Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz en la solemnidad de Cristo Rey (23 de noviembre de 2014) (AICA)
Solemnidad de cristo rey
Con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, concluimos este domingo el año litúrgico. El próximo domingo iniciaremos el Tiempo de Adviento. Estamos ante un hecho que el mismo Señor lo afirma cuando Pilatos le vuelve a preguntar: “¿Entonces tú eres rey? Jesús respondió: Tú lo dices, yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo” (Jn. 18, 37). ¿Qué significa este reinado de Cristo? No podemos acercarnos a él desde los criterios de un Rey como conocemos en este mundo. Así lo dice el mismo Jesús: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí” (Jn. 18, 36). Sin embargo, su realeza, su reinado tiene consecuencias en este mundo. Esto es lo importante para comprender el significado y el alcance del reinado de Jesucristo.
El reinado de Jesucristo tiene su centro y su fuente en la Pascua, es decir, en su muerte y resurrección. Él ha venido a rescatar, a salvar al hombre y al mundo de la esclavitud del pecado. Este es el centro de la fe cristiana que lo participamos como una gracia. Este Reino, por otra parte, comienza ya en el tiempo presente, y sólo terminará cuando todo sea entregado al Padre y la historia de la humanidad concluya en el juicio final (cfr. 1 Cor. 15, 22-24). Desde la Pascua de Cristo ya vivimos este tiempo final que Él ha inaugurado, y que es para nosotros un hoy que nos compromete en nuestra vida personal y social. ¿Cuáles son las notas de este Reino? La liturgia de esta Fiesta de Cristo Rey lo describe como: “Reino de la verdad y la vida, Reino de la santidad y la gracia, Reino de justicia, del amor y la paz”. Como vemos tiene un contenido que debe orientar nuestra vida. Este Reino es posible, Cristo nos lo ofrece como un don y una tarea que nos compromete. No podemos pensar la vida cristiana sin la presencia de un Cristo vivo.
Esto nos permite ver y examinar nuestra vida presente, a la luz del discernimiento del juicio final como leemos en el evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino de Dios que les fue preparado, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron… Cuándo sucedió esto le preguntan, y el Señor responde: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 31- 46). La fe, que nos da la vida eterna como respondemos a la pregunta del bautismo, se vive en este mundo a través de la caridad. Así vivimos y construimos el Reino de Dios. Esperamos su plenitud, somos peregrinos de este Reino, pero ya lo vivimos en el encuentro con Jesucristo que nos compromete a una vida nueva. No caminamos detrás de una utopía, sino de una realidad con nos llena de gozo y de compromiso con nuestros hermanos.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz