animada por el deseo de servir a los hermanos y lista para ir al encuentro con valor profético a la espera y a las exigencias espirituales de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. La Virgen nos acompaña y nos proteja en este camino.

A continuación, el Papa ha rezado el ángelus.

Para concluir ha saludado a los presentes con estas palabras:

Saludo a todos los peregrinos presentes, en particular a los venidos con ocasión del Consistorio para acompañar a los nuevos cardenales; y agradezco mucho a los países que han querido estar presentes en este evento con delegaciones oficiales.

Saludos a los estudiantes de Tolosa y la comunidad de los venezolanos residentes en Italia.

Saludo a los fieles de Caltanissetta, Reggio Calabria, Sortino, Altamura, Ruvo y Lido degli Estensi; los jóvenes de Reggio Emilia y los de la diócesis de Lodi; la Asociación ciclista de Agrigento y los voluntarios de la Protección Civil de la Bassa Padovana.

A todos os deseo un feliz domingo y buena comida. ¡Hasta pronto!


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Domingo, 23 de febrero de 2014

Texto completo de la homilí­a del Santo Padre en el Consistorio para la creación de nuevos cardenales , el 22 de Febrero de 2014  (Zenit.org)


También en este momento Jesús camina delante de nosotros. Él siempre está por delante de nosotros. Él nos precede y nos abre el camino... Y esta es nuestra confianza y nuestra alegría: ser discípulos suyos, estar con É́l, caminar tras É́l, seguirlo...

Cuando con los cardenales hemos concelebrado juntos la primera Misa en la Capilla Sixtina, «caminar» ha sido la primera palabra que el Señor nos ha propuesto: caminar, y después construir y confesar.

Hoy vuelve esta palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa: «Jesús caminaba...».Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina mucho e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús no ha venido a enseñar una filosofía, una ideología..., sino una «vía», una senda para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando. Sí, queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús.

Pero esto no es fácil, no es cómodo, porque la vía escogida por Jesús es la vía de la cruz. Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le sucederá en Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se quedan «sorprendidos» y «asustados». Sorprendidos, cierto, porque para ellos subir a Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su victoria, como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por lo que Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de padecer.

A diferencia de los discípulos de entonces, nosotros sabemos que Jesús ha vencido, y no deberíamos tener miedo de la cruz, sino que, más bien, en la Cruz tenemos nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no de Dios.

Y cuando se piensa de modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio «Los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan». Ellos se indignaron. Si prevalece la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las envidias, los bandos...

Así, pues, esta palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica interiormente, proyecta luz en nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en plena sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio de Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros.

«Llamándolos Jesús a sí...». He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino, se da cuenta de que necesita hablar a los Doce, se para y los llama a sí. Hermanos, dejemos que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos convocar por él. Y escuchémosle con la alegría de acoger juntos su palabra, de dejarnos enseñar por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón y una sola alma en torno a él.

Y mientras estamos así, convocados, «llamados a sí» por nuestro único Maestro, también yo os digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de vosotros, de vuestra colaboración y, antes de nada, de vuestra comunión, comunión conmigo y entre vosotros. La Iglesia necesita vuestro valor para anunciar el evangelio en toda ocasión, oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad. La Iglesia necesita vuestras oraciones, para apacentar bien la grey de Cristo, la oración, no olvidemos, que, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber del Obispo. La Iglesia necesita vuestra compasión sobre todo en estos momentos de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo. Queremos expresar nuestra cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecución. Debemos luchar contra toda discriminación. La Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean fuertes en la fe y sepan responder el mal con bien. Y que esta oración se haga extensiva a todos los hombres y mujeres que padecen injusticia a causa de sus convicciones religiosas.

La Iglesia también necesita de nosotros para que seamos hombres de paz construyamos la paz con nuestra obras, nuestros deseos, nuestras oraciones. Hacer la paz, artesanos de paz. Por ello imploramos la paz y la reconciliación para los pueblos que en estos tiempos sufren la prueba de la violencia, de la exclusión y de la guerra.

Gracias, queridos hermanos. Gracias. Caminemos juntos tras el Señor, y dejémonos convocar cada vez más por él, en medio del Pueblo fiel, al santo Pueblo fiel de Dios, a la Santa Madre Iglesia.


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Mensaje de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, para la Cuaresma 2014 (18 de febrero de 2014) (AICA)

Mensaje de Cuaresma

"porque quiso una Iglesia resplandeciente,
sin mancha ni arruga y sin defecto,
sino santa e inmaculada".
(carta a los Efesios)

                       

Esta imagen de Iglesia querida por Jesucristo, “sin mancha ni arruga, sino santa e inmaculada” (Ef. 5, 27) que san Pablo nos presenta en la carta a los Efesios, nos puede ayudar a reflexionar sobre nuestra conversión, sea a nivel personal como eclesial. Podemos distinguir lo personal de lo eclesial, pero nunca separarlos. La Iglesia no existe como una idea a la que adherimos, sino en cada uno de nosotros. Esto es consecuencia del obrar de Jesucristo que se ha encarnado y ha querido prolongar su presencia a través de su Cuerpo, la Iglesia. De esta Iglesia somos miembros vivos a quienes él la purificó “con el bautismo del agua y la palabra” (Ef. 5, 26). No podemos hablar de la Iglesia sino hablamos de cada uno de nosotros. Es la Iglesia en mí, en cada uno de ustedes, la que va a ingresar en este tiempo de gracia que es la Cuaresma. ¡Qué bueno pensar que le podamos devolver algo de aquella bella imagen paulina que nos habla de una Iglesia “resplandeciente, santa e inmaculada”!

El apóstol san Pedro, al referirse a nosotros como el nuevo Pueblo de Dios, agrega: “ustedes a la manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual”, para recordarnos nuestra dignidad y responsabilidad eclesial: “ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz” (1 Ped. 2, 5-10). Este texto nos hace tomar conciencia de nuestra identidad eclesial. No somos definidos de una manera aislada, sino “ahora son el Pueblo de Dios…para anunciar las maravillas de aquel que los llamó”. Esta pertenencia eclesial es la que compromete la dimensión misionera de la fe. La Iglesia es la obra de Dios manifestada en Jesucristo que, por la acción del Espíritu Santo está presente en nosotros, para continuar con nosotros su misión evangelizadora. Somos Iglesia, y desde ella somos llamados y enviados como misioneros.

Las categorías sociológicas o institucionales no alcanzan para definir esta nueva realidad. La Iglesia es un misterio de comunión misionera. Sólo una mirada de fe nos permite conocerla y amarla en toda la riqueza de su vida y santidad, como también dolernos por sus límites y pecados, porque está formada de santos y pecadores. Los Santos Padres la llamaban “santa y pecadora”. Esto, no para justificar “sus manchas y arrugas”, sino como estímulo y exigencia que nos mueva al arrepentimiento y a la conversión, para que sea en nosotros más “resplandeciente e inmaculada”. La santidad no es un lujo, es la vocación a la que todos estamos llamados; tampoco es exclusiva de un lugar o una vocación. A esto se refiere la Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, cuando nos habla de la Universal Vocación a la Santidad en la Iglesia.

En este Mensaje de Cuaresma me quiero detener en dos aspectos, uno más personal y el otro referido a nuestra responsabilidad en la misión de la Iglesia. Lo haré siguiendo la imagen de san Pablo cuando nos dice que el Señor: “la purificó por el bautismo y la palabra”. Nos habla de la Palabra y de los Sacramentos. El peligro es acostumbrarnos a estar en la Iglesia y a recibir, con cierta rutina, algo que va perdiendo su novedad y entusiasmo. Con ello se adormece la vida de fe y caemos en la amenaza de aquel: “gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en que aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (Benedicto XVI). Examinemos en esta Cuaresma cómo vivimos este camino de gracia y purificación que el Señor nos dejó como fuente de vida.

Siempre la vida cristiana va a girar en torno al encuentro con la persona de Jesucristo. El Documento de Aparecida muestra su profundo sentido teológico y catequístico cuando nos habla de los lugares de encuentro con Jesucristo. Entre ellos señala la Palabra de Dios y la Iniciación Cristiana, junto a otros lugares que serán consecuencia de ellos, por ejemplo, la inserción en la vida de una comunidad celebrativa y misionera. Podemos preguntarnos: ¿Es la Palabra de Dios la fuente, el modelo y el ideal que da sentido a mi vida? O sólo queda relegada a una referencia cultural que ya no es motivo de entusiasmo ni de compromiso en nuestras vidas. Esto sucede cuando la vida y el contenido de esa Palabra se diluyen en una tradición que ha ido perdiendo influjo en el presente. La Palabra deja de ser nueva y actual. Parecería que el encuentro con Ella ya no es fuente de vida, ni de diálogo con Alguien que me habla y espera mi respuesta. Hablaría de una devaluación de la Palabra de Dios. Sin embargo, sólo Ella es el camino seguro de una: “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad” (Ap. 248).

Además de la Palabra, dice san Pablo, Él la purificó “con el agua del Bautismo”. Vemos una clara referencia a la vida sacramental que tiene su plenitud en la Iniciación Cristiana. Valorar nuestro bautismo es reconocer que nuestro nacimiento espiritual viene de lo alto, de aquel “que nace del agua y del Espíritu” (Jn. 3, 5). Es esta nueva realidad la que está llamada a crecer en ese camino sacramental que tiene su cumbre en la eucaristía. Es en ella donde actualizamos, la gracia del sacramento de la confirmación que nos hizo testigos y apóstoles de Jesucristo. En este mismo camino de vida y purificación debemos tener presente, de modo especial, la gracia del sacramento de la reconciliación como presencia actual de la misericordia de Dios. Cuaresma es, por ello, un tiempo oportuno para revisar nuestras vidas a la luz de la Palabra de Dios y de la gracia de los Sacramentos. Recuperar el sentido de un encuentro siempre nuevo con el Señor, nos aleja de aquella gris monotonía que nos empobrece, y no nos hace alegres testigos del don recibido.

Pero también está ese otro aspecto que hace a nuestra responsabilidad en la misión de la Iglesia. San Pedro nos lo recuerda al decir que hemos sido llamados: “para anunciar la maravillas de aquel que los llamó”. La Iglesia existe para evangelizar. La intimidad del discípulo con Jesús es “una intimidad itinerante”. Somos llamados para ser enviados. El Santo Padre cuando nos habla de una “Iglesia en Salida”, la define en estos términos: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifica y festejan” (E.G. 24). Frente a esta clara descripción que nos hace Francisco deberíamos preguntarnos si este ideal misionero nos motiva y compromete. ¿La Iglesia es para mí una institución a la que adhiero y de la que recibo un servicio religioso, o me siento miembro vivo de una comunidad que celebra su fe y es, por lo mismo, esencialmente misionera? Lo pienso para mí y lo quiero compartir con ustedes, para vivir juntos una Santa Cuaresma que renueve nuestro compromiso y espíritu misionero.

Reciban mi bendición en el Señor Jesús y Nuestra Madre de Guadalupe.


Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.


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S?bado, 22 de febrero de 2014

Comentario a la Liturgia dominical - Séptimo domingo del Tiempo Ordinario por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)


Textos: Levítico 19, 1-2.17-18; 1 Corintios 3, 16-23; Mateo 5, 38-48


Por Antonio Rivero

Idea principal: La caridad es el distintivo del seguidor de Cristo.


Resumen del mensaje: El único y nuevo mandamiento que Cristo nos dejó fue la caridad. En esto nos jugamos la santidad y la perfección (primera lectura y evangelio). En el Antiguo Testamento el amor al prójimo tenía una medida: “como a ti mismo”. La motivación profunda de nuestro amor al prójimo es porque el Espíritu de Dios habita en el hermano (segunda lectura), redimido por Cristo. Para Cristo este mandamiento de la caridad va más allá de la justicia humana equilibrada o ley del talión, hasta la paradoja de “presentar la otra mejilla, amar al enemigo y rezar por los que nos persiguen” (evangelio). Cristo es el espejo en donde mirarnos para vivir la caridad.


Puntos de la idea principal:

En primer lugar, para poder vivir esta caridad tenemos que mirar el primer modelo, el Dios lleno de misericordia, encarnado en Cristo, que entregó nada menos que su vida como muestra de su amor. Dios en Cristo amó a todos, sin distinción de razas, lengua y color. Dios ya desde el Antiguo Testamento es un Dios paciente y misericordioso con su pueblo infiel a la alianza, idólatra. Y en el Nuevo Testamento ese Dios se hizo hombre en Cristo, para revestirse de nuestra carne y así podamos nosotros “tocar su carne” en la persona del pobre y necesitado, como dice el Papa Francisco. Esa caridad fue infundida por Dios el día del bautismo, como semilla que debemos regar, abonar y hacer fructificar.


En segundo lugar, viviendo esta caridad imitamos en cierto sentido la santidad de Dios (primera lectura). Viviendo la caridad, construimos la comunidad que es un templo de Dios, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, unidos en Cristo. Viviendo esta caridad sabremos también corregir fraternalmente al hermano cuando quiera ir por malos caminos (primera lectura) y ofrecerle una palabra oportuna, no desde la agresividad, sino desde el amor. Amar no significa cruzarse de brazos.


Finalmente, esa caridad comienza por casa, con los más cercanos, que son los que más motivos y ocasiones nos dan de practicarla: en la familia, en el equipo de trabajo, en la comunidad religiosa y en la parroquial. No dar importancia a pequeñeces, sobre las que discutimos a veces perdiendo el humor y la paz. Esa caridad no con palabras bonitas o con teorías, sino con gestos concretos (evangelio). También caridad con los pobres, los débiles, los pecadores, los que están en las periferias, como tantas veces nos dice el Papa Francisco. Y el culmen, caridad para perdonar a los enemigos y a los que nos maltratan, poniendo la otra mejilla. El cristiano saluda a los adversarios, presta gratuitamente, no responde con contraataques, está pronto a la reconciliación sin albergar sentimientos de represalia y cortando las escaladas del rencor en nuestro trato con los demás.


Para reflexionar: ¿Utopía? ¿Asignatura pendiente en algunos cristianos? ¿Entendimos el mensaje difícil de Jesús? ¿Lo practicamos? En esto nos jugamos nuestro nombre de cristianos.


Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Reflexión al Evangelio del domingo séptimo del Tiempo ordinario - A

UNA LLAMADA ESCANDALOSA

 

        La llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.

        Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.

        Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie.

        El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.

        Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.

        Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza.

        Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.

        El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.

 

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
23 de Febrero de 2014
7º domingo del tiempo ordinario - A
Mt 5, 38-48


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Viernes, 21 de febrero de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo séptimo del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 7º del T. Ordinario A

Escuchábamos el domingo pasado: “No he venido a abolir la Ley y los Profetas: No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y, a continuación, el Señor comenzaba a presentar una serie de antítesis: “Habéis oído que se dijo a los antiguos…, pero yo os digo…” Este domingo continuamos escuchándolas y se refieren al trato con los que nos agravian, con los que se convierten en nuestros enemigos. Y comienza así : “Sabéis que está mandado: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia…”

¿Y qué quiere decir esto? ¿Que tenemos soportarlo todo y dejar pasar todo el mal que nos hagan? ¿Qué uno no se puede defender? Entonces, ¿el que denuncia a su enemigo en el juzgado lo hace mal?

No quiere decir nada de eso… El Señor nos enseña que pueden haber circunstancias, en las que sea necesario o conveniente renunciar a nuestro derecho de defendernos, por un bien superior. Y, además, que es bueno ese estilo de vida.

Y Jesús continúa diciendo: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os aborrecen y calumnian…”

Lo que el Señor nos enseña es algo muy grande y valioso, pero también muy difícil, por lo menos, en algunas ocasiones. Hay personas que se sienten incapaces de perdonar.

El perdón es una expresión de amor a Dios y a los hermanos. Un obispo alemán pedía en su testamento: “Si he ofendido a alguno, perdonadme por amor a Jesucristo”.

¡El perdón es como una ofrenda de amor que hacemos al Señor! ¡De ahí viene su valor y su mérito! ¡El perdón como el amor cristiano, es teologal!

El Señor nos presenta muchos motivos para hacerlo, a lo largo del Evangelio y de las Cartas de los Apóstoles. En el Evangelio de hoy nos dice que tenemos que actuar así, porque ser cristiano es ser hijo de Dios; y el hijo tiene que parecerse al Padre del cielo, que no sólo nos perdona, sino que, además, “hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”.  Y Jesús continúa diciendo: “Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué  premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos?”

¡Ser cristiano, por tanto, es ser diferente al que no lo es!

Toda esta doctrina está enmarcada en una ley de perfección, porque el Señor termina diciendo: “Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Que es lo mismo que ya escuchábamos en la primera lectura: “Seréis santos, porque yo el Señor, vuestro Dios, soy santo”.

¡Constatamos aquí la novedad, la grandeza y la elevación moral del Sermón de la Montaña!

Recuerdo también ahora,  la enseñanza del Papa Juan Pablo II en la Encíclica “Dives in Misericordia”,  en la que decía que la justicia no es suficiente para salvaguardar la vida de la  sociedad. Hace falta introducir el perdón y la misericordia. No podemos olvidar que somos  seres frágiles y pecadores. Y ya decimos en el salmo: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Una lectura meditada de este fragmento del Evangelio puede ayudarnos también a comprender la grandeza de la enseñanza del Señor y la necesidad de llevarla a la práctica.                                                                                                  

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO SEPTIMO DEL T.  ORDINARIO A 

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

Escuchemos, en esta primera lectura, unas palabras muy sencillas de la Ley de Moisés, que nos hablan de amor y de perdón. De esta forma, nos preparamos para acoger después la llamada que Jesús nos hará en el Evangelio.

 

SALMO

Con las palabras del salmo, cantemos al Dios que nos ama y perdona siempre. Él es el modelo que debemos seguir, como escucharemos después en el Evangelio.

 

SEGUNDA LECTURA

Escuchemos ahora las palabras de S. Pablo, que nos hablan de la verdadera sabiduría, la que viene de Dios.

 

TERCERA LECTURA

Seguimos escuchando en el Sermón de la Montaña “la novedad” del Reino de los Cielos, que ha llegado. Hoy el Señor nos invita al amor verdadero y al perdón. Acojámosle ahora con el canto del aleluya.

 

COMUNION

La Comunión no es una recompensa por ser buenos, sino el Pan del Cielo, que nos alimenta y fortalece, para que seamos  capaces de amar y de perdonar como Jesucristo nos enseña, de convivir como hermanos de una misma familia, la familia de los hijos de Dios. 


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Jueves, 20 de febrero de 2014

Reflexiones de Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

No a la liberalización de la marihuana

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

En la Asamblea Legislativa de la ciudad capital del país, se ha presentado una iniciativa de ley para permitir una más liberal producción, distribución y compra de marihuana, aduciendo para ello razones terapéuticas y de salud pública. ¡Cómo se distorsiona el lenguaje! ¡Presentar como salud pública lo que es un daño a la salud personal, familiar y social! Es la misma distorsión cuando se dice que el aborto, matar a un ser humano inocente e indefenso, es parte de un programa de salud reproductiva… ¡Qué cinismo! Repiten el mismo crimen de los tiempos hitlerianos, cuando se justificaba la cruel e inhumana extinción de los judíos como una forma de preservar a la raza germana, como un bien para la humanidad. Si ahora reprobamos los campos de concentración y el exterminio del “holocausto”, llegará el tiempo en que los abortistas se avergonzarán de sus triunfos aparentes de hoy. Aunque nos quedemos solos como Iglesia en la defensa de la vida humana en el seno materno, y aunque se publiciten desmedidamente las gravísimas fallas de la pederastia clerical (no se niegan) como una manera de desprestigiar nuestra lucha a favor de la vida, seguiremos fieles a nuestra misión de procurar una vida digna para todos. Y la marihuana no dignifica, sino que degrada.

Es lamentable que dicha iniciativa prospere en esa entidad federativa, y que con ella presuman de ser una capital moderna, a la altura de otras capitales y ciudades que han hecho lo mismo. Deberían imitar lo bueno, no lo que es perjudicial para el pueblo. Si ahora tuvieron que implementar el “alcoholímetro”, para medir el grado etílico que tienen los conductores de vehículos, como una forma de proteger a la ciudadanía, ¿acaso se requerirá un “marihuanómetro”, para evitar mayores males? Nos preocupa que otros estados del país imiten lo permitido en la capital.

PENSAR

Es mentira que con la liberalización de la marihuana se reduzcan el gran negocio y los crímenes del narcotráfico, pues habrá más clientes que la compren, más facilidades para su trasiego y venta. ¡Pobres los nuevos esclavos de la droga! Porque es una cadena, de la que es muy difícil zafarse. ¿Quién se va a enriquecer con este adormecimiento de las conciencias? ¿A quién beneficia que más personas, sobre todo jóvenes, se embrutezcan? Los cárteles actuales y los nuevos que surjan obtendrán pingües ganancias, ahora al amparo de esa ley.

Es preocupante que se pueda adquirir con mayor libertad una hierba que daña no sólo el cerebro, sino que, sobre todo, oscurece la mente, debilita la voluntad, trastoca los valores, ata a una adicción esclavizante, desequilibra a las familias, vuelve inútiles y peligrosos a los consumidores. Lo hemos visto; no lo estamos suponiendo.

¡Cuánto sufre una familia con un alcohólico! El sufrimiento es mayor con un adicto a las drogas. Si duele hasta el alma ver a borrachos tendidos en el suelo, también mujeres, ¡cuánto desorden moral y social se genera en los marihuanos! ¿Qué no piensan en esto? ¿Cuándo han visto a un marihuano que triunfe permanentemente en la vida, que sea una persona de respeto, de valor, útil a la comunidad? ¡Cuántos artistas y deportistas han destrozado sus vidas por causa de las drogas! ¿Esto no cuenta?

Si se aduce que la libertad para vender y consumir alcohol redujo la criminalidad y las mafias de otros tiempos, no advierten que el alcohol ha invadido a las y los adolescentes, pues cualquiera lo puede comprar en expendios públicos y clandestinos. El mal uso del alcohol debería detener la posibilidad de mayor libertad para vender y consumir marihuana, que hace más daño, y no resbalarse en un despeñadero progresivo.

ACTUAR

Como diócesis, estamos empeñados en una lucha permanente contra el alcoholismo, pues sufrimos con las familias y las comunidades por los excesos y las degradaciones que trae consigo. Con mayor razón lucharemos contra el libertinaje del uso y venta de la marihuana, por sus efectos más nocivos.

Exhortamos a los padres de familia, a los educadores y a los líderes de otras denominaciones religiosas a que hagamos lo posible por evitar este declive social.


Publicado por verdenaranja @ 23:50  | Hablan los obispos
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 19 de Febrero de 2014 (Zenit.org)


 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora bien, todos lo sabemos, llevamos esta vida “en vasijas de barro” (2 Cor 4, 7), todavía estamos sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esta razón el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación, incluso a través de sus propios miembros, en particular con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de "Sacramentos de curación". El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando voy a confesarme es para curarme, curarme el alma, curarme el corazón, de algo que he hecho que no está bien. El icono bíblico que mejor los expresa, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12 / Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

1. El sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, también nosotros lo llamamos de la Confesión, surge directamente del misterio pascual. De hecho, la misma noche de la Pascua, el Señor se apareció a los discípulos encerrados en el cenáculo, y, después de dirigirles el saludo "¡La paz con vosotros!", sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que contiene este Sacramento. En primer lugar, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos a nosotros mismos. No puedo decir: “Me perdono los pecados”. El perdón se pide, se pide a Otro. Y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando sentimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él!

2. Con el tiempo, la celebración de este sacramento ha pasado de una forma pública, porque al principio se hacía públicamente... Ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacernos perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. De hecho, la comunidad cristiana es el lugar donde se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús.  He aquí la razón por la que no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.

Uno puede decir: "Yo me confieso solo con Dios". Sí, tú puedes decir Dios perdóname, puedes decirle tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Y por esto es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos en la persona del sacerdote. “Pero padre, me da vergüenza”. También la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Porque avergonzarse es saludable. Porque cuando una persona no tiene vergüenza en mi país decimos que es un 'sin vergüenza', un "sinvergüenza" (lo dice en español), un 'sin vergüenza'. Pero la vergüenza también nos hace bien, porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en el nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas con son tan pesadas en mi corazón, y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. ¡No tengáis miedo de la Confesión! Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión, sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la confesión!

Yo quisiera preguntaros, pero no decirlo en voz alta, cada uno se contesta en su corazón: ¿Cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Que cada uno piense… ¿Eh? ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Que cada uno haga la cuenta. Que cada uno se diga: "¿Cuándo ha sido la última vez que me he confesado?"  Y si ha pasado mucho tiempo, no pierdas un día más, ve adelante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús ahí. Y Jesús es más bueno que los sacerdotes. Y Jesús te recibe. Te recibe con mucho amor. ¡Eres valiente y vas adelante a la Confesión!

Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un cálido abrazo: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordamos esa hermosa, ¡hermosa!, parábola del hijo que se ha ido de su casa con el dinero de la herencia, ha malgastado todo ese dinero y después, cuando no tenia nada, ha decidido volver a casa, pero no como hijo sino como siervo. Tenía tanta culpa en su corazón y tanta vergüenza. ¿Eh? La sorpresa ha sido que, cuando comenzó a hablar y pedir perdón, el padre no le dejó hablar. Lo abrazó, lo besó e hizo fiesta. Pero yo os digo, ¿eh?: Cada vez que nosotros nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. ¡Vayamos adelante en este camino! ¡Qué el Señor os bendiga!

(RED/IV)


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Mi?rcoles, 19 de febrero de 2014

Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el sexto domingo durante el año (16 de febrero de 2014) (AICA)

“He venido a dar cumplimiento a la Ley y los Profetas” (Mt. 5,17-47)


La fidelidad a la Ley de Dios es uno de los temas centrales del Antiguo Testamento. El hombre fiel vive para cumplirla y la lleva inscripta en su corazón. Esta fidelidad implica siempre un acto libre: “si tú quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel, si no quieres no los guardarás y eso es cosa de tu propia libertad, vida o muerte están ante ti y se te dará lo que tú prefieras” (Ecl.15,15-16) Como vemos, es vital para Dios que el hombre guarde su libertad, ya que ella es la dignidad mayor que recibe de parte de Dios. Vida o muerte son elegidas por el hombre y se le dará lo que él prefiera y esto depende de la aceptación y seguimiento de la ley divina. Es como decir que el que sigue y cumple la ley del Señor tendrá vida y el que la rechaza caerá en la muerte. Por lo tanto la vida como la muerte son frutos de una opción personal. Como el hombre es libre, es responsable de sus acciones. Dios a nadie manda ser impío, a nadie impulsa a dar la espalda a la ley o le da licencia para pecar. 

Dios ama al hombre con amor eterno, le ama y le protege, le cuida como la gallina cuida de sus polluelos y requiere que sea responsable de sus actos, actos que en su libertad ejecute para el bien de su vida. El amor y la fidelidad a la ley constituyen la justicia y la santidad del hombre y del pueblo de Israel. Sin embargo la ley no era aún perfecta. Los judíos la habían materializado demasiado, la habían cosificado y por eso ellos mismos pensaban que Jesús había venido a abolirla. Jesús les enseña que, por el contrario, él ha venido a darle cumplimiento, enseñando que ella debe ser profundizada y llevada al interior del corazón del hombre. Toda su mente y todo su corazón deben estar empeñados en el cumplimiento de la ley. “Habéis oído a vuestros antepasados decir….más yo os digo”, así expresa San Mateo los perfeccionamientos de la ley, realizados por Jesús. No basta por ejemplo “no matar” sino que debe brotar del corazón el amor a la vida, sentimientos de amor por ella. El que guarda ira o rencor hacia su hermano es como si lo matase en su corazón. No basta abstenerse de actos contra la ley, hay que eliminar hasta los pensamientos y deseos malos, pues el que los acepta en su interior, ya ha pecado (Mt. 5, 28), ha asesinado o ha cometido adulterio. 

El perfeccionamiento de la ley consiste en hacerla interior, no sólo a la justicia externa que todos ven, sino también y fundamentalmente a los movimientos íntimos del corazón y de la mente que sólo Dios conoce. Solamente la Sabiduría de Dios -Jesús- podía dar el sentido profundo de la ley, perfeccionarla y darle su último sentido. Así también es necesario que el cristiano se deje penetrar por la Sabiduría del Evangelio, que no es la sabiduría de este mundo, sino la de Dios y en su libertad elija lo bueno, justo y bello para sí y para los demás. El cristiano debe buscar a Dios aunque ello implique la Cruz de Cristo, misterio de amor y de sufrimiento redentor en la vida, eligiendo la vida de Dios y no el pecado o la muerte, aunque éstas parezcan más fáciles de vivir. 

Dios nos ha dado la libertad como don precioso de la vida. No para que por ella desperdiciemos la virtud, la integridad, la justicia y la paz; sino para que sepamos -acompañados por la gracia de Dios- elegir y optar por el bien, la verdad y la virtud, aunque nos cueste. Solo así seremos hombres y mujeres de Dios, responsables y respetables. 

Que María Santísima nos acompañe en la opción por la verdad y la vida. 


Mons. Marcelo Raúl Martorell, Obispo de Puerto Iguazú.


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Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 6º domingo durante el año (16 de febrero 2014) (AICA)

El Poder que sirve

La liturgia de cada domingo nos acompaña a que alimentemos nuestra fe en la cotidianidad de nuestra vida. El Evangelio de este domingo (Mt. 5,17-37), nos propone esta enseñanza directa que el Señor realiza a la multitud, y que en el texto de San Mateo empieza con las bienaventuranzas, y continua con diferentes exhortaciones de Jesucristo, el Señor. El señala que no vino a abolir la ley o los profetas, sino a darle cumplimiento:”les aseguro que si la justicia de Ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 20). El texto de este domingo se presenta exigente y replica en nuestro interior para tomar conciencia que ser cristiano no es solamente el cumplimiento de rituales. Si nuestro estilo de vida no está impregnado de la existencia del Amor de Dios y del amor misericordioso a los hermanos, el Señor nos dice que será difícil que entremos en el Reino de los Cielos. Este es el gran desafío que necesita nuestro tiempo, muchas veces sumergido en estructuras de pecado que generan ambientes materialistas y mediocres, requiriendo de cristianos que sean verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo y testigos de la Vida. 

No es fácil captar el núcleo del cristianismo. Comprender que la centralidad de la caridad, la justicia y la misericordia son las “credenciales de ingreso” al Reino que nos propone el Señor. Esta comprensión es indispensable para todo bautizado que se dispone a asumir este camino que queremos intensificar como discípulos y misioneros de Jesucristo. Debemos acentuar que estas “credenciales de ingreso” al Reino que son importantes para todos, lo son especialmente para aquellos que tenemos responsabilidades en la conducción ya sea como pastores, o bien como dirigentes sociales, políticos, económicos. Todos aquellos que debemos dar cuentas del bien o de los daños que provocamos desde nuestras tareas y compromisos. 

Considero muy importante en relación a este tema del poder como servicio subrayar algunas reflexiones del episcopado argentino sobre el estilo de liderazgos que necesitamos hoy: “En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que «los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos». Para nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos. 

En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas. 

Por eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad. No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. 

