Lunes, 09 de marzo de 2015
Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz (7 de marzo de 2015) (AICA)

El templo, casa de oración
 
Uno de los pasajes del evangelio donde Jesús se muestra intransigente es el referido al Templo como casa de oración, lugar de encuentro con Dios, su Padre. La indignación del Señor es porque se lo había utilizado para otros fines: “Saquen esto de aquí, les dice, y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio” (Jn. 2, 16). El Templo como lugar sagrado no se confunde con lo profano, pero que no es ajeno a la vida del hombre. Es más, es el hombre el que lo necesita y lo construye porque responde a su fe y dimensión trascendente. La fe es personal, pero no es algo privado, se la celebra comunitariamente. El Templo cristiano tiene en Jesucristo su fuente, él es la “piedra angular” (Mt. 21, 42), y en los fieles reconoce las “piedras vivas” (1 Ped. 2, 4-10). Su fuente es Jesucristo y su realización en el tiempo es obra de la fe.

El Templo es una obra de Dios que se eleva como un acto de fe de los fieles que, a modo “piedras vivas”, se apoyan en Cristo la “piedra angular”: Jesucristo y la fe de los fieles, es la razón del Templo cristiano. Lo religioso no existe como una idea sino en cuanto se encarna en un hombre concreto. El Templo es parte de esa enseñanza de Jesús que al revelarnos a Dios, nos muestra con su vida el camino de encuentro con él. Jesucristo, especialmente desde la Pascua, es el lugar de encuentro con Dios. El Templo se nos presenta, así, como casa de oración, expresión comunitaria de la fe y lugar de la celebración de los misterios de la pascua, es decir, de los sacramentos. Esta verdad del Templo como expresión de la fe del hombre hace a su libertad religiosa. No se trata de un edificio más sino de una realidad viva, en la que se expresa y se vive la fe. Cuando la fe desaparece el Templo termina siendo un museo.

Hablar de Jesucristo y de nuestra fe como fundamento del Templo, es motivo de gratitud y de alabanza a Dios pero también de responsabilidad y compromiso. ¡Cuánto valoro la delicadeza con el que muchas comunidades, sobre todo humildes, cuidan su Templo! Lo considero una expresión ejemplar de la fe. Quiero destacar, además, el deseo de muchos fieles con sus pastores por tener una Capilla de Adoración Perpetua en sus Iglesias. En ellas se viven momentos de fe, de libertad y adoración. No se trata de ir a cumplir un precepto, sino expresión de amor y gratuidad de mi tiempo para dedicarlo a lo más importante, a Dios. Me viene a la memoria el pasaje en el que Jesús le dice a Marta, refiriéndose a su hermana María que lo atendía: “Marta te inquietas y agitas por muchas cosas… María eligió la mejor parte, que no le será quitada” (Lc. 10, 42). Cuando Dios ocupa un lugar central en nuestras vidas todo se ordena y jerarquiza. Jesucristo no vino para ocupar el lugar del hombre, sino para que el hombre sea más plenamente hombre.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Publicado por verdenaranja @ 23:04  | Hablan los obispos
 | Enviar