S?bado, 31 de enero de 2015

Reflexiones del obispo de San Antonio de las Casas.  SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 29 de enero de 2015 (Zenit.org)

¿Familias cómo conejos?

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Mucho revuelo causó lo que dijo el Papa Francisco a los periodistas, en su viaje de regreso de Filipinas a Roma (18-I-2015), en relación con el número de hijos que una familia debería tener. La prensa resaltó sólo la primera parte de esta su afirmación: “Algunos creen --perdonadme la palabra-- que para ser buenos católicos debemos ser como conejos. ¡No! Paternidad responsable. Esto está claro”. Con sólo la primera parte de su respuesta, quienes abogan por una total reducción de la natalidad se sintieron aprobados y confirmados en sus tesis. Sin embargo, hay que analizar cuál es el pensamiento completo del Papa a este respecto.

Así como es verdad que algunos esposos han tenido muchos hijos, formando familias numerosas que son una bendición, también es cierto que algunos lo hicieron en forma irresponsable, no sólo porque no tenían suficientes recursos económicos para sostenerlos y educarlos, sino porque muchas veces faltaba la presencia responsable del padre y la madre tenía que desvivirse por los hijos, sin tomar en cuenta su salud y su descanso.

Pero lo más frecuente hoy no son familias numerosas, sino todo lo contrario. Apenas se quieren tener dos hijos, y cuanto mucho tres. Hay jóvenes que quieren casarse, incluso por la Iglesia, pero no tener hijos, con lo cual hacen nulo el matrimonio desde el inicio. No vale su casamiento, ni aunque se casen ante el Obispo o el Papa. No quieren tener hijos para no perder su “libertad”, sus comodidades, sus viajes, su disponibilidad económica, sus vacaciones. Tienen el corazón cerrado sobre sí mismos, y lo que van a cosechar es su propia soledad.

Yo vengo de una familia no muy numerosa, pero sí amplia: fuimos siete hermanos y hermanas. Los he disfrutado mucho, tanto en las alegrías como en las penas. Sufrimos limitaciones, pues no venimos de una familia rica, pero nos ayudamos unos a otros y nunca nos sentimos solos. ¡Cuánto se disfruta una familia numerosa, si hay unidad, armonía y trabajo!

PENSAR

Antes de esa frase de los “conejos”, había expresado el Papa Francisco: “La presencia de las familias numerosas es una esperanza para la sociedad… El hecho de tener hermanos y hermanos nos hace bien; los hijos e hijas de una familia numerosa son más capaces de comunión fraterna desde la primera infancia. En un mundo marcado a menudo por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de solidaridad y de fraternidad, y estas actitudes se orientan luego en beneficio de toda la sociedad” (28-XII-2014).

En el avión, dijo a los periodistas: “La apertura a la vida es la condición del sacramento del matrimonio. Hasta el punto de que, si se puede probar que éste o ésta se ha casado con la intención de no estar abierto a la vida, ese matrimonio es nulo. Es causa de nulidad matrimonial… Esto no significa que el cristiano tiene que tener hijos en serie. Esto es tentar a Dios. Y quizás algunos no son prudentes en esto. Hablamos de paternidad responsable. Ese es el camino".

Ante las malas interpretaciones que algunos comentaristas dieron a sus palabras, dijo en días posteriores: “Da consolación y esperanza ver a tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios. Ellos saben que cada hijo es una bendición. He escuchado decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de muchos hijos están entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir, podemos decir todos, que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto al dios dinero, un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye a los niños, ancianos, jóvenes sin trabajo... y que crea la cultura del descarte en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver personas descartadas. Este es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas” (21-I-2015).

ACTUAR

Jóvenes: anímense a casarse por la Iglesia, para que Dios bendiga su matrimonio y gocen de una necesaria estabilidad, y decídanse a tener los hijos que responsablemente puedan sostener y educar. No sean egoístas; den vida con generosidad, y disfrutarán mucho su maternidad y paternidad.


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Viernes, 30 de enero de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo cuarto del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 4º del T. Ordinario B

 

“¡Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo!”, decía la gente asombrada ante el milagro de la multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,15). Pues de eso se trata este domingo: Jesús es “el Profeta” que tenía que venir, pero en Él la profecía llega a su plenitud porque Él es el Hijo de Dios, es decir, el que, hasta ahora había hablado a través de los profetas y ahora habla y actúa personalmente, con la autoridad de Dios. ¡Asombrosa diferencia! Y, cuando comienza a enseñar en la Sinagoga de Cafarnaún, enseguida la gente nota la diferencia: no habla como los escribas o maestros de Israel, que comentaban y explicaban allí los sábados la Sagrada Escritura,  sino con autoridad…

En la primera lectura de hoy contemplamos cómo Dios le dice a Moisés: “Suscitaré un profeta, entre tus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas”. Y siempre fue una realidad, en Israel, el ministerio de los profetas. Y ahora todo tiene su punto culminante en la Venida del mismo Dios. En el Evangelio de S. Mateo, nos encontramos con unas palabras muy extrañas, unas expresiones como éstas: “Habéis oído que se dijo a los antiguos… Pero yo os digo…”  (Mt 5,21). ¿Y quién se atreve a hablar así? Sólo Jesús, porque es el Hijo del Dios vivo.

En el salmo responsorial de este domingo, repetimos: “¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: no endurezcáis vuestro corazón!”. ¡Pues de eso se trata! Todos sentimos y sufrimos alguna vez “el silencio de Dios”; pero Él continuamente  nos habla, especialmente, a través de la Revelación. Y “cuando Dios revela, nos ha dicho el Vaticano II, hay que prestarle la obediencia de la fe” (D. V. 5). Este domingo es un día apropiado para revisar nuestra relación con el Dios que habla. “Cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él quien habla”, nos ha enseñado también el Concilio (S. C. 7). Tendríamos que preguntarnos hoy si escuchamos la Palabra de Dios, si la leemos y la meditamos, si respondemos al Señor con una oración ferviente, que nos lleve a una vida comprometida y al apostolado; si nos conduce, en fin, a lo que S. Ignacio llamaba “el conocimiento interior de Cristo”.

¿Y quién puede decir que tiene una relación perfecta con el Señor? ¿Quién se atreve a decir que le habla y le escucha de un modo excelente, y que  ya no tiene que adelantar más? ¿No es, mas bien, verdad que todos tenemos que avanzar más y mejor en nuestra relación Él?

Pero, además de todo esto, tenemos que detenernos siquiera un momento más porque hay alguien que grita en la Sinagoga: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”. ¡Se trata de un endemoniado! El diablo, como vemos, tiene un conocimiento perfecto de Jesucristo. Sabe quién es y a lo que viene. ¡Y tiembla de miedo! Ese conocimiento no le sirve de nada. ¡Como el de tantos cristianos! Jesús le dice con firmeza: “Cállate y sal de él”. “El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué  es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. ¡También a nosotros nos impresiona todo eso!

Cuando tantos cristianos se alejan de la Iglesia, cuando tantos tienen una fe y una actividad apostólica tan marchita, cuando tantos dudan de Jesucristo, contemplamos hoy, impresionados, cómo se expresa aquel endemoniado.

Qué revelación más preciosa e importante nos hace el Evangelio de este domingo, en los comienzos de la Vida Pública: ¡Jesús habla  y  actúa con la autoridad de Dios!                                                              

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 18:17  | Espiritualidad
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DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO B

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

        Las lecturas de este domingo centran nuestra atención en la enseñanza de la Palabra de Dios.

        En la primera lectura Moisés recuerda al pueblo la promesa del Señor de enviarle un profeta que le hablara en su nombre.

Escuchemos.

 

SALMO

        Escuchar la palabra de Dios es el fundamento de todo bien para el tiempo y para la eternidad. Por eso decimos en el salmo: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”.

 

SEGUNDA LECTURA

        En medio de la ciudad de Corinto, llena de corrupción e inmoralidad, S. Pablo exhorta a los cristianos a una entrega total al Señor en la virginidad o el celibato, para dedicarse a los asuntos del Señor en cuerpo y alma.

 

TERCERA LECTURA

Continuando con el comienzo de la Vida Pública del Señor, el Evangelio de este domingo nos lo presenta enseñando con autoridad. Ojalá que todos los cristianos escuchemos su Palabra y la pongamos en práctica.

Aclamémosle ahora con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

        En la Comunión recibimos a Jesucristo: la Palabra, el Verbo de Dios, el Hijo del Padre del Cielo. Él nos invita a escucharle y a seguirle. Pidámosle que nos ayude para que la contemplación continuada del comienzo de su Vida Pública, nos impulse fuertemente a escucharle, a seguirle, a amarle, a darle a conocer.

 


Publicado por verdenaranja @ 18:13  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del Domingo Cuarto del Tiempo Ordinario - B

UN ENSEÑAR NUEVO

El episodio es sorprendente y sobrecogedor. Todo ocurre en la «sinagoga», el lugar donde se enseña oficialmente la Ley, tal como es interpretada por los maestros autorizados. Sucede en «sábado», el día en que los judíos observantes se reúnen para escuchar el comentario de sus dirigentes. Es en este marco donde Jesús comienza por vez primera a «enseñar».

Nada se dice del contenido de sus palabras. No es eso lo que aquí interesa, sino el impacto que produce su intervención. Jesús provoca asombro y admiración. La gente capta en él algo especial que no encuentra en sus maestros religiosos: Jesús «no enseña como los escribas, sino con autoridad».

Los letrados enseñan en nombre de la institución. Se atienen a las tradiciones. Citan una y otra vez a maestros ilustres del pasado. Su autoridad proviene de su función de interpretar oficialmente la Ley. La autoridad de Jesús es diferente. No viene de la institución. No se basa en la tradición. Tiene otra fuente. Está lleno del Espíritu vivificador de Dios.

Lo van a poder comprobar enseguida. De forma inesperada, un poseído interrumpe a gritos su enseñanza. No la puede soportar. Está aterrorizado: «¿Has venido a acabar con nosotros?» Aquel hombre se sentía bien al escuchar la enseñanza de los escribas. ¿Por qué se siente ahora amenazado

Jesús no viene a destruir a nadie. Precisamente su «autoridad» está en dar vida a las personas. Su enseñanza humaniza y libera de esclavitudes. Sus palabras invitan a confiar en Dios. Su mensaje es la mejor noticia que puede escuchar aquel hombre atormentado interiormente. Cuando Jesús lo cura, la gente exclama: «este enseñar con autoridad es nuevo».

Los sondeos indican que la palabra de la Iglesia está perdiendo autoridad y credibilidad. No basta hablar de manera autoritaria para anunciar la Buena Noticia de Dios. No es suficiente transmitir correctamente la tradición para abrir los corazones a la alegría de la fe. Lo que necesitamos urgentemente es unenseñar nuevo.

No somos «escribas», sino discípulos de Jesús. Hemos de comunicar su mensaje, no nuestras tradiciones. Hemos de enseñar curando la vida, no adoctrinando las mentes. Hemos de anunciar su Espíritu, no nuestras teologías.

José Antonio Pagola

Domingo Cuarto del Tiempo Ordinrio - b

1 de Febrero 2015


Publicado por verdenaranja @ 18:11  | Espiritualidad
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Jueves, 29 de enero de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el  P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Idea principal: El profeta sólo tiene que decir las palabras de quien le manda, aunque sean duras de oír y difíciles de poner en práctica.

Síntesis del mensaje: Desde el bautismo, todo cristiano es profeta. De parte de Dios, el profeta anuncia la Buena Nueva y denuncia el mal, en orden a la salvación de los hombres. Quien escuche y haga caso, se salvará. Y, ¡ay del profeta que no anuncie lo que Dios le haya mandado! (primera lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ser profeta no significa preanunciar hechos futuros. Profeta no es tan sólo el que predice de antemano lo que va a suceder, sino ante todo el que habla en lugar de otro. No el que habla “antes” sino “en lugar de”. El profeta judío era propiamente el que hablaba en nombre de Yahvé o en su honor, el que proclamaba sus alabanzas, el que predicaba su doctrina y anunciaba sus decretos. Era el heraldo, el intérprete del Señor. Es cierto que normalmente el Señor gobernaba al pueblo de Israel a través de sus legisladores. Pero a veces quería manifestar voluntades expresas, y para ello recurría al profeta, no pidiéndole un servicio sino intimándole una orden. Con frecuencia, como hoy a Moisés (1ª lectura), lo enviaba a hablar delante de una asamblea, sin que hubiese sido previamente invitado, y el profeta se veía obligado a ir de las plazas al templo, y del templo a los palacios de los grandes, como un inoportuno, a veces, o un aguafiestas. También el Señor se valió de ellos para anunciar el futuro. Así predijeron muchos detalles acerca del Mesías que había de venir, y anunciaron que los grandes hechos del Antiguo Testamento eran una imagen de lo que sucedería luego en Cristo y en la Iglesia. Hechos y palabras. Los profetas, con sus palabras explicaban el sentido de los hechos, y anunciaban que en el futuro esos hechos se repetirían, pero en un nivel infinitamente superior. Y llegó Cristo, el Gran Profeta definitivo.

En segundo lugar, sí, Jesús es el Profeta definitivo que habla y actúa con autoridad. No sólo hablaría en nombre de Dios, sino que Él mismo sería el Habla de Dios, la Palabra de Dios, el Verbo de Dios. El Verbo hecho carne. Y vino hablar con todo el poder de la majestad divina. No sólo el que enseña la verdad, sino el que es la Verdad misma. No sólo el que marca el camino de la vida, sino que Él mismo es el Camino y la Vida. Jesús hablaba con autoridad. Hablar con autoridad es convencer e impulsar. Para eso, se necesita una cosa que tienen todos, otra que tienen pocos y otra que no tiene casi nadie, y son: palabras prometedoras, que ya sobran; vida consecuente con las palabras, que escasea, y hechos que hablen la vida y las palabras, que ya faltan. Jesús con su palabra, su vida y sus milagros traía a los demonios asustados y acabó con sus interferencias en las vidas de los hombres; ahí está el caso del endemoniado del evangelio de hoy. Sólo el poder de Jesús es capaz de exorcizar a los hombres, es decir, de sacarles del cuerpo los demonios posmodernos: el confort materialista de la vida, el hedonismo del placer por el placer, el culto al dinero, el culto al éxito personal, el laicismo sin espíritu, sin alma y sin Dios, la filosofía del descarte y de la indiferencia ante la pobreza humana, como tantas veces dice el papa Francisco. Estos son los únicos demonios que hasta ahora conozco, la única autoridad en que creo y el único exorcismo que practico, en nombre de Jesús.

Finalmente, todo bautizado también participa del profetismo de Jesús. No sólo los sacerdotes son profetas. También todo laico bautizado. Debemos ofrecer a Dios nuestros labios de modo que el Señor pueda seguir predicando por nuestro intermedio durante todo el trascurso de la historia, expulsando esos demonios que siguen estropeando los cuerpos y las almas de tantos que se dejan llevar por sus hechizos prometiendo la eterna juventud, como narra el escritor irlandés Oscar Wilde en su obra “El retrato de Dorian Gray”, a cambio de vender su alma al Mefistófeles de turno, parafraseando el Fausto del escritor y poeta alemán Goethe. Y debemos predicar la buena nueva por todos los tejados: casa, fábrica, puesto de trabajo, escuela, hospital, asilo de ancianos…hasta alcanzar todas las periferias existenciales, físicas, morales y espirituales. Profetas que también sepamos denunciar con respeto los desvaríos e injusticias de tantos –el pecado-, como hacía Cristo. Y esto desde todos los medios lícitos y buenos: medios de comunicación, púlpito, cátedras, mesa familiar. Y no sólo con la palabra, sino sobre todo con el ejemplo de vida. ¡Cuidémonos de los falsos profetas! Rápido se dan a conocer prometiendo la teología de la prosperidad o una vida sin normas morales. Cristo ya nos había alertado.

Para reflexionar: ¿Soy consciente de ser profeta desde el bautismo? ¿Anuncio con alegría y convencimiento la Buena Nueva del Evangelio, sin miedo y sin temor? ¿Denuncio el mal, sin condimentar lo que dice Dios con criterios mundanos? ¿A quién no he querido anunciar el mensaje de Cristo y denunciar con caridad el mal?

Para rezar: Medita estas palabras de la primera lectura: “Pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene”.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 23:21  | Espiritualidad
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles, 28 de enero de 2015 (Zenit.or)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Retomamos hoy el camino de catequesis sobre la familia. Hoy nos dejamos guiar por la palabra padre. Una palabra, más que cualquier otra, querida para nosotros cristianos, porque es el nombre con el que Jesús nos ha enseñado a llamar a Dios, Padre. El sentido de este nombre ha recibido una nueva profundidad propia a partir del modo en que Jesús lo usaba para dirigirse a Dios y manifestar su relación especial con Él. El misterio bendecido de la intimidad de Dios,Padre, Hijo y Espíritu, revelado por Jesús, es el corazón de nuestra fe cristiana.

“Padre” es una palabra conocida por todos, una palabra universal. Ésta indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre. Hoy en día, sin embargo, se ha llegado a afirmar que la nuestra sería una ‘sociedad sin padres’. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre sería simbólicamente ausente, desaparecida, eliminada. En un primer momento, la cosa se ha percibido como una liberación: liberación del padre-dueño, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censura de la felicidad de los hijos y obstáculo de la emancipación y de la autonomía de los jóvenes. De hecho, a veces en nuestras casas reinaba en el pasado el autoritarismo, en ciertos casos incluso la opresión: padres que trataban a los hijos como siervos, no respetando las exigencias personales de su crecimiento: padres que nos les ayudaban a emprender su camino con libertad, y no es fácil educar al hijo en libertad. Padre que no les ayudaban a asumir las propias responsabilidades para construir su futuro y el de la sociedad. Esto, ciertamente, no es una buena actitud.

Pero, como sucede a veces, hemos pasado de un extremo al otro. El problema de nuestros días no parece ser tanto la presencia invasiva de los padres, sino más bien su ausencia, su fuga. Los padres están a menudo tan centrados sobre sí mismos, su trabajo, y sobre la propia realización individual, que olvidan incluso la familia. Y dejan solos a los pequeños y a los jóvenes. Ya de obispo de Buenos Aires me daba cuenta del sentido de orfandad que viven hoy los chavales. A menudo preguntaba a los padres si jugaban con sus hijos, si tenían la valentía y el amor de perder tiempo con los hijos.   Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos: ‘no puedo, mucho trabajo’. El padre estaba ausente de ese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él. Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia, quisiera decir a todas las comunidades cristianas que debemos estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves. Y de hecho las desviaciones de los niños y de los adolescentes se ponen en buena parte reconducir a esta falta, a la carencia de ejemplos y de guías autorizadas en su vida de cada día. A la carencia de cercanía, a la carencia de amor por parte del padre. Es más profundo de lo que pensamos el sentido de orfandad que viven muchos jóvenes.

Son huérfanos pero en la familia porque los padres a menudo están ausentes, también físicamente, en casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen su tarea educativa, no dan a los hijos en ejemplo acompañado por las palabras, esos principios, esos valores, esas reglas de vida que necesitan como el pan. La cualidad educativa de la presencia paterna es aún más necesaria cuando  el padre está obligado por el trabajo a estar lejos de casa.

A veces parece que los padres no saben bien qué lugar ocupar en la familia y cómo educar a los hijos. Y entonces, en la duda, se abstienen, se retiran y descuidan sus responsabilidades, quizá refugiándose en una relación improbable “de igual a igual” con los hijos. Es verdad que debes ser compañero de tu hijo, pero sin olvidar que eres el padre. Pero si tú solamente te comportas como un compañero a la pa no le hará bien al joven.

Esto también lo vemos en la comunidad civil. La comunidad civil, con sus instituciones, tiene una cierta responsabilidad, podemos decir paterna, hacia los jóvenes, una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal. También ésta a menudo les deja huérfanos y no les propone una verdad de perspectiva. Los jóvenes permanecen así, huérfanos de caminos seguros que recorrer, huérfanos de maestros de los que fiarse, huérfanos de ideales que calienten el corazón, huérfanos de valores y de esperanzas que les apoyen cotidianamente. Están llenos quizá de ídolos pero se les roba el corazón, son empujados a soñar diversiones y placeres, pero no se les da trabajo; son ilusionados con el dios dinero, y se les niegan las verdaderas riquezas.

Y entonces hará bien a todos, a los padres y a los hijos, escuchar de nuevo la promesa que Jesús ha hecho a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos” (Jn 14, 18). Es Él, de hecho, el Camino que hay que recorrer, el Maestro para escuchar, la Esperanza de que mundo puede cambiar, que el amor vence el odio, que puede haber un futuro de fraternidad y de paz para todos.

Algunos de vosotros podrá decirme, pero padre, hoy usted ha estado demasiado negativo. Ha hablado solo de la ausencia de los padres, de lo que pasa cuando los padres no están cerca de los hijos. Es verdad. He querido subrayar esto porque el próximo miércoles seguiré con esta catequesis, destacando la belleza de la paternidad. Por eso he elegido comenzar por la oscuridad para llegar hasta la luz.

Que el Señor nos ayude a entender bien estas cosas. Gracias.

Texto traducido y transcrito por ZENIT


Publicado por verdenaranja @ 23:15  | Habla el Papa
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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, oibspo de Puerto Iguazú para el tercer Domingo durante el año (25 de enero de 2015)

“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (Mc. 1,14)

Juan fue arrestado y Jesús se dirigió a Galilea y predicaba diciendo “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,14). Este es el núcleo de la predicación de Jesús y es el modo en que el evangelista Marcos presenta el comienzo de la actividad apostólica de Jesús. Ya no hay que esperar más, el Mesías ha llegado y está entre nosotros, es Jesús el Mesías que tanto esperó el pueblo de Israel.

Ha comenzado la culminación de la historia de salvación que durante tantos siglos motivó a Israel a creer y esperar, hoy aunque no totalmente, la misericordia de Dios se muestra de forma palpable en Jesús y podremos ver en el evangelio de Marcos como ese amor misericordioso, como en un escenario, se hace presencia viva en Jesús, que nos muestra y trae para la humanidad, un camino diferente, y por lo tanto una historia diferente; es la historia que realiza el camino de la fe y la conversión, que no sólo le da al hombre una visión diferente de la vida y del mundo hoy, sino que también lo prepara para un Reino final y pleno.

El camino de ese plan de salvación es la “conversión” que significa un cambio profundo de vida, desde las actitudes más simples y cotidianas, hasta las decisiones más profundas y significativas de la vida. Jesús nos invita a cambiar de forma de vivir, si estamos en pecado, abandonarlo y llevar una vida nueva, podemos ver que pasó en la vida de la “Cananea” o de “Nicodemo” o de los mismos discípulos del Señor. El paso de Jesús y sus palabras por la vida del hombre debe llevarnos siempre a la “conversión del corazón y ha de vivir una vida nueva.

Esta conversión y por consiguiente esta vida nueva, implican un dejar el pecado y luchar en contra de él, rechazando todo cuanto pueda alejarlo del amor de Dios y de su ley.

Es una conversión semejante a la que Dios exigió a los Ninivitas a través de Jonás que los exhortó a abandonar la “mala conducta” (Jo. 3,10). Pero, en la predicación de Jesús, la conversión no es más que la primera fase, el escalón primero de todo un plan. La segunda fase bien evidenciada por el evangelista Marcos es la “fe”, conviértanse y “crean en la Buena Noticia”, una “Buena Noticia” a la que hay que adherirse con todo el corazón y con toda el alma, una “palabra” que debe hacerse vida en la vida de los hombres. No puede considerarse ni aceptarse de forma teórica, como una lección que aprendemos, debe hacerse en el ser humano, carne de su carne.

En cada palabra pronunciada por Jesús, Dios derrama un torrente de gracia y de amor en el corazón del que la escucha, precisamente para que ella sea aceptada de otra forma en la vida del ser humano…ella penetra en la mente y el corazón como una espada de dos filos, convirtiéndose para él en “camino de vida”.

No puede el hombre, dice San Pablo, vivir y obrar con la mirada puesta solamente en las cosas de esta tierra y en la felicidad terrenal, (1Cor. 7,31). La conversión, lleva al cristiano a tener una mentalidad evangélica, capaz de suscitar, sentimientos nuevos, los de Cristo, “tened los mismos sentimientos de Cristo”, hábitos y comportamientos que no son “terrenos”, los que el mundo de hoy muestra al hombre de hoy, ellos son comportamientos y hábitos conformes con el evangelio de Cristo.

Esto es urgente, pues “el tiempo es corto”, es el que resta entre la venida hoy de Cristo y su venida final, en la que Dios nos preguntará por el “amor” a Dios y a las cosas de Dios, que son también el hombre y su vida.

Esto que leemos nos invita a una reflexión final, ¿Caminamos por el camino recto de la conversión y de la fe? ¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?

Que la Virgen Madre nos lleve a amar a Cristo de forma que lleguemos a confundirnos con él. Amén.

Mons. Marcelo Raùl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


Publicado por verdenaranja @ 23:10  | Homil?as
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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, oibspo de Puerto Iguazú para el tercer Domingo durante el año (25 de enero de 2015)

“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (Mc. 1,14)

Juan fue arrestado y Jesús se dirigió a Galilea y predicaba diciendo “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,14). Este es el núcleo de la predicación de Jesús y es el modo en que el evangelista Marcos presenta el comienzo de la actividad apostólica de Jesús. Ya no hay que esperar más, el Mesías ha llegado y está entre nosotros, es Jesús el Mesías que tanto esperó el pueblo de Israel.

Ha comenzado la culminación de la historia de salvación que durante tantos siglos motivó a Israel a creer y esperar, hoy aunque no totalmente, la misericordia de Dios se muestra de forma palpable en Jesús y podremos ver en el evangelio de Marcos como ese amor misericordioso, como en un escenario, se hace presencia viva en Jesús, que nos muestra y trae para la humanidad, un camino diferente, y por lo tanto una historia diferente; es la historia que realiza el camino de la fe y la conversión, que no sólo le da al hombre una visión diferente de la vida y del mundo hoy, sino que también lo prepara para un Reino final y pleno.

El camino de ese plan de salvación es la “conversión” que significa un cambio profundo de vida, desde las actitudes más simples y cotidianas, hasta las decisiones más profundas y significativas de la vida. Jesús nos invita a cambiar de forma de vivir, si estamos en pecado, abandonarlo y llevar una vida nueva, podemos ver que pasó en la vida de la “Cananea” o de “Nicodemo” o de los mismos discípulos del Señor. El paso de Jesús y sus palabras por la vida del hombre debe llevarnos siempre a la “conversión del corazón y ha de vivir una vida nueva.

Esta conversión y por consiguiente esta vida nueva, implican un dejar el pecado y luchar en contra de él, rechazando todo cuanto pueda alejarlo del amor de Dios y de su ley.

Es una conversión semejante a la que Dios exigió a los Ninivitas a través de Jonás que los exhortó a abandonar la “mala conducta” (Jo. 3,10). Pero, en la predicación de Jesús, la conversión no es más que la primera fase, el escalón primero de todo un plan. La segunda fase bien evidenciada por el evangelista Marcos es la “fe”, conviértanse y “crean en la Buena Noticia”, una “Buena Noticia” a la que hay que adherirse con todo el corazón y con toda el alma, una “palabra” que debe hacerse vida en la vida de los hombres. No puede considerarse ni aceptarse de forma teórica, como una lección que aprendemos, debe hacerse en el ser humano, carne de su carne.

En cada palabra pronunciada por Jesús, Dios derrama un torrente de gracia y de amor en el corazón del que la escucha, precisamente para que ella sea aceptada de otra forma en la vida del ser humano…ella penetra en la mente y el corazón como una espada de dos filos, convirtiéndose para él en “camino de vida”.

No puede el hombre, dice San Pablo, vivir y obrar con la mirada puesta solamente en las cosas de esta tierra y en la felicidad terrenal, (1Cor. 7,31). La conversión, lleva al cristiano a tener una mentalidad evangélica, capaz de suscitar, sentimientos nuevos, los de Cristo, “tened los mismos sentimientos de Cristo”, hábitos y comportamientos que no son “terrenos”, los que el mundo de hoy muestra al hombre de hoy, ellos son comportamientos y hábitos conformes con el evangelio de Cristo.

Esto es urgente, pues “el tiempo es corto”, es el que resta entre la venida hoy de Cristo y su venida final, en la que Dios nos preguntará por el “amor” a Dios y a las cosas de Dios, que son también el hombre y su vida.

Esto que leemos nos invita a una reflexión final, ¿Caminamos por el camino recto de la conversión y de la fe? ¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?

Que la Virgen Madre nos lleve a amar a Cristo de forma que lleguemos a confundirnos con él. Amén.

Mons. Marcelo Raùl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


Publicado por verdenaranja @ 23:08  | Homil?as
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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, oibspo de Puerto Iguazú para el tercer Domingo durante el año (25 de enero de 2015)

“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (Mc. 1,14)

Juan fue arrestado y Jesús se dirigió a Galilea y predicaba diciendo “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,14). Este es el núcleo de la predicación de Jesús y es el modo en que el evangelista Marcos presenta el comienzo de la actividad apostólica de Jesús. Ya no hay que esperar más, el Mesías ha llegado y está entre nosotros, es Jesús el Mesías que tanto esperó el pueblo de Israel.

Ha comenzado la culminación de la historia de salvación que durante tantos siglos motivó a Israel a creer y esperar, hoy aunque no totalmente, la misericordia de Dios se muestra de forma palpable en Jesús y podremos ver en el evangelio de Marcos como ese amor misericordioso, como en un escenario, se hace presencia viva en Jesús, que nos muestra y trae para la humanidad, un camino diferente, y por lo tanto una historia diferente; es la historia que realiza el camino de la fe y la conversión, que no sólo le da al hombre una visión diferente de la vida y del mundo hoy, sino que también lo prepara para un Reino final y pleno.

El camino de ese plan de salvación es la “conversión” que significa un cambio profundo de vida, desde las actitudes más simples y cotidianas, hasta las decisiones más profundas y significativas de la vida. Jesús nos invita a cambiar de forma de vivir, si estamos en pecado, abandonarlo y llevar una vida nueva, podemos ver que pasó en la vida de la “Cananea” o de “Nicodemo” o de los mismos discípulos del Señor. El paso de Jesús y sus palabras por la vida del hombre debe llevarnos siempre a la “conversión del corazón y ha de vivir una vida nueva.

Esta conversión y por consiguiente esta vida nueva, implican un dejar el pecado y luchar en contra de él, rechazando todo cuanto pueda alejarlo del amor de Dios y de su ley.

Es una conversión semejante a la que Dios exigió a los Ninivitas a través de Jonás que los exhortó a abandonar la “mala conducta” (Jo. 3,10). Pero, en la predicación de Jesús, la conversión no es más que la primera fase, el escalón primero de todo un plan. La segunda fase bien evidenciada por el evangelista Marcos es la “fe”, conviértanse y “crean en la Buena Noticia”, una “Buena Noticia” a la que hay que adherirse con todo el corazón y con toda el alma, una “palabra” que debe hacerse vida en la vida de los hombres. No puede considerarse ni aceptarse de forma teórica, como una lección que aprendemos, debe hacerse en el ser humano, carne de su carne.

En cada palabra pronunciada por Jesús, Dios derrama un torrente de gracia y de amor en el corazón del que la escucha, precisamente para que ella sea aceptada de otra forma en la vida del ser humano…ella penetra en la mente y el corazón como una espada de dos filos, convirtiéndose para él en “camino de vida”.

No puede el hombre, dice San Pablo, vivir y obrar con la mirada puesta solamente en las cosas de esta tierra y en la felicidad terrenal, (1Cor. 7,31). La conversión, lleva al cristiano a tener una mentalidad evangélica, capaz de suscitar, sentimientos nuevos, los de Cristo, “tened los mismos sentimientos de Cristo”, hábitos y comportamientos que no son “terrenos”, los que el mundo de hoy muestra al hombre de hoy, ellos son comportamientos y hábitos conformes con el evangelio de Cristo.

Esto es urgente, pues “el tiempo es corto”, es el que resta entre la venida hoy de Cristo y su venida final, en la que Dios nos preguntará por el “amor” a Dios y a las cosas de Dios, que son también el hombre y su vida.

Esto que leemos nos invita a una reflexión final, ¿Caminamos por el camino recto de la conversión y de la fe? ¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?

Que la Virgen Madre nos lleve a amar a Cristo de forma que lleguemos a confundirnos con él. Amén.

Mons. Marcelo Raùl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


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Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, oibspo de Puerto Iguazú para el tercer Domingo durante el año (25 de enero de 2015)

“El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (Mc. 1,14)

Juan fue arrestado y Jesús se dirigió a Galilea y predicaba diciendo “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,14). Este es el núcleo de la predicación de Jesús y es el modo en que el evangelista Marcos presenta el comienzo de la actividad apostólica de Jesús. Ya no hay que esperar más, el Mesías ha llegado y está entre nosotros, es Jesús el Mesías que tanto esperó el pueblo de Israel.

Ha comenzado la culminación de la historia de salvación que durante tantos siglos motivó a Israel a creer y esperar, hoy aunque no totalmente, la misericordia de Dios se muestra de forma palpable en Jesús y podremos ver en el evangelio de Marcos como ese amor misericordioso, como en un escenario, se hace presencia viva en Jesús, que nos muestra y trae para la humanidad, un camino diferente, y por lo tanto una historia diferente; es la historia que realiza el camino de la fe y la conversión, que no sólo le da al hombre una visión diferente de la vida y del mundo hoy, sino que también lo prepara para un Reino final y pleno.

El camino de ese plan de salvación es la “conversión” que significa un cambio profundo de vida, desde las actitudes más simples y cotidianas, hasta las decisiones más profundas y significativas de la vida. Jesús nos invita a cambiar de forma de vivir, si estamos en pecado, abandonarlo y llevar una vida nueva, podemos ver que pasó en la vida de la “Cananea” o de “Nicodemo” o de los mismos discípulos del Señor. El paso de Jesús y sus palabras por la vida del hombre debe llevarnos siempre a la “conversión del corazón y ha de vivir una vida nueva.

Esta conversión y por consiguiente esta vida nueva, implican un dejar el pecado y luchar en contra de él, rechazando todo cuanto pueda alejarlo del amor de Dios y de su ley.

Es una conversión semejante a la que Dios exigió a los Ninivitas a través de Jonás que los exhortó a abandonar la “mala conducta” (Jo. 3,10). Pero, en la predicación de Jesús, la conversión no es más que la primera fase, el escalón primero de todo un plan. La segunda fase bien evidenciada por el evangelista Marcos es la “fe”, conviértanse y “crean en la Buena Noticia”, una “Buena Noticia” a la que hay que adherirse con todo el corazón y con toda el alma, una “palabra” que debe hacerse vida en la vida de los hombres. No puede considerarse ni aceptarse de forma teórica, como una lección que aprendemos, debe hacerse en el ser humano, carne de su carne.

En cada palabra pronunciada por Jesús, Dios derrama un torrente de gracia y de amor en el corazón del que la escucha, precisamente para que ella sea aceptada de otra forma en la vida del ser humano…ella penetra en la mente y el corazón como una espada de dos filos, convirtiéndose para él en “camino de vida”.

No puede el hombre, dice San Pablo, vivir y obrar con la mirada puesta solamente en las cosas de esta tierra y en la felicidad terrenal, (1Cor. 7,31). La conversión, lleva al cristiano a tener una mentalidad evangélica, capaz de suscitar, sentimientos nuevos, los de Cristo, “tened los mismos sentimientos de Cristo”, hábitos y comportamientos que no son “terrenos”, los que el mundo de hoy muestra al hombre de hoy, ellos son comportamientos y hábitos conformes con el evangelio de Cristo.

Esto es urgente, pues “el tiempo es corto”, es el que resta entre la venida hoy de Cristo y su venida final, en la que Dios nos preguntará por el “amor” a Dios y a las cosas de Dios, que son también el hombre y su vida.

Esto que leemos nos invita a una reflexión final, ¿Caminamos por el camino recto de la conversión y de la fe? ¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?

Que la Virgen Madre nos lleve a amar a Cristo de forma que lleguemos a confundirnos con él. Amén.

Mons. Marcelo Raùl Martorell, obispo de Puerto Iguazú


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Mi?rcoles, 28 de enero de 2015

Mensaje del papa Francisco con motivo de la cuaresma 2015, que inicia el domingo 25 de febrero. (Zenit.org)

«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)
La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) 
Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) 
La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de

noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde. 


Publicado por verdenaranja @ 21:06  | Habla el Papa
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Martes, 27 de enero de 2015

Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana del 25 de enero de 2015 (Zenit.org):

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

el Evangelio de hoy nos presenta el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. San Marcos subraya que Jesús comenzó a predicar “después de que Juan (el Bautista) fuera arrestado” (1,14). Precisamente en el momento en el que la voz profética del Bautista, que anunciaba la llegada del Reino de Dios, es silenciada por Herodes, Jesús inicia a recorrer los caminos de su tierra para llevar a todos, especialmente a los pobres, “el Evangelio de Dios”. El anuncio de Jesús es parecido al de Juan, con la diferencia sustancial que Jesús ya no señala a otro que debe venir: Jesús es Él mismo el cumplimiento de las promesas; es Él mismo la “buena noticia” para creer, para acoger y para comunicar a los hombres y las mujeres de todos los tiempos, para que también ellos le confíen su existencia. Jesucristo en persona es la Palabra viviente y operante en la historia: quien le escucha y le sigue entra en el Reino de Dios.

Jesús es el cumplimiento de las promesas divinas porque es Áquel que dona al hombre el Espíritu Santo, el “agua viva” que sacia nuestro corazón inquieto, sediento de vida, de amor, de libertad, de paz: sediento de Dios. ¿Cuántas veces hemos escuchado a nuestro corazón sediento? Se lo reveló Él mismo a la mujer samaritana, que se encontró en el pozo de Jacob, a la que dijo: “Dame de beber” (Jn 4, 7). Precisamente estas palabras de Cristo, dirigidas a la Samaritana, son el tema de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que hoy concluye. Esta tarde, con los fieles de la diócesis de Roma y con representantes de distintas Iglesias y Comunidades eclesiales, nos reuniremos en la Basílica de San Pablo Extramuros para rezar intensamente al Señor, para que refuerce nuestro compromiso por la plena unidad de todos los cristianos. Es algo feo que los cristianos estemos divididos. Jesús nos quiere unidos, un solo cuerpo, nuestros pecados, la historia nos han dividido y por eso tenemos que rezar mucho para que sea el mismo Espíritu Santo que nos una de nuevo.  

Dios, haciéndose hombre, ha hecho propia nuestra sed, no solo del agua material, sino sobre todo la sed de una vida plena, libre de la esclavitud del mal y de la muerte. Al mismo tiempo, con su encarnación, Dios ha puesto su sed, porque también Dios tiene sed, en el corazón de un hombre: Jesús de Nazaret. Dios tiene sed de nosotros, de nuestros corazones, de nuestro amor, y lo ha puesto en la persona de Jesús. Por tanto, en el corazón de Cristo se encuentran la sed humana y la divina. Y el deseo de la unidad de sus discípulos pertenece a esta sed. Esto se expresa en la oración elevada al Padre antes de la Pasión: “Para que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21). Lo que quería Jesús, la unidad de todos. Y el diablo, lo sabemos, es el padre de las divisiones, es uno que siempre divide, siempre hace guerras, hace mucho mal.

¡Qué esta sed de Jesús se convierta cada vez más también en nuestra sed! Continuamos, por lo tanto, rezando y comprometiéndonos en la plena unidad de los discípulos de Cristo, en la certeza de que Él mismo está a nuestro lado y nos sostiene con la fuerza de su Espíritu para que esta meta se acerce. Y confiamos esta nuestra oración a la materna intercesión de la Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia para que ella nos una a todos como buena Madre.

Al finalizar el ángelus. El Papa ha añadido:

Sigo con vivia preocupación la escala de enfrentamiento en Ucrania oriental, que continúan provocando numerosas víctimas entre la población civil. Mientras aseguro mi oración por los que sufren, renuevo un apremiante llamamiento para que se retomen los intento de  diálogo y se ponga fin y toda hostilidad”.

Y ahora seguimos en compañía. (Han salido los dos niños de Acción Católica)

Queridos hermanos y hermanas:

hoy se celebra la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Expreso mi cercanía a todas las personas que sufren esta enfermedad, como también a los que les cuidan, a quien lucha para eliminar las causas del contagio, es decir, condiciones de vida no dignas del hombre. ¡Renovamos el compromiso solidario para estos hermanos y hermanas!

Os saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos venidos de distintas parroquias de Italia y de otros países, como también las asociaciones y los grupos escolares.

En particular, saludo a la comunidad filipina de Roma. Queridos, el pueblo filipino es maravilloso, por su fe fuerte y alegre. El Señor os sostenga siempre también a vosotros que vivís lejos de la patria. ¡Muchas gracias por vuestro testimonio! Y muchas gracias por todo el bien que hacéis aquí, porque vosotros sembrais la fe aquí, dais un bonito testimonio de fe. Muchas gracias.

Saludo a los estudiantes de Cuenca, Villafranca de los Barros y Badajoz (España), los grupos parroquiales de las Islas Baleares y las jóvenes de Panamá. Saludo a los fieles de Catania Diamante, Delianuova y Crespano del Grappa.

Me dirijo ahora a los jóvenes y a las jóvenes de la Acción Católica de Roma. Queridos jóvenes, también este año, acompañados por el cardenal Vicario y monseñor Mansueto, habéis venido muchos al finalizar vuestra “Caravana de la Paz”. Os doy las gracias y os animo a proseguir con alegría el camino cristiano, llevando a todos la paz de Jesús. Ahora escuchamos el mensaje que leerán vuestros amigos, aquí junto a mí.

(Mensaje de la joven)

Y esos globos que quieren decir ‘paz’.

¡Gracias, jóvenes! A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Por favor, por favor, rezad por mí. ¡Hasta pronto!


Publicado por verdenaranja @ 21:01  | Habla el Papa
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Texto completo del mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que este año se celebra, en muchos países, el domingo 17 de mayo. 23 de enero de 2015 (Zenit.org)

Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor

El tema de la familia está en el centro de una profunda reflexión eclesial y de un proceso sinodal que prevé dos sínodos, uno extraordinario –apenas celebrado– y otro ordinario, convocado para el próximo mes de octubre. En este contexto, he considerado oportuno que el tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tuviera como punto de referencia la familia. En efecto, la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar. Volver a este momento originario nos puede ayudar, tanto a comunicar de modo más auténtico y humano, como a observar la familia desde un nuevo punto de vista.

Podemos dejarnos inspirar por el episodio evangélico de la visita de María a Isabel (cf. Lc 1,39-56). «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”» (vv. 41-42).

Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera «escuela» de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre.

Después de llegar al mundo, permanecemos en un «seno», que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 66): diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida. Es el vínculo el que fundamenta la palabra, que a su vez fortalece el vínculo. Nosotros no inventamos las palabras: las podemos usar porque las hemos recibido. En la familia se aprende a hablar la lengua materna, es decir, la lengua de nuestros antepasados (cf. 2 M 7,25.27). En la familia se percibe que otros nos han precedido, y nos han puesto en condiciones de existir y de poder, también nosotros, generar vida y hacer algo bueno y hermoso. Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y, más en general, es el paradigma de toda comunicación.

La experiencia del vínculo que nos «precede» hace que la familia sea también el contexto en el que se transmite esa forma fundamental de comunicación que es la oración. Cuando la mamá y el papá acuestan para dormir a sus niños recién nacidos, a menudo los confían a Dios para que vele por ellos; y cuando los niños son un poco más mayores, recitan junto a ellos oraciones simples, recordando con afecto a otras personas: a los abuelos y otros familiares, a los enfermos y los que sufren, a todos aquellos que más necesitan de la ayuda de Dios. Así, la mayor parte de nosotros ha aprendido en la familia la dimensión religiosa de la comunicación, que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los demás.

Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras. Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un «sí» pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo. «Visitar» comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.

La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón. El perdón es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un niño que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad.

A propósito de límites y comunicación, tienen mucho que enseñarnos las familias con hijos afectados por una o más discapacidades. El déficit en el movimiento, los sentidos o el intelecto supone siempre una tentación de encerrarse; pero puede convertirse, gracias al amor de los padres, de los hermanos y de otras personas amigas, en un estímulo para abrirse, compartir, comunicar de modo inclusivo; y puede ayudar a la escuela, la parroquia, las asociaciones, a que sean más acogedoras con todos, a que no excluyan a nadie.

Además, en un mundo donde tan a menudo se maldice, se habla mal, se siembra cizaña, se contamina nuestro ambiente humano con las habladurías, la familia puede ser una escuela de comunicación como bendición. Y esto también allí donde parece que prevalece inevitablemente el odio y la violencia, cuando las familias están separadas entre ellas por muros de piedra o por los muros no menos impenetrables del prejuicio y del resentimiento, cuando parece que hay buenas razones para decir «ahora basta»; el único modo para romper la espiral del mal, para testimoniar que el bien es siempre posible, para educar a los hijos en la fraternidad, es en realidad bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, acoger en lugar de combatir.

Hoy, los medios de comunicación más modernos, que son irrenunciables sobre todo para los más jóvenes, pueden tanto obstaculizar como ayudar a la comunicación en la familia y entre familias. La pueden obstaculizar si se convierten en un modo de sustraerse a la escucha, de aislarse de la presencia de los otros, de saturar cualquier momento de silencio y de espera, olvidando que «el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2012). La pueden favorecer si ayudan a contar y compartir, a permanecer en contacto con quienes están lejos, a agradecer y a pedir perdón, a hacer posible una y otra vez el encuentro. Redescubriendo cotidianamente este centro vital que es el encuentro, este «inicio vivo», sabremos orientar nuestra relación con las tecnologías, en lugar de ser guiados por ellas. También en este campo, los padres son los primeros educadores. Pero no hay que dejarlos solos; la comunidad cristiana está llamada a ayudarles para vivir en el mundo de la comunicación según los criterios de la dignidad de la persona humana y del bien común.

El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto.

La familia, en conclusión, no es un campo en el que se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas, sino un ambiente en el que se aprende a comunicar en la proximidad y un sujeto que comunica, una «comunidad comunicante». Una comunidad que sabe acompañar, festejar y fructificar. En este sentido, es posible restablecer una mirada capaz de reconocer que la familia sigue siendo un gran recurso, y no sólo un problema o una institución en crisis. Los medios de comunicación tienden en ocasiones a presentar la familia como si fuera un modelo abstracto que hay que defender o atacar, en lugar de una realidad concreta que se ha de vivir; o como si fuera una ideología de uno contra la de algún otro, en lugar del espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor recibido y entregado. Narrar significa más bien comprender que nuestras vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible.

La familia más hermosa, protagonista y no problema, es la que sabe comunicar, partiendo del testimonio, la belleza y la riqueza de la relación entre hombre y mujer, y entre padres e hijos.

No luchamos para defender el pasado, sino que trabajamos con paciencia y confianza, en todos los ambientes en que vivimos cotidianamente, para construir el futuro.

Vaticano, 23 de enero de 2015
Vigilia de la fiesta de San Francisco de Sales.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana


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Lunes, 26 de enero de 2015

Visita Pastorale del Cardinale Prefetto della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli in Vietnam 

OMELIA

24/1/2015 – XUAN LOC

 

Cari fratelli e sorelle,

nei giorni scorsi mi sono recato al Santuario Nazionale di La Vang e ho chiesto a Maria di proteggere l’evangelizzazione nel mondo e, in particolare, in Viet-nam. Ieri ho avuto la gioia di celebrare i 400 anni di evangelizzazione in questa terra benedetta del Viet-nam, dove Maria ha trovato una dimora. Oggi con voi ho la gioia di celebrare il 50° anniversario della creazione di questa Diocesi di Xuan Loc, che ebbe luogo il 14 ottobre 1965, per decisione del Beato Papa Paolo VI, che al tempo stesso eresse pure la Diocesi di Phu Cuong, a cui va ugualmente il mio saluto e il mio augurio.

So che voi, fedeli di Xuan Loc, vi siete preparati a questo anniversario con un bellissimo programma di cinque anni, che ha avuto come centro “La Famiglia”, in riferimento alla Parrocchia, al mistero della Chiesa, alla carità, all’annuncio del Vangelo e, in questo anno, al mistero dell’Eucaristia.

In questa occasione, desidero manifestare il mio apprezzamento per il lavoro passato dei vescovi di questa Diocesi, così come oggi al vostro vescovo, ai vostri sacerdoti, ai religiosi/e e ai laici – grazie e coraggio! Andate avanti! Come ripete spesso il Papa Francesco, di cui porto a voi il saluto e la benedizione.

Xuan Loc, come Diocesi, è nata proprio mentre stava per concludersi il Concilio Vaticano II. Infatti, quest’anno ricorre il 50° anniversario della sua conclusione e del Decreto missionario “Ad Gentes”, con cui i Padri Conciliari chiesero che l’evangelizzazione passasse a pieno titolo alle Chiese locali, cioè alle Diocesi. E in questo senso possiamo dire che Xuan Loc è frutto del Concilio e, come Chiesa locale, in questi anni, si è assunta il compito di annunciare il Vangelo e fare di voi la vera “Famiglia di Dio”. So che proprio questo è il tema corrente: “Rinnovare la nostra fede perché le nostre famiglie e le nostre parrocchie divengano famiglie di Dio”. In questa fedeltà, Dio vi benedirà con molte vocazioni a sostegno del bene spirituale e del Vangelo della misericordia. E qui mi piace fare un primo riferimento alle Letture della Messa di oggi.

Infatti, il Profeta Isaia, nella 1° Lettura, parla proprio della missione di Gesù: “Il Signore mi ha consacrato a portare una buona parola ai poveri, fasciare le piaghe dei feriti, dare la libertà ai prigionieri, e manifestare a tutti la misericordia di Dio”. C’è una missione più bella, più nobile, più grande di questa? Questa è la vostra missione oggi! Non un’altra, proprio questa! 

Ma non c’è vera misericordia senza predicazione del Vangelo. L’annunzio del Vangelo non è un aspetto secondario, ma come dice S. Paolo nella 2° Lettura di oggi, è un dovere! Un obbligo: “Guai a me se non predicassi il Vangelo”! Ma dove? Quando? E la risposta è: dovunque e sempre! 

Nel Vangelo, poi, preso dall’evangelista Luca (4, 14-22), incontriamo Gesù stesso che nella sinagoga di Nazareth spiega la Sua missione, ossia che Egli è stato “consacrato per annunciare ai poveri un lieto messaggio e un anno di grazia”.  

Cari fratelli e sorelle di questa Diocesi di Xuan Loc, faccio mia questa parola di Gesù e questo è il mio messaggio per voi. E il Signore vi dia la consolazione del servo buono e fedele che prepara la strada alla grazia e alla venuta del Signore, affinché tanti fratelli e sorelle possano conoscere e amare Dio.

          Auguri e buon cammino, Diocesi di Xuan Loc! 


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Catholic Calendar  and Daily Meditation 
Sunday, January 25, 2015
 
Third Sunday in Ordinary Time
 
 
Scripture for Sunday's Liturgy of the Word:
http://new.usccb.org/bible/readings/012515.cfm

Jonah 3:1-5, 10
Psalm 25:4-5, 6-7, 8-9
1 Corinthians 7:29-31
Mark 1:14-20


A reflection on today's Sacred Scriptures:

The Church began "Ordinary Time" two weeks ago. However, there is nothing ordinary about the world we face in 2015. Some are calling it the Age of Terrorism.

Our Holy Father is urging us not to give in to pessimism at the world situation. The end of the Christmas season is supposed to lead into the evangelizing work of all of us. In today's readings, we find out who the models are.

Jonah is an Old Testament prophet, and a reluctant one at that. Our first reading passes right over his bad moments, running away, getting swallowed by a whale until he is forced to preach in the big city of Nineveh. He converts more than 100,000 inhabitants in one day!

Then, just when you'd think he would be smug and happy with success, he sulks under a tree, embarrassed at the Assyrians being more obedient to God's warning than the Israelites would ever be!

These traditional enemies of the Jews did a thorough job of repenting, even forcing their animals to do penance with them. God was pleased, even if Jonah wasn't! God is so patient with us!

Who would disagree with a statement in today's Second Reading from 1st Corinthians that "the world in its present form is passing away"?

The Gospel is all about Jesus launching His mission in earnest. We notice that Jesus is not a "lone ranger" Messiah. He involves many others in His enterprise. To His invitation, "Come, follow me," Peter, Andrew, James and John all respond with shocking speed. We are not told about the dismay and even the anger of their families, who no doubt expected them and their children and their children's children to carry on the family business.

For all their faults, they are destined to become top leaders in the new Church. What a persuasive presence Jesus had! Would that the Gospel could affect every one of us with the same dynamic results!

Faith, conviction and courage are the themes for this Third Sunday in Ordinary Time. How urgently they are needed for Christians under siege!

Msgr. Paul Whitmore | email: pwhitmore29( )yahoo.com

 

 Would you like to learn more about the Catholic faith? 

 

(c)2010  Reprints permitted, except for profit.  Credit required.


Publicado por verdenaranja @ 17:32  | Espiritualidad
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S?bado, 24 de enero de 2015

Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 21 de enero de 2015 (Zenit.org)

"Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

hoy me detendré sobre el viaje apostólico en Sri Lanka y Filipinas, que he realizado la semana pasada. Después de la visita en Corea de hace algunos meses, me he dirigido nuevamente en Asia, continente de ricas tradiciones culturales y espirituales. El viaje ha sido sobre todo un encuentro lleno de alegría con las comunidades eclesiales que en esos países, dan testimonio de Cristo: les he confirmado en la fe y en la misionariedad.

Conservaré siempre en el corazón el recuerdo de la bienvenida festiva de parte de las multitudes --en algunos casos casi oceánicas-- que han acompañado los momentos importantes del viaje. Además he animado el diálogo interreligioso al servicio de la paz, como también el camino de esos pueblos hacia la unidad y el desarrollo social, especialmente con el protagonismo de las familias y de los jóvenes.

El momento culminante de mi permanencia en Sri Lanka ha sido la canonización del gran misionero José Vaz. Este santo sacerdote administraba los sacramentos a los fieles, a menudo en secreto,  pero ayudaba indistintamente a todos los necesitados, de cualquier religión y condición social. Su ejemplo de santidad y amor al prójimo continúa inspirando a la Iglesia en Sri Lanka en su apostolado de caridad y de educación. He indicado san José Vaz como modelo para todos los cristianos, llamados hoy a proponer la verdad salvífica del Evangelio en un contexto multireligioso, con respeto hacia los otros, con perseverancia y con humildad.

Sri Lanka es un país de gran belleza natural, cuyo pueblo está tratando de reconstruir la unidad después de un largo y dramático conflicto civil. En mi encuentro con las autoridades gubernamentales, subrayé la importancia del diálogo, del respeto por la dignidad humana, del esfuerzo de implicar a todos para encontrar soluciones adecuadas para la reconciliación y al bien común.

Las distintas religiones tienen un rol significativo para desarrollar al respecto. Mi encuentro con los exponentes religiosos ha sido una confirmación de buenas relaciones que ya existen entre las distintas comunidades. En tal contexto he querido animar la cooperación ya iniciada entre los seguidores de las distintas tradiciones religiosas, también para poder resanar con el bálsamo del perdón a los que aún se ven afectados por los sufrimientos de los últimos años. El tema de la reconciliación ha caracterizado también mi visita al santuario de Nuestra Señora de Madhu, muy venerada por las poblaciones Tamil y Cingalés y meta de peregrinación de miembros de otras religiones. En ese lugar santo hemos pedido a María nuestra Madre, obtener para todo el pueblos esrilanqués, el don de la unidad y de la paz.

De Sri Lanka he ido a Filipinas, donde la Iglesia se prepara para celebrar el quinto centenario de la llegada del Evangelio. Es el principal país católico de Asia, y el pueblo filipino es bien conocido por su profunda fe, su religiosidad y su entusiasmo, también en la diáspora. En mi encuentro con las autoridades nacionales, como también en momentos de oración y durante la multitudinaria misa conclusiva, subrayé la constante fecundidad del Evangelio y su capacidad de inspirar una sociedad digna del hombre, donde hay lugar para la dignidad de cada uno y las aspiraciones del pueblo filipino. El fin principal de la visita, y motivo por el cual decidí ir a Filipinas, y este ha sido el motivo principal, era poder expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que han sufrido la devastación del tifón Yolanda. Fui a Tacloban, en la región golpeada más gravemente, donde rendí homenaje a la fe y a la capacidad de recuperarse de la población local. En Tacloban, lamentablemente, las condiciones climáticas adversas han causado otra víctima inocente: la joven voluntaria Kristel, golpeada y muerta por una estructura que cayó por el viento. Después di las gracias a cuántos, desde distintas partes del mundo, han respondido a su necesidad con una generosa profusión de ayudas. El poder del amor de Dios, revelado en el misterio de la Cruz, se ha hecho evidente en el espíritu de solidaridad demostrado por múltiples actos de caridad y de sacrificio que han marcado esos días oscuros.

Los encuentros con las familias y con los jóvenes, en Manila, fueron momentos importantes de la visita en Filipinas. Las familias sanas son esenciales en la vida de la sociedad. Da consolación y esperanza ver a tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios. Ellos saben que cada hijo es una bendición. He escuchado decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de muchos hijos están entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir, podemos decir todos, que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto al dios dinero, un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye a los niños, ancianos, jóvenes sin trabajo... y que crea la cultura del descarte en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver personas descartadas. Esta es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas.

Evocando la figura de san José, que ha protegido la vida del “Santo Niño”, tan venerado en ese país, recordé que es necesario proteger las familias, que enfrentan diversas amenazas, para que puedan testimoniar la belleza de la familia en el proyecto de Dios. Es necesario defenderlas de las nuevas colonizaciones ideológicas, que atentan contra su identidad y su misión.

Ha sido una alegría para mí estar con los jóvenes de Filipinas, para escuchar sus esperanzas y sus preocupaciones. He querido ofrecerles mi aliento para sus esfuerzos en el contribuir en la renovación de la sociedad, especialmente a través del servicio a los pobres y la tutela del ambiente natural.

El cuidado de los pobres es un elemento esencial de nuestra vida y testimonio cristianos, implica el rechazo de toda forma de corrupción que roba a los pobres y requiere una cultura de honestidad.

Doy las gracias al Señor por esta visita pastoral en Sri Lanka y en Filipinas. Le pido que bendiga siempre estos dos países  y que confirme la fidelidad de los cristianos en el mensaje evangélico de nuestra redención, reconciliación y comunión en Cristo.

Texto traducido por ZENIT


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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).  (Zenit.org)

Domingo 3 del Tiempo Ordinario Ciclo B
Textos: Jon 3, 1-5.10; 1 Co 7, 29-31; Mc 1, 14-20

Idea principal: Cristo llama a unos cuantos para que le ayuden, en cuerpo y alma, en la obra de la salvación, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y los doce meses del año.

Síntesis del mensaje: El domingo pasado el Señor hacía una pregunta a los que lo seguían: “¿A quién buscáis?”. Hoy les habla con un imperativo categórico y una promesa: “Seguidme y yo os haré pescadores de hombres”. También a Jonás Dios le llamó y le encargó una misión: “Vete a Nínive a anunciar el mensaje que te indicaré” (primera lectura). Misión que urge, pues la vida es corta (segunda lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿quién es el que les llama? Jesús, el Hijo de Dios vivo, el Mesías, el Señor, el Maestro, el buen Pastor, el Pan de vida, la Luz del mundo, el Camino y la Verdad y la Vida. Jesús, el hijo de María, la de Nazaret que le dio carne y latido humano. Jesús, el gran Pescador de hombres, lanzado a este mar de la vida para salvar de los dientes de los tiburones a quien pronuncie su nombre y lo acepte como único Redentor, subiéndose en el cabotaje de su Iglesia, cuyos primeros remeros son estos discípulos de Galilea. Sí, es Jesús de Nazaret quien les elige; ese Jesús pobre, austero, libre, confiado en la Providencia divina. No les promete cosas ni dinero, pues el dinero en manos de los consagrados puede ser un peligro, crear dependencia humana, rebajar la dependencia divina, corromper la austeridad de vida. Y si no, que hable la historia de algunas órdenes religiosas: su corrupción o relajo comenzó siempre por su riqueza. Mucho mejor libres, solos, distintos y distantes. Y si no, que hable Jesús por nosotros.

En segundo lugar, ¿a quién llama? No a filósofos, ni a sabios, ni a arquitectos, ni a sumos sacerdotes o escribas. No. Llama a pobres pescadores. No eran mendigos, pero sí trabajadores; iban a la sinagoga los sábados, pero no pisaron la escuela en los días de su vida; no tenían una gota de sangre azul en sus arterias ni un centavo en el bolsillo ni otro horizonte de vida que los montes, los vientos y las olas de su lago natal. Eran proletarios, ésos que a Dios parece que le encantan porque ¡hay que ver la cantidad de ellos que elige! De esa cantera Cristo sacó unos apóstoles que dieron su vida por Él. Arquímedes dijo tres siglos antes de Jesús: “Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra”. Y le fracasó la palanca. Dijo Jesús: “Dadme doce simples y cambiaré el mundo”. El éxito a la vista. Pescadores con barcas y quillas bien traqueteadas, sus redes remendadas, sus manos callosas, su corazón en vilo y pendiente de la providencia. A esos llamó con amor y libremente.

Finalmente, ¿por qué y para qué les llama? El porqué es bien claro: porque les amó antes de nuestra creación, no por sus méritos, que no tenían; y sí muchos deméritos para que no les eligiera. Y el para qué, lo dice la famosa canción de Cesáreo Gabarain: “En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar”. Para eso, ni más ni menos: echarse a la mar en la misma barca de Jesús para pescar muchos peces y así no sean devorados por los tiburones de la ideologías de moda y las falacias del mundo, y atraerlos al mar de Jesús; pues son peces que la sangre redentora de Cristo ganó y limpió y formó en espléndido cardumen. Un mar ancho y espacioso donde habrá abundantes peces de todos los tamaños y colores: peces chicos y grandes; peces escuálidos y saludables; peces que están en el banco de la educación, de los hospitales, de los asilos de ancianos, y en todas las periferias existenciales. Pero también un mar que tendrá –como todo en la vida- sus olas fuertes, sus momentos de calma. Un mar, donde por momentos soplarán los vientos monzónicos y bochornosos que parecen asfixiarnos, pero también los vientos alisios que nos adormecen en la mediocridad, y los glaciares, que tratarán de congelarnos. Un mar lleno de desafíos y piratas y sirenas. Pero un mar donde Jesús guía la barca y está en el timón. ¿A qué temer, a quién temer? Por eso, quien es escogido por Cristo como pescador de hombres debe rezar todos los días la oración de san Ignacio de Loyola: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento,todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a vos Señor lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta …”.

Para reflexionar: si he sido elegido por el Señor para ser pescador de hombre, ¿estoy feliz y agradecido con Él? ¿He dejado a Cristo en el timón de mi barca? ¿Lanzo las redes con todo mi arte y con la confianza puesta en el Señor que va en mi barca? ¿Prefiero ir a alta mar o me quedo en la orilla del miedo y de la pereza?

Para rezar: Señor, gracias, por haberme escogido. Limpia mis redes. Restaura mis remos. Toma el timón de mi barca. Contigo, estoy feliz. Si me das abundantes peces, yo feliz. Si quieres que experimente la esterilidad, también feliz. Con tal de ir contigo, ¿qué me importa lo demás? Contento, Señor, contento, como san Alberto Hurtado.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Pastoral Visit of the Cardinal Prefect Of the Congregation for the Evangelization of Peoples In Vietnam 

El Card. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en la tarde del 23 de enero, en el centro pastoral de Da Nang, Vietnam, donde se encuentra en una visita pastoral (ver Fides 19 / 1/2015), ha celebrado un acto solemne de acción de gracias a Dios por el don de la fe, que llegó a esta tierra a través de “misioneros intrépidos”, y por la fidelidad al Señor de los antepasados, “que incluso en las persecuciones, fueron capaces de testimoniar el amor de Cristo”.

HOMILY

23/1/2015 – DA NANG 

(The narrative of the story of Evangelization).

The Diocese of Da Nang has been created on the 18th January 1962 by Pope, today Saint, John XXIII, during the Second Vatican Council and, we can say, it was one of the first fruits of that extraordinary ecclesial events, where the Vietnamese episcopacy was present, making its contribution and conveying the spirit of their peoples and cultures. This year we are also celebrating the 50th anniversary of the Conciliar Decree on the missions, the “Ad Gentes”, with which the Conciliar Fathers asked that evangelization passes completely under the total competence of the local Churches, both those, where possible, recently formed and those that have a much longer history.

Today we take the occasion of the four hundredth anniversary of the evangelization of Vietnam to start from Da Nang, and we intend to

First of all thank God for the gift of faith, that has been brought and fostered by intrepid missionaries, starting with the Franciscans and Jesuits, to whom we are very grateful. 

Secondly for the fidelity of your ancestors that, even in time of persecutions, have given their witness to the love of Christ, on the example and teachings of Blessed Andrew Phu Yen, who gave his life for Christ through martyrdom in 1644. 

The actual Church of Da Nang wanted that these two events – the 50th anniversary of the Diocese, celebrated during these last two years (2013-2015), and the 400th anniversary of Evangelization – have as their conclusion this solemn celebration, where we have the joy of administering the Sacrament of Baptism to 50 adult catechumens and 10 children. To you newly baptized the embrace and caress of Pope Francis is given, and also my most affectionate good wishes to you and your families.

All these elements lead me to make three brief reflections.

 As the prophet Isiah says in the first Reading, it was not us who started seeking God, or to seek faith. No. It was God himself that came in search for us. It was not us who searched for the sun, the light, but it is the light that seeks us: “Arise – says Isiah – for your light has come!”. “His glory appears over you!”.  “The glory of the Lord shines upon you!”.  

In the letter to the Romans, St. Paul teaches something very important regarding faith. Jesus, who is at the centre of the faith, has to be believed in the heart and confessed and proclaimed with the mouth and with our living example. This means that faith is not a private and intimate sentiment. In fact, Pope Francis in his first Encyclical “The light of Faith”, writes: “It is impossible to believe on our own. Faith is not simply an individual decision which takes place in the depths of the believer’s heart”. At the same time, faith, is personal, but also common and public; it is not for the few, but for all, without any distinction, as St. Paul says “Jew of Greek” (Gal. 3,28); that is without distinction of race, culture or geography. “To the whole world – the Apostle writes – the voice of missionaries has to arrive, to the ends of the earth”. In this sense our faith is catholic, rather universal and open to all. 

If faith is not an individual element, it means that it is communal, that is, it is communion between persons, and this means being Church; it is communion of persons, the same way as the Apostles where around Jesus and Mary, enlivened by the Holy Spirit, and therefore sent. This is what today’s Gospel is also telling us, Jesus, before concluding His mission, sends the Apostles: “All authority in heaven and on earth has been given to me. 19 Go therefore and make disciples of all nations, baptizing them in the name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit”.  

Dear brothers and sisters of Da Nang; dear brothers and sisters of Vietnam; I ask you to make yours this same mission, and with the same enthusiasm of the Apostles and the Missionaries that have brought you the faith, take it forward. How many people are waiting to know here and today, Christ.  Good Apostolate! 


Publicado por verdenaranja @ 22:45  | Hablan los obispos
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Viernes, 23 de enero de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo tercero del Tiempo Ordinario B ofrecida  por el sacerdote Don Juan Perez Piñero bajo en el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"                  

Domingo 3º del T. Ordinario B

 

Estamos contemplando en estas primeras semanas del Tiempo Ordinario, el comienzo de la Vida Pública de Jesús. Podríamos decir que el texto de este domingo, es el comienzo de su ministerio según S. Marcos, el evangelista que nos guía y acompaña este año. Su Evangelio nos presenta a Jesucristo, primero, como el Mesías que tenía que venir, y, más tarde, caminando hacia Jerusalén donde tendrá lugar su Pasión, Muerte  y Resurrección. El marco de su ministerio no será Jerusalén, la Ciudad Santa, sino la región de Galilea, que en alguna ocasión se llama “la Galilea de los gentiles”.

Y ¿qué dice, qué enseña el Señor? Lo primero que dice es: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. ¡Impresionante! Es decir, ¡han llegado los tiempos soñados! ¡Los tiempos del Mesías! Todo aquello que los profetas anunciaron  y que los judíos esperaban ardientemente, ha llegado ya;  y ahora se anuncia como Buena Noticia, como la mejor noticia. ¿Y en qué consiste? Se trata de que el Mesías ha venido, como decía,  y  está cerca el Reino de Dios, que en S. Mateo se llama Reino de los Cielos.  ¿Y eso qué  significa? Simplificando mucho, podríamos decir que el Reino de los Cielos es, algo así, como la “forma de vida que hay en el Cielo”, donde está establecido el Reinado de Dios que Cristo viene a traer a la tierra.

Ahora entendemos perfectamente que Jesucristo hable de la urgencia y de la necesidad de la conversión. ¡Es que la tierra nos parece tan distinta a lo que debe ser el Cielo! ¡Los valores, los criterios y las formas de vida de este mundo, deben ser tan distintos de los del Reino de Dios! Por tanto, la necesidad de cambiar de manera de pensar y de actuar es evidente. Primero, de forma de pensar: es lo que se llama en griego “metanoia”, el cambio de mentalidad, hasta que lleguemos a tener “el pensamiento de Cristo” (1Co 2, 16). Y luego, viene el actuar en consecuencia. ¡Esto es acoger y dar fe a la Buena Noticia! Y cuando esto sucede, la tierra se va pareciendo  algo al Cielo. Cuando no lo acogemos, cuando lo rechazamos, sucede lo contrario. Oímos decir, tantas veces: “Esto parece un infierno”; “este mundo es un valle de lágrimas”.

Cuando estamos imbuidos de esta mentalidad, razonamos como nos enseña San Pablo en la segunda lectura: hemos de vivir desprendidos de todo, porque “la representación de este mundo se termina”.

Un ejemplo precioso de conversión nos lo ofrece hoy la primera lectura, que nos presenta al profeta Jonás anunciando la destrucción de Nínive, la ciudad pecadora, y la conversión de los ninivitas a Dios, que no destruye la ciudad.

Este domingo hay una realidad que nos llama a la conversión: termina el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos; y eso nos anima a trabajar por el Reino de Dios, de modo que el rostro de la Iglesia sea cada vez más atrayente a los hermanos separados.

Los trabajos del Reino necesitan muchos obreros. (Mt 9,37-38). Jesús,  pasando junto al mar de Galilea, llama a sus primeros discípulos: a Simón y a su hermano Andrés; a  Santiago y a su hermano Juan. Ellos serán “pescadores de hombres”. No se nos narra el proceso de su vocación, sino su resultado: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

Se trata, en definitiva, de acoger el Reino de Dios, que Jesús anuncia, personifica y llevará a su plenitud, en su Venida Gloriosa.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 16:55  | Espiritualidad
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 DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO B

 MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

          Dios nos llama constantemente al cambio, a la conversión. En la primera lectura de hoy, se nos narra la conversión de la ciudad de Nínive ante la predicación del profeta Jonás. 

 

SEGUNDA LECTURA

          S. Pablo recomienda a los cristianos de Corinto que no se aferren a los bienes del mundo presente, pues “la representación de este mundo se termina”. 

 

TERCERA LECTURA

          Desde este domingo, hasta el principio de la Cuaresma, leeremos las primeras páginas del Evangelio de S. Marcos. Hoy se nos presenta el comienzo de la Vida Pública de Jesús, con una llamada a la conversión 

 

COMUNIÓN

          En la Comunión experimentamos la Buena Noticia del amor de Dios, al recibir el Cuerpo de Cristo, como alimento y fuerza para nuestra vida cristiana.

          Que Jesucristo, el Señor, encuentre en nosotros la misma disponibilidad de los primeros discípulos.


Publicado por verdenaranja @ 16:51  | Liturgia
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Jueves, 22 de enero de 2015

Guión litúrgico para la misa de la jornada de la Infancia Misionera 2015 entresacada de la revista ILUMINARE Nº 393 ENERO 2015 recibida en la parroquia con  los materiales para su celebración.