Alentamos a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en «la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política». Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de nuestras instituciones. Queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios como así también a los educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia”. 

El Evangelio de este domingo nos pide que vivamos nuestro compromiso cristiano, estilo de vida y servicio con mayor radicalidad y donación. 

Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo! 


Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.


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Martes, 18 de febrero de 2014

Ante una plaza de San Pedro abarrotada de gente, en el luminoso domingo 16 de Febrero de 20124, el papa Francisco rezó el ángelus y dirigió a los presentes las siguientes palabras.(Zenit.org)

“Queridos hermanos y hermanas,

'¡Buon giorno!'

El evangelio de este domingo es parte del llamado “discurso de la montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús ante las leyes judías. Él afirma: “No crean que yo haya venido para abolir la ley o los profetas; no vine a abolirla pero a darle pleno cumplimiento”.

Jesús por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el reino de los cielos”.

Pero, ¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.

Compara la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar! Cuando se dice de una persona que tiene la lengua de víbora significa que sus palabras asesinan. Por lo tanto, no solamente hay que evitar atentar contra la vida del prójimo, pero ni siquiera volcarle el veneno de la ira, ni golpearlo con la calumnia y ni siquiera hablar mal de él.

Llegamos a los chismes, los chismeríos puede también asesinar la reputación de las personas. Al inicio puede parecer algo divertido, como un caramelo, pero al final nos llena el corazón de amargura y nos mata también a nosotros. Estoy convencido que si cada uno de nosotros hace el propósito de evitar los chismes, se volvería santo. Es un hermoso camino, ¿Queremos ser santos?, o ¿queremos aferrarnos a los chismes como costumbre? ¿sí o no? Entonces, nunca hay que hacer chismes.

Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo es una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro prójimo.

Y dice así: “Si por lo tanto su presentas tu oferta al altar y allí te recuerdas que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja allí tu don delante del altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes mismo de manifestar nuestra devoción al Señor con la oración.

De todo esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia de la disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre, desde donde nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.

Para obtener comportamientos buenos y honestos no son suficientes las normas jurídicas, sino que es necesario tener motivaciones profundas, expresión de una sabiduría escondida: la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos vuelve capaces de vivir el amor Divino.

A la luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia de amor, y todos se unen en el mandamiento más grande: ama a Dios con todo tu corazón y ama al prójimo como a ti mismo”.

Después de estas palabras el Santo Padre rezó el Angelus.

A continuación dijo:

Saludo con afecto a los peregrinos presentes, a las familias, a las parroquias y a los jóvenes de tantos países del mundo. En particular saludo a los numerosos fieles de la República Checa, que han acompañado a sus obispos en la visita 'ad limina'. Y a los españoles que llegan de la diócesis de Orihuela-Alicante, Jerez de la Frontera, Cádiz y Ceuta.

Saludo a los grupos parroquiales de Calenzano, Aversa y Nápoles, a los de Santa María Regina Pacis en Ostia y de Sant’Andrea Avellino en Roma. También al Movimiento de jóvenes Guaneliano, a los muchachos del Movimiento Arcobaleno de la ciudad de Módena, y al coro Santo Stéfano de la localidad de Caorle. También saludo al grupo de militares italianos.

Y a todos les deseo una: '¡buona domenica e buon pranzo!' 

(texto traducido del italiano y ampliado con las improvisaciones, por H. Sergio Mora)


Publicado por verdenaranja @ 23:22  | Habla el Papa
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 En la mañana del 14 de Febrero de 2014 el papa Francisco se encontró en la plaza de San Pedro con miles de parejas de novios allí presentes, y respondió a algunas preguntas.  Presentamos el texto completo de la tercera pregunta: ¿Cómo celebrar bien el matrimonio? (Zenit.org)

Tercera pregunta: Santidad, en estos meses estamos haciendo tantos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?

Haced que sea una verdadera fiesta, porque ¡el matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana! El motivo más profundo de la alegría de aquel día lo indica el Evangelio de Juan: ¿Recordáis el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto el vino se acaba y la fiesta parece arruinada. Imaginaos terminar la fiesta tomando te… No, ¡no va! ¡Sin vino no hay fiesta! Por sugerencia de María, en aquel momento Jesús se revela por primera vez y da un signo: transforma el agua en vino y, haciendo eso, salva la fiesta del desposorio. Cuanto ha sucedido en Caná, dos mil años atrás, sucede en realidad en cada fiesta nupcial: eso que hace pleno y profundamente verdadero vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el “vino bueno”, y es Él el secreto de la alegría plena, aquella que calienta realmente el corazón. ¡Es la presencia de Jesús en aquella fiesta! ¡Pero que sea una bella fiesta, pero con Jesús! ¡No con el espíritu del mundo! ¡No! ¡Aquello se siente, cuando el Señor está allí!

Al mismo tiempo, está bien que vuestro matrimonio sea sobrio y haga resaltar aquello que es realmente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, por las fotografías, por la ropa, por las flores… son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: aquella bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced en modo que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría en ese día.

Pero hay algo que tú has dicho y que quiero tomar al vuelo, porque no quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días y podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Pero esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. ¡Pero esto no viene del aire! El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amarse. ¡Haceros crecer! Siempre procurar que el otro crezca. Trabajar para esto. Y así, no sé, pienso en ti que un día irás por la calle de tu pueblo y la gente dirá: “Pero mira aquella, que linda mujer! ¡Que fuerte! ¡Eh! ¡Con el marido que tiene, se entiende!”. Y también a ti: “Mira ese, mira como es. ¡Con la mujer que tiene, se entiende!” Y es esto, llegar a esto: haceros crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que han crecido juntos, haciéndose – uno al otro – más hombre y más mujer.

Sepa cómo se desarrolló el encuentro del Santo Padre con los novios y las otras respuestas


Publicado por verdenaranja @ 23:14  | Habla el Papa
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En la mañana del 14 de Febrero de 2014 el papa Francisco en la plaza de San Pedro se encontró con miles de parejas de novios, y respondió a algunas preguntas. A continuación las palabras del Santo Padre a la segunda pregunta: ¿Cómo vivir juntos? (Zenit.org)

Segunda pregunta: Santidad, vivir juntos todos los días es bello, da alegría, sostiene. Pero es un desafío que afrontar. Creemos que es necesario aprender a amarse. Hay un “estilo” de vida de pareja, una espiritualidad del cotidiano que queremos aprender ¿Puede ayudarnos en esto, Padre Santo?

Vivir juntos es una arte, es un camino paciente, bello y fascinante. No termina cuando se conquistaron uno al otro, pero es allí justamente que inicia. Ese camino de cada día tiene reglas que se pueden resumir en estas tres palabras que has dicho, palabras que he repetido tantas veces a las familias: permiso, gracias, perdón. ¿Puedo? Permiso es el pedido gentil para poder entrar en la vida de otro con respeto y cuidado. Hay que aprender a pedir: ¿puedo hacer esto? ¿Te parece que hagamos así, que tomemos esta iniciativa? ¿que eduquemos así a los hijos? ¿Quieres que esta noche salgamos?

O sea pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los otros. ¿Entendieron? saber entrar con cortesía en la vida de los otros. Y no es fácil. En cambio a veces se usan maneras un poco pesadas, como algunas botas para la montaña. El amor verdadero no se impone con dureza o agresividad. En las Florecillas de San Francisco se encuentra esta expresión:

“Sepan que la cortesía es una de las propiedades de Dios... y la cortesía es hermana de la caridad, la cual apaga el odio y conserva el amor”. Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo a veces violento y arrogante es necesario tener mucha cortesía.

Y esto puede iniciar en casa. “Gracias”, parece fácil pronunciar esta palabra, pero sabemos que no es así... Pero es importante. La enseñamos a nuestros hijos pero después la olvidamos. La gratitud es un sentimiento importante. Una anciana una vez me decía en Buenos Aires: 'La gratitud es una flor que crece en tierra noble'. Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor.

¿Se acuerdan del evangelio de Luca? Jesús cura a diez enfermos de lepra y después solamente uno regresa para decirle gracias a Jesús. Y el Señor dice: ¿Y los otros nueve dónde están? Esto vale también para nosotros: ¿sabemos agradecer? En nuestra relación y mañana en nuestra vida matrimonial es importante tener la conciencia que la otra persona es un don de Dios, ¡y a los dones de Dios se dice gracias! Y en esta actitud interior decirse gracias mutuamente por cada cosa. No se trata de una palabra gentil para usar con los extraños de manera que uno sea educado. Es necesario saber decirse gracias, para ir bien, juntos, en la vida matrimonial.

La trecera: Disculpa. En la vida hacemos tantos errores, tantas equivocaciones, los hacemos todos. ¿Quizás hay aquí alguien que no ha hecho alguna equivocación?, levante la mano. Todos los hacemos. Quizás no haya día en el que no nos equivocamos. La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Por ello la necesidad de usar esta pequeña palabra: 'disculpa'.

En general cada uno de nosotros está listo para acusar al otro y a justificarse a sí mismo. Esto inició desde nuestro padre Adan, cuando Dios le pregunta: '¿Has comido de ese fruto?'... 'Pero yo no, fue ella que me lo dio'... Acusar al otro y no decir 'perdón', es una historia vieja y es un instinto que está en el origen de tantos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón: “disculpa si hoy he levantado la voz”; “disculpa si he pasado sin saludar”, “disculpa si hice tarde”, “disculpa si esta mañana he estado tan silencioso”, “disculpa si he hablado demasiado, sin escuchar nunca”, “disculpa si me he olvidado”, “discúlpame si estaba enojado y me la he agarrado contigo”... Y tantas veces perdón al día podemos decir.

Y también es así que crece una familia cristiana. Sabemos que no existe familia perfecta, ni el marido perfecto, o la esposa perfecta. No hablemos de la suegra perfecta...

Existimos nosotros pecadores, Jesús que nos conoce bien nos enseña un secreto: no terminar nunca una jornada si pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, en nuestra familia. Es habitual pelear entre los esposos, siempre hay algo, hemos peleado, quizás se enojaron, quizás voló un plato, pero nunca terminar la jornada si hacer la paz. Esto nunca, nunca. Esto es un secreto, un secreto para conservar el amor. Y para hacer la paz no es necesario hacer un buen discurso, a veces un pequeño gesto y la paz está hecha. Porque si tu no terminas la jornada sin hacer la paz, el día después es frío y duro y es más difícil hacer la paz. Acuérdense bien de esto: nunca terminar la jornada sin hacer la paz.

Si aprendemos a decirnos 'disculpa' y a perdonarnos mutuamente el matrimonio durará e irá adelante.

Cuando viene en las audiencias o aquí en Santa marta los esposos que cumplen los 50 de matrimonio les pregunto: '¿quien soportó a quién?' Y todos se miran, me miran y me dicen: 'los dos mutuamente'.

Sepa cómo se desarrolló el encuentro del Santo Padre con los novios y las otras respuestas.


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En la mañana del 14 de Febrero de 2014 el papa Francisco en la plaza de San Pedro se encontró con miles de parejas de novios, y respondió a algunas preguntas. A continuación las palabras del Santo Padre. Presentamos el texto completo de la primera pregunta: ¿Es posible amarse por siempre? (Zenit.org)


Primera pregunta: El miedo del “por siempre” Santidad, muchos hoy piensan que prometerse fidelidad para toda la vida sea demasiado difícil. Muchos sienten que el desafío de vivir juntos por siempre es bello, fascinante, pero demasiado exigente, casi imposible. Le pedimos una palabra para iluminarnos sobre esto.

Les agradezco por la pregunta y el testimonio. Les explico a los presentes, que ellos me han enviado las preguntas antes, ¿se entiende, verdad? Así yo he podido reflexionar y pensar a una respuesta así, más sólida.

Es importante pedirse si es posible amarse 'para siempre'. Esta es una pregunta que tenemos que hacernos. ¿Es posible amarse para siempre? Hoy tantas personas tienen miedo de tomar decisiones definitivas, para toda la vida, parece imposible.

Un joven le decía a su obispo: quiero hacerme sacerdote pero solamente por diez años. Es un miedo general, típico de nuestra cultura. Tomar decisiones para toda la vida parece imposible.

Hoy todo cambia rápidamente, nada dura mucho... Y esta mentalidad lleva a decir a tantos que se preparan para el matrimonio: “Estamos juntos mientras dure el amor”. Y después: “Te saludos y nos vemos”, y termina así el matrimonio. Pero ¿qué entendemos por amor?, es solamente un sentimiento, un estado psicofísico?

Claro que si es solamente esto no se pueden construir encima nada que sea sólido. En cambio si el amor es una realidad que crece, y podemos decir como ejemplo, como se construye una casa. Crece y se construye como una casa. Y la casa se construye juntos y no cada uno por su lado. Construir aquí significa favorecer el crecimiento.

Queridos novios, ustedes se están preparando para crecer juntos, para construir esta casa, para vivir juntos para siempre. No la cimienten en la arena de los sentimientos, que van y vienen, sí en cambio en la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer, de la misma manera que se construye una casa, que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Pero todo junto: afecto, ayuda, esperanza, apoyo.

Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor en el que se funda la familia queremos que sea estable y para siempre. ¡Por favor, no nos dejemos convencer por la 'cultura de lo provisorio'.Por esta cultura que nos invade a todos, porque esta cultura no va!.

¿Cómo curarse de este miedo del 'sí para siempre'? Se cuida día a día, confiándose al Señor Jesús en una vida que se vuelve un camino espiritual cotidiano, hecho de pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, compuesto por el empeño para volverse mujeres y hombres maduros en la fe. ¡Porque, queridos novios, el 'para siempre', no es solamente una cuestión de duración! Un matrimonio se logra no solamente por la duración, sino también es importante su calidad.

Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. Me viene en mente el milagro de la multiplicación de los panes: también para ustedes el Señor puede multiplicar vuestro amor y donárselo fresco y bueno de cada día. ¡Él tiene una reserva infinita!, Él les dona el amor que es el fundamento de vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo vuelve aún más grande cuando la familia crece con los hijos.

En este camino es importante, es necesaria la oración, siempre, él por ella y ella por él, y ambos piden juntos. Pidan a Jesus que multiplique vuestro amor. En la oración del Padre Nuestro nosotros decimos: “Dadnos hoy el pan nuestro cotidiano”. Los esposos pueden aprender a rezar también así: “Señor, dadnos hoy muestro amor cotidiano”, ¡Porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, del alma, el pan que nos sostiene para ir adelante!

Esta oración veamos si sabemos decirla: Señor dadnos hoy nuestro amor cotidiano, digámoslo todos juntos, (Señor dadnos...). otra vez. Y esta es la oración de los novios y de los esposos: enséñanos a amarnos y a querernos mucho. Más se confiarán en Él, más vuestro amor será siempre capaz de renovarse y le ganará a todas las dificultades. Esto es lo que quería responder a vuestra pregunta.

Sepa cómo se desarrolló el encuentro del Santo Padre con los novios y las otras respuestas


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Lunes, 17 de febrero de 2014

Santo Padre dirigió la oración del Ángelus ante más de cincuenta mil fieles y peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro el domingo 16 de Febrero de 2014. Antes había dirigido las siguientes palabras:  (AICA


Queridos hermanos y hermanas buenos días:
el Evangelio de este domingo forma parte todavía del llamado "Sermón de la Montaña", la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con respecto a la Ley judía. Él dice: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo “no vine a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mateo 5:17). Así que Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. E inmediatamente después añade que este "cumplimiento" de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Y de hecho dice a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 05:20).

¿Pero qué significa este "pleno cumplimiento" de la ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? El mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos. Porque Jesús era un hombre práctico, hablaba siempre con ejemplos para hacerse entender. Comienza desde el quinto mandamiento del Decálogo: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás"; pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal". (vv. 21-22). (bajar)

Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras pueden matar!. Cuando se dice que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué quiere decir? Que sus palabras matan. Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia. Ni hablar mal de él porque llegamos a las habladurías: los chismes también pueden matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear! Al principio puede parecer una cosa agradable, divertida, como si fuera un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón de amargura, nos envenena también a nosotros. Pero les digo la verdad. Estoy convencido de que si cada uno de nosotros hiciera el propósito de evitar los chismes, ¡con el tiempo se convertiría en un santo! Éste es un hermoso camino. ¿Queremos llegar a ser santos, si o no? ¿Queremos vivir parloteando como de costumbre, si o no? Entonces estamos de acuerdo: ¡basta con los chismes!

Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo. Y dice así: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (vv. 23-24). Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.

De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.

A la luz de esta enseñanza, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.+


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S?bado, 15 de febrero de 2014

Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el quinto domingo durante el año (9 de febrero de 2014) (AICA)

“Para el justo resplandece la luz en medio de las tinieblas” (Sal 112, 41)


El domingo pasado leímos el Sermón de la Montaña. Este domingo el Señor muestra la grandeza de sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra”….”Vosotros sois la luz del mundo” (Mt.5, 13-14). Ciertamente el Señor sabe en su corazón que los discípulos llevarán en sus vidas el espíritu de las bienaventuranzas. Son los pobres de espíritu, los mansos de corazón, los misericordiosos y puros, los pacíficos y serenos, los que sienten gozo en el Señor Dios en medio de las persecuciones. Solamente viviendo conforme a estas bienaventuranzas lograrán los discípulos poseer la sabiduría que los hará “sal y luz” para el mundo que vive en tinieblas; de otra forma serán sosos, no tendrán sabor y serán como la luz que se esconde y no alumbra. Que relación maravillosa la del Señor, luz para alumbrar y no la que se enciende y se mete debajo del cajón (v.15) y la sal que da sabor y riqueza a los alimentos. La comida sin sabor es sosa y no nos deja gustar de los alimentos.

Los discípulos están llamados a transformar el mundo, un mundo insulso y necio que se funda sobre la vanidad de las cosas caducas, pero si no son sal y luz no podrán hacerlo pues sólo servirán para ser tirados y pisoteados, que es lo que acontece cuando no tienen espíritu evangélico. El discípulo cuando es sal, también es luz, luz que se compara con la luz verdadera “que ilumina a todo hombre” (Jn.1, 9). Este es Cristo, “luz verdadera”, resplandor del Padre que contagia de su luz a cuantos siguiéndole con fidelidad a Él y a su Evangelio, se convierten en portadores de su luz para los demás.

Cada cristiano, en cuanto portador de la luz y del sabor de Cristo, debe ser transformador del mundo en el que vive y constructor de una sociedad nueva, capaz de hacer brillar en medio de la humanidad, una luz y sabor que se confunden con la verdad y la vida. Cada cristiano debe ser portador de esa luz verdadera y transformadora a través de una vida que se expresa en una conducta que deje transparentar a través de ella a Cristo, Señor y dador de vida. Así las buenas obras del cristiano glorificarán al Padre que está en los Cielos (5,16).

Las obras que se hacen en la verdad y la caridad de Cristo son “luz encendida sobre el candelero, para iluminar a los que están en la casa“ (v. 16) y son capaces de atraerles a la fe y al amor de Cristo. Esta doctrina que desde el Antiguo Testamento era predicada y trataba de ser cumplida, se hace imperiosa para entrar en el Reino de los Cielos: “Si repartes al hambriento tu pan, y sacias al alma afligida, resplandecerá en las tinieblas tu luz” (Is. 58,10). Estamos llamados a la caridad, que es resplandor de la vida de Cristo en nosotros y que ilumina aun a los más alejados de la fe, disipa las tinieblas del pecado y conforta el alma. No olvidemos que la caridad es luz de Cristo que se inclina sobre el corazón doliente y lo conforta. Mirando a Pablo, el cristiano tiene uno de los modelos más claros de su accionar por la vida “no quise saber entre vosotros, sino a Cristo y a Cristo crucificado” (1 Cor. 2,1-2).

Debemos preguntarnos si somos verdaderos cristianos o si sólo nos llamamos tales. ¿Somos sal y luz que iluminan y dan sabor o hemos defeccionado de tal misión? ¿Nos llamamos cristianos por tradición, aceptando las más tremendas aberraciones morales, posturas contrarias a la moral cristiana porque nos mantienen en la tranquilidad de una conciencia deformada, o nos arriesgamos a defender las virtudes cristianas y nos esforzamos por practicarlas? ¿Dejamos “pasar” todas aquellas posturas contrarias a la fe y la moral porque nos resulta más cómodo y nos evita la confrontación, dejando que nuestros jóvenes vivan con una conciencia errónea sobre el sentido de la vida y la pertenencia a una sociedad más limpia y verdadera? Los jóvenes deben ser formados en los valores de la vida cristiana, que los hará respetar en primer lugar la vida de ellos mismos y la vida de su prójimo. Deben ser formados en el respeto a la ley, y a los responsables de hacerla cumplir. El martes tuve la triste coincidencia de encontrarme frente a un grupo de jóvenes y algunos no tan chicos que con su “patineta” en las manos insultaban con las palabras más fuertes a dos policías de tránsito…seguramente les habían indicado algo que no debían hacer, pero además les lanzaban piedras, ¿esto es posible? Sí cuando no tenemos valores que en familia se cultiven. Hay que amar a los jóvenes y cuidarlos, pero no dejemos que vivan en la tiranía de su así llamada juventud, porque ello nos conducirá a vivir una vida sin futuro. Los cristianos hoy debemos tener una conciencia formada a la luz del evangelio. Así seremos “luz del mundo y sal de la tierra”. Así podremos ser testigos de una Patria y una Ciudad donde la caridad a los demás sea un ejercicio cotidiano y nos haga vivir con paz en el corazón y justicia en las calles, de otra manera la “seguridad” y la paz desaparecerán de nuestros hogares y por lógica de nuestras ciudades. Seamos valientes defensores de nuestros hijos inculcándoles los valores de Cristo que incluyen el respeto al prójimo, el amor al trabajo a la Ciudad y que los engrandecerán frente a la vida. De otra forma no serán sino delincuentes. Cristo y la Iglesia espera en nosotros, en nuestra autenticidad como bautizados. Espera que seamos verdaderos heraldos de la fe, comprometidos y capaces de dejar nuestra comodidad de conciencia y comprometernos con el Evangelio de Jesucristo.

Que María, fiel reflejo de la Luz del Mundo, nos ayude a ser verdaderos testigos del Evangelio.


Mons. Marcelo Raúl Martorell, Obispo de Puerto Iguazú.


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Viernes, 14 de febrero de 2014

Reflexión a las lesturas del domingo sexto del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

 Domingo 6º del T. Ordinario A                   

          Es fácil darse cuenta de lo importante que es el texto que escuchamos este domingo. Nos presenta a Jesucristo ante la Ley de Moisés y los profetas:  ¿Viene Jesús a romper con la tradición judía? ¿Se limita sólo a ella? Veamos.

                    En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: “No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y comienza el Señor una serie de antítesis, en las que se manifiesta como Señor de la Ley de Dios: “Habéis oído que se dijo a los antiguos…  Pero yo os digo”.  Y se presenta también como aquél que viene a llevarlo todo a plenitud.  ¿Y quién es ése que tiene poder para modificar la Ley de Dios? Es el Hijo del Dios vivo, hecho hombre, que, en aquella Montaña, nos presenta el Mensaje fundamental del Reino, que viene a traer a la tierra.

                    Cuando estudiábamos S. Escritura en el Seminario, el profesor nos explicaba que los cristianos no hemos  tomado el Antiguo Testamento de la Sinagoga judía, sino de los labios del Señor Jesús. Es lo que constatamos este domingo.

                    ¡Cuántas cosas aprendemos aquí  sobre  el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos! O, dicho de otro modo, sobre la violencia, la sexualidad y la verdad.        

                    Jesús viene a enseñar un culto y una práctica religiosa, fundamentalmente interior, “en espíritu y verdad”, frente la religiosidad puramente exterior que practican y enseñan los fariseos y escribas. Por eso,  no basta con no matar, nos dice. Hay más. El discípulo de Cristo no puede estar peleado con su hermano ni puede insultarle. Y, además, en esa situación, no puede presentar al Padre del Cielo un culto agradable. No basta ya con  no cometer adulterio, sino que “el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. No basta con dar el acta de repudio a la mujer y divorciarse, porque “la induce al adulterio”. Ni vale ya contentarse con no jurar en falso y cumplir los votos al Señor. Basta con decir “si o no”. “Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Y como se trata de dar plenitud a la Ley y de avanzar hacia la santidad, habla Jesucristo del cumplimiento de los “preceptos menos importantes”.

                    En la Montaña, en torno a Jesús, contemplamos, por tanto, este domingo, no sólo la superación de la Ley y los profetas, sino también, la grandeza y la elevación moral de los mandatos del Reino.  Es lógico tengamos que estar dispuestos a perder el ojo, la mano o lo que sea, antes que pecar contra Dios y condenarnos.

                    Pero los mandatos de la “Nueva Ley” no los conocemos sólo por las enseñanzas de  Jesús,  sino también, por  su ejemplo, por su estilo de vida. Jesucristo se convierte así para nosotros, en una especie de  “Icono sagrado”, en el que contemplamos “la Imagen viviente” del Sermón de la Montaña. En adelante, cumplir los mandatos del Padre, es avanzar en el seguimiento de Jesucristo. Y Él, además, nos brinda la ayuda que necesitamos nosotros, frágiles y pecadores, para conseguirlo. Y si no, ¿para que nos reunimos en torno al altar, cada domingo o cada día?

                    El salmo responsorial es la consecuencia y el resumen de todo:  “Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”.

                                                                               ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


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DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

Continuamos hoy escuchando el Sermón de la Montaña. El Señor nos presenta el Mensaje central, fundamental, de su Reino.

La primera Lectura nos enseña que Dios no nos fuerza a cumplir su Palabra, sino que pone delante de cada uno, fuego y agua, muerte y vida. Nos darán lo que escojamos.

 

SALMO

El salmo responsorial proclama dichoso al que camina cumpliendo libremente, la voluntad del Señor.

 

SEGUNDA LECTURA

Cumplir la Palabra de Dios es dicha y sabiduría. S. Pablo nos habla hoy de “una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios para nuestra gloria”. El Señor nos la ha revelado por su Espíritu Santo. Es la sabiduría que el Señor Jesús nos mostrará en el Evangelio.

 

TERCERA LECTURA

Continuamos escuchando hoy el Sermón de la Montaña, que nos enseña que los cristianos no centramos nuestra vida en un culto y una práctica puramente externa, sino que lo más importante es el interior, el corazón del hombre.

 

COMUNIÓN

        El camino que nos presenta hoy el Señor en la Montaña, es algo muy hermoso: cumplir sus mandatos desde el interior, desde el corazón. Pero Él, que nos enseña estas cosas tan admirables, no nos deja solos, sino que nos ofrece también la ayuda que necesitamos, para llevarlo todo a la práctica. Es lo que constatamos ahora en la Comunión.

 


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Jueves, 13 de febrero de 2014

Reflexiones de Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas  (Zenit.org)

La ONU se extralimitó
Nuestro compromiso es tolerancia cero.

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

El Comité sobre los Derechos de los Niños de la Organización de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra, emitió en días pasados un informe en que acusa a la Santa Sede, que es lo mismo que acusar a la Iglesia Católica, de no haber hecho lo necesario para proteger a los niños de abusos sexuales por parte de sacerdotes. Si sólo se hubiera quedado en esto, sería cuestión de que se investigara si en verdad nada se ha hecho, pues son notables las acciones emprendidas por los Papas y por las diócesis del mundo para evitar estos dolorosos crímenes. Pero dicho Comité fue más allá, exigiendo a la Iglesia que cambie sus criterios sobre moral sexual, sobre el aborto y la homosexualidad. Eso no le corresponde. Es un intento de interferir en la doctrina, en los principios morales, en la interpretación de la Biblia, cosa que es ajena a un Comité de esa naturaleza. Su incumbencia no llega a esos terrenos, de competencia exclusiva de la Iglesia.

La Santa Sede, que es el nombre oficial de la representación de la Iglesia Católica ante las instancias internacionales, es miembro de ese Comité casi desde su fundación. Fue la primera en firmar la “Convención para los Derechos de los Niños” y su compromiso es velar por la protección de todos los menores. El hecho de que algunos clérigos lamentablemente hayan fallado tan gravemente en su vocación y misión, no significa que toda la Iglesia sea culpable, o que el Papa tenga una responsabilidad directa en estos crímenes. Es absurda esa acusación. Y no se tomó en cuenta lo que, en días anteriores, el representante de la Santa Sede informó a dicho Comité sobre las medidas ya adoptadas de tolerancia cero.

PENSAR

¿Qué hemos hecho los obispos mexicanos para abordar casos de pederastia clerical? Nos hemos comprometido a garantizar y asegurar la protección a los menores de cualquier caso de abuso sexual y atender adecuadamente a las víctimas de este aberrante delito.

Hace algún tiempo la Congregación de la Doctrina de la Fe solicitó a los episcopados del mundo elaborar “Líneas Guía” para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero, mismas que el Episcopado Mexicano elaboró, teniendo en cuenta las disposiciones del Código de Derecho Canónico, del Código Penal Federal y de las entidades federativas. Este texto se aprobó en la Asamblea Plenaria de abril de 2012 y fue enviado a la Congregación para la Doctrina de la Fe, para su reconocimiento. Se establece un proceso apegado a derecho que busque la verdad, la justicia y la caridad, asumiendo el principio de responsabilidad, transparencia y tolerancia cero.

El documento explica cómo y a quién compete recibir una posible denuncia. Si esta parece verosímil, establece medidas cautelares (entre otras, la separación del acusado del ejercicio del ministerio y su atención psicológica y espiritual), la forma de iniciar la investigación, la cooperación con las autoridades civiles. Prohíbe cualquier traslado del acusado a otra diócesis o a algún instituto de vida consagrada o sociedad de vida apostólica.

En caso de comprobarse el delito, la víctima tiene derecho a la reparación del daño, a la asistencia pastoral y a terapia. La responsabilidad penal del culpable, que es personal, recibirá la sanción impuesta por la autoridad civil, conforme a derecho. La autoridad eclesiástica procederá a la separación del estado clerical. En caso que la acusación resulte falsa, se procederá a la reintegración y restitución del buen nombre del acusado y se impondrá una sanción a quien acusó falsamente.

El documento establece también orientaciones sobre la prevención de estos posibles delitos: mayor cuidado en la selección de los candidatos al Seminario y un adecuado acompañamiento; programas de formación para la seguridad y protección de menores en todas las instituciones educativas de la Iglesia e implementar estos programas en la formación permanente del clero y de los agentes de pastoral.

ACTUAR

Nuestro compromiso es tolerancia cero. Ojalá que padres de familia, educadores y otras iglesias seamos firmes en proteger a los niños de todo género de violencia y de abuso.


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Texto completo de la catequesis del Papa Francisco el miércoles 12de Febrero de 2014 durante la audiencia general (Zenit.org)


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la última catequesis he puesto de relieve como la Eucaristía nos introduce en la comunión real con Jesús y su misterio. Ahora podemos hacernos algunas preguntas sobre la relación entre la Eucaristía que celebramos y nuestra vida, como Iglesia y como cristianos a nivel individual. Nos preguntamos: ¿cómo vivimos la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa el domingo? ¿Es sólo un momento de fiesta, una tradición consolidada, una ocasión para encontrarse o para sentirse bien, o es algo más?

