S?bado, 27 de septiembre de 2014

¿Qué es el Jubileo?

 

          La palabra Jubileo está asociada primeramente con el gozo y la alegría, aunque en los orígenes su significado era mucho más profundo, religioso y con importantes connotaciones prácticas. 

          En hebreo, lengua bíblica, la palabra Yobel designaba al cuerno de carnero que sonaba ante cualquier acontecimiento, y según el acontecimiento era el sonido: triunfo, o derrota en la guerra, nacimiento del hijo del rey, peligro inminente o muerte. Cuando se anunciaba el “Año del Señor”, se tocaba el Yobel varias veces. Por eso: yobeleo. Pero este año de gracia no siempre era de alegría para todo el pueblo, indicaba “ponerse en paz”, por tanto, era angustioso para los que cometían injusticias, tanto que se le llamaba “día terrible de Yahveh”.                

          Fue San Jerónimo quien latinizó la palabra como Jubilum (júbilo) que originalmente expresaba el grito de alegría de los pastores, y después simplemente alegría, gozo y esperanza. 

          El libro del Levítico nos indica los elementos prácticos o sociales que debe tener el año jubilar. Su origen debemos encontrarlo en la cultura agraria semita (entre los años 1200 y1000 a. C.) unido estrechamente al descanso de la tierra. Se tenía la conciencia de que toda la creación pertenecía a Dios y Dios la entregaba a la humanidad. Por tanto, nadie era dueño total de ella, sólo Dios. La tierra se cultivaba seis años seguidos, el séptimo se dejaba descansar y lo que espontáneamente producía ese año era de todos. Cada siete semanas de años séptimos (7 X 7) debía declararse el “día del Señor”, el cual llevaba consigo la liberación, la reconciliación y el perdón de las deudas. Finalmente, cada cincuenta años (7 x 7 + 1) cada familia recuperaba la propiedad, es decir, todas las familias llegaban a poseer exactamente la misma cantidad de propiedades en tierras y ganado. Así, si en el transcurso de los años hubiese necesidad de vender alguna propiedad, lo que se venden son las cosechas faltantes para el año cincuenta. Es decir, si un año después del Jubileo se vende la tierra, el costo será lo equivalente a 49 cosechas, pero si se vende dos años antes, la tierra costará lo equivalente a dos cosechas. 

          Los historiadores consideran que estas prescripciones del año jubilar nunca fueron aplicadas en su totalidad, pero ello no deja de verse como un ideal a alcanzar. 

          Lucas nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret anunciando el Año de Gracia del Señor: trae la Buena Noticia del perdón y la sanación. Inaugura el primer año jubilar cristiano, e invita en su propuesta evangélica al perdón de las ofensas y a construir un mundo distinto. 

          El Papa Juan Pablo II, en la Tertio millenio adveniente señala que el término “jubileo” expresa alegría: no sólo alegría interior, sino gozo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida de Dios es también un acontecimiento exterior visible, audible y tangible. Por tanto, el jubileo no puede quedar sólo al interior de quien lo celebra, sino que debe haber manifestaciones externas, que inviten a otros a sumarse. 

          Celebrar el Jubileo supone un compromiso de caridad y de apuesta por la justicia social. La Caridad entendida como amor a Dios y a los hermanos, que es lo propio del cristiano toda su vida, pero que en el Jubileo debe de llevar a un verdadero compromiso en la dimensión social y práctica, de manera que se note, que deje huella. 

          Con ese trasfondo bíblico e histórico, nos disponemos a celebrar el Jubileo al que nuestro Obispo nos convoca con motivo de la reapertura de la Catedral, después de once años de rehabilitación. Un templo que es referencia para nuestra comunidad cristiana. 

          Para ello nos invita a experimentar  la gracia de la indulgencia. 

          La indulgencia es la gracia que el Señor nos da a través de la Iglesia para vivir más plenamente nuestra vida cristiana. Es  cierto que por el Sacramento de la Penitencia quedan borrados nuestros pecados. Sin embargo, la gracia de la indulgencia viene a sanarnos y rehabilitarnos de una manera plena. Si yo clavo en la pared una tacha, al sacarla de nuevo, queda un hueco que es preciso rellenar. Cuando yo supero una enfermedad o una operación, necesito un tiempo de ejercicio para rehabilitarme. Algo así es la indulgencia: una ayuda para vivir más plenamente mi identidad cristiana. "Ganar el jubileo" en el lenguaje de la Iglesia, es ejercitarnos de una manera determinada para  dejar atrás las consecuencias de nuestros fallos y debilidades. Justamente, celebrando el Sacramento de la Penitencia, comulgando y visitando la Catedral solos o en comunidad ganaremos las gracias de este Jubileo como nos dice nuestro obispo en su carta pastoral. 

Con esta doble dimensión de conversión personal y de compromiso con el hermano solo y desamparado, el Jubileo alcanza su sentido más pleno.


Publicado por verdenaranja @ 22:28  | Catequesis
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