INICIO DELA CELEBRACIÓN 

Monición de entrada

Jesús nos ha convocado para esta celebración de la eucaristía. En el Evangelio escucharemos cómo Jesús llamó a sus primeros discípulos. Hoy celebramos, además, la Jornada de la Infancia Misionera; su lema, “Yo soy uno de ellos”, nos recuerda que, como los apóstoles, nosotros también somos llamados a ser misioneros. Hemos entrado el sacerdote y los monaguillos acompañados de algunos niños con fotografías de misioneros y misioneras, que hemos colocado ante el altar; ellos nos recuerdan esta llamada de Jesús. En esta misa, pidamos al Señor ser nosotros sus enviados a nuestras familias y amigos.

Acto penitencial

Jesús nos llama, pero a veces no le escuchamos. Nos vamos a poner un momento de espaldas al altar en silencio, y luego nos volvemos para pedir perdón por no escuchar la llamada de Jesús. 

LITURGIA DE LA PALABRA

Homilía en diálogo con los niños

¿Qué hace Jesús en el Evangelio? ¿Por qué llama a los discípulos? ¿Qué crees que es ser “pescador de hombres”?

¿Piensas que Jesús te llama a ti? ¿Cómo? ¿Qué sería para ti ser un “niño misionero”?

¿Qué sabes de los misioneros? ¿Qué es lo que más te gusta de ellos? ¿Cómo podrías hacer tú que se conozca más el Evangelio? ¿Cómo puedes ser tú “uno de ellos”?

Oración de los fieles

Jesús llamó a los apóstoles para llevar la buena noticia del Reino de Dios a todos los hombres; ahora, en la oración, dirigimos a Dios nuestras peticiones, para que nosotros sigamos sus pasos. Respondemos:

Padre nuestro, venga tu Reino.

Por la Iglesia, y especialmente por el Papa y los obispos, para que todos escuchemos  la llamada de Jesús a seguirle. Roguemos al Señor. · Por los cristianos perseguidos, para que la fortaleza de su fe sea testimonio de la presencia de Dios entre los hombres. Roguemos al Señor.

Por los niños de Infancia Misionera, para que sean generosos con sus oraciones, con sus cosas y con sus vidas. Roguemos al Señor.

Por los misioneros y misioneras, que han seguido la llamada de Jesús a ir a países lejanos, para que sirvan con amor a los pueblos a los que han sido enviados. Roguemos al Señor.

Por los que ahora celebramos esta eucaristía, para que el lema “Yo soy uno de ellos”  nos anime a seguir el ejemplo de los misioneros y misioneras. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios nuestro Padre, las oraciones que te hemos dirigido para que tu Reino se haga presente en modo especial entre los niños de todo el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

LITURGIA EUCARÍSTICA

Ofertorio

Escuchando la llamada de Jesús en su Palabra, traemos las ofrendas para la celebración de la eucaristía; con ellas Jesús puede hacerse presente en el sacramento y en el mundo. Primero acercamos al altar el pan, el vino y el agua que se convertirán en su Cuerpo y su Sangre.

Traemos también el cartel de la Jornada de Infancia Misionera, que nos recuerda que “Yo soy uno de ellos”, de los llamados por Jesús. Finalmente, aportamos una hucha de Infancia  Misionera, expresión de que debemos ser generosos con nuestras cosas.

Padrenuestro

“Yo soy uno de ellos”: uno de los millones de niños que formamos la familia de los hijos de Dios. Nos tomamos todos de la mano para rezar el padrenuestro. Es la oración de Jesús y nos une a nuestros hermanos de los cinco continentes. Por eso, podemos decirla con confianza y sintiéndolos a todos cercanos.

Monición al rito de la paz y a la comunión

Vamos a darnos como hermanos la paz, conscientes de que este gesto es para hacer presente a Jesús. Es más que una muestra de amistad: es también signo del compromiso de que “Yo soy uno de ellos”, de los que construyen la paz que Jesús vino a traer al mundo.

CONCLUSIÓN  DE  LA CELEBRACIÓN

Monición después de la comunión

Vamos a guardar un momento de silencio para dar gracias a Jesús por haberle recibido (o, los que no habéis hecho aún la primera comunión, porque ha venido en la eucaristía). Le pedimos en nuestro corazón que nos ayude a escucharle para responderle: “Yo soy uno de ellos, de los discípulos que te conocen y anuncian”.

Monición de despedida

Terminamos nuestra celebración de la eucaristía. Jesús nos ha dicho que somos de los suyos, de los discípulos que envía al mundo para llevar el Evangelio. Esto nos llena de mucha alegría. Nos inclinamos para recibir la bendición y hacemos el compromiso de aumentar esta alegría en el mundo.


Publicado por verdenaranja @ 23:34  | Misiones
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Lema y cartel de la Infancia Misionera 2015 entresacados dela revista ILUMINARE Nº 393 ENERO 2015 recibida enn la parroquia con los materiales para su celebración.

"Yo soy uno de ellos" lema de la Jornada de Infancia Misionera 2015

La principal finalidad de la Obra Pontificia de Infancia Misionera es colaborar con los educadores para ayudar a que los niños vayan descubriendo la universalidad de la fe y, en consecuencia, su dimensión misionera. Iniciar a los chavales en este proyecto implica desarrollar armónicamente el conocimiento del mensaje de Jesús, la participación en la oración y en la celebración de los sacramentos, el deseo de vivir según el Evangelio y el compromiso de hacer partícipes a otros del amor de Dios Padre. 

La principal enseñanza de Jesús es desvelarnos que todos somos hijos de Dios y que no hay lugar para la acepción de personas. A Él le debemos el don de la vida, y todos estamos llamados a la felicidad eterna.

Con el lema “Yo soy uno de ellos”, se pretende inculcar a los niños que no hay distinción entre unos y otros, y que, por tanto, no puede haber discriminación entre ellos en el mundo. Quienes por la fe y el bautismo se han incorporado a la Iglesia tienen el deber de decírselo a quien aún no lo sabe. El que así lo hace se convierte en un “pequeño misionero”.

 

Cartel Infancia Misionera 2015 

Un grupo de niños están construyendo un corazón. Sus rostros desvelan, por una parte, que proceden de distintos continentes; por otra, expresan alegría en la tarea. Cada uno hace una cosa distinta y todos se ayudan. Creando este corazón están felices.

El corazón es la expresión del amor que ha de reinar en la humanidad. También los niños, los de aquí y los de allá, han de ser protagonistas de este trabajo conjunto. Todos estamos llamados a arrimar el hombro para construir una humanidad donde haya un solo corazón. 


Publicado por verdenaranja @ 22:16  | Misiones
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Anastasio Gil García, Director Nacional de Obras Misionales Pontificias España, presenta la Jornada Infancia Misionera 2015, que este año se celebra el 25 de enero, bajo el lema "Yo soy uno de ellos". (Entresacado dela revista misionera ILUMINARE, Nº 393 ENERO 2015 recibida en la parroquuia con los materiales para su celebración)

Niños en salida misionera

La Obra Pontificia de Infancia Misionera, expandida por todo el mundo, tiene la singularidad de mostrar a los niños qué es la “Iglesia en salida” de la que habla el papa Francisco. Ellos también pueden vivir con gozo el reconocerse como miembros de la Iglesia, que tiene las puertas abiertas para que entren otros niños al recibir la Buena Noticia y el bautismo; y también puertas abiertas para salir al encuentro de los demás y compartir con ellos la alegría del Evangelio. Es una experiencia que comienza al integrarse en los grupos de Infancia Misionera, en el ámbito de la comunidad eclesial. De esta manera, los niños se convierten en “pequeños misioneros”.

Los niños, protagonistas de la misión

Los niños y ancianos necesitan una atención especial, y a ellos se refiere frecuentemente Francisco. Son los más frágiles y, en ocasiones, desgraciadamente algunas legislaciones permiten la vulneración de sus derechos más inalienables, como la vida. Más allá de esta situación, que descalifica por su crueldad al Estado que lo permite, la sociedad se conmueve ante noticias que certifican la muerte de niños por hambre o enfermedad, por falta de asistencia médica o de alimentación adecuada. No menos sangrante es que adultos desalmados abusen sexualmente de los más pequeños, los sometan a trabajos fuera de su edad o incluso les adiestren para la guerra.

Quienes viven del don de la fe se saben especialmente urgidos a “salir a los caminos” para anunciar a esta naciente generación el tesoro escondido de reconocer a Jesús como hermano y a Dios como Padre. Es la labor que realizan los misioneros, cuyo mayor trabajo es con los más pequeños, y que a la vez son los principales proveedores para sus necesidades sanitarias, educativas, familiares y sociales.

Hace casi 172 años, un obispo francés, Mons. Forbin-Janson, conmovido ante la petición de ayuda de sus amigos misioneros para “salvar” a los niños de China, confió en los pequeños de su diócesis para ofrecer una respuesta. Ellos de inmediato se sumaron a una corriente solidaria hacia aquellos niños que no conocían, pero a los que sentían como “otro más”. Fue la piedra tirada al estanque, que pausadamente fue produciendo círculos concéntricos de complicidad. Desde entonces, los niños de Infancia Misionera forman una red de cooperación entre todos, de manera que, sin conocerse, se aman y se ayudan, porque saben que para Dios todos somos iguales.

“Yo soy uno de ellos”

La Dirección Nacional de OMP, a través del Secretariado de Infancia Misionera, inicia un proyecto de cuatro años para ayudar a padres, educadores y catequistas en la maravillosa tarea de desarrollar la dimensión misionera en la iniciación cristiana. Es poner en este itinerario una “música de fondo” que recuerde a niños y formadores que esta experiencia de adhesión a Jesús en la Iglesia implica el reconocimiento de la universalidad. Es una de sus dimensiones esenciales, y no un simple “hacer algo bueno”: es ayudar a los niños a abrir su corazón a toda la humanidad, como hizo Jesús. Ver proyecto Infancia Misionera 2015-2018

La primera etapa es reconocer que en los planes de Dios no hay acepción de personas. Todos somos miembros de la familia humana, llamados a construir una sociedad más justa, a la vez que maduramos como personas. Se pretende mostrar que es malo trazar una raya imaginaria para separar a los niños del Norte, que ayudan y, al haber recibido el Bautismo, tienen más garantías de ir al cielo, y del Sur, que aún no conocen a Jesús y además son tan pobres que les hemos de ayudar con nuestras limosnas. Parece una caricatura, pero puede tener fundamento en la realidad.

Se trata de lo contrario. Todos somos hijos de un mismo Padre Dios y todos estamos llamados a la felicidad eterna. Los que conocemos a Jesús tenemos el deber de llevar a otros esta buena noticia y de ayudarles con nuestros bienes. Es lo que hacen los misioneros. Así, los niños van experimentando que el amor a los demás no es solo dar limosna, sino que lo primero y principal es aceptarles, reconociéndoles como hermanos y reconociendo que “yo soy uno de ellos”. Es el momento de descubrir que la identidad personal es un don de Dios que asegura y garantiza la unidad, dentro de la diversidad.

Para vivir con los niños esta experiencia de universalidad, se ofrecen diversas herramientas. La preparación de la Jornada de Infancia Misionera se inicia el primer domingo de Adviento; se puede ir construyendo la correspondiente corona desde la dimensión misionera, para concluir con “Sembradores de Estrellas”. A través del DVD Yo soy uno de ellos, los pequeños pueden confrontar su vida con la de los niños de otros continentes. Los educadores (profesores de religión, padres o catequistas) disponen de unos guiones didácticos para niños de 6-8 y 9-12 años. A esto se ha sumado la convocatoria especial de un concurso de cuentos. 

Anastasio Gil
Director de OMP en España


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del tercer domingo del Tiempo Ordinario B         


IR DETRÁS DE JESÚS

Cuando el Bautista fue detenido, Jesús vino a Galilea y comenzó a «proclamar la Buena Noticia de Dios». Según Marcos, no enseña propiamente una doctrina para que sus discípulos la aprendan y difundan correctamente. Jesús anuncia un acontecimiento que está ya ocurriendo. Él lo está ya viviendo y quiere compartir su experiencia con todos.

Marcos resume así su mensaje: «Se ha cumplido el plazo»: ya no hay que mirar hacia atrás. «Está cerca el reino de Dios»: pues quiere construir un mundo más humano. «Convertíos»: no podéis seguir como si nada estuviera ocurriendo; cambiad vuestra manera de pensar y de actuar. «Creed en esta Buena Noticia». Este proyecto de Dios es la mejor noticia que podéis escuchar.

Después de este solemne resumen, la primera actuación de Jesús es buscar colaboradores para llevar adelante su proyecto. Jesús va «pasando junto al lago de Galilea». Ha comenzado su camino. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir abriendo caminos al reino de Dios. No es un rabino sentado en su cátedra, que busca alumnos para formar una escuela religiosa. Ser cristiano no es aprender doctrinas, sino seguirle a Jesús en su proyecto de vida.

El que toma la iniciativa es siempre Jesús. Se acerca, fija su mirada en aquellos cuatro pescadores y los llama a dar una orientación nueva a sus vidas. Sin su intervención, no nace nunca un verdadero cristiano. Los creyentes hemos de vivir con más fe la presencia viva de Cristo y su mirada sobre cada uno de nosotros. Si no es él, ¿quién puede dar una nueva orientación a nuestras vidas?

Pero lo más decisivo es escuchar desde dentro su llamada: «Venid detrás de mí». No es tarea de un día. Escuchar esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes... y, de esta manera, ganar más personas para su proyecto.

Este podría ser hoy un buen lema para una comunidad cristiana: Ir detrás de Jesús. Ponerlo al frente de todos. Recordarlo cada domingo como el líder que va por delante de nosotros. Generar una nueva dinámica. Centrarlo todo en seguir más de cerca a Jesucristo. Nuestras comunidades cristianas se transformarían. La Iglesia sería diferente.

José Antonio Pagola 

3 Tiempo Ordinario - B
(Marcos 1,14-20)

25 de enero 2015


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Mi?rcoles, 21 de enero de 2015

Meeting of the Prefect of the Congregation for the Evangelization of Peoples with the Priests 

20/01/2015 - Hà Ni 

Dear Brothers in the Priesthood, 

  1. Greeting.

I greet you, dear Brothers, and I bring you the blessing of our Holy Father, Pope Francis.  I am happy to be in this holy land, a land of a living and steadfast Church, where the blood of many martyrs has flowed heroically.  Every year on the 24th of November – the day on which the Church celebrates the Memorial of the priest, St. Andrew Dung-Lac, and his 126 Companion Martyrs – I have the occasion to read again the beautiful letter of St. Paul Lê Bảo Tịnh, written to the seminarians from his prison cell.  I am deeply moved by his love for the Lord Jesus and for the Church, as well as his pastoral concern for the seminarians entrusted to him.  His example always prompts in me an ardent desire for the Lord and to serve His Church.  As priests and those responsible for the Church in Vietnam, you are called to be “salt and light” (cf. Mt. 5:13-15) in this society.  Imitate your heroic predecessor martyrs and be worthy to be their successors.  

  1. Evangelii gaudium. Dear Brothers, the theme of evangelization is still relevant and will always be present, since the Church by her nature is missionary. This theme is reaffirmed and underlined by Pope Francis, particularly in the Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium (EG). This invaluable document must be the point                                                                                                                                                                                                of reference for the Church of Vietnam, which is called concomitantly to a path of conversion and to a strong commitment to evangelization.  In this sense, we recall that evangelization comes forth from the Gospel and is continuously reborn in the personal encounter with Jesus.  This encounter with Jesus brings with it a change of life and, at the same time, gives true and profound joy that always seeks to communicate itself.   “For if we have received the love which restores meaning to our lives,” the Pope writes, “how can we fail to share that love with others?” (EG, n. 8).  To evangelize is to proclaim Christ, and to encounter Him is to be renewed by Him.  What the Pope wrote in his Encyclical Lumen Fidei, and reiterated in Evangelii Gaudium, is interesting: “It is not by proselytizing that the Church grows, but ‘by attraction’ (n.15). As those evangelizing, we experience this joy of the Gospel in becoming sons of God, in being priests of the Lord, and in the service to the faithful entrusted to our care.  

  1. Spiritual Life. First of all, I would like to speak about the spiritual life of priests, because “If we live in the Spirit, let us also follow the Spirit”, according to the teaching of St. Paul to the Galatians (5:25).  With these words, the Apostle reminds us that the spiritual life of the priest must be animated and guided by the Spirit of God, Who leads us to sanctity, perfected by charity.  We priests, more than the rest of the faithful, are called to sanctity through our identity: being consecrated with the Anointing and sent to announce glad tidings to the poor.  The sanctification of the priest consists above all in his intimate and profound bond with Jesus, Head and Pastor of the Church.  Priests are called to radically live the Gospel, following the example of the chaste, poor, and obedient Christ. The priest is, first and foremost, one who is called to be configured to Jesus, the Eternal High Priest.  In other words, we must love as Jesus loves, think as Jesus thinks, act as Jesus acts, and serve as Jesus serves in every moment of our lives.  The priesthood is not a profession or a bureaucratic office, fulfilled by working contracted hours; it is a “style of life”, not a job.  The priest lives out his Priesthood, but he never possesses it all.  We must be priests of God rather than being “clerical”: simply going through the motions of being religious. To fully live out the priestly identity, the spiritual life of the priest must be tied to prayer, to listening to the Word of God.  Pray and listen like Mary.  This is the behavior of him who places his trust in the power of God, allowing himself to be transfigured by Jesus, the Good Shepherd, allowing himself to be corrected by God and allowing God to act in his own life.  

  2. Moral Life. Regarding the moral life, I would like to speak of priestly celibacy.  This choice must be considered within the context of “…the link between celibacy and Sacred Ordination, which configures the priest to Jesus Christ the head and spouse of the Church.  The Church, as the spouse of Jesus Christ, wishes to be loved by the priest in the total and exclusive manner in which Jesus Christ her head and spouse loved her” (Pastores Dabo Vobis, n. 29). Understood thus, the priest embraces celibacy “continually renewed with a free and loving decision” (Ibid.), being aware of the weakness of his own human condition.  Thus, we know that “To put into practice all the moral, pastoral and spiritual demands of priestly celibacy, it is absolutely necessary that the priest pray humbly and trustingly (Ibid.). One way to protect the priestly life is to foster fraternal relationships with brother priests.  The accompaniment and support of other priests are always a gift of grace and an invaluable aid to bringing life into our Priesthood and into our ministry.  If this fraternal relationship is lacking among priests, a crisis always follows.  A good relationship of esteem and confidence must also be fostered with one’s own Bishop, as the father and head of our local Church. 

  1. Pastoral Life. Concerning the pastoral life, our Holy Father, Pope Francis, has warned us of the risk that runs among priests obsessed with protecting their free time”. He writes: “This is frequently due to the fact that people feel an overbearing need to guard their personal freedom, as though the task of evangelization was a dangerous poison rather than a joyful response to God’s love which summons us to mission and makes us fulfilled and productive. Some resist giving themselves over completely to mission and thus end up in a state of paralysis and acedia” (EG, n. 81).  In order to dedicate our entire lives and all that we have to the service of the Church, we need to have the pastoral charity of Jesus, Who has given His life for the flock.  We must imitate Jesus in His gift of Self and in His service.  It is precisely pastoral charity, with which we must be imbued, that enriches our priestly ministry and will determine our way of thinking and acting, our way of relating to people” (Pastores Dabo Vobis, n. 23).  Pastoral charity asks of us a pastoral conversion, urging us to go forth from our own comfort zone in order to reach all the ‘peripheries’ in need of the light of the Gospel” (EG, n. 20). The privileged recipients of pastoral charity are the poor, the marginalized, the little ones, the sick, sinners, and unbelievers. 

In a particular way in the large cities, we need to focus our attention on the immigrants and to the “slaves” of the modern day.   In his Message for the World Day of Peace 2015, the Holy Father spoke of the various kinds of slavery: workers reduced to servitude, migrants, female and male sex slaves, to name a few.  Furthermore, in his message for the 101st Word Day of Migrants and Refugees 2015 (September 3, 2014), he wrote that “Jesus isthe evangelizer par excellence and the Gospel in person’ (ES, 209).  His solicitude, particularly for the most vulnerable and marginalized, invites all of us to care for the frailest and to recognize His suffering countenance, especially in the victims of new forms of poverty and slavery.”  Pastoral charity renders us always more available to assume whatever responsibilities arise for the good of the Church and of souls.  

Dear Brothers in the Priesthood, I thank you for your zeal and for your tireless commitment to evangelization.  Let us continue onward, animated by our common love for the Lord and for Holy Mother Church.  May Our Lady of La Vang protect you and walk by your side.  May we remain always united in prayer.  


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 Meeting of the Prefect of the Congregation for the Evangelization of Peoples with the Bishops of the Episcopal Conference of Vietnam 

20/01/2015 - Hà Ni 

 

Your Eminence, Cardinal John Baptist Pham Minh Mân,

Your Excellency, the Papal Representative,

Your Excellency, the President of the Episcopal Conference of Vietnam,

Brothers in the Episcopate: 

Allow me to greet with particularly warm wishes His Excellency, Monsignor Peter Nguyễn Văn Nhơn, Archbishop of Hà Nội, who was created a Cardinal by Pope Francis only a few days ago, and who will be joined to the College of Cardinals this coming February 14th.  

This is a most beautiful gesture toward this zealous Confrere, and a great honor for the Church of Hà Nội and all of Vietnam.  I am very happy to be here with you and sincerely thank the Episcopal Conference for the invitation allowing me to visit your Country.  I have before me an entire week in which to meet, from North to South, the many members of the People of God in Vietnam – Bishops, priests, religious men and women, seminarians, and laity – and to pray together in the celebration of various liturgies.  My two predecessors, Cardinal Crescenzio Sepe and Cardinal Ivan Dias, both visited Vietnam, returning with a wonderful impression of a living Church.  I, too, on this occasion, can see with my own eyes the vitality of your Community, the steadfast Faith of the Vietnamese faithful, about which you have told me in our meetings and from the reports of the Papal Representative.  I know that religious practice is high (80-93%) and fervent - not just for Sunday Mass, but also throughout the week.  I know also that in all of the Dioceses and parishes the faithful love to gather together in organizations for the lay apostolate, and this is very interesting.  Everywhere they show a particular interest in the Word of God and in study of the Catechism.  Moreover, they desire to contribute, using their own labor and talents, to the building up and development of the Church, as well as the Country. 

Dear Brother Bishops, the Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium [EG] is an invaluable document, because it is the programmatic text of the Church today and represents the vision that Pope Francis has given for the years to come.  He says that the joy of the Gospel is the basis for evangelization. It is born and reborn in the personal encounter with Jesus, from which is derived the change in life and the missionary spirit.  In fact, joy, by its nature, always seeks to communicate itself: “For if we have received the love which restores meaning to our lives, how can we fail to share that love with others?” (n. 8).  Evangelization is the natural consequence of this joy, that consists in having met the Lord and having been renewed by Him: “It is not by proselytizing that the Church grows, but ‘by attraction’” (n. 15).  It follows that one who evangelizes must be in continual, personal conversion in order to become an authentic witness to the Gospel.   The virtuous life of all the members of the People of God manifests the noble and fascinating beauty of the Gospel.  At the same time, it is a decisive requisite for the work of evangelization in the world of today. 

This year marks the Fiftieth Anniversary of the Conciliar Decree Ad Gentes [AG], concerning the missionary activity of the Church.  There is says that missionary activity flows directly out of the nature itself of the Church.  Through this missionary impulse, the first seeds of the Faith were brought here to Vietnam through the work of the Jesuits, the Fathers of the Foreign Mission Society of Paris, the Dominicans, the Augustinians, the Franciscans, and so many others.  The tiny seeds have taken root in the culture and customs, such that today the Faith has become a part of the lives of many Vietnamese Christians.  In 2010, the Church in Vietnam celebrated the Jubilee Year, commemorating the 350th Anniversary of the first two Apostolic Vicariates, and the 50th Anniversary of the Establishment of the Hierarchy.  Today, we must remember that it has been 400 years since evangelization here first began.  The initial creation of the Hierarchy marked the passage from “mission” status to the first configurations of a local Church, with the Bishops beginning to assume direct responsibility.  Hence, every Bishop must continue to personally assume responsibility for evangelization, because “The mandate of Christ to preach the Gospel to every creature (Mark 16:15) primarily and immediately concerns them (the Bishops), with Peter and under Peter” (AG, n. 38). 

The Conciliar Document Ad Gentes still remains valid for us today.  The Holy Father, Pope Francis, in Evangelii Gaudium, citing Redemptoris Missio, reaffirmed that “…today missionary activity still represents ‘the greatest challenge for the Church’ and ‘the missionary task must remain foremost’” (n. 15) the responsibility of the Bishop.  The Bishop, as head and center of the Diocesan apostolate, must promote, direct, and coordinate missionary activity, and, furthermore, must encourage all the members of the People of God to participate in missionary works.  Priests, religious brothers and sisters, as close collaborators with the Bishops in evangelization, are called  to live their own proper vocations and charisms to become “the salt of the earth and light of the world”.  In the one Body of Christ that is the Church, each baptized person has received from God a personal call to be a witness to the Gospel in every circumstance in which one finds oneself.  One must avoid any self-centered mentality that seeks to preserve the Faith only for one’s personal salvation; rather, one must contribute to the building up and growth of the community, committing himself to the apostolate.  It must be remembered that “Every Christian is a missionary to the extent that he or she has encountered the love of God in Christ Jesus: we no longer say that we are “disciples” and “missionaries”, but rather that we are always “missionary disciples” (EG, n.120).  One must never forget that this missionary task can only be realized with the collaboration and prayer of the entire Church. 

It is noteworthy that this missionary task “is one and the same everywhere and in every condition, even though it may be carried out differently according to circumstances” (AG, n. 6).  That is to say that the path of evangelization is not an easy one to tread, and in fact, “…circumstances are sometimes such that, for the time being, there is no possibility of expounding the Gospel directly and forthwith” (AG, n. 6).  We certainly must not forget that St. Paul urged the proclamation of the Word of God whether “convenient and inconvenient” (2 Timothy 4:2), but, “in this case”, the Conciliar Document Ad Gentes writes “…missionaries can and must at least bear witness to Christ by charity and by works of mercy, with all patience, prudence and great confidence. Thus they will prepare the way for the Lord and make Him somehow present” (n. 6).  The Servant of God Cardinal Francis Xavier Nguyễn Văn Thuận, a witness to hope and minister of the mercy of God, is an extraordinary example of announcing the Gospel in every moment, convenient or inconvenient; yet, he shows us as well how to exercise patience and prudence, especially in dialogue.  Our Holy Father Francis often affirms the need to promote dialogue and the culture of encounter. 

The role of your Episcopal Conference consists primarily in orienting and coordinating the works of evangelization, avoiding wasteful use of resources in terms of persons and projects, and in such a way that at every level – local, civil, and social – the whole reality can be integrated, putting into communion the works of the persons and groups that make up the Church.  As such, this realizes unity in plurality - that unity which is not uniformity. 

Before concluding my brief remarks, I would like to offer to all of you, dear Brother Bishops, a word of appreciation for the work of evangelization that you have undertaken through your pastoral generosity and through your laudable communion with the Holy Father. 

I entrust each one of you, your Dioceses, and your pastoral ministry to the maternal protection of Our Lady of La Vang.  May the Holy Spirit, through the intercession of Mary, renew in you the desire to serve the Reign of God with your whole heart and strength, in solidarity with the Holy Father and with each other.


Publicado por verdenaranja @ 21:02  | Hablan los obispos
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Introducción al tema de la semana de oración por la unidad de los cristianos para el año 2015, entresacado del folleto  recibido en la parroquia con los materianles para su celebración.

Jesús le dijo: «Dame de beber» (Jn 4, 7)


1. Todo el que bebe de esta agua...

Viaje, sol abrasador, cansancio, sed… «Dame de beber». Este es el deseo de todo ser humano. Dios, que se hace hombre en Cristo (Jn 1, 14) y se vacía a sí mismo para compartir nuestra humanidad (Flp 2, 6-7), es capaz de decirle a la mujer samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7). Al mismo tiempo, este Dios que sale a nuestro encuentro nos ofrece el agua viva: «el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna» (Jn 4, 14).

El encuentro entre Jesús y la samaritana nos invita a probar agua de un pozo diferente y también a ofrecer un poco de la nuestra. En la diversidad nos enriquecemos mutuamente. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos constituye una ocasión privilegiada para la oración, el encuentro y el diálogo. Es una oportunidad para poder reconocer las riquezas y los valores que están presentes en el otro, el distinto, y para pedir a Dios el don de la unidad.

«Todo el que bebe de esta agua sigue volviendo», dice un proverbio brasileño que siempre se repite cuando un huésped se marcha. Un refrescante vaso de agua, de chimarrão1, de café, de tereré2, son signos de aceptación, de diálo­go, de convivencia. El gesto bíblico de ofrecer agua a quienquiera que llegue(Mt 10, 42), como un modo de dar la bienvenida y de compartir, es algo que se repite en todas las regiones de Brasil.

El estudio y la meditación de este texto que se propone para la Semana de Oración quiere ayudar a las personas y a las comunidades a que se den cuenta de la dimensión dialógica del proyecto de Jesús que llamamos el Reino de Dios.

El texto afirma la importancia de que la persona conozca y comprenda su pro­pia identidad para que la identidad del otro no se perciba como una amenaza.

Si no nos sentimos amenazados, seremos capaces de percibir la complemen­tariedad del otro: ¡Sola, una persona o una cultura, no es suficiente! De este modo la imagen que surge de las palabras «dame de beber» es una imagen que habla de complementariedad: beber agua del pozo de otra persona es el primer paso para experimentar el modo de ser del otro. Esto lleva a un inter­cambio de dones que enriquece. Cuando se rechazan los dones del otro se hace mucho daño a la sociedad y a la Iglesia.

En el texto de Juan 4, Jesús es un forastero que llega cansado y sediento. Necesita ayuda y pide agua. La mujer está en su territorio; el pozo pertenece a su pueblo, a su tradición. Es dueña del cántaro y es la que tiene acceso al agua. Pero ella también tiene sed. Se encuentran y ese encuentro ofrece a los dos una oportunidad inesperada. Jesús no deja de ser judío por haber bebido el agua que le ofrece la mujer samaritana. La samaritana sigue siendo ella misma al abrazar el camino de Jesús. Cuando reconocemos que tenemos ne­cesidades recíprocas, tiene lugar la complementariedad en nuestras vidas de un modo más enriquecedor. «Dame de beber» supone que tanto Jesús como la samaritana piden lo que necesitan del otro. «Dame de beber» nos empuja a reconocer que las personas, las comunidades, las culturas, las religiones y los distintos grupos étnicos se necesitan unos a otros.

«Dame de beber» implica una acción ética que reconoce la necesidad que tenemos los unos de los otros para vivir la misión de la Iglesia. Nos obliga a cambiar nuestra actitud, a comprometernos en buscar la unidad en medio de nuestra diversidad a través de una apertura a una variedad de formas de orar y de espiritualidad cristiana.

2. El contexto eclesial y religioso de Brasil

Brasil puede ser considerado un país muy religioso. Se le conoce tradicio­nalmente como un país en el que una cierta «cordialidad» caracteriza las relaciones entre las clases sociales y los grupos étnicos. Sin embargo, Brasil está ahora atravesando una etapa de creciente intolerancia que se manifiesta en los altos índices de violencia, especialmente contra las minorías y los grupos más vulnerables: las personas de raza negra, los jóvenes, los homosexuales, las personas que practican la religión afrobrasileña, las mujeres y los pueblos indígenas. Esta intolerancia permaneció latente durante mucho tiempo. Se volvió más visible, revelando la existencia de un Brasil diferente, cuando el 12 de octubre de 1995, en la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, la patrona del país, uno de los obispos de una Iglesia neopentecostal dio una patada a una estatua de la patrona durante un programa televisivo emitido a nivel nacional. Desde ese momento han tenido lugar otros actos de intolerancia religiosa con base cristiana. También han tenido lugar actos parecidos de intolerancia cristiana hacia otras tradiciones religiosas, en especial hacia las tradiciones afrobrasileñas e indígenas.

La lógica detrás de este tipo de conductas es la competencia por hacerse con el mercado religioso. De un modo creciente en Brasil algunos grupos cristianos han adoptado una actitud competitiva hacia los demás, compitiendo por tener más espacio en los medios de comunicación social, más miembros nuevos y más ayuda pública para organizar sus grandes eventos. El papa Francisco hace referencia a este mismo fenómeno cuando escribe: «La mundanidad es­piritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica» (Evangelii gaudium, n. 98).

Esta situación de competencia religiosa ha afectado la vida de las confesio­nes cristianas tradicionales, que han experimentado una reducción o estan­camiento del número de sus fieles. También ha reforzado la idea de que una Iglesia fuerte y dinámica es una Iglesia que tiene un gran número de miem­bros. Como consecuencia de ello existe una tendencia entre algunos sectores significativos de las Iglesias tradicionales a distanciarse de la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia de Cristo.

Este cristianismo mercantilista está invirtiendo en política partidista y en algunos casos crea sus propios partidos políticos. Se alía con determinados grupos de poder, como grandes terratenientes, industrias agrarias y merca­dos financieros. Algunos observadores llegan incluso a hablar de una «con­fesionalización» de la vida política que pone en peligro la separación entre el estado y la religión. Esto lleva a que la lógica ecuménica de derrumbar los muros que dividen se vea sustituida por una lógica «corporativista» y por la salvaguardia de los intereses de cada denominación.

Aunque el censo oficial de 2010 indica que el 86,8 % de la población de Brasil se considera cristiana, el país tiene una tasa muy alta de violencia. Esto signi­fica que una proporción alta de la afiliación cristiana no parece traducirse en actitudes de no violencia y de respeto por la dignidad humana. Esta afirma­ción se puede ejemplificar con los datos siguientes:

Violencia contra las mujeres: entre el año 2000 y el 2010, 43.700 mujeres fue­ron asesinadas en Brasil. El 41 % de las mujeres que son objeto de violencia son violadas en sus propias casas.

Violencia contra los pueblos indígenas: la violencia contra la población in­dígena suele estar relacionada con grandes proyectos hidroeléctricos y la ex­pansión de la industria agraria. Estos dos tipos de empresas expresan bien el modelo de desarrollo que prevalece hoy en el país. Contribuyen de un modo significativo a la lentitud con la que se están demarcando y reconociendo los territorios indígenas. En 2011, el informe «Violencia contra los pueblos indí­genas de Brasil» de la Comisión de Pastoral de la Tierra (CPT), un organismo ligado a la Conferencia de obispos de Brasil de la Iglesia católica romana, identificó 450 proyectos en ejecución en territorio indígena en Brasil. Estos proyectos se realizan sin consultar adecuadamente a los pueblos indígenas como se establece en la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El informe del CPT denuncia el asesinato de 500 indígenas entre 2003 y 2011; el 62,7 % de ellos en el estado de Mato Grosso do Sul. La media anual de asesinatos es de 55,8 nativos.

Es preciso vencer la intolerancia en sus múltiples expresiones de un modo positivo, respetando la legítima diversidad y promoviendo el diálogo como camino permanente para la reconciliación y la paz en fidelidad al evangelio.

3. La opción hermenéutica

El método adoptado por el CEBI y que se utiliza extensamente en Latinoa­mérica se llama «lectura contextual de la Biblia». Es al mismo tiempo una aproximación académica y popular al texto bíblico.

En este método el punto de partida para cualquier teología bíblica e inter­pretación es siempre la vida diaria. Utilizamos el procedimiento de Jesús en el camino de Emaús (cf. Lc 24, 13-24): ¿Qué pasa? ¿De qué estáis hablando? Desde el contexto se va al texto bíblico. En este caminar metodológico la Bi­blia es «antorcha para nuestros pasos y luz en nuestro sendero» (cf. Sal 119, 105). Utilizamos la Biblia como una linterna para iluminar el camino de nues­tras vidas. El texto bíblico nos instruye y nos transforma para que podamos dar testimonio de la voluntad de Dios en el contexto en el que vivimos.

4. El viaje a través de los días

El viaje que proponemos para los ocho días empieza con la proclamación, que lleva a la denuncia, la renuncia y el testimonio. La semana empieza con la proclamación del Dios que nos ha creado a su imagen, que es la imagen del Dios trino, unidad en la diversidad. La diversidad forma parte del designio divino. Seguidamente se denuncian algunas situaciones de pecado que causan discriminaciones injustas. En tercer lugar, la renuncia a esas actitudes peca­minosas que excluyen constituye un primer paso hacia la unidad del Reino de Dios. Finalmente damos testimonio de la bondad de Dios, que siempre está dispuesto a acogernos a pesar de nuestros pecados y que con su Espíritu Santo nos mueve hacia la reconciliación y la unidad. De este modo experimentamos Pentecostés: los muchos dones del Espíritu que llevan a hacer realidad el Rei­no de Dios.

1 Chimarrão es una bebida de infusión tradicional del sur de Brasil. Se prepara remojando hojas secas de yerba mate. Beberla con amigos o con la familia es una costumbre muy arraigada.

2 Es parecida al chimarrão, pero en vez de usar agua hirviendo, para el tereré se utiliza agua fría.



Publicado por verdenaranja @ 17:57  | Ecumenismo
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Texto bíblico para el 2015 entresacado de folleto con Materiales para la SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS recibido en  la parroquia para su celebración.

Texto bíblico para el 2015

Jn 4, 1-42

Se enteró Jesús de que los fariseos supieron que cada vez aumentaba más el número de sus seguidores y que bautizaba incluso más que Juan, aunque de hecho no era el mismo Jesús quien bautizaba, sino sus discípulos. Así que salió de Judea y regresó a Galilea. Y como tenía que atravesar Samaría, llegó a un pueblo de esa región llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. Allí se encontraba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía.

Y en esto que llega una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber». Los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. La mujer samaritana le contesta: «¡Cómo! ¿No eres tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy samaritana?» (es que los judíos y los samaritanos no se trataban). Jesús le responde: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “dame de beber”, serías tú la que me pedirías de beber, y yo te daría agua viva».«Pero Señor –replica la mujer–, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Dónde tienes esa agua viva? Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría que él?» Jesús le contesta: «Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su in­terior en un manantial capaz de dar vida eterna». Exclama entonces la mujer: «Señor, dame de esa agua; así ya no volveré a tener sed ni tendré que venir aquí a sacar agua».

Jesús le dice: «Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve acá». Ella le contes­ta: «No tengo marido». «Es cierto –reconoce Jesús–; no tienes marido. Has tenido cinco y ese con el que ahora vives no es tu marido. En esto has dicho la verdad». Le responde la mujer: «Señor, veo que eres profeta. Nuestros an­tepasados rindieron culto a Dios en este monte; en cambio, ustedes los judíos dicen que el lugar para dar culto a Dios es Jerusalén». Jesús le contesta: «Crée­me, mujer, está llegando el momento en que, para dar culto al Padre, ustedes no tendrán que subir a este monte ni ir a Jerusalén. Ustedes los samaritanos rinden culto a algo que desconocen; nosotros sí lo conocemos ya que la salva­ción viene de los judíos. Está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque estos son los adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad». La mujer le

dice: «Yo sé que el Mesías (es decir, el Cristo) está por llegar; cuando venga nos lo enseñará todo». Jesús, entonces, le manifiesta: «El Mesías soy yo, el mismo que está hablando contigo».

En ese momento llegaron los discípulos y se sorprendieron al ver a Jesús ha­blando con una mujer; pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería de ella o de qué estaban hablando. La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro, regresó al pueblo y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha adivinado todo lo que he hecho. ¿Será el Mesías?». Ellos salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús.

Mientras tanto, los discípulos le insistían: «Maestro, come». Pero él les dijo: «Yo me alimento de un manjar que ustedes no conocen». Los discípulos co­mentaban entre sí: «¿Será que alguien le ha traído comida?». Jesús les explicó: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo sus planes. ¿No dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fíjense: los sembrados están ya maduros para la recolección. El que trabaja en la recolección recibe su salario y recoge el fruto con destino a la vida eterna; de esta suerte, se alegran juntos el que siembra y el que hace la recolección. Con lo que se cumple el proverbio: "Uno es el que siembra y otro el que cosecha". Yo los envío a ustedes a recolectar algo que no han labrado; otros trabajaron y ustedes se benefician de su trabajo».

Muchos de los habitantes de aquel pueblo creyeron en Jesús movidos por el testimonio de la samaritana, que aseguraba: «Me ha adivinado todo lo que he hecho». Por eso, los samaritanos, cuando llegaron a donde estaba Jesús, le insistían en que se quedara con ellos. Y en efecto, se quedó allí dos días, de manera que fueron muchos más los que creyeron en él por sus propias pala­bras. Así que decían a la mujer: «Ya no creemos en él por lo que tú nos has di­cho, sino porque nosotros mismos hemos escuchado sus palabras, y estamos convencidos de que él es verdaderamente el salvador del mundo».

Texto de La Biblia Hispanoamericana, traducción interconfesional (BH)(Editorial Verbo Divino – Sociedad Bíblica de España, 2013)


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Martes, 20 de enero de 2015

El domingo,  18 de enero de 2015, un poco antes de las 10 hora local, el papa Francisco se ha reunido con los jóvenes filipinos en el campo de deportes de la Universidad de Santo Tomás de Manila. El encuentro, que ha sido una Liturgia de la Palabra, ha sido introducido por el presidente de la Comisión Episcopal para los jóvenes y obispo de Bangued, Mons. Leopoldo C. Jaucian, SVD, y el saludo de una familia.

Después de la entronización de la Santa Cruz, han tenido lugar los testimonios de tres jóvenes --que han planteado también sus preguntas al Pontífice-- y las lecturas bíblicas. A continuación, el Santo Padre ha pronunciado un discurso improvisado. ,(Zenit.org)

El Pontífice ha empezado diciendo en inglés:  

"Queridos jóvenes amigos,

Cuando hablo espontáneamente, lo hago en español. ¿No? Porque no sé la lengua inglesa. ¿Puedo hacerlo? ¡Muchas gracias! Aquí, el padre Marc, es un buen traductor".

Y ha proseguido en español:

"Primero de todo, una noticia triste: ayer, mientras estaba por empezar la misa, se cayó una de las torres, como esa, y al caer hirió una muchacha que estaba trabajando, y murió. Su nombre es Kristel. Ella trabajó en la organización de esa misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes. Trabajaba para una asociación que se llama "Catholic Relief Services". Era una voluntaria.

Yo quisiera que nosotos, todos juntos, y ustedes jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra madre del cielo.

Let us pray (oremos).

[Todos juntos rezan un Ave María en inglés]

Y también hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong. Su papá ha venido a Manila a esperar a su mamá".

[Todos juntos rezan un Padre Nuestro en inglés]

El Papa ha retomado el inglés y ha leído unas frases del texto que había preparado para la ocasión. Así, ha dicho:

"Me alegro de estar con vosotros esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con vosotros los jóvenes, para escucharos y hablar con vosotros. Quiero transmitiros el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en vosotros. Y quiero animaros, como cristianos ciudadanos de este país, a que os entreguéis con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de vuestra sociedad y ayudéis a construir un mundo mejor.

Doy las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las palabras de bienvenida".

Y ha añadido:

"Jun Chura, Leandro Santos II, Rikki Macolor, muchas gracias".

De nuevo en español, Francisco ha continuado diciendo:

"Y la pequeña representación de las mujeres... ¡demasiado poco! ¿eh? Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces somos demasiado machistas, y no dejamos lugar a la mujer, pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres. La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención: ella, hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas. Así que, cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres.

Yo te agradezco Jun, que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste, podemos entender algo y responder algo. La gran pregunta para todos: ¿por qué sufren los niños? ¿Por qué sufren los niños? 

Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta, y a llorar, podemos entender algo. Existe una compasión mundana, que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de eso... Una compasión que a lo más nos lleva a meter la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro, y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas.

Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados... pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas.

Os invito a que cada uno se pregunte: '¿Yo aprendí a llorar?' '¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?' ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? Y esto es lo primero que yo quisiera decirles. Aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy.

No olvidemos este testimonio. La gran pregunta, ¿por qué sufren los niños?, la hizo llorando. Y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar. Jesús, en el Evangelio, lloró. Lloró por el amigo muerto, lloró en su corazón por esa familia que había perdido a su hija, lloró en su corazón cuando vio esa pobre madre viuda que llevaba a enterrar a su hijo, se conmovió y lloró en su corazón cuando vio a la multitud como ovejas sin pastor. ¡Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano!

Y este es un desafío. Jun Chura y su compañera que habló hoy, nos han planteado este desafío. Y cuando nos hagan la pregunta, '¿por qué sufren los niños? '¿por qué sucede esto, esto otro o esto otro de trágico en la vida?, que nuestra respuesta sea o el silencio, o la palabra que nace de las lágrimas. Sean valientes, no tengan miedo a llorar.

Y después vino Leandro Santos II. También hizo preguntas. El mundo de la información. Hoy, con tantos medios, estamos informados, hiperinformados. '¿Y eso es malo?' No. Eso es bueno y ayuda. Pero corremos el peligro de vivir acumulando información. Y tenemos mucha información, pero quizás no sabemos qué hacer con ella. Corremos el riesgo de convertirnos en 'jóvenes museo', que tienen de todo, pero no saben qué hacer. No necesitamos jóvenes museos, sino jóvenes sabios.

Me pueden preguntar, 'padre, ¿cómo se llega a ser sabio?' Y este es otro desafío, el desafío del amor. ¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la Universidad? ¿Cuál es la materia más importante que hay que aprender en la vida? Aprender a amar. Y este es el desafío que la vida te pone a vos hoy: aprendé a amar. No sólo acumular información, porque hay un momento en que no sabés qué hacer con ella, es un museo, sino a través del amor que esa información sea fecunda.

Para esto el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo: usar los tres lenguajes. El lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Y los tres lenguajes armoniosamente. Lo que pensás, lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realiza. Y esto, armoniosamente. Pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que pienso y lo que hago, hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes? ¿Eh? Pensar, sentir y hacer. ¡En voz alta!

[Todos lo repiten tres veces en inglés]

And all that harmoniously. (Y todo eso, armoniosamente)

El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios. Porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por él. El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero, y que nos provoca una sorpresa.

Si vos tenés solo toda la información, estás cerrado a la sorpresa. El amor te abre a la sorpresa. El amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: entre el que ama y el que es amado. Y a Dios decimos que es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero, y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la 'psicología del computer' de creer saberlo todo. -'¿Cómo es esto?' -'Wait a moment' (espera un momento). [Francisco hace que consulta en el ordenador] El computer, todas las respuestas. Ninguna sorpresa.

En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo. Era un buen comerciante. Además traicionaba a su patria, porque le cobraba los impuestos a los judíos para pagárselo a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice: 'Vení, seguíme'. No lo podía creer. Si después tienen tiempo, vayan a ver el cuadro que Caravaggio pintó sobre esta escena. Jesús lo llama, le hace así, los que estaban con él dicen: '¿A éste, que es un traidor, un sinvergüenza?' Y él se agarra a la plata, y no la quiere dejar. Pero la sorpresa de ser amado lo vence. Y sigue a Jesús.

Esa mañana cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba a volver sin el dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete. El banquete para aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía.

Dejaté sorprender por Dios, no le tengas miedo a las sorpresas. Que te mueven el piso, ¿eh? Nos ponen inseguros, pero nos meten en camino. El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aun a riesgo de quedarte con las manos vacías.

Pensemos en san Francisco. Dejó todo. Murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno. ¿De acuerdo? No jóvenes de museo, sino jóvenes sabios. Y para ser sabios, usad los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios. Y andá y quemá la vida. Gracias por tu aporte de hoy.

Y el que vino con un buen plan para ayudarnos a ver cómo poder andar por la vida fue Rikki. Contó todas las actividades, todo lo que hace, todo lo que hacen los jóvenes, todo lo que pueden hacer... Gracias Rikki, gracias por lo que hacés vos y tus compañeros. Pero yo te voy a hacer una pregunta. Vos y tus amigos van a dar. Dan, dan, ayudan... ¿pero vos dejás que te den? Contestate en el corazón.

En el Evangelio que escuchamos recién hay una frase que para mí es la más importante de todas. Dice el Evangelio que Jesús a ese joven lo miró, y lo amó. Y cuando uno ve el grupo de compañeros de Rikki, Rikki, uno los quiere mucho, porque hacen cosas muy buenas. Pero la frase más importante que dice Jesús es: 'Solo te falta una cosa'. Cada uno de nosotros escuchemos esta palabra de Jesús, en silencio. 'Solo te falta una cosa'. ¿Qué cosa me falta? Para todos los que Jesús ama tanto porque dan tanto a los demás, les pregunto: ¿Vos dejás que los otros te den de esa otra riqueza que no tenés?

Los saduceos, los doctores de la ley de la época de Jesús daban mucho al pueblo, le daban la ley, le enseñaban... pero nunca dejaron que el pueblo les diera algo. Tuvo que venir Jesús para dejarse co_nMover por el pueblo. ¡Cuántos jóvenes, no lo digo de vos, pero cuántos como vos que hay aquí, saben dar pero todavía no aprendieron a recibir! Sólo te falta una cosa: become a beggar, become a beggar (conviértete en un mendigo, conviértete en un mendigo). Esto es lo que nos falta: aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Esto no es fácil de entender. Aprender a mendigar.

Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso? ¿O soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre, y creés que no tenés necesidad de nada, ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿Sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudás?

Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos como Rikki en el trabajo de dar a los demás. Aprender a tender la mano desde la propia miseria.

Había algunos puntos que yo había preparado... Primero, que ya lo dije, aprender a amar y aprender a dejarse amar. Hay un desafío además, que es el desafío por la integridad".

A este punto, el Santo Padre ha dicho en inglés:

"Y esto no sólo porque vuestro país esté probablemente más afectado que otros por el cambio climático.

Existe el desafío que concierne al medio ambiente. Y, finalmente, el desafío de los pobres".

Y el Pontífice ha concluido en español:

"Amar a los pobres. Vuestros obispos quieren que miren a los pobres de manera especial este año. ¿Vos pensás en los pobres? ¿Vos sentís con los pobres? ¿Vos hacés algo por los pobres? Y ¿vos pedís a los pobres que te den esa sabiduría que tienen? Esto es lo que hoy quisiera decirles a ustedes. Perdónenme porque no leí casi nada de lo que tenía preparado, pero hay una frase que me consuela un poquito: 'La realidad es superior a la idea'. Y la realidad que ellos plantearon, la realidad de ustedes, es superior a todas las ideas que yo había preparado. Gracias, muchas gracias y recen por mí".

(Transcripción desde el audio realizada por ZENIT)

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Publicado por verdenaranja @ 23:17  | Habla el Papa
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Texto de la homilía del Papa en la misa del Santo Niño, en Filipinas en el Rizal Park. 18 de enero de 2015 (Zenit.org)


«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5). Es una gran alegría para mí celebrar el domingo del Santo Niño con vosotros. La imagen del Santo Niño Jesús acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en este país. Vestido como un rey, coronado y sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia espiritual.

Nos lo dice el Evangelio de hoy: «Quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,15). El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena Nueva de nuestra liberación de la esclavitud y guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia.

Nos recuerda también que estamos llamados a extendere el Reino de Cristo por todo el mundo. En estos días, durante mi visita, he escuchado la canción: «Todos somos hijos de Dios». Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios.

Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es nuestra identidad. Hemos visto una hermosa expresión de esto cuando los filipinos se volcaron con nuestros hermanos y hermanas afectados por el tifón. El Apóstol nos dice que gracias a la elección de Dios hemos sido abundamente bendecidos. Dios «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1, 3).

Estas palabras tienen una resonancia especial en Filipinas, ya que es el principal país católico de Asia; esto ya es un don especial de Dios, una bendición. Pero es también una vocación. Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia. Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: «Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia» (Ef 1,4). Nos eligió a cada uno de nosotros para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo.

Creó el mundo como un hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción. A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira. El diablo es el padre de la mentira.

A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo hijos de Dios.

Como nos enseña el Señor, los niños tienen su propia sabiduría, que no es la sabiduría del mundo. Por eso el mensaje del Santo Niño es tan importante. Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra identidad más profunda, que estamos llamados a ser la familia de Dios. El Santo Niño nos recuerda también que hay que proteger esta identidad. El Niño Jesús es el protector de este gran país.

Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: san José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret. Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura. En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice.

También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándoles a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle. Un niño frágil, que necesitaba ser protejido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz.

Ahora, al final de mi visita a Filipinas, os encomiendo a él, a Jesús que vino a nosotros niño. Que conceda a todo el amado pueblo de este país que trabaje unido, protegiéndose unos a otros, comenzando por vuestras familias y comunidades, para construir un mundo de justicia, integridad y paz. Que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero. Por favor, rezad por mí. Que Dios os bendiga.

Texto difundido por la Sala de Prensa de la Santa Sede. Copyright: Libreria editora Vaticana


Publicado por verdenaranja @ 23:13  | Habla el Papa
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Lunes, 19 de enero de 2015

El Papa Francisco anunció durante el vuelo a Filipinas que canonizará al franciscano español en Estados Unidos en septiembre de 2015

BIOGRAFÍA

El 24 de noviembre de 1713 nació en Petra (Mallorca), del matrimonio formado por Antonio Serra y Margarita Ferrer, un niño a quien se le impuso en el bautismo el nombre de Miguel José. Vino al mundo en el humilde hogar de una familia sencilla, de modestos labradores, honrados, devotos y de ejemplares costumbres.

A la edad de 15 años empieza a asistir a las clases de filosofía en el convento de San Francisco de Palma y, sintiéndose llamado por la vocación religiosa, al año siguiente viste el hábito franciscano en el convento de Jesús, extramuros de la ciudad. El 15 de Septiembre de 1731 emite los votos religiosos, cambiando el nombre de Miguel José por el de Junípero.

Fue docente en el convento de San Francisco y cuando se había hecho acreedor de los mayores honores y aplausos, decidió dejarlo todo para seguir la vocación misionera.

Tras una larga y peligrosa travesía de 99 días, llegó a Veracruz en las costas mexicanas. Con otro compañero hizo a pie la caminata de cien leguas, hasta el Colegio de Misioneros de San Fernando en la Capital de México.

A los seis meses de su llegada lo vemos ya enrolado, como Presidente, en un grupo de voluntarios camino hacia el corazón de la Sierra Gorda, en donde inicia su brillante carrera misionera. Ocho años estuvo en aquellas inhóspitas tierras, donde tantos otros habían fracasado. Su historial fue muy diferente. Siempre infatigable y emprendedor, aprende la lengua nativa. Enseña a cultivar la tierra. Monta granjas y talleres. Inicia a los indios en los más elementales rudimentos de las ciencias y las artes. Les adiestra igualmente en el comercio. Les instruye particularmente en los principios doctrinales de la fe católica. Los misioneros emulan las iniciativas y logros de Serra.

Por aquel tiempo se suprimieron los Jesuitas en todos los territorios españoles y, en consecuencia, quedaron abandonadas las misiones de la Baja California. El Gobierno del Virreinato encargó a los franciscanos llenar ese vacío, y de nuevo tenemos al P. Serra, también como Presidente y voluntario, al frente de una expedición de dieciséis religiosos.

Más adelante emprendió una misión junto con el Visitador General y el primero de julio de 1769 llegan al puerto de San Diego y, mientras las tropas izan la bandera de España y levantan el campamento, el P. Serra enarbola la cruz y funda la primera misión en la Alta California.

Se reanuda la marcha siguiendo el rumbo prefijado, y tan pronto como llegan a Monterrey, Fray Junípero se instala junto al Río Carmelo, donde funda la segunda misión, misión que se convirtió en su residencia habitual, de la que partiría tantísimas veces para ensanchar las fronteras de la conquista espiritual.

Fundaron las misiones de San Diego, San Carlos en Carmelo, San Antonio, San Gabriel y San Luis Obispo; ahora se establecerán las de San Francisco, San Juan de Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura. Además, se inicia la fundación de Santa Bárbara, que el P. Serra no llegará a ver porque falleció antes.

Su celo por las almas y su dinamismo por levantar más obras, lo espoleaban continuamente para trasladarse de cerro en cerro, entre valles y montañas, y así poder congregar al indio disperso y desprovisto de todo, dándole cobijo y sustento junto a la acogedora misión.

Miles y miles de kilómetros pisó en su fecunda vida. Cojeando y valiéndose de un bastón, cruza repetidas veces los floridos campos californianos para visitar las misiones y estar con sus hermanos los misioneros. A todos escucha y atiende. Se hace cargo de cada situación concreta. Busca y presenta acertadas soluciones. Da nuevas orientaciones y consejos acertados. Predica, bautiza, confirma, confiesa y aún le queda tiempo, para él el más precioso, en el que se ocupa de los problemas y necesidades de sus queridos indios.

El padre Serra murió el  28 de Agosto de 1784.


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El papa Francisco ha dirigido el viernes,16 de enero de 2015, por la mañana un discurso al presidente de Filipinas, Benigno Aquino, y demás autoridades del país. A continuación, sepublica el texto del mensaje del Santo Padre:  (Zenit.org)

Señoras y Señores

Gracias, señor Presidente, por su amable acogida y por sus palabras de saludo en nombre de las autoridades y el pueblo de Filipinas, y de los distinguidos miembros del Cuerpo diplomático. Le agradezco de corazón su invitación a visitar Filipinas. Mi visita es sobre todo pastoral. Tiene lugar cuando la Iglesia en este país se prepara para celebrar el quinto centenario del primer anuncio del Evangelio de Jesucristo en estas costas. El mensaje cristiano ha tenido una inmensa influencia en la cultura filipina. Espero que este importante aniversario resalte su constante fecundidad y su capacidad para seguir plasmando una sociedad que responda a la bondad, la dignidad y las aspiraciones del pueblo filipino.

De manera particular, esta visita quiere expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. Al igual que tantas personas en todo el mundo, he admirado la fuerza heroica, la fe y la resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres naturales. Esas virtudes, enraizadas en la esperanza y la solidaridad inculcadas por la fe cristiana, dieron lugar a una manifestación de bondad y generosidad, sobre todo por parte de muchos jóvenes. En esos momentos de crisis nacional, un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de ayuda mutua y trabajando por el bien común.

Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos enseña una lección importante. Al igual que una familia, toda sociedad echa mano de sus recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos. En la actualidad, Filipinas, junto con muchos otros países de Asia, se enfrenta al reto de construir sobre bases sólidas una sociedad moderna, una sociedad respetuosa de los auténticos valores humanos, que tutele nuestra dignidad y los derechos humanos dados por Dios, y lista para enfrentar las nuevas y complejas cuestiones políticas y éticas. Como muchas voces en vuestro país han señalado, es más necesario ahora que nunca que los líderes políticos se distingan por su honestidad, integridad y compromiso con el bien común. De esta manera ayudarán a preservar los abundantes recursos naturales y humanos con que Dios ha bendecido este país. Y así serán capaces de gestionar los recursos morales necesarios para hacer frente a las exigencias del presente, y transmitir a las generaciones venideras una sociedad de auténtica justicia, solidaridad y paz.

Para el logro de estos objetivos nacionales es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana. La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandolosas desigualdades sociales. La reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón. Los Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos de los pobres, y se realice un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad.

La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro con las familias y los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión indispensable en la sociedad. Es en la familia donde los niños aprenden valores sólidos, altos ideales y sincera preocupación por los demás. Pero al igual que todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida. Necesita nuestro apoyo. Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos. Por esta razón, hay que ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener unida a la sociedad.

Señor Presidente, distinguidas autoridades, queridos amigos:

Al comenzar mi visita a este país, no puedo dejar de mencionar el papel importante de Filipinas para fomentar el entendimiento y la cooperación entre los países de Asia, así como la contribución eficaz, y a menudo no reconocida, de los filipinos de la diáspora a la vida y el bienestar de las sociedades en las que viven. A la luz de la rica herencia cultural y religiosa, que enorgullece a su país, les dejo un desafío y una palabra de aliento. Que los valores espirituales más profundos del pueblo filipino sigan manifestándose en sus esfuerzos por proporcionar a sus conciudadanos un desarrollo humano integral. De esta forma, toda persona será capaz de realizar sus potencialidades, y así contribuir de manera sabia y eficaz al futuro de este país. Espero que las meritorias iniciativas para promover el diálogo y la cooperación entre los fieles de distintas religiones consigan su noble objetivo. De modo particular, confío en que el progreso que ha supuesto la consecución de la paz en el sur del País promueva soluciones justas que respeten los principios fundantes de la nación y los derechos inalienables de todos, incluidas las poblaciones indígenas y las minorías religiosas.

Invoco sobre ustedes, y todos los hombres, mujeres y niños de esta amada nación, abundantes bendiciones de Dios.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Publicado por verdenaranja @ 21:07  | Habla el Papa
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El papa Francisco presidió el viernes 16 de enero de 2015--a las 11,15, hora local-- la celebración eucarística en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Manila. Han participado en la Misa los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas de Filipinas. Pronunció la siguiente homilía (Zenit.org)

«¿Me amas? ... Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-17). Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y jóvenes. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor. Toda vida consagrada es un signo del amor reconciliador de Cristo. Al igual que santa Teresa de Lisieux, cada uno de nosotros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia.

Os saludo a todos con gran afecto. Y os pido que hagáis llegar mi afecto a todos vuestros hermanos y hermanas ancianos y enfermos, y a todos aquellos que no han podido unirse a nosotros hoy. Ahora que la Iglesia en Filipinas mira hacia el quinto centenario de su evangelización, sentimos gratitud por el legado dejado por tantos obispos, sacerdotes y religiosos de generaciones pasadas. Ellos trabajaron, no sólo para predicar el Evangelio y edificar la Iglesia en este país, sino también para forjar una sociedad animada por el mensaje del Evangelio de la caridad, el perdón y la solidaridad al servicio del bien común. Hoy vosotros continuáis esa obra de amor. Como ellos, estáis llamados a construir puentes, a apacentar las ovejas de Cristo, y preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era.

«El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). En la primera lectura de hoy san Pablo nos dice que el amor que estamos llamados a proclamar es un amor reconciliador, que brota del corazón del Salvador crucificado. Estamos llamados a ser «embajadores de Cristo» (2 Co 5,20). El nuestro es un ministerio de la reconciliación. Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio. Pues el Evangelio es la promesa de la gracia de Dios, la única que puede traer la plenitud y la salvación a nuestro mundo quebrantado. Es capaz de inspirar la construcción de un orden social verdaderamente justo y redimido.

Ser un embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús (Evangelii Gaudium, 3). Esta invitación debe estar en el centro de vuestra conmemoración de la evangelización de Filipinas. Pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como individuos y como pueblo. Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia profundamente arraigada, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo. El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear «círculos de integridad», redes de solidaridad que se expandan hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético.

Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra «mundanidad espiritual» (cf. Evangelii Gaudium, 93)?

Para nosotros, sacerdotes y personas consagradas, la conversión a la novedad del Evangelio implica un encuentro diario con el Señor en la oración. Los santos nos enseñan que ésta es la fuente de todo el celo apostólico. Para los religiosos, vivir la novedad del Evangelio significa también encontrar siempre de nuevo en la vida comunitaria y en los apostolados de la comunidad el incentivo de una unión cada vez más estrecha con el Señor en la caridad perfecta. Para todos nosotros, significa vivir de modo que se refleje en nuestras vidas la pobreza de Cristo, cuya existencia entera se centró en hacer la voluntad del Padre y en servir a los demás. El gran peligro, por supuesto, es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas y comprometer el testimonio que ofrecemos. Sólo si llegamos a ser pobres, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva y así responderemos con con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la inequidad escandalosa.

Quisiera dirigir unas palabras especialmente a los jóvenes sacerdotes, religiosos y seminaristas, aquí presentes. Os pido que compartáis con todos la alegría y el entusiasmo de vuestro amor a Cristo y a la Iglesia, pero sobre todo con vuestros coetáneos. Que estéis cerca de los jóvenes que pueden estar confundidos y desanimados, pero siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y una fuente de esperanza. Estar cerca de aquellos que, viviendo en medio de una sociedad abrumada por la pobreza y la corrupción, están abatidos, tentados de darse por vencidos, de abandonar los estudios y vivir en las calles. Proclamar la belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como sabéis, estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de vuestra cultura.

La cultura filipina, de hecho, ha sido modelada por la creatividad de la fe. Los filipinos son conocidos en todas partes por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y su rosario. Este gran patrimonio contiene un poderoso potencial misionero. Es la forma en la que vuestro pueblo ha inculturado el Evangelio y sigue viviendo su mensaje (cf. Evangelii Gaudium, 122). En vuestros trabajos para preparar el quinto centenario, construid sobre esta sólida base.

Cristo murió por todos para que, muertos en él, ya no vivamos para nosotros mismos, sino para él (cf. 2 Co 5,15). Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo desbordante que os lleve a gastaros con generosidad en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a través de él, hasta los confines de la tierra.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Publicado por verdenaranja @ 21:03
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En la tarde del 16 de enero de 2015  el santo Padre ha sido recibido por miles de familias en la Palacio de Deportes Mall of Asia Arena de Manila a las que dirigió las siguientes palabras.  (Zenit.org)

Estimadas familias, queridos amigos en Cristo:

Muchas gracias por vuestra presencia aquí esta noche y por el testimonio de vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que han presentado sus testimonios, ¡gracias! y han compartido su vida de fe con nosotros. La Iglesia en Filipinas está bendecida con el apostolado de muchos movimientos dedicados a la familia. Y les doy las gracias por su labor.

Las Escrituras rara vez hablan de san José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros.  Me gustaría recordar mi familia, mi padre, mi madre, mi abuelo, mi abuela. Hoy voy compartir con vosotros. Y quiero reflexionar sobre el don de la familia.

Pero primero me gustaría decir algo sobre el sueño. Pero mi inglés es muy pobre. Si me lo permiten, le voy a pedir a monseñor que me traduzca y yo hablo español.

A mí me gusta mucho esto de soñar en una familia. Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses. ¿Es verdad o no? Soñar cómo será el hijo. No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se devilita y se apaga.

Por eso les recomiendo que a la noche, cuando hacen en el examen de conciencia, se hagan también, también, esta pregunta, ¿hoy soñé con el futuro de mis hijos? ¿Hoy soñé con el amor de mi esposo, de mi esposa? ¿Hoy soñé con mis padres, mis abuelos que llevaron la historia también? Es tan importante soñar. Primero de todo, soñar en una familia. No pierdan esta capacidad de soñar. Y también cuántas dificultades en la vida del matrimonio se solucionan si nos tomamos un espacio de sueño. Si nos detenemos y pensamos en el cónyuge, la cónyuge. Y soñamos con las bondades que tiene, las cosas buenas que tiene. Por eso es muy importante recuperar el amor a través de la ilusión de todos los días. Nunca dejen de ser novios.

A José le fue revalada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que considerásemos: descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética.

Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparáis un hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y comunidades.

Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, debéis ser capaces de descansar en el Señor. Debéis dedicar tiempo cada día para descensar en Dios, a la oración. Rezar es descansar en Dios. Es posible que me digáis: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Sí. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.

Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia. Y no lo olvidéis, cuando la familia reza unida, permanece unida. Esto es importante. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan importante rezar en familia. Por eso las familias son tan importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia. Descansar en Dios para rezar, rezar juntos en familia.

Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema.

El segundo aspecto, crecer con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar, en familia hay que levantarse y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Es muy importante. Nosotros deemos ir más profundamente en el mundo, pero con la fuerza de la oración. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.

Del mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. Lo mismo que con san José. A san José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara adelante. A cada uno de ustedes, y de nosotros, porque yo también soy hijo de una familia, nos entregan en plan de Dios para llevarlo adelante. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño. Y estad atentos, estad atentos con las nuevas ideologías colonizadoras. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño de la oración, del encuentro con Dios, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, por eso digo que son colonizaciones, no perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle no a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy sagaces, hábiles, fuerte, para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Y pedirle a san José, que es amigo del ángel, que nos mande la inspiración de saber cuando podemos decir sí, y cuando debemos decir no. Las dificultades de las familias son muchas.

Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana.  Estas son las ideologías colonizadoras. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.

Pienso en el beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida de la familia. Él sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica era tan misericordioso con los casos particulares. Y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos y comprensivos con los casos particulares. Pero él miró más allá, miró los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia por la  por la privación de los hijos. Pablo VI era valiente, era un buen pastor. Y alertó a sus ovejas sobre los lobos que venían. Que desde el Cielo nos bendiga esta tarde.

Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia. El futuro pasa por las familias. Así pues, ¡proteged vuestras familias! ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.

Por último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia (cf. Lc 2,52). Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo.  Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.

Durante este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida. Hoy quedé sumamente conmovido en el corazón después de la misa. Cuando visité ese hogar de niños solos sin familia. Cuánta gente trabaja en la Iglesia para que ese hogar sea una familia. Y esto significa llevar adelante proféticamente qué significa una familia. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.

Queridos amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Hoy rezo por las familias. Lo hago. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por Él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No os olvidéis, Jesús durmiendo. No olvidéis José durmiendo. Jesús de la cama bajo la protección de José. No olvidéis que el dormir de la familia es la oración. No olvidéis rezar en familia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, dormid - rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas. Muchas gracias.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Publicado por verdenaranja @ 20:59  | Habla el Papa
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Domingo, 18 de enero de 2015

Catholic Calendar and Daily Meditation

Sunday, January 18, 2015

Second Sunday in Ordinary Time


Scripture for Sunday's Liturgy of the Word:
http://new.usccb.org/bible/readings/011815.cfm

1 Samual 3:3b-10, 19
Psalm 40:2, 4, 7-8, 8-9, 10
1 Corinthians 6:13c-15a, 17-20
John 1:35-42


A reflection on today's Sacred Scriptures:

After a festive season like Christmas (which extends all the way through the Baptism of the Lord), we can easily experience a let-down. After all, the party is over, and we're back to our daily routine.

The readings for this Sunday, however, make it quite clear that Jesus' mission is just beginning, and the Father is sending him disciples.

The first reading prepares us for this with a wonderful story about the call of Samuel who was to become the greatest judge in Israel. Hannah, his mother, had experienced stinging taunts from her rival to the father's affections, and goes to the temple at Shiloh, angry and upset. As she prays in her emotional distress, Eli, the priest, thinks she's drunk, and tries to send her away.

But, Hannah wins him over to her side, and God blesses her with a son. This Samuel, whom later she dedicates to the service of the temple, is under the care of Eli, when, one night, God calls him from sleep three times. Eli instructs him to answer the next time with the words, "Speak, Lord, for your servant is listening."

(This is good advice for all who are seeking to know what God wants them to do with their lives).

In the Gospel of John, the call comes to Andrew and others through the encouragement of John the Baptist, who dramatically points out Jesus to them with the words, "Behold, the Lamb of God." Andrew seeks out his brother, Simon, and together they seek out Jesus with the words, "Master, where do you live?" Jesus says simply, "Come and see."

For a whole day, they follow Jesus around, listening to Him explain His mission. Only then, after some discernment, do they decide to leave their fishing and follow Jesus. In the synoptic gospels, we are told that the two fisherman sons of Zebedee, James and John, make the same decision.

This Sunday gives us valuable advice about the vocation process. In another passage, Jesus tells His followers, "You have not chosen me, but I have chosen you." Even though God is the one who chooses, it is necessary for those whom He has chosen to have open minds and open hearts, to listen to the voice of the Master, to learn what mission is all about, and then, generously and deliberately, through prayer and counsel, to answer the call.

Why should young people today seriously consider the priesthood and religious life?

Today's second reading provides a reason they might not have thought of as connected with "vocation." St. Paul tells the Corinthians that their bodies are "temples of the Holy Spirit" and should be used to glorify God. This all fits with another passage which tells us that we are "not our own;" but belong to the Lord, body and spirit. What better way to use our bodies than by offering them totally to the Lord's service?

These are deep thoughts for all of us, particularly young people, to think about on this Sunday which is all about God's call to follow His Son. The word for the day is, "Speak, Lord, for your servant is listening!"

Msgr. Paul Whitmore | email: pwhitmore29( )yahoo.com

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Publicado por verdenaranja @ 22:14  | Espiritualidad
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S?bado, 17 de enero de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo segundo del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez PIÑERO bajo el epógrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"

 Domingo 2º del T. Ordinario B

 

                    “Descubrir a Cristo nuevamente, y cada vez mejor, es la aventura más maravillosa de nuestra vida”, escribía San Juan Pablo II a los jóvenes que iban a reunirse con él en Santiago de Compostela, en la IV Jornada de la Juventud. Y eso es lo que se experimenta cuando uno se encuentra por primera vez con el Señor, o cuando conoce o acompaña a alguien que le encuentra, o le ha encontrado. La verdad es que todo cambia entonces de sentido: los valores que uno tenía se trastocan, se contempla todo con una luz nueva, la vida misma es la que cambia de rumbo. Pero ¿cuántos han tenido ese tipo de encuentro con el Señor? Muchos, ciertamente. Pero también es posible ser cristiano, incluso medianamente practicante, y no haber tenido un verdadero encuentro con Él. Por eso es tan importante la Liturgia hoy.

                    El pasado Domingo, salíamos de la Navidad fijando  nuestros ojos en Jesucristo, que iniciaba su Vida Pública. A lo largo de esta semana hemos venido escuchando sus primeras palabras, contemplando la elección de sus primeros discípulos, sus primeros milagros, sus primeros gestos y formas de vida.

                    Juan el Bautista es muy consciente de la misión que Dios le ha encomendado: preparar al Señor un pueblo bien dispuesto, y señalarle presente entre los hombres, de modo que todos pudieran conocerle y seguirle. En el Evangelio  de hoy contemplamos cómo presenta a Jesucristo a dos de sus discípulos. Y de aquella presentación, surge en ellos el deseo de conocerle: “Rabí, ¿dónde vives?” Y Jesús les invita a su casa: “Venid y lo veréis”. Y se pasan aquel día con Él.

                    No ha trascendido nada de lo que vieron y hablaron, pero muy importante tuvo que ser cuando salen diciendo a los demás: “¡Hemos encontrado al Mesías!” Y anotan la hora: “Serían las cuatro de la tarde”. Es la hora del encuentro, del descubrimiento de Jesucristo, una hora, un lugar, unas personas, unas circunstancias, que no se olvidarán nunca; que marcan en la existencia, un antes y un después. Y a eso nos invita el Señor este domingo: a un encuentro con Él, a avivar nuestra fe, a avanzar en nuestro seguimiento, a renovar “el amor primero” (Ap 2, 4), a renovar nuestro descubrimiento.

Hoy constatamos también la importancia que tienen en nuestra vida las mediaciones humanas para encontrar al Señor, escuchar su voz y descubrir su voluntad. Lo contemplamos en Juan el Bautista, y también en el sacerdote Elí que le dice a Samuel: “Anda, acuéstate; y, si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. De este modo, aquel muchacho puede encontrarse con Dios y conocer su voluntad. (1ª lect.). ¡Será el profeta Samuel! También lo contemplamos en Andrés que encuentra a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. ¡Será Simón Pedro! Y, normalmente, más tarde o más temprano, surge en nuestra vida algún Juan, algún Elí o algún Andrés, que nos lleva al Señor. También Él nos llama este domingo a seguir aquel ejemplo, y a invitar a los hermanos a su encuentro, a su descubrimiento; para que también hoy, se formen muchos enlaces entre unos y otros, como los de este texto y sus versículos siguientes, y se vayan multiplicando los encuentros con Cristo. Más todavía, ¡es urgente hacerlo! ¿Y qué podemos hacer en la vida más provechoso que eso? Se ha dicho que anunciar a Jesucristo a un hermano, llevarle a su encuentro, es el favor más grande que podemos hacerle.

                    Todos vemos con gozo cómo se van multiplicando por todas partes, los retiros, los ejercicios espirituales, las catequesis de adultos, los cauces de formación espiritual, los grupos de oración y tantos otros medios que buscan esa finalidad. Y también ahora, se van abriendo distintos cauces para la Nueva Evangelización en nuestra Iglesia Diocesana.

                    ¡Todo esto constituye una llamada a la esperanza! 

  ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 23:13  | Espiritualidad
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DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO B      

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

                    Escuchemos la llamada de Dios al profeta Samuel, cuando era pequeño, y la respuesta conmovedora que le enseña el Sacerdote Elí: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha".

 

SEGUNDA LECTURA

                    El Apóstol San Pablo pone en guardia a los cristianos de Corinto, de la corrupción moral de aquella ciudad pagana, recordándoles que sus cuerpos son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo, y que son propiedad del Señor.

 

TERCERA LECTURA

Juan el Bautista fue enviado por Dios para preparar al Mesías un pueblo bien dispuesto, y para señalarle presente en medio de su pueblo. Es lo que contemplamos en el Evangelio de hoy.

Pero antes de escucharlo, aclamemos al Señor con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

                    La Comunión es el encuentro más grande que podemos tener con Jesucristo en la tierra.

Comulgar supone el deseo ardiente de avanzar en su conocimiento, y de darle a conocer.

 


Publicado por verdenaranja @ 23:09  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo segundo del Tiempo Ordinario   - B.

APRENDER A VIVIR

El evangelista Juan ha puesto un interés especial en indicar a sus lectores cómo se inició el pequeño grupo de seguidores de Jesús. Todo parece casual. El Bautista se fija en Jesús que pasaba por allí y les dice a los discípulos que lo acompañan: «Este es el Cordero de Dios».

Probablemente, los discípulos no le han entendido gran cosa, pero comienzan a «seguir a Jesús». Durante un tiempo, caminan en silencio. No ha habido todavía un verdadero contacto con él. Están siguiendo a un desconocido y no saben exactamente por qué ni para qué.

Jesús rompe el silencio con una pregunta: «¿Qué buscáis?» ¿Qué esperáis de mí? ¿Queréis orientar vuestra vida en la dirección que llevo yo? Son cosas que es necesario aclarar bien. Los discípulos le dicen: «Maestro, ¿dónde vives?» ¿Cuál es el secreto de tu vida? ¿Qué es vivir para ti? Al parecer, no buscan conocer nuevas doctrinas. Quieren aprender de Jesús un modo diferente de vivir. Quieren vivir como él.

Jesús les responde directamente: «Venid y lo veréis». Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis información de fuera. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a quiénes me dedico, por qué vivo así.

Este es el paso decisivo que necesitamos dar hoy para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Millones de personas se dicen cristianas, pero no han experimentado un verdadero contacto con Jesús. No saben cómo vivió, ignoran su proyecto. No aprenden nada especial de él.

Mientras tanto, en nuestras iglesias no tenemos capacidad para engendrar nuevos creyentes. Nuestra palabra ya no resulta atractiva ni creíble. Al parecer, el cristianismo, tal como nosotros lo entendemos y vivimos, interesa cada vez menos. Si alguien se nos acercara a preguntarnos: «dónde vivís», «qué hay de interesante en vuestras vidas», ¿cómo responderíamos?

Es urgente que los cristianos se reúnan en pequeños grupos para aprender a vivir al estilo de Jesús escuchando juntos el evangelio. Él es más atractivo y creíble que todos nosotros. Puede engendrar nuevos seguidores, pues enseña a vivir de manera diferente e interesante.

José Antonio Pagola


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Viernes, 16 de enero de 2015

Reflexiones de Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas (Zenit.org)

Los pobres son esperanza

VER

Es frecuente que, para lograr éxitos, avances, logros, triunfos y superación, se acuda a personas con poder político o económico, a quienes tienen estudios universitarios y relaciones públicas, no a los pobres. A éstos se les utiliza, se les hace a un lado, se les desprecia, se les descarta. Se les dice: ¡Tú qué sabes, tú que puedes, tú no sirves para nada, tú no has estudiado, qué me vas a enseñar! Y con esta actitud prepotente y orgullosa, se menosprecia su sabiduría, su experiencia, sus valores, su espiritualidad.

Por ello, muchos pobres ponen todo su empeño en que sus hijos vayan a la Universidad, que tengan un título, que ganen dinero, aunque pierdan sus raíces culturales y religiosas, aunque prescindan de los buenos consejos que en su pueblo les dieron sus padres, sus abuelos y los ancianos. Pareciera que sólo vale quien tiene mucho dinero, aunque sus costumbres sean dudosas o negativas.

A muchos no se nos ocurre pedir un consejo a un campesino pobre, a un indígena, a un obrero, a un anciano. Sólo vemos por encima sus carencias, sus pocas e incorrectas palabras, sus pocos estudios, y no descubrimos lo que llevan en su corazón, lo que han aprendido de la vida. Mi padre era un campesino, casi sin escuela, pero ¡cuánta sabiduría tenía en su mente y en su corazón! Hasta la fecha, no olvido sus palabras y sus ejemplos. Lo mismo, mi mamá y mi abuela: mujeres sabias y santas.

PENSAR

Juan Diego se resistía a cumplir la misión que le encomendaba la Virgen de Guadalupe, de llevar su mensaje al arzobispo de México, porque se sentía muy poca cosa. Proponía que la Virgen enviara a una persona conocida, principal, para que le creyeran. Pero Ella le hizo ver y sentir que era su embajador más digno de confianza, para una encomienda que transformaría la historia de un pueblo oprimido y derrotado.

El Papa Francisco, con ocasión de las fiestas en honor de la Virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, el 12 de diciembre pasado, dijo: “Nos sentimos movidos a pedir la gracia tan cristiana de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, porque de ellos es el Reino de los cielos. Sea la gracia de ser forjados por ellos a los cuales, hoy día, el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento, o simplemente desperdicio.

Y hacemos esta petición porque América Latina es el continente de la esperanza, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva.

Nuestro Señor Jesucristo es el único Señor, el libertador de todas nuestras esclavitudes y miserias derivadas del pecado. El es la piedra angular de la historia y fue el gran descartado… Y si este programa tan audaz nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza, que la Virgen nos vuelva a hablar al corazón y sus haga sentir su voz de madre, de madrecita: ¿por qué tienes miedo; acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”

ACTUAR

Seamos humildes y aprendamos a escuchar a los pobres, a los que no tienen estudios académicos, a los que parece que nada saben, a los que no cuentan. En muchos de ellos encontraremos palabras y propuestas que no nos imaginamos.

Evitemos el desprecio que muchos tienen hacia ellos, y sepamos tomarlos en cuenta. Los mismos agentes de pastoral hemos de preguntar su opinión sobre varios asuntos, y no sentirnos dueños absolutos de la verdad y del bien. El Espíritu de Dios nos puede hablar por su medio.

Que niños y jóvenes escuchen los consejos de sus padres y abuelos, y no los desprecien porque no tienen los mismos estudios que ellos. La sabiduría de su vida vale mucho más.


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El santo padre Francisco ha acudido en su segunda jornada en Sri Lanka, al Santuario de Nuestra Señora de Madhu. Palabras del Papa durante su discurso. 14 de enero de 2015 (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas

Estamos en la casa de nuestra Madre. Aquí ella nos da la bienvenida. En este santuario de Nuestra Señora de Madhu, todo peregrino se puede sentir en su casa, porque aquí María nos lleva a la presencia de su Hijo Jesús. Aquí vienen los habitantes de Sri Lanka, tamiles y cingaleses por igual, como miembros de una sola familia. Encomiendan a María sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y necesidades. Aquí, en su casa, se sienten seguros. Saben que Dios está muy cerca; sienten su amor; conocen su ternura y misericordia.

Se encuentran hoy aquí familias que han sufrido mucho en el largo conflicto que rasgó el corazón de Sri Lanka. Muchas personas, tanto del norte como del sur, fueron asesinadas en la terrible violencia y derramamiento de sangre de aquellos años. Los habitantes de Sri Lanka no pueden olvidar los trágicos acontecimientos ocurridos en este mismo lugar, o el triste día en que la venerada imagen de María, que data de la llegada de los primeros cristianos a Sri Lanka, fue arrancada de su santuario.

Pero la Virgen permanece siempre con vosotros. Ella es la madre de todo hogar, de toda familia herida, de todos los que están tratando de volver a una existencia pacífica. Hoy le damos las gracias por haber protegido a la población de Sri Lanka de tantos peligros pasados y presentes. María nunca olvida a sus hijos en esta isla resplandeciente. Al igual que nunca se apartó del lado de su Hijo en la cruz, así nunca se aparta de sus hijos que sufren en Sri Lanka.

Hoy queremos dar las gracias a la Virgen por su presencia. Ante tanto odio, violencia y destrucción, queremos darle las gracias porque sigue llevándonos a Jesús, el único que tiene el poder para curar las heridas abiertas y devolver la paz a los corazones desgarrados. Pero también queremos pedirle que implore para nosotros la gracia de la misericordia de Dios. Pedimos también la gracia de reparar por nuestros pecados y por todo el mal que esta tierra ha conocido.

No es fácil hacer esto. Sin embargo, cuando llegamos a entender, a la luz de la Cruz, el mal que somos capaces de hacer, y del que incluso formamos parte, podremos experimentar el auténtico remordimiento y el verdadero arrepentimiento. Sólo entonces podremos recibir la gracia de acercarnos unos a otros, con una verdadera contrición, dando y recibiendo el perdón verdadero. En esta difícil tarea de perdonar y tener paz, María siempre está presente para animarnos, para guiarnos, para mostrarnos el camino. De la misma manera que perdonó a los verdugos de su Hijo al pie de la cruz, y luego recibió su cuerpo exánime entre sus manos, así ahora quiere guiar al pueblo de Sri Lanka a una mayor reconciliación, para que el bálsamo del perdón y la misericordia de Dios proporcione una verdadera curación para todos.

Por último, queremos pedir a María Madre que acompañe con su intercesión los esfuerzos de ambas comunidades de Sri Lanka, tamiles y cingaleses, por reconstruir la unidad que se había perdido. Al igual que su imagen volvió a su santuario de Madhu después de la guerra, pedimos al Señor que todos sus hijos e hijas de Sri Lanka puedan volver a la casa de Dios con un renovado espíritu de reconciliación y comunión.

Queridos hermanos y hermanas, me siento feliz de estar con vosotros en la casa de María. Oremos unos por otros. Sobre todo, pidamos que este santuario sea siempre una casa de oración y un remanso de paz. Que, por intercesión de Nuestra Señora de Madhu, todos los hombres encuentren aquí el ánimo y la fuerza para construir un futuro de reconciliación, justicia y paz para todos los hijos de esta querida tierra. Amén.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Jueves, 15 de enero de 2015

El Papa Francisco durante la homilía de la Misa que ha presidido en la mañana del 14 de Enero de 2015 en el parque urbano Galle Face Green de Colombo por la Canonización del Beato José Vaz (1651-1711), primer Santo de Sri Lanka.


«Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios» (Is 52,10).

Ésta es la extraordinaria profecía que hemos escuchado en la primera lectura de hoy. Isaías anuncia la predicación del Evangelio de Jesucristo a todos los confines de la tierra. Esta profecía tiene un significado especial para nosotros al celebrar la canonización de un gran misionero del Evangelio, san José Vaz. Al igual que muchos misioneros en la historia de la Iglesia, él respondió al mandato del Señor resucitado de hacer discípulos de todas las naciones (cf. Mc 16,15). Con sus palabras, pero más aún, con el ejemplo de su vida, ha llevado al pueblo de este país a la fe que nos hace partícipes de «la herencia de los santos» (Hch 20,32).

En san José Vaz vemos un signo expléndido de la bondad y el amor de Dios para con el pueblo de Sri Lanka. Pero vemos también en él un estímulo para perseverar en el camino del Evangelio, para crecer en santidad, y para dar testimonio del mensaje evangélico de la reconciliación al que dedicó su vida.

Sacerdote del Oratorio en su Goa natal, san José Vaz llegó a este país animado por el celo misionero y un gran amor por sus gentes. Debido a la persecución religiosa, vestía como un mendigo y ejercía sus funciones sacerdotales en los encuentros secretos de los fieles, a menudo por la noche. Sus desvelos dieron fuerza espiritual y moral a la atribulada población católica. Se entregó especialmente al servicio de los enfermos y cuantos sufren. Su atención a los enfermos, durante una epidemia de viruela en Kandy, fue tan apreciada por el rey que se le permitió una mayor libertad de actuación. Desde Kandy pudo llegar a otras partes de la isla. Se desgastó en el trabajo misionero y murió, extenuado, a la edad de cincuenta y nueve años, venerado por su santidad.

San José Vaz sigue siendo un modelo y un maestro por muchas razones, pero me gustaría centrarme en tres. En primer lugar, fue un sacerdote ejemplar. Hoy aquí, hay muchos sacerdotes y religiosos, hombres y mujeres que, al igual que José Vaz, están consagrados al servicio de Dios y del prójimo. Os animo a encontrar en san José Vaz una guía segura. Él nos enseña a salir a las periferias, para que Jesucristo sea conocido y amado en todas partes. Él es también un ejemplo de sufrimiento paciente a causa del Evangelio, de obediencia a los superiores, de solicitud amorosa para la Iglesia de Dios (cf. Hch 20,28). Como nosotros, vivió en un período de transformación rápida y profunda; los católicos eran una minoría, y a menudo divididos entre sí; externamente sufrían hostilidad ocasional, incluso persecución. Sin embargo, y debido a que estaba constantemente unido al Señor crucificado en la oración, llegó a ser para todas las personas un icono viviente del amor misericordioso y reconciliador de Dios.

En segundo lugar, san José Vaz nos muestra la importancia de ir más allá de las divisiones religiosas en el servicio de la paz. Su amor indiviso a Dios lo abrió al amor del prójimo; sirvió a los necesitados, quienquiera que fueran y dondequiera que estuvieran. Su ejemplo sigue siendo hoy una fuente de inspiración para la Iglesia en Sri Lanka, que sirve con agrado y generosidad a todos los miembros de la sociedad. No hace distinción de raza, credo, tribu, condición social o religión, en el servicio que ofrece a través de sus escuelas, hospitales, clínicas, y muchas otras obras de caridad. Lo único que pide a cambio es libertad para llevar a cabo su misión. La libertad religiosa es un derecho humano fundamental. Toda persona debe ser libre, individualmente o en unión con otros, para buscar la verdad, y para expresar abiertamente sus convicciones religiosas, libre de intimidaciones y coacciones externas. Como la vida de san José Vaz nos enseña, el verdadero culto a Dios no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos.

Por último, san José Vaz nos da un ejemplo de celo misionero. A pesar de que llegó a Ceilán para ayudar y apoyar a la comunidad católica, en su caridad evangélica llegó a todos. Dejando atrás su hogar, su familia, la comodidad de su entorno familiar, respondió a la llamada a salir, a hablar de Cristo dondequiera que fuera. San José Vaz sabía cómo presentar la verdad y la belleza del Evangelio en un contexto multireligioso, con respeto, dedicación, perseverancia y humildad. Éste es también hoy el camino para los que siguen a Jesús. Estamos llamados a salir con el mismo celo, el mismo ardor, de san José Vaz, pero también con su sensibilidad, su respeto por los demás, su deseo de compartir con ellos esa palabra de gracia (cf. Hch 20,32), que tiene el poder de edificarles. Estamos llamados a ser discípulos misioneros.

Queridos hermanos y hermanas, pido al Señor que los cristianos de este país, siguiendo el ejemplo de san José Vaz, se mantengan firmes en la fe y contribuyan cada vez más a la paz, la justicia y la reconciliación en la sociedad de Sri Lanka. Esto es lo que el Señor quiere de vosotros. Esto es lo que san José Vaz os enseña. Esto es lo que la Iglesia necesita de vosotros. Os encomiendo a todos a la intercesión del nuevo santo, para que, en unión con la Iglesia extendida por todo el mundo, podáis cantar un canto nuevo al Señor y proclamar su gloria a todos los confines de la tierra. Porque grande es el Señor, y muy digno de alabanza (cf. Sal 96,1-4). Amén.


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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Domingo 2 del Tiempo Ordinario Ciclo B

Textos: 1 Sam 3, 3-10.19; 1 Co 6, 13-15.17-20; Jn 1, 35-42

Idea principal: ¿A quién buscáis? Es la pregunta fundamental de nuestra vida que nos hace Cristo. Y hasta que no la respondamos, no seremos plenamente felices ni convenceremos a los demás.

Síntesis del mensaje: “¿A quién buscáis?” son las primeras palabras de Cristo en el evangelio de san Juan; quiere averiguar la recta intención de estos primeros seguidores. El joven Samuel en la primera lectura también buscaba a Dios, por eso le servía feliz en el templo día y noche a las órdenes del sacerdote Elí. San Pablo nos recuerda en la segunda lectura que quien busca y encuentra al Señor tiene que llevar una vida digna, porque somos del Señor y nuestro cuerpo se convierte en templo del Espíritu.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, tres veces en su vida hizo Jesús la misma pregunta: “¿A quién buscas?”. La de hoy, al inicio de su ministerio apostólico, a éstos que serían sus primeros discípulos. La última noche de su vida mortal se la hizo a la policía que le detuvo en el huerto de Getsemaní (Jn 18, 4-5). Y a María Magdalena, la mañana de Pascua (Jn 20, 15-16). Y cuando Jesús hace esa pregunta es porque nos ve hambrientos de felicidad, de sentido, de orientación, de armonía interior. Y cuando Jesús hace esa pregunta es para decirnos que la iniciativa parte siempre de Él y que espera una respuesta libre, consciente, amorosa y sincera. Y Jesús hace esa pregunta cuando y donde Él quiere: en nuestro trabajo, en la facultad, en el noviazgo, en medio de la tormenta de una crisis o de la calma, en un momento de oración o de retiro, en la niñez, en la adolescencia, en la juventud o en la edad madura o en la vejez. Y Jesús hace esa pregunta con grande esperanza, sí, pero también con sumo respeto, sin atosigar a nadie, sin obligar a nadie.

En segundo lugar, esta pregunta “¿A quién buscas?”, pide y exige una respuesta como la de los primeros apóstoles. Respuesta que es seguimiento de Jesús: ya sea para una vida cristiana comprometida en el matrimonio y educación de los hijos, o en la política; ya sea también en una vida totalmente entregada con alegría en cuerpo y alma a Cristo en la Iglesia como consagrada, misionero o sacerdote. Estos primeros seguidores de Cristo buscaban primero a un Jesús maestro (Rabbí) para que les enseñara el camino recto; y después descubrieron también al Jesús Señor y Salvador. Es el momento de preguntarnos: ¿ya hemos escuchado también nosotros esta pregunta “¿A quién buscáis?”… en momentos de oración, de silencio contemplativo, de desierto del alma, de fracasos aparentes, de éxitos retumbantes, de enfermedad incurable? Si todavía no lo hemos escuchado es porque tal vez estemos muy absortos y atareados en nuestras redes y pesca, o estamos aturdidos por el ruido de las monedas en nuestras bolsas de valores y en nuestro telonio, o sesteando perezosamente debajo de la higuera, con los ojos cerrados por la soberbia y los oídos obstruidos por la sensualidad; o tal vez, haciéndonos castillos en el aire con sueños de grandeza, ambición, carrerismo.

Finalmente, y después de habernos encontrado con Cristo, tenemos que transmitir esa experiencia a los demás, como hicieron los primeros discípulos: “Hemos encontrado al Mesías”. No olvidemos, el cristianismo crece no por proselitismo sino por atracción y testimonio de la propia vida. Que todos nos vean alegres, felices, contentos, porque seguimos a Cristo. Si el Papa Francisco nos dijo a los religiosos en la carta apostólica con la que inauguraba el año de la vida consagrada –primer domingo de Adviento 2014-: “Donde hay religiosos hay alegría”, yo me atrevo a parafrasearlo diciendo: “Donde hay un cristiano que se ha encontrado con Cristo, hay alegría y contagio”.

Para reflexionar: ¿Sigo a Cristo por Él mismo o por ventajas temporales? ¿Qué espero de Jesús: felicidad terrena o vida eterna? ¿Mi vida como seguidor de Cristo es coherente y alegre,  y por eso atraigo a otros para Cristo?

Para rezar: Que todos los días en nuestra oración, Señor, podamos escuchar tu pregunta: “¿A quién buscas?”. Y que nuestra respuesta sea: Señor y Maestro, muéstranos tu rostro y seremos salvos. Señor, lo que realmente buscamos es contemplar tu rostro cara a cara en el cielo, pues mientras estamos en este mundo te vemos por la espalda, por la fe, en la oscuridad.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Discurso del Papa en el encuentro interreligioso en Sri Lanka. 13 de enero de 2015 (Zenit.org)

Queridos amigos

Me alegro de tener la oportunidad de participar en este encuentro, que reúne a las cuatro comunidades religiosas más grandes que integran la vida de Sri Lanka: el budismo, el hinduismo, el islam y el cristianismo. Muchas gracias por su presencia y su calurosa bienvenida. También doy las gracias a cuantos han ofrecido sus oraciones y peticiones, y de un modo particular expreso mi gratitud al Obispo Cletus Chandrasiri Perera y al Venerable Vigithasiri Niyangoda Thero por sus amables palabras.

He llegado a Sri Lanka siguiendo las huellas de mis predecesores, los papas Pablo VI y Juan Pablo II, para manifestar el gran amor y preocupación de la Iglesia católica por Sri Lanka. Es una gracia especial para mí visitar esta comunidad católica, confirmarla en la fe cristiana, orar con ella y compartir sus alegrías y sufrimientos. Es igualmente una gracia poder estar con todos ustedes, hombres y mujeres de estas grandes tradiciones religiosas, que comparten con nosotros un deseo de sabiduría, verdad y santidad.

En el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica declaró su profundo y permanente respeto por las demás religiones. Dijo que ella «no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas» (Nostra aetate, 2). Por mi parte, deseo reafirmar el sincero respeto de la Iglesia por ustedes, sus tradiciones y creencias.

Con este espíritu de respeto, la Iglesia católica desea cooperar con ustedes, y con todos los hombres de buena voluntad, en la búsqueda de la prosperidad de todos los ciudadanos de Sri Lanka. Espero que mi visita ayude a impulsar y profundizar en las diversas formas de cooperación interreligiosa y ecuménica que se han emprendido en los últimos años.

Estas iniciativas loables han brindado oportunidades para el diálogo, que es esencial si queremos conocer, comprender y respetar a los demás. Pero, como demuestra la experiencia, para que este diálogo y encuentro sea eficaz, debe basarse en una presentación completa y franca de nuestras respectivas convicciones. Ciertamente, ese diálogo pondrá de relieve la variedad de nuestras creencias, tradiciones y prácticas. Pero si somos honestos en la presentación de nuestras convicciones, seremos capaces de ver con más claridad lo que tenemos en común. Se abrirán nuevos caminos para el mutuo aprecio, la cooperación y, ciertamente, la amistad.

Esos desarrollos positivos en las relaciones interreligiosas y ecuménicas adquieren un significado particular y urgente en Sri Lanka. Durante muchos años, los hombres y mujeres de este país han sido víctimas de conflictos civiles y violencia. Lo que se necesita ahora es la recuperación y la unidad, no nuevos enfrentamientos y divisiones. Sin duda, el fomento de la curación y de la unidad es una noble tarea que incumbe a todos los que se interesan por el bien de la nación y, en el fondo, por toda la familia humana. Espero que la cooperación interreligiosa y ecuménica demuestre que los hombres y las mujeres no tienen que renunciar a su identidad, ya sea étnica o religiosa, para vivir en armonía con sus hermanos y hermanas.

De cuántos modos los creyentes de las diferentes religiones pueden llevar a cabo este servicio. Cuántas son las necesidades que hay que atender con el bálsamo curativo de la solidaridad fraterna. Pienso particularmente en las necesidades materiales y espirituales de los pobres, de los indigentes, de cuantos anhelan una palabra de consuelo y esperanza. Pienso también en tantas familias que siguen llorando la pérdida de sus seres queridos.

Especialmente en este momento de la historia de su nación, ¡cuántas personas de buena voluntad están tratando de reconstruir los fundamentos morales de la sociedad en su conjunto! Que el creciente espíritu de cooperación entre los líderes de las diferentes comunidades religiosas se exprese en el compromiso de poner la reconciliación de todos los habitantes de Sri Lanka en el centro de los esfuerzos por renovar la sociedad y sus instituciones. Por el bien de la paz, nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra. Tenemos que exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan.

Queridos amigos, les doy las gracias una vez más por su generosa acogida y su atención. Que este encuentro fraterno nos confirme a todos en nuestro compromiso de vivir en armonía y difundir la bendición de la paz.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Publicado por verdenaranja @ 23:29  | Habla el Papa
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Discurso del Santo Padre a su llegada a Sri Lanka.  13 de enero de 2015 (Zenit.org)

Señor Presidente
Distinguidas Autoridades del Gobierno
Eminencia, Excelencias

Queridos amigos
Quiero agradecerles su cordial recibimiento. He deseado mucho esta visita a Sri Lanka y pasar estos días junto a ustedes. Sri Lanka es conocida como la Perla del Océano Índico por su belleza natural. Pero es aún más importante que esta isla sea célebre por la calidez de su gente y la rica diversidad de sus tradiciones culturales y religiosas.

Señor Presidente, le expreso mis mejores deseos en su nueva responsabilidad. Le agradezco
su invitación a visitar Sri Lanka y sus palabras de bienvenida. Saludo a los distinguidos miembros del Gobierno y autoridades civiles que nos honran con su presencia. Agradezco especialmente la presencia de los distinguidos líderes religiosos, que desempeñan un papel tan importante en la vida de este país. Y naturalmente, quisiera expresar mi agradecimiento a los fieles, al coro, y a todas las personas que han contribuido a hacer posible esta visita. Agradezco de corazón a todos su amabilidad y hospitalidad. Mi visita a Sri Lanka es fundamentalmente pastoral. Como Pastor universal de la Iglesia católica, he venido para conocer, animar y rezar con los fieles católicos de esta isla. Un momento culminante de esta visita será la canonización del beato José Vaz, cuyo ejemplo de caridad cristiana y respeto a todas las personas, independientemente de su raza o religión, sigue siendo una fuente de inspiración y enseñanza en la actualidad. Pero mi visita también quiere expresar el amor y preocupación de la Iglesia por todos los ciudadanos de Sri Lanka, y confirmar el deseo de la comunidad católica de participar activamente en la vida de esta sociedad.

Una tragedia constante en nuestro mundo es que tantas comunidades estén en guerra entre sí. La incapacidad para conciliar diferencias y desacuerdos, ya sean antiguos o nuevos, ha dado lugar a tensiones étnicas y religiosas, acompañadas con frecuencia por brotes de violencia.

Durante muchos años, Sri Lanka ha conocido los horrores de la contienda civil, y ahora trata de consolidar la paz y curar las heridas de esos años. No es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Esto sólo se puede conseguir venciendo el mal con el bien (cf. Rm 12,21) y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz. El proceso de recuperación debe incluir también la búsqueda de la verdad, no con el fin de abrir viejas heridas, sino más bien como un medio necesario para promover la justicia, la recuperación y la unidad.

Queridos amigos, estoy convencido de que los creyentes de las diversas tradiciones religiosas tienen un papel esencial en el delicado proceso de reconciliación y reconstrucción que se está llevando a cabo en este país. Para que el proceso tenga éxito, todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos; todos han de tener voz. Todos han de sentirse libres de expresar sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones y sus temores. Pero lo más importante es que todos deben estar dispuestos a aceptarse mutuamente, a respetar las legítimas diferencias y a aprender a vivir como una única familia. Siempre que las personas se escuchan unos a otros con humildad y franqueza, sus valores y aspiraciones comunes se hacen más evidentes. La diversidad ya no se ve como una amenaza, sino como una fuente de enriquecimiento. El camino hacia la justicia, la reconciliación y la armonía social se ve con más claridad aún.

En este sentido, la gran obra de reconstrucción debe abarcar no sólo la mejora de las infraestructuras y la satisfacción de las necesidades materiales, sino también, y más importante aún, la promoción de la dignidad humana, el respeto de los derechos humanos y la plena inclusión de cada miembro de la sociedad. Tengo la esperanza de que los líderes políticos, religiosos y culturales de Sri Lanka, considerando el bien y el efecto positivo de cada una de sus palabras y actuaciones, contribuirán de manera duradera al progreso material y espiritual del pueblo de Sri Lanka.

Señor Presidente, queridos amigos, les doy las gracias una vez más por su acogida. Que estos días que pasaremos juntos sean días de amistad, diálogo y solidaridad. Invoco la abundancia de las bendiciones de Dios sobre Sri Lanka, la Perla del Océano Índico, y rezo para que su belleza resplandezca en la prosperidad y la paz de todos sus habitantes.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano


Publicado por verdenaranja @ 23:26  | Habla el Papa
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Martes, 13 de enero de 2015

Exhortación pastoral: Renovación ética y espiritual frente a la crisis  

 

 

RENOVACIÓN ÉTICA Y ESPIRITUAL FRENTE A LA CRISIS

 

 

1. Con profunda y renovada esperanza en Dios, al inicio de este año 2015 los Obispos de Venezuela saludamos a todos los venezolanos, y elevamos nuestras oraciones al Señor por el bienestar y la paz del país. En medio de los problemas que nos agobian, hemos visto en Navidad la luz de Jesús, nuestro Divino Salvador (Lc 2, 9), quien nos anima a ir adelante, en fidelidad a su palabra, para construir un mundo mejor. Confiando en El queremos una vez más compartir con nuestro pueblo algunas inquietudes sobre la actual situación del país, para contribuir a resolver la crisis que enfrentamos. 

 

EN MEDIO DE UNA CRISIS GENERAL   

 

2. La primera parte del año 2014 estuvo marcada por una fuerte agitación política y social. En esos momentos los Obispos manifestamos firmemente nuestro rechazo a toda violencia, fuera cual fuera su origen y autores, pues ella produjo un saldo de 43 muertos y muchos heridos, lo cual deploramos sin hacer distinción de sectores sociales o políticos; denunciamos el uso excesivo de la fuerza en la represión de las protestas, así como la detención de miles de personas, muchas de ellas todavía hoy en prisión, o sujetas a presentación ante tribunales penales o a otras medidas restrictivas de libertad; y manifestamos nuestras condolencias y solidaridad con las víctimas y sus familias. Hay abundantes denuncias de violaciones de derechos humanos e incluso de torturas a los detenidos, que deben ser atendidas y sancionados los culpables de estos delitos. 

 

3. Esa grave crisis planteó la necesidad de un diálogo entre dirigentes del gobierno, de la oposición y de otros sectores. Gracias, entre otras cosas, a los llamados del Papa Francisco y a la participación del Nuncio Apostólico de Su Santidad, S.E Mons. Aldo Giordano, se dio inicio a un diálogo que lamentablemente no pasó de los primeros encuentros. 

 

4. A esta situación se ha unido en los últimos meses la angustia generalizada del pueblo por la crisis económica que sufrimos, pues se ve sometido a dificultades nunca vistas para tener acceso a artículos de primera necesidad. Una deuda externa gigantesca, que hipoteca el futuro de los venezolanos, la inflación desbordada, la devaluación de nuestra moneda, el contrabando de extracción y el desabastecimiento de productos básicos han generado el empobrecimiento creciente de amplio sectores de la población, particularmente los de menos recursos económicos. Esta crisis se acrecienta por la corrupción administrativa, el centralismo, el saqueo de las divisas del fisco, la reciente baja de los precios del petróleo, y por la ineficacia de las medidas y planes que está aplicando el Gobierno Nacional para enfrentarla. 

 

5. También nos encontramos en una situación de violencia social cada vez peor. El lenguaje ofensivo, la descalificación sistemática a toda opinión contraria, incitan al fanatismo y a la irracionalidad. La crisis de inseguridad pública es intolerable. Lamentablemente los esfuerzos y programas desarrollados por el gobierno para controlar este flagelo han resultado ineficaces. A esto se suman graves problemas en el campo de la salud, como el de epidemias virales no enfrentadas con eficiencia, la carencia de medicinas, insumos y equipos médicos en todo el país. Por otra parte, la muerte de más de cuarenta internos en el presidio de Uribana revela una situación trágica en nuestro sistema carcelario, que debe ser reformado totalmente. 

 

UN CAMINO EQUIVOCADO 

 

6. El mayor problema y la causa de esta crisis general, como hemos señalado en otras ocasiones, es la decisión del Gobierno Nacional y de los otros órganos del Poder Público de imponer un sistema político–económico de corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además, atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado.  

 

7. Esta decisión se evidencia, entre otras cosas, en el desprecio de cualquier propuesta que no sea la oficial, en el desarrollo de una hegemonía comunicacional que entraba y limita la actuación de medios independientes, en el propósito de controlar los sindicatos, en la persecución por vía judicial de la disidencia política, en la multiplicación de leyes, normativas y procedimientos que dificultan la acción del sector privado, incluso de aquellas organizaciones sin fines de lucro que se dedican a promover obras de beneficio social. Así mismo se manifiesta en la reciente designación de los Rectores del Consejo Nacional Electoral, de algunos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y de las autoridades del Poder Ciudadano de acuerdo a intereses partidistas, la cual no refleja la pluralidad política del país y de la Asamblea Nacional, y ha llevado al cuestionamiento legal y ético de los procedimientos usados. De nuevo afirmamos: el socialismo marxista es un camino equivocado, y por eso no se debe establecer en Venezuela. 

 

URGENCIA DE CONCERTACION Y DIALOGO EFICAZ

 

8. Por todas estas razones proponemos nuevamente el diálogo como la vía indispensable para lograr la concertación y resolver los graves problemas de nuestro país. Ahora bien: un diálogo sincero y eficaz que prevea cambios y acuerdos en bien de todos, solo es posible con una esperanza trascendental que ponga en movimiento a la mayoría de los venezolanos - de todas las tendencias políticas- con los valores indispensables para la regeneración del país. Por otra parte, la Asamblea Nacional debería ser la primera instancia de diálogo y respeto de la pluralidad política de Venezuela. 

 

9. Para lograr la concertación es preciso el respeto absoluto a los derechos humanos, y descartar la violencia excesiva en el control de legítimas manifestaciones del pueblo por parte de los funcionarios del Estado. También es necesario liberar a los presos políticos y no utilizar el sistema judicial para amedrentar e inhabilitar a adversarios políticos. La libertad de expresión y la existencia de medios de comunicación independientes deben ser respetadas.  

 

10. El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos luego de 53 años de enfrentamientos, propiciado por la mediación del Papa Francisco, revela que posiciones intransigentes y radicales, son estériles, y finalmente deben dar paso al encuentro y al diálogo. 

 

LLAMADOS A LA RESPONSABILIDAD

 

11. El Gobierno Nacional y todas las autoridades deben asumir su responsabilidad en solucionar los problemas que vive el país, activando los correctivos necesarios para evitar el empeoramiento de la crisis. Los dirigentes de los órganos del Poder Público, más allá de los procedimientos con que fueron designados, deben ejercer sus cargos con imparcialidad y justicia, teniendo en cuenta que Dios y la Patria juzgarán y castigarán a quienes cometan cualquier injusticia y quebranten el juramento de actuar bien. 

 

12. De igual manera los líderes de los diversos sectores políticos, empresariales, laborales y culturales, deben participar en la solución de dichos graves problemas. Los líderes de la oposición están en la obligación de presentar un proyecto común de país y trabajar por el bien de Venezuela, superando las tentaciones de personalismo. El estamento militar debe actuar con la imparcialidad postulada por la Constitución. Las fuerzas políticas y el pueblo venezolano en general deben rechazar todo tipo de violencia. Si actuamos todos con el arma de la no violencia, podremos reconstruir la convivencia social, el orden constitucional y la paz interna de la República.

 

13. Y cabe subrayar que cada uno de nosotros, como ciudadanos, tiene responsabilidades políticas que no puede delegar. En el ejercicio de esa responsabilidad debemos ejercer y defender activa y firmemente, siempre con medios pacíficos, nuestros derechos y los derechos de los demás, y exigir el respeto a las condiciones necesarias para una convivencia nacional justa, pacífica y provechosa para todos. 

 

ELECCIONES PARLAMENTARIAS

 

14. Una oportunidad estupenda para ejercer esa responsabilidad política en este año son las elecciones para la Asamblea Nacional. Los actores políticos deben postular a personas debidamente seleccionadas y capaces, de alta responsabilidad, cualidades morales y espíritu de servicio al pueblo. Llamamos a todos los electores a participar, pues del voto de cada uno de nosotros dependerá la composición de la futura Asamblea, factor importantísimo en la solución de los problemas del país. El Consejo Nacional Electoral tiene la ineludible obligación moral de actuar con transparencia e imparcialidad, sin promover cambios que lesionen la justicia y la representación equitativa de la población. Le corresponde también la obligación de perfeccionar el sistema electoral de manera que no haya ventajismos de ningún grupo, y que no se utilicen los recursos del Estado para promover ninguna candidatura. 

 

REFORMAS ECONOMICAS Y RENOVACION SOCIAL 

 

15. El sistema económico que está imponiendo el Gobierno Nacional es, a todas luces, ineficaz. Es necesario que, dejando a un lado concepciones ideológicas rígidas y fracasadas así como el afán de controlarlo todo, el Gobierno impulse reformas que eliminen trabas a la producción, detengan la inflación, y solucionen el desabastecimiento y la carestía de los artículos de primera necesidad. Entre otras cosas promoviendo la actividad privada en la economía, consagrada en la Constitución. 

 

16. Venezuela necesita un nuevo espíritu emprendedor con audacia y creatividad. Es urgente estimular la laboriosidad y la producción dando seguridad jurídica y fomentando empresas eficientes, tanto públicas como privadas. Pero también es necesario observar una conducta ética, recta y honesta. Recordemos que la corrupción, cobrar indebidamente por cualquier trámite, la especulación en los precios, querer ganar dinero sin trabajar, el fraude, son graves males y pecados que deben ser desterrados de la vida nacional y de la conducta de todos los ciudadanos, en particular de los funcionarios del Estado. 

 

17. Los cuerpos de seguridad deben urgentemente actuar con mayor empeño y efectividad en el marco de la Constitución y las leyes para garantizar la seguridad personal y patrimonial de los venezolanos, combatir eficazmente la inseguridad, y someter a la delincuencia, que tanto dolor causa en todos los sectores sociales. En el mundo obrero hay que respetar y defender los derechos legítimos de los trabajadores a la organización sindical. En el campo de la salud el Gobierno Nacional debe afrontar las graves deficiencias actuales, mejorar la red de los servicios públicos hospitalarios y asistenciales, y solucionar pronto y definitivamente el desabastecimiento de medicinas y equipos médicos.  

 

18. Para lograr una profunda renovación social es preciso que todos fomentemos y apoyemos con fuerza la unión familiar, pues la familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Deploramos la emigración de miles de venezolanos, que desintegra las familias y constituye un empobrecimiento de nuestro talento humano. Hay que promover también, a todo nivel, un nuevo clima nacional de convivencia, de fraternidad, de entendimiento, ajeno al enfrentamiento, a la exclusión y a la polarización. Esto es muy necesario especialmente en las comunidades de los recientes desarrollos residenciales de la Gran Misión Vivienda Venezuela, para ayudarlas a convivir como buenos vecinos y hermanos en una situación nueva para ellos. 

 

RENOVACION ETICA Y ESPIRITUAL

 

19. La grave crisis que confrontamos en Venezuela revela una situación aún más profunda: una crisis moral, de valores, actitudes, motivaciones y conductas, que es preciso corregir. Tenemos que superar actitudes como el afán de riqueza fácil y la corrupción, la soberbia política, la prepotencia y el ansia del poder, el egoísmo, la pereza, el odio y la violencia. Y hemos de rescatar los principios de legalidad, legitimidad y moralidad que sustentan el entramado de la convivencia social. Estamos convencidos de que es posible una Patria en la que impere la democracia, con instituciones eficaces y saludables, donde cada persona y la sociedad entera puedan desarrollar sus iniciativas, superarse y comprometerse con la promoción del bien común. Es necesaria la práctica de las virtudes personales y cívicas, de lo cual fue preclaro ejemplo el Venerable Dr. José Gregorio Hernández 

 

20. Por eso, como pastores de la Iglesia en Venezuela, hacemos un insistente llamado a la conversión moral, y al cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios. Es necesario que escuchemos y cumplamos la palabra de Dios, camino hacia la felicidad personal y social (Lc 11, 28), que nos invita a reavivar lo mejor de nosotros mismos: el amor al prójimo para construir juntos una Venezuela renovada donde florezcan la vida digna y los derechos de todos. 

 

21. Esta crisis nacional no será resuelta en su totalidad sin una renovación moral y espiritual que lleve a líneas concretas de acción. No podemos creer en Dios y actuar de cualquier manera. Rechacemos la injusticia, la corrupción y la violencia como males morales que hunden al país, y vivamos de acuerdo al proyecto del Reino de Dios predicado por Nuestro Señor Jesucristo. Como nos recuerda el Papa Francisco: “se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (Evangelii Gaudium 180). 

 

EN CRISTO PONEMOS NUESTRA ESPERANZA

 

22. Queridos hermanos y hermanas: este dramático análisis que hacemos con dolor, nace de nuestra cercanía al pueblo que sufre, y de la misión pastoral que nos impulsa a ser promotores de la dignidad humana y de la paz. Nos sentimos solidarios con quienes se sienten particularmente inquietos, afligidos y angustiados por la actual situación. Manifestamos nuestra determinación y compromiso de renovación personal y comunitaria en la línea de las exigencias del Evangelio proclamadas por el Papa Francisco, y de continuar trabajando para llevar firme esperanza y el consuelo de Dios a los más necesitados, en la línea de la opción por los pobres.  

 

23. En medio de esta crisis, proclamamos: Cristo crucificado y resucitado es nuestra esperanza. El venció la adversidad y el mal. El nos da su Espíritu Santo para renovar el mundo. La esperanza no es pasividad ni conformismo. A pesar de las dificultades que se vislumbran para el presente año, los cristianos sabemos que estamos en manos de Dios. En Jesús, “Dios con nosotros” (Mt 1, 23), ponemos nuestra confianza. Sin derrotismo, actuemos con entusiasmo para superar la crisis que enfrentamos. 

 

24. Con estos sentimientos y con gran afecto, imploramos sobre todos los habitantes de nuestra querida Patria las bendiciones de Dios y la maternal protección de María Santísima, la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela. Amén. 

 

 

Caracas, 12 de enero de 2015


Publicado por verdenaranja @ 23:23
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El santo padre Francisco recibió el lunes 12 de Enero de 2015 en audiencia al cuerpo diplomático acreditado junto a la Santa Sede, en la sala clementina del Palacio Apostólico, para presentarles su saludo por el Año Nuevo.  (Zenit.org)

Excelencias, señoras y señores:
Les agradezco su presencia en este tradicional encuentro que, al comenzar el año, me da la

oportunidad de dirigirles a ustedes, a sus familias y a los pueblos que representan un cordial saludo y los mejores deseos. Particularmente, agradezco al Decano, el Excelentísimo Sr. Jean Claude Michel, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, y a cada uno de ustedes su compromiso constante por favorecer e incrementar, en espíritu de colaboración recíproca, las relaciones de los países y las organizaciones internacionales que representan con la Santa Sede. En este último año, se han seguido consolidando, ya sea mediante el aumento del número de Embajadores residentes en Roma, o mediante la firma de nuevos Acuerdos bilaterales de carácter general, como el rubricado en enero con Camerún, y de interés específico, como los firmados con Malta y Serbia.

Me gustaría hacer resonar hoy con fuerza una palabra que a nosotros nos gusta mucho: paz. La anuncian los ángeles en la noche de la Navidad (cf. Lc 2,14) como don precioso de Dios y, al mismo tiempo, como responsabilidad personal y social que reclama nuestra solicitud y diligencia. Pero, junto a la paz, la Navidad nos habla también de otra dramática realidad: el rechazo. En algunas representaciones iconográficas, tanto de Occidente como de Oriente –pienso, por ejemplo, en el espléndido icono de la Natividad de Andréi Rubliov–, el Niño Jesús no aparece recostado en una cuna sino en un sepulcro. Esta imagen, que pretende unir las dos fiestas cristianas principales –la Navidad y la Pascua–, indica que, junto a la acogida gozosa del recién nacido, está también todo el drama que sufre Jesús, despreciado y rechazado hasta la muerte en Cruz.

Los mismos relatos de Navidad nos permiten ver el corazón endurecido de la humanidad, a la que le cuesta acoger al Niño. Desde el primer momento es rechazado, dejado fuera, al frío, obligado a nacer en un establo porque no había sitio en la posada (cf. Lc 2,7). Y, si así ha sido tratado el Hijo de Dios, ¡cuánto más lo son tantos hermanos y hermanas nuestros! Hay un tipo de rechazo que nos afecta a todos, que nos lleva a no ver al prójimo como a un hermano al que acoger, sino a dejarlo fuera de nuestro horizonte personal de vida, a transformarlo más bien en un adversario, en un súbdito al que dominar. çEsa es la mentalidad que genera la cultura del descarte que no respeta nada ni a nadie: desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo.

En los relatos evangélicos de la infancia, es emblemático en este sentido el rey Herodes, que viendo amenazada su autoridad por el Niño Jesús, hizo matar a todos los niños de Belén. La mente vuela enseguida a Paquistán, donde hace un mes fueron asesinados cien niños con una crueldad inaudita. Deseo expresar de nuevo mi pésame a sus familias y asegurarles mi oración por los muchos inocentes que han perdido la vida.

Así pues, a la dimensión personal del rechazo, se une inevitablemente la dimensión social: una cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte. Lo podemos comprobar lamentablemente en numerosos acontecimientos diarios, entre los cuales la trágica masacre que ha tenido lugar en París estos últimos días. Los otros «ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos» (Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2014, 4). Y el ser humano libre se convierte en esclavo, ya sea de las modas, del poder, del dinero, incluso a veces de formas tergiversadas de religión. Sobre estos peligros, he pretendido alertar en el Mensaje de la pasada Jornada Mundial de la Paz, dedicado al problema de las numerosas esclavitudes modernas. Todas ellas nacen de un corazón corrompido, incapaz de ver y de hacer el bien, de procurar la paz.

Constatamos con dolor las dramáticas consecuencias de esta mentalidad de rechazo y de la «cultura de la esclavitud» (ibid., 2) en la constante proliferación de conflictos. Como una auténtica guerra mundial combatida por partes, se extienden, con modalidades e intensidad diversas, a diferentes zonas del planeta, como en la vecina Ucrania, convertida en un dramático escenario de confrontación y para la que deseo que, mediante el diálogo, se consoliden los esfuerzos que se están realizando para que cese la hostilidad, y las partes implicadas emprendan cuanto antes, con un renovado espíritu de respeto a la legalidad internacional, un sincero camino de confianza mutua y de reconciliación fraterna que permita superar la crisis actual.

Mi pensamiento se dirige, sobre todo, a Oriente Medio, comenzando por la amada tierra de Jesús, que he tenido la alegría de visitar el pasado mes de mayo y a la que no nos cansaremos nunca de desear la paz. Así lo hicimos, con extraordinaria intensidad, junto al entonces Presidente israelí, Shimon Peres, y al Presidente palestino, Mahmud Abbas, con la esperanza firme de que se puedan retomar las negociaciones entre las dos partes, para que cese la violencia y se alcance una solución que permita, tanto al pueblo palestino como al israelí, vivir finalmente en paz, dentro de unas fronteras claramente establecidas y reconocidas internacionalmente, de modo que “la solución de dos Estados” se haga efectiva.

Desgraciadamente, Oriente Medio sufre otros conflictos, que se arrastran ya durante demasiado tiempo y cuyas manifestaciones son escalofriantes también a causa de la propagación del terrorismo de carácter fundamentalista en Siria e Iraq. Este fenómeno es consecuencia de la cultura del descarte aplicada a Dios. De hecho, el fundamentalismo religioso, antes incluso de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios, relegándolo a mero pretexto ideológico. Ante esta injusta agresión, que afecta también a los cristianos y a otros grupos étnicos de la Región, es necesaria una respuesta unánime que, en el marco del derecho internacional, impida que se propague la violencia, reestablezca la concordia y sane las profundas heridas que han provocado los incesantes conflictos. Aprovecho esta oportunidad para hacer un llamamiento a toda la comunidad internacional, así como a cada uno de los gobiernos implicados, para que adopten medidas concretas en favor de la paz y la defensa de cuantos sufren las consecuencias de la guerra y de la persecución y se ven obligados a abandonar sus casas y su patria. Con una carta enviada poco antes de la Navidad, he querido manifestar personalmente mi cercanía y asegurar mi oración a todas las comunidades cristianas de Oriente Medio, que dan un testimonio valioso de fe y coraje, y tienen un papel fundamental como artífices de paz, de reconciliación y de desarrollo en las sociedades civiles de las que forman parte. Un Oriente Medio sin cristianos sería un Oriente Medio desfigurado y mutilado. A la vez que pido a la comunidad internacional que no sea indiferente ante esta situación, espero que los dirigentes religiosos, políticos e intelectuales, especialmente musulmanes, condenen cualquier interpretación fundamentalista y extremista de la religión, que pretenda justificar tales actos de violencia.

En otras partes del mundo, tampoco faltan parecidas formas de crueldad, que con frecuencia generan víctimas entre los más pequeños e indefensos. Pienso especialmente en Nigeria, donde no cesa la violencia que sufre indiscriminadamente la población, y crece cada vez más el trágico fenómeno de los secuestros de personas, a menudo jóvenes raptadas para ser objeto de trata. ¡Es un tráfico execrable que no puede continuar! Una plaga que hay que arrancar y que afecta a todos, desde las familias a la comunidad mundial (cf. Discurso a los nuevos Embajadores acreditados ante la Santa Sede, 12 diciembre 2013).

Sigo también con preocupación los no pocos conflictos de carácter civil que afectan a otras partes de África, como Libia, devastada por una larga guerra intestina que causa incontables sufrimientos entre la población y tiene graves repercusiones en el delicado equilibrio de la Región. Pienso en la dramática situación de la República Centroafricana, en la que constatamos con dolor cómo la buena voluntad que ha animado los trabajos de quienes quieren construir un futuro de paz, seguridad y prosperidad, encuentra resistencias e intereses egoístas de parte que ponen en peligro las expectativas de un pueblo que ha sufrido tanto y desea construir libremente su futuro. Particularmente preocupante es también la situación de Sudán del Sur y algunas regiones de Sudán, del Cuerno de África y de la República Democrática del Congo, donde no deja de aumentar el número de víctimas entre la población civil, y miles de personas, muchas de ellas mujeres y niños, se ven obligadas a huir y a vivir en condiciones de extrema necesidad. A este respecto, espero que los gobiernos y la comunidad internacional lleguen a un compromiso común para que se ponga fin a todo tipo de lucha, de odio y de violencia y se apueste por la reconciliación, la paz y la defensa de la dignidad transcendente de la persona.

No podemos olvidar que las guerras llevan consigo otro horrible crimen: la violación. Se trata de una ofensa gravísima a la dignidad de la mujer, que no sólo es deshonrada en la intimidad de su cuerpo, sino también en su alma, con un trauma que difícilmente desaparecerá y cuyas consecuencias son también de carácter social. Lamentablemente, se constata que también allí donde no hay guerras, muchas mujeres sufren violencia hoy.

Todos los conflictos bélicos son la manifestación más clara de la cultura del descarte, pues, en ellos, las vidas son deliberadamente pisoteadas por quien ostenta la fuerza. Existen, sin embargo, formas más sutiles y veladas de rechazo, que alimentan también esa cultura. Pienso sobre todo en los enfermos, aislados y marginados, como los leprosos de los que habla el Evangelio. Entre los leprosos de nuestro tiempo están también los afectados por esta nueva y tremenda epidemia del Ébola, que, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea, ha acabado con más de seis mil vidas. Quiero reconocer y agradecer hoy públicamente el trabajo de los agentes sanitarios que, junto a religiosos y voluntarios, prestan todos los cuidados posibles a los enfermos y a sus familiares, sobre todo a los niños que se han quedado huérfanos. Al mismo tiempo, hago de nuevo un llamamiento a la comunidad internacional para que se asegure una adecuada asistencia humanitaria a los pacientes y hagan un esfuerzo común por erradicar el virus.

A la lista de las vidas descartadas a causa de las guerras y de las enfermedades, hay que añadir las de los numerosos desplazados y refugiados. También en este caso podemos sacar luz de la infancia de Jesús, que es testigo de otra forma de cultura del descarte que rompe las relaciones y “deshace” la sociedad. Efectivamente, ante la crueldad de Herodes, la Sagrada Familia se ve obligada a huir a Egipto, de donde regresará unos años más tarde (cf. Mt 2,13-15). Las situaciones de conflicto que acabamos de describir provocan con frecuencia la huida de miles de personas de su lugar de origen. A veces ni siquiera en busca de un futuro mejor, sino simplemente de un futuro, porque permanecer en su patria puede significar una muerte segura. ¿Cuántas personas pierden la vida en viajes inhumanos, sometidas a vejaciones por parte de auténticos verdugos, ávidos de dinero? Ya me referí a esto en mi reciente visita al Parlamento Europeo, indicando que «no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio» (Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 noviembre 2014). Hay también otro dato alarmante: muchos emigrantes, sobre todo en América, son niños solos, más expuestos a los peligros y necesitados de mayor atención, cuidados y protección.

Cuando llegan sin documentos a lugares desconocidos, cuya lengua no hablan, es difícil para los inmigrantes situarse y encontrar trabajo. Además de los peligros de la huida, tienen que afrontar también el drama del rechazo. Es necesario un cambio de actitud: pasar de la indiferencia y del miedo a una sincera aceptación del otro. Esto requiere naturalmente «poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes» (ibid.). A la vez que expreso mi agradecimiento a cuantos, incluso a costa de su propia vida, se dedican a prestar asistencia a los refugiados y a los inmigrantes, exhorto tanto a los Estados como a las Organizaciones internacionales a actuar decididamente para resolver estas graves situaciones humanitarias y prestar la ayuda necesaria a los países de origen de los inmigrantes para favorecer su desarrollo socio-político y la superación de los conflictos internos, que son la causa principal de este fenómeno. «Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos» (ibid.). Además, esto consentirá a los inmigrantes volver un día a su patria y contribuir a su crecimiento y desarrollo.

Junto a los inmigrantes, a los desplazados y a los refugiados, hay también tantos «exiliados ocultos» (Angelus, 29 diciembre 2013), que viven en el seno de nuestras casas y en nuestras mismas familias. Me refiero a los ancianos y a los discapacitados, y también a los jóvenes. Los primeros son rechazados cuando se convierten en un peso y en «presencias que estorban» (ibid.), mientras que los últimos son descartados porque se les niega la posibilidad de trabajar para forjarse su propio futuro. No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo (cf. Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos Populares, 28 octubre 2014), y que convierte el trabajo en una forma de esclavitud. Ya me referí a esto en un reciente encuentro con los Movimientos populares, que están fuertemente comprometidos en la búsqueda de soluciones adecuadas a algunos problemas de nuestro tiempo, como la plaga cada vez más extendida del desempleo juvenil y del trabajo negro, y el drama de tantos trabajadores, especialmente niños, explotados por codicia. Todo esto es contrario a la dignidad humana y es fruto de una mentalidad que pone en el centro el dinero, los beneficios y los intereses económicos en detrimento del hombre.

No pocas veces, la misma familia es objeto de descarte, a causa de una cada vez más extendida cultura individualista y egoísta que anula los vínculos y tiende a favorecer el dramático fenómeno de la disminución de la natalidad, así como de leyes que privilegian diversas formas de convivencia en lugar de sostener adecuadamente a la familia por el bien de toda la sociedad.

Una de las causas de estos fenómenos es esa globalización uniformante que descarta incluso a las culturas, acabando así con los factores propios de la identidad de cada pueblo que constituyen la herencia imprescindible para un sano desarrollo social. En un mundo uniformado y carente de identidad, es fácil percibir el drama y la frustración de tantas personas, que han perdido literalmente el sentido de la vida. Este drama se ve agravado por la persistente crisis económica, que provoca desconfianza y favorece la conflictividad social. He podido notar sus consecuencias incluso aquí en Roma, donde me he encontrado con muchas personas que viven situaciones difíciles, y en los diversos viajes realizados en Italia.

Precisamente a la querida nación italiana quiero dedicarle unas palabras llenas de esperanza para que, en el continuo clima de incertidumbre social, política y económica, el pueblo italiano no ceda al desaliento y a la tentación del enfrentamiento, sino que redescubra los valores de la atención recíproca y la solidaridad sobre los que se funda su cultura y su convivencia ciudadana, y que son fuente de confianza tanto en el prójimo como en el futuro, sobre todo para los jóvenes.

Pensando en la juventud, deseo mencionar mi viaje a Corea, donde, el pasado mes de agosto, me encontré con miles de jóvenes en la VI Jornada Mundial de la Juventud Asiática y donde recordé que es necesario valorar a los jóvenes, «intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente» (Discurso a las Autoridades, Seúl, 14 agosto 2014). Para eso, es necesario reflexionar «sobre el modo adecuado de transmitir nuestros valores a la siguiente generación y sobre el tipo de mundo y sociedad que estamos construyendo para ellos» (ibid.).

Esta tarde tendré la alegría de volver a Asia, para visitar Sri Lanka y Filipinas, y mostrar así el interés y la solicitud pastoral con que sigo los acontecimientos de los pueblos de ese vasto continente. A ellos y a sus gobiernos, deseo manifestarles una vez más el deseo de la Santa Sede de contribuir al bien común, a la armonía y a la concordia social. Especialmente, espero que se retome el diálogo entre las dos Coreas, países hermanos, que hablan la misma lengua.

Excelencias, señoras y señores:
Al inicio del nuevo año, no queremos, sin embargo, que nuestra mirada quede dominada por

el pesimismo, los defectos y las deficiencias de nuestro tiempo. Queremos también dar las gracias a Dios por lo que nos ha dado, por los beneficios que nos ha dispensado, por los diálogos y los encuentros que nos ha concedido y por algunos frutos de paz que nos ha dado la alegría de saborear.

Una clara demostración de que la cultura del encuentro es posible, la he experimentado durante mi visita a Albania, una nación llena de jóvenes, que son esperanza de futuro. A pesar de las heridas de su historia reciente, el país se caracteriza por «la convivencia pacífica y la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones» (Discurso a las Autoridades, Tirana, 21 septiembre 2014), en un clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes. Es un signo importante de que la fe sincera en Dios abre al otro, genera diálogo y contribuye al bien, mientras que la violencia nace siempre de una mistificación de la religión, tomada como pretexto para proyectos ideológicos que tienen como único objetivo el dominio del hombre sobre el hombre. Asimismo, en el reciente viaje a Turquía, puente histórico entre Oriente y Occidente, he podido constatar los frutos del diálogo ecuménico e interreligioso, además del compromiso a favor de los refugiados provenientes de otros países de Oriente Medio. He encontrado este mismo espíritu de acogida en Jordania, país que visité al inicio de mi peregrinación a Tierra Santa, así como en los testimonios que me llegan del Líbano, al que deseo que pueda superar las dificultades políticas actuales.

Un ejemplo que aprecio particularmente de cómo el diálogo puede verdaderamente edificar y construir puentes es la reciente decisión de los Estados Unidos de América y Cuba de poner fin a un silencio recíproco que ha durado medio siglo y de acercarse por el bien de sus ciudadanos. En este mismo sentido, dirijo un pensamiento al pueblo de Burkina Faso, que está pasando por un período de importantes transformaciones políticas e institucionales, para que un renovado espíritu de colaboración pueda contribuir al desarrollo de una sociedad más justa y fraterna. Quiero destacar también con satisfacción la firma, el paso mes de mayo, del Acuerdo que pone fin a largos años de tensión en Filipinas. Igualmente, animo los esfuerzos realizados para lograr una paz estable en Colombia, así como las iniciativas encaminadas a restablecer la concordia en la vida política y social de Venezuela. Sin olvidar los esfuerzos realizados hasta el momento, espero que se pueda llegar cuanto antes a un entendimiento definitivo entre Irán y el así llamado Grupo 5+1, sobre el uso de la energía nuclear para fines pacíficos. Me llena de satisfacción también la decisión de los Estados Unidos de cerrar la cárcel de Guantánamo, para lo cual algunos países han manifestado generosamente su disponibilidad para acoger a los presos. Finalmente, deseo expresar mi reconocimiento y animar a todos aquellos países que están comprometidos activamente en la consecución del desarrollo humano, la estabilidad política y la convivencia civil entre sus ciudadanos.

Excelencias, señoras y señores:
El 6 de agosto de 1945, la humanidad asistía a una de las catástrofes más tremendas de su

historia. De un modo nuevo y sin precedentes, el mundo experimentaba hasta qué punto podía llegar el poder destructivo del hombre. De las cenizas de aquella terrible tragedia que ha sido la segunda Guerra mundial surgió una voluntad nueva de diálogo y de encuentro entre las naciones que dio vida a la Organización de las Naciones Unidas, cuyo 70o Aniversario celebraremos este año. En la visita que realizó al Palacio de Cristal mi predecesor, el Beato Pablo VI, hace ya cincuenta años, recordaba que «la sangre de millones de hombres, que sufrimientos inauditos e innumerables, que masacres inútiles y ruinas espantosas sancionan el pacto que les une en un juramento que debe cambiar la historia futura del mundo. ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad» (Pablo VI, Discurso a las Naciones Unidas, Nueva York, 4 octubre 1965).

También yo pido lo mismo para el nuevo año, en el que además culminarán dos importantes procesos: la redacción de la Agencia del Desarrollo post-2015, con la adopción de los Objetivos del desarrollo sostenible, y la elaboración de un nuevo Acuerdo sobre el clima. Su condición indispensable es la paz, que proviene de la conversión del corazón, antes incluso que del final de las guerras.

Con estos sentimientos, les deseo de nuevo a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus conciudadanos, un año 2015 de esperanza y de paz. 


Publicado por verdenaranja @ 23:16  | Habla el Papa
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Lunes, 12 de enero de 2015

Al finalizar la santa misa en la que el Santo Padre ha bautizado a un grupo de niños en la Capilla Sixtina, Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para rezar el ángelus con los fieles que estaban presentes en la plaza de San Pedro. 11 de enero de 2015 (Zenit.org)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que concluye con el tiempo de Navidad. El Evangelio describe lo que sucede en la orilla del Jordán. En el momento en el que Juan el Bautista bautiza a Jesús, el cielo se abre. “Y al salir del agua --dice Marcos-- vio que los cielos se abrían”. Vuelve a la mente la dramática súplica del profeta Isaías: “Si rasgaras el cielo y descendieras”. Esta invocación ha sido escuchada en el evento del Bautismo de Jesús. Y así, termina el tiempo de los “cielos cerrados”, que indica la separación entre Dios y el hombre, consecuencia del pecado. El pecado nos aleja de Dios e interrumpe la unión entre la tierra y el cielo, determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra vida. Los cielos abiertos indican que Dios ha donado su gracia para que la tierra dé su fruto.

Así la tierra se ha convertido en la casa de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de Dios, experimentando todo el amor y la misericordia infinita. Lo podemos encontrar realmente presente en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en particular en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los refugiados: ellos son carne viva del Cristo que sufre e imagen visible del Dios invisible.

Con el Bautismo de Jesús no solo se abren los cielos, sino que Dios habla de nuevo haciendo resonar su voz: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. La voz del Padre proclama el misterio que se esconde en el Hombre bautizado por el Precursor. Jesús, el Hijo de Dios encarnado, es también la Palabra definitiva que el Padre ha querido decir al mundo. Solo escuchando, siguiendo y testimoniando esta Palabra, podemos hacer plenamente fecunda nuestra experiencia de fe, cuya semilla se ha puesto en nosotros el día de nuestro Bautismo.

El descenso del Espíritu Santo, en forma de paloma, consiente a Cristo, el Consagrado del Señor, inaugurar su misión, que es nuestra salvación. El Espíritu Santo, el gran olvidado en nuestras oraciones. Nosotros a menudo rezamos a Jesús, rezamos al Padre, especialmente cuando rezamos el Padre Nuestro, pero no tan frecuentemente rezamos al Espíritu Santo. Es verdad ¿no? El olvidado. Y necesitamos pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración. El Espíritu Santo, que ha animado por entero la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana. La existencia de un hombre, una mujer, que se dicen y quieren ser cristianos. Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos recibido en virtud del Bautismo, significa reencontrar la valentía apostólica necesaria para superar fáciles comodidades mundanas. Sin embargo un cristiano y una comunidad “sordos” a la voz del Espíritu Santo, que empuja a llevar el Evangelio a los confines de la tierra y de la sociedad, se convierten también en un cristiano y una comunidad “mudos” que no hablan y no evangelizan. Recordad esto, rezar a menudo al Espíritu Santo, para que nos ayude, nos dé la fuerza, nos dé la inspiración, y nos haga ir adelante.

María, Madre de Dios y de la Iglesia, acompañe el camino de todos nosotros bautizados; nos ayude a crecer en el amor hacia Dios y en la alegría de servir el Evangelio, para dar así sentido pleno a nuestra vida.

Al finalizar la oración del ángelus, el Santo Padre ha saludado a los presentes:

Queridos hermanos y hermanas, os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos.

Con gusto saludo al grupo de estudiantes de Estados Unidos de América, como también a la Asociación Laicos Amor Misericordioso. Hay mucha necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven en los distintos ambientes sociales. Adelante, estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia.

Mañana por la tarde saldré para un viaje apostólico a Sri Lanka y Filipinas. ¡Gracias por vuestro deseo en ese cartel! Muchas gracias. Os pido por favor que me acompañéis con la oración. Pido también a los srilankeses y a los filipinos que están aquí en Roma que recen especialmente por mí, por este viaje.

Os deseo a todos un feliz domingo, aunque es un poco feo el tiempo pero, un feliz domingo. Y también hoy es un día para recordar con alegría el propio bautismo. Recordad lo que os he pedido. Buscad la fecha del bautismo. Así, cada uno de nosotros puede decir. ‘Yo he sido bautizado tal día’. Que sea la alegría del bautismo hoy. No os olvidéis de rezar por mí.

¡Buen almuerzo y hasta pronto!


Publicado por verdenaranja @ 21:18  | Habla el Papa
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Domingo, 11 de enero de 2015

Catholic Calendar and Daily Meditation

Sunday, January 11, 2015


The Baptism of the Lord


Scripture for Sunday's Liturgy of the Word:
http://new.usccb.org/bible/readings/011115.cfm

Isaiah 42:1-4, 6-7
Psalm 29:1-2, 3-4, 3, 9-10
Acts 10:34-38
Mark 1:7-11


A reflection on today's Sacred Scriptures:

Today we celebrate the final event of the Christmas season. Jesus is no longer an infant. His private sheltered life is over. Now, in the fullness of youthful manhood, He seeks out His cousin, John the Baptist, who has been preaching a gospel of repentance in preparation for the One who is coming--the One greater than himself. And the evangelist, Mark, forty years after the Resurrection, makes very clear that John is not the Messiah, in case there are lingering doubts among the former followers of the Baptist.

Jesus' call to Mission by God the Father has been with Him from before His human birth. It even predates the several covenants God had made with Noah, Abraham, and David. Today's first reading has remarkable ties with the Gospel for today. In that reading, the second prophet of the book of Isaiah speaks God's Word to the people in exile. In a passage resembling a vendor calling out in the marketplace, God commands the people to "come to the water, you who have no money, come, receive grain and eat . . . ." Through the prophet, He urges the people not to spend money on foolish things which do not satisfy, but to stay on track in seeking life through obedience. God is announcing His intention to establish a new covenant much broader than the former ones which will embrace all peoples in a new epiphany. To do this, He will send a messiah.

Today's Gospel declares that the time is now. As Jesus is baptized by John, the heavens open up, and the Father's voice thunders down, "This is My beloved Son in whom I am well pleased." The purpose of this baptism is certainly not the removal of sin from Jesus, but is rather a commitment ceremony which identifies Jesus as the Messiah. By the action of coming to John, Jesus is openly declaring the start of His mission to remove the ancient curse on Adam and all his descendants. From the heavens above, the voice of God the Father is heard ratifying His identity as God's Son. John, too, is now aware that his cousin is being officially "sent." John's work is over.

As the Christmas season ends, the public life of Jesus begins. Today is a time for all of us to remember how we have been sent through water and the Spirit, to also be a voice of truth and a sign of hope for the people of our day who yearn for new life. For more specifics on what we are to do in this troubled world, listen carefully to the words of our "Christmas" Pope, Pope Francis, who urges us daily to be a light to the nations, and messengers of "the Word."

Msgr. Paul Whitmore | email: pwhitmore29( )yahoo.com

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Publicado por verdenaranja @ 20:08  | Espiritualidad
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Comentario a la liturgia dominical - El bautismo del Señor por el  P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Ciclo B - Textos: Is 42, 1-4.6-7; Act 10, 34-38; Mc 1, 7-11

 

Idea principal: Cristo en su bautismo purificó las aguas, las santificó y las fecundó, para que en esas aguas naciésemos como hijos de la Iglesia, santos y regenerados, pues estábamos muertos por el pecado.

Síntesis del mensaje: Celebramos una nueva manifestación de Jesús en el río Jordán. Cristo es el nuevo Noé que se sumerge en estas aguas, que recuerdan a las del diluvio, para anegar en ellas nuestros pecados; y, como Noé después del diluvio, también Él recibe la paloma divina que anuncia la paz y la salvación para los hombres. Y con este día cerramos el ciclo de Navidad y abrimos el Tiempo Ordinario que precederá a la Cuaresma.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, en este día del Bautismo, Jesús vio que los cielos “se abrían”. Porque los cielos a raíz del pecado original estaban cerrados para nosotros. Hoy se abren para indicar que en Cristo el cielo se ha reconciliado con la tierra, que ya no hay sino un solo rebaño formado por ángeles y hombres, y un solo pastor de todos, que las clausuradas puertas del Paraíso se han abierto para los pecadores arrepentidos. Del Niño recién nacido pasamos al Profeta y Maestro que nos ha envidado Dios y que va a comenzar su misión. Y en nuestro bautismo, Cristo nos incorpora también a nosotros en su misión.

En segundo lugar, ¿por qué Cristo quiso ser bautizado? No para ser purificado de sus pecados, Él, que era la pureza original. Si Cristo descendió al Jordán fue para purificar las aguas, para comunicarles su propia pureza, de tal modo que en adelante esas aguas fuesen capaces de purificar a los hombres mediante el bautismo. El calor del cuerpo vivo de Cristo puesto en contacto con las aguas hizo a éstas aptas para limpiar no sólo el exterior de los cuerpos –que es su virtualidad natural-, sino también lo más recóndito de las almas, el pecado. Al penetrar, pues, Jesús en el Jordán, las aguas de este río, y la de todos los ríos, todas las aguas del mundo, se hicieron aptas para el orden sacramental. Ya no serán tan sólo “aguas de la tierra”, serán también “olas de Cristo”. El Cristo que se sumerge en el Jordán es el Cordero que carga los pecados y que quita los pecados. Por eso, el Bautismo del Jordán anticipa en figura a la Cruz, que está en el telón de fondo de aquel episodio. A partir de hoy comienza para Cristo la ruda ascensión al Calvario. Y ya clavado en la cruz, de su costado brotó sangre y agua. El bautismo es fruto de la Pascua.

Finalmente,desde este día Cristo fecundó las aguas, es decir, el agua no sólo quedaría limpia sino que además se convertiría en el seno materno de la Iglesia hecha fecunda. Esposo y Esposa son, en el Jordán, “una sola carne”. Cristo, en su Bautismo, purificó, pues, a la Iglesia, pero para unírsela a Él en esponsales. Es, ni más ni menos, lo que dice san Pablo en su epístola a los efesios: “Maridos, amad a vuestra esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada” (Ef 5, 25). El bautismo en el Jordán es así el baño nupcial gracias al cual la Esposa-Iglesia recibió la última preparación antes de ser presentada al Esposo. Desposándose el Señor con la Iglesia en el Jordán, dejó en el agua el germen de su fecundidad para hacer del agua el seno de la Iglesia-Esposa. A lo largo de los siglos, de las aguas del Bautismo –seno virginal de la Madre Iglesia- incesantemente nacerán nuevos hijos, hijos de Dios.

Para reflexionar: ¿Medito con frecuencia en el don de mi bautismo? ¿A qué altura me llegó el agua bautismal: ya me llegó a la rodillas, al corazón, a la cabeza? ¿Ya se llevó el agua todos mis pecados? ¿Ya renuncié a Satanás, a sus obras y a sus pompas? ¿Vivo como miembro comprometido de la Iglesia, hijo consciente de Dios, hermano de Cristo, templo abierto del Espíritu?

Para rezar: Gracias, Señor, por el don del bautismo. Señor, que viva a lo que me comprometí el día del bautismo: a ser santo y a ser misionero. Contigo quiero, Señor, escuchar mi nombre y una llamada “tú eres mi hijo” para que nunca falten en tu causa buenos testigos que pregonen tu palabra, que pronuncien tu nombre, que den testimonio de tu Reino, que ofrezcan lo que son y tienen, y Dios sea conocido, amado y bendecido en las cuatro direcciones del mundo.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 20:02  | Espiritualidad
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El bautismo del Señor por Mons. Enrique Díaz Diaz. (Zenit.org)

¡Eres bautizado!

Isaías 42, 1-4, 6-7: “En Él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia”
Salmo 28: “Te alabamos, Señor”
Hechos de los Apóstoles 10, 34-38: “Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret”
San Marcos 1, 7-11: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”

Todavía resuenan las palabras valientes y acusadoras del Papa Francisco en su mensaje para La Jornada Mundial de la Paz: “El flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad. La Palabra de Dios pide consideremos a todos los hombres ‘no esclavos, sino hermanos’… Cristo, el Hijo amado, vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús ‘hermano y hermana, y madre’ y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre… No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo”. Nos hemos olvidado que somos hermanos e hijos de Dios y vivimos enfrascados en luchas fratricidas que desdicen nuestra dignidad y nuestra misión.

Hoy recordamos el bautismo de Jesús que nos obliga a repensar y retomar nuestra misión como bautizados e hijos de Dios comprometidos en la construcción de un mundo de justicia y de paz. Después de la Epifanía, que es una bella manifestación de Cristo Niño, hoy se nos presenta otra “manifestación del Señor” igualmente bella y con una gran profundidad. Esta nueva manifestación al inicio de la vida pública de Jesús es preparada por Juan el Bautista y realizada en el contexto del Jordán, con los cielos abiertos, la bajada del Espíritu y la voz que legitima al Hijo. El evangelio de San Marcos desde su inicio nos presenta a Jesús como el Mesías que espera el pueblo de Israel: un Mesías que responde a la iniciativa de Dios con una vida de obediencia; un Mesías que realiza la salvación y que da comienzo al tiempo del Espíritu; un Mesías que, recibiendo un bautismo de agua, inicia la misión que el Padre le ha confiado. El Espíritu desciende sobre Él porque está dispuesto y completamente entregado a la construcción del Reino.

El viejo sueño de la profecía de Ezequiel se hace realidad histórica y en Cristo se cristaliza ese signo de comunicación donde Él “sube” del agua y el Espíritu “baja” sobre Él. Los dos movimientos se concentran en la persona del Mesías, en quien se unen la tierra y el cielo. Sobre Jesús, que sube del agua, desciende la fuerza del Espíritu como una nueva creación. Esta es también la realidad de todo bautizado: unir cielo y tierra en su persona. Ser un hombre carnal, terreno, pero llevar en sí mismo la aspiración y los ideales divinos. Construir el cielo en la tierra haciendo realidad la filiación que recibe en el bautismo: hijos todos de un mismo Padre, hermanos todos en Cristo, templos vivos del Espíritu Santo.

El bautismo de Jesús no es un mero rito sino una confirmación plena del amor del Padre. Del cielo provienen las hermosas palabras que escucha: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”, que vienen a dar un nuevo sentido al bautismo de agua que ofrecía Juan. Así lo manifiesta como “Hijo”, “amado” y “preferido” porque se ha entregado plenamente al cumplimiento de su voluntad y al total servicio de los hombres. Nuestro bautismo también está legitimado por la presencia y el amor de Dios Padre, no por papeles o documentos que se exhiben, sino por una experiencia del amor Trinitario que nos envuelve y transforma y que nos exige una entrega completa a la misión del Padre. No basta un documento, nosotros requerimos toda una vida de servicio y entrega a la misión de Jesús y a la construcción de su Reino. Desgraciadamente a veces hemos dado poca importancia a nuestro bautismo y ha pasado a ser más un acto social que un verdadero encuentro y compromiso vivido en serio. Es cierto fuimos bautizado niños, pero el bautizado es alguien hecho y rehecho cada día, incesantemente, por la Palabra de Dios, por los encuentros de oración, por el amor que se da o que se recibe, por los acontecimientos y lugares que se recorren, por la construcción de la justicia. El actuar de un bautizado no debería ser muy distinto del de Jesús: una experiencia de amor cristalizado en la vida diaria.

El bautismo no es sólo una experiencia individual y personal del amor de Dios sino que implica una responsabilidad para con los demás, una misión universal: la construcción de un mundo nuevo, la edificación, aquí y ahora, del Reino. Son inspiradoras las palabras de Isaías que anuncian al siervo en el que se depositará el Espíritu del Señor para que haga brillar la justica sobre las naciones. El bautizado cristiano, como discípulo y seguidor, como inspirado por Jesús, está llamado a ser, con Él, salvador de la humanidad y de la creación, del planeta, puesto en riesgo grave por las políticas egoístas de la civilización capitalista industrial ecológicamente irresponsable. Hoy es el primer domingo del tiempo ordinario, se terminan los tiempos fuertes del Adviento y Navidad y se regresa a la vida de todos los días, pero contemplar el bautismo de Jesús y recordar nuestro propio bautismo nos sitúan en la verdadera dimensión de este tiempo: vivir lo terreno y rutinario de cada día, con el ideal y la entrega de un verdadero hijo de Dios, que transforma su tiempo, su trabajo y su vida entera en una extraordinaria manera de vivir.

Como Jesús, cada bautizado escucha las palabras que revelan su grandeza y su misión: llamado y escogido para ser luz de las naciones, abrir los ojos a los ciegos, promover con firmeza la justicia y establecer el derecho sobre la tierra. No se entienden cristianos tibios, apáticos o complacientes con la corrupción y la mentira. Sabernos hijos de Dios nos llena de gozo y nos dispone a anunciar, construir y fortalecer el camino de la justicia y de la verdad. ¡Eres bautizado! ¡Tienes una gran misión!

Padre Bueno, concédenos que al escuchar con gozo tu palabra que nos llama “hijos amados”, dispongamos nuestro corazón para buscar, con tu Hijo Jesús, la justicia y establecer el derecho en nuestro mundo lleno de desorden y oscuridad. Amén


Publicado por verdenaranja @ 18:42  | Espiritualidad
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Viernes, 09 de enero de 2015

Reflexión a las lecturas de la fiesta del Bautismo del Señor - B ofrecida por el sacerdote don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Fiesta del Bautismo del Señor

 

El agua es un elemento muy importante, esencial, para la vida. Cuando falla el agua en casa, vaya problema. No es ahora el momento de tratar ampliamente el tema del agua, de su presencia y de su función a lo largo de toda la Historia Santa, sino sencillamente, como materia del Bautismo.

Del agua tratan las lecturas de la Liturgia de esta Fiesta. En el Evangelio, Juan el Bautista se nos presenta como el que ha “bautizado con agua”, y anuncia al que “bautizará con Espíritu Santo”.

“Por entonces, nos dice el Evangelio de hoy, llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán”.  Y cuando esto sucede, el agua de aquel río sagrado y de todo el universo queda purificada y santificada; apta para el Bautismo con el Espíritu. “Apenas salió del agua, -continúa diciendo el Evangelio- vio rasgarse el Cielo y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del Cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”.  Por tanto, se abre el Cielo ante Jesús, que viene para abrir las puertas del Cielo y para traer a la tierra el Reino de los Cielos. Y el Espíritu Santo no viene sobre Él como sobre los profetas, sino que viene a Él y se queda con Él; lo unge abundantemente y lo consagra para que realice su misión salvadora, su función mesiánica; y le acompaña en adelante. Jesús será siempre “el que tiene el Espíritu Santo”, el que se dejará conducir por el Aliento de Dios; y, por su Muerte y Resurrección, se convertirá en “el Dador del Espíritu Santo”, “fuente de agua que salta hasta la vida eterna”. (Jn 7, 37-39). ¡Es la gran novedad del Nuevo Testamento!

¡Y con esta fiesta preciosa concluye el Tiempo de Navidad! Por eso, salimos hoy de este Tiempo, centrando nuestros ojos en Jesucristo que comienza su actividad mesiánica; y vamos contemplando poco a poco, en el Tiempo Ordinario, sus primeras palabras, la elección de sus primeros discípulos, la narración de sus primeros milagros…, hasta que comience la Cuaresma. Él nos revela y nos ofrece el nuevo Bautismo, el Bautismo cristiano. Y este Sacramento va precedido por la búsqueda de Dios, de la sed del Dios vivo y de la conversión del corazón, de que nos habla la primera lectura de hoy. Hace falta abrir los ojos y el corazón para acoger el triple testimonio: del agua, de la Sangre y del Espíritu Santo, que escuchamos en la segunda lectura.

Sin embargo, estamos acostumbrados al Bautismo de niños, donde no se realiza esta acogida personal. No es entonces posible. Por eso son bautizados con la condición expresa de que sus padres y padrinos se comprometen seriamente a educarlos como cristianos, para que, poco a poco, vayan acogiendo y desarrollando la “vida nueva”, la “vida según el Espíritu”. Con frecuencia esto no se hace. Y entonces, el Sacramento de la fe se convierte en  camino hacia la increencia. La disciplina de la Iglesia nos advierte que “no es lícito” bautizar a un niño cuando no se tienen suficientes garantías de que va a ser educado como cristiano.        (C. 868, 2º). Por eso urge revisar siempre nuestra práctica bautismal, como ya se hace, aunque, tantas veces de una manera muy tímida. De este modo, “el Bautismo de los párvulos”, que la Iglesia adoptó desde tiempos muy remotos y que continúa manteniendo con vigor, seguirá haciendo posible que la liberación del pecado original y la vida de Dios, lleguen cuanto antes a los recién nacidos con todas sus consecuencias.

Hoy es un día muy apropiado para reflexionar sobre todas estas cosas, y para renovar nuestro Bautismo, de modo que se siga haciendo realidad en nosotros y en toda la Iglesia lo que proclamamos en el salmo: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.      

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 22:47  | Espiritualidad
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  FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR B 

  MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

La primera lectura de este domingo es una página de Isaías, que anuncia los tiempos del Mesías. Tres expresiones sintetizan su contenido: Acudid por agua, escuchadme y viviréis.

 

SALMO

          La salvación que Dios nos ofrece, se compara algunas veces, con una fuente de la que podemos extraer el agua que necesitamos. Con acento profético, proclamamos hoy: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.

 

SEGUNDA LECTURA

Creer que Jesús es el Mesías, el Cristo, es lo fundamental para el apóstol S. Juan, que nos invita a acoger el triple testimonio acerca de Cristo que nos muestran el Espíritu, el Agua y la Sangre. Escuchemos.

 

TERCERA LECTURA

El Evangelio nos presenta el Misterio que celebramos hoy: el Bautismo de Jesucristo, el Autor del nuevo Bautismo, el Bautismo cristiano, que hemos recibido.

Acojamos ahora al Señor con el canto del Aleluya.

 

COMUNIÓN

          El Bautismo de Jesucristo prefigura el nuevo Bautismo, que Él nos trae y que todos nosotros hemos recibido. Es el Bautismo que nos da la vida nueva de Cristo Resucitado. La Eucaristía es el alimento más importante, imprescindible, que hace posible que conservemos y acrecentemos la vida de Dios en nosotros.

 


Publicado por verdenaranja @ 22:43  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo  del Bautismo del Señor - B

ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU

Los primeros cristianos vivían convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».

No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».

La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas pastorales ante la crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de Jesús.

En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su corazón.

Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.

El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto solo él nos lo puede enseñar.

No hemos de hablar solo en términos de crisis. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.

José Antonio Pagola


Publicado por verdenaranja @ 22:41  | Espiritualidad
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Jueves, 08 de enero de 2015

Reflexiones del obispo de San Cristobal de las Casas. 07 de enero de 2015 (Zenit.org)

Hermanos, no esclavos

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Hace unos años, un lejano pariente mío, campesino muy pobre, permaneció desaparecido por varios meses, sin que la familia supiera algo de su paradero. Es comprensible la angustia y preocupación de todos nosotros. Con el tiempo, apareció en su casa y narró cómo lo levantaron unos esbirros de narcotraficantes y lo llevaron, junto con otros campesinos pobres, a trabajar y cuidar sembradíos de marihuana en el vecino Estado de Guerrero. Lo tenían como esclavo, custodiado por quienes portaban armas de alto poder, casi sin comer, obligado a cultivar el estupefaciente. Como fruto de tantas oraciones, se escapó y regresó todo maltratado y desnutrido a su casa.

A un obispo de ese mismo Estado, un día en que iba a una reunión provincial hacia Acapulco, lo interceptaron en la carretera y lo despojaron de su camioneta. Quien encabezaba el asalto era un joven, a quien el obispo le empezó a hablar en buen tono, haciéndole ver lo injusto que era su proceder. El joven le respondió: No me siga diciendo cosas. Yo recibo órdenes y, si no le llevo esta camioneta a mi jefe, como me lo ordenó, me matan a mí y a mi familia. Es decir, no lo hacía por gusto, sino esclavizado por quienes lo habían levantado.

Es el mismo caso de muchos jóvenes que, sin posibilidades de estudiar y de trabajar, son atrapados por cadenas de malhechores y de narcotraficantes, y obligados a vender droga, a secuestrar y matar.

PENSAR

El Papa Francisco, con ocasión de la 48 Jornada Mundial de la Paz, denuncia muchas esclavitudes de hoy como“el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre; es un crimen de lesa humanidad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas”.

Enumera estas: “Hay millones de personas privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud. Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería. Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas.

Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles... Sí, pienso en el «trabajo esclavo».


Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio, o en las entregadas en sucesión a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento. No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional. Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados”.

ACTUAR

Nuestros legisladores han de actualizar las leyes que permitan o solapen estas esclavitudes, para evitarlas.

Cada quien analice si, en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en el partido, en la comunidad eclesial, trata a alguien como esclavo, para convertirnos y tratarnos como hermanos.

Evitemos el machismo, el predominio sobre los demás, los bajos salarios, que son formas de esclavitud.


Publicado por verdenaranja @ 22:45  | Hablan los obispos
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles, 07 de enero de 2015. (Zenit.org)


«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos días la liturgia de la Iglesia ha puesto delante de nuestros ojos la imagen de la Virgen María Madre de Dios. El primer día del año es la fiesta de la Madre de Dios, a la cual sigue la de la epifanía, con el recuerdo de la visita de los Reyes Magos. Escribe el evangelista Mateo: “Cuando entraron en la casa vieron el niño con María su madre, se postraron y lo adoraron”. Es la Madre que después de haberlo generado, presenta el Hijo al mundo. Ella nos da a Jesús, ella nos muestra a Jesús, ella nos hace ver a Jesús.

Continuamos con las catequesis sobre la familia. En la familia está la madre. Cada persona humana debe su vida a una madre, y casi siempre le debe mucho de su existencia sucesiva, de su formación humana y espiritual. La madre entretanto, si bien es muy alabada desde el punto de vista simbólico, tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen de la madre..., es poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad. Más aún, muchas veces se aprovecha de la disponibilidad que tienen las madres de sacrificarse por los hijos, para 'ahorrar' en el gasto social.

Sucede también en la comunidad cristiana que la madre no siempre sea tenida en la debida consideración, que sea poco escuchada. Si bien en el centro de la vida de la Iglesia está la madre de Jesús. Quizás las madres, prontas a tantos sacrificios por los propios hijos, y no raramente también por los de otros, deberían ser más escuchadas.

Sería necesario entender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo, y atentas y cariñosas en la familia; habría que entender mejor a aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación. Una madre con los hijos tiene siempre trabajo, problemas. Me acuerdo en mi casa que eramos cinco, y mientras uno combinaba una, el otro preparaba otra, y la pobre mamá iba de un lado al otro, pero era feliz. Dio tanto.

Las madres son el antídoto más fuerte a la expansión del individualismo egoista. 'Individuo', quiere decir que no se puede dividir. Las madres en cambio se dividen desde el momento en el que aceptan un hijo para darlo al mundo y hacerlo crecer. Son ellas, las madres, quienes más odian las guerras que asesinan a sus hijos. Tantas veces he pensado en aquellas mamás cuando recibieron la carta que dice que su hijo cayó en defensa de la patria. Pobres mujeres, como sufre una madre.

Son ellas quienes dan testimonio de la belleza de la vida. El arzobispo Oscar Arnulfo Romero, decía que las mamás viven un 'martirio materno'. En una homilía cuando un sacerdote fue asesinado por los escuadrones de la muerte, él dijo, haciendo eco al Concilio Vaticano II:

“Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, mismo si el Señor no nos concede este honor... Dar la vida no significa solamente ser asesinados; dar la vida, tener espíritu de martirio es dar en el propio deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en aquel silencio de la vida cotidiana; dar la vida poco a poco. Sí, como la da una madre que sin temor y con la simplicidad del martirio materno, concibe en su vientre a un hijo, lo da a la luz, lo amamanta, lo hace crecer y lo atiende con afecto. Es dar la vida. Y estas son las madres. Es martirio”.

Sí, ser madre no significa solamente traer un hijo al mundo, pero es también tomar una decisión de vida, la decisión de dar la vida. ¿Qué elige una madre, cuál es la elección de vida de una madre?, la elección de vida de una madre es dar la vida, y esto es grande, es bello.

Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben siempre dar testimonio, mismo en los peores momentos, con ternura, dedicación y fuerza moral.

Las madres transmiten muchas veces también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, está escrio el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin tantas explicaciones: estas llegarán después, pero la semilla de la fe está en aquellos primeros y preciosísimos instantes.

Sin las madres, no solamente no habrían nuevos fieles, pero la fe perdería buena parte de su calor simple y profundo. Y la Iglesia es madre, con todo esto, es nuestra madre. Nosotros no somos huérfanos, tenemos madre: la Virgen, la Iglesia y nuestra madre. Somos hijos de la Iglesia, somos hijo de la Virgen y somos hijos de nuestras madres.

Queridas mamás, gracias, gracias por lo que son en las familias y por lo que dan a la Iglesia y al mundo. Y a ti amada Iglesia gracias, gracias por ser madre; y a tí María madre de Dios, gracias por hacernos ver a Jesús. Y a todas las mamás aquí presentes les saludamos con un aplauso».

(Texto traducido desde el audio, por ZENIT)


Publicado por verdenaranja @ 22:34  | Habla el Papa
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Mi?rcoles, 07 de enero de 2015

En la solemnidad de la Epifanía, 06 de enero de 2015, la fiesta de Reyes, el papa Francisco ha presidido la santa misa en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, concelebrada con cardenales, obispos y sacerdotes, todos con paramentos color crema y dorado, y acompañada por el coro polifónico de la Capilla Sixtina. (Zenit.org)

"Ese Niño, nacido de la Virgen María en Belén, vino no sólo para el pueblo de Israel, representado en los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada hoy por los Magos de Oriente. Y precisamente hoy, la Iglesia nos invita a meditar y a rezar sobre los Magos y su camino en busca del Mesías.

Estos Magos que vienen de Oriente son los primeros de esa gran procesión de la que habla el profeta Isaías en la primera lectura (cf. 60,1-6). Una procesión que desde entonces no se ha interrumpido jamás, y que en todas las épocas reconoce el mensaje de la estrella y encuentra el Niño que nos muestra la ternura de Dios. Siempre hay nuevas personas que son iluminadas por la luz de su estrella, que encuentran el camino y llegan hasta él.

Según la tradición, los Magos eran hombres sabios, estudiosos de los astros, escrutadores del cielo, en un contexto cultural y de creencias que atribuía a las estrellas un significado y un influjo sobre las vicisitudes humanas. Los Magos representan a los hombres y a las mujeres en busca de Dios en las religiones y filosofías del mundo entero, una búsqueda que no acaba nunca.

Los Magos nos indican el camino que debemos recorrer en nuestra vida. Ellos buscaban la Luz verdadera: «Lumen requirunt lumine», dice un himno litúrgico de la Epifanía, refiriéndose precisamente a la experiencia de los Magos; siguiendo una luz ellos buscan la luz. Iban en busca de Dios. Cuando vieron el signo de la estrella, lo interpretaron y se pusieron en camino, hicieron un largo viaje.

El Espíritu Santo es el que los llamó e impulsó a ponerse en camino, y en este camino tendrá lugar también su encuentro personal con el Dios verdadero.

En su camino, los Magos encuentran muchas dificultades. Cuando llegan a Jerusalén ellos van al palacio del rey, porque consideran algo natural que el nuevo rey hubiera nacido en el palacio real. Allí pierden de vista la estrella, cuantas veces se pierde la vista de la estrella, y se encuentran una tentación, puesta ahí por el diablo, es el engaño de Herodes. El rey Herodes muestra interés por el niño, pero no para adorarlo, sino par eliminarlo.

Herodes es un hombre de poder, que sólo consigue ver en el otro a un rival. Y en el fondo, también considera a Dios como un rival, más aún, como el rival más peligroso. En el palacio de Herodes los Magos atraviesan un momento de oscuridad, de desolación, que consiguen superar gracias a la moción del Espíritu Santo, que les habla mediante las profecías de la Sagrada Escritura. Éstas indican que el Mesías nacerá en Belén, la ciudad de David.

En este momento, retoman el camino y vuelven a ver la estrella. El evangelista apunta que experimentaron una «inmensa alegría» (Mt 2,10), una verdadera consolación. Llegados a Belén, encontraron «al niño con María, su madre» (Mt 2,11).

Después de lo ocurrido en Jerusalén, ésta será para ellos la segunda gran tentación: rechazar esta pequeñez. Y sin embargo: «cayendo de rodillas lo adoraron», ofreciéndole sus dones preciosos y simbólicos. La gracia del Espíritu Santo es la que siempre los ayuda. Esta gracia que, mediante la estrella, los había llamado y guiado por el camino, ahora los introduce en el misterio. Esa misma estrella que les ha acompañado en el camino les hace entrar en el misterio. 

Guiados por el Espíritu, reconocen que los criterios de Dios son muy distintos a los de los hombres, que Dios no se manifiesta en la potencia de este mundo, sino que nos habla en la humildad de su amor. El amor de Dios es grande, sí; el amor del Dios es potente, sí; pero el amor de Dios es humilde, tan humilde. De ese modo, los Magos son modelos de conversión a la verdadera fe porque han dado más crédito a la bondad de Dios que al aparente esplendor del poder.

Y ahora nos preguntamos: ¿Cuál es el misterio en el que Dios se esconde? ¿Dónde puedo encontrarlo? Vemos a nuestro alrededor guerras, explotación de los niños, torturas, tráfico de armas, trata de personas... Jesús está en todas estas realidades, en todos estos hermanos y hermanas más pequeños que sufren tales situaciones (cf. Mt 25, 40.45). El pesebre nos presenta un camino distinto al que anhela la mentalidad mundana. Es el camino del anonadamiento de Dios, de su gloria escondida en el pesebre de Belén, en la cruz del Calvario, en el hermano y en la hermana que sufren.

Los Magos han entrado en el misterio. Han pasado de los cálculos humanos al misterio, y éste es el camino de su conversión. ¿Y la nuestra? Pidamos al Señor que nos conceda vivir el mismo camino de conversión que vivieron los Magos. Que nos defienda y nos libre de las tentaciones que oscurecen la estrella. Que tengamos siempre la inquietud de preguntarnos, ¿dónde está la estrella?, cuando, en medio de los engaños mundanos, la hayamos perdido de vista. Que aprendamos a conocer siempre de nuevo el misterio de Dios, que no nos escandalicemos de la “señal”, de la indicación: «un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12), y que tengamos la humildad de pedir a la Madre, a nuestra Madre, que nos lo muestre. Que encontremos el valor de liberarnos de nuestras ilusiones, de nuestras presunciones, de nuestras “luces”, y que busquemos este valor en la humildad de la fe y así encontremos la Luz, Lumen, como han hecho los santos Magos. Amén". 

Texto completo de la Sala de Prensa del Vaticano, con los añadidos del Papa que fueron tomados del audio por ZENIT


Publicado por verdenaranja @ 20:30  | Habla el Papa
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Después de la santa misa que celebró en el Vaticano, con motivo de la festividad de los Reyes Magos, 06 de enero de 2015, el santo padre Francisco desde la ventana de su oficina que da hacia la plaza de San Pedro, rezó la oración del ángelus. Ante los miles de peregrinos allí reunidos, el Papa dirigió las siguientes palabras.(Zenit.org)

«Queridos hermanos y hermanas. Buenos días y una buena fiesta.

En la noche de Navidad hemos meditado sobre el acercarse de algunos pastores pertenecientes al pueblo de Israel, a la gruta de Belén. Hoy en la solemnidad de la Epifanía, recordamos la llegada de los Reyes Magos, que vienen desde Oriente para adorar al recién nacido Rey de los Judíos, y Salvador universal, para ofrecerle dones simbólicos.

Con su gesto de adoración, los Magos dieron testimonio de que Jesús vino al mundo para salvar no solamente a un pueblo, sino a toda la gente. Por lo tanto en la fiesta de hoy nuestra mirada se amplía al horizonte del mundo entero para celebrar la 'manifestación' del Señor a todos los pueblos, o sea la manifestación del amor y de la salvación universal de Dios.

Él no reserva su amor a algunos privilegiados, sino que lo ofrece a todos. Así como es de todos el Creador y el Padre, así quiere ser el salvador de todos. Por esto estamos llamados a nutrir siempre gran confianza y esperanza hacia a cada persona y su salvación: también los que nos parecen lejanos al Señor son seguidos, o mejor perseguidos por su amor apasionado, por su amor y fiel, y por su amor humilde, porque el amor de Dios es muy humilde.

La narración evangélica de los Magos describe su viaje desde Oriente como un viaje del alma, como un camino hacia el encuentro con Cristo. Ellos están atentos a las señales que indican su presencia; incansables al enfrentar las dificultades de la búsqueda; están llenos de coraje cuando individuan las consecuencias en la vida que trae el encuentro con el Señor.

La vida cristiana es esto, es caminar, atentos, incansables y con coraje. Así camina un cristiano, incansable, atento y con coraje.

La experiencia de los Magos evoca el camino de cada hombre hacia Cristo. Como para los Magos, también para nosotros buscar a Dios significa caminar, incansables, atentos y con coraje; mirando al cielo e interpretando en el signo visible de la estrella, el Dios invisible que habla a nuestro corazón.

La estrella que es capaz de guiar a cada hombre hacia Jesús es la Palabra de Dios: palabra que está en la biblia, en los evangelios. La palabra de Dios es luz que nos orienta en el camino, nutre nuestra fe y la regenera. Es la Palabra de Dios que renueva continuamente nuestros corazones y nuestras comunidades.

Por lo tanto no olvidemos de leerla y meditarla cada día, para que se vuelva para cada uno de nosotros como un fuego que llevamos dentro que sirve para orientar nuestros pasos, y también los pasos de quienes caminan al lado de nosotros, que quizás tienen dificultad para encontrar el camino hacia Cristo.

Siempre con la palabra de Dios, con la palabra de Dios a la mano, un pequeño evangelio en el bolsillo, en la cartera, siempre, para leerlo. No se olviden de esto, siempre conmigo la palabra de Dios.

En este día de la Epifanía, nuestro pensamiento va también a nuestros hermanos y hermanas del oriente cristiano, católicos y ortodoxos, muchos de quienes celebran este miércoles la Navidad del Señor. A ellos llegue nuestro afectuoso saludo.

Me gusta además recordar que hoy se celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. Es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo.

Animo a los educadores a cultivar en los pequeños el espíritu misionero, para que no sean niños o jóvenes cerrados, sino abiertos, que vean un gran horizonte, que su corazón vaya hacia ese horizonte, para que nazcan entre ellos testigos de la ternura de Dios y anunciadores de su amor.

Nos dirigimos ahora a la Virgen María, e invocamos su protección para la Iglesia universal, para que difunda en el mundo entero el evangelio de Cristo, 'Lumen gentium', luz de todos los pueblos. Y que Ella nos haga estar cada vez más en el camino, nos haga ir en el camino, atentos, incansables, y llenos de coraje”.

El Papa reza el ángelus... A continuación dirige las palabras siguientes:

“Queridos hermanos y hermanas. Saludo a todos, los romanos y los peregrinos, renovando el deseo de paz y de todo el bien en el Señor. Saludo a los fieles que han venido de Aachen (Alemania), de Kilbeggan (Irlanda), y a los estudiantes de Northfield – Minnesota (Estados Unidos); y a los que recién recibieron la Confirmación, de Romano di Lombardia y a sus papás; a los fieles de Biassono, Verona, Arzignano, Acerra y de algunas diócesis de Puglia ; y a los jóvenes de la Obra de Don Orione.

Un saludo especial a todos los que dieron vida al cortejo histórico-folclórico que este año está dedicado al territorio de las Municipalidades de Segni, Artena, Carpineto Romano, Gorga e Montelanico.

Y acuerdense bien, que la vida es caminar, caminar siempre buscando a Dios, atentos, incansables y con coraje. Y falta una cosa: atentos, incansables, con coraje, Y falta algo: atentos, incansables, con coraje. ¿Y qué falta? caminar con la luz, con el evangelio, la palabra de Dios. Siempre con el evangelio en el bolsillo, en la cartera, con nosotros, para leerlo siempre. Caminar siempre antentos, incansables, atentos y con la luz del evangelio de Dios.

Y a todos les deseo una buena fiesta, y no se olviden de rezar por mi, 'y ¡buon pranzo!'".


Publicado por verdenaranja @ 20:27  | Habla el Papa
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Martes, 06 de enero de 2015

Este primer domingo del año, 04 de enero de 2015, el santo padre Francisco, rezó el ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde miles de peregrinos le aguardaban. Antes de la oración dirigió las siguientes palabras: (Zenit.org)

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
¡Que lindo domingo nos regala el nuevo año!, ¡que lindo día!

Dice san Juan en el evangelio que hemos leído hoy: 'En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. 
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Venía al mundo la luz verdadera, la que ilumina a cada hombre'.

Los hombres hablan mucho de la luz, pero con frecuencia prefieren la tranquilidad engañosa de la oscuridad. Nosotros hablamos tanto de la paz pero con frecuencia recurrimos a la guerra, o elegimos el silencio cómplice o no hacemos nada de concreto para construir la paz. De hecho dice San Juan: 'Vino entre los suyos y los suyos no lo han acogido'. Porque el juicio es éste: la luz, Jesús, vino al mundo pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malvadas. Quien hace el mal odia la luz y no sale hacia la luz para que sus obras no sean descubiertas. Así lo dice en el evangelio san Juan: el corazón del hombre puede rechazar la luz y preferir las tinieblas, porque la luz pone al descubierto sus obras malvadas. Quien hace el mal odia la luz, quien hace el mal odia la paz.

Hemos iniciado hace pocos días el nuevo año en el nombre de la Madre de Dios, celebrando la Jornada Mundial de la Paz sobre el tema “Nunca más esclavos, sino hermanos”.

Mi deseo es que se acabe la explotación del hombre por el hombre. Esta explotación es una herida social que mortifica las relaciones interpersonales e impide una vida de comunión que busca el respeto, la justicia y la caridad. Cada hombre y cada pueblo tienen hambre y sed de paz, cada hombre y cada pueblo tienen hambre y sed de paz. Por lo tanto es necesario y urgente construir la paz. Seguramente la paz no es solamente ausencia de guerra, pero una condición general en la cual la persona humana está en armonía con si misma, con la naturaleza y con los otros. Esta es la paz.

Entretanto para hacer callar las armas y apagar los focos de guerra es una condición inevitable dar inicio a un camino destinado a alcanzar la paz en sus diferentes aspectos.

Pienso en los conflictos que ensangrientan aún demasiadas regiones del planeta, en las tensiones en las familias y en las comunidades. En cuantas familias y en cuantas comunidades también parroquiales hay guerra. Como las divergencias existentes en nuestras ciudades y en nuestros países entre grupos de diverso origen cultural, étnico y religioso.

Tenemos que convencernos, a pesar de las apariencias contrarias, que la concordia siempre es posible, en todo nivel y en cada situación. ¡No hay futuro sin propósitos y proyectos de paz! ¡No hay futuro sin la paz!

Dios en el Antiguo Testamento hace una promesa, e Isaías dice: “Romperán sus espadas y harán arados, con sus lanzas harán hoces; una nación no levantará más la espada contra otra nación, no aprenderán el arte de la guerra”. ¡Bello!