Hay señales muy concretas para comprender cómo vivimos todo esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos dicen si vivimos bien la Eucaristía o si no la vivimos tan bien. La primera pista es nuestra manera de ver y considerar a los otros. En la Eucaristía, Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí mismo que ha realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí mismo por amor; por eso Él amaba estar con sus discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo que agitaba sus almas y sus vidas. Ahora, cuando participamos en la Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de todas las clases: jóvenes, ancianos, niños; pobres y acomodados; originarios del lugar y forasteros; acompañados por sus familiares y solos... Pero la Eucaristía que celebro, ¿me lleva a sentirlos a todos, realmente, como hermanos y hermanas? ¿Hace crecer en mí la capacidad de alegrarme con el que se alegra y de llorar con el que llora? ¿Me empuja a ir hacia los pobres, los enfermos, los marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús? Todos vamos a Misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su pasión y su resurrección en la Eucaristía. Pero, ¿amamos como Jesús quiere que amemos a aquellos hermanos y hermanas más necesitados? Por ejemplo, en Roma, estos días hemos visto tantos problemas sociales: la lluvia que ha provocado tantos daños a barrios enteros; la falta de trabajo, provocada por esta crisis social en todo el mundo... Me pregunto y cada uno de nosotros preguntémonos: yo que voy a Misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupa ayudar? ¿Me acerco? ¿Rezo por ellos que tienen este problema? O soy un poco indiferente... O quizá me preocupo de charlar: '¿Pero has visto cómo estaba vestida aquella o cómo estaba vestido aquel?' A veces se hace esto, ¿no? Después de Misa, ¿o no? ¡Se hace! ¿Eh? ¡Y eso no se tiene que hacer! Tenemos que preocuparnos por nuestros hermanos y hermanas que tienen una necesidad, una enfermedad, un problema... Pensemos, nos hará bien hoy, pensemos en estos hermanos y hermanas que tienen hoy problemas aquí en Roma. Problemas por culpa de la lluvia, por esta tragedia de la lluvia, y problemas sociales de trabajo. Pidamos a Jesús, a este Jesús que recibimos en la Eucaristía, que nos ayude a ayudarles. 

Un segundo indicio, muy importante, es la gracia de sentirnos perdonados y dispuestos a perdonar. A veces alguno pregunta: ‘¿Para qué se debería ir a la iglesia, dado que el que participa habitualmente en la Santa Misa es pecador como los demás?’ ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque se considera o quiere parecer mejor que los demás, sino precisamente porque se reconoce siempre necesitado de ser acogido y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. Si cada uno de nosotros no se siente necesitado de la misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a Misa, ¿eh? ¿Por qué? Nosotros vamos a Misa, porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús. Participar de su redención, de su perdón. Ese ‘Yo confieso’ que decimos al principio no es un pro forma, ¡es un verdadero acto de penitencia! Soy pecador, me confieso. ¡Así empieza la Misa! No debemos nunca olvidar que la Ultima Cena de Jesús ha tenido lugar “en la noche en que iba a ser entregado” (1 Cor 11, 23). En ese pan y en ese vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el don del cuerpo y de la sangre de Cristo para la remisión de nuestros pecados. ¿Eh? Tenemos que ir a Misa humildemente, como pecadores. Y el Señor nos reconcilia.

Un último indicio precioso nos lo ofrece la relación entre la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas. Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho e hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar. Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma. Una celebración puede resultar también impecable desde el punto de vista exterior. ¡Bellísima! Pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de no traer ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vita. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!

(RED/IV


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Mi?rcoles, 12 de febrero de 2014

Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la festividad de Nuestra Señora de Lourdes (11 de febrero de 2014) (AICA)

Nuestra Señora de Lourdes

Queridos hermanos:

Este día nos reúne con alegría en la fiesta de Nuestra Madre de Lourdes. Lo hacemos como todos los años, en la parroquia que lleva su nombre. De algún modo nos sentimos como en su santuario en Lourdes, y confiamos en su protección y cercanía.

También las fiestas patronales de esta parroquia, puesta bajo su advocación son un motivo de renovada esperanza, ya que su Casa, nos recuerda como creyentes que contamos con este lugar santo en medio de la Ciudad, que por medio de María nos invita a encontrarnos con Cristo.

María fiel intercesora

El Evangelio de la Bodas de Caná que hemos escuchado nos muestra que la Madre de Jesús es de tal importancia que sin ella no hubiera habido milagro. Y aún cuado la hora de Jesús no había llegado todavía, Ella está allí intercediendo por los novios, que ya no tenían vino para los invitados; y también estará cuando llegue la hora decisiva de su Hijo; y cuando llegue la pasión, allí también estará María junto a la cruz; y se alegrará en su resurrección.

Siempre María intercede por nosotros y nos acerca a su Hijo. Ella es la fiel intercesora; por eso el mensaje que la Virgen nos dejó en Lourdes se hace visible cada día en esta misma dirección: “porque la intercesión es como la levadura en el seno de la Trinidad. …Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión“ (Evangelii gaudium, 283).

El mensaje de Lourdes

De este modo, la Virgen se presenta en su mensaje de Lourdes como la Madre que ruega por nosotros, y que necesitamos para que nos guíe hacia Jesús. Ella nos propone el camino de la penitencia y de la humildad, y elige a Bernardita para confirmar esa elección.

También el mensaje de Lourdes nos acerca a la cruz; ya que tenemos que pasar por la cruz para alcanzar el cielo, y sin el sacrificio, sin el espíritu de las bienaventuranzas no llegaremos a Dios, para ser felices de verdad.

El mensaje de la Virgen es igualmente una escuela de oración, invitándonos a rezar el Rosario, repasando los misterios de su Hijo, que reflejan el camino de la salvación.

De nuestra parte es necesaria la respuesta de la fe: La fe en el Dios bueno que en nosotros se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado que se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los mismos enemigos. Y la prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, y el difundirse de ese amor por el prójimo (cfr. Mensaje de la XXII Jornada por el enfermo 2014).

Pero al mismo tiempo, todo el mensaje de Lourdes es una invitación a confiar en la misericordia infinita de Dios, atrayendo hacia Cristo a los que están alejados; aumentando la confianza a los que necesitamos cada día la conversión y el perdón; y ofreciendo el alivio del alma y del cuerpo a los que sufren y a los que están enfermos

Por eso sabemos que en Lourdes, todos y particularmente los enfermos encuentran el sentido cristiano de sus sufrimientos, la paz del amor de Dios y la atención a los hermanos; y cuántas veces se ha hecho visible por su intercesión la curación de tantas enfermedades y del propio cuerpo.

Quienes confiamos en María, también debemos aprender a amar como Ella lo hizo.

¡Cuánto tenemos que confiar en la intercesión de María, “ahora y en la hora de nuestra muerte”; cuánto tenemos que aprender de la Virgen en su bondad y ternura hacia los enfermos!: porque “María, animada por la divina misericordia, que en Ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús” (ibídem, 4) .

Ella que se ha entregado como servidora del amor de Dios es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Por eso en el día de Lourdes “podemos recurrir confiados a Ella con filial devoción, seguros de que nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará”. Porque es la Madre de Jesucristo crucificado y resucitado: que “permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena”. (ibídem) .

Pero los que confiamos a en María, también debemos aprender a amar como Ella lo hizo, mostrándonos el amor de su Hijo. Amar a todos sin excluir a nadie, amar a los enfermos. Nuestra sociedad necesita una mayor dedicación y amor por ellos, especialmente por los ancianos y por los que están solos; por los que sobrellevan capacidades especiales, por los niños y los que no tienen un hogar.

La compasión que Jesús manifiesta por los enfermos y los que sufren es un hecho ejemplar para cada uno de nosotros, que nos mueve a compartir los momentos de dolor físico y moral de tantas familias y de tantas personas probadas, a veces muy cerca nuestro.

Cuando en el sufrimiento o en la enfermedad se verifican discriminaciones entre las personas y se acepta que el más débil siga sufriendo, o se quiera prescindir de él, allí ya están presentes “los dinamismos que llevan a la disolución de esa auténtica convivencia humana” (E.V,20).

Ya que como dijo el Beato Juan Pablo Ii “Somos los custodios de la vida, no sus propietarios. La vida humana, desde su concepción, implica la acción creadora de Dios y mantiene siempre un vínculo especial con el Creador, fuente de la vida y su único fin ”(Mensaje, X Jornada del enfermo, 4)

Por eso qué necesario es contar en nuestras parroquias con voluntarios de la pastoral de la salud, que actualicen el mensaje de la misericordia, visiten a los enfermos llevando el Evangelio y los preparen para recibir los sacramentos, se acerquen a los hospitales, ayuden a las familias, y lleven a tantos profesionales de la salud el mensaje de Jesús y la cercanía espiritual a todos ellos.

Todo esto presupone un amor desinteresado y generoso, que sea una muestra del amor de Dios, que nunca nos deja solos ni nos abandona, y nos ofrece su gracia para afrontar las dificultades de la vida.

Nuestra Señora de Lourdes, que sabe dirigirse al Señor para pedirle ayuda, ruega por nosotros.


Mons. José Luis Mollaghan, Arzobispo de Rosario.


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo sexto del tiempo ordinario - A.

NO A LA GUERRA ENTRE NOSOTROS       

        Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.

        También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él en hacer una vida más justa y fraterna.

        Por eso, según Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matarás”. Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una

vida más humana.

        Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.

        Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.

        No es este un hecho que se da solo en la convivencia social. Es también un grave problema en la Iglesia actual. El Papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de “cristianos en guerra contra otros cristianos”. Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: “No a la guerra entre nosotros”.

        Así habla el Papa: “Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”. El Papa quiere trabajar por una Iglesia en la que “todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis”.       

 José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
16 dse Febrero de 2014
6º domingo del Tiempo Ordinario - A
MT 5, 17-37


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Martes, 11 de febrero de 2014

Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (8 de febrero de 2014)

Tiempo de vacaciones


“Queridos amigos de “Claves para un Mundo Mejor”, ustedes que siguen semana a semana este programa saben bien que es un espacio de buenas noticias. Aquí se presentan cosas lindas: iniciativas de evangelización, casos especiales de asistencia caritativa, iniciativas educativas, en suma, cosas buenas”.

“Yo me planteaba críticamente: ¿no habrá en todo esto un poco de ingenuidad, no será algo artificial porque en el mundo no hay solo cosas buenas y pareciera que no abundan demasiado en este tiempo? Entonces: ¿qué significa que nosotros semana a semana estemos presentando todo esto para levantarles el ánimo?”.

“En primer lugar digamos que es un alivio respecto de lo que hacen los noticieros habituales, de radio y de televisión y demás, que nos abruman con cosas espantosas todo el tiempo. Es cierto que también reflejan la realidad. No vamos a engañarnos: la situación es difícil, pasan muchas cosas espantosas en el mundo entero y en la Argentina también aunque nosotros somos bastante quejosos. Y por eso muchas veces nos perdemos en ese bosque de malas nuevas y no advertimos tantas cosas buenas como existen”

“Por eso “Claves” procura que nosotros establezcamos un equilibrio y hay algo más y que me parece fundamental: existen muchas cosas buenas, hay también gente buena. Hay iniciativas razonables, hay gente que vive normalmente bien y sufre montones por hacerlo pero al mismo tiempo trata de ayudar a los demás”.

“¿Cuánto conocemos nosotros de la vida misma de la Iglesia especialmente en nuestras barriadas y cuanta gente generosa que colabora, que se entrega? Bueno, “Claves” refleja algo de todo esto”.

“No debemos perder de vista cuando nos abruman las calamidades, cuando nos sentimos inclinados a la queja continúa, que también existen estas cosas buenas. Así es la vida después de todo. San Pablo, hacia el final de la Carta a los Filipenses, les dice a los miembros de esta comunidad cristiana “todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, lo que es digno de alabanza eso es lo que tiene que interesarles a ustedes”.

“Pensemos que este consejo del Apóstol va dirigido a nosotros también. Que no perdamos de vista todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, digno de elogio. Y no retaceemos el elogio entonces. No digo estas cosas para infundir un falso optimismo sino para que tengamos un juicio correcto sobre la realidad”.

“Finalmente quiero comentarles que he tenido un encuentro con el Papa Francisco que fue largo y afectuoso y con Francisco hablamos de muchas cosas y pude ofrecerle un panorama de la vida pastoral de nuestra arquidiócesis, de nuestros proyectos, dificultades y esperanzas. Le expliqué especialmente que estamos multiplicando los centros de Evangelización en las zonas periféricas: nuevas capillas y parroquias destinadas a una atención integral, que responda a las múltiples necesidades de la población”.

“El papa Francisco me animó y alentó a seguir trabajando en la periferia y a continuar con la creación de nuevos colegios católicos, ante la emergencia educativa, y ante la creciente demanda de los padres. Y, por supuesto, le transmití al Santo Padre saludos de todos, sacerdotes y fieles, que él retribuyó con especial cariño y con su bendición”.


Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata.


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Lunes, 10 de febrero de 2014

Como cada domingo, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro, el domingo 9 de Febrero de 2014. (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-14). Esto nos sorprende un poco, si pensamos en los que tenía delante Jesús cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla... Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de corazón, si se seréis misericordiosos... ¡Vosotros seréis la sal de la tierra y la luz del mundo!

Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos "sabor" a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.

¡Pero que hermosa es esta misión de dar luz al mundo! Pero es una misión que nosotros tenemos. Es hermosa... También es hermoso conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla, conservarla. El cristiano tendría que ser una persona luminosa, que lleva luz, siempre da luz, una luz que no es suya, sino que es un regalo de Dios, un regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido. Es un cristiano solo de nombre, que no lleva la luz. Una vida sin sentido. Pero yo quisiera preguntaros ahora: ¿Cómo queréis vivir vosotros? ¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? Pero no se escucha bien aquí. ¡Lámpara encendida!, ¿eh? Y es precisamente Dios el que nos da esta luz y nosotros se la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Esta es la vocación cristiana.

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria, el Papa prosiguió recordando que el próximo martes la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo:

Pasado mañana, 11 de febrero, celebraremos la memoria de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, y viviremos la Jornada Mundial del Enfermo. Es la ocasión propicia para poner en el centro de la comunidad a las personas enfermas, orar por ellas y con ellas, estar junto a ellas. El mensaje para este jornada está inspirado en una expresión de san Juan: fe y caridad. También nosotros "debemos dar nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn 3, 16).

En particular, podemos imitar la actitud de Jesús hacia los enfermos, enfermos de todo tipo. El Señor cuida de todos, comparte su sufrimiento y abre el corazón a la esperanza.

Pienso también en todos los operadores sanitarios: ¡Qué trabajo precioso hacen! ¡Muchas gracias por vuestro trabajo precioso! Ellos encuentran cada día en los enfermos no sólo unos cuerpos marcados por la fragilidad, sino también unas personas a las que ofrecer atención y respuestas adecuadas.

La dignidad de la persona no se reduce jamás a sus facultades o capacidades, y no es menor cuando la persona es débil, invalida y necesitada de ayuda. También pienso en las familias, donde es normal que cuiden de aquellos que están enfermos. Pero a veces las situaciones pueden ser más pesadas. Muchos me escriben y hoy me gustaría asegurar una oración para todas estas familias, y les digo: ¡No tengáis miedo de la fragilidad! ¡No tengáis miedo de la fragilidad! Ayudaros los unos a los otros con amor y sentiréis la presencia consoladora de Dios.

El comportamiento generoso y cristiano hacia los enfermos es la sal de la tierra y la luz del mundo. Que la Virgen María nos ayude a practicarlo, y obtenga paz y consuelo por todos los que sufren.

El Pontífice también quiso dedicar unas palabras a los Juegos Olímpicos de Invierno:

En estos días tienen lugar en Sochi, Rusia, los Juegos Olímpicos de Invierno. Quisiera hacer llegar mi saludo a los organizadores y a todos los atletas, con la esperanza de que sea una verdadera fiesta del deporte y la amistad.

A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza Francisco:

Saludo a todos los peregrinos presentes hoy, las familias... ¡Todos los peregrinos! ¡Todos! Las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular, saludo a los maestros y estudiantes venidos de Inglaterra; al grupo de teólogas cristianas de diferentes países europeos, que se encuentran en Roma para un Congreso de estudio; a los fieles de las parroquias de Santa María Inmaculada y San Vicente de Paul, en Roma; a los que han venido de Cavallina y Montecarelli, en Mugello; de Lavello y de Alfi; a la Comunidad 'Sollievo' y a la Escuela de San Luca-Bovalino, en Calabria.

El Santo Padre dedicó un especial recuerdo a las víctimas de los desastres naturales: 

Rezo por todos aquellos que están sufriendo los daños y molestias causados por los desastres naturales, en diferentes países. También aquí, en Roma. Estoy con ellos. La naturaleza nos desafía a ser solidarios y estar atentos a la custodia de la creación, también para prevenir, en la medida de lo posible, las consecuencias más graves.

Y antes de despedirme, pienso en aquella pregunta que he hecho: ¿Lámpara encendida o lámpara apagada? ¿Qué queréis? ¿Encendida o apagada? El cristiano lleva la luz. Es una lámpara encendida. ¡Siempre adelante con la luz de Jesús!

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"A tutti auguro una buona domenica e buon pranzo. Arrivederci!" (Deseo a todos un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!)

(RED/IV)


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Domingo, 09 de febrero de 2014

Reflexiones de Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas (Zenit.org)

Pesimismo, optimismo o esperanza

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Hay personas muy pesimistas; todo lo ven negro, tétrico, negativo. En los demás sólo ven defectos, deficiencias y errores. En los propios padres nada valoran que sea digno de agradecer y de recordar con cariño. En los gobernantes y en los políticos sólo descubren corrupción y mentira; ninguno es confiable. En el sistema económico y social, nada es favorable, benéfico y rescatable, todo es injusticia y opresión. En la jerarquía eclesial, resaltan sólo pederastia, oscurantismo, intrigas, negocios e infidelidad al Evangelio; y que, por tanto, es mejor no pertenecer a una iglesia o religión, pues todas son lo mismo…

Por lo contrario, hay personas ingenuas que no descubren las intenciones ocultas y perversas de algunos movimientos y de sus líderes. No perciben el veneno mortal de este sistema neoliberal, que es injusto de por sí, pues beneficia sólo a los que tienen dinero y poder, excluyendo como estorbos a los pobres, a los indígenas y migrantes. No advierten el peligro de contaminación, destrucción y muerte, que dejan los proyectos de explotación minera que no respetan el aire, los ríos y los montes. No caen en la cuenta de la uniformización que pretende imponer la globalización, y que destruye las características peculiares de cada pueblo.

Pesimismo y optimismo sin fundamento pueden generar personas amargadas, violentas y agresivas, o “tontos útiles” para perpetuar situaciones, como si nada pudiera cambiar, como si no quedara más remedio que vivir el momento, sin importarnos la suerte de los otros y la lucha por otro mundo mejor.

PENSAR

En Papa Francisco nos ofrece unas pautas para no dejarnos invadir ni por el oscuro pesimismo, ni por el dulzón optimismo, pues algunos, “desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como el más preciado de los elixires del demonio. Llamados a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior, y que apolillan el dinamismo apostólico.

La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar. Los males de nuestro mundo –y los de la Iglesia– no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. Aunque nos duelan las miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad.

Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica” (EG 83-85).

ACTUAR

Preguntémonos: ¿Qué hay de bueno y qué hay de negativo en los programas oficiales, en el mundo moderno, en el sistema económico, en tu familia, en tu pueblo o ciudad, en tu Iglesia? ¿Qué puedo hacer para no dejarme ofuscar ni por el amargo pesimismo, ni por el ingenuo optimismo, sino luchar para que haya más justicia, armonía y luz de esperanza?


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S?bado, 08 de febrero de 2014

Reflexión  a las lecturas del domingo quinto del Tiempo Ordinario - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"

Domingo 5º del Tiempo Ordinario (A)  

Ser cristiano no es compatible con una forma de vida encerrada sobre sí misma,  sin preocuparse de los demás, en una especie de “egoísmo religioso”… “Yo cumplo con Dios y ya está”. ¡No vale…!

En el Sermón de  la Montaña, que escuchamos  estos domingos hasta el comienzo de la Cuaresma, el Señor señala enseguida la dimensión misionera y fraterna de la existencia cristiana. Con nuestra palabra y con nuestro testimonio de vida, tenemos que ser sal de la tierra y luz del mundo, es decir, tenemos que vivir abiertos a los demás, preocupándonos de compartir con todos  el Evangelio que hemos recibido.

Y el Señor se vale de unas comparaciones sencillas, que todo el mundo entiende, para señalarnos la misión del cristiano en el mundo y la importancia y la necesidad apremiante de que se haga realidad.

¿Qué sería de nosotros si  nos encontráramos sin sal y sin luz? ¿Cómo nos alimentaríamos sin sal o entraríamos en la noche sin luz? Pues esa es la necesidad y la urgencia que tenemos del mensaje y de la realidad del Evangelio en nuestra vida de cada día. Como la sal,  nosotros tenemos que mostrar a todos, que ser cristiano es dar sabor, gusto, sentido a la vida, especialmente, en los momentos más difíciles…

Hoy se habla mucho de corrupción. Pues los cristianos tenemos que preservarnos y preservar a los demás de cualquier tipo de corrupción. También para eso sirve la sal.

Y si queremos ser sal,  no podemos buscar protagonismo, lucimiento personal… Para que la sal dé  gusto a la comida,  tiene que disolverse, transformarse, desaparecer.

Hoy casi todo se recicla. Sin embargo, si la sal se estropea, no se puede reciclar. “No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.  Igual sucede al cristiano. Si pierde la condición de sal de la tierra, ¿para qué sirve?

¿Y qué sería de nuestra vida sin la luz? No sólo por la noche. Son tantas las cosas que dependen de la electricidad, que, cuando se va la luz, se paraliza casi todo. Y, además, queremos una luz de calidad. No nos conformamos ni nos vale ya cualquier tipo de luz: una vela, una linterna… No. Nos hemos acostumbrado a la luz eléctrica y ya no podemos vivir sin ella.

¡Lo mismo sucede a nuestra sociedad, al mundo, sin la luz del Evangelio!

Ya hablábamos el otro día de lo que significa en la S. Escritura y en la vida de la Iglesia, el binomio luz-tinieblas. ¡Por tanto, el cristiano, o es luz, o no sirve!

Y, además, ¿a quién se le ocurre encender una luz para ocultarla, esconderla,  e impedir que alumbre? Sin embargo, hay tantos cristianos que son luces escondidas, apagadas… Por eso muchas veces anda la gente en oscuridad, en tinieblas. Y nos lamentamos y criticamos…, sin darnos cuenta de nuestra propia responsabilidad.

Ya Paul Claudel lanzaba a los cristianos este reto: “Vosotros que veis, ¿qué habéis hecho con la luz?”.

        Decía antes que la sal no permite protagonismos, personalismos, lucimientos… La luz tampoco. A la luz nadie “la considera” ni le da las gracias. Está ahí y vale. Del mismo modo, nosotros, cuando seamos sal de la tierra y luz del mundo, hemos de decir: “Somos unos pobres siervos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. (Lc 17, 10).

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO A               

  MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

        En el Evangelio de hoy Jesús nos dirá que somos sal de la tierra y luz del mundo; pero ya, en el Antiguo Testamento, se nos enseña lo que tenemos que hacer para ser luz. Escuchemos con atención.

 

SEGUNDA LECTURA

        S. Pablo quiere que la fe de los cristianos de Corinto, no se apoye en su persona y en sus cualidades personales, sino en el poder de Dios.

 

TERCERA LECTURA

        Comenzamos hoy a escuchar las enseñanzas de Jesucristo en el Sermón de la Montaña.

Acojamos con alegría su palabra con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

En la Comunión recibimos el alimento que necesitamos, para que podamos ser, como el mismo Jesucristo, sal de la tierra y luz del mundo con nuestra palabra y con nuestro testimonio de vida, luchando con todas nuestras fuerzas contra todo sufrimiento, contra todo mal.

 


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Viernes, 07 de febrero de 2014

Mensaje que el Santo Padre Francisco envía a los jóvenes del mundo, en ocasión de la 29ª Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará el 13 de abril de 2014, Domingo de Ramos, a nivel diocesano. (Zenit.org)


Queridos jóvenes:

Tengo grabado en mi memoria el extraordinario encuentro que vivimos en Río de Janeiro, en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. ¡Fue una gran fiesta de la fe y de la fraternidad! La buena gente brasileña nos acogió con los brazos abiertos, como la imagen de Cristo Redentor que desde lo alto del Corcovado domina el magnífico panorama de la playa de Copacabana. A orillas del mar, Jesús renovó su llamada a cada uno de nosotros para que nos convirtamos en sus discípulos misioneros, lo descubramos como el tesoro más precioso de nuestra vida y compartamos esta riqueza con los demás, los que están cerca y los que están lejos, hasta las extremas periferias geográficas y existenciales de nuestro tiempo.

La próxima etapa de la peregrinación intercontinental de los jóvenes será Cracovia, en 2016. Para marcar nuestro camino, quisiera reflexionar con vosotros en los próximos tres años sobre las Bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de San Mateo (5,1-12). Este año comenzaremos meditando la primera de ellas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3); el año 2015: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8); y por último, en el año 2016 el tema será: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7).

1. La fuerza revolucionaria de las Bienaventuranzas

Siempre nos hace bien leer y meditar las Bienaventuranzas. Jesús las proclamó en su primera gran predicación, a orillas del lago de Galilea. Había un gentío tan grande, que subió a un monte para enseñar a sus discípulos; por eso, esa predicación se llama el "sermón de la montaña". En la Biblia, el monte es el lugar donde Dios se revela, y Jesús, predicando desde el monte, se presenta como maestro divino, como un nuevo Moisés. Y ¿qué enseña? Jesús enseña el camino de la vida, el camino que Él mismo recorre, es más, que Él mismo es, y lo propone como camino para la verdadera felicidad. En toda su vida, desde el nacimiento en la gruta de Belén hasta la muerte en la cruz y la resurrección, Jesús encarnó las Bienaventuranzas. Todas las promesas del Reino de Dios se han cumplido en Él.

Al proclamar las Bienaventuranzas, Jesús nos invita a seguirle, a recorrer con Él el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos. Pobreza, aflicciones, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la conversión cotidiana, dificultades para vivir la llamada a la santidad, persecuciones y otros muchos desafíos están presentes en nuestra vida. Pero, si abrimos la puerta a Jesús, si dejamos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentaremos una paz y una alegría que sólo Dios, amor infinito, puede dar.

Las Bienaventuranzas de Jesús son portadoras de una novedad revolucionaria, de un modelo de felicidad opuesto al que habitualmente nos comunican los medios de comunicación, la opinión dominante. Para la mentalidad mundana, es un escándalo que Dios haya venido para hacerse uno de nosotros, que haya muerto en una cruz. En la lógica de este mundo, los que Jesús proclama bienaventurados son considerados "perdedores", débiles. En cambio, son exaltados el éxito a toda costa, el bienestar, la arrogancia del poder, la afirmación de sí mismo en perjuicio de los demás.

Queridos jóvenes, Jesús nos pide que respondamos a su propuesta de vida, que decidamos cuál es el camino que queremos recorrer para llegar a la verdadera alegría. Se trata de un gran desafío para la fe. Jesús no tuvo miedo de preguntar a sus discípulos si querían seguirle de verdad o si preferían irse por otros caminos (cf. Jn 6,67). Y Simón, llamado Pedro, tuvo el valor de contestar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Si sabéis decir "sí" a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda.

2. El valor de ser felices

Pero, ¿qué significa "bienaventurados" (en griego makarioi)? Bienaventurados quiere decir felices. Decidme: ¿Buscáis de verdad la felicidad? En una época en que tantas apariencias de felicidad nos atraen, corremos el riesgo de contentarnos con poco, de tener una idea de la vida "en pequeño". ¡Aspirad, en cambio, a cosas grandes! ¡Ensanchad vuestros corazones! Como decía el beato Piergiorgio Frassati: «Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, y sin sostener, en una lucha continua, la verdad, no es vivir, sino ir tirando. Jamás debemos ir tirando, sino vivir» (Carta a I. Bonini, 27 de febrero de 1925). En el día de la beatificación de Piergiorgio Frassati, el 20 de mayo de 1990, Juan Pablo II lo llamó «hombre de las Bienaventuranzas» (Homilía en la S. Misa: AAS 82 [1990], 1518).

Si de verdad dejáis emerger las aspiraciones más profundas de vuestro corazón, os daréis cuenta de que en vosotros hay un deseo inextinguible de felicidad, y esto os permitirá desenmascarar y rechazar tantas ofertas "a bajo precio" que encontráis a vuestro alrededor. Cuando buscamos el éxito, el placer, el poseer en modo egoísta y los convertimos en ídolos, podemos experimentar también momentos de embriaguez, un falso sentimiento de satisfacción, pero al final nos hacemos esclavos, nunca estamos satisfechos, y sentimos la necesidad de buscar cada vez más. Es muy triste ver a una juventud "harta", pero débil.

San Juan, al escribir a los jóvenes, decía: «Sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno» (1 Jn 2,14). Los jóvenes que escogen a Jesús son fuertes, se alimentan de su Palabra y no se "atiborran" de otras cosas. Atreveos a ir contracorriente. Sed capaces de buscar la verdadera felicidad. Decid no a la cultura de lo provisional, de la superficialidad y del usar y tirar, que no os considera capaces de asumir responsabilidades y de afrontar los grandes desafíos de la vida.

3. Bienaventurados los pobres de espíritu…

La primera Bienaventuranza, tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, declara felices a los pobres de espíritu, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos. En un tiempo en el que tantas personas sufren a causa de la crisis económica, poner la pobreza al lado de la felicidad puede parecer algo fuera de lugar. ¿En qué sentido podemos hablar de la pobreza como una bendición?

En primer lugar, intentemos comprender lo que significa «pobres de espíritu». Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, eligió un camino de pobreza, de humillación. Como dice San Pablo en la Carta a los Filipenses: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres» (2,5-7). Jesús es Dios que se despoja de su gloria. Aquí vemos la elección de la pobreza por parte de Dios: siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Es el misterio que contemplamos en el belén, viendo al Hijo de Dios en un pesebre, y después en una cruz, donde la humillación llega hasta el final.

El adjetivo griego ptochós (pobre) no sólo tiene un significado material, sino que quiere decir "mendigo". Está ligado al concepto judío de anawim, los "pobres de Yahvé", que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él.

Jesús, como entendió perfectamente santa Teresa del Niño Jesús, en su Encarnación se presenta como un mendigo, un necesitado en busca de amor. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del hombre como un «mendigo de Dios» (n.º 2559) y nos dice que la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed (n.º 2560).

San Francisco de Asís comprendió muy bien el secreto de la Bienaventuranza de los pobres de espíritu. De hecho, cuando Jesús le habló en la persona del leproso y en el Crucifijo, reconoció la grandeza de Dios y su propia condición de humildad. En la oración, el Poverello pasaba horas preguntando al Señor: «¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo?». Se despojó de una vida acomodada y despreocupada para desposarse con la "Señora Pobreza", para imitar a Jesús y seguir el Evangelio al pie de la letra. Francisco vivió inseparablemente la imitación de Cristo pobre y el amor a los pobres, como las dos caras de una misma moneda.

Vosotros me podríais preguntar: ¿Cómo podemos hacer que esta pobreza de espíritu se transforme en un estilo de vida, que se refleje concretamente en nuestra existencia? Os contesto con tres puntos.

Ante todo, intentad ser libres en relación con las cosas. El Señor nos llama a un estilo de vida evangélico de sobriedad, a no dejarnos llevar por la cultura del consumo. Se trata de buscar lo esencial, de aprender a despojarse de tantas cosas superfluas que nos ahogan. Desprendámonos de la codicia del tener, del dinero idolatrado y después derrochado. Pongamos a Jesús en primer lugar. Él nos puede liberar de las idolatrías que nos convierten en esclavos. ¡Fiaros de Dios, queridos jóvenes! Él nos conoce, nos ama y jamás se olvida de nosotros. Así como cuida de los lirios del campo (cfr. Mt 6,28), no permitirá que nos falte nada. También para superar la crisis económica hay que estar dispuestos a cambiar de estilo de vida, a evitar tanto derroche. Igual que se necesita valor para ser felices, también es necesario el valor para ser sobrios.

En segundo lugar, para vivir esta Bienaventuranza necesitamos la conversión en relación a los pobres. Tenemos que preocuparnos de ellos, ser sensibles a sus necesidades espirituales y materiales. A vosotros, jóvenes, os encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad. Ante las viejas y nuevas formas de pobreza –el desempleo, la emigración, los diversos tipos de dependencias–, tenemos el deber de estar atentos y vigilantes, venciendo la tentación de la indiferencia. Pensemos también en los que no se sienten amados, que no tienen esperanza en el futuro, que renuncian a comprometerse en la vida porque están desanimados, desilusionados, acobardados. Tenemos que aprender a estar con los pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los pobres. Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne que sufre.

Pero los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres! Un santo del siglo XVIII, Benito José Labre, que dormía en las calles de Roma y vivía de las limosnas de la gente, se convirtió en consejero espiritual de muchas personas, entre las que figuraban nobles y prelados. En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano (cf. Lc 18,9-14), Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo (cf. Lc 21,1-4).

4. … porque de ellos es el Reino de los cielos

El tema central en el Evangelio de Jesús es el Reino de Dios. Jesús es el Reino de Dios en persona, es el Enmanuel, Dios-con-nosotros. Es en el corazón del hombre donde el Reino, el señorío de Dios, se establece y crece. El Reino es al mismo tiempo don y promesa. Ya se nos ha dado en Jesús, pero aún debe cumplirse en plenitud. Por ello pedimos cada día al Padre: «Venga a nosotros tu reino».

Hay un profundo vínculo entre pobreza y evangelización, entre el tema de la pasada Jornada Mundial de la Juventud –«Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19)– y el de este año: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). El Señor quiere una Iglesia pobre que evangelice a los pobres. Cuando Jesús envió a los Doce, les dijo: «No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino; ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento» (Mt 10,9-10). La pobreza evangélica es una condición fundamental para que el Reino de Dios se difunda. Las alegrías más hermosas y espontáneas que he visto en el transcurso de mi vida son las de personas pobres, que tienen poco a que aferrarse. La evangelización, en nuestro tiempo, sólo será posible por medio del contagio de la alegría.

Como hemos visto, la Bienaventuranza de los pobres de espíritu orienta nuestra relación con Dios, con los bienes materiales y con los pobres. Ante el ejemplo y las palabras de Jesús, nos damos cuenta de cuánta necesidad tenemos de conversión, de hacer que la lógica del ser más prevalezca sobre la del tener más. Los santos son los que más nos pueden ayudar a entender el significado profundo de las Bienaventuranzas. La canonización de Juan Pablo II el segundo Domingo de Pascua es, en este sentido, un acontecimiento que llena nuestro corazón de alegría. Él será el gran patrono de las JMJ, de las que fue iniciador y promotor. En la comunión de los santos seguirá siendo para todos vosotros un padre y un amigo.

El próximo mes de abril es también el trigésimo aniversario de la entrega de la Cruz del Jubileo de la Redención a los jóvenes. Precisamente a partir de ese acto simbólico de Juan Pablo II comenzó la gran peregrinación juvenil que, desde entonces, continúa a través de los cinco continentes. Muchos recuerdan las palabras con las que el Papa, el Domingo de Ramos de 1984, acompañó su gesto: «Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo, os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención».

Queridos jóvenes, el Magnificat, el cántico de María, pobre de espíritu, es también el canto de quien vive las Bienaventuranzas. La alegría del Evangelio brota de un corazón pobre, que sabe regocijarse y maravillarse por las obras de Dios, como el corazón de la Virgen, a quien todas las generaciones llaman "dichosa" (cf. Lc 1,48). Que Ella, la madre de los pobres y la estrella de la nueva evangelización, nos ayude a vivir el Evangelio, a encarnar las Bienaventuranzas en nuestra vida, a atrevernos a ser felices.

Vaticano, 21 de enero de 2014, Memoria de Santa Inés, Virgen y Mártir

FRANCISCO


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Catequesis del Santo Padre sobre la eucaristía en 5 de Febrero de 2014. (Zenit.org)


Queridos hermanas y hermanos, buen día, pero no una buena jornada porque el clima está un poco feo.

Hoy les hablaré sobre la eucaristía. La Eucaristía se coloca en el corazón de la iniciación cristiana, junto al bautismo y a la confirmación y constituye el manantial de la vida misma de la Iglesia. De este sacramento del amor, de hecho, nace todo el auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio. Lo que vemos cuando nos juntamos para celebrar la eucaristía, la misa, ya nos hace intuir lo que estamos por vivir.

En el centro del espacio destinado a la celebración se encuentra el altar, que es una mesa cubierta por un mantel y esto nos hace pensar a un banquete. Y en la mesa hay una cruz, para indicar que en el altar se ofrece el sacrificio de Cristo. Él es signo del alimento espiritual que allí se recibe, con los signos del pan y del vino.

Al lado de la mesa está el ambón, o sea, el lugar del que se proclama la palabra de Dios, y esto significa que allí se reúne para escuchar al Señor que habla a través de la sagradas escrituras, y por lo tanto el alimento que se recibe es también su palabra. Palabra y pan en la mesa se vuelven una cosa, como en la última cena cuando todas las palabras de Jesús, todos las señales que había hecho se condensaron en el gesto de partir el pan y de ofrecer un cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz, y en esas palabras: 'Tomad y bebed este es mi cuerpo, tomad y bebed esta es mi sangre'.

El gesto de Jesús realizado en la última cena es el agradecimiento extremo al Padre por su amor y misericordia. Agradecimiento en griego se dice eucaristía, y por eso el sacramento se llama eucaristía. Es el supremo agradecimiento al padre que nos amó tanto al punto de darnos a su Hiijo por amor. Por esto el término eucaristía resume este gesto de Dios y del hombre juntos. Gesto de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.

Por lo tanto la celebración eucarística es algo más que un simple banquete, es el memorial de la pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. Memorial no significa solamente un simple recuerdo, pero quiere decir que cada vez que celebramos este sacramento participamos al misterio de la pasión muerte y resurrección de Cristo. La eucaristía constituye el auge de la acción de salvación de Dios.

El señor Jesús haciéndose pan partido por nosotros, derrama de hecho sobre nosotros, todo su amor y misericordia, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia y el modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Es por ello que comúnmente cuando uno se acerca a este sacramento se dice 'recibir la comunión', 'hacer la comunión', esto significa que en la potencia del Espíritu Santo la participación a la mesa eucarística se conforma en manera única y profunda a Cristo, haciéndose pregustar ya ahora la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde con todos los instantes tendremos la gloria de contemplar a Dios, cara a cara.

Queridos amigos, nunca agradeceremos bastante al Señor por el don de la eucaristía, es un don tan grande, y por esto es tan importante ir a misa los domingos, no solamente para rezar pero también para recibir la comunión, este pan que es el cuerpo de Jesús, que nos salva, nos perdona nos une al Padre. Es bello hacer esto, y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la resurrección del Señor. Por ello el domingo es tan importante para nosotros. Y con la eucaristía sentimos este pertenecer a la Iglesia, al pueblo de Dios, cuerpo de Dios, a Jesucristo. Nunca terminaremos de entender todo el valor y riqueza. Pidámosle entonces que este sacramento pueda seguir manteniendo vivo en la Iglesia su presencia y a plasmar a nuestras comunidades en la caridad y en la comunión según el corazón del Padre. Y esto se hace durante toda la vida, pero se inicia a hacerlo el día de la primera comunión. Es importante que los niños se preparen bien a la primera comunión de manera que ningún niño deje de hacerla, porque es el primer paso de esta pretenencia a Jesucristo, fuerte fuerte, después del bautismo y la confirmación.


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Jueves, 06 de febrero de 2014

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo quinto del Teimpo ordinario A

SALIR A LAS PERIFERIAS

        Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.

        “Vosotros sois la sal de la tierra”. Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.

        “Vosotros sois la luz del mundo”. Sin la luz del sol, el mundo se queda a oscuras y no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de las tinieblas. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.

        Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

        El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.

        El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.

        La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

 

José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
9 de Febrero de  2014
5º domingo del Tiempo Ordinario - A
Mt 5, 13 -16


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Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 4º domingo durante el año (2 de febrero 2014) (aica)


La Esperanza y Compromiso

Nos vamos introduciendo en este año 2014 con la disposición de la Esperanza que es la virtud que nos sostiene para asumir con alegría lo buenos momentos de la vida, así como aquellos que son difíciles y están marcados por el sufrimiento y el dolor. Nuestra esperanza no está fundada solo en nuestras propias fuerzas, sino sobre todo en la persona de Jesucristo, el Señor de la Historia y en la certeza de nuestra fe en “Él” que murió y “resucitó” para regalarnos la nueva vida que nos hace hijos e hijas de Dios.

La liturgia de este domingo (Lc. 2,22-40) nos propone celebrar la “presentación de Jesús en el templo”, donde María y José cumplen con la ley de Moisés: “llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor...” (22-23a). Es de señalar la bendición de Simeón a quién el Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin antes ver a Cristo. Simeón toma al niño en sus brazos y bendijo al niño: “ahora Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, lo que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.”(vs. 29-32). Es importante que en el inicio del año nos dispongamos a ponerlo a Jesucristo, en el centro de nuestra vida personal y social, para que desde “Él” vivamos la cotidianidad, un estilo de vida y nuestra dimensión discipular y misionera.

Al iniciar el año, ponemos en las manos de Dios nuestras preocupaciones, problemas pastorales no resueltos, limitaciones personales o de nuestras comunidades, para que nos acompañe con su gracia. También queremos señalar algunos signos de esperanza en la tarea evangelizadora de nuestra Diócesis, con la creación de dos nuevas parroquias, y reacomodamiento de tareas buscando mejorar nuestras respuestas Pastorales.

La creación de la Parroquia “Exaltación de la Cruz” en Jardín América tomando todas la capillas que van desde Ruta 12 hacia el Río Paraná, excepto el Municipio de Irigoyen que forma parte de la vicaría Santa Elena, que pertenece a la Parroquia Cristo Redentor”. También constituiremos la Parroquia Santa Rita en Posadas. En esta como ya funcionaba como vice-parroquia, sólo será darle la entidad canónica que le corresponde. Todos sabemos que Santa Rita está en barrios muy poblados de la ciudad, y que es un centro de espiritualidad importante de la Diócesis.

Con alegría queremos contar que el padre Sebastián Escalante que era vicario de la Parroquia Jesús Misericordioso, de Itaimbé-Miní y colaboraba en el Instituto Montoya, y hace algunos días ya está viviendo en Roma donde por dos años estudiará una licenciatura en Teología Dogmática. Durante febrero estarán de regreso de Roma, los padres Alonso Freiberger y Gervasio Silva. El Padre Alonso viene como Licenciado en Teología Moral y el Padre Gervasio como Licenciado en Teología Dogmática. Todo esto es un bien para la evangelización de nuestra Diócesis y un aporte a la consolidación de nuestras organizaciones evangelizadoras. También asumirán los nuevos Párrocos en las distintas parroquias de la diócesis y vicarios. Por todos ellos pedimos al Espíritu Santo que nos acompañe en nuestra misión.

Finalmente quiero citar un texto del documento de Aparecida que es oportuno para nuestra reflexión: “la renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenios, exige reformular sus estructuras para que sea una red de comunidades y grupos capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros en comunión. Debemos retomar con alegría el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias. Cada parroquia ha de renovarse en orden a aprovechar la totalidad de sus posibilidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos les están encomendados” (DA 27-38).

El Evangelio de este domingo nos pide que vivamos nuestro compromiso Cristiano, estilo de vida y dimensión misionera con mayor radicalidad y donación.

Les envío un saludo cercano y hasta el Próximo Domingo!


Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.


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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el cuarto domingo durante el año (2 de febrero de 2014)


“Señor enséñanos a vivir el espíritu de las Bienaventuranzas”


En este domingo la liturgia de la palabra nos hace ver cómo Dios anuncia la salvación a los humildes; la perdición a los soberbios y rebeldes y que de Israel quedará un “resto” de gente humilde y pobre: “dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor (Sof. 3,12). Este resto será llamado “el Resto de Israel” a quien Jesús viene a anunciar y traer la salvación y por eso no es de extrañar que en el Sermón de la Montaña, el plan del Señor se abra con esta exclamación: “dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt.5,3). Sabemos que Jesús no hace referencia a la pobreza material sino a los que con disposición de corazón -por su humildad- son llamados “pobres de espíritu”. Son los necesitados de Dios y ávidos de su Palabra; son los que no han fundado su seguridad en sí mismos ni en los bienes terrenales sino en Dios y solamente en Él. La pobreza material es bienaventurada solamente en la medida que conduce al hombre a esta actitud interior. De otra manera no podríamos decir que el Señor ha venido en búsqueda de todos y especialmente de las ovejas perdidas y de los pecadores. Por otra parte tengamos presente que Lázaro -el “amigo del Señor”- no era pobre materialmente, como tampoco lo era Zaqueo y otros.

Así también, las otras bienaventuranzas hay que entenderlas en este mismo sentido, por ejemplo: “dichosos los que lloran”; es decir los que aceptan con humildad las tribulaciones de la vida y creen que Dios tiene derecho a probarlo en las tribulaciones y el sufrimiento y no dudan del amor de Padre. Recordemos las mismas palabras del Señor: “yo azoto a los que amo”.

“Dichosos los sufridos”, los que a pesar de ser pobres y estar atribulados no procuran por la violencia una situación mejor ni intentan avasallar a los otros creando divisiones y desencuentros vanos.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”, no para gritarla al mundo solamente, sino que aspiran a poseer para sí mismos y para el mundo una “virtud mayor” que se alimenta en el corazón. Son aquellos que impulsados por la Palabra y las obras de la fe buscan dar a cada uno lo suyo, dignificando al hermano en la paz del corazón. La virtud de la justicia se desprende del “amor a Dios” y a sus designios que pasan por la dignidad de cada hombre que es un “hijo de Dios”. El justo es aquel que sabiéndose hermano de los demás, sabiéndose necesitado de Dios, humildemente y con su auxilio, busca la dignidad de cada hombre sobre la tierra procurando el Bien Común”.

“Dichosos los misericordiosos” que conscientes de su propia poquedad y miseria se compadecen de las miserias de los demás y tienen para con el prójimo una actitud de benevolencia.

“Dichosos los limpios de corazón”, que no teniendo el espíritu oscurecido por las pasiones o el pecado, son capaces de sentir en su interior la necesidad de Dios y de su Reino, buscándolo porque lo necesitan y no son plenamente felices sin la pureza y la presencia del Espíritu de Jesús en sus corazones.

“Dichosos los pacíficos” que estando en paz con Dios van sembrando en su camino la paz que engrandece al hombre y a la Patria.

“Dichosos los perseguidos por la justicia”. Aquí Jesús hace referencia a aquellos que por el Evangelio y las cosas santas serán perseguidos e insultados y llevados a los tribunales humanos. Es casi una profecía dirigida a los discípulos y a los mártires del Evangelio. Son los que no confían en los recursos materiales o morales, sino tan sólo ponen en Dios su confianza. En vez de encontrar satisfacción en los bienes terrenos, confían en su Señor. Son los que en vez de satisfacerse de los bienes terrenos, viven a la espera de los bienes celestiales que dan plenitud al alma. Justamente a los “pobres de Yavé” se les promete estos bienes: Dios, su reino y su misericordia, su visión en la gloria y bienaventuranza eterna. La disposición del corazón es indispensable para alcanzar estos bienes del Señor.

Que la bienaventurada Virgen María, humilde y dispuesta de corazón frente al Señor, nos acompañe en la posesión de las bienaventuranzas del Señor.


Mons. Marcelo Raúl Martorell, Obispo de Puerto Iguazú.


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Mi?rcoles, 05 de febrero de 2014

Texto completo de la homilia en la Jornada de la Vida Consagrada, el 02 de febrero de 2014 (Zenit.org):

La fiesta de la Presentación de Jesús al templo es llamada también la fiesta del encuentro: en la liturgia, al inicio se dice que Jesús va al encuentro a su pueblo, es el encuentro entre Jesús y su pueblo. Cuando María y José llevaron a su niño al templo de Jerusalén fue el primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos, Simeón y Ana.

Esto fue también un encuentro en el interior de la historia del pueblo, un encuentro entre los jóvenes y los ancianos: los jóvenes eran María y José, con el recién nacido; y los ancianos eran Simeón y Ana, dos personajes que frecuentaban siempre el Templo.

Observemos lo que el evangelista Luca nos dice sobre ellos y como los describe. De la Virgen y de san José repite cuatro veces que querían hacer lo que prescribía la ley del Señor.

Se toca, casi se percibe que los padres de Jesús ¡tenían la alegría de observar los preceptos del Señor! Son dos esposos nuevos, han apenas tenido a su hijo y están animados del deseo de cumplir lo que estaba indicado.

Esto no es un hecho exterior, no es para sentirse en orden, no. Es un deseo fuerte y profundo, lleno de alegría. Es lo que dice el salmo: “En la via de tus enseñanzas está mi alegría... Tú ley es mi delicia”.

¿Y qué dice san Lucas de los ancianos? Subraya más de una vez que estaban guiados por el Espíritu Santo. De Simeón afirma que era un hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y que “el Espíritu Santo estaba con él”. Dice que el “Espíritu Santo le había anunciado” que antes de morir habría visto a Cristo, el Mesías; y en fin, que se dirigió al templo “movido por el Espíritu”.

De Ana dice que era una profetisa, o sea inspirada por Dios y que estaba siempre en el templo “sirviendo a Dios con ayunos y oraciones”. O sea, estos dos ancianos están llenos de vida, llenos de vida porque están animados por el Espíritu Santo, dóciles a su acción, sensibles a sus llamadas.

Y es el encuentro entre la sagrada familia y estos dos representantes del pueblo santo de Dios. Al centro está Jesús. Es Él que mueve todo, que atrae a unos y a otros al tempo, que es la casa de su Padre.

Es un encuentro entre los jóvenes llenos de alegría por observar la ley del Señor y los ancianos llenos de alegría por la acción del Espíritu Santo. Es un singular encuentro entre la observancia y la profecía, en la que los jóvenes son los observadores y los ancianos los profetas.

En realidad si reflexionamos bien, la observancia de la ley está animada por el mismo Espíritu, y la profecía se mueve en el camino trazado por la ley. ¿Quién más que María está llena del Espíritu Santo? ¿Quién más que ella es dócil a su acción?

A la luz de esta escena evangélica miramos a la vida consagrada como un encuentro con Cristo: es Él que viene hacia nosotros, traído por María José, y somos nosotros que vamos hacia Él, guiados por el Espíritu Santo. Pero al centro está Él, Él mueve todo, Él nos llama al templo, a la Iglesia, donde podemos encontrarlo, reconocerlo, acogerlo, abrazarlo.

Jesús viene a encontrarlos en la Iglesia a través el carisma fundacional de un instituto: ¡es lindo considerar así a nuestra vocación! Nuestro encuentro con Cristo ha tomado forma en la Iglesia mediante el carisma de un testimonio o de una testimonio. Esto siempre nos deja atónitos y nos lleva a agradecer.

Y también en la vida consagrada se vive el encuentro entre jóvenes y los ancianos, entre observancia y profecía. ¡No las veamos como dos realidades contrapuestas! Dejemos más bien que el Espíritu Santo las anime a ambas, y el signo de esto es la alegría de estar guiados por el Espíritu, nunca rígidos, nunca cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que invita a ir hacia el horizonte.

Les hace bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes, y les hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio de experiencia y sabiduría y llevarlo adelante, no para cuidarlo en un museo, pero para llevarlo adelante enfrentando los desafíos que la vida nos presenta, llevarlo adelante por el bien de las respectivas familias religiosas y de toda la Iglesia.

La gracia de este misterio del encuentro, nos ilumine y nos conforte en nuestro camino. Amén.


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El papa Francisco se ha dirigido este domingo a los miles de peregrinos presentes en la plaza de San Pedro, a pesar de la fuerte lluvia. Desde la ventana del estudio pontificio agradeció les agradeción y elogió el coraje de estar allí a pesar del mal tiempo. A continuación las palabras del Santo Padre: (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas, buen día, ¡Veo a muchos en la plaza, abajo la lluvia, tienen mucho coraje!

Hoy celebramos la fiesta de la Presentación de Jesús al templo. Esta fecha es también la Jornada de la Vida Consagrada, que destaca la importancia que la Iglesia da a quienes han acogido la vocación de seguir a Jesús de cerca siguiendo el camino de los consejos evangélicos.

El evangelio de hoy nos cuenta que cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al Niño al templo para ofrecerlo y consagrarlo a Dios, como indicado por la ley judía. Este episodio evangélico constituye también una imagen aquellos por un don de Dios donan la propia vida, asumiendo así las facciones de Jesús, pobre y obediente.

Este ofrecimiento de sí mismos a Dios se refiere a todos los cristianos, porque todos hemos sido consagrados a Él mediante el bautismo. Todos hemos sido llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, hacier de nuestra vida un don generoso en la familia, en el trabajo, en el servicio de la Iglesia, en las obras de misericordia.

Entretanto tal consagración es vivida de una manera particular por los religiosos, monjes, laicos consagrados, que tras profesar los votos pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva.

Esta pertenencia al Señor permite a quienes la viven de manera auténtica, ofrecer un testimonio especial del evangelio del reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios se encuentran enteramente entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo allí donde las tinieblas son más densas y para difundir la esperanza en los corazones que perdieron la confianza.

Las personas consagradas son el signo de Dios en los diversos ambientes de la vida, son la levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecía de compartir con los pequeños y los pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada nos aparece realmente como és: ¡un don de Dios!

Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Necesitamos tanto de estas presencias, que refuerzan y renuevan con empeño la difusión del evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración contemplativa, el empeño de la formación humana y espiritual de los jóvenes, de las familias, el empeño por la justicia y la paz en la familia humana.

Pensemos un poco que sucedería si no existieran las monjas, sin las monjas en los hospitales,sin las monjas en las misiones, en las escuelas. Pensemos a una Iglesia sin las monjas, es impensable. Son este don y esta levadura que lleva al pueblo de Dios hacia adelante. Son grandes estas mujeres que consagran su vida y llevan adelante el mensaje de Jesús.

La Iglesia y el mundo necesitan de este testimonio del amor y de la misericordia de Dios. Los consagrados, los religiosos y religiosas son este testimonio de que Dios es bueno, de que Dios es misericordioso. Por ello es necesario valorizar con gratitud las experiencias de la vida consagrada y profundizar el conocimiento de los diversos carismas y espiritualidades.

Es necesario rezar para que tantos jóvenes respondan “sí” al Señor que los llama a consagrase totalmente al Él, y para dar un servicio desinteresado a los hermanos. Consagrar la vida para servir a Dios y a los hermanos.

Por todos estos motivos, como ya fue anunciado, el año próximo será dedicado de una manera especial a la vida consagrada. Confiamos desde ahora esta iniciativa a la intercesión de la Virgen María y de san José, que en cuanto padres de Jesús fueron los primeros a ser consagrados por Él y a consagrar su vida a Él.

 


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Lunes, 03 de febrero de 2014

El sábado primero de febrero de 2014, el Santo Padre dirigió las siguientes palabras a los aproximadamente ocho mil miembros del Camino Neocatecumenal, presentes en el Aula Pablo VI, en el Vaticano. (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas,

agradezco al Señor por la alegría de vuestra fe por y el ardor de vuestro testimonio cristiano. Gracias a Dios. Les saludo a todos cordialmente comenzando por el equipo responsable internacional del Camino Neocatecumenal, junto a los sacerdotes, seminaristas y catequistas. Un saludo lleno de afecto dirijo a los niños, presentes aquí en gran número. ¿Podemos ver a todos los niños? !Que lindo, gracias!

Mi pensamiento va de manera especial a las familias que viajarán a diversas partes del mundo para anunciar y dar testimonio del Evangelio. ¡La Iglesia les agradece esta generosidad! Les agradezco por todo lo que hacen en la Iglesia y en el mundo!

Y justamente en el nombre de la Iglesia, nuestra Madre, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, como amaba llamarla San Ignacio de Loyola, quiero proponerles algunas simples recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado para construir y conservar la comunión dentro de las Iglesias particulares, en las que irán a obrar. El Camino tiene un carisma propio, una dinámica propia, un don que como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial. Esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias en las cuales los responsables del movimiento les envían, para valorizar las riquezas, a sufrir por las debilidades si necesario, y a caminar juntos como un único rebaño bajo la guía de los pastores de las Iglesias locales.

La comunión es esencial: a veces, sucede que es mejor renunciar a vivir todos los detalles que el itinerario exigiría, con tal de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la cual es necesario siempre sentirse parte.

Otra indicación: en cualquier lado en que vayan, les hará bien pensar que el Espíritu de Dios llega siempre antes que nosotros. El Señor siempre nos precede, piensen a Felipe, cuando el Señor lo envía a ese camino y sobre la carroza estaba ese ministro de economía, el Espíritu había llegado antes, él leía al profeta Isaías, no entendía lo que leía, pero el corazón ardía, y así cuando Felipe se acerca está preparado para la catequesis y el bautismo.

El Espíritu siempre nos precede. Dios siempre está antes de nosotros. Mismo en los lugares más lejanos, mismo en las culturas más diversas, Dios esparce por todas partes las semillas de su Verbo. De aquí nace la necesidad de poner una atención especial al contexto cultural en el cual se irá a obrar: se trata de un ambiente muchas veces muy diverso del que uno proviene.

Muchos fatigarán para aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo es apreciable. Aún más importante será el empeño para aprender --lo he dicho a Kiko-- las culturas que encontrarán, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio que hay por todas partes, pero también aquella acción que el Espíritu Santo ha cumplido en la vida y en la historia de cada pueblo.

En fin, les exhorto a cuidarse con amor los unos a los otros, en particular a los más débiles. El Camino Neocatecumenal, como itinerario de descubrimiento del propio bautismo es un camino exigente, durante el cual un hermano o una hermana podrán encontrar dificultades imprevistas. En estos casos el ejercicio de la paciencia y de la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe.

La libertad de cada uno no tiene que ser forzada, y se debe respetar también la eventual elección de quien decidiera buscar, afuera del Camino, otras formas de vida cristiana que lo ayuden a crecer en la respuesta a la llamada del Señor.

Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, les animo a llevar por todas partes, también en los ambientes más descristianizados, especialmente en las periferias existenciales, el Evangelio de Jesucristo. Evangelicen con amor, lleven a todos el amor de Dios. A todos los que encuentren en las calles de vuestra misión indiquen que Dios ama al hombre así como es, mismo con sus límites, con sus errores, mismo con sus pecados. Y por eso envió a su Hijo para que Él tomara los pecados sobre sí.

Sean mensajeros y testimonios de la infinita misericordia del Padre. Les confío a nuestra madre María, para que les inspire y sostenga siempre en este apostolado. Siguiendo la escuela de esta tierna Madre sean misioneros celantes y alegres. ¡No pierdan la alegría!

 (Traducido por H. Sergio Mora)


Publicado por verdenaranja @ 19:54  | Habla el Papa
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Domingo, 02 de febrero de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo cuarto el Tiempo Ordinario - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 4º del T. Ordinario (A) 

El Evangelio de hoy nos presenta el verdadero camino para encontrar en la vida, la “felicidad auténtica”. Sin embargo, cada vez son menos los que piensan que por este camino, el de Jesucristo, se vaya a encontrar dicha alguna. Todo lo contrario. Ya se dice que “todo lo bueno, o hace daño o está prohibido”. Los Mandamientos, el mensaje del Evangelio -creen muchos- va en contra de todo lo que nos agrada. ¿Y la Iglesia?  Lo mismo. Todo lo que enseña –dicen- va en contra de las aspiraciones, los deseos, las ilusiones… del hombre actual. No merece la pena pertenecer a ella, todo lo contrario, concluyen. El Papa Juan Pablo II nos ofrece un diagnóstico muy acertado de todo esto, cuando nos explica la teoría de Dios “como enemigo del hombre”. Éste, en consecuencia, tiene que defenderse y convertirse en “enemigo de Dios”. ¿No conoces esta doctrina? Nos la explica el Papa en la Encíclica sobre el Espíritu Santo, “Dominum et Vivificantem”, 38.

El Evangelio de este domingo, por el contrario, enseña, más todavía,  grita al hombre de todos los tiempos, que el mensaje de Jesucristo es  el camino que lleva a la verdadera dicha, a la verdadera felicidad del hombre, de un modo imperfecto en esta vida, y  pleno y perfecto en la eternidad.

S. Mateo nos presenta este domingo a Jesucristo en el Sermón de la Montaña. Como un nuevo Moisés comienza a enseñarnos el mensaje central y fundamental del Reino, que el evangelista recoge en los capítulos 5, 6 y 7. Lo iremos escuchando a lo largo de los domingos que siguen, hasta comenzar la Cuaresma.

Y comienza Jesús a decir: Dichosos los pobres, los sufridos, los que lloran, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia… Pero en la sociedad actual, estamos acostumbrados a otro lenguaje: Dichoso el que tiene dinero, el que puede gozar de todo, el que tiene poder, el que tiene salud, el que puede vivir a tope… Jesús, en el pequeño espacio del texto que comentamos, repite hasta  nueve veces la palabra “dichosos”. Y eso quiere decir, en primer lugar, que Dios nos quiere  felices, alegres y llenos esperanza. No. No es Dios el “enemigo del hombre”. Él es el que ha venido a revelarnos “el verdadero camino”, que conduce a la  grandeza y a la verdadera felicidad del hombre. Si no fuera así, ¿de qué nos valdría ser cristianos?

¡Y todo esto  está ya comprobado! Durante muchos siglos, hombres y mujeres de todo tipo, se han sentido dichosos por este camino, aún en medio de contratiempos y dificultades, a veces, graves. Y también está comprobado que el hombre jamás ha sido grande y feliz en contra de Dios o al margen de Dios. “Los que se alejan de ti se pierden”, leemos en los salmos (73, 27). También hoy hay muchos cristianos que dan testimonio de esta realidad y está al alcance de todos poder comprobarlo.              

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 20:21  | Espiritualidad
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