Lunes, 02 de marzo de 2015
Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz (28 de febrero de 2015)
Jesucristo, centro de la fe

No debemos confundir la fe cristiana con un deísmo o con algo trascendente. Se trata del encuentro con un Persona, Jesucristo, que es su principio, su centro y plenitud, Él es: “el iniciador y consumador de nuestra fe” (Heb. 12, 2). Él nos muestra el camino de Dios hacia nosotros, como leemos en el evangelio de la Transfiguración: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo” (Mc. 9, 7). Esto nos habla de la divinidad de Jesucristo y del camino elegido por Dios. Cuando uno de los discípulos, le dice a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y eso no basta, Jesús le responde: El que me ha visto, ha visto al Padre. Las palabras que digo no son mías, son de mi Padre” (Jn. 14, 8-9). Dios nos habló en su Hijo, nos queda “escucharlo” y ahondar en su Palabra.

Ella es la fuente de la fe que orienta la vida y la conducta del cristiano. No estamos a la espera de nuevas revelaciones o mensajes, sino que caminamos con la certeza de la Palabra de Jesucristo. La fe cristiana no nos exime del trabajo de avanzar con nuestra inteligencia en el conocimiento más pleno de la verdad, como en el desarrollo de la ciencia, la cultura y el arte. Ella no nos hace ciudadanos de un mundo del pasado sino testigos de una verdad que siempre está en camino hacia su plenitud. Tampoco es algo mágico o un recetario de respuestas. Sí nos descubre la vocación plena del hombre como hijo de Dios. Siempre recuerdo la luminosa expresión del Concilio Vaticano II cuando afirma: “El misterio del hombre sólo se esclarece a la luz de misterio del Verbo encarnado” (G.S. 22). La fe no es un don para guardarlo y conservarlo sino una gracia para agradecerla y vivirla, para crecer en su sabiduría y comunicarla.

Es aleccionador para nosotros ver como vivían su vida de fe los primeros apóstoles que nos trasmitieron la Palabra de Dios. Ellos, como intérpretes inspirados del camino cristiano, parten de que Cristo es la palabra definitiva de Dios al hombre y que trasciende, por lo mismo, las circunstancias de cada época. No hay, por ello, un mundo post-cristiano: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre” (Heb. 13, 8), nos dice la carta a los Hebreos. San Pablo, aplicando esta certeza a la vida concreta, nos habla del sentido y el alcance de la fe en la vida del cristiano, cuando les dice: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 23). Me gusta citar este texto por el optimismo con el que Pablo ve el cristianismo. San Pablo les dice a los Corintios “todo es de ustedes”, es decir, la vida, la familia, el trabajo, la ciencia, la diversión…..todo, pero agrega “ustedes son de Cristo”. Esto último no es una limitación sino un plus que valoriza la existencia y el obrar cristiano, es decir, hay un modo cristiano de vivir la familia, el amor, la política, el trabajo…. Jesucristo es la fuente en la que el cristiano recibe la vida de Dios y, en ella, encuentra las razones que dan sentido y esperanza a su vida. No se trata de recibir una doctrina sino de hacernos partícipes de su misma Vida. Este encuentro con Jesucristo era el comienzo de un camino nuevo. Esto era lo esencial para los primeros cristianos.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Publicado por verdenaranja @ 21:21  | Hablan los obispos
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