La paz es anunciada, como un don especial de Dios, con el nacimiento del Redentor: “Paz en la tierra a los hombres que Dios ama”. Tal don hay que implorado incesantemente en la oración. Acordémonos, aquí en la plaza de ese cartel: 'En la raíz de la paz está la oración'.

Tiene que ser implorado este don y tiene que ser acogido cada día con empeño, en las situaciones en las que nos encontramos. En el alba de un nuevo año, todos nosotros estamos llamados a encender nuevamente en el corazón un impulso de esperanza, que tiene que traducirse en obras concretas de paz.

Tú no estás bien con aquel, haz la paz; en tu casa, haz la paz; en tu comunidad, haz la paz; en tu trabajo, haz la paz. Obras de paz, de reconciliación y de fraternidad.

Cada uno de nosotros tiene que cumplir gestos de fraternidad hacia el prójimo, especialmente de quienes están probados por las tensiones familiares o por dificultades de varios tipos.

Estos pequeños gestos tienen tanto valor y pueden ser semillas que dan esperanza y pueden abrir caminos y perspectivas y de paz. Invoquemos ahora a María, Reina de la Paz. Ella durante su vida terrena, ha conocido no pocas dificultades, relacionadas a la fatiga cotidiana de la existencia. Pero nunca perdió la paz de su corazón, fruto del abandono confiado en la misericordia de Dios. A María, nuestra tierna Madre, pedimos indique al mundo entero el camino seguro del amor y de la paz.

(Oración del ángelus)

Clicar aquí para leer las palabras después del ángelus con los nombramientos de los nuevos cardenales y eñl anuncio del consistorio sobre la reforma de la curia romana

(Traducido y ampliado con el audio, por ZENIT)


Publicado por verdenaranja @ 19:41  | Habla el Papa
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Catequesis para toda la familia por Eva Carreras del Rincón. MADRID, 03 de enero de 2015 (Zenit.org)

¿Nos acercamos al Misterio?


Hemos reflexionado ya sobre los ritos iniciales. Antes de adentrarnos en la Liturgia de la Palabra me gustaría detenerme y meditar con vosotros sobre los fines de la Misa

A nuestros hijos pequeños no se los podemos explicar con palabras ¿o si?, pero es muy importante que nosotros los tengamos claros en nuestra cabeza.

¿Por qué ? Porque cuando enseñamos, todo lo que hacemos, todo lo que transmitimos, nos tiene que llevar a lo que pretendemos enseñar.

Hace poco asistí a una Misa para las familias y los niños. Ellos se lo pasaron muy bien subiendo y bajando del altar, batiendo palmas... No estaba mal pero ¿nos acercamos al Misterio o nos despistamos por el camino?

¿Vamos a Misa para que los niños sé lo pasen bien?
¿Y cuándo ya no les divierta subir y bajar y batir palmas...?

Si no pensamos bien en lo que es la Santa Misa y en sus fines, corremos el riesgo de que se convierta en el tostón que nos tenemos que tragar entre palma y palma. Llega un momento en que ni las palmas les divierte. Y los papás que asistían para ver a sus hijos felices y entretenidos también dejaran de ir, seguramente cuando estos lleguen a la adolescencia.

En la Santa Misa el Protagonista es Jesús y los demás participamos de su sacrificio en la cruz.

Estamos en Misa para:

1- Alabar y adorar a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
2- Dar gracias a Dios por la creación y la redención.
3- Desagraviar a Dios por nuestros pecados.
4- Pedir a Dios sus dones y sus gracias.

Todo lo que les digamos y les pidamos que hagan nos tiene que llevar a darnos cuenta de esto.
¡Acerquémonos al Misterio!


Publicado por verdenaranja @ 19:35  | Espiritualidad
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Lunes, 05 de enero de 2015

Al finalizar la Santa Misa en la Solemnidad de María Madre de Dios y la celebración de la 48 Jornada Mundial de la Paz, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. 01 de enero de 2015 (Zenit.org)

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz año!

En este primer día del año, en el clima gozoso, aunque frío, de la Navidad, la Iglesia nos invita a fijar nuestra mirada de fe y de amor en la Madre de Jesús. En Ella, humilde mujer de Nazaret, "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Por eso es imposible separar la contemplación de Jesús, la Palabra de la vida que se ha hecho visible y tangible (cfr. 1 Jn 1, 1), de la contemplación de María, que le ha dado su amor y su carne humana.

Hoy escuchamos las palabras del apóstol Pablo: "Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer"(Ga 4, 4). Aquel "nacido de una mujer" habla de manera esencial y por eso aún más fuerte de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Como afirma un Padre de la Iglesia, san Atanasio: "Nuestro Salvador fue verdaderamente hombre y de él vino la salvación de toda la humanidad" (Carta a Epíteto: PG 26).

Pero San Pablo añade también: "nacido bajo la ley" (Ga 4, 4). Con esta expresión subraya que Cristo ha asumido la condición humana liberándola de la cerrada mentalidad legalista, insoportable. En efecto, la ley, privada de la gracia, se convierte en un yugo insoportable, y en lugar de hacernos bien, nos hace mal. Jesús decía: "El sábado ha sido  hecho para el hombre, no el hombre para el sábado". He aquí entonces la finalidad por la que Dios envía a su Hijo a la tierra a hacerse hombre: una finalidad de liberación, es más, de regeneración. De liberación "para rescatar a aquellos que estaban bajo la ley"  (v. 5); y el rescate se produjo con la muerte de Cristo en la cruz. Pero sobre todo de regeneración: "para que recibiéramos la adopción de hijos" (v. 5). Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios. Este pasaje estupendo se produce en nosotros con el Bautismo, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y nos introduce en su Iglesia.

Al inicio de un nuevo año nos hace bien recordar el día de nuestro Bautismo: redescubramos el regalo recibido en aquel Sacramento que nos ha regenerado a la vida nueva: la vida divina. Y esto a través de la Madre Iglesia, que tiene como modelo a la Madre María. Gracias al Bautismo hemos sido introducidos en la comunión con Dios y ya no estamos a merced del mal y del pecado, sino que recibimos el amor, la ternura, la misericordia del Padre celestial. Os pregunto nuevamente: ¿Quién de vosotros recuerda el día en que ha sido bautizado, recuerda la fecha de su bautismo? ¿Quién de vosotros la recuerda? Levantad la mano. ¡Hay muchos, pero no demasiados! Para quienes no la recuerdan les daré una tarea para hacer en casa. Buscar esa fecha y custodiarla bien en el corazón. También podéis pedir ayuda a los padres, al padrino, a la madrina, a los tíos, a los abuelos… Pero, ¿qué día he sido bautizado? ¡Ese es un día de fiesta! Recordad o buscad la fecha de vuestro Bautismo, será muy hermoso para agradecer a Dios por el don del Bautismo.

Esta cercanía de Dios a nuestra existencia nos da la verdadera paz, la paz, el don divino que queremos implorar especialmente hoy, Jornada Mundial de la Paz. Yo leo ahí: "La paz es siempre posible". ¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla. Y allá: "La oración, en la raíz de la paz". La oración es precisamente la raíz de la paz. La paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La oración hace germinar la paz. Hoy, Jornada Mundial de la Paz, "No esclavos, sino hermanos": he aquí el Mensaje de esta Jornada. ¡Porque las guerras nos hacen esclavos, siempre! Un mensaje que nos implica a todos. Todos estamos llamados a combatir cualquier forma de esclavitud y a construir la fraternidad. Todos, cada uno según su propia responsabilidad. Y acordaos bien: ¡la paz es posible! Y en la raíz de la paz está siempre la oración. Recemos por la paz. También existen esas hermosas escuelas de paz, esas por la paz, debemos ir adelante con esta educación por la paz.

A María, Madre de Dios y Madre nuestra, le presentamos nuestros propósitos de bien. A Ella le pedimos que extienda sobre nosotros, y sobre todos los días del año nuevo, el manto de su materna protección: "Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas de nosotros, que estamos en la prueba, y líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita".

Y os invito a todos a saludar hoy a la Virgen como Madre de Dios. A saludarla con aquel saludo: 'Santa Madre de Dios', como ha sido aclamada por los fieles de la ciudad de Éfeso al inicio de la vida cristiana, del cristianismo, cuando desde la otra parte de la entrada de la iglesia gritaban a sus pastores este saludo dirigido a la Virgen: '¡Santa Madre de Dios!'. Todos juntos, tres veces, fuerte, repetimos: 'Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios'".

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:

Palabras del Papa después de la oración del Ángelus:

"Queridos hermanos y hermanas,

dirijo a todos los aquí presentes mi cordial saludo, deseándoos un feliz y sereno año nuevo. Saludo en particular a los peregrinos de los Países Escandinavos y de Eslovaquia, a los fieles de Asola, Castiglione delle Stiviere, Saccolongo, Sotto il Monte, Bonate Sotto y Benevento, a los jóvenes de Andria y Castelnuovo del Garda. Un cordial saludo va a los Stersinger de Alemania, Austria y Suiza por su compromiso de ir casa por casa para anunciar el nacimiento del Señor y recoger donativos para los niños necesitados. Frohe Weihnachten und ein gutes neues Jahr! (¡Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo!)

Dirijo mi pensamiento a los que, en las diócesis del mundo entero, han promovido momentos de oración por la paz, porque la oración es la raíz de la paz, como dice la pancarta. Recuerdo en particular la marcha nacional que se ha desarrollado ayer en Venecia y la manifestación "Paz en todas las tierras", promovida en Roma y en numerosas ciudades del mundo.

En este momento estamos conectados con Rovereto, en Trentino, donde se encuentra la gran campana llamada "Maria Dolens", realizada en honor a los caídos de todas las guerras y bendecida por el beato Pablo VI en 1965. Dentro de poco escucharemos los retoques de aquella campana. Que nunca más haya guerras, ¡nunca más las guerras!, sino siempre el deseo y el empeño de paz y de fraternidad entre los pueblos.

Feliz año a todos. Que sea un año de paz, de paz, en el abrazo de ternura del Señor y con la protección materna de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Saludo a todos... y veo que hay muchos mexicanos allí. Les saludo... ¡Son ruidosos, los mexicanos!"

El papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"Feliz año y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

Ahora esperamos el sonido de las campanas".

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Publicado por verdenaranja @ 21:21  | Habla el Papa
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Texto completo de la homilí­a del Papa en la fiesta de Marí­a Santí­sima, Madre de Dios. 01 de enero de 2015 (Zenit.org)

"Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43).

Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Con la celebración de la solemnidad de María, Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar.

Además de contemplar el rostro de Dios, también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre (cf. Lc 2,16). Ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porque Cristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación (Tertuliano), se ha tejido en el vientre de María (cf. Sal 139,13). Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario.

María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo. La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación. Por eso no se puede entender a Jesús sin su Madre.

Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María van siempre juntas, y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una «dicotomía absurda», como escribió el beato Pablo VI (cf. Exhort. ap. N. Evangelii nuntiandi, 16). No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia» (ibíd.). En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.

Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.

Queridos hermanos y hermanas, Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente, modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos.

Que esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana. De manera especial hoy, Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones. Este año, en concreto, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz lleva por título: «No más esclavos, sino hermanos». Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor. 

Miramos a María, contemplamos a la Santa Madre de Dios. Quisiera proponeos que la saludemos juntos. Lo ha hecho el valiente pueblo de Éfeso, que gritaba a sus pastores cuando entraban en la iglesia: 'Santa Madre de Dios'. Que hermoso saludo para Nuestra Madre. 

Cuenta una historia, no sé si es verdadera, que algunas de estas personas tenían bastones en las manos. Quizás para hacer entender a los obispos lo que les sucedería si no tuviesen la valentía de proclamarla Madre de Dios. Os invito a todos, sin bastones, a levantaos y saludarla por tres veces, de pie, con este saludo de la primera Iglesia: Santa Madre de Dios. (Todos dicen con el Santo Padre: 'Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios')". 

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Publicado por verdenaranja @ 21:18  | Habla el Papa
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Domingo, 04 de enero de 2015

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR       

MONICIONES 

  

PRIMERA LECTURA

          Isaías profetiza el misterio de la manifestación de Cristo, como luz que ilumina a todos los pueblos.

 

SEGUNDA LECTURA

          S. Pablo se presenta como portador de esta verdad: también los gentiles son destinatarios de la revelación y de los dones de Dios.

 

TERCERA LECTURA

En el Evangelio se nos narra la venida de los Magos de Oriente.

Aclamemos ahora a Jesucristo, manifestado hoy a todos los pueblos, con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

          En la Comunión se nos da en comida el Señor, que se nos ha manifestado.

          Pidámosle hoy por todos los que nunca han oído hablar de Él; por los que, habiéndole conocido, se han apartado o alejado. Por todos los cristianos, necesitados siempre de un mayor conocimiento y amor al Señor.

          Que el Señor nos ayude a ser, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, como una estrella que lleve a todos a la salvación.

 


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Reflexión a las lecturas de la fiesta de la Epifanía del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

 Solemnidad de la Epifanía

 

¡Los regalos son hoy los protagonistas del día!

Los regalos son buenos en sí mismos; pero una preocupación excesiva o un poco descontrolada por ellos, puede aminorar e, incluso, anular la celebración de esta Solemnidad  tan preciosa de la Epifanía del Señor. Es lo que sucede con mucha frecuencia.

Epifanía significa  “manifestación en lo alto”. Dios que manifiesta a través de una estrella, el nacimiento de su Hijo a unos Magos de Oriente y, en ellos, a todos los pueblos de la tierra no pertenecientes a Israel, el pueblo elegido. Pero, en realidad, la Solemnidad de la Epifanía encierra tres acontecimientos o manifestaciones del Señor: la manifestación a los Magos de Oriente, que comentamos, la manifestación a Israel, con ocasión de su Bautismo y la manifestación, especialmente  a sus discípulos, en las Bodas de Caná.

En la práctica, la Manifestación a los Magos de Oriente centra hoy nuestra atención.  Esta Solemnidad nos dice que Jesucristo ha venido para todos los hombres de todos los pueblos, judíos y gentiles. El regalo, centro de  nuestra atención este día, nos puede ayudar a comprender el sentido de esta fiesta: En la Natividad del Señor y en su Octava, celebramos que Dios Padre nos ha  hecho un gran regalo, el mejor regalo: nos ha querido tanto, que nos ha dado a su Hijo. Por eso, la Iglesia entera salta de gozo la noche de Navidad, proclamando: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. La Epifanía  viene a subrayar con fuerza que ese “regalo”  es para todos. Es lo que dice el Apóstol S. Pablo en la 2ª lectura: “Que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo, y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio".

Los judíos tenían “La Ley y los Profetas”. Por eso, cuando pregunta Herodes, sobresaltado,  dónde tenía que nacer el Mesías, enseguida le dicen: "En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos, la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.

¿Y los otros pueblos no pertenecientes a Israel? A ellos les manifiesta este acontecimiento adaptándose a su mentalidad: ellos creían que el nacimiento de los personajes importantes, venía acompañado de la aparición de un astro en el cielo.

En esta fiesta contemplamos, por tanto, cómo Jesucristo ha venido para todos, pero que no todos, ni mucho menos, le conocen y disfrutan de sus dones; que no a todos les ha llegado “el regalo”, los tesoros de salvación de que nos habla S. Pablo (Ef 1, 7-9). Y eso,  según el mensaje de este día, no es justo, no está nada bien. No podemos acaparar el Don de Dios sólo para nosotros, en una especie de “egoísmo religioso”.

Por eso, hoy es el día misionero por excelencia, de la Navidad. Para recordar a todos los que no conocen a Jesucristo y a los que, habiéndole conocido, se han apartado o alejado de Él. Recordamos y celebramos este día, que pertenecemos a una Iglesia que es misionera, por su misma naturaleza, y a la que el Vaticano II ha llamado “Luz de las Gentes”.  

Hoy también es un día apropiado para dar gracias a Dios, porque “la estrella” del conocimiento de Dios, ha brillado también para cada uno de nosotros, y para pedirle que también nosotros, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, seamos “estrella” que conduce a todos a la salvación, hasta que lleguemos a “contemplar cara a cara, la hermosura  infinita de su gloria”.                                                                         

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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S?bado, 03 de enero de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)

Solemnidad de la Epifanía

Ciclo B

Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12

Idea principal: Herodes y los Magos…¡qué distinto protagonismo el día de la Epifanía!

Síntesis del mensaje: Epifanía es una palabra griega que quiere decir “manifestación”. Dios pretendía al hacerse hombre manifestarse como Salvador de los hombres. Y lo hizo por orden. Primero se manifestó a los judíos, en la persona de los pastores. Después, hoy, a los paganos. ¿Qué nos pide? Fe. Con la fe, adoraremos en esa carne mortal al Verbo de Dios. Con la fe, en su infancia descubriremos la sabiduría. Con la fe, en sus pañales veremos al Rey de reyes. Y con la fe, en su realidad de hombre al Señor de la gloria.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, veamos a Herodes que dio la orden de busca, captura y degüello de Jesús. Herodes el grande por la suntuosidad de sus construcciones: palacios, fortalezas, jardines, hipódromos, stadiums, el mismo templo de Jerusalén. Grande por sanguinario: ahogó a traición a su cuñado Aristóbulo en la piscina de Jericó en el año 30; mató a su suegra Alejandra, a su cuñado Hostobar, a su hijo Alejandro y a su hijo Antipatros, a sólo cinco días de su muerte. Terminó con un cáncer demoledor, cuyo hedor atufaba las moradas de palacio. Grande por sus adulterios, pues amó a 10 mujeres y se casó con todas ellas, pero no quiso más que a Marianne, tanto que la decapitó por celos. Y mandó a los criados vocear su nombre por corredores y salones, de día de noche, para sugestionarle que aún vivía. Ese fue el Herodes, el grande, que quiso matar a Jesús. Y por Jesús vino a este mundo. ¡Herodes, acoge a Cristo en tu corazón!

En segundo lugar, veamos ahora a los Magos, que se pusieron a camino para adorar a Jesús. Vieron una estrella, lenguaje común para ellos. Se pusieron en camino motivados por la fe y el hambre de Dios y de respuestas transcendentes. Sortearon las dificultades con la voluntad. Y llegaron a la cueva de Belén. Y allí entraron, y encontraron a Jesús, a María y a José. Se postraron delante del Niño Dios y le ofrecieron sus regalos: oro por ser Rey, incienso por ser Dios y mirra por ser Hombre. Por tanto, rey de los judíos, rey de todos. Mesías para los judíos, mesías para todos. Salvador de los judíos, salvador del mundo. Dios de los judíos, Dios de todos y para todos. Epifanía: Fin del exclusivismo judío. Dios, por tanto, por igual de amancebados, santos o canallas, necios, explotadores y explotados, rufianes y prostitutas, gitanos y payos, indios y criollos, terroristas y guardias, dictadores y demócratas, rusos y americanos…Dios es exclusiva de nadie, ni siquiera de la Iglesia. Esto es y significa Epifanía. ¡Gracias, Señor, porque de pagano me hiciste cristiano!

Finalmente,¿qué aprender de esta fiesta? Con peligros, sin peligros y a pesar de los peligros, el hombre –al igual que los Magos- tiene que marchar a Dios y que, quien le busca, con estrella o sin ella, le encuentra –entre otras cosas porque Dios es más íntimo al hombre que el hombre mismo. Y ese es el mensaje soberano de la Epifanía o presentación de Jesús en sociedad pagana o la navidad de los paganos. Así como la del 24 fue la navidad de los judíos. ¡Lástima que Herodes, pagano, no quiso entrar a la fiesta de la Navidad, y prefirió vivir y morir a lo pagano! Pero que le conste que Cristo vino también para él. ¡Paganos todos, venid corriendo a Belén, pues hoy es el día de vuestra fiesta y os espera vuestro Salvador y Señor para abriros su corazón lleno de ternura y misericordia!

Para reflexionar: ¿Sé descubrir las “estrellas” que Dios me manda para ponerme en camino a Cristo y encontrarme con Él? Ante las dificultades del camino, ¿qué hago: doy la vuelta o continuo, renovando mi fe y mi esperanza? Y al llegar ante Cristo, ¿soy generoso para darlo lo mejor que tengo y soy, o las sobras? ¿Ayudo a los “paganos” y los llevo a Jesús?

Para rezar: Jesús, te traigo mi oro, pues eres mi rey. Te traigo mi incienso para ofrecértelo en sacrificio oloroso de mi vida, pues eres Dios. Te traigo mi mirra para embalsamar mi cuerpo junto al tuyo en espera de la resurrección.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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El papa Francisco ha concluido el año 2014 en la Basílica de San Pedro, pronunciando la siguiente homilía: (Zenit.org)

"Queridos hermanos y hermanas,

La Palabra de Dios nos introduce hoy, de forma especial, en el significado del tiempo, en el comprender que el tiempo no es una realidad extraña a Dios, simplemente por que Él ha querido revelarse y salvarnos en la historia, en el tiempo. El significado del tiempo, la temporalidad, es la atmósfera de la epifanía de Dios, es decir, de la manifestación del misterio de Dios y de su amor concreto. En efecto, el tiempo es el mensajero de Dios, como decía san Pedro Fabro.

La liturgia de hoy nos recuerda la frase del apóstol Juan: "Hijos míos, ha llegado la última hora" (1 Jn 2,18), y la de san Pablo, que nos habla de "la plenitud del tiempo" (Ga 4, 4). Por lo que el día de hoy nos manifiesta cómo el tiempo que ha sido --por decir así-- "tocado" por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y ha recibido de Él significados nuevos y sorprendentes: se ha convertido en "el tiempo salvífico", es decir, en el tiempo definitivo de salvación y de gracia.

Y todo esto nos invita a pensar en el final del camino de la vida, al final de nuestro camino. Hubo un comienzo y habrá un final, "un tiempo para nacer y un tiempo para morir", (Eclesiastés 3, 2). Con esta verdad, bastante simple y fundamental, así como descuidada y olvidada, la santa madre Iglesia nos enseña a concluir el año y también nuestros días con un examen de conciencia, a través del cual volvemos a recorrer lo que ha ocurrido; damos gracias al Señor por todo el bien que hemos recibido y que hemos podido cumplir y, al mismo tiempo, volvemos a pensar en nuestras faltas y en nuestros pecados. Agradecer y pedir perdón.

Es lo que hacemos también hoy al terminar el año. Alabamos al Señor con el himno del Te Deum y al mismo tiempo le pedimos perdón. La actitud de agradecer nos dispone a la humildad, a reconocer y a acoger los dones del Señor.

El apóstol Pablo resume, en la Lectura de estas Primeras Vísperas, el motivo fundamental de nuestro dar gracias a Dios: Él nos ha hecho hijos suyos, nos ha adoptado como hijos. ¡Este don inmerecido nos llena de una gratitud colmada de estupor! Alguien podría decir: "¿Pero no somos ya todos hijos suyos, por el hecho mismo de ser hombres?". Ciertamente, porque Dios es Padre de toda persona que viene al mundo. Pero sin olvidar que somos alejados por Él a causa del pecado original que nos ha separado de nuestro Padre: nuestra relación filial está profundamente herida. Por eso Dios ha enviado a su Hijo para rescatarnos con el precio de su sangre. Y si hay un rescate es porque hay una esclavitud. Nosotros éramos hijos, pero nos volvimos esclavos, siguiendo la voz del Maligno. Nadie nos rescata de aquella esclavitud substancial sino Jesús, que ha asumido nuestra carne de la Virgen María y ha muerto en la cruz para liberarnos, liberarnos de la esclavitud del pecado y devolvernos la condición filial perdida.

La liturgia de hoy recuerda también que "en el principio (antes del tiempo) era la Palabra... y la Palabra se hizo hombre" y por eso afirma san Ireneo: "Este es el motivo por el cual la Palabra se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con la Palabra y recibiendo así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" ( Adversus haereses, 3, 19-1: PG 7,939; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 460).

Al mismo tiempo, el don mismo por el que agradecemos es también motivo de examen de conciencia, de revisión de la vida personal y comunitaria, de preguntarnos: ¿cómo es nuestra forma de vivir? ¿Vivimos como hijos o vivimos como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el Espíritu, rescatadas, libres?  O ¿vivimos según la lógica mundana, corrupta, haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés? Hay siempre en nuestro camino existencial una tendencia a resistirnos a la liberación; tenemos miedo de la libertad y, paradójicamente, preferimos más o menos inconscientemente la esclavitud. La libertad nos asusta porque nos pone ante el tiempo y ante nuestra responsabilidad de vivirlo bien. La esclavitud, en cambio, reduce el tiempo a un "momento" y así nos sentimos más seguros, es decir, nos hace vivir momentos desligados de su pasado y de nuestro futuro. En otras palabras, la esclavitud nos impide vivir plena y realmente el presente, porque lo vacía del pasado y lo cierra ante el futuro, frente a la eternidad. La esclavitud nos hace creer que no podemos soñar, volar, esperar.

Decía hace algunos días un gran artista italiano que para el Señor fue más fácil quitar a los israelitas de Egipto que a Egipto del corazón de los israelitas. Habían sido liberados ‘materialmente’ de la esclavitud, pero durante el camino en el desierto con varias dificultades y con hambre, comenzaron entonces a sentir nostalgia de Egipto cuando "comían... cebollas y ajo" (cfr. Num 11, 5); pero se olvidaban que comían en la mesa de la esclavitud. En nuestro corazón anida la nostalgia de la esclavitud, porque aparentemente nos da más seguridad, más que la libertad, que es muy arriesgada. ¡Cómo nos gusta estar enjaulados por tantos fuegos artificiales, aparentemente bellos, pero que en realidad duran sólo unos pocos instantes! ¡Y Éste es el reino del momento, esto es lo fascinante del momento!

De este examen de conciencia depende también, para nosotros los cristianos, la calidad de nuestro obrar, de nuestro vivir, de nuestra presencia en la ciudad, de nuestro servicio al bien común, de nuestra participación en las instituciones públicas y eclesiales.

Por este motivo, y siendo Obispo de Roma, quisiera detenerme sobre nuestro vivir en Roma, que representa un gran don, porque significa vivir en la ciudad eterna, significa para un cristiano, sobre todo, formar parte de la Iglesia fundada sobre el testimonio y sobre el martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Y por lo tanto, también por ello damos gracias al Señor. Pero, al mismo tiempo, representa una responsabilidad. Y Jesús ha dicho: "Al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más" (Lc 12, 48). Por lo tanto, preguntémonos: en esta ciudad, en esta Comunidad eclesial, ¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados?

Sin duda, los graves hechos de corrupción, surgidos recientemente, requieren una seria y conciente conversión de los corazones, para un renacer espiritual y moral, así como un renovado compromiso para construir una ciudad más justa y solidaria, donde los pobres, los débiles y los marginados estén en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras acciones de cada día. ¡Es necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener la valentía de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles!

La enseñanza de un simple diácono romano nos puede ayudar. Cuando le pidieron a san Lorenzo que llevara y mostrara los tesoros de la Iglesia, llevó simplemente a algunos pobres. Cuando en una ciudad se cuida, socorre y ayuda a los pobres y a los débiles a promoverse en la sociedad, ellos revelan el tesoro de la Iglesia y un tesoro en la sociedad.

Pero, cuando una sociedad ignora a los pobres, los persigue, los criminaliza, los obliga a "mafiarse", esa sociedad se empobrece hasta la miseria, pierde la libertad y prefiere "el ajo y las cebollas" de la esclavitud, de la esclavitud de su egoísmo, de la esclavitud de su pusilanimidad y esa sociedad deja de ser cristiana.

Queridos hermanos y hermanas, concluir el año es volver a afirmar que existe una "última hora" y que existe "la plenitud del tiempo". Al concluir este año, al dar gracias y al pedir perdón, nos hará bien pedir la gracia de poder caminar en libertad para poder reparar los tantos daños hechos y poder defendernos de la nostalgia de la esclavitud, defendernos de no "añorar" la esclavitud.

La Virgen Santa, la Santa Madre de Dios, que está en el corazón del templo de Dios, cuando la Palabra --que era en el principio-- se ha hecho uno de nosotros en el tiempo; Ella que ha dado al mundo al Salvador, nos ayude a acogerlo con el corazón abierto, para ser y vivir verdaderamente libres, como hijos de Dios. Así sea".

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Viernes, 02 de enero de 2015

Reflexión a las lecturas del segundo domingo de la Navidad - B ofrecida por el sacerdote don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe  "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 2º de Navidad

 

Este es “un domingo puente”, entre la Navidad y la Epifanía, que es la segunda parte del Tiempo de Navidad.

Este domingo no celebramos ningún acontecimiento concreto de la vida del Señor; pero, al ser un domingo puente, la Liturgia pretende ofrecernos alguna ayuda, para detenernos, en medio de estas fiestas, y contemplar más y más el Misterio de la Navidad; o para detenernos en algún aspecto o acontecimiento concreto, que tenga para cada uno una especial significación. Incluso, para reflexionar sobre la forma misma en que estamos celebrando la Navidad.

Las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo son muy ricas en contenido y, al mismo tiempo, resumen, en pocas ideas, el acontecimiento que celebramos.

La primera lectura nos presenta a la Sabiduría de Dios, que se identifica, en el Nuevo Testamento, con el Hijo de Dios, el Verbo Eterno del Padre.

En el Evangelio, S. Juan, como un águila, se adentra en el Misterio mismo de Dios, y nos describe al Verbo, a la Palabra Eterna del Padre, como si la estuviera viendo: “La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. “En la Palabra había vida”, etc. Y luego resume el Misterio asombroso de la Navidad, diciendo: “Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo Único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

          ¡El Hijo se hizo hombre y hemos contemplado su gloria! Dichosos nosotros si podemos salir de estas fiestas, diciendo: “¡Hemos contemplado su gloria!”

¿Y con qué finalidad? Es decir, ¿por qué, y para qué se hace hombre el Hijo de Dios? Es San Pablo el que, en la segunda lectura, nos resume el objetivo de la Navidad:  “Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la Redención, el perdón de los pecados…” "Él nos ha destinado en la persona de Cristo -por pura iniciativa suya-  a ser sus hijos”.

¿Comprendemos todo lo que esto significa?

Ya los Santos Padres resumían todo el Misterio de la Navidad, diciendo: “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de Dios”.

Y no podemos caer en la tentación de pensar: “Eso es lo de siempre, lo que aprendimos de pequeños…”

 San Ignacio nos advierte: “No el mucho saber es lo que harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas interiormente”.  

¡Pues de eso se trata en este domingo segundo!

Por último, en un contraste lleno de paradojas y de ironía, el evangelista  nos presenta la respuesta del hombre al Misterio de la Navidad: “La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió”. “El mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, les dió poder para ser  hijos de Dios”.

          ¿Nos identificamos con alguno de estos cuatro grupos?

          El salmo responsorial  lo sintetiza todo, cuando nos invita a decir: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.

                                                                     

                                                 ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡FELIZ NAVIDAD!


Publicado por verdenaranja @ 18:09  | Espiritualidad
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DOMINGO 2º DE NAVIDAD

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

          Escuchemos ahora, un canto a la Sabiduría de Dios, presente en medio de su pueblo. Para los cristianos Jesucristo es la Sabiduría de Dios, hecha carne.

 

 

SEGUNDA LECTURA

          S. Pablo nos habla, en la segunda lectura, del proyecto maravilloso de Dios sobre el hombre, por el cual, dándole a Jesucristo, le colma de dones, hasta el punto de hacerlo hijo suyo.

 

 

TERCERA LECTURA

          Escucharemos ahora el Prólogo del Evangelio de S. Juan, que nos recuerda el acontecimiento inefable de la Navidad, y, al mismo tiempo, la respuesta del hombre de todos los tiempos, a este asombroso Misterio.

 

 

COMUNIÓN

          En la Comunión nos acercamos al Señor, la Palabra Eterna del Padre, de la que nos ha hablado S. Juan en su Evangelio.

          Pidámosle que siempre le abramos nuestra casa, que siempre acojamos su luz. Que siempre le recibamos.

          Su amor es grande e invencible. Démosle gracias y pidámosle.

 


Publicado por verdenaranja @ 18:07  | Liturgia
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Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel (Zenit.org)

Evaluación de fin de año

Por Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Al concluir el año 2014, hay varios motivos para celebrar:

Hemos logrado ordenar nuevos diáconos permanentes, después de varios diálogos con los colaboradores del Papa en Roma y con obispos mexicanos.

Han aumentado las vocaciones sacerdotales, pues empezamos el curso con 69 alumnos:12 en el Seminario Menor, 10 en el Curso Introductorio,25 en Filosofía y 22 en Teología. De ellos, 39 son indígenas.

Realizamos un Congreso Pastoral sobre el cuidado de la madre tierra, para asumir la responsabilidad de cuidar esta obra de Dios.

Hay más participación de fieles en las Misas y ha aumentado el recurso al sacramento de la confesión.

Más jóvenes se integran a grupos parroquiales, coros y servicios pastorales. Esto es muy importante, dado el cambio cultural que están viviendo, con peligro de perder sus raíces y su fe cristiana.

Dedicamos una asamblea diocesana a la pastoral de la familia, pues su realidad está muy deteriorada.

Empezamos la actualización de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, después de diez años de vigencia del anterior.

Sin embargo, también hay motivos para lamentar:

Persisten las divisiones en muchas comunidades, por motivos políticos, sociales, culturales, económicos, y hasta religiosos. Son muy pocos los casos de intolerancia religiosa con otras confesiones cristianas. Lo más doloroso es que haya divisiones entre los mismos católicos, por los diferentes modelos de Iglesia. En vez de aceptar la pluralidad, se quiere imponer la uniformidad, que es contraria a la diversidad que genera el Espíritu.

Aunque hay avances de nuestro Estado en infraestructura, educación, salud y combate a la pobreza extrema, persisten graves situaciones de marginación, miseria y falta de oportunidades. El campo no rinde lo suficiente y las plagas han atacado gravemente al café. Muchos siguen saliendo a otros lugares a buscar trabajo.

Han empezado las campañas preelectorales y se destinan muchos recursos a la propaganda, a regalar y prometer muchas cosas, sólo por el interés de lograr el voto mayoritario. Hay luchas internas en los partidos por obtener una nominación, en vez de trabajar juntos por el bien de la comunidad.

El paso de migrantes centroamericanos por Chiapas no se detiene, y persisten graves violaciones a sus derechos humanos.

La violencia social se ha desbordado. Se bloquean carreteras, se destruyen tiendas y centros comerciales, se pintarrajean casas y monumentos culturales, se lanzan ofensas y amenazas por todas partes. Ya no importa quien la deba, sino quien la pague. Con esto, se afecta gravemente el turismo, que es fuente de vida no sólo para empresarios, sino también para muchos pobres. Es lo que ha pasado en Guerrero, Oaxaca, Michoacán. No deseamos este escenario para Chiapas, pues para nuestro pueblo el turismo es esencial para su sobrevivencia y progreso.

PENSAR

El año pasado, dijo el Papa Francisco: “En nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz; pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes; es el sentido de la vida y de la historia, que ha puesto su tienda entre nosotros” (24-XII-2013).

ACTUAR

Tomémonos de la mano de Jesús. En El encontramos el camino, la verdad y la vida, para que este Año sea Nuevo en verdad. Su Palabra y su presencia sacramental son fuentes de amor y paz.


Publicado por verdenaranja @ 18:04  | Hablan los obispos
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Mensaje del papa Francisco con ocación de la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015 (Ciudad del Vaticano, 30 de diciembre de 2014)

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a ustedes que lleván el peso de la enfermedad y de diferentes modos están unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a ustedes, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.

El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: “Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado”. Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.

1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es “pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”. Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: “¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!”. En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.

2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras “Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado”, se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda.

Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son “ojos del ciego” y “del cojo los pies”. Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.

3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual “no vino para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos”. Jesús mismo dijo: “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve”.

Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la “calidad de vida”, para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.

4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: “A mí me lo hicieron”.

Por esto, quisiera recordar una vez más “la absoluta prioridad de la ¿salida de sí hacia el otro? como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios”. De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve”.

5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: “Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande”. Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.

La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe.

También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te vieron mis ojos”. De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.

Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que acogió en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.

Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.

Acompaño esta súplica por todos ustedes con la Bendición Apostólica”.

Vaticano, 30 de diciembre de 2014
Memorial de San Francisco Javier

Francisco


Publicado por verdenaranja @ 17:57  | Habla el Papa
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