Mi?rcoles, 21 de enero de 2015


Introducción al tema de la semana de oración por la unidad de los cristianos para el año 2015, entresacado del folleto  recibido en la parroquia con los materianles para su celebración.

Jesús le dijo: «Dame de beber» (Jn 4, 7)


1. Todo el que bebe de esta agua...

Viaje, sol abrasador, cansancio, sed… «Dame de beber». Este es el deseo de todo ser humano. Dios, que se hace hombre en Cristo (Jn 1, 14) y se vacía a sí mismo para compartir nuestra humanidad (Flp 2, 6-7), es capaz de decirle a la mujer samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7). Al mismo tiempo, este Dios que sale a nuestro encuentro nos ofrece el agua viva: «el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna» (Jn 4, 14).

El encuentro entre Jesús y la samaritana nos invita a probar agua de un pozo diferente y también a ofrecer un poco de la nuestra. En la diversidad nos enriquecemos mutuamente. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos constituye una ocasión privilegiada para la oración, el encuentro y el diálogo. Es una oportunidad para poder reconocer las riquezas y los valores que están presentes en el otro, el distinto, y para pedir a Dios el don de la unidad.

«Todo el que bebe de esta agua sigue volviendo», dice un proverbio brasileño que siempre se repite cuando un huésped se marcha. Un refrescante vaso de agua, de chimarrão1, de café, de tereré2, son signos de aceptación, de diálo­go, de convivencia. El gesto bíblico de ofrecer agua a quienquiera que llegue(Mt 10, 42), como un modo de dar la bienvenida y de compartir, es algo que se repite en todas las regiones de Brasil.

El estudio y la meditación de este texto que se propone para la Semana de Oración quiere ayudar a las personas y a las comunidades a que se den cuenta de la dimensión dialógica del proyecto de Jesús que llamamos el Reino de Dios.

El texto afirma la importancia de que la persona conozca y comprenda su pro­pia identidad para que la identidad del otro no se perciba como una amenaza.

Si no nos sentimos amenazados, seremos capaces de percibir la complemen­tariedad del otro: ¡Sola, una persona o una cultura, no es suficiente! De este modo la imagen que surge de las palabras «dame de beber» es una imagen que habla de complementariedad: beber agua del pozo de otra persona es el primer paso para experimentar el modo de ser del otro. Esto lleva a un inter­cambio de dones que enriquece. Cuando se rechazan los dones del otro se hace mucho daño a la sociedad y a la Iglesia.

En el texto de Juan 4, Jesús es un forastero que llega cansado y sediento. Necesita ayuda y pide agua. La mujer está en su territorio; el pozo pertenece a su pueblo, a su tradición. Es dueña del cántaro y es la que tiene acceso al agua. Pero ella también tiene sed. Se encuentran y ese encuentro ofrece a los dos una oportunidad inesperada. Jesús no deja de ser judío por haber bebido el agua que le ofrece la mujer samaritana. La samaritana sigue siendo ella misma al abrazar el camino de Jesús. Cuando reconocemos que tenemos ne­cesidades recíprocas, tiene lugar la complementariedad en nuestras vidas de un modo más enriquecedor. «Dame de beber» supone que tanto Jesús como la samaritana piden lo que necesitan del otro. «Dame de beber» nos empuja a reconocer que las personas, las comunidades, las culturas, las religiones y los distintos grupos étnicos se necesitan unos a otros.

«Dame de beber» implica una acción ética que reconoce la necesidad que tenemos los unos de los otros para vivir la misión de la Iglesia. Nos obliga a cambiar nuestra actitud, a comprometernos en buscar la unidad en medio de nuestra diversidad a través de una apertura a una variedad de formas de orar y de espiritualidad cristiana.

2. El contexto eclesial y religioso de Brasil

Brasil puede ser considerado un país muy religioso. Se le conoce tradicio­nalmente como un país en el que una cierta «cordialidad» caracteriza las relaciones entre las clases sociales y los grupos étnicos. Sin embargo, Brasil está ahora atravesando una etapa de creciente intolerancia que se manifiesta en los altos índices de violencia, especialmente contra las minorías y los grupos más vulnerables: las personas de raza negra, los jóvenes, los homosexuales, las personas que practican la religión afrobrasileña, las mujeres y los pueblos indígenas. Esta intolerancia permaneció latente durante mucho tiempo. Se volvió más visible, revelando la existencia de un Brasil diferente, cuando el 12 de octubre de 1995, en la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, la patrona del país, uno de los obispos de una Iglesia neopentecostal dio una patada a una estatua de la patrona durante un programa televisivo emitido a nivel nacional. Desde ese momento han tenido lugar otros actos de intolerancia religiosa con base cristiana. También han tenido lugar actos parecidos de intolerancia cristiana hacia otras tradiciones religiosas, en especial hacia las tradiciones afrobrasileñas e indígenas.

La lógica detrás de este tipo de conductas es la competencia por hacerse con el mercado religioso. De un modo creciente en Brasil algunos grupos cristianos han adoptado una actitud competitiva hacia los demás, compitiendo por tener más espacio en los medios de comunicación social, más miembros nuevos y más ayuda pública para organizar sus grandes eventos. El papa Francisco hace referencia a este mismo fenómeno cuando escribe: «La mundanidad es­piritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica» (Evangelii gaudium, n. 98).

Esta situación de competencia religiosa ha afectado la vida de las confesio­nes cristianas tradicionales, que han experimentado una reducción o estan­camiento del número de sus fieles. También ha reforzado la idea de que una Iglesia fuerte y dinámica es una Iglesia que tiene un gran número de miem­bros. Como consecuencia de ello existe una tendencia entre algunos sectores significativos de las Iglesias tradicionales a distanciarse de la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia de Cristo.

Este cristianismo mercantilista está invirtiendo en política partidista y en algunos casos crea sus propios partidos políticos. Se alía con determinados grupos de poder, como grandes terratenientes, industrias agrarias y merca­dos financieros. Algunos observadores llegan incluso a hablar de una «con­fesionalización» de la vida política que pone en peligro la separación entre el estado y la religión. Esto lleva a que la lógica ecuménica de derrumbar los muros que dividen se vea sustituida por una lógica «corporativista» y por la salvaguardia de los intereses de cada denominación.

Aunque el censo oficial de 2010 indica que el 86,8 % de la población de Brasil se considera cristiana, el país tiene una tasa muy alta de violencia. Esto signi­fica que una proporción alta de la afiliación cristiana no parece traducirse en actitudes de no violencia y de respeto por la dignidad humana. Esta afirma­ción se puede ejemplificar con los datos siguientes:

Violencia contra las mujeres: entre el año 2000 y el 2010, 43.700 mujeres fue­ron asesinadas en Brasil. El 41 % de las mujeres que son objeto de violencia son violadas en sus propias casas.

Violencia contra los pueblos indígenas: la violencia contra la población in­dígena suele estar relacionada con grandes proyectos hidroeléctricos y la ex­pansión de la industria agraria. Estos dos tipos de empresas expresan bien el modelo de desarrollo que prevalece hoy en el país. Contribuyen de un modo significativo a la lentitud con la que se están demarcando y reconociendo los territorios indígenas. En 2011, el informe «Violencia contra los pueblos indí­genas de Brasil» de la Comisión de Pastoral de la Tierra (CPT), un organismo ligado a la Conferencia de obispos de Brasil de la Iglesia católica romana, identificó 450 proyectos en ejecución en territorio indígena en Brasil. Estos proyectos se realizan sin consultar adecuadamente a los pueblos indígenas como se establece en la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El informe del CPT denuncia el asesinato de 500 indígenas entre 2003 y 2011; el 62,7 % de ellos en el estado de Mato Grosso do Sul. La media anual de asesinatos es de 55,8 nativos.

Es preciso vencer la intolerancia en sus múltiples expresiones de un modo positivo, respetando la legítima diversidad y promoviendo el diálogo como camino permanente para la reconciliación y la paz en fidelidad al evangelio.

3. La opción hermenéutica

El método adoptado por el CEBI y que se utiliza extensamente en Latinoa­mérica se llama «lectura contextual de la Biblia». Es al mismo tiempo una aproximación académica y popular al texto bíblico.

En este método el punto de partida para cualquier teología bíblica e inter­pretación es siempre la vida diaria. Utilizamos el procedimiento de Jesús en el camino de Emaús (cf. Lc 24, 13-24): ¿Qué pasa? ¿De qué estáis hablando? Desde el contexto se va al texto bíblico. En este caminar metodológico la Bi­blia es «antorcha para nuestros pasos y luz en nuestro sendero» (cf. Sal 119, 105). Utilizamos la Biblia como una linterna para iluminar el camino de nues­tras vidas. El texto bíblico nos instruye y nos transforma para que podamos dar testimonio de la voluntad de Dios en el contexto en el que vivimos.

4. El viaje a través de los días

El viaje que proponemos para los ocho días empieza con la proclamación, que lleva a la denuncia, la renuncia y el testimonio. La semana empieza con la proclamación del Dios que nos ha creado a su imagen, que es la imagen del Dios trino, unidad en la diversidad. La diversidad forma parte del designio divino. Seguidamente se denuncian algunas situaciones de pecado que causan discriminaciones injustas. En tercer lugar, la renuncia a esas actitudes peca­minosas que excluyen constituye un primer paso hacia la unidad del Reino de Dios. Finalmente damos testimonio de la bondad de Dios, que siempre está dispuesto a acogernos a pesar de nuestros pecados y que con su Espíritu Santo nos mueve hacia la reconciliación y la unidad. De este modo experimentamos Pentecostés: los muchos dones del Espíritu que llevan a hacer realidad el Rei­no de Dios.

1 Chimarrão es una bebida de infusión tradicional del sur de Brasil. Se prepara remojando hojas secas de yerba mate. Beberla con amigos o con la familia es una costumbre muy arraigada.

2 Es parecida al chimarrão, pero en vez de usar agua hirviendo, para el tereré se utiliza agua fría.



Publicado por verdenaranja @ 17:57  | Ecumenismo
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