S?bado, 31 de mayo de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo de la Ascensión del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR" 

Domingo 7º Pascua A.  LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 

¡Volver a casa, llegar a casa…! ¡Cuánto se desea, cuánto nos conforta,  cuánto nos alegra! Y decimos: ¡Por fin, en casa!

He ahí la primera realidad que contemplamos al celebrar este domingo, trasladada del jueves, la Solemnidad de la Ascensión del Señor: El Hijo de Dios “que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del Cielo…” -hablamos en términos humanos - vuelve a su Casa, a la Casa del Padre, con un cuerpo semejante al nuestro, pero resucitado y glorioso… Y se sienta a la derecha de Dios Padre, es decir, en igualdad de grandeza y dignidad que el Padre. Él es el Hijo amado, el predilecto. (Mt 3,17). Ha terminado su tarea, ha cumplido perfectamente su misión… -“Todo está cumplido”, dijo desde la Cruz. (Jn 19, 30)-. Ahora vuelve al Padre como Vencedor sobre el pecado, el mal y la muerte. ¡Cuánto nos enseña todo esto!

La Ascensión es el punto culminante de la victoria y exaltación de Cristo, que ha abierto de par en par las puertas del Cielo a todos los hombres. Y, desde allí aguardamos y anhelamos su Vuelta gloriosa, como les advierten a los discípulos aquellos “dos hombres vestidos de blanco” (1ª lect.).

La Ascensión de Jesucristo marca así el comienzo de su ausencia visible y de su presencia invisible. Por eso puede tener un cierto matiz de pena, de tristeza…, como contemplamos, por ejemplo, en el himno de Vísperas: “¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro, en soledad y llanto; y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?”. Es éste sólo un aspecto de esta Solemnidad que se celebra, más bien, en un clima de alegría,  como la que contemplamos en los discípulos al volver a Jerusalén “con gran alegría”. (Lc 24,52). Pocas oraciones, a lo largo del Año Litúrgico, tienen un carácter tan alegre y festivo como la oración colecta de la Misa de hoy: “Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta Liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria…”. ¡Somos miembros de su Cuerpo! Por eso escribe S. Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados- nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el Cielo con Él”. (Ef 2, 4-6). ¡“Nos ha sentado en el Cielo con Él”! Por lo tanto, nuestro destino celestial no es algo que pertenece sólo al futuro, sino que, de algún modo, ha comenzado ya, con Jesucristo y con los santos..., especialmente, con la Virgen María, que está en el Cielo también con su cuerpo glorificado. De esta manera,  la Iglesia “contempla en Ella con gozo, como en una imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, ansía y espera ser”. (Vat. II. S. C. 103).

Qué grande y qué hermoso es el destino que nos espera: el Cielo, la Casa del Padre, que es como el hogar de una familia muy numerosa y feliz, liberada por fin, del sufrimiento y de la muerte, y colmada de paz  y alegría sin fin. Sólo el pecado grave, que rompe nuestra comunión con Cristo, puede torcer y hacer desgraciado nuestro futuro.  Pero el pecado grave se asume libremente, y nuestra comunión con Cristo y con los hermanos puede restablecerse de nuevo por la infinita misericordia de Dios. (1Jn 1, 1-2).

Por todo ello, los cristianos no podemos vivir olvidados del Cielo. Sería absurdo. ¿Cómo vamos a olvidarnos de nuestra casa cuando vamos de camino hacia ella?  Ya nos advierte el Señor que hemos de tener nuestro corazón en el Cielo, porque donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. (Mt 6,20-21). Y  S. Pablo decía que si nuestra vida terminase aquí en la tierra, seríamos “los más miserables de todos los hombres” (1Co 15,19). Por tanto, hemos de mirar con frecuencia al Cielo, hemos de desear ardientemente el Cielo, hemos de luchar por el Cielo. Hemos de esperar el Cielo. ¡Así lo han hecho los santos! La esperanza en el Cielo ha sido a lo largo de los siglos el fundamento de grandes realizaciones en la tierra. Es lo que decía el apóstol: “Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en el Cielo…” (Col 1,5).

Los días que van desde la Ascensión a Pentecostés,  son siempre días de oración y preparación para esa gran Solemnidad, tratando de hacer revivir en nosotros el don  del Espíritu, que recibimos en la Confirmación y solicitando del Espíritu Divino una nueva efusión de su gracia.

De este modo estaremos dispuestos para renovar ese día nuestra condición de testigos de Cristo hasta los confines de la tierra, también a través de los diversos Medios de Comunicación Social, cuya Jornada celebramos hoy, porque “el amor de Cristo nos apremia”. (2 Co 5,14).

                                                                               ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 11:22  | Espiritualidad
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  SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

La Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo constituyen el comienzo de la misión que se confía a los apóstoles y a todos los cristianos. Es también el comienzo de una esperanza: "El Señor volverá". Escuchemos con atención.

 

SEGUNDA LECTURA

He aquí, en la segunda lectura,  una oración de San Pablo. El Apóstol pide que tengamos una comprensión de la grandeza maravillosa que nos espera en el Cielo.

 

EVANGELIO

        En el Evangelio Jesús, antes de subir al Cielo, envía solemnemente a los apóstoles a anunciar el Evangelio por toda la tierra y les asegura su presencia y su ayuda constante.

 

COMUNIÓN

        En la Comunión recibimos al mismo Cristo, que está en el Cielo, a la derecha del Padre. Por eso la Eucaristía es como un Cielo anticipado. En ella “pregustamos y tomamos parte” de los bienes de allá arriba, de nuestra Patria definitiva, y recibimos el alimento y la fuerza que necesitamos para no desfallecer por el camino.


Publicado por verdenaranja @ 11:19  | Liturgia
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El jueves 29 de mayo (2014), solemnidad de la Ascensión del Señor, el cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ha presidido una misa solemne por la clausura del centenario de la evangelización de la Archidiócesis de Bamenda en Camerún, durante la cual ha ordenado siete diáconos y 9 presbíteros (Fides)

Homily of His Eminence, Fernando Cardinal Filoni, Prefect of the Congregation for the Evangelization of Peoples on the Occasion of the Celebration of the Closing of the Centenary of Evangelization of the Archdiocese of Bamenda

(29 May 2014) 

Acts 1:1-11

Ps. 46: 2-3,6-9

1 Cor. 3:5-17

Matt. 28:16-20

 

I am both honored and happy to be here on the occasion of the Celebration of the Centenary of the Evangelization of Bamenda. I would like, above all, to convey to all the People of God in this region and in Cameroon the cordial greetings and paternal blessing of His Holiness, Pope Francis, who keeps you in his heart and in his prayers.  To all the lay faithful, Bishops, priests, religious men and women, and to the civil Authorities, I address my own fraternal greetings, expressing to you the spiritual closeness of the Congregation for the Evangelization of Peoples.  My gratitude goes especially to His Grace Cornelius Fontem Esua, Archbishop of Bamenda, who so very kindly invited me to preside over this Celebration of the Centenary of the Evangelization of his Diocese.  Thank you for your warm and fraternal welcome!

We celebrate today the Ascension of the Lord while we bring to a close the Celebration of the Centenary of the Evangelization of your Archdiocese that began a year ago.  In today’s Solemnity, we have also the joy of conferring Priestly Ordination upon nine Deacons and Diaconal Ordination upon seven seminarians.  These Ordinations remind us of the mission entrusted to the Church by Our Risen Lord, and therefore entrusted to every Christian: that of being evangelizer!  It is so beautiful to think that such evangelization occurred here one hundred years ago, and that today the Church is so well established! 

“Go, therefore, and make disciples of all nations, baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit, teaching them to observe all that I have commanded you” (Matt. 16:19-20).  To evangelize means above all to announce the Gospel, instructing and teaching everything that Christ commanded with His life and with His words.  “…And you will be my witnesses in Jerusalem, throughout Judea and Samaria, and to the ends of the earth” (Acts 1:8)  To evangelize also means to witness to Jesus, to testify to the new creation inaugurated by the Risen Lord. 

These strong and precise words invite each of us to reflect on the mission of the Church, on our mission as Christians.  We, the Christians, all of us – Bishops, priests, lay faithful, sisters, the elderly, children, fathers and mothers of families – have received the gift of Faith and of Baptism for this precise purpose: to bring and to communicate the gift of faith to others.  Christian does not live for himself, but for others, in the sense of charity, of help to the poorest and most needy neighbor, but first of all in the sense of the faith that is seen through bearing witness to it and proclaiming it to others.  Every human being needs Christ, and the greatest gift that we can give to our brothers and sisters is indeed to testify and to announce Jesus the Savior.  By what we say and do, it is important to be aware of this marvelous vocation of the Church, and thus, of the vocation of each one of us. 

Remembering the key-word of our Centenary, is also important to ask ourselves if we truly have a sense of being “God’s co-workers” (1 Cor. 3:9), apostles of Jesus, sent into the world by His goodness and trust.  To be co-workers of God commits us to this exactly: to collaborate in the work of building up the Church.  This mission awaits all of us today – Bishops, priests, religious men and women, and lay faithful.  This day, dear brothers and sisters, is a day for the entire Archdiocese of Bamenda to be sent out on mission.  This celebration of the Centenary  of the Evangelization of Bamenda marks a new point of departure for your local Church, that is, a new missionary impulse in the deepening of your faith in Christ.  Your faith will be more profound, and your missionary witness will be more eloquent and incisive.  You must be the light of the world and the salt of the earth wherever you find moral corruption, drug abuse, witchcraft, theft and every sort of evil.

Imbue and fill your cultural realities with the taste and flavor of the Gospel.  In the name of the Lord: renew your life of faith, renew your life of prayer, renew your commitments in society.  Bear witness with your lives that the “present society is recognized by Christians as an exile; they belong to a new society which is the goal of their common pilgrimage and which is anticipated in the course of that pilgrimage” (Spe salvi, 4). 

Dear candidates, you will receive in a short time the Sacred Orders of the Diaconate and the Priesthood.  You new priests will be anointed in Christ with the holy oil and integrated in a singular way into the mystery of His Life, in order to extend His salvific mission. 

The mission of the Deacon is in relationship to the service of the Altar, of the Word of God, and of Charity.  The Deacon’s vesture – the stole and dalmatic – distinguishes itself from the ordinary faithful and shows itself in the dignity of him who is responsible for divine worship.  But that which particularly characterizes this office is its configuration to Christ the Servant, who in his self-emptying and humility makes himself a man of God and for God, a man for others, who, according to the expression of St. Mark, “did not come to be served but to serve and to give his life as a ransom for many” (Mark 10:45).  This configuration to Christ the Servant is above all part of an interior dimension, as such necessary for him who is appointed to handle divine things and to exercise charity.  For this, dear Ordinands to the Diaconate, you are called to lay down your lives in the service of God and your brothers and sisters: a service exercise with joy and generosity.  In fact, you have chosen to belong totally to Christ and to the Church in choosing the life of celibacy.  You are convinced that the generous and total love toward Christ and His Church is the higher and more beautiful call for you.  Free from human conditioning, you are ready to exercise your diaconal ministry toward all, especially those who are the poorest and in need, in conformity with Christ, Who bowed down with love towards sinners and to the least. 

The priest, then, by means of his intrinsic nature, must cultivate an extraordinary interior life; I would also say the interior dimension of the priestly state absolutely cannot be lacking and less that the highest degree, in order not to become mere brokers of divine things.  Pope Benedict XVI in the past, and Pope Francis at present, have insisted many times on this dimension as an aspect that must characterize the life of a priest.  They have underlined that the intimate and personal union of the priest with Christ is an indispensable factor for an authentic priestly life.  It is this conformity that sacramentally will come through priestly consecration.  Who is the  priest?  He is the friend with whom Jesus speaks; and him who has Christ for a friend to a highest degree.  He deals with a friendship born at the moment in which the Ordinand clearly perceives in his heart that call which is from the very beginning of the relationship: If you wish, follow me!  In that moment, it is clear that He who speaks must be Jesus, the Eternal Priest, the Teacher of the Word of Life. 

Dear Ordinands to the Priesthood, today, the Church, through the grace of the Holy Spirit, consecrates you in the love of Christ and conforms you to Him in a completely special way, allowing you to speak of Him as witnesses and to celebrate Him in the Eucharist; today, your interior nature will be changed, as water in wine, in order to become alter Christus. The imposition of the Bishop’s hands upon your heads will make this new nature a reality: sacerdos in aeternum.   Every time that you pronounce “This is my Body, this is my Blood” at the Altar, there occurs the greatest miracle that can happen on the face of the earth: making Jesus present in His True Body and His True Blood. Christ himself, through your hands yet again, in a bloodless way, offers His own perfect sacrifice of praise and salvation to the Father.  To indicate your new configuration to the Lord, you will be dressed in priestly vestments that are intended to show your new identity.  Always wear these vestments with the highest dignity.  They should remind us of the worn out garments with which Jesus was covered and that He wore as such to the Cross. 

At one hundred years since the first evangelization, it is beautiful that some of the young men of this Church desire to offer their lives in the service of this community.  It is the most meaningful way in which to celebrate these one hundred years, and to praise the Lord for the gift that they make of themselves to the Church. 

 May the Lord strengthen and sustain your generosity till the end of your lives, for the good of the People of God, and may the prayers of the Virgin Mary, Mother of the Church, always be the protection of this Church in Bamenda in Cameroon.  Amen. 


Publicado por verdenaranja @ 11:14  | Hablan los obispos
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Jueves, 29 de mayo de 2014

Reflexiones de Mons. Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas Z(enit.org)

El papa Francisco nos pide

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Todos los obispos del mundo tenemos obligación de ir a Roma, para orar ante las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, y encontrarnos con el Sucesor de Pedro y sus colaboradores. Esto debería hacerse cada cinco años, según las normas de la Iglesia, pero los tiempos de los Papas han cambiado mucho y no ha sido posible hacerlo con esa regularidad. En los 23 años que llevo como obispo en Chiapas, me han tocado tres Visitas Ad limina: En 1994, con Juan Pablo II. En 2005, con Benedicto XVI. Ahora en 2014, con Francisco. Antes se nos asignaban quince minutos para un diálogo personal de cada obispo con el Papa; se ha visto que los tiempos papales no dan para tanto, y el nuevo estilo es que sea por grupos. Cuando alguien solicita una audiencia personal, se le concede.

A los 120 obispos que servimos en México, se nos distribuyó en cinco grupos. Con cada uno el Papa estaba hora y media; sin embargo, a nosotros nos dedicó dos horas, y a otro casi tres. Le importa mucho escuchar y conversar libremente, sin discursos. Sólo cuando nos recibió en forma plenaria, nos entregó un mensaje escrito, que tampoco quiso leer, para dedicar más tiempo al contacto personal.

PENSAR

Siendo de mucha importancia lo que nos dijo, comparto algunos párrafos, para reflexión permanente:

“La historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo… En la actualidad, las múltiples violencias que afligen a la sociedad mexicana, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. A los Pastores no compete, ciertamente, aportar soluciones técnicas o adoptar medidas políticas, que sobrepasan el ámbito pastoral; sin embargo, no pueden dejar de anunciar a todos la Buena Noticia: que Dios, en su misericordia, se ha hecho hombre y se ha hecho pobre, y ha querido sufrir con quienes sufren, para salvarnos. La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio.

Conozco vuestros desvelos por los más necesitados, por quienes carecen de recursos, los desempleados, los que trabajan en condiciones infrahumanas, los que no tienen acceso a los servicios sociales, los migrantes en busca de mejores condiciones de vida, los campesinos… Sé de vuestra preocupación por las víctimas del narcotráfico y por los grupos sociales más vulnerables, y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona. Todo esto, que es expresión de la íntima conexión que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás, coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus Pastores”.

ACTUAR

El Papa nos pidió alentar la participación de los fieles laicos no sólo en las actividades religiosas, sino sobre todo en el mundo social, cultural, económico y político. Nos pidió estar atentos a los jóvenes y reconocer el potencial de la piedad popular. Nos urgió intensificar la pastoral de la familia, evangelizar con una adecuada catequesis para la iniciación cristiana, y promover catequistas apasionados por Cristo, que, habiéndose encontrado personalmente con El, sean capaces de cultivar una fe sincera, libre y gozosa en los niños y en los jóvenes. Nos recomendó el encuentro personal con cada uno de los sacerdotes, para interesarse por su situación, alentar sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo a Jesucristo, que nos invita a despojarnos de oropeles de mundanidad, del dinero y del poder. Nos pidió sostener y acompañar a consagrados y consagradas, y cuidar especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada.

En síntesis, nos pidió, en el espíritu de la Misión Permanente promovida desde Aparecida, dar testimonio de Cristo con la vida también entre los más alejados y salir de nosotros mismos a trabajar con entusiasmo en la labor que nos ha sido confiada. Que el Espíritu nos ayude.


Publicado por verdenaranja @ 17:13  | Habla el Papa
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Texto completo de la catequesis del miércoles 28 de Mayo de 2014 (Zenit.org): el Papa comenta su viaje a Tierra Santa

Queridos hermanos y hermanas,

en los días pasados, como saben, he realizado una peregrinación a Tierra Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le agradezo a Dios. Él me ha guiado en aquella tierra bendita, tierra bendita, que ha visto la presencia histórica de Jesús, y donde se verificaron eventos fundamentales para el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Deseo renovar mi cordial reconocimiento a su beatitud el patriarca Fouad Tual, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes, a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. ¡Estos franciscanos son buenos, su trabajo es realmente bueno y todo lo que hacen!

Mi pensamiento agradecido va también a las autoridades jordanas, israelíes y palestinas, que me acogieron con tanta cortesía. Y añado también, con amistad, como a todos los que han cooperado para la realización de la visita. 

La finalidad principal de esta peregrinación fue conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágora. Fue la primera vez que un sucesor de Pedro visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así durante el Concilio Vaticano II, los viajes de los papas fuera de Italia, en la época contemporánea.

Aquel gesto profético del obispo de Roma y del patriarca de Constantinopla ha puesto una piedra angular en el camino, sufrido pero prometedor, de la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha cumplido pasos importantes. Por lo tanto mi encuentro con su santidad Bartolomeo, amado hermano en Cristo, ha sido el momento culminante de la visita. Juntos hemos rezado ante el sepulcro de Jesús, y con nosotros estaban el patriarca griego-ortodoxo de Jerusalén Theophilos III, y el patriarca armenio apostólico Nourhan, además de arzobispos y obispos de diversas Iglesias y comunidades, autoridades civiles y muchos fieles.

En aquel lugar en donde resonó el anuncio de la Resurrección, hemos visto toda la amargura y el sufrimiento de las divisiones que todavía existen entre los discípulos de Cristo. Y verdaderamente ésto hace tanto mal, estamos todavía divididos, en esos lugares en donde resonó la voz de la Resurrección, en donde Jesús nos dio la vida, estamos todavía un poco divididos.

Pero sobre todo, en aquella celebración cargada de recíproca fraternidad, de estima y de afecto, hemos sentido fuerte la voz del Buen Pastor Resucitado, que quiere hacer de todas su ovejas un solo rebaño. Hemos sentido el deseo de sanar las heridas todavía abiertas y seguir de forma tenaz el camino hacia la plena comunión.

Nuevamente, como hicieron los papas anteriores, yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y le pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que hemos causado a nuestros hermanos, todos somos hermanos en Cristo y con el patriarca Bartolomeo somos amigos y hermanos, y hemos compartido la ganas de caminar juntos, hacer todo lo que juntos podemos hacer: rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación y como hermanos tenemos que ir adelante.

Otra finalidad de esta peregrinación ha sido animar en aquella región el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo don de Dios y empeño de los hombres. Lo he hecho en Jordania, Palestina e Israel. Y lo he hecho siempre en cuanto peregrino, en el nombre de Dios y del hombre, llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra que desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y tienen el derecho de conocer finalmente días de paz.

Por este motivo he exhortado a los fieles cristianos a dejarse 'ungir' con corazón abierto y dócil, por el Espíritu Santo, para ser siempre más capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. Humildad, hermandad, reconciliación...

El Espíritu permite asumir estas actitudes en la vida cotidiana, con personas de diversas culturas y religiones, y así volverse 'artesanos' de la paz. La paz se contruye artesanalmente, no hay industrias de paz, se hace cada día, artesanalmente y con el corazón abierto para que venga el don de Dios. Por ello he exhortado a los cristianos de dejarse ungir.

En Jordania he agradecido a las autoridades y al pueblo por su empeño, al acoger numerosos prófugos provenientes desde las zonas de guerra, que merecen y necesitan el apoyo constante de la comunidad internacional. He quedado impresionado por la generosidad del pueblo jordano al acoger a los prófugos. Tantos que huyen de la guerra en esa zona. Que el Señor bendiga a este pueblo acogedor. Y tenemos que rezar para que el Señor bendiga a este pueblo, en este trabajo de acogida que realiza.

Durante la peregrinación también en otros lugares he animado a las debidas autoridades para que sigan en sus esfuerzos para relajar las tensiones en el área de Oriente Medio, especialmente en la martirizada Siria, como seguir a buscando una solución equitativa al conflicto palestino-israelí.

Por esto he invitado al presidente de Israel y al presidente de Palestina, ambos hombres de paz y artífices de paz, para que vengan al Vaticano a rezar juntos conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen solos, recen mucho para que el Señor nos dé la paz en aquella tierra bendita. Cuento con estas oraciones, recen mucho para que llegue la paz.

Esta peregrinación en Tierra Santa ha sido también la ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresar la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en esta zona y en todo Oriente Medio. Estos hermanos nuestros son valientes testigos de la esperanza y caridad, 'sal y luz' en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con su preciosa actividad educativa y asistencial, ellos trabajan por la reconciliación y el perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad.

Con esta peregrinación que ha sido una verdadera gracia del Señor, he querido llevar una palabra de esperanza, si bien al mismo tiempo la he recibido. La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan 'contra toda esperanza', a través de tantos sufrimientos; como los de quien se escapó del propio país debido a los conflictos; como la de aquellos que en diversas partes del mundo sufren discriminación y desprecio por causa de su fe en Cristo.

Sigamos estando cerca de ellos. Recemos por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo el Medio Oriente. La oración de toda la Iglesia sea de apoyo también al camino hacia la plena unidad entre los cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo vino a vivir en medio de nosotros.

E invito a todos a que recemos juntos, a la Virgen, Reina de la paz, Reina de la unidad, la mamá de todos los cristianos, que Ella nos dé la paz en todo el mundo y que nos acompañe en este camino de unidad. (Ave María).


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Mi?rcoles, 28 de mayo de 2014

Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 6º domingo de Pascua el año (25 de mayo 2014)

La santidad en los laicos

Este es un domingo especial para los argentinos porque estamos celebrando nuestro 25 de mayo y queremos rezar por nuestra Patria.

Los obispos argentinos el pasado 8 de mayo, solemnidad de Nuestra Señora de Lujan, junto a las reflexiones que presentamos “Felices los que trabajan por la paz”, invitamos a que en este 25 de mayo en las diócesis de todo el País, en las Catedrales y santuarios, en las parroquias, capillas y en los hogares se ore por la convivencia pacífica de los argentinos, utilizando la oración por la paz de San Francisco de Asís. Hoy pedimos por nuestra Patria para que todos podamos ser instrumentos de la paz, de la justicia, la vida, la verdad… y por lo tanto generadores de la Esperanza.

Hace algunos domingos reflexionamos sobre las vocaciones especialmente a la vida consagrada y el sacerdocio ministerial. En este domingo queremos ahondar en la vocación del laico, dimensión misionera y especialmente la evangelización de la cultura y es oportuno hacerlo en este 25 de mayo. La vocación del laico se especifica fundamentalmente en la transformación de las realidades del mundo. Son los cristianos que viven en nuestras ciudades o en el campo, llamados a construir una familia, a comprometerse en sus trabajos, como docentes, políticos, como comunicadores sociales o bien en el trabajo silencioso y fecundo de la chacra…Sobre todo desde esta vocación deberemos acentuar la misión en la cotidianidad donde deberemos generar valores evangélicos, mayor sentido ético y compromiso por el bien común.

Hace décadas que venimos señalando en la Iglesia la importancia que nuestros laicos comprendan su propia vocación y misión, pero también debemos reconocer que probablemente en la práctica eclesial nos cuesta a los pastores acompañar al laicado a santificarse en su realidad cotidiana. A veces los entendemos solamente como ligados a actividades intraeclesiales, y muchos o muchísimos laicos no asumen una dimensión misionera en sus ambientes, trabajos y familias.

En el acontecimiento y documento de Aparecida se trató este tema que considero importante lo incorporemos a nuestra reflexión y examen de conciencia sobre el compromiso con esta vocación y misión. Aparecida señala sobre los fieles laicos. El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de la realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los “mas media”, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta” (210).

El documento sigue señalando también la importancia del laicado en la acción pastoral de la Iglesia en sus distintas expresiones, así como en diversas formas de ministerialidad laical. En nuestra Diócesis contamos, como gracia de Dios, con distintas sedes de la escuela de ministerios laicales que son realmente significativas en el servicio que prestan a nuestras comunidades.

En esta reflexión quiero subrayar la importancia que adquiere en nuestro tiempo el fortalecimiento de varias asociaciones laicales, movimientos apostólicos eclesiales, y comunidades eclesiales y nuevas comunidades que señala Aparecida que deben ser apoyadas y acompañadas por los pastores: “En las últimas décadas, varias asociaciones y movimientos apostólicos laicales han desarrollado un fuerte protagonismo. Por ello, un adecuado discernimiento, animación, coordinación y conducción pastoral, sobre todo de parte de los sucesores de los Apóstoles, contribuirá a ordenar este don para la edificación de la única Iglesia” (214).

Cuando señalamos que hay una cierta ausencia de laicos católicos comprometidos en las estructuras y dirigencia social, consideramos como una de las causas la falta de formación. En este tiempo tendremos que potenciar, y así lo señalan nuestras “Orientaciones pastorales” del Sínodo, la necesidad de acentuar la formación del laicado en general, y especialmente en temas de ciudadanía, doctrina social de la Iglesia y ética social y pública. Desde ya que no se trata solo de una formación intelectual. Solo cuando ponemos en práctica lo que creemos podemos comprender más profundamente las enseñanzas de Jesucristo y ser constructores en nuestra Patria y Provincia de una cultura marcada por la esperanza.

Jesucristo, en el Evangelio que leemos este domingo (Jn.14, 15-21), termina diciéndonos con claridad esta exigencia de poner en práctica lo que creemos: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama, y el que me ama será amado de mi Padre” (21). En la comprensión y puesta en práctica de la vocación y misión de los laicos en nuestro tiempo, recae uno de los grandes desafíos de este inicio de siglo.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas


Publicado por verdenaranja @ 23:26  | Hablan los obispos
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La fiesta de San José de Anchieta se celebra el 9 de Junio. Con tal motivo desde la Vicaría de Pastoral nos han enviado la Misa para ese día.

SAN  JOSÉ DE ANCHIETA, sacerdote, 9 de junio

Fiesta 

José de Anchieta nace en San Cristóbal de la Laguna, en 1534. Ingresa en la Compañía en 1551 en Portugal. Destinado al Brasil, se entrega a la formación de los indígenas bajo la luz del Evangelio. Ordenado sacerdote en 1566, después de diez años de superior, es nombrado Provincial de todas las Misiones brasileñas, siendo sabio superior y sobresaliente organizador. Es el primero en componer una gramática de la lengua indígena y en escribir un catecismo en la misma lengua. Como misionero apostólico procuró la promoción de los indígenas en lo humano lo social y lo moral. Todo ello le mereció de los nativos el título de "Apóstol del Brasil". Murió el 9 de junio de 1597 en la ciudad de Reritiba, que en su honor lleva hoy el nombre de Anchieta. El Papa Juan Pablo II lo beatificó, el 22 de junio de 1980 y el Papa Francisco lo canonizó el 3 de abril de 2014. 

 

ANTIFONA DE ENTRADA Is 52, 7 

¡Qué hermosos son sobre los montes

los pies del mensajero que proclama la paz,

que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia! 

 

ORACIÓN COLECTA 

Te pedimos, Señor, Dios nuestro

que derrames  tu gracia sobre nosotros,

para que, sirviendo fielmente al Evangelio

a ejemplo de San José de Anchieta,

que se hizo todo a todos,

nos esforcemos por ganar para ti a nuestros hermanos

en la caridad de Cristo.

Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo... 

 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

 

Te pedimos, Señor, que santifiques con tu bendición

las ofrendas que te presentamos, en acción de gracias,

por las maravillas que han realizado en San José de Anchieta.

Por su intercesión, fortalece nuestra voluntad

en el servicio de anunciar el Evangelio de tu Hijo,

nuestro Señor Jesucristo,

que vive y reina por los siglos de los siglos.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES

 V/. El Señor esté con vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

V/. Levantemos el corazón.

R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R/. Es justo y necesario.

 

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias, siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,

por Cristo, Señor nuestro. 

Porque nos concedes la alegría

de celebrar hoy la fiesta de San José de Anchieta,

fortaleciendo a tu Iglesia

con el ejemplo de su vida,

instruyéndola con su palabra

y protegiéndola con su intercesión. 

Por eso, con los ángeles y los santos,

te cantamos el himno de alabanza

diciendo sin cesar:  Santo, Santo, Santo... 

 

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 9,36

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas,

porque estaban extenuadas y abandonadas,

como ovejas que no tienen pastor.

 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN 

Oh Dios, que confiaste a cada uno de nosotros

el cuidado de nuestro prójimo,

concédenos que, reconfortados con el pan de vida

y con el ejemplo de San José de Anchieta,

que entrego su vida al anuncio del Evangelio,

proclamemos, de palabra y obra, las riquezas de tu amor.

Por Cristo, nuestro Señor. 

 

LECTURAS 

PRIMERA LECTURA 

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios 

 

Lectura del libro de Isaías (52, 7-10) 

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria,

que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.

Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. 

Palabra de Dios. 

 

SALMO RESPONSORIAL (Sal 95, 1-2a. 2b-4. 7-8a. 10)  

R/ Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 

V/     Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor toda la tierra.

Cantad al Señor, bendecid su nombre. 

R/ Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 

V/     Proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,

sus maravillas a todas las naciones;

porque es grande el Señor y muy digno de alabanza,

más respetable que todos los dioses. 

R/ Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 

V/     Familias de los pueblos, aclamad al Señor,

aclamad la gloria y el poder del Señor;

aclamad la gloria del nombre del Señor. 

R/ Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 

V/     Decid a los pueblos: «El Señor es rey;

él afianzó el orbe, y no se moverá:

él gobierna a los pueblos rectamente». 

R/ Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

 

SEGUNDA LECTURA 

Deseábamos entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas

 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses

(1Tes. 2, 2b-8) 

Hermanos:

Apoyados en nuestro Dios, tuvimos valor para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición.

Nuestra exhortaciónno procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que, en la medida en que Dios nos juzgó aptos

para confiaros el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios,que juzga nuestras intenciones.

Bien sabéis vosotros, que nunca hemos actuado ni con palabras de adulación ni por codicia disimulada, Dios es testigo, ni pretendiendo honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado con autoridad; por el contrario, nos portamos con delicadeza entre vosotros, como una madre que cuida con cariño a sus hijos.

Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. 

Palabra de Dios.

ALELUYA Lc 4, 18-19

Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. 

EVANGELIO 

La mies es abundante y los obreros pocos. 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (10, 1-9)

 

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies». ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:

“El reino de Dios ha llegado a vosotros”».  

Palabra del Señor.

 

MISA DE SAN JOSÉ DE ANCHIETA

 

MONICIÓN DE ENTRADA 

José de Anchieta nace en San Cristóbal de la Laguna, en 1534. Ingresa en la Compañía en 1551 en Portugal. Destinado al Brasil, se entrega a la formación de los indígenas bajo la luz del Evangelio. Ordenado sacerdote en 1566, después de diez años de superior, es nombrado Provincial de todas las Misiones brasileñas, siendo sabio superior y sobresaliente organizador. Es el primero en componer una gramática de la lengua indígena y en escribir un catecismo en la misma lengua. Como misionero apostólico procuró la promoción de los indígenas en lo humano lo social y lo moral. Todo ello le mereció de los nativos el título de "Apóstol del Brasil". Murió el 9 de junio de 1597 en la ciudad de Reritiba, que en su honor lleva hoy el nombre de Anchieta. El Papa Juan Pablo II lo beatificó, el 22 de junio de 1980 y el Papa Francisco lo canonizó el 3 de abril de 2014. 

Hoy nos reunimos con gozo para dar gracias a Dios, de quien  procede toda Santidad, por este hijo de nuestra tierra que ha vivido de forma heroica la santidad en el anuncio del Evangelio y el servicio de los más pobres. 

Como se dice en el Prefacio de los Santos, El nos estimula con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayuda con su intercesión”

  

ORACIÓN DE LOS FIELES

 

Roguemos ahora a nuestro Padre Dios, que siempre escucha a quienes confían en Él, presentándole humildemente nuestras necesidades, las de la Iglesia y del mundo entero. 

- Por la Iglesia de Dios, sacramento universal de salvación, presidida por el Papa Francisco: para que congregada en la unidad deseada por Jesucristo, sea siempre fiel al mandato divino y anuncie sin cesar el Evangelio a todos los pueblos. Roguemos al Señor. 

- Por nuestra Iglesia Diocesana, por nuestro Obispo Bernardo, por los sacerdotes, religiosos y religiosas y personas de vida consagrada al servicio del pueblo de Dios: para que el ejemplo de San José de Anchieta  despierte entre nosotros la llamada y el compromiso a ser discípulos y misioneros de la Palabra de Dios. Roguemos al Señor. 

- Por las Iglesias jóvenes de todo el mundo: para que se consolide la fe sembrada por la palabra y el testimonio de los misioneros y de fruto abundante de fe, esperanza y caridad. Roguemos al Señor. 

- Por los pueblos donde es difícil anunciar la Palabra de Dios: para que no falten misioneros que den testimonio de caridad y con paciencia preparen los caminos del Evangelio. Roguemos al Señor. 

- Por los jóvenes de hoy: para que a imitación de San José de Anchieta sientan la fortaleza del Señor y no tengan miedo a seguir a Jesús en su propia vocación misionera, sacerdotal o religiosa, con radical libertad y absoluta disponibilidad. Roguemos al Señor  

- Por todos los que estamos aquí reunidos, por todos los que caminamos en nuestras islas a la casa del Padre, en comunión con la Iglesia de Brasil y la Compañía de Jesús: que al elevar nuestra acción de gracias a Él, por la santidad de José de Anchieta, nos sintamos interpelados a vivir nuestra llamada a la santidad de vida. Roguemos al Señor. 

 

Padre de bondad, tú que has enviado al mundo a tu Hijo Jesucristo y en Él te has dado totalmente a nosotros y nos has amado sin medida, por intercesión de San José de Anchieta acoge nuestras súplicas y concédenos la gracia de saber hacernos como él “todo a todos”, con tal de ganarlos para tu Reino. Por Cristo, nuestro Señor.

 


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Martes, 27 de mayo de 2014

Discurso del Santo Padre en la Mesquita de la Roca, Al-aqsa, en la mañana del 26 de mayo de 2014  (Zenit)

Excelencia, queridos amigos Musulmanes:

Me complace poder encontrarme con ustedes en este lugar sagrado. Les agradezco de corazón la cortés invitación que me han dirigido y, en particular, le doy las gracia a Usted, Excelencia, y al Presidente del Consejo Supremo Musulmán.

Siguiendo las huellas de mis Predecesores y, sobre todo, la luminosa estela dejada por el viaje de Pablo VI, hace ya cincuenta años –el primer viaje de un Papa a Tierra Santa–, he tenido mucho interés en venir como peregrino a visitar los lugares que han visto la presencia terrena de Jesucristo. Pero mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso, me alegro de poder estar con Ustedes, Amigos Musulmanes.

En este momento me viene a la mente la figura de Abrahan, que vivió como peregrino en estas tierras. Musulmanes, cristianos y judíos reconocen a Abrahan, si bien cada uno de manera diferente, como padre en la fe y un gran ejemplo a imitar. Él se hizo peregrino, dejando a su gente, su casa, para emprender la aventura espiritual a la que Dios lo llamaba.

Un peregrino es una persona que se hace pobre, que se pone en camino, que persigue una meta grande apasionadamente, que vive de la esperanza de una promesa recibida (cf.Hb11,8- 19). Así era Abrahán, y ésa debería ser también nuestra actitud espiritual. Nunca podemos considerarnos autosuficientes, dueños de nuestra vida; no podemos limitarnos a quedarnos encerrados, seguros de nuestras convicciones. Ante el misterio de Dios, todos somos pobres, sentimos que tenemos que estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos, dóciles a la llamada que Dios nos hace, abiertos al futuro que Él quiere construir para nosotros.

En nuestra peregrinación terrena no estamos solos: nos encontramos con otros hermanos, a veces compartimos con ellos un tramo del camino, otras veces hacemos juntos una pausa reparadora. Así es el encuentro de hoy, y lo vivo con particular gratitud: se trata de un agradable descanso juntos, que ha sido posible gracias a su hospitalidad, en esa peregrinación que es nuestra vida y la de nuestras comunidades. Vivimos una comunicación y un intercambio fraterno que pueden reponernos y darnos nuevas fuerzas para afrontar los retos comunes que se nos plantean.

De hecho, no podemos olvidar que la peregrinación de Abrahán ha sido también una llamada a la justicia: Dios ha querido que sea testigo de su actuación e imitador suyo. También nosotros quisiéramos ser testigos de la acción de Dios en el mundo y por eso, precisamente en este encuentro, oímos resonar intensamente la llamada a ser agentes de paz y de justicia, a implorar en la oración estos dones y a aprender de lo alto la misericordia, la grandeza de ánimo, la compasión.

Queridos amigos, desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán:

Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia. Trabajemos juntos por la justicia y por la paz.

¡Salam!


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Texto el micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (17 de mayo de 2014)

El amor como caridad social y política


La atención a los pobres es una misión propia de la Iglesia que tiene su fuente en Jesucristo. No se trata de una estrategia pastoral o la respuesta a una emergencia, sino de un acto de fidelidad al Evangelio. Esto lo vemos en el testimonio de la Iglesia primitiva, cuando junto a la tarea de la predicación de la Palabra, presta, también, una particular atención al cuidado de los más necesitados.

No podían predicar el Evangelio y desatender las necesidades materiales de los hermanos. Esto era una exigencia de la vida de fe. Así se va organizando la vida y los ministerios en las primeras comunidades. Esto lo leemos en la misma Sagrada Escritura cuando los apóstoles se deciden a instituir a los diáconos para el servicio de las mesas y: "la distribución diaria de los alimentos", como vemos en este domingo.

Creo que es importante considerar cuales son los criterios de selección que proponen los apóstoles para elegir a las personas que van a cumplir con este servicio: "busquen entre ustedes, dicen, a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros le encargaremos esta tarea" (Hech. 6, 1-7). El acento está puesto no en algo exterior, sino en el testimonio de una vida transformada por el Espíritu de Dios. Como vemos, no se trata de algo secundario para la Iglesia ni meramente operativo, sino de algo que es esencial porque hace a su vida de fe, y que se convertirá en un signo de credibilidad. Por ello, una fe que no nos oriente a la caridad, no proviene de Jesucristo. ¡Qué triste la imagen de un cristiano celoso por el cuidado de la fe y su vida no es testimonio de amor!

La vida cristiana tiene en Jesucristo su fuente y modelo. Esto presenta consecuencias que debemos saber leer, para no hacer de la fe solo una cuestión de vida privada. La fe, bien entendida, tiene una dimensión social y política. No es posible reducir el horizonte de la caridad a una cuestión individual sin referencia a la comunidad. La caridad, que nace de la fe, incluye una dimensión social. En este sentido es claro el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuando afirma: "La caridad social y política no se agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad en su conjunto" (CDSI. 208).Al pobre, a quien estamos llamados a amar y ayudar, lo debemos considerar en un marco de relaciones que lo condicionan y que reclama una atención mayor al del plano meramente individual.

Esto no quita ni disminuye el gesto concreto de ayuda que le debemos a este hermano nuestro necesitado, pero la caridad que se apoya en el evangelio de Jesucristo reconoce una dimensión social que mira a la equidad y solidaridad de la sociedad. Por ello, concluye el Compendio: "amarlo (al pobre, al necesitado) en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia" (CDSI. 208). Estas "mediaciones" son, principalmente la política como las diversas instancias en las que la sociedad se organiza para pensar el bien común. ¡Qué triste cuando un cristiano no quiere participar en estas mediaciones de la sociedad! Me atrevería a decir que su fe no ha descubierto el compromiso social de la caridad.

Para la Iglesia el pobre, el que sufre, siempre será un tema evangélico que la compromete, porque en esas situaciones ha querido ocultar su gloria Jesucristo. Es bueno y lo necesitamos, volver a esa simplicidad del evangelio donde Jesucristo nos habla y espera una respuesta. Hagamos nuestra aquella pregunta del evangelio: ¿Cuándo te vimos, Señor?, conocemos la respuesta: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25, 37-40).

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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Lunes, 26 de mayo de 2014

Texto completo de la declaración entre el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé,  firmada  en la Delegación Apostólica de Jerusalén en la tarde del 25 de Mayo de 2014 (Zenit.org)

 

1. Como nuestros venerables predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que se encontraron aquí en Jerusalén hace cincuenta años, también nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, hemos querido reunirnos en Tierra Santa, “donde nuestro común Redentor, Cristo nuestro Señor, vivió, enseñó, murió, resucitó y ascendió a los cielos, desde donde envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente” (Comunicado común del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, publicado tras su encuentro del 6 de enero de 1964). Nuestra reunión –un nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y Constantinopla, fundadas a su vez por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés– es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros. Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

2. Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad. Recordamos con profunda gratitud los pasos que el Señor nos ha permitido avanzar. El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054. Este gesto dio paso a un intercambio de visitas entre las respectivas Sedes de Roma y Constantinopla, a una correspondencia continua y, más tarde, a la decisión tomada por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Dimitrios, de feliz memoria, de iniciar un diálogo teológico sobre la verdad entre Católicos y Ortodoxos. A lo largo de estos años, Dios, fuente de toda paz y amor, nos ha enseñado a considerarnos miembros de la misma familia cristiana, bajo un solo Señor y Salvador, Jesucristo, y a amarnos mutuamente, de modo que podamos confesar nuestra fe en el mismo Evangelio de Cristo, tal como lo recibimos de los Apóstoles y fue expresado y transmitido hasta nosotros por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia. Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno” (Jn 17,21).

3. Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el banquete Eucarístico. En cuanto cristianos, estamos llamados a prepararnos para recibir este don de la comunión eucarística, como nos enseña san Ireneo de Lyon (Adv. haer., IV,18,5: PG 7,1028), mediante la confesión de la única fe, la oración constante, la conversión interior, la vida nueva y el diálogo fraterno. Hasta llegar a esta esperada

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meta, manifestaremos al mundo el amor de Dios, que nos identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13,35).

4. En este sentido, el diálogo teológico emprendido por la Comisión Mixta Internacional ofrece una aportación fundamental en la búsqueda de la plena comunión entre católicos y ortodoxos. En los periodos sucesivos de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y del Patriarca Dimitrios, el progreso de nuestros encuentros teológicos ha sido sustancial. Hoy expresamos nuestro sincero aprecio por los logros alcanzados hasta la fecha, así como por los trabajos actuales. No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de un proceder en la verdad y en el amor, que requiere un conocimiento cada vez más profundo de las tradiciones del otro para llegar a comprenderlas y aprender de ellas. Por tanto, afirmamos nuevamente que el diálogo teológico no pretende un mínimo común denominador para alcanzar un acuerdo, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la verdad completa que Cristo ha dado a su Iglesia, una verdad que se comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu santo. Por eso, afirmamos conjuntamente que nuestra fidelidad al Señor nos exige encuentros fraternos y diálogo sincero. Esta búsqueda común no nos aparta de la verdad; sino que más bien, mediante el intercambio de dones, mediante la guía del Espíritu Santo, nos lleva a la verdad completa (cf. Jn 16,13).

5. Y, mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad, especialmente en la defensa de la dignidad de la persona humana, en cada estadio de su vida, y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo. Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado.

6. Estamos profundamente convencidos de que el futuro de la familia humana depende también de cómo salvaguardemos –con prudencia y compasión, a la vez que con justicia y rectitud– el don de la creación, que nuestro Creador nos ha confiado. Por eso, constatamos con dolor el ilícito maltrato de nuestro planeta, que constituye un pecado a los ojos de Dios. Reafirmamos nuestra responsabilidad y obligación de cultivar un espíritu de humildad y moderación de modo que todos puedan sentir la necesidad de respetar y preservar la creación. Juntos, nos comprometemos a crear una mayor conciencia del cuidado de la creación; hacemos un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo.

7. Asimismo, necesitamos urgentemente una efectiva y decidida cooperación de los cristianos para tutelar en todo el mundo el derecho a expresar públicamente la propia fe y a ser tratados con equidad en la promoción de lo que el Cristianismo sigue ofreciendo a la sociedad y a la cultura contemporánea. A este respecto, invitamos a todos los cristianos a promover un auténtico diálogo con el Judaísmo, el Islam y otras tradiciones religiosas. La indiferencia y el desconocimiento mutuo conducen únicamente a la desconfianza y, a veces, desgraciadamente incluso al conflicto.

8. Desde esta santa ciudad de Jerusalén, expresamos nuestra común preocupación profunda por la situación de los cristianos en Medio Oriente y por su derecho a seguir siendo ciudadanos de

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pleno derecho en sus patrias. Con confianza, dirigimos nuestra oración a Dios omnipotente y misericordioso por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Pedimos especialmente por las Iglesias en Egipto, Siria e Iraq, que han sufrido mucho últimamente. Alentamos a todas las partes, independientemente de sus convicciones religiosas, a seguir trabajando por la reconciliación y por el justo reconocimiento de los derechos de los pueblos. Estamos convencidos de que no son las armas, sino el diálogo, el perdón y la reconciliación, los únicos medios posibles para lograr la paz.

9. En un momento histórico marcado por la violencia, la indiferencia y el egoísmo, muchos hombres y mujeres se sienten perdidos. Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz. Unidos en nuestras intenciones y recordando el ejemplo del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, de hace 50 años, pedimos que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias, por el bien de toda la humanidad y de las futuras generaciones.

10. Al emprender esta peregrinación en común al lugar donde nuestro único Señor Jesucristo fue crucificado, sepultado y resucitado, encomendamos humildemente a la intercesión de la Santísima siempre Virgen María los pasos sucesivos en el camino hacia la plena unidad, confiando a la entera familia humana al amor infinito de Dios.

“El Señor ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6,25-26)

Jerusalén, 25 de mayo de 2014.


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Texto de la homilía del papa Francisco en la misa en Belén,  el 25 de Mayo de 2014 (Zenit.org)

«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12).

“Es una gracia muy grande celebrar la Eucaristía en el lugar en que nació Jesús. Doy gracias a Dios y a vosotros que me habéis recibido en mi peregrinación: al presidente Mahmoud Abbas y a las demás autoridades; al patriarca Fouad Twal, a los demás obispos y ordinarios de Tierra Santa, a los sacerdotes, las personas consagradas y a cuantos se esfuerzan por tener viva la fe, la esperanza y la caridad en esta tierra; a los representantes de los fieles provenientes de Gaza, Galilea y a los emigrantes de Asia y África. Gracias por vuestra acogida”.

“El Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que Dios dio a los que esperaban la salvación, y permanece para siempre como signo de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo. «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño...». También hoy los niños son un signo. Signo de esperanza, signo de vida, pero también signo “diagnóstico” para entender el estado de salud de una familia, de una sociedad, de todo el mundo. Cuando los niños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano. Recordemos la labor que realiza el Instituto Effetà Pablo VI a favor de los niños palestinos sordomudos: es un signo concreto de la bondad de Dios. Dios nos repite también a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI: «Y aquí tenéis la señal», buscad al niño...”

“El Niño de Belén es frágil, como todos los recién nacidos. No sabe hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne, que ha venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres. Este Niño, como todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno”.

“En nuestro mundo, que ha desarrollado las tecnologías más sofisticadas, hay todavía por desgracia tantos niños en condiciones deshumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las grandes ciudades o en las zonas rurales. Todavía hoy muchos niños son explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados en los mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo. De todo esto nos avergonzamos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño”.

“Y nos preguntamos: ¿Quién somos nosotros ante Jesús Niño? ¿Quién somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que desea eliminarlo? ¿Somos como los pastores, que corren, se arrodillan para adorarlo y le ofrecen sus humildes dones? ¿O somos más bien indiferentes? ¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se aprovechan de las imágenes de los niños pobres con fines lucrativos? ¿Somos capaces de estar a su lado, de “perder tiempo” con ellos? ¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos y con ellos? ¿O los descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?”

«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño...». Tal vez aquel niño llora. Llora porque tiene hambre, porque tiene frío, porque quiere estar en brazos... También hoy lloran los niños, lloran mucho, y su llanto nos cuestiona. En un mundo que desecha cada día toneladas de alimento y de medicinas, hay niños que lloran en vano por el hambre y por enfermedades fácilmente curables. En una época que proclama la tutela de los menores, se venden armas que terminan en las manos de niños soldados; se comercian productos confeccionados por pequeños trabajadores esclavos. Su llanto es acallado: deben combatir, deben trabajar, no pueden llorar. Pero lloran por ellos sus madres, Raqueles de hoy: lloran por sus hijos, y no quieren ser consoladas (cf. Mt 2, 18).

«Y aquí tenéis la señal». El Niño Jesús nacido en Belén, todo niño que nace y crece en cualquier parte del mundo, es signo diagnóstico, que nos permite comprobar el estado de salud de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra nación. De este diagnóstico franco y honesto, puede brotar un estilo de vida nuevo, en el que las relaciones no sean ya de conflicto, abuso, consumismo, sino relaciones de fraternidad, de perdón y reconciliación, de participación y de amor.

Oh María, Madre de Jesús, tú, que has acogido, enséñanos a acoger; tú, que has adorado, enséñanos a adorar; tú, que has seguido, enséñanos a seguir. Amén.


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Las palabras del Santo Padre a las autoridades del Estado de Palestina en el palacio presidencial, el 25 de Mayo de 2014.  (Zenit.org)

"Agradezco al Señor Presidente Mahmoud Abbas su bienvenida y saludo cordialmente a los representantes del Gobierno y a todo el pueblo palestino. Doy gracias al Señor por estar hoy aquí con ustedes en este lugar donde nació Jesús, el Príncipe de la Paz, y les agradezco su calurosa acogida".

"Desde hace decenios, Oriente Medio vive las dramáticas consecuencias de la duración de un conflicto que ha causado heridas difíciles de cerrar y que, incluso cuando afortunadamente no se desata la violencia, la incertidumbre de la situación y la incomprensión de las partes producen inseguridad, negación de derechos, aislamiento y éxodo de comunidades enteras, divisiones, carencias y sufrimientos de todo tipo".

"Desde lo más profundo de mi corazón, y a la vez que manifiesto mi cercanía a cuantos sufren en mayor medida las consecuencias de este conflicto, deseo decir que, por el bien de todos, ya es hora de poner fin a esta situación, que se hace cada vez más inaceptable y esto para el bien de todos. Que se redoblen pues los esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de cada uno y en la recíproca seguridad".

"Ha llegado el momento de que todos tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente".

"En este sentido, deseo vivamente que todos eviten iniciativas y actos que contradigan la voluntad expresa de llegar a un verdadero acuerdo y que no se deje de perseguir la paz con determinación y coherencia. La paz traerá consigo incontables beneficios para los pueblos de esta región y para todo el mundo. Es necesario pues encaminarse con resolución hacia ella, también mediante la renuncia de cada uno a algo".

"Animo a los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas autoridades, a emprender este feliz éxodo hacia la paz con la valentía y la firmeza necesaria para todo éxodo. La paz basada en la seguridad y la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis".

"Deseo referirme con afecto a la activa comunidad cristiana, que ofrece su significativa contribución al bien común de la sociedad y que participa de las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo. Los cristianos desean seguir desempeñando este papel como ciudadanos de pleno derecho, junto con los demás ciudadanos a los que consideran como hermanos".

"Señor Presidente, usted es conocido como un hombre de paz y artífice de paz. El reciente encuentro en el Vaticano con usted y mi presencia hoy en Palestina atestiguan las buenas relaciones existentes entre la Santa Sede y el Estado de Palestina, y que espero crezcan para el bien de todos. En este sentido, expreso mi aprecio por el compromiso de elaborar un Acuerdo entre las partes, que contemple diversos aspectos de la vida de las comunidades católicas del País, con una atención especial a la libertad religiosa".

"En efecto, el respeto de este derecho humano fundamental es una de las condiciones irrenunciables de la paz, de la hermandad y de la armonía; proclama al mundo que es necesario y posible encontrar un buen acuerdo entre culturas y religiones diferentes; atestiguar que las cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un único Dios".

Señor Presidente, queridos amigos reunidos aquí en Belén, Dios omnipotente los bendiga, los proteja y les conceda la sabiduría y la fuerza necesaria para emprender el precioso camino de la paz, para que las espadas se transformen en arados y esta Tierra vuelva a florecer en la prosperidad y en la concordia. ¡Salam!


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Domingo, 25 de mayo de 2014

Texto completo del discurso del Santo Padre a las autoridades del Reino de Jordania el 24 de mayo de 2014 (Zenit.org)

 

 Majestades,
Excelencias,
Queridos hermanos Obispos,
Queridos amigos:

Doy gracias a Dios por permitirme visitar el Reino Hachemita de Jordania, siguiendo las huellas de mis predecesores Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, y agradezco a Su Majestad el Rey Abdullah II sus cordiales palabras de bienvenida, con el vivo recuerdo de nuestro reciente encuentro en el Vaticano. Extiendo mi saludo a los miembros de la Familia Real, al Gobierno y al Pueblo de Jordania, tierra rica en historia y de gran significado religioso para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Este País acoge generosamente a una gran cantidad de refugiados palestinos, iraquíes y de otras zonas en crisis, en especial de la vecina Siria, destruida por un conflicto que está durando demasiado tiempo. Esta acogida, Majestad, merece el reconocimiento y la ayuda de la comunidad internacional. La Iglesia Católica, dentro de sus posibilidades, quiere comprometerse en la asistencia a los refugiados y a los necesitados, sobre todo mediante Caritas Jordania.

A la vez que constato con dolor que sigue habiendo fuertes tensiones en la región medio-oriental, agradezco a las Autoridades del Reino todo lo que hacen y les animo a seguir esforzándose por lograr la tan deseada paz duradera en toda la Región; para esto, es necesario y urgente encontrar una solución pacífica a la crisis siria, además de una justa solución al conflicto entre israelíes y palestinos.

Aprovecho la ocasión para renovar mi profundo respeto y consideración a la comunidad Musulmana, y expresar mi reconocimiento por el liderazgo que Su Majestad el Rey ha asumido para promover un más adecuada entendimiento de las virtudes proclamadas por el Islam y la serena convivencia entre los fieles de las diversas religiones. Usted es conocido como un hombre de paz, y artífice de la paz. ¡Gracias! Manifiesto mi gratitud a Jordania por haber animado diversas iniciativas importantes a favor del diálogo interreligioso para la promoción del entendimiento entre judíos, cristianos y musulmanes, como el “Mensaje Interreligioso de Amán”, y por haber promovido en el seno de la ONU la celebración anual de la “Semana de la Armonía entre las Religiones”.

Quisiera ahora dirigir un saludo lleno de afecto a las comunidades cristianas, cuidadas por este Reino, comunidades presentes en el País desde los tiempos apostólicos; ellas contribuyen al bien común de la sociedad en la que están plenamente insertadas. A pesar de ser hoy numéricamente minoritarias, tienen la posibilidad de desarrollar una cualificada y reconocida labor en el campo educativo y sanitario, mediante escuelas y hospitales, y pueden profesar con tranquilidad su fe, respetando la libertad religiosa, que es un derecho humano fundamental y que espero firmemente que sea tenido en gran consideración en todo Medio Oriente y en el mundo entero. Este derecho “abarca tanto la libertad individual como colectiva de seguir la propia conciencia en materia religiosa como la libertad de culto… la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia” (Benedicto XVI, Exhort. Ap. Ecclesia in Medio Oriente, 26). Los cristianos se sienten y son ciudadanos de pleno derecho y desean contribuir a la construcción de la sociedad junto a sus conciudadanos musulmanes, con su aportación específica.

Dirijo, finalmente, un deseo especial de paz y prosperidad al Reino de Jordania y a su pueblo, con la esperanza de que esta visita contribuya a incrementar y promover relaciones buenas y cordiales entre Cristianos y Musulmanes. Y que el Señor Dios nos defienda a todos de ese miedo al cambio, al que Su Majestad se ha referido.

Les agradezco su cálida acogida y amabilidad. Que Dios omnipotente y misericordioso conceda a Sus Majestades felicidad y larga vida, y colme a Jordania de sus bendiciones. ¡Salam!


Publicado por verdenaranja @ 21:36  | Habla el Papa
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Texto completo de la homilía de Santo Padre en la misa del Estadio de Amán el 24 de Mayo de 2014 (Zenit.org)

En el Evangelio hemos escuchado la promesa de Jesús a sus discípulos: “Yo le pediré al Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes” (Jn 14,16). El primer Paráclito es el mismo Jesús; el “otro” es el Espíritu Santo.

Aquí nos encontramos no muy lejos del lugar en el que el Espíritu Santo descendió con su fuerza sobre Jesús de Nazaret, después del bautismo de Juan en el Jordán (cf. Mt 3,16), donde hoy me acercaré. Así pues, el Evangelio de este domingo, y también este lugar, al que, gracias a Dios, he venido en peregrinación, nos invitan a meditar sobre el Espíritu Santo, sobre su obra en Cristo y en nosotros, y que podemos resumir de esta forma: el Espíritu realiza tres acciones: prepara, unge y envía.

En el momento del bautismo, el Espíritu se posa sobre Jesús para prepararlo a su misión de salvación, misión caracterizada por el estilo del Siervo manso y humilde, dispuesto a compartir y a entregarse totalmente. Pero el Espíritu Santo, presente desde el principio de la historia de la salvación, ya había obrado en Jesús en el momento de su concepción en el seno virginal de María de Nazaret, realizando la obra admirable de la Encarnación: “El Espíritu Santo te llenará, te cubrirá con su sombra –dice el Ángel a María- y tú darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús” (cf. Lc 1,35). Después, el Espíritu actuó en Simeón y Ana el día de la presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2,22). Ambos a la espera del Mesías, ambos inspirados por el Espíritu Santo, Simeón y Ana, al ver al Niño, intuyen que Él es el Esperado por todo el pueblo. En la actitud profética de los dos videntes se expresa la alegría del encuentro con el Redentor y se realiza en cierto sentido una preparación del encuentro del Mesías con el pueblo.

Las diversas intervenciones del Espíritu Santo forman parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor. La misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía –Él mismo es armonía– y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza. Por tanto, hoy invocamos con corazón ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad.

En segundo lugar, el Espíritu Santo unge. Ha ungido interiormente a Jesús, y unge a los discípulos, para que tengan los mismos sentimientos de Jesús y puedan así asumir en su vida las actitudes que favorecen la paz y la comunión. Con la unción del Espíritu, la santidad de Jesucristo se imprime en nuestra humanidad y nos hace capaces de amar a los hermanos con el mismo amor con que Dios nos ama. Por tanto, es necesario realizar gestos de humildad, de fraternidad, de perdón, de reconciliación. Estos gestos son premisa y condición para una paz auténtica, sólida y duradera. Pidamos al Padre que nos unja para que seamos plenamente hijos suyos, cada vez más conformados con Cristo, para sentirnos todos hermanos y así alejar de nosotros rencores y divisiones, ypoder amarnos fraternamente. Es lo que nos pide Jesús en el Evangelio: “Si me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les dé otro Paráclito, que esté siempre con ustedes” (Jn 14,15-16).

Y, finalmente, el Espíritu envía. Jesús es el Enviado, lleno del Espíritu del Padre. Ungidos por el mismo Espíritu, también nosotros somos enviados como mensajeros y testigos de paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de nosotros como mensajeros de paz, como testigos de paz! Es una necesidad que tiene el mundo. También el mundo nos pide hacer esto: llevar la paz, testimoniar la paz.

La paz no se puede comprar, no se vende. La paz es un don que hemos de buscar con paciencia y construir “artesanalmente” mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana. El camino de la paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del género humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre en el cielo y que somos todos sus hijos, hechos a su imagen y semejanza.

Con este espíritu, abrazo a todos ustedes: al Patriarca, a los hermanos Obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los fieles laicos, así como a los niños que hoy reciben la Primera Comunión y a sus familiares. Mi corazón se dirige también a los numerosos refugiados cristianos; también todos nosotros, con nuestro corazón, dirijámonos a ellos, a los numerosos refugiados cristianos provenientes de Palestina, de Siria y de Iraq: lleven a sus familias y comunidades mi saludo y mi cercanía.

Queridos amigos, queridos hermanos, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en el Jordán y dio inicio a su obra de redención para librar al mundo del pecado y de la muerte. A Él le pedimos que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz. Amén.


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VI Domingo de Pascua por Mons. Enrique Díaz Diaz (Zenit.org)

Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17: “Les impusieron las manos y recibieron al Espíritu Santo”.

Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya”.

I Pedro 3, 15-18: “Murió en su cuerpo y resucitó glorificado”

San Juan 14, 15-21: “Yo rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

En estos días, en diferentes grupos y en diversos momentos, todos los obispos de México hemos estado con el Papa Francisco. Periódicamente se realiza la llamada “Visita ad límina Apostolorum”, que traducida literalmente sería: “Visita a los umbrales de los Apóstoles”, una peregrinación a las tumbas de San Pedro y San Pablo, y que además da la ocasión para manifestar la unión con el Papa e informar sobre la situación pastoral, social y espiritual de las diócesis. “¿Qué se siente estar con el Papa?”, es la pregunta más frecuente que nos hacen nuestros amigos y conocidos. Además del carisma personal del Papa Francisco, puedo responder con toda seguridad que se siente una presencia muy viva del Espíritu Santo que asiste a la Iglesia. Los gestos del Papa, sus palabras, sus acciones, parecerían ordinarias, pero están impregnadas de esa misericordia, de ese cariño, de esa fuerza, que sólo puede dar el Espíritu Santo. Estos días he sentido la presencia del Espíritu muy fuerte en medio de nosotros.

En los últimos momentos y en la intimidad de la última Cena, Jesús abre su corazón a los discípulos y les confía sus tesoros más valiosos y su testamento: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos”. En pocas palabras, manifiesta lo más importante del discipulado de Jesús: amar. No les dice, si ustedes son muy valientes, si me obedecen o si no quieren ir al infierno. La razón fundamental del ser cristiano, la fuerza que lo mueve, el estilo propio de su conducta, es el amor. Quizás se podrían decir muchas otras motivaciones, pero si en la base no está el amor, es mentira que seamos cristianos. Como el Papa Francisco nos insiste, quizás hemos perdido mucho tiempo en busca de disciplina, doctrina u organización y hemos descuidado lo fundamental: el amor a Cristo y a los hermanos. Este es el mandamiento fundamental de Jesús. Él no busca soldados que lo defiendan, no exige científicos que demuestren su verdad. Jesús no llama legisladores que sostengan su ley, Jesús busca enamorados que vivan a plenitud su misma vida. Entonces sí, bienvenidos los evangelizadores, bienvenidos los soldados, bienvenidos los legisladores, porque si tienen en su corazón el amor sabrán proclamar su evangelio. Entonces podremos contagiar con “la Alegría del Evangelio”.

Más difícil que la soledad es el separarse de la persona amada pues “la soledad purifica pero la ausencia mata”. Jesús lo sabe y presiente las dificultades y tristezas que acompañarán a sus discípulos después de su partida. Por eso el pasaje de este domingo está envuelto en la atmósfera de despedida pero también de ánimo y fortaleza. Los discípulos empiezan a entrever el dolor de la ausencia, pero Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia. La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada uno de ellos, así como la propone Jesús en este pasaje, cambia el antiguo concepto de Dios y la relación del hombre con Él. En el pueblo de Israel, y quizás en la mente y vivencia de muchos de nosotros, se tenía el concepto de un dios como realidad exterior al hombre y como distante de él. Se necesitaban mediaciones para llegar a él. Así surgen una serie de elementos para acercarse a Dios: el templo, la observancia de las leyes, los sacrificios, el sacerdote, los santos. Así, Dios quedaba fuera del mundo y nosotros a veces nos quedábamos anclados en los signos y no llegábamos a Dios. No es raro que termináramos dando más importancia al rito, a la ley, al signo mismo que a Dios.

Su confidencia: “No los dejaré desamparados”, encierra la promesa de una presencia efectiva y afectiva para quienes siguen sus pasos: una nueva presencia divina en nosotros, muy dentro en nuestro corazón, en nuestra vida diaria. Nos asegura tres diferentes maneras para sostener su comunidad: una presencia suya, nueva, en medio de nosotros; la donación del Espíritu Santo y, al darnos a conocer que “yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”, nos descubre la presencia íntima de la Trinidad en el corazón de los creyentes. Con ello cambia radicalmente nuestra concepción de la relación entre Dios y nosotros. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. Nos hacemos templo y santuario de Dios. Dios ya no está fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y de ahí brotan un montón de consecuencias: la dignidad del hombre y la naturaleza, la exigencia del respeto al otro que también es santuario de Dios, la primacía del amor sobre los ritos y de la vida sobre la doctrina. Dios está vivo en medio de nosotros, no es doctrina, ni ley; sino vida, relación y amor.

El Papa Francisco ha destacado de manera primordial la misión misericordiosa de Jesús, el Consolador. Al marcharse Él, cuando parece que se agrieta y se desmorona el grupo ante la ausencia del Maestro, los discípulos reciben la promesa de esta nueva presencia que se hará realidad en la vida de la primera Iglesia, al recibir el Espíritu Santo y descubrir el dinamismo de la presencia y asistencia de este Nuevo Consolador en medio de todas las vicisitudes de una Iglesia que inicia sus caminos. A pesar de los riesgos que los apóstoles corrían cuando Jesús los dejó “solos”, siguieron conservando su identidad y su tarea porque contaban con la fuerza del Espíritu Santo. Cada paso, cada nueva crisis, siempre es resuelta con la presencia de Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo. Pero es también todo un reto, porque están más propensos a construir su propia iglesia, su propio grupo y a olvidarse de la Iglesia de Jesús. Todo esto tiene una condición: “si me aman…”. Si no, todo está perdido.

Si el amor es el fundamento, ¿le hemos dado la suficiente importancia en nuestras comunidades y en nuestra vida? ¿No hemos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias y nos hemos olvidado de amar al estilo de nuestro Maestro y Pastor? ¿Somos dóciles al Espíritu o pretendemos manipular el Espíritu a nuestro gusto y antojo?

Gracias, Padre Bueno, por el regalo de la presencia y la fuerza de tu Espíritu. Concédenos vivir plenamente el mandamiento de amarte y amarnos unos a otros para ser dignos discípulos de tu Hijo, Jesús. Amén.


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S?bado, 24 de mayo de 2014

Comentario a la Liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Sexto Domingo de Pascua - Ciclo A

Textos: Hechos 8, 5-8.14-17; 1 Pe 3, 15-18; Jn 14, 15-21

Idea principal: con este domingo comenzamos un pequeño Adviento de preparación a la Solemnidad de Pentecostés, cuando Cristo nos enviará su Espíritu como Consolador o Paráclito.

Resumen del mensaje: La Iglesia se prepara para celebrar en las próximas semanas los misterios de la Ascensión del Señor (próximo domingo) y de Pentecostés (en quince días), culminación del supremo misterio del Triduo Pascual, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Nada más apropiado que este pasaje del sermón de despedida del Señor para disponer nuestros corazones para estas solemnidades. Sermón que constituye el testamento de Jesús, como broche de oro de toda su predicación aquí en la tierra, para transmitir a sus discípulos predilectos los misterios más profundos del evangelio y llenarles del Consuelo del Espíritu Santo.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, la primera lectura de hoy, donde se nos narra la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad de Samaria por la oración y la imposición de la manos de Pedro y Juan, es una invitación para todos nosotros a esperar y desear la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo que debemos esperar con ansia y en oración? Cristo nos dice hoy que es Paráclito o Consolador (evangelio). El Espíritu Santo no sólo es luz y consejo. Ni tampoco es sólo fuerza. El hombre tiene necesidad sobre todo de consuelo para vivir. Muchas veces estamos inquietos, sentimos la soledad, el cansancio; el futuro nos da miedo y los amigos nos fallan.

En segundo lugar, este consuelo de Dios se encarnó primero en Jesús. Pasó toda su vida pública consolando todo tipo de sufrimiento, físicos y morales, y predicando el consuelo de las bienaventuranzas: “Felices los pobres, los mansos, los misericordiosos, los hambrientos y sedientos, los sufridos…”. Y antes de partir de este mundo, Jesús le pidió a su Padre que nos mandase otro Consolador, que permaneciese con nosotros siempre como Dulce Huésped. Este otro Consolador es el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, tercera persona divina de la Santísima Trinidad, que mora dentro de nosotros consolando nuestras tristezas, curando nuestras heridas y ayudándonos a sufrir haciendo el bien (segunda lectura).

Finalmente, ¿qué debemos hacer para recibir el Espíritu como Consuelo de Dios? Tenemos que llamarle, pues Paráclito significa en pasivo griego “aquel que es llamado en defensa”, aquel del que se busca el Consuelo. ¡Cuántas veces acudimos a otras fuentes de consuelo, a cisternas rotas como pueden ser las riquezas, los placeres, las distracciones mundanas y mil futilidades, o mendigamos consuelos humanos que no nos consuelan el alma y el corazón, sino que nos dejan más heridos y vacíos! El Espíritu Santo es el auténtico Consuelo que necesitamos en esta vida que a veces se nos presenta tan cruel, tan sin sentido, tan injusta. ¡Qué hermoso sería que después de llenarnos de ese Consuelo de Dios en la oración seamos también nosotros paráclitos para nuestros hermanos, es decir, seamos personas que sepamos aliviar la aflicción, confortar la tristeza, ayudar a superar el miedo y disipar la soledad.

Para reflexionar: ¿busco en mi vida el Consuelo de Dios o el consuelo del mundo? ¿Soy también consuelo y paráclito para mis hermanos o motivo de angustia, tristeza y pecado? Hoy es un día para meditar en la oración de san Francisco de Asís: “Señor, hazme un instrumento de tu paz”.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Viernes, 23 de mayo de 2014

Roma (Agencia Fides) - Este sábado, 24 de mayo, en la Catedral de Aversa, tendrá lugar la beatificación del misionero del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) padre Mario Vergara y del catequista Isidoro Ngei Ko Lat, que murieron mártires en Birmania en mayo del 1950. El rito será presidido por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, y se celebrará en la diócesis de la que provenía el padre Mario.


Al final de la audiencia general del miércoles 21 de mayo, el Papa Francisco recordó la beatificación con estas palabras: “El próximo sábado, en Aversa, serán beatificados Mario Vergara, sacerdote del PIME, e Isidoro Ngei Ko Lat, fiel laico y catequista, asesinados en 1950 en Birmania, por odio a la fe cristiana. Que su heroica fidelidad a Cristo pueda ser un estímulo y un ejemplo para los misioneros y especialmente los catequistas en tierras de misión que desempeñan una importante e insustituible labor apostólica, por la que toda la Iglesia está agradecida”.


 Nació en Frattamaggiore en 1910, fue ordenado sacerdote el 26 de agosto de 1934, inmediatamente después el p. Mario Vergara partió para Birmania, donde trabajó entre la gente de la etnia karen (Carianos) de la tribu de Soku, una de las más pobres y más primitivas. Con la ayuda de los catequistas formados por él y ante un sinnúmero de dificultades, se dedicó incansablemente a la formación humana y cristiana, administrando los sacramentos, cuidando a los huérfanos y a los enfermos. Con la Segunda Guerra Mundial, en 1941, fue internado junto con todos los misioneros italianos en los campos de concentración de la India, donde permaneció cuatro años. Después de un período pasado en Italia para sanarse y recuperar su fuerza, regresó a Birmania, y se ofreció para una nueva misión entre los carianos rojos, al este de Loikaw, cerca del río Salween. Incluso en este entorno difícil, no se reserva. Después de la independencia de Inglaterra (1948), estallan los disturbios y la guerra ci vil entre el gobierno y los rebeldes Carianos. El padre Vergara toma la defensa de los oprimidos, atrayendo sobre sí el odio de los rebeldes que operan en esa zona. El 24 de mayo de 1950 el padre Vergara, junto con el catequista Isidoro, se dirigí al jefe del distrito Tire para pedir la liberación de otro catequista que había sido detenido. Pero en lugar de este se encuentra ante el líder rebelde Richmond, que después de un interrogatorio duro, ordena el arresto. Ambos fueron asesinados en las orillas del río Salween, probablemente a primera hora del 25 de mayo. Sus cuerpos, dentro de unos sacos, fueron arrojados al río.
No hay mucha información sobre la vida del catequista Isidoro Ngei Ko Lat, que es el primer fiel birmano en ser beatificado. Fue bautizado el 7 de septiembre de 1918; Isidoro pertenecía a una familia de agricultores, que se convirtieron al catolicismo. Desde niño frecuentaba a los misioneros y a menudo viajaba con ellos. Entró en el seminario menor de Toungoo, demostrando su celo y dedicación, pero a causa de su mala salud tuvo que volver con su familia. Decidido a comprometerse de todos modos por el Señor, no se casó y abrió una escuela privada gratuita en su pueblo, donde también daba clases de catecismo. En 1948 encontró al p.Vergara, quien lo invitó a realizar el servicio de catequista en Shadaw. Isidoro estará junto al misionero hasta el martirio. (SL) (Agencia Fides 23/05/2014)


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Reflexión a  las lecturas del domingo sexto de Pascua - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR                            

Domingo 6º de Pascua A 

La marcha de Jesús, como ya hemos comentado, despierta en los discípulos una gran turbación. Jesús lo sabe y trata de “prepararles”. ¡Lo ha hecho muchas veces! Ahora lo intensifica en la “Cena de Despedida”: “En la Casa de mi Padre hay muchas estancias…” “Me voy a prepararos sitio…” “Volveré y os llevaré conmigo…”  ¡Lo hemos escuchado y contemplado el domingo pasado!

En el Evangelio de hoy les dice: “Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad…” ¡Qué título más hermoso! El Espíritu de la Verdad!

¡Por tanto, en la ausencia visible de Cristo, no van a quedar solos y desamparados, porque el Padre les va a enviar “otro Defensor” que esté siempre con ellos, el Espíritu Santo. ¡Es espíritu y por eso, es tan fácil despistarse! 

Ya sabemos que la presencia del Espíritu del Señor en la Iglesia es fundamental e imprescindible. Ya dice S. Pablo: “Nadie puede decir Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. (1Co 12, 3). Por eso, Jesucristo ha querido garantizar su presencia y su acción, mediante la existencia de dos sacramentos: El del Bautismo y, más especialmente, el de la Confirmación: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”, dice el obispo al administrar este sacramento. ¡Qué importante es todo esto! Por eso, se observa con mucha preocupación en la Iglesia de nuestro tiempo, el desinterés que existe en gran número de cristianos, por recibir este sacramento. El no confirmado está en una situación tan lamentable que no puede admitirse, ni siquiera, como padrino de Bautismo. “El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo”, escribía S. Pablo. (Rom 8,9).            

Precisamente, en la primera lectura de hoy, se nos presenta la primera Confirmación de la historia, de la que tenemos noticia. No puede hacerla el diácono Felipe… Tiene que ser un apóstol. Por eso, bajan desde Jerusalén Pedro y Juan. Oran por ellos, les imponen las manos y reciben el Espíritu Santo. “Aún no había bajado sobre ninguno”, dice el texto.

Ahora, cuando nos disponemos a terminar la celebración de la Pascua, con la solemnidad de Pentecostés, es una ocasión privilegiada para repensar estas cosas. A ello nos ayudan las lecturas de la celebración diaria de la Eucaristía de esta semana.

“¡Me voy a prepararos sitio!” “¡Vendrá otro Defensor!” Estas dos realidades constituyen la respuesta de Jesucristo a la turbación de los discípulos.

Dice el Evangelio que el día de la Ascensión, los discípulos volvieron a Jerusalén, no tristes y decepcionados, sino “con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. (Lc 24, 52). ¡Es el resultado de la “catequesis” del Señor!

Los cristianos solemos prepararnos, al terminar la Pascua, especialmente después del día de la Ascensión, para la Solemnidad de Pentecostés, implorando de Dios Padre una especial efusión del Espíritu Defensor.

En este contexto celebramos hoy, como cada año, “la Pascua del Enfermo.”  ¡Cuántas cosas podríamos decir! 

¡Él es el Espíritu de la fortaleza y del consuelo, el Espíritu del gozo y de la esperanza!, el que conforta al enfermo.  Es el Espíritu que se infunde en la Santa Unción, “el sacramento de los enfermos”. ¡Es el Espíritu que anima y estimula los avances continuos de la medicina en su lucha contra la enfermedad y la muerte! ¡Es el Espíritu de la luz y de la fortaleza de los que trabajan y se esfuerzan, con el mejor ánimo, en el cuidado de los enfermos en los hospitales y en las casas! Es, en fin, el Espíritu que hace presente a la Iglesia en los lugares donde se trabaja y se lucha intensamente por la salud integral de todos.  

                                                                               ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR


Publicado por verdenaranja @ 19:52  | Espiritualidad
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DOMINGO 6º DE PASCUA A 

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

Hoy, dentro del Tiempo de Pascua, es el Domingo de la expansión misionera de la Iglesia. En la primera lectura contemplamos como el diácono Felipe anuncia a Cristo a los samaritanos -que no se llevaban con los judíos-, y los apóstoles Pedro y Juan les dan el Espíritu Santo. Es la primera Celebración de la Confirmación que conocemos. Escuchemos.

 

SALMO RESPONSORIAL

Como respuesta a la Palabra de Dios que hemos escuchado, proclamamos, en el salmo  responsorial,  nuestro deseo de que toda la tierra, llena del Espíritu Santo, proclame las maravillas del Señor

 

SEGUNDA LECTURA

        En la segunda Lectura S. Pedro se dirige a unos cristianos que sufren persecución, y les recuerda la muerte de Cristo y su resurrección por el poder del Espíritu Santo y les anima a dar razón de su esperanza.

 

EVANGELIO

En el Evangelio Jesús conforta a los discípulos diciéndoles que, en su ausencia visible, van a contar con la  presencia y la ayuda del Espíritu Santo, para que sea su Defensor y esté siempre con ellos.

 

COMUNIÓN

El Espíritu Santo es el que hace posible que descubramos la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. "Nadie puede decir Jesús es Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo". Que la gracia incomparable de la Comunión nos ayude a descubrir la presencia y la necesidad del Espíritu Santo en toda nuestra vida, especialmente, en los momentos de dificultad.


Publicado por verdenaranja @ 19:48  | Liturgia
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Texto completo de la catequesis del miércoles 21 de Mayo de 2014. El Santo Padre explica el don de la Ciencia, que nos permite ver el reflejo de Dios en la creación (Zenit.org)


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hoy querría destacar otro don del Espíritu Santo, el don de la ciencia. Cuando se habla de ciencia el pensamiento va inmediatamente a la capacidad del hombre de conocer cada vez mejor la realidad que lo rodea y de descubrir las leyes que regulan la naturaleza y el universo. La ciencia que viene del Espíritu Santo, entretanto, no se limita al conocimiento humano, es un don especial que nos lleva a entender a través de lo creado, la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada criatura.

Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu se abren a la contemplación de Dios, en la belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a descubrir como cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos habla de su amor. Todo esto suscita en nosotros un gran estupor y un profundo sentido de gratitud.

Es la sensación que probamos también cuando admiramos una obra de arte o cualquier maravilla que sea fruto del ingenio y de la creatividad del hombre: delante de todo esto, el Espíritu nos lleva a alabar al Señor desde la profundidad de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo que tenemos y somos, un don inestimable de Dios y un signo de su infinito amor por nosotros.

En el primer capítulo de la Génesis, justamente al inicio de toda la Biblia, se pone en evidencia que Dios se complace de su creación, subrayando repetidamente la belleza y la bondad de cada cosa. Al término de cada día, está escrito: “Dios vio que era una cosa buena”. Pero si Dios vio que la creación era una cosa buena y una cosa bella, también nosotros debemos tener esta actitud, que nos permite ver que la creación es una cosa buena y bella, con el don de la Ciencia, al ver esta belleza alabamos a Dios, y le agradecemos a Dios de habernos dado tanta belleza a nosotros. Este es el camino.

Y cuando Dios concluyó de crear el hombre, no dijo 'vio que era cosa buena', pero que era 'muy buena', nos acerca a Él. Y a los ojos de Dios nosotros somos la cosa más bella, más grande, mejor de la creación.

Pero padre, los ángeles... No, los ángeles están debajo de nosotros, nosotros somos más de los ángeles y lo hemos escuchado en el libro de los salmos. Nos quiere mucho el Señor y debemos agradecerle por ésto.

El don de la ciencia nos pone en profunda sintonía con el Creador y nos permite participar en la limpidez de su mirada y de su juicio. Y es en esta perspectiva que logramos a ver en el hombre y en la mujer, la cumbre de la creación, como cumplimiento de un plan de amor, que está impreso en cada uno de nosotros y que nos permite reconocernos como hermanos y hermanas.

Todo esto es motivo de serenidad y de paz, y vuelve al cristiano un testigo alegre de Dios, siguiendo la estela de San Francisco de Asís y de tantos santos que supieron alabar y cantar Su amor a través de la contemplación de la creación. Al mismo tiempo, el don de la ciencia nos ayuda a no caer en algunas actitudes excesivas o equivocadas.

El primero es el riesgo de creernos patrones de la creación. La creación no es una propiedad de la que que podemos abusar a nuestro gusto. Ni siquiera una propiedad de algunos pocos: la creación es un don, y un don maravilloso que Dios nos ha dado, para que lo cuidemos y usemos para el beneficio de todos, siempre con gran respeto y gratitud.

La segunda actitud equivocada está representada por la tentación de detenernos delante de las criaturas como si éstas pudieran ofrecernos respuesta a todas nuestras expectativas. El Espíritu Santo con el don de la Ciencia nos ayuda a no caer en esto.

Querría retornar un poco sobre el primer camino equivocado. Custodiar la creación y no apropiarse de la creación. Tenemos que cuidar la creación, es un don que Dios nos ha dado, es el regalo que Dios nos ha hecho.

Nosotros somos custodios de la creación, pero cuando nosotros no cuidamos la creación destruimos este signo del amor de Dios. Destruir la creación es decirle a Dios: esto no me gusta, no es bueno. ¿Y qué te gusta entonces a tí? 'Yo mismo'. ¡Eh aquí el pecado!, han visto.

Custodiar la creación es cuidar el don de Dios y también es decirle a Dios: ¡gracias yo soy el patrón de la creación, pero para cuidarlo no destruiré nunca este don tuyo. Es esta nuestra actitud delante de la creación, porque si nosotros destruimos la creación, la creación nos destruirá. ¡No nos olvidemos de esto!


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo sexto de pascua - A

EL ESPÍRITU DE LA VERDAD

        Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.

        Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?

        Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor... que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.

        Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.

        Este “Espíritu de la verdad” no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.

        Este “Espíritu de la verdad” está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Es cierto.

        Este “Espíritu de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad...

        ¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”? ¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?


José Antonio Pagola

Red Evangelizadora BUENAS NOTICIAS
25 de Mayo de 2014
6º domingo de pascua - A

Jn 14, 15-21       


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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el V domingo de Pascua (18 de mayo de 204) (AICA)

"¡Oh Jesús, camino verdad y vida, guíanos al Padre!" (Jn. 14,6)


Hoy Jesús nos hace su gran declaración: "Yo soy el camino, la verdad y la vida!!" (Jn.14,6). Esta declaración fue suscitada por el diálogo entre Jesús y Tomás, quien no habiendo comprendido "sobre la vuelta al Padre", le había preguntado al Señor: "Señor no sabemos dónde vas, ¿cómo pretendes que sepamos el camino? (Ib. 5). Tomás estaba ciego, frente a la trascendencia de Jesús, y pensaba en términos puramente humanos, pensaba en un "camino material"; pero Jesús le está indicando un camino espiritual, un camino que se identifica con su persona misma, mostrándole la integridad y la magnitud de su persona: "yo soy el camino, la verdad y la vi da". Y le muestra que Él mismo es el principio y el fin de un peregrinar en la tierra, porque Él será el camino, que es la puerta por donde se comienza a caminar y el medio que lleva al Padre, fin de todo peregrinar. "Nadie viene al Padre sino es por mí" (Ib. 6), siendo entonces la "verdad" que lo revela entre nosotros: "el que me ha visto a mí, ha visto al que me ha enviado, al Padre"; es la vida que se comunica a los hombres, la vida divina, "como el padre tiene la vida en sí mismo", así la tiene el Hijo y se la da "a los que quiere" (Jn.5, 26). Tantos hombres, mujeres y jóvenes buscan en esta vida un camino a seguir, y ¡cuán desorientados están! Cuántos están enceguecidos frente al horizonte de la vida y yerran en el caminar, caminando vacíos y sin ilusiones, tomados por la angustia de no ver y alienados frente a la vida. Tantas veces el desenfreno, el alcohol y las drogas, sin otro fin ni término que el de vivir el momento y después ¡nada! Esto lleva tantas veces a la angustia y más allá a la desesperación tal de quitarse la vida.

E1 hombre puede encontrar un camino para su vida y ser salvado con una sola condición: Seguir a Jesús y escucha r su palabra, dejándose invadir por Él, llenándose del amor de su gracia y de la luz de su esperanza. Sólo así encuentra un camino seguro para su vida, sólo así un futuro de esperanza e ilusión, que le traiga serenidad frente a los avatares de la vida y al vacío que nos comunica un mundo postmoderno en donde priman los sentidos y la falacia de los mismos.

Seguir a Cristo es vivir en comunión con él y con el Padre de los Cielos que no está lejos ni separado de Cristo, sino en Él mismo, pues Cristo es una sola cosa con el Padre y el Espíritu Santo "Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí" (Jn.14, 11). Sobre este camino se funda la alegre solidez de la vida del cristiano, la firme esperanza en su caminar por la vida, experimentando no sólo su condición de hombre terreno sino espiritual y trascendente. En Cristo, camino, verdad y vida, se funda la vida del cristiano y de toda la Iglesia.

El camino de la Iglesia primitiva está bajo el influjo de Cristo camino, verdad y vida. Así nos lo presentan la 1a y 2a lectura, y nos muestran como crece la Iglesia Primitiva bajo el influjo de la predicación apostólica que se basa en el anuncio de Jesús que es el camino y la vida; el que padeció y murió por nosotros dejándonos como herencia la Vida Eterna. Los Apóstoles se dedicaban por entero a la predicación de la Palabra y a la celebración de la Eucaristía, habiendo elegido para las obras de caridad a varones que se dedicaran a este ministerio.

Pero también la segunda lectura nos habla del sacerdocio de los fieles "vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real y gente santa" dice el Apóstol San Pedro (1 Pe. 2,9). Cristo Sacerdote por el bautismo asocia a todos los bautizados a su Sacerdocio, diferente del Sacerdocio Ministerial, que se recibe por la imposición de las manos, que hace al hombre, semejante a Cristo Sacerdote que por propia virtud reconcilia a los hombres con Dios y le ofrece un culto digno de su majestad infinita. Pero Cristo Jesús asocia a todos los fieles a su sacerdocio para ofrecer en el ofrecimiento de sus vidas sacrificios espirituales aceptos a Dios por Jesucristo. Jesús es la única fuente de vida en la Iglesia, la única fuente del sacerdocio ministerial y del sacerdocio de los fieles: por lo tanto no habrá culto ni sacrificio digno de Dios si no va unido al de Cristo de quien además deriva la santidad y la fecundidad apostólica. Nada podemos hacer sin Él y en Él todo lo podemos en la búsqueda de ese camino nuevo y vivificante que nos ofrece y nos regala con su muerte y resurrección.

Que la Virgen María, Madre de Cristo Sacerdote nos acerque a Él para encontrarnos y encontrar en Él el camino por el cual deberíamos caminar.

Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


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Jueves, 22 de mayo de 2014

Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (5º domingo de Pascua, 18 de mayo de 2014) (AICA)

Sigamos a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: "No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí." Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre." (San Juan 14,1-12)



Queridos hermanos, vemos aquí la íntima unión entre Cristo Jesús y el Padre, en el Espíritu Santo, porque Dios es Dios y los tres son Personas Divinas: el Padre es el origen de todo; el Hijo es el Verbo hecho carne enviado por el Padre al seno virginal de María, verdadero Dios y verdadero Hombre, que crucificado y resucitado asciende al Padre y nos envía al Espíritu Santo. Por eso quien ve a Cristo ve al Padre, porque Cristo y el Padre son una misma realidad en el Espíritu Santo.

Luego Jesús dice a sus Apóstoles que Él es “el Camino, la Verdad y la Vida”. El camino es el sendero por donde uno tiene que dirigirse y ponerse en movimiento para seguir así los pasos de Jesús, seguir el Evangelio, seguir su doctrina, sus enseñanzas, para llegar a una finalidad. Ese camino no se hace “así nomás” porque no es un camino cualquiera; es un camino que tiene verdad y la verdad es objetiva. De allí la importancia de vivir nosotros en la verdad.

Cristo viene a hacer la voluntad del Padre, es obediente al Padre; su vida y su obra son una misma realidad y nosotros, que somos discípulos, tenemos que vivir en la verdad. Seguir el camino: el camino de Cristo, el camino de la Iglesia, el camino del hombre. La Iglesia está llamada a continuar la obra de Cristo e indicar los caminos para alcanzar al Padre; pero este camino se tiene que hacer en verdad, EN LA VERDAD y no en la subjetividad, en el antojo o en el capricho

Este camino, que se sigue con Verdad, fundamentalmente tiene plenitud de vida. La vida que se posee, la vida que se recibe, que se entrega y se comparte, es lo máximo. Seguir a Jesucristo nos trae plenitud, nos colma de gracia, de alegría, de entusiasmo. No es una vida vacía, sin sentido, sin orientación, sin norte; no es una encrucijada sin salida porque ¡todo tiene explicación porque Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida!

Si podemos descubrir esta gran verdad y seguirla, seremos unos discípulos poderosos porque, ciertamente, como dice Jesús, “las obras que yo hago y aún mayores ¡ustedes las van a hacer!, porque el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo voy al Padre”, así Cristo nos da la seguridad y es muy importante que -en la Iglesia- seamos personas de fe, de espíritu sobrenatural, que creamos en Jesucristo y que sigamos a Él que es camino verdad y vida.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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Mi?rcoles, 21 de mayo de 2014

La religiosidad popular por Eva Carreras del Rincón (Zenit.org)

Catequesis para la familia

La religiosidad popular y sus manifestaciones en las diferentes romerías, a menudo son para un sector de la sociedad difíciles de comprender, si no miramos a través de una óptica de fe y buscando en ellas nuestro sentir más católico y la manifestación de nuestras propias experiencias de conversión. Si apartamos una conducta católica, si dejamos a un lado la transmisión de la fe en dicho actos la fiesta queda estéril, quedando simplemente una celebración popular, tradicionalista y más social que devocional.

Tengo la suerte de ser del sur de España, tierras dadas al folklore y la fiesta, que unido a una amplia devoción Mariana, deja en muchos pueblos y ciudades unas multitudinarias fiestas de romerías donde se une la fe, la tradición y la familia. Manifestación que no siempre son entendidas por quienes no alcanzan a comprender que son hijos de Dios y tiene la seguridad del amparo y la intercesión de una Madre como lo es la Virgen María. Para quien lo comprende es un motivo de alegría y para vivir en una continua fiesta. Poder además proclamarlo por las calles y a lo grande, es una oportunidad que cada año muchas familias tenemos al vivir la fe de forma muy personal y filial.

En mi ciudad, cada tercer domingo de Octubre celebramos la Romería de la Virgen de Valme, nuestra patrona y protectora. Su imagen es sacada en procesión y llevada a Bellavista a la ermita del Cerro del Cuarto, donde cuenta la historia que el rey Fernando III de Castilla y León, cuando reconquistaba Sevilla viendo caer de sed a su ejército, imploró a la imagen de la Virgen que siempre llevaba con él. Y al ruego de “valeme Señora”, clavó su espada y broto una fuente de agua al instante en dicho lugar donde más tarde levantó la ermita.

Declarada fiesta de interés turístico nacional, es una romería muy seguida y a la cual peregrinan cada año muchos devotos. Y aunque yo no sea muy dada a este tipo de manifestación religiosa, admito que para muchos es la puerta de acercamiento para descubrir a  María con todo lo que eso puede conllevar, como encontrarse con un propio camino de conversión.

Cada año es una oportunidad poder celebrar en familia alguna de estas tradiciones religiosas. Donde los mayores, instruyen, enseñan a los más pequeños sobre la historia, el sentido de la fiesta y lo más importante el milagro que encierra cada una de ellas. Puede que solo veamos lo externo, los cantos, los bailes, los colores, aquello que adorna el exterior. Además todo lo que nos hace felices es también un regalo del cielo, y tras cada romería hay muchos detalles que enriquecen nuestro espíritu. Cuando eres pequeño escuchas las historias y entiendes que la Virgen salva, y de algún modo te vinculas ya siendo niño a creer en esa Señora.

Siempre te llegan historias nuevas de personas que cuentan sus experiencias, las gracias que han recibido y son esas las historias que llenan las conversaciones de ese día de fiesta entre familia y amigos, entre canciones y bailes y el compartir de los alimentos. Se alaba, se bendice, se da gracias por tener tan gran Intercesora entre este mundo y el mundo futuro que nos espera. Una fiesta que cada año da la oportunidad a tantas personas de reunirse y de saber que entre sus miembros se ha recibido una gracia o milagro.

Dios puede manifestarse también en un momento de alegría y por ello es importante dar el justo y merecido valor a la religiosidad popular. A la alegría que conlleva el sentirse amado, el sentirse hijo de Dios y el poder manifestarlo en un ambiente de fiesta si el momento así lo requiere y es permitido. Decía el Papa Francisco en la homilía del Domingo de Ramos del 2013: “No seáis nunca hombres o mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles”.  Las Romerías cada año son un momento idílico para compartir, transmitir la fe a nuestros hijos envueltos en un ambiente de alegría y de demostrar que la felicidad del encuentro con Jesucristo es, a lo que como hijos de Dios, estamos siendo llamados. 


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El lunes 19 de mayo de 2014 en la Sala Clementina del Palacio Apostólico el papa Francisco recibió en audiencia a los obispos de la Conferencia episcopal de México en ocasión de la visita 'ad limina apostolorum'. (Zenit.org) A continuación el texto del discurso del Santo Padre 

Palabras de introducción

Les agradezco la visita. Gracias al Presidente de la Conferencia, el Cardenal Robles. El memorial que yo firmé se los van a dar a cada uno escrito, así los puedo saludar uno por uno, como despedida. Gracias por la cercanía de ustedes. Yo aprendí mucho de lo que me iban diciendo. Me quedaron preocupaciones serias de las Iglesias de ustedes, algunas sufren mucho los problemas que el Señor Cardenal acaba de mencionar. Son problemas serios, pero veo que las Iglesias de ustedes están como consolidadas sobre un cimiento muy fuerte. En ustedes parece que es más fuerte la Madre del Señor... Y eso es muy importante, ¡muy importante! María no vos va a dejar solos frente a tantos problemas y dolorosos... Parte de sus hijos que cruzan la frontera, todos los problemas de la emigración, los que no llegan al otro lado... Son hijos que mueren, muertos por sicarios alquilados...Todo ese problema serio de la droga que hoy en día se está ofreciendo muy seriamente; o cuando un campesino te dice: "¿Y qué querés que haga? Si cultivando maíz vivo todo el mes, cultivando amapola vivo todo el año". Y ustedes con su pueblo siempre, por eso, la única recomendación que yo les diría es ésta, de corazón, –las escritas son también de corazón, pero esta es más de corazón –: la doble trascendencia. Trascender, en la oración al Señor. ¡No dejen la oración!, ese negociar con Dios del Obispo por su pueblo. No lo dejen. Y la segunda trascendencia: cercanía con su pueblo. Esas dos cosas. Adelante, y con esa doble tensión, adelante. Y recen por mí que yo rezo por ustedes y muchas gracias. 

Discurso que el Santo Padre les entregó

Queridos hermanos en el episcopado:

Reciban mi más cordial bienvenida con motivo de la visita ad limina Apostolorum. Agradezco las amables palabras que el Cardenal José Francisco Robles, Arzobispo de Guadalajara y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, me ha dirigido en nombre de todos, como testimonio de la comunión que nos une en el auténtico anuncio del Evangelio.

En estos últimos años, la celebración del Bicentenario de la Independencia de México y del Centenario de la Revolución Mexicana ha constituido una ocasión propicia para unir esfuerzos en favor de la paz social y de una convivencia justa, libre y democrática. A esto mismo los animó mi predecesor Benedicto XVI invitándolos a "no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valientes y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro" (Despedida en el Aeropuerto de Guanajuato, 26 marzo 2012).

Como en muchos otros países latinoamericanos, la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo. No es ajena a esto Santa María de Guadalupe, Patrona de toda América, que en más de una oportunidad, con ternura de Madre, ha contribuido a la reconciliación y a la liberación integral del pueblo mexicano, no con la espada y a la fuerza, sino con el amor y la fe. Ya desde el principio, la "Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive" pidió a San Juan Diego que le construyera "una Casita" en la que pudiera acoger maternalmente tanto a los que "están cerca" como a los que "están lejos" (Nican Mopohua, n. 26).

En la actualidad, las múltiples violencias que afligen a la sociedad mexicana, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. A los Pastores no compete, ciertamente, aportar soluciones técnicas o adoptar medidas políticas, que sobrepasan el ámbito pastoral; sin embargo, no pueden dejar de anunciar a todos la Buena Noticia: que Dios, en su misericordia, se ha hecho hombre y se ha hecho pobre (cf. 2 Co 8, 9), y ha querido sufrir con quienes sufren, para salvarnos. La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio.

Conozco vuestros desvelos por los más necesitados, por quienes carecen de recursos, los desempleados, los que trabajan en condiciones infrahumanas, los que no tienen acceso a los servicios sociales, los migrantes en busca de mejores condiciones de vida, los campesinos… Sé de vuestra preocupación por las víctimas del narcotráfico y por los grupos sociales más vulnerables, y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona. Todo esto, que es expresión de la "íntima conexión" que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 178), coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus Pastores.

No tengan reparo en destacar el inestimable aporte de la fe a "la ciudad de los hombres para contribuir a su vida común" (Carta enc. Lumen fidei, 54). En este contexto, la tarea de los fieles laicos es insustituible. Su apreciada colaboración intraeclesial no debería implicar merma alguna en el cumplimiento de su vocación específica: transformar el mundo según Cristo. La misión de la Iglesia no puede prescindir de laicos, que, sacando fuerzas de la Palabra de Dios, de los sacramentos y de la oración, vivan la fe en el corazón de la familia, de la escuela, de la empresa, del movimiento popular, del sindicato, del partido y aun del gobierno, dando testimonio de la alegría del Evangelio. Los invito a que promuevan su responsabilidad secular y les ofrezcan una adecuada capacitación para hacer visible la dimensión pública de la fe. Para eso, la Doctrina social de la Iglesia es un valioso instrumento que puede ayudar a los cristianos en su diario afán por edificar un mundo más justo y solidario.

De esta forma también se superarán las dificultades que surgen en la transmisión generacional de la fe cristiana. Los jóvenes verán con sus propios ojos testigos vivos de la fe, que encarnan realmente en su vida lo que profesan sus labios (cf. Carta enc.Lumen fidei, 38). Y, además, se irán generando espontáneamente nuevos procesos de evangelización de la cultura, que, a la vez que contribuyen a regenerar la vida social, hacen que la fe sea más resistente a los embates del secularismo (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 68, 122).

En este sentido, el potencial de la piedad popular, que es "el modo en que la fe recibida se encarnó en la cultura y se sigue transmitiendo" (íbid., 123), constituye "un imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más profunda" (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, n. 64).

La familia, célula básica de la sociedad y "primer centro de evangelización" (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Puebla, n. 617), es un medio privilegiado para que el tesoro de la fe pase de padres a hijos. Los momentos de diálogo frecuentes en el seno de las familias y la oración en común permiten a los niños experimentar la fe como parte integrante de la vida diaria. Los animo, pues, a intensificar la pastoral de la familia –seguramente, el valor más querido en nuestros pueblos– para que, frente a la cultura deshumanizadora de la muerte, se convierta en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su ocaso natural.

En la hora presente, en la que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas, la pastoral de la iniciación cristiana adquiere un relieve especial para facilitar la experiencia de Dios. Para ello es necesario que cuenten con catequistas apasionados por Cristo, que, habiéndose encontrado personalmente con Él, sean capaces de cultivar una fe sincera, libre y gozosa en los niños y en los jóvenes.

No quiero dejar de destacar la importancia que tiene la parroquia para vivir la fe con coherencia y sin complejos en la sociedad actual. Ella es "la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas" (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodalChristifideles laici, 438), el ámbito eclesial que asegura el anuncio del Evangelio, la caridad generosa y la celebración litúrgica. En esta tarea, los sacerdotes son sus primeros y más preciosos colaboradores para llevar a Dios a los hombres y los hombres a Dios. Además de promover espacios de formación y capacitación permanente, no olviden el encuentro personal con cada uno de ellos, para interesarse por su situación, alentar sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo, de palabra y con el ejemplo, a Jesucristo Sacerdote, que nos invita a despojarnos de los oropeles de la mundanidad, del dinero y del poder.

No se cansen de sostener y acompañar en su camino a los consagrados y consagradas. Ellos, con la riqueza de su espiritualidad específica y desde la común tensión a la perfecta caridad, pertenecen "indiscutiblemente a la vida y santidad" de la Iglesia (Lumen Gentium, 44). Por tanto, su integración en la pastoral diocesana es también incuestionable, como ‘centinelas’ que mantienen vivo en el mundo el deseo de Dios y lo despiertan en el corazón de tantas personas con sed de infinito.

Finalmente, pienso con esperanza en los jóvenes que sienten el llamado de Cristo. Cuiden especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada. Son expresión de la fecundidad de la Iglesia y de su capacidad de generar discípulos y misioneros que siembren en el mundo entero la buena simiente del Reino de Dios.

Queridos hermanos, me alegra ver que, en sus planes pastorales, han asumido las indicaciones de Aparecida, de la que en estos días se cumple el 7º aniversario, destacando la importancia de la Misión continental permanente, que pone toda la pastoral de la Iglesia en clave misionera y nos pide a cada uno de nosotros crecer en parresía. Así podremos dar testimonio de Cristo con la vida también entre los más alejados, y salir de nosotros mismos a trabajar con entusiasmo en la labor que nos ha sido confiada, manteniendo a la vez los brazos levantados en oración, ya que la fuerza del Evangelio no es algo meramente humano, sino prolongación de la iniciativa del Padre que ha enviado a su Hijo para la salvación del mundo.

Antes de despedirme, les ruego que lleven mi saludo al pueblo mexicano. Pidan a sus fieles que recen por mí, pues lo necesito. Y también les pido que le lleven un saludo mío, saludo de hijo, a la Madre de Guadalupe. Que Ella, Estrella de la nueva evangelización, los cuide y los guíe a todos hacia su divino Hijo. Con el deseo de que la alegría de Cristo Resucitado ilumine sus corazones, les imparto la Bendición Apostólica.


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Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 5º domingo de Pascua (18 de mayo 2014) (AICA)

“Proselitismo religioso o evangelización”

 El texto de este domingo (Jn. 4,1-12), nos presenta la partida de Jesús. La liturgia nos prepara para las celebraciones de la Ascensión del Señor y Pentecostés. En este anuncio que realiza Jesús se genera un diálogo con sus discípulos que es importante que nosotros tratemos de profundizarlo. El Señor después de varios encuentros posteriores a su Resurrección, comienza a advertirles de su partida: “En la casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar…” Para llegar a ese lugar les dice que saben cuál es el camino. Tomás con asombro le pregunta: “Pero, Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús les respondió: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí” (Jn.14, 2.5-6).

Durante el tiempo de la Pascua profundizamos en la necesidad de comprender que para llamarnos cristianos necesitamos tener o buscar un encuentro con la Persona de Jesucristo, muerto y resucitado. Esta experiencia de fe es especialmente importante en este inicio del siglo XXI, sobre todo porque se va acentuando en los grandes centros urbanos el problema del secularismo. El documento escrito por los obispos argentinos “Navega mar adentro”, señala al respecto: “El secularismo actual concibe la vida humana, personal y social, al margen de Dios y se constata incluso una creciente indiferencia religiosa” (29).

En el camino de discipulado en que queremos insistir, tanto en este tiempo posterior a nuestro primer sínodo Diocesano, como por las enseñanzas de Aparecida, considero fundamental que comprendamos el problema del “secularismo”, ya que inevitablemente todos formamos parte de un ambiente que tiende a mimetizarnos, y debemos conocer y discernir con libertad para realizar bien nuestras opciones. Para esto nos ayuda la aclaración del Concilio Vaticano II, en el documento “Gaudium et Spes”, señalando la diferencia entre “la legítima secularización” y el “secularismo”. Es importante para los laicos comprender esta diferencia para vivir su propia vocación de transformar las realidades temporales en sus ambientes y ser instrumentos de la evangelización de la cultura. “La legítima secularización” enseñada por la Iglesia implica la necesaria autonomía de las realidades temporales. Autonomía de las leyes naturales y la libertad con que Dios nos ha creado. En general cuando tenemos una enfermedad recurrimos a un médico y tomamos una medicina adecuada indicada por la ciencia. Lamentablemente se multiplican las propuestas religiosas que no respetan esto casi obvio de la justa autonomía de las leyes naturales, dando lugar a una especie de “proselitismo religioso” que abunda en promesas de curaciones, milagros, sanaciones que parecen más un negocio religioso y ofertas de multiconsumo, o bien una alcancía. La Iglesia con sabiduría acepta los milagros, pero es muy prudente y exigente para reconocerlos. Sabemos que la evangelización “no” puede ser una acción proselitista. Un discipulado que nos ayude a madurar nuestra fe, no puede dejar de integrar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, “la cruz” como parte del camino pascual.

Distinta a esta “justa secularización”, es “el secularismo”, el mayor problema a encarar en nuestro tiempo, porque desconoce a Dios, lo omite, ni siquiera lo discute. “El olvido de Dios, fundamento último de todo valor ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y absolutizar el poder, el dinero la mera eficiencia o el Estado mismo” (L:P:N:E: 12).

Este domingo quiero subrayar con especial gozo la fe y religiosidad de nuestra gente expresada el domingo 11 en la peregrinación de Fátima, así como este domingo con la peregrinación y celebraciones de Santa Rita.

Con una profunda valoración de la religiosidad popular seguimos profundizando en la necesidad de ahondar en el camino de discipulado y misión, buscando que la fe en Cristo, el Señor, implique “un estilo de vida” y compromiso que nos lleve a creer, como nos enseña el Evangelio de este domingo que el Señor es “el Camino, la Verdad y la Vida.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 


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Martes, 20 de mayo de 2014

Texto el micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (17 de mayo de 2014) (AICA)

El amor como caridad social y política

La atención a los pobres es una misión propia de la Iglesia que tiene su fuente en Jesucristo. No se trata de una estrategia pastoral o la respuesta a una emergencia, sino de un acto de fidelidad al Evangelio. Esto lo vemos en el testimonio de la Iglesia primitiva, cuando junto a la tarea de la predicación de la Palabra, presta, también, una particular atención al cuidado de los más necesitados.

No podían predicar el Evangelio y desatender las necesidades materiales de los hermanos. Esto era una exigencia de la vida de fe. Así se va organizando la vida y los ministerios en las primeras comunidades. Esto lo leemos en la misma Sagrada Escritura cuando los apóstoles se deciden a instituir a los diáconos para el servicio de las mesas y: "la distribución diaria de los alimentos", como vemos en este domingo.

Creo que es importante considerar cuales son los criterios de selección que proponen los apóstoles para elegir a las personas que van a cumplir con este servicio: "busquen entre ustedes, dicen, a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros le encargaremos esta tarea" (Hech. 6, 1-7). El acento está puesto no en algo exterior, sino en el testimonio de una vida transformada por el Espíritu de Dios. Como vemos, no se trata de algo secundario para la Iglesia ni meramente operativo, sino de algo que es esencial porque hace a su vida de fe, y que se convertirá en un signo de credibilidad. Por ello, una fe que no nos oriente a la caridad, no proviene de Jesucristo. ¡Qué triste la imagen de un cristiano celoso por el cuidado de la fe y su vida no es testimonio de amor!

La vida cristiana tiene en Jesucristo su fuente y modelo. Esto presenta consecuencias que debemos saber leer, para no hacer de la fe solo una cuestión de vida privada. La fe, bien entendida, tiene una dimensión social y política. No es posible reducir el horizonte de la caridad a una cuestión individual sin referencia a la comunidad. La caridad, que nace de la fe, incluye una dimensión social. En este sentido es claro el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuando afirma: "La caridad social y política no se agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad en su conjunto" (CDSI. 208).Al pobre, a quien estamos llamados a amar y ayudar, lo debemos considerar en un marco de relaciones que lo condicionan y que reclama una atención mayor al del plano meramente individual.

Esto no quita ni disminuye el gesto concreto de ayuda que le debemos a este hermano nuestro necesitado, pero la caridad que se apoya en el evangelio de Jesucristo reconoce una dimensión social que mira a la equidad y solidaridad de la sociedad. Por ello, concluye el Compendio: "amarlo (al pobre, al necesitado) en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia" (CDSI. 208). Estas "mediaciones" son, principalmente la política como las diversas instancias en las que la sociedad se organiza para pensar el bien común. ¡Qué triste cuando un cristiano no quiere participar en estas mediaciones de la sociedad! Me atrevería a decir que su fe no ha descubierto el compromiso social de la caridad.

Para la Iglesia el pobre, el que sufre, siempre será un tema evangélico que la compromete, porque en esas situaciones ha querido ocultar su gloria Jesucristo. Es bueno y lo necesitamos, volver a esa simplicidad del evangelio donde Jesucristo nos habla y espera una respuesta. Hagamos nuestra aquella pregunta del evangelio: ¿Cuándo te vimos, Señor?, conocemos la respuesta: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25, 37-40).

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


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El Santo Padre ha rezado en la mañana del domingo 18 de Mayo de 2014 la oración del Regina Coeli desde la ventana de estudio del Palacio Apostólico ante la plaza de San Pedro repleta de fieles, más de 50.000. Estas son las palabras de Francisco antes de la oración mariana: (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas,

hoy la Lectura de los Hechos de los Apóstoles nos hace ver que también en la Iglesia de los orígenes emergen las primeras tensiones y primeros desacuerdos. En la vida, los conflictos están, el problema es cómo se afrontan. Hasta el momento la unidad de la comunidad cristiana había sido favorecida por la pertenencia a una única etnia y cultura, la judía. Pero cuando el cristianismo, que por deseo de Jesús es destinado a todos los pueblos, se abre al ámbito cultural griego, y comienza a faltar esta homogeneidad, surgen las primeras dificultades. Comienza el descontento, hay quejas, corren voces de favoritismo y disparidad de trato. Esto sucede también en nuestras parroquias. La ayuda de las comunidades a las personas necesitadas -viudas, huérfanos y pobres en general-, parece privilegiar a los cristianos de origen judío respecto a los otros.

Entonces, delante de este conflicto, los apóstoles se encargan de la situación: convocan una reunión también con los discípulos, discuten juntos la cuestión. Todos. ¡Los problemas, de hecho, no se resuelven fingiendo que no existen! Y es bello este encuentro contundente entre pastores y los otros fieles. Se llega por tanto a una subdivisión de las tareas. Los apóstoles hacen una propuesta que viene acogida por todos: ellos se dedicarán a la oración y al ministerio de la Palabra, mientras que siete hombres, los diáconos, proveerán al servicio de los comedores para los pobres. Estos siete no son elegidos por ser expertos, sino por ser hombres honestos y de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría; y están constituidos en su servicio mediante la imposición de las manos por parte de las apóstoles. Y así, de ese descontento, de esas quejas, de esas voces de favoritismo, de disparidad en el trato, se llega a una solución. Confrontándose, discutiendo y rezando, así se resuelven los conflictos en la Iglesia. Confrontándose, discutiendo y rezando. Con la seguridad que el chismorreo, las envididas, los celos no podrán nunca llevarnos a la concordia, a la armonía o a la paz. Ha sido ahí también el Espíritu Santo a coronar este acuerdo y esto nos hace entender que cuando dejamos al Espíritu Santo la guía, él nos lleva a la armonía, a la unidad y al respeto de los distintos dones y talentos. ¿Habéis entendido bien? Nada de chismorreo, nada de envidias, nada de celos. ¿Entendido?

La Virgen María nos ayude a ser dóciles al Espíritu Santo, para que sepamos estimarnos unos a otros y converger siempre más profundamente en la fe y en la caridad, teniendo el corazón abierto a las necesidades de los hermanos.

Al concluir la oración del Regina Coeli, el Papa ha añadido:

Queridos hermanos y hermanas,

Graves inundaciones han devastado amplias zonas de los Balcanes, sobre todo en Serbia y Bosnia. Mientras confío al Señor las víctimas de estas calamidades expreso mi personal cercanía a los que están viviendo horas de angustia y tribulación. Rezamos juntos a la Virgen por estos hermanos y hermanas que están en tanta dificultad. Ave María....

Ayer en Iaşi, en Rumania, se ha proclamado beato al obispo Anton Durcovici, mártir de la fed. Pastor celante y valiente, fue perseguido por el régimen comunista rumano y murió en la cárcel, murió de hambre y sed en 1951. Junto con los fieles de Iaşi y de toda Rumania, ¡damos gracias a Dios por este ejemplo!

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones, las escuelas. En particular, saludo a los estudiantes de las escuelas católicas de Madrid y Pamplona, los procedentes de México y de Colombes (Francia), los chicos de la escuela "Nuestra Señora de las Nieves" de Génova y los niños del Centro "Rostro Santo" de Bari.

Saludo las delegaciones de las ciudades de Perth (Australia) y Vasto (Italia), hermanadas desde hace 25 años; los fieles de Tombolo, Grezzana, Cerignola, San Biagio, San Fiorano, Parabita, Patù, Bronte, Cassino y Dogana; el coro de Brindisi, el Círculo de ancianos de Locara, la Pequeña Fraternidad Emaus de San Benedicto del Tronto, los chicos de Lodi y los de Atri.

Animo a las asociaciones de voluntariado venidas por la Jornada del enfermo oncológico: rezo por vosotros, por los enfermos y las familias. ¡Y vosotros rezad por mí!

A todos deseo un feliz domingo. ¡Buena comida y hasta la vista!


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Domingo, 18 de mayo de 2014

Mons Arizmendi: encontraremos al Obispo de Roma y honraremos los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo (Zenit.org)

Visita 'ad limina'

Por Felipe Arizmendi Esquivel

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Del 12 al 31 de mayo, todos los obispos del país vamos a Roma, por grupos sucesivos, para la Visita Ad limina, con el objetivo de “honrar los sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo y encontrar al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma”, como indica el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos (No. 15). Es una visita obligatoria, salvo excusas justificables, como serían motivos delicados de salud.

Somos 160 obispos mexicanos, pero unos 40 ya son eméritos, y no tienen esta obligación. Han confirmado su presencia 116 obispos. Nos han organizado en 9 grupos, según las diferentes regiones. El lunes 19, todos nos reuniremos con el Papa, quien nos dirigirá un importante mensaje. Cada grupo, además, tiene oportunidad de un encuentro más dialogal, durante hora y media, así como con los Dicasterios de la Curia Romana, sus colaboradores más inmediatos.

Los cinco obispos de Chiapas salimos hacia Roma este jueves por la noche, pues el sábado 17 nos toca el encuentro con el Papa. Desde hace cinco meses, enviamos informes detallados sobre la situación integral de nuestras diócesis. Cada obispo del grupo le presentará, durante cinco minutos, una breve síntesis, para que él pregunte lo que desee, y conversar confiadamente con él. Tengo la grata experiencia de que, cuando me concedió una audiencia privada en diciembre pasado, fluyó muy espontánea la conversación sobre los más delicados asuntos. Su estilo nos permite sentirnos en familia.

Nos han organizado celebraciones en las basílicas de San Pedro, San Pablo Extramuros, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Como vamos en representación de nuestras iglesias locales, llevamos las inquietudes y necesidades de nuestro pueblo, sus sufrimientos y sus esperanzas. Por sus intenciones, oraremos en esos lugares, y también ante las tumbas de los Papas San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Lo haremos también ante la de Pablo VI. Esto nos permite consolidar los vínculos de comunión no sólo con el Papa actual, sino también con los otros sucesores de Pedro, en un lazo estrecho de continuidad eclesial, que nos lleva hasta Jesucristo.

PENSAR

Dice el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos: “La visita, en sus diferentes momentos litúrgicos, pastorales y de fraterno intercambio, tiene un preciso significado para el obispo: acrecentar su sentido de responsabilidad como sucesor de los Apóstoles y fortalecer su comunión con el Sucesor de Pedro. La visita, además, constituye un momento importante para la vida de la misma Iglesia particular, la cual, por medio del propio representante, consolida los vínculos de fe, de comunión y de disciplina que la unen a la Iglesia de Roma y a todo el cuerpo eclesial.

Los encuentros fraternos con el Romano Pontífice y con sus más estrechos colaboradores de la Curia Romana ofrecen al obispo una ocasión privilegiada no sólo para hacer presente la situación de la propia diócesis y sus expectativas, sino también para tener mayores informaciones sobre las esperanzas, alegrías y dificultades de la Iglesia universal, y para recibir oportunos consejos y directivas sobre los problemas de la propia grey. Dicha visita representa un momento fundamental también para el Sucesor de Pedro, que recibe a los pastores de las Iglesias particulares para tratar con ellos las cuestiones que se refieren a su misión eclesial. La visita es, así, expresión de la solicitud pastoral de toda la Iglesia” (No. 15).

Esta no es una práctica burocrática, ni un control sobre las diócesis, sino una continuación de la vivencia de la Iglesia primitiva. Pablo, a pesar de haber recibido una revelación directa de Jesús, va a ver a Pedro, para revisar si está actuando bien. Y cuando hay conflictos entre los creyentes, como imponer o no la circuncisión a los no judíos, Pablo va a Jerusalén para consultar y, entre todos, resolver lo más pertinente. Es lo que hacemos ahora: ir a ver a Pedro.

ACTUAR

Acompáñenos con su oración y disfrutemos este tesoro que es la comunión en una sola Iglesia, unidos en torno al Sucesor de Pedro. Esto no lo tienen otras denominaciones, que por ello se fragmentan más y más.


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S?bado, 17 de mayo de 2014

Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú para el Domingo del Buen Pastor (11 de mayo de 204, Cuarto domingo de Pascua) (AICA)

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar” (Sal. 23)


Dios es el pastor de Israel, que lo gobierna a través de los siglos, por medio de sus elegidos, reyes, sacerdotes y jueces. Estos no han sido siempre fieles, y eso producía la indignación del Señor. Al final, Dios, compadecido de su Pueblo, mandó a su Unigénito, el único verdadero Pastor que conducirá al Pueblo en la Verdad, que les cuidará dándole Vida, y que les mostrará todo el amor de su Padre por su rebaño. Toda la liturgia de hoy está dominada por la figura del Pastor y de él hablan expresamente la segunda lectura y el Evangelio.

En el Evangelio de San Juan, el mismo Jesús nos muestra la diferencia entre un buen pastor y los falsos pastores. Ellos tienen conductas diferentes, entre aquellos y la suya. Aquellos son como ”ladrones” que se introducen en el rebaño con engaños, para “robar, matar, y destruir” (Jn.10,10). Llevan al rebaño por el camino falso y la confusión. Jesús en cambio es el “Buen Pastor”, llama s sus ovejas por su voz y por su nombre, ellas lo escuchan y reconocen su voz. Siguiéndolo no tienen nada que temer, y nada les falta, pues “él ha venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Ib. 10). Así para asegurarles la vida está dispuesto a darles la suya propia. Jesús es al mismo tiempo pastor y puerta de las ovejas: “yo soy la puerta, quien por ella entrare, encontrará pasto en abundancia, entrará y saldrá, y se salvará” (Ib.9).

El redil de Jesús es la Iglesia, y nadie entra por la puerta si no cree en Él y no vive en si mismo el misterio de su muerte y resurrección. La Iglesia nos muestra este misterio de fe en el bautismo, pues éste sumerge al hombre en el misterio pascual de Cristo y lo introduce en el redil, donde encontrará la salvación.

De hecho la manifestación de los Apóstoles del misterio de la pasión, muerte y resurrección, y de cómo todo lo que ellos hacían y decían tenía como base y fuerza este misterio, llamado el “kerigma primitivo”, provocaba que una muchedumbre de unas tres mil almas se bautizó, y reconociéndolo como el único pastor, las ovejas dispersas de Israel, unidas, entraban por la única puerta, que es Cristo, al Iglesia de Dios.

Lamentablemente en la Iglesia, bajo el vestido del pastor, nunca faltan bandoleros y audaces que conducen con engaño al rebaño, para “robar, matar, y destruir” (Jn.10,10) llevando consigo el terror y la confusión y así turbando a la comunidad de la Iglesia con falsas teorías, dispersan y desorientan a los fieles llevándolos por caminos falsos y hacia pastos poco nutritivos, en alimento y por lo tanto vida. Pero las palabras del evangelio siempre triunfaran sobre estos falsos pastores y su predica desorientadora –“las ovejas no escucharon su voz” (Ib.8).

La fe del rebaño requiere de una gran paciencia, mientras peregrina en la vida, y Pedro se lo hace saber a la comunidad. Les recuerda primero lo que Jesús había hecho y sufrido por ellos. La mansedumbre y el amor demostrado en medio de los ultrajes, tomando sobre sí mismo los pecados del mundo y “poniéndolos en el madero de la cruz” destruyéndolos con su “muerte” (1Pe. 2,23-24).

Por la cruz, los que éramos como ovejas sin pastor, sin vida y dispersas, hemos sido reunidos en un solo rebaño que camina hacia los pastos y aguas seguras; él nos ha devuelto al redil. Y es por esto que como Iglesia bajo un solo Pastor nos llenamos de alegría al celebrar su resurrección …Y cantamos todos los hijos de la Iglesia con inmensa alegría esa noche santa “Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey” nos lo dice el Misal Romano, haciendo suyas las palabras y los gozos de toda la Iglesia. Sigamos al Buen Pastor con fidelidad y seremos libres y no nos equivocaremos en el camino a recorrer, iremos por los pastos seguros y tendremos vida, y vida en abundancia.
En este domingo la Iglesia celebra el día de las vocaciones sacerdotales y religiosas, pongamos un especial empeño en orar por ellas como nos lo pide el Maestro “Orad y pedid porque la mies es mucha pero los trabajadores son pocos!

Que María, que nos conduce siempre al amor del Pastor, cuide de nuestra fe y guíe nuestro caminar.

Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


Publicado por verdenaranja @ 22:08  | Homil?as
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Comentario a la liturgia dominical  por P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Quinto Domingo de Pascua - Ciclo A - Textos: Hechos 6, 1-7; 1 Pe 2, 4-9; Jn 14, 1-12


Idea principal: Cristo Resucitado es el Camino, la Verdad y la Vida (evangelio). Es la piedra angular (segunda lectura).

Resumen del mensaje: Sin Cristo que es Camino, nos extraviamos. Sin Cristo que es Verdad, caemos en la mentira y en la ideología. Sin Cristo que es Vida, nos alcanzará la muerte. Sin Cristo que es Piedra angular, el edificio de la Iglesia se derrumba.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Cristo no sólo enseña la verdad, sino que es la Verdad encarnada. Desde la Encarnación Cristo Verdad acampa entre nosotros. Así dice san Agustín: “Esta verdad se vistió de carne por nosotros y nació de María virgen para que se cumpliera la profecía: la Verdad brotó de la tierra”. Cristo, la verdad eterna, se hizo verdad en el tiempo. En un mundo plagado de mentiras aberrantes, mentiras en el campo social, en la política, en lenguaje de medias verdades y sofismas, que tantas veces disfrazan la cobardía, sigamos siempre la verdad plena que es Cristo. No pequemos contra Cristo.

En segundo lugar, Cristo no sólo tiene vida, sino que es la Vida. Mediante la Encarnación, la Vida eterna que es Dios, se hizo carne entre nosotros. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. ¿Qué significa que Cristo es Vida? Que anhela hacerse vida nuestra, que anhela vivificar nuestro ser. Dicha vida fue introducida en nuestros corazones el día del bautismo. Pero dicha vida en nosotros tiene que estar en crecimiento, al modo de una semilla que apunta a su plenitud, que tiene a hacerse árbol. Las flores y los frutos de la gracia y de esa vida divina en nosotros son las virtudes cristianas, las teologales y las cardinales. Lo que mataría esta vida de Cristo en nosotros es el pecado. Por tanto, mantengámonos lejos, no sólo del pecado, que esclaviza, sino de la mediocridad, que es como una arterosclerosis del espíritu, porque impide el paso triunfal de la savia divina por las venas de nuestra alma.

Finalmente, Cristo no es un camino entre muchos otros, sino “el” Camino, el único camino para la salvación, para la felicidad. Cristo se hizo camino también por medio de la Encarnación. Dirigiéndose desde Belén hasta el Calvario, nos trazó el camino de la Redención. Camino de venida. Tras su muerte y resurrección, ascendió al cielo, retornando a la casa del Padre. Camino de vuelta. Por el mismo camino vino y volvió, para señalarnos la dirección de la ruta verdadera. San Agustín nos dice: “Siguiendo el camino de su humanidad, llegarás a la Divinidad. Él te conduce a Él mismo. No andes buscando por donde ir fuera de Él. Si Él no hubiera tenido la voluntad de ser camino, extraviados anduviéramos siempre. Se hizo, pues, camino, por donde ir. Por tanto no te diré: Busca el camino. El camino mismo es quien viene a ti. ¡Levántate y anda! Anda con la conducta, no con los pies. Muchos andan bien con los pies y mal con la conducta. Y aun los hay que andan bien, pero fuera del camino. Corren, mas non por el camino, y cuanto más andan, más se extravían, pues se alejan más del camino… Preferible, sin duda, es ir por el camino, aun cojeando, a ir bravamente fuera del camino” (Sobre el evangelio de san Juan, XIII). Sí, Cristo es camino estrecho, frente a los caminos espaciosos del mundo. Pero estos últimos son atajos sin salida.

Para reflexionar: ¿Qué me impide seguir a Cristo camino: los atajos agradables del mundo? ¿Qué me impide seguir a Cristo verdad: las ideologías de turno (ideología de género, ideología tradicionalista…) y los trucos del mundo? ¿Qué me impide seguir a Cristo vida: los elixires del mundo que prometen la eterna felicidad cuando en realidad provocan la muerte del alma?

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 22:03  | Espiritualidad
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 14 de mayo de 2014 (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas ¡buen día!

Las semanas pasadas hemos reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo: la sabiduría, el intelecto y el consejo. Hoy pensemos a lo que hace el Señor, Él viene a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial, el don de la fortaleza.

Hay una parábola contada por Jesús que nos ayuda a entender la importancia de este don. Un sembrador no logra plantar todas las semillas que arroja, pero estas fructifican. Lo que cae en el camino es comido por los pájaros, lo que cae en el terreno pedregoso y en medio a las zarzas germina pero rápidamente se seca por el sol o es sofocado por las espinas. Solamente lo que termina en el terreno bueno puede crecer y dar fruto.

Como el mismo Jesús le explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su palabra. La semilla, entretanto, muchas veces se encuentra con la aridez de nuestro corazón, y mismo cuando es recibido corre el riesgo de quedar estéril. Con el don de la fortaleza en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera del topor, de las incertezas y de todos los temores que pueden frenarlo, de manera que la palabra del Señor sea puesta en práctica de una manera auténtica y gozosa. Es una verdadera ayuda este don de la fortaleza, nos da fuerza y nos libera de tantos impedimentos.

Existen también, esto sucede, momentos difíciles y situaciones extremas durante las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de manera ejemplar y extraordinaria. Es el caso de aquellos que deben enfrentar experiencias particularmente duras y dolorosas que descompaginan sus vidas y las de sus seres queridos. La Iglesia resplandece con el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no dudaron en dar su propia vida para ser fieles al Señor y a su evangelio. También hoy no faltan cristianos que en tantos lugares del mundo siguen celebrando y dando testimonio de su fe, con profunda convicción y serenidad, y resisten también a pesar de que saben les puede comportar un precio más alto.

También nosotros, todos nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores, pensemos a esos hombres y mujeres que llevan una vida difícil, luchan para llevar adelante la familia, para educar a sus hijos. Esto lo hacen porque está el espíritu de fortaleza que les ayuda. Cuántos y cuántos hombres y mujeres, no sabemos los nombres, pero que honoran a nuestro pueblo y a la Iglesia, porque son fuertes, fuertes en llevar adelante a su familia, su trabajo, su fe. Y estos hermanos y hermanas son santos en los cotidiano, santos escondidos en medio de nosotros, tienen el don de la fortaleza para llevar adelante su deber de personas, de padres, madres de hermanos, de hermanas, de ciudadanos.
Son tantos, agradezcamos al Señor por estos cristianos que tiene una santidad escondida, que tienen el Espíritu dentro que los lleva adelante. Y nos hará bien acordarnos de estas personas: ¿Si ellos pueden hacerlo, por qué yo no?, y pedirle al Señor que nos dé el don de la fortaleza.

No pensemos que el don de la fortaleza sea necesario solamente en algunas ocasiones o situaciones particulares. Este don tiene que constituir el cuadro de fondo de nuestro ser cristiano, en nuestra vida ordinaria cotidiana. Todos los días de nuestra vida cotidiana tenemos que ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia y nuestra fe.

Pablo, el apóstol, dijo una frase que nos hará bien escucharla: “Puedo todo en Áquel que me da la fuerza”. Cuando estamos en la vida ordinaria y vienen las dificultades acordémonos de esto: “Todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.

El Señor nos da siempre las fuerzas, no nos faltan. El Señor no nos prueba más de lo que podemos soportar. Él está siempre con nosotros, “todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.

Queridos amigos, a veces podemos sufrir la tentación de dejarnos tomar por la pereza, o peor, por el desaliento, especialmente delante de las fatigas y de las pruebas de la vida. En estos casos no nos desanimemos, sino que invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de la fortaleza pueda aliviar a nuestro corazón y comunicar una nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguir a Jesús.


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Viernes, 16 de mayo de 2014

Reflexión al evangelio del domingo quinto de Pascua - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"          

Domingo 5º de Pascua A

 

Conocí una vez en la catequesis a una niña a quien se le había muerto su madre. Era preciosa, simpática y alegre. Ya ha pasado mucho tiempo…  Alguien me dijo que su madre, antes de morir, había “preparado” a la niña para su ausencia. ¡Y lo había hecho muy bien!

En el Evangelio de este domingo contemplamos cómo el Señor “prepara”  a sus discípulos, que están tristes y abatidos por su marcha. ¡Es su Muerte y su Resurrección! Y les señala, entre otras, dos cuestiones fundamentales  sobre el sentido de su  marcha: No se trata de una huída ni de un abandono. No va a terminarse todo. Se trata de ir a prepararles sitio en la Casa del Padre… Y además no les va a dejar solos. El Padre, desde el Cielo, va a enviarles  "otro Defensor", el Espíritu Santo, que estará siempre con ellos...  El primer tema será objeto de nuestra atención este domingo. El segundo, el próximo.

¿Y por qué estos temas? ¿Por qué estos textos del evangelio y no otros?

Porque el Tiempo de Pascua se va acercando a su fin. Y eso quiere decir que vamos a celebrar pronto dos solemnidades muy importantes: La Ascensión y Pentecostés. La Ascensión marca la ausencia visible y definitiva de Cristo, que vuelve al Padre. No podemos verle hasta su Vuelta Gloriosa. Pentecostés es la Venida del Espíritu Santo. Porque ¡llega su hora! Según el modo humano que tenemos los cristianos de atribuir las Obras de Dios a las tres divinas Personas, el Padre ha terminado la obra de la Creación y su designio de salvación; el Hijo ha realizado la Redención. Y sube al Cielo.  Ahora toca al Espíritu Santo, que es el don más importante de la Pascua. Él nos lleva al Padre, por el Hijo, en un mismo Espíritu. Estamos, por tanto en la “época”  del Espíritu Santo. Son, como decía, formas humanas de hablar.

Por todo ello, estas últimas semanas, en la celebración eucarística de cada día, la lectura del Evangelio tiene acento de despedida. Y escuchamos textos de la Última Cena, que es la despedida fundamental de Jesucristo. La semana siguiente, se refieren al Espíritu Santo.

El Evangelio de hoy nos trae una gran revelación: En la Casa del Padre hay muchas estancias… Y Jesucristo va a prepararnos sitio, porque quiere que donde Él está, estemos también nosotros para siempre.  ¡Qué grandeza! ¡Qué futuro más hermoso  nos ofrece el Señor! Y la pregunta de Tomás es fundamental: “Señor, queremos estar contigo para siempre, pero ¿cómo podremos llegar hasta allí? ¿Por dónde se va? ¿Cuál es el camino?”. Y Jesús responde a Tomás:  “¡Yo soy el camino!” Es decir, la Palabra de Cristo, sus mandatos, su ejemplo…, constituyen el camino seguro para llegar a la Casa del Padre.

¡Qué dicha la nuestra! ¡Conocemos el camino!

¿Y cómo será la Casa donde Dios vive? ¡Ese es nuestro destino definitivo! Y añade algo sorprendente: “Nadie va al Padre sino por mí”. Está claro. “Todo no vale”. No podemos hacernos ilusiones de llegar hasta allí por cualquier camino, con cualquier estilo vida. Es evidente que no.  Si no vamos por el verdadero camino, no llegaremos nunca al final… Por mucho que caminemos...  Si vamos, por ejemplo, por un camino, en dirección contraria, cuanto más caminemos, más nos alejaremos del lugar a donde queremos ir.

        ¡Y hacen falta, además, las provisiones para el camino! Pero ¡Jesús es también la verdad y la vida! ¡Dichosos nosotros si nos fiamos de Él!    

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! 


Publicado por verdenaranja @ 12:52  | Espiritualidad
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DOMINGO 5º DE  PASCUA A  

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

Como contemplamos en la primera lectura, también en la primitiva Iglesia existían dificultades y tensiones internas, que los apóstoles resolvían con gran sabiduría y de común acuerdo con todos. Es lo que hacen en esta ocasión. Así crean unos ministros ordenados, que nosotros llamamos “diáconos”, para el servicio de la comunidad. Escuchemos con atención.

 

SEGUNDA LECTURA

Con diversas imágenes, S. Pedro nos presenta a la Iglesia, como un edificio en construcción, del que nosotros somos piedras vivas. En él Cristo resucitado vive y actúa.

 

TERCERA LECTURA

Con las fiestas de la Ascensión y Pentecostés que se acercan, llega a su culminación  el tiempo de Pascua que estamos celebrando. Por eso las palabras de Jesús que escucharemos en el Evangelio, tienen acento de despedida.

Aclamémosle ahora con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

En la ausencia visible de Jesucristo, le encontramos de una manera especial, en el sacramento de la Eucaristía que vamos a recibir. Que Él nos ayude a vivir en la Iglesia de tal manera, que podamos alcanzar un día ese lugar de felicidad  y de gloria que Él ha ido a prepararnos a todos.


Publicado por verdenaranja @ 12:49  | Liturgia
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El Delegado Diocesano de la Pastoral de la Salud en la diócesis de Tenerife se  dirige a los sacerdotes presentando la Jornada 2014 y enviando los materiales para su celebración.

DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL DE LA SALUD 

DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA 

Estimado compañero:

Me dirijo a ti con motivo de la celebración de la Pascua del Enfermo, que tendrá lugar como todos los años el VI domingo de Pascua, que este año coincide con el día 25 de mayo.

Como bien sabes por la carta que te envié con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo celebrada el pasado mes de febrero, este año el tema elegido por la Conferencia Episcopal Española para toda la campaña del Día del Enfermo lleva por título “Fe y caridad: también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos”.

Te adjunto el material que nos ha proporcionado la Conferencia Episcopal para usarlo en esta celebración de la Pascua del Enfermo y que tiene los siguientes contenidos:

- Mensaje de los obispos españoles con motivo de esta celebración.

- Orientaciones de la Comisión Episcopal para toda la campaña.

- Liturgia para la Pascua del Enfermo.

Como sugerencia a la hora de celebrar esta Pascua del Enfermo, se propone hacer una celebración de la Eucaristía dominical lo más solemne posible, que se enmarque en una jornada festiva en la que puedan participar los enfermos de la parroquia. Para ello, sería interesante contar con la colaboración de voluntarios (quizá invitando a los más jóvenes de la parroquia) que puedan ayudar a una participación lo más provechosa posible por parte de los enfermos.

Asimismo, sería interesante, si es posible, celebrar en el marco de esta Eucaristía el sacramento de la Unción de enfermos de modo comunitario, aprovechando la ocasión para instruir a los fieles sobre la importancia y el verdadero significado de dicho sacramento.

Te rogaría que le hicieras llegar a los compañeros que no tienen correo electrónico estos materiales, porque en esta ocasión no se ha podido enviar por correo postal y no sé si todos los arciprestes lo tienen.

Sin más, agradeciendo de modo especial la labor que desempeñas en el campo de la atención a los enfermos y pidiendo al Señor que haga lo más fructífero posible tu ministerio, quedo a tu entera disposición para lo que necesites. 

Jorge Andrés Robles Hernández

Delegado Diocesano de Pastoral de la Salud


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Jueves, 15 de mayo de 2014

Subsidio litúrgico para la Jornada de la Pascua del Enfermo 2014 publicadas por el Departamento de Pasotral de la Salud de la CEE y recibido en la parroquia con los materiales para su celebración.

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En este VI domingo de Pascua la Iglesia española celebra la Pascua del enfermo.

El tema de este año es “Fe y Caridad”, que remite tanto a nuestro ser bautizados, como a la necesidad de expresar esa fe en el compromiso con los demás, en concreto con los enfermos y en el mundo de la salud.

Uniéndonos a la Iglesia apostólica, también hoy nos llenamos de alegría al sentir como el Señor sigue a nuestro lado defendiéndonos en los momentos difíciles, enviándonos su Espíritu Santo curador. También su Palabra y su Cuerpo eucarístico serán nuestra fuerza, que nos empujaran a alabarle y descubrir las maravillas que sigue actuando cada día en tantas personas.

(Acogemos en esta celebración a los hermanos que van a recibir el Sacramento de la Unción).

Con alegría y gozo, iniciamos esta celebración. 

Sugerencias para la Homilía

Las lecturas del día

Hch. 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. El Bautismo recibido por Felipe le empuja a predicar y a hacer signos sobre los enfermos y paralíticos. Esto trae la alegría al pueblo, que sienten el poder del Espíritu Santo enviado por el Resucitado.

Como Felipe, un cristiano bautizado en Cristo no puede desligar su fe de su compromiso por el hermano concreto, por la justicia social en el mundo de la salud y por los que están viviendo a su lado, familia y profesionales.

Sal 65,1-3ª.4-5.6-7ª.16.20: Aclamad al Señor, tierra entera. El salmista nos invita a escucharle y a descubrir las maravillas que el Señor ha hecho con él; cómo el Señor no rechazó su súplica ni le retiró el favor cuando más lo necesitaba. Experiencia también vivida por muchos enfermos.

Invitación a la alegría y la alabanza que extiende a toda la tierra. Que toda la humanidad aclame al Señor y descubra sus obras.

1 Pe.315-18: Como era hombre, lo mataron, pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza, tanto en la salud como en la enfermedad. Confiados en que, a imagen de Cristo lleno del Espíritu, también nosotros seremos llenados de Vida.

Jn 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor. El evangelio de hoy es una invitación a no dejarnos llevar por el miedo ante las dificultades. Esta es una experiencia muy común a quien tiene que vivir la enfermedad, y a su entorno familiar.

Pero Él nos dará otro Defensor, el Espíritu Santo. Con Él los miedos se disipan en la confianza del que afrontó en su propia carne el dolor, el sufrimiento y la muerte, venciéndolos. Él no nos dejará huérfanos, y menos en ese momento; Él siempre estará con nosotros. 

Oración de los Fieles

Invocamos a Dios nuestro Padre, que resucitó al Hijo que dio su vida por nosotros, y le presentamos nuestras intenciones y las de todo el mundo.

Por nuestro mundo, marcado por el sufrimiento en sus distintas formas, para que Tú, Padre, lo transformes y pongas en su corazón el Espíritu del Amor, el espíritu de tu Hijo. Oremos.

Por la Iglesia, para que en los caminos del mundo plasme Tu amor, como Iglesia samaritana, entre los más pobres y enfermos. Oremos.

Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que tu Amor ilumine sus políticas sanitarias y pongan siempre en su centro a las personas, antes que a la economía. Oremos.

Por nuestros hermanos enfermos, para que sientan Tu presencia a través del encuentro con buenos samaritanos que les hagan sentir tu cariño y misericordia. Oremos.

Por las familias de los enfermos, los profesionales, los voluntarios, y todos aquellos que les atienden y cuidan, tantas veces preciosos iconos de la caridad al lado del que sufre. Oremos.

Por nuestra comunidad cristiana, para que tenga siempre unos ojos atentos y un corazón sensible a las necesidades de quien sufre, y se deje evangelizar también por ellos. Oremos.

Escucha, Padre, nuestra oración y ayúdanos a llevar al mundo el amor-Caridad que de ti hemos recibido en Jesucristo, nuestro Señor. Amén.  

Oración

 

Deus caritas est,

Dios es Amor.

Tú, Padre, nos has amado tanto,

lo hemos experimentado a lo largo de la Historia:

en Egipto, en Israel, en la Cruz, en nuestras vidas.

A veces la enfermedad pretende arrebatarnos esta increíble experiencia,

otras veces, es la ocasión para vivirla.

También hoy sigo sintiendo tu Amor,

en tantos acontecimientos, en tantas experiencias,

en tantas personas.

Un amor que no me deja indiferente:

me empuja también a mí a Amar,

a amar en dos direcciones: a Ti y al hermano.

Dame tu Espíritu, Señor, para amar siempre como Tú:

mirar como Tú, servir como Tú, entregarme como Tú.

Con los enfermos,

pero también cuando a mi me toque la enfermedad o el sufrimiento.

Que tu Amor me contagie y penetre,

para llegar a decir también yo:

“ya no soy yo, es Cristo quien ama en mí”.

Gracias, Señor, por tu Amor,

gracias por tu Caridad. 

 

CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA

COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL

DEPARTAMENTO DE PASTORAL DE LA SALUD


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RAzones PARA ELEGIR el tema y ENFOQUE DE LA CAMPAÑA de  la pascua del enfermo 2014 publicadas por la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud de la CEE y recibidas en la parroquia para su celebración.

Fe y Caridad

“También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos”

(1Jn. 3,16) 

Esta Campaña está en continuidad con el tema profundizado en el curso pasado por toda la Iglesia: la fe. Pero en este caso en su dimensión ad-extra. La relación íntima del bautizado con Dios no puede quedarse sólo en eso, sino que llama a amar con el mismo amor al hermano, en especial al que sufre. Un amor que transparente el del Padre, encarnado en el Hijo y derramado en nuestros corazones gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado. Ese amor tiene necesariamente que derramarse en nuestras relaciones y en nuestra acción pastoral, sino ‘nuestra fe será vacía’, como nos recordaba Santiago. A continuación indicamos las razones del tema y el posible enfoque.

1.- El sentido de Iglesia y vivencia de comunión uniéndonos a la propuesta del Pontificio Consejo al ofrecer como tema para el 2014: “Fe y Caridad”, con el lema: “También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos”.

2.-Está en continuidad con el Año de la Fe «El Año de la fe será una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. La fe y el amor se necesitan mutuamente […] Muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido […] porque en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado […] y es su mismo amor el que nos impulsa a socorrerlo, cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.» (Porta Fidei 14).

3.-  La Caridad es una consecuencia de nuestro ‘ser bautizados’. Dios es Amor, y nosotros fruto de ese amor, creados para amar, y es sólo ese amor el que nos capacita para vivir una respuesta de amor, de fe, no hay otro. Se trata de un encuentro entre Dios y el amado/a. “Sólo el encuentro con Dios permite no ver siempre en el prójimo solamente al otro, sino reconocer en él la imagen divina, llegando así a descubrir verdaderamente al otro y a madurar un amor que es ocuparse del otro y preocuparse por el otro” (Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate 11).

4.- También hay una correlación esencial entre Eucaristía y Caridad. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “la Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres. Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos” (CIC, 1397).

5.- Hay una primera llamada en el tema dirigida a volver a las fuentes de nuestra vocación cristiana. No sólo de los que nos dedicamos a los enfermos, sino de todo creyente. Una segunda llamada, a no quedarnos en un servicio social, sino devolverle su auténtico sentido de fe. Y una tercera, a revitalizar el valor del testimonio personal y comunitario tanto de los párrocos, capellanes, profesionales sanitarios y voluntarios, como del testimonio de tantos enfermos y familias que se convierten en icono de la caridad allí donde están, y donde comparten su fe y su vida.

6.- El cartel de la Campaña 2014 trata de mostrar estas ideas. Partiendo de saber que va a estar presente en hospitales, residencias y otros lugares de evangelización misionera, hemos querido resaltar en él dos imágenes simbólicas: un corazón roto y unas tiritas (en forma de cruz). Es sencillo, a la vez que reclama la atención. Estamos llamados a curar los corazones heridos y rotos, por la enfermedad y la vida. La cruz (de Cristo, la de tantos que han entregado su vida –ésta se parece también a la de S. Andrés-, y la nuestra) es redentora, sanadora. La salvación crucificada cura y salva.

7.- Llamados a vivir la Caridad. El lema de esta Jornada “dar nuestra vida por los hermanos” es una llamada a salir de nosotros mismos, a entregar nuestra vida y nuestros esfuerzos por los hermanos, especialmente los enfermos que más nos necesiten. En la clave del Papa Francisco que nos llama a ir a las “periferias existenciales”. No son acciones puntuales, sino un estilo de vida: “la caridad no es un simple asistencialismo, y menos aún un asistencialismo para tranquilizar conciencias. No, eso no es amor, eso es comercio, eso es negocio. El amor es gratuito. La caridad, el amor, es una elección de vida, es una forma de ser, de vivir. (Papa Francisco, Discurso con los pobres y los presos en la catedral de Cágliari).

8.- Enfermo, Caridad y crisis. También nos llama a situarnos en el contexto social y sanitario actual de crisis, en el que aparece el tema de la justicia como central: hoy ya hay gente que tiene dificultades para el acceso pleno a los medicamentos o a la asistencia. Ante esta situación debemos optar como Iglesia por los más pobres, por los desasistidos. Poner a la persona y el bien común en el centro y la economía siempre al servicio de la persona. La Iglesia, como institución, muchas veces acoge y suple las deficiencias de la sociedad, aporta reflexión desde la dimensión de justicia y denuncia las situaciones de abandono. “El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres”. (Mensaje Sínodo 2012, 12).

9.- Los Enfermos. «Contamos con vosotros para enseñar al mundo entero qué es el amor», decía el Mensaje del Vaticano II a los enfermos. También para el enfermo, aún en su situación, la enfermedad no tiene por qué llegar a ser su único horizonte, que le impida vivir la caridad hacia los demás, empezando por su familia y personal sanitario. Tenemos muchos ejemplos de cómo -aún en la debilidad- es posible dar mucho amor y hacer mucho bien. No son raros los casos en que el Espíritu convierte a enfermos en auténticos iconos de la caridad, y que nos llevan a preguntarnos a los sanos de dónde sacan las fuerzas, y qué espíritu les anima.

10.- La familia. Son los sufridores silenciosos: muchas veces necesitan apoyo, cercanía, escucha y ayuda para vivir de manera más sana, humana y cristiana la enfermedad de su ser querido. Ellos son el rostro diario de la caridad junto al enfermo, pero necesitan también sentirse amados por Dios y por la comunidad de fe.

11.- Los jóvenes. Se les hace la llamada. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de salir y dar la vida por los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. “Sigan superando la apatía. Sean constructores del futuro. No balconeen la vida, métanse en ella”. (Palabras del Papa en la Celebración de envío de la JMJ 2013.)

12.- Los Profesionales Sanitarios y los Voluntarios. Estas experiencias se extienden a todos los que ejercen de manera desinteresada el propio servicio al prójimo que sufre, destinando a ello tiempo y fuerzas que nacen de su ser bautizados. Vosotros sois «reservas de amor», que lleváis serenidad y esperanza a los que sufren. Descubrir vuestro testimonio de caridad, y alentaros diariamente, es una tarea de esta Campaña. Lo hacía el Papa Francisco en Asís: “desde este lugar en el que se ve el amor concreto, digo a todos: multipliquemos las obras de la cultura de la acogida; obras animadas, ante todo, por un profundo amor cristiano, amor a Cristo crucificado; obras en las que la profesionalidad y el trabajo cualificado y justamente remunerado han de unirse con el voluntariado, un tesoro precioso”.

13.- Los Religiosos y Religiosas. “Cuidar a los enfermos en nombre de la Iglesia, como testigos de la compasión y ternura del Señor, es el carisma propio de las comunidades religiosas” (RUPE, 57). La Historia de la Caridad, historia necesitada de ser escrita, está repleta de tantos santos de comunidades religiosas que aún hoy son ejemplo vivo y estímulo constante de acción caritativa para multitud de cristianos.

14.- Los Obispos y Sacerdotes. «Aunque se deben a todos, de modo particular, sin embargo, se les encomiendan los pobres y los más débiles... tengan la mayor solicitud por los enfermos y moribundos, visitándolos y confortándolos en el Señor» (PO, 6). En una cultura de la indiferencia, donde se ‘desecha’ a pobres, enfermos y ancianos, “tengan el valor de ir contracorriente (…) contemplando, adorando y abrazando a Cristo en el encuentro cotidiano con él en la eucaristía y en las personas más necesitadas”. (Papa Francisco en la Misa con los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas. JMJ 2013)

15.-  Las comunidades. Requiere en todos los cristianos una conversión de mente, corazón y obras para conformarse a la caridad de Dios. Porque la atención a los enfermos no es “monopolio de nadie, sino deber y responsabilidad de todos” (Evangelium Vitae, 90). La caridad no delega a otros la tarea, la asume por sí misma. “Donde hay una cruz que llevar, ahí está María, ahí debe estar la Iglesia”, el Papa en la JMJ de Río 2013 (Hospital S. Francisco de Asís).

 

OBJETIVOS DE LA CAMPAÑA

1. Sensibilizar a los creyentes sobre la necesidad del compromiso con los que sufren, que nace de su ser bautizados. Y a la sociedad entera sobre la necesidad de romper con la cultura de la indiferencia ante el sufrimiento y los que sufren hoy; de descubrir su situación y sus causas, y comprometernos activamente tanto en la sociedad como en la Iglesia.

2. Iluminar, revisar y purificar nuestras actitudes y comportamientos  con los enfermos y los que sufren a la luz de Jesús y de su Amor-Caridad hacia ellos, hasta dar su vida.

3. Promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad con los que sufren, que se traduzca en acciones realistas y creativas, individuales y colectivas, de atención a los mismos.

4. Celebrar la fe y los signos de la Caridad hoy: de enfermos, familias, profesionales, instituciones, voluntariado, etc., difundir, apoyar y agradecer su tarea y entrega. 

CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA

COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL

DEPARTAMENTO DE PASTORAL DE LA SALUD


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Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral de la CEE para  Pascua del Enfermo, 25 de Mayo de 2014

 

Fe y Caridad


“También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos” (1Jn. 3,16) 

 

La Pascua es un tiempo de amor, vida y esperanza en que celebramos el triunfo de Cristo. «En esto hemos conocido el Amor: en que Él dio su vida por nosotros; por tanto también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos». (1 Jn.3,16).

Esta experiencia del Amor-Caridad de Cristo sólo la podemos descubrir desde la fe: «Gracias a ella podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado, y es su mismo amor el que nos impulsa a socorrerlo, cada vez que se hace nuestro prójimo». (Porta Fidei 14).

Es por ello que el lema de esta Campaña del Enfermo 2014 se convierte en una llamada a salir de nosotros mismos, a entregar nuestra vida y nuestros esfuerzos por los hermanos. A leer los problemas concretos de los enfermos y de la sanidad, aquí y ahora, en nuestro contexto de crisis económica y social.

En la línea del Papa Francisco que nos hacía, en esta Cuaresma, una llamada a la responsabilidad hacia los hermanos que sufren: «A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas». (Mensaje para la Cuaresma 2014).

En primer lugar, frente a una crisis económica grave, es importante recordar lo que nos decía el Concilio Vaticano II y el mensaje de los Obispos del Día del Enfermo 1987: “El trato humano al enfermo implica humanizar la política sanitaria de cara a promover una salud y asistencia a la medida del hombre, autor, centro y fin de toda política y actividad sanitarias (GS 63). Implica que las instituciones sanitarias estén al servicio del enfermo y no de intereses ideológicos, políticos, económicos o sindicales" (n.5).

También, ante la crisis de financiación, sería necesario iniciar un debate político y social sobre el modelo sanitario que la sociedad española quiere para sí y las prestaciones que pueden ser cubiertas con cargo a los fondos públicos, prestando atención a la movilidad de las personas para que el acceso al sistema asistencial no se vea dificultado fuera de su lugar de residencia.

Al mismo tiempo, ante una cultura de la indiferencia, que se ‘olvida’ de pobres, enfermos y ancianos, se nos pide “tener el valor de ir a contracorriente (…) contemplando, adorando y abrazando a Cristo en el encuentro cotidiano con Él en la eucaristía y en las personas más necesitadas”. (Papa Francisco, Misa con obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas. JMJ 2013).

Pues Dios no es indiferente al sufrimiento. Jesús dio inicio, con su Palabra y su vida, a la esperanza del que sufre. Tarea hoy de nuestra sociedad e Iglesia es romper –como Él- el muro de la indiferencia social, para que el enfermo encuentre en las instituciones sanitarias y en las personas aquella Buena Noticia de la Salvación, también en forma de salud: salud integral y para todos, donde nadie quede excluido de la atención ni de la asistencia.

Necesitamos descubrir la compasión como principio de actuación social, eclesial y política. Jesús jamás pasó de largo ante quien sufría, por ello la Iglesia de Jesús tampoco puede pasar de largo, al contrario, debe acercarse al que sufre como lo hacía Jesús, mirarle con la compasión de Jesús, preocuparse del sufrimiento concreto de cada persona, como Jesús. Éste debe ser el estilo de nuestras parroquias y de nuestra acción pastoral. Necesitamos dejar que nuestro corazón se conmueva ante el hermano herido y enfermo.

Luchar por la justicia social y sanitaria hacia los más indefensos: bebés no deseados, enfermos abandonados, afectados por enfermedades raras, inmigrantes enfermos, ancianos solos o en condiciones inadecuadas, enfermos mentales, familias sin recursos para prevenir enfermedades, un acompañamiento integral al final de la vida,…

Y frente a un cierto pesimismo social reinante, también en el mundo sanitario, es urgente plasmar en acciones concretas el mensaje de Jesús, acciones que llenen de esperanza. Escuchemos sus palabras alentadoras: “Si tuvieseis fe, diríais a esa montaña, plántate en el mar, y os obedecería” (Lc.17,6). Desde la fe, lo que hoy parece un obstáculo infranqueable, se allanará. Tenemos que creer en su Palabra y actuar impulsados por el Espíritu.

Como Pedro y Pablo: “te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, levántate y anda” (Hch.3,6), sigamos llevando la salud en su nombre. Él es el que cura y salva plenamente.

No podemos terminar sin valorar y agradecer el inmenso esfuerzo y generosidad que tantos profesionales y familias están poniendo, en una situación con menos recursos, para que nuestra sanidad y atención a los enfermos mantenga la calidad que necesita.

Finalmente, nos unimos en la oración a quienes se encuentran en el duro trance de la enfermedad o de cualquier forma de sufrimiento, y a sus familias. Miramos a María, Salud de los enfermos y consuelo de los afligidos y, viéndola junto a la cruz, hacemos una llamada a la fe para que, contemplando al Crucificado y a los crucificados, descubramos en esta Pascua al Resucitado. 

 

 

Los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral

 

Sebastià Taltavull Anglada, Obispo Auxiliar de Barcelona

José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva

Francesc Pardo Artigas, Obispo de Girona

Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo Auxiliar de Oviedo

Jesús Fernández González, Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela


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Mi?rcoles, 14 de mayo de 2014

Documento titulado “Felices los que trabajan por la paz”, publicado el 10 de mayo, como conclusión de la Asamblea Plenaria de los obispos argentinos .  

"Felices los que trabajan por la paz"


1. Como pastores del pueblo de Dios -del que provenimos y al que queremos servir- nos dirigimos a todos los miembros de la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad, para compartir nuestra mirada sobre un aspecto inquietante de la realidad nacional. Constatamos con dolor y preocupación que la Argentina está enferma de violencia. Algunos de los síntomas son evidentes, otros más sutiles, pero de una forma o de otra todos nos sentimos afectados. Queremos detenernos a reflexionar sobre este drama porque creemos que el amor vence al odio y que nuestro pueblo anhela la paz.

2. Son numerosas las formas de violencia que la sociedad padece a diario. Muchos viven con miedo al entrar o salir de casa, o temen dejarla sola, o están intranquilos esperando el regreso de los hijos de estudiar o trabajar. Los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad. Una violencia cada vez más feroz y despiadada provoca lesiones graves y llega en muchos casos al homicidio. Es evidente la incidencia de la droga en algunas conductas violentas y en el descontrol de los que delinquen, en quienes se percibe escasa y casi nula valoración de la vida propia y ajena. La reiteración de estas situaciones alimenta en la población el enojo y la indignación, que de ninguna manera justifican respuestas de venganza o de la mal llamada “justicia por mano propia”. La creciente ola de delitos ha ganado espacio en los diversos medios de comunicación, que no siempre informan con objetividad y respeto a la privacidad y al dolor. Con frecuencia en nuestro país se promueve una dialéctica que alienta las divisiones y la agresividad.

3. No se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales. Ellos sufren de manera particular la violencia y son víctimas de robos y asesinatos, aunque no aparezcan de modo destacado en las noticias. Conviene ampliar la mirada y reconocer que también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrasta con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros. A estos escenarios violentos corremos el riesgo de habituarnos sin que nos duela el sufrimiento de los hermanos. Todo lo que atenta contra la dignidad de la vida humana es violación al proyecto de amor de Dios: la desnutrición infantil, gente durmiendo en la calle, hacinamiento y abuso, violencia doméstica, abandono del sistema educativo, peleas entre “barrabravas” a veces ligadas a dirigentes políticos y sociales, niños limpiando parabrisas de los autos, migrantes no acogidos e, incluso, la destrucción de la naturaleza. Hemos endurecido el corazón incorporando estas desgracias como parte de la normalidad de la vida social, acostumbrándonos a la injusticia y relativizando el bien y el mal. Es creciente la tendencia al individualismo y egoísmo, de los cuales despertamos sobresaltados cuando el delito nos afecta o toca cerca. El Papa Francisco señala que “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia...” (Evangelii Gaudium 54).

4. Pero no nos ayuda culpar a los demás. Para lograr una sociedad en paz cada uno está llamado a sanar sus propias violencias. Es necesario reconocer las diversas crisis por las que atraviesa la familia, que es la primera escuela de paz. En ella aprendemos la buena noticia del amor humano y la alegría de convivir. Muchos niños y adolescentes crecen solos y en la calle provocando el debilitamiento de los vínculos sociales. Esto también repercute en la escuela. Episodios de violencia escolar se desarrollan ante la mirada pasiva de algunos hasta que es demasiado tarde. Muchos jóvenes ni estudian ni trabajan, quedando expuestos a diversas formas de violencia. 

5. La corrupción, tanto pública como privada, es un verdadero “cáncer social” (EG 60), causante de injusticia y muerte. Desviar dineros que deberían destinarse al bien del pueblo provoca ineficiencia en servicios elementales de salud, educación, transporte. Estos delitos habitualmente prescriben o su persecución penal es abandonada, garantizando y afianzando la impunidad. Son estafas económicas y morales que corroen la confianza del pueblo en las instituciones de la República, y sientan las bases de un estilo de vida caracterizado por la falta de respeto a la ley. A ello se agregan mafias del crimen organizado sin freno dedicadas a la trata de personas para la esclavitud laboral o sexual, el tráfico de drogas y armas, los desarmaderos de autos robados, etc.

6. Para construir una sociedad saludable es imprescindible un compromiso de todos en el respeto de la ley. Desde las reglas más importantes establecidas en la Constitución Nacional, hasta las leyes de tránsito y las normas que rigen los aspectos más cotidianos de la vida. Sólo si las leyes justas son respetadas, y quienes las violan son sancionados, podremos reconstruir los lazos sociales dañados por el delito, la impunidad y la falta de ejemplaridad de quienes tenemos alguna autoridad. La obediencia a la ley es algo virtuoso y deseable, que ennoblece y dignifica a la persona. Esto vale también para los reclamos por nuestros derechos, que deben ser firmes pero pacíficos, sin amenazas ni restricciones injustas a los derechos de los demás. Frente al delito, deseamos ver jueces y fiscales que actúen con diligencia, que tengan los medios para cumplir su función, y que gocen de la independencia, la estabilidad y la tranquilidad necesarias. La lentitud de la Justicia deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia. Algunos profesionales suelen utilizar de modo inescrupuloso artilugios legales para burlar o esquivar la justicia: también esto es inmoral.

7. La cárcel genera en la sociedad la falsa ilusión de encerrar el mal, pero ofrece pocos resultados. El sistema carcelario debe cumplir su función sin violar los derechos fundamentales de todos los presos, cuidando su salud, promoviendo su reeducación y recuperación. Nos duele y preocupa que casi la mitad de los presos no tenga sentencia. La mayoría de ellos son jóvenes pobres y sin posibilidades para contratar abogados que defiendan sus causas. Ningún delito justifica el maltrato o la falta de respeto a la dignidad de los detenidos. Gracias a Dios algunos cumplen la palabra de Jesús: “Estuve preso y me visitaron” (Mt 25,36).

8. Nos estamos acostumbrando a la violencia verbal, a las calumnias y a la mentira, que “socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2486). Urge en la Argentina recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones. Sin ese paso estamos condenados al desencuentro y a una falsa apariencia de diálogo.

9. Estos síntomas son graves. Sin embargo, en el cuerpo de nuestra sociedad se encuentran también los recursos para afrontar el paciente camino de la recuperación. Todos estamos involucrados en primera persona. Destacamos, ante todo, el profundo anhelo de paz que sigue animando el compromiso de tantos ciudadanos. No hay aquí distinción entre creyentes y quienes no lo son. Todos estamos llamados a la tarea de educarnos para la paz.

10. Nosotros creemos que Dios es “fuente de toda razón y justicia” y que los peores males brotan del propio corazón humano. El vínculo de amor con Jesús vivo cura nuestra violencia más profunda y es el camino para avanzar en la amistad social y en la cultura del encuentro. A esto se refiere el Papa Francisco cuando nos invita a “cuidarnos unos a otros”. Jesús nos enseñó que “Dios hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). No hay persona que esté fuera de su corazón. En su proyecto de amor la humanidad entera está llamada a la plenitud. No hay una vida que valga más y otras menos: la del niño y el adulto, varón o mujer, trabajador o empresario, rico o pobre. Toda vida debe ser cuidada y ayudada en su desarrollo desde la concepción hasta la muerte natural, en todas sus etapas y dimensiones. Jesús es nuestra Paz, en él encontramos Vida y Vida abundante. A Él volvemos nuestra mirada y en Él ponemos nuestra esperanza para renovar nuestro compromiso en favor de la vida, la paz y la salud integral de nuestra querida Patria. Jesús nos dice: “Felices los que trabajan por la paz…” (Mt 5,9). Muchos ya lo están haciendo. Hay destacables iniciativas en escuelas, parroquias, clubes, talleres artísticos y otras organizaciones de la sociedad. Los alentamos a seguir siendo instrumentos de paz. Exhortamos particularmente a la dirigencia a desarrollar un diálogo que genere consensos y políticas de estado para superar la situación actual.

11. La Virgen de Luján, presente en el corazón creyente de tantos argentinos y argentinas, nos anima y acompaña en nuestro empeño “…porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes…” (EG 288)


Los obispos argentinos
Pilar - 107 Asamblea plenaria
8 de mayo de 2014, Solemnidad de Nuestra Señora de Luján
 

 


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Martes, 13 de mayo de 2014

Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (4º domingo de Pascua, 11 de mayo de 2014) (AICA)

El Buen Pastor da la vida por sus ovejas

Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia (San Juan 10, 1-10)


 Jesucristo es el Buen Pastor que se identifica con el pueblo semita a través de esta imagen, tan común y conocida porque se trata de un pueblo pastoril. Es importante la identidad que tiene y la relación del Buen Pastor que conoce a sus ovejas y ellas conocen su voz. Esto habla de vinculación, de identidad, de referencia permanente, de cercanía, de respaldo y autoridad. En su rol, el pastor tiene que guiar, conducir, acompañar, ir tanto por delante como al medio o atrás para sostener a las más débiles.

Hoy debemos mirar a Jesucristo, el Buen Pastor, que dio la vida y tiene autoridad por ello, que nos ama permanentemente, que nunca abandona a sus ovejas. Porque ¿quiénes abandonan a sus ovejas? Aquellos que no viven intensamente el amor, porque tienen otros intereses que no son específicamente el cuidado y la protección, más bien son usurpar, aprovecharse, ser interesados, mezquinos, injustos y no tienen en cuenta la necesidad del otro.

De ellos dice Jesús que no son buenos pastores porque son ladrones y asaltantes, vienen para robar, matar y destruir; en el fondo no aman. En cambio, el que ama y da su vida es Jesús. Da su vida para que nosotros tengamos “vida en abundancia”. Es así que Dios se hace responsable de nosotros y nosotros tenemos que ser responsables de los demás. Dios da la vida por nosotros y nosotros tenemos que dar la vida por los demás.

En una sociedad que no se compromete, que es individualista, intimista, que sólo se interesa por sus cosas, que no quiere ver las necesidades reales, que no se quiere complicar la vida, no quiere estar atento a las necesidades de los otros porque “eso le quita tiempo y espacio”, la diferencia es el Buen Pastor que siempre está y no abandona. El mal pastor en apariencia está pero en realidad siempre abandona.

Pidamos a Jesús que nos de la comprensión que tanto necesitamos en la Iglesia, en el mundo, en la vida: ¡gente que esté y se comprometa!, ¡gente que esté y se entregue!, ¡gente que esté y se dé hasta el final!, como la vela encendida, hasta que se apague.

Que Jesús, el Buen Pastor, nos ayude a tener un corazón de pastor.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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Refelxión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo quinto de Pascua - A

EL CAMINO    

         

          Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?

          Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos:”Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.

          “Yo soy el camino”. El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

          Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

          “Yo soy la verdad”. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad

          Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

          “Yo soy la vida”. Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.

          Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
18 de Mayo de  2014
5º Domingo de Pascua
Jn 14, 1-12


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Lunes, 12 de mayo de 2014

Texto el micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT9 (10 de mayo de 2014)

El Buen Pastor

Celebramos el día del Buen Pastor. Nuestra mirada se dirige a Jesucristo, él es el Buen Pastor. En la liturgia de este domingo leemos el cap. 10 del evangelio de san Juan, donde el Señor nos presenta de un modo claro diversos aspectos que encierra esta rica imagen. Detenernos a leerlo con un corazón contemplativo es la mejor manera de comprenderlo y de descubrir el significado y el sentido de la vocación sacerdotal.

Por este motivo, en este domingo se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. El ministerio sacerdotal tiene su raíz e institución, su fuerza e ideal en la misma persona de Jesucristo. Esto que da certeza al sacerdote en su vocación y define un estilo de vida se convierte para él, en un ideal al que siempre está en camino.

El ministerio sacerdotal forma parte del designio Dios, y tiene su fuente y sentido en la misión de Cristo Pastor. Al sacerdocio lo recibimos como un don, no lo creamos. La vocación al sacerdocio es un libre y maduro tomar conciencia de ser llamado para una misión en la Iglesia. ¿Cómo se descubre este llamado? El único camino es la escucha atenta. Ahora bien, ¿dónde lo escuchamos? Aquí llegamos al punto central de nuestra fe que es Jesucristo, que es quién nos habla y revela el designio de Dios. El encuentro con él se convierte en el comienzo de un diálogo único y personal, donde vamos descubriéndonos desde esa fuente primera que es el amor de Dios. Sabemos, nos dice san Pablo: “que Dios dispone todas cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio” (Rom. 8, 28). La fuente siempre está en Dios. Cuando no entendemos la vocación como un don al servicio de la Iglesia, corremos el peligro de pensar que nosotros elegimos una carrera que nos pertenece y la manejamos. Podemos terminar siendo dueños y no servidores. Solo es posible descubrir la vocación al sacerdocio en un clima de fe, de oración y entrega. Si bien es algo personal, pertenece a toda la Iglesia. Esto da sentido a una Jornada mundial de oración por las vocaciones.

¿Cómo despertar en los jóvenes el entusiasmo por la vocación sacerdotal? Es cierto que la riqueza de la imagen del Buen Pastor habla por si misma y podría ser suficiente. Esta imagen, sin embargo, necesita ser predicada y testimoniada. Es necesario que se les hable a los jóvenes del sacerdocio como un ideal de plena realización humana y espiritual. Que este llamado tiene su fuente en Jesucristo que hoy quiere continuar con ellos su misión en la Iglesia al servicio de los hombres. No hay que temer a las exigencias que ello conlleva, a los ideales se los descubre y se los sigue por su misma fuerza y belleza. Pero es importante, también, que a este ideal propuesto se lo vea testimoniado. No se puede seguir una vocación si no la vemos realizada. En esto es decisivo la vida y la alegría de los sacerdotes como testigos de una vocación que ha dado sentido a sus vidas. No se trata de mostrar logros materiales, o imágenes fugases, por el contrario, cuánto impacta en los jóvenes el testimonio de pobreza, de entrega y humildad. El que sigue Jesucristo no busca grandes cosas o éxitos momentáneos, busca la entrega a Dios, en la riqueza de lo simple y en la alegría del servicio.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.


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La Puerta .- IV Domingo de Pascua (Zenit.org)

Por Mons. Enrique Díaz Diaz

 Hechos de los Apóstoles 2, 14. 36-41: “Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.
Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya”.
I Pedro 2, 20-25: “Han vuelto ustedes al pastor y guardián de sus vidas”
San Juan 10, 1-10: “Yo soy la puerta de las ovejas”

A mis recuerdos de infancia llegan las puertas de mi pueblo. Cada casa con la puerta entreabierta, provocadora, invitando al acercamiento, incitando a descubrir las bellezas ocultas en su interior. Cada puerta como inicio de una aventura, pero cada puerta también cerrando, discreta, la intimidad de la familia y de las personas. No había temor a los ladrones y cada huésped era bienvenido. Es cierto, la puerta implica límites pero al mismo tiempo se torna en invitación a penetrar en sus jardines, en sus espacios, en sus corredores y sus patios. Invita al dialogo, al encuentro, a la confidencia… Hoy las puertas de mi pueblo están casi todas cerradas o se han transformado en pesadas cortinas de hierro que todo lo ocultan, que todo lo encubren. Se han cerrado las puertas y también se han cerrado los corazones… todo por miedo, por precaución, por el narco, por los ladrones, por los desconocidos, por esconder lo que somos y lo que tenemos.

Cuando escucho a Jesús que nos dice que Él es la puerta, sin poder imaginar lo que sería realmente una puerta en sus tiempos y sus espacios, lo imagino como aquella invitación a la libertad y a la vida de las antiguas puertas pueblerinas. Una puerta que se abre al dialogo, que ofrece la fresca sombra al fatigado peregrino, que invita a fuentes de agua para saciar la sed del caminante, que nos da espacio de encuentro, que se
descubre generosa como posibilidad de descanso, de remanso y de paz. ¡Cómo necesitamos esta puerta! Una puerta que abierta a lo difícil de nuestras jornadas y nuestras penurias, nos descubra la belleza de lo infinito y la posibilidad de eternidad. Una puerta que une lo muy humano y cotidiano, con lo inmortal y divino. Jesús es la puerta que une el cielo con la tierra, que desde nuestras mezquindades y egoísmo nos desvela el infinito de generosidad y amor. Jesús es siempre una puerta abierta para que entremos en su corazón y podamos encontrar paz. Puerta generosa, puerta de luz, puerta de amor.

Pero el Evangelio de San Juan siempre juega con los textos y nos provoca nuevos descubrimientos. Si una puerta se abre y da posibilidad de entrar, también una puerta es punto de discernimiento, de protección y de exclusión. ¿De exclusión? Tal y como lo presenta San Juan es efectivamente punto de exclusión. ¿Excluidos del amor de Jesús? Exactamente, no porque Jesús cierre su corazón, sino porque hay quienes llevan tales cargas que la puerta no parecería suficientemente amplia para darles entrada. Y hay quienes preferimos nuestras cargas a introducirnos en el mundo y en el amor de Jesús. ¿Quiénes no han entrado por esa puerta? “Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado”. Pone las claves del discernimiento para saber quién es puerta y quién es capaz de entrar por esa puerta: “El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir”. Y en su discernimiento une la imagen de la puerta con la imagen del buen pastor para condenar a todos lo que se tragan y destruyen a su pueblo, a todos los que viven de injusticia, a todos los que hacen el mal.

¿Nosotros seguimos al Buen Pastor? ¿Nosotros nos adentramos por esa puerta del amor y la generosidad, guiados porque conocemos su voz y seguimos extasiados sus silbidos? Quizás hemos seguido otras voces, quizás nos han encantado otros silbidos, quizás nos hemos cargado de orgullos y ambiciones que entorpecen y dificultan el paso a través de esa puerta de vida. Es cierto que Jesús dice sus palabras contra los jefes y las autoridades reclamando sus injusticias pero también las dice por cada uno de nosotros: ovejas, caminantes, responsables. Las palabras exigentes de Jesús sobre los bandidos, ladrones y mercenarios, fácilmente la aplicamos a las autoridades, a los responsables y a quienes tienen el deber de velar por el bienestar de nuestros pueblos. Y tenemos razón, porque ellos deben tener muy en cuenta el ejemplo de Cristo y cualquier autoridad y líder moral, tiene la obligación de velar por la seguridad y el bien de los ciudadanos más que aprovecharse de ellos. Pero al mismo tiempo, estas palabras de Cristo son para cada uno de nosotros que tenemos alguna responsabilidad (¿quién no la tiene?) frente a las demás personas: padres de familia, maestros, coordinadores, sacerdotes, catequistas, hermanos… todos tenemos que mirarnos en esta imagen de Jesús y ver cómo estamos realizando nuestra tarea.

Cada puerta tiene un doble movimiento y un doble objetivo: abrir y cerrar. En este caso es una puerta de exclusión para los salteadores y ladrones y puerta de acceso para los verdaderos pastores. Una puerta cerrada para quien busca su propio interés y abierta para quien busca encontrar y dar vida. Una puerta abierta a la libertad y a la intimidad. Y Cristo nos invita a pasar por esa puerta que es Él mismo para abrirnos a la verdadera libertad. Al mismo tiempo es una puerta cerrada a la mentira, a la injusticia y al mal.

Contemplemos hoy a Cristo en esta bella imagen de puerta que nos invita, que nos ofrece vida, alojémonos en su interior y también preguntémonos: ¿Nosotros qué puertas tenemos en nuestros hogares y en nuestro corazón? ¿Somos puerta que protege, pastor que cuida? ¿Somos capaces de proteger y cuidar a los niños y a los jóvenes del flagelo de la droga, del alcoholismo, de la ambición, que invaden nuestras comunidades? ¿Las autoridades, que deberían ser buenos pastores, tendrán la fuerza y la inteligencia suficiente para vencer a los salteadores que están invadiendo la intimidad de las conciencias? Cristo nos invita a que también seamos puerta de discernimiento, de protección y de cuidado, en especial para los niños y los jóvenes.

Jesús, Puerta a la vida, Voz que llama, enséñanos el camino del amor, danos la inteligencia y el valor suficientes para proteger a los jóvenes y a los niños, y concédenos reconocerte a Ti como nuestro único Pastor. Amén


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Domingo, 11 de mayo de 2014

Reflexiones sobre el Día de la Madre, de Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristobal de las Casas (Zenit.org)

Perder el tiempo con los hijos

Por Felipe Arizmendi Esquivel

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Muchos papás, por su trabajo, o por distracciones ajenas al hogar, a veces por huir de su familia y refugiarse con amigos o con relaciones infieles, dedican muy poco tiempo a sus hijos. Algunos salen muy temprano y llegan muy noche, cuando los hijos aún no se despiertan, o ya están dormidos. Quizá, los fines de semana convivan un poco, si es que dejan descansar al celular, pues este invento moderno les entretiene y les da pretextos para no atender a los hijos. Aunque físicamente están con ellos, su mente y quizá su corazón están en otras partes.

Hay parejas que no quieren tener hijos, ni uno solo, porque son molestos, quitan tiempo, exigen sacrificios, no permiten muchas vacaciones, complican el trabajo fuera de casa, estorban tu “libertad”. O, cuando mucho, deciden tener uno o dos, no más, con el pretexto de que la vida está muy cara, que los tiempos no permiten más, que es mejor tener pocos para darles todo… Y luego ni siquiera les dan tiempo, cariño, cercanía, afecto, acompañamiento educativo, formación en valores. Como muchas mamás deben trabajar, los dejan en la guardería, los encomiendan a las abuelas, o a muchachas de servicio. Consideran pérdida de status, de oportunidades, de libertad, dedicarse íntegramente a ellos, como si la maternidad a tiempo completo fuera una cadena.

En nuestro país, el 10 de mayo está dedicado a honrar a las mamás. ¡Cuánto se lo merecen! Pues la mayoría se consagraron en cuerpo y alma a cuidarnos. Y no lo consideraron una carga, sino una misión, una vocación, algo que dio sentido a sus vidas, que les hizo sentirse fecundas, madres, plenas, realizadas. ¡Benditas sean nuestras mamás, vivas o ya difuntas! Aunque no nos daban muchas cosas, ni complacían todos nuestros antojos, las sentíamos cerca, contábamos con ellas, experimentábamos su ternura, crecimos a su lado, nos formaron, aún sin palabras.

Nos quejamos de la violencia generalizada, de la inseguridad, de tantos jóvenes y adolescentes dedicados al crimen organizado, a andar en pandillas, a estar encadenados al alcohol y a diversas drogas. Preguntémonos cuántos de ellos andan en esos malos pasos porque no tuvieron unos padres que les dedicaran tiempo, que se ocuparan de ellos, que no los abandonaran. Preguntémonos para cuántos padres de familia es más importante su trabajo, lo que ganan, “su tiempo”, sus relaciones, sus compromisos sociales, que sus hijos. En las familias disfuncionales, o con padres no cariñosos y cercanos, está la raíz de los males sociales. No es sólo la pobreza y la falta de oportunidades, sino la falta de buenos padres y madres.

PENSAR

Dijo el Papa Francisco a la reunión plenaria del Consejo Pontificio para la Familia: “Cuando yo confieso a un hombre o a una mujer casados, jóvenes, siempre hago esta pregunta: ¿Usted juega con sus hijos? ¿Usted pierde tiempo con sus hijos? Es muy importante ‘perder tiempo’ con los hijos, jugar con los hijos. Una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos, corta sus raíces y oscurece su futuro. ¿Y vosotros hacéis la valoración sobre qué hace esta cultura nuestra hoy? Cada vez que un niño es abandonado y un anciano marginado, se realiza no sólo un acto de injusticia, sino que se ratifica también el fracaso de esta sociedad. Ocuparse de los pequeños y de los ancianos es una elección de civilización. Y es también el futuro, porque los pequeños, los niños, los jóvenes llevarán adelante esta sociedad con su fuerza, su juventud” (25-X-2013).

ACTUAR

Padres de familia: Den prioridad al tiempo que dedican a los hijos. No se excusen diciendo que deben trabajar mucho para darles alimento, ropa, escuela, medicinas, juguetes… Organicen sus actividades de tal modo que ellos ocupen el centro de su atención, también para jugar, pasear, platicar, comer, ver televisión, visitar familiares y amigos, participar juntos en la Misa dominical, acompañarles en su crecimiento integral, ganar su confianza para que les expongan sus dudas, sus inquietudes y problemas. Si no te tienen confianza, algo anda mal en tu relación con ellos. Revísate con humildad y dales tu corazón, no sólo tu dinero.


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Abierta la causa de canonización del primer obispo de Michoacán, México, ejemplo en evangelización e inculturación de la fe(Zenit.org)

"Este 29 de abril se abrió oficialmente la causa de canonización de 'Tata Vasco', como lo siguen llamando con cariño los indígenas de las tierras michoacanas, conocido también como 'el español que se hizo indio y defendió a los P'urhépechas'". Lo indicó el boletín Noticelam enviado este miércoles, el cual añade que sea el Arzobispo de Morelia, Mons. Alberto Suárez Inda, que el postulador de la Causa, el P. Salvador Vázquez Flores, han destacado el carisma del Siervo de Dios Vasco de Quiroga (Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1470 – Uruapán, 1565).

El Arzobispo de Morelia recordó su ternura como evangelizador; en su impulso en la inculturación de la fe, defendiendo la dignidad y talentos de los indígenas, para los que sentía un amor entrañable. Su voz profética, hoy más necesaria que nunca señala Mons. Alberto Suárez Inda, coincide con el modelo de evangelizador, primero como laico, luego como abogado y Obispo.

El siervo de Dios, primer obispo de Michoacán, fue un testimonio ejemplar en la transmisión e inculturación de la fe en el Nuevo Mundo.

En vida dejó sólida fama de sus virtudes, a pesar de haber sido hombre que defendió sus derechos en contra de sus colegas obispos, de los religiosos, de los españoles y de los mismos indígenas, cuando creyó que tenía razón y justicia.

El cambio que logró en los indígenas purépechas fue asombroso. Los catequizó y les mostró su grande amor. Por ese motivo los indígenas lo llamaron cariñosamente "Tata Vasco", que en lengua purépecha significa: papá.

Se dedicó a impartir justicia a los indígenas y fundó, para su promoción humana y cristiana, el Hospital de Santa Fe de México, porque, como dice en su Información en Derecho:
"Hay tantos indios, que son como las estrellas del cielo y las arenas del mar y su manera de vivir es un caos y confusión, que no se les puede instruir, ni moralizar, ni estorbarles sus borracheras e idolatrías por no estar reducidos a pueblos".

En 1533 la fama de don Vasco era tal que fue enviado por la Segunda Audiencia como Visitador a Michoacán a pacificar a los purépechas, que se habían revelado al dominio español por los desmanes que Nuño de Guzmán cometió contra el Cazonci y su pueblo.

Los restos mortales del Siervo de Dios don Vasco de Quiroga descansan en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán, en donde se les ha erigido un mausoleo a la entrada de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, aunque toda ella es una monumento a su fundador.

Murió en Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565, a la edad de 77 años y no a los 95, como se ha dicho tradicionalmente, habiendo dejado su diócesis bien organizada y con 59 parroquias: 34 administradas por el clero secular, 14 por frailes franciscanos y 11 por frailes agustinos.


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S?bado, 10 de mayo de 2014

Comentario a la liturgia dominical - Cuarto domingo de Pascua por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).(Zenit.org)

Textos: Hechos 2, 14.36-41; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10

Idea principal: Sólo Cristo es el Buen Pastor y Puerta de salvación. Nosotros somos su rebaño.

Resumen del mensaje: en este domingo la liturgia propone la figura de Cristo como Buen Pastor (evangelio). En este día tiene lugar la jornada mundial de oración por las vocaciones, por aquellos que serán pastores según el corazón de Jesús. Jesús es el Buen Pastor prometido por Dios, es la única Puerta de salvación y nosotros somos el rebaño de su pertenencia, abierto a la conversión (primera lectura) y a la imitación del Pastor (segunda lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Cristo es nuestro Buen Pastor. Pastor que va delante, guiándonos; detrás, protegiéndonos; a nuestro lado, animándonos. Pastor que nos conoce por nuestro nombre, conoce nuestras cualidades y defectos. Nos ama. Nos alimenta con los sacramentos y con su palabra y con el magisterio de la Iglesia. Nos cura cuando estamos heridos por haber saltado del redil y caído en alguna zarza o trampa. Nos defiende de los lobos que nos rodean, de los mercenarios y de los falsos pastores que nos engañan con sus ideologías, que nos esquilan y engordan a costa de nuestra lana, que huyen en los momentos de peligros dejándonos solos. Contra todos estos falsos pastores, Cristo reivindica su papel: “Yo soy el Buen Pastor. Conozco mis ovejas y las mías Me conocen”. Es el Buen Pastor porque es el Camino, la Verdad y la Vida.

En segundo lugar, un pastor tiene su rebaño; el rebaño es su vida. Nosotros somos rebaño de Cristo Pastor. Esta comparación no tiene nada de negativo en la Biblia, al contrario, está cargada de ternura. Rebaño que es objeto de disputa y de conquista por fuerzas opuestas, mediante silbidos cautivadores, pero falaces. Debemos distinguir entre mil voces que seducen y la voz de Cristo nuestro Pastor. La voz de Cristo es tan distinta a la voz de los falsos pastores. Es una voz que pacifica el alma, que ilumina la mente, que purifica el corazón y la afectividad, que fortalece la voluntad. Es una voz que nos invita al amor, a la justicia, a la verdad, a la solidaridad, a la pureza y a la paz.

Finalmente, Cristo nos ha hecho partícipe de su tarea de pastor a todos nosotros. Porque pastor es el Papa que apacienta y gobierna toda la Iglesia con el cayado de Cristo. Pastor es el obispo que cuida su diócesis. Pastor es el sacerdote que se desvive por su parroquia. Pastores son los papás de familia que día y noche se ocupan y se preocupan de sus hijos. Pastor es ese gobernante al frente de una nación. Pastor es el maestro de escuela que forma no sólo la mente, sino también el corazón de sus alumnos. Pastor es el jefe de una empresa al cuidado de sus empleados. Pastor es el catequista encargado de la transmisión de la fe. Pastor es el que está al frente de una comunidad o de un movimiento eclesial como servidor humilde. San Agustín comentando el capítulo 34 de Ezequiel dice:  “Si existen buenas ovejas, hay también buenos pastores, porque de las buenas ovejas se hacen los buenos pastores. Pero todos los buenos pastores coinciden en uno, son uno. Cuando ellos apacientan, Cristo apacienta… es él mismo quien apacienta cuando ellos apacientan; el Señor dice: Yo apaciento; porque en ellos está su voz, en ellos está su amor”. Pero el título de Puerta, Cristo lo ha reservado sólo para Sí, porque es el único mediador entre Dios y los hombres. Una sola es la Puerta de la Salvación: Jesús. “El que entra por mí se salvará”. Entramos por esa puerta el día de nuestro bautismo, formando parte de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Ciertamente que la misericordia de Dios puede alcanzar a algunos la salvación por caminos ocultos y extraordinarios.

Para reflexionar: ¿Siento a Jesús como mi Buen Pastor o tengo los oídos abiertos a otros pastores? ¿Conozco perfectamente ya la voz de Cristo Pastor? ¿Trato de seguir sus pasos, imitándolo? ¿Qué ladrones y falsos pastores suelen asaltarme? Leamos hoy con provecho el Salmo 23.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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El Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, confirió la ordenación diaconal en la Basílica de San Pedro en el Vaticano a doce alumnos  del Pontificio Colegio Urbano  en la tarde del día 9 de mayo.

OMELIA per l’Ordinazione Diaconale

degli Alunni del Pont. Collegio Urbano

(Basilica di San Pietro, 9 Maggio 2014)

                   

Cari Ordinandi, cari fratelli e sorelle,

il grande Vescovo martire Sant’Ignazio di Antiochia  -siamo al tempo dei primordi della vita della Chiesa-  contemporaneo degli Apostoli e successore di Pietro nella sede di Antiochia, scrisse alcune Lettere ai cristiani del suo tempo, tra cui una “Ai cristiani di Tralle”.  In quella Lettera egli si rivolgeva, esortandoli, anche ai Diaconi di quella Comunità, in questi termini: “E’ necessario che anche i diaconi, quali ministri dei misteri di Gesù Cristo, siano accetti a tutti in ogni cosa: non sono, infatti, ministri di cibi o di bevande, ma della Chiesa di Dio, e devono perciò tenersi lontani da qualsiasi colpa come dal fuoco”.  Poi ai fedeli raccomandava che “tutti rispettino i diaconi come Gesù Cristo”, concludendo che senza i vescovi, i presbiteri e i diaconi “non si può parlare di chiesa”(Funk, 1, 203-209).  Egli, per la prima volta, in modo organico, trattava della forma tripartita del ministero nella Chiesa: vescovo, presbiteri, diaconi.  Il Concilio Vaticano II, in questa Basilica Vaticana, nella Lumen Gentium, li definì, insieme ai presbiteri, “collaboratori”(LG 20) del Vescovo e, richiamando l’istituzione apostolica del diaconato  -come abbiamo appena sentito nella Prima Lettura di oggi, presa dagli Atti degli Apostoli, ricorda che, con l’imposizione delle mani, i diaconi ricevono un “ministero”(LG 29), e spiega che i diaconi sono “sostenuti dalla grazia sacramentale, e attraverso il ministero della liturgia, della predicazione e della carità servono il popolo di Dio, in comunione con il Vescovo e i suoi sacerdoti”(LG 29).  In queste parole, appare chiaro che il diaconato è un vero ministero, che l’ordinato riceve una vera grazia sacramentale e che egli ha un vero ufficio, essendo deputato al servizio liturgico, al servizio della Parola di Dio e al servizio della carità.  Questo significa che colui che riceve il diaconato compie una scelta fondamentale e decisiva per tutta la sua vita, perché si dona completamente a Dio e alla Chiesa e si pone completamente al servizio dei fratelli.  In questo senso, vorrei dirvi che la visione della Chiesa sulla vostra vita consacrata, e ciò che voi stessi dovete intendere sulla vostra vita da oggi, è intesa nella dimensione biblica, ossia che come diaconi, e in futuro come sacerdoti, essa è lineare, né circolare, né spirale.  E’ un cammino che inizia oggi e va verso il compimento, come ha detto il Papa Francesco in occasione dell’Omelia del 31 dicembre scorso; la vostra scelta di servire Dio e la Chiesa, che avviene nel tempo, cioè nell’oggi, porta “a una realtà che si compie”.  In questo senso, voi d’ora in poi, siete chiamati a servire nella pienezza e nella totalità senza voltarsi indietro e senza parzialità.  Dio è la vostra eredità, la Chiesa e il mondo è il vostro campo d’azione, i fratelli sono l’oggetto delle vostre preoccupazioni e del vostro amore.  Diceva ancora il Papa in una delle sue omelie del mattino a Santa Marta, a proposito delle persone consacrate, ma ormai senza entusiasmo, divenute quasi dei mestieranti: “E’ un po’ triste quando uno trova un consacrato privo di speranza, senza quella passione che dà la speranza; ed è tanto bello quando se ne trova uno che arriva alla fine della sua vita, sempre con quella speranza, non con l’ottimismo, ma con la speranza, seminando speranza”(9 settembre 2013).  Ecco cosa intendo dire con linearità.

A voi cari diaconi, a voi  -Don Antony, Don Leneesh Jose, Don Micelet, Don Sushil Kumar, Don Imtiaz, Don Mathew Manoj, Don Rockwin Prakash, Don Martin, Don Paul, Don Lucian, Don Pius Peter, Don Yulai-, il Signore affida oggi, e per sempre, il servizio liturgico, specialmente quello dell’Eucaristia, della Parola e della Carità.  A questo servizio, sappiate, però, si arriva pieni di gioia, entusiasmo e preparati: ciò che voi avete fatto in questi anni nel nostro Collegio Urbano e ciò che ancora farete nel tempo che viene.

A questo punto permettetemi di fare un riferimento al Vangelo di oggi.  Abbiamo ascoltato il brano della parabola dei talenti.  Un signore affida i suoi beni ai suoi servi e parte raccomandando di farne un uso appropriato.  Dopo molto tempo, quel signore ritorna e volle regolare i conti con i suoi servi, così ognuno è chiamato a fare il resoconto del suo operato; il primo consegna il doppio dei beni ricevuti, il secondo fa altrettanto, il terzo invece, infingardo, cioè pigro e per di più mal prevenuto verso il suo signore, gli restituisce appena quello che aveva avuto.  Il signore allora toglie al servo fannullone e inutile i beni che gli aveva affidati e li dà ad altri più capaci. 

Questa parabola di Gesù è molto adatta, particolarmente in questa circostanza dell’ordinazione diaconale, quindi per voi, che desiderate mettere la vostra vita al servizio di Dio e dei fratelli.  Cari amici, quello che intendo dire è che voi tenendo nelle vostre mani il dono della vostra vita, già santificata dalla grazia del battesimo, ricevete la grazia del diaconato, ossia dei talenti importanti, perché il Signore vuol vedere se domani potrà affidarvi il presbiterato, ossia se potrà fidarsi di voi a darvi di più, se può avere fiducia in voi. Questo dipende da voi: o essere come i servi fedeli ed entusiasti, o come quello pigro al quale verrà tolto tutto.  Provati nel diaconato, per così dire, potrete essere pronti per il sacerdozio.  Proprio come Gesù spiega nella parabola a chi si meravigliava che ancora stesse dando a coloro che già avevano abbondantemente ricevuto.  Oggi il diaconato, domani il sacerdozio.

Vorrei concludere pensando alla gioia delle vostre comunità diocesane, dei vostri parenti e amici, ma soprattutto a quante volte, credo, voi avete immaginato e atteso questo giorno.  Un giorno come uno dei più belli della vostra vita, come una tappa che vi apre al ministero sacerdotale.  Quanti interrogativi, quanti momenti di preghiera, quante ansie, tra lo studio, il gioco, i colloqui con i vostri formatori, con la famiglia, con gli affetti, con gli amici, con tutto ciò che è stato il vostro mondo.  Oggi è arrivato il giorno della donazione completa.  Fate questo passo con gioia e con fiducia.  E con Papa Francesco vorrei gridarvi: Non lasciatevi mai rubare questa gioia e questa fiducia!  Non dimenticate mai questo giorno di donazione! Amen.

 


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Viernes, 09 de mayo de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo cuarto de Pascua - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"                 

Domingo IV de Pascua A

 

          “¡Ha resucitado el buen Pastor, que entregó la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey! Aleluya”.

Esta es la exclamación que surge hoy de los labios y del corazón de toda la Iglesia, exultante de gozo, al llegar al Domingo del Buen Pastor.

Una de las imágenes más atrayentes de Jesucristo es ésta, que nos lo presenta como el Buen Pastor de su pueblo. Todos sabemos lo que es un pastor, lo que hace un pastor: Cuida de las ovejas. De todas y de cada una. Las alimenta, las cura, las guía, las guarda en el aprisco… ¡De igual modo, cuida el Señor Resucitado de cada uno de nosotros!

¡Cuántas reflexiones podríamos hacer sobre todo ello!

El Evangelio de hoy nos dice también que “las ovejas atienden a su voz, y Él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando las ha sacado todas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz”.

De esta forma, el Señor Jesús se asemeja al Padre, que, en el Antiguo Testamento, se presenta como el Pastor de su pueblo Israel.

En el salmo proclamamos llenos de confianza y de alegría: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. ¡Dichosos nosotros que tenemos un Pastor así!

Este domingo Jesús se presenta también como “la Puerta” del redil de las ovejas… Y dice: "Quien entre por mí,  se salvará y podrá entrar  y salir, y encontrará pastos…”  “El que no entra por la puerta en el aprisco de las  ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido…”

La puerta es el lugar de acceso, por ejemplo, a una casa, a un aprisco… Es hermoso también contemplar a Jesucristo Resucitado como “la Puerta”, el lugar de acceso a la salvación, a la vida, a la dicha temporal y eterna. Por eso, cuando el día de Pentecostés, la gente pregunta a Pedro y a los demás apóstoles qué tienen que hacer, Pedro les contesta: “Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo…”  “Y aquel día, nos dice la primera lectura, se les agregaron unos tres mil”.

En este marco celebramos hoy la Jornada Mundial de  Oración por las Vocaciones. Y es que Jesucristo, para continuar siendo el Buen Pastor de su pueblo, ha querido tener necesidad de nosotros, de todos y cada uno de nosotros. Así toda la Iglesia ha quedado asociada a este misterio de vida y salvación universal. Y, entre todos, elige el Señor a algunos y algunas para que entreguen toda su vida, todo su tiempo, toda su capacidad de amar…, al servicio de esta misión formidable. Para ello se consagran, de un modo nuevo, al servicio del Reino de Dios.  Por eso hablamos de “vocaciones de especial consagración al servicio de la Iglesia”. Son los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los misioneros y misioneras, etc. Y ya sabemos que en la vida de la Iglesia “todo es don”. Por eso la oración es fundamental, como nos enseñó el Señor Jesús: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies” (Mt 9, 37-38).

Y además, quiere el Señor que colaboremos también con Él, haciéndonos portavoces de su llamada a los niños, a los jóvenes, a todos, porque Él llama en diversas edades y en las circunstancias más diversas.

Se suele decir en esto como en todo, que “donde se trabaja hay vocaciones”.

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 17:29  | Espiritualidad
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DOMINGO IV DE PASCUA - A  

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

          En la primera lectura, S. Pedro presenta a Cristo glorificado después de su Pasión, como  Señor y Mesías. Ahora es necesario convertirse y bautizarse. Es lo que hacen unos tres mil oyentes. Escuchemos.

         

SALMO

          En el salmo responsorial proclamamos al Señor como nuestro Pastor, el Pastor bueno de su pueblo.

 

SEGUNDA LECTURA

          Cristo es el Buen Pastor que padeció por nosotros. Su entrega, paciencia y confianza en aquel "que juzga justamente" es el ejemplo que tenemos que seguir los cristianos.

 

TERCERA LECTURA

          Frente a la actitud de los fariseos, sacerdotes y escribas, Jesús se manifiesta como el verdadero y único Pastor y Puerta del rebaño.

 

COMUNIÓN

          En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Pastor bueno de su pueblo, que se ha entregado a la muerte por nosotros y nos alimenta con su Cuerpo y Sangre, como el verdadero Cordero de la Pascua nueva.

          Pidámosle que nos ayude en nuestra tarea de fomentar las vocaciones con nuestra oración, con nuestra palabra, con nuestro ejemplo de vida.


Publicado por verdenaranja @ 17:24  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo cuarto de Pascua - A

Nueva relación con Jesús

En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor. 

Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No confundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia. 

Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas. 

Es decisivo “seguir“ a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad. 

Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías. 

Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida. 

Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos. 

La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores... lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola

11 de mayo de 2014
4 Pascua (A)
Juan 1, 1-10


Publicado por verdenaranja @ 17:21  | Espiritualidad
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Jueves, 08 de mayo de 2014

 Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (3º domingo de Pascua, 4 de mayo de 2014)

Los discípulos de Emaús - La Eucaristia, fuente de la gracia de Dios

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!". "¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron". Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?" Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?". En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!". Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (San Lucas 24,13-35)


Queridos hermanos, estamos en la resurrección de Cristo y es evidente que los discípulos todavía se muestran lentos en entender; el mismo Jesús les dice “hombres duros de entendimiento”, como que no se rendían ante la evidencia y no se daban cuenta de la realidad. Así Jesús fue apareciendo en distintas circunstancias y aquí es una de ellas, admirablemente.

A los discípulos de Emaús, que estaban tristes, abatidos, perplejos, desconcertados y perplejos, el Señor les dice algo fundamental recurriendo a la Palabra de Dios, indicando todo lo que se refería a Él. Es así que ante la tristeza, la perplejidad, el desconcierto, el desánimo, el escepticismo, hay que volver a la Palabra de Dios. Esa Palabra que nos ilumina, nos enseña, nos robustece, nos poda, nos alimenta.

Luego está la presencia de Cristo vivo, presente en la Eucaristía. Es el momento culmen, la fuente, del Misterio Pascual. La Eucaristía es lo máximo para todos nosotros, como expresión porque se trata de la presencia del resucitado, la presencia del Dios vivo, que convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Es el alimento que nos da vida. Es “el Pan Vivo bajado del cielo” La Eucaristía nos integra, nos reunifica y nos envía para vivir y hacer la comunidad. La Eucaristía es central ya que sin ella ni la Iglesia ni nosotros podemos vivir.

Pidamos al Señor que la Palabra de Dios nos de fuerzas y que la Eucaristía sea aquello que nos una nuevamente, que nos potencie y que nos envíe para vivir en comunidad; pero esta comunidad debe tener repercusión social a través de la justicia, de la solidaridad, de la entrega, de la fraternidad y que no se reduzca a un pequeño ámbito. Los sacramentos nos potencian para, como dice el Papa Francisco, “salir a la periferia”. Que la Eucaristía sea nuestra cima y nuestra fuente donde recibimos la gracia de Dios y el sentido de nuestra vida, vocación y misión.

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Publicado por verdenaranja @ 23:45  | Hablan los obispos
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Homilía del Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que en la tarde del miércoles, 7 de mayo de 2014, ha presidido la celebración eucarística en el Colegio Mater Ecclesiae, de Castelgandolfo, con los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias (OMP) reunidos con motivo de la Asamblea General anual (véase Fides 29/04/2014).

 

HOMILY – Wednesday, Third Week of Easter

(Castel Gandolfo, May 7, 2014)



Dear Brothers and Sisters,

This evening, we, together with the National Directors of the Pontifical Mission Societies, are guests of our Mater Ecclesiae College to share, with the Religious women who live here, a time of prayer and brotherhood. This College, in fact, is no stranger to the generosity of the Pontifical Societies, which, through numerous scholarships, allow our sisters from many Congregations of many missionary Countries to study and be formed spiritually and intellectually.

It is a great initiative that is very dear to the whole Church, to the Congregation for the Evangelization of Peoples and certainly to the PMS.

While I say this, the words of the entrance antiphon are fulfilled from the Liturgy of this Wednesday of the Third Week of Easter: "My mouth is filled with your praise..., my lips will shout for joy when I sing praises to you". These expressions are taken from Psalm 71, which the Psalmist, in a moment of deep joy, addresses the Almighty feeling his heart overflow with joy. Indeed, we live in a moment of joy in Christ who gives us his word and allows us, in the Eucharist, to sing our thanks to God.

I think that in our College, while we form the young to the service of God, the Church and its religious Family, we also carry out a principle of duty to the advancement of women in the life of the Church and the world, as Pope John Paul II, now Saint, had clearly written in his Apostolic Letter Mulieris Dignitatem, which highlighted that especially religious women have this task, being closest, due to their feminine sensibility, to the life  of the Church, our Mother, and to all women wherever they live. Indeed, in Evangelii Nuntiandi, Paul VI had already said that religious women, for their vocation, are "the outposts of the mission" (EV 69) of the Church. I like to recall this concept because it seems to respond well to the purpose of our College, that is to say these religious, one day, are the outposts of mission and proclamation of the Gospel.

In the context of evangelization, in fact, the religious, as a woman, has a specific charisma, with whom she translates and interprets that sense of genius, typical of femininity, which so enriches the missionary nature of the Church in all parts of the world. Let us think of the assistance of mothers, of children, of the sick, of catechesis and generous witness. Dare I even say that the beginning of the missionary activity begins with women, when the Risen Christ asks Mary Magdalene and the others who had come to the tomb, to announce his resurrection.

The first passage of today's Liturgy of the Word tells us that during the first persecution against the church in Jerusalem, Saul, a persecutor at the time "entered house after house, dragging out men and women and he handed them over for imprisonment" (Acts 8: 4). As well as the persecution and dispersion of the primitive community of believers was not viewed as a disgrace to oppose, nor was the fact that God, who allows the iniquity and its implementation, meant to be a complaint. Instead, it was seen as an occasion of grace, because God, through believers who were scattered, allowed the spread of the good news of the risen Jesus, and this meant to announce His name and carry out signs of extraordinary charity that touched the bodies and the people's hearts.

And what about the gospel? In this Easter season, re-reading today's passage of the Evangelist John, does us good. It makes us better understand the beautiful and consoling words of the Lord, which says to us all: "I am the bread of life" (Jn 6: 35) and "I will not reject anyone who comes to me" (John 6 , 36). Jesus, therefore, appears as the bread of life; Jesus presents himself as the word of mercy!

We need to learn from this Master, both as guidance for our lives, and as guidance for our mission. If Jesus is the bread of life, it means that he is speaking of the missionary activity, that is to say the missionary activity understood as bread that nourishes and life to give. If Jesus does not reject anyone, it means that he is speaking of mercy to bring to all those who are waiting for this mercy in their lives. The missionary is he who before anything else, carries with him in his wallet, the Bread of Life (Jesus and his Gospel); is he who carries in his wallet the planning of mercy: childhood education, help towards the poor, support for the elderly, the creation of care centers, closeness to the lonely and destroyed, and so on.

Jesus, our Passover, accompanies and joins us in our journey. In today's communion antiphon the liturgy sings: "The Lord has risen and has shined his light upon us; he has redeemed us with his blood". The Church does not sing him in the past or for the past, but for the present. We are the ones who can say: "The Lord has risen! ... He has redeemed us with his blood". Amen


Publicado por verdenaranja @ 23:41  | Hablan los obispos
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Mi?rcoles, 07 de mayo de 2014

Texto completo de la catequesis del miércoles 7 de Mayo de 2014. El don del consejo (Zenit.org)

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen día! Hemos escuchado la lectura de esa estrofa del Libro de los Salmos, que dice: 'El Señor me aconseja, el Señor me habla internamente'. Es éste otro de los dones del Espíritu Santo, es el don del consejo.

Sabemos cuánto sea importante en los momentos más delicados, poder contar con el consejo de las personas sabias que nos quieren mucho. Ahora, a través del don del consejo, es Dios mismo con su Espíritu que ilumina nuestro corazón, de manera que podamos entender el modo justo de hablar, de comportarnos y el camino que debemos seguir.

Pero, ¿cómo actúa este don en nosotros? En el momento en que lo recibimos y hospedamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a volver sensible su voz, a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones, de acuerdo con el corazón de Dios. Y al mismo tiempo nos lleva siempre más a poner nuestra mirada interior en Jesús como el modelo de nuestro modo de actuar y relacionarse con Dios Padre y con los hermanos.

El consejo es entonces el don con el cual el Espíritu Santo vuelve capaz a nuestra conciencia de tomar una decisión concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de su evangelio. De este modo el Espíritu crece interiormente, positivamente, en la comunidad. Y nos ayuda a no caer en el yugo del egoísmo y en el modo de ver las cosas. Así el Espíritu nos ayuda a crecer y también a vivir en comunidad.

La condición esencial para conservar este don es la oración. Pero siempre volvemos a lo mismo: la oración. Y es tan importante la oración, rezar; rezar las oraciones que conocemos desde niños, pero también rezar con nuestras palabras, rezarle al Señor: ¡ayúdame! ¿Señor qué debo hacer ahora? Y con la oración hacemos espacio para que el Espíritu venga y nos ayude en ese momento y nos aconseje sobre lo que nosotros debemos hacer.

La oración, nunca olvidarse de la oración, nunca. Nadie se da cuenta cuando nosotros rezamos en el autobús o en la calle, rezamos en silencio con el corazón, aprovechemos estos momentos para rezar. Rezar para que el Espíritu nos de este don del consejo.

En la intimidad con Dios y en el don de su palabra, poco a poco dejamos de lado nuestra lógica personal, dictada la mayoría de las veces por nuestro encerrarnos, por nuestros prejuicios y nuestras ambiciones. Aprendamos en cambio a pedirle al Señor '¿Cuál es tu deseo?', pedirle consejo al Señor. Y esto lo hacemos con la oración.

Y de esta manera madura en nosotros una sintonía profunda, casi natural con el Espíritu y se experimenta cuanto sean verdaderas las palabras de Jesús reportadas en el evangelio de Mateo: 'No se preocupen de qué o que cosa dirán. porque les será dado en esa hora lo que deberán decir. Porque de hecho no serán ustedes a hablar, pero es el Espíritu del Padre vuestro que hablará en vosotros'. Es el Espíritu que nos aconseja, pero nosotros nosotros debemos darle espacio al Espíritu para que nos aconseje. Dar espacio es rezar, rezar para que el venga y nos ayude siempre.

Y como todos los otros dones del Espíritu, el consejo constituye también un tesoro para toda la comunidad cristiana. El Señor no nos habla solamente en la intimidad del corazón, nos habla sí, pero no solamente allí, pero nos habla también a través del consejo y testimonio de los hermanos. Es verdaderamente un don grande poder encontrar a hombres y mujeres de fe que especialmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida nos ayuden a hacer luz en nuestro corazón y a reconocer la voluntad del Señor.

Me acuerdo una vez que estaba en el confesionario con una fila larga adelante, era en el santuario de Luján, la diócesis de ese obispo que está allí. Estaba en la cola un muchachón, todo moderno, con aros, tatuajes y todo lo demás. Vino para decirme lo que le pasaba, era un problema grande difícil, ¿y tú que harías?. Y él me dijo: “Le he contado todo esto a mi madre y ella me dijo, 've a lo de la Virgen y ella te dirá lo que tienes que hacer'. Estaba allí una mujer que tenía el don del consejo. No sabía como salir del problema del hijo, pero le indicó el camino justo. Ve a lo de la Virgen y ella te dirá. Este es el don del consejo, dejar que el Espíritu hable. Y esa mujer humilde y simple le dio a su hijo el consejo más verdadero, porque este muchacho me dijo: 'Hablé con la Virgen y Ella me dijo, tienes que hacer esto, esto y esto'. Y yo no tuve necesidad de hablar. Todo lo hicieron la mamá, la Virgen, y el joven. Este es el don del consejo. Y ustedes mamás, que tienen ese don, pidan este don para sus hijos, el don de aconsejar a los hijos. Es un don de Dios

Queridos amigos, el salmo que hemos oído nos invita a rezar con estas palabras: 'Bendigo al Señor que me ha dado consejo. También de noche mi ánimo me instruye, yo pongo siempre delante de mi al Señor que está a mi derecha, no podré vacilar'.

Que el Espíritu pueda siempre infundir en nuestro corazón esta certeza y colmarnos así de su consolación y de su paz. Pidan siempre el don del Consejo. Gracias.


Publicado por verdenaranja @ 23:06  | Habla el Papa
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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú, para el tercer domingo de Pascua (4 de mayo de 2014) (AICA)

“Quédate con nosotros pues el día ya declina (Lc. 24,29)

El primer día de la semana, Jesús bajo las apariencias de un caminante, se junta con dos discípulos que se dirigen hacia Emaús. Estos caminantes iban hablando entre sí de los hechos que habían sucedido en Jerusalén el viernes anterior, de cómo habían crucificado a Jesús y le habían dado muerte. Ellos no reconocen a Jesús, lo ven como un simple caminante que ni siquiera sabía lo que había pasado y se ponen a conversar con él. Recordemos que María Magdalena tampoco lo había reconocido. Ellos no lo reconocen porque creían que todo había terminado para siempre. Habían creído en Jesús, varón y profeta, grande en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Pero su condena a muerte y su crucifixión los había desilusionado: “nosotros esperábamos que él sería quien rescataría a Israel; pero ya van tres días desde que esto ha sucedido”.

Estos discípulos saben lo que han visto las mujeres, se enteraron de que el sepulcro estaba vacío…pero están tristes porque ellos no lo han visto. ¡No se daban cuenta que Jesús estaba a su lado caminando con ellos hacia Emaús! La idea de un Jesús político que habría asegurado la prosperidad a Israel les ha impedido reconocer a Cristo, el Salvador prometido. ¿Cómo esperar salvación de quien ha muerto colgado de un madero? Jesús habla y les explica las Escrituras y todo lo que los Profetas habían dicho del Mesías, pero ellos -prendados de sus sentidos que nada extraordinario percibieron ni vieron- siguen sin reconocerlo.

Quién no cree en la resurrección del Señor no puede aceptar el misterio de su muerte redentora. Los Profetas lo habían anunciado y Jesús lo había predicho. Los dos discípulos lo saben y más aún, el Señor está con ellos explicándole las Escrituras y todo lo que dicen sobre El; pero incluso así, “ellos no creen”. A María Magdalena le había bastado escuchar su nombre para reconocer al Maestro. A estos discípulos no les basta ni la voz, ni el largo conversar con Él, ni siquiera oírle predicar las Escrituras.

De hecho muchos de nosotros podemos caminar con Jesús a nuestro lado y no reconocerle. Podemos entender las Escrituras y tener un gran conocimiento de ellas, pero no escuchar ni reconocer la voz del Señor. Muchos pueden tener un conocimiento erudito de la Biblia y dominar aspectos profundos de la teología, pero no reconocer al Señor. No haber dado el “salto” entre “el conocer y el creer”. No hace falta saber tanta teología cuando sólo una cosa es necesaria: creer que Jesús ha resucitado de entre los muertos y que nos ha dado vida y vida en abundancia. Ni siquiera alcanza ver al Señor para creer, si la fe no nos ilumina interiormente. Sin fe, nada podemos hacer. Por eso clamamos con los Apóstoles: ¡”Señor acrecienta nuestra fe”!

Los discípulos de Emaús, no obstante, “sienten arder sus corazones frente a sus palabras. Por eso lo invitan a comer y estando con ellos en la mesa Jesús “tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio, se les abrieron los ojos y le reconocieron”. ¿Sería que los discípulos estuvieron presentes en la última cena? Nada sabemos, lo que sí sabemos que en este clima de oración y silencio Jesús se manifiesta ¡al partir el pan! Gesto eucarístico y trascendente por los siglos en la Iglesia. La “eucaristía es el gran signo de su presencia y compañía verdaderas”.

Hoy la fe de muchos creyentes -aun sacerdotes y religiosas- está fría, casi dormida, muchas veces llena de erudición, pero incapaz de transformar la vida y de llenar de gozo el corazón. Esto se debe a la falta de intimidad y oración con el Señor, esa relación íntima profunda y personal alimentada por la fe, que es la que nos hace vivir la certeza de que Dios basta… ¡que Cristo vive!

Pocos son los que niegan que Jesús haya existido y hasta admiten la historicidad de los Evangelios, pero no creen en Él como una persona viva y presente en sus vidas, que desea ser el compañero de camino y el huésped de sus corazones. ¿Es para nosotros la Eucaristía el banquete que nos alimenta en la vida del misterio de Cristo muerto y resucitado? Que el “¡quédate con nosotros Señor!” brote de nuestros corazones pues tenemos la certeza de que El es la única Verdad en el tiempo y la historia.

Que la Virgen María nos lleve al conocimiento íntimo de Jesús y nos haga gozar de su presencia.

Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


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Martes, 06 de mayo de 2014

El himno oficial para la visita del Papa ha sido compuesto por un grupo de músicos de Tierra. El texto ha sido escrito por Rabab Zeitoun y la música compuesta por Louay Zaher y Rabab Zeito, tal y como anuncia la página web oficial del viaje. En este link se puede escuchar la canción compuesta para dicha ocasión. (Zenit.org)


Estribillo: Contigo vamos adelante como testigos de Cristo. Difundiendo la luz de la Palabra, sobre los pasos de Francisco.

1. Contigo caminamos como María con la luz de la natividad
guardamos la alianza que hemos obtenido con el agua del bautismo
Y la cruz de nuestro redentor, su fuerza, nos protege
La llevamos con nosotros mientras llevamos buenas noticias para quien está en esclavitud.

2. Contigo buscamos el rostro del redentor en cualquier ser humano
sembramos amor que florecerá en alegría, testimoniando la fe
la Iglesia de nuestro redentor nos vivifica con sus sacramentos,
que nos nutren y nosotros continuamos inmersos en la fe.

3. Contigo llevamos el manto de la piedad entre las gentes
nos convertimos en apóstoles de la paz entre las naciones de la tierra
el evangelio de nuestro redentor es la luz que nos guía
vivimos de esta palabra y continuamos buscando armonía

4. Contigo alzamos nuestra oración de la tierra santa
rezamos por el oriente que sufre que ha perdido su camino
del amor de nuestro redentor nos preserva y nos enriquece
revestimos de este amor y continuamos en este camino de liberación

5. Contigo cantamos la resurrección y proclamamos la vida
testimoniando Pedro que encuentra una vez más sus hermanos
Jesús nuestro redentor nos pide unidad
Le escuchamos y continuamos con la intención de escucharle


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Discurso inaugural del cardenal. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, durante la apertura de los trabajos de la Asamblea General Anual de las Obras Misionales Pontificias (OMP), que se está celebrando en Roma hasta el Sábado, 10 de mayo (véase Fides 29/4/2014). 

ASSEMBLEA ORDINARIA DELLE PONTIFICIE OPERE MISSIONARIE

RELAZIONE INTRODUTTIVA di Prefetto della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli Salesianum (Roma) 5-10 maggio, 2014

 

          Ci troviamo riuniti in quest’Assemblea Ordinaria, che costituisce uno dei momenti forti della vita delle Opere. Saremo impegnati a “studiare le attività e i metodi di animazione e della raccolta di fondi” (art. 35), a stabilire criteri e priorità nella loro assegnazione, e approvare i bilanci preventivi e consuntivi.

Ogni Assemblea  segna in maniera significativa la vita delle POM, ci  permette di condividere le esperienze missionarie delle varie chiese e le meraviglie che lo Spirito opera in tante parti del mondo. Ci ritroviamo qui come  Paolo e Barnaba che periodicamente ritornavano alla loro comunità in Antiochia per narrare le loro imprese apostoliche.

Non posso non aprire questa Assemblea con un ricordo e un grazie a Papa Francesco. Il suo primo anno di servizio pastorale si è rivelato  una benedizione per tutta la Chiesa, ma specialmente per noi che siamo più direttamente coinvolti nell’azione evangelizzatrice. Fin dal primo momento Papa Francesco ha decisamente spinto tutta la cristianità verso un’azione evangelizzatrice, ad uscire fuori verso le periferie antropologiche e geografiche del mondo per annunciare il Vangelo. 

Carisma e contributo dei Direttori Nazionali all’attività missionaria 

È mio dovere ringraziare voi, Direttori Nazionali e i vostri collaboratori, per l’attività di animazione e formazione missionaria che avete fatto quest’anno nelle vostre Chiese. È anche per merito vostro che l’esistenza e il lavoro delle Pontificie Opere vengono apprezzate  e stimate,  ritenute in un certo qual senso, insostituibili. Con il vostro lavoro, è mantenuta alta la priorità della evangelizzazione ad Gentes, che è la ragion d’essere delle POM, perché è il loro carisma fondazionale.

Esse, sì, sono opere della Chiesa universale, ma che si concretizzano nelle chiese particolari. Questa caratteristica costituisce la loro modernità ed anche l’attrazione che esse esercitano su tutto il Popolo di Dio, specialmente in questo tempo in cui la globalità è divenuta misura costitutiva della nuova umanità. Questa è anche la ragione per cui sono poste a disposizione della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli, con la quale collaborate strettamente nel compito di animare missionariamente  il Popolo di Dio.

Tutti siamo al servizio unicamente del Regno di Dio, cui dedichiamo le nostre persone e i mezzi di cui disponiamo.

Desidero pubblicamente ringraziare i direttori nazionali che hanno terminato il loro servizio, e che sono stati chiamati a svolgere altri ministeri nelle loro chiese. Un cordiale e fraterno saluto e benvenuto ai Direttori di nuova nomina che per la prima volta partecipano a questa Assemblea Ordinaria. Sarà per loro una immersione in una realtà bella, perché qui si misura anche il polso missionario delle chiese di tutti i continenti. È una realtà ricca, ma complessa che ha bisogno di un certo rodaggio per essere pienamente compresa. 

Anche nelle POM internazionali vi sono stati importanti avvicendamenti. A Mons. Dumon, Segretario Generale della Pontificia Opera S. Pietro Apostolo è succeduto il P. Fernando Domingues, mentre al P. Timothy Lehane, segretario della POSPA, è succeduto il P. Riccardo Szmydki. A loro un augurio di proficuo servizio nelle POM. 

Visione missionaria di Papa Francesco:  Lumen Fidei – Evangelii Gaudium 

In questo primo anno del suo servizio pastorale come vescovo di Roma, Papa Francesco ha impresso alla Chiesa una grande spinta missionaria. Numerosi i suoi gesti, nonché importanti i due documenti pubblicati – Lumen Fidei ed Evangelii Gaudium, espressamente dedicati all’Evangelizzazione. 

La Lumen Fidei, quasi il testamento spirituale di Benedetto XVI e l’inizio programmatico di Papa Francesco, è un inno alla fede, che è luce e principio dell’evangelizzazione. “Chi crede, vede; vede con una luce che illumina  tutto il percorso della strada, perché viene a noi dal Cristo risorto, stella mattutina che non tramonta” (Lumen Fidei 1). Il documento riporta tutta l’attività della Chiesa, compresa l’evangelizzazione, al suo nucleo centrale e motivante: la fede, che deve crescere “per illuminare il presente fino a diventare stella che mostra gli orizzonti del nostro cammino, in un tempo in cui l’uomo è particolarmente bisognoso di luce” (LF 4).

La fede “possiede una luce creativa per ogni momento nuovo  della storia, perché colloca tutti gli eventi in rapporto all’origine e al destino di tutto nel Padre che ci ama” (LF 55). La fraternità universale, la giustizia distributiva, la solidarietà tra persone e popoli non possono essere una costruzione solamente umana. Infatti Dio, che è Padre comune, “vuol far partecipare tutti, come fratelli, all’unica benedizione, che trova la sua pienezza in Gesù, affinché tutti diventino uno” (LF 54).  

Della Evangelii Gaudium vorrei sottolineare la visione missionaria che il Papa intende dare alla sua missione pastorale, e ci coinvolge tutti: “Sogno una scelta missionaria capace di trasformare ogni cosa” (EG 27).

Egli pone l’evangelizzazione come punto essenziale e irrinunciabile  del suo pontificato. Lo dice chiaramente quando afferma:  “In questa Esortazione desidero indirizzarmi ai fedeli cristiani, per invitarli a una nuova tappa evangelizzatrice marcata da questa gioia e indicare vie per il cammino della Chiesa nei prossimi anni” (EG 1).

Due sono i pilastri che gli stanno a cuore: 1. Il Vangelo e 2. la gioia di annunciarlo.

Per  Vangelo, egli intende  “Cristo, il Vangelo eterno, lo stesso ieri e oggi e per sempre, sempre giovane e fonte costante di novità” (EG 11). Per la gioia di annunciarlo egli intende “un annuncio rinnovato che  offre ai credenti una nuova gioia nella fede e una fecondità evangelizzatrice” (EG 11).

L'evangelizzazione deve essere sensibile alle nuove situazioni, fissare nuove priorità e sperimentare vie nuove. “Si rende quindi necessaria un’evangelizzazione che illumini i nuovi modi di relazionarsi con Dio, con gli altri e con l’ambiente … È necessario arrivare là dove si formano i nuovi racconti e paradigmi” (EG 74). “Esorto tutte le comunità ad avere una «sempre vigile capacità di studiare i segni dei tempi»” (EG 74).

Di conseguenza, la Chiesa oggi è chiamata a questa nuova uscita missionaria. “Oggi, in questo «andate» di Gesù, sono presenti gli scenari e le sfide sempre nuovi della missione evangelizzatrice della Chiesa, e tutti siamo chiamati a questa nuova «uscita» missionaria” (EG 20).

L’evangelizzazione in questo periodo di enormi trasformazioni sociali richiede una chiesa trasformata, una Chiesa missionaria in uscita. Ci sprona il Papa a riprendere con coraggio la missione evangelizzatrice, perché è dalla sua intensità ed efficacia che può derivare il vero rinnovamento della Chiesa, delle sue strutture e della sua azione pastorale, perché l’azione missionaria è il paradigma di ogni opera della Chiesa (cfr. EG 15).

Per un mondo in trasformazione c’è bisogno di una Chiesa rinnovata e trasformata tramite la contemplazione e il contatto personale con Cristo, nella potenza dello Spirito. È Lui la fonte del rinnovamento, che ci fa trovare nuove  strade, nuovi metodi creativi, altre forme di espressione, per l’evangelizzazione del  mondo attuale (cfr. EG 11). 

Le POM sono una  risposta al sostegno della Missio ad Gentes e della crescita delle giovani chiese.  

Qual è il ruolo delle POM in questo nuovo scenario ecclesiologico?

Il Concilio Vaticano II ha operato un deciso spostamento di accento in favore dell’importanza della Chiesa locale, e la Missio ad Gentes è parte costitutiva di ogni Chiesa locale, anche di quelle fondate di recente,  perché essa è fondamentale a tutta l’esistenza cristiana. È il paradigma di tutta l’attività pastorale: catechesi, carità, sacramenti prendono forma piena se sono animati, vivificati, attualizzati o celebrati nella dimensione della Chiesa locale.

Così pure ogni Chiesa locale ha la missione di realizzare sul proprio territorio e fuori dai propri confini le multiformi e molteplici attività di evangelizzazione, quali  l’annuncio, la promozione umana, il dialogo, come sono enumerate nella Evangelii Nuntiandi e nella Redemptoris Missio. Le Chiese locali dei territori di missione, più di altre hanno come priorità la Missio ad Gentes, di cui direttamente sono responsabili. Il vescovo, come capo e centro dell’attività apostolica, ha il compito di incrementare una forma di partecipazione alla missione universale, con l’invio di preti e laici diocesani nel modello di comunione e cooperazione missionaria tra le Chiese. È chiaro che la missione non è a senso unico, di una Chiesa che invia e di un’altra che riceve, ma è essenzialmente reciprocità. Il quadro ecclesiologico emerso dal Vaticano II non sopporta più regimi di delega. Solo raramente e in caso di vera necessità la Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli concede lo Jus Commissionis ad Istituti Missionari e agli Ordini Religiosi.

La Missio ad Gentes, anche quella ad extra, non può quindi restare appannaggio di pochi uomini o Istituti. Questi sono ancora validi e necessari, specialmente per la cosiddetta prima evangelizzazione. Nel frattempo bisogna preparare e formare i ministri ordinati e il laicato a lanciarsi anche nella prima evangelizzazione, nelle periferie geografiche ed antropologiche del mondo.

Le POM, dopo il Concilio Vaticano II, hanno ridefinito la loro collocazione, proprio per adeguarsi alla riscoperta del protagonismo delle Chiese locali. Si sono o si devono adeguare  alla necessità, riproponendo forme credibili di animazione e cooperazione missionaria all’interno dei nuovi scenari sociali ed ecclesiali.

Ora esse sono chiamate a dare il loro contributo specifico, nel creare o far maturare le loro Chiese, anche se giovani,  come soggetti responsabili dell’evangelizzazione. Sotto questo aspetto le POM hanno anche il compito  di  frenare quella tendenza che vede molti presbiteri delle giovani Chiese emigrare in Occidente, dove credono di trovare migliori condizioni pastorali.

Il fenomeno, infatti, di numerosi presbiteri, religiosi/e, e laici impegnati che esercitano il loro ministero nelle Chiese occidentali con crisi di vocazioni, è un fatto rilevante, che desta gravi interrogativi e non accenna a fermarsi.

Già il Card. Tomko, presentando l’“Istruzione sull'invio e la permanenza all'estero dei sacerdoti del clero diocesano dei territori di missione” , disse che non era giusto che alcune diocesi dell’Africa avessero metà del proprio clero nelle diocesi dell’Europa o degli Stati Uniti.  Con questa Istruzione,  - egli diceva - la Congregazione  intendeva regolamentare la permanenza all'estero dei sacerdoti diocesani dei territori di missione, per evitare che le giovani Chiese missionarie, ancora molto bisognose di personale e in particolare di sacerdoti, venissero private di notevoli forze apostoliche, assolutamente indispensabili per la loro vita cristiana e per lo sviluppo dell'evangelizzazione tra popolazioni in gran parte ancora non battezzate. Io so che già in molte giovani Chiese c’è una critica verso quei preti che vanno nelle Chiese cosiddette ricche, e a cui non danno la qualifica di Fidei Donum.  

Sollecitudo Omnium Ecclesiarum e Cooperazione tra Chiese. 

In questi ultimi tempi si fa sempre più interessante la riflessione tra la sollecitudine del Papa per tutte le Chiese e la cooperazione bilaterale tra Chiese in ambito del sostegno e aiuto.

Sappiamo che “le Opere Missionarie furono riconosciute Pontificie dopo che avevano messe radici e acquisito carattere internazionale (art. 15). In quanto tali, esse sono a disposizione del Romano Pontefice, capo del Collegio dei vescovi e principio e segno dell’unità e dell’universalità della Chiesa” (ibid.). Questo non è tanto un elemento derivante dal principio di autorità, o di accentramento, quanto dal fatto che il Pastore Supremo conosce e sente più di chiunque altro le urgenze e i bisogni di tutte e di ciascuna Chiesa. Esse sono affidate dal Papa alla Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli, la quale ha il compito di coordinare l’evangelizzazione e la cooperazione missionaria.

Ma le Opere appartengono anche ad ogni vescovo, perché radicate nella vita delle Chiese particolari. Come la Chiesa Universale sussiste e si concretizza nelle Chiese particolari, così le Pontificie Opere sono materialmente presenti nelle Chiese particolari.

Qui non si tratta assolutamente di livelli o posizioni onorifiche o di autorità, ma di un servizio all’evangelizzazione. Siamo tutti servi della missione.

Tuttavia anche nella Chiesa dobbiamo fare i conti con la problematica tra universale e particolare, ma non come lo fa la società civile, che rivendica la propria identità nazionale sino a farla diventare nazionalismo e tribalismo. Noi abbiamo altri parametri, perché la Chiesa non riproduce e non è una copia della società.

Essa è il Popolo convocato dalla Trinità. Essa per sua propria natura è universale e cattolica, e la sua missione consiste proprio nel realizzare, anche geograficamente, questa cattolicità. Ma essa si incarna nelle situazioni religiose, culturali e sociali di ogni popolo, esaltandone l’identità.

Ogni Chiesa locale deve farsi attraversare dai bisogni, aspirazioni, fede  e carità di tutte le altre Chiese. Ogni Chiesa che credesse di affermare la propria identità, in contrapposizione o ignorando la sua dimensione cattolica universale, è destinata a divenire un ramo secco. 

Questo discorso è opportuno richiamarlo attraverso voi, direttori nazionali, ai vostri vescovi. Se le Pontificie Opere non perseverano nel conservare gelosamente la loro dimensione universale cattolica, è in pericolo non la loro stessa sopravvivenza, ma il servizio a tutte le Chiese missionarie. Resta ancora illuminante e saldo l’atto di fondazione della Pontificia Opera della Propagazione della Fede. Ai responsabili di diversi gruppi missionari riuniti a Lione il 3 maggio 1822, il loro presidente dichiarava: “Noi siamo cattolici e dobbiamo fondare un’opera cattolica, cioè universale. Noi non dobbiamo aiutare questa o quella missione, ma tutte le missioni del mondo”. È dunque opportuno preservare tutte e due le caratteristiche delle Opere: il loro carattere pontificio ed episcopale. È necessario contemperare le esigenze che scaturiscono da un necessario radicamento sul territorio, dall’osservanza delle leggi civili che regolano gli enti caritativi, con la ragion d’essere delle POM, ossia l’universalità.

È in questa logica che le POM hanno istituito il Fondo Universale di Solidarietà, con cui devono sostenere in modo prioritario le Chiese in situazioni difficili e di maggiore necessità, aiutandole a far fronte ai loro bisogni pastorali e missionari fondamentali.

L’uno non esclude l’altro, anzi ambedue acquistano significato e forza dalla loro costruttiva relazione.  Accanto al servizio del Papa per tutte le Chiese, va compreso anche il servizio di cooperazione tra Chiese particolari, ma la Giornata Missionaria Mondiale ha motivo di esistere in virtù della possibilità di permettere al Santo Padre di adempiere a questo Suo Alto Ufficio.  

Attività di  Animazione 

Le Pontificie Opere subiscono gli effetti della crisi economico-finanziaria. Dobbiamo costatare una progressiva diminuzione delle offerte da parte dei fedeli delle Chiese di antica fondazione, mentre si registra un modesto aumento nelle giovani Chiese dell’Africa e dell’Asia.

Io credo che questa diminuzione sia dovuta non solo alla crisi finanziaria, la quale, a conti fatti, dovrebbe incidere non più di tanto, ma anche all’affievolimento dello spirito e delle motivazioni missionarie. Sarebbe ragionevole concludere che è in atto una progressiva disaffezione del Popolo di Dio nei confronti del mondo missionario? Ma è proprio così? Perché mai,  come in questo tempo, la sensibilità missionaria è stata così forte e stimata nella storia della Chiesa. Si tratta allora di rivedere la nostra attività di animazione, che deve parlare al cuore del Popolo di Dio, indicando la bellezza della partecipazione al servizio missionario.

La cooperazione missionaria non può esclusivamente fondarsi sulla raccolta delle offerte. Esse, le Pontificie Opere Missionarie, sono carismatiche, cioè hanno la loro efficacia nella potenza dello Spirito Santo. L’appropriazione della fede, per donarla, la preghiera per le missioni e il sacrifico sono elementi necessari per l’efficacia dell’opera di evangelizzazione. Non dimentichiamo che la patrona universale delle missioni è S. Teresina del Bambino Gesù, che ha offerto tutta la sua vita di contemplazione, di preghiera e sacrifico per le missioni. Questo vale ancora oggi.

Solo così l’appello che rivolgiamo al Popolo di Dio a partecipare attivamente ai bisogni delle Chiese sorelle più bisognose, nello spirito di condivisione anche dei beni materiali, troverà una risposta convinta ed entusiastica anche materialmente.

Dovremmo un po’ imparare il metodo e l’animazione dell’Apostolo Paolo quando lanciò l’iniziativa della colletta fra tutte le Chiese a favore dei Santi della Chiesa di Gerusalemme.

Egli invitò tutte le Chiese, da lui fondate, a soccorrere i santi in Gerusalemme, che erano in ristrettezze economiche, causa  la persecuzione e la carestia  abbattutesi su di loro.

Dalla lunga descrizione che ne fa nelle sue lettere e dagli accenni negli Atti degli Apostoli, siamo indotti a pensare che S. Paolo annettesse un’importanza fondamentale a questa opera “generosa, che è un servizio sacro” (2 Cor 9, 12).

Fece continuamente opera di animazione, perché “questo servizio sacro non provveda soltanto alle necessità dei santi, ma abbia maggior valore per i molti ringraziamenti a Dio, per la vostra obbedienza e accettazione del Vangelo di Cristo, e per la generosità della vostra comunione con loro e con tutti” (2 Cor 9, 13).

Anche le nostre comunità cristiane devono seguire l’esempio di Cristo, che “da ricco che era, si è fatto povero per voi, perché voi diventaste ricchi per mezzo della sua povertà” (2 Cor 8, 9). La grazia e la liberalità di Cristo devono essere la misura della liberalità dei cristiani. Essi sono per gli altri, devono condividere quanto hanno con gli altri, perché “vi sia uguaglianza” (2 Cor 8,14). Questa è la pratica della prima comunità apostolica.

È necessario uscire dalle nostre sedi e portarci verso le periferie, come usa dire Papa Francesco. È importante farsi presente negli organismi diocesani, nelle parrocchie e negli istituti e congregazioni religiose. Bisogna richiamare i fedeli alla partecipazione attiva all’opera delle missioni nei convegni diocesani e nazionali che certamente organizzate nei vostri paesi.  

Diversificazione dei Sussidi 

Spinti anche dalla crisi economico-finanziaria e dalla conseguente diminuzione di offerte, abbiamo creato una commissione per la revisione dei Sussidi Ordinari alle diocesi dipendenti dalla Congregazione e ai seminari maggiori. Il criterio è di diminuire o togliere i sussidi ordinari a quelle diocesi e seminari maggiori, che non ne hanno più bisogno, per aiutare quelle di nuova creazione o più povere. Anche per questo è richiesto che vi facciate interpreti presso i vescovi di questi nuovi orientamenti che scaturiscono dopo approfondita e matura riflessione. Bisogna anzi che diventi un orientamento di tutte le nostre Chiese quella bella espressione di Medellin: Diamo della nostra povertà. 

Ringraziamento finale e auguri 

Non mi resta che porgervi di nuovo il mio più vivo ringraziamento per il bel lavoro che fate. Certamente il Signore stesso saprà darvi quella ricompensa che spetta agli operai del Vangelo, donandovi gioia, entusiasmo e creatività nell’annunciare il Vangelo. Da parte mia, desidero manifestarvi un attestato di stima e di affetto, per voi che siete diretti e stretti collaboratori.

Affidiamo tutto il nostro lavoro alla Regina delle Missioni, a Colei che ci dà “la santa audacia di cercare nuove strade perché la gioia del Vangelo giunga sino ai confini della terra e nessuna periferia sia priva della sua luce” (EG 288). 


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Homilía de Mons. Arancedo en la Misa de Apertura en la 107° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina  (AICA)

Pilar, 5 de mayo de 2014
                                              

Queridos hermanos:

Iniciamos con la celebración de esta eucaristía nuestra 107° Asamblea Plenaria, poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo la asistencia de su Espíritu y renovando nuestro compromiso al servicio del Pueblo de Dios. Vivamos con gratitud este encuentro que fortalece nuestro afecto colegial y servicio pastoral. En la proclamación de la Palabra de Dios hemos escuchado la respuesta que da el Señor a la pregunta de los apóstoles: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? En ella se nos habla de una actitud de fe y de entrega generosa a su persona y su palabra: “La obra de Dios, nos dice, es que ustedes crean en aquel que él ha enviado” (Jn. 6, 28-29). Pidamos la gracia de ser humildes discípulos del Señor para escuchar su voz, amar y servir su obra.

Traemos de nuestras diócesis las experiencias, realizaciones y preocupaciones de nuestra gente, ello nos permitirá evaluar el camino recorrido en el marco de las “Orientaciones Pastorales para el trienio 2011-2014”, como proyectar nuevas acciones. Nuestra reflexión es de pastores fieles a la palabra del Señor y al magisterio de la Iglesia pero se alimenta, también, de esa cercanía con nuestra gente donde vemos y escuchamos sus necesidades, angustias y esperanzas. Esto nos enriquece y compromete nuestra palabra y acciones pastorales. Somos pastores, nuestra palabra reconoce su fuente en el amor y la misericordia del Padre, que ha enviado su Hijo al mundo para salvarlo. Es una palabra que ama y discierne, que preside y sirve, que acompaña y orienta. Que nuestra palabra sea, Señor, expresión de ese “officium amoris” al que hemos sido llamados para apacentar tu grey. Contamos, y se lo agradecemos nuevamente al Santo Padre, con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que nos anima y confirma en el camino de una Iglesia evangelizadora.

Frente a las necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo, no seríamos fieles al Evangelio, sino fuésemos testigos de una palabra profética y de esperanza. La profecía busca, desde el amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo, el bien del hombre. Es una palabra que, incluso en la denuncia, sólo busca ser fiel a Jesucristo. Nuestra esperanza tiene su fuerza y raíz en Dios, cuya expresión mayor de su amor venimos de celebrar en la Pascua. Nuestra palabra de pastores se enriquece, además, con la voz de nuestros fieles que se hace compromiso y oración en nuestras comunidades. El testimonio de su fe, de su palabra y oración, nos hablan de esa presencia de Dios en el corazón del hombre a quien buscan, en quien confían y en quien necesitan apoyarse, porque lo perciben y reconocen como fuente de razón y justicia, de vida y de paz. ¡Cuánta enseñanza recibimos de esta fe sencilla y profunda de nuestros hermanos!

Hemos hablado con preocupación del delito de la droga con su rostro de violencia e inseguridad, como de negocio y de muerte. Es necesaria una actitud definida frente a lo que no dudamos en llamar el delito del narcotráfico. Sabemos, por otra parte, que este flagelo tiene raíces muy profundas. Hay una orfandad social y afectiva en muchos jóvenes que los hace presa fácil de una sociedad que en su afán de lucro no tiene límites. La trasmisión y asimilación de valores, es esencial para crecer en un una sociedad de hombres libres. No hay auténtica libertad sin una referencia al bien y a la verdad. Por ello, sólo una cultura fundada en los valores como en la ejemplaridad de sus mayores, va a fortalecer y orientar a la persona en el ejercicio de su libertad.

Es importante, para ello, volver la mirada a la familia y a la escuela como lugares privilegiados en la trasmisión de cultura, de convivencia y proyectos de vida. Estas realidades que necesitan de una fuerte presencia del Evangelio, para iluminar y fortalecer su camino. Recuerdo, en este marco, la riqueza de aquel contenido del núcleo evangelizador de Nuestras Líneas Pastorales, cuando decíamos: “la Iglesia necesita, con su predicación y testimonio, suscitar, consolidar y madurar la fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, presentándola como un potencial que sana, afianza, y promueve la dignidad del hombre” (n° 16). Hoy más que nunca es actual y necesaria la predicación del Evangelio, como verdad que da sentido a la vida del hombre y le descubre su dignidad de hijo de Dios. Siempre la evangelización será nuestro mayor servicio al hombre, a la cultura y a la sociedad.

Damos comienzo a nuestra 107° Asamblea Plenaria, próximo a cumplirse 40 años de la muerte del Padre Carlos Mugica. Este hecho está presente en la memoria de la Iglesia. Fue, en aquellos años duros y tristes de nuestra Patria, víctima de un asesinato. Fue un sacerdote que vivió su fe y ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor. Elevemos nuestra oración por él, por nuestro hermano Carlos, y pidamos al Señor que, junto a la verdad y a la justicia, avancemos en el camino de la concordia y la reconciliación entre los argentinos, como parte de una cultura del encuentro que nos debemos y que nos permitirá construir una Patria más unida, más fraterna y solidaria. Que María Santísima, Nuestra Madre de Luján, nos acompañe en los trabajos que hoy iniciamos.

  Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina


Publicado por verdenaranja @ 22:09  | Hablan los obispos
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Lunes, 05 de mayo de 2014

El domingo, 4 de Mayo de 2014, el papa Francisco rezó la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo: (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaús. Estos eran dos discípulos de Jesús, los cuales, después de su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, hacia su pueblo, llamado precisamente, Emaús. En el trayecto Jesús resucitado se acercó a ellos, pero ellos no lo reconocieron. Viéndolos tan tristes, Él, primero les ayudó a entender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y preanunciadas en las Sagradas Escrituras; y así reencendió el fuego de esperanza en sus corazones.

A ese punto, los dos discípulos advirtieron una extraordinaria atracción hacia aquel hombre misterioso, y lo invitaron a quedarse con ellos esa noche. Jesús aceptó y entró en su casa. Y cuando estando en la mesa bendijo el pan y lo partió, ellos lo reconocieron, pero Él desapareció de su vista, dejándolos llenos de estupor. Después de haber sido iluminados por la Palabra, habían reconocido a Jesús resucitado en el partir del pan, nuevo signo de su presencia. Inmediatamente sintieron la necesidad de regresar a Jerusalén para referir a los otros discípulos su experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo habían reconocido en aquel gesto de la fracción del pan.

El camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones. La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes hacia nuestra “Emaús”, dando la espalda al designio de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de la esperanza y en la comunión nos da fuerza. Palabra de Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien, leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados que se sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recuérdenlo bien! ¡Cuando tu estás triste o algo así, toma la Palabra de Dios! ¡Cuando tú estás desanimado, toma la Palabra de Dios y ve a la Misa del domingo a hacer la Comunión, a participar del misterio de Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.

Por intercesión de María Santísima, roguemos para que todo cristiano, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, especialmente en la Misa dominical, redescubra la gracia del encuentro transformante con el Señor, con el Señor resucitado, que está con nosotros siempre. Hay siempre una Palabra de Dios que nos guía en nuestra desorientación; y a través de nuestros cansancios y desilusiones, hay siempre un Pan partido que nos hace seguir adelante en el camino.

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Regina Coeli. Y al concluir la plegaria, el Papa confió a la Virgen la situación de Ucrania y recordó a las víctimas del derrumbe de tierra en Afganistán:

Queridos hermanos y hermanas,
deseo invitarlos a confiar a la Virgen la situación en Ucrania, donde no cesan las tensiones. La situación es grave. Rezo con ustedes por las víctimas de estos días, pidiendo que el Señor infunda en los corazones de todos sentimientos de pacificación y de hermandad.

Recemos también por los difuntos a causa del enorme derrumbe que se abatió dos días atrás en un pueblo de Afganistán. Dios Omnipotente, que conoce el nombre de cada uno de ellos, acoja a todos en su paz; y dé a los supervivientes la fuerza de seguir adelante, con el sostén de cuántos se empeñarán para aliviar sus sufrimientos.

Francisco también quiso dedicar unas palabras a la Universidad Católica del Sagrado Corazón:

Queridos hermanos y hermanas,
hoy es la 90° Jornada Nacional de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que tiene como tema “Con los jóvenes, protagonistas del futuro”. ¿Bello tema, eh? ¿Cuántos jóvenes hay hoy? ¿Cuántos? ¡Ustedes son protagonistas del futuro! ¡Ustedes han entrado en el futuro, en la historia! Es éste el tema de hoy. Rezo por esta gran Universidad, para que sea fiel a su misión original y actualizada en el mundo actual.

Si Dios quiere iré pronto a visitar aquí en Roma la Facultad de Medicina y Cirugía y el Policlínico Gemelli, que cumple 50 años de vida y pertenece a la Universidad Católica del Sagrado Corazón.

A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:

Saludo a todos ustedes, fieles romanos y peregrinos. En particular a los fieles de la diócesis de Parma, guiados por el obispo Enrico Solmi, con numerosos jóvenes que hacen un camino llamado “Concilio de jóvenes”. Pero, ¡hermoso nombre, eh! ¡Adelante! ¡Buen camino a todos!

Saludo a la Asociación “Meter”, que desde hace casi 20 años lucha contra toda forma de abuso a los menores. ¡Gracias por vuestro empeño! Como también a los participantes en la Marcha por la Vida, que este año tiene un carácter internacional y ecuménico. A Meter y a los participantes en la Marcha por la Vida muchas felicidades y ¡a trabajar por esto!

Saludo a las asociaciones “Relais Sourds” de Lión, “Il pórtico” de Padua y “Jardín de los niños” de Argentina; a las Hermanas Maestras de Santa Dorotea; a los fieles Melquitas de Australia y a los de Alcorcón, España; a los chicos polacos de Rybnik, seguidores del Beato Piergiorgio Frassati; al Coro y la Banda de Lenola, a los Coros de la diócesis de Udine y a las asociaciones de Campistas italianos.

¡Agradezco su presencia a tantos grupos parroquiales y juveniles!

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"A tutti voi auguro una buona domenica, buon pranzo e arrivederci!" (Os deseo a todos un buen domingo, una buena comida y ¡hasta pronto!)

(RED/IV)


Publicado por verdenaranja @ 23:06  | Habla el Papa
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El Santo Padre presidió este domingo la Misa de Acción de gracias por la canonización de Karol Wojtyla en la iglesia de San Estanislao de Roma. Texto de la homilía del Santo Padre (Zenit.org)

 

En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles hemos escuchado la voz de Pedro, que anuncia con fuerza la resurrección de Jesús. Y en la segunda lectura es también Pedro que confirma a los fieles en la fe en Cristo, escribiendo: “ustedes por obra suya creen en Dios, que lo ha resucitado de entre los muertos, de modo que su fe y su esperanza están dirigidas a Dios”. Pedro es el punto de referencia firme en la comunidad porque está fundado en la Roca que es Cristo. Así estuvo Juan Pablo II, verdadera piedra, anclado a la gran Roca.

Una semana después de la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II, estamos reunidos en esta iglesia de los polacos en Roma, para agradecer al Señor el don del santo Obispo de Roma hijo de vuestra nación. ¡En esta iglesia donde él vino más de 80 veces! Él siempre vino aquí en diversos momentos de su vida y de la vida de Polonia. En los momentos de tristeza y de abatimiento, cuando todo parecía perdido, él no perdía la esperanza. Él no perdía la esperanza, porque su fe y su esperanza estaban fijos en Dios. Y así era piedra, roca, para esta comunidad. Era piedra, roca para esta comunidad, que aquí reza, que aquí escucha la Palabra, prepara los Sacramentos y los administra, recibe a los necesitados, canta y hace fiesta, y desde aquí sale a las periferias de Roma.

Ustedes, hermanos y hermanas, hacen parte de un pueblo que ha sido muy probado en su historia. El pueblo polaco sabe bien que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz. Y no lo saben porque lo han estudiado, sino porque lo han vivido. San Juan Pablo II, como digno hijo de su patria terrena, siguió este camino. Lo siguió de un modo ejemplar, recibiendo de Dios el despojo total. Por esto su carne reposa en la esperanza.

Y nosotros ¿estamos dispuestos a seguir este camino? Ustedes, queridos hermanos, que forman hoy la comunidad cristiana de polacos en Roma ¿quieren seguir este camino? San Pedro, también con la voz de san Juan Pablo II, les dice “compórtense con temor de Dios en el tiempo en que viven aquí abajo como extranjeros”.

Es verdad, somos viandantes, no errantes. En camino, pero sabemos donde vamos. Los errantes no lo saben. Somos peregrinos pero no vagabundos, come decía san Juan Pablo II. Los dos discípulos de Emaús en la ida eran errantes, no sabían dónde terminarían, pero al regreso ¡no! Al regreso eran ¡testigos de la esperanza que es Cristo! Porque lo habían encontrado a Él, el Viandante resucitado. Este Jesús, es el Viandante resucitado que camina con nosotros. Jesús hoy está aquí, está aquí entre nostros. Está aquí con su Palabra, camina con nosotros, es el Viandante resucitado.

También nosotros podemos convertirnos en viandantes resucitados si su Palabra enciende nuestro corazón, y la Eucaristía nos abre los ojos a la fe y nos nutre de esperanza y de caridad. También nosotros podemos caminar junto a los hermanos y hermanas que están tristes y desesperados, y encender sus corazones con el Evangelio, y partir el pan con ellos, el pan de la fraternidad. Que san Juan Pablo II nos ayude a ser viandantes resucitados. Amén.


Publicado por verdenaranja @ 23:02  | Habla el Papa
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El Vicario General de  la Archidiócesis de Sevilla, Don Teodoro León Muñoz, envía carta Circular con motivo de la Apertura  del Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Padre José Torres Padilla, en la que nos hace una breve biografía de su persona.

 

CARTA CIRCULAR CON MOTIVO DE LA APERTURA DEL PROCESO DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS PADRE JOSÉ TORRES PADILLA

 

Sevilla, 22 de abril de 2014    

Queridos hermanos:  

Me es sumamente grato anunciaros que, D.m., el próximo 5 de mayo a las 18,00 horas, en la Parroquia del Sagrario de la S.M.P. Iglesia Catedral de Sevilla, el Excmo. y Rvdmo. Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, abrirá el Proceso de beatificación y canonización del Siervo de Dios José Torres Padilla, sacerdote diocesano secular de Sevilla, Director espiritual y cofundador del Instituto Religioso de las Hermanas de la Compañía de la Cruz.

El P. José Torres Padilla nació en 1811 en la isla canaria de La Gomera y en su adolescencia quedó huérfano junto con sus tres hermanos. Desde pequeño sintió vocación religiosa, trasladándose a los 16 años a Tenerife para estudiar en la Universidad de La Laguna y en 1833 se embarcó en dirección a Sevilla para finalizar sus estudios de teología. En 1836 se ordenó sacerdote y cantó su primera misa.[]

En Sevilla adquirió fama de santidad y se le llamaba popularmente El santero de Sevilla (hoy día se le recuerda de la misma manera), pues fue director espiritual y confesor de varias monjas de especiales virtudes, como la dominica Sor Bárbara de Santo Domingo; Sor María Florencia Trinidad (Madre Sacramento) y Santa Ángela de la Cruz. Con esta última colaboró en la fundación del Instituto Religioso de las Hermanas de la Compañía de la Cruz y fue Director espiritual del mismo.

Catedrático de Sagrada Teología en el Seminario Conciliar de Sevilla y canónigo de la Catedral de Sevilla, asistió como teólogo al Concilio Vaticano I, por sugerencia del Papa Pío IX.

Falleció en Sevilla el 23 de abril de 1878, al día siguiente fue conducido al Panteón de San Sebastián (hoy Parroquia de San Sebastián), propiedad del Cabildo Catedral de Sevilla, y el 25 fue enterrado. A los cinco años de su entierro, la Madre General de las Hermanas de la Cruz (Santa Ángela de la Cruz) pidió al Cabildo Catedral y consiguió el traslado del cuerpo para depositarlo en la Cripta de la Casa Madre del Convento de las Hermanas de la Cruz.  

Desde su muerte hasta el día de hoy en Sevilla, en el Instituto de las Hermanas de la Cruz y en La Gomera, continúa su fama de santidad, siendo muchas las personas que le encomiendan sus necesidades, suplicando gracias y favores. 

Una vez más, nuestra Archidiócesis de Sevilla se siente bendecida por el Señor, que ha hecho maravillas y ha manifestado  su gloria entre nosotros a través del P. José Torres Padilla. Damos gracias a Dios porque realmente su vida es un ejemplo a imitar por los sacerdotes diocesanos seculares, su memoria y su legado nos interpelan, nos hace mucho bien para nuestra vida espiritual y para el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal: su palabra era vehículo de la Palabra de Dios; su mirada estaba transida de la misericordia de Dios para todos; sus manos transmitían la acogida de Dios; su semblante traslucía algo de la ternura del Padre; su vida era signo visible y transparente de la preexistencia de Jesús para todos, especialmente para los pobres, los enfermos y los desvalidos. 

Para nosotros, la difusión de su vida santa contribuirá a mantener vivo su espíritu de servicio a los pobres en el ejercicio de las obras de misericordia; servirá de ejemplo y modelo al clero diocesano secular y a muchos fieles para mantener una oración constante en la vida, amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María, entrega al estudio y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Por ello, sin duda alguna, también será ejemplo para las nuevas generaciones de sacerdotes y su futura canonización supondrá un gran bien para la Iglesia.

En esta Pascua de Resurrección, os saludo con vivos sentimientos de fraternidad.

 

Teodoro León Muñoz

Vicario General

Prot. Nº 1019/14


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Domingo, 04 de mayo de 2014

Reflexiones del obispo de San Cristobal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel

Desafí­os del cambio cultural

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Estamos reunidos todos los obispos del país, para reflexionar sobre la evangelización de la cultura, entendiendo ésta no como una acumulación de conocimientos, sino como el estilo de vida de las personas y de los pueblos, las costumbres, las normas de comportamiento, las relaciones con la naturaleza, con los demás y con Dios; es decir, la vida toda. Hace tiempo, hablar de cultura era sinónimo de estudios universitarios, de saber distinguir una sinfonía de música clásica, de la cantidad de libros que alguien tuviera. Esa concepción ya no es actual. La cultura tiene que ver con la antropología, la psicología, la sociología, la economía, las leyes, los criterios predominantes, las formas de ser y de pensar, las religiones, que configuran la identidad de una persona y de un pueblo.

El objetivo de nuestra asamblea es: Incentivar la pastoral evangelizadora de la Iglesia en México en las diferentes culturas y sus periferias, a la luz de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, para que Jesucristo sea vida plena de nuestro pueblo. Y como objetivos específicos nos hemos propuesto: Dialogar con distintos actores de la sociedad, para comprender su visión y tratar de responder al desafío de evangelizar las culturas del país. Promover una reflexión sobre la pastoral de la cultura, desde el Magisterio pontificio, latinoamericano y mexicano. Analizar algunas experiencias significativas de la evangelización de la cultura, para proponer algunos compromisos concretos.

Estamos escuchando a representantes del mundo artístico, político, empresarial y de los medios de comunicación; a indígenas, migrantes, líderes sociales y víctimas de la violencia. Invitamos a un profesor de la UNAM, al Rector de una Universidad Intercultural, al Rector del TEC de Monterrey y al Presidente de la AMIESIC, que es la Asociación Mexicana de Instituciones de Educación Superior de Inspiración Cristiana, que aglutina a más de 70 universidades y centros de estudio.

Nos iluminan con su sabiduría el Rector de la Universidad Pontificia de México, el Subsecretario del Pontificio Consejo para la Cultura, los arzobispos Rogelio Cabrera y José Guadalupe Martín Rábago, para exponernos el Magisterio de la Iglesia sobre la evangelización de la cultura, a partir del Concilio Vaticano II, hasta la Exhortación del Papa Francisco La alegría del Evangelio.

En trabajos por grupos y por provincias eclesiásticas, proponemos algunas pistas de acción para reanimar, recimentar, incentivar y redimensionar la pastoral permanente de la Iglesia, que es evangelizar, sobre todo en algunos ambientes, escenarios, contextos y areópagos en los que debemos ofrecer el Evangelio de Jesús. Compartimos varias experiencias, para animarnos en esta tarea de ser misioneros también en los rincones del mundo.

PENSAR

El Papa Francisco nos urge a salir de nuestras posturas tradicionales, ya conocidas, que nos dan seguridad, y ser más audaces al evangelizar: “El Señor pide salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 30). “Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Denles ustedes de comer!» (EG 49).

“Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas, para inculturar el Evangelio” (EG 69).“El diálogo entre ciencia y fe también es parte de la acción evangelizadora” (EG 242). “La fe no le tiene miedo a la razón” (EG 242).

Se nos urge a redimensionar nuestra pastoral evangelizadora, pues decía San Juan Pablo II: “Una fe que no se hace cultura, es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida”.

ACTUAR

Invitamos a sacerdotes, religiosas, y sobre todo a fieles laicos, para que nos preguntemos en qué ambientes de nuestra comunidad hace falta la presencia de Jesús, y qué podemos hacer cada quien para abrirle el camino.


Publicado por verdenaranja @ 20:33  | Hablan los obispos
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S?bado, 03 de mayo de 2014

El Caminante de Emaús por Mons. Enrique Díaz Diaz (Zenit.org)

III Domingo de Pascua

Inicia un largo trayecto en el autobús Mientras todos se sumergen en sus teléfonos celulares, en la película que ofrecen las pantallas o intentan dormir, la señora que ocupa el asiento a mi lado me mira varias veces de reojo, hasta que se anima a preguntar: “¿Usted es sacerdote?”. Al responderle afirmativamente, comenta molesta: “Estoy enojada con Dios. Es más no creo en Dios” y primero, a borbotones y después con un poco más de tranquilidad, describe una vida plagada de desdichas: una infancia en una familia violenta y con un padre alcohólico; un matrimonio, apenas era niña, con la ilusión de escapar de sus desdichas; fracaso matrimonial y pesada carga con tres hijos a cuestas, y ahora a sus casi cincuenta años, se siente cansada, perdida y sin aliento. “¿Dónde estaba Dios cuando inocente y pequeña empezaron todas mis desdichas? ¿Dónde está ahora que no tengo ganas de vivir?”. Termina con esas palabras retándome como si yo fuera administrador o representante legal de Dios. Pero cuando le hago recapacitar que su misma negación es una muestra de su deseo de Dios y que en todos los momentos por oscuros que parezcan, Dios no ha estado lejano, sino sufriendo con ella muy dentro de su corazón… “¿Dios estaba conmigo en todo momento?”, susurra y empieza a respirar un poco de paz.

¡Qué fácil es culpar de los fracasos y miserias a Dios! ¡Qué oportuno se presenta para llenar los huecos que las injusticias y las deficiencias humanas van provocando! Pero Dios no es una bella fábula para llenar huecos; ni un traficante que se ajuste a nuestros precios; ni una estrella en el infinito, ajeno a nuestros dolores… Dios camina con nosotros, Dios nos acompaña, Dios se mete en el corazón del que sufre y asume su dolor, Dios se encarna en Jesús para desandar el camino del fracaso con la alegría de la resurrección. Ninguna narración más bella y co_nMovedora que la narrada por Lucas sobre el camino de Emaús, pero tampoco ninguna realidad más profunda y misteriosa que la de este Caminante que toma nuestro rostro, acompasa sus pasos a nuestros fracasos, escucha atento nuestras desventuras y las llena de nueva luz y esperanza. La historia humana está llena de fracasos. Lleno de orgullo y ambiciones, el hombre se ilusiona y se siente poderoso, pero una y otra vez se pierde en la amargura y una y otra vez se ve asumido y redimido por la bondad y misericordia de un Dios amor hecho carne, pies y sudor en el Caminante de Emaús.

El camino de Emaús es semejante al camino de toda la humanidad en general y también al camino de todo hombre y toda mujer en particular. Todos hemos sentido en determinados momentos la decepción de un ideal o de unas propuestas que creíamos que eran solución y única verdad. Pero después cuando nos confrontamos con nuestros pobres resultados, corremos el riesgo de abandonar todo: el ideal, el esfuerzo y la propia comunidad. ¿Por cuáles caminos he hecho caminar mis fracasos y mis tristezas? ¿Por dónde me he perdido y en qué oscuridades me encuentro? Por lejano y oscuro, por torcido y peligroso que parezca mi camino, hasta allá va Jesús y empareja su paso con mi paso vacilante. No cuestiona, no acusa, simplemente acompaña.

En esto consiste su encarnación: en acercarse al hombre que sufre y ha fracasado. Es también su encarnación de cada día que se avecina junto al que ha abandonado, decepcionado, toda su esperanza. Después de caminar, conversa, escucha, atiende. No condena. Al final, ofrece el camino de retorno: la escucha de la Palabra, el acercarse a una mesa y el compartir el mismo pan. Palabra, compañía, cercanía, compartir vida y pan, restauran las heridas y reaniman la fe. Es el mismo proceso que hace con cada uno de nosotros. Para enfrentar a un mundo de oscuridad y de desesperanza, tenemos a Jesús que hace el camino con nosotros. Tenemos su Palabra que viene a iluminar las más oscuras realidades. Tenemos su compañía bajo el mismo techo y los mismos riesgos. Finalmente se convierte en pan que fortalece al individuo y restaura la comunidad. El camino de Jesús conduce a una casa comunidad que no deja a un forastero expuesto a los peligros de la noche. Allí está la mesa servida para hombres y mujeres que ya no son esclavos sino hijos, hermanos, hermanas y testigos de la vida. El Papa Francisco reclama que quien ha vivido la resurrección no puede vivir con pesimismo: debe ser testigo alegre y contagioso. Con los discípulos de Emaús hoy también nosotros dejemos arder nuestro corazón en el amor de Jesús resucitado.

El Peregrino de Emaús es también modelo y escuela de todo discípulo. Acompañar no es solamente sentir lástima, dar una palmada y abandonar a su suerte al hermano. Acompañar es poner el corazón junto al corazón del amigo, del cercano y del que sufre. Latir al unísono y superar juntos las adversidades. Es hacer arder el corazón apagado por las desilusiones, las agresiones y las dificultades. Es escuchar con oído atento y con mirada de misericordia a quien ya se siente cansado de luchar. Es atreverse a ofrecer el techo y el pan a quien sufre de soledad y abandono. También el discípulo que ha encontrado a Jesús, se olvida de la noche y de los peligros para lanzarse a anunciar la buena nueva. También, como Jesús, vence las tinieblas con la gran noticia: El Señor ha triunfado, con Él saldremos triunfantes de nuestras batallas y venceremos las tinieblas.

Este es el compromiso que hoy necesitamos asumir los cristianos: no podemos predicar un evangelio mocho que termina en la muerte y el fracaso; no podemos anunciar un evangelio fácil que solamente tienen aleluyas y milagros. Proclamamos un evangelio que da vida pero que pasa por el dolor y el sufrimiento de la entrega a los pobres. Nuestro anuncio y nuestra proclamación deben ir acompañados de gestos que comprometan nuestra vida, necesitamos ser pan que se parte, que nutre, que fortalece, que llena de esperanza. En una mesa compartida nace la fraternidad. ¿Cuál es el testimonio que estamos dando de Cristo Resucitado?

Señor Jesús, que te haces compañero de camino, que alientas los corazones tristes, que te haces pan partido, que das ilusión y esperanza, llena nuestro corazón con la alegría de tu Resurrección y concédenos encontrarte en el camino de cada hombre y cada mujer y compartir con ellos nuestro pan y nuestra esperanza. Amén.


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Comentario a la liturgia dominical - Tercer domingo de Pascua por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Textos: Hechos 2, 14.22-33; 1 Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35

Idea principal: para reconocer a Cristo resucitado en nuestra vida necesitamos ojos sin telarañas, pies sin grilletes y corazón sin glaciares.

Resumen del mensaje: Jesús resucitado está realmente entre nosotros. Para darnos cuenta de su presencia tenemos que tener los ojos de la fe bien abiertos a la luz de la Palabra de Dios, los pies bien ágiles para caminar por la vida con las alas de la esperanza y el corazón en ascuas y enardecido por la Eucaristía para reconocer a Jesús en el partir del pan.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, para reconocer la presencia de Cristo resucitado necesitamos los ojos de la fe bien abiertos para dejarnos iluminar por la Palabra de Dios que es luz en el camino de la vida y nos explica todos los eventos desde la historia de la salvación. La Sagrada Escritura nos da la visión correcta sobre Dios, sobre Cristo, sobre la Iglesia, sobre el hombre y sobre todos los eventos de nuestra vida. La Sagrada Escritura es brújula que marca el norte. Sin ella tendremos una visión horizontalista, relativista y parcial de todo, como los dos discípulos de Emaús. Dejemos que Cristo nos explique, a través de la Iglesia, las Escrituras para que se nos abra el entendimiento y nos tire las telarañas.

En segundo lugar, para reconocer la presencia de Cristo resucitado necesitamos los pies de la esperanza bien ágiles. Los dos discípulos caminaban apesadumbrados, pues tenían la esperanza quebrada por la desilusión, el desaliento y el desengaño. “Nosotros esperábamos…”. Cristo, al unirse a ellos en el camino, les agiliza el paso, les renueva la esperanza con su presencia y su palabra, y les reprende con cariño, pues sus expectativas estaban a sideral distancia de los ideales del Señor. Les disipa los proyectos horizontalistas y temporalistas, y les aúpa a una visión sobrenatural para que les renazca la esperanza. Y les resucitó la esperanza, al darles una lectura y exégesis espiritual de los hechos ocurridos en esos días, que para ellos eran motivo de escándalo y aldabonazo para su esperanza. Sólo así el cristianismo no será un escándalo, ni la cruz una derrota ni la sangre de Cristo un derroche innecesario. Dejemos que Cristo nos reprenda nuestras visiones chatas y alicortas de su misterio humano-divino, y rompa los grilletes de nuestros pies.

Finalmente, para reconocer la presencia de Cristo resucitado necesitamos un corazón enardecido y en ascuas. Sólo así invitaremos a Jesús, como hicieron estos discípulos, a entrar en nuestra casa para celebrar su Pascua eucarística con nosotros y parta su Pan con nosotros. Sólo gracias a la Eucaristía el ardor divino fundirá el hielo de nuestro egoísmo que nos tiene petrificados, y disipará la nube de preocupaciones y vanas solicitudes que entenebrecen nuestro espíritu. La compañía de Jesús eucarístico es siempre santificadora; las comuniones, por más desolados que estemos, tienen una eficacia insospechada. “Quédate con nosotros, Señor, porque ya es tarde”. Con Jesús eucarístico todo se ilumina, los fantasmas y temores huyen. ¡Es Jesús, pero trasfigurado! Aquel rescoldo del camino se ha convertido en ardorosa llamarada. Y Jesús desaparece en ese momento. Quiere que pasemos de su presencia carnal a su presencia espiritual y eucarística. La resurrección de Cristo inaugura este género de presencia. Pasemos –es lo que significa Pascua- de una visión materialista a una visión de fe. Y con los pies ágiles salgamos a anunciar esta buena nueva: “Cristo ha resucitado” a quienes viven en la oscuridad y en la desolación. Cristo resucitado derritió el glacial de nuestro corazón y lo convirtió en hoguera devoradora.

Para reflexionar: ¿por qué a veces nos pasa en la celebración de la Eucaristía dominical que nuestros ojos no se abren para reconocer a Jesús y nuestro corazón no arde cuando escuchamos las Escrituras? ¿Por qué regresamos a casa con el corazón angustiado como cuando vinimos? ¿No será porque no hemos reconocido al Señor en el partir del pan y por lo mismo no partimos el pan con nuestros hermanos?

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Viernes, 02 de mayo de 2014

Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua - A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"             

Domingo 3º de Pascua A 

El encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús es una de las apariciones más hermosas de Jesucristo Resucitado. Los dos eran discípulos, aunque no fueran de los Doce. ¡Creían que Jesús era el Mesías! ¡Que, por fin, había llegado la liberación de Israel! Se habían entusiasmado con Él. Tenían tantas ilusiones en aquel Reino que Jesús anunciaba… Aunque lo entendieran a su manera, como los demás. Pero llegó la detención de Jesús en el Huerto, la marcha de los discípulos, la Pasión y la Muerte terrible de la Cruz… ¡Se habían equivocado! ¿Quién iba a creerse que el Mesías iba a ser así derrotado, humillado, crucificado? Iban “de vuelta” a Emaús. Todo se había quedado en una ilusión: “Nosotros esperábamos… Y ya ves, hace dos días que sucedió esto…”.

Por el camino del sufrimiento, de la desilusión, Jesús se hace el encontradizo. “Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo”. Ese es nuestro problema tantas veces: Que Cristo va siempre con nosotros, especialmente, cuando atravesamos la “noche del dolor”,  y ¡cuántas veces no somos capaces de reconocerlo! Y les reprocha algo que les había enseñado muchas veces: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?” De este modo, Jesús les recuerda algo fundamental, que había llenado de gloria el Monte de la Transfiguración: “De acuerdo con la Ley y los profetas la Pasión es el camino de la Resurrección”. Es decir que el sufrimiento, el mal, y la muerte no tienen la última palabra. ¡Son sólo camino, paso, pascua!

A veces los cristianos no damos mucha importancia a nuestra formación religiosa y desconocemos cosas fundamentales. ¡Cuánto desconocimiento, cuánta ignorancia tantas veces! Luego vienen las consecuencias.

Cleofás y su compañero tienen la dicha inmensa de que Jesús, “comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas” les explicara “lo que se refería a él en toda la Escritura”. Y “sienten arder el corazón”. Más todavía, le invitan a quedarse con ellos: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída”. “Y entró para quedarse con ellos”.

¡Qué hermoso es todo! ¡Y viene la Eucaristía! Sea lo que fuera de  lo que Jesús hizo sentado a la mesa, sus palabras y sus gestos evocan la “fracción del pan” que así llamaban a la Eucaristía. ¿Pero no fue Eucaristía todo el camino? ¿No se parece a una Liturgia de la Palabra lo que hacen mientras van a Emaús? Viene luego la referencia a la litúrgica eucarística, que garantiza la presencia del Señor Resucitado. “Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”. Y los de Emaús, enseguida, hacen lo que todos acostumbraban a hacer en  las primeras apariciones: Anunciarlo a los demás.

Parece como si S. Lucas quisiera enseñarnos que, en la ausencia visible de Cristo, le encontramos vivo y realmente presente en la Eucaristía, es decir, en su Palabra viva y en su Cuerpo y Sangre, que es primero ofrenda y sacrificio, y después, comida, banquete.

¡Cuántas consecuencias prácticas brotan de este acontecimiento pascual!

¡Qué importante es la celebración de la Santa Misa es decir, la Santa Mesa, especialmente, la del domingo, que se hace en virtud de una tradición que se remonta al mismo día de la Resurrección!

Precisamente, esta semana, en la celebración eucarística de cada día, iremos escuchando el Sermón del Pan de Vida, que recoge el capítulo sexto de S. Juan. Es que, en la Pascua, no recordamos y revivimos sólo el Bautismo, sino también la Confirmación y la Eucaristía, que reciben, la Noche santa de Pascua, los adultos que son bautizados. ¡Son los sacramentos de Iniciación Cristiana! La Pascua es tiempo privilegiado para todos los sacramentos, porque todos nacieron del costado de Cristo, muerto en la Cruz.

¡A Él todo honor y toda gloria ahora y por los siglos. Amén!

 

                                                 ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 18:06  | Espiritualidad
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DOMINGO 3º DE PASCUA A

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

          Escuchemos ahora, en la primera lectura, el testimonio del apóstol S. Pedro acerca de la Resurrección: Jesús no podía quedarse en el sepulcro, tenía que resucitar, porque así lo habían anunciado los profetas. Escuchemos.

 

SALMO

Escuchemos y proclamemos con gozo el salmo que se ha recordado en la primera lectura, respondiendo así a la Palabra de Dios, que se ha proclamado.

 

SEGUNDA LECTURA

          Continuamos escuchando en este domingo de Pascua, la primera Carta de S. Pedro. Hoy nos ayuda a comprender la grandeza de nuestra salvación, y a vivir como auténticos creyentes en Cristo muerto y resucitado.

 

TERCERA LECTURA

Acojamos ahora a Jesucristo que se nos hace presente como a los discípulos de Emaús, con el canto gozoso del aleluya.

 

COMUNIÓN

          Los discípulos de Emaús reconocieron a Jesucristo resucitado en la “fracción del pan”. Avivemos ahora nuestra fe para que seamos capaces de reconocerle vivo y glorioso bajo las especies eucarísticas, y digámosle: “Quédate con nosotros, sé nuestro compañero de camino, reanima nuestra débil esperanza... Quédate con nosotros porque te necesitamos. ¿Qué podríamos hacer si tú nos dejas?”


Publicado por verdenaranja @ 18:03  | Liturgia
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Jueves, 01 de mayo de 2014

Reflexión de José Antonio pagola al evangelio del domingo tercero de Pascua - A

Acoger la fuerza del Evangelio
 

Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?
Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”

Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

José Antonio Pagola

4 de mayo de 2014
3 Pascua (A)
Lucas 24, 13-35

 


Publicado por verdenaranja @ 23:28  | Espiritualidad